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Reseña Nayar

2022, La búsqueda y el encuentro de una identidad perdida

Una reseña sobre la Novela de Miguel Angel Menendez publicada en 1940. Enfoque social y de género

Miguel Angel Menendez La búsqueda y el encuentro de una identidad perdida. El Nayar como punto de partida El escritor, poeta, diplomático y político mexicano nos hace recorrer (en ocasiones a rastras) gran parte de la sierra de Nayarit. Entre selvas, manglares, esteros, salineras y pueblos nos rodea de una refriega nacional, un combate cultural sin tregua y paisajes que se pueden tocar a través de las páginas. Paisajes manchados de sangre, mostrando el trabajo del que nadie habla y pocos pagan, las costumbres hispanoamericanas que dejaron géneros marcados y diferenciados hasta nuestros días. Su obra deja una forzada reflexión hacia el sentir mexicano. Galardonada en 1940, la obra epítome del yucateco fue coronada con el premio nacional de literatura en el mismo año. Es su trabajo literario más importante y contiene tanto un carácter poético como un trasfondo político y social que no pelean entre sí por el protagonismo de la novela. Se estructura en 35 capítulos iniciando en los pantanos de la Florida y culminando en la capital de Nayarit. Mientras nos ensuciamos los pies y las manos con el personaje principal, caen ante nosotros descripciones culturales de un México indígena y un México posrevolucionario; combinación que no suele ser característica principal de las historias contadas en nuestro país. Quizás algo más reconocible es que todo sucede ante los concienzudos ojos de un mexicano que pierde sus privilegios, y esto sí es una novedad, por ser blanco. Con: “Hay algo en nosotros —el pecado mortal de ser blancos—que nos hace bajar los ojos… y avergonzarnos de Nuño de Guzmán, el que destrozó estas tribus” (81) el personaje abre un debate cultural que rara vez está sobre la mesa, el privilegio de la blanquitud mexicana y de los que hasta el momento, se concebían como héroes nacionales. Cuando el personaje se enfrenta al México indígena en su nuevo traje de meztiso (que hasta el momento había sido una ventaja fenotípica), y cuando descubre o se ve obligado a descubrir la realidad del indígena en su arrebatada tierra, es cuando salen a relucir las características más importantes de su persona. Siendo un hombre leal y renunciando a su herencia sangrienta, las “tribus” comienzan a hacerlo parte de, pero nunca como un igual. Es un nuevo, nuevo México que se ve a través de un espejo, trabajos invertidos en donde ahora es el blanco el que debe esforzarse por los favores del indígena, en donde por más que su sudor e intelecto lo catapulten, su piel jamás lo dejará ser parte esencial del microestado. Este microestado creado por distintas poblaciones coras, y lideradas por distintos jefes, se ve amenazado por el Estado real. Aquél que sigue en guerra, pero en esta guerra, aunque luchan los coras no son contendientes, luchan sin siquiera tener la esperanza de una victoria, luchan por la fortaleza de seguir existiendo. En este México es en el que se ve inmerso nuestro personaje, es la parte segregada de la ya parte segregada de México, por lo que se ve obligado a humildemente existir en la guerrilla. La otra característica, menos novedosa para la época, es la dominante presencia de los roles de género masculinos con los que nuestra actualidad pelea. Algunas citas que rescato son: “soy muy hombre” (25), “lo mataron a la mala —era muy hombre—” (33), “Puede ser feliz con el tiempo, y lo merece por hombre” (49), por mencionar algunas ya que son bastantes las veces en la que los y las personajes aluden al hombre con toda la carga semántica que significaba o sigue significando. Aún más importante es reconocer que con estas mismas citas viene otro tipo de contenido en la novela, violencia de género. Este tema tan consistente e importante se ve repetidamente presente en la historia. Cuando al llegar a un pueblo te refieres a: “muchachas de quince años maduradas en el horno del trópico” (41) estás cosificando y exotizando a la mujer, pero quizás algunos lectores considerarán esta lectura algo crítica. Sigamos entonces con las múltiples violaciones a las que refiere la historia: “Le trincaron la vieja y lo mataron” (32), “—¿Juan amansó a su mujer? —Sí, por eso cobra” (150). Dejemos de lado que el verbo que se utiliza para referirse al acto sexual hacía la mujer es el mismo que se utiliza para domesticar o adiestrar a los animales de campo. La situación es que el esposo, tiene derecho a cobrar por la “amansada” de la mujer. El hombre le puede cobrar al otro hombre por tener sexo consensuado o no con su mujer. En este caso, fueron dos vacas; la mujer, moneda de intercambio, que no es interés de nadie, excepto cuando ella expresa desearlo. El siguiente caso es en el que una mujer huichol expresa: “amaba a otro hombre” (153), su esposo no la deja ir y además la viola en el río: “él me amaestró por sorpresa cuando me bañaba en el río. No tuve tiempo de huir, ni logré defenderme porque golpeó mi cabeza con palos y piedras y tuvo mi cuerpo cuando estaba desmayada” (154). Después de esta escena, el marido pide al jefe de la comunidad el castigo hacía la mujer por expresar querer irse y querer a alguien más. Castigo que se hace presente al hacerla caminar desnuda y atada de las manos hasta su choza donde su marido decidirá si la perdona. Por más que todo esto nos suene escandaloso y lo entrelacemos con la violenta pelea que tenemos por la liberación femenina, debemos contextualizar en todo momento la obra y entender justo una obra. Dicho esto, también pensemos que cuando la violencia o un fenómeno en general permea al arte, es que generalmente es parte intrínseca de la sociedad. Vemos una fuerte violencia de género y étnica en esta obra de Menendez. Bien podría ser un puente para que la sociedad y el poder, fijaran la vista sobre aquellas vulnerables, no lo sabremos por el momento. El último punto a rescatar sobre Nayar es la poderosa relación entre los indígenas, la tierra y sus costumbres. La filosofía que sostienen hace pensar que tierra y costumbres son una sólida y única palabra. Sus mentes y decisiones son aún más impenetrables que las selvas que los alejan de aquellos blancos que repudian y sobre todo, temen. Nayar nos deja bien en claro la suprema necesidad de los pueblos mexicanos por permanecer siendo. Serán como ellos lo decidan o no serán. Así es que vemos: “con mi tierra, con mi sol y con mi lluvia tengo” (166), como el lema de alguien que no necesita un gobierno en pugna, únicamente a lo que obliga es, para bien o para mal, su tierra. La historia culmina como sabemos y es ahí en donde nos llega la flama de la reflexión: “Su tradición está en choque con la cultura de sus conquistadores” (225). Así, el personaje principal escritura la muerte de un jefe indígena, sosteniendo su favorable mirada mestiza y haciéndonos ver más allá de las cómodas manos que sostienen un libro, para imaginar un pueblo en selvas sagradas nayaritas. Nayar es una lectura compleja en vocabulario para todos aquellos jóvenes lectores y enardecedora en significado. Es una lectura de choque, en donde se espera unos ojos distintos al subir la mirada a México. Muestra mediante la literatura realidades lejanas, que no son del autor, ni del que escribe esto, y posiblemente tampoco del que lea esto, pero se busca la recepción ante tantas otras realidades que desconocemos y despierta la empatía y la búsqueda de un nuevo sentir mexiano. Uno menos cómodo, uno más real. Manuel Iglesias González