RevBib 81 (2019) 363-384
ISSN 0034-7078
TEOLOGÍA Y ESTRATEGIA EN LA PRIMERA
CARTA DE PEDRO
María José Schultz M.
Universidad de Deusto
[email protected]
Resumen: Durante mucho tiempo, el centro de atención en los estudios de
la primera carta de Pedro fue la estrategia propuesta por el autor a sus destinatarios para que, sin renunciar a su fe, superaran la hostilidad de la que
eran víctimas. El presente artículo intenta responder a la pregunta por el rol
de la teología en la estrategia de 1 Pe, aportando como resultado una perspectiva alternativa a las tesis ya conocidas de aculturación y conformidad, por
una parte, y de resistencia, por otra. El estudio corresponde a la segunda
parte del trabajo publicado anteriormente bajo el título “Los destinatarios
de la primera carta de Pedro en la sociedad greco-romana del siglo i”.
Palabras clave: 1 Pedro. Teología y ética. Buena conducta. Epístolas católicas. Cristianismo primitivo. Aculturación.
Theology and Strategy in the First Letter of Peter
Abstract: For a long time, the center of attention in the studies of 1 Peter was
the strategy proposed by the author to his addressees, in order to overcome the
hostility without renouncing his faith. This article aims to answer the question about the role of theology in the strategy of 1 Pe, providing an alternative perspective to the theses about acculturation and resistance. The study
is the second part of a previous work published under the title “Los destinatarios de la primera carta de Pedro en la sociedad greco-romana del siglo i”.
Key Words: 1 Peter. Theology and ethics. Good works. Catholic epistles.
Early christian mission. Acculturation.
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Introducción
En la década de los ochenta, la línea de investigación que alcanzó
gran relevancia en los estudios acerca de la primera carta de Pedro fue
aquella que se preguntaba por la estrategia que está tras el discurso. Los
especialistas buscaban desentrañar la propuesta que el autor de 1 Pe expone para afrontar la situación de hostilidad y sufrimiento que vivían los cristianos de las comunidades de Asia Menor. Los primeros en abordar este
tema en concreto fueron David Balch y John Elliott, quienes abrieron el
debate planteando hipótesis opuestas. Para Balch se trataría de un discurso
que exhorta a los creyentes a asimilar los valores de la sociedad greco-romana de la época, y para Elliott, un llamado a la resistencia a los malos
tratos y la persecución verbal desde la diferencia y lo identitario de la comunidad cristiana. Ambas posturas, ampliamente comentadas luego por
numerosos especialistas 1, podrían sugerir que está todo dicho acerca de la
estrategia de 1 Pe; sin embargo, aun conociendo estas aproximaciones más
los resultados de un primer trabajo de investigación, quisiera añadir una
perspectiva alternativa.
Con el objeto de exponer los argumentos en los que se fundamenta
esta nueva propuesta, el siguiente estudio expone cómo los contenidos teológicos presentes en la carta no solo cumplen un rol fundamental en el discurso, sino que también determinan la estrategia que propone el autor a sus
destinatarios. En una primera parte se describen los aspectos literarios más
relevantes de 1 Pe, a fin de destacar los recursos retóricos de los que el autor
se vale para cumplir el objetivo de su misiva. Luego se abordan las motivaciones teológicas más relevantes, pues son el punto de distinción con respecto a los valores tradicionales de la sociedad greco-romana que la carta
propone y, por último, a modo de conclusión, cómo todo ello configura la
estrategia que el autor pretende promover entre sus oyentes/lectores.
1. Antecedentes de 1 Pe
La mayoría de los autores que se aproximan a la primera carta de
Pedro estiman que se trata de un escrito muy complejo; la diversidad de hipótesis que se han planteado a lo largo del tiempo acerca de la carta lo confirman. Ejemplo de ello son las distintas propuestas referentes a la compo1
VOLF, “Soft Difference”; HORRELL, 1 Peter; PUIG, “I rapporti”; WILLIAMS, Good Works,
entre otros.
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sición de 1 Pe 2, la amplia discusión acerca de su autoría 3 o la tesis que la
identifica con las “cartas de diáspora”, que aún sigue vigente y en discusión 4. Si bien algunas de estas hipótesis han sido superadas por nuevos estudios, otras desestimadas y otras aún siguen en discusión, en la actualidad
el consenso entre los especialistas se concentra en afirmar de 1 Pe lo siguiente 5:
- Es una carta genuina tanto por su unidad literaria y coherencia interna como por su consistencia teológica, estilo y línea de argumentación.
- Es un escrito pseudoepigráfico perteneciente al tiempo del cristianismo primitivo (70-110 d. C).
- Ha sido transmitida como carta circular por efecto de la pretensión explícita que aparece en el saludo inicial de que debe ser leída
en los distintos lugares a los que ha sido enviada (1,1).
- Sus destinatarios son creyentes que habitan un amplio territorio
que comprende Ponto, Bitinia, Galacia, Capadocia y Asia Menor
(1,1), cuya situación vital es de sufrimiento, producto del acoso
verbal y la hostilidad de sus vecinos.
2. Características literarias de 1 Pe
En una primera lectura de la carta salta a la vista que el formato
adoptado por el autor es el mismo de las cartas griegas de la época, las cuales solían estar condicionadas por una situación concreta que, a fin de suplir la falta de comunicación oral, buscaban el diálogo y el contacto con sus
2
Una de estas teorías reconoce en el escrito una “homilía bautismal” centrada
en el Salmo 33. Otros defendían que se había incorporado una liturgia cristiana primitiva al escrito, específicamente una “eucaristía de tiempo pascual”, que incluía
la celebración del bautismo. Véase HORRELL, 1 Peter, 40.
3
En los primeros comentarios acerca de la carta, los autores postulaban que
Pablo estaría tras la escritura de ella, principalmente por las semejanzas en el formato de la carta, por la instrucción sobre la obediencia al Estado y las indicaciones
sobre las relaciones domésticas, entre otras. Véase BROX, La primera carta, 70; HORRELL, 1 Peter, 8.
4
Estas cartas judías se caracterizaban por su carácter exhortativo y el propósito explícito de consolar a los israelitas que estaban fuera de su tierra, elementos
que algunos especialistas reconocen presentes en 1 Pe. Véase DOERING, Ancient
Jewish letters and the beginnings of Christian Epistolography, 434-452.
5
Véase CHESTER – MARTIN, The Theology of the Letters, 98.
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destinatarios 6. La carta, en cuanto a su estructura, sigue el orden de los
elementos del discurso de la retórica clásica (proemio, 1,3-12; narratio,
1,13–2,10; probatio, 2,11–4,11, y peroratio, 4,12–5,11), y a su vez se encuentran similitudes parciales con la forma cristiana que Pablo le dio a sus
cartas, especialmente en el estilo de saludo y despedida.
Por sus características literarias, algunos especialistas identifican
1 Pe como epístola parenética, principalmente porque a lo largo del discurso
el autor recurre continuamente al recurso de la exhortación. El propósito de
este tipo de cartas era exhortar a sus destinatarios a continuar en el camino
que habían escogido conforme a la doctrina recibida y el estilo de vida que
estas enseñanzas demandaban. Su objetivo era facilitar el crecimiento y
madurez moral a través de diferentes instrucciones que, por medio de estrategias literarias, llevaran a los oyentes a transformar su vida, es decir,
redireccionaran sus actitudes hacia la virtud señalada. En el caso de1 Pe, es
posible reconocer la pretensión de persuadir a los creyentes, por medio de
la exhortación, a llevar un estilo de vida propio de su condición de “elegidos” y, a su vez, el deseo de animarlos al coraje de perseverar en la fe a
pesar de sus sufrimientos (5,12).
Esta expectativa del autor con respecto al cambio de vida de sus destinatarios no solo lleva a considerar la carta como epístola parenética, sino
que también permite identificar su discurso con el género deliberativo 7.
Este tipo de discurso, a diferencia del judicial o del epideíctico, se caracteriza por instruir entre lo que es conveniente o no, animando a realizar lo
provechoso y útil. De este modo, quien está tras el discurso se ocupa del
futuro de sus oyentes-lectores, pues proyecta la esperanza de que cambie
para bien la situación presente. En 1 Pe, la exigencia impuesta por la situación vital de los destinatarios refuerza la identificación de la carta con el
género deliberativo, pues, por los datos internos que ofrece, es posible afirmar que los creyentes se encuentran en un ambiente en el que son víctimas
de comentarios malintencionados que los hace sentirse extranjeros y perseguidos, lo que les lleva a segregarse y desvincularse de la vida social y pública 8. Ante esta realidad, la carta expresa un claro deseo de provocar
cambios, por una parte, entre sus destinatarios, pues tiene la intención de
Véase VIDAL, El primer escrito cristiano, 22.
ARISTÓTELES, Retórica I 4.
8
Por este alejamiento se les acusa de obrar mal (2,12), son amenazados y maltratados (3,13), calumniados, criticados (3,16) e insultados (4,14). Esto desvela que
su reciente conversión ha comenzado a tener un coste social importante, pues se
experimentan vulnerables en la sociedad en que viven y tienen miedo con respecto
a lo que ocurra en el futuro.
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modificar la situación de sufrimiento que viven por medio de la transformación de la actitud de los creyentes frente a esa realidad. Y, por otra, expresa el deseo de que esa buena conducta que propone cambie la apreciación
de los gentiles, es decir, los que en el presente calumnian a los creyentes:
cuando observen sus buenas obras llegarán a glorificar a Dios (2,12). En
ese sentido, la expectativa de la carta no solo apunta a la modificación de
la conducta de sus destinatarios, sino que expresa la pretensión de un cambio mayor producto del buen comportamiento de los creyentes, y esta es
una transformación del ambiente, la convivencia y las relaciones interpersonales.
Un aspecto significativo en el discurso y relevante para entender la
estrategia que busca proponer es el intento del autor por destacar aquello
que puede conectar afectiva y doctrinalmente con sus destinatarios. Al inicio de la carta recurre al recuerdo del vínculo afectivo, indicando un grado
de conocimiento personal entre él y su audiencia, demostrando así su credibilidad y autoridad (amados). Se presenta como apóstol (1,1) con el objeto de recordar el destino y la fe común que comparte con sus oyenteslectores (1,3) y se llama a sí mismo presbítero y testigo del sufrimiento de
Jesucristo, utilizando la primera persona del singular, a fin de conectar su
autoridad apostólica con las exhortaciones que luego se formulan. Este
modo cercano y afectivo de su discurso revela la pretensión de influir positivamente en su audiencia, de tal modo que quienes reciban la carta acepten
y confíen en su mensaje, llevando a la práctica el comportamiento por él
sugerido.
Asimismo, es destacable a lo largo de su argumentación la forma en
que el autor utiliza tradiciones judías y cristianas. Estas evocaciones de las
Escrituras y tradiciones judeo-helenistas evidencian el conocimiento que el
autor tiene de ellas y su convicción de que los destinatarios también las conocen o al menos les son familiares 9. No obstante, 1 Pe no solo tiene como
trasfondo el judaísmo helenista, sino también una amplia y variada tradición cristiana, lo que indica una clara intención por reafirmar el fundamento del kerigma. Un ejemplo de ello son los ecos de los dichos de Jesús reunidos en el Sermón del monte, el gesto de no responder al mal con mal (en
3,8-12), que nos remite a la enseñanza de Jesús conservada en Mt 5,38-48
Véase 1,16 / Lv 19,2; 3,10-17 / Sal 33,13-17; 2,21-25 / Is 53 5,5; Pr 3,34, etc.
Cabe destacar que esa mentalidad teológica con la que se construye la argumentación no es necesariamente heredada de la Biblia hebrea, sino más bien de la
Septuaginta, pues el ambiente vital del que surge la carta es el mundo greco-romano y su pensamiento, el ambiente que mayoritariamente respiraban las comunidades cristianas. Véase SCHULTZ, “Diáspora”, 36-43.
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acerca del amor a los enemigos; o las fórmulas kerigmáticas, como credos
e himnos que proclaman la pasión, muerte y resurrección de Jesús (3,1822; Hch 13,26-34). Este modo de fundamentar el mensaje enriqueciendo
las exhortaciones con tradiciones conocidas no solo buscaría reforzar el
vínculo en la fe, sino también ofrecer una respuesta a la situación de sufrimiento de sus destinatarios.
La sofisticación literaria que varios autores le reconocen a la carta 10
no se debe únicamente a los recursos literarios de los que se vale, sino también al estilo de construcción del discurso. Las frases en participio, que están precedidas la mayoría de las veces por imperativos (1,13.22; 2,4), revelan una intención, y es la de movilizar la voluntad de los oyentes-lectores a
llevar una conducta determinada. Cuando se está en posición de superioridad, se utiliza este estilo de instrucción para dar una orden a otro que está
en posición inferior con la esperanza de que se sigan las recomendaciones
dadas.
Estas exhortaciones construidas con imperativos son explicadas con
un conjunto de pruebas que apuntan a fundamentar las ideas que el autor
quiere transmitir. Sus afirmaciones hacen hincapié en demostrar la razón
de su instrucción, puesto que cada enunciado se apoya en la autoridad a la
que se apela; de este modo se le pide al destinatario que juzgue o que actúe
sobre la base de los valores que profesa. Con ello, el autor provoca que su
audiencia acoja sus instrucciones éticas no solo por la autoridad moral que
se impone, sino porque cada acción propuesta encuentra su justificación a
partir de la fe.
Todas estas particulares características literarias del discurso de 1 Pe,
más las circunstancias vitales de los destinatarios que la carta da a conocer,
permiten definir que su objetivo es el de persuadir a los creyentes a que
lleven un comportamiento fiel a su fe, a pesar de la situación de sufrimiento y acoso verbal del que son víctimas. Para conseguir este objetivo compone una argumentación pensada y elaborada que le permita transmitir no
solo un contenido formal, sino también valores, emociones y deseos para
con la comunidad receptora. El autor une ética y teología a fin de convencer a su audiencia, pues, por una parte, exhorta a llevar un comportamiento
en conformidad con la fe que ya han acogido y, por otra, motiva a los cristianos a que sus acciones pongan de manifiesto su esperanza y así se distingan ante la sociedad que los persigue (2,15.20; 3,6.17).
10
Ejemplo de ello es ELLIOTT, 1 Peter, 64; THURÉN, Argument and Theology, 66-68;
HORRELL, 1 Peter, 18.
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3. Motivaciones teológicas en 1 Pe
Lauri Thurén, en su artículo “Motivation as the Core of Paraenesis”,
postula que, para que todo discurso logre su objetivo, es fundamental el
modo en que los oyentes-lectores son persuadidos para cumplir con las exhortaciones y advertencias dadas. En el caso de la parénesis cristiana primitiva, lo excepcional con respecto al resto de discursos exhortativos era la
particular motivación que acompañaba la exhortación. Para que se cumplieran las instrucciones éticas propuestas se buscaba mover la voluntad
del oyente apelando al contenido de la fe. La intención tras este tipo de argumentación era, por medio de la motivación teológica, dar un nuevo impulso a las consecuencias prácticas de la conversión del individuo, explicitar los valores e intensificar su importancia en la vida 11.
En 1 Pe, el modo en que el autor busca conseguir su propósito de
persuadir a sus destinatarios a ser fieles a su nueva identidad, a pesar del
ambiente hostil en el que viven, es a través de exhortaciones que muevan a
los oyentes-lectores a tener actitudes honorables que se traduzcan en una
buena conducta, todo ello conforme tanto a los valores de la época como
a la fe adquirida 12. Esto lo expresa proponiendo una serie de normas para
el ámbito público y doméstico, las cuales justifica a partir de explicaciones
teológicas. Se trata, por tanto, de un discurso parenético que llama a la coherencia de vida donde no solo exhorta a sus destinatarios a comportarse
de una manera determinada, sino que amplía el horizonte de sentido de esas
instrucciones por medio de una fundamentación basada en la fe que comparten 13. Cabe destacar que la carta no desarrolla un discurso teológico
propio, sino que más bien supone una evangelización previa que les ha
transmitido un nuevo modo de comprender el mundo y el lugar del cristiano en él, de ahí que esta asociación entre las instrucciones éticas y la teología se plantee como un recuerdo de aquello aprehendido (1,10), como un
llamado de atención a la memoria, a fin de renovar el impulso a vivir desde
la fe. La función que la carta busca realizar es la de traducir esta teología
acogida en un tipo de comportamiento que progresivamente refleje la fe de
los que se han convertido a ella 14.
THURÉN, “Motivation as the Core of Paraenesis”, 354.
Véase SCHULTZ, “Los destinatarios de la primera carta de Pedro”, 127-153.
13
Insisto en el dato de la fe compartida, puesto que el autor de la carta apela
explícitamente al vínculo afectivo que le une con sus destinatários; esta conexión
emocional es lo que da autoridad al contenido teológico que luego desarrolla. Se
hace razonable creer tanto por su contenido como por quien lo expone.
14
STARR, Early Christian Paraenesis, 73-75.
11
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Esta característica particular de 1 Pe, donde la ética y la teología se
plantean inseparablemente unidas, hace pensar que no se trata solo de una
forma de articular el discurso, sino de un modo específico de cómo el autor
pretende que funcione esta “mentalidad” en sus destinatarios. Puesto que,
para que la carta cumpla su objetivo, no ha valido únicamente exponer una
lista de indicaciones éticas, sino que más bien se ha enriquecido el discurso
con una imagen holística de la realidad del creyente. Es decir, no solo expone los efectos de la fe en la vida cotidiana, sino también el universo simbólico que fundamenta su acción, un marco de referencia para actuar y
desenvolverse en las condiciones y el ambiente que les toca vivir. La teología expuesta otorga a las normas un imaginario del mundo que visibilice su
razón de ser, reforzando de este modo no solo la importancia del valor que
se propone vivir, sino también la estrategia de convivencia que se esconde
tras ella 15.
A la hora de estimar el rol de la teología en la estrategia de 1 Pe para
con sus destinatarios, hay que considerar que su función está directamente
relacionada con la situación de los cristianos en Asia Menor 16. Las explicaciones teológicas, en concreto, pretenden desvelar a los creyentes aquello que los identifica como “cristianos”, el verdadero sentido de la identificación con Cristo, pues en ello, precisamente, se juega la estrategia que la
carta propone a sus oyentes-lectores para superar la situación de conflicto
en que se encuentran. Es posible que su nueva conversión haya generado
tensión en las relaciones públicas y domésticas por declararse de “Cristo”,
sin embargo, la carta insiste en que lo que realmente los debiera distinguir
positivamente de los demás es una conducta ejemplar fiel a los valores tradicionales socialmente aprobados.
La teología desarrollada en 1 Pe no solo tendría la función de explicar el porqué del comportamiento propuesto, sino también la función de
DRYDEN, Theology and Ethics, 82.
En 1 Pe aparecen numerosas menciones al sufrimiento y a la situación de
prueba de los destinatarios; desde del saludo (1,6) a la despedida final (5,9-10) el
motivo central del escrito es el padecimiento de los creyentes por su fe en Jesús
(pasjō es el término que más utiliza, con diferencia al resto de escritos del NT). La
situación descrita es que los cristianos son objeto de diversos tipos de abuso verbal
por parte de sus vecinos: eran difamados (katalalein) e injuriados por hacer las cosas mal (2,12; 3,16), insultados (loidoria, 3,9) y blasfemaban acerca de ellos por haberse distanciado de las actividades de los gentiles (4,4). Véase ELLIOTT, 1 Peter, 65.
Los nuevos conversos sufrían la tensión que significa estar entre una estructura
social que los critica y margina y la lealtad a una fe que los distingue del resto. Esta
situación de hostilidad y persecución verbal que su conversión ha generado entre
los vecinos es lo que lleva al autor a escribir su carta.
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formar una profunda conciencia moral en sus destinatarios, puesto que, al
ofrecer herramientas de discernimiento ético, aporta criterios para la comprensión de sí mismos y de la realidad que viven, y con ello ayuda a que por
medio de la transformación de la conducta recuperen la convivencia perdida. Por ende, la carta no solo promueve buenas obras, sino también un estilo de vida santo, comportamiento que tiene una finalidad en la realidad
contingente, pero también en el futuro 17.
A continuación se destacan los argumentos teológicos más relevantes de la carta, principalmente aquellos que ejemplifican con mayor nitidez
la conducta que se intenta transmitir a los creyentes de Asia Menor como
estrategia para superar la situación de hostilidad en la que viven.
3.1. Historia de salvación, nuevo paradigma
desde donde comprender la propia historia
La motivación teológica que ofrece un marco de referencia desde
donde comprender la propuesta ética de la carta se encuentra al inicio
de esta. 1 Pe, a modo de bendición (1,3-12), evoca un contexto teológico general desde el cual invita a los creyentes a situarse: recuerda a sus destinatarios que Dios es Padre y que desde los orígenes los ha elegido para hacerlos partícipes de su plan salvífico; conecta la acción del Espíritu a lo largo
de la historia de Israel con aquellos que les han anunciado el evangelio, y
resignifica el valor de la esperanza en la salvación revelada en Jesucristo,
de la cual él es centro y culmen. Esta elección divina y la consiguiente esperanza escatológica, por tanto, instauran en el creyente una única comprensión de la historia, la historia como historia de salvación 18.
Esta breve introducción, previa al desarrollo de las exhortaciones,
revela la intención de que los destinatarios interpreten su situación particular
y la del grupo con una perspectiva que les permita comprender su realidad
en un contexto mucho más amplio que su circunstancia presente, revelando, a su vez, cómo el plan de Dios se sigue realizando también en esas condiciones de sufrimiento. Ejemplo de ello por excelencia es Jesucristo en la
cruz 19, al cual se referirá más adelante, en el corazón de la carta (2,18-25).
Este nuevo paradigma hace que los destinatarios conciban su realidad
como una situación pasajera, circunstancial, invitándolos a aceptar su con17
18
19
Véase SCHULTZ, “La conducta”, 116.
Véase KIRKPATRICK, “The Theology of First Peter”, 63.
Véase CHESTER – MARTIN, The Theology of the Letters, 90.
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dición vulnerable con fe y esperanza, pues no es definitiva ni menos aún la
última palabra (1,5-8).
Esta nueva existencia de los creyentes proyectada hacia una redención final se funda en la resurrección de Jesús (1,3), base y centro de la esperanza cristiana (1,13), pues Dios, en ese acontecimiento, se vuelve garantía de la salvación futura. La carta, por tanto, promueve la fe en que la
historia está dominada por el propósito salvífico de Dios, que ha sido revelado en Jesucristo; su iniciativa en la elección tendrá su culmen en la redención final. Sin embargo, esta conciencia escatológica que pone la mirada
en el futuro conlleva en el presente un estilo de vida santo 20. Dios los ha
engendrado como hijos para siempre, ha puesto en sus corazones una semilla que es imperecedera (v. 23) y por medio del bautismo han recibido una
“herencia incorruptible y sin mancha que se conserva [para ellos] en el cielo” (1,3-5). No obstante, aunque Dios los ha anclado en el cielo prometiendo la salvación futura, para 1 Pe la fe en esta salvación no debe centrarse
únicamente en confiar en la acción divina en la historia: la elección original
y la esperanza escatológica deben mover a una praxis concreta 21.
3.2. Nueva identidad recibida en el bautismo
La motivación en la que se fundamenta la santidad como estilo de
vida y que refuerza la historia de salvación como marco de referencia de toda
la carta es el nuevo estatus otorgado por el bautismo 22. Por él se entra a la
vida escatológica obrada por Dios, es la puerta de acceso a un nuevo contexto vital (la historia de salvación antes descrita), cuyo centro es Cristo.
Es, a su vez, un signo poderoso del tipo de vida a la que están llamados a
vivir 23, por ello el discurso refuerza esta idea reiterando que los creyentes
son hijos llamados a ser obedientes a Dios (1,14), que han sido regenerados
a una nueva vida por él (1,3), rescatados de una conducta vana (1,18), ya no
gobernada por la ignorancia (1,14) o las pasiones desenfrenadas (2,11),
sino invitados a ser santos como Dios es santo (1,14-16). El bautismo, por
tanto, demanda de los nuevos conversos llevar un estilo de vida que conjugue la gracia de Dios y la voluntad personal de querer vivir según él 24.
Véase ELLIOTT, La primera carta de Pedro, 82-83.
Véase KIRKPATRICK, “The Theology of First Peter”, 63.
22
Esta nueva identidad recibida es descrita principalmente en la primera sección de la carta y luego se retoma a lo largo del discurso (1,3.23; 2,2.24; 3,7.18).
23
Véase CHESTER – MARTIN, The Theology of the Letters, 98.
24
Véase DRYDEN, Theology and Ethics, 101.
20
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La etiqueta “extranjeros en la diáspora” con que se refiere a sus destinatarios (1,1; 2,11) debe leerse en línea con la idea que el autor desarrolla del bautismo. Su condición social de forasteros sería uno de los motivos por los que se experimentan como extranjeros 25, pero otro motivo es
su identidad religiosa, pues su fe les ha llevado a tener un estilo de vida
que los hace parecer extraños para los demás. Del mismo modo, para remarcar esta distinción, el autor alude a la imagen de Jesús como piedra
elegida, pero rechazada, y la conecta con la expresión “piedras vivas” para
referirse a los creyentes; ellos y Jesús corren la misma suerte, pero también el mismo destino, ofrecer un sacrificio espiritual, pues son casa del
Espíritu (2,1-10).
Esta elección y consagración que marca la diferencia con el resto de
la sociedad es expresada aún con mayor énfasis cuando el autor se refiere
al grupo de bautizados con términos que en las Escrituras destacan la identidad étnica judía. Los llama linaje elegido, sacerdocio real, nación santa,
pueblo elegido; estas expresiones reflejan su condición de posesión especial de Dios 26; la idea de elección que subyace en los títulos busca reforzar
la imagen de que, en el bautismo, la gracia de Dios crea una nueva identidad (los ha reengendrado, han renacido, 1,3). Por tanto, hace del converso
una nueva persona, y de la comunidad de bautizados una comunidad de
elegidos, preciosos a los ojos de Dios (1,17) 27. El bautismo en 1 Pe se presenta como el fundamento y motivo de la conducta cristiana, lo que debe
conducir a la obediencia a la voluntad de Dios es una identidad que conlleva una praxis 28.
3.3. La honorabilidad a los ojos de Dios
Las circunstancias particulares de hostilidad, calumnias y persecución verbal que viven los creyentes dan a entender que lo que se ha cuestionado en ellos por efecto de su conversión ha sido su conducta, la cual es
vista como desviada y sospechosa, acusación que normalmente se hacía a
los extranjeros. Su honorabilidad y reconocimiento social se han visto perjudicados por el descrédito público, producto de que su comportamiento no
25
26
27
28
SCHULTZ, “La conducta”, 118.
Véase HORRELL, “Race, nation”, 128.
ELLIOTT, Conflict, Honor, 30.
SCHRAGE, Ética del Nuevo Testamento, 328.
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se ha mantenido fiel a las tradiciones y costumbres de la época 29. La carta,
en su esfuerzo por ayudar a los bautizados a superar esta situación, en el
recuerdo de su nueva identidad, pone énfasis en el honor otorgado por la
bendición de Dios (1,7; 2,7) 30. Este honor se plantea en contraste con el rechazo y vergüenza que ellos despiertan entre sus vecinos; para el autor, esta
mala percepción debe ser superada por el recuerdo de la verdadera dignidad a los ojos de Dios 31.
La descripción del verdadero honor de los creyentes en la primera
parte de la carta y el consiguiente recuerdo de su vocación a la santidad
(1,3-25) prepara y fundamenta teológicamente lo que vendrá a continuación, en el segundo capítulo, el código doméstico (2,13-3,7). Precisamente,
es la dignidad de ser hijos obedientes de Dios lo que les demanda ser santos
como el Padre que los engendró es santo (1,16); esto, en el discurso, se traduce en una exhortación a la buena conducta, un llamado a comportarse
honorablemente.
Por otra parte, esta perspectiva del honor de los creyentes no solo
ofrece una comprensión de estos a los ojos de Dios, sino también del resto
de individuos (1,17) y de las instituciones humanas (2,13). La instrucción de
honrar a todos por igual se fundamenta en la comprensión de que todo individuo es merecedor de respeto, de reconocimiento; por tanto, su honor no
depende de su posición ante la sociedad, sino que deviene de Dios como
creador suyo (4,19). Del mismo modo, todas las instituciones humanas
(autoridades civiles, gobernadores, emperador, amos y esposos), a las cuales se exhorta a los creyentes a someterse, honrar y ser sumisos (2,13-3,7),
están subordinadas a él. En ese sentido, se confirma que la historia de salvación es la categoría hermeneútica desde la cual deben ser interpretadas todas
las exhortaciones, pues reconfigura el sistema de valores conocido por todos
Cabe recordar que el valor del honor para la sociedad greco-romana del siglo
era fundamental; los estudios acerca de la vida de los ciudadanos romanos concuerdan en que la condición social de un individuo se basaba en la estimación de
su honor, es decir, en la percepción de su prestigio por parte de quienes le rodeaban. Optar por llevar una conducta socialmente aprobada implicaba la recompensa
de recibir cierta consideración social. Esto significa que, cuando una persona buscaba reproducir con sus acciones los ideales de la sociedad, esperaba que los demás reconocieran públicamente que sus actos estaban apegados no solo a la ley,
sino a los deberes sociales. El honor se definía por lo que los otros dirían respecto
a esa conducta. Véase GARNSEY – SALLER, El Imperio romano, 142.
30
El valor del honor será tratado reiteradas veces a lo largo del discurso: 1,7;
2,4.6-7.11-12.17; 3,7; a esto habría que añadir términos del mismo campo semántico. Véase ELLIOTT, Conflict, 80-81.
31
1,22-23; véase ELLIOTT, La primera carta de Pedro, 39.
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I
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desde un nuevo orden, desde una nueva jerarquía. El paradigma de la historia como historia salvífica pone a todos en un plano de igualdad fundamental ante Dios, pero también entre todos los seres humanos (todos son fruto
de un mismo origen y todos están proyectados hacia un mismo fin). Esta
comprensión de sí mismos y de los demás en 1 Pe es lo que justifica la actuación honorable de todo cristiano; el autor, por tanto, reescribe el código
social del honor desde la teología que comparte con sus destinatarios.
3.4. Jesucristo, agente redentor y modelo de actitud moral
Como se ha señalado anteriormente, el autor, al inicio de la carta,
propone a sus oyentes-lectores un nuevo paradigma desde el cual comprender la historia y las vicisitudes personales que en ella se viven. Se trata de
una comprensión lineal de la historia cuyos parámetros temporales, creación y destino final son presentados en 1 Pe desde la perspectiva teológica
heredada tanto de las Escrituras como del kerigma cristiano. El autor vuelve a hacer memoria de ello con el objeto de situar la contingencia dolorosa
de los creyentes de Asia Menor dentro de una historia cuyo principio y fin
está gobernado por el plan salvífico de Dios. Jesucristo, como recuerda la
carta, está desde el principio (1,20), es el centro y el culmen de esa historia, porque es quien lleva a cabo el propósito redentor de Dios en ella
(1,3-5.18-19). Del mismo modo, es quien revela la plenitud de la historia
salvífica, pues en su muerte y resurrección se anticipa el final escatológico
prometido a la humanidad, es decir, en su muerte se concreta la salvación
y en su glorificación se manifiesta la victoria de Dios (1,20-21).
Por tanto, si 1 Pe recuerda a los creyentes que sus vidas se insertan
en un proyecto salvífico mayor, el cual ha sido revelado en plenitud en Jesucristo, esa certeza de fe tiene la pretensión de causar un doble efecto en
la audiencia. Como se ha señalado anteriormente, el de ampliar la perspectiva de los creyentes desde una nueva comprensión de su propia historia, y,
en segundo lugar, la intención de reavivar en ellos su esperanza. Pues, al
evocar el padecimiento de Jesús y su posterior glorificación, no solo conecta de manera implícita con la situación de sufrimiento de los destinatarios,
sino que también revela de este modo la clave para comprender cuál será la
suerte final de aquellos que por la fe padecen injustamente (1,11.18-21).
El sufrimiento de Jesucristo se menciona a lo largo de la carta en reiteradas ocasiones (1,2; 3,18; 4,1.13), sin embargo, la argumentación cristológica central que completa y explica estas alusiones se encuentra en el
desarrollo de la instrucción a la buena conducta dirigida a los siervos (2,18-
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25). Cabe señalar que 1 Pe utiliza el formato de los códigos domésticos
greco-romanos, pero introduce una variante: se dirige primero a los siervos, excluyendo a los amos. De este modo rompe con el patrón que seguían
los códigos helenistas, los cuales respetaban la jerarquía patriarcal asumida
en las relaciones de la unidad familiar: maridos-esposas, padres-hijos y
amos-esclavos. Este cambio en la carta debe ser entendido no solo como un
recurso retórico, sino también como un recurso teológico. Pues poner a los
siervos en primer lugar no solo busca llamar la atención por su irreverencia, sino que también revela que la situación de los siervos quiere ser presentada por 1 Pe como paradigmática: por una parte, sufren injustamente
por su condición precaria en la sociedad y en la casa, de manera semejante
a los creyentes de Asia Menor; y, por otra, su buena conducta, su humildad, a
pesar de su precariedad, puede ser efectivamente modelo ético para los demás 32. En consecuencia, es posible afirmar que la exhortación dirigida a
los siervos recuerda a los destinatarios en qué consiste la buena conducta
del creyente en Jesús.
En esta exhortación se demanda a los siervos la sumisión y hacer el
bien ante los dueños, aunque estos sean crueles y déspotas (2,18). Vale recordar que la obediencia y la sumisión eran las actitudes que se esperaban
de los esclavos; la razón principal de la sumisión solía ser el miedo al castigo físico y otras represalias que los amos podían tomar contra ellos (la
venta de sus hijos, impago de su manutención, etc.) 33. La carta, sin embargo, alienta a ser sumisos si la causa del sufrimiento es por “conocimiento
de Dios” (2,19); cambia de este modo la razón por la cual se le debe respeto al dueño si este lo maltrata 34. Si la fe en el Señor ha provocado el castigo, a juicio de 1 Pe la actitud meritoria es la sumisión. Puesto que aguantar
el mal haciendo el bien con paciencia (2,20) para el autor solo es posible
por medio de la gracia. Sufrir y hacer el bien pueden ir unidos, vivirse conjuntamente por la ayuda de la gracia; este don es lo que permite sostener
la actitud sumisa que promueve la carta, dado que el sometimiento, sin la
ayuda divina, sería una mera acomodación al sistema, un sufrimiento en
vano o producto del miedo a la sanción. Por otra parte, este don de Dios
tiene el poder de restaurar la dignidad y el honor que el siervo ha perdido a
Véase ib., 103. Muestra la intención de situar a los siervos en una posición privilegiada, y ciertamente de convertirlos en prototipo de todo creyente. Esto desvela
además que el autor considera a los siervos agentes morales, racionales y responsables por derecho propio, otorgándoles una reputación que socialmente no
tenían.
33
Véase SCHULTZ, “Los destinatarios”, 137-138.
34
Véase HURTADO, ¿Cómo Jesús llegó a ser Dios?, 118.
32
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manos de su amo, porque, como bien señala la carta, para Dios su actitud
sí tiene mérito (2,20) 35. La ayuda de la gracia, que permite soportar el dolor injusto y repara la deshonra, es lo que marca la distinción entre lo socialmente valorado como sometimiento y la norma específicamente cristiana que propone 1 Pe 36.
Esta primera argumentación, que explica el llamado a la sumisión
de los siervos, prepara la argumentación cristológica que sigue (2,23):
soportar el dolor haciendo el bien solo es posible desde el don de la identificación con Cristo, el siervo sufriente por excelencia. Aquí, 1 Pe apela
al valor ejemplar de la pasión de Jesús, pero no alude a ella como acontecimiento salvífico únicamente, sino al modo en que Jesús vivió ese
momento. En 2,23 lo describe como quien “no hizo el mal”, “no se encontró engaño en su boca”, “lo insultaron, no devolvió insulto”, “no
amenazaba”, todas actitudes que destacan la particularidad del Siervo de
Yahvé de Is 53,7, quien fue “maltratado y no abría la boca”. Este comportamiento de Jesús como siervo sufriente es propuesto por 1 Pe como
modelo de buena conducta; en las actitudes ejemplares que Jesús tuvo al
afrontar el dolor que lo llevó hasta la muerte se encuentra el parámetro
de buena conducta que la carta propone seguir a los creyentes que también sufren injustamente a causa de su fe. Por ello es posible afirmar que
este es el fundamento cristológico principal de la respuesta a los destinatarios de la carta 37, pues con Jesucristo como modelo de conducta honorable se está demostrando el modo y la hondura de lo que significa hacer
el bien.
No obstante, también la imagen de Jesús como siervo sufriente
cumple otra función, y es la de ofrecerse como paradigma de justicia divina y, por ende, de esperanza. La actitud mansa de no devolver mal ante el
mal recibido e imponer el bien bendiciendo revela la victoria de la justicia
de Dios. En el sentido de que Jesús, con su actitud sumisa y paciente y
la ausencia de reacción ante la violencia de sus adversarios, revela el verdadero rostro de Dios (3,12), su misericordia entrañable 38. Por otra parte,
con la afirmación: “Encomendó su causa a aquel que juzga justamente”
(2,23), da cuenta del motivo por el cual Jesús soportó el sufrimiento: la
certeza de que la justicia de Dios se impondrá en el juicio del inocente, a
pesar de su sufrimiento injusto. Por tanto, hay una esperanza de futuro
35
36
37
38
CAMPBELL, Honor, 126.
Véase CERVANTES, La pasión de Jesucristo, 163.
Ib., 170-171.
LEGIDO, Misericordia entrañable, 28-34.
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para los que sufren en el presente, porque aún no se ha dicho la última palabra 39. De ahí que se pueda afirmar que lo que ocurrió en la pasión es la
razón más profunda que la carta ofrece como argumento para la buena conducta, pues se plantea como promesa de salvación. Si Jesucristo ha sido
vindicado por Dios, entronizado y glorificado, el sufrimiento de los creyentes, del cual no se atisba un final próximo, puede vivirse desde la esperanza de que llegarán a ser vindicados por Dios, como Dios hizo con Jesucristo; de este modo, el destino de los creyentes está ligado a la experiencia
y al destino de Cristo 40.
Concluye la motivación rememorando el para qué de la pasión: primero presenta por medio de una antítesis (“morir a las cosas malas” en
oposición a “vivir para hacer el bien”) su eficacia liberadora; la transformación de la vida que se experimenta a partir de la redención de Jesús lleva
a los creyentes a vivir conforme al deseo de Dios de hacer el bien. Y, por
último, su consecuencia salvífica: la sanación de las heridas, es decir, la
curación del daño recibido, producto de la mala reputación y de la pérdida
del honor del que han sido víctimas los destinatarios de la carta 41. A modo de
cierre de la exhortación se describe la nueva situación de los creyentes como consecuencia de la pasión de Jesucristo; si antes como gentiles
“erais como ovejas extraviadas”, ahora como bautizados “habéis vuelto al
Pastor y Guardián”, a Jesucristo, que vigila y cuida 42.
En síntesis, Jesucristo es presentado en la carta como agente salvador vindicado por Dios en su glorificación y, a su vez, paradigma y modelo
de vida para los creyentes que están corriendo su misma suerte, el sufrimiento injusto 43. En él, como siervo sufriente, se encuentra la respuesta a
la situación vital de los destinatarios de Asia Menor.
4. El rol de la teología en la estrategia propuesta por la carta
Si la estrategia promovida por el autor de 1 Pe a sus destinatarios
fuera clara y evidente a los ojos de los intérpretes modernos, las opiniones
Véase CERVANTES, La pasión de Jesucristo, 174.
BECHTLER, Following in His Steps, 179-181.
41
Véase CERVANTES, La pasión de Jesucristo, 176.
42
En el Nuevo Testamento aparece la imagen de ovejas descarriadas haciendo
referencia a situaciones difíciles del Pueblo; asimismo, la imagen del pastor, en
sentido cristológico, aparece en Mt 2,6; Mc 14,27.
43
MCNIGTH, “Aliens and Exiles”, 384.
39
40
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no serían tan divergentes, sino que más bien habría cierto consenso. Por
ende, para atender a los aspectos que nos dan cuenta de la estrategia de
convivencia que busca instalar la carta se hace necesario formular hipotéticamente la pregunta que los creyentes de Asia Menor le habrían hecho llegar al autor, pues a ello es a lo que intenta responder con su misiva.
Por una parte, primero se constata, según los datos internos de la carta, la situación de sufrimiento, maltrato y hostilidad hacia los creyentes por
causa de su fe, lo que es equiparable al padecimiento de Jesucristo en la
cruz, puesto que el autor anima a la identificación con él precisamente desde esa realidad (4,1). Segundo, hay evidencias suficientes para afirmar que
son calumniados e insultados (3,16), y que la etiqueta de “cristianos” es
peyorativa entre los gentiles, porque puede producir vergüenza (4,16). Tercero, el estilo de vida que han asumido, producto de su conversión, ha generado conflicto y tensión, tanto en el ámbito público como doméstico
(1,17). Y, por último, es claro el intento del autor de persuadir a sus destinatarios de que cambien su conducta, de que modifiquen el modo de relacionarse con el resto de ciudadanos, ofreciendo instrucciones éticas conformes a los valores de la época (2,11–3,12). Por otra parte, todos estos
datos presentes en la carta llevan a pensar que el comportamiento de los destinatarios no es conforme al evangelio anunciado; en ese caso, habría signos de aprobación por parte del autor; sin embargo, estamos ante una corrección (1,12) o llamado de atención que requiere una reflexión teológica
mayor que dé razón del cambio en la actitud que el autor propone a su
audiencia.
Esta inconformidad ante el comportamiento de los destinatarios se
refleja en el amplio desarrollo teológico que se realiza en el discurso acerca de la verdadera identidad del creyente. Por medio de comparaciones con
Jesús revela a los oyentes-lectores sus condiciones de posibilidad: él es la
piedra angular, y los creyentes, piedras vivas; él es el Hijo obediente al Padre por excelencia, y ellos, llamados a ser hijos obedientes, a ser santos
como el que es Santo, y exhortados a vivir su dolor como el siervo sufriente lo vivió. Cabe pensar que, si 1 Pe insiste tanto en la hondura de la dignidad de los que creen y sus consecuencias en la vida, es posible que sea
porque los creyentes se han equivocado o no han entendido correctamente
su fe. Las motivaciones teológicas presentadas por 1 Pe, explicadas anteriormente, llevan a pensar que la comprensión que los creyentes pudieron
tener acerca de lo que significa ser cristiano no era la correcta. Probablemente, eran víctimas inocentes de calumnias infundadas, pero es posible
también que no supieran reaccionar a ellas de un modo sumiso, humilde,
que reflejara su fe. La insistencia del autor en instruir en la sumisión (2,13;
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2,18; 3,1; 5,5), el respeto y la honra a las instituciones humanas, a las autoridades, a los amos, a los maridos, esposas y ancianos, denota que era necesario que los creyentes entendieran con mayor claridad y precisión qué
significaba ser humildes a la manera de Jesús. Por ello es posible afirmar
que la teología expuesta ofrece pistas para comprender no solo la realidad
contingente de los destinatarios, sino también sus fallos en su modo de ser
“cristianos”. De esta manera se nos descubre el trasfondo de la carta, la necesidad del autor de persuadir a sus oyentes-lectores a que busquen en su
actuar identificarse con Jesús, coherencia entre la fe adquirida y un estilo
de vida consecuente con ella.
La insistencia del autor recae, por un lado, en animarlos a perseverar
en la fe (1,13; 5,12) y resistir al maltrato por causa del Señor, pero el modo
concreto de serlo es actuando como ciudadanos ejemplares. En ese sentido,
tanto la propuesta presentada por Balch como la de Elliott acerca de la estrategia que el autor presenta son plausibles, pues, si bien hay un llamado
a la conformidad e integración en la sociedad, también lo hay a la resistencia en la fe. No obstante, es posible agregar un matiz a estas posturas. A mi
juicio, el autor propone a los creyentes la estrategia de perseverar subversivamente, en otras palabras, significa que los alienta a confiar en que el
estilo de vida santo tendrá consecuencias sociales, pero también espirituales, ocultas a los ojos de los gentiles 44. Esas consecuencias “ocultas” a los
ojos de aquellos que los maltratan son las que denotan el carácter subversivo de la conducta propuesta por 1 Pe, puesto que, aunque hay aparentemente una conformidad con la conducta honorable que se espera de ellos,
las razones y las expectativas que los mueven a comportarse de esa manera
no son ni llegarán a ser nunca las mismas motivaciones propuestas por la
sociedad imperante.
Ejemplo de ello es la oferta de un contexto mayor en el que situar el
comportamiento y el sufrimiento de los creyentes, entendido como historia
de salvación; es una repuesta a la pregunta acerca del lugar donde se encuentran los creyentes y el valor que se le debe dar a la hostilidad recibida.
Es decir, ofrece proporcionalidad, contexto, sentido de ser parte de algo
mucho mayor, y que lo presente es contingente y pasajero. De cara a los
hostigadores, los creyentes saben algo que ellos no, y esto es la salvación
futura. Ante la pérdida de reputación y honor, la carta recuerda el nuevo
estatus otorgado en el bautismo, su nueva identidad. Nuevamente se relativiza la apreciación de los adversarios frente a la dignidad dada por Dios;
al acentuar la imagen de elección y propiedad de Dios responde a la pre44
380
SCHULTZ, “La conducta”, 122.
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gunta acerca de quiénes son los creyentes realmente. Este desarrollo teológico de las consecuencias del bautismo busca empoderar a los creyentes
para vivir según la fe recibida, independientemente del cuestionamiento de
sus vecinos. Cuando propone a Jesucristo como parámetro de conducta
humilde y sumisa, revela a sus creyentes qué significa vivir según esa nueva identidad, en qué consiste, cómo es realmente ser hijo obediente, esclavo de Dios, cuál es la medida del bien, la conducta honorable a los ojos de
Dios.
Cabe señalar, a su vez, que la actitud subversiva propuesta por 1 Pe
no se caracteriza por entrar en conflicto con el régimen patriarcal, el orden
imperial establecido y los valores socialmente aprobados. Lo “contestatario” en la conducta honorable promovida es vivir al modo de Jesús, someterse según su humildad, revelar su justicia imponiendo el bien ante el mal.
Subversivo es conducirse como ciudadanos ejemplares a los ojos de los
vecinos, alcanzar la admiración producto de su conducta, pero sin haber
renunciado a su fe; más bien anunciarla sin palabras. Es tener una expectativa mayor que la de integrarse en la sociedad y que está inicialmente velada a los gentiles. Esta expectativa, el autor la manifiesta explícitamente en
dos ocasiones a lo largo de la carta, y es que no solo se acallen las calumnias producto de las buenas obras, sino también que, luego de observarlas,
quienes murmuran acerca de ellos lleguen a glorificar a Dios (2,12) o sean
ganados para el Señor gracias a ellas (3,2). La esperanza de los creyentes
se juega en dos niveles; por una parte, consiste en esperar un cambio en la
convivencia superando la tensión social presente y, por otra, la esperanza
en la salvación final, en el juicio de Dios. El autor expresa que se pueden
esperar dos cosas de este comportamiento honorable: ser juzgados positivamente por los gentiles, y que estos se conviertan gracias a ello, y ser juzgados por Dios, que es Padre y juez, al final de los tiempos (1,17; 2,23).
Conclusión
Todo lo anterior lleva a pensar que el autor contempla que el comportamiento cristiano permee las realidades donde se desenvuelve, contagie la bondad, pero también convierta los espacios, pues, con la aspiración a
la santidad, el creyente tiene la capacidad de poner la semilla de salvación
que el mismo Dios le ha prometido (1,23). La conducta del cristiano para
1 Pe tiene el poder de evocar un mundo nuevo posible, una sociedad nueva,
un lugar donde se espera que reine la justicia de Dios. El cristiano es quien
permite que esa justicia esté en ciernes cada vez que sigue las huellas de
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Jesús, es decir, cada vez que, como Jesús en la cruz, ante el mal impone el
bien. La elección divina (3,9) es para esto, tiene un propósito, el cual, a lo
largo de la historia de salvación, ha sido revelado plenamente por Jesucristo y a la vez consumado en él: la salvación de la humanidad. Por tanto, esta
iniciativa divina está proyectada desde los orígenes hacia el final de los
tiempos, hacia la redención futura (1,9).
El presente se construye, según 1 Pe, viviendo a la luz de Jesús, es
decir, a su modo; la santidad se concreta en la obediencia, temor y respeto
a la voluntad de Dios (2,15.19; 3,16-17; 4,2); seguir sus huellas es vivir el
presente, aunque sea padeciéndolo, con el gozo y la esperanza en la salvación, de ahí lo subversivo y paradójico de su propuesta. Soportar y someterse a una realidad que provocará un sufrimiento que se sabe injusto solo
es posible si se tiene la certeza de que Jesús salva, no porque rescate del
dolor, sino porque desde él, con su ejemplo, le otorga un sentido y a la vez
un final, es decir, revela el triunfo del bien sobre el mal.
En consecuencia, teológicamente, lo que ofrece la carta no solo son
instrucciones éticas para lograr un objetivo social, sino que descubre cuál
es el verdadero proyecto salvífico gobernado por Dios. El rol del creyente es tener conciencia de ser parte de ese proyecto viviendo en coherencia
con él. De ahí que la carta busque formar esa conciencia e indique de qué
modo concretarlo en el día a día. Este “manual de instrucciones” que es
1 Pe tiene a Jesucristo como modelo y medida de buena conducta, y a la
ética como su concreción práctica. Por eso van inseparablemente unidas
en el discurso, porque no se explican por sí mismas; la teología justifica y
da razón de la ética, y la ética es la materialización de esa cosmovisión
teológica. Entonces, lo que nos dice la teología acerca de la estrategia propuesta en la carta es que se busca que los creyentes se integren en la
sociedad, pero perseverando en la fe, es decir, que sean ciudadanos ejemplares cuyas acciones pongan de manifiesto los motivos por los que actúan así. Revelen con sus actitudes el rostro de Dios y su justicia, y, si es
posible, que aquello que los gentiles ven en ellos (humildad, mansedumbre, imponer el bien sobre el mal) gane a los no creyentes para Dios y lleguen a glorificarlo al final de los tiempos. Pues con su actuación se ha
revelado ante ellos un modo de ser humano, de ser ciudadano, esclavo o
dueño, esposo o esposa, que ofrece no una actitud nueva o distinta, sino
una razón por la cual actuar así, y esa razón aporta al individuo sentido,
honor, dignidad, paz, mejora la convivencia y trae bienestar para él y para
todos los que le rodean.
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