‘LAS GUERRAS DE CADA DÍA’.
EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV*
‘Daily Wars’. In XIVth Century Castile
Francisco GARCÍA FITZ
Universidad de Extremadura**
RESUMEN: Los conflictos armados fueron una de las grandes catástrofes –junto al hambre
y la peste– que golpeó a la sociedad castellana del siglo XIV. Se trata de un fenómeno
omnipresente en el que se introdujeron algunas innovaciones tácticas y técnicas. Además, la
guerra demostró tener una extraordinaria capacidad para transformar durante esta centuria no
sólo la estructura de la organización militar del reino, sino también a la sociedad, la
administración y la fiscalidad, contribuyendo a la formación del estado moderno.
PALABRAS CLAVE: Guerra en la Edad Media. Castilla en el siglo XIV. Organización y
Recursos Militares. Génesis del Estado Moderno.
ABSTRACT: The armed conflicts were one of the biggest catastrophes –together with
the famine and the plague– that struck the Castilian society of the XIVth century. It was
an everpresent phenomenon in which some tactical and technical innovations were
introduced. Moreover, war proved to have an extraordinary ability to transform during
this century not only the structure of the military organization of the kingdom, but also
the society, the administration and the tax system, contributing in this way to the
formation of the modern state.
KEYWORDS: War in the Middle Ages. Castile in the XIVth century. Organization and
Military Resources. Genesis of the Modern State.
________
* Fecha de recepción del artículo: 2007-05-17. Fecha de aceptación: 2007-05-31. Fecha de publicación:
2007-12-5.
Este trabajo se enmarca en el proyecto de Investigación HUM-2006-09270 del Ministerio de
Educación y Ciencia, con el título “El discurso militar en la historiografía. II”.
** Profesor Titular de Universidad de Historia Medieval. Departamento de Historia, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Extremadura, Avenida de la Universidad s/n, 10075 CÁCERES
(España). C.e.:
[email protected].
EDAD MEDIA. Revista
ISSN: 1138-9621
de Historia, 8 (2007), pp. 145-181
© 2007. Universidad de Valladolid.
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SUMARIO: 1. Desarrollos de los principales conflictos. 2. La organización militar del
reino. 3. Las prácticas bélicas: tradiciones e innovaciones. 4. Los efectos de la guerra: crisis
y transformaciones.
En unos conocidos versos del Rimado de Palacio, Pero López de Ayala, un
contemporáneo perfectamente situado –por preparación intelectual, por agudeza
crítica, por información y por posición social– para hacer una evaluación del mundo
que lo rodeaba –el de la Castilla del siglo XIV–, dejaba amarga constancia no sólo
de la omnipresencia de la guerra, sino también de la profunda injusticia que la
gobernaba y de los indecentes beneficios de quienes la practicaban:
Cobdiçian caualleros las guerras de cada día,
Por leuar muy grand sueldo e doblar la quantía,
E fuelgan quando veen la tierra en rrobería
De ladrones e cortones, que ellos traen en compañía1.
Desde luego, cualquiera que se acerque a la historia castellana durante la
decimocuarta centuria puede comprobar, a través de todo tipo de fuentes, el alto
grado de razón que asistía a López de Ayala cuando ponía el énfasis en la presencia
endémica de la guerra. En realidad, el fenómeno ni es único de estas tierras, ni se
presenta como una anomalía social aislada. Julio Valdeón, que ha dedicado muchas
páginas a estudiar, describir y reflexionar sobre la crisis del siglo XIV, ha advertido
en más de una ocasión sobre “la trilogía de las grandes catástrofes”, sobre “los tres
azotes” que castigaron a las sociedades de aquella época y que dejaron una huella
indeleble en la memoria de los hombres: el hambre, la peste y la guerra, que
constituyen, en la interpretación del gran medievalista, los “síntomas externos más
espectaculares de una crisis profunda y generalizada que afectó a todo el Occidente
de Europa y, por supuesto, también a los reinos de Castilla y León”2.
Así pues, para su adecuada comprensión, la casi constante situación de guerra
que asoló a la Castilla del siglo XIV y los instrumentos de todo tipo –organizativos,
tácticos, económicos, institucionales...– que se pusieron en juego durante el
desarrollo de los enfrentamientos tendrían que insertarse tanto en el contexto de la
realidad bélica de la Europa del momento, como en el marco mucho más amplio de
la crisis bajomedieval y de las transformaciones que tuvieron lugar durante aquellas
décadas. Un análisis de este calibre excedería ampliamente las posibilidades de este
trabajo, pero quizás no esté de más realizar un ejercicio mucho más básico, pero
que llegado el caso quizás podría servir como punto de partida para la contestación
de preguntas de más largo alcance sobre la relación entre la guerra y la crisis
________
1
LÓPEZ DE AYALA, P., Rimado de Palacio, ed. ORDUNA, G., Madrid, Castalia, 1987, p. 187.
2
VALDEÓN, J., Historia de Castilla y León, vol. 5: Crisis y recuperación (siglos XIV-XV),
Valladolid, Ámbito, 1985, p. 26.
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bajomedieval en su sentido más extenso3: nos referimos a la necesidad de saber
hasta dónde ha llegado la investigación sobre la guerra en la Castilla del siglo XIV,
cuáles han sido los temas hasta ahora abordados y qué perspectivas tenemos por
delante. Tal vez con una intensidad mayor que en otros momentos, la violencia no
sólo se presenta en el siglo XIV de una manera muy extendida, sino que responde
además a una conflictividad política y social de formas, orígenes y desarrollos muy
diversos. A fin de acotar nuestra propuesta, en estas páginas limitaremos nuestra
atención a la guerra, entendida como violencia política e institucionalmente
organizada, inspirada, emprendida y ordenada por los “estados”. Ni qué decir tiene
que una labor como la que se propone no puede ni pretende ser exhaustiva, pero
creemos que el panorama historiográfico resultante será en todo caso ilustrativo de
los principales caminos que se han recorrido y de algunos de los que todavía quedan
por delante.
1. DESARROLLOS DE LOS PRINCIPALES CONFLICTOS
El desarrollo de los principales conflictos bélicos en los que se vio envuelta la
Corona de Castilla a lo largo del siglo XIV ha merecido no poca atención por parte
de los historiadores. Tanto los análisis generales del período4, como los estudios
más específicos sobre las relaciones de la corona castellana con el resto de los
reinos peninsulares5, permiten el seguimiento, a veces incluso con un alto grado de
detalle, de las vicisitudes político-militares y la evolución de los conflictos.
________
3
Sobre el significado amplio de “crisis bajomedieval”, que engloba un conjunto de variados
fenómenos, se extiende durante un largo período de tiempo y trasciende a las crisis sectoriales
concretas, véase VALDEÓN, J., «Reflexiones sobre la crisis bajomedieval en Castilla», En la España
Medieval, 1984, nº 5, pp. 1047-1048.
4
Es el caso, a título ilustrativo, de los tomos XIII y XIV de la Historia de España Menéndez
Pidal: TORRES FONTES, J. y otros, La expansión peninsular y mediterránea (c.1212-c.1350). Vol. I: La
Corona de Castilla, Historia de España Menéndez Pidal, tomo XIII, Madrid, Espasa Calpe, 1990;
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L. y REGLÁ CAMPISTOL, J., La crisis de la reconquista (circa 1350-circa 1410),
Historia de España Menéndez Pidal, tomo XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1981. También como visión
general SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., «La crisis del siglo XIV en Castilla», Cuadernos de Historia, 1977, 8,
pp. 33-45.
5
DÍAZ MARTÍN, L. V., «Castilla, 1280-1360: ¿Política exterior o relaciones accidentales?»,
Génesis Medieval del Estado Moderno. Castilla y Navarra (1250-1370), Valladolid, Ámbito, 1987, pp.
125-147; ID., «Los inicios de la política internacional de Castilla (1360-1410)», Realidad e imágenes
del poder: España a fines de la Edad Media, Valladolid, Ámbito, 1988, pp. 57-83; LADERO QUESADA,
M. Á., «La Corona de Castilla: transformaciones y crisis políticas, 1250-1350», 21ª Semana de
Estudios Medievales: Europa en los umbrales de la crisis: 1250-1350, Pamplona, Gobierno de
Navarra. Departamento de Educación y Cultura, 1995, pp. 275-322; BAQUERO MORENO, H., «Relaçoes
entre os reinos peninsulares (1290-1330)», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval,
1996-1997, 11, pp. 29-41.
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A este conocimiento ha contribuido de manera decisiva el conjunto de
investigaciones de base que se desarrolló en la llamada “escuela vallisoletana” a lo
largo de casi dos décadas –desde mediados de los años cincuenta a mediados de los
setenta del siglo XX– en torno a la figura de Luis Suárez Fernández, cuyos frutos se
plasmaron en un ramillete de monografías sobre reinados particulares de primer
orden: los estudios sobre Fernando IV, Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III
elaborados entonces representan, sin duda, una aportación sustancial para el estudio
de aquella época en general, y para el seguimiento de las actividades bélicas en
particular6. Con posterioridad, la publicación de otros estudios de reinados, a veces
de la pluma de estos mismos autores –González Mínguez, Díaz Martín, Valdeón,
Suárez, Mitre–, a veces de otros estudiosos, ha permitido revisar o ampliar la visión
que tenemos de ellos7.
A estas alturas también se dispone de un número importante de estudios sobre
los conflictos bélicos protagonizados por la Corona de Castilla en diversos frentes.
Sin duda, uno de los que más ha atraído la atención de los especialistas ha sido el
desplegado frente al Islam peninsular: la guerra en la frontera de Granada8,
________
6
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio
de la nobleza, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1976; DÍAZ MARTÍN, L. V., Itinerario de Pedro I
de Castilla, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1975; VALDEÓN, J., Enrique II de Castilla: la
guerra civil y la consolidación del régimen (1366-1371), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1966;
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Juan I, rey de Castilla (1379-1390), Madrid, Revista de Occidente, 1955;
MITRE FERNÁNDEZ, E., Evolución de la nobleza en Castilla bajo Enrique III (1396-1406), Valladolid,
Universidad de Valladolid, 1968.
7
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., Fernando IV, 1295-1312, Palencia, Diputación Provincial de Palencia
– La Olmeda, 1995; SÁNCHEZ ARCILLA, J., Alfonso XI, 1312-1350, Palencia, Diputación Provincial de
Palencia – La Olmeda, 1996; SOROA Y PINEDA, M. de, Pedro I el Cruel: una guerra civil en Castilla,
Madrid, Gráficas Espejo, 1980; ESTOW, C., Pedro the Cruel of Castile (1350-1369), Leiden, E. J. Brill,
1995; DÍAZ MARTÍN, L. V., Pedro I, 1350-1369, Palencia, Diputación Provincial de Palencia – La
Olmeda, 1996; GARCÍA TORAÑO, P., El rey Don Pedro el Cruel y su mundo, Madrid, Marcial Pons,
1996; VALDEÓN, J., Enrique II, 1369-1379, Palencia, Diputación Provincial de Palencia – La Olmeda,
1996; SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Historia del reinado de Juan I de Castilla, 2 vols., Madrid, Universidad
Autónoma de Madrid, 1977-1982; ID., Juan I de Trastámara, 1379-1390, Palencia, Diputación
Provincial de Palencia – La Olmeda, 1994; SUÁREZ BILBAO, F., Enrique III, 1390-1406, Palencia,
Diputación Provincial de Palencia – La Olmeda, 1994.
8
LADERO QUESADA, M. Á., «La frontera de Granada. 1265-1481», Revista de Historia Militar.
Nº extraordinario: Historia Militar: métodos y recursos de investigación, 2002, pp. 49-121; TORRES
FONTES, J., «Murcia en el siglo XIV», Anuario de Estudios Medievales, 1970-1971, 7, pp. 253-277,
esp. 254-258; ID.: «La actividad bélica granadina en la frontera murciana, ss. XIII-XIV», Homenaje a
José María Lacarra, Zaragoza, Institución Príncipe de Viana, 1986, II, pp. 721-739; RODRÍGUEZ
LLOPIS, M., «La expansión territorial castellana sobre la cuenca del Segura (1235-1325)», Miscelánea
Medieval Murciana, 1985, XII, pp. 107-138; PAREJO DELGADO, Mª J. y OLIVARES MORENO, A., «Los
reyes castellanos y la frontera giennense (XIV) según la visión historiográfica de M. de Jimena
Jurado», Estudios de Frontera. Alcalá la Real y el Arcipreste de Hita, Alcalá la Real, Diputación
Provincial de Jaén, 1996, pp. 485-501.
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especialmente durante la primera mitad del siglo XIV y el desarrollo de la llamada
“guerra del Estrecho”9 representan, por sus transcendentales implicaciones
estratégicas, políticas y comerciales, un escenario privilegiado para el análisis de la
actividad militar castellana del siglo XIV, y dentro de ello la actuación de Alfonso
XI10 y las invasiones meriníes11, han demostrado ser episodios fundamentales.
Pasado el momento álgido que representa este último reinado en las relaciones
bélicas castellano-musulmanas, y aunque se conocieran momentos de tensión
fronteriza a lo largo de todo el período12, habrá que esperar hasta el de Enrique III
para encontrar una reactivación de la acción militar en aquella frontera y, con ello,
una nueva proliferación de estudios sobre las campañas13.
________
9
LADERO QUESADA, M. Á., «La guerra del Estrecho», Guerra y Diplomacia en la Europa
Occidental. 1280-1480. XXXI Semana de Estudios Medievales, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2005,
pp. 255-293. Sobre “la guerra del Estrecho” en su conjunto véase también ROSENBERGER, B., «El
problema del Estrecho a fines de la Edad Media», Actas del II Congreso de Historia de Andalucía.
Historia Medieval (I), Córdoba, Juanta de Andalucía, 1994, pp. 245-287.
10
Los trabajos de M. GARCÍA FERNÁNDEZ son, a este respecto, imprescindibles: Andalucía en
tiempos de Alfonso XI, Sevilla, 1987; El Reino de Sevilla en tiempos de Alfonso XI (1312-1350),
Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1989; Andalucía: guerra y frontera, 1312-1350, Sevilla, Ed.
Fondo de Cultura Andaluza, 1990; «Las treguas entre Castilla y Granada en tiempos de Alfonso XI,
1312-1350», Ifigea, 1988-89, 5-6, pp. 135-154; «Algeciras, 1344-1369», Estudios de Historia y de
Arqueología Medievales, 1988, VII-VIII, pp. 59-76. Véase también AGRAIT, N., «The Reconquest
during the reign of Alfonso XI (1312-1350)», On the Social Origins of Medieval Institutions. Essays in
Honor of Joseph F. O’Callaghan, D. J. KAGAY y T. M. VANN (eds.), Leiden-Boston-Colonia, Brill,
1998, pp. 149-165.
11
Sobre este particular es fundamental MANZANO RODRÍGUEZ, M. Á., La intervención de los
benimerines en la Península Ibérica, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992.
Véase también DUFOURCQ, Ch.-E., «Les relations de la Péninsule Ibérique et de l’Afrique du Nord au
XIVe siècle», Anuario de Estudios Medievales, 1970-1971, 7, pp. 39-65; LADERO QUESADA, M. Á.,
«Castilla, Gibraltar y Berbería (1252-1516)», Actas del Congreso Internacional ‘El Estrecho de
Gibraltar’, Madrid, UNED, 1988, pp. 37-62; VIGUERA, Mª J., «La intervención de los benimerines en
al-Andalus», Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb, siglos XIII-XVI, Madrid, Instituto de
Filología, 1988, pp. 237-247; GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «Las relaciones castellano-mariníes en
Andalucía en tiempos de Alfonso XI. La participación norteafricana en la guerra por el control del
Estrecho, 1312-1350», Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb…, pp. 249-273; RAZOUK, M.,
«Observaciones acerca de la contribución meriní para la conservación de las fronteras del Reino de
Granada», La frontera oriental nazarí como sujeto histórico, Almería, Instituto de Estudios
Almerienses, 1997, pp. 171-179.
12
TORRES FONTES. J., «La frontera murciano-granadina en el reinado de Enrique II», Homenaje
al Prof. Jacinto Bosch Vilá, Granada, Universidad de Granada, 1991, I, pp. 379-392.
13
MITRE FERNÁNDEZ, E., «De la toma de Algeciras a la campaña de Antequera. Un capítulo de
los contactos diplomáticos y militares entre Castilla y Granada», Hispania, 1972, XXXII, 120, pp. 77122; ID., «Las relaciones castellano-granadinas en el marco de la política peninsular de Enrique III.
Notas para su estudio», Cuadernos de Estudios Medievales, 1974-1975, II-III, pp. 313-320; ROJAS
GABRIEL, M., «La Banda Morisca durante el reinado de Enrique III. Aproximación político-militar», La
banda morisca durante los siglos XIII, XIV y XV, Morón de la Frontera, Fundación Municipal de
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Los conflictos bélicos y el contexto más general de las relaciones políticas
entre Castilla y Portugal durante esta centuria es otro de los temas recurrentes en la
historiografía, para lo cual contamos con diversas visiones generales que abarcan
todo el siglo14. Sin embargo, hay que reconocer, por razones que resultan obvias,
que es la gran crisis político-militar de los años 1383-1386 la que ha centrado de
manera muy especial la producción bibliográfica15.
Igualmente, el frente castellano-navarro durante el siglo XIV no está
“desguarnecido” de estudios debidos a diversos autores16, si bien quien más a
fondo ha escudriñado las relaciones entre Castilla y Navarra durante el siglo XIV
ha sido P. Azcárate, que precisamente dedicó su tesis doctoral al análisis de las
mismas durante las décadas centrales de aquella centuria, lo que ha dado lugar a
________
Cultura, 1994, pp. 25-53; ID., La frontera entre los reinos de Sevilla y Granada en el siglo XV (13901481). Un ensayo sobre la violencia y sus manifestaciones, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1995; SUÁREZ
BILBAO, F., «La Guerra de Granada en tiempos de Enrique III», Actas de las III Jornadas HispanoPortuguesas de Historia Medieval, Sevilla, 1997, II, pp. 1421-1436.
14
Así por ejemplo en MONTEIRO, J.G., «De D. Afonso IV (1325) à Batalha de Alfarrobeira
(1449). Os Desafios da Maturidade», Nova História Militar de Portugal, vol. 1, Lisboa, Circulo de
Lectores, 2003, pp. 163-287, donde se da cuenta tanto del desarrollo de las campañas, como de otros
aspectos organizativos y tácticos relacionados con la realidad militar castellana. Véase también
MARQUES, J., Relações entre Portugal e Castella nos finais da Idade Média, Lisboa, Fundaçao
Calouste Gulbenkian, 1994; ESPINOSA, R. M. y MONTENEGRO VALENTÍN, J. (Coords.), Castilla y
Portugal en los albores de la Edad Moderna, Valladolid, Junta de Castilla y León. Consejería de
Educación y Cultura, 1997; Encuentros y Desencuentros Ibéricos. Tratados Hispano-Portugueses
desde la Edad Media, Lisboa-Barcelona-Madrid, 2006, caps. 2 al 4; las colaboraciones de ÁLVAREZ
PALENZUELA, L. A. DA FONSECA y J. MARQUÉS publicadas en las Jornadas de Cultura HispanoPortuguesa, V. Á. ÁLVAREZ PALENZUELA (ed.), Madrid, 1999; ÁLVAREZ PALENZUELA, V. Á.,
«Relations between Portugal and Castile in the Late Middle Ages –13th-16 th centuries», e-Journal
Portuguese History, 2003, 1, pp. 1-18.
15
AYALA MARTÍNEZ, C. de y VILLALBA RUIZ DE TOLEDO, F. J., «Precedentes lejanos de la crisis
de 1383: circunstancias políticas que acompañan al tratado de Santarem», Actas das II Jornadas LusoEspanholas de História Medieval, Porto, Instituto Nacional de Investigaçao Cientifica, 1987, I, pp. 233245; SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., «La crisis de 1383: el punto de vista castellano», Actas das II Jornadas
Luso-Espanholas de História Medieval, I, pp. 59-68; MONTEIRO, J. G., «A campanha anglo-portuguesa
em Castella, em 1387. Técnicas e tácticas da guerra peninsular nos finais da Idade Média», Actas do VI
Coloquio «Portugal na História Militar», Lisboa, 1995, pp. 89-112; DUARTE, L. M., Batalhas da
História de Portugal, vol. IV: Guerra pela Independencia. 1383-1389, Lisboa, Academia Portuguesa
de História, 2006. Para operaciones militares anteriores a este momento véase PIRES MARTINS, I. M.,
«Os ataques castelhanos no territorio algarvio durante o reinado de D. Afonso IV», Actas das II
Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval, I, pp. 217-221. Para alguna crisis posterior véase
MITRE FERNÁNDEZ, E., «Notas sobre la ruptura castellano-portuguesa de 1396», Revista Portuguesa de
Historia, Coimbra, 1969, XII, pp. 213-221.
16
DIAGO HERNANDO, M., «Política y guerra en la frontera castellano-navarra durante la época
Trastámara», Príncipe de Viana, 1994, 55, nº 203, pp. 527-550; HERREROS, S., «La intervención de
Carlos II en Álava (1368)», La formación de Álava. 650 Aniversario del Pacto de Arriaga (13321982). Comunicaciones, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1984, vol. I, pp. 471-481.
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
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un buen número de publicaciones sobre diversos conflictos desarrollados en esta
época entre los dos reinos17.
Para el estudio de las relaciones entre Castilla y Aragón, complejas y muchas
veces muy conflictivas a lo largo de todo el siglo, también se dispone de un elenco
importante de títulos. Junto a obras en las que se trata la evolución de las relaciones
entre los dos reinos a lo largo de toda la Baja Edad Media, o en particular durante el
siglo XIV18, un buen número de trabajos se han centrado específicamente en
aquellos momentos en los que la conflictividad bélica marca el tono de las mismas,
siendo así que la conquista de Murcia en tiempos de Jaime II19 y la Guerra de los
________
17
AZCÁRATE AGUILAR-AMAT, P., Las relaciones castellano-navarras en el siglo XIV: la época
conflictiva (1328-1378), (Tesis Doctoral inédita), Universidad de Alcalá de Henares, 1987, 2 vols.; ID.,
«Álava en los conflictos entre Carlos II de Evreux y Enrique II de Trastámara», Vitoria en la Edad
Media. Actas del I Congreso de Estudios Históricos, Vitoria, Ayuntamiento de Vitoria, 1982, pp. 385392; ID., «Hostilidades en la frontera navarro-riojana durante el siglo XIV: el choque de los años 13441345», Segundo coloquio sobre historia de La Rioja, Logroño, Colegio Universitario de La Rioja,
1986, I, pp. 333-358; ID., «Navarra en estado de alerta: ¿un proyecto castellano leonés de intervención
en 1329?», Primer Congreso General de Historia de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra.
Departamento de Educación y Cultura, 1988, II, pp. 313-320; ID., «La guerra de 1335 entre Castilla y
Navarra», Hispania, 1989, XLIX, 173, pp. 805-840; ID., «Las relaciones castellano-navarras bajo los
primeros Evreux (1328-1387): balance historiográfico y perspectivas de investigación», Hispania,
1999, L, 175, pp. 883-901.
18
MOXÓ Y MONTOLIÚ, F. de, Estudios sobre las relaciones de Aragón y Castilla (siglos XIII-XV),
Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1997; MASIÀ I DE ROS, A., Relación castellano-aragonesa
desde Jaime II a Pedro el Ceremonioso, 2 vols., Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1994.
19
Para las relaciones castellano-aragonesas durante el reinado de Jaime II y la conquista de
Murcia el conjunto de las publicaciones de J. M del ESTAL resulta esencial –«Problema sucesorio de
Castilla y anexión de Alicante a la Corona de Aragón», VII Centenario del Infante don Fernando de la
Cerda, Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1976, pp. 237-263; ID., Conquista y anexión de
las tierras de Alicante, Elche, Orihuela y Guardamar al Reino de Valencia por Jaime II de Aragón,
Alicante, Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1982; ID., «Incidencia del problema sículo-sardo en
la conquista del reino de Murcia por Jaime II de Aragón (1296-1304)», XI Congreso de Historia de la
Corona de Aragón, Palermo, 1984, pp. 25-70; ID., El reino de Murcia bajo Aragón (1296-1305).
Corpus Documental, 2 vols., Alicante, 1985-1990; ID., «Nuevos datos sobre la capitulación y conquista
aragonesa de Lorca», Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, Murcia, Universidad de Murcia, 1987,
I, pp. 431-464; ID., «El itinerario de Jaime II de Aragón en la conquista del reino castellano de Murcia
(1296-1301)», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 1996-1997, 11, pp. 135-171–.
Precisamente esta última publicación, que recoge las Actas del Congreso Internacional Jaime II. 700
años después, incluye un número significativo de trabajos sobre esta cuestión, entre otros los firmados
por Mª D. MARTÍNEZ SAN PEDRO, F. JIMÉNEZ ALCÁZAR y A. L. MOLINA MOLINA. También Mª T.
FERRER ha hecho algunas aportaciones interesantes para el estudio de este conflicto –«Abanilla y
Jumilla en la Corona catalano-aragonesa (S. XIV)», Homenaje al profesor Juan Torres Fontes…, vol.
1, pp. 477-490; ID., «Notes sobre la conquesta del Regne de Murcia per Jaume II (1296-1304)»,
Homenatge a la memória del Prof. Dr. Emilio Sáez, Barcelona, 1989, pp. 27-44; ID., «Negociacions per
a una conquesta i rituals per a un canvi de sobirania: la conquesta del regna de Múrcia per Jaume II»,
Negociar en la Edad Media, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Institució
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Dos Pedros20 concentran buena parte de la producción historiográfica, con alguna
referencia posterior a las tensiones de tiempos de Enrique II21.
Sin duda, una consideración aparte merece –y así lo ha estimado la
historiografía sobre la Castilla del siglo XIV– la guerra civil entre Pedro I y Enrique
de Trastámara. Siendo una querella interna, que engarza en la larga cadena de
conflictos entre monarquía y nobleza que jalona toda la Baja Edad Media
castellana, está claro que sus implicaciones peninsulares y extrapeninsulares le
confieren una fuerte dosis de singularidad: hoy en día nadie duda en presentarla
como una fase específica de la Guerra de los Cien Años, que habría de tener
amplísimas repercusiones diplomáticas y militares en todos los contendientes,
especialmente en la propia Castilla22.
________
Milá i Fontanals. Departamento de Estudios Medievales, 2005, pp. 87-121. Véase también TORRES
FONTES, J., La delimitación del Sudeste peninsular (Torrellas-Elche, 1304-1305), Murcia, Universidad
de Murcia, 1951.
20
Una visión general del conflicto militar en HERNÁNDEZ, F. X., Història Militar de Catalunya,
Vol. II: Temps de conquesta, Barcelona, Dalmau, 2002; CABEZUELO PLIEGO, J. V., La guerra de los dos
Pedros en tierras alicantinas, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1991; FERRER I MALLOL,
Mª T., «Causes i antecedents de la guerra dels dos Peres», Boletín de la Sociedad Castellonense de
Cultura, octubre-diciembre 1987, tomo LXIII, cuad. IV, pp. 445-508; ID., «La frontera meridional
valenciana durant la guerra amb Castella dita dels Dos Peres», Pere el Cerimoniós i la seva època,
Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Institució Milá i Fontanals, 1989, pp. 245357; SÁNCHEZ MARTÍNEZ, M., «Un episodio de la Guerra de los Dos Pedros: la defensa costera de
Cataluña en el verano de 1365», en REGLERO DE LA FUENTE, C. M. (Coord.), Poder y sociedad en la
Baja Edad Media Hispánica. Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín, Valladolid,
Universidad de Valladolid, 2002, tomo 1, pp. 273-288.
21
VALDEÓN, J., «La tensión castellano-aragonesa (1371-1375) y las monarquías hispánicas
bajomedievales», Homenaje a José Antonio Maravall, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas,
1986, pp. 431-439.
22
Las obras de carácter general sobre la Guerra de los Cien Años suelen prestar atención a la fase
castellana de la misma, así en ALLMAND, Ch., La guerra de los Cien Años. Inglaterra y Francia en
guerra, c. 1300-c.1450, Barcelona, Crítica, 1990, pp. 40-43, donde se considera que “contra lo que
creen algunos historiadores, la campaña desarrollada en España no fue un episodio secundario”, p. 42;
CONTAMINE, Ph., La guerra de los Cien Años, Barcelona, Oikos-Tau, 1989; MITRE FERNÁNDEZ, E., La
guerra de los Cien Años, Madrid, Historia 16, 1990; VALDEÓN. J., «La incidencia de la Guerra de los
Cien Años en la Península Ibérica», Pere el Cerimoniós i la seva epoca…, pp. 47-57. Desde la
perspectiva estrictamente castellana, algunos trabajos de J. Valdeón siguen siendo fundamentales –así
el ya citado Enrique II de Castilla: la guerra civil y la consolidación del régimen (1366-1371), y el más
reciente Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara: ¿la primera guerra civil española?, Madrid,
Aguilar, 2002–. También Mitre Fernández ha realizado otro análisis sobre el papel del reino de Castilla
en el conflicto y la evolución de sus relaciones con las principales potencias implicadas durante la
segunda mitad del siglo XIV y las dos primeras décadas del XV, lo que incluye el estudio de las dos
fases bélicas más agudas –la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara y la guerra con Portugal
en tiempos de Juan I –«Castilla ante la Guerra de los Cien Años: actividad militar y diplomática de los
orígenes del conflicto al fin de las grandes treguas (c. 1340-c.1415)», Guerra y Diplomacia en la
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
153
2. LA ORGANIZACIÓN MILITAR DEL REINO
Hace una quincena de años el profesor Ladero Quesada llamaba la atención
sobre las profundas transformaciones que experimentó la organización militar de la
Corona castellana durante la Baja Edad Media en relación con la de siglos
anteriores, cambios que, con algunas singularidades, estuvieron en consonancia con
lo que ocurrió en el resto de Europa. No obstante, a pesar de la importancia de
algunos de los fenómenos que pueden detectarse en la esfera de la organización
militar, que a la postre afectaban a la ordenación política, institucional y económica
de todo el reino, el citado medievalista advertía que sobre ellos “nuestros
conocimientos son, todavía hoy, desiguales y escasos”, una consideración que, una
década y media después y referida específicamente al siglo XIV, sigue siendo
válida23.
Creemos que puede afirmarse que las reformas que se observan en el ejército
castellano del siglo XIV obedecen, en líneas generales, a la política de
reforzamiento del poder real emprendida por la monarquía durante esta centuria. A
ello apuntan los estudios que, desde una perspectiva global, se han acercado al
análisis de la organización militar de la Castilla bajomedieval –a este respecto, los
trabajos de Miguel Ángel Ladero constituyen obligadas referencias para obtener la
necesaria visión de conjunto–, a la conformación del ejército trastámara o a la de las
huestes de algunos monarcas en particular, caso de Alfonso XI24.
________
Europa Occidental…, pp. 199-235. Para algunas cuestiones más específicas véase ARRANZ GUZMÁN,
A., «Un personaje y un episodio de la guerra civil castellana: el arzobispo D. Gómez Manrique y el
ordenamiento de Toledo de 1366», Anuario de Estudios Medievales, 1988, 18, pp. 309-322; VALLE
RODRÍGUEZ, C. del, «La guerra civil entre D. Pedro el Cruel y Enrique II de Trastámara en obras
hebreas contemporáneas», Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Ciudad Real,
1988, VI, pp. 13-25.
23
LADERO QUESADA, M. Á., «La organización militar de la Corona de Castilla durante los siglos
XIV y XV», La incorporación de Granada a la Corona de Castilla, Granada, Diputación Provincial de
Granada, 1993, p. 195.
24
LADERO QUESADA, M. Á. «La organización militar de la Corona de Castilla en la Baja Edad
Media», Castillos Medievales del Reino de León, s.l., Spainfo Ings., s.a., pp. 11-34; ID., «La
organización militar de la Corona de Castilla durante los siglos…», pp. 195-227. También desde una
perspectiva amplia y sintética, CASTILLO CÁCERES, F., «La guerra y el ejército en los reinos cristianos
peninsulares durante los siglos XIV y XV», Aproximación a la Historia Militar de España, Madrid,
Ministerio de Defensa, 2006, vol. I, pp. 143-165. Para el ejército trastámara es útil la visión de conjunto
que se ofrece en BENITO RODRÍGUEZ, M. Á., «Estructura y organización del ejército Trastámara.
Aproximación a la historia militar castellana en la Baja Edad Media», Revista de Historia Militar,
1995, año XXXIX, núm. 78, pp. 15-42. Para el ejército de Alfonso XI véase la tesis de AGRAIT, N.,
Monarchy and Military Practice during the Reign of Alfonso XI, 1312-50, Ph. D. Dissertations,
Fordham University, 2003.
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
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154
FRANCISCO GARCÍA FITZ
Desde luego, los análisis que se han realizado sobre algunos de los
componentes que se integraban en el ejército real confirman esta hipótesis general:
parece, por ejemplo, que a lo largo del siglo XIV se produjo un aumento
significativo del número de guardas reales. Como se sabe, este contingente era uno
de los pocos efectivos permanentes de los ejércitos medievales, muy apreciado por
la continuidad de su servicio, eficacia y profesionalidad. Herederos de las antiguas
comitivas o séquitos personales de los monarcas, tradicionalmente habían tenido la
función de garantizar la seguridad del rey, pero en tiempos de guerra podían actuar
como núcleos en torno a los que organizar al resto de las fuerzas. A finales del siglo
XIII la mesnada real todavía seguía siendo un pequeño cuerpo formado por
caballeros y ballesteros –poco más de cien hombres–, pero un siglo más tarde no
sólo había como poco triplicado esta cifra, sino que además ya se presenta con una
organización interna estructurada en capitanías –trescientas lanzas divididas en tres
capitanías la formaban en tiempos de Enrique III–. Aunque no se conozca con
precisión su evolución a lo largo del siglo, lo cierto es que hubo interés por
reglamentarla –así en las Cortes de Toro de 1371– y dotarla de una cadena de
mando bien articulada, como demuestra la aparición en la corte de Pedro I de
cargos como ballesteros mayores, caudillos de los escuderos del cuerpo del rey y
guardas mayores25.
El mismo interés regulador de la monarquía respecto a los componentes del
ejército se observa al analizar la posición de los vasallos del rey. Estos formaban
una de las principales fuentes de reclutamiento de fuerzas no permanentes,
distribuida por todo el reino, cuyo servicio militar –derivado de la antigua relación
feudovasallática– se fundamentaba en la percepción de un acostamiento, tierra o
soldada. Los monarcas castellanos del siglo XIV intentaron en varias ocasiones
fijar de forma estable las aportaciones que sus vasallos debían realizar en función de
los sueldos que recibían: por ejemplo, en las Cortes de Burgos de 1338 Alfonso XI
aprobó una regulación según la cual cada vasallo debía servir con caballo y equipo
de caballero y con dos peones –un ballestero y un lancero– por cada 1.100 mrs. que
recibiese. Medio siglo después, en las Cortes de Briviesca de 1387, se elevó la
cuantía de las soldadas, pero al mismo tiempo se intentó evitar abusos y controlar la
situación, a fin de evaluar el número real de lanzas disponibles por este sistema. De
nuevo se volvería sobre ello en las de Guadalajara de 1390, donde además de
________
25
GARCÍA FITZ, F., «La organización militar en Castilla y León (Siglos XI al XIII)», Conquistar y
Defender. Los recursos militares en la Edad Media Hispánica. Revista de Historia Militar, 2001, nº
Extraordinario, Año XLV, pp. 88-91; LADERO QUESADA, M. Á., «La organización militar de la Corona
de Castilla durante los siglos…», p. 223; ECHEVARRÍA ARSUAGA, A., Caballeros en la Frontera. La
guardia morisca de los reyes de Castilla (1410-1467), Madrid, UNED, 2006, p. 117; TORRES SANZ, D.,
La administración central castellana en la Baja Edad Media, Valladolid, Universidad de Valladolid,
1982, pp. 273-280; DÍAZ MARTÍN, L. V., Los oficiales de Pedro I de Castilla, Valladolid, Universidad
de Valladolid, 1975.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
155
acrecentar el sueldo y fijar los equipos y monturas que cada uno debía aportar, se
estableció un sistema de alardes, esperando así alcanzar una fuerza de 4.000 lanzas
castellanas, 1.500 jinetes en Andalucía y 1.000 ballesteros. Tres años después, en
las Cortes de Madrid de 1393, se presentarían otra vez denuncias sobre los vicios
del sistema26. Más allá de las medidas concretas adoptadas en cada caso, dos
cuestiones deben ser consideradas: una, la preocupación de la monarquía por fijar
un sistema que le permitiera contar con un número aceptable y prefijado de vasallos
nobles bien armados y equipados, controlados periódicamente, y en situación de
disponibilidad cuando fueran convocados; dos, la creciente dependencia de la
nobleza respecto a la monarquía, a través de su participación en la “renta
centralizada por la realeza” –sueldos, quitaciones, tierras, acostamientos,
tenencias...– que se hizo cada vez mayor27. Ambas cuestiones contribuían, desde la
perspectiva de la organización militar, al fortalecimiento del poder real.
Para la nobleza la actividad guerrera continuó siendo durante este siglo una de
sus señas de identidad social, que al mismo tiempo constituía una de las
justificaciones de su preeminencia y una manifestación palpable del poder señorial.
Como señalara en su momento S. de Moxó, en el siglo XIV castellano la actividad
guerrera seguía “presidiendo el ideal de vida noble”, y las constantes guerras
permitieron a los grupos dirigentes mantener su “tradicional fisonomía de nobleza
militar, cuyo signo caballeresco formal alcanzó también su cima”28. Desde luego,
no cabe duda de que la mentalidad y el modo de vida caballeresco –en el que
obviamente la guerra ocupa un lugar central– alcanzaron durante esta centuria una
expresión consolidada, visible a través de la propia obra de algunos nobles –caso de
________
26
Para las Cortes de Burgos, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid, 18611866, I, 14-22, pp. 450-451; para las Cortes de Briviesca, Ibid., II, 40-42, pp. 391-394; para las de
Guadalajara, Ibid., 1-4, pp. 460-464 y Crónica de Juan I, en Crónica de los Reyes de Castilla, ed.
ROSELL, C., Madrid, 1953, pp. 132-133; para las de Madrid, Crónica de Enrique III, en Crónica de los
Reyes de Castilla, ed. ROSELL, C. , Madrid, 1953, p. 215. Véase también un análisis de algunas de estas
medidas en MITRE FERNÁNDEZ, E., «Las Cortes de Guadalajara de 1390 en el marco de la crisis política
del siglo XIV», Wad-Al-Hayara, 1991, 18, p. 248-249; ID., «Castilla ante la Guerra de los Cien Años:
actividad militar y diplomática de los orígenes del conflicto al fin de las grandes treguas (c. 1340c.1415)», Guerra y Diplomacia en la Europa Occidental…, p. 228-230.
27
Así lo han puesto de manifiesto tanto M. Á. LADERO –«La organización militar de la Corona
de Castilla durante los siglos…», pp. 206-220– como J. Mª MONSALVO –«Poder político y aparatos del
estado en la Castilla bajomedieval. Consideraciones sobre su problemática», Studia Historica. Historia
Medieval, 1986, IV, p. 152–.
28
MOXÓ, S. de, «La nobleza castellana en el siglo XIV», Anuario de Estudios Medievales, 19701971, 7, p. 509.
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FRANCISCO GARCÍA FITZ
156
don Juan Manuel o de Pero López de Ayala–, o de la abundante literatura sobre la
caballería y su universo mental o ideológico29.
El desarrollo de la “función militar” por parte de ricos hombres y caballeros
resultaba un asunto común y “no controvertido” para la conformación nobiliaria en
la Castilla del siglo XIV, y al cumplimiento de dicha función los ricos hombres
contribuían, como hemos indicado, gracias a la percepción de acostamientos que
repartían entre sus propios servidores –las Cortes de Briviesca aluden a
contingentes nobiliarios concretos formados por 200 ó 300 lanzas pagadas en las
rentas reales en concepto de tierras–. Sin embargo, también era un elemento
distintivo de su condición social la formación de ejércitos particulares a partir de sus
propios vasallos solariegos: “el número de éstos [vasallos de solariego] que poseían
los ricos-hombres era sensiblemente alto, como lo testimoniaban en el siglo XIV
sus símbolos formales del pendón –poder para reclutar gente– y la caldera,
indicativa de la posesión de medios para mantener aquella hueste con sólo sus
ingresos”30. No cabe duda de que la condición nobiliaria, por sí misma, podía ser
razón suficiente para que el monarca los convocase, como bien pudieron comprobar
los hidalgos murcianos en 138431.
Lamentablemente, las fuentes para el estudio de las milicias señoriales del
siglo XIV son bastantes más pobres que las disponibles para el siguiente, así que no
es fácil acercarse al funcionamiento y organización interna de las mismas. No
obstante, determinados estudios permiten vislumbrar la importancia del
elemento militar en la configuración de los señoríos como estructura de poder32,
e incluso algunas aproximaciones al análisis de casas nobiliarias especialmente
relevantes –caso de los Manuel– ofrecen informaciones sobre cargos de la milicia
señorial –alférez, capitanes, alcaides de fortalezas–, sobre la potencialidad militar de
________
29
GARCÍA FITZ, F., «La guerra en la obra de don Juan Manuel», Estudios sobre Málaga y el reino
de Granada en el V Centenario de la Conquista, Málaga, Diputación Provincial de Málaga, 1987, pp.
55-72; RODRÍGUEZ VELASCO, J., El debate sobre la caballería en el siglo XV. La tratadística
caballeresca castellana en su marco europeo, Salamanca, Junta de Castilla y León. Consejería de
Educación y Cultura, 1996; HEUSCH, C., La caballería castellana en la Baja Edad Media, con la
colaboración de J. RODRÍGUEZ VELASCO, Montpellier, Université de Montpellier III.ETILAL, 2000;
GÓMEZ REDONDO, F., Historia de la prosa medieval castellana, Madrid, Cátedra, 1998-1999, vol. I –
para la obra de Don Juan Manuel– y especialmente el vol. II, dedicado en buena medida a “la ficción
caballeresca”.
30
MOXÓ, S. de, «La nobleza castellana en el siglo XIV…», pp. 494 y 499. Para las Cortes de
Briviesca de 1387, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, II, 41, p. 392.
31
VEAS ARTESEROS, F., «El llamamiento a los hidalgos murcianos para la guerra de Portugal de
1384», Miscelánea Medieval Murciana, 1984, XI, pp. 135-154.
32
BECEIRO PITA, I., «Los estados señoriales como estructura de poder en la Castilla del siglo
XV», Realidad e imágenes del poder…, pp. 293-323; ID., El condado de Benavente en el siglo XV,
Zamora, Centro de Estudios Benaventanos, 1998.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
157
algunas localidades del señorío –los vecinos de Chinchilla, por ejemplo, recibieron
las ventajas fiscales de la caballería a cambio de que sostuviesen 50 jinetes y 25
ballesteros a su costa, que tenían que acudir al llamamiento de su señor–, y sobre el
mantenimiento, por parte de la Casa, de guarniciones de caballeros y peones en
Almansa y Villena33.
El afán fiscalizador y ordenancista respecto a los recursos bélicos procedentes
de las obligaciones militares de los vasallos reales que hemos comentado
anteriormente, se observa también en la exigencia del servicio obligatorio que
recaía sobre el conjunto de los súbditos del reino. Si bien este tradicional deber de
hacer la guerra en servicio del rey teóricamente no había llegado a desaparecer en
Castilla durante la Plena Edad Media, lo cierto es que su prestación práctica había
estado sujeta a todo tipo de exenciones temporales, sociales o geográficas que lo
hacían factible sólo en supuestos de defensa local. Para contar realmente con una
fuerza general que fuera mínimamente efectiva –no sólo para la defensa, sino
también para la organización de campañas ofensivas– era necesario que los súbditos
aportasen equipo, monturas y armas, y que dicha obligación quedase sometida a
regulación y control. Tal parece haber sido el sentido de las conocidas reformas
militares emprendidas por Alfonso XI en las Cortes de Alcalá de Henares de 1348
al exigir a todos los súbditos que tuvieran un nivel de riqueza determinado el
mantenimiento de un caballo con un valor y características preestablecidas, dando
lugar al nacimiento –o a la generalización, puesto que el fenómeno era ya conocido
en el antiguo reino de León– de la caballería de cuantía o compulsiva. Que el
sistema resultó valioso para la monarquía lo demuestra la negativa de Enrique II en
las Cortes de Toro de 1371 a prescindir de él, o la nueva reglamentación –mucho
más ambiciosa que la anterior, por cuanto que ahora no sólo se regula el
equipamiento de la caballería de cuantía, sino también el que debía aportar toda la
población masculina de “edad militar”– aprobada en las Cortes de Valladolid de
1385 para que todos los delos nuestros regnos asi clerigos como leygos... que ayan
de veinte annos arriba e de sesenta ayuso, sean tenudos de auer e tener armas
enesta guisa: Todos los omnes que ouieren quantia cada uno de veynte mill mr. o
dende arriba, que sean tenudos de tener cada vno hun arnes conplido... pero quelos
del Andaluzia, que ouieren la dicha quantia, que ssean tenudos de tener armas ala
gineta..., y así para todos aquellos que tuvieran cuantías menores, en una escala que
________
33
PASCUAL MARTÍNEZ, L., «Los oficios y la cancillería en el señorío de don Juan Manuel», Don
Juan Manuel. VII Centenario, Murcia, Universidad de Murcia, 1982, esp. p. 277; PRETEL MARÍN, A,
«Aproximación al estudio de la sociedad en La Mancha albacetense bajo el señorío de don Juan
Manuel», Ibid., esp. 294-297, 304-305.
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158
ponía en relación el volumen de recursos con la calidad y las características del
armamento exigido34.
Normalmente, el marco social, político y militar en el que tanto los caballeros
de cuantía como los peones cuyo equipamiento se detalla en las ordenanzas de
Cortes, era el urbano, lo que nos coloca ante otro de los componentes sustanciales,
aunque también de carácter no permanente, de un ejército medieval: las milicias
ciudadanas. El protagonismo de los ejércitos urbanos en la organización militar de
Castilla durante la Plena Edad Media resulta indiscutible y conocido35, y no parece
que pueda menospreciarse su aportación durante el siglo XIV, ni que la guerra
dejara de influir de manera muy notable en la conformación social y política de las
ciudades castellanas. En este sentido, las palabras de A. Rucquoi referidas a
Valladolid pueden extrapolarse perfectamente a otras ciudades castellanas:
“Valladolid, como otras muchas ciudades de Castilla, se desarrolló a partir de la
guerra y del comercio. La guerra, con la organización militar que implica, es la que
origina la clase dominante, el grupo de los ‘caballeros’ convertido en clase
privilegiada a mediados del siglo XIII. La guerra es también la que permitió a la
villa acrecentar sus recursos. Y la utilización del vocablo «concejo» para designar la
milicia vallisoletana que combate detrás del pendón real atestigua la importancia de
la función militar en el desarrollo de la villa. En el siglo XIV todavía... sigue
designando a la hueste comunal”36.
Ciertamente, los estudios sobre otros importantes concejos castellanos ponen
de manifiesto que la vieja imbricación entre la ciudad y la guerra –con sus
derivaciones en el plano social e institucional–, anudada en los tiempos de la gran
________
34
Para las Cortes de Alcalá de Henares, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, I,
77-85, pp. 617-619. Para las Cortes de Toro, Ibid., II, 31, p. 215; para las de Valladolid, Ibid., II, 1, pp.
315-316. La exigencia se repetiría en las Cortes de Guadalajara de 1390, Ibid., II, 5, pp. 464-467.
PESCADOR DEL HOYO, C., «La caballería popular en León y Castilla», Cuadernos de Historia de
España, 1961, XXXIII-XXXIV, pp. 101-238; 1962, XXXV-XXXVI, pp. 56-201; 1963, XXXVIIXXXVIII, pp. 88-198; 1964, XXXIX-XL, pp. 169-260; PÉREZ PRENDES, J. M., «El origen de los
caballeros de cuantía y los cuantiosos de Jaén en el siglo XV (Notas para su estudio)», Revista
Española de Derecho Militar, 1960, 9, pp. 111-175; CABAÑAS GONZÁLEZ, Mª D., La caballería
popular en Cuenca durante la Baja Edad Media, Madrid, Prensa Española, 1980; TORRES FONTES, J.,
«La caballería de alarde murciana en el siglo XV», Anuario de Historia del Derecho Español, 1968,
XXXVIII, pp. 31-86; GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., «La caballería popular en Andalucía (siglos XIII al
XV)», Anuario de Estudios Medievales, 1985, XV, pp. 315-329; TORRES FONTES, J., «Dos
ordenamientos de Enrique II para los caballeros de cuantía de Andalucía y Murcia», Anuario de
Historia del Derecho Español, 1964, XXXV, pp. pp. 463-478.
35
POWERS, J., A Society Organized for War. The Iberian Municipal Militias in the Central
Middle Ages, 1000-1284, Berkeley-Los Angeles-London, University of California Press, 1988.
36
RUCQUOI, A., Valladolid en la Edad Media. I: Génesis de un poder, Valladolid, Junta de
Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura, 1987, p. 155.
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
159
expansión militar hacia el sur, seguía vigente en la decimocuarta centuria, como
ponen claramente de manifiesto los ejemplos de Sevilla, Burgos, Segovia, Murcia o
Alcaraz, por citar algunos significativos37. Después de todo, no debería olvidarse el
argumento de carácter militar que subyace en la creación de unas oligarquías
urbanas que justificaban su monopolio sobre los cargos municipales a partir de su
estatus militar como poseedores de caballos y armas: es la dedicación bélica la que
da identidad al grupo, como se desprende, por ejemplo, del análisis de sus formas
de encuadramiento social –linajes, cofradías de caballeros...–38. Con todo, la
plasmación específicamente bélica, esto es, el reclutamiento, financiación,
equipamiento, organización interna y funcionamiento de las milicias concejiles, no
ha merecido demasiados estudios monográficos, aunque contamos con valoraciones
de conjunto. Desde luego, en este terreno parece que hay material para profundizar
en el análisis39.
La potencialidad militar de las ciudades durante la decimocuarta centuria se
pondría de manifiesto con mayor claridad si se estudiara de una manera más
detallada su participación directa en todos los conflictos que jalonan el siglo. Quizás
se podría tener así una imagen más certera de su contribución bélica a la
organización militar del reino e incluso ofrecer una “geografía” de la misma. Pero
lo cierto es que, si exceptuamos los análisis sobre la implicación política y militar
de las ciudades en la guerra civil castellana, el fenómeno dista mucho de ser bien
conocido40. Por lo demás, convendría recordar que el fenómeno de las herman-
________
37
CARANDE, R., Sevilla, fortaleza y mercado. Las tierras, las gentes y la administración de la
ciudad en el siglo XIV, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1972; BONACHÍA, J. A., El concejo de Burgos
en la Baja Edad Media (1345-1426), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1978; ASENJO GONZÁLEZ,
M., Segovia, la ciudad y su tierra a fines del medievo, Segovia, Diputación Provincial de Segovia,
1986; VALDEÓN, J., «Una ciudad castellana en la segunda mitad del siglo XIV: el ejemplo de Murcia»,
Cuadernos de Historia, 1969, 3, pp. 211-254; PRETEL MARÍN, A., Una ciudad castellana en los siglos
XIV y XV (Alcaraz 1300-1475), Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1978.
38
RUCQUOI, A., «Pouvoir royal et oligarchies urbaines d’Alfonso X à Fernando IV de Castilla»,
Génesis medieval del estado moderno…, pp. 173-192; CASADO ALONSO, H., «Las relaciones poder
real-ciudades en la primera mitad del siglo XIV», Ibid., pp. 193-215.
39
A estas alturas el clásico trabajo de Nicolás Tenorio sobre el ejército hispalense sigue siendo
un punto de referencia –Las milicias de Sevilla, Madrid, 1907–, pero faltan estudios sobre milicias de
otras ciudades en el siglo XIV. Dos visiones de conjunto en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., «Las milicias
concejiles andaluzas (siglos XIII-XV)», Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar,
Málaga, Cátedra General Castaños et al.,1993, pp. 227-241 y CONTRERAS GAY, J., «La importancia
histórica de las milicias concejiles en la guerra fronteriza y su influencia en la Edad Moderna», Estudios
de Frontera. Alcalá la Real…, pp. 121-134.
40
GONZÁLEZ GALLEGO, I., «La ciudad de León en el reinado de Pedro I y ante el proceso de
ascensión al trono de Enrique de Trastámara», Archivos Leoneses, 1979, XXXIII, 65, pp. 9-73;
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., «Las ciudades durante la guerra civil entre Pedro I de Castilla y Enrique II de
Trastámara», Homenaje a Luis Suárez, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1991, pp. 229-243;
IZQUIERDO BENITO, R., «Enrique II y Toledo», Anuario de Estudios Medievales, 1987, 17, pp. 181-192;
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
© 2007. Universidad de Valladolid.
160
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dades, que tanta riqueza de matices presenta en el siglo XIV castellano, también
ilumina las posibilidades bélicas de las ciudades: si bien es verdad que la mayoría
de ellas responde a necesidades policiales y judiciales, o a la defensa de intereses
económicos y ganaderos mutuos frente a terceros, y que su militarización plena no
llegaría hasta el reinado de los Reyes Católicos, tampoco podemos olvidar que
algunas surgieron con objetivos políticos claros cuya consecución requería el
sostenimiento y empleo de la fuerza militar –actuaciones defensivas conjuntas,
mantenimiento de efectivos terrestres y navales, control de las tenencias de los
alcázares–41. Por otra parte, la monarquía tampoco dejaría pasar la oportunidad de
utilizar a estos contingentes armados en determinados conflictos internos o
fronterizos, haciendo de ellas ocasionalmente un instrumento militar más a su
servicio42.
Por cierto que esta última consideración es igualmente válida cuando
contemplamos la evolución de las Órdenes Militares a lo largo del siglo XIV.
________
VALDEÓN, J., «Las sociedades urbanas en la guerra civil de Castilla a mediados del siglo XIV»,
Mayurqa, 23, Homenaje a Álvaro de Santamaría, Palma de Mallorca, 1989, II, pp. 636-646; GAUTIER
DALCHÉ, J., «Les villes et Pierre le Cruel: Remarques sur le cas de Tolède», Estudios en homenaje al
profesor Luis Vicente Díaz Martín…, tomo 1, pp. 165-179. Para la guerra contra Portugal, valga el
ejemplo murciano, TORRES FONTES, J., «Contribución murciana a la campaña portuguesa de Juan I en
el año concejil 1384-85», II Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval…, I, pp. 271-292.
41
A este respecto, el caso de las Hermandades castellanas y especialmente de las andaluzas de
fines del siglo XIII y la primera mitad del XIV es paradigmático, SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., «Evolución
histórica de las hermandades castellanas», Cuadernos de Historia de España, XVI, 1951, pp. 5-78;
RUIZ DE LA PEÑA, J. I., «La Hermandad leonesa de 1313», León Medieval. Doce Estudios, León,
Colegio Universitario de León, 1978, pp. 141-164; ARGENTE DEL CASTILLO, C., «Las hermandades
medievales en el Reino de Jaén», Actas del I Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía Medieval,
Córdoba, 1982, t. II, pp. 21-31; ASENJO GONZÁLEZ, M., «Ciudades y hermandades en la Corona de
Castilla. Aproximación sociológica», Anuario de Estudios Medievales, 1997, 27/1, pp. 103-146;
GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «La Hermandad General de Andalucía durante la minoría de Alfonso XI de
Castilla: 1312-1325», Historia. Instituciones. Documentos, 1985, 12, pp. 351-375; ID., «Las
hermandades municipales andaluzas en tiempos de Alfonso XI», Anuario de Estudios Medievales,
1989, 19, pp. 329-343; GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., Contribución al estudio de las Hermandades en el
reinado de Fernando IV de Castilla, Vitoria, Diputación Foral de Álava. Consejo de Cultura, 1974; ID.,
«Aproximación al estudio del Movimiento Hermandino en Castilla y León», Medievalismo, 1991, 1,
pp. 35-55 y 1992, 2, pp. 29-60; NIETO CUMPLIDO, M., Orígenes del regionalismo andaluz (1235-1325),
Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1978.
42
Por ejemplo, Pedro I empleó las fuerzas de la hermandad toledana contra la rebelión de
Alfonso Fernández Coronel e igualmente dio orden para recomponer la hermandad de Murcia en
defensa de la frontera de Castilla en tiempos de la guerra contra Aragón, siendo así que esta última se
organizó siguiendo un patrón claramente militar, donde el contingente aportado por cada parroquia iba
dirigido por un alférez, PESCADOR DEL HOYO, Mª C., «Los orígenes de la Santa Hermandad»,
Cuadernos de Historia de España, 1972, LV-LVI, pp. 400-443, especialmente p. 427; PASCUAL
MARTÍNEZ, L., «Las Hermandades en Murcia durante la Baja Edad Media. (Un cuaderno de la
Hermandad murciana de 1478)», Miscelánea Medieval Murciana, 1977, III, pp. 119-160.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
161
Ciertamente estas instituciones armadas, que se diferenciaban de los efectivos
nobiliarios y urbanos que hemos analizado por su carácter permanente y
profesionalidad, nunca disfrutaron en la Castilla plenomedieval de la autonomía
política y militar que tuvieron las asentadas en Tierra Santa o en el Báltico, pero
desde luego gozaron de cierto margen de actuación e independencia en su gestión
interna. Sin embargo, todos los estudios parecen coincidir en que a lo largo de siglo
XIV experimentaron cambios notables –“nacionalización”, laicización, apartamiento de sus objetivos reconquistadores, señorialización–, entre los cuales destaca
con una especial intensidad el fortalecimiento del control real sobre las mismas. Por
lo demás, estas instituciones no dejaron de tener protagonismo en la guerra contra
musulmanes, pero ahora también en los conflictos con otros reinos cristianos y, de
manera significativa, en la guerra civil castellana43.
El análisis de la composición de los ejércitos dirigidos por los reyes castellanos
en las diversas guerras a las que se enfrentaron a lo largo del siglo XIV pone de
manifiesto, de una manera singular en comparación con lo ocurrido antes y con lo
que ocurriría después, la presencia de fuerzas extranjeras que, al menos en algunos
conflictos, llegaron a tener un papel relevante. En particular, las actividades bélicas
en la frontera de Granada y, especialmente, en la “Guerra del Estrecho”, la red de
relaciones diplomáticas e intereses comerciales surgidos en torno a ella y el
mantenimiento de una mentalidad cruzadista, dieron lugar a la participación
efectiva de contingentes portugueses y aragoneses en las operaciones, a la que
________
43
Tres visiones generales en MITRE FERNÁNDEZ, E., «Los maestres de las Órdenes Militares
castellanas y la «revolución» Trastámara: vicisitudes políticas y relaciones nobiliarias», Las Órdenes
Militares en la Península Ibérica, Vol. 1: Edad Media, IZQUIERDO BENITO, R. y RUIZ GÓMEZ, F.
(coords.), Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 259-280; MARTÍN, J. L., «Militia
Christi, Malitia Mundi», Ibid., pp. 913-977 y AYALA MARTÍNEZ, C. de, «Las Órdenes Militares en la
Corona de Castilla en el siglo XIV», El siglo XIV: el alba de una nueva era, Soria, Universidad
Internacional Alfonso VIII, 2001, pp. 193-203. Para sus desarrollos en determinados reinados o
coyunturas especialmente relevantes véase MOXÓ, S. de, «Las relaciones entre la Corona de Castilla y
las Órdenes Militares en el reinado de Alfonso XI», VII Centenario del infante don Fernando de la
Cerda…, pp. 117-158; DÍAZ MARTÍN, L. V., «Los maestres de las Órdenes Militares en el reinado de
Pedro I de Castilla», Hispania, 1980, XL, pp. 285-365; AYALA MARTÍNEZ, C. de, «Las Órdenes
Militares ante la guerra civil castellana (1366-1371)», Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente
Díaz Martín…, tomo 1, pp. 37-58. Para la evolución de algunas Órdenes en particular véase BARQUERO
GOÑI, C., «El carácter militar de la Orden de San Juan en Castilla y León (siglos XII-XIV)», Revista de
Historia Militar, 1992, 73, pp. 53-80; VILLEGAS DÍAZ, L. R., «Las transformaciones de la Orden de
Calatrava a fines del siglo XIV», Actas de las III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia
Medieval…, pp. 689-705; O’CALLAGHAM, J., «The masters of Calatrava and the Castilian civil war
1350-1369», Die geistlichen Ritterorden Europas, eds. FLECKENSTEIN, J. y HELLMANN, M., 1980, pp.
353-374; NOVOA PORTELA, F., «Los maestres de la Orden de Alcántara durante los reinados de Alfonso
XI y Pedro I», Historia. Instituciones. Documentos, 2002, 29, pp. 317-335; ID., «La Orden de Alcántara
y la monarquía castellana durante los primeros Tratámaras (1369-1390)», Anuario de Estudios
Medievales, 2004, 34/1, pp. 79-98.
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
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FRANCISCO GARCÍA FITZ
162
cabría añadir alguna exótica colaboración escocesa44. Por otra parte, la inestabilidad
interna castellana durante buena parte de la segunda mitad del siglo XIV y su
inserción en la Guerra de los Cien Años, así como la conflictividad con Portugal,
favorecieron la intervención inglesa, bien en favor de Pedro I, bien contando con el
apoyo de los petristas45.
Precisamente la presencia de efectivos ingleses en las guerras castellanas nos
pone en relación con uno los fenómenos que caracterizan de una manera especial a
algunos conflictos armados del siglo XIV: la intervención de compañías de
mercenarios. Aunque el fenómeno puede rastrearse en otros momentos, será
particularmente durante la Guerra Civil castellana cuando estos contingentes, que
habían quedado disponibles tras la paz de Bretigny, irrumpan en el escenario militar
de Castilla de una manera determinante: su eficacia bélica basada en la
combinación de caballería pesada –hombres de armas– con arqueros y ballesteros,
su larga experiencia y su superioridad táctica harán de su actuación el eje de la
actividad guerrera castellana durante aquellos años. Dado el impacto militar –y por
añadidura político y económico– que tuvo su participación, no es de extrañar que la
actuación y organización de estas compañías haya merecido repetidamente la
atención de los especialistas46, si bien hay que reconocer que han sido los trabajos
de K. A. Fowler los que han permitido conocer con mayor profundidad y más
________
44
GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «Las relaciones internacionales de Alfonso IV de Portugal y de
Alfonso XI de Castilla en Andalucía: La participación portuguesa en la Gran Batalla del Estrecho,
1325-1350», Actas das II Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval…, pp. 201-216; TORRES
FONTES, J., «Relaciones castellano-aragonesas en la campaña del Estrecho», Actas del V Coloquio
Internacional de Historia Medieval de Andalucía, Córdoba, Diputación Provincial de Córdoba, 1988,
pp. 101-111; SÁNCHEZ MARTÍNEZ, M. y GASSIOT PINTORI, S., «La Cort General de Barcelona, 1340, y
la contribución catalana a la guerra del Estrecho», Les Corts a Catalunya. Actes del congrès d’història
institucional, Barcelona, Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura, 1991, pp. 222-240; LÓPEZ
PÉREZ, Mª D., «De nuevo sobre la guerra del Estrecho: la contribución financiera del reino de Valencia
en la última fase del conflicto (1332-1344)», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval,
1996-1997, 11, pp. 405-416; CABEZUELO PLIEGO, J. V., «Relaciones institucionales entre el
Adelantamiento del reino de Murcia y la Procuración de Orihuela durante la Cruzada contra Granada
(1329)», Historia. Instituciones. Documentos, 1999, 26, pp. 163-180; LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.
y KRAUEL, B.: «Cruzados escoceses en la frontera de Granada (1330)», Anuario de Estudios
Medievales, 1988, 18, pp. 245-265.
45
Sobre este particular, la obra de P. E. RUSSELL sigue siendo de obligada consulta, The English
Intervention in Spain & Portugal in the time of Edward III & Richard II, Oxford, Clarendon Press,
1955. Véase también GUTIÉRREZ DE VELASCO, A., «Los ingleses en España (siglo XIV)», Estudios de
Edad Media de la Corona de Aragón, 1951, IV, pp. 215-239.
46
Una caracterización general en ALLMAND, Ch., La guerra de los Cien Años…, pp. 108-112.
VALDEÓN, J., «La guerra civil castellana. Intervenciones extranjeras en el marco de la guerra de los
Cien Años», Historia 16, 1985, nº. 150, pp. 15-22; BENITO RODRÍGUEZ, M. Á. de, «Las tropas
extranjeras y su participación en los ejércitos castellanos durante la Baja Edad Media», Revista de
Historia Militar, 1993, 75, pp. 47-76.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
163
amplia contextualización este fenómeno47. De todas formas, cada vez resulta más
evidente que el “mercado de combatientes” fue bastante fluido durante la centuria,
que circuló en varios sentidos y que, en todo caso, no se agota en las participaciones
apuntadas: de hecho, la caída de las rentas nobiliarias debió de empujar a más de un
noble castellano y a sus entornos armados a ponerse al servicio de otros reinos48.
El fortalecimiento del poder real que se aprecia en el incremento del control de
la Corona sobre algunos de los más significativos componentes del ejército,
también se pone de manifiesto tanto en la centralidad que ocupan los monarcas
dentro de la organización militar del reino, como en la configuración de unos
cuadros de mandos más estables. Como ya había ocurrido en los siglos
plenomedievales –al hilo de las gran expansión territorial de Castilla-León– la
monarquía continuó manteniendo durante el siglo XIV su papel como cabeza de
todo el entramado bélico del reino y la jefatura militar siguió siendo la base de su
poder político –tal como en alguna ocasión ha apuntado M. Á. Ladero–, pero se ha
hecho notar que precisamente durante esta centuria se observa una mayor
“absorción” de “la capacidad de uso de la fuerza armada” por parte del “estado
central”, que concretaría en una “unidad de mando militar de los monarcas, quienes
asumirían también la defensa de las fronteras a través de la oficialidad militar, por
encima –aunque sin disolverlos– de los vínculos vasalláticos”. En consecuencia, se
ha afirmado que las guerras bajomedievales “tienden a fortalecer el papel
aglutinador de la monarquía”, aunque no por ello el peso de las clases dominantes
dejara de ser importante, por ejemplo, acaparando los viejos oficios militares y los
nuevos que ahora se crean49.
________
47
«L'emploi des mercenaires par les pouvoirs ibériques et l'intervention militaire anglaise en
Espagne (vers 1361-vers 1379)», Realidad e imágenes del poder…, pp. 23-56; «The wages of war. The
Mercenaires of the Great Companies», XVIII Semana de Estudios Medievales, Pamplona, Gobierno de
Navarra, 1991, pp. 217-244; «Deux entrepreneurs militaires au XIVe siècle: Bertrand du Guesclin et Sir
Hugh Calveley», Le combattant au Moyen Age. Actes du XVIIIe Congrès de la Société des Historiens
Médiévistes de l'Enseignement Supérieur Public (Montpellier, 1987), 2ª ed., París, Publications de La
Sorbonne, 1995, pp. 243-256; Medieval Mercenaries, 3 vols., Oxford, Blackwell Publishers, 2001, en
particular el vol. I: The Great Companies; «Great Companies, Condottieri and Stipendiary Soldiers.
Foreign Mercenaries in the Service of the State: France, Italy and Spain in the Fourteenth Century»,
Guerra y Diplomacia en la Europa Occidental…, pp. 141-161.
48
Por ejemplo, J. A. FERNÁNDEZ DE LARREA ha estudiado el caso de los nobles guipuzcoanos al
servicio del reino de Navarra, «La participación de la nobleza guipuzcoana en la renta feudal
centralizada: Vasallos y mercenarios al servicio de los reyes de Navarra (1350-1433)», La lucha de
bandos en el País Vasco: de los parientes mayores a la hidalguía universal. Guipúzcoa, de los bandos
a la provincia (siglos XIV a XVI), DÍAZ DE DURANA ORTIZ DE URBINA, J. R. (ed.), Bilbao, 1998, pp.
261-322.
49
MONSALVO ANTÓN, J. M., «Poder político y aparatos del estado…», p. 125; LADERO
QUESADA, M. Á.: «La organización militar de la Corona de Castilla durante los siglos…», p. 198. Sobre
la participación de la nobleza en los cargos militares del reino, véase GARCÍA VERA, Mª J. y CASTRILLO
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164
En consonancia con ello, la ideología guerrera de la monarquía sigue estando
plenamente vigente. A este respecto, T. F. Ruiz ha llegado a defender que la
monarquía castellana se caracterizaría por ser una realeza fundamentada en su
fuerza militar más que en una legitimación religiosa. Así lo vendría a demostrar, por
ejemplo, la imagen marcial de los monarcas que se transmite a través de la
iconografía de los sellos reales, donde “la representación de un rey guerrero [un
caballero coronado portando en su mano una espada desenvainada] significaba
sobre todo que la fuente primera de la autoridad se encontraba en el papel que
jugaba el rey en tanto que señor de los ejércitos, en tanto que jefe de la
reconquista”50. En el mismo sentido puede interpretarse la política caballeresca
puesta en práctica por algunos monarcas –el caso de Alfonso XI es paradigmático–
mediante la creación de órdenes de caballería –la Orden de la Banda en tiempos del
citado monarca es la más conocida, pero no la única–, las investiduras masivas de
caballeros, la recreación de toda la parafernalia caballeresca –por ejemplo con la
organización de torneos– o el sostenimiento de la ideología cruzadista51. En fin,
baste recordar por último que en la configuración de la imagen de la monarquía
castellana el concepto de “rey cristianísimo” se identifica con el rey guerrero que
lucha contra el Islam, o que en las “ceremonias de victoria” se valora y pondera al
rey como “cabeza natural de los recursos militares del reino y como guía por
excelencia de la lucha contra el infiel”52.
Por lo que respecta a la consolidación de los cuadros de mando, algunos
cargos militares altomedievales, como el de Alférez Mayor, se mantendrían durante
un tiempo, aunque sus funciones se fueran diluyendo en beneficio de los nuevos.
Entre estos destaca el de Condestable, jefe militar supremo –por debajo sólo del
rey–, que asume la dirección del ejército y el control tanto de los oficiales inferiores
como de los nobles y otras instituciones –órdenes militares– cuyos efectivos se
integran en el ejército real. Instituido por Juan I en 1382, a imitación del ejemplo
francés, su objetivo no era otro que el de dotar a la monarquía de un acceso más
________
LLAMAS, Mª C., «Nobleza y poder militar en Castilla a fines de la Edad Media», Medievalismo, 1993,
3, pp. 19-37.
50
RUIZ, T. F., «Une royautè sans sacre: La monarchie castillane du Bas Moyen Age», Annales
E.S.C., mayo-junio 1984, 3, pp. 429-453; ID., «L’image du pouvoir a travers les sceaux de la monarchie
castillane», Génesis Medieval del Estado Moderno…, pp. 217-227.
51
RAMOS VICENT, Mª P., Reafirmación del poder monárquico en Castilla: la coronación de
Alfonso XI, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1983; GARCÍA DÍAZ, I., «La política
caballeresca de Alfonso XI», Miscelánea Medieval Murciana, 1984, 11, pp. 117-133; LINEHAN, P.,
«Ideología y liturgia en el reinado de Alfonso XI de Castilla», Génesis Medieval del Estado
Moderno…, pp. 229-243.
52
NIETO SORIA, J. M., Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII-XVI),
Madrid, Eudema, 1988; ID., Ceremonias de la realeza: propaganda y legitimación en la Castilla
Tratámara, Madrid, Nerea, 1993.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
165
eficaz a los recursos militares. A un nivel inferior en la escala de mando estarían los
mariscales –también de nueva creación53–. Por otra parte, algunas de las nuevas
altas instancias de la administración central, caso del Consejo Real, también
asumieron determinadas funciones militares, tales como el libramiento de cartas de
llamamiento para la guerra o los repartimientos de galeotes54.
En el ámbito territorial, fueron especialmente los adelantados y merinos
mayores los que estuvieron al cargo de las atribuciones militares, de la conducción
de la guerra –tanto en el interior como en las fronteras– y del mantenimiento y
control de castillos55. En relación con este último aspecto, las tenencias de las
fortalezas y el papel de los alcaides se han ido descubriendo como una cuestión
esencial en la organización militar del reino y ha merecido una atención creciente
por parte de los especialistas56.
________
53
TORRES SANZ, D., La administración central castellana en la Baja Edad…, pp. 247-256;
TORRES FONTES, J., «Los condestables de Castilla en la Edad Media», Anuario de Historia del Derecho
Español, 1971, XLI, pp. 57-112. Para los cargos militares durante el reinado de Pedro I véase DÍAZ
MARTÍN, L. V., Los oficiales de Pedro I de Castilla...
54
DIOS, S. de, El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1982, p. 400.
55
PÉREZ BUSTAMANTE, R., El gobierno y la administración de los reinos de la Corona de
Castilla (1230-1474), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1976, cap. IV; CERDÁ RUIZ-FUNES,
J., «Para un estudio sobre los adelantados mayores de Castilla (siglos XIII-XIV)», Actas del II
Symposium de Historia de la Administración, Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1971, pp.
187-221; MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M., «La territorialización del poder. Los Adelantados Mayores de
Murcia (siglos XIII-XV)», Anuario de Estudios Medievales, 1995, 25/2, pp. 545-569; JULAR PÉREZALFARO, C., Los Adelantados y Merinos Mayores de León (siglos XIII-XV), León, Universidad de
León, 1990, donde se subraya su capacidad de control de las fortalezas regias, pp. 513-527; ORTUÑO, J.
M., El adelantado de la Corona de Castilla, Murcia, Universidad de Murcia, 1993; BENITO FRAILE, E.
de, «En torno a las Leyes de los Adelantados Mayores», Cuadernos de Historia del Derecho, 1996, 3,
pp. 285-312; DÍAZ MARTÍN, L. V., «Los Adelantados Mayores de Pedro I de Castilla», Miscellanea
Barcinonensia, 1973, a. XII, n. XXXV, pp. 23-50; MENJOT, D.: «La ville et l’Etat moderne naissant: la
monarchie et le Concejo de Murcia dans la Castille des Trastemares d’Henri II à Henri IV», Realidad e
imágenes del poder…, p. 118, ha destacado el desarrollo de funciones militares de los adelantados en
territorios de frontera, como es el caso de Murcia: “tous les adelantados se comportèrent plus ou moins
comme des chefs de guerre”.
56
GRASSOTTI, H., «Sobre la retenencia de castillos en la Castilla medieval», Miscellanea Charles
Verlinden, Bulletin de l'Institut Historique belge de Rome, Bruxelles-Rome, 1974, fasc. XLIV, pp. 283299; QUINTANILLA RASO, C., «La tenencia de fortalezas en Castilla durante la Baja Edad Media», En la
España Medieval, 1986, V, pp. 861-895; QUINTANILLA RASO, C. y CASTRILLO LLAMAS, M. C., «La
tenencia de fortalezas entre dos sistemas de poder: real y concejil (Notas sobre la Extremadura
castellano-oriental. Siglos XIII-XIV)», Scripta. Estudios en Homenaje a Élida García García, Oviedo,
Universidad de Oviedo, 1998, I, pp. 461-487; CASTRILLO LLAMAS, M. C., «Monarquía y nobleza en
torno a la tenencia de fortalezas en Castilla durante los siglos XIII-XIV», En la España Medieval, 1994,
17, pp. 95-112; ID., «Tenencias, alcaides y fortalezas en la sociedad castellana de la Baja Edad Media.
Estado de la investigación y actualización bibliográfica», Medievalismo, 1998, 8, pp. 153-199; ID., «Las
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
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FRANCISCO GARCÍA FITZ
166
Por último, cabe indicar en relación con la estructura de mando de las fuerzas
militares castellanas, que si bien el papel, organización y formas de actuación de la
flota castellana durante el siglo XIV no ha encontrado demasiado eco en la
producción historiográfica57, por el contrario el almirantazgo es un oficio militar al
que se le han dedicado diversos estudios, desde el más antiguo de Florentino Pérez
Embid, hasta la más reciente y actualizada aportación de Calderón Ortega en la que,
además de un capítulo específico sobre los almirantes del siglo XIV –considerado
por cierto como el siglo de oro de la marina castellana medieval– se presta una
especial atención a la evolución institucional del cargo, al personal adscrito a la
institución, a sus competencias y a los derechos económicos que disfrutaba58.
3. LAS PRÁCTICAS BÉLICAS: TRADICIONES E INNOVACIONES
En las últimas décadas se ha producido una importante renovación en el
terreno de la historia militar medieval que ha vuelto a considerar el estudio de las
prácticas bélicas o, por utilizar el concepto clásico, el arte de la guerra, pero desde
________
fortalezas, instrumentos de poder al servicio de la institución Monárquica en la Castilla Bajomedieval»,
La fortaleza medieval. Realidad y símbolo, BARRIO, J. A. y CABEZUELO, J. V. (eds.), Alicante,
Universidad de Alixcante, 1998, pp. 177-197. Sobre la tenencia de fortalezas concejiles, véase
BONACHÍA HERNANDO, J. A., El señorío de Burgos durante la Baja Edad Media (1255-1508),
Valladolid, Universidad de Valladolid, 1987; GARCÍA FITZ, F., «Notas sobre la tenencia de fortalezas:
los castillos del concejo de Sevilla en la Baja Edad Media», Historia. Instituciones. Documentos., 1990,
nº 17, pp. 55-81; CASQUETE DE PRADO, N., Los castillos de la Sierra Norte de Sevilla en la Baja Edad
Media, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1993.
57
Dos visiones generales en SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Navegación y comercio en el golfo de
Vizcaya. Un estudio sobre la política marinera de la Casa de Trastámara, Madrid, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Medievales, 1959 y FLORES DÍAZ, M., «Fases del
poder naval en la Edad Media hispana», Revista de Historia Naval, 2002, 77, pp. 7-24.
58
Además de lo contenido en obras generales –TORRES SANZ, D., La administración central
castellana…, pp. 235-247–, véase PÉREZ EMBID, F., El almirantazgo de Castilla hasta las
Capitulaciones de Santa Fe, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de
Estudios Hispanoamericanos, 1944; FLORES DÍAZ, M., «El almirantazgo castellano y sus Normas de
conducción: las leyes de Layron y el Mediterráneo», El Mediterráneo: hechos de relevancia históricomilitar y sus repercusiones en España. V Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, Ministerio
de Defensa, 1998, pp. 295-308; LADERO QUESADA, M. Á., «El Almirantazgo en Castilla en la Baja
Edad Media. Siglos XIII a XV», La institución del almirantazgo en España, Madrid, Instituto de
Historia y Cultura Naval, 2003, pp. 57-82; CALDERÓN ORTEGA, J. M., El Almirantazgo de Castilla:
Historia de una institución conflictiva (1250-1560), Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de
Henares, 2003. Véase también SÁNCHEZ SAUS, R., «Tarifa, El Estrecho y los almirantes de Castilla
(1394-1478)», en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M. (ed.), Tarifa en la Edad Media, Tarifa, Ayuntamiento de
Tarifa, 2005, pp. 221-239; CALDERÓN ORTEGA, J. M. y DÍAZ GONZÁLEZ, F. J., «Una familia genovesa
al servicio de los reyes de Castilla. Egidio y Ambrosio Bocanegra, Almirantes de Castilla», Estudios en
homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín…, pp. 81-99.
EDAD MEDIA. Revista de Historia, 8 (2007), pp. 151-181
© 2007. Universidad de Valladolid.
“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
167
una perspectiva distinta a la tradicional. Las nuevas propuestas han hecho hincapié
en el interés que tiene el análisis de las formas de hacer la guerra, no por lo que
pudiera tener de enseñanza para los militares de hoy en día –como ocurría con la
historiografía decimonónica– y mucho menos porque contribuya a la confección de
juegos de roll y de estrategia tan del gusto de nuestros días, sino porque reflejan no
pocos aspectos técnicos, económicos, sociales, institucionales e ideológicos de la
Edad Media. Cuando se hace con rigor, abordar la manera en que los hombres de la
Edad Media combatían puede colocar al historiador en una plataforma privilegiada
desde la que escudriñar a todo el conjunto social.
Sin embargo, a pesar de la riqueza de las fuentes disponibles –al menos en
comparación con períodos anteriores– y de la trascendencia de algunos cambios
introducidos en las formas de actuación militar y en el armamento, se echan en falta
trabajos monográficos sobre determinadas operaciones, sobre los desarrollos
globales de algunos conflictos importantes –no nos referimos a sus evoluciones
cronológicas, sino a su análisis desde el plano estratégico y táctico–, y sobre el
conjunto de la guerra en el siglo XIV. Disponer de estudios de esta naturaleza
permitiría comparar la realidad militar de esta centuria con la de tiempos anteriores,
evaluar las permanencias –el peso de las tradiciones–, establecer el ritmo de la
introducción de las novedades y el origen y difusión de las mismas, contrastar con
mayor conocimiento de causa la práctica bélica castellana con las de sus vecinos
europeos. Quizás de esta forma se podría aclarar, con mayores elementos de juicio,
el supuesto “retraso técnico y táctico” de Castilla respecto a Inglaterra y Francia
como consecuencia del predominio, en el primero de los ámbitos, de la caballería
ligera frente a la infantería pesada, o el protagonismo de las tropas extranjeras en la
penetración de nuevos usos militares ya desarrollados y conocidos en Occidente, o
el papel de la guerra fronteriza contra el Islam como mecanismo retardatario de los
progresos en el “arte de la guerra”. Yendo más lejos aún, una mayor extensión y
profundidad en el estudio de estas cuestiones, debidamente combinado con los
análisis que ya se disponen –y con las aportaciones futuras– sobre los cambios
comentados en la organización militar de Castilla durante el siglo XIV, podría dar
pie a considerar la existencia o no de una “revolución militar” durante la Baja Edad
Media peninsular, en los términos que viene debatiendo esta cuestión la
historiografía especializada59.
De momento, y hasta que se realicen nuevos estudios, muchas de estas
cuestiones carecen de una respuesta suficientemente documentada, pero ciertamente
________
59
Para el concepto de “revolución militar” y el consiguiente debate al que ha dado lugar véase,
ROJAS GABRIEL, M. «Nuevas técnicas, ¿viejas ideas? Revolución militar, pirobalística y operaciones de
expugnación castral castellanas en las guerras contra Granada (c. 1325-c. 1410)», Meridies, 1997, IV,
especialmente pp. 31-32 y la bibliografía recogida en las notas 2 a 6.
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FRANCISCO GARCÍA FITZ
168
pueden realizarse al menos algunas aproximaciones. Por ejemplo, se ha podido
establecer que la forma cotidiana de las campañas no difería sustancialmente de lo
que ya conocemos para la Castilla plenomedieval: la guerra parece que siguió
organizándose fundamentalmente a base de campañas de destrucción y tala del
entorno, destinadas a desgastar los recursos materiales del adversario, a abastecerse
sobre el terreno, a financiar la propia actividad militar a través del botín. Por tanto,
la cabalgada continuó estando en la base de la estrategia de los ejércitos que
actuaron en Castilla, como se ha puesto de manifiesto en los estudios sobre la
guerra en la frontera de Granada60. Seguramente la realidad no sea esencialmente
distinta en otros escenarios, como parece demostrar algún trabajo sobre la guerra en
el frente luso a finales de los años ochenta del siglo XIV61. Desde luego, pocas
dudas caben de que en tanto que no se estudie el desarrollo de este tipo de
operaciones en todos los frentes, la imagen que tendremos de la guerra seguirá
siendo limitada y deformada, aunque solo sea porque dichas actuaciones son las que
configuran la cotidianeidad de los conflictos.
También como en etapas históricas anteriores, la guerra siguió girando en
torno al control del espacio y de los puntos fuertes que lo articulaban, razón por la
cual las prácticas de erosión que hemos comentado anteriormente continuaron
siendo esenciales como instrumentos de desgaste previo a una conquista. Pero por
esa misma razón los cercos de fortalezas y, especialmente, los asedios de grandes
núcleos urbanos amurallados, que a la postre eran los que permitían el traspaso de
poder de unas manos a otras, la ampliación del espacio y el dominio sobre las
poblaciones, mantuvieron su centralidad estratégica en el marco de las grandes
campañas. No puede extrañar, pues, que los especialistas hayan prestado una
extraordinaria atención a sus desarrollos en el marco de la “Guerra del Estrecho”, y
los sitios de Gibraltar y, sobre todo, de Algeciras, son modelos de análisis que
________
60
TORRES FONTES, J., «Apellido y cabalgada en la frontera de Granada», Estudios de Historia
Antigua y Medieval, 1985-86, V-VI, pp. 177-190; ID., «El adalid en la frontera de Granada», Anuario
de Estudios Medievales, 1985, 15, pp. 345-366; ACIÉN ALMANSA, M., «El quinto de las cabalgadas. Un
impuesto fronterizo», II Coloquio de Historia Medieval Andaluza, Sevilla, Diputación Provincial de
Sevilla, 1982, pp. 39-51. Especial consideración merecen, por cuanto tienen la virtud de ofrecer
visiones de conjunto que sirven para insertar en el panorama estratégico el papel de las cabalgadas, los
trabajos de M. ROJAS, así en «De la estrategia en la ‘Batalla del Estrecho’ durante la primera mitad del
siglo XIV (c. 1292-1350)», El siglo XIV: el alba de una nueva era…, pp. 223-269; «Estrategia y guerra
de posición en la Edad Media. El ejemplo de la frontera occidental de Granada (c. 1275-c. 1481)», en
TORO CEBALLOS, F. y RODRÍGUEZ MOLINA, J. (coords.), V Estudios de Frontera. Funciones de la red
castral fronteriza, Jaén, Diputación Provincial de Jaén, 2004, pp. 665-692; ROJAS GABRIEL, M. y PÉREZ
CASTAÑERA, Mª D., «Aproximación a almogávares y almogaverías en la frontera con Granada»,
Estudios de Frontera. Alcalá la Real…, pp. 569-582.
61
MONTEIRO, J. G., «A campanha anglo-portuguesa em Castella, em 1387. Técnicas e tácticas da
guerra peninsular…», pp. 89-112.
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
169
deberían repetirse en otros frentes –así en las guerras contra Portugal y Aragón, o en
la Guerra Civil– donde también hay ejemplos dignos de consideración62.
Aunque la vieja y distorsionada visión de la guerra medieval como una
sucesión de batallas campales está ampliamente superada por los especialistas, no
puede negarse que aquellos resonantes acontecimientos siguen ofreciendo al
historiador –por su trascendencia, por la locuacidad de las fuentes, porque se
configuran como escenarios propicios para el estudio de los comportamientos
bélicos, de los desarrollos técnicos, de la forma de actuar y de pensar de los grandes
protagonistas, del reparto social de los papeles– motivos de sobra para su análisis. A
este respecto, el siglo XIV castellano no defrauda: en el frente meridional, una gran
batalla, la del Salado, ha servido tradicionalmente para poner el broche final a la
“Guerra del Estrecho”, aunque afortunadamente los estudios más recientes han
permitido una necesaria reevaluación de la misma63. En la Guerra Civil castellana,
la batalla de Nájera, no siendo decisiva en el transcurso de la guerra –en realidad es
un buen ejemplo de victoria campal que en vez de conducir al éxito final de un
conflicto arrastra al vencedor a la derrota–, ilustra tanto sobre el papel jugado por
las compañías de mercenarios, como sobre las transformaciones tácticas y las
nuevas técnicas de combate –por ejemplo, la combinación de infantería pesada, en
________
62
Para Gibraltar, UTRILLA HERNÁNGÓMEZ, F. J., «Gibraltar bajo asedio (1309-1462)», Actas del
Congreso Internacional Fortificaciones en el entorno del Bajo Guadalquivir, Alcalá de Guadaíra,
Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, 2001, pp. 299-306; SEGURA GONZÁLEZ, W., «Tarifa y el sitio de
Algeciras en 1309», Al-Qantir, 1, 2003, pp. 1-45. Para Algeciras, GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «Las
relaciones castellano-mariníes…», pp. 249-273.; ID., Andalucía: guerra y frontera...; TORREMOCHA
SILVA, A., Algeciras entre la Cristiandad y el Islam. Estudio sobre el cerco y conquista de Algeciras
por el rey Alfonso XI de Castilla, así como de la ciudad y sus términos hasta el final de la Edad Media,
Algeciras, Instituto de Estudios Campogibraltareños, 1994; ID., «La técnica militar aplicada al cerco y
defensa de ciudades a mediados del siglo XIV (Un estudio de los capítulos CCLXVII al CCCXXXVII
de la Crónica de Alfonso XI que tratan sobre el cerco y conquista de Algeciras, 1342-1344)», Estudios
de Historia y de Arqueología Medievales, 1988, VII-VIII, pp. 239-256; MITRE FERNÁNDEZ, E., «De la
toma de Algeciras...», pp. 77-122; ROJAS GABRIEL, M., «Guerra de asedio y expugnación castral en la
frontera con Granada. El reinado de Alfonso XI de Castilla como paradigma (1325-1350)», IV
Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval. As relaçőes de fronteira no século de Alcanices, vol.
2, Oporto, Universidade do Porto, 1998, pp. 875-900; ID., «Estrategia y guerra de posición en la Edad
Media...», pp. 665-692. Una aproximación al cerco de Zamora durante la guerra civil castellana en
BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L., «La fortaleza de Zamora y su muralla en los acontecimientos históricos
(1072-1371)», Homenaje a Luis Suárez…, esp. pp. 72-73
63
HUICI MIRANDA, A., Las grandes batallas de la Reconquista durante las invasiones africanas
(Almorávides, Almohades y Benimerines), Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1956; SEGURA
GONZÁLEZ, W., «La batalla del Salado», Tarifa en la Edad Media…, pp. 173-200; ROJAS GABRIEL, M.,
«La batalla en la Edad Media y su contexto estratégico. El choque del Salado (1340), reexaminado»,
Ibid., pp. 147-172. Los trabajos de M. GARCÍA FERNÁNDEZ, A. TORREMOCHA y M. ROJAS recogidos en
notas anteriores son también de obligada referencia para el conocimiento de esta batalla.
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170
realidad caballería pesada desmontada, con arqueros y caballería ligera64–. En la
guerra de Portugal, la batalla de Aljubarrota representa un verdadero paradigma de
choque campal y de modelo de análisis, y ello por varios motivos: en primer lugar,
porque marca el final de un conflicto y tal vez aquí sea aplicable el concepto de
“batalla decisiva”; en segundo lugar, porque su seguimiento permite poner de
manifiesto muchas de las innovaciones tácticas que caracterizan a las grandes
colisiones del siglo XIV; en tercer lugar, porque la larga tradición de estudios sobre
la misma en la historiografía portuguesa, que ha culminado recientemente con los
trabajos de João Gouveia Monteiro, ha dado todo un ejemplo de análisis
interdisciplinar en el que se combinan las técnicas más avanzadas de prospección
geofísica aplicadas al campo de batalla para localizar estructuras materiales, la
realización sistemática de sondeos arqueológicos, el estudio osteológico,
morfológico y patológico de los vestigios humanos encontrados y una rigurosa
investigación histórica65.
La adecuada comprensión de todo este conjunto de operaciones obliga a
estudiar el estado y la evolución de los herramientas utilizadas para su resolución.
En este sentido, resulta esencial comprender la eficacia y funcionalidad de los
castillos y fortalezas, por cuanto que, como hemos indicado, de ello dependía la
suerte de los conflictos. La cuestión no ha pasado desapercibida a los especialistas,
de modo que los estudios sobre construcción y mantenimiento de murallas urbanas
y de otro tipo de fortificaciones, la financiación, abastecimiento y armamento de
guarniciones, y el análisis y discusión sobre la existencia y funcionamiento de los
llamados “sistemas defensivos”, muy especialmente en contextos de frontera, han
dado lugar a una muy abundante bibliografía66.
________
64
CASTILLO CÁCERES, F., «Análisis de una batalla: Nájera (1367)», Cuadernos de Historia de
España, 1991, 73, pp. 107-146.
65
MONTEIRO, J. G. (coord.), Aljubarrota revisitada, Coimbra, Universidade de Coimbra, 2001;
ID., Aljubarrota, 1385. A Batalha Real, Lisboa, Tribuna de História, 2003.
66
A modo de ejemplo, y sin ánimo de exhaustividad, véase MITRE FERNÁNDEZ, E., «La frontière
de Grenade aux environs de 1400», Le Moyen Âge, 78, 1972, pp. 489-522; BENITO RUANO, E., «Las
murallas y cercas de la ciudad de León durante la Edad Media», León Medieval. Doce Estudios…, pp.
25-40; BAZZANA, A. y GUICHARD, P., «Châteaux et peuplement en Espagne médiévale», Châteaux et
peuplements en Europe Occidentale du Xème siècle au XVIIIème siècle, Flaran I. Auch, Comité
Departamental de Tourisme du Gers, 1979, pp. 191-202; GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «La frontera de
Granada a mediados del siglo XIV», Revista de Estudios Andaluces, 1987, 9; ID., «La defensa de la
frontera de Granada en el reinado de Alfonso XI de Castilla, 1312-1350», IV Coloquio de Historia
Medieval Andaluza, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 1988, pp. 37-54 y otros estudios de
este autor ya citados en notas anteriores; GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, J. A., «Arquitectura militar y sistemas
de fortificaciones en el reino de León», Castillos Medievales del Reino de León…, pp. 157-173;
TORRES FONTES, J., «La frontera murciano-granadina en el reinado de Enrique II», Homenaje al Prof.
Jacinto Bosch…, I, pp. 379-392; VALDEÓN BARUQUE, J., «Reflexiones sobre las murallas urbanas de la
Castilla medieval», La ciudad y sus murallas, Madrid, Cátedra, 1991, pp. 67-87; ID., «La frontera y el
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“LAS GUERRAS DE CADA DÍA”. EN LA CASTILLA DEL SIGLO XIV
171
Por lo que respecta al armamento personal, los estudios realizados en el ámbito
castellano han puesto de manifiesto la introducción durante el siglo XIV de algunas
mejoras técnicas que presentan un fuerte paralelismo con lo que ocurre en el resto
de Europa Occidental: nos referimos a la aparición de placas metálicas o de cuero
en las defensas corporales que se superponen a las cotas de malla y que, en algunas
partes vulnerables del cuerpo –la garganta o las extremidades– empiezan a
sustituirlas, sin que por ello se llegue todavía a la armadura cerrada67. Las
descripciones aportadas por algunas de las ordenanzas de cortes y por las crónicas –
así en las de Valladolid de 1385 o en la Crónica de Juan I, por citar un par de
ejemplos–, ofrecen bastantes referencias sobre el armamento que debía llevar la
________
sistema de defensa en la Edad Media. Fortalezas y núcleos urbanos», Castillos, fortificaciones y
recintos amurallados de la comunidad de Madrid, Madrid, Comunidad de Madrid. Dirección General
de Patrimonio Cultural, 1993, pp. 13-20; SÁNCHEZ SAUS, R. y ROJAS GABRIEL, M., «La frontera. El
sector sevillano-xericiense», La incorporación de Granada a la Corona…, pp. 373-399; ARGÜELLES
MÁRQUEZ, M., «Sistema de vigilancia y control del reino nazarí de Granada», Arqueología y territorio
medieval, 1995, 2, pp. 83-97; DIAGO HERNANDO, M., «El papel de los castillos en las ciudades de
señorío regio en Castilla y en el Imperio alemán. Análisis comparativo. Siglos XII-XV», Estudios de
Historia y de Arqueología Medievales, 1996, XI, pp. 85-129; ROJAS GABRIEL, M., «Funcionalidad
bélica de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental con Granada [c. 1350-c. 1481]», La
fortaleza medieval. Realidad y símbolo…, pp. 47-74; NOVOA PORTELA, F. y VILLALBA RUIZ DE
TOLEDO, F. J., «A propósito de los ‘sistemas defensivos’ de fortificaciones en la Edad Media
peninsular», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, Historia Medieval, 2003, 16, pp. 215-228; ID.,
«Aproximación al estudio de los sistemas defensivos de la orden de Alcántara», en CLEMENTE, J. y DE
LA MONTAÑA, J. L. (coords.), II Jornadas de Historia Medieval de Extremadura, Cáceres, Ed. Regional
de Extremadura, 2005, pp. 165-174; GARCÍA FITZ, F.: «Guerra y fortificaciones en la Plena Edad Media
peninsular: Una reflexión en torno a la existencia y funcionalidad bélica de los ‘sistemas defensivos’»,
V Estudios de Frontera. Funciones de la red castral fronteriza.., pp. 223-242. Los cinco volúmenes de
Estudios de Frontera de Alcalá la Real publicados por J. RODRÍGUEZ MOLINA y F. TORO CEBALLOS, así
como las actas del Congreso La frontera oriental nazarí como sujeto histórico (siglos XIII…, recogen
un buen número de aportaciones sobre estas materias.
67
Una visión sintética en SOLER DEL CAMPO, Á., «El armamento en el Medievo Hispano»,
Aproximación a la Historia Militar de España…, vol. I, pp. 125-141. Con mayor profundidad, ID., La
evolución del armamento medieval en el reino castellano-leonés y al-Andalus (siglos XII-XIV), Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, 1991; ID., «Notas sobre la evolución de los modelos de
armamentos adoptados en al-Andalus (siglos X-XV)», IV Congreso de Arqueología Medieval
Española, s.l., 1993, vol. 1, pp. 97-115; BRUHN DE HOFFMEYER, A., Arms & Armour in Spain. A Short
Survey. Vol. II: From the End of the 12th Century to the Beginnings of the 15th Century, Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Estudios sobre Armas Antiguas, 1982; ID.,
«Las armas en la historia de la Reconquista», Gladius. Actas del I Simposio Nacional sobre Las Armas
en la Historia, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1988, pp. 31-101; CASQUETE DE PRADO, N.,
«Noticias sobre armas en castillos sevillanos (siglos XIV y XV)», Estudios de Historia y de
Arqueología Medievales, 1996, XI, pp. 11-32; SÁNCHEZ AMEJEIRAS, M. R., «El arnés y el armamento
del caballero medieval gallego (1350-1450)», Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 1989, 10,
pp. 427-436; LILLO CARPIO, P.A.: «Notas sobre la ballesta y el cuadrillo en la Baja Edad Media»,
Homenaje al profesor Torres Fontes…, I, pp. 871-880; VILLENA, L., «Castillos y armamento
medievales en las Cantigas de Santa María y en la Crónica Troyana», Castillos de España, 1996, 105,
pp. 39-44.
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caballería pesada –los hombres de armas que integraban las lanzas e iban armados
a la guisa–, la caballería ligera o a la jineta, y los peones, especialmente los
lanceros y los ballesteros68.
De todas formas, la más importante de las innovaciones técnicas desarrolladas
durante este siglo en el plano bélico, llamada a cambiar de forma muy notable la
práctica militar, fue la introducción de la artillería. Aunque es verdad que durante
esta centuria las bocas de fuego apenas están dando sus primeros pasos, que su
empleo está circunscrito a las operaciones de cerco –aún no se ha desarrollado la
artillería de campaña– y que no se han difundido las armas de fuego que
revolucionarían los usos de la infantería, lo cierto es que su trascendencia es
indudable y que el estudio de estas primeras menciones, de sus orígenes y difusión,
de sus tempranas formas de utilización y de sus repercusiones tácticas y
económicas, merecen ser mejor conocidas69.
Claro que ganar las guerras y consolidar las victorias requería, además de la
utilización y del perfeccionamiento de todo este instrumental bélico, el uso de otro
tipo de “armas de combate”, más sutiles, pero no menos eficaces: nos referimos a la
propaganda política e ideológica, que conllevaba la proclamación de los logros, la
denigración infamante del contrario y la exposición, defensa y difusión de los
supuestos ideales que justificaban una acción armada, utilizando para ello tanto las
expresiones públicas del poder –la documentación– como la cronística. Hay que
reconocer que en esto la dinastía Trastámara, y muy especialmente Enrique II por
su necesidad de legitimarse, dieron un ejemplo paradigmático70. Para otros
momentos, aquellos en los que las luchas contra el Islam se reactivaba –así en los
tiempos de Fernando IV y Alfonso XI, aunque también en los de Enrique III–, los
argumentarios jurídicos y religiosos relacionados con la idea de Cruzada o de
Reconquista fueron los que desarrollaron este papel de propaganda y movilización
social.
________
68
Cortes de Valladolid de 1385, pp. 315-316; Crónica de Juan I, ed. ROSELL, pp. 132-133.
69
Para muchos aspectos seguimos dependiente de la bibliografía clásica –ARANTEGUI Y SANZ, J.,
Apuntes históricos sobre la artillería española de los siglos XIV y XV, Madrid, Establecimiento
tipográfico de Fortanet, 1887; VIGÓN, J., Historia de la artillería española, Madrid, Instituto Jerónimo
Zurita, 1947–, pero algunos estudios recientes han puesto de manifiesto el amplio panorama de
cuestiones que su análisis plantea, ROJAS GABRIEL, M., «Nuevas técnicas, ¿viejas ideas?...», pp. 31-56.
70
VALDEÓN, J., «La propaganda ideológica como arma de combate de Enrique de Trastámara
(1366-1369)», Historia. Instituciones. Documentos, 1992, 19, pp. 459-468. Para la historiografía como
instrumento propagandístico, véase MITRE FERNÁNDEZ, E.: «La historiografía bajomedieval ante la
revolución trastámara: propaganda política y moralismo», Homenaje a Luis Suárez…, pp. 333-347;
MARTÍN RODRÍGUEZ, J. L., «Defensa y justificación de la dinastía Trastámara. Las Crónicas de Pero
López de Ayala», Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 1990, 3, pp. 157-180; NIETO
SORIA, J. M., «Propaganda política y poder real en la Castilla Trastamara. Una perspectiva de análisis»,
Anuarios de Estudios Medievales, 1995, 25, 2, pp. 489-516.
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4. LOS EFECTOS DE LA GUERRA: CRISIS Y TRANSFORMACIONES
Como indicábamos al comienzo de estas páginas, la guerra se presenta como
uno de los tres grandes azotes, junto al hambre y la peste, que afligieron a la
sociedad europea occidental, y a la castellano-leonesa en particular, durante el siglo
XIV. Inevitablemente, la conflictividad bélica de aquellas décadas aparece
íntimamente asociada a la idea general de crisis bajomedieval. En no pocas
ocasiones se ha sugerido que el engarce entre este último fenómeno global y de
largo alcance –la crisis bajomedieval– y la omnipresencia de la guerra habría que
buscarlo en la caída de las rentas señoriales y en las dificultades del “sistema
feudal” para reproducirse: frente al descenso de sus ingresos tradicionales y ante la
paralización de las conquistas en el sur, que pudieran haberlo compensado, la
nobleza habría buscado agresivamente –mediante la guerra y la violencia– nuevas
fuentes de financiación “para poder mantener su posición hegemónica como clase
dominante” –en palabras de J. Valdeón–. Una de las posibles vías de recuperación o
ampliación de sus recursos económicos –otras, como el aumento de presión sobre el
campesinado no son objeto de este análisis– sería el dominio del aparato del estado
y una mayor participación en la “renta centralizada”, pero ello sólo era posible
entrando en competencia armada con la monarquía, o aliándose a ella contra otros
nobles71.
Así pues, desde este punto de vista la guerra no aparece como causa de la crisis
–como tampoco lo serían otros desastres más o menos coyunturales, como las
malas condiciones climáticas, las pérdidas de cosechas o las epidemias–, sino como
una manifestación de la misma o como un síntoma de profundos desequilibrios
socio-económicos que afloran a la superficie de manera violenta. Desde luego, no
puede negarse que algunas de las conflagraciones militares más importantes de
aquella centuria en Castilla parecen responder a este esquema, y singularmente el
desarrollo y desenlace de la guerra entre Pedro I y su hermanastro Enrique II, que
presenta un protagonismo nobiliario tan característico, es un modelo que no puede
obviarse. Pero tampoco podemos ignorar que la realidad bélica castellana de este
siglo, cuando se contempla en toda su extensión –en todos sus frentes, desde la
frontera navarra hasta Algeciras, desde el cerco de Valencia al de Lisboa, y desde el
________
71
Las consideraciones de J. Valdeón en este sentido son bien conocidas y han sido ampliamente
difundidas, así en VALDEÓN, J., Historia de Castilla y León…, pp. 35 y 50; VALDEÓN, J., SALRACH, J.
M. y ZABALO, J., Feudalismo y consolidación de los pueblos hispánicos (siglos XI-XV), en Historia de
España, M. Tuñón de Lara (dir.), vol. IV, Barcelona, Labor, 1994, p. 130; VALDEÓN, J., «La crisis del
siglo XIV en la Corona de Castilla», Homenaje a Marcelo Vigil Pascual, Mª J. HIDALGO DE LA VEGA
(ed.), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989, pp. 233-234. Esta misma tesis, para el marco
general europeo en FERNÁNDEZ DE LARREA ROJAS, J. A., «Guerra y sociedad en Europa Occidental
durante la Baja Edad Media (siglos XIII-XIV)», La Guerra en la Historia. Décimas Jornadas de
Estudios Históricos, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1999, pp. 45-94.
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reinado de Fernando IV al de Enrique III– no puede explicarse exclusivamente en
función de una sola causa. Son muchos los factores y muy distintas las circunstancias que generan cada conflicto: cuestiones territoriales, ideológicas, dinásticas,
económicas, se entrelazan de manera diversa y no siempre son susceptibles de ser
reducidas a un único esquema.
No podemos entrar ahora en este terreno que nos apartaría de nuestro objetivo,
pero al menos nos gustaría subrayar que, aunque se entienda que la guerra no es en
sí misma la causa de la crisis general bajomedieval –aunque pudiera serlo de no
pocas crisis locales o sectoriales–, lo cierto es que la conflictividad bélica
bajomedieval se presenta generalmente como un factor agravante que contribuye en
no poca medida a incrementar sus efectos72. Si quiere considerarse que la guerra fue
sólo la espuma que flotaba en la superficie de la realidad histórica, habrá que
aceptar cuanto menos que se trataba de una espuma tóxica, capaz de contaminar, a
veces hasta transformarlos, no pocos estratos de los niveles más profundos.
Se ha destacado, por ejemplo, que las operaciones militares tuvieron –aunque
sea imposible realizar cualquier aproximación cuantitativa– una incidencia
relevante sobre la quiebra demográfica que marca al siglo XIV. Desde luego,
determinadas acciones armadas supusieron un número de pérdidas que, al menos
para algunos sectores sociales, fueron altamente significativas: recuérdese, por
ejemplo, que las bajas nobiliarias ocurridas en el cerco de Algeciras y en la batalla
de Nájera –a este respecto también cabría añadir el asedio de Lisboa–, han sido
consideradas por algún especialista como un factor de peso en la desaparición de la
“nobleza vieja” y la consiguiente renovación de los grandes linajes73. Por otra parte,
los efectos demográficos de las guerras sobre el conjunto de la población, bien sea
de forma directa –muertes en el curso de los ataques y cabalgadas–, bien de manera
indirecta –desplazamiento de comunidades– no parecen despreciables, y es
probable que, al menos en parte, las referencias a despoblados y las disminuciones
en la exigencia de rentas a los habitantes de determinados núcleos tengan relación
con la huída o emigración de familias amenazadas o arruinadas por la actividad
bélica74.
Desde luego, si hay un ámbito donde las consecuencias de los conflictos
armados fueron devastadoras, ese fue el mundo rural: la destrucción de aldeas y de
infraestructuras agrarias, las pérdidas de cosechas y de ganado como resultados de
________
72
VALDEÓN, J., SALRACH, J. M. y ZABALO, J.: Feudalismo y consolidación de los pueblos
hispánicos…, pp. 111-112.
73
MOXÓ, S. de, «Nobleza vieja y nobleza nueva. La transformación nobiliaria castellana en la
baja Edad Media», Cuadernos de Historia, 1969, III, p. 24.
74
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., «Una ‘lectura demográfica’ de la Crónica de Pedro I», Estudios en
homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín…, tomo 1, pp. 181-210.
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las razzias, de la necesidad de los ejércitos de mantenerse y alimentarse sobre el
terreno o de las políticas deliberadas de arrasamiento y saqueo del territorio
enemigo, contribuyeron de manera importante a agravar –o a provocar, según el
caso– la crisis agrícola que caracteriza el período. Por no ir más lejos, baste
mencionar que a lo largo de sus diversas publicaciones en torno a la crisis del siglo
XIV, el profesor Valdeón ha ido recopilando un amplio número de referencias
documentales y cronísticas que aluden a las guerras como causantes de
despoblados, yermos, daños en la economía y renta campesina, y que abarcan
prácticamente todo el reino de Castilla y se extienden desde la minoría de Fernando
IV a la invasión del duque de Lancaster durante el reinado de Juan I, pasando por
supuesto por la demoledora incidencia que las operaciones militares en general, y
las actuaciones de los mercenarios y otros ricos hombres y caballeros en particular,
tuvieron sobre la población campesina durante la guerra civil. En su expresión, “la
dureza de los combates en algunas regiones (Rioja, norte de Burgos, Toledo,
Sevilla...) y especialmente los cercos prolongados y las rapiñas de las tropas
mercenarias” fue una “las causas básicas de las malas cosechas”75. En fin, allí
donde la documentación lo permite, los especialistas han podido apreciar las
consecuencias devastadoras no sólo sobre la economía rural –caso de Lorca–, sino
también sobre la concejil –caso de Murcia–, por citar dos ejemplos76.
Y es que, al fin y al cabo, la incidencia de la guerra sobre la coyuntura
económica no puede limitarse al ámbito estrictamente agrario: de un lado, los éxitos
militares podían alterar la masa monetaria en circulación como consecuencia del
botín y de las parias –en alguna ocasión se ha señalado que las ganancias
conseguidas en la batalla del Salado provocaron una fuerte caída del valor del oro
en Castilla77– pero, de otro, la necesidad de hacer frente al pago de salarios y a la
financiación de los costes de los conflictos en general obligó a los monarcas en más
de una ocasión a realizar devaluaciones monetarias que acababan poniendo en
riesgo la estabilidad económica –lo hizo, por ejemplo, Alfonso XI en 1331 para
costear la guerra contra Granada en un momento en que su tesoro estaba vacío, pero
________
75
Valgan como ejemplo las referencias recogidas en VALDEÓN, J., «La crisis del siglo XIV en la
Corona…», pp. 217-225. Véase también ID., «La crisis del siglo XIV en Castilla: revisión del
problema», Revista de la Universidad de Madrid, 1972, vol. XX, 79, p. 171; ID., «Reflexiones sobre la
crisis bajomedieval en Castilla…», p. 1052.
76
TORRES FONTES, J. y TORRES SUÁREZ, C., «El campo de Lorca en la primera mitad del siglo
XIV», Miscelánea Medieval Murciana, 1985, XI, pp. 155-176; MOLINA MOLINA, A. L.,
«Repercusiones de la guerra castellano-aragonesa en la economía murciana (1364-1365)», Ibid., III,
1977, pp. 119-160; LARA FERNÁNDEZ, F. de y MOLINA MOLINA, A. L., «Aportación para un estudio
económico del reinado de Enrique II: Murcia», Ibid., II, 1976, pp. 169-225.
77
VALDEÓN, J., «La crisis del siglo XIV en Castilla: revisión del problema», p. 179; GRASSOTTI,
H., «Para la historia del botín y de las parias en Castilla y León», Cuadernos de Historia España, 1964,
XXXIX-XL, especialmente pp. 120-132.
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más conocida es la devaluación efectuada por Enrique II en 1369 para pagar a las
compañías de mercenarios que estaban a su servicio–78. Por lo demás, la forma
habitual de acumular recursos para financiar los conflictos siguió siendo el aumento
de una presión fiscal que, si hemos de creer los testimonios de la época, contribuyó
en no poca medida a empobrecer a los pecheros, especialmente a los labradores79.
No es fácil constatar el impacto de todos estos desastres y desajustes
económicos ocasionados por las guerras del siglo XIV sobre la configuración de la
sociedad campesina castellana, pero por el contrario resulta factible hacer alguna
evaluación de las consecuencias de la actividad bélica sobre los sectores nobiliarios,
al menos desde dos puntos de vista: de una parte, la incidencia de la guerra en la
desaparición de antiguos linajes como resultado directo de los combates, a la que
aludimos anteriormente y sobre la que no vamos a volver ahora, nos vuelve a
colocar en la perspectiva de la crisis en su acepción más negativa o catastrófica;
pero, de otra parte, los conflictos militares del siglo XIV ponen de manifiesto la
extraordinaria potencialidad transformadora de la guerra, convertida en agente
generador –sin duda junto a otros factores– de cambios profundos.
Desde este punto de vista, y en el plano de la realidad social, no puede dejar de
constatarse que la guerra fue durante esta centuria –lo había sido desde siempre,
pero quizás nunca como ahora puede documentarse de una manera tan detallada y
masiva– un importantísimo mecanismo de promoción social. Recuérdese, por
ejemplo, que la guerra fratricida entre Pedro I y Enrique de Trastámara fue, en la
opinión autorizada de J. Valdeón, “el acontecimiento clave que permitió a la alta
nobleza no solo salir de los apuros sino también consolidar su indiscutible papel
rector en la sociedad”80. Desde luego, al contemplar la trayectoria ascendente de
muchos linajes nobiliarios a lo largo del siglo XIV y el grado en que aprovecharon
las guerras para promocionarse y enriquecerse, se comprende el testimonio de
López de Ayala, según el cual, al conocerse el comienzo de un conflicto armado,
tornan luego alegres todos los caualleros81: cada vez que aquello ocurría se abría
ante ellos un mundo de posibilidades, tanto para el enriquecimiento rápido –por la
vía del botín, del saqueo, del negocio con los cautivos, de las soldadas...–, como
________
78
VALDEÓN, J., «Las reformas monetarias de Enrique II de Castilla», Homenaje al profesor Dr.
D. Emilio Alarcos, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1966, II, pp. 829-845.
79
Véase, por ejemplo, el testimonio al respecto de la Crónica de Alfonso XI, reproducido en
VALDEÓN, J., «La crisis del siglo XIV en la Corona…», p. 229.
80
VALDEÓN, J., SALRACH, J. M. y ZABALO, J., Feudalismo y consolidación de los pueblos
hispánicos…, p. 130; VALDEÓN, J., «La victoria de Enrique II: los Trastámara en el poder», Génesis
medieval del estado moderno…, p. 246.
81
Rimado de Palacio, 506, p. 218.
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para subir peldaños en la escala social –a través de las concesiones regias y del
reconocimiento de los servicios militares prestados–.
El paso del estatus de caballero al de rico-hombre gracias a la prestación de
excepcionales servicios bélicos a la Corona fue un camino bastante transitado
durante el siglo XIV82: recuérdese, por ejemplo que algunos de los más famosos
capitanes de compañías de mercenarios obtuvieron importantes señoríos en Castilla
tras la guerra civil83. Es verdad que casi ninguno llegó a arraigar, pero este no es el
caso de otros muchos caballeros y nobles castellanos que también reunieron,
gracias a las guerras de la decimocuarta centuria, las plataformas señoriales y de
poder que les colocaron en la cima de la sociedad castellana. Algunos ejemplos
son bien conocidos: así, entre otros que cabría citar, el del propio Pero López de
Ayala –gracias a sus actuaciones bélicas primero al servicio de Pedro I, luego al de
Enrique II y finalmente al de Juan I–, el de los Benavides –tres generaciones de
nobles que prestaron destacados servicios militares a cuatro monarcas, de Fernando
IV a Enrique II–, el de los Mendoza –el inicio de cuyo ascenso también se haya en
las actuaciones militares de Pedro González, primero junto a Pedro I, después a
favor de Enrique II–, el de los Albornoz –su promoción a la ricahombría a partir de
la nobleza local conquense se fundamentó sobre los servicios militares prestados a
Alfonso XI contra don Juan Manuel, a Enrique II contra Pedro I, y en la defensa de
la frontera en Requena, frente a los ataques aragoneses– o el de Alfonso
Enríquez –sus acciones en la guerra contra Portugal en los años finales del siglo le
catapultarían al señorío de Milmanda, al cargo de Adelantado Mayor de León y,
posteriormente, al almirantazgo mayor de Castilla–84.
Si la guerra en general era ocasión para el ascenso social, la realidad fronteriza,
donde la actividad bélica presentaba una constancia mayor que en el resto del reino,
propiciaba un escenario social en el que se entrelazaba de manera muy intensa la
promoción nobiliaria y la acción guerrera: la suerte de los grandes linajes andaluces
________
82
MOXÓ, S. de, «La nobleza castellana en el siglo XIV…», p. 500.
83
FOWLER, K. A., «L'emploi des mercenaires…», pp. 34-35; BENITO RODRÍGUEZ, M. A. de, «Las
tropas extranjeras…», p. 58; MITRE FERNÁNDEZ, E., «Castilla ante la Guerra de los Cien Años…», pp.
224-225.
84
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., El canciller Ayala y su tiempo (1332-1407), Vitoria, Diputación Foral
de Álava. Consejo de Cultura, 1962, passim; QUINTANILLA RASO, Mª C., «El señorío de la casa de
Benavides», Actas de las I Jornadas de Metodología aplicada de las ciencias históricas. II. Historia
Medieval, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1975, pp. 231-246; VAL
VALDIVIESO, M. I., «Pedro González, o el ascenso de los Mendoza», Estudios en homenaje al profesor
Luis Vicente Díaz Martín…, tomo 1, pp. 289-302; MOXÓ, S. de, «Los Albornoz. La elevación de un
linaje y su expansión dominical en el siglo XIV», en VERDERA Y TUELLS, E. (ed.), El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Studia Albornotiana, XI, Bolonia, Real Colegio de España, 1972,
tomo I, pp. 17-80; MARTÍNEZ SOPENA, P., El estado señorial de Medina de Río Seco bajo el almirante
Alfonso Enríquez (1389-1430), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1977, pp. 37-42.
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–Guzmán, Ponce de León, Ribera, Stúñiga... – así lo acreditan, pero también la
trayectoria de familias nobles de menor alcurnia –los Cepero en la frontera
jiennense, los Fernández Melgajero en la sevillana, por citar dos ejemplos–85.
La repercusión de la guerra sobre el panorama nobiliario de la Castilla del siglo
XIV no se limitó a esta doble faceta de exterminio de unos linajes y promoción de
otros, sino que puede apuntarse un tercer fenómeno en el que la actividad militar se
presenta una vez más como factor de cambios o reestructuraciones familiares, bien
como consecuencia del exilio tras la derrota –recuérdese el caso de algunos petristas
recalcitrantes–, bien a raíz de la irrupción de linajes extranjeros que habían
defendido, sin éxito, los intereses castellanos en sus propios reinos, y que acabaron
buscando refugio en Castilla86.
Con todo, la capacidad transformadora de la guerra a la que antes aludíamos
no se agota en el plano social. Por ejemplo, en más de una ocasión se ha puesto de
manifiesto la relación directa existente entre la conflictividad bélica y los cambios
introducidos en la fiscalidad. El asunto no es baladí, por cuanto la guerra se nos
presenta como impulsora de cambios transcendentales, esta vez en una herramienta
básica del estado: “es esencialmente por la guerra [ha afirmado contundentemente
D. Menjot], por lo que el rey de Castilla, como sus homólogos, se vieron obligados
a buscar nuevos medios y gracias a ella los pudieron obtener”. “La guerra, aunque
no sólo ella [ha aclarado Ladero Quesada], impulsa a buscar nuevos recursos y a
consolidarlos”. Seguramente la conflictividad bélica había sido en todo momento
un motor para el desarrollo de la fiscalidad, aunque quizás –por lo que respecta a la
Castilla medieval– la afluencia de oro –vía parias y botín– y las anexiones
territoriales en el sur mitigaron la necesidad de buscar nuevas formas de
financiación. Pero ahora, en el siglo XIV, perdida la posibilidad de continuar
conquistando tierras con la rapidez que se había hecho durante las décadas centrales
del siglo XIII, en un contexto básicamente defensivo y ante el reto de nuevas
________
85
LADERO QUESADA, M. Á., Los Señores de Andalucía. Investigaciones sobre nobles y señoríos
en los siglo XIII a XV, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1998; RODRÍGUEZ MOLINA, J., «La frontera entre
Granada y Jaén fuente de engrandecimiento para la nobleza (siglo XIV)», IV Coloquio de historia
medieval andaluza…, pp. 237-250; SÁNCHEZ SAUS, R., «Poder urbano, política familiar y guerra
fronteriza. La parentela de Alfonso Fernández Melgarejo, veinticuatro de Sevilla y alcaide de Zahara»,
V Coloquio de Historia Medieval Andaluza, Córdoba, 1988, pp. 367-376.
86
MITRE FERNÁNDEZ, E., «Política exterior castellana y reestructuración nobiliaria bajo los
primeros Trastámaras (1369-1406)», III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia Medieval…, tomo
I, pp. 529-549. El caso de nobles portugueses en Castilla ha sido estudiado en varias ocasiones, así en
MITRE FERNÁNDEZ, E., «La emigración de nobles portugueses a Castilla a fines del siglo XIV»,
Hispania, 1966, XXVI, 104, pp. 513-525; BAQUERO MORENO, H., «Exiliados portugueses em Castela
durante a crise das finais do século XIV (1384-1388)», Estudos de História, 1990, 113, pp. 26-56;
ROMERO PORTILLA, P., «Exiliados en Castilla en la segunda mitad del siglo XIV. Origen del ‘Partido
Portugués’», Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín…, pp. 519-539.
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amenazas –tanto en las fronteras como en el interior del reino–, la monarquía
castellana del siglo XIV se vio obligada a complementar los recursos fiscales que
tradicionalmente se dedicaban a la guerra –caso de la fonsadera o la acémila– con
nuevas formas impositivas que le permitiera reunir los fondos que necesitaba para
financiar las guerras: así ocurre con el más importante de los impuestos indirectos,
la alcabala, cuyos orígenes están íntimamente ligados al cerco de Algeciras, con los
servicios extraordinarios aprobados una y otra vez en las Cortes de manera cada vez
más regular para sostener el esfuerzo militar, con la apropiación de la Corona de las
rentas eclesiásticas –vía tercias, diezmo o indulgencia de Cruzada–, también
justificada por la guerra contra el Islam, o con la recurrencia al préstamo en
momentos particularmente críticos de los conflictos armados. A la postre, el
mecanismo resulta bastante simple: el aumento del gasto –o la perspectiva de su
aumento– es lo que motiva la necesidad de incrementar los ingresos, y hay que
reconocer que, aunque no pueda cuantificarse, una parte sustancial de dicho gasto
deriva de la inversión en guerra, tanto en tiempos de conflicto abierto –cuando el
dispendio se dispara–, como ordinariamente, en época de paz, cuando se tenía que
seguir haciendo frente al pago de acostamientos, tenencias de fortalezas y sueldos
de la guardia real87.
La guerra, pues, removió la estructura fiscal del reino de Castilla durante el
siglo XIV, como también lo hizo con algunos elementos significativos de su
entramado institucional. En este sentido, nunca se subrayará lo suficiente la estrecha
relación existente entre la pujanza de las Cortes durante esta centuria, el desarrollo
de la conflictividad bélica y la necesidad de sufragarla. Aunque los especialistas no
siempre han estado de acuerdo a la hora de evaluar el papel de las Cortes en la toma
de decisiones relacionadas con la “política internacional”, y por tanto con la guerra
–en este terreno no parece que su capacidad de influencia fuera excesiva, aunque
los monarcas buscaran en ocasiones su asentimiento–, de lo que nadie duda es de la
relevancia política de su consentimiento para la aprobación de impuestos destinados
a financiarla o de la trascendencia de las reformas militares que se dictaron en
ellas88. Por otra parte, las Cortes fueron también el marco propicio para las
________
87
MENJOT, D., «L’etablissement du systeme fiscal etatique en Castille (1268-1342)», Génesis
Medieval del Estado Moderno…, pp. 149-172, la cita textual que traducimos en p. 152; GAUTIER
DALCHÉ, J., «A propos d’une mision en France de Gil Albornoz: opérations navales et difficultes
financières lors du siège d’Algesiras (1341-1344)», El cardenal Albornoz y el Colegio de España…,
tomo I, pp. 249-261; LADERO QUESADA, M. Á., «La guerra del Estrecho…», p. 292. Para las
transformaciones de la fiscalidad durante la Baja Edad Media castellana es fundamental ID., Fiscalidad
y Poder Real en Castilla (1252-1369), Madrid, Ed. Complutense, 1993.
88
Sobre estas cuestiones véase PISKORSKI, W., Las Cortes de Castilla en el período de tránsito de
la Edad Media a la Edad Moderna, 1188-1520, Barcelona, El Albir, 1977, pp. 188-194; PÉREZ
PRENDES, J. M., Las Cortes de Castilla, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 131-136; O’CALLAGHAN, J. F., Las
Cortes de Castilla y León, 1188-1350, Valladolid, Ámbito, 1989, cap. 8 y pp. 111-126; LADERO
QUESADA, M. Á., «Las Cortes y la política hacendística de la Monarquía (1252-1369)», Hacienda
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proclamaciones propagandísticas a favor de una causa o en pro de una legitimación
tras un período de guerra –lo fue en tiempos de Enrique II, pero también en los de
Juan I frente a las pretensiones del duque de Lancaster–, y para la aprobación de
políticas de apaciguamiento y “cauterización de heridas” después de determinados
conflictos armados89. Tal vez todavía cabría hacer una recopilación sistemática de
los acuerdos de Cortes sobre todos los aspectos de la guerra –financieros,
organizativos, políticos, propagandísticos–, para valorar adecuadamente la forma e
intensidad en que la institución y la ordenación y el sostenimiento de la violencia se
relacionaron durante este siglo.
La larga y variada serie de cambios que se observa en la sociedad castellana
del siglo XIV y que encuentran en la omnipresencia de la guerra una de sus causas
–desde luego casi nunca la única–, apuntan hacia un proceso de largo alcance al que
no podemos dejar de aludir: nos referimos a la formación del estado moderno o,
como prefiere S. de Dios, del estado absolutista90. Hay que reconocer que no
siempre la historiografía que ha analizado los orígenes del estado moderno durante
la Edad Media ha entendido que el “factor militar” sea digno de tenerse en cuenta
en este fenómeno. Sólo a modo de ejemplo, y prescindiendo de hacer un repaso de
la bibliografía específica, baste recordar que el equipo de investigación que se creó
en 1985 en el CNRS para realizar un estudio sobre la génesis de dicho estado en la
Península, escogió como objeto de análisis a “los instrumentos del poder”, en el
entendimiento de que son los mecanismos que más directamente intervienen en la
formación de “un poder centralizado”. Pues bien, entre estos se citan expresamente
“la hacienda, la diplomacia, los símbolos, la administración o el derecho”, pero no
así a los ejércitos91. Por el contrario, otras propuestas han situado el análisis de “la
capacidad militar y los recursos financieros” de los reinos bajomedievales entre
aquellas realidades institucionales y gubernamentales que intervienen de manera
notable en “la génesis del estado en los reinos españoles de la baja Edad Media”92.
________
Pública Española, 87 (1984), pp. 57-72: ID., «Cortes de Castilla y León y fiscalidad regia (13691429)», Las Cortes de Castilla y León en la Edad Media. Actas de la Primera Etapa del Congreso
Científico sobre la Historia de las Cortes de Castilla y León (Burgos, 1986), Valladolid, Cortes de
Castilla y León, 1988, I, pp. 289-373; VALDEÓN, J.: "Las Cortes de Castilla y León en tiempos de Pedro
I y de los primeros Trastámaras (1350-1406)", Ibid., pp. 183-217; MARTÍN, J. L.: "Cortes de Castilla y
León y Cortes de Portugal", Ibid., II, pp. 379-478.
89
VALDEÓN, J., «Las cortes castellanas en el siglo XIV», Anuario de Estudios Medievales, 19701971, 7, pp. 633-644; MITRE FERNÁNDEZ, E., «Las Cortes de Guadalajara de 1390…», pp. 241-250.
90
DIOS, S. de, «Sobre la génesis y los caracteres del Estado absolutista en Castilla», Studia
Historica. Historia Moderna, 1985, III, 3, pp. 11-46.
91
RUCQUOI, A. (coord.), Génesis medieval del estado moderno…, p. 9.
92
LADERO QUESADA, M. Á., «Algunas reflexiones sobre los orígenes del Estado Moderno en
Europa (siglos XIII-XVIII)», en Actas de las III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia
Medieval…, I, especialmente pp. 492-493.
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A nuestro juicio, estas últimas consideraciones resultan de todo punto
pertinentes. Como creemos haber puesto de manifiesto a lo largo de estas páginas,
la perentoriedad de atender a las necesidades militares se presenta como uno de los
condicionantes básicos de las transformaciones que experimentará la Castilla del
siglo XIV en su camino hacia la formación de los estado absolutista: la creación de
cadenas de mando permanentes, el sostenimiento de guardias reales más nutridas
que en épocas anteriores y las reformas militares ya comentadas –referidas al
servicio de los vasallos y al cumplimiento de la común obligación militar del reino,
a las reglamentaciones sobre armamento y equipo de unos y otros, a las medidas de
control o a la exigencia de disponibilidad inmediata de quienes recibían un sueldo
procedente de las rentas reales–, si bien no llegan a configurar todavía al ejército
permanente –uno de los rasgos del estado moderno–, cuanto menos se dirigen
claramente en esa dirección, hasta el punto de que en alguna ocasión se ha
sostenido que aquellas fuerzas militares empezaron entonces a adquirir “los perfiles
de un cuerpo armado de carácter nacional”93. Por otra parte, la nueva fiscalidad
surgida durante este siglo para atender a las necesidades de la guerra se convirtió en
un “medio fundamental para el desarrollo de un Estado de tipo absolutista en la
Corona de Castilla que fue, en definitiva, el núcleo de la Monarquía Hispánica a
partir de los Reyes Católicos”94. Además, la gestión de estos dos instrumentos –los
militares y los hacendísticos– básicos para la configuración de un poder
monárquico de corte absolutista, exigía el desarrollo de unas estructuras
administrativas y burocráticas complejas, así como la implicación política del reino
en el sufragio de unas actividades cada vez más costosas –en esto último el papel de
las Cortes fue decisivo– todo lo cual no es sino otro elemento conformador del
Estado moderno. Por último, la creciente participación de la nobleza en la “renta
centralizada”, al tiempo que le permitía solventar sus problemas económicos y
consolidar su posición social, la hacía más dependiente de una monarquía que, a la
postre, no hacía sino robustecerse y afianzar los aparatos del estado.
En fin, parece evidente que las guerras de cada día, aquellas que según López
de Ayala tanto codiciaban los caballeros del siglo XIV, no hacían sino beneficiar a
la monarquía por razones de índole política, y a la nobleza por motivos de carácter
socioeconómico. Visto con perspectiva no puede negarse que ambos tenían motivos
para alegrarse quando veen la tierra en rrobería / de ladrones e cortones, que ellos
traen en compañía.
________
93
VALDEÓN, J., SALRACH, J. M. y ZABALO, J., Feudalismo y consolidación de los pueblos
hispánicos…, p. 153.
94
LADERO QUESADA, M. Á., «Fiscalidad regia y génesis del estado en la Corona de Castilla,
1252-1504», Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 1991, 4, pp. 95-135.
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