COMITÉ EDITORIAL
DIRECTOR: Enrique Ayala Mora, DPhil Oxon
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Sonia Fernández Rueda, Dra. (Taller de Estudios Históricos, Ecuador)
Tatiana Hidrovo Quiñónez, Dra. (Universidad Laica Eloy Alfaro, Manta)
Carlos Landázuri C., MA (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador)
Milton Luna Tamayo, Dr. (Pontificia Universidad Católica del Ecuador)
Martha Moscoso, MA (Pontificia Universidad Católica del Ecuador)
Pablo Ospina Peralta, Dr. (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador)
Rocío Rueda Novoa, Dra. (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador)
Rosemarie Terán Najas, Dra. (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador)
COMITÉ ASESOR INTERNACIONAL
Roland Anrup, PhD (Universidad de Uppsala, Suecia)
Heraclio Bonilla, Dr. (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá)
Christian Büschges, DrPhil (Universidad de Berna, Suiza)
Kim Clark, PhD (Universidad de Western Ontario, Canadá)
Fernando Coronil (+), PhD (Universidad de Michigan, Ann Arbor, EE. UU.)
Malcolm Deas, MA (Universidad de Oxford, Reino Unido)
Bernard Lavallé, Dr. (Universidad de París III, Francia)
Juan Maiguashca, DPhil (Universidad de York, Canadá)
Juan Marchena, Dr. (Universidad Pablo de Olavide, España)
Gabriela Ossenbach, Dra. (UNED, España)
Jacques Poloni-Simard, Dr. (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Francia)
Jaime E. Rodríguez O., PhD (Universidad de California, Irvine, EE. UU.)
Edda Samudio, DPhil (Universidad de los Andes, Venezuela)
Alonso Valencia Llano, Dr. (Universidad del Valle, Colombia)
CONSEJO DE REDACCIÓN
EDITOR: Guillermo Bustos Lozano, PhD (
[email protected])
EDITOR ADJUNTO: Santiago Cabrera Hanna, Dr. (
[email protected])
ASISTENTE EDITORIAL: Katerinne Orquera, Dra. (
[email protected])
PREPARACIÓN EDITORIAL
Supervisión editorial: Grace Sigüenza. Corrección: Gabriela Cañas.
Traducción al inglés: Patrick Saari. Traducción al portugués: Priscila Ferrer Caraponale.
Cubierta: diseño, Santiago Cabrera Hanna; arte, Edwin Navarrete.
Imagen: Viñeta con el escudo provisional de la república de Colombia.
Figura en el bono n.° 136 del empréstito de la república de Colombia levantado
en Londres por Francisco Antonio Zea. Está fechado en Londres, 1.er día del mes
de agosto 1820 y está a nombre del señor William Gibbon, por un valor de 500 libras
esterlinas. Impreso: tinta litográfica/papel. Colección privada de Carlos Eduardo
Balen y Valenzuela, Bogotá. Fotografía: Georges Lomné, 2019.
Impresión: Ediciones Fausto Reinoso, Av. Rumipamba E1-35 y 10 de Agosto, of. 103, Quito.
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datos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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de América Latina, el Caribe, España y Portugal.
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Latinoamericana - Asociación de Revistas Académicas de Humanidades
de América Latina.
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(Gran Bretaña).
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Repositorio - Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
3
Procesos 54, julio-diciembre 2021
contenido
DOI del número: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021
ESTUDIOS
Dossier: El momento colombiano de las repúblicas andinas.
Historia política ...................................................................................................
11
Discusiones sobre legitimidad y representación política
entre monárquicos y republicanos. Colombia y Venezuela,
1818-1821, por Ángel Rafael Almarza e Inés Quintero ............................. 17
Elecciones en la Gran Colombia, 1818-1830,
por Nohra Palacios Trujillo ......................................................................... 47
Recelos y objeciones: observaciones a la unión colombiana
desde la prensa (1822-1825), por Migdalia Lezama ................................ 77
Vecinas y ciudadanas: las mujeres del Distrito del Sur
y el uso de la voz “ciudadana” durante la república temprana,
por Alexandra Sevilla Naranjo ................................................................... 109
DEBATES
La santidad barroca en la pintura mural del Carmen Alto
de Quito. Iconografía e iconología, por Esteban Herrera González ...... 137
La ley para el gobierno de los esclavos en el régimen
de Santander, por María Eugenia Chaves Maldonado ............................. 171
Embargados y proscritos. Impresores ante la absoluta libertad
de prensa en Antioquia, 1864-1879, por Daniel Llano Parra ................. 191
DIÁLOGO CRÍTICO
Presentación. La república católica y la base social
del velasquismo en debate ....................................................................... 221
Comentarios sobre la república católica
En torno a la república católica, por Guillermo Bustos ......................... 224
Sobre el moderno catolicismo, la romanización
4
Procesos 54, julio-diciembre 2021
del clero y el conservadurismo en Carlos Espinosa
y Cristóbal Aljovín, por Valeria Coronel ..................................................
El aggiornamento conservador
entre los siglos XIX y XX, por Alexis Medina .........................................
Sobre la república católica en clave ecuatoriana
y transnacional, por Luis Esteban Vizuete Marcillo .................................
La republica católica en la formación del Estado,
por Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín.....................................................
Comentarios sobre Hombres y mujeres velasquistas
Una lectura crítica de Hombres y mujeres velasquistas,
1934-1972, por Natalia Catalina León Galarza ..........................................
Mujeres y hombres velasquistas, por Patricio Moncayo .......................
Masculinidades y feminidades en plural: precisiones conceptuales
en el estudio de Ximena Sosa, por Tatiana Salazar Cortez ....................
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972: una conversación
con Catalina León Galarza, Tatiana Salazar y Patricio Moncayo,
por Ximena Sosa .........................................................................................
228
233
239
244
249
253
257
267
SOLO LIBROS/reseñas
Cristóbal Espinoza Yépez, La academia de Guerra
ejército (1920-1940): aportes de La misión miLitar itaLiana,
por Miguel Ángel Saldarriaga Viteri ..........................................................
Esperanza López Parada, eL botón de seda neGra: traducción
reLiGiosa y cuLtura materiaL en Las indias, por José Luis Paz Nomey .....
Sebastián Mazzuca, Latecomer state Formation: poLiticaL GeoGraphy
and capacity FaiLure in Latin america, por Pablo Andrade ....................
Medófilo Medina y Rigoberto Rueda, boLívar
y san martin, La independencia como proceso continentaL,
por Edwin Herrera Avellaneda ...................................................................
Alfredo Santillán Cornejo, La construcción imaGinaria
deL sur de Quito, por Nina Longenecker Fox ...........................................
Alexandra Sevilla Naranjo, FideLismo, reaLismo
y contrarrevoLución en La audiencia de Quito, por Lenin Guerra ........
deL
273
276
279
283
286
290
SOLO LIBROS/referencias .................................................................... 295
EVENTOS .................................................................................................. 301
Índice de autores ....................................................................................... 309
Árbitros de este número ........................................................................... 311
Política editorial ........................................................................................ 313
5
Procesos 54, julio-diciembre 2021
contents
DOI’s Issue: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021
STUDIES
Dossier: The Colombian momentum among the Andean republics.
Political History ..........................................................................................................
11
Debates on legitimacy and political representation between
monarchists and republicans. Colombia and Venezuela,
1818-1821, by Ángel Rafael Almarza and Inés Quintero .......................... 17
Elections in Gran Colombia, 1818-1830,
by Nohra Palacios Trujillo ........................................................................... 47
Misgivings and objections: Observations by the press
on the Colombian union (1822-1825), by Migdalia Lezama .................. 77
Women residents and citizens: Women of the Distrito del Sur
and use of the term “woman citizen” in the early days
of the republic, by Alexandra Sevilla Naranjo ......................................... 109
DEBATES
Baroque saintliness in the mural paintings of Quito’s Carmen Alto
church. Iconography and iconology, by Esteban Herrera González ...... 137
The law governing slaves in the regime of Santander,
by María Eugenia Chaves Maldonado ....................................................... 171
Embargoed and banned. Printers on absolute freedom
of the press in Antioquia, 1864-1879, by Daniel Llano Parra ................ 191
CRITICAL DIALOGUE
Foreword. The Catholic Republic
and the social basis of The Velasquism on debate ................................ 221
Remarks on the Catholic Repúblic
About the Catholic Republic, by Guillermo Bustos ................................ 224
On modern Catholicism, Romanisation
6
Procesos 54, julio-diciembre 2021
of the clergy, and conservatism in Carlos Espinosa
and Cristóbal Aljovín, by Valeria Coronel ...............................................
The conservative aggiornamento between the nineteenth
and twentieth centuries, by Alexis Medina .............................................
On the Catholic Republic in Ecuadorian
and transnational terms, by Luis Esteban Vizuete Marcillo ...................
The Catholic Republic in shaping the state,
by Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín ......................................................
Remarks on Men and women followers of Velasco
A Critical reading of Hombres y mujeres velasquistas,
1934-1972, by Natalia Catalina León Galarza ...........................................
Men and women followers of Velasco, by Patricio Moncayo ...............
Masculinities and femininities in the plural: Conceptual clarifications
in the study of Ximena Sosa, by Tatiana Salazar Cortez ........................
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972: Talking with Catalina León
Galarza, Tatiana Salazar, and Patricio Moncayo, by Ximena Sosa ........
228
233
239
244
249
253
257
267
ONLY BOOKS/Reviews
Cristóbal Espinoza Yépez, La academia de Guerra
ejército (1920-1940): aportes de La misión miLitar itaLiana,
by Miguel Ángel Saldarriaga Viteri ............................................................
Esperanza López Parada, eL botón de seda neGra: traducción
reLiGiosa y cuLtura materiaL en Las indias, by José Luis Paz Nomey .......
Sebastián Mazzuca, Latecomer state Formation: poLiticaL GeoGraphy
and capacity FaiLure in Latin america, by Pablo Andrade .....................
Medófilo Medina y Rigoberto Rueda, boLívar
y san martin, La independencia como proceso continentaL,
by Edwin Herrera Avellaneda .....................................................................
Alfredo Santillán Cornejo, La construcción imaGinaria
deL sur de Quito, by Nina Longenecker Fox .............................................
Alexandra Sevilla Naranjo, FideLismo, reaLismo
y contrarrevoLución en La audiencia de Quito, by Lenin Guerra .........
deL
273
276
279
283
286
290
ONLY BOOKS/References .................................................................. 295
EVENTS ..................................................................................................... 301
Author Index ............................................................................................ 309
Peers reviewers for this edition ........................................................... 311
Editorial Policy ......................................................................................... 321
conteúdo
DOI do número: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021
ESTUDOS
Dossié: O momento colombiano das repúblicas andinas.
História política .................................................................................................... 11
Discussões sobre legitimidade e representação política entre
monarquistas e republicanos. Colômbia e Venezuela,
1818-1821, por Ángel Rafael Almarza e Inés Quintero ............................. 17
Eleições na Grã-Colômbia, 1818-1830,
por Nohra Palacios Trujillo ......................................................................... 47
Receios e objeções: observações acerca da união colombiana
produzidas pela imprensa (1822-1825), por Migdalia Lezama ............. 77
Vecinas e cidadãs: As mulheres do Distrito do Sul
e o uso da voz “cidadã” durante o início
da república, por Alexandra Sevilla Naranjo ........................................... 109
DEBATES
A Santidade barroca na pintura mural do convento de Carmen Alto
em Quito. Iconografia e iconologia, por Esteban Herrera González...... 137
A Lei para o governo de escravos durante o regime
de Santander, por María Eugenia Chaves Maldonado ............................. 171
Embargados e proibidos. Impressores ante a liberdade absoluta
da imprensa em Antioquia, 1864-1879, por Daniel Llano Parra ........... 191
DIÁLOGO CRÍTICO
Apresentação. A república católica e as bases sociais
do velasquismo em debate ...................................................................... 221
Comentários sobre a república católica
Apontamentos ao redor da república católica, por Guillermo Bustos ..... 224
Sobre o catolicismo moderno, a romanização
8
Procesos 54, julio-diciembre 2021
do clero e o conservadurismo en Carlos Espinosa
e Cristóbal Aljovín, por Valeria Coronel ..................................................
O aggiornamento conservador entre los séculos
XIX y XX, por Alexis Medina ....................................................................
Sobre a república católica em chave equatoriana
e transnacional, por Luis Esteban Vizuete Marcillo ................................
A república católica na formação do Estado,
por Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín.....................................................
Comentários a Hombres y mujeres velasquistas
Uma leitura crítica de Hombres y mujeres velasquistas,
1934-1972, por Natalia Catalina León Galarza ..........................................
Mulheres e homens velasquistas, por Patricio Moncayo ......................
Masculinidades e feminidades em plural: apontamentos
conceituais no estudo da Ximena Sosa, por Tatiana Salazar Cortez .....
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972: uma conversação
com Catalina León Galarza, Tatiana Salazar y Patricio Moncayo,
por Ximena Sosa .........................................................................................
228
233
239
244
249
253
257
267
SÓ LIVROS/resenhas
Cristóbal Espinoza Yépez, La academia de Guerra
ejército (1920-1940): aportes de La misión miLitar itaLiana,
por Miguel Ángel Saldarriaga Viteri ..........................................................
Esperanza López Parada, eL botón de seda neGra: traducción
reLiGiosa y cuLtura materiaL en Las indias, por José Luis Paz Nomey .....
Sebastián Mazzuca, Latecomer state Formation: poLiticaL GeoGraphy
and capacity FaiLure in Latin america, por Pablo Andrade ...................
Medófilo Medina y Rigoberto Rueda, boLívar
y san martin, La independencia como proceso continentaL,
por Edwin Herrera Avellaneda ...................................................................
Alfredo Santillán Cornejo, La construcción imaGinaria
deL sur de Quito, por Nina Longenecker Fox............................................
Alexandra Sevilla Naranjo, FideLismo, reaLismo
y contrarrevoLución en La audiencia de Quito, por Lenin Guerra .......
deL
273
276
279
283
286
290
SÓ LIVROS/referências ........................................................................ 295
EVENTOS .................................................................................................. 301
Índice de autores ....................................................................................... 309
Avaliadores do número .......................................................................... 311
Política editorial........................................................................................ 329
Estudios
Dossier
El momento colombiano de las repúblicas andinas.
Historia política
Dossier
The Colombian momentum among the Andean republics.
Political History
Dossiê
O momento colombiano das repúblicas andinas. História política
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.3075
Presentación
Al historiar el “régimen de Santander” en 1954, David Bushnell brindó
el primer estudio de conjunto jamás dedicado a la primera Colombia. Treinta
años más tarde, si no defraudó con el “énfasis institucional” de una obra que
muchos consideraban ya como un clásico, el recordado historiador estadounidense reconoció haber eludido en esta las “repercusiones sociales de las políticas oficiales sobre las estructuras sociales y económicas”.1 Hoy en día resultan
de otra índole los vacíos historiográficos acerca de un período clave que muy a
menudo sigue asociado con la “magna gesta” de los ejércitos libertadores.2 En
el primer volumen del dossier, nos empeñamos en analizar la geopolítica del
proyecto territorial e institucional que correspondía al “momento colombiano”.
1. David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia, 3.ª ed. (Bogotá: El Áncora, 1984), 14.
2. Véase Marcela Echeverri, Francisco A. Ortega y Tomás Straka, “La invención de la
república: la Gran Colombia”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 45, n.° 2
(julio-diciembre 2018), 17-29.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 11-16. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
12
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Desvelamos la ambición de una “república colosal” frente a los Estados Unidos
y a los imperios del Brasil y de México y vimos cuán difícil fue la articulación
entre un diseño nacional totalmente inédito y la realidad de poderes locales y
regionales. En este segundo volumen queremos cuestionar la legitimidad de
los mecanismos de la representación y participación política republicana.
Este segundo volumen del Dossier El momento colombiano de las repúblicas
andinas comprende entonces temas inherentes a la política, con énfasis en
problemas vinculados a la ciudadanía, la representación política, la prensa
y la opinión pública. Inicia con el artículo escrito a cuatro manos titulado
“Discusiones sobre legitimidad y representación política entre monárquicos
y republicanos. Colombia y Venezuela, 1818-1821”. Ángel Rafael Almarza e
Inés Quintero analizan las propuestas elaboradas por la Gaceta de Caracas y
el Correo del Orinoco a fin de conocer los fundamentos a raíz de los cuales se
definen los principios de representación política y legitimidad del orden antiguo y los que sirven de sustento al incipiente gobierno republicano. Con el
objetivo de ofrecer un panorama de lo que fueron las confrontaciones y deslindes que se desarrollaron en la opinión pública durante los años previos a
la conformación de la república de Colombia, estudian los argumentos que
dan cuenta de los extravíos que determinan a ambas opciones políticas del
momento: la monárquica y la republicana.
“Elecciones en la Gran Colombia 1818-1830” es el artículo presentado
por Nohra Palacios Trujillo para este Dossier. En él destaca que durante los
años de existencia de la primera experiencia colombiana, más allá de escasos
incidentes en las asambleas electorales, en ningún momento se debilitó el
proceso de institucionalización del sistema representativo como garante de
la república. Sin embargo, esta paz electoral, como la llama la autora, llegó
a su fin en 1828 con el fracaso de la Convención Constituyente de Ocaña
y la posterior disolución de la república de Colombia, un par de años más
tarde. ¿Por qué se rompió ese proceso de institucionalización de las elecciones como garante del orden político? ¿Por qué las elecciones no lograron
imponerse como el medio pacificador o mediador de los conflictos sociales y
políticos de Colombia durante el proceso electoral de 1827? Palacios Trujillo
es de la idea de que estos polémicos comicios fueron concebidos como la designación de hombres virtuosos ubicados en dos facciones políticas opuestas
representadas por los líderes del momento: los generales Simón Bolívar y
Francisco de Paula Santander, y no como la elección de representantes de la
nueva sociedad colombiana que reflejaran proyectos políticos que lograran
resolver los problemas propios de un Estado-nación en proceso de formación, con enormes dificultades en el escenario político, económico y social.
La tercera contribución de este número fue realizada por Migdalia Lezama, y se titula: “Recelos y objeciones: observaciones a la unión colombiana
Procesos 54, julio-diciembre 2021
13
desde la prensa (1822-1825)”. Este trabajo tiene como objetivo examinar el
papel de la prensa en el debate y difusión de las ideas políticas, con el propósito de comprender en su complejidad el proceso de formación y paulatino
desgaste de la república de Colombia. Gracias al estudio pormenorizado de
dos publicaciones periódicas: El Venezolano (1822-1824) y El Observador Caraqueño (1824-1825), su autora busca conocer la percepción sobre la viabilidad de la unión que expresaban los grupos de opinión pública mediante la
prensa y precisar los argumentos que sustentaban los reparos y objeciones
al nuevo orden constitucional en los inicios de la experiencia republicana
colombiana. Este acercamiento a las publicaciones caraqueñas visibiliza la
dimensión del cambio político y cultural como un factor determinante para
comprender los retos que enfrentó esta novel nación luego de concretar su
independencia de España, en 1821.
“Vecinas y ciudadanas: las mujeres del Distrito del Sur y el uso de la voz
‘ciudadana’ durante la república temprana” es el nombre de la cuarta y última colaboración de este Dossier. Su autora, Alexandra Sevilla, analiza la voz
ciudadana durante el momento colombiano. A partir de los fundamentos teóricos y metodológicos de la historia conceptual, busca explicar las razones
por las que, en los documentos judiciales y epistolares de la época comprendidos entre 1822 y 1830, aparece el término de “ciudadanas” para referirse a
mujeres de cualquier condición social y económica, aun cuando oficialmente
y en la Constitución de la República de Colombia de 1821 la ciudadanía no
las incluía. Voces como Constitución, ciudadanía, libertad y república son expresiones que permiten comprender acontecimientos históricos, al estar cargados de sentido y significados, y más en ese momento crucial del fin de la
guerra de independencia y la creación de nuevos Estados nacionales en Hispanoamérica. Es importante recordar que, al menos en el caso del Ecuador, la
ciudadanía de la mujer solo se reconoció hasta la Constitución de 1929, lo que
hace esta realidad aún más significativa e importante de comprender.
En suma, tal como lo hicimos en el volumen anterior, concebimos el “momento colombiano” en su debida extensión espacial y según una temporalidad que excede el solo “régimen de Santander” (1821-1827) considerado por
Bushnell. Conviene así recalcar la importancia del debate sobre la representación que se originó en Venezuela previamente al Congreso de la Villa del
Rosario de Cúcuta. La sarcástica condena del “primer Rey de Angostura”
por parte de la Gaceta de Caracas”, en junio de 1819, ilustra el “dispositivo de
la urgencia”3 que el partido fidelista implementó en diversos territorios de la
3. Gérard Gengembre califica así la empresa de “desrealización de las palabras” inherente al discurso contrarrevolucionario. Gérard Gengembre, La contre-Révolution ou
l’histoire désespérante (París: Imago, 1989), 24-26.
14
Procesos 54, julio-diciembre 2021
monarquía. De hecho, en estos mismos años, el condenar la “farsa” republicana resultó de lo más común en Lima o en Quito. De mayor interés, quizás,
consiste la implacable crítica que dirigió el Correo del Orinoco, de junio a agosto de 1820, hacia las instituciones gaditanas. Aquí se materializa la profunda
huella de las vejaciones que sufrieron los americanos en 1809 por parte de la
Regencia y durante las mismas Cortes de Cádiz, desde 1810 hasta 1814. Por
tanto, fue durante el período del gobierno militar (10 de agosto de 1819-3
de octubre de 1821), en medio de las exacciones impuestas por el dictamen
de Bolívar a Santander de “libertar el país de la dominación española á toda
costa”,4 cuando se elaboró el marco democrático de la república colombiana.
Analizar los pormenores de la “paz electoral” que conoció Colombia de
1818 a 1827 arroja nuevas luces sobre el período. El reparto de votos ilustra de
sobremanera la ruptura creciente entre dos concepciones del orden republicano, una regida por la fidelidad hacia los principios establecidos en la Villa
del Rosario de Cúcuta en 1821 y otra por la fidelidad hacia un jefe de guerra
carismático. Conviene recalcar que la votación secundaria fue más favorable
para quienes encarnaban el modelo del “cuidadano-soldado” cuando la votación de los congresistas se inclinó más hacia una estabilidad institucional
asociada al civilismo. Así entraron a menudo en contienda los “vínculos adquiridos” —propios de una “ciudadanía de circunstancia”— con “los vínculos de hecho”, heredados del período colonial. El mapa electoral de 1827 nos
brinda otra clave: tanto la división de la república entre dos bandos como
la disgregación de Colombia se fraguaron en las urnas justo antes de que se
reuniera la Convención de Ocaña. Las provincias del norte (incluyendo Cartagena y Santa Marta) y el departamento del Sur se pronunciaron a favor de
Bolívar mientras que la parte central de la Nueva Granada y Panamá, a favor
de Santander. Todo parece indicar que el calendario electoral pudo tener tanta relevancia como la Cosiata en el derrumbe de Colombia: las maniobras de
Santander para su reelección como vicepresidente en 1825 no debieron ser
ajenas al proyecto de presidencia vitalicia que Bolívar concretó a su favor, en
1826. En Ocaña, la descalificación de los partidarios del Libertador por parte
de una junta calificadora favorable a Santander volvió a abrir la caja de Pandora de la libertad a toda costa: los cabildos abiertos y los pronunciamientos
pusieron fin entonces a la concretización de la libertad de los Modernos en
una república de desmesuradas dimensiones.
Nohra Palacios nos recuerda que, en 1825, el coronel Francisco Carabaño,
principal adversario de Santander para la vicepresidencia de la república, tachó a éste de “traidor a la patria”. Tal agravio cobra sentido nada más leer el
4. Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia i la
Nueva Granada (Bogotá: Imprenta de Lleras y Cía., 1837), 9.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
15
artículo de Migdalia Lezama. Carabaño formaba parte de este grupo de emigrados que regresaron a Venezuela en 1821. Merece particular atención la rica
experiencia que adquirió al presenciar la revolución liberal de Rafael Riego.
Carabaño pasó a ser uno de los cuatro artífices de El Venezolano, desde junio
de 1822 hasta mayo de 1824, abogando a favor del federalismo que suponía
una ruptura con la articulación territorial decretada en Cúcuta. Al considerar
las conexiones de esta gaceta con El Insurgente de Bogotá, uno se percata no
solo de la larga gestación intelectual de la Cosiata sino también de sus vínculos con una oposición radicada en la misma capital de Colombia. De la misma
manera, la constante comparación que establecen los caraqueños con la situación política de los quiteños pone de relieve la frustración de quienes habían
sido los adalides de la Libertad en tiempos de las Juntas de gobierno frente a
la prepotencia de una república recién creada y cuyas leyes no distaban, en
varios aspectos, del antiguo virreinato. En suma, desde las periferias de Colombia se discutía la plena legitimidad de la Constitución de 1821.
Huelga decir entonces que la construcción de la ciudadanía fue un arduo proceso. En 1821, los “Pueblos de la Nueva Granada y Venezuela” formaron un “solo cuerpo de nación”, bajo la denominación de “República de
Colombia”. Pero, acordémonos que el título I de la Constitución no mencionaba la voz de ciudadano sino la de “colombianos”. Tampoco en el título
II, donde se mencionaba al “pueblo”. Aparecía luego, pero sin explicitación
alguna: al contrario, el título III se atenía a definir al “sufragante parroquial”
y al “elector”.5 Una paradoja si consideramos que el término circulaba ampliamente. En el departamento del Sur, su uso apareció poco después de la
Batalla de Pichincha ¡bajo la pluma de la propia hija del Marqués de Selva
Alegre! Sin embargo, la calificación de ciudadana, pudo resultar de cierta
ventriloquía por parte de las autoridades judiciales de varias villas y ciudades de la fenecida Audiencia de Quito, tal como lo apunta Alejandra Sevilla.
No debemos confundir ciudadanía pasiva y ciudadanía activa. De hecho,
las mujeres ecuatorianas, si gozaban de derechos civiles, no tenían derechos
políticos. Cabe matizar esta exclusión de la esfera pública, si consideramos
el criterio del vicepresidente del senado, Jerónimo Torres, según el cual, en
1827, el cuerpo electoral de la república de Colombia constó de “ocho mil”
votantes para una población total de “dos y medio millones de habitantes”.6
Con todo, resulta difícil evaluar la adhesión popular al republicanismo
durante el “momento colombiano”. Es más, el fracaso de esta efímera cons5. Cuerpo de leyes de la República de Colombia. Comprende la Constitución y leyes sancionadas por el primer congreso jeneral en las sesiones que celebró desde el 6 de mayo hasta el 14 de
octubre de 1821, vol. 1 (Bogotá: Bruno Espinosa, 1822), 7-11.
6. Gerónimo Torres, Observaciones políticas dirijidas a la gran convención de Colombia por
el ciudadano que los suscribe (Bogotá: Imprenta de Nicomedes Lora, 1828), 5.
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trucción estatal y territorial tuvo que ver probablemente, en palabras de Santander, con la exagerada “confianza de Bolívar en su poder moral, que no
temiendo reacción alguna del pueblo contra su dictadura, se entregó a la más
ciega seguridad”.7 Pocos años después, Victor Hugo acuñaría el siguiente
lema: “la Revolución, madre de los pueblos”.8
Ángel Rafael Almarza
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, México
https://orcid.org/0000-0003-2870-087X
Georges Lomné
Equipo “Analyse comparée des pouvoirs” (ACP) - EA 3350
Universidad Gustave Eiffel
París, Francia
https://orcid.org/0000-0001-8222-3301
7. Santander, Apuntamientos para las memorias..., 15. Véase al respecto el atinado análisis de Daniel Gutiérrez Ardila, “Soberana indiferencia. El discurso historiográfico frente al
republicanismo popular colombiano”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura
45, n.° 2 (julio-diciembre 2018), 119-147.
8. Victor Hugo, “La Révolution, mère des peuples”, en La légende des siècles, t. 1 (París:
Michel Lévy Frères, Hetzel et Cie, 1859), IX.
Discusiones sobre legitimidad y representación
política entre monárquicos y republicanos.
Colombia y Venezuela, 1818-1821
Debates on legitimacy and political representation between
monarchists and republicans. Colombia and Venezuela, 1818-1821
Discussões sobre legitimidade e representação política entre
monarquistas e republicanos. Colômbia e Venezuela, 1818-1821
Ángel Rafael Almarza
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, México
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-2870-087X
Inés Quintero
Universidad Central de Venezuela
Caracas, Venezuela
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-5492-3121
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2635
Fecha de presentación: 15 de noviembre de 2020
Fecha de aceptación: 24 de mayo de 2021
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 17-46. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
El artículo analiza las propuestas publicadas por la Gaceta de Caracas
y el Correo del Orinoco en relación con los fundamentos sobre los cuales se
defienden los principios de representación y legitimidad del orden
antiguo y los que sirven de sustento al gobierno republicano. También
se estudian los argumentos empleados por sus detractores para exponer
los vicios que caracterizan a ambos proyectos. El objetivo es ofrecer
un panorama de las confrontaciones y deslindes que se produjeron
en la opinión pública, durante los años previos a la conformación
de la República de Colombia.
Palabras clave: historia de América Latina, monarquía, república,
representación, legitimidad, opinión pública, prensa Venezuela, Colombia.
ABSTRACT
The article examines the proposals published by the Gaceta de Caracas
[Caracas Gazette] and the Correo del Orinoco [Orinoco Courier]
in connection with the basic arguments defending the principles of
representation and legitimacy of the old regime and those used to
support the republican government. The arguments brandished by their
critics to expose the flaws of both models are also examined. The purpose
of the article is to provide an overview of the confrontations and dividing
lines in public opinion in the years prior to the establishment
of the Republic of Colombia.
Keywords: History of Latin America, Monarchy, Republic,
Representation, Legitimacy, Public Opinion, Press Venezuela, Colombia
RESUMO
O artigo analisa as propostas publicadas na Gazeta de Caracas e no Correo
del Orinoco em relação aos alicerces sobre os quais se defenderam
os princípios da representação e da legitimidade da antiga ordem
e dos apoiadores do governo republicano. Também são analisados
os argumentos empregados por seus detratores para expor
as consideradas falhas que caracterizavam ambos os projetos.
Objetiva-se oferecer um panorama dos confrontos e esclarecimentos que
se produziram na opinião pública nos anos que antecederam
a conformação da República da Colômbia.
Palavras chave: História da América Latina, monarquia, república,
representação, legitimidade, opinião pública, imprensa Venezuela, Colômbia.
introducción
Con el estallido de la guerra y la posterior derrota de la primera república,
el 25 julio de 1812, el gobierno representativo sancionado el 21 de diciembre de
1811 en la constitución de Venezuela no tuvo posibilidad de llevarse a la práctica. A partir de entonces, el debate sobre la legitimidad política basada en la
práctica de la representación, dejó de ser aspecto central de la confrontación política, aun cuando había sido materia de sostenidas discusiones desde 1808 y argumento fundamental del movimiento juntista que tuvo lugar en Caracas el 19
de abril de 1810, al igual que en otras provincias hispanoamericanas, luego de
la disolución de la Junta Central y del establecimiento del Consejo de Regencia.1
En ese momento, el eje central del debate estuvo referido a las carencias
de representación e ilegitimidad política de la Regencia, de allí la respuesta
de Caracas de establecer una Junta Suprema Defensora de los Derechos de
Fernando VII y de convocar a la elección de los representantes que conformarían el Congreso General de Venezuela, legítimo depositario de la soberanía. Al instalarse el Congreso, el 2 de marzo de 1811, fue presentado por la
Gaceta de Caracas como “las primeras cortes americanas”, marcando un claro
deslinde con las cortes reunidas en la península.2
La determinación juntista de Caracas, al igual que la convocatoria a elecciones, la reunión del Congreso y la posterior declaración de independencia
absoluta, el 5 de julio de 1811, no obtuvieron el reconocimiento de las Cortes
y fueron condenadas y rechazadas abiertamente por la prensa de Cádiz. Al
quedar derrotado el gobierno insurgente, en 1812, se procedió a la jura de
la Constitución Política de la Monarquía y se realizaron las elecciones que
permitieron constituir los ayuntamientos y las diputaciones provinciales en
algunas ciudades y territorios de las provincias de Venezuela, de acuerdo
con lo establecido en la carta gaditana.
Estos espacios de representación quedaron igualmente sin efecto con la
restitución del régimen absolutista por decreto del 4 de mayo de 1814, me1. Un registro de los procesos juntistas en Hispanoamérica está recogido en Manuel
Chust, coord., 1808: La eclosión juntera en el mundo hispano (Ciudad de México: Fondo de
Cultura Económica / Fideicomiso Historia de las Américas, 2007).
2. Véase Inés Quintero, “Representación y ciudadanía: Venezuela 1808-1814”, en Jaque
a la Corona. La cuestión política en las independencias iberoamericanas, ed. por Juan Ortiz e Ivana
Frasquet (Castellón: Universidad Jaume I, 2010), 103-122; Inés Quintero y Ángel Almarza,
“Dos proyectos, un solo territorio. Constitucionalismo, soberanía y representación. Venezuela 1808-1821”, en El laboratorio constitucional iberoamericano: 1807/08-1830, coord. por Antonio
Annino y Marcela Ternavasio (Madrid: AHILA / Iberoamericana / Vervuert, 2012), 55-70.
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diante el cual Fernando VII ordenó la abolición de la Constitución, la disolución de las Cortes y la anulación de todas las resoluciones aprobadas desde
su instalación, el 24 de septiembre de 1810.
El desarrollo de la guerra y la confrontación armada no fueron escenario
propicio para darle continuidad a las diferentes posiciones que se habían
manifestado en torno a los fundamentos de la legitimidad y la representación política entre republicanos y monárquicos, tal como habían quedado
consagrados en sus respectivas Constituciones.
No fue sino en 1818, cuando nuevamente cobró especial importancia
este debate. En el caso de la causa republicana constituía una necesidad política fundamental restablecer el gobierno representativo a fin de solventar
las disidencias y disputas internas respecto al ejercicio de la autoridad, que
se habían hecho presentes en el contexto de la guerra, para presentar ante el
mundo la conformación de un gobierno legítimo sostenido sobre la práctica
de la representación y también para establecer un claro deslinde con el sistema de gobierno de la monarquía.
El principio y la práctica de la representación como factor de legitimación
política no fue una novedad en los territorios que formaron parte de la República de Colombia —Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la
Nueva Granada— entre 1819 y 1821 y 1830-1831; al contrario, fue un debate
que no perdió vigencia a pesar de tener más de una década como materia de
discusión en la sociedad hispanoamericana, desde el Imperio mexicano hasta
las Provincias Unidas del Río de la Plata. Nos encontramos ante un debate
crucial que da cuenta del proceso de construcción de los nuevos referentes de
legitimad política entre los conceptos y prácticas de la modernidad y las premisas y criterios propios del Antiguo Régimen, tal como fue puntualizado en
la obra de François-Xavier Guerra y ha sido estudiado y analizado por diferentes autores al referirse a los procesos de independencia en Hispanoamérica.3
Recientemente, los estudios sobre historia política han puesto su mirada
en los procesos de creación de los Estados nacionales, la formación de la ciudadanía y la representación política, expandiendo un amplio abanico de posibilidades de análisis en relación con temas como el sufragio, las prácticas
electorales, los tipos de representación, la formación de la opinión pública,
3. Como lo mencionamos, los primeros avances historiográficos para el contexto hispanoamericano, corresponden a François-Xavier Guerra, siendo su trabajo más importante Modernidad e independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (Madrid: MAPFRE,
1992). En él recopiló varias de sus investigaciones donde expuso un modelo interpretativo
novedoso al sostener que estos cambios, transformaciones y permanencias alrededor de
las revoluciones hispánicas, formaron parte del mismo proceso revolucionario que dio
lugar a la desintegración de la monarquía católica y a la formación de Estados nacionales
en América, abriendo el camino a la modernidad.
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la participación política y las relaciones entre la sociedad civil/militar con el
Estado. Las diferentes perspectivas de análisis en relación con el problema
general de la representación, la ciudadanía y concretamente con las elecciones y sus prácticas políticas, conllevaron a formular nuevas preguntas y a
vislumbrar diversas respuestas que revelan cómo estas tuvieron un papel
central en la construcción de las nuevas repúblicas, y es precisamente en ese
sentido que se inscribe el presente ensayo.4
Para el régimen absolutista de Fernando VII significaba un imperativo
político rechazar y desconocer las pretensiones de los insurgentes de formar un nuevo gobierno basado sobren el ejercicio de la representación, justo
cuando se encontraba buscando el apoyo de las potencias extranjeras para
recuperar sus dominios de ultramar, de allí el interés y empeño en descalificar la convocatoria a elecciones de octubre de 1818, del mismo modo que la
reunión del Congreso en Angostura, a partir del 15 de febrero de 1819. Una
vez más los partidarios de ambos proyectos, tanto el monárquico como el
republicano, pusieron especial empeño en ofrecer los argumentos sobre los
cuales se sostiene la legitimidad de sus propuestas y prácticas políticas, así
como descalificar y rechazar la oferta de sus contrarios, con la misma vehemencia que lo hicieron entre 1808 y 1814.
El objetivo del presente artículo es analizar los contenidos de esa discusión
difundidos a través de los dos principales voceros periodísticos de cada uno de
los bandos: la Gaceta de Caracas, órgano oficial del gobierno de la monarquía en
Venezuela, cuyo editor fue el médico caraqueño José Domingo Díaz, y el Correo
del Orinoco, vocero de la causa republicana, publicado en Angostura, bajo la conducción de Juan Germán Roscio, abogado y autor de los principales documentos del proceso de fundación de la República de Venezuela y posteriormente,
de la República de Colombia. Si bien hay otras fuentes en las cuales es posible
analizar este importante debate, como las hojas sueltas, impresos y sermones,
en este caso nos limitamos exclusivamente a estos dos órganos periodísticos
por constituir expresión fundamental del antagonismo entre ambos proyectos.
En este caso nos interesa analizar las proposiciones esgrimidas por los articulistas de ambos periódicos a fin de conocer cuáles fueron los argumentos utilizados
4. Entre los mejores trabajos para el contexto americano podemos destacar: Antonio
Annino, coord., Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la formación del espacio
político nacional (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1995); Alfredo Ávila,
En nombre de la nación: la formación del gobierno representativo en México (Ciudad de México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2005); y Marcela Ternavasio, La revolución del
voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002). Para el
caso específico de la República de Colombia, véase Ángel Rafael Almarza, Los inicios del
gobierno representativo en la República de Colombia, 1818-1821 (Madrid: Marcial Pons / Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2017).
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para justificar la legitimidad política del proyecto que defienden, también nos proponemos examinar los planteamientos que les permitieron subrayar las carencias,
vicios y deficiencias de la propuesta de sus adversarios para, finalmente, destacar
la significación de este debate como parte de las confrontaciones y deslindes que
tuvieron lugar en el terreno de la opinión pública, más allá del campo de batalla.
el congreso general de Venezuela de 1819:
una “junta extraVagante y ridícula”
Muy poco tiempo después de que se conoció en Caracas la convocatoria a
elecciones para la reunión del Congreso General de Venezuela, se publicaron
las primeras advertencias y críticas respecto a la ilegitimidad que representaba su reunión en la ciudad de Angostura. La labor, como ya se mencionó,
estuvo a cargo del editor de la Gaceta de Caracas, José Domingo Díaz, quien
desde 1812, y con breves interrupciones, tuvo a su cargo rechazar, condenar
y fustigar al proyecto republicano y a sus principales figuras. El propósito,
en esta oportunidad no estuvo dirigido solamente a descalificar la propuesta republicana, sino que también tuvo como finalidad disminuir o evitar la
impresión favorable que podía producir la causa independentista, local e internacionalmente, así como el establecimiento de un gobierno representativo
en las provincias pertenecientes a la Capitanía General de Venezuela.
Para cumplir ambos objetivos, el 30 de diciembre de 1818, José Domingo
Díaz publicó en la Gaceta de Caracas una sátira titulada “Aviso Importante”,
donde puso de manifiesto por medio de la ridiculización, la farsa y la ironía,
lo que en su opinión significaron los vicios, locuras, abusos y deficiencias de
la convocatoria al Congreso. Y, aunque en principio la sátira como género
literario está pensada para el entretenimiento, el propósito de Díaz no fue
precisamente el humor en sí, sino un ataque a una realidad que desaprobaba.
El “Aviso Importante” se refirió a la proclama invitando a los pueblos a enviar diputados para la instalación del Congreso, que había redactado el “honorable Roscio”; señaló Díaz que: “en verdad que no va bien un Estado sin cuerpo
legislativo”. En tono de burla hizo referencia a la convocatoria realizada:
Nosotros penetrados de la importancia y justicia de esta medida, y de que puede
tener malas resultas tanto Simón: Simón de legislador, Simón de juez, Simón de
dictador: Simón por delante y por detrás: Simón por arriba y por abajo: vuelta Simón y terna Simón; nosotros nos hemos apresurado a cumplir con su invitatoria5 y
5. En este caso, “invitatorio-a” se refiere a la invitación dirigida a los fieles para que
tomen parte en el Oficio Divino.
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tener parte en esta augusta asamblea, y en el gobierno supremo que debe elegirse.6
La sátira continuó reseñando las supuestas elecciones que se realizaron
en los territorios monárquicos para el nombramiento de diputados al congreso de Venezuela, las cuales calificó de “canónicas, y, lo más extraño en
tales escenas, tranquilas y pacíficas”. Según los resultados electorales “el supremo poder ejecutivo” sería ejercido por unanimidad de votos por Pablo
Morillo, quien se desempeñaba como comandante del Ejército Expedicionario de Costa Firme y capitán general de Venezuela desde 1815.7
Como diputados “en el tantas veces convocado congreso”, se eligió al
brigadier Francisco Tomás Morales por los llanos de Caracas; a los coroneles
Antonio Tovar y Juan Tello por Barinas; al mariscal de campo Miguel de la
Torre por Caracas; por Valencia, San Carlos, Barquisimeto y San Felipe, al
brigadier Pascual Real y al teniente coronel Antonio Gómez; por Carora y
Siquisiqui al coronel Juan de los Reyes Vargas; por Barcelona al teniente coronel Eugenio Arana; por Cumaná al teniente coronel Luis Genaro de la Roque, y “para otros partidos otras personas de cuyos nombres no me acuerdo.
Él las verá”.8 En tono de burla e ironía, Díaz nombró como representantes de
estas regiones a los principales oficiales del ejército realista que se encontraban en todos los frentes de batalla contra las tropas republicanas, principalmente los concentrados en la Campaña de Apure (1818-1819).
El artículo continuó burlándose de las elecciones, de las características
de los electores, de los diputados, de la concurrencia y de otros aspectos relativos al proceso comicial republicano: “Jamás se ha observado un espíritu
público tan igual: el mismo tienen los elegidos que los electores; y si aquellos
van llevado por sus deseos, estos no han querido quedarse en sus casas, y allá
van también con ellos para gozar de su elevación”. A esta idea, Díaz agregó:
Estamos ciertos de que la concurrencia será inmensa, y de que jamás en Venezuela se habrá visto una función ni tan circunspecta, ni tan magnífica: lo primero,
porque no hemos permitido que concurran a ella ni muchos ni mujeres; y lo
segundo [...] que presentarán las numerosas y diferentes comitivas de nuestros
elegidos, como por el estruendo y armonía de las salvas y de las músicas.9
La sátira mediante la cual se descalificaba la convocatoria y reglamento
para el Congreso a reunirse en Angostura, iba acompañada de la defensa de
los fundamentos básicos del gobierno realista absolutista sobre lo cual insistió
6. “Aviso Importante”, Gaceta de Caracas, n.º 227, 30 de diciembre de 1818.
7. Ibíd.
8. Ibíd.
9. Ibíd.
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en otras proclamas y documentos. En primer lugar, se cuestionó la legitimidad del gobierno republicano de convocar una asamblea en representación
del pueblo de Venezuela, cuando la mayor parte de las provincias que conformaban la antigua Capitanía General se encontraba bajo el control de la monarquía; a lo cual añadió su escasa representatividad, cuando solo podían realizar
elecciones en una parte poco significativa del territorio. Es importante destacar
que entre los alegatos de Díaz para desacreditar las últimas medidas del gobierno insurgente se encontraba también el fracaso de las pasadas experiencias
representativas, y el desarrollo de la guerra en los diferentes frentes militares
que, en su opinión, eran favorables a las fuerzas al mando de Pablo Morillo ya
que, para ese momento, la mayor parte del territorio de la antigua Capitanía
General de Venezuela se encontraba bajo el control del ejército realista, mientras que los patriotas solo controlaban las provincias de Guayana y Margarita,
y algunas regiones de las provincias de Cumaná, Barcelona y Barinas.
No se detiene Díaz en el problema de fondo planteado en el primer reglamento electoral de Roscio respecto a que la participación y la representación políticas tenían su punto de partida en el tamaño de la población, lo
cual constituye, como bien lo señala Carole Leal, “una indudable ruptura
con cualquier forma de representación estamental o con aquellas sustentadas en las jerarquías tradicionales del orden político anterior”.10 En la polémica, a Díaz le interesa señalar la carencia de representatividad destacando
exclusivamente el hecho de que las elecciones se realizaron solo en aquellas
provincias que estaban bajo el control de los patriotas con el propósito de
dejar ver que había mayor extensión de territorio bajo el dominio de las autoridades monárquicas.
Las autoridades realistas continuaron con su política de descrédito hacia
las acciones adelantadas por el gobierno republicano establecido en Angostura, las cuales se intensificaron con la instalación del segundo Congreso
de Venezuela, en virtud de la opinión favorable que generó a nivel local e
internacional.
La primera reacción ante la noticia de la instalación del Congreso de
Angostura ocurrió el 1 de abril de 1819, cuando José Domingo Díaz se pronunció en contra de la mencionada asamblea cuestionando nuevamente su
legitimidad y representatividad:
¿Qué pueblos nuestros han dado poderes a esos cuatro miserables para que huyendo de nuestra fidelidad se reúnan en uno de los ángulos más distantes de
nuestro territorio: formen una junta extravagante y ridícula: la denominen Con10. Carole Leal Curiel, La primera revolución de Caracas, 1810-1812: del juntismo a la
independencia absoluta (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello / Letraviva / Konrad
Adenauer, 2019), 189.
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greso General de Venezuela: se titulen representantes de sus diversos distritos:
se llamen sus legisladores; y aparezcan ante todas las naciones arrogándose un
carácter, cuyo origen es tan falso?11
El documento más importante se publicó días más tarde, el 6 abril de
1819, bajo la autoría del mismo Díaz, titulado “Manifiesto de las provincias
de Venezuela a todas las naciones civilizadas de Europa”, réplica del gobierno monárquico, tanto a la instalación del Congreso de Angostura, como a
los primeros documentos emanados del gobierno republicano. Para resaltar
la ilegitimidad de la causa patriota, contó con el apoyo de 426 funcionarios
de la administración monárquica, en representación de 56 ciudades, villas y
pueblos de la Capitanía General de Venezuela. Rápidamente fue traducido al
inglés y al francés, y difundido por toda Venezuela, las Antillas, Estados Unidos de América y Europa. De nuevo, el alegato de Díaz se sostenía en el número de adherentes, no sobre la proporción de población que representaban.
Este manifiesto es demostración elocuente de las distintas concepciones
sobre la representación política, ya fuese de manera corporativa en el caso de
los realistas absolutistas, o la fundamentada en la voluntad general de los patriotas.12 Forma parte, igualmente, de la disputa por la independencia que se llevó
a cabo más allá del campo de batalla y que se expresó de manera sostenida por
la prensa como parte de una estrategia de propaganda política e ideológica
contra el proyecto republicano. Sus alegatos irritaron en más de una oportunidad a las autoridades patriotas por su efectividad en la opinión pública.
En el “Manifiesto”, Díaz mostró la estrategia comunicacional del gobierno
monárquico, cuya finalidad era establecer un claro contraste entre las atrocidades que caracterizaban las actuaciones del bando republicano y las bondades que le eran propias al régimen de la monarquía. Se trataba de exaltar las
emociones, los sentimientos de amor, miedo, esperanza y culpa como recurso
retórico para despertar el rechazo o la simpatía de los lectores. Si la causa de la
monarquía era presentada como el sistema donde imperaban el honor, la justicia, la libertad, la paz y la fortuna, la oferta republicana representaba los peores vicios: ambición, cobardía, desorden, tiranía, esclavitud, mentira y ruina.
11. Suplemento a la Gaceta de Caracas, 31 de marzo de 1819.
12. El “Manifiesto” fue publicado en la Gaceta de Caracas en varios números y fechas:
n.º 265, 25 de agosto de 1819; n.º 269, 22 de septiembre de 1819; n.º 270, 29 de septiembre
de 1819; n.º 271, 6 de octubre de 1819; n.º 272, 13 de octubre de 1819; n.º 273, 20 de octubre
de 1819; n.º 274, 27 de octubre de 1819; n.º 275, 3 de noviembre de 1819; n.º 276, 10 de noviembre de 1819; y n.º 282, 15 de diciembre de 1819. También se publicó en Caracas, en la
imprenta de D. J. Gutiérrez, ese mismo año, y el siguiente fue reimpreso en Madrid por la
Imprenta de Álvarez. En este artículo se toma el mencionado documento de la edición publicada en José Félix Blanco y Ramón Azpurúa, Documentos para la historia de la vida pública
del Libertador, t. VI (Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1977), 648-664.
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De acuerdo con la argumentación ofrecida por Díaz, la legitimidad del
gobierno de la monarquía provenía de la tradición hispánica de los pueblos
que tenía su expresión en las corporaciones establecidas en las distintas ciudades, villas y pueblos que seguían siendo fieles al monarca. Todo lo contrario a la propuesta republicana que basaba su poder en la representación
del pueblo, como sujeto histórico y político del modelo republicano. Esta
diferenciación no solamente fue un punto clave del mencionado “Manifiesto
de las provincias de Venezuela a todas las naciones civilizadas de Europa”,
sino que remite con claridad a lo que fue la confrontación de los dos proyectos en disputa: uno sostenido y asentado en los fundamentos de la sociedad
tradicional y el otro en la propuesta de la modernidad republicana. Además
de condenar el liderazgo de Simón Bolívar y la instalación del Congreso, resultaba de primera importancia rechazar la representatividad y legitimidad
de los diputados, sobre todo por el impacto que podía tener en el viejo continente la reunión de un congreso que tenía su origen en un proceso electoral.
La asamblea de Angostura, en palabras de Díaz, no era más que una
“farsa revolucionaria” en la cual sus diputados “marcan con una atroz impostura el honor de sus pueblos que en sus turbaciones se han hecho dignos
del aprecio de todos los hombres de bien”. En respuesta a ello, “los ayuntamientos, diputaciones municipales y cabildos de naturales que legítimamente representan las respectivas ciudades, villas y pueblos”, manifestaron
que “no ha podido en su sorpresa ver sin indignación al impostor, sin desprecio la impostura, sin horror la mancha de infidelidad que indirectamente
se arroja sobre ellos, y sin compasión los incautos que por tales medios son
víctimas de la más insensata y desmesurada ambición”. La impostura a la
que hace mención se refiere a que los verdaderos representantes de los pueblos son hombres de bien, fieles a la nación y leales a la monarquía católica.
Como señalaban en el “Manifiesto”, ellos rompieron el silencio porque los
organizadores del Congreso de Angostura con su impostura, reflejaron dudas
y deshonraban lo que decían representar. Estos cuerpos, en cambio “jamás
su obediencia al gobierno de sus soberanos había sido ni desmentida ni sospechada”. Por lo tanto, son impostores quienes se presentan al mundo como
Congreso general de las provincias de Venezuela.13
Para demostrar la impostura, se hace una revisión de los acontecimientos
políticos y militares más importantes de los últimos años, iniciando con la
crisis de la monarquía católica entre 1808 y 1812, cuando “estos pueblos felices después de tres siglos de paz, de justicia y de libertad, habían llegado a
un punto increíble de prosperidad, cuando unos pocos hombres perdidos vinieron a destruir aun sus mejores esperanzas”. Las elecciones para el primer
13. Ibíd.
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congreso, reunido en 1811, también fueron valoradas como una farsa, en los
términos siguientes: “Los pueblos de Venezuela recibieron órdenes de elegir
los individuos de otra corporación llamada también congreso general de estas provincias, previniéndose en esta elección todas las formas de aparato y
ostentación que pudieron inventarse para seducir, alucinar e inspirar ideas
de legitimidad en la formación de aquel cuerpo”.14
Aunque condenaron la primera asamblea venezolana, resaltaron que “a
pesar de las intrigas, de las dádivas, de las promesas y de las amenazas”, esa
asamblea estuvo compuesta de una “gran parte de hombres buenos, contra
los deseos y las esperanzas de la facción, expresándose por primera vez en
esta elección el voto libre y general de estos pueblos”. Fue por esta razón
que, a pesar de las críticas al congreso de 1811, este recogió el voto general de
los pueblos, mientras que el de Angostura, en 1819, no era más que “la obra
exclusiva de los restos miserables de aquellos sediciosos fugitivos que después de vagar por cinco años en las Antillas y otros países los han reunido
en Guayana su miseria y desesperación”.15
Sobre este particular, llamaron la atención a las naciones del mundo respecto a la escasa representación del gobierno de Angostura ya que “la república que anuncian está reducida a la despoblada Provincia de Guayana,
a la insignificante isla de Margarita, a los desiertos orientales de Cumaná
y a aquellas inmensas llanuras que existen entre el Arauca y el Meta solo
pisadas por tribus de indios salvajes, y arrojadas a ellas en esta campaña”.
En cambio, y esta fue la base y sustento del “Manifiesto”, “todos los pueblos
de Venezuela que son los comprendidos en los distritos de las corporaciones
que suscriben, viven contentos bajo del gobierno de sus reyes que hizo felices a sus mayores, y los elevó al grado de prosperidad en que se vieron”.16
Las siguientes líneas revelan el propósito que se quería alcanzar con el
“Manifiesto”, ya que destacaban, en primer lugar, quiénes eran los representantes de los pueblos de Venezuela, y en segundo lugar, se insistió en la idea
de la poca estabilidad del gobierno republicano: “protestan a la Europa del
modo más enérgico y solemne que al hacerle esta exposición no tienen otras
miras que las de evitar la pérdida infalible de individuos de naciones amigas
de la suya que animadas de falsas relaciones, de promesas quiméricas y de
ese manifiesto insidioso que se ha hecho circular entre ellas, pueden ser víctimas de su necia credulidad”.17
No existió una respuesta inmediata del gobierno republicano al “Manifiesto”, seguramente para no darle mayor importancia; fue solo a principios
14. Ibíd.
15. Ibíd.
16. Ibíd.
17. Ibíd.
28
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de 1820 cuando en el Correo del Orinoco se publicó el artículo: “Respuesta a las
supuestas dadas por el gobierno español de Caracas contra la instalación del
congreso general de Venezuela”, donde simplemente se expuso el rechazo al
documento realista: “Nada diremos con respecto a la validez o nulidad de una
representación bajo el yugo inquisitorial, tiránico y destructor de la España.
Voto libre y general de los pueblos de Venezuela, expresado en las llamas uncidos y
espirantes!!!!!!!!!!!!! [sic] No hay en las lenguas términos propios para calificar
la enormidad de este absurdo”. Para apoyar esta condena a las autoridades realistas, incorporaron extractos de cartas del Abate de Pradt sobre la independencia de América que datan de 1817, sin más referencias al “Manifiesto”.18
Pero más allá del “Manifiesto”, desde ese momento Díaz emprendió en la
Gaceta de Caracas una campaña sistemática contra el gobierno de Angostura, a
través de la publicación de ocho cartas dirigidas al redactor del Correo del Orinoco con el objeto de desmentir los fundamentos en que se basaba el gobierno
representativo instalado a orillas del Orinoco. El análisis de los contenidos de
algunas de estas cartas confirma las visiones encontradas que se manifestaron
en esos años respecto al tema de la legitimidad y la representación política.
En la edición de la Gaceta de Caracas correspondiente al 9 de junio de
1819, Díaz publicó la “Primera carta al redactor del Correo del Orinoco” en
la cual dio su opinión sobre los contenidos publicados en la prensa oficial
del gobierno de Angostura: “Confieso a V. que su lectura ha causado en mí
sensaciones de diversas especies, pero por lo general agradables. Digo por lo
general, porque hay de todo como en botica: desvergüenzas por junto, locuras por mayor, insultos a rozo [...] contradicciones a pedir de boca, presunción de erudición [...] imposturas y calumnias cuantas se quieran”. Además,
llamó a Francisco Antonio Zea el “director de la farsa de la nueva fantasmagoría”, al referirse al segundo congreso de Venezuela.19
18. “¿Cuál es la idea que habéis formado de los derechos de la soberanía? Cuando el
cielo creó al hombre, ¿No pensó en hacer de él otra cosa que un vasallo? ¿Debe su cabeza al
yugo, cualquiera que sea su construcción y su peso; y en fin, a decir verdad, no son siempre
los opresores los que hacen los rebeldes? [...] ¿Por ventura, tus hijos no se separan jamás de
sus padres, o no los has visto nunca pasar a su vez al estado de familia?”. Correo del Orinoco, n.º 40, 1 de enero de 1820. Énfasis en el original. Una reflexión crítica más detallada del
contenido del “Manifiesto” fue publicada en un artículo titulado “Observaciones sobre el
trilingüe manifiesto de Morillo contra el congreso general de Venezuela”, Correo del Orinoco, n.º 50, 29 de enero de 1820. El principal alegato para desmentirlo se encontraba en el
recordado decreto del 22 de enero de 1809: “Desde momento, españoles y americanos, os
veis elevados a la alta dignidad de hombres libres; ya no sois los mismos que antes, encorvados bajo un yugo tanto más duro, mientras más distantes estabais del centro del poder,
mirados con indiferencia, vejados por la codicia, destruidos por la ignorancia”.
19. “Primera carta al redactor del Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, n.º 251, 9 de
junio de 1819.
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29
En alusión a los conceptos políticos y filosóficos más utilizados por los
republicanos, Díaz se ocupó de condenar cada uno de ellos, descalificando
las bases del sistema representativo de Angostura:
Así, yo no sé llamar libertad a la licencia y al desenfreno: felicidad a la miseria efectiva [...]: fanatismo a la virtud pura y severa: derechos imprescriptibles del hombre a la insubordinación y a la rebelión: ilustración a la pedantería: filosofía a un
conjunto de máximas y principios de subversión y de ideas siempre funestas y
peligrosas a la tranquilidad de los pueblos: [...] patriotismo al furor revolucionario y
al deseo del trastorno del orden establecido: [...] pueblo a los holgazanes, a los perdidos y a aquellos que no tienen lazos ni intereses algunos para con la sociedad.20
En la tercera carta al redactor del Correo del Orinoco, Díaz fue más directo
al condenar la ilegitimidad del Congreso de Angostura y cuestionar a cada
uno de los representantes que asistieron a su instalación. Para él, la asamblea
“me excita desprecio, asco e indignación. Me veo en la necesidad de correr el
velo a esa farsa congresal y echar en cara a sus directores hechos que me avergüenza por lo que me toca en la línea de paisanaje”. Al referirse directamente
a los diputados, aludió a relatos particulares de su pasado para cuestionarlos,
entre los que destacó su poca o escasa formación académica o su gusto por
el juego y la bebida. No se discute ni se plantea el origen o legitimidad de la
elección, el propósito esencial es enumerar y destacar sus vicios, por ejemplo
del diputado Eduardo Hurtado se dice: “aunque cura, sus persuasiones son
con la lanza, y no con el evangelio”. O el caso de Tomás Montilla, a quien reputó como alcohólico: “puede hacer leyes sublimes, enérgicas y espirituosas
en los muchos ratos de inspiraciones que tiene como la Pitia”. El representante Miguel Guerrero “más propio para dirigir un rodeo, que para meditar
una ley”. O Gaspar Marcano, quien “en su profesión de abogado puede hacer
hasta un memorial pidiendo licencia para quemar cohetes o jugar toros”.21
Sobre la legitimidad del Congreso, Díaz insistió sobre la escasa representación política en un momento donde parte importante de la Capitanía
General de Venezuela se encontraba bajo el control de las tropas realistas:
20. Ibíd.
21. “Dr. Manuel Palacios. Es médico, nada más, y romancista; pero usa guantes, y
estuvo en Norte América”. Sobre el célebre Roscio “¿Ha perdido en sus caravanas aquel
hablar tan interminable, desaliñado, brusco y confuso, que los días eran pocos para sus
discursos, y a la mitad de cada uno, ni él mismo sabía ya lo que pensaba decir?”; o con
respecto al diputado de la Provincia de Margarita: “¿Qué hacia el grande Alzúru: aquel
que por su propensión y deseos de la anarquía y del desorden se titulaba tribuno del
pueblo; y que puesto sobre una cátedra en la plaza de la capital [...] incitaba al populacho
para asesinase a los ricos?”. “Tercera carta al redactor del Correo del Orinoco”, Gaceta de
Caracas, n.º 253, 23 de junio de 1819.
30
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Porque no es del caso no entraré en disputa con V., ni sobre si es extravagante
la denominación de provincia a una isla de seis miserables pueblos y de seis
varas de extensión; ni sobre si lo es más tener 5 representantes una provincia
de 400,000 personas, como la de Caracas, tener un número casi igual un islote o
provincia de 20,000. V. conoce que es un desatino, y así vamos al cuento.22
Seguramente la “Carta al redactor del Correo del Orinoco” más rica por su
contenido y análisis es la cuarta, publicada en la Gaceta de Caracas del 30 de
junio de 1819. En ella, Díaz comentó y criticó el “Discurso” que dio Simón
Bolívar en la instalación del Congreso de 1819, y se valió precisamente de sus
palabras para enfrentarse a la idea de república y democracia.
La primera idea que analizó del “Discurso”, trata sobre las características de los gobiernos democráticos y su “naturaleza insubsistente”. Desde el
punto de vista de Díaz, esto se entendía por las siguientes razones, la primera: “estando la soberanía en las manos de una multitud por lo común
ignorante, sus resoluciones o sanciones no son animadas ni dictadas sino por
ignorancia”. La segunda: “porque aun cuando esta soberanía esté reducida
al derecho de las elecciones, estas son casi siempre la obra de la intriga, del
dinero y del crédito adquiridos por medios reprobados, y casi nunca por el
de los honrados, el mérito y la virtud”. El tercero: “porque no es el interés
del país sino el particular el que dirige las operaciones de personas que adquieren el mando y la administración por medios semejantes”. El cuarto:
“porque la multitud, que juzga sin conocimientos de sus intereses, o por el
que le dan los de un particular maligno o ambicioso, es arrastrada siempre
por aquella versatilidad que es propia de sus escasos conocimientos”.23 Para
Díaz, los argumentos presentados sobre la naturaleza insubsistente de la democracia se confirman con la historia de las naciones antiguas: “¿Qué fueron
sus gobiernos sino el juguete de un populacho desenfrenado, en que el más
ignorante zapatero se creía con derecho para deliberar y deliberaba, en los
más arduos y delicados asuntos de la nación?”.24
Como ya se mencionó, la intención de Díaz fue debatir la idea de democracia y república con las mismas palabras que empleó Bolívar en su “Discurso”,
es por eso que llamó la atención al redactor del Correo: “Oiga V. al primer rey
de Angostura cuando en su discurso al congreso expresa su opinión en esta
parte. ‘Solo la democracia en mi concepto es susceptible de una absoluta libertad. Pero ¿Cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo poder,
prosperidad y permanencia?’ ”. En vista de los problemas que significaría el
22. Ibíd.
23. “Cuarta carta al redactor del Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, n.º 255, 30 de
junio de 1819.
24. Ibíd.
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31
establecimiento de un gobierno democrático, Díaz dio su opinión al respecto,
al considerar que el modelo ejecutado en Angostura no era adecuado: “Su
debilidad nace del poder absoluto puesto en manos de la multitud; y si esto
se altera, él también cesó de ser democrático. Yo prescindo de este error, y solo
observo con particular placer que el primer Rey de Angostura y yo estamos
acordes en que el gobierno democrático es por su naturaleza insubsistente”.25
Sobre la susceptibilidad del gobierno democrático a los “desórdenes e
injusticias”, Díaz apuntó que la historia de estos gobiernos respaldaba esa
idea, “y en verdad que no podían ser otros los resultados de estar la soberanía en las manos de la multitud colectiva, o absoluta y distributivamente
considerada”. En su opinión, el principal obstáculo para el establecimiento
de un gobierno democrático era la “rectitud y la imparcialidad” de los funcionarios del nuevo Estado, ya que era “casi imposible encontrar hombres
que sean insensibles a las insinuaciones, súplicas, clamores y necesidades
del parentesco y de la amistad”. Al referirse a la rotación de los funcionarios públicos a través de las elecciones periódicas, calificó el proceso como
horrendo desorden, ya que “¿Qué puede esperarse de una multitud ignorante,
que obra por lo que oye, pero que no conoce, ni está cierta de lo que hace?”.26
Para terminar esta cuarta carta, trajo como referencia las palabras del primer
Rey de Angostura sobre la libertad
él terminantemente afirma que nuestros pueblos no están en situación de digerir el alimento de la libertad: que es más fácil sufrir la tiranía que mantener la
libertad: que no cree se conseguirá en Venezuela esa democracia que no ha conseguido jamás el género humano; y últimamente que este gobierno solo puede
existir entre los ángeles, más no entre los hombres”. Díaz celebró que Bolívar
“está persuadido de la quimera de una democracia.27
La quinta carta de Díaz parte de una reflexión sobre la idea de la igualdad como base del sistema representativo republicano: “una quimera entre
los hombres muy querida, apetecida y deseada de los holgazanes, de los
viciosos, de los perversos, y de todos aquellos que nada tienen, ni nada merecen, y quieren y desean tener y merecer sin ser capaces de ello”. En su
opinión, la igualdad era el origen de los vicios y males de la democracia, aunque
creía que no existía ningún sistema de gobierno que pudiera garantizarla.
A esta idea, agregó: “convengamos en que los gobiernos populares, esté la
soberanía en el todo o esté en una parte, siempre traen o los terribles males
25. Ibíd.
26. Ibíd.
27. Ibíd.
32
Procesos 54, julio-diciembre 2021
del desorden tumultuario, o los más terribles de una degradante opresión”.28
A través de una amplia revisión histórica de los orígenes de la monarquía,
José Domingo Díaz en su sexta carta presentó una defensa al sistema, al que
consideró el gobierno “más conforme al género humano [...] es el menos capaz de desórdenes e injusticias. [...] La tiranía en que degenera el gobierno de
la monarquía es menos funesta que la tiranía de la multitud y de la nobleza”.29
Más allá de destacar las ventajas del sistema monárquico sobre la aristocracia
o la democracia, comparó la república con las poblaciones indígenas que habitaron el territorio venezolano, y a la monarquía con las grandes civilizaciones americanas: “Venezuela estaba formada por una multitud de pobres, pequeñas, y miserables repúblicas, separadas e independientes unas de otras”.30
En fin, el “Manifiesto de las provincias de Venezuela a todas las naciones
civilizadas de Europa”, las “Cartas al editor del Correo del Orinoco” y los demás artículos que publicó José Domingo Díaz en la Gaceta de Caracas, constituyen piezas fundamentales de la campaña propagandística e ideológica
que caracterizó la disputa por la independencia, y así fueron entendidas y
llevadas a cabo por ambos bandos, más allá del campo de batalla.
En el caso del “Manifiesto” de 1819, tanto su traducción como su amplia
difusión fuera y dentro del territorio venezolano, tuvieron como propósito
rechazar y condenar la reunión del Congreso de Angostura y las primeras
medidas del gobierno republicano, así como criticar el contenido del discurso de Bolívar el día de su instalación. Queda clara allí la estrategia del
partido monárquico de exponer ante la opinión pública las bondades de su
gobierno y, al mismo tiempo, identificar a los patriotas republicanos como
los responsables de las atrocidades de la guerra, exaltando las emociones
y buscando de esta manera ganar la simpatía y la adhesión de los lectores
leales a la monarquía.
El argumento central estuvo orientado a cuestionar y reprobar la legitimidad y representatividad calificándola como “extravagante y ridícula”,
constituida por apenas 30 diputados, mientras que el gobierno monárquico
estaba respaldado por representantes de 56 ciudades, villas y pueblos de la
Capitanía General de Venezuela, lo cual deja en evidencia el contraste entre
dos concepciones diferentes y contrapuestas de entender la legitimidad y representación política; entre la visión corporativa de la monarquía expresada
en los pueblos y la fundamentada en la voluntad general, en el pueblo, propia
del sistema republicano.
28. “Quinta carta al redactor del Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, n.º 257, 14 de
julio de 1819.
29. “Sexta carta al redactor del Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, n.º 258, 21 de
julio de 1819.
30. Ibíd.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
33
De la misma manera que desde la Gaceta de Caracas se condenó y descalificó la propuesta republicana de constituir un gobierno representativo en la
ciudad de Angostura, desde el Correo del Orinoco se criticó y rechazó la oferta
liberal de pacificación y representación en las Cortes, bajo los preceptos de la
Constitución Política de la monarquía.
la oferta liberal esPañola:
“una nueVa esclaVitud, un nueVo yugo”
En los primeros días de 1820, tuvo lugar el pronunciamiento de Rafael
de Riego, oficial de las tropas peninsulares acuarteladas en Andalucía, destinadas a reforzar las fuerzas militares de Pablo Morillo en América, quien se
encontraba al frente del Ejército Expedicionario de Costa Firme. Muy poco
tiempo después del alzamiento de Riego, los liberales españoles obligaron
Fernando VII, rey de España e Indias, a jurar la Constitución doceañista, y
a convocar a Cortes Generales como garantes de la soberanía nacional, para
así dar paso al restablecimiento de las instituciones constitucionales y sus
autoridades; se inicia entonces el llamado Trienio liberal (1820-23). Todo ello
tendrá un impacto decisivo en el desenlace de la guerra de independencia a
favor de las fuerzas republicanas, y por consiguiente, en el éxito del establecimiento y consolidación de la República de Colombia.
Son al menos tres las razones que dan cuenta de cómo se vieron beneficiados los republicanos con los sucesos ocurridos en la península. La primera está íntimamente vinculada con el tema militar: no llegaron a Tierra
Firme los refuerzos materiales y humanos que durante años había solicitado
Morillo para garantizar el triunfo contra los insurgentes, para entonces el
desgaste de las fuerzas militares al mando de Morillo era considerable. La
segunda está relacionada con la propagación de las ideas liberales que acompañaron a los pronunciamientos militares, así como los fundamentos básicos
de la Constitución doceañista, especialmente los correspondientes a la soberanía popular y a la representación política; de esta manera, la propuesta
republicana adquirió un matiz inesperado de legitimidad por parte de su
enemigo. Y la tercera, la división que el liberalismo desencadenó en las filas
de la monarquía y que se manifestó, por ejemplo, en las publicaciones caraqueñas como resultado de la aprobación del decreto de libertad de prensa.
Sin embargo, la política de pacificación y reencuentro emprendida por
las autoridades monárquicas en América, despertaron alarma y preocupación entre los jefes civiles y militares del gobierno republicano instalado en
Angostura. Así, mientras los bandos en disputa buscaban mecanismos efectivos para alcanzar la paz, la prensa republicana inició una ofensiva a través
34
Procesos 54, julio-diciembre 2021
del semanario oficial más importante e influyente de la naciente República de Colombia, el Correo del Orinoco, cuyos objetivos fueron contrarrestar
la política de reconciliación del gobierno liberal español y deslegitimar la
oferta monárquica que se fundamentaba en un gobierno representativo, más
acorde con las aspiraciones americanas de mayor participación en los organismos del Estado español. Esta propuesta se encontraba amparada por las
instituciones representativas consagradas en los espacios de representación
contemplados en la Constitución de la monarquía española, a saber: las Cortes Generales, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos constitucionales. Al rechazar esta oferta, los patriotas buscaron defender las ventajas
del sistema representativo colombiano y garantizar la consolidación del gobierno republicano con la reunión de su institución más importante: el Congreso General Constituyente que se reunió en la Villa del Rosario de Cúcuta
entre mayo y octubre de 1821.
Los argumentos para desconocer la oferta liberal fueron los mismos que
se esgrimieron desde los inicios de la revolución independentista para justificar de esta manera el derecho a la insurrección americana, aunque con
un elemento nuevo: la República de Colombia era una realidad para esos
primeros meses de 1820. El recuerdo de una época oprobiosa bajo los 300
años de dominación española, el agravio de las promesas incumplidas de la
primera experiencia liberal española que terminó con el regreso del absolutismo en 1814, y la experiencia traumática de una cruenta guerra de independencia comandada por los más sanguinarios militares españoles, fueron los
ingredientes básicos que alimentaron nuevamente el concepto del mal gobierno español en este lado del Atlántico, es decir, la condición de liberal no
cambió en nada la situación de los americanos. En este sentido, el papel que
jugó el Correo del Orinoco fue fundamental en la instauración y dirección de
la opinión pública republicana entre los años 1818 y 1822, y como herramienta en el combate político e ideológico en los momentos más sensibles de la
guerra de independencia. Sin olvidar, además, su función como mecanismo
de cohesión de los sectores adversos al proyecto republicano colombiano.31
Una de las singularidades de la campaña que se difunde en las páginas
del Correo del Orinoco tiene que ver con el hecho de que son los mismos ciudadanos quienes participan en el debate y asumen la defensa de la independencia y la libertad garantizadas por el sistema representativo del gobierno
31. El Correo del Orinoco, en diversas ocasiones, se valió de los arrepentimientos de
partidarios de la monarquía para reforzar su mensaje de desprecio al pasado. Así, el ejemplo del exitoso militar de origen mestizo, el coronel Juan de los Reyes Vargas, y su paso
a los patriotas fue reseñado por la prensa orinoquense con particular interés. Véase Elías
Pino Iturrieta, Modernidad y utopía. El mensaje revolucionario del “Correo del Orinoco” (Caracas: Fundación John Boulton, 1973), 13 y ss.
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35
colombiano, frente a la oferta de reconciliación y representación de los liberales españoles. Este compromiso político con los ideales republicanos lo expresaron por medio de cartas dirigidas a la redacción del Correo del Orinoco,
las cuales fueron publicadas en el semanario. Esta apertura de las columnas
de la prensa oficial establecida en Angostura, además de ser considerada
como una herramienta de integración de la comunidad política sobre la base
de la voluntad general, da cuenta de la importancia de la ciudadanía y su
opinión en la conformación de la república y de su poder legitimador del
gobierno representativo colombiano.
Bajo el seudónimo Un Colombiano se publicó en el Correo del Orinoco del
17 de junio de 1820, una comunicación que por su contenido e interés para la
opinión pública es importante reseñar, por sintetizar los argumentos esgrimidos para contrarrestar la propuesta de la monarquía. Con el título “Artículo comunicado”, el autor dio cuenta de una Angostura plagada de rumores como consecuencia de la escasez de noticias oficiales sobre los últimos
sucesos de la revolución liberal española y sus implicaciones americanas,
especialmente respecto al tema del armisticio, valorado como el “remedio
a la efusión de sangre que hacía las delicias de Fernando y sus satélites”.32
A pesar de las esperanzas que podría ofrecer esta posibilidad para poner
fin a la guerra, su autor fue más bien escéptico ante la solución del conflicto.
La desconfianza se centró en el máximo jefe militar del ejército realista, Pablo
Morillo, quien “no vive sino de la sangre y carnicería de sus semejantes, ha
obligado a los defendidos colombianos a la prosecución de sus hostilidades
por mar y tierra”. En su opinión, la violación a las garantías constitucionales
consagradas en la carta magna de 1812 fue un ejemplo de la escasa voluntad
política de las autoridades de la monarquía para alcanzar el cese de las hostilidades entre los bandos en pugna, a pesar de los pronunciamientos a favor
de la reconciliación. La crítica de Un Colombiano a la Constitución gaditana
fue implacable; no solo por su contenido, sino también por su aplicación en
el territorio americano, siendo los abusos cometidos por los oficiales españoles en México, Perú y Venezuela los casos más emblemáticos.33
La reflexión más importante del citado comunicado está relacionada con
el tema del despótico y arbitrario mal gobierno español y el problema de la distancia del centro de poder, prestando especial atención a la escasa representación americana en las instituciones del gobierno monárquico. Su intención
fue mostrar un escenario marcado por la ausencia de autoridad en América
y el descrédito de los representantes. En su opinión, la Constitución —aunque sea la más liberal— no podía resolver las diferencias de los españoles de
32. “Artículo comunicado”, Correo del Orinoco, n.º 67, 17 de junio de 1820.
33. Ibíd.
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ambos lados del Atlántico, manteniendo la indiferencia, la codicia y la ignorancia con la que eran mirados los americanos.34
Además de los 300 años de “injusticias, agravios y privaciones” para justificar el “derecho ordinario de insurrección”,35 se incorporó la similitud de
la revolución liberal con la americana, dando a entender que ante la cercanía
de las reivindicaciones se podía alcanzar un desenlace favorable para la causa independentista, de allí que el llamado de Un Colombiano estaba dirigido
a los españoles: “Vale mucho la sangre, que aquellos han derramado por su
emancipación y libertad, y no hay otra recompensa para tanta sangre derramada sino la independencia absoluta”.36
La política de pacificación de los territorios rebeldes en América, adelantada por los liberales españoles a partir de 1820, no solo se centró en la jura
de la Constitución doceañista como garante del orden, sino que además se
basó en estimular la participación de los americanos en el máximo organismo representativo español: las Cortes Generales. El decreto de convocatoria estuvo acompañado de un manifiesto del rey Fernando Vii, donde dejó
constancia de su intención de dar paso al cese de las hostilidades y de enviar
comisionados para establecer negociaciones en la búsqueda de la paz y la
reconciliación entre ambos bandos, enfrentados desde hacía una década.
Los americanos residentes en la península, por ejemplo, rápidamente se
interesaron en participar en la nueva políticas que procuraba la anhelada
reconciliación entre ambas Españas, procurando lo que consideraban eran los
puntos más importantes: representación más justa en las Cortes, medidas
tendientes a una conciliación duradera, suspensión de hostilidades y atención a los reclamos locales, así como un efectivo cumplimiento de las promesas y de una mayor adecuación a la nueva realidad de los territorios del
otro lado del Atlántico. La “Carta de varios ciudadanos americanos al Rey”,
firmada en Cádiz el 20 de abril de 1820, recogió buena parte de esas inquietudes. Según ellos, el acto de las elecciones para participar en el gobierno
representativo “es el mayor indicante de la libertad del pueblo. Si ésta no la
tienen las dichas provincias [insurgentes] con respecto a España ¿Qué espe-
34. Ibíd.
35. Para estos meses existió una preocupación entre los patriotas por establecer las
diferencias entre la idea de “insurrectos” y “rebeldes”. En el artículo “Dogma filosófico
de la insurrección”, publicado en el Correo del Orinoco, n.º 92, del 20 de enero de 1821, se
destacó la diferencia: “A fin de no embrollar la gramática de la razón, debe el nombre
de insurrección a toda conjuración que tenga por objeto mejorar el hombre, la patria y el
universo; y bajo todos tres aspectos, si hay algo en este globo que merezca el nombre de
insurrección es la de América. Entonces la palabra odiosa de rebeldía quedará consagrada
para designar todos los golpes violentos dados a las leyes de un país por los facciosos”.
36. “Artículo comunicado”, Correo del Orinoco, n.º 67, 17 de junio de 1820.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
37
ranza se puede pues, tener de que reconozcan el llamamiento a estas cortes
y envíen los diputados propietarios?”.37
Respecto a la representación no se cedería en nada, el Consejo de Estado
español no consideró inconstitucional el menor número de diputados asignados a los territorios americanos, aun cuando algunos de sus miembros
observaron su injusticia y su utilización como argumento de los insurgentes
para justificar la independencia. Una vez instaladas las Cortes Generales,
esta fue una de las principales reivindicaciones por lo insuficiente y desigual
de la diputación americana.38 Como se verá en los siguientes ejemplos, la
visión esperanzadora de los efectos positivos que podría tener la política
de pacificación bajo el amparo de la Constitución española fue duramente
criticada en la prensa republicana de 1820.
Tomado de la Gaceta de Puerto Rico, en la edición del 1 de julio de 1820, se
publicó en el Correo del Orinoco el manifiesto de Fernando Vii a los habitantes
de ultramar, de fecha 11 de abril de 1820, con la inserción de comentarios críticos del editor sobre los contenidos de la proclama real. Solo por mencionar
uno de los tópicos, cuando el rey expuso la importancia del restablecimiento
de las relaciones entre ambos lados del Atlántico y sobre la necesidad del restablecimiento de lo que llamó las “luces del siglo, y la índoles de un gobierno
representativo”, y que no fue más que el llamado a las Cortes Generales,
la respuesta del editor del semanario fue implacable al recordar el tema de
la desigualdad de la representación americana en las Cortes reunidas entre
1810 y 1814, como parte de la larga lista de reproches contra las políticas del
Estado español en los territorio de ultramar, en que se enumeraron las limitaciones relativas al comercio, la industria y la agricultura: “¡Bravo sistema
representativo! ¡30 delegados por diez y nueve millones de constituyentes, y
149 por solo nueve!”.39
La conmemoración de la firma del acta de la independencia de Venezuela del 5 de julio de 1811, fue la ocasión propicia para rechazar la oferta
española y reafirmar los principios de independencia y libertad que años
antes había animado a los diputados a iniciar la regeneración política. Según la
reseña de la jornada, el manifiesto de Fernando Vii “contribuyó a aumentar
el entusiasmo que debe siempre inspirar el acta de nuestra independencia”;
37. La carta se publicó bajo el título “Representación al rey de varios individuos de
Costa Firme y Sud América”, Correo del Orinoco, n.º 76, 19 de agosto de 1820.
38. “Dictamen del Consejo de Estado”, Madrid, 28 de abril de 1820. Archivo General
de Indias (AGI), Indiferente General, 1523, citado en Robinzon Meza, Las políticas del Trienio
Liberal español y la independencia de Venezuela 1820-1823 (Caracas: Academia Nacional de la
Historia, 2010), 90.
39. “Manifiesto del rey Fernando a los habitantes de ultramar”, Correo del Orinoco, n.º
69, 1 de julio de 1820.
38
Procesos 54, julio-diciembre 2021
mientras que la convocatoria a cortes la calificaron como “un extravagante
delirio, degradante asignación, e insulto nacional”. Las palabras del vicepresidente colombiano Juan Germán Roscio sintetizan el ambiente: “siga pues
Venezuela celebrando eternamente el aniversario de su independencia, y
quiera Dios que los que hoy nos complacemos en este triunfo de la soberanía
del pueblo vivan para celebrar otros muchos, y en mejor situación”.40
El artículo titulado “Invitación a la América del Sur” firmado bajo el seudónimo de Uno de vosotros, inició su mensaje destacando la transcendencia
de la proclamación de la Constitución de 1812 en la península, para dar paso
un año más tarde a una época caracterizada por la “degradación; la más servil e ignominiosa”. Con la restauración del absolutismo triunfó “la barbarie,
la superstición y el egoísmo”. A pesar de esta desgraciada situación, a principios de 1820 los militares españoles “levantaron el grito de insurrección” y
obligaron a Fernando Vii a “acomodarse al voto de los pueblos, o descender
del trono, jurar la constitución y ordenar la convocatoria de las cortes generales”. En síntesis, manifestó su complacencia ante los posibles alcances de
la revolución liberal, eso sí, solo para los españoles peninsulares, no para
los americanos. Esta nueva revolución política fue seguida en América con
particular temor por la anterior experiencia liberal. En opinión de Uno de
vosotros, las esperanzas se encontraban en que ante la cercanía de los ideales
liberales de los revolucionarios de ambos lados del Atlántico, los españoles
aceptarían la independencia de las provincias americanas, pero no fue así.41
En la búsqueda de argumentos para limitar la influencia que podía tener el llamado de reconciliación amparado en la Constitución gaditana y la
convocatoria a Cortes, el incógnito autor justificó —como otros escritos reseñados—, la independencia absoluta bajo la premisa de la desigual representación política americana en las instituciones políticas de la monarquía: “Ella
se arma del código decretado por sus Cortes, lo proclama, lo jura y conforme
a él se asigna 180 diputados para sus nueve millones de habitantes, y para
los 17 millones que existen en la América solo concede 30 delegados”.42
El llamado era a que los “¡Americanos del sur!” —de ahí el título de la
carta— no se dejaran engañar por las palabras de Fernando Vii; el recuerdo
desfavorable de la primera experiencia liberal española marcó parte del discurso: “veréis que la España liberal, ilustrada y grande en su reorganización
interior; con respecto a la América, es tiránica, ignorante y pequeña”. En
otro apartado, el autor reflejó el maltrato y la opresión que caracterizaron los
años durante los cuales se ejecutó la Constitución en Venezuela, y supuso
40. “5 de julio”, Correo del Orinoco, n.º 70, 8 de julio de 1820.
41. “Invitación a la América del Sur”, Correo del Orinoco, n.º 70, 8 de julio de 1820.
42. Ibíd.
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39
que la situación no podía ser diferente en la nueva coyuntura de 1820: “Es
un delirio creer que la constitución española mejore el estado colonial de la
América del Sur. La libertad individual y la igualdad civil no son bienes que
se disfrutan en las colonias españolas sea cual fuese el sistema adoptado por
la metrópoli”.43 Al igual que en otros escritos contemporáneos, la idea de la
América maltratada fue consecuencia de 300 años de humillaciones, discriminaciones y maltratos de los peninsulares; así, la identificación de un pasado común tomó mayor protagonismo. Es la construcción de una identidad
americana como referente de lucha contra la monarquía y como justificación
de la insurrección.
La jura de la Constitución doceañista en Caracas, el 7 de junio de 1820,
despertó nuevamente el malestar de Un colombiano, quien envió una larga
comunicación al Correo del Orinoco donde condenó tal hecho por el vivo recuerdo de su aplicación en 1812, a la caída de la primera experiencia republicana en Venezuela, cuando se violentó la capitulación que firmaron Domingo de Monteverde y Francisco de Miranda, y la amnistía concedida por
las Cortes Generales. Por su estilo, contenido y algunas notas muy precisas
sobre persecución y condena de los ocho monstruos,44 se podría asegurar que
fue Juan Germán Roscio quien redactó la carta.45
Aunque el relato sobre las penurias que sufrieron estos patriotas no deja
de ser interesante, el artículo en cuestión se concentró en un tema que fue
crucial en las discusiones en las provincias leales a la monarquías, y se refiere a otorgar la ciudadanía “a la gente de color que se halla al servicio del
enemigo”,46 tal como estaba contemplado en el texto constitucional, además
de que fue promovido por la máxima autoridad militar del ejército español
Pablo Morillo al ver las ventajas de otorgar este derecho a la mayoría de los
integrantes de sus filas.47 El llamado de Morillo se extendió en esa oportu43. Ibíd.
44. Con el título “ocho monstruos” se refirió Domingo de Monteverde a los patriotas
quienes fueron sometidos a prisión y enviados a la península, luego de la capitulación
firmada el 24 de julio de 1812. Entre ellos se encontraba Juan Germán Roscio.
45. “Otro”, Correo del Orinoco, n.º 72, 22 de julio de 1820.
46. Ibíd.
47. Esta discusión tuvo como escenario la prensa caraqueña y estuvo protagonizada
por Morillo y el fiscal de la Audiencia de Caracas, Andrés Level de Goda. Morillo era de
la idea de otorgar la ciudadanía a los pardos y morenos del ejército que por sus servicios
y lealtad se hicieron acreedores de ese derecho; explicó que se trataba de una medida
necesaria, pues las castas —y es el punto más importante— posiblemente tenían más derechos bajo el gobierno disidente de Colombia. “Carta del general en jefe del ejército Pablo
Morillo al secretario de Estado y del despacho de la gobernación de ultramar”, Valencia,
6 de agosto de 1820. AGI, Caracas, 387, citado en Meza, Las políticas del Trienio..., 136-137.
Sobre el otorgamiento de ciudadanía a los pardos, véase Inés Quintero, “El dilema de los
40
Procesos 54, julio-diciembre 2021
nidad a los emigrados de Costa Firme: “vosotros, estéis donde estuviereis y
sean cualesquiera que hayan sido vuestras opiniones, acciones y circunstancias, podéis venir a vuestras casas a gozar de la tranquilidad de vuestros
hogares y de las ventajas del gobierno representativo que acaba de jurar la
nación, y que nos hace libres como debemos serlo”. Su idea era sumar partidarios, entre ellos a los patriotas descontentos con esta oferta de amnistía,
por eso la respuesta republicana.48
La crítica de Un colombiano al texto constitucional se concentró nuevamente en la inicua representación de los americanos en general, pero en lo
particular, a las condiciones exigidas a los pardos, mestizos, zambos y mulatos, para acceder a la “a costa de mil pruebas y requisitos, que a muy pocos
será dado”.49 En todo caso, la atención del autor se concentró en evidenciar
las deficiencias y contradicciones del sistema representativo español con respecto a la ciudadanía de las castas, y destacar, en ese sentido, las ventajas del
sistema colombiano.
En el siguiente extracto se sintetiza parte de los argumentos que dificultaba el acceso de este sector de la población al derecho de participación
política, aunque contaran con virtud y merecimiento personal: “ellas no la despacharán sino a los que hicieren servicios señalados a la patria, a los que se
distingan por su talento, aplicación y conducta”. Pero esto de nada vale “si
no prueban que son hijos de legítimo matrimonio y de padres ingenuos; es
decir, de padres que no hayan sido esclavos manumitidos”. Frente a estas
restricciones, destaca entonces los avances que se plasmaron en las constituciones americanas, subrayando particularmente las venezolanas de 1811 y
1819, en la que “no se ponen trabas al talento y la virtud para ser ciudadano,
ni el congreso se reserva el derecho de dar cartas de ciudadanía”. El llamado
del anónimo escritor era muy claro: “Abrid los ojos, comparad las ventajas
del sistema constitucional de Colombia”.50
pardos. Contradicciones y limitaciones para el ejercicio de la igualdad política (Cádiz y
Venezuela 1810-1812)”, en Histórica, n.º XXXIV (julio 2010): 39-64, http://revistas.pucp.
edu.pe/index.php/historica/article/view/87.
48. “El general Morillo a los emigrados de Costa Firme. Caracas, 12 de junio de 1820”,
Gaceta de Caracas, 21 de junio de 1820. La comunicación se publicó unos días más tarde en
el Correo del Orinoco, n.º 72, 22 de julio de 1820, con críticas a cada uno de sus apartados,
por ejemplo: “Sí, con la constitución ¿No? ¿Con la de los 149 contra 30? ¿Con la que niega
los derechos de ciudadano español a los descendientes del africano aun en su última generación? ¡Es tan bondadoso!”.
49. “Otro”, Correo del Orinoco, n.º 72, 22 de julio de 1820.
50. Ibíd. No fueron escasas las cartas y comunicaciones que se enviaron al semanario
tratando el tema relativo a las ventajas del sistema representativo colombiano en descrédito del español; y es probable que parte de ellas fueran tomadas de la prensa europea
donde se publicaron comunicaciones de americanos descontentos.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
41
Para finales de agosto de 1820, Fernando Peñalver, en su condición de
presidente del congreso de Angostura, publicó un “Manifiesto a los pueblos
de Colombia” donde pidió a la población “que no os alucinen sus falsas promesas, sus falsos halagos, desconfiad de todo cuanto os digan, tener siempre
presente lo pasado para que no triunfe la perfidia del enemigo que quiere
artificiosamente esclavizaros”. El escrito en cuestión —un estilo reiterado en
esos meses— ofreció una larga y detallada reseña de las que, en su opinión,
fueron las circunstancias políticas, económicas y militares que obligaron a los
Pueblos de Colombia a declarar su independencia absoluta como una medida
para garantizar su libertad y seguridad. Una vez más, los 300 años de esclavitud y opresión, así como la distancia que separa ambos territorios fueron parte central de la argumentación. La exposición deja ver el marcado desprecio
por las instituciones peninsulares, lo cual se expresa claramente al concluir
con la siguiente afirmación: “Después de tantas pruebas como ha dado la
España con cortes y sin cortes, de que no es la felicidad, la libertad ni la igualdad de derechos lo que ella ofrece a la América, sino una nueva esclavitud, un
nuevo yugo, disfrazada con una constitución y unas cortes”.51
La crítica a la propuesta española con respecto a la representación política se hizo nuevamente presente: “pruebas de tiranía han dado las cortes,
privando a los americanos en su constitución de la justa representación que
corresponde a la América, que por la superioridad de su población, e incomparable extensión de su territorio debía ser mayor que la de la misma
España”. Reconoció que se cometieron errores en el pasado, pero “hoy un
gobierno enérgico y central está establecido por el voto unánime de más de
tres millones de habitantes decididos a perecer o ser independientes. La desunión ha desaparecido ya, y la república se ha hecho invencible”. El mensaje
de Fernando Peñalver, como máxima autoridad del congreso de Angostura,
tuvo como propósito asegurarle a la población colombiana que no entrarían
en relación de paz ni de amistad con el gobierno español “mientras no se
ponga por base preliminar el reconocimiento de la soberanía e independencia de la República de Colombia”.52
Para finalizar queremos destacar un artículo difundido originalmente
en El Censor Americano,53 publicación que tuvo una considerable difusión en
51. “Manifiesto a los pueblos de Colombia. Formado de orden del soberano congreso
por presidente el honorable señor Fernando Peñalver”, Correo del Orinoco, n.º 77, 26 de
agosto de 1820.
52. Ibíd.
53. El Censor Americano estuvo bajo la dirección de Antonio José Irisarri —enviado de
Bernardo O’Higgins— y contó con la activa participación del caraqueño Andrés Bello. Se
publicó en Londres entre junio y octubre de 1820 y, aunque solo alcanzó a editar cuatro
números, buscó promover el reconocimiento europeo de las independencias hispanoame-
42
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Hispanoamérica gracias al Correo del Orinoco y al Correo Mercantil, Político y
Literario, este último editado en Lima. Nos referimos a “Reflexiones sobre la
presente constitución de España”, en el cual se explicó a la opinión pública
europea las carencias de la Constitución gaditana de 1812 y de las Cortes
españolas para resolver el complejo problema americano, como se llegó a
creer en estos años cuando se pensaba que su independencia era peligrosa.54
Más allá de retomar los argumentos presentados hasta el momento sobre
las desventajas del sistema representativo español como la escasa representación americana a partir de la base proporcional de la población —“excluyendo las gentes de color, originarias de África [...] ¿Tendrá representación
en las cortes españolas un extranjero avecinado en los dominios de España
y se negará este derechos a los que han nacido en nuestros suelos?”—55 y la
ilegitimidad de los suplentes, consideraron un aspecto que fue crucial en
las discusiones en torno a los gobiernos representativos decimonónicos; nos
referimos a la libertad e independencia del votante al momento de ejercer su
derecho, ya sea por la influencia que podrían tener las autoridades o por el
mecanismo mismo de la elección que limita ese requerimiento. Veamos con
detalle este planteamiento.
El autor del artículo “Reflexiones sobre la presente constitución de España”, estaba convencido de que la participación de los españoles europeos en
las elecciones en América traería particularmente dos problemas. Primero,
por el número de estos en las capitales de provincia “donde se han de hacer
todas las elecciones de diputados” dándole mayoría sobre los americanos; y
segundo, por la “protección declarada del gobierno, o por mejor decir, con el
gobierno mismo en sus manos, y con el ascendiente que les dan sus grandes
riquezas”, es decir, por la influencia política y económica que podrían ejercer. Bajo estas dos premisas, “se puede decir, que tarde o temprano llegarán
a hacerse dueños absolutos de las elecciones; peligro tanto mayor, cuanto
menor sea el número de electores de partidos, de cuyo voto depende inmediatamente el nombramiento de diputados”.56
Siguiendo con esta inquietud colocaron a consideración de los lectores
un ejemplo: a una provincia americana de 140 000 habitantes le correspondería elegir solo seis electores de partido a quienes “habrá de confiar [...]
ricanas y, además, destacó las ventajas económicas de estos territorios para la inversión
extranjera y la actividad comercial.
54. El artículo “Reflexiones sobre la presente constitución de España” se publicó en
tres ediciones sucesivas del Correo del Orinoco, correspondientes a: n.º 93, 27 de enero de
1821; n.º 94, 3 de febrero de 1821; n.º 95, 10 de febrero de 1821.
55. “Reflexiones sobre la presente constitución de España”, El Censor Americano, n.º I
(1920), 25.
56. Ibíd., 27.
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43
el importantísimo nombramiento de los diputados que han de asistir a las
cortes, y que forman toda la defensa y protección que se ha concedido a los
americanos. ¿Podemos lisonjearnos de tener este modo una verdadera representación?”. Pero existe un inconveniente adicional y está estrechamente
vinculado a posibles prácticas de seducción y cohecho de las autoridades peninsulares, es decir, las presiones que podían tener estos electores al estar
“expuestos en sus personas, familias y propiedades a la violencia y arbitrariedades de los virreyes, gobernadores y audiencias”.57
La crítica no se quedó solo en la última fase del proceso electoral, su redactor es de la idea de que en cada una de estas etapas “excepto la primera,
rara vez llegará el caso de reunirse cuarenta o cincuenta personas [...] desmembrando así, o por mejor decir, desmoronando en tan pequeños fragmentos el pueblo, se le despoja de toda su importancia”.58 Su cuestionamiento sobre este particular es que un sistema electoral en tercer grado no garantizaba
la libertad de los votantes: “¿Qué es, en efecto, cada una de estas porciones
por sí sola, para ejercitar un acto que destinado a proteger la libertad, debe
ser el más libre de todos los actos, el menos accesible a la seducción o al
terror? Nada absolutamente, donde la libertad del pueblo tiene por enemigos declarados al gobierno, y a la clase más rica, más poderos y protegida”.
Aunado a estos inconvenientes, se presenta otro más, y es el tiempo que
transcurre entre cada una de las etapas del proceso “tiempo suficiente para
que las causas que embarazan la libertad de los electores desplieguen toda
su perniciosa energía”.59
No hay diferencias ni contradicciones en el discurso que se difunde en
las páginas del Correo del Orinoco, en los diferentes artículos citados quedan
claramente expuestas las bondades del gobierno republicano, pero sin duda,
el mayor empeño es destacar y reiterar las carencias y vicios del sistema de
gobierno de la monarquía, así como la desconfianza que suscitan tanto la
Constitución gaditana de 1812, como las ofertas de reconciliación y representación ofrecidas por las Cortes Generales. La determinación de sostener
la independencia y avanzar en la consolidación de la propuesta republicana, queda refrendada en cada uno de los textos publicados, constituyendo,
como ya se ha mencionado, un instrumento esencial de la contienda política e ideológica, más allá del campo de batalla, para consolidar el proyecto
independentista y ganar el respaldo de quienes habían adversado o tenían
dudas acerca de las bondades y posibilidades de la República de Colombia,
a sancionarse de manera definitiva en la Villa del Rosario de Cúcuta.
57. Ibíd., 28.
58. Ibíd., 29.
59. Ibíd., 30-31.
44
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comentario final
Como se ha visto en las páginas precedentes, la prensa constituyó un escenario de primer orden en la defensa de los proyectos políticos en disputa,
así como en la descalificación y rechazo de las propuestas de los adversarios.
Se trata de dos discursos totalmente antagónicos en los cuales es posible
advertir las distintas posiciones que sirven de soporte y sustento a las concepciones sobre la legitimidad política y la representación presentes tanto
entre los partidarios de la monarquía como entre los defensores del orden
republicano. Dos experiencias políticas absolutamente irreconciliables.
Para quienes defendían las bondades y las virtudes de la monarquía, quedaba claro que se trataba del sistema de gobierno más conforme al género
humano, el menos dado a los desórdenes y a la injusticia y en el cual imperan
el honor y la libertad. Un sistema cuya legitimidad le viene conferida por la
lealtad de villas, pueblos y ciudades, conforme a la tradición hispánica de los
pueblos. En contraposición a este modelo ideal, se encontraba el gobierno republicano, donde la licencia, el fanatismo, la miseria y el furor revolucionario
estaban a la orden del día y en el cual la legitimidad política carecía de sustento por haberse arrogado una autoridad de la cual carecía; la representación,
por tanto, no solo había fracasado en la práctica, sino que constituía una farsa.
El ejemplo más consistente de esta clara diferencia quedaba demostrado en las
426 firmas que respaldan el gobierno de la monarquía, frente a los escasos 30
representantes del “extravagante y ridículo” Congreso reunido en Angostura.
El cuadro que ofrecían los republicanos era absolutamente inverso. La
monarquía era sinónimo de arbitrariedad, abusos y despotismo. No había diferencias entre las prácticas del absolutismo y la oferta liberal. Se condenaba
por igual a las Cortes y a Pablo Morillo, ambos no eran sino la expresión del
“mal gobierno de España”. El punto central de la desconfianza y la descalificación era la diferencia de representación entre americanos y peninsulares,
consagrada por la Constitución gaditana de 1812, expresión del maltrato a los
americanos y de la indiferencia frente a sus exigencias, lo cual no había desaparecido en la oferta de reconciliación del gobierno liberal; de allí la determinación de reafirmar la voluntad independentista sancionada el 5 de julio de
1811 y de constituir un gobierno legítimo sostenido sobre la práctica de la representación, cuya materialización sería la Republica de Colombia, aprobada
en Angostura y sancionada posteriormente en la Villa del Rosario de Cúcuta.
Los deslindes son claros y tenían, como ya se dijo, un propósito fundamentalmente ideológico y propagandístico; por parte de los voceros de la
monarquía, se trataba de condenar, rechazar y descalificar la falta de legitimidad del gobierno que se pretendía instaurar en Angostura, precisamente
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45
por las carencias y vicios de la representación política que pretendía arrogarse. Eran varios los objetivos que se perseguían con este discurso: reafirmar la
autoridad del monarca en los territorios que están bajo el mando de las autoridades realistas, ganar nuevos apoyos y sobre todo, despertar desconfianza
frente a la oferta republicana y sus escasas posibilidades de éxito.
En el caso del discurso republicano, se buscaba insistir en los mismos argumentos esgrimidos desde el inicio de la independencia: condenar los 300
años de absolutismo, justificar la causa independentista como la respuesta al
despotismo español, presentar la oferta republicana como la ruta hacia la libertad individual y la libertad civil y el ejercicio de la representación como la
base y fundamento de la legitimidad política. La finalidad fue exactamente
la misma que perseguían sus adversarios, pero en sentido opuesto: reafirmar
entre sus seguidores las ventajas y alcances de la independencia, avanzar en la
legitimación y consolidación del gobierno republicano, y conseguir el respaldo de quienes todavía seguían sujetos a la opresión, la esclavitud y la tiranía.
El escenario de la contienda no era el campo de batalla, sino la prensa y la
opinión pública, pero la beligerancia, la confrontación y la violencia, fueron
igualmente piezas esenciales de los deslindes y antagonismos, especialmente
en un momento en que ambas propuestas aspiraban al triunfo y consolidación
definitivas, de allí la necesidad de no dar cuartel ni tregua a los adversarios,
recurriendo para ello a los fundamentos políticos que les permitían sostener
ante sus lectores que se trataba de la oferta cuya fortaleza de representación
era la garantía fundamental de su incuestionable legitimidad.
fuentes y bibliografía
FUENTES PRIMARIAS
Periódicos
Correo del Orinoco, 1818-1822.
El Censor Americano, 1820.
Gaceta de Caracas, 1808-1822.
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Elecciones en la Gran Colombia, 1818-1830
Elections in Gran Colombia, 1818-1830
Eleições na Grã-Colômbia, 1818-1830
Nohra Palacios Trujillo
Pontificia Universidad Javeriana
Cali, Colombia
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-4742-2193
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2541
Fecha de presentación: 30 de octubre de 2020
Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2021
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 47-75. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
El artículo estudia las elecciones en los territorios de la llamada Gran
Colombia entre 1818 y 1828. ¿Por qué las elecciones
no lograron imponerse como medio pacificador o mediador de los
conflictos sociales y políticos de la república en 1827? Se plantea
que, durante el proceso electoral de 1827, la elección de diputados
a la convención constituyente fue concebida como designación de
hombres virtuosos ubicados en dos facciones políticas opuestas, y no
como elección de proyectos políticos que lograran resolver
el problema de la configuración de un Estado-nación.
Palabras clave: historia de América Latina, Gran Colombia,
paz electoral, elecciones capacitarias, sufragantes, electores,
Convención Constituyente.
ABSTRACT
The article examines the elections in the territories of the so-called
Gran Colombia between 1818 and 1828. Why were elections not able
to appease or mediate the social and political disputes
of the republic in 1827? It is posited that, during the electoral process
of 1827, the election of delegates to the constitutional convention was
conceived as a designation of virtuous men located in the two
opposing political factions and not as an election for political plans
that would manage to settle the issue of shaping a nation-state.
Keywords: History of Latin America, Gran Colombia,
Electoral Peace, Selective Voter Elections, Voters, Electors,
Constitutional Convention.
RESUMO
Este artigo estuda as eleições ocorridas nos territórios da denominada
Grã-Colômbia entre os anos de 1818 e 1828. Por que as eleições não
conseguiram desempenhar um papel pacificador ou mediador dos
conflitos sociais e políticos da república em 1827?
Sugere-se que, durante o processo eleitoral de 1827, a eleição de
deputados para a convenção constituinte foi concebida como uma
designação de homens virtuosos situados em duas facções políticas
opostas, e não como uma eleição de projetos políticos que conseguiria
resolver o problema da configuração de um Estado-nação.
Palavras chave: História da América Latina, Grã-Colômbia,
pacificação eleitoral, eleições capacitativas, eleitores,
convenção constituinte.
introducción
Desde la eclosión juntista, iniciada el 10 de agosto de 1809 en Quito, hasta 1818, los territorios que se configuraron en 1819 bajo el nombre de Gran
Colombia (Venezuela, Ecuador y Colombia) vivieron procesos electorales
diversos. En Venezuela y Ecuador se juró la Constitución de Cádiz,1 y se realizaron elecciones según lo reglamentado en dicha Constitución. La Nueva
Granada se dividió entre territorios patriotas y realistas. En los territorios
patriotas se llevó a cabo un rico proceso electoral fundamentado en el constitucionalismo criollo iniciado en 1810 con la Constitución de Cundinamarca,2
mientras que en los territorios realista (Santa Marta, Riohacha, Panamá y
Popayán) se juró la Constitución gaditana y siguieron las mismas dinámicas
de Ecuador y Venezuela.
Las luchas por la independencia lograron transformar el espacio electoral de los territorios de la Gran Colombia, con la principal función de aglutinar la soberanía del pueblo en una sola nación, en reemplazo de las soberanías de los pueblos.3 Este es el escenario en el que las elecciones adquirieron
importancia en la configuración de la república representativa. A partir de
1818, y hasta la disolución de la Gran Colombia en 1830, la historia electoral
de los territorios que la integraron se llevó a cabo bajo las mismas reglas comiciales. A medida que las elecciones permitieron institucionalizar el poder
ejecutivo y el legislativo con un alto nivel de legitimidad, ellas mismas se
iban estableciendo como el mecanismo legítimo para realizar la transferencia
de la soberanía y de la autoridad entre los gobernados y los gobernantes.
Pero esta paz electoral llegó a su fin en 1828, con el fracaso de la Convención
Constituyente de Ocaña y la posterior disolución de la Gran Colombia. ¿Por
qué se rompió ese proceso de institucionalización de las elecciones? ¿Por qué
esos procesos no lograron imponerse como el medio pacificador o mediador
de los conflictos sociales y políticos de la Gran Colombia en 1827? Para res1. Antonio Annino, ed., Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX: de la formación del espacio político nacional (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1995), 479;
Virginia Gutiérrez, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial. 1750-1810 (Bogotá: Colciencias, 1999).
2. Daniel Gutiérrez Ardila, Las Asambleas Constituyentes de la independencia: Actas de
Cundinamarca y Antioquia (1811-1812) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2010).
3. Marie-Danielle Demélas, “El sufragio indígena en los Andes durante el período revolucionario (1810-1815): ¿electorado cautivo o guerra de castas?”, Elecciones, n.° 7 (2007):
169-186; José Carlos Chiaramonte, “Vieja y nueva representación: los procesos electorales
en Buenos Aries: 1810-1820”, en Historia de las elecciones...
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ponder a estos interrogantes, partimos de la hipótesis que durante el proceso
electoral de 1827 la elección de los diputados a la Convención Constituyente
fue concebida como la designación de hombres virtuosos ubicados en dos
facciones políticas opuestas, representadas por Bolívar y Santander, y no fue
la elección de representantes de la sociedad que reflejaran proyectos políticos
que lograran resolver el problema de la configuración de un Estado-nación
con un extenso territorio, es decir, un proyecto político que lograra responder
a la pregunta: ¿bajo qué sistema político debían continuar unidas Venezuela, Ecuador y Colombia? Sumado a esto, la renuncia de los diputados a la
Convención de Ocaña rompió el vínculo que los unía con sus electores y
sufragantes, y esto despojó a las elecciones de la legitimidad que le habían
conferido los procesos electorales llevados a cabo entre 1818 y 1825, lo que
condujo a que fuera la fuerza de las armas —y no la de las elecciones— la que
se impusiera como el elemento legitimador y aglutinador de la autoridad.
Para Simón Bolívar las elecciones eran el único medio que tenía el pueblo para reafirmar la libertad que las tropas patriotas habían conseguido en
el campo de batalla. Así lo expresó en el discurso que pronunció en el Consejo de Estado venezolano: “No basta que nuestros Ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio, ni que el
mundo entero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser
libres bajo los auspicios liberales, emanados de la fuente más sagrada, que
es la voluntad del pueblo”.4 Para ello era necesario restaurar las instituciones
liberales con la participación de los ciudadanos como únicos detentores de
la soberanía. Este principio republicano fue una constante en los planteamientos de Bolívar, siempre y cuando esa soberanía no fuera contradictoria
con su definición de libertad; de lo contrario, el ejercicio de la fuerza podía
ser aceptado y reemplazar por un tiempo determinado la soberanía del pueblo. Esta contradicción entre los principios republicanos de las elecciones y
la fuerza de las armas fue una constante durante el gobierno de Bolívar, y
no fue hasta 1826 que las elecciones significaron un problema mayor, dado
el permanente estado de excepción en que se gobernaba la Gran Colombia.
Las elecciones de 1818, 1820, 1822 y 1825 no fueron puestas a prueba y las
instituciones representativas a las que ellas dieron origen nunca fueron sustituidas o reemplazadas por gobiernos dictatoriales, distinto a lo ocurrido
con la Convención Constituyente de Ocaña, después de la cual se impuso la
dictadura de Bolívar.
Las fuentes utilizadas para comprender esa relación entre el sistema electoral son: los registros electorales de segundo nivel de las elecciones de pre4. “Angostura octubre 10 de 1818. Sesión del Consejo de Estado del 1 de octubre”,
Correo del Orinoco, n.º 12, t. I, 10 de octubre de 1818, 3.
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sidente y vicepresidente de 1825, y las elecciones para la Convención Constituyente de Ocaña en 1827; las leyes electorales promulgadas entre 1821 y
1830; y, finalmente, las hojas, volantes y la prensa publicada en la Gran Colombia en los dos períodos electorales mencionados. Para Ana Buriano en
Ecuador, en la segunda mitad del siglo XIX, la prensa como “constructora de
ciudadanía desempeña un papel esencial en los procesos electorales: publicista de programas, hacedora de opinión; generadora de espacios público y
sociabilidades diversificadas; creadora de ‘lo público’ como factor de legitimación del poder”.5 Las hojas sueltas, panfletos y la prensa publicada en la
Gran Colombia en la antesala a las elecciones buscaron construir la opinión
pública de los grancolombianos, pero esta no logró articular los tres territorios (Venezuela, Colombia y Ecuador). La capacidad de la prensa para crear
opinión pública y sociabilidades estaba anclada a su lugar de publicación;
los venezolanos no tenían acceso a la prensa de Quibdó, Popayán, Riobamba, Cuenca o Loja. La opinión pública de los sufragantes y los electores del
extenso territorio estaba fragmentada en unidades geográficas que no consiguieron ser articuladas ni por la prensa, ni por los representantes elegidos.
Si bien la prensa logró ser constructora de ciudadanías, esta siempre estuvo
sujeta a la configuración geográfica que precedió a la Gran Colombia.
elecciones Para las conVenciones constituyentes
y el congreso entre 1819 y 1821
Con el discurso que Simón Bolívar pronunció en el Consejo de Estado
venezolano, el 1 de octubre de 1818, se dio inicio al proceso electoral que
debía restaurar las instituciones republicanas, las cuales habían sido derrocadas con la reconquista española acaecida en 1816. Bolívar decía:
yo me apresuro a proponer al Consejo de Estado la Convocación del Congreso de
Venezuela. Y aunque el momento no ha llegado en que nuestra afligida Patria
goce de la tranquilidad que se requiere para deliberar con inteligencia y acierto
podemos, sin embargo, anticipar todos los pasos que aceleren la marcha de la
restauración de nuestras Instituciones Republicanas.6
Esta convocatoria a elecciones se llevó a cabo bajo el estado de guerra;
de los territorios que debían participar en dicha convención solo algunas
5. Ana Buriano Castro, Panorámica de la prensa en el Ecuador garciano 1860-1875 (Ciudad
de México: Instituto Mora, 2018).
6. “Angostura octubre 10 de 1818. Sesión del Consejo de Estado del 1 de octubre”,
Correo del Orinoco, n.º 12, t. I, 10 de octubre de 1818, 4. Énfasis en el original.
52
Procesos 54, julio-diciembre 2021
villas de Venezuela estaban liberadas, mientras que los territorios de la Nueva Granada y de Ecuador continuaban bajo el dominio español. Para tener
una idea de la dificultad que tenían estas elecciones para ser consideradas
legítimas, un punto de comparación —guardando las proporciones— son las
elecciones de las Cortes de 1809 realizadas en España. Pero a pesar de esto,
el principio de restaurar la república a través de las urnas con el voto del
ciudadano-soldado fue considerado como la única solución para reforzar la
libertad. La implementación de un gobierno reconocido por la ley de la mayoría no podía esperar hasta la liberación de todo el territorio colombiano, o
al menos de su mayor parte.7 La ley de la mayoría fue aplicada en las zonas
libres, lo que proporcionó la legitimidad suficiente para que las leyes que
emanaran del nuevo cuerpo constituyente fueran aceptadas por los territorios ausentes. Los representantes a la Convención de Angostura fueron elegidos por seis provincias, en ausencia de los territorios de la Nueva Granada
y de Ecuador aún ocupados por las tropas españolas. Este acto de adhesión
territorial a través de las elecciones inició la concepción moderna de la soberanía ligada a un espacio nacional y unificado, dejando atrás la soberanía de
los pueblos vivida en las primeras repúblicas (1810-1815).
La comisión encargada de organizar las elecciones era consciente de las
dificultades existentes en medio del conflicto y, para lograr su desarrollo,
simplificó el proceso electoral. La comisión instauró por un corto período
las elecciones directas y definió el número de representantes en 30, cuya votación fue distribuida entre las divisiones militares de cada provincia y las
parroquias libres. Frente al problema de la definición de los ciudadanos activos y ante la ausencia de un censo electoral, el código electoral venezolano
tuvo que ajustar los requisitos exigidos para la definición de los ciudadanos
activos a las circunstancias de la guerra, es decir, estos no podían ser los mismos a los exigidos para las elecciones de 1811 en Venezuela, pues muchos
de aquellos ciudadanos activos o habían muerto durante la guerra o habían
emigrado. El gobierno militar venezolano se vio obligado a llamar a las urnas a los militares y soldados, hecho definido por Hébrard como una ciudadanía de circunstancias;8 pues fueron los eventos, más que las convicciones filosóficas, las que dictaron las opciones políticas tomadas para la convocación
de un determinado grupo de sujetos a las urnas. Solo en las provincias de
Margarita y de Guyana las votaciones fueron realizadas en los ayuntamientos, el resto de las votaciones se realizaron en las divisiones militares.
7. Anthony McFarlane, Colombia antes de la independencia. Economía, sociedad y política
bajo el dominio Borbón (Bogotá: Banco de la República / El Áncora, 1997).
8. Véronique Hébrard, La Venezuela indépendant. Une nation par les discours: 1808-1830
(París: L’Harmatton, 1996), 191.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
53
La simplificación del proceso electoral —con la anulación del segundo
nivel electoral— condujo a que fueran los militares de un alto rango y los
sujetos con una capacidad económica estable los encargados de elegir a los
diputados de la Asamblea Constituyente de Angostura. El escenario en que
dichos sujetos fueron a las urnas fue bastante atípico; tres de los cinco lugares encargados de elegir a los diputados fueron divisiones militares, es decir
que las votaciones se hicieron literalmente en medio de la guerra. No hubo
una construcción de una opinión política que condujera a los sufragantes a
votar por un sujeto en función de una construcción racional o de una oferta
electoral, la cual, además de imposible de realizar en aquellas circunstancias,
no hacía parte de los procesos electorales. La elección de los diputados fue el
producto de los vínculos militares, lo que François-Xavier Guerra ha denominado los vínculos adquiridos,9 es decir, los lazos que surgen en la comunidad
de armas, en los ejércitos fuertemente personalizados, donde los soldados
están unidos alrededor del prestigio y del carisma de un jefe. Al ser los soldados los designados como los ciudadanos activos, que debían restablecer las
instituciones republicanas, el jefe que los había guiado durante las campañas
de independencia pasó a estar revestido de la legitimidad del pueblo que
él expresaba, convirtiéndose en el representante de los valores republicanos.
No obstante, su poder carismático no era el único requisito necesario para ser
elegido como representante de la nación.
Ser una persona letrada y tener un conocimiento jurídico y político también hacían parte de los requisitos implícitos. El general Pedro León Torres,
elegido diputado por la provincia de Guyana, pertenecía a la élite blanca
de la costa venezolana y, al momento de las elecciones, era el jefe militar
de la brigada que reagrupaba dos batallones: el 1.° de Barcelona y el Valeroso Cazadores.10 El intendente militar Fernando Peñalver hacía parte de
una de las familias más ricas de Venezuela, había participado activamente
en la primera república venezolana, contaba con la experiencia constitucionalista de 1811, al haber sido uno de los firmantes de dicha Constitución,
y al momento de las elecciones era uno de los integrantes del Consejo de
Estado venezolano. En el mismo nivel militar y político se encontraban los
generales Rafael Urdaneta, Santiago Mariño, Tomás Montilla y los coroneles
Diego Vallenilla, Francisco Parejo, Miguel Guerrero y Pedro Eduardo Hurtado, quienes representaban el 35 % de la Asamblea Constituyente. El 65 % de
los diputados restantes eran sujetos que hacían parte de la élite venezolana,
9. François-Xavier Guerra, México: del Antiguo Régimen a la revolución (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1991), 145.
10. Clément Thibaud, Républiques en armes. Les armées de Bolivar dans les guerres
d’indépendance du Venezuela et de la Colombie (Rennes: Presses Universitaires de Rennes,
2015), 292.
54
Procesos 54, julio-diciembre 2021
como los consejeros del Estado venezolano, entre los que se deben destacar
los integrantes de la comisión especial encargada de formar el proyecto de
reglamento electoral de 1818, compuesta por seis vocales: el director de las
rentas, Juan Germán Roscio; el presidente de la Alta Corte de Justicia, Juan
Martínez; el fiscal de la misma Corte, Ramón García Cádiz; el ministro de
ella, Luis Peraza; y el auditor de guerra, Diego Bautista Urbaneja. Los electores de 1818 no eligieron a sus representantes en función de un bien superior
de carácter político o económico, eligieron a aquellos sujetos que ocupaban
los altos niveles de la jerarquía social y militar. En este sentido, el voto tuvo
como función la legitimación democrática de la autoridad de un determinado grupo de sujetos, tanto civiles como militares, que ya ejercían un mando
en el Gobierno patriota.11
Una vez liberado gran parte del territorio neogranadino, el Gobierno citó
a nuevas elecciones, las cuales tuvieron por objeto la formación de la Convención Constituyente de Cúcuta, para validar la Ley fundamental proclamada en 1819.12 En este nuevo proceso electoral el número de las provincias participantes aumentó a catorce; comparadas con las elecciones realizadas en
1818, esta vez sí había sido convocada la mayoría de los territorios (mapa 1).
En el discurso de inauguración del Congreso Nacional colombiano de
1823, Santander afirmaba que el Congreso era el “testimonio irrefragable de
la sumisión del Gobierno a la voluntad bien pronunciada de la nación”.13
¿Cuál era esa voluntad y quién la pronunciaba realmente? En los principios
republicanos eran los ciudadanos activos los que, en teoría, la pronunciaban. Sin embargo, se ha demostrado que el sistema electoral elaborado y
los procedimientos en los dos niveles de elección no dejaban que todos los
denominados ciudadanos activos expresaran su opinión con plena libertad.
Entonces, ¿quiénes eran los reales encargados de elegir a los representantes
del pueblo? y ¿cuáles eran los requisitos reales para ser elegido?
Desde de 1820 hasta la disolución de la Gran Colombia, las asambleas
electorales de segundo nivel fueron la reproducción de los cabildos del Antiguo Régimen. Estuvieron formadas por los hombres que pertenecían a las
familias ricas de la provincia, que antaño habían accedido a un cargo administrativo mediante una transacción económica con la Corona española. El
reducido número de electores que debía elegir cada provincia (entre siete y
treinta electores), sumado a la división administrativa del territorio facilita11. Adam Przeworski, Why Bother with Elections? (Cambridge: Polity Press, 2018).
12. McFarlane, Colombia antes de la independencia..., 130.
13. Francisco de Paula Santander, “Discurso de apertura del Congreso”, Bogotá, 17
de abril de 1823, en Francisco de Paula Santander, Cartas y mensajes del general Francisco de
Paula Santander, comp. por Roberto Cortázar, vol. IV (Bogotá: Academia Colombiana de
Historia, 1954), 86.
55
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Mapa 1. Provincias que realizaron elecciones en 1818 y 1820
Riohacha
Santa Marta
Panamá
Trujillo
Caracas
Maracaibo
Cartagena
Veraguas
Margarita
Coro
Barcelona
Cumaná
Mérida
Pamplona
Antioquia
Chocó
Tunja
Mariquita
Barinas
Apure
Socorro
Casanare
Guyana
Santafé
Neiva
Popayán
Ecuador
Pasto
Fuente: Clément Thibaud, Républiques en armes. Les armées de Bolivar dans les guerres
d’indépendance du Venezuela et de la Colombie (Rennes: Presses Universitaires de Rennes,
2015), 285 y ss.
Elaborado por la autora.
ba la permanencia de la élite tradicional en las asambleas electorales. Sin la
necesidad de establecer lazos clientelares o de filiaciones familiares, en las
parroquias los sufragantes votaban por el cura, el jefe político o aquella persona que tenía alguna experiencia política, más concretamente, que hubiera
participado en el gobierno de las primeras repúblicas. Entre los electores de
la provincia de Bogotá, en 1822, se resalta la presencia de los curas Diego
Padilla por el cantón de Funza; Tomás Rojas y José Rojas por el cantón de
Chocontá; José Torres por el de Zipaquirá; Justino Gutiérrez por Guaduas,
y el presbítero Juan Agustín De La Rocha, junto a hombres tan importantes
como el general José Miguel Pey, por el cantón de Bogotá.14 Estos sujetos
14. “Asambleas electorales”, Gaceta de Colombia, n.° 54, 27 de octubre de 1822.
56
Procesos 54, julio-diciembre 2021
eran las únicas personas que desde el imaginario político de los sufragantes
podían cumplir la función de elector, teniendo como punto de referencia sus
virtudes políticas, morales y económicas. Esto, en medio de una sociedad
con altos niveles de analfabetismo, sin la presencia de clubes políticos, con
una prensa embrionaria que no llegaba a todos los rincones del territorio.
El debate político alrededor de la elección de los electores era inexistente y,
ante estas circunstancias, la activación de las sociabilidades tradicionales era
innecesaria en el primer nivel electoral.
En el segundo nivel de sufragio los vínculos de hecho y los vínculos adquiridos fueron un recurso importante, casi imprescindible, para la elección
de los integrantes del Congreso. La inexistencia de las campañas electorales
y la división de las asambleas para el efecto, una por cada provincia, facilitó
la situación, razón por la cual las posibilidades de ser designado elector eran
mínimas para quienes no pertenecían a la élite o no hacían parte del círculo
de poder de una determinada familia.
Los vínculos militares continuaron operando bajo los principios del carisma, como se demostró en las elecciones para la Convención de Angostura.
Se crearon nuevos vínculos intelectuales alrededor de un círculo de publicistas que buscaban modelar las leyes, sobre todo las constituciones, bajo sus
principios filosóficos. Una de las características del primer grupo es su inicio
en los cargos de elección con la Constituyente de Angostura; posteriormente,
una gran parte de esos militares letrados fueron nombrados en las jefaturas
de los departamentos y provincias, con lo cual Santander y Bolívar buscaron
asegurar el control del territorio. De los diecinueve militares elegidos para
Angostura, únicamente cinco continuaron en los cargos de elección y solo
Fernando Peñalver hizo parte de las dos convenciones constituyentes que
precedieron a la de 1819 y, en 1823, no aceptó renunciar al Senado ante el
ofrecimiento de Bolívar y Santander de ser el intendente de Venezuela.
El segundo grupo estuvo conformado por abogados, quienes aparecieron en la escena política con la Constituyente de 1821, durante toda la década
de 1820, y continuaron ocupando un cargo electivo. Entre estos publicistas
sobresalen los nombres de Francisco Soto, quien participó en las convenciones constituyentes de 1821 y 1828, fue elegido senador para el Congreso
de 1823 y el de 1827. El mismo recorrido siguió Diego Fernando Gómez.
Por su parte, Fernando Peñalver fue constituyente en las convenciones de
Angostura, Cúcuta y Ocaña, además de haber sido elegido senador en 1821.
Alejandro Osorio fue diputado en las convenciones constituyentes de Cúcuta y de Ocaña y elegido senador en 1827. Salvador Camacho fue electo
diputado a las convenciones de Cúcuta y Ocaña, pero además fue elegido
representante a la Cámara en 1823. Por otro lado, se encuentran José Antonio
Borrero, José Ignacio Márquez y Vicente Azuero, quienes participaron en las
Procesos 54, julio-diciembre 2021
57
constituyentes de Cúcuta y de Ocaña. Todos estos hombres fueron abogados
que defendieron desde distintas orillas sus convicciones políticas, las cuales
expresaban tanto en las asambleas constituyentes como a través de la imprenta. Durante toda la década, las sociabilidades tradicionales gozaron de
una alta estabilidad. El número de los representantes reelegidos fue casi del
60 % en el Congreso y en las constituyentes.
elecciones de 1825 Para Presidente y VicePresidente
Mientras para Bolívar la reelección era una certeza, para Santander la
situación era otra. El permanente descontento de los venezolanos frente a
su administración y el incremento de las opiniones federalistas situaron a
Santander en una posición difícil para ser reelegido como vicepresidente,
ante lo cual tuvo dos opciones: reforzaba su imagen positiva en las provincias neogranadinas y en algunas ciudades de Ecuador (excluyendo Quito)
o buscaba asegurar sus amistades en lugares como Caracas, Panamá, Cartagena y Quito, donde sus posibilidades de ser elegido eran reducidas. La
primera estrategia implementada por Santander comenzó en el Senado, ante
el cual presentó algunas observaciones contra el decreto que determinaba el
período en que debía hacerse el escrutinio de las elecciones de presidente y
vicepresidente. Santander le solicitó al Senado que este escrutinio se hiciera
en el Congreso de 1827 y no en el de 1826. Uno de sus argumentos era que
si se conocía un año antes quiénes eran los elegidos, esto podía traer graves
inconvenientes a la administración, como perder autoridad frente al nuevo
electo. Así lo ilustra la siguiente frase: “los hombres somos hombres y generalmente adoramos con más inclinación al sol que nace que al que se pone. El
poder ejecutivo existente durante todo ese año, no se ocupará sino de halagar y contentar a los que vienen a sucederle, y los ciudadanos no se portarán
de otro modo”.15 Pero lo más interesante fue cómo Santander convirtió su
interés personal en un interés nacional:
El riesgo de lo que he indicado no está en cesar en el ejercicio del poder que se
ha conferido, sino en saber clara y evidentemente quién es el que ha de ocuparlo. Si yo consultase mis intereses personales u no tuviera harto satisfecho el
mando, yo aplaudiría que el presidente [del] congreso hiciese el escrutinio. Y
es la razón porqué podría esperar en caso de tener votos para la presidencia o
vicepresidencia, que ese congreso que me conoce personalmente, que ha visto mi
administración y que puede calificar mi aptitud, me diera sus votos más bien que
15. Santander, “Carta al Presidente del Senado”, Bogotá, 22 de abril de 1825, en Santander, Cartas y mensajes..., vol. V, 262.
58
Procesos 54, julio-diciembre 2021
otro congreso que todavía no conozco y que acaso se compondrá de hombres que
quizá ni me habrán oído nombrar. Pero, repito, que hablando como encargado
del poder ejecutivo, debo desprenderme de todo interés privado y tener solo en
mira el interés nacional, el interés que siempre ha movido mi corazón y al que le
he sacrificado cuantas aspiraciones podría tener.16
La siguiente estrategia de Santander fue consolidar sus vínculos con algunos caraqueños, entre ellos el general de brigada Mariano Montilla, quien
se desempeñaba como intendente del Magdalena y a quien no conocía personalmente, sino por medio del general Soublette y de Bolívar. El intercambio epistolar entre los dos hombres comenzó a fortalecerse a partir del mes
de marzo, cuando empezaron a intercambiar impresiones sobre los acontecimientos de Caracas y los partidos que se estaban formando en esa ciudad;
sobre todo, en lo concerniente a las elecciones que se aproximaban. En una
de las cartas, Santander le confirmaba su apoyo si Montilla quería ser electo
como presidente, tema que se volvió recurrente en la correspondencia:
¿Quiere usted que hagamos una cosa? No hablemos más de candidatos, ni de enredos; si usted es electo, lo celebraré y seré su amigo como lo he sido; a la inversa
sí a mí me eligiesen los colegios electorales, me será grato, porque será un acto
favorable a mí; si la elección fuera del congreso, no la admito, porque en mí caso
no podré decir lo que el actual presidente Adams: “No hay ley que prevea lo que
se ha de hacer pues las nuestras permiten renunciar”.17
A pesar del apoyo que le ofrecía Santander a Montilla, él sabía que las
posibilidades de que Montilla fuera elegido como vicepresidente eran mínimas, como bien lo demostró el escrutinio. Sin embargo, esta amistad le
permitía a Santander tener la esperanza de ganar en los departamentos del
Magdalena y Cartagena, a pesar de los artículos de la Gaceta de Cartagena en
contra de Santander, los cuales ponían en constante riesgo su elección en ese
departamento.
La contienda electoral se situó, concretamente, en la obtención del cargo
para vicepresidente, pues todos eran conscientes que la imagen de Bolívar
como presidente estaba arraigada en el imaginario político de los colombianos —con contadas excepciones—. En el resultado de las votaciones en
las asambleas electorales para presidente, Bolívar fue elegido por mayoría
absoluta por todo el territorio de la Gran Colombia. A pesar de su ausencia
en el territorio, su reelección reafirmaba que era considerado el padre fundador de la patria. Por otra parte, en aquellas provincias donde se presentaron
16. Ibíd., 263-264.
17. Santander, “Carta al general Mariano Montilla”, Bogotá, 9 de junio de 1825, en
ibíd., 298.
59
Procesos 54, julio-diciembre 2021
votos por otros candidatos, se impuso José Antonio Páez sobre Santander
(tabla 1).
Tabla 1. Resultado electoral para el cargo de presidente de la República, 1825
Presidente
Libertador Simón Bolívar
Votos
585
Gral. José Antonio Páez
12
Gral. Francisco de Paula Santander
10
Gral. Rafael Urdaneta
1
Gral. Antonio José de Sucre
1
Total
609
Fuentes: Gaceta de Colombia, n.° 228, 26 de febrero de 1826; Suplemento de la Gaceta de Colombia, n.° 232, 26 de marzo de 1826.
Elaborado por la autora.
Los nombres que sonaban en la escena electoral para reemplazar a Santander en la vicepresidencia eran: el secretario de Hacienda, José María del
Castillo y Rada; el secretario de Guerra y Marina, Pedro Briceño Méndez; el
coronel Francisco Carabaño; el general Antonio José de Sucre, y el presidente
del Senado, Luis Andrés Baralt. En los meses en que la contienda electoral
tomaba mayor fuerza en la prensa, en este medio de comunicación se inició
una batalla sin cuartel entre Santander y Carabaño. En Venezuela, el coronel
Francisco Carabaño hacía uso de los periódicos El Argos y La Cometa, en los
que se presentaban las listas de los que podían ser candidatos a la vicepresidencia y se describía a Santander como un traidor de la libertad.18 Ante esas
acusaciones, Santander le escribía al general Montilla:
fastidia realmente el negocio de candidaturas ¿qué le han parecido a usted los
candidatos del Cometa número 11? ¿qué el Argos y la severa reprimenda indicada
contra los que presenta la Gaceta de Cartagena? De modo es que para que todos
queden contentos sería preciso nombrar siquiera media docena de vicepresidentes. De mí no hay que hablar ya. Han tomado un empeño contra mi pobre individuo en Caracas, Puerto Cabello y Cartagena, que les aparece que ya estoy
nombrado vicepresidente para toda mi vida.19
18. Santander, “Carta a A.S.E. el Libertador de Colombia”, Bogotá, 21 de septiembre
de 1825, en ibíd., 350.
19. Santander, “Carta al general Mariano Montilla”, Bogotá, 9 de agosto de 1825, en
ibíd., 320.
60
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Mapa 2. Porcentaje de votos obtenidos por Santander
en las Asambleas Electorales de la Gran Colombia, 1825
Riohacha
0%
Veraguas
100 %
Santa Marta
100 %
Maracaibo
Cartagena
0%
Sin datos
Panamá
64 %
Margarita
Coro
0%
Trujillo
Sin datos
Mérida
0%
Pamplona
87 %
Socorro
34 %
Casanare
Tunja
100 %
Mariquita 83 %
31 %
Antioquia
17 %
Chocó
0%
Caracas
0%
Barinas
68 %
Apure
Sin datos
Barcelona
37 %
Cumaná
60 %
Guyana
100 %
Santafé
26 %
Buenaventura
Neiva
100 %
64 %
Popayán
21 %
Ecuador
64 %
Pasto
100 %
Fuentes: Gaceta de Colombia, n.° 209, 16 octubre de 1825; n.° 210, 23 octubre de 1825; n.° 212,
6 noviembre de 1825; n.° 213, 13 noviembre de 1825; n.° 215, 27 de noviembre de 1825; n.°
218, 18 diciembre de 1825.
Elaborado por la autora.
No obstante, Santander hacía lo propio de su lado y publicaba artículos en
la Gaceta de Colombia, en los que mostraba los beneficios de la unión y criticaba
intensamente a todos aquellos que eran partidarios de la federación, entre los
que se encontraba Carabaño. Santander contaba con el apoyo de varios escritores que defendían su candidatura, entre ellos Alejandro Vélez, los autores
de los periódicos Fisca y La Ley de Panamá, La Justicia y la Amistad de Quito, El
Progreso de los Individuos de Guayaquil, y El Voto del Oficial de Medellín.
En los resultados de las elecciones de la vicepresidencia, Santander obtuvo el 46 % del total de los votos, con lo cual el Congreso debió realizar el
perfeccionamiento de la elección para vicepresidente. En el mapa electoral
de la elección de Santander, se ve el reducido porcentaje obtenido en provin-
Procesos 54, julio-diciembre 2021
61
cias importantes como Bogotá, Caracas, Antioquia y Popayán (mapa 2). Así
como el fuerte rechazo hacia su reelección en las provincias pertenecientes
a la antigua capitanía de Venezuela. En las provincias de Caracas, Maracaibo, Coro y Mérida la votación por Santander fue del 0 %, en cuyos lugares
predominó la elección de los generales venezolanos Antonio José de Sucre,
Pedro Briceño Méndez, y los abogados Cristóbal Mendoza y Andrés Baralt.
Por otro lado, la pérdida de las asambleas de Bogotá y Caracas pone de relieve que Santander no era percibido como un jefe fuerte por los electores del
segundo nivel del centro del país, contrario a lo sucedido en las asambleas
electorales de ciudades periféricas, gracias a las cuales logró obtener un alto
número de votos, que, de hecho, en algunas fue del 100 % de la votación,
como en Casanare, Guyana, Veraguas, Buenaventura y Pasto.
Al no haber conseguido los dos tercios de los votos de los electores concurrentes a las asambleas, ninguno de los candidatos fue elegido por el pueblo. En cuyo caso, las elecciones pasaron a ser perfeccionadas por el Congreso. En esta instancia la votación incluyó los tres nombres con mayor número
de sufragio. Para ser elegido vicepresidente se necesitaban alcanzar los dos
tercios de los votos de los miembros que estuvieren presentes en el congreso.
La terna fue formada por los señores Santander, Briceño Méndez y Castillo.
Santander logró el voto de 70 de los 98 congresistas (tabla 2).
Contrario a las votaciones en las asambleas secundarias, en el Congreso
Santander obtuvo los votos de algunos representantes de aquellas provincias donde antes no los obtuvo. El senador Rafael Lasso de la Vega, de Mérida, votó por Santander, al igual que los senadores de Caracas: Juan José Osio,
Cayetano Arvelo, Pedro Herrera y Mariano Echezurían; cuatro de cinco senadores. Esta discrepancia en la votación de los electores y los senadores
muestra el empeño del Congreso por buscar una estabilidad en el Estado,
aun cuando implicara la reelección de alguien que había gobernado, en los
últimos cuatro años, bajo el estado de excepción. Contrario a las intenciones
de los electores que buscaban poner en el poder a los militares que, en su
opinión, podían ejercer un mando más fuerte en los asuntos del gobierno,
lo cual se verá reflejado en la crisis política de 1826 y 1827,20 donde Bolívar
fue llamado a ejercer su autoridad, aunque eso conllevara a gobernar bajo la
dictadura.
20. Hilda Sabato, “Elecciones y prácticas electorales en Buenos Aires, 1860-1880. ¿Sufragio universal sin ciudadanía política?”, en Historia de las elecciones...; Marcela Ternavasio, “Nuevo régimen representativo y expansión de la frontera política. Las elecciones en
el estado de Buenos Aires: 1820-1840”, en ibíd.
62
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Tabla 2. Resultado electoral para el cargo
de vicepresidente de la República, 1825
Votos en:
Vicepresidente
Asambleas
secundarias
Congreso
Número
%
Número
%
285
46,30
70
71,40
Gral. Pedro Briseño Méndez
78
12,60
22
22,40
José María del Castillo
56
9,10
6
6,10
Luis Andrés Baralt
56
9,10
Gral. Antonio José de Sucre
39
6,30
Cristóbal Mendoza
26
4,20
Cnel. Domingo Caicedo
25
4
Gral. Carlos Soublette
19
3
8
1,30
98
100
Gral. Francisco de Paula Santander
Cnel. Francisco Carabaño
Joaquín Mosquera
6
0,97
Pedro Gual
5
0,81
Gral. José Antonio Páez
4
0,65
Gral. Rafael Urdaneta
2
0,32
Gral. Mariano Montilla
2
0,32
Cnel. Vicente Aguirre
2
0,32
Gral. Miguel Guerrero
1
0,16
Gral. Pedro Fortoul
1
0,16
Total
[615]* 609**
100
* Total de los votos; ** total dado por la fuente.
Fuentes: Gaceta de Colombia, n.° 228, 26 de febrero de 1826; Suplemento de la Gaceta de Colombia, n.° 232, 26 de marzo de 1826.
Elaborado por la autora.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
63
la delimitación de los ciudadanos
actiVos a la gran conVención
Entre 1821 y 1830 los requisitos para ser ciudadano activo fueron modificados dos veces: la primera en 1827, cuando se excluyó a los soldados de la
ciudadanía activa;21 y, la segunda ocasión en 1828, cuando se impuso tener una
renta anual de 180 pesos para sufragar. Cada una de las reformas fue hecha en
medio de una coyuntura política en la que las pasiones y los temores definieron las reglas de juego. Los constituyentes de 1821 les dieron continuidad a las
condiciones de la edad de 21 años o al estar casado como condición para ser
sufragante; además de tener un trabajo sin sujeción, los constituyentes añadieron tímidamente y sin imponerle el carácter obligatorio el requisito de tener
una renta de 100 pesos. Bajo estas condiciones, el número de ciudadanos activos que podían participar en las elecciones de 1825 continuaba con las mismas
dimensiones de las provincias patriotas de Cundinamarca y Antioquia.
En el decreto de 1827 que reglamentó las elecciones para la Convención
Constituyente de Ocaña,22 se ordenó que los soldados, desde el rango de sargento para abajo, que perteneciesen al ejército permanente o a cualquier especie de milicias y que se hallasen en servicio activo en la época de las elecciones,
no pudieran ejercer el derecho de sufragio. ¿Por qué excluir a una parte de los
ciudadanos que no representaban una amenaza numérica? En 1825, el Congreso había estipulado que el número de las tropas de la República de Colombia
—Venezuela, Quito y Nueva Granada— sería de 52 888. Estimada la población
de todo el territorio en 2 644 400, la tropa representaba el 2 % de la población total. En 1827 ese porcentaje debía ser menor, si se tiene en cuenta que una parte
importante de la tropa se encontraba en Bolivia, más la alta tasa de deserción.
El ciudadano-soldado fue un elemento de tensión entre Venezuela y la
Nueva Granada. Para los venezolanos el elemento militar fue importante
en la configuración del ciudadano-soldado, participar en las luchas de independencia fue también la puerta de entrada a la ciudadanía,23 mientras que,
para los neogranadinos, el requisito de prestar servicio militar para poder
votar no fue una constante ni en las constituciones revolucionarias, ni en la
Constitución de 1821. La idea del ciudadano-soldado aparece y toma fuerza
con la reconquista española: es él quien debe defender la patria. Pero sin un
21. Bernard Manin, Principes du gouvernement représentatif (París: Flammarion, 2008).
22. “Ley que fija el censo de población conforme al cual debe hacerse la elección de
los Representantes”, art. 5.°, parágrafo único, n.° de orden 402, 29 de agosto de 1827, en
Codificación nacional de todas las leyes de Colombia desde el año de 1821, hecha conforme a la ley
13 de 1912, dir. por Ramón Correa, t. 3 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1929), 307-314.
23. Hébrard, La Venezuela indépendant..., 375.
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proceso electoral existente, el escenario no fueron las asambleas primarias
sino el campo de batalla. Cuando ese soldado entró en el escenario electoral,
lo hizo despojado de su uniforme y de su rol como soldado, lo hizo como
ciudadano y, como tal, se le ordenó presentarse sin armas a las elecciones;
salvo en las elecciones de 1818, período durante el cual, como consecuencia
del estado de guerra, fueron las tropas las que participaron en las elecciones.
Además de las diferencias entre la Nueva Granada y Venezuela en la definición del ciudadano, algunos publicistas neogranadinos, entre los que se
encuentra Vicente Azuero, veían con desconfianza al ejército permanente y su
participación en las asambleas constituyentes y en los procesos electorales. En
los meses de marzo y abril de 1827, durante el viaje de regreso de Bolívar de
Caracas a Bogotá para posesionarse como presidente de Colombia ante el Congreso nacional, los editoriales del periódico El Conductor, manifestaron algunas
modificaciones que debía realizar el cuerpo legislativo, entre las que se encontraba la reforma y reducción del ejército permanente.24 Esta medida debía ser la
primera decisión por adoptar, pues la historia había demostrado que las tropas
permanentes habían sido uno de “los funestísimos frutos del siglo feudal”.25
Los intentos por reducir la tropa y la interdicción de su participación en
las elecciones fue producto de las tensiones entre Bolívar y Santander. Nadie
en Colombia desconocía la obediencia casi ciega que el ejército prodigaba a
Bolívar. En su diario de viaje a Colombia, en 1823, Mollien notaba: “el ejército
es, en cuerpo y alma, del Gobierno actual, menos tal vez por entusiasmo por
las instituciones que éste representa que por adhesión a los hombres que las
establecieron; si Bolívar pidiera a sus soldados la corona, éstos le llevarían
en triunfo”.26 Santander temía que esta metáfora que había utilizado Mollien
para describir la tropa colombiana se volviera una realidad, por eso intentó
por todos los medios posibles disminuir el poder de Bolívar en las urnas y
en la guerra. En una carta, Santander le informaba a Bolívar que no había
suficiente dinero para mantener las tropas en el interior, porque las rentas
públicas estaban agotadas, y añadía “que fuera de esto, eran innecesarias
dichas tropas por haber cesado los temores que inspiraba la tercera división;
que el general Obando había sido reconocido como jefe de ella y restablecido
el orden constitucional en Guayaquil”,27 por ende, estas debían desintegrarse. La respuesta negativa de Bolívar aumentó las tensiones y su regreso fue
24. Periódico dirigido por Vicente Azuero en el que participaba Florentino González.
25. “El Conductor”, El Conductor, n.° 20, 10 de abril de 1827. El artículo se llama como
el periódico, por lo que se puede asumir que corresponde al editorial.
26. Gaspard-Théodore Mollien, Viaje por la república de Colombia en 1823 (Bogotá: Banco de la República, 1944), 209.
27. José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la república de Colombia en la América meridional, t. 4 (Besanzón: Imprenta de José Joaquín, 1858), 58.
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comparado con el de “Bonaparte cuando volvió de Egipto y que aboliría la
constitución de Colombia, persiguiendo a los que la hubiesen defendido”.28
El Congreso decretó que se redujese el número del ejército a 10 mil hombres,
a lo que Bolívar arguyó que “sin las tropas suficientes no podría encargarse
del Gobierno, porque no tendría medios de hacerse obedecer”.29 Y ante la
posibilidad que no prestase juramento y no asumiera el poder ejecutivo, el
Congreso decidió postergar el decreto.
los Parámetros Para la elección de los electores
y los diPutados a la gran conVención
Los eventos que llevaron a la convocatoria de la Gran Convención de
1828 fueron la sumatoria de las inconformidades de algunos venezolanos
quienes, desde la promulgación de la Constitución de 1821, estuvieron en
desacuerdo con el Gobierno centralista creado por la Ley fundamental de
Colombia. A esto se sumó el desconcierto hacia los altos reclutamientos de
tropas ocurridos en Puerto Cabello y en las Islas Margarita; las tensiones
entre algunos publicistas caraqueños y Santander, la prolongada ausencia de
Bolívar, entre otros problemas; que, en 1826, con los disturbios de Valencia
y la acusación del Congreso contra el general Páez, fueron la oportunidad
perfecta para levantarse contra el Gobierno de Santander en nombre de la
soberanía del pueblo, para convocar a una nueva convención constituyente.
En medio de la insurrección comandada por Páez en las provincias de Valencia y Caracas, Bolívar fue llamado como jefe supremo de la patria, el único
que podía reunificar la nación. Como lo ha demostrado Véronique Hébrard,
Bolívar aparece, de toda evidencia, como la única persona con el poder de
restablecer el orden y la seguridad,30 para lo cual, regresó con el proyecto
constitucional creado para Bolivia y con la firme intención de implementarlo en Colombia, intención que no fue acogida con mayor agrado y que
condujo a innumerables debates. En medio de este momento de dificultades
políticas, se inició un proceso electoral que, por su naturaleza de crisis, deja
entrever con mayor nitidez las prácticas electorales de la década de 1820.
Con la aprobación del Congreso de la convocatoria de la convención
constituyente se inició la contienda electoral que tenía como objetivo la defensa de varios modelos de regímenes políticos; por un lado se encontraba
la confrontación entre un sistema político federal o centralista y, por otro, un
28. Ibíd.
29. Ibíd., 60.
30. Hébrard, La Venezuela indépendant..., 331.
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gobierno republicano, representativo, rotativo y responsable, representado
en los principios de la Constitución de 1821, defendido por Santander; o un
gobierno republicano con una presidencia vitalicia e irresponsable materializado en la constitución boliviana, defendido por Bolívar.31 Esta dualidad en
los principios políticos y administrativos no se materializó en una contienda electoral guiada por unas ideas o programas políticos. Fue, sobre todo,
la elección de sujetos virtuosos y patriotas, antes que de proyectos políticos
que respondieran a un modelo de gobierno determinado. Este fenómeno se
puede explicar por la persistencia de los elementos carismáticos en la elección
de los representantes, dado que los elementos subjetivos primaban sobre la
racionalidad política. De otra parte, la percepción negativa de los partidos,
considerados como una enfermedad del cuerpo social que amenazaba con
la destrucción de la unidad nacional, conllevó a crear una falsa imagen de
un escenario electoral que debía ser ascético, alejado de las pasiones que pudieran corromper los intereses de los elegidos y donde primaran las buenas
ideas morales y las virtudes patrióticas. Este escenario privilegió la idea de
que los sufragantes debían elegir a los electores y diputados a la convención
en función de un ideal supremo: la búsqueda de la unificación y pacificación
de la nación, y esto ocultó el debate en torno a la construcción de consensos a
partir de las diferentes posiciones políticas. Asimismo, esta falsa visión de la
política exenta de la competencia creó una visión de una única solución posible. Fuera de esa “única visión” posible, el contradictor fue pensado como
enemigo de las buenas acciones morales y las virtudes patrióticas.
Los discursos moralizadores de la política negaban por desconocimiento o intencionalmente la existencia de facciones o grupos políticos que las
tensiones de 1826 habían reafirmado, los cuales alimentaron la competencia
electoral de 1827. Esas facciones fueron las encargadas de crear estrategias
electorales como la presentación de listas en los periódicos y las cartas personales, a partir de las cuales se tejieron redes para buscar la elección de
determinados sujetos a lo largo y ancho del territorio nacional.
Al comparar los electores elegidos en 1822 y 1825 con los elegidos en 1827,
no hubo mayores cambios. Los elegidos fueron los hombres que contaban con
una preeminencia social y una experiencia en la administración, siempre unidas a su predominancia local, como en 1822. De la lista presentada por el periódico El Defensor de las Libertades Colombianas32 para la elección de los electores del
31. “Proyecto de constitución para Bolivia. Título V. Del Poder Ejecutivo. Artículo 79.
El Presidente de la República es el Jefe de la administración del Estado, sin responsabilidad por los actos de dicha administración”, en Héctor Conte Bermúdez, La creación de Bolivia y la Constitución boliviana en el istmo de Panamá (Panamá: Imprenta Nacional, 1930), 74.
32. “Elecciones para la Convención”, El Defensor de las Libertades Colombianas, n.° 12,
21 de octubre de 1827.
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cantón de Bogotá, de los veinticuatro nombres propuestos para electores fueron votados ocho, seis en Bogotá y dos en sus respetivos cantones de nacimiento. Lo mismo sucedió con la lista presentada por el periódico El Conductor,33 en
la que fueron elegidos solamente los hombres que habían nacido en el cantón
donde se realizaba la elección. La preeminencia de la vecindad sobre las recomendaciones de listas publicadas, al momento de elegir, muestra el poco influjo que tenía la prensa en las asambleas primarias; los sufragantes parroquiales
votaban en función de los vínculos de vecindad y no de la imprenta.
En las asambleas secundarias el voto de los electores estuvo ligado a la emergencia de competidores identificables.34 Aunque los periódicos no asociaban a
sujetos específicos con un determinado bando político, las acusaciones hacia
los seguidores de Bolívar se ponían en el plano de hombres intrigantes, poco
patrióticos que conducirían al país a la tragedia. En este nivel era inexistente la
discusión de proyectos políticos, bajo el estandarte de personajes reconocidos,
la construcción de la opinión electoral se constreñía a juicios de orden moral.
Pero mientras la prensa construía un escenario electoral virtuoso, en el
teatro político, que pocos podían ver, la competencia electoral tomó otras
dimensiones. Entre el momento en el que los electores fueron elegidos y en el
que estos debían elegir a los diputados a la convención, transcurrió un mes
y medio. Si se descuentan los quince días necesarios para hacer el escrutinio
y la publicación de los resultados, los electores contaban con un mes para
decir por quiénes votarían en las asambleas de cantón. Durante este tiempo,
los electores se reunieron para discutir quiénes debían ser los elegidos como
diputados a la convención, es decir, los electores llegaron a las asambleas
electorales con la elección hecha y discutida de antemano. En las reuniones
privadas que antecedieron a la elección de los diputados a la convención, se
presentaban los nombres de aquellos sujetos que podían ser elegibles. Había
una construcción de candidaturas internas, las que podían venir de terceros
o no, como lo describe Santander en una carta enviada a José María del Castillo: “pensé en usted para convencionista, aunque nada dije a los compañeros porque por lo mismo que ellos podían temer mi influencia en las elecciones, he querido abstenerme de dirigirlos; por el contrario, les dije ahora
10 días que se conviniesen en los candidatos y yo me presentaría gustoso”.
Y prosigue: “yo puedo decir a usted que tengo seguridades de que usted
será nombrado por Mariquita, y ya menos de Cartagena desde que recibí el
último correo. Puede usted creerme que mi convicción íntima es que usted
es preciso allá en la convención [...]. Hemos quedado de vernos los electores
33. “Elecciones”, El Conductor, n.° 29, 7 de noviembre de 1827.
34. Patrice Gueniffey, La Revolución francesa y las elecciones. Democracia y representación
a fines del siglo XVIII (Ciudad de México: Instituto Federal Electoral / Fondo de Cultura
Económica, 2001), 453-454.
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dentro de 10 días nuevamente”.35 A ese nivel, la elección no dependía de los
discursos o compromisos que pudiesen asumir los candidatos frente a sus
comitentes, la elección era un acto deliberado en función de los vínculos establecidos entre cada facción unida por intereses comunes.
A pesar de las demostraciones de ecuanimidad que se quería mostrar
a través de la prensa, era claro que los partidarios de Santander no iban a
elegir a los amigos de Bolívar, ni viceversa, aun cuando esa fuera la voluntad
de los sufragantes parroquiales. O si lo hacían era claramente una estrategia,
como ocurrió en el caso del ministro Castillo, elegido diputado por el cantón
de Bogotá, donde Santander era elector. Castillo fue contradictor de Santander durante los sucesos de Valencia y era amigo de Bolívar, pero Santander
lo veía como un posible aliado para debilitar la influencia de Bolívar en la
convención. El uso de la correspondencia como una herramienta electoral
era esencial en la competencia electoral, a través de la cual se creó una red
política en la que se podía identificar a los competidores.36
Entre los candidatos de Bolívar se encontraban: Fernando Peñalver, Miguel Peña, el general Santiago Mariño, Cristóbal Mendoza, Rafael Arboleda,
Joaquín Mosquera y el general Mariano Montilla; a cada uno de ellos les
escribió solicitándoles que emplearan su influencia para que en la convención llegaran personas “que procuren la felicidad de la patria y borren de su
memoria sus pasiones”.37
A pesar de la existencia de rivalidades y de los lazos clientelares que
contribuían en la formación de facciones, Santander y Bolívar intentaban
presentarse como ajenos a cualquier bando político, pues toda facción era
asimilada a una causa particular y, por ende, egoísta u opuesta a los intereses
generales. En este punto, Santander afirmaba:
yo ni soy jefe, ni pertenezco a partido alguno. Mi causa es la de Colombia: ella se
reduce a que sea para siempre independiente, que haya leyes dictadas libremente por los legítimos representantes de la Nación, y que sean igualmente invulnerables a los gobernados y a los gobernantes; que el pueblo goce de las garantías
de un Gobierno positivamente republicano.38
35. Santander, “Carta de Santander al señor José María del Castillo”, Bogotá, 11 de
diciembre de 1827, en Santander, Cartas y mensajes..., vol. VII, 358.
36. Santander, “Carta de Santander al doctor Rufino Cuervo”, Popayán. Hacienda de
Hato Grande, 22 de diciembre de 1827, en ibíd., 359.
37. Simón Bolívar, “Carta de Bolívar al general Santiago Mariño”, Bogotá, 21 de septiembre de 1827, doc. 1451. Archivo del Libertador, http://www.archivodellibertador.
gob.ve/escritos/inicio.php; Bolívar, “Carta de Bolívar al señor Fernando Peñalver”, Bogotá, 24 de octubre de 1827, doc. 1480, en ibíd.
38. Santander, “A mis compatriotas”, Bogotá, 13 de enero de 1828, en Santander, Cartas y mensajes..., vol. VII, 366.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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Sin embargo, los resultados electorales y la posterior disolución de la
Asamblea Constituyente pusieron en evidencia las profundas divisiones
partidistas existentes en el país.
resultados electorales a la conVención y fracaso
de los diPutados como rePresentantes de la nación
La ley del 29 de agosto de 1827, que arregló las elecciones para la convención de Ocaña, dejó la vía libre para que los congresistas y todo aquel
que desempeñara un cargo público pudiera ser elegido diputado. El único
cargo que fue excluido de participar en la elección fue el de presidente de la
república. Los intendentes, gobernadores y demás que tuvieran alguna autoridad militar o eclesiástica podían ser elegidos por otras provincias que no
fueran las de su mando, con lo cual se buscó disminuir la presión que estos
pudieran ejercer sobre el cuerpo electoral de su provincia. Esta libertad de
elección posibilitó que la convención estuviera compuesta por una parte de
los constituyentes de 1821, y por los senadores y representantes a la Cámara
del Congreso de 1827. Pero, a pesar de esta continuidad en la representación,
la Asamblea Constituyente no logró solucionar la profunda división existente en la Gran Colombia.
Las asambleas electorales escogieron a aquellos hombres que ya tenían
experiencia en la administración o que ya habían ocupado un cargo de carácter electivo. En términos económicos y de pertenencia social, esta élite administrativa de la nueva república era la misma élite del Antiguo Régimen. Empero, un nuevo elemento hacía parte de dicha élite: sus vínculos partidistas.
En las votaciones de las asambleas secundarias se esbozan dichos elementos.
Si bien los requisitos económicos y morales eran importantes, fueron los vínculos políticos los que predominaron.
Las votaciones produjeron una cartografía electoral no muy distinta a la
de las elecciones de 1825, pero con la novedad de las divisiones partidistas
(mapa 3). En las provincias del norte ganaron las elecciones los bolivarianos, al igual que en las provincias de Pichincha, Loja, Guayaquil, Cuenca
y Chimborazo, en el departamento de Ecuador. En el centro del país, en las
provincias de Panamá, Chocó, Antioquia, Mompós, Pamplona, Socorro,
Tunja, Bogotá, Neiva, Pasto y Buenaventura, ganaron los santanderistas. En
la provincia de Popayán la asamblea se dividió entre santanderistas y bolivarianos, sin que ninguna de las dos facciones obtuviera una mayoría sobre
el número de diputados, al igual que en las provincias de Trujillo y Apure.
Otro elemento que contribuyó a avivar las tensiones partidistas fue la
formación de la junta calificadora, la cual debía ser formada por los mis-
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Mapa 3. Lugares en que fueron elegidos los santanderistas y los bolivarianos, 1827
Margarita
Riohacha
Coro
Santa Marta
Panamá
Maracaibo
Cartagena
Veraguas
Trujillo
Barcelona
Cumaná
Mérida
Pamplona
Barinas
Apure
Antioquia Socorro
Guyana
Tunja
Chocó
Caracas
Mariquita
Santafé
Neiva
Popayán
Ecuador
Pasto
Fuente: Archivo General de la Nación (AGN). Archivo Histórico Legislativo Congreso de
la República. Estante 1, cara A, bandeja 3, Senado, Actas y registros de elecciones, 1826,
legajo LXI.
Elaborado por la autora.
mos diputados, ante lo cual cada facción, una vez conocidos los resultados,
apresuró el viaje hacia Ocaña. El Congreso estipuló que serían los primeros
diputados en concurrir a esa ciudad, con tal que no fuesen menos de diez los
encargados de formar la comisión delegada para examinar los registros de
todas las asambleas electorales y de extender los respectivos informes sobre
cada una de las elecciones. Este grupo de diputados sería, a la vez, el encargado de nombrar al presidente de la junta calificadora. Esta politización de
la junta aumentó la desconfianza entre una y otra facción. Quince días antes
de que se realizaran las elecciones secundarias, Bolívar les escribió a sus amigos para que, una vez conocido el resultado de las elecciones, se pusieran en
marcha hacia Ocaña; entre ellos se encontraba Rafael Arboleda, a quien le
escribió lo siguiente:
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sabe que los diez primeros diputados que llegan al sitio de la convención califican a los demás: desde luego, no debemos olvidar que las elecciones de esta
capital no serán nada favorables y que, apenas electos, se pondrán en marcha
para ganar la primera ventaja. Por supuesto, que el Sr. Santander será el primer
diputado y sus amigos le seguirán. Por esto es preciso, mi querido amigo, que
Vd. se interese junto con los amigos para que los buenos diputados vengan inmediatamente a Ocaña, aun cuando no se les den dietas inmediatamente, a fin
de oponerse a los contrarios que seguramente llegarán allí los primeritos: ésta es
cosa que la veo suceder. Antes de ahora le he manifestado el deseo que tengo que
Vd. venga a la convención, y le ruego encarecidamente no deje de concurrir a ella
en caso de ser electo, como lo espero. Vd., mí migo, por sus luces, moderación y
sanidad de principios servirá a su patria con infinito provecho: ya hemos visto
cuanto puede Vd. hacer por ella por lo que hizo en el congreso pasado.39
Al comparar el mapa de los resultados electorales de diputados a la Convención (mapa 3) con las distancias entre las capitales de cada provincia y
la ciudad de Ocaña (tabla 3), salta a la vista que los santanderistas serían los
primeros en llegar, es decir, que serían los encargados de conformar la junta
escrutadora. La fecha estipulada para el inicio de la Convención Constituyente era el 2 de marzo y, sin pérdida de tiempo, los primeros diputados se
reunieron en sesión calificadora el 3 de marzo. Estuvo compuesta por: Francisco Soto, Francisco De Paula Santander, Luis Vargas Tejada, Joaquín Gori,
Romualdo Liévano, Francisco López Aldana, José Félix Merisalde, Valentín
Espinal, Rafael Hermoso, Juan Bautista Quintana, Santiago Mazenet, José
María Salazar, Ángel M. Flórez, Diego Fernando Gómez y Ezequiel Rojas;
faltaron el señor Concha, que se hallaba enfermo, y el señor Briseño.40 La
calificación de las elecciones comenzó y, con ella, las disputas entre las facciones. La calificación de la provincia de Carabobo fue vista por los bolivarianos como prueba de la parcialidad de la junta escrutadora controlada por
los santanderistas. La calificación fue considerada por los bolivarianos como
la prueba de que “la ceguedad de las pasiones y el obstinado espíritu de partido se habían hecho superiores a los encantos de las virtudes patrióticas”.41
De los cuatro elegidos como diputados en la provincia de Carabobo, a saber:
Salvador Mesa, Francisco Aranda, Vicente Michelena y Miguel Peña, los tres
39. Bolívar, “Carta de Bolívar a Rafael Arboleda”, Bogotá, 15 de diciembre de 1827,
doc. 1531. Archivo del Libertador, http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php.
40. “Gran Convención”, Gaceta de Colombia, n.° 338, 6 de abril de 1828.
41. Los diputados que se separaron de la Convención al pueblo colombiano, “Exposición de los motivos que tuvieron los diputados que suscriben para separarse de la Gran
Convención”, La Cruz, 12 de junio de 1828. Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), fondo
Pineda 150, pza. 10, p. 4.
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Tabla 3. Número de leguas entre la capital de la provincia y Ocaña
Capital de la
provincia
Leguas
Capital de la
provincia
Pamplona
60
Cartagena
133
Veraguas
310
Socorro
66
Maracaibo
138
Barcelona
333
Leguas
Capital de la
provincia
Leguas
Mompós
72
Neiva
165
Guayana
348
Tunja
86
Santa Marta
168
Cumaná
353
Mérida
94
Achaguas
173
Ibarra
353
Honda
100
Riohacha
200
Asunción
367
Antioquia
100
Valencia
218
Quito
380
Bogotá
116
Popayán
230
Puertoviejo
405
Pore
116
Panamá
233
Riobamba
425
Coro
133
Quibdó
245
Cuenca
460
Trujillo
133
Caracas
253
Guayaquil
465
Barinas
133
Pasto
282
Loja
498
Fuente: Gaceta de Colombia, n.° 314, 21 de octubre de 1827.
Elaborado por la autora.
primeros fueron calificados por la junta como sujetos que cumplían con las
cualidades legales. Pero para una parte de la junta, Miguel Peña no contaba
con dichos requisitos por tener en curso una causa criminal pendiente por
usurpación de caudales públicos.42
conclusiones
Las tensiones entre santanderistas y bolivarianos se sumaron a la poca
legitimidad que le otorgaban algunos a las elecciones, consideradas como
“la coronación de los deseos”43 de un partido. Las elecciones no fueron estimadas como la expresión legítima de la soberanía del pueblo, el cual fue
considerado un actor con poca capacidad para ejercer autoridad y control sobre las elecciones y sus representantes. Jerónimo Torres, en “Observaciones
42. “Gran Convención de Ocaña. Sesión del día 5 de marzo de 1828”, Gaceta de Colombia, n.° 338, 6 de abril de 1828.
43. Los diputados que se separaron de la Convención al pueblo colombiano, “Exposición de los motivos...”, 5.
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políticas dirigidas a la gran convención de Colombia”, decía: “no se puede
oír sin asombro que de dos y medio millones de habitantes de Colombia no
lleguen a ocho mil los que han sufragado para las elecciones, nada menos
que de una gran convención”.44 Para Torres las elecciones eran la expresión
de una mínima fracción del cuerpo social, la cual no lograba crear un vínculo
estrecho e inquebrantable entre los sufragantes y los diputados a la convención.
Otro elemento que debilitó el proceso de institucionalización de las elecciones como única fuente de autoridad fue la poca legitimidad que tuvieron
los resultados electorales, pero, sobre todo, la politización de la junta calificadora, la cual fue considerada por ambas facciones como una herramienta
de manipulación del contrario. Al negar los resultados electorales de la junta
calificadora y al apartarse de la Convención constituyente, los diputados la
despojaron de su carácter de asamblea deliberativa formada según la voluntad del pueblo; como consecuencia, la Convención se convirtió en un campo
de batalla en el que cada facción quiso imponer su posición política como la
verdad absoluta, la única que podía salvar la nación de su destrucción.
Todas las discusiones acerca de los proyectos constitucionales presentados por cada partido fueron recibidas como actos que atentaban contra la
república, considerada como un proyecto monárquico o demasiado liberal.
Estas tensiones al interior de la Convención Constituyente condujeron a su
disolución y, acto seguido, a su desconocimiento por parte del mismo pueblo; con ello surgieron de nuevo cabildos abiertos en los cuales los ciudadanos desconocían la legitimidad de sus representantes en la Convención,
llamando a Bolívar como su máxima autoridad quien, de nuevo, era considerado como la única persona que podía salvarlos de los peligros de la guerra. A partir de este momento, se dio inicio a la última dictadura de Bolívar
y tanto los representantes como el mismo pueblo despojaron a las elecciones
de su carácter de mediador de los conflictos.
44. Gerónimo Torres, “Observaciones políticas dirigidas a la gran convención de Colombia, por el ciudadano que las suscribe”. BNC, fondo Miscelánea 194, pza. 7, p. 6.
74
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fuentes y bibliografía
FUENTES PRIMARIAS
Archivos consultados
Archivo del Libertador. Caracas, Venezuela.
http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php.
Archivo General de la Nación (AGN). Bogotá, Colombia.
Archivo Histórico Legislativo Congreso de la República.
Biblioteca Nacional de Colombia (BNC). Bogotá, Colombia.
Fondo Pineda.
Fondo Miscelánea.
Periódicos
Correo del Orinoco, 1818.
El Conductor, 1827.
El Defensor de las Libertades Colombianas, 1827.
Gaceta de Colombia, 1822, 1828.
La Cruz, 1828.
Fuentes primarias publicadas
Conte Bermúdez, Héctor. La creación de Bolivia y la Constitución boliviana en el istmo de
Panamá. Panamá: Imprenta Nacional, 1930.
Correa, Ramón, director. Codificación Nacional de todas las leyes de Colombia desde el año
de 1821, hecha conforme a la ley 13 de 1912. 18 T. Bogotá: Imprenta Nacional,
1929.
Cortázar, Roberto, compilador. Cartas y mensajes del general Francisco de Paula Santander. 12 T. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1954.
Mollien, Gaspard-Théodore. Viaje por la república de Colombia en 1823. Bogotá: Banco
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Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América
meridional. 10 Vols. Besanzón: Imprenta de José Joaquín, 1858.
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Buenos Aires: 1810-1820”. En Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX:
de la formación de espacio político nacional, editado por Antonio Annino. Buenos
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Demélas, Marie-Danielle. “El sufragio indígena en los Andes durante el período revolucionario (1810-1815): ¿electorado cautivo o guerra de castas?”. Elecciones,
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Recelos y objeciones: observaciones a la unión
colombiana desde la prensa (1822-1825)
Misgivings and objections: Observations by the press
on the Colombian union (1822-1825)
Receios e objeções: observações acerca da união
colombiana produzidas pela imprensa (1822-1825)
Migdalia Lezama
Universidad Católica Andrés Bello
Caracas, Venezuela
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-1397-6136
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2597
Fecha de presentación: 30 de septiembre de 2019
Fecha de aceptación: 29 de junio de 2021
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 77-108. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
Con el objetivo de comprender el proceso de formación y paulatino
desgaste de la Gran Colombia, este artículo examina el papel
de la prensa en el debate y difusión de las ideas políticas.
Se busca conocer cómo diversos grupos de opinión percibieron
la viabilidad de la unión política entre los distintos pueblos. También
se identifican los argumentos que sustentaban los reparos
y objeciones al nuevo orden constitucional en los albores
de la república. Principalmente se estudian dos periódicos
caraqueños: El Venezolano (1822-1824) y El Observador Caraqueño
(1824-1825), en cuyas columnas se evidencia la dimensión del cambio
ideológico-cultural como un factor clave para comprender los retos
que enfrentó la unión colombiana desde sus inicios.
Palabras clave: historia de América Latina, Gran Colombia, prensa,
ideas políticas, liberalismo, republicanismo.
ABSTRACT
In order to understand the formation and gradual decline of “Gran”
Colombia, the present article examines the role played by the press in
the debate and dissemination of political ideas. It strives
to understand how diverse groups of opinion viewed the feasibility
of a political union between different peoples. Arguments
underpinning the misgivings and objections to the new constitutional
order in the early days of the republic are also identified. It focuses
mainly on two Caracas newspapers: El Venezolano [The Venezuelan]
(1822-1824) and El Observador Caraqueño [The Caracas Observer]
(1824-1825), as their columns highlight the scope of ideologicalcultural change as a key factor to understand the challenges
encountered by the Colombian union since its very beginning.
Keywords: History of Latin America, Gran Colombia, Press,
Political ideas, Liberalism, Republicanism.
RESUMO
A fim de compreender o processo de formação e do paulatino
desgaste da “Grã-Colômbia”, este artigo examina o papel
da imprensa no debate e na difusão de ideias políticas. Procura-se
conhecer como diversos grupos da opinião pública perceberam a
viabilidade da união política entre os diferentes territórios. Também
identificam-se os argumentos que sustentavam as advertências e
objeções à nova ordem constitucional do início da república. Foram
estudados dois principais periódicos caraquenhos: El Venezolano
(1822-1824) e El Observador Caraqueño (1824-1825), em cujos textos
se evidencia a dimensão da mudança ideológica-cultural
como um fator chave para compreender os desafios enfrentados
pela união colombiana desde seu início.
Palavras chave: História da América Latina, Grã-Colômbia,
imprensa, ideias políticas, liberalismo, republicanismo.
introducción
Al abordar el proceso de quiebre y posterior separación de la República
de Colombia, la tradición historiográfica venezolana ha centrado su interés
en el estudio del movimiento secesionista de la Cosiata, desarrollado en las
ciudades de Valencia y Caracas a inicios de 1826, que se devela como el inicio
de un movimiento conspirativo que impulsó el proceso de separación, con
pausas y disimulos, pero con tenacidad constante. Esta concepción prioriza
el estudio del período histórico comprendido entre 1826 y 1829, descuidando la visión de proceso y relegando al olvido un arsenal histórico que da
cuenta de un problema historiográfico más complejo.
La tendencia al estudio selectivo, casi exclusivo, de la crisis de la unión
colombiana entre 1826 y 1829 ha favorecido una narrativa histórica que centra el debate de la disolución de Colombia en la acción política de los personajes involucrados, reflexión mediatizada por el culto a Bolívar y la mitología fundacional.
El presente trabajo indaga en los primeros años de la unión colombiana, luego de proclamada la Constitución de Cúcuta en 1821. Se busca conocer la percepción sobre la viabilidad de la unión que expresaban los grupos
de opinión mediante la prensa y precisar los argumentos que sustentaban
los reparos y objeciones al nuevo orden constitucional en los albores de la
república, dado que los debates en prensa proporcionan una valiosa fuente
para comprender los factores que dificultaron la materialización del proyecto
colombiano, permitiendo una visión más amplia y progresiva del paulatino
desgaste de una unión decretada en las leyes, pero incumplida en la práctica.1
1. Los primeros estudios dedicados al tema de la prensa en Venezuela datan de finales
de la década de 1920. Los aportes de las investigaciones sobre la imprenta y el periodismo
desarrolladas por Manuel Segundo Sánchez, José Eustaquio Machado, Tulio Febres Cordero y Santiago Key-Ayala, proporcionan un catálogo de referencias de indispensable consulta. Muchos de estos estudios fueron compilados por Pedro Grases en la obra Materiales para
la historia del periodismo en Venezuela durante el siglo XIX (Caracas: Ediciones de la Escuela
de Periodismo, 1950). En el examen de los numerosos impresos que circularon en Caracas
entre 1822 y 1826 destaca la obra de José Ratto-Ciarlo, Historia caraqueña del periodismo venezolano (Caracas: Comisión Nacional del Cuatricentenario de la Fundación de Caracas,
1967). De igual manera, resalta la minuciosa investigación de Tulio Febres Cordero, Historia
del periodismo y de la imprenta en Venezuela (Caracas: Academia Nacional de Historia, 1983).
Pino Iturrieta ha destacado el papel de los impresos en el debate político, especialmente
después de las victorias militares de Carabobo y Puerto Cabello, que permitieron descansar de las tribulaciones de la guerra y repensar la edificación republicana. Entre sus obras
destacan: Las ideas de los primeros venezolanos (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello,
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El presente estudio examina dos periódicos caraqueños que manifestaron desde sus columnas observaciones a la Constitución de Cúcuta y a
la implementación del gobierno de la unión: El Venezolano (1822-1824) y el
Observador Caraqueño (1824-1825);2 ambos, con estilos diferentes, lideraron
una corriente de opinión que demandaba el pleno ejercicio del gobierno representativo y popular; y en cumplimiento de ese derecho defendieron la
potestad de hacer reparos, presentar objeciones y proponer reformas al pacto
de la unión colombiana.3
2009); Fueros, civilización y ciudadanía (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2006); y
Nada sino un hombre (Caracas: Alfa, 2007).
2. En relación con El Observador Caraqueño, es importante resaltar que su estudio se
facilitó con la reproducción facsimilar del periódico, realizada por la Academia Nacional
de Historia en 1982, que incluyó una presentación preliminar del impreso realizada por
Pedro Grases. En 2009 se publicó la obra de Francisco Javier Yanes, Manual político del
venezolano y apuntamientos sobre la legislación de Colombia (Caracas: Universidad Metropolitana / Academia Nacional de la Historia, 2009), contribución valiosa para comprender
los señalamientos a la Constitución de Cúcuta realizados por uno de los juristas más prominentes de la época. En este ámbito destaca el artículo de Jean Carlos Brizuela, “Contra
la Colombia bogotana y de charreteras: Francisco Javier Yanes tras la república liberal”,
Anuario de Estudios Bolivarianos, n.º 19 (2012-2013): 15-33.
3. El papel de la prensa en el proceso de discusión y deliberación política es reconocido en la obra de Carole Leal Curiel y Fernando Falcón, “Las tres independencias de Venezuela: entre la lealtad y la libertad (1808-1830)”, en Las independencias hispanoamericanas.
Interpretaciones 200 años después (Bogotá: Norma, 2009), donde abordan la tensión entre la
fidelidad y la ruptura en el proceso de disolución de Colombia, como la tercera independencia. Elena Plaza, “El patriotismo ilustrado o la organización de los poderes públicos
en Venezuela, 1830-1947”, Revista Politeia, n.º 29 (2002): 63-82, expone los argumentos políticos que se debatieron en la prensa para respaldar la decisión secesionista, estudia los
impresos: El Fanal, El Canario, El Venezolano, El Patriota de Venezuela, La Gaceta de Gobierno
y Semanario Político. La obra constituye uno de los aportes más significativos al estudio
de las ideas políticas desde la prensa. En la historiografía colombiana destaca el libro que
desde la cultura política de los siglos XVIII y XIX, expone el valor de la prensa como fuente
de análisis: Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, ed.
por Francisco Ortega y Alexander Chaparro (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2012) brinda un recorrido histórico que va desde el nacimiento de la opinión pública en la
Nueva Granada hasta el proceso de debate político en 1830. Entre los trabajos publicados
resaltan para nuestro interés, el estudio de Leidy Torres, “Insurgentes o patriotas: opinión
pública, libertad de imprenta y ‘oposición’ política en la prensa grancolombiana (18211823)”, HiSTOReLo 11 (julio-diciembre 2019): 63-95. El desarrollo de líneas de investigación dedicadas al estudio del significado y alcance de la cultura impresa en Colombia se
evidencian también en los aportes del libro Lectores, editores y cultura impresa en Colombia.
Siglo XVI-XXI, ed. por Diana Guzmán, Paula Marín, Juan Murillo y Miguel Pineda (Bogotá: Universidad José Tadeo Lozano / CERLALC, 2018); asimismo, la compilación de ensayos realizada por Alfonso Rubio, Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia (Medellín:
La Carreta, 2016) busca elaborar una historia social explorando las múltiples expresiones
de la cultura escrita.
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de angostura a cúcuta:
el camino de la unión colombiana
La liberación de las provincias de Margarita y Guayana reavivó las esperanzas en el triunfo de las fuerzas patriotas y permitió el respiro para la reorganización política. En octubre de 1818 se elaboró un reglamento electoral
para la convocatoria a un nuevo congreso constituyente que establecería el
marco legal de la república.4 El documento contemplaba la elección directa
de los diputados al congreso, limitado a las zonas bajo control patriota. Los
diputados elegidos debían representar a la nación en su conjunto, velando
por los intereses generales. Las características excepcionales de un proceso
electoral en plena guerra impedían la elección directa de representantes en
las regiones bajo dominio realista, por lo cual, cada diputado debía concebirse como expresión del interés nacional, velando por un marco legal inclusivo: “de la manera que ninguno de los que resulten nombrados ha de ceñir
sus ideas ni su representación al distrito de su nombramiento ni a cualquiera otro en particular sino generalmente a todas y cada de las porciones de
Venezuela”.5
El congreso se instaló en la ciudad de Angostura el 15 de febrero de 1819,
con la presencia de 26 diputados. En la sesión del 17 de diciembre se aprobó
la creación de la República de Colombia integrada por tres Departamentos:
Venezuela, Cundinamarca y Quito. La unión del esfuerzo de venezolanos y
neogranadinos en el proceso de independencia impulsaba la creación de la
patria grande que conservara integrados a los territorios del anterior Virreinato de Nueva Granada. La guerra se nutrió de hombres y recursos de diversas regiones, el esfuerzo liberador cruzaba “fronteras” y construía puentes
de mutua ayuda.
En relación con la estructura de la nueva república se estableció un gobierno provisional en espera de extender el dominio patriota e incluir las
zonas liberadas dentro del proceso de organización estatal. Los triunfos militares después de la victoria en Boyacá permitieron la convocatoria a un
Congreso General Constituyente de la República de Colombia que se reunió
4. Es importante destacar que el Congreso de 1811 elaboró la primera Constitución de
Venezuela, de carácter federal, otorgando amplias facultades a las provincias. En 1813, su
aplicación se suspendió por las exigencias de la guerra y un cabildo extraordinario, reunido en Caracas, diseñó un plan de gobierno transitorio que concedió amplias facultades a
Simón Bolívar, en calidad de capitán general del Ejército republicano.
5. “Reglamento electoral para la Segunda Convocatoria del Congreso de Venezuela”,
citado en Ángel Rafael Almarza, Por un gobierno representativo. Génesis de la república de
Colombia (Caracas: Bancaribe, 2011), 160.
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en Cúcuta en 1821. Se convocó a elecciones censitarias e indirectas para la
elección de diputados, pero amplias regiones se encontraban bajo dominio
realista y no podían participar en los escrutinios para elegir representantes.
Ante la dificultad de un proceso electoral en condiciones excepcionales se
decidió aumentar el número de diputados con el propósito de “hacer causa
común con los infelices que yacen privados de su libertad en la región de los
déspotas”.6
El 6 de mayo se instaló el Congreso General, con la participación de 57
representantes, presidido por el general Antonio Nariño. Luego de cinco
meses de debates se sancionó la Ley Fundamental de los Pueblos de Colombia, conocida popularmente como la Constitución de Cúcuta. El marco legal
consagró los principios del gobierno popular y representativo, la elección
de las autoridades nacionales era de carácter censitario e indirecto. Normó
la división del poder público en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, otorgando
amplias facultades al Ejecutivo, entre las que destacaba la elección de las
autoridades regionales. Reafirmó la división del territorio en los Departamentos de Venezuela, Cundinamarca y Quito, bajo una administración de
carácter central que ubicaba el centro de poder en Bogotá.7
El Congreso Constituyente eligió como presidente de la república a Simón Bolívar y en calidad de vicepresidente a Francisco de Paula Santander.
La organización del esfuerzo militar para la consumación de la independencia constituía una tarea primordial, así como implementar los mecanismos
de administración de la república en ciernes. A medida que se liberaban los
territorios se procedía a ratificar el reconocimiento de la Ley Fundamental
para implementar las regulaciones del nuevo orden. Ahora los territorios
liberados ejercían directamente las facultades del gobierno representativo,
despertando anhelos y demandas en un mundo tan complejo y diverso, donde todavía se escuchaba el crepitar de la guerra.
6. “A los habitantes de nueva República de Colombia”, Correo del Orinoco, Angostura,
5 de febrero de 1820, en ibíd., 166.
7. Sobre la organización del marco jurídico véase Germán Carrera Damas, Colombia,
1821-1827: aprender a edificar una república moderna (Caracas: Academia Nacional de Historia / Universidad Central de Venezuela, 2011); Armando Martínez Garnica, “La ambición
desmedida: una nación continental llamada Colombia”, Documentos de Trabajo IELAT, n.º
53 (2013): 1-94; Ángel Rafael Almarza, Los inicios del gobierno representativo en la república de
Colombia, 1818-1821 (Madrid: Marcial Pons / Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, 2017); Elías Pino Iturrieta, “Casos de continuidad y ruptura: la crisis de la Gran
Colombia”, en Historia General de América Latina, vol. 5 (París: Trotta / Unesco, 2003); Daniel Gutiérrez Ardila, El reconocimiento de Colombia: diplomacia y propaganda en la coyuntura
de las restauraciones (1819-1831) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2012).
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83
el ejercicio Pleno de la rePresentatiVidad:
la juramentación con reParos
La etapa de 1822 a 1826 es de singular importancia en el proceso formativo de la República de Colombia, al poner a prueba la viabilidad de la unión
luego de superar los imperativos militares. Cabe recordar que al instalarse el
Congreso de Cúcuta, en mayo de 1821, gran parte del territorio venezolano,
incluida Caracas, estaba bajo dominio realista. De igual manera, los territorios del actual Ecuador, excepto Guayaquil, se encontraban sometidos por el
ejército español.8
Los departamentos de Venezuela y de Zulia, que se encontraban bajo
dominio realista cuando se iniciaron las sesiones del Congreso de Cúcuta en
mayo de 1821, fueron incorporándose efectivamente a la unión colombiana
gracias a los triunfos militares de las fuerzas patriotas. El 24 de junio de 1821,
la victoria en Carabobo abrió las puertas de Caracas al ejército republicano,
dominio que se extendió con el triunfo en la batalla naval de Maracaibo en
1823 y se consolidó gracias el éxito militar en Puerto Cabello, que permitió
la expulsión de las fuerzas realistas de la Capitanía General de Venezuela. Ahora la unión colombiana, decretada en 1819 y ratificada en 1821 en la
Constitución de Cúcuta, era sometida a prueba. Los territorios liberados del
control realista exigían el pleno ejercicio de sus derechos y entre sus demandas estaba la posibilidad de exponer reparos y objeciones a la Constitución
colombiana. Esta posición la defendió la municipalidad de Caracas en diciembre de 1821 al prestar juramento a la Constitución de Cúcuta de manera
condicionada, dejando en claro que no podían
ligar por juramento a los futuros representantes de la provincia de Caracas que
han de reunirse en Congreso, para que dejen de promover cuantas reformas y
alteraciones crean conducentes a la prosperidad de la República, libertad y seguridad de sus ciudadanos, sino por el contrario quedan expeditos, para que
usando de sus facultades y atribuciones, revean y discutan la constitución que,
en el concepto del Cuerpo Municipal, no puede considerarse sancionada por los
mismos representantes que la formaron, ni imponer a los pueblos de esta provincia y del Departamento de Quito el deber de su estrecha observancia, cuando
no han tenido parte en su formación, ni creen adaptables a este territorio algunas
disposiciones de aquel código y de las leyes que emanan de él.9
8. David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia (Bogotá: Tercer Mundo,
1966), 32.
9. “Acta del 29 de diciembre de 1821”, en Documentos para la historia de la vida pública
del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia, comp. por José Felix Blanco, vol. VIII (Caracas:
Imprenta de la Opinión Nacional, 1876), 236.
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La reacción de las autoridades centrales no se hizo esperar, al condenar la
actitud de la municipalidad de Caracas de indiscreta y antipatriótica. El ministro de Relaciones Interiores, en representación del Ejecutivo Nacional, dirigió un oficio al intendente de Venezuela el 26 de febrero de 1822, señalando
los peligros que tan imprudente actitud generaba en el cuerpo social, al minar
la unión y debilitar el prestigio y la credibilidad de la república en ciernes:
La Municipalidad de Caracas tomando voz por el departamento de Quito y por
la provincia de Caracas se ha abrogado una representación que no le pertenece,
ni le puede pertenecer y ofreciendo dar instrucciones a los futuros representantes
ha infringido el artículo 64, añadiendo además la injuria de no suponerlos demasiado interesados en el buen desempeño de sus altos destinos. Por consecuencia
y para prevenir los resultados de tal conducta, el Poder Ejecutivo quiere que U.S.
reúna la municipalidad y le imponga del tenor de este oficio por el cual aquel
ilustre Cuerpo verá el sumo pesar que ha causado, y que desea que se ocupe
de inspirar la confianza debida en los pueblos y estrechar por todos los medios
posibles la unión que tan felizmente se experimenta.10
El tono del oficio nos permite apreciar el clima de tensión existente desde los inicios de la unión colombiana. La República decretada y hecha ley
estaba amenazada por los deseos de representatividad y autonomía de las
regiones. La necesidad del esfuerzo mancomunado en la esfera militar parecía disiparse a medida que los territorios se liberaban y comenzaban a cuestionar los vínculos que sustentaban la unión.
Los miembros de la municipalidad de Caracas, reunidos el 15 de julio
de 1822, para exponer nuevamente las razones que motivaron el juramento
condicionado a la Constitución de Cúcuta, ratificaron el derecho a realizar
observaciones sobre algunas disposiciones contrarias “a los usos y costumbres de este Departamento, con el objeto de que en el próximo Congreso se
tomasen en consideración y se modificasen o alterasen”.11 Exponen los cabildantes que, liberados los territorios del poder español, tienen sus pueblos el
pleno derecho de participar, a través de sus representantes, en el proceso de
construcción de las bases legales de la república para asegurar el compromiso de las partes con el pacto de asociación proclamado en la Constitución.
Recuerdan los legisladores en su exposición que la elección de los representantes al Congreso de Cúcuta “respondió más a la necesidad que a los
principios”12 y que superadas las circunstancias especiales de la guerra era
necesario implementar las reformas que permitieran la materialización del
10. “Oficio del Ministro del Interior José Manuel Restrepo para el Intendente de Venezuela”, Bogotá, 26 de febrero de 1822, en ibíd., 317.
11. “Acta del 15 julio de 1822”, en Yanes, Manual político del venezolano..., 93.
12. Ibíd., 94.
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gobierno popular y representativo. En enero de 1823, la Alta Corte de Justicia de Venezuela, en ocasión del juramento de la Constitución de Cúcuta,
esgrime los mismos argumentos expuestos por la Municipalidad de Caracas
para salvaguardar el derecho de realizar objeciones y proponer reformas a la
Constitución. Para sus miembros, la imposibilidad de realizar elecciones en
los territorios dominados por las fuerzas realistas limitó la aplicación de los
principios del gobierno popular y representativo, al impedir que los intereses de las provincias fueran defendidos por sus legítimos representantes. En
consecuencia, al jurar obedecer y cumplir la Constitución reiteraron:
que ese acto, dirigido a la unión, orden y regularidad de la República, no puede
derogar el derecho de petición ni impedir las reclamaciones que oportunamente
deban hacerse por los representantes de esta Provincia [...] porque se ha mandado a observar la Constitución, sin preceder ratificación ni sanción de otro cuerpo
distinto al que la formó, cuyo requisito se cree de absoluta necesidad en un gobierno popular representativo [...] segundo, porque sin haberse oído la voz del
Departamento de Quito y de la Provincia de Caracas, se establece la base de que
hasta después de una práctica constante de diez o más años en que se hayan descubierto todos los inconvenientes o ventajas de la Constitución, no podrá convocarse por el Congreso una Gran Convención para encaminarla o reformarla en
su totalidad; tercero porque las leyes orgánicas que han emanado de la propia
Constitución contienen varios artículos y disposiciones que en ejecución deben
producir muchos inconvenientes a la felicidad de los habitantes de esta ciudad
y Provincia.13
Tanto la posición de la municipalidad de Caracas como de la Alta Corte
de Justicia demuestran los recelos que la Constitución de Cúcuta despertó en
un grupo de opinión que, en nombre de los principios del gobierno popular
y representativo, demandaron mayor participación política y autonomía. Algunos miembros prominentes de estos organismos colegiados no limitaron
su acción a la sala capitular, sino que recurrieron a la prensa para estimular
la opinión y difundir sus ideas.
las reflexiones en la Prensa:
los aPortes de El VEnEzolano (1822-1824)
En 1822 todo estaba por hacerse. El fin de la guerra se acercaba y la victoria permitía un respiro para repensar los principios políticos que sustentaban
el acuerdo social; fue el momento de creación de un modelo que proclamaba
13. “Acta de la Alta Corte de Justicia de Venezuela”, Caracas, 30 de noviembre de
1823, en ibíd., 88.
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las banderas del liberalismo en una sociedad con profundas tradiciones coloniales. La prensa se convirtió en instrumento de difusión y debate de ideas,
era también un poder con capacidad de presión porque sembraba esperanza,
a la vez que anidaba temores.
El Venezolano fue un impreso caraqueño que inició su aparición en junio
de 1822 y se publicó hasta mayo de 1824, llegando a circular 84 ejemplares.
Los primeros números se editaron en la imprenta de El Comercio y salía a
la luz todos los lunes. En junio de 1823 comenzó a circular cada sábado y un
nuevo impresor se incorporó al equipo, nos referimos a José Núñez de Cáceres. En cuanto a sus redactores, estos colocan sus iniciales en el artículo de
despedida donde se reconocen como sucesores del anglocolombiano:
Ni el coronel Hall al establecer El Anglo-Colombiano, ni los que desde el número
séptimo nos propusimos continuarlo, ya bajo aquel título, ya cambiándolo en el
de El Venezolano, nos creíamos capaces de escribir con perfección para el público.
En un país naciente, y con un Gobierno nuevo y liberal, y en donde todavía no
habían aparecido escritores, era necesario que algunos comenzasen en la nueva
carrera, a fin que la emulación en unos, en otros la crítica, y aun la misma necesidad de refutar errores, nos fuesen sacando a todos de la natural propensión al
reposo o quietismo. Firman los redactores TL.- PPD.- FR.- y FC.14
Estas iniciales corresponden a Tomás Lander, Pedro Pablo Díaz, Francisco Ribas y Francisco Carabaño, como se puede constatar en la lista de accionistas del periódico que se publicó el 17 de enero de 1824, correspondiendo
al n.º 69 del impreso. Participaban en la redacción Domingo Navas Spinola
y Juan Nepomuceno Chaves. Existen elementos comunes que vinculan a los
redactores con un sector social en ascenso. Pedro Pablo Díaz, Tomás Lander
y Juan Nepomuceno Chaves son civiles que no participaron activamente en
el proceso emancipador.15 Díaz y Cha ves invertían en el sector comercial y
mercantil, mientras que Tomás Lander dedicaba su atención a las actividades agrícolas en sus propiedades de los valles del Tuy. Requerían seguridad
jurídica, demandaban protección estatal y se interesaban en las condiciones
indispensables para hacer prosperar sus negocios.
14. “Despedida final”, El Venezolano, n.º 84, 1 de mayo de 1824.
15. Véase Lucía Raynero, La noción de libertad de los políticos venezolanos del siglo XIX.
1830-1848 (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2001); Migdalia Lezama, Tomás
Lander. Biblioteca Biográfica Venezolana (Caracas: Bancaribe / El Nacional, 2011); Marianela
Ponce, “Juan Nepomuceno Chaves”, Diccionario de Historia de Venezuela, http://bibliofep.
fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/c/chaves-juan-nepomuceno/.
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Por otra parte, Navas Spínola tenía en su haber un pasado realista.16 Autodidacta bien formado, experimentó una transformación en su orientación
política y al triunfar el bando patriota decidió proporcionar sus talentos en
la construcción republicana. El grupo, integrado en su mayoría por civiles,
contaba con la presencia de dos militares: Francisco Carabaño y Francisco
Ribas Galindo.17 Carabaño participó en el ejército patriota hasta caer prisionero en 1814; cautivo en España, fue liberado por la revolución dirigida por
Rafael Riego. Regresó y participó en la liberación de Puerto Cabello en 1823.
A pesar de su trayectoria militar, no ocupó puestos decisivos en la organización republicana que se estrenaba en 1821. En el caso de Francisco Ribas
Galindo, militar y político caraqueño que participó en la gesta patriota desde
sus inicios, marchó al exilio en 1812, integró en Londres el llamado círculo
americano liderado por Andrés Bello. Regresó a la provincia de Venezuela
en 1821, donde se incorporó a la Municipalidad de Caracas, fue reconocido
por su activa participación en los clubes políticos de la época. Un rasgo significativo que distingue a Lander, Díaz, Carabaño y Ribas Galindo era su
condición de emigrados que regresaban en 1821. Responden al perfil que
acertadamente expone Elías Pino Iturrieta al describir al grupo de políticos
que acometieron la tarea de reflexionar desde la prensa sobre los desafíos de
la república en ciernes:
La empresa corresponde a los individuos que han participado en la contienda
como soldados o sin ejercer funciones militares, pero también a un puñado de
exiliados quienes retornan después de Carabobo [...] La vuelta los enfrenta a la
destrucción de los haberes pero también a cómo se ha entendido la república
entre batalla y batalla, retos que pueden encarar con herramientas adecuadas
debido a que se han familiarizado con ellas en el ostracismo.18
Los personajes que inician esta nueva “carrera” en la imprenta buscan
estimular el debate público, hacen de la prensa un instrumento de denuncia
y se convierten en difusores e intérpretes de la ideología liberal. El lema que
encabeza el periódico: “Malo periculasam libertatem quam quietum servitium”
(Más vale la libertad peligrosa que la esclavitud tranquila) expresaba la decisión de acometer, con atrevimiento, la acción de permanente censor de la
actuación gubernamental.
16. Véase Pedro Grases, Domingo Navas Spínola, impresor, editor y autor (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1978).
17. Fundación Polar, “Carabaño Aponte Francisco”, Diccionario de Historia..., http://
bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/c/carabano-aponte-francisco/.
18. Pino Iturrieta, “El arduo destino...”, 273.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
de los reParos y objeciones a las ProPuestas:
sobre las reformas necesarias
En el artículo titulado “El próximo Congreso de Colombia en Bogotá”,
publicado el 20 de noviembre de 1822, correspondiente al n.º 24 del periódico, los redactores desarrollaron una valiosa argumentación para solicitar la
reforma a la Constitución de Cúcuta, con el objetivo de cambiar el sistema
centralista de gobierno por un modelo federal, que permitiera hacer de la
República de Colombia una confederación de naciones.
Para los redactores del periódico, la materia más importante y transcendente que debía estudiar el Congreso en su reunión era “acerca de la forma
de gobierno más conveniente a esta numerosa extensión de territorio, es decir, si un solo gobierno central ha de gobernarnos a todos, o si dividido este
en porciones proporcionadas, formen otras tantas repúblicas diferentes, pero
confederadas en un gobierno supremo de la unión”.19 La argumentación que
esgrimían en respaldo de esta propuesta respondía a dos razones. Primero,
destacaban la debilidad del acuerdo constitucional de Cúcuta por no estar
presentes los diputados de las provincias que se encontraban bajo dominio
realista, el problema de la dudosa representatividad generaba una sombra sobre la legitimidad y la credibilidad de la Constitución. En este mismo sentido,
señalaban que los legisladores de Cúcuta ignoraron la tradición republicana
que estas regiones asumieron desde el inicio de su transformación política:
Pero entretanto los españoles ocupaban casi enteramente a Venezuela, y el Congreso de Angostura a donde tampoco pudieron concurrir los pueblos de Bogotá,
no fue con efecto más que una reunión de hombres beneméritos, á quienes la
patria debe servicios importantes [...] pero que a pesar de todo esto, no podían
ser los representantes de unos pueblos que no los habían elegido. Situación similar ocurrió en la Constitución de Cúcuta. De lo dicho, se infiere que de las tres
constituciones la de Venezuela es la única que ha sido formada con arreglo a los
principios del gobierno representativo: y que las otras dos, han sido defectuosas
en su representación, y promulgadas por el influjo de la fuerza militar.20
Este argumento ya estaba presente como sustento a la juramentación con
reparos que realizó la Municipalidad de Caracas a la Constitución de Cúcuta
a finales de 1821, no es de sorprendernos que sirva de base para objetar la
19. “El próximo Congreso de Colombia en Bogotá”, El Venezolano, n.º 24, 20 de noviembre de 1822.
20. Ibíd. Es importante destacar que el artículo se refiere a la Constitución de Venezuela de 1811; la Constitución de Angostura de 1819 y la Constitución de Cúcuta de 1821.
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Constitución y proponer urgentes modificaciones a la misma. La alusión a la
Constitución de Venezuela de 1811 buscaba presentar como aspiración histórica la aplicación del federalismo, anhelo suspendido por los inconvenientes
de la guerra, pero reavivado al ver concluido el esfuerzo militar.
Las razones para justificar la adopción del sistema federal aludían al carácter impracticable del gobierno central en un vasto territorio donde las
distancias y la carencia de vías de comunicación impedían la eficiente administración; aunado a las diferencias geográficas, la diversidad de intereses económicos, las particularidades en costumbres y modos de vida, que
apuntaban a un gobierno de la unión que proporcionara amplios espacios de
autonomía para atender a las especificidades regionales:
Un gobierno central [...] tiene el más grande inconveniente de las distancias, lo
que produce innumerables males [...] Esta distancia es más considerable atendiendo a la aspereza de los caminos y falta de auxilios para el viajero, que en
muchas partes tiene que llevar consigo todo lo que puede necesitar. En semejante
situación, los pueblos que tengan la desgracia de quedar más lejos de la corte o
centro de gobierno será la de peor condición.21
Los inconvenientes generados por las enormes distancias y las dificultades del viaje a la capital de gobierno, ubicada en Bogotá, eran obstáculos
para que los diputados de la Provincia de Venezuela pudieran cumplir con
su deber de asistir a las sesiones del Congreso y defender los intereses de
la región. Esta preocupación se expresaba en un artículo, publicado el 6 de
marzo de 1824, donde los autores exhortaban a los diputados a realizar los
sacrificios necesarios para asegurar la representación de los intereses de la
provincia en el gobierno central:
Se ha dicho en estos días que el intendente del Departamento ha recibido órdenes del Supremo Poder Executivo para hacer marchar a la capital de la República
los individuos que deben representarnos en el Congreso [...] Estamos penetrados
de los sacrificios casi sobrenaturales que exige el solo viaje a una capital, quizás
la más internada que se conoce en las naciones cultas. Ellos constituyen uno de
los muchos y más poderosos argumentos a favor del sistema federal y del deber
político en que está Colombia de situar su capital más equidistante de sus extremidades y más accesible.22
Los redactores insistían en los males que ocasionaba la permanencia de
un gobierno central, que por ser impracticable caminaba hacia la disolución.
21. Ibíd.
22. El Venezolano, n.º 76, 6 de marzo de 1824.
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Advertían que ignorar las justas quejas de las provincias solo socavaba el
pacto de unión:
¿Cuál es el camino más corto que nos conducirá a la consolidación de nuestro
sistema de independencia y libertad? En nuestro humilde sentir el camino más
corto es el más legal. Todos nuestros diputados deben hacer el sacrificio de presentarse simultáneamente en Bogotá [...] y exponer nuestras quejas y agravios,
las contradicciones del actual orden de cosas y pedir federación como el único
remedio a nuestros males.23
Pero, ¿cuáles eran esas quejas?, ¿cuáles eran los males generados por la
permanencia del gobierno central?, ¿dónde se manifestaban las deficiencias
de la administración? Las quejas residían en los males de una administración que no podía responder a los urgentes retos que demandaba el esfuerzo
de reconstrucción republicana. El andamiaje legal era ambicioso y se encontraba desprovisto de los recursos para materializar los bienes políticos que
prometía el gobierno popular y representativo. Los síntomas más claros se
evidenciaban en la administración de justicia, donde la falta de profesionales
idóneos, la ausencia de tribunales competentes, la persistencia de tradiciones coloniales, la amalgama entre los nuevos principios y las leyes españolas, la permanencia de fueros y privilegios corporativos, se agravaba ante las
distancias y las demoras que el sistema central imponía: “La administración
de justicia se va perdiendo también a proporción que se aleja de la fuente de
la primera autoridad. La distancia de la suprema autoridad es un aliciente
para el despotismo subalterno [...] Los mismos brazos subalternos del executivo se ven atados muchas veces para obrar, y esto también a causa de la
distancia del poder supremo”.24
Para los redactores de El Venezolano, la administración de justicia bajo un
régimen centralizado, carente de los medios para asegurar su eficiente aplicación, solo provocaba lamentables vacíos y tardanzas que fomentaban los
abusos de poder e impedían la sana aplicación de las leyes para el resguardo
del orden social. En atención a lo anterior y para evitar los males ocasionados por un sistema imperfecto, los redactores insistían en la necesidad de
modificar la Constitución de Cúcuta para organizar el territorio de la magna
Colombia bajo un sistema capaz de atender a las necesidades de una vasta
geografía:
Si se dividiera este gran territorio, rescatado de la tiranía por nuestras armas
republicanas, en porciones proporcionadas que estas formasen otros Departa-
23. Ibíd.
24. “El próximo Congreso...”.
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mentos diferentes pero confederados en un gobierno supremo de la unión; tendríamos una máquina mejor organizada, más armoniosa y más conforme a los
principios que todos profesamos.25
La propuesta de los redactores no se limitaba a presentar los beneficios
del sistema que consideran más conveniente para garantizar la permanencia
de la unión. Sus opiniones se aventuraban a un paso más arriesgado, exhortaban a renunciar a las configuraciones territoriales impuestas por el dominio español: “Desaparezca de nuestro mapa la geografía antigua a la que
nos apegamos por rutina, desaparezca como ha desaparecido el gobierno
español [...] Olvidemos esa demarcación de antiguos virreinatos y capitanías
generales y hágase en su lugar otra más proporcionada”.26 De esta forma, los
mismos hombres que alertaban sobre el peso de las tradiciones y la experiencia, convocaban a un esfuerzo tan grandioso como imprudente, la creación
de un nuevo mapa fruto de la acción planificada de los legisladores.
Impresiona la convocatoria por lo atrevido y complejo de la tarea que
propone, más aún cuando todavía ardían las llamas de la guerra. El llamado
a una reingeniería territorial dirigida a conformar una república, cuyas partes fueran las más equitativas posibles, era un deseo tan conveniente como
alejado de la realidad política y de las circunstancias históricas:
Estos departamentos por crear deberán ser de una igualdad, la mayor que sea
posible, para que la amistad entre ellos sea más sólida: porque la amistad solo
existe entre iguales [...] Los estados en particular adoptarían cada uno su constitución, según su diferente localidad, diversas costumbres y distinto grado de
civilización; conformándose empero todos a los principios ya generalmente recibidos: gobiernos republicanos representativos y deberes y derechos del hombre
culto en sociedad.27
Al leer las propuestas expuestas por El Venezolano en julio de 1822, se
pueden conocer los anhelos de cambio de un sector social en expansión, que
se sentía en la potestad de difundir sus opiniones como expresión del ejercicio de la ciudadanía. No eran súbditos ni vasallos, reclamaban el derecho
de la deliberación que el gobierno popular y representativo consagraba. Lo
transcendente de esta demanda es que constituía una profunda transformación en el modo de vivir y hacer política. La dimensión del cambio ideológico-cultural es un factor a profundizar para comprender las fuerzas que
desgastaron el proyecto de la unión colombiana desde sus inicios.
25. Ibíd.
26. Ibíd.
27. Ibíd.
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la oPinión Pública como censor
de la acción gubernamental
En el artículo publicado el lunes 23 de diciembre de 1822, bajo el título de “Política”, atribuido a la autoría de Tomás Lander, se manifestaba el
compromiso de velar por la libertad mediante el ejercicio comprometido de
la ciudadanía.28 Consecuente con esta preocupación, El Venezolano expuso
desde su tribuna las denuncias sobre las debilidades en la administración
de justicia, propugnó por la eliminación de fueros y privilegios corporativos, apoyó la abolición de los mayorazgos y defendió como principios de la
libertad civil: la independencia de los poderes públicos, la responsabilidad
de los funcionarios públicos y la existencia de la imprenta libre “para que
censure y aplauda con imparcialidad, tanto a los magistrados como a los
simples ciudadanos”.29
El Venezolano contaba con cinco secciones permanentes: Guerra, Interior,
Exterior, Variedades y Avisos. Tanto en la sección de Variedades como la de
Interior aparecían artículos dedicados a denunciar las debilidades en la gestión gubernamental y se proponían medidas para mejorar la administración
pública. Un claro ejemplo es el artículo “Arbitrios”, publicado en la sección
de Variedades, el 14 de octubre de 1822, que criticaba el manejo inadecuado
del erario público y exhortaba al uso racional de los escasos recursos, expresaba la intención de alertar sobre los vicios y defectos en la administración
de las rentas, específicamente de la aduana de La Guaira, al mismo tiempo
que recomendaba: “aplicar las rentas del Estado en las urgencias mientras
duran los peligros, extinción de empleos inútiles y la reforma radical de toda
la administración”.30
El Venezolano se presentaba ante la opinión pública como un espacio de
denuncia dirigido a fortalecer el espíritu cívico. De hecho, la sección Variedades acogía denuncias de variada índole: desde los abusos de poder de las
autoridades, el peligro de la tala de los bosques, el uso inadecuado de las
fuentes de agua, los males generados por la ausencia de escuelas de primeras letras, los vicios en la recaudación de impuestos, la lentitud en la administración de justicia; nada parecía escapar al ojo observador de sus redactores y colaboradores. En el tema de la administración de justicia, El Venezolano
publicó varios artículos rechazando la existencia de privilegios corporativos
que minaban el acuerdo social. Las críticas estaban dirigidas especialmente
28. “Política”, El Venezolano, n.º 28, 23 de diciembre de 1822.
29. Ibíd.
30. “Arbitrios”, El Venezolano, n.º 19, 14 de octubre de 1822.
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al fuero eclesiástico, considerado contrario a los principios liberales:
Si, el estado necesita de una religión, y esta de sus ministros. Pero ¿es necesario
que estos ministros formen un cuerpo particular? No: unos cuerpos particulares
puestos en la sociedad general rompen la unidad de sus principios y el equilibrio
de sus fuerzas [...] Nos parece que en una República, ya en marcha, no puede
haber segregación o privilegio.31
Cónsono con este principio, también se abogó por la eliminación de los
vínculos y mayorazgos: “son injustos a nuestros ojos: porque teniendo los
hijos de un mismo padre iguales derechos a su protección, se separa la parte
más brillante de la fortuna para enriquecer a uno solo, aquel que la casualidad hizo nacer primero”.32 Desde el periódico se insistía en la necesidad de
incorporar cambios en la Constitución para mejorar la gestión gubernamental, siendo el más urgente la modificación del régimen central de gobierno
por un sistema federal capaz de proporcionar espacios de acción eficientes.
Esta actitud del periódico provocó la incomodidad de las autoridades gubernamentales, que confesaban en comunicación privada el descontento que
generaba el talante airado del impreso:
La posición asumida por El Venezolano obligó a Santander a escribirle a El Libertador con fecha del 21-III-1824 anunciándole que: ‘los escritores de El Venezolano cada día están más insolentes y federalistas’. Aquí, pues, está el origen de
las acusaciones lanzadas sobre la constante enemistad de los redactores con el
gobierno. Por eso cuando a El Libertador le participan, la suspensión de El Venezolano, que muchos creyeron definitiva, le confía a Santander en carta que le dirige desde Babahoyo el 14-VI-1823: “Me alegro de la muerte de El Venezolano”.33
El Venezolano actuó como prensa independiente, incluso disidente frente
a las políticas emanadas del gobierno central. No es extraño que desde sus
columnas se difundieran artículos de El Insurgente, impreso de Bogotá que
mantuvo una posición de permanente censor de la actuación gubernamental,
señalando en su sección Censura las debilidades en la administración de justicia y el manejo inadecuado del erario público. En 1822 El Insurgente expuso
desde sus columnas el derecho de la opinión pública de velar por el bien común y de pronunciarse sobre el cuerpo de leyes que regía a la república; derecho que le permitía a la ciudadanía, mediante el ejercicio de la representación
política, exponer observaciones a la Constitución y proponer enmiendas:
31. “Bosquejo sobre los fraudes introducidos en nuestra religión”, El Venezolano, n.º
27, 16 de diciembre de 1822.
32. “Vínculos y mayorazgos”, El Venezolano, n.º 45, 28 de junio de 1823.
33. Febres Cordero, Historia del periodismo..., 429.
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Si la mayoría de las dos terceras partes de los representantes, si la opinión pública conviene en que una ley es contraria al bien general ¿por qué esperar diez o
veinte años para mejorarla? Déjese para esto que los ciudadanos hagan sus observaciones, déjese franco el órgano de opinión pública para consultarla: mantener a los hombres en silencio, no es el modo de averiguar su opinión: que puedan
usar francamente el derecho de manifestar sus ideas, y de censurar, para que esta
sanción no sea un artículo de adorno en la constitución, o palabras agradables
pero inútiles.34
Tal postura generó el enfrentamiento con otros periódicos capitalinos
que defendían la posición oficial y lo consideraban como un libelo que ponía
en peligro el orden social. De hecho, El Insurgente salió prontamente del escenario público, solo 13 números alcanzaron a imprimirse. En el análisis del
impreso que realiza Leidy Torres expone cómo el artículo “Sueño político y
moral”, del 1 de noviembre de 1822, provocó una dura reacción en su contra,
liderada por El Correo de la ciudad de Bogotá, que acusó al impreso de perturbar el orden público y promover la federación.35
Es evidente que tanto El Venezolano como El Insurgente compartían el
interés de utilizar la prensa para propiciar cambios en la legislación. Ambos impresos mantenían una posición de constante denuncia ante las debilidades en la administración pública. Seguramente, un estudio comparado
de ambos impresos podrá arrojar luces sobre las inquietudes, los anhelos y
temores de aquellos hombres que se estrenaban en el retador esfuerzo de la
construcción republicana.
El obsErVador CaraquEño:
un esPacio de Pedagogía Política
Este impreso caraqueño circuló desde el jueves 1 de enero de 1824 hasta
el 31 de marzo de 1825. Aunque sus redactores no firmaron los artículos “se
admite como totalmente cierto que lo fueran Francisco Javier Yanes y Cristóbal Mendoza”.36 En el encabezado del periódico aparecía la sentencia de
34. “Sueño político y moral”, El Insurgente, n.º 10, 1 de noviembre de 1822, http://
www.banrepcultural.org/blaavirtua/hemeroteca-digital-historica/el-insurgente.
35. Leidy Torres, “Ficha de descripción y análisis del periódico El Insurgente (1822)”
(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012), 35, http://bvc.biteca.com/items/
show/805. En la ficha descriptiva se indica como posible autor del periódico a Antonio
Nariño, con la colaboración de José Ignacio de Márquez, José Félix Merizalde y Eladio
Urisarri.
36. Pedro Grases, “Estudio preliminar”, en El Observador Caraqueño, Caracas 1824-1825
(Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1982), IX.
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Cicerón: “El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un
poder que pretenda hacerse superior a las leyes”. El prospecto, firmado el
1 de enero de 1824, exponía las finalidades del impreso como centinela del
buen gobierno, con el derecho de exigir el cumplimiento de la ley y velar por
el bienestar común. El periódico tenía como objetivos:
1. Reclamar el exacto cumplimiento de las leyes vigentes. 2. Manifestar los defectos que estas tengan. 3. Proponer las mejoras que ellas admitan y sean adaptables
al espíritu y felicidad de los pueblos. 4. Atacar los vicios de la administración
pública. 5. Sostener con tesón las ideas republicanas. 6. Oponerse a todos los que
tienden al poder arbitrario. 7. Ilustrar a los pueblos en sus verdaderos derechos.
8. En fin, ser el defensor de la independencia de Colombia.37
Es importante detenerse en el alcance de estos fines y en la concordancia
con la actitud asumida por la municipalidad de Caracas y la Alta Corte de
Justicia del Distrito Judicial del Norte al juramentar la Constitución de Cúcuta con reparos, exigiendo el derecho de realizar observaciones al cuerpo legal
y proponer las enmiendas necesarias. No es casualidad que tanto Cristóbal
Mendoza como Francisco Javier Yanes fuesen miembros de la Alta Corte de
Justicia, y que ambos hayan decidido exponer su argumentación no solo en
salones de la sala capitular, sino en el debate público en la prensa. Con esta
inquietud, es necesario abordar el perfil de los personajes reconocidos como
los autores del impreso.
Cristóbal Mendoza (1772-1829) y Francisco Javier Yanes (1777-1842) fueron hombres notables del mundo civil que invirtieron sus talentos en la justificación y defensa de la causa emancipadora y en la construcción del nuevo
orden republicano. Ambos juristas, conocedores del derecho, apoyaron las
acciones tomadas por el cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810. Francisco
Javier Yanes participó directamente en los acontecimientos que dieron origen a la formación de la Junta Suprema, fue miembro de la Junta Patriótica
donde esgrimió las razones para la pronta declaración de la independencia,
participó como diputado en el Congreso Constituyente de 1811 y colaboró
con la redacción de la Constitución. Para esos años, Cristóbal Mendoza fue
elegido diputado al Congreso Constituyente donde apoyó la declaración de
independencia, compartiendo los mismos ideales republicanos de Yanes.
Mendoza fue nombrado por ese congreso miembro del triunvirato que presidió brevemente el gobierno de Venezuela.
Luego de la derrota de las fuerzas patriotas en 1812, ambos continuaron
prestando servicios a la causa republicana. Mendoza marchó al exilio en 1814,
y regresó a la provincia de Venezuela en 1822, cuando fue elegido presidente
37. “Prospecto”, El Observador Caraqueño, n.º 1, 1 de enero de 1824, 1-2.
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de la Corte Superior de Justicia. Por su parte, Yanes se incorporó al gobierno
patriota que se organizó en los llanos de Casanare; liberada Angostura, se incorporó al Congreso Constituyente reunido en 1819 y participó activamente
en la redacción de El Correo del Orinoco. El Congreso de Angostura lo eligió
como miembro de la Corte Superior de Justicia y, posteriormente, fue nombrado presidente de la Corte de Almirantazgo en Margarita. Luego de promulgada la Constitución de Cúcuta fue elegido miembro de la Corte Superior de
Justicia del Distrito Norte, donde asumió la presidencia a mediados de 1823.
El impreso expresaba, desde su primer número, el deseo de sus redactores de permanecer en el anonimato y hacer del periódico un espacio de
difusión de los principios liberales, alejándose de facciones y disputas personales. Fiel a este propósito, El Observador Caraqueño se distanció de los demás
impresos de su época para exponer desde sus columnas las ideas liberales
que sustentaban al gobierno popular y representativo, sin caer en polémicas
con otros impresos o personajes del escenario público:
Sus líneas serán mudas al espíritu de partido ó de facción, sea cual fuere su
objeto. Él no hablará sino de asuntos generales y con toda la comunidad ó en
particular cuando el bien público se interponga [...] No tiene editores fijos ni
redactores conocidos pero siempre llenará su objeto sin vaciedades pueriles ó
insustanciales.38
En la tarea de difundir la doctrina liberal, El Observador Caraqueño expuso el pensamiento de los autores más connotados de la época y analizó la
experiencia histórica de los pueblos en el proceso de construcción republicana. Sus artículos comparaban los diversos sistemas de gobierno, destacaban
los principios que sustentaban al sistema republicano y exponían los rasgos
resaltantes de las revoluciones liberales, donde concedían especial interés
a la experiencia de los Estados Unidos de Norteamérica.39 En su deseo de
contribuir a la memoria histórica, recopilaban y publicaban los documentos
emblemáticos del proceso emancipador, que aparecieron insertos en el periódico como testimonio del proceso creador de la república.
El periódico comenzó a publicarse después de la rendición de Puerto
Cabello en noviembre de 1823. El impreso, fiel a su propósito de servir de cátedra de formación sociopolítica y ciudadana, no contenía sección de avisos
ni de noticias, se componía sustancialmente de artículos de doctrina republi-
38. Ibíd.
39. Ejemplo de esta preocupación son los artículos: “Opinión pública” e “Idea de
los gobiernos”, contenidos en El Observador Caraqueño, n.º 2, 8 de enero de 1824; “De la
observancia de las leyes”, n.º 13, 25 de marzo de 1924, “De las Garantías”, n.º 25, 17 de
junio de 1824.
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cana. En calidad de servicio informativo, publicaba las sentencias y decretos
de la Corte Superior de Justicia en una sección titulada “Observancia de las
Leyes”. Son de interés los “Comunicados” y la sección “Legislación”, donde
los redactores utilizaban la argumentación teórica expuesta en sus artículos
de doctrina política para reflexionar sobre aspectos concretos de la administración pública en Colombia.
Los redactores del periódico exhortaban a la reflexión cuidadosa de las
bases legales de la república con el propósito de asegurar la libertad de los
pueblos y fortalecer el cuerpo social: “el Imperio de la ley puede perfeccionar la grande obra de la libertad; pero las leyes para que dominen sin
repugnancia, deben ser equitativas, justas y conformes al espíritu del gobierno y circunstancias particulares del país”.40 Cónsono con este principio,
los redactores defendieron el derecho de los ciudadanos a: “manifestar los
defectos que estas tengan y proponer las mejoras que ellas admitan, y sean
adaptables al espíritu y felicidad de los pueblos”.41
Es destacable que, un año antes, la Alta Corte de Justicia del Distrito
Norte, prestó un juramento con observaciones a la Constitución de Cúcuta
alegando “que no puede derogar el derecho de petición, ni impedir las reclamaciones que oportunamente puedan hacerse por los representantes de esta
Provincia”.42 Esta argumentación estuvo presente en el espíritu que animaba
a los redactores de El Observador Caraqueño, al reconocer el derecho del ciudadano, del hombre público, a pronunciarse sobre la legislación y su conveniencia. En estas ideas insistían los redactores en el “Discurso Preliminar”:
Más no por esto creemos que las leyes son buenas, solo porque son leyes, antes bien estamos persuadidos que no merecen aquel nombre sino aquellas que
se apoyan en la justicia y equidad, que tiene por objeto la utilidad común, que
son conformes a la naturaleza del gobierno, y a las necesidades y circunstancias
particulares del país, y por eso hemos también ofrecido manifestar los defectos
que ellas tengan, bien entendido que nuestros esfuerzos en esta parte no tienden
a debilitar la observancia de las leyes [...] antes por el contrario conocemos que
es un deber de todo ciudadano conformarse a ellas, hasta que sean derogadas o
abolidas por el poder legislativo.43
La argumentación no quedaba en el aire, proporcionaba las razones para
defender el derecho de realizar observaciones y solicitar cambios en el cuerpo legal promulgado en Cúcuta:
40. “Prospecto”, 1-2.
41. Objetivos 3 y 4 del “Prospecto”.
42. “Acta de la Alta Corte...”, 88.
43. “Discurso Preliminar”, El Observador Caraqueño, n.º 1, 1 de enero de 1824, 1-2.
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Pero como esa constitución y esas leyes por los tiempos, modo, y circunstancias en que fueron hechas sean susceptibles de mejoras, y estas pueden y deben
hacerse por los delegados del pueblo a este efecto; por eso es que nos hemos
impuesto la obligación de manifestar los defectos que ellas tengan y proponer
las mejoras que ellas admitan.44
Los autores del “Discurso Preliminar” recordaban que las leyes son la
expresión de la voluntad general de un pueblo, en este sentido, concedían un
papel primordial a la prensa libre al formar y difundir esa “opinión general”:
imprenta libre es sin duda el órgano, el vehículo y el criterio cierto para conocerla; y entonces puede tener como la opinión, ó voluntad general de un pueblo,
cuando emitida una proposición por medio de la imprenta por algunos, no se
contradice suficiente por los otros, pues se juzga que la mayoría con su taciturnidad y consentimiento le pone el sello de su autoridad.45
A este deseo de guiar a la opinión pública apelaban los redactores para
velar por el cumplimiento de la ley y evitar la arbitrariedad que “turba el orden y rompe los lazos sociales”.46 Concebían como deber del hombre público
la denuncia de los abusos ante el tribunal de la opinión pública “quien castigará con el desprecio y la exclusión de todos los destinos que se confieren
por elección del pueblo, a los que han osado sobreponerse a las leyes para
oprimir a sus ciudadanos”.47
Esta concepción de la prensa como centinela del buen gobierno fue utilizada como argumento para exponer los defectos de la legislación vigente,
que según los redactores, constituía un riesgo para la materialización del
gobierno popular y representativo. La sección “Legislación” del 8 de enero
de 1824, se dedicaba a señalar las contradicciones del marco legal de la Constitución de Cúcuta. La queja radicaba en la permanencia de leyes españolas
como base para la administración de justicia, especialmente, la influencia de
la Constitución gaditana:
Se ha adoptado el código civil y criminal, el de hacienda, comercio, el militar y
el colonial de una monarquía absoluta; se adoptan leyes orgánicas de esa misma
monarquía ya moderada, pero que siempre respiran el espíritu de esta forma: y
el espíritu de toda monarquía es la guerra, el engrandecimiento y el lujo; el de
la república la paz y la moderación. Y ¿semejantes leyes podrán llamarse leyes
patrias, y ser amadas por los colombianos como el origen de la felicidad?48
44. Ibíd.
45. Ibíd.
46. Ibíd.
47. Ibíd.
48. “Legislación”, El Observador Caraqueño, n.º 2, 8 de enero de 1824, 2.
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Pero las quejas no se limitaban a la persistencia de las antiguas leyes
españolas, sino a la amalgama con nuevas leyes inspiradas en costumbres y
tradiciones foráneas que no tomaban en cuenta las condiciones locales ni el
espíritu de los pueblos:
Fuera de esto se adoptan leyes e instituciones de Inglaterra, Francia y Estados
Unidos sin detenerse a confrontarlas con nuestras costumbres y carácter moral, y
si son convenientes al tiempo y demás circunstancias locales [...] ¿Qué resultará,
pues de esta mezcla de instituciones republicanas y leyes monárquicas adoptadas sin prudencia y circunspección? Resultará un continuo choque y embarazo
en la marcha del gobierno, ó el triunfo de la autoridad que manda contra el que
por necesidad debe obedecer en su caso, aún en perjuicio de sus derechos.49
Es importante detenerse en esta observación de los redactores del periódico, quienes parecen exigir que el orden en construcción nazca en total perfección. Nuevamente, se registra este fervor republicano que peca de ingenuidad y voluntarismo. En este sentido, son acertadas las reflexiones de Germán
Carrera Damas al exponer los retos que implicaba edificar una república liberal, que superara el pasado monárquico, en un ambiente donde el peso de las
tradiciones y la resistencia al nuevo orden social jugaban un papel de indiscutible importancia. Al referirse a las opiniones de Mendoza y Yanes, expone:
Por haberse hallado ambos autores dominados por su aspiración a que la República naciera perfecta, subestimaron el arraigo del monarquismo en las sociedades ahora colombianas, al creer que para erradicarlo bastaba con la clara y
firme voluntad republicana; al igual que subestimaron la necesidad primordial
de restablecer la estructura de poder interna de la sociedad, para poder proceder
a la viable fundación de la República.50
De carácter más pragmático es el señalamiento de los inconvenientes de
la ubicación de la capital de la república en la distante Bogotá, situación que,
unida al asfixiante centralismo, dificultaba que los intereses de los departamentos fueran debidamente atendidos:
Por otra parte, la reunión del Congreso en la capital de Bogotá, no permite que
los pueblos distantes emitan sus opiniones oportunamente por medio de la imprenta sobre los proyectos de ley que se proponen para su discusión, y cuando
llega su noticia ya la ley está sancionada y mandada a ejecutar. [...] De modo,
que habiendo pasado una ley por estos trámites, es una ley que debe observarse
en toda la república, aunque traiga los mayores inconvenientes á algún depar49. Ibíd.
50. Germán Carrera Damas, “Al rescate de la república de Colombia para la historiografía venezolana”, Boletín de Historia y Antigüedades XCIX, n.º 854 (junio 2012): 47.
100
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tamento, y sin poder obtener su reforma hasta otra reunión de la legislatura.51
Esta dificultad de intervenir en el proceso de discusión y elaboración de
las leyes era un escollo que restaba cohesión y fidelidad al cuerpo social. Los
articulistas advertían que las leyes requerían del conocimiento y aceptación
de los pueblos para su debido respeto y aplicación:
Leyes de esta clase podrán decirse leyes escritas en el código, pero no en el corazón de los ciudadanos, porque siempre que se despoje á las leyes del aprecio
y de la veneración pública; siempre que los legisladores desprecien la sanción
moral que da el consenso de los ciudadanos [...] abusan de su representación y se
degrada el poder ejecutivo.52
El obsErVador CaraquEño:
centinela del buen gobierno
Al igual que El Venezolano asumió el papel de censor de la acción gubernamental, El Observador Caraqueño actuó como vigilante del buen gobierno, dedicado a exponer las fallas o debilidades en el cumplimiento de la ley y proponiendo
las reformas que consideraba pertinentes. Todos los ámbitos de la Constitución
de Cúcuta fueron abordados en la sección “Legislación” de El Observador Caraqueño; a continuación se abordan algunos temas que no solo fueron recurrentes
en los artículos del periódico, sino que demuestran el anhelo de una legislación
capaz de atender a las necesidades locales de manera eficiente y oportuna.
En el aspecto económico, la crítica se dirigía a una administración general
que ignoraba las condiciones particulares de las regiones que integraban a la
unión colombiana, imponiendo restricciones ruinosas y desmotivando actividades comerciales tradicionales. En el artículo publicado el 26 de febrero
de 1824, se criticaba la nueva carga impositiva que regulaba la producción y
comercio de aguardiente. La razón estribaba según los articulistas en las condiciones particulares del Departamento de Venezuela, que al tener una amplia
costa, debía enfrentar la competencia de licores extranjeros, situación perniciosa que se acentuaba con los gravosos impuestos. Los redactores señalaban
como causa de estos males la existencia de un centralismo asfixiante y exhortaban a la implementación de un sistema que otorgara mayor autonomía:
Los legisladores de Cúcuta nivelaron á Venezuela con Nueva Granada sin considerar que aunque la república es una e indivisible, la materia de esta ley no es
51. “Legislación”, 4.
52. Ibíd.
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general sino reglamentaria, subordinada á las costumbres, necesidades, usos y
demás circunstancias de cada departamento y por falta de este discernimiento en
semejantes materias es que se aclama por el gobierno federal.53
Otro tema abordado con regularidad fue el de la contribución directa.
Tanto El Venezolano como El Observador Caraqueño se opusieron a este nuevo
impuesto que buscaba dar aliento a los recursos fiscales de la naciente república. Aunque se reconocía la validez de las razones que sustentaban la ley,
las observaciones en su contra se derivaban en la dificultad de ejecutar la ley
en un territorio desolado por los efectos devastadores de la guerra:
El terremoto y la guerra atroz, que nos ha destruido son circunstancias que debieron tener presentes en la imposición de la contribución directa, puesto que han quedado los capitalistas en un estado de no poder restablecer sus propiedades [...] No
es menos digna de consideración la escasez absoluta de brazos que se experimenta
en esta provincia pues la mayor parte de los jornaleros con que podía contarse para
el cultivo de los fundos ha desaparecido por la guerra [...] La mayor parte de las
esclavitudes faltan á las fincas en que servían, unos prófugos, otros muertos.54
Para los redactores de El Observador Caraqueño lo más conveniente era
mantener el impuesto de la alcabala, que contaba con el peso de la costumbre
y su recaudación podía ser más eficiente. El 13 de mayo de 1824, en un comunicado se retoma el tema de la contribución directa; en este caso, se denuncia
la acción arbitraria de los recaudadores que actúan discrecionalmente, haciendo de la aplicación de la ley un instrumento de viles manipulaciones:
los abusos con que se ha practicado el escrutinio o averiguación del caudal de
cada ciudadano: la conducta de algunos empleados en la recaudación que por
no estar detallada su responsabilidad, la han hecho y harán interminable y entorpecida en su dirección, pues se ha visto cobrar a uno 1685 pesos y dejarlos en su
poder por cuenta de sueldos. A otro negociar un vale de 80 pesos por 30. Librarse
recibos a favor de las partes sin poner los asientos en los libros [...] son casos que
no pueden menos que hacerla odiosa e ineficaz en todos sentidos.55
El tema de la recaudación y administración de las rentas era una preocupación constante en los artículos de El Observador Caraqueño debido a la escasez de recursos para cumplir los compromisos de la administración pública.
El tema se abordaba nuevamente el 24 de junio de 1824 en un comunicado
titulado “Rentas”, donde se denuncia:
53. Ibíd.
54. Ibíd.
55. “Comunicado”, El Observador Caraqueño, n.º 20, 13 de mayo de 1824, 3.
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Hasta ahora, se ha observado, con bastante dolor y sentimiento, que en algunas
partes de la república de Colombia se ha adoptado un sistema, que lejos de asegurarla presta el campo más vasto que puede apetecer un empleado deseoso de
engrosar su bolsa, para obrar a su arbitrio en esta parte de la administración, sin
el menor riesgo de que sea descubierto su fraude en términos comprobados.56
La crítica apuntaba a la falta de supervisión, se acusaba al nuevo sistema
de ineficiente al permitir el manejo irregular de las rentas del Estado. Los
redactores reclamaban una mayor presencia de empleados capacitados que
pudieran revisar detenidamente la calidad, peso y medida de los artículos
y el pago del impuesto en consecuencia. Además de proponer una mayor
supervisión, exponían la necesidad de crear tribunales de cuentas en cada
departamento y superar el centralismo administrativo inoperante:
En la capital de la república se ve ya un tribunal de cuentas con el objeto de reunir á él todas las administraciones y contadurias de ella para su examen, glosa
y liquidación. Seguramente no se tuvo presente que esta determinación [...] proporcionaba algunos inconvenientes, y que tal vez causaría grandes é irreparables
perjuicios por las distancias de oficina sin poder facilitarse aquellas operaciones
en los tiempos oportunos é indispensables.57
Las observaciones en el ámbito económico describían los perjuicios causados por una administración central que no atendía a las particularidades
y necesidades regionales, causando la aplicación discrecional y arbitraria de
la ley. Los articulistas reclamaban medidas que permieran una mayor capacidad de decisión en los departamentos para implementar acciones que
incentivaran la inversión, mejoraran la recaudación tributaria y aseguraran
el cumplimiento de la ley. Otro tema que despuntaba en los artículos de El
Observador Caraqueño era la preocupación por la adecuada administración
de justicia como auténtica garantía de libertad ciudadana. Sus reflexiones
advertían sobre los peligros de maniobras que, con apariencia de legalidad,
permitían los excesos de poder y negaban, en la práctica, los principios del
gobierno popular y representativo.
El 5 de mayo de 1824, en la sección “Legislación”, advertían sobre el
peligro en la interpretación del art. 128 de la Constitución de Cúcuta que
otorgaba facultades extraordinarias al Ejecutivo en casos de conmoción interna o amenaza exterior. Los redactores destacaban que tales facultades extraordinarias no eran ilimitadas ni concedían un poder especial para alterar
el marco constitucional:
56. “Rentas”, El Observador Caraqueño, n.º 26, 24 de junio de 1824, 3.
57. Ibíd.
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pero de esto no se deduce que pueda hacer ni interpretar las leyes, expidiendo
rescriptos á semejanza de los emperadores romanos porque esto sería introducir
la confusión entre los poderes con perjuicio de las libertades públicas y privadas.
Semejantes resoluciones del ejecutivo no deben tenerse como leyes, ni puede
haber fuerza de tales en un gobierno popular, porque siendo la ley el resultado
de la voluntad general, ningún acto de esta clase puede considerarse como tal,
mientras no haya pasado por los trámites y esté revestido de las formas que caracterizan las leyes conforme á la constitución.58
Otro aspecto de interés para los autores del periódico concernía a la necesidad de precisar con claridad la responsabilidad de los funcionarios públicos, indicando en el marco constitucional los mecanismos y las penas derivadas del incumplimiento o abuso en la administración de sus atribuciones
como servidores del Estado:
Ningún estado más fuerte, poderoso y feliz que aquel en donde la observancia
de las leyes se apoya no en el temor sino en el amor; pero el mejor modo de inspirar ese amor á las leyes es, que los encargados de su ejecución y cumplimiento
no puedan jamás ni olvidarlas ni eludirlas, ni mucho menos traspasarlas impunemente. Así, pues, importa mucho poner en claro cuál sea la responsabilidad
que nuestra constitución y leyes impongan respectivamente á cada uno de los
funcionarios y empleados políticos, civiles y militares cuando abusaren de la
autoridad que se les ha confiado, contra la libertad y seguridad personal de los
ciudadanos.59
A juicio de los articulistas, para superar todos estos inconvenientes era
imperativo realizar una revisión del cuerpo de leyes diseñado en Cúcuta y
superar la confusa amalgama entre las antiguas leyes monárquicas que persistían en la administración de justicia, en extraña unión con principios e instituciones propias del gobierno popular y representativo. Esta contradicción
de modelos proporcionaba el espacio para que los jueces actuaran con total
discrecionalidad, haciendo uso, según su criterio, de lo que mejor conocían o
consideraban más conveniente:
¿Cuántos y cuan funestos males no pueden experimentar los ciudadanos en el
desarrollo de un sistema tan complicado y absurdo?, ¿cuántos inconvenientes en
la marcha de los negocios judiciales, cuanta variedad en las opiniones, arbitrariedad en las decisiones, &c, &c? Es muy verosímil que aquellos que están muy
familiarizados con las antiguas leyes vean como falsas ideas los nuevos principios y que pretendan dirigirlo todo según aquellas; los menos rectos podrán
encontrar, por medio de una combinación semejante máximas no para sostener
58. “Legislación”, El Observador Caraqueño, n.º 19, 5 de mayo de 1824, 3.
59. Ibíd., n.º 25, 17 de junio de 1824, 3.
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la razón é imparcial justicia, sino para apoyar el capricho ó partido que de antemano hayan abrazado.60
Para remediar este caos legislativo, los redactores exhortaban a los miembros del Congreso a “aniquilar las leyes ambiguas y anticuadas”61 y emprender la creación reflexiva y meditada de los nuevos códigos que respondieran
a los principios del gobierno popular y representativo:
Así pues debemos esperar que el actual congreso penetrado de tan poderosas
razones, y accediendo á tan justas demandas nombrará inmediatamente una comisión para que se consagre única y exclusivamente á la formación de un código
civil, criminal y de procedimiento y que mientras se realiza tan importante obra
abolirá ese montón de leyes que solo pueden servir para oprimir la libertad.62
La convocatoria era reiterativa, desde los primeros números del periódico insistían en una revisión general del cuerpo de leyes para hacer acordes
los principios del nuevo gobierno con las normas legales que lo regulaban.
La demanda no admitía pausas ni demoras, según la opinión de los articulistas, era una obra que debía ser meditada pero inmediata. Sorprende la
exigencia del exhorto, tomando en cuenta que las urgencias militares no habían cesado; impresiona aún más la llamada a abolir “ese montón de leyes”
sin tener sustituto alguno. Sin embargo, los peticionarios no eran ajenos al
derecho, sino juristas de reconocida experiencia que parecían ofrecerse a la
implementación de la tarea.
El deseo de modificar la Constitución de Cúcuta se argumenta a lo largo
de las publicaciones del periódico: se advertía de sus rasgos autoritarios, del
peligro de la concentración de poder en el Ejecutivo, del predominio militar,
del mantenimiento de fueros y privilegios, de los escollos para el ejercicio de
la ciudadanía activa. La invitación no era a su disolución, más bien a su rescate, con medidas que permitieran hacerla viable, justa y próspera. Un llamado
tan plausible como exigente frente a las circunstancias de la emergencia militar, aún vigente; una convocatoria tan atractiva como peligrosa en un contexto heterogéneo donde los intereses locales y los privilegios corporativos
imponían formas diversas de entender y vivir la política. Las palabras de su
principal arquitecto y defensor constituyen una clara visión de los obstáculos
de tan ambiciosa tarea, donde los “Licurgos” cargados de buenas intenciones, ponían en peligro la consolidación de la unión: “¿No le parece a Ud., mi
60. Ibíd., n.º 24, 10 de junio de 1824, 3.
61. Ibíd.
62. Ibíd.
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105
querido Santander, que esos legisladores más ignorantes que malos nos van a
conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina?63
conclusiones
El estudio de los artículos de prensa de El Venezolano (1822-1824) y de El
Observador Caraqueño (1824-1825) permite visualizar el alcance de la transformación política que se estaba gestando en los territorios incorporados al
esfuerzo republicano. La sociedad letrada asumió el liderazgo en la conducción de la opinión pública, los impresos se convirtieron en portavoces de las
ideas liberales, concebidos como espacios de formación y deliberación de los
asuntos de interés común. Los periódicos se erigieron como centinelas del
buen gobierno que denunciaban las fallas en el sistema y proponían reformas para la marcha eficiente de la administración pública.
A medida que los territorios se liberaban del dominio español y el fragor de la guerra disminuía sus urgencias, los espacios de reflexión política
aprovechaban la oportunidad para deliberar sobre el marco legal de la república en ciernes. Esto condujo a condicionar el juramento a la Constitución de Cúcuta para garantizar el derecho de exponer reparos y proponer
reformas ajustadas a las necesidades regionales. El derecho a la deliberación
y participación política consagrada en la Constitución y garantizada por la
libertad de prensa generó espacios de debate y disidencia que insistían en la
necesidad de reformar el marco legal para proporcionar mayor capacidad de
autonomía y determinación a las regiones.
La oposición al régimen central se evidencia con claridad en El Venezolano,
que sin reservas abogaba por el federalismo. Por su parte, El Observador Caraqueño criticaba con insistencia la ausencia de una administración eficiente y
oportuna, capaz de atender a las especificidades regionales. Los argumentos
que esgrimían concordaban en lo esencial: las distancias que alejaban a estos
territorios del centro de decisión política, la tardanza y el vacío de poder que
la lenta administración imponía, la falta de supervisión de los funcionarios
públicos que abusaban de sus atribuciones, la aplicación discrecional de la
ley, la existencia de restricciones comerciales y gravosos impuestos que desmotivaban la inversión, la dificultad de enviar representantes a la capital para
abogar por los intereses departamentales, eran parte de las múltiples razones
para propiciar cambios sustanciales en el acuerdo constitucional. No estaban
solos en las quejas, desde Bogotá El Insurgente causaba incomodidad a las
63. “Carta de Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander”, San Carlos, 13 de junio
de 1821, en Simón Bolívar, Obras Completas, t. II (La Habana: Lex, 1950), 551.
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autoridades centrales al denunciar los males generados por el inadecuado
manejo de las rentas públicas y la deficiente administración de justicia.
A este ambiente de efervescencia se unían la diversidad de expectativas
en un paisaje donde los intereses locales se imponían. Todas las voces se
incorporaban en este concierto de exigencias, las municipalidades alzaban
las banderas de antiguas prerrogativas y cada terruño defendía su particularidad frente al conjunto. No es de extrañar el temor que esa conmoción
despertaba en aquellos que conocían de primera mano el complejo sedimento social sobre el cual descansaba la república. Todavía estaba humeante el
campo de batalla cuando nuevas amenazas pusieron en peligro las victorias conquistadas. La construcción republicana no concluyó con las victorias
militares, apenas comenzaba y, en su gestación, enfrentaba las aspiraciones,
contradictorias y complejas, de amplios sectores sociales que, en nombre del
ejercicio de la ciudadanía, se erigían como los representantes de la voluntad
popular, una voluntad con múltiples rostros e incompatibles anhelos.
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Vecinas y ciudadanas: las mujeres del Distrito
del Sur y el uso de la voz “ciudadana”
durante la república temprana*
Women residents and citizens: Women of the Distrito del Sur and
use of the term “woman citizen” in the early days of the republic
Vecinas e cidadãs: As mulheres do Distrito do Sul e
o uso da voz “cidadã” durante o início da república
Alexandra Sevilla Naranjo
Investigadora independiente
Quito, Ecuador
[email protected]
https://orcid.org/0000-0003-1983-135X
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.3036
Fecha de presentación: 27 de noviembre de 2018
Fecha de aceptación: 23 de marzo de 2021
Artículo de investigación
* Este trabajo fue auspiciado por el Comité de Investigaciones de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador (UASB-E). Una versión ampliada está disponible en el
repositorio digital de la universidad.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 109-134. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
Este artículo analiza la voz “ciudadana” durante el período
grancolombiano. A partir de los presupuestos teóricos de la historia
de los conceptos, se examinan las razones por las que dicho término
aparece en documentos judiciales y en algunas cartas personales de la
época, para referirse a mujeres de toda condición social y económica,
aun cuando en la Constitución vigente, y en el ámbito oficial,
la ciudadanía no incluyó a las mujeres.
Palabras clave: historia política, historia latinoamericana, vecinas,
ciudadanía femenina, república de Colombia, Distrito del Sur,
sistema republicano, historia de mujeres, historia conceptual.
ABSTRACT
This article focuses on the term “woman citizen” during the Gran
Colombia period. On the basis of theoretical assumptions from
the history of ideas, it examines why said term appears in legal
documents and personal correspondence of that time to refer
to women of diverse social and economic status, although in
the Constitution in force at the time and in government
citizenship did not include women.
Keywords: Political history, Latin American history, Women
residents, Female Citizenship, Republic of Colombia, Distrito del Sur,
Republican system, Women’s history, History of ideas.
RESUMO
Este artigo analisa a voz “cidadã” durante o período
da Grã-Colômbia. A partir dos pressupostos teóricos da história
dos conceitos, examinam-se as razões pelas quais este termo
aparece nos documentos jurídicos e em algumas cartas pessoais da
época para se referir a mulheres de todas as condições sociais
e econômicas, embora na Constituição vigente, e no âmbito oficial,
a cidadania não incluísse as mulheres.
Palavras chave: História política, história latino-americana, vecinas,
cidadania feminina, República da Colômbia, Distrito do Sul, sistema
republicano, história das mulheres, história conceitual.
En 1822, Rosa Montúfar, hija del marqués de Selva Alegre, le escribía una
extensa carta a la nueva autoridad. En su nota enfatizaba las acciones que
ella y su familia llevaron a cabo en favor de la independencia. Nada inusual
hay en que Rosa escribiera, lo que llama la atención es la manera en la que
se presenta a sí misma. Ella comienza su nota diciendo: “Yo, Rosa Montúfar
ciudadana de Colombia...”.1 Inicialmente se puede pensar que Rosa, de forma arbitraria, se asigna la condición de ciudadana como símbolo de su posición social. Sin embargo, este término cobra nuevos matices cuando también
lo vemos aparecer en la documentación judicial, comprendida entre 1822
y 1830, para designar a mujeres querellantes de diversos estratos sociales
y en diferentes causas. Así, las mujeres del Distrito del Sur dejaron de ser
designadas como vecinas, término usual para identificar a una querellante
en el Antiguo Régimen, y pasaron a ser denominadas como ciudadanas. Este
fenómeno se torna más interesante al recordar que fue la Constitución de
1929 la que reconoció en el Ecuador el derecho de las mujeres a la ciudadanía. Entonces ¿qué determinó que las mujeres de la Gran Colombia fueran
denominadas como ciudadanas?
Hay varias respuestas posibles. Tal vez estemos ante un error en el uso
de lenguaje de los funcionarios judiciales, que a causa de la conflictividad
de la época llamaban ciudadano y ciudadana a casi todos los habitantes del
nuevo Estado. Otra posibilidad es que la definición misma del concepto ciudadanía en el temprano siglo XIX abriera una puerta para que las mujeres
fueran consideradas como tales. Una tercera opción es que las mujeres grancolombianas estuvieran reclamando esta condición para sí y por ello aparecen cartas como la de Rosa. Esta investigación explora estas opciones, al
preguntarse ¿qué significado tenía el término ciudadanía en el recién creado
Distrito del Sur?, y ¿el uso de este término por parte de las mujeres, implicaba un temprano reclamo para ser incluidas en esta condición?
del imPerio esPañol a la rePública colombiana:
mujeres en tiemPos de transición
A inicios de 1819, en el Congreso de Angostura, Simón Bolívar pronunció su famoso discurso en el que perfilaba los principios políticos que darían
forma a la nueva nación de Colombia. Sin embargo, el espacio que se preten1. Rosa Montúfar, “La actuación de Juan Pío Montúfar y su familia en la independencia del Ecuador”, Boletín de la Academia Nacional de Historia 40, n.º 94 (1959): 280.
112
Procesos 54, julio-diciembre 2021
día consolidar como una unidad no estaba libre de conflictos y a pesar de los
lineamientos establecidos por el Libertador, las fuerzas políticas y sociales
en confrontación determinaron que, en realidad, todo estuviera por hacerse
y concretarse. El conjunto de la sociedad debatía sobre las características que
tendría la nueva república, la participación que asumiría la población y quiénes ostentarían la ciudadanía.
En relación con las mujeres, hay que recordar que durante la colonia
tardía y el período independentista, tuvieron condiciones muy particulares.
Varios estudios indican que las mujeres audienciales de toda condición social y étnica desarrollaron una intensa actividad económica en paralelo o
independientemente de sus familiares masculinos.2 Algunas eran dueñas
de pulperías, otras tenían actividades comerciales a pequeña escala en los
mercados de las ciudades, algunas incursionaban de diversas maneras en
el comercio a larga distancia y otras administraban sus obrajes y haciendas.
Las mujeres de la Audiencia tampoco fueron ajenas a las nuevas ideas políticas y se decantaron por la insurgencia o por el realismo en función de sus
intereses. Organizaban tertulias, llevaban y traían información para los ejércitos, defendían en los tribunales a sus familiares masculinos perseguidos o
apresados, acompañaban a los ejércitos para cuidar de los enfermos e incluso
algunas empuñaron las armas.3 Y si bien no se puede decir que las mujeres
de la Colonia tardía retaran a la autoridad masculina o paternal de manera
explícita, sí se puede decir que ellas se movían en una sociedad que era mucho más permisiva de lo que nos imaginamos y eso determinó que tuvieran
grandes posibilidades de actuar en favor de sus intereses con una inusitada
libertad de acción, que contrastaba con la normativa legal.
Frente a esta particular condición, no sería extraño pensar que junto
con la emancipación política, las mujeres de inicios del período republicano también desearan que su realidad cotidiana se reflejara en una normativa legal que les permitiera una condición jurídico-política más equitativa.
Celia Amorós señala que “no ha habido revoluciones en la historia sin su
correspondiente radicalización feminista, y sin que el orden social se haya
conmovido”.4 Asimismo, François-Xavier Guerra nos recuerda que un concepto tan vital para las nacientes repúblicas como el de ciudadanía, no fue
2. Véase Christiana Borchart, “La imbecilidad del sexo: pulperas y mercaderas quiteñas a fines del siglo XVIII”, en Historia de la mujer y la familia (Quito: Editora Nacional / ADHILAC, 1991), 17-35; Kimberly Gauderman, Women’s Lives in Colonial Quito: Gender, Law and Economy in Spanish America (Austin: University of Texas Press, 2009); Sonia
Salazar y Alexandra Sevilla, Mujeres de la Revolución de Quito (Quito: FONSAL, 2009).
3. Salazar y Sevilla, ibíd.
4. Celia Amorós, “Presentación”, en Alicia Puleo, La Ilustración olvidada. La polémica de
los sexos en el siglo XVII (Madrid: Anthropos, 1993), 8.
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producto inmediato del cambio institucional; al contrario, emergió en la conjunción de situaciones históricas y culturales. Por ello, el ciudadano o la ciudadana —en este caso— no nace, sino que se hace.5 El sistema republicano
no surgió perfectamente delimitado, al contrario, son las fuerzas políticas
actuando en la sociedad las que lo van moldeando. Por ello, la ciudadanía
femenina, al igual que muchas otras realidades políticas, pudo ser una posibilidad en este momento.
sobre mediadores judiciales,
Voces femeninas y contextos de enunciación
Antes de adentrarnos en el análisis del significado del concepto ciudadana y su uso, hay que enfatizar que estamos ante un fenómeno muy circunscrito en el tiempo. La voz o el término ciudadana en la documentación
judicial no es previo a 1822 y tampoco posterior a 1830 y es en este tipo de
documentación y en algunas cartas personales en las que la encontramos.
Hasta donde se ha podido ver, la prensa del temprano siglo XIX exalta la
participación de las mujeres en la guerra, pero guarda silencio sobre la ciudadanía femenina.6 Esta situación delimita la problemática y determina que
aparezcan una serie de interrogantes que deben ser resueltas para comprender el fenómeno que nos ocupa.
Una de las primeras interrogantes tiene que ver con la función de los
mediadores judiciales, escribanos y abogados en el uso del término. La importancia de estos personajes en la producción documental colonial y en la
construcción de imágenes discursivas es innegable.7 ¿Fueron los escribanos
y abogados quienes incluyeron en los procesos judiciales el término ciudadana? o ¿eran las mujeres las que se apropiaron de esta voz? No hay una
respuesta sencilla a estas preguntas. Para intentar elaborar una respuesta
habrá que identificar las intenciones de quien escribe y diferenciar en la documentación la voz femenina —representada por las querellantes—, de la
voz masculina —representada, a su vez, por los escribanos y abogados—.
Este ejercicio de análisis documental, implica tomar en cuenta un sinfín de
detalles. Por ejemplo, es fundamental rastrear expresiones recurrentes y ver
5. François-Xavier Guerra, “El soberano y su reino”, en Ciudadanía política y formación
de las naciones: perspectivas históricas de América Latina, coord. por Hilda Sabato (Ciudad de
México: Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 1999), 33-61.
6. Para esta investigación se revisaron los periódicos El Patriota de Guayaquil (1822);
Gaceta de Colombia (1821-1826) y El Quiteño Libre (1830).
7. Véase Kathryn Burns, Into the Archive: Writing and Power in Colonial Peru (Durham
/ Londres: Duke University Press, 2010).
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cómo estas se relacionan con el discurso sobre la ciudadanía de aquellos
años, preguntarnos si estas ideas o expresiones recurrentes se aplican de la
misma manera a hombres y a mujeres; conocer el trasfondo social, económico y educativo de las mujeres que están detrás de los petitorios, así como su
accionar político previo y posterior a la presentación del documento. Solo así
es factible saber si influyeron en lo que decían los textos.
También es esencial tomar en cuenta el contexto de enunciación en el que
se usa la voz ciudadana. Para autores como Quentin Skinner, que desarrollan su trabajo en el contexto del análisis del lenguaje político y la historia
intelectual, esto supone comprender tanto el contexto social y político en el
que se producen los textos y sus enunciados, así como las “convenciones
lingüísticas que gobiernan el tratamiento del tema”.8 Dicho de otra manera: ¿era pensable que a inicios del siglo XIX el término ciudadana designe
a mujeres con derechos civiles y políticos? Solo al comprender el contexto
político-social y lingüístico, es posible entender esta alusión a la ciudadanía femenina un siglo antes de que fuera establecida por primera vez en la
Constitución de 1929. Casos puntuales permiten esbozar respuestas a estas
complejas preguntas.
En junio de 1823, una mujer presentada en la documentación judicial
como “la ciudadana Lucinda Ojeda”,9 y acusada de robar unas joyas a la
también ciudadana Isabel Torresano, envió un petitorio al gobernador de
Cuenca. Lucinda estaba presa desde hacía dos meses y sin el sumario correspondiente. Este error en la administración de justicia provocó su reclamo.
De persistir esta injusticia, decía el texto, las “leyes de la República se verían
afectadas” y añadía: “Usted mejor que ningún otro como Juez que se halla de
esta República debe observar, y hacer guardar, cumplir, y ejecutar nuestras
sabias leyes republicanas”. Ante este exhorto, que habla de la supremacía
de la ley y la justicia que debía primar en el nuevo régimen y que ponía a la
república como custodia de la libertad de sus ciudadanos, el gobernador de
Cuenca pidió hacer las averiguaciones del caso.
Lucinda envió dos petitorios, escritos en primera persona y usando los
mismos argumentos. Por la estructura de los documentos parecería que era
ella misma quien reclamaba justicia. Pero, cuando se le interrogó dijo haber
estado presa, pero que ya había sido liberada y que los documentos los escribió “el Juez que la representó de oficio”. Lucinda, a todas luces una mujer
de la plebe, de escasos recursos y con poca educación, tuvo la ayuda de un
defensor de oficio, por lo que seguramente jamás vio los documentos ni supo
8. Ian Ward, “Helping the Dead Speak: Leo Strauss, Quentin Skinner and the Arts of
Interpretation in Political Thought”, Polity 41, n.º 2 (abril 2009): 235-255.
9. Archivo Nacional del Ecuador (ANE), serie Criminales, caja 239, exp. 14, 18 de junio
de 1823.
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de su contenido. Todo indica que no fue ella quien pensó en los argumentos
de su representación y por lo tanto tampoco se apropió de los conceptos de
ciudadanía, libertad y legalidad vinculados al nuevo sistema republicano
que en el texto se expresan. El defensor de oficio, hábilmente, construyó este
discurso en su nombre. ¿Significa esto que el uso del término ciudadana es
solo retórica vacía? Hay que ser cautos. No podemos negar la importancia
de los mediadores judiciales, pero tampoco señalar tajantemente que estos
conceptos centrales para la construcción de las nuevas naciones fueran ajenos a los estratos populares o a las mujeres. De lo que no cabe duda es que
el discurso construido por el defensor fue extremadamente eficaz: no solo
que Lucinda quedó libre, sino que el alcalde le indemnizó por los meses de
prisión. Ciudadanía, ley, justicia, república, son hilos muy bien anudados en
el discurso judicial de la época.
En enero de 1823 el ministro de la Corte Superior de Justicia, José Félix
Valdivieso, se dirigía al presidente de la Corte en estos términos:
Nada más funesto que el abuso que hacen los agentes subalternos del poder que
se les confían, los pueblos padecen, y llegan a exasperarse cuando se quebrantan
impunemente las leyes, y los jueces inferiores se hacen superiores a ellas despreciando toda consideración y respeto. Después de haber renacido a la luz de la
libertad salvándonos del naufragio de males con que nos oprimió el Gobierno
Español todavía se experimentan el abuso más escandaloso de parte de algunos
jueces que miran con el más alto desprecio los sagrados derechos de la propiedad, y los de la seguridad civil e individual de cuya observancia dependen el
buen orden de la sociedad.10
Nuevamente, el texto nos habla de la importancia de la ley en la sociedad
republicana. Por ello, el pasado aparece como funesto y el presente, que debería ser promisorio, se empaña por las acciones de un mal funcionario. Cabe
recalcar que estos argumentos están en consonancia con la Constitución de
Cúcuta, vigente en ese momento y que indicaba que los ciudadanos deben
esperar del gobierno leyes equitativas, consensuadas, que no satisfagan las
“pasiones particulares” sino que suplan las “necesidades de la República”.11
Pero, ¿en torno a qué problemática se emiten estos argumentos y a quién
se defiende con ellos? Este texto forma parte del expediente de Nicolasa Manosalvas, esposa del encargado de la hacienda Pinsaquí, quien se negó a entregarle gratuitamente al alcalde de Otavalo cuatro toros para unos festejos.
La disputa llegó a tal punto que Nicolasa terminó presa. Es ante este abuso
que Valdivieso escribió su texto enfatizando en la importancia de la ley y la
10. Ibíd., exp. 10, 1823.
11. “Preámbulo”, Constitución de la República de Colombia de 1821, https://archivos.
juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/5/2212/6.pdf.
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seguridad civil. Valdivieso defendía la integridad de la propiedad, pero también los derechos de Nicolasa como parte de la nación, de ahí que se refiera
a ella como “ciudadana” de la república.
Con argumentos similares, José Mariano Ribadeneira, procurador de pobres, defendía a Felipe Cherres y decía:
yo espero Señor que tomará en vista un reclamo tan justo, providencias enérgicas
que aseguren la libertad que sostengan el tremendo poder judicial que ha depositado en sus manos la nación, que corrijan tantos abusos y que den ejemplo de
que se respetan las leyes, se conservan los derechos de los ciudadanos y las consideraciones que se merecen como hombres y como familia de la Patria.12
El mismo Ribadeneira, con relación al caso de una mujer que fugó de la
cárcel de Santa Marta de Quito, decía: “que no se diga jamás que los ministros de una República ilustrada han desmentido las luces del siglo, y buscado en la cédula que trata de los reos de fuga [...] confirmar una sentencia contraria a las leyes, a los principios de la justicia y la razón”.13 Los argumentos
se repiten: el nuevo régimen suponía un cambio en las leyes y sobre todo la
supremacía de estas, al asegurar los derechos de quienes formaban parte de
la república.
En los tribunales se construyó un discurso republicanista que se usó tanto para defender a hombres como a mujeres de diversas condiciones sociales
y que, como vimos en el caso de Lucinda y en otros más, fue muy exitoso.
De hecho, los expedientes revisados revelan un uso estratégico del término
ciudadana. En los juicios, las acusadoras usualmente se denominan ciudadanas, mientras que las acusadas son doñas, señoras o vecinas. Esta diferenciación busca inclinar la balanza de la justicia. Cristóbal Aljovín recuerda que el
uso del “título de ciudadano daba cierta nobleza al individuo” e “implicaba
una superioridad moral”.14
En definitiva, durante la república temprana se conformó un discurso
que vinculaba las nociones de ciudadanía, derechos, legalidad y república,
que se usó para defender a hombres y mujeres sin distinción alguna. Esto,
sin duda, acerca a las mujeres a la condición de una ciudadanía real a pesar de que la Constitución vigente no lo determine. Aun así, “la ciudadana
Lucinda” y “la ciudadana Nicolasa”, tuvieron poca participación en la producción de sus eficaces defensas y, por lo tanto, aparecen como receptoras12. ANE, serie Criminales, caja 249, exp. 25, 1828.
13. Ibíd., exp. 6, 1828.
14. Cristóbal Aljovín, “Ciudadano y vecino en Iberoamérica, 1750-1850: monarquía o
república”, en Diccionario político y social del mundo iberoamericano, dir. por Javier Fernández
Sebastián (Madrid: Fundación Carolina / Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales / Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009), 191.
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beneficiarias de este discurso, pero no las vemos apropiándose del mismo.
¿Es así en todos los casos?
En 1825, Josefa Calisto escribía a la autoridad como “apoderada general” de su marido. Reclamaba a la “contaduría departamental” que quisieran cobrarle unas cuentas rezagadas de la época en la que su esposo fue
administrador de tributos en Ambato.15 Josefa decía que ella misma había
entregado las cuentas y que, por tanto, el cobro era injusto. El texto comienza
con la frase de rigor: “La ciudadana Josefa Calisto”. Más adelante, su nota
remarcaba la legalidad, justicia y libertad que debía imperar en el nuevo gobierno. Al poner en contexto las acciones previas y posteriores de Josefa,16 es
evidente que fue ella misma quien redactó el texto e hizo uso de ese conjunto
de conceptos republicanos, con toda conciencia de lo que hacía y de lo que
esperaba recibir. Si regresamos a la carta de Rosa Montúfar, lo más seguro
es que ella también la haya redactado. Rosa y Josefa eran mujeres bastante
independientes, muy enteradas de las nuevas ideas políticas e inmersas en
las actividades económicas de sus familias.
Pero, aún queda por preguntarse ¿en qué contexto social y lingüístico
aparece la voz ciudadana? o ¿desde qué momento el término ciudadana
designa a mujeres con derechos civiles y políticos? Con seguridad los antecedentes para hablar de ciudadanía femenina están en 1791 con Olympe
de Gouges y su Declaración de los derechos de mujer y la ciudadana. No es el
momento de entrar en detalles, pero hay que mencionar que la posibilidad
de que la ciudadanía incluya a las mujeres y a otros segmentos sociales, se
fundamenta en la noción de igualdad. Un principio que, como sabemos, es
central en el pensamiento liberal y republicano de aquellos años. Aun así,
muchos pensadores claves en este proceso de cambio político desecharon
tajantemente la posibilidad de que la igualdad se aplicara al sexo femenino.17
15. ANE, fondo Especial, caja 253, vol. 627, exp. 149, 6 de diciembre del 1825.
16. Josefa Calisto fue militante del realismo y miembro de una de las familias líderes
de la contrarrevolución quiteña. Pero, para 1820, cuando la independencia era inminente,
propició el cambio de bando de toda la familia y apoyó a los independentistas. Sus acciones fueron determinantes para que su extensa familia permaneciera en Quito, conservara
buena parte de sus propiedades y se reinsertara en la vida política del nuevo Estado.
Véase Salazar y Sevilla, Mujeres de la Revolución...; Alexandra Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor
servicio del Rey’. Fidelismo, realismo y contrarrevolución en la Audiencia de Quito entre
1809 y 1822” (tesis de doctorado, FLACSO Ecuador, 2017), http://repositorio.flacsoandes.
edu.ec/bitstream/10469/11484/8/TFLACSO-2017ARSN.pdf; y, Alexandra Sevilla Naranjo, Fidelismo, realismo y revolución en la Audiencia de Quito (Quito: FLACSO Ecuador /
IPGH, 2019).
17. Álvaro Acevedo Tarazona, “Mujeres y ciudadanía: orígenes de un derecho y un
debate sobre la participación política de las mujeres en el gobierno”, Revista Científica Guillermo de Ockham 13, n.º 1 (enero-junio 2015): 109-116.
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Pero, la ciudadanía femenina, ya sea para favorecerla o rechazarla, era parte
del contexto lingüístico, discursivo y del debate político desde el siglo XVIII.
Por ello, la posibilidad de que las mujeres fueran consideradas sujetos con
derechos políticos y civiles ya existía.
En Hispanoamérica, las Cortes Generales Extraordinarias abordaron de
manera directa el asunto de la ciudadanía vinculada a la igualdad. A partir
de 1812 los habitantes del Imperio español dejaron de ser súbditos y se transformaron en ciudadanos, y la Constitución de Cádiz fue amplia en cuanto
a quienes podían ser considerados como tales. Indígenas no dependientes y
libertos que se destacaran en el servicio a la nación, eran ciudadanos. A pesar
de esta inicial amplitud, la Constitución de 1812 no hablaba sobre las mujeres. Pero este silencio no supone que la ciudadanía femenina no fuera parte
de los debates políticos hispanoamericanos de aquellos años.
Ana Luz Borrero nos recuerda que uno de los alcaldes de Cuenca consultó a la Presidencia de Quito si las mujeres de su ciudad debían ser contabilizadas para las elecciones que se llevarían a cabo en 1813 a propósito de la recién proclamada Constitución.18 Si bien no se han hallado consultas similares
en otras ciudades de la Audiencia, seguramente la pregunta no se hacía sin
fundamento. El solo hecho de que se consultara ya habla de las preocupaciones que había en torno a los derechos civiles y políticos de las mujeres. Por
otro lado, sabemos que en los debates que se llevaron a cabo en Cádiz sobre
la población subalterna americana también emergió la preocupación: en septiembre de 1811 se debatía sobre la ciudadanía de los afrodescendientes y en
el ir y venir de ideas, Diego Muñoz Torrero, opuesto a la ciudadanía de los libertos, señaló que si las Cortes continuaban confundiendo los derechos civiles y políticos acabarían por otorgar estos derechos hasta a las mujeres y con
ello “admitirlas en las juntas electorales y en las Cortes mismas”. Esto, según
Torrero, era llevar demasiado lejos los principios de ciudadanía e igualdad
que se venían debatiendo.19 Así, la ciudadanía femenina durante la Colonia
tardía y luego de proclamada la independencia podía ser aún considerada
como una idea extravagante para algunos, pero ya era parte del contexto
de enunciación y, por tanto, una posibilidad. Ahora, habría que preguntarse
¿qué significa ser ciudadana entre 1822 y 1830?
18. Ana Luz Borrero, “Cuenca en la Independencia: de la fidelidad a la insurgencia,
1809-1814” (tesis de doctorado, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2016),
135, http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/5501/1/TD085-DH-Borrero-Cuenca.pdf.
19. “Diario de sesiones de las Cortes Generales Extraordinarias”, 6 de septiembre del
1811, http://www.congreso.es/docu/blog/ds/06091811-1783.pdf.
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Voces Plurales e historicidad: sentido y significado
del concePto ciudadana en el temPrano siglo xix
La propuesta teórico-metodológica de Reinhart Koselleck permite adentrarnos en el análisis de los conceptos. Voces como Constitución, ciudadanía,
libertad y república son “expresiones cuyo uso permite comprender las estructuras y el contexto de los grandes acontecimientos históricos”, nos dice
este autor. 20 Esas voces o conceptos, como los llama Koselleck, tienen una
particularidad y se diferencian de otro tipo de términos porque se van cargando de sentidos y significados con el paso del tiempo. Esos sentidos y
significados se sedimentan de tal manera que un término se convierte en
concepto cuando enriquece su significado e incorpora contenidos diversos.21
Por ello, los conceptos tienen un principio de historicidad y son siempre
plurívocos. A la vez, son parte esencial de la disputa política ya que el uso y
la definición que los actores sociales le den a un determinado concepto los
posiciona en el tablero político. En ese sentido y en términos de Koselleck,
un concepto como ciudadanía sería indicador de cambio social e histórico y
a la vez factor del mismo.22 Es decir, los conceptos, al formar parte del “espacio de experiencia”, evidencian las convenciones sociales y políticas del
momento en que son usados. Pero, simultáneamente, al contener posibilidades de nuevos significados en sí mismos, estos conceptos permiten que las
fuerzas en disputa amplíen el “horizonte de expectativa”. Con ello, el autor
alude a la capacidad creadora del lenguaje. Seguramente es esa posibilidad
creadora de los conceptos lo que permite que las mujeres se piensen ciudadanas mucho antes de que una Constitución les otorgue esa condición. Con
estos presupuestos teóricos intentaré identificar los posibles significados de
la voz ciudadana en el temprano siglo XIX y sus implicaciones para la condición jurídico-política de las mujeres del Distrito del Sur.
20. Luis Fernández Torres, “Un texto fundacional de Reinhart Koselleck. Introducción
al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana”, Revista
Anthropos, n.º 223 (2009): 92-105.
21. Elías José Palti, “From Ideas to Concepts to Metaphors: the German Tradition of
Intellectual History and the Complex Fabric of Language”, History and Theory 49, n.º 2
(mayo 2010): 194-211, http://www.jstor.org/stable/40864441.
22. Véase Reinhart Koselleck, Futuro-pasado. Para una semántica de los tiempos históricos
(Barcelona: Paidós, 1993).
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
de Vecinas a ciudadanas
La ciudadanía en su acepción moderna surge en Hispanoamérica en el
contexto de las Cortes de Cádiz y la disolución de la monarquía española y como un componente fundamental de ese nuevo soberano que en ese
momento emergía, nos dice François-Xavier Guerra.23 Nación, soberanía y
ciudadanía son conceptos que en el marco del primer liberalismo, actuaban
juntos, se sostenían los unos a los otros y marcaban la transición a la modernidad. Pero claro, no es un tránsito repentino, sino paulatino y conflictivo.
A lo largo del Antiguo Régimen, en Hispanoamérica vecindad y ciudadanía eran sinónimos y se usaban indistintamente para designar a quienes
tuvieran un vínculo con la comunidad.24 Aun así, el término más usual era
vecino o vecina y la ciudadanía “no contenía ninguna asociación política
más allá del ejercicio público a nivel local”.25 En los documentos judiciales
“vecino” o “vecina” se usaban para designar el lugar de procedencia de los
querellantes. Pero el solo hecho de vivir en una ciudad o villa no convertía
a una persona en vecino o vecina de la misma. Esta condición también suponía privilegios, deberes y derechos y, por ello, era restrictiva. La vecindad
se atribuía a un “notable” o a los “jefes de familia”;26 y si bien la mayoría
de vecinos eran varones, algunas mujeres eran consideradas como tales y
por tanto tenían derecho a voto en el contexto del Antiguo Régimen.27 Por
ejemplo, sabemos que la marquesa de Maenza participaba de la asamblea de
vecinos de Latacunga.28
Paulatinamente, la noción de vecino se distancia de la de ciudadano y
esta pasa a designar a los sujetos con participación política, privilegios y
deberes, mientras que vecino/vecina designará el lugar de procedencia. La
documentación revisada da cuenta de este tránsito. En 1823 “la ciudadana
Teresa López Conde avecinada en Ibarra” exigía que su hermano y apoderado le entregara “cuatrocientos pesos de los cuatro mil y más que tomó de
sus pertenencias”. En este caso, la voz ciudadana se remite a la condición
23. Guerra, “El soberano y su reino...”.
24. Aljovín, “Ciudadano y vecino...”, 180; Hans-Joachim König, “Ciudadano. Colombia / Nueva Granada”, en Diccionario político y social..., 234.
25. Ibíd., 234.
26. Borrero, “Cuenca en la Independencia...”, 135-136.
27. Jaime E. Rodríguez O., La revolución política durante la época de la independencia. El
reino de Quito 1808-1822 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2006), 82.
28. Neptalí Zúñiga, Historia de Latacunga: Independencia (Quito: Talleres Gráficos Nacionales, 1968).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
121
jurídico-política de la querellante, mientras que al enfatizar que Teresa está
avecinada en Ibarra, se refiere a que por el momento ese era su lugar de
residencia.
En la documentación judicial previa a 1822 las mujeres son identificadas
de varias maneras y en la mayoría de ocasiones a partir de su relación con
un varón, a través de expresiones como “viuda de...”, “mujer legítima de...”,
“hija de...”; en otros casos aparecen inidentificadas a partir de la labor que
desempeñan y se les designa como “criada de...”. Otras veces es su condición
étnica la que las identifica: india, mulata, negra, etc. Con el advenimiento de
la república estas designaciones no se pierden, pero a ellas se añade una que,
por lo menos en teoría, les da un lugar en la nueva sociedad que se estaba
construyendo. Mientras que el ser mujer legítima, viuda, esclava o criada
marcan las particularidades de cada mujer, el designarlas como ciudadanas
les ubica en un registro amplio e impersonal, pero que conlleva la igualdad.
Es justamente esta relación entre derechos e igualdad, implícita en la voz
ciudadanía, lo que la convierte en un concepto central de la disputa política.
La manera en que quede definido determinará la inclusión o exclusión de varios segmentos sociales. Algunos definían la ciudadanía como la posibilidad
de “ejercer y obtener todos los cargos de la república según la constitución y
las leyes”.29 Para Santander, “ser Ciudadano de Colombia era pertenecer a la
nación de la libertad, de la constancia y del valor”.30 Por su lado, Bolívar en
uno de sus decretos decía que “el que no sabe escribir, ni paga contribución,
ni tiene oficio conocido, no es ciudadano”.31 Como vemos, la ciudadanía es
un concepto con distintas acepciones y en torno a lo que podríamos llamar
un núcleo duro se entretejieron diversos sentidos que dan cuenta de la polisemia de este concepto. En ese núcleo duro estaría, de acuerdo con Guerra, la
centralidad que adquiere el individuo que conforma la nación, en oposición
a las corporaciones y estamentos del Antiguo Régimen, y el reconocimiento
de que ese individuo es titular de derechos fundamentales como propiedad,
libertad y seguridad.32 Si miramos con detenimiento estos son, justamente,
los derechos que se defienden, implícita o explícitamente, en los documentos
que presentan a las mujeres como ciudadanas.
Pero, por las definiciones arriba citadas, vemos que hay otros elementos
que complementan y delimitan la ciudadanía. El primer elemento nos remite
a la relación entre ciudadanía y participación política. Un segundo, se refiere
a la relación entre autonomía económica y ciudadanía; y un tercer elemento
29. Ibíd., 183.
30. Margarita Garrido, Palabras que nos cambiaron: lenguaje y poder en la Independencia
(Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango, 2010), 62.
31. Ibíd.
32. Guerra, “El soberano y su reino...”.
122
Procesos 54, julio-diciembre 2021
nos lleva a pensar en la relación entre los méritos o el servicio a la nación
como el camino para ser ciudadano. Veamos en detalle estas tres acepciones
en clave femenina.
la ciudadanía en claVe femenina
“La política moderna nace de la necesidad de obtener la opinión o la
voluntad del nuevo soberano”, indica François-Xavier Guerra.33 De ahí que
si la soberanía recaía en la nación, los individuos que la componían deben
ser escuchados. En este contexto las elecciones se tornan centrales, así como
determinar quiénes podían sufragar.
La primera experiencia electoral moderna en Hispanoamérica se produjo con la promulgación de la Constitución de Cádiz.34 Esta carta política
preveía elecciones a distintos niveles: se elegía una representación nacional
en donde cada circunscripción del vasto imperio designaba diputados para
las Cortes Ordinarias; también se elegía una representación provincial que
designaba compromisarios y electores, quienes a su vez elegían a los diputados para las Cortes y una representación local para los Ayuntamientos Constitucionales.35 No entraré en detalles sobre la normativa electoral gaditana o
sobre su impacto en la población, solo diré que si bien es una novedosa experiencia, también hay que reconocer que propone un sistema electoral muy
intrincado y “la posibilidad de una representatividad directa estaba dada
solo en la instancia más local”.36 Por ejemplo, un ciudadano indígena de la
zona rural jamás podría elegir a sus representantes a las Cortes Generales, ni
siquiera al compromisario, que a su vez elegiría a los electores de cada parroquia. Con suerte elegiría a los miembros de su ayuntamiento. En la práctica,
la ciudadanía en el contexto gaditano trasformaba al individuo en un número que permitía asignar la cantidad de diputados que le correspondía a cada
provincia o región. La participación política directa por medio del voto aún
era impensable para la gran mayoría de la población masculina, mucho más
33. François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencia. Ensayos sobre las revoluciones
hispánicas (Madrid: Encuentro, 2009), 49.
34. A causa de la conflictividad política de aquellos años, la Constitución de Cádiz no
se aplicó en todo el Imperio español de la misma manera. Algunas regiones de América,
en plena lucha por la independencia, no la reconocieron, pero en el caso de la Audiencia
de Quito, trasformada desde 1812 en bastión del realismo, se proclamó, juró y, en la medida de lo posible, se puso en práctica. Véase Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor servicio...”.
35. “Artículo 31”, Constitución Política de la Monarquía Española, 1812, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/5/2210/7.pdf.
36. Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor servicio...”.
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para las mujeres que quedaron explícitamente fuera de la posibilidad de ser
contabilizadas como ciudadanas-sufragantes en Cádiz.
La visión que propongo sobre las elecciones gaditanas contrasta con versiones mucho más positivas sobre el evento.37 Sin embargo, si bien es innegable que las elecciones de 1813 permitieron la incorporación a la vida política
de un buen número de varones de toda condición, también es cierto que la
normativa misma establecía las limitaciones del caso, tal como acabamos de
ver. Esas limitaciones se hacen aún más evidentes al constatar que, para el
caso quiteño, los cargos recayeron sobre representantes de las familias que
desde tiempo atrás monopolizaban los cargos en los cabildos. La participación de indígenas y de la plebe en las elecciones de ayuntamientos constitucionales no se ve reflejada en la incorporación de nuevos nombres en la
vida política audiencial, particularmente en las cabeceras de partido, esto
es en las ciudades más importantes de la Audiencia.38 Sea como fuere, hay
que reconocer que la Constitución de Cádiz es muy inclusiva en cuanto a
quiénes podían ser considerados como ciudadanos, pero no incorporaba a
las mujeres.
De manera similar, la Constitución de Cúcuta estableció elecciones a dos
niveles. Los “habitantes de Colombia” elegían representantes parroquiales
que se transformaban en electores y eran ellos quienes designaban al ejecutivo y al legislativo. Cabe señalar que la Constitución de Cúcuta de 1821
no habla de ciudadanos, sino de habitantes de Colombia o de colombianos.
Esto que parecería ser una extrañeza u omisión,39 en vista de que el término
ciudadanía ya estaba en pleno uso, en realidad no es algo tan extraño. En los
debates en Cádiz ya se diferenció entre españoles y ciudadanos de España.
Los segundos tendrían más derechos que los primeros, si bien todos eran
parte del cuerpo político. Asimismo, Rossana Barragán nos recuerda que
en la primera Constitución boliviana también se hizo esta distinción entre
“bolivianos” y “ciudadanos”. Para la autora, al diferenciar entre habitante
y ciudadano se buscaba, a su vez, distinguir entre una ciudadanía activa y
una pasiva y con ello remarcar que dentro del “mundo ciudadano” también
había distinciones profundas.40
37. Véase Rodríguez O., La revolución política...; y, Jaime E. Rodríguez O., “ ‘Nosotros
somos ahora los verdaderos españoles’. El proceso de la independencia de México”, Histórica XXXIV, n.º 1 (2010): 13-37.
38. Véase Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor servicio...”.
39. Andrés Monsalvo, “Entre leyes y votos. La legislación electoral en Nueva Granada
durante la primera mitad del siglo XIX”, HISTOReLO 4, n.º 8 (julio-diciembre 2012): 18.
40. Rossana Barragán, Indios, mujeres y ciudadanos: legislación y ejercicio de la ciudadanía
(siglo XIX) (La Paz: Fundación Diálogos, 1999), 23-24.
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A pesar de que la ciudadanía tiene un componente que implica equidad
entre los sujetos, hablar de bolivianos, colombianos o ciudadanos supone
incorporar al concepto ciudadanía la idea de que la nación está compuesta
por sujetos de distinta condición y en función de esta condición se determina su participación y accionar en la nación. Por ello, cuando se trata sobre
las elecciones, la Constitución de Cúcuta especifica que solo “los hombres
libres nacidos en el territorio de Colombia y los hijos de estos” podían sufragar.41 Asimismo, una cosa era ser sufragante y otra estar en posibilidad
de ser electo. Nuevamente estamos ante un sistema de elección indirecta,
en donde la ciudadanía tiene una serie de restricciones o condicionantes y
las mujeres quedan explícitamente excluidas de una ciudadanía que implica derechos políticos. La ciudadanía política a lo largo del siglo XIX estuvo
pensada en términos censitarios. Por ello se establecía un amplio espectro
de restricciones sobre quién podía sufragar: la condición económica, el sexo
o ser letrado.42 Por contradictorio que parezca, y a pesar de que el sistema
ya no lo contemplaba, los padres de familia aún representaban a todos los
integrantes de los espacios domésticos que presidían.
Las mujeres de la nueva República de Colombia podían gozar de derechos civiles, reclamar justicia en los tribunales, apropiarse del discurso republicano que protegía la libertad y la propiedad de los individuos y, como
veremos más adelante, hasta contribuir a la manutención de la patria, pero
no tenían derechos políticos. Como vemos, se estableció una tajante división
entre una ciudadanía pasiva y una activa.43 Sin embargo, la exclusión de las
mujeres de la “ciudadanía activa”, contrasta con lo que estaba sucediendo
en la práctica. Como sabemos, en la Audiencia de Quito, durante el período
independentista, mujeres de toda condición desplegaron un accionar público-político muy similar al de los varones y a la usanza de la época: firmaban
petitorios, tomaban las armas, movilizaban a la población, etc.44
Margarita Garrido, en Palabras que nos cambiaron, lleva a reflexionar sobre
la manera en que la voz “mujer” era usada en este período. Así por ejemplo,
en 1810 el Diario de la Independencia decía:
Las plazas, las calles, se inundaban de gentes: corren en pelotones en todos sentidos, ocurren a los cuarteles; pero lo que más inquieta al pueblo era el parque de
41. “Sección 2, Artículo 1”, Constitución de la Republica...
42. Monsalvo, “Entre leyes y votos...”, 14-42.
43. Roicer Flórez Bolívar, Sergio Paolo Solano y Jairo Álvarez Jiménez, “Liberalismo,
ciudadanía y vecindad en la Nueva Granada (Colombia) durante la primera mitad del
siglo XIX”, Revista Tempo 16, n.º 32 (enero-junio 2012): 163-192.
44. Para un análisis detallado de la participación femenina durante la Independencia
y la Revolución de Quito, véase Salazar y Sevilla, Mujeres de la Revolución...
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artillería y sobre lo que ponía todo cuidado y energía una mujer, grande heroína,
que le dijo a su hijo: Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando de las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera
descarga, y entonces vosotros los hombres pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvareis a la patria.45
El texto hace referencia a la instalación de la Junta en Santa Fe y nos
provee de una imagen vívida de lo que se esperaba de las mujeres durante
la guerra de independencia: un compromiso político a toda prueba. Y sin
duda, así fue. Los ejemplos son innumerables. En 1815, luego de reinstalado el absolutismo fernandista en España, un grupo de por lo menos ocho
mujeres lojanas firmó un petitorio junto con pobladores varones para que
Tomás Ruíz de Quevedo fuera restituido como corregidor en esa ciudad.
El petitorio podría pasar desapercibido si no recordáramos que Quevedo
fue depuesto por manipular las elecciones para alcaldes del Ayuntamiento
Constitucional y por expresar su desagrado ante el sistema constitucionalista. Quevedo era conocido como un realista absolutista y seguramente las
mujeres que apoyaron su reposición en el cargo también lo eran.46 En 1822,
solo unos pocos días antes de la Batalla de Pichincha, Sucre le escribió a María Ontaneda y Larraín, una de esas muchas mujeres comprometidas con la
causa insurgente, y le decía:
Cuando se trata de la libertad de la patria, [...] es muy satisfactorio para mí hablar de tan interesante asunto a quien como Ud. ha hecho en su obsequio tantos
sacrificios superiores a su sexo, en tiempo que éstos por desgracia fueron infructuosos. Esta es la ocasión más oportuna para que Ud. en virtud de la notoria decisión por la causa de la independencia con que se ha distinguido en esa capital,
repita sus esfuerzos y ponga en uso el poderoso influjo de los atractivos de su
sexo a fin de evitar que las armas sean las que decidan la suerte de esta hermosa
parte del territorio de Colombia [...] yo confío, y cuento con la cooperación de
Ud. a nuestros esfuerzos.47
María Ontaneda, calificada como “tribuna insurgente”, en los días de la
Revolución de Quito planeó y llevó a cabo atrevidos escapes junto a Rosa
Montúfar y movilizó a otras mujeres quiteñas. Seguramente para 1822 aún
conservaba su influencia política entre la población quiteña, de lo contrario
el mariscal Sucre no le habría escrito pidiendo su ayuda. Sin embargo, y a
pesar de esta intensa actividad política por parte de las mujeres, el sufragio como forma de representación aún no las incluía y oficialmente no eran
45. Garrido, Palabras que nos cambiaron..., 120.
46. ANE, serie Oficios, caja, 118, exp. 6, 1815.
47. Salazar y Sevilla, Mujeres de la Revolución..., 112.
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ciudadanas-sufragantes. Pero, si la ciudadanía política estaba negada a las
mujeres, ¿en qué sentido podían ser designadas como ciudadanas?
Desde que se proclamara la Constitución gaditana, la independencia económica de los individuos y el apoyo al progreso de la nación eran un requisito para la ciudadanía. Tener la condición de sirviente doméstico impedía la
ciudadanía. Del mismo modo, la Constitución de Cúcuta remarcaba que el
deber de todo colombiano era “contribuir a los gastos públicos y estar pronto en todo tiempo a servir y defender a la Patria, haciendo el sacrificio de sus
bienes y de la vida”.48 Esta connotación económica de la ciudadanía no es un
asunto menor. Los territorios que conformaban la Gran Colombia quedaron
devastados con la guerra y la población mermada. A esto se añadía que las
relaciones comerciales internacionales aún eran un asunto en construcción;
y, como si esto no fuera suficiente, se debía financiar la guerra en Perú. Para
obtener estos recursos el proyecto colombiano tomó medidas liberales como
librar los puertos para un mayor flujo de mercancías y propiciaron tratados
comerciales.49 Otras medidas que se tomaron, como la supresión de los estancos y del tributo indígena, si bien estaban en consonancia con el espíritu
de la época, no necesariamente redundaban en recursos para el Estado. Por
ello, la ley preveía el cobro de contribuciones personales.50 ¿En qué términos
se plantearon esas recaudaciones?
en virtud de que por los decretos de seis de mayo pasado se han aumentado las
atenciones gastos de la República, [...] y considerando:
Que es un deber de los ciudadanos de Colombia contribuir para los gastos públicos que necesita la administración del estado y exige la defensa de la patria, que
ha jurado sostener defender.51
Nótese que este decreto hace referencia directa al preámbulo de la Constitución de Cúcuta, pero usa el término ciudadano y no habitantes o colombianos como lo hacía la carta política. El decreto continúa y dice: que “todos
los ciudadanos de la República en el presente año, y para los precisos gastos
de la defensa común, [harán una] contribución graduada con respecto a los
48. “Artículo 5.º”, Constitución de la República...
49. Viviana Velasco Herrera, “Negociar el poder: fiscalidad y administración pública
en el proceso de construcción del Estado ecuatoriano” (tesis de doctorado, Universidad
Pompeu Fabra, 2013), 66, https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/129812/tvvh.
pdf?sequence=1&isAllowed=y.
50. Ibíd., 66-67.
51. “Decreto de la República de Colombia”, 15 de junio del 1824. ANE, serie Gobierno,
caja 78, exp. 2, f. 55.
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haberes y fortuna del ciudadano, que comprende a todos los individuos y
comunidades de ambos sexos y los bienes de toda especie...”.52
El texto es claro. Las mujeres de la República de Colombia no eran solo
habitantes sino ciudadanas en esta acepción económica que el concepto ciudadanía conllevaba. Este decreto que rebasa lo establecido por la Constitución, no es producto de la coincidencia, sino de la necesidad. Luego de la
guerra, muchas mujeres quedaron a cargo de la manutención de sus familias
y al parecer este fue un fenómeno que incluyó a mujeres de diversos estratos
sociales.
En 1826, con el fin de encaminar la economía nacional, se solicitó hacer
un minucioso censo. Se registraron las posibles actividades económicas, así
como la edad, sexo y etnia de la población. Lastimosamente, esta documentación no está completa y nos da información dispersa. Aun así, es posible
hacer algunas deducciones sobre la conformación poblacional luego de la
guerra. En San Blas, una populosa parroquia de Quito, se contabilizaron
392 hombres frente a 618 mujeres. En “Pomasqui y sus anejos” había 546
hombres y 605 mujeres en edad de trabajar. En Cotocollao, las cifras totales
indican que había 859 hombres y 883 mujeres. En otros poblados, como Guápulo, la diferencia numérica es menor, pero aun así hay más mujeres (58)
que hombres (54). Al no tener datos completos es imposible hacer aseveraciones definitivas, pero sí se evidencia una tendencia: luego de la guerra, la
población femenina en edad productiva era más numerosa que la masculina,
tanto en zonas rurales como en parroquias urbanas conformadas por indígenas y mestizos. Esta afirmación se apoya en otros documentos que hablan
de la ausencia de familiares masculinos o de hombres incapacitados para
el trabajo luego de la guerra.53 Esto que parece ser una consecuencia obvia
de la guerra, se torna crucial, ya que configura las circunstancias en que las
mujeres se insertan en la vida social en estos primeros años republicanos y
a la vez determina que aparezcan textos como el decreto de 1824, que nos
habla de ciudadanos de ambos sexos. Si un buen número de mujeres estaban
a cargo de la economía familiar era indispensable que contribuyeran. Pero,
estas mujeres intensamente involucradas en política y económicamente productivas, ¿buscaban esa ciudadanía activa que la Constitución les negaba?
En 1823, “el ciudadano Francisco Cumba”, indígena, marido de María
Gómez y vecino de Popayán, solicitaba se le exima del pago del tributo. Su
pedido se fundamentaba en que había participado de los ejércitos libertadores y en que sirvió “en la carrera de las armas en obsequio de la Gloriosa
52. Ibíd.
53.Véase ANE, serie Criminales, caja 255, exp. 9, 1831.
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Patria”.54 Este tipo de argumentos eran muy usuales y asumían que el servicio al rey o, en este caso, a la patria, debía ser retribuido de alguna manera. Esta idea, que seguramente se asienta en la cultura política del Antiguo
Régimen, se refuerza a lo largo del período independentista con proclamas
y pactos entre la población subalterna y los bandos enfrentados,55 así como
por las cartas políticas que se proclamaron en aquellos años. Por ejemplo,
la Constitución de Cádiz señalaba que los “reputados por originarios del
África, les queda abierta la puerta de la virtud y del merecimiento para ser
ciudadanos; [...] las Cortes concederán carta de ciudadano a los que hicieren
servicios calificados a la Patria”.56
En la misma línea Bolívar, en una disposición de 1816, decretó la libertad
de los esclavos y enseguida resaltó la importancia de que todos los ciudadanos formaran parte del ejército, de lo contrario serían considerados siervos.57
Si regresamos a los petitorios de Josefa Calisto y de Rosa Montúfar vemos
que las mujeres también usaron el argumento del “mérito y la virtud” para
alcanzar sus demandas. ¿Qué implicaciones tiene esta forma de concebir la
ciudadanía, la participación política y la relación entre el Estado y sus habitantes?
Seguramente, para quienes vivieron aquellos años, la ciudadanía no era
solo una condición otorgada por la Constitución, sino una categoría que podía ser alcanza por medio de acciones concretas y eso la convertía en una
condición disputada. Aljovín nos recuerda que el concepto ciudadanía al ser
“polisémico y flexible en sus significados” permitía que los individuos expresaran con él sus “intereses y opciones ideológicas”. Por ello, esta voz “no
fue empleada [...] en un ambiente neutro y de gran solemnidad republicana
sino, en un contexto de pugnas políticas y luchas por intereses individuales
inscritas en determinados discursos sobre la ciudadanía”.58 Varios estudios
dan cuenta de cómo ciertos grupos sociales excluidos se apropiaron y se asignaron la condición de ciudadanía antes de que la ley así lo estableciera.59 Por
ello cabe preguntarse si cartas como la de Rosa Montúfar tuvieron el propósito de reafirmar que, a criterio de las mujeres, con base en sus acciones
54. ANE, serie Indígenas, caja 172, exp. 14, 1823.
55. Véase Marcela Echeverri, “Popular Royalists, Empire, and Politics in Southwestern New Granada, 1809-1819”, Hispanic American Historical Review 91, n.º 2 (2011): 237269; Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor servicio...”.
56. “Artículo 18”, Constitución Política de la Monarquía...
57. Simón Bolívar, “Decreto de 2 de junio de 1816”, http://ance.msinfo.info/bases/
biblo/texto/libros/CT.1986.T.I.a.4.pdf.
58. Aljovín de Losada, “Ciudadano y vecino...”, 193.
59. Ibíd.; James Sanders, “Ciudadanos de un pueblo libre: liberalismo popular y raza
en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX”, Historia Crítica, n.º 38 (mayo-agosto 2009):
198.
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129
políticas, ellas debían tener también la condición de ciudadanas activas. Si
bien otras mujeres, durante este período, también escriben cartas similares,60
la respuesta a esta pregunta aún es esquiva. La documentación no permite
hacer afirmaciones definitivas. Pero lo que sí está claro es que en el temprano
siglo XIX, junto con la ciudadanía, también se disputa la definición del concepto mujer; y había varias posibles definiciones. Están las mujeres-ciudadanas económicamente independientes, las madres que se sacrificaban por la
patria, las agentes político-militares como María Ontaneda, las que llevaban y
traían información para los bandos en disputa, las que debatían de política y
diversos temas en las tertulias junto a los varones; incluso había algunas que,
acusadas de “locas”, como Manuela Sáenz, conspiraban desde el exilio. También estaban las que requerían de la protección paterna y permanecían en el
hogar. No es difícil saber cuál de estas definiciones se superpuso a las demás
durante las siguientes décadas y eso explicaría por qué la ciudadanía femenina no fuera un tema que se abordara directamente, sino mucho más tarde.
anotaciones finales
Para 1827, el intendente del Departamento del Sur, Modesto Larrea, decía:
Considerando:
1. Que la pobreza y miseria del Departamento no proporcionan ni aún a los hombres los medios fáciles de sobrevenir a las necesidades del Estado, mucho menos
a las mujeres que no pueden emplear sus brazos débiles en la agricultura y que
carecen de todos los recursos para poder pagar la capitación de tres pesos.
2. Que siendo indudables los paternales sentimientos de S.E. el Libertador que
solo ambiciona [...] hacer la felicidad de los pueblos y que no exige tan costos
sacrificio de sus hijos predilectos [...].
3. Autoriza [...] que por ahora solo se cobre la capitación impuesta a los hombres.61
Con estas medidas, en apariencia justas, las mujeres dejaron de participar
de la ciudadanía en términos económicos. En paralelo, indica Sarah Chambers, en Hispanoamérica era usual ver obras de teatro que “ridiculizaban a
la mujer intelectual y enfatizaban los peligros de las pasiones femeninas”.62
60. Garrido, Palabras que nos cambiaron..., 121.
61. ANE, serie Gobierno, caja 84, exp. 15, 1827.
62. Sarah Chambers, “Amistades republicanas: la correspondencia de Manuela Sáenz
en el exilio (1835-1856)”, en Familia y vida cotidiana en América Latina, siglos XVIII-XX, ed.
por Scarlett O’Phelan Godoy, Fanni Muñoz Cabrejo, Gabriel Ramón Joffré y Mónica Ricketts Sánchez (Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, 2003) , 315-354.
130
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Esto reflejaría el esfuerzo por ubicar a las mujeres en lo doméstico, luego de
un período que las dejó políticamente activadas y especialmente independientes de los parientes masculinos. Por ejemplo, Miguel González, ministro
de Rocafuerte que en relación a la expulsión de Manuela Sáenz, decía:
A la verdad que parece ridículo temer nada de una mujer ¿y no fueron mujeres
las que promovieron la pasada revolución?, ¿las que emparedaron la ciudad;
las que hicieron las balas con que fue derrocado a fusilazos el gobierno, las que
traen hasta hoy divididas las familias; y las que, no obstante nuestros comunes
esfuerzos, atizan aún la hoguera revolucionaria?63
Luego de la Independencia y durante los años que duró la República de
Colombia, las mujeres tuvieron una curiosa condición de igualdad frente a
los varones, ya sea como consecuencia de la guerra, por el rezago de ciertas
prácticas del Antiguo Régimen o por las necesidades imperiosas del nuevo Estado que requería la contribución de todos sus ciudadanos, sean estos
hombres o mujeres. Estas situaciones determinaron que la condición jurídicopolítica de las mujeres fuera muy ambigua y por eso podían ser designadas
como ciudadanas. De ahí que autoras como Nira Yuval-Davis y Alicia Puelo,
entre otras, señalen que en realidad fue la matriz liberal e ilustrada dentro de
la cual emergieron los Estados-nacionales latinoamericanos la causante de la
invisibilización femenina y su exclusión como ciudadanas.64 Esto que parece
una extraña contradicción, se explica con mayor nitidez cuando observamos,
por ejemplo, el propósito que cumplieron las escuelas para niñas y el sistema
escolar en los primeros años republicanos. Rosemarie Terán Najas indica que
la escuela, en el caso de niñas e indígenas, tuvo una función moralizante y
no propendía a la ciudadanización. “La educación pública de las mujeres
[en la República temprana] llegó a constituir, en realidad, en un instrumento para favorecer su arraigo en lo doméstico mediante la formación en valores y saberes fundacionales a su histórica condición de subordinación”.65
Esto nos lleva a pensar en lo trascendental que es para la ciudadanización,
no solo el hecho de acceder a la educación, sino también el contenido de la
misma. Probablemente durante la colonia tardía, la generalidad de las muje63. “Carta de Miguel González Alminati a Juan José Flores”, 28 de octubre de 1835,
en Manuela Sáenz, Epistolario de Manuela Sáenz (Quito: Banco Central del Ecuador, 1986),
103-104.
64. Nira Yuval-Davis, “Teorizando sobre género y nación”, en Género y nación (Lima:
Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, 2004), 18.
65. Rosemarie Terán Najas, “La escolarización de la vida: el esfuerzo de construcción
de la modernidad educativa en el Ecuador (1821-1921)” (tesis de doctorado, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, UNED, 2015), 34, http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/
tesisuned:Educacion-Rteran/TERAN_NAJAS_Rosemarie_Tesis.pdf.
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131
res tenían menos acceso a la educación, al conocimiento y a los procesos de
escolarización, pero las que se educaban, usualmente, lo hacían junto a sus
hermanos varones con tutores y en casa, y por lo tanto aprendían lo mismo
que ellos. Esto no supone que las mujeres no recibieran instrucción en lo que
se denominaba como “labores propias del bello sexo”, o que no existieran
espacios exclusivos para la formación académica de los varones, pero sin
duda al analizar casos concretos como el de Manuela Espejo o el de la misma
Rosa Montúfar, vemos que ellas, al estar inmersas en el círculo familiar, se
nutrieron del conocimiento y de los debates que en él se generaban y por lo
tanto estaban mejor preparadas para asumir los retos que se les presentaron.
Luego de 1830, las mujeres ecuatorianas no alcanzaron la ciudadanía en
términos modernos, sino que incluso algunas perdieron esa condición de jefas de familia que les facultaba para votar en elecciones tradicionales, ya que
la ciudadanía recaía sobre individuos y no sobre los jefes de familia.66 Por
extraño que pudiera parecer, algunas mujeres coloniales tuvieron más derechos políticos y libertad de acción que sus sucesoras republicanas. Tendrán
que pasar algunas décadas para que las mujeres ecuatorianas debatan sobre
una ciudadanía que incluya derechos políticos, mayores posibilidades laborales y acceso a la educación. En 1924, un siglo más tarde de los sucesos que
se han analizado, Matilde Hidalgo de Prócel, aprovechando un resquicio de
la ley, votó en unas elecciones seccionales. En ese momento, la Constitución
vigente tampoco concedía explícitamente derechos políticos a las mujeres.
Matilde, al igual que sus antecesoras se apropió de una ciudadanía política
que la norma vigente aún no le concedía, evidenciado así que la ciudadanía
es un concepto y una realidad política siempre en disputa.
66. Rodríguez O., La revolución política..., 82.
132
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La santidad barroca en la pintura mural
del Carmen Alto de Quito. Iconografía e iconología
Baroque saintliness in the mural paintings of Quito’s
Carmen Alto church. Iconography and iconology
A Santidade barroca na pintura mural do convento
de Carmen Alto em Quito. Iconografia e iconologia
Esteban Herrera González
Investigador independiente
Quito, Ecuador
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-9069-6747
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2965
Fecha de presentación: 10 de mayo de 2021
Fecha de aceptación: 22 de julio de 2021
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 137-170. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
El artículo considera la influencia del Concilio de Trento y la filosofía
jesuítica en la formulación del concepto de santidad y su
representación en un grupo de murales del Carmelo quiteño de San
José, inspirados en un conjunto de estampas originarias de Flandes.
Además, se hace un análisis de tipo iconológico, para determinar el
por qué de la ejecución de estos temples y de qué manera sus
mensajes iconográficos, adheridos a un corpus ideológico producto
de la Contrarreforma, incidieron en sucesos ocurridos
en la Audiencia de Quito durante el siglo XVIII.
Palabras clave: historia del arte, historia del arte latinoamericano,
pintura mural, Teresa de Jesús, Quito, Concilio de Trento,
santidad, barroco, jesuitismo.
ABSTRACT
The article considers the influence of the Council of Trent and Jesuit
philosophy on the formulation of the concept of saintliness and its
representation in a series of murals of Quito’s Carmelo de San José,
inspired by a series of prints from Flanders. It also examines
the iconological type, to ascertain the underlying reasons for building
these sanctuaries and how their iconographic messages, subscribing
to an ideology arising from the Counter-Reformation, exerted
an impact on events occurring in the Audiencia de Quito
in the eighteenth century.
Keywords: History of Art, History of Latin American art,
mural painting, Teresa de Jesús, Quito, Council of Trent,
saintliness, Baroque, Jesuitism.
RESUMO
O artigo considera a influência do Concílio de Trento e da filosofia
jesuítica na formulação do conceito de santidade e de
sua representação em um conjunto de murais no Carmelo de Quito
de San José, inspirados em um conjunto de modelos originais de
Flandres. Ademais, apresenta uma análise iconológica para
determinar o porquê da execução destas pinturas a têmpera e de que
maneira suas mensagens iconográficas, aderidas a um corpus
ideológico produto da Contrarreforma, influenciaram em eventos
ocorridos na Audiência de Quito durante o século XVIII.
Palavras chave: História da arte, história da arte latino-americana,
pintura muralista, Teresa de Jesús, Quito, Concílio de Trento,
santidade, barroco, jesuitismo.
introducción
los misterios de nuestra redención, expresados en pinturas y en otras imágenes,
se instruyen y confirman al pueblo en los artículos de la fe, que deben ser recordados y meditados continuamente y que de todas las imágenes sagradas se
saca gran fruto, no sólo porque recuerdan a los fieles los beneficios y dones que
Jesucristo les ha concedido, sino también porque se ponen a la vista del pueblo los
milagros que Dios ha obrado por medio de los santos1
Esta frase, que se publicó en el decreto denominado “Sobre la invocación, veneración y reliquias de los santos y las sagradas imágenes”, en el
marco de la última sesión del Concilio de Trento efectuada en 1563,2 es una
de las que mejor condensa la visión contrarreformista en torno al poder de la
imagen; es por esto que a partir de dicho episodio, y durante varios siglos, el
arte se convirtió en un recurso exclusivo de la religión.3 En este sentido, hay
que hacer énfasis en que toda obra artística posee tres elementos esenciales:
una dimensión material, la idea o tema y el contenido;4 por lo tanto, uno de
sus atributos más destacados yace en la capacidad que posee para contener
y enviar mensajes, los cuales al ser procesados por el espectador pueden
influir en su conducta.5 En consecuencia, no es de extrañarse que el uso de
determinadas iconografías haya sido uno de los medios más empleados por
el cristianismo al momento de evangelizar,6 y proponer entre sus devotos
modelos de comportamiento.7 En relación con este particular, el contexto del
1. Alfonso Rodríguez de Ceballos, “Las imágenes de la historia evangélica del Padre
Jerónimo Nadal en el marco del jesuitismo y la Contrarreforma”, Traza y Baza: Cuadernos
Hispanos de Simbología, Arte y Literatura, n.° 5 (1974): 81.
2. José Julio García Arranz, “El Concilio de Trento y el uso didáctico-doctrinal de la
imagen religiosa en primer Barroco hispano (1600-1640)”, Campo Abierto, n.° 24 (2003): 200.
3. Alexandra Tarrida Estrem, “El impacto del Concilio de Trento en la tratadística española del Siglo de Oro” (trabajo de fin de grado, Universidad Pompeu Fabra,
2020),
15,
https://repositori.upf.edu/bitstream/handle/10230/47848/Tarrida_20.
pdf?sequence=1&isAllowed=y.
4. Erwin Panofsky, El significado de las artes visuales (Madrid: Alianza, 1995), 31.
5. Manuel Antonio Castiñeiras González, Introducción al método iconográfico (Barcelona: Ariel, 2009), 12.
6. Gloria Martha Sánchez Valenzuela, “La imagen como método de evangelización
en la Nueva España: los catecismos pictográficos del siglo XVI: fuentes del conocimiento
para el restaurador” (tesis de doctorado, Universidad Complutense de Madrid, 2003), 1718, https://eprints.ucm.es/id/eprint/5247/1/T26810.pdf.
7. David Freedberg, El poder de las imágenes (Madrid: Cátedra, 1989), 21-22.
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Barroco iberoamericano fue uno de los espacios históricos donde más resaltó dicha práctica,8 particular que se colige en función de dos motivos: el
primero, debido a que en términos cronológicos, esta etapa es la que sucedió
al evento conciliar mencionado, y, el segundo, en que esta técnica facilitó la
conversión de los indígenas.
Así, la evangelización a través de la iconografía religiosa producida a partir del siglo XVII tuvo por modus operandi que la focalización del observante se
centre sobre el pecado o la ausencia de Dios,9 para lo cual, se emprendió una
búsqueda de medios de expresión más elocuentes, que permitieran generar
un impacto significativo a nivel psicológico con miras a conquistar, conmover
e influir de forma decisiva en las emociones, fomentando la conversión con
mayor facilidad. Con base en lo acotado, los artífices barrocos destacaron por
su poco interés en las especulaciones teológicas abstractas, ya que más bien
posaron su atención en la experiencia religiosa concreta y en este punto, el
tema de los santos y sus representaciones adquirieron ingente importancia,
debido a que encarnaban el prototipo de comportamiento que se presuponía
como el adecuado, para alcanzar la vida eterna.10 Por lo tanto, el adoctrinamiento a través de las ilustraciones de personajes canonizados fue una de las
notas que más caracterizó a la idiosincrasia barroca y se posicionó como modelador de la conducta social. Lo acotado es el germen del presente artículo,
en el cual se analiza el influjo del Concilio de Trento en la resignificación del
concepto de santidad, cómo dicha noción se plasmó de forma gráfica en un
conjunto pictórico y de qué manera ese paradigma, contenido en esta obra
artística, influyó sobre un contexto social determinado; sin embargo, también
será necesario traer a colación al jesuitismo, doctrina que nació de forma paralela a la Contrarreforma y la cual influyó directamente en la nueva concepción respecto a lo que simbolizó el camino hacia la canonización.
Es imperativo tener en cuenta que los tópicos enlistados ya han sido objeto de indagaciones previas, tanto en Europa como en Latinoamérica;11 sin
embargo, en este último espacio geográfico, la mayor parte de investigaciones se han enfocado en las antiguas capitales virreinales, mientras que los
8. Serge Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner (Ciudad
de México: Fondo de Cultura Económica, 1994), 75.
9. Georgina Pino, “El Barroco americano”, Estudios, n.° 7 (1987): 121, https://dialnet.
unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6111150.
10. Ibíd., 123.
11. Para Europa véase Émile Mâle, El arte religioso de la Contrarreforma (Madrid: Encuentro, 2001); José Antonio Maravall, La cultura del Barroco (Barcelona: Ariel, 2012); para
ahondar en el contexto hispanoamericano, véase Santiago Sebastián, Contrarreforma y Barroco (Madrid: Alianza, 1981); Santiago Sebastián, El Barroco iberoamericano (Madrid: Encuentro, 1990).
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centros de poder más pequeños han quedado un tanto relegados, a pesar de
que sí existen algunas e interesantes aproximaciones.12 Habida cuenta de lo
expuesto, el territorio de estudio será Quito, sede de la Real Audiencia del
mismo nombre y la primera urbe sudamericana en la que se fundó una escuela de artistas,13 lo que le labró notoriedad internacional y la exportación
recurrente de sus obras.14 Hay que subrayar que los artífices virreinales de
la actual capital ecuatoriana, asimilaron de forma literal todos los edictos
provenientes del Viejo Mundo y se valieron de las estampas europeas a manera de inspiración, sobre todo de las originarias de Flandes; un ejemplo
que patentiza dicha realidad, es la serie pictórica sobre la vida de San Agustín que realizó Miguel de Santiago, quien empleó como base unos grabados
de Schelte de Bolswert.15 Hechas esta aclaraciones, la pieza escogida para el
efecto es un conjunto de temples anónimos y datados en el siglo XVIII, los
cuales tienen por soportes las paredes del claustro más antiguo del monasterio Carmelita de San José,16 el cual fue instaurado por intercesión del Obispo
Agustín de Ugarte y Saravia, quien obtuvo el 10 de abril de 1651, la licencia
de fundación por parte de Felipe IV.17 Estas piezas artísticas narran pasajes
de la vida de Teresa de Jesús,18 considerada como una de las santas más destacadas, al ser una de las pocas mujeres en ostentar el título de doctora de la
12. Véase Mario Sartor, “La Trinidad heterodoxa en América Latina”, Procesos. Revista
Ecuatoriana de Historia, n.° 25 (I semestre 2007): 9-43; Adriana Pacheco Bustillos, “La Virgen
Apocalíptica en la Real Audiencia de Quito: aproximación a un estudio iconográfico”, en
Actas III Congreso Internacional del Barroco americano: territorio, arte espacio y sociedad (Sevilla:
Universidad Pablo de Olavide, 2001), 504-520; Patricio Guerra, “Santa Mariana de Jesús en el
arte quiteño”, Revista del Instituto de Historia Eclesiástica Ecuatoriana, n.° 16 (1996): 87-105; Ángel Justo Estebaranz, “Para honra y gloria de la orden: las pinturas de las genealogías de las
órdenes religiosas en los conventos quiteños en el Barroco”, Laboratorio de Arte, n.° 28 (2016):
259-281; Ximena Escudero, Historia y leyenda del arte quiteño: su iconología (Quito: FONSAL,
2009); Susan Stratton, El arte de la pintura en Quito colonial (Filadelfia: St. Joseph’s University
Press, 2012).
13. Alexandra Kennedy Troya, “Quito: imágenes e imagineros barrocos”, en Antología
de Historia, comp. por Jorge Núñez (Quito: FLACSO Ecuador / ILDIS, 2000), 112.
14. Carmen Fernández Salvador, “La invención del arte colonial en la era del progreso: crítica, exposiciones y esfera pública en Quito durante la segunda mitad del siglo XIX”,
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.° 48 (julio-diciembre 2018): 51.
15. Ángel Justo Estebaranz, “Las fuentes grabadas de la pintura quiteña colonial”, en
Estudios ecuatorianos: un aporte a la discusión, comp. por William F. Waters y Michael T. Hamerly, t. II (Quito: FLACSO Ecuador, 2006), 26; Ángel Justo Estebaranz, Miguel de Santiago
en San Agustín de Quito (Quito: FONSAL, 2008), 33.
16. José María Vargas, Patrimonio artístico ecuatoriano (Quito: Trama, 2005), 246.
17. Archivo General de Indias (AGI). AGI/24, Quito, L. 7, f. 115V (1651).
18. José Gabriel Navarro, Contribuciones a la historia del arte en el Ecuador, vol. 3 (Quito:
Trama, 2007), 220.
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Iglesia católica;19 el artista que las realizó se inspiró en la serie flamenca denominada “Vita B. Virginis Teresiae a Iesu” de Adriaen Collaert y Cornellis
Galle (figura 1), estipulada por la historiografía del arte como la precursora
en retratar cronológicamente episodios teresianos.20
Con miras a una comprensión concisa de este artículo, se divide en cinco
incisos. En el primero se aborda el tema de la santidad contrarreformista
y se puntualizan ejemplos que permiten patentizar la nueva dimensión de
este concepto. En el segundo, se procede a examinar cómo dicho arquetipo
se vio influenciado por el jesuitismo y su incidencia sobre las hagiografías,
que tuvieron una notable impronta en torno a la producción artística. En el
tercer apartado, se efectúa un análisis de la dimensión material y del tema
(iconografía) de los murales: en este sentido, el conjunto está formado por
veintidós escenas, sin embargo, para el presente estudio solo se realizará una
lectura de diez de ellas, las cuales denotan poseer un contenido netamente
apegado a los postulados emanados del Concilio de Trento y la filosofía jesuita. La cuarta parte alude a una aproximación iconológica (contenido), la
cual pretende evidenciar, los motivos que condujeron a la elaboración de dichos temples. Finalmente, en el quinto inciso se abordan situaciones a nivel
de la Real Audiencia de Quito, que demuestran haber sido influidas por este
nuevo arquetipo de santidad barroca y, aunque no pueden relacionarse de
forma directa a las iconografías estudiadas, su concomitancia a un determinado corpus ideológico, las vincula indirectamente a los mensajes iconográficos de las pinturas del Carmen Alto.
el nueVo Paradigma de santidad
imPuesto en trento
El Concilio de Trento (1545-1563) tuvo por objeto establecer ciertos puntos
doctrinales como respuesta a la Reforma Luterana,21 de aquí nace su relevancia
dentro de la historiografía del catolicismo y el motivo de que sea uno de los
19. Esteban Herrera González, “La estampería flamenca como fuente de inspiración
iconográfica en el arte quiteño del siglo XVIII: conjunto de pinturas murales del Convento
del Carmen de San José de Quito y su fidelidad iconográfica en relación a la serie Vita B.
Virginis Teresiae a Iesu” (tesis de maestría, Universidad de Sevilla, 2015), 16.
20. Fernando Moreno Cuadrado, “Iconografía de los testigos de los procesos teresianos. A propósito de la iconografía de Adriaen Collaert y la escenografía de la capilla
Cornaro”, Archivo Español de Arte, n.° 345 (2014): 30.
21. Martin Jones, La Contrarreforma: religión y sociedad en la Europa moderna (Madrid:
Akal, 1995), 34.
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Figura 1. Varios de los grabados que componen la serie “Vita B. Virginis Teresiae a Iesu”,
siglo XVII.
Fuente: Project on the Engraved Sources of Spanish Colonial Art (PESSCA).
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acontecimientos más prolijamente indagados.22 A nivel europeo, su estudio con
mayor meticulosidad se efectuó durante los primeros tres cuartos del siglo XX,23
y fueron España, Alemania e Italia,24 las naciones más interesadas en hacerlo;
dicha aseveración se fundamenta en el hecho de que solo entre 1971 y 1972 vieron la luz tres obras que abordaron las múltiples aristas de este capítulo.25 De
igual manera, en el ámbito iberoamericano, cuantiosos trabajos dan cuenta del
interés en clarificar el alcance de este episodio sobre dicho espacio geográfico;
y, aquí el estado del arte puede dividirse en dos grandes perspectivas que son
conexas: la primera atañe al nivel de observancia que se otorgó a los postulados
conciliares en lo referente a dogma, liturgia, ética y la apropiada ejecución de
las representaciones artísticas;26 mientras que la segunda alude a la incidencia
de estas promulgas sobre los sínodos americanos y las Leyes de Indias.27
En el marco de la Contrarreforma, uno de los temas que más interés generó fue la santidad, debido a que la tesis luterana invalidaba a los personajes canonizados al desmitificar su poder de intersección y por ende, la
eficacia de su culto, sus reliquias y representaciones iconográficas.28 Así, la
22. Francisco Juan Martínez Rojas, “Trento: encrucijada de reformas”, Studia Philologica
Valentina, n.° 7 (2007): 205, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2865439.
23. Ibíd., 203-204.
24. Ibíd., 205.
25. José Goñi Gaztambide, “Tres obras históricas sobre el Concilio de Trento”, Scripta Theologica, n.° 14 (1982): 863, https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/13775/1/
ST_XIV-3_06.pdf.
26. Véase Joaquín García-Huidobro, “El arte de la América virreinal como complemento de la superación de la fuerza y el derecho”, Atenea, n.° 517 (2018): 181-199; Marina
Gutiérrez de Angelis, “Idolatrías, extirpaciones y resistencias en la imaginería religiosa de
los Andes: siglos XVII y XVIII. Análisis iconográfico de una piedra de Huamanga”, Andes
21 (2010): 61-94; Carla Maranguello, “Religiosidad andina y fuentes doctrinales. Consideraciones sobre el contexto evangelizador de desarrollo de la iconografía ornamental en
Chucuito colonial”, Temas Americanistas, n.° 35 (2015): 37-59.
27. Véase Constanza López Lamerain, “El Concilio de Trento y Sudamérica: aplicaciones y adaptaciones en el III Concilio limense”, Anuario de la Historia de la Iglesia en Chile
29 (2011): 15-32; Luis M. Ferrer, Carmen J. Alejos y Elisa L. Alcaide, “La primera recepción
de Trento en América (1565-1582)”, en Teología en América Latina, vol. 1 (Madrid: Vervuert
Verlagsgeseelschaft, 1999); Elisa L. Alcaide, “¿Entre Roma y Madrid? La reforma regalista
y el Sínodo de Charcas (1771-1773)”, Anuario de Estudios Americanos LVIII (2001): 473-493;
Jaime Bravo Cisneros, “La Diócesis de Quito en el siglo XVI: el Tercer Sínodo Quítense”
(tesis de doctorado, Universidad de Navarra, 1994); Enrique Dussel, El episcopado latinoamericano y la liberación de los pobres (1504-1620) (Ciudad de México: Centro de Reflexión
Cristiana, 1979); Erika Tánacs, “El Concilio de Trento y las iglesias de la América española:
la problemática de su falta de representación”, Fronteras de la Historia, n.° 7 (2002): 117-140.
28. Teófanes Égido, “Hagiografía y estereotipos de santidad contrarreformista (la
manipulación de San Juan de la Cruz)”, Cuadernos de Historia Moderna, n.° 25 (2000): 68,
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5472984.
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reformulación postridentina del significado de ser santo se nutrió de tres
grandes vertientes: la primera, heredera del Antiguo Testamento que catalogaba a este concepto como una noción ligada al “yo interior”29 y a la desvinculación de lo profano e impuro, nociones análogas a lo material y corporal.
La segunda, proveniente del Nuevo Testamento, parangonaba este estado
con la emulación de la vida que llevó el hijo de la Virgen María.30 La tercera tomó en consideración las circunstancias de aquellos días; en este sentido, hay que enfatizar que la conquista de América era reciente, por lo cual,
el martirio ocasionado como consecuencia de la evangelización de infieles
en los nuevos lugares “descubiertos”, se estipuló como vía directa hacia la
iluminación.31 En conclusión, la santidad contrarreformista equivalió a un
modus vivendi,32 que tuvo como eje transversal el rechazo del pathos33 y la focalización en torno a las postrimerías como medios para alcanzarla.34
Todas estas resoluciones permiten patentizar una humanización en dicho concepto, lo que desembocó en la aparición de un culto que fue novedoso y se denominó dulía, en el cual, la veneración se enfocó hacia un par y no
a un Ser Superior,35 ya que concibió a los santos como simples mediadores
entre Dios y los hombres.36 En este incipiente entorno, no fueron pocos los
que optaron por el sendero de la iluminación, realidad comprobable en función de que solo entre 1540 y 1770 se canonizó un total de 32 individuos,37
29. Leo Scheffczyk, “La santidad de Dios, fin y forma de la vida cristiana”, Scripta
Theologica, n.º 3 (1979): 1033-1034, https://dadun.unav.edu/handle/10171/13540.
30. Ibíd., 1033-1034.
31. José Luis Rodríguez Mesonero, “El debate sobre la santidad y el Concilio de Trento” (tesis de grado, Universidad de Cantabria, 2018), 52, https://repositorio.unican.es/
xmlui/handle/10902/14936.
32. Égido, “Hagiografía y estereotipos...”, 62.
33. La conceptualización de pathos a la que se alude en este caso, es la que refiere al
tema de las pasiones, noción esbozada de forma precursora por los presocráticos y que
más tarde fue ahondada por San Agustín de Hipona, quien las catalogó como obstáculos
en la relación entre el humano y Dios; para profundizar en dicho tópico véase Samir A.
Dasuky Quiceno, Alejandra Mejía Mejía, Gloria Rivera Botero, Daniel Martínez Acevedo y
Luz Fernández Jaramillo, “La dimensión del pathos en la filosofía y la psiquiatría clásica”,
Informes Psicológicos, n.° 9 (2007): 149-182.
34. El tema de las postrimerías (muerte, juicio, infierno o gloria) tuvo gran preeminencia en la doctrina que elaboró Ignacio de Loyola. Véase Javier Burrieza Sánchez, “Los
jesuitas: de las postrimerías a la muerte ejemplar”, Hispania Sacra, n.° 61 (2009): 513-544.
35. Antxon Aguirre, “El culto de dulía, protodulía, hiperdulía y latria en Guipuzkoa”,
Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, n.° 1 (2004): 52-53, https://dialnet.
unirioja.es/servlet/articulo?codigo=755744.
36. María José Pinilla, “Iconografía de Santa Teresa de Jesús” (tesis de doctorado, Universidad de Valladolid, 2013), 99, http://uvadoc.uva.es/handle/10324/4249.
37. Ronnie Po-Chia Hsia, El mundo de la renovación católica: 1540-1770 (Madrid: Akal,
2010), 157.
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la mayoría oriundos de España e Italia, y con el distintivo de pertenecer a
órdenes religiosas recién fundadas o reformadas; del primer tipo, destacaron
los jesuitas y capuchinos, mientras que del segundo resaltaron los carmelitas
descalzos y alcantarinos.38 Adicionalmente, cada uno de ellos fue dotado de
otras virtudes distinguiéndose: místico, obispo, misionero, trabajador social
y mártir. En el contexto hispánico —el de más interés para este caso— hay
dos ejemplos sobresalientes del prototipo de fundador: Ignacio de Loyola y
Francisco de Borja.39 En relación con el reformador, este título recayó sobre
Teresa de Ávila y su reputación extrapoló este epíteto, ya que llegó a ser catalogada como una de las místicas por excelencia; no en vano, sus arrobos,
éxtasis, visiones y demás experiencias sobrenaturales le valieron para ser
estimada como una de las santas contemplativas más importantes, por lo
cual su autobiografía se convirtió en un manual de meditación que delineó
el camino más idóneo para alcanzar la santidad.40 Asimismo, a través de algunos de sus textos, la carmelita buscó explicar a detalle cómo fueron sus
transverberaciones y visiones, alegando de las primeras, que el contacto con
lo divino era tan sublime y grandioso, que su cuerpo físico no era lo suficientemente fuerte como para resistirlo, es decir, el éxtasis era el tributo a pagar
si un humano imperfecto quería ver a Dios.41
Otro iluminado de relevancia en esa época y similar a la mística española, fue Felipe Neri; según la tradición, él era invadido por el éxtasis cuando
se encontraba celebrando misa,42 se quedaba horas flotando frente al altar, es
decir, para las mentes del siglo XVI, “era concebido como un cuerpo glorioso
que escapaba a las leyes de gravedad”.43 Todas estas nociones respecto a lo
que significaba la santidad fueron exportadas al Nuevo Mundo y se convirtieron en una suerte de verdades absolutas respecto al prototipo de comportamiento que se estimó como el correcto y a las cualidades que simbolizaban
el sendero hacia la canonización; por lo cual, las mismas permearon el modus
essendi de las sociedades de esta parte de la Tierra y, por ende, se enquistaron
en la idiosincrasia que se desarrolló durante el Barroco.
38. Ibíd.
39. Ibíd., 158.
40. Ibíd.
41. Mâle, El arte religioso..., 153.
42. Sebastián, Contrarreforma y Barroco, 152-153.
43. Mâle, El arte religioso..., 153.
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jesuitismo y hagiografías en la conformación Plástica
del concePto de santidad barroca en américa
En la colonización de Hispanoamérica, las órdenes monásticas tuvieron
un papel preponderante,44 sobre todo las de vida activa, al ser las que llevaron adelante la evangelización de los naturales; sin embargo, ha de subrayarse que al igual que en Europa, la visión mística del mundo, representada en
las congregaciones de carisma contemplativo, se labró un locus de importancia. En este sentido, las Indias Occidentales representaron un espacio salvaje
y virgen, donde las diferentes hermandades vieron la posibilidad de priorizar su escuela teológica respectiva y, por consiguiente, poseer el monopolio
de la fe; de ahí la agudización de rivalidades entre sí y el vehemente deseo
de hegemonía sobre este territorio.45
En este complejo entorno, los jesuitas lograron mucha relevancia y de
cierta manera se impusieron a las otras órdenes; como resultado, el corpus
contrarreformista de lo que simbolizaba la santidad también se nutrió de
la filosofía emanada por la Compañía de Jesús,46 la cual tuvo su germen en
las ideas que Ignacio de Loyola expresó en su libro Ejercicios espirituales y se
amplió, gracias a las Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe, de Luis
de la Puente.47 Ambos escritos se caracterizaron por estar imbuidos de los
preceptos de la corriente ideológica que se conoció como devotio moderna,48
originada en la doctrina que promulgó el agustino Thomas Kempis y que
plasmó en la obra Imitatio Christi, donde se estipuló que la emulación de la
vida de Cristo era el camino más idóneo para alcanzar la santificación, por
lo cual, este paradigma se constituyó en uno de los pilares de esa emergente
piedad barroca americana.49 En este mismo contexto, fue esta congregación
que gracias a su sagacidad comprendió el significativo efecto de la imagen
sobre los sentidos y la catalogó como superior a la simple palabra, lo que
44. Norman Rubén Amestoy, “La colonización espiritual, 1521-1550. Órdenes religiosas, evangelización y utopías en el Nuevo Mundo”, Cuadernos de Teología 31 (2012): 80,
https://es.scribd.com/doc/135907047/La-Colonizacion-Espiritual.
45. Égido, “Hagiografía y estereotipos...”, 68.
46. Rodríguez, “El debate sobre...”, 5.
47. Guerra, “Santa Mariana de Jesús...”, 87.
48. Elvezio Canonica, “La recepción y difusión del ‘De Imitatione Christi’ en la España del Siglo de Oro”, Castilla. Estudios de Literatura, n.° 6 (2015): 341, https://revistas.uva.
es/index.php/castilla/article/view/275/277.
49. Ibíd., 339; Juan Pablo Cruz Medina, “La imago de Kempis: el discurso Barroco
como constructor de realidad en la Nueva Granada colonial”, Historia y Sociedad, n.° 33
(2007): 258, file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-LaImagoDeKempis-6424861.
pdf.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
condujo a que las artes visuales encuentren nuevos resquicios y se constituyan como el eje cardinal para el adoctrinamiento de fieles, el control de sus
prácticas y creencias, y el combate al protestantismo iconoclasta.50
Respecto a las hagiografías publicadas después de Trento, en general, y
en los años que comprenden el Barroco, en particular, se caracterizaron por
biografiar en función de los estándares impuestos como reacción antiprotestante y las doctrinas en boga, destacando en este sentido, los postulados
jesuíticos. Por lo tanto, las semblanzas fueron más completas, voluminosas
y mostraban las acciones del reseñado de manera muy puntual, con miras a
que sean un referente en el comportamiento;51 así, este tipo de textos proveyeron la oportunidad de desarrollar artísticamente diversidad de iconografías.
los murales teresianos del carmelo quiteño
de san josé: estilo y mensajes iconográficos
Los murales del Carmen Alto, debido a su composición y paleta de colores, demuestran total adherencia al estilo barroco. Por otro lado, su lugar
de emplazamiento permite presuponer que la finalidad de los mismos fue
que las monjas aprendan de una manera pedagógica y hasta lúdica sobre la
vida y filosofía de Teresa de Jesús;52 en este sentido, se patentiza el interés
del artista por excitar la parte sensorial, con seguridad para conmover a las
cenobitas con más potencia, ante las escenas de temática mística. Tomando
como base el objeto de esta investigación, se ha procedido a seleccionar únicamente diez de los veintidós temples que conforman la serie, debido a que
denotan directa concomitancia al concepto de santidad que se fraguó como
respuesta a la Reforma protestante y a los enunciados provenientes de la
filosofía jesuítica.
50. Sebastián, El Barroco iberoamericano, 205; Janeth Rodríguez Nóbrega, “La imagen
en el Barroco: educación, propaganda y devoción”, Escritos en Arte, Estética y Cultura, n.°
11-12 (1999): 112, https://www.researchgate.net/publication/323428535_La_imagen_
en_el_barroco_educacion_propaganda_y_devocion; Elena Vásquez Dueñas, “Sobre la
prudencia y el decoro de las imágenes en la tratadística del siglo XVI en España”, Studia
Aurea, n.º 9 (2015): 456, https://studiaaurea.com/article/view/v9-duenas; María del Carmen Camarillo Gómez, “La respuesta visual y textual de la Contrarreforma española a
la Reforma protestante”, Theoría, n.º 33 (2017): 132, http://www.revistas.filos.unam.mx/
index.php/theoria/article/view/427.
51. Égido, “Hagiografía y estereotipos...”, 64.
52. Adriana Pacheco Bustillos, Historia del Convento del Carmen Alto (Quito: Abya-Yala,
2000), 72.
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La primera iconografía alude al concepto de la iluminación a través del
martirio, en un intento por evangelizar a los infieles (figura 2). Aquí aparecen Teresa de Cepeda y Ahumada y su hermano Rodrigo, de tierna edad,
quienes imbuidos por las lecturas hagiográficas pretenden huir a tierra de
moros para llevar la palabra de Dios.53 Según la tradición, ambos pequeños
tomaron por la puerta del Adaja para salir de Ávila,54 pero en ese instante, su
tío Francisco Álvarez de Cepeda los alcanzó a la altura donde actualmente se
erige el humilladero de “Los cuatros postes” y los devolvió a casa.55
El segundo temple pone de manifiesto la virtud de la visión; aquí San
José se le aparece a Teresa (figura 3). Según los escritos de la abulense, el
padre putativo de Cristo le curó de un terrible mal, de ahí su fervorosa devoción por este personaje.56 Un aspecto interesante en este caso, es que el esposo de la Virgen María no tuvo mayor relevancia antes de la Contrarreforma,
de hecho, las pocas referencias en torno a su figura previo este capítulo histórico, evidenciaban una imagen negativa sobre él, por lo cual, parte de su
reivindicación fue gracias a este sínodo y la estelaridad que adquirió dentro
del legado teresiano.57
El tercer falso fresco refiere al éxtasis o transverberación, catalogado
como un estado exclusivo de los santos y uno de los que más interés adquirió luego del Concilio de Trento (figura 4); este acontecimiento es considerado de los más emblemáticos en la mística teresiana, lo que ha conllevado
a que sea uno de los más difundidos iconográficamente. La santa de Ávila
narra este episodio como que un ángel le clava una flecha con la punta ardiente en su corazón y es en ese instante cuando más conectada se siente al
Ser Supremo.58
La cuarta representación ilustra a Teresa en otra visión, la de San Pedro y
San Pablo (figura 5). Tomando como referencia las narraciones hechas por la
carmelita, la presencia de ambos santos le hacían sentir que sus arrobos eran
aprobados y que la protegían ante los engaños del demonio.59
La quinta iconografía nuevamente refiere al milagro de la visión, pero
conjugando su legado como reformadora de la Orden del Carmen (figura 6).
53. Francisco de Ribera, Vida de Santa Teresa de Jesús (Madrid: Librería de Francisco
Lizcano, 1863), 44.
54. Ibíd., 44.
55. Joseph Pérez, Teresa de Ávila y la España de su tiempo (Madrid: Algaba, 2007), 36.
56. Teresa de Jesús, Libro de la vida (Burgos: Monte Carmelo, 2009), 59.
57. Robin Ann Rice, “La reivindicación de San José en la modernidad temprana: los villancicos para la Catedral de Puebla de Sor Juana de 1960”, Revista Chilena de Literatura, n.º
99 (2019): 341, https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/53029.
58. Teresa de Jesús, Libro de la vida, 294-295.
59. Pinilla, “Iconografía de santa...”, 140.
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Se remite al episodio cuando la Virgen María y San José se le aparecen a Teresa de Jesús para imponerle un manto y un collar en señal de agradecimiento
por su intención de reformar a la Orden Carmelita;60 hay que tener en cuenta
que este tipo de accionar a partir de la Contrarreforma, se estimó como uno
de los que más catapultaba a un personaje para ser catalogado como santo.
Figura 2. Anónimo, Huida de la casa paterna a tierra de moros en busca de martirio, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
60. Fernando Moreno Cuadrado, “En torno a las fuentes iconográficas de Tiépolo
para la ‘visión teresiana’ del Museo de Bellas Artes de Budapest”, Archivo español de arte,
n.° 327 (2009): 249.
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Figura 3. Anónimo, Sanación por intercesión de San José, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
Figura 4. Anónimo, Transverberación, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
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Figura 5. Anónimo, Visión de San Pedro y San Pablo, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
La sexta representación figura a Jesús entregando un clavo a la santa,
en señal de desposorio (figura 7). Dicha temática es muy significativa en el
corpus iconográfico teresiano, y refleja la obligación de las monjas en torno al
voto de castidad por el hecho de estar desposadas con Cristo. Según los hagiógrafos de Teresa de Ávila, este suceso ocurrió en 1572 y fue mencionado
en su bula de canonización.61
El séptimo mural aborda la iconografía de la Coronación y es el que mejor condensa las promulgas contrarreformistas, ya que pone de manifiesto la
condición de Teresa como reformadora, visionaria y su íntima relación con
Cristo (figura 8). La santa, después de grandes vicisitudes, el 24 de agosto
de 1562 logró hacer la primera fundación conventual bajo la primitiva Regla
de los Carmelitas. Concluido el establecimiento, la abulense tuvo la visión
de que Jesucristo se le apareció y le colocó una corona en señal de agradecimiento por llevar a cabo esta empresa.62 Además, en esta figuración se incluyó a los arcángeles Gabriel y Miguel, el primero porta en su mano izquierda
su atributo más habitual: la vara de azucenas; mientras que el segundo, el
61. Pinilla, “Iconografía de santa...”, 150.
62. Ibíd., 152.
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Figura 6. Imposición del manto y el collar, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
cual es considerado como un emblema contrarreformista,63 se plasmó en su
versión de psicopompo (figura 9), es decir llevando una balanza que sobre
cada uno de sus platillos tiene la representación de una monja, lo cual es una
alegoría de las acciones buenas y malas (psicostasis). Este tipo de ilustración
es poco frecuente, ya que la mayor parte de veces los platos son ocupados
por cabecitas o pequeñas figuras desnudas de apariencia muy grotesca debido a que encarnan a los pecados.64 Dicha temática es de origen egipcio y
fueron los coptos quienes la integraron a su repertorio iconográfico y por
consiguiente, quienes la divulgaron hacia la esfera cristiana.65
63. Gabriela Delia Pavón, “Guerra contra las herejías: el bien y el mal en la pintura
colonial quiteña” (tesis de grado, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2011), 72,
http://repositorio.puce.edu.ec/handle/22000/3729.
64. Laura Rodríguez Peinado, “La Psicostasis”, Revista Digital de Iconografía Medieval,
n.° 7 (2012): 11, https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=122533.
65. Ibíd.
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Figura 7. Desposorios místicos, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
Figura 8. Anónimo, Coronación, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
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Figura 9. Anónimo, Detalle del arcángel Miguel, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
La octava iconografía representa una temática netamente mística, la cual
refiere al estado de arrobamiento de Teresa después de recibir la comunión
de manos de Álvaro de Mendoza, Obispo de Ávila (figura 10). En este mural,
el rostro de Teresa luce inyectado de una fuerte dosis de contemplación de lo
divino, simbolizado en la hostia, lo que permite presuponer que el objetivo
de esta figuración, más que ensalzar la experiencia sobrenatural de la santa,
fue exaltar al sacramento de la Eucaristía,66 temática que se abordó de forma
profusa durante el Concilio de Trento.67
El noveno temple refiere a la tarea de Teresa como Reformadora y, en
concreto, a la primera fundación conventual de la rama masculina reformada de los Carmelitas Descalzos (figura 11). Este suceso ocurrió el 28 de noviembre de 1568 en Duruelo.68 En primer plano, aparece Teresa conversando
con San Juan de la Cruz y Fray Antonio de Jesús, mientras que en el segun-
66. Pinilla, “Iconografía de santa...”, 152.
67. Antonio Santos Márquez, “Exaltación de la doctrina eucarística y de otros dogmas
católicos en el trono de octavas en la Catedral de Sevilla. Un estudio de su iconografía”,
Ensayos. Historia y Teoría del Arte, n.° 22 (2012): 89.
68. Tomás Álvarez, Santa Teresa. Obras completas (Burgos: Monte Carmelo, 2009), 19.
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Figura 10. Anónimo, Arrobo ante la Eucaristía, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Cortesía Museo del Carmen Alto.
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Figura 11. Anónimo, Fundación de la rama masculina de Carmelitas Descalzos, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Esteban Herrera González.
do, se divisa a la santa indicando a ambos clérigos, cuáles serán las casas
donde se erigirá el primer conventillo para hombres.
La décima ilustración remite al tema de la visión y, específicamente, a
la que Teresa tuvo sobre el misterio Trinitario (figura 12). Aquí la Santísima
Trinidad ha sido caracterizada en su versión del salterio,69 la cual hunde sus
orígenes en el siglo XIII y, en concreto, en las miniaturas francesas, anglosajonas y germanas, que decoraban el encabezado del salmo 110.70 Por otro lado,
hay que clarificar que dicha temática es un dogma de fe para los católicos y
se constituye en la revelación más grande hecha por Jesucristo, ya que posiciona al cristianismo como la única religión que concibe a Dios como unicidad de varias sustancias.71 Finalmente, este tópico tuvo amplia discusión en
el Concilio de Trento, sobre todo respecto a la manera de ser representado.
69. Iconografía en la que aparecen Padre e Hijo con rasgos antropomorfos (idénticos
o diferenciados entre sí), sentados en un trono común, o en dos tronos distintos y acompañados por el Espíritu Santo en forma de paloma.
70. Irene González Hernando, Iconografía de la Trinidad en la Edad Media (Madrid: Liceus, 2006), 10-11.
71. Teresa de Jesús, Libro de la vida, 426.
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Figura 12. Anónimo, Visión de la Trinidad, siglo XVIII.
Fuente: Museo del Carmen Alto.
Fotografía: Esteban Herrera González.
la serie teresiana del carmen alto:
aProximación iconológica
Toda obra artística, aparte del tema que representa, posee un contenido,
el cual para ser analizado requiere de la aplicación de la iconología. En el
caso de la serie pictórica objeto de esta investigación, se utilizará dicho método de estudio para poder ahondar en el por qué de su ejecución. Aunque
de forma previa se aseveró que los murales proveyeron a las monjas una
función catequética y de aprendizaje sobre la vida de Teresa de Jesús;72 sin
duda, existieron otros factores que debieron incidir en la necesidad de llevar
a cabo una serie de tales dimensiones y en ese interés por la erudición de las
cenobitas, que tuvo por parte medular la filosofía y el legado de la Reforma72. Pacheco Bustillos, Historia del Convento..., 71.
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dora de la Orden Carmelita. Anteriormente se mencionó que la influencia
del clero en las sociedades virreinales fue significativa y en este sentido, los
conventos femeninos sobresalieron, lo que les ha llevado a ser catalogados
por la historiografía como una suerte de faros, los cuales gracias a la luz que
irradiaban —que simboliza a los principios teológicos— iluminaron e influyeron sobre los distintos grupos sociales; es por esto que la contemplación
y el misticismo fueron las notas que más caracterizaron a la idiosincrasia
barroca de las Indias Occidentales.73
En el caso del Carmelo quiteño, su influjo fue análogo al antes descrito,
ya que dicha congregación buscó el progreso “en las virtudes de la fe”, no
solo en el espacio de clausura sino “integrando a todos los habitantes de la
urbe”,74 ergo, si las monjas teresianas tuvieron incidencia, es obvio que se
buscaron estrategias para que su aprendizaje sea más efectivo y su mensaje
calara con más fuerza en las mentes dieciochescas de la actual capital ecuatoriana. Esto lleva a conjeturar que durante el período previo a la ejecución
de los murales debieron acontecer sucesos que fueron el caldo de cultivo de
esta necesidad, que insinúa una relajación en torno a la doctrina cristiana
por parte de la población. Por tanto, una posible respuesta a la interrogante
planteada yace en el ambiente de Quito durante el siglo XVII, espacio histórico que destacó por su convulsión: por un lado, debido a la corruptela que
imperó durante varias décadas, la cual tuvo en la figura del presidente de la
Audiencia, Antonio de Morga, su principal representante.75 Este hispalense
fue acusado en reiteradas ocasiones de “grandes excesos”;76 por ejemplo, hacia 1620 Juan García de Solís afirmó que el magistrado se enredó “con una
doncella y porque su trato fuera adelante, la casó con un criado suyo y la
tuvo mucho tiempo en su casa y fuera de su casa tiene otras dos y de la una
de ellas un hijo”.77
Todos estos desmanes acarreó “el público escándalo”,78 y que la fútil
moralidad del caudillo sea vox populi entre los pobladores; en este contexto,
73. Rosalva Loreto López, “La función social y urbana del monacato femenino novohispano”, en La Iglesia en Nueva España. Problemas y perspectivas de investigación, coord. por
Pilar Martínez López Cano (Ciudad de México: Universidad Autónoma de México, 2012),
240, https://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/iglesiane/
iglesia010.pdf.
74. Pacheco Bustillos, Historia del Convento..., 68.
75. Para profundizar sobre Antonio de Morga y su gestión como presidente de la Real
Audiencia de Quito, véase John Leddy Phelan, “La santa y los pecadores” y “La inminente
visita general: la tormenta se avecina”, en El Reino de Quito en el siglo XVII. La política burocrática en el imperio español (Quito: Banco Central del Ecuador, 1995), 177-195 y 321-362.
76. AGI/25, Quito, 87, n.º 30, f. 1 (1620).
77. AGI/23, Quito, 29, n.º 61, f. 1v (1620).
78. AGI/25, Quito, 87, n.º 30, f. 1 (1620).
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varios personajes intervinieron con el objetivo de incriminarlo, como el dominico Fray Jerónimo de Mendoza, quien remitió una carta a Felipe III en
la que aseveró verse “obligado a dar cuenta de ellos, para que con su gran
cristiandad y justicia ponga el remedio que más convenga”.79 Para indagar
el comportamiento de Morga y corroborar las acusaciones en su contra, se
requirió la presencia de Juan de Mañozca, quien arribó a Quito en calidad
de visitador de la inquisición80 y estuvo por un lapso considerable en la ciudad.81 A pesar de esta intervención y las férreas imputaciones, hay constancia de que en 1634, el sevillano continuaba en su cargo de regente del territorio quitense, ya que ese año le dirigió un mensaje al rey, en el cual solicitó
permiso para jubilarse.82
Otro evento que deja entrever la anarquía que existió en este período,
son las tribulaciones que se suscitaron en la rama femenina de la Orden de
Predicadores hacia 1684: las diferencias internas entre cenobitas llegaron a
tal extremo, que dos bandos se habían formado puertas adentro del monasterio, esto devino en que “eclesiásticos y seculares”,83 ingresen a la fuerza
“violando el sagrado del convento con armas, espadas, alfanjes y hachas
rompiendo las puertas de él, dando lugar a con tan escandaloso medio a que
se saliesen algunas monjas”;84 aunque este denostado suceso causó mucha
controversia entre los quiteños, el pleito se zanjó gracias a la intercesión del
presidente y oidores de la Audiencia.85
Estos ejemplos ponen de relieve el caldeado ánimo y el estado social
que se vivió en Quito, durante los años previos al contexto dieciochesco;
no obstante, este tipo de conductas no fueron privativas de dicha urbe, sino
que se dieron a lo largo de toda la América española, lo que convergió en la
necesidad de controlar a la población y buscar ejemplos de comportamiento,
79. AGI/25, Quito, 87, n.º 30, f. 1 (1620).
80. Carlos Benavides Vega , “Sinopsis histórica del siglo XVII”, en Nueva Historia del
Ecuador. Época colonial II, ed. por Enrique Ayala Mora, vol. 4 (Quito: Corporación Editora
Nacional/Grijalbo, 1989), 122-123.
81. Leticia Pérez Puente, “Entre el rey y el sumo pontífice romano. El perfil del arzobispo Juan de Mañozca y Zamora (1643-1653)”, en Poder civil y catolicismo en la historia de
México, siglos XVI al XIX, coord. por Francisco Javier Cervantes Bello y Alicia Tecanhuey
(Ciudad de México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades BUAP/ Instituto de
Investigaciones Históricas UNAM, 2008), 192, https://www.academia.edu/7600455/
Entre_el_rey_y_el_sumo_pont%C3%ADfice_romano_El_perfil_del_arzobispo_Juan_de_
Ma%C3%B1ozca_y_Zamora_1643_1653_?auto=download.
82. AGI/23, Quito, 12, R.1, n.º 4, f. 1-1v (1634).
83. AGI/25, Quito, 210, L.5, f. 49 (1684).
84. AGI/25, Quito, 210, L.5, f. 49v (1684).
85. Reginaldo Duranti, La veracidad del señor doctor don Federico González Suárez en orden a ciertos hechos referidos en el tomo IV de su Historia General (Quito: Imprenta privada de
Santo Domingo, 1894), 27.
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que se alineen con los presupuestos morales que imperaban en aquel entonces y que tuvieran correlación directa con los edictos estipulados en Trento.
Por otro lado, no hay que descartar la posibilidad de que la hechura de los
temples haya tenido su asidero en función de la carencia de religiosos que
se registró en Quito hacia 1672, para que instruyan a las cenobitas: ese año,
la priora del Carmen de San José comentó que se les redujo la visita de los
hermanos jesuitas de dos veces por semana a cuatro por año y consideró
como “muy corto y dilatado fomento, para el que pide la perfección de su
instituto”.86
Con base en una lectura iconológica y un análisis respecto del panorama en aquellos días, lo más probable es que la realización de estos falsos
frescos haya respondido a dicha coyuntura: por un lado, la falta de guías
espirituales y, por el otro, la necesidad de las hermanas de tomar un modelo
de emulación, el cual les permitiera influir en el proceder de los quiteños.
Las reflexiones realizadas hasta aquí ponen sobre la palestra una realidad
ineludible y es que, a pesar de que estas obras no fueron de dominio público,
su mensaje extrapoló los muros conventuales y, con seguridad, incidió en la
mentalidad que se fraguó en el Quito del siglo XVIII, la cual puede ser definida como barroca,87 epíteto correlacionado directamente a la contradicción,
ya que su modus essendi fue la reconciliación de opuestos como el intelecto a
la dimensión sensorial o la novedad a la tradición;88 además, su obsesión por
defender el Teocentrismo supuso la afirmación de que la razón se supeditaba
a la creencia, campos esencialmente incompatibles.89
Además, el Barroco americano se caracterizó por su exacerbado conservadurismo, pero, de forma simultánea y paradójica, su inconformidad
con esa forma de ser,90 es decir era una colectividad fundada y basada en la
86. AGI/24, Quito, L. 4, f. 262V (1672).
87. En el caso de Iberoamérica, el Barroco fue un período que se prolongó, al ser cotejado con Europa; en este sentido, la historiografía lo sitúa en los inicios del siglo XVII hasta
finales de la siguiente centuria. Para ahondar en esta temática véase Paulo Belloso, “El
barroquismo en América Latina: Ethos barroco y mestizaje cultural”, en Actas IV Jornadas
de hermenéutica. Hacia una hermenéutica neobarroca: mestizaje, imagen, traducción, comp. por
Lucas Bidon Chanal y Nicolás Fernández Muriano (Buenos Aires: Proyecto Hermenéutica, 2015).
88. Saturtino Álvarez, “Pensamiento barroco. Proyecto intelectual ambiguo con
atención al pensamiento práctico”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía, n.° 16 (1989): 219,
https://summa.upsa.es/pdf.vm?id=0000000886&page=1&search=&lang=es.
89. Ibíd., 234-235.
90. Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del
cuerpo barroco” (tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador,
2010), 38, https://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2704/1/T0889-MEC-Gordillo-Mariana %20de%20Jesús.pdf.
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inconsistencia.91 Un ejemplo que materializa este particular fue el discurso
hegemónico frente a la realidad, ya que la Iglesia exaltaba la importancia de
cumplir el voto de pobreza, pero todas las manifestaciones religiosas eran de
gran talante y lujo (pompa barroca), punto que alude a su rasgo más distintivo: la exuberancia, expresión que es ostensible a la palabra exageración.92
Todo lo acotado permite aseverar que esta fue la época de un catolicismo
teatral;93 sin embargo, esta suerte de paradoja fue la que forjó la identidad
hispanoamericana y con certeza su esencia contradictoria posibilitó el desarrollo de ese difícil entorno, en donde importaba más lo que se simulaba que
lo que se hacía en realidad.94
La cultura barroca tuvo gran apego por la imagen, ya que su efectividad se puso de relieve en el hecho de que podía modelar el pensamiento
e, inclusive, cambiar paradigmas.95 Respecto a este punto, en los primeros
años de colonización fue gracias a este recurso que se facilitó la inserción de
parámetros europeos en la idiosincrasia vernácula;96 no obstante, este hecho
produjo una serie de comportamientos contradictorios,97 ya que las diferencias entre el “Viejo” y el “Nuevo” Mundo eran significativas, y la imposición
de una ideología totalmente disímil a los naturales generó “una interrupción
en el proceso de su propia evolución histórica, para continuar subsistiendo
dentro de una historia que no les pertenecía”.98 Esa última parte es en una
de las principales causales para entender el por qué de las dimensiones de
los murales teresianos y ese interés de que las monjas estén constantemente
visualizándolos.
sucesos del siglo xViii enlazados al corPus
ideológico de los murales teresianos
Aunque las temáticas representadas en los murales aluden de forma directa a episodios sobre la vida de Teresa de Jesús, estos se adhieren a un
corpus ideológico más grande, que empezó a gestarse en el siglo XVI y el cual
91. Bolívar Echeverría, La modernidad de lo Barroco (Ciudad de México: Era, 1998), 25.
92. Maravall, La cultura del Barroco, 335-336.
93. Ibíd., 13.
94. Phelan, El Reino de Quito..., 269.
95. Pino, “El Barroco americano”, 122.
96. Carolina Larco, “Mariana de Jesús en el siglo XVII” (tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 1999), 17, https://repositorio.uasb.edu.ec/
bitstream/10644/2707/1/T0089-MELA-Larco-Mariana%20de%20Jes%c3%bas.pdf.
97. Gordillo, “Mariana de Jesús...”, 9-10.
98. Pino, “El Barroco americano”, 123.
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bebió de manera literal de las promulgas del Concilio de Trento y la filosofía
jesuítica. Tomando en cuenta este particular, es que se ha estimado pertinente traer a colación casos específicos que ejemplifiquen cómo la sociedad y
el constructo cultural que se forjó en la Real Audiencia de Quito durante el
contexto dieciochesco fueron influenciados por dicho corpus, lo que a su vez
permite relacionarlos de manera indirecta a los mensajes iconográficos de las
pinturas en estudio. Por ejemplo, y como ya se mencionó, la figura del padre
putativo de Cristo antes del Concilio de Trento y la aparición de la filosofía
teresiana, tuvo una consideración que podría definirse hasta como negativa;
de manera particular, el mural que representa este reposicionamiento es el
denominado “Sanación por intercesión de San José”, un caso que se inscribe
en esta nueva categorización en el ámbito quitense del siglo XVIII, fue una
solicitud de permiso que se remitió a la Metrópoli para fundar una cofradía
en honor a este santo,99 hacia 1787, en la localidad de Túquerres,100 ubicada
en lo que actualmente es el departamento colombiano de Nariño, pero que
en época colonial se emplazó dentro de los límites de la provincia de Quito.101
El tema de la visión y el misticismo se posicionó como uno de los ejes
cardinales de la santidad contrarreformista y respecto a los temples en estudio, varias iconografías aluden a estos asuntos: “Desposorios místicos”,
“Transverberación” y las visiones que Teresa tuvo de Cristo, José, María y
los santos Pedro y Pablo. Por lo tanto, un hecho que denota la influencia
de estos puntos es la aparición en el panorama quiteño dieciochesco de la
monja dominica Catalina de Jesús Herrera, quien tuvo fama de visionaria y
estuvo influida significativamente por la mística teresiana.102 Esta guayaquileña concluyó en 1760 su obra literaria Secretos entre el alma y Dios,103 donde
99. Después de indagar en torno a varias investigaciones sobre cofradías a nivel de la
Real Audiencia de Quito, se ha llegado a colegir que la advocación de San José para este
tipo de agrupaciones no tuvo mayor relevancia; en este sentido, sería menester adentrarse
en dicho tópico para determinar si hubo otros gremios dentro de este espacio geográfico,
los cuales tomaron a este santo por patrón. Para ahondar en torno a este particular, véase
Patricio Guerra, La cofradía de la Virgen del Pilar de Zaragoza en Quito (Quito: Abya-Yala,
2000); Daniel Maldonado Izurieta, “Economía espiritual y prácticas devocionales: la ritualidad de la muerte en la cofradía de Nuestra Señora Santa Ana en Quito 1699-1721” (tesis
de grado, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2019).
100. AGI/24, Quito, 327, N. 24 (1787).
101. Javier Laviña, “La sublevación de Túquerres de 1800: una revuelta antifiscal”,
Boletín Americanista, n.° 28 (1978): 191, https://revistes.ub.edu/index.php/BoletinAmericanista/article/view/12658/15533.
102. Ximena Armstrong, “Sor Catalina de Jesús Herrera: visionaria teresiana de Quito
colonial, siglo XVIII” (tesis de maestría, University of Victoria, 2012), 1, file:///C:/Users/
Usuario/Downloads/Armstrong_Ximena_MA_2012%20(1).pdf.
103. Ibíd., 1.
164
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narra sus visiones que guardan estrechas similitudes con las de la santa de
Ávila104 y, por ende, con las actitudes que se conceptualizaron parangonaban
a la santidad durante el período Barroco.
Por otro lado, luego del Concilio de Trento, los reformadores de las distintas órdenes religiosas fueron catalogados como personajes dignos de ser
canonizados debido a que su objetivo era el cumplimiento a cabalidad de las
reglas y, por ende, el alejamiento de actitudes que evidenciaban relajación.
De manera particular, las pinturas murales que reflejan concomitancia a este
punto son “Imposición del manto y el collar”, “Coronación” y “Establecimiento de la rama masculina reformada”. En relación con este posicionamiento de la figura del reformador en la ideología gestada en Quito durante
el siglo XVIII, existe un suceso que demuestra entera analogía: en los albores
de la Colonia, los hijos de Pedro Nolasco erigieron una ermita en el sector
de El Tejar, pero solo fue hasta 1762 que este espacio adquirió estelaridad.
En ese lugar acostumbraba a retirarse Francisco de Jesús Bolaños, fraile con
fama de santo debido a su austeridad y ejemplar vida, en su intento de fomentar el recogimiento y un mayor servicio a Dios; logró que otros mercedarios le secundaran con el objetivo de convertir esta ermita en un convento de
pequeñas dimensiones, que albergaría a religiosos interesados en morar en
un ambiente con reglas más estrictas.105
conclusiones
Los temas discutidos durante el Concilio de Trento marcaron un hito en
la historia del catolicismo; la santidad y las representaciones artísticas fueron
parte medular de dicho debate y, más tarde, se nutrieron de otras doctrinas,
destacando la jesuítica. Esto conllevó a que la figuración de personajes canonizados se realice más asiduamente y, en el caso concreto de Iberoamérica,
las imágenes jugaron un rol preponderante, sobre todo porque facilitaban la
evangelización y la aprehensión de conductas adecuadas.
En el caso de la presente investigación, las representaciones de Teresa de
Jesús del grupo de murales del Carmen Alto de Quito demuestran que fueron
influidas de manera significativa por los edictos postridentinos y la filosofía
que tuvo su germen en el pensamiento de Ignacio de Loyola. Así, los leitmotivs
de corte contrarreformista y jesuítico de este conjunto iconográfico son las experiencias místicas (visones y arrobamientos), la exaltación de su figura en calidad de reformadora, su interés por el martirio como consecuencia de la evan104. Ibíd., 3.
105. Navarro, Contribuciones a la historia..., vol. 2, 112.
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165
gelización y la nueva dimensión que se le otorgó al padre putativo de Cristo.
A pesar de que el carisma de las monjas carmelitas descalzas las circunscribía a la vida en contemplación, este hecho no impidió que su filosofía de
esencia tridentina, e influida por los ideales teresianos y jesuíticos, los cuales
comprendieron a través de los mencionados temples, incida de forma indirecta entre sus coterráneos y en sucesos acaecidos en el contexto quiteño del
siglo XVIII. En este sentido, se empleó la iconología para corroborar dicha
teoría y tratar de entender el por qué, de la ejecución de un conjunto pictórico de tales dimensiones.
De esta manera se llegó a concluir que la motivación para elaborar esta
notable obra artística tuvo como asidero la carencia de religiosos que existió
en determinado momento para instruir a las monjas; por otro lado, su disposición y dimensiones respondió a una estrategia propia del Barroco, la cual
presupone que la constante visualización de imágenes piadosas inflaman el
espíritu del observador y, por ende, generan un aprendizaje más efectivo.
En relación con ejemplos que evidencien la influencia del corpus ideológico al que se adhieren los temples sobre sucesos acaecidos en la Real Audiencia de Quito durante la centuria dieciochesca, se halló un dato que confirma el sitial de estelaridad que alcanzó la figura de San José, debido a que
en la zona septentrional de este espacio geográfico, se fundó una cofradía en
honor al padre putativo de Cristo. Además, la importancia que adquirió el
espíritu del reformador, con miras a llevar un devenir de mayor recogimiento y austeridad, se localizó en el caso de un mercedario, quien se recluyó en
la recoleta de El Tejar para vivir una existencia de mayor rigor y así influir
sobre otros clérigos que lo acompañaran en dicha empresa. Para finalizar,
el tema de las visiones y el misticismo, que se estipularon como características propias de los iluminados, se aprecian en la aparición de la figura de
la dominica Catalina de Jesús Herrera, quien tiene un lugar relevante en la
historiografía del misticismo ecuatoriano y legó para la posteridad su texto
teológico.
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La ley para el gobierno de los esclavos
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The law governing slaves in the regime of Santander
A Lei para o governo de escravos durante o regime de Santander
María Eugenia Chaves Maldonado
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín
Medellín, Colombia
[email protected]
https://orcid.org/0000-0001-5246-4059
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2486
Fecha de presentación: 8 de noviembre de 2020
Fecha de aceptación: 6 de agosto de 2021
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 171-190. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
En 1822, Francisco de Paula Santander, encargado del poder de
la República de Colombia, puso en vigencia la Real Cédula de 1789
para el gobierno de los esclavos. Este decreto se acompañó de un
conjunto de artículos que hicieron una reinterpretación
del documento colonial para aprovechar el espíritu de control
y vigilancia que inspiró la Cédula, en favor de los intereses de un
orden republicano que procuraba consolidarse en un contexto de
inestabilidad política y bélica. En este artículo se presenta este decreto
y se analiza de manera sucinta el contexto de su publicación.
Palabras clave: historia social, historia de Colombia, historia
del Ecuador, legislación esclavista, esclavitud, orden republicano,
Real Cédula de 1789, manumisión, Distrito del Sur.
ABSTRACT
In 1822, Francisco de Paula Santander, at the helm of power
in the Republic of Colombia, enforced the Real Cédula [Royal Decree]
of 1789 for the governance of slaves. This decree came with a series
of articles that reinterpreted the colonial document to take
advantage of the spirit of control and surveillance that inspired
the Cédula, in the interests of a republican order that sought
to consolidate its power in a context of political instability
and belligerency. The article introduces this decree and succinctly
reviews the context of its publication.
Keywords: Social history, History of Colombia, History of Ecuador,
Slavery legislation, Slavery, Republican order, Real Cédula of 1789,
freeing of slaves, Distrito del Sur.
RESUMO
Em 1822, Francisco de Paula Santander, encarregado do poder
da República da Colômbia, colocou em vigência o Real Decreto
de 1789 para o governo de escravos. Tal decreto veio acompanhado
de um conjunto de artigos que reinterpretava o documento colonial
para aproveitar o espírito de controle e vigilância que inspirou
a Real Cédula, em prol dos interesses de uma ordem republicana que
buscava se consolidar em um contexto de instabilidade política
e bélica. Neste artigo, apresenta-se o decreto e analisa-se,
sucintamente, o contexto de sua publicação.
Palavras chave: História social, história da Colômbia, história do
Equador, legislação escravista, escravidão, ordem republicana, Real
Cédula de 1789, manumissão, Distrito do Sul.
el documento
En el Archivo Nacional del Ecuador (ANE) en Quito, entre un conjunto
de papeles que se agrupan bajo el título de “Leyes de Colombia”, se encuentra un documento manuscrito que es copia del decreto con el que el vicepresidente encargado del poder ejecutivo, Francisco de Paula Santander, puso
en vigencia la normativa reformista de 1789 para el gobierno de los esclavos,
y dio algunas pautas para su ejecución. El original firmado por Santander y
por el secretario del Interior, José Manuel Restrepo, se expide el 14 de marzo
de 1822, es decir, dos meses antes de la victoria de las fuerzas bolivarianas
en Pichincha.1
En el párrafo inicial se explica que la emisión de este decreto responde a
los informes que el poder ejecutivo ha recibido sobre la sevicia y el descuido
con que algunos amos tratan a sus esclavos. A continuación, se presentan
nueve artículos para regular el problema.2 El primero ordena que se publique, ejecute y cumpla en todas las parroquias la “Cédula Española hecha en
Aranjuez a 31 de mayo de 1789”; los tres siguientes refrendan tres de las obligaciones fundamentales que, en su momento, la Cédula impuso a los amos
en el tratamiento de sus esclavos: la obligación de vestirles y alimentarles; la
moderación en los castigos que estaban autorizados a imponer; y el requerimiento de respetar horarios de trabajo y tiempos de descanso. Los artículos
del quinto al noveno, por su parte, introducen directrices que responden al
momento en el que se emite el decreto y no provienen de la Cédula reformista directamente. Así, el artículo quinto prohíbe a los dueños de minas hacer
un monopolio de los comestibles y demás bienes de primera necesidad que
se venden a los esclavos; el sexto encarga a los intendentes y gobernadores
1. “Decreto para el tratamiento de los esclavos”, Bogotá, 1822. Archivo Nacional de
Ecuador (ANE), fondo Gobierno, caja 78, s. f. Véase la transcripción al final del artículo.
También se puede encontrar en José María de Mier, La Gran Colombia: decretos de la Secretaría de Estado y del Interior. 1821-1824, t. 1 (Bogotá: Presidencia de la República de Colombia,
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en América, siglos XV-XIX, t. 2 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 2001), 481-483. Agradezco
a uno de los evaluadores del artículo por haber llamado mi atención sobre la publicación
previa de este documento en las fuentes citadas y, de forma especial, mi agradecimiento a
los editores por su acompañamiento en todo el proceso.
2. El documento tal y como se publica en las compilaciones citadas arriba, consta de
10 artículos, pues se numera como décima la orden para que el secretario de Estado y del
Despacho del Interior lo ejecute. En el manuscrito de Quito esta disposición no está contada como parte del articulado del Decreto.
174
Procesos 54, julio-diciembre 2021
la aplicación de las penas a los amos contraventores. En la Cédula colonial
era el procurador síndico el encargado de aplicar las multas o nombrar una
comisión para averiguar los hechos y abrir causas sumarias a los amos. El
capítulo séptimo, por su parte, resulta muy interesante pues ordena a los
gobernadores e intendentes vigilar de forma especial el trato que los amos
dan a las familias de los esclavos que se han alistado en los ejércitos independentistas, y les autoriza a castigar a los contraventores con mayor severidad,
pues se infiere que el maltrato a las familias esclavas comprometidas con la
causa revolucionaria es un claro indicio de que los amos son desafectos al
régimen republicano. En el capítulo siguiente se advierte a los gobernadores
e intendentes que deben cumplir con la obligación de defender a los esclavos “sin contemplación” con los amos. Finalmente, el noveno encarga a los
curas párrocos que informen a los amos sobre el cumplimiento de la ley para
el tratamiento de sus esclavos, pero también se les encarga que instruyan
a los esclavos en dos circunstancias: primera, que el gobierno republicano
está haciendo importantes esfuerzos para darles la libertad, pero que esta la
deben entender como un reconocimiento para los esclavos fieles, virtuosos y
aplicados al trabajo; y segunda, que la “libertad” es un beneficio del régimen
republicano del que no gozarían de haber prevalecido el gobierno español.
Finalmente, se les insta a que informen tanto a amos como a esclavos lo que
la ley exige de ellos. De los amos: tratar bien a sus esclavos; de los esclavos:
aceptar servir con fidelidad y exactitud a sus amos.3
En el conjunto de toda la legislación sobre esclavos que se produjo entre
1822 y 1828, este decreto para el tratamiento de los esclavos parece haber
sido marginal y, de hecho, a pesar de haber sido publicado en compilaciones
de leyes, ha quedado olvidado por la historiografía pues solo se encuentran
referencias a su existencia en artículos producidos en la década de 1950. La
más temprana no cita el documento mismo sino una fuente en la que se
comenta su contenido, la segunda es una referencia a la anterior.4 Quizás
su poca visibilidad se explique porque el debate público se concentró en las
leyes de manumisión y los pormenores de su ejecución, hechos que se presentaban como logros importantes del régimen republicano; un tema que,
por cierto, también ha dominado la producción historiográfica.5 A pesar de
3. “Decreto para el tratamiento...”.
4. Véase la referencia directa en Harold Jr. Bierck, “The Struggle for Abolition in Gran
Colombia”, The Hispanic American Historical Review 33, n.º 3 (agosto 1953): 374; la referencia
indirecta en Gregorio Hernández de Alba, Libertad de los esclavos en Colombia (Bogotá: ABC,
1956), 56.
5. Como lo ha señalado Marixa Lasso, discursos fundamentales en el imaginario de
nación de las élites republicanas en este período fueron el de la libertad, asociado al de
armonía racial; en este sentido la legislación sobre la manumisión de esclavos, aunque
Procesos 54, julio-diciembre 2021
175
estas circunstancias, una lectura detenida del documento revela un par de
detalles que merecen mayor atención.
El poner en vigencia una Cédula colonial en pleno momento de efervescencia legislativa republicana parece un gesto anacrónico de los legisladores republicanos; sin embargo, tal como se mostrará en este artículo, esta
sensación de anacronismo es solo aparente pues el recurso a la ley colonial
adquiere sentido si se toma en cuenta que la revolución, aunque se había
fundado en el discurso moderno de las libertades naturales, sociales y políticas, dependía de unas instituciones de raigambre colonial de las cuales
no podía prescindir.6 No obstante, y a la luz de un análisis del contexto de
su publicación, esta aparente anacronía permite estudiar una suerte de confluencia de temporalidades que se revela en el gesto legislativo y que puede
ser productiva para el análisis histórico. Otro detalle interesante del documento es que pese a su opacidad pública pretendía afectar de forma directa
e inmediata la vida cotidiana de una república esclavista que se constituía en
medio de la guerra. En este sentido, su intención va más allá de ser solamente un elemento judicial a favor de los derechos de los esclavos, es en esencia,
una intervención contundente en un campo erizado de susceptibilidades en
el que las élites propietarias se disputaban el dominio sobre la población
esclava con la intención, unos, de mantenerlos produciendo en haciendas
y minas en condiciones similares a las del régimen colonial, otros, de dedicarlos al esfuerzo de la guerra con ofrecimientos de libertad futura. En este
tuvo resultados más bien mediocres en relación con la intención de los legisladores, fue
un proyecto central en la tarea de la construcción nacional. Marixa Lasso, “Race War and
Nation in Caribbean Gran Colombia, Cartagena, 1810-1832”, The American Historical Review 111, n.º 2 (abril 2006): 336-361; Marixa Lasso, “A Republican Myth of Racial Harmony:
Race and Patriotism in Colombia, 1810-12”, Historical Reflections / Réflexions Historiques 29,
n.º 1 (primavera 2003): 43-63. Con relación a la historiografía sobre la vida cotidiana y las
estrategias de libertad de los esclavos en los años independentistas en Colombia, es poco
lo que se ha producido, algunos aspectos se tratan cuando se aborda su participación en
los ejércitos y milicias, los trabajos más actuales sobre el tema son: Marcela Echeverri, Esclavos e indígenas realistas en la Era de la Revolución. Reforma, revolución y realismo en los Andes
septentrionales, 1780-1825 (Bogotá: Universidad de los Andes / Banco de la República de
Colombia, 2018), 139-172; Roger Pita Pico, El reclutamiento de negros esclavos durante las
guerras de independencia de Colombia 1810-1825 (Bogotá: Academia Colombiana de Historia,
2012); Yoer Castaño, “La guerra de independencia y sus consecuencias para la población
esclava de la provincia de Antioquia, 1812-1820”, en Entre el Antiguo y el Nuevo Régimen:
la provincia de Antioquia, siglos XVIII y XIX, ed. por Ana Catalina Reyes Cárdenas y Juan
David Montoya Guzmán (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2010), 223-244.
6. De hecho, como lo señala Bushnell a propósito de la Constitución de Cúcuta: “La
misma constitución había previsto la vigencia de todo el cuerpo de la legislación española” en la medida en que no contradiga los principios republicanos. Véase David Bushnell,
El régimen de Santander en la Gran Colombia (Bogotá: El Áncora, 1985), 37.
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contexto, la propia iniciativa de la población esclavizada de aprovechar en
su beneficio las circunstancias, contribuía a complicar la situación creando
un ambiente de permanente tensión en el que el temor de las élites a una revolución esclava o una guerra racial era constante.7 A continuación intentaré
hacer algunas reflexiones al respecto.
amos y esclaVos, entre
la manumisión y el reclutamiento
Entre 1819 y 1822 los hombres de leyes empezaron a construir el Estado
colombiano y sus instituciones, mientras que los hombres de armas consolidaban el territorio de una nación que había sido inventada por un puñado
de letrados y generales en 1819.8 Estos son años en los que el grupo de la
élite gobernante, a más de organizar las instituciones, intentaba mantener el
control sobre los vencidos, los desafectos y sobre quienes todavía veían con
recelo los cambios políticos que traía el nuevo régimen; es, efectivamente,
una época de fiebre legislativa e intensas tensiones políticas. En este contexto, y después de largos debates, el Congreso reunido en Cúcuta aprueba el 19
de julio de 1821 una ley para la manumisión de los esclavos.9
7. Para una descripción de la controversia que desata la solicitud de Bolívar de reclutar esclavos, véase Pita Pico, El reclutamiento de negros..., 136-142; acerca de la tensión
entre los esclavos y los amos en el contexto revolucionario, véase el caso del hacendado de
Popayán Gerónimo Torres y los esclavos de la mina familiar, que se analiza en Echeverri,
Esclavos e indígenas realistas..., 151-172; también es estudiado por Edgardo Pérez, que sigue
la historia de enfrentamiento de los esclavos con sus amos desde fines del siglo XVIII
y durante las dos primeras décadas revolucionarias. Véase Edgardo Pérez, Itineraries of
Freedom. Revolutionary Travels and Slave Emancipation in Colombia and the Greater Caribbean
1789-1830 (tesis de doctorado, Universidad de Michigan, 2013), 47-54 y 235-265. Sobre el
permanente temor de las élites gobernantes en el período, véase Lasso, “Race War and
Nation...”.
8. La comisión presidida por Francisco Antonio Zea presentó ante el Congreso de Angostura un proyecto de unión de lo que fueran los territorios del Nuevo Reino de Granada
y la Capitanía General de Venezuela, aprobado el 17 de diciembre de 1819, sancionando
así la República de Colombia, dividida en tres departamentos: Venezuela, Cundinamarca
y Quito. Véase José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la república de Colombia
en la América Meridional, ed. por Leticia Bernal, t. 1 (Medellín: Editorial Universidad de
Antioquia, 2009), 1044.
9. “El Congreso General de Colombia, Ley de libertad de vientres”, Gazeta de Colombia, 9 de septiembre de 1821, 2, 5-6; para el debate en el Congreso véase Roger Pita Pico,
La manumisión de esclavos en el proceso de independencia de Colombia: realidades, promesas y
desilusiones (Bogotá: Kimpres, 2014), 114-120. Una historiografía de larga tradición sobre
la manumisión en Colombia ha ido dilucidando aspectos relevantes de la aplicación de la
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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La intención abolicionista con que se inauguró la república bolivariana,
a pesar de expresarse en procesos gradualistas de largo plazo, tuvo un impacto inmediato en el debate público en la medida en que la discusión sobre
la libertad como un concepto político fundamental, no podía estar divorciada de lo que se presentaba como un doble dilema para los líderes políticos:
mantener la república que defendía la libertad natural y la igualdad ante
la ley sobre la base de la esclavitud; e integrar a los esclavos liberados al
proyecto de la nación en ciernes, mientras se intentaba respetar los intereses económicos de los amos.10 El debate se trasladó pronto de los claustros
legislativos a los periódicos, y en 1822 sale a la venta la primera publicación
dedicada al tema.11 Por otro lado, esta relación entre el ideal de la libertad
patriótica y la liberación de los esclavos resultó crucial en el desarrollo de la
guerra, pues en estos años el acceso de los esclavos a la libertad estuvo en
gran parte condicionado a su participación como soldados.12
legislación republicana sobre la manumisión de esclavos, así como de sus consecuencias.
Estudios representativos sobre el tema se remontan a 1933. Véase Eduardo Posada, La esclavitud en Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1933); Eduardo Posada y Carlos Restrepo
Canal, Las leyes de manumisión (Bogotá: Imprenta Nacional, 1933); Bierck, “The Struggle
for Abolition...”; Julio César García, “El movimiento antiesclavista en Colombia”, Boletín
de Historia y Antigüedades 41 (1954): 130-143; Hernández de Alba, Libertad de los esclavos...;
Jaime Jaramillo Uribe, “La controversia jurídica y filosófica librada en la Nueva Granada
en torno a la liberación de los esclavos y la importancia económica-social de la esclavitud
en el Siglo XIX”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 4 (1969): 63-86; Margarita González, “El proceso de manumisión en Colombia”, Cuadernos Colombianos 2 (II
trimestre 1974): 145-240; Antonio José Galvis Noyes, “La abolición de la esclavitud en la
Nueva Granada, 1820-1832”, Boletín de Historia y Antigüedades 67, n.º 730 (julio-septiembre
1980): 51-59; Jorge Tovar Mora, La manumisión en Colombia, un análisis cuantitativo (Bogotá:
Documento CEDE, 2008), 28; Jorge Tovar Mora y Hermes Tovar Pinzón, El oscuro camino
de la libertad. Los esclavos en Colombia, 1821-1851 (Bogotá: Uniandes, 2009); Pita Pico, La
manumisión de esclavos....
10. Sobre las contradicciones de la esclavización en la república temprana véase María Eugenia Chaves Maldonadonm nj, “El oxímoron de la libertad. La esclavitud de los
vientres libres y la crítica a la esclavización africana en tres discursos revolucionarios”,
Fronteras de la Historia 19, n.º 1 (enero-junio 2014): 174-200.
11. Observaciones de G. T. sobre la ley de manumisión del soberano Congreso de Colombia
(Bogotá: Imprenta Patriótica, 1822). Biblioteca Luis Ángel Arango, Sala de Libros Raros y
Manuscritos, Miscelánea 1414.
12. En los estudios sobre la participación de los esclavos en los ejércitos en contienda
también se ha hecho referencia a la relación estrecha que existió entre la manumisión y el
reclutamiento de esclavos. Véase Pita Pico, El reclutamiento de negros..., 134-215; Jorge Conde, “De esclavos a soldados de la patria: el Ejército Libertador como garante de la libertad
y la ciudadanía”, Co-herencia 16, n.º 31 (julio-diciembre 2019): 79-100. Estos trabajos se suman a la bibliografía que sobre el tema se ha producido en el contexto de Hispanoamérica,
véase por ejemplo: Peter Blanchard, Under the Flags of Freedom: Slave Soldiers and the Wars
of Independence in Spanish South America (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2008);
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Una preocupación constante de Bolívar fue la de condicionar la liberación de esclavos —que empezó a proclamar desde 1816— a su alistamiento
en los ejércitos republicanos.13 A partir de 1819, cuando el Congreso de Angostura aprueba la leva de esclavos para los ejércitos, se inicia un pulso entre
Bolívar y un grupo de legisladores y propietarios.14 Para 1820, miles fueron
los esclavos que Bolívar solicitó que Santander reclutara en Antioquia, Chocó y Popayán, y otros cientos los que, cumpliendo órdenes del Libertador o
por iniciativa propia, sus generales intentaron reclutar para las campañas
por la liberación del Sur. Roger Pita Pico ha compilado interesantes datos de
los avatares de esta historia, y resulta evidente que desde las guerras de las
primeras repúblicas, la población esclavizada de Venezuela y Nueva Granada estuvo constantemente presionada por sus amos y por los caudillos de
milicias y ejércitos, para unirse a un bando u otro a cambio de su libertad.15
Santander, a pesar de haber sido señalado por Bolívar como el ejecutor de
la recluta masiva de esclavos, fue el primero en señalar los inconvenientes
que esta acarrearía para la economía, y la animadversión que propiciaría
entre los propietarios esclavistas, muchos de ellos adeptos al gobierno republicano. Sin embargo, Bolívar le convenció de los beneficios que tenía para
la joven nación que los esclavos murieran en el campo de batalla.16 En 1821,
en pleno proceso de reclutamiento empieza a circular la ley de manumisión
paulatina que, a diferencia de lo legislado en Angostura, no proveía ninguna
directriz sobre la manumisión en relación con los esclavos que se unieran
al ejército, lo que produjo confusiones y varias consultas de procedimiento.
En principio, el Congreso se pronunció en contra de las levas masivas de
Aline Helg, ¡Nunca más Esclavos! Una historia comparada de los esclavos que se liberaron en las
Américas (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2018): 258-285; Silvia Mallo e
Ignacio Telesca, eds., “Negros de la patria”. Los afrodescendientes en las luchas por la independencia en el antiguo Virreinato del Río de la Plata (Buenos Aires: SB, 2010).
13. Simón Bolívar, “De la expedición de los Cayos al Congreso de Angostura”, en
Itinerario documental de Simón Bolívar. Escritos selectos (Caracas: Ediciones de la Presidencia,
1970), 137-172.
14. “Acta 252”, 11 de enero de 1820. Actas del Congreso de Angostura 1819-1820. Biblioteca de la Presidencia de la República, http://www.bdigital.unal.edu.co/7847/1/Actas_del_Congreso_de_Angostura_1819_-_1820.html#253c.
15. Pita Pico, El reclutamiento de negros..., 91-215; para el caso de la participación de los
esclavos en los ejércitos realistas, especialmente en Popayán, véase Echeverri, Esclavos e
indígenas realistas..., 139-172.
16. Esta opinión de Bolívar se encuentra desarrollada en su correspondencia de estos
años con Santander. Véase María Eugenia Chaves Maldonado, “Los sectores subalternos
y la retórica libertaria. Esclavitud e inferioridad racial en la gesta independentista”. En La
independencia en los países andinos. Nuevas perspectivas, ed. por Guillermo Bustos y Armando
Martínez Garnica (Bucaramanga: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Organización de Estados Iberoamericanos, 2004); Pita Pico, El reclutamiento de negros..., 137-142.
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esclavos, intentando proteger el derecho de los amos; pero luego se emitió
una directriz para regular a los esclavos que huían de sus amos con el afán
de integrarse a los ejércitos patriotas.17 Si la libertad de los esclavos se convirtió, a partir de 1811, en una moneda de cambio cuyo valor dependía de
los caudillos del momento, con la consolidación de la república pasó a ser
consecuencia de decretos estatales, o de órdenes militares más o menos coyunturales que, unas más y otras menos, seguían los avatares de la guerra.18
En los diez años que median entre 1811 y 1822 la intervención del Estado, de
los caudillos y la voluntad de los propios esclavos había ido transformando
el valor y el significado de la libertad. Como consecuencia, los amos estaban
perdiendo grados de potestad sobre la población esclavizada, unas veces a
favor de las autoridades civiles o militares; otras, a favor de los mismos esclavizados que supieron aprovechar las circunstancias para buscar ser libres.
Parecía entonces que la aspiración de Bolívar de que los esclavos murieran
en el campo de batalla y se redujera su “peligroso número”, se imponía por
sobre los intereses económicos de los amos y sus derechos de propiedad, en
particular los del suroccidente, que veían mermadas sus cuadrillas, insolentados sus esclavos y sus negocios amenazando ruina.19
Los amos, en particular los de Popayán, Cauca y el Chocó, empezaron
a dejar sentir su malestar ante esta situación. No sorprende que uno de los
esclavistas que, aunque republicano fue afectado en gran medida por el
torbellino de significados y prácticas que iba adquiriendo la libertad de los
esclavos, lanzó una propuesta alternativa a la ley de manumisión. En 1822
solicitó que el gobierno invierta un presupuesto considerable y que los esclavos aporten sus jornales como trabajadores libres para indemnizar a los
amos y declarar una abolición inmediata.20 El gobierno de Santander estaba
17. En agosto se da la siguiente resolución: “Que los esclavos no se computen en
la población para formar alistamiento, ni estos se alisten sino en extrema necesidad, y
bajo la condición de una justa indemnización”. En octubre y, en respuesta a consulta del
vicepresidente de Cundinamarca sobre qué hacer cuando los esclavos quieren “abrazar
el servicio de las armas, separándose de sus amos, y del modo en que estos deban ser
indemnizados”, el cuerpo legislativo declara: “Que los esclavos pueden ser admitidos al
servicio de las armas bajo los pactos y condiciones que tenga a bien imponerles el gobierno, indemnizándose a los amos con calidad de preferencia con los fondos que se colecten
para la manumisión”. Resolución “Sobre el orden que debe guardarse en la conscripción
de los ciudadanos para el servicio militar”, 25 de agosto de 1821; y Resolución “Sobre los
esclavos que abracen el servicio de las armas”, 14 de octubre de 1821, en Cuerpo de Leyes de
la República de Colombia (Caracas: Imprenta de Valentín Espinal, 1840), 41 y 128.
18. Véase Pita Pico, El reclutamiento de negros..., 100-134.
19. Una interesante discusión sobre la posición de Bolívar y su creciente temor a la
“pardocracia” en Aline Helg, Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2010), 293-296 y 353-380.
20. Observaciones de G. T...
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así, arrinconado entre varios fuegos; por un lado, la presión por la recluta
de esclavos; por otro, la posición crítica de los propietarios esclavistas; y,
finalmente, la agencia de los esclavizados que, mermado el margen de potestad de los amos, podían ver en las autoridades republicanas un intermediario efectivo en sus estrategias de libertad. Es en estos momentos de alta
conflictividad política y económica, signado por un enorme esfuerzo bélico,
que Santander juzgó que la Cédula colonial para el gobierno de los esclavos
resultaba útil a sus propósitos.
Proteger, controlar, Vigilar
En 1789, la Corona publicó la “Real Cédula de su Majestad sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavos en todos sus dominios de Indias e
Islas Filipinas”, un documento con el que se concluía una de las tareas que se
había fijado el reformismo borbón desde 1760 y que consistía en codificar las
fuentes de legislación pertinentes al gobierno de los esclavos en Ultramar.21
El párrafo inicial anuncia las razones de su emisión. En primer lugar,
debe servir para consolidar la legislación sobre el gobierno y buen tratamiento de los esclavos que desde el siglo XVI, se encontraba dispersa en decretos
y fuentes de legislación de diverso tipo. Segundo, con su publicación el Rey
quiere remediar los malos tratos que amos y mayordomos, contraviniendo
las leyes mencionadas, daban a los esclavos, esos “individuos del género
humano”. Y, tercero, la norma se emite con miras a un escenario esclavista
del futuro inmediato cuando, gracias a una serie de medidas, entre estas la
liberación del tráfico esclavista a las colonias españolas, se puedan desarrollar grandes empresas agrícolas y mineras con el consiguiente crecimiento
acelerado de la población esclavizada. El discurso de la Cédula, por lo tanto,
se ancla en la experiencia legislativa del pasado para remediar una circunstancia presente. No obstante, todo su articulado se refiere a la vida cotidiana
de grandes haciendas en donde la mano de obra esclava debía permanecer
cautiva, favoreciendo los objetivos de control y vigilancia que la normativa
quería imponer tanto a los amos como a los esclavos; un tipo de sociedad
que, como se dijo, corresponde más a las aspiraciones futuras del estado re21. “Real Cédula de su Majestad sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavos
en todos sus dominios de Indias e Islas Felipinas. Baxo las reglas que se expresan” (Madrid:
Imp. de la viuda de Ibarra, 1789). Archivo Nacional del Ecuador (ANE), Quito, serie Esclavos, caja 16, ff. 214-223. Ha sido varias veces publicada, por ejemplo: Manuel Lucena, Los
códigos negros de la América española (Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá, 1996), 279284. Lucena realiza un estudio pormenorizado de la historia de los diferentes intentos de
escribir un Código Negro durante el período reformista, incluyendo la Real Cédula de 1789.
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formista que a la realidad de los esclavos en la mayoría de los territorios
hispanoamericanos. Es justamente esta confluencia de temporalidades o “solidaridad de las edades” como lo expresaría Marc Bloch, que se traduce en el
carácter aparentemente anacrónico del gesto legislativo, la que puede ayudar
a explicar la importancia de este decreto en el contexto en que se publicó.22
Un primer indicio tiene que ver con el efecto que produce la reivindicación de la Cédula colonial en la manera en que el régimen de Santander quiere concebir las relaciones entre esclavos y amos, y entre estos y las autoridades estatales. A manera de espejo, este ideal republicano parece reflejar el
contexto esclavista que la Cédula colonial intentó construir en su momento.
La Cédula, como se ha dicho, es un compendio de normas para regular la
relación entre amos y esclavos, en particular las obligaciones de éstos últimos
de cuidar el bienestar físico y espiritual de los esclavos. Los primeros siete capítulos de la Cédula se dedican a este tema. Los capítulos octavo y noveno se
dedican a instruir a los esclavos en su obligación de venerar a sus amos como
a “Padres de familia”, y define el castigo para los esclavos que no cumplan
esta obligación, así como la forma de aplicarlo. Los capítulos, del décimo al
décimo cuarto, establecen los castigos que recibirán los amos y mayordomos
contraventores. Se encarga la vigilancia y el castigo a los curas y a las autoridades locales, además estas últimas serán quienes determinen asuntos fundamentales de la vida cotidiana de los esclavizados, como la cantidad y tipo de
comida y vestimenta que deben recibir, y el horario de trabajo y la división de
tareas. Así construida, es evidente que la normativa reformista se erige como
una cuña que el poder real introduce en las relaciones entre amos y esclavos
para someter a los propietarios a la égida del Estado colonial. No sorprende
entonces que los propietarios de Cuba, Caracas, el Nuevo Reino de Granada y Luisiana presionaran hasta que, en 1794, el Consejo de Indias decidió
suprimir sus efectos sin derogarla, pero exigiendo que en los tribunales se
respete el espíritu de su articulado. Esta circunstancia ha llevado a la conclusión apresurada de que el documento no llegó a tener vigencia, pues se cree
22. Para Marc Bloch una función central de la explicación histórica es trabajar teniendo en cuenta esta “solidaridad de las edades”, por efecto de la cual el presente contiene
al pasado y no es un resultado de un devenir temporal lineal. Véase Marc Bloch, Apología
para la Historia o el oficio de historiador (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica,
2015): 70-71. Sobre el debate en torno al uso del anacronismo como herramienta metodológica en la investigación histórica véase Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993): 105-140, en particular 105-129; Nicole
Loraux, La guerra civil en Atenas. La política entre la sombra y la utopía (Madrid: Akal, 2008),
su trabajo es un ejemplo del uso del “anacronismo controlado”; María Eugenia Chaves,
“El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre
el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman”, Historia y Sociedad
30 (enero-junio 2016): 45-73.
182
Procesos 54, julio-diciembre 2021
que la suspensión impidió que se conociera su contenido ampliamente.23 Un
estudio de los archivos judiciales locales muestra todo lo contrario. La Cédula
fue citada, parafraseada y utilizada como fuente de derecho en la práctica de
los tribunales durante todo el resto de período colonial.24
Al poner en vigencia la normativa reformista, Santander no solo reconocía su larga historia como herramienta legal efectiva, sino que también parecía asumir que la realidad esclavista que la Cédula colonial anunciaba debía asimilarse al ideal de la esclavitud republicana. Esto es, que los esclavos
confinados en las haciendas y minas estuvieran no solo protegidos por las
autoridades estatales, sino también vigilados, al igual que los amos. Es este
potencial de control y castigo, fundamentalmente dirigido a los amos, el que
adquiere relevancia con el decreto republicano. De hecho, aunque la mayoría
de los nueve artículos que contiene refuerzan esta intención, el artículo séptimo introduce una providencia interesante. Se indica que los amos que traten
mal a las familias de los esclavos alistados en los ejércitos patriotas serán castigados con más rigor, porque se considerará que ese maltrato es un indicio
de que los amos son desafectos al gobierno. El decreto, por lo tanto, lanza una
advertencia bastante grave a los amos cuyas cuadrillas habían sido afectadas
por las levas de esclavos, y utiliza el tema del maltrato, que es el punto central
de la Cédula colonial, como la excusa perfecta para ejercer control. En otras
palabras, a través de esta legislación el gobierno de Santander intentaba tomar
ventaja en ese pulso que llevaba ya más de diez años, lapso en el cual los ejércitos realistas y patriotas habían venido disputándose la recluta de esclavos.25
23. Lucena, Los códigos negros..., 122.
24. Los indicios del uso que los esclavizados hicieron de la Real Cédula entre 1789 y la
primera mitad del siglo XIX es un tema que requiere más estudios de los archivos judiciales.
Véase María Eugenia Chaves Maldonado, “Paternalismo, iluminismo y libertad. La vigencia
de la Instrucción esclavista de 1789 y su impacto en la sociedad colonial”, Historia y Sociedad 21
(julio-diciembre 2011): 61-93; María Eugenia Chaves Maldonado, “Esclavizados, cimarrones y
bandidos. Historias de resistencia en el Valle del Chota-Mira en el contexto de la revolución de
los marqueses quiteños 1770-1820”, en Indios, negros y mestizos en la independencia ed. por Heraclio
Bonilla (Bogotá: Planeta / Universidad Nacional de Colombia, 2010), 130-149; Juan Espinal, “La
manumisión de esclavos en Medellín, 1814-1840: la aplicación de la Ley de Partos vista a través
de la casuística judicial” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín,
2019). En la historiografía sobre las movilizaciones esclavas durante la época de las llamadas “revoluciones atlánticas” se ha hecho referencia en varias oportunidades a la importancia que pudo
haber tenido la Real Cédula en la serie de rumores que inspiran algunos proyectos de los esclavos
por organizarse para exigir su libertad en Hispanoamérica y el Caribe desde fines del siglo XVIII.
Véase Julius Scott, The Common Wind: Afro-American Currents in the age of the Haitian Revolution
(Londres / Nueva York: Verso, 2018): 59-62 y 74-81; y Pérez, Itineraries of Freedom..., 40-41 y 83-91.
25. Véase interesantes datos sobre la tensión que las reclutas realistas de esclavos crearon entre los independentistas en Pita Pico, La manumisión de esclavos..., 93-105; también
Echeverri, Esclavos e indígenas realistas..., 28-42.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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En 1822, en la medida en que Bolívar avanzaba en su campaña del sur
hacia Popayán y Pasto, se hace más acuciante la preocupación del gobierno
de que los realistas que aún defendían sus posiciones —pero también aquellos que habían aceptado la república a regañadientes— pudieran soliviantar
a los esclavos y desatar una guerra racial al modo de Haití, un peligro al
que Bolívar se había referido ya en 1820.26 En esta región los realistas habían
defendido sus posiciones desde 1810 con el apoyo importante de indígenas,
negros libres y esclavos.27 Por su parte, eran los republicanos del Suroccidente quienes empezaban a manifestar las críticas más contundentes tanto a la
ley de manumisión, como a las reclutas de esclavos.28 En esta coyuntura, el
Estado necesitaba hacer un gesto importante para incrementar su autoridad
sobre los propietarios esclavistas. Como lo observó François-Xavier Guerra,
el ideal de nación de soberanía única y ejecutivo fuerte, que para esta época
defendían los republicanos como Santander, era un heredero directo del despotismo ilustrado que inspiró la normativa reformista.29 La Cédula de 1789,
por lo tanto, al establecerse en su momento como una herramienta del gobierno absolutista para controlar y restar poder a las élites locales esclavistas,
sirvió bien los propósitos de la república bolivariana.
Esta estrategia del gobierno central, sin embargo, abría interesantes posibilidades para que la población esclavizada tomara iniciativas de libertad
que a la larga atemorizaban tanto a los amos como a las autoridades. Si bien
el decreto de 1822 explica que el propósito de poner en vigencia la Cédula
de 1789 es el acabar con los malos tratos que sufren los esclavos, ya desde
1820 Santander venía recibiendo informes, no solo de la sevicia de los amos,
sino también de la creciente “insolencia” de los esclavos. Entre 1820 y 1821,
los esclavos le hacían llegar al general Bolívar sus reclamos en contra de los
amos que no querían reconocer la libertad que habían ganado en los campos de batalla; Santander, por su parte, debía atender las voces de los amos
y autoridades locales que denunciaban rebeliones de esclavos en minas y
haciendas.30 Pita Pico observa que en julio de 1821, casi al mismo tiempo
26. “Carta de Bolívar a Santander”, 8 de abril de 1820, en Bolívar a Santander. Correspondencia 1819-1820, ed. por Laureano García (Bogotá: Publicaciones del Archivo Histórico Nacional, 1940).
27. Sobre el tema véase el trabajo clásico de Jairo Gutiérrez, Los indios de Pasto contra
la república (1809-1824) (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2007);
Echeverri, Esclavos e indígenas realistas..., 28-42 y 139-172.
28. Echeverri, ibíd., 146-147.
29. Véase François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica / MAPFRE, 2001), 327.
30. Véase Pita Pico, La manumisión de esclavos..., 89-94. El caso de los esclavos de la
mina San Juan, de la familia de Gerónimo Torres, líder de la primera república, es muy
relevante para este tema. Está estudiado en Echeverri, Esclavos e indígenas realistas..., 151-
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que se publica la Ley de Manumisión en el Congreso de Cúcuta, Santander
informaba con preocupación al Congreso sobre las alteraciones que desde
1820 los esclavos experimentaban en las minas y haciendas en el Chocó, y expresaba la necesidad de emitir una ley enérgica para contenerlos.31 El decreto
que aquí analizamos pudo haber sido la respuesta que Santander encontró
para intentar solucionar el problema que tenía entre manos, pues pretende
aprovechar el doble objetivo que persigue la Cédula colonial que, al mismo
tiempo que propicia el control sobre las élites locales esclavistas condicionando la potestad del amo a los deberes de protección al esclavo, también
construye la figura del esclavo como sujeta a una relación paternalista, en la
que su obediencia y fidelidad son los requisitos para considerarlo un “individuo del género humano”, sujeto de los derechos que la Cédula establece:
“se hallan constituidos los esclavos de obedecer y respetar a sus dueños y
mayordomos, desempeñar las tareas y trabajos que les señalen conforme a
sus fuerzas, y respetarlos como a Padres de familia”.32
El artículo noveno del decreto de 1822, aunque recoge esta idea y solicita
que los curas párrocos expliquen a los esclavos que deben servir con fidelidad y exactitud a los amos, reinterpreta el sentido de la Cédula y posiciona
al gobierno republicano en el papel del padre benefactor que otorga a los
esclavos “el gran beneficio que han recibido del Gobierno de Colombia en
la libertad concedida a sus hijos, y que se ocupa en buscar fondos para ir
libertando sucesivamente a los Padres”, un beneficio que se perdería si los
realistas ganaran la guerra. Si en la Cédula colonial el castigo a los esclavos
que no cumplían con sus deberes de hijos fieles y obedientes era físico, en el
decreto de Santander su castigo por traicionar al padre de la patria era perder la posibilidad de la libertad. Del contexto de todo el articulado podría
entenderse que esta traición no era otra que negarse a servir en los ejércitos
republicanos, o aún peor, alistarse en las huestes realistas.
Como ocurría en el caso de la normativa reformista, la realidad que vivían las haciendas y minas durante el período de las guerras de independencia estaba lejos de ser la de unidades productivas cerradas, vigiladas, controladas y habitadas por esclavos sumisos y fieles. Una parte importante de
los esclavos habían huido de las haciendas y minas o habían sido reclutados
y los que no, permanecían en sus labores, en buena parte, bajo sus propias
condiciones.33 Lo que parecía una constante, tanto en el momento reformista
de 1789 como en el republicano de 1822, era la imperiosa necesidad de con172; Pérez, Itineraries of Freedom..., 51-53, 120-125 y 253-269; también referencia el caso Pita
Pico, La manumisión de esclavos..., 69-73.
31. Pita Pico, ibíd., 90-94.
32. “Real Cédula de su Majestad...”.
33. Chaves Maldonado, “Esclavizados, cimarrones y bandidos...”.
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trol por parte del poder central, en un ambiente cada vez más imbuido de
inquietud social y voluntad de rebelión entre los sectores subalternos.
En conclusión, este artículo ha querido mostrar que el momento político
en el que Santander publicó la ley de 1822 estuvo transido por conflictos
de autoridad para definir el papel de los esclavos tanto en el contexto de la
guerra, como en el de la emergente república. Al poner en vigencia la Real
Cédula de 1789, el decreto de 1822 actualizó la intervención del Estado en
la capacidad de dominio de los amos sobre sus esclavos, adjudicándole al
gobierno republicano el papel de control y protección paternalista propio
del régimen absolutista. Es interesante notar que el decreto de Santander
introdujo una transformación importante en la forma en que el estado consideraba a los esclavos. Si la Cédula reformista hizo una declaración manifiesta de que estos eran “individuos del género humano” y, como tales, objeto
de ofensas por parte de los amos maltratadores, la ley de 1822 castigaba a
los amos maltratadores como traidores a la patria. De esta forma, el decreto
asimiló a los esclavos reclutados y sus familias al cuerpo político de la patria;
un cambio cuyas consecuencias resultan históricamente muy relevantes.
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189
anexo
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, GENERAL DE DIVISIÓN DE LOS
EJÉRCITOS DE COLOMBIA, VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, ENCARGADO DEL PODER EJECUTIVO, ETCÉTERA.
Habiendo recibido el Supremo Poder Ejecutivo los más seguros informes de que
en algunos lugares son tratados los Esclavos con mucha dureza por sus amos, que
no les visten, ni les alimentan debidamente, sujetándolos a castigos inhumanos, he
tenido a bien decretar lo que sigue:
Art. 1
Se comunicará de nuevo a los Departamentos para que se publique, cumpla y
ejecute en todas y cada una de las Parroquias, la Cédula Española hecha en Aranjuez
a 31 de mayo de 1789, que no está derogada por el Congreso de Colombia, y que
arregla el modo con que los amos deben tratar a los esclavos
Art. 2
Será obligación precisa de los amos el vestir y alimentar a sus esclavos con arreglo al capítulo 2.º de la Cédula citada. Así ningún juez permitirá el que con violación
de la moral pública, anden y se presenten desnudos los Esclavos, como ha acontecido
hasta ahora en muchos de los citados lugares.
Art. 3
Los amos no podrán castigar a los Esclavos sino en el modo que prescribe aquella
Ley, sin que el encierro pase de tres días, ni el cepo, que jamás puede ser de cabeza, de
dos, ni se les pueda privar de los alimentos acostumbrados, quedando absolutamente prohibidas las herraduras y otras prisiones contrarias a la humanidad.
Art. 4
El trabajo de los esclavos será a las mismas horas, y con igual descanso que el de
los jornaleros en los diferentes Países, sin que pueda prolongarse después de ponerse
el sol.
Art. 5
Los Esclavos podrán comprar los comestibles y géneros para su vestido de cualquiera personas que los vendan a precios cómodos, prohibiéndose estrechamente el
que los Mineros hagan un monopolio y venta exclusiva en perjuicio de sus esclavos.
Podrán si están presentes, y velar los fraudes de los traficantes y el que introduzcan
licores fuertes, y causen cualquiera otro daño y corrupción en las Cuadrillas.
Art. 6
Los amos que faltaren a cualquiera de las prevenciones de los artículos anteriores, incurrirán en las penas prescritas por la citada Cédula, las que los Intendentes y
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Gobernadores, aplicarán sin el menor disimulo, y propondrán al Gobierno los medios
más oportunos que les sugiera la experiencia para cortar de raíz semejantes males.
Art. 7
Los mismos Intendentes y Gobernadores, cuidarán muy particularmente de que
sean bien tratadas las Familias de todos aquellos Esclavos que se han prestado a
servir bajo las Banderas de la República. El amo que se justificare tratar mal a las
expresadas Familias será castigado con más severidad, pues sin duda lo hace en odio
del actual sistema.
Art. 8
Los Síndicos Procuradores Generales, como Protectores de los Esclavos, serán
advertidos el día de su recepción del particular encargo, y obligación que tienen
de defender los Esclavos, y que la deben cumplir sin condescendencia para con los
amos, bajo el juramento de su Empleo.
Art. 9
El Gobierno encarga muy particularmente a los V.V. párrocos el que prediquen,
inculquen a los amos el buen trato que deben dar a sus esclavos; exhortando a éstos a
que sean fieles, y les sirvan con exactitud. También les manifestarán el gran beneficio
que han recibido del Gobierno de Colombia en la libertad concedida a sus hijos, y
que se ocupa en buscar fondos para ir libertando sucesivamente a los Padres: en fin,
que en la libertad serán preferidos los esclavos fieles de mejores costumbres, y más
aplicados al trabajo. Igualmente les harán entender que ninguno de estos beneficios
gozarían ni ellos ni sus hijos si volviera el Gobierno español.
El Secretario de Estado y de Despacho del Interior queda encargado de la ejecución y exacto cumplimiento de este decreto.
Dado en el Palacio del Gobierno de Colombia, en Bogotá a 14 de marzo de 1822.
Duodécimo.
F. de Paula Santander
Por su Excelencia el Vicepresidente de la República
El Secretario del Interior, José Manuel Restrepo
Es copia
Embargados y proscritos. Impresores
ante la absoluta libertad de prensa
en Antioquia, 1864-1879*
Embargoed and banned. Printers on absolute freedom
of the press in Antioquia, 1864-1879
Embargados e proibidos. Impressores ante a liberdade absoluta
da imprensa em Antioquia, 1864-1879
Daniel Llano Parra
Investigador independiente
Medellín, Colombia
[email protected]
https://orcid.org/0000-0002-1702-8232
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2571
Fecha de presentación: 2 de febrero de 2021
Fecha de aceptación: 6 de agosto de 2021
Artículo de investigación
* Agradezco a Kelly Johanna López Roldán por su lectura implacable y sus recomendaciones a lo largo de la escritura de este texto.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 191-218. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
Este artículo analiza ciertos casos que muestran los límites de
la absoluta libertad de imprenta y la forma en la que
las contradicciones del proyecto radical condicionaron la labor
de los impresores en Antioquia, entre 1864 y 1879. El caso de Silvestre
Balcázar permite apreciar la reprobación social como estrategia
de contención de las publicaciones que no compaginaban con
la hegemonía conservadora. Por su parte, el de Nazario Pineda
demuestra los riesgos de mantener un periódico satírico
en un contexto dónde el gobierno local se valió de la fuerza
institucional para restringir lo impreso.
Palabras clave: historia de Colombia, historia de América Latina,
historia cultural, historia de la edición, cultura impresa, censura,
impresores, hojas sueltas, prensa satírica.
ABSTRACT
The present article examines certain cases that highlight the limits
of the absolute freedom of the press and how the contradictions
of the radical project imposed certain conditions on the work
of printers in Antioquia, between 1864 and 1879. The case of Silvestre
Balcázar makes it possible to appreciate how social censure was used
as a containment strategy against publications that could not conform
to the conservative hegemony. As for the case of Nazario Pineda,
it shows how risky it was to keep a satirical newspaper going
in a context where local government took advantage of institutional
powers to forcibly restrict the press.
Keywords: History of Colombia, History of Latin America,
Cultural history, History of publication, Print culture,
Censorship, Printers, Broadsides satirical press.
RESUMO
O presente artigo analisa alguns casos que mostram os limites acerca
da liberdade absoluta da imprensa e a maneira com que
as contradições do projeto radical condicionaram o trabalho dos
impressores em Antioquia, entre 1864 e 1879. O caso de Silvestre
Balcázar nos permite apreciar a reprovação social como estratégia
de contenção das publicações que não compactuavam com
a hegemonia conservadora. Por outro lado, o caso de Nazario
Pineda demonstra os riscos de se manter um periódico satírico
em um contexto no qual o governo local utilizou a força
institucional para censurar o impresso.
Palavras chave: História da Colômbia, história da América Latina,
história cultural, história da edição, cultura impressa,
censura, impressores, folhas volantes, imprensa satírica.
introducción
Los impresores se convirtieron en agentes fundamentales de la opinión
pública en Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX. Y es que desde
que la absoluta libertad de imprenta abrogó la responsabilidad a los escritores públicos frente a sus textos, los tipógrafos, ya fueran propietarios o administradores de talleres de impresión, fueron los eslabones más visibles de la
actividad editorial y quienes terminaron asumiendo la presión por los papeles que salían de sus prensas. Es por esto que para comprender las políticas
y las disposiciones sobre lo impreso durante el liberalismo radical se hace
indispensable acercarse a los tipógrafos, comprender su trabajo, esbozar
qué publicaban, en qué formatos lo hacían, amparados bajo qué garantías y
cómo soslayaban las medidas restrictivas con las que pretendían menguar su
labor. El presente texto analiza, precisamente, los límites de la absoluta libertad de imprenta en Antioquia entre 1864 y 1879, a través de las trayectorias
de dos connotados impresores, Silvestre Balcázar y Nazario Pineda, y cómo
afrontaron las contradicciones de la legislación liberal.
Una reflexión sobre la edición en Colombia implica necesariamente detenerse en los intermediarios del debate público, no solo en los autores ni
en las publicaciones de mayor relevancia. Esto permite acercarse a actores
que han sido tradicionalmente ignorados por la historiografía y establecer
nuevos espacios de sociabilidad política e intelectual.1 Además, al enfocar la
discusión en una región, en este caso en Antioquia, se estudia la producción
local, los impresos a los que se tenía acceso y a través de qué formatos se
dialogaba en el espacio público, ya fuera por medio de periódicos, folletos
u hojas sueltas; se trata de un bosquejo sobre las posibilidades de lectura en
una sociedad. Asumir una perspectiva regional también requiere entender
el contexto político en el que se promueve y distribuye lo impreso, especialmente durante un proyecto federal. El estado de Antioquia pasó de ser
el bastión del conservatismo durante el período más estable del gobierno
radical (1864-1877) a tornarse en un reducto liberal en el ascenso del independentismo a nivel nacional (1877-1885). Ambos momentos, por supuesto,
signaron la producción editorial y determinaron la forma en que se produjeron y consumieron las publicaciones periódicas.2
1. Véase Robert Darnton, “Los intermediarios olvidados de la literatura”, en El beso de
Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2010), 147-163.
2. De esta forma se atiende al llamado que la historiografía reciente ha hecho sobre los
estudios en torno a la edición en Colombia, en la que se reclaman investigaciones en torno a
194
Procesos 54, julio-diciembre 2021
El presente artículo expone, en un primer momento, cómo se implementó
la absoluta libertad de imprenta, qué cambios implicó para la labor de los impresores y cómo consiguió dinamizar el debate público al forjar una relación
más cotidiana con lo impreso, como con las hojas sueltas, por ejemplo. Sobre
todo, se trata de establecer los límites de la absoluta libertad de imprenta y
cómo condicionaron la producción de los impresores en Antioquia.3 En un segundo momento se abordan los casos de dos tipógrafos de Medellín, Silvestre
Balcázar y Nazario Pineda, los cuales ilustran las estrategias desplegadas a nivel regional para controlar lo impreso bajo los modelos conservador y liberal:
uno centrado en la homogeneización ideológica y, por tanto, en la reprobación
social de las manifestaciones de disenso; el otro, menos sutil, sustentado en el
empleo de la fuerza institucional para restringir la circulación de las publicaciones. En esta reflexión resulta ineludible la relación de los tipógrafos con los
formatos a través de los cuales difundían sus textos. Los sueltos terminaron
convirtiéndose en la principal obra de Balcázar, pero solo fue posible por las
dificultades que afrontaron los liberales para mantener proyectos editoriales
más estables, no como estrategia comercial. Pineda, por su parte, influenciado
por la noción de “responsabilidad” común a los publicistas conservadores, se
encargó de mantener la edición de un semanario, aunque el lenguaje y nivel de
sátira pudieran compararse con la vehemencia que caracterizaba a los volantes.
otros agentes (editores, impresores, libreros) que, a su vez, permitan hacer una lectura de la
cultura impresa por fuera de Bogotá. Véase “Presentación”, en Lectores, editores y cultura impresa en Colombia: siglos XVI-XXI, ed. por Diana Paola Guzmán Méndez, Paula Andrea Marín
Colorado, Juan David Murillo Sandoval y Miguel Ángel Pineda Cupa (Bogotá: Universidad
de Bogotá Jorge Tadeo Lozano / CERLALC, 2018), 13.
3. Robert Darnton ha llamado la atención en torno a la ligereza con la cual se suele
definir y abordar la censura, sin problematizar el estado de control y amenaza que padecieron autores, editores, impresores y libreros. Al abordar los límites de la absoluta libertad de
prensa se establece, pues, una diferencia con el sistema censor que sobrevino con la república católica de mediados de la década de 1880, sin que esto implique el desconocimiento de
las medidas de control sobre lo impreso desplegadas por el proyecto radical. Véase Robert
Darnton, Censors at Work. How States Shaped Literature (Nueva York: W. W. Norton & Company, 2014), 229-230. En este mismo sentido, Thomas J. Cragin ha demostrado cómo los
vacíos de una legislación ampliamente restrictiva generan, sin proponérselo, sus propios
productos culturales y políticos, como los canards. Véase Thomas J. Cragin, “The Failings of
Popular News Censorship Nineteenth-Century France”, Book History 4 (2001): 49-80.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
195
límites de una garantía absoluta
Durante los 30 años que estuvo vigente la Ley de Imprenta de 1821 fue habitual que propietarios o administradores de tipografías se vieran inmersos en
juicos de imprenta: podían ser acusados cuando no proporcionaban las firmas
de los manuscritos, ya fuera porque decidían proteger a los autores o porque
los datos que disponían eran falsos.4 En ocasiones, los juicios populares podían
librarse sin terminar en multas o aprisionamientos para el impresor. En julio
de 1846, tan solo tres meses después de haber sido declarado culpable por la
reimpresión de un volante que había circulado originalmente en Bogotá,5 Manuel Antonio Balcázar (1793-1852) se vio obligado a encarar una vez más al jurado. El impresor presentó la firma del original, pero esta resultó ser falsa. Los
denunciantes, no dispuestos a que asumiera la responsabilidad legal por un
texto que no había escrito, optaron por retirar la acusación. A cambio, exigieron que Balcázar declarara que no compartía el contenido del volante.6 Como
este, algunos juicios de imprenta podían tornarse en espacios de negociación,
sin embargo, cuando terminaban en sentencias condenatorias los impresores
fácilmente podían verse agobiados por las cuantiosas multas y los costos de los
procesos judiciales. No en vano, el mismo Balcázar denunció, tres años antes,
la dificultad que representaba para un pequeño tipógrafo tener que lidiar con
los constantes cargos adicionales, en especial porque “la imprenta en su estado
actual de decadencia no dá ni aun para los mas precisos gastos”.7
4. “Ley sobre la estencion de la libertad de la imprenta, y sobre la calificacion y castigo
de sus abusos”, en Cuerpo de leyes de la República de Colombia, t. I (Bogotá: Bruno Espinosa,
1822), 96-108; Alejandro Londoño Tamayo, “Libertad de imprenta y ley penal en los orígenes del Estado colombiano (1810-1851)”, en Sangre de Ley. Justicia y violencia en la institucionalización del Estado en América Latina, siglo XIX, ed. por Marta Irurozqui y Mirian Galante
(Madrid: Polifemo, 2011), 140-141; Alejandro Londoño Tamayo, “Juicios de imprenta en
Colombia (1821-1851). El jurado popular y el control de los libelos infamatorios”, Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura 40, n.° 1 (enero-junio 2013): 98.
5. Manuel Antonio Balcázar, “A la opinión soberana”, Medellín, 7 de abril de 1846.
Biblioteca Carlos Gaviria Díaz (BCGD), Universidad de Antioquia, colección Patrimonio
Documental, Hojas Sueltas, t. 2, D. 144. Para el expediente completo véase “Juicio de imprenta promovido por el Señor Fiscal Don Joaquín Emilio Gómez contra el editor de ‘Proclama de un artesano’ ”, Medellín, 1846. Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHJM),
serie Criminal, D. 16020.
6. “Al público”, Medellín, 21 de julio de 1846. Ibíd., D157.
7. Manuel Antonio Balcázar, Juicio de imprenta (Medellín: Imprenta de Manuel Antonio
Balcázar, 1843), 9. AHJM, Folletos Misceláneos, FM. 273/5. Para un bosquejo de la prensa editada en Antioquia antes de la promulgación de la absoluta libertad de imprenta, véase Juan
Camilo Escobar Villegas, “Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX. Espacios de sociabilidad y de opinión de las élites letradas”, en Disfraz y pluma de todos.
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La absoluta libertad de imprenta, establecida en 1851, hizo parte de un
proceso de apertura de los escenarios de participación política y discusión pública, que permaneció vigente por alrededor de cuatro décadas y que no puede
ser circunscrita como exclusiva del proyecto radical.8 La legislación de prensa
propició las garantías para el mayor espacio de opinión en Colombia a lo largo
del XIX, experiencia bastante inusual en el contexto hispanoamericano, caracterizado por legislaciones restrictivas y en permanente reestructuración, cuando no por la abierta restricción a lo impreso.9 Para los impresores significó, en
teoría, la posibilidad de desempeñar su oficio sin los riesgos de ser multados o
de ser conducidos a prisión. Aun así, los radicales censuraron a sus contradicOpinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, ed. por Francisco Ortega y Alexander Chaparro (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / University of Helsinki, 2012), 499-526.
8. La ley del 31 de mayo de 1851 sobre absoluta libertad de imprenta estipulaba que
la expresión del pensamiento era completamente libre por medio de la prensa. Dos años
después, la Constitución de 1853 ratificó que la libre expresión del pensamiento por medio
de la imprenta se efectúa “sin limitación alguna”, mientras que en 1858 se puntualizó que se
trataba de una garantía “sin responsabilidad de ninguna clase”. Si bien solo la Constitución
de 1863 consagró de forma explícita el carácter “absoluto” de la libertad de prensa, en la
práctica, desde mediados de siglo no había una legislación que regulara ni tipificara delictivamente lo impreso. Véase “Ley (31 de mayo) sobre absoluta libertad de imprenta”, en Codificación nacional de todas las leyes de Colombia desde el año de 1821, hecha conforme a la ley 13 de
1912, t. XIV (Bogotá: Imprenta Nacional, 1929), 456; Constitución política de la Nueva Granada,
sancionada el año de 1853 (Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1853), 6; Constitución
política para la Confederación Granadina, sancionada el día 22 de mayo de 1858 (Bogotá: Imprenta
de Echeverría Hermanos, 1858); Constitución política de los Estados Unidos de Colombia, sancionada el 8 de mayo de 1863 (Bogotá: Imprenta i estereotipia de Medardo Rivas, 1871), 8. Es más,
en 1888, Miguel Antonio Caro llegó a criticar a Mariano Ospina, presidente de la Confederación Granadina, justamente por no haber regulado la prensa y haber continuado con una
política sobre lo impreso proveniente del reformismo liberal. De ahí que asegurara que el
congreso que avaló la Constitución de 1858, de mayoría conservadora, fue el que consagró
“literalmente [...] la irresponsabilidad absoluta de la imprenta”. Miguel Antonio Caro, Libertad de imprenta. Artículos publicados en “La Nación” en 1888 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1909),
49. La idea de que la absoluta libertad de imprenta fue producto exclusivo del proyecto
radical es sostenida en el somero capítulo de Eduardo Posada Carbó, “¿Libertad, libertinaje,
tiranía? La prensa bajo el Olimpo Radical en Colombia, 1863-1885”, en Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 18201920, comp. por Paula Alonso (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003), 183-201.
9. Fabio Wasserman, “La ley y el orden. La libertad de imprenta en Buenos Aires
durante la década de 1850”, Quinto Sol 22, n.° 3 (septiembre-diciembre 2018): 1-22, doi:
10.19137/qs.v22i3.2641; Pablo Piccato, La tiranía de la opinión. El honor en la construcción de
la esfera pública en México (Ciudad de México: El Colegio de Michoacán / Instituto Mora,
2015), 59-109; Fausta Gantús, Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la ciudad
de México, 1876-1888 (Ciudad de México: El Colegio de México / Instituto Mora, 2009); Ana
Buriano Castro, Panorámica de la prensa en el Ecuador garciano. Construcción y cuestionamiento
de una legitimidad política, 1860-1875 (Ciudad de México: Instituto Mora, 2018), 23-42.
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tores políticos sin aspavientos. La censura, sin embargo, solo se expresó en el
punto más frágil del proyecto radical, durante la disputa entre dos modelos de
“civilización” —uno laico y otro confesional— que condujo a la guerra civil de
1876-1877.10 Los actos restrictivos como confiscación, embargo o destrucción de
imprentas se ejercieron —mayoritaria aunque no exclusivamente— sobre los
publicistas e impresores pro católicos que fomentaron la guerra civil, tal como
sucedió con las imprentas de Miguel Antonio Caro y José María Samper en
Bogotá, y la de los hermanos Rufino y José I. Gutiérrez en Medellín.11
Los decomisos de imprentas, por cierto, no fueron las únicas contradicciones que enfrentó el proyecto radical. La experiencia de la guerra librada
entre 1876 y 1877, así como la resistencia clerical al proyecto de instrucción
pública a lo largo de la década, hicieron mella entre los dirigentes liberales. Al
término del conflicto, Ramón Gómez, procurador general de la nación, emitió una circular en la que señalaba la necesidad de modificar unos artículos
de la constitución por considerarlos “oscuros e incompletos”. Esta reforma
proponía un par de cambios relacionados con la libertad de imprenta. En primer lugar, consideraba que la ley debía hacer una distinción ente sacerdotes
y particulares, ya que los ministros de los cultos seguían representado una
amenaza latente para la estabilidad política de la unión, con el agravante de
que podían recurrir, sin reservas, tanto al púlpito como a la imprenta para
alentar una nueva rebelión.12 En un segundo momento señalaba la necesidad
de aclarar los alcances de las garantías individuales mientras se libraba una
guerra, ya que la implementación del derecho de gentes (como lo estipulaba
el art. 91) generaba confusión sobre los derechos de los ciudadanos.13 Este
último punto permaneció irresoluto hasta el estallido de una nueva confrontación bélica a mediados de la década siguiente, cuando se recurrió una vez
más a las medidas extralegales, pero en esta ocasión como desmantelamiento
definitivo de la absoluta libertad de imprenta. Durante la guerra de 1885 la
prensa de oposición recibió el rótulo de subversiva —categoría que no tenía
respaldo legal sobre lo impreso— y el contribuir con su publicación y circulación un acto de hostilidad, basándose para esto en el código militar de 1881.
10. Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, política y religión en la definición de la nación (Colombia, 1820-1886) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011), 379.
11. Posada Carbó, “¿Libertad, libertinaje, tiranía?...”; Luis Javier Ortiz Mesa, “Guerra,
recursos y vida cotidiana en la guerra civil de 1876-1877 en los Estados Unidos de Colombia”, en Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902, ed. por
Luis Javier Ortiz Mesa y Grupo de Investigación Religión, Cultura y Sociedad (Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2005), 372.
12. Ramón Gómez, “Circular sobre reformas constitucionales”, Diario Oficial, 3 de julio de 1877, 4904.
13. Ramón Gómez, “Circular sobre reformas constitucionales (continuación)”, Diario
Oficial, 5 de julio de 1877, 4913.
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Por décadas, la absoluta libertad de imprenta propició espacios para que
nuevos actores alfabetizados, particularmente los artesanos, accedieran a la
vida pública a través de sus propias publicaciones.14 No se puede desconocer que la legislación de prensa se encargó especialmente de establecer y
fomentar una discusión política e intelectual entre élites. A lo largo de este
período, precisamente, hubo diversos factores que reforzaron un discurso en
contra del empleo cotidiano de lo impreso. En primer lugar, había un factor
de distinción en el formato en el que circulaba la información. Las hojas sueltas fueron objeto de reprobación generalizada, se les acusó de ser un medio
efímero, poco reflexivo, proclive a la calumnia y a las intrigas políticas. Esta
fugacidad llegó a ser desdeñada por Camilo Antonio Echeverri, quien por
años, aunque desde la prensa periódica, fue partícipe de la “guerra tipográfica” en Antioquia.15 Del mismo modo, José María Samper, en su reflexión sobre el periodismo político, hacía hincapié en la “escasa respetabilidad” que
cargaban consigo la hoja suelta y los agentes que la promovían.16
En segundo lugar, estaba el debate público sin responsables. El anonimato fue quizá uno de los principales cambios que implicó la ley de imprenta en
la cotidianidad, ya que mantuvo presente la amenaza de la calumnia. Las expresiones anónimas terminaron convirtiéndose en un problema para las élites locales debido a la imposibilidad de tener un control sobre las discusiones
públicas y de señalar, más allá de los ofendidos, quiénes eran los actores en
pugna. El problema de la autoría, en un período en que quien escribía no podía ser judicializado, residía en la necesidad de saber a quién refutar, a quién
confrontar, a quién amedrentar o, si es que llegaba a ser necesario, a quién
retar a duelo.17 Este desconocimiento de los responsables mantuvo en vilo a
los lectores por décadas. Tan solo a un año de la promulgación de la ley de
prensa, un corresponsal señalaba desde Santa Rosa, Antioquia, que “mientras
la libertad de imprenta sea absoluta entre nosotros, los viles calumniadores i
cobardes escribirán en materia de difamación, bajo el velo del anónimo, i los
14. Sobre el acceso del artesano letrado a la imprenta, véase Gilberto Loaiza Cano, Poder letrado. Ensayos sobre historia intelectual de Colombia, siglos XIX y XX (Cali: Universidad
del Valle, 2014), 73-98.
15. Camilo Antonio Echeverri, Artículos políticos y literarios (Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 2011), 30-39.
16. José María Samper, Memorias académicas sobre la misión de la prensa y la historia del derecho constitucional de Colombia (Bogotá: Imprenta de vapor de Zalamea Hermanos, 1881), 63.
17. El duelo como alternativa de combatir los “excesos” de prensa fue un tema recurrente en la literatura de la época, al respecto véase la novela corta de José María Vergara y
Vergara, Olivos y aceitunos, todos son unos (Bogotá: Impreso por Foción Mantilla, 1868), 169173. Para el caso mexicano, en referencia a la afrenta al honor y su resolución definitiva a
través del caso paradigmático del duelo entre Santiago Sierra e Irineo Paz, véase Piccato,
La tiranía de la opinión..., 139-153.
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hombres honrados po[n]drán, en todo caso, su firma al pie de sus escritos”.18
La injuria, en efecto, fue una de las grandes preocupaciones que despertó
la libertad absoluta de imprenta. No obstante, la principal amenaza de esta garantía recaía en los espacios de disenso frente al gobierno de turno. Tan pronto
circularon los primeros “barberazos” de El Centinela dirigidos hacia la administración radical de Antioquia, el impresor Nazario Pineda comenzó a recibir
amenazas por el anonimato bajo el cual escribían sus mordaces y puntiagudos
colaboradores. Silvestre Balcázar, en cambio, concedió un espacio permanente a
los escritores de oposición durante la hegemonía conservadora y lo hizo a través
del formato más oprobioso de la época: la hoja suelta. De ahí que por años sus
contradictores lo hayan retratado no como un avezado impresor sino como un
tipógrafo sin criterio que hacía un uso “irresponsable” de su taller de impresión.
las “degradadas Prensas”
de silVestre balcázar
Cuando Silvestre Balcázar asumió la dirección de la tipografía familiar
tras la muerte de su padre, Manuel Antonio, en 1852, estaba al tanto de la
labor editorial; realizaba publicaciones esporádicas bajo su propio sello por
lo menos desde 1849.19 Por años fue el encargado de la impresión del papel
sellado de Medellín y el responsable de más de una veintena de periódicos
de toda índole.20 Una proporción no menor de su trabajo fue la prensa con18. Álvaro Callejas, “A mis conciudadanos”, Medellín, 1852. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 3, D. 158.
19. Antes de que Silvestre Balcázar se convirtiera en el único administrador de la imprenta, su madre, María de las Nieves Álvarez, y uno de sus hermanos, Pablo Antonio,
asumieron la dirección del establecimiento tipográfico de forma esporádica. Algunas de las
impresiones que se realizaron a partir de 1852 circularon con el pie “Imprenta de los herederos de Manuel Antonio Balcázar”. La tipografía de los Balcázar, a pesar de sus altibajos
y cortos períodos de inactividad, mantuvo sus prensas en funcionamiento desde finales de
la década de 1820 hasta 1877, convirtiéndose en la empresa particular más longeva de todo
el siglo XIX. Incluso Benito A. Balcázar, ajeno al taller de impresión, llegó a ofrecer servicios
de encuadernación en Medellín, lo que habla de una familia profundamente marcada por
la edición y el consumo de lo impreso. “Agrimensura y encuadernación”, La Restauración,
29 de junio de 1865, 194. Por eso resulta cuestionable la afirmación de Alfonso Rubio y
Juan David Murillo Sandoval sobre el surgimiento del taller de impresión de “constitución
familiar” en Antioquia, como fenómeno de la década de 1870, a propósito de la Imprenta
de Gutiérrez hermanos. Véase Alfonso Rubio y Juan David Murillo Sandoval, Historia de la
edición en Colombia, 1738-1851 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 2017), 288.
20. Algunas de las publicaciones impresas por Silvestre Balcázar: La Transición (1854),
El Pueblo (1855-1859), Crónica Oficial (1862-1863), Gaceta Oficial de Antioquia (1863), El Correo
de Antioquia (1864), El Alcance (1864-1865), El Índice (1865-1870), El Artesano (1866-1867), El
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servadora, incluso con publicaciones afines a los grandes paladines del conservatismo decimonónico: Mariano Ospina Rodríguez y Pedro Justo Berrío.
En su época, no obstante, era conocido especialmente por concederle espacio
a quienes disentían del proyecto conservador. En 1861, mientras se encontraba detenido en un cuartel en Marinilla durante la guerra civil, escribió
una carta abierta en la que exponía su situación. “¿Por qué no se [...] recibe
dinero en cambio de mi libertad?”. Acaso se debía —preguntaba— a que
“¿Las cajas de rescates han saciado la codicia gubernamental?”. La respuesta
la conocía bien: tan pronto le restituyeran sus derechos volvería a imprimir,
era inevitable, “soi impresor, i de mi imprenta se sirven los escritores liberales”.21
Esta declaración permaneció prácticamente inalterable en el transcurso del
siguiente quindenio. Entre 1864 y 1876, período marcado por una férrea hegemonía conservadora a nivel local, fue quien publicó las escasas, en ocasiones efímeras y, sobre todo, irregulares, publicaciones liberales.
Los conservadores asumieron el control del estado a comienzos de 1864,
en cabeza de Pedro Justo Berrío, tras derrocar el gobierno del mosquerista
Pascual Bravo. Esta nueva administración solo fue reconocida por la presidencia de la unión luego de una serie de negociaciones y de la aceptación de
la Constitución de Rionegro.22 El reconocimiento del sistema político del liberalismo, paradójicamente, les sirvió a los dirigentes del estado para constituir
un “federalismo conservador”, que encontró soporte en la religión católica,
la independencia política con respecto a los demás estados y el desarrollo
económico. Mientras que a nivel nacional se adelantaba un proyecto de secularización, el gobierno de Antioquia apoyó, como en ninguna otra región, a
la Iglesia católica e incluso fortaleció su papel como cohesionador social.23 La
intransigencia frente al liberalismo pululó en todos los ámbitos de la vida cotidiana; el gobierno propendió por una homogenización política y cultural de
Pueblo. Periódico político, noticioso, literario, comercial i órgano del partido liberal de Antioquia
(1871), El Amigo. Periódico literario dedicado al bello sexo (1872), El Fuego. Periódico célebre, cosmopolita y eventual (1872), La Libertad. Periódico dedicado al pueblo (1872), La Palestra. Periódico
puramente literario i científico (1872-1877), El Amigo Antioqueño. Periódico relijioso, instructivo
i literario, dedicado a la juventud (1874), El Siglo (1874), El Ciudadano (1875), La Lechuza (1875),
El grito del cautivo (1875) y El Mirador (1876).
21. Silvestre Balcázar, “La libertad de imprenta”, Medellín, 14 de febrero de 1861.
BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 5, D. 12.
22. Luis Javier Villegas Botero, Las vías de legitimación de un poder. La administración
presidida por Pedro Justo Berrío en el Estado Soberano de Antioquia, 1864-1873 (Bogotá: Colcultura, 1999), 36-44; Patricia Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad en Colombia. Medellín
y Antioquia, 1850-1930 (Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2004), 45.
23. Luis Javier Ortiz Mesa, “Antioquia durante la federación, 1850-1885”, Anuario de
Historia Regional y de las Fronteras, n.° 13 (2008): 68-77.
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la sociedad antioqueña en la que quedaron pocos escenarios para el disenso.24
Durante los más de doce años de hegemonía conservadora en Antioquia,
diversos funcionarios, desde secretarios de gobierno hasta inspectores de policía, se encargaron de atacar la ley de prensa, mas no de restringir la circulación
de lo impreso. Este acatamiento de la libertad de imprenta atendió, más que a
sus afinidades ideológicas, a sus concesiones frente a la legislación radical. El
gobierno, en lugar de recurrir a la censura abierta, empleó una estrategia mucho más efectiva para hacerle frente. Entre 1864 y 1876 la desaprobación social
se convirtió en el dispositivo con el que se proscribió el ideario liberal y se escarmentó a quienes no estaban alineados en torno al círculo cercano de Berrío.
Aunado a esto, la causa conservadora promovió una ofensiva publicitaria,
evidente en el surgimiento de nuevas imprentas, el aumento de las opciones
de lectura y una mayor distribución de las publicaciones. En este período, por
cierto, se establecieron los proyectos editoriales más estables y de mayor alcance a nivel nacional, como La Restauración (1864-1868), El Heraldo (1868-1874)
y La Sociedad (1872-1877).25 Por si fuera poco, la fundación de la Imprenta del
Estado, en septiembre de 1868, representó, como lo destacó su primer director,
la apertura de “un templo más, erigido en Antioquia a la libertad, a la civilización cristiana y al progreso”.26 La desaprobación social, por tanto, delineó una
forma particular de producir y consumir lo impreso en el estado.27
En el decenio de 1860 la labor de desaprobación se efectuó de forma
implacable desde los semanarios editados por Isidoro Isaza, competencia
comercial de Silvestre Balcázar entre 1861 y 1869. Así, mientras Balcázar
cumplía una labor más artesanal en el manejo de su taller, Isaza era un “empresario de la edición”, como prefería presentarse a sí mismo, con lo cual
remarcaba las brechas que los distanciaban política, económica e intelectualmente. La Restauración, baluarte ideológico del conservatismo, publicó una
columna anónima que condenaba la absoluta libertad de imprenta por sus
garantías irrestrictas para “difamar, calumniar, injuriar i vulnerar de cual24. Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad..., 45-48.
25. Sobre la ofensiva publicitaria desplegada por el catolicismo, véase Loaiza Cano,
Poder letrado. Ensayos..., 145-194.
26. Néstor Castro, “Imprenta del Estado Soberano de Antioquia”, Medellín, 28 de
septiembre de 1868. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 6, D. 76.
Énfasis añadido.
27. Sidney Monas, “Censorship as a Way of Life”, en Perspectives on Literature and
Society in Eastern and Western Europe, eds. por Geoffrey A. Hosking y George F. Cushing
(Nueva York: Palgrave Macmillan, 1989), 8; J. M. Coetzee, si bien se muestra reacio a compartir que la reprobación sea una expresión de censura, acepta que hay circunstancias en
que el control moral puede ser lo suficientemente asfixiante como para restringir la producción y el acceso a determinados materiales de lectura. Véase J. M. Coetzee, Contra la
censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar (Bogotá: Debate, 2007), 35, 279-280.
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quier manera la reputacion ajena”. El texto salió a raíz de una publicación en
la que, al parecer, se atacaba a algunos diputados, pero en lugar de hacerle
frente, optó por poner en entredicho la “honradez” de los impresores que
daban lugar a este tipo de publicaciones, que, por supuesto, no tenía cabida
en “las prensas del editor de este periódico [Isaza]”. Concluía la nota exhortando a los publicistas a que hicieran uso de la imprenta como debía ser, es
decir, difusora de “las sanas doctrinas políticas i la fuente de la moralidad
i de las buenas costumbres”.28 Tampoco bastó con descalificar el trabajo de
Silvestre, la tipografía familiar —la imprenta de “ñor Bacaza”, en clara referencia a Manuel Antonio Balcázar— fue expuesta como símbolo del atraso
editorial de Medellín, recurriendo, paradójicamente, a un momento en que
era la única disponible en todo el estado. Así lo hizo el periódico literario El
Oasis al reproducir una carta de uno de sus lectores, en la que se recordaba
una publicación de 1847 para enfatizar que se trataba de una época que, por
fortuna, pasó “para no volver”.29
Las reservas frente a Balcázar hacían parte de un proceso en boga de
reprobación social del liberalismo. Los constantes señalamientos aludían a
una concepción conservadora de lo impreso ampliamente reproducida en
la sociedad colombiana, con el agravante de que en Antioquia, lejos de ser
una estrategia particular, se efectuó como política de la administración local.
A los ojos de los conservadores, Balcázar encarnaba ese tipógrafo sin escrúpulos, dispuesto a azuzar todo tipo de pasiones con tal de cumplir con sus
contratos, tal como lo representó José María Vergara y Vergara.30 El impresor
“contratista” se distinguía por su falta de criterio, de ahí que los redactores
de La Restauración hicieran hincapié en que el oficio del tipógrafo no debía
propender por el “lucro pecuniario”.31 A esto se sumaba el tipo de impresos
que predominaban en su repertorio: hojas sueltas que servían para difundir
calumnias en una época en la que la absoluta libertad de imprenta dejaba
vulnerable a la población. En este mismo sentido, José María Samper anatematizó los volantes porque, dada su naturaleza, eran impresos ligeros a
través de los cuales no circulaba ni la ciencia ni la literatura. Se trataba, una
vez más, de un abismo que distinguía intelectualmente a quienes recurrían a
este tipo de impresos. Sin lugar a dudas, el problema más difícil de combatir,
sostenía, es que había impresores “nada escrupulosos en materia de moralidad” que no tenían reparos en fomentar la “irresponsabilidad legal” cada
vez que hacían crujir sus prensas.32
28. “Libertad de imprenta”, La Restauración, 12 de septiembre de 1867, 587-588.
29. Z. I. X., “Carta segunda”, El Oasis. Periódico literario, 18 de enero de 1868, 16.
30. Vergara y Vergara, Olivos y aceitunos..., 98, 161-162.
31. “Libertad de imprenta”, La Restauración, 12 de septiembre de 1867, 588.
32. Samper, Memorias académicas sobre la misión..., 29-30.
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Para entonces, las hojas sueltas cargaban con un desprestigio compartido
por liberales y conservadores, por eso, más allá del papel de Balcázar, cabe
preguntarse por qué el discurso de oposición solo adquirió una relativa regularidad a través de este formato. El volante fue la alternativa más eficaz
—y en ocasiones la única— para refutar la información oficial o denunciar los
excesos de algún funcionario, sin tener que asumir los gastos y, sobre todo, los
riesgos que implicaba la edición de un periódico.33 El Índice interrumpió sus
entregas momentáneamente en 1866 haciendo hincapié en la “ingrata i peligrosa labor de sostener un periodico liberal en esta tierra”.34 En aquel momento hubo un ejercicio sistemático por deslegitimar los materiales que salían de
la imprenta de Balcázar, incluso aquellos que no tenían ningún trasfondo partidista. Esta labor se recrudeció cuando los liberales comenzaron a alentar una
sociabilidad política en el estado para hacerle frente al proyecto conservador.
En 1871, los liberales volvieron a presentarse a una votación, algo que
no habían hecho desde el triunfo militar de los conservadores. Dos años después se llevaron a cabo las elecciones a la asamblea y a la presidencia, en la
cual se elegía el reemplazo de Pedro Justo Berrío.35 Los períodos electorales,
como lo ha demostrado Eduardo Posada Carbó, traían consigo momentos
de exacerbación que tendían a desenvolverse en escenarios de violencia y
confrontación no ligados por completo a la contienda electoral.36 Sin que se
pueda acotar exclusivamente al fenómeno eleccionario, lo anterior permite
explicar por qué se hizo más riesgoso para un impresor de oposición ejercer
su labor a partir de 1873. En junio de ese año el inspector de policía de la
ciudad, Nicasio Escovar, sacó a la luz un volante titulado “Una exitacion” en
el que amenazaba a Silvestre Balcázar.37 Ante esto, el tipógrafo dirigió una
comunicación al presidente del estado en el que lo conminaba a instruir sumario contra el funcionario y tomar las medidas del caso para hacerle frente
a la intimidación oficial. Como sostenía Balcázar,
solamente aquí se ve que un empleado público con la mayor tranquilidad del
mundo, amenaza á muerte á un impresor, porque no quiere satisfacer sus caprichos, caprichos que tienen que cejar ante las garantías que concede la ley sobre
33. Un papel suelto que circuló en 1873 en Medellín señalaba: “Nuestro único objeto
es procurar, por medio de la prensa, que el órden de cosas existentes no continúe i para
eso bastan las hojas volantes”. “Nuevas acusaciones”, Medellín, 24 de mayo de 1873. BCGD,
colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 6, D. 305. Énfasis añadido.
34. El Índice, 27 de junio de 1866: 1 [portada].
35. Villegas Botero, Las vías de legitimación..., 107-146.
36. Eduardo Posada Carbó, “Elecciones y guerras civiles en la Colombia del siglo XIX:
la campaña presidencial de 1875”, Historia y Sociedad, n.° 4 (1997): 87-121.
37. Por desgracia, esta hoja suelta no ha podido ser hallada en las colecciones consultadas.
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libertad de imprenta y que ante la dignidad y carácter de ese impresor, que no porque sea un hombre sin títulos y sin fortuna, deja de comprender su alta mision y los
deberes que élla le impone.38
La respuesta del secretario de gobierno, Luis Mejía, fue un fiel reflejo de la
posición de los conservadores frente a la absoluta la libertad de imprenta, particularmente de los funcionarios de Antioquia, ya que se encargó de puntualizar
que, conforme a las garantías constitucionales, el inspector no había incurrido en
ningún hecho “criminoso”.39 A pesar de esta respuesta, fue imposible contener los
papeles sueltos que reseñaron, no sin preocupación, el amedrentamiento al que
las autoridades locales sometían a un pequeño impresor. En este sentido, Santos
Jaramillo, asiduo colaborador de El Índice, esperaba seguir remitiendo sus manuscritos para que fueran publicados en Medellín con el fin de continuar debatiendo,
siempre y cuando, claro está, “el Inspector de policía ó algun otro de vuestros
sicarios, no mar[que] un punto final, en la frente del impresor Balcázar”.40 Esta también
se presentó como la oportunidad para recordar el rol que Balcázar llevaba desempeñando en la sociedad antioqueña desde la década de 1850 y cómo su labor era
un ejemplo de resistencia frente a los inagotables embates conservadores:
no será esta la primera ocasion, (si ahora vuelve á suceder) en que su imprenta
haya sido fundida para balas por un arbitrario mandarin: no es solo ahora que él
i toda su honrada familia han sido vejados por los sicarios del poder; ni será esta
la primera persecucion de que él será blanco por el enorme delito de cumplir con
su deber para dar pan á su desventurada familia. Ya lo hemos visto incontrastable ir á una inmunda prision sin miedo ni vacilaciones, soportar duro tratamiento como recluta por muchos dias, é ir enfermo, al desierto, por idéntico crímen.
Pero que entiendan los señores del poder que el señor Balcázar nada teme, que
no está solo, i que llegado el caso, el pueblo entero estará con él.41
En un volante posterior se retomaron las amenazas del inspector de policía para exponer el uso “responsable” de lo impreso que detentaban los conservadores: “los escritores gobiernistas [tienen] el cinismo de decir que de las
prensas de Balcázar salen estampadas la calumnia i la bajeza, i cierran los ojos
para no ver que de las del Estado salen, vomitadas por un empleado público,
38. Silvestre Balcázar, “Solicitud del señor Silvestre Balcázar, y resolucion que sobre
ella recayó”, Boletín Oficial, 21 de julio de 1873, 186. Énfasis añadido.
39. Luis M. Mejía A., “Solicitud del señor Silvestre Balcázar, y resolucion que sobre
ella recayó”, ibíd., 186-187.
40. Santos Jaramillo J., “Al grano”, Medellín, 1873. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 6, D. 285, 4.
41. “Garantias constitucionales en Antioquia. Libertad de industria”, Medellín, 24 de
junio de 1873. Ibíd., D. 311.
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las mas negras i serias amenazas á muerte!”.42 La comparación traía al escenario público algo que solo se achacaba a la imprenta de Balcázar: la publicación
de hojas sueltas y, con estas, la difamación y el anonimato.43 Resulta necesario
resaltar las denuncias sobre el empleo partidista del establecimiento tipográfico oficial, pues desde que entró en funcionamiento se había convertido en un
agente político más. Entre 1864 y 1868 era posible argüir que existía una rivalidad ideológica y comercial entre dos tipógrafos particulares y que el cruce
de impresos podía comprometer a algún funcionario. Para el decenio de 1870,
en cambio, eran directamente los empleados públicos quienes promovían una
sanción moral sobre el único impresor de la región que daba lugar al disenso.
La actividad política de los trabajadores de la Imprenta del Estado fue decisiva
en la sociabilidad conservadora; por ejemplo, en agosto de 1876 se adhirieron
públicamente a la causa confesional ante el inminente estallido de la guerra.44
Una muestra patente de cómo la simple elección de un lugar de impresión se había convertido en un acto político se aprecia en el cubrimiento
de una masacre ocurrida en Aguacatal, fracción de Medellín, a finales de
1873. Este crimen se convirtió en una causa célebre a nivel nacional y, como
tal, contó con gran cobertura a través de folletos, periódicos, hojas sueltas e,
incluso, un libro. A tan solo unos días del asesinato circuló en Medellín la
primera hoja suelta que señalaba supuestas inconsistencias en el proceso.
El inspector de policía, Nicasio Escovar, el mismo que había amenazado al
impresor, publicó un volante, junto a Antonio J. Isaza y Alberto Ramírez, en
el que defendía la labor adelantada por la autoridad local. Para esto, puntualizaban que “los graves é injustos cargos” contra la administración de
justicia de la ciudad provenían de las prensas de Balcázar, como si la sola
procedencia del impreso sirviera de contraargumento.45 Ante la andanada
de impresos, algunos funcionarios tomaron la decisión de retirarse del proceso por la intromisión de la prensa en el poder judicial, como ocurrió con
el juez y fiscal primero del circuito criminal de Medellín. A finales de mayo
de 1874, El Heraldo, “órgano semioficial”, cuestionó el auto del juez primero
y esperaba que el Tribunal Superior modificara la decisión “de manera que
satisfaga a la opinión pública”.46 Tres meses después de su renuncia, Juan de
Dios Mejía, exfiscal primero, realizó una breve presentación sobre el papel
42. “Señor don Nicasio Escovar”, Medellín, 25 de junio de 1873. Ibíd., D. 312.
43. Sobre la exigencia de las firmas de quienes se acercaban a la Imprenta del Estado,
véase “Las obras de palacio”, Medellín, 30 de mayo de 1873. Ibíd., D. 308.
44. “Manifestación”, Boletín Oficial, 12 de agosto de 1876, 655-657.
45. “ ‘Un magistrado’ ”, Medellín, 12 de diciembre de 1873. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 6, D. 357.
46. Citado en Juan José Hoyos, Un pionero del reportaje. Francisco de Paula Muñoz y “El
crimen de Aguacatal” (Medellín: Hombre Nuevo, 2002), 49. Énfasis añadido.
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de la prensa; paradójicamente, estaba más interesado en replicar los papeles
en los que había sido criticado por su renuncia, que en justificar qué lo llevó
a separarse del proceso. Así, en lugar de denunciar a los administradores de
la Imprenta del Estado, donde se componía El Heraldo, Mejía acusó, lanza en
ristre, al establecimiento tipográfico de Balcázar, ya que de sus “degradadas
prensas”, “no siempre respetuosas de la ajena reputación, ha venido á desempeñar la tarea, poco envidiable por cierto, de hacer coro á los censores”.47
Luego del triunfo radical en la guerra civil y del reacomodo de los liberales en los diferentes cargos de la administración local, Silvestre Balcázar fue
nombrado regente de la Imprenta del Estado.48 Poco importó que cerrara su
establecimiento tipográfico, Balcázar continuó representando una forma de
administrar la imprenta que no compaginaba con la “responsabilidad” de los
publicistas conservadores. En 1878, tres años después del cierre de El Ciudadano, uno de sus redactores, el comerciante Constantino Martínez, afirmó que
la publicación había sido clausurada a causa de la venalidad del director de
la imprenta. Según él, el gobierno de Recaredo de Villa aprovechó la precaria situación económica del tipógrafo para sobornarlo: “viendo infructuosos
cuantos medios habían empleado para contenernos, compraron la voluntad
de la familia que poseía la única imprenta libre con que contábamos”.49 Inmediatamente, como era de esperarse, circuló un volante que rechazaba que la
publicación hubiera sido suspendida “por haber sido compradas las dueñas
de la imprenta”.50 Sea como fuere, la última entrega de El Ciudadano, en octubre de 1875, circuló con un anuncio sugerente o cuando menos peculiar: “La
demora del presente numero no ha sido culpa del impresor”.51
Como se hizo por años con las publicaciones de Isidoro Isaza, los redactores de El Centinela tampoco escatimaron al momento de señalar a qué impresor no emular. Así como El Oasis recordaba de forma anacrónica el atraso
editorial de la ciudad de la mano de Manuel Antonio Balcázar, en 1878 El
Centinela también se aseguró de recordar que, una década atrás, los lectores
se acercaban “con avidez al principio, con repugnancia despues, con horror al
fin aquella produccion que vomitaba la prensa del señor [Silvestre] Balcázar”.52
47. Juan de D. Mejía, El crimen de Aguacatal y el ex-fiscal 1.° del circuito de Medellín, Juan
de D. Mejía (Medellín: Imprenta de Gutiérrez Hermanos, 1874), V. BCGD, colección Patrimonio Documental, folletos Misceláneos, FM/135. Énfasis añadido.
48. “Decreto nombrado Director de la tipografía del Estado”, Rejistro Oficial, 11 de
abril de 1877, 2.
49. Constantino Martínez, “Una vez más”, Medellín, 16 de julio de 1878. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 292. Énfasis añadido.
50. “Por la primera vez”, Medellín, 19 de julio de 1878. Ibíd., t. 7, D. 345.
51. “Avisos”, El Ciudadano, 5 de octubre de 1875, 124.
52. “Galería de contemporáneos”, El Centinela, 25 de octubre de 1878, 70. Énfasis añadido.
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un imPresor de los “enemigos
de las instituciones”
Al término de la década de 1870, Antioquia atravesó por una inestabilidad política que no experimentaba por lo menos desde 1862, cuando culminó la confrontación armada y se sentaron las bases del proyecto radical en
la convención de Rionegro. En 1877, luego de la victoria en Manizales que
marcó el desenlace de la guerra, el general caucano Julián Trujillo fue elegido como jefe civil y militar del estado de Antioquia, cargo que ocupó poco
tiempo antes de trasladarse a Bogotá para asumir la presidencia de la unión.
A lo largo de los cuatro años de su mandato, Antioquia fue gobernada por
delegados: Daniel Aldana, Tomás Rengifo y Pedro Restrepo Uribe. Durante
ese período se evidenció una pugna feroz entre las facciones liberales por
el control del estado, especialmente entre 1877 y 1879 mientras gobernaron
Aldana y Rengifo.53 En estos años, no en vano, se presentaron los principales
hechos de desestabilización política: un levantamiento de un batallón de la
guardia nacional en 1878, una revuelta liderada por independientes con el
apoyo de cierto sector del conservatismo en los primeros meses de 1879 y
una breve “revolución radical” a comienzos de 1880. La única forma como
los liberales lograron permanecer en el poder fue mediante la presencia de
la guardia nacional. Además del reacomodo de las fuerzas políticas, otros
factores —culturales, si se quiere— signaron los primeros años de la denominada “ocupación liberal”.54 Por un lado, quienes llegaron a ejercer la presidencia del estado, así como buena parte las tropas acantonadas, eran “extranjeros”, esto en una región que, como se ha señalado, el aislamiento había
sido parte fundamental de su proyecto político. Por el otro, más importante
aún para la arraigada mentalidad católica, el anticlericalismo de los liberales
foráneos, particularmente de Rengifo, profundizó las divisiones incluso entre sus copartidarios en Medellín, quienes no compartían su animadversión
frente a los sacerdotes.55
Ante este nuevo panorama, la disposición y la orientación en el uso de
la imprenta cambió. Los liberales, que hasta ese momento solo habían teni53. De acuerdo con María Virginia Gaviria Gil, se trató de una pugna entre aldanistas
y rengifistas, ya que la cercanía de Tomás Rengifo con los radicales de Antioquia se debió
más bien a un ejercicio de pragmatismo político para poder tener un relativo control del
Estado, que por afinidad ideológica. María Virginia Gaviria Gil, “Radicales e independientes en la política antioqueña, 1877-1885”, Historia y Sociedad, n.° 7 (2000): 130.
54. Londoño Vega, Religión, cultura y sociedad..., 48-52.
55. Luis Javier Ortiz Mesa, Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880
(Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2010), 291-297.
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do acceso a la prensa de Silvestre Balcázar, centraron su actividad editorial,
tanto oficial como particular, en la Imprenta del Estado. Esta centralización
de la labor tipográfica en la ciudad impidió que radicales e independientes
lograran establecer un sistema de producción paralelo a través de imprentas
privadas. Los conservadores, por su parte, disponían de un circuito de comunicación que operaba en Antioquia hacía más de una década. Por si fuera
poco, tenían a su disposición varios establecimientos tipográficos cuyos propietarios se destacaban por su férreo compromiso político, como los hermanos Gutiérrez, Nazario Pineda y Alejandro Hernández. No solo se trató de
la reconfiguración de los espacios de impresión disponibles en la ciudad, la
inestabilidad política propició que lo impreso estuviera condicionado para
los publicistas conservadores. Entre 1877 y 1879 el gobierno liberal de Antioquia recurrió abiertamente a la intimidación y al uso de la fuerza para
restringir la propagación de las publicaciones conservadoras.
A partir de 1877 surgieron publicaciones como El 5 de abril, La Libertad y
Los Tartufos que se encargaron de apoyar el liberalismo, pero sobre todo de
combatir el lastre de la hegemonía conservadora. Con este propósito, el periódico de sátira Los Tartufos lanzó la “Inhumacion del difunto Gobierno” en
el cual se representaba el entierro colectivo de los falsos devotos que habían
caído en la derrota ultramontana. A pesar de la gran cantidad de decesos, en
la procesión fúnebre aún se divisaban figuras insepultas del conservatismo:
“I entre otros de Medellin / Vi los Gutiérrez hermanos / Que repartian a dos
manos / Mentiras del ‘Boletin’ ”.56 La referencia a Rufino y José I. Gutiérrez,
no estaba de más, por años, su actividad editorial estuvo ligada a la causa
católica, tanto por sus periódicos como por sus contratos con la Diócesis de
Medellín.
Acusados de incitar y promover clandestinamente la insurrección, a los
hermanos Gutiérrez se les confiscó la prensa al término del conflicto. En septiembre, luego de tres meses de inactividad, los editores sacaron a la luz una
denuncia pública en la que exponían los pormenores del decomiso. Los propietarios de la imprenta hicieron hincapié en la vulneración de las libertades
de industria e imprenta, pero además señalaron un aspecto crucial concerniente a la información que resguardaban en su propio taller. Culminada
la guerra civil importaba acallar un medio de comunicación, por supuesto,
pero era más importante mapear quiénes habían sido los azuzadores por
parte del bando confesional. Por eso señalaban que la revisión de sus archivos durante el allanamiento podía implicar “perjuicio á un tercero, que ha
confiado á nuestra lealtad sus secretos”. Los hermanos Gutiérrez finalizaron
56. “Inhumación del difunto Gobierno o sean los funerales de los tartufos”, Los Tartufos, 12 de julio de 1877, 31.
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su exposición indicando que su imprenta estaba nuevamente en funcionamiento y así permanecería “hasta que el Gobierno disponga otra cosa”.57
No en vano, el primer editorial de El Centinela estuvo dedicado a la libertad de prensa. A diferencia de la postura que había predominado entre
los conservadores más recalcitrantes de la ciudad, el periódico se presentó,
extrañamente, como un defensor de la “absoluta” libertad de imprenta e,
incluso, arremetió contra quienes pretendían cercenarla. En el texto, que parecía más un manifiesto liberal, se aventaba de forma retórica la siguiente
pregunta: “¿Qué puede marcar el punto preciso donde termina el derecho y comienza el exceso [...]? Señalad límites al pensamiento, ponedle cadenas á la idea
y llenad de mordazas la palabra: entónces habreis sido lógicos borrando de
nuestros códigos la libertad de imprenta”.58 Desde sus primeras entregas el
semanario suscitó no poco desconcierto entre sus lectores. Es probable que
por esta interpretación de la garantía irrestricta sobre la libre expresión, los
redactores de El Zipa de Bogotá hayan introducido entre sus lectores a El
Centinela, en un primer momento, como una publicación liberal.59 Un mes y
medio después rectificaron su apreciación y explicaron que lo habían considerado así porque no creían que los conservadores pudieran mantener un
periódico de este tipo en un “régimen militar” como el de Antioquia.60
A lo largo de sus 20 números, El Centinela entabló un enconado “debate”
con El Guardián, al cual presentó desde el principio como un “cancerbero” de
la administración liberal.61 Uno de los principales puntos de discordia fue el
anonimato bajo el cual se protegían los redactores de ambas publicaciones,
con la salvedad que el semanario satírico proporcionaba el nombre de su
impresor, editor y agente comercial. Nazario Antonio Pineda, “artesano honrado, pobre i laborioso”,62 logró establecer su taller de impresión recién en
1878, pero lo respaldaba una extensa trayectoria: había estado vinculado por
lo menos desde 1860 a las imprentas pro católicas, como la de Isidoro Isaza y
la de la Diócesis, y a los proyectos editoriales conservadores más relevantes
de la ciudad, entre ellos, La Sociedad.63 Por si fuera poco, había sido uno de los
57. Gutiérrez Hermanos, “Garantías!”, Medellín, 17 de septiembre de 1877. BCGD,
colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 141.
58. “La prensa libre”, El Centinela, 1 de junio de 1878, 1. Énfasis añadido.
59. Véase “Exposición de París”, El Zipa, 4 de julio de 1878, 570.
60. “El Guardián”, El Zipa, 22 de agosto de 1878, 63.
61. “El Guardián”, El Centinela, 8 de junio de 1878, 6.
62. Constantino Martínez, “Otra explicación”, Medellín, 28 de mayo de 1878. BCGD,
colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 251.
63. La Sociedad (1872-1877), junto con El Tradicionista de Bogotá y Los Principios PolíticoReligiosos de Popayán, hizo parte de lo que Gilberto Loaiza Cano ha designado como la
“tercera etapa del periodismo católico” colombiano del siglo XIX. Loaiza Cano, Poder letrado. Ensayos..., 157.
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empleados tipográficos que no continuaron en la Imprenta del Estado luego
de que su dirección pasara a manos de los liberales. Como editor tenía poco
más de un año de experiencia por su labor al frente de Novedades, desde el
cual se había encargado de promover la literatura, “que es como fomentar el
hambre”.64 No es de extrañar, pues, que Pineda hubiera sido el responsable
de El Centinela, periódico que procuró zaherir a los funcionarios del gobierno
local, sobre todo, de condenar al liberalismo radical. Y es que este, según sus
redactores, había conducido a la degradación de las élites del país y estas,
a la del pueblo, pues a lo largo de 15 años de dominación había gestado
una inmoralidad tal que los ultrajes a las garantías individuales no solo eran
comunes, sino aceptados con “aplausos y vítores”.65 La publicación no solo
se conformó con señalar la necesidad de una reforma para curar la “elefantiasis” que afectaba al país —que no era otra que el proyecto radical—, sino
que se encargó de hacerle eco al ideario regenerador del líder independiente
Rafael Núñez.66
Para mediados de 1878 los rumores de motines eran recurrentes, se
sustentaban en la injerencia política de las tropas de la guardia colombiana
acantonada en el estado de Antioquia, adeptas en su mayoría a Daniel Aldana. Además, se temía, no de forma descabellada, que una eventual insurrección pudiera contar con el beneplácito del gobierno nacional presidido
por el independiente Julián Trujillo.67 Estos temores comenzaron a manifestarse a partir del 28 de agosto, cuando soldados del batallón Granaderos,
ubicado en Rionegro, se sublevaron contra sus jefes. El levantamiento fue
controlado prontamente, sin embargo, las garantías constitucionales permanecieron suspendidas por alrededor de un mes. El Centinela logró informar
lo acontecido el 30 de agosto y anunció —tal como lo habían indicado los
hermanos Gutiérrez un año atrás— que proporcionaría más detalles “si el
Gobierno nos lo permite”.68 A pocos días del suceso, las autoridades de Medellín condujeron al responsable del semanario satírico a hacer “ejercicio en
el cuartel”, lo mantuvieron retenido durante dos semanas y sus prensas estuvieron inactivas todo el mes de septiembre.69 Hasta entonces los redactores del periódico habían tenido cautela con el trato hacia Tomás Rengifo, es
más, habían reconocido su capacidad para garantizar el orden público en la
celebración de las elecciones para la asamblea legislativa, a pesar del interés
64. “El público, el editor y yo”, Novedades, 15 de diciembre de 1877, 98.
65. “Disociación”, El Centinela, 15 de junio de 1878, 9.
66. “Reformas”, El Centinela, 9 de agosto de 1878, 39.
67. Gaviria Gil, “Radicales e independientes...”, 130.
68. “A última hora”, El Centinela, 30 de agosto de 1878, 54.
69. Posada Carbó, “¿Libertad, libertinaje, tiranía?...”, 197.
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dilatorio de la guardia nacional.70 El acuartelamiento del impresor, no obstante, marcó un punto de inflexión en la composición del semanario y, sobre
todo, puso en evidencia la tensión entre la absoluta libertad de imprenta y el
control de lo impreso mediante la fuerza institucional.
La detención del impresor, en lugar de ser abordada en el editorial, fue
explicada en una alocución apócrifa proferida por el jefe civil del estado, por
un Rengifo tal como lo concebían los conservadores: “[Pineda] habia tenido
el descaro de poner su imprenta al servicio de los enemigos de las instituciones, y era preciso atramojarlo. —Bribon!”.71 Hasta entonces las alusiones
a él se habían limitado a resaltar su papel como editor o a exponer las amenazas que recibía.72 Con la reaparición del semanario, Pineda ya no solo era
su responsable, se había convertido en uno de los personajes que empleaba
la publicación como recurso narrativo para dar a conocer los sucesos de actualidad del estado. A partir de su segundo trimestre, el periódico se había
valido del centinela y del diablo Cojuelo para averiguar y develar la información concerniente a la administración liberal, sin embargo, quien terminó
presentándose como la principal informante fue la bruja momposina que,
aunque medio cegatona, era toda una vidente. Cada semana salía de su refugio, buscaba un lugar para tomar asiento, daba unas cuantas bocanadas a su
chicote y comenzaba a revelar sus hallazgos. Sus reportes los comunicaba al
centinela ya fuera mediante dictados en los que pedía que se hiciera la “letra
clara” y “sin omitir nada”, o a través de la lectura que había preparado antes
de comenzar a perder la memoria.73 Una vez restablecido el orden público,
la bruja dejó de comunicarse con la personificación del periódico y comenzó
a dirigirse directamente con su editor-personaje:
Bruja. —Qué tal hermano Pineda! Despues de la sobita que me la han dado estos
muchachos atolondrados ¿continúa su paternidad emitiendo “El Centinela”?
Pineda. —Sí madrecita: hoy más que nunca estoy resuelto á ello; así es que espero
traiga su merced buenas noticias. [...]
Bruja. —Cabal, hijo. Prepare la pluma y escriba en hermosos carácteres lo que
voy á dictar. Empecemos. (Dictando). “Turbado el órden público en esta coronada villa, capital de las Batuecas, fué menester capturar al inmortal Pineda. (No
se inmute hijo; haga á un lado la modestia y pelillos á la mar). Su delito, ser impresor. Manes de Guttenberg, llorad á moco tendido el ultraje hecho á la absoluta
libertad de imprenta que otorga el cuaderno de Rio-negro, tan mentado!...74
70. “Ciudadano Presidente del Estado”, El Centinela, 2 de agosto de 1878, 37.
71. “Mensaje del jefe del municipio (continuación)”, El Centinela, 25 de octubre de
1878, 67.
72. “Pasquín”, El Centinela, 22 de junio de 1878, 15.
73. “Hechos diversos”, El Centinela, 16 de agosto de 1878, 44-45.
74. “Hechos diversos”, El Centinela, 4 de octubre de 1878, 56. Énfasis en el original.
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En el epígrafe que acompañó la publicación durante 16 entregas (desde el
primero de junio hasta el 11 de octubre), se aseguraba que mientras se garantizara la libertad de imprenta —no una absoluta— era posible contrarrestar el
“despotismo”.75 Sin embargo, los conservadores no eran los únicos que tenían
problema con la legislación de prensa. A mediados de octubre se difundió un
papel suelto en el que se aseguraba que el partido liberal podía arrojarle tanto
a los redactores de El Centinela como a los del Boletín Industrial “la saliva del
desprecio o el golpe que merece el ladron de la honra i de la reputacion ajenas”.
Más allá de la afrenta, el volante señalaba algo esencial, enfatizaba en la necesidad de dar con “los anónimos irresponsables para mostrar a la sociedad que
sí existe la sancion moral”.76 Se trataba, pues, de un reclamo liberal proferido
desde la Imprenta del Estado en donde se exigían represalias por lo impreso.
Los reiterados reclamos por la autoría hacían referencia no solo a la responsabilidad sobre lo escrito; la agitación política y la confusión ante las posturas de
independientes y conservadores hacía cada vez más necesario descubrir quién
hablaba, al menos así lo consideraban los empleados públicos. Conscientes de
esto y en su habitual afán provocador, los redactores de El Centinela llegaron a
aseverar que eran “franco-tiradores del godismo (y áun del liberalismo)”, algo
que procuraban dejar en claro a los funcionarios del gobierno “para que se fijen
bien y vean á quien le tiran”.77 Frente al volante mencionado los encargados del
semanario satírico aseveraron que correspondía a una publicación anexa a El
Guardián, un alcance quizá, por lo que solo restaba despreciar a esa “perrilla
flacuchenta y rabiosa, hija legítima del sarnoso mastín”.78
La virulencia con la que reapareció el semanario no pasó desapercibida
entre el público de la ciudad, algunos lectores expresaron su consternación por
el hecho de que lo impreso, en este caso El Centinela, estuviera cruzando los
límites de lo permitido. Así lo hicieron saber unos “conservadores prudentes”
—que afirmaban haber dejado sus firmas en la Imprenta del Estado—, quienes se lamentaban de que tanta libertad de imprenta “ya es dañina a la salud
publica”.79 Este papel consideraba al semanario no como un periódico político,
sino como un pasquín. Pese a esto, El Centinela cargaba consigo un trabajo editorial más consistente que publicaciones salidas de la imprenta oficial, incluso
75. Como lo señalaron en el editorial del número 13, el “despotismo” se encontraba
afincado en la sociedad colombiana. Véase “El despotismo”, El Centinela, 16 de agosto de
1878, 43.
76. “Cuestión social”, Medellín, 19 de octubre de 1878. BCGD, colección Patrimonio
Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 338. Énfasis añadido.
77. “El Centinela”, El Centinela, 11 de octubre de 1878, 61. Énfasis en el original.
78. “Hechos diversos”, El Centinela, 25 de octubre de 1878, 68.
79. “Pobre tierra esta”, Medellín, 31 de octubre de 1878. BCGD, colección Patrimonio
Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 352.
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llegaba a ser más constante en su emisión que El Guardián.80 Los conservadores
estaban al tanto de la distinción que implicaba el empleo de las hojas sueltas,
en sus páginas condenaban que la ciudad no dejara de inundarse de ese tipo
de “literatura sucia”.81 El semanario satírico reprodujo los argumentos elitistas
sobre la responsabilidad de los textos y los formatos, con los cuales se encargó
de ratificar el uso “responsable” de los publicistas conservadores. Lo particular
de la discusión fue que solo se hablaba en términos de excesos, represalias,
sanciones, responsabilidad, cuando no había una legislación de prensa que ordenara, tipificara o, por lo menos, soportara esta actitud frente a lo impreso. El
Centinela, quizá sin proponérselo, expuso a los liberales del estado, demostró
que ni siquiera los radicales podían asegurar las garantías individuales de forma absoluta. Justo ahí, tal vez, recaía la intriga de su editorial inicial en la que
abrazaba la libertad irrestricta como uno de sus principios. Para entonces el
derecho se estaba haciendo esquivo, mientras que las medidas extralegales se
estaban haciendo cada vez más habituales. En un contexto de agitación política nacional, la incapacidad de mantener una discusión pública a través de lo
impreso sin que terminara en expropiaciones, acuartelamientos o suspensión
de garantías, según la situación, evidenciaba el deterioro de la absoluta libertad de imprenta en la sociedad colombiana y anunciaba su inminente desmantelamiento, tal como se presentó a partir de la década de 1880.
La edición del 1 de noviembre, que terminaría siendo la última, tuvo
como protagonista una vez más al editor-personaje. Se publicó el “Diálogo
entre Pineda y un desconocido”, en el cual se exponía la situación de inseguridad en la que se encontraba el distrito de Sopetrán y en la que se fustigaban las familias y empleados encargados de su administración.82 También se
ofreció la reconstrucción de la conversación entre Pineda y Álvaro Restrepo
Euse, diputado liberal de la asamblea legislativa, quien amedrentó al editor
del periódico en su propia casa, luego de que este se rehusara a proporcionar
los nombres de los colaboradores.83 A la semana siguiente, el propio Pineda
anunció por medio de una hoja suelta la suspensión del semanario y señaló
el estado de indefensión que sentían los conservadores de la ciudad luego
del asesinato de dos copartidarios.84
80. Luego de que El Guardián llevara una semana sin circular, se afirmaba “Si ha
muerto, mejor que mejor. Para nada servía”. “Revista de la ciudad”, El Centinela, 26 de
julio de 1878, 33.
81. “Literatura sucia”, El Centinela, 19 de julio de 1878, 30.
82. “Diálogo entre Pineda y un desconocido”, El Centinela, 1 de noviembre de 1878,
72-73.
83. “La libertad de imprenta”, El Centinela, 1 de noviembre de 1878, 74.
84. Nazario Pineda, “El Centinela”, Medellín, 6 de noviembre de 1878. BCGD, colección Patrimonio Documental, Hojas Sueltas, t. 7, D. 203.
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Unas semanas después, en enero de 1879, estalló una revuelta encabezada
por liberales independientes (adeptos a Daniel Aldana) junto a un sector del
conservatismo. Si bien se auguraba un rápido triunfo sobre la administración
liberal en Antioquia —en remembranza, tal vez, de la victoria obtenida a comienzos de 1864 que dio lugar al longevo gobierno de Berrío—, el conflicto se
prolongó hasta marzo y logró ser controlado por la guardia nacional.85 La fallida rebelión suscitó una reacción contra los proyectos editoriales señalados de
promoverla, que concluyó con los embargos de las imprentas de Gutiérrez hermanos —esta vez, de forma definitiva— y de Nazario Pineda. El editor de El
Centinela había presenciado 17 años atrás la expropiación sufrida por el editor
conservador Isidoro Isaza y no estaba dispuesto a correr con la misma suerte.
Antes de que las autoridades se llevaran su prensa, quitó “algunas piezas indispensables como el usillo, el tejuelo i la cuña para verificar la precion”, dejándola “completamente inutil”.86 Con esto, Pineda se cercioró de que su imprenta
no sirviera de ninguna forma a la promoción del liberalismo en Antioquia.
a modo de cierre
Mientras permanecieron al frente de sus talleres, Silvestre Balcázar y Nazario Pineda fueron personajes ampliamente reconocidos en la sociedad antioqueña. Su notoriedad, curiosamente, suele contrastar con su mutismo. Entre
ambos impresores había diversos niveles de visibilidad, por supuesto, pero en
el transcurso de estos años no se destacaron como portavoces de ninguna expresión política (ni siquiera Pineda, quien mayor compromiso partidista detentaba). Para acercarse a ellos hay que rastrearlos en sus propias publicaciones,
a través de alusiones indirectas en fragmentos sobre la libertad de imprenta o
en notas sobre el movimiento tipográfico de Medellín, en las que, más que presentarlos, se les solía recriminar por la calidad de su trabajo, los textos a los que
daban lugar, los escritores que encubrían y, cómo no, la calumnia que estaban
dispuestos a diseminar. En torno a ellos siempre había ruido; eran nombrados
constantemente en los papeles y semanarios, lo cual ratifica que los intermediarios de la edición no solo facilitaban la discusión en el espacio público a través
de sus prensas, sino que también se veían inmersos en el debate político.
Los impresores adquirieron mayor relevancia en la segunda mitad del
siglo XIX por las políticas de lo impreso, sin embargo, no fueron los únicos
85. Gaviria Gil, “Radicales e independientes...”, 132; Ortiz Mesa, Obispos, clérigos y
fieles..., 291-297.
86. Diego Lince, “Señor secretario de Gobierno i Guerra”, Medellín, 14 de julio de
1879. Archivo Histórico de Antioquia (AHA), fondo República, sección Documentos, t.
1974, D. 1, ff. 9r-9v.
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215
intermediarios que hicieron posible la profusión de periódicos y sueltos en
Antioquia a partir de la década de 1860. Interrogarse por los otros agentes
de la edición requiere comprenderlos conforme a las dinámicas locales: buscar a los operarios de las imprentas, los encuadernadores, los vendedores
que comerciaban con periódicos y libros, los comerciantes de papel que vendían suministros de imprenta, las agencias comerciales que promocionaban
ediciones y tenían relación directa con establecimientos tipográficos, entre
otros. Esta tarea es fundamental para poder establecer un panorama más
completo del mundo de la edición en Colombia a lo largo del siglo XIX. Pero
sobre todo porque implica pensar en lo impreso como algo más común a
la vida pública decimonónica, no solo como una realidad a la que accedía
y fomentaba la élite política e intelectual a través de sus propias empresas
editoriales. Esta búsqueda y reflexión sobre los intermediarios, como se ha
demostrado, también permite acercarse a materiales de lectura que han sido
menospreciados en los estudios sobre la cultura impresa.
Las hojas sueltas, por ejemplo, fueron tan solo una de las expresiones de
la ebullición de lo impreso en la vida cotidiana. Sin duda, predominaron los
volantes de tinte político, pero la agitación partidista no fue su único uso. A
través de estos se difundieron versos, obituarios, retractaciones, prospectos
de nuevas publicaciones, programaciones de eventos cívicos, catálogos de
agencias comerciales, remedios y métodos para tratar enfermedades, instructivos de agricultura, entre otros. El rechazo a los papeles sueltos, más que
por su contenido, recayó en su uso, en su capacidad de hacer ordinaria una
comunicación que habitualmente requería de una mediación editorial para su
difusión. Lo que resulta particular es que todavía se reproduzcan los mismos
argumentos elitistas con los cuales se pretendió menguar una comunicación
más ordinaria a través de lo impreso y que se desconozcan las piezas que
caracterizaron la lectura fragmentada del siglo XIX en Colombia. Además,
los papeles sueltos sacan a la luz, quizá como ningún otro formato, los debates públicos, ya que buena parte de estos eran respuestas a afirmaciones
o acusaciones emitidas en otros volantes o en periódicos. Tampoco se puede
desconocer que la prensa, en su afán moralizador, reimprimía y refutaba permanentemente los rumores que se difundían en las calles a través de las hojas
sueltas. Excluir un tipo de impreso significa, inevitablemente, prescindir del
diálogo implícito que cargan consigo los diversos materiales de lectura, así
como de los agentes que hacen posible todo el sistema de comunicación. Estas
omisiones, en últimas, lo único que consiguen es privar a lo impreso de su
valor sociocultural.
216
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fuentes y bibliografía
FUENTES PRIMARIAS
Archivos
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Fondo República.
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Colección Patrimonio documental
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El Centinela. Medellín, 1878.
El Ciudadano. Medellín, 1875.
El Índice. Medellín, 1866.
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El Zipa. Bogotá, 1878.
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Rejistro Oficial. Medellín, 1877.
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Bogotá: Imprenta Nacional, 1909.
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Echeverría Hermanos, 1853.
Constitución política de los Estados Unidos de Colombia, sancionada el 8 de mayo de 1863.
Bogotá: Imprenta i estereotipia de Medardo Rivas, 1871.
Constitución política para la Confederación Granadina, sancionada el día 22 de mayo de
1858. Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1858.
Echeverri, Camilo Antonio. Artículos políticos y literarios. Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 2011.
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T. XIV. Bogotá: Imprenta Nacional, 1929.
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diálogo crítico
Presentación. La república católica y la base social
del velasquismo en debate
Foreword. The Catholic Republic and the social
basis of The Velasquism on debate
Apresentação. A república católica
e as bases sociais do velasquismo em debate
https://orcid.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.3041
En esta edición, el Diálogo Crítico presenta dos discusiones. En primer lugar,
el debate sobre “La república católica: conceptos, repertorios, memorias y transnacionalismo”, sobre un conjunto de estudios publicados por Carlos Espinosa
(Universidad San Francisco de Quito) y Cristóbal Aljovín (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú).1 Estos aportes fueron discutidos por Guillermo Bustos (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador), Valeria Coronel
(FLACSO Ecuador), Alexis Medina (Universidad del Franco Condado, Francia),
Luis Vizuete (El Colegio de México) y por sus autores.
La discusión sobre el republicanismo católico en los contextos ecuatoriano y
global abre interrogantes válidas para reconsiderar la experiencia conservadora
y el ultramontanismo, las multiformes agencias de la Iglesia (¿o iglesias?) en su
lucha por mantener su presencia dentro de sociedades y estructuras estatales en
transición o sobre el instrumental empleado en el terreno de la sociabilidad y la
acción política, en el contexto de la secularización.
En segundo lugar, presentamos el debate sobre el estudio de Ximena Sosa
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972 (Quito: FLACSO Ecuador / Abya-Yala,
1. Cristóbal Aljovín y Carlos Espinosa, “Conservadurismo católico en clave romana:
Ecuador, 1860-1895”, Ayer: Revista de Historia Contemporánea 119, n.º 3 (2020): 47-74; Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Non possumus: Los repertorios políticos del clero en
la disputa por la secularización en el Ecuador posgarciano (1875-1905)”, Historia 50, n.º
2 (julio-diciembre 2017): 471-490; Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Conceptos clave
del conservadurismo en Ecuador, 1875-1900”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura 42, n.º 1 (enero-junio 2015): 179-212; Carlos Espinosa y Jordi Canal, “La memoria
transnacional de Gabriel García Moreno: la imagen póstuma del caudillo católico en Ecuador, Francia y Roma (1875-1921)”, Historia Crítica, n.º 75 (2020): 3-23; y Carlos Espinosa,
“Repensar la derecha: democracia cristiana, corporativismo e integralismo en Ecuador en
la entreguerra (1918-1943)”, Historia 396 8, n.º 2 (2019): 55-90.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 221-222. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
222
Procesos 54, julio-diciembre 2021
2020). El diálogo incluye a Catalina León Galarza (Universidad de Cuenca), Tatiana Salazar Cortez (Universidad del País Vasco), Patricio Moncayo (Universidad de las Américas) y a la autora del libro.
Esta refrescante conversación reconsidera las interrogantes sobre la variada
configuración de la base social de Velasco Ibarra, desde su emergencia en la década de 1930 hasta su eclipse político en los años 1970, mediante un escrutinio
que incorpora preguntas formuladas desde el género, la cultura política y la memoria histórica.
Santiago Cabrera Hanna
Editor de la sección
Comentarios sobre
la república católica
En torno a la república católica
About the Catholic Republic
Apontamentos ao redor da república católica
Guillermo Bustos
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-4830-3380
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.3060
Esta mesa redonda constituye una grata ocasión para reflexionar sobre
la contribución que los historiadores Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín escribieron en torno a repensar históricamente el siglo XIX ecuatoriano y, de
manera específica, la relación entre religión y política, los procesos de secularización y la trayectoria de la república católica. La reflexión que los autores
presentan se desarrolla acertadamente en el marco de los debates contemporáneos que componen la nueva historia política latinoamericana y la historia
conceptual. Espero que este panel motive la lectura de sus trabajos y, sobre
todo, concite el interés de ahondar en el análisis de los problemas históricos
que ellos se ocupan. Sobre esta base, describiré algunas de sus aportaciones y
formularé a los autores determinadas inquietudes para animar la discusión.
De los cinco artículos que forman el objeto de esta conversación, escritos
en coautoría, me voy a referir, principalmente, a los que buscan caracterizar
el conservadurismo católico ecuatoriano, grosso modo, durante la segunda
mitad del siglo XIX e inicios del siglo siguiente. Empiezo por los trabajos que
se dedican a analizar la trayectoria del conservadurismo católico durante los
períodos garciano (1860-1875) y posgarciano (entre 1875 e inicios del siglo
XX).1 Estos artículos estudian la naturaleza del régimen y su proyecto de
1. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo en
Ecuador, 1875-1900”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 42, n.º 1 (enerojunio 2015): 179-212; Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Non possumus: Los repertorios
políticos del clero en la disputa por la secularización en el Ecuador posgarciano (18751905)”, Historia 50, n.º 2 (julio-diciembre 2017): 471-490; y, Cristóbal Aljovín y Carlos EspiProcesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 224-227. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
Procesos 54, julio-diciembre 2021
225
modernización católica, expresado en la construcción de un Estado confesional y fuertemente centralizado. Los autores encuentran que García Moreno
rechazaba la tesis de la sujeción de la Iglesia al poder civil, dentro del marco
del Estado-nación; y que, por el contrario, se propuso alinear la Iglesia ecuatoriana bajo la autoridad transnacional del Vaticano. En este marco se firma
el Concordato (1862) y se lo ratifica en 1866 y 1881. Una de las aportaciones
centrales afirma que García Moreno impulsó la “romanización” de la Iglesia
local y, a la vez, la estructuración de la república católica. Si bien esto último
constituyó una especificidad ecuatoriana, la romanización fue parte de un
proceso global en marcha, con el cual esta experiencia mantuvo estrechos
entrelazamientos.
Los artículos también analizan la lucha que se desató entre “el clero” y la
dictadura de Veintemilla (1876-1883), seguida de los episodios contenciosos
con las administraciones “progresistas” y, finalmente, el debate con el advenimiento del gobierno de Eloy Alfaro, a partir de 1895. Los autores buscan
distinguir unos de otros a los actores colectivos que formaban parte del bloque que favorecía la “causa de la religión” (progresistas y ultramontanos),
enfrentados a liberales (moderados y radicales). Prestan mucha atención a
las reclamaciones que la Iglesia hizo en torno del Concordato firmado en
1862 y sus ulteriores ratificaciones, así como a la suspensión temporal de
este por parte de Veintemilla. Siguiendo la prensa y la folletería católica de
la época, que son las fuentes principalmente usadas, los autores muestran
de manera novedosa lo que denominan los repertorios de acción política
del clero. Estos aparecen clasificados en dos tipos: los repertorios extremos
(Interdicto, la procesión politizada y la lucha armada), y los repertorios rutinarios (excomunión, censura eclesiástica, e intervención electoral).
Entre sus conclusiones destacan que la vía intermedia que propuso el
progresismo no satisfizo al sector más radical del clero (etiquetado de “terroristas”), pues significaba una secularización gradual. Subrayan que “al
subvertir la vía de la secularización pactada, el clero ecuatoriano abrió las
puertas a la secularización revolucionaria”, esto es a una laicización de ruptura, puesta en marcha a partir de 1895.
Para los autores, el enfrentamiento entre conservadores y liberales formó
parte de lo que en recientes y novedosas aproximaciones a la secularización se ha identificado como “guerras culturales”. Con esta denominación
se alude a aquellos conflictos que trastornaron el espacio transatlántico y
que hicieron posible la aparición de “un nuevo catolicismo global”. En este
marco, los conservadores ecuatorianos estaban persuadidos de que su lucha
nosa, “Conservadurismo católico en clave romana: Ecuador, 1860-1895”, Ayer: Revista de
Historia Contemporánea 119, n.º 3 (2020): 47-74.
226
Procesos 54, julio-diciembre 2021
contra el liberalismo era replicada por una comunidad transcontinental de
creyentes e integraba una disputa más amplia dentro del mundo occidental.
Las contribuciones de Espinosa y Aljovín de Losada profundizan la comprensión del pasado decimonónico. Entre las fortalezas de su enfoque de
análisis sobresale la manera en que se enmarca su objeto de estudio. Lo hacen en relación con los procesos de interconexión transatlánticos de los que
los acontecimientos estudiados formaron parte. En este sentido, los autores
se apartan de la tendencia precedente de encerrar la experiencia de la república católica dentro del paradigma de la historia nacional. Al mismo tiempo, su análisis busca develar los mecanismos de construcción de los campos
político y religioso, en el marco de desarrollo de la modernidad, así como
ofrecer nuevas consideraciones sobre los cauces en los que discurrió el contencioso proceso de la secularización.
No obstante, de la lectura de las aportaciones referidas se desprenden
algunas inquietudes, que paso a referirlas. De un lado, los estudios parten
de la premisa de que la Iglesia no puede ser examinada como un conjunto
homogéneo o un todo unificado. De otro, en cambio, señalan que, en el terreno de la lucha política, el clero terminó alineado mayoritariamente detrás de
los políticos ultraconservadores y, en menor medida, afín con las posiciones
progresistas. Estos importantes señalamientos suscitan algunas preguntas
que afinarían el conocimiento de la época estudiada: ¿quiénes formaban parte del clero en términos de su extracción social, generacional, regional y de
adscripción al clero regular o secular? ¿Qué tipo de entrelazamientos mantenía este clero (regular y secular) con el mundo profano, tanto antes como
durante el período garciano, y luego de él? El conocimiento que tenemos a
este respecto es limitado y desigual. ¿Qué reacciones produjo la vehemente
intervención reformadora que García Moreno aplicó en el clero regular y secular, qué fracturas produjo y qué sucedió con las transformaciones puestas
en marcha cuando el presidente fue asesinado y nadie tomó el relevo en la
conducción del proyecto radical de la república católica? ¿Cómo se relacionaron las congregaciones que arribaron invitadas al país con las que están
afincadas desde mucho antes, y cómo fueron recibidas por la población?
Estas preguntas se vinculan directamente con una dimensión central del
proceso de romanización. De manera corriente, este último ha sido caracterizado como un conflicto manifiestamente ideológico y jurídico. Empero, con
el fin de ir más allá de esta etiqueta, los autores buscan situar este proceso
en un marco político y fundamentalmente social más amplio. Con ese afán,
refieren, entre otras, la perspectiva propuesta por el historiador argentino
Roberto di Stefano, quien establece que la instauración de la romanización
suponía como condición la desconexión de las relaciones que las instituciones eclesiásticas mantenían con su medio local, estructurado en redes fami-
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227
liares. En este sentido, Stefano afirma que la romanización buscaba que la
Iglesia se volviera más institucional, clerical y menos mundana. Una aplicación consistente de la romanización, en este sentido, no pasaba únicamente
por una directiva gubernamental o la asimilación de las jerarquías del clero a
dicha perspectiva, sino por una transformación profunda de las prácticas de
quienes integraban las bases del clero, no solamente en las principales diócesis sino a nivel de las parroquias eclesiásticas del interior del país. Se trataba,
entonces, de erradicar unos hábitos mentales y unas prácticas pastorales que
estructuraban la cultura clerical e informaban la religiosidad popular.
Un caso ilustrativo a este respecto fue el del Convento de Santo Domingo, en la diócesis de Quito, como bien anotan los autores. No obstante, conviene puntualizar que el alcance de la reforma de romanizar la Iglesia no
significó únicamente un conflicto entre clérigos y conservadores enfrentados
a sus impugnadores. También fue un conflicto que se expresó de múltiples
formas dentro de la propia institucionalidad de la Iglesia. Según la historiadora Rosemarie Terán Najas, la reforma implicó un enfrentamiento entre los
dominicos locales y los italianos, estos últimos traídos por García Moreno.2
Lo interesante de este planteamiento es que advierte sobre la fractura interna
en la Orden y también lleva a considerar que el alcance de esta intervención
envolvió la propia materialidad del convento y su visualidad. Así, los dominicos italianos introdujeron un conjunto de modificaciones arquitectónicas
y artísticas en el convento y el templo, reformas que expresarían el nuevo
cauce dentro del cual se proponía reconducir la relación entre los clérigos y
el medio circundante.
Finalmente, me gustaría destacar la afirmación de Espinosa y Aljovín
respecto a que durante el último cuarto de siglo XIX, el mundo católico ecuatoriano se vio impelido a desplazarse de la práctica de un tipo de religiosidad de corte tradicional, centrada en la comunidad, a una más moderna,
enfocada en los sacramentos y en devociones como el Sagrado Corazón de
Jesús, respaldadas por el Vaticano. Una hipótesis tan interesante como esta
constituye una estimulante invitación a proseguir explorando la hechura de
la república católica. Felicito a sus autores por jalonar el debate dentro de la
disciplina histórica de manera tan provechosa.
2. Rosemarie Terán Najas, Arte, espacio y religiosidad en el Convento de Santo Domingo
(Quito: Proyecto ECUABEL / Libri Mundi, 1994).
Sobre el moderno catolicismo, la romanización
del clero y el conservadurismo
en Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín
On modern Catholicism, Romanisation of the clergy,
and conservatism in Carlos Espinosa and Cristóbal Aljovín
Sobre o catolicismo moderno, a romanização do clero
e o conservadurismo en Carlos Espinosa e Cristóbal Aljovín
Valeria Coronel
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-7984-051X
https://doi.org/ 0.29078/procesos.v.n54.2021.3061
La investigación de Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín abre ámbitos de
investigación soslayados por la investigación estructuralista centrada particularmente en el estudio de las élites económicas (de las décadas de los 70 y 80
del siglo XX). Estos aportes permiten observar cómo las constelaciones religiosas fueron actores clave en las disputas sobre modos de gobernar, matriz de
pensamiento y de estrategias de predominio en las identidades culturales, y
fueron, por tanto, agentes que modelaron precisamente órdenes estructurales.
Desde la década de los 90, el trabajo de Carlos Espinosa propuso un análisis cultural de las fuentes religiosas de la modernidad.1 En tal década dialogó con la obra de Max Weber, Foucault y Bolívar Echeverría al interrogar el
catolicismo de la contrarreforma y, de manera específica, el barroco quiteño
como potencial vía de secularización específica: fuente de una racionalidad
y potencial rutinización de un ethos que aportaba una racionalidad moderna
por fuentes culturales propias.2 Los textos más recientes de Espinosa y Aljo-
1. Carlos Espinosa, “El método de la pasión. Max Weber y la racionalidad religiosa”,
Nariz del Diablo, n.º 21, época II (1994): 54-69..
2. Bolívar Echeverría, Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco (Ciudad de México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 1994).
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 228-232. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
Procesos 54, julio-diciembre 2021
229
vín que aquí nos ocupan, dialogan con los anteriores, podríamos sugerir que
abordan el papel de las “sectas”, para continuar con Weber, en su papel de
espacios de socialización en valores orientados por la religiosidad moderna
y promotores de transformaciones sociales y subjetivas que apuntalan senderos de la modernidad. En el siglo XIX, como bien lo proponen, existió una
apropiación del legado religioso para la ingeniería social moderna.
El clero globalizado internalizó funciones territoriales y de circulación de
ideas y de mercancías, por rutas que no se explican desde el simple argumento
liberal sobre el mercado mundial. Estos estudios nos exigen atención al significado de la relación entre Iglesia, Estado y sociedad civil, pero más allá, nos dan
elementos para entender el papel de la Iglesia moderna como matriz de una
de las rutas de una segunda globalización (siglo XIX) en el proceso de formación del capitalismo y del poder en la modernidad. La Iglesia decimonónica
y el conservadurismo moderno conforman una constelación compleja que se
despliega entre el nivel global y local interviniendo en los campos políticos
donde se libra una batalla por la formación de las repúblicas, pero también
antagonizando, y definitivamente sobrepasando, los hitos nacionales. Las órdenes religiosas y su capital en Roma se revelan como uno de los más poderosos agentes históricos del transnacionalismo corporativo, como proponen con
claridad los artículos presentados por los colegas Aljovín y Espinosa.
La Iglesia promovió formas de organización de la sociedad civil que son
innovadoras y, a la vez, nostálgicas; nuevas corporaciones e instituciones son
imaginadas como evoluciones de los vínculos morales ya presentes en la sociedad doméstica patriarcal. El desarrollo del corporativismo —una innovación
fundada en las costumbres de autoridad social— aportó tanto a estructuras de
poder gamonal como a procesos de institucionalización más generales y abstractos como la nación católica y sus instituciones territoriales. En contrapunto, el liberalismo, lejos de ser una simple doctrina individualista, y sobre todo
cuando se vio asociado al radicalismo o republicanismo democrático, fomentó
sus propias formas de asociacionismo, confederaciones y organización política
de la sociedad civil. Lo propio hizo el radicalismo, no solo en las más exitosas
milicias, sino en sociedades democráticas y bibliotecas obreras. Otro tanto hizo
el socialismo, especialmente a partir de la crisis de finales de la década de 1910.
Con respecto al espectro transnacional del problema, y sobre la obra de
nuestros colegas, resulta claro que en la estrategia de romanización de la
Iglesia, las instituciones misionales son insoslayables para entender los antagonismos entre los cuales se forman los nacientes Estados nacionales republicanos en Europa y América. En el proceso de “romanización”, el papado
es una matriz de institucionalización moderna no centrada en el Estado, de
administración territorial y social, de construcción discursiva e identitaria,
con incidencia clave (desde afuera y desde adentro) en las disputas por la
230
Procesos 54, julio-diciembre 2021
misma configuración del modelo estatal, un aspecto que nos hace ver de otra
manera la disputa entre corrientes partidistas.
La romanización del clero como estrategia de transnacionalización surge
desde el papado de Pío IX y se fortalece con León XIII, como respuesta al proceso de centralización de los Estados europeos, particularmente Alemania, Francia y el proceso nacional en Italia. Explora continentes que apuestan a contener
procesos republicanos atentos a apuntalar la autonomía del Estado, para modelarlos en su lugar como subalternos a la Iglesia y definir territorios periféricos
como escenarios de intervención global. El papado aparece como una fuerza
transnacional modernizadora en muchos aspectos, disciplinaria pero no centrada en la unidad de la república y su sistema político. Varía también su modo de
movilizar las voluntades sociales, la identidad, la moral, la coerción moral y la
fuerza más que la polémica o la deliberación en pos de consensos, excomuniones, procesiones, indictos, condena de los libros y censuras, como elementos del
repertorio católico en su intento por generar unidad de conciencia.
Ya los intelectuales radicales Felicísimo López, Luciano Coral y José Peralta, críticos del integrismo ultramontano en la transición del siglo XIX al XX,
insistieron en varios elementos que se hacen visibles en estas investigaciones.
Ellos hablaron del ultramontanismo como fuente de una doctrina de dominación patriarcal y patrimonial que se conformaba en un discurso moral que
afirmaba una jerarquía y tutelaje de mujeres y clases subalternas. Hablaron
de esa matriz como su modelo extendido al poder civil y político en el Estado
integrista. De la misma manera, se refirieron al carácter transnacional de la
Iglesia que evadía impuestos y gobernaba de forma excepcional a las leyes
nacionales en ciertos territorios misionales. También hicieron referencia a su
extensión por redes paralelas y superpuestas a las cadenas de mercancías de
la economía política global. Esta observación de la Iglesia y sus comunidades
predicadoras asentadas en distintos territorios del continente americano, no
desdijo de la mirada de la Iglesia como lugar para la disputa filosófica; era
una matriz a la cual disputarle la interpretación sobre el legado intelectual de
Occidente en torno a los orígenes de la soberanía. Los conceptos democracia
y tiranía de parte de los demócratas o “teocracia o demonocracia”, como lo
puso la prensa católica en respuesta a los democráticos, se concibieron, precisamente, en el combate de aquella esfera pública impresa.
interrogantes desde la historia
del clero Para la sociedad contemPoránea
La discusión antes expuesta sobre la modernidad católica requiere de
un examen adicional: saber si el catolicismo decimonónico presentó una al-
Procesos 54, julio-diciembre 2021
231
ternativa viable capaz incluso de imponerse sobre otras alternativas, no solo
culturales sino coaliciones sociales en contienda. Implica también saber si en
la competencia entre rutas para obtener predominio sobre la vía estatal, el
ultramontanismo pavimentó la ruta triunfante, si logró dar curso cultural a
la alternativa de un pacto oligárquico. De no ser así, y como sugiere nuestro
propio trabajo, la vía que predominó al final de las guerras republicanas fue
la que instaló la coalición entre el partido liberal y el partido radical; restaría
indagar ¿cuáles fueron los límites del moderno catolicismo, del ultramontanismo y el progresismo que le impidieron imponerse? ¿Por qué el recurso al
método de la hegemonía, la articulación entre clases plebeyas, campesinas
y élites regionales, promovido por el bloque liberal radical, predominó en el
campo político y de formación estatal, sentando paradójicamente condiciones democráticas para la acumulación oligárquica ulterior?
Sugeriríamos que fue la misma fuerza de la Iglesia romanizada, del Concordato y de la sociedad civil tutelada por la Iglesia la que le dio contorno
específico y la que colocó los límites de esta corriente. La apuesta de la Iglesia
decimonónica, como bien lo plantea la obra analizada, es consolidar instituciones transnacionales con un eje en Roma. Su agencia, si bien puede hibridarse
en Estados confesionales, mantiene una tensión con el proceso de centralización de las repúblicas nacionales. Esto no solo es el origen de su desplazamiento de la Europa de Bismarck y su guerra contra la formación del Estado
nacional italiano. También en América Latina tensionan con las repúblicas
proclamadas sobre la soberanía nacional, e intervienen sin duda en la política
mediante prácticas como la censura o, abiertamente, la guerra santa a las republicas liberales o radicales, como la ecuatoriana. Censuras, excomunión de
diputados, celos con los símbolos patrios, intervenciones transnacionales que
subordinaron esfuerzos de las élites conservadoras por imponerse a través de
vías estatales, un fomento al rentismo y arbitrariedad como estrategia de acumulación, coerción moral pero cierta ineficiencia militar, estímulo a la formación de un bloque de clases y político miliciano, interclasista (jacobino en un
momento), universalista y laico, fueron algunas de estas razones.
Los gobiernos de García Moreno y el más tardío progresismo (también
ultramontano) intentaron definir la contienda mediante una alianza desde
arriba de los partidos patricios regionales, una ampliación de redes de oligarquías regionales hacia el mercado mundial, coordinados de formas complejas y amparados por el Concordato. El clero romanizado y los obispos
cercanos a este, sin embargo, debilitaron las formas partidistas de las élites conservadoras y sus estrategias de gobernabilidad, intervinieron en los
poderes del Estado, acusaron a los progresistas de pactar con el enemigo,
etc. Todo ello debilitó los pactos entre élites de los partidos y activó la confrontación armada, fomentando incluso un bloque entre el liberalismo y el
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
radicalismo más popular en el Ecuador, a fines del siglo XIX. La censura de
los partidos contendores y hasta el maltrato al progresismo en el que incurrieron los obispos debilitó tal estrategia en el espacio nacional; a esta fisura
se impuso el peso de la movilización popular bajo la bandera del radicalismo
y la rivalidad entre élites regionales. Todo ello hizo del progresismo ultramontano una alternativa que fue derrotada militar y políticamente en 1895.
Para la historiografía que ha interpretado el siglo XIX como el momento
de la formación de las repúblicas en América Latina, los estudios de Espinosa
y Aljovín resultan provocadores. Al mostrar la constelación del conservadurismo, exigen, por ejemplo, observar la complejidad de las otras corrientes,
es decir, observar los puentes conectores entre la dimensión nacional, global
y local. Así mismo, advertir la conexión entre las organizaciones partidistas,
las asociatividades civiles, las redes intelectuales y los géneros circulantes en
la esfera pública, así como redes e instituciones corporativas extranacionales. En este marco, podría asentarse un trabajo historiográfico comparativo y
un análisis del campo de fuerzas que invite a superar la mirada fragmentada
de las corrientes políticas y su accionar, que todavía persiste.
Espinosa propuso en 1994 que la contrarreforma andina pudo haber
sido origen de una ruta de la modernidad, que conjugaba su “particularismo
cultural” con su orden discursivo aunque no secular.3 También sugerimos
por nuestra parte que su prédica integradora y penitencial provenía de la
matriz religiosa del mercantilismo colonial.4 A partir de los nuevos trabajos
podríamos iniciar una nueva discusión en diálogo con la teoría social contemporánea: ¿prefiguraron las repúblicas católicas y, más aún, las instituciones misionales románicas —redes transnacionales paralelas y asidero de
cadenas de la economía política global, del poder transnacional y las élites
oligárquicas— al neoliberalismo contemporáneo? El transnacionalismo corporativo, la desregulación del capital, un discurso religioso fundamentalista
y pragmático y una agria tensión con las repúblicas plebeyas así lo sugieren.
3. Carlos Espinosa, “The Fabrication of Andean Particularism”, Boletín del Instituto
Francés de Estudios Andinos 18, n.º 2 (1989): 269-298.
4. Valeria Coronel, “Santuarios y mercados coloniales: lecciones jesuíticas de contrato
y subordinación para el colonialismo interno criollo”, en Los jesuitas y la modernidad en
Iberoamérica. 1549-1773, ed. por Manuel Marzal y Luis Bacigalupo, 187-225 (Lima: Instituto
Francés de Estudios Andinos / Pontificia Universidad Católica del Perú /Universidad del
Pacífico, 2007).
El aggiornamento conservador
entre los siglos XIX y XX
The conservative aggiornamento between
the nineteenth and twentieth centuries
O aggiornamento conservador entre los séculos XIX y XX
Alexis Medina
Université de Franche-Comté
Bezanzón, Francia
https://orcid.org/0000-0003-3149-2514
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2709
Sin duda, llamará la atención el uso del término aggiornamento, tradicionalmente asociado a las transformaciones que atravesó la Iglesia católica
a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), para referirse a fines del siglo
XIX o principios del XX. Sin embargo, se trata de un término que también
resulta pertinente para calificar el revival católico que vivió el Ecuador en el
período garciano pero también en el período posterior, incluso ya entrado el
siglo XX, a pesar las políticas secularizadoras de la Revolución Liberal. Este
es un período en el que el conservadurismo ecuatoriano buscó adaptarse a
la modernidad y en el que el catolicismo logró reinventarse mediante el desarrollo de una infinidad de organizaciones que configuraron el auge de una
sociedad civil católica muy dinámica.
En los últimos treinta años la historiografía ecuatorianista se ha esforzado por reevaluar la figura del presidente conservador Gabriel García Moreno. Los estudios más recientes demuestran que la noción de progreso no era
incompatible con el proyecto político garciano, que representaría una forma
alternativa de modernidad, una “modernidad católica”.1 A estos estudios
1. Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jérusalem et Babylone. Politique et Religion en Amérique du Sud: l’Équateur, XVIIIe-XIXe siècles (París: Éditions Recherche sur les
Civilisations, 1989); Juan Maiguashca, “El proyecto garciano de modernidad católica republicana en Ecuador, 1860-1875”, en La mirada esquiva: reflexiones históricas sobre la interacción del Estado y la ciudadanía en los Andes, ed. por Marta Irurozqui (Madrid: Consejo
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 233-238. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
234
Procesos 54, julio-diciembre 2021
habría que añadir una serie de artículos publicados recientemente, en los
últimos cinco años, por Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín sobre la historia
del conservadurismo y de la derecha en el Ecuador de los siglos XIX y XX.
Se trata de investigaciones que ofrecen un panorama bastante completo e innovador del conservadurismo ecuatoriano en el período posgarciano, pues
cada una lo aborda desde una perspectiva diferente.
Los artículos que comentaremos en este espacio abarcan un período relativamente largo, de alrededor de setenta años. Dos artículos escritos por
los dos autores se centran en el período comprendido entre 1875 y 1906, es
decir, entre la muerte de Gabriel García Moreno y la separación de la Iglesia
y el Estado, en el que la cuestión dominante en el debate político fue la de la
secularización.2 En un tercer trabajo, Carlos Espinosa analiza, junto con Jordi
Canal, la memoria trasnacional de García Moreno en Ecuador, en Francia y
en Roma, desde su muerte en 1875 hasta los años 1920.3 El cuarto artículo,
escrito por Carlos Espinosa, se enfoca en el período de la entreguerra, entre
1918 y 1943.4
Esta serie de artículos representa un aporte sustancial a la historia del
conservadurismo ecuatoriano por varias razones. En primer lugar, se trata
de investigaciones basadas en el manejo escrupuloso de fuentes diversas:
prensa, folletería, cartas pastorales, epistolarios, ensayos políticos. Otra particularidad de estos estudios es que no se enfocan en el Partido Conservador, que no llegó a constituirse formalmente como partido moderno hasta
1925, ni en las organizaciones que le antecedieron, como la Sociedad Católico-Republicana (1885 y 1888-1895), sino en un sinnúmero de actores: los
progresistas, como representantes de un conservadurismo disidente, varios
miembros notables de la Iglesia, como Pedro Schumacher o Julio Matovelle,
Superior de Investigaciones Científicas, 2005), 233-259; Ana Buriano Castro, Navegando en
la borrasca. Construir la nación de la fe en el mundo de la impiedad, Ecuador, 1860-1875 (Ciudad
de México: Instituto Mora, 2008); Peter V. N. Henderson, Gabriel García Moreno y la formación de un Estado conservador en los Andes (Quito: CODEU, 2010).
2. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo en
Ecuador, 1875-1900”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 42, n.º 1 (enerojunio 2015): 179-212; Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Non possumus: los repertorios
políticos del clero en la disputa por la secularización en el Ecuador posgarciano (18751905)”, Historia 50, n.º 2 (julio-diciembre 2017): 471-490.
3. Carlos Espinosa y Jordi Canal, “La memoria transnacional de Gabriel García Moreno: la imagen póstuma del caudillo católico en Ecuador, Francia y Roma (1875-1921)”,
Historia Crítica, n.º 75 (2020): 3-23.
4. Carlos Espinosa, “Repensar la derecha: democracia cristiana, corporativismo e integralismo en Ecuador en la entreguerra (1918-1943)”, Historia 396 8, n.º 2 (julio-diciembre
2018): 55-90.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
235
o la sociedad civil católica, formada por un conjunto de organizaciones que
en la entreguerra serán conocidas como la Acción Católica.
La riqueza de estos artículos radica, igualmente, en la variedad de aproximaciones. Uno de ellos analiza los repertorios del clero después de la
muerte de García Moreno, es decir, los mecanismos del accionar colectivo
conservador, desde los más convencionales hasta los más extremos. Los autores recurren en otros trabajos a la historia de los conceptos para estudiar
el papel de los conservadores en las disputas políticas que atravesaron el
último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX. Para lograr una mejor comprensión del pensamiento político conservador, analizan conceptos
como el de civilización católica, libertad, sociedad perfecta, democracia cristiana, corporativismo e integralismo. En otro trabajo, Carlos Espinosa y Jordi
Canal se enfocan en la noción de memoria para analizar el impacto que la
figura de García Moreno tuvo no solo en Ecuador sino en Europa.
Por último, los artículos se enmarcan en una historia transnacional que
permite tomar en cuenta el agitado contexto global en el que se inscribió
el conservadurismo ecuatoriano de entre fines del siglo XIX y principios
del XX. El Ecuador fue consagrado oficialmente al Corazón de Jesús en una
década, la de los años 1870, extremadamente agitada en Europa, en la que
coincidieron el fin de la reunificación italiana y la disolución de los Estados
pontificios, la proclamación de la tercera República en Francia y la Comuna
de París, la unificación alemana y el inicio del Kulturkampf. Paralelamente,
se venía consolidando un proceso de romanización de la Iglesia católica, en
reacción a la afirmación de los Estados nacionales. El período de la entreguerra es igualmente rico en eventos de dimensiones globales que tuvieron un
impacto en el desarrollo del pensamiento político conservador en Ecuador:
la Revolución rusa y la Revolución mexicana, la Gran Depresión, el auge del
fascismo, la Guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial.
Varios de los artículos buscan superar el marco estrictamente nacional
para enfocarse en el papel que la circulación de textos, ideas y personajes
entre Ecuador y Europa jugó en la historia del conservadurismo ecuatoriano.
Los artículos toman distancia con las aproximaciones más tradicionales de la
historiografía ecuatoriana, como la sociología histórica, que se concentra en
la historia de la construcción del Estado nacional, a la que considera como la
expresión de una correlación de fuerzas entre clases sociales. Al ir más allá
del tema de la construcción del Estado nacional, los autores logran poner en
relación el contexto ecuatoriano con el contexto global. Llama la atención en
particular el artículo de Carlos Espinosa y Jordi Canal, que aborda la memoria póstuma de García Moreno, no solo en Ecuador, sino en Roma y en
Francia. El interés de este texto consiste entonces no en analizar las influencias externas en el conservadurismo ecuatoriano, sino la manera en que este
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
último influyó en los debates entre conservadores europeos, especialmente
franceses. Precisamente en Francia se publicaron numerosas biografías hagiográficas de García Moreno, de las cuales las más conocidas son las del
padre Berthe. Uno de los méritos del artículo es analizar la manera en que
el modelo de la República del Corazón de Jesús demostraba, a ojos de los
católicos franceses, que la religión y el régimen republicano no eran incompatibles.5 Queda aún por ver en qué medida la memoria de García Moreno
tuvo un impacto concreto en el proceso de Ralliement de los católicos a la
Tercera República, iniciado por Charles Lavigerie, cardenal y arzobispo de
Argel, en 1890.
Otra metodología que resulta central en estos artículos es la historia de
los conceptos, que permite a los autores mostrar la modernidad del conservadurismo. Los dos textos que abordan la historia conceptual analizan
la profunda reflexión que llevaron a cabo los conservadores y revelan no
tanto un rechazo de la modernidad como tal, sino de ciertos aspectos de
ella. Al interesarse por la manera en que las diferentes corrientes políticas,
conservadores, progresistas y liberales incorporaron a su repertorio discursivo los mismos conceptos, pero con definiciones distintas, los autores buscan superar las visiones binarias. Todas las corrientes compartían valores
comunes, aunque cada una los definiera a su manera.6 En el último cuarto
del siglo XIX, los conservadores incorporaron a su discurso conceptos modernos, como el de civilización asociado al de progreso. Los conservadores
posgarcianos reivindicaban el progreso, pero este debía ser a la vez material
y espiritual. Dicho de otro modo, aceptaban el progreso material, pero no las
innovaciones políticas de la modernidad.
En la entreguerra, los conservadores construyeron un concepto de corporativismo que buscaba responder al corporativismo democrático impulsado por los liberales y los socialistas, que se institucionalizó a partir de la
Revolución juliana y la Constitución de 1929. El corporativismo conservador
correspondía en realidad a un proyecto futurista, que promovía la industrialización y buscaba asentarse en los obreros. Pero para cumplir con este horizonte de expectativa, era necesario restaurar el antiguo orden, ya fueran las
corporaciones medievales para Julio Tobar Donoso o el municipio hispánico
para Jacinto Jijón y Caamaño o Remigio Crespo Toral.7 En resumen, los artículos logran presentar a la modernidad conservadora y católica como una
respuesta y una alternativa a la modernidad tal como surgió a lo largo de los
siglos XIX y XX. La reflexión conceptual elaborada por los conservadores,
5. Espinosa y Canal, “La memoria transnacional...”, 8 y 10.
6. Espinosa y Aljovín, “Conceptos claves del conservadurismo...”, 208-209.
7. Espinosa, “Repensar la derecha...”, 67 y 75-77.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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ya fuera en el último cuarto del siglo XIX o en la entreguerra, apuntaba no
al rechazo a la modernidad, sino a un intento de aggiornamento conservador.
En los cuatro artículos se aprecian distinciones sutiles entre conceptos
que pueden parecer semejantes, pero que tienen significados diferentes,
como entre autoritarismo y totalitarismo, una distinción que permite separar
el régimen de Salazar o de Franco del de Mussolini o Hitler. Esta distinción
ayuda a entender mejor el proyecto de ARNE. Carlos Espinosa muestra que,
si bien se inspiraba en el fascismo y se basaba en valores como el nacionalismo, la subordinación del individuo a la nación y la violencia, ARNE buscaba
promover la libertad de las corporaciones y cierta libertad individual, aunque en un marco muy restringido. A primera vista, la tentación es grande
de calificar a ARNE simplemente como fascista, pero un análisis detallado
permite ser más cauto y preciso en la definición del proyecto político de
ARNE y considerarlo como el resultado de un cruce de referencias a la vez a
la derecha radical tradicionalista y al fascismo.8
Si bien en los últimos años han florecido algunos grupos de investigación sobre la historia de las derechas en América Latina, como el Grupo de
Investigación Interuniversitario Derech@log@s, que ya ha publicado algunos
estudios,9 no abundan los trabajos que aborden esta cuestión en Ecuador. En
ese sentido, el artículo de Carlos Espinosa representa un aporte bienvenido.
Si se presta atención al marco cronológico de los artículos, se puede observar que abarcan esencialmente dos períodos: el primero va de la muerte
de García Moreno a la separación de la Iglesia y el Estado, el segundo cubre
la entreguerra. Para ofrecer un panorama más completo de la historia del
conservadurismo ecuatoriano entre 1875 y el fin de la Segunda Guerra Mundial, nuevos estudios deberán enfocarse en el período que va de 1906 a 1918.
Se trata de un período clave, en el que se opera la transición entre un debate
público dominado por la secularización a otro sujeto a la cuestión social. Una
de las figuras centrales de este período, aunque está lejos de ser la única, es
la de Federico González Suárez, arzobispo de Quito entre 1906 y 1917, que se
convirtió en una de las mayores referentes de los conservadores. Algunos de
sus discípulos también tuvieron una influencia notable en el conservadurismo: Manuel María Pólit, obispo de Cuenca desde 1907, y luego arzobispo de
Quito tras la muerte de González Suárez; así como los discípulos de este en
el ámbito de la investigación histórica, como Jacinto Jijón y Caamaño o Julio
Tobar Donoso. A estos personajes se añaden grandes figuras conservadoras
del austro, como Honorato Vázquez o Remigio Crespo Toral. Analizar la ma8. Ibíd., 83.
9. Por ejemplo, un número especial coordinado por Stéphane Boisard y María Laura
Reali, “Derechas del cono sur latinoamericano. Circulación, redes, propuestas y miradas
en los siglos XX y XXI”, Anuario IEHS 32, n.º 2 (2017): 81-240.
238
Procesos 54, julio-diciembre 2021
nera en que todos estos actores lograron reinventar el conservadurismo en el
período liberal, entre la separación de la Iglesia y el Estado (1906) y el fin de
la Primera Guerra Mundial, apoyándose en particular sobre las organizaciones de la Acción Católica, es aún una tarea pendiente.
En conclusión, el tema abordado por estos artículos es muy amplio y,
aunque queda mucho por hacer, las investigaciones de Carlos Espinosa y
Cristóbal Aljovín sin duda representan una base muy sólida para reconstituir la historia del conservadurismo y de la derecha. Estos trabajos representan además una renovación historiográfica sobre el tema en la medida
en que buscan superar visiones binarias de la historia política del Ecuador,
al poner énfasis en la evolución del conservadurismo en un período relativamente largo, dos tercios de siglo, y en un contexto que supera el marco
nacional. Los artículos, sin dejar de señalar el apego de los conservadores a
sus valores tradicionales y su consiguiente rechazo a principios como el de
secularización y la noción de democracia pluralista,10 están lejos de presentar al conservadurismo como un bloque monolítico, impermeable al cambio
histórico, y muestran su capacidad de adaptación a un contexto nacional y
global en constante evolución.
10. Espinosa y Aljovín, “Los repertorios políticos...”, 475-476; Espinosa, “Repensar la
derecha...”, 60, 65 y 67.
Sobre la república católica
en clave ecuatoriana y transnacional
On the Catholic Republic in Ecuadorian and transnational terms
Sobre a república católica em chave equatoriana e transnacional
Luis Esteban Vizuete Marcillo
El Colegio de México
Ciudad de México, México
https://orcid.org/0000-0001-5867-6335
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2707
Me ha resultado grato leer el trabajo de Carlos Espinosa y Cristóbal
Aljovín. Este se suma al esfuerzo planteado en la década de 1990 por Juan
Maiguashca y su nueva visión acerca del siglo XIX alrededor del concepto
de modernidad católica. También retoma un aspecto relegado por la
historiografía: los conservadurismos, que hasta este momento habían sido
vistos a profundidad por Ana Buriano y Fernando Hidalgo. Buriano, desde
sus trabajos acerca del conservadurismo y los círculos políticos durante
el garcianismo, había cuestionado la visión dicotómica de la historia
ecuatoriana. Ahora, desde la historia conceptual y política, Espinosa y Aljovín
también rompen con lo que Germán Colmenares denominó las “prisiones
historiográficas”,1 que dominaron el campo de la interpretación histórica
ecuatoriana incluso entre algunos autores del revisionismo de la Nueva
Historia. Los autores demuestran que tanto liberales como conservadores
compartían “problemáticas y valores afines”. Para esto, resultó muy útil
la aproximación a los conceptos, en especial el tratamiento de estos como
polisémicos y contraconceptos asimétricos.
Los autores realizan una lectura transnacional de los procesos históricos
sin descuidar las adaptaciones y las interpretaciones locales; además, es
visible su esfuerzo por reconstruir y condensar en la narrativa las redes,
1. José David Cortés, La batalla de los siglos. Estado, Iglesia y religión en Colombia en el siglo XIX. De la Independencia a la Regeneración (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2016), 514.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 239-243. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
producciones materiales y actores que circulaban a ambos lados del
Atlántico. También abordan el período 1875-1883, poco estudiado y crucial
en las transformaciones decimonónicas fuera del presidencialismo.
El análisis de la defensa del proyecto de la República del Sagrado
Corazón, sustentada en la idea de una Iglesia libre en un Estado confesional,
les permite a los autores ver los repertorios del clero para hacer frente de
manera política a las dificultades que el siglo y sus “enemigos” les planteaban;
los usos, construcción y circulación de la memoria sobre García Moreno;
la construcción conceptual e ideológica del conservadurismo ecuatoriano,
mismo que tendría sus propias especificidades que lo diferencian de México
y Europa, y, a mi parecer, también de Argentina. Además, les permite
adentrarse en la reconfiguración de la Iglesia católica en clave romana y
global, es decir, en el revival religioso, como lo describe Austen Ivereigh y
el redescubrimiento de América desde Roma, como lo ha mostrado Elisa
Cárdenas recientemente.2 Finalmente, Espinosa se adentra en el análisis
de los elementos centrales de la militancia y el pensamiento de la derecha
ecuatoriana entre 1918 y 1943.
Los autores explican la tesis de Montalambert de “Iglesia libre en Estado
libre” que algunos liberales moderados rescataban de la puesta en práctica
italiana de Benso, conde de Cavour. El Estado confesional garciano y la
defensa posgarciana del mismo muestran el triunfo de esta alternativa y de su
oficialización, diferente al caso mexicano, donde el clero también consideraba
a su nación como predestinada, pero que, sin embargo, perdió la guerra de
Reforma. Ciertas coyunturas permiten a los autores aproximarse a los debates
y la definición de las libertades, así como evaluar la adaptabilidad de la Iglesia.
Si algo compartían el clero y los conservadores del Ecuador con sus pares de
países como México fue la defensa de la unanimidad, unidad y orden.
He intentado resumir el aporte que han realizado Espinosa y Aljovín con
sus trabajos, por lo cual, haré algunos comentarios a ellos. Los autores hacen
uso del concepto romanización, sin embargo, extraño la referencia a 1848,
año puntal a ambos lados del Atlántico por su primavera revolucionaria. En
Ecuador es crucial porque inició el proceso de conformación de la provincia
eclesiástica ecuatoriana, a la par que se desgastaba la temprana conciliación
entre el clero y los gobiernos marcistas, la cual alcanzó su culmen en 1858
con el conflicto entre el arzobispo Garaycoa y el gobierno de Robles.
Los autores explican cómo la romanización logró calar tempranamente
entre los obispos y el clero adepto al garcianismo. Durante la segunda mitad
2. Austen Ivereigh, “The Politics of Religion in an Age of Revival”, en The Politics
of Religion in an Age of Revival, ed. por Austen Ivereigh (Londres: University of London,
2000), 1-21; Elisa Cárdenas, Roma: el descubrimiento de América (Ciudad de México: El Colegio de México, 2018).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
241
del siglo XIX, el proceso romanizador en Ecuador no experimentó una
división entre los egresados del Pío Latino y el clero formado localmente;
además, es muy decidor de esto la preconización de dos obispos extranjeros.
Creo que faltó ahondar en el reto que representaron los grandes períodos
de acefalía en algunas diócesis, muchas veces producto de la oposición o
conflictos con los liberales. En muchos casos, tal era el contrapeso que los
canónigos podían generar, y eso lo dejan ver los problemas que tuvieron
el obispo Pozo de Guayaquil y el obispo León de Cuenca, que el mismo
Concilio Plenario Latinoamericano (1899) recordaba a esos cuerpos que eran
un órgano consultivo del obispo. Como explican los autores, la romanización
no implicó la completa sumisión del clero; aún falta por indagar sobre la
oposición a ese proceso para encontrar sus límites. Respecto al concepto
romanización, quisiera rescatar la advertencia que hace Miranda Lida. Por lo
general, muchos de los autores que lo usan tienden a olvidar las resistencias
a la romanización, lo que ha hecho que se relegue la participación histórica
de los laicos.3 Por un lado, está la vida parroquial donde el peso del contexto
local llegaba a primar por encima de las intenciones romanas y diocesanas,
además del plano devocional y el de la independencia regular. Pues, como
lo ve Ana Buriano para la reforma de los dominicos (1868), el mismo
garcianismo debió enfrentarse a la resistencia de los predicadores nacionales
y al fuerte influjo del catolicismo liberal en ellos.4
El trabajo de los autores refuerza la inquietud acerca de un tema que
los historiadores ecuatorianos todavía debemos debatir. Ellos recurren al
término “progresismo” para englobar un conservadurismo moderado. A
este respecto, usan la obra de Cristina Cárdenas, quien rastrea esta tendencia
desde la década de 1840 con Benigno Malo. El concepto ha resultado útil
para elaborar una periodización, y en el caso de la investigación de Espinosa
y Aljovín, para referir la moderación frente al conservadurismo terrorista.
Sin embargo, queda de lado la moderación frente al radicalismo liberal, al
que combatió y persiguió el régimen de Plácido Caamaño. Creo que aún
se debe problematizar acerca de la pertinencia de ese concepto. No he
encontrado una referencia explícita al mismo antes de 1875, alrededor de
los círculos de Antonio Flores. Tanto la etiqueta de terrorista como la de
progresista surgieron en el contexto de las elecciones. El primero dentro de
los círculos políticos de Pedro Carbo en Guayaquil, en 1868, y el segundo
3. Miranda Lida, “La Iglesia católica en las más recientes historiografías de México
y Argentina. Religión, modernidad y secularización”, Historia Mexicana 56, n.° 4 (2007):
1393-1426.
4. Ana Buriano, “La reforma de los regulares de Santo Domingo en Ecuador, 18611870”, en Los dominicos en la política, siglos XVIII-XIX, ed. por Fabián Benavides, Eugenio
Torres y Andrés Escobar (Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2017), 271-297.
242
Procesos 54, julio-diciembre 2021
en 1875, al final del garcianismo. Soy adepto a la idea de que existen varios
conservadurismos y varios liberalismos. El progresismo ha permitido a la
historiografía dar una unidad a un grupo, pero hace más referencia a un
consistente pacto entre círculos políticos. El famoso progresismo cuencano
tuvo dos grupos identificables que estuvieron en constante cambio y
reacomodo desde la crisis de 1859. Por un lado, un ala aristocratizante
alrededor de Borrero, Malo y Arízaga, los cuales en su oposición a los sectores
populares llegaron a asemejarse a los Salazar de Quito, viejos conservadores
garcianos. Por el otro lado, como ha visto Ana Buriano, existía otro círculo
que tenía vínculos populares y que participaba sobre todo en las elecciones
locales, por lo menos hasta la Restauración, encabezado por Luis Cordero.5
No niego la utilidad del término progresista, pero sí insto a los historiadores
a evaluar su pertinencia, porque hasta el momento ha resultado de ayuda
para una historia de la política antes que de lo político, si lo retomamos en
los términos de Cárdenas y del revisionismo de los años 90.
Un aspecto del que discrepo de los autores es acerca de la aceptación de
la tesis de Ayala Mora acerca de las características del cambio generacional
que se habría llevado a cabo desde 1906. La aceptación del discurso liberal
acerca de la faceta abierta y negociadora de Federico González Suárez se
ha mezclado con su cercanía a muchos líderes liberales. Antes que el gestor
de la nueva generación en la Iglesia ecuatoriana, González Suárez fue el
último rezago de la tendencia clerical antigarciana que en su momento giró
alrededor del obispo Remigio Estévez de Toral. El cambio generacional
sí se dio, pero estuvo conformado por canónigos y sacerdotes formados
en los seminarios garcianos y en estrecha cercanía a obispos como Pedro
Rafael González y Calisto, Arsenio Andrade e Ignacio Ordóñez. Es clara
su faceta más negociadora y relajada en la intransigencia frente al Estado
liberal. Fue una generación de sacerdotes que se había acercado a las
matrices europeas de la recristianización antes de ingresar a los seminarios.
Fue alrededor de este grupo de jóvenes sacerdotes, antes que de González
Suárez, que las asociaciones católicas, la prensa y propaganda, los congresos,
las peregrinaciones, entre otros fenómenos, tomaron fuerza. Manuel María
Pólit, Alejandro López, Nicolás Arsenio Suárez, Alejandro Mateus, Andrés
Machado, Juan María Riera, Ulpiano Pérez, Antonio Eguiguren, Carlos
María de la Torre, entre otros, gestionaron el cambio en el catolicismo
ecuatoriano. Desde 1907 González Suárez, adalid de la romanización,
buscó centralizar más la Iglesia en Ecuador y colocarla efectivamente en
la lógica de metropolitano-obispos sufragáneos. Su episcopado cimentó
5. Ana Buriano, Panorámica de la prensa en el Ecuador garciano. Construcción y cuestionamiento de una legitimidad política, 1860-1875 (Ciudad de México: Instituto Mora, 2018).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
243
la institucionalidad burocrática de la Iglesia, pero fueron otros los que
reencaminaron la apuesta social del catolicismo.
Para finalizar, quisiera adentrarme brevemente en tres puntos. Primero,
respecto al comentario de los autores sobre la propuesta de Erika Pani acerca
de la diferenciación entre liberales y conservadores basada en el temor a
la soberanía popular. Si bien quienes recalcan dicho miedo en México son
muchos, el aporte de Pani en el artículo citado es la refutación de que los
conservadores fueron el brazo político del clero y que, si bien estos daban
a la religión y a la Iglesia un papel central en su proyecto nacional, eso
estaba lejos de ser una política clerical que guiase su proyecto nacional.
Las propuestas del clero y los conservadores podían correr paralelas sin
juntarse en varios puntos. El ejemplo emblemático es la postura de Lucas
Alamán, quien apelaba a un predominio del ámbito temporal y a una
relación pragmática con el catolicismo. Segundo, los autores insertan los
usos de la memoria de García Moreno en el proceso de romanización y en
la retórica de las guerras culturales que tenían atravesada la denuncia de
un complot internacional masónico. Sin embargo, extraño por lo menos la
referencia a las aproximaciones de Ana Buriano y del libro de Beatriz Conte
de Fornés. Finalmente, respecto al artículo sobre la derecha ecuatoriana, me
parece bien que Espinosa ahonde en la encíclica Graves Communi Re antes
que en los sobredimensionados efectos inmediatos de Rerum Novarum, los
que son matizados por el mismo Tobar Donoso. Aún es preciso hacer para
otras encíclicas, lo que Elisa Cárdenas propuso para Quanta cura y el Syllabus
Errorum. Esto porque sus usos y vigencia tienen diferentes duraciones y son
el resultado de la concentración de varias alternativas, propuestas y escritos
recopilados o condensados en una versión oficial romana.
La república católica en la formación del Estado
The Catholic Republic in shaping the state
A república católica na formação do Estado
Carlos Espinosa
Universidad San Francisco de Quito
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-0327-5793
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n53.2021.2660
Cristóbal Aljovín
Universidad Mayor de San Marcos
Lima, Perú
https://orcid.org/0000-0002-9793-7064
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2736
El Diálogo Crítico titulado “Conversaciones en torno a la República Católica” discutió un conjunto de cinco artículos de nuestra autoría —Carlos
Espinosa y Cristóbal Aljovín— en torno a religión y política en el Ecuador,
entre 1860 y 1943. Para los dos fue valioso, en términos de retroalimentación,
escuchar las diversas lecturas críticas que se hicieron de nuestros trabajos.
El conjunto de nuestros artículos que fueron motivo de reflexión partieron
de múltiples metodologías y trataron diversos aspectos de lo que Sol Serrano calificó para Chile como la relación entre “Dios y la República”. Entre
nuestros abordajes se encuentran la investigación de los repertorios políticos
del clero en la disputa por la secularización entre 1876 y 1895,1 la memoria
transnacional de García Moreno en Europa entre 1875 y 1900,2 los conceptos
1. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Non possumus: Los repertorios políticos del
clero en la disputa por la secularización en el Ecuador posgarciano (1875-1905)”, Historia
50, n.º 2 (julio-diciembre 2017): 471-490.
2. Carlos Espinosa y Jordi Canal, “La memoria transnacional de Gabriel García Moreno: la imagen póstuma del caudillo católico en Ecuador, Francia y Roma (1875-1921)”,
Historia Crítica, n.º 75 (2020): 3-23.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 244-247. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
Procesos 54, julio-diciembre 2021
245
clave del conservadurismo entre 1875 y 1895,3 la romanización de la Iglesia entre 1860 y 1895,4 y la conquista de la sociedad civil por el catolicismo
político en la interguerra (1918-1943).5 Los ejes transversales de estos cinco
trabajos enmarcados en la nueva historia política incluyen el carácter fuertemente transnacional del catolicismo decimonónico, la búsqueda de autonomía de la Iglesia frente al Estado, aun en contextos de estrecha alianza, y los
avances, retrocesos y múltiples caminos hacia la secularización. Como Juan
Maiguashca ya había enfatizado en el carácter moderno del garcianismo,
nuestro proyecto se centró en enmarcar el arco de relaciones Estado-Iglesia
entre 1860 y 1943, en el contexto de un “revival católico policéntrico”, la romanización de la Iglesia y la disputa por la secularización.
El dialogo, que tuvo lugar en la Universidad Andina, reunió a dos historiadores de larga trayectoria, Valeria Coronel y Guillermo Bustos, y a dos
historiadores de las nuevas generaciones, Luis Vizuete y Alexis Medina, lo
que explica, en parte, las reacciones tan diversas que suscitaron nuestros artículos.
Valeria Coronel hizo una brillante lectura desde la sociología histórica,
enfocada en las implicaciones de nuestro trabajo para la formación del Estado ecuatoriano. Ella discernió, en nuestros trabajos, un relato subyacente
sobre la limitación para la formación del Estado-nación, que significaba la
pujanza en Ecuador de una Iglesia transnacional, que miraba hacia Roma
y buscaba jugar un papel gravitante en el orden sociopolítico. En otras palabras, Valeria Coronel nos atribuyó la tesis que un proceso por naturaleza
centrípeto —la formación del Estado-nación— fue frenado por una fuerza
centrífuga, la Iglesia transnacional. Sin embargo, nosotros no asumimos que
existía una sola vía de formación estatal moderna exitosa que fuera forzosamente centrípeta. La visión macrohistórica, que subyace nuestros estudios
sobre temas más puntuales, es más bien que los diversos ensayos de formación estatal más o menos viables, con tendencias tanto centrífugas como
centrípetas, fueron fuertemente moldeados por la Iglesia transnacional. El
pacto tripartito entre García Moreno, el Vaticano y las órdenes religiosas europeas construyó un orden social en que un Estado con impulsos centrípetos, paradójicamente, delegó la regulación moral y la generación de cohesión
social a un actor transnacional. El imaginario nacional que acompañaba a
3. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo en
Ecuador, 1875-1900”, Anuario Colombiano de Historia Social de la Cultura 42, n.º 1 (enerojunio 2015): 179-212.
4. Cristóbal Aljovín y Carlos Espinosa, “Conservadurismo católico en clave romana:
Ecuador, 1860-1895”, Ayer: Revista de Historia Contemporánea 119, n.º 3 (2020): 47-74.
5. Carlos Espinosa, “Repensar la derecha: Democracia cristiana, corporativismo e integralismo en Ecuador en la entreguerra (1918-1943)”, Historia 396 8, n.º 2 (2019): 55-90.
246
Procesos 54, julio-diciembre 2021
esta vía de formación estatal planteaba, a su vez, una nación inmersa en una
Iglesia cosmopolita y protegida por la soberanía supranacional del Sagrado
Corazón de Jesús. La comunidad imaginaria de la nación, en otras palabras,
se insertaba en un ecúmene religioso, en lugar de reemplazarlo. El consenso
progresista revivió esta combinación de dinámicas de centralización y descentralización al amparar la republica bajo la Basílica del Voto Nacional, al
tiempo que buscó suprimir el diezmo y desalentar el rol del clero en la política. El liberalismo alfarista, luego, derivó una buena parte de su energía
revolucionaria e impulso centralizador de la confrontación con un poder espiritual transnacional. Se trató, no obstante, de una centralización finalmente
pasajera. En la interguerra, el proyecto de la Iglesia de conquistar la sociedad
civil tras su expulsión del Estado, activó intentos de orientar el Estado hacia
un corporativismo descentralizado basado en la autonomía gremial. Así, la
secularización revolucionaria y centralizadora no fue la única vía hacia la
secularización o la formación del Estado. Existió la opción de una secularización negociada y, por tanto, un camino de formación del Estado no tan
centralizado y hasta cierto punto poliárquico, que el progresismo ensayó y
que culminó con el Modus Vivendi de 1937.
Guillermo Bustos optó por plantear una serie de incisivas preguntas historiográficas que apuntan al imperativo de trazar una nueva historia institucional de la Iglesia ecuatoriana. Sin duda, nuestra investigación se ubica
más en la historia política, sobre todo en la disputa por la secularización, que
en la historia de la Iglesia per se, y se enfoca en discursos, rituales y accionar
político más que en instituciones. En cuanto a la institucionalidad eclesiástica, seguimos la tesis que Roberto di Stefano propuso para Argentina, es
decir, que la Iglesia como una burocracia desligada de grupos de parentesco
y comunidades locales fue el resultado de la pugna con el Estado. Asimismo, aceptamos el argumento de Sol Serrano de que la Iglesia decimonónica
reemplazó una liturgia ritualizada y localista con una espiritualidad interiorizada y dotada de prácticas que emanaban desde Roma. Faltó, sin duda,
sustentar empíricamente estas tesis en el contexto ecuatoriano, en lugar de
asumirlas. Si bien invocamos un conjunto de casos que apuntan al alcance de la romanización en Ecuador, no realizamos un estudio prolijo de la
transformación institucional que pudo haber significado la romanización.
Esta tarea, que ya está bastante avanzada en la historiografía mexicana (ver,
por ejemplo, los trabajos de Stephen Andes o Elisa Cárdenas), será asumida
probablemente por una nueva generación de historiadores ecuatorianistas.
Las lecturas de los dos jóvenes historiadores, Luis Vizuete y Alexis Medina, mostraron preocupaciones distintas a las de sus colegas mayores. Luis
Vizuete exhibe un conocimiento admirable sobre la política al interior de las
instituciones eclesiásticas; Alexis Medina, un fuerte interés en las apropia-
Procesos 54, julio-diciembre 2021
247
ciones locales de los discursos internacionales de la derecha en la interguerra. Desde su fuerte dominio de la historia eclesiástica ecuatoriana, Vizuete
nos exige una periodización más fina. Reclama la nula atención prestada en
nuestros trabajos a la relación Estado-Iglesia durante los gobiernos marcistas
(1845-1859). Acertadamente indica que la romanización se inició en la década de 1850, y apunta a disputas entre una Iglesia que miraba hacia Roma y
el Estado marcista en vísperas de la crisis de 1860. De hecho, se puede trazar
la formulación de la republica católica en los periódicos religiosos y conservadores de ese momento. Asimismo, Vizuete aclara que el giro hacia el
proyecto de catolicismo social no fue iniciativa de Federico González Suarez,
sino de un grupo de clérigos alrededor de Pedro Rafael González y Calisto.
Estos vacíos en nuestro conjunto de artículos son reales. En algún momento
quisiéramos explorar la dialéctica Patronato-romanización en las primeras
décadas de la república y la formación del catolicismo social, que comienza
en el fin de siglo, acaso con la publicación del periódico El Obrero. Alexis
Medina, desde una familiaridad con los debates sobre derechas en América Latina, avala la distinción que hacemos entre derecha radical y fascismo
en esa época. Nuestro aporte en este sentido ha sido trabajar en el contexto
ecuatoriano las categorías de la nueva historia del fascismo en Iberoamérica
liderada por Antonio Costa Pinto y Federico Finchelstein.
La nutrida concurrencia al Dialogo quizá esperaba que abordemos el
tema de si el legado de la republica católica aún pervive en el Estado y la
sociedad civil ecuatoriana. Es imperativo que los historiadores hagamos una
historia del presente. Está claro que el Estado “laico” en Ecuador secularizó
(en el sentido weberiano) un esquema de regulación de la sexualidad heredado del catolicismo —prohibición del aborto y naturalización del matrimonio heterosexual— y que tal marco legal se ha visto reforzado por el rol
prominente que ha tenido el catolicismo en la sociedad civil hasta los años
1970, en la Sierra, y a partir de esa misma década en la Costa. Una “revolución silenciosa” a nivel valórico rompió ese consenso en el nuevo milenio
y ha dado paso a una disputa entre el progresismo juvenil y redes globales
conservadoras que están haciendo una cruzada de última hora para detenerlo. Adicionalmente, resulta sorprendente, en la línea del presentismo, que el
régimen de Rafael Correa, al alinearse con el conservadurismo valórico y articularlo con un catolicismo social secularizado, haya sido la última variante
de la republica católica. Algún historiador ecuatoriano debe retomar la tesis
de Regis Debray, compañero de armas del Che en Bolivia, sobre la conexión
entre el “catolicismo y la ética revolucionaria” en América Latina.
Comentarios sobre
Hombres y mujeres velasquistas
Una lectura crítica de Hombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
A Critical reading of Hombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
Uma leitura crítica de Hombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
Natalia Catalina León Galarza
Universidad de Cuenca
Cuenca, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-5995-8182
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2940
Ximena Sosa nos ofrece el resultado de un trabajo de largo aliento sustentado sobre muchos materiales de archivo y numerosas entrevistas. El enfoque enunciado por la autora es la mirada del velasquismo desde el punto
de vista del género, de la memoria histórica y de la cultura política. De los
filtros propuestos por la autora, me concentraré en la mirada de género, que
es un campo de la investigación histórica que vengo transitando desde hace
muchos años.
Una de las bondades de la obra es la presentación de algunas mujeres
que tuvieron un papel activo en la construcción de la legitimidad política
de Velasco Ibarra. Sosa menciona los nombres de Zoila Yánez de Carillo, Judith de Terán Varea, Victoria Samaniego de Salazar, de las maestras Angélica
Hidrobo y Angélica Carrillo, entre otras, y nos ofrece sus trayectorias; nos
muestra, por otro lado, las opiniones de Velasco sobre el papel de las mujeres
en la sociedad y en la política, apuntando las contribuciones de los gobiernos
de Velasco a su inclusión en la esfera pública por medio de la educación. En
el texto también se hace referencia a la promoción de la igualdad jurídica, y
aquí tenemos una precisión analítica muy interesante, cuando Ximena Sosa
señala, siguiendo a Mrinalini Sinha, el papel previsto para las mujeres, en
tanto apoyo a la ideología y a la política dominante sin la reformulación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 249-252. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
250
Procesos 54, julio-diciembre 2021
de los roles de género, que tendría como efecto su paso “de un patriarcado
privado a uno público”.1
Veamos, ahora, los aspectos de la obra que contienen ambigüedades e
imprecisiones. El primero de ellos se refiere al uso que la autora hace de la
categoría “género” y el segundo a las nociones de “feminismo” / feminidad,
así como de “masculinidades”.
En lo concerniente al “género”, me preocupa la oscilación del texto entre
el término “género”, dicho en singular, y las referencias a “los dos géneros”
o “ambos géneros”, enunciadas en plural. Y me preocupa por dos razones.
La primera es que, en este contexto, la categoría “género” se refiere a una
asimetría en las relaciones de poder, mas no a una realidad biológica (y así lo
reconoce la autora, p. 24). Sin embargo, la expresión “los dos géneros” alude
a las definiciones sexuales en tanto construcción social en torno a las genitalidades; en tal caso, se corre el peligro de una mirada esencialista, puesto que
la diferencia sexual estaría anclada en lo biológico, llevando a que se pierda
de vista el problema de la desigualdad o la inequidad de las mujeres en la
sociedad y en los ámbitos político-partidarios. Aquí es pertinente señalar
que las identidades sexogenéricas son mucho más que dos, como hoy en día
lo sabemos. Por lo tanto, en los estudios sobre mujeres, género, sexualidad
o identidades LGTBIQ+ es menester buscar —desde el horizonte actual de
las ciencias sociales y de la historia como parte de ellas— la deconstrucción
constante de la diferencia sexual referida a la biología, que hoy es ya del sentido común y no una posibilidad teórico-epistemológica.
El uso impreciso de la categoría “género” puede restar riqueza analítica al trabajo. Por tal motivo, a pesar de la abundancia de datos manejados
por la autora, la identificación de las disparidades sociales y de poder entre
los hombres y mujeres velasquistas se queda a medio camino. Hay entradas
interesantes a esa problemática, no obstante, el estudio se beneficiaría si se
lograse superar los niveles descriptivos de las trayectorias y de las contribuciones de las mujeres velasquistas.
Vamos a un segundo aspecto. Se trata del uso de los términos “feminismo” o “feminismos”, por una parte, y “feminidad”, por otra, así como
del término, dicho en plural, de “masculinidades”. Al hablar de “feminismos”, nos referimos a los movimientos de reivindicación de los derechos de
las mujeres, movimientos que definitivamente no se quedan circunscritos
al ámbito de la evaluación moral de las capacidades y virtudes femeninas,
sino que necesariamente son de naturaleza política y apuntan a los efectos
del ejercicio del poder, se lo denomine o no como “patriarcado”. Ximena
1. Mrinalini Sinha, Gender and Nation (Washington D. C.: American Historical Association / Committee on Women Historians, 2006), 113.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
251
Sosa, efectivamente, trae a colación las perspectivas maternalistas predominantes en el paradigma conservador y las liberales o individualistas. Sería
interesante una definición de la autora en torno a si los enunciados sobre la
superioridad moral de la mujer compartidos por Velasco Ibarra —y en eso
él es conservador a pesar de la promoción formal de cierta igualdad jurídica— pueden ser considerados “feministas”. Personalmente considero que
no, porque la visión moralista, lejos de significar una liberación, conduce a
la reinscripción en el espacio doméstico y los roles de allí derivados, con el
consecuente control y sometimiento de los cuerpos y de las acciones de las
mujeres. En rigor, la exaltación de la virtud y la capacidad femenina, vistas
desde la perspectiva moralista y conservadora, antes que una reivindicación
política, configuran lo que Pierre Bourdieu denomina “negación simbólica”,2
es decir, una expresión en positivo que, en términos de su efecto político, significa todo lo contrario. Por medio de la alabanza resulta, pues, legitimada
la opresión patriarcal.
Por otra parte, cuando hablamos de “feminidad”, estamos hablando de
las identidades o relatos personales o grupales de los agentes sociales. “Feminismo” y “feminidad” son fenómenos de diverso orden, sin embargo, parecería que los términos que los designan son sinónimos e intercambiables.
En relación con estos tópicos surge una nueva inquietud. Y es la referida a
la noción de “masculinidades” tal como es utilizada en el capítulo tercero,
intitulado “Feminismos y masculinidades”. También aquí he podido identificar una ambigüedad en el uso operativo de la noción y me pregunto a
qué se refiere la autora: ¿a las identidades de género de los actores políticos hombres?, ¿a las proyecciones imaginarias o íconos de Velasco Ibarra
percibidas por el electorado? De hecho, ambas dimensiones del fenómeno
político-cultural “velasquismo” están aludidas en varios pasajes de la obra.
Parece que Ximena, en el capítulo de marras, se refiere más bien a las percepciones que el electorado elabora sobre Velasco Ibarra, puesto que en varias
ocasiones la autora menciona “la masculinidad aristocrática e intelectual”
del caudillo, caracterización desplegada con amplitud en el libro. Por otra
parte, a pesar de que se enuncia en plural, otros íconos de la masculinidad
en la imagen de Velasco Ibarra están apenas insinuados en el libro, cuando la
autora menciona la imagen de “hombre santo” o de “mejor competidor”, en
tanto característica fundamental de la masculinidad (por haber ganado cuatro elecciones, p. 84). La autora acierta en estos señalamientos, aun cuando
no haya profundizado en ellos; se trata de filones analíticos promisorios que
podría explotar en futuras contribuciones sobre el fenómeno velasquista.
2. Pierre Bourdieu, O poder simbólico (Río de Janeiro: Bertrand, 1998).
252
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Para finalizar, y entre paréntesis, me gustaría señalar que la pluralidad
de imágenes que el líder populista es capaz de proyectar en su interpelación, junto con la polisemia de sus palabras, son elementos muy interesantes
de los liderazgos populistas, a pesar de lo cual han sido poco estudiados.
Quizá sean estos los rasgos centrales del poder simbólico del político populista y que pueden explicar el arrastre masivo de seguidores. En efecto,
los mal llamados “líderes carismáticos” tienen un rostro polivalente con el
que cada elector puede identificarse y una palabra singular, diría que casi
personalizada, para las circunstancias emocionales y afectivas de los interpelados e interpeladas.3 En su obra clásica Mataron a Gaitán, el colombiano Herbert Braun presenta la polivalencia de las facetas públicas de Jorge Eliécer
Gaitán que asume eventualmente significados políticos contrapuestos; así
Braun nos muestra, en el capítulo sobre “Experimentos en la vida pública”
al “Gaitán izquierdista”, “Gaitán derechista”, “Gaitán estadista”, “Gaitán
jerárquico”.4 Los populistas son personajes políticos muy complejos y ricos
en tanto símbolos, y pienso que, en gran medida, de ahí deriva la potencia
de su interpelación.
La obra de Ximena Sosa tiene el indiscutible mérito de sacar a la superficie de la memoria colectiva y del análisis historiográfico los nombres de las
mujeres que construyeron, desde la subordinación partidaria, a la legitimidad política de Velasco Ibarra y que fueron silenciadas durante décadas por
“la historia de ellos”. En ese sentido, la obra estaría encuadrada, mucho más,
en la “historia de las mujeres” (y “de los hombres”) que en “la historia desde una perspectiva de género”. Y este posicionamiento mío no significa en
absoluto una devaluación de la contribución de Sosa y se refiere, más bien, a
una precisión sobre su “forma de hacer historia”.
De cara al compromiso teórico declarado por la autora al inicio de su trabajo, he identificado un conjunto de imprecisiones que, desde mi punto de
vista, han conducido a que la riqueza del material disponible haya sido analizada de manera relativa. Sin embargo, esta misma circunstancia convierte
a Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972 en una obra con final abierto, cuya
profundización promete novedosas contribuciones al análisis de un período
crucial de la historia política ecuatoriana.
3. Sobre la interpelación polifacética y “generizada” del líder populista, véase mi estudio comparativo sobre Abdalá Bucaram y Collor de Mello. Catalina León Galarza, Género, subjetividad y populismo. Fantasmagorías de la política contemporánea (Quito: Abya-Yala,
2006).
4. Herbert Braun, Mataron a Gaitán (Bogotá: Aguilar, 2008).
Mujeres y hombres velasquistas
Men and women followers of Velasco
Mulheres e homens velasquistas
Patricio Moncayo
Universidad de Las Américas (UDLA)
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0003-3110-9036
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2941
Ximena Sosa propone en su libro Mujeres y hombres velasquistas, abordar
el tema del velasquismo a través de las categorías de cultura política, género
y memoria. Se trata de una nueva manera de enfocar un fenómeno que ha
sido tratado desde un ángulo principalmente político. La propia categoría
populismo adolece de ese sesgo. Las relaciones intersubjetivas entre Velasco
y sus partidarios, así como con sus adversarios, configuran un campo que no
ha sido explorado en anteriores estudios sobre el velasquismo.
El período que comprende el análisis abarca los cinco gobiernos de Velasco Ibarra, sus derrocamientos y su permanencia. A lo largo de esas administraciones, la autora destaca los rasgos culturales de esa asimétrica relación entre el aristócrata intelectual y la masa electoral. Esa asimetría tiene en
la cultura ecuatoriana un terreno propicio para encumbrar a una autoridad
paternal, con alto capital cultural, que seduce a las masas incultas a través de
sus discursos y de obras de valor social. Ser objeto de atención por parte de
un intelectual capaz de competir con los intelectuales de las élites ecuatorianas, para quienes ellas eran parte del paisaje social, elevaba su autoestima.
El intercambio que se vertebra entre el apoyo electoral de una población carente de medios de vida elementales y la devolución de ese apoyo en obras tangibles realizadas en las distintas administraciones de Velasco, explican la continuidad inestable de un paternalismo funcional. Con la categoría género la autora
delinea la asimetría de las relaciones entre hombres y mujeres en el contexto
de las asimetrías político-culturales. La masculinidad hegemónica no se asienta
solo en el ámbito privado, sino que se extiende a la esfera pública. Es relevante
la distinción que hace la autora entre feminismo relacional y feminismo liberal.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 253-256. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
254
Procesos 54, julio-diciembre 2021
En ese marco, analiza el papel de las mujeres velasquistas que prestaron
sus servicios logísticos al líder en las campañas electorales, y en el campo
de la educación femenina. En esta, se mantiene el objetivo político electoral
en beneficio de su patrocinador. Con la categoría cultura rastrea la intersubjetividad de los partidarios y adversarios de Velasco y, por cierto, la carga
subjetiva de la acción comunicativa de sus gobiernos. Aquí juega un papel
importante la memoria en la que quedan registradas las huellas de la obra
pública.
Siguiendo el hilo conductor de esta original interpretación, es posible
diferenciar el carácter que tuvo la educación femenina, impulsada por Velasco, y la que primó en la educación masculina. Podría decirse, entonces, que
niñas y niños, adolescentes varones y mujeres, reprodujeron la relación de
género predominante. En la educación femenina, la política quedaba fuera
de las materias escolares, mientras que en la educación masculina, la política
estuvo presente en las aulas y en la calle.
La libertad de conciencia dividió a las mujeres. En el feminismo relacional, ella estuvo constreñida. En cambio, hubo mujeres que, sin declararse
feministas, ejercieron esa libertad en los hechos. Fue el caso de mujeres notables como Luisa Gómez de la Torre y Nela Martínez, cuyas vidas se basaron en su autonomía en el campo de la acción y de las relaciones familiares.
Velasco Ibarra censuró la noción de la mujer “liberada”. Él reivindicaba la
“femineidad”, que implicaba “no entregarse”. Reivindicaba su “pureza” virginal y su catolicismo. Velasco se alineó en esta confrontación con los conservadores. Mantuvo distancia con el laicismo, dándole acceso en él a la libertad de enseñanza, incluida la católica. Así les volvió a abrir las puertas a los
conservadores, excluidos de la escena política desde la Revolución Liberal.
En el campo político, Velasco fue un factor desequilibrador. La heterogeneidad ideológica y política de sus gabinetes fueron siempre un terreno minado. Su temperamento explosivo interfirió en sus decisiones, como el golpe
de Estado en el primer velasquismo. Sus antagonismos políticos estuvieron
teñidos de enemistad personal, como fue su litigio con Arroyo del Río. No
supo lidiar con sus aliados de ADE, en especial de la izquierda, en “La Gloriosa”, y ello le llevó al golpe de Estado de marzo de 1946. En 1960-1962 la
pelea con su vicepresidente, Arosemena Monroy, desembocó en la dictadura
militar de 1963. El paternalismo de Velasco tuvo un ingrediente autoritario
que proyectó la imagen de mano dura en las muchedumbres sujetas al despotismo social de las élites. Que Velasco les reprendiera a estas, mientras, por
otro lado, atendía con la obra pública a aquellas, redimía simbólicamente a
los pobres frente a los ricos.
Quizá en la creación de la Universidad Católica, Velasco pretendió socavar la gravitación de la universidad estatal, en especial de la Universidad
Procesos 54, julio-diciembre 2021
255
Central del Ecuador, calificada por él como un nido de activistas revolucionarios y terroristas. La experiencia de la Gloriosa reveló a Velasco el potencial
subversivo de esta institución. La democratización de la educación superior
era una afrenta a la aristocracia intelectual, de la que Velasco se sentía connotado integrante. En los capítulos respectivos, la autora recorre la acción de los
gobiernos de Velasco en el agro y en el mundo laboral. También aquí frenó la
constitución de nuevos actores políticos. En la población rural, los indígenas
fueron acercándose a la política, gracias a la labor desplegada en el campo
por la izquierda. Igual ocurrió con los trabajadores urbanos.
Velasco, como lo revela la autora, apostó más a la evolución que a la
acción política, tanto de campesinos como de obreros: “ la enseñanza obligatoria y generalizada, la universidad popular, el periodismo, la facilidad de
informaciones y comunicaciones, la radio, la televisión ha puesto de pie a los
pueblos”. Entre la CTE, de orientación izquierdista y la CEDOC, vinculada a
la Iglesia católica, hubo una competencia por atraer a los trabajadores a sus
filas. Velasco, por su parte, a través de la obra social, aspiraba a legitimar sus
victorias electorales y desvanecer la imagen de demagogo, propalada por
sus detractores.
Hubo también al respecto distintas percepciones sobre la democracia.
Ni Velasco ni la izquierda valoraron en su justa medida la democracia. Por
eso la autora califica el régimen político que se instauró con Velasco como
democracia delegativa. La izquierda, por su parte, desconfiaba de la práctica
electoral de la que, a su juicio, sacaban provecho los mismos miembros de
las trincas que se turnaban en el poder. Y confiaban más en la acción directa:
huelgas y protestas callejeras.
Un valioso aporte es el que se refiere al conflicto de Velasco con los ferroviarios y la concomitante alianza que supo establecer con los choferes.
Así desmontó lo que para él era un foco de agitación nacido de la influencia
de los comunistas en la organización y acción reivindicativa de los ferroviarios. Con el plan vial los trabajadores de las rieles se sintieron desplazados.
Además, para la ejecución de dicho plan, Velasco abrió oportunidades a las
compañías constructoras de carreteras, lo cual apuntaba a despertar simpatía entre una capa emergente de empresarios.
El libro de Ximena Sosa muestra fehacientemente que no fue Velasco,
ni sus gobiernos, el gestor del cambio de modelo económico: del agroexportador al de industrialización por sustitución de importaciones. Es que tuvo
dificultad de acoplarse a la racionalidad técnica. Ante la negación del Banco
Central de un empréstito solicitado por él, objetó: “venir a hablar de inflación cuando el pueblo se muere de hambre”.
Un estudio en torno a las variables culturales del velasquismo no puede
prescindir de su inserción en el contexto social en el que dicho fenómeno
256
Procesos 54, julio-diciembre 2021
apareció, se reprodujo y mutó. El país cambió radicalmente a partir de los
años cincuenta. Ello afectó al velasquismo, tanto en su forma como en su
contenido. Velasco se vio rebasado por las modificaciones socioculturales
que se produjeron en el mundo y que impactaron en el Ecuador. “Está naciendo una nueva mentalidad humana, que no la podemos comprender los
que estamos dentro del problema, una nueva mentalidad humana que a algo
conduce”.1
Mayo del 68, el movimiento hippie, la Teología de la Liberación, el desarrollo, el feminismo, la ecología, la revolución tecnológica. Los medios de
comunicación adquirieron preponderancia, dejando en segundo plano la
teatralidad oratoria de Velasco: “dadme un balcón y seré presidente”, dejó
de tener vigencia. La correlación de fuerzas cambió. Emergió una clase media más culta y más informada. Se vino abajo el régimen de hacienda. Las
dictaduras militares impulsaron la industrialización. El Estado se vio fortalecido con el boom petrolero. El país se abrió al mundo externo y quedó atrás
ese aislamiento que Velasco quiso remediar con su protagonismo histriónico
a nivel regional.
La investigación que sustenta esta obra contiene una valiosa información
empírica. El libro de Ximena Sosa abre un nuevo campo de reflexión que, de
seguro, enriquecerá la perspectiva epistemológica desde la cual se ha tratado el tema del velasquismo. Sin duda es una contribución al debate sobre el
populismo, en momentos en que este fenómeno ha vuelto a aparecer en la
escena política, no solo del Ecuador sino de América Latina.
1. José María Velasco Ibarra, “Entrevista grabada”, Revista Mañana, n.º 295, 26 de
mayo de 1969.
Masculinidades y feminidades en plural:
precisiones conceptuales en el estudio
de Ximena Sosa
Masculinities and femininities in the plural:
Conceptual clarifications in the study of Ximena Sosa
Masculinidades e feminidades em plural:
apontamentos conceituais no estudo da Ximena Sosa
Tatiana Salazar Cortez
Universidad del País Vasco
Lejona, España
https://orcid.org/0000-0001-6954-8662
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2944
Empiezo este escrito por señalar las contribuciones en materia conceptual y metodológica que Ximena Sosa nos ha planteado en su libro Hombres y
mujeres velasquistas, 1934-1972. Seguidamente, haré ciertas reflexiones sobre
aportes críticos del texto, en el sentido que incitan y permiten el debate; y
cerraré con ciertas observaciones sobre puntos que considero problemáticos
que han sido presentados por la autora en los capítulos tres y cuatro. Asimismo, me permito señalar que recupero aquí algunos de los temas que tiene el
libro y que he decidido comentar desde mis intereses, pericia y absoluta arbitrariedad. Sin duda, dejo fuera otros que indudablemente suscitarán otros
debates y convocarán a otros colegas.
Empiezo señalando que, en el sentido metodológico y teórico, el uso y
aplicación de la categoría de la continuidad inestable que Sosa presenta a lo
largo de todo su texto permite entender de manera sostenida la relación que
estableció Velasco Ibarra con sus adeptos en el sentido político, sociológico
y emocional. En este marco, hay que señalar que los actores que se identifican a lo largo del texto son concebidos como electores letrados —varones y
mujeres, en menor medida— que se activaron coyunturalmente en torno a
procesos eleccionarios o durante los mandatos velasquistas. La continuidad
inestable también permite entender los distintos proyectos de modernización
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 257-266. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
258
Procesos 54, julio-diciembre 2021
y racionalización del Estado desplegados por Velasco, especialmente en el
ámbito educativo y de vialidad, mejor implementados durante la tercera
presidencia. Frente a los intentos del Estado por crecer y modernizarse, la
autora se adentra en las tensiones que se generaron con ciertos grupos humanos que son estudiados a lo largo de los capítulos del libro: maestros,
obreros, estudiantes y choferes; y sin perder de vista la influencia del velasquismo en otras tendencias políticas. En este sentido, me parece que es una
categoría que se adapta de manera exitosa a esta presencia inestable de un
personaje que marcó la vida política ecuatoriana por 40 años.
Además, la categoría de masculinidad aristócrata intelectual constituye
un aporte significativo a la historiografía ecuatoriana que invita a repensar
procesos históricos que han omitido al género como una categoría válida
para pensar la realidad social. La apuesta teórica elaborada por Sosa le ha
permitido pluralizar el análisis del populismo clásico centrado en la figura del líder carismático, abriendo así una beta de análisis que considera al
género como categoría útil para pensar las relaciones asimétricas de poder
vigentes entre varones, mujeres y la figura de Velasco Ibarra. Sin embargo,
este punto ha sido uno de los planteamientos que más me ha convocado.
Punto crítico 1.
las masculinidades
Si bien destaco que la categoría del aristócrata intelectual constituye un
aporte novedoso al análisis histórico, considero que la manera en que la autora plantea su categoría es problemática. Por un lado, no dialoga con otras
producciones historiográficas sobre el tema, como retrataré someramente,
ni tampoco mira aportes sobre el estudio de las masculinidades elaboradas
en el Ecuador.1 Para empezar, el concepto del aristócrata intelectual tiene
mucho parecido con el modelo del gentleman inglés que ha sido ampliamente
1. Al respecto, Xavier Andrade, desde la antropología, ha sido quien más ha reflexionado sobre las masculinidades en el país. Su análisis de la política de lo grotesco a través
del periodismo de Pancho Jaime durante la década de los 80 aúna la reflexión teórica interdisciplinaria sobre las masculinidades y la aplicación metodológica de la historia cultural.
Véase Xavier Andrade, “Pancho Jaime and the political uses of masculinity in Ecuador”,
en Changing men and Masculinities in Latin America, ed. por Matthew C. Gutman (Durham
/ Londres: Duke University Press, 2003), 281-304; Xavier Andrade, “Masculinidades y
cultura popular en Guayaquil”, en Antigua modernidad y memoria del presente. Culturas urbanas e identidad, ed. por Ton Salman y Eduardo Kingman (Quito: FLACSO Ecuador, 1999),
101-123.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
259
estudiado en la esfera europea para el contexto victoriano, principalmente.2
Concepto que ha tenido un particular éxito en el estudio de la élite española
frente a las campañas imperialistas del siglo XIX y la crisis política de 1898, y
que creo permite enarbolar lazos de influencia y paralelismos, especialmente
en torno al tema territorial.3 Es decir, el gentleman inglés fue un modelo de ser
hombre, entre tantos otros, que trascendió las fronteras nacionales y que se
convirtió en un tipo masculino que se destacaba por el autocontrol, el saber
comportarse frente a las mujeres y frente a otros varones en la esfera política,
se caracterizó por su educación, su austeridad y su elegancia. También fue
un modelo de hombre “civilizado”, occidental, blanco, de cierta clase social,
que logró ser reconocido y respetado, como tal, entre sus pares, y que se refrendó frente a otro tipo de hombres subalternizados y marginalizados: los
bárbaros, no blancos y no occidentales. Es en este marco que la categoría de
Sosa tiene puntos similares y también de distancia que habría que reconocer.
En todo caso, en el estudio de Sosa, la categoría del intelectual aristócrata es operativa, ya que muestra cómo Velasco Ibarra construyó un modelo
masculino sobre sí mismo que fue usado en la arena de la política de manera
polivalente y a través del tiempo. La autora enfatiza en cómo este modelo de
masculinidad fue un elemento que apeló a los votantes a distintos niveles:
emocionales e identitarios, constituyéndose como una característica que le
permitió volver al poder en repetidas ocasiones y, a la vez, subrayar una
relación asimétrica con sus seguidores. Por su parte, coincido con la caracterización de los valores masculinos asociados a Velasco Ibarra. Es decir, la
autora identifica valores asociados a la masculinidad en la que se destacaban
la honradez, la austeridad, la honestidad; su carácter de hombre letrado e
intelectual; un hombre hecho a sí mismo, pese a la adversidad de clase, factor que le permitió disputar reconocimiento en la élite política ecuatoriana y
que, según la autora, tuvo una fuerte influencia entre los votantes. Sin embargo, este modelo en solitario no puede explicar el éxito que otorga Sosa a
este tipo de masculinidad, ya que no existe una masculinidad hegemónica
2. Anne M. Windholz, “An Emigrant and a Gentleman: Imperial Masculinity, British Magazines, and the Colony than got away”, Victorian Studies 42, n.º 4 (verano 19992000): 631-658; Michèle Cohen, “ ‘Manners’ Make the Man: Politeness, Chivalry, and the
Construction of Masculinity, 1750-1830”, Journal of British Studies (2005): 312-329; Xanthe
Brooke, “From English Gentleman to Spanish ‘Hidalgo’. Frank Hall Standish (1799-1840)
and his Spanish Art Collection”, Boletín del Museo del Prado 34, n.º 52 (2016): 50-63.
3. Nerea Aresti, “El gentleman y el bárbaro. Masculinidad y civilización en el nacionalismo vasco (1893-1937)”, Cuadernos de Historia Contemporánea, n.º 39 (2017): 83-103; Luis
G. Martínez del Campo, “La educación del ‘gentleman’ español. La influencia británica
sobre la élite social española (1898-1936)”, Ayer: Revista de Historia Contemporánea, n.º 89
(2013): 123-144.
260
Procesos 54, julio-diciembre 2021
en solitario, sino una red de relaciones de poder entre modelos masculinos.
Voy a explicar brevemente por qué.
Yo encuentro dos problemas en concreto sobre la masculinidad aristócrata intelectual. Una parte se debe a la definición dada por la autora y la otra
en torno al carácter relacional del género. Sosa construye su concepto basándose en el aparato teórico de R. W. Connell, refrendado por Leonor Frau,
autoras citadas.4 Sin embargo, parte fundamental de la propuesta de Connell
es la validación hegemónica de la masculinidad frente a maneras no legítimas de ser hombres. Es decir, frente a las masculinidades subalternas, evidenciando así jerarquías existentes entre las masculinidades. De hecho, “los
hombres construyen su masculinidad dentro de esquemas de oposición y en
referencia a lo que es la no-feminidad”.5 En este sentido, las masculinidades
son plurales, referenciales frente a los hombres y relacionales en torno a las
mujeres (siendo este punto el menos logrado en el libro).6 El análisis unilateral que realiza Sosa no se adentra en la complejidad de las relaciones del
género y la manera histórica y cambiante en la que se producen, no permite saber cómo esta masculinidad aristocrática intelectual se convierte en un
modelo que ejerce en los sujetos, sino que es efectivo, impositivo y siempre
funcional para Velasco. Adicionalmente, la manera en la que está construida
esta categoría tiene un aire de permanencia, cuando sabemos que las masculinidades son cambiantes, así sea de manera gradual, a lo largo del curso de
la vida de cada individuo y entre diferentes grupos de hombres, más aún en
un lapso de 40 años. Finalmente, no podemos olvidar que la masculinidad
hegemónica no es una realidad social sino un ideal normativo,7 en este ámbito debemos situar a los sujetos y las relaciones de poder que analizamos.
Si bien la autora pasa por alto el análisis de las masculinidades subalternas, hay elementos presentes en el libro que nos permitirán entender cómo
Velasco Ibarra conectó con los votantes de distintas ideologías y clases socia4. R. W. Connell, Masculinities (Cambridge: Polity, 2021 [1995]); de los hombres (Bogotá:
UNICEF, 2004).
5. Frau, ibíd., 53-54. Así lo señala Minello al hacer un balance sobre la producción
académica de las masculinidades en autores como Connell, Robert Badinter, Michael Kimmel, entre otros; véase Nelson Minello Martini, “Masculinidad/es. Un concepto en construcción”, Nueva Antropología, n.º 61 (septiembre 2002): 11-30.
6. Nere Aresti señala que las fronteras de la masculinidad no son estables. La exploración de estos terrenos limítrofes obliga a situar la masculinidad normativa en las
relaciones de poder con otras masculinidades y con la feminidad, en el entramado creado
por comprensiones concretas de la diferencia sexual, por tensiones y negociaciones constantes. Véase Nerea Aresti, “La historia de género y el estudio de las masculinidades.
Reflexiones sobre conceptos y métodos”, en Feminidades y masculinidades en la historiografía
de género (Granada: Comares, 2018), 183.
7. Ibíd., 173-193.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
261
les, abogando siempre a la manera más prestigiosa de ser hombre.8 En otras
palabras, Velasco sí identificó distintas narrativas masculinas. El modelo del
padre político, su destacada moralidad, y otras cualidades identificadas por la
autora, funcionaron como modelos masculinos que apelaron a distintas maneras de ser hombre que son retratadas en el texto, pero no en estos términos.
Precisamente, frente a las distintas maneras de ser hombre y los cambios históricos vividos a lo largo de cuarenta años, me surge la duda sobre
cómo la crisis del paternalismo, que ha sido estudiada por Juan Maiguashca
y Liisa North, incidió en las masculinidades del mundo campesino, rural y
trabajador urbano que se acentuó en los años treinta.9 ¿Cómo la apertura al
capitalismo trastocó la vida cotidiana de la gente? También, ¿cómo los procesos de migración internos, surgidos a lo largo del siglo XX, incidieron en
las relaciones de género de la población urbana y rural? No podemos perder
que vista que cuando las relaciones de producción cambian, las relaciones de
género también lo hacen, así sea de manera menguada.10 Una respuesta a estos interrogantes los podríamos encontrar en los estudios de Erin O’Connor,
quien ha identificado cómo los modelos de masculinidad del mundo obrero
pasaron por un proceso de renegociación, precisamente frente a la ruptura
de las relaciones de dominación en la transición al capitalismo y también
ante nuevos modelos de masculinidad venidos del mundo socialista.11
Por otro lado, creo que la categoría del aristócrata intelectual también nos
permitiría analizar en clave de género las masculinidades de la élite política
de la época, las mismas dinámicas de su configuración. Sosa acierta al iden8. R. W. Connell y James Messerchmidt, “Hegemonic masculinity. Rethinking the concept”, Gender and Society 19, n.º 6 (diciembre 2005): 851.
9. Juan Maiguashca y Liisa North, “Orígenes y significado del velasquismo: lucha de
clase y participación política en el Ecuador, 1920-1972”, en La cuestión regional y el poder,
ed. por Rafael Quintero (Quito: FLACSO Ecuador / CERLAC / Corporación Editora Nacional, 1991), 89-159.
10. Anne Clark ha analizado cómo en el mismo período de tiempo que estudia E.
P. Thompson en su clásico libro Formación de la clase obrera en Inglaterra, las relaciones
de género moldearon las nuevas relaciones productivas y la división sexual del trabajo, ambos productos de la reconfiguración de las relaciones de género en el marco de la
Revolución Industrial. En ese contexto, la vida cotidiana, la familia y política generaron
nuevos modelos de masculinidad y feminidad, lo que causó una crisis en algunos modelos y transformó otros, en especial frente a los nuevos ideales, imposibles de replicar por
los sectores obreros, venidos del mundo burgués urbano. Véase Anne Clark, The struggle
for the breeches. Gender and the Making of the British Working Class (Berkeley: University of
California Press, 1995).
11. Erin O’Connor, “¿Mujeres o trabajadoras? Exploración de la historia de la hegemonía de género en los movimientos obreros del Ecuador, entre 1895 y 1938”, en Historia de[sde] mujeres del Ecuador, ed. por Andrea Aguirre Salas y Tatiana Salazar Cortez, en
prensa.
262
Procesos 54, julio-diciembre 2021
tificar cómo Velasco Ibarra disputó el campo intelectual, al seguir los aportes
teóricos de Pierre Bourdieu. La disputa de la escena política le obligó a mirarse con relación a otros hombres. En este sentido, la masculinidad es una
categoría referencial e histórica. ¿Cómo interactuó con otros intelectuales de
la época? ¿Cómo la masculinidad constituyó un régimen de miramiento y
delimitación interseccional: clase, género y etnia? Por ejemplo, María Elena
Bedoya en su estudio sobre Jacinto Jijón y Caamaño destaca el carácter benefactor que Jijón proyectaba sobre sí mismo en el ámbito de la política y la
ciencia, y en especial frente a los indígenas.12 Por su parte, Agatha Rodríguez
en su estudio sobre los intelectuales cuencanos en las postrimerías decimonónicas y la década de los 30 del siglo XX identifica maneras de ser y actuar
de esta élite atravesadas por las narrativas científicas y artísticas.13 Mientras
que Katerinne Orquera identifica valores estéticos en los intelectuales de transición de diario El Comercio, entre los años 30 y 40,14 que sin duda caracterizaron al campo intelectual ecuatoriano por varias décadas y con los cuales
Velasco Ibarra debía interactuar. En otras palabras, la categoría de Sosa, en
un sentido histórico, cambiante y variable, permitiría analizar el campo intelectual en el siglo XX, sus estéticas y prácticas, sin omitir las tensiones de
género surgidas entre los varones, sea por motivos de clase, etnia, religión,
generación y también frente a las mujeres.
Para culminar con la crítica a la categoría de masculinidad elaborada
por Sosa, creo que un aspecto que se queda a medio camino es el análisis en
torno a la crisis territorial, las narrativas sobre la masculinidad y la nación.
La historiadora Nerea Aresti señala que el proceso nacionalista y civilizador
ha estado unido a los hombres, quienes son los legítimos representantes de
la nación y responsables del grado de progreso de la civilización, ya que
encarnan la hombría nacional.15 Entonces, eché de menos mirar un análisis
en clave de género sobre las narrativas sobre la masculinidad y la nación, y
verificar, en efecto, cómo la masculinidad aristócrata intelectual pudo haber
12. María Elena Bedoya, Antigüedades y nación. Coleccionismo de objetos precolombinos y
musealización en los Andes, 1892-1915 (Bogotá: Pontifica Universidad Javeriana / Universidad Santo Tomás / Universidad del Rosario, 2021).
13. Agatha Rodríguez Bustamante, “Élites letradas y espacios de sociabilidad cultural
en Cuenca: la Corporación Universitaria del Azuay y el teatro Variedades (1860-1935)”
(tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2019), http://hdl.
handle.net/10644/6574.
14. Katerinne Orquera Polanco, “Prensa periódica y opinión pública en Quito. Historia social y cultural de diario El Comercio, 1935-1945” (tesis de doctorado, Universidad
Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2020), http://hdl.handle.net/10644/7684.
15. Nerea Aresti, “A la nación por la masculinidad. Una mirada de género a la crisis
del 98”, en Feminidades y masculinidades: arquetipos y prácticas de género, coord. por Mary
Nash (Madrid: Alianza, 2014), 47-74.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
263
sido efectiva en este momento de crisis nacional, sobre todo ante la necesidad de reconfigurar los discursos sobre la virilidad masculina frente a unos
peruanos bestiales, insaciables y no civilizados, como se puede apreciar en
la prensa de la época.16
Punto crítico 2.
los cambios en el orden del género
Los cambios en el orden del género no son explicados de manera directa
por la autora, pero están presentes en el libro. Me explico. El apoyo que le
otorga Velasco a la educación, con un fuerte énfasis en la moral católica y
la apreciación de Velasco sobre la igualdad jurídica de la mujer, alteraron
el orden del género. Es decir, cuando Velasco abrió espacios de educación
secundaria y fortaleció la educación de tercer nivel, generó intersticios en las
maneras aceptables de ser mujer. Las normativas del género que se ejercían
sobre las mujeres, como él mismo lo destaca, debían ser los de la mujer francesa: trabajadora y madre; eso sí, sin masculinizarse. Lo que pretendía Velasco era racionalizar la división sexual del trabajo y apelar a un grupo social
específico. No podemos olvidar que los modelos normativos de feminidad
y de masculinidad son ideales que difícilmente son encarnados por una persona específica y que se tornan imposibles para los sectores menos favorecidos.17 El proyecto velasquista reconfiguró el orden del género en la familia,
especialmente en los sectores medios y altos, para que las mujeres, además
de cumplir con los papeles históricamente asignados, cuidado y reproducción, también incluyeran la producción; proyecto que buscaba dotar de respetabilidad a quienes, de facto, ya asumían esos roles, como las mujeres de
sectores populares que históricamente han desempeñado esta carga laboral.
Entonces, tenemos a modelos femeninos que cambian y, por ende, también
masculinos; en este sentido, el género es relacional. Por ejemplo, se alude a
las tensiones que los gobiernos de Velasco mantuvieron con los estudiantes,
hecho que estuvo atravesado por la disputa de la arena política universitaria. Los jóvenes encarnaron en los años 60 y 70 una ruptura considerada por
ellos como generacional que precisamente fue deudora de los cambios educativos impulsados por Velasco. En otras palabras, el modelo hegemónico
de Velasco fue disputado tanto por mujeres y varones jóvenes, más aún en
16. “Ambición peruana”, La Calle, 23 de agosto de 1963, 11; Plinio López Moral, “Existe realmente el complejo de inferioridad”, La Calle, 15 y 21 de noviembre de 1963, 27, 30,
23.
17. Connell y Messerchmidt, “Hegemonic masculinity. Rethinking...”, 846.
264
Procesos 54, julio-diciembre 2021
el último período presidencial. En todo caso, el libro invita a indagar cómo
se vivieron los cambios económicos acaecidos con el boom bananero en el
país, la apertura educativa para las mujeres al tercer nivel, la escolarización
de migrantes en la urbe, entre otros, ya que son elementos que trastocaron
directamente las relaciones de género.
Finalmente, en cuanto a la habilidad política del expresidente, me pregunto si Velasco Ibarra percibió estos cambios en materia de género. Por
ejemplo, ¿por qué en 1970 decidió apoyar la apertura de un Departamento
de la Mujer adscrita a los ministerios de Trabajo y Previsión Social? Hecho
que no se logra concretar, pero que cambió a los ojos de Velasco y cómo este
negoció esas transformaciones en el orden del género. Puede que el feminismo de segunda ola haya incidido en este cambio de agenda. No podemos
olvidar, como bien lo señalan Connell y Messerchmidt, las masculinidades
son cuestionadas cuando mujeres jóvenes disputan la hegemonía del orden
patriarcal. En fin, aún queda mucho por investigar, y este libro puede ser el
punto de partida para ahondar en estos cambios en las relaciones de género.
los Problemas: feminismos,
feminidades y conciencia femenina
Me centraré en esta sección en el uso de ciertas categorías que ha realizado la autora. Si se parte en el texto de que la masculinidad es una expresión
identitaria, cuando se analiza a los varones, ¿por qué la feminidad es igual al
feminismo maternal para el caso de las mujeres? Al no explicar qué es lo que
plantea Wyland, ni qué es lo que se entiende por feminismo o feminidad, se
corre el riesgo de reproducir de manera simplista la teoría de los roles que
naturaliza y perenniza a la mujer únicamente como reproductora y sometida
a la diferencia biológica. El problema de ello radica en que se construye una
categoría de mujer sin previa reflexión teórica y determinada por la biología y por construcciones de género aparentemente invariables. El principal
problema yace en el uso que hace la autora de conceptos que reflexionan
desde la teoría feminista, pero que no se aplican al texto de manera clara. Por
ejemplo, Ana María Goestchel y Karen Offen señalan el carácter disruptivo y
político de las categorías de feminismo que emplean.18 Además, sus análisis
retoman el estudio del concepto de feminismo en el Ecuador, como es el caso
de Goetschel, y la posibilidad de generar una categoría del feminismo como
18. Karen Offen, “Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo”, Historia
Social, n.º 9 (invierno 1991): 103-135; Orígenes del feminismo en el Ecuador. Antología, comp.
por Ana María Goetschel (Quito: FLACSO Ecuador, 2006), 13-53.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
265
capaz de englobar una ideología, un movimiento de cambio sociopolítico
que trastoque las normativas del género y la jerarquía masculina, como lo
plantea Offen para los feminismos anglosajones y francés. En este sentido,
no se puede despojar a estas categorías de su carácter feminista, sin dialogar teóricamente con las autoras y sus propuestas, menos aún cuando no se
indica qué reparos o miramientos se privilegian frente a sus contribuciones.
Sobre este problema en concreto, Sosa señala en su texto que las mujeres
velasquistas acogieron una lectura maternalista frente a su quehacer político
e identitario, manteniéndose al margen de la política, en el sentido de representación directa. En contraposición, las liberales, placistas, asumieron un
feminismo de corte individualista que demandaba espacios políticos, pero a
su vez abogando por la maternidad. Ante este horizonte de manifestaciones
centradas en la politización de la maternidad, yo me pregunto, por ejemplo,
si la categoría de Temma Kaplan sobre conciencia femenina podría alumbrar
las experiencias de estas mujeres.19 Podríamos considerar que la defensa del
espacio doméstico de las velasquistas se hacía en el marco de la defensa de
su identidad, vinculada y advocada a lo doméstico. Esta es una reivindicación política frente a mujeres que amenazaban su identidad femenina (mujeres placistas o de izquierda). Precisamente, lo que señala Kaplan es que
se acepta el sistema de géneros, especialmente, bajo el rol del cuidado de la
vida que realizan las mujeres; en este sentido no habría contradicción. No
se puede creer que las mujeres velasquistas no tenían una intención al participar de los mítines políticos, así haya sido de manera subordinada frente
a sus pares los varones. No estaban recluidas al espacio privado, sino que lo
defendían en el marco de la feminidad respetable y de manera estratégica.
No podemos caer en el error de despojarles de una intencionalidad a su accionar, subordinándolas a los deseos o a la visión moral unilateral del líder
carismático. Si se hace esto, no se puede entender por qué están ahí, ya que
no solo hay que incluir a las mujeres a los análisis, sino saber por qué hacen
lo que hacen. ¿Por qué estas mujeres no se quedaron en casa? No podemos
olvidar que fueron mujeres que en ocasiones fueron golpeadas en las calles
cuando se manifestaban, es decir, vivían la política en el cuerpo. No estaban
atrincheradas a un espacio privado despolitizado, sino que al participar de
estos movimientos políticos algunas de ellas lograron salir, así sea temporalmente, de la domesticidad y redefinir sus identidades políticas de manera
racional y mediante sus propios recursos.20 Es más, si trascendemos la identidad y nos adentramos en la manera de entender y ejercer la ciudadanía, las
19. Temma Kaplan, “Conciencia femenina y acción colectiva: el caso de Barcelona,
1910-1918”, Sings. Journal of Women in Culture and Society, n.º 7 (1982): 545-566.
20. Clark, “The struggle for the breeches...”, 4.
266
Procesos 54, julio-diciembre 2021
mujeres velasquistas no lo hacían en el marco de la igualdad masculina, sino
en el de la diferencia y desde una frontera política. Entonces, actuaban en
el marco de su conciencia femenina y sus referentes identitarios, no menos
importantes políticamente.
Para concluir, creo que este libro nos obliga, como historiadores, a construir categorías que estén en contacto con los marcos de referencia de los sujetos de estudio, que reconozcan la construcción teórica de los conceptos que
usamos y que se articulen como categorías históricamente variables. Hacernos responsables de las categorías que construimos nos obliga a reflexionar
sobre nuestra coyuntura. Lo señalo porque estamos viviendo un momento
en el que el feminismo como movimiento social goza de un reconocimiento
histórico que ha empujado agendas y propuestas políticas, pese a las incongruencias que han acarreado en algunos políticos de turno. En este sentido,
no podemos creer que todo lo que hacen las mujeres es feminismo. No digo
que no se puedan imponer categorías, pero hay que hacerlo de manera crítica y dialogando con quienes han trabajado estos temas. En todo caso, el
texto de Ximena Sosa ha alumbrado un camino riquísimo por transitar. Sí,
ha abierto una caja de pandora, y como historiadora no puedo sino posicionarme y contestar.
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972:
una conversación con Catalina León Galarza,
Tatiana Salazar y Patricio Moncayo
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972: Talking with
Catalina León Galarza, Tatiana Salazar, and Patricio Moncayo
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972: uma conversação
com Catalina León Galarza, Tatiana Salazar y Patricio Moncayo
Ximena Sosa
Investigadora independiente
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-9601-6522
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2943
Ante todo, agradezco a los colegas Catalina León Galarza, Patricio Moncayo y Tatiana Salazar por tomarse el tiempo para leer y comentar mi libro,
Hombres y mujeres velasquistas: 1934-1972. También agradezco a Santiago Cabrera Hanna por convocar este Diálogo Crítico que enriquece la conversación
académica. Mis respuestas están divididas en dos partes. Primero, contesto
los puntos que tanto Catalina como Tatiana han recalcado, ya que ambas tratan sobre el género. Y luego respondo a los puntos destacados por Patricio.
Uno de los puntos que Tatiana encuentra problemático es la falta de diálogo
con otros autores sobre la masculinidad. Mi libro utiliza tres categorías teóricas:
género, cultura política y memoria colectiva, todas entrelazadas con el populismo clásico de Velasco Ibarra. De tal manera que no fue mi intención hacer
una revisión teórica sobre ninguno de estos conceptos. Menciona los estudios
de Matthew Gutman como si no hubieran sido citados en el libro (p. 77). También nombra el trabajo de Xavier Andrade, que está enmarcado dentro de otro
tipo de masculinidad, más bien asociado con la cultura popular de Guayaquil,
enmarcado en la década de los 80. En este sentido, la masculinidad de un populista clásico como Velasco Ibarra es diferente a la de un escritor como Pancho Jaime. De tal manera que no era necesario incluirlo en el debate. Adicionalmente,
hay un elemento de la caracterización del populismo que es crucial entenderlo,
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 267-270. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
268
Procesos 54, julio-diciembre 2021
y es la relación asimétrica que mantiene un líder populista con sus seguidores.
Las jerarquías existentes entre los opositores políticos también están desarrolladas en la competencia que enfrentó Velasco Ibarra en sus campañas electorales
y sus presidencias (capítulos uno y dos). Finalmente, en un libro anterior analicé
dos tipos de masculinidades y estoy trabajando en otro artículo sobre este tema.1
Por otro lado, si bien es cierto que el libro no se adentra en las relaciones
complejas de género, sí hace referencia a cómo esa masculinidad aristocrática intelectual fue construida (p. 90). Concuerdo con Tatiana al expresar que
las masculinidades son cambiantes. Sin embargo, sostengo que cuando se
construye una figura política que perdura tantos años, esta debe poseer elementos de permanencia que obviamente tiene variaciones en las diferentes
tácticas y estrategias que Velasco Ibarra y sus partidarios políticos utilizaron para reclutar votantes letrados en las cuatro campañas (capítulo dos).
A lo largo del libro, señalo las diferentes imágenes construidas por Velasco
Ibarra que le sirvieron para identificarse con los seguidores o para que sus
opositores lo rechazaran como político. Empero, como indica Catalina León
Galarza, sería interesante ir desmenuzando estas imágenes construidas a lo
largo de sus presidencias, asunto que podría ser profundizado. Adicionalmente, Catalina menciona “los mal llamados líderes carismáticos”, pero no
hace ninguna referencia académica ni una explicación de por qué son mal
llamados o qué propondría para una diferente conceptualización de estos
líderes políticos. Desde mi perspectiva, la mayoría de los líderes políticos
son carismáticos, sean o no populistas (pp. 17-22). No obstante, como indico,
el carisma no es la única característica de los líderes populistas (pp. 86-88).
También explico cómo las relaciones de género fueron cambiando, en algunos casos se mantuvieron en la confrontación, como con la mayoría de los
estudiantes de la Universidad Central del Ecuador, que luchaban por la autonomía de las instituciones de enseñanza superior. Pero también hubo, como
en todo contexto histórico, diferentes posiciones de los seguidores y opositores
velasquistas, en las que se dieron renegociaciones entre el mandatario y los
diferentes sectores de los que trata el libro. Por ejemplo, la relación asimétrica
de Velasco Ibarra con los ferroviarios fue bastante compleja, pero sí se llegaron
a renegociaciones en las que también intervinieron mujeres (pp. 231-236).
Concuerdo con Catalina en que la feminidad es parte de “identidades o
relatos personales o grupales de los agentes sociales”, tema que probablemente
necesitaba mayor clarificación en el libro. En este mismo contexto, las posturas
1. Véase Ximena Sosa-Buchholz, “The Changing Images of Male and Female in Ecuador: José María Velasco Ibarra and Abdalá Bucaram”, en Gender and Populism in Latin
America, ed. por Karen Kampwirth (University Park: The Pennsylvania University Press,
2010), 247-266; Ximena Sosa, “Masculinity and Populism in Ecuador: The Case of José
María Velasco Ibarra (1930s-1970s)”, inédito.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
269
de las mujeres seguidoras de Velasco Ibarra y de Galo Plaza en la campaña de
1960 son diferentes.2 Sin embargo, las mujeres velasquistas sí intervinieron en
la política, ya sea por defender los ideales de sus maridos, padres o hermanos o
porque sus ideas concordaban con ellos. Y cito: estas mujeres “creían, como su
líder populista, que la mujer podía involucrarse en la política sobre todo para
purificarla, lo cual está ligado con la idea de que las mujeres como, así como su
líder, eran guardianes morales de la sociedad” (p. 177). De esta manera se aplica la transición “patriarcado privado” a un “patriarcado público” acuñado por
la historiadora Mrinalini Sinha, que es utilizado a lo largo de todo mi trabajo.
Adicionalmente, la memoria colectiva juega un papel importante en esta
percepción del involucramiento de las mujeres velasquistas en la política.
Esta memoria colectiva estaba reflejada en manifiestos, cartas y entrevistas
realizadas por o a estas mujeres. Ahí se refleja cómo estas mujeres seguidoras
del líder populista clásico se identificaban a sí mismas. Sin embargo, Catalina no coincide con esta concepción de las mujeres velasquistas, y alude a la
noción de negación simbólica de Pierre Bourdieu. Ciertamente, este sería un
tema que habría que estudiarlo más ampliamente.
Es importante destacar que el libro no es sobre género, es una unión del
populismo, asunto que es primordial entender en la política ecuatoriana, y
cultura política, memoria colectiva y también género. Pero concentrarse solo
en elementos teóricos de género utilizados o no en este estudio es mirar parcialmente la contribución del libro.
Los comentarios de Patricio Moncayo tienen un matiz más global de mi
obra. Resalta, entre muchos puntos, la cultura política del velasquismo, enmarcada en una heterogeneidad y, al mismo tiempo, en una inestabilidad
producida, en mucho, por el carácter explosivo de Velasco Ibarra. Yo añadiría que pese a esa inestabilidad, también se dio una continuidad que logró, a
través de redes clientelares, que tanto hombres como mujeres mantuvieron
viva su imagen de “salvador de la patria”. Y que, de esta manera, se logró
renegociar acercamientos con varios sectores de la población votante con el
objeto de candidatizar cinco veces a Velasco Ibarra.
Patricio destaca la distancia sutil que este líder populista mantiene tanto
con los liberales como con los conservadores. Por una parte, abraza el Estado
laico de los liberales, y por otra, corteja a los conservadores con la educación
superior, sobre todo con la creación de la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador, en 1946. En este sentido, concuerdo con Patricio, que para el
expresidente “la democratización de la educación superior era una afrenta a
2. Ximena Sosa, “Mujeres en la campaña presidencial de 1960: participación política, clases sociales y religión católica”, en Historia de[sde] mujeres, ed. por Andrea Aguirre y Tatiana
Salazar, en prensa.
270
Procesos 54, julio-diciembre 2021
la aristocracia intelectual de la que Velasco se sentía connotado integrante”.
Al recorrer los capítulos pertenecientes a los grupos estudiados, Patricio
menciona la continua disputa entre los integrantes de ideología de izquierda y
Velasco Ibarra. Este hecho se desarrolla a lo largo del libro, tanto con los profesores como con los estudiantes, los obreros rurales y urbanos y los artesanos;
los ferroviarios y los choferes. Esta pugna permanente, que enriquece el análisis de una política dinámica, contribuye a entender cómo los diferentes actores,
hegemónicos y subalternos, tuvieron un papel en la construcción de una democracia, al decir de Patricio, de “distintas percepciones”. Por parte de Velasco
Ibarra, una democracia delegativa; y, por parte de los sectores de izquierda,
ligada a “la acción directa” plasmada en “huelgas y protestas callejeras”. En
ese sentido, yo agregaría que la relación entre el populismo y la democracia
ha sido muy discutida. Empero, mantengo que esta relación compleja tiene
varias aristas. Entre ellas, la posición de Chantal Mouffe y Benjamin Arditi,
quienes argumentan que el populismo tradicionalmente ha sido considerado
como una amenaza a la democracia.3 Otros académicos arguyen que el populismo es compatible con la democracia. Por ejemplo, el sociólogo Carlos de la
Torre asegura que el populismo es el resultado de una forma particular de la
incorporación política del pueblo en la comunidad nacional. La lucha entre el
pueblo y la oligarquía es de naturaleza maniquea y ética. Entonces, la democracia es entendida como una acción y movilización de las masas de parte de un
líder, en vez de considerarla como las normas y procedimientos democráticos
liberales.4 Si se mira al populismo en ambas caras, se tienen las dos posturas.
La democracia es constitucional y debe incluir, por lo menos, las instituciones
y los derechos ciudadanos, pero cuando estos elementos no están presentes, la
democracia se deteriora. De tal manera, cuando el gobierno es percibido como
incompetente, el pueblo expresa su descontento, situación de la que el populismo se puede beneficiar. Así, desde mi punto de vista, el populismo más bien es
una manera de recordarnos que la democracia no está funcionando.
En conclusión, agradezco nuevamente los comentarios de los tres académicos, sobre todo sus sugerencias de literatura que no fueron incluidas en
el libro. Invito nuevamente a profesionales de la historia a profundizar los
temas analizados y sobre todo continuar investigando posibles explicaciones
de por qué el populismo en sus diferentes variantes sigue siendo un fenómeno persistente en América Latina.
3. Chantal Mouffe, “The ‘End of Politics’ and the Challenge of Right-wing Populism”,
en Populism and the Mirror of Democracy, ed. por Francisco Panizza (Londres / Nueva York:
Verso, 2005), 50-71; Benjamin Arditi, “Populism as an Internal Periphery of Democratic
Politics”, en ibíd, 72-98.
4. Carlos de la Torre, Populist Seduction in Latin America: The Ecuadorian Experience
(Athens: Ohio University Center for International Studies, 2000), 141.
solo libros / reseñas
cristóbal Espinoza YépEz. la aCadEmia dE GuErra dEl EjérCito (1920-1940):
aportEs dE la misión militar italiana. Quito: cEntro dE Estudios
dEl Ejército / uniVErsidad andina simón bolíVar, sEdE Ecuador, 2019, 128 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2889
Los trabajos históricos sobre el Ejército ecuatoriano como objeto de
investigación son escasos. La mayoría de los estudios realizados se han
enfocado en el relato de batallas y eventos tales como la Independencia y la
Revolución Liberal. Por eso llama la atención el libro de Cristóbal Espinoza,
pues visualiza la educación militar en Ecuador, mediante la instauración
de un instituto académico militar denominado Academia de Guerra en el
período 1920-1940.
El autor se fundamenta en la definición de Guillermo Cabanellas para
analizar la Academia de Guerra, desarrollar su argumentación con fuentes
documentales no estudiadas y demostrar la importancia de la influencia de
la doctrina militar italiana en el Ejército ecuatoriano de la primera mitad
del siglo XX.1 De este modo, pone en diálogo documentos identificados en
el archivo del Centro de Estudios Históricos del Ejército, el Ministerio de
Relaciones Exteriores y fuentes primarias de origen italiano, en donde se
observan las negociaciones y funcionamiento institucional de la Academia
de Guerra durante sus primeros 20 años. Además, Espinoza contempla las
complejas condiciones políticas ecuatorianas de la década de los 30.
El autor divide su investigación en dos capítulos para exponer los
sucesos que transcurrieron en el ámbito político-militar para llevar a cabo el
convenio firmado entre el reino de Italia y el Ecuador. En el primer capítulo
(pp. 15-34), Espinoza explica las condiciones políticas y sociales de inicios
del siglo XX, cuando el gobierno contrató una misión militar de Chile ya
1. Guillermo Cabanellas, Diccionario militar: aeronáutico, naval y terrestre (Buenos Aires:
Heliasta, 1961), 53.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 273-293. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
274
Procesos 54, julio-diciembre 2021
que, en 1910, se dio el primer intento para instaurar la Academia de Guerra.2
Espinoza explica que debido a los problemas limítrofes entre Ecuador y Perú
de principios del siglo XX, y a la falta de instalaciones adecuadas para su
funcionamiento este instituto no pudo establecerse. A estas circunstancias se
sumó el hecho de que la experiencia militar durante la revolución conchista
puso en evidencia la falta de conocimiento de la doctrina militar en los jefes
de las unidades militares.
En 1919, durante el gobierno de Alfredo Baquerizo Moreno, empezaron
las negociaciones con el reino de Italia para profesionalizar a los jefes militares.
Estos acercamientos se consolidaron definitivamente en el Gobierno de José
Luis Tamayo. Mientras que la opinión pública nacional jugaba un papel
importante en la aceptación de estas negociaciones y los sucesos que tendrían
los oficiales italianos una vez que empezaron sus funciones en Ecuador.
Espinoza enfatiza que la misión militar italiana fue parte de una estrategia
de expansión geopolítica y económica del reino de Italia, en momentos
que el fascismo crecía en América Latina. En ese marco, las autoridades
ecuatorianas aceptaron la negociación con la compañía italiana en el
Ecuador, que presentó un plan de asesoramiento económico y productivo,
especialmente en el aspecto agropecuario; a la par que contaba con una
propuesta de profesionalización militar.
En el segundo capítulo, el más extenso (pp. 35-104), Espinoza explica
el funcionamiento de la Academia de Guerra: la misión militar de Italia fue
un segundo grupo extranjero que proporcionó el soporte necesario para
profesionalizar al Ejército, a inicios del siglo XX. La Ley Orgánica Militar de
1905 dio el sustento legal para que la misión se enfoque en el desarrollo de
las capacidades de los jefes militares ecuatorianos, quienes planificarían la
defensa del territorio nacional.
La misión militar de Italia fue dirigida por el general Alessandro Pirzio
Biroli, junto a un numeroso contingente de oficiales. Se propuso replicar la
experiencia bélica y las lecciones aprendidas por su país en la Primera Guerra
Mundial, ya que la mayoría de los oficiales italianos fueron veteranos de
aquel conflicto, y por eso realizaron la traducción de todos los manuales del
curso de Estado Mayor de la Academia de Guerra de Italia para impartir las
clases en el país.
La experiencia bélica de Italia le permitió ser un referente del modelo
institucional militar en América Latina para perfeccionar a los jefes militares
que cumplieran las funciones de comandantes y miembros de los Estados
Mayores en los repartos militares, con el propósito de desarrollar la
2. Jorge Martínez Bucheli, Primera misión militar chilena en Ecuador (Quito: Centro de
Estudios del Ejército / Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2019).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
275
conducción militar en caso de guerra y con oficiales idóneos para actuar en
el terreno montañoso del país.
De acuerdo con el autor, una vez analizado el escenario militar en el
Ecuador, entre las primeras acciones estuvo reformar la Ley Orgánica Militar
de 1905. Así se creó la sección de instrucción militar del Ejército, como
punto clave para la gestión de la educación castrense, permitiendo que se
reorganice la estructura de la institución, con oficiales capacitados en los
cursos de Estado Mayor, pues de 1922 a 1939 se desarrollaron cinco de ellos.
Para Espinoza, el curso de Estado Mayor era el complemento de los
conocimientos adquiridos en el Colegio Militar para obtener el perfeccionamiento
y profesionalización de los oficiales superiores. Aunque también se
implementaron otros cursos militares para oficiales inferiores —en infantería,
caballería, artillería e ingeniería; así como las especialidades necesarias para
los servicios de apoyo y administrativos—, los cursos de Estado Mayor
fueron planificados exclusivamente para oficiales superiores (tenientes
coroneles y sargentos mayores). Pero, en los hechos, se capacitó a oficiales
de rangos menores como capitanes y tenientes. El autor no profundiza en las
razones por las que sucedió esto, por lo que deja una arista para una futura
investigación que permita determinar si, a pesar de no estar en el nivel de
mando correspondiente, los oficiales de rangos inferiores fueron parte de las
planas mayores de las unidades, o si el mando militar direccionó los cursos
de Estado Mayor a la formación de oficiales de menor jerarquía para formar
algún tipo de institucionalidad militar en las bases de la oficialidad y también
determinar si los cursos no fueron aceptados por los jefes militares.
Una de las posibles causas, aunque requiere mayor estudio, es la
influencia de los oficiales italianos en la vida política del país. Según lo dice
Espinoza, estas acciones no fueron bien vistas por los mandos militares, ya
que el Ejército empezó un proceso de despolitización a partir de la Revolución
juliana. Además, en la década de 1930, la opinión pública se opuso a que
se imparta la doctrina militar italiana en el país debido a su corte fascista
y, según la prensa, los oficiales de los rangos menores corrían el riesgo de
este adoctrinamiento, pues los oficiales italianos también planificaron la
malla curricular de los cadetes del Colegio Militar y los cursos de armas que
desarrollaban esos oficiales.
Cabe mencionar que Espinoza dialoga con los escritos del general Luis
Larrea Alba para analizar la influencia italiana en la estructura militar como
consecuencia de la invasión del Perú a las provincias del sur del Ecuador
durante la campaña bélica de 1941. Larrea, por entonces con el grado de
sargento mayor, fue alumno del primer curso de Estado Mayor (1923) y se
opuso permanentemente a la presencia de la Misión Militar Italiana, debido a
que se inmiscuía en la política nacional, además de dar aviso sobre la excesiva
276
Procesos 54, julio-diciembre 2021
carga teórica de dos años académicos de la doctrina militar italiana en los cursos
de Estado Mayor, sin dar paso a los ejercicios en el territorio, ni establecer
planes de defensa nacional. Además, denunció que varios de los exasesores
militares italianos se encontraban en Perú, cumpliendo con otra misión militar
en ese país, asumiéndolo como una traición, al revelar los problemas militares
de las posiciones defensivas del ejército en la línea de la frontera sur.
La obra de Espinoza permite concluir que la presencia de los oficiales
italianos en el Ecuador permitió sentar las bases de la profesionalización de
los mandos militares. Esta investigación aporta al debate sobre la historia
militar, que aún tiene elementos sobre los cuales indagar, como se desprende
de esta investigación y se ha señalado a lo largo de este texto. Entre otros
temas, se puede emprender en un análisis más profundo de la influencia
doctrinaria en la defensa nacional ocurrida durante la guerra entre Ecuador
y Perú en 1941 y la relación que existió entre los campos político y militar
de la primera mitad del siglo XX, con el propósito de identificar los motivos
que fomentaron las atribuciones que han tenido las Fuerzas Armadas para
inclinar la balanza política nacional.
Miguel Ángel Saldarriaga Viteri
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0003-4812-5585
EspEranza lópEz parada. El botón dE sEda nEGra: traduCCión rEliGiosa
y Cultura matErial En las indias. madrid / FráncFort:
ibEroamEricana / VErVuErt, 2018, 427 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2820
La traducción lingüística y cultural realizada por los religiosos y laicos
en el Nuevo Mundo es el principal tema analizado por Esperanza López Parada. El título de la obra nace de una descripción dada a Francisco de Ávila
por parte de un indígena, quien había encontrado un “botón de hilos de
oro y seda negra, caído seguramente de alguna chaqueta española” (p. 23),
objeto que el nativo tenía como “huaca” o divinidad. El libro está dividido
en doce capítulos, respaldados en fuentes documentales, impresas y bibliografía de sólida factura, aunque por momentos tal cantidad de información
proporcionada es densa, haciéndose necesario realizar pausas para lograr su
comprensión. Aunque no lo manifiesta explícitamente, en su prefacio da un
adelanto de la metodología empleada en su investigación, muy parecida a la
realizada por Michel Foucault en Las palabras y las cosas.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
277
Inicialmente, en 1. “Sermones en quechua: resistencias del habla a la traducción”, se concentra en las dificultades experimentadas por los misioneros
para evangelizar a los nativos en castellano, lo cual propició la elaboración
de artes, gramáticas, vocabularios, catecismos, etc., en lengua indígena; para
que los religiosos aprendieran el idioma del lugar al que iban a misionar.
Asimismo, se ocupa de la polisemia contenida en el término “huaca”.
Habiéndose definido la multiplicidad de significados contenidos en un
solo término (huaca), en 2. “El nombre de Dios en lengua de indios”, la autora hace una relación de las traducciones de la doctrina cristiana a las lenguas
indígenas, en los períodos pre y posconcilios limenses y mexicanos. Si antes
los traductores empleaban terminología indígena para referirse al ser supremo, a partir de las mencionadas asambleas, palabras como “Dios”, “Virgen”
y “Cristo” se mantuvieron en castellano en los textos traducidos. Aún así,
existieron propuestas como la del inca Garcilaso de la Vega, para quien la
traducción ideal del Dios cristiano en quechua era la divinidad Pachacámac.
La equivalencia del inca es desarrollada con más profundidad en el capítulo
6. “Blanquear un ídolo, traducir al dios”.
El tercer capítulo se enfoca en la traducción empleada por los primeros
misioneros para hacerse entender por los indígenas en relación con los lugares y las cosas que se hacían cotidianamente. Para ello, toma ejemplos de los
vocabularios de Alonso de Molina, Domingo de Santo Tomás, Bernardo de
Lugo, Thomas Cage, John Eliot y Jean de Léry.
Los glosarios contenidos en los catecismos y las definiciones de ciertas
palabras incluidas en los diccionarios para esclarecer algunos términos son
estudiados en 4. “La pasión de las listas, la violencia del nombre”. Entre los
principales términos glosados figuran las enfermedades, mandamientos, sacramentos, liturgia y pecados.
El sacramento de la confesión y los confesionarios que se escribieron para
llevar a cabo dicho rito con los indígenas son analizados en 5. “Maneras exquisitas de pecar: la confesión con quipus”. La autora resalta que en cada región se
tradujo el confesionario del tercer concilio limense a la lengua local y se cambiaron los temas de los pecados de acuerdo con el contexto en que se llevaría a
cabo la confesión (masticar tabaco, mochar a las huacas, amancebarse, etc.), con
énfasis en las faltas contra el sexto y noveno mandamientos, siendo obligatoria
para los indígenas la administración del sacramento durante la Cuaresma y la
octava del Corpus Christi. Los indígenas registraban en quipus todas sus faltas
cometidas, esto fue permitido tanto por el concilio como por las órdenes religiosas. El problema se produjo cuando entre los mismos nativos se empezaron
a prestar las cuerdas y a confesarlas como si fuesen los pecados propios.
El rol de las imágenes en el proceso traductor es analizado en 7. “Regímenes de la mirada. Tangatanga y la Trinidad”. Así fue como los francisca-
278
Procesos 54, julio-diciembre 2021
nos eligieron como instrumento catequético la imagen de un Niño Dios con
ropa bordada con signos de la Pasión, o Guamán Poma ilustró su crónica
con un indio atado a un pilar y torturado por españoles en semejanza al
“martirio crístico” (pp. 211-215). La Compañía de Jesús, por su parte, adoptó
el acrónimo JHS (Iesus Hominum Salvator), lo colocó al medio de un círculo,
e incluyó rayos solares alrededor en semejanza a la divinidad incaica. Otras
traducciones con las divinidades locales fueron: el Niño Jesús inca (divinidad Punchao), escapularios y Agnus Dei, la Trinidad cristiana con tres rostros
idénticos (divinidad tricefálica Tangatanga).
Los múltiples usos de la coca (sociales, nutritivos, medicinales, comerciales, diplomáticos, religiosos, etc.) son tratados en 8. “Mascar coca o digerir la diferencia”. Aunque la autora ubica geográficamente los verbos castellanizados “acullicar” (aymara boliviano) y “pijchar” (quechua del Perú),
debemos afirmar que en las regiones de ambos países donde se encuentran
miembros de estas dos naciones, se emplean los dos verbos para referirse al
acto ritual de masticar coca. Otro aspecto que omite la autora es que durante
la Colonia la coca continuó siendo un producto “estancado”, cuya comercialización estaba controlada por la Corona española.
Durante todo el período colonial, los indios estuvieron privados de la eucaristía, ya que, ante la falta de insumos para su preparación, esta estaba reservada para el cura y las autoridades civiles españolas. Este aspecto es analizado
por López en el capítulo 9. “Festines sin banquete, la comunión (no) administrada a los indios”. Así, durante las fiestas, la ubicación de los fieles en relación
con su lejanía o cercanía del custodio de Corpus Christi era reflejo del lugar
que ocupaba en la sociedad colonial. Esto produjo una lucha en la que “lo religioso se define en su oposición a lo profano; lo castellano frente a lo nativo; la
nueva fe en contraste con las resistencias idolátricas” (p. 269).
La mayoría de las obras de arte en el Nuevo Mundo fueron traducciones
de pinturas, grabados, esculturas y otros, existentes previamente en Europa,
tal como lo demuestra el ensayo 10. “Emblemas que adornan un altar del
Corpus”. Por ejemplo, el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo mandó tallar una Virgen de la Almudena e hizo poner en la cabeza de la nueva imagen
una astilla de la original ubicada en Madrid, convirtiéndola “en relicario de
la imagen milagrosa” y garantizando la sacralidad de la copia (p. 300).
Las mezclas entre alegorías sagradas y profanas se estudian en 11. “La
querella americana de antiguos y modernos o el viaje de los dogmas”. Esto
se vio reflejado no solamente en el arte, sino en la literatura y la religiosidad
popular; mezclando imágenes de la Virgen, santos y santas, con divinidades
del panteón romano o griego.
Finalmente, en 12. “Botines no venales: traer y llevar sentido”, la autora
analiza los objetos de culto prehispánicos. López vuelve al relato de inicio
279
Procesos 54, julio-diciembre 2021
y nuevamente resalta el episodio del padre Ávila con el indio que encontró
un botón de seda negra y lo guardó como “huaca” (pp. 356, 359). Según su
interpretación, el nativo en su inocencia no podía diferenciar el escaso valor
que tenía el mencionado objeto frente a huacas de oro y plata. No obstante,
los estudios sobre metalurgia andina, desde la década de los 80 del siglo
pasado, confirman que los nativos prehispánicos de los Andes y la Amazonía conocían el procesamiento de los metales preciosos, así también su valor
como transmisores de mensajes culturales, y los usaban como objetos codificadores de identidad, poder e intercambio comercial.
López entiende como sinónimos términos con significado diferente
(“concilio” y “sínodo”, por ejemplo). Por otra parte, tratándose de un tema
como la traducción desde la lengua sacra a las indígenas, para construir sus
argumentos recurre más a autores europeos y norteamericanos, excluyendo trabajos de investigadores e intelectuales indígenas en la misma temática. Asimismo, el libro carece de conclusiones. A pesar de esas omisiones,
la metodología empleada en el tratamiento de las fuentes documentales y
la interpretación de la cultura material, así como la abundancia de fuentes
impresas analizadas, lo convierten en un libro de consulta obligada para los
estudiosos de la historia de la traducción en el Nuevo Mundo.
José Luis Paz Nomey
Universidad de Heidelberg
Heidelberg, Alemania
https://orcid.org/0000-0002-2863-7244
sEbastián mazzuca. latEComEr statE Formation: politiCal
GEoGraphy and CapaCity FailurE in latin amEriCa. nEw HaVEn
/ londrEs: YalE uniVErsitY prEss, 2021, 448 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2948
El libro de Sebastián Mazzuca es parte del giro hacia la historia política
comparada de América Latina. Desde el trabajo seminal de Miguel Ángel
Centeno,1 politólogos y sociólogos estadounidenses especializados en América Latina retomaron y revitalizaron la tradición del análisis histórico comparativo para ocuparse del enigma que son los Estados de la región.2 El texto
1. Miguel Ángel Centeno, Blood and Debt: War and the Nation-State in Latin America
(Pensilvania: Pennsylvania University Press, 2002).
2. James Mahoney, Colonialism and Postcolonial Development, Spanish America in Comparative Perspective (Nueva York: Cambridge University Press, 2010); Marcus Kurtz, Latin
280
Procesos 54, julio-diciembre 2021
de Mazzuca es, sin embargo, el intento más ambicioso por proponer una
teoría general de la formación de los Estados latinoamericanos.
Para los estudiosos de las ciencias sociales con base histórica, la última
afirmación seguramente será, por sí sola, razón suficiente para leer el texto
aquí reseñado. Sin embargo, no debería ser la única, ni siquiera la principal.
Mazzuca no solo propone una nueva y original síntesis teórica (pp. 21-47),
sino que hace su aporte a partir del estudio de un problema empírico peculiar de Latinoamérica. A diferencia de Europa, Asia y África, en América
Latina encontramos Estados plenamente formados, con territorios definidos
y relativamente estables desde el último cuarto del siglo XIX hasta la actualidad. El autor expone su contribución en diez capítulos, organizados en dos
partes, más introducción y conclusiones.
Mazzuca argumenta que en el siglo XIX la formación de los Estados
en América Latina creó un obstáculo permanente para la construcción de
capacidades estatales. Para capturar ese resultado, el autor distingue conceptualmente “formación” de “construcción de Estado”. La formación estatal
incluye dos logros gemelos: la consolidación de un territorio y el monopolio
de la violencia en manos de quienes gobiernan. La construcción de Estado,
en cambio, supone el crecimiento en la cantidad, calidad y eficacia de los
bienes y servicios provistos por el gobierno a lo largo del territorio del Estado (p. 2). Si observamos un mapa de América Latina a fines del siglo XIX
notaremos que los Estados que hoy conocemos ya estaban ahí; la formación
estatal se había completado. Con el conocimiento que hoy tenemos podemos volver al mapa y nos daremos cuenta de la gran variación en regiones
subnacionales amalgamadas detrás de los Estados contemporáneos; en la
región coexisten gigantes como Brasil, Argentina, México y Colombia con
países similares en tamaño al promedio europeo (Paraguay y Ecuador, por
ejemplo), y microestados (El Salvador es aproximadamente del tamaño de
la provincia de Pichincha). El argumento de Mazzuca resuelve esa curiosidad de forma elegante:
En América Latina, la ausencia de amenazas militares permitió la emergencia de
una variedad de agentes de formación de Estado: un puerto, un partido o un señor
guerrero condujeron el proceso. También permitió que los agentes formaran estados sin atributos weberianos, les dio espacio para combinar y excluir regiones en
base a cálculos coalicionales antes que imperativos geopolíticos, y los liberó del
American State Building in Comparative Perspective, Social Foundations of Institutional Order
(Nueva York: Cambridge University Press, 2013); Ryan Saylor, State Building in Boom Times, Commodities and Coalitions in Latin America and Africa (Oxford: Oxford University
Press, 2014); y Hillel David Soiffer, State Building in Latin America (Nueva York: Cambridge
University Press, 2015).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
281
esfuerzo de ejercer control uniforme a través del territorio (p. 3).3
La formación estatal temprana de Europa Occidental no pudo replicarse
en la América Latina del XIX porque el proceso en esta última región ocurrió
al interior de un sistema internacional que ya existía, fue tardía —en relación
con los casos modales de la teoría estándar—. En Europa Occidental los imperativos geopolíticos y las transformaciones del feudalismo al capitalismo
condujeron a la primacía de un solo tipo de agente, el señor guerrero. En
un trayecto de formación guiado por la guerra, los guerreros tienen una sola
alternativa: prepararse para la guerra, acumular recursos para la defensa y
expansión del territorio del Estado emergente. La existencia de un sistema
internacional dominado por Gran Bretaña en el siglo XIX y de una economía
capitalista en su primera globalización, en cambio, llevaron a una trayectoria
de formación estatal guiada por el comercio. En este último tipo de evolución,
el propósito fundamental de los hacedores de Estado es crear un clima de
negocios favorable a la expansión del sector exportador.
Los dos trayectos no solo difieren en actores, estímulos, oportunidades y
resultados, sino sobre todo en las estrategias de los creadores de Estado para
lograr la consolidación territorial y el monopolio de la violencia. La guerra
elimina a los gobernantes rivales del constructor de Estado. En la formación
estatal guiada por el comercio, la eliminación de los gobernantes que controlan territorios periféricos es contradictoria con el crecimiento del sector
exportador. La estrategia para los creadores de Estado es el apaciguamiento
de los rivales mediante promesas creíbles de participación en los beneficios
económicos. La pacificación es el medio político para formar el Estado, pero
también el obstáculo principal para el desarrollo de capacidades administrativas a lo largo del territorio, porque el cuerpo del Estado debe poblarse por
clientes de los gobernantes periféricos.
Una cosa es la claridad y parsimonia de un argumento; otra, completamente diferente, es sostenerlo empíricamente. Para cumplir con esta segunda condición, Mazzuca recurre al análisis histórico comparativo, ayudándose con frecuencia de contrastes contrafactuales. El autor propone una nueva
periodización del siglo XIX (tabla 2.1, p. 52). El examen de la Independencia
(1810-1825) pone en duda la tesis de la “balcanización” del Imperio español,
y en su lugar resalta la falla de los primeros intentos de formación estatal
dentro de la trayectoria guiada por el comercio. El período subsiguiente (Co3. El autor usa “puerto” como una abreviatura para designar a un empresario político
aliado con los intereses de una ciudad-puerto importante (Río de Janeiro, Buenos Aires).
El “partido” se entiende como la competencia entre dos o más partidos que ponen en
marcha el proceso de formación de Estado (Colombia, Guatemala y México). El “señor
guerrero” es un caudillo, un terrateniente en la cima de una jerarquía informal de clientes.
282
Procesos 54, julio-diciembre 2021
lapso Estatal, 1825-1845) se caracteriza por la incipiente formación estatal
según la modalidad de la guerra. El período final (Formación Estatal, 184575) da como resultado el éxito de la formación estatal guiada por el comercio,
y el fracaso en la construcción de Estado; esto es, el equilibrio estable que
continúa hasta el presente.
Mazzuca pone a prueba su periodización mediante el estudio comparativo de ocho casos entre 1810 y 1875. Argentina y Brasil son ejemplos de la trayectoria de formación guiada por un puerto. México, Colombia y Uruguay
ilustran la formación guiada por partidos. América Central (en realidad,
Guatemala), Venezuela y Perú, el camino de la formación estatal conducida
por señores guerreros. La erudición del autor no solo le permite comparar
entre los casos individuales de los Estados que actualmente conocemos, sino
también con aquellos otros que desaparecieron pero tuvieron una buena
oportunidad para existir durante el siglo XIX: la República de Buenos Aires,
la Confederación de Argentina, la Liga de los Pueblos Libres, la Confederación del Ecuador, la República de Bahía, Piratiní, la República de Zacatecas,
la República de la Sierra Madre, Yucatán, la Gran Colombia, la Federación
Centro Americana, la Confederación Peruano-Boliviana.
Caso tras caso, el autor documenta la transformación de los hacedores
de Estado desde su papel como creadores de mercado hacia creadores de sociedad política (polity, en su terminología); quienes fracasaron en esa adaptación se hundieron junto con sus Estados (Bolívar, Rosas, Santa Anna); los
que lograron la transición no solo sobrevivieron, sino que crearon los Estados que conocemos (Mitre, los Saquaremas en Brasil, Páez, el partido liberal
mexicano, etc.). Para lograr esa transición, los hacedores de Estado crearon
fórmulas de gobierno que incorporaran a sus rivales regionales a los beneficios del comercio internacional, y garantizaran a esos líderes su continuidad
en el poder.
En este punto Latecomer State Formation va más allá de la síntesis MarxWeber y nos conduce a una tradición más antigua del análisis histórico político comparativo, a Maquiavelo. El libro llena ese gran vacío de la literatura
política latinoamericana, el lugar que en otras tradiciones ocupan El Principe
y la Historia de Florencia. Aunque no sea la intención del autor, un lector político puede aprender muchas lecciones del comportamiento estratégico de
Mitre, del sentido para la oportunidad de Ramón Castilla o Páez, así como
de los grandes fracasos de los muchos personajes que pueblan las páginas
del libro de Mazzuca.
283
Procesos 54, julio-diciembre 2021
La teoría política de Mazzuca está abierta a la refutación. Una tarea que
los historiadores, sociólogos políticos y politólogos latinoamericanos —y los
latinoamericanistas— que trabajan sobre el Estado bien podrían emprender.
Pablo Andrade
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-9940-0615
mEdóFilo mEdina Y rigobErto ruEda. bolíVar y san martín, la indEpEndEnCia
Como proCEso ContinEntal. bogotá: aurora, 2019, 306 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2911
Pocos momentos históricos se han revestido de tanto análisis como el proceso de independencia de la América hispánica. Justo en el marco del Bicentenario de estos hechos rupturistas se han realizado algunos llamados para
estudiar y abrir debates que ayuden a la comprensión y explicación de dicho
pasado. Solicitantes de la convocatoria, así como responsables de una de las
respuestas del fenómeno, Medófilo Medina y Rigoberto Rueda exponen una
posibilidad de análisis de los hechos desde una perspectiva “transnacional”,
que pone en primera línea las experiencias militares posteriores al fenómeno
juntista de 1808 y 1810.1 Justo en las celebraciones nacionalistas sobre las victorias militares y la celebración del segundo centenario de las cartas constitucionales, este texto, publicado en 2019, viene a refrescar el debate sobre estos
hechos históricos y los usos que se hacen de estos en la memoria.
Bolívar y San Martín, la independencia como proceso continental debe verse
entonces bajo una emergencia de tendencias que explican la Independencia
alejándose de posturas deterministas que han basado su explicación desde
una perspectiva monocausal. En contraste con la tesis de “revoluciones hispánicas” del historiador François-Xavier Guerra, Medina y Rueda comprenden el período entre 1810 y 1822 como el de visión y consolidación de una
independencia por la vía militar. San Martín, desde el sur del subcontinente,
y Bolívar desde el norte, establecieron que la única forma para asegurar el
éxito del proyecto independentista era la victoria militar y la expulsión de
todo orden colonial impuesto desde la metrópoli. Bajo esta tesis, el libro se
divide en una introducción, en la que se discuten los usos del pasado, con
1. Medófilo Medina, “En el Bicentenario: consideraciones en torno al paradigma de
François Xavier-Guerra sobre las ‘revoluciones hispánicas’ ”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 37, n.º 1 (2010): 149-188.
284
Procesos 54, julio-diciembre 2021
reflexiones sobre la disciplina y la memoria, con un protagonista caudillo en
cada una; y, finalmente, un epílogo con Bolívar y San Martín, quienes se encuentran en Guayaquil y definen el inmediato futuro militar sudamericano.
En el año de publicación del libro, muchos usos de la historia a favor de
intereses políticos desdibujaron la verdad sobre el pasado. Alejándose de
esto, en la introducción (pp. 9-40) se discute cómo la América hispánica no
recibió ningún apoyo de los Estados Unidos o Inglaterra, dando a los sujetos
revolucionarios el papel de agentes del proceso de cambio. No obstante, a la
geopolítica global sí que le interesó la Independencia, llegando a determinar
proyectos políticos antiliberales como la Santa Alianza. En este marco se entiende cómo transitaron las ideas de un lugar a otro y se tomaron decisiones,
teniendo en cuenta los hechos en otras latitudes; lo transnacional y la globalización se tornan imprescindibles en el encuadre del objeto histórico. En
suma, desde que el Perú virreinal de Abascal decidió luchar contra las juntas
autonomistas creadas entre 1808 y 1810, las fronteras locales coloniales sucumbieron y se planteó la necesidad de una lucha continental contra la presencia en la metrópoli. Situación que fue entendida en Europa como el punto
de partida para pactos que frenaran este campo creciente de republicanismo
La primera parte (pp. 41-189) narra cómo se dio este proceso en el norte
del subcontinente, con Simón Bolívar. Desde su penosa situación en Jamaica
hasta sus alianzas con el Gobierno de Pétion en Haití, el líder veía la avanzada realista en el continente como un solo enemigo y el punto de partida
de una empresa continental que lo disputara. Con el apoyo del gobierno
revolucionario de Haití, Bolívar logró organizar un ejército para disputarle
territorio a los realistas. Estos, aunque fortalecidos por la llegada de Morillo
desde la Península, tenían un apoyo poco decidido entre las gentes y su arsenal militar se había limitado por las pérdidas en el mar.
La disputa por las posiciones costeras jugó un papel fundamental. Mediante los fracasos, Bolívar entendió que debía asegurar un punto en el oriente para abrirse camino sobre el Orinoco y pactar con líderes locales que eran
rebeldes a la presencia metropolitana. Así, se hizo con el apoyo de Páez en
el occidente de la Capitanía de Venezuela. Una vez posicionado en los llanos
y Guyana, el trabajo de distracción del general Santander fue fundamental
para desgastar al ejército de Morillo y plantear el ascenso hacia los Andes.
En la batalla del Pantano de Vargas y el Puente de Boyacá se disputaron las
posiciones sobre el avance hacia Santafé de Bogotá. Con la victoria del bando
patriota, la región quedó como una isla republicana en un mar monárquico;
la expulsión de los realistas del continente se hacía imperiosa para asegurar
el éxito del proyecto independentista.
El caso de San Martín difiere del anterior y ocupa la segunda parte del libro (pp. 191-295). Las experiencias militares marcaron la suerte de la ofensiva
Procesos 54, julio-diciembre 2021
285
del sur, pues desde el ataque inglés de 1806 se planteó la necesidad de crear
un ejército que defendiera los intereses del puerto bonaerense y se tecnificara
según los avances existentes en el momento. En este ámbito de profesionalización sobresalió San Martín, hasta convertirse en el general que defendió el
norte de las Provincias Unidas del avance realista proveniente del Alto Perú.
Tras la defensa del norte, San Martín comprendió que la única seguridad que tenía la consolidación del proyecto autonomista liderado por la
ciudad de Buenos Aires era la derrota militar de los realistas en Perú. Además, reflexionó sobre la imposibilidad de avanzar por los Andes en el norte
y convenció a las provincias de apoyar a Chile en su independencia, para
lograr un reducto desde el cual atacar al Virreinato desde el sur. Una vez
establecido el camino, el paso hacia los Andes y la consolidación de un ejército regular fueron fundamentales para las victorias posteriores en contra de
los realistas. Concretada la independencia chilena, el ejército continuó hacia
Perú, donde se encontró con un apoyo popular reducido y falta de apoyo de
su patria de origen, que enfrentaba una guerra civil. Así, el caudillo disputó
posiciones a los realistas y muchas veces las ganó desde la vía diplomática,
llegando a liberar a Lima con ese método.
Bolívar y San Martín se encontraron en Guayaquil en 1822 para decidir
el destino del puerto. La reunión entre un Bolívar, apoyado por un Estado
del que era líder, y un San Martín que no tenía un soporte concreto, inclinó
la balanza a favor del primero. Los dos coincidían en que la independencia acababa cuando la metrópoli fuera expulsada del subcontinente, pero
ninguno sobrevivió a las disputas posteriores de los proyectos estatales que
habían ayudado a consolidar. Los nuevos Estados tuvieron como principios
de administración las experiencias militares y las luchas con poderes locales,
permanencias que marcaron las disputas políticas en los años posteriores.
Este libro es un debate con las tesis de Guerra, planteado por Medófilo Medina en 2010.2 Aunque muchas críticas son pertinentes aun hoy, es
necesario reconocer que la puerta abierta por el historiador franco-español
excedió su obra, y hay una historiografía muy persuasiva que ha explicado
la explosión juntista desde este paradigma. Es necesario establecer puentes
entre las dos formas de hacer historia, toda vez que trabajos como el reseñado tienen una profundidad conceptual mayor al abordar los primeros años
de ruptura del orden colonial. También es necesaria más evidencia empírica
que muestre la Independencia como proceso continental, pues al señalar a
los dos líderes como los sujetos que encarnan este ideal, puede llegar a pensarse que ellos eran los únicos que pensaban y actuaban en ese sentido. No
obstante, la propuesta de Medina y Rueda nutre el conocimiento del período
2. Ibíd.
286
Procesos 54, julio-diciembre 2021
y sin lugar a dudas contribuye en la empresa historiográfica que trata de
comprender el pasado mediante la actuación de los sujetos y no como el producto de relaciones monocausales que lo explican desde afuera.
Edwin Herrera Avellaneda
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-0690-7573
alFrEdo santillán cornEjo. la ConstruCCión imaGinaria dEl sur dE quito.
Quito: Flacso Ecuador, 2019, 247 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.3063
El adjetivo polar emplea alusiones geográficas para describir relaciones
contrapuestas, lo cual resulta particularmente sugerente para la ciudad de
Quito, pues ella ejemplifica la polaridad en dos sentidos, es decir, geográfica
y conceptualmente. En primer lugar, la topografía montañosa de Quito ha
concitado un crecimiento históricamente longitudinal, extendiendo los límites de la ciudad desde sus dos polos. Pero se contrapone también de manera
simbólica, como lo demuestra Alfredo Santillán Cornejo en su libro La construcción imaginaria del sur de Quito. Este estudio se divide en cinco capítulos:
los primeros dos introducen la teoría urbana y sus articulaciones en la historia de la ciudad, mientras que los últimos tres discuten los resultados de una
extensa investigación sociológica. Si bien no es un estudio histórico, dialoga
con la historia cultural y la historia social y urbana, pues los constructos
de significación figuran en su explicación de las concepciones urbanas, y el
desarrollo social y material contribuye al sentido de segregación. Al final, el
libro arguye que la transmutación de la frontera urbana —desde una barrera
física hasta una barrera simbólica— sigue dividiendo el norte y el sur de la
ciudad y perpetuando sentidos de polaridad sociocultural.
Santillán Cornejo, un profesor investigador en FLACSO Ecuador, no
se adentra en las articulaciones de la segregación urbana en Quito desde el
comienzo del libro, sino que introduce una exploración teórica de la intersección disciplinaria de la historia, la sociología y la antropología urbana.
Su investigación resulta relevante, ya que las tres disciplinas tienen fuertes
aplicaciones para el estudio de la ciudad y ayudan a explicar la transmutación de la frontera urbana. De acuerdo con el autor, la materialidad del
espacio y sus representaciones están estrechamente entrelazadas; es decir,
“la representación del lugar resulta constitutiva de lo que este es” (p. 14).
Su investigación recurre a los planteamientos de los antropólogos Hiernaux,
Procesos 54, julio-diciembre 2021
287
Lindón y Girola, quienes introducen el rol del imaginario en la aprehensión
y conceptualización de los espacios, y a los argumentos de Armando Silva,
autor que reconoce las operaciones psicoanalíticas en la aprehensión de los
espacios, donde “el imaginario funda la experiencia de realidad” (p. 20). Este
estudio sugiere que la construcción sociocultural de los espacios urbanos y
los procesos económicos y políticos no son excluyentes, sino complementarios, pues los primeros “no son ajenos a las relaciones de poder ni a las
desigualdades que constituyen la estructuración física de las ciudades” (p.
24). Estas teorías demuestran que la historia de la segregación socioespacial
de Quito es un proceso de construcciones recíprocas, y le ayudan al autor a
ordenar su investigación e interpretar los resultados del estudio.
El estudio comienza la discusión de la organización espacial de Quito y
las percepciones históricas y contemporáneas sobre ella, con un análisis de
los desarrollos históricos que han contribuido a formar esas concepciones en
el siglo XX. Entre 1940 y 1970, la percepción del menor desarrollo e inversión
en el sur de la ciudad reflejaba la realidad. Asimismo, el “Plan regulador”
de los años 40 (el primer plan urbanístico técnico en la historia del país) no
inventó la segregación entre el norte y el sur de Quito, pero sí la institucionalizó (p. 40). Durante este intervalo, el crecimiento de la ciudad siempre
se extendió en las dos direcciones polares, con los grupos élites migrando
desde el viejo centro histórico hacia el norte, y los grupos populares expandiéndose hacia el sur. Además, la emergencia de un segundo núcleo urbano
en el centro-norte concitó el desarrollo desigual en los servicios urbanos.
El boom petrolero de los años 70 causó una explosión poblacional y espacial y, desde entonces, el crecimiento ha resultado más disperso; estos
años vieron la gran expansión periférica tanto al norte como al sur. En las
siguientes décadas, el Distrito Metropolitano de Quito corrigió muchas de
las discrepancias en los servicios entre norte y sur, aunque no logró eliminar
la segregación urbana, como bien demostraba el Atlas Infográfico (1992), lo
cual introdujo otras variables en la delimitación de la segregación. Además,
la diferenciación psicológica entre el norte y el sur de Quito había adquirido
un fuerte sentido simbólico, que resulta más difícil combatir que la segregación geográfica.
La metodología que utiliza el autor se sostiene en tres técnicas: la encuesta escrita, en la que participaron unas mil personas de las tres zonas de
Quito; las conversaciones focales, en las que participaron 19 encuestados; y
las entrevistas individuales. En la encuesta, los participantes respondieron
a una variedad de preguntas sobre las tres zonas de la ciudad, cuyos temas
incluían sus percepciones del espacio (experiencias olfativas, la incidencia
de colores, el clima) y sus habitantes (percibido nivel socioeconómico, características, etc.). Santillán Cornejo exhibe los resultados de dicha encuesta en
288
Procesos 54, julio-diciembre 2021
gráficas que dividen la incidencia de las respuestas según la zona metropolitana en donde residían los encuestados. Los resultados establecen que sí
existe una frontera imaginaria entre el norte y el sur de Quito y que “ambos
lugares figurativos se definen a través de la contrastación” (p. 113). Asimismo, el concepto binario que sostienen los habitantes de ambos lugares de la
ciudad ayuda a reproducir tal imaginario (p. 113).
La investigación de Santillán Cornejo tiene como corolario varias conversaciones focales que complementan y profundizan lo develado en la encuesta. En ellas participaron 19 personas que se dividieron en tres grupos:
activistas residentes del sur, residentes generales del sur y exresidentes que
se reasentaron en el norte. Los grupos focales participaron en conversaciones
guiadas, las transcripciones de las cuales intentan expresar sus reacciones
(tanto verbales como corporales) ante comentarios que han escuchado sobre el sur y ante lo discutido en la conversación. Los primeros dos grupos
revelan la fuerza de la frontera simbólica entre el norte y el sur, pues se definen más por las asociaciones y actitudes que representan el sur que por sus
características espaciales. Si el grupo de exresidentes del sur confirman la
percepción de la frontera imaginada, evitan verbalizar las asociaciones negativas del sur que esta a veces refuerza. En todo caso, el patrón emergente
que surge a lo largo de las tres conversaciones es el rol diferenciador de la
comparación.
La tercera y última parte del estudio —basada en entrevistas individuales— resulta reveladora: las perspectivas de los cinco participantes seleccionados de entre los tres grupos focales matizan los consensos colectivos
surgidos en los grupos de discusión. Estas entrevistas resaltan las siguientes
temáticas: la identificación con el sur (o norte), ejemplos del menosprecio
expresado hacia el sur y respuestas ante ello (especialmente la vergüenza
o negación de vivir en ello), y el efecto en la autoestima. Santillán Cornejo
afirma que al habitar el sur, los sujetos y su entorno se definen mutuamente, una construcción sumamente evolutiva (p. 166). Entonces, combaten el
menosprecio dirigido hacia el espacio y hacia ellos mismos al habitarlo con
varias estrategias: el enfrentar, ignorar, negar, abandonar y utilizar. Según el
autor, la apología sureña reivindica las cualidades morales y comunitarias
del sur ante el orden estigmático; asignan, además, características contrapuestas a los residentes del norte. Así refuerzan la diferenciación expresada
simbólicamente.
Este estudio aporta una perspectiva cualitativa, pero sobre todo humana, a la geografía segmentada de la ciudad de Quito. Si bien el estudio que
realiza no es una investigación histórica, requiere del análisis en ese sentido
para explicar el presente segregado. De esta manera, dialoga con la historia
social y la historia urbana, que estudian los sujetos comunes que conforman
Procesos 54, julio-diciembre 2021
289
y dirigen la sociedad. Ellas también recalcan la parte material y económica
de la historia y las dinámicas que estos concitan para el desarrollo societal. En la investigación de Santillán Cornejo, los participantes describen una
versión de la ciudad que ya no refleja la realidad objetiva contemporánea;
demuestran así la manera en que percepciones sociales y urbanas históricas
han durado e intervenido en la interpretación del presente.
Dicha interpretación, además, exhibe un postulado de la historia cultural: la construcción de la realidad a través del lenguaje. Santillán Cornejo
analiza lo dicho en las entrevistas del estudio con la misma precaución y
perspicacia que utilizan los historiadores con textos históricos. Es decir, en
ambos casos, los textos no aportan tanto el material de lo sucedido, sino
su interpretación por parte de los sujetos que lo relatan. En la construcción
imaginaria, Santillán Cornejo no cuestiona la veracidad histórica de las observaciones hechas en las entrevistas —algo que sí es cuestionable—, sino
que indaga qué implican y qué significan estas observaciones para los habitantes de Quito y el desarrollo de la ciudad. El estudio revela que la manera
en que los sujetos articulan la realidad colectiva que perciben contribuye a
perpetuarla.
Finalmente, cabe preguntar si el estudio de Quito tiene alguna relevancia
global para la antropología urbana o la historia de la segregación metropolitana y sus desplazamientos simbólicos. La construcción imaginaria demuestra
que, en el caso de Quito, como probablemente en otras ciudades, la segregación no necesariamente se disuelve con el desarrollo infraestructural y la
igualación del acceso a los servicios, porque una vez internalizadas colectivamente tales concepciones, la sociedad las reproduce. Si bien en Quito las
dos zonas separadas geográficamente demuestran este concepto de manera
fuertemente visual, es probable que la segregación simbólica se haya presentado en diferentes escalas o patrones en otras ciudades del mundo. La
adición de la segregación imaginaria como agente en la reproducción de la
segregación urbana es un aporte importante al campo de los estudios urbanos: ayuda a iluminar los procesos que definen el capital simbólico y, con
ello, la disputa sociocultural.
Nina Longenecker Fox
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-7114-4939
290
Procesos 54, julio-diciembre 2021
alExandra sEVilla naranjo. FidElismo, rEalismo y ContrarrEVoluCión
En la audiEnCia dE quito. Quito: Flacso Ecuador / instituto
panamEricano dE gEograFía E Historia, 2019, 350 pp.
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2547
El título del libro ilustra la preocupación de la autora por rescatar el papel de quienes conformaron el bando realista entre 1809 y 1822, que ha sido
relegado por la historiografía ecuatoriana dando prioridad al juntismo. Para
ello, usa el método prosopográfico, que permite comprender cómo se construyeron esas pertenencias.
Este libro corresponde a la tesis doctoral de la autora en Historia de los
Andes (FLACSO Ecuador). Cabe mencionar que su producción previa se enfoca en la participación política de la población indígena durante el juntismo
e independencia, así como en la participación de las mujeres en la Revolución de Quito y su condición jurídico-política.1
Un aspecto fundamental del libro es el tratamiento del período y de sus
actores desde la perspectiva de la historia conceptual y los lenguajes políticos, para poner bajo enfoque los usos sociales de conceptos de ciudadanía,
soberanía, entre otros. Desde este punto de vista, el trabajo constituye un
gran aporte historiográfico.
La exposición está dividida en dos partes de tres capítulos cada una. El
primer capítulo (pp. 39-89) reconstruye la conformación de los bandos políticos durante la Revolución quiteña, para lo cual rastrea los actores políticos
de acuerdo a la clasificación del procurador síndico, Ramón Núñez del Arco.
Un elemento fundamental para este rastreo fueron los lazos familiares, el
parentesco y redes clientelares que establecieron las familias antes de la revolución política. Otro factor fueron las actividades económicas desarrolladas por ambos bandos, que permiten ver intereses económicos en juego y su
consecuente accionar político, así como el trasfondo intelectual del realismo
quiteño, que no era distinto del insurgente.
En el segundo capítulo (pp. 91-128), Sevilla muestra cómo indígenas,
plebe y esclavos optaron por el realismo. Por una parte, la participación indígena en la contrarrevolución obedeció a una agenda política propia, en
la cual el tributo era el principal eje de negociaciones; la inclinación por el
realismo o el juntismo fue un mecanismo para reducir o suprimir su cobro.
Sin embargo, y pese a los decretos que dictaminaban su abolición, suprimir
1. Sonia Salazar Garcés y Alexandra Sevilla Naranjo, Mujeres de la Revolución de Quito
(Quito: FONSAL, 2009).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
291
el tributo resultó imposible porque era el sustento de los funcionarios públicos. Debido a ello, los caciques, figuras importantes en la sociedad colonial,
en función del tributo ejercían influencia sobre los indios para optar ya sea a
favor o en contra del proyecto juntero quiteño. Por otra parte, la plebe se alineó con el realismo o la insurgencia de acuerdo con las relaciones clientelares
existentes; y a su vez, la población esclava buscó un bando que se alineara
con sus intereses.
En el tercer capítulo (pp. 129-162), se analiza otro actor importante: el clero. La adhesión de este a uno u otro bando no obedeció a jerarquías religiosas
ni lugar de nacimiento, sino más bien a lazos económicos, familiares y clientelares. La participación del clero en la contrainsurgencia fue vital, pues a
través del púlpito movilizaban a la población y mediante el confesionario se
indagaban las intenciones políticas y se las denunciaba. El clero realista tuvo
una clara inclinación hacia el regalismo, y muchos curas se mantuvieron fieles a este, incluso, desobedeciendo la autoridad de prelados insurgentes. En
lo que respecta al clero insurgente, de acuerdo con Sevilla, es difícil ubicarlo
con un claro discurso. El análisis del papel del obispo Cuero y Caicedo antes,
durante y después de los sucesos de la revolución política, muestra claramente un discurso cambiante, de acuerdo con las circunstancias de la época.
En los tres primeros capítulos, Sevilla evidencia cómo se constituyó el
realismo en la Audiencia que, ante la crisis de 1808 y la Revolución quiteña,
no mostró grandes diferencias con respecto al juntismo. A más de visibilizar
el realismo, un aporte del libro es identificar los elementos que diferenciaron
a cada bando. En el cuarto capítulo (pp. 165-220) se estudia la manera en la
que la contrarrevolución asimiló la crisis de 1808 y el juntismo quiteño. Las
abdicaciones de Bayona y la ocupación de la península por las tropas francesas generaron conmoción en territorio americano. En la Real Audiencia
de Quito, un año después, se estableció una junta fiel a Fernando VII, que
desconocía a las autoridades de la Audiencia. Esta junta buscó preservar el
territorio para la monarquía y asumir la soberanía del rey ausente, atacó los
privilegios y poder de las autoridades de la Audiencia y al poco tiempo fue
rechazada por las demás ciudades y por los centros virreinales. De esta manera, se formó un bando contrainsurgente que defendía la permanencia de
las autoridades audienciales. Esta primera junta fracasaría al poco tiempo y
Ruiz de Castilla sería restituido como presidente.
Tanto en la Península como en los pueblos americanos existió una cultura política idéntica, una misma simbología religiosa, y un fidelismo notable,
por ello hay una respuesta juntera generalizada. En esa medida, la reconstrucción de las facciones es un gran aporte de Sevilla, pues ambos bandos
se muestran fieles a la monarquía, pero actúan frente a la crisis de forma
distinta. Los realistas en 1809 representaron al absolutismo, mientras que
292
Procesos 54, julio-diciembre 2021
los juntistas a un naciente liberalismo. Los primeros defendían la unidad del
imperio al reconocer que la soberanía del imperio recaía en el rey y sus representantes, los segundos defendían el principio de soberanía fragmentada
al reconocer que, en ausencia del rey, ella recaía en el pueblo.
En el quinto capítulo (pp. 221-251) se analizan las consecuencias de la
captura de los miembros de la primera junta y las dificultades para juzgarlos. Las decisiones del fiscal Aréchaga, lejos de apaciguar los ánimos, los
atizaron. Ante la inminente llegada de Carlos Montúfar como comisionado
de la Regencia se urdió un plan, probablemente por parte de Aréchaga, para
eliminar a los presos. Después de los sucesos del 2 de agosto, Aréchaga y
varios realistas abandonaron Quito.
Con la llegada del comisionado regio, Carlos Montúfar, se establecería una segunda junta subordinada a la Regencia, al tiempo que el realismo se fortalecía en otras ciudades, en especial en Guayaquil y Cuenca, que
se mantuvieron fieles a la autoridad del virrey Abascal. La Audiencia tuvo
que compartir dos gobiernos: el de Carlos Montúfar y el de Joaquín Molina,
nombrado por Abascal y subordinado a la Regencia. Estos sucesos ahondaron la brecha entre realistas e insurgentes. A fines de 1811, la segunda junta
desconocía la autoridad de la Regencia, luego de lo cual, con el apoyo de
los corregimientos de la sierra, se dictó la Constitución quiteña de 1812 o el
Pacto Solemne. La incapacidad de pacificar la Audiencia lleva a que Molina
fuera reemplazado por Toribio Montes, quien, tras derrotar a los insurgentes
en la batalla de Ibarra, inició su política de pacificación. Así finalizaba la
Revolución quiteña. Cabe acotar que la circulación de noticias a través de
cartas, panfletos, libelos y pasquines ayudó a dividir aún más a los bandos.
El papel de la palabra hablada tuvo igual importancia que la escrita, pues
ambas buscaban dividir a los habitantes en uno u otro bando.
Otro aporte de este libro es el rescate del período de 1812-1820. El capítulo sexto (pp. 253-306) analiza la pacificación de Montes, vital para entender
la dinámica de los bandos, en medio de la intensificación de las guerras y del
constitucionalismo gaditano. Tras la victoria en Ibarra ya mencionada, Montes proclamó dos indultos y, ante la sorpresa de muchos realistas, figuras
importantes de la insurgencia fueron perdonadas, otras desterradas y muy
pocas sufrieron la pena capital. Estas actuaciones hicieron que Montes perdiera el apoyo de muchos realistas que veían con inconformidad su política
de pacificación.
En marzo de 1812 fue publicada la Constitución de Cádiz, la cual promulgaba la soberanía de la nación española. El Régimen de Montes hizo
todo lo posible para que se aplicaran los postulados gaditanos en la Audiencia. Las ceremonias de publicación y jura de la Constitución se llevaron a
cabo en los diferentes territorios y la simbología de estas ceremonias, como
Procesos 54, julio-diciembre 2021
293
las fiestas en su honor, mantuvieron rasgos del antiguo régimen. Ante la
aplicación de la Constitución, muchos realistas fieles se mostraron inconformes al ver que muchos insurgentes eran electos como autoridades de los
ayuntamientos constitucionales. Por su parte, realistas moderados e insurgentes defendían la Constitución.
Un punto fundamental fueron las elecciones efectuadas bajo el marco
constitucional gaditano, que buscaba elegir autoridades locales para las diputaciones provinciales y cortes. Los indígenas fueron incluidos como ciudadanos de la nación española, pero es muy complicado, según la autora,
generalizar su participación efectiva en las elecciones debido a los pocos
trabajos al respecto. En términos generales, quienes resultaron beneficiados
por las elecciones gaditanas fueron los que habían optado por la insurgencia.
Además, se debe tener en cuenta que las elecciones y sus resultados, no sin
presentar conflictos, fueron manejados por cada localidad, como ocurrió en
el caso lojano. Por otra parte, en Cuenca se evidencia la participación activa
de la población indígena en los comicios gaditanos.
Tras el regreso de Fernando VII al trono español se desconoció la Constitución de Cádiz, con lo que liberales peninsulares y americanos fueron perseguidos. En Quito, el rechazo a las políticas del rey se hacía sentir entre
constitucionalistas y realistas moderados. Fernando VII decidió instaurar el
absolutismo por las armas, con el envío a Morillo y sus tropas. Esta medida,
entre otras, fue fundamental para que los pueblos miren la independencia
como una opción, pues, pese a la restitución de la Constitución de Cádiz en
1820, se optó por la independencia que, para aquel entonces, era cuestión de
tiempo.
El esfuerzo historiográfico y los aportes del libro ya se han mencionado.
Cabe apuntar que, en el último capítulo, el de mayor temporalidad, no se
aborda el problema territorial que desencadenan las elecciones gaditanas y
la proliferación de ayuntamientos constitucionales en relación al realismo.
No obstante, el esfuerzo por visibilizar los años olvidados por la historiografía invita a generar nuevas interrogantes respecto al realismo y la independencia. Por esta razón, el trabajo debe ser revisado y considerado fundamental para posteriores estudios de la época.
Lenin Guerra
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-4017-377X
solo libros / referencias
andradE orEllana, susana,
silVana cáratE tandalla
Y susana FrEirE garcía.
Patrimonio cultural
inmaterial: apropiación
y resistencias. Quito:
Pontificia Universidad
Católica del Ecuador,
2020, 162 pp.
Compilación de tres estudios dedicados al manejo del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en el
Ecuador. Cada monografía asume la gestión de las
manifestaciones intangibles como un aspecto en sí
mismo problemático y atinente no solo a los usuarios del PCI sino también al trabajo de identificación
y salvaguardia de las entidades estatales y los gobiernos locales. El primer estudio, “La dimensión
inmaterial de la cultura: nociones, convenciones y
declaratorias”, refiere los instrumentos normativos
y técnicos para la protección y salvaguardia del
patrimonio intangible. El segundo, titulado “Un
acercamiento a la Diablada Pillareña”, considera las
implicaciones de esta manifestación local desde las
perspectivas histórica y antropológica, deteniéndose en su proceso de patrimonialización; y el artículo
“La Mama Negra de Latacunga, la declaratoria de
patrimonio cultural inmaterial del Ecuador” revisa
el proceso de inscripción de esta fiesta en el listado
de manifestaciones patrimoniales nacionales.
braVo, KattY.
Brujas y diablos en el
corregimiento de Yauyos
(1660). Quito: Universidad
Andina Simón Bolívar,
Sede Ecuador,
2020, 116 pp.
Un estudio sobre los procesos de extirpación de
idolatrías a cargo del religioso Sarmiento de Vivero, bajo jurisdicción del arzobispado de Lima.
Desarrollado en tres capítulos, el primero analiza el discurso del Malleus Maleficarum, tratado de
extirpación de idolatrías dedicado a dar soporte
ideológico a la punición de las mujeres. El segundo
elabora un escrutinio de las visitas de extirpación
de idolatrías en el corregimiento de Yauyos, entre
1660 y 1661. El tercero se enfoca, específicamente,
en la persecución de hechiceras, mediante el análisis de nueve casos pertenecientes a las doctrinas de
San Bartolomé de Tupe, San Gerónimo de Omas,
San Cristóbal de Huañec y San Pedro de Pilas.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 297-300. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
298
Procesos 54, julio-diciembre 2021
cEpEda astudillo, FranKlin.
Del fonograma al paisaje
sonoro. El pasillo en la voz
de Julio Jaramillo.
Quito: Museo del Pasillo,
2020, 168 pp.
La publicación busca una aproximación biográfica
y musicológica a uno de los exponentes más importantes del pasillo ecuatoriano. Tiene dos partes. Una
presentación general del estudio y una semblanza de
carácter biográfico de Julio Jaramillo en la que se presenta el enfoque musicológico del estudio, que permite considerar los principales registros sonoros (fonogramas) dejados por el artista como legado. La obra
se complementa con material gráfico que incluye fotografías, portadas de discos, caricaturas y reproducciones de documentos para el estudio de la vida del
intérprete. Además, el trabajo incorpora un registro
de los títulos musicales interpretados por Jaramillo,
datos sobre autores y compositores, una recopilación
de poco más de treinta pasillos, una composición poética y un grabado dedicados al personaje.
nicola garcés, gErardo.
Ambato eterno.
Una visión de su
arquitectura patrimonial.
Ambato: Maxtudio / Centro
Gráfico Salesiano,
2020, 239 pp.
Visión panorámica de la arquitectura patrimonial
de la ciudad. De carácter conmemorativo, fue editada para el bicentenario de la independencia de
la ciudad. El objetivo es dar cuenta de los procesos
constructivos de espacios públicos, edificios, calles,
puentes y mobiliario urbano con valor histórico
patrimonial, como por ejemplo, la Casa de Montalvo, la Quinta de Ficoa, el monumento y mausoleo a
Mera, el Colegio Nacional Bolívar, los parques Cevallos y Doce de Noviembre, el edificio de la Municipalidad de Ambato, la estatuaria más importante
y diversas casas particulares. Se registran poco más
de una veintena de bienes culturales y se evalúa
la huella dejada por arquitectos como los Durini,
Jorge Mideros y los escultores Palacio.
rEino garcés, pEdro.
Indios mitayos en Hambato
colonial: la resistencia
de Esteban de la Cruz
en Pasa. Ambato:
Maxtudio, 2020, 174 pp.
Esta crónica refiere el funcionamiento del sistema
de la mita en la región de Hambato, mediante el
caso del indio Esteban de la Cruz. El estudio histórico pone en perspectiva el mecanismo de selección y reemplazo de la mano de obra indígena que
comportaba el concertaje, así como la manera en
que los hacendados de la región aprovecharon del
sistema, al entablar transacciones de compraventa
de tierras que incluían cierto número de mitayos.
Peticiones como la del personaje objeto del estudio
revelan los pormenores de la situación de explotación, así como las estrategias de resistencia empleadas por la población indígena.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
299
salgado d., VErónica.
Dolores Cacuango en la
memoria oral de su pueblo.
Quito: Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador,
2020, 98 pp.
Este estudio considera los imaginarios y relatos
construidos sobre Dolores Cacuango y su lucha. Se
estudian testimonios y registros orales que muestran la presencia de la lideresa indígena entre el
pueblo kayambi. Los testimonios fueron recogidos
en las comunidades de San Pablo Urco y Pesillo.
Relatos étnicos, políticos, de género y culturales
recopilados durante la investigación permiten reconocer la vigencia del personaje asociado a valores como lealtad, honestidad y sabiduría, las luchas
sociales y la reivindicación de procesos históricos
relacionados con la explotación campesina.
salgado gómEz, mirEYa.
“Indios altivos e inquietos”.
Conflicto y política popular
en el tiempo de las
sublevaciones: Riobamba
en 1764 y Otavalo en 1777.
Quito: FLACSO Ecuador /
Abya-Yala, 2021, 282 pp.
El libro considera los levantamientos de Riobamba
y Otavalo como parte de procesos diferenciados de
rebelión y etnogénesis urbana. Bajo esta perspectiva,
el estudio reevalúa la noción “indios” como identidad compartida de los grupos levantados en protesta
en dos corregimientos de la Audiencia de Quito. Los
tres primeros capítulos evalúan el problema de las
sublevaciones mediante el enfoque de los estudios
subalternos; estudian la narrativa y el contexto de las
sublevaciones de Riobamba (1764) y Otavalo (1777);
y los cambios y rupturas en el orden colonial durante
el siglo XVIII. Los cuatro capítulos siguientes analizan el forasterismo y el desplazamiento de las autoridades como estrategias subalternas, las acciones de
pacificación simbólica del poder colonial y la “prosa
de contrainsurgencia” que se creó en los lenguajes
políticos y la religiosidad de la época.
ticona alEjo, EstEban.
Cartas remitidas.
La correspondencia de
Gonzalo Humberto Mata
(Ecuador) y Fausto Reinaga
(Bolivia). Quito: Abya-Yala,
2021, 177 pp.
El estudio está basado en la correspondencia de
dos intelectuales críticos. En la primera parte se
encuentran breves biografías de Mata y Reinaga
preparadas por Ticona. En la segunda se acomete
el contexto sociocultural en el que se produjo la correspondencia que intercambiaron los personajes.
Esta sección caracteriza a Mata como escritor mestizo e indigenista radical y a Reinaga como escritor
indio. La tercera sección se ocupa de las epístolas
mediante un tratamiento temático. Finalmente, se
encuentran reunidas copias de las cartas intercambiadas entre los años 1967-1968 y febrero de 1969.
La obra cierra con una selección fotográfica.
300
Procesos 54, julio-diciembre 2021
tuaza castro, luis albErto.
Anejos libres e indios
sueltos. La Moya y sus
alrededores. Riobamba:
Universidad Nacional de
Chimborazo, 2018, 151 pp.
La obra reconstruye las luchas contra el sistema de
la hacienda en una importante región del centro del
Ecuador. La primera parte toma en consideración
el proceso de conformación de los anejos libres,
sus conflictos, la agencia indígena dentro de estos
espacios y la transición de anejos libres a comunidades. La segunda parte concentra su atención en
la transición del anejo Cabocao a la comunidad de
La Moya durante el siglo XX. La tercera parte se
dedica a estudiar el fraccionamiento de La Moya y
la emergencia de nuevas comunidades y barrios indígenas. Finalmente, el libro revisa las transformaciones en las actividades económicas de La Moya,
referidas a lo agrícola y pecuario, la extracción de
bancos de hielo de los glaciares del volcán Chimborazo y la reciente apuesta por el turismo.
wEbstEr, susan V.
Artistas letrados
y las lenguas del imperio:
pintores y la profesión
en el Quito colonial. Quito:
FLACSO Ecuador /
Abya-Yala, 2021, 364 pp.
Esta historia social del arte se enfoca en la agencia
de los pintores indígenas en el Quito colonial. Con
base en evidencia documental novedosa, el libro
muestra el manejo de convenciones y técnicas estilísticas europeas por parte de los artistas nativos,
conocedores no solo de los materiales pictóricos y
de estilos, así como miembros de una cultura letrada que dominaban la escritura, la caligrafía, la
pintura y la lectura. Además, se trataba de artistas
conocedores del lenguaje visual y el simbolismo
estético. A partir de hallazgos como el trabajo artístico de Andrés Sánchez Gallque, el libro reevalúa
la narrativa convencional sobre la historia del arte
quiteño y pone en evidencia a otros artistas indígenas que han permanecido en el anonimato.
EVEntos
Charlas sobre la memoria
de los desastres urbanos en Quito
Entre el 11 de junio y el 10 de julio, el Museo del Carmen Alto y el proyecto Tomorrow Cities transmitieron por vía telemática el ciclo de charlas “Abordajes, ciencia y memoria de los desastres urbanos en la ciudad de Quito”,
con el propósito de brindar una nueva mirada a los desastres naturales y la
forma de provenirlos, mediante abordajes como la religiosidad popular, la
historiografía política y el patrimonio artístico.
Presentación del libro Un pueblo y un camino.
La carretera oriental del Carchi
Las historiadoras Ana Luz Borrero Vega (Universidad de Cuenca) y Gabriela Argüello (doctorado en Historia Latinoamericana de la Universidad
Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, UASB-E) presentaron el libro Un pueblo y un camino. La carretera oriental del Carchi, escrito por el historiador Carlos
Landázuri Camacho. El lanzamiento tuvo lugar el 1 de julio. La presentación
fue organizada por el Área de Historia de la UASB-E. El trabajo escrito por
Landázuri da cuenta de la agencia de los habitantes de las localidades de Julio Andrade, Huaca, Cristóbal Colón, San Gabriel, La Paz y Bolívar. Mediante mingas, estos pobladores abrieron 120 kilómetros de trocha y un puente,
con el propósito de integrar la provincia del Carchi con la de Imbabura. Este
proyecto vial, concebido y ejecutado por los carchenses, se produjo entre
1927 y 1936.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 303-307. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
304
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Equipo multinacional de historiadores
gana premio de la Academia Colombiana
Los historiadores Ángel Almarza Villalobos (Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, México) y Santiago Cabrera Hanna (UASB-E)
obtuvieron el primer lugar en el Premio Nacional de Historia “Bicentenario
de la Villa del Rosario”, organizado por la Academia Colombiana de Historia, como parte de las efemérides de la Constitución de Cúcuta. Estos especialistas prepararon el estudio intitulado “Vecinos, ciudadanos y diputados
en los albores de Colombia. De las Juntas de Caracas y Quito al Congreso de
la Villa del Rosario, 1810-1821”. El 5 de julio, en sesión de la Academia, se
anunció a los ganadores de la convocatoria.
Jornadas de trabajo sobre el espacio
geográfico y su representación
El Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH) y el Área de Salud de la UASB-E convocaron a las jornadas “El espacio geográfico y su representación: conceptos y
temáticas”. La actividad, dirigida a especialistas en los campos de la salud, la
historia y la geografía, estuvo a cargo de los investigadores Gianina Zamora
(doctorado en Salud Colectiva, Ambiente y Sociedad, UASB-E) y Henri Godard (Área de Historia UASB-E / Archival City Ecuador / IFEA). Los ejes
temáticos de las jornadas fueron: centros y periferias urbanas: de la escala
macro a la escala micro; el proceso de difusión espacial de las innovaciones;
fake cartografía: ¿cómo hacer mentir a los mapas?; la diferencia geográfica y
la producción de escala; y el rol del espacio en la determinación social de la
salud. Las jornadas se desarrollaron durante los días 6, 13, 21 y 28 de julio, y
4 de agosto de 2021, por medios digitales.
Recorrido por las imágenes religiosas
usadas como dispositivos pedagógicos
El 18 de julio se realizó el recorrido “Los rostros del Carmen Alto”, organizado por el museo del mismo nombre, con el propósito de dar a conocer
la forma en que se usaron algunas de sus imágenes como dispositivos pedagógicos para la población indígena, tanto en la época colonial como durante
Procesos 54, julio-diciembre 2021
305
la republicana. En este sentido, se busca exponer que las imágenes no tenían
únicamente un valor decorativo, sino que servían de ayuda espiritual. Entre
las obras que fueron presentadas se destacan: “El Cristo de la Portería”, “San
José y el Niño Jesús” y “Murales de Santa Teresa de Ávila”.
Ciclo de mesas redondas sobre las experiencias
en la Maestría de Historia
El Área de Historia de la UASB-E y la Asociación de Estudiantes organizaron el ciclo de mesas redondas “Experiencias de investigación en la Maestría en Historia”, que se emitieron por medios digitales. Las mesas redondas
se efectuaron según la siguiente agenda: “Nuevos aportes a la historia de las
mujeres en el Ecuador del siglo XX” (29 de julio), “Esclavitud, manumisión y
libertad en Cartagena y La Plata, siglos XVII y XVIII” (3 de agosto), “Ciudades, territorios y naturaleza: reflexiones desde la Historia” (5 de agosto), “La
prensa como objeto de estudio del historiador” (12 de agosto), “Perspectivas
de historia social en Ecuador y Colombia del siglo XX” (19 de agosto) y “Estudios de historia del arte y las visualidades” (26 de agosto).
Recorrido histórico patrimonial
en Chimbacalle
El Municipio de Quito, en el marco de la agenda cultural de “Agosto,
mes de las Artes”, realizó el 15 de agosto el recorrido histórico patrimonial
“Por el Puente de Piedra”, cuyo objetivo fue constituirse en un espacio de
encuentro con la memoria y las tradiciones del sector de Chimbacalle. El
proyecto se originó en un trabajo colaborativo entre diversos colectivos y
gestores barriales con el área de Mediación Comunitaria del Museo Interactivo de Ciencia. El objetivo fue promover el conocimiento y apropiación
del patrimonio cultural del sector, mediante recorridos educativos donde se
cuentan leyendas y se comparten vivencias sobre Chimbacalle como un barrio obrero y fabril, de lo que dan cuenta diversas construcciones y la estación del ferrocarril.
306
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Charla magistral sobre el 24 de mayo de 1822
Dentro del Ciclo de Charlas Internacionales organizado por la carrera de
Ciencias Sociales de la Universidad Central del Ecuador, el historiador Santiago Cabrera Hanna (UASB-E) impartió la charla “El 24 de mayo de 1822”,
el día 11 de agosto de 2021, a través de medios digitales. La conferencia centró su atención en las visiones historiográficas sobre la llamada Batalla del
Pichincha y presentó aspectos históricos relacionados con la investigación
sobre la incorporación de la provincia de Quito a la república de Colombia.
Recorridos culturales:
“Mujeres contando desde el museo”
Durante los viernes y sábados de septiembre, el Museo Alberto Mena
Caamaño realizó los recorridos históricos denominados “Mujeres contando
desde el museo”, donde se hace referencia a varias mujeres transformadoras
y generadoras de procesos de cambios, entre las que se cuentan Rosa Montúfar y Larrea, miembro de una familia de la élite colonial quiteña, quien se
involucró en el movimiento independentista y participó como una de sus
cabecillas, al tiempo que se hizo cargo tanto del hogar como de los negocios
familiares, en ausencia de sus parientes. Esta exposición buscó mostrar la
forma en que eran criadas las mujeres de la época, bajo las nociones de honor, sumisión y recato que promovían las autoridades civiles y eclesiásticas.
Conversatorio sobre el Bicentenario
de la Constitución de Cúcuta
El Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y el foro Ciudad Virtual organizaron el Conversatorio
“1821. Bicentenario de la Constitución del Rosario de Cúcuta”, el 16 de septiembre, que se transmitió por medios digitales. En la tertulia participaron
los investigadores Ángel Rafael Almarza Villalobos y Miguel Ángel Urrego (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo), Santiago Cabrera
Hanna (UASB-E) y Pablo Zambrano Pantoja (Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá).
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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Monasterios femeninos de clausura,
objeto de un recorrido cultural
El 18 de septiembre, el Museo del Carmen Alto realizó el recorrido “Monasterios femeninos de clausura”, con el propósito de profundizar en la historia de los cuatro claustros femeninos de la ciudad, que fueron fundados en
la época colonial y aún funcionan en Quito. Se visitaron los exteriores de los
monasterios de Santa Clara de Siena, la Inmaculada Concepción, Santa Clara
y el Carmen Alto. Además de la valoración arquitectónica, se buscó promover
un debate sobre la cultura conventual femenina, al entender la vida religiosa
de clausura más allá del aislamiento, como un grupo de mujeres que desde
hace casi 400 años construyen una relación con la divinidad, caracterizada
por su forma de vestir, comer, habitar el espacio físico, el trabajo intelectual
y manual, que determinan su relación con el mundo exterior. El recorrido
se planteó como parte de la conmemoración del Mes del Patrimonio, que se
realiza en septiembre de cada año por la declaratoria de Quito como Primer
Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Seminario internacional sobre el momento
constitucional de 1821
La Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y el Banco de la
República organizaron el seminario internacional “Decid: Colombia es, y
Colombia será. El momento constitucional de 1821”. Esta actividad académica se inscribió en el repertorio de actividades académicas dedicadas a la
conmemoración de los 200 años de la Constitución de la Villa del Rosario. El
seminario tuvo lugar entre el 29 y 30 de septiembre, por vía telemática. La
conferencia inaugural, “El momento constitucional de 1821 en Colombia”,
estuvo a cargo de Francisco Ortega (Universidad Nacional de Colombia). El
seminario tuvo cuatro mesas temáticas: “De la historia en común a la simbólica colombiana”, “El momento constitucional y el nacimiento del gobierno
representativo”, “El diseño constitucional e institucional de la nueva república” y “Los intersticios constitucionales”. Además, el espacio sirvió para
la presentación de la Biblioteca Virtual Colombiana, “Una herramienta de la
memoria para el futuro de la ciudadanía”. La conferencia de clausura, intitulada “Lo que ilumina y oscurece el momento constitucional de 1821”, estuvo
a cargo de Margarita Garrido (Universidad Externado). El seminario reunió
a ponentes de Argentina, Colombia, Ecuador, Francia, México y Venezuela.
índice de autores
Ángel Rafael Almarza (Venezuela). Doctor en Historia por la Universidad Nacional
Autónoma de México. Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Miembro del
Sistema Nacional de Investigadores. Recibió la mención honorífica del Premio
Francisco Javier Clavijero, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, por
su tesis doctoral. Sus investigaciones se refieren a la historia política y conceptual
hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX, con énfasis en los casos de
Colombia y Venezuela. Entre sus publicaciones destacan: “Reuniones tumultuarias. El miedo a las elecciones en la Venezuela insurgente: 1810-1819” (2019) y Los
inicios del gobierno representativo en la República de Colombia, 1818-1821 (2017).
María Eugenia Chaves Maldonado (Ecuador). Doctora en Historia por la Universidad de Göteborg, Suecia. Profesora del Departamento de Historia de la Facultad
de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia,
Sede Medellín. Ha sido investigadora en el Instituto Latinoamericano de la Universidad de Estocolmo, en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de
Londres y en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. También ha
dirigido varios proyectos de investigación financiados por organismos nacionales e internacionales. Estudia la historia de la población esclava en Hispanoamérica, el concepto de raza y libertad en la historia colonial y republicana, así como
temas de teoría y metodología de la historia.
Esteban Herrera González (Ecuador). Historiador del arte, obtuvo su máster en la
Universidad de Sevilla (2015). Actualmente se dedica a la investigación, de manera independiente. En 2019 dictó el taller de historia virreinal quiteña, en la
Universidad del Azuay. Ha publicado varios estudios de carácter historiográfico
y antropológico, entre los que destacan: “Barrio El Vado: referente de oficios,
costumbres y cultura” (2020) y “La Iglesia de la Compañía de Jesús de Cuenca: el
gran templo desvanecido en el tiempo” (2019).
310
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Migdalia Lezama (Venezuela). Magíster en Historia de las Américas. Profesora de
la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas); coordinadora de la Mención de
Ciencias Sociales en la Escuela de Educación. Sus líneas de investigación se relacionan con el pensamiento político del siglo XIX. Sus últimas publicaciones: “Enseñar historia en revolución: análisis del enfoque de la historia en las propuestas
de transformación curricular de educación media emanadas del MPPE, 20072017” (2018), Tomás Lander (2011) y “El pensamiento político de Gabriel García
Moreno” (2005).
Daniel Llano Parra (Colombia). Maestro en Historia por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Miembro del Grupo de Investigación en Historia Social (GIHS) de la Universidad de Antioquia. Sus líneas de investigación corresponden a la historia de la edición, la historia cultural y la historia intelectual.
Entre sus publicaciones se cuentan: “Robert Darnton. Censors at Work. How States
Shaped Literature” (2018), “Una vida en obra negra” (2016) y Enemigos públicos.
Contexto intelectual y sociabilidad literaria del movimiento nadaísta, 1958-1971 (2015).
Nohra Palacios Trujillo (Colombia). Historiadora y politóloga. PhD por l’École des
Hautes Études en Sciences Sociales. Profesora de la Pontificia Universidad Javeriana (Cali, Colombia). Ha publicado varios estudios sobre el sistema electoral
y de partidos en Colombia en el siglo XIX y la memoria histórica en el conflicto,
entre los que destacan: Memorias en transición. Manifestaciones y usos sociales, estéticos y políticos en las representaciones de las memorias del pasado violento (2020), “Duverger como modelo metodológico para el estudio de los partidos políticos en el
siglo XIX” (2020) y “Análisis del discurso simbólico: la liturgia en las elecciones
de la primera mitad del siglo XIX en Colombia” (2018).
Inés Quintero (Venezuela). Doctora en Historia e individuo de número de la Academia Nacional de la Historia. Profesora de la Universidad Central de Venezuela.
Conferencista, profesora e investigadora visitante en diversas universidades. Obtuvo una beca Fulbrigth para realizar investigaciones en la Biblioteca del Congreso
en Washington (1992) y fue Andrés Bello Fellow en la Universidad de Oxford (20032004). Galardonada con varios premios y distinciones, es autora de una amplia
obra historiográfica sobre historia política y social de Venezuela, de los siglos XIX
y XX, y sobre historia de las mujeres, con 15 títulos publicados. Sus libros más
recientes son: El último marqués (2017), Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de
la Independencia (2017) y La criolla principal (2016). También tiene numerosos artículos publicados en libros colectivos y revistas especializadas.
Alexandra Sevilla Naranjo (Ecuador). Doctora en Historia de los Andes por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO Ecuador). Historiadora,
docente e investigadora. Autora de los libros Fidelismo, realismo y contrarrevolución
en la Audiencia de Quito (2019) y Mujeres de la Revolución de Quito, en coautoría con
Sonia Salazar (2009). Sus líneas de investigación se corresponden con los siguientes temas: historia de mujeres y de género en el período de la Independencia y en
el tránsito del siglo XIX al XX, así como temas relacionados a la historia cultural e
historia de los conceptos.
árbitros de este número
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia agradece
la participación de los evaluadores de este número.
Javier Ricardo Ardila. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia.
Galaxis Borja González. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
Quito, Ecuador.
Santiago Cabrera Hanna. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
Quito, Ecuador.
Alexander Chaparro-Silva. The University of Texas at Austin. Austin, Estados
Unidos de Norteamérica.
Marcela Echeverri. Yale University. New Haven, Estados Unidos de Norteamérica.
Brenda Escobar. Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga, Colombia.
Carolina Guerrero. Universidad Simón Bolívar. Caracas, Venezuela.
Aline Helg. Université de Genève. Ginebra, Suiza.
Alexandra Kennedy Troya. Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador.
Carlos Landázuri. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Quito,
Ecuador.
Georges Lomné. Universidad Gustave Eiffel. Champs-sur-Marne, Francia.
María Belén Misle. Universidad de Berna. Berna, Suiza.
Iván Olaya. Université de Paris y Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3. París,
Francia.
Francisco Ortega. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia.
Adriana Pacheco. Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Quito, Ecuador.
312
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Chiara Pagnotta. Universitat de Barcelona. Barcelona, España.
Edgardo Pérez. Universidad del Sur de California. Los Ángeles, Estados Unidos
de Norteamérica.
Inés Quintero. Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela.
Paola A. Revilla Orías. Universidad Católica Boliviana San Pablo. La Paz, Bolivia.
Tomás Straka. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, Venezuela.
Gustavo Vaamonde. Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela.
Juliana Vasco. Universidad de los Andes. Bogotá, Colombia.
María Julia de Vinatea Ríos. Université Paris-Sorbonne. París, Francia.
política Editorial
acerca de la reVista
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia es una publicación académica semestral
del Área de Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Se fundó en 1991 con el objetivo de fomentar la profesionalización de la disciplina histórica
en Ecuador y América del Sur; y contribuir a la innovación de la investigación sobre
el pasado de esta región. Aparece con el auspicio de la Corporación Editora Nacional.
Publica artículos de investigación inéditos, en idioma español, que son previamente evaluados por pares académicos anónimos, vinculados a centros de investigación de América Latina, Estados Unidos y Europa.
Cuenta con un Comité Editorial y un Comité Asesor Internacional integrados
por académicos que laboran en universidades de Ecuador y otros países. El director
de la revista preside ambos comités. El editor se encarga de coordinar el proceso de
evaluación, y definir la secuencia y el contenido de los números. Cuenta con el concurso de un editor adjunto y un asistente editorial. La Corporación Editora Nacional
se responsabiliza del diseño, armado e impresión.
La revista mantiene dos tipos de secciones, una de carácter permanente y otra
ocasional. En la primera constan Estudios, Debates, Reseñas, Referencias y Eventos;
mientras que en la segunda se incluyen Obituarios, Documentos, Traducciones, Aula
Abierta, Diálogo Crítico y Entrevistas.
Las secciones arbitradas por los lectores anónimos son Estudios y Debates, que regularmente componen la mayor parte de cada número. Ambas contienen avances o
resultados finales de investigaciones; balances historiográficos; discusiones temáticas,
teórico-metodológicas, archivísticas e interdisciplinarias; así como intervenciones sobre
debates específicos. La extensión de los artículos diferencia ambas secciones. En Estudios
y Debates se incluyen contribuciones de hasta 12 mil y 10 mil palabras, respectivamente.
El Comité de Redacción puede aceptar contribuciones que superen ese límite en casos
excepcionales. Las restantes secciones son evaluadas por el editor y el Comité Editorial.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 313-336. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
Procesos ha sido aceptada en los siguientes índices y bases de datos internacionales:
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ANVUR - Agenzia Nazionale di Valuazione del Sistema Universitario e della Richerca (Italia).
Cervantes Virtual - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (España).
FID Romanistik - Instituto Iberoamericano de Berlín (Alemania).
CIRC - Clasificación Integrada de Revistas Científicas (España).
CLASE - Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades, Base de
datos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Clarivate Analytics - Colección principal de Web of Science.
Dialnet - Base de datos y sistema de alertas de la Universidad de La Rioja
(España).
ERIH PLUS - Índice Europeo de Referencias de Humanidades y Ciencias Sociales.
HAPI - Hispanic American Periodicals Index, Base de datos de la Universidad
de California Los Ángeles, UCLA (Estados Unidos).
Historical Abstracts EBSCO.
Índice de Revistas Académicas de Acceso Abierto - OAJI (Estados Unidos).
Latindex - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de
América Latina, el Caribe, España y Portugal.
Latinoamericana - Asociación de Revistas Académicas de Humanidades de
América Latina.
LatinRev - Red Latinoamericana de Revistas, FLACSO (Argentina).
MIAR - Matriz de Información para el Análisis de Revistas (España).
Prisma - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest) (Gran
Bretaña).
Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas
Colombianas. Homologada.
REBIUN - Red de Bibliotecas Universitarias de España.
REDIB - Red Latinoamericana de Innovación y Conocimiento, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, CSIC (España).
Repositorio - Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
Normas para autores, pares anónimos y editores
1. Sobre la presentación de artículos
•
•
Se reciben artículos de investigación, inéditos, en castellano, y cuyo contenido se inscribe en la descripción de las secciones Estudios y Debates, incluida
en la sección “Acerca de la revista”.
Los textos presentados para publicación no deben haber sido remitidos a
ninguna otra publicación, de manera simultánea. Por lo tanto, se asume que
están libres de compromisos editoriales.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
•
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No hay fechas específicas de recepción de trabajos para los números de tema
libre, estos son procesados de acuerdo con el orden de llegada o según la
invitación que se formule. En cambio, el cronograma de números monográficos se define entre el editor de Procesos y el coordinador del dossier.
Los autores de artículos y reseñas deben enviar sus trabajos por correo electrónico a la dirección
[email protected]. Además del artículo propuesto,
se debe adjuntar un resumen en castellano en 100-150 palabras, un listado
de ocho palabras clave, y los datos correspondientes al autor en 100-150 palabras, incluyendo su dirección electrónica, títulos académicos obtenidos,
filiación institucional, cargos actuales, tópicos de investigación y últimas
publicaciones.
Los manuscritos presentados deben seguir las normas editoriales del Manual
de Chicago Deusto (2013). Más adelante, en el apartado “Guía editorial”, se
incluyen ejemplos que ilustran estas pautas.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia no cobra tasas por envío de trabajos, ni
tampoco cuotas por la publicación de sus contribuciones (artículos y reseñas).
2. Obligaciones de los autores
•
•
Al presentar un artículo, un autor declara que la autoría le pertenece íntegramente, y que respeta los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si
utiliza material ajeno (fotografías, cuadros, mapas, gráficos en general) debe
incluir el crédito y la autorización legal respectiva. Al suscribir la autoría
también declara que la investigación se condujo con honestidad y sin manipulación inapropiada de la evidencia.
Los autores suscriben el “Documento de autorización de uso de derechos de
propiedad intelectual”, que faculta a la Universidad Andina Simón Bolívar,
Sede Ecuador, la reproducción y comunicación pública de este material. La
aceptación permite su publicación en papel y en forma electrónica. El autor
mantiene los derechos intelectuales sobre su obra y se respetan los derechos
de terceros. Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia está bajo licencia Creative
Commons Reconocimiento-Compartilingual 4.0.
3. Acerca del proceso de evaluación
•
•
•
Todo artículo es evaluado por pares académicos anónimos. Por lo tanto, su
autor se obliga a tomar en cuenta el dictamen final. Las modificaciones y/o
correcciones solicitadas son vinculantes con la publicación, y deben ser absueltas en el plazo indicado. Una vez recibido el trabajo modificado, se le
informará al autor de su aceptación, así como del cronograma de publicación. La revista se reserva el derecho de realizar correcciones de estilo a los
trabajos aceptados.
Los pares anónimos externos examinan la calidad académica de los trabajos
propuestos en un marco de libertad de expresión, diálogo crítico y adhesión
a principios éticos.
Sobre esta base, cada contribución es evaluada por dos lectores anónimos.
Para el efecto, se emplea el “Formulario de evaluación” que se puede des-
316
Procesos 54, julio-diciembre 2021
•
•
•
cargar del siguiente enlace: http://evaluacionpares.revistaprocesos.ec/. En
caso de que aparezca una contradicción en el dictamen de los árbitros, se
buscará un tercer evaluador dirimente. El editor y el Comité Editorial se
reservan la última palabra en cuanto a la publicación de un texto.
No existe comunicación directa entre los evaluadores anónimos entre sí, ni
entre estos y el autor del trabajo. La comunicación entre los actores está mediada por el editor.
Los árbitros tienen un plazo aproximado de cuatro semanas para efectuar la
evaluación. Por su parte, los autores disponen de dos semanas para incorporar las observaciones.
Las reseñas, solicitadas o recibidas, son evaluadas por el editor y el Comité
Editorial. Pueden versar sobre libros que hayan sido publicados en los últimos cuatro años.
4. Responsabilidad de los editores
•
•
•
El editor y el Comité Editorial tienen el encargo de llevar a la práctica las
políticas editoriales de Procesos. Estas se orientan a asegurar la calidad del
material publicable, fomentar la innovación de la investigación histórica,
alentar el debate académico, preservar la libertad de expresión, aplicar el
proceso de evaluación y publicación dentro de un marco de rigor y valores
éticos, y afirmar, en lo posible, la integridad académica del material publicable.
La coordinación de los procedimientos inherentes a la recepción, evaluación
y aceptación de una contribución presentada a Procesos corresponde al editor. La aceptación o rechazo de un artículo se realiza únicamente a partir del
criterio de calidad e integridad académica. Al editor también le corresponde
la obligación de publicar enmiendas o rectificaciones.
En caso de presentarse un conflicto de intereses, este será resuelto dentro del
marco de las políticas editoriales, a cargo de una comisión de tres integrantes: uno del Comité Editorial y dos del Comité Asesor Internacional.
5. Sobre plagio
•
Como parte de los estándares de calidad y rigurosidad académica que contempla Procesos, cuando se detecta un plagio el manuscrito es rechazado e
inmediatamente devuelto a su autor. Con ello, el proceso de evaluación del
material queda interrumpido definitivamente. Esta decisión es inapelable.
Por tal motivo, se espera que quienes estén interesados en remitir contribuciones enmarquen su ejercicio investigativo en los principios de honestidad intelectual, rigurosidad académica y buenas prácticas editoriales. Es
recomendable que, antes de postular una contribución, los autores empleen
todos los recursos necesarios, incluyendo herramientas informáticas y software.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
GUÍA EDITORIAL
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Los artículos propuestos para la sección Estudios deben observar el límite de
12 mil palabras; y para Debates un máximo de 10 mil, incluidas las notas de
pie de página y la bibliografía. Se presentan a doble espacio, con márgenes
de 2,5 cm, en formato A4, letra Times New Roman, número 12, con sangrado
en la primera línea de cada párrafo.
Las citas textuales de más de cuatro renglones se colocan en un párrafo aparte, a espacio seguido, con margen reducido y sin sangrado.
Las reseñas contienen hasta 1500 palabras.
Las notas de pie de página deben aparecer en números arábigos consecutivos, en letra 10, según las pautas de citación indicadas abajo.
Al final de cada artículo se incluyen los repositorios consultados y la bibliografía empleada, con sangría francesa.
Los artículos pueden incluir hasta dos niveles de subtítulos.
En los casos de reproducción del segmento de una cita, o si a esta le faltan
palabras y/o aparecen ilegibles, se recurre a la colocación de corchetes con
puntos suspensivos [...]. También se emplean los corchetes para incluir letras
o palabras que completen el sentido.
Para referir otras fuentes debe emplearse la palabra “véase”. Evitar los usos
de “vid.”, “ver” o “cf.”.
Las palabras en latín u otro idioma van en cursivas.
La primera vez que se use una referencia que tenga abreviatura, debe constar el nombre completo, seguido de la sigla entre paréntesis. Luego solo se
usará esta última.
Todas las tablas, gráficas o ilustraciones deben contar con un pie de identificación, una numeración consecutiva y, en caso de remitirlas en archivo
adjunto, incluir la referencia del lugar específico de inserción en el texto.
Los archivos de fotografías o ilustraciones deben entregarse en formato digital adjunto (300 DPI).
Pautas de citación
A partir del número 39, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia sigue el sistema de
“notas y bibliografía” del Manual de Chicago Deusto (Bilbao: Universidad de Deusto,
2013). A continuación se presentan ejemplos sobre la forma de citación. Se emplean
las siguientes abreviaturas: nota completa (N); nota abreviada (NA); y bibliografía (B).
Libros
Un solo autor
(N)
Jean-Paul Deler, Ecuador: del espacio al Estado nacional, 2.a ed. revisada (Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007), 124-126.
(NA) Deler, Ecuador: del espacio..., 250.
(N)
Inmediata. Ibíd., 114.
No usar las expresiones “íd.”, ídem”, “art. cit.”, “loc. cit.”, “op. cit.”
318
(B)
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Deler, Jean-Paul. Ecuador: del espacio al Estado nacional. 2.a ed. revisada. Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007.
Dos o tres autores
(N)
Carlos Sempat Assadourian, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte, Argentina: De la conquista a la independencia, vol. 2 (Buenos Aires: Paidós, 1992),
192-198.
(NA) Assadourian, Beato y Chiaramonte, Argentina: De la conquista..., 124.
(B)
Assadourian, Carlos Sempat, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte. Argentina: De la conquista a la independencia. Vol. 2. Buenos Aires: Paidós, 1992.
Cuatro o más autores
N)
Magdalena Bertino et al., La economía del primer batllismo y los años veinte. Auge
y crisis del modelo agroexportador (1911-1930), t. III de Historia Económica del Uruguay (Montevideo: Fin de Siglo / Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005), 62.
(B)
Bertino, Magdalena, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé. La economía del
primer batllismo y los años veinte. Auge y crisis del modelo agroexportador (19111930). T. III de Historia Económica del Uruguay. Montevideo: Fin de Siglo /
Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005.
Artículos
Capítulo de libro
(N)
Alonso Valencia, “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”, en Sucre
soldado y estadista, ed. por Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional,
2009), 164.
(NA) Valencia, “Importancia de Sucre...”, 280.
(B)
Valencia, Alonso. “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”. En Sucre
soldado y estadista, editado por Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2009.
Artículo de revista
(N)
Daniel Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”, Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (julio-diciembre 2013): 54-56.
(NA) Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento...”, 74.
(B)
Gutiérrez Ardila, Daniel. “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”. Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (julio-diciembre 2013): 49-76.
Publicaciones obtenidas de Internet (con referencia DOI)
(N)
Nicolás Quiroga, “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (ene.-abr. 2011): 73, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
(B)
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Quiroga, Nicolás. “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (ene.-abr. 2011): 62-80, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Publicaciones obtenidas de Internet (con referencia URL)
(N)
(B)
Amy Taxin, “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de Manuela Sáenz”, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 14 (1999): 86, http://
revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/view/323/390.
Taxin, Amy. “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de
Manuela Sáenz”. http://revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/
view/323/390.
Artículos de prensa (con firma de autor)
(N)
(B)
Luciano Andrade Marín, “El remiendo en el cuartel de los Limeños”, El Comercio, 1 de junio de 1964: 4.
Andrade Marín, Luciano. “El remiendo en el cuartel de los Limeños”. El Comercio. 1 de junio de 1964, 4.
Artículos de prensa (sin firma de autor)
(N)
(B)
“La cuestión muelle de Guayaquil”, El Telégrafo, 28 de septiembre de 1920: 1.
El Telégrafo. “La cuestión muelle de Guayaquil”. 28 de septiembre de 1920: 1.
Tesis y documentos inéditos
(N)
(B)
Rocío Rueda Novoa, “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera
del Río Santiago-Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción en Ecuador siglos XVIII-XIX” (tesis de doctorado, Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2010), 30, http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Rueda Novoa, Rocío. “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera
del Río Santiago-Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción en Ecuador siglos XVIII-XIX”. Tesis de doctorado. Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. 2010. http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Entrevistas publicadas
(N)
(B)
François Hartog, entrevistado por Renán Silva, Historia Crítica, n.º 48 (sep.-dic.
2012): 209.
Hartog, François. Entrevistado por Renán Silva. Historia Crítica, n.º 48 (sep.dic. 2012): 208-214.
Comunicaciones personales
(N)
Frank Salomon (docente de la Universidad de Winsconsin, Madison), en conversación con el autor, junio de 2013.
320
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Fuentes inéditas de archivo
(N)
José Gabriel Pérez, “Informe al Mariscal Antonio José de Sucre, Yntendente
del departamento de Quito”, Guayaquil, 29 de julio de 1822, Archivo Nacional del Ecuador (ANE), fondo Presidencia de Quito, caja 595, ff. 28-33.
Archivos consultados
Deben presentarse al final del artículo, antes de la bibliografía consultada:
Archivo Nacional del Ecuador (ANE).
Fondo Presidencia de Quito.
Fondo Notarial.
Archivo Metropolitano de Historia de Quito (AMHQ).
Sección Secretaría Municipal.
Sección Sindicatura o Procuraduría.
Contacto:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Toledo N22-80
Código postal: 170525
E-mail:
[email protected]
Teléfono: (593 2) 299 3634
Quito, Ecuador
Editorial policY
about the journal
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia is a biannual academic publication of the
Department of History of the Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. It
was established in 1991 with the objective of promoting the professionalization of
the historical discipline in Ecuador and South America; and to contribute to the innovation concerning this region’s past. It appears thanks to the sponsorship of the
Corporación Editora Nacional.
It publishes unedited research articles, in Spanish, that are evaluated previously
by anonymous academic peers, linked to centers of investigation throughout Latin
America, the United States and Europe.
It has an Editorial Committee and an International Advisory Committee made up
of intellectuals that work in Ecuadorian universities and in other countries. The director of the journal presides over both committees. The editor is in charge of coordinating
the evaluation process and defining the sequence and content of the issues. It also has
the support of an assistant editor and an editorial assistant. The Corporación Editora
Nacional is responsable for the design, preparation and printing of each issue.
Each journal offers two types of sections, one permanent format and the other
occasional. The permanent format exhibits Studies, Debates, Only Book/reviews, Only
Books/references and Events; while the second occasional format includes Obituaries,
Documents, Translations, Open Classroom, Critical Dialogue and Interviews.
The sections put together by anonymous readers are Studies and Debates that
normally make up the majority of the content included in each issue. Both of these
sections exhibit previews or final results of ongoing research projects; historiographic
affairs; thematic discussions, methodological theory, catalogue archives and interdisciplinary matters; along with interventions concerning specific debates. The sections
entitled Estudios and Debates publish contributions of up to 12,000 and 10,000 words,
respectively. In exceptional cases, the Editorial Committee may accept contributions
with higher word counts. The other sections are reviewed by the Editor and the Editorial Committee.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
Procesos has been accepted in the following indexes and international data bases:
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ANVUR - Agenzia Nazionale di Valuazione del Sistema Universitario e della Richerca (Italia).
Cervantes Virtual - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (España).
FID Romanistik - Instituto Iberoamericano de Berlín (Alemania).
CIRC - Clasificación Integrada de Revistas Científicas (España).
CLASE - Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades, Base de
datos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Clarivate Analytics - Colección principal de Web of Science.
Dialnet - Base de datos y sistema de alertas de la Universidad de La Rioja
(España).
ERIH PLUS - Índice Europeo de Referencias de Humanidades y Ciencias Sociales.
HAPI - Hispanic American Periodicals Index, Base de datos de la Universidad
de California Los Ángeles, UCLA (Estados Unidos).
Historical Abstracts EBSCO.
Índice de Revistas Académicas de Acceso Abierto - OAJI (Estados Unidos).
Latindex - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de
América Latina, el Caribe, España y Portugal.
Latinoamericana - Asociación de Revistas Académicas de Humanidades de
América Latina.
LatinRev - Red Latinoamericana de Revistas, FLACSO (Argentina).
MIAR - Matriz de Información para el Análisis de Revistas (España).
Prisma - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest) (Gran
Bretaña).
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Colombianas. Homologada.
REBIUN - Red de Bibliotecas Universitarias de España.
REDIB - Red Latinoamericana de Innovación y Conocimiento, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, CSIC (España).
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Norms/standards for authors, anonymous peers and editors
1. Concerning the presentation of articles
•
•
Procesos receives unedited research articles in Spanish whose content conforms to the guidelines listed in the Studies and Debates sections that are included in the section “About the journal”.
The texts presented for publication must have not been submitted to any
other publication at the same time. Therefore, it is assumed that the articles
are free of any kind of editorial compromise.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
•
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There are not any specific dates for receiving articles for issues that have
no designated theme, those are processed according to the order that they
arrive or according to the invitation that is posed. On the other hand, the
timetable of monographic issues is established by the editor of Procesos and
the dossier coordinator.
The authors of articles and summaries must send their articles by e-mail to
the e-mail address:
[email protected]. Besides the proposed article, each
autor must include a summary in Spanish of 100-150 words, a list of eight
key words, corresponding information about the autor with a limit between
100-150 words, including the author’s e-mail address, earned academic diplomas, institutional affiliation, current job positions, investigation topics
and recent publications.
The manuscripts presented must conform to the editorial norms of the Manual de Chicago Deusto (2013). Later, in the heading “Editorial guide”, there
are examples that illustrate these guidelines.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia does not charge fees for submission
of works, nor fees for the publication of your contributions (articles and reviews).
2. Author’s obligations
•
•
At the moment of submitting the article, an autor declares that their work is
their sole authorship and that they respect the rights of third-party intelectual property. If an autor uses material that belongs to other sources (photographs, paintings or pictures, maps, graphic representations in general) such
autor should give credit and the respective legal authorization to include
said source. At the moment of registering authorship, the autor also declares
that their investigation was conducted with honesty and without innapropriate manipulation concerning the article’s evidence.
The authors fill out the “Authorization for use of intellectual property rights
document” that the Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador provides and the entity that reproduces and informs publicly this media. An
autor can submit their publication on paper or digitally. The author maintains the intelectual rights of their work and the need to respect third-party
rights. Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia is licenced under a Creative
Commons Reconocimiento-Compartilingual International License.
3. About the evaluation process
•
Every article is evaluated by anonymous academic peers. Therefore, each
article’s writer has to accept the final opinion of said anonymous evaluators.
The solicited modifications and/or corrections are very important for each
publication’s success and each requested modification or correction need to
be completed on time being that each issue adheres to strict deadline parameters. As soon as Procesos receives the modified work of an author, the
journal’s staff will inform the author of its acceptance status along with its
publication schedule. The journal also has the right to make corrections con-
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
•
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•
•
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cerning each article’s style if an article has been approved for publication.
The external anonymous peers examines the academic quality of each proposed work in a framework of characteristics like: freedom of expression,
critical dialogue and adhesion to ethical principles.
Concerning this aspect, each contribution is evaluated by two anonymous
readers. To achieve this, the “evaluation form” can be downloaded from the
following link: http://evaluacionpares.revistaprocesos.ec. In the case that
a possible contradiction appears in the opinion of one or both of the evaluators, a third decisive evaluator could be included to render a possible
solution to quell any author’s doubts concerning the evaluation procedure’s
legitimacy. The Editor and the Editorial Committee have the final say concerning each proposed article’s publication.
There isn’t any communication between either anonymous evaluator neither
will the author be able to dialogue with either of the anonymous evaluators.
The communication between each actor involved in the process is mediated
by the Editor.
Each evaluator has an approximate evaluation term of four weeks. In turn,
authors have two weeks to make corrections or modifications concerning
feedback given by the evaluators.
Summaries, solicited or received, are evaluated by the Editor and the Editorial Committee. They can be about books that have been published during
the last four years.
4. Responsability of the Editors
•
•
•
The Editor and the Editorial Committee are in charge of putting in practice the
editorial policies dictated by Procesos. Said policies are designed to assure the
quality of publishable material, foster the innovation of historic investigation,
encourage academic debate, preserve freedom of expression, apply the evaluation and publication process with rigorous and ethical values as its framework
and confirm, when possible, the academic integrity of publishable material.
The coordination of the procedures pertaining to the reception, evaluation
and acceptacion of a presented contribution to Procesos is at the Editor’s discretion. The acceptation or denial of an article depends exclusively on pertinent factors concerning quality and academic integrity. It also falls upon the
Editor to publish corrections or rectifications.
In the case of the occurrence of a conflict of interest, this will be resolved following guidelines established by editorial policy and carried out by a commision of three members: one from the Editorial Committee and two from
the International Advisory Committee.
5. About plagiarism
•
As for the high standards of scholarship and accuracy that are required by
Procesos, when plagiarism is found in a manuscript, it is immediately rejected and returned to its author. As a result, the procedure for evaluating the
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
material is categorically suspended. This decision is unappealable. Because
of this, it is expected that those wishing to submit contributions will conduct
their research and editorial work on the basis of the principles of intellectual
honesty, academic rigor, and best editorial practices. It is advisable for all
authors to use all necessary resources, including computer tools and software, before making a submission.
EDITORIAL GUIDE
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The articles submitted for the section entitled Estudios must comply with
the 12,000-word count. For Debates, the highest word count has been set at
10,000, including footnotes and references. It should be presented doublespaced, with 2.5 cm margins, in A4 format, using Times New Roman, number 12 letter size and the indention of the first line of each paragraph.
Textual citations of more than four lines should be placed in a separate paragraph, with continuous spacing applied, margin reduced and no indention.
Reviews have a limit of 1,500 words.
Footnotes must appear in consecutive Arabic numbers and in letter size 10
according to the citation guidelines located below.
At the end of each article each author should include consulted repositories
and the employed bibliography using French indentation.
Articles can have a maximum of two levels of subtitles.
Concerning cases of the reproduction of segments of a citation or if said citation lacks words and/or they appear illegible, an author can resort to the
application of suspension points located between square brackets [...]. Square
brackets can also be employed to include letters or words to improve coherence or comprehension.
To refer to other sources an author must employ the word “véase” (look at).
Avoid the use of “vid” (abbreviation of vid or see), “ver” (see) or “cfr.” or
“cf.” (compare or confer).
Italics are to be utilized when using words in Latin or other languages.
The first time that an author uses a reference that is abbreviated it must first
have the complete name followed its abbreviation between parentheses. Any
continued reference to said complete name can use just its abbreviated form
between parentheses.
All tables, diagrams or illustrations have an identification caption, consecutive numeration and, in the case of referring to them in an attached file,
include the reference of the specific place of insertion in the text.
Photographic or illustration files must be submitted by attaching them digitally with a 300 DPI format.
326
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Citation guidelines
Starting with issue 39, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia follows the “notes
and bibliography” system of Manual de Chicago Deusto (Bilbao: University of Deusto,
2013). The following sections contain examples concerning citation formats. The following abbreviations are employed: complete citation (N); abbreviated note (NA);
and bibliography (B).
Books
One Author
(N)
Jean-Paul Deler, Ecuador: del espacio al Estado nacional, 2nd revised ed. (Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007), 124-126.
(NA) Deler, Ecuador: del espacio..., 250.
(N)
Inmediata. Ibíd., 114.
Don’t use expressions: “íd.”, “ídem”, “art. cit.”, “loc. cit.”, “op. cit.”
(B)
Deler, Jean-Paul. Ecuador: del espacio al Estado nacional. 2nd revised ed. Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007.
Two or three authors
(N)
Carlos Sempat Assadourian, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte, Argentina: De la conquista a la independencia, vol. 2 (Buenos Aires: Paidós, 1992),
192-198.
(NA) Assadourian, Beato y Chiaramonte, Argentina: De la conquista..., 124.
(B)
Assadourian, Carlos Sempat, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte. Argentina: De la conquista a la independencia. Vol. 2. Buenos Aires: Paidós, 1992.
Four or more authors
(N)
Magdalena Bertino et al., La economía del primer batllismo y los años veinte. Auge
y crisis del modelo agroexportador (1911-1930), t. III de Historia Económica del Uruguay (Montevideo: Fin de Siglo / Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005), 62.
(B)
Bertino, Magdalena, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé. La economía del
primer batllismo y los años veinte. Auge y crisis del modelo agroexportador (19111930). T. III de Historia Económica del Uruguay. Montevideo: Fin de Siglo /
Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005.
Articles
Book chapter
(N)
Alonso Valencia, “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”, in Sucre
soldado y estadista, ed. by Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional,
2009), 164.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
327
(NA) Valencia, “Importancia de Sucre...”, 280.
(B)
Valencia, Alonso. “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”. In Sucre
soldado y estadista, edited by Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional,
2009.
Journal Article
(N)
Daniel Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”, Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (July-December 2013): 54-56.
(NA) Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento...”, 74.
(B)
Gutiérrez Ardila, Daniel. “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”. Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (July-December 2013): 49-76.
Publications obtained from Internet (with DOI reference)
(N)
(B)
Nicolás Quiroga, “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (Jan.-Apr. 2011): 73, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Quiroga, Nicolás. “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (Jan.-Apr. 2011): 62-80, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Publications obtained from Internet (with URL reference)
(N)
(B)
Amy Taxin, “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de Manuela Sáenz”, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 14 (1999): 86, http://
revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/view/323/390.
Taxin, Amy. “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de
Manuela Sáenz”. Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 14 (1999): 85-113,
http://revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/view/323/390.
Press articles (with author’s signature)
(N)
(B)
Luciano Andrade Marín, “El remiendo en el cuartel de los Limeños”, El Comercio, 1st of June 1964: 4.
Andrade Marín, Luciano. “El remiendo en el cuartel de los Limeños”. El Comercio. June 1, 1964, 4.
Press articles (without author’s signature)
(N)
(B)
“La cuestión muelle de Guayaquil”, El Telégrafo, September 28, 1920: 1.
El Telégrafo. “La cuestión muelle de Guayaquil”. September 28, 1920: 1.
Unedited documents and theses
(N)
Rocío Rueda Novoa, “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera del
Río Santiago - Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción
328
(B)
Procesos 54, julio-diciembre 2021
en Ecuador siglos XVIII-XIX” (doctoral dissertation, Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2010), 30, http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Rueda Novoa, Rocío. “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera del
Río Santiago - Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción
en Ecuador siglos XVIII-XIX”. Doctoral dissertation. Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador. 2010. http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Published interviews
(N)
(B)
François Hartog, interviewed by Renán Silva, Historia Crítica, n.º 48 (Sep.-Dec.
2012): 209.
Hartog, François. Interviewed by Renán Silva. Historia Crítica, n.º 48 (Sep.Dec. 2012): 208-214.
Personal contact
(N)
Frank Salomon (faculty member of the University of Wisconsin, Madison), in
a conversation with the author, June 2013.
Unedited archive sources
(N)
José Gabriel Pérez, “Informe al Mariscal Antonio José de Sucre, Yntendente
del departamento de Quito”, Guayaquil, July 29, 1822, Archivo Nacional del
Ecuador (ANE), Presidencia de Quito Fund, case 595, ff. 28-33.
Consulted archives
They must appear at the end of an article, before the consulted bibliography:
Archivo Nacional del Ecuador (ANE).
Fondo Presidencia de Quito.
Fondo Notarial.
Archivo Metropolitano de Historia de Quito (AMHQ).
Section Secretaría Municipal.
Section Sindicatura or Procuraduría.
política Editorial
sobre a reVista
Procesos. Revista Equatoriana de Historia é uma revista acadêmica semestral, produzida pela Área de Historia da Universidade Andina Simón Bolívar, Sede Equador. A
revista foi criada em 1991, com objetivo de contribuir para a profissionalização do
campo da Historia no Equador e na América do Sul, além de apoiar a renovação dos
estudos sobre o passado dessa região. Procesos é publicada em parceria com a Corporação Editora Nacional.
Procesos publica resultados de pesquisa, que sejam inéditos e em língua espanhola. Essas contribuições são avaliadas por pareceiristas anônimos, que provêm de
variados centros de pesquisa da América Latina, Estados Unidos e Europa.
Procesos possui um Comitê Editorial e um Comitê Assessor Internacional, ambos
formados por pesquisadores que trabalham no Equador, além de outros países. O
Diretor da revista preside os dois comitês. O Editor encarrega-se da coordenação do
processo de avaliação dos artigos e de controle da periodicidade e do conteúdo de
cada número. O editor conta com apoio de um coeditor e de um assistente editorial.
A Corporação Editora Nacional responsabiliza-se pela diagramação e impressão do periódico.
Procesos tem duas seções, uma permanente e outra ocasional. Na primeira inclui:
“Estudos”, “Debates”, “Resenhas”, “Referencias” e “Eventos”. Na segunda secção
inclui: “Obituário”, “Documentos”, “Traduções”, “Aula Aberta”, “Diálogo Crítico”
e “Entrevistas”.
As seções avaliadas por pareceiristas anônimos são as dos “Estudos” e “Debates”. Esses segmentos compõem a maior parte de cada número. Neles publicam-se
avanços e resultados finais de pesquisa; resenhas bibliográficas; discussões teóricometodológicas, arquivistas e interdisciplinares, além de discussões sobre debates específicos. Nas seções Estudios e Debates são permitidas contribuições de até 12 e 10 mil
palavras, respectivamente. Em casos excepcionais, a Comissão de Redação poderá
aceitar contribuições que excedam esses limites. As demais seções são avaliadas pelo
Editor e pelo Comitê Editorial.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
Procesos faz parte dos seguintes índices e bases de dados:
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ANVUR - Agenzia Nazionale di Valuazione del Sistema Universitario e della Richerca (Italia).
Cervantes Virtual - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (España).
FID Romanistik - Instituto Iberoamericano de Berlín (Alemania).
CIRC - Clasificación Integrada de Revistas Científicas (España).
CLASE - Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades, Base de
datos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Clarivate Analytics - Colección principal de Web of Science.
Dialnet - Base de datos y sistema de alertas de la Universidad de La Rioja
(España).
ERIH PLUS - Índice Europeo de Referencias de Humanidades y Ciencias Sociales.
HAPI - Hispanic American Periodicals Index, Base de datos de la Universidad
de California Los Ángeles, UCLA (Estados Unidos).
Historical Abstracts EBSCO.
Índice de Revistas Académicas de Acceso Abierto - OAJI (Estados Unidos).
Latindex - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de
América Latina, el Caribe, España y Portugal.
Latinoamericana - Asociación de Revistas Académicas de Humanidades de
América Latina.
LatinRev - Red Latinoamericana de Revistas, FLACSO (Argentina).
MIAR - Matriz de Información para el Análisis de Revistas (España).
Prisma - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest) (Gran
Bretaña).
Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas
Colombianas. Homologada.
REBIUN - Red de Bibliotecas Universitarias de España.
REDIB - Red Latinoamericana de Innovación y Conocimiento, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, CSIC (España).
Repositorio - Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
Submissão
1. Sobre a submissão
•
•
Recebem-se artigos inéditos de pesquisa e escritos em língua castelhana, cujo
texto esteja adequado às seções do periódico: “Estudos” e “Debates” (veja-se
seção “Sobre a Revista”).
Os trabalhos submetidos não devem estar sob avaliação de outra publicação.
Entende-se que os textos estão liberados de outros compromissos editoriais.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
•
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•
•
331
No caso das edições de tema livre, a Revista não têm datas específicas para submissão. Estes são avaliados segundo a ordem de chegada ou convite. Ao contrário, o cronograma dos números é estabelecido pelo Editor e pelo coordenador de
cada dossiê.
Autores de artigos e resenhas devem submeter seus textos por e-mail:
[email protected]. Além do artigo proposto, os autores devem acompanhar resumo do texto em língua castelhana (100-150 palavras), oito palavras chave e
dados pessoais em 100-150 palavras. Dados incluem: e-mail, titulação, vínculo
institucional, cargos atuais, área de pesquisa e publicações recentes.
Os manuscritos submetidos devem ser padronizados, segundo as normas editoriais do Manual de Chicago Deusto (2013). Na secção “Guia editorial”, podem se
consultar exemplos dessas pautas.
Procesos: revista ecuatoriana de Historia não cobra taxas para submissão de obras,
nem taxas para a publicação de suas contribuições (artigos e revisões).
2. Obrigações dos autores
•
•
Quando um artigo é submetido, seu autor declara que a autoria do trabalho lhe
pertence integralmente, e que reconhece os direitos de propriedade intelectual
de terceiros. Se um artigo contêm materiais visuais como fotografias, quadros,
mapas o ilustrações em geral, os créditos e autorizações de uso devem estar inclusos. A declaração da autoria supõe que a pesquisa foi conduzida com honestidade e sem manipulação dolosa da evidência.
Autores assinam “Autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”,
que permite reprodução e comunicação pública do material editorial pela Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Além disso, essa assinatura permite
a publicação do texto em formatos impresso e digital. O autor mantêm direitos
intelectuais sobre sua obra; os direitos de terceiros também estão garantidos. Procesos: Revista Ecuatoriana de Historia têm licençamento Internacional Creative
Commons Reconhecimento-Compartilingual 4.0.
3. Sobre processo de avaliação
•
•
•
•
Todos os artigos são avaliados por pareceiristas anônimos. Ajustes e correções
solicitadas serão vinculadas à publicação do trabalho e devem ser incluídas no
texto dentro do prazo estabelecido.
Quando a versão corrigida do texto for recebida, a Revista informará a aceitação
do manuscrito ao seu autor, além do cronograma da publicação. O periódico
reserva-se o direito de fazer ajustes de estilo nos artigos aceitados.
Os pareceiristas anônimos avaliam a qualidade dos trabalhos submetidos em um
contexto de liberdade de expressão, dialogo crítico, seguindo princípios éticos e
profissionais.
Com base nesse princípio, cada contribuição será avaliada por dois pareceiristas
anônimos. Para essa avaliação, utiliza-se o “Formato de avaliação”, que poderá ser acessado no link: http://evaluacionpares.revistaprocesos.ec/ No caso de
pareceres opostos, a Revista procurará um terceiro avaliador. Editor e Comité
Editorial têm a última palavra sobre a publicação de um texto.
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•
•
•
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Não existe comunicação direta entre os pareceiristas, nem entre estes e o autor do
texto. A comunicação entre eles será mediada pelo Editor.
Pareceiristas terão um prazo de três semanas para fazer a avaliação. Autores
terão um prazo de duas semanas para incluir comentários e ajustes indicados.
As resenhas serão avaliadas pelo Editor e pelo Comité Editorial. Estes textos
poderão tratar de livros publicados nos últimos quatro anos.
4. Responsabilidade dos editores
•
•
•
O Editor e o Comité Editorial se encarregarão de respeitar as políticas editoriais
da Procesos. Essas politicas orientam-se para garantir a qualidade do material que
for publicado, garantir a inovação da pesquisa histórica, acompanhar o debate
acadêmico, preservar liberdade de expressão, aplicar os pareceres avaliativos em
um ambiente de rigor e valores éticos e preservar a integridade dos materiais
publicados.
A coordenação da submissão, avaliação e aceite de um texto apresentado para
a Procesos é responsabilidade do Editor. A aceitação ou rejeição de um artigo
acontece seguirá os critérios de qualidade e integridade acadêmica. Além disso,
a publicação de retificações ou correções, se for o caso, é responsabilidade do
Editor.
Se houver conflito de interesses, este será resolvido dentro das políticas editoriais da Revista, por meio de uma comissão integrada por três membros: um do
Comitê Editorial e dois do Comitê Assessor Internacional.
5. Sobre plágio
•
Como parte dos padrões de qualidade e rigor acadêmico aplicado pela Procesos,
ao ser identificado plágio, o manuscrito é recusado e imediatamente devolvido
ao seu autor/à sua autora. Com isso, o processo de avaliação do material submetido é interrompido permanentemente. Essa decisão é inapelável. Por esse
motivo, espera-se que as contribuições enviadas à revista estejam perfeitamente
alinhadas aos princípios da honestidade intelectual, do rigor acadêmico e das
boas práticas editoriais. Recomenda-se que, antes de enviar qualquer material,
os/as autores/as empreguem todos os recursos necessários, incluindo ferramentas de computador e softwares.
GUIA EDITORIAL
•
Os artigos propostos para a seção Estudios devem considerar o limite de 12 mil
palavras; e para a seção Debates, o máximo de 10 mil palavras, incluindo as notas
de rodapé e a bibliografia. Os manuscritos devem ser digitados com espaço entre linhas de 1,5; alinhamento justificado; margens superior e inferior, esquerda
e direita 2,5 cm, página tamanho A4, digitados em fonte normal, Times New
Roman, tamanho 12; tabulação padrão (1,25 cm) no início de cada parágrafo.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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O resumo deve ser apresentado em um único parágrafo, com o máximo de quinhentas (500) palavras, acompanhado de oito palavras-chave.
Citações com menos de três linhas são incluídas no corpo do parágrafo, entre
aspas e em fonte normal.
Citações com mais de três linhas são destacadas do texto, sem aspas, compondo
parágrafo com recuo de 1,5 cm da margem esquerda, fonte normal Times New
Roman tamanho 11, com espaço entre linhas simples.
Resenhas tem uma extensão de até mil e quinhentas (1500) palavras.
Notas de rodapé aparecem numeradas consecutivamente com algarismos arábicos, fonte normal Times New Roman, tamanho 10, segundo regras de citação
embaixo indicadas.
No final de cada artigo devem aparecer listados os arquivos e acervos documentais consultados, além da bibliografia utilizada.
Artigos podem incluir subtítulos até em dos níveis.
Se na reprodução de uma citação aparecem trechos ilegíveis, estes devem se
substituir com reticências dentro de colchetes: [...]. Além disso, os colchetes podem ser utilizados para incluir palavras ou letras para completar sentido de uma
frase.
Quando o artigo fizer referência a outras fontes ou bibliografia, deve ser utilizado termo “vide” ou “conferir”. Termos como “vid.”, “ver” o “cf” não deverão ser
utilizados.
Uso de itálico fica restrito para palavras e trechos em língua estrangeira.
Quando uma referência abreviada for colocada pela primeira vez, deverá constar
o nome por extenso.
Na primeira vez que uma referencia com abreviatura for utilizada, deve aparecer o nome completo, seguido da abreviatura entre parêntesis. Daí em diante,
utilizar-se-ão somente a abreviatura.
Tabelas, gráficos e ilustrações serão numerados consecutivamente com algarismos arábicos e devidamente legendados (iniciadas pelo termo Figura), com as
fontes mencionadas no rodapé de cada figura. O texto deve indicar claramente
onde devem ser inseridos estes materiais.
Arquivos fotográficos, imagens e gráficos em geral devem ser anexados separadamente, em formato JPG (300 dpi).
Normas para citações bibliográficas
Procesos: revista ecuatoriana de historia utiliza o sistema de notas de rodapé e bibliografia segundo o Manual de Chicago Deusto (Bilbao: Universidad de Deusto, 2013).
A continuação apresentam-se alguns exemplos. Utilizam-se as abreviaturas seguintes: citação completa (N); nota abreviada (NA); e bibliografia (B).
Livros
Autor individual
(N)
Jean-Paul-Deler, Ecuador: del espacio al Estado nacional, 2.a ed. revisada (Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007), 124-126.
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Procesos 54, julio-diciembre 2021
(NA) Deler, Ecuador: del espacio..., 250.
(N)
Inmediata. Ibíd., 114.
No usar las expresiones “íd.”, ídem”, “art. cit.”, “loc. cit.”, “op. cit.”
(B)
Deler, Jean-Paul. Ecuador: del espacio al Estado nacional. 2.a ed. revisada. Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2004.
Dos ou três autores
(N)
Carlos Sempat Assadourian, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte, Argentina: De la conquista a la independencia, vol. 2 (Buenos Aires: Paidós, 1992),
192-198.
(NA) Assadourian, Beato y Chiaramonte, Argentina: De la conquista..., 124.
(B)
Assadourian, Carlos Sempat, Guillermo Beato y José Carlos Chiaramonte. Argentina: De la conquista a la independencia. Vol. 2. Buenos Aires: Paidós, 1992
Quatro ou mais autores
(N)
Magdalena Bertino et al., La economía del primer batllismo y los años veinte. Auge
y crisis del modelo agroexportador (1911-1930), t. III de Historia Económica del Uruguay (Montevideo: Fin de Siglo / Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005), 62.
(B)
Bertino, Magdalena, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé. La economía del
primer batllismo y los años veinte. Auge y crisis del modelo agroexportador (19111930). T. III de Historia Económica del Uruguay. Montevideo: Fin de Siglo /
Instituto de Economía, Universidad de la República / Banco Central del Uruguay / Banco República, 2005.
Artigos
Capítulo de livro e artigo em coletânea
(N)
Alonso Valencia, “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”, en Sucre
soldado y estadista, ed. por Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional,
2009), 164.
(NA) Valencia, “Importancia de Sucre...”, 280.
(B)
Valencia, Alonso. “Importancia de Sucre en la historia de Colombia”. En Sucre
soldado y estadista, editado por Enrique Ayala Mora, 2.a ed., 53-73. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2009.
Artigo de revista acadêmica
(N)
Daniel Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”, Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (julio-diciembre 2013): 54-56.
(NA) Gutiérrez Ardila, “El arrepentimiento...”, 74.
(B)
Gutiérrez Ardila, Daniel. “El arrepentimiento de un revolucionario: José Manuel Restrepo en tiempos de la Reconquista (1816-1819)”. Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura 40, n.º 2 (julio-diciembre 2013): 49-76.
Procesos 54, julio-diciembre 2021
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Publicações da Internet (com referencia DOI)
(N)
(B)
Nicolás Quiroga, “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (ene.-abr. 2011): 73, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Quiroga, Nicolás. “Blogs de historia: usos y posibilidades”, Historia Crítica, n.º
43 (ene.-abr. 2011): 62-80, doi:10.7440/histcrit43.2011.05.
Publicações da Internet (com referencia URL)
(N)
(B)
Amy Taxin, “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de Manuela Sáenz”, Procesos: revista ecuatoriana de historia, n.º 14 (1999): 86, http://
revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/view/323/390.
Taxin, Amy. “La participación de la mujer en la Independencia: el caso de
Manuela Sáenz”. http://revistaprocesos.ec/ojs/index.php/ojs/article/
view/323/390.
Artigos de periódico (coluna com assinatura do autor)
(N)
(B)
Luciano Andrade Marín, “El remiendo en el cuartel de los Limeños”, El Comercio, 1 de junio de 1964: 4.
Andrade Marín, Luciano. “El remiendo en el cuartel de los Limeños”. El Comercio. 1 de junio de 1964, 4.
Artigos publicados na imprensa (coluna sem assinatura do autor)
(N)
(B)
“La cuestión muelle de Guayaquil”, El Telégrafo, 28 de septiembre de 1920: 1.
El Telégrafo. “La cuestión muelle de Guayaquil”. 28 de septiembre de 1920: 1.
Teses acadêmicas e outros documentos inéditos
(N)
(B)
Rocío Rueda Novoa, “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera
del Río Santiago - Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción en Ecuador siglos XVIII-XIX” (tesis de doctorado, Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2010), 30, http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Rueda Novoa, Rocío. “De esclavizados a comuneros en la cuenca aurífera
del Río Santiago - Río Cayapas (Esmeraldas). Etnicidad negra en construcción en Ecuador siglos XVIII-XIX”. Tesis de doctorado. Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador. 2010. http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/2815/1/TD011-DH-Rueda-De%20esclavizados.pdf.
Entrevistas publicadas
(N)
(B)
François Hartog, entrevistado por Renán Silva, Historia Crítica, n.º 48 (sep.-dic.
2012): 209.
Hartog, François. Entrevistado por Renán Silva. Historia Crítica, n.º 48 (sep.dic. 2012): 208-214.
336
Procesos 54, julio-diciembre 2021
Comunicações pessoais
(N)
Frank Salomon (docente de la Universidad de Winsconsin, Madison), en conversación con el autor, junio de 2013.
Fontes inéditas de arquivo
(N)
José Gabriel Pérez, “Informe al Mariscal Antonio José de Sucre, Yntendente
del departamento de Quito”, Guayaquil, 29 de julio de 1822, Archivo Nacional del Ecuador (ANE), fondo Presidencia de Quito, caja 595, ff. 28-33.
Arquivos consultados
Apresentam-se ao final do artigo, antes da bibliografia:
Archivo Nacional del Ecuador (ANE).
Fondo Presidencia de Quito.
Fondo Notarial.
Archivo Metropolitano de Historia de Quito (AMHQ).
Sección Secretaría Municipal.
Sección Sindicatura o Procuraduría.
Vol. 48, n.o 2 julio-diciembre, 2021
issn: 0120-2456 (impreso) · 2256-5647 (en línea)
Editorial. La circulación de impresos en América Latina:
del relativo aislamiento a una maraña de circuitos internos
aimer granados
j u a n d av i d m u r i l l o s a n d o va l
Obituario. Mario Arrubla Yepes
sandra jaramillo restrepo
a r t í c u l o s
/
d o s s i e r
“Que se han de embarcar para la provincia del Paraguay”. Procuradores
jesuitas y circulación de libros en el Río de la Plata, mediados del siglo xviii
fabián r. vega
La “donación patriótica” de Manuel Ancízar
a la Biblioteca Nacional (1849-1853)
j ua n pa b l o a r a n g o c o rt é s
jav i e r r i c a r d o a r d i l a
isabel cristina gonzález moreno
diana monroy-garcía
ó s c a r y e s i d z a b a l a s a n d o va l
Imaginarios racializados: impresos sobre tipos cubanos del español
Víctor Patricio de Landaluze durante la segunda mitad del siglo xix
olga maría rodríguez bolufé
Edición y frustración. El fracaso de la colección Poetas Hispano-Americanos
y los límites del comercio de librería en América Latina a fines del siglo xix
j u a n d av i d m u r i l l o s a n d o va l
La carta y el paquete. Travesías de la palabra escrita
entre Argentina y Chile a fines del siglo xix
lila caimari
Duelos impresos: la circulación de noticias sobre duelos en la prensa
brasileña. Río Grande del Sur y Río de Janeiro, 1910-1930
mariana flores da cunha thompson flores
josé martinho rodrigues remedi
Contacto
Anuario Colombiano de Historia Social
y de la Cultura
Cra. 30 n.º 45-03, Departamento de Historia,
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Ciudad Universitaria:
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* Edicio de Posgrados de Ciencias Humanas
Rogelio Salmona (225)
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Libros y política en las relaciones culturales de
Estados Unidos con Brasil (1930-1946)
eliza mitiyo morinaka
El Manifiesto comunista en Chile: circulación y edición
h or ac i o ta rc u s
El Fondo de Cultura Económica y su sucursal en Argentina: convenios
comerciales y circulación de producciones editoriales (1945-1955)
francisco joel guzmán anguiano
a r t í c u l o s / t e o r í a
h i s t o r i o g r a f í a
e
Hacia un mapa de revistas de la Nueva Izquierda intelectual
colombiana surgida en la década de 1960
sandra jaramillo restrepo
a r t í c u l o s
/
t e m a
l i b r e
Permanencias y transformaciones: el territorio muisca en la
Sabana de Bogotá en la segunda mitad del siglo xvi
lorena rodríguez gallo
La devoción de las tinieblas. Génesis y rituales de la
fiesta de la Candelaria de Medellín, 1630-1800
orián jiménez meneses
Socialistas y comunistas como agentes tipográficos en Colombia (1920-1932)
a n dré s c a ro pe r a lta
r e s e ñ a s
XXVI-2
Anuario de
Historia
Regional y de las Fronteras
Editorial
Artículos
Sara Sánchez del Olmo
De relatos de anticonquista, coleccionismo y musealizaciones: François Machon en la Patagonia (1892)
Bruno Capilé, Ana Marcela França y Gabriel Paes da Silva Sales
La agencia compartida de plantas y humanos en la elaboración del mosaico paisajístico de Río de Janeiro del ochocientos. Una
propuesta metodológica
Revista de la Escuela de Historia de la
Universidad Industrial de Santander
Patricio Javier Aguirre Negrete
Edward Whymper y el Chimborazo: “el arte del montañismo” y la autoridad científica (1880-1892)
Rodrigo Antonio Vega y Ortega Baez
El viajero estadounidense Ephraim George Squire y la prospección florística de Honduras, 1849-1856
Katherine Mora Pacheco y José David Cortes Guerrero
Bajo el sol ardiente y la lluvia torrencial. Viajeros extranjeros y clima colombiano en el siglo XIX
Juan Carlos Esparza Ramírez
Una escocesa enamorada de México: la obra de Madame Fanny Calderón de la Barca
Izaskun Álvarez Cuartero
Yucatán como escenario histórico en los textos de Alice Dixon Le Plongeon y Maude Mason Austin
Diana Roselly Pérez Gerardo:
Las mujeres de las fronteras americanas en la expedición científica de Jean-François de Galaup. Santa Catarina, Concepción y
Monterrey (siglo XVIII)
Indexada en
PUBLINDEX
Fernando Olvera Charles
La visión del otro en el viaje de reconocimiento de la Costa del Seno Mexicano de José de Escandón, 1747
Orlando Deavila Pertuz y Andrea Guerrero Mosquera
La imagen de las personas racializadas y la construcción del sujeto negro: el racismo y la agencia través de la mirada de los viajeros en
el siglo XIX colombiano
Ronald Soto-Quiroz
Paisajes racializados y fronteras identitarias en Costa Rica: relatos de viajeros y el ferrocarril al Caribe (1885-1930)
Rafael Santos Cenobio
Corrientes ideológicas al interior del movimiento estudiantil sinaloense, México, 1965-1970
Oscar Blanco Mejía
La “voz de las municipalidades”. Municipio y Estado central durante la Regeneración en Colombia. 1886-1900
Ana María Mesa Bedoya
Compradores de chismes y otras mercancías: las relaciones entre clientes y comerciantes importadores en Antioquia en la segunda
mitad del siglo XIX
Traducciones
Ivonne Suárez Pinzón. Las tribus indígenas Guarano-Guaymies del itsmo de Panamá y de Centro América. Por A.L. Pinart.
Transcripciones
Juan Carrillo Gonzáles.Cobán, testimonios sobre la insubordinación q’eqchi’ en el Reino de Guatemala (1735).
Anuario de Historia Regional
y de las Fronteras
Escuela de Historia
Edificio de Humanidades piso 3
cra 27 call 9
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Universidad Industrial de Santander
María Laura Pensa. Topónimos, recursos y habitantes del espacio chaqueño en el diario de viaje de un misionero jesuita.
Reseñas
Anderson Paul Gil Pérez. Eugenia Allier Montaño, César Iván Vilchis Ortega, Camilo Vicente Ovalle, Coord., En la cresta de la ola.
Debates y definiciones en torno a la historia del tiempo presente, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Bonilla
Artiga Editores, 2020, 490p. ISBN: 978-607-30-3288-9 (UNAM), 978-607-8636-73-0 (Artiga Editores).
Brian Reina Salgado. Del Castillo, Lina. La invención republicana del legado colonial. Ciencia, historia y geografía de la vanguardia
política colombiana en el siglo XIX. Bogotá: Universidad de los Andes/ Banco de la República de Colombia, 2018. 310 páginas.
Carlos Zerraga Moretti. Cunill, Caroline y Glave, Luis Miguel (coords.). Las lenguas indígenas en los tribunales de América Latina:
intérpretes, mediación y justicia (siglos XVI-XXI). Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2019. 348 páginas.
Tema abierto
ECUADOR DEBATE
Nº 113
Centro Andino de Acción Popular
Quito-Ecuador, Agosto 2021
COYUNTURA
Ecuador en la trampa de un futuro pasadista
Conflictividad socio-política: Marzo-Junio 2021
TEMA CENTRAL
Cultura, política y guerras discursivas (desde la Colonia hasta la actualidad).Una lectura lacaniana
Una nueva era: la guerra de los discursos
Forma natural humana frente a la crisis de identidad múltiple en la época de la degradación
civilizatoria
La benévola negación del otro. Las protestas en Colombia del 2021, como continuación de
procesos históricos de legitimación de la violencia
“Una breve historia de los humanos”. Pequeño ejercicio de traducción
Las instituciones políticas como espacios terceros: una mirada más allá de la ciencia política
La escuela un lugar para re-escribir los enigmas de la vida
DEBATE AGRARIO RURAL
Pensar la transición de los territorios en los Andes rurales del Ecuador
ANALISIS
Postdemocracia, capital (i)legal y extractivismo
La comunicación en los medios: una lectura sociológica de la cobertura periodística en la
movilización de octubre 2019 en Ecuador
RESEÑAS
Presidentes empresarios y Estados capturados: América Latina en el siglo XXI
Patrimonios alimentarios en América Latina, recursos locales, actores y globalización
Suscripciones: Anual 3 números: US $ 51 – Ecuador: $ 21
Ejemplar suelto: Exterior US $ 17,00 – Ecuador: $ 7,00
Redacción: Diego Martín de Utreras N28-43 y Selva Alegre – Telef. 2522-763
Apartado aéreo 17-15-173 B Quito-Ecuador
julio
diciembr e
2021
volumen
26-2
bogotá,
colombia
issn: 2027-4688
e-issn: 2539-4711
En este volumen:
sección especial
➻
➻
denise a. s. de mour a: Aprendendo com
roteiros a comunicar por carta geográfica:
cultura visual institucional de sertões e
fronteiras conquistadas (século xviii)
enrique alberto cortés larr avide:
Los primeros años de la encomienda de indios
del valle de Copiapó a través de la visita de
Santillán al reino de Chile en 1558
➻
➻
abel fernando martínez martín y
andrés ricardo otálor a cascante:
De esta ciudad terrena. La iglesia y el convento
de San Agustín de Tunja
álvaro recio mir: Apuntes para la historia
de los carruajes y otros vehículos representativos
en el virreinato de Nueva Granada
➻
paula ermila rivasplata varillas:
Insertando a huérfanas de ascendencia española
en la sociedad limeña por medio de dotes del
Colegio Santa Cruz en el siglo xvii
➻
maría belén cherubini: Una frontera
¿imposible?: los conflictos hispanoportugueses
en el sur de América y la expedición a Río
Grande de San Pedro (1773)
➻
romina gr ana y laur a lópez:
La alimentación cárnica durante los siglos
xvi-xvii en Guayascate, Córdoba, Argentina
➻
r amiro alonso sánchez cor al:
Consumo de alimentos en el Colegio y
Universidad de Santo Tomás de Aquino,
1733-1755
➻
edgar rey sinning: Vicisitudes económicas
y políticas del Colegio Seminario de Santa Marta
a finales del siglo xviii
➻
slenka leandr a botello gil: Cuerpos en
pecado de las ánimas del Purgatorio
➻
maría del rosario leal del castillo:
Espacios diferenciados y practicados a través de
cinco imágenes inmaculistas: Santafé de Bogotá,
siglos xvii y xviii
➻
verónica salazar baena: Relatos visuales
en tiempos de crisis: transferencias culturales y
apropiaciones políticas en las crónicas festivas
sección gener al
➻
david navarrete gómez: Los
afrodescendientes en la minería novohispana:
¿relegados o desconocidos? el distrito de
Pachuca-Real del Monte en la segunda mitad del
siglo xviii
[email protected]
https://revistas.icanh.gov.co/index.php/fh/index
www.facebook.com/FronterasDeLaHistoria
www.twitter.com/FrontHistoria
ARTÍCULOS
Cuatro perspectivas sobre los asentamientos populares
suburbanos en Rosario (Argentina), 1933-1943
Diego Roldán
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.86896
De Bragado a Nueva York: derivas de un tenor local
en la trama cultural de la ópera internacional
Guillermina Guillamon
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.85621
Líos que esclarecer. Política y faccionalismo durante
el primer peronismo en Mendoza, 1945-1955
Mariana Garzón-Rogé
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.89505
E- ISSN: 2145-132X
Vol 13, No. 27
Mayo - agosto de 2021
HiSTOReLo.
Revista de Historia Regional y Local
Facultad de Ciencias
Humanas y Económicas
Indexada en: Scopus, Emerging
Sources Citation Index, Clase, Scielo,
Publindex (Categoria C), Latindex,
Historial Abstracts, Latam-Studies,
Fuente Académica – Ebsco, Doaj,
Dialnet, Drji, SocINDEX, entre otras.
Correo electrónico:
[email protected]
Teléfono: +57 (4) 430 98 88,
Ext. 46234. Fax: +57 (4) 260 44 51
Página oficial – Portal de Revistas UN
http://www.revistas.unal.edu.co/
index.php/historelo/index
Entre la improvisación y la carrera laboral. Las reformas policiales
en el Territorio Nacional de La Pampa (Argentina, 1920-1933)
Melisa Fernández-Marrón
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.86874
Lo cultural y lo popular en la Radio Nacional de Colombia,
1940-1985
Leidy Bolaños-Florido
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.89101
La pandemia de la gripa española de 1918 en Colombia: una
percepción del impacto de un fenómeno mundial en un país
neutral durante la Gran Guerra
Jane Rausch
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.93272
Cuestión de aguas: poder estatal, gestión y conflictos por el agua
en el municipio de Zamora (México) a finales del siglo XIX
Julian Velasco-Pedraza
Víctor Brangier
https://doi.org/10.15446/historelo.v13n27.86841
Facultad de Ciencias Humanas y Económicas
Sede Medellín
HISTORIA Y
MEMORIA
n° 23 (Julio-Diciembre 2021) Historia Sociocultural de la
Medicina y la Salud en América Latina. Siglos XVI al XX
DOI: https://doi.org/10.19053/20275137.n23.2021
EDITORIAL
EDITORIAL. HISTORIA SOCIOCULTURAL DE LA MEDICINA Y LA
SALUD EN AMÉRICA LATINA. SIGLOS XVI AL XX
Abel Fernando Martínez Martín, Andres Ricardo Otálora Cascante
11-18
SECCIÓN ESPECIAL
SABERES MÉDICOS, PRÁCTICAS Y ESPACIOS DE LA CURACIÓN AL SUR
DEL VIRREINATO DEL PERÚ. CÓRDOBA DEL TUCUMÁN, 1573-1650
Justo Roque Tapia
21-56
LA RABIA EN AMÉRICA DURANTE EL DOMINIO ESPAÑOL, S. XVI-XVIII
Jesús Paniagua Pérez
57-96
LA CIUDAD ENFERMA. EL HOSPITAL DE TUNJA Y SUS MIASMAS (17771822)
Abel Fernando Martínez Martin, Andrés Ricardo Otálora Cascante
97-130
LA FUNDACIÓN ROCKEFELLER Y LA DIMENSIÓN EXPERIMENTAL EN LA
CAMPAÑA CONTRA LA ANEMIA TROPICAL EN COLOMBIA, 1920 – 1934
María Catalina Garzón
161-196
SACRALIZAR EL ACTO MÉDICO. VALORES ÉTICOS Y PROFESIONALES
ENTRE MEDICINA Y FARMACIA, COLOMBIA, 1894-1914
Jorge Márquez Valderrama, Victoria Estrada Orrego
131-159
MATERNIDAD Y LACTANCIA A TRAVÉS DEL DISCURSO DE LA
COMUNIDAD MÉDICA EN BARRANQUILLA, PRIMERA MITAD DEL SIGLO
XX
Ángela Lucía Agudelo-González, Willian Alfredo Chapman-Quevedo
197-225
LA FORMACIÓN PROFESIONAL DE LOS SANITARISTAS DE BUENOS
AIRES 1960 – 1970. UN APORTE DESDE LA PROSOPOGRAFÍA
Federico Ramón Rayez
227-262
ZONA LIBRE
LITIGIOS POR TIERRA: EL CASO DEL RESGUARDO DE CHIVATÁ EN LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
Yenny Esperanza Parada Campos
265-298
EL CENTENARIO REVISITADO: UN VIAJERO ALEMÁN EN LAS FIESTAS
PATRIAS DE COLOMBIA (1910)
Sven Schuster, Sebastián Vargas Álvarez
299-333
RESEÑAS Y DEBATES
CONVERSATORIO «COVID-19 Y LAS PANDEMIAS EN LA HISTORIA»
Abel Fernando Martínez Martín, Zulma Milena Cucunuba
337-378
@HistoriaYMEMORI
Historia Y Memoria
historia_y_memoria_uptc
Colonial Latin American
Historical Review (CLAHR)
Énfasis: ÉPOCA COLONIAL
EN
AMÉRICA LUSO-HISPANA
SOLICITAMOS SU PARTICIPACIÓN CON
estudios originales basados en fuentes de archivo, máx. 25-30 págs. con notas al pie
de página. Envíe un archivo creado en Microsoft Word por correo electrónico
en inglés o español
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