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Austral omunicación
Volumen 8, número 1 (junio de 2019): 131-150. ISSN 2313-9129
El regreso de las víctimas.
Reconfiguraciones en el
procesamiento público de la
inseguridad en la actual coyuntura
política nacional (2016-2017)
Santiago Galar
[email protected]
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata
Brenda Focás
[email protected]
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) ‒ Instituto
de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín.
Recibido: 14 de marzo de 2019.
Aceptado: 17 de mayo de 2019.
Resumen
La presidencia de Mauricio Macri, al menos hasta el momento, parece sentirse cómoda hablando de inseguridad. Esta comodidad se contrapone a lo sucedido durante los gobiernos de Néstor
Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), cuando la marginación de la inseguridad en su agenda contribuyó a restarle peso en el debate público. Constituyen expresiones de
esta renovada centralidad el proyecto en boga para endurecer el Código Penal (que, entre otros
cambios relevantes, ofrece un lugar nuclear a las víctimas en el proceso judicial) y la promoción
del uso letal de la fuerza policial. En este contexto, el presente trabajo se propone examinar, a
partir del análisis del tema en la prensa nacional y de la participación en acciones colectivas en
demandas de seguridad, la nueva centralidad otorgada a ciertas víctimas del delito, algunas de
las cuales directamente pasaron a formar parte del armado de Cambiemos, como la actual legisladora Carolina Píparo o los miembros de la organización oficialista Usina de Justicia.
Palabras clave: víctimas, inseguridad, medios de comunicación, espacio público.
e return of the victims: recon gurations in the public assessment
of insecurity in Argentina’s current political climate (2016-2017)
Abstract
Mauricio Macri’s administration, for the time being, appears to feel comfortable discussing the
topic of insecurity. In contrast, the administrations of Nestor Kirchner (2003-2007) and Cristina
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Santiago Galar
El regreso de las víctimas. Recon guraciones en el procesamiento público de la inseguridad
en la actual coyuntura política nacional (2016-2017)
Fernández had marginalized the issue from the political agenda and, in doing so, sidelined it
from the public debate. Now that the topic is under the spotlight, new political expressions have
emerged, including a project to harshen the Penal Code (by, for example, placing victims at the
center of the judicial process) and the promotion of lethal police force. In this context, we examined the new centrality given to crime victims, thanks to increased press coverage and their
participation in collective security demands. Indeed, many of these victims are now part of the
current government, such as legislator Carolina Píparo and the members of the Usina de Justicia
organization.
Keywords: victims, insecurity, media, public space.
O retorno das vítimas: recon gurações no processamento
público da insegurança na atual conjuntura política nacional
Resumo
O governo de Mauricio Macri, pelo menos por enquanto, parece à vontade falando sobre insegurança. Esse conforto se opõe ao que aconteceu durante os governos de Néstor Kirchner (20032007) e Cristina Fernández (2007-2015), quando a marginalização da insegurança na agenda
do governo ajudou a reduzir o peso no debate público. O projeto em voga para modificar o
Código Penal (que, entre outras mudancas relevantes, oferece um lugar nuclear às víctimas no
processo judicial), a recepção na Casa Rosada de policiais que ilegalmente matam criminosos, a
retirada de fundos do Ministério da Educação para redirecioná-los ao portfólio de segurança e
políticas públicas voltadas à criminalização do espaço público, são expressões dessa centralidade
renovada. Nesse contexto, o presente trabalho pretende analisar, a partir da análise do tema na
imprensa nacional e da participação em ações coletivas em demandas de segurança, uma nova
centralidade concedida a certas vítimas de crime, alguns dos quais diretamente se tornaram
parte do armamento de Cambiemos, como a atual legisladora Carolina Píparo ou os membros
da parceria oficial Usina de Justicia
Palavras-chave: vítimas, insegurança, mídia, espaço público.
Introducción
Durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019), al menos hasta el momento, la inseguridad figura en las encuestas de opinión pública como segunda o tercera
preocupación de la ciudadanía. En la cima se ubican los problemas económicos e incluso para algunas consultoras el malestar por la corrupción supera al generado por
la inseguridad. La ciudadanía parece no estar tan preocupada por los índices delictivos como en la década anterior, durante los gobiernos kirchneristas (2003-2015). Sin
embargo, el tema se mantiene entre los más relevantes y es manifiesta su constitución
como un tópico estable tanto en la agenda pública como en la política y mediática.1
El gobierno de Cambiemos evidencia una notable comodidad a la hora de hablar
y accionar sobre la inseguridad vinculada con el delito urbano, pero también sobre el
1
Una encuesta recientemente publicada por la Universidad Católica Argentina asegura que, durante 2017, en uno de
cada tres hogares al menos uno de sus miembros fue víctima de un delito. Además, entre 2010 y 2017 el sentimiento
de inseguridad estuvo, en promedio, arriba del 80% (Muratori, 2017).
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narcotráfico, el terrorismo y la corrupción, temas que incorporaron con relativo éxito
dentro de la agenda securitaria. Esta comodidad se contrapone a lo sucedido durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015),
cuando la marginación de la inseguridad como asunto prioritario de gobierno contribuyó a restarle peso en el debate público (Sozzo, 2016). Constituyen expresiones de
esta renovada centralidad el proyecto en boga para endurecer el Código Penal (que,
entre otros cambios relevantes, ofrece un lugar nuclear a las víctimas en el proceso
judicial) y la promoción del uso letal de la fuerza policial.2 La jerarquización de la inseguridad acerca a la alianza gobernante con su electorado, le permite mostrarse “del
lado de la gente” en un contexto de severa crisis económica. El ideal de que las víctimas
deben ser protegidas y sus voces, expresadas ‒expuesto por Garland (2005) en su análisis sobre el contexto anglosajón de hace una década‒ se visibiliza con claridad en la
Argentina gobernada por Cambiemos.
En este contexto, el presente artículo pretende analizar una nueva centralidad otorgada a algunas víctimas del delito como una expresión de las reconfiguraciones en el
procesamiento público de la inseguridad producidas en la coyuntura política nacional
abierta con el ascenso de Cambiemos al poder. Con tal fin, nos propusimos seguir
las intervenciones públicas de ciertas víctimas que, sin conformar un colectivo institucionalizado ni poseer un nombre que las identifique, actúan colectivamente en el
espacio público. Analizamos integradamente diversas escenas públicas del grupo, entre
las que se incluye una concentración en las inmediaciones del Congreso de la Nación
organizada en 2016 por él bajo el eslogan “Para que no te pase”. El período de análisis
llega hasta la aprobación en 2017 de la Ley de Derechos y Garantías de las Personas
Víctimas de Delitos 27.372, también conocida como “Ley de Víctimas”, promovida por
el mismo grupo, que en parte recoge algunas de las demandas presentadas durante la
manifestación llevada a cabo en 2016. De esta manera, nos proponemos caracterizar la
práctica pública de estas víctimas y estos familiares de víctimas de la inseguridad durante los primeros años del mandato de Macri, entre enero de 2016 y julio de 2017. En
ese período, la agrupación a la que hacemos referencia logró una fuerte interlocución
con el gobierno, con la que obtuvo una destacada visibilidad pública.
Para el presente análisis retomamos elementos de la perspectiva de la sociología de
los problemas públicos, en tanto resulta productiva para dar cuenta de los movimientos de los actores en la arena pública. Con espacio público nos referimos al punto de
2
El 8 de diciembre de 2017, el agente de la policía local de Avellaneda Luis Chocobar mató a Pablo Kukoc, de 18 años,
luego de que este hubiera apuñalado al turista estadounidense Joe Wolek para robarle una cámara de fotos en el
barrio porteño de La Boca. El accionar del policía fue respaldado por el presidente Mauricio Macri y la ministra de
Seguridad Patricia Bullrich, quienes lo recibieron en la casa de gobierno para expresarle su apoyo. “Estoy orgulloso
de que haya un policía como vos”, le dijo el mandatario en ese momento. Luis Chocobar, quien espera el juicio en
libertad, volvió a sus funciones en agosto de 2018, aunque fuentes policiales afirmaron que “nunca dejó de trabajar”
(Caso Chocobar: la Corte Suprema rechazó un recurso y el policía irá a juicio oral, 30 de octubre de 2018).
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en la actual coyuntura política nacional (2016-2017)
intersección entre diversos campos sociales, comprendido por acciones realizadas con
el objetivo de que sean “vistas y oídas” (François y Neveu, 1999). Esta definición, en sintonía con los planteos pragmatistas, enfatiza tanto la configuración de públicos como
los modos como ellos legitiman y a través de los cuales disputan la posibilidad de ser
vistos y oídos. Así entendido, el carácter público de un acontecimiento entra en el registro de la acción pública, concebida como toda experiencia realizada para ser vista y
oída, que moviliza referencias al bien común y es conformada por una serie de ámbitos
en los cuales interactúan múltiples actores, instituciones y prácticas (Schillagi, 2011).
Las interacciones entre diversos campos sociales son eminentemente conflictivas. En
este entramado, los medios de comunicación son actores importantes, aunque no omnipotentes, en la configuración y el sentido que se otorga a ciertos acontecimientos que
adquieren publicidad. Concretamente, en el trabajo reconstruimos procesos vinculados con la presencia pública de las víctimas y sus familiares a partir de un registro de
prensa gráfica nacional, el análisis de redes sociales (principalmente videos publicados
en la plataforma YouTube) y la realización de observaciones en la marcha “Para que no
te pase”, desarrollada en 2016.3 La elección de las fuentes responde a nuestro interés por
dar cuenta tanto de la diversidad de intervenciones de los actores en el registro público, como del sentido que otorgan a sus acciones. El análisis de las prácticas concretas
sostenidas por ellos permite visualizar características de sus intervenciones públicas,
formas de poner en juego la legitimidad detentada en tanto víctimas y valoraciones
mediante las cuales constituyen sus identidades. Con estos recursos, intentamos describir los procesos sociales puestos en juego en cada contexto, a través de diferentes
instancias de interpretación directa de los datos y procesos de agregación y construcción de categorías, establecer correspondencias y definir recurrencias.
El recorrido de este artículo intenta evidenciar los modos como ciertas víctimas
del delito, en tanto actores sociales legitimados, fueron posicionándose en un lugar
privilegiado del espacio público político. En un primer apartado, reconstruimos la centralidad adquirida por las víctimas en Occidente en las últimas décadas. En el segundo
apartado, damos cuenta particularmente de cómo estos procesos de adquisición de
centralidad y legitimidad se configuraron en el espacio público argentino. En un tercer
apartado, repasamos y analizamos diversas escenas públicas en las cuales el grupo de
víctimas que estudiamos adquiere un lugar destacado, y prestamos especial atención
a los sentidos que otorgan a sus prácticas y demandas. Finalmente, compartimos algunas reflexiones que sintetizan, por un lado, algunos procesos que favorecieron la
centralidad de este colectivo y, por otro, el carácter novedoso de esta dinámica en el
contexto político local.
3
El registro en prensa que conforma el material de análisis de este artículo incluye 21 piezas periodísticas del diario
La Nación, 32 de Clarín, 12 de Infobae y 5 de Página/12.
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Centralidad cultural de las víctimas en Occidente
Desde los setenta, la figura de la víctima adquirió relevancia en el discurso público
de los países occidentales centrales. Las víctimas adquirieron fuerza simbólica y representativa, mientras que el ofensor se transformó en una figura fácilmente demonizada.
A partir de esa época comenzó a otorgarse un lugar privilegiado a las víctimas en
detrimento de la atención hasta entonces ostentada por el delincuente, la ofensa y el
proceso judicial penal (Cohen, 2002). La víctima del crimen, según Garland (2005), se
constituyó como un personaje cuya experiencia dejó de ser individual y atípica para
pasar a ser presentada como general y colectiva. Este proceso corrió en paralelo a la
paulatina apertura de la discusión pública sobre el delito a diferentes actores, incluidas
las víctimas y sus familias.
En la figura genérica de la víctima, cercana al ideal definido por Christie (1986),
subyace una pluralidad de formas que complejizan la categoría. Desde un enfoque
constructivista, Best (1999) destacó diversas categorías que emergieron en Estados
Unidos desde los setenta. Mujeres violadas en el marco del matrimonio o personas
atropelladas por conductores alcoholizados constituyen ejemplos de estas nuevas víctimas, cuyo sufrimiento obtuvo la atención solidaria del público. Best refiere formas de
victimización con trayectorias previas, que no constituían una novedad, cuyos damnificados alcanzan5+ reconocimiento como víctimas al ingresar en el espacio público. La
ideología contemporánea de la víctima ofrece una fórmula de la cual apropiarse para
sostener los más variados reclamos, que por esta vía se tornan incuestionables.
El ascenso de las víctimas en Occidente se vincula con tendencias de carácter estructural. Castel (2003) destaca la relación entre la preocupación por el delito, que desemboca en políticas públicas, y una sensibilidad generalizada al riesgo, según la cual el
futuro es asociado a una amenaza creciente. Bauman (1999), por su parte, describe la
modernidad como una experiencia inestable, líquida, caracterizada por la erosión de
los sistemas de seguridad que protegían al individuo. En esta dirección, Garland (2005)
se refiere a una nueva experiencia cultural del delito que se estructura como un tejido
que entrelaza mentalidades y sensibilidades colectivas con términos que en la modernidad tardía la representan públicamente.
La proyección política de las víctimas se transformó en un eje estructurante del
debate penal contemporáneo y su incidencia en la conformación de un nuevo sentido
común penal resulta evidente. Garland (2005) destaca la potencia de su imagen proyectada y politizada, en tanto dejan de ser un producto oculto del delito para ser exhibidas por actores políticos y mediáticos que explotan sus experiencias. Los intereses y
sentimientos de las víctimas, concretas y potenciales, se invocan rutinariamente para
producir medidas de segregación punitiva. Sus sentimientos deben ser expresados y
la ciudadanía debe ser protegida. Para Simon (2012), de hecho, aunque no siempre se
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en la actual coyuntura política nacional (2016-2017)
haga referencia a ella de manera explícita, la victimización constituye desde fines de los
sesenta el eje de la racionalidad legislativa en Estados Unidos. Se apela a una narrativa
de las víctimas que evidencia gran poder de convicción sobre el ciudadano tipo.4
El ascenso cultural de las víctimas fue acompañado en Estados Unidos por la configuración de un movimiento conformado por ellas. Hasta los sesenta, se organizaban
en grupos que operaban silenciosamente en los márgenes de lo público. Se desarrollaron por entonces las primeras campañas por “ley y orden”, iniciativas en las cuales las
víctimas demandaban atención y endurecimiento penal. En su proceso de politización,
reinterpretaron en clave conservadora los movimientos por la ampliación de derechos
civiles que se desplegaban en paralelo. La corriente se nutrió particularmente de la
experiencia feminista, que, en la búsqueda de justicia para casos concretos, promovía
campañas que socializaban el carácter de víctima en el colectivo de mujeres. Durante
esa década se conformaron las primeras organizaciones lideradas por familiares de
víctimas. La víctima del delito obtenía entidad propia. En los ochenta, en plena influencia de la derecha conservadora, el movimiento fue descubierto por los medios
de comunicación. Las víctimas lograron entonces introducirse en el sistema de justicia penal como símbolos de las políticas neoconservadoras. Esta tendencia de base se
transformó poco a poco en una actividad respaldada, incluso subvencionada, por el
Estado. El despliegue de este proceso fue facilitado por la relevancia cultural del tercer
sector en Estados Unidos y por la particular exaltación de sus virtudes en el contexto
del auge neoliberal.
La figura de la víctima activista combina una imagen débil con otra portadora
de fortaleza e iniciativa. En ocasiones, esta tensión se supera apelando a la figura del
sobreviviente, una víctima que transforma su tragedia personal en lucha por valores
colectivos (o que, al menos, supera el dolor para dar testimonio público). Para Pitch
(2009), esta condición, antes reservada a las mujeres en su calidad de vulnerables, en
la actualidad se ha generalizado. Se ha transformado en premisa que legitima la acción
pública, por lo que el empoderamiento aparece, paradójicamente, vinculado con la
vulnerabilidad. Exhibir una voz legítima en la posmodernidad implica, para vastos
sectores, primero constituirse como víctimas. La apelación a la victimización padecida
se ha convertido en una de las modalidades más poderosas para hacerse oír.
4
Para Simon (2012), tanto la experiencia como la posibilidad imaginada de la victimización redefinieron desde
fines de los sesenta el consenso en torno a la actividad legislativa en Estados Unidos. Su tesis del gobierno a través
del delito sostiene que la víctima del crimen y el delincuente nutrieron una racionalidad que se extendió a otros
problemas de gobierno. Para este autor, la víctima del delito constituye el eje actual de la racionalidad en el dictado
de leyes en Estados Unidos. Ella es la última en un largo desfile de sujetos legales idealizados, siguiendo al pequeño
propietario rural, el esclavo liberto y el obrero. Gobernar a través del delito implica apelar a una narrativa de las
víctimas que evidencia gran poder de convicción sobre el ciudadano tipo: estar a favor de la gente es defender a
las víctimas.
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El ascenso local de las víctimas
En las últimas décadas, las víctimas del delito se consolidaron en la Argentina como
actores con legitimidad para participar en la discusión pública y disputar el sentido de
las políticas del Estado. Un factor que favoreció este proceso en el contexto local fue
el otorgamiento de legitimidad a la palabra pública de las víctimas de la dictadura cívico-militar, producto de la acción del movimiento de derechos humanos. De hecho,
las víctimas del delito en su reclamo público realizaron operaciones de apropiación
de discursos, prácticas y símbolos instalados por el activismo de derechos humanos,
como, por ejemplo, la denominada marcha de silencio (Cerruti, 2015). Así, al igual que
en el contexto anglosajón, se valieron de tradiciones ligadas a las luchas locales por derechos civiles, pero les imprimieron, la mayoría de las veces, un carácter conservador.
Las primeras acciones colectivas motivadas por la inseguridad ocurrieron a fines
de los noventa, convocadas por personalidades y organizaciones afectadas de manera
más o menos directa, sin convertirse en fenómenos de gran impacto político. Luego
de superado lo peor de la crisis de 2001, emergió con fuerza el activismo de las víctimas del delito en la Argentina. El punto de mayor visibilidad fue en 2004 con el “Caso
Blumberg”, como se denominó al secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg en
territorio bonaerense.5 El padre del joven, Juan Carlos Blumberg, convocó manifestaciones en reclamo de seguridad en la ciudad de Buenos Aires que resultaron inéditas
por su masividad, simbolismo y repercusiones. Blumberg difundió un petitorio que
obtuvo gran respaldo, puesto que en pocos días fue firmado por más de un millón de
personas.6 El documento contaba con siete medidas muy concretas que, en su mayoría,
fueron rápidamente convertidas en ley mediante modificaciones del Código Penal.
Estas reformas, por encontrarse íntimamente vinculadas con el activismo de Juan
Carlos Blumberg, fueron denominadas por la prensa como “leyes Blumberg”. El caso
marcó la irrupción de las víctimas del delito como actores con legitimidad, al tiempo
que dejó en evidencia oposiciones y confluencias con otros movimientos, como el de
derechos humanos y el que denuncia casos de violencia estatal-policial. Desde entonces, la demanda por seguridad se volvió regular en la zona metropolitana, a la vez que
comenzaron a evidenciarse crisis en ciudades grandes, medianas y pequeñas de las
provincias.
5
6
Axel Blumberg tenía 23 años en marzo de 2004, cuando fue secuestrado y asesinado por sus captores. En la ciudad
de Buenos Aires se realizaron multitudinarias marchas para exigir el esclarecimiento del caso, mayores controles por
parte de la policía y cambios en la legislación penal.
El petitorio difundido por Juan Carlos Blumberg demandaba: 1) una ley que reprimiera la portación de armas con
pena de prisión no excarcelable; 2) una ley que obligara al registro público de los teléfonos celulares; 3) mejoras en
el sistema de documentación personal; 4) aumento de penas para los delitos de homicidio, secuestro y violación; 5)
modificación de las penas en caso de producirse dos o más hechos; 6) el carácter perpetuo de las cadenas perpetuas
y 7) la reeducación de los condenados a presión a través del trabajo. Sobre el proceso de aprobación de las “leyes
Blumberg”, ver Calzado (2008) y Van Den Dooren (2008).
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en la actual coyuntura política nacional (2016-2017)
Al poco tiempo, el movimiento de víctimas organizado alrededor de la figura de
Blumberg evidenció tensiones internas que propiciaron su desarticulación. Según reconstruyó Schillagi (2006), en la disputa pública sostenida entre las víctimas se manifestaron desacuerdos sobre los sentidos asociados a la idea de seguridad, lo que favoreció la fragmentación. A partir de entonces, el colectivo continuó con presencia en el
espacio público, aunque con menor visibilidad y contundencia por su carácter fragmentario. La temática de la victimización, según la autora, se constituyó en las últimas
décadas como un entramado de experiencias con diferentes relaciones con el Estado,
tanto en la ciudad de Buenos Aires como en las provincias. En la actualidad, antes que
un movimiento de víctimas articulado en torno a líderes indiscutibles y consignas
claras, se evidencia un conjunto de familiares de casos, organizaciones, colectivos y
referentes con diversos fines, alcances y relaciones.
En términos generales, en la Argentina los discursos de las víctimas no se manifiestan, como en otros contextos, alineados plenamente con discursos punitivos, más allá
de que la demanda de mayor dureza penal constituya un elemento indiscutiblemente
compartido. Un factor que incide en la asociación mediada con los discursos expresamente punitivos es la poderosa influencia cultural emanada por el movimiento de la
lucha por los derechos humanos (Cerruti, 2015). En esta línea, en otros trabajos (Galar,
2017), evidenciamos cierta amplitud del registro discursivo público de las víctimas,
que no se apega de manera directa a la matriz conservadora-represiva. En nuestro trabajo de campo anterior, dimos cuenta de que, más que adscripciones claras a las posturas polares de quienes promueven la mano dura y quienes proponen el garantismo,
se evidencian posicionamientos híbridos. Sin embargo, esta dicotomía, central en la
configuración inicial del problema de la inseguridad, no es reemplazada ni eliminada,
sino que se expresa como referencia en el debate público. Más allá de esta diversidad,
la demanda por seguridad suele sostenerse en ejes discursivos que demarcan límites
y pertenencias, centrados en las figuras de los ciudadanos, la gente o los vecinos. De
hecho, la articulación de los colectivos de víctimas es posibilitada en gran medida por
la pertenencia a un nosotros que se diferencia de un otros estigmatizado, oposición que
habilita las usuales descargas de justicia expresiva.
Finalmente, retomando lo analizado en trabajos previos (Galar, 2018), en el proceso de devenir en figuras públicas, los familiares de víctimas cuentan con una legitimidad de origen, resultado de haber sufrido una pérdida irreparable. Más concretamente,
por ser un problema jerarquizado en las preocupaciones sociales, en el que las víctimas
representan a la comunidad de ciudadanos de bien, en los casos interpretados en el
marco de la inseguridad, esta legitimidad reviste un carácter difícilmente cuestionable. Las víctimas de la inseguridad no constituyen los únicos damnificados presentes
en el espacio público, aunque se trata de actores que generan una particular empatía
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social. Los familiares de víctimas del delito que irrumpen públicamente, así como los
sobrevivientes, devienen en propietarios del problema de la seguridad. Entendemos
la propiedad como aquella capacidad de ciertos actores de establecerse como enunciadores privilegiados en relación con un tema o problema (Gusfield, 2014). Las víctimas y sus familiares, legitimados en su carácter de afectados directos, representantes
de la sociedad victimizada y nuevos expertos en el tema, participan de la discusión y la
diagramación de la política de seguridad (Galar, 2017).
Escenas públicas
“Necesitamos que nos miren, que miren a las víctimas”
El 11 de octubre del 2016 un grupo de familiares de víctimas de la inseguridad,
bajo el lema “Para que no te pase”, convocó una marcha frente al Congreso de la Nación
en contra de la inseguridad, la injusticia y la impunidad. En el spot que el grupo difundió en redes sociales para convocar a la manifestación, protagonizado por víctimas y
familiares que usaban una remera con el logo de la iniciativa, se expresaba:
Nosotros, que sufrimos la inseguridad. Nosotros, que padecemos la injusticia. Nosotros,
que sufrimos la impunidad y la volvemos a padecer en cada nuevo caso que sigue sucediendo. Nos unimos para que a vos no te pase lo que nos pasó a nosotros. Porque creemos que esto puede y debe mejorar. Por una Argentina mejor para nuestros hijos. Para
vos, para todos. Para que no te pase, te convocamos el 11 de octubre a las 18 horas en
el Congreso. Basta de inseguridad, de injusticia e impunidad (Fundación Alameda, 6 de
septiembre de 2016).
A más de una década del fenómeno Blumberg, al cual nos referimos anteriormente, la cuestión de la inseguridad volvió a convocar una marcha en el Congreso de la
Nación, ciertamente no tan masiva como la realizada en 2004, con réplicas más modestas en algunas ciudades provinciales como Mar del Plata, Tucumán y Mendoza.
Algunas caras visibles, referentes de la iniciativa, eran Carolina Píparo,7 quien había
sido baleada en una salidera bancaria en La Plata; Jimena Adúriz, madre de Ángeles
Rawson,8 una adolescente asesinada en Palermo por el portero de su edificio, y María
7
8
El denominado “Caso Píparo” se desencadenó en 2010 como derivación de un asalto que terminó con la muerte del
hijo aún en gestación de una joven empleada pública embarazada que acababa de retirar dinero de un banco. El caso
se nacionalizó rápidamente: los medios de comunicación realizaron una importante cobertura, los funcionarios
políticos protagonizaron disputas y se articularon medidas de política pública orientadas a paliar la situación
delictiva, en particular, las salideras bancarias.
Ángeles Rawson, de 16 años, desapareció el 10 de junio de 2013 en el barrio de Palermo de la ciudad de Buenos
Aires. Al día siguiente, el cuerpo sin vida de la joven fue hallado en un predio de la Coordinación Ecológica Área
Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), en la localidad bonaerense de José León Suárez. Las noticias sobre
Ángeles Rawson fueron tema de agenda durante meses. El portero del edificio en el cual vivía la joven junto a su
familia, Jorge Mangeri, fue finalmente juzgado como autor del crimen.
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Luján Rey, madre de Lucas Menghini Rey,9 el joven muerto en el choque de un tren en
la estación de Once. Matías Bagnato,10 sobreviviente de la Masacre de Flores de 1994,
en la cual resultaron víctimas sus padres y hermanos, y otro de los referentes, comentó
a la prensa sobre el grupo:
Hace años que venimos trabajando en distintas ONG y presentando proyectos que no
prosperan. Necesitamos que nos miren, que miren a las víctimas. Por eso nos pareció
buena la idea de trabajar juntos. Somos de distintas épocas, de muchos años, pero todas
las muertes tienen algo en común: eran evitables (Familiares de víctimas, unidos contra el
delito y la impunidad, 7 de septiembre de 2016).
Aquel día de octubre de 2016, frente al escenario montado de espaldas al Congreso
de la Nación, los familiares de las víctimas que respondieron a la convocatoria alzaron
carteles y pancartas de todo tamaño y color, en las que se destacaban grandes fotografías impresas, los nombres de las víctimas y de sus asesinos. “Justicia por Lety. Basta de
impunidad. Ley Vial ya”, “Pilar presente”, “Basta de muertes en la clínica del horror de
Quilmes”, “Kevin, estamos con vos”, eran algunas de las decenas de consignas que competían por la atención de las cámaras televisivas y los reporteros gráficos.
La variedad de las víctimas convocantes a la manifestación y presentes en el
Congreso refleja la amplitud que en la última década adquirieron la inseguridad y el
problema público al cual esta hace referencia. La inseguridad quedó instalada como
una categoría descriptiva que permite dar sentido a hechos que tienen diferentes relaciones con la cuestión delictiva. Se trata de víctimas y familiares de muertos a causa de
las mafias, el delito urbano, la corrupción (estatal o empresarial), la violencia machista,
los conflictos interpersonales, la irresponsabilidad vial, entre los que hay jóvenes baleados en los barrios del conurbano bonaerense, personas de clase media-alta asaltadas en
barrios acomodados, policías caídos en cumplimiento del deber y niños atropellados.
Se presentan como víctimas de “hechos evitables”, señalan al Estado como el agente
que debería haber evitado las muertes y, en el peor de los casos, tendría que procurar
reparar el daño. Este proceso de ampliación de la categoría, por citar un ejemplo, también resulta evidente en la cuestión de la violencia institucional. Siguiendo a Perelman
y Tufró (2017), la identificación de un hecho como de violencia institucional implica en
la actualidad una serie de reconocimientos sociales, políticos y jurídicos de peso para
su visibilización en la lucha por justicia y otras formas de reparación. En otras pala9
10
La “Tragedia de Once” fue un siniestro ferroviario ocurrido en la ciudad de Buenos Aires el 22 de febrero de 2012.
En el accidente murieron 51 personas y 789 resultaron heridas. El cuerpo de Lucas Menghini Rey, de 20 años, fue
hallado entre los vagones del tren 60 horas después de ocurrido el accidente. Su madre, María Luján Rey, se erigió
como una de las referentes familiares del caso.
El 17 de febrero de 1994, como producto de un incendio intencional en su domicilio, resultaron muertos los
integrantes de un matrimonio, dos de sus hijos y un amigo de estos que se había quedado a dormir. El fuego había
sido iniciado por un conocido de la familia, a quien el padre le debía dinero a causa de un préstamo. Matías Bagnato
fue el único sobreviviente de la denominada “Masacre de Flores”.
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bras, lograr ser reconocidos como víctimas de violencia institucional, más allá de que
efectivamente se trate de casos de ejecuciones policiales, otorga a los actores recursos
y posibilidades de interlocución con el Estado, y aumenta las posibilidades de acceso a
la justicia. Como en el caso de la violencia institucional, la productividad política de la
categoría inseguridad se expresa en la ampliación de su contenido referencial y los usos
públicos que permiten abarcar una diversidad de problemáticas, cuyos responsables
no son necesariamente delincuentes dedicados al delito urbano.
“No es justo tener que mendigar lo que nos corresponde por derecho”
Durante la lectura del documento consensuado por la organización del evento, la
idea de la invisibilización quedó subrayada. “Nos convierten en invisibles... somos invisibles para los funcionarios y legisladores”, fue una de las líneas del texto que derivó
en un grito reiterado de justicia por parte de los presentes. Luego, un aplauso cerrado
coronó la frase “no es justo tener que mendigar lo que nos corresponde por derecho”.
Finalmente, tras el pedido de que “las penas tienen que ser de cumplimiento efectivo”,
se oyeron gritos de aprobación y nuevamente la demanda de justicia. En términos de
Matías Bagnato, según declaró ante la prensa, “escuchamos millones de anuncios y promesas, ahora queremos respuestas concretas. Pedimos prevenir muertes” (Mañana se
celebra en todo el país la marcha “Para que no te pase”, 10 de octubre de 2016).
Estos actores entienden que “por muchos años”, un período que parece coincidir
con los gobiernos kirchneristas, a diferencia de las víctimas, los delincuentes lograron
obtener derechos y garantías. En este sentido, Carolina Píparo sostuvo durante una entrevista: “Durante muchos años las víctimas estuvimos invisibilizadas y abandonadas
por el Estado. A vos te pasa algo e, ingenuamente, pensás que la Justicia iba a estar de
tu lado, pero te encontrás con una realidad diferente” (Di Nicola, 8 de octubre de 2016).
La invisibilización y el abandono estatal constituyen una situación que se califica como
injusta y que, por lo tanto, debe cambiar. De esta manera, una paradoja que emerge en
el análisis es que, mientras la literatura muestra que las víctimas han sido hipervisibilizadas a causa del posicionamiento de la inseguridad como problema público ‒o el auge
por la preocupación por el delito en Occidente‒, desde la perspectiva de estas víctimas,
por el contrario, el Estado se propuso, con éxito, ocultarlas.
En relación con las demandas de los actores, la convocatoria “Para que no te pase”
exigió cuestiones tanto definidas como vagas. Entre ellas “prevención y control”, “un
registro de víctimas”, “asistencia integral para las víctimas” y “cumplimiento efectivo de
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las penas”.11 Los actores demandaban “respuestas concretas”, deseaban “prevenir muertes evitables”, exigían acompañamiento por parte del Estado. Para estas víctimas, según
sus expresiones públicas, una manifestación indiscutible de la inseguridad, la impunidad y la injusticia supone el encontrarse en condiciones inferiores a los victimarios, los
delincuentes, durante los procesos judiciales sostenidos por jueces garantistas o abolicionistas. Estas demandas, antes que bajo el rosario de la mano dura, se presentaban
como un discurso expresado por los ciudadanos, en el marco del estado de derecho y
la legalidad.
Sin embargo, a pesar del carácter democrático que intentó expresar la marcha, no
faltaron los pedidos de mano dura por parte de asistentes que gritaban cerca del escenario: “¡Que paguen los menores!”, “¡que se pudran en la cárcel!”, “¡basta de arresto domiciliario!” y “¡pena de muerte!”. Estos pedidos eran acallados por coros que clamaban
“¡Justicia!” o que entonadamente repetían “Que no te pase”. La apelación a la emotividad que atravesó la manifestación, que en general inunda el universo simbólico de las
víctimas, permitió la unificación del reclamo. Un video en pantalla mostraba fotos de
los fallecidos, “de aquellos que no pudieron estar”, una acción que solo fue acompañada
por expresiones de dolor y el silencio.
Por lo demás, que las expresiones de tono manodurista de los manifestantes no se
correspondieran con lo expresado por el grupo de convocantes evidencia una interesante tensión que revela las formas (o las fronteras) adquiridas por el debate público
local. Los familiares de víctimas, en términos generales, si bien suelen apoyar sus discursos públicos en planteos propios de la lectura rigorista, también incorporan elementos de una mirada de corte social. De hecho, concretamente, los referentes familiares suelen preocuparse por permanecer distanciados en sus posicionamientos públicos
de demandas que pudieran ser etiquetadas como represivas. En este sentido, Carolina
Píparo habló ante la prensa acerca de cómo procedió luego de la salidera bancaria que
sufrió en 2010, en que resultó muerto su hijo aún en gestación: “Tenía que cuidar cada
palabra que decía para que la gente no dijera que era una facha o revanchista”.12 Luego
agregó: “Siempre estamos buscando cómo no estigmatizar al delincuente. Pero nadie
piensa en la estigmatización que sufrimos nosotros, las víctimas” (Carolina Píparo: “La
culpa no es del médico, él lo hizo en defensa propia”, 1 de septiembre de 2016).
11
12
“Es imprescindible que las penas sean de cumplimiento efectivo, ni un día de más, tampoco uno de menos. Es
indispensable que el Estado cuente con un registro de víctimas y de hechos impunes, único modo de evaluar
necesidades y estrategias de intervención. Es imperioso que se legisle para que las víctimas reciban una asistencia
integral inmediata y sostenida. Es justo que la víctima o su familia tengan participación en todo el proceso penal”,
expresó el documento elaborado por la organización.
Con facho, una derivación de fascista, se hace referencia popularmente en Argentina a las personas que se encuentran
alineadas ideológicamente con propuestas de la derecha política.
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“No es contra el gobierno”
Según Gusfield (2014), en la configuración de todo problema público existen dos
tipos de responsabilidades: una causal, que se vincula con el modo como se produjo
el problema, y una política, que se asocia con la obligación de quienes deben actuar
con miras a solucionarlo. La responsabilidad política aparece como susceptible de ser
delimitada si el problema, más que como una mera relación de causa y efecto, aparece
como factible de ser transformado. En el análisis de las piezas periodísticas se observan
ciertas recurrencias sobre esta cuestión en las intervenciones públicas de aquellas víctimas que se erigían como propietarias del problema de la inseguridad.
Los demandantes, primeramente, apelaban a los ciudadanos, cuya responsabilidad
reside en tener que exigir soluciones al Estado. Jimena Adúriz,13 una de las convocantes, afirmó en este sentido: “También apuntamos al ciudadano común, al que no le
pasó. Todos estuvimos del otro lado de la mesa y no pensamos nunca que íbamos a estar acá” (Soriano, 8 de octubre de 2016). Pero, más importante aún, quienes reclamaban
hicieron hincapié reiteradamente en que la marcha no era en contra del gobierno. La
manifestación aparecían como un reencauzamiento de la esencia ciudadana de “la gente”. Los reclamantes construían su presencia e identidad pública alejándose del reclamo
más reactivo, violento e ilegal vinculado con la llamada justicia por mano propia. “Esa
es la gran diferencia con Blumberg, a quien respeto muchísimo, pero nosotros no queremos mano dura; queremos Justicia justa”, explicaba Carolina Píparo a los medios de
comunicación presentes (Soriano, 8 de octubre de 2016). En contraste con Juan Carlos
Blumberg, quien también se hallaba presente en la marcha, más allá de las demandas
mencionadas anteriormente, estos convocantes no aseguraban poseer las soluciones a
la inseguridad. Los manifestantes apelaban a la política para que reabsorbiera su función de enmendar problemas y a los políticos para que ejercieran su rol de autoridades
y expertos. “Sobre planes de seguridad y leyes deberán dar cuenta quienes saben de
eso”, “las respuestas tienen que venir de quienes han decidido ocupar lugares de representación”, se excusó ante la prensa María Luján Rey (Soriano, 8 de octubre de 2016).
Días más tarde, Rey volvió sobre esta idea:
“Nosotros le [sic] hablamos a los tres poderes del Estado: el Ejecutivo, Legislativo y
Judicial; porque hay reclamos que tienen que ver con sanción la de leyes [sic], proceso de
la Justicia y medidas que tiene que tomar al [sic] Ejecutivo nacional”, afirmó en diálogo
con AM La Once Diez. La mujer resaltó que el reclamo es al “Estado” en su conjunto y
no al Gobierno actual, “porque el Estado está y los gobiernos pasan y los hechos que nos
convocan a los que vemos hoy vienen desde hace años” (Marcha por la inseguridad: “No
es contra nadie, es a favor de la vida”, 10 de octubre de 2016).
13
Jimena Adúriz es la madre de Ángeles Rawson (ver nota al pie 8).
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Resulta interesante, en este sentido, que los convocantes, más que expertos en materia de seguridad pública ‒o propietarios del tema, en términos de Gusfield (2014)‒, se
presentaban como expertos en la experiencia (pública y privada) de la victimización.
Se evidencia de esta manera una renuncia a la posibilidad de enunciar las soluciones,
pero, como veremos más adelante, este proceso corre en paralelo a la incorporación de
algunas de estas víctimas al sistema político, espacio ocupado por quienes se presentan públicamente como portadores de las soluciones a los problemas que aquejan a la
ciudadanía.
“Se dieron las condiciones”
De esta manera, existe un señalamiento crítico orientado al Estado en términos amplios, hacia los tres poderes, que evita las críticas al gobierno de Cambiemos. Carolina
Píparo, en este sentido, afirmaba que “si hubiesen estado Scioli o Massa”, candidatos
opositores que perdieron las elecciones presidenciales 2015, “sería igual”, el grupo realizaría los mismos reclamos. Sin embargo, desde la perspectiva del colectivo, con el ascenso del gobierno de Cambiemos “se dieron las condiciones” que permitieron darles
voz a las víctimas (Di Nicola, 10 de octubre de 2016).
Como adelantamos, ciertas “víctimas de la inseguridad” lograron posicionarse
como actores de relevancia, como interlocutores privilegiados, en el debate público sobre la inseguridad. Luego de la marcha realizada bajo el eslogan “Para que no te pase”, al
rastrear las representaciones mediáticas, se observa una serie de tácticas de este grupo
mediante las cuales lograron consenso para la aprobación de la Ley de Víctimas. El 21
de junio de 2017 fue sancionada esta ley, que confiere derechos y garantías a las personas víctimas de delitos, y fue reglamentada once meses después. Se creó también el
Observatorio de Víctimas del Delito, tal como fue contemplado en la norma. Una de las
principales novedades es el otorgamiento a las víctimas de delitos del derecho a asistir
a las declaraciones de los testigos, con facultad para hacer preguntas y pedir aclaraciones a través de su patrocinante o el fiscal interviniente, así como el derecho a recibir
asesoramiento y asistencia, tanto en el proceso como durante la ejecución de la pena.
Asimismo, la ley las habilitó a constituirse como querellantes y dispuso la creación de
centros de asistencia y protección abiertos las 24 horas, que deben hacerse cargo del
patrocinio legal gratuito hasta la finalización del proceso y el agotamiento de la pena. A
su vez, estableció que la autoridad interviniente debe notificarlas sobre las resoluciones
tomadas durante el proceso. Finalmente, estableció que quienes hayan sufrido el hecho
delictivo puedan demandar la revisión de esas actuaciones. En síntesis, esta normativa
constituye una confirmación del avance de las víctimas en el espacio público bajo el
amparo gubernamental.
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Luego de la aprobación de esta ley, Carolina Píparo dedicó un tuit a su hijo fallecido, en el que declaraba: “Mi chiquito presente, ahora y siempre”. Sergio Massa, diputado
impulsor de la ley, también celebró: “Empezamos a terminar con esta locura de que
los delincuentes tengan más derechos que las víctimas. Me alegra que la ley haya sido
aprobada por unanimidad. Esto demuestra que se pueden lograr consensos cuando
los temas a tratar tienen volumen propio” (Por unanimidad, Diputados sancionó la ley
de protección de víctimas de delitos, 21 de junio de 2017). Los medios de comunicación, actores relevantes en la configuración de todo problema público, acompañaron la
normativa, tanto en la cobertura y posterior publicación de noticias vinculadas con el
tema como a través de sus editoriales. Por ejemplo, Clarín publicó el 6 de junio de 2018:
Durante décadas la sociedad argentina se ha visto conmovida por hechos delictivos de
gran resonancia y conmoción, en muchos de los cuales las víctimas pasaban a ser revictimizadas por la falta de una normativa legal que la [sic] protegiera ante tan difícil circunstancia. Con esta reforma se empezaría a terminar con un proceso penal abandónico de la
víctima, que la ha constituido durante décadas como la gran ausente en el proceso y que la
ha puesto en un doble proceso de victimización: primero al sufrir el delito y luego al sufrir
el proceso (Prieto Schorr, 6 de junio de 2018).
En la misma línea, un editorial de La Nación titulado “Oportuna ley para las víctimas” afirmó:
Es innegable el sano espíritu que anima a esta ley que va en auxilio de quienes, hasta el
presente, solo han encontrado en los medios de difusión el eco necesario para que sus
casos no cayeran en el olvido. Pero el principal riesgo que corre la nueva normativa radica,
precisamente, en la burocracia judicial. Sortearla con éxito dependerá de la vocación y
dedicación de los futuros defensores públicos de las víctimas, que serán elegidos mediante
concurso” (Oportuna ley para las víctimas, 28 de junio de 2017).
De esta manera, en sus líneas editoriales los dos medios gráficos de mayor tirada
de la Argentina se pronunciaron a favor de la ley, tomando el mismo discurso que el
colectivo de víctimas liderado por Carolina Píparo. Así, los medios de comunicación
funcionaron como vehiculizadores y legitimadores de las demandas del colectivo, que
encontraron su expresión más notable en la sanción de la Ley de Víctimas. Distintos
trabajos muestran que las noticias policiales suelen adoptar la mirada del ciudadano-víctima como propia e incluso como línea editorial del medio (Martini, 2009). En
ellas se tratan los delitos cometidos sobre o por miembros de los sectores sociales medios o altos tradicionales, que llegan a las agendas mediáticas con modalidades discursivas diferentes de las utilizadas en los crímenes que implican a personas comunes,
preferentemente humildes. La focalización en la víctima, así como el seguimiento de la
cobertura, tienen lugar de manera preferente si aquella reúne determinadas características para considerarse de clase media o alta (Focás y Galar, 2017). Pero más novedosa
que el apoyo de los medios de comunicación a las víctimas de la inseguridad es la
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alianza de este colectivo con el gobierno nacional. Más concretamente, entendemos
que en la negación a responsabilizar por la inseguridad exclusivamente al gobierno
nacional y en la aprobación de la Ley de Víctimas con promoción del oficialismo, se
evidencia el carácter de interlocutores privilegiados con el gobierno nacional logrado
por (u otorgado a) este grupo. “Están dadas las condiciones para que nos escuchen, ya
lo están haciendo. Que nos envíen algunos proyectos de ley para que estemos al tanto
de las iniciativas, eso es un avance. En este tema no puede haber oficialismo y oposición”, declaró Píparo ante la prensa (Di Nicola, 8 de octubre de 2016).
El antecedente de esta ley se encuentra en la iniciativa realizada bajo el lema “Para
que no te pase”, que mostró una capacidad de convocatoria moderada frente a reclamos
disímiles. Amparados en cierta mesura, expresada en frases como “no somos familiares
en búsqueda de venganza, no creemos en la justicia por mano propia, somos ciudadanos de derecho”, los familiares volvieron a posicionar la inseguridad en la agenda
pública y mediática. Y también en la agenda política, en tanto a partir de entonces funcionarios y legisladores comenzaron a manifestar intenciones de reformar el Código
Procesal Penal en la dirección promovida en las afueras del Congreso de la Nación.
Conclusiones
El artículo procuró un abordaje exploratorio de la centralidad otorgada a ciertas
víctimas como una expresión de las reconfiguraciones en el procesamiento público
del problema de la inseguridad en la actual coyuntura política nacional, iniciada en
2015 a partir de la llegada al gobierno nacional de Cambiemos. Dimos cuenta de que
la inseguridad, si bien no ocupa el primer lugar dentro de los problemas que la opinión
pública señala como más importantes, persiste como una preocupación cotidiana que
manifiesta presencia en la agenda mediática y política. A su vez, entendemos que, en
este proceso de confluencia entre actores políticos y sociales, además de la sintonía
ideológica del gobierno de Mauricio Macri con el paradigma represivo, es fundamental
la crisis económica. En otras palabras, la inseguridad constituye para el macrismo un
terreno donde puede mostrar acción y resultados en una situación de hondo malestar económico. En este sentido, la eliminación de ministerios realizada en el contexto
de esta crisis en agosto de 2018 muestra la importancia adquirida por la cartera de
Seguridad: pese a tratarse de un ministerio relativamente nuevo, creado en 2010 luego
de la represión en el Parque Indoamericano,14 sobrevivió al recorte, en detrimento de
14
En diciembre de 2010, varias familias con necesidades habitacionales críticas ocuparon un predio abandonado
en el sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Parque Indoamericano. Su desalojo violento tuvo como
consecuencia la muerte de 3 ocupantes y 5 heridos. Por el caso fueron procesados 42 miembros de la entonces Policía
Metropolitana y la Policía Federal Argentina.
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otros, como el Ministerio de Trabajo, con una tradición de décadas en el organigrama
gubernamental.
A lo largo del trabajo, mostramos el recorrido público de un grupo formado por
víctimas que, entendemos, se erigieron como enunciadores privilegiados del problema
de la inseguridad, entre otras cosas, por haber logrado materializar sus demandas en
la sanción de la Ley de Víctimas. En una lectura diacrónica, el antecedente inmediato
lo constituye la marcha convocada bajo el eslogan “Para que no te pase”, que aglutinó
distintos reclamos vinculados con tal problema. Ahora bien, ¿quiénes fueron las víctimas reclamantes en esta ocasión?, ¿en qué consistían sus reclamos?, ¿cómo afectó el
contexto político caracterizado por el cambio de aire ideológico? La amplitud de la
convocatoria, la diversidad de las víctimas, el poco ruido producido por esta confluencia constituyen evidencias de que el problema de la inseguridad, al tiempo que cobró
potencia, expandió su sentido más allá del delito urbano.
Desde esa marcha convocada en octubre de 2016 hasta la sanción de la Ley de
Víctimas en junio de 2017, los integrantes del colectivo lograron posicionarse en la
arena pública como enunciadores privilegiados del problema de la inseguridad. La
negativa a responsabilizar por la inseguridad a la gestión de Cambiemos y la promoción de sus pedidos en el ámbito legislativo por parte del oficialismo expresan una
novedosa alianza entre actores políticos y sociales vinculados con la demanda de seguridad. De esta manera, dos procesos novedosos para el contexto local se producen
en paralelo. Por un lado, las víctimas de la inseguridad, si bien retienen la voluntad de
constituirse como propietarios del tema, renuncian al establecimiento de soluciones;
en este caso, a enunciar cómo debería diagramarse la política de seguridad. Depositan
en la política no solo la responsabilidad por el problema, sino también la forma que
debe adquirir la solución. Por este motivo, las demandas son generales (“que las víctimas sean escuchadas”, por ejemplo) y enfocadas en la victimización antes que en la
inseguridad (“tener mayor espacio en el proceso judicial”, “queremos una justicia justa”,
por ejemplo). A su vez, como correlato, este grupo de víctimas, al tiempo que adquiere
mayor interlocución con el gobierno, logra ingresar en el Estado mediante sus vínculos
con Cambiemos. Una expresión cabal de este proceso, por cierto, es la candidatura (por
cierto, exitosa) de Carolina Píparo a legisladora por la provincia de Buenos Aires en las
elecciones 2017 en el marco de la alianza oficialista. Otra, menos visible, es la incorporación de María Luján Rey como asesora de la gobernadora bonaerense María Eugenia
Vidal, también perteneciente a Cambiemos. La integración de los referentes del grupo
en la organización no gubernamental oficialista Usina de Justicia, cuyos objetivos son
“recuperar una justicia justa que contemple a las víctimas” y “trabajar contra la impunidad”, según expresa la presentación institucional en su página web, es otro canal de co-
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municación institucional (Usina de Justicia, 2017). Estos procesos, por cierto, resultan
novedosos para el caso argentino.
Este trabajo estuvo guiado por la perspectiva teórica de la sociología de los problemas públicos, en especial, por algunos conceptos propuestos por Gusfield (2014).
Consideramos que esta propuesta teórica ofrece herramientas conceptuales productivas para analizar los movimientos de actores en el ámbito público, así como las reconfiguraciones de los problemas públicos ocurridas en lapsos temporales relativamente
cortos. En concreto, resulta interesante observar cómo este grupo de víctimas se posiciona como un actor con poder de interlocución privilegiado con los actores gubernamentales y mediáticos, mientras que los actores portadores de otros discursos, por
ejemplo, aquel que critica el enfoque meramente represivo, no son convocados por el
gobierno de Cambiemos o bien son confrontados directamente en la disputa pública.
En este escenario, los medios de comunicación ocupan un lugar relevante en la agenda
pública como “enunciadores privilegiados” de la reconfiguración del tema, pero no en
un rol omnipotente o totalizador, sino en interrelación con otras dimensiones de la
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