AcToS De HaBlA
EsPiRiTuAlEs.
LaS
CoNdIcIoNeS
PaRa LaS
OrAcIoNeS
Po r : J u a n D av i d
ReLiGiOsAs*
A l fo n s o S i e r r a **
Ilustraciones:
G u s t avo C á r d e n a s ( b e h a n c e . n e t / n o r e t aw )
*
A g radezco los valiosos comentarios de Ángel Rivera, Juan Esteban Castaño y Leidy Arévalo a borradores
a n t e r i o r e s d e e s t e t r a b aj o . Ad e m á s d e l a c l a r i d a d t e ó r i c a y c o n c e p t u a l qu e r e qu i e r e e l a n á l i s i s d e l a r e l i g i ó n
a p a r t i r d e l a F i l o s o f í a d e l L e n g u aj e , t a m b i é n n e c e s i t é d i m e n s i o n a r l a p r o f u n d i d a d , l a b e l l e z a y e l r e s p e t o
que ambos temas exigen para poder decir algo sobre ellos.
* * C l u b d e L ó g i c a . S e m i l l e r o d e I n v e s t i g a c i o n e s L ó g i c o - L i n g ü í s t i c a s . P o n t i f i c i a Un i v e r s i d a d J av e r i a n a , B o g o t á .
C o n t a c t o : j u a n _ a l fo n s o @ j av e r i a n a . e d u . c o / O R C I D : h t t p s : / / o r c i d . o r g / 0 0 0 0 - 0 0 0 3 - 4 6 8 7 - 6 2 8 9
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OJO AL CONTEXTO//
HOJAS DE EL BOSQUE
ReSuMeN
¿ExIsTe AlGuNa DiFeReNcIa EnTrE QuE Un CaTóLiCo Y Un AtEo PrOfIeRaN Un PaDrEnUeStRo?
¿BaStA CoN RePeTiR LaS FóRmUlAs De LaS OrAcIoNeS ReLiGiOsAs PaRa OrAr? EsTaS
PrEgUnTaS CoRrEsPoNdEn A La SeMáNtIcA, PuEs VeRsAn So BrE LaS CoNdIcIoNeS PoR LaS QuE
LoS TéRmInOs SiGnIfIcAn. PaRa El CaSo De LaS OrAcIoNeS, Se InDaGa SoBrE La CoNdIcIóN
PoR La QuE ElLaS SoN AcToS LiNgüíStIcOs CoN SiGnIfIcAdO, Es DeCiR, So BrE Qué HaCe QuE
Se CuMpLa El AcTo De OrAr. EsTe TrAbAjO ExAmInA LaS OrAcIoNeS A PaRtIr De La T eOríA
De LoS AcToS De Ha BlA. Se PrOpOnE QuE En ElLaS OcUrRe Un AcTo De HaBlA ExPrEsIvO QuE
TiEnE CoMo CoNdIcIóN El CoMpRoMiSo CoN UnA FoRmA De EsPiRiTuAlIdAd. InIcIaLmEnTe Se
CaRaCtErIzA La ReLiGióN CoMo UnA FoRmA De EsPiRiTuA lIdAd, PaRa LuEgO SeñAlAr LaS
ClAsEs De CoSaS QuE Se PrEtEnDeN En LaS OrAcIoNeS. FiNaLmEnTe, Se PlAnTeA QuE El
CoNcEpTo De ReLiGióN ExPuEsTo Es CoNdIcIóN PaRa El AcTo De OrAr Y Su ReSpEcTiVo TiPo
De AcTo IlOcUcIoNaRiO.
PaLaB rAs ClAvE: OrAcIoNeS ReLiGiOsAs, FiLoSoFíA DeL LeNgUa Je ApLiCaDa, EsPiRiTuAlIdAd
ReLiGiOsA, FiLoSoFíA De LaS EmOcIoNeS.
AbStRaCt
Is ThErE A DiFfErEnCe B eTwEeN A C aThOlIc AnD An AtHeIsT UtTeRiNg An OuR FaThEr?
Is It EnOuGh To RePeAt ThE FoRmUlAs Of ReLiGiOuS PrAyErS To PrAy? ThEsE QuEsTiOnS
CoRrEsPoNd To SeMaNtIcS, SiNcE ThEy DeAl WiTh ThE CoNdItIoNs By WhIcH ThE TeRmS MeAn.
In ThE CaSe Of PrAyErS, ThE CoNdItIoN FoR WhIcH ThEy ArE MeAnInGfUl LiNgUiStIc AcTs
Is StUdIeD, ThAt Is, WhAt MaKeS ThE AcT Of PrAyInG To B e FuLfIlLeD. ThIs WoRk ExAmInEs
SeNtEnCeS FrOm ThE ThEoRy Of SpEeCh AcTs. It Is PrOpOsEd ThAt An ExPrEsSiVe SpEeC h
AcT OcCuRs In ThEm, AnD It Is CoNdItIoNeD By ThE CoMmItMeNt To A FoRm Of SpIrItUaLiTy.
ReLiGiOn Is InItIaLlY ChArAcTeRiZeD As A FoRm Of SpIrItUaLiTy, To PoInT OuT ThE KiNdS Of
ThInGs ThAt ArE InTeNdEd In PrAyErS. FiNaLlY, It Is StAtEd ThAt ThE CoNcEpT Of ReLiGiOn
Is A CoNdItIoN FoR ThE AcT Of PrAyInG AnD ItS ReSpEcTiVe TyPe Of IlLoCuTiOnArY AcT.
KeY WoRdS : ReLiGiOuS PrAyErS, ApPlIeD P hIlOsOpHy Of LaNgUaGe, ReLiGiOuS SpIrItUaLiTy,
P hIlOsOpHy Of EmOtIoNs.
Año 5, n.º 10 • jun-dic / 2019
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I CoRiNtIoS 13:1-2
O r A r E s P e N s A r E n E l S e N t I d O D e La V i D a
L u D w I g W i T t G e N sT e I n
FoRmAs De EsPiRiTuAlIdAd
La inquietud frente a la vida es propiedad humana.
“¿Qué somos?”, “¿qué hacemos en este mundo?”,
“¿qué sentido tienen nuestras acciones?” son preguntas que puede tener tanto el creyente más devoto
como el ateo más materialista –si es que existe tal–,
pues aunque, en teoría, carecen de sentido para el
ateo materialista consecuente, en la práctica resulta
difícil pasarlas por alto. Es tan humana la misteriosa
inclinación a preguntarse tales cosas como lo es la palabra. Este tipo de inquietudes corresponden a una
apropiación espiritual de la vida, una valoración de
nosotros mismos frente al mundo que nos rodea. Las
valoraciones que hacemos frente a nuestra vida parten
del rol de la espiritualidad como una metaemoción
“que trasciende lo meramente personal, puesto que
tiene en cuenta nuestro más grande (o más modesto)
lugar en el universo” (Solomon, 2007, p. 268). Aquí
se entiende por metamociones aquellas emociones
que tienen como objetos intencionales otras emociones. Lo que caracteriza a esta, en particular, es que
se compone de otras tres metaemociones, a saber, la
felicidad, la gratitud y el amor. La razón por la que se
consideran espirituales es el papel que desempeñan
en la vida cotidiana o, lo que es lo mismo, “la contribución que hacen en la construcción del sentido
de la vida de las personas” (Molano, Cuéllar y Pérez,
2018, pp. 79-80). Las emociones espirituales son de
naturaleza reflexiva sobre nosotros y la vida que hemos
vivido. Así, en primer lugar, tenemos la felicidad, que es
un juicio de valor sobre nuestra propia vida en toda su
extensión. En segundo, la gratitud, que es también un
juicio de valor, pero que se aplica sobre la valoración
actual que tenemos de nuestra vida –por lo que sería
una metaemoción que depende de la felicidad, si es la
valoración que tenemos de nuestra vida–. Y en tercero,
el amor, que es un juicio de valor sobre la relación que
puede tener nuestra propia vida con el mundo circundante, ahora y en el futuro. Lo que define al individuo
espiritual, sea practicante de una religión o no, es que
articula estas emociones para el desarrollo de su propia
vida y la forma en la que se enfrenta al mundo.
Si bien la espiritualidad es una metaemoción que
comprende las metaemociones de la felicidad, la gratitud y el amor, hay una emoción “bisagra” que da el
paso de la espiritualidad a la religión y que, por ende,
es propia del creyente. Me refiero a aquella emoción en
apariencia primitiva y que no deja de sernos misteriosa:
el miedo. Este tiene un doble objeto: por un lado, lo
sagrado; por otro, el mundo. Con el primer objeto me
refiero a la experiencia de una naturaleza diferente, inefable, una ruptura de nivel con el mundo. La presencia
de lo sagrado es la presencia de algo tremendo, pero a
la vez fascinante (Otto, 2005). Una experiencia que puede tener tanto el teísta como el creyente de una religión
sin dioses.
El otro objeto del miedo es el mundo. “Estar vivos
es ser vulnerables” (Solomon, 2007, p. 29), y es en el
reconocimiento de esta vulnerabilidad donde surge el
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HOJAS DE EL BOSQUE
El direccionamiento
es solo posible por
la fe del creyente,
ya que en ella radica
la confianza de que
sus proferencias van
dirigidas a Dios...
miedo. Considero el miedo una metaemoción por
este sentido valorativo y reflexivo, pues en él se
reconoce nuestro precario y expuesto lugar en el
mundo. Podemos sentir miedo al valorarnos a lo
largo de nuestra vida como seres a los que pueden
ocurrirles –o de hecho les ocurren– tragedias,
males y dolores. Aun con esto, el miedo no es una
emoción negativa, ya que previene ciertos peligros
al advertirlos; es una especie de radar. Siguiendo la
línea de las emociones como estrategias que configuran acciones, lo que hace el creyente es adherirse a una práctica religiosa en la que su visión del
mundo cambia. Así, la experiencia de un fenómeno natural y espantoso como los rayos y los truenos, de los que en algún momento ignorábamos
su causa, nos llevó a llamar Júpiter al gran cuerpo
animado del cielo.1 Podemos pensar que este es el
caso específico de Occidente, pero no. El miedo es
una constante en varias culturas para la motivación
del culto y el rito,2 al lograr una comunión entre el
mundo circundante y la divinidad, que se expresa
en objetos ritualísticos que se tornan símbolos;
para nuestra cultura cristiana, en la cruz.3 Los símbolos que nacen a partir de la motivación emotiva
–acaso esta redundancia ilustre la naturaleza de la
emoción– son los que institucionalizan la práctica religiosa (Agustín, 2011 / s. V ), con lo que se
encauza esta vulnerabilidad que se valora por la
espiritualidad y el miedo. En últimas, la experiencia propia de la espiritualidad es ver el mundo, ya
no como fragmentos de hechos que lo componen,
sino como un todo unitario, una totalidad.4 En el
caso de la religión, la experiencia está acompañada
1
2
3
4
Cfr. Vico, 1995/1725, (377) p. 183.
Para un estudio comparativo de casos, véase Warburg, 2004.
Cabe aclarar que mi ejemplo principal es la tradición cristiana, pues en ella es explícita la oración religiosa como un acto
propio de la práctica religiosa. Ahora bien, la aclaración que
propongo del concepto de religión es, a mi parecer, satisfactoria para otras religiones, incluso las no teístas.
Cfr. Antiseri, 1976, p. 182.
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de un miedo, ya no concreto, sino ante una totalidad
en la que nosotros mismos nos vemos precarios.
Con la institucionalidad religiosa que se configura
a partir de los símbolos del rito, pasaré a la normatividad. El creyente de una religión es un individuo espiritual que se distingue de un individuo meramente
espiritual no solo por el miedo, sino por la adopción
de principios, dogmas y tesis teológicas que articulan
sus creencias, haciéndolo parte de una comunidad,5 y
regulan una forma concreta de desarrollar su vida –
desde los hábitos cotidianos hasta los principios morales que asume–; en últimas, su forma de vida.6 La
configuración de su vida –su sentido– incluye la apropiación de principios supersticiosos y, a la luz de una
mirada escéptica, absurdos. Un principio como “creo
en Dios” implica una creencia como “creo que recibo
el cuerpo de Cristo en la Eucaristía”. Aquí, “creo” tiene un énfasis especial, pues su uso no es el mismo de
cuando decimos “creo que lloverá en la tarde”; este es
ordinario y aquel, supersticioso.
Las creencias ordinarias son afirmaciones susceptibles de ser verdaderas o falsas –“creo que lloverá
esta tarde” puede ser falso o verdadero según el estado de cosas–; mientras que las creencias supersticiosas no son afirmaciones, aunque tengan su forma,7
por lo que no pueden ser verdaderas ni falsas. Son,
en cambio, un marco normativo que rige la forma de
vida del creyente,8 y en tanto que su objeto es la vida,
su función es dar forma a la espiritualidad. Así, las expresiones de creencias supersticiosas tienen sentido
solo en la trama de la forma de vida del creyente, de
ahí que se puedan implicar otras creencias coherentes a partir de la expresión “creo en Dios”. Además de
5
6
7
8
Cfr. Solomon, 2002, p. 12. Fijémonos, además, en que la etimología de “sacramento”, sacramentum, nos indica que el término
refiere, en su sentido originario, a la iniciación y el compromiso
en una comunidad (véase Lee, 2017, p. 6).
Los actos lingüísticos –o juegos de lenguaje–, en los que se incluye la oración religiosa, hacen parte de –y, por lo tanto, tienen
sentido en– una actividad, esto es, una forma de vida. Cfr. Wittgenstein, 2003/1953, §23.
Cfr. Wittgenstein, 2002/1967, p. 129.
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HOJAS DE EL BOSQUE
regularse en la propia forma de vida del creyente, las
creencias supersticiosas se ciñen bajo la normatividad
de los dogmas y principios de la institución religiosa,
que es el horizonte para dar sentido a términos como
“fe”, “gracia”, “misterio”, etc. Más aún, es en la gramática del lenguaje religioso donde está la forma de
vida del creyente.9 Él sigue reglas en estas prácticas
religiosas, puesto que se conforma a la convencionalidad10 de una institución –la Iglesia, en el caso de los
cristianos–, en la que se comprehenden los dogmas y
principios de una determinada confesión y se ordena
la espiritualidad.
Comprender de este modo la religión evita que se
la limite a una mera relación con un ser superior por
la que toda acción considerada religiosa está determinada por la intencionalidad hacia dicho ser, y permite
hablar en términos de estrategias, de compromisos
en las acciones. Hay entonces, en la religión, un aspecto de dependencia o de relación que suscita sentimientos respecto a una experiencia que rebasa a los
individuos.11 No es solamente una relación con Dios,
sino que es una apropiación vital de dicha experiencia, una vivencia. Habiendo definido que la religión es
una forma de espiritualidad, tenemos las condiciones
esenciales para la oración religiosa.
El AcTo De OrAr
La oración religiosa es una expresión de la forma de
vida del creyente; por lo tanto, un acto regulado por
9 Cfr. Buriticá, Rivera-Novoa y Carbonell, 2019, p. 7.
10 La gramática o vocabulario propio de la religión (“fe”, “esperanza”, “gracia”, “pecado”, “salvación”, etc.) configura la forma de
vida compleja del creyente. Véase Wittgenstein, 2003/1953, II, 1.
En este sentido, son afines la concepción que tiene Schleierma11 cher de la religión como un sentimiento de dependencia absoluta
(1893, p. 105) y la definición de William James como “sentimientos, actos y experiencias de los individuos en su soledad, en la
medida que se aprehenden a sí mismos en relación con lo que
consideran divino” (1982, II, 29).
su forma de espiritualidad. Daré una definición de
“oración religiosa” con la que me comprometo y
cuatro funciones que se pretenden en ella, para
luego pasar al examen de su estructura significativa desde la teoría de los actos de habla.
Entiendo la oración religiosa como un acto
mediante el cual un creyente emite una serie de
palabras (a veces compuestas como una fórmula12)
adecuadas a una normatividad religiosa, para expresar un conjunto de emociones asociadas con
una forma de espiritualidad y que tiene un direccionamiento –u “oyente”– particular. Allí incluyo
plegarias, rezos, sermones, prédicas, cantos, homilías y jaculatorias. La inclusión de los actos religiosos celebrados en comunidad se debe a que,
si bien son dirigidos a quienes participan en ellos,
tienen el mismo direccionamiento particular de la
oración íntima. Las cuatro funciones o actos que
se pretenden en una oración religiosa son alabar,
agradecer, pedir perdón y hacer una petición.13
En las dos primeras se pretende llevar a cabo
el acto de expresar; en las dos últimas, según parece por su estructura, el de pedir. Puesto que pedir
perdón es una forma de petición, a la vez que una
función particular de la oración religiosa, la consideraré en la petición. Los actos que se llevan a
cabo son pedir, solicitar, rogar, suplicar, implorar
y otros actos directivos; sin embargo, es problemático identificar la petición en la plegaria con
este tipo de actos, ya que eso presupondría un
interlocutor e, incluso, la idea de que la plegaria
es literalmente eficaz para cambiar el mundo.14
Pero, por supuesto, el creyente cree ambas cosas.
Si bien es problemático para una perspectiva es-
12 En el catolicismo y el judaísmo existen oraciones religiosas ya
compuestas, como el padrenuestro, el avemaría y el credo,
en el primer caso, y la compilación del Sidur, en el segundo.
13 Planteo estas cuatro, pues considero que son las principales.
Incluyo la alabanza, aunque considere que se dé en todos los
tipos de plegarias.
14 Cfr. Downes, 2018, p. 13.
Año 5, n.º 10 • jun-dic / 2019
céptica tomar la oración como una interacción con un
agente que atiende al ser convocado, que está situado en un espacio normativo y del que se espera una
respuesta, el creyente reconoce la inefabilidad divina
que surge a partir de la metaemoción del miedo. De
este modo, para él, el “diálogo” con Dios no se da con
las características del diálogo con un igual, pero en él
se da un sentido, un direccionamiento que se aprecia
en la forma vocativa y apostrófica de la mayoría de las
oraciones religiosas. El direccionamiento es solo posible por la fe del creyente, ya que en ella radica la confianza de que sus proferencias van dirigidas a Dios,
aun cuando no sea patente en un espacio normativo.
En este sentido, la naturaleza vocativa –esencia del
significado del lenguaje (Kukla y Lance, 2008)– surge
de la creencia supersticiosa.
A partir las peticiones que hace el creyente en sus
plegarias, ni él mismo ni el escéptico tendrían forma de sostener que las bendiciones que recibe sean
casuales; pero de ahí no se sigue que sean causales,
esto es, que sean un efecto de la plegaria; aquí, como
ya dije, no se está en el nivel ordinario. Siguiendo esto,
determinaré la petición como un signo mediante el cual
se expresa un deseo,15 un esperar que;16 entonces ella
es, al igual que la alabanza y el agradecimiento, un acto
expresivo. No obstante, la oración depende de unas
condiciones específicas que lo distancian de otros tipos
de actos expresivos, por lo que lo denominaré un acto
de habla expresivo espiritual, o simplemente, un acto
15 Siguiendo a san Agustín, en la oración se muestra exteriormente el
signo de la voluntad del creyente por articulación del sonido (Cfr.
Agustín, 1971 / s. V, I, 2).
16 Cfr. Downes, 2018, p. 13.
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OJO AL CONTEXTO//
HOJAS DE EL BOSQUE
de habla espiritual. Sus condiciones son la espiritualidad y la práctica religiosa institucionalizada, es decir,
una forma de espiritualidad, según la he caracterizado. El sentido de la emisión de la oración religiosa
recae en la forma de vida del creyente, de ahí que los
principios tengan un aspecto compromisivo frente a
sus acciones y su vida en general. Esta forma de vida,
como ya sugerí, depende del compromiso con las
creencias supersticiosas que regulan su vida y de una
cierta disposición emotiva.
su creencia religiosa –es decir, una espiritualidad
estructurada desde una normatividad que define
una práctica ritual–, la condición de este acto de
habla particular recae sobre tal creencia. Si se la
comprende como una acción, la oración religiosa
significa por la particularidad de su fuerza ilocucionaria, es decir, por el tipo de acción que se lleva a
cabo cuando se emite. La siguiente tabla ilustra la
tipología de los actos de habla para el análisis que
haré de las oraciones religiosas:
El AcTo De HaBlA EsPiRiTuAl
Si se comprende la oración religiosa como una expresión del creyente que implica un compromiso con
TeOrÍA De LoS AcToS De HaBlA17
TiPo De ReGlA
InFoRtUnIoS
LiNgÜÍStIcOs
CoNdIcIoNeS PrEpArAtOrIaS
A
DeSaCiErToS(MiSfIrEs)
Debe haber un procedimiento convencional aceptado, que
posea cierto efecto convencional, y debe incluir la emisión de
ciertas palabras.
A.1
Las personas y circunstancias particulares deben ser las apropiadas para recurrir al procedimiento particular que se emplea.
A.2
CoNdIcIoNeS EsCeNcIaLeS
B
RuPtUrAsS(BrEaChEs)
El procedimiento debe llevarse a cabo por todos los participantes
en forma correcta.
B.1
Acto defectuoso
El procedimiento debe darse en todos sus pasos.
B.2
Acto obstruido
CoNdIcIoNeS De SiNcErIdAd
T
AbUsOs(AbUsEs)
Cuando el procedimiento lo requiera, como sucede a menudo,
los participantes deben llevarlo a cabo con los pensamientos, sentimientos o disposiciones (estados mentales) adecuados.
T.1
Los participantes deben comportarse según la conducta
específica.
T.2
17 Cfr. Austin, 1990, p. 56; García Suárez, 1997, p. 168.
No hay acto
Actos vacíos e insinceros
Año 5, n.º 10 • jun-dic / 2019
A pesar de que la fuerza ilocucionaria es el núcleo significativo en la teoría de los actos de habla, el acto en
cuestión es de aquellos que requiere de las disposiciones adecuadas (regla T), específicamente el compromiso con la forma de espiritualidad. No basta con que
un acto de habla emplee el vocabulario religioso para
que sea una oración religiosa, incluso si es un acto
expresivo, pues no necesariamente se cumplen las
condiciones de compromiso con una forma de espiritualidad ni se siguen todos los pasos que componen
una oración religiosa. Aclararé esto con un ejemplo.
Tomemos dos casos de ateísmo: el de un individuo sin compromisos espirituales y el de un individuo
espiritual sin creencia religiosa. Supongamos que el
primer individuo se arrodilla en un lugar silencioso,
cierra los ojos, acomoda las manos, saca un rosario
y profiere unas palabras con una adecuada construcción lingüística de una oración religiosa haciendo una
petición, pidiendo perdón, o agradeciendo. En este
caso, el individuo estaría cometiendo un infortunio
lingüístico (misfortune); especificamente, un desacierto (misfire) y un abuso (abuse). Si bien emite
las palabras apropiadas (condición A.1), y lleva a cabo
el acto de forma correcta y en todos sus pasos (condición B), no es una persona apropiada (condición
A.2), en tanto que no es creyente, y no tiene los pensamientos ni sentimientos correspondientes al propósito en tal ocasión (condición T), tanto porque no
cree en los principios de una institución eclesial como
porque su forma de vida no es espiritual.
Ahora supongamos que el segundo individuo
lleva a cabo los mismos pasos. Este tampoco estaría
emitiendo una oración religiosa, pues aunque emite
las palabras apropiadas (condición A.1), lleva a cabo
el acto de forma correcta y en todos sus pasos (condición B), y puede llegar a tener los pensamientos
y sentimientos correspondientes al propósito en tal
ocasión (condición T), no es una persona apropiada
(condición A.2), ya que tampoco es creyente. En am-
bos ejemplos, la condición A.1 se satisface porque se
cumplen los procedimientos institucionalmente aceptados; pero la oración religiosa no se concreta, pues la
satisfacción de la condición A.2 requiere que se cumpla
la condición T. La aceptación de la normatividad religiosa es lo que hace creyente a un individuo espiritual.
Con las condiciones de sinceridad se habilitan el
espacio de la oración y el de la bendición al prójimo.
Me causa gran perplejidad el amor que expresa un individuo que reconoce su precariedad y, aun así, hace algo
que desborda sus posibilidades: pedir por el bienestar
de la persona que ama. Cuando el creyente dice que
cree, que tiene fe en que, por ejemplo, su ser querido
sanará luego de ir a Misa, no es necesariamente porque
desconozca la existencia de una disciplina que verse sobre la salud con tratamientos sofisticados para el caso
concreto. El creyente puede acceder a que se trate a su
ser querido, pero hace algo radicalmente distinto cuando ora por él. Orar por un ser querido que está lejos o
pedir por la salud de un familiar es la expresión de una
forma de vida en la que se reconoce nuestro modesto
lugar en el mundo y la escasez de medios para las extrañezas de la vida. Entender este lenguaje en específico
“significa vivir una determinada vida” (Antiseri, 1976, p.
187). Ver la plegaria como una comunicación con un
ser en una locación espaciotemporal es una comprensión errada de la experiencia religiosa, pues es más el
emprendimiento por la búsqueda en lo íntimo, como
diría san Agustín, por darle palabra al modo en el que
los creyentes viven en el mundo.
Se ve, o al menos es mi pretensión, que las prácticas y la normatividad asumidas determinan las formas
de espiritualidad de los individuos: sus formas de vida.
En la trama de la forma de vida del creyente se articulan actos coherentes con las creencias que la regulan,
y uno de ellos es la oración religiosa. Si bien esta hace
parte de formas de espiritualidad específicas, los individuos espirituales también tienen actos propios de su
espiritualidad, que distan de ser religiosos por las condiciones recién explicadas. Los actos propios de otras
formas de espiritualidad son un asunto serio, aunque
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OJO AL CONTEXTO//
HOJAS DE EL BOSQUE
Otto, R. (2005). Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de
Dios. Trad. F. Vela. Madrid: Alianza.
no reúnan las condiciones de la oración religiosa.
La importancia que tiene la oración religiosa para el
creyente es la misma que tiene para el practicante de
otra forma de espiritualidad el ritual de, por ejemplo,
cantarle a la tierra, hablarle a la luna o simplemente
callar ante la vida.
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18 Cfr. Agustín, 1971 / s. V, I, 2.
xico: Sexto Piso.
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