www.gonzalezrequena.com
Vida en sombras
77
Y sin embargo, en su radical excentricidad, Vida en
sombras —cuyo título es ya una admirable metáfora del
contexto histórico en el que nace y, a la vez, de la reflexión
Vida en sombras
sobre el cine que propone— constituye un lugar ejemplar
para analizar la hipótesis del cine de postguerra como un
cine sobre el que planea la sombra de lo recusado. ¿Qué
sucede cuando lo recusado —la guerra civil, la lucha
cuerpo a cuerpo entre los hermanos— pugna, más allá de
su exclusión, por hacerse presente en el discurso?
Jesús González Requena
Trataremos, pues, de responder a esta pregunta, en la
conciencia de que el anáhsis que a ello conduzca habrá de
sesgar nuestro propio discurso y, por ello, de hacerlo
yida en sombras (Lorenzo Llobet Gracia, 1948) es, por
muchos motivos, un fí.lm insólito que se desgaja, de
incapaz de rendir cuentas suficientemente de im film que,
en nuestra opinión, constituye una de las rnás hermosas y
dramáticas obras maestras que el cine ha conocido a lo
largo de toda su historia.
manera radical, del contexto en el que fiie realizado. No fiie
otro seguramente el motivo del aplastante fracaso que
hubo de padecer en su estreno, cinco años después de su
realización, el cual sólo ha comenzado a ser reparado en su
redescubrimiento reciente por la Filmoteca Española (que
Y una última advertencia. Sería fácil —^y será necesario
hacerlo, en otro momento— ligar lo que sigue a la tormen
tosa biografía del cineasta: combatiente en el lado repubh-
mucho debe al arduo trabajo de reconstrucción del ñlm
fantaseaba culpable... Pero no es nuestra intención some
realizado por Ferran Alberich) y en su reciente emisión por
televisión en las «Noches del cine español».
Insólito, en primer lugar, porque, incluso cuando ya el
régimen había renunciado a su vano proyecto de hacer un
cine de la Cruzada,osa hablar de la guerra civil. En segundo
lugar —y es esto, desde luego, mucho más sorprendente—
porque opta, de manera implícita pero no por ello menos
contimdente, por tomar la palabra desde el lado de los
vencidos. Y en tercer lugar —quizás sea ésta la diferencia
menos llamativa para el espectador no avisado, pero, con
todo, la mas sorprendente para el historiador cinematográficoy— porque lo hace proponiendo, cuando todavía el cine
clásico de Hollywood se halla en su esplendor, una apasio
nante reflexión sobre el cine como lugar donde el deseo del
cineasta —^pero también el del espectador— afronta un
viaje dramático a través de su imaginario.
cano, activo crítico cinematográfico, internado en un
hospital psiquiátrico tras la muerte de su hijo, de la que se
ter ahora a un (psico)análisis al cineasta; pretenderemos,
en cambio, desde el lado del análisis textual, leer \m texto
fílmico y rendir cuentas de su economía discursiva. Si
apelamos para ello a ciertas nociones psicoanalíticas, lo
haremos, en todo caso, desde este punto de vista.
Las huellas de la castración
En las antípodas de la discxirsividad paranoide que
articulase Raza, Vida en sombras constituye sin embargo
un discurso igualmente regido por vma economía psicótica,
aun cuando, esta vez, su registro discursivo se sitúe en el
umbral mismo de la esquizofrenia. Como allí, es lo recusa
do lo que se adivina, a modo de bien patente vacío, en el
centro mismo del film, y son sus efectos sobre el resto del
Jesús González Requena
78
texto los que lo dotan de su apasionante, y angustioso,
palpitar.
Ese vacío nuclear está constituido, nuevamente, por la
guerra, objeto de ima elipsis que se enclava en el centro
mismo del film. Pero una primera diferencia debe ser aquí
anotada; las dos secuencias anteriores a esta elipsis, por un
notable desplazamiento, inscriben en el texto las más
perforadoras huellas de lo recusado.
En primer lugar algo que, aparentemente, denunciaría
nuestra hipótesis interpretativa: un enfirentamiento arma
do, en el primer día de la guerra civil, entre falangistas y
obreros en una calle de Barcelona.
Y sin embargo aquí la guerra se nos presenta como
guerra de otros. Individuos sin nombre, simples figurantes
que carecerán de otra resonancia en el film, combaten en
un escenario marcadamente teatral —la calle ha sido
abolida por decorados bien patentes— mientras el persona
je, siempre exterior al conflicto, lo registra con su cámara
cinematográfica.
Es imposible, pues, no anotar los términos de esta opo
sición por la que la guerra, como contenido mismo de lo
recusado, es proyectada en forma de una guerra de los
Vida en sombras
79
muerte propia; y el cadáver de la esposa se conecta así en
una cadena de significantes que reconoce en la castración
su efecto de sentido:
1. La guerra recusada (proyectada en guerra de los
otros)
2.
La cámEua cinematográfica como no-fusil.
3.
La muerte de la esposa.
La muerte del hijo que ella lleva en sus entrañas.
Los dos últimos eslabones —pero también, en cierto
4.
sentido, el primero— de esta cadena dan sentido^ a la
brillante puesta en escena de esta secuencia. La camara
nos muestra primero al personaje en el umbral de la
puerta, dirigiendo su mirada a un off en el que se encuentra
el cadáver, para abandonarle enseguida con una panorámi
ca a izquierda que, combinada con un travelling de aproxi
mación, se detendrá en una figurilla de la Virgen de
Montserrat (en su monasterio tuvo lugar la boda de los
protagonistas) que, sólo un instante después, quedara
descabezada. Luego un travelling de retroceso, combinado
con un acelerado ascenso en grúa, le descubrirá en picado,
a los pies de la cómoda en la que se encuentra la estatuilla,
junto al cadáver de la mujer.
Un gesto enunciativo éste que tiene por objeto estable
otros:
fiisil versus cámara cinematográfica
Oposición decisiva en el texto pues señala, a modo nega
tivo, aquello que será excluido por la elipsis: vemos una
guerra de los otros en la que el protagonista sustenta un
no-fusil —^una cámara—; luego, en cambio, durante la
guerra que no veremos, el personaje hará por sustentar un
l^il —^aunque, de hecho, ninguna imagen confirmará la
realización de este deseo.
Más adelante, tras una breve secuencia en las oficinas
de la productora en la que el personaje intenta inútilmente
hablar por teléfono con su esposa —^mientras su rostro
acusa el percutir de una ametralladora disparada en off—,
vuelve a su casa para encontrar allí su cadáver.
La guerra de los otros se descubre, entonces, como
cer una ftierte asociación entre la virgen descabezada y la
esposa muerta. He aquí, pues, la metáfora, pero una de tal
densidad que constituye uno de los puntos fiiertes de
entrecruzamiento de los sentidos del texto.
Ana(pues así se llama la esposa de Carlos Duran)se nos
presenta aparentemente como el termino metaforizado por
un término metafórico constituido por la Virgen. Los ele
mentos semánticos comunes, sobre los que se levanta la
metáfora, pueden ser anotados así:
Ana=mujer embarazada=Virgen
cadáver=muerte=cuerpo descabezado
Pero los sentidos movilizados por la metáfora no se
limitan a estos rasgos sémicos comunes. Bien por el
contrario, sólo podremos acceder a su riqueza si considera-
Jesús González Requena
80
mos los efectos metafóricos de otros rasgos sémicos que se
encuentran en oposición. Así, dado que
Ana=Virgen
Vida en sombras
81
cadáver=muerte=(culpa)=cuerpo descabezado=
castración—guerra de los otros=no-fusil=
no hijo=ausencia del varón como padre
Emergen así, finalmente, las huellas de lo recusado:
entonces:
la guerra civil=castración=ausencia del padre
Pero esta oposición que acabamos de aislar en el interior
de la metáfora
esposa (embarazada) vs. Virgen (y madre)
hace presente otra oposición equivalente que afecta a la
figura paterna. Dado que:
esposa embarazada=presencia del varón como padre
y que
Virgen y madre=ausencia del varón como padre
entonces
presencia del varón vs. ausencia del varón como padre
Y esto es a lo que llegamos: el término metaforiza-
do (Ana) no sólo se alimenta de ios sentidos que comparte
con el término metafórico, sino también, a través de
éstos, de aquellos con los que se halla en posición antinó
mica:
Ana, mujer embarazada pero virgen
El absimdo aparente de este enimciado cesará en el
instante mismo en que, descartando las teorías al uso sobre
la metáfora, comprendamos que existe un tercer término,
exterior al enunciado metafórico (que sólo habla de Ana y
de la Virgen): el protagonista, Carlos Duran.
Todas las piezas del rompecabezas encuentran entonces
su lugar, pues este tercer término nos permite enganchar la
metáfora con la cadena, ya anotada, de los significantes de
la castración:
El círculo, el espejo
Y tal es la fuerza de ese vacío que se delimita en el
centro del film que el relato, aun cuando biográfico, lejos
de conocer cualquier progresión, se cierra sobre sí mismo
en una devoradora estructura circular.
No es sólo que el film acabe retornando a su comienzo
—el de unos ambiguos orígenes cifrados en la fotografía de
boda de los padres—, que se nos advierta finalmente que el
film que el protagonista va a comenzar en la última
secuencia será, literalmente, el mismo que creíamos ver
terminar —en un giro clausurante que nos introduce
definitivamente en la angustia—; más allá de todo esto, la
agobiante circularidad del film se traduce en su división en
dos mitades —cuyo pivote está determinado por el vacío
que lo organiza— estructuradas en espejo.
Así, la secuencia en que los niños asisten al cine de
barrio tendrá su contrapartida en el retomo a ese mismo
cine de Carlos Durán, acabada ya la guerra, pero sin que
esta vez se atreva a penetrar en su interior. Verá allí, en
las fotos publicitarias de la entrada, imágenes del film de
amor ante el que, en la primera parte, besara por vez
primera a Ana.
Mas este cine, en el que tuvo lugar tal beso, será el
mismo al que accederá mucho más tarde para contemplar
Rebeca —después de todo, otro film de amor imposible—.
Todo, pues, se desdobla: las primeras fotografías infantiles
encontrarán su eco, en un mismo paisaje, incluso con ima
angulación muy semejante, cuando realice el cortometraje
que preparará con Luis y Clara. En ambas partes del film,
Jesús González Requena
82
llegará una carta del productor ofreciéndole trabajo. La
foto de su novia que clava feliz en la pared se desplegará
más tarde en la necrofílica visión de una película familiar
en la que también Ana mirará hacia la cámara. La escena
de la playa, en la que ella confiesa su embarazo, encontrará
su siniestra reencarnación en la secuencia de Rebeca en
que Jean Fontaine, también en una playa, decidirá acercar
se a la casa abandonada —esa casa asociada a la muerte de
Rebeca y a otro embarazo que también hubo de zanjarse
con la muerte.
Prolongar esta relación obligaría a un minucioso análi
sis estructural del relato que habría de ofrecernos conside
rables sorpresas. Mas no contamos ahora con espacio
suficiente para ello. Creemos, en todo caso, haber aportado
datos suficientes sobre esta estructura especular que niega
al relato todo progreso para constituirlo en un discurso
circular cuyo epicentro marca el lugar ausente de lo
Vida en sombras
83
habitación de pensión de Carlos Durán, habitada por
resistentes fantasmas, ocupará el lugar de la apacible casa
familiar; la mórbida playa de Rebeca —también plenamen
te fantasmática— sustituirá a la alegre playa de la Costa
Brava en la que el protagonista conoció una efímera
felicidad. El final mismo del film se verá precedido de la
reapaidción de un calendaiúo con la fecha 19 de julio, que
nos remitirá al día de la muerte de Ana y que conducirá al
personaje a su tumba para así mai-car definitivamente la
presencia de lo siniestro en el comienzo mismo del nuevo
(?) film. En esta secuencia, la penúltima del film, tiene
lugar, por otra parte, una desaparición de Carlos Durán que
nos remite, en espejo, a su aparición —a su nacimiento—
en la segunda secuencia del film. Aparición, pues, tras la
foto de bodas de los padres; desaparición, luego,justo antes
de retornar a esa misma foto de boda en la que el círculo se
cierra para siempre.
recusado.
A partir de lo cual deberemos constatar las dos únicas
diferencias que se manifiestan entre las dos partes del film.
Por un lado, la harto reveladora ausencia, en la segunda
mitad, de esas marcas históricas que puntuaban constante
La ausencia del padre
Nada de esto podía, en todo caso, sorprendernos, pues
las huellas de lo siniestro se hallaban también, aunque
mente la primera mitad del relato. Uno de los efectos
fuertes de lo recusado es la imposibilidad de toda discursivización del presente histórico. No puede pues sorprende
ros que, en esta segunda parte, el protagonista abandone
totalmente el documental para dedicarse a la realización de
menos patentemente, presentes en la primera parte del
film. Recordemos, si no, el contenido de muchos de los
reportajes filmados por el protagonista: accidentes de esquí
o de coches de carreras, inundaciones, incendios..., incluso
films de ficción.
la primera película infantil, aun cuando interpretada por
Nada, por otra parte, tan consecuente con la configura
ción circular del relato. La historia es abolida como
historia, pero también, a la vez, como biografía, con lo que
el devenir colectivo se atraviesa íntimamente con el indivi
dual: más allá, pues, del agujero negro, la biografía de
Carlos Durán se convierte en una vertiginosa regresión
hacia un origen siempre dudoso.
Una regresión que, es necesario decirlo —y esta es la
otra gran diferencia que opone las dos partes del relato—,
será una regresión escorada hacia lo siniestro: la oscura
un niño, nos lo muestra desesperado, vertiendo su vaso de
vino en una borrachera.
Más significativo es el hecho de que todas estas huellas
de lo siniestro esparcidas en el film estén vinculadas al
cine —incluso la tragedia de Romeo y Julieta, presente en
la versión cinematográfica de Cukor— y, más concreta
mente, con la cámara de Carlos Durán. Es decir, con esa
cámara que, como ya sabemos, encabeza la cadena de los
significantes de la castración.
¿Qué decir, pues, de esta cámara que, a modo de objeto
84
Jesús González Requena
fetiche, el personaje guarda cuidadosamente en la cómoda
sobre la que reposa la estatuilla de la Virgen y, más
adelante, en la segunda parte del film, en otra cómoda
semejante sobre la que se bailará situado el retrato de la
esposa muerta —con lo que, a posteriori, se insiste en la
vinculación metafórica entre ésta y la estatuilla descabeza
da—? Fundamentalmente esto: que se trata de la herencia
del padre.
Vida en sombras
85
interesa más anotar su forma circular, que produce una
ilusión de movimiento que se repite indefinidamente. La
circularidad, la del film, la de la biografía, be aquí el
sentido del primer regalo paterno.
Así pues, algo hay de engañoso en este disparo del
padre. Lo que no sería en sí decisivo si no fiiera porque en
lo que sigue, ni más ni menos que en el nacimiento del hijo,
este padre no parece desempeñar ningún papel. De hecho,
Vemos pues cómo, de nuevo, se reúnen todos los signifi
cantes que ya vimos organizarse en tomo a la metáfora de
la Virgen descabezada y de la esposa muerta. Y el padre,
toda la puesta en escena, en la que lo mágico y lo diabólico
del cinematógrafo dominan la escenografía, parece decir
cuya función anotamos entonces como ausente, reaparece
encuentro de su madre con ese haz de luz de la cámara
proyectura —o con ese inolvidable tren de los hermanos
aquí como otra cosa que padre: lejos de ser aquel que
otorga el falo, se nos presenta como el que otorga su
negación, ese no-fusil en el que quedará atrapado el
personaje a lo largo de toda su vida.
Esta ausencia de la función paterna (de la que ya fuera
indicio aquella amenaza de castigo que la madre profiriera
al niño por sus peleas callejeras y que sin embargo el padre
nunca llegó a ejecutar) nos retrotrae a las dos primeras
secuencias del film: a esa foto enigmática de la boda de los
padres —^y que por eso nos fiie mostrada invertida en la
cámara del fotógrafo— que también habrá de cerrar el film;
pero, sobre todo, a esa admirable secuencia en la que el
nacimiento del cinematógrafo se entrelaza con el naci
miento del mismo protagonista.
que el alumbramiento de Carlos Durán es producto del
Lumiére: es él, al menos, el que arranca el primer suspiro
del parto en im muy hermoso gran primer plano de la
mujer.
Lo mágico y a la vez diabóHco de este nacimiento —que
es, en todos los sentidos de la palabra,im alumbramiento—
será incluso subrayado por ese mago de feria que saca un
bebé de su sombrero de copa.
Ausencia, pues, de la flmción paterna que, a la vez que
multiplica la cadena de significantes de la castración,
certifica un déficit esencial de simbolización que hará
imposible al protagonista escapar de las redes de lo imagi
nario —^pues tal es lo que alimenta su pasión culpable por
el cine— y que le conducirá al final del film al retomo a la
Poco antes, en la caseta de tiro al blanco, el padre
ensaya su puntería. «Mi marido nunca da en el blanco»,
tumba de la esposa y a esa imagen de los padres ya para
exclama, como de paso, su esposa. Sin embargo, por esta
vez, acierta y obtiene como premio un zoótropo. Curioso
Esto es, pues, lo que se juega en todo el film: la im
premio éste que sólo ambiguamente sanciona su puntería.
Entenderemos mejor su sentido si recordamos que este
juguete precinematográfico de comienzos de siglo no es
más que ima versión popular del fenaquistiscopio. Phenakistikos y escopio, es decir engaño escópico, ficción de la
mirada a la que quedará prendido para siempre el persona
je. No es necesario recordar ahora las múltiples ocasiones
en que este juguete aparecerá a lo largo del film. Nos
siempre indescifrable.
posibilidad de romper ese círculo trazado sobre lo recu
sado, la imposibilidad de escapar al espejo, al dominio de lo
imaginario, la impotencia, en suma,de acceder plenamente
al orden simbólico. Quizás de eso nos bable ese gran rollo
de papel, procedente quizás de una imprenta cercana, pero
papel en blanco —como ese documental que meda el
personaje y que sin duda nunca será montado—, papel no
escrito que Carlos Durán empuja y hace deslizar calle
abajo tras filmar los cadáveres de la refriega callejera.
Jesús González Requena
86
Ausencia, en suma, de un discurso que pudiera introducir
un cierto orden en los atolladeros de lo imaginario.
El reinado de lo imaginario
El reinado de lo imaginario; tal es el marco letal en el
que se inscribe la pasión de Carlos IXirán por el cine. Es
hora ya de acceder a esa secuencia que constituye una de
Además de leetor,
usted es un posible
suseriptor de
.fevisfa áe
las más brillantes puestas en escena de tal reinado que
conoce la historia del cine.
En su cuarto, a oscuras, sólo iluminado intermitente
mente por la luz que proviene de un off en el que se
encuentra el cine donde se exhibe Rebeca —ese mismo cine,
recordémoslo, en el que besara a Ana por primera vez—,
Carlos Durán solo y, frente a él, en un medido plano que
todo lo contiene, la cómoda —en cuyo cajón cerrado
sabemos se encuentra la cámara—, el retrato de la esposa
muerta, el zooscopio y, sobre ambos, un espejo que nada
refleja.
Ha llegado hace pocos instantes, huido de la visión de
Tidilada muy significativamente Revista de Occidente por su timdador.
esta publicación procura presentar a sus lectores la esencia del entorno
cultural europeo y americano má.s reciente, con un pcKO de claridad, otro
poco de orden y suficiente jerarquía en la información. Revista de ensayo
de alto nivel científico, aborda habitualmente un mosaico temático que
permite el diálogo interdisciplinar y la inclusión ocasional de literatura
creativa, de manera que el resultado no es un repertorio meramente
literario ni ceñudamente científico. El valor testimonial de su variado y
representativo contenido le confiere un marcado carácter de publicación
coleccionable y su formato es especialmente adecuado para encontrar
fácilmente un lugar en cualquier biblioteca.
La Revista, multifacética y pluralista, está editada por la Fundación
José Ortega y Gasset y responde al carácter de esta institución, siempre
ese otro espejo llamado Rebeca en el que se ha visto
íntimamente reflejado. Su cabello acusa idénticas canas a
respetuosa de la libedad de creación y de pensamiento, impulsora de las
nuevas ideas y sensible a todas las manifestaciones del arte y del
pensamiento en el mundo actual.
las de Laurence Olivier; con él se ha fundido en un
VENTAJAS DE SUSCRIBIRSE A REVISTA DE OCCIDENTE
devorador plano/contraplano que oponía su rostro fascina
do a la visión de su fantasma encarnado en el film Y no hay
duda de que es el fantasma lo que retoma: «Anoche soñé
que volvía a Manderley». El fantasma de Rebeca, que no
es otro que el de la esposa muerta, el del hijo inexistente, el
de la paternidad ausente y el del falo imposible. Todo está
ahí aunque en este juego de espejos que enfrenta Vida en
sombras con Rebeca se haya invertido el punto de vista: no
ya el de Joan Fontaine —o el de Clara, ambas sucedáneas
de la esposa muerta—, sino, esta vez, el de Carlos Durán
—o, tanto da, el de Laurence Olivier.
La Joan Fontaine de Rebeca o la Clara de Vida en
sombras encarnan a la mujer niña, a la compañera de
juegos —o a la Ana de la infancia—, no a la mujer amada.
El Servicio de Suscripciones le garantiza el puntual envío de la Revista a
un costo sensiblemente inferior al precio de venta al piiblico. Exactamente
un 20% más barato, con la seguridad de no perderse un sólo número y la
comodidad de que se lo lleven a su domicilio.
Además si nos envía su suscripción antes de noviembre de 1985,
le remitiremos como obsequio algo que apreciará especialmente:
la edición facsimilar del PRIMER NUMERO DE
roaeiniiie
(Editado en Julio de 192.Í)
Un volumen de valor excepcional donde cabe la sorpresa de reencontrarse
con la lectura gozosa de artículos, cuentos y notas firmados por Pío
Baroja, José Ortega y Gasset. Jorge Simmel, Adolfo Schulten, Femando
Vela. Corpus Barga, Antonio Espina, A. Marichalar y Alfonso Reyes.
SUSCRIBASE A REVISTA DE OCCIDENTE. LE INTERESA
3 BOLETIN DE SUSCRIPCION"
BOLETIN DE SUSCRIPCION C
Vida en sombras
89
Pues ésta, (iesignada por el fantasma de Rebeca o por la
esposa muerta, sólo es posible aquí como mujer inaccesible
BOLETIN DE SUSCRIPCION
Cumplimente y remita este impreso al Servicio de Suscripciones de Revista
de Occidente, Fortuny, n." 53, 28010 Madrid.
Tomen nota de mi alta como suscríptor de Revista de Occidente hasta nueva
y castradora.
g
orden.
separa a Vida en sombras de Rebeca. En el fi lm de Hitch-
i
cock la adopción del punto de vista de Joan Fontaine, a la
El importe de la suscripción anual (renovable automáticamente por anualida
des), se lo abonaré de la forma que le sSñalo tachando la casilla correspondiente:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
vez que permite ima dosificación de la información narrati
□ Mediante domiciliación bancaria del recibo de suscripción con cargo a mi
va sobre la que descansa la estructura del thriller, hace
c/c. que le señalo más abajo.
i
UJ
s
No es pues gratuito el cambio de punto de vista que
Sírvanse iniciar sus envíos a partir del número
□
posible la distancia suficiente que separa al espectador del
Transferencia bancaria a la c/c. N.® 60-1662-60 de la Caja de Ahorros y
Mon/e de Piedad de Madrid - Sucursal 1.184 ■ Fernández de la Hoz, 52 -
acoso a que el fantasma somete a Laurence Olivier. En
Vida en sombras, en cambio, es a la experiencia de este
28010 Madrid.
□
□
Por talón bancario que se acompaña.
Por giro postal.
acoso a lo que se invita a acceder al espectador: a acceder,
en suma, al delirio como emergencia, en lo real, de lo
imaginario.
CUPON DE SUSCRIPCION
(Cumplimentar y remitir al Departamento de Sucripciones de
Revista de Occidente, Forttmy, 53. 28010-Madrid)
Así, es la visión de Rebeca (que Carlos Durán ha
detenido allí donde realmente acaba, eliminando el detritus
LA REVISTA DEBERA ENVIARSE A:
Nombre
reconfortante de las explicaciones engañosas) lo que ha
Edad .. .
Profesión
Domicilio
Población
llamado, pues, a lo recusado.
Teléfono
La inmersión en lo imaginario es entonces presentada a
IMPRESO DOMICILIAaON EN ENTIDADES BANCARIAS O DE
través de ese breve flash-back, procedente de Rebeca, en el
que Fontaine y Olivier contemplan la película familiar que
AHORRO DOMICILIADAS EN ESPAÑA
Sr. Director de
rodaran durante su viaje de bodas. Pero un mínimo añadido
se halla presente: sobre las imágenes del film de Hitchcock
aparece, intermitentemente, por sobreimpresión, la pala
Sucursal de
Ruego atienda hasta nuevo aviso los recibos que anualmente les pasará
Revista de Occidente en concepto de suscripción contra mi c/c.
Número c/c
Titular ■
bra «Rebeca» —se trata del letrero luminoso del cine del
Domicilio
Población
Teléfono
Atentamente.
que ha huido Durán—: el significante de la esposa muerta
se graba así sobre los cuerpos, en apariencia joviales, de los
Firma
esposos.
Lo imaginario ha sido desencadenado: Durán enciende
es
REVISTA DE OCCIDENTE • TARIFAS DE SUSCRIPCION ANUAL
España
Europa, Argelia,
Marruecos y Túnez
América y Africa
Asia y Oceanía
AEREO
r
CORREO
AEREO
ORUIN.
CERTIF.
4.000
4.200
4.300
5.400
5.700
6.200
6.500
o
w
CA
CERTIF
4.500
(S 34)
(S 36)
(S 39)
($41)
5.400
6.800
6.200
7.600
($ 34)
(S 43)
(S 39)
(S 48)
5.400
7.700
6.200
8.500
(S 34)
(S48)
(S 39)
($ 53)
Precios de venta al público de los números sueltos:
Números sencillos: 400 Ptas. Números dobles: 600 Ptas. para España.
• BOLETIN DE SUSCRIPCION C
O
CARREO
ORDIN.
3 BOLETIN DE SUSCRIPCION
n
su proyector y su sombra se recorta sobre la pantalla
blanca. Necesariamente, el marco de la pantalla utilizada
por el personaje no constituye un reencuadre en el interior
de la pantalla de Vida en sombras: ambos encuadres se
fimden, se borran mutuamente para mejor patentizar la
inmersión en lo imaginario.
Se accede, pues, a la alucinación, al retorno de lo
recusado en lo real. Así es el plano: en primer término a la
izquierda, en escorzo, el rostro del personaje. En el centro
90
Jesús González Requena
Vida en sombras
91
del cuadro, invadiendo las dos pantallas, la imagen, en un
Y es que en el inconsciente, en ese su nivel más
profundo en el que habitan las formas de lo imaginario, es
imposible retirar la mirada. Así lo acredita ese gesto del
sujeto en escorzo, de cuyo punto de vista, recordémoslo,
participamos: aparta su mirada de la panti\lla —quedando
lugar invadido, por el ya mencionado escorzo del personas
que mira. Y en la izquierda, al fondo, tras el gran rostro de
así su rostro en perfil— y sin embargo sigue - seguimos—
viendo a la mujer fantasma que pregunta: «¿Qué quieres
inmenso gran primer plano, del propio Carlos Duran,
manipulando ima cámara cinematográfica —aquella con la
que rodó esas mismas imágenes
que, encontrándose
lógicamente en contracampo, resulta ahora sustituida, su
Durán, la esposa muerta. El sujeto, su imagen especular y,
tras ella, el fantasma. Nin^n otro elemento es necesario,
pues carecería de lugar: el tiempo mismo ha sido abolido en
esta absoluta emergencia de lo inconsciente. (Por ello,
quizás, la desaparición, sin justificación alguna de orden
diegético, de la luz intermitente proveniente de la ventana
que te diga?».
No es inapropiado terminar aquí: se ha consolidado ya
la metáfora delirante —quien lo dude deberá recordar esa
secuencia posterior en la que Carlos Dui-án verá sonreír a
la foto de la esposa muerta— en la que el sujeto encontrará
su definitivo, aun cuando precario, equilibrio.
que, contra todo lo previsible, inscribiera su centelleo
sólo unos instantes antes sobre el flash-back procedente de
Rebeca.) Si ahora la cámara y el proyector han sido
excluidos de cuadro es porque ya nada representan, dado
que se nos descubren como meros sustitutos de la mirada
del sujeto, sometida al registro de lo imaginario.
Tal es la pregnancia de este universo imaginario, al que
accedemos por la configuración semisubjetiva del plano,
que nos somete al punto de vista del personaje, tal es su
potencia delirante, que cuando por un momento la imagen
de Ana sale de cuadro («Oye, oye, abandóname pero no
te salgas de cuadro», exclama la imagen de Carlos Duran
en un enunciado paradójico que traduce admirablemente la
sintaxis del inconsciente), el sujeto que mira en escorzo
gira su cabeza a la izquierda, siguiendo con su mirada a la
mujer más allá de los límites de la pantalla. Como sabemos,
ningún espectador se comporta así, ninguno mira fuera de
cuadro cuando un personaje sale de él. Así sucede porque el
espectador sabe y acata la ley del encuadre —del corte, de
la segmentación— como la primera operación en lo simbó
lico que hace posible el discurso fílmico. Pero aquí, en este
momento, no rigen las leyes de lo simbólico. Por eso esa
mirada de Carlos Durán que persigue al fantasma fuera de
la pantalla proclama que en lo imaginario no existe el
espacio off.
J. G. R.