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Instrumental relacionado con el fuego y el banquete
Mª Rosario Lucas Pellicer †
Mª Concepción Blasco Bosqued
Salvador Rovira Llorens
Joaquín Barrio Martin
Carmen Gutiérrez Sáez
Ana I. Pardo Naranjo
Departamento de Prehistoria y Arqueología. UAM
Resumen:
El artículo da a conocer un pequeño lote de fragmentos de espetones de bronce procedentes de dos tumbas de
la necrópolis de La Cerrada de los Santos (Aragoncillo) y de otro enterramiento del cementerio de Chera (Prados
Redondos), todos ellos en la provincia de Guadalajara y pertenecientes al Celtibérico Antiguo. Estos hallazgos amplían el mapa de su reparto en la Península. El estudio se completa con un morillo de hierro, muy probablemente procedente de la necrópolis de El Atance, también en la provincia de Guadalajara. El trabajo da pie al estudio metalográfico de los ejemplares y a la reflexión sobre su significado en relación con los ritos de fuego y los banquetes.
Palabras clave: Celtibérico, metalurgia, banquetes rituales.
Summary
The article shows a small amount of bronze “espetones”, fragments procedent from two graves of “La Cerrada
de los Santos (Aragoncillo)” necropolis, and, on the other hand, from “Chora (Prado Redondos)” cementery. All the
inhumations come from Guadalajara province and they belong culturally to the province and they belongs culturally to
the Old Celtiberic. Recent discoveries increase the distribution of the Old Celtiberic culture. The study is completed
by an iron “morillo”, probably precedent from “El Atance” cementery, also located in Guadalajara province, This paper
gives new data not only related with metalographic studies of different instruments, but also for reflexion about their
meaning in relation with the fire and banquet rituals.
Key words: Celtiberic, metalurgy, ritual banquet
El trabajo que presentamos estaba ya en fase
de elaboración el 26 de abril de 2004 cuando se
produjo el fatal accidente que costó la vida de
Charo, su conclusión no ha sido fácil en nuestro
estado de ánimo y con la convicción de que ella
hubiera conseguido darle un remate mucho más
brillante por ser un tema al que le había prestado especial atención, incluso como curso monográfico de doctorado. Pero pensamos que el
mejor homenaje que podemos hacerle es el de
publicarlo haciendo justicia a su participación al
destacarla como primera firmante y reconociendo expresamente la dedicación y entusiasmo que
puso en el proceso de elaboración.
El estudio de los materiales que aquí presentamos forma parte de un trabajo más amplio
sobre un lote de materiales metálicos procedentes de distintos yacimientos de Guadalajara, en el
que estábamos trabajando los firmantes desde
hace un tiempo, pero dado el volumen y la
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amplitud tipológica de los objetos estudiados, hemos decidido fraccionarlo en
trabajos diferentes, atendiendo a la funcionalidad
de
las
piezas.
Concretamente en el presente artículo
se recogen una serie de fragmentos de
bronce pertenecientes a espetones
cuyo uso primario fue el de asadores, es
decir, grandes varillas de metal relacionadas con funciones culinarias y un
morillo de hierro, también vinculado al
asado de las viandas y a los ritos de
fuego.
En el caso de los espetones, su presencia en ambientes meseteños no es
novedad, si bien la mayoría de los
conocidos hasta ahora son de hierro.
Además, la particularidad de los ejemplos que aquí se registran está, por una
Figura 1: Fragmentos de espetones o asadores recuperaparte, en la tipología documentada,
dos en dos de las tumbas de la necrópolis de Cerrada de
ampliando el área “clásica” de la distrilos Santos (Aragoncillo). Los cuatro primeros (1 a 4),
bución morfológica y por otra en la
recuperados en un mismo ajuar, podrían pertenecer a
cronología que puede atribuirse al espauna misma pieza, rota intencionadamente ( figura 1.6)
cio funerario que las contextualiza, testimoniando inveteradas tradiciones premiten identificar con la misma función el único
cursoras de los rituales más conocidos en la etapa
fragmento (extremo distal) localizado en Chera
prerromana dentro de la Meseta.
(Prados Redondos).
Como complemento al corto repertorio de
elementos de banquete, se incluye también un
1 A 5: C ERRADA DE LOS SANTOS
raro morillo de hierro de posible carácter voti(A
RAGONCILLO
)
vo, afianzando y remarcando el papel simbólico
y social del fuego y la comida en determinadas
Circunstancias del hallazgo: Aunque el yacitumbas, como se comentará más adelante. La
miento ha sido objeto de excavaciones, descosingularidad de esta pieza nos llamó la atención
nocemos el contexto exacto de los asadores. J.
en nuestra visita a Atienza y por amabilidad y
Arenas, identifica la necrópolis de La Cerrada
cortesía del Párroco D. Agustín Jiménez conocomo el cementerio del poblado de El Palomar,
cemos las circunstancias de ingreso en el Museo
distante unos 500 metros. Todo parece indicar
Diocesano.
que estos espetones formaron parte de una
tumba de la fase más antigua (La Cerrada I)
Todas las piezas que aquí se estudian forman
fechada a lo largo del s. VI a. C., dentro del
parte de la colección del Museo diocesano de
Período Celtibérico Antiguo, momento en que
Atienza sin que haya sido posible obtener una
los ajuares son más freccuentes y en especial los
mínima información sobre el punto exacto de su
objetos metálicos (Arenas, 1999: 50-62 y 179localización y de su contexto, sin embargo, todo
181). Choca que aunque “en todas las sepulturas
parece indicar que, al menos los asadores, forde esta fase se ha documentado a presencia de
maron parte de ajuares funerarios procedentes
elementos de hierro” (Arenas, 1999: 51), materia
de tumbas pertenecientes a personajes de releen la que, como se ha apuntado, están elaboravancia social.
dos la mayoría de los asadores meseteños, éstos
sean de bronce.
A) ASADORES
Las características individualizadas de cada
Los seis fragmentos inventariados proceden
uno de estos fragmentos son las siguientes:
de dos yacimientos diferentes en términos municipales próximos a Molina de Aragón: La
1.- FIGURAS 1.1 Y 2.1
Cerrada (Aragoncillo) y Prados Redondos. Cinco
de ellos, pertenecientes a un mínimo de dos asaDescripción: Talón o parte del puño de un
dores, provienen de La Cerrada de los Santos, en
asador con cabeza ultrasemicircular que resueltérmino de Aragoncillo. Sus características perve el tránsito a la varilla mediante escotaduras
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Figura 2: Fragmentos de espetones o
asadores recuperados en dos de las tumbas de la necrópolis de Cerrada de los
Santos (Aragoncillo). Figura 2.6, hipótesis de reconstrucción de un asador a
partir de los cuatro fragmentos recuperados en una misma tumba.
Figura 3: Macrofotografía de las huellas de forja
detectadas en el fragmento número 1, correspodiente a
la empuñadura del asador.
cóncavas. El vástago, de sección cuadrada tiende
a ensancharse y engrosarse hacia el extremo fracturado. Está ligeramente curvado.
Medidas de lo conservado: 72 mm de long
total. Cabeza: 18 x 20 mm de ejes máx. Ancho
de la varilla: 10 mm; Espesor: entre 3 y 5 mm.
Peso: 26,78 gr.
Conservación y huellas : Superficie de
topografía irregular con afloramiento de malaquitas sobre tenorita. Se aprecian burbujas sobre
la cara superior y en la base rota.
A lo largo del borde de la cabeza se detectan
huellas de forja sobre un filo desgastado y estrías perpendiculares (figura 3). En el extremo derecho de la cara superior hay evidencias de grietas
y roturas, mientras en la cara opuesta aparecen
grupos de estrías oblicuas muy finas y superficiales que pueden ser de la limpieza.
Composición del metal:
El metal es cobre con muchas impurezas de hierro
y azufre.
Estudio metalográfico: Muestra tomada en
la zona de rotura. La microestructura corresponde a un metal recocido, con los característicos
Figura 4:. Metalografía del fragmento de asador 1. 4.1.
Microestructura de granos poligonales maclados, fruto del
recocido de un bronce previamente forjado en frío. La
fundición es poco sana, con abundantes burbujas gaseosas (en negro). La escasa deformación de las burbujas,
que conservan su sección circular, indica que el tratamiento mecánico no fue muy intenso. 4. 2: Detalle de la
microestructura de granos maclados. Se aprecian abundantes impurezas grises o negras de sulfuro moteando el
metal. 4.3. Imagen de detalle a gran aumento en la que
se aprecia la distribución eutéctica de la calcosina en un
grano de bronce, junto a un poro de la fundición.
granos de sección poligonal. La presencia de
maclas (cristales de caras paralelas) indica que el
metal había sido martilleado previamente al tratamiento térmico (Figura 4, 1). La colada presenta abundantes vacuolas gaseosas que conservan
su esfericidad, lo cual es indicio de que la acción
de martilleo no debió ser muy intensa, pues no
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las ha deformado significativamente. La figura 4,
2, tomada a más aumentos, muestra con más
detalle la microestructura, haciéndose evidente
un moteado gris (o negro) que corresponde al
abundante sulfuro de cobre (calcosina) medido
en el análisis compositivo. Se aprecian también
algunos microrrechupes (en negro) ocupando las
confluencias de bordes de algunos granos.
Finalmente, la figura 4, 3 permite apreciar la distribución del sulfuro de cobre (nodulillos grises),
que en la parte central de la imagen toman forma
del eutéctico Cu-Cu2S correspondiente a una
composición de azufre del 0,77%, muy próxima
al valor medido en el análisis.
La cadena operatoria puesta de manifiesto
indica que la preforma obtenida por moldeo fue
trabajada suavemente a martillo y recocida. Se
podría plantear la duda de si la recristalización
tan homogénea obtenida fue consecuencia del
trabajo del artesano que elaboró la pieza o del
efecto del calor debido a su uso continuado
como alfinete para asar carne. La respuesta no es
sencilla pero probablemente ambas acciones se
sumaron, sin que sepamos con exactitud el montante de cada sumando, habida cuenta de que
cerca de un buen fuego de brasas el calor radiante de las mismas puede alcanzar temperaturas del
orden de 400ºC, suficiente para activar procesos
de recristalización. No obstante, la protección
aislante de la carne podía hacer que la temperatura de la varilla metálica no superara en mucho
los 200º C, temperatura a la cual la recristalización del cobre es muy lenta, prácticamente
inapreciable durante el tiempo de vida útil de la
pieza.
2.- FIGURAS 1.2 Y 2.2:
Descripción: Fragmento de varilla de sección cuadrada ensanchada hacia el centro, parte
correspondiente a las aletas aparentemente rectangulares (fracturadas en los bordes) y de esquinas cóncavas (la deformación por fractura inten-
Figura 5: Macrofotografía de las huellas del intento de
aserrado del fragmento de asador 2.
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cionada también se aprecia en los extremos)
Medidas de lo conservado: Long. máxima: 93 mm. Sección de la varilla: 9 mm;
Aletas: 28 x 20 mm. Peso: 31,71 gr.
Conservación y huellas: Superficie de
tenorita alterada por abundantes picaduras en
cráter de malaquitas y cloruros. En algunas
áreas se detecta el núcleo metálico dorado original. Hay burbujas a lo largo de la superficie,
más grandes y groseras –incluso a simple vistaen la cara inferior justo en la unión entre las aletas y la varilla.
A lo largo de la superficie, aparecen varios
grupos de estrías muy finas y superficiales atribuibles a la limpieza con fibra de vidrio.
Igualmente hay una serie de surcos toscos y
rugosos que pueden ser el intento de fracturación mediante serrado o ranurado: por ejemplo,
en la unión entre el cuerpo central y la parte
superior (Figura 5) o en el mismo extremo superior, donde, además, el fraccionamiento ha
dejado surcos escalonados
Composición del metal:
El metal es cobre con notables impurezas de
hierro y azufre.
Estudio metalográfico: Muestra tomada en
la zona de rotura. La microestructura que muestran las figuras 6, 1 y figura 6, 2 son muy parecidas a las del fragmento anterior, con pequeñas
diferencias como, por ejemplo, que el tamaño
medio de grano es mayor, del orden del doble
(compárense las figuras 4, 2 y 6, 1, tomadas con
la misma magnificación). En este metal los segregados de calcosina tienden a alojarse preferentemente en los bordes de grano (Figura 6, 2) y,
aunque se ha visto alguna formación de eutécti-
Figura 6: Metalografía del fragmento de asador 2.
6.1: Detalle de la microestructura de granos maclados.
Se aprecian abundantes impurezas grises o negras de sulfuro moteando el metal. 6.2: Detalle a gran aumento de
la microestructura mostrando la distribución preferente
de la calcosina en los bordes de grano.
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co, son pocas porque el contenido de azufre es
menor.
La cadena operatoria es la misma descrita en
la pieza nº 1 y en ambos casos las aletas se realizaron laminando a martillo la varilla de metal
original, tratamiento que se evidencia por la paulatina disminución del grosor en las aletas de
ambas piezas.
3. LÁM. FIGURAS 1.3 Y 2.3 :
Descripción: Extremo distal (punta) de varilla de asador. Sección rectangular y anchura
decreciente.
Medidas máx. de lo conservado: Long.: 90
mm. Anch.: 6 mm.. Espesor: 3 mm.
Peso: 11, 5 gr
Conservación y huellas: La pieza en general está poco limpia y la superficie aparece con
picaduras en cráter de malaquita, cuprita y cloruros sobre base de tenorita: son apreciables burbujas deformadas posiblemente por martillado.
En el centro del anverso hay también restos de
núcleo metálico dorado. Toda la superficie y
especialmente los bordes laterales aparecen recorridos por numerosos surcos perpendiculares al
eje, como si hubiera estado fuertemente atada, si
bien, teniendo en cuenta la función, es posible
que sea la huella de los alimentos ensartados (¿
carne?), hecho en el que abunda la ausencia de
estas huellas justamente en la punta de ápice
muy redondeado.
Figura 7: Metalografía del fragmento de asador 3.
Detalle de la microestructura de granos maclados. Se
aprecian abundantes impurezas grises o negras de sulfuro
moteando el metal.
anterior, justamente por el extremo más deformado.
Medidas de lo conservado: Long. máx.:
70 mm. Anch. media: 6 mm. Espesor: 3 mm.
Peso: 14,81 mm.
Conservación y huellas: Presencia de tenorita
sobre toda la superficie con picaduras en cráter
de cuprita y malaquita, existen restos de núcleo
metálico dorado prácticamente en toda la superficie. La zona central de la cara superior presenta en toda su topografía fuertes irregularidades,
como si se hubiera rehundido por martillado.
Composición del metal:
Composición del metal:
El metal es cobre con elevadas impurezas de hierro y
azufre y algunas inclusiones con plomo y bismuto.
Estudio metalográfico: Muestra tomada en
la zona de rotura. La microestructura es similar a
la de las dos piezas anteriores, correspondiendo
a un metal recocido después de haber sido forjado en frío. Las impurezas de calcosina forman un
moteado en toda la imagen (figura 7, 1).
La cadena operatoria es la misma descrita en
los fragmentos nº 1 y 2.
4. FIGURAS 1.4 Y 2.4 :
Descripción: Fragmento de varilla de perfil
ligeramente sinuoso que une con el extremo
El metal es cobre con muchas impurezas de hierro y
azufre. El azufre se encuentra formando nódulos de
calcosina y pirita o calcopirita.
Estudio metalográfico: Muestra tomada en
la zona de rotura. La metalografía es como en las
piezas anteriores (compárense las figuras 7,1 y
7b, 1). La figura 7b, 2, tomada a gran aumento,
muestra con detalle la geometría de los cristales
de cobre así como la distribución aleatoria de las
inclusiones nodulares de calcosina.
La cadena operatoria es como en los fragmentos de espetón ya vistos.
5. FIGURAS 1.5
Y
2.5 :
Descripción: Fragmento correspondiente al
extremo distal (punta) de un asador de sección rectangular de anchura decreciente. Perfil arqueado.
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Medidas: Long. máx.: 85 mm. Anch. máx..:
5 mm. Espesor: 2,6 mm. Peso: 13, 19 gr.
Conservación y huellas: Superficie rugosa
de tenorita con afloramientos de malaquita y cloruros, además hay también cuprita sobre el
reverso. Se observan estrías paralelas en el anverso atribuibles a la limpieza con fibra de vidrio. Se
detectan también fisuras y surcos rugosos en el
anverso hacia la zona meso proximal, pero con
diferente dirección; hacia el extremo superior
estos surcos son paralelos al eje de la pieza mientras en la zona central son perpendiculares y
pudieron haberse producido por un esfuerzo de
tensión. El extremo proximal está toscamente
desviado hacia la izquierda y el ápice aparece
redondeado.
Composición de metal:
El metal es un bronce binario pobre en estaño, con
impurezas de hierro, azufre, selenio, plomo y bismuto.
El selenio es un elemento muy poco frecuente en las
aleaciones prehistóricas. Es de la misma familia que
el azufre (elementos anfígenos) y, de hecho, aquí se
encuentra asociado con el azufre formando sulfoarseniuro de cobre y hierro, como demuestra el análisis 4.
Estudio metalográfico: Muestra tomada en
la zona de rotura. La metalografía, excesivamente rayada por un defecto de pulido, muestra con
claridad granos de sección poligonal, maclados,
así como abundantes motas negras que constituyen las impurezas acompañantes (Figura 8.1).
Indica que el metal fue forjado en frío y luego
recocido, resultando un tamaño medio de grano
grande, mayor que en los casos anteriores (compárense las escalas de las imágenes).
La cadena operatoria, sin embargo, es la
misma ya descrita para estas piezas.
Figura 8: Metalografía del fragmento de asador 4. 8. 1
Imagen idéntica a la de la figura anterior. 8. 2. Detalle
de la morfología de los cristales obtenidos tras el tratamiento térmico del metal forjado previamente en frío.
Las impurezas de sulfuro se distribuyen aleatoriamente.
nada de Molina (Cerdeño et alii, 1981).
Cronológicamente se sitúa desde inicios del celtibérico Antiguo (cerámicas a mano pintadas y
grafitadas, inicio de las cerámicas a torno, fíbulas
de pie alto, broches de escotaduras...) sin alcanzar la fase de Celtibérico Tardío (Arenas, 1999:
92-93)
Descripción: Fragmento de extremo distal
de una varilla de sección rectangular.
Medidas de lo conservado: Long. 105 mm.
Ancho máx. 9 mm. Espesor 3 mm.
Peso: 21, 79 gr.
Composición del metal:
El metal es un bronce binario muy pobre en estaño.
6. CHERA (PRADOS REDONDOS)
Circunstancias del hallazgo: Casual, en el
área de la necrópolis de Chera, también denomi-
Aspectos tecnológicos de los asadores
La información analítica disponible sobre asadores de tipo andaluz, al que se asocian los fragmentos aquí estudiados, es abundante. A la veintena de alfinetes analizados dentro del Proyecto
de Arqueometalurgia de diversas procedencias
hay que sumar otros tantos sevillanos estudiados por Blanca Gómez Tubío1. El conjunto pro-
1 Agradecemos a la Dra. Blanca Gómez Tubío, de la
Universidad de Sevilla, su gentileza al enviarnos los
resultados de los análisis de los asadores del Museo
Arqueológico de Sevilla, realizados en el Acelerador de
Partículas del Campus Tecnológico de La Cartuja, todavía inéditos.
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viene de contextos del Bronce Final y del
Hierro antiguo, sin que, en principio, se puedan
establecer claras diferencias por cuestión de
cronología.
Las aleaciones predominantes son los bronces binarios típicos con entre 10% y 16% de
estaño. Los bronces ternarios con plomo escasean y, en todo caso, los contenidos
de plomo se
2
mueven entre el 1% y el 2% , excepto un ejemplar de Cancho Roano con 3,6% Pb (Montero et
al., 2003: 196, tab. I). Los bronces pobres no
son pocos pero con tasas de estaño en torno al
2-3% sólo conocemos cuatro ejemplares, uno
inédito de Peñaflor (Sevilla), del Bronce Final, y
los tres restantes del Hierro inicial: uno de
Cancho Roano (Montero et al., 2003: 196, tab.
I), otro de El Risco (Sierra de Fuentes, Cáceres)
(Gómez Ramos et al., 1998: 111, tab. 4) y el tercero, inédito, de Morro de Mezquitilla
(Algarrobo, Málaga).
Los asadores de cobre son todavía más escasos, según los datos que manejamos, y se reduciría a uno de la primera fase del Hierro de
Tejada la Vieja (Escacena del Campo, Huelva)
(Rovira et al., 1987).
Dentro de las aleaciones más o menos exóticas hay que mencionar un soberbio ejemplar
completo de asador hallado en los niveles más
modernos con cerámica a torno de El Peñón de
la Reina (Alboloduy, Almería), su composición
básica es 93,7% Cu, 3,2% Pb y 0,88% Sn (Rovira
y Sanz, 1983: 203). Los cobres plomados no son
frecuentes y parecen concentrarse en los
ambientes orientalizantes.
A tenor de lo visto, estos materiales de
Guadalajara proporcionan una información
complementaria que amplía sustancialmente el
panorama analítico de los asadores peninsulares.
Pero donde la aportación es más valiosa, si
cabe, es en el terreno de las técnicas de elaboración de estas sencillas piezas a través de la
metalografía. No sabemos de publicaciones en
las que se haya abordado esta perspectiva de la
tecnología metalúrgica. Las metalografías de los
asadores ahora estudiados, todas conducentes a
una misma cadena operatoria, nos permiten
2 Probablemente estamos siendo demasiado estrictos al considerar bronces plomados los que contienen 1% o más de
plomo. Esos porcentajes difícilmente se pueden atribuir a
una adición intencionada del fundidor, siendo más lógico
pensar que son debidos a mecanismos de reciclado de
metal o a impurezas propias del cobre. Una tasa en torno
al 2% Pb para considerarlos bronces plomados sería quizás
más razonable. Si admitiéramos este supuesto disminuiría
notablemente el número de bronces plomados que esta-
63
afirmar que estos objetos culinarios se fabricaban por moldeo de una preforma, que posteriormente era terminada mediante forja a martillo alternada con tratamientos térmicos de
recristalización, dejando las piezas en estado al
final de recocido.
Sin embargo, la metalografía inédita de un
espetón del Castro de Sacaojos (Santiago de la
Valduerna, León)3, hecho con una aleación ternaria muy plomada (43,2% Cu, 8,70% Sn y
47,5% Pb) y de tipología distinta a los aquí presentados, tiene el metal forjado en frío de nuevo
tras el último recocido. Cabe concluir, pues,
que ambos procedimientos pudieron estar en
uso al mismo tiempo.
COMENTARIO A LOS ASADORES
Forma, Materia, Técnica. Con independencia de que el número de fragmentos procedentes de La Cerrada de Los Santos
(Aragoncillo) documenten 2 o más piezas (dos
puntas y distinta composición del metal), los
fragmentos núm. 1 y 2 demuestran que todos
estos fragmentos pertenecen a asadores, ratificando las propuestas de otros investigadores
sobre hallazgos comparables en necrópolis de la
Celtiberia Oriental, dentro de esta misma provincia de Guadalajara: A. Lorrio (1997:231)
menciona, aparte de asadores de hierro, uno de
“bronce” procedente de Aguilar de Anguita y
otro de Carabias (remite respectivamente a
Aguilera , 1911, Lám. LXIX y Requejo,
1978:61). La fortuna de haber hallado las partes
altas (mangos) de uno de los espetones permite
afirmar que estamos ante el modelo denominado “tipo andaluz” (Almagro Gorbea, 1974) morfológicamente caracterizado por un agarre de
cabeza ultrasemicircular plana, tercio superior
ensanchado y aletas, sean rectangulares con
esquinas más o menos redondeadas, u ovales,
con vástago que se estrecha progresivamente en
el tercio inferior hasta formar la punta.
Normalmente son lisos aunque algún raro ejemplar, a la altura de las aletas, lleva decoración
grabada.
La distribución preferente, pero no exclusi-
mos considerando Algo similar podríamos decir en relación con el bronce binario, ya que porcentajes de hasta
algo más del 2% Sn no añaden ninguna mejora al cobre y,
en cambio, encarecen el coste innecesariamente, y esto es
algo que los fundidores del Bronce Final ya debían haber
experimentado.
3 Pieza proporcionada para su estudio por el Dr. Jesús Celis
Sánchez.
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va, de estos objetos es Andalucia4 y se fechan en
pleno dominio en la etapa orientalizante, siglos
VIII/VII y VI a. C, siempre con posterioridad al
Bronce Final, datación que, en principio, no es
contradictoria con las propuestas cronológicas de
la necrópolis de Cerrada de Los Santos, cuya
vida se extiende a lo largo del s. VI a.C., y extrapolable, por coetanidad, al fragmento de Chera.
Se trata, en cualquier caso, de objetos prácticos, pero de contextos muy específicos, obtenidos, como ya se ha apuntado, moldeando por
golpeo (batido) a partir de una barra de metal,
preforma, de longitud variable, que oscila, según
Fernández Gómez (1992-93, II: 472) entre ca.600
mm y algo más de 850, con pesos entre 126,62 y
355 gr, cuestión que en nuestro caso es imposible
de ratificar, si bien la unión de fragmentos con la
misma composición metálica (núm. 1 a 4) lleva
a una longitud mayor de 320 mm y un peso
superior a 90 gramos. Conviene tener en cuenta
que, aunque se da por hecho que son de bronce,
los análisis, como se ha visto, demuestran que el
dominio de cobre es absoluto en el ejemplar
más completo de Cerrada de Los Santos y bronces de muy bajo contenido en estaño en los otros
dos (Cerrada de Los Santos y Chera), aproximándonos, por tanto, a los resultados de la analítica de los espetones publicados por Maluquer
y procedentes de Cancho Roano (1986:259 y
266) con un contenido Sn de 0,30 % (Inv. PIP 29)
e inferior a 1% en el ejemplar PIP 30; también el
ejemplar de Tejada La Vieja, publicado por uno
de nosotros (S.R.), mencionado en el apartado
anterior, pertenece al escaso número de espetones de cobre, aspecto material bien diferente al
gancho de carne de Cantabrana (Burgos) con
tasa de estaño entre 21 y 25 % (Delibes et
alii,1999:105), posiblemente relacionado con las
tradiciones y cronología que diferencian origen y
uso de uno y otro tipo de utensilios vinculados a
la cocina de la carne.
4 Kristiansen (1998: fig. 73) incluye en el pertinente mapa
de distribución europea, ganchos de carne y distintos
modelos de asadores del Bronce Final, incluyendo el tipo
que nos ocupa (nº 4, denominado ibérico sudoriental) y
su dispersión en Andalucía y Cerro del Berrueco en
Salamanca. La fuente de este mapa es indudablemente
Coffyn (1985: Carte 28) quien, bajo la denominación tipo
Guadalquivir, señala la distribución de hallazgos en el
entorno de Sevilla (Carambolo, Alcalá del Río, El
Coronil...) y otro grupo hacia la Alta Andalucía ( Cástulo
y Collado de Los Jardines), además del salmantino, de
acuerdo a las propuestas de Almagro Gorbea (1974).
5 Aunque el modo de unión puede ser diverso, esta es una
explicación para los contados ejemplares españoles que
presentan un orificio en la cabeza redondeada con el fin
de pasar una varilla y facilitar su transpote o la colocación
del manojo colgado de la pared en un artilugio apropiado.
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La fragmentación de estos objetos puede obedecer a una rotura intencionada o, mejor aún, a
su rotura como consecuencia de doblar la pieza
para introducirla o adaptarla a la deposición
funeraria, si es que estuvieron alojados en el interior de una tumba de dimensiones inferiores a la
longitud total de la pieza.
FUNCIÓN Y CONTEXTOS
Los asadores más antiguos de la Península
Ibérica aparecen entre el material metálico del
Bronce Final y corresponden al tipo Alvaiazáre,
modelo articulado de distribución atlántica que
llegó también a Cerdeña y Chipre (Karageorghis
y Lo Schiavo,1989), estaba destinado a facilitar el
asado de la carne (a modo de las actuales brochetas), con un uso diferente al de los gancho
(cocción en calderos). El nombre griego de los
asadores, óbelos/oi dió nombre a la moneda griega en referencia a la función de patrón o elemento premonetal que ejercieron estos instrumentos sea por unidades o reunidos en haces
(Dechelette,1927, 3: 285-292)5, y, al igual que los
verua romanos, se relaciona con la cocina ritualizada de ofrendas animales y en las comidas que
consagran los actos sociales. Se utilizan atravesando la carne, a modo de estoques (la longitud
puede superar el metro) y son parte indisoluble
del menaje de banquetes aristocráticos o rituales
de sacrificio, aspectos que, con énfasis diferentes,
son recogidos por los distintos investigadores que
han tratado sobre estos elementos en contextos
peninsulares (entre otros y con bibliografía anterior, Delibes et alii; 1992/93; Judice Gamito;
1986; Fernández Gómez;1992/93)6.
De los ejemplares más antiguos y de los distintos tipos se ocupó monográficamente Almagro
Gorbea en 1974 y sobre el tema ha insistido
Fernández Gómez (1982 y 1992/93), añadiendo
al repertorio inicial más de 60 ejemplares,
6 Valga como muestra el siguiente párrafo de la Iliada:
”Tras hacer la súplica (a Zeus) y espolvorear los granos de
cebada majada/ echaron atrás las cabezas de las víctimas,
y las degollaron/ y desollaron; despiezaron los muslos y
los cubrieron con grasa/ formando una doble capa y
encima pusieron trozos de carne cruda./Los fueron quemando con astillas sin hojas, pincharon/ las entrañas en
espetones y las dejaron al fuego de Hefesto/. Después de
consumirse los muslos al fuego y catar las vísceras/ trincharon el resto y lo ensartaron en brochetas/ lo asaron
cuidadosamente y retiraron todo el fuego./ Terminada la
faena y dispuesto el banquete/ participaron del festín, y
nadie careció de equitativa porción (Canto II, versos
421-431. Traducción E. Crespo, Ed. Gredos, 1991. La
cursiva es nuestra).
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Instrumental relacionado con el fuego y el banquete
muchos de ellos prácticamente idénticos al tipo
de La Cerrada de Los Santos. Valgan como analogías de los aquí estudiados, los sevillanos inventariados por Fernández Gómez (1982) con los
núm. 4, procedente de Utrera (longitud conservada, 520 mm), 7, de Peñaflor (completo, de 660
mm) y 23, incompleto sin otra referencia que la
provincia.
No tenemos indicios, ni en éstos que presentamos, ni en los alentejanos, de que tuvieran un
mango de madera o alguna otra protección a
modo de cachas que cubriera la cabeza, facilitando así el manejo y el aislamiento del calor. Por su
parte el aditamento de las aletas actuaría de tope
y división con la aguja propiamente dicha, permitiendo que los pedazos de carne no se deslizaran y que el espetón se apoyara con mayor seguridad sobre morillos, piedras u otros soportes,
según procediera.
Cuatro son los contextos que, entrecruzando
los escasos datos de la Península Ibérica con los
testimonios de otras áreas (yacimientos, iconografía y textos), se asocian a los asadores de bronce:
a) Areas de hábitat/palacios. Contextos no
funerarios donde el banquete ritual es uno
más de los exponentes ligados a comidas
comunitarias aristocráticas o relacionadas
con la actividad religiosa de estos lugares. Tal
sería el caso de algunos de los hallazgos del
“palacio santuario” de Cancho Roano
(Zalamea de la Serena, Badajoz) y, por extensión y rareza, el de la cabaña del Berrueco. A
este respecto los testimonios gráficos y literarios insisten en ceremonias eminentemente
masculinas7.
b) Santuarios. Banquetes rituales o de ofrendas
en honor de los dioses, en lugares exclusivamente religiosos. Caso de los hallazgos del
Carambolo Bajo y Collado de los Jardines8.
c) Tumbas. La presencia en contextos funerarios, si no están bien controlados, nos pone
ante la disyuntiva de comidas celebradas
como parte de ceremonias fúnebres o del
ajuar específico del muerto para celebrar el
acto del convivium con los dioses infernales.
Al respecto, los asadores de la necrópolis de
7 En casos puntuales habría que considerar también el
valor profano y crematístico, meramente premonetal,
como podría ser el hallazgo del “manojo” de pequeños
obeloi localizados en Tejada la Vieja (Huelva) pues no se
puede descartar que el metal circulara o se transportara
mediante estos objetos.
8 El dato nos parece de gran valor cronológico si se llega a
demostrar que el modelo no traspasa el siglo V, pues los
dibujos de Almagro Gorbea (1974:375-376) no dejan
65
Cástulo (Blanco,1983) son uno de estos ejemplos en tumbas de cremación en donde la
varilla se fragmenta o dobla violentamente
con el propósito de inutilizar el objeto o
adaptarlo al locus funerario.
La documentación y bibliografía europea,
especialmente en Italia y regiones alpinas
abundan en tempranos ejemplos de cabeza
semicircular con o sin perforación para unirlos en haces, a partir de los siglos VIII/VII
a.C. En este sentido cabe citar a d’Agostino
(1977 y 1985) a propósito de los “manojos”
procedentes de las tumbas indígenas del Sur
de Italia, en donde asadores y morillos y toda
la parafernalia del menaje de cocina son considerados como auténticos realia de los contextos fúnebres (Bianco, 1996).
En efecto, el mayor porcentaje de estas piezas lo hallamos en la Península Italiana, en
ricas tumbas etruscas que imitan y adaptan el
estilo griego, y en las de la aristocracia indígena, tanto del Norte (culturas vilanoviana y
atestina, con documentos narrativos tan elocuentes, como la célebre sítula de La Certosa
en donde el portador de los asadores cierra el
cortejo de los preparativos del banquete)
como en el Sur de Italia (Lucas, 1991:351353 y 359-360), donde la distinción social y
el sistema simbólico-ideológico sigue expresándose por el banquete y el consumo de
carne que tanto se acerca a los relatos homéricos.9, constumbre que penetra hasta el interior de Europa en donde, probablemente,
por influjos etruscos, el modelo de asador en
hierro con cabeza en espátula y aletas rectangulares, alcanzará su cénit, a partir del
Hallstatt C, en un buen número de ricas
tumbas prerromanas unidos a material de
cocina y fuego
d) Depósitos. Durante el Bronce Final, los asadores, aunque raros, aparecen en estos contextos, aparentemente con valor de chatarra
más que religioso, pero la documentación
orientalizante es muy parca en datos. Pero
también han de considerarse depósitos con
un valor de área ritual de banquetes funera-
lugar a duda sobre la existencia de este modelo concreto
entre los exvotos ibéricos de la cueva.
.
9 La pequeña cista broncínea procedente de la necrópolis “Colombella” de Palestrina representa, todavía hacia
la mitad del siglo III a.C., una escena de cocina en la que
se distingue el “servidor” de asadores y también la preparación de la carne hervida en un caldero sobre un trípode (Barbieri, 1987).
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rios , los hallazgos de este tipo de piezas asociadas a áreas de cenizas, materiales singulares y restos de comida. Así se explicaría la
larga serie de los asadores ingresados en el
Museo de Sevilla por compra o donación,
pues su elevado número hace pensar, aparte
de expolios funerarios, en la posibilidad de
algún depósito ritual sobre todo para el lote
de la treintena de piezas, muy semejantes y
dobladas sistemáticamente por el medio,
cuyo hallazgo aboga por una deposición
ritual, de geografía y naturaleza desconocida, y la malhadada “fortuna del detector de
metales” (Fernández Gómez, 1992/93).
En resumen, aunque los asadores del Bronce
Final ocupan un lugar destacado en la bibliografía como jalones de conexión entre las rutas
mediterráneas y atlántica y de la práctica de una
moda extendida entre las élites europeas, esta
reiterada frecuencia de piezas españolas prueba
que su valor como elemento propio del banquete no decayó entrado el primer milenio a.C. y
que la dispersión del tipo andaluz es más amplia
de lo que se supuso en principio (hallazgos portugueses del Algarve, numerosos de Cancho
Roano, éstos del entorno de Molina de Aragón y
probablemente otra pieza procedente del yacimiento de El Macalón en Albacete). Además,
continúan a lo largo del tiempo, aunque el
modelo, presumiblemente a partir del siglo V,
sea más simple y carezca de aletas (cabeza engrosada en pequeña bola, acéfalos y sin tope e incluso de mango torsionado, con o sin anillas, de
clara confusión con lo que pudieron ser llaves).Tales son algunos ejemplos de distintos sectores del Cancho Roano10, de la necrópolis cacereña de Pajares en Villanueva de la Vera (Barrio
y Asensio,1999:170, núm.15), de algunos del propio santuario jienense de Collado de los Jardines
o de los localizados en poblados ibéricos de la
región valenciana en contextos de habitación,
presumiblemente con actividades rituales en
torno al hogar, y calificados ambiguamente
como atizadores o asadores, caso de la pieza de
710 mm entera pero doblada, registrada en el
Dep. 111 del Tossal de San Miguel de Liria
(Bonet, 1995: 483, nº 2797, fig.126), el de mango
torso del Puntal del Llops en Olocau (Bonet et
alii., 1981:72 y fig. 32) o el de la Bastida de Les
Alcusses de Mogente (Fletcher et alii, 1965, dep.
42, nº 21).
Estos ejemplos tardíos tienen como base de
10 El buen registro de Cancho Roano puede permitir afi
nar la cronología sobre el agotamiento del “tipo andaluz”
y la puesta en escena de nuevos modelos de cobre o
bronce, manteniendo la tradición de la materia o el pres-
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metal el cobre, pero lo normal, en buena parte
de Europa, es que esta materia se sustituya por
hierro; de ello tenemos constancia en algunos
ejemplos de la necrópolis celtibérica de la
Mercadera (sepultura 14) (Lorrio, 1997:280),
Monteagudo de las Vicarías y La Osera (Avila)
(Kurtz, 1982 y 1987) en tumbas asociadas al
material relacionado con el fuego, como son
parrillas atizadores etc. y más raramente con
morillos, problemática que se aborda en el epígrafe siguiente al comentar la pieza inventariada
con el número 7.
B) MORILLO
DE
H IERRO
7. ATANCE
Fondos del Museo Parroquial de Atienza.
Circunstancias del hallazgo: La única información sobre esta pieza es que fue obtenida por
compra y procedía, con seguridad, de El Atance,
localidad situada en la cabecera del Henares y
bien conocida en la bibliografía sobre las necrópolis celtibéricas de Guadalajara por la presencia
Figura 10: Morillo de hierro (pieza número 7)
de espadas de La Téne y que Lorrio (1997: 156158 y 390) sitúa en la subfase II B (siglo IV a III
a, C.) si bien remonta el área de poblado (Id:
261) a momentos protoceltibéricos por la presencia de cerámica excisa.
Descripción: Aspecto zoomorfo con cuatro
patas y dos cabezas opuestas (Fig. 11). Se compone de una barra en U de desarrollo horizontal
y sección cuadrada cuyos extremos simulan un
cuello curvo rematado en sendas cabezas o prótomos orientados hacia el exterior, muy esquemáticos y carentes de orejas u otros apéndices.
La cabeza de la derecha tiene los ojos marcados,
a uno y otro lado por orificios y la nariz y el
morro por una doble concavidad en hilera, que
no llega a perforación. La cabeza opuesta tiende
a una silueta más rectilínea de morro horizontal
rematado en una especie de bucle o espiral comtigio de seguir utilizando una materia de mayor valor que
el hierro.
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Instrumental relacionado con el fuego y el banquete
Figura 11. Detalles de las cabezas animales que rematan el morillo
plementada, a uno y otro lado, por una incisión
vertical y diminutos hoyitos o puntos a uno y
otro lado en número de tres.
Las patas están formadas por sendas barras
ahorquilladas en ángulo obtuso y extremos adelgazados. Están unidas al centro del “lomo” del
morillo, de barra más ancha, por un remache que
no traspasa al exterior.
Medidas: Sección de la barra rematada en
prótomos: 20 por 20 mm. Desarrollo del cuerpo
horizontal: 550 mm. Altura del cuello: 110 mm.
Cabeza con perforaciones: 45 mm x 20 mm de
ancho. Cabeza opuesta: 55 mm x 20 mm.
Sección de la barra de las patas: 30 mm de ancho
x 10 mm de espesor. La correspondiente a la
cabeza con ojos perforados mide 145 mm en
horizontal. Distancia/separación de extremos:
180 mm. La opuesta: 150 mm. en horizontal y
entre extremos: 190 mm..
Identificación zoomorfa: El morillo representa la fusión de dos animales intencionadamente diferenciados en la morfología de las
cabezas. Una de ellas, la de ojos perforados
sugiere la esquematización de un équido; la
opuesta se aproxima más a la representación de
una fiera (félido? lobo?) a juzgar por el bucle
(lengua), la amplitud de la boca/fauces y los
puntos indicando los bigotes. Aunque la identificación no sea muy precisa lo que está claro es
que no son animales astados
Estado de conservación. La pieza se conservaba aparentemente entera, pero cubierta de
herrumbre y muy friable, razón por la que en
estos momentos y con las debidas autorizaciones
se ha procedido a su consolidación y refuerzo en
el Laboratorio del Departamento de Prehistoria
y Arqueología de la UAM (Vid infr.).
Comentario sobre el morillo de hierro:
Estas piezas, continuadoras y sustitutas de los
morillos cerámicos de hábitats más antiguos,
suelen aparecer en pareja, formando juego, al
arrimo del hogar y sobre brasas facilitando que
11 Sobre otras tumbas de esta necrópolis con instrumentos
relacionados con el fuego y asociados a parrillas: Cabré
67
se apoyen, aislados del fuego, los asadores que
atravesaban las piezas de carne u otras viandas.
R. Peroni (1994:83) considera un auténtico “set”
morillos y asadores de bronce o de hierro que, en
parejas o haces aparecen como parte del servicio
para el banquete, junto a la vajilla de bronce,
depositados en las tumbas, a partir de la fase
reciente de la primera Edad del Hierro (siglos
VIII/VII a.C.).
Extrañamente en la Península Ibérica, y pese
a los constatados hallazgos de los morillos cerámicos en los poblados del Hierro I y de la diversidad y continuidad de los asadores, los morillos
de hierro son extremadamente raros. Problemas
de alteración y la dificultad de estructurar los
corroídos hierros pueden justificar esta ausencia,
pero es más que posible que, su presencia real, a
diferencia de otros conjuntos europeos a los que
ya se ha aludido fuera muy contada.
De hecho, sólo se han clasificado como morillos de hierro el procedente del poblado de Puig
de Castellar (Maluquer, 1963: fig.7) y otros dos
localizados en sendas tumbas de la necrópolis de
la Osera en Chanmartín de la Sierra (Avila). El
más conocido formaba parte del impresionante
ajuar de la Sepultura 514 del sector VI de la
Osera, túmulo respetado por la construcción de
la muralla y en el que se une a un ajuar con
armas (puñal de tipo Miraveche) y atalajes equinos todo el instrumental necesario para el asado
y ebullición de la carne (trípode, caldero que sirvió de urna cineraria, llares para colgarlo, dos
asadores y una tenaza) (Cabré et alii, 1950: 155156 y lám. LXXX)11 y un morillo con cabezas
opuestas y simétricas, lisas y muy esquemáticas,
de morros ligeramente vueltos. acentuando, a
simple vista y tal como proponen Cabré et alii,
1950 la apariencia de caballo.
El otro procede de la sepultura II del túmulo C
de la Zona I (Baquedano y Escorza, 1995 y 1996).
Tumba esta última denominada del sacerdote en
los diarios inéditos de Cabré, correspondientes a
la campaña de 1932 y en donde el morillo, aparentemente sin la compañía de asadores ni de
armas, formaba parte de un ajuar compuesto por
un lote de objetos que incluye “algunas cerámicas,
trébedes de hierro, placa de cinturón con incrustaciones tal vez de oro (la pieza de abajo está muy
destrozada) tenazas y atizador de fuego, badila de
largo mango, tijeras, martillo, afiladera, dos cuchillos curvos (alusivos claramente al sacrificio normativo de los animales), junto a la pieza más notable, una copa de bronce repujada aunque rota.”
Id: 198-199 y Kurtz 1982 y 1987: 226-231 respecto a la
necrópolis de Cogotas
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(Baquedano y Escorza, 1996:192 y fig.8). La lomera de este morillo es bastante ancha, y muy cortos
los cuellos zoomorfos y, a falta de una descripción
concreta, es imposible aproximarse al animal
representado.
Estas dos tumbas, ciertamente excepcionales
en los contextos españoles, realzan, todavía más,
el notable papel que los elementos de fuego juegan como marcadores sociales de las tumbas
masculinas más prestigiadas, posibles representantes de los linajes reflejando, como señalara
Kurtz (1982 y 1987), atávicas tradiciones del
pater familias y, sobre todo, la importancia de la
referencia al hogar y a las prerrogativas en las
funciones rituales como “sacerdote” del culto
familiar en donde ius, el derecho, y fas, la norma
religiosa, se dan la mano (Buján, 1995), enlazando con ancestrales costumbres o con los sugestivos elementos de etnicidad acumulativa.
En general, y como se ha adelantado en el
comentario sobre los asadores, los morillos se
acompañan normalmente de espetones y de los
implementos necesarios para asar y hervir la
carne, con o sin bebida alcohólica, tal como
documenta la sepultura núm. 79 de la Tumba
Real de Salamina (Chipre) datada en el siglo
VIII, con caldero, trípode y otros regios materiales asociados a un manojo de 20 barras de hierro
(asadores) y dos morillos del mismo metal representando cada uno e individualizadamente un
mismo animal (cabeza y cola de un cánido)
(Collis, 1989:73-74) o ejemplos como los de
Beilgries (Alto Palatinado bávaro), (Werner,
1984) en que los animales elegidos son bóvidos
de destacados cuernos, si bien, muchas veces el
estado de conservación y las representaciones
sumamente esquematizadas, no permiten la
identificación zoomorfa fiable, caso de los morillos atestinos con cabezas opuestas sumamente
esquematizadas, reducidas a un mero triángulo
con ojos y orejas exentas (Frey, 1969: Lám.32,3).
Lo dicho sobre los asadores en contextos
europeos y su vinculación ritual, está refrendado,
como recuerda Dechelette (1927: T. 3: 285) por
los comentarios de Poseidonios a propósito de
los galos: “Su comida se compone de un poco de
pan y abundantes carnes, tanto hervidas como
asadas en las cenizas o en asadores y durante la
comida se sientan en el suelo encima de pieles de
lobos o de cabras y después de preparar las
hogueras, cuando el fuego es abundante, disponen los calderos o los espetones cargados de
carne en enormes trozos”.
En efecto, además de en tumbas, el morillo, al
igual que los asadores, se documenta en contextos de habitación aludiendo a costumbres afines
a las galas. En el poblado barcelonés de Puig de
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Castelar (Lloreta de Mar) el morillo de cabeza
bovina se contextualiza en la última fase de un
área religiosa, espacio comunitario de mayor
antigüedad, en el que destaca un elaborado
hogar y hallazgos tan insólitos dentro de un área
poblacional como son las largas espadas de La
Tène (Pons y Llorens, 1991) y puede que no sea
casual el hecho de haber encontrado también en
la necrópolis de El Atance, tal como se ha dicho,
una buena representación de espadas largas típicas de La Tène.
Finalmente, dentro de los pocos ejemplos
españoles, aunque sean romanos, cabe mencionar la magnífica pareja de morillos férreos localizada en Iuliobriga (Campoo del Medio,
Cantabria) fechados en el final del siglo I o inicios del II d.C., representando cada uno de ellos
un bóvido con los cuernos rematados en bolas de
bronce que han sido comparados con la abundancia de estos objetos en La Galia y explicados
por la pervivencia de un culto prerromano que
remarca el sentido ritual del entorno del hogar,
sincretizado con el de los dioses lares (Teja e
Iglesias, 1988; Cántabros,1999:318) y el derecho
sagrado del “padre” en la conservación ancestral
de la familia y el linaje, conceptos por los que nos
hemos inclinado como particularidad de las
mencionadas tumbas de la Meseta en donde llegaron tempranamente la tipología de los asadores de tipo andaluz, aunando en la misma simbiosis el concepto oriental de la comida aristocrática y guerrera con las tradiciones étnicas de
corte europeo, como parece demostrar el morillo
de hierro, más tardío, y los jalones de las tumbas
vettonas, en especial la número 514, por el
momento, el equipo más canónico de “banquete
funerario al estilo europeo”.
PROBLEMÁTICA
VENCIONES
DE
DE DETERIORO E INTER-
CONSERVACIÓN-RESTAURA-
CIÓN EN EL MORILLO DE HIERRO
Estado de conservación:
No detallamos en este punto las características formales y tipológicas de la pieza, así como
sus medidas concretas, pues han sido ya apuntadas en líneas precedentes de este trabajo. En esas
mismas líneas se enumeran brevemente los
serios problemas de deterioro que este morillo
tenía, razón por la cual llegó al Laboratorio de la
UAM.
De manera más concreta la pieza presenta
una problemática de deterioro post-excavación
directamente relacionada con una inadecuada
intervención, una inexistente estabilización del
metal y unas malas condiciones de conservación
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Instrumental relacionado con el fuego y el banquete
preventiva en el lugar donde estuvo almacenada
desde su descubrimiento. Estos factores unidos a
los que ya actuaron durante el enterramiento de
la pieza han provocado los siguientes elementos
de deterioro (Wagner et alii., 1998):
- Hojaldrado, descamado y fuertes desprendimientos de las capas externas (Fig.12 y
Fig.13). Habitualmente este es el proceso más
característico y más evidente puesto que incide en una rápida desaparición de la superficie original de la pieza, quedando al final
sólo una especie de “alma” del núcleo metálico. El hojaldrado del morillo debe de haber
sido gradual y continuo, hasta el punto que
prosigue en la actualidad ante las dificultades
enormes de poder aplicar un tratamiento
efectivo que desactive la acción de los cloruros – p.e. plasma de hidrógeno -, al no disponer de estas técnicas en nuestro Laboratorio,
ni en otros Laboratorios próximos
(Ouahman et alii., 1998).
- Pérdidas y desprendimiento de partes importantes, como las patas, por corrosión y ruptura de la espiga del remache (fig. 14). El proceso corrosivo ha afectado al sistema de soldado de la estructura del morillo provocando
la separación de sus patas.
69
- Deterioro diferencial producido por el uso
del fuego que incidió sobre todo en los extremos de las patas y en el cuerpo central del
morillo (Fig. 15). Ello es indicativo del uso de
la pieza antes de ser amortizada en la posible
tumba; un planteamiento que se argumenta
como plausible en el estudio arqueológico
del morillo.
Figura 14. Pérdidas y desprendimiento de partes
importantes por corrosión y ruptura de la espiga del
remache.
- Focos de hidróxidos visibles en las zonas desprendidas por la acción de cloruros especialmente de la akaganeita, cuyos efectos devastadores sobre los hierros forjados es bien
conocida entre los especialistas de la restauración de metales antiguos. Es un proceso
bien conocido y descrito en trabajos recientes (Selwyn et alii, 1999; Selwyn et alii, 2001)
cuyas dificultades de estabilización siguen
siendo enormes sobre todo en piezas de un
volumen considerable como la que aquí presentamos.
Figura 12. Hojaldrado, descamado y fuertes desprendimientos de las capas externas del morillo
Figura 13. Hojaldrado, descamado y fuertes desprendimientos de las capas externas del morillo.
Figura 15. Deterioro diferencial producido por el uso
del fuego que incidió sobre todo en los extremos de las
patas y en el cuerpo central del morillo.
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Causas de deterioro
Aunque nos faltan muchos datos objetivos, es
posible hacer una evaluación somera de las condiciones y parámetros que han derivado a esta
pieza a la situación en la que hoy nos encontramos. Entre estas causas creemos necesario valorar las siguientes:
A. Las características de la recuperación
del contenedor geológico, que tal como se
indica en las páginas iniciales de este trabajo
nos son desconocidas y por tanto presuponemos que se trata de una extracción furtiva,
falta del cualquier cuidado en medidas preventivas de conservación. Lógicamente el
morillo había sufrido en el interior de la tierra una corrosión electroquímica, típica de
un ambiente en el que hay un mínimo de
humedad. De este modo, el paquete de productos de alteración estaría bien visible en
superficie. En estos casos lo habitual es proceder a limpiar o raspar la corrosión superficial de la pieza con algún cepillo metálico o
instrumento del mismo material. Ello incide
en la pérdida de la superficie original de la
pieza que, aunque mineralizada, suele conservarse en el paquete de corrosión de estos
hierros prerromanos (Bertholon, 2000: 208226); esta es una característica que hemos
podido comprobar en otras piezas de la
misma época que por suerte nos han llegado
a nuestro Laboratorio con los paquetes de
productos de corrosión geológicos in situ
(Barrio/Hermana, 1998). Esta retirada de las
capas externas de productos de deterioro no
sólo lleva aparejada la pérdida de la superficie original sino que suele activar el proceso
corrosivo de una manera inmediata.
B. Técnicas de fabricación La tecnología de
fabricación de cada pieza de metal va a
determinar un tipo de deterioro característico, así la forja produce un tipo de laminación en hojaldrado muy típico. Una vez que
ha eclosionado el proceso corrosivo postexcavación, la forma en que éste lo hace
tiene mucho que ver con la tecnología de
producción del hierro y la conformación de
cada objeto. No se ha dispuesto de un pequeño fragmento en sección completa ni se ha
decidido, con buen criterio conservacionista,
seccionar una parte de la pieza con el objetivo de disponer de una muestra adecuada
para realizar un estudio metalográfico. Por
tanto nuestro análisis se realiza a partir de
una inspección visual sencilla de que cabe
concluir que este morillo procede de un hie-
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rro obtenido por forja y realizado mediante
un martilleado en caliente; la soldadura de
las patas al cuerpo del morillo se debió realizar en caliente mediante la inserción de
una espiga, también de hierro. No tenemos
datos para saber si se trata de hierro dulce o
de un acero, y el índice de carburación de
éste. A modo de apunte quizás sea útil decir
que otros hierros celtibéricos analizados por
nosotros, en concreto un lote de Numancia
(Barrio et alii, 2004) muestran una producción diferenciada si el objeto en cuestión
lleva una zona de corte o no la lleva; en el
primer caso son aceros casi eutectoides y en
el segundo son hierros dulces.
En el caso de estas piezas forjadas, como
el morillo, la acción de las sales en el proceso corrosivo ocasiona un laminado que sigue
la dirección de los planos del martilleo
durante el proceso de forja. La pieza se
deforma adquiriendo un aspecto típicamente “hojaldrado” como el descrito anteriormente.
C. Uso de la pieza. El resultado es producto
de la fatiga térmica producida por el fuego y
se traduce en un envejecimiento estructural
avanzado; estos calentamientos por encima
de los 500-550 ºC los hemos podido detectar con claridad en dos piezas (clavo y tijeras) de la necrópolis celtibérica de
Numancia, fruto con seguridad de haber
sufrido incineración en la pira funeraria. El
resultado es que en el interior de las colonias
perlíticas se encuentra cementita con estructura esferoizada (Barrio et alii, 2004).
El morillo estuvo mucho más tiempo y de
manera permanente expuesto al fuego en su
parte central; de ahí la diferencia de conservación entre los extremos no sometidos al
fuego de manera constante y la parte central
que sí lo estuvo. Lo mismo ocurre con los
extremos de sus patas que soportaron directamente las brasas del hogar, por lo que
tanto el núcleo metálico como la superficie
externa están muy debilitados en estas
zonas. Así se ha producido un desgaste
mayor del material de tal manera que han
sido estas zonas mucho más vulnerables a la
incidencia de la corrosión.
D. Intervenciones anteriores No conocemos
con detenimiento los procesos a los que fue
sometida la pieza pero su estado de conservación nos hace pensar en la ausencia de tratamientos estabilizadores. El examen y aná-
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lisis de su superficie nos llevan a determinar
que se le aplicó como capa de protección
algún tipo de resina que no hemos identificado y que es resistente a disolventes orgánicos,
altas temperaturas y casi a la abrasión; podría
tratarse de un pasivante industrial del que
desconocemos las características pero que
tiene un aspecto muy parecido. Este tipo de
aplicación nos hace pensar que la restauración no fue de carácter profesional. A estas
intervenciones hay que añadir las condiciones
inadecuadas de conservación preventiva:
embalaje con materiales orgánicos e higroscópicos (cartón y papel de periódico) que han
colaborado a la activación de los cloruros provocando una descamación irreversible de la
superficie original con pérdidas importantes
de materia que se ha pulverizado.
El avance del deterioro desde su restauración antigua ha sido muy rápido.
Análisis arqueométrico
Ya indicamos más arriba que el cometido de
estos análisis era cerciorarnos, por un lado de la
situación estructural del hierro, y por otro de la
presencia de algunos compuestos iónicos perjudiciales para la conservación del hierro.
También pensábamos poder averiguar algo
referido a los productos aplicados en la superficie del morillo, cuya naturaleza nos era y nos
sigue siendo desconocida.
12
ANÁLISIS RX.
Con el objetivo de conocer cómo estaba el
hierro en su interior se hizo un análisis RX de
los dos extremos, pues se decidió que el vástago
central ofrecía menos particularidades. En las
placas obtenidas (Fig. 16) se observa con claridad la potencia del núcleo metálico subyacente,
pero rodeado de una corteza superficial mineralizada, -línea externa de tono gris- que parece
representar con bastante fidelidad la superficie
original de la pieza. En la placa se aprecian perfectamente la diferente densidad-compacidad
de las capas de magnetita en que se ha transformado la superficie del morillo. Compacidad,
cohesión y dureza son propiedades a las que se
remite para la localización de la película original de estos hierros antiguos forjados
(Bertholon, 2000: 181-182).
12 Las Radiografías de este morillo fueron realizadas en el
IPHE por Araceli Gabaldón y Tomás Antelo; desde
estas páginas queremos agradecer su desinteresado
apoyo, como siempre, a nuestras necesidades analíticas.
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Figura 16. Placas radiográficas donde se observa con
claridad la potencia del núcleo metálico subyacente.
La corrosión superficial es homogénea y no
ha penetrado demasiado; sólo en alguna zona
como el arranque del cuello del prótomo de la
izquierda parece una corrosión propia de picadura. En este mismo extremo se aprecian todos
los detalles de la decoración impresa y tenuemente el inicio de una fisura.
En cuanto al prótomo de la derecha el progreso de la corrosión ha sido mayor , no sólo en
la cabeza sino en el vástago del cuello. Ahora
apenas se reconoce la existencia de una superficie original mineralizada, como sucede en el
otro extremo del morillo.
13
ANÁLISIS MEB CON EDAX
Para ello aprovechamos algunas esquirlas
desprendidas de la superficie, y sin preparación
alguna se analizó una de ellas mediante MEB
con EDAX. Por la propia experiencia sabemos
que esta técnica de Microscopía Electrónica
viene siendo bastante útil para determinar los
problemas que hemos apuntado.
Muestra 1
La esquirla se monta y se analiza por el
reverso, puesto que aquí es donde se observan
visualmente los productos de corrosión que han
producido la eclosión y el desprendimiento de
este fragmento de la superficie; el resultado de
un fenómeno corrosivo electroquímico que deriva en un efecto mecánico. En la fig. 17, imagen
obtenida por electrones secundarios a muy baja
resolución sobre una superficie en torno a 3 mm
se observa una masa porosa y agrietada, llena de
pequeñas microfisuras. El área de la izquierda es
de mayor concentración de hidróxidos y el área
13 Los análisis MEB y EDAX se llevaron a cabo en el
Laboratorio de MEB del SIDI de la UAM, a cargo de
Esperanza Salvador, a quien deseamos agradecer su
interés y colaboración.
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Figura 17. Análisis MEB con EDAX de una
superficie en torno a 3 mm.
derecha es donde estos no aparecen. Esta última
región es la que correspondería con la película
externa visible en el morillo; aunque parece más
compacta se aprecia el lascado producido por la
presión de las subflorescencias cristalinas de los
hidróxidos de hierro.
El análisis EDAX (Tabla I) de la zona más
oscura nos muestra la elevada concentración de
cloro; más allá de lo habitual en otras piezas de
hierro analizadas por nosotros mismos en el
mismo equipo y bajo las mismas condiciones
(Barrio, 1996: 927-931). Cuando lo normal son
porcentajes de Cl del 8-10% que definen la presencia de Akaganeita, -confirmación hecha
mediante MicroDRX-, ahora nos encontramos
en esta zona casi un 50%. Ello nos lleva a pensar
que el alto porcentaje de iones de Cl y su distribución tan superficial quizás se deba más a que
se ha utilizado algún compuesto ácido muy
corrosivo con contenido en cloro en la limpieza
de la superficie de la pieza.
Tabla I . Elementos presentes en la zona oscura
de la muestra de la fig. 17
Cuando este análisis EDAX se extiende a
toda la superficie de la muestra estos porcentajes
se estabilizan en unos niveles que podemos considerar normales en estos casos (Tabla II).
A una mayor resolución se descubre en la
zona sorprendentemente la presencia de una formas poligonales o globulares (Fig. 18); una formación que hasta ahora nunca habíamos apre-
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Figura 18. Análisis MEB con EDAX. A una mayor
resolución se descubre en la zona sorprendentemente la
presencia de una formas poligonales o globulares.
Tabla II. Análisis EDAX de la composición general
de la muestra de hierro del morillo.
ciado en hierros prerromanos analizados antes
de ser intervenidos en nuestro Laboratorio.
Tienen la particularidad de que se agujerean al
ser bombardeados con los electrones, por lo que
quizás haya que pensar en que se trata de una
materia orgánica. Su composición EDAX es aún
de un mayor contenido en Cl, superando el 80%
(Tabla III). El substrato acicular sobre el que
estas bolas se asientan en cambio presenta un
composición variada, propia de algún residuo de
materia orgánica (Tabla IV). Ello redunda en
pensar que se trataría bien de los rastros de ese
supuesto producto de limpieza o de pasivación
utilizado en el morillo, bien el resultado de la
evolución de este producto al combinarse con el
hierro.
En todo caso, la implicación de los compuestos iónicos de Cl en el desastroso desarrollo de la
corrosión del morillo es totalmente segura.
Tabla III.Análisis EDAX de una de las
bolas la figura 18.
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cias cuya eficacia ha quedado demostrada de
hierro procedentes de la necrópolis de
Numancia.
Capa de protección: aplicamos una doble
capa de protección: Paraloid B-72 (5% en
xileno) y cera microcristalina (5 % en W.S.).
CONSERVACIÓN
Tabla IV.Análisis EDAX del substrato bajo las
bolas de la fig. 18.
PROPUESTA DE TRATAMIENTO
Tras el examen y análisis del estado de conservación de la pieza establecimos un protocolo
de intervención que en primer lugar lograra
paliar y detener, al menos en parte, su rápido
deterioro. El paso inicial fue la realización de una
consolidación de urgencia de las partes desprendidas por descamación y que aún podían salvarse, aún así la recuperación en muchas zonas de la
superficie original ha sido imposible. A partir de
esta operación seguimos los siguientes pasos de
intervención:
-
-
-
Limpieza: el objetivo principal era la eliminación de la capa de protección aplicada en
la intervención antigua y la conservación de
la superficie original del hierro (Prats Darde,
1998). Tras diversas pruebas de solubilidad
determinamos llevar a cabo una limpieza
mecánica (microtorno, fresas de carborundo
y cepillos de acero) para poder retirarla; a
pesar de todo en algunas zonas ha sido
imposible su eliminación. Simultáneamente
utilizamos una limpieza química suave con
brochas y acetona-alcohol para retirar los
óxidos e hidróxidos de la superficie.
Consolidación-reintegración y adhesión
de fragmentos: se ha realizado de forma
simultánea a la limpieza y ha consistido en la
aplicación de resina epoxi (teñida con pigmentos inorgánicos) en el relleno de grietas
y zonas en las que la pieza había perdido
consistencia por la cantidad de pérdidas
materiales. También se ha utilizado este producto como adhesivo de los fragmentos desprendidos en los procesos de descamación
así como en la integración de las patas.
Inhibición: elegimos como método inhibidor la aplicación de organotitanatos, sustan-
73
PREVENTIVA
Somos plenamente conscientes de la dificultad que implica la desactivación del proceso de
corrosión incitado por la existencia de iones de
Cl en el interior del hierro del morillo, y de que
con nuestro método de trabajo no hemos conseguido extraer en su totalidad. Como ya hemos
avanzado antes, sólo se puede conseguir con las
técnicas de horno de plasma de hidrógeno, de las
no contamos con equipamiento en nuestro
Laboratorio.
De todos modos, para garantizar la estabilidad de su materia la pieza debería estar en unas
condiciones mínimas de conservación preventiva:
Una humedad relativa del 40-45 % y una
temperatura media de entre 22 y 25 ºC. Si la
pieza va a ser expuesta no deberá compartir vitrina con materiales orgánicos y si va a ser almacenada su embalaje habrá de ser de materiales inertes (caja y bolsa de polietileno) evitando etiquetados de material orgánico e higroscópico. Estos
aspectos habrán de tenerse en cuenta también en
los procesos de transporte, añadiendo algún elemento protector (material amortiguador) frente a
posibles golpes y vibraciones. Sería conveniente
añadir en el embalaje algún controlador –indicador de la humedad.
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