Agustín Salvia | María Berenice Rubio
[compiladores]
Tendencias sobre
la desigualdad
Aportes para pensar
la Argentina actual
TENDENCIAS SOBRE
LA DESIGUALDAD
APORTES PARA PENSAR
LA ARGENTINA ACTUAL
Tendencias sobre la desigualdad : aportes para pensar la Argentina
actual / Agustín Salvia ... [et al.] ; compilado por Agustín Salvia ;
María Berenice Rubio.
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Universidad de Buenos
Aires. Instituto de Investigaciones Gino Germani - UBA, 2019.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-29-1733-7
1. Desigualdad Social. 2. Distribución del Ingreso. I. Salvia, Agustín
II. Salvia, Agustín, comp. III. Rubio, María Berenice, comp.
CDD 331
Otros descriptores asignados por la Biblioteca virtual de CLACSO:
Teoría social y política / Discursos / Identidad / Trabajo / Economía /
Derecho / Diversidad cultural / Representaciones sociales / Espacio
público / América Latina
Esta publicación ha sido sometida al proceso de referato bajo el método de doble ciego. Asimismo fue realizada en el marco del Proyecto
UBACYT (2014-2017) “Heterogeneidad estructural, desigualdad distributiva y nuevas marginalidades sociales. Reproducción histórica de un
modelo socio-económico cada vez más concentrado y excedentario en
fuerza de trabajo (1974-2014)”
TENDENCIAS SOBRE
LA DESIGUALDAD
APORTES PARA PENSAR
LA ARGENTINA ACTUAL
Agustín Salvia
María Berenice Rubio
[compiladores]
Agustín Salvia
Emilio Jorge Ayos
Jésica Lorena Pla
Santiago Poy
Guillermina Comas
María Noel Fachal
Ramiro Robles
María Berenice Rubio
Eduardo Chávez Molina
Juan Ignacio Bonfiglio
Agustina Marquez
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ÍNDICE
Introducción. Aportes a una teoría sobre la desigualdad
y la marginalidad social en América Latina en
contexto de la globalización
Agustín Salvia
11
I. PRIMERA SECCIÓN
REPRODUCCIÓN Y BIENESTAR
SOCIAL DE LOS HOGARES
Trabajo, condiciones de vida y bienestar
Un análisis de las fuentes de ingresos individuales y
familiares en perspectiva comparada. España y Argentina
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
49
Cambios en el mercado de trabajo, en las políticas sociales
y sus efectos en las condiciones de vida familiares en la
Argentina post-reformas (2003-2014)
Santiago Poy
85
Heterogeneidad del mercado laboral y estrategias
familiares de vida en la Argentina actual
Guillermina Comas
123
II. SEGUNDA SECCIÓN
ESTRUCTURA SOCIAL DEL TRABAJO
Condicionantes sectoriales e institucionales en el efecto
de la educación en los ingresos laborales
Agustín Salvia, María Noel Fachal y Ramiro Robles
147
La calidad del empleo y diferencias por sexo en las
inserciones sectoriales de los jóvenes argentinos durante
la postconvertibilidad
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
179
¿Trabajador educado, trabajo calificado? Un análisis de los
niveles educativos y de calificación del empleo de mujeres
y varones activos en la Argentina
Eduardo Chávez Molina
211
La desigualdad en el acceso al mercado de trabajo
para residentes en espacios urbanos informales del Área
Metropolitana de Buenos Aires (1974-2014)
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
229
TENDENCIAS SOBRE
LA DESIGUALDAD
APORTES PARA PENSAR
LA ARGENTINA ACTUAL
Agustín Salvia*1
INTRODUCCIÓN
APORTES A UNA TEORÍA SOBRE LA DESIGUALDAD Y
LA MARGINALIDAD SOCIAL EN AMÉRICA LATINA EN
CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN**
1. UNA NUEVA ENCRUCIJADA HISTÓRICA
El subdesarrollo persistente, las desigualdades estructurales y los dilemas que introducen las políticas de desarrollo han sido históricamente objeto de un profundo debate tanto académico como político
en América Latina. Sin embargo, este debate ha quedado amordazado –dictaduras y proyectos neoconservadores mediante– por la rela-
* Sociólogo. Doctor en Ciencias Sociales. Investigador Independiente CONICET.
Director del Programa Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA
(ODSA-UCA) y Director del Programa “Cambio Estructural y Desigualdad
Social” (IIGG-FSOC-UBA). Email:
[email protected]
** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI,
International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities,
financiado por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020
bajo Marie Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr.
Pedro López Roldán. Asimismo, se inscribe en el marco del proyecto UBACYT
«Heterogeneidad estructural, desigualdad distributiva y nuevas marginalidades
sociales. Reproducción histórica de un modelo socio-económico cada vez
más concentrado y excedentario en fuerza de trabajo (1974-2014)», que se
desarrolla en el Programa de Cambio Estructural y Desigualdad Socibal con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA) y del Programa del
Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA).
Este artículo refleja la opinión del autor. Las instituciones referidas no son
responsables del uso que pueda hacerse de la información que contiene.
11
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
tiva supremacía de las promesas modernizadoras introducidas por
las corrientes neoliberales globales. Esto, incluso, a pesar de algunas
experiencias políticas heterodoxas ocurridas durante el arranque del
Siglo XXI. Este trabajo constituye un hito más en los esfuerzos que
ha venido desarrollando desde finales de los años ochenta el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social, con sede en el Instituto
de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires,
para recuperar dicho debate en el caso argentino, a partir de la investigación científica en el campo de la sociología económica.
Debido a una larga experiencia en programas “modernizadores” a
nivel nacional, se cuenta tanto en la Argentina como en América Latina con suficiente evidencia histórica para sostener que la persistencia
del subdesarrollo social no se debe a la falta de capitalistas con interés
de acumulación ni tampoco a la ausencia de condiciones favorables
para el desarrollo de tales empresas (CEPAL, 2011, 2014, 2016). En
este marco, nuestras sociedades vienen acumulando fallidas voluntades de progreso social, las que a manera de ondas expansivas de “pensamiento único” –sean ortodoxas o heterodoxas- han probado suerte
sin éxito en lograr dicho cometido, sea a través de la mano de los
“mercados”, sea a través de la mano del “Estado”.
A pesar de dichos procesos o debido a ellos, al mismo tiempo
que algunos grupos de la sociedad han logrado acceder a posiciones
modernas de “clase media”, son extensos los grupos poblacionales
que continúan excluidos del progreso socioeconómico (Ferreira et
al., 2013). De esta manera, cada nuevo impulso modernizador parece
ampliar –en el corto o a mediano plazo- las brechas de desigualdad
social y profundizar la marginalidad económica, política y cultural
de regiones, comunidades y poblaciones rezagadas. En general, regiones, comunidades y poblaciones que parecen “sobrar” de manera poco funcional al modelo de acumulación global dominante (Nun
1999, Salvia 2007). Aunque, sin duda, su existencia bajo tales condiciones ofrece renovadas oportunidades de legitimación democrática a
gobiernos populistas políticamente conservadores, sean estos ortodoxos o heterodoxos en materia de política económica.
Las nuevas condiciones económicas internacionales impuestas
por la globalización y las políticas neoliberales de las últimas décadas
del siglo XX forman parte de una larga historia de fracasos, a la vez
que constituyen un salto cualitativo en la conformación de formas
de “divergencia” socio-productiva, tanto entre las economías centrales y periféricas como entre regiones, sectores y grupos sociales al
interior de las formaciones sociales latinoamericanas. Junto con las
medidas de liberalización económica y las nuevas formas de concentración financiera, también crecieron la inestabilidad económica, el
12
Agustín Salvia
desempleo, la pobreza y la exclusión social. De ahí que el supuesto
fracaso político del Consenso de Washington no debe llevarnos a error
o confusión. Las condiciones internacionales y los factores estructurales que hicieron históricamente posibles dichas políticas y sus efectos
han seguido vigentes1.
¿En qué medida esta tesis se confirma incluso bajo el nuevo escenario político, económico y social vigente en la Argentina a partir
del siglo XXI? Dicho escenario, a diferencia de las décadas anteriores,
presentó un sector externo mucho más favorable, posibilitando, en un
marco de mayor intervención estatal, mayores tasas de inversión, crecimiento y consumo, así como una mayor redistribución secundaria
del ingreso a través del gasto social. Todo lo cual implicó una efectiva
recuperación general del empleo y una caída de la pobreza, entre otros
indicadores positivos en materia de bienestar económico. Sin embargo, tal como parece dar cuenta la evidencia empírica, a pesar de todo,
la esperada “convergencia” no llegó, la pobreza alcanzó un piso estructural y la desigualdad social no cedió terreno. De ahí la reproducción
ampliada que han tenido vastos sectores marginales, en paralelo con
un aumento del control social estatal sobre dichos sectores por parte
de los gobiernos –sin importar su orientación ideológica- a través de
mecanismos diversos, sin proveer de soluciones efectivas en materia
de desarrollo social (Salvia, 2011, Salvia, Poy y Vera, 2017, 2018).
Según nuestra tesis, se encuentran vigentes dos procesos socioproductivos determinantes a la hora de explicar y evaluar las causas
del fracaso social que han tenido los diferentes programas políticoeconómicos que atravesaron al país durante las últimas dos décadas,
e incluso en el momento actual. Por una parte, la reproducción al interior del sistema político-económico de desigualdades estructurales en
materia de productividad, salarios y efectos de bienestar entre regiones,
sectores y unidades económicas, no como resultado de falencias institucionales sino económico-productivas, propias del régimen de acumulación nacional. Por otra parte, el relativo rezago internacional que
experimenta la difusión de nuevas tecnologías y rendimientos productivos en las regiones, sectores y unidades económicas más dinámicos,
lo cual mantiene estancada o en retroceso la productividad media de
1 Paradójicamente tanto la CEPAL (2010, 2011, 2014) como el Banco Mundial
(Birdsall y de la Torre, 2010; López-Calva y Lustig, 2010; Ferreira et al, 2013),
coinciden, aunque con diferentes supuestos, en que el crecimiento económico, el
equilibrio fiscal y el gasto social estarían logrando una significativa reducción de la
pobreza y -en menor medida- de la desigualdad en la distribución del ingreso. Para
una revisión tanto de los acuerdos como de las diferencias teóricas que subyacen a
estas consideraciones y propuestas en materia de política económica y social, ver
Cortés (2013, 2014).
13
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
la economía argentina, al mismo tiempo que se promueven las expectativas de una distribución del ingreso en alza (Lindenboim y Salvia,
2015, Graña y Kennedy, 2017).
En este contexto, es momento de preguntarse, ¿son suficientes
las políticas macroeconómicas reorientadas al mercado interno para
integrar a los excedentes de población, superar la heterogeneidad estructural, la segmentación laboral y la desigual distribución del ingreso que impone el régimen económico y socio-político implicado en el
subdesarrollo? En el campo académico, creemos que este problema
debe ubicarse en un tema abierto por las teorías dualistas sobre el
desarrollo, las cuales han servido de inspiración tanto a las políticas
neoliberales como desarrollistas y estructuralistas2. Sería éste un aspecto crucial para descifrar la problemática, pero también para reorientar la agenda del cambio estructural y las políticas de desarrollo.
Es frente a estos temas que cabe promover la investigación realista, la
producción de conocimiento objetivo y el debate político-ideológico
amplio sobre la matriz de heterogeneidad estructural que impide el
desarrollo y que se reproduce en diferentes escenarios nacionales, regionales, sectoriales y políticos de América Latina, así como sobre las
condiciones socio-políticas que la hacen posible y necesaria en la actual fase de globalización capitalista.
2. PROBLEMAS DE INVESTIGACIÓN EN CURSO
En materia de desarrollo regional existe una pregunta que continúa
teniendo en la actualidad una vigencia mayor aún que hace casi un
siglo: ¿Por qué en el contexto de la enorme movilización y concentración capitalista desplegada a través de varias generaciones, ni las
políticas inspiradas en la “mano invisible” de los mercados ni las que
reivindican la “fuerza reguladora” del Estado han logrado generar
una efectiva convergencia en los niveles de desarrollo ni un “derrame” de bienestar en condiciones de equidad sobre los mercados de
trabajo y los excedentes estructurales de población que presenta la
sociedad argentina?
En este marco, las investigaciones en curso se proponen abordar
dos temáticas complejas pero cruciales a la hora de contribuir a la
definición de una nueva agenda del cambio social:
2 Al respecto, cabe recordar que el concepto “dualismo” basa su significado original
en la noción de “asimetrías” –en términos de productividad- entre sectores de una
misma economía, siendo el problema del desarrollo cómo integrar –hacer convergeral sector rezagado con el moderno.
14
Agustín Salvia
1) ¿Por qué persiste el subdesarrollo y la exclusión social a pesar de la
fuerte asimilación que ha tenido cada una de las fases modernizadoras
promovidas por el capitalismo mundial sobre la economía argentina?
¿Por qué los ciclos de crecimiento con expansión del sector externo y
la inversión interna, resultan insuficientes para absorber los excedentes de población, reducir la desigualdad y superar la heterogeneidad
estructural?
En particular, el desarrollo de estos desafíos implican dar cuenta
de dos aspectos fundamentales que atraviesan el actual proceso
histórico latinoamericano: 1) el modo en que el modelo de
crecimiento económico asociado a patrones de alta concentración y
explotación intensiva de recursos naturales disminuye la capacidad
del sistema para absorber la creciente fuerza laboral y reducir las
brechas de ingreso resultantes del diferencial de productividades; y
2) los variados mecanismos socio-políticos utilizados a nivel de los
regímenes políticos nacionales para garantizar la gobernabilidad del
régimen económico y de los bloques dominantes bajo persistentes
condiciones sociales de injusticia, desigualdad y marginalidad
estructural.
2) ¿Qué mecanismos hacen posible una situación de “permanente
transición” en un país rico en recursos naturales, fuerza de trabajo
calificada y demandas sociales de progreso? ¿Cuáles son los procesos
que intervienen inhibiendo la difusión del progreso económico, técnico-educativo y socio-cultural al conjunto del sistema social? ¿Qué
papel desempeñan el mercado de trabajo, el gasto público y las políticas sociales como factores de reproducción social? ¿Qué orientación
deberían asumir en una agenda de transformaciones estructurales y
de cambio social?
Estas preguntas convocan al estudio de las desigualdades que se producen en la estructura social, y del papel que en ese contexto desempeñan
la inversión pública, el gasto social y las políticas laborales orientadas
a responder a las nuevas exigencias productivas, así como las políticas
laborales y sociales de transferencia condicionada de ingresos, en tanto
instrumentos que pretenden asegurar una inserción social más satisfactoria. En este marco, no son pocas las alteraciones ocurridas en el sistema de la seguridad social, la formación de capacidades y la creación
de empleo, así como una amplia variedad de programas sociales. Al
respecto, cabe preguntarse si tales políticas públicas –sin otros cambios
estructurales- producen los efectos de convergencia que se buscan, o
por el contrario, agravan o potencian el funcionamiento segmentado
del mercado de trabajo, las desigualdades socio-culturales y la marginalidad de los sectores informales.
15
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
En tal sentido, nuestro particular esfuerzo apunta a dar cuenta
de tres procesos que creemos centrales para dar contenido a la nueva
agenda del desarrollo:
a) Los efectos que han tenido las últimas décadas de globalización
sobre el modelo histórico de acumulación dependiente, desigual y
combinado y sus condiciones de funcionamiento económico, social y
político-institucional, incluyendo el papel de las elites locales y grupos
de poder en la reproducción de tales condiciones a nivel sistémico.
b) Los nuevos modos en que se expresa la relación histórica entre heterogeneidad estructural, mercados de trabajo, formación de excedentes poblacionales, políticas públicas (en materia de inversión, gasto y
transferencia de ingresos) y sus efectos sobre las desigualdades socioeconómicas, incluyendo en este campo las condiciones materiales y
simbólicas de reproducción social a nivel familiar y socio-comunitario
(hábitat, educación, salud, medio ambiente, seguridad social, transporte, información pública, acceso a la justicia y expectativas de movilidad social).
c) Los mecanismos que intervienen en continua formación / reproducción de una población excedente relativa (masa marginal) generada
por las condiciones estructurales de concentración y distribución desigual de recursos físicos, financieros, tecnológicos y bienes naturales,
frente a lo cual emergen políticas sociales de asistencia / contención /
control social de alto costo fiscal pero sin efectos sobre el proceso de
convergencia y desarrollo socio-productivo.
3. LA VUELTA A UN DEBATE TEÓRICO CRUCIAL
Los hechos parecen mostrar que lejos de cumplirse el objetivo de
convergencia, tanto las reformas neoliberales como las políticas neodesarrollistas han reproducido durante las últimas décadas –aunque
con tendencias diferentes- pisos estructurales de subempleo, informalidad laboral, brechas remunerativas, desigualdades sociales y
regionales y de marginalidad económica. (Salvia, 2012; Salvia, Poy
y Vera, 2015). Una parte de las explicaciones refieren al efecto de la
apertura financiera y comercial de las últimas décadas, la volatilidad
del sistema económico mundial, sus efectos sobre el ritmo de crecimiento y su impacto sobre la demanda de empleo. Otras tienden
a poner el acento sobre los cambios en los procesos productivos,
las nuevas tecnologías, el atraso de la industria y de las economías
regionales y sus efectos sobre la desocupación y la pobreza. Si bien
las diferentes perspectivas coinciden en reconocer un aumento en el
16
Agustín Salvia
deterioro social en términos de inequidad, la interpretación que se
hace del mismo difiere3.
Sin duda, el abordaje del problema presenta limitaciones de información, sumado a la complejidad que significa ensayar inferencias descriptivas y causales. Pero sea cual sea el enfoque, resulta obligado ligar los argumentos vinculados con el mercado de trabajo, el
bienestar y la desigualdad. De hecho, para las diferentes perspectivas
en debate los efectos de la apertura adquieren sentido en el marco de
una prospectiva hacia la convergencia en términos de crecimiento
económico, utilización productiva de los excedentes de población y
redistribución del ingreso (Salvia, 2012).
El desarrollo de este debate presenta argumentos y derivaciones distintas según se trate de un modelo de economía cerrada o un
modelo de economía abierta (Hernández Laos, 2009; Salvia, 2012).
En este caso, resulta importante revisar –retomando el enfoque estructuralista del desarrollo - los supuestos teóricos que encierran los
posibles senderos de convergencia en función de evaluar de manera crítica sus contradicciones, limitaciones y dificultades, cuando las
economías subdesarrolladas se abren a las corrientes internacionales
de inversión, tecnología y comercio bajo condiciones de subordinación político-económica.
Para los economistas neoclásicos el subdesarrollo era la expresión del dualismo económico, el cual refería a las diferencias de productividad existentes entre economías “agrícolas o tradicionales”, por
una parte, y las “no agrícolas-industriales o modernas” por la otra
(Ranis, 1988). Para la interpretación desarrollista de dualismo clásico, la dicotomía se presenta entre un sector “capitalista” y un sector
de atrasado de “subsistencia” (Lewis, 1954). En cambio, el enfoque
3
Los estudios recientes sobre los cambios en la distribución de los ingresos
laborales dan cuenta de una disminución de la desigualdad; sin embargo, no hay
coincidencia respecto a los factores explicativos de este proceso. Por un lado, se
encuentran los estudios que ven en el mercado laboral, y en los ajustes en la oferta
y demanda de calificaciones, al protagonista central de este fenómeno (Gasparini et
al., 2011; Gasparini y Lustig, 2011; Cornia y Martorano, 2012). Desde otra
perspectiva, algunos estudios priorizan el efecto de las políticas económicas,
laborales y de ingresos sobre la demanda de empleo, las tasas de registración
de trabajadores afiliados a la seguridad social y la fijación de remuneraciones,
dependiendo esto último del protagonismo ejercido por instituciones como la
negociación colectiva o el salario mínimo (Beccaria y Maurizio, 2012; Beccaria,
Maurizio y Vázquez, 2015). Finalmente, se encuentran los esfuerzos dedicados a
dar cuenta de los cambios y las continuidades en la distribución del ingreso laboral
como efecto de la heterogeneidad estructural entre sectores formales e informales
que atraviesa al mercado laboral (Prebisch, 1949; PREALC-OIT, 1978; CEPAL, 2012;
Salvia, Fachal y Robles, 2018 en prensa)
17
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
estructuralista retoma el término pero lo contextualiza en el marco de
las relaciones “centro-periferia”. En principio reconoce la existencia
tres sectores al interior de una economía en proceso de industrialización: uno capitalista formado por un sector de enclave vinculado al
mercado mundial, un sector capitalista intermedio orientado al mercado interno y un amplio sector informal de subsistencia o primitivo de muy baja productividad (Prebisch, 1949; Pinto, 1970a y 1970b;
PREALC-OIT, 1978).
Siguiendo esta perspectiva, el enfoque estructuralista latinoamericano avanzó en identificar los mecanismos por los que las desigualdades en productividad, crecimiento e ingresos por habitante
persisten o se amplían en el tiempo, tanto en la economía internacional como al interior de las economías rezagadas. En este marco, tales
tendencias se explicarían por las características de las estructuras productivas del centro y la periferia y sus relaciones. El progreso técnico
penetra de forma asimétrica en la economía y la sociedad, generando
estructuras diversificadas y homogéneas en el centro, mientras que
persisten estructuras especializadas y heterogéneas en la periferia.
Desde este enfoque teórico resulta posible postular que la dinámica de acumulación, librada a los intereses del gran capital, tiende
a propiciar –mediadas por los sistemas de dominación y control político– una situación de “heterogeneidad estructural” que inhibe todo
proceso de convergencia a nivel económico, social y regional. El desarrollo desigual y combinado, tanto a nivel internacional como entre
sectores y regiones al interior de las formaciones sociales periféricas,
constituirían la expresión de un fuerte desajuste entre el desarrollo de
las fuerzas productivas y el tipo de relaciones sociales de producción
en la fase más concentrada del desarrollo capitalista a escala mundial4.
En un contexto de economía “cerrada”, el desarrollo de la periferia exige redistribuir el empleo hacia los estratos de mayor productividad y vaciar el sector de subsistencia. Este proceso no sólo favorece
el aumento de la productividad agregada y la difusión de tecnología,
sino que también tiene efecto positivo sobre el comportamiento de los
salarios en la periferia, los que pasan a incrementarse en correspondencia con los aumentos de productividad. Pero el proceso de convergencia de las actividades de baja productividad con las de alta pro4 La ley del “desarrollo desigual y combinado” permite hacer fácilmente inteligibles
ambos procesos. Esta ley fue llevada a un primer plano y aplicada inicialmente por
Marx y Engels. Autores destacados del marxismo, tales como Kautzky, Luxemburgo,
Plejanov y Lenin, advirtieron su importancia, estudiaron su funcionamiento y algunas
de sus consecuencias. Sin embargo, fue Trotsky quien le pondría nombre y la dotaría
de un significado particular, el cual se explicita en la Historia de la Revolución Rusa
(Trotsky, 1985).
18
Agustín Salvia
ductividad demanda un cambio estructural, representado tanto por la
constitución de un nuevo orden económico internacional como por el
aumento de la composición tecnológica y del peso de la manufactura
en el total de la economía nacional. La industria se convierte así en el
vector principal del crecimiento de la productividad.
En esta línea, un desarrollo endógeno de tipo industrial con intervención estatal puede generar los encadenamientos hacia delante
y hacia atrás, los efectos de derrame, la acumulación de capital y las
externalidades tecnológicas que se necesitan para sostener rentabilidades crecientes. El subdesarrollo sólo se supera gracias a la reducción
de la heterogeneidad estructural, expresándose esto en un aumento del
empleo productivo en las diferentes “capas técnicas” del sistema económico y en una consecuente caída del subempleo en las actividades de
baja productividad. Al respecto, Prebisch (1963, 1970, 1981) destacaba
que la penetración desigual de la tecnología deja sustraída de ella a
una considerable proporción de la población activa y que el problema
del desarrollo consiste esencialmente en crear las condiciones para
mejorar su asimilación.
Pero estos postulados cambian cuando el modelo teórico se enfoca sobre un contexto histórico de economía “abierta”. Incluso se
hacen más nítidas las diferencias entre los enfoques clásicos, neoclásicos y estructuralistas. En todos los casos, resulta casi obligado ligar
los argumentos vinculados con el mercado de trabajo, el bienestar y
la desigualdad social. De hecho, para los tres enfoques los efectos de
la apertura adquieren sentido en el marco de una prospectiva hacia la
convergencia en términos de crecimiento económico, empleo productivo de los excedentes de población y redistribución del ingreso.
Según el enfoque neoclásico, para que una economía dual que
participa de un mercado mundial logre un proceso exitoso de convergencia se requiere emprender la ruta exportadora y de liberalización
económica antes de agotar la etapa de sustitución de importaciones.
En ese caso, y apoyado en las predicciones de la teoría del comercio internacional de Heckscher-Ohlin –citado en Krugman y Obstfeld
(2001)–, el país se especializará en la producción de bienes primarios
con ventajas competitivas, lo que acrecentará la demanda de trabajo
en el sector exportador y tenderá a acrecentar los salarios reales de los
trabajadores de menor calificación relativa. Esto a su vez permitiría
que se profundice el proceso de capitalización y absorción de fuerza de trabajo en el sector moderno industrial. Así, el crecimiento del
sector exportador impulsará la eliminación del dualismo interno y la
integración de la economía en un desarrollo sustentable. Dado que la
mayoría de los países en vías de desarrollo poseen mano de obra no
calificada en abundancia, lo que constituye un factor de la producción
19
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
bajo control de los pobres, es de esperar que la apertura del mercado
mejore la distribución de los ingresos y por lo tanto el bienestar tanto
absoluto como relativo de los sectores marginados.
En el modelo desarrollista de Lewis (1954), por el contrario, mucho antes de la eliminación completa de tal excedente de mano de obra,
el país debe emprender la apertura externa con el objeto de mantener
bajos los salarios reales por medio de dos expedientes: a) aumentar la
inmigración de mano de obra, y / o b) exportar capitales. El primer expediente fue ampliamente utilizado por los países ahora desarrollados
en la primera ola de la globalización. El segundo expediente lo constituye la exportación de capital a terceros países con mayor abundancia de
mano de obra. En ese caso, lo usual es que el país exportador de capital
invierta en un país con excedente de mano de obra, con el objeto de producir bienes con mano de obra barata, que posteriormente importará
para su uso y consumo. Por su parte, el país receptor de inversión de
capital externo para la producción comercial de exportación gana una
fuente de ocupación y de impuestos. La acumulación de capital fijo los
aproximaría a la utilización plena de los excedentes de mano de obra.
En cambio, para el enfoque estructuralista, en el contexto de una
economía periférica que se abre al mercado externo, el sistema económico puede experimentar un aumento de la inversión de capital,
pero también de la oferta excedente de fuerza de trabajo, especialmente de carácter urbano, frente a un crecimiento poco significativo
de la demanda laboral por parte de los sectores más dinámicos de la
economía. En efecto, dado un modelo de acumulación cada vez más
concentrado –en términos de capital físico, progreso técnico, recursos
naturales y capital humano- orientado a mercados externos o de altos
ingresos, la estructura económico-ocupacional tendería a fomentar la
especialización productiva, generando una mayor segmentación en el
funcionamiento del mercado de trabajo, así como incrementos permanentes en los excedentes de población (Rodríguez, 2001). El aumento de los diferenciales de productividad asociado al desarrollo de
un sector exportador o de servicios no transables, tendería a facilitar
la concentración económica a favor de corporaciones y capitales externos, los cuales tienden a controlar las innovaciones tecnológicas
que demandan los mercados de los países centrales. Estos agentes
subsumen –vía conectividad o tercerización- a una parte reducida de
los segmentos productivos-laborales, excluyendo a los sectores intermedios y de subsistencia. Este proceso podría traducirse, dependiendo de las características de los países, en: a) un aumento permanente
y sostenido en la tasa de desempleo abierto; b) un acrecentamiento
del autoempleo, sea en la forma de micro negocios o de empleo extralegal, y / o c) un aumento en las corrientes de emigración hacia el
20
Agustín Salvia
exterior. Los efectos de estos fenómenos son diversos, afectando en
forma negativa a las remuneraciones y a la distribución del ingreso.
Aunque divergentes en sus planteos, las dos primeras tesis tienen
un corolario optimista si un país logra crecer lo suficiente: en un
contexto de economía de mercado “abierta” puede llegar a un “estadio”
de desarrollo en el que no sólo comience a descender la pobreza sino
también la desigualdad. Ante este pronóstico, se hace innecesaria –e,
incluso, contraproducente- toda medida distributiva, siendo prioritario
el crecimiento económico: en las regiones más pobres el precio de
redistribuir sería obstaculizar el libre flujo de capitales y por lo tanto
no llegar al punto de giro a partir del cual empieza el desarrollo. En
cambio, desde la perspectiva estructuralista, el pronóstico es negativo:
no hay posibilidad de que el crecimiento converja en desarrollo en
un contexto de libre mercado bajo un régimen de heterogeneidad
estructural.
En efecto, según esta última perspectiva, dados los muy bajos
niveles de capitalización y tecnología que logran los sectores intermedios, se retrasa la tasa de crecimiento de los niveles medios de productividad– laboral y conjunta de los factores–, pudiendo convertirse
en negativa durante largos periodos. Al ser la productividad un factor
determinante del crecimiento económico, una disminución de ésta,
aunada a la modalidad del proceso de acumulación, tiende inevitablemente a traducirse en tasas de crecimiento económico poco dinámicas en el mediano o largo plazo. Por último, el precario crecimiento
económico, aunado a los patrones distributivos descritos, tiene efectos desfavorables aumentando – o manteniendo elevados – los indicadores de pobreza, desigualdad y marginación económica.
Por lo tanto, la viabilidad y eficiencia del desarrollo periférico
requiere de un patrón de transformación productiva más equitativo
que, superando la restricción externa, induzca el aumento de la ocupación pero también de la productividad en sucesivas “capas técnicas”, de modo de incrementar en ellas los niveles de ahorro interno, y
de mantener así ritmos elevados de acumulación, crecimiento y distribución del ingreso. El libre movimiento de los capitales promovería
el desarrollo desigual, centrando el progreso técnico en áreas cada
vez más especializadas. Por el contrario, la transformación necesaria
sólo puede ser introducida por “decisión política” por el Estado, siendo asimismo necesario un escenario político-económico tanto interno
como internacional favorables en términos de demandas económicas
y políticas.
21
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
4. REMOVIENDO SUPUESTOS NO INOCUOS
Los efectos distributivos de las teorías dualistas son abordados en la
tesis de Kuznets-Lydall5. Según ella, bajo algunas premisas, en el marco de una economía cerrada, la relación entre crecimiento y desigualdad adopta la función de una U invertida. Es decir, conduce, en una
primera etapa, al acrecentamiento de las desigualdades, las cuales llegan a un máximo en niveles intermediarios de ingreso per cápita y, a
partir de entonces, las desigualdades tienden a decrecer, conforme se
elimina el dualismo en la economía. Ahora bien, este argumento está
estrechamente asociado a algunos supuestos: a) que exista un proceso
gradual y continuo de transferencia de la población del sector tradicional al moderno; b) que se mantenga relativamente constante la
desigualdad intersectorial en el sector moderno de la economía; c) que
las productividades medias de ambos sectores se mantengan constantes, manteniéndose siempre mayores los niveles del sector moderno
que los del tradicional, y d) que el Estado cumpla un papel económico
y social activo en función de promover la convergencia. Pero estas
condiciones se presentan en el largo plazo en el contexto de una economía cerrada. En principio, nada dice la teoría sobre lo que cabe
esperar con el patrón de convergencia en el contexto de una economía
que se abre a las corrientes internacionales de inversión y comercio, a
la vez que implementa reformas radicales en materia de libre mercado
y ajuste de las funciones del Estado6.
Pero la promesa del “derrame” distributivo no sólo se apoya en
la tesis Kuznets-Lydall. La tesis neoclásica de convergencia basada
en el comercio internacional de Heckscher-Ohlin ha servido más
centralmente al Consenso de Washington para pronosticar –ex antes o ex post- sobre el efecto de bienestar que traería aparejada la
apertura económica y la libertad de mercado. Según el argumento,
la convergencia vendría de la mano de: a) un férreo equilibrio fiscal y monetario capaz de contener los procesos inflacionarios; b)
una fuerte inversión de capitales mundiales orientados a mercados
competitivos, y c) una mayor expansión de los sectores primarios
con ventajas comparativas internacionales7. En este caso, el argu5 Para mayor detalle sobre ambas tesis, véase Kuznets (1955) y Lydall (1979). Para
un desarrollo crítico de esta tesis aplicada al estudio del caso de México, véase Cortés
(2000a).
6 Para un mayor desarrollo de estos argumentos ver Hernández Laos (2009) y
Salvia (2012).
7 Un análisis de las fórmulas presentes en el llamado Consenso de Washington, así
como de los alcances y contenidos de las reformas aplicadas en América Latina, véase
Williamson (1989, 1993, 2000). Para una mayor especificación de los fundamentos
del modelo de Heckscher-Ohlin, véase Krugman y Obstfeld (2001).
22
Agustín Salvia
mento central es que la apertura comercial lleva a una reasignación de recursos hacia la producción de bienes primarios y hacia el
uso de tecnologías más intensivas en mano de obra, aumentando
la demanda de empleo no calificado, lo cual lleva a un aumento de
los salarios y en consecuencia de la equidad. En este sentido, el
consenso en los círculos de hacedores de política neoliberal indica que el trabajo no calificado (factor abundante en economías en
desarrollo) se beneficiaría de una reforma comercial, por lo que
la desigualdad distributiva caería gracias a una igualación en los
precios de los factores (Williamson, 1995; Dollar, 2001; Perry y Olarreaga, 2006).
De este modo, si se deja en libertad al mercado, el crecimiento desencadenado por los sectores más dinámicos habrá de llevar,
según fuese la profundidad de las reformas de liberalización, a una
situación de desarrollo con equidad. Si bien se reconoce que las reformas producen en lo inmediato efectos sociales no deseados, se
prevé que tales consecuencias sean transitorias. Para evitar mayores
desequilibrios se recomienda aplicar políticas compensatorias que
asistan a los sectores afectados. Ahora bien, hasta los propios defensores de las reformas neoliberales reconocen que a pesar de los
esfuerzos realizados por los países en desarrollo, después de más
de dos décadas de apertura económica los resultados en materia de
empleo, reducción de la pobreza y distribución del ingreso, no son
los esperados por la teoría. En particular, el hecho de que las transformaciones económicas generadas por las reformas estructurales
hayan aumentado la desigualdad en los países en vías de desarrollo
contradice la tesis de convergencia del comercio internacional, al
menos en los términos formulados por Heckscher-Ohlin.
De ahí los esfuerzos por encontrar argumentos “ad hoc”, los cuales continúan estando por demás vigentes en el discurso político-académico latinoamericano. Entre ellos, por ejemplo, una serie de trabajos del BID pusieron tempranamente en duda los efectos distributivos
del crecimiento en contexto de apertura económica si no se abordaban al mismo tiempo los problemas de acceso a capitales físicos y
los diferenciales de calificación y educación (BID, 1998; Londoño y
Székely, 1998). Morley (1998, 2000a, 2000b). El argumento central se
anclaba en la idea de que la apertura comercial tenía un efecto regresivo sobre la distribución del ingreso en la medida que contribuía a
una mayor diferenciación de los salarios según nivel de calificación.
En igual sentido, el Banco Mundial ha advertido que la liberalización
financiera puede disminuir el precio relativo de los bienes de capital y
por consiguiente favorecer técnicas de producción que requieren más
capital y menos mano de obra no calificada (Banco Mundial, 2000).
23
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Más recientemente, Williamson (2002, 2003) responsabiliza el problema a que el paquete de políticas no incluyó -por parte de los gobiernos- políticas para mejorar la distribución del ingreso. Ante lo cual
propone que las políticas de reformas estructurales necesitan complementarse con reformas de segunda generación, incluyendo medidas
activas para disminuir la pobreza8.
En una línea algo diferente se argumenta también que el aumento de la desigualdad tiene como fuente el desempleo generado por
los procesos de reconversión productiva. En cuanto al efecto de las
privatizaciones, algunos estudios han mostrado que tales procesos redundan en el despido de empleados, teniendo esto efectos regresivos.
Sin embargo, hay también estudios que sostienen que en el mediano
y largo plazo el efecto es inverso, y que el crecimiento generado por la
apertura termina absorbiendo a los desocupados (La Porta y López de
Silanes, 1999). Es decir, no parece haber una posición esclarecedora
de por qué la liberalización económica, incluso con crecimiento económico, fracasa en reducir la desigualdad en los términos predichos
por el modelo Heckscher-Ohlin, alejando aún más a las economías
subdesarrolladas de la convergencia.
A nuestro juicio, descifrar el problema exige un giro teórico capaz de introducir otros observables a la relación entre crecimiento,
liberalización económica y desigualdad, así como a la explicación en
ese contexto de la persistencia del subdesarrollo. Esto justamente es
lo que aporta la perspectiva estructuralista latinoamericana. Al respecto, siguiendo esta tradición es posible sostener que el desarrollo
tecnológico, el crecimiento económico y la dinámica de reproducción
social, así como sus efectos en materia de pobreza, movilidad social y
distribución del ingreso, constituyen fenómenos estrechamente relacionados con: a) el modo subordinado en que la formación social está
inserta en la división internacional de trabajo, b) el carácter heterogéneo y combinado del proceso de acumulación a escala nacional; y c) el
poder asimétrico de los agentes económicos y sociales que participan
de los procesos de acumulación, reproducción social y liderazgo político a nivel nacional, regional e internacional.
8 La posición del Banco Mundial coincide con este punto de vista. El documento
“Más allá del Consenso de Washington: las instituciones importan” (1998) insiste en
no dar marcha atrás en las políticas aperturistas y de desregulación, y recomienda
avanzar hacia una segunda generación de reformas mediante políticas de distribución
del ingreso y de reformas a las instituciones. Hemos señalado anteriormente la
perspectiva de Williamson (2002, 2003) respecto a la necesidad de profundizar las
medidas a través de la implementación de reformas de “segunda y tercera generación”
(Cortés, 2012; Salvia, 2012).
24
Agustín Salvia
En este contexto, la heterogeneidad estructural y la segmentación
de los mercados de trabajo se relacionan fundamentalmente con la
concentración del progreso técnico en unas pocas actividades productivas lideradas por grandes empresas mundiales –sea de origen nacional o multinacional-. Recordemos que para Prebisch (1949,1981)
el origen del subdesarrollo persistente se encuentra en el hecho de
que el progreso técnico de las economías periféricas se importa desde
los centros desarrollados mediante el uso de ahorro interno, el cual
resulta escaso, concentrado e insuficiente para modernizar a toda la
economía. A esto se suma el débil desarrollo de la densidad tecnológica, que no permite que el progreso técnico de algunas ramas se
derrame en forma homogénea a todo el aparato productivo9. En este
sentido, se asume que la dependencia trae consigo una diferenciación
de los ritmos de progreso técnico entre centro y periferia, o dicho de
otro modo, una “disparidad tecnológica” entre ambos. La disparidad
tecnológica tiene importantes connotaciones ocupacionales, distributivas y sobre el comportamiento del sector externo.
A diferencia de los enfoques clásicos y neoclásicos –e incluso neo
estructuralistas-, la explicación supone la existencia de países subordinados a una dinámica de acumulación que opera a escala mundial
a través de grandes grupos, alianzas corporativas y Estados imperiales, todo lo cual resulta constitutivo de relaciones “asimétricas” a
nivel internacional y a nivel interno. En este escenario, la dualidad
estructural de un país periférico habrá de agravarse a partir de abrir
su economía a la inversión de capitales externos o grupos económicos
locales que concentran los avances tecnológicos en enclaves primario-industriales exportadores, así como en los servicios de transporte,
comunicación, comerciales y financieros afines. Esto genera una creciente brecha productiva en tanto no exista un mercado interno y un
capitalismo autónomo capaz de absorber y luego desarrollar su propia base tecnológica. En la medida que la apertura comercial indiscriminada debilite el mercado interno y desplace capitales autónomos,
el dualismo habrá de aumentar, expresándose en excedentes de fuerza
de trabajo y una mayor desigualdad distributiva.
Bajo un modelo teórico de economía “cerrada”, de acuerdo con
el esquema teórico presentado, la expansión del sector moderno o
9
Actualmente, algunos neo-estructuralistas latinoamericanos recuperan en
parte esta visión causal y profundizan en los fundamentos microeconómicos de la
heterogeneidad estructural, como la dependencia al paquete tecnológico-financiero,
la brecha de productividad y las capacidades de innovación. Para estos autores, las
diferencias de productividades por rama y/o sectores se deben fundamentalmente
a factores microeconómicos relacionados con el progreso técnico (Infante, 2012;
Cimoli, 2005; Cimoli, Porcile, Primi y Vergara, 2005).
25
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
capitalista se determina por la capacidad de acumulación de capital
y la expansión del crecimiento de la demanda de productos, tanto
en el sector capitalista como en el de subsistencia. En una economía
“abierta” de carácter dualista, el proceso de acumulación de capital
en el sector moderno se ve influido por las corrientes de inversión
extranjera directa y la tecnología asociada. Según esto último, las
características que adopta el proceso de acumulación de capital en el
sector más concentrado de la economía, basado en un grado importante en la inversión de capitales externos, tiene efectos que limitan
la tasa de expansión del empleo en el sector intermedio.
Según la teoría, esto habría de ocurrir debido a varias razones:
(a) los flujos de inversión externa tienden a desplazar la formación de
capital nacional, por lo cual los países con oferta excedente de mano
de obra no logran ampliar el proceso de acumulación interna a escala
agregada; (b) al concentrarse la inversión en los sectores dinámicos,
actividades de exportación o afines y servicios intensivos en capital
humano, su producción hace poco necesaria la adquisición de insumos intermedios de carácter nacional, así como de mano de obra no
calificada, y, por lo mismo, tienden a debilitarse los encadenamientos
productivos y los mercados locales; y, por último, (c) los efectos internos de la inversión, al mantener elevadas las importaciones y la
demanda de servicios prestados por empresas externas con capital
intensivo, afectan sólo marginalmente la tasa de crecimiento del producto interno, provocando escasos efectos multiplicadores sobre la
demanda de empleo en el resto de la economía.
En este marco, la tesis estructuralista permite postular que
en condiciones de desarrollo desigual, una política de apertura sin
orientación al mercado interno y con alta concentración de capital
tendrá consecuencias regresivas debido a que: 1) frena el proceso de
transferencia de fuerza de trabajo del sector de subsistencia al moderno,
aumentando el volumen absoluto del primero, al mismo tiempo
que impide o retrae el crecimiento del sector intermedio vinculado
al mercado interno; 2) polariza la desigualdad intersectorial como
producto del aumento acelerado de las diferencias de productividad
entre sectores, con empleo diferencial de recursos humanos
calificados; y 3) ocasiona un aumento del sector de subsistencia en
grado variable dependiendo del ritmo de crecimiento demográfico, el
ciclo económico y el papel subsidiario de las políticas sociales. De tal
modo que los procesos que subyacen al incremento de la desigualdad
no serán en sí el desempleo ni el sesgo tecnológico de las inversiones,
sino la intensificación de la heterogeneidad estructural al interior de
la economía capitalista periférica, dada la imposibilidad del sector
más concentrado de absorber los crecientes excedentes de población.
26
Agustín Salvia
Es fácil prever que de darse estas tendencias tendrá lugar un
aumento de la desigualdad, y dependiendo de lo que ocurra con el
crecimiento puede o no reducirse la pobreza; aunque si esto ocurre
sólo será hasta cierto límite debido a que los diferentes modelos productivos tenderán a reproducir la heterogeneidad estructural generando excedentes de población, rezagando la productividad agregada
y dejando en situación vulnerable al sector externo. Los hechos que
llevarían a este resultado pueden ser más precisamente descritos del
siguiente modo:
(1) expansión de un sector capitalista altamente concentrado, intensivo en capital, recursos naturales o mano de obra calificada, vinculado
a actividades de exportación, industriales y de servicios que funciona
con niveles de productividad semejantes al promedio de las economías
más desarrolladas y con altas remuneraciones;
(2) retracción del sector moderno de productividad media que hace
uso intensivo de mano de obra poco calificada, en donde para sobrevivir las unidades productivas deben estrechar su subordinación al
sector más concentrado, o, en su defecto, resistir en nichos rezagados
orientados al mercado interno; y
(3) por último, crecimiento o estancamiento de un sector de subsistencia de baja o nula productividad, que hace uso intensivo de mano de
obra no calificada o de tipo familiar, con bajos ingresos, orientado a
mercados marginales y a la propia subsistencia.
De ahí que a partir de la teoría estructuralista expuesta cabe sospechar –a la vez que corroborar a través de la evidencia empírica- que la
actual etapa de crecimiento en la Argentina esté logrando un cambio
significativo en materia de convergencia en el desarrollo. Si bien las
políticas económicas, laborales y sociales han sido y pueden llegar
a ser factores proactivos en materia de crecimiento y de empleo, no
cabe confundir acciones instrumentales con las condiciones estructurales que las hacen necesarias e, incluso, pueden hacerlas inocuas
o alterar sus resultados. Ello sobre todo debido a la persistente vigencia de un modelo desigual y con estrecha integración al mercado
mundial, el cual continúa alimentando procesos de concentración; al
mismo tiempo que deja las prácticas informales de subsistencia para
el campo de la reproducción social de los excedentes de población que
esa misma dinámica de concentración genera.
27
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
5. NUEVAS CONDICIONES DE REPRODUCCIÓN Y CONTROL
SOCIAL
En un pasado reciente, bajo el modelo de desarrollo industrial fundado
en la sustitución de importaciones, el crecimiento estaba acompañado
de niveles relativamente bajos de desempleo, que favorecían la movilidad del sector informal de subsistencia hacia actividades cuasi-informales o modernas de productividad media. Pero pronto esta movilidad
social resultó seriamente clausurada, debido tanto al cierre de estas
empresas ante la competencia de sectores concentrados –nacionales
o internacionales-, así como a la presencia de una larga “cola de espera” generada por los cesanteados de las actividades reconvertidas o en
crisis, quienes pasaron a competir en los mercados secundarios y terciarios por oportunidades laborales escasas y de menores ingresos10.
Siguiendo la línea argumental hasta aquí trazada, cabe esperar
que bajo un modelo de acumulación capitalista periférico, sometido
a un contexto de liberalización económica y globalización (economía
“abierta”), la generación de excedentes de fuerza de trabajo sea una
función de la capacidad limitada que tiene el sector moderno de generar o destruir empleos plenos, así como también de las más elásticas
capacidades de creación y destrucción de empleos que ofrece el sector
informal urbano –tradicional o de subsistencia-. De esta manera, el
proceso de apertura económica introduce problemas de diversa índole
en la integración de los mercados laborales: concentración económica, diferenciales de productividad intersectorial, aumento permanente
de las actividades marginales de subsistencia y, eventualmente, regulaciones laborales, mayor emigración laboral y asistencia pública. No
siendo estos comportamientos el resultado de una falta de crecimiento sino del propio proceso de concentración, lo cual hace altamente
factible que elevados ritmos de crecimiento logren que la desigualdad
estructural se profundice en vez de retraerse, incluso a pesar de que se
reduzca la tasa de pobreza.
En este marco, si bien los trabajadores calificados logran por lo
general mejores oportunidades de inserción laboral, su utilización
como fuerza de trabajo no llega a ser plena, al menos para la mayor
parte de los sectores expulsados de actividades modernas concentradas o rezagadas o del sector público reconvertido. Una parte de los
segmentos modernos sufre la caída en el sector informal de menor
10 La mayor estructuración de los mercados más concentrados, por una parte, y
la alta concurrencia de oferta de fuerza de trabajo y de empleos de subsistencia
en los mercados secundarios, por la otra, crea escollos a la expansión del sector
cuasi-informal, inhi¬biendo el éxito de tales negocios, a la vez que obligando a los
segmentos informales de subsistencia a desarrollar actividades de mayor precariedad
y extralegalidad en el segmento terciario del mercado de trabajo.
28
Agustín Salvia
productividad, lo cual incrementa la competencia en el mercado secundario y terciario de subsistencia, agravando aún más la desprotegida situación económico-ocupacional de la población que depende
de la economía informal. En ella se refugian sectores sumergidos en
la pobreza, excluidos de la seguridad social y de los mecanismos de
información, educación, integración social y ciudadana.
En cuanto a la génesis económico-social de estos excedentes de
fuerza de trabajo, es posible reconocer una serie de mecanismos de
tipo “estructural” –intrínsecos a un contexto de heterogeneidad- que
hacen posible bajo un modelo de economía “abierta” la constitución
de una “masa marginal”11, sea como población desocupada, subocupada o emigrante, o como expresión de una situación de intermitencia
entre estas diferentes condiciones:
(a) La necesidad por parte de grandes y medianas empresas del sector moderno de aumentar la productividad (en función de incrementar su capacidad competitiva), a través de la incorporación de nuevas tecnologías y
cambios en la organización del trabajo, genera la incorporación de fuerza
de trabajo altamente especializada. En general, estos procesos han sido
favorecidos por los rápidos avances tecnológicos mundiales y la disponibilidad financiera. De este proceso también participa como agente expulsor
el Estado, mediante el cierre de empresas públicas deficitarias y de obreros
o empleados de baja calificación o con calificación tradicional (como resultado de las políticas de reducción del gasto público y de reformas administrativas). En ambos casos, debido en general a la necesidad de producir
ajustes fiscales en correspondencia con los programas de ajuste ortodoxo.
(b) La apertura comercial y la desregulación de los mercados en los sectores modernos –antes protegidos- tecnológicamente rezagados y con baja
capacidad competitiva, afecta negativamente la sustentabilidad de numerosas actividades tradicionales. En caso de superar la quiebra o cierre de
la actividad, las empresas sobrevivientes no están en condiciones de reconvertir sus estructuras tecnológico-productivas, lo hacen a través de una
11 Para Quijano, Pinto, Nun, Murmis, entre otros, los sectores marginados eran el
resultado de las reglas de funcionamiento de un capitalismo periférico de enclave
integrado al mercado mundial. En este marco surgió la tesis de la “masa marginal”
como una articulación de las teorías marxistas y del estructuralismo de CEPAL,
buscando hacer inteligible los fenómenos de desempleo, subempleo y pobreza
como fenómenos estructurales intrínsecos al modelo de desarrollo capitalista
vigente. La marginalidad lo era no con respecto a una “norma”, sino frente a las
“relaciones sociales de producción”. El planteo tenía un claro sentido de oposición
a las tesis desarrollistas que proponían una mayor integración al mercado mundial
y apertura a las inversiones extranjeras. Estos esfuerzos llevaron a la formulación
de términos relativamente similares para designar tales fenómenos: por una parte,
“masa marginal” (Nun, Marín y Murmis, 1968; Nun, 1969) y, por otro, “polo
marginal” (Quijano, 1970).
29
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
reducción del nivel de actividad, a la vez que extienden el desempleo y la
precariedad laboral. Los expulsados de estos segmentos, por lo general con
niveles medios de calificación, presionan sobre los segmentos secundario y
terciario del mercado de trabajo.
(c) Las actividades cuasi-informales preexistentes enfrentan amplias limitaciones para su reabsorción en mejores condiciones, incluso, en un escenario de crecimiento de la demanda agregada de empleo. En el pasado,
bajo el modelo de sustitución de importaciones (economía cerrada), el
crecimiento estaba acompañado por niveles relativamente bajos de desempleo que favorecían la movilidad del sector informal de subsistencia hacia
actividades cuasi-informales o modernas de productividad media. Bajo el
modelo de “economía abierta”, esta movilidad laboral se ve relativamente
clausurada, debido tanto al cierre o ruina en que caen estas empresas ante
la competencia de sectores modernos concentrados –nacionales o internacionales-, así como también a la presencia de una “cola de espera” generada por los cesanteados de las actividades reconvertidas o en crisis, quienes
pasan a competir en los mercados secundarios y terciarios por oportunidades laborales escasas y de menores ingresos.
(d) Por último, la demanda agregada de consumo bajo un modelo de economía heterogénea no sólo depende de los procesos de inversión, acumulación y reproducción capitalista que afectan tanto al sector concentrado
como a los sectores de capital intermedios. Aunque correcto, este esquema interpretativo resulta parcial si no se considera además que –bajo un
modelo de subdesarrollo dual y combinado- los excedentes generados por
los procesos anteriores se desplazan de manera forzada hacia un mercado
terciario de actividades de subsistencia de productividad nula –o, incluso,
negativa-, lo cual se ve condicionado por el marco general que imponen
tanto la dinámica de acumulación, así como también las condiciones de
reproducción social en donde las unidades domésticas cumplen un papel
activo y crucial.
En este sentido, cabe suponer la existencia de una estrecha relación
entre la dinámica de acumulación, los procesos de reproducción social, la formación de excedentes absolutos de población y la reproducción de una “economía de la pobreza” definida por su marginalidad
económica. Esta marginalidad –tal como se señaló más arriba- no
sólo se expresa en términos de desempleo sino sobre todo en la proliferación de variadas formas de subempleo vinculadas a actividades
informales de subsistencia. Por lo mismo, en ausencia de políticas de
desarrollo capaces de generar aumentos significativos de empleos productivos, sistemas de seguridad social universales y políticas públicas
efectivamente redistributivas de los capitales físicos y simbólicos en
juego, cabe esperar que la reproducción social de los excedentes de
población dependa en buena medida de las estrategias defensivas lle-
30
Agustín Salvia
vadas a cabo por los hogares afectados por la marginalidad económica, el cual a su vez depende de la intensidad del “goteo” que tengan los
sectores dinámicos sobre los mercados locales y, en igual sentido, las
políticas destinadas a asistir económicamente a dichos sectores.
Ahora bien, este proceso encuentra diferenciales importantes según se trata de una fase expansiva o recesiva del ciclo económico.
En condiciones de expansión económica, si bien la mayor demanda
de empleos productivos reduce la desocupación de los sectores intermedios, al mismo tiempo este proceso garantiza la reproducción
de la masa marginal “afuncional” alrededor de un sector informal en
crecimiento. De esta manera, durante estas fases se hace mucho más
factible tanto la subsistencia económica como el control social de los
excedentes marginados, sin que sea necesario establecer conflictivas
negociaciones políticas ni económicas con los sectores oligopólicos
y concentrados de la estructura económico-ocupacional. En cambio,
en los momentos de crisis la intervención directa del Estado resulta
imprescindible y urgente. Por su intermedio resulta fundamental que
los excedentes de población pueden ser “apaciguados” en función de
garantizar la cohesión del orden social que requiere el pacto de gobernabilidad vigente. Cada nueva retracción económica deja como consecuencia una fuerte baja absoluta o renovación con mayor precariedad
de los empleos de subsistencia. La masa marginal se moviliza entonces demandando a los sectores modernos condiciones básicas de subsistencia. Cada vez más, ello se hace siguiendo estrategias individuales, domésticas y comunitarias “extra legales” que tienden de manera
potencialmente “disfuncional” a poner en riesgo la institucionalidad
económica, el orden social e, incluso, el régimen de gobierno. En tales
condiciones, las transferencias condicionadas de ingreso constituyen
una pieza clave del control social.
De esta manera, la política social del Estado -en tanto encargado
de regular los mercados y garantizar el control (cohesión) social-,
así como las estrategias de aprovechamiento de recursos productivos propios y comunitarios que movilizan los hogares, asumen bajo
el actual modelo económico un papel central en la gestión social
de los excedentes de población. En lo fundamental, tal vinculación
lleva a potenciar el impacto que pueden tener las estrategias domésticas sobre los procesos socio-demográficos, la organización del
mercado de trabajo, en el patrón de distribución del ingreso y la
evolución de la pobreza e, incluso, en los niveles de estabilidad social y control político interno que logra alcanzar el sistema (Salvia,
2007, 2010).
En este marco, cabe esperar que tengan especial proliferación
una serie de estrategias domésticas que hacen posible la supervivencia
31
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
de los marginados en condiciones de relativo control social: (a) estrategias reproductivas orientadas a alterar la organización y/o composición del grupo doméstico con el fin de mejorar los balances reproductivos al interior del grupo; (b) desarrollo de actividades informales
-legales, extralegales o ilegales-, por lo general de muy baja productividad, con lógicas de funcionamiento diferentes a la informalidad
tradicional; y (c) estrategias de migración nacionales y transnacionales desde mercados atrasados, con elevados excedentes de fuerza de
trabajo y bajas remuneraciones, hacia mercados con mayor desarrollo
relativo y mejores remuneraciones, en donde la producción de bienes
y servicios enfrenta escasez relativa de fuerza de trabajo12.
Por su parte, la política social del Estado está obligada a sostener
una serie de servicios públicos sociales (como son la educación, la
salud, la seguridad social, etc.), que, aunque devaluados en su calidad
(en comparación con los servicios que logran prestar los sectores privados), llegan a ser muy costosos a nivel fiscal. En paralelo a ello, una
multiplicidad de programas asistenciales de transferencia de ingresos
sirven para desplegar nuevas formas de reclutamiento político-social
funcionales al control de los sectores más afectados por la pobreza.
En este mismo sentido, surge como un hecho novedoso la constitución de “cuasi-mercados” formados por sectores reclamadores y por
una oferta variada de programas de transferencia condicionada de
ingresos dispuesta a asistirlos (la llamada “economía social” o “economía popular”). En este marco, es claro que desde la perspectiva
de los hogares marginados, el acceso a estos mercados constituye un
componente clave de la subsistencia, sobre todo cuando el ciclo económico está en baja y, por lo tanto, el goteo de los mercados se reduce.
Para ello los hogares tienden a ajustar su estructura, organización y
capacidad de agencia en procura de acceder, sostener y/o ampliar estos beneficios13.
12 Este tipo de estrategias permite a los hogares con excedentes de población
reducir gastos de consumo, a la vez que proveerse de transferencias de ingresos, sin
necesidad de un desplazamiento completo del grupo (lo cual podría implicar perder
las redes locales de ayuda mutua, volviendo la reproducción más costosa). Sobre este
nuevo tipo de estrategias de movilidad migratoria, así como sobre las importantes
alteraciones que experimentan las pautas de reproducción económica y social de los
hogares, ver Ariza y Portes (2008).
13 Una amplia serie de estudios cualitativos examinan para el caso argentino este
tipo de estrategias de subsistencia, mostrando el modo en que ellas se articulan con
procesos reproductivos de orden político-institucional asociados al control social.
Véanse, por ejemplo, los trabajos compilados por Mallimaci y Salvia (2005); Salvia y
Chávez Molina (2007); entre otros.
32
Agustín Salvia
De esta forma, el modelo político-económico parece lograr un
alto grado de cohesión social pero no por su capacidad para sumar a
una porción cada vez mayor de excedentes de población sino gracias a
que el goteo de los mercados dinámicos y el gasto público social focalizado permiten subsidiar estrategias domésticas y comunitarias destinadas a reproducir la subsistencia de quienes sobreviven en la marginalidad económica. A partir de lo cual se hace evidente que, dado
un modelo de acumulación y distribución fundado en un desarrollo
concentrado, dual y combinado, que promueve la producción de excedentes absolutos de población, es clave transformar en “afuncionales”
los excedentes absolutos de población. Esto, incluso, aunque en determinados momentos se pongan en peligro equilibrios macroeconómicos, dado que en su defecto lo que se pondría en riesgo sería la propia
gobernabilidad del sistema político-institucional.
6. SOBRE FICCIONES Y CONTRADICCIONES DEL DESARROLLO
El sendero seguido por el patrón de modernización latinoamericano
parece fortalecer la hipótesis de que bajo el actual modelo global de
acumulación poco o nada puede hacerse sin una adecuada resolución
de las condiciones de externas de aislamiento regional y de subordinación financiera, e internas en materia de heterogeneidad estructural y
selectividad regresiva de las políticas de distribución del ingreso y de
la riqueza acumulada. No menos relevante resulta confirmar que ha
ocurrido tanto bajo un modelo de políticas “neoliberales” como bajo
un modelo “neodesarrollista”, con tipo de cambio alto o tipo de cambio devaluado, en condiciones de crisis económica como de expansión
económica, con alianzas políticas conservadoras como con consensos
progresistas, etcétera.
Aunque cueste reconocerlo, es evidente que ningunas de las opciones polares aplicadas en el caso que nos ocupa fueron capaces de
resolver –por vía de un fenomenal crecimiento ni a través de una masiva política asistencial- la inclusión de la marginalidad estructural que
alimentan a los excedentes absolutos de población no “necesarios” al
desarrollo capitalismo periférico. En definitiva, al menos el problema
al que nos enfrentamos no parece devenir del campo “simbólico” sino
“estructural” (el cual, en realidad no es menos simbólico): el desarrollo capitalista argentino continúa siendo dependiente de una división
internacional del trabajo y de patrones internos de concentración y
distribución del ingresos que hacen imposible que el conjunto de su
población logre participar del desarrollo económico y de un sistema
de integración social.
En efecto, los límites estructurales del último proceso de modernización correspondiente al caso argentino deben ubicarse a partir de
33
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
la emergencia y profundización de una matriz económico-institucional más heterogénea, desigual y subordinada que la vigente tres o cuatro décadas atrás. Ella ha sido capaz de fluctuar siguiendo los ciclos
económicos, pero alrededor de una tendencia de claro retroceso en
términos de pobreza para las diferentes capas sociales de excluidos,
generados tanto por la modernidad “inconclusa” como por el “exceso”
de modernidad en el contexto de la liberalización económica. En este
marco, la marginalidad se ha constituido como parte de una “transición permanente”.
Las consecuencias directas de estos procesos de cambio estructural en el modelo de desarrollo se hacen visibles a través de dos hechos
relevantes, y relativamente novedosos para la sociedad argentina: a) el
desarrollo de una marginalidad económica asociada a un aumento de
excedentes absolutos de una población excluida de todo progreso; y b)
la proliferación de estrategias, planes, programas y acciones en materia de política social centralmente orientada a proveer de una transferencia monetaria de ingresos hacia los sectores más necesitados y
conflictivos de esa masa marginal. En este marco, un contexto interviniente no menos importante es que los momentos de crecimiento
económico han estado acompañados de un aumento o persistencia
de la desigualdad estructural, aunque no así necesariamente en materia de distribución del ingreso. En este marco, incluso la exclusión
social ha seguido reproduciéndose acompañada de un aumento de las
capacidades de consumo de los hogares más pobres. Asimismo, durante los momentos de baja del ciclo, ambos tipos de fenómenos han
tendido en general a agravarse, incluida la pobreza extrema, exigiéndosele al Estado políticas cada vez más comprometidas en materia de
transferencias monetarias, a la vez que insuficientes para resolver los
problemas de exclusión estructural.
Por lo tanto, si nada cambia en el campo del patrón de desarrollo,
lo más factible es que ocurra lo que ha venido aconteciendo durante las últimas décadas: las demandas de empleo y ciudadanía plenas
habrán de subordinarse a objetivos devaluados en materia de control
(cohesión) social, los cuales procurarán mantener la paz interna a un
mínimo costo económico y político, pero sin necesidad de garantizar
una efectiva integración social de los sectores excluidos por este proceso. En este marco, las políticas orientadas a distribuir el gasto social
-en tanto instrumentos que procuran subsidiar la reproducción social
bajo un mínimo de cohesión-, así como las estrategias de aprovechamiento de recursos productivos familiares, sociales y comunitarios
que movilizan los hogares, cumplen un papel clave en la administración de los excedentes de población, con efectos directos sobre una
serie de variables socio-demográficas, el funcionamiento de los mer-
34
Agustín Salvia
cados de trabajo, y por ende, en el patrón de distribución del ingreso
y la evolución de la pobreza.
Bajo este contexto, un hecho relativamente novedoso se observa
a partir de que los excedentes de población encuentran en las
políticas sociales un extenso mercado de subsistencia asociado a
reglas de intercambio político-institucional. Todo lo cual logra ser
particularmente funcional al meticuloso control político que requiere
el programa de concentración económica para que la marginalidad
económica no se convierta en “disfuncional” al pacto de dominación
vigente. En este punto, no deja de sorprender como la historia parece
volver sobre sus propios pasos enriquecida de observables, mostrando
una marginalidad fragmentada donde los excedentes de población
continúan reproduciéndose acompañando a la nueva modernidad que
ofrece la globalización.
7. UN RECORRIDO POR ESTE APORTE
Como resultado de las contribuciones de las distintas líneas de investigación que reúne el Programa Cambio Estructural y Desigualdad
Social (IIGG-UBA), se compilan en este libro distintos trabajos organizados en dos secciones de acuerdo a sus principales preocupaciones. Los mismos analizan desde una perspectiva estructural aspectos
fundamentales para pensar la desigualdad en Argentina durante la
post convertibilidad, comparando en algunos casos las tendencias registradas en esta etapa con aquellas propias de la década de los noventa y con las de otros países. Los estudios abarcan aspectos económicos
y socio-ocupacionales, al igual que otros asociados al bienestar de los
hogares y de sus individuos, y al mercado de trabajo. A través de este
amplio recorrido temático se persigue dar cuenta de la persistencia
en el tiempo de una desigualdad estructural que los distintos modelos
políticos-económicos no han logrado superar.
En la primera sección titulada Reproducción y Bienestar Social de
los Hogares los autores debaten sobre el efecto de las distribuciones de
ingreso laborales y no laborales, haciendo especial énfasis en la articulación entre el mercado de trabajo y las políticas sociales, y el impacto
que todo ello tiene en el bienestar de los hogares. Emilio Ayos y Jésica
Pla realizaron el capítulo “Trabajo, condiciones de vida y bienestar. Un
análisis de las fuentes de ingresos individuales y familiares en perspectiva comparada. España y Argentina” quienes, en la misma línea de los
trabajos anteriores, presentan un análisis de las fuentes de ingresos
laborales y no laborales al interior de la estructura de clases de manera
comparativa para Argentina y España. El artículo se organiza explicitando la centralidad de la institución familiar y sus dinámicas en relación a la provisión de bienestar. Los autores también discuten sobre
35
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
el papel del Estado en las sociedades en cuanto a sus intervenciones
sociales en las estrategias de reproducción de los hogares.
Por su parte, Santiago Poy en “Cambios en el mercado de trabajo,
en las políticas sociales y sus efectos en las condiciones de vida familiares en la Argentina post-reformas (2003-2014)”, nos introduce en un
análisis sobre los cambios en las condiciones de vida familiares haciendo énfasis en la importancia que tienen los hogares –muchas veces relegados a un segundo plano como unidad de análisis- junto con
el papel de las políticas sociales para comprender la reconfiguración
en la distribución del ingreso durante el ciclo post reformas estructurales en nuestro país. De esta forma, nos presenta no sólo un repaso
sobre los cambios en el sistema de políticas sociales en el período de
la post convertibilidad, sino también un modelo de descomposición
del ingreso per cápita familiar que permite apreciar el papel que éstas
jugaron en el bienestar de los hogares.
Guillermina Comas nos trae “Heterogeneidad del mercado laboral y
estrategias familiares de vida en la Argentina actual”, en donde analiza
el importante efecto que la calidad de las inserciones laborales continúa teniendo sobre el bienestar de los hogares pese a la precarización
que sufrió el mercado de trabajo argentino en las últimas décadas,
tomando los años finales de la post convertibilidad. La autora plantea
que parte de dicho efecto es la determinación del uso o no de las provisiones por parte del Estado, y la forma en que esto condiciona las
estrategias reproductivas de las familias, especialmente en las decisiones en torno a la división del trabajo.
En la segunda sección denominada Estructura Social del Trabajo
se discute sobre las inserciones laborales y la calidad de las mismas,
y qué características adquieren éstas según contextos, períodos, grupos sociales y etarios diferentes. En el primer trabajo, Agustín Salvia, María Noel Fachal y Ramiro Robles presentan “Condicionantes
sectoriales e institucionales en el efecto de la educación en los ingresos
laborales”. La hipótesis central de este artículo es que los factores estructurales, en especial, las heterogeneidades sectoriales, juegan un
papel importante y cada vez mayor conforme avanzan los períodos
bajo estudio en las diferencias de los ingresos laborales. Discutiendo
con las perspectivas teóricas que centran su atención en los cambios
educativos de la fuerza de trabajo, o bien, en los cambios en materia
de políticas y regulaciones laborales, como principales factores explicativos de estas diferencias, realiza una comparación entre las principales tendencias registradas para el período de la convertibilidad y el
de la post convertibilidad.
Por su parte, María Berenice Rubio y Agustín Salvia, en “La calidad del empleo y diferencias por sexo en las inserciones sectoriales de
36
Agustín Salvia
los jóvenes argentinos durante la post convertibilidad” avanzan sobre
las discusiones en torno a la estructura de oportunidades laborales
específicamente para el universo de jóvenes; uno de los subconjuntos
más vulnerables de la fuerza de trabajo ocupada. Tomando en consideración el período de la post convertibilidad en sus distintas fases,
los autores aportan una serie de análisis exploratorios sobre los diferenciales por sexo en el total de aglomerados urbanos de nuestro país.
Eduardo Chávez Molina nos trae “¿Trabajador educado, trabajo
calificado? Un análisis de los niveles educativos y calificación del empleo de mujeres y varones activos en la Argentina”. Teniendo en cuenta
el ímpetu que en los últimos años se le ha dado en nuestro país a la
educación superior como promesa de un futuro mejor –y siendo que
en los estudios tradicionales de movilidad social es uno de los factores
explicativos principales de las probabilidades de ascenso-, el autor indaga sobre la valoración de la educación superior. Además, examina
–tomando el año 2017 como ventana de estudio- el vínculo entre la
misma y su nexo con las tareas de calificación contemplando la edad,
el género y la clase social.
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez en “La desigualdad
en el acceso al mercado de trabajo para residentes en espacios urbanos
informales del Área Metropolitana de Buenos Aires (1974-2014)” aportan su mirada en torno a la desigualdad, precariedad e informalidad
laboral, pero específicamente respecto al acceso a la ciudad de los sectores populares. En este sentido, plantean a las villas de emergencias
y los asentamientos como parte de las múltiples formas desarrolladas
en el espacio urbano, explorando especialmente su incidencia como
mecanismo reproductivo de las desigualdades, y ofreciendo una caracterización de los problemas de empleo que afectan a los residentes
de estas áreas urbanas informales. Los autores elaboran una compleja
tarea de comparación histórica, pensando el desigual acceso a oportunidades del mercado de trabajo en diferentes contextos económicos
para el período 1974-2014 en nuestro país.
Los autores de los distintos artículos forman parte del Grupo de
Trabajo “Heterogeneidad Estructural y Desigualdad Social”, seleccionado para el período 2016-2019, por el Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO). Si bien este libro ha sido el resultado de
las contribuciones pertenecientes al nodo de Argentina (IIGG-UBA),
este Grupo de Trabajo también está integrado por el Departamento de
Sociología - DS/UDELAR (Uruguay); Instituto de Ciencias Sociales ICSO (Paraguay); Instituto PENSAR de Estudios Sociales y Culturales
- PENSAR/PUJ (Colombia); Programa Universitario de Estudios del
Desarrollo - PUED/UNAM (México). Entre las principales preocupaciones que motivan el trabajo de este Grupo se encuentra recuperar la
37
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
perspectiva de la heterogeneidad estructural para avanzar en el análisis del desarrollo regional, y actualizar desde una mirada crítica la
preocupación por identificar los retos que hagan posible alcanzar un
estilo de desarrollo que supere las dificultades presentadas por estructuras productivas heterogéneas.
La compilación de estos trabajos no hubiera sido posible sin el
marco institucional del proyecto UBACYT 2014-2017 “Heterogeneidad
estructural, desigualdad distributiva y nuevas marginalidades sociales.
Reproducción histórica de un modelo socio-económico cada vez más
concentrado y excedentario en fuerza de trabajo (1974-2014)” y el del
FONCYT BID PICT 2016-4641 “Heterogeneidad estructural, desigualdad
distributiva y nuevas marginalidades sociales. Argentina urbana: 19742014”.
Asimismo, los autores aquí presentes, con sede tanto en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG-UBA) como en el Observatorio de la Deuda Social (ODSA-UCA), integran la Red Internacional para el Análisis Comparado de las Desigualdades Sociales
(INCASI). Dicha red tiene como objetivo la creación y consolidación
de una red de investigación y formación entre Europa y América
Latina. Para ello desarrolla el proyecto Tendencias globales en las
desigualdades sociales en Europa y América Latina explorando vías
innovadoras para reducirlas a través de la investigación de trayectorias educativas, ocupacionales y de vida para afrontar la incertidumbre, entre enero de 2016 y diciembre de 2019, financiado por el
programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea. La participación
en esta red ha dotado de un fuerte enriquecimiento a nuestros avances de investigación.
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PRIMERA SECCIÓN
Reproducción y bienestar
social de los hogares
Dr. Emilio Jorge Ayos*1
Dra. Jésica Lorena Pla**2
TRABAJO, CONDICIONES
DE VIDA Y BIENESTAR
UN ANÁLISIS DE LAS FUENTES DE INGRESOS
INDIVIDUALES Y FAMILIARES EN PERSPECTIVA
COMPARADA. ESPAÑA Y ARGENTINA***3
1. INTRODUCCIÓN
En el presente artículo se desarrolla un análisis comparativo entre
España y Argentina, de la asociación entre los estratos que componen
las clases sociales y las fuentes de ingresos. Al hacerlo, consideramos
la composición de ingresos, tanto individuales como (particularmen-
* Doctor en Ciencias Sociales (UBA) Investigador Asistente del CONICET en el
Grupo de Investigación sobre Políticas Sociales y Condiciones de Trabajo del
Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA)
** Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Investigadora Asistente CONICET,
Investigadora del Instituto Gino Germani en el marco del Programa
Cambio Estructural y Desigualdad Social. Directora del proyecto UBACYT
20020150200260BA (2016-2018) “La relación entre los procesos de movilidad
social, las clases y los modelos de regulación en las esferas productiva, laboral
y de protección estatal en los últimos 25 años. Análisis dinámico de la desigualdad en el AMBA”.
*** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado por
el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr. Pedro
López Roldán. Este artículo refleja la opinión del autor. Las instituciones referidas no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que
contiene.
49
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
te) de los hogares en tanto forma de aprehender las modalidades de
satisfacción de necesidades y la producción de bienestar. En este sentido intentamos retomar la discusión sobre las formas de articulación
entre las diferentes instituciones que participan en la provisión del
bienestar, es decir, los debates sobre los diferentes regímenes de bienestar que organizan a las sociedades capitalistas contemporáneas. Recuperando una perspectiva comparativa, en especial una agenda de
comparación entre América Latina y Europa, o en general, las llamadas entre economías dependientes y economías centrales.
De modo más general, buscamos aportar a la discusión sobre el
papel del Estado en las sociedades latinoamericanas, en particular en
cuanto a sus intervenciones sociales y al rol que cumple en la regulación de las condiciones de vida y reproducción de la vida de los diferentes grupos y estratos sociales. El aporte a esta discusión nos parece
especialmente significativo en un contexto donde los debates políticoculturales y algunas reorientaciones políticas recientes han puesto en
el centro la cuestión de la relación entre trabajo y políticas sociales en
la experiencia reciente del “giro a la izquierda” en la región, señalando
la excesiva intervención social en detrimento de las fuentes de ingresos laborales “genuinos”. Entendemos que la aproximación comparativa puede nutrir el debate y poner en su justo lugar la interpretación
de los procesos de reconfiguración de las modalidades y orientaciones
estatales en algunos países de América Latina, países históricamente
dependientes y con sistemas de protección que distan mucho de los de
las economías centrales.
De manera general, entonces, lo que haremos será poner en relación las esferas del Estado, el mercado y las provisiones ligadas al
hogar, la familia y la comunidad, dentro de una discusión más general, como dijimos anteriormente. En particular, la composición de las
fuentes de ingresos aparece como un elemento central para analizar
los procesos sociales de provisión del bienestar y de la organización de
la relación trabajo-protecciones; es decir, para dar cuenta de las estrategias, recursos y capacidades con las que cuentan los individuos y los
grupos sociales para afrontar la incertidumbre y los riesgos propios de
la sociedad de clases.
¿Por qué abordar la comparación de la composición de ingresos
de los hogares a partir de la clase social? Como ya ha sido vastamente
dicho y escrito (Pla, 2016) el concepto de clase ha vuelto a la escena
de los estudios del campo de las ciencias sociales en América Latina,
y los esfuerzos en ese sentido convergen con una tradición europea
en el campo. Este concepto permite poner de relieve desigualdades
estructurales, pues remite, en su definición epistemológica misma, a
la desigualdad crucial que atraviesa el sistema capitalista: el hecho de
50
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
que sólo una mínima parte es dueña de los medios de producción, y
las inmensas mayorías se ven obligadas a vender su fuerza de trabajo
para poder reproducir su vida cotidiana, individual y familiar. Desde esta perspectiva este concepto toma especial relevancia en nuestro continente, un continente estructuralmente desigual, en el cual
las desigualdades de clase adquieren especificidades, cristalizan en
la estructura social, y se reproducen inter generacionalmente. Ahora
bien, estudiar las clases sociales implica estudiar los procesos que la
conforman, y el modo en que las mismas van mutando en el devenir
histórico, a la luz de cambios políticos institucionales y los consecuentes cambios económicos que los mismos motorizan.
Sintetizando, entendemos a las clases sociales como evidencia de
un fenómeno socio-histórico propio de las sociedades capitalistas que
permiten evidenciar que las mismas son estructuralmente desiguales
y no aparecen como algo “natural”, sino como resultado de un proceso
histórico. Es decir, el proceso de estructuración de las clases sociales
se da a partir de la relación entre estas, los estratos que la componen
y en torno a un eje principal, la inserción en el mercado y el conflicto
que las heterogéneas oportunidades o recursos asociados a cada clase
generan: ser trabajador o ser capitalista evidencia una posición desigual en torno a las relaciones de producción y de poder.
Así, despojada la mayor parte de la población de los medios de
producción propios, emerge la problemática central del modo de producción capitalista: esa (gran) parte de la población puede, en algún
momento de su vida, verse imposibilitada de vender su fuerza de trabajo (ya sea porque se enfermó, se accidentó, porque años de trabajo
lo imposibilitan de seguir haciéndolo, porque no consigue empleo por
motivos estructurales al desarrollo económico, y toda una serie de
acontecimientos que pueden ocurrir a lo largo de la vida de las personas que comprometen su capacidad para insertarse en el mercado de
trabajo), y de ese modo, no poder contar con los medios para reproducir su vida cotidiana. La cuestión social pone de manifiesto esta tensión y esta situación de riesgo, y se constituye como la problemática
fundamental de las sociedades modernas frente a la cual los diversos
regímenes políticos deben elaborar una “respuesta”, en términos de
políticas que, en conjunto con los procesos económicos, moldean la
estructura de clases de cada sociedad particular. Entonces, ¿es posible
pensar los procesos de estratificación desde una mirada que no articule estas cuestiones relacionadas al riesgo, cuestión social y rol del
Estado? Sostenemos que no. La mirada sobre la estructura de clases
y la desigualdad social no puede estar escindida del análisis sobre el
modo en que los Estados responden a la cuestión social, destinan o
dejan de destinar recursos para hacer frente a la misma, para definir
el modo en el cual como sociedad se da una respuesta a los riesgos
51
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
sociales de la vida bajo la desigualdad que supone el sistema de clases.
Las clases sociales, entonces son definidas, en base a su inserción
en la estructura social, y asumen un papel de variable temporalmente
anterior a las características que las mismas adquieren en relación
al mercado de trabajo. Es decir, se entiende la desigualdad entre individuos en «paquetes de recompensas sociales» y oportunidades de
vida como una consecuencia de la pertenencia de clase, y no como
un rasgo definitorio de éstas. El supuesto es que las relaciones que se
entablan en la esfera laboral cumplen un papel clave en la generación
y distribución de las desigualdades sociales (Solís y Boado, 2016).
En pos de abordar este objetivo, el siguiente artículo se estructura en las siguientes partes. Una primera caracteriza y sintetiza los
procesos históricos de los dos países analizados a partir de las dimensiones de los sistemas de protección social y la estructura de clases. A
continuación se aportan especificaciones metodológicas sobre el tratamiento de los datos. Finalmente, el apartado empírico analiza de
manera comparativa las diferentes fuentes de ingreso, el peso de cada
una de estas fuentes, la composición de las mismas y el modo en el
cual se distribuyen los perceptores al interior del hogar. Finalmente,
se sintetiza con una mirada comparativa y una reflexión sobre el desigual tratamiento de la desigualdad social por países.
2. ESTRUCTURA SOCIAL Y PROTECCIÓN SOCIAL EN CLAVE
COMPARADA: ESPAÑA (Y SU ESPECIFICIDAD DENTRO DE
EUROPA) Y ARGENTINA (Y SU ESPECIFICIDAD DENTRO DE
LATINOAMÉRICA)
2.1. LOS ARREGLOS INSTITUCIONALES WELFARISTAS EN
ARGENTINA Y ESPAÑA
Si bien en las primeras décadas del siglo XX comienza a observarse algunos tenues trazos de estatalización de la protección social, la
tendencia hacia la intensificación y cristalización de los procesos de
configuración de arreglos institucionales welfariestas en la Argentina
se desata a mediados de la década del cuarenta. El aumento en la regulación estatal de las relaciones laborales en el sentido de configurar
“estatutos de garantías” tendiente a la organización de una condición
asalariada altamente protegida tuvo en la extensión de la lógica del
seguro social uno de los ejes fundamentales, en un contexto de economías fuertemente reguladas estatalmente que tendían al pleno empleo.
Esta centralidad de la seguridad social y de la lógica del seguro social
en los modos en que se estructuraron los arreglos de bienestar en Argentina se expresó en la producción de la figura o sujeto social que estas intervenciones construyeron como su eje articulador: la expansión
52
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
de los derechos sociales no estuvo dada a partir de la figura del ciudadano o la extensión de la noción de ciudadanía, sino que se organizó a
partir de la imagen del trabajador asalariado y específicamente de los
trabajadores asalariados formales. Esta tendencia ha sido problematizada por la bibliografía especializada en términos de la tensión entre
una extensión de la protección y su fragmentación: el estrecho vínculo
entre beneficios y condición salarial se tradujo en la proliferación de
desigualdades cuantitativas y cualitativas entre clases pero, aún más,
entre estratos. Dinámica que con particular intensidad signó el desarrollo de los ámbitos de la previsión social, a partir de la organización
de cajas sectoriales, y del seguro social de salud, con la configuración
de las “obras sociales” sindicales (Grassi, Hintze y Neufeld, 1994; Torre
y Pastoriza, 2003; Danani, 2005; Soldano y Andrenacci, 2006; Belmartino, 2007; Grassi y Danani, 2008; Danani y Hintze, 2011).
La construcción del sistema de protección argentino conjugó también áreas que no se construyeron a partir de la lógica del seguro social
sino que tuvieron una impronta universalista. El ámbito que de manera más cabal expresó esta orientación fue sin duda la política educativa: esta etapa implicó la extensión y masificación de la educación
media y secundaria, en el contexto de un renovado crecimiento generalizado, luego de la extensión de principios de siglo, y la emergencia
de la preocupación por la vinculación de los procesos y estrategias de
instrucción con la estrategia económica y sus necesidades productivas (Grassi, Hintze y Neufeld, 1994; Soldano y Andrenacci, 2006). El
otro sector que puede inscribirse en esta tradición es el sector público
hospitalario: la expansión de la red de hospitales públicos y de su capacidad de atención fue intensa durante el período 1945-1955, aunque
los proyectos de organización y centralización quedaron relativamente
truncos. Luego, muestra una tendencia decreciente en la calidad de
las prestaciones y su configuración como instancia “residual” para los
sujetos que no accedían al seguro social o a los seguros privados de
medicina prepaga (Soldano y Andrenacci, 2006; Belmartino, 2007).
Uno de los ejes de la reorientación neoliberal de las modalidades
de intervención estatales que comienza en la década de 1970 apuntó a
desandar este proceso de extensión de derechos sociales, descentrando a la seguridad social en el campo de la política social. A su vez, si
a mediados de siglo el sector de la asistencia se configura como un
ámbito “marginal” (Soldano y Andrenacci, 2006; Danani, 2005) la reforma neoliberal le otorgará renovada importancia. En este sentido,
la seguridad social y la legislación laboral fueron construidas como
“áreas clave” de la reforma en relación a los lineamientos de la nueva
estrategia económica, que identificaba la reducción del gasto público
social como solución a la restricción fiscal y la flexibilización laboral
53
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
como medio para aumentar la productividad del trabajo y así enfrentar
la restricción externa (Cortés y Marshall, 1999; Soldano y Andrenacci,
2006). El caso de mayor intensidad en el ámbito de la seguridad social
lo constituyó la reforma del sistema previsional que se aprobó en el
año 1993 que se mostró como “emblema” de los principios de la reforma: “…individualización del principio de la protección, privatización
mercadista con contraparte residual asistencialista (…)…resultados de
desprotección abierta, tales como disminución de la tasa de cobertura,
bajas garantías, mayor dependencia del aporte estatal con des financiamiento público, etc.” (Danani y Hintze, 2011).
Este descentramiento del principio de la seguridad social en el
campo de las políticas sociales es el correlato de la nueva centralidad
que adquiere la asistencia, no sólo como “sector” de políticas, sino
como grilla discursiva organizadora de formas de intervención que retoma una tradición asentada en el principio de la necesidad, y en los
sujetos, sus características y comportamientos, es decir, alejada – aunque experiencias históricas intentaron reconfigurar esta lógica – de una
noción de derechos. La asistencialización de las políticas sociales que
se produce en este período se expresa en la proliferación de múltiples
programas asistenciales, que mediante la búsqueda de la eficiencia a
partir de la técnica de la focalización, seleccionan sus poblaciones objetivo sobre sus específicas carencias individuales. Proceso que hemos
conceptualizado como una tendencia hacia la individualización de la
protección social (Danani, 2005). A la vez, este proceso de asistencialización se observa en la colonización por esta racionalidad de ámbitos de política sociales en los que primaban racionalidades diferentes,
mientras la seguridad social, como dijimos, es objeto, globalmente, de
reformas que generan espacios de mercados.
Si bien estas son las dinámicas que reconstruyen el “sector” de
la asistencia, desde mediados de la década del 2000, podemos observar un conjunto de transformaciones sumamente significativas, que
marcan ciertos procesos tendientes hacia una recentralización de la
seguridad social en el campo de las políticas sociales. En él pueden observarse una mayor intensidad en las tendencias de “contrarreformas”,
entendiendo a este concepto como un conjunto de políticas que basan
su legitimidad en una confrontación a los sentidos que organizaron las
políticas neoliberales de la década anterior (Grassi y Danani, 2008).
En el ámbito de la previsión, primero con una intensa ampliación de
la cobertura (fundamentalmente a partir de lo que se conoció como la
“Moratoria Previsional”) y con el incremento en el nivel de los beneficios, a partir de la sanción de diferentes aumentos del haber mínimo y
con la sanción de la Ley de Movilidad Previsional en el año 2008. Pero
fundamentalmente con la eliminación del régimen de capitalización
54
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
en el mismo año, y la consiguiente creación del Sistema Integrado Previsional Argentino bajo la modalidad de reparto, contraponiendo una
orientación “garantista” acerca de la responsabilidad pública y estatal
sobre la seguridad social frente a los contenidos individualizantes y
privatistas de la reforma del año 1992 (Danani y Hintze, 2011).
Esta tendencia hacia una recentralización de la seguridad social
en el campo de las políticas sociales argentinas encuentra otro de sus
momentos de mayor intensidad en una intervención que reconfiguró
las relaciones entre seguridad social y asistencia, marcando una disrupción con las lógicas de los programas asistenciales laborales predominantes: nos referimos a la reforma del sistema de asignaciones
familiares que implicó la creación en el año 2009 de la Asignación Universal por Hijo para la Protección Social - AUHPS (Decreto 1602/9),
que extiende una intervención de la seguridad social que hasta el momento alcanzaba a los trabajadores asalariados formales, hacia los
trabajadores informales y desocupados. No nos detendremos aquí en
los sentidos que la política repuso en los debates acerca de la tensión
trabajo – ciudadanía en la política social y en especial en los debates sobre un ingreso “universal” o “ciudadano” (ver Hintze y Costa,
2011), pero si diremos que la AUHPS reconfiguró esta relación entre
seguridad social y asistencia proponiendo una racionalidad social de
la protección y los derechos sociales para amplios sectores, revirtiendo
una tendencia histórica: si la reorientación neoliberal de la política
social (con sus diferentes vertientes, como analizamos) implicaba que
la asistencia como grilla interpretativa y de intervención colonizaran
otros “sectores” de políticas que se organizaron bajo modalidades diferentes, la AUHPS extiende la noción de seguridad social a poblaciones
que anteriormente eran reconstruidas por las políticas asistencialistas
y minimalistas (Álvarez Leguizamón, 2006; Lo Vuolo, 2009; Hintze y
Costa, 2014).
Si hasta aquí hemos caracterizado al sistema de protección argentino en su evolución histórica, nos gustaría ahora avanzar en su análisis en cuanto a los estudios comparativos de los sistemas de protección
para América Latina. El trabajo de Fernando Filgueira fue pionero
en recuperar algunos de los aportes de Esping Andersen sobre las discusiones acerca del concepto de Régimen de Bienestar para pensar
América Latina. En su trabajo ubica a Argentina dentro del modelo
de universalismo estratificado, junto a países como Chile y Uruguay.
Estos países comparten para los años ochenta una amplia protección
social a través de una seguridad social contributiva conjugada con extendidos servicios básicos de salud y fuerte desarrollo de la educación
pública bajo una lógica universalista. Sin embargo, una fuerte estratificación en los beneficios de esa cobertura, relacionado al sistema
55
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
de seguridad, incluidos los seguros de salud. Se diferenciaba de los
Regímenes Duales (Brasil y México) caracterizados por una seguridad
social fuertemente segmentada sin presentar elementos universalistas
del primer tipo, donde la distinción rural – urbano funcionaba como
eje de desigualdad en materia de protección; y de los Regímenes Excluyentes (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Bolivia):un
sistema elitista y excluyente en cuanto a la seguridad social y los servicios de salud y educación, y la pobreza por ingresos, en todos los casos,
por encima del 50% de la población (Filgueira, 1999).
Analizando ahora el modelo de bienestar español, uno de los ejes
centrales que marcan los análisis comparativos y que orientan su caracterización refiere a la discusión del papel de la institución familiar
en la provisión de bienestar. En este sentido, la bibliografía especializada muestra como uno de los ejes claves la centralidad de la familia y las
dinámicas familiares en general para pensar los procesos sociales de
construcción del bienestar y de la organización de la relación trabajoprotecciones para el caso español. Elemento central para analizar las
estrategias, recursos y capacidades con las que cuentan los individuos
y los grupos sociales para afrontar la incertidumbre y los riesgos.
Este emergente en relación a la institución familiar se enmarcó en
la discusión que puede encontrar en la literatura especializada sobre la
pertenencia de España, y en general del resto de los países de la Europa “Mediterránea” (Italia, Grecia y Portugal) en lo que los estudios sobre los Régimen de Bienestar, motorizados por los trabajos de Esping
Andersen llamaron el Régimen de Bienestar Conservador Coorporativo o “continental”, para diferenciarlo de los otros dos grandes tipos: el
Socialdemócrata Universalista o “escandinavo” y el Liberal Residual o
“anglosajón”. De esta manera, encontramos una profusa bibliografía
(especialmente de autores italianos y españoles) que sostienen que no
es posible incluir a los países mediterráneos dentro del tipo “continental”, fundamentalmente por las diferencias en las intensidades de las
transferencias estatales y sobre todo por la importancia mucho mayor
que en la “triada del bienestar” (Estado-Mercado-Familia) adquiere la
familia en los arreglos cualitativos con los mercados y el Estado en
la provisión de bienestar en los países mediterráneos. Sobre todo, en
comparación con los casos paradigmáticos del tipo conservador corporativo, como son Francia y Alemania (Esping Andersen, 1993, 1999;
Ferrera, 1996; Ferrera y Gualmini, 2004; Moreno, 2000, 2001, 2002,
2009).
Por otra parte, la bibliografía también indica que las diferencias
entre estos países a su vez se expresan en momentos de expansión diferentes de sus estructuras del bienestar: los países mediterráneos muestran un proceso de profundización de sus regímenes de bienestar a
56
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
partir de finales de la década del setenta y fundamentalmente durante
los ochenta y noventa, momento en el cual los mismos fundamentos
de bienestar y seguridad social son puestos en crisis por la nueva perspectiva neoliberal. En este proceso de ampliación pueden observarse
algunas transformaciones que, aunque limitadas, muestran algunos
sectores de políticas que incorporan principios universalistas o fundados en la idea de derecho ciudadano que son importantes destacar. En
el caso español destaca el Sistema Nacional de Salud (Ley General de
Sanidad - 1986), en cuanto a dicha lógica universalista (Moreno, 2000,
2001, 2002, 2009; González Begega y Luque Balbona, 2014, 2015).
Sin embargo, el contexto de “crisis” que se abre a partir de finales
de la década de 2000 marca un nuevo contexto de presión hacia el
ajuste o la contención del gasto público que, si bien no implicó el inicio
de una intensa reforma como puede observarse en Grecia y Portugal,
significó el quiebre del dinamismo expansivo del sistema de protección
español hacia nuevas áreas o sectores. Y si bien los niveles de gasto
público social se han incrementado en el período de crisis, lo hacen en
un contexto de intensificación de los riesgos y de contracción del tamaño de la economía española en términos absolutos. Lo cual abre nuevos interrogantes en cuanto a los procesos que generan desigualdades
en la vida laboral y familiar, teniendo en cuenta la matriz familiarista
del modelo de bienestar en cuestión (Moreno, 2000, 2001, 2002, 2009;
González Begega y Luque Balbona, 2014, 2015).
A modo ilustrativo, los siguientes gráficos permiten observar la
desigual configuración de los sistemas de protección social en ambos
países, atentos a los continentes en los cuáles se insertan. Como es
observable, el gasto en protección social, medido como porcentaje del
Producto Bruto Interno, es claramente superior en Europa Continental, y ha tendido a incrementarse en las últimas décadas. España sigue
la misma tendencia que el continente, ubicándose, en ambos casos,
muy por encima (4 veces) de la media mundial.
Diferente es el panorama para el caso argentino. En primer lugar,
en toda la serie temporal, se ubica por encima de la media latinoamericana, superándola en general por aproximadamente el 50%, y poniendo en evidencia, de este modo, la excepcionalidad del caso Argentino.
De manera particular, podemos observar un notable incremento de la
proporción del PBI dedicado al gasto social a partir del año 2009, debido a la implementación de la AUPHPS.
57
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Grafico 2.1.1 Gasto en protección social (como % del PBI) 1990 hasta 2011
30
27,2
25
23,6
26,4
26,0
23,3
21,1
20,9
20
21,4
20,0
20,2
16,9
21,1
18,1
16,5
15,2
15,1
15
26,7
24,8
13,6
10,2
9,6
10
8,8
8,0
8,6
6,7
6,5
6,0
5,8
13,2
11,4
5
0
1990
Mundial
1995
Europa oriental
2000
España
2005
2009
Latinoamerica y El Caribe
2011
Argentina
Fuente: World Social Protection Report 2014/15: Building economic recovery, inclusive development and social justice
International Labour Office – Geneva: ILO, 20141
Adicionalmente, podemos observar amplias diferencias en la cobertura a la fuerza de trabajo desocupada: mientras en Europa continenta
sobrepasa, en toda la serie temporal, el 60%, en América Latina esta
protección es casi inexistente. España presenta medidas levemente
inferiores a la de Europa Continental, aunque han mostrado un incremento durante el periodo de análisis.
Habiendo profundizado en esta caracterización de las líneas históricas y los procesos actuales que atraviesan los sistemas de protección español y argentino, podemos hacer emerger los criterios que
guiaron la selección de los dos casos. El caso español aparece como
parte de los regímenes “mediterráneos”, los cuales comparten con sus
hermanos “continentales” la centralidad de la seguridad social estratificada intensamente según la condición laboral, pero los diferencia
una menor amplitud en sus alcances y prestaciones y un mayor protagonismo de la provisión familiar de bienestar.
1 En base a OECD Social and welfare statistics: Social Expenditure Database /
European Commission, Eurostat, Living conditions and welfare: Social Protection
Database (ESSPROS)/ IMF (International Monetary Fund): Government Finance
Statistic / UN ECLAC (United Nations Economic Commission for Latin America and
the Caribbean)
58
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Grafico 2.1.2: Porcentaje de desocupados que reciben beneficios (esquemas contributivos
y no contributivos). Estimaciones regionales ponderados por la fuerza de trabajo
80
70
73,9
68,9
65,1
61,3
69,3
62,3
67,4
64,5
66,0
67,4
63,0
64,2
60
53,2
50
41,4
40
29,1
30
20
10
0
27,7
30,0
27,0
25,1
21,9
19,1
2,7
4,1
2000
2,6
2,3
2005
Europa Occidental y Central
3,4
4,3
2007
Europa Oriental
3,2
5,6
2008
España
4,0
5,7
2009
4,3
5,7
2010
Latinoamerica y El Caribe
2,14,9
2011
Argentina
Fuente: World Social Protection Report 2014/15: Building economic recovery, inclusive development and social justice
nternational Labour Office – Geneva: ILO, 20142. Para el caso Argentina la estimación del comienzo de la serie corresponde al año 2001.
A su vez, en las últimas décadas muestra un proceso de importante
expansión y luego a partir de mediados de la década de 2000 comienza
un ciclo signado por la “crisis” económica, el diagnóstico de la contención fiscal y el estancamiento de sus prestaciones sociales, que si bien
los niveles de gasto público social se han incrementado en el período
de crisis, lo hacen en un contexto de intensificación de los riesgos y de
contracción de la economía. Por otra parte, Argentina aparece como
uno de los países con el sistema de protección más extendido de la región, aunque con una impronta fragmentaria, dada la centralidad de
una seguridad social de base contributiva, también atada a la condición laboral de trabajador asalariado formal. Como vimos, la reforma
neoliberal a partir de los años noventa produjo una asistencialización
e individualización de la protección social. A partir de mediados de
la década del 2000 se observa una reorientación de estos patrones,
recentralizando la seguridad social y abriendo nuevas modalidades
a su interior, ampliando considerablemente la cobertura de las diferentes prestaciones sociales. En este sentido, la selección se basa en
el supuesto de trayectorias inversas, que abonarían ser los casos “más
similares” para comparar entre las regiones: España es seleccionada
2 Principalmente en base a: ILO (International Labour Office). ILO Social Security
Inquiry.
59
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
por ser uno de los países de la Europa continental que históricamente
ha tenido uno de los más débiles sistemas de protección social, que
aunque con un período de expansión, para el año 2013 (momento de
la comparación) lleva más de 5 años de “crisis” económica y ajuste
fiscal; Argentina sería uno de los países que históricamente mostró
uno de los sistemas de protección más robustos de la región, que,
luego del intenso ciclo de reforma neoliberal, para el año 2013 con
cerca de 10 años de expansión económica, exhibía ya sus reformas
más importantes en el campo de la protección social. Es a partir de
este criterio de “mayor similitud” (ver Colino, 2009; Ragin, 2007) en
un proceso histórico reciente de trayectoria inversa que seleccionamos
a España y Argentina. Por ello entendemos que la comparación de las
diferencias en los “pesos” de los ingresos salariales y no salariales serán significativas, analizando las diferencias en cuanto a los diferentes
estratos de clase.
2.2 ESTRUCTURA DE CLASES EN ARGENTINA Y ESPAÑA
Durante las últimas décadas, la centralidad del concepto de clase
social en las ciencias sociales latinoamericanas fue de la mano del
avance de un “programa” de investigación centrado en el análisis de
la estructura y la movilidad social. Desde diversos países se ha avanzado en caracterizar las sociedades latinoamericanas en relación a los
procesos de movilidad social, entendiendo a los mismos como una relación inter generacional que pone en evidencia desigualdades estructurales del sistema de clases. La producción en este campo es vasta,
pero cabría mencionar la publicación de Solís y Boado (2016) como
una síntesis de este periodo.
Como síntesis del estudio de la estructura de clases en América
Latina en la década pasada6 podemos sostener que, en comparación
con los países europeos, en América Latina la clase de servicios tiene
menor peso en toda la estructura social, al tiempo que se observa cierto peso relativamente menor de las clases manuales de mayor calificación, compensado por las clases trabajadoras agrícolas y no agrícolas
de baja calificación. Estudios anteriores (Pla, 2016; Pla, Sacco, Rodríguez de la Fuente, 2015) nos permitirían sostener que este patrón
ha mutado en la primer década del siglo XXI en Argentina, donde se
observa cierta recomposición de la clase trabajadora calificada, de la
mano del dinamismo del mercado de trabajo, en particular en algunos
sectores de la industria, la construcción y el transporte.3
3
60
Las encuestas nacionales del proyecto se realizaron entre los años 2003 y 2011.
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Tabla 1: Estructura de clases en América Latina
Argentina
Brasil
Chile
México
Perú
I +II Clase de servicios
19
18
19
18
14
IIIa+b No manual de rutina
11
8
11
11
5
Iva+b Independientes no agrícolas
16
15
11
15
9
V+VI Manuales calificados
y semicalificados
22
28
23
15
14
VII Manuales de baja calificación
26
20
23
28
20
Ivc Pequeños propietarios agrícolas
2
10
6
6
34
VIIIa Asalariados agrícolas
4
3
8
8
4
Total
100
100
100
100
100
I +II Clase de servicios
29
18
21
20
9
IIIa+b No manual de rutina
19
16
25
27
8
Iva+b Independientes no agrícolas
12
15
13
17
24
V+VI Manuales calificados y
semicalificados
8
16
8
7
7
VII Manuales de baja calificación
30
28
29
27
31
Ivc Pequeños propietarios agrícolas
0
6
1
1
8
VIIIa Asalariados agrícolas
1
1
4
1
13
Total
100
100
100
100
100
Hombres
Mujeres
Fuente: Solís y Boado (2016: 81)
Grafico 1: Estructura de clases en América Latina. Comparativamente con Europa.
Fuente: Solís y Boado (2016: 87)
61
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Volviendo a América Latina, las tendencias observadas nos
permiten sostener que no es posible abonar la tesis (propia de las
interpretaciones de la teoría de la modernización) de que el continente
traza un camino replicando el desarrollo pasado de los países de
Europa Occidental y Norteamérica, sino que, por el contrario los
países del continente siguen una trayectoria particular. En esta se
distinguen barreras persistentes para la expansión de las clases
trabajadoras tradicionales y de la clase de servicios siendo posible
detectar los efectos de la heterogeneidad y segmentación estructural,
de la mano del bajo dinamismo del mercado de trabajo. Asimismo,
como ya había sostenido Jorrat (Jorrat, 2005; Pla y Salvia, 2011;
Salvia y Quartulli, 2011) la asociación entre alta movilidad e igualdad,
o su contrario, entre baja movilidad y desigualdad no es concluyente.
En Perú, por ejemplo, conviven altos niveles de fluidez social con
altas tasas de desigualdad y de pobreza. En Argentina, en los años
noventa se observaron altas tasas de movilidad social, de la mano de
un incremento históricamente singular de las medidas de desigualdad
económica, mientras que durante el periodo kirchnerista se observa
una rigidización de los patrones de movilidad social, de la mano de una
disminución de la desigualdad económica en general, y en particular
una recomposición de los ingresos de la clase trabajadora calificada, vía
mejora de la capacidad colectiva de la negociación del salario, y de los
estratos más bajos de la clase trabajadora, vía negociación colectiva del
Salario Mínimo Vital y Móvil y de los ingresos no laborales producto de
transferencias de ingresos estatales (Pla, 2016; Pla, Sacco y Rodríguez
de la Fuente, 2015).
3 ASPECTOS METODOLÓGICOS
En pos de avanzar en el objeto de este artículo, se utilizaron datos
secundarios de los institutos nacionales de estadística de ambos países: la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (Argentina, en adelante EPH) y la Encuesta de
Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (España, en
adelante, ECV)4.
La unidad de análisis se constituyó por aquellos individuos mayores de 18 años que reportaron encontrarse activos (ocupados y desocupados) al momento de la encuesta, dado que es la unidad de análisis
4 Agradecemos al Dr. José Saturnino Martínez García (Universidad de La Laguna),
por la facilitación de los microdatos de la encuesta de hogares y las explicaciones
metodológicas y técnicas sobre la misma. Asimismo agradecemos al Dr. Ildefonso
Márques Perales (Universidad de Sevilla), por las consultas y sugerencias para el
tratamiento de la variable ingresos.
62
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
posible de medir en ambas encuestas. Asimismo, y dado la importancia
que en nuestro análisis adquieren las estrategias familiares, se realiza
el análisis a nivel individuo y a nivel hogares. En este último caso en
particular se incorpora el análisis de perceptores por fuente de ingresos.
El instrumento de medición utilizado para analizar la evolución
de la estructura de clases en relación al mercado de trabajo fue el esquema de clases de Erikson, Goldthorpe y Portocarero (Goldthorpe y
Heath, 1992)5.
En este esquema, las clases distinguen posiciones dentro de los mercados de trabajo y de las unidades de producción en términos de las relaciones de empleo que involucran. En particular, pretenden dar cuenta
de dos distinciones: entre aquellos que poseen los medios de producción
y aquellos que no y entre estos últimos en cuanto al tipo de relación con
su empleador. De este modo, la diferencia central radica entre posiciones
que son reguladas por un contrato de trabajo y aquellas que se regulan
por una relación de “servicio”. En la primera relación hay un intercambio
específico de salarios por un esfuerzo y el trabajador es supervisado en
forma relativamente cercana; mientras la relación de servicio involucra
un intercambio más difuso. Las dimensiones que permiten diferenciar
un tipo de relación de otro son el grado de calificación o expertise, y la
dificultad de monitoreo de la actividad. La relación de servicios involucra
incentivos hacia los empleados: seguridad laboral, oportunidades de carrera, etc.
Figura 3.1: Esquema de Clases de Erikson, Goldthorpe y Portocarero
I. Clase de servicios nivel superior: profesionales, administradores y gerentes
II. Clase de servicios nivel inferior: profesionales, administradores y gerentes de
nivel inferior, técnicos, gerentes de pequeños establecimientos industriales.
Clase
de servicios
IIIa. Empleados no manuales rutinarios de nivel superior (administración)
IIb. Empleados no manuales rutinarios de nivel inferior (ventas y servicios)
IVa. Pequeños propietarios con empleados
IVb. Pequeños propietarios sin empleados
Clases
intermedias
IVc. Pequeños propietarios y otros trabajadores por cuenta propia en la producción
primaria
V: Técnicos de nivel inferior y supervisores de trabajadores manuales.
5 Agradecemos al Lic. Manuel Riveiro (IIGGUBA) por la construcción del esquema
de clases EGP en la Encuesta Permanente de Hogares.
63
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
VI. Trabajadores manuales calificados
VIIa: Trabajadores manuales no calificados (no agrícolas)
Clase
trabajadora
VIIb. Trabajadores manuales no calificados (agrícolas)
Fuente: Elaboración propia en base a Goldthorpe y Heath, 1992
En trabajos anteriores se abordó los cambios en la estructura de clases en relación a indicadores del mercado de trabajo a partir del esquema de Susana Torrado (Pla, Sacco y Rodríguez de la Fuente, 2015)
y otra a partir del esquema que aquí presentamos (Pla, 2017).
El objeto de seguir esta última línea subyace en avanzar a una
agenda de estudios comparativos latinoamericanos y con Europa,
siendo este un primer paso en ese proceso, que se nutre de los avances
sintetizados en Solís y Boado (2016), en relación a la evolución de los
procesos de movilidad social y las estructuras de clases, así como de
las discusiones de este mismo esquema y su aplicabilidad para América Latina. Por este motivo, el análisis se presenta desagregado por
estratos, en pos de observarlos y analizarlos en su particularidad, considerando, a nivel analítico, la clase a la que pertenecen, pero dando
entidad propia a cada uno de ellos. Los estratos fueron agrupados del
modo en que fuera posible abordarlos en las dos encuestas de hogares
con las cuales se trabajará.
En ambos casos se utilizaron los datos para el año 2013, siendo
una muestra anual para la ECV y el cuarto trimestre para la EPH.
Con relación a los ingresos, es posible en ambas bases de datos
desagregar la fuente laboral y no laboral de los ingresos individuales.
En el caso de la ECV para cada una de las componentes de ingresos es
posible obtener los ingresos netos y los brutos (todas ellos son anuales y pertenecen al año anterior al de la encuesta). Por cuestiones de
comparabilidad se usaron los ingresos netos, los cuales se obtienen
a partir del importe bruto deduciendo las cotizaciones sociales y las
retenciones que se le aplican.
En ambos casos los resultados se encuentran ponderados por los
factores de elevación correspondientes.
64
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Figura 3.2: Fuente de ingresos laborales y no laborales. ECV y EPH. Año 2013
Encuesta de Condiciones de Vida
(España)
Renta neta monetaria o cuasi monetaria
del asalariado en el año anterior a la
encuesta
Renta neta no monetaria del asalariado
en el año anterior a la encuesta
Renta neta no monetaria del asalariado
en el año anterior a la encuesta
Fuente de ingreso
laboral
Rentas netas percibidas de esquemas
privados de pensiones (distintos de
los incluidos en SEEPROS) en el año
anterior a la encuesta
Prestaciones por jubilación (netas) en el
año anterior a la encuesta
Prestaciones por invalidez (netas) en el
año anterior a la encuesta
Prestaciones por supervivencia (netas)
en el año anterior a la encuesta
Prestaciones por enfermedad (netas) en
el año anterior a la encuesta
Ayuda para estudios en el año anterior
a la encuesta
Fuente de ingreso Prestaciones por desempleo en el año
no laboral
anterior a la encuesta
Encuesta Permanente de Hogares
(Argentina)
Monto por sueldos/jornales,
salario familiar, horas extras, otras
bonificaciones
Monto en tickets percibido en ese mes
Monto en pesos por comisión por venta/
producción percibido en ese mes
Monto en pesos por propinas percibido
en ese mes
Monto por aguinaldo percibido en ese
mes
Monto por otras bonificaciones no
habituales percibido en ese mes
Monto por retroactivos percibido en
ese mes
Monto total de ingreso por otras
ocupaciones percibido en ese mes
Monto por jubilación o pensión
percibido en ese mes
Monto por aguinaldo de la jubilación
percibido en ese mes
Monto por subsidio o ayuda social (en
dinero) percibido en ese mes
Monto por beca de estudio percibido en
ese mes
Monto por seguro de desempleo
percibido en ese mes
Monto por indemnización o despido
percibido en ese mes
Monto por alquiler de su propiedad
percibido en ese mes
Monto por ganancias de algún negocio
en el que no trabajó percibido en ese
mes
Monto por intereses o rentas por plazos
fijos/inversiones percibido en ese mes
Monto por cuota de alimentos/ayuda
(en dinero) de personas que no viven
en el ho
Monto por otros ingresos en efectivo
percibido en ese mes
Fuente: Elaboración propia
65
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
4. ESTRATOS DE CLASES E INGRESOS: ANÁLISIS COMPARADO
Habiendo analizado las configuraciones históricas, en sus dimensiones política, social y económica, de los dos países de análisis, observaremos ahora el modo en el cual se comportan, en el año 2013,
los ingresos laborales y no laborales, tanto a nivel individuo como a
nivel hogar.
4.1. ANÁLISIS DE LAS FUENTES DE INGRESO
Como es esperable, la distribución de los ingresos es desigual por
estrato de clase social, definición implícita en el mismo concepto de
clase social. Medidas como brechas de ingresos en relación a la media
dentro de cada fuente de ingreso, observando la fuerza de trabajo activa
(ocupados y desocupados), podemos observar que el ingreso total se
distribuye de manera similar en ambos países: la clase de servicios
es la que gana casi el doble que la media de la fuerza de trabajo y
tendiendo a ordenarse ordinalmente por estrato de clase social. Los
trabajadores calificados tienden a estar mejor posicionados que los
pequeños propietarios (aunque cabria hacer la salvedad de que estos
últimos agrupan a los que emplean fuerza de trabajo y a los que no,
dada la restricción de las fuentes de datos, razón por la cual aparecen
como un estrato muy heterogéneo).
Ahora bien, desagregando el análisis por fuente laboral, es decir
todos aquellos que vienen de la relación del individuo con el mercado
de trabajo, y fuente no laboral, es decir los que vienen de intervenciones
estatales, rentas, etc., el panorama es diferente.
En primer lugar observamos en España el fuerte peso que tiene
esta fuente de ingresos en todas las clases sociales, pero en particular
en la clase de servicios. Este panorama es diferente en Argentina, pues
la retribución a este estrato no se aleja tanto de la media de la fuerza
de trabajo. Asimismo, analizada la fuente laboral, todos los estratos
de clase en Argentina tienen recompensas menores a sus pares en
España.
Analizada la fuente no laboral, podemos dar cuenta de que en
Argentina tiene un peso poco significativo en términos de brecha de
ingresos en las clases posicionadas en lo más bajo de la estructura
social mientras que en España es la inversa: los ingresos no laborales
superan ampliamente a la media del grupo en los trabajadores
manuales, tanto calificados como no calificados.
De todos modos, es necesario desagregar el análisis por fuente,
como realizamos en el siguiente gráfico, para dar cuenta de que
fuentes son efectivamente las que actúan dentro de esta distribución.
66
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Grafico 4.1.1: Brecha de ingresos con respecto a la media del grupo,
según estratos de clase social, desagregado por fuente. España y Argentina. 2013.
2,0
1,8
1,6
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1,7
1,5
1,8
1,1
1,2
1,1
1,1 0,8
0,8
Ingreso Total España
2,0
1,8
1,6
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1,2
0,8
1,0
0,9
0,8
0,6
0,5
0,7
0,6
Ingreso Total Argentina
1,8
1,5
1,8
1,2
1,1
1,2
1,2 0,9
0,8
1,1 0,7
0,8
Ingreso Laboral España
0,7
0,9 0,5
0,5
0,6
0,7
Ingreso Laboral Argentina
67
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
1,8
1,6
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1,5
1,6
0,8
1,5
1,1
0,9
1,0
1,3
1,1
0,9
1,1
0,8
0,7
1,0
0,8 0,5
0,6
Ingreso no laboral España
0,6
Ingreso no laboral Argentina
Base: Población de 18 a 65 años activa al momento de la encuesta.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
Ahora bien, es objeto de nuestro análisis analizar el modo en el cual
se distribuye el bienestar entre la triada mercado, Estado y familia.
Observar los ingresos laborales nos permite dar cuenta del peso
del mercado, observar las fuentes no laborales (y su desagregación
tomando las estatales, como veremos más adelante), el Estado, y
llevar el análisis desde la unidad de análisis individuo a la unidad de
análisis hogar permite tener un proxi al modo en el cual los ingresos
se distribuyen al interior de los hogares, que como unidad de análisis,
son las productora de bienestar económico (Torrado, 2006).
Observadas las brechas de ingreso a nivel de los hogares podemos
dar cuenta que los ingresos totales se distribuyen, en ambos países, de
manera relativamente similar.
Ahora bien, a nivel de los hogares, las diferencias particularmente
las podemos ver en los ingresos no laborales: mientras que en España
la mayor participación en la distribución la tienen los trabajadores
manuales calificados y los supervisores y técnicos, en Argentina lo
tiene la clase de servicios y los pequeños propietarios. Esto se debe,
probablemente, al desigual impacto de las transferencias de ingresos,
y los seguros de desempleo, que son una fuente importante de
producción de bienestar en España, como mencionamos al comienzo,
68
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
y de las jubilaciones y pensiones, así como de rentas y ganancias, en
Argentina. En este país aparece también con un ingreso no laboral
levemente superior a la media el estrato de trabajadores manuales
no calificados, en este caso, como veremos más adelante, como
receptores de transferencias de ingresos, como el caso de la AUHPS,
y de jubilaciones y pensiones que se incrementaron desde el año 2011
como producto de la moratoria previsional. Es relevante dar cuenta
de esta diferencia a nivel individuo y a nivel hogar, pues da cuenta
de que los preceptores de esta fuente son individuos del hogar que
no se encuentran dentro de la población delimitada como activa
laboralmente. Avanzaremos en este sentido más adelante.
Hasta ahora, las tendencias observadas se mantienen relativamente
similares tanto al analizar a los individuos como a la unidad de
análisis hogar. En el gráfico 4.1.3 se puede observar, no ya las brechas
de cada estrato con respecto al total de esa fuente, sino el peso que
tiene el ingreso laboral entre la fuerza de trabajo activa en el año 2013,
para cada uno de los países. Hemos construido este indicador para
observar cuanto la fuerza de trabajo depende, de manera concreta, del
mercado, para hacerse de ingresos que le permitan sostener su vida
cotidiana.
Una primer mirada nos permite sostener que esta fuente es, en
todos los estratos de clase, más importante en Argentina, no estando
nunca por debajo del 90% de incidencia. De manera concreta, la
población en edad laboralmente activa en Argentina depende, de
manera casi completa, del mercado para obtener ingresos.
Grafico 4.1.2: Brecha de ingresos con respecto a la media del grupo,
según estratos de clase social, desagregado por fuente. España y Argentina. 2013
1,8
1,6
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1,6
1,4
1,3
1,1
1,3 1,4
1,2 1,3
0,9
I Clase de
servicio
1,1
1,0
0,8
0,9
1,0
VI.
IVab. Pequeños V. Supervisores
II Clase de IIIa. Empleados
IIIb.
y técnicos
Trabajadores
Servicios baja no manuales Trabajadores de propietarios
manuales
con SIN
rutinarios
los servicios
calificados y
empleados
personales
semi
España
1,0
0,8
VIIa.
Trabajadores
manuales no
calificados
0,7
0,9
IVc/VIIb
Agricultores y
pequeños
productores
Trabajadores de
la agricultura
Argentina
69
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
2,0
1,6
1,8
1,5
1,3
1,5
1,4 1,5
1,4
1,0
1,2
1,6
1,2
1,1
0,9
0,8
1,0
1,1
0,8
0,9
0,6
0,5
0,0
I Clase de
servicio
VI.
IVab. Pequeños V. Supervisores
II Clase de IIIa. Empleados
IIIb.
y técnicos
Trabajadores
Servicios baja no manuales Trabajadores de propietarios
manuales
con SIN
rutinarios
los servicios
calificados y
empleados
personales
semi
Ingreso Laboral España
VIIa.
Trabajadores
manuales no
calificados
IVc/VIIb
Agricultores y
pequeños
productores
Trabajadores de
la agricultura
Ingreso Laboral Argentina
1,2
1,0
1,0
1,0
1,0
1,0
1,0
0,9
0,8
0,8
0,8 0,8
0,8
0,7
0,7
0,6
0,6
0,7
0,6
0,6
0,7
0,5
0,4
0,2
0,0
I Clase de
servicio
VI.
IVab. Pequeños V. Supervisores
II Clase de IIIa. Empleados
IIIb.
y técnicos
Trabajadores
Servicios baja no manuales Trabajadores de propietarios
manuales
con SIN
rutinarios
los servicios
calificados y
empleados
personales
semi
Ingreso no laboral España
VIIa.
Trabajadores
manuales no
calificados
IVc/VIIb
Agricultores y
pequeños
productores
Trabajadores de
la agricultura
Ingreso no laboral Argentina
Base: Hogares al año 2013
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
En España la situación es relativamente diferente: mientras que
en los estratos de clase mejor posicionados en la estructura social
dependen en gran medida de la fuente laboral para asirse de ingresos,
los trabajadores y el estrato rural presentan una incidencia mucho
más baja de esta fuente en la adquisición de sus ingresos, ubicándose
alrededor del 70%, mucho más lejos de sus pares argentinos.
70
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Grafico 4.1.3: Incidencia del peso de la fuente laboral en el total del ingreso,
según estratos de clase social, desagregado por fuente. España y Argentina. 2013
96,5
100
96,5
96,1
93,0
87,3
80
84,9
98,1
93,7
96,6
91,6
90,7
90,5
30%
25%
90,4
83,1
82,4
72,9
76,1
60
20%
66,8
15%
26,2%
24,5%
40
10%
20
9,2%
12,0%
15,3%
12,1%
3,6%
16,1%
5%
1,3%
0%
0
I Clase de
servicio
IIIb.
II Clase de
IIIa.
IVc/VIIb
VIIa.
VI.
V.
IVab.
Servicios baja Empleados no Trabajadores Pequeños Supervisores y Trabajadores Trabajadores Agricultores y
manuales manuales no pequeños
técnicos
propietarios
de los
manuales
calificados y calificados productores
con SIN
servicios
rutinarios
Trabajadores
semi
personales empleados
de la
agricultura
España
Argentina
Diferencia Argentina España*
Base: Población de 18 a 65 años activa al momento de la encuesta.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
Este gráfico evidencia, como primera aproximación, que los estratos
bajos de la estructura social española se ven menos compelidos a
realizar sus condiciones de vida en el mercado de trabajo. Debe
entenderse este hecho junto a una estructura social con altos niveles
de desempleo, como la española. Ahora bien, esto no significa que
los individuos de estos estratos se encuentren desprotegidos, pues
al analizar a la fuerza de trabajo activa, sabemos que un porcentaje
desocupado es perceptor de ingresos no laborales. De este modo, en
el siguiente gráfico 4.1.4 se puede observar que en los estratos con
menor incidencia de la fuente laboral, los ingresos no laborales se
componen particularmente por ingresos provenientes del seguro
de desempleo español, figura que, en cambio, es casi inexistente en
Argentina, donde la mayor parte de los ingresos no laborales (que
tienen un escaso peso en el total de los ingresos) son jubilaciones
o pensiones, y particularmente ayuda social, es decir programas de
empleo o transferencias de ingresos.
71
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuadro 4.1.1. Composición de los ingresos no laborales, según estratos de clase
social, desagregado por fuente*. España y Argentina. 2013
Estratos de clase social
País
IVc/VIIb Agricultores y pequeños
productores Trabajadores de la
agricultura
manuales
VIIa. Trabajadores manuales no
calificados
VI. Trabajadores
calificados y semi
V. Supervisores y técnicos
IVab. Pequeños propietarios con
SIN empleados
IIIb. Trabajadores de los servicios
personales
IIIa. Empleados no manuales
rutinarios
II Clase de Servicios baja
I Clase de servicio
España
Seguro
de
67,5
desempleo
83,3
85,6
85,1
69,4
85,6
92,3
88,1
94,2
Ayudas de
8,3
Supervivencia
2,2
3,4
3,7
2,6
2,7
1,2
4,6
1,0
Ingresos por
2,3
Jubilación
1,6
1,1
0,3
1,5
0,5
0,6
0,4
0,1
Ingresos de
ganancias
rentas y otros
2,2
5,3
1,5
2,2
1,3
2,9
0,7
2,5
1,3
Becas
estudio
2,1
2,9
3,8
2,7
5,7
3,5
2,1
2,0
0,9
Prestaciones
por
enfermedad
13,4
4,3
3,4
5,4
19,1
3,7
2,6
2,3
2,2
Pensiones
privadas
4,2
0,5
1,2
0,7
0,5
1,2
0,5
0,2
0,3
-
-
1,8
1,1
1,3
-
5,8
0,8
7,3
Ayudas de
0,7
Supervivencia
16,2
7,1
45,4
26,2
3,7
47,8
51,7
51,7
Ingresos por
33,5
Jubilación
22,9
39,5
28,7
53,6
18,3
26,0
27,9
30,3
Ingresos de
ganancias
rentas y otros
29,0
13,0
7,4
3,0
4,7
33,5
1,5
2,0
4,4
Becas
estudio
1,2
1,3
0,2
0,1
0,1
-
0,9
0,4
-
Alimentos
35,6
46,1
43,3
21,9
13,0
44,6
15,2
15,9
6,3
Indemnizaciones
-
0,5
0,7
-
1,1
-
3,0
1,2
-
de
Argentina
Seguro
de
desempleo
de
Cada estrato de clase social en cada país suma 100%
Base: Población de 18 a 65 años activa al momento de la encuesta.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
72
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Analizada esta dimensión a nivel hogar, es decir al interior de esa
unidad agregada en la cual se distribuye el bienestar, la situación
diferencial por país es mucho más marcada, tal como se hace visible
en el cuadro 4.1.2.
Cuadro 4.1.2: Fuente de ingresos desagregados según estratos de clase social.
España y Argentina. 2013
País - Fuente
Estratos de clase social
de ingreso
IVc/VIIb Agricultores y pequeños
productores Trabajadores de la
agricultura
71,6
73,2
68,0
66,4
54,1
67,1
52,7
54,1
45,1
Jubilaciones
18,5
13,0
16,4
13,5
28,9
17,2
24,4
17,7
23,9
Pensiones
privadas
1,4
0,8
1,6
0,5
0,8
1,4
0,9
0,5
0,5
Desempleo
manuales
VIIa. Trabajadores manuales no
calificados
VI. Trabajadores
calificados y semi
V. Supervisores y técnicos
IVab. Pequeños propietarios con
SIN empleados
IIIb. Trabajadores de los servicios
personales
II Clase de Servicios baja
IIIa. Empleados no manuales
rutinarios
I Clase de servicio
Ingreso
Laboral
España
3,7
6,9
7,5
8,4
5,3
9,2
12,4
13,3
16,7
Ayudas de
2,9
Supervivencia
3,4
4,7
7,3
7,2
1,9
4,9
9,4
8,4
0,4
0,2
0,2
0,7
0,5
0,4
0,8
0,7
0,8
Inversiones 1,5
intereses
2,0
1,4
2,9
3,0
2,6
3,5
3,6
4,3
Becas de
estudio
0,1
0,4
0,2
0,3
0,2
0,2
0,3
0,6
0,4
Ingreso
Laboral
87,2
88,2
89,5
86,3
81,0
91,7
87,6
83,3
78,2
Jubilaciones
8,6
7,5
7,4
10,2
12,9
5,8
7,3
10,2
15,0
Desempleo
indemnizaciones
-
-
0,1
-
0,2
-
0,5
0,3
0,4
Ayuda social
-
0,2
0,2
0,8
3,1
0,5
3,5
3,8
4,8
Alimentos
2,5
3,4
2,5
2,0
2,0
1,3
0,9
1,9
0,8
Rentas ganancias - 1,3
intereses
0,7
0,3
0,5
0,7
0,5
0,2
0,4
0,7
Enfermedad
Argentina
73
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Becas
de estudio
0,3
0,1
0,1
-
0,1
0,3
-
0,1
-
Otros
ingresos
-
0,1
-
-
-
-
-
-
-
Base: Hogares al año 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
Agudizando la tendencia observada en individuos, podemos ver que el
mercado es el espacio en el cual los hogares realizan sus ingresos, particularmente en Argentina, ubicándose en todos los casos alrededor del
80%. Esto quiere decir que 8 de cada 10 hogares reciben ingresos, por
parte de alguno de sus miembros, del mercado de trabajo. En España,
en cambio, no sólo que la media es mucho menor, sino que decrece a
medida que descendemos en la estructura social. Mientras 7 de cada 10
hogares de la clase de servicio reciben ingresos de la fuente laboral, esta
proporción disminuye al 50% en los pequeños propietarios, los trabajadores y los estratos rurales. Es decir, una gran parte de los hogares españoles reciben ingresos no laborales, y como veremos estatales, como
fuente de distribución de bienestar, situación que no se da en Argentina.
En ambos casos, la mayor proporción de ingresos no laborales viene de jubilaciones, como parte de un sistema de reparto en el cual el
Estado actúa como distribuidor, pero en España lo hace un una medida
mucho mayor. En este último país los seguros de desempleo representan un porcentaje de alrededor del 15% de ingresos entre los hogares de
los estratos de la clase trabajadora, mientras que es casi inexistente en
Argentina.
La ayuda social es una fuente de ingreso no laboral entre los trabajadores españoles, con más fuerza entre los de estratos trabajadores.
En Argentina, en cambio, solo aparece en estos estratos, pero con una
fuerza muy poco significativa.
De este modo, hemos podido observar que en relación a la dupla
Estado – Mercado, este último se constituye con gran fuerza como un
asignador de recursos en Argentina en general, y en los sectores de clase
trabajadora en particular. En España, en cambio, en estos sectores la
impronta de los ingresos estatales al interior del hogar, como repartidor
de bienestar, es altamente significativa, llegando a representar la mitad
de los ingresos de los hogares de estos estratos.
De este modo, Estado y Mercado no se constituyen como asignadores de recursos del modo en el cual los debates políticos culturales lo
reconstruyen, e incluso lo hacen en el sentido opuesto: Los trabajadores
de Argentina se ven mucho más desprotegidos frente a la cuestión social
que los españoles, incluso luego de una década de reformas y contrarreformas en el sentido opuesto.
74
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
4.2 ANÁLISIS DE PERCEPTORES DE INGRESOS
A partir de la evidencia anteriormente presentada acerca de los cambios ocurridos con la recepción de ingresos laborales y no laborales,
al interior de la estructura social, podemos analizar, adicionalmente,
que posibilidades tuvieron las unidades domésticas de disponer de
perceptores de ingresos en cada fuente.
Grafico 4.2.1: Incidencia de perceptores laborales sobre el total de perceptores
según estrato de clase social. España y Argentina. 2013.
Argentina
España
I Clase de servicio
98,5%
93,1%
II Clase de Servicios baja
96,3%
89,6%
IIIa. Empleados no manuales rutinarios
95,6%
87,2%
87,5%
84,9%
IIIb. Trabajadores de los servicios personales
IVab. Pequeños propietarios con SIN empleados
83,2%
97,6%
88,9%
V. Supervisores y técnicos
VI. Trabajadores manuales calificados y semi
VIIa. Trabajadores manuales no calificados
IVc/VIIb Agricultores y pequeños productores Trabajadores de la
agricultura
Total
95,5%
79,5%
75,9%
92,8%
91,4%
86,0%
80,4%
93,9%
85,2%
Base: Población de 18 a 65 años activa al momento de la encuesta.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
En consonancia con lo observado hasta el momento, podemos ver
que la incidencia de los perceptores de ingresos laborales, a nivel
individuo, es mayor en Argentina que en España.
75
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuadro 4.2.1: Perceptores por fuente según estratos de clase social, desagregado por
fuente. España y Argentina. 2013.
País -Tipo de
Estratos de clase social
perceptor
IVc/VIIb Agricultores y
pequeños productores
Trabajadores de la agricultura
VIIa. Trabajadores manuales no
calificados
VI. Trabajadores manuales
calificados y semi
V. Supervisores y técnicos
IVab. Pequeños propietarios
con SIN empleados
IIIb. Trabajadores de los
servicios personales
IIIa. Empleados no manuales
rutinarios
II Clase de Servicios baja
I Clase de servicio
España
Perceptor
Laboral
1,2
1,2
1,3
1,3
1,1
1,4
1,2
1,3
1,3
Jubilaciones
0,6
0,4
0,5
0,4
0,7
0,5
0,5
0,4
0,5
Pensiones
privadas
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
-
-
Desempleo
0,3
0,5
0,5
0,6
0,3
0,6
0,6
0,7
0,8
Ayudas de
0,2
Supervivencia
0,2
0,2
0,2
0,2
0,1
0,1
0,2
0,2
Enfermedad
0,1
0,0
0,0
0,1
0,1
0,0
0,1
0,0
0,1
Inversiones intereses
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
Becas de
estudio
-
0,1
0,1
0,1
-
0,1
-
0,1
-
Argentina
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Peceptor
Laboral
1,3
1,4
1,5
1,4
1,5
1,7
1,6
1,9
1,7
Jubilaciones
0,8
0,7
0,8
0,8
0,8
0,7
0,6
0,6
0,6
Desempleo
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ayuda social
-
-
0,1
0,2
0,4
0,2
0,5
0,5
0,6
Alimentos
0,3
0,3
0,3
0,2
0,1
0,2
0,1
0,1
-
Rentas ganancias
- intereses
0,2
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
-
-
-
Becas de
estudio
-
-
-
-
-
0,1
-
-
-
Otros
ingresos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Base: Hogares al año 2013.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
76
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
Como cabría esperar, los hogares argentinos realizan un mayor esfuerzo enviando perceptores al mercado de trabajo, y los españoles
tienen mayor proporción de perceptores de seguro de desempleo, figura inexistente en Argentina.
Con relación a las jubilaciones y pensiones, que en el apartado
anterior vimos que tienen una fuerte incidencia en el total de los ingresos de los hogares españoles, esto no se debe a una alta cantidad de
perceptores, sino más bien (por la relación entre ambas), al peso de
esos ingresos. En Argentina, en cambio, la proporción de perceptores
de esta fuente es levemente mayor que en el país Europeo, aunque
dado los bajos montos de las mismas, es significativamente menos
importante en el peso de los mismos.
Si bien los hogares argentinos tienen una mayor presencia de hogares por ayuda social, la poca incidencia que tiene en los ingresos del
hogar, como vimos en el apartado anterior, hace posible sostener que
en Argentina el mercado sostiene pero no limita la desigualdad, y el
Estado interviene en una medida importante (AUPHPS y jubilaciones
mediante), pero lo hace de un modo mínimo que no se convierten en
esferas productoras de bienestar al interior del hogar.
5. REFLEXIONES FINALES
El análisis de los casos argentino y español nos ha permitido dar
cuenta del modo en el cual la triada Estado – Mercado – Familia, se
constituyen en productores de bienestar en cada uno de los países
durante en el año 2013.
Al hacerlo, hemos observado que, a contramano de lo que sostiene
en la discusión político-cultural, en Argentina el Estado aparece
como una esfera mínima en la conformación de los ingresos, tanto
a nivel individual, como a nivel hogar. Si bien en este último nivel es
posible observar una proporción levemente mayor a la española de
perceptores por hogar de ayuda social, el hecho de que perciban algún
tipo de ingreso no se traduce en que estos sean significativos en el total
de los ingresos del hogar: en todos los casos, y particularmente en los
estratos de la clase trabajadora, el mercado de trabajo es la fuente
de la cual los hogares argentinos adquieren mayoritariamente sus
ingresos. Esto es diferente en el caso español, casi a la inversa, en los
hogares ubicados en lo más bajo de la estructura social, los ingresos
no laborales, particularmente las jubilaciones estatales y los seguros
de desempleo, representan la mitad de los ingresos de los hogares.
De manera más general, hemos buscado aportar evidencias
empirìcas que permitan poner en relieve y en medida la discusión
político cultural vigente sobre el rol del Estado como regulador de
las condiciones de vida y reproducción de la misma, al interior de la
77
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
estructura social. Al hacerlo, hemos puesto en juego el modo en el
que se distribuyen Estado, Mercado y Familia como productores de
bienestar, en ambos países.
Cabe señalar que no hemos evaluado el peso del empleo público,
lo cual podría quedar pendiente para otro artículo, no obstante,
evaluando el peso del empleo público en los ingresos de los hogares
de ambos países.
Este artículo tuvo como propósito discutir con interpretaciones
sobre las experiencias latinoamericanas en general, y Argentina
en particular, durante la primera década posterior al siglo XX,
reconstruidas desde discursos hegemónicos como gobiernos con una
impronta “de giro a la izquierda”, y representadas como estatistas, en
términos de usos excesivo de intervenciones sociales en detrimento de
la generación de ingresos “genuinos” dentro de la esfera del mercado.
La aproximación comparativa nos ha permitido poner en su justo
lugar esta interpretación y dar cuenta del desigual tratamiento de
la cuestión social en nuestro país, en el cual los sectores más bajos
de la estructura social se encuentran ampliamente desprotegidos, y
sólo cuentan con el mercado de trabajo para asirse de ingresos que le
permitan reproducir su vida cotidiana.
De este modo, hemos podido observar que en relación a la dupla
Estado – Mercado, este último se constituye con gran fuerza como
un asignador de recursos en Argentina en general, y en los sectores
de clase trabajadora en particular. En España, en cambio, en estos
sectores la impronta de los ingresos estatales al interior del hogar,
como repartidor de bienestar, es altamente significativa, llegando a
representar la mitad de los ingresos de los hogares de estos estratos.
Estado y Mercado no se constituyen como fuente de recursos del
modo en el cual los debates políticos culturales lo reconstruyen, e
incluso lo hacen en el sentido opuesto: Los trabajadores de Argentina
se ven mucho más desprotegidos frente a la cuestión social que los
españoles, incluso luego de una década de reformas y contrarreformas
en el sentido opuesto.
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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7. ANEXO
Media de ingreso por estrato de clase social desagregado por fuente.
España y Argentina. 2013
España
Argentina
Ingreso
laboral
Ingreso
no
laboral
Ingreso
total
Ingreso
laboral
Ingreso
no
laboral
Ingreso
total
I Clase de servicio
21247
1218
22465
9319
388
9707
II Clase de Servicios baja
13781
1412
15193
6330
258
6588
13197
1804
15001
5872
185
6057
8734
1318
10052
4073
203
4276
IIIa. Empleados no manuales
rutinarios
IIIb. Trabajadores de los servicios
personales
82
Emilio Jorge Ayos y Jésica Lorena Pla
España
Argentina
Ingreso
laboral
Ingreso
no
laboral
Ingreso
total
Ingreso
laboral
Ingreso
no
laboral
Ingreso
total
IVab. Pequeños propietarios con
empleados
9185
846
10031
3842
384
4227
V. Supervisores y técnicos
17183
2107
19291
6524
143
6666
10351
2394
12745
4649
139
4788
6342
1455
7797
3181
282
3464
5284
1766
7050
3466
259
3725
VI. Trabajadores manuales
calificados y semi
VIIa. Trabajadores manuales no
calificados
IVc/VIIb Agricultores y pequeños
productores Trabajadores de la
agricultura
Base: Población de 18 a 65 años activa al momento de la encuesta.
Fuente: Elaboración propia en base a ECV INE – EPHINDEC
83
Santiago Poy*1
CAMBIOS EN EL MERCADO DE
TRABAJO, EN LAS POLÍTICAS SOCIALES
Y SUS EFECTOS EN LAS CONDICIONES
DE VIDA FAMILIARES EN LA ARGENTINA
POST-REFORMAS (2003-2014)** ***23
“El estudio de la reproducción de los individuos y de sus capacidades
debe enmarcarse en el contexto de la heterogeneidad de nuestras sociedades.
La penetración y el desarrollo desigual del capitalismo en la región [latinoamericana] determina los requerimientos de la acumulación de capital que,
a su vez, contribuyen a la constitución y conservación de diversas formas de
utilización de la fuerza de trabajo”
Oliveira y Salles (2000: 629).
* Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
en el Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina (CONICETUCA). E-mail:
[email protected].
** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado
por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr. Pedro
López Roldán. Este artículo refleja la opinión del autor. Las instituciones referidas no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que
contiene.
*** Este trabajo constituye un avance de investigación de mi tesis doctoral. Una
versión previa se presentó en el XIII Congreso Nacional de Estudios del
Trabajo, realizado en Buenos Aires en agosto de 2017. Se inscribe en el marco
del proyecto UBACYT “Heterogeneidad estructural, desigualdad distributiva y
nuevas marginalidades sociales. Reproducción histórica de un modelo socioeconómico cada vez más concentrado y excedentario en fuerza de trabajo (19742014)”, que se desarrolla en el Programa Cambio Estructural y Desigualdad
Social con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, y del
Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina, UCA.
85
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
1. INTRODUCCIÓN
El ciclo post-reformas estructurales iniciado tras la crisis del modelo
de convertibilidad en la Argentina estuvo atravesado por transformaciones en el mercado de trabajo y en las políticas sociales de transferencias de ingresos. Por un lado, la literatura ha constatado una
recomposición de los niveles de empleo y una reducción de la precariedad laboral con respecto a los años noventa, si bien se reconoce a la
heterogeneidad estructural y a la segmentación del mercado de trabajo como rasgos duraderos de la dinámica ocupacional urbana (Beccaria y Maurizio, 2012; Groisman, 2013; Salvia, Vera y Poy, 2015; Salvia,
2016; Poy, 2017). Por otra parte, en el pasado reciente se verificó una
modificación institucional y una expansión del sistema de políticas
sociales, asociadas a la mayor cobertura previsional, la reestatización
del sistema y la ampliación de los programas de transferencias monetarias condicionadas (Andrenacci, 2016; Curcio y Beccaria, 2013;
Danani y Beccaria, 2013; Filgueira, 2015).
Un aspecto poco atendido por la literatura en los años recientes
remite al modo en que estos dos procesos operaron simultáneamente
sobre los cambios en las condiciones de vida familiares. En general, es
poco habitual que los estudios sobre el mercado de trabajo consideren
a los hogares como unidad de análisis o bien, si lo hacen –como los
estudios sobre los cambios en la morfología de las clases sociales–, no
suelen explicitar el papel de las políticas sociales como elemento clave
en la reconfiguración reciente de la distribución del ingreso (Beccaria
y Groisman, 2009; Benza, 2016; Chávez Molina y Sacco, 2015; Donza,
2015; Dalle et al., 2015; Groisman, 2011). Por su parte, las investigaciones que abordan los efectos distributivos de las políticas sociales
en la Argentina han priorizado una mirada agregada, sin describir su
asociación con distintos modos de participación laboral de distintos
grupos de individuos y hogares (Rofman y Oliveri, 2012; Salvia, Poy y
Vera, 2016; Trujillo y Villafañe, 2012). Este “desacople” (Heintz y Razavi, 2012) entre el análisis del mercado laboral y los estudios de política social no es privativo de nuestro contexto, se asocia a los cambios
verificados en las pautas de inserción laboral en las últimas décadas y
requiere de la reconstrucción de sus relaciones recíprocas.
Este capítulo propone articular los estudios sobre la estructura
social del trabajo con el análisis de las políticas sociales. El eje que
hace posible esta articulación es el interés por los cambios en las condiciones de reproducción y el acceso al bienestar de los hogares. Para
ello, se considera simultáneamente la participación de las unidades
domésticas en la estructura social del trabajo –espacio comúnmente
asociado a la distribución primaria del ingreso– y el acceso a diferentes
recursos provenientes de la intervención social del Estado –lo que ha-
86
Santiago Poy
bitualmente se asocia con la distribución secundaria–. Precisamente,
interesa evaluar la existencia de cambios en las formas de reproducción de las unidades domésticas como consecuencia de alteraciones
en la importancia relativa de la participación en la distribución primaria y secundaria del ingreso. Retomando un enfoque teórico centrado
en la heterogeneidad estructural del sistema económico-ocupacional
(Salvia, 2012, 2016)1 y estudios empíricos sobre su persistencia en el
período post-convertibilidad (Salvia, Vera y Poy, 2015; Poy, 2017), el
análisis combinado de inserción económica y política social permite
caracterizar las múltiples formas por medio de las cuales los hogares
participan en la distribución del producto social y evaluar el papel
desempeñado por tales instrumentos en las condiciones socioeconómicas dominantes.
El capítulo avanza en torno a tres objetivos centrales. En primer lugar, se propone describir los cambios en la participación de
los hogares en la estructura económico-ocupacional durante el período post-reformas como aproximación a un determinante clave de las
condiciones de vida. En segundo lugar, el capítulo busca describir el
alcance diferencial que tuvieron los cambios en la intervención social
del Estado sobre los hogares según su posición en la estructura ocupacional, y evaluar la cobertura de distintos instrumentos de política
social entre diferentes grupos socio-ocupacionales. En tercer lugar, se
propone examinar los efectos conjuntos que tuvieron los cambios en
el mercado laboral y en el sistema de política social sobre las condiciones de vida familiares.
La información se construyó a partir de la Encuesta Permanente
de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) para el período 2003-2014, tomando los cuartos trimestres de
cada año. La EPH tiene algunas limitaciones para identificar políticas
sociales y, por ello, se llevaron adelante distintas metodologías de estimación que se describen en el Anexo Metodológico. El interés de este
trabajo se centra en el período post-reformas o post-convertibilidad, el
cual se inicia con la crisis económico-financiera de 2001-2002. Establecemos dos períodos analíticos relevantes para el análisis: (i) en sus primeros años, este ciclo se caracterizó por altos niveles de crecimiento
económico sostenidos tanto en el uso de la capacidad instalada como
en la expansión de las exportaciones en un contexto de altos precios
1 El concepto de heterogeneidad estructural es una noción clave del pensamiento
estructuralista latinoamericano que busca aproximarse a las características de la
estructura productiva de los países de la región con particular interés en la dinámica
de absorción de fuerza de trabajo por parte de los sectores más dinámicos de la
economía (Salvia, 2012).
87
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
de las commodities. Al nivel del mercado de trabajo, ello se tradujo en
una elevada elasticidad empleo-producto, propiciada por la demanda
generada por actividades productivas orientadas al mercado interno.
Este ciclo empezó a mostrar signos de debilidad en los años 2007-2008,
cuando el mercado de trabajo perdió dinamismo y comenzó a aumentar la inflación (Beccaria y Maurizio, 2012; Gaggero, Schorr y Wainer,
2014). (ii) Desde entonces, el crecimiento fue más errático, lento o directamente nulo, registrándose períodos de recesión económica. En
general, se destaca lo ocurrido en los años posteriores a 2011 cuando
se hicieron presentes las mayores dificultades debidas a la reaparición
de la “restricción externa” provocada por la insuficiente cantidad de
divisas para afrontar la sustitución de importaciones (Gaggero, Schorr
y Wainer, 2014).
La primera sección del trabajo localiza los principales conceptos
en discusión y ubica la construcción operativa de inserciones económico-ocupacionales de los hogares y los tipos de política social que
pudieron ser identificados. La segunda sección analiza los cambios en
las formas de participación económico-ocupacional de los hogares,
dando cuenta de los principales cambios y continuidades registrados
en el período. La tercera sección repasa muy brevemente las transformaciones en el sistema de políticas sociales en el período post-reformas y señala cómo se tradujeron a nivel de los hogares. En la cuarta
sección se presenta un modelo de descomposición de la variación del
ingreso per cápita familiar que permite sopesar el papel que fuentes
laborales y políticas sociales jugaron en el bienestar de las unidades
domésticas. El capítulo se cierra con un conjunto de reflexiones finales a la luz de las preocupaciones que motivaron este trabajo.
2. REPRODUCCIÓN DE LOS HOGARES, HETEROGENEIDAD
ESTRUCTURAL Y POLÍTICA SOCIAL: NOTAS TEÓRICO-METODOLÓGICAS
Los hogares2 constituyen el ámbito en el cual se organiza la reproducción y el mantenimiento cotidiano y generacional de la población (Oliveira y Salles, 2000). Con el propósito de optimizar sus condiciones de
reproducción, en los hogares se define la participación en el mercado
de trabajo, la utilización de recursos económicos y la organización de
las prácticas de consumo (Torrado, 2006 [1982]). Diferentes perspec2 En este trabajo, definimos a los hogares como “una persona o grupo de personas,
parientes o no, que habitan bajo un mismo techo en un régimen de tipo familiar; es
decir, comparten sus gastos en alimentación u otros esenciales para vivir” (INDEC,
2003: 6). A su vez, utilizamos de modo equivalente los términos “familia”, “hogar” y
“unidad doméstica”. Si bien no desconocemos sus diferencias, lo hacemos a los fines
de facilitar la lectura.
88
Santiago Poy
tivas conceptuales señalan la interacción que se produce entre las unidades domésticas –atravesadas por clivajes de género y generación–,
el mercado y el Estado en relación con la reproducción y el bienestar.
No obstante, se reconoce el carácter dominante que el mercado de trabajo tiene en la determinación de las condiciones de vida familiares,
sobre todo en una región como América Latina (Barba, 2007; Cortés,
2000; Danani, 2009; Esping-Andersen, 1999; Martínez Franzoni, 2005;
Salvia, 2012).
Para analizar la participación de los hogares en el mercado de
trabajo, adoptamos una perspectiva teórica que toma como eje las características de la estructura productiva y las relaciona con la estructura social del trabajo (Fine, 2003). Un rasgo central se asocia con la
heterogeneidad estructural, aspecto clave de las economías periféricas,
que se expresa en la existencia simultánea de dos “brechas” con amplias consecuencias sobre la dinámica económico-ocupacional. Por
una parte, una brecha interna, que remite a la coexistencia de estratos
de productividad muy diferenciada, lo que se asocia con un patrón de
especialización productiva y sus dificultades para absorber y promover el cambio técnico (Infante, 2011; Salvia, 2012). Por otra parte, una
brecha externa, que remite a la distancia entre las economías periféricas y la frontera tecnológica internacional (Bárcena y Prado, 2016;
Infante, 2011).
El vínculo entre heterogeneidad estructural y estructura ocupacional es significativo, en tanto que, como enfatizan Bárcena y Prado
(2016: 36), “las brechas de productividad se traducen en mercados
de trabajo segmentados, tanto en lo que respecta al acceso a empleos
como a los ingresos salariales y laborales”. De acuerdo con la teoría,
la heterogeneidad estructural se asocia con la insuficiente absorción
de empleo en los sectores económicos más dinámicos y, por lo tanto,
con la existencia de fuerza de trabajo redundante en actividades de
baja productividad (Salvia, 2012). Precisamente, el sector microempresario o informal constituye el “último eslabón” de la heterogeneidad estructural, en tanto incluye un conjunto de unidades económicas que operan en mercados de “fácil entrada”, con baja dotación de
capital, baja productividad y dimensiones reducidas (PREALC, 1978;
Tokman, 2000; Salvia, 2012). El sector microinformal opera en los
“intersticios” del sector capitalista más estructurado y su dinámica se
encuentra supeditada a las expansiones y contracciones de éste a la
vez que establece relaciones de distinto tipo con él (Cacciamali, 2000).
Para definir las características de las inserciones económico-ocupacionales, es frecuente analizar, a la vez, su calidad, lo que alude
a la existencia de distintos segmentos de empleo (Salvia, Vera y Poy,
2015). Si bien existen diversas conceptualizaciones, en este capítulo
89
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
nos aproximamos a esta dimensión a partir de la distinción de posiciones ocupacionales precarias, definidas a partir del “alejamiento
de los principales rasgos del empleo típico (también regular, normal
o protegido), para lo cual se consideran dos elementos básicos de la
relación laboral: estabilidad en el empleo y cobertura social” (Beccaria, Carpio y Orsatti, 2000:142). Existe una estrecha relación entre
heterogeneidad estructural y calidad del empleo, en tanto son las condiciones de acumulación de las unidades productivas las que determinan –si bien no de modo único– las modalidades de contratación
de la fuerza de trabajo (Bárcena y Prado, 2016; Coatz, García Díaz y
Woyecheszen, 2010)3.
Con el propósito de dar cuenta de la participación de los integrantes de los hogares en distintas posiciones económico-ocupacionales
desde esta clave analítica, se construyó una tipología de inserciones
(Esquema 1) que retoma trabajos previos basados en una línea estructuralista de análisis del mercado laboral (PREALC, 1978; Salvia,
2012).
3 En este sentido, en unidades productivas del sector microinformal tienden a
predominar las relaciones laborales precarias, al igual que en las empresas menos
productivas del sector formal (Poy, 2017).
90
Santiago Poy
Esquema 1. Inserciones económico-ocupacionales de la fuerza de trabajo.
Inserciones económico-ocupacionales
Definición operativa
SECTOR FORMAL PRIVADO
Empleadores, directivos
y profesionales
Asal. Reg. Sector Formal
Asal. No Reg. Sector
Formal
No asalariados
y directivos del
sector formal
privado
Asalariados del
Sector Formal
Empleadores en establecimientos formales (más
de 5 ocupados) o en micro-establecimientos (hasta
5 ocupados) pero con calificación profesional;
trabajadores por cuenta propia con calificación
profesional; y asalariados en establecimientos
privados en función de dirección.
Asalariados en establecimientos de más de 5
trabajadores con descuento jubilatorio.
Asalariados en establecimientos de más de 5
trabajadores sin descuento jubilatorio.
SECTOR PÚBLICO
Empleados del sector
público
Empleados del
sector público
Asalariados del sector público.
SECTOR MICROINFORMAL(a)
Patrones microempresas
y TCP calificados con
capital
TCP no calificados y/o
sin capital propio
Asal. Reg. Sector
Informal
Asal. No Reg. Sector
Informal
No asalariados
del sector
microempresario /
informal
Asalariados
del sector
microempresario /
informal
Empleadores en micro-establecimientos (hasta 5
ocupados) sin calificación profesional; trabajadores
por cuenta propia calificados y con capital propio.
Trabajadores por cuenta propia sin calificación o sin
capital propio.
Asalariados en micro-establecimientos (hasta 5
ocupados) o del servicio doméstico con descuento
jubilatorio.
Asalariados en micro-establecimientos (hasta 5
ocupados) o del servicio doméstico sin descuento
jubilatorio.
DESOCUPADOS Y PLANES DE EMPLEO
Beneficiarios de planes
de empleo(b)
Desocupados
Desocupados y
beneficiarios de
planes de empleo
Ocupados cuya ocupación principal es un plan de
empleo
Personas que declaran buscar activamente un
empleo.
Nota: (a) siguiendo el criterio de Monza y López (1995), se excluyó por definición algunas ramas
de actividad. Aquí fueron las actividades financieras y empresariales, y la rama enseñanza y
servicios de salud. / (b) Incluye a quienes declaran en la EPH que su ocupación principal es un
plan de empleo (Plan Jefas y Jefes de Hogar, Argentina Trabaja, Ellas Hacen, siempre que hayan
sido declarados como plan de empleo por el respondente).
Fuente: elaboración propia a partir de la EPH-INDEC.
91
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Además de participar en la estructura social del trabajo por medio de
sus miembros ocupados, los hogares acceden a recursos que provienen
de la intervención estatal. En este sentido, siguiendo a Danani (2009:
29), cabe entender a las intervenciones estatales que inciden sobre las
condiciones de vida y la reproducción de la población como intervenciones sociales del Estado. Pero mientras que la política laboral “regula directamente las condiciones de venta y uso de la fuerza de trabajo”
(Danani, 2009: 31. Énfasis original) y, por tanto, participa en la distribución primaria del ingreso (por ejemplo, las políticas de ingresos o
de salario mínimo), la política social remite a “aquellas intervenciones
sociales del Estado que producen y moldean indirectamente las condiciones de vida y de reproducción de la vida de distintos sectores y grupos sociales” (Danani, 2009: 32. Énfasis original). De esta forma, las
políticas sociales son aquellas intervenciones del Estado que operan
sobre la distribución secundaria del ingreso. Específicamente, en este
trabajo se analizan aquellas que implican transferencias de ingresos4.
¿Qué relación conceptual existe entre mercado de trabajo y política social? Una amplia corriente teórica se centra en el rol de las políticas sociales en clave a los procesos de integración social (Donzelot,
2007). De acuerdo con estos enfoques, la política social operaría como
una respuesta ante la acción disgregadora de los mercados5. Otros autores ponen énfasis en el papel de la política social como instrumento
clave de los regímenes de acumulación (Fleury, 1997; O’Connor, 1977;
Offe, 1984). Aquí recuperamos esta línea, de acuerdo con la cual la política social constituye un instrumento clave en términos de reproducción de la fuerza de trabajo, regulación del conflicto social y legitimación en el proceso de acumulación (Cortés y Marshall, 1991). En las
sociedades latinoamericanas, con posterioridad al ajuste estructural
(iniciado en los noventa), la política social habría pasado a constituir
un mecanismo de creciente importancia en términos de regulación
social ante la emergencia de nuevos modos de marginalidad socioeconómica originados en la heterogeneidad del sistema ocupacional (Salvia, 2007, 2016). En este sentido, cabe argumentar que los ingresos de
4 Profundizando una distinción de Esping-Andersen, Danani (2009) plantea que las
políticas sociales pueden desmercantilizar necesidades o a las personas. En cuanto
a lo primero, cabe incluir a las políticas que brindan servicios que, si no mediara
la intervención estatal, los hogares deberían auto-proveerse (a través de trabajo no
remunerado) o comprar en el mercado (por ejemplo, políticas de salud, educación,
cuidados, vivienda, etc.). En cuanto a lo segundo, se incluyen las políticas que
transfieren ingresos. Éstas constituyen el foco de interés aquí.
5
El supuesto subyacente en esta tradición está dado por el planteo original
de Polanyi, que describió a la política social como una reacción protectora de la
sociedad ante el “molino satánico” del mercado.
92
Santiago Poy
política social desempeñarían un papel de “compensación” –aunque
limitado– de las debilitadas capacidades de reproducción de la fuerza
de trabajo que participa de las actividades económicas de baja productividad6.
En este capítulo, se evalúa la relación entre heterogeneidad estructural, inserción económico-ocupacional de los hogares y el papel
de la política social en las capacidades de reproducción y condiciones
de vida de las unidades domésticas. Con este fin, se construyó información a partir de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares
de los cuartos trimestres de 2003 a 2014. Se asignó a los hogares la posición económico-ocupacional del principal sostén del hogar (PSH)7.
Como se señaló, existen restricciones de la fuente de datos para la
identificación de las políticas sociales. Ello implicó adoptar una serie
de decisiones metodológicas que se especifican con detalle en el Anexo
Metodológico de este trabajo. En el Esquema 2 se señalan las políticas
sociales que son objeto de análisis y sus modos de captación.
Esquema 2. Tipos de política social y posibilidades de captación.
Tipo de política social
Nombre de la política
Tipo de
identificación
Programas de empleo
/ Programas de
capacitación
Plan Jefas y Jefes de Hogar, otros programas
(Argentina Trabaja, Ellas Hacen, etc.)
Directa (pp07e)
Seguro de desempleo
Seguro de desempleo
Directa (v4_m)
Sistema previsional
Jubilaciones / pensiones (contributivas y no
contributivas)
Directa (v2_m)
Asignaciones familiares
Sistema de asignaciones familiares
Indirecta
(estimación)
Otras transferencias
monetarias
condicionadas
Programa Familias para la Inclusión Social,
Asignación Universal por Hijo, Asignación Universal
por Embarazo, PROGRESAR, otras transferencias de
nivel subnacional no identificables
Indirecta (a partir
de v5_m)
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH-INDEC.
6
Esto se habría traducido en la creciente importancia del componente “no
contributivo” de las políticas sociales en los últimos años. De allí que algunos autores
hablen del pasaje de un sistema bismarckiano –centrado en la lógica contributiva–, a
otro beveridgeano –apoyado en políticas “no contributivas”– (Filgueira, 2015).
7
Definimos al principal sostén del hogar como aquel miembro de la unidad
doméstica cuyo ingreso es el mayor de entre todos los componentes del hogar.
93
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
3. LOS HOGARES Y SU PARTICIPACIÓN EN LA ESTRUCTURA
ECONÓMICO-OCUPACIONAL
Un conjunto de estudios sobre la inserción de la fuerza de trabajo
en la estructura económico-ocupacional destaca que, si bien durante
la post-convertibilidad se revirtió la tendencia incremental de la precariedad laboral iniciada en los ochenta y noventa, su estabilización
en niveles históricamente elevados da cuenta de rasgos duraderos del
mercado de trabajo argentino (Beccaria y Maurizio, 2012; Groisman,
2013; Salvia, Vera y Poy, 2015; Poy, 2017). Estos estudios son congruentes con aquellos que señalan que el estilo de crecimiento postconvertibilidad habría sido insuficiente para promover una mayor
integración productiva y superar la heterogeneidad estructural (Gaggero, Schorr y Wainer, 2014; Piva, 2015).
El análisis de la inserción de los hogares en la estructura ocupacional a través de sus integrantes complementa esta perspectiva, al
destacar las formas dominantes a través de las cuales las unidades
domésticas participan en la distribución primaria del ingreso, lo que
da cuenta de un determinante central del bienestar. En este sentido,
el Cuadro 1 examina la participación de los hogares en la estructura
económico-ocupacional según la posición de su principal sostén.
Cuadro 1. Distribución de hogares según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares
con PSH activo, total de aglomerados urbanos, 2003-2014. En porcentajes.
2003
2007
2011
2014
Sector formal privado
39,2
46,3
47,7
46,2
No asalariados y directivos
5,2
5,6
5,4
4,9
Asalariados registrados
25,3
31,5
34,1
33,7
Asalariados no registrados
8,7
9,2
8,2
7,7
Sector público
15,0
16,5
17,9
18,2
Empleados del sector público
15,0
16,5
17,9
18,2
Sector microinformal
36,7
34,4
32,2
33,0
No asalariados
19,5
17,9
17,0
17,2
Asalariados registrados
3,7
5,3
5,0
5,3
Asalariados no registrados
13,5
11,2
10,2
10,5
Desoc. y benef. planes de
empleo
9,1
2,8
2,1
2,6
Total
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
94
Santiago Poy
Uno de los rasgos principales de los primeros años del ciclo postconvertibilidad (2003-2007) fue la elevada capacidad de absorción de
fuerza de trabajo (Salvia, Vera y Poy, 2016). Esto se tradujo en una
significativa reducción de los hogares cuyo PSH se encontraba desempleado o era beneficiario de un programa de empleo (que pasaron
de 9,1% a 2,6% entre puntas del período). En paralelo, se incrementó
la proporción de hogares que participaba en el sector formal privado
(39,2% a 46,3%), principalmente a través de posiciones asalariadas
registradas (25,3% a 31,5%), y en el sector público (15% a 16,5%). La
proporción de hogares encabezados por un PSH en el sector microinformal se redujo muy levemente (36,7% a 34,4%).
Luego de los años más intensos de crecimiento del ciclo postconvertibilidad, estas tendencias perdieron dinamismo y la participación sectorial económico-ocupacional de los hogares se mantuvo
prácticamente inalterada (2007-2014). Aumentó la proporción de hogares cuyo PSH era asalariado registrado en el sector formal (31,5% a
33,7%) o empleado del sector público (16,5% a 18,2%). De esta forma,
el proceso de recomposición verificado en los primeros años del ciclo
post-reformas coexistió con una estabilización posterior. Hacia el final del período, más de 4 de cada 10 hogares participaban del sector
microinformal de baja productividad, su principal proveedor disponía
de una ocupación precaria en establecimientos del sector formal o
estaban encabezados por un desocupado o beneficiario de un plan de
empleo.
Este análisis puede complementarse con el de las posibilidades
que tuvieron los hogares de participar en distintas posiciones económico-ocupacionales a través de sus diferentes miembros ocupados.
Precisamente, se trata de una de las ventajas que tiene el abordaje de
las unidades domésticas y que permite conocer mejor la evolución de
las capacidades de reproducción de los hogares8
8 Desde el punto de vista metodológico, el análisis de la distribución de la fuerza
de trabajo individual favorece las inferencias en torno al comportamiento de las
estructuras productivas; en tanto que el análisis centrado en los hogares permite
ganar conocimiento sobre los modos en que esa fuerza de trabajo efectivamente se
reproduce (Torrado, 1992)
95
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuadro 2. Distribución de hogares según presencia de situaciones ocupacionales mixtas.
Hogares con PSH activo, total de aglomerados urbanos, 2003-2014. En porcentajes.
2003
2007
2011
2014
Hogares en sector formal(a)
35,3
43,9
47,3
46,4
PSH en sector formal
y ocupados en sector
microinformal(b)
19,0
18,9
18,4
18,0
PSH en sector microinformal(b) y
ocupados en sector formal
6,2
6,6
6,2
6,2
Hogares en sector
microinformal(b)
39,5
30,6
28,1
29,4
Total
100,0
100,0
100,0
100,0
Notas: (a) excluye desocupados y beneficiarios de planes de empleo / (b) Incluye desocupados y
beneficiarios de planes de empleo. Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPHINDEC correspondientes al cuarto trimestre de cada año.
En este sentido, el Cuadro 2 permite destacar procesos de recomposición y desigualdades duraderas en la post-convertibilidad que refuerzan el análisis precedente. Por una parte, se ampliaron las chances
de los hogares de participar en el sector formal, tanto público como
privado: se incrementó la proporción de hogares que tenían todos sus
ocupados en el sector formal (35,3% a 46,4%) y se mantuvo la de aquellos que participaban en tal sector mediante alguno de sus ocupados.
Por otra parte si bien se redujo la proporción de hogares que participaban exclusivamente en el sector microinformal (o con sus integrantes como desocupados y/o beneficiarios de planes de empleo), hacia
2014 29,4% de los hogares con PSH activo se encontraban vinculados
exclusivamente a este tipo de inserciones económico-ocupacionales.
Por último, cabe examinar lo ocurrido con las brechas de desigualdad
provenientes de la participación económico-ocupacional de los hogares. Un
primer aspecto que cabe destacar es que los hogares que participaban del
sector formal privado a través de su PSH redujeron su brecha con respecto
al ingreso per cápita familiar de fuente laboral promedio. Esta tendencia
se explica, en parte, por una segunda cuestión emergente del análisis: los
hogares cuyo PSH pertenecía al sector público se distanciaron progresiva
y significativamente del promedio. Un tercer aspecto relevante remite a la
relativa estabilidad que mantuvo la brecha de ingresos de los hogares que
participaban en el sector microinformal con respecto al promedio y al deterioro relativo experimentado por los hogares cuyo PSH era asalariado no
registrado del sector formal (Cuadro 3).
96
Santiago Poy
Cuadro 3. Brecha del ingreso per cápita familiar real de fuente laboral según posición
económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH ocupado(a), total de aglomerados urbanos,
2003-2014. Ingreso medio=1.
2003
2007
2011
2014
Sector formal privado
1,25
1,15
1,09
1,10
No asalariados y directivos
2,54
2,15
1,90
2,00
Asalariados registrados
1,18
1,10
1,07
1,09
Asalariados no registrados
0,78
0,74
0,71
0,69
Sector público
1,17
1,22
1,36
1,36
Empleados del sector público
1,17
1,22
1,36
1,36
Sector microinformal
0,66
0,69
0,67
0,67
No asalariados
0,76
0,84
0,77
0,75
Asalariados registrados
0,88
0,80
0,85
0,82
Asalariados no registrados
0,47
0,41
0,43
0,48
Total
1,00
1,00
1,00
1,00
Nota: dado que se evalúan sólo los ingresos laborales netos de política social, se excluyó de este
análisis a los hogares encabezados por desocupados o beneficiarios de programas de empleo.
Véase el detalle en el Anexo Metodológico.
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
De lo anterior, cabe concluir que si bien hubo una recomposición en la
dinámica laboral durante la post-convertibilidad, en los últimos años
del ciclo –con ritmos de crecimiento mucho menos intensos que los
precedentes– se consolidó un núcleo de hogares (casi 4 de cada 10)
que sólo participaba en las posiciones más desaventajadas de la estructura económico-ocupacional a través de sus miembros ocupados.
Al mismo tiempo, la dinámica distributiva emergente de la participación en el mercado de trabajo tuvo algunos claroscuros, y aquellos
hogares que participaban de posiciones en el sector microinformal
se mantuvieron en una posición desventajosa durante el conjunto del
período. Si estos fueron los principales rasgos de la capacidad de los
hogares de participar en la distribución primaria del ingreso, ¿qué características tuvo la participación en la distribución secundaria? A responder este interrogante se dirige el próximo apartado.
4. CAMBIOS EN LA MATRIZ DE INTERVENCIÓN SOCIAL DEL
ESTADO EN EL CICLO POST-REFORMAS ESTRUCTURALES
Diferentes investigaciones han constatado cambios en la forma de intervención social del Estado en el ciclo post reformas en relación con los
años noventa (Curcio y Beccaria, 2013; Danani y Beccaria, 2013; Filgueira,
97
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
2015). Las principales modificaciones pueden agruparse en tres ejes. En
primer lugar, con respecto a las jubilaciones y pensiones, se verificó un aumento de la cobertura, debido a la implementación de “moratorias”9 y a
la expansión del subsistema no contributivo10, y un aumento de la tasa de
sustitución, por la recuperación del nivel de haberes11. En segundo lugar,
se ampliaron las transferencias monetarias condicionadas, asociadas a la
“lucha contra la pobreza”, que habían adquirido un alcance masivo en la
crisis de la convertibilidad (con el Plan Jefas y Jefes de Hogar, PJJHD). Por
una parte, se extendieron los programas cuyo requisito era una contraprestación laboral (continuando así con líneas previas, como Trabajar o
el PJJHD) o la participación en sistemas de capacitación (como el Seguro
de Capacitación y Empleo y los programas de “ingreso social con trabajo”,
Argentina Trabaja y Ellas Hacen)12. Por otra parte, avanzaron los programas vinculados al cumplimiento de condicionalidades en capital educativo y humano, en especial de niños y adolescentes (como el Plan Familias
para la Inclusión Social, la Asignación Universal por Hijo y por Embarazo
o el Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina, PROGRESAR)13.
9 Entre las llamadas “contra reformas” (Danani y Beccaria, 2013) del sistema
de previsión social, se destacan la “moratoria previsional” que permitió acceder
a un haber jubilatorio a quienes tenían edad para jubilarse pero no cumplían con
la exigencia del número de años requeridos (Decreto 1454, del año 2005); y, en
noviembre de 2008, la Ley 26.425 que derogó el régimen de capitalización y creó el
Sistema Integrado Previsional Argentina (SIPA).
10 Hasta el año 2003 existía una restricción cuantitativa del número de pensiones no
contributivas que el Estado podía entregar. Hasta entonces, sólo podían darse altas
cuando se registraba una baja. La eliminación de ese “cupo” permitió la expansión
de este tipo de transferencias económicas.
11 Tras la crisis de 2001-2002, el Gobierno lanzó una serie de medidas tendientes
a incrementar la jubilación mínima. Así, entre 2003 y 2007 ésta aumentó 250% en
términos nominales y 80% en términos reales. Esto tendió a alterar la “pirámide”
previsional (Rofman y Oliveri, 2012).
12 Con posterioridad al PJJHD, algunos beneficiarios pasaron al Seguro
de Capacitación y Empleo, que se inscribió en la lógica de promoción de la
“empleabilidad”. Por su parte, el programa Argentina Trabaja procuró articular la
lógica del trabajo cooperativo con una transferencia de ingreso. No obstante, como
señalan Arcidiácono, Kalpschtrej y Bermúdez (2014: 353), si bien procuró aplicar
un formato de economía social, el programa siguió ligado a un esquema de política
asistencial. En este sentido, Hopp (2016) da cuenta de la elevada desprotección social
de los trabajadores del programa, lo que evidencia sus limitaciones para desenvolver
formas alternativas de empleo en el marco de la economía social.
13 A partir del año 2009, el Estado argentino creó la Asignación Universal por Hijo
para Protección Social, dirigida a los hijos/as de trabajadores informales, en el servicio
doméstico, desocupados o monotributistas sociales. Implica condicionalidades de
control sanitario y asistencia a la escuela. En 2011 se extendió esta asignación a las
mujeres embarazadas (Asignación Universal por Embarazo). Por su parte, en 2014 se
puso en marcha el PROGRESAR dirigido a estudiantes de 18 a 24 años.
98
Santiago Poy
En tercer lugar, el régimen de asignaciones familiares tuvo una evolución
errática pese al aumento del empleo e incluso llegó a retraer su nivel de
cobertura en términos absolutos debido al atraso en la actualización de
los topes que permitían acceder al beneficio como resultado de la inflación
(CIFRA, 2012; MTEYSS, 2008, 2009, 2012).
La diferente evolución de estos componentes del sistema de políticas sociales se plasmó en la proporción de hogares cubiertos por los
mismos (Cuadro 4). En primer término, se destacó la retracción de la
proporción de hogares que recibían programas de empleo y la estabilidad de la cobertura por seguro de desempleo. En segundo término, el
sistema de jubilaciones y pensiones tuvo una expansión significativa en
términos de cobertura entre 2003 y 2007 (asociada a la primera “moratoria”, de 2005) y una nueva expansión entre ese año y 2011 (vinculada,
también, con el crecimiento de las pensiones no contributivas). En tercer lugar, las asignaciones familiares incrementaron su cobertura entre
2003 y 2007, declinaron por falta de actualización de topes por inflación
hacia 2011 y, como resultado del cambio en éstos, volvió a aumentar la
cobertura en 2014. Finalmente, la cobertura de transferencias monetarias directas se incrementó entre 2003 y 2007 (una parte de lo cual tiene
que ver con el pasaje de PJJHD –que era un programa de empleo– a este
tipo de transferencias directas) y, especialmente, entre ese año y 2011,
a partir del lanzamiento de la Asignación Universal por Hijo en 2009.
Cuadro 4. Cobertura del sistema de políticas sociales según tipo de instrumento(a). Hogares
con PSH activo, total de aglomerados urbanos, 2003-2014. En porcentajes.
2003
2007
2011
2014
Programas de empleo
10,3
2,8
1,0
1,4
Seguro de desempleo
0,6
0,5
0,5
0,4
Jubilaciones / Pensiones
13,5
17,0
19,9
20,3
Asignaciones familiares
16,2
21,5
14,7
18,6
Transferencias monetarias directas (inc.
AUH)
3,2
6,4
14,4
14,3
Total(b)
40,5
44,3
44,7
48,9
Notas: (a) Sobre el modo en que fueron captadas e imputadas al ingreso total familiar, véase el
Anexo Metodológico/ (b) Es el porcentaje de hogares que recibe al menos un tipo de transferencia
sobre el total de hogares; por consiguiente, no surge de la suma de las demás categorías del Cuadro.
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
En general, las investigaciones distributivas analizan el rol de las políticas sociales de manera agregada, sin examinar las diferentes posi-
99
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
ciones económico-ocupacionales en que participan los hogares que
acceden a dichos recursos. Aquí interesa preguntarse: ¿qué papel
desempeñaron tanto a nivel general como entre los distintos grupos
económico-ocupacionales de hogares anteriormente descriptos los
distintos instrumentos de política social?
El Cuadro 5 indica que los cambios consignados en la forma de
intervención social del Estado se tradujeron en una expansión de la
población de hogares cubierta por estos instrumentos. Entre 2003 y
2014, la cobertura pasó de 40,5% a 48,9% de las unidades domésticas. Esta evolución reconoce dos momentos: una primera expansión
entre 2003 y 2007 (cuando alcanzó 44,3%) y una segunda expansión,
entre 2007 y 2014 (tras la cual llegó a 48,9%). Pero esta pauta distó
de ser homogénea: si bien creció la cobertura entre los hogares cuyo
PSH pertenecía al sector formal privado (al pasar de 38,6% a 47,6%),
el incremento fue mucho más intenso entre aquellos cuyo PSH pertenecía al sector microinformal (30,2% a 51,2%) y tuvo un recorrido
inverso entre aquellos hogares con PSH en el sector público (de 53,6%
a 47,4%)14.
14 También se modificó la cobertura entre aquellos hogares cuyo PSH se
encontraba desocupado o era beneficiario de un programa de empleo, pero en un
sentido distinto al verificado en el resto de los hogares. La reducción de aquellos
cubiertos por instrumentos de política social (de 68,7% a 54,8%) es indicativa de un
cambio de composición de este grupo (Cuadro 6.2). Al respecto, podemos conjeturar
que se transitó de situaciones de desempleo consolidado durante la crisis de la
convertibilidad hacia un escenario de desempleo friccional, lo que implica una mayor
heterogeneidad de este grupo de hogares y, en consecuencia, del tipo de cobertura al
que accedían.
100
Santiago Poy
Cuadro 5. Cobertura del sistema de políticas sociales según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de aglomerados urbanos, 2003-2014.
En porcentajes.
2003
2007
2011
Sector formal privado
38,6
43,5
41,6
2014
47,6
No asalariados y directivos
24,9
23,2
29,4
31,6
Asalariados registrados
44,7
49,6
42,0
49,0
Asalariados no registrados
29,1
35,2
47,7
51,6
Sector público
53,6
58,1
43,3
47,4
Empleados del sector público
53,6
58,1
43,3
47,4
Sector microinformal
30,2
37,8
49,4
51,2
No asalariados
27,6
32,0
45,6
44,9
Asalariados registrados
42,8
51,3
45,1
48,4
Asalariados no registrados
30,5
40,7
58,1
62,9
Desoc. y benef. planes de
empleo
68,7
54,4
55,4
54,8
Total
40,5
44,3
44,7
48,9
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
Esta expansión cuantitativa de la cobertura de los sistemas de políticas sociales que transfieren ingresos a los hogares pareciera implicar
una tendencia a la homogeneización. Sin embargo, este proceso oculta
dinámicas diferentes, en tanto las relaciones de mercado que rigen el
acceso a estos instrumentos tienen un alcance desigual en los distintos
estratos económico-ocupacionales. Al respecto, el Gráfico 1 da cuenta
de que el aumento cuantitativo de la cobertura corrió parejo con una
heterogeneización del tipo de instrumentos al que acceden los hogares.
101
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Gráfico 1. Distribución de hogares que reciben políticas sociales por tipo de instrumento
según posición sectorial económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de
aglomerados urbanos, 2003-2014. En porcentajes.
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
102
Santiago Poy
Entre aquellos cuyo PSH estaba ocupado en el sector formal público
o privado, fueron dominantes las transferencias por salario familiar y
por jubilaciones y pensiones, teniendo un papel menor las transferencias monetarias condicionadas o los programas sociales de empleo15.
En cambio, entre los hogares encabezados por un trabajador del sector microinformal o por un desempleado, adquirieron significación,
además de los ingresos por jubilaciones y pensiones, las transferencias directas (como la AUH) y los programas de empleo.
5. MERCADO DE TRABAJO, POLÍTICAS SOCIALES Y CAMBIOS
EN LAS CONDICIONES DE VIDA FAMILIARES EN EL CICLO
POST-REFORMAS ESTRUCTURALES
El propósito de este apartado es analizar articuladamente qué papel
desempeñaron el mercado de trabajo y las formas de intervención estatal por medio de políticas sociales sobre el cambio en las condiciones de vida familiares. El análisis se enriquece si se examinan no sólo
estos procesos a nivel agregado, sino entre diferentes grupos económico-ocupacionales. Al describir articuladamente procesos vinculados
con la distribución primaria y secundaria, se puede echar luz sobre
transformaciones en los patrones de reproducción social de distintos
grupos de hogares (Salvia, 2012).
Con el propósito de conocer la incidencia y el sentido de los diferentes componentes que modificaron las condiciones de vida, se descomponen los cambios en el ingreso per cápita familiar (IPCF). Este
modelo de descomposición es una adaptación de la metodología que
Cortés (1995) aplicó a la distribución del ingreso de México. Habitualmente, los economistas descomponen la desigualdad distributiva
–empleando algún índice o medida sintética como el coeficiente de
Gini o el de Theil (Bourguignon y Ferreira, 2004)– o la tasa de pobreza
–como en el popular método de Datt y Ravallion (1992)–. Desde una
perspectiva complementaria, interesa incluir una descomposición del
crecimiento del ingreso per cápita entre dos períodos de tiempo16.
El ingreso per cápita familiar de un grupo de hogares g puede ser
escrito del siguiente modo:
IPCFg = Y/PERg NPERg NCOMP-1g (1),
15 El incremento de la participación de la transferencias monetarias directas en los
años 2011 y 2014 entre estos hogares puede atribuirse a la presencia de asalariados
no registrados en el sector formal privado.
16 Además de Cortés (1995) existen otros antecedentes que han aplicado este tipo de
enfoque. En Argentina, Donza (2015) aplicó este método y en Reino Unido Brewer y
Wren-Lewis (2015) plantearon un abordaje similar.
103
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Es decir que el IPCF es el resultado del ingreso medio por perceptor
del hogar (Y/PER), el número de perceptores del hogar (NPER) y la
inversa del número de componentes del hogar. Como demuestra Cortés (1995), cuando estos componentes varían a tasas r, p¸ y e, respectivamente, el cambio del ingreso per cápita familiar puede escribirse
del siguiente modo:
ΔIPCFt1, t0 = IPCFt0 (r + p + e + rp + re + pe + rpe) (2)
Denotando con r, p¸ y e las tasas de variación del ingreso por perceptor,
el número de perceptores de ingresos por hogar y la inversa del número de componentes, respectivamente; y siendo los demás términos las
interacciones de primer, segundo y tercer orden entre ellos. Siguiendo
la lógica precedente, pueden incorporarse diferentes k fuentes de ingreso para describir los cambios en el IPCF, de modo que la ecuación
(1) pasa a tener la siguiente estructura:
IPCFg = Y/PERg,k1 NPERg,k1 NCOMP-1g+ (…) + Y/PERg,kn NPERg,kn NCOMP-1g
(3)
Y el cambio en el IPCF entre dos momentos t0 y t1 puede escribirse del
siguiente modo:
ΔIPCFg t1, t0 = IPCFg k1,t0 (rk1 + pk1 + e + rk1pk1 + rk1e + pk1e + rk1pk1e) + (…) +
IPCFg kn,t0 (rkn + pkn + e + rknpkn + rkne + pkne + rknpkne)
(4)
En la ecuación (4), los términos r y p constituyen las tasas de variación del ingreso por perceptor y del número de perceptores por hogar
de cada una de las k fuentes consideradas; y el término e recoge el
cambio en el tamaño del hogar ponderado por la incidencia de cada k
fuente en el ingreso.
Esta ecuación permite contestar los siguientes interrogantes:
¿qué papel tuvieron las fuentes laborales, las políticas sociales y otros
ingresos no laborales en los cambios en las condiciones de vida? ¿Qué
factores tuvieron más incidencia y qué diferencias se advierten entre
distintos grupos según su posición económico-ocupacional? Para llevar adelante este análisis, el foco está puesto en dos períodos diferenciados del régimen de crecimiento reciente en la Argentina: la etapa
de alto crecimiento en la post-convertibilidad (2003-2007) y el ciclo de
ralentización y crisis del modelo post-reformas (2007-2014)17.
17 Para simplificar la exposición, los Cuadros 6 y 7 sólo exponen la contribución
de cada fuente al cambio en el ingreso. El papel desempeñado por el ingreso medio
104
Santiago Poy
(I) “CICLO DE ORO” DEL PERÍODO POST-REFORMAS
ESTRUCTURALES (2003-2007)
La devaluación que siguió a la salida del régimen de convertibilidad
implicó un veloz e intenso proceso de reducción de los ingresos familiares, que ya venían deteriorados por la recesión que caracterizó
a los últimos años del programa de ajuste estructural (Salvia, 2012).
El Cuadro 6 permite entender los distintos factores económicos subyacentes a la recomposición de las condiciones de vida familiares durante este período.
El ingreso per cápita familiar creció sostenida y significativamente a nivel general en todo el período 2003-2007 (43,4%). El papel principal lo desempeñaron las fuentes laborales (38,8%), mientras que
los ingresos provenientes de políticas sociales y de otras fuentes no
laborales de los hogares (ingresos por transferencias entre privados,
cuotas alimentarias, rentas y dividendos, alquileres, etc.) tuvieron un
rol mucho menor aunque positivo (2,4% y 2,2%, respectivamente) en
el cambio. Es decir que, más allá de la expansión constatada a nivel general en el sistema de políticas sociales durante esta etapa, el
principal motor del cambio en las condiciones de vida familiares estuvo constituido centralmente por procesos asociados a la dinámica
económico-ocupacional.
Entre los hogares que participaban del sector formal privado a
través de su PSH, el ritmo de crecimiento del ingreso per cápita familiar estuvo por debajo del promedio general, lo que se debió al papel
de los hogares cuyo PSH era no asalariado o directivo. Los hogares encabezados por un PSH empleado del sector público tuvieron un ritmo
de recomposición muy superior al promedio, y otro tanto sucedió, en
esta instancia, con aquellos encabezados por no asalariados del sector
microinformal. En cambio, entre los hogares cuyo PSH era asalariado
del sector informal, la mejora en las condiciones de vida fue menos
intensa, y estuvo próxima a lo ocurrido entre los hogares cuyo PSH era
asalariado del sector formal.
por perceptor y por el número de perceptores de cada fuente, si bien se comenta, se
encuentra detallado en los Cuadros A1 y A2 del Anexo Estadístico.
105
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuadro 6. Cambio en el ingreso per cápita familiar y efecto de las diferentes fuentes de
ingreso, según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de
aglomerados urbanos, 2003-2007. En variación porcentual.
Var. IPCF
Ingresos
laborales
Ingresos
de políticas
sociales
Otros
ingresos no
laborales
Sector formal privado
24,3
21,0
1,6
1,7
No asalariados y directivos
16,0
12,8
-1,5
4,6
Asalariados registrados
27,4
24,2
2,5
0,7
1,9
Asalariados no registrados
29,5
24,4
3,2
Sector público
40,4
35,6
3,3
1,4
Empleados del sector público
40,4
35,6
3,3
1,4
Sector microinformal
39,9
34,8
3,2
1,9
No asalariados
45,0
41,6
2,0
1,4
Asalariados registrados
24,9
19,3
4,4
1,1
Asalariados no registrados
23,7
15,5
4,4
3,8
Desoc. y benef. planes de
empleo
147,9
35,6
29,8
82,5
Total
43,4
38,8
2,4
2,2
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
Si se consideran los factores sociales y demográficos subyacentes al
cambio en las condiciones de vida familiares, se observa el papel predominante que jugaron, para el conjunto de los hogares urbanos, el
aumento del ingreso de los ocupados como el promedio de ocupados
por hogar (Cuadro A1). En contraste, fue marginal la contribución
que hizo el aumento del ingreso por perceptor de políticas sociales a
la mejora del ingreso familiar, y algo más importante el aumento en el
número promedio de perceptores de dicha fuente.
Es decir que, más allá de las diferencias observadas en los niveles
de crecimiento del ingreso per cápita familiar entre los hogares de
distintas posiciones económico-ocupacionales, se mantuvo un patrón
en el cual el factor explicativo central correspondió a los procesos vinculados con el mercado de trabajo. Si bien los ingresos por políticas
sociales contribuyeron en todos los casos (a excepción de los hogares
encabezados por no asalariados del sector formal) positivamente a
esta recomposición, su papel fue reducido para explicar cambios en
las condiciones de vida familiares.
106
Santiago Poy
(II) CICLO DE RALENTIZACIÓN Y CRISIS DEL MODELO
POST-CONVERTIBILIDAD (2007-2014)
El segundo ciclo del período post-reformas estructurales estuvo caracterizado por un ritmo más lento y errático de crecimiento económico
que el primer ciclo analizado. En este sentido, la mejora de las condiciones de vida no mantuvo una tendencia lineal, a la vez que se observaron diferencias significativas con el período precedente (Cuadro 7).
Este período contrasta en un sentido cuantitativo y cualitativo
con el anterior. En un sentido cuantitativo, el crecimiento del ingreso
per cápita familiar fue significativamente más bajo que en el período
precedente (4,9%), que además había sido más breve. Desde el punto
de vista cualitativo, el aumento originado en fuentes laborales continuó siendo relevante para entender este cambio (3,5%), pero los ingresos de políticas sociales adquirieron un papel mucho más decisivo
(2,1%). En contrapartida, los ingresos provenientes de otras fuentes
no laborales jugaron un papel negativo en las capacidades de reproducción (-0,8%). De este modo, en el contexto de mayor inflación y
pérdida de dinamismo del mercado de trabajo, se alteró la importancia relativa de las distintas fuentes de que disponen los hogares en el
acceso al bienestar.
Entre los hogares que participaban del sector privado formal a
través de su PSH, el ingreso familiar creció muy por debajo del promedio, pero escondiendo tres comportamientos distintos. Aumentó entre
los hogares cuyo PSH tenía un empleo registrado, se redujo entre los
hogares cuyo PSH era no asalariado o directivo, y no tuvo cambios en
los hogares cuyo PSH era asalariado no registrado. Los hogares cuyo
PSH era empleado del sector público tuvieron –al igual que en el período 2003-2007– un incremento de sus ingresos muy por encima del
promedio general. Finalmente, entre los hogares cuyo PSH pertenecía
al sector microinformal, el ingreso familiar subió cerca del promedio,
pero en tanto casi no varió entre aquellos cuyo PSH era no asalariado,
se incrementó entre los hogares cuyo PSH era asalariado, tanto registrado como no registrado18.
18 Los hogares encabezados por un PSH asalariado no registrado parecen haber
recuperado ingresos, en esta segunda etapa del ciclo, en tanto habían sido los más
rezagados en la primera etapa. Si bien aquí no examinamos niveles (estos hogares
persistieron siendo los que se encontraban en la peor situación relativa en la
distribución), una hipótesis sobre este comportamiento anómalo podría hallarse
en el papel regulador que empezó a tener, por una parte, la instalación de ingresos
normativos para el empleo en el servicio doméstico y, por otra parte, el salario
mínimo vital y móvil, que si bien institucionalmente regula la economía registrada,
tiene efectos derivados sobre el empleo no registrado de bajos ingresos.
107
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuadro 7. Cambio en el ingreso per cápita familiar y efecto de las diferentes fuentes de
ingreso, según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de
aglomerados urbanos, 2007-2014. En variación porcentual.
Sector formal privado
Var. IPCF
Ingresos
laborales
Ingresos
de políticas
sociales
Otros
ingresos no
laborales
0,4
0,1
1,5
-1,2
No asalariados y directivos
-3,2
-3,0
3,3
-3,5
Asalariados registrados
3,1
2,6
0,8
-0,3
Asalariados no registrados
-0,3
-2,2
3,5
-1,5
Sector público
13,1
14,5
-0,7
-0,7
Empleados del sector público
13,1
14,5
-0,7
-0,7
Sector microinformal
6,7
0,9
5,8
0,0
No asalariados
-0,1
-5,7
5,9
-0,3
Asalariados registrados
9,8
6,2
2,3
1,2
Asalariados no registrados
27,8
19,1
8,7
-0,1
Desoc. y benef. planes de
empleo
6,3
3,5
2,9
0,0
Total
4,9
3,5
2,1
-0,8
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de
cada año.
La relevancia de los ingresos provenientes de políticas sociales en las
condiciones de vida familiares no fue similar entre diferentes grupos
de hogares. Pasaron a jugar un papel central para “compensar” la reducción de ingresos laborales entre los hogares cuyo PSH era asalariado no registrado del sector formal y entre aquellos cuyo PSH era
no asalariado del sector microinformal. Paralelamente, cumplieron
un papel importante para “complementar” ingresos entre los hogares
cuyo PSH era asalariados registrado o no registrado del sector microinformal, si bien en estos casos también aumentaron los ingresos
de fuentes laborales19.
Los distintos mecanismos que explican esta performance también modificaron su relevancia (Cuadro A2). Si bien nuevamente el
aumento de los ingresos por perceptor laboral tuvo un papel positivo
en la mejora de las capacidades de reproducción (2,3%), se redujo el
promedio de ocupados por hogar, lo que condicionó negativamente el
19 Los ingresos provenientes de políticas sociales también parecen haber jugado un
papel importante entre los no asalariados y directivos del sector formal privado. En
este punto, un papel clave lo desempeñaron las jubilaciones y pensiones.
108
Santiago Poy
bienestar (-1,6%). En cambio, se verificó tanto un aumento del ingreso
por perceptor de políticas sociales como un incremento del número
promedio de perceptores por hogar de este tipo de ingreso, lo que
aportó a mejorar de las condiciones de vida (0,4% y 1,3%, respectivamente).
6. RESUMEN DE HALLAZGOS Y REFLEXIONES FINALES
Este capítulo se propuso articular el estudio de la estructura social del
trabajo con el análisis de las políticas sociales, desde una perspectiva
centrada en los cambios en las condiciones de vida familiares. El tipo
de análisis presentado permitió caracterizar los modos en que se han
relacionado la heterogeneidad estructural del mercado laboral y las
formas de intervención estatal por medio de políticas sociales en la
recomposición de las condiciones de vida. De esta manera, el capítulo
contribuyó a describir los cambios sucedidos en el patrón distributivo
del ingreso familiar durante el ciclo post-reformas.
En primer término, el capítulo exhibió un proceso de recomposición del mercado laboral que incidió en las posibilidades de los hogares de participar en el sector formal público y privado y de disponer de
empleos registrados. Este proceso tuvo dos características centrales:
por una parte, se concentró en los primeros años del período y, por
otra parte, fue limitado en su alcance, en tanto que más de 4 de cada
10 hogares eran encabezados, al término del período, por un ocupado en el sector microinformal, por un trabajador no registrado, por
un beneficiario de un programa de empleo o por un desocupado. Se
trata de un aspecto significativo en tanto que, como se señaló, no sólo
fueron limitadas las chances de los hogares de “combinar” distintas
formas de inserción económico-ocupacional, sino que las brechas de
ingreso familiar de fuente laboral se mantuvieron relativamente estables. En síntesis, la recomposición del mercado de trabajo coexistió
con desigualdades estructurales en el acceso al bienestar a partir de la
participación en la distribución primaria del ingreso.
En segundo lugar, el capítulo evidenció el papel activo y significativo que pasó a tener, en términos de cobertura, un conjunto de políticas sociales que implican transferencias económicas a los hogares
y desempeñan un rol importante en la distribución secundaria del ingreso. Por una parte, se pudo constatar una tendencia a la homogeneización de los niveles de cobertura de los hogares con independencia
de su posición en la estructura económico-ocupacional. Este proceso
tuvo que ver, principalmente, con la expansión de la cobertura sobre
los hogares cuyo PSH se insertaba en el sector microinformal o era
asalariado no registrado. Por otra parte, esta homogeneización corrió
pareja con una persistente heterogeneidad del tipo de instrumentos a
109
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
los que acceden los hogares, que reproduce la propia heterogeneidad
del sistema económico-ocupacional.
En este marco, una descomposición del cambio en el ingreso per
cápita familiar permitió aproximarse al papel que jugaron los cambios en el mercado de trabajo y en las políticas sociales sobre las condiciones de vida. El análisis simultáneo de los procesos asociados al
mercado laboral y a las políticas sociales permitió constatar una serie
de cambios en los modos de reproducción de los hogares durante el
ciclo post-reformas. En el período 2003-2007, el eje del cambio en las
condiciones de vida estuvo en el mercado de trabajo y se canalizó a
nivel de los hogares principalmente a través de una mejora del ingreso promedio por ocupado y, secundariamente, por un aumento
del número promedio de ocupados por hogar. Un aspecto singular
de esta evolución fue que, si bien reconoció ritmos y niveles diferentes, tuvo características similares entre los distintos grupos económico-ocupacionales. En contraste, en el período 2007-2014, los
ingresos provenientes de la intervención social del Estado ganaron
relevancia para explicar los cambios en las condiciones de vida. En
particular, entre los hogares cuyo PSH era asalariado no registrado
en el sector formal o no asalariado del sector microinformal, sostuvieron las condiciones de vida familiares en un contexto adverso
para los ingresos laborales. En menor grado, también jugaron un
papel relevante en complementar ingresos entre aquellos hogares
cuyo PSH era asalariado del sector menos estructurado. Es decir
que, en un contexto de menor dinamismo del modelo económico
post-reformas y persistencia de exclusiones estructurales, la intervención estatal pasó a ser un elemento clave para las condiciones de
vida familiares.
A modo de reflexión final, cabe preguntarse por la efectiva capacidad que pueden alcanzar los sistemas de política social para promover convergencia social en términos de condiciones de vida, en el
marco de persistentes desigualdades estructurales que provienen de la
estructura económico-ocupacional. Este capítulo ha mostrado que el
principal papel de estos instrumentos ha sido el de acompañar y eventualmente compensar en el ciclo de menor dinamismo del mercado de
trabajo. Aún no sabemos en qué grado estas intervenciones operaron
sobre indicadores del bienestar como la pobreza monetaria. Todo lo
cual conduce a reflexionar no sólo en torno a la importancia de los
mecanismos de aseguramiento de ingresos no fundados en la participación laboral, sino también sobre el papel decisivo que adquiere la
regulación laboral, y el aumento de los ingresos y de capacidades productivas en el sector menos estructurado del entramado económicoocupacional.
110
Santiago Poy
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Transformation of Latin American Welfare Regimes in the Early
21st Century. Journal für Entwicklungspolitik, 23 (1), 35-57.
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115
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
8. ANEXO
1. IDENTIFICACIÓN DE INGRESOS
PROVENIENTES DE POLÍTICAS SOCIALES EN EPH
1.1. INGRESOS DE PROGRAMAS DE EMPLEO
La EPH tiene una pregunta que identifica si la ocupación principal
es un programa de empleo (pp07e). Aquí se incluye a los respondentes que declaran que su ocupación tiene tales características; es aquí
donde se captan programas como el PJJHD, Argentina Trabaja o Ellas
Hacen, entre otros. En particular, el PJHHD tuvo tres preguntas que
permitían identificar si un respondente cobraba dicho programa, que
se mantuvieron hasta 2010 (pj1_1, pj2_1 y pj3_1).
Dados los propósitos de esta investigación, los montos de ingreso
de programas de empleo se computaron como ingresos provenientes
de políticas sociales, excluyéndolos, por tanto, de los ingresos laborales en caso de que el beneficiario declarara ser ocupado. Cuando el
beneficiario era desocupado o inactivo y declaraba cobrar el Plan Jefes, se asignó el monto declarado en v5_m como monto del programa.
1.2. ESTIMACIÓN DE LOS BENEFICIARIOS
DEL SISTEMA DE ASIGNACIONES FAMILIARES (AAFF)
La estimación del número de beneficiarios y de los ingresos provenientes de Asignaciones requirió resolver dos cuestiones simultáneas:
la identificación de aquellos que tienen derecho a percibir este tipo de
fuente y la determinación del monto del beneficio que corresponde
según su nivel de ingresos.
- Para el primer tema señalado, se llevaron adelante las siguientes
tareas: (a) Se circunscribió el universo de los posibles beneficiarios
a los asalariados registrados (excepto servicio doméstico) que vivían
en hogares en los que había menores dependientes a cargo (de 0 a 17
años); (b) Se reconstruyeron los topes salariales y las escalas vigentes
al momento de realizarse la Encuesta (se utilizaron microdatos correspondientes al IV trimestre de cada año). Dada la imposibilidad de
identificar en la Encuesta el nivel jurisdiccional de los trabajadores
del sector público, así como la imposibilidad de reconstruir topes y
escalas que varían localmente, ello implicó tratarlos como si fueran
ocupados del sector privado. Esto supone un sesgo de medición pero
se procedió así por no poderse desagregar. (c) Dado que la EPH mide
el ingreso salarial de “bolsillo” (pp08d1) se calculó el salario bruto.
A partir de ello, para los asalariados en relación de dependencia se
estimó si eran posibles perceptores de AAFF de acuerdo a los topes
vigentes. En aquellos hogares en los cuales había más de un posible
116
Santiago Poy
beneficiario, se tomó en cuenta sólo a uno de ellos20. A los beneficiarios identificados se les asoció el monto de la prestación según su nivel
de ingresos y el número de menores dependientes que hubiera en el
hogar. (d) De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Protección y Seguridad Social de 2015, alrededor de 8,6% de los asalariados
que están en condiciones de cobrar AAFF no lo hacen por no disponer
de los papeles necesarios, por no haber realizado el trámite o por otros
motivos. Se procedió a identificar a estos casos en la base de datos de
la ENAPROSS y se generó una base apareada con los casos de la EPH.
Se trató a estos últimos como si tuvieran valor perdido y se estimó
por un método multivariado de imputación la probabilidad de que no
cobraran aunque pudieran hacerlo. A partir de la probabilidad pronosticada se seleccionó a los casos que, pudiendo acceder al salario
familiar, no lo hacen. (e) A partir de información de la Administración
Nacional de la Seguridad Social (ANSES) y del Ministerio de Trabajo,
así como de un informe del Centro de Investigación y Formación de
la República Argentina (CIFRA), se determinó el número de beneficiarios del sistema de Asignaciones Familiares para el período 2005-2014
(datos disponibles). Las cifras no resultaron siempre compatibles entre sí. El número de titulares se tomó como criterio externo para la
triangulación con lo que arrojaba la estimación en base a la Encuesta
Permanente de Hogares.
- Identificados los casos beneficiarios del sistema de Asignaciones
Familiares, el segundo procedimiento estuvo ligado a incorporar el
monto del beneficio al ingreso del hogar. Según nuestro conocimiento
uno de los pocos trabajos que ha ensayado la medición de AAFF con
la EPH es de Rofman y Oliveri (2012) y estos autores suman el monto
de AAFF al declarado en la Encuesta. Dado este antecedente, en este
trabajo se procedió de tal manera.
1.3. ESTIMACIÓN DE LOS BENEFICIARIOS DEL PROGRAMA AUH
La Asignación Universal por Hijo (AUH) debe captarse a partir de la
variable v5_m de la Encuesta, que pregunta por “Monto por subsidio
o ayuda social (en dinero) percibido en ese mes”. Ante la falta de una
pregunta por la AUH disponible en la base de microdatos, se localizó
a los beneficiarios a partir del monto declarado en esa pregunta.
20 Esto puede introducir un sesgo en la medición, pero se asumió por no poder
subsanarse. En efecto, en hogares ensamblados o extensos, uno de los miembros
puede cobrar AAFF por hijos/as que, o bien no vivan en el hogar, o bien vivan pero
no sean hermanos de otros menores en el hogar. Esta dificultad es la más severa, y
procede de la imposibilidad de identificar adecuadamente núcleos secundarios al
interior del hogar en la EPH.
117
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Ello introdujo la necesidad de tomar una serie de decisiones metodológicas: (a) Se circunscribió el universo de potenciales beneficiarios a aquellos que declaraban un monto en la variable v5_m y que
vivían en hogares en los que hubiera niños y adolescentes menores
de 18 años21. Los titulares del beneficio no podían ser trabajadores registrados, excepto que pertenecieran al servicio doméstico (excluidos
del sistema de Asignaciones Familiares e incluidos en el sistema de
AUH a partir de la Ley 26.844/13) o que fueran trabajadores temporarios (empleos con tiempo de finalización); (b) los titulares de la AUH
cobran mensualmente el 80% del valor de la Asignación, abonándose
el restante 20% a fin de año, cuando demuestran haber cumplido con
las condicionalidades que impone el programa. Esto implica que los
beneficiarios del programa pueden declarar tanto el monto correspondiente al 80% como al 100% del beneficio según fecha de liquidación
del 20% retenido; (c) Dadas las fechas en las que se actualizan los
montos de la Asignación, se decidió tomar en cuenta tanto el valor
vigente al momento del relevamiento como el valor del período inmediatamente anterior. Esta decisión tuvo que ver con un factor de
orden empírico, en tanto se observó que en los diferentes años, en
la pregunta v5_m una porción importante de los respondentes señalaban montos del año inmediatamente anterior; (d) Se introdujo un
factor de “redondeo”, asumiendo que los beneficiarios no declaran el
monto exacto percibido sino una aproximación. Lamentablemente,
este factor no es estático en el tiempo, sino que como consecuencia
de la aceleración de la inflación, cabe suponer que la tendencia al “redondeo” en los montos declarados se habría vuelto más intensa a lo
largo del tiempo22; (e) en base a lo anterior, se definió una tabla con
los valores de beneficio, y un límite inferior y superior máximo de lo
que se iba a considerar como correspondiente a la percepción de la
Asignación Universal por Hijo (Tabla A.1.). Estos márgenes surgieron
tanto de los valores aproximados por redondeo –tal como se explicó–
como del propio análisis de los histogramas de los montos declarados
y los puntos de corte de los datos.
21 Si bien puede ocurrir que haya un beneficiario que cobre por un menor que no
resida en el hogar, la imposibilidad de definir núcleos secundarios en los hogares (ver
Nota anterior), así como la necesidad de usar una medida indirecta por falta de una
pregunta específica sobre este beneficio, sugirieron que este sesgo era un problema
menor frente a la sobre captación de beneficiarios.
22 Esta es la principal diferencia con el trabajo de Bustos y Villafañe (2011) que si
bien aplican una metodología similar a la aquí presentada, pueden ser más restrictivos
con los montos que definen como indicativos de la Asignación por cuanto se limitan
al análisis del año 2010 –donde la inflación fue menor y el efecto “redondeo”, cabe
presumir, menor en términos nominales–.
118
Santiago Poy
Tabla A.1. Montos del beneficio de la AUH según número de hijos, proporción a cobrar y
márgenes superiores e inferiores para su identificación.
2009
2010
2011
2012
2013
2014
80%
100%
80%
100%
80%
100%
80%
100%
80%
100%
80%
100%
Margen
inf.
124
160
156
200
196
250
240
300
348
400
495
600
Beneficio
144
180
176
220
216
270
272
340
368
460
515
644
Margen
sup.
164
200
196
240
236
300
292
360
388
480
535
700
Nota: para cada uno de los años, se procedió a identificar los valores que correspondían
también al año inmediatamente anterior.
2. TABLAS DE INFORMACIÓN EMPÍRICA ADICIONAL
Cuadro A1. Efecto de las diferentes fuentes y factores en el cambio del ingreso per cápita
familiar, según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de
aglomerados urbanos, 2003-2007. En variación porcentual.
Efecto en
ΔIPCF
Y/Per
Per/
Hog
Comp/
Hog
rp
re
pe
rpe
Ingresos laborales
21,0
14,1
7,9
-1,8
1,2
-0,3
-0,2
0,0
Ingresos de políticas
sociales
1,6
0,7
1,0
-0,1
0,1
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
1,7
1,0
0,5
0,0
0,3
0,0
0,0
0,0
Sector formal privado
No asalariados y
directivos
Ingresos laborales
12,8
7,6
8,3
-3,2
0,7
-0,3
-0,3
0,0
Ingresos de políticas
sociales
-1,5
-1,0
-0,3
-0,2
0,1
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
4,6
2,5
1,0
-0,1
1,3
-0,1
0,0
0,0
Asalariados registrados
Ingresos laborales
24,2
15,5
8,2
-0,7
1,4
-0,1
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
2,5
1,7
0,7
0,0
0,2
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
0,7
0,3
0,3
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
24,4
21,5
6,2
-3,6
1,5
-0,9
-0,3
-0,1
Asalariados no
registrados
Ingresos laborales
119
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Efecto en
ΔIPCF
Y/Per
Per/
Hog
Comp/
Hog
rp
re
pe
rpe
Ingresos de políticas
sociales
3,2
0,2
3,5
-0,4
0,1
0,0
-0,1
0,0
Otros ingresos no laborales
1,9
1,2
0,8
-0,2
0,2
0,0
0,0
0,0
Sector público
Ingresos laborales
35,6
24,7
7,3
1,2
2,0
0,3
0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
3,3
2,2
0,8
0,1
0,2
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
1,4
1,0
0,2
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
34,8
24,9
6,5
1,2
1,8
0,3
0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
3,2
0,3
2,7
0,1
0,1
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
1,9
0,5
1,1
0,0
0,2
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
41,6
26,6
8,6
2,6
2,6
0,8
0,3
0,1
Ingresos de políticas
sociales
2,0
-0,4
2,1
0,3
-0,1
0,0
0,1
0,0
Otros ingresos no laborales
1,4
0,2
1,0
0,1
0,1
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
19,3
17,3
1,0
0,7
0,2
0,1
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
4,4
1,9
2,0
0,1
0,5
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
1,1
0,0
1,2
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
15,5
13,0
3,9
-1,7
0,6
-0,3
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
4,4
1,1
3,3
-0,2
0,3
0,0
-0,1
0,0
Otros ingresos no laborales
3,8
2,0
1,1
0,0
0,9
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
35,6
43,6
-9,7
8,3
-11,7
10,0
-2,2
-2,7
Ingresos de políticas
sociales
29,8
30,1
-8,4
10,2
-5,7
6,9
-1,9
-1,3
Otros ingresos no laborales
82,5
16,8
25,2
4,5
21,4
3,9
5,8
4,9
Ingresos laborales
38,8
24,4
10,8
0,5
3,0
0,1
0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
2,4
1,2
1,0
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no laborales
2,2
1,2
0,7
0,0
0,3
0,0
0,0
0,0
Sector microinformal
No asalariados
Asalariados registrados
Asalariados no
registrados
Desocupados y benef. Planes
Total
Fuente: elaboración propia a partir de microdatos de la EPH-INDEC correspondientes al cuarto trimestre de cada año.
120
Santiago Poy
Cuadro A2. Efecto de las diferentes fuentes y factores en el cambio del ingreso per cápita
familiar, según posición económico-ocupacional del PSH. Hogares con PSH activo, total de
aglomerados urbanos, 2007-2014. En variación porcentual.
Efecto
en
ΔIPCF
Y/Per
Per/
Hog
Comp/
Hog
rp
re
pe
rpe
Ingresos laborales
0,1
-0,3
-2,6
3,0
0,0
0,0
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
1,5
0,3
0,9
0,2
0,0
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no
laborales
-1,2
-1,2
-0,2
0,1
0,1
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
-3,0
-9,6
-1,2
8,6
0,1
-0,9
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
3,3
0,7
1,7
0,3
0,4
0,1
0,2
0,0
Otros ingresos no
laborales
-3,5
-2,8
-1,7
0,5
0,8
-0,3
-0,2
0,1
Ingresos laborales
2,6
2,6
-3,8
3,9
-0,1
0,1
-0,2
0,0
Ingresos de políticas
sociales
0,8
0,3
0,2
0,3
0,0
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no
laborales
-0,3
-0,4
0,1
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
-2,2
-0,4
0,6
-2,5
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
3,5
-0,7
4,9
-0,3
-0,4
0,0
-0,1
0,0
Otros ingresos no
laborales
-1,5
-1,5
0,1
-0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
14,5
7,3
0,2
6,4
0,0
0,5
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
-0,7
0,0
-1,1
0,5
0,0
0,0
-0,1
0,0
Otros ingresos no
laborales
-0,7
-0,6
-0,4
0,2
0,1
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
0,9
1,6
-1,8
1,1
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
5,8
0,8
4,4
0,1
0,4
0,0
0,1
0,0
Otros ingresos no
laborales
0,0
-0,5
0,5
0,0
-0,1
0,0
0,0
0,0
-5,7
-3,1
-5,7
3,3
0,2
-0,1
-0,2
0,0
Sector formal privado
No asalariados y
directivos
Asalariados registrados
Asalariados no
registrados
Sector público
Sector microinformal
No asalariados
Ingresos laborales
121
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Efecto
en
ΔIPCF
Y/Per
Per/
Hog
Comp/
Hog
rp
re
pe
rpe
Ingresos de políticas
sociales
5,9
1,1
3,7
0,3
0,6
0,0
0,1
0,0
Otros ingresos no
laborales
-0,3
-0,6
0,3
0,1
-0,1
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
6,2
3,3
-0,7
3,6
0,0
0,1
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
2,3
1,9
0,0
0,4
0,0
0,1
0,0
0,0
Otros ingresos no
laborales
1,2
1,1
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
Ingresos laborales
19,1
17,4
4,3
-2,7
0,9
-0,6
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
8,7
-0,3
10,1
-0,4
-0,3
0,0
-0,3
0,0
Otros ingresos no
laborales
-0,1
-1,1
1,5
-0,2
-0,3
0,0
0,0
0,0
Asalariados registrados
Asalariados no
registrados
Desocupados y benef. Planes
Ingresos laborales
3,5
0,1
4,2
-0,8
0,0
0,0
-0,1
0,0
Ingresos de políticas
sociales
2,9
1,2
2,4
-0,8
0,1
0,0
-0,1
0,0
Otros ingresos no
laborales
0,0
4,5
-3,1
-1,1
-0,3
-0,1
0,1
0,0
Ingresos laborales
3,5
2,3
-1,6
2,8
0,0
0,1
0,0
0,0
Ingresos de políticas
sociales
2,1
0,4
1,3
0,2
0,1
0,0
0,0
0,0
Otros ingresos no
laborales
-0,8
-0,9
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
Total
Fuente: elaboración propia en base a microdatos de la EPH-INDEC para los períodos indicados.
122
Guillermina Comas*1
HETEROGENEIDAD DEL MERCADO
LABORAL Y ESTRATEGIAS FAMILIARES DE
VIDA EN LA ARGENTINA ACTUAL** ∗
2
1. INTRODUCCIÓN
La capacidad de las familias para asegurar su reproducción está en estrecha vinculación con las acciones estatales orientadas a la provisión
del bienestar. En Argentina, la capacidad del Estado en materia de
protección tuvo cambios relevantes marcados por la extensión de la
cobertura como respuesta a la situación de emergencia social producida por la crisis económica de la salida del modelo de Convertibilidad,
alcanzando su máximo impacto con la ampliación de las asignaciones
por hijo a los trabajadores informales de la economía en el año 20091.
* Dra. en Ciencias Sociales. Investigadora. Universidad de Buenos Aires. Facultad
de Ciencias Sociales. Miembro del Programa Cambio Estructural y Desigualdad
Social, Instituto de Investigaciones «Gino Germani» (IIGG).
1
** Este artículo fue realizado en el marco de una estancia de investigación
financiada por la Universidad de Buenos Aires, en el marco del Programa de
Movilidad Docente-PROMAI 2017.
A partir del año 2003 se implementaron medidas orientadas a recuperar y
ampliar la gestión estatal en la protección social. De esta manera, se inicia
la recuperación del sistema de previsión social por parte del Estado, junto a
una ampliación de políticas orientadas a las transferencias de ingreso para
el combate de la pobreza. Esto proceso, desembocó en la extensión de las
asignaciones familiares hacia los trabajadores de la economía informal,
instalando la universalización de estas transferencias.
123
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
La ampliación de la cobertura sobre el trabajo informal puso
sobre relieve el resultado de un proceso de largo data que evidenciaba el agotamiento del modelo de bienestar contributivo1. En este
contexto, las medidas adoptadas resultaron reflejo de la composición de la estructura social del trabajo2, ya que, ante la baja capacidad de integración que mostraba el mercado laboral, el bienestar
de los ciudadanos no podía seguir ligado de manera exclusiva a la
inserción en el sector formal de la economía. Por lo tanto, una extensión de las transferencias estatales implicaba, al menos en principio, romper con la segmentación del bienestar que era (re)producida por su vinculación al empleo formal. Sin embargo, persisten
los interrogantes sobre el nivel de ruptura de estas medidas con las
antiguas lógicas que combinaban la dinámica contributiva con la
focalización en medidas de transferencias monetarias condicionadas hacia los hogares pobres.
En este capítulo, planteamos que, en el marco de una estructura
ocupacional heterogénea (tal como se ha planteado en otros trabajos
de este volumen) los hogares desarrollan estrategias diferenciales a los
fines de enfrentar los riesgos y que las mismas producen diversos efectos sobre el bienestar de las unidades domésticas. De esta forma, es de
esperar que aquellos hogares que experimenten una posición desventajosa en el mercado de trabajo consoliden procesos de acumulación
de desventajas (Gonzalez de la Rocha, 2007). En este sentido, sostenemos que la calidad de la inserción laboral continúa siendo uno de
los recursos centrales en la determinación de las condiciones de vida
de las familias y por lo tanto, consideramos que las condiciones en las
1 El modelo de bienestar basado en el principio contributivo ubica al trabajador
asalariado como eje de la política pública, esto es porque la protección social
(centrada en la seguridad social) se financia a través de las contribuciones de
la fuerza de trabajo. De esta manera, la noción de bienestar está asociada a la
inserción ocupacional de la población. Estos regímenes asumieron particularidades
en contexto Latinoamericano, donde una alta proporción de la población continúa
desarrollando actividades laborales en el sector informal (Esping Andersen, 1993;
Martinez Franzoni, 2005, Bustelo e Isuani, 1992; Navarro Ruvalcaba, 2006).
2 La noción Estructura Social del Trabajo constituye un concepto central de las
investigaciones llevadas a cabo por el Equipo Cambio Estructural y Desigualdad
Social, las cuales vienen evaluando de manera relacional el comportamiento de la
distribución sectorial del empleo junto al funcionamiento segmentado del mercado
de trabajo. De esta manera, la estructura social del trabajo es abordada a través de
una matriz económico-ocupacional definida, por una parte, mediante un componente
que representa la estructura sectorial y las categorías ocupacionales de inserción de
la fuerza de trabajo; y, por otra, reconociendo las diferentes formas de segmentación
y utilización de la fuerza de trabajo. (Salvia, Comas y Stefani, 2007; Salvia, Comas,
Gutiérrez Ageitos, Quartulli y Stefani, 2008; Salvia y Vera, 2012, Salvia, Vera y Poy,
2015)
124
Guillermina Comas
que se desarrolla la inserción laboral de los miembros, condicionan
en buena medida la organización doméstica y que esos condicionamientos se intensifican en los hogares de menores ingresos (Goren y
Suarez, 2009.; González de la Rocha, 2007).
Tomando como supuestos los enunciados sobre los regímenes de
bienestar en tanto “la manera combinada e interdependiente sobre
cómo el bienestar es producido y asignado por el Estado, el mercado
y la familia” (2000: 34) y teniendo en cuenta que, en las sociedades de
América Latina (Filgueira, 1998, Martinez Franzoni, 2005), la estructura de provisión de bienes y servicios se articula con procesos socio
históricos de pobreza y desigualdad social y con la existencia de mercados de trabajo con fuertes componentes de informalidad3, nos interesa
abordar el tema desde una mirada micro social, aproximándonos a la
descripción de una de las formas que asume la producción del bienestar
de las familias, teniendo en cuenta la inserción laboral de los hogares.
Como señaló Esping Andersen (1993) las esferas del bienestar
se articulan de diferentes maneras en la provisión. Si una de ellas
fracasa, la responsabilidad de la asignación puede ser asumida por
alguna de las otras dos, o bien esto no se resuelve y las fallas en el
abastecimiento se acumulan, afectando negativamente la calidad de
vida de los ciudadanos (Esping Andersen 2002, citado en Martinez
Franzoni, 2005). En este marco, resulta relevante explorar algunas de
las acciones desarrolladas por las familias para mantener y/o mejorar
su bienestar. A través de esas acciones, que implican tanto procesos
estructurales como respuestas contingentes, las familias moldean los
recursos de las diferentes esferas para su reproducción.
Por otra parte, los estudios sobre estrategias reproductivas han
demostrado en buena medida que el trabajo constituye un recurso
central en los hogares con bajos ingresos (Gonzalez y de la Rocha
2007, Goren y Suarez, 2009). Pero por las características de estas inserciones laborales, ligadas a las bajas chances de acceder a un empleo protegido, no constituye el único. En esa combinación se ponen
en juego diferentes estrategias orientadas a combinar la obtención de
los recursos laborales con los no laborales. Tal como señala Martinez
Franzoni:
“La articulación del bienestar se produce en el marco de la familia, en cuyo
marco se toman decisiones que combinan la producción del bienestar a
3 A partir del estudio de la época de oro de las políticas sociales el autor identificó
tres patrones, según su grado de protección efectiva, rango de beneficios, condiciones
de acceso, estratificación de servicios y reproducción o alteración de la pauta de
estratificación social inicial (Filgueira,1998)
125
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
través de las distintas esferas, incluyendo su propio trabajo no remunerado. Al hacerlo, la familia traslada jerarquías y asimetrías al ámbito del
mercado y del Estado. Por ejemplo, la dependencia económica de unos
miembros con respecto a otros, se refleja en un acceso también dependiente, a servicios sociales y al consumo privado de bienes y servicios. Así, la
familia endogeniza las “fallas” del mercado y la presencia o ausencia de
apoyo estatal a través de una expansión o reducción de su papel en la producción del bienestar a través de trabajo no remunerado (en el sentido que
le da Esping-Andersen, 2002) y desde las relaciones de poder que la estructuran en general, y en particular, de la división sexual del trabajo. Por ello
la familia constituye el locus del régimen de bienestar: el espacio a partir
del cual es posible reconstruir integralmente los regímenes de bienestar en
operación” (Martinez Franzoni, 2005: 58).
Partiendo de estos análisis, el trabajo propone una aproximación a
algunos aspectos de las acciones asociadas a la provisión del bienestar que las familias realizan en Argentina, a partir del estudio de las
estrategias familiares vinculadas al trabajo productivo y reproductivo.
Postulamos que la heterogeneidad del mercado laboral condiciona las
estrategias reproductivas de las familias no solo en relación al uso de
la esfera estatal para la provisión del bienestar, sino en relación a la
división del trabajo al interior del hogar. Con la intención de captar
estos procesos a nivel micro social, se realiza un análisis sobre el trabajo remunerado y no remunerado. Se trabajó con la base de datos de
la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social Argentina 2014/2015.
Esta encuesta es de alcance nacional con representación regional en
los aglomerados de más de 2000 habitantes.
El trabajo se divide en cuatro secciones, a continuación definimos
la heterogeneidad del mercado laboral e introducimos el debate sobre
las estrategias reproductivas de los hogares, luego abordamos estas
últimas en términos de la distribución del tiempo dedicado al trabajo
doméstico y extradoméstico por los miembros de los hogares. En la
tercera sección presentamos brevemente la metodología del estudio.
Luego presentamos los resultados empíricos y finalmente planteamos
algunas conclusiones en vinculación con futuras líneas de trabajo.
2. ESTRUCTURA PRODUCTIVA Y ESTRATEGIAS
DE REPRODUCCIÓN
Retomando las perspectivas estructuralistas sostenemos que las diferencias entre el sector formal/moderno y el sector informal constituyen un rasgo de la estructura económica. De esta manera, la heterogeneidad estructural se define como una característica endógena al
sistema económico-social, generada por las acciones de mercado y
de intercambio que despliegan los individuos y las familias frente a
un desigual acceso a oportunidades de empleo e ingresos y a la debi-
126
Guillermina Comas
lidad de políticas públicas distributivas. Las investigaciones llevadas
a cabo por el equipo Cambio Estructural y Desigualdad Social vienen
estudiando los cambios operados en la estructura social del trabajo
como expresión de las oportunidades de inserción laboral, movilidad
ocupacional e integración social en el marco de una estructura económica heterogénea (Salvia, Comas y Stefani, 2010 ; Poy y Salvia, 2015,
Salvia y Vera, 2013)4.
El desarrollo de las actividades laborales en uno u otro sector
condiciona la capacidad reproductiva de las familias ya que en contextos de trabajo inestables y con bajos ingresos, la unidad doméstica
asume un rol central en la reproducción. Ante ingresos laborales insuficientes y/o inestables, las familias dependen de su estructura interna
para mantenerse o para mejorar su bienestar. Las decisiones sobre las
acciones de sus miembros asumen un rol central en la provisión del
bienestar. En este sentido, los estudios sobre las transformaciones de
las familias han señalado que la unidad familiar es una organización
social bajo relaciones de producción, reproducción y distribución, con
estructuras de poder y regulaciones ideológicas y afectivas que garantizan su “persistencia y reproducción” (Jelin, 2010:36). Torrado define
las estrategias familiares de vida como “aquellos comportamientos de
los agentes sociales de una sociedad dada que, estando determinados
por su posición social, se relacionan con la constitución y el mantenimiento de unidades familiares en el seno de las cuales pueden
asegurar diferentes aspectos de su reproducción, desarrollando todas
las prácticas indispensables para la optimización de las condiciones
materiales y no materiales de existencia de la unidad y de cada uno de
sus miembros” (Torrado, 1981).
Los conceptos de unidad doméstica y estrategias reproductivas
permiten comprender de qué manera los movimientos de los ciclos
económicos son captados por los grupos domésticos (los hogares), los
cuales a través de su accionar -motivados sea por el mantenimiento
4 Siguiendo esta línea, nos referiremos la informalidad urbana como el sector que
abarca a las unidades productivas urbanas de pequeña escala caracterizadas por una
organización rudimentaria con bajo monto de capital utilizado y escasa tecnología
empleada. Es decir, unidades con baja capacidad de acumulación y productividad,
conformadas por personas que trabajan por cuenta propia, que pueden emplear
trabajadores familiares auxiliares de manera ocasional y por empresas de
empleadores informales que contratan empleados de manera continua (PREALC,
1978; Tokman, 1998). En contraste, el sector formal está compuesto por actividades
laborales de elevada productividad e integradas económicamente a los procesos de
modernización.
En términos operativos, son ocupaciones en establecimientos medianos o grandes
o actividades profesionales, que suelen desarrollarse bajo relaciones laborales
protegidas.
127
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
de sus condiciones de vida, por la movilidad social, o incluso por la
ganancia capitalista- alteran las condiciones generales de reproducción social.
Los estudios sobre el bienestar en América Latina señalan que
la dinámica del sector informal se articula con las transformaciones
en los modelos de protección social (Martinez Franzoni 2005, Bayón,
Roberts y Saraví, 1998). En este capítulo planteamos algunas dimensiones de esa articulación, analizando la relación entre las inserciones
ocupacionales del principal sostén de hogar y su conyugue y las estrategias de reproducción de sus unidades domésticas.
En este marco, las restricciones en relación al trabajo cobran
centralidad y ponen el foco en las estrategias ocupacionales5 que los
miembros llevan a cabo (Bayon y Saraví, 2007). Goren y Súarez destacan la existencia de jerarquías entre los recursos disponibles en los
hogares (2009: 87). En este sentido, se ha resaltado la centralidad que
los recursos laborales asumen para los hogares más vulnerables (Suárez 2002; Eguía y Ortale, 2007; Salvia 1995; González de la Rocha
2007; Aimeta y Santa María, 2007; Escobar Pavón y de la Guaygua,
2008). Estos procesos suponen interacciones con el régimen de bienestar (Martinez Franzoni, 2005) ya que, si las asignaciones del Estado
son insuficientes, la unidad doméstica asume la mayor carga en la reproducción familiar. Entre las múltiples implicancias de este proceso
cabe destacar la intensificación del trabajo doméstico, pero también
del trabajo extra doméstico de los miembros de la unidad doméstica.
Retomando los antecedentes latinoamericanos sobre el concepto
pero coincidiendo principalmente con la definición empírica planteada por Eguía y Ortale (2007), Perona y Schiavoni (2018), analizan las
estrategias reproductivas a partir de los datos de la ENES, planteando
una descripción de “las prácticas que las familias orquestan para garantizar la reproducción biológica y social del grupo doméstico, partiendo de las condiciones estructurales, delimitan las oportunidades
de desarrollar unas u otras prácticas” (p. 467).
Desde una perspectiva similar a la que desarrollamos en este capítulo, las autoras plantean la centralidad de los ingresos monetarios
provenientes del mercado de trabajo como “eje vertebrador” de las
posibles estrategias. Sin embargo, prefieren hablar de “espacio social
global” (posiciones en el espacio social según distribuciones diferen-
5 Las estrategias laborales, también denominadas como “estrategias familiares
de trabajo”, están condicionadas tanto por la situación del mercado laboral, por la
posición que el grupo familiar ocupe en el espacio social y por el momento del ciclo
vital en el que se encuentre (Escobar y Guaygua, 2008; Gutiérrez, 2004; Aimetta y
Santa María, 2007).
128
Guillermina Comas
ciales de tipos de capital), analizando la posición ocupacional del PSH
(principal sostén del hogar), la clase y el género como “criterios de
ordenamiento social que diferencian modos de organizar y articular
los recursos disponibles”(p. 473). Mientras, sus análisis consideran
a la inserción del PSH como parte de las estrategias, en este artículo
partimos de la inserción ocupacional del hogar (según el sector de
inserción del jefe y de su cónyuge) como posible tipología explicativa
de una dimensión de las estrategias: la división del trabajo al interior
del hogar.
2.1. ESTRUCTURA OCUPACIONAL Y DISTRIBUCIÓN
DEL TIEMPO
Los estudios sobre la distribución del tiempo retoman las discusiones
teóricas en torno al cambio en la estructura de los hogares, principalmente en relación al agotamiento del modelo del varón único proveedor, introduciendo los análisis que resaltan la desigualdad de las
mujeres en los arreglos reproductivos del hogar6, en tanto el mismo
está conformado por relaciones de poder que hacen que la pareja sea
heterogénea en cuanto a la posibilidad de acuerdos y negociaciones
(Carrasco y Domínguez, 2011).
Ahora bien, en América Latina, la distribución del tiempo asume matices que exceden el cambio del modelo de único proveedor
al de doble proveedor, ya que dicha distribución se desarrolla en el
marco de mercados laborales con alto porcentaje de informalidad.
Siguiendo a Martínez Franzoni (2005) existen países latinoamericanos en los cuales el modelo de doble proveedor está asociado con
niveles de ingresos muy bajos, una alta participación de la fuerza
de trabajo familiar a partir del trabajo informal o el autoempleo en
tareas de baja productividad. Más allá de que se trata de hogares
que vuelcan fuerza de trabajo al mercado por necesidad, la demanda de cuidado es alta y sigue recayendo sobre las mujeres. Estos
hogares se ven forzados a buscar estrategias que complementen sus
ingresos laborales, combinando distintos tipos de recursos: la producción doméstica de bienes no monetarios; el uso de la fuerza de
6 Como señalan Jelín (2010) existen grados y superposiciones diversas entre los
conceptos asociados al campo de la organización familiar cotidiana. Si bien son
distinciones analíticas que suelen estar entrelazadas, cabe destacar que cada una
remite a un recorte específico que puede no coincidir. Mientras el hogar refiere a un
“grupo de personas que comparte la misma vivienda y que se asociación para proveer
en común a sus necesidades alimenticias o de índole vital”, la familia: “comprende a
dos o más miembros de un hogar, emparentados entre sí, hasta un grado determinado,
por sangre, adopción o matrimonio” (Torrado, 1998: 124). En esta propuesta nos
referimos de manera amplia a los términos hogar, familia y unidad doméstica.
129
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
trabajo disponible en el hogar y, por supuesto, el acceso a los servicios colectivos y a recursos provenientes de las políticas sociales
del Estado y de la estructura del empleo (Roberts, 1973; Schmink,
1984; Jelín, 1998; De Oliveira y Salles, 2000; Hintze, 2004). Por lo
tanto, en condiciones de mayor vulnerabilidad económica, la reproducción de los hogares depende en mayor medida de su estructura
interna. Sin embargo, esas estrategias están compuestas por acciones que no surgen necesariamente como respuestas acordadas en el
grupo familiar, sino que son arreglos que emergen en la convivencia
de múltiples significados atravesados por relaciones de poder y jerarquía al interior de las relaciones de género y generación que se
producen en el hogar (Jelín, 2010).
En este marco, la división sexual del trabajo se cristaliza en desigualdades de género que profundizan desigualdades sociales. Por
lo tanto, las mujeres de hogares más pobres resultan portadoras de
desigualdades que agravan sus condiciones de vida. El desarrollo de
las actividades laborales en uno u otro sector condiciona la capacidad
reproductiva de las familias ya que, ante contextos de trabajo inestables y con bajos ingresos, la unidad doméstica asume un rol central
en la reproducción. Ante ingresos laborales insuficientes y/o inestables, las familias dependen de su estructura interna para mantenerse
o para mejorar su bienestar. Las transformaciones de las familias han
evidenciado que la unidad familiar es una organización social bajo
relaciones de producción, reproducción y distribución, con estructuras de poder y regulaciones ideológicas y afectivas que garantizan su
“persistencia y reproducción” (Jelin, 2010:36).
Por lo tanto, consideramos que es central también tener en
cuenta los estudios que analizan las consecuencias de erosión que
los procesos de ajuste estructural tienen sobre los hogares más pobres. (González de la Rocha (2007). Estas posturas permiten recuperar el impacto diferencial de las esferas reproductivas sobre la
calidad de vida de las familias. En este sentido, desde estos análisis
es posible resaltar por ejemplo, el impacto de la dimensión laboral
sobre otras dimensiones con la consecuente dinámica de espiral
de desventajas que las rupturas en este nivel implican para los hogares situados en las posiciones más vulnerables de la estructura
social (González de la Rocha, 2007). En este marco, las restricciones en relación con el trabajo cobran centralidad y, por lo tanto,
las estrategias ocupacionales que sus miembros llevan a cabo y su
incidencia en los procesos de acumulación de desventajas (Bayon
y Saraví, 2007).
130
Guillermina Comas
3. METODOLOGÍA
En este artículo presentamos un análisis descriptivo a partir de una
metodología cuantitativa. Se trabaja con datos secundarios proporcionados por la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social desarrollada por el Programa PISAC7 (Programa de Investigación sobre la
Sociedad Argentina Contemporánea). Esta encuesta constituye una
fuente de datos novedosa que se planteó con el objeto de abordar la
heterogeneidad de la sociedad argentina en múltiples aspectos y que,
por lo tanto, permite obtener información más variada y con una mayor profundidad que otras fuentes de datos sobre las estrategias reproductivas y las condiciones de vida de los hogares.
Su estructura permite analizar una serie amplia de indicadores
tales como, condiciones de hábitat, acceso a servicios educativos e infraestructura, a la vez que construir variables complejas con alto nivel
de desagregación sobre las características de la ocupación y sobre las
estrategias de reproducción familiar (Piovani, 2015).
La Encuesta Nacional sobre Estructura social (ENES) se basó
en una muestra probabilística y polietápica, que permite generalizar
información a nivel total país y por regiones para los aglomerados
mayores a 2.000 habitantes8. Trabajamos con los datos para todas las
regiones para los años 2014-2015 con un total de 8265 hogares.
Con el objetivo de obtener información sobre las estrategias domésticas, partimos de un esquema que conjuga: i) la inserción en la
estructura sectorial del empleo del Principal sostén del hogar con ii)
El estado de actividad y la inserción ocupacional de su cónyuge y iii)
el estado del ciclo vital familiar.
A los fines de aumentar la capacidad de comparación se trabajó
únicamente con los hogares nucleares (núcleo completo e incompleto) con hijos, distinguiendo entre los que tienen al menos un hijo menor de 18 años y los que no. Esta identificación constituye un rasgo
importante para poder medir el nivel de fuerza de trabajo disponible
de las unidades domésticas.
7
El Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea
(PISAC) consistió en una iniciativa de investigación de carácter nacional impulsada
por el Consejo de Decanos de Facultades Ciencias Sociales y Humanas, el Ministerio
de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la Secretaría de Políticas
Universitarias de la Nación. Del Programa participaron 44 unidades académicas
dependientes de 34 universidades nacionales distribuidas en 21 provincias y en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su principal propósito fue realizar un estudio
profundo y multidimensional de la heterogeneidad social, cultural y política de la
Argentina actual.
8 La muestra estuvo compuesta por 1.156 puntos (radios censales), distribuidos en
339 localidades de más de 2.000 habitantes de todo el país. (Piovani, 2015)
131
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
De este modo la inserción ocupacional del hogar (que también
usamos como próxima a las estrategias laborales de la unidad doméstica) quedó definida de la siguiente manera:
Hogares formales: Aquellos hogares con algún hijo de hasta 18 años
donde el principal sostén económico y su cónyuge poseen una inserción
laboral en el sector formal9.
Hogares mixtos: Hogares donde el principal sostén económico posee una
inserción laboral en el sector formal y su cónyuge trabaja en el sector informal.
Hogares informales: Aquellos hogares donde ambos integrantes del núcleo conyugal desarrollan tareas laborales en el sector informal.
Hogares conyugales con principal sostén femenino: bajo esta definición de agruparon los hogares donde la mujer tiene un trabajo formal o
bien donde ella es la principal aportante de ingresos laborales (sean producto del trabajo formal o del informal) y el varón posee una inserción
laboral informal. Esta agrupación obedece a poder captar, en los casos de
núcleo conyugal completo, cuáles son las lógicas presentes en la división
del trabajo cuando el trabajo productivo desarrollado por la mujer es la
principal fuente de ingresos del hogar. También se agruparon a los fines de
incrementar el número de casos y poder analizarlos.
Hogares monoparentales con jefatura femenina: Son los hogares de
núcleo incompleto, donde el aportante principal es la mujer sin distinguir
si su inserción laboral es formal o informal. En muchos casos se trata de
hogares extendidos donde residen otros familiares con diferente grado de
consanguineidad.
La elaboración de esta tipología de hogares responde al criterio teórico que se desprende de la posición de los hogares en la estructura social del empleo. Siguiendo las definiciones de sector formal e
informal planteadas en otros trabajos de este mismo volumen, nos
acercamos (aunque de manera indirecta) a las diferentes combinaciones que puede tener un hogar en términos de la inserción laboral del
9
La variable independiente estará basada en la combinación agregada de
las siguientes variables: Sector de inserción del PSH (Principal sostén del hogar)
distinguiendo entre: Formal: son ocupaciones en establecimientos medianos o
grandes con registro en la seguridad social o actividades profesionales; e Informal:
actividades laborales marcadas por un bajos niveles de productividad desarrolladas
en establecimientos pequeños, sin registro, así como actividades en el servicio
doméstico y en autoempleo no profesional sin registro. También se incluyen aquí las
actividades laborales asociadas a la percepción de un programa de empleo.
132
Guillermina Comas
núcleo conyugal. Dado que, las combinaciones propuestas por esta
variable indicen en la pérdida de casos para los hogares monoparentales con jefatura femenina debimos agrupar a estos hogares en una
sola categoría. En el mencionado texto de Perona y Schiavoni (2018),
la inserción ocupacional del jefe y el empleo de la fuerza de trabajo es
analizada en términos de la tasa de dependencia los hogares.
Ahora bien, la organización del hogar también constituye parte central en las estrategias reproductivas de los hogares, al respecto, también en base a datos de la ENES-PISAC, Georgina Binstock
(2018) realizó un análisis sobre el tamaño, composición y características de los hogares según el género del principal sostén, la región
y su lugar en la distribución de quintiles de ingreso per cápita. La
autora encuentra consistencia entre los datos obtenidos mediante la
encuesta y el Censo Nacional de población realizado en Argentina
durante el año 2010. Aunque reconociendo los cambios conyugales
que “complejizan y diversifican la organización familiar” (2018: 424),
los datos muestran la prevalencia de las formas típicas de hogar. Sin
embargo, Binstock destaca que esta invisibilidad de los nuevos arreglos familiares se encuentra más bien asociada con las limitaciones
de la medición estadística que con la inexistencia de nuevas formas
de familias, principalmente respecto a las características del núcleo
conyugal y a la existencia de familias ensambladas. Más allá de esta
relativa homogeneidad en cuanto a la composición del hogar, son
marcadas las diferencias regionales en cuanto a la distribución de
los hogares según quintil de ingresos, así como respecto al sexo del
principal sostén.
Nos interesa retomar estos hallazgos como supuestos, ya que en
este trabajo no hemos realizado un análisis por regiones, aspecto que
reconocemos como central y que tendremos en cuenta para futuros
estudios. Situando nuestro análisis en la clave de los hallazgos formulaos por Binstock, podremos evaluar la incidencia neta del sector
de inserción laboral sobre la división sexual del trabajo al interior
de los hogares. Al respecto, creemos que en dialogo con nuestra propuesta de trabajo, cabe tener presente los siguientes resultados de su
estudio:
A nivel global se observa una prevalencia de los hogares típicos,
marcados por una preponderancia de hogares nucleares completos
con PSH varón.
Sin embargo, uno de cada tres hogares tiene PSH mujer y estos
suelen ser hogares de núcleo incompleto, pero también hay hogares
unipersonales conformados por mujeres mayores de 65 años.
La CABA es el territorio que resulta más aventajado en la distribución de los hogares según quintiles de ingreso per cápita.
133
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Al analizar los hogares nucleares monoparentales, la autora observa que, mayormente, se trata de hogares con mujeres progenitoras
a cargo de los hijos.
En relación a los hogares con niños, el estudio señala que en más
de la mitad de los hogares con más de una persona reside al menos
un mejor de 15 años, siendo este tipo de hogares menor en CABA que
en NEA Y NOA. También este tipo de hogares son mayoritarios entre
los hogares de los quintiles de ingreso más bajos. “A nivel nacional,
el 45% de los menores de 15 años viven en hogares del primer quintil
de ingresos y un 26% adicional en los del segundo quintil. En el otro
extremo solo el 5% vive en los hogares con ingresos per cápita más
elevados” (Binstock 2018: 439).
Por otra parte, la dimensión trabajo reproductivo fue reconstruida empíricamente a partir de la pregunta que interrogaba sobre la
cantidad de horas promedio dedicada a las actividades mencionadas
durante la semana de referencia, dichas actividades incluyen: tareas
de cultivo y cosecha, tarea de cuidado de animales para el consumo,
limpiar y ordenar la casa, planchar, hacer la comida, cuidar de los
niños/hermanos menores/cuidar a discapacitados o adultos mayores,
hacer las compras, hacer trámites o pagos.
La dimensión trabajo extra domestico fue empíricamente construida a partir de la cantidad de horas del principal sostén y su cónyuge en un trabajo remunerado durante la semana de referencia. Tomando tanto al trabajo por cuenta propia como al trabajo en relación
de dependencia.
A partir de estas variables se construyeron los promedios de cantidad de horas para cada sexo, filtrando los análisis según el sexo del
jefe/a del hogar.
4. UNA APROXIMACIÓN DESCRIPTIVA A LOS DATOS
La literatura sobre estrategias ha señalado que éstas se organizan siguiendo una serie de patrones de “asignación de roles y responsabilidades” (Cariola, 1992; Jelin 2010). En este sentido la composición
de la unidad doméstica y la etapa del ciclo de vida que atraviese el
hogar moldean las estrategias reproductivas y son constitutivas de las
mismas.
El 65 % de la muestra son jefes varones. La mitad de los jefes10 se
ubica entre los 35 y los 60 años. El 21% son los hogares con jefes más
jóvenes. La edad del principal sostén tiende a ser similar entre ambos
10 La noción de jefatura del hogar en este artículo será usada como sinónimo de
principal sostén económico.
134
Guillermina Comas
tipos de jefatura, la diferencia se nota entre los jefes mayores, ya que
es más frecuente que sean mujeres las jefas mayores de 61 años.
Con el objetivo de describir la existencia de la segmentación en
la dinámica socio-económica de los hogares, hemos postulado como
hipótesis de trabajo que la heterogeneidad del mercado laboral condiciona las estrategias reproductivas de las familias, no solo en relación
al uso o no de la esfera estatal para la provisión del bienestar, sino en
relación a la división del trabajo al interior del hogar.
Nos interesó indagar esto considerando que la inserción laboral
del hogar (medida en este caso a partir del trabajo del principal sostén y su cónyuge) influye de manera diferencial en la distribución de
tareas al interior del hogar, (medida a partir de la cantidad de horas
que varones y mujeres dedican al trabajo doméstico y al trabajo extra
doméstico).
Tabla 1: Promedio de horas semanales de trabajo productivo y reproductivo de varones y
mujeres según inserción laboral del hogar. Aglomerados más de 2000 habitantes. 2014-2015
Hogares
Formales
Hogares
Mixtos
Hogares
Informales
Hogares
nucleo
completo
con
principal
sostén
femenino
Cantidad de horas en
Tareas Domésticas
Varones
11,02
11,34
11,53
12,09
.
Cantidad de horas en
Tareas Domésticas
Mujeres
20,31
23,46
27,50
21,64
21,89
Cantidad de horas de
Trabajo extradoméstico
Varones
44,53
44,38
45,49
43,97
.
Cantidad de horas de
Trabajo extradoméstico
Mujeres
31,62
29,39
29,09
33,82
28,51
Hogares
monoparentales
con jefatura
femenina
Fuente: elaboración propia en base a Datos Encuesta PISAC 2014-2015
La tabla 1 muestra que son las mujeres quienes poseen la mayor carga doméstica, dedicando casi el doble de horas que los varones. Sin
embargo, la inserción laboral de la mujer impacta fuertemente sobre
la distribución de las tareas. Cuando los dos cónyuges son activos y
están integrados al mercado de trabajo formal, las mujeres dedican
en promedio casi diez horas más que sus compañeros (20 vs 10 ho-
135
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
ras promedio), esto es compatible con la menor carga laboral, ya que
mientras el promedio de horas de trabajo semanales de los varones
es de casi 45 horas semanales entre las mujeres se reduce a 32 horas.
Estas brechas se profundizan cuando el hogar tiene una estrategia
laboral mixta en línea con el modelo tradicional de principal o único
proveedor varón. En estos casos la cantidad de horas que los varones
dedican a la reproducción doméstica disminuye levemente, pero la
cantidad de horas de trabajo doméstico de las mujeres aumenta siete
horas promedio, alcanzando las 27 horas semanales. Adicionalmente
cabe destacar que esto no tiene correlato en un incremento del caudal
del trabajo productivo de los varones, el cual se incrementa levemente
manteniéndose cercano a las 45 horas.
Ahora bien, en los hogares bajo condiciones más vulnerables, es
decir aquellos en los cuales el principal sostén es informal, la distribución de horas dedicadas al trabajo doméstico muestra un incremento
leve de la carga reproductiva de la mujer quien promedia las 29 horas
semanales, mientras que la carga doméstica del varón es levemente
inferior a la de los trabajadores formales.
Esto, a su vez, se profundiza entre los hogares en lo que ambos
trabajadores son informales, donde la carga del trabajo doméstico femenino también se incrementa notoriamente.
En los hogares con jefatura femenina si bien la carga masculina hacia el trabajo reproductivo aumenta, continua en una proporción muy inferior a las transformaciones que experimenta la carga
femenina. La carga doméstica, aun siendo el único sostén económico
del hogar, se asemeja al de las mujeres formales con cónyuge formal,
mientras que las horas dedicadas al trabajo productivo también se
incrementan en valores similares.
Finalmente, aquellas mujeres que residen en hogares monoparentales, presentan una carga de trabajo doméstico levemente superior a
la de las mujeres cónyuges formales, y similar a la de las mujeres jefas,
pero en estos casos disminuyen las horas de trabajo extra doméstico.
Los datos siguen la hipótesis de que, en los hogares donde la mujer accede a un trabajo formal o donde es ella quien se constituye en
la principal aportante de ingresos, las tareas reproductivas tienden a
ser repartidas de la forma más equitativa, en cambio cuando ambos
trabajadores son informales la carga reproductiva recae de manera
más fuerte sobre la mujer.
Ahora bien, cabe preguntarnos cuánto modifica la intervención
estatal esta dinámica reproductiva. Teniendo en cuanta la articulación
Estado, mercado y familia, es de esperar que las acciones estatales
vinculadas a la protección social y particularmente aquellas asociadas
a transferencias monetarias hacia los hogares, ejerzan algún tipo de
136
Guillermina Comas
compensación o equilibrio sobre la división sexual del trabajo al interior de los hogares.
La tabla 2 muestra la distribución del trabajo doméstico y extradoméstico según la estrategia laboral para los hogares que son perceptores de programas sociales y para los que no. Como es de esperar, los
casos que son beneficiarios de un programa social son escasos entre
los hogares netamente formales, razón por la cual no serán incluidos
en el análisis.
Entre los hogares mixtos, es decir aquellos donde el cónyuge varón tienen un empleo formal y la cónyuge desarrolla actividades en
un empleo informal o está desempleada o en estado de inactividad, la
percepción de algún programa social al interior del hogar no constituye un factor de diferenciación en cuanto a la cantidad de horas de
trabajo doméstico femenino. La principal variación se observa, sin
embargo, en la carga de trabajo extra doméstico de las mujeres, la
cual disminuye entre las unidades domésticas que perciben algún programa de política social, pasando de un promedio de 35 a uno de 26
horas semanales. También se observa, para este tipo de hogares, una
baja en la carga de trabajo productivo de los varones que, como era de
esperarse, no tiene correlato en un aumento del promedio de horas de
trabajo doméstico masculino.
Podemos decir que en estos hogares se evidencia que las transferencias monetarias representan un complemento a la subocupación
horaria, es decir a la situación de precariedad laboral aún en condiciones de formalidad.
Cuando los hogares son netamente informales estas tendencias se
profundizan entre las mujeres, ya que las horas de trabajo por fuera
del hogar descienden fuertemente en el caso de las mujeres pertenecientes a hogares perceptores de programas, bajando el promedio de
34 a 25 las horas semanales dedicadas al trabajo fuera del hogar. En
paralelo, entre los hogares informales se observa más fuerte la relación
entre la percepción de programas sociales y el incremento del trabajo
reproductivo femenino. Mientras las mujeres de hogares informales
sin percepción de programas dedican un promedio de 20 horas semanales a las tareas domésticas, las mujeres integrantes de hogares
que perciben estas transferencias dedican un promedio de 33 horas
semanales. Consideramos que estos comportamientos evidencian la
vulnerabilidad a las que están expuestas estas mujeres, marcada por
la inestabilidad, las malas condiciones de trabajo y/o desempleo en
simultáneo a una mayor carga doméstica.
Entre aquellos hogares donde la principal perceptora de ingresos
es la mujer (ya sea por una inserción formal o informal) también es
mayor el promedio de horas semanales de trabajo doméstico feme-
137
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
nino en aquellos casos en los que la unidad doméstica es perceptora
de programas de política social, sin embargo, el incremento es menor a las 5 horas promedio. Cabe destacar que, aunque la mujer sea
el sostén principal, las horas promedio que los varones dedican a la
actividad doméstica sigue siendo notoriamente inferior a la de sus
cónyuges, además de disminuir entre los hogares perceptores. El trabajo extradoméstico masculino no presenta variaciones entre uno y
otro tipo de hogar y sigue teniendo mayor promedio de horas que el
trabajo femenino.
Finalmente, en los hogares monoparentales con jefatura femenina la percepción de programas no marca una diferenciación particular en cuanto a la distribución del trabajo doméstico y extradoméstico
de las mujeres. El promedio de horas dedicadas a la actividad doméstica no presenta variaciones para uno y otro caso, pero se mantiene la
tendencia respecto a que la carga de trabajo extradoméstico disminuye cuando se percibe algún programa social.
Los datos hasta aquí analizados muestran una profundización de
la desigualdad de las tareas reproductivas en el caso de los hogares
que perciben alguna política social.
Tabla 2: Distribución de promedio de horas de actividades domésticas y extradomésticas
según tipo de inserción del hogar y según percepción de programas sociales. Aglomerados
más de 2000 habitantes. 2014-2015
Jefe varón formal y
conyuge formal
Hogares mixtos
Hogares informales
Hogares
conyugales con
principal sostén
femenino
Hogares
monoparentales
con jefatura
femenina
Sin percepción
PS
Con percepción
PS
Sin percepción
PS
Con percepción
PS
Sin percepción
PS
Con percepción
PS
Sin percepción
PS
Con percepción
PS
Sin percepción
PS
Con percepción
PS
Cantidad de horas en Tareas
Domésticas Varones
11,13
10,75
11,34
11,36
9,99
12,60
13,16
9,96
.
.
Cantidad de horas en Tareas
Domésticas Mujeres
21,17
18,10
23,40
23,56
19,81
32,84
20,19
24,51
21,36
22,27
Cantidad de horas de Trabajo
extradoméstico Varones
41,88
51,31
45,92
41,93
45,80
45,28
43,46
44,99
.
.
Cantidad de horas de Trabajo
extradoméstico Mujeres
29,32
37,52
31,54
25,98
34,49
25,33
35,74
30,02
29,35
27,92
Fuente: elaboración propia en base a Datos Encuesta PISAC 2014-2015
Finalmente, nos interesa analizar si, además de la estrategia laboral
plasmada en la inserción del núcleo conyugal los hogares extienden
su capacidad reproductiva a partir del uso de la fuerza de trabajo de
138
Guillermina Comas
otros miembros11. Si bien la proporción de hogares que recurre a fuerza de trabajo adicional es sensiblemente menor a aquellos que no lo
hacen, vemos que se trata de un recurso que se pone en juego ante
la inserción informal de alguno o de ambos cónyuges, alcanzando el
21% en el caso de los hogares con inserción mixta y el 18% en los hogares netamente informales. Podemos decir que se trata de hogares
que, ante la inestabilidad y el bajo monto de los ingresos, se vuelven
intensivos en el uso de la fuerza de trabajo.
Tabla 3: Uso de fuerza de trabajo de otros miembros según tipo de inserción del hogar. En
porcentajes. Aglomerados más de 2000 habitantes. 2014-2015
Recurre a fuerza de trabajo
de otros miembros del hogar
Jefe varón
formal y
conyuge
formal
Hogares mixtos
Hogares
informales
Hogares
conyugales
con
principal
sostén
femenino
Si
7,3
21,4
17,9
9,4
No
92,7
78,6
82,1
90,6
Total
100
100
100
100
Fuente: elaboración propia en base a Datos Encuesta PISAC 2014-201
Estos datos evidencian que la formalidad o informalidad en el mercado de trabajo se vincula con la capacidad de reproductiva de los
hogares no solo en la calidad o rendimiento de la misma (Martinez
Franzoni, 2005), sino con la intensidad con que las acciones de reproducción deben ser llevadas a cabo. El reparto de la organización
doméstica y por lo tanto (extra doméstica) muestra, al menos en términos descriptivos, algún grado de vinculación con la segmentación
del mercado laboral.
De esta manera las estrategias de trabajo, identificadas como las
acciones que los hogares desarrollan en la inserción al mercado la11 Cabe destacar que debido a la baja representación de los hogares monoparentales
con jefatura femenina y con niños residentes en el hogar menores de 18 años que
recurren a la fuerza de trabajo de otros miembros de la unidad doméstica, este
tipo de hogares quedó excluido del análisis. Posiblemente, se deba a una dificultad
del trabajo con los datos, ya que la tipología propuesta pierde casos al procesar
los datos de acuerdo con las diferentes combinaciones que constituyen la variable
hogar. Creemos que, más allá de la baja representación en el total de los hogares un
análisis cualitativo indicaría que estos hogares utilizan este recurso, aumentado su
vulnerabilidad debido a la acumulación de desventajas que puede implicar el trabajo
de los menores de 18 años.
139
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
boral dentro del marco de oportunidades que la dinámica laboral les
otorga, se constituyen en un recurso que permite organizar otros activos de la vida doméstica.
5. CONCLUSIONES
En este capítulo planteamos un abordaje descriptivo con el objetivo
de indagar el impacto acerca de la calidad de trabajo de los hogares
sobre las condiciones de vida y el bienestar alcanzado por las familias.
Sabemos que las interacciones entre el nivel microsocial en el que
se desarrollan las unidades domésticas y el plano estructural en el
que sitúan los regímenes de bienestar, es difícil de abordar desde una
dimensión, por eso planteamos este trabajo como un ejercicio preliminar que constituirá la base de futuros estudios que puedan trabajar
la problemática de manera integral.
Quienes estudian estos temas han resaltado la importancia que
revisten las investigaciones sobre el uso del tiempo para el estudio de
los regímenes de bienestar, ya que permiten abordar cómo las asignaciones producidas por estos regímenes se corporizan al interior de las
familias.
En este trabajo realizamos una aproximación a esas asignaciones
tomando como eje únicamente el uso del tiempo en tareas productivas y reproductivas al interior del núcleo conyugal, sin pretender
aproximarnos a un análisis sobre el uso del tiempo, sino simplemente
considerándolo como una variable que nos permite inferir algún grado de organización perteneciente al dominio de las estrategias reproductivas.
La división del trabajo centrada en la intensificación del trabajo doméstico de las mujeres, junto con la incorporación de otros integrantes al mercado de trabajo muestra el caudal de recursos asignados por la familia para su reproducción. La mayor proporción de
estos recursos implica una débil participación en la asignación por
parte de otras esferas.
La descripción aquí realizada nos permite observar que, a partir
de la inserción que los hogares alcanzan en el marco de sus estrategias
laborales, las implicancias en el plano reproductivo son heterogéneas
y que esa diversidad se consolida en roles femeninos:
Cuando las estrategias laborales de los hogares se desarrollan en
sector formal (hogares formales) los datos mostraron que es la mujer
quien posee la mayor carga horaria promedio de dedicación a las tareas domésticas. Esto sucede en todos los casos, sin embargo entre los
hogares formales la división es más repartida que en otros modelos,
complementariamente el tiempo que la mujer dedica al trabajo en el
mercado es inferior al que dedica el principal sostén. Estos hogares
140
Guillermina Comas
son a su vez los que menos recurren a la inserción laboral de otros
miembros para la obtención de ingresos. La dinámica reproductiva
está repartida entre el mercado y la familia, aunque el balance es desfavorable para las mujeres.
En los hogares donde la estrategia laboral está conformada por
una inserción mixta (el sostén principal es formal y su cónyuge informal) se intensifica la carga horaria de las tareas domésticas para la
mujer, en estos hogares la percepción de programa sociales puede ser
parte de los insumos reproductivos, en esos casos el tiempo dedicado
a la reproducción doméstica tiende a mantenerse en paralelo a un
aumento del tiempo dedicado al trabajo fuera del hogar.
En los hogares con inserción totalmente informal la distribución
se vuelve aún menos igualitaria, aumentan las horas dedicadas por
la mujer a la reproducción del hogar mientras se mantiene la carga
horaria de sus actividades laborales. Adicionalmente, estos hogares
movilizan la presencia de perceptores adicionales y suelen tener presencia estatal en la conformación de sus ingresos. En estos casos, la
carga laboral y extra laboral de la mujer suele intensificarse.
Dentro de los hogares con jefatura femenina y núcleo completo
se observa que, la mayor carga reproductiva sigue bajo la órbita de la
mujer, aunque es inferior a la que tienen los hogares mixtos o informales. Por su parte, los cónyuges varones incrementan levemente su
carga reproductiva pero siguen con casi diez horas menos que la que
dedican las mujeres, aun cuando éstas sean quienes realizan el mayor
aporte monetario al hogar.
Finalmente, cuando las mujeres son jefas de hogar en el contexto
de un núcleo conyugal incompleto, experimentan una menor carga de
trabajo doméstico que otros hogares y la carga laboral es similar a la
que poseen las jefas de núcleo completo. En estos casos, la disminución de las horas dedicadas a las tareas domésticas está asociada a la
puesta en juego de estrategias que permiten repartir las tareas reproductivas en el marco de acciones de ayuda familiar.
Los datos que presentamos permiten una primera inferencia sobre los efectos que la segmentación laboral tiene sobre las condiciones
de vida de los hogares, en términos de su capacidad de organización.
Claramente confirman la sobrecarga de la mujer en todas las situaciones, pero también permiten considerar heterogeneidades al interior
de las unidades domésticas. Esa diversidad podrá constituirse en un
punto de partida para evaluar los impactos diferenciales que el mismo
sistema de bienestar tiene para las familias en diferentes contextos
laborales.
141
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
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144
SEGUNDA SECCIÓN
Estructura social del trabajo
Agustín Salvia,*1María Noel Fachal,**2
Ramiro Robles***3
CONDICIONANTES SECTORIALES
E INSTITUCIONALES EN EL
EFECTO DE LA EDUCACIÓN EN
LOS INGRESOS LABORALES****
1. INTRODUCCIÓN
Bajo un nuevo modelo económico, y tras haber afrontado la grave
crisis económica y social de fin de siglo, la Argentina del siglo XXI
experimenta un cambio positivo en las remuneraciones salariales
* Doctor en Ciencias Sociales, Investigador Principal CONICET, Director del
programa Cambio Estructural y Desigualdad en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (IIGG-UBA) y del programa
del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica
(ODSA-UCA).
** Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires y becaria de doctorado
del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGGUBA).
*** Licenciado en Sociología de la Universidad de Buenos Aires y becario
de doctorado del FONCYT con sede en el Instituto Gino Germani de la
Universidad de Buenos Aires (IIGG-UBA).
**** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado
por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr. Pedro
López Roldán. Este artículo refleja la opinión del autor. Las instituciones referidas no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que contiene. El presente artículo forma parte de otros trabajos realizados previamente
en el contexto del proyecto UBACyT “Heterogeneidad estructural, desigualdad
distributiva y nuevas marginalidades sociales (1974-2014)”, en el marco del
Programa Cambio Estructrural y Desigualdad Social con sede en el Instituto de
Investigaciones Gino Germani, UBA.
147
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
de los trabajadores y una reducción en la desigualdad por ingresos
(Beccaria y Maurizio, 2012; Gasparini, et al., 2011; Salvia y Vera,
2013; Trujillo y Villafañe, 2011). Ahora bien, las lecturas orientadas a
dar cuenta de los factores que actúan por detrás de este proceso son
variadas y cada una de ellas hace énfasis en aspectos diferentes.
Una parte de la literatura explica los cambios distributivos en
los ingresos laborales por la dinámica propia del mercado, es decir,
por ajustes en la oferta y demanda de calificaciones (Gasparini et al.,
2011; Gasparini y Lustig, 2011; Cornia y Martorano, 2012). De esta
forma, entre los factores explicativos de las tendencias registradas
se encontrarían, entre otros, las condiciones macroeconómicas y la
ampliación de la educación básica.
Desde otras posturas, la reducción de la desigualdad en los análisis
de la evolución de la distribución de los ingresos de los asalariados en
Argentina se asocia al impacto de las políticas económicas, laborales
y de ingresos en la demanda de empleo, observado en las tasas de
registración de trabajadores asalariados afiliados a la seguridad social
y la fijación de remuneraciones (Beccaria y Maurizio, 2012; Beccaria,
Maurizio, y Vázquez, 2014).
Ahora bien, por oposición a las líneas antes mencionadas, la
mirada aquí propuesta recupera la perspectiva de la heterogeneidad
estructural para dar cuenta tanto de los cambios como de las
continuidades en la desigual distribución del ingreso laboral. De
esta forma, teniendo en cuenta el carácter comparativo entre fases
político-económicas que caracteriza al presente trabajo, el aumento
de la desigualdad al interior del mercado laboral durante la fase de
políticas neoliberales estaría vinculado a una mayor heterogeneidad
estructural expresada a través de una mayor concentración de
ingresos por medio de empleos vinculados a unidades económicas
formales más dinámicas y a un deterioro de las remuneraciones
generadas en micro-unidades económicas informales. Por su parte,
el proceso de reactivación post-crisis en Argentina está acompañado
por una caída de la desigualdad que estaría asociada a un aumento
del bienestar social general pero sin que ello significase una reducción
de la heterogeneidad estructural, entendida la misma en términos de
brechas de ingresos entre sectores formales e informales que atraviesa
al mercado laboral y que persisten en esta etapa (Prebisch, 1949;
PREALC-OIT, 1978; Salvia y Vera, 2013; Salvia, Vera, y Poy, 2015).
Retomando esta última perspectiva, el presente trabajo busca dar
respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cuál fue el comportamiento
de los ingresos laborales horarios según el tipo de unidad económica
de inserción laboral, la calidad de esta inserción y el nivel educativo
alcanzado por la fuerza de trabajo? ¿En qué medida la coexistencia de
148
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
estratos de productividad divergentes resulta en un factor explicativo
relevante de la relación entre educación, precariedad laboral y
remuneraciones horarias durante las últimas décadas? ¿Cuáles son las
elasticidades de ingreso al contemplar las diferencias entre factores
propios de la oferta y otros provenientes de la demanda de empleo?
A fines de aportar una respuesta a los planteos arriba formulados,
se utilizan en este trabajo los micro-datos de la Encuesta Permanente
de Hogares del INDEC, correspondientes a la aglomeración
metropolitana del Gran Buenos Aires –conformada por la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y su envolvente urbana integrada por 24
municipios-1. Asimismo, se toman ciertos años como bisagra para
evaluar la evolución de los fenómenos examinados: a) los años 1992,
1994 y 1998 para dar cuenta del período de la convertibilidad y de
reformas estructurales; y b) los años 2003, 2007 y 2014 para abordar
la posconvertibilidad, o bien, el período de políticas heterodoxas.
En este punto, cabe señalar que los ingresos laborales horarios
examinados en este estudio corresponden, tal como lo mide la EPHINDEC, al ingreso mensual corriente “de bolsillo” proveniente de
fuentes laborales (salarios de obreros y empleados, remuneraciones al
trabajo por cuenta propia y utilidades patronales), neto de obligaciones
fiscales en el caso de los asalariados. Para su adecuada evaluación,
estos ingresos se analizan a valores constantes, es decir, a pesos del
cuarto trimestre del año 20142. Adicionalmente, dado el problema de
no respuesta a los ingresos en las encuestas de hogares que imponen
un sesgo a las comparaciones que se desean realizar (Salvia y Donza,
1999; Donza, 2015), se aplican en este trabajo estimaciones por año a
los ingresos no declarados por los trabajadores según tipo de fuente
laboral3.
1 Según datos del Censo de Población del Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos (INDEC) de 2010, el Gran Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y 24 partidos
del Conurbano) ocupa una superficie total de 2590 kilómetros cuadrados y reúne
12,8 millones de habitantes, lo cual representa una concentración cercana al 32% de
la población total del país y produce alrededor del 40% del PBI nacional. Dado que en
el Gran Buenos Aires vive aproximadamente un tercio de la población total del país,
la serie histórica de ingresos sólo se puede estimar de manera consistente para este
caso (ODSA, 2015).
2 Los ingresos corrientes de la serie 1992-1994-1998-2003 fueron deflactados según
el IPC del INDEC, pero para posteriores a 2006 se utilizaron deflactores basados en
IPC 7 Provincias y el IPC GB (elaborado por ex técnicos de INDEC). Esta decisión
se apoya en la reconocida alteración que sufrió el IPC del INDEC a partir de 2007
(CELS, 2009).
3 El método aplicado para estas estimaciones puede consultarse en Salvia y Donza
(1999). Debe aclararse que esta imputación sólo se llevó adelante para las bases
“puntuales” de la EPH (1992-1994-1998-2003), pero no para las de la modalidad
149
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
A partir de la información así consistida, y con el fin de examinar
el papel de los factores que acompañan a la oferta y demanda de
empleo en la evolución de los ingresos laborales, se utilizan ecuaciones
mincerianas para estimar las brechas de ingresos laborales.
La exposición se organiza del siguiente modo. Luego de la
presentación del problema y de la metodología utilizada para
este estudio, el segundo apartado presenta las diferentes líneas
interpretativas y evidencias que respaldan los esfuerzos por explicar los
cambios ocurridos en la distribución del ingreso laboral, ponderando
el debate acerca del papel que han tenido durante los últimos años
los premios por educación, las políticas laborales y las desigualdades
sectoriales en el caso argentino. La tercera sección presenta la
evolución del ingreso horario según nivel educativo como primera
aproximación hacia la problemática bajo estudio para, en el cuarto
apartado, avanzar sobre el comportamiento del ingreso según la
calidad del empleo y el sector de inserción. El quinto apartado expone
los resultados de los modelos de regresión lineal múltiple aplicados
sobre el logaritmo de los ingresos laborales horarios, introduciendo
el efecto que la educación combinada con los sectores ocupacionales
tiene en la evaluación de sus diferencias, junto con los grupos etarios
y el género. El trabajo concluye con algunas reflexiones finales.
2. DEBATE TEÓRICO: PRINCIPALES CONCEPTUALIZACIONES EN TORNO A LOS CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA
DESIGUALDAD DE LA DISTRIBUCIÓN DE LOS INGRESOS
El estudio de los determinantes de los ingresos laborales posee una
larga trayectoria en ciencias sociales, tanto en la economía como en la
sociología. En este sentido, la multiplicidad de enfoques y la variedad
de mecanismos explicativos asociados a los mismos no permite realizar
un recorrido detallado y exhaustivo de sus postulados. No obstante, a
continuación, se presenta una breve aproximación a aquellos con los
cuáles se discute en el presente trabajo.
Por una parte, a partir de la llamada economía de la educación,
encontramos los abordajes del capital humano y del credencialismo
educativo. Estos enfoques ponen el énfasis en características de la oferta
de fuerza de trabajo –específicamente el nivel educativo alcanzado o
los diplomas obtenidos-. En el caso del capital humano, la educación es
tomada como un activo o capital en el cual los sujetos pueden invertir
para mejorar su posición en el mercado y en los puestos de trabajo
“continua” (2003-2007-2014), dado que ya a partir de 2003 el INDEC ofrecía bases de
datos con imputaciones de ingresos no declarados.
150
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
disponibles. De esta manera, el mayor nivel educativo ostentado por
un trabajador repercutiría positivamente en el nivel de productividad
individual, lo que habilita a una mayor disposición de ingresos y una
mejora de las remuneraciones (Schultz, 1961; Mincer, 1975). A su
vez, el efecto agregado del mayor capital humano entre la población
ocupada impactaría positivamente sobre los ingresos globales y el nivel
de productividad del conjunto de la estructura productiva (Becker,
1962; Hatch y Dyer, 2004; Briceño, 2011). Enfocándose en el mismo
fenómeno, pero llegando a conclusiones diferentes, el credencialismo
señala que la razón por la cual las mayores titulaciones y diplomas
mejoran el nivel de ingresos laborales se debe a la información y
expectativas certificadas que estos proveen a los empleadores a la
hora de reclutar mano de obra (Moreno Becerra, 1982; Pérez y Deleo,
2013). Ante la necesidad de contratación de personal, la posibilidad de
acceder a los puestos mejor remunerados de un trabajador procede de
la disposición de mejores elementos para señalar a los empleadores su
capacidad o conocimientos.
Por otro lado, se ubican aquellos enfoques que analizan los
mercados de trabajo urbanos desde la perspectiva de la segmentación.
Estas perspectivas teóricas se abocan a reconstruir los mecanismos
de índole institucional por los cuales el mercado de trabajo no
resulta simétrico en lo que respecta al volumen y las características
de los puestos de trabajo que ostenta (Piore, 1972; Reich, Gordon,
y Edwards, 1973). A partir de la capacidad de regulación de las
instituciones laborales, de la acción colectiva sindical o de las
necesidades de producción y mercadeo de las grandes empresas, se
moldea un mercado de trabajo compuesto por estratos de trabajadores
sensiblemente diversos; mientras que una franja relevante de los
mismos se emplea en posiciones estables, bien remuneradas y
cubiertas por la seguridad social, otra fracción –nada despreciable
en tamaño- recala en ocupaciones precarias atravesadas por la falta
de estabilidad, las bajas remuneraciones, la ausencia de regulaciones
de trabajo y la alta rotación (Vietorisz y Harrison, 1973; Fernández
Huerga, 2010).
Por último, la perspectiva estructuralista del mercado de
trabajo, y más precisamente el abordaje del sector informal como
fuera originalmente conceptualizado por la PREALC-OIT durante la
década del setenta4, ofrece una explicación alternativa acerca de las
4 Esta perspectiva, que fuera originalmente delineada por el grupo de estudios
de la PREALC-OIT para los países llamados «en desarrollo» (PREALC-OIT, 1978;
Tokman, 1978), ha sido retomada en reiteradas ocasiones -y con variados objetivospor el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social con sede en el Instituto
151
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
persistentes desigualdades remunerativas entre trabajadores. En las
economías periféricas, el fenómeno definido como heterogeneidad
estructural reproduce asimetrías tecnológicas y de productividad al
interior de la demanda de empleo a consecuencia de la concentración
desigual de la inversión, el conocimiento técnico y la tecnología
(Prebisch, 1970; Di Filippo y Jadué, 1976: Salvia 2012). Esta situación
da lugar a que un sector dinámico de la estructura productiva, con
niveles de producción y capacidad técnica similares a los de la media
mundial, concentre una pequeña parte de la oferta de empleo y no sea
capaz de absorber a la totalidad de la misma. La consecuencia más
directa de esto es la emergencia de un excedente relativo de mano de
obra voluminoso, que se emplea en actividades y ocupaciones de nula
o baja productividad, alta rotación y precariedad, poco desarrollo de
las relaciones de producción y niveles de ingreso bajos e inestables.
Esta franja de empleos es conocida como sector informal urbano y
el fenómeno resulta característico de los países latinoamericanos. La
especificidad de esta explicación acerca del mercado laboral, desde
la demanda de empleo, es sostener que el mismo se segmentaría
persistentemente más allá de las capacidades individuales o la acción
reguladora de las instituciones, a consecuencia del insuficiente nivel
de inversión y las asimetrías en su distribución (Prebisch, 1976).
Con estas perspectivas en mente, el presente trabajo no busca
descartar el relevante aporte que hace la adquisición de mayores
titulaciones educativas sobre el nivel de ingreso laboral, pero sí busca
poner en discusión la extensión y alcance de sus efectos dado el contexto
de una economía estructuralmente heterogénea, caracterizada por un
mercado de trabajo atravesado por las asimetrías mencionadas, tanto
en materia institucional como tecnológica.
3. EVOLUCIÓN DEL INGRESO HORARIO SEGÚN EL NIVEL
EDUCATIVO DE LOS OCUPADOS
Tal como se ha mencionado, una gran parte de los estudios sobre los
cambios distributivos ocurridos en la Argentina durante las últimas
dos décadas señalan que tanto la causa del empeoramiento de la
desigualdad distributiva en los noventa, como su posterior mejora en
los 2000, se explica primero por el aumento y luego la reducción de los
premios a la educación (Cornia, 2011; Gasparini et al., 2011).
Para la década de los noventa, la evidencia corrobora un proceso
de cambios en la composición de las cualificaciones dentro de los
de Investigaciones Gino Germani de la UBA (Salvia et al., 2008; Salvia, 2012; Salvia,
Vera y Poy; 2015).
152
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
sectores, que habrían favorecido a los trabajadores calificados,
especialmente a los graduados universitarios. Es como resultado
de esto último que la prima salarial por escolaridad habría crecido
de manera significativa (Gasparini et al., 2011). Ahora bien, al
transitar la fase de políticas heterodoxas, la combinación de diversos
factores habría creado un sendero de distribución del ingreso más
progresivo. Entre ellos se pueden mencionar: la rápida recuperación
post-crisis 2001-2002; las tendencias salariales a la baja tras la
devaluación; la expansión del empleo; una actualización tecnológica
más lenta; fortalecimiento de las instituciones y políticas laborales;
y una ampliación de la protección social. En este contexto, se habría
confirmado una reducción de las brechas de ingreso salarial (Cornia
y Martorano, 2012; Lustig et al., 2013), reducción que habría ocurrido
debido a, por un lado, una demanda de puestos de mayor calificación
por debajo de la oferta de trabajadores con educación superior y, por
otro, de un aumento en la escolaridad media en la oferta laboral, que
habría conducido a una disminución de la desigualdad por escolaridad
entre los ocupados (Gasparini et al., 2011).
Sin embargo, trabajos como el de Beccaria, Maurizio y Velázquez
(2015), aun persiguiendo destacar el impacto igualador que en el
último decenio tuvo el proceso de regulación y afiliación a la seguridad
social, dan cuenta de una reducción del efecto de la educación superior
en las primas salariales. Siguiendo a estos autores, la reducción en las
brechas salariales en la última década se explica por el incremento de
la demanda de empleo, las políticas laborales activas y las presiones de
trabajadores y actores sindicales. Lo señalado tendría como correlato
un aumento de los salarios entre los segmentos de calificación con
menos años de escolaridad, y una tendencia salarial regresiva para los
segmentos laborales con mayor educación.
Así, este apartado persigue examinar si las explicaciones
indicadas anteriormente sobre el comportamiento de los ingresos
laborales coinciden con la evidencia reunida en este trabajo, y si
acaso estas evidencias no obligan a una revisión de algunos de los
supuestos generalmente aceptados como válidos5. En principio,
resulta importante destacar –a lo largo del período bajo análisis- el
5 Pero antes de examinar la evidencia, resulta importante tener en consideración
una serie de aspectos a partir de los cuales se explican eventuales diferencias entre
las distintas aproximaciones: i) en este trabajo se consideraron las remuneraciones
horarias a precios reales de trabajadores tanto asalariados como no asalariados;
ii) se han estimado los ingresos no declarados por perceptores individuales según
tipo de ocupación; y iii) se ha aplicado un empalme retrospectivo que hacen más
comparables los resultados que ofrece la EPH-INDEC para el período objeto de
interés.
153
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
incremento del nivel educativo general de la fuerza de trabajo sea ésta
asalariada o no asalariada, hecho que se refleja, por un lado, en el
aumento de las titulaciones medias y altas y, por otro, en la disminución
de la calificaciones bajas6. En este punto, cabe preguntarse por
la evolución de los ingresos horarios de la fuerza de trabajo según
nivel educativo. El Gráfico 1 da cuenta de dicha evolución a pesos
constantes para el total de la fuerza de trabajo del Gran Buenos Aires.
Un primer dato que llama la atención es el particular incremento que
registra la brecha de ingresos laborales entre 1992 y 1998 asociada al
aumento significativo que experimentan las remuneraciones horarias
de los trabajadores con educación superior, la caída en el ingreso del
segmento menos calificado y su relativa invarianza en el caso de los
trabajadores con educación media. Esta situación se ve seguida por
la crisis 2001-2002 y cuyo efecto se encuentra reflejado entre 1998
y 2003, en donde los ingresos laborales caen en los tres segmentos;
aunque dicha caída es mucho más significativa entre los trabajadores
con calificación profesional. Luego del 2003, tras una recuperación
parcial en las remuneraciones, la brecha de ingresos laborales entre
segmentos educativos tendió a aumentar –hasta 2007-, para luego
comenzar a retraerse hasta llegar en 2014 a los niveles más bajos de
toda la serie; hecho que pone de manifiesto la imposibilidad de los
segmentos profesionales de recuperar los niveles alcanzados en el
período anterior (Salvia, Robles y Fachal, 2017, en prensa).
Gráfico 1. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
según NIVEL EDUCATIVO. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos del 4° trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
6
Ver Tabla A.1 en Anexo.
154
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Por su parte, en el Gráfico 2 se observa la evolución de los ingresos
horarios de los trabajadores asalariados según nivel educativo. Entre
la fuerza de trabajo asalariada se replican las tendencias registradas
para el total de la fuerza de trabajo. Ahora bien, esta evolución
adquiere un comportamiento en parte disímil entre los trabajadores
no asalariados. Tal como puede observarse en el Gráfico 3, la retracción
de las remuneraciones horarias de los segmentos profesionales no
asalariados es mucho más marcada con respecto a lo que sucede entre
los trabajadores asalariados. Si bien entre estos últimos también se
observa una caída en los ingresos horarios hacia el final del período,
ésta es aún mayor entre los trabajadores no asalariados. Por su parte,
mientras que, hacia el interior de la fuerza de trabajo asalariada es
posible observar, entre 2007 y 2014, una leve tendencia ascendente de
los ingresos horarios de los trabajadores con niveles educativos medios
o bajos, entre los no asalariados se produce, en esos mismos años,
el amesetamiento de los ingresos medios en los mismos segmentos
educativos.
Gráfico 2. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
ASALARIADOS según NIVEL EDUCATIVO. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos del 4°
trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
A partir de los datos presentados, cabe preguntarse, a continuación,
en qué medida los perfiles educativos y las primas salariales
correspondientes no están en realidad condicionadas –cuando no
determinadas- por las condiciones tecnológicas, organizativas,
productivas e, incluso, comerciales y político laborales, bajo las que
operan de manera desigual las unidades productivas en un sistema
económico. Según este supuesto, tanto la composición de la demanda
como el grado de las remuneraciones por nivel educativo estarían
155
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
afectados por los rindes de productividad, costos y/o beneficio que
generan tales condiciones.
Gráfico 3. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
NO ASALARIADOS según NIVEL EDUCATIVO. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos del 4°
trimestre de 2014
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
4. EVOLUCIÓN DEL INGRESO HORARIO SEGÚN LA CALIDAD
DEL EMPLEO Y EL SECTOR DE INSERCIÓN DE LOS OCUPADOS.
Con miras a dar cuenta de la heterogeneidad de la estructura
económico-ocupacional antes mencionada, se apela al enfoque de la
PREALC-OIT (1978) que contempla el tamaño del establecimiento y
el carácter público o privado de las unidades económicas, así como
también la calificación profesional de los ocupados en el caso de los
empleos no asalariados. De esta forma, a partir de la segmentación
que la combinación de las dimensiones señaladas genera en el tipo de
inserción productiva, se distinguen las ocupaciones del sector público,
las del sector privado formal y las del sector micro-informal.
Además de esta clasificación de la estructura sectorial del empleo,
en el presente apartado se recuperan enfoques teóricos que, en el
marco de las asimetrías tecnológicas y de productividad al interior
de la demanda de empleo propia de la heterogeneidad estructural
que atraviesa el mercado laboral urbano, dan cuenta de la calidad
de las inserciones ocupacionales. Partiendo del reconocimiento de
que existen distintos segmentos de empleo, se puede señalar que
algunos de ellos son de mayor y otros de menor calidad, de la misma
forma en que algunos son bien remunerados y otros no (Doeringer
y Piore, 1971; Edwards, Gordon y Reich, 1986). Si bien el concepto
156
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
de heterogeneidad estructural se centra en la estructura productiva,
y el de segmentación del mercado de trabajo en el espacio regulado
del empleo, la relación entre ambos fenómenos permite sopesar los
efectos que la política laboral tiene sobre el empleo (Salvia, Vera y Poy,
2015). Los segmentos de empleo trabajados a los fines del presente
capítulo son: el segmento primario o empleo regulado7 y el segmento
secundario o empleo no regulado8.
En un contexto en el que el peso del trabajo en el sector microinformal se habría mantenido relativamente estable a lo largo
del período considerado –oscilando entre el 47% y el 42% para el
período 1992-2014- y en el que la participación en el total del empleo
asalariado de los trabajadores del sector informal es menor con
respecto a la de los trabajadores del sector privado formal –siendo,
consecuentemente, superior la participación en el total del empleo
no asalariado de trabajadores del sector micro-informal por opción
a la de los trabajadores del sector más dinámico de la economía-9,
cabría esperar un sostenimiento –e incluso un aumento- de las
brechas remunerativas entre sectores –en tanto aproximación a las
brechas de productividad-. Por otro lado, en un marco en el que el
peso del empleo regulado y no regulado a lo largo del período ha ido
variando en función de las características de los ciclos económicos
que lo atraviesan10, se esperaría una tendencia a la disminución de las
remuneraciones en el segmento secundario del empleo (Salvia, Vera
y Poy, 2015).
El Gráfico 4, que muestra la evolución de la media de ingresos
laborales horarios del empleo regulado y no regulado, permite
confirmar en términos generales la tendencia indicada con
anterioridad. En efecto, no sólo se amplía la brecha remunerativa
entre el empleo regulado y no regulado conforme se avanza en el
tiempo, sino que hacia el final del período el empleo no regulado
7 La demanda que caracteriza a este segmento es la de trabajo asalariado y los
servicios profesionales, tanto en el sector público como privado, con significativa
estabilidad en el empleo, regulación a través de normas laborales y de la seguridad
social, los controles sindicales, los mercados internos de las grandes empresas y las
reglas formales o de hecho que organizan a grupos profesionales (Salvia, Vera y Poy,
2015: 140).
8 Incluye empleos extralegales (atravesados por una alta rotación laboral y por
la ausencia de protección social y sindical, aunque cuentan con una remuneración
mínima como marco de referencia) y empleos de indigencia (caracterizados por la
inestabilidad, ausencia de normas sociales o laborales regulatorias y sin un salario de
referencia) (Salvia, Vera y Poy, 2015: 140).
9
Ver Tabla A. 2 en Anexo.
10 Ver Tabla A.3 en Anexo.
157
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
se posiciona en un nivel de ingreso menor a aquel registrado en el
año 1992. Ahora bien, al observar en el Gráfico 5 lo que sucede entre
asalariados y no asalariados, se identifica una tendencia negativa en
las remuneraciones horarias del empleo regulado no asalariado en
comparación con lo que sucede a nivel agregado. Asimismo, el empleo
no regulado asalariado y no asalariado tienden a posicionarse en un
mismo nivel de ingreso similar a aquel observado para el total del
empleo. Por su parte, el empleo regulado asalariado da cuenta de
una evolución semejante a aquella registrada para el total y, si bien
el empleo regulado no asalariado se sitúa a lo largo de toda la serie
por encima de éste, hacia el 2014 se posiciona levemente por debajo
de aquel.
Gráfico 4. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
según CALIDAD DEL EMPLEO. Gran Buenos Aires: 1992-2014.
En pesos del 4° trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
Ahora bien, tal como fuera señalado, una de las características de
las economías atravesadas por la heterogeneidad estructural es la
existencia de un sector dinámico de la estructura productiva, con
niveles de producción y capacidad técnica similares a los de la media
mundial, que concentra una pequeña parte de la oferta de empleo y
no es capaz de absorber a la totalidad de la misma. De allí que esta
situación conduce al empleo de fuerza de trabajo en actividades
de baja o nula productividad (Prebisch, 1976). A continuación, se
presenta la evolución de la media de ingresos laborales horarios para
el total de los trabajadores según sector ocupacional, pero también
distinguiendo entre trabajadores asalariados y no asalariados.
158
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Gráfico 5. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
ASALARIADOS y NO ASALARIADOS según CALIDAD DEL EMPLEO. Gran Buenos Aires: 19922014. En pesos del 4° trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
En principio, el Gráfico 6 destaca el hecho de que en los primeros
años se registran las menores brechas de ingreso laboral y que las
brechas mayores se observan en la fase final de la primera fase, previo
a la crisis de 2001-2002. Durante este período, el crecimiento de la
desigualdad está vinculado, en primer lugar, al aumento en el nivel
de los ingresos de los trabajadores del sector público y –aunque en
menor medida- del sector privado formal; y, al mismo tiempo, por
la caída de los ingresos laborales del segmento de trabajadores de
unidades micro-informales. Es recién con la crisis 2001-2002 que los
ingresos laborales vuelven a converger, aunque a niveles menores de
remuneración real cualquiera sea el sector. Por último, a partir de
2003, las remuneraciones de los tres sectores comienzan a recuperase
manteniendo casi sin variación sus diferencias de arranque. Pero esto
último se empieza a modificar luego de 2007, y ello como resultado
de dos procesos: i) mayor incremento de los ingresos laborales en el
sector público; ii) amesetamiento de los ingresos medios en el sector
privado formal y en el sector micro-informal.
En cualquier caso, este gráfico muestra cómo a lo largo de los
tres períodos considerados –al comparar las curvas correspondientes
a cada sector- persisten importantes diferencias entre aquellos
ocupados de unidades económicas informales y aquellos ocupados
en unidades del sector formal o del sector público. Pero contrario a
lo que muchas veces se supone, habría sido el sector público y no el
sector privado formal, el principal responsable en la ampliación de la
159
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
brecha de ingresos, tanto durante la fase neoliberal como durante el
período heterodoxo (Salvia, Robles y Fachal, 2017, en prensa). Ahora
bien, cabe preguntarse en qué medida este particular comportamiento
persiste o no hacia el interior de la fuerza de trabajo asalariada y no
asalariada. Para evaluar esto último, los Gráficos 7 y 8, muestran la
evolución de los ingresos laborales reales por sector de inserción para
asalariados y no asalariados.
Mientras que entre los trabajadores asalariados las tendencias
registradas en el total de los ocupados se replican entre aquellos que
están insertos en el sector público y en el sector privado formal, entre los
trabajadores asalariados del sector micro-informal las remuneraciones
horarias continúan recuperándose a partir del año 2007 aunque se
mantienen muy por debajo de aquellas evidenciadas para el sector
más dinámico de la economía. Por su parte, esta tendencia positiva en
las remuneraciones horarias de los trabajadores asalariados del sector
micro-informal no se replica entre los trabajadores no asalariados,
observándose en este caso –tras una leve recuperación luego de
la crisis- una tendencia hacia la disminución a partir del 2007. En
paralelo, esta tendencia negativa se replica también –aunque de
forma más marcada- entre los trabajadores no asalariados del sector
privado formal. Sin embargo, las diferencias remunerativas según las
unidades económicas en que los trabajadores se insertan se sostienen
en ambas fases.
Gráfico 6. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
según SECTOR DE INSERCIÓN. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos del 4° trimestre de
2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
160
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Gráfico 7. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
ASALARIADOS según SECTOR DE INSERCIÓN. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos del 4°
trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
Gráfico 8. Evolución de la media de ingresos laborales horarios reales para los trabajadores
NO ASALARIADOS según SECTOR DE INSERCIÓN. Gran Buenos Aires: 1992-2014. En pesos
del 4° trimestre de 2014.
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
5. ANÁLISIS DE ELASTICIDADES
LABORALES HORARIOS
EN
LOS
INGRESOS
Luego de haber abordado el comportamiento de la media de ingresos
horarios en función del nivel educativo, la calidad y el tipo de inserción
en el mercado laboral, se efectúa en este apartado un análisis de
los resultados que arrojan una serie de modelos de regresión lineal
161
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
múltiple, aplicados sobre las poblaciones objeto de estudio en procura
de estimar el modo y la fuerza con que un conjunto de variables
relevante incide en la elasticidad de los ingresos horarios laborales
reales de los trabajadores, y, en ese marco, evaluar su capacidad para
dar cuenta de desigualdades endógenas y cambios en el tiempo11.
Retomando los principales hallazgos obtenidos en trabajos
previos (Salvia, Robles y Fachal, 2017, en prensa), si bien los premios
educativos tendieron a converger, la mayor parte de la reducción en
las brechas por educación ocurridas durante los años 2000 tuvieron
lugar durante y/o inmediatamente después de las crisis 2001-2002,
debiéndose relativizar los efectos imputados al cambio en los
mercados y/o en las políticas laborales durante el período heterodoxo.
No obstante, los premios por inserción sectorial incrementaron la
desigualdad en la distribución de los ingresos laborales, segmentando
incluso el efecto educativo sobre los ingresos al interior de cada
sector. Es a partir de estas evidencias que se aplican los siguientes
modelos de regresión múltiple basados en el método de mínimos
cuadrados, utilizando para ello ecuaciones mincerianas que permitan
medir el impacto de una serie de características referidas a la unidad
económica, al capital educativo, a la calidad de la inserción laboral,
al sexo y a la edad de los trabajadores sobre la elasticidad de los
ingresos percibidos.
Asimismo, se ajustan estas ecuaciones segmentando a la población
de ocupados en asalariados y no asalariados dada la importancia que
tiene la categoría salarial en la percepción del ingreso. La hipótesis
teórica que subyace a la aplicación de estos modelos es que los
factores estructurales –en especial, las heterogeneidades sectorialesejercen una influencia significativa y creciente conforme avanzan los
períodos analizados sobre las diferencias en los ingresos laborales
horarios de la fuerza de trabajo. Las variables consideradas fueron:
a) el sector de inserción (privado formal, público o micro-informal)
combinado con el nivel educativo alcanzado (hasta secundario
incompleto; secundario completo/terciario o universitario incompleto;
y universitario/terciario completo); b) la calidad del empleo (empleo
regulado o no regulado); c) la rama de actividad en tanto variable de
control (industria, construcción, servicios privados y resto de ramas
11 Para tal efecto se aplica un modelo de regresión lineal múltiple con el método
de mínimos cuadrados sobre el logaritmo natural de los ingresos laborales horarios.
La transformación logarítmica del ingreso permite una lectura de la elasticidad de
los ingresos frente a un cambio en una unidad en las variables predictoras. Por otra
parte, permite también una necesaria y sensible reducción de la heterocedasticidad
en la varianza de los valores pronosticados, sin lo cual el modelo basado en mínimos
cuadrados perdería validez.
162
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
del sector privado); d) el género (varón y mujer); y e) los grupos etarios
(18 a 29 años y 30 años o más)12.
En términos formales, el modelo minceriano ajustado para cada
año observado queda representado a través de la siguiente ecuación (1).
Ln Y = α0 + β1.X1 + β2.X2 + β3.X3 + β4.X4 + β5.X5 + βn.Xn + µ (1)
En este sentido, Ln Y representa el logaritmo natural de los
ingresos horarios de los trabajadores para cada año de análisis. El
factor Xn constituye el efecto de cada tipología de «sector de inserción
combinado con el máximo nivel educativo alcanzado»; el componente
X1 expresa la influencia de las diferencias de género –tomando a los
varones como categoría de comparación-; el factor X2 considera el
efecto del grupo etario –siendo los trabajadores de 30 años o más
quienes ocupan el lugar de categoría comparativa-; el componente X3
representa el efecto de ser asalariado o no serlo; el factor X4 refiere
al tipo y calidad del empleo –tomando al empleo no regulado como
categoría de comparación-; y X5 expresa el efecto de las variables
correspondientes a la rama. El término α0 constituye el valor de la
constante, la cual expone el efecto indiferenciado de las categorías de
comparación de las variables predictores, cuándo se reporta ausencia
en cada una de las variables «dummy» introducidas. Por último, el
factor µ representa los efectos sobre la variable endógena ignorados
por el modelo.
Al segmentar por tipo de relación laboral (asalariada y no
asalariada), el modelo minceriano ajustado para cada año observado
se representa a través de dos ecuaciones separadas, cada una dando
cuenta de un análisis de elasticidad que se integra de los mismos
componentes –el sector de inserción combinado con el máximo nivel
educativo alcanzado, el tipo y calidad del empleo, las ramas, el género
y los grupos de edad- pero separando los universos de acuerdo al tipo
de ingresos.
Ln W = α0 + β1.X1 + β2.X2 + β3.X3 + β4.X4 + βn.Xn + µ (2)
12 Dado el carácter no métrico de las variables independientes consideradas
en el modelo teórico se adoptó el criterio de transformar las categorías de cada
variable nominal en variables «dummy» (0 para ausencia y 1 para presencia de
la característica), excluyendo en cada caso una categoría de comparación (cuya
incidencia estimada es representada de manera indiferenciada por la constante).
163
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Ln π = α0 + β1.X1 + β2.X2 + β3.X3 + β4.X4 + βn.Xn + µ (3)
En la primera de estas ecuaciones (2), se representa el logaritmo
natural de los ingresos horarios de los trabajadores asalariados
para cada año de análisis. En este caso, las variaciones de ingreso
medidas corresponden a W, asociada al ingreso procedente del trabajo
asalariado.
En la segunda ecuación (3), se representa el logaritmo natural
de los ingresos horarios de trabajadores autónomos y patrones o
empleadores, para cada año de análisis. Aquí, las variaciones de
ingreso se significan con el símbolo π, utilizado para identificar los
ingresos laborales de carácter autónomo, utilidades y beneficios.
Habiendo desarrollado las principales características de los
modelos aplicados, la Tabla 1 presenta los Coeficientes B de regresión
y los coeficientes de correlación parcial tipificados, estimados por
el método de mínimos cuadrados sobre el logaritmo natural de los
ingresos horarios reales de los trabajadores ocupados en el Gran
Buenos Aires, sin distinguir su categoría laboral. Según los resultados
alcanzados, los R2 dan cuenta –en todos los años considerados- de
una bondad de ajuste del modelo que oscila alrededor del 20% y 30%.
Tabla 1. Evolución de la incidencia de las variables seleccionadas sobre el logaritmo natural
de los ingresos horarios reales de los trabajadores. Gran Buenos Aires. Años 1992-19941998-2003-2007-2014.
Mujeres
Varones
18 a 29 años
30 años o más
Sector Formal TUC3
Sector Formal SC-TUI2
Sector Formal HSI1
Sector Público TUC3*
164
1992
1994
1998
2003
2007
2014
-,135***
-,120***
-,180***
-,006
-,148***
-,098***
(-,101)
(-,085)
(-,113)
(-,003)
(-,084)
(-,060)
-
-
-
-
-
-
-,167***
-,147***
-,221***
-,238***
-,216***
-,164***
(-,117)
(-,098)
(-,131)
(-,111)
(-,112)
(-,089)
-
-
-
-
-
-
,887***
1,012***
1,204***
,836***
1,007***
,709***
(,344)
(,406)
(,447)
(,276)
(,354)
(,281)
,561***
,543***
,638***
,513***
,611***
,453***
(,299)
(,283)
(,304)
(,190)
(,282)
(,223)
,057**
,131***
,116***
,150***
,320***
,161***
(,037)
(,082)
(,061)
(,054)
(,126)
(,070)
,637***
,949***
1,195***
1,025***
1,137***
,979***
(,176)
(,220)
(,314)
(,235)
(,297)
(,300)
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Sector Público SC-TUI2*
,422***
,599***
,832***
,644***
,750***
,603***
(,129)
(,160)
(,215)
(,129)
(,171)
(,152)
,068
,289***
,332***
,155
,339***
,189**
(,020)
(,073)
(,073)
(,028)
(,065)
(,031)
Sector Micro Informal
TUC
,677***
,636***
,633***
,477***
,564***
,257***
(,124)
(,134)
(,115)
(,088)
(,120)
(,059)
Sector Micro Informal
SC-TUI2
,281***
,339***
,344***
,206***
,301***
,218***
(,132)
(,155)
(,140)
(,079)
(,125)
(,097)
-
-
-
-
-
-
-,386***
-,352***
-,315***
-,047
-,223***
,092***
(-,283)
(-,243)
(-,188)
(-,023)
(-,118)
(,052)
-
-
-
-
-
-
,177***
,184***
,221***
,314***
,291***
,295***
(,126)
(,125)
(,139)
(,164)
(,162)
(,171)
-
-
-
-
-
-
-,014
,005
,095***
,076
-,061
-,040
(-,009)
(,003)
(,047)
(,029)
(-,026)
(-,019)
-,072*
-,031
,048
,087
,015
-,005
(-,026)
(-,011)
(,017)
(,023)
(,005)
(-,002)
,102***
,154***
,174***
,247***
,241***
,148***
Sector Público HSI1*
3
Sector Micro Informal
HSI1
Asalariados
No Asalariados
Empleo Regulado
Empleo No Regulado
Industria
Construcción
Servicios Privados
(,064)
,094)
(,097)
(,111)
(,121)
(,079)
Resto de Ramas (Sector
Privado)
-
-
-
-
-
-
Constante
3,639
3,659
3,478
2,823
3,108
3,055
R2 ajustado
,298
,308
,378
,218
,279
,250
*Excluye empleados públicos ocupados en programas de empleo transitorio.
Fuente: Elaboración propia con base en la información presentada en la Tabla 1, elaborada por el Programa
Cambio Estructural y Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (Octubre 1992, 1994 y
1998, y cuartos trimestres de 2003, 2007 y 2014).
*Nivel de significancia de p < 0,1
**Nivel de significancia de p < 0,05
***Nivel de significancia de p < 0,01
1 Hasta primaria completa y/o secundaria incompleta.
2 Hasta secundario completo y/o terciario o universitario incompleto.
3 Hasta terciario y/o universitario completo.
165
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
i) En primer lugar, el modelo general (Tabla 1) confirma la mayor
segmentación que el efecto combinado del sector de inserción y el nivel
educativo alcanzado genera en los ingresos, aun controlando el efecto de
las políticas laborales a partir de la regulación de los puestos de trabajo
y de las ramas de actividad. La brecha entre los ingresos horarios de los
ocupados en el sector formal con mayor nivel educativo y los ingresos de
los ocupados del sector micro-informal con bajo nivel educativo no cambia
de manera sensible a lo largo del período con excepción del año 1998 y
2014. Por su parte, el empleo regulado manifiesta –frente al empleo no
regulado- una elasticidad positiva de su ingreso a lo largo de toda la serie.
Paralelamente, al introducir el género en el modelo, se puede destacar la
presencia de una elasticidad del ingreso laboral negativa de las mujeres
ocupadas frente a los hombres ocupados. Ahora bien, no sólo las mujeres,
sino también la población ocupada joven experimenta a lo largo del período
una elasticidad negativa de su ingreso laboral.
ii) En segundo lugar, durante la etapa de políticas de liberalización económica
(1992-1998) es posible observar el aumento significativo de los retornos en
el sector privado formal y público con nivel educativo más elevado. Sin
embargo, esta tendencia no se replica en el caso del sector micro-informal
con el mismo nivel educativo. Esto último se aprecia nuevamente en el caso
de los ocupados del sector privado formal, del sector público y –aunque
con valores de coeficientes beta mucho menores que experimentan un leve
aumento en los tres primeros años del modelo- en el sector micro-informal
con nivel educativo medio. Por su parte, el retorno de las mujeres, por un
lado, y el de los jóvenes, por otro, dan cuenta de una elasticidad negativa
que disminuye entre 1992 y 1994, y aumenta hacia el año 1998.
iii) Por último, durante la fase de políticas heterodoxas (2003-2014)
asciende la elasticidad de la remuneración laboral horaria en los ocupados
del sector público y privado formal con educación superior. Sin embargo,
resulta importante señalar que –a pesar de lo indicado- en el último año de
la serie el sector público con nivel educativo alto posee retornos laborales
superiores a los del sector privado formal con el mismo nivel educativo.
Estas tendencias se observan también en los ocupados del sector público
y privado-formal con niveles educativos medios, respectivamente. En este
marco, si bien se achica la brecha en general para las mujeres y los jóvenes
con respecto a los hombres y los adultos, aun así, se encuentran en una
posición desventajosa en términos de las remuneraciones percibidas.
En términos generales, tal como fuera abordado en trabajos
previos (Salvia, Robles y Fachal, 2017, en prensa), puede afirmarse
que, durante la fase de reformas neoliberales, gana relevancia la
educación formal en la determinación de la distribución del ingreso
y con el advenimiento de la crisis 2001-2002 y la fase de políticas
heterodoxas se confirma un descenso en el retorno remunerativo
por mayor nivel educativo formal. Ahora bien, al mismo tiempo, la
166
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
heterogeneidad sectorial continúa ganando poder explicativo en la
desigual distribución de los ingresos laborales; en efecto, a pesar del
nivel educativo alcanzado, los ocupados del sector micro-informal se
encuentran en una clara situación de desventaja frente a los ocupados
del sector privado formal y público con distintos niveles educativos.
Tabla 2. Evolución de la incidencia de las variables seleccionadas sobre el logaritmo natural
de los ingresos horarios reales de los trabajadores ASALARIADOS. Gran Buenos Aires. Años
1992-1994-1998-2003-2007-2014.
Mujeres
Varones
18 a 29 años
30 años o más
Sector Formal TUC3
Sector Formal SC-TUI2
Sector Formal HSI1
Sector Público TUC3*
Sector Público SC-TUI2*
Sector Público HSI1*
Sector Micro Informal
TUC3
Sector Micro Informal
SC-TUI2
Sector Micro Informal
HSI1
Empleo Regulado
1992
1994
1998
2003
2007
2014
-,126***
-,142***
-,183***
-,086**
-,156***
-,087***
(-,099)
(-,107)
(-,125)
(-,050)
(-,092)
(-,058)
-
-
-
-
-
-
-,183***
-,176***
-,230***
-,255***
-,217***
-,194***
(-,144)
(-,134)
(-,158)
(-,145)
(-,123)
(-,124)
-
-
-
-
-
-
,938***
1,063***
1,182***
,892***
,980***
,690***
(,406)
(,463)
(,464)
(,361)
(,376)
(,316)
,579***
,556***
,623***
,511***
,569***
,411***
(,377)
(,359)
(,369)
(,252)
(,306)
(,251)
,072**
,137***
,107***
,146***
,267***
,116***
(,057)
(,104)
(,070)
(,071)
(,125)
(,064)
,686***
,992***
1,191***
1,071***
1,108***
,925***
(,246)
(,303)
(,411)
(,344)
(,355)
(,371)
,473***
,645***
,830***
,678***
,721***
,557***
(,188)
(,227)
(,282)
(,192)
(,202)
(,184)
,114**
,321***
,327***
,171*
,309***
,143*
(,043)
(,107)
(,095)
(,043)
(,073)
(,031)
,964***
,772***
,702***
,419***
,566***
,231***
(,110)
(,126)
(,118)
(,069)
(,094)
(,046)
,409***
,379***
,416***
,264***
,336***
,182***
(,154)
(,143)
(,148)
(,101)
(,117)
(,070)
-
-
-
-
-
-
,061**
,090***
,199***
,221***
,318***
,278***
(,045)
(,062)
(,134)
(,130)
(,181)
(,173)
167
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
1992
1994
1998
2003
2007
2014
-
-
-
-
-
-
-,002
,015
,098***
,060
-,015
-,011
(-,002)
(,010)
(,057)
(,028)
(-,007)
(-,006)
,006
,062
,134***
,016
,041
-,019
(,002)
(,020)
(,046)
(,004)
(,011)
(-,006)
,064**
,140***
,134***
,213***
,209***
,082***
(,045)
(,096)
(,084)
(,114)
(,112)
(,050)
Resto de Ramas
(Sector Privado)
-
-
-
-
-
-
Constante
3,313
3,374
3,189
2,866
2,894
3,212
R2 ajustado
,279
,315
,395
,266
,292
,261
Empleo No Regulado
Industria
Construcción
Servicios Privados
*Excluye empleados públicos ocupados en programas de empleo transitorio.
Fuente: Elaboración propia con base en la información presentada en la Tabla 1, elaborada por el Programa
Cambio Estructural y Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (Octubre 1992, 1994 y
1998, y cuartos trimestres de 2003, 2007 y 2014).
*Nivel de significancia de p < 0,1
**Nivel de significancia de p < 0,05
***Nivel de significancia de p < 0,01
1 Hasta primaria completa y/o secundaria incompleta
2 Hasta secundario completo y/o terciario o universitario incompleto.
3 Hasta terciario y/o universitario completo.
Las Tablas 2 y 3 replican el mismo modelo de regresión, pero
separando el universo de los trabajadores ocupados en asalariados
y no asalariados. Dicha separación tiene efectos diferenciales en los
coeficientes beta, la intensidad y la elasticidad de la relación entre el
logaritmo de ingresos horarios y las diferentes variables contempladas
en el modelo.
En relación al empleo asalariado (Tabla 2), los R2 de los modelos
generados dan cuenta en algunos años de una mayor bondad de ajuste
que a nivel general. Por su parte, el efecto del sector de inserción con
distintos niveles educativos sobre los cambios en los premios salariales
no varía significativamente de lo constatado a nivel agregado para el
conjunto de los ocupados del sector privado-formal y público con
distintos niveles educativos. Ahora bien, en el caso de los ocupados
asalariados del sector micro-informal con nivel educativo medio y
168
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
alto, los cambios en los retornos remunerativos dan cuenta de un
comportamiento disímil con respecto a lo que sucede a nivel agregado,
aunque en ambos casos no es posible observar el impacto positivo
sobre las remuneraciones salariales identificado en el sector privadoformal y público. Al igual que en el modelo anterior, el sector público
con distintos niveles educativos destaca como el sector ocupacional
con mayor efecto desigualador.
En el caso del empleo regulado se observa que –a diferencia de
los que ocurre en el total de los ocupados- los retornos en los primeros
dos años del modelo son a penas superiores a los del empleo no
regulado, observándose a partir del 1998 un aumento significativo que
se mantiene hasta el 2007 y luego disminuye levemente hacia el 2014.
Por otro lado, entre los grupos etarios y del género, se replica para los
ocupados asalariados las tendencias registradas en el conjunto de los
ocupados.
En cuanto al empleo no asalariado (Tabla 3) los resultados
alcanzados son similares en cuanto a bondad de ajuste para los
primeros años (1992-1994-1998), a la vez que los R2 pierden capacidad
explicativa en los últimos años del período (2003-2007-2014). En este
contexto, los premios por sector de inserción y educación siguen
una evolución similar a la de los trabajadores asalariados, pero con
brechas de ingresos que, comparativamente con el modelo anterior,
resultan más favorables para los trabajadores del sector privadoformal (patrones o profesionales independientes) con educación
media, sobre todo durante la última fase político-económica.
En relación al premio al sector micro-informal (patrones y cuenta
propias con tareas no profesionales) con nivel educativo medio y
alto se asemeja a la evolución registrada en el modelo general. Otra
evidencia relevante se asocia a las brechas de ingreso más favorables
del empleo regulado con respecto al no regulado, tendencia incluso
más fuerte que aquella observada para el conjunto de los ocupados.
Se confirma, asimismo, en el universo de los no asalariados, las
desventajas que exhiben las mujeres y la población joven a la hora de
obtener mejores ingresos horarios, en comparación con los varones y
los adultos respectivamente.
169
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Tabla 3. Evolución de la incidencia de las variables seleccionadas sobre el logaritmo natural
de los ingresos horarios reales de los trabajadores NO ASALARIADOS. Gran Buenos Aires.
Años 1992-1994-1998-2003-2007-2014.
Mujeres
Varones
18 a 29 años
30 años o más
Sector Formal TUC3
1992
1994
1998
2003
2007
2014
-,066
-,081**
-,037
-,140***
,245***
-,118**
(-,058)
(-,024)
(-,077)
(,105)
(-,063)
(-,036)
-
-
-
-
-
-
-,110***
-,066
-,199***
-,170*
-,234***
-,071
(-,060)
(-,032)
(-,077)
(-,055)
(-,089)
(-,026)
-
-
-
-
-
-
,775***
,842***
1,124***
,702***
,985***
,581***
(,257)
(,301)
(,385)
(,165)
(,278)
(,179)
,870***
,899***
1,036***
1,109***
,941***
,935***
(,225)
(,191)
(,187)
(,146)
(,165)
(,141)
,570***
,375**
,235
,783**
1,007***
,415
(,104)
(,057)
(,028)
(,060)
(,111)
(,042)
Sector Micro Informal
TUC3
,534***
,494***
,487***
,441***
,553***
,228**
(,138)
(,130)
(,097)
(,088)
(,153)
(,063)
Sector Micro Informal
SC-TUI2
,165***
,301***
,267***
,115
,285***
,220***
(,095)
(,159)
(,119)
(,043)
(,138)
(,110)
-
-
-
-
-
-
,393***
,344***
,285***
,546***
,283***
,346***
Sector Formal SC-TUI2
Sector Formal HSI1
Sector Micro Informal
HSI1
Empleo Regulado
Empleo No Regulado
Industria
Construcción
Servicios Privados
(,271)
(,223)
(,156)
(,231)
(,150)
(,185)
-
-
-
-
-
-
-,096**
-,031
,081
,086
-,267***
-,208**
(-,047)
(-,013)
(,027)
(,023)
(-,087)
(-,071)
-,179***
-,082
-,052
,259**
,008
,027
(-,074)
(-,034)
(-,018)
(,069)
(,003)
(,010)
,228***
,259***
,328***
,340***
,345***
,334***
(,118)
(,127)
(,145)
(,121)
(,149)
(,151)
Resto de Ramas
(Sector Privado)
-
-
-
-
-
-
Constante
3,482
3,530
3,424
2,580
3,092
2,970
R2 ajustado
,321
,307
,366
,174
,265
,169
*Excluye empleados públicos ocupados en programas de empleo transitorio.
Fuente: Elaboración propia con base en la información presentada en la Tabla 1, elaborada por el Programa
170
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Cambio Estructural y Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (Octubre 1992, 1994 y
1998, y cuartos trimestres de 2003, 2007 y 2014).
*Nivel de significancia de p < 0,1
**Nivel de significancia de p < 0,05
***Nivel de significancia de p < 0,01
1 Hasta primaria completa y/o secundaria incompleta
2 Hasta secundario completo y/o terciario o universitario incompleto.
3 Hasta terciario y/o universitario completo
6. CONCLUSIONES
Este trabajo examinó nuevas evidencias empíricas sobre las
principales tendencias que exhiben para el caso argentino la relación
entre la inserción sectorial y el nivel educativo en la explicación de
los ingresos laborales de la fuerza de trabajo ocupada, asumiendo
como perspectiva de análisis la tesis de la heterogeneidad estructural.
En tal sentido, el estudio recupera los factores estructurales del
sistema económico y sus efectos sobre los factores productivos, la
segmentación de los mercados de trabajo y el acceso a desiguales
remuneraciones laborales, por oposición a otros debates en torno a
los comportamientos distributivos de las últimas décadas –a saber,
aquellos que enfatizan la importancia de los aumentos o la reducción
de los premios salariales a la educación, o bien aquellos que hacen
énfasis en la relevancia de los cambios en las políticas y las regulaciones
laborales-.
Entonces, retomando la perspectiva de la heterogeneidad
estructural, el trabajo se preguntó por los efectos de una marcada
coexistencia de estratos de productividad divergentes al interior
de la estructura productiva y del mercado de trabajo, en relación
a los distintos niveles educativos de la fuerza de trabajo, sobre las
remuneraciones laborales. Asimismo, indagó en torno al tipo y a la
intensidad del efecto que otros factores como el tipo y calidad del
empleo, la edad y el género tienen en la explicación del comportamiento
de los ingresos laborales horarios de los ocupados.
Dadas las limitaciones que ofrece la información disponible,
el análisis empírico se restringió al área metropolitana del Gran
Buenos Aires, comparando las tendencias registradas en la etapa de
implementación de políticas de liberalización económica (1992-19941998) con aquellas observadas en el período de largo crecimiento del
empleo, acompañado de políticas heterodoxas orientadas al mercado
171
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
interno y políticas activas en materia de protección laboral y social
(2003-2007-2014).
En este marco, el análisis de una serie de modelos de regresión
lineal múltiple aplicados al logaritmo de los ingresos laborales
horarios, permitió confirmar de manera más robusta algunas
tendencias observadas en trabajos previos (Salvia, Robles, Fachal,
2017, en prensa), especialmente que, por un lado, aun controlando
los efectos de las políticas laborales los premios por inserción
sectorial incrementaron la desigualdad en la distribución de
los ingresos laborales, segmentando incluso el efecto educativo
sobre los ingresos al interior de cada sector y, por otro, el mayor
“empobrecimiento” relativo de los ingresos a los que acceden los
trabajadores ocupados en unidades micro-informales, así como la
persistencia de brechas estructurales que afectan especialmente a
estos segmentos.
En este sentido, las evidencias empíricas obtenidas también
confirman que, sin descartar el eventual efecto sobre los ingresos
que pudieron haber ejercido los cambios en la demanda de empleo
y la oferta educacional por separado, los sectores económicoocupacionales adquieren un lugar central en los procesos de
desigualación e igualación distributiva a nivel laboral aun cuando se
observan sus efectos en relación con los distintos niveles educativos
alcanzados por la fuerza de trabajo. Paralelamente, se corroboran las
desventajas que exhibe la población joven y las mujeres a la hora de
obtener mejores ingresos horarios en el mercado.
De esta forma, cabe concluir que aquellos argumentos que se
expiden sobre los cambios ocurridos en la distribución de los ingresos
laborales en la Argentina a partir de los atributos educativos de la
oferta y la demanda de calificaciones, o bien aquellos que proponen
explicaciones institucionalistas, resultan insuficientes para entender en
sentido profundo los cambios distributivos, siendo el análisis sectorial
del mercado de trabajo, inspirado en el enfoque estructuralista,
pertinente para complementar estos análisis y comprender el modo
en que persisten y se reproducen las desigualdades económicas en
sociedades atravesadas por heterogeneidades estructurales.
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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175
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
8. ANEXO
Tabla A. 1. Participación de los niveles educativos y categorías económico-ocupacionales en
el total del empleo. GBA, 1992-2014. En porcentajes con respecto al total de ocupados.
1992
1994
1998
2003
2007
2014
HSI
64,7%
61,6%
57,3%
49,0%
42,6%
39,7%
HSI Asalariados
66,0%
63,0%
57,3%
41,4%
38,0%
34,9%
HSI No asalariados
64,0%
60,4%
58,9%
58,6%
52,9%
51,3%
SC-TUI
25,8%
27,2%
28,7%
32,9%
38,5%
38,8%
SC-TUI Asalariados
26,1%
27,9%
29,8%
37,2%
41,2%
41,4%
SC-TUI No
asalariados
27,1%
27,3%
27,2%
27,4%
32,3%
32,6%
TUC
11,0%
12,5%
14,8%
18,1%
19,0%
21,4%
TUC Asalariados
12,4%
12,9%
15,5%
21,4%
20,7%
23,6%
TUC No asalariados
8,4%
11,8%
13,4%
14,1%
14,9%
16,0%
Total empleos
100%
100%
100%
100%
100%
100%
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
Tabla A. 2. Participación de los sectores y categorías económico-ocupacionales en el total del
empleo. GBA, 1992-2014. En porcentajes con respecto al total de ocupados.
1992
1994
1998
2003
2007
2014
Sector Formal
42,8%
45,0%
44,7%
39,0%
42,4%
45,3%
Asalariados
58,8%
61,2%
57,8%
52,1%
55,1%
58,8%
No asalariados
9,3%
10,8%
13,1%
11,1%
11,4%
11,6%
Sector Público
10,0%
8,3%
10,5%
11,6%
12,4%
12,7%
Sector Micro
Informal
47,0%
46,6%
44,5%
49,4%
45,2%
42,1%
Asalariados
25,8%
26,3%
27,0%
30,8%
27,4%
23,4%
No asalariados
90,9%
89,2%
86,6%
88,9%
88,6%
88,4%
Total empleos
100%
100%
100%
100%
100%
100%
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
176
Agustín Salvia, María Fachal Noel y Ramiro Robles
Tabla A. 3. Participación de los segmentos y categorías económico-ocupacionales en el total
del empleo. GBA, 1992-2014. En porcentajes con respecto al total de ocupados.
1992
1994
1998
2003
2007
2014
Empleo regulado
48,7%
47,6%
38,4%
37,9%
49,5%
54,3%
Asalariados
48,2%
50,1%
40,7%
48,8%
58,8%
64,9%
No asalariados
46,3%
39,6%
31,6%
21,7%
27,6%
28,3%
Empleo No
regulado
45,1%
46,5%
58,6%
62,1%
50,5%
45,7%
Asalariados
48,5%
45,9%
58,7%
51,2%
41,2%
35,1%
No asalariados
40,8%
50,3%
61,6%
78,3%
72,4%
71,7%
Total empleos
100%
100%
100%
100%
100%
100%
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPH, INDEC (Octubre de 1992, 1994, 1998 y 4° trimestre de 2003,
2007 y 2014).
177
María Berenice Rubio*1
Agustín Salvia**2
LA CALIDAD DEL EMPLEO Y
DIFERENCIAS POR SEXO EN LAS
INSERCIONES SECTORIALES DE LOS
JÓVENES ARGENTINOS DURANTE LA
POSTCONVERTIBILIDAD***
1. INTRODUCCIÓN
La juventud es una etapa clave en la experiencia biográfica en la cual
se atraviesa una serie de procesos dinámicos y complejos del ciclo de
vida. Si a ello le sumamos cambios en los regímenes de bienestar, con
sus correspondientes reformas sociales y reestructuraciones socioeco* Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires, Magister en
Diseño y Gestión de Programas Sociales por FLACSO y Doctoranda en Ciencias
Sociales por la Universidad de Buenos Aires con sede de trabajo en el Instituto
de Investigaciones Gino Germani (IIGG-UBA).
** Doctor en Ciencias Sociales, Investigador Principal CONICET, Director del
programa Cambio Estructural y Desigualdad en el Instituto de Investigaciones
Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (IIGG-UBA) y del programa
del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica
(ODSA-UCA).
*** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado
por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004.
El presente artículo se desarrolla y desprende de otros trabajos realizados
previamente en el contexto del proyecto UBACyT “Heterogeneidad estructural,
desigualdad distributiva y nuevas marginalidades sociales (1974-2014)”, con
sede en el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social del Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Se agradece
especialmente a la Dra Ana Miranda, al Dr. Pablo Pérez y a la Mg. Milena
Arancibia cuyos comentarios y recomendaciones en el 13º Congreso ASET del
corriente año fueron una guía fundamental para realizar las transformaciones
del documento original que han derivado en este artículo.
179
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
nómicas propias de la globalización, las preocupaciones sobre el lugar
que ocupan los jóvenes en la estructura de oportunidades no tardan
en aflorar.
Los interrogantes que guiaron el estudio que se presentará a continuación giraron en torno a la especificidad de la situación laboral de
los jóvenes en el mercado de trabajo argentino, durante el periodo de
crecimiento y recuperación socioeconómica posterior a la crisis del
año 2001.
La diferenciación por sexo se vuelve cada vez más relevante por
el particular y creciente protagonismo que viene asumiendo la mujer en las tareas de reproducción social, como reemplazo o complemento del hombre en el mercado laboral. En este sentido, teniendo
como antecedentes numerosos estudios sobre la década neoliberal de
la convertibilidad, e incluso estudios comparativos con la década de
la post-convertibilidad, resulta relevante preguntarse por la particularidad de las mujeres en el universo de este grupo etario; cuánto más
discriminatoria es la estructura de oportunidades en la última década
para las mujeres respecto a sus pares hombres.
El estudio se centra en los jóvenes ocupados residentes en Argentina durante la década 2004-2014. Dicho periodo será denominado neodesarrollista de la post-convertibilidad y los años testigo serán
2004, 2007, 2012 y 2014. La evidencia fue construida a partir de micro
datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC para el total
de los aglomerados urbanos.
2. ALGUNAS COORDENADAS TEÓRICO-METODOLÓGICAS.
Numerosos debates académicos y políticos, específicamente en Latinoamérica, giran en torno a las dificultades que enfrentan los jóvenes
para acceder a trabajos dignos, productivos, de calidad, y con ello lograr la integración social y la autonomía esperada. Las conclusiones
son firmes: los jóvenes enfrentan mayor inestabilidad laboral que los
adultos, y además, son fuertes las diferencias al interior de este grupo
según sexo y nivel educativo (Eguía, Piovani y Salvia, 2007, PNUD
2011, CEPAL 2015).
La perspectiva desde la que se posiciona el presente trabajo concluye que las condiciones socioeconómicas de origen son los principales condicionantes de las trayectorias que conformarán los jóvenes,
que desde el punto de partida los coloca en mayor o menor desventaja
(Salvia y Miranda, 1998; Tuñón y Salvia, 2002; Salvia, Bonfiglio, Tinoboras y Van Raap, 2007). Desde aquí, se discute principalmente con
el supuesto de que la solución se encuentra en los niveles educativos
alcanzados, ya que se ha confirmado que los jóvenes con iguales cre-
180
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
denciales educativas acceden a empleos de diferente calidad según su
posición social (Bonfiglio, Tinoboras Van Raap y Salvia 2008), aunque
esta dimensión no deja de ser importante para pensar en la reproducción de las brechas de desigualdad existentes.
Partiendo de la existencia de dichos condicionantes socioeconómicos estructurales, se busca poner el acento en la fragmentación del
mercado laboral argentino que favorece a la integración de algunos a
la vez que a la exclusión de otros, siendo claro que las fluctuaciones de
la economía no repercuten de igual modo sobre todos los trabajadores
(Tokman 2003, Pérez 2008).
Los efectos coyunturales también tendrán peso para el análisis
que se presentará a continuación. Una serie de investigaciones han
ensayado explicaciones basadas en estos efectos, como por ejemplo el
alto costo de formación que implica contratar a los jóvenes en puestos
que requieren mayor inversión en capacitación o entrenamiento -sobre todo si no cuentan con experiencia laboral previa-, que los coloca
más que nada en puestos inestables, de peor calidad. Asimismo, los jóvenes y las mujeres son los que Weller (2003) denomina “nuevos buscadores de empleo” cuando en momentos de crisis son los protagonistas del denominado “efecto del trabajador adicional”, sumándose a la
oferta laboral existente como estrategia para no ver disminuidos los
ingresos familiares (CEPAL 2010, 2014, Maurizio 2011, Weller 2005,
2006, entre otros).
Tomando todo tipo de argumentos, la información relevada hasta
el momento demuestra que los jóvenes continúan ocupando mayoritariamente puestos de baja calidad, de mayor precarización, de menor
calificación y estabilidad en el tipo de contratación, e incluso contando con mayores niveles de intermitencia ocupacional respecto a los
adultos (Maurizio, 2011).
En este sentido, se recupera el concepto de heterogeneidad estructural (Pinto 1970, Prebisch, 1976, CEPAL 2010, Cimoli, 2005, Infante
2011, Salvia, 2012, Salvia, Vera y Poy, 2015) para analizar la relación
entre crecimiento y desigualdad durante la actual fase de desarrollo
capitalista mundial. Dicho concepto da cuenta de la coexistencia de
un sector económico con una productividad media del trabajo relativamente próxima a la que permiten las técnicas disponibles a nivel
del mercado mundial -concentrando inversiones y progreso técnico-,
con un conjunto de actividades rezagadas, dando como resultado una
estructura heterogénea y un patrón de crecimiento regresivo. Un impacto clave en el mercado de trabajo es la incapacidad del sector dinámico de absorber a toda la fuerza de trabajo disponible, dando lugar
al auto-empleo en actividades de baja productividad (Prebisch, 1949;
Pinto, 1976; Ocampo, 2001; Rodríguez, 2001).
181
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
De este modo, se recuperan los lineamientos metodológicos propuestos por el Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social3,
que retoman el enfoque de PREALC-OIT (1978) en donde a partir del
tamaño del establecimiento, y el carácter público o privado de las unidades económicas, así como también la calificación profesional de los
ocupados en el caso de los empleos no asalariados, se puede segmentar el tipo de inserción productiva según los diferenciales teóricos de
productividad asociados a las unidades económicas. En este sentido
Salvia, Vera y Poy (2015) distinguen tres tipos de ocupaciones en el
mercado de trabajo: ocupaciones en el sector público, en el sector privado moderno o formal y ocupaciones en el sector microempresario
informal4. Asimismo, retomando el enfoque institucionalista norteamericano, la demanda laboral queda estratificada en tres grandes segmentos de empleo: segmento primario o empleos regulados, segmento
secundario o empleos extralegales y segmento terciario o empleos de
indigencia, como empleos no regulados5. De acuerdo a esta corriente
no existe un único mercado de trabajo sino diferentes segmentos bajo
marcos institucionales disímiles, representando desiguales modalidades de inserción, relaciones laborales y calidad de los puestos de trabajo (Piore, 1975).
Como ya se ha planteado, los jóvenes como conjunto de trabajadores presentan mayor vulnerabilidad. Sus primeros pasos y los trayectos
que van conformando se dan en condiciones de inestabilidad y precariedad, siendo sugerente la especificidad de dichas aproximaciones
teóricas para analizar sus desventajas en términos de oportunidades.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando sumamos la variable de género al análisis? Interesa incorporar este aspecto ya que la equidad en
esta dimensión es todavía un tema central de la agenda pública para
pensar el mercado de trabajo argentino, donde las mujeres participan
de éste en una menor proporción que los hombres, presentan tasas
de desempleo más elevadas y acceden de forma más desventajosa a
las oportunidades de empleo –hecho que deriva de una mayor precariedad laboral y de niveles de ingreso comparativamente menores
que aquellos obtenidos por los varones, incluso habiendo alcanzado
mayores niveles educativos- (De Oliveira y Ariza 1997, Cerrutti 2000;
Salvia y Tuñón 2007, CEPAL 2008, PNUD 2014).
Siguiendo a De Oliveira O, y Ariza M. (1997) se entiende aquí que
la segregación es en sí misma un modo de exclusión social, siendo
3
Con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA.
4
Ver Tabla A.1 en Anexo.
5
Ver Tabla A.2 en Anexo.
182
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
notorio que las formas que adoptan la segregación laboral y la discriminación salarial son manifestaciones de los procesos de exclusión
en el mercado de trabajo. Ahora bien, cómo el género se vincula con
aspectos de la inequidad que afecta a las mujeres y que las posicionan
siempre entre los grupos más afectados, es uno de los disparadores del
presente estudio. Las autoras vinculan la clase o la etnia en ese abanico de situaciones variables de desigualdad, y en el presente estudio
sumamos la condición de juventud a dichas experiencias.
Además, destacan que la sobrerrepresentación de las mujeres en
actividades por cuenta propia o de tiempo parcial y la feminización de
algunas ocupaciones son claras manifestaciones de procesos de exclusión socioeconómicas que sufren las mujeres en el mercado laboral,
teniendo como correlato disminuir las alternativas disponibles para
ellas, replegarlas a ocupaciones de menor prestigio social, ofrecerles
menores perspectivas de movilidad laboral a la vez que alta inestabilidad, disparidad salarial, y menor participación en términos de decisión, autonomía y libertades en sus puestos.
En este sentido, interesa destacar los dos ejes significativos de
la desigualdad por género en el mercado de trabajo, que se retroalimentan: la segregación ocupacional -tanto vertical como horizontal- y
la discriminación salarial. La segregación horizontal refiere a la concentración de mujeres en algunos sectores en particular -ocupaciones
calificadas como “femeninas”, generalmente vinculadas a las tareas de
cuidado-, y la vertical a la concentración de las mujeres en puestos de
menor jerarquía a igualdad de calificación frente a sus pares hombres
(PNUD 2011, Jacinto y Millenaar 2013).
3. EL MODELO NEODESARROLLISTA DE LA POST-CONVERTIBILIDAD ¿QUÉ PASÓ CON LOS Y LAS JÓVENES?
Numerosos estudios han confirmado que durante la década de los noventa en nuestro país la calidad de los empleos juveniles se ha deteriorado (Jacinto 1996; Miranda y Salvia 1998, Salvia y Tuñón 2002;
Tokman 2003; Weller, 2003). Siguiendo a Tokman (2003), la estructura
del empleo se ha informalizado, terciarizado y precarizado de manera
creciente en pos de adecuarse al proceso de globalización.
Ahora bien, el presente estudio analizará el periodo posterior,
el régimen denominado aquí neodesarrollista del periodo de la postconvertibilidad en el que, a partir de la crisis socio económica del año
2001, resurge el debate teórico y público acerca de las oportunidades
laborales para los jóvenes, por los impactos específicos que se generaron a partir de aquellos años hasta el 2014.
Es importante determinar diferencias entre las distintas fases que
se fueron sucediendo a lo largo de esta década. En un primer momen-
183
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
to, que suele situarse entre el año 2003 y el 2006, se puede observar
una mejora notable en el desempeño del mercado de trabajo luego
de la profunda crisis de 2001. Durante este ciclo, de crecimiento y
recuperación económica, se observa un aumento en la tasa de empleo
juvenil, y una marcada caída de la tasa de desocupación (del 30% al
15% aproximadamente según datos de CIPPEC para el AMBA, en
el año 2014). Ahora bien, las brechas entre las tasas de actividad,
empleo y desocupación de jóvenes y adultos persistieron significativamente; las tasas promedio de actividad y de empleo juvenil se
colocaron alrededor de 20 puntos porcentuales por debajo de las de
los adultos. Lo mismo podemos observar según datos de OIT (2015)
sobre la brecha salarial entre ambos grupos. Luego de ampliarse en
la década de los noventa, se redujo para estos primeros años de la
post-convertibilidad tras haber alcanzado niveles récord de desempleo e informalidad laboral debido a la crisis de 2001, pero aún persiste significativamente.
Si bien el mercado laboral argentino ha mejorado notablemente,
algunos avances en esta materia han sido más modestos para la segunda
fase, que se suele situar en los años 2008 y 2009 debido a la crisis financiera internacional. En aquellos años la tasa de actividad de los jóvenes
cayó, y la tasa de desocupación más que duplicó a la adulta, incrementándose en la crisis de 2009, y a partir de allí manteniéndose estables
hacia el año 2012. Entre los años 2011 y 2014, en donde los avances registrados en la primera fase de alguna forma se estancaron, persistieron
brechas que parecerían conformar un núcleo duro estructural difícil de
sortear para los jóvenes (Pérez, Deleo y Fernández Massi, 2013).
En este sentido, presentamos la tabla n° 1 para adentrarnos en una
comparativa entre grupos de edad (jóvenes de 18 a 29 años y adultos de
30 a 65 años) y sexo a partir de las tasas de actividad, desocupación y
subocupación horaria de los años propuestos, en el total de aglomerados
urbanos argentinos. De esta manera podremos tener una primera caracterización que va marcando diferencias de base sobre la participación
en el mercado laboral a lo largo del periodo. Vemos entonces, que el
mayor porcentaje de población económicamente activa es de los adultos
varones rondando un 90% en todos los años. A su vez, son el grupo con
menor tasa de desocupación en todos los años, aún en el 2004 en que
todos los grupos presentan mayores tasas de desocupación debido a la
reciente salida de la crisis, manteniéndose estable en los demás años.
Los jóvenes varones son quienes le siguen como grupo con mayor
tasa de actividad, aunque cuando vemos las tasas de desocupación
son más altas que entre las adultas mujeres.
Las tasas de desocupación más elevadas son las de las jóvenes
mujeres, superando a sus pares varones en 5 o 7 puntos porcentuales
184
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
para todos los años, y a los adultos, independientemente del sexo, en
más de 10 puntos.
Tabla nº 1: Tasas de actividad, de desocupación y de subempleo horario según grupos de
edad y sexo. Total de aglomerados urbanos, periodo de la post convertibilidad (2004, 2007,
2012 y 2014)
Tasa de actividad
2004
2007
2012
2014
Jóvenes Varones
79,0%
75,4%
74,7%
72,5%
Jóvenes Mujeres
57,8%
56,1%
51,3%
50,9%
Adultos Varones
92,9%
92,3%
92,5%
90,9%
Adultas Mujeres
63,0%
60,2%
62,6%
63,1%
Tasa de desocupación
2004
2007
2012
2014
Jóvenes Varones
16,9%
9,4%
9,6%
11,6%
Jóvenes Mujeres
22,4%
15,9%
16,7%
15,9%
Adultos Varones
7,3%
3,9%
3,9%
4,0%
Adultas Mujeres
9,6%
6,9%
5,9%
5,0%
Tasa de subocupación horaria
2004
2007
2012
2014
Jóvenes Varones
12,8%
6,7%
7,8%
9,6%
Jóvenes Mujeres
15,1%
12,2%
13,2%
13,3%
Adultos Varones
10,9%
6,5%
6,9%
6,5%
Adultas Mujeres
19,4%
13,0%
11,4%
11,5%
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Respecto al subempleo horario se registra sobre todo un sesgo por
sexo, ya que tanto las jóvenes como adultas mujeres son las que mayoritariamente están buscando activamente trabajar más horas. Asimismo, se registran los mayores porcentajes de subempleo para todos
los grupos -sobre todo para las mujeres- hacia el año 2004, inmediatamente posterior a la crisis, como posible efecto de la estrategia para
aumentar los ingresos del hogar como trabajadores secundarios.
185
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Cuando analizamos las tasas de actividad se registra un sesgo por
sexo, mientras que en las tasas de desocupación el grupo de edad parece tener mayor impacto ya que los jóvenes independientemente del
sexo presentan mayores tasas de desocupación.
Es importante mencionar en este punto que si bien la caída de
la tasa de participación femenina que se registra sobre todo entre las
jóvenes tiene que ver en gran medida por la mayor permanencia en el
sistema educativo6, que las mismas hayan completado niveles educativos altos no siempre se corresponde con la calificación de la tarea que
desarrollan. Y si bien esta brecha ha disminuido en la última década,
no se debe a una mejoría en la situación de las mujeres en el mercado
laboral, sino a un empeoramiento de la situación del vínculo educación y calificación de la tarea de los hombres (PNUD 2011).
Siguiendo a Salvia y Tuñón (2007), pese a que las mujeres han
incrementado su inversión en educación con más años de escolaridad
no han mejorado sus oportunidades de empleo en términos de calidad, incluso el empleo femenino continúa exhibiendo un fuerte grado
de segmentación en ocupaciones de menor prestigio y peores niveles
de remuneración.
En este sentido, interesa profundizar el análisis poniendo el acento en la calidad de los empleos. Como ya se ha destacado, la inserción
laboral en la etapa juvenil tiende a caracterizarse por empleos de peor
calidad, teniendo niveles de protección laboral menores respecto a la
población adulta. Además, como también se ha señalado si bien hay
una mayor incorporación de las mujeres al mundo del trabajo, esto
no necesariamente trajo aparejado modificaciones en la calidad de
sus inserciones.
Para comenzar, en el gráfico n° 1 se muestra la participación en
los diferentes segmentos para cada grupo de edad, donde se hace notoria la mayor participación de los jóvenes en el segmento no regulado.
Si bien se destaca la mayor participación en este segmento de
ambos grupos para el año 2004 a diferencia de los demás años, los
jóvenes se mantienen entre el 55% en el año 2012 y por encima, rondando el 58% hacia finales del periodo. Los adultos por otro lado,
participan mayoritariamente del segmento regulado, para todos los
6 En el año 2006 se implementó la política de extensión de los años de escolarización
obligatoria de la escuela media en Argentina, a partir de la promulgación de la Ley
Nacional de Educación 26.206 (UNICEF, 2008). En este sentido, se puede identificar
un incremento general en las posibilidades de contar con mayores titulaciones
poniendo de manifiesto el aumento de accesibilidad a la educación de la población
en general con la subsiguiente incorporación al mercado de trabajo de nuevos
trabajadores en promedio más educados (Gasparini, Galiani & Cruces, 2011; Salvia
& Vera, 2013; Beccaria, Maurizio, & Vázquez, 2015).
186
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
años alrededor del 60%, exceptuando el año 2004 -con todavía ciertos
efectos de la crisis en el mercado laboral-, donde un 50,5% de los adultos participan del no regulado.
Gráfico n° 1: Participación en los segmentos de empleo por grupos de edad, sobre el total de
la población de ocupados. Total de aglomerados urbanos, periodo de la post convertibilidad
(2004, 2007, 2012 y 2014)
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Ahora bien ¿qué sucede cuando distinguimos por sexo? En el gráfico
n° 2 vemos la evolución de la participación en el segmento no regulado de empleo para ambos grupos de edad según sexo. En primer
lugar observamos que los jóvenes, independientemente del sexo, tienen mayores porcentajes de participación en el segmento no regulado
del empleo, entre el 50% y el 70% para todos los años. Si bien no son
relevantes las diferencias por sexo, se destaca que las jóvenes mujeres
se encuentran durante todos los años por encima de los varones, equiparándose recién hacia el año del final del periodo.
Los adultos participaron en este segmento entre un 60% y un
30%, esta brecha más amplia se debe justamente a los diferenciales
por sexo que supo ser mayor entre los años 2004 y 2012, mientras
que a partir de allí, las adultas mujeres tienden a disminuir su participación equiparándose a sus pares varones alrededor de un 40%. No
obstante, las adultas mujeres siempre superan a sus pares varones,
sobre todo en los años 2004 y 2007 que casi alcanzan los porcentajes
de los jóvenes varones.
187
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Gráfico n° 2: Evolución de la participación en el segmento no regulado de empleo por
grupos de edad y sexo, sobre el total de la población de ocupados. Total de aglomerados
urbanos, periodo de la post convertibilidad (2004, 2007, 2012 y 2014)
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Las mujeres continúan siendo las principales proveedoras de cuidado dentro de sus hogares, entonces se encuentran sobrerrepresentadas
como trabajadoras familiares auxiliares, o aceptan empleos más flexibles, de menos horas semanales, por lo general precarios (PNUD 2014).
En el caso del universo de jóvenes, es probable que aún no cuenten con hijos propios o padres en edad avanzada que necesiten cuidado, pero es importante destacar que las redes de cuidado entre familiares, vecinas y amigas mujeres se da con mucha frecuencia debido a
que este tipo de tareas suponen involucramiento afectivo y confianza
(Jelin 1998, Esquivel, Faur y Jelin, 2012). Es común que se destinen
estas tareas a las mujeres, ya sea hermanas, nietas, primas, etc, incluso a las más jóvenes que aún se encuentren estudiando, y que incluso
como ya se ha venido registrando para el contexto latinoamericano,
son generaciones que postergan las primeras uniones y la conformación familiar propia (Cerrutti y Binstock, 2009).
De esta forma, el concepto de división sexual del trabajo permite
analizar la diferenciación entre los roles sociales por sexo. Esto se
considera una construcción cultural en donde la mujer estaría a cargo
de la reproducción social y los hombres de las tareas productivas. Las
mujeres ocupan los empleos más precarios y peor remunerados desde
jóvenes con la intención de no alterar lo que se espera de las prioridades en la conformación de la familia y el hogar.
188
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
A continuación, se vuelve importante analizar la participación en
los diferentes sectores económico ocupacionales para profundizar en
estos temas. En primer lugar vemos en el gráfico n° 3 la distinción por
los grupos de edad propuestos, para luego adentrarnos en la comparativa por sexo.
De esta forma vemos entonces que ambos grupos de edad se insertaron mayoritariamente en el sector micro informal, por encima
del 40% para todos los años. En el caso de los adultos siempre supera
a la participación en el sector privado formal, mientras que para los
jóvenes en los años 2007 y 2012 esto es levemente invertido.
Si bien ello es cierto se achican las diferencias punto porcentual
entre la proporción de insertos en sector formal y sector informal de
ambos grupos etarios entre punta y punta del período analizado. Además, hay mayor proporción de ocupados en sectores público y formal
en ambos grupos en 2014 en comparación con 2004.
Ahora bien, los adultos presentan mayores porcentajes de participación en el sector público moderno, lo que en suma indicaría una
mejor situación para este grupo, respecto a los jóvenes en lo que respecta a sus inserciones sectoriales.
Finalmente vale la pena destacar que se acortan las diferencias
entre la participación en los sectores formal y micro informal de ambos grupos etarios entre punta y punta del período analizado. Además, hay una mayor proporción de trabajadores insertos en los sectores público y formal en ambos grupos a final del periodo respecto al
2004. Es decir, hay un leve cambio positivo aunque las diferencias se
mantengan.
189
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Gráfico n° 3: Participación de los sectores económico ocupacionales en el total del empleo
según grupos de edad. Jóvenes entre 18 y 29 años. Total de aglomerados urbanos, periodo
de la post convertibilidad (2004, 2007, 2012 y 2014). En porcentajes respecto al total de
ocupados.
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Se vuelve pertinente en esta instancia avanzar en la caracterización
sobre la participación en los sectores económico ocupacionales, incorporando la variable sexo. Primero presentaremos el gráfico comparativo para el grupo de los jóvenes y luego para los adultos con la
intención de especificar aún más la caracterización de sus situaciones
laborales.
En el gráfico n° 4 se puede ver la participación de los sectores
económico- ocupacionales para los jóvenes ocupados entre 18 a 29
años. Se registra el casi 50% en la participación en el sector micro informal tanto para varones como para mujeres en el año 2004
primer año de la recuperación post crisis. Luego, para los varones
ha disminuido notablemente, absorbido principalmente por el sector privado formal, mientras que para las mujeres ha disminuido
moderadamente y absorbido más que nada por el sector público
moderno.
Resulta de interés enfatizar que el régimen neodesarrollista de la
post-convertibilidad promovió la creación sostenida del empleo público en todos los niveles (nacional, provincial y municipal), a su vez,
esto implicó la disminución del trabajo no registrado (Neffa 2012; Palomino 2007).
190
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
Gráfico n° 4: Participación de los sectores económico ocupacionales en el total del empleo
según sexo. Jóvenes entre 18 y 29 años. Total de aglomerados urbanos, periodo de la post
convertibilidad (2004, 2007, 2012 y 2014). En porcentajes respecto al total de ocupados.
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Respecto a los bajos porcentajes en la participación en el sector público de asistencia, es importante destacar que el diseño de políticas
activas dirigidas específicamente a la problemática del grupo de jóvenes es de reciente data7, sin poder aún considerar sus impactos en la
población en el presente análisis. No obstante, podemos analizar el
6,7% de la participación de las jóvenes mujeres en dicho sector para el
año 2004, principalmente con la intervención masiva de alta cobertura tras la crisis de 2001 que se dio en llamar Plan Jefas y Jefes de Hogar
Desempleados (PJyJHD). El objetivo de dicho programa era aliviar el
efecto que tenía el desempleo sobre las condiciones de vida de las
personas, incorporando precisamente a jefas y jefes de hogar desem-
7 Los programas de mayor importancia para este grupo etario fueron el Jóvenes
con Más y Mejor Trabajo (PJMyMT) implementado en el año 2008 por el Ministerio
de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS), y el Programa de Respaldo a
Estudiantes de Argentina (PROGRESAR) lanzado en 2014 por una articulación de
organismos estatales presididos por el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas
de la Nación. Es necesario acentuar que justamente por haber sido lanzado en el año
2014, no es de esperar un efecto inmediato en la población joven. Se esperan mayores
impactos para los años que siguen.
191
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
pleados mayores de 18 años8. Numerosos estudios ya han destacado
que los beneficiarios del PJyJHD eran predominantemente jóvenes y
mujeres (Pautassi 2004, Neffa, 2008). De hecho, entre los beneficiarios
del plan las mujeres son más jóvenes que los varones.
Algunos autores han ensayado explicaciones sobre esta mayor
participación femenina. Por un lado, las mujeres por lo general son
quienes se involucran en las tareas relacionadas al programa como la
asistencia a las reuniones, siendo más participativas. Aun no definiéndose como principal sostén del hogar, son quienes acuden a inscribirse asumiendo dicha posición (Neffa, 2008).
Zibecchi (2008) señala que para el año 2004 la participación femenina en dicho programa alcanzaba el 71%, siendo casi la mitad
de las personas beneficiarias menores de 35 años de edad. Como el
programa requería legalmente entre cuatro y seis horas diarias de
contraprestación, facilitó el ingreso y permanencia de dichas mujeres, permitiéndoles acomodar las responsabilidades de trabajo doméstico.
Ahora bien, otro punto de interés es que la mayoría de los beneficiarios varones provenían de la desocupación y las mujeres de la
inactividad (Cortés, Groisman & Hoszowki, 2004) La condición de
inactividad nuevamente puede referirse a la falta de oportunidades
laborales para las mujeres y a los mecanismos de discriminación y
segregación ocupacional que obstaculizan su ingreso al trabajo remunerado, que sumado a otro ingreso del hogar ya sea del cónyuge o
de los hijos, dilata aún más la incorporación al mercado de trabajo.
Pautassi (2004) señala también que la inactividad se debe incluso al
desempeño en el trabajo reproductivo, que ocupa una gran cantidad
de tiempo productivo de las mujeres y resulta esencial para garantizar
la reproducción social.
En el caso del grupo de adultos (gráfico n° 5) podemos ver el mismo comportamiento; las que más participan en el año 2004 en el sector público de asistencia son las mujeres. Siguiendo a Neffa (2008)
efectivamente se estimula el incremento de las tasas de actividad de
las mujeres, que salen de la inactividad y, manteniendo sus responsa8 Superada la crisis, se reformuló la política de empleo en Argentina dando lugar
a otros programas que también alcanzan a la población joven como el Plan Familias
por la Inclusión Social y el Seguro de Capacitación y Empleo (SCyE), Programa
Argentina Trabaja gestionado por el Ministerio de Desarrollo Social, que incluso
incorpora otra línea denominada “Argentina trabaja, enseña y aprende”, que facilita
el acceso a la alfabetización y a la finalización de los estudios primarios o secundarios
a través del Plan FinEs, y también el Programa Ellas Hacen. Todos ellos incorporan
a la población mayor de 18 años, y algunos estudios destacan la amplia participación
de los jóvenes de 18 a 24 años. Véase Bertranou & Casanova 2015.
192
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
bilidades familiares, llevan a cabo las contraprestaciones, buscando
un empleo aunque sea precario a tiempo parcial.
Gráfico n° 5: Participación de los sectores económico- ocupacionales en el total del empleo
según sexo. Adultos entre 30 y 65 años. Total de aglomerados urbanos, periodo de la post
convertibilidad (2004, 2007, 2012 y 2014). En porcentajes respecto al total de ocupados.
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Además, se puede destacar la menor participación de los adultos en
el sector formal y micro informal respecto a la población joven para
todos los años, que es absorbida por el sector público, sobre todo para
el caso de las mujeres (alcanzando un 25,6% en el año 2012). La participación femenina en este sector marca la diferencia que se da entre
hombres y mujeres en el sector privado formal, mientras que en el
sector micro informal, al igual que en la población de jóvenes, no es
tan significativa la brecha.
Por último, incorporamos al análisis una caracterización según
categorías ocupacionales, dicotomizada en asalariados o no asalariados para adultos y jóvenes, hombres y mujeres, independientemente
del sector económico ocupacional de inserción. De este modo, logramos caracterizar con mayor profundidad las inserciones laborales de
los jóvenes respecto a los adultos, pero también de las mujeres respecto a los varones a lo largo del periodo.
En una primera lectura, en los porcentajes marginales podemos
observar mayores porcentajes de asalariados entre los jóvenes (entre
193
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
un 83% y un 85%) que entre los adultos (entre un 65% y un 67%). En
este sentido, la brecha entre asalariados y no asalariados disminuye
para los adultos, quienes no sólo presentan menores porcentajes de
asalariados como mencionamos anteriormente, sino que tienen mayores porcentajes de no asalariados. Mientras que el porcentaje de los
jóvenes no asalariados para todos los años rondan entre el 15% y el
17%, para los adultos oscila entre el 33% y el 35%.
Tabla n° 2: Categorías ocupacionales9 según sexo. Jóvenes entre 18 y 29 años y adultos
entre 30 y 65 años. Total de aglomerados urbanos, periodo de la postconvertibilidad (2004,
2007, 2012 y 2014). En porcentajes respecto al total de ocupados.
2004
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Asalariados
84,6%
80,7%
No asalariados
15,4%
19,3%
83,0%
67,9%
60,2%
64,6%
17,0%
32,1%
39,8%
Total
100,0%
100,0%
35,4%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
2007
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
86,6%
81,8%
84,6%
69,8%
61,3%
66,2%
No asalariados
13,4%
18,2%
15,4%
30,2%
38,7%
33,8%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Asalariados
2012
Jóvenes de 18 a 29 años
Varones
Mujeres
Adultos de 30 a 65 años
Total
Varones
Mujeres
Total
Asalariados
88,5%
78,4%
84,6%
69,9%
62,2%
66,6%
No asalariados
11,5%
21,6%
15,4%
30,1%
37,8%
33,4%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
9 Tanto trabajadores familiares como empleados públicos de asistencia fueron
definidos como asalariados en la presente clasificación de categoría ocupacional.
Con respecto al servicio doméstico se ha definido a partir de dos variables; la
cantidad de horas semanales trabajadas y la cantidad de hogares particulares para
los que prestó servicios. De esta forma si el trabajador había prestado servicio en
más de un hogar particular durante menos de 35 horas semanales, se considera no
asalariado. Mientras que si había trabajado más de 35 horas semanales y en un sólo
hogar particular se lo considera como asalariado.
194
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
2014
Jóvenes de 18 a 29 años
Asalariados
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
86,2%
77,7%
82,9%
70,5%
63,0%
67,2%
No asalariados
13,8%
22,3%
17,1%
29,5%
37,0%
32,8%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2004, 2007, 2012 y
2014).
Cuando profundizamos el análisis de las diferencias por sexo, podemos ver que entre los asalariados los varones son mayoría, esto es
así particularmente entre los adultos para los años del comienzo del
periodo y para los jóvenes hacia el final del mismo.
Esto implica mayoría de mujeres entre los no asalariados, hacia
los años del final del periodo particularmente entre las jóvenes. Entendemos que esto es reflejo de la sobrerrepresentación de las mujeres en
las actividades por cuenta propia de tiempo parcial, ya mencionada
anteriormente, sobre todo las vinculadas al servicio doméstico y tareas de cuidado en hogares particulares.
4. REGRESIONES LOGÍSTICAS BINOMIALES: LA CALIDAD DEL
EMPLEO JOVEN
La caracterización realizada en el apartado precedente ha avanzado
en una comparativa entre grupos de edad y sexo que enfatizó sobre la
situación laboral de los y las jóvenes argentinas durante el periodo de
la post convertibilidad.
Para profundizar aún más el análisis en términos explicativos y
predictivos, se presentan a continuación una serie de modelos de regresión logística binomial (Tabla nº 3). Se ha dispuesto incorporar en
los modelos una distinción entre dos subgrupos de edad al interior del
universo joven, para contemplar situaciones de inserción disímiles.
Por un lado los jóvenes de 18 a 24 años de reciente ingreso al mundo laboral y salida del sistema educativo (de la escuela secundaria)
y los jóvenes de 25 a 29 años considerando que pueden contar con
trayectorias tanto educativas como laborales de mayor desarrollo. En
este mismo sentido se incorpora el nivel educativo, contemplando diferencias entre quienes a partir de los 18 años han logrado finalizar
el secundario e incluso con los años avanzar en el sistema educativo,
de quienes no han alcanzado a finalizar dicho nivel. Entendemos que
195
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
esta también es una variable de interés para caracterizar la calidad del
empleo en el mercado de trabajo argentino.
Como es de interés para el presente estudio los diferenciales por
sexo y, asimismo, se ha podido observar de forma particular la importancia en la diferencial participación de los jóvenes en los sectores
económico ocupacionales de la estructura productiva argentina, incorporamos las interacciones entre ambas variables para diferenciar
los pesos explicativos que tienen de ese modo sobre pertenecer al segmento más precario del mercado laboral.
El propósito del primer modelo consiste en predecir la probabilidad de que trabajadores ocupados jóvenes del total de aglomerados
urbanos de Argentina, tengan un empleo en el segmento no regulado
de empleo en el periodo de la postconvertibilidad, determinando los
factores que pesan más para aumentar o disminuir la posibilidad de
que este evento ocurra. La asignación de probabilidad de ocurrencia
del evento a los casos, así como la determinación del peso que cada
una de las variables independientes en esta probabilidad, se basan en
las características que presentan los trabajadores a los que, efectivamente, les ocurren o no estos sucesos (Chitarroni, 2011).
Sobre la bondad de ajuste del modelo podemos decir que es significativo, ya que explica entre el 0,242 y el 0,326 de la variable dependiente, y clasifica correctamente el 73,2% de los casos, por tanto
puede ser tomado en cuenta para el presente análisis.
Lo primero que observamos es que ser joven entre 18 a 24 años
tiene el doble de chances de tener un empleo no regulado respecto al
grupo de 25 a 29 años. Como mencionábamos anteriormente, esto
es necesario distinguirlo ya que se explica por la reciente salida de la
escuela media, por la escueta trayectoria ocupacional, la falta de experiencia, etc. Es de esperar que, debido a estos factores, a los más jóvenes se les presenten oportunidades de empleo de mayor inestabilidad
y precarización. Respecto al nivel educativo, observamos que haber
alcanzado hasta secundario incompleto, el nivel más bajo, tiene casi
el doble de chances de tener un empleo precario respecto a los que
completaron el nivel secundario o más. Entendemos que esta es otra
característica de la fuerza de trabajo, de importante vinculación con el
origen social, que tiene incidencia sobre las oportunidades de empleo.
Ahora bien, al incorporar interacciones entre sexo y sector económico ocupacional, podemos ver que, respecto a ser varón inserto
en el sector privado formal, ser mujer en el sector micro informal aumenta casi 8 veces las chances de pertenecer al segmento no regulado,
seguido de ser varón en el mismo sector, en casi 6 veces. Se puede
confirmar entonces el gran peso explicativo del sector de inserción,
seguido del sexo. Estar inserto en el sector micro informal aumenta
196
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
las probabilidades de tener un empleo en el segmento no regulado,
sobre todo siendo mujer.
Tabla nº 3: Modelos de regresión logística binomial sobre la pertenencia al segmento no
regulado de empleo según subgrupos etarios de jóvenes, nivel educativo alcanzado,
interacciones entre sexo y sector económico ocupacional, años de análisis sobre el total
de la población de ocupados, asalariados y no asalariados jóvenes (18 a 29 años). Total de
aglomerados urbanos 2003-2014.
Variables del modelo
Total de
ocupados jóvenes
Jóvenes ocupados
asalariados
Jóvenes ocupados
no asalariados
B
Sig.
Exp(B)
B
Sig.
Exp(B)
B
Sig.
Exp(B)
0,685
0,000
1,983
0,717
0,000
2,048
0,465
0,000
1,592
0,99
0,000
2,691
1,025
0,000
2,788
0,694
0,000
2,001
Mujer sector micro informal
2,167
0,000
8,728
1,905
0,000
6,723
2,349
0,000
10,471
Mujer sector público moderno
0,434
0,000
1,543
0,454
0,000
1,574
Subgrupo etario
Jóvenes de 25 a 29 años*
Jóvenes de 18 a 24 años
Nivel educativo
Secundario completo o más*
Hasta secundario Incompleto
Interacciones Sexo-Sector
Varón sector privado formal*
Mujer sector privado formal
0,065
0,008
1,067
0,072
0,004
1,074
0,578
0,041
1,783
Varón sector micro informal
1,901
0,000
6,696
2,115
0,000
8,293
1,311
0,000
3,711
Varón sector público moderno
-0,114
0,004
0,892
-0,103
0,01
0,902
0,04
0,189
1,041
2007
-0,112
0,000
0,894
-0,091
0,004
0,913
-0,218
0,008
0,804
2012
-0,2
0,000
0,819
-0,216
0,000
0,806
-0,199
0,028
0,82
2014
-0,113
0,000
0,893
-0,092
0,006
0,912
-0,271
0,001
0,762
Constante
-1,128
0,000
0,324
-1,124
0,000
0,325
-0,675
0,000
0,509
R cuadrado de Cox y Snell
0,242
0,238
0,071
R cuadrado de Nagelkerke
0,326
0,318
0,114
Porcentaje de aciertos
73,2
71,6
81,3
Categoría ocupacional
Asalariados*
No asalariados
Años
2004*
*Categoría de referencia
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (cuartos trimestres de 2003-2014).
197
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Además, podemos confirmar mayores diferenciales por sexo en el
sector público que en el sector privado formal. Ser mujer en el sector
público moderno aumenta un 54% las chances de pertenecer al segmento no regulado respecto a los varones del sector privado formal.
Ser mujer en el sector privado formal aumenta casi un 7% las chances
respecto a sus pares hombres en el mismo sector. Por otro lado, ser varón en el sector público moderno reduce las chances en casi un 11%.
Como se mencionó anteriormente, ha habido una importante creación de empleo público durante el periodo de la post convertibilidad
que colaboró a la disminución del trabajo no registrado, uno de los
aspectos primordiales para pensar la no regulación. En este sector se
vuelve interesante el análisis por sexo ya que, como hemos visto, respecto a los varones en el sector privado formal, las mujeres -que como
ya hemos visto tienen mayor participación en este sector- aumentan
las chances de precariedad, y los hombres las reducen. De acuerdo a
las definiciones que tenemos aquí respecto al segmento no regulado,
este comportamiento podría tener que ver con las diferentes maneras que el Estado en Argentina tiene de contratar personal10. En este
sentido, se puede esperar que muchos jóvenes sean considerados aquí
como trabajadores independientes o cuenta propia, siendo común,
además, que en este sector se trabaje menos de 35 horas semanales.
Situación que como hemos mencionado, muchas veces se ajusta sobre
todo a las necesidades de trabajo reproductivo de las mujeres. Particularmente este grupo etario suele estar más expuesto a este tipo de
10 De acuerdo a lo establecido en la Ley Marco de Regulación de Empleo Público
Nacional (Ley 25.164 de 1999), existe el régimen de estabilidad (planta permanente)
y de contrataciones por tiempo determinado (planta transitoria, quienes sólo pueden
representar un porcentaje de los empleados fijado por el convenio colectivo). Ahora bien, en la práctica existen otras figuras, aunque no están en esta ley, como los
monotributistas, denominados “contratados”. Los trabajadores en planta transitoria
forman parte de un convenio colectivo de trabajo, por lo que gozan de vacaciones,
paritarias y aportes sociales, sin embargo, los trabajadores “contratados” son empleados “por tiempo determinado” que deben renegociar su situación periódicamente. Además, no pueden concursar por cargos, por lo que no pueden llevar adelante
una carrera administrativa, y, no forman parte de un convenio laboral, por lo que, si
bien en la práctica la mayoría termina negociando algunos de sus derechos laborales, no acceden a las negociaciones salariales ni el Estado le realiza sus aportes a la
seguridad social (CIPPEC y Asociación Argentina de Presupuesto y Administración
Financiera Pública [ASAP], 2016.) En este sentido, pese a que el convenio colectivo
fijado en el año 2006 establece que la proporción de personal transitorio sobre el total
de trabajadores permanentes debe ser de un 15%, el Estado argentino hacia el fin
del periodo neodesarrollista llevaba empleados casi tres veces más transitorios que
permanentes, muy por encima de aquella proporción (Pomares, Gasparin & Deleersnyder 2013)
198
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
contrataciones debido a que recientemente se incorporan al mundo
laboral, y en este caso, a la carrera en la administración pública.
A partir de la caracterización previa se ha decidido incorporar a
la categoría ocupacional como variable explicativa. Si bien es la única
no significativa, nos señala cierta desventaja para los trabajadores no
asalariados, disparadora de los siguientes modelos.
Por último, en cuanto a los años bajo análisis podemos ver que
para todos los años, se reducen las chances entre un 10% y un 20%
respecto al 2004, de tener un empleo en el segmento no regulado. Esto
tiene que ver con la consolidación del modelo, y la pequeña disminución en la reducción hacia los años del final del periodo, cuando comienzan a evidenciarse algunos problemas que hicieron que el esquema macroeconómico adoptado hasta el momento comenzara a perder
coherencia y a cambiar de rumbo progresivamente (Damill y Frenkel,
2015). El problema más notorio en este sentido fue el acelerado proceso inflacionario, comenzando a indicar el ingreso a una nueva etapa
cuyas dificultades se articularon más adelante con los impactos derivados de la crisis mundial.
En los siguientes dos modelos, con la incorporación de las mismas variables independientes, uno para la población de trabajadores
jóvenes asalariados, y otro para los no asalariados permiten modelar
el vínculo entre la calidad del empleo y la categoría ocupacional.
Sobre la bondad de ajuste de los modelos podemos decir que son
significativos, aunque el modelo que incorpora sólo al universo de los
no asalariados disminuye la potencialidad de explicación de la variable dependiente. Esto tiene que ver con que va disminuyendo el tamaño de la muestra.
Ambos modelos clasifican correctamente con más del 70% de los
casos, por tanto pueden ser tomados en cuenta para el presente análisis. Nuevamente el hecho de que el segundo modelo sea el de muestra
más pequeña, tiene que ver con su mayor porcentaje de aciertos ya
que hay más probabilidades de que el modelo pueda predecir correctamente un número de casos mayor.
En primer lugar, podemos decir que en ambos grupos ser joven de
18 a 24 años tiene el doble de chances de tener un empleo precario respecto a ser un joven ocupado de entre 25 y 29 años. Esto es aún más
marcado entre los asalariados que entre los no asalariados, e incluso
tiene mayor fuerza explicativa. Esto se puede relacionar con que para
el conjunto de no asalariados la incidencia de pertenecer al subgrupo de los más jóvenes o de los jóvenes mayores en la precariedad, es
menor, ya que la lógica de precarización no responde con tanta fuerza
al subgrupo etario. Para el caso de los asalariados existen numerosos
mecanismos de precarización por parte de la demanda de empleo,
199
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
que sí resulta diferente por subgrupo etario, como ya mencionamos
para el caso del sector público moderno aspectos vinculados a la contratación y la carrera en la administración pública, que muchas veces
responde a la cantidad de años trabajados, pero también para el sector
privado formal, con las exigencias respecto a la experiencia, titulaciones, y demás cuestiones que también responden a la edad.
La variable de nivel educativo nos permite continuar esta línea
de análisis ya que, respecto a los jóvenes con niveles educativos más
altos, en el caso de los asalariados con hasta secundario incompleto
triplican las chances de tener un empleo no regulado y los no asalariados las duplican.
Respecto a las interacciones, se observa para el grupo de asalariados que ser varón inserto en el sector micro informal aumenta casi
8 veces las chances de pertenecer al segmento no regulado, y las mujeres del micro informal casi 6 veces más respecto a los varones del
sector privado formal. Las mujeres del sector público tienen 57% más
chances de pertenecer al segmento no regulado. Siguiendo las tendencias, las mujeres del sector privado formal aumentan en un 7,4% las
chances de pertenecer al no regulado, y los varones del sector público
reduce las chances en un 10% respecto a los varones del sector privado formal.
En cuanto a las interacciones en este universo debemos destacar
que el modelo descarta a los insertos en el sector público moderno
debido a que no hay trabajadores no asalariados en dicho sector. Podemos ver entonces que ser mujer no asalariada en el sector micro
informal aumenta casi 10 veces las chances de pertenecer al segmento
no regulado.
En este sentido, resulta pertinente aclarar que al encontrarnos
analizando el universo de jóvenes es altamente probable que no estemos frente a una población de no asalariados profesionales por no
haber cumplido los años necesarios en tanto escolarización. Las evidencias conocidas en torno al mayor nivel de educación de las mujeres no logran en esta población la potencialidad que pudiera tener
para esta categoría en la población de adultos. Por otro lado, en el
universo de no asalariadas mujeres se considera un alto porcentaje
de trabajadoras del servicio doméstico, que para nuestra clasificación
son las que trabajan menos de 35 horas semanales y prestando sus
servicios en más de un hogar particular; es decir, las que mayor situación de inestabilidad y precarización laboral presentan.
Dentro de los no asalariados, ser varón del sector micro informal casi triplica las chances de pertenecer al segmento no regulado
respecto a sus pares del sector privado formal, y ser mujer del sector
privado formal aumenta casi en un 80% dichas chances.
200
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
Respecto a los años bajo análisis, reducen las chances entre un
10% y un 20% siguiendo las tendencias del modelo inicial. Esta reducción es levemente más beneficiosa para los no asalariados.
5. REFLEXIONES FINALES
El presente estudio fue una primera aproximación al análisis de las
condiciones laborales de los jóvenes argentinos incorporando los
diferenciales por sexo, debido a las claras manifestaciones de los
procesos de exclusión socioeconómicas que sufren las mujeres en
el mercado laboral y la necesidad de especificarlos para este grupo
etario.
Con el doble objetivo de dilucidar la particularidad de los jóvenes en el mercado de trabajo y de sopesar qué variables tienen mayor incidencia en su precariedad, fue una decisión teórica importante
no dejar de lado los condicionantes socioeconómicos estructurales,
y los procesos de fragmentación del mercado laboral argentino, permitiendo acentuar cómo las fluctuaciones de la economía repercuten de forma particular sobre los jóvenes y especialmente sobre las
jóvenes mujeres. De esta forma pudimos ver que pese a los cambios
macroeconómicos sustantivos en términos de crecimiento post crisis,
se confirma la existencia de un núcleo duro estructural conformado
por el conjunto analizado a los que los avances en materia económica
y social no los han alcanzado.
Los procesos de segregación caracterizados como de exclusión en
el mercado de trabajo se han manifestado en el análisis aún en esta
década de crecimiento.
La condición de juventud, y especialmente para aquellos insertos
en el sector menos productivo de la estructura ocupacional argentina,
es efectivamente una variable de desigualdad, y pese a que se detecten
mejoras en la post-convertibilidad continúan estando sobrerrepresentadas en los empleos precarios, a tiempo parcial, con menores niveles
de protección laboral, confirmando para el caso de las jóvenes mujeres que el concepto de división sexual del trabajo continúa teniendo
fuerza suficiente para analizar la diferenciación entre los roles sociales entre hombres y mujeres.
Los modelos de regresión presentados han señalado que ser joven, mujer, inserta en el sector menos dinámico de la estructura productiva y con bajo nivel educativo, es el perfil que mayores probabilidades tiene de conformar el segmento no regulado de empleo, de
tener un empleo precario. Y aunque es alentador ver la progresiva
evolución a medida que nos alejamos de la crisis 2001, para los jóvenes no significa un cambio estructural de sus condiciones laborales, y
201
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
mucho menos para las mujeres cuyas mejoras apenas logran alcanzar
las condiciones a las de los varones de su mismo grupo.
Queda pendiente ampliar la información respecto a las brechas
salariales y los programas sociales y especialmente de empleo que alcanzan a esta población. Asimismo, contemplando las cuestiones de
género, resulta interesante ajustar este análisis a las variables vinculadas a la conformación de los hogares para el caso de los jóvenes que
ya son el principal sostén del mismo, entre otras cuestiones porque
pueden alumbrar aún más sobre las desigualdades, que aún pese a un
crecimiento de la participación de las mujeres en el mercado laboral,
continúan perjudicándolas mayoritariamente.
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206
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
7. ANEXO
Interesa destacar el motivo del recorte de 18 a 29 años para el grupo
de jóvenes que tomaremos para el presente estudio. Esto se debe a que
la legislación argentina prohíbe mediante la ley de Prohibición de Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente, que los menores de
16 años trabajen, y que los adolescentes de 16 y 17 años si trabajan,
deben hacerlo bajo ciertas condiciones. Además, a partir de la Ley de
Educación Nacional, se han extendido los años de educación obligatoria hasta la finalización del nivel secundario del que los jóvenes argentinos egresan con 18 años (o con 17 años, pero próximos a cumplir los
18). También, las políticas de mercado de trabajo y protección social
en Argentina cuentan con un corte de edad en los 18 años debido a
que la mayoría de las intervenciones de las políticas públicas consideran a la franja etaria de 18 a 24 años dado que la mitad de este grupo
ya participa del mercado de trabajo, denotando el mayor vínculo con
el mismo. Se ha decidido la extensión a la edad de 29 años intentando considerar las ya mencionadas y diversas formas de transición a
la adultez que no sólo tienen en cuenta la finalización de la escuela
secundaria y el ingreso al mercado laboral, sino la posible formación
de una familia, la independencia residencial y la construcción de una
identidad propia, permitiéndonos así contemplar las heterogéneas
maneras de “ser joven”.
Cuadro A1. Participación en sectores económico ocupacionales por grupos de edad y sexo,
sobre el total de la población. Total de aglomerados urbanos del país, 2004, 2007, 2012 y 2014
2004
Sector privado formal
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
42,9%
35,8%
40,0%
40,7%
27,2%
35,0%
Sector público moderno
7,4%
9,7%
8,4%
13,8%
19,5%
16,2%
Sector micro informal
47,7%
47,7%
47,7%
43,5%
45,7%
44,4%
Público de asistencia
2,0%
6,7%
3,9%
2,0%
7,6%
4,3%
Total
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
2007
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Varones
Mujeres
Total
Mujeres
Total
Sector privado formal
49,5%
40,8%
45,9%
44,2%
28,7%
37,8%
Sector público moderno
7,3%
10,7%
8,7%
14,5%
23,2%
18,1%
Sector micro informal
42,9%
46,7%
44,5%
40,8%
46,6%
43,2%
207
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Público de asistencia
,3%
1,8%
,9%
0,4%
1,4%
,8%
Total
100,00%
100,00%
100,00%
100,0%
100,0%
100,00%
2012
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Sector privado formal
46,9%
40,6%
44,5%
43,9%
31,5%
38,7%
Sector público moderno
9,1%
14,0%
11,0%
15,5%
25,6%
19,7%
Sector micro informal
43,7%
45,1%
44,2%
40,5%
42,6%
41,4%
Público de asistencia
,4%
,3%
,3%
0,1%
0,3%
,2%
Total
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
2014
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Varones
Mujeres
Total
Mujeres
Total
Sector privado formal
46,0%
37,8%
42,8%
45,5%
30,9%
39,1%
Sector público moderno
8,9%
12,4%
10,3%
14,5%
24,9%
19,1%
Sector micro informal
44,7%
49,1%
46,4%
39,7%
43,8%
41,5%
Público de asistencia
,4%
,7%
,5%
0,3%
0,4%
,3%
Total
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
100,00%
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (2004, 2007, 2012 y 2014).
Cuadro A2. Participación en segmentos de empleo por grupos de edad y sexo, sobre el total
de la población de ocupados. Total de aglomerados urbanos del país, 2004, 2007, 2012 y 2014.
2004
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Regulado
33,0%
30,4%
31,9%
55,3%
41,7%
49,5%
No regulado
67,0%
69,6%
68,1%
44,7%
58,3%
50,5%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
2007
Jóvenes de 18 a 29 años
Regulado
208
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
45,3%
39,6%
42,9%
63,5%
49,7%
57,7%
María Berenice Rubio y Agustín Salvia
No regulado
54,7%
60,4%
57,1%
36,5%
50,3%
42,3%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
2012
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Regulado
46,3%
43,7%
45,3%
64,9%
58,1%
62,0%
No regulado
53,7%
56,3%
54,7%
35,1%
41,9%
38,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Total
2014
Jóvenes de 18 a 29 años
Adultos de 30 a 65 años
Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Regulado
42,7%
41,6%
42,2%
65,2%
58,0%
62,0%
No regulado
57,3%
58,4%
57,8%
34,8%
42,0%
38,0%
Total
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Fuente: Elaboración propia con base en la información procesada por el Programa Cambio Estructural y
Desigualdad Social, IIGG-FCS-UBA a partir de la EPH, INDEC (2004, 2007, 2012 y 2014).
Tabla A.1: Desglose de los sectores y categorías económico-ocupacionales de la ocupación
principal y de los ingresos provenientes de la misma.
SECTORES
CATEGORÍA / SECTOR
OPERACIONALIZACIÓN Y
TIPO DE INGRESO DE CADA
CATEGORÍA/SECTOR
ASALARIADO
Salarios como obrero o empleado
que trabaja en establecimiento
privado con más de cinco ocupados.
NO ASALARIADO
Utilidades como cuenta propia
profesional. Ganancias como
patrones
profesionales o de establecimientos
con más de cinco ocupados.
SECTOR PRIVADO FORMAL
Actividades laborales de elevada
productividad y altamente integradas
económicamente a los procesos de
modernización.
Se las define habitualmente como
aquellas que conforman el mercado
más concentrado o estructurado. En
términos operativos, son ocupaciones
en establecimientos medianos o
grandes o actividades profesionales.
209
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
ASALARIADO
Salarios como obrero o empleado
no profesional que trabaja en
establecimiento privado con hasta
cinco ocupados.
Utilidades como cuenta propia
SECTOR PRIVADO INFORMAL
Salarios como obrero o empleado
no profesional que trabaja en
establecimiento privado con hasta
cinco ocupados. Actividades laborales
dominadas por la baja productividad,
alta rotación de trabajadores,
inestabilidad y su no funcionalidad al
mercado formal o más estructurado.
En términos operativos, son
ocupaciones en establecimientos
pequeños, actividades de
servicio doméstico o actividades
independientes no profesionales.
o ayuda familiar sin calificación
profesional.
Ganancias como patrón de
establecimiento con hasta
NO ASALARIADO
cinco empleados con calificación
no profesional.
Ingresos como trabajador
que presta servicios domésticos
en hogares particulares.
SECTOR PUBLICO
Actividades laborales vinculadas
al desarrollo de la función
estatal en sus distintos niveles
de gestión. Es decir, ocupaciones
en el sector público nacional,
provincial o municipal.
Salarios de obrero y empleado
ocupado en el sector público.
ASALARIADOS
Salarios de beneficiarios de
programas sociales que realizan
contraprestación laboral para el
sector público.
Fuente: Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social, Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG)FSC-UBA, con base en datos de la EPH-INDEC.
Tabla A2. Definiciones operacionales de la precariedad y los segmentos de empleo.
SEGMENTO PRIMARIO / EMPLEO PLENO / EMPLEO REGULADO
Incluye a los asalariados con trabajo permanente e integrados a la Seguridad Social (con descuento
jubilatorio), y a los trabajadores independientes (patrones y cuenta propias) que trabajan más de 34h
o trabajan menos y no desean trabajar más horas y que no buscan otra ocupación.
SEGMENTO SECUNDARIO / EMPLEO PRECARIO / EMPLEO NO REGULADO
Incluye a los asalariados sin jubilación, y a los trabajadores independientes (patrones o cuenta propia)
que estaban subocupados (menos de 35 hs.) y deseaban trabajar más horas, o estaban subocupados
y buscaban otra ocupación, o bien que trabajaban más de 35 hs. pero buscaban otra ocupación.
También incluye a los no asalariados cuyo ingreso mensual estaba por debajo del ingreso del primer
decil de los trabajadores asalariados no registrados.
Fuente: Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social, Instituto de Investigaciones Gino
Germani (IIGG)-FSC-UBA, con base en datos de la EPH-INDEC.
210
Eduardo Chávez Molina*1
¿TRABAJADOR EDUCADO,
TRABAJO CALIFICADO?
UN ANÁLISIS DE LOS NIVELES EDUCATIVOS Y
DE CALIFICACIÓN DEL EMPLEO DE MUJERES
Y VARONES ACTIVOS EN LA ARGENTINA**2
1. INTRODUCCIÓN
La tasa de matriculación en niveles educativos superiores en
Argentina, en los últimos años, ha aumentado vertiginosamente.
La mayor incorporación a universidades e institutos universitarios,
se ha visto acompañada también a una mayor oferta de la misma,
tanto en el ámbito de la gestión estatal, como en el ámbito de gestión
privada.
La curiosidad argentina en relación a algunos países de la
región ha sido que dicha demanda de estudios superiores fue
respondida por mayor oferta en educación superior de gestión
* Dr. en Ciencias Sociales, investigador del Instituto de Investigaciones Gino
Germani (IIGG), Universidad de Buenos Aires, Porfesor Adjunto Universidad
de Buenos y Universidad de Mar del Plata y coordinador en el IIGG de la Red
INCASI-Unión Europea (International Network for Comparative Analysis of
Social Inequalities).
** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado
por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr. Pedro
López Roldán. Este artículo refleja la opinión del autor. Las instituciones referidas no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que
contiene.
211
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
estatal1. Más allá que los establecimientos públicos universitarios
representan alrededor del 45% del total de establecimientos
superiores del país, el 78,5% de los estudiantes van a universidades
e institutos superiores de gestión estatal. Otro dato llamativo,
el 57% de los estudiantes son mujeres, y el 61,3% del total de
egresados también lo son.
Como plantean estudios nacionales e internacionales asistimos a
un crecimiento continuado de los niveles educativos de la población,
siendo cada generación más educada que la precedente. Crecimiento
que, en las últimas décadas, se ha basado esencialmente en el aumento
del nivel educativo de las mujeres (Beduwe y Germe, 2004, Fachelli,
2016 ).
Asimismo la esperanza puesta en un porvenir mejor en los
jóvenes vía la educación superior se ha transformado en una promesa
para el caso argentino en particular, que por la evidencia de estudios
anteriores, parece mostrar aún señales saludables para que dicha
“promesa” se cumpla.
Alcanzar estudios superiores implica en muchos casos, la
garantía de logros para acceder a condiciones de vida aceptables,
tanto en términos de inserción adecuada al mundo del trabajo,
como la obtención de recursos suficientes para que dichos logros se
materialicen en recursos.
La inserción adecuada es pensada en la lógica de que los
estudios realizados implican una ocupación acorde con los estudios
sistemáticos realizados, y en correspondencia, ingresos acordes con la
calificación de la tarea. Como en las encuestas de hogares que vamos a
trabajar no está presente la pregunta sobre el nombre de la profesión
del ocupado, nuestra aproximación a la “inserción adecuada será el
vínculo entre el nivel educativo profesional y la calificación en la tarea.
En los estudios tradicionales de la movilidad social, siempre
aparecen como factores explicativos de las probabilidades de ascenso,
además de las condiciones hereditarias de las personas como factor
adscriptivo, las siguientes variables de logro (Echeverría Zabalza,
1999; Goldthorpe, 1987; Fachelli, 2009; Filgueira, 2007, Kerbo 2004):
• La educación, en el sentido de que las posibilidades de mayor
nivel educativo, proveen una mayor chance de ascenso social, y
mejor bienestar,
1 Anuario de Estadísticas Universitarias - Argentina 2013, (2014) ISSN 1850-7514,
Organismo responsable: Departamento de Información Universitaria, de la
Secretaría de Políticas Universitarias (SPU), del Ministerio de Educación de la
Nación
212
Eduardo Chávez Molina
• El riesgo comercial, basado ya sea en la producción y/o circulación
de bienes y servicios, que también proveen posibilidades de
ascenso social en las personas,
• La capacidad de liderazgo, en los más diversos ámbitos, que
permiten reconocimiento social, acceso a cuotas de poder, y por
dicha situación, ascenso social
• La homogamia, atada a estilos de vida, belleza física, equivalente
nivel educativo, misma posición de clase, entre otras.
Pero como apreciamos en ese conjunto de variables, la educación,
y sobre todo la educación superior aparece ligada a la mayor
probabilidad de ascenso social, y por ende, a un mejor bienestar
material. La educación superior emerge como una promesa cierta,
incentivada además por una mayor diversificación y calificación
de los puestos a ocupar en las sociedades modernas, tanto por una
especificidad profesional mayor de la demanda de empleo, como por
la oferta más calificada de las generaciones jóvenes en el país (Rama,
2009).
Aunque nuestra investigación no indaga sobre las representaciones
sociales sobre la educación de la población joven, nos acercamos a su
valoración en base a diversos estudios cualitativos y las esperanzas que
le otorgan a la educación superior la población en general es enorme.
El nivel de reconocimiento social que alcanza el saber y su
representación basado en los estudios superiores, es manifestado
por todos los grupos sociales y también por las diversas generaciones
aunque las matrículas junto a los egresos universitarios hayan
explotado en América Latina -particularmente en Argentina en los
últimos 20 años- y por ahora no hayan incidido en su devaluación
aspiracional.
Sin embargo es necesario esclarecer algunos aspectos que entran
en tensión acerca de la “inserción adecuada” de acuerdo nivel educativo
superior de las personas. Nuestra observación pone el acento en este
punto, ¿cuán posible es una “inserción adecuada” según los últimos
datos existentes en el país?. Pero esto es sólo el inicio de las preguntas
e interrogantes que podemos hacernos y que vamos a dar cuenta en
las siguientes páginas.
Esta inserción es ¿parecida o distinta entre varones y mujeres?,
suponiendo además las condiciones desiguales de inserción
ocupacional entre géneros, vamos a explorar los resultados posibles
de esta vinculación con la ocupación. Pero si tomamos en cuenta
el aumento de las actividades terciarias, sobre las secundarias y las
primarias, es posible encontrar nuevas diferencias de inserción,
pensando además, que la variabilidad de la inserción va a estar
213
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
dada también por la envergadura del establecimiento. Asimismo,
observaremos los resultados económicos del tipo de inserción, y el
carácter generacional de la inserción, para poder establecer con
plausibilidad si la educación superior incide en la inserción, pero
cuánto de ello se debe a la edad. Veamos que deparan los datos.
A partir de ahora veremos el desarrollo de nuestros principales
interrogantes, que serán resueltos a lo largo de este artículo
sintetizándolo en las conclusiones, para que puedan ser observadas
en forma resumida.
2. LA OBSERVACIÓN
En el contexto de seleccionar los indicadores plausibles para observar
estos fenómenos bajo análisis, nos encontramos en la encrucijada de
qué dejamos afuera y qué elementos incorporamos en el análisis. Casi
como una apuesta gritada a voz en cuello, destinamos un tiempo que
permita hacer inteligible desde las ciencias sociales la problemática de
la inserción adecuada dejando de lado la multiplicidad de factores que
inciden sobre dicho comportamiento, tomando en cuenta la historia
y la parsimonia a la hora de seleccionar cuáles factores pueden estar
presentes en la explicación. «Abrirse al problema de los procesos es
admitir la multiplicidad irreductible de puntos de vista, la necesidad
de elegir preguntas, de seleccionar las condiciones en los límites. Una
vez elegido el punto de vista, no se trata ya de intentar hacer inteligible
la totalidad del mundo, sino de establecer una relación ‘coherente’
entre el problema planteado, la definición de las unidades y el método
de análisis...» (Prigogine, 1983a, pp.118-119).
Es por ello que usaremos información secundaria basada en la
Encuesta Permanente de Hogares, del período enero-marzo 2017,
elaborada por el INDEC. Y para ajustar la mirada, hemos seleccionado
las siguientes variables:
Nivel educativo: lo hemos clasificado en tres grupos educativos,
basados en la terminalidad del nivel; básico (hasta secundaria
incompleta), intermedio (hasta terciario/universitario incompleto),
superior (estudios terciarios, universitarios completos o más), en el
sentido de ser la variable que nos permitirá asociar la formación con
la calificación.
En ese sentido, la otra variable a utilizar será la calificación
en la tarea, dicotomizada en tareas calificadas y no calificadas.
Tomando en cuenta para ello el 5° dígito del Clasificador Nacional
de Ocupaciones (CNO-2001), instrumento privilegiado para ordenar
en forma sistemática las ocupaciones del total de la población activa,
presente en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
214
Eduardo Chávez Molina
La variable sexo nos organiza en torno a las problemáticas de
género. Esta primera clasificación basada en el sexo nos acerca a la
problemática de la desigualdad, basada en las diferencias categoriales,
que tienen su representación en los aspectos valorativos de los
individuos que asignan condiciones ordinales entre varones y mujeres.
El sector de inserción, nos ayudará a enfocar con precisión
dónde se generan las inserciones adecuadas, tomando en cuenta
la heterogeneidad de los sectores, principalmente el secundario,
productor de bienes industriales, en comparación con el sector
terciario, donde la predominancia son actividades de servicios:
comerciales, educativas, de seguridad, de transporte, financieras,
administrativas, entre otras.
La edad también aparece como una variable sintomática de la
experiencia, habilidades, y consolidación de los estudios formales, y
en base a estudios (Jorrat 2011), la forma de consolidación laboral
implicará claras diferencias del tipo de inserción y resultados
económicos, de acuerdo a la edad del ocupado, aunque no contamos
con información sólida sobre las diferencias de género por edad, tema
que desarrollaremos en el presente artículo.
Son estas variables las que pondremos en ejercicio, para dar
cuenta de las adecuaciones o inadecuaciones de la inserción.
La adecuación, desde un plano descriptivo numérico, sólo nos
permitirá observar si hay concordancia entre el nivel educativo y la
especificidad de la tarea, esto se debe por carecer de información más
amplia, ya que con los datos públicos existentes no contamos con
información destinada a las características subjetivas de la adecuación,
los aspectos considerados positivos por parte del trabajador de su
tarea y empleo, la suma de los ingresos, el prestigio ocupacional, la
libertad de la actividad, la responsabilidad, la calificación, etc., ya que
es probable que allí esté el camino de búsqueda de nuevos empleos,
del cambio del lugar de trabajo, de la sensación de frustración, y las
implicancias psico-sociales de la misma, entre otros factores.
En general a la hora de revisión de los trabajos previos que se
vinculen de alguna forma con la propuesta de este artículo, se han
centrado principalmente en las condiciones de la terminalidad
educativa, por ejemplo en los estudios superiores, (Jorrat 2011)
que presenta la incidencia de los antecedentes educativos de los
progenitores, en relación a la probabilidad de terminalidad educativa
de los hijos en la educación superior, como los trabajos de Claudia
Jacinto y María Antonia Gallart (1995), sobre el vínculo entre trabajo y
educación. A continuación, observaremos los aspectos más destacados
para observar convergencias y divergencias entre estudios superiores,
y calificación en la tarea.
215
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
El primer aspecto descriptivo, sitúa a la Ciudad de Buenos Aires,
con el mayor nivel de profesionales del país, (universitarios y técnicos
superiores), alrededor del 45,4% de la población de más de 25 años,
hasta los 65 años. Más que duplica el promedio nacional (21,25), lo
cual señala el sorprendente nivel de profesionalización de la fuerza de
trabajo de la Ciudad de Buenos Aires, y muy por arriba del conurbano
bonaerense.
Cuadro 1
Cuadro 1: Nivel educativo por jurisdicciones
Nivel educativo
Jurisdicciones
Total
Intermedio
profesional
Total
básico
Resto Nacional
38,5%
41,2%
20,3%
100,0%
Resto provincia de Bs As
33,3%
41,7%
25,0%
100,0%
Ciudad de Buenos Aires
17,3%
37,3%
45,4%
100,0%
Partidos del Conurbano
47,6%
37,3%
15,1%
100,0%
39,6%
39,1%
21,2%
100,0%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
El segundo aspecto de carácter descriptivo es que la mayor inserción
profesional la encontramos en las mujeres, que supera por casi 10
pp. a los varones, concentrándose principalmente en las mujeres
profesionales de la Ciudad de Buenos Aires. Aunque es notorio que todas
las mujeres sin importar la jurisdicción, tienen mayor nivel educativo
que los varones. Estos últimos muestran una mayor proporción de
profesionales en la Ciudad de Buenos, única jurisdicción donde las
distancias por sexo son menores.
216
Eduardo Chávez Molina
Cuadro 2
Cuadro 2: Nivel educativo por jurisdicciones, según sexo
Sexo
Nivel educativo
Básico
Varones
Jurisdicciones
Jurisdicciones
Jurisdicciones
Profesional
Resto Nacional
42,1%
42,0%
15,9%
100,0%
37,8%
43,8%
18,3%
100,0%
Ciudad de
Buenos Aires
19,2%
38,8%
42,0%
100,0%
Partidos del
Conurbano
52,4%
37,4%
10,2%
100,0%
43,6%
39,8%
16,7%
100,0%
Resto Nacional
35,3%
40,4%
24,3%
100,0%
Resto provincia
de Bs As
29,2%
39,8%
30,9%
100,0%
Ciudad de
Buenos Aires
15,6%
35,9%
48,5%
100,0%
Partidos del
Conurbano
43,2%
37,2%
19,6%
100,0%
Total
Total
Intermedio
Resto provincia
de Bs As
Total
Mujeres
Total
36,1%
38,5%
25,4%
100,0%
Resto Nacional
38,5%
41,2%
20,3%
100,0%
Resto provincia
de Bs As
33,3%
41,7%
25,0%
100,0%
Ciudad de
Buenos Aires
17,3%
37,3%
45,4%
100,0%
Partidos del
Conurbano
47,6%
37,3%
15,1%
100,0%
39,6%
39,1%
21,2%
100,0%
Total
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
Al diferenciar por sector económico, el sector terciario que implica
actividades de comercio, administración pública y privada, actividades
financieras, transporte, gastronomía, informática, comunicación, etc.,
implica trabajadores con mayor nivel educativo, donde se concentra
el 28,6% de profesionales. Aunque también es notorio que el nivel
intermedio, y luego el nivel básico educativo, son los predominantes
en las actividades terciarias.
Ahora, las actividades primarias/secundarias – al ser los datos
provenientes de encuesta de hogares urbanos usados para este
análisis, ciertas actividades (caza, pesca, agricultura, ganadería,
217
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
minería, actividades forestales, entre otras) están absolutamente
sub-representadas, por lo cual, las hemos subsumido todas con las
actividades secundarias, entendiendo las mismas como las actividades
industriales, de producción de bienes. En ese sentido, los trabajadores
del sector primario y secundario, predominantemente tienen nivel
educativo básico, y la presencia de los profesionales es mucho
menor que en el sector terciario, en una razón de 3 a 1, en términos
proporcionales.
Cuadro 3
Cuadro 3: Sectores económicos por Nivel educativo
Nivel educativo
Sectores económicos
Total
Básico
Intermedio
Profesional
Primarias/Secundarias
51,9%
37,6%
10,5%
100,0%
Terciarias
30,6%
40,8%
28,6%
100,0%
35,6%
40,1%
24,3%
100,0%
Total
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
El cuadro 4 representa la información principal del presente
artículo, en el sentido de observar la correspondencia entre el nivel
educativo alcanzado y la calificación de la inserción ocupacional.
Con la idea principal de observar adecuación en la inserción, como
forma de aproximarnos al empleo ligado a la profesión. El 57,9% de
los profesionales tienen tareas calificadas. Situación mucho menor si
observamos a la población de nivel educativo intermedio, y menos
calificada aún si el nivel educativo es básico.
Este es el objetivo que queríamos alcanzar con este artículo,
dimensionar adecuadamente la “distorsión” entre educación y
tarea. Un poco más de 4 de cada 10 profesionales no realizan tareas
calificadas en su empleo. Aunque no tenemos desglosado los estudios
específicos que pueden ser verificados por la profesión, observar este
cuadro nos aproxima a la problemática que queremos abordar. Las
distancias de adecuación del empleo, según estudios, pueden tener
múltiples factores de incidencia, tanto para su cumplimiento como
su no logro. Observaremos algunos puntos para especificar estos
resultados iniciales.
218
Eduardo Chávez Molina
Cuadro 4
Cuadro 4: Calificación en la tarea y Nivel educativo
Nivel educativo
Calificación en la
tarea
calificado profesional
no calificado
Total
Total
Básico
Intermedio
Profesional
4,8%
15,5%
57,9%
20,3%
95,2%
84,5%
42,1%
79,7%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
El cuadro siguiente (5) aparece la primera preocupación de
la información agregada, que implica una mayor adecuación en la
inserción de los varones, 63,1%, a diferencia de las mujeres donde la
adecuación alcanza al 54,8%. Esta comparación muestra claramente
las diferencias entre sexos. Se abre acá una serie de interrogantes sobre
el menor nivel de adecuación profesional de las mujeres: la edad, la
responsabilidad familiar por patrones culturales, la discriminación en
los puestos de trabajo, el tipo de profesión, entre otros. Obviamente
cuando se posee un menor nivel educativo, las tareas calificadas son
mucho menores.
Cuadro 5
Cuadro 5: Calificación en la tarea y Nivel educativo según sexo
Sexo
Varones
Nivel educativo
Calificación en
la tarea
Intermedio
Profesional
calificado
profesional
6,8%
20,3%
63,1%
21,6%
no calificado
93,2%
79,7%
36,9%
78,4%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
2,6%
11,0%
54,8%
19,1%
Total
Mujeres
Calificación en
la tarea
calificado
profesional
no calificado
Total
Total
Calificación en
la tarea
calificado
profesional
no calificado
Total
Total
Básico
97,4%
89,0%
45,2%
80,9%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
4,8%
15,5%
57,9%
20,3%
95,2%
84,5%
42,1%
79,7%
100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
219
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Otro dato llamativo es apreciar las diferencias por sexo y edad
sobre la adecuación profesional; los niveles de adecuación, como se
muestra en el gráfico 1, difieren claramente entre varones y mujeres y
tienen comportamientos muy distintos. Mientras los varones a medida
que tienen más edad logran una mayor adecuación profesional, en
términos del vínculo educación y calificación, pasando en forma
sistemática del 52,2%, al 65,9%, hasta llegar al 68,2%, para los mayores
de 46 años, las mujeres tienen un comportamiento muy distinto, una
relativa menor inserción adecuada en relación a los varones, cuando
tienen entre 25 a 35 años. Aumenta al mismo ritmo que los varones
cuando tienen entre 36 y 45 años, llegando a porcentajes similares,
pero la gran distancia se da en la población de más de 45 años, donde
incluso la distancia de adecuación alcanza a cifra de 16,4pp, entre
varones y mujeres. El peso generacional, y el potencial abandono de
las mujeres de la actividad, por edad anterior de procreación, podrían
incidir en las diferencias de la adecuación profesional con tareas
calificadas.
Gráfico 1
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
El gráfico 2 nos muestra la proporción de adecuación profesional
según sector de inserción, sin importar las magnitudes de
profesionales de cada segmento. Esto lleva a observar que aunque
el sector primario/secundario tiene pocos profesionales, los que
se encuentran ocupados, en alta proporción, realizan actividades
calificadas. En tanto que el sector terciario, que en magnitudes triplica
al sector primario/secundario, las proporciones de adecuación son
relativamente parecidas entre los grupos de edad mayor a 35, y donde
las proporciones de “adecuación” son menores es en los jóvenes.
220
Eduardo Chávez Molina
Gráfico 2: Adecuación profesional/laboral edad y sector de inserción
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
Por otro lado, los resultados monetarios expresados en la línea de
pobreza, muestran grandes diferencias entre la situación de los que
presentan adecuada inserción de los que tienen inadecuaciones
profesionales-laborales. Los de nivel educativo básico que realizan
tareas no calificadas, el 40,5% está en situación de pobreza, en tanto
que los que poseen nivel educativo profesional y calificados, el nivel
de pobreza es del 5,1%.
Cuadro 6: Calificación en la tarea y Nivel educativo según sexo
Calificación
Nivel educativo
Básico
Intermedio
Profesional
Línea de Pobreza
Línea de Pobreza
Línea de Pobreza
Pobre
No
pobre
Pobre
No
pobre
Pobre
No
pobre
calificado
profesional
21,5%
78,5%
9,8%
90,2%
5,1%
94,9%
no calificado
40,5%
59,5%
22,9%
77,1%
12,7%
87,3%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
Por otro lado, las diferencias regionales, con respecto a la adecuación
profesional, es observable en el siguiente gráfico (3), donde puede
apreciarse una mayor adecuación en la Ciudad de Buenos Aires, por
sobre las otras zonas seleccionadas, alcanzando en dicha ciudad el
62,8%, ante el 53,4% del conurbano.
221
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
Y por último si observamos las clases socio-laborales bajo el esquema
EGP adaptada para América Latina a nivel nacional (Chávez Molina,
Solís y Cobos, 2016)2, tenemos llamativos datos, por un lado, la fuerte
2 Esta heterogeneidad no es capturada por el esquema original EGP. Entre los
asalariados, el esquema de EGP sólo tiene en cuenta la distinción entre «servicio»
y «las relaciones contractuales de trabajo». La distinción entre las relaciones de
trabajo formales e informales es particularmente relevante entre los trabajadores
asalariados manuales, pero también se aplica a los trabajadores no manuales de
rutina, y más específicamente a los empleados del comercio, donde la heterogeneidad
de las unidades productivas y las condiciones de trabajo ha sido ampliamente
documentados en anteriores los estudios sobre el sector informal en América Latina
(Cortés y Cuellar 1990, Chávez Molina 2013).
Una segunda característica de los mercados de trabajo latinoamericanos es la
expansión del trabajo por cuenta propia. Este rasgo también ha sido vinculado a
la heterogeneidad estructural, ya que el trabajo por cuenta propia representa en
muchos casos una actividad de refugio para los trabajadores que no encuentran
cabida en el sector formal. No obstante, las actividades y condiciones laborales de
los trabajadores por cuenta propia son muy diversas, por lo que sería equivocado
clasificarlos a todos por igual.
En el esquema EGP los trabajadores independientes se dividen en tres grupos:
en primer lugar, los trabajadores por cuenta propia agrícolas (IVc), clase que
originalmente representa a los farmers independientes con alta productividad
existente en amplias regiones de Europa y Estados Unidos, pero que en la mayoría de
los países latinoamericanos está integrada principalmente por unidades productivas
campesinas en actividades de subsistencia y con baja productividad (Solís 2016,
p. 39). En segundo lugar, los profesionales independientes, que se encuentran en
condiciones relativamente favorables para establecer relaciones de servicio y por
tanto son clasificados junto con los otros profesionales, en las clases I y II. Por último
se encuentran los trabajadores por cuenta propia no agrícolas (IVb).
222
Eduardo Chávez Molina
presencia de profesionales en la clase I (cerca del 69,3%), en cuenta
propia calificados (55,6%). Y claras diferencias entre los trabajadores
del sector terciario de más de 10 ocupados, con un 41,5%, ante un
15,5% de profesionales en el sector terciario de menos de 10 ocupados.
Cuadro 7: Profesionales según Clases EGP adaptada
profesionales
Clase I: propietarios >10 y directivos, gerentes, funcionarios de dirección
69,3%
Clase II: propietarios < 10 y directivos, gerentes, funcionarios de dirección
28,2%
Clase III: trabajadores de sector terciario > 10
41,5%
Clase IV: trabajadores de sector industrial >10
15,5%
Clase V : cuenta propias profesionales/calificados
55,6%
Es en esta última clase en la que existe una mayor heterogeneidad ocupacional,
ya que integra desde trabajadores calificados y semi-calificados (no profesionales)
que ofrecen sus servicios de manera independiente, hasta los ya mencionados
trabajadores informales, que suelen desempeñarse en ocupaciones de baja
calificación, bajo condiciones laborales muy precarias, y fundamentalmente en los
servicios personales y el comercio. En una propuesta previa de ajuste del modelo
EGP a América Latina hemos sugerido separar a los trabajadores no calificados por
cuenta propia y ubicarlos junto con la clase de asalariados manuales no calificados
(VIIa) (Solís 2016, p. 36). No obstante, dado que el tipo de relación laboral que
establecen es distinto al de los asalariados, parecería más apropiado mantenerlos en
la clase de trabajadores por cuenta propia, pero distinguiéndolos de los trabajadores
independientes de mayor calificación.
Finalmente, proponemos establecer una tercera diferenciación para distinguir a la
elite económica y administrativa de los profesionales en la alta clase de servicios (Clase
I en el esquema EGP). Ante la expansión de esta clase en los países industrializados,
varios autores han sugerido que es necesario agregar distinciones adicionales que
permitan registrar las diferencias en relaciones laborales, patrones de movilidad
e incluso orientaciones políticas entre estos dos grupos (Heath y Savage 2005, De
Graaf y Steeijn 1997, Gerber y Hout 2004). Esta diferenciación podría ser aún más
relevante en América Latina, en donde la élite económica y las altas burocracias
administrativas públicas y privadas gozan de mayores privilegios económicos y se
distancian marcadamente del resto de la sociedad, no sólo en términos de riqueza y
niveles de ingreso sino también en sus patrones de movilidad social (Torche 2005,
Solís y Boado 2016).
223
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
profesionales
Clase VI: trabajadores de sector terciario < 10
18,6%
Clase VII: trabajadores de sector industrial < 10
5,4%
Clase VIII: Cuenta propias no calificados
4,9%
Clase IX: Inactivos pensionados
13,9%
Clase X: desocupados
12,7%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
En tanto que la inserción adecuada profesional, que implica de todas
formas, algún grado se solapamiento ya que la clase incluye para
algunos grupos específicos la incorporación de la variable calificado,
muestra datos interesantes, por ejemplo, una mayor adecuación en
la clase III y la clase I, alrededor del 70%, diferencias pronunciadas
entre las clases de establecimientos mayores, como la clase III y
clase IV, en relación a la clase VI y clase VII. Una menor proporción
de profesionales y tareas calificadas en la clase II, de pequeños
empresarios. Y como se esperaba no existe inserción adecuada en la
clase VIII.
Cuadro 8: Inserción profesional adecuada según Clases EGP adaptada
Inserción
adecuada
profesional
Clase I: propietarios >10 y directivos, gerentes, funcionarios de dirección
69,3%
Clase II: propietarios < 10 y directivos, gerentes, funcionarios de dirección
28,2%
Clase III: trabajadores de sector terciario > 10
74,0%
Clase IV: trabajadores de sector industrial >10
55,3%
Clase V : cuenta propias profesionales/calificados
55,6%
Clase VI: trabajadores de sector terciario < 10
54,3%
Clase VII: trabajadores de sector industrial < 10
42,4%
Clase VIII: Cuenta propias no calificados
0,0%
Elaboración propia en base a EPH 1° Trimestre 2017
224
Eduardo Chávez Molina
3. CONCLUSIONES
El presente trabajo ha puesto el foco en la formación basada en la
educación superior y su vínculo laboral con tareas de calificación. Lo
cual desde una perspectiva descriptiva nos ha arrojado los siguientes
resultados:
• El promedio nacional de profesionales activos entre 25 años hasta los 65
años es del 21,25%.
• La Ciudad de Buenos Aires, con el mayor nivel de profesionales del país
(universitarios y técnicos superiores) alcanza el 45,4% de la población de
referencia.
• La mayor inserción profesional lo encontramos en las mujeres que supera
por casi 10 pp. a los varones, concentrándose principalmente en las mujeres
profesionales de la Ciudad de Buenos Aires (48%).
• Al diferenciar por sector económico, el sector terciario implica trabajadores
con mayor nivel educativo donde se concentra el 28,6% de profesionales.
Aunque también es notorio que el nivel intermedio y luego el nivel básico
educativo son los predominantes en las actividades terciarias.
• El 57,9% de los profesionales tienen tareas calificadas técnicas o
profesionales. Es decir, en nuestra primera aproximación al tema, el
ajuste entre educación y calificación en la tarea alcanza casi a 6 de cada 10
ocupados entre los 25 a 65 años.
• Hay una mayor adecuación en la inserción de los varones, 63,1%, a
diferencia de las mujeres donde la adecuación alcanza al 54,8%. Esta
comparación muestra claramente las diferencias entre sexos.
• Mientras los varones a medida que tienen más edad logran una mayor
adecuación profesional -en términos del vínculo educación y calificación,
pasando en forma sistemática del 52,2%, al 65,9%, hasta llegar al 68,2%
para los mayores de 46 años-, las mujeres tienen un comportamiento muy
distinto, una relativa menor inserción adecuada en relación a los varones,
cuando tienen entre 25 a 35 años. Aumenta al mismo ritmo que los varones
cuando tienen entre 36 y 45 años, y llegan a porcentajes parecidos, pero la
gran distancia se da en la población de más de 45 años, donde incluso la
distancia de adecuación alcanza a cifra de 16,4pp, entre varones y mujeres.
• Los de nivel educativo básico que realizan tareas no calificadas, el 40,5%
está en situación de pobreza, en tanto que los que poseen nivel educativo
profesional y calificados, el nivel de pobreza es del 5,1%.
• Encontramos una mayor adecuación en la Ciudad de Buenos Aires, por
sobre las otras zonas seleccionadas, alcanzando en dicha ciudad el 62,8%,
ante el 53,4% del conurbano.
• Por otro lado hay una fuerte presencia de profesionales en la clase I (cerca
del 69,3%), y en cuenta propia calificados (55,6%). Y claras diferencias
entre los trabajadores del sector terciario de más de 10 ocupados, con un
41,5%, ante un 15,5% de profesionales en el sector terciario de menos de
10 ocupados.
225
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
• En tanto que la inserción adecuada profesional, por clase se observa una
mayor adecuación en la clase III y la clase I, alrededor del 70%, diferencias
pronunciadas entre las clases de establecimientos mayores, como la clase
III y clase IV, en relación a la clase VI y clase VII. Una menor proporción de
profesionales y tareas calificadas en la clase II, de pequeños empresarios.
En esta etapa de estudio, nuestra intención ha girado en hacer
observable estas consideraciones y abre interrogantes futuros
para continuar profundizando estos temas, por ejemplo el alcance
distributivo de la adecuación laboral, las demandas de empleo y sus
caracterizaciones cuando existe inadecuación. Estas observaciones
pueden ser realizadas a la luz de las diferencias de género, de región y
edad generacional, como aspectos interesantes a rastrear.
Este primer aspecto que hemos desarrollado implica además una
observación sincrónica, para detectar su evolución en el país y analizar
las comparaciones regionales e intercontinentales, a fin de observar el
nivel de las discrepancias educativas y laborales en un contexto de
masificación de la educación superior y un mercado laboral cada vez
más segmentado, donde sus ámbitos que ofrecen mayor protección
y salarios aumentan las condiciones educativas en los procesos de
reclutamiento.
4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Anuario de Estadísticas Universitarias - Argentina 2013 (2014).
Organismo
responsable:
Departamento
de
Información
Universitaria, de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU.)
Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
Beduwe, C. y Germe, J. F. (2004). Raising the level of education in
France: from growth to stabilisation. European Journal of Education, 39 (1), 119-132.
Chávez Molina E., Solís P., y Cobos D.(julio, 2016). Class Structure,
Labor Market Heterogeneity and Living Conditions in Latin
America. En the 3rd ISA Forum of Sociology, Vienna, Austria
Clasificador Nacional de Ocupaciones (CNO-2001). Buenos Aires:
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Echeverría Zabalza, J. (1999). La Movilidad social en España. Madrid:
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Fachelli, S. (2009). Nuevo modelo de estratificación social y nuevo
instrumento para su medición. El caso argentino. Tesis de
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Sociología, Barcelona. Recuperado de: http://ddd.uab.cat/pub/
tesis/2009/tdx-0416110-162507/sfc1de6.txt
226
Eduardo Chávez Molina
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Juan Ignacio Bonfiglio *1
Agustina Marquez **2
LA DESIGUALDAD EN EL ACCESO
AL MERCADO DE TRABAJO PARA RESIDENTES EN ESPACIOS URBANOS INFORMALES DEL ÁREA METROPOLITANA
DE BUENOS AIRES (1974-2014)***3
1. INTRODUCCIÓN
El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se ha constituido, a
lo largo de los últimos cuarenta años, en un espacio atravesado por
fuertes heterogeneidades producto de una matriz social desigual y
fragmentada. Si bien el modelo de acumulación vigente en la Argen*
Licenciado en Sociología (UBA) Magister en Ciencias Sociales del Trabajo
(UBA). Es Investigador en el Programa del Observatorio de la Deuda Social
Argentina (ODSA-UCA) y forma parte del equipo Cambio Estructural y
Desigualdad Social con Sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani
(IIGG-UBA). También es docente en la carrera de Sociología de la Facultad de
Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires.
** Licenciada en Sociología. Becaria doctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Cinetíficas y Técnicas (CONICET). Integrante del Programa
Cambio Estructural y Desigualdad en el Instituto de Investigaciones Gino
Germani de la Universidad de Buenos Aires (IIGG-UBA) y docente de la carrera
de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires.
*** Este artículo fue elaborado en el marco del proyecto europeo INCASI, International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities, financiado
por el programa para la investigación y la innovación Horizon 2020 bajo Marie
Skłodowska-Curie Actions (MSCA) Nº 691004 y coordinado por el Dr. Pedro
López Roldán. Este artículo refleja la opinión de los autores. Las instituciones
referidas no son responsables del uso que pueda hacerse de la información que
contiene.
229
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
tina experimentó diversas transformaciones, la persistencia de altos
niveles de desigualdad y de precariedad e informalidad laboral hacen
necesario preguntarse por las condiciones estructurales que hacen posible su reproducción.
En este contexto, los sectores populares han desplegado diversas
estrategias para acceder a la vivienda. Las villas de emergencia y los
asentamientos son algunas de las múltiples formas que han desarrollado para hacerse lugar en la ciudad, las que se han consolidado incluso en contextos económicos favorables.
Este artículo presenta avances de una investigación en curso cuyo
objetivo es analizar la incidencia de la jerarquización del espacio urbano en el acceso a la estructura de oportunidades del mercado de
trabajo en el AMBA. Se parte de comprender a la dinámica urbana no
simplemente como un reflejo de la estructura social de una sociedad
dada, sino también como un mecanismo concreto de reproducción de
las desigualdades. En este marco, el objetivo específico del presente
trabajo es analizar la incidencia de la residencia en villas o asentamientos del Gran Buenos Aires en el acceso a oportunidades del mercado de trabajo en diferentes contextos económicos para el período
1974-2014. Se pretende establecer en qué medida el acceso diferencial
al mercado de trabajo puede atribuirse a “efectos vecindario”.
En un trabajo anterior (Bonfiglio, Márquez, y Salvia, 2016) se
buscó desde una mirada descriptiva dar cuenta de la vinculación entre el tipo de localización residencial y la inserción laboral en mercados de trabajo segmentados para el mismo período. Se observó mayor
precariedad en las condiciones de empleo de los residentes en villas
y asentamientos respecto de los residentes en la ciudad formal a lo
largo del tiempo, con altos niveles de inserción en el sector de baja
productividad y graves dificultades para acceder a puestos de trabajo
estables y protegidos.
A partir de estos resultados, se planteó la necesidad de realizar
análisis multivariados mediante los cuales se pudiera demostrar la
asociación existente entre lugar de residencia -en particular, villas y
asentamientos- y el tipo de inserción en el mercado de trabajo, independientemente de la influencia que pudieran ejercer otras variables
de carácter sociodemográfico o educativo en la relación original. Para
ello, se plantea una estrategia metodológica cuantitativa multivariada
en base a la construcción de series de datos con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC).
230
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
2. EL EFECTO DE LA RESIDENCIA EN ESPACIOS URBANOS INFORMALES EN EL ACCESO A OPORTUNIDADES DEL MERCADO DE TRABAJO 1974-2014
Para el análisis, se tomaron años testigo que abarcan tres grandes períodos asociados a diferentes estilos de desarrollo (Poy, Vera, y Salvia,
2015): a) fase final de la etapa de industrialización por sustitución de
importaciones (1974), b) etapa de apertura y desregulación económica (1980, 1988, 1992, 1994, 1998 y 2001), c) etapa de recuperación
económica bajo un modelo neodesarrollista (2003, 2007, 2010, 2012,
2014). El interés en analizar estos tres períodos radica en que constituyen tres estilos de crecimiento diferenciados, con efectos sobre el
empleo y las condiciones de vida de la población.
La fase final de la etapa de “industrialización por sustitución de
importaciones” que había estado orientada al mercado interno (1974),
es la única ventana disponible en la EPH para aproximarnos a una estructura social del empleo -aunque ya con fuertes indicios de retroceso- caracterizada por un alto nivel de empleos estables y protegidos.
Luego de una crisis del régimen de acumulación, la década del ochenta
fue un escenario básico de desequilibrios estructurales, sobre el que se
montaron varios intentos de estabilización que fracasaron dejando a la
economía en recesión e hiperinflación, con un aumento relativo de la
precariedad e informalidad laboral (Salvia, Comas, Gutiérrez Ageitos,
Quartulli, y Stefani, 2008). El período de “convertibilidad” (1990-2002)
ha sido denominado como la fase superior del “modelo financiero y de
ajuste estructural” (Aspiazu y Schorr, 2010) -que había sido impuesto en
la última dictadura militar sin atravesar transformaciones sustanciales
durante los años 80- el cual, a través de un sistema de caja de conversión
y un paquete de reformas estructurales orientadas a la liberalización
financiera y del comercio exterior, la desregulación de los mercados y las
privatizaciones, tuvo como consecuencia el crecimiento exponencial del
desempleo, de la precariedad laboral y la desigualdad socio-económica.
La caracterización y balance del período de «posconvertibilidad”
(2003-2014) o “ciclo neodesarrollista de crecimiento bajo políticas heterodoxas” (Poy, Vera y Salvia, 2015) es aún tema de debate académico (Kessler, 2013). En cuanto a las medidas económicas, implicó una
nueva fase sustitutiva de importaciones producto de una fuerte devaluación de la moneda y el fortalecimiento del sector exportador en el
marco de un proceso sostenido (con algunos ciclos recesivos) de crecimiento económico. Se destacó una fuerte reducción del desempleo, la
precariedad laboral y la pobreza extrema durante la primera parte de
la década, pero frenándose luego frente a lo que algunos sostienen es
el piso estructural que impone al subdesarrollo económico argentino
(Lindenboim y Salvia, 2015).
231
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Más allá del debate existente en torno al período de la “posconvertibilidad”, existe consenso en que el AMBA constituye en la actualidad
un espacio atravesado por fuertes heterogeneidades producto de una
matriz social desigual y fragmentada. Si bien se destacan las mejoras
relativas en el empleo y el consumo tras la crisis de principios de siglo,
conjuntamente con la ampliación en la cobertura de las políticas sociales, la persistencia en las desigualdades en el acceso a oportunidades de integración social se presenta como una problemática central.
En este contexto, se observan en las últimas décadas dos fenómenos
simultáneos. Por un lado, la persistencia de condiciones habitacionales precarias junto con la consolidación de urbanizaciones informales,
aún en contextos económicos favorables, que dan cuenta del carácter
no coyuntural y transitorio de estas manifestaciones. Por otro, más
allá de posibles mejoras que muestran algunos indicadores económicos y ocupacionales, la evolución del mercado de trabajo muestra una
desigualdad estructural y socio-ocupacional persistente.
Para abordar estos procesos, partimos de la perspectiva de la
marginalidad económica (Nun, 1999; Nun, Marín, y Murmis, 1968;
Quijano, 1970) que explica las causas de la baja integración de la “población excedente” a las condiciones de desarrollo en América Latina.
En esta línea, se considera que existe un amplio campo de relaciones
sociales en las que se disputan y/o articulan estrategias individuales y
colectivas de subsistencia materialmente “al margen” -pero no fuerade las instituciones económicas y políticas dominantes (Salvia, 2007).
En un sentido operativo, se dio cuenta de la estructura de oportunidades que el mercado provee a los hogares a través de las perspectivas en torno a la segmentación de los mercados de trabajo y la
informalidad laboral. Estos enfoques complementan el abordaje de
la marginalidad al nivel de los mercados laborales urbanos, permitiendo conceptualizar e identificar distintos segmentos ocupacionales
con diferentes calidades (ingresos, regulaciones, tareas, entre otras)
(PREALC-OIT, 1978).
Al respecto, los segmentos primarios incluyen a los trabajadores
ocupados en empleos con estabilidad, registro laboral y mayores niveles de ingresos, mientras que los segmentos secundarios incluyen a
los ocupados en puestos precarios, sin estabilidad ni registro con bajos
niveles de ingresos. A partir de esta dimensión es que construimos la variable problemas de empleo, definida operativamente como la población
económicamente activa empleada en el segmento secundario o desempleada. Esta será la variable dependiente en nuestro modelo de análisis.
En cuanto a la dimensión residencial, diversas investigaciones
han dado cuenta de la inserción urbana como un factor que incide
en el acceso a estructuras de oportunidades. En esta línea, abundan
232
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
los trabajos que analizan el “efecto vecindario” y la segregación socio-residencial como elemento central en la reproducción de las desigualdades sociales (Groisman, 2007; Kaztman, 2001; Queiroz Ribeiro,
2005; Segura, 2014; Suárez y Groisman, 2008). Estas perspectivas se
asocian a la comprensión de la vivienda no como una entidad aislada,
sino como inscripta en una configuración espacial urbana determinada (Yujnovsky, 1984). Es decir, la vivienda está espacialmente incrustada, ligada a una localización y a sus atributos (Franquesa, 2007),
los cuales están desigualmente distribuidos en el territorio teniendo
como efecto un acceso diferencial tanto a servicios y equipamientos
urbanos como a recursos sociales y económicos. En este marco es que
procuraremos analizar el efecto de residir en espacios urbanos informales (villas y asentamientos) en la probabilidad de ver restringido
el acceso a la estructura de oportunidades del mercado de trabajo en
diferentes contextos económicos.
3. ASPECTOS METODOLÓGICOS
El análisis estructural de la vinculación entre la segmentación del
mercado de trabajo y la segmentación del espacio urbano en Argentina se enfrenta con dificultades metodológicas por la naturaleza de las
fuentes de datos disponibles.
Por un lado, la información estadística más precisa relativa al
mercado de trabajo e ingresos de los hogares es la proveniente de la
EPH-INDEC, que releva sistemática y permanentemente datos demográficos y socioeconómicos fundamentales de la población que
reside en los principales centros urbanos del país. Sin embargo, presenta serias limitaciones para poder realizar análisis urbano-espaciales, ya que el máximo nivel de desagregación posible es el de aglomerado y no cuenta con información referente a la localización residencial de los encuestados. En cuanto a la identificación de espacios
urbanos informales, si bien dentro de la variable “tipo de vivienda”
contiene la categoría “vivienda en villa”, no identifica a las viviendas
en asentamientos informales4.
El Censo, en cambio, permite el análisis de unidades territoriales
a nivel radio y brinda, por lo tanto, la posibilidad de realizar estudios
espaciales. No obstante, la disposición de datos a ese nivel de desagre4
Las principales diferencias entre los asentamientos informales y las villas
radican en que los primeros tienen trazados urbanos más homogéneos, regulares y
planificados que no permiten su identificación a simple vista; y suelen ser decididos
y organizados colectivamente con una estrategia previa. Las villas, en cambio,
muestran un trazado irregular y su conformación es no planificada (Cravino et al.,
2008).
233
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
gación está disponible únicamente a partir de 2001. Además, esta fuente
cuenta para el año 2010 con una seria dificultad derivada del uso de dos
cuestionarios: uno ampliado, que recolecta datos acerca del mercado de
trabajo -más limitados que la EPH- y cuyo máximo nivel de desagregación es a nivel municipio; y el cuestionario básico que, permite desagregar a nivel de los radios pero únicamente recolecta información acerca
de la condición de actividad de la población. Cabe mencionar también
la imposibilidad de realizar análisis evolutivos que tomen en cuenta procesos coyunturales en tanto su periodicidad es decenal.
Producto de estas limitaciones, se optó para este estudio por un
diseño cuantitativo con microdatos de la EPH para el que se construyó una estimación específica sobre el tipo de inserción urbana de
los hogares a través de técnicas predictivas multivariadas. A partir de
la categoría “vivienda en villa” de la variable tipo de vivienda de la
EPH, se estimó la población residente en espacios urbanos informales
mediante la incorporación a modelos estadísticos predictivos de diversas variables residenciales: régimen de tenencia de la vivienda, calidad
constructiva de la vivienda, calidad de conexión a los servicios urbanos
y nivel de hacinamiento. Con el fin de realizar una aproximación cuidadosa al fenómeno, las estimaciones se construyeron tomando como
puntos de referencia el cruce de datos censales para 1980, 1991, 2001,
2010 y fuentes secundarias provenientes de otras investigaciones (Clichevsky, 2012; Cravino, Del Río, y Duarte, 2008; Torres, 1993). De este
modo, se obtuvo una serie con la evolución de la población estimada
residente en villas y asentamientos del AMBA entre 1974 y 2014.
A partir de la identificación de la condición de residencia en villas o
asentamientos en las bases de microdatos de EPH, se procedió a aplicar
técnicas de análisis multivariado de datos, específicamente modelos de
regresión logística binaria, incorporando un conjunto de factores sociodemográficos usualmente asociados al tipo de inserción laboral. Los modelos se aplicaron en diversos años testigo del período estudiado.
4. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN RESIDENTE EN VILLAS Y
ASENTAMIENTOS DEL AMBA Y DE LOS TRABAJADORES EN SITUACIÓN DE PROBLEMAS DE EMPLEO5
En este apartado presentaremos la evolución de las dos variables
principales de nuestra hipótesis, con el fin de poder contextualizar los
5
Este apartado retoma algunos resultados expuestos en nuestro trabajo
anteriormente citado, en el que se analiza el período 1974-2012 (Bonfiglio, Márquez
y Salvia, 2016). Se actualizaron para esta ponencia las estimaciones de población
residente en villas y asentamientos hasta 2014.
234
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
análisis posteriores. En relación con la magnitud de la población residente en villas y asentamientos, si bien se reconoce la dificultad para
elaborar una estimación exacta en tanto se tiende a su sub-registro, a
partir de análisis basados en fuentes primarias y secundarias6, se ha
elaborado una serie que muestra una aproximación a su evolución en
el Gran Buenos Aires entre 1974 y 2014.
En el gráfico 1 se observa que tras una fuerte caída entre 1974
y 1980, tuvo lugar un proceso de crecimiento ininterrumpido de la
población residente en villas y asentamientos que hacia fines de los
noventa recuperaría los niveles de 1974. Mientras que el descenso inicial se explica como consecuencia del proceso de erradicación que
tuvo lugar durante la última dictadura militar7, en la década del 80 la
población residente en espacios urbanos informales pasa de 3,4% en
1980 a 3,9% en 1989. Como parte de este proceso de crecimiento pueden mencionarse las tomas de tierras o asentamientos que aparecen
a principios de los 80 en el sur del Gran Buenos Aires y se extienden
posteriormente al conjunto del conurbano, generalmente ubicados en
la periferia (Merklen, 1997).
Durante los 90, en cambio, el crecimiento relativo de la población
en dichos espacios urbanos experimenta un incremento muy superior
que representa un 41% (siendo de 4,3% en 1992 para alcanzar al 6%
en 2001). La dinámica observada tiene lugar en el marco del deterioro
que experimentó el mercado de trabajo en esta etapa, con fuerte aumento del desempleo y un sostenido proceso de precarización de las
condiciones de vida de los sectores populares por los cambios en sus
posibilidades laborales. Esto sería un elemento clave que daría cuenta
de la creciente dificultad para acceder al espacio urbano formal, en
conjunto con la desregulación del mercado del suelo y la ausencia
de políticas habitacionales tendientes a la integración urbana de los
sectores populares.
6 Se tomaron como cifras de referencia para realizar la estimación: Clichevsky
(2012) para el GBA 1970 y 1980; Torres (1993) para la Ciudad de Buenos Aires 1980
y 1991; Cravino et al. (2008) para el GBA 1981, 1991, 2001 y 2006.
7 Algunas estimaciones mencionan 120.000 personas expulsadas de las villas de la
ciudad de Buenos Aires (Rodríguez, 2011) aunque es difícil precisar cuántos de ellos
se reubicaron en otras villas o asentamientos dentro del territorio del AMBA.
235
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Gráfico 1. Evolución de la población residente en villas y asentamientos. Gran Buenos Aires:
1974 - 2014. Porcentajes estimados
Elaboración propia en base a EPH (INDEC). Onda Octubre 1974, 1980, 1988, 1992, 1994, 1998 y 2001;
cuarto trimestre 2003, 2007, 2010, 2012 y 2014
Cabe destacar que en las décadas de 2000 y 2010, la población residente en villas y asentamientos crece sostenidamente, hasta alcanzar
aproximadamente un 11% de la población del AMBA en 2014, el último año de la serie. Lo notable de dicha evolución es que el proceso
tiene lugar en el marco de un proceso de fuerte dinamismo económico
y creación de empleo registrado. Los datos que señalan que el crecimiento continuo de la población que habita en villas y asentamientos
del AMBA aún en contextos económicos favorables, resultan consistentes con otros estudios8.
En cuanto a la evolución del mercado de trabajo, al analizar el acceso efectivo al empleo de calidad (Gráfico 2), observamos que mientras en 1974 el porcentaje de población activa en situación de desocupación o precariedad laboral es del 24,9% (algo más baja aún resulta
para 1980 representando el 22,2% de la PEA), en 1988 ya se registra
un incremento del 37% ubicándose cerca del 34,1% de la PEA.
En los años 90 las situaciones de problemas de empleo experimentaron un salto significativo, alcanzando un pico máximo en 2003
con un 57,7% de población activa en situación de empleo precario o
desempleo. Si bien este último año ya no forma parte del denominado
régimen de convertibilidad, los altos niveles de desempleo y precariedad se presentan como consecuencia del colapso del régimen anterior.
Deteniéndonos en el período comprendido entre 1992 y 2001, se observa un incremento sostenido y relevante de los niveles de desempleo
y precariedad laboral superior al 50%.
8
Véase Cravino et al. (2008) y Clichevsky (2012).
236
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
Gráfico 2. Evolución de situaciones de problemas de empleo. GBA, 1974 - 2012. En porcentajes
sobre el total de la población activa
Elaboración propia en base a EPH (INDEC). Onda Octubre 1974, 1980, 1988, 1992, 1994, 1998 y 2001;
cuarto trimestre 2003, 2007, 2010 y 2012.
Ya en 2007, en pleno auge de la etapa de posconvertibilidad, la situación de precariedad laboral desciende, pero se mantiene en altos
niveles: alrededor del 40% para todo el período. Este nivel es muy
superior al existente en la etapa final del modelo de sustitución de
importaciones y similar al de 1994. En este sentido podría sostenerse
que, por lo menos a partir de 2007, merma la capacidad del nuevo
modelo económico de generar empleo de calidad que permita seguir
reduciendo las tasas de desocupación y precariedad presentes.
5. MODELO EXPLICATIVO MULTIVARIADO DE LOS FACTORES
ASOCIADOS A LOS PROBLEMAS DE EMPLEO
A continuación, se presentan los resultados de un análisis multivariado que permite aislar el peso de los distintos factores que inciden en
la inserción laboral en un empleo precario o en la situación de desempleo, manteniendo constante el resto de los factores considerados, a
lo largo del período 1974-2014. Se pretende, de este modo, determinar
el efecto neto de la localización residencial -en particular, en villas
y asentamientos- en la probabilidad de tener problemas de empleo,
aislando el efecto de otras variables que pudieran estar interviniendo
en la relación original, en tanto la estructura socio-demográfica de la
población empleada en trabajos precarios o desempleada puede presentar diferencias marcadas respecto de la fuerza de trabajo empleada
en trabajos estables y protegidos.
Para tal fin se realizaron seis modelos de regresión logística para
las diferentes etapas del proceso histórico-económico bajo análisis
237
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
que se exponen en la Tabla 1. Con el fin de controlar procesos coyunturales, los períodos largos se subdividieron en ciclos de más corto alcance: 1980-1989, 1990-1997 y 1998-2002 para el período de apertura
y desregulación financiera; 2003-2008 y 2009-2014 para el de posconvertibilidad. Los coeficientes9 obtenidos en los modelos de regresión
permiten estimar la fuerza y el sentido de una serie de variables sobre
la probabilidad de tener problemas de empleo, para el conjunto de la
población económicamente activa del GBA. En casi todos los casos, se
trata de relaciones estadísticamente significativas10.
Además de la variable referida a la residencia en espacios urbanos
informales, se incorporaron al modelo las siguientes variables: sexo,
nivel educativo, edad, área de residencia (Conurbano bonaerense o
Ciudad de Buenos Aires), inserción sectorial (como indicador del nivel de productividad del establecimiento, que opone la inserción laboral en el sector microempresario a la inserción en el sector dinámico
de la economía)11, tipo de hogar según nuclearidad y tipo de hogar
según extensión.
El primer modelo analiza las probabilidades de tener problemas
de empleo en el año 1974, hacia el final del modelo de sustitución de
importaciones. Se observa que el vivir en villa o asentamiento triplicaba en dicho año las probabilidades de tener problemas de empleo
en comparación con residir en el resto de la ciudad, manteniendo el
resto de los factores constantes. Si bien se trata de un efecto neto
altamente significativo, el atributo con mayor influencia en la probabilidad de tener problemas de empleo es tener entre 15 y 18 años, con
un coeficiente de 7,17 al compararlo con la franja etaria de 25 a 54
años. Le sigue en importancia la inserción sectorial: el hecho de tener
un empleo en el sector microempresario (versus el sector dinámico)
aumenta dicha probabilidad 5,24 veces. Ser mujer, haber alcanzado
un nivel educativo solo de hasta primario completo (frente a secundario completo) y tener entre 19 y 24 años (frente a tener entre 25 y
9
La fuerza de las distintas relaciones se examina a través de las razones de
probabilidades (odds ratio) que arrojan los modelos de regresión (coeficientes “Exp
B”).
10 Referimos a relaciones significativas cuando la prueba de significación estadística
(Sig) es menor a 0,05.
11 La dimensión del sector expresa la heterogeneidad económica de la estructura
ocupacional. Su significado conceptual más acabado puede buscarse en los criterios
analíticos formulados por Pinto (1970, 1976) y retomados por el PREALC-OIT
(1978) que postularon la utilización del tamaño del establecimiento y la calificación
de la tarea como indicadores proxy de productividad e integración económica a los
procesos de modernización (sectores público, formal e informal de la economía).
238
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
54) también muestran un efecto considerable con coeficientes de 2,64;
1,67; y 1,84; respectivamente.
Al analizar el estilo de desarrollo de apertura y desregulación financiera, se observa que en el período 1980-1989 la probabilidad de
tener problemas de empleo para los residentes en villas y asentamientos disminuye respecto del período anterior, aunque se mantiene en
niveles elevados con un coeficiente de 2,19. Aumenta en cambio la
incidencia del factor edad, con 8,55 veces más de probabilidad para
los jóvenes entre 15 y 18 años; así como el efecto de estar empleado
en el sector microempresario, que se eleva a 6,38. En el período 19901997, los habitantes de espacios urbanos informales tienen 1,63 más
de probabilidades de tener problemas de empleo que los de espacios
urbanos formales, aunque las chances vuelven a disminuir respecto
del período anterior. Mantienen su preponderancia el ser joven de entre 15 y 18 años y tener un empleo en el sector informal, con coeficientes de 8,86 y 7,08, respectivamente.
En el período de crisis del modelo de convertibilidad (1998-2002),
en el que se produjo el derrumbe de la economía nacional y se llegó a
cifras dramáticas de desempleo y precariedad laboral, se observa que
el efecto de residir en villas o asentamientos informales sobre la inserción laboral se mantiene relativamente estable, con 1,62 veces más
de probabilidades de tener problemas de empleo, el nivel más bajo de
toda la serie. Nuevamente la condición etaria y la inserción en el sector informal son los factores con mayor influencia, aunque esta vez el
orden se invierte: los empleados en el sector microempresario tienen
casi 10 veces más de chance de tener problemas de empleo, mientras
que tener entre 15 y 18 años representa 7,56 veces. El ser mujer alcanza en esta etapa su mínimo en la serie, con 1,33 veces, probablemente
debido a que, en un contexto de crisis, los varones hayan aumentado
su probabilidad relativa de estar en situación de precariedad laboral
o desempleo.
239
TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
Tabla 1. Probabilidades estimadas a partir de un modelo de regresión logística binomial de
tener problemas de empleo. Población económicamente activa del GBA, 1974-2015
Fuente: elaboración propia en base a EPH -INDEC. Onda Octubre 1974, 1980, 1988, 1992, 1994, 1998 y
2001; cuarto trimestre 2003, 2007, 2010, 2012 y 2014.
Durante el primer ciclo económico del modelo de posconvertibilidad
(2003-2008), caracterizado por la mejora sustancial de los indicadores
económico-laborales, la probabilidad de tener problemas de empleo
para los residentes en villas y asentamientos es el doble (1,99) que
para aquellos que residen en el resto de la ciudad. Es decir que, en
un contexto más favorable, el efecto del vecindario se intensifica levemente en términos relativos en comparación con períodos previos con
excepción de 1974. La inserción en un empleo de baja productividad
continúa siendo el factor con mayor peso con un coeficiente cercano a
10, mientras que cobra fuerza el tener un nivel educativo de primario
240
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
incompleto (versus tener secundario completo o más), con un coeficiente de 2,28.
En el período 2009-2014 el efecto neto de residir en villas o asentamientos desciende nuevamente hasta representar 1,77 veces mayor
probabilidad de tener problemas de empleo. En este caso, el coeficiente asociado a la inserción en el sector de baja productividad desciende
a 7,91; no obstante, continúa siendo el factor principal.
Al analizar la serie de forma general, se observa que el hecho de
residir en una villa o asentamiento tiene un efecto neto en la probabilidad de tener problemas de empleo en todos los períodos analizados, abonando la teoría del “efecto vecindario” en la reproducción de
desigualdades. Al comparar los diferentes períodos se observa que la
razón de probabilidad de tener problemas de empleo para los habitantes de las villas y los asentamientos informales respecto de los que
residen en el resto de la ciudad no disminuyen en los momentos de
mayor dinamismo económico y de creación de empleo.
Resulta incluso sugerente que el “efecto vecindario” muestra el
mínimo de intensidad en el período 1998-2002, retomando una tendencia, si bien moderada, ascendente entre 2003 y 2008. En otras palabras, la brecha en el acceso al empleo entre los residentes en villas o
asentamientos y los que residen en el resto de la ciudad, no se reduce
en un contexto más favorable en términos de la evolución del mercado
de trabajo.
Es plausible interpretar que, en realidad, en los períodos de crisis
y retracción económica, aumenta la chance de tener problemas de
empleo para el conjunto de la población económicamente activa, debido a una disminución de la oferta de empleos estables y protegidos,
probablemente el proceso de precarización afecta más en términos
relativos a los estratos más estructurados, lo que tendría como consecuencia una disminución de la brecha existente entre los diferentes
tipos de localización residencial.
De este modo, una amplia proporción de trabajadores con plenos
empleos residentes en la “ciudad formal” habrían caído en empleos
precarios o en situación de desempleo durante las etapas de crisis,
mientras que los trabajadores que habitan la “ciudad informal” ya se
encontraban en esa situación. De hecho, se pudo observar en el gráfico 1 que los niveles máximos de problemas de empleo corresponden
a los años testigo 1998, 2001 y 2003, con cifras que oscilan entre el
47,7% y 57,7% de la población económicamente activa: un nivel de
precarización tan profundo que es difícil de evitar, independientemente del barrio en el que se habite.
Así mismo, una interpretación complementaria da cuenta de la
traba estructural que supone el lugar de residencia, en particular las
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TENDENCIAS SOBRE LA DESIGUALDAD
villas y los asentamientos informales, en el acceso a la estructura de
oportunidades del mercado de trabajo cuando la situación económica
es relativamente más ventajosa. En este sentido, se observa en los períodos donde la proporción de trabajadores en situación de desempleo
o con inserciones laborales precarias es relativamente menor, que la
brecha entre los residentes en espacios urbanos informales y aquellos
que habitan en el resto de la ciudad aumenta.
La desigualdad más acentuada corresponde al año 1974, momento en el que las situaciones de problemas de empleo alcanzaban
solamente al 24,9% de los trabajadores. La brecha se mantiene en niveles elevados en 1980-1988, aunque disminuye respecto del período anterior, una etapa donde la precariedad laboral y el desempleo
comienzan su recorrido ascendente. Durante el modelo de posconvertibilidad, caracterizado por una franca mejora de los indicadores
laborales respecto del período de crisis 1998-2002, la probabilidad de
tener problemas de empleo para los residentes en espacios urbanos
informales en comparación con los no residentes vuelve a aumentar,
lo que da indicios del efecto vecindario como un mecanismo notable
de reproducción de las desigualdades, en tanto los empleos estables
y protegidos generados en un contexto de crecimiento económico
fueron ocupados en una mayor proporción por los habitantes de la
“ciudad formal”. El razonamiento cobra fuerza cuando se observa la
diferencia entre las razones de probabilidad que corresponden a los
ciclos 2003-2008 y 2009-2014: el coeficiente desciende nuevamente en
el último período, caracterizado por un estancamiento de la actividad
económica y el empleo (Poy et al., 2015).
6. CONCLUSIONES
En este trabajo se buscó presentar avances de una investigación en
curso que tiene como objetivo analizar el efecto de la segregación residencial en la reproducción de las desigualdades socio-laborales.
Los resultados de los modelos de regresión aplicados son consistentes con la hipótesis de la existencia de un “efecto vecindario” que
restringe el acceso a la estructura de oportunidades del mercado de
trabajo de los residentes en villas y asentamientos del Gran Buenos
Aires a lo largo de todo el período analizado. En este sentido, los datos
indican que, independientemente de otras variables sociodemográficas y educativas, la residencia en espacios urbanos informales aumenta notablemente la probabilidad de insertarse en empleos precarios o
caer en situación de desempleo, en comparación con los trabajadores
que residen en espacios urbanos formales.
242
Juan Ignacio Bonfiglio y Agustina Marquez
Un segundo hallazgo se relaciona con el análisis longitudinal de
los datos, en tanto la evolución de la relación entre localización residencial e inserción en el mercado de trabajo muestra que la desigualdad en el acceso al mercado laboral entre los residentes en villas y
asentamientos y los no residentes disminuye en los períodos de crisis
económica y retracción del empleo. De modo complementario, durante los períodos en los que la situación económica es más ventajosa, cuando una mayor proporción de los trabajadores se encuentran
ocupados en empleos plenos, la probabilidad de tener problemas de
empleo aumenta relativamente para los residentes en villas y asentamientos, dando cuenta de la traba estructural que supone la segregación urbana para la integración social y la disminución de la
desigualdad.
Un aspecto que resulta particularmente relevante a la vista de futuras indagaciones, es que si bien en toda la serie se registra el efecto
neto del entorno urbano de residencia sobre las posibilidades de experimentar problemas de empleo, el efecto más alto se presenta en el
inicio de la serie, no particularmente en un momento caracterizado
por grados altos de segmentación del mercado de trabajo en términos relativos. La profundización del análisis siguiendo esta vía nos
llevaría a preguntarnos en qué medidas las transformaciones a nivel
sociodemográfico y su comportamiento en el mercado de trabajo de la
población residente en villas y asentamientos impactaron en el acceso
al empleo y en la brecha con relación a su acceso con los residentes en
el resto de la ciudad.
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Los estudios abarcan aspectos económicos y socio-ocupacionales, al igual que otros asociados al bienestar de
los hogares y de sus individuos, y al mercado de trabajo.
A través de este amplio recorrido temático se persigue
dar cuenta de la persistencia en el tiempo de una desigualdad estructural que los distintos modelos políticoseconómicos no han logrado superar.
COLECCIÓN IIGG-CLACSO
Se recopilan en esta obra los aportes de las distintas
líneas de investigación que reúne el Programa Cambio
Estructural y Desigualdad Social (IIGG-UBA), en el marco
del Proyecto UBACYT “Heterogeneidad estructural, desigualdad distributiva y nuevas marginalidades sociales.
Reproducción histórica de un modelo socio-económico
cada vez más concentrado y excedentario en fuerza de
trabajo (1974-2014)”. Los mismos analizan desde una
perspectiva estructural aspectos fundamentales para
pensar la desigualdad en Argentina durante la postconvertivilidad, comparando en algunos casos las tendencias registradas en esta etapa con aquellas propias de la
década de los noventa y con las de otros países.