Luis Fernández Gallardo
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La idea de ‘cruzada’ en el Poema de Fernán González *
Luis Fernández Gallardo
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Cuando un monje del monasterio burgalés de San Pedro de Arlanza compuso poco
después de mediado el siglo XIII un poema sobre la vida del conde Fernán González,1
conforme a las exigencias poéticas del mester de clerecía, Castilla vivía a la sazón uno
de los momentos estelares de su historia. Era entonces una noticia reciente la
conquista de Sevilla (1248), que causó asombro en el Occidente europeo por la
magnitud de la urbe islámica tomada por las huestes castellanas. No podían tener más
brillante culminación las campañas andaluzas de Fernando III. Merced a la tenacidad y
la fe de este monarca, que consagró la mayor parte de sus energías a la lucha contra
los musulmanes, se produjo un avance espectacular por la Andalucía Bética. Las
incursiones castellanas llegaron hasta las playas del Atlántico. Al final de su reinado,
Fernando III había sometido plazas como Cádiz y el Puerto de Santa María.2 Podía
entonces decirse con propiedad que el reino castellano-leonés se extendía “de mar a
mar” –lo que constituye el correlato de la expresión utilizada para ponderar la
conquista visigoda de España.3 El mapa político de la Península Ibérica experimentó
* Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Las relaciones de conflicto en sus prácticas
representativas. La Corona de Castilla en su contexto europeo, siglos XIII-XV”, Proyecto HUM 200605233/HIST, del Ministerio de Educación y Ciencia, que dirige el Prof. José Manuel Nieto Soria, de la
Universidad Complutense de Madrid.
1
La crítica se decanta últimamente por la fecha que fuera propuesta por Marden (XXX-XXXI) (1250 o
muy poco después) y aceptada por Menéndez Pidal (1951, 34), frente a los intentos de retrasarla
[Lacarra (1979, 19-20), quien considera como data más temprana posible 1264, Keller (1990, 92-106),
que la traslada hasta 1285] o incluso adelantarla, atribuyendo su autoría a Diego de Campos (Hernando
Pérez). Utilizan argumentos de carácter lingüístico para situarla en torno a 1250 (Muro 14) y López
Guil (2001, 33-36). Por su parte, sobre la base del uso que hace del poema la Versión concisa de la
Estoria de España (anterior a 1271), confirma la fechación en los años 50 ó 60 del siglo XIII (Catalán
98-99). Se acepta dicha fechación en la síntesis de Uría (325). Con relación al anónimo autor, conviene
no perder de vista la autorizada opinión que rechaza que aquél sea un monje arlantino, dado el
desconocimiento que demuestra de la topografía del entorno del cenobio (Serrano).
2
Sobre la incorporación de dicha zona, véase González Jiménez (2006, 241)
3
“Escogieron a España toda de mar a mar...” (Poema de Fernán González [= PFG], copla [= c.] 19, ed.
R. Menéndez Pidal (1951). De “imagen tópica de la reconquista” se califica esta fórmula (Gimeno
Casalduero 1975a, 33). En el prólogo de la Estoria de España la referencia geográfica con que se acota
el espacio en que se desarrolla la lucha entre cristianos y musulmanes es, en cambio, el mar
Mediterráneo –¿concesión a la participación de Alfonso X en la conquista del reino de Murcia?–: “Et
esto fiziemos por que fuesse sabudo [...] por quales maneras et en qual tiempo, et quales reyes ganaron
la tierra fasta en el mar Mediterraneo...” (Primera Crónica General [= PCG], ed. R. Menéndez Pidal,
Madrid, Gredos, 1977, t. I, p. 4a-b). Ciertamente, se trata de un modismo de origen bíblico, referido a
los poderes del reino mesiánico contra el mal; ahora bien, lo que no se puede inferir de ello es que tenga
un sentido “indefinido y sin horizontes”, por lo que no se pueda relacionar con la Reconquista
(Hernando Pérez 36). El tópico adquiriría pleno sentido en las circunstancias históricas que le tocó vivir
al autor. Para la relación tópicos-realidad véase el aviso metodológico de Alonso (74-85). Por otra
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en apenas tres decenios un cambio profundo e irreversible. De mutación cabe calificar
la transformación de la frontera meridional del reino de Castilla.
La brusca modificación del espacio político, resultado de las fulgurantes
conquistas de Fernando III, hubo de causar un hondo impacto en la percepción de la
historia de Castilla, en la representación de su pasado.4 Desde que se formuló con
plena conciencia la continuidad de la monarquía visigoda en el reino astur-leonés, la
historia de los reinos hispano-cristianos era concebida como la recuperación de los
territorios que conformaban el reino visigodo. Éste representaba un ideal (unidad
política y religiosa), que adquiría perfiles míticos al ponderarse el dolor y abatimiento
que produjo la invasión islámica y que quedaron plasmados en el tema de la
“destrucción de España”. Hasta entonces la recuperación territorial –y su proyección
religiosa, la restauración del culto cristiano– eran contemplados como un proceso cuya
meta no dejaba de sentirse lejana. Las campañas de Fernando III, en estrecha relación
con el hundimiento del poder almohade, introdujeron un cambio de perspectiva
sustancial: el término, el final se sentía próximo. El optimismo exultante que esta
conciencia de plenitud histórica generaba tuvo su más elocuente expresión en el
proyecto de extender las conquistas “allende el mar”, alentado por Fernando III y
asumido por su hijo Alfonso X, lo que implicaba el término de la actividad
reconquistadora en la península.
I. La introducción histórica y la Castilla de mediados del siglo XIII
El Poema de Fernán González sitúa la figura del héroe en un marco histórico
cuidadosamente elaborado. No se trata de la mera yuxtaposición de dos piezas
(introducción histórica y vida del héroe) que comparten sin más un mismo espacio
textual como resultado de un proceso compilatorio, sino de un diseño literario
conscientemente establecido. Las peripecias del héroe potencian su significado al
integrarse en una estructura poética que incluye la exposición histórica: se insertan en
un movimiento circular5 que, al asociar el destino de la nación y el de Fernán
González, realza el perfil heroico de éste, confiriéndole una dimensión nacional. La
introducción histórica del Poema es deudora tanto de las fuentes accesibles a su autor
como del estado de opinión generado por la mutación territorial. La conciencia de
parte, no hay que perder de vista que la expresión “de mar a mar” adquirió un preciso sentido histórico,
como pone de manifiesto la glosa que hace el canciller Ayala de la expresión de marras: “É en tiempo
del rey don Rodrigo [...] se perdió España de mar á mar, ca se perdió desde la cibdad de Caliz, que es en
la mar de poniente que es dicho Oceano, fasta el logar de Belcayre, que es en Francia cerca de Aviñón,
que es en la ribera del río de Ruedano, que entra en la mar de levante: é así fué de mar a mar perdida
España.” (P. López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año II, cap. XVIII, ed. C. Rosell, BAAEE, t.
LXVI, Madrid, Atlas, 1953, p. 420b).
4
De hecho, se ha considerado la labor historiográfica de Alfonso X como respuesta que ofrecería
certidumbre a la desorientación de la sociedad castellana debida a los bruscos cambios experimentados
entre 1212 y 1248 (Linehan 1993, 422).
5
Gimeno Casalduero (1975a, 31), López Guil (2005, 44).
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plenitud histórica vivida en los últimos años del reinado de Fernando III y a
comienzos del de Alfonso X proporcionaba el argumento idóneo para la plena
glorificación del héroe fundador de la identidad castellana.
1. Orígenes. Exaltación goticista
La introducción histórica constituye la primera parte del Poema, que comprende
las coplas 1 a 172. En la declaración del propósito del autor aparecen los destinos de
España y de Fernán González formando parte de un mismo argumento. En efecto, las
coplas 3 a 5 exponen uno de los temas del poema, la pérdida y la recuperación de
España. Los protagonistas de dicho proceso son “nuestros anteçessores”. Mas su
culminación y plenitud se atribuye al conde Fernán González.6 El posesivo establece
un vínculo entre autor y público por un lado y los sucesivos protagonistas de la
historia del solar patrio. Hasta ahora no se ha mencionado España. El pronombre “la”
(c. 3a) remite anafóricamente a “tierra de mar a mar” (c. 2d), perífrasis con que se
designa a España, lo cual se confirma con la referencia explícita de la c. 14a:
“tornemos en España”, que identifica inequívocamente esa “tierra de mar a mar” –o
simplemente “la tierra” (c. 6b)– que “perdieron” “nuestros anteçessores.” El posesivo
ha creado así una comunidad histórica que desde el presente se extiende hasta los
godos y se define por el vínculo que la une con la tierra, con España, de la que son sus
legítimos poseedores. La común identidad de los sucesivos pobladores posibilita la
comparación entre pasado y presente, entre las penalidades del pasado y el deleite del
presente,7 que deviene exaltación de una actualidad vivida como plenitud.
El autor utiliza el gentilicio “españones” (c. 9a) para designar dicha comunidad.
Ahora bien, no coincide el referente del término en su primera aparición con los
“anteçessores” que perdieron España, esto es, los godos, pues se alude a la conversión
al Cristianismo, sugiriéndose que hubo españoles paganos.8 Sin embargo, el autor del
poema se desentiende de los orígenes, no se plantea remontarse a la raíz de dicha
comunidad. Para él los godos representan si no los primeros “españones,” al menos los
6
Pérdida y recuperación: “Contar vos he primero en commo la perdieron / nuestros anteçessores...”
(PFG, c. 3b); “...ir vos he yo contando / commo fueron la tierra perdiendo e cobrando” (PFG, c. 5b). El
sujeto del verbo “fueron” es, asimismo “nuestros anteçessores”. Culminación: “fasta que todos fueron al
conde don Fernando” (PFG, c. 5c). La laguna que presenta aquí el manuscrito escurialense deja esta
oración aislada, por lo que el significado exacto no se puede precisar, aunque es evidente la intención
del autor de atribuir al héroe la culminación del proceso. Tal vez el planteamiento del tema en esos
términos le viniera sugerido por el breve compendio de la materia relativa a los godos y a España que
incluyó el Liber regum, al anunciar los contenidos referidos a los reyes paganos: “E pues faularemos de
los godos como uinieron en Espanna e como la conquirieron, [...] e como se perdie la tierra, e pues
como se recobro” (Serrano y Sanz 202).
7
“estos viçios d’agora estonz eran dolores” (PFG, c. 4a).
8
“Desque los españones a Cristo conosçieron...” (PFG, c. 9a). Es obvio que los “españones” no lo son
precisamente a partir de la conversión.
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primeros reyes de España.9 Y es que su relato histórico no acababa de liberarse de la
naturaleza dinástica de las fuentes históricas accesibles, especialmente de la principal,
el Liber regum.
Es precisamente esta crónica la que iba a determinar la selección de los contenidos
relativos a la pérdida y recuperación de España.10 La introducción histórica toma como
punto de partida a los godos (c. 14): se declara su origen y se incluyen los hitos más
destacados (saqueo de Roma, asentamiento en España, conversión al cristianismo). El
orden de los acontecimientos es el establecido en el Liber regum, que confundió la
conversión del arrianismo al catolicismo con la del paganismo al cristianismo.11 La
“amplificatio” a que se somete la conversión de los godos –una sola frase en el Liber
regum– adquiere plena significación al relacionarse con las gestas de Fernán
González. Del bautismo se pasa directamente a la afirmación de la excelencia de la
religiosidad de los godos. Sin apoyo alguno en las fuentes, se sostiene que lucharon
por la causa de la fe cristiana.12 Diríase que se trata de una inferencia del monje
arlantino, para quien las virtudes bélicas de los godos (c. 16c-d) dada su condición de
cristianos, no podían ejercitarse sino en defensa de la fe. De este modo quedan
asociados los godos y Fernán González, empeñados unos y otro en una guerra de
carácter religioso, en unos términos que sugieren una prefiguración: las reconocidas
cualidades guerreras de los godos serían el anuncio de la valentía que el conde
castellano exhibe en su lucha contra los moros.13
La historia de los reyes godos se reduce a la de los últimos monarcas, a partir de
Çindus. Tal acotación venía determinada por la fuente seguida, el Liber regum, que
pasa directamente del establecimiento de los godos en España al mencionado
monarca.14 En cuanto a la identificación del dicho Çindus, tal vez la clave esté en la
fuente del Liber, muy probablemente la Crónica de Alfonso III,15 aunque no se puede
precisar cuál de las dos redacciones (rotense u oventense). Ciertamente, esta última
9
“tornemos en España a do lo començamos, / commo el escrito diz, nos assi lo fablamos, / en los reyes
primeros que godos los llamamos” (PFG, c. 14b-d).
10
Para la huella de dicha crónica en el PFG, véase Cintra (290-310).
11
“Et uinieron estos godos en España τ estidieron hi CCC.LXXX.III annos, e muitos dellos tornoronse
a la fe de Xps” (Liber regum, p. 207). Y en este punto cabe plantearse: ¿resulta verosímil que un autor
de la cultura de Diego de Campos incurriera en tan grosero error histórico?
12
“alçaron cristiandat, baxaron paganismo” (PFG, c. 23c). Si el verso en su tenor literal no implica
necesariamente participación en guerra santa, al indicarse que Fernán González “fizo aquesto mismo”
(PFG, c. 23d), queda inequívocamente declarado su sentido: guerra contra los paganos.
13
Sobre la interpretación figural, véase Auerbach (99-108).
14
“Quando foron los godos entrados en España leuantaron rei de lor lignage, et est rei ouo nomme el rei
Cindus...” (Liber regum, p. 207) > “Quando los reyes godos deste mundo passaron, / [...] alçaron luego
rey los pueblos que quedaron, / commo diz la escritura, don Çindus le llamaron” (PFG, c. 25). Véase
(Cintra 299-300).
15
Entre las fuentes del Liber regum, su editor apuntó la posibilidad de que se utilizara la Crónica de
Alfonso III (versión oventense), mas sólo para las noticias del enterramiento de don Rodrigo en Viseo,
las conquistas de Alfonso I y la independencia que respecto a los musulmanes mantuvieron Álava y
tierras circundantes (Serrano y Sanz 372 y 377).
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justifica el inicio de su relato como reanudación de la historia de San Isidoro.16 Sin
embargo, es más probable que fuese la redacción rotense la que utilizara el autor del
Liber regum, pues, al carecer de preliminar inicia el relato sin más justificación con el
reinado de Recesvinto. Ese abrupto comienzo es el que parece reflejarse en el brusco
salto de la exposición del Liber regum desde el establecimiento de los godos en
España hasta el susodicho rey. De este modo, lo que parecería arbitraría elección de un
período de la monarquía visigoda en la introducción histórica del Poema de Fernán
González no sería sino el resultado del proceso de tradición del saber histórico, en el
que cada autor añade un eslabón a la cadena del saber transmitido.17
El autor del poema completa de su propia cosecha la telegráfica información que
sobre Recesvinto ofrecía su fuente. En primer lugar, presenta como coetáneos de
Çindus a Eugenio de Toledo e Isidoro de Sevilla (c. 26 b-c), craso anacronismo en el
caso de este último –pero no menos grave que el que podían cometer los grandes
historiadores del siglo XIII, Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez de Rada.18 La referencia
a los dos más preclaros padres de la iglesia visigoda tiene la función de destacar la
calidad de la fe de los godos. Mas ahí no acaba su sentido. En efecto, en primer lugar
habría que plantearse por qué figura en primer lugar Eugenio, cuando es posterior a
Isidoro y el prestigio de este último era mayor en la España medieval, máxime si se
tiene en cuenta que, precisamente durante el reinado de Fernando III, se le atribuyeron
cualidades guerreras análogas a las de Santiago.19 Tal anomalía se explicaría desde la
perspectiva de los conflictos que por la primacía se desató a raíz de la creación del
obispado de Sevilla, que cuestionaba el carácter de sede primada de Toledo. Eugenio
representaba el fundamento de la primacía toledana. Y de hecho, Jiménez de Rada
añade a su exposición del reinado de Chindasvinto un capítulo vindicador de la
primacía de Toledo, privilegio obtenido del Papa. A su vez, la primera noticia que
ofrece del reinado de Recesvinto es precisamente la convocatoria de tres concilios en
16
“Et quia Gothorum chronica usque ad tempora gloriosi Vuambani regis Isidorus, Yspalensis sedis
episcopus, plenissime edocuit, et nos quidem ex eo tempore, sicut ab antiquis et praedecessoribus
nostris audiuimus, ei uera esse cognouimus, tibi breuiter intimabimus. Igitur Recesuintus, Gothorum
rex, ab urbe Toleto egrediens...” (Crónica de Alfonso III (redacción ovetense), ed. A. Ubieto Arteta,
Valencia, Anúbar, 1961, p. 9). Según este planteamiento, habría que identificar al Çindus del Liber
regum y, por ende, del PFG con Recesvinto, no con Chindasvinto [a pesar de las consideraciones al
respecto de Lida de Malkiel (1945, 49-50); también defiende dicha identificación (Valdecantos 50004)]. La noticia que incluye el Liber regum sobre conflictos internos por hacerse con el poder (207-08)
sería una glosa, una inferencia que hace su autor para explicar la transmisión de la corona desde la
muerte de Recesvinto sin heredero a la elección de Vamba.
17
Sobre este aspecto de la historiografía medieval véase Melville (25), Guenée (114-15).
18
Cuando les convenía a sus propósitos argumentales (Linehan 2000, 232).
19
El Tudense, probablemente una de las fuentes del PFG, se refiere en dos ocasiones a las virtudes
bélicas de San Isidoro (Lucas de Tuy, Chronicon Mundi, IV, ed. A. Schott, Hispania Illustrata,
Francfurt, Apud Claudium Marnium & heredes Ion. Aubrii, 1608, pp. 106 y 114). Véase Fernández
Gallardo (155). No obstante, a mediados del siglo XIII, comenzaba “el menguante de su luminosa
estrella” (Díaz y Díaz 199). Amplia perspectiva de la difusión de la obra de San Isidoro en Bischoff.
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Toledo, “clarente Eugenio urbis regiae metropolitano”.20 Tal vez en este punto el PFG
refleje el recuerdo de la lectura que hubo de hacer su autor de la obra del Toledano, si
no es que comparte con éste unos mismos conocimientos históricos al respecto.
Adoptaría, si se considera como prelación el orden en la mención de los dos padres de
la iglesia hispano-goda, el punto de vista toledano.
2. La destrucción de España
El monje arlantino parece ignorar que el reino visigodo poseía dominios en el
norte de África, pues da a entender que estos fueron conquistados por el rey Rodrigo.21
Tal vez se trate de una inferencia con la que pretendiera justificar la presencia del
conde don Julián en Marruecos recaudando tributos (parias) (c. 42). Como el Liber
regum indicaba que entonces “era rei en Marruecos el rei Amiramozlemin,”22 no hizo
sino convertir el dominio directo en protectorado, adaptación conforme a las
relaciones de Castilla con los reinos musulmanes tras las conquistas de Fernando III.23
A partir de este punto, el autor del poema amplifica considerablemente las noticias
históricas de que disponía, confiriéndole a la narración un intenso dramatismo con
animados diálogos. Ahora bien, tales recursos no buscan la mera exornación retórica,
sino que se subordinan al diseño general del poema. Así, no es casual que se desarrolle
ampliamente en forma dialogada la traición del conde don Julián, pues las dotes
suasorias que exhibe ante Vusarban (cc. 44-48) y el rey Rodrigo (cc. 49-54), destacan
nítidamente su perfil alevoso. Y sin embargo, se omite la detallada exposición de la
causa de dicha traición: no se indica a qué se debía “la grand ira” que tenía (c. 43a).
Resulta poco probable que el autor del poema ignorara la leyenda de la violación de la
hija de don Julián perpetrada por el rey Rodrigo –sobre todo si se le supone conocedor
de las obras del Tudense y del Toledano.24 Diríase que da por consabidos tales hechos,
si es que acaso a ello alude el verso referido al rey Rodrigo de significado no muy
preciso: “por culpa en que era non le era Dios amigo” (c. 35d). ¿Qué culpa habría que
imputarle?
20
R. Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae, II, xxi, PP. Toletanorum quotquot extant Opera, t. III,
Madrid, 1792, pp. 44b-45a y II, xxii, p. 45a. Para la cuestión de la primacía como condicionamiento de la
obra histórica del Toledano, véase Linehan (2000, 229-44). Defendió la utilización de esta obra por parte
del monje arlantino Serrano.
21
“Este fue d´allend mar de grand parte señor, / gano los Montes Claros el buen guerreador...” (PFG, c.
36a-b).
22
Además menciona otros dos reyes, Aboali y Aboçubra (Liber regum, p. 208). Este último es el
Vusarban del PFG (c. 43b), no el Abienzarcha mencionado por el Toledano, que alegara Lida de
Malkiel (1945, 51). La identificación con el personaje histórico real –empeño en que se esfuerza Chalon
(1974-78, 356-57), para quien sería el resultado de la fusión de Tarif abu Zara y Tariq ibn Ziyad–
resulta secundaria. Interesa ante todo la filiación textual.
23
Para la sumisión y vasallaje de los reyes musulmanes a Fernando III véase Rodríguez López (26473).
24
Lucas de Tuy, Chronicon Mundi, III, p. 70; R. Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae, III, xix, pp.
64b-66a.
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Y es que para destacar el carácter religioso del enfrentamiento entre moros y
godos, tal vez pensara el autor que la cuestión de honor desviaba la atención de la
línea esencial de conflicto: la lucha religiosa entre moros y cristianos. De hecho,
atribuye la causa a las perversas maquinaciones del diablo (c. 41c, 68b, 70c),
despechado por el vigor de la fe cristiana en el reino godo (c. 37),25 de las que las
traiciones de los hijos de Vautiçanos y del conde don Julián serían el instrumento. Por
otra parte, la entrada de los moros en España es contemplada como expiación de los
pecados de los godos y como cumplimiento de una profecía.26 Se observa, por tanto,
en el Poema la vacilación a la hora de ofrecer una explicación que fuera más allá del
mero encadenamiento de los hechos: envidia del demonio, expiación del crimen del
rey o de una culpa colectiva. En cierto modo resultaban contradictorias entre sí, pues
la acendrada fe que motiva el rencor del diablo es incompatible con el pecado comunal
que exigía expiación. El Poema parece reflejar así las distintas tradiciones que
explicaban el hecho central que articulaba la visión del pasado en la España medieval:
desde la expiación colectiva de raíz bíblica (la más temprana explicación) hasta el
melodramático conflicto de honor, ya se atribuya la violación de la hija del conde don
Julián a Vitiza o a Rodrigo.27
25
Se analiza la presencia del demonio en la destrucción de España en el contexto de un plan
providencial en Arias Arias (147-49).
26
“Quando ovo rey Rodrigo sus poderes juntados, / [...] lidiar fueron con moros, levaron sus pecados, /
ca fue de los profetas esto profetizado” (PFG, c. 76). Es de notar que el sujeto de “levaron” ha de ser
“sus poderes”, esto es, las tropas que se enfrentaron a los moros invasores, pero que habrá que entender
como metonímica representación del pueblo godo. No es probable que se aluda al vaticinio
representado mediante imágenes en un paño depositado en un palacio de Toledo, cuyo secreto,
celosamente guardado, violó el rey Rodrigo (R. Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae, III, xviii, p. 64).
La especie tiene un claro sabor oriental y figura ya en la historia de Ibn al-Qutiya (Abenalcotía el
Cordobés, Historia de la conquista de España, trad. J. Ribera, Madrid, Tipografía de la Revista de
Archivos, 1926, 5). Se ha puesto en relación esta profecía con las c. 98-99 para sugerir su raigambre
bíblica (referencia a Ezequiel, 39, 23) (Nepaulsingh 86). A su vez, se reitera en el poema la culpa del
pueblo en la lamentación que se presenta en una suerte de voz coral: “partiendo nos de Dios a se de nos
partido” (PFG, c. 100c). Tal vez en esta atribución de la culpa al pueblo haya que véase una influencia
más de Berceo en el PFG, si es que éste conoció la Vida de San Millán de la Cogolla, que contiene
asimismo una introducción histórica en la que el estado de abatimiento en que se presenta a los
cristianos se debe a una culpa colectiva (G. de Berceo, Estoria del señor sant Millan, c. 366-72, ed. R.
Menéndez Pidal (1951, 26).
27
La primera es formulada en el primer relato detallado en latín de la invasión islámica, donde se apela
al juicio de Dios: “Sicque non solum ulteriorem Spaniam, sed etiam et citeriorem usque ultra
Cesaragustam antiquissimam ac floretissimam ciuitatem duduam iam iudicio Dei patenter apertam
gladio, fame et captiuitate depopulat...” (Crónica Mozárabe de 754, ed. J. Gil, Corpus Scriptorum
Muzarabicorum, Madrid, CSIC, 1973, 32). Análisis de los supuestos ideológicos de tal visión en Barkai
(31). Hay que destacar que en el análisis que hace esta crónica de la caída del reino visigodo, la
apelación al juicio de Dios resulta más bien tangencial, predominando las consideraciones sobre la
política interna. Véase al respecto Martin (208-12). La segunda explicación nos sitúa en el ámbito de las
leyendas de Vitiza y de Rodrigo [véase Menéndez Pidal (1951, XXXVII), Menéndez Pidal (1926),
Menéndez Pidal (1992, 297-319); planteamiento contrario en Deyermond (55-56)].
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En cualquier caso, se trataba de ofrecer una visión de los hechos como
cumplimiento de un designio trascendente, como necesidad histórica, que obedecía a
un plan providencial. El monje arlantino se esfuerza por construir un relato en el que
la serie de acontecimientos conduzcan de modo ineluctable a la misión heroica y
nacional del conde castellano. En la medida en que la lucha contra los moros
constituye una parte esencial de dicha misión y se presenta como guerra santa, debía
quedar nítidamente formulada la dimensión religiosa de la entrada de los moros en
España. De ahí que, dado que Fernán González lleva a cabo su lucha contra los moros
asistido por la ayuda celestial, la situación de partida que motiva tales empresas
estuviera condicionada por el desvío del favor divino, debido a la perversión colectiva
del pueblo godo –incluido el rey Rodrigo–, que conlleva el castigo implacable.
La oposición entre godos y moros invasores es planteada en términos religiosos.
Éstos son designados con una gama de términos que van desde la mera identificación
geográfica hasta la descalificación confesional. En el extremo de designación neutra se
sitúan las expresiones “gentes extrañas” (c. 94a) y, más precisa, “gentes africanas” (c.
71c). El término más utilizado es “moros”, gentilicio que ya en los primeros
monumentos literarios tiene una connotación religiosa, como pone de manifiesto la
fórmula bimembre “moros y cristianos” del Poema de Mío Cid. En el extremo de
denigración religiosa se hallan aquellas formas de designación que contienen una
virulenta imputación de desvío de la fe que, desde un consecuente planteamiento
monoteísta, se considera única y verdadera. Las expresiones “gente descreida” (c. 60b,
89b) –más su variante “pueblos descreidos” (c. 82a, 117c)– y “gente renegada” (c.
74a) trazan una imagen de descalificación que trasluce una intensa agresividad
religiosa, la propia del entramado ideológico de la guerra santa. En este contexto
destaca especialmente el término “paganos” (c. 73a, 81c), pues a un castellano no se le
podía ocultar la verdadera naturaleza de la religión islámica. En efecto, dicho vocablo
formaba parte de la panoplia polémica que los historiadores de las cruzadas utilizaban
para incluir a los árabes en la categoría de enemigos de la fe; uno de los más
destacados canonistas de la época, el Hostiensis (1200-71) consideraba a los
musulmanes como idólatras,28 por lo que más que a la nota colorista y exótica que
podía haber tomado el autor de la épica francesa,29 el término en cuestión respondería
a la ideología de cruzada.
El PFG presenta, por tanto, una imagen de los moros invasores forjada desde un
planteamiento de fuerte agresividad religiosa. Profanación de los lugares de culto
cristiano y crueldad son las notas dominantes que se les atribuye en el relato de la
conquista. En la segunda se manifiesta la deuda que tiene contraída el monje de
Arlanza con la tradición historiográfica hispano-cristiana, en cuya visión de tales el
bárbaro ensañamiento de los invasores con los godos venía a constituir el dispositivo
28
Demurger (251). En cualquier caso, tal caracterización forma parte del estereotipo forjado en
Occidente, que derivaría hacia la caricatura. Véase Southern, Flori (2001, 230-44) y, sobre todo, aunque
limitado a la historiografía hispana del siglo XIII, Barkai (199-244).
29
Véase al respecto Meredith Jones.
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más eficaz para trazar el panorama de la “destrucción” de España, mostrando su efecto
sobre sus pobladores.30 El autor del Poema parece llevar a cabo una calculada
selección de los contenidos. Así, para resaltar la inmisericorde fiereza de los moros
invasores, desarrolla con cierta extensión una de las numerosas leyendas que se
forjaron en torno a la conquista de España: la fingida antropofagia de los moros,
táctica de guerra psicológica para aterrorizar al enemigo. Se trata de una leyenda de
origen árabe que nuevamente se documenta por vez primera en Ibn al Qūtiya y que
incluyó el Toledano en su amplio relato de la conquista de España. Aunque resulta
difícil imaginar otra vía que no fuera el Toledano, por la cual el autor del Poema
tuviera noticia de esta especie, es el caso que el Poema contiene detalles ausentes en
De rebus Hispaniae que, sin embargo, aparecen en el historiador hispano-árabe de
origen godo.31 Habrá que suponer, por consiguiente, que tanto el autor del poema
como el arzopispo de Toledo beben en la misma fuente, recogiéndola el primero con
más detalle.
Ahora bien, el dato caracterizador que aparece en lugar preeminente, abriendo el
desarrollo del tema de la destrucción de España, anunciado en c. 89a, es la profanación
de las iglesias y el expolio de sus tesoros (c. 90). Este enfoque se revela original y
adquiere su pleno sentido no tanto como manifestación de la condición clerical del
autor –del monje sensible a los estragos materiales sufridos por el patrimonio
eclesiástico–, sino dentro de la estructura del Poema. Si la destrucción crea la
situación que exige la acción providencial del conde Fernán González, tenía que
destacarse la ruina sufrida en los templos cristianos, para que el perfil del héroe como
benefactor de la fe y de la iglesia alcanzara pleno sentido histórico.
3. La restauración
En el sombrío cuadro que traza el PFG de la destrucción de España se destacan
como islotes que quedaron a salvo de la marea invasora Castilla y Asturias. El intenso
sentimiento castellanista del poema se pone de manifiesto en la sesgada presentación
de los orígenes de la Reconquista. Asturias, antecesora del reino de León, quedó
indemne debido a la fragosidad de sus tierras, que la hacían inaccesible (c. 88);
30
Véase el análisis del tema de la “destrucción” en la cronística hispana hasta Jiménez de Rada en
Homet.
31
“prendian a los cristianos, mandavan los cozer,/ fazían semejantes que los ivan comer, / por tal que
les podiessen mayor medo meter. / Tenian otros presos, dezavan los foir, / por que veian las penas a los
otros sofrir; / avian por do ivan las nuevas a dezir” (PFG, c. 91-92). “... y mandó [Táric] a su gente que
hicieran pedazos (los cadáveres de) algunos prisioneros que mataron, y que cocieran la carne en las
calderas, y dispuso luego que soltasen a los prisioneros que quedaban, los cuales contaron esto a todos
los que encontraban; y Dios llenó sus corazones de pavor.” (Abenalcotía el Cordobés, Historia, p. 6).
Por el contrario, el Toledano se limitaba a aludir como especie falsa a la antropofagia de los moros, que
aterrorizaba a los cristianos: “Christiani autem audientes quod gens advenerat quae Gothorum gloriam
suam multitudine superarat, et, licet falso, quod humanis carnibus vescebatur, tanta se ignavia
abiecerunt, ut nec resistere cogitarent...” (R. Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae, III, xxiii, p. 71).
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Castilla, a su vez, tomó la iniciativa de la resistencia frente a los moros, mientras que
en el resto de España eran aniquilados sus habitantes (c. 87c-d). Ya desde un primer
momento asume Castilla el liderazgo sobre España, pues se atribuye a los castellanos
una suerte de responsabilidad nacional: la defensa de su puerto supuso la salvación de
España.32 Una vez más la condición clerical del autor se pone de manifiesto en la
preocupación que muestra por la suerte de lo que para él era lo más sagrado; así, los
malhadados que huían de la morisma tuvieron buen cuidado de llevarse consigo las
reliquias (c. 86b).
El relato de la caída de la monarquía visigoda presenta una cuidada elaboración, en
la que parece primar la eficacia de la transmisión del mensaje político. Efectivamente,
las coplas mencionadas, que introducen el tema de la restauración, preceden al
dramático y efectista relato de la destrucción. Ahora bien, la dislocación del orden de
la narración es sólo aparente, pues, al situar dichas coplas tras la muerte del rey
Rodrigo, el autor estaba sugiriendo que no hubo solución de continuidad entre el reino
visigodo y el reino de Castilla, al presentar como inmediata a la desaparición del
último monarca godo la resistencia de Castilla al invasor.33 Una vez declarada la
continuidad que garantizaba la legitimidad del reino castellano en tanto que sucesor
del visigodo, podía el monje arlantino continuar su dramático y truculento relato de la
destrucción de España.
El desarrollo del tema de la restauración presenta nuevamente aspectos originales
en el PFG. Consecuente con la atribución de las calamidades sufridas por España al
castigo divino debido a una culpa colectiva, el autor plantea el inicio de la restauración
como resultado de la recuperación del favor y la protección de Dios. La oración de los
cristianos fugitivos, que se cierra con un acto de contrición y de vigorosa declaración
de fe (c. 113), apelaba a la piedad de Jesucristo, que les ofrece su protección,
proponiéndoles, por medio de un ángel, que buscasen a Pelayo y lo proclamasen rey
(c. 114-15). De este modo, la elevación de Pelayo al trono es el resultado de la
elección divina. No cabía, pues, afirmación más tajante del origen divino del poder
real, de la realeza castellana.
Completamente original es la presentación de la figura de Pelayo como fugitivo
escondido en “cueva fanbriento el lazrado” (c. 116b), estampa inédita del primer rey
astur, que no es sino el resultado de la libre interpretación que el autor del poema hizo
del escueto pasaje de su fuente. Puesto que el Liber regum indicaba que Pelayo, en el
momento de su elección como rey, “estaua en una cueva en Asseua”,34 no hizo aquél
32
“tovieron castellanos el puerto bien guardado, / por que de toda Spaña esse ovo fincado” (PFG, c.
87c-d).
33
De ahí que se incluyan tales coplas en el apartado “derrota” de la “pérdida de España” en Gimeno
Casalduero (1975a, 34). Ciertamente, la fuente sugería al autor del PFG tal continuidad. Ahora bien, en
este punto, el Poema corrige a su fuente que sólo mencionaba a Asturias: “Quando fo perdido el rei
Rodrigo conquerieron los moros toda la tierra troa en Portugal τ en Gallicia fueras de las montañas
d’Asturias” (Liber regum, p. 208).
34
Liber regum, p. 208 > PFG, c. 116. El Liber no hizo sino leer apresuradamente el relato de la Crónica
de Alfonso III (versión rotense): “Ille quidem montana petens quantiscumque ad concilium properantes
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sino justificar lo que hubo de parecerle un escenario poco digno para la proclamación
del primer monarca de la serie dinástica a que remontaba la realeza castellana. Así, el
autor del Poema amplificó la seca referencia cronística infiriendo del hecho de
hallarse en una cueva unas precarias condiciones de vida. Y por su cuenta y riesgo,
presenta a Pelayo aceptando a su pesar el reino (c. 117a), ¿acaso para hacer más
patente la intervención divina en la elección del primer rey de la Reconquista? Ahora
bien, tal vez la idea de presentar a Pelayo como menesteroso antes de ser elegido rey
le viniera sugerida por el humilde entorno en que se desarrolló la niñez del héroe,
criado en las montañas por gentes rústicas, de manera que habría manipulado35 la
historia de Pelayo para hacer de éste la “figura” o anuncio del conde Fernán González.
Aun cuando los godos habían sido presentados, ante todo, como comunidad
religiosa, como cristianos, al producirse la invasión musulmana, la identidad étnica
cede a la religiosa. Los godos que, comandados por el rey Rodrigo, se enfrentaron al
invasor son denominados ya cristianos (c. 81a, 83c). Ciertamente, en la lamentación
que confiere un tono dramático al tema de la destrucción de España reaparecen, pero
asociados a un pasado de esplendor (c. 100d). A partir de entonces el término cristiano
designará predominantemente tanto a quienes sufrieron los rigores y crueldad de los
moros, como a los que iniciaron la resistencia frente a ellos. Sin embargo, queda un
resquicio para otras identidades. En primer lugar, la nacional: aparecen los castellanos.
A ellos se atribuye la iniciativa de la firme resistencia al invasor infiel (c. 87c). De ahí
que de la designación precisa de los habitantes de Castilla (c. 87c) pase a asumir una
suerte de representación nacional, pues los mencionados en la c. 102 se identifican con
los cristianos que dirigen su angustiada plegaria al Criador (c. 105b) y, por ende, se
aglutinan en torno a Pelayo para resistir a los moros.
Ahora bien, la gran novedad que introduce el Poema es el uso sistemático del
vocablo cruzado, del que ofrece un temprano testimonio en castellano.36 La primera
vez que aparece designa precisamente a las huestes del rey Rodrigo, lo que resulta
sorprendente, porque en dicho contexto viene a ser sinónimo de cristiano.37 Mas es
posible entrever en esta primera aparición del término indicios de la hispanización
–mejor, castellanización– de la idea de cruzada. En efecto, tales huestes se enfrentan a
inuenit secum adjuncxit, atque ad montem magnum cui nomen est Aseuua ascendit et in latere montis
antrum quod sciebat tutissimum se contulit ex qua spelunca magna flubius egreditur nomine Enna. Qui
per omnes astores mandatum dirigens in unum colecti sunt et sibi Pelagium peincipem elegerunt”
[Crónica Rotense, ed. M. Gómez Moreno, BRAH C (1932) 613]. Por tanto, Pelayo se hallaba
efectivamente en una cueva, porque era un refugio seguro, pero con la intención de liderar la rebelión
contra los moros.
35
Tanto si había leído al Tudense y al Toledano como si no, el caso es que estaba impugnando la
versión de ambos (L. de Tuy, Chronicon Mundi, IV, p. 71; R. Jiménez de Rada, De rebus Hispaniae,
IV, i, p. 75). Sobre el origen del héroe véase Keller (1956).
36
CORDE. Corpus Diacrónico del Español <http://www.rae.es> s. v. cruzado. Se sugiere que la idea de
cruzada “es una de las bases interpretativas del PFG” (Garrido Moraga 23), pero luego no se desarrolla
completamente esta línea interpretativa.
37
“fueron de la primera los moros arrancados, / cojieron se con todo essora los cruzados” (PFG, c. 79cd).
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musulmanes que invaden España, territorio cristiano. Y ahí radica el sentido hispánico
de la idea de cruzada: la asimilación de la lucha contra el Islam en territorio hispánico
a las cruzadas orientales.
II. El vocabulario de cruzada en el poema
El uso del vocabulario de cruzada se concentra en las dos secciones del Poema,
segunda y cuarta, según la división hecha por Menéndez Pidal en su edición,38 que
tratan de las victorias de Fernán González sobre Almanzor en Lara y Hacinas,
especialmente en esta última. La idea de cruzada constituye, por tanto, un recurso que
se subordina a la exaltación del héroe en la medida en que éste lidera una guerra que
tiene una doble dimensión, nacional y religiosa.
En el PFG no se utiliza el sustantivo “cruzada”, sino el adjetivo “cruzado” y su
correspondiente sustantivación. Predomina la forma adjetival, que acompaña a los
sustantivos “pueblo” y “gente”, que pueden considerarse sinónimos. De este modo,
más que apuntar directamente a la idea de cruzada, el término se subordina a la
conformación de una identidad colectiva. Ahora bien, el término en cuestión designa
dos comunidades históricas distintas: godos y castellanos.
1. Primer momento: la destrucción de España
Sólo en una ocasión, en la citada copla 79, se aplica el sustantivo “cruzados” para
designar a los godos, a aquellos que se enfrentaron a los moros invasores. Ocurre
precisamente en el momento en que se produce el encuentro entre los moros y las
huestes mal equipadas que había podido reunir el rey Rodrigo. Entonces la identidad
nacional cede a la religiosa, de ahí que más adelante se identifique a esos mismos
combatientes godos como cristianos (copla 81). De este modo, se recurre a la idea de
cruzada en el momento crucial de la batalla que decidió el derrumbamiento de la
monarquía visigoda, del dominio cristiano peninsular a manos de los musulmanes.
“Cruzados” en tal contexto no significa sino combatientes cristianos. Ahora bien,
quedaba enaltecida dicha condición al atribuírseles la constelación de ideas e ideales
asociados a las cruzadas. Desde el primer encuentro, la lucha entre musulmanes y
cristianos en la Península Ibérica es concebida en unos términos de intensa
elaboración ideológica. Se recurre a aquella idea que polarizaba las más acendradas
aspiraciones del estamento belígero y proporcionaba la más alta ocasión en que podía
ejercerse la vocación de las armas.39
Una función asimismo destacada cumple la consideración de las huestes del rey
Rodrigo como cruzados: al ser un atributo común a godos y castellanos, se establece
un nexo entre ambas comunidades históricas, que se presentan de este modo unidas en
38
Conforme a la estructura propuesta por Casalduero corresponderían al tema I de la parte II (Gimeno
Casalduero 1975a, 39). Véase asimismo Keller (1957, 236-38).
39
Sobre la espiritualidad del cruzado, véase Demurger (97-104).
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una misma empresa guerrera, la lucha contra el invasor musulmán. Así, la idea de
cruzada adquiere una dimensión política en su específica circunstancia hispánica, en la
medida en que constituye uno de los argumentos clave que garantizan la
ininterrumpida continuidad de la titularidad de la soberanía sobre el territorio
hispánico, que de los godos se transfiere a los castellanos. El término “cruzado”
permitía, por tanto, una interpretación “figural” de los godos, que se identificaban de
este modo con las huestes castellanas de Fernán González.
2. Segundo momento: la batalla de Lara
El siguiente contexto en que se recurre al vocabulario de cruzada es el episodio de
la batalla de Lara40 contra Almanzor. Muy significativamente, reaparece el término
“cruzado” en una situación muy similar a la de la copla 79: el comienzo de la batalla
entre castellanos y moros. En esta ocasión figura en forma adjetival, acompañando al
sustantivo “pueblo.”41 Las huestes castellanas asumen así la representación del pueblo,
con lo que la empresa bélica en que se hallaban empeñados adquiere una dimensión
nacional. Hay que destacar el contraste entre el brío guerrero de Fernán González,
deseoso de entrar en combate, y el temor de sus mesnadas, sobrecogidas por la
multitud de los enemigos.42 La idea de cruzada realzaba la oposición entre las
dificultades iniciales a que se enfrentaban los castellanos, su manifiesta inferioridad
numérica, y la brillante victoria final.
Vuelve a aparecer el término, esta vez como sustantivo, para designar al ejército
que, tras derrotar a Almanzor en Lara, regresa victorioso a Burgos. Presenta carácter
de aposición, referida a “sus gentes.”43 Las mesnadas del conde Fernán González son
representadas como ejército cruzado. En el primer episodio del tema de la Reconquista
se observa un calculado uso del vocabulario de cruzada, distribuido estratégicamente
para subrayar de manera eficaz el contenido ideológico de la guerra. La primera
batalla y resonante victoria de los castellanos sobre los moros asume de este modo el
carácter de guerra santa. No hay que perder de vista que se trataba de una guerra
defensiva, de resistencia frente a la fiera acometida de Almanzor en tierras castellanas,
40
Análisis en Chalon (1976, 427-28).
“bien cuidava es dia reygnar í el pecado, / que metio grand espanto en el pueblo cruzado” (PFG, c.
255c-d).
42
Tomado del Libro de Alexandre (Lida de Malkiel 1952, 202-03).
43
“El conde e sus gentes e todos los cruzados / a la çibdat de Burgos fueron todos llegados” (PFG, c.
284a-b). Una primera lectura del verso incial, sin embargo, apuntaría a considerar el segundo
hemistiquio como complementario del primero, de manera que los “cruzados” serían algo así como un
contingente diferenciado de las mesnadas del conde castellano. Sólo sería esto posible identificando
dichos cruzados con extranjeros, que acudirían a la “cruzada hispana”. ¿Acaso se representaría el monje
arlantino las huestes de Fernán González como los ejércitos castellanos de las campañas andaluzas del
siglo XIII? Quede ahí apuntada la posibilidad. Intento de explicar en términos históricos el regreso a
Burgos de las huestes castellanas en Chalon (1976, 427-28) (remontaría a la razzia de Abd-al-Rahman
III contra Ramiro II en 934, en el curso de la cual se saqueó Burgos).
41
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en tanto que la idea de cruzada tiene un fundamento expansionista. Se pone de
manifiesto, por tanto, la función que desempeña la idea de cruzada en este contexto:
permitía integrar la doble dimensión política y religiosa que en el PFG se atribuye a
las empresas bélicas de Fernán González.
3. Tercer momento: la batalla de Hacinas
El vocabulario de cruzada se concentra en el relato de la batalla de Hacinas.
Ciertamente, se trata de nuevo de una guerra defensiva, pero la narración de la batalla
presenta un desarrollo mucho más amplio, incluyendo elementos sobrenaturales, lo
que confiere al episodio una destacada significación. En efecto, la reaparición del
término tiene lugar precisamente en la estrofa que precede al prodigio de la sierpe. De
la misma manera que en el relato de la victoria de Lara, se refiere a los preparativos de
la batalla, sólo que en esta ocasión, la presentación de las huestes castellanas se ha
amplificado conforme al motivo épico de la “movilización de tropas”:44 siguiendo el
esquema ternario que inspira la construcción del Poema,45 las mesnadas cristianas
aparecen divididas en tres haces. La tercera es la de Fernán González, quien da las
órdenes oportunas para el combate. Tras pasar revista el conde a sus tropas, éstas se
recogen para cenar, descansar y orar. Pues bien, en ese momento, considerado en su
totalidad el ejército castellano, es designado como “essa gente cruzada” (c. 470).
En este contexto resultaba oportuno el uso del vocabulario de cruzada, pues las
huestes castellanas aparecían encomendándose a Dios la noche previa a la decisiva
batalla. Al presentarlos como cruzados, el autor les otorgaba el contenido devocional y
piadoso que tenía la idea de cruzada.
En el episodio de la sierpe ardiente, que viene a continuación, se usa
sistemáticamente el termino “cruzado.”46 Ello obedece a la acusada dimensión
religiosa que se otorga al prodigio. Y es que el elemento fantástico, antes que a
deleitar al auditorio, satisfaciendo su gusto por lo maravilloso, apunta a expresar un
mensaje religioso: la afirmación de la verdadera fe cristiana, que debe inspirar a los
guerreros castellanos que luchan contra el infiel, en agudo contraste con las
sugestiones diabólicas del credo islámico.47 Las huestes castellanas son representadas
44
Rychner (129).
Keller (1957, 235-46).
46
Aparece como sustantivo (PFG, c. 477) y como adjetivo que acompaña al sustantivo “pueblo” (PFG,
c. 473, 476).
47
Se ha observado que los elementos maravillosos se concentran en los episodios relativos a la lucha
contra los moros (Chalon 1976, 439), aunque la explicación que este estudioso ofrece resulta
insuficiente: “Le poète ne pouvait, auprès de son public, faire ressortir plus clairement la superiorité de
la foi chrétienne sur la foi islamique.” (439). Y es que lo maravilloso se integra en una visión del mundo
donde asume una precisa función, confortar al público proporcionándole medios con que hacer
llevaderas las situaciones límite que ofrece la existencia, conforme se ha puesto de manifiesto en una de
las más profundas reflexiones sobre el fondo metafísico que al respecto tiene la épica medieval: “Ihr [=
autores de cantares de gesta] Hauptanliegen, bewußt oder unbewußt, ist das Erwecken der Illusion, daß
45
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como “pueblo cruzado” o, simplemente, como “cruzados”, víctimas del aterrador
prodigio. En este caso se trataría de la resistencia espiritual a las tretas de que se valen
los moros para intentar ahuyentar al ejército castellano.
El liderazgo militar del conde Fernán González se extiende a una suerte de
ascendiente espiritual, pues calma y conforta a sus tropas, desvelándoles la verdadera
naturaleza del prodigio que las aterrorizaba. Así, la bestia formidable, dotada de los
más espantables atributos, quedaba reducida a mero encantamiento que los magos
moros habían urdido con la ayuda del demonio, por tanto, a un engaño.48 La
presentación de las huestes castellanas como ejército cruzado otorgaba un realce
especial a la dimensión religiosa de la guerra contra los moros, pues sobre ellas se
libra el combate espiritual entre las sugestiones diabólicas y la fe firme en la
omnipotencia de Cristo. Es de notar la apelación que hace el conde castellano a la
razón, al sentido común, como fundamento de la fe cristiana.49
De nuevo se designa como “pueblo cruzado” (c. 489) a las mesnadas castellanas
dispuestas para el combate, con lo que se subraya el contenido religioso de los actos
previos a la batalla: oración, contrición y comunión. El poeta traza un ritual de
purificación espiritual que apunta inequívocamente a las ceremonias religiosas que se
celebraban en los ejércitos hispano-cristianos, los cuales contaban con capellanes que
decían misa, confesaban y daban la comunión.50 Ahora bien, es de destacar la ausencia
de referencia alguna a cualquiera de los principios básicos de la guerra santa, como la
remisión de los pecados de los combatientes cristianos.51 Se pone así de manifiesto la
man der kaum erträglichen, kaum haltbaren Wirklichkeit vielleicht nicht so gar hilflos ausgesetzt ist, da
man sich ja sogar in extremen, ganz unerträglichen, ganz unhaltbaren Situationen an der Grenze der
Wirklichkeit recht angenehm angeregt zuhause zu fühlen scheint.” (Adler 22).
48
PFG, c. 482. Se ha interpretado este episodio como práctica de aquelarres y conciliábulos (Garrosa
Resina 1987, 152). Ahora bien, hay que tener en cuenta que el aquellarre no surge sino en el siglo
siguiente (Ginzburg 149-80). La serpiente, junto a su evidente asociación con el demonio en el marco
de la iconografía cristiana –aunque también se utilizó para representar el círculo que figuraba el
sempiterno soplo o aliento divino (Davy 186)–, podía connotar para el autor del poema fuerza militar
–de hecho, la utiliza como referente para ponderar el arrojo del héroe: “El conde don Fernando, mas
bravo que serpiente” (c. 520a). Y es más, podía ser asimismo símbolo de ejércitos enemigos, como
muestra una verosímil interpretación del sueño premonitorio de Alejandro Magno, según el célebre
poema francés del siglo XII: “Li serpent qu´en issoit, fiers et de fieres mors, / C´est uns hom orgellous
qui movra mains estors / Et vaudra sormonter rois et empereors...” (Le Roman d´Alexandre, vv. 285-87,
ed. L. Harf-Lancner, París, Librairie Général Française, 1994, p. 90).
49
“Commo sodes sesudos bien podedes saber / que el non ha poder de mal a nos fazer, / ca tollo le don
Cristo el su fuerte poder...” (PFG, c. 483b-c).
50
Lomax (138). Tal vez haya que considerar tales prácticas dentro de la tradición hispana de la Missa
de hostibus, incluida en el Liber Ordinum. Véase su análisis en Bronisch (322-30). Dicha realidad se
formalizó literariamente como motivo épico de la narración de batallas (Rychner 130), del que ofrece
un acabado testimonio el Poema de Mio Cid: la misa celebrada por el obispo don Jerónimo, quien sí
otorgaba absolución general (Cantar de Mio Cid, vv. 1702-05, ed. A. Montaner Frutos, Barcelona,
Crítica, 1998, p. 207). Para las ceremonias y la liturgia practicadas en la Reconquista véase
O´Callaghan (2003, 177-208).
51
Tomada en el sentido más amplio propuesto en Flori (2001, 331).
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peculiar concepción que el monje arlantino tenía de la cruzada transferida
anacrónicamente a la época del héroe castellano: la subordinación del gran ideal que
tantos entusiasmos movilizaba a la empresa reconquistadora hispana, de manera que
quedaba en un plano muy secundario la dimensión espiritual que para los
combatientes, considerados individualmente, tenía la lucha contra el moro.
Dada la extensión del episodio tenía que aparecer el término asimismo en el
desarrollo de la batalla, ocasión que iba a revelar la genuina idea de cruzada que
inspira al Poema: figura en el sintagma “essas gentes cruzadas”, aposición de “los
pueblos castellanos” (c. 513). La explícita definición del vocablo apunta a la
constitución de una identidad colectiva, se funde con la noción de pueblo o nación. La
última ocurrencia del término tiene lugar al final de la batalla, en su clímax,
determinado por la aparición de Santiago.
Ésta tiene lugar en el momento de mayor apuro y angustia para Fernán González,
tan estrechamente cercado por los moros, que veía próxima la muerte. Entonces dirige
su oración a Dios, implorando su ayuda (c. 549-59). El apóstol Santiago responde a
sus plegarias, acudiendo en su auxilio al frente de una hueste numerosa.52 A su vez, el
alma del conde castellano acudiría a animar y auxiliar a los castellanos en momentos
señalados de su lucha contra los moros (Navas de Tolosa, inicio de guerra de
Granada).53
Muy significativamente, se obvia la iconografía habitual,54 reduciéndose su
presentación a destacar los atributos de cruzado: esas “armas cruzadas” (c. 561c),55
aun cuando se había hecho referencia al habitual aparato sobrenatural (la albura de las
armas del ejército celestial) en el anuncio que hace San Pelayo del auxilio que
prestarán Santiago “y otros” (c. 413-14). La sobrenatural hueste atemoriza a los moros
no tanto por su magnitud cuanto por el signo que ostentan, pues éstos se percatan de
que “eran todos cruzados” (c. 563d). La asimilación del mito santiaguista a la idea de
cruzada pone claramente de manifiesto el papel nuclear que ésta tiene en la
construcción ideológica del PFG.
La noticia del auxilio de Santiago, al igual que el de San Millán, a Fernán
González ha de derivar de la Estoria del señor sant San Millán de Berceo. Dada la
circulación de esta obra desde el segundo cuarto del siglo XIII,56 era obligada su
52
La caracterización de Santiago como capitán de una hueste celestial aparece en el Tudense, al
narrarse la campaña de Extremadura de Alfonso IX (Chronicon Mundi, IV, p. 114). Véase Fernández
Gallardo (155).
53
Menéndez Pidal (1974, 41). Y es que la leyenda del héroe castellano incorporaría elementos
hagiográficos. Análisis de la hagiografía como uno de los impulsos de la creación literaria en la Edad
Media y Siglos de Oro con profusión de esclarecedores y a veces sorprendentes paralelos en Gómez
Moreno (con relación a Fernán González, pp. 34-35, 122-23).
54
Analizada en Salvador (219-21).
55
No deja de ser significativa la prosificación de la Estoria de España: “todos armados con sennales de
cruzes”, que confirma la eficacia bélica del signo de la cruz (PCG, cap. 699, t.II, p. 405a).
56
Según la fechación propuesta, entre 1228 y 1246 (Dutton 74). Se restringe la horquilla cronológica al
situarse dicha obra hacia 1230 (Uría 286).
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inclusión en una biografía del conde. Mas el autor del PFG se distancia del uso que
había hecho Berceo del auxilio bélico de los dos santos,57 subordinado a la promoción
del monasterio de San Millán de la Cogolla. En primer lugar, parece rebajar los
méritos de San Millán al reducir su papel a mero vaticinador del auxilio celestial,
mientras que Santiago es quien acude efectivamente a batallar contra la morisma. Por
otra parte, al hacer de éste un cruzado, se le otorgaba al punto una proyección política
más amplia: sus afanes guerreros ya no estaban al servicio de empresas de alcance más
bien local (ya sea la conquista de Coimbra o la liberación del tributo de las cien
doncellas) sino de la Cristiandad, de la comunidad unida por el signo de la cruz.
Mediante la apelación a la idea de cruzada se conectaba así con las inquietudes que
embargaban al Occidente europeo; la guerra en España contra el Islam se integraba en
la empresa cruzada, lo que se manifestaba en la asunción de la iconografía cruzada por
parte de Santiago, el santo tutelar hispano en la lucha contra los musulmanes.
III. Contextos
1. Sobre el vocabulario de cruzada
El término cruzado tiene una doble historia, en latín y en vulgar, cuyas tramas se
entrecruzan. Lógicamente se documenta primeramente la voz latina, “crucesignatus”,
cuyo más antiguo testimonio se ha localizado en la Crónica de Montecassino (ca.
1140-50). Inocencio III es el primer pontífice en utilizar oficial y regularmente el
vocablo, mas con un sentido restringido, que no incluía la Reconquista. Mas elusivo es
el rastro de los equivalentes vernáculos, que afloran a mediados del siglo XIII.58 El
término vulgar presionaba sobre el latín de los clérigos, imponiéndose en una forma
levemente latinizada, “cruciata”.
Cabe localizar la primera aparición del término en los Anales Toledanos I, que
hacia 1219, acuñan el sustantivo castellano “cruzada”.59 Se sitúa, por tanto, este
primer uso en un momento muy preciso: la dirección de la cruzada en España por
parte de Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, que había sido nombrado
legado de la cruzada española con amplios poderes en la preparación y dirección de
las campañas militares el 30 de enero de 1218 y había promovido precisamente las
expediciones a que hacen referencia los Anales Toledanos I. Aunque los resultados no
se correspondieron con las expectativas suscitadas, la acogida al llamamiento lanzado
por el prelado toledano fue ciertamente entusiasta. El liderazgo que éste ejerció marca
el declive de la intervención directa del Pontificado en la cruzada española y su relevo
por parte del clero hispano.60 De este modo, los Anales Toledanos I testimonian el
57
G. de Berceo, Estoria del señor sant Millan, c. 437-39, p. 35.
Markowski (158, 160-61), Demurger (50).
59
Se utiliza en dos ocasiones en la expresión “hacer cruzada”, para designar las campañas de 1218 y
1219 [ed. Flórez (1767, 400)].
60
Goñi Gaztambide (143-44), Mansilla Reoyo (44-46).
58
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calado de la propaganda de la cruzada española, al mostrar cómo se hizo habitual en la
lengua vernácula la idea de cruzada, para la que se arbitró el correspondiente vocablo.
En el decenio siguiente, se emplea al adjetivo latino “cruciatus” en el testamento
de Martín Muñiz. Se consagra la forma vernácula al ser adoptada por los oficiales de
la cancillería apostólica. El sustantivo “cruciata” figura en la bula “Nuper ad
nostrum”, de Bonifacio VIII (29 de enero de 1300). La importancia de este documento
radica en que viene a sugerir que es un hispanismo.61 Se constata, pues, la vitalidad del
uso vernáculo, que acaba imponiendo su morfología en el latín de los doctos y, lo que
conviene resaltar especialmente, el vigor de los usos hispánicos, que influyen en el
latín cancilleresco.
Y sin embargo, en los Anales Toledanos II, terminados hacia 1250, se restringe
considerablemente el uso del vocabulario de cruzada, que se limita sólo a la que hizo
Alfonso IX de León.62 Y es que entre ambos textos se interpone el reinado de
Fernando III, reacio a asumir la idea de cruzada como principio que justifique sus
campañas andaluzas, lo que no obsta que para su financiación recurriera al
Pontificado, a la vez que éste otorgaba recompensas espirituales análogas a las de los
cruzados de Oriente para quienes lucharan en España contra los moros.63
2. Una coyuntura precisa: la cruzada de África
Ahora bien, precisamente en los últimos años de su reinado, parece ser que
Fernando III alentaba planes para proseguir sus conquistas en África, que habría que
relacionar con la obra misional en Marruecos encomendada al arzobispo de Toledo.64
En cualquier caso, los proyectos del conquistador de Sevilla hallarían en su hijo
Alfonso un entusiasta continuador: fue “el único monarca castellano que hizo uso
sistemático de la cruzada en la lucha contra el Islam.”65 Empezó así a preparar la
61
Goñi Gaztambide (151 y 232).
“El rey de León fizo cruzada por tierra de moros...” [ed. Flórez (1767, 406)].
63
Goñi Gaztambide (155 y 183-84). Por otra parte, se ha señalado que tras el hundimiento del poder
almohade a raíz de la crisis dinástica de 1224, el recurso a la cruzada era innecesario (González Jiménez
1997, 176). A su vez, se ha apuntado que el extraordinario esfuerzo económico del clero castellano a
que lo obligó la financiación de la campaña de 1212 supuso una “crisis de ámbito nacional que esfumó
la euforia de los vencedores” (Linehan 1975, 5).
64
De este extremo informa una fuente más bien tardía, la Crónica Particular de San Fernando,
compuesta al parecer en los primeros años del siglo XIV, por tanto, medio siglo posterior a los hechos
referidos, y cuyos representantes textuales difieren además en este punto, pues la versión manuscrita
presenta el proyecto de acción en África como una sugerencia que le es hecha a Fernando III, en tanto
que la impresa lo muestra como iniciativa del monarca, quien dispone los medios oportunos para su
realización (B.N.M., ms. 10273, fol. 42 v; Crónica del Sancto Rey don Fernando Tercero, Sevilla,
Jacobo Cromberger, 1526, fol. 38 v b). Para la labor misional en Marruecos, véase Mansilla Reoyo
(61).
65
González Jiménez (1997, 177). Muy significativamente, el rey Alfonso tiene en mente los “fechos de
Ultramar” en su primer testamento, en tanto que en el segundo establece lo siguiente: “que luego que
finaremos, que nos saquen el corazon e lo lleven a la Sancta Tierra de Ultramar, e que lo sotierren en
62
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cruzada de África, organizando tanto los recursos materiales necesarios (en 1252 se
inicia la construcción de las atarazanas de Sevilla), como las negociaciones
diplomáticas para obtener la bula de cruzada.66 En 1254 obtuvo de Inocencio IV la
primera bula de cruzada para una expedición castellana al norte de África. En 1259,
Alejandro IV concedió una nueva bula de cruzada para un objetivo similar, una
operación contra Salé. Con relación a la primera, se ha supuesto que las Cortes de
Toledo de 1254 habrían sido convocadas para suscitar el entusiasmo por la empresa
cruzada.67
El uso de la idea de cruzada en el PFG se enmarcaría, por tanto, en ese clima de
exaltación de los ideales cruzados, impulsados por Alfonso X.68 La predicación de la
bula de cruzada conllevaba una intensa acción propagandística que alcanzaba a todos
los estamentos, tanto los círculos del poder (cortes), como el pueblo llano a través de
la predicación, pero, asimismo, poseía una importante dimensión económica, pues el
rey recibía considerables cantidades de dinero procedentes de las limosnas entregadas
por quienes obtenían la indulgencia (Ladero Quesada 1982, 192).
De este modo, los ideales cruzados se difundían e iban calando en la sociedad. El
autor del PFG participaría del entusiasmo que hubo de suscitar la predicación de la
cruzada. Conforme al esencial anacronismo que preside la representación del pasado
en el Medievo, no haría sino actualizar los términos de la guerra del héroe Fernán
González contra los moros a las circunstancias de su presente. Tal vez haya que
interpretar las anacrónicas referencias del poema a África en el marco de la geografía
política de la segunda mitad del siglo XIII, como escenario de las empresas cruzadas
alentadas por Alfonso X.69 En efecto, África representa en el PFG el espacio del que
procede la amenaza frente a la cual se movilizan los cruzados castellanos. Desde esta
perspectiva, las empresas bélicas de Fernán González constituirían la “figura” de la
cruzada africana del siglo XIII.70
IV. La idea de cruzada en el PFG
1. Fernán González, “miles Christi”
¿Es el Fernán González del poema un héroe cruzado? No se le aplica
expresamente el término “cruzado” sino en la medida en que es miembro de la
Ierusalem” [ápud García Solalinde (1980, 231, 235)]. Por otra parte, no es casual que el único
testimonio castellano de la poesía de cruzada, ¡Ay, Iherusalem!, se compusiera durante el reinado de
Alfonso X. Para la fechación de esta obra véase Asensio (267).
66
González Jiménez (1999, 54-55), González Jiménez (1997, 178-79).
67
Nieto Soria (128-29). Para la dimensión propagandística de las cortes toledanas, O’Callaghan (1993,
168). Para la discusión de la cruzada africana en las cortes, véase O’Callaghan (1989, 102-04).
68
Antes que en el ambiente de cruzada de los últimos años del reinado de Fernando III, como
propusieran Armistead y, nuevamente, López Guil (2002, 32).
69
Se echa en falta el análisis de Andalucía y África en Valverde Morán (255-71).
70
Antes que de Fernando I, como defiende Allaigre (8-17).
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comunidad a la que se refiere dicho término, los castellanos que combaten tenazmente
a los infieles. Ciertamente, la guerra que lleva a cabo el conde castellano contra los
moros tiene un inequívoco carácter religioso, mas, como ya se ha constatado, están
ausentes elementos esenciales de la espiritualidad de cruzada, como la remisión de los
pecados de los combatientes cristianos. Y es que el tipo de religiosidad con que se
caracteriza al héroe del poema se orienta en una dirección distinta.
La piedad de Fernán González tiene su expresión más elocuente en las oraciones y
arengas.71 La oración constituye un recurso retórico característico de la épica
medieval, con que se manifiestan dramáticamente las tribulaciones que padecen
destacados personajes, que en momentos de angustia invocan el favor de Dios. Mas
conviene precisar que las que pronuncia el héroe del poema se apartan del esquema
canónico de la oración narrativa al omitir la relación de milagros.72 La proclividad del
conde castellano a la plegaria viene a resaltar una profunda devoción dentro de su
caracterización heroica, a la vez que destaca su misión providencial frente a los
enemigos de Castilla. De las siete oraciones que se ponen en boca del conde castellano
cinco son pronunciadas con ocasión de la guerra contra los moros.73 Se trata de
peticiones de auxilio a Dios, preferentemente a Cristo, generalmente hechas en
momentos de máximo apuro. Excepto la cuarta, de carácter anecdótico, en que pide
desesperado una cabalgadura para proseguir el combate, en las restantes el conde
castellano impetra la ayuda divina para la tierra, Castilla, y el pueblo que rige, que
sufren la amenaza y la agresión de los infieles. Tales peticiones se sitúan, por lo tanto,
en el horizonte ideológico y doctrinal de la guerra justa defensiva, que, ciertamente,
constituyó una de las raíces de la idea de cruzada. Pero es más, la preferencia por
Cristo como destinatario de las plegarias cabría interpretarse desde la perspectiva de la
figura del miles Christi, tal y como fuera elaborada por San Bernardo.74
Las dos primeras constituyen un anuncio de la misión que tiene encomendada el
héroe. Lo primero que éste hace al tomar conciencia de la postración en que se hallaba
sumida Castilla y al ser reconocido como su señor es impetrar la ayuda de Cristo y del
Creador, respectivamente (c. 179c-d, 185 c-d). A través de la petición de la segunda
oración se va perfilando el sentido de las empresas bélicas del conde castellano. “Da
me, Señor, esfuerço, seso e buen sentido” (c. 186a): fortaleza de ánimo y prudencia,
71
Para la piedad del conde, véase Cotrait (298-307), aunque le ocupa más la confrontación del
personaje literario con el histórico.
72
Véase Gimeno Casalduero (1975b, 11-29). De hecho sólo se tiene en cuenta en este estudio la oración
de los fugitivos que escaparon a los estragos de la invasión islámica (PFG, c. 105-13), la que encaja
plenamente en el esquema genérico en cuestión. El análisis de Montoya Ramírez (518-21) resulta
insuficiente.
73
PFG, c. 179-82, 185-90, 397-407, 501 y 503, 552-59. La oración de c. 185-90 viene a ser una suerte
de duplicación de la anterior.
74
En efecto, la confianza que Fernán González pone en Cristo para que lo ayude en su lucha contra los
moros y la aceptación de la muerte en tal combate (c. 558) responde a la doctrina de San Bernardo:
“Miles, inquam, Christi securus interimit, securior interit.” (De laude novae militiae ad milites Templi
liber, Patrologia Latina, CLXXXII, col. 924).
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dos virtudes cardinales, constituyen los medios necesarios para llevar a cabo su
proyecto (“que yo tome vengança del pueblo descreido, / e cobren castellanos algo de
lo perdido”, c. 186b-c). Con ello sirve a Dios (“e te tengas de mi en algo por servido”,
c. 186d). Se perfila aquí nítidamente la idea de reconquista concebida como guerra
santa: la lucha contra el infiel para la recuperación de la tierra originariamente poseída
por unos castellanos ancestrales, en la que prima el servicio a Dios.
En la tercera oración se precisa el carácter de guerra justa defensiva, una de las
raíces doctrinales de la idea de cruzada. Se reitera la petición de fortaleza de ánimo y
prudencia (c. 407c) para la defensa de Castilla. Presenta especial interés el escenario
geográfico invocado. África se alza como poderosa amenaza que se cierne sobre una
Castilla que el héroe personaliza (“Señor, sea por ti Castella defenduda, / toda tierra de
Africa sobre mi es venuda” (c. 406b-c). Diríase que se actualiza el escenario del
proyecto de cruzada de África de Alfonso X, sólo que la guerra ofensiva se torna en el
poema defensiva.
Sin embargo, sólo en la cuarta oración se advierten elementos que se aproximan a
la idea de cruzada. Una vez más el héroe hace su petición a Dios a favor de Castilla,
de una Castilla que se alza como salvaguarda de España. En lo más apurado de la
batalla, Fernán González entrega a Cristo su condado a cambio de auxilio. El PFG
recurre a la institución de la encomienda monástica para representar la protección
divina que recibe el héroe. De la misma manera que un cenobio buscaba el amparo de
un noble poniendo sus dominios bajo la tutela de éste, el conde se acoge al amparo de
Cristo entregándole Castilla;75 las jerarquías terrenales se proyectan así sobre el orden
celestial –aunque en el Medievo se contemplaba este fenómeno desde el punto de vista
inverso: el orden terrenal reproduce el celestial.76 Confiado en la ayuda divina, el
héroe declara solemnemente su voluntad de morir en el empeño de vengarse de
Almanzor. Y en este punto parece apuntar la idea de muerte martirial aplicada a los
guerreros castellanos que lucharon contra Almanzor. En efecto, al ofrecer Fernán
González su vida, en el primer plano de sus consideraciones se sitúa no la salvación de
Castilla, sino la venganza de sus vasallos, con los que se reunirá en el paraíso (c. 559).
Ahora bien, ¿por qué aparecen todos en el paraíso? No se dice expresamente, pero
habrá que colegir que porque han muerto luchando contra los infieles, por tanto, en
una guerra santa, naturaleza ésta que para el autor del poema se superpone a la de
carácter netamente político que posee la que sostiene el conde castellano contra
Almanzor: recuperar el solar originario de los castellanos ancestrales.
75
“resçibe tu, Señor, en comienda est condado, / si non, sera aina por suelo astragado.” (PFG, c. 556cd, p. 123). Sobre dicha institución véase Santos Díez. Hay que tener presente que la encomienda
constituyó una de las vías para la integración de la caballería en la moral y los valores cristianos (Flori
1998, 188). ¿Acaso el autor del poema consideraba la encomendación como solución a la situación de
penuria y dificultades económicas por que atravesaba San Pedro de Arlanza a mediados del siglo XIII?
Para el estado del monasterio en esta época véase León-Sotelo Casado (506-08).
76
Para la representación del Más Allá en el Medievo, véanse las sugerentes consideraciones de
Dinzelbacher (16-34).
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Desde esta perspectiva, en el marco de una guerra santa, el solemne compromiso
del héroe castellano, la ofrenda que hace de su vida para vengarse de Almanzor, se
aproxima al voto de cruzado, en la medida en que dicha ofrenda formaba parte del
ritual de éste.77 Por otra parte, no hay que perder de vista que morir en combate contra
los moros defendiendo a los allegados fue considerado por Urbano II, el pontífice
promotor de la primera cruzada, como mérito acreedor de la indulgencia de los
pecados en carta dirigida a los magnates catalanes (poco después de 1096).78 Ahora
bien, en cualquier caso no hay una explícita caracterización del héroe como cruzado.
Todo lo más que cabe afirmar al respecto es el uso de elementos dispersos para trazar
el perfil devoto del conde castellano.
Más que como un cruzado propiamente dicho,79 el autor del poema se esfuerza por
caracterizar a Fernán González como caballero cristiano, en el más lato sentido del
término. El miles Christi representa la expresión conceptual de la plena integración de
la caballería dentro de los valores y la moral cristianos, el reconocimiento por parte de
la Iglesia de una conspicua función social de las armas. Ciertamente acabaría
designando al cruzado80 –y, por ende, a quienes combatían contra los moros en
España–,81 pero, heredero del miles Sancti Petri, en su origen incluía a todos aquellos
que ponían sus armas al servicio de la Iglesia.82 Era ésta la faceta de la caballería que
había de interesar al autor del poema. Y es que, desde la perspectiva de la intención de
la obra, tenían que cobrar un mayor relieve aquellos aspectos de la piedad del héroe
vinculados al monasterio de Arlanza, esto es, su munificencia para con el cenobio.
Así, la profecía de fray Pelayo, anuncio de la victoria de Fernán González sobre
77
Para el voto cruzado véase Demurger (69-71).
“...in qua uidelicet expeditione si quis pro Dei et fratrum suorum dilectione occubuerit, peccatorum
profecto suorum indulgentiam et eterne uite consortium inuenturum se ex clementissima Dei nostri
miseratione non dubitet.” (Kehr 1926, doc. 23, 287-88). Para la valoración de este documento desde la
perspectiva de la evolución de la idea de guerra santa, véase Erdmann, quien lo fecha después del
concilio de Clermont, hacia 1099 (294), y considera que no hay en el siglo XI documento que “die
christliche Idee des Heidenkampfes reiner und klarer zum Ausdruck brächte” (295), y, asimismo, Flori
(2001, 289-91).
79
No se sustenta en el texto la presentación del héroe del poema como “auténtico cruzado” (Perissinotto
62).
80
Y de hecho, se ha considerado la formulación de este nuevo ideal guerrero como condición “sine qua
non” para el desarrollo de las cruzadas (Cowdrey 19-20).
81
La carta de convocatoria a una expedición contra los moros, que promulgó Diego Gelmírez en el
sínodo compostelano de 1125, ofrece un precioso testimonio al respecto: “... & quemadmodum milites
Christi & fideles Sanctae Ecclesiae filii iter Hierosolymitanum multo labore & multi sanguinis
effusione aperuerunt, ita & nos Christi milites efficiamur, & ejus hostibus debellatis pessimis
Sarracenis, iter quod per Hispaniae partes brevius & multo minus laboriosum est, ad idem Domini
Sepulchrum, ipsius subveniente gratia aperiamus.” (Historia Compostellana, cap. LXXVIII [ed. Flórez
(1765, 428)]. Se limita el alcance de tales ideas en la caracterización de Gelmírez como cruzado en
Fletcher (299). Sin embargo, esta carta, junto con la de Calixto II (1121-24), se ha considerado como
modelo de la bula de cruzada (Villey 205-07).
82
Preciso análisis léxico en Flori (2001, 216-21). Para la circulación en España de esta figura véase
García y García (387-89).
78
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Almanzor en Lara, no es sino el marco de la petición para que socorra la precariedad
de los tres monjes que viven en la más absoluta pobreza en aquella ermita. A ella
ofrece el conde castellano nada menos que el quinto del botín, la parte reservada al
rey, para edificar “otra iglesia de mas fuerte çimiento”, donde reposarán sus restos
mortales y “vivan de monjes mas de çiento” (c. 249). El poeta deja puntual constancia
del cumplimiento de dicha promesa, que viene a rubricar su primera victoria sobre
Almanzor (c. 280). Su propósito apunta a caracterizar a Fernán González como
esforzado guerrero que tiene una profunda devoción, que se manifiesta en la oración y
la generosidad hacia el monasterio de Arlanza.83
2. La cruzada, dimensión divinal de la Reconquista
El uso de la cruzada que hace el autor del poema no apunta, por tanto, a la
caracterización, a la exaltación del héroe. En la medida en que se representa
sistemáticamente a los cristianos hispanos (godos y castellanos) que combaten con los
musulmanes como cruzados, la cruzada se utiliza esencialmente para definir la guerra
que sostienen los castellanos con los moros. Se trata de la guerra secular que enfrenta
en la Península Ibérica Cristianismo e Islam. En virtud de la amplia introducción
histórica del poema, su autor concibe las batallas en que contienden el héroe y
Almanzor como un episodio, ciertamente destacado, de la Reconquista, como una
especie de hito que prefigura la plenitud del presente en que se halla instalado. El PFG
asume la idea de reconquista que le ofrecía la tradición historiográfica hispana: la
guerra contra los moros responde al empeño por recuperar el solar de los ancestros,
que ocupan ilegítimamente los enemigos de la fe.84 Muy significativamente, en su
primera plegaria, pronunciada al despertar su vocación guerrera, Fernán González
reclama la ayuda del Altísimo para vengarse de los infieles y recuperar lo que unos
ancestrales castellanos perdieron.85 Mas, ¿qué podían haber perdido los castellanos,
paradigma de nación nueva,86 si no se les identificaba con los godos, esto es, si se
obviaba cualquier solución de continuidad en la titularidad del dominio hispánico
posterior a la invasión islámica? Sólo aceptando una permanente e ininterrumpida
identidad hispánica se entiende que los castellanos “cobren algo de lo perdido”.
Desde esta perspectiva la cruzada desempeña en el PFG una primera función
como elemento que refuerza la identidad de los distintos pueblos hispano-cristianos a
lo largo de la historia. Tanto los godos que hicieron frente a los invasores musulmanes
83
Y de hecho, el patronazgo ejercido por el conde Fernán González se erigiría en argumento
legitimador de los derechos del cenobio, como se pone de manifiesto en el contencioso que en 1380
enfrentó a monasterios benedictinos y señores seglares que alegaban tenerlos en encomienda y se
sustanció ante el rey Juan I (P. López de Ayala, Crónica de Juan I, año II, cap. VIII, ed. C. Rosell,
BAAEE, t. LXVIII, Madrid, Atlas, 1953, pp. 70b-71a).
84
Cumplido desarrollo de esta concepción en Maravall (249-337).
85
“Da me, Señor, esfuerço, seso e buen sentido, / que yo tome vengança del pueblo descreido, / e
cobren castellanos algo de lo perdido...” (PFG, c. 186).
86
Clásica exposición al respecto en Menéndez Pidal (1966, 11-39).
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como los castellanos que luchan contra las huestes de Almanzor son cruzados. La
cruzada aglutina así todos los esfuerzos bélicos llevados a cabo en España contra el
infiel; viene a resaltar la dimensión religiosa, no incompatible con el carácter político,
de la Reconquista. Constituye el dispositivo ideológico que proclama el sentido
religioso de la lucha que lleva a cabo el héroe contra Almanzor.
Y es que, efectivamente, tan anacrónica aplicación de la cruzada a momentos
históricos tan distantes (España goda, Castilla condal) imponía una considerable
reducción de sus contenidos a la máxima generalidad, si se quería mantener la mínima
verosimilitud que hiciera aceptable la construcción histórica en que se sustenta la
trama del poema –no se pierda de vista que el autor es un letrado y que remite
continuamente a los “escritos” que garantizan la veracidad de su relato.87 La cruzada
se limita en el PFG a destacar el carácter religioso de la guerra entre castellanos y
moros, que de este modo, deviene guerra santa.
En la cruzada como complejo ideológico cabe distinguir dos aspectos: el concepto
jurídico, la institución, que adquiere su plena formulación en los canonistas del siglo
XIII, y la idea o, mejor, ideal, que derivará en ideología.88 En el PFG está ausente el
preciso concepto jurídico: convocatoria papal y requisitos formales como insignia,
voto, indulgencia –se ha apuntado sólo una ligera analogía del solemne compromiso
que hace el héroe de ofrecer su vida con el voto cruzado. La cruzada constituye un
ideal que proporciona algo así como un ambiente, una atmósfera89 que exalta el
carácter religioso de la lucha entre castellanos y moros para erigirla en guerra santa.
El recurso al ideal de cruzada y su anacrónica transposición a la Castilla condal del
siglo X adquiere pleno sentido en el ambiente de exaltación cruzada que se suscitó en
los primeros años del reinado de Alfonso X. El uso de la idea de cruzada para trazar el
perfil religioso de las guerras que mantuvo Fernán González con los moros no podía
tener interés para el autor del poema si no gozaba de amplio predicamento en la
sociedad castellana o en los círculos a los que destinara su obra.
3. Cruzada y devoción arlantina
Aunque el PFG posee una intensa inspiración nacional, en la medida en que las
gestas del conde castellano tienen una amplia proyección hispánica –no en vano su
autor se esforzó en rimar una amplia exposición histórica que ofrecen el adecuado
marco–, la devoción que procura promover tiene un carácter marcadamente local, se
orienta al monasterio de Arlanza, por entonces en situación de acusada penuria, para
atraer la generosidad hacia el cenobio, de la cual el héroe ofrecía un testimonio
ejemplar. Desde esta perspectiva, el autor del poema mostraba cómo era perfectamente
87
Insisten en la condición clerical del autor, procurando distanciarla de la monástica, Muro (13) y Uría
(323). Para el horizonte intelectual de la “clerecía”, véase Rico (4-17).
88
Rousset (19). Precisa formulación de ambos aspectos en Benito Ruano (5-6).
89
Como el invocado a propósito de la épica francesa en Jonin (279-88). Clásica aproximación a la
presencia de la idea de cruzada en la épica francesa en Curtius (98-105).
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compatible la entrega a la causa de la cruzada con la atenta solicitud a las necesidades
del cenobio arlantino.
Tal vez éste percibiera cierta relación entre la extraordinario avance
reconquistador y los trastornos económicos que se produjeron en la segunda mitad del
siglo XIII en Castilla.90 Y aun cuando no, lo que de seguro constataría sería el
contraste entre el paulatino declive del cenobio y las fabulosas perspectivas que abrían
las recientes conquistas. No se le escaparía el hecho de que las nuevas entidades
eclesiásticas surgidas en el proceso de repoblación recibieron considerables dotaciones
territoriales. Ciertamente, las órdenes monásticas tradicionales, como la benedictina, a
la que pertenecía San Pedro de Arlanza, participaron de manera muy limitada en el
gran reparto de tierras que se produjo en Andalucía tras su conquista, a diferencia de
las nuevas (franciscanos, dominicos, mercedarios y trinitarios), que tuvieron un gran
desarrollo. En general, las sedes episcopales andaluzas recibieron sólo algunos núcleos
de población pequeños.91 Sin embargo, Toledo, durante el pontificado de Jiménez de
Rada, consolidó una vigorosa expansión territorial iniciada en épocas anteriores con la
constitución del señorío que más tarde se conocería como Adelantamiento de
Cazorla.92
Tampoco se le escaparía al autor del PFG la activa participación del arzobispo don
Rodrigo en la predicación de la cruzada. El tesón de este prelado, cuya obra histórica
tal vez consultara, en el engrandecimiento y las adquisiciones territoriales de su sede
mostraba a las claras cómo el fervor por la cruzada era perfectamente compatible con
la obtención de pingües beneficios económicos. De este modo, se advierte el sentido
inmediato que posee la cruzada en el PFG: vincular el monasterio de Arlanza a la
empresa reconquistadora, convertida en cabal cruzada, recordando cómo el héroe
fundador de la Castilla libre93 lo fundó y dotó generosamente. Diríase que el esfuerzo
de elaboración ideológica que realiza el autor del poema apuntaba a integrar el
cenobio en la corriente de entusiasmo devoto que entonces se encauzaba en el ideal de
cruzada –y asimismo en la económica que le era aneja–, como recurso propagandístico
que permitiera atraer la generosidad de los fieles, para los que el conde Fernán
González constituiría un egregio ejemplo. Desde esta perspectiva, presenta una
estrecha analogía con los esfuerzos de Gonzalo de Arredondo por promocionar el
90
Sobre la que ha insistido Ruiz (18-31).
González Jiménez (1985, 187), González Jiménez (1980, 130-31), Ladero Quesada (2004, 374-76).
92
Rodríguez López (286-92). Por tanto, no se pueden identificar los intereses de los monasterios
castellanos de las órdenes tradicionales, en declive económico, con los del episcopado, como sugiere
Lacarra (31-32). Tampoco el autor del poema se identificaría con las órdenes militares, grandes
beneficiarias de la expansión castellana por la Andalucía Bética, si el “mal arcipreste” viniera a ser
miembro de una orden militar, como supone con buenos argumentos Victorio (108-11).
93
Hay que tener muy presente que una obra de intensa inspiración castellanista escrita en el reinado de
Fernando III, la Chronica reguma Castellae, de Juan de Osma, atribuye a Fernán González la condición
de héroe fundacional al tomarlo como punto de partida de su narración [Chronica regum Castellae, § 1,
ed. G. Cirot, BH, XIV (1912), pp. 109-10].
91
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monasterio de Arlanza, del que era prior, aprovechando el espíritu de Reconquista del
reinado de los Reyes Católicos, con su Vida rimada de Fernán González.94
94
Conforme a la interpretación de Vaquero (xxxiii-xxxiv).
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