Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”
Córdoba (Argentina), año 12, nº 12, 2012, pp. 13-21.
ISSN 1666-6836
Estudios de Antigüedad Tardía
Darío N. Sánchez Vendramini
Constituye una especial satisfacción poder presentar el dossier Estudios de
Antigüedad Tardía en el Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S.
A. Segreti”, pues el mismo reúne contribuciones de gran relevancia, obra de un muy
distinguido grupo de investigadores brasileros y argentinos. El dossier continúa
una tradición ya iniciada en el número 7 de esta revista y es un reflejo del creciente
desarrollo del área de Historia Antigua y Medieval en nuestra institución. La
ocasión ofrece una buena excusa para ensayar algunas reflexiones historiográficas
sobre este campo de investigación que puedan servir de contexto introductorio a los
trabajos que siguen.
El debate desarrollado en torno al concepto de Antigüedad Tardía es uno de los
fenómenos más notables del campo historiográfico en los últimos cincuenta años.
Desde mediados del siglo XX, comenzó a ser sistemáticamente revisada y rechazada
la imagen de decadencia consagrada para este período por Gibbon a fines del siglo
XVIII, y presente hasta ese momento en las obras de, entre otros, O. Seeck, J. B.
Bury y M. I. Rostovtzeff. En su remplazo, se difundieron con gran éxito las ideas
de continuidad y transformación como nuevos paradigmas interpretativos para
el período comprendido entre el final de la Antigüedad clásica y el comienzo de
la Edad Media, que fue definido con horizontes temporales y geográficos cada
vez más extensos. El triunfo de esta nueva perspectiva vino acompañado de una
verdadera explosión de actividad que se reflejó en un número siempre creciente
de publicaciones sobre un espectro temático cada vez más amplio. En los últimos
quince años, sin embargo, se ha generado una importante reacción contra el nuevo
consenso dominante, que busca rescatar algunos elementos de la perspectiva
decadentista tradicional, lo que ha generado un intenso debate entre los especialistas
del campo.1
Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” (CEH), Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR) - Universidad Nacional
de Córdoba (UNC). E-mail:
[email protected]
1
Breves panoramas sobre la investigación de la Antigüedad tardía en John W. H. G. LIEBESCHUETZ,
“The Birth of Late Antiquity”, Antiquité Tardive, 12, 2004, pp. 253-261; Edward JAMES, “The Rise and
Function of the Concept ‘Late Antiquity’”, Journal of Late Antiquity, 1.1, 2008, pp. 21-30.
*
14
Darío N. Sánchez Vendramini, Estudios de Antigüedad Tardía
La primera afirmación de la autonomía de la Antigüedad Tardía, como época con
una identidad propia y que debía estudiarse por sí misma, fue obra del historiador
austriaco del arte Alois Riegl (1858-1905), quien acuñó originalmente el adjetivo
spätrömisch (tardoromano) para designar las especiales características del arte del
período entre el Edicto de Milán (313 d.C.) y el inicio del reinado de Carlomagno
(768 d.C).1 Riegl rompía así con la tradición en su disciplina, que veía a la producción
artística de estos siglos como decadente y como una degeneración de lo clásico y la
presentaba simplemente como el producto de un cambio en la intención artística
(Kunstwollen). Riegl veía al arte de este período como esencialmente romano y
por ello prefería hablar de tardorromano antes que de tardoantiguo (spätantik),
un concepto que ya había sido utilizado por Jakob Burckhardt a mediados del siglo
XIX.2
El nuevo enfoque propuesto por Riegl permaneció restringido casi exclusivamente
al ámbito de los historiadores del arte, particularmente de lengua alemana. El
iniciador de un cambio de perspectiva más amplio sobre lo que hasta entonces
era conocido sólo como el Bajo Imperio fue el historiador francés H. I. Marrou. La
retractatio incluida en la segunda edición de su Saint Augustin et la fin de la culture
antique de 1949 (primera edición de 1938) constituye uno de los primeros intentos
de relativizar la noción de decadencia en referencia a la literatura y la cultura de
esta época.3 Esta nueva perspectiva luego sería desarrollada en su libro póstumo,
¿Decadencia romana o Antigüedad tardía?4 El magistral trabajo de Jones, The
Later Roman Empire 284-602. A Social, Economic and Administrative Survey,
ejerció también gran influencia y atrajo considerable atención sobre la complejidad
de las realidades del Imperio Romano entre los siglos III y VI d.C., pero su enfoque
ligado a lo político, económico y social no sería el modelo más característico en el
desarrollo de los estudios sobre la Antigüedad Tardía en las décadas siguientes.5
A principios de la década del ‘70, el cambio de perspectiva iniciado por Marrou,
Alois RIEGL, Die spätrömische Kunstindustrie nach den Funden in Österreich-Ungarn, Viena, K.K. Hofund Staatsdrückeri, 1901 y 1927.
2
Sin embargo, el concepto aparece en su Die spätrömische Kunstindustrie y Riegl ya lo había utilizado
previamente en su Die ägyptischen Textilfunde (Mitteilungen des Österreichischen Museums für
Kunst und Industrie 2), Viena, Waldheim, 1889. El concepto “Spätantike” también aparece en estudios
contemporáneos a los de Riegl como Josef STRZYGOWSKI, Orient oder Rom: Beiträge zur Geschichte
der Spätantiken und Frühchristlichen Kunst, Leipzig, J.C. Hinrichs’sche Buchhandlung, 1901. Sobre
estos autores véase Jan ELSNER, “The birth of late Antiquity: Riegl and Strzygowski in 1901,” Art history,
25, 2002, pp. 361-370. El concepto también es utilizado en trabajos posteriores sobre el arte del período
como, por ej., en Richard DELBRUECK, Spätantike Kaiserporträts. Von Constantinus Magnus bis zum
Ende des Westreichs, Leipzig/Berlín, De Gruyter, 1933. Sobre el uso del concepto por parte de Jakob
Burckhardt véase Glenn W. BOWERSOCK, From Gibbon to Auden, Oxford, Oxford University Press,
2009, pp. 109-122.
3
Henri-Irénée MARROU, Saint Augustin et la fin de la culture antique, París, de Boccard, 1958.
4
Henri-Irénée MARROU, Décadence romaine ou antiquité tardive?: IIIe-VIe sìcle, París, ́ditions du
Seuil, 1977.
5
Arnold H. M. JONES, The Later Roman Empire 284-602. A Social, Economic and Administrative
Survey, Oxford, Blackwell, 1964. Sobre la influencia de la obra de Jones véase David M. GWYNN (ed.),
A.H.M. Jones and the later Roman Empire, Leiden, Brill, 2008.
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Jones y otros sería consagrado y recibiría una amplia difusión en el ámbito
académico y más allá del mismo través del pequeño libro de Peter Brown The World
of Late Antiquity.6 Las señales de continuidad con sus predecesores son evidentes
y el mismo Brown destacaría la influencia decisiva que en la conformación de
la visión de conjunto presentada en su libro ejercieron sobre todo los trabajos
de Marrou y Santo Mazzarino, como así también los de Jones, André Piganiol y
Norman Baynes.7 Sin embargo, Peter Brown realizaría una contribución decisiva al
fusionar los aportes parciales de esos autores en un enfoque global coherente de la
Antigüedad Tardía como un período con una identidad propia que debía enfocarse
desde una perspectiva de larga duración (200-800 d.C.) y que debía incluir a Europa
Occidental, Bizancio y el Islam como herederos por igual del mundo grecorromano.
Esta perspectiva fue acompañada por una valoración marcadamente positiva de ese
período, que -en las antípodas de la imagen tradicional de decadencia- destacaba
su excepcional creatividad y vitalidad. En sus trabajos posteriores, Brown enfocó
a la Antigüedad Tardía sobre todo a partir del estudio de sus aspectos religiosos
y culturales, en relación con los procesos de cambio social en el corazón del
mundo mediterráneo, concentrándose en temas tales como el culto a los santos, el
monasticismo o la aparición de una nueva moral sexual.
Las obras de Marrou y, sobre todo, de Brown ejercieron una profunda influencia
e inspiraron una verdadera corriente o movimiento historiográfico, sobre todo en
el ámbito anglosajón, que, a pesar de su indudable heterogeneidad, fue en muchos
sentidos fiel a la impronta fundacional de estos autores. Entre los representantes
más significativos que, con sus respectivos matices, cabría enrolar en esta línea debe
mencionarse a Averil Cameron, Glen Bowersock y Garth Fowden. Esta corriente
historiográfica se destacó por su enfoque antropológico, la atención privilegiada
concedida a los fenómenos religiosos, su amplia concepción temporal y geográfica
del período (que sumó al tradicional estudio del Imperio Romano también a los
sasánidas e, incluso, a los Omeyas) y, finalmente, la caracterización positiva de los
procesos analizados. En un pasaje de tono autobiográfico, Robert Markus describe
el sentimiento de euforia generado entre los historiadores de su generación por el
triunfo de esta nueva perspectiva sobre la Antigüedad Tardía, que explica el gran
incremento en el volumen de investigaciones dedicadas al período desde la década
del ‘60 y, sobre todo, del ‘70.8
Gradualmente, el espectro de temas tratados dentro de esta nueva perspectiva se
fue extendiendo y trascendiendo los límites de los fenómenos religiosos y culturales
para incorporar algunas problemáticas de la historia social y política, aunque
Peter BROWN, The World of Late Antiquity A.D. 150-750, Londres, Thames & Hudson, 1971.
Peter BROWN, “The Field of Late Antiquity”, David HERNÁNDEZ DE LA FUENTE (ed.), New
perspectives on late antiquity, Newcastle upon Tyne, Cambridge Scholars, 2011, pp. 6-19. Véase también
la conferencia de Peter Brown en el Oxford Centre for Late Antiquity en 2007 titulada “What’s in a
name”, http://www.ocla.ox.ac.uk/pdf/brown_what_in_name.pdf.
8
Robert MARKUS, “Between Marrou and Brown: Transformations of Late Antique Christianity”,
Philip ROUSSEAU, Manolis PAPOUTSAKIS, Emmanuel PAPOUTSAKIS (eds.), Transformations of Late
Antiquity: Essays for Peter Brown, Ashgate, Farnham, 2009, pp. 2-3.
6
7
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siempre desde una perspectiva antropológica. Como ejemplos pueden mencionarse
el libro de Averil Cameron, Christianity and the Rhetoric of Empire, y el del mismo
Brown, Power and Persuasion in Late Antiquity.9
Un aspecto particularmente significativo de esta corriente historiográfica es
que generalizó una visión de la Antigüedad Tardía que impugna las nociones de
crisis y de decadencia y acentúa fuertemente la continuidad, negándole incluso
a la caída del Imperio Romano de Occidente una relevancia significativa como
acontecimiento histórico. G. Bowersock llegó así incluso a afirmar, en un artículo
del año 1996, que el paradigma de la caída de Roma estaba desapareciendo.10
El concepto de decadencia es así rechazado por implicar un juicio de valor. Se
prefiere, en su lugar, hablar de transformaciones. En este contexto historiográfico
no debe sorprender el reemplazo de la noción de invasiones bárbaras por las de
desplazamientos demográficos y técnicas de acomodamiento, que presentan una
imagen esencialmente pacífica de la llegada de los pueblos germánicos al territorio
del Imperio Occidental.
En la década del ‘90, lo que podríamos denominar como la concepción browniana
de la Antigüedad Tardía se había consolidado ya claramente como la nueva
ortodoxia dominante, ejerciendo una influencia considerable en la investigación,
incluso trascendiendo el ámbito anglosajón. Paradigmático en este sentido fue
el gran proyecto de investigación internacional “Transformation of the Roman
World” financiado por la European Science Foundation entre los años 1993 y 1997,
cuyos resultados fueron publicados en una serie de 14 volúmenes por la editorial
holandesa Brill. Puede reconocerse otra clara señal del triunfo del nuevo paradigma
en la segunda edición de la Cambridge Ancient History, iniciada en los últimos años
del pasado siglo bajo la dirección de un distinguido elenco de especialistas de varios
países. La misma incluye dos volúmenes más que su predecesora de principios
del siglo XX, que culminaba su tratamiento con el reinado de Constantino.11 Este
acontecimiento era también el punto de partida de la Cambridge Medieval History.12
Los nuevos volúmenes incorporados en la segunda edición se abocan al análisis
del Imperio Tardío y tienen un enfoque relativamente tradicional, centrado en el
proceso de penetración de los pueblos germánicos hacia el sur de Europa y de la
conformación de los reinos sucesores del imperio en Occidente, comprendiendo el
período entre los años 337-600 d.C.13 Sin embargo, uno de esos volúmenes incluye
Averil CAMERON, Christianity and the Rhetoric of Empire: the Development of Christian Discourse,
Berkeley, University of California Press, 1991; Peter BROWN, Power and Persuasion in Late Antiquity:
Towards a Christian Empire, Madison, Wisconsin, University of Wisconsin Press, 1992.
10
Glenn W. BOWERSOCK, “The Vanishing Paradigm of the Fall of Rome”, Bulletin of the American
Academy of Arts and Sciences, 49, 1996, pp. 29-43.
11
John B. BURY (ed.), The Cambridge Ancient History, Cambridge, Cambridge University Press, 19241939.
12
Ibid., 1911-1936.
13
Averil CAMERON, Peter GARNSEY (eds.), The Cambridge Ancient History, Vol XIII The Late Empire
A.D. 337-425, Cambridge, Cambridge University Press, 1998; Averil CAMERON, Bryan WARD-PERKINS,
Michael WHITBY (eds.), The Cambridge Ancient History, Vol XIV Late Antiquity: Empire and Successors,
A.D. 425-600, Cambridge, Cambridge University Press, 1998.
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dos capítulos del mismo Peter Brown sobre el ascetismo pagano y cristiano y sobre
conflictos religiosos. El cambio de periodización en esta canónica obra colectiva
refleja la radical transformación de las perspectivas de la historiografía sobre este
período.
La publicación en 1999 de Late Antiquity: A Guide to the Postclassical World,
que contiene una colección de ensayos generales y una enciclopedia de temas
relacionados editado por Peter Brown, Glen Bowersock y Oleg Grabar puede
verse como la elaboración de un manifiesto colectivo que refleja el triunfo de
esta corriente.14 La obra presenta claramente una visión policéntrica del mundo
tardoantiguo (que incluye al Islam temprano) y defiende un muy extenso horizonte
temporal para el período, como puede reconocerse en un pasaje citado con
frecuencia: “The time has come for scholars, students, and the educated public in
general to treat the period between around 250 and 880 CE as a distinctive and
quite decisive period that stands on its own.”15 Al mismo tiempo, la obra abarca
un espectro temático más amplio del habitual en trabajos previos dentro de esta
corriente, incluyendo, por ej., secciones sobre guerra y violencia, o sobre barbarismo
y etnicidad.
La consagración de la perspectiva browniana sobre la Antigüedad Tardía como
nuevo paradigma historiográfico dominante enfrentó, desde finales de la década
del ‘90, crecientes resistencias y críticas. Poco a poco comenzó a configurarse un
movimiento de reacción que pretendió señalar lo que se interpretaba como algunos
defectos, especialmente, la estrechez temática de la mayoría de sus investigaciones
(que dejan generalmente de lado los grandes problemas políticos, económicos y
sociales) y el foco geográfico concentrado casi exclusivamente en las realidades
del Mediterráneo oriental.16 Los primeros cuestionamientos surgieron de la
historiografía italiana. Aldo Schiavone, en su La storia spezzata: Roma antica e
Occidente moderno de 1996, propondría un regreso al paradigma de la crisis y caída
de Roma y a una explicación para la misma centrada en causas socio-económicas.17
Otra de las primeras críticas, y una de las que mayor eco encontraría, sería
la presentada por el historiador italiano Andrea Giardina en un ensayo del año
1999, sugestivamente titulado Esplosione di Tardoantico. En este texto, Giardina
hace hincapié en el excesivo crecimiento del concepto de Antigüedad Tardía, que
-por haber pasado a comprender un período tan vasto- se ha transformado en una
categoría de análisis inútil. Para el autor italiano, una perspectiva semejante sólo es
posible si se hace foco exclusivamente en continuidades ideológicas y culturales y
se deja completamente de lado los elementos de ruptura y las discontinuidades en
las estructuras estatales, sociales y económicas. En consecuencia, Giardina plantea
Glenn W. BOWERSOCK, Peter BROWN, Oleg GRABAR (eds.), Late Antiquity: A Guide to the PostClassical World, Cambridge Ma., Harvard University Press, 1999.
15
Ibid., p. ix. Sobre este debate véase Arnaldo MARCONE, “A Long Late Antiquity? Considerations on a
Controversial Periodization”, Journal of Late Antiquity, 1.1, 2008, pp. 4-19.
16
Al respecto véase el artículo de Edward JAMES “The Rise and Function...” cit., pp. 21-30.
17
Aldo SCHIAVONE, La storia spezzata: Roma antica e Occidente moderno, Roma, Laterza, 1996.
14
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la necesidad de regresar a una historiografía enfocada en esas últimas temáticas.18
Uno de los ejes centrales de las voces críticas, que se sucederían a partir de ese
momento, es el rechazo del fuerte énfasis continuista de gran parte de los estudios
inspirados por la perspectiva browniana. En efecto, Chris Wickham ya había
señalado a finales de la década del ‘80 que el modelo de continuidad pasaba por alto
el profundo impacto social y económico generado por la desaparición del sistema
fiscal del Estado romano tardío.19 Un énfasis aún mayor fue colocado en la idea de
ruptura por J. W. H. G. Liebeschuetz, quien en una serie de trabajos de los primeros
años del siglo XXI plantearía la necesidad de recuperar una mirada diacrónica y
también los conceptos de decadencia y caída como categorías de análisis legítimas
y útiles para la comprensión de la Antigüedad Tardía.20
En su Decline and Fall of the Roman City, Liebeschuetz reafirma, a partir del
análisis de un gran conjunto de evidencias arqueológicas, que la ciudad romana
había declinado y estaba en camino a colapsar por el 600 d.C. -a más tardar- en
Occidente, los Balcanes y Anatolia. Pero en el Oriente, ve una escena diferente:
un mayor nivel de prosperidad en el siglo VI y hasta después de principios del
VII, y el mantenimiento de esa prosperidad incluso hasta principios del Califato.21
Liebeschuetz propone, en suma, antes que un radical cambio de perspectiva, una
ampliación de la misma, dado que, en última instancia, en su opinión, los conceptos
de transformación y de decadencia no son incompatibles.22
Un desafío todavía mayor a la imagen continuista de la Antigüedad Tardía fue
plantado por dos libros publicados en el 2005: The Fall of the Roman Empire: a
New History de Peter Heather y The Fall of Rome and the End of Civilization del
arqueólogo Bryan Ward-Perkins. En su reseña de ambos textos para The Bryn Mawr
Classical Review, el reconocido especialista norteamericano James O’Donnell
los evaluaría como trabajos neoconservadores representantes de un movimiento
de Contrarreforma opuesto a la escuela inspirada por Peter Brown.23 El texto de
Heather coloca nuevamente en el centro de la agenda el problema de la caída de
Roma (que, como vimos, G. Bowersock había considerado ya desaparecido) y
presenta como explicación una nueva versión de la tesis tradicional que ve a los
Andrea GIARDINA, “Esplosione di Tardoantico”, Studi Storici, 40, 1999, pp. 157-180.
Christopher WICKHAM, “Marx, Sherlock Holmes and Late Roman commerce”, JRS, 78, 1988, pp. 18393.
20
Véase, por ej. John H. W. G. LIEBESCHUETZ, “Was Gibbon politically incorrect? The use and abuse
of concepts of ‘decline’ in later Roman history”, Luke LAVAN (ed.), Recent Research in Late Antique
Urbanism (JRA Supplementary Series 42), Rhode Island, JRA, 2001, pp. 233-38; The Decline and Fall
of the Roman City, Oxford, Oxford University Press, 2001; “Late Antiquity, the rejection of ‘decline’,
and multiculturalism”, Giuliano CRIFO, Stefano GIGLIO (eds.), Atti dell’Accademia romanistica
costantiniana: XIV Convegno internazionale in memoria di Guglielmo Nocera, Nápoles, Edizioni
scientifiche italiane, 2003.
21
John H. W. G. LIEBESCHUETZ, The Decline and Fall of the Roman City, Oxford, Oxford University
Press, 2001.
22
John H. W. G. LIEBESCHUETZ, “Transformation and Decline: Are the Two Really Incompatible?”,
Jens-Uwe KRAUSE, Christian WITSCHEL (eds.), Die Stadt in der Spätantike, Stuttgart, Steiner, 2006,
pp. 463-483.
23
http://bmcr.brynmawr.edu/2005/2005-07-69.html.
18
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factores militares y externos como preponderantes. En concreto: el impacto de los
desplazamientos de los pueblos germánicos ante la avanzada de los hunos.24 Más
significativo es el aporte de Ward-Perkins, para quien las invasiones bárbaras y la
caída del Imperio Romano fueron procesos violentos que implicaron la disrupción
de los sistemas existentes y el desencadenamiento de un importante retroceso
civilizatorio claramente reconocible en el registro arqueológico. Para Ward-Perkins
estos procesos sólo pueden ser descritos como decadencia.25
Los trabajos mencionados tuvieron amplia repercusión tanto en el ámbito
académico como, incluso, más allá del mismo. En los años siguientes, los
representantes de la Reforma (en términos de O’Donnell) ofrecieron diversas
respuestas ante el desafío planteado por los críticos. Uno de los autores más activos
en este sentido ha sido el mismo Peter Brown, quien produjo en la última década
nuevas ediciones revisadas y aumentadas de sus obras más importantes (Augustine
of Hippo, The Body and Society, The Rise of Western Christendom y The Cult of the
Saints),26 junto con dos importantes estudios sobre las concepciones de pobreza y
riqueza en el Bajo Imperio Romano en el contexto de su cristianización.27 En estos
trabajos, Brown pasa revista a la producción historiográfica en el área y responde
a sus críticos reafirmando su enfoque continuista y su concepción de una larga
Antigüedad Tardía.28 Una postura intermedia es adoptada por Chris Wickham, en
dos importantes libros recientes. Su enfoque marxista se centra en la economía; y
acentúa, como vimos, la ruptura que representó la desaparición del sistema fiscal
romano, sin embargo, cuestiona la correlación directa entre un ambiente menos
monumental, más privado y la decadencia.29
En Before and after Muhammad, aparecido a principios del 2014, Garth Fowden
demuestra que las premisas centrales de la perspectiva browniana gozan de muy
buena salud.30 En esta obra se ofrece una inteligente argumentación en favor de
una periodización concentrada en una muy larga duración que abarque todo el
primer milenio d.C. y que incluya plenamente al temprano mundo islámico dentro
Peter HEATHER, The Fall of the Roman Empire: a New History, Londres, Macmillan, 2005.
Bryan WARD-PERKINS, The Fall of Rome and the End of Civilization, Oxford, Oxford University Press,
2005.
26
Peter BROWN, Augustine of Hippo. A Biography. Forty-Fifth Anniversary Edition, Berkeley, University
of California Press, 2013; The Body and Society: Men, Women, and Sexual Renunciation in Early
Christianity. Twentieth Anniversary Edition with a New Introduction, N.Y., Columbia University Press,
2008; The Rise of Western Christendom: Triumph and Diversity, A.D. 200-1000. Tenth Anniversary
Revised Edition, Oxford, Blackwell, 2013; The Cult of the Saints: Its Rise and Function in Latin
Christianity, Enlarged Edition, Chicago, Chicago University Press, 2014.
27
Peter BROWN, Poverty and Leadership in the Later Roman Empire, Hanover, University Press of New
England, 2002; Through the Eye of a Needle: Wealth, the Fall of Rome, and the Making of Christianity
in the West, 350-550 AD, Princeton, Princeton University Press, 2012.
28
Véase sobre todo Peter BROWN, The Rise of Western Christendom... cit., pp. xi-xlvii.
29
Christopher WICKHAM, Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean 400-800,
Oxford, Oxford University Press, 2005; The Inheritance of Rome: A History of Europe from 400 to 1000,
N.Y., Viking, 2009.
30
Garth FOWDEN, Before and after Muhammad: the first millennium refocused, Princeton, Princeton
University Press, 2014.
24
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de la Antigüedad Tardía. Fowden cuestiona, asimismo, los principales argumentos
de los investigadores críticos, como puede verse en el siguiente pasaje:
“One must also add that Giardina’s -and many other historians’- privileging
of political and military events and measurable economic data over cultural
climates skews historical periodization toward the concerns of privileged,
landed, documented but often transient social groupings (whatever the
broader structural continuities of the societies in question) to an extent that
favors change, or even rupture, over continuity, the short term over the long
term. It also -quite simply- neglects the conceptual dimension of human
experience, and so falls short of providing adequate documentation for the
writing of history in its full sense.”31
El intenso debate de los últimos quince años sobre la forma de periodizar
y conceptualizar la Antigüedad Tardía, muy lejos de afectar la vitalidad del
campo, ha sido acompañado por un nuevo salto en el volumen de investigaciones
y publicaciones, incluso respecto de los altos estándares de las dos décadas
precedentes. Puede reconocerse una clara evidencia del continuado éxito de la
Antigüedad Tardía como periodización histórica en la publicación de volúmenes
dedicados a ella en series como Blackwell Companions u Oxford Handbooks.32
Una de las manifestaciones de la gran expansión en el volumen de investigaciones
llevadas a cabo en el ámbito de la Antigüedad Tardía en las últimas dos décadas es
el creciente número de especialistas latinoamericanos que trabajan activamente en
este campo, especialmente en Brasil y la Argentina, pero también en otros países. El
presente dossier es un claro testimonio de ese desarrollo.
El trabajo de Carlos Machado, “De Domus a Titulus: um aspecto da cristianização
da Roma tardo-antiga”, se enfoca en uno de los temas centrales de la historiografía
de la Antigüedad Tardía, la cristianización del Bajo Imperio Romano. A diferencia
de la mayoría de los estudios sobre este tema, Machado no se concentra en las
acciones de los miembros de la corte imperial y la jerarquía eclesiástica, sino en
el papel jugado por la aristocracia senatorial romana, teniendo en cuenta su
participación en este proceso en términos de un conflicto político con los obispos
de Roma. Machado demuestra el carácter complejo de las diversas negociaciones
implicadas en el proceso de cristianización y el papel central desempeñado por
la aristocracia senatorial en el mismo, reconocible en las transformaciones de sus
casas en espacios dedicados a diversas actividades religiosas en un marco cristiano,
hecho que en las fuentes del período aparece referido con el ambiguo concepto de
titulus.
El trabajo de Margarida Maria de Carvalho y Bruna Campos Gonçalves, “Amiano
Marcelino y los constructos identitarios en los relatos sobre los Emperadores
Ibid., p. 47.
Philip ROUSSEAU, A Companion to Late Antiquity, Oxford, Wiley-Blackwell, 2009; Scott FITZGERALD
JOHNSON, The Oxford Handbook of Late Antiquity, Oxford, Oxford University Press, 2012.
31
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Militares: Juliano, Joviano y Valentiniano I (361-375 d.C.)”, parte de algunos
pasajes del gran historiador del siglo IV para analizar los procesos de inserción
de grupos germánicos en el ejército romano bajoimperial y su participación en
la elección de los diversos ocupantes del trono. Las autoras demuestran que es
posible reconocer muchos indicios de una identidad plural y compleja dentro del
ejército que contradice la existencia de fronteras étnico-culturales nítidas entre los
integrantes de las tropas.
El trabajo de Héctor Francisco, “Notas sobre el culto de los santos en el Irán
preislámico”, es un claro ejemplo del amplio horizonte geográfico que caracteriza
a la investigación reciente en el campo de la Antigüedad Tardía. El surgimiento
del culto de los santos y mártires en el Imperio Romano es uno de los temas que,
siguiendo el ejemplo de Peter Brown, más atención han generado. Sin embargo, el
estudio del desarrollo de estas prácticas entre los cristianos del Imperio Sasánida
constituye, en buena medida, un vacío historiográfico, que el trabajo incluido en
este dossier contribuye a llenar. Más específicamente, Francisco analiza el debate
en torno a las prácticas funerarias zoroastrianas en la literatura martirológica
cristiana del Irán sasánida y demuestra que el mismo fue utilizado en la hagiografía
como una forma de establecer y reforzar barreras interconfesionales.
Finalmente, el trabajo de Alejandro Abritta, “Los himnos de Proclo: memoria
y síntesis de la himnodia antigua”, se aproxima al estudio de uno los intelectuales
paganos neoplatónicos más relevantes del siglo V d.C. y del enorme esfuerzo
intelectual reconocible en su obra por conservar una larga tradición filosóficopoética en un griego clásico que ya se había distanciado considerablemente de la
lengua hablada de su tiempo. Más específicamente, Abritta recurre a la teoría coral
para analizar los aspectos métrico-prosódicos de este esfuerzo.