Bismilláhi ar-rahmán ar-rahím
LA PALABRA COMO PUENTE ENTRE CULTURAS
Rocío Castillo Delgado (UNA/UGR)
Darío Martín Hernández (UNA/UGR)
Marta Pérez Castro (UNA/US)
Resumen:
Este artículo aborda la realidad del arraigo que la lengua árabe alcanzó en la península
ibérica, hasta el punto de que siglos después de su prohibición es, tras el latín, la segunda
lengua con mayor influencia en el castellano actual.
La lengua árabe llegó a la península ibérica en el siglo VIII d.C., convirtiéndose en la lengua de
cultura en el periodo medieval y aún hoy, en la fuente etimológica por excelencia de la
toponimia española. A pesar de la importancia que tuvo el árabe como puente entre culturas,
ésta fue prohibida en los reinos ibéricos en el año 1567. Veremos cómo afectó esto a la
población íbera arabófona del momento, y cuáles fueron los mecanismos de resistencia,
aculturación o adaptación a la nueva lengua impuesta, el castellano, cuya gramática fue escrita
por Antonio de Nebrija en 1492, el mismo año de la conquista castellana de Granada. Además,
se pondrá el foco sobre la escritura árabe y aljamiada, dando pautas para su aprendizaje.
Este articulo es fruto de un seminario celebrado en Sevilla el 27 de Marzo del 2019 dentro
del proyecto “S.A.L.A.M.” organizado por la Universidad de Sevilla.
[ http://gestioneventos.us.es/31229/detail/proyecto-salam.html]
Palabras clave:
Árabe, algarabía, aljamiado, resiliencia, castellano
Introducción
La palabra ‘cultura’ es un término proveniente del vocablo latino cultus y en un principio se
refería al cultivo de la tierra o la agricultura. Fue Cicerone (106 a.C.) quien usó el término por
primera vez con el sentido de “cultivo del cuerpo y del alma”.
En Europa, a lo largo de los años, el término ‘cultura’ ha tenido varias acepciones y se ha
convertido en el centro de varias disciplinas, como en la antropología, dando lugar a debates
de corte filosófico, político y moral. Definida como pautas de comportamiento, conjunto de
creencias, saberes o hegemonía propia de un grupo social, la cultura sirve a la colectividad y al
individuo a comunicarse, resolver conflictos y a expresar sentimientos.
Aunque también hay otro tipo de definición de cultura para hacer referencia al conocimiento
producido en la academia, las escuelas y conservatorios y que dan lugar a grandes obras
filosóficas, literarias, pinturas y esculturas… Para esta “alta cultura” europea, la lengua árabe
ha jugado un papel fundamental, pues fue la vasija donde se recogió gran parte del
conocimiento escrito y producido en el ambiente mediterráneo, que luego permitirá el resurgir
de las artes y las ciencias clásicas en la Europa cristiana y que posteriormente se conocerá
como Renacimiento.
La lengua árabe, perteneciente a la familia de las lenguas semíticas (junto al hebreo, el
arameo o el nabateo, entre otras) nace entre los siglos I y IV d.C. en el entorno desértico de la
península arábiga, donde convivían diferentes tribus y pueblos que, al hablar dialectos
diferenciados, se comunicaban entre sí en una especie de koiné árabe, que será la utilizada
posteriormente para escribir el Corán, el texto que servirá de referencia para el
establecimiento de las bases gramaticales, morfológicas y sintácticas de la lengua.
La población de la Arabia preislámica tenía un modo de vida principalmente nómada, siendo
el pastoreo y el comercio la base de su economía, por lo que la oralidad se impuso como la
principal forma de creación y transmisión del conocimiento, razón por la cual no existen
muchos textos antiguos escritos en árabe –más allá de inscripciones en rocas, huesos, etc…-,
aunque sí compendios plasmados por escrito a posteriori, principalmente de género lírico,
entre las que destaca la recopilación poética denominada Al-Mua’llaqat.
El surgimiento de la religión islámica en el siglo VII d.C. en la ciudad de La Meca, en la actual
Arabia Saudí, y su posterior expansión será el gran detonante del desarrollo de la lengua árabe.
Al estar el Corán escrito en árabe, éste se convirtió en objeto de estudio por parte de todos los
pueblos que adoptaron la nueva religión, cuya expansión se produjo a un ritmo vertiginoso. En
apenas un siglo, el mensaje del islam llegó desde el río Indo al Portugal contemporáneo. El
minucioso estudio que, principalmente gramáticos persas, realizaron sobre la lengua árabe
coránica, su gramática, fonética y morfología dio como fruto un alto grado de
perfeccionamiento del idioma, de modo que esta lengua se convirtió en un instrumento
perfecto para la creación, transmisión y conservación del conocimiento de la época. Así, se
traducieron al árabe casi todas las grandes obras de las zonas de las tradiciones persa,
mesopotámica o grecorromana y es a través de estas traducciones como la filosofía griega o
gran parte de la literatura antigua persa o india se mantuvo viva durante la Edad Media y hasta
nuestros días.
De esta manera, a partir del siglo VIII d.C. la lengua árabe irá avanzando hacia el oeste por el
sur de la cuenca mediterránea y pasará a ocupar el lugar de lengua de cultura escrita, como en
su momento lo fueron el latín o el griego, convirtiéndose en el nuevo puente intercultural
mediterráneo. Es en este contexto de veloz expansión cuando la lengua árabe llega a la
península ibérica.
Sobre la forma en la que el árabe se asienta en el territorio hispánico hay dos posiciones
principales: la más conocida es la que remite a una invasión militar a manos de tropas
bereberes con líderes árabes que conquistan la península e imponen su lengua; mientras otras
voces defienden que la llegada del árabe a la península ibérica se produjo como una
circunstancia ligada a su expansión general por el Mediterráneo, en un proceso paulatino de
asimilación del árabe por parte de la población íbera.
En el presente texto se darán algunos apuntes generales sobre el recorrido emprendido por
la lengua árabe para llegar desde la península arábiga hasta la península ibérica, teniendo en
cuenta que la “lengua árabe”, que surge hace varios siglos en Arabia no es el constructo
“lengua árabe” que ha llegado hasta nuestros días. A lo largo del tiempo, esta lengua ha
cambiado, evolucionado, ha influido y ha sido influenciada por otras lenguas, cosmovisiones y
circunstancias. No obstante, sí existe una tradición lingüística árabe que hilvana todo este
tiempo y que nos vincula diariamente a aquel periodo de nuestra historia.
Nuestra algarabía
Rocío Castillo Delgado
Universidad Nómada Andaluza / Universidad de Granada
Un arabismo es una palabra de origen árabe que forma parte del léxico de otra lengua, en el
caso que nos ocupa, del castellano.
Entre los arabismos más destacados y populares en castellano encontramos las palabras que
comienzan por la partícula al-, el artículo determinado en árabe. Sin embargo, no todas las
palabras castellanas que empiezan por al- son arabismos, ni todos los arabismos comienzan
por esta partícula. Entre los casi 4.000 arabismos presentes en la lengua castellana, podemos
encontrar abundantes variables de adaptación fonética.
A lo largo de este artículo, daremos algunas claves sobre la lengua árabe que nos permitirán
rastrear e identificar más arabismos en castellano. Algunas de estas claves son la existencia de
letras solares -denominadas en árabe al-ḥurūf al-šamsīyya- y su repercusión fonética y la
importancia de lexemas consonánticos árabes que se mantienen tal cual o con modificaciones
en los arabismos castellanos. Algunas de estas claves son la existencia de letras solares (alḥurūf al-šamsiya) y la existencia de lexemas consonánticos árabes que se mantienen tal cual en
los arabismos. Algunos de estos lexemas o raíces, en una traducción literal del árabe, se ven
modificados por el correr de los siglos y se adaptan a la pronunciación y la fonética castellanas
que es donde perviven.
Veremos arabismos en los que se dan procesos fonéticos parecidos y de alguna manera
fáciles de ver incluso para personas sin conocimiento de ello ya que veremos la alternancia de
pronunciación en sonidos cercanos.
Antes de viajar por los arabismos del castellano, revisaremos algunas características de la
lengua árabe que faciliten identificar la conexión entre la palabra original en árabe y el
arabismo actual.
Apuntes sobre la lengua árabe
Las veintiocho letras, en su mayoría consonantes, que integran el alifato árabe están
divididas en letras solares y lunares. Esta división responde una cuestión fonética en un
contexto muy determinado, como veremos a continuación.
Cuando una palabra que empieza por letra solar va precedida del artículo determinado ‘al-‘,
éste se adhiere siempre a la palabra siguiente, de forma que la ‘l’ del artículo no se pronuncia,
sino que se “dobla” la pronunciación de la consonante solar con la que empieza la palabra que
le sigue.
Las letras solares son tā, ṯāʾ, dāl, ḏāl, rāʾ, zāy, sīn, šīn, ṣād, ḍād, ṭāʾ, ẓāʾ, lām y nūn 1. Cuando
éstas se encuentran al principio de la palabra y la palabra a su vez lleva el artículo determinado
al-, acaban por eclipsar la pronunciación de la ‘l’ del artículo. Por ejemplo, la palabra “al-dār”
(“la casa”) acabará pronunciándose [ad-dar] aunque en la escritura se mantenga la ‘l’.
Esta geminación de la ‘l’ del artículo en palabras que empiezan por ciertas consonantes dará
como resultado algunos arabismos en el castellano que no empiezan por ‘al-’ pero sí por ‘a’. Es
el caso del término ‘aceite’, en árabe ‘al-zaīt’, que con la geminación se pronuncia [az-zaīt], de
donde deriva la palabra castellana ‘aceite’, lo mismo ocurre con ‘azúcar’ en árabe “al-sukar”, o
con “azote” del árabe “al- ṣawut” que en árabe significa sonido o ruido concreto. Otros
ejemplos son “arroba” del árabe “al-rubʽu” que significa un cuarto, “azahar” del árabe “alzahar” o “azotea” del diminutivo árabe “al-ṣuṭiḥa”.
La lengua árabe se basa en raíces consonánticas principalmente trilíteras, es decir, series de
tres letras que, siempre en el mismo orden, evocan un significado. Este significado variará, se
completará o evolucionará por dos factores principales, en función de las vocales de las
consonantes de la raíz y/o según los sufijos, prefijos, infijos que se añadan. Sin embargo, las
consonantes iniciales de la raíz siempre2 serán reconocibles. Esto nos ayudará a encontrar el
origen arábigo de muchos términos castellanos.
Veamos algunos ejemplos con diferentes conjuntos consonánticos, lexemas, y su adaptación
a diferentes paradigmas para poner de relieve la permanencia del lexema. Con negrita están
indicadas las consonantes que forman el lexema, portadores de la carga semántica.
1
2
Sistema de transcripción de la Escuela de Arabistas Españoles.
A no ser que formen parte del lexema semiconsonantes que suelen intercambiarse entre sí o que
algunas de las letras añadidas influyan fonéticamente y conviertan algunas de las consonantes del
lexema en enfáticas.
k-t-b
r-s-m
ṭ-b-j
kataba-
Rasama- pintó
ṭabaja-cocinó
Rassām- pintor
ṭabāj- cocinero
Marsūm-
maṭbūj-
escribió
kātib
-
escritor
maktūbescrito
pintado
cocinado
Arabismos en castellano
De todos los arabismos que encontramos en el idioma castellano, en este apartado, se
seleccionaran algunos a la virulé y se intentará enhebrarlos según rasgos o procesos fonéticos
compartidos.
De momento vamos a descifrar los dos arabismos que acaban de aparecer en este texto: a la
virulé y enhebrar. Por cierto, el término “hasta” es otro arabismo. En árabe, la misma palabra
se dice ḥatta aspirando la h inicial y duplicando el sonido [t] en lugar de introducir una [s], más
o menos como se pronuncia con el acento andaluz.
La expresión “a la virulé” significa, según la RAE, “desordenado o de mala traza, que está
torcido”. “A la virulé” también implica que la constitución, el destino o una parte de algo es
aleatorio. Por ejemplo, en la frase “las candidatas se eligieron a la virulé”, esta expresión
quiere decir “de forma aleatoria y poco cuidadosa”. Esta expresión tiene su origen en una
expresión árabe de idéntico significado que se transcribiría como ʿala bāb al-lāh (que
literalmente sería “sobre la puerta de dios”). En este arabismo se observan dos procesos
fonéticos diferentes: la imela, mediante la cual el sonido [a:] se convierte en [i] y el del
rotacismo que hace que los sonidos de la [l] y la [r] se confundan e intercambien, como en la
famosa expresión sevillana “mi arma” en lugar de “mi alma”.
El segundo arabismo oculto es la palabra enhebrar. Ésta proviene de un cúmulo de procesos
morfológicos propios del latín/castellano pero con una esencia semítica/árabe. La palabra
árabe ʿabbara significa ‘cruzar, atravesar’. Como vemos en este caso, el prefijo latino [en-]
junto con ʿabbara (atravesar) daría un significado literal definible como ‘atravesar por dentro’.
Aunque no es la literalidad lo que nos ha traído hasta aquí.
Otro arabismo que también incluye el artículo latino en-, que significa ‘sobre’ o ‘dentro de’, y
es la palabra “encaramar”. Encaramar[se] significa ‘subir, alzar’ y tiene su origen en la palabra
árabe karama (karama – encaramar) que significa “generosidad, magnificiencia”, así cuando
ponemos algo o a alguien sobre o dentro de la magnificencia elevamos su estado, lo
ensalzamos.
Este tipo de arabismos afectados por procesos morfológicos propios del latín son los más
significativos pues ponen en evidencia la fragilidad de ciertas fronteras y la consistencia de los
puentes entre elementos que se consideran excluyentes o inasimilables entre sí hoy día. En
este sentido, es destacable la palabra “logos”. De origen griego, en el castellano actual apenas
es usada fuera de contextos académicos, del ámbito de la filosofía o la teología. En cambio, en
lengua árabe esta raíz es de uso común, dando la voz luga, palabra que hasta nuestros días
significa “idioma o lengua”.
Fuera del lenguaje académico e incluso de los ambientes más formales, encontramos otra
palabra compuesta de un arabismo y un latinismo: la palabra ‘malfario’. “Mal” es lo contrario a
“bien” y fario procede de la palabra árabe faraḥ que significa alegría. La ḥ final caerá tanto en
‘malfario’ como en el resto de palabras derivadas de este término árabe, -veáse farra, feria,
faralay-, todas como vemos relacionadas con la diversión, que es sinónimo de alegría y que
conservan las dos consonantes iniciales del lexema árabe: f-r-ḥ.
Sigamos ahora con las palabras compuestas de dos términos pero de dos arabismos aunque
a priori puedan parecer expresiones castellanas muy castizas, como la expresión “fulano y
mengano”.
‘Fulano’ se ha conservado prácticamente igual que en árabe fulān, sólo se ha añadido la
marca castellana de masculino, el afijo [–o]. El significado también es el mismo “cualquier
persona”. ‘Mengano’ es un arabismo compuesto de dos palabras en árabe: man kān que
significa “quien sea”. En este ejemplo volvemos a ver la influencia de la imela, y además el
sonido oclusivo velar sordo [k] en el árabe original pasará en el arabismo a sonido oclusivo
velar sonoro [g]. Con el mismo significado y sentido que hasta hoy día en castellano se usa la
expresión “fulano y mengano” en árabe se dice fulān wa man kān. En este caso, hablamos
prácticamente de un calco fonético.
Buscando otro ejemplo donde se repita el mismo proceso fonético por el que un sonido
oclusivo velar sordo /k/ se convierte en sonido oclusivo velar sonoro [g] llegamos a la palabra
“guay”.
La palabra “guay” que según la primera acepción de la RAE significa “lamento” sin embargo
en el registro coloquial significa realmente todo lo contrario. Es una expresión usada para
mostrar conformidad o gusto. Del árabe ‘quwaīs’ al pasar al castellano el sonido de la primera
consonante se vuelve sonoro y la ‘s’ final se pierde. En la actualidad la palabra árabe quwaīs es
más utilizada entre los pueblos arabófonos de Oriente Próximo.
Esta transformación del sonido [k] o [q] al sonido [g] no es una constante invariable. A
continuación vamos a ver un término compuesto de dos arabismos, como “fulano y mengano”
en el que el sonido [k] se mantiene como tal. Es el caso de la palabra ‘flamenco’.
El término flamenco está compuesto por las palabras árabes falāḥ y mankūb. ‘Falāḥ-mankūb’
es el término compuesto árabe del que procede la palabra ‘flamenco’. Falāḥ pasará a fla- por
la caída de la e, ya que en castellano se permite la sílaba trabada fl- sin necesidad de una vocal
entre medias. Así el sonido de la h aspirada acabará desapareciendo como en los ejemplos
anteriores de farāḥ y farra o feria. Entre los cambios de mankūb a -menco destaca la caída de
la –b final3 sin que el sonido [k] pase a [g] como en el ejemplo anterior. La raíz árabe f-l-ḥ
significa “labrar, trabajar la tierra” y n-k-b significa “aflicción, calamidad o desastre”.
La palabra flamenco proviene del árabe en la cuarta y décima acepción que la RAE da sobre
el término.
Aunque hoy día la palabra flamenco está relacionada con cierto tipo de música, cante o baile
o manifestación cultural, cuando vamos al término árabe vemos que en su origen se usaba
para definir a una persona, filāḥ mankūb significa literalmente “campesino (filāḥ) desgraciado
(mankūb)” y nomina una realidad que se dio en el sur de la Península ibérica tras la época que
la historiografía oficial denomina Reconquista. Una vez que los reinos del norte de la península
(Castilla, Aragón y Navarra) en alianza con otras coronas europeas, se enfrentan a los reinos
del sur de la península y los derrotan, sus territorios serán repartidos como botín de guerra
entre las familias de los militares que participaron en su conquista4. Así, aparece en estos
territorios una clase social que será el campesinado desposeído de su tierra, condenado a errar
por los campos que ahora pertenecen a monarcas, señores, marqueses y duques procedentes
3
En castellano la mayoría de palabras acabadas en sílabas cerradas con la [b] al final son préstamos de
otros idiomas como ‘club’, ‘kebab’, ‘mihrab’ o ‘jatib’. Estas dos últimas son palabras procedentes del
árabe, extranjerismos, es decir palabras que se escriben como en el idioma original sin ninguna
adaptación en la grafía o la pronunciación, aunque esta resulte “rara” en la lengua meta. Otro ejemplo
de extranjerismo es ‘jazz’.
4
Wallerstein, I. (1979). El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la
economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid: Siglo XXI.
de la nueva élite. Así, este nuevo sujeto social, el flamenco, el campesino desposeído,
comenzará a forjar una idiosincrasia propia basada principalmente en la resiliencia. Como fruto
de esta resiliencia, encontramos el cante de este pueblo flamenco, el cante flamenco. Aquí se
produce un proceso de cambio semántico por el que el nombre de la persona pasa a
denominar su toque, cante, baile, en un ejemplo de metonimia o trasnominación.
No es propósito de este trabajo entrar en debates de tipo antropológico o histórico así que
seguiremos ciñéndonos a las palabras. Una vez de lleno en el mundo del flamenco podemos
rescatar algunos arabismos que se mantienen vivos.
El más obvio y reconocido es el de olé, del árabe al-lāh. Aunque la grafía en la palabra olé
muestra la sílaba tónica en la última sílaba, en su forma oral y durante el jaleo5 el golpe de voz
se pronuncia en la primera sílaba recordando muy vivamente a la palabra árabe al-lāh, que
significa deidad o dios, aunque en el término árabe original el sonido /l/ es geminado y en el
arabismo castellano no.
Otra expresión propia del jaleo flamenco es ‘¡agua!’ Pudiera parecer que cuando se jalea a la
persona que canta o baila flamenco con ‘¡agua!’ se está haciendo referencia al líquido incoloro,
inodoro e insípido tan abundante en el planeta tierra, sin embargo procede del adjetivo qawī
que significa “fuerte” y que en forma superlativa se transforma āqwà, es decir “fortísimo” o
“muy fuerte”. El sonido oclusivo velar sordo [q] se convierte en oclusivo velar sonoro [g],
mientras el resto de la estructura de la palabra, incluido el diptongo, se mantiene. Es lógico
que al existir una palabra homónima en castellano, ésta pase a sustituirla, manteniéndose el
sentido en el contexto determinado del uso de la expresión.
El flamenco es un ámbito lleno de arabismos, así como las matemáticas, la toponimia, la
botánica, la astrología, también están llenos de arabismos nuestra vida cotidiana. Muchos de
estos arabismos a su vez proceden de otras lenguas con las que el árabe ha estado en
contacto, como el persa, el turco o las lenguas amacigues que se hablan hasta hoy día en el
norte de África.
De este modo podemos encontrar palabras usadas en el castellano de hoy hablado en
América latina que han viajado desde la antigua Persia, la Arabia preislámica, la Turquía
5
Animar con palmadas y expresiones a quienes bailan y cantan, especialmente en el ámbito del
flamenco.
otomana o el África de la Kahina, convirtiéndose estos arabismos en el mejor puente entre
culturas.
El castellano como neo-lengua tras la prohibición del uso del árabe
Darío Martín Hernández
Universidad Nómada Andaluza / Universidad de Granada
La presencia de la lengua árabe en la península ibérica
A lo largo de la historia, los territorios se ven sometidos al paso de diferentes culturas,
poderes, sistemas políticos o de pensamiento y también a la llegada, esplendor, desarrollo,
hegemonía, decadencia o extinción de distintas lenguas, configuradas como lenguas de poder
o de resistencia. Esta dinámica ha sido especialmente intensa en la península ibérica por su
condición de territorio-puente entre Europa y África, y como nexo de unión entre el
Mediterráneo y el Atlántico.
En este sentido, resulta interesante hacer un ejercicio de memoria histórica y pensar que la
lengua árabe (la de mayor peso, aún hoy en día, en el entorno mediterráneo, con tres de cada
cinco hablantes de los países ribereños) fue durante varios siglos la lengua de cultura, poder y
comunicación en la península. Esto no implica que fuera la única, de hecho los estudios más
avanzados al respecto indican que salvo en zonas muy concretas, la poliglosia era un
fenómeno extendido, en un contexto donde el árabe coránico, el árabe dialectal andalusí, el
romance de origen latino o el hebreo (Junto a las lenguas romances habladas en los reinos del
norte peninsular), convivieron y se mezclaron en la sociedad mestiza que Al-Ándalus
representó, todo ello matizado con importantes variaciones regionales.
La llegada del árabe a la península se produce a partir del año 711 d.C, en un contexto
general de expansión de esta lengua y de la religión islámica. Así, con el establecimiento de
sistemas de poder inspirados en la nueva religión y al amparo de la nueva cultura emergente,
el árabe devino la lengua de cultura del momento, esto es, el idioma de la administración, la
liturgia y la literatura. Este fenómeno se produjo al tiempo que la población local usaba el
romance de origen latino, que fue abandonando –nunca totalmente- en favor del surgimiento
de un dialecto árabe propiamente andalusí, probablemente empapado de latinismos y
hebraísmos, habitualmente denominadao “mozárabe”.
En algunos territorios, como el posterior Reino de Granada, la arabización lingüística fue más
intensa que en otros, en virtud de las políticas implementadas o la duración de los gobiernos
islámicos en esos territorios.
Del mismo modo, siglos después, el abandono del árabe, la institución del latín como lengua
litúrgica y la normalización del castellano (que se convertirá con la conformación del Estado
moderno en lengua administrativa única) también fue un proceso desigual en función de
circunstancias concretas, paralelo a la expansión de las coronas castellana y aragonesa hacia el
sur de la península.
En esta resumidísima historia, no obstante, sí hay un fuerte punto de inflexión: la
promulgación de la Pragmática Sanción de 1567 por el rey Felipe II, prohibiendo la lengua
árabe en los territorios de la Corona de Castilla.
La prohibición de la lengua árabe
Tras recibir presiones eclesiásticas, Felipe II decidió en 1567 promulgar la conocida como
‘Pragmática Antimorisca’. Esta norma contenía las siguientes disposiciones:
I. Prohibir hablar, leer y escribir en arábigo en un plazo de tres años.
II. Anular los contratos que se hicieran en aquella lengua.
III. Que los libros escritos en ella, que poseyeron los moriscos, fueran presentados en
un plazo de treinta días al presidente de la Chancillería de Granada, y que, una vez
examinados, se devolvieran los que no tuvieran inconveniente en poseer personas
creyentes para que sus propietarios los poseyeran otros tres años.
IV. Que los moriscos se vistieran a la castellana, no haciéndose "marlotas", "almalafas"
ni calzas, y que sus mujeres fueran con las caras destapadas.
V. Que en bodas, velaciones y fiestas semejantes siguieran las costumbres cristianas,
abriendo ventanas y puertas, sin hacer zambras, ni leilas, con instrumentos y cantares
moriscos, aunque éstos no fueran contrarios al Cristianismo.
VI. Que no celebraran el viernes.
VII. Que no usasen nombres y sobrenombres moros.
VIII. Que las mujeres no se alheñasen.
IX. Que no se bañaran en baños artificiales y que los existentes se destruyeran.
X. Que se expulsase a los "gacis" [moros del norte de África] y que los moriscos no
tuvieran esclavos de este linaje.
XI. Que se revisaran las licencias para poseer esclavos negros.
Como se puede observar, el objetivo de esta norma era eliminar la especificidad cultural
morisca –teniendo en cuenta que estos moriscos ya se habían convertido al cristianismo- y
amputar definitivamente una realidad cultural que interpelaba al pasado del territorio
nacional. Sin embargo, estos objetivos sólo se cumplieron parcialmente.
De este listado de prohibiciones nos llama especialmente la atención la primera disposición:
I. Prohibir hablar, leer y escribir en arábigo en un plazo de tres años.
Resulta llamativa esta intención de la monarquía de erradicar por la fuerza de la ley una
lengua histórica de la península (como se produciría también siglos después en el caso del
vasco o el catalán durante la dictadura franquista) de cara a procurar mayor homogeneidad
cultural en sus territorios. En este sentido, resulta también elocuente la llamada que hace el
noble granadino Francisco Muley Núñez en su Memorial en defensa de los moriscos y de la
lengua árabe: «¿Cómo se de quitar a las gentes su lengua natural, con que nacieron y se
criaron? Los egipcios, syrianos, malteses y otras gentes cristianas en arábigo hablan, leen y
escriben, y son cristianos como nosotros».
Si bien la prohibición del árabe se hizo efectiva con la expulsión de los moriscos, ésta
sobrevivió en el uso popular, tiñendo de árabe la lengua latina castellana. Además, la
resistencia cultural morisca se plasmó en la aparición del género literario de la «literatura
aljamiada», entre los que destaca la obra del morisco Mancebo de Arévalo.
La obra del Mancebo de Arévalo
El Mancebo de Arévalo fue un morisco aragonés que vivió a lo largo del siglo XVI del que
conocemos cuatro obras: Tafçira, Sumario de la relación y ejercicios espirituales, Breve
Compendio de Nuestra Santa Ley y Sunna y Calendario.
Estas obras, escritas en aljamiado (castellano con caracteres árabes) constituyen un robusto
ejemplo de la consistencia de la personalidad morisca en el siglo XVI y de los deseos de
resistencia de parte de esta comunidad, que pretende seguir practicando su religión y
manteniendo sus rasgos diferenciales, frente a quienes optan por someterse a la nueva cultura
dominante.
En estas obras, el Mancebo de Arévalo alerta sobre la asimiliación a las costumbres
castellanas y cristianas que están sufriendo los moriscos, y recopila una serie de saberes,
refranes y reflexiones con el objetivo de mantener viva la identidad islámica en la península.
Estas obras, de extraordinario valor histórico, ponen de manifiesto dos aspectos:
a)
La comunidad morisca del siglo XVI se comunicaba eminentemente en
castellano, si bien se trataba de una lengua romance empapada de arabismos, sobre
todo presentes en el lenguaje religioso, pero no exclusivamente.
b)
La existencia de arabismos que se han perdido en el castellano actual, o que
fueron depurados con la elaboración de las sucesivas gramáticas del castellano,
sustituidas por términos de origen latino.
c)
La vigencia de una realidad cultural y religiosa de gran consistencia, la de los
moriscos, que plantean un reto frente a las ansias hegemónicas del imperio católico
hispánico, y que llevará a su posterior exterminio.
Todo esto nos lleva irremediablemente a concluir que hemos de observar la lengua árabe no
como un elemento extranjero, sino como parte la historia lingüística de la península ibérica.
Una lengua que, por circunstancias políticas, fue prohibida y reducida a ámbitos de uso
popular, muchas veces marginal y finalmente extinguida. Así mismo, constatamos como sus
hablantes –una vez consumado su sometimiento político y prohibida su especificidad culturalse organizaron políticamente, protagonizando episodios de rebelión cultural (como la escritura
aljamiada) y política (revuelta de las Alpujarras de 1568-1571). Del mismo modo que otras
lenguas peninsulares desaparecieron, u otras estuvieron a punto de hacerlo y finalmente han
sobrevivido gracias a la tenacidad de sus defensores, en el árabe hemos de saber ver el reflejo
de una realidad cultural y social peninsular de la que somos herederos, y que sigue formando
parte de nuestra cotidianidad gracias a los miles de arabismos del idioma castellano, en la
toponimia ibérica o la propia conformación fonética de nuestra garganta.
Breve guía de re-alifatización
Marta Pérez Castro
Universidad Nómada Andaluza / Universidad de Sevilla
La escritura, como sistema de signos, conforma la pantalla visual de una determinada
escuela de pensamiento, que bien puede ser adoptada voluntariamente o de forma impuesta6.
Cuando existe libertad de elección y voluntad de aprendizaje, aparecen varias escrituras en
convivencia implicando diversidad y convivencia ideológica7; por el contrario, una
unidireccionalidad de pensamiento queda reflejada en la imposición de una única escritura8.
El alifato ( األبجد/ al-abyad ) o alfabeto árabe es la escritura de creación más reciente en el
contexto mediterráneo: el inicio de su práctica se remonta aproximadamente a más de 1400
años mientras que el tiempo de uso del abecedario latino prácticamente la dobla. Su vitalidad
y juventud junto a su alto número de usuarios, la sitúa como una herramienta muy importante
y de necesario conocimiento para potenciar las interacciones y la transmisión del
conocimiento trascendiendo fronteras.
Es por ello que una re-alifatización se hace necesaria para disponer de una educación visual
mínima que posibilite establecer y mantener un diálogo entre las gentes que habitamos un
mismo contexto geográfico, histórico y cultural. Mantenerse en su desconocimiento implica un
estancamiento y retroceso cultural, incluso podríamos decir civilizatorio, que difícilmente
6
Todo producto ideológico posee una significación: representa, reproduce, sustituye algo que se
encuentra fuera de él, esto es, aparece como signo. Donde no hay signo, no hay ideología.
Duran Medraño, José María. (2009:129), Iconoclasia, historia del arte y lucha de clases. Sobre las
relaciones entre económica, cultura e ideología. Madrid. Trama Editorial
7
Es el caso de la disparidad de escrituras en el caso del periodo de Al Ándalus, donde se produce la
expresión visual en diversos códigos fuente: hebreo, latino, griego, árabe. Pero cuya vanguardia la
detentara la árabe, no obstante, sin encontrarnos con indicios de supresión de otras formas expresivas,
más bien todo lo contrario (con la producción editorial y arquitectónica de escrituras no-árabe).
8
Los grupos que detentan el poder imponen un sistema de educación en un lenguaje diferente al del
resto de la población, haciendo imposible el control político de las instituciones sin adquirir el
conocimiento del “metalenguaje” dominante, lo que termina por normalizar una única escritura (la del
gobierno) dificultando la transmisión de todas las demás. Se dan multitud de casos en la historia, desde
el antiguo Egipto con la diferenciación de las escrituras religiosas con las comerciales, pasando por el
sanscrito indio afín igualmente a un grupo religioso enfrentada a las escrituras populares o el caso del
monopolio de la escritura por parte de los clérigos y analfabetización popular en la cristianización
forzada de la península ibérica.
cuadra con las teorías de progreso y ciencia actuales. Por esa razón, volviendo a tender
puentes como antaño, presentamos una guía rápida para aprender este sistema de signos9
(Imágenes 1, 2, 3 y 4).
Decimos como antaño, ya que no sería la primera vez que aprendemos el alifato, pues en
nuestra tradición gráfica ya existen experiencias similares10:
Primero, en el ámbito artístico, nos encontramos el caso de la caligrafía andalusí ( jatt
andalusí / ) خط أن لس11 (Imagen 7): uno de los principales estilos de caligrafía árabe tradicional
de uso en tiempos contemporáneos, encuadrado dentro de los estilos occidentales o
magrebíes. Aunque este estilo de escritura del alifato forma parte de nuestro patrimonio,
generalmente la podemos ver reflejada en libros y monumentos, pero su estudio y práctica en
la actualidad se desarrolla fuera de Andalucía, ya que sufrió una erradicación sistemática12
encontrando su salvoconducto en el exilio.
Y, segundo, en intramuros, mediante la práctica del aljamiado ( al-a’ayamia / )األعجميد
(Imagen 5 y 6): sistema de transcripción de los sonidos de la lengua castellana utilizando los
signos del alifato, cuya práctica es utilizada como una forma de resiliencia a la aculturación
derivada de los sucesos del 1492 que se ha mantenido de forma más o menos intermitente
hasta la actualidad13.
9
Nos hemos basado en las propuestas gráficas de Lola Serrano-Niza (2010) Leer y escribir en árabe.
Método de lecto-escritura. Tenerife. Intramar Ediciones y en el sistema de transcripción usado por
Abderramán Mohamed Maanán. (2006) Tasawwuf. Ed. Almuzara.
En este sentido, nos estamos refiriendo al momento del “renacimiento andalusí” tal y como mantiene
González Ferrín, E. (2006) en Historia general de Al Ándalus: Europa entre Oriente y Occidente. Córdoba:
Ed. Almuzara, movimiento que permitió el uso y práctica del alifato así como la creación y el desarrollo
del estilo de caligrafía andalusí. Puede igualmente decirse que, si todo renacimiento va precedido por
una mutación gráfica es porque todo renacimiento exige una gran producción de libros y se crea así, por
anticipado, un estilo de escritura claro y rápido: un renacimiento que no lograse producir muchos libros,
y buenos, abortaría, al igual que cualquier renacimiento que no consiguiera constituirse una pedagogía
adecuada. VVAA. (1968:236) La escritura y la psicología de los pueblos. Ed. Siglo XXI.
10
11
Nos basamos en los estudios del profesor Muhammad Al Mu’alimin.
المغرب الميرس
( محمد الملممد2012/1434) الخدط
12
Dejándonos amputada una parte de nuestra memoria artística y cultural ya que circunstancias
políticas, económicas e ideológicas determinan lo que una sociedad entiende por patrimonio digno de
ser conservado. (…) toda conservación es en sí misma una apropiación y, por ende, una interpretación
del pasado (…) el proceso que lleva a escoger un “bien” para ser conservado deja inevitablemente trazas
iconoclastas. (Duran Medraño, 2009:28-29)
13
En el aljamiado antiguo, presentando variaciones en las transcripciones según los sonidos del
romance antiguo y basados en lecturas de libros hallados en Almonacid de la Sierra. Y aljamiado
moderno, reproducido en el anexo gráfico, basado en publicaciones recientes de la Yama’a Islámica de
Al Ándalus – L.M. (2000?) Introducción de la escritura aljamiada: Numero cero y ss. Autoedición, Sevilla.
Imagen 1
Imagen 2
Imagen 3
Imagen 4
Imagen 5
Imagen 6
Imagen 7