BIBLIOTECA DEL PENSAMENTO SOCIALISTA
Iònio III/
Libro tercero
proceso
obal de
la producción
capitalista
[ Friedrich Engels]
m
siglo
mutuino
editorn
sii
KARL EL CAPITAL
MARX CRITICA
(FRIEDRICH DE LA ECONOMIA
ENGELS) POLITICA
el proceso global
libro de la producción
tercero capitalista
VII
edición a cargo
pedro scaron
traducción de
león mames
revisión y notas
pedro scaron
siglo
ventuno
editores
MÉXICO
ESPAÑA
ARGENTINA
COLOMBIA
m
________________________________
siglo x x i editores, s. a. de c. v.
C E R R O D EL A G U A 248, R O M E R O D E T E R R E R O S , 04310, MEXICO, D.F.
siglo
xxi editores,
s. a.
T U CU M AN 1621. 7 N, C 1 0 5 0 A A G. B U E N O S AIRES, ARG EN TINA
siglo x x i de españa editores, s. a.
M EN É N D EZ
PIDAL
3 BIS,
2 8 0 3 6 .
M A D R ID .
ESPAÑA
S E C C IÓ N Q U IN T A
ESCISIÓN DE LA GANANCIA EN INTERÉS
Y GANANCIA EMPRESARIAL .3
EL CAPITAL QUE DEVENGA INTERÉS
CAPÍTULO XXI
EL C A PITA L QUE DEVENGA IN T E R É S b
derechos reservados conform e a la ley
im preso y hecho en m cxico
En el primer examen de la tasa general o media de
ganancia (sección n de este libro) no teníamos aún ante
nosotros la figura definitiva de esta última, ya que la nive
lación sólo aparecía como una nivelación de los capitales
industriales invertidos en las distintas esferas. Esta figura
se completó en el capítulo anterior, en el cual se dilucidó la
participación del capital comercial en esta nivelación
y la ganancia comercial. La tasa general de ganancia y la
ganancia media se presentaban ahora dentro de límites más
estrechos que antes. En el curso de la investigación se debe
tener en cuenta que, cuando en lo sucesivo hablemos de la
tasa general de ganancia o de la ganancia media, ello ocu
rrirá en la última versión, es decir sólo con referencia
a la figura definitiva de la tasa media. Puesto que en lo
sucesivo ésta será la misma tanto para el capital industrial
como para el comercial, tampoco será necesario en ade
lante — en tanto se trate solamente de esta ganancia
media— establecer una diferencia entre la ganancia indus
trial y la ganancia comercial. El capital arroja, pro rata de
su magnitud, la misma ganancia anual media, sin que
tenga importancia el que esté industrialmente invertido
dentro de la esfera de la producción, o comercialmente en
la esfera de la circulación.
im preso en m ú jica im presor, s.a. de c.v.
cam elia núm . 4
col. el m anto, iztapalapa
m arzo de 2009
* E n el m an u scrito (I, p. 286)
después de “g a n an cia e m p re sa ria l” :
ler P ro fit)” , esto es, “(ganancia
R 1106/1.)
b En el m anuscrito, en lugar
prim era edición en español, 1977
d ecim ocuarta reim presión en español, 2009
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 978-968-23-0084-4 (obra com pleta)
isbn 978-968-23-0406-4 (volum en 7)
en coedición con
siglo xxi de españa editores. s.a.
título original: das capital, kritik der politischen Ökonomie
sigue un p aréntesis explicativo
“(In d u strieller u n d ko m m erziel
industrial y com ercial)” . C fr.
del título, “ I” . (V. R 1106/2.)
433
El dinero — tomado en este caso como la expresión
autónoma de una suma de valor, ya exista de hecho en
dinero o en mercancías— puede ser transformado, sobre
la base de la producción capitalista, en capital, y en virtud
de esta transformación se convierte de un valor dado en un
valor que se valoriza a sí mismo, que se automultiplica. Pro
duce ganancia, es decir que faculta al capitalista para extraer
de los obreros una determinada cantidad de trabajo impago,
de plusproducto y plusvalor, y aprobárselo. De esa manera
adquiere, además del valor de uso que posee como dinero,
un valor de uso adicional: el de funcionar como capital. Su
valor de uso consiste, en este caso, precisamente en la
ganancia que produce al estar transform ado en capital.
En este carácter de capital potencial, de medio para la
producción de la ganancia, se convierte en mercancía,
pero en una mercancía sui géneris. O lo que resulta lo
mismo, el capital en cuanto capital se convierte en
mercancía .54
Supongamos que la tasa media anual de ganancia sea
del 20 % . Una máquina por valor de £ 100 arrojaría
entonces, bajo las condiciones medias y con la proporción
media de inteligencia y actividad adecuada en su empleo
como capital, una ganancia de £ 20. Por lo tanto, un
hombre que disponga de £ 100, tiene en sus manos el
poder de convertir £ 100 en £ 120, o de producir una
ganancia de £ 20. Tiene en sus manos un capital potencial
de £ 100. Si este hombre le cede las £ 100, por el tér
mino de un año, a algún otro que las emplea realmente
como capital, le concede el poder de producir £ 20 de
ganancia, un plusvalor que nada le cuesta, a cambio del
cual no paga equivalente alguno. Si este hombre le paga
al dueño de las £ 100, al término del año, acaso £ 5,
vale decir una parte de la ganancia producida, estará
pagando con ello el valor de uso de las £ 100 , el valor de
uso de su función de capital, de la fundón de producir
£ 20 de ganancia. L a parte de la ganancia que le abona
se denomina interés, cosa que, por consiguiente, no es
otra cosa que un nombre peculiar, un rubro peculiar para
54 A q u í p o d ría n citarse algunos pasajes e n los cuales los eco
n om istas concib en la cuestión de esa m an e ra. “ ¿U stedes” (el B anco
de In g laterra ) “son g ran d es negociantes de la mercancía cap itán ” ,
se le p re g u n ta a un d irec to r de ese b an co e n u n a in terro g ació n de
testigos p a ra el Report on Bank Acts, H ouse o f C om m ons, 18571,
p. 104],
434
una parte de la ganancia que el capital actuante, en lugar
de guardársela en su propio bolsillo, debe abonar al pro
pietario del capital.
Resulta claro que la posesión de las £ 100 da a su
propietario el poder de adueñarse del interés, de cierta parte
de la ganancia producida por su capital. Si no le diese las
£ 100 al otro, éste no podría producir la ganancia, y no
podría actuar en absoluto como capitalista con relación
a esas £ 100.55
Es absurdo hablar aquí de justicia natural, con Gilbart
(véase nota). L a equidad de las transacciones que se
efectúan entre los agentes de la producción se basa en que
estas transacciones surgen de las relaciones de producción
como una consecuencia natural. Las formas jurídicas en
que se presentan estas transacciones económicas como
actos volitivos de los participantes, como manifestaciones
de su voluntad común y como contratos a cuyo cumpli
miento puede obligarse a una de las partes por intervención
del estado, no pueden determinar ese propio contenido
como meras formas del mismo, sino que solamente lo
expresan. Ese contenido es justo en cuanto corresponde
al modo de producción, si es adecuado a él. Es injusto en
cuanto lo contradiga. La esclavitud sobre la base del modo
capitalista de producción es injusta; igualmente lo es el
fraude en cuanto a la calidad de la mercancía.
Las £ 100 producen la ganancia de £ 20 por el
hecho de que actúan como capital, sea industrial o comer
cial. Pero la [conditio] sine qua non de esta función como
capital es el hecho de que se las gaste como capital, es
decir que se desembolse dinero en la compra de medios
de producción (en el caso del capital industrial) o de
mercancía (en el caso del capital com ercial). Pero para
gastarlo, debe existir. Si A, el propietario de las £ 100,
las gastase para su consumo privado o las conservase
como tesoro, entonces B, el capitalista actuante, no podría
gastarlas como capital. No gasta éste su capital, sino el de
A; pero no puede gastar el capital de A sin la voluntad
de éste. Por lo tanto, de hecho es A quien gasta originaria
mente las £ 100 como capital, a pesar de que toda su
55 “E l hech o de q u e un h o m b re que to m a d in e ro en p réstam o
c o n la intención de o b te n e r gan an cias c o n él d e b a d a rle a l p re sta
m ista u n a p a rte d e la gan an cia, es u n principio ev identísim o de
justicia n a tu ra l.” (G ilb art, The History and Principies of Banking,
L ondres, 1834, p. 163.)
435
función como capitalista se limita a este gasto de las
£ 100 como capital. En la medida en que se consideran
estas £ 100, B sólo funciona como capitalista porque A
se las cede, y por ello las gasta como capital.
Consideremos primeramente la circulación peculiar del
capital que devenga interés. Entonces cabe examinar, en
segunda instancia, el modo peculiar en el cual se lo vende
como mercancía, es decir en que se lo presta en lugar de
cedérselo en forma definitiva.
El punto de partida lo constituye el dinero que A le
adelanta a B. Ello puede ocurrir con garantía prendaria
o sin ella; sin embargo, la primera forma es la más anti
cuada, con excepción de los adelantos sobre mercancías
o sobre obligaciones de deudas como letras, acciones, etc.
Estas formas particulares no nos interesan aquí. Aquí
tenemos que vérnoslas con el capital que devenga interés
en su forma corriente.
En manos de B, el dinero se transforma realmente
en capital, efectúa el movimiento D-M -D', y regresa luego
a A como D ', como D + AD, donde AD representa el
interés. Para simplificar prescindiremos aquí, por el m o
mento, del caso en el cual el capital permanece por un lapso
más prolongado en manos de B, pagándose los intereses
a su vencimiento.
El movimiento es, entonces:
D - D - M - D '- D'.
Lo que aparece duplicado en este caso es 1) el desem
bolso del dinero como capital, y 2 ) su reflujo como capital
realizado, como D ' o D -f- AD.
En el movimiento del capital comercial D-M -D', la
misma mercancía cambia de dueños dos veces o más, si el
comerciante le vende a otro comerciante; pero cada uno
de tales cambios de ubicación de la misma mercancía
denota una metamorfosis, la compra o la venta de la
mercancía, por mucha que sea la frecuencia con que pueda
repetirse este proceso hasta su pasaje definitivo al consumo.
Por otro lado, en M-D-M se verifica un doble cambio
de ubicación del mismo dinero, pero indica la m etamor
fosis total de la mercancía, la cual primeramente se trans
forma en dinero, y luego vuelve a transformarse de dinero
en otra mercancía.
En cambio, en el capital que devenga interés, el primer
cambio de lugar de D no es en modo alguno un factor, ni
de la metamorfosis mercantil ni de la reproducción del
capital. Sólo se convierte en él en el segundo gasto, en
manos del capitalista actuante, quien comercia con él o lo
transforma en capital productivo. En este caso, el primer
cambio de posición de D no expresa otra cosa que su trans
ferencia o remisión de A a B; una transferencia que suele
operarse bajo determinadas formas y salvedades jurídicas.
A este doble desembolso del dinero como capital, siendo
el primero la mera transferencia de A a B, corresponde su
doble reflujo. En carácter de D ' o como D
AD refluye
desde el movimiento hacia el capitalista operante B. Éste
vuelve a transferirlo luego a A, pero al mismo tiempo con
una parte de la ganancia, como capital realizado, como
D -f- AD, siendo AD no toda la ganancia, sino sqlo una
parte de la misma, el interés. Sólo refluye hacia B como lo
que él desembolsó, como capital actuante, pero en carácter
de propiedad de A. Por ello, para que su reflujo sea
completo, B debe retransferírselo a A. Pero además de la
suma de capital, B debe cederle a A una parte de la ganan
cia que ha obtenido con esa suma de capital, bajo el nombre
de interés, puesto que A sólo le ha dado el dinero como
capital, es decir como valor que no sólo se conserva en el
movimiento, sino que crea un plusvalor para su propietario.
Sólo permanece en manos de B en tanto sea capital funcio
nante. Y luego de su reflujo — luego de expirar el plazo
convenido— cesa de funcionar como capital. Pero en cuanto
capital que ya no funciona debe ser retransferido nueva
mente a A, quien no ha dejado de ser el propietario jurídico
del mismo.
La forma del préstamo, peculiar de esta mercancía
— del capital como mercancía— , y que por lo demás se
presenta asimismo en otras transacciones en vez de la
forma de la venta, surge ya de la determinación de que
el capital se manifiesta aquí como mercancía, o que el
dinero en cuanto capital se convierte en mercancía.
Pero en este aspecto debemos distinguir.
Hemos visto (libro ii , capítulo i) y recordamos aquí
brevemente que, en el proceso de la circulación, el capital
funciona como capital mercantil y como capital dinerario.
Pero en ninguna de ambas formas el capital como tal se
convierte en mercancía.
Apenas el capital productivo se ha convertido en capital
mercantil, debe ser lanzado al mercado, vendido como
437
436
mercancía. En este caso funciona simplemente como mer
cancía. En él, el capitalista aparece simplemente como
vendedor de mercancía, tal como el com prador aparece
como com prador de mercancía. En cuanto mercancía, el
producto debe- realizar su valor en el proceso de circula
ción, mediante su venta, debe adoptar su figura trasmutada
en cuanto dinero. Por ello también resulta totalmente
indiferente si es un consumidor quien compra esta mer
cancía como medio de subsistencia, o si la compra un
capitalista como medio de producción, como componente
del capital. En el acto de la circulación, el capital mercantil
sólo funciona como mercancía, no como capital. Es capital
mercantil, a diferencia de mercancía simple, 1 ) porque
ya está preñado de plusvalor, es decir que la realización
de su valor es, al mismo tiempo, realización de plusvalor;
pero esto en nada modifica su existencia simple como mer
cancía, como producto de un precio determinado; 2 ) por
que ésta su función como mercancía es una fase de su
proceso de reproducción en cuanto capital, y por ello
su movimiento en cuanto mercancía, por ser solamente un
movimiento parcial de su proceso, es al mismo tiempo
su movimiento como capital; pero no se convierte en ella en
virtud del propio acto de la venta, sino sólo a causa de la
conexión entre este acto y el movimiento global de esta
suma de valor determinada en cuanto capital.
Asimismo, en cuanto capital dinerario obra simple
mente, de hecho, como dinero, es decir como medio de
compra de mercancía (de los elementos de producción).
El hecho de que ese dinero sea aquí, al mismo tiempo,
capital dinerario, una forma del capital, no surge del acto
de la compra, de la función real que desempeña en este
caso como dinero, sino de la conexión de este acto con el
movimiento global del capital, por la circunstancia de que
este acto, que desempeña en cuanto dinero, inicia el proceso
capitalista de producción.
Pero en la medida en que funcionan realmente, en que
desempeñan realmente su papel en el proceso, el capital
mercantil sólo desempeña aquí el papel de mercancía, y
el capital dinerario sólo el de dinero. En ningún momento
individual de la metamorfosis, considerada para sí, el
capitalista vende la mercancía al com prador como capital,
a pesar de que constituye capital para él, o le enajena el
dinero al vendedor como capital. En ambos casos enajena
438
simplemente la mercancía como mercancía y el dinero sim
plemente como dinero, como medio de com pra de mer
cancía.
En el proceso de circulación el capital sólo aparece
como capital en la interconexión de todo el transcurso, en
el momento en que el punto de partida aparece al mismo
tiempo como punto de retorno, en D -D ' o M -M ' (mientras
que en el proceso de la producción se presenta como capital
en virtud de la subordinación del obrero al capitalista y la
producción del plusvalor). Pero en este momento del retor
no ha desaparecido la mediación. Lo que existe es D ' o
D -f- AD (según que la suma de valor incrementada en AD
exista bajo la forma de dinero o de mercancía o de los
elementos de producción), una suma de dinero igual a la
suma dineraria originariamente adelantada más un exce
dente por encima de ella, el plusvalor realizado. Y precisa
mente en este punto de retorno en el cual el capital existe
como capital realizado, como valor valorizado, en esta
forma — en la medida en que se lo fije como punto de
reposo, imaginario o real— el capital jam ás entra en circu
lación, sino que, por el contrario, aparece retirado de la
circulación, como resultado de todo el proceso. En cuanto
se lo vuelve a desembolsar, nunca se lo enajena a un tercero
como capital, sino que se lo vende a él como mercancía
simple o se lo entrega como simple dinero a cambio de
mercancía. En su proceso de circulación nunca se presenta
como capital, sino sólo como mercancía o dinero, y ésta
es aquí su única existencia para otros. L a mercancía y el
dinero sólo son capital, en este caso, no en la medida
en que la mercancía se transforme en dinero o el dinero en
mercancía, no en sus relaciones reales con el com prador o
con el vendedor, sino sólo o bien en sus relaciones ideales
con el propio capitalista (desde el punto de vista subjetivo)
o bien como factores del proceso de reproducción (desde
el punto de vista objetivo). En el movimiento real, el capital
existe como capital no en el proceso de circulación, sino
sólo en el proceso de producción, en el proceso de explo
tación de la fuerza de trabajo.®
Pero otra es la situación del capital que devenga
interés, y precisamente esto constituye su carácter especí“ “ L a pa rte fin al de e sta frase", dice R ubel sin d e lim ita r clarum ente esa p arte, “es una a dición de E ngels” (R 1110/1).
439
fico. El poseedor de dinero que quiere valorizarlo como
capital que devenga interés, lo enajena a un tercero, lo
lanza a la circulación, lo convierte en mercancía como
capital-, no sólo como capital para él mismo, sino también
para otros; no es sólo capital para quien lo enajena, sino
que también se lo entrega al tercero, de antemano, como
capital, como un valor que posee el valor de uso de crear
plusvalor, ganancia; como un valor que se conserva en el
movimiento y que retorna a su emisor originario — en este
caso el poseedor de dinero— luego de haber funcionado;
es decir que sólo se aleja de él por un tiempo, sólo pasa
temporariamente de la posesión de su propietario a la del
capitalista actuante, es decir que no se lo emplea como
pago ni se lo vende, sino que sólo se lo presta; que sólo se
enajena con la condición de que, transcurrido un lapso
determinado, debe retornar, en primer lugar, a su punto
de partida, y en segundo término, que debe hacerlo como
capital realizado, de modo que haya realizado su valor de
uso, el de producir plusvalor.
La mercancía que se presta como capital, se presta
como capital fijo o circulante según su índole. Este dinero
puede prestarse en ambas formas, como capital fijo, por
ejemplo cuando se reintegra en la forma de renta vitalicia,
de modo que con el interés también refluye siempre una
porción de capital. Con arreglo a la naturaleza de su valor
de uso, ciertas mercancías sólo pueden prestarse como
capital fijo, como en el caso de edificios, barcos, máquinas,
etc. Pero cualquier capital prestado, sea cual fuere su forma
y comoquiera que se halle modificado el reintegro por la
naturaleza de su valor de uso, siempre es sólo una forma
particular del capital dinerario. Pues lo que se presta en
este caso es siempre una cantidad determinada de dinero, y
sobre esta suma se calcula también el interés. Si lo que se
presta no es dinero ni capital circulante, también se lo
reintegra del modo en que refluye el capital fija El presta
mista recibe periódicamente el interés y una parte del valor
consumido del propio capital fijo, un equivalente por el
desgaste periódico. Y al cabo del plazo, la parte no consu
mida del capital fijo prestado retorna in natura. Si el
capital prestado es capital circulante, entonces también
retorna a manos del prestamista en el modo de reflujo del
capital circulante.
440
Por consiguiente, el tipo del reflujo está determinado
en todos los casos por el movimiento cíclico real del capital
que se reproduce a sí mismo y de sus tipos particulares.
Pero en el caso del capital prestado el reflujo asume la
forma del reintegro porque el adelanto, la enajenación
del mismo, tiene la form a del préstamo.
En este capítulo solamente tratamos el capital dinerario
propiamente dicho, del cual derivan las restantes formas
del capital dado en préstamo.
El capital dado en préstamo retorna de dos maneras;
en el proceso de reproducción retorna al capitalista
actuante, y luego el retorno se repite una vez más como
transferencia al prestamista, al capitalista dinerario, co
mo reintegro a su verdadero propietario, a su punto de
partida jurídico.
En el proceso real de circulación, el capital sólo aparece
siempre como mercancía o dinero, y su movimiento se
resuelve en una serie de compras y ventas. En suma, que
el proceso de circulación se resuelve en la metamorfosis
de la mercancía. Otro es el caso si consideramos el pro
ceso de reproducción en su totalidad. Si partimos del
dinero (y es lo mismo si partimos de la mercancía, puesto
que en ese caso partimos del valor de ésta, es decir que la
consideramos a ella misma sub specie [bajo la forma] del
dinero), se habrá desembolsado una suma de dinero, que
retom a, luego de un período determinado, con un incre
mento. La reposición correspondiente a la suma de dinero
adelantada retorna más un plusvalor. Esa suma se ha
conservado y multiplicado en el recorrido de un determi
nado movimiento cíclico. Ahora bien, el dinero, en la
medida en que se lo presta como capital, se lo presta pre
cisamente como esa suma de dinero que se conserva y se
multiplica, la cual retorna luego de cierto período con
un incremento y que siempre puede recorrer nuevamente
ese mismo proceso. No se lo desembolsa como dinero ni
como mercancía, es decir que no se lo intercambia por
mercancía cuando se lo adelanta como dinero, ni se lo
vende a cambio de dinero, cuando se lo adelanta como
mercancía; sino que se lo desembolsa como capital. La
relación del capital consigo mismo, tal cual se presenta
el capital cuando se considera el proceso capitalista de
producción en forma conjunta y unitaria, y en el cual
el capital aparece como dinero que incuba dinero, se le
441
incorpora aquí simplemente como su carácter, como su
determinación, sin el movimiento mediador intermedio.
Y en tal carácter determinado se lo enajena cuando se lo
presta como capital dinerario.
Una concepción extravagante acerca del papel del
capital dinerario es la que sostiene Proudhon (Gratuité
du Crédit. Discussion entre M. F. Bastiat et M. Proudhon,
París, 1850). A Proudhon, prestar le parece malo porque
no es vender. El prestar a interés “es la facultad de revender
siempre el mismo objeto y de volver a recibir siempre el
precio sin ceder nunca la propiedad de lo que se vende”
(p. 9 ).i 1011 El objeto, dinero, edificio, etc., no cambia de
propietario, como en la compra y la venta. Pero Proudhon
no ve que al entregar el dinero en forma de capital que
devenga interés, no se ha recibido un equivalente a cambio
de ello. Sin embargo, en todo acto de compra y venta, en la
medida en que se verifican en realidad procesos de inter
cambio, se entrega el objeto. Siempre se cede la propiedad
del objeto vendido. Pero no se entrega el valor. En la
venta se entrega la mercancía, pero no su valor, que
se devuelve en la forma de dinero o, lo que en este caso es
sólo otra forma de lo mismo, de obligaciones o títulos de
pago. En la compra se entrega el dinero, pero no su valor,
que se repone en la forma de la mercancía. Durante todo
el proceso de reproducción, el capitalista industrial conserva
en sus manos el mismo valor (al margen del plusvalor),
sólo que en diferentes formas.
En la medida en que se efectúa un intercambio, es
decir un intercambio de objetos, no se verifica un cambio
de valores. El mismo capitalista siempre conserva en sus
manos el mismo valor. Pero en tanto el capitalista produce
plusvalor, no se efectúa un intercambio; en cuanto se
verifica el intercambio, el plusvalor ya se halla encerrado
en las mercancías. En cuanto no consideremos los actos
individuales del intercambio, sino la circulación global del
capital D-M-D', se adelanta constantemente una determi
nada suma de valor y se retira de la circulación esa suma
de valor más el plusvalor o ganancia. Sin embargo, no es
posible ver la mediación de este proceso en los meros actos
del intercambio. Y es precisamente sobre este proceso de
D en cuanto capital sobre lo cual reposa el interés del
capitalista que da dinero en préstamo, aquello de lo cual
emana.
442
“En efecto”, dice Proudhon, “el sombrerero que vende
som breros. . . recibe a »cambio de ellos el valor, ni más ni
menos. Pero el capitalista prestamista . . . no sólo recupera
su capital íntegro; recibe más que el capital, más de lo que
vuelca en el intercambio; además del capital, percibe un
interés” (p. 6 9 ). En este caso, el sombrerero representa
al capitalista productivo, en contraste con el prestamista.
Evidentemente, Proudhon no ha logrado asir el secreto de
cómo el capitalista productivo puede vender mercancía
a su valor (la nivelación a precios de producción resulta
irrelevante aquí, para su concepción) y de ese mismo modo
obtener una ganancia más allá del capital que vuelca en
el intercambio. Supongamos que el precio de producción de
100 sombreros sea = £ 115, y que ese precio de pro
ducción sea casualmente igual al valor de los sombreros,
es decir que el capital que produce los sombreros es de
composición social media. Si la ganancia es = 1 5 % ,
el fabricante de sombreros realizará una ganancia de £ 15
al vender las mercancías a su valor de £ 115. A él sólo le
cuestan £ 100. Si ha producido con su propio capital,
guardará íntegramente en su bolsillo el excedente de £ 15;
si lo ha hecho con capital prestado, acaso deba entregar
£ 5 de ellas como interés. Esto en nada modifica el valor
de los sombreros, sino sólo la distribución entre diversas
personas del plusvalor que se encuentra ya dentro de ese
valor. En consecuencia, puesto que el valor de los sombre
ros no resulta afectado por el pago de intereses, es un
disparate el que Proudhon diga: “Dado que en el comercio
el interés del capital se añade al salario del obrero para
constituir el precio de la mercancía, es imposible que el
obrero pueda volver a com prar el producto de su propio
trabajo. Vivre en travaillant [vivir de su trabajo] es un
principio que, bajo el régimen del interés, implica una
contradicción” (p. 1 0 5 ).56
El siguiente pasaje, en el cual Proudhon describe el
movimiento del capital en general como un movimiento
peculiar del capital que devenga interés, demuestra lo poco
56 P or ello, si por P ro u d h o n fuese, “ u n a c asa ” , “d in ero ”, etc.,
no d e b erían prestarse co m o “c ap ital” , sino enajenarse co m o “m er
c a n c ía . . . al precio de costo” (pp. 43, 44). L u te ro e stab a algo por
en cim a d e P ro u d h o n . L u te ro y a sabía q u e la o btención de g an an
cias es independiente de la fo rm a del p réstam o o de la com pra.
"T am b ién convierten a la c o m p ra en una usura. P ero esto es
d em a siad o p a ra un solo bocado. Y si a h o ra d ebem os tra ta r de u n a
443
que ha comprendido la naturaleza del capital: “Como, por
la acumulación de los intereses, el capital dinerario vuelve
siempre a su fuente, de intercambio en intercambio, se
desprende de ello que el préstamo repetido efectuado
siempre por las mismas manos, beneficia siempre a la
misma persona ”.11021
¿Qué es, entonces, lo que sigue siendo enigmático para
él en el movimiento peculiar del capital que devenga
interés? Las categorías de la compra, el precio, la cesión
de objetos, y la forma no mediada en que aparece aquí el
plusvalor; en suma, el fenómeno de que, en este caso,
el capital en cuanto capital se ha convertido en mercancía,
de que por ende la venta se ha convertido en préstamo, y
el precio en una participación en la ganancia.
En general, el retorno del capital a su punto de partida
es el movimiento característico del capital en su ciclo global.
Esto de ninguna manera caracteriza solamente al capital
que devenga interés. Lo que lo caracteriza es la forma
exterior del retorno, separada del ciclo que media ese
retorno. El capitalista prestamista entrega su capital, se lo
transfiere al capitalista industrial sin obtener equivalente
alguno. Su entrega no es en absoluto un acto del proceso
circulatorio real del capital, sino que sólo inicia este ciclo
que debe llevar a cabo el capitalista industrial. Este primer
cambio de ubicación del dinero no expresa ningún acto de
metamorfosis, ni compra ni venta. La propiedad no se cede
porque no se efectúa un intercambio, no se recibe ningún
equivalente. El retorno del dinero de manos del capitalista
industrial a manos del prestamista sólo complementa el
primer acto de la cesión del capital. Adelantado en la forma
dineraria, el capital retorna al capitalista industrial, a través
del proceso cíclico, nuevamente en la forma de dinero. Pero
puesto que el capital no le pertenecía en el momento del
desembolso, no puede pertenecerle en el del retorno. El
pasaje por el proceso de reproducción no puede convertir
a este capital en su propiedad. Por consiguiente, debe
restituírselo al prestamista. El primer desembolso, que
transfiere el capital de manos del prestamista a manos del
de esas cosas, a c e rca de la u su ra en el p réstam o, una vez q u e le
h a y am o s puesto rem edio (después d el Ju icio F in al) tam bién h a b re
m os d e d ed icarle lo q u e le co rresp o n d e a la usura en la compra.”
M . L u th er, An die Pfarrherrn wider den Wucher zu predigen,
W ittenberg, 1540.I10'*)
444
prestatario, es una transacción jurídica que nada tiene
que ver con el proceso real de reproducción del capital,
«51o lo inicia.“ El reintegro, que traslada nuevamente e.
capital refluido de manos del prestatario a manos del pres
tamista, es una segunda transacción jurídica, complemen
taria de la primera; ésta inicia el proceso real, la otra es
un acto posterior al mismo. Por consiguiente, el punto de
partida y el de retorno, la entrega y restitución del capital
prestado, aparecen como movimientos arbitrarios, mediados
por transacciones jurídicas, que ocurren antes y después
del movimiento real del capital y que nada tienen que ver
con él. Para este movimiento sería lo mismo que el capital
perteneciese desde un comienzo al capitalista industrial, y
que luego sólo refluyese a él en cuanto su propiedad.
En el primer acto inicial, el prestamista le entrega su
capjtal al prestatario. E n el segundo acto, posterior y final,
éste le devuelve el capital al primero. En tanto sólo entre
en consideración la transacción entre ambos — y por ahora
con prescindencia del interés— , vale decir, en la medida
en que sólo se trate del movimiento que efectúa entre pres
tamista y prestatario el propio capital prestado, esos dos
actos (separados entre sí por un lapso más prolongado o
más breve, durante el cual se produce el verdadero movi
miento de reproducción del capital) abarcan la totalidad
de ese movimiento. Y este movimiento — la entrega con la
condición de la restitución— es, en general, el movimiento
del dar y tom ar en préstamo, de esa forma específica de
la enajenación, puramente condicional, de dinero o mer
cancía.
El movimiento característico del capital en general, el
retorno del dinero al capitalista, el retorno del capital a su
pqnto de partida, adquiere en el capital que devenga interés
una figura completamente exterior, separada del movi
miento real cuya forma constituye. Entrega A su dinero
no en cuanto tal, sino como capital. Aquí, no se opera
ninguna modificación con el capital. Éste sólo cambia de
manos. Su verdadera transformación en capital sólo se
lleva a cabo en manos de B. Pero para A se ha convertido
en capital en virtud de la mera cesión a B. El verdadero
reflujo del capital desde el proceso de producción y
circulación sólo ocurre para B. En cambio, para A el
* En la 1? edición, “sólo la inicia” en vez d e “sólo lo inicia” .
445
reflujo se produce en la misma forma que la enajenación.
Vuelve nuevamente de manos de B a las de A. La cesión,
el préstamo de dinero por cierto lapso y la nueva recepción
del mismo con interés (plusvalor) es la forma íntegra del
movimiento que corresponde al capital que devenga interés
en cuanto tal tipo de capital. El movimiento real del dinero
prestado en cuanto capital es una operación situada más
allá de las transacciones entre prestamistas y prestatarios.
En estos mismos, dicha intermediación se halla extinguida,
no es visible, no está directamente comprendida. En cuanto
mercancía de un género peculiar, el capital posee también
un tipo peculiar de enajenación. Por eso, en este caso el
retorno tampoco se manifiesta como consecuencia y resul
tado de una serie determinada de procesos económicos, sino
como consecuencia de un convenio jurídico especial entre
com prador y vendedor. El tiempo del reflujo depende
del transcuro del proceso de reproducción; en el caso del
capital que devenga interés, su retorno como capital parece
depender solamente del acuerdo entre prestamista y pres
tatario. De modo que el reflujo del capital, en lo que res
pecta a esta transacción, ya no parece un resultado deter
minado por el proceso de la producción, sino como si el
capital prestado jamás hubiese perdido la forma del dinero.
De cualquier manera, estas transacciones están efectiva
mente determinadas por los reflujos reales. Pero ello no se
manifiesta en la propia transacción. En la práctica ello
tampoco es siempre el caso, en modo alguno. Si el reflujo
real no ocurre en el momento oportuno, el prestatario debe
procurarse las restantes fuentes auxiliares para satisfacer
sus obligaciones con respecto al prestamista. La mera
forma del capital — dinero que se desembolsa como suma
1
A y que retorna como suma A + — A, en un lapso deterx
minado y sin otra mediación que ese lapso cronológico
intermedio— es sólo la forma no conceptual del movimiento
real del capital.
En el movimiento real del capital, el retorno es una
fase del proceso de circulación. Primeramente, el dinero
se convierte en medios de producción; el proceso de pro
ducción lo transform a en mercancía; en virtud de la venta
de la mercancía se reconvierte en dinero, y en esa forma
retorna a manos del capitalista que había adelantado el
capital, en primera instancia, bajo la forma dineraria. Pero
446
en el caso del capital que devenga interés, tanto el retom o
como la cesión son meros resultados de una transacción
jurídica entre el propietario del capital y una segunda
persona. Solamente vemos la cesión y el reintegro. Todo
cuanto ocurre en el ínterin está extinguido.
Pero puesto que el dinero adelantado como capital
tiene la propiedad de retornar a su adelantador, a quien
cede el capital, puesto que D - M - D ' es la forma inmanente
del movimiento de capital, precisamente por ello puede
prestarlo su poseedor como capital, como algo que tiene
el atributo de retornar a su punto de partida, de conservarse
y multiplicarse como valor a través del movimiento que
recorre. Lo cede como capital porque, una vez empleado
Como capital, refluye hacia su punto de partida, es decir
que el prestatario puede restituirlo después de cierto lapso,
precisamente porque refluye hacia él mismo.
El préstamo de dinero como capital — su cesión bajo
la condición de restituirlo luego de cierto lapso— tiene,
pues, como supuesto que el dinero se emplee realmente
Como capital, que realmente refluya hacia su punto de
partida. Por consiguiente, el verdadero movimiento cíclico
del dinero como capital es el supuesto de la transacción
jurídica según la cual el prestatario debe reintegrarle el
dinero al prestamista. Si el prestatario no desembolsa
el dinero como capital, eso es cosa suya. El prestamista lo
presta como capital, y en cuanto tal debe desempeñar las
funciones del capital, las cuales comprenden el ciclo
del capital dinerario hasta su reflujo, en forma de dinero,
hacia su punto de partida.
Los actos circulatorios D - M y M - D ', en los cuales
la suma de valor funciona como dinero o como mercancía,
lólo son procesos mediadores, fases aisladas de su movi
miento global. En cuanto capital recorre el movimiento
total D - D'. Se lo adelanta en alguna forma como dinero o
■urna de valor, y retorna como suma de valor. El presta
mista del dinero no lo gasta en la compra de mercancía
O, si la suma de valor existe como mercancía, no la vende a
cambio de dinero, sino que la adelanta como capital, como
D - D', como valor que retorna nuevamente a su punto
de partida en un plazo determinado. En lugar de comprar
O vender, presta. Este préstamo es, pues, la forma corres
pondiente para enajenarlo como capital, en lugar de hacerlo
como dinero o como mercancía. De lo cual no se des
447
prende, en modo alguno, que el préstamo no pueda ser asi
mismo una forma para transacciones que nada tienen que
ver con el proceso capitalista de reproducción.
Hasta aquí sólo hemos considerado el movimiento del
capital prestado entre su propietario y el capitalista indus
trial. A hora debemos examinar el interés.
El prestamista desembolsa su dinero como capital; la
suma de valor que enajena a otra persona es capital, y por
eso refluye hacia él. Pero el mero retorno hacia él no sería
un reflujo de la suma de valor prestada como capital, sino
meramente el reintegro de una suma de valor prestada. Para
refluir como capital, la suma de valor adelantada no sólo
debe haberse conservado en el movimiento, sino haberse
valorizado, haber incrementado su magnitud de valor, es de
cir que tiene que retornar con un plusvalór, como D + AD,
y este AD es en este caso el interés o la parte de la ganancia
media que no permanece en manos del capitalista actuante,
sino que le corresponde al capitalista dinerario.
El hecho de que lo enajene como capital significa que
le debe ser restituido como D + AD. Además hay que con
siderar en particular la forma en la cual el interés refluye
en el lapso intermedio, en plazos establecidos, pero sin el
capital, cuyo reintegro sólo se produce al término de un
período más prolongado.
¿Qué le da el capitalista dinerario al prestatario, al
capitalista industrial? ¿Qué le enajena de hecho? Y sólo
el acto de la enajenación convierte el préstamo del dinero
en enajenación del dinero como capital, es decir en enajena
ción del capital como mercancía.
Sólo en virtud del proceso de esta enajenación es que
el prestamista de dinero cede el capital como mercancía, o
que cede a un tercero, en carácter de capital, la mercancía
de la cual dispone.
¿Qué se enajena en la venta común? Por cierto que no
el valor de la mercancía vendida, pues éste sólo modifica su
forma. Existe idealmente en la mercancía como precio,
antes de pasar realmente, en la forma de dinero, a manos
del vendedor. En este caso, el mismo valor y la misma
magnitud de valor sólo cambian de forma. En una oportu
nidad existen en forma mercantil, en la otra en forma
448
dineraria. Lo que en realidad enajena el vendedor, y que
por ello también pasa al consumo individual o productivo
del com prador, es el valor de uso de la mercancía, la
mercancía como valor de uso.
¿Cuál es, entonces, el valor de uso que enajena el capi
talista dinerario durante el lapso del préstamo, cediéndoselo
al capitalista productivo, al prestatario? Es el valor de uso
que adquiere el dinero al poder transformarse en capital,
al poder funcionar como capital, y que por consiguiente
genera en su movimiento un plusvalór determinado, la
ganancia media (lo que se halla por encima o por debajo
de ella aparece aquí como casual), además de conservar
su magnitud de valor originaria. En el caso de las restantes
mercancías, al llegar a las manos de su último poseedor
se consume el valor de uso, y con ello desaparece la
sustancia de la mercancía, y con dicha sustancia el valor
mercantil. E n cambio, la mercancía capital tiene la pecu
liaridad de que en virtud del consumo de su valor de uso,
SU valor y su valor de uso no sólo se conservan, sino que
se incrementan.
Este valor de uso del dinero como capital — la capaci
dad de generar la ganancia media— es lo que enajena el
capitalista dinerario al capitalista industrial por el lapso
durante el cual le cede a éste el poder de disponer sobre
el capital prestado.
En esta medida, el dinero prestado tiene cierta analogía
con la fuerza de trabajo en su posición frente al capitalista
industrial. Sólo que este último paga el valor de la fuerza
de trabajo, mientras que simplemente reintegra el valor del
capital prestado. El valor de uso de la fuerza de trabajo
para el capitalista industrial es generar más valor (la
ganancia) en su uso que lo que posee ella misma y que lo
Lie cuesta. Este excedente de valor es su valor de uso para
capitalista industrial. Y de este modo, el valor de uso
del capital dinerario prestado aparece igualmente como
•U capacidad de fijar y aumentar valor.
De hecho, el capitalista dinerario enajena un valor de
USO, y de esa manera cede como mercancía lo que entrega.
Y en tal medida, la analogía con la mercancía en cuanto
tal es completa. En primer lugar es un valor que pasa de
linas manos a otras. En el caso de la mercancía simple,
da la mercancía en cuanto tal, el mismo valor permanece en
manos del com prador y del vendedor, sólo que en forma
S
449
diferente; ambos tienen, en todo momento, el mismo valor
que enajenaron, uno en forma de mercancía, y el otro en
forma de dinero. La diferencia es que, al prestar, el capi
talista dinerario es el único que entrega valor en esta tran
sacción; pero lo preserva en virtud del futuro reintegro. En
el préstamo, sólo una de las partes recibe valor, ya que
sólo una de las partes entrega valor. En segundo lugar,
una de las partes enajena un verdadero valor de uso,
mientras que la otra lo recibe y consume. Pero a diferencia
de la mercancía común, este propio valor de uso es él
mismo valor, más exactamente el excedente de la magnitud
de valor resultante del uso del dinero en cuanto capital,
por encima de su magnitud de valor originaria. L a ganan
cia es este valor de uso.
El valor de uso del dinero prestado es el de poder
funcionar como capital y en cuanto tal producir la ganancia
media bajo las condiciones medias .57
¿Qué es lo que paga entonces el capitalista industrial, y
cuál es por consiguiente el precio del capital prestado?
“Lo que pagan los hombres como interés por el uso de
lo que toman prestado” , es, según Massie, “una parte
de la ganancia que esto es capaz de producir ” .58
Lo que compra el adquirente de una mercancía común,
es su valor de uso; lo que paga, es su valor. Lo que compra
el prestatario del dinero es asimismo su valor de uso en
cuanto capital; pero, ¿qué es lo que paga? Con certeza que
no es su precio o valor, como ocurre en el caso de las
demás mercancías. Entre prestamista y prestatario no se ve
rifica, como ocurre entre com prador y vendedor, un cambio
de forma del valor, de modo que ese valor existe en un
caso en la forma de dinero, y en el otro en la forma
de mercancía. La identidad del valor cedido y nuevamente
recibido se presenta aquí de una manera totalmente dife
rente. La suma de valor, el dinero, se entrega sin equiva57 “El c a rá c te r e q u itativ o de la percepción de intereses no
depende de q u e un h o m b re obtenga ganancias o no, sino de su ca
p a c id a d ” (la de lo p restado) “de p ro d u c ir ganancias, si se lo em plea
c o rre c ta m e n te ” . (An Essay on the Governing Causes of the Natural
Rate of lnterest, wherein the Sentiments o f Sir W. Petty and
Mr. Locke, on that H ead , are Considered, L ondres, 1750, p. 49.
El a u to r del e scrito a n ó n im o es Joseph M assie.)
58 “L os ricos, en lu g ar de em p lear ellos m ism os su d in ero . . .
se lo ceden a o tra gente p a ra que obtengan ganancias con él, re ser
vando p a ra los p ro p ietario s una pro p o rció n de las g anancias así
o b ten id a s” (loe. cit., pp. 23, 24).
450
Unte, y se restituye después de cierto lapso. El prestamista
llempre sigue siendo propietario del mismo valor, incluso
después de que éste ha pasado de su mano a la del pres
tatario. En el intercambio mercantil simple, el dinero se
halla siempre del lado del com prador; pero en el caso del
préstamo, el dinero se halla del lado del vendedor. Es él
uien cede el dinero por cierto tiempo, y es el comprador
3esel
capital quien lo recibe como mercancía. Pero esto sólo
posible en la medida en que el dinero funcione como
capital, y por ende sea adelantado. El prestatario toma
prestado el dinero como capital, como valor que se valoriza
a sí mismo. Pero sólo al principio — como cualquier
capital en su punto de partida, en el instante de su ade
lanto— ese capital es capital en sí. Sólo en virtud de su
USO se valoriza, se realiza como capital. Pero el prestatario
debe reintegrarlo como capital realizado, es decir como
valor más plusvalor (interés), y este último sólo puede
•er una parte de la ganancia que aquél ha realizado. Sólo
una parte, y no la totalidad. Pues el valor de uso para el
restatario es que le produzca ganancia. De otro modo no
ubiese ocurrido una enajenación del valor de uso por
parte del prestamista. Por otra parte, no toda la ganancia
puede corresponderle al prestatario. De lo contrario, éste
S
DO pagaría nada por la enajenación del valor de uso, y
lólo le devolvería al prestamista el dinero adelantado
Como dinero simple, y no como capital, como capital reali
zado, pues sólo es capital realizado como D + AD.
Ambos desembolsan la misma suma de dinero como
capital, tanto el prestamista como el prestatario. Pero sólo
en manos de este último, la misma funciona como capital.
La ganancia no resulta duplicada por la doble existencia
de la misma suma de dinero como capital para dos personas.
Sólo puede funcionar como capital para ambos en virtud
de la división de la ganancia. La parte que le corresponde
al prestamista se denomina interés.
Conforme al supuesto, toda la transacción ocurre
entre dos tipos de capitalistas: el capitalista dinerario y el
capitalista industrial o comercial.
Nunca hay que olvidar que, en este caso, el capital en
cuanto capital es mercancía, o que la mercancía de la cual se
trata aquí es capital. Por ello, todas las relaciones que apa
recen aquí serían irracionales desde el punto de vista de la
mercancía simple, o también desde el punto de vista del
451
capital, en la medida en que éste funcione como capital
mercantil en su proceso de reproducción. D ar y tom ar en
préstamo, en lugar de vender y comprar, es en este caso una
diferencia que surge de la naturaleza específica de la mer
cancía (del capital). Del mismo modo que lo que aquí se
paga es interés, en lugar del precio de la mercancía. Si se
pretende calificar al interés de precio del capital dinerario,
ello constituye una forma irracional del precio, totalmente
en contradicción con el concepto del precio de la mercan
cía .59 Aqilí, el precio se halla reducido a su forma pura
mente abstracta y carente de contenido, la de que es una
suma determinada de dinero que se paga por alguna cosa,
que figura de una manera u otra como valor de uso;
mientras que, conforme a su concepto, el precio es igual
al valor de ese valor de uso expresado en el dinero.
El interés en cuanto precio del capital es, desde un
principio, una expresión cabalmente irracional. En este caso,
la mercancía tiene un doble valor: en primer lugar
un valor, y en segundo término un precio diferente de este
valor, mientras que el precio es la expresión dineraria
del valor. En primera instancia, el capital dinerario no es
otra cosa que una suma de dinero o el valor de determi
nada masa de mercancías fijado como suma dineraria. Si
se presta mercancía en cuanto capital, ella sólo constituye
la forma encubierta de una suma de dinero. Pues lo que se
presta como capital no son tantas y cuantas libras de algo
dón, sino tanto dinero, existente bajo la forma de algodón
en cuanto valor de esta mercancía. Por eso, el precio del
capital se refiere a éste en cuanto suma de dinero, aunque
no en cuanto currency, como sostiene el señor Torrens
(véase arriba, nota 5 9 ). ¿Cómo una suma de valor ha de
tener entonces un precio además dé su propio precio, ade
más del precio que se halla expresado en su propia forma
dineraria? Pues el precio es el valor de la mercancía (y
r,í* “ E l térm in o v alo r (valué) a p lic ad o al currency [m edio de
circulación] tiene tres significados . . . 2) currency actually in hand
[m edios de c irculación inm ed iatam en te disponibles] [ . . . ] en com
p a ra c ió n con el m ism o m onto d e currency que ingresará e n algún
d ía p osterior. E n este caso su v a lo r se h a lla m edido por la tasa de
interés, y la tasa d e interés e stá d e te rm in a d a p o r the ratio between
the amount of loanable capital and the demand for it [la relación
en tre el m o n to de capital susceptible de ser p re stad o y la d e m a n d a
que por él h ay a].” (C oronel R. T o rren s, On the Operation of the
Bank Cliarter A'ct of 1844 etc., 2? edición, 1847 [pp. 5, 6].)
452
éste es también el caso del precio de mercado, cuya dife
rencia con respecto al valor no es cualitativa sino sólo cuan
titativa, sólo se refiere a la magnitud de valor), a diferencia
de su valor de uso. Un precio que sea cualitativamente
diferente del valor, es una contradicción absurda .60
El capital se manifiesta como capital en virtud de su
valorización; el grado de su valorización expresa el grado
cuantitativo en el cual se realiza como capital. El plusvalor
o ganancia que genera — su tasa o nivel— sólo resulta
mensurable mediante su comparación con el valor del capi
tal adelantado. Por consiguiente, la mayor o m enor valo
rización del capital que devenga interés sólo resulta mensu
rable por comparación del monto del interés, de la parte
de la ganancia global que le corresponde, con el valor del
capital adelantado. Por ello, si el precio expresa el valor
de la mercancía, entonces el interés expresa la valorización
del capital dinerario, por lo cual aparece como el precio
que se le paga al prestamista por el mismo. De esto se
OMprende lo absurdo que es, desde un primer momento,
pretender aplicar directamente aquí las simples relaciones
del intercambio mediado por el dinero, de la compra y la
Venta, tal como lo hace Proudhon. Pues el supuesto básico
M, precisamente, que el dinero funciona como capital, y
que por eso puede ser transferido a una tercera persona
como capital en sí, como capital potencial.
Pero el capital mismo aparece aquí como una mer
cancía, en cuanto se lo ofrece en el mercado y se enajena
afectivamente el valor de uso del dinero como capital. Y su
Valor de uso consiste en generar ganancia. El valor del
dinero o de las mercancías en cuanto capital no está deter
minado por su valor en cuanto dinero o mercancías, sino
P °r la cantidad de plusvalor que producen para su posee
dor. El producto del capital es la ganancia. Sobre la base
de la producción capitalista sólo constituye un empleo
diferente del dinero el que se lo gaste como dinero o se lo
adelante como capital. El dinero, o en su caso la mercancía
* ° “ L a am bigüedad d el térm in o v alo r del d in e ro o d el m edio
de circu lació n , c u an d o se lo em p lea tan indiscrim inadam ente, com o
N lo hace, p a ra d e n o ta r tan to el v alor de cam bio d e las m ercancías
OOmo el v alo r de uso del capital, es u n a fu en te co n stan te d e confu iló n .” (T ooke, Inquiry into the Currency Principie, p. 77). T o o k e
n o ve la confusión p rin cip al (inherente a la p ro p ia cuestión), la
de q u e el v alo r en cu an to tal (el interés) se c onvierte en el valor
de u to d el capital.
453
son, en sí, capital potencial, exactamente tal como la fuerza
de trabajo es potencialmente capital. Pues 1) el dinero
puede ser transformado en los elementos de producción y,
tal como es, es solamente una expresión abstracta de los
mismos, su existencia como valor; 2 ) los elementos mate
riales de la riqueza poseen la propiedad de ser ya poten
cialmente capital, porque la contraparte que los comple
menta, aquello que los convierte en capital — el trabajo
asalariado— existe sobre la base de la producción capi
talista.
El carácter social antagónico de la riqueza material
— su antagonismo con el trabajo en cuanto trabajo asala
riado— ya se halla expresado, separadamente del proceso
de producción, en la propiedad del capital en cuanto tal.
Ahora bien, este factor, separado del propio proceso capi
talista de producción — del que constituye el resultado cons
tante y en cuanto su resultado constante es su supuesto
constante— se expresa en que el dinero, y asimismo la mer
cancía, son capital en sí mismos, de manera latente, poten
cial, en que se los puede vender como capital, y en que bajo
esta forma representan el poder de disponer del trabajo
ajeno, otorgan un título a la apropiación de trabajo ajeno, y
por .consiguiente son un valor que se valoriza. En este caso
también se manifiesta claramente que el título y el medio
para la apropiación de trabajo ajeno es esta relación, y no
algún trabajo como contravalor por parte del capitalista.
Además, el capital se manifiesta como mercancía en
la medida en que la división de la ganancia en interés y
en ganancia propiamente dicha resulta regulada por la
oferta y la demanda, vale decir por la competencia, exac
tamente al igual que los precios de mercado de las mer
cancías. Pero en este caso la diferencia se manifiesta en
forma tan patente como la analogía. Si coinciden la oferta
y la demanda, el precio de mercado de la mercancía
corresponde a su precio de producción, es decir que su
precio aparece entonces regulado por las leyes internas
de la producción capitalista, independientemente de la
competencia, ya que las fluctuaciones de la oferta y la
demanda no explican sino las divergencias de los precios
de mercado con respecto a los precios de producción,
divergencias éstas que se compensan recíprocamente, de
modo que en ciertos períodos más prolongados los precios
medios de mercado son iguales a los precios de producción.
454
En cuanto coinciden dejan de actuar estas fuerzas, se anulan
mutuamente, y la ley general de la determinación de los
se manifiesta entonces también como ley del caso
Í(recios
ndividual; el precio de mercado corresponde entonces ya
en su existencia inmediata, y no sólo como promedio del
movimiento de los precios de mercado, al precio de pro
ducción, regulado por las propias leyes inmanentes del
m odo de producción. O tro tanto ocurre en el caso del sala
rlo. Si coinciden la oferta y la demanda, se anulan sus
afectos, y el salario es igual al valor de la fuerza de trabajo.
Pero otro es el caso del interés del capital dinerario. Aquí,
la competencia no determ ina las divergencias con respecto
• la ley, sino que no existe una ley de la división fuera de la
dictada por la competencia, porque, tal como veremos más
•delante, no existe una tasa “natural” del interés. Antes
bien, por tasa natural del interés se entiende la tasa fijada
por la libre competencia. No existen límites “naturales” de
l t tasa del interés. Cuando la competencia determina no
lólo las divergencias y fluctuaciones, es decir cuando
cesa toda determinación en general en el equilibrio de sus
fuerzas operantes contrapuestas, lo que hay que determinar
•I algo en sí y para sí arbitrario y no sujeto a ley alguna.
En el capítulo siguiente nos explayaremos más a este
respecto.
En el capital que devenga interés, todo aparece como
exterior: el adelanto del capital como m era transferencia
del mismo del prestamista al prestatario; el reflujo del
capital realizado como mera retransferencia, reintegro, con
Intereses, del prestatario al prestamista. Lo mismo en
cuanto a la determinación inmanente al modo capitalista
de producción en el sentido de que la tasa de ganancia está
determinada no sólo por la relación entre la ganancia
obtenida en una única rotación y el valor de capital adelan
tado, sino también por la duración de ese mismo tiempo de
rotación, es decir como ganancia que arroja el capital
Industrial en lapsos determinados. E n el caso del capital que
devenga interés, esto también se manifiesta, de una manera
totalmente exterior, como que al prestamista se le paga un
Interés determinado por un lapso determinado.
Con su habitual percepción clarividente de la conexión
Interna de las cosas dice el romántico Adam Müller (E le
mente der Staatskunst, Berlín, 1809, [t. m], p. 138): “Para
la determinación del precio de las cosas no se toma en
455
cuenta el tiempo; para la determinación del interés se con
sidera principalmente el tiempo” . Müller no ve cómo el
tiempo de producción y el tiempo de circulación entran en
la determinación del precio de las mercancías, y cómo pre
cisamente en virtud de ello resulta determinada la tasa de
ganancia para un tiempo dado de rotación del capital,
mientras que por la determinación de la ganancia para un
tiempo dado resulta determinada la tasa de interés. Como
siempre, en este caso su perspicacia se reduce a ver las
nubes de polvo de la superficie y a proclamar presuntuo
samente esta polvareda como algo enigmático y signifi
cativo.
CAPÍTULO XXII
DIVISIÓN DE LA GANANCIA.
TIPO D E INTERÉS.
TASA “N A TU RA L” D EL INTERÉS a
No podemos examinar aquí en detalle el objeto de este
capítulo, así como, en general, todas las manifestaciones
del crédito, punto que corresponde tratar más adelante.
1) La competencia entre prestamistas y prestatarios y las
fluctuaciones más breves del mercado dinerario que de ella
resultan caen fuera del ámbito de nuestras consideraciones.
2) El trayecto que recorre la tasa de interés durante el
Ciclo industrial supone, para su descripción, la descripción
de ese mismo ciclo, la cual tampoco puede efectuarse
equl. 3 ) O tro tanto vale para la mayor o menor compenliCión aproximada del tipo de interés en el mercado mun
dial.» Todo cuanto tenemos que hacer aquí es desarrollar
l i figura autónoma del capital que devenga interés y la
tutonom ización del interés con respecto a la ganancia.
Puesto que el interés es sólo una parte de la ganancia
flue, conforme a lo que hemos supuesto hasta aquí, debe
pagar el capitalista industrial al capitalista dinerario, apa
gaCC como límite máximo del interés la prbpia ganancia,
liando = 0 la parte que le correspondería al capitalista
actuante. Prescindiendo de casos aislados en los cuales el
* E n la 1“ edición, Werke, etc., pleonásticám ente, ‘T a s a «na
tu ral» d e l tip o d e in terés”. E n el m an u scrito d e M a rx (v. R 1120/2),
*Tha n a tu ra l ra te o f in te rest” (“L a tasa n a tu ra l de in terés”).
k L os n u m erales precedentes n o fig u ran en la edición d e E ngels,
f i r o sí en el m an u scrito d e M arx. (C fr. R 1120-1121 y 1121/1.)
456
457
interés puede ser de hecho mayor que la ganancia, pero en
cuyo caso no puede ser pagado a partir de la ganancia,
acaso pudiera considerarse como límite máximo del interés
a la ganancia total menos la parte de la misma que hemos
de desarrollar más adelante y que puede resolverse en
salarios de supervisión (wages of superintendence). El
límite mínimo del interés es total y absolutamente indeter
minable. Puede descender hasta cualquier nivel imaginable.
Sin embargo, en este caso se presentan una y otra vez
circunstancias de acción opuesta, que lo elevan por encima
de ese mínimo relativo.
“La relación entre la suma pagada por el uso de un
capital y ese mismo capital expresa la tasa del interés,
medida en dinero.” “La tasa de interés depende 1) de la
tasa de ganancia; 2 ) de la proporción en la cual se divide
la ganancia global entre el prestamista y el prestatario.”
(Economist, 22 de enero de 1853.) “Puesto que lo que se
paga como interés por el uso de lo que se toma prestado
es una parte de la ganancia que lo prestado es capaz de
producir, este interés siempre debe estar regido por aquella
ganancia.” (Massie, loe. cit., p. 49.)
Supongamos primeramente que existe una relación fija
entre la ganancia global y la parte de la misma que debe
pagarse como interés al capitalista dinerario. Entonces
resulta claro que el interés aumentará o disminuirá como
la ganancia global, y que ésta se hallará determinada por la
tasa general de ganancia y sus fluctuaciones. Si por ejemplo
la tasa media de ganancia fuese = 20 % y el interés
= Va de la ganancia, entonces el tipo de interés sería
= 5 % ; si aquélla fuese = 16 % , el interés sería = 4 % .
En el caso de una tasa de ganancia del 20 % , el interés
podría aumentar hasta el 8 % , y el capitalista industrial
seguiría obteniendo la misma ganancia que con una tasa
de gananciá = 16 % y una tasa de interés = 4 % , es decir
un 12 % . Si el interés sólo aumentase al 6 ó 7 % , seguiría
conservando una parte mayor de la ganancia. Si el interés
fuese igual a una cuota constante de la ganancia media,
resultaría que cuanto más elevada fuese la tasa general de
ganancia, tanto mayor sería la diferencia absoluta entre
la ganancia global y el interés, y tanto mayor, por consi
guiente, la parte de la ganancia global que le correspondería
al capitalista operante, y viceversa. Supongamos que el
interés sea = Vs de la ganancia media. Vs de 10 es 2; la
458
diferencia entre la ganancia global y el interés es = 8 .
Vi de 20 es = 4; diferencia: 20 — 4 = 16; Vs de 25 = 5;
diferencia: 25 — 5 = 20; Vs de 30 = 6 ; diferencia
= 30 — 6 = 24; Vs de 35 = 7; diferencia = 3 5 — 7 =
= 2 8 . En este caso, las diversas tasas de interés del 4, 5,
6, 7 % sólo expresarían Vs o el 20 % de la ganancia global.
Por consiguiente, si las tasas de ganancia son diferentes,
diferentes tasas de interés pueden expresar las mismas partes
alícuotas de la ganancia global o la misma participación
porcentual en la ganancia global. En caso de semejante
relación constante del interés, la ganancia industrial (la dife
rencia entre la ganancia global y el interés) sería tanto
mayor cuanto más elevada sea la tasa general de ganancia,
y viceversa.
Suponiendo iguales todas las circunstancias restantes,
es decir suponiendo constante en mayor o menor grado la
relación entre interés y ganancia global, el capitalista ac
tuante será capaz y estará dispuesto a pagar un interés
más elevado o más bajo en proporción directa al nivel de la
tasa de ganancia .61 Puesto que hemos visto que el nivel
de la tasa de ganancia se halla en proporción inversa al
desarrollo de la producción capitalista, se desprende en
consecuencia que el tipo de interés más alto o más bajo
en un país guarda la misma proporcionalidad inversa con
el nivel del desarrollo industrial, en la medida en que la
diversidad del tipo de interés exprese realmente la diferencia
de las tasas de ganancia. Más adelante veremos que éste no
tiene por qué ser siempre el caso, en modo alguno. En este
sentido puede decirse que el interés resulta regulado por la
ganancia, o más exactamente por la tasa general de ganan
cia. Y esta manera de su regulación vale incluso para su
término medio.
De cualquier manera cabe considerar a la tasa media
de ganancia como el límite máximo que en definitiva
determina el interés.
De inmediato consideraremos en mayor detalle la
circunstancia de que el interés debe referirse a la ganancia
media. Cuando un conjunto total dado, como la ganan
cia, debe dividirse entre dos, lo prim ero que importa es,
naturalmente, la magnitud del conjunto que hay que dividir,
y esta magnitud de la ganancia está determinada por su
61 “ L a ta s a n a tu ra l d el interés está regida p o r las ganancias d e la
Industria d e los p a rtic u la re s.” (M assie, loe. cit., p. 51.)
459
tasa media. Suponiendo dada la tasa general de ganancia,
es decir la magnitud de la ganancia para un capital de
magnitud dada, digamos = 100, las variaciones del interés
se hallan, obviamente, en relación de proporcionalidad
inversa con las de la parte de la ganancia que le resta al
capitalista actuante, pero que trabaja con capital prestado.
Y las circunstancias que determinan la magnitud de la
ganancia a distribuir, del producto de valor del trabajo
impago, difieren mucho de las que determinan su distri
bución entre estas dos variedades de capitalistas, y a
menudo actúan en sentidos totalmente contrapuestos .62
Si se consideran los ciclos de rotación dentro de los
cuales se mueve la industria m oderna — estado de reposo,
creciente animación, prosperidad, sobreproducción, crisis
catastrófica ,!1041 estancamiento, estado de reposo, etc.,
ciclos éstos cuyo análisis ulterior cae fuera del ámbito de
nuestro análisis, se descubrirá que mayormente un bajo
nivel del interés corresponde a los períodos de prosperidad
o de ganancias extraordinarias, el ascenso del interés
corresponde a la línea divisoria entre la prosperidad y su
trastrocamiento, mientras que el máximo del interés hasta
el nivel extremo de la usura corresponde a la crisis .63
A partir del verano de 1843 se inició una resuelta prosperi
dad; el tipo de interés, que en la primavera de 1842 era aún
del 4 Vi % , descendió en la primavera y el verano de
1843 al 2 % ;64 en setiembre llegó incluso al 1 Vi % (Gilbart [A Practical Treatise on Banking, 5? ed., Londres,
82 {F. E. — A q u í se e n cu e n tra la siguiente o bservación e n el
m anuscrito:} “ D e la m a rc h a d e este c ap ítu lo se desp ren d e q u e sin
em b a rg o es m ejor que, a n tes d e e x a m in a r las leyes de la d istri
bu ció n d e la g an an cia, se d e sa rro lle en p rim e r térm in o la cuestión
de có m o la distrib u ció n c u an tita tiv a se convierte e n c u alita tiv a .
P a ra e fec tu a r la tran sició n d el cap ítu lo a n te rio r a este p ro b lem a
no se necesita o tra cosa, en p rim e r lu g ar, q u e su p o n er q u e el
interés es alg u n a p a rte d e la gan an cia, n o m ás ex actam en te d e fin id a.”
63 “E n el p rim e r período, in m ed iatam en te después d e u n a época
de depresión, el d in e ro existe en ab u n d an c ia y n o hay especulación;
e n el seg u n d o perío d o , el d in e ro es a b u n d an te y la especulación
fro n d o sa ; e n el te rc e r p e río d o com ienza a ced er la especulación, y
se b u sca el d in ero ; en el c u a rto p e río d o el d in e ro es ra ro , y se
inicia la d ep resió n .” (G ilb art, loe. cit., 1 . 1, p. 149.)
64 T o o k e explica esto “p o r la a cu m u lació n d e plus c ap ital que
a co m p añ a necesariam en te la escasez d e u n em pleo lu cra tiv o del
m ism o en años an te rio re s, p o r la p u e sta e n circu lació n d e tesoros, y
p o r u n restab lecim ien to de la c o n fia n za e n la m arc h a de los nego
cios.” (History of Prices from 1839 lo 1847, L ondres, 1848, p. 54.
460
1849], t. i, p. 166); luego, durante la crisis de 1847,
ascendió al 8 % y más .aun.
Sin embargo, por otra parte un bajo interés puede coin
cidir con el estancamiento, y un interés en moderado
ascenso a una creciente animación.
El tipo de interés alcanza su nivel máximo durante las
crisis, época en la cual hay que tomar prestado para pagar,
cueste lo' que cueste. Puesto que al aumento del interés
corresponde una baja de los precios de títulos y obliga
ciones, ésta es a la vez una magnífica oportunidad para
que las personas con capital dinerario disponible puedan
adueñarse, a precios irrisorios, de esta clase de papeles
que devengan intereses, los cuales, en el curso normal de
los acontecimientos, deberán alcanzar nuevamente cuando
menos su precio medio apenas vuelva a descender el tipo
de interés .65
Pero también existe una tendencia a la baja del tipo
de interés de manera totalmente independiente de las fluc
tuaciones de la tasa de ganancia. Y ello ocurre por dos
causas principales:
I)
“Incluso si llegamos a suponer que el capital jamás
se tomase prestado para otra cosa que para inversiones
productivas, es posible no obstante que cambie el tipo del
interés sin que se produzca cambio alguno en la tasa
de ganancia bruta. Pues a medida que un pueblo avanza en
el desarrollo de la riqueza, se origina y crece cada vez más
una clase de gente que, en virtud de los trabajos de sus
antepasados, se hallan en posesión de fondos de cuyos
meros intereses pueden vivir. Muchos, incluso los que
participan activamente en los negocios durante su juventud
y madurez, se retiran para vivir tranquilamente en la vejez
de los intereses de las sumas acumuladas. Estas dos clases
tienen la tendencia a incrementarse a medida que aumenta
la riqueza del país; pues aquellos que comienzan ya con
un capital mediano, logran obtener una fortuna indepen
diente con mayor facilidad que los que empiezan con poco.
Por ello, en países antiguos y ricos, la parte del capital
85 “A u n viejo cliente d e u n b an q u ero se le negó u n p ré stam o
sobre un d o c u m e n to d e £ 2 0 0 .0 0 0 ; c u an d o estuvo a p u n to de
an u n ciar su suspensión d e pagos, se le d ijo q u e n o h a b ía necesidad
de d a r tal paso, p u esto q u e el b a n q u e ro le c o m p ra ría el d o cu m en to
por £ 150.000.” ([H . Roy,] The Theory o f Exchanges. The Bank
Charter Act o f 1844 etc., L ondres, 1864, p. 80.)
461
nacional cuyos propietarios no quieren emplearla personal
mente constituye una proporción mayor del capital produc
tivo global de la sociedad que en países nuevos y pobres.
¡Cuán numerosa es la clase de los rentistas [.. .] en
Inglaterra! E n la misma proporción en que crece la clase
de los rentistas, aumenta también la de los prestamistas de
capital, pues ambas son las mismas personas.” (Ramsay,
Essay on the Distribution of Wealíh, pp. 201, 202.)
II)
El desarrollo del sistema crediticio y la concomi
tante y constantemente creciente disposición, por parte de
industriales y comerciantes y en virtud de la mediación
de los banqueros, de todos los ahorros en dinero de todas
las clases de la sociedad, y la progresiva concentración de
esos ahorros para constituir las masas en las cuales pueden
actuar como capital dinerario, también debe ejercer una
presión sobre el tipo de interés. M ás adelante nos exten
deremos a este respecto.
Con referencia a la determinación de la tasa de interés,
dice Ramsay que la misma “depende en parte de la tasa de
la ganancia bruta, y en parte de la proporción en la cual
ésta se divide en interés y ganancia del empresario (profits
of enterprise). Esta proporción depende de la competencia
entre prestamistas y prestatarios de capital; esta competen
cia se ve influida, pero no exclusivamente regulada por la
tasa previsible de la ganancia bruta .66 El que la competencia
no se regule exclusivamente por esa causa, es algo que se
debe, por un lado, a que muchos obtienen préstamos sin
intención alguna de efectuar inversiones productivas, mien
tras que por el otro la magnitud del capital global prestable varía con la riqueza del país, independientemente de
cualquier modificación de la ganancia bruta” . (Ramsay,
loe. cit., pp. 206, 207.)
Para hallar la tasa media de interés se debe 1) calcular
el promedio del tipo de interés durante sus variaciones en
los grandes ciclos industriales; 2 ) calcular el tipo de interés
en aquellas inversiones en las que se presta capital a plazos
relativamente prolongados.
86 P u esto q u e el tip o de interés resu lta determ in ad o , en general,
p o r la tasa m edia d e g anancia, m uy a m en u d o es posible q u e u n a
e stafa e x tra o rd in a ria vaya ligada a un bajo tip o de interés. P or
ejem plo, en el caso de la estafa fe rro v ia ria del veran o de 1844. El
tip o d e interés del B anco de In g la te rra sólo fue a u m e n tad o al 3 %
el 16 de o c tu b re de 1844.
462
La tasa media del interés que impera en un país — y a
diferencia de las tasas de mercado, que fluctúan constante
mente— no resulta determinable en absoluto por ley alguna.
En este sentido no existe una tasa natural del interés,
tal como hablan los economistas de una tasa natural de
ganancia y de una tasa natural del salario. Ya Massie
observa a este respecto con toda razón (p. 4 9 ): “Lo único
acerca de lo cual puede abrigar dudas todo el mundo en
este aspecto es la proporción de esas ganancias que por
derecho le corresponde al prestatario, y la que le corres
ponde al prestamista; y no hay otro método para determi
narlas que mediante las opiniones de prestatarios y presta
mistas en general; pues en este aspecto, lo justo y lo injusto
son sólo lo que el consenso común hace que sean.” La
coincidencia de la oferta y la demanda — suponiendo dada
la tasa media de ganancia— no significa absolutamente
nada en este caso. Habitualmente, cuando se recurre a esta
fórmula (y en tal caso ello es también prácticamente correc
to), la misma sirve como una fórmula para hallar la regla
fundamental independiente de la competencia y que, por el
contrario, la determina (los límites reguladores o las magni
tudes delim itadoras); es decir, como una fórmula para quie
nes se hallan presos en la práctica de la competencia, en sus
manifestaciones y en las ideas que de ellas derivan, para
urribar a una ¡dea — aunque superficial a su vez— de una
conexión interna de las condiciones económicas que se
establece dentro de la competencia. Se trata de un método
para llegar desde las variaciones que acompañan a la
competencia hasta los límites de dichas variaciones. Este
caso no se da en el tipo medio del interés. No hay razón
alguna para que las relaciones medias de competencia, el
equilibrio entre prestamistas y prestatarios, den al presta
mista un tipo de interés del 3, 4 ó 5 % sobre su capital, o
bien una participación porcentual determinada, digamos
del 20 % o del 50 % , sobre la ganancia bruta. E n este
caso, si la competencia decide en cuanto tal, la determi
nación es en sí y para sí casual, puramente empírica, y sólo
la pedantería o la fantasía pueden pretender desarrollar
esta casualidad como algo necesario .67 Nada más divertido
07 Es así com o, por ejem plo, G eorge O pdyke hace, e n A Treatise
un Political Economy, N u e v a Y o rk , 1851, u n a ten ta tiv a frac a sa d a
en sum o g ra d o d e ex p licar la g eneralización del tipo de in terés del
5 % a p a rtir d e leyes etern as. In c o m p a rab le m e n te m ás ingenuo es
463
en los informes parlamentarios de 1857 y 1858 acerca
de la legislación bancaria y la crisis comercial, que cuando
los directores del Banco de Inglaterra, banqueros londinen
ses, banqueros de provincias y teóricos profesionales parlo
teaban en uno y otro sentido, que oír hablar acerca de la
“real rate produced” [“tasa real producida”], sin que pu
diesen llegar más allá de lugares comunes, como por ejem
plo que “el precio que se paga por capital en préstamo
podría variar con la oferta de ese capital”, que “una elevada
tasa de interés y una baja tasa de ganancia no pueden
coexistir a la larga”, y otras trivialidades por el estilo .68
Las costumbres, la tradición legal, etc., tienen tanto que
ver como la propia competencia con la determinación del
tipo medio de interés, en la medida en que dicho tipo
existe no sólo como guarismo medio, sino como magnitud
efectiva. U n tipo medio de interés ya debe ser admitido
como legal en numerosas controversias jurídicas en las
que deben calcularse intereses. Si seguimos preguntando
por qué los límites del tipo medio de interés no pueden
deducirse a partir de leyes generales, la respuesta radicará
simplemente en la naturaleza del interés. Éste es sólo una
el señor K a rl A rn d en D ie naturgemasse V olksw irtxhaft gegenüber
dem Monopoliengeist und dem Kommunismus, etc., H a n a u , 1845.
A llí puede leerse lo siguiente: “E n el c u rso n a tu ra l de la pro d u cció n
de bienes sólo existe un fe n ó m e n o que — e n los países to ta lm e n te
cultivados— parece destin ad o a re g u la r en c ie rta m edida el tip o de
interés: se tr a ta de la p ro p o rció n e n que a u m e n ta el volum en
de m ad e ra d e los bosques euro p eo s g racias a su ren u ev o anual.
Este renuevo se o p e ra co m p letam en te al m argen de su valor de
cam bio” (¡ac titu d singular p o r p a rte d e los árboles, la de disponer
su renuevo al m arg e n de su valor d e cam bio!) “e n la p ro p o rció n de
3 a 4 p o r 100. E n consecuencia, no c a b ría esp e ra r ento n ces” (puesto
que el ren u ev o de los árb o les es to ta lm e n te independiente de su
valor de c am b io o, p o r m u ch o que su valor de cam bio p u e d a
depender de su renuevo) “u n a dism inución p o r d eb ajo del nivel
que él” (el tip o de interés) “tiene a ctu alm en te en los países m ás ricos”
(pp. 124, 125). É ste m erece ser calificado de “tip o de interés d e origen
boscoso” , y e n la m ism a o b ra su d esc u b rid o r sigue a cu m u lan d o
m éritos e n fa v o r de “ n u e stra ciencia” com o “filósofo del im puesto
a los p e rro s”.!105!
68 E l B anco de In g la te rra eleva y re b aja la tasa de sus des
cuentos, a unque n atu ra lm e n te siem pre to m a n d o en c u en ta la tasa
im perante e n el m erc ad o libre, según el flu jo y reflu jo d el o ro . “E n
virtud de lo c u al, la especulación con los descuentos, anticipándose
a las alte ra c io n e s e n la tasa b a n ca ria , se h a c o nvertido actu alm en te
en la m itad de la a ctiv id ad d e los m iem bros principales d el c en tro
d ln e ra rio ” , vale decir, d el m ercad o d in e ra rio londinense. ([H. Roy,]
The Theory of Exchanges etc., p. 113.)
464
parte de la ganancia media. El mismo capital aparece en
una doble determinación: como capital susceptible de ser
prestado en manos del prestamista, y como capital indus
trial o comercial en manos del capitalista operante. Pero
sólo funciona en una ocasión, y solamente produce la
ganancia una vez. En el propio proceso de producción,
el carácter del capital en cuanto susceptible de ser prestado
no desempeña papel alguno. La forma en que el presta
mista y el prestatario dividen las pretensiones que tienen
sobre esta ganancia es, en sí y para sí, un hecho también
puramente empírico, perteneciente al reino de lo fortuito^
al igual que la división de las participaciones porcentuales
en las ganancias comunes de una empresa societaria entre
los diversos socios. E n la división entre plusvalor y salario,
sobre la cual se basa en lo esencial la determinación de la
tasa de ganancia, operan dos elementos por entero dife
rentes — la fuerza de trabajo y el capital— , que influyen
de manera decisiva; se trata de funciones de dos variables
independientes, que se fijan límites recíprocamente; y de
nu diferencia cualitativa surge la división cuantitativa del
valor producido. Más adelante veremos que otro tanto
ocurre en la división del plusvalor entre renta y ganancia.
En el caso del interés no se produce nada de esta índole.
Aquí, a la inversa, y como veremos de inmediato, la
diferenciación cualitativa surge de la división puramente
cuantitativa de una misma porción de plusvalor.
De lo expuesto hasta aquí resulta que no existe una
tasa “natural” del interés. Pero si por un lado, y en con
traste con la tasa general de ganancia, el tipo medio de
interés o la tasa media del interés no puede ser fijado
en sus límites — a diferencia de las constantemente fluctuantes tasas del interés en el mercado— por ninguna ley
general, puesto que sólo se trata de la división de la ganan
cia bruta entre dos poseedores de capital a diversos títulos,
el tipo de interés — trátese de la tasa media o de la tasa de
mercado vigente en cada ocasión— aparece, por el contrurio, como algo sumamente diferente de una magnitud
uniforme, determinada y palpable, cual es el caso de la
tasa general de ganancia .69
"" “ El precio de las m ercancías flu ctú a co n stan tem en te; todas
ellas están d e stin ad as a diversos tipos de uso; e l d in ero sirve a todos
los fines. L as m ercancías, inclusive las de la m ism a clase, se
diferencian por su calid ad , m ientras que el d in ero e n efectivo tiene
465
La relación existente entre el tipo de interés y la tasa
de ganancia es semejante a la que hay entre el precio de
mercado de la mercancía y su valor. En la medida en que
el tipo de interés está determinado por la tasa de ganancia,
lo es siempre por la tasa general de ganancia, y no por las
tasas específicas de ganancia que puedan imperar en deter
minados ramos de la industria, y menos aun por la ganancia
extraordinaria que pueda obtener un capitalista individual
en una esfera particular de los negocios .70 La tasa general
de ganancia, por consiguiente, en la realidad reaparece
como un hecho dado, empírico, en la tasa media del interés,
a pesar de que esta última no es una expresión pura o
confiable de la primera.
Si bien es verdad que la propia tasa de interés difiere
constantemente según las clases de seguridades dadas por
los prestatarios y según la duración del préstamo, es no
obstante uniforme para cada una de esas clases en un
momento dado. Por consiguiente, esta diferencia no afecta
la figura fija y uniforme del tipo de interés .71
siem pre el m ism o valor, o debiera ten erlo . D e ahí el hech o de que
el precio del d inero, que d efinim os con la p a la b ra «interés», posea
m ayor estab ilid ad y u n ifo rm id ad q u e el de c ualquier o tra cosa."
(J. S teu art, Principies of Political Economy , trad u cció n francesa,
1789, IV , p. 27.)
70 “Sin e m b a rg o , esta regla p a ra dividir las ganancias n o puede
aplicarse e n p a rticu la r a cu alq u ier p restam ista y p re statario , sino a
prestam istas y p re statario s e n general . . . L as gan an cias e x tra o rd i
n a riam en te g randes y p equeñas son la recom pensa [o sanción] por
la hab ilid ad y la falta de idoneidad, con las cuales los prestam istas
n ad a tienen que ver; puesto que n o su frirá n por esta últim a,
n o deb ieran beneficiarse por la prim era. L o que se h a dicho
a c e rca d e p erso n as e n p a rticu la r e n un m ism o negocio, resulta
aplicable a d e te rm in a d as clases de negocios en p a rtic u la r; si los
com ercian tes y h o m b res de negocios em b a rca d o s en un ra m o
cu alq u iera del com ercio obtien en m ás, a p a rtir de lo que tom an
prestado, que las gan an cias c om unes o b ten id a s p o r o tro s c o m e r
ciantes y h o m b res de negocios d el m ism o país, la g anancia e x tra
o rd in a ria será suya, a u n q u e sólo requiriese una h ab ilid ad y una
idoneidad c om unes el o b ten e rla ; y n o de los p restam istas que les
proveyeron el d in ero . . . pues los prestam istas n o hubiesen prestad o
su d in ero p a ra d e sa rro llar negocio o industria algunos e n condiciones
inferiores de las q u e p e rm itie ran el pago de lo que c o n stitu y e la tasa
com ún de interés; y p o r ello n o deben recibir m ás que ella, cuales
q u iera que sean los beneficios que se logren con su d in ero .” (M assie,
loe. cit., pp. 50, 51.)
71 { F . E . — T asa b a n ca ria ................................................ 5 %
T asa de descu en to de m ercado, letras a 60 d ías . . . . 3 “A %
Id.
id.
3 m eses . . . . 3 ' A %
466
En todos los países, el tipo medio de interés aparece
como una magnitud constante durante períodos relativa
mente prolongados, puesto que la tasa general de ganancia
— a pesar del constante cambio de las tasas particulares
de ganancia, en el cual la variación en una esfera se com
pensa no obstante con variaciones de signo opuesto en
otras— sólo se modifica en períodos relativamente prolon
gados. Y su constancia relativa se manifiesta precisamente
a través de este carácter más o menos constante del tipo
medio del interés (average rate or common rate of interest).
Pero en lo que afecta a la tasa de mercado constante
mente fluctuante del interés, ésta se halla dada en todo
momento como una magnitud fija, al igual que el precio
de mercado de las mercancías, porque en el mercado
dincrario todo el capital prestable se contrapone constan
temente, en cuanto masa global, al capital funcionante, es
decir que la relación entre la oferta de capital susceptible
ilc ser prestado, por un lado, y la demanda del mismo, por
el otro, decide acerca de la situación de mercado del interés
en cada caso. Esto se da tanto más cuanto más el desarrollo
y la concomitante concentración del sistema crediticio im
primen al capital prestable un carácter social general, vol
cándolo de una vez, simultáneamente, al mercado dinerario.
Rn cambio, la tasa general de ganancia sólo existe como
tendencia, como movimiento de nivelación de las tasas
particulares de ganancia. En este caso, la competencia
de los capitalistas — que es, ella misma, este movimiento de
nivelación— consiste en que sustraen paulatinamente capital
de las esferas en las cuales la ganancia se halla, por un
período más prolongado, por debajo del promedio, volcán
dolo en forma igualmente paulatina hacia las esferas en
Id,
id.
6 m eses . . . . 3 ‘A« %
Préstam os a c o rred o res de cam bio, rem bolsables
diariam en te
................................................... 1 a 2 %
Id.
id. p o r una s e m a n a .............................. 3 %
Ú ltim a tasa por q uincena, p réstam os a c o rred o res
de bolsa ............................. i .................................................. 4 ’A a 5 %
Intereses sobre
depósitos (bancos) ............................... 3 'A %
Id.
id. (casas de descuento) ......................... 3 a 3 'A %
La an terio r enu m eració n de las tasas de interés del m ercado
dinorario londinense d el 9 de d iciem bre de 1889, e x tra íd a del
inform e fin an ciero p u b licad o en el Daily News el 10 de diciem bre
de 1889, d em uestra la m agnitud que pueden a lc an z a r estas dife
rencias en un m ism o día. El m ínim o es del 1 % y el m áxim o
del 5 % .}
467
las cuales la ganancia se halla por encima del término
medio; o bien en que el capital adicional se distribuye poco
a poco en diferentes proporciones entre estas esferas. Se
trata de una constante variación del aporte y del retiro de
capital con respecto a estas diferentes esferas, y nunca
de un efecto masivo simultáneo, como es el caso en la
determinación del tipo de interés.
Hemos visto que, a pesar de ser una categoría absolu
tamente diferente de la mercancía, el capital que devenga
interés se convierte en mercancía sui gèneris, y que por
ello el interés se trasmuta en su precio, el cual resulta
fijado en todos los casos por la oferta y la demanda, tal
como ocurre con el precio de mercado en el caso de la
mercancía común. Por eso, la tasa de mercado del interés, a
pesar de ser constantemente fluctuante, aparece en cualquier
momento dado como igualmente fijada en form a constante
y como uniforme, al igual que el precio de mercado
de la mercancía lo es en cada ocasión. Los capitalistas dinerarios suministran esta mercancía y los capitalistas actuan
tes la compran, constituyen la demanda de la misma.
Esto no tiene lugar en la nivelación para constituir la tasa
general de ganancia. Si los precios de las mercancías en
una esfera se encuentran por debajo o por encima del precio
de producción (para lo cual se hace abstracción de las
fluctuaciones propias de toda empresa y vinculadas con
las diversas fases del ciclo industrial), la nivelación se
produce por ampliación o restricción de la producción,
es decir por expansión o reducción de las masas de mer
cancías volcadas al mercado por los capitales industriales,
por medio de la inmigración o emigración de capital con
referencia a las esferas de la producción en particular.
M ediante la nivelación así producida de los precios medios
de mercado de las mercancías en precios de producción se
corrigen las desviaciones de las tasas individuales de ganan
cia con respecto a la tasa general o media de la ganancia.
Este proceso no se manifiesta, ni puede manifestarse jamás
de manera que el capital industrial o comercial en cuanto
tal sea una mercancía con respecto a un comprador, tal
como ocurre con el capital que devenga interés. En la
medida en que se manifiesta, lo hace sólo en las fluctua
ciones y compensaciones de los precios de mercado de las
mercancías para convertirse en precios de producción, pero
no como fijación directa de la ganancia media. De hecho,
468
lu tasa general de ganancia está determinada 1 ) por el
plusvalor que produce el capital global, 2 ) por la relación
entre este plusvalor y el valor del capital gobal, y 3 ) por la
competencia, pero ello sólo en la medida en que ésta es el
movimiento en virtud del cual los capitales invertidos
en determinadas esferas particulares de la producción
tratan de extraer iguales dividendos de este plusvalor, en
troporción a sus magnitudes relativas. P or consiguiente,
a tasa general de ganancia agota de hecho su determinación
por motivos totalmente diferentes y mucho más complejos
que la tasa de mercado del interés, directa e inmediatamente
determinada por la relación entre oferta y demanda, y por
ello no es un hecho palpable y dado, como sí lo es el tipo
de interés. Las tasas particulares de ganancia en las diversas
esferas de la producción son más o menos inciertas; pero
en la medida en que se manifiestan, no es su uniformidad
sino su diversidad la que se manifiesta. En cambio, la
[iropia tasa general de ganancia sólo se manifiesta como
Imite mínimo de la ganancia, y no como figura empírica,
directamente visible de la tasa real de ganancia.
Al destacar esta diferencia entre la tasa de interés y
la tasa de ganancia, prescindimos inclusive de las siguientes
dos circunstancias que favorecen la consolidación del tipo
de interés: 1) de la preexistencia histórica del capital que
devenga interés, y de la existencia de un tipo general de
Interés, que nos ha legado la tradición; 2 ) de la influencia
directa mucho mayor que ejerce sobre la fijación de la
tusa de interés el mercado mundial, independientemente
de las condiciones de producción de un país, en compa
ración con su influjo sobre la tasa de ganancia.
La ganancia media no se manifiesta como un hecho
directamente dado, sii^o sólo como resultado final — que
hay que com probar mediante la investigación— de la com
pensación de oscilaciones de sentido contrario. Otro es el
cnso del tipo de interés. Éste, en su validez general — cuan
do menos en el orden local— es un hecho cotidianamente
fijado, un hecho que le sirve incluso al capital industrial y
comercial como supuesto y punto de partida para el cálculo
de sus operaciones. Es una facultad general de toda suma
de dinero de £ 100 el arrojar 2, 3, 4 ó 5 % . Los informes
meteorológicos no registran con mayor exactitud el estado
del barómetro y del term óm etro que los informes bursá
tiles el nivel del tipo de interés, no para este o aquel
Í
469
capital, sino para el capital que se halla en el mercado
dinerario, es decir para el capital prestable en general.
En el mercado dinerario sólo se enfrentan prestamistas
y prestatarios. La mercancía tiene una misma forma: el
dinero. Aquí se han extinguido todas las figuras particu
lares del capital, según su inversión en determinadas esferas
de la producción o de la circulación. El capital existe
aquí en la figura indiferenciada, igual a sí misma, del valor
autónomo, del dinero. Aquí cesa la competencia de las
esferas particulares; todas ellas se hallan mezcladas como
prestatarias de dinero, y el capital también se halla frente
a todas ellas en la forma en la cual aún es indiferente con
respecto a la manera determinada de su empleo. El capital
industrial se manifiesta aquí realmente, con todo su peso,
en la oferta y demanda de capital, tal como sólo aparece
en el movimiento y competencia entre las diferentes esferas:
como capital colectivo, en sí, de la clase. Por otra parte,
en el mercado del dinero el capital dinerario posee real
mente la figura en la cual se distribuye como elemento
colectivo, indiferentemente con respecto a su aplicación
particular, entre las diversas esferas, entre la clase de los
capitalistas, según las necesidades de producción de cada
esfera particular. A ello se suma que, con el desarrollo de
la gran industria, el capital dinerario, en la medida en que
aparece en el mercado, resulta cada vez más representado
no por el capitalista individual, por el propietario de tal o
cual fracción del capital que se encuentra en el mercado,
sino que se manifiesta como una masa concentrada y orga
nizada, situada, en forma muy diferente a la producción
real, bajo el control de los banqueros que representan al
capital social. De modo que, en lo que a la forma de la
demanda respecta, al capital prestable lo enfrenta asimismo
el peso de una clase; así como, en lo que a la oferta
respecta, él mismo se manifiesta como capital prestable
en masse.
Éstas son algunas de las razones por las cuales la tasa
general de ganancia se manifiesta como una imagen
borrosa y evanescente junto al definido tipo de interés, la
cual fluctúa por cierto en su magnitud, pero que por
el hecho de hacerlo en forma uniforme para todos los
prestatarios, siempre los enfrenta como una tasa fija y
dada. Exactamente de la misma manera en que los cambios
de valor del dinero no le impiden a éste tener el mismo
470
valor con respecto a todas las mercancías. Exactamente
de la misma manera en que los precios de m ercado de las
mercancías fluctúan a diario, lo cual no les impide ser dia
riamente registradas en los informes. Exactam ente lo mismo
ocurre con el tipo de interés, el cual se registra en forma
Igualmente regular como “precio del dinero”. Ello ocurre
porque en este caso se ofrece el propio capital, en su forma
dincraria, como mercancía; por ello, la fijación de su precio
es la fijación de su precio de mercado, como en el caso de
(odas las demás mercancías; y por ello, el tipo de interés
nc manifiesta siempre como tipo general de interés, como
lauto dinero por tanto dinero, como cuantitativamente
determinada. E n cambio, la tasa de ganancia puede ser
diferente inclusive dentro de la misma esfera, con iguales
precios de mercado de la mercancía, según las diversas
condiciones en las que los diferentes capitales producen la
misma mercancía; pues la tasa de ganancia para el capital
Individual resulta determinada no por el precio de mercado
de la mercancía, sino por la diferencia entre precio de
mercado y precio de costo. Y estas diferentes tasas de ga
nancia, primeramente dentro de una misma esfera y luego
entre las propias diversas esferas, sólo pueden nivelarse
mediante constantes fluctuaciones.
(Nota para su posterior desarrollo .) 3 Una forma espe
did del crédito: se sabe que, cuando el dinero actúa como
medio de pago en lugar de hacerlo como medio de compra,
la mercancía se enajena, pero su valor sólo se realiza
más tarde. Si el pago sólo se efectúa después que la mer
cancía ha sido nuevamente vendida, esta venta no aparece
como una consecuencia de la compra, sino que la compra
se realiza mediante la venta. O bien la venta se convierte
en un medio de la compra. Segundo: títulos de deuda,
letras, etc., se convierten en medios de pago para el
acreedor. Tercero: la compensación de los títulos de deuda
sustituye el dinero.
P aréntesis de E ngels. (V éase R 1131/1.)
471
CAPÍTULO XXIII
HL INTERÉS Y LA GANANCIA EMPRESARIAL®
El interés, tal como hemos visto en los dos capítulos
precedentes, aparece originariamente, es en un principio,
y en realidad sigue siendo solamente esa parte de la gananciu, es decir del plusvalor, que el capitalista actuante, indus
trial o comercial, en la medida en que no utiliza su capital
propio sino un capital prestado, debe pagarle al propietario
y prestamista de este capital. Si sólo emplea capital propio,
no se efectúa tal división de la ganancia, la cual le pertenece
entonces por entero. De hecho, en la medida en que los
propietarios del capital lo emplean ellos mismos en el
proceso de reproducción, no participan en la competencia
por la determinación de la tasa de interés, y ya en esto
hc reveía cómo la categoría del interés — imposible sin la
determinación de un tipo de interés— es ajena, en sí, al
movimiento del capital industrial.
“Puede definirse la tasa de interés como la suma pro
porcional que el prestamista conviene en recibir y el
prestatario conviene en pagar, por el término de un año
o por cualquier otro período más prolongado o más breve,
por el uso de cierto monto de capital dinerario. . . Si el
propietario de un capital lo emplea activamente en la repro
ducción, no entra en el rubro de los capitalistas cuya
respecto al número de prestatarios determina
[>roporción
u tasa del interés”. (Thom as Tooke, History of Prices,
" E n el m an u scrito (I, p. 300) este títu lo es, sim pleinente: “E l
Interés” . (R 1131/2.)
473
Londres, 1838, II, pp. 355, 356.) De hecho es sólo la
división de los capitalistas en capitalistas dinerarios y capi
talistas industriales, la que transform a una parte de la
ganancia en interés, la que crea realmente la categoría del
interés; y es sólo la competencia entre am bas variedades
de capitalistas la que crea el tipo de interés.
Mientras el capital funcione en el proceso de reproduc
ción — inclusive suponiendo que le pertenezca al propio
capitalista industrial, de modo que éste no deba reinte
grárselo a ningún prestamista— , dicho capitalista industrial,
en cuanto persona privada, tendrá a su disposición no este
propio capital, sino sólo la ganancia que pueda desembolsar
como rédito. Mientras su capital funcione como capital,
pertenece al proceso de reproducción, está fijado dentro
del mismo. Es, por cierto, su propietario, pero tal propiedad
no lo faculta para disponer de él de otra manera mientras
lo utilice como capital para la explotación de trabajo.
Exactamente lo mismo ocurre en el caso del capitalista
dinerario. M ientras su capital esté dado en préstamo, y por
consiguiente opere como capital dinerario, le reportará un
interés, una parte de la ganancia, pero no puede disponer
de la suma principal. Esto se manifiesta no bien ha prestado
el capital, por ejemplo por un año o varios, y percibe
intereses en fechas determinadas pero sin restitución del
capital. Pero inclusive el reintegro no establece aquí dife
rencia alguna. Si se lo reintegran, deberá volver a prestarlo
siempre una y otra vez, mientras pretenda que ese dinero
tenga para él los efectos de un capital (en este caso, de
capital dinerario). Mientras se halle en sus manos no
devengará interés, y no operará como capital; y mientras
devengue interés y opere como capital, no se hallará en
sus manos. De ahí la posibilidad de prestar capital a
perpetuidad. Por eso, las siguientes observaciones de Tooke
contra Bosanquet son totalmente erróneas. Tooke cita a
Bosanquet (Metallic, Paper, and Credit Currency, p. 7 3 ):
“Si se disminuyese la tasa del interés hasta el 1 % , el
capital prestado quedaría casi en una misma línea (on a
p ar) con el capital propio” . A esto formula Tooke
la siguiente acotación marginal: “L a de que un capital
prestado a esta tasa de interés, o incluso a una tasa inferior,
puede considerarse como situado casi en una misma
línea con el capital propio, es una afirmación tan sorpren
dente que casi no merecería ser tom ada en serio si no
474
proviniese de un escritor tan inteligente y, en ciertos puntos
del tema, tan bien informado. ¿Ha pasado por alto la
circunstancia de que su supuesto implica la condición del
reintegro, o la considera de poca importancia?” (Thomas
Tooke, A n Inquiry into the Currency Principie, 2? ed.,
Londres, 1844, p. 80.) Si el interés fuese = 0, el capita
lista industrial que ha tomado capital en préstamo se
hollaría en igualdad de condiciones con el que trabaja
con capital propio. Ambos embolsarían la misma ganancia
media, y el capital — sea propio o prestado— sólo opera
como capital en la medida en que produce ganancia. En
nada alteraría esto la condición del reintegro. Cuanto más
se acerca el tipo de interés a cero, es decir, si baja por
ejemplo, al 1 % , tanto más equiparado quedará el capital
prestado con el capital propio. Mientras el capital dinerario
ha de existir como capital dinerario, debe ser constante
mente prestado de nuevo, y ello al tipo de interés impe
rante, digamos que del 1 % , siempre y renovadamente
n Iii misma clase de los capitalistas industriales y comer
ciales. Mientras éstos funcionen como capitalistas, la dife
rencia entre el que lo hace con capital prestado y el que lo
hace con capital propio sólo es la de que el uno debe pagar
un interés, y el otro no; de que el segundo embolsa la
ganancia g completa, y el primero sólo g — i, la ganancia
menos el interés ; 3 cuanto más se acerque i a cero, tanto
más g — i será = g, y tanto más se equipararán ambos
capitales. El primero debe reintegrar el capital y pedir
prestado de nuevo; mientras que el segundo, en la medida
en que quiera que su capital funcione, también tendrá que
volver a adelantárselo nuevamente al proceso de produc
ción, y no dispone del capital en una forma que sea inde
pendiente de este proceso. L a única diferencia que aún
queda es la obvia de que el segundo b es propietario de su
capital, y el otro no.
El problema que se plantea ahora es el siguiente. ¿Cómo
es que esta división puramente cuantitativa de la ganancia
en ganancia neta e interés se trastrueca en una división
* En el original a le m án ( Werke, etc.): “ de que el u n o em bolsa
la ganancia g com p leta, y el o tro g — í , la g a n an c ia m enos el
Interés” . L a redacción que pro p o n em o s a justa e sta frase a la p rece
dente.
11 En el original, “el u n o ” en vez de “el segundo” .
475
cualitativa? E n otras palabras, ¿cómo es que también el
capitalista que sólo emplea su capital propio, sin recurrir
a capital prestado, asienta una parte de su ganancia bruta
bajo la categoría particular del interés, calculándola separa
damente en cuanto tal? Y por ello, también, ¿cómo es que
todo capital, prestado o no, se distingue como capital que
devenga interés, de sí mismo como capital que produce
ganancia neta?
Resulta fácil comprender que no cualquier división
cuantitativa fortuita de la ganancia se trastrueca, de este
modo, en una división cualitativa. Por ejemplo, algunos
capitalistas industriales se asocian para explotar una em
presa, dividiéndose luego las ganancias según convenios
jurídicamente establecidos. Otros explotan su empresa cada
cual por separado, sin socio alguno. Estos últimos no
calculan sus ganancias en dos categorías: una parte como
ganancia individual, y la otra como ganancia de la compa
ñía para los asociados inexistentes. En consecuencia, en este
caso la división cuantitativa no se trastrueca en cualitativa.
L a conversión se opera cuando el propietario se compone
casualmente de varias personas jurídicas; en cambio no se
opera si no es éste el caso.
P ara responder a esta interrogante debemos detenernos
un poco más en el punto de partida real de la formación
del interés; es decir, que debemos partir del supuesto
de que el capitalista dinerario y el capitalista productivo se
enfrentan realmente, no sólo como personas jurídicamente
diferentes, sino como personas que desempeñan papeles
totalmente diferentes en el proceso de reproducción, o en
cuyas manos el mismo capital experimenta realmente un
movimiento doble y totalmente diferente. Uno solamente
lo presta, mientras que el otro lo emplea en forma pro
ductiva.
Para el capitalista productivo, que trabaja con capital
prestado, la ganancia bruta se descompone en dos partes: el
interés que debe pagarle al prestamista, y el excedente por
encima del interés, que constituye su propia participación
en la ganancia. Si la tasa general de ganancia está dada,
esta última parte se hallará determinada por el tipo de inte
rés; si está dado el tipo de interés, estará determinada por
la tasa general de ganancia. Además, y por mucho que en
cada caso individual pueda divergir la ganancia bruta,
la magnitud de valor real de la ganancia global, con res
476
pecto a la ganancia media, la parte que le pertenece al
capitalista actuante estará determinada por el interés,
puesto que éste se halla fijado por el tipo general de
interés (al margen de estipulaciones jurídicas especiales) y
hc lo presupone anticipado antes de comenzar el proceso de
producción, es decir antes de alcanzarse su resultado, que
es la ganancia bruta. Hemos visto que el producto específico
real del capital lo constituye el plusvalor, o más precisa
mente la ganancia. Pero para el capitalista que trabaja
con capital prestado no lo es la ganancia, sino la ganancia
menos el interés, la parte de la ganancia que le queda luego
de abonar el interés. E n consecuencia, esa parte de la
ganancia se le antoja necesariamente como el producto
del capital, en la medida en que éste funcione; y esto es
real para él, pues sólo representa al capital como capital
funcionante. Él es su personificación en tanto el capital fun
cione, y el capital funciona en la medida en que se lo
invierta en la industria o en el comercio y produzca ganan
cias, y en que quien lo emplee practique con él las opera
ciones prescritas por el respectivo ramo de la actividad.
Kn contraposición al interés que debe pagarle al prestamista
u partir de la ganancia bruta, la parte aún restante de la
ganancia que le corresponde asume para él, necesariamente
y en consecuencia, la forma de la ganancia industrial o, en
r u caso, comercial, o bien, para designarla con una exprelión alemana que engloba a ambas, la figura de la ganancia
empresarial [Unternehmergewinn ].11061 Si la ganancia bruta
c r igual a la ganancia media, la magnitud de esta ganancia
empresarial resultará exclusivamente determinada por el tipo
de interés. Si la ganancia bruta difiere de la ganancia media,
la diferencia de aquélla con respecto a la ganancia me
dia (luego de deducir el interés en ambas partes) estará
determinada por todas aquellas coyunturas gue ocasionan
una divergencia tem poraria sea de la tasa de ganancia
en una esfera peculiar de la producción con respecto a la
taNa general de ganancia, sea de la ganancia que obtiene
un capitalista individual en una esfera determinada con
respecto a la ganancia media en esa esfera particular.
Pero hemos visto que la tasa de ganancia, dentro del propio
proceso de producción, no depende sólo del plusvalor,
sino de muchas otras circunstancias: de los precios de
compra de los medios de producción, de métodos cuya
productividad supera el término medio, de la economización
477
de capital constante, etc. Y con prescindencia del precio de
producción, depende de coyunturas especiales, y en cada
negocio ajustado en forma individual, de la mayor o menor
astucia y pericia del capitalista, el que éste compre o venda
por encima o por debajo del precio de producción, y ello
en qué medida, es decir que se apropie de una parte mayor
o menor del plusvalor global dentro del proceso de circu
lación. Pero de cualquier manera, en este caso la división
cuantitativa de la ganancia bruta se transforma aquí en
cualitativa, y ello tanto más por cuanto la propia división
cuantitativa depende de qué hay para distribuir, de cómo
maneja el capital el capitalista activo, y de qué ganancia
bruta arroja para él ese capital como capital operante ,3
es decir como consecuencia de sus funciones en tanto capi
talista activo. En este caso se supone que el capitalista
actuante es no propietario del capital. Frente a él, la pro
piedad del capital se halla representada por el prestamista,
el capitalista dinerario. Por consiguiente, el interés que le
abona a éste aparece como la parte de la ganancia bruta
que le corresponde a la propiedad en cuanto tal del capital.
Por oposición a ello, la parte de la ganancia que le corres
ponde al capitalista activo aparece ahora, en su carácter de
ganancia empresarial, como emergiendo exclusivamente
de las operaciones o funciones que lleva a cabo con el
capital en el proceso de reproducción, es decir en especial
de las funciones que desempeña como empresario en la
industria o en el comercio. Por lo tanto, frente a él el interés
aparece como el mero fruto de la propiedad del capital,
del capital en sí, abstracción hecha del proceso de repro
ducción del capital, en la medida en que aquel capital no
“ trabaja”, no funciona; mientras que la ganancia empresa
rial se le antoja el fruto exclusivo de las funciones que él
desempeña con el capital, el fruto del movimiento y del
procesamiento del capital, proceso éste que ahora le parece
su propia actividad en contraste con la inactividad, la no
participación del capitalista dinerario en el proceso de pro
ducción. Esta división cualitativa entre las dos partes de la
ganancia bruta — en el sentido de que el interés es fruto
“ E n la 1? edición, “ fu ngierendem ” en vez de “fungierendes” ,
con lo cual las p a la b ras “com o capital o p e ra n te ”, se re fe rían al
p ro p io capitalista, no a su capital. C o rreg id o según el m an u scrito
de M arx.
478
del capital en sí, de la propiedad del capital, prescin
diendo del proceso de producción, y de que la ganancia
empresarial es el fruto del capital en proceso, operante
dentro del proceso de producción, y por ende del papel
ticlivo que desempeña el empleador del capital en el proceso
de reproducción— , tal división cualitativa no es, en modo
alguno, meramente una concepción subjetiva del capitalista
dinerario por un lado, y del capitalista industrial por el otro.
Se basa en un hecho objetivo, pues el interés afluye hacia
el capitalista dinerario, hacia el prestamista, quien es el
mero propietario del capital, es decir que representa la mera
propiedad del capital antes del proceso de producción y
fuera del proceso de producción; y la ganancia empresarial
«fluye hacia el capitalista meramente actuante, que es el no
propietario del capital.
De este modo, la división meramente cuantitativa de la
ganancia bruta entre dos personas diferentes, de las cuales
ambas tienen diferentes títulos jurídicos sobre el mismo
capital y por ende sobre la ganancia que éste genera, se
Irastrueca en una división cualitativa tanto para el capita
lista industrial — en la medida en que éste trabaja con
capital prestado— como para el capitalista dinerario — en
cuanto éste no utiliza personalmente su capital. Una de las
partes de la ganancia aparece entonces como el fruto
que corresponde en sí y para sí al capital, en una determi
nación, como interés; la otra parte aparece como el fruto
específico del capital en una determinación opuesta, y en
consecuencia como ganancia empresarial; la primera como
mero fruto de la propiedad del capital, y la otra como fruto
de la mera actividad con el capital, como fruto del capital
en cuanto capital en proceso o de las funciones que ejerce
el capitalista activo. Y esta cristalización y autonomización
recíproca de ambas partes de la ganancia bruta, como si
proviniesen de dos fuentes esencialmente diferentes, debe
fl|ursc para toda la clase capitalista y para el capital global.
Y lanto da si el capital empleado por el capitalista activo
es prestado o no, si el capital perteneciente al capitalista
dinerario es utilizado por él mismo o no. L a ganancia de
lodo capital, y en consecuencia también la ganancia media
fundada en la nivelación m utua de los capitales, se divide
o descompone en dos partes cualitativamente diferentes,
recíprocamente autónomas e independientes una de la otra:
el interés y la ganancia empresarial, siendo ambas deter
479
minadas por leyes particulares. El capitalista que trabaja
con capital propio, tanto como el que lo hace con capital
prestado, divide su ganancia bruta en un interés que le
corresponde como propietario, como su propio prestamista
de capital a sí mismo, y una ganancia empresarial, que le
corresponde como capitalista activo, funcionante. De este
modo resulta indiferente para esta división, en cuanto cuali
tativa, el que el capitalista deba compartir realmente la
ganancia con algún otro o no. El empleador del capital,
aunque trabaje con capital propio, se divide en dos per
sonas: el mero propietario del capital y el empleador
del capital; su propio capital, con relación a las categorías
de ganancia que arroja, se divide en propiedad del capital,
capital juera del proceso de producción, que arroja un
interés de por sí, y capital dentro del proceso de produc
ción, que al funcionar en el proceso arroja la ganancia
empresarial.
Por lo tanto, el interés se consolida de tal modo que no
aparece como una división de la ganancia bruta ajena a la
producción y que sólo se presenta ocasionalmente cuando el
industrial trabaja con capital ajeno. También cuando trabaja
con capital propio su ganancia se escinde en interés y
ganancia empresarial. De esa manera, la división mera
mente cuantitativa se convierte en una división cualitativa;
la misma se da independientemente de la circunstancia
fortuita de si el industrial es propietario o no propietario
de su capital. No sólo se trata de cuotas de la ganancia
distribuidas entre diferentes personas, sino de dos cate
gorías diferentes de ganancia que guardan diferente relación
con el capital, es decir una relación con diferentes determi
naciones del capital.
Entonces surgen muy simplemente las razones por las
cuales, una vez que esta división de la ganancia bruta en
interés y ganancia empresarial se ha convertido en cualita
tiva, adquiere este carácter de división cualitativa para el
capital global y para la clase global de los capitalistas.
Primero surge esto ya de la sencilla circunstancia
empírica de que la mayor parte de los capitalistas indus
triales trabaja con capital propio y prestado — aunque en
diferentes proporciones numéricas— y que la relación
entre capital propio y prestado varía en diversos períodos.
Segundo: La transformación de una parte de la ganan
cia bruta en la forma de interés transforma su otra parte
480
sn ganancia empresarial. De hecho, esta última es sólo la
forma antitética que asume el excedente de la ganancia
bruta sobre el interés en cuanto éste existe como una
categoría propia. Toda la investigación de cómo se dife
rencia la ganancia bruta en interés y ganancia empresarial
M resuelve simplemente en la investigación de cómo una
parte de la ganancia bruta se cristaliza y autonomiza, de
manera general, como interés. Pero el capital que devenga
Interés existe históricamente como una form a acabada y
tradicional, y por consiguiente existe el interés como subformu acabada del plusvalor generado por el capital, mucho
antes de que existieran el modo capitalista de producción
y las ideas de capital y ganancia que le corresponden. Por
Mo es que, en la idea popular, al capital dinerario, el
capital que devenga interés, se lo considera aún como capi
tal en cuanto tal, como capital por excelencia. De ahí, por
Otra parte, la idea predominante hasta los tiempos de
Mussie, en el sentido de que lo que se paga en el interés
a* el dinero en cuanto tal. La circunstancia de que un
capital prestado arroje interés, empléeselo realmente como
capital o no — aunque se lo haya prestado solamente para
•I consumo — , consolida la idea acerca de la autonomía de
•uta forma del capital. L a mejor prueba de la autonomía
Con la que se manifiesta, en los primeros períodos del
modo capitalista de producción, el interés frente a la ga
nancia y el capital que devenga interés frente al capital
Industrial, es la de que sólo a mediados del siglo xvni
M) descubrió el hecho (prim eram ente Massie, y luego de él
Hume ) 1'071 de que el interés es meramente una parte
de lu ganancia bruta, y de que fuera necesario efectuar
semejante descubrimiento.
Tercero: El hecho de que el capitalista industrial
Irubuje con capital propio o prestado en nada altera la
circunstancia de que se le opone la clase de los capitalistas
dincrarios en cuanto variedad particular de capitalistas, el
capital dinerario en cuanto variedad autónom a del capital,
y el interés en cuanto la forma autónom a del plusvalor
correspondiente a este capital específico.
Cualitativamente considerado, el interés es plusvalor
brindado por la mera propiedad del capital, plusvalor que
al capital arroja de por sí, a pesar de que su propietario se
mantenga fuera del proceso de reproducción; es decir,
arrojado por el capital separado de su proceso.
481
Cuantitativamente considerada, la parte de la ganancia
que constituye el interés no aparece referida al capital
industrial y comercial en cuanto tal, sino al capital dine
rario, y la tasa de esta parte del plusvalor, la tasa o tipo de
interés, consolida esta relación. Pues en prim er lugar, el
tipo de interés — a pesar de su dependencia con respecto
a la tasa general de ganancia— resulta autónomamente
determinada, y en segundo lugar aparece, al igual que el
precio de mercado de las mercancías, frente a la inapren
sible tasa de la ganancia, como una relación firme a pesar
de todos los cambios, uniforme, palpable y constantemente
dada. Si todo el capital se hallase en manos de los capi
talistas industriales, no existiría el interés ni el tipo de
interés. L a forma autónoma que adopta 1> -división cuanti
tativa de la ganancia bruta genera la división cualitativa. Si
comparamos al capitalista industrial con el capitalista dinerario, sólo lo distingue de éste la ganancia empresarial, en
cuanto excedente de la ganancia bruta por encima del
interés promedio, el cual, en virtud del tipo de interés, apa
rece como una magnitud empíricamente dada. Si por otro
lado lo comparamos con el capitalista industrial que opera
con capital propio en lugar de hacerlo con capital prestado,
éste sólo se diferencia de él, en cuanto capitalista dinerario,
por el hecho de que se embolsa personalmente el interés, en
lugar de desembolsarlo. En ambos sentidos, la parte de la
ganancia bruta que se diferencia del interés se le manifiesta
como ganancia empresarial, y el propio interés como un
plusvalor que arroja el capital en sí y para sí, y que por
lo tanto también arrojaría sin un empleo productivo.
Para el capitalista individual, esto es así en la práctica.
Tiene la opción de prestar su capital en carácter de capital
que devenga interés o de valorizarlo él mismo en carácter
de capital productivo, sin que importe si desde un comienzo
existe como capital dinerario o si aún hay que transformarlo
en él. Concebido de una m anera general, es decir, aplicado
al capital social total, tal como lo hacen algunos economis
tas vulgares, que incluso llegan a ver en ello el fundamento
de la ganancia, esto es disparatado, naturalmente. L a trans
formación del capital total en capital dinerario sin que
exista gente que compre y valorice los medios de produc
ción, en cuya forma existe el capital global (al margen de
la parte relativamente pequeña del mismo que existe en
dinero), tal cosa es, desde luego, un absurdo. Esto encierra
482
la insensatez aun mayor de que, sobre la base del modo
capitalista de producción, el capital arrojaría un interés sin
actuar como capital productivo, es decir sin crear plusvalor,
del cual el interés sólo constituye una parte; que el modo
capitalista de producción seguiría su curso sin la produc
ción capitalista. Si una parte desproporcionadamente elevada
de los capitalistas transformarse su capital en capital dine
rario, la consecuencia sería una enorme desvalorización del
capital dinerario, y una tremenda caída del tipo de interés;
muchos quedarían de inmediato en la imposibilidad de vivir
de sus intereses, es decir que se verían obligados a reconver
tirse en capitalistas industriales. Pero tal como ya hemos
dicho, para el capitalista individual éste es un hecho. Por eso
el capitalista, incluso cuando opera con capital propio, con
sidera a la parte de su ganancia media que es igual al interés
medio como fruto de su capital en cuanto tal, con prescindencia del proceso de producción; y en contraposición a
esta parte autonomizada en el interés, considera el exce
dente de la ganancia bruta por encima de ello como mera
ganancia empresarial .3
Cuarto: {[F. E.] — Aquí hay una laguna en el manus
crito. }
Se ha revelado, pues, que la parte de la ganancia que
debe abonarle el capitalista actuante al mero propietario
de capital prestado se trasmuta en la forma autónoma de
una parte de la ganancia que arroja todo capital en cuanto
tal — prestado o no— bajo el nombre de interés. L a magni
tud de esta parte depende del nivel del tipo medio de
interés. Su origen sólo se revela ya en el hecho de que
el capitalista actuante, en la medida en que es propietario
de su capital, no compite — cuando menos, no en forma
activa— en la determinación del tipo de interés. La división
puramente cuantitativa de la ganancia entre dos personas
• Pasaje del m an u scrito (I, p. 305, nota), n o tenido e n c u en ta
por Engels: “H e a q u í u n a idea su p erficial a ce rca de la oposición
en tre el interés y la g a n an cia em p resarial: «L a g a n an cia es la
re m u n eració n p o r el e m p leo pro d u ctiv o d el a h o rro ; la g anancia
p ro p iam en te d ich a es la rem u n e rac ió n p o r la actividad de dirección
d u ra n te ese em pleo productivo.» (Westminster Review, noviem bre
de 1826, p. 167 y s.). E l interés, pues, nos es p re sen ta d o aq u í co m o
la re m u n eració n p o r el hech o d e q u e se em plea el d in ero , etc.,
com o c ap ital en c u a n to tal. L a g anancia industrial, en cam bio,
c o rresponde a la fu n ció n del c ap ital en el proceso de pro d u cció n
m ism o.” (Véase R 1139/1.)
483
que poseen diferentes títulos jurídicos sobre ella, se ha
transformado en una distribución cualitativa que parece
em anar de la naturaleza del capital y de la propia ganancia.
Pues, tal como hemos visto, en cuanto una parte de la
ganancia adopta en general la forma del interés, la dife
rencia entre la ganancia media y el interés, o la parte de la
ganancia excedentaría por encima del interés, se trasmuta
en una forma antitética del interés, en la form a de la ga
nancia empresarial. Estas dos formas — el interés y la
ganancia empresarial— sólo existen en su antítesis. Es
decir que ninguna de ambas se halla referida al plusvalor,
del cual sólo son partes fijadas bajo diversas categorías,
rubros o nombres, sino que se hallan referidas una a la otra.
Es en'razón de que una parte de la ganancia se transform a
en interés, que la otra parte aparece como ganancia
empresarial.
P or ganancia siempre entendemos aquí la ganancia
media, puesto que las desviaciones, tanto de la ganan
cia individual como de la ganancia en diversas esferas de la
producción — es decir, las variaciones en la distribución
de la ganancia media o del plusvalor que fluctúan en uno
y otro sentido debido a la lucha competitiva y a otras
circunstancias— , nos resultan totalmente indiferentes en
este caso. Esto vale en general para toda la presente
investigación.
El interés es, pues, la ganancia neta, como la denomina
Ramsay, que rinde en cuanto tal la propiedad del capital,
tanto al mero prestamista que permanece situado fuera del
proceso de reproducción, como al propietario que utiliza
él mismo productivamente su capital. Pero también para
éste arroja esa ganancia neta, no en cuanto capitalista
operante, sino como capitalista dinerario, en su carácter
de prestamista de su propio capital, en cuanto capital que
devenga interés, y que se lo presta a sí mismo en su con
dición de capitalista actuante. Así como la transformación
de dinero, y en general de valor, en capital es el resultado
constante del proceso capitalista de producción, su existen
cia como capital es igualmente el supuesto constante de ése
mismo proceso. En virtud de su capacidad de transformarse
en medios de producción, puede movilizar constantemente
trabajo impago, y por ello convierte el proceso de produc
ción y circulación de las mercancías en la producción de
plusvalor para su poseedor. En consecuencia, el interés es
484
sólo la expresión del hecho de que el valor en general — el
trabajo objetivado en su forma social general— , el valor
que, eñ el proceso real de producción, adopta la figura
de los medios de producción, se contrapone como fuerza
autónoma a la fuerza de trabajo vivo y es el medio para
apropiarse de trabajo impago; y que es ese poder al contra
ponerse al obrero como propiedad ajena. Sin embargo, por
otra parte, en la forma del interés se halla extinguido este
antagonismo con el trabajo asalariado, pues el capital que
devenga interés tiene por antítesis, en cuanto tal, no al
trabajo asalariado sino al capital actuante; el capitalista
prestamista se opone directamente, en cuanto tal, al capita
lista realmente operante en el proceso de reproducción, pero
no al asalariado, a quien, precisamente, sobre la base de la
producción capitalista, le han sido expropiados los medios
de producción. El capital que devenga interés es el capital
en cuanto propiedad frente al capital en cuanto función.
Pero en la medida en que el capital no funciona, no explota
a los obreros y no entra en antagonismo con el trabajo.
Por otra parte, la ganancia empresarial no configura
una antítesis con respecto al trabajo asalariado, sino sola
mente al interés.
Primero: presuponiendo dada la ganancia media, la
tasa de la ganancia empresarial no está determinada por
el salario, sino por el tipo de interés. Es alta o baja en
forma inversamente proporcional a ésta .72
Segundo: El capitalista actuante deriva su derecho a
reclamar la ganancia empresarial, es decir la propia ganan
cia empresarial, no de su propiedad del capital, sino de la
función del capital en contraposición a la determinación
en la cual sólo existe como propiedad inerte. Esto se
manifiesta como una antítesis directamente existente en la
medida en que opera con capital prestado, caso en el cual
el interés y la ganancia empresarial les corresponden, en
consecuencia, a dos personas distintas. L a ganancia empre
sarial surge de la función del capital en el proceso de
reproducción, es decir como consecuencia de las operacio
nes, de la actividad en virtud de la cual el capitalista
operante media estas fqnciones del capital industrial y
comercial. Pero ser representante del capital actuante no es
72 “L a g a n an cia e m p re sa ria l dep en d e d e la g a n an cia n e ta del
capital, y no ésta d e la p rim e ra .” (R am say, loe. cit., p. 214. E n
Ram say, g anancia n e ta (net p rofits) es siem pre = interés.)
485
una sinecura, como sí lo es Ja representación del capital que
devenga interés. Sobre la base de la producción capita
lista, el capitalista dirige tanto el proceso de producción
como el de circulación. La explotación del trabajo produc
tivo cuesta un esfuerzo, tanto si él mismo despliega ese
esfuerzo como si se lo hace efectuar a otros en su nombre.
Por consiguiente, en contraposición al interés, la ganancia
del empresario se le presenta como independiente de la
propiedad del capital, y más bien como el resultado de sus
funciones como no propietario, como . .. trabajador.
De ahí que en su mente se desarrolle necesariamente
la idea de que su ganancia empresarial — muy lejos de
constituir antítesis alguna del trabajo asalariado y de ser
sólo trabajo ajeno impago— es, por el contrario, salario
por su trabajo, salario de supervisión, wages of superintendence of labour, un salario más elevado que el del asala
riado común 1) porque el suyo es un trabajo más complejo,
y 2) porque se paga el salario a sí mismo. L a antítesis
consistente en que el interés le corresponde al capitalista
inclusive cuando éste no desempeña función alguna como
capitalista, cuando es meramente propietario del capital, y
que, en cambio, la ganancia empresarial le corresponde al
capitalista operante inclusive cuando es no propietario del
capital con el que opera, hace olvidar por completo el hecho
de que su función en cuanto capitalista consiste en producir
plusvalor, es decir trabajo impago, y ello bajo las condi
ciones más económicas. La forma antitética de las dos
partes en las que se divide la ganancia, es decir el plusvalor,
hace olvidar que ambas no son más que partes del plusvalor y que su división en nada puede alterar su naturaleza,
su origen y sus condiciones de existencia.
En el proceso de reproducción, el capitalista actuante
representa al capital como propiedad ajena frente a los
trabajadores asalariados, y el capitalista dinerario, en cuanto
representado por el capitalista actuante, participa en la
explotación del trabajo. La antítesis entre la función del
capital en el proceso de reproducción y la mera propiedad
del capital fuera del proceso de reproducción hace olvidar
el hecho de que sólo en cuanto representante de los medios
de producción frente a los obreros puede el capitalista
activo desempeñar la función de hacer trabajar a los obreros
para él o de hacer funcionar los medios de producción
como capital.
486
De hecho, en la forma que asumen las dos partes de la
ganancia, es decir del plusvalor, como interés y ganancia
empresarial, no se expresa una relación para con el trabajo,
porque esta relación sólo existe entre el trabajo y la ganan
cia — o mejor dicho el plusvalor— en cuanto la suma, la
totalidad, la unidad de estas dos partes. L a relación en
la cual se divide la ganancia y los diversos títulos jurídicos
bajo los cuales ocurre esta división, presuponen la ganancia
como acabada, presuponen su existencia. Por ello, si el
capitalista es propietario del capital con el cual opera,
se embolsa toda la ganancia o plusvalor; al obrero le
resulta totalmente indiferente si hace esto o si debe abo
narle una parte a una tercera persona en cuanto propietaria
jurídica. Las razones para la división de la ganancia entre
dos variedades de capitalistas se transform an así subrepti
ciamente en los motivos para la existencia de la ganancia
a dividir, del plusvalor que el capital en cuanto tal extrae
— al margen de cualquier división ulterior— del proceso
de reproducción. Del hecho de que el interés esté enfren
tado a la ganancia empresarial y ésta al interés, de que se
opongan recíprocamente aunque no al trabajo, se infiere
que la ganancia del empresario más el interés, es decir la
ganancia, o más bien el plusvalor, ¿en qué se basan?
¡En la forma antitética de sus dos partes! Sin embargo,
la ganancia se produce antes de que se practique esa división
con ella, y antes de que pueda hablarse de ella.
El capital que devenga interés sólo se consolida como
tal en la medida en que el dinero prestado realmente se
transforma en capital y se produce un excedente, del cual el
interés constituye una parte. Sin embargo, esto no anula
la circunstancia de que, independientemente del proceso de
producción, surja en él el atributo de devengar interés.
Después de todo, la fuerza de trabajo también sólo afirma
su poder creador de valor cuando actúa y se realiza en el
proceso laboral; pero esto no excluye el hecho de ser
la actividad creadora de valor de por sí, potencialmente, en
cuanto facultad, y que no se origina como tal a partir del
proceso, sino que, por el contrario, le está presupuesta al
mismo. Se la compra como capacidad de crear valor.
También puede com prarla alguien sin hacerla trabajar
productivamente, por ejemplo con fines puramente perso
nales, servicios, etc. Lo mismo ocurre con el capital. Es
cuestión del prestatario el que lo use y consuma como
487
capital, es decir el poner realmente en acción su propiedad
inherente de producir plusvalor. Lo que paga es, en ambos
casos, el plusvalor encerrado potencialmente, en sí, en la
mercancía capital.
Entremos a considerar más en detalle la ganancia
empresarial.
Al fijarse el factor de la determinación social específica
del capital en el modo capitalista de producción — la pro
piedad del capital, que posee el atributo de poder disponer
del trabajo ajeno— , por lo cual el interés aparece como la
parte del plusvalor que genera el capital en este aspecto,
la parte restante del plusvalor — la ganancia empresarial—
aparece necesariamente como que no proviene del capital
en cuanto capital, sino del proceso de producción, separado
de su determinación social específica, que ya ha adquirido
su modo particular de existencia en la expresión “interés
del capital” . Pero separado del capital, el proceso de pro
ducción es el proceso de trabajo en general. Por ello, el
capitalista industrial, en cuanto diferenciado del propietario
de capital, no aparece como capital actuante, sino como
funcionario incluso con prescindencia del capital, como sim
ple agente del proceso laboral en general, como trabajador,
y más exactamente como trabajador asalariado.
El interés expresa en sí precisamente la existencia de
las condiciones de trabajo en cuanto capital, en su antago
nismo social al trabajo y en su transformación en poderes
personales frente al trabajo y sobre él. Constituye la mera
propiedad del capital en cuanto medio para apropiarse de
productos del trabajo ajeno. Pero representa este carácter
del capital en cuanto algo que le corresponde fuera del
proceso de producción y que de ninguna manera es el
resultado de la determinación específicamente capitalista
de este proceso de producción. Lo representa no en oposi
ción directa al trabajo, sino a la inversa, sin relación
alguna con el trabajo y como mera relación entre un
capitalista y otro. Es decir, como una determinación
exterior e indiferente respecto a la relación entre el capital
y el propio trabajo. Esto es, en el interés, bajo la figura
particular de la ganancia, en la cual el carácter antitético
del capital se da una expresión autónoma; lo hace de tal
488
manera que en ella la antítesis se halla totalmente extinguida
y se hace total abstracción de ella. El interés es una relación
entre dos capitalistas, no entre capitalista y obrero.
Por otro lado, esta forma del interés confiere a la otra
parte de la ganancia la forma cualitativa de la ganancia
empresarial, y además la del salario de supervisión. Las
funciones especiales que debe desempeñar el capitalista
en cuanto tal, y que le corresponden precisamente en con
traposición a los obreros, se presentan como meras fun
ciones laborales. Este capitalista crea plusvalor no porque
trabaje como capitalista, sino porque, con prescindencia
de su condición de capitalista, también trabaja. Por lo tanto,
esta parte del plusvalor ya no es plusvalor sino su contra
rio, el equivalente de trabajo llevado a cabo. Puesto que el
carácter enajenado del capital, su contraposición al trabajo,
es relegado más allá del proceso real de la explotación, vale
decir al capital que devenga interés, este propio proceso de
explotación aparece como un mero proceso laboral, en el
cual el capitalista actuante sólo efectúa un trabajo diferente
al del obrero. De modo que el trabajo de explotar y el
trabajo explotado son idénticos ambos en cuanto trabajo.
El trabajo de explotar es tan trabajo como lo es el trabajo
que se explota. Al interés le corresponde la forma social
del capital, pero expresada en una forma neutral e indife
rente; a la ganancia del empresario le corresponde la fun
ción económica del capital, pero abstraída del carácter
capitalista determinado de esta función.
En la conciencia del capitalista ocurre aquí exacta
mente lo mismo que en el caso de las razones compensa
torias, indicadas en la sección n de este libro, que intervie
nen en la nivelación de la ganancia media. Estas razones
compensatorias, que entran decisivamente en la distribución
del plusvalor, se revierten en el pensamiento capitalista en
motivos originarios y argumentos justificativos (subjetivos)
de la propia ganancia.
La concepción de la ganancia empresarial como salario
de supervisión del trabajo, originado en su oposición al
interés, también halla asidero en el hecho de que una parte
de la ganancia puede ser separada como salario, y se
separa realmente, o mejor dicho, a la inversa, que una parte
del salario, sobre la base del modo capitalista de produc
ción, aparece como parte constitutiva o integrante de la
ganancia. Esta parte, como ya descubriera correctamente
489
Adam Smith, se presenta pura, autónoma y totalmente
separada, por un lado, de la ganancia (en cuanto suma de
interés y ganancia em presarial), y por el otro de la parte
de la ganancia que queda remanente, luego de deducido el
interés, en carácter de lo que ha dado en llamarse la ganan
cia empresarial, en el sueldo del dirigente en aquellos ramos
de los negocios cuya extensión, etc., posibilita una división
del trabajo suficiente como para perm itir que un dirigente
perciba un salario especial.3
El trabajo de supervisión y dirección se origina necesa
riamente en todos aquellos lugares en los que el proceso
directo de la producción tiene la figura de un proceso social
mente combinado, y no se manifiesta como trabajo aislado
de los productores autónomos.r:! Pero su naturaleza es dual.
Por una parte, en todos aquellos trabajos en los cuales
cooperan muchos individuos, la cohesión y unidad del
proceso se representan necesariamente en una voluntad
dirigente, y en funciones que no afectan a las labores par
ciales sino a la actividad global de ese lugar de trabajo,
como es el caso del director de una orquesta. Éste es un
trabajo productivo, que debe efectuarse en cualquier modo
de producción combinado.
73 “ La supervisión está aq u í” (en el caso del p ro p ietario que
cultiva su tie rra) “ to talm en te de m ás.” (J. E. C airnes, The Slave
Power, L ondres, 1862, pp. 48, 49.)
“ E n la página 308 del m anuscrito I figura esta nota, no re co
gida por Engels: “O bservem os, antes de proseguir, que la tasa de
interés existe porque el cap ital que devenga interés reviste una
fo rm a a u tó n o m a , u n a fo rm a en cu an to categoría p a rticu la r del
cap ital que perm ite a u n a clase especial de capitalistas vivir de los
intereses y q u e d ar al m argen del proceso d e repro d u cció n real; y es
gracias a esta circu n stan cia que una pa rte de la g anancia recibe,
bajo la fo rm a de interés, u n a d e te rm in a ció n cu an tita tiv a y u n a
m ag n itu d fija. Sin ello, n o se d e sa rro lla ría la d iferenciación c u ali
tativ a que, com o lo hem os expuesto, d eriv a de la cuan titativ a.
Se c arecería de u n a p a u ta p a ra e v alu ar u n a pa rte de la ganancia com o
sim ple valorización de la p ropiedad del capital, esto es, la oposición
d irec ta e n tre la riqueza m ate ria l y el trab ajo . La g anancia n o se
d ividiría en dos p artes independientes. [...]. A h o ra bien, en cada
u n a de esas p artes, consideradas aisladam ente, la relación c o n el
p lusvalor — y p o r tan to la relación real del capital con el trab a jo
a salariad o — se e n cu e n tra b o rra d a ; es lo que oc u rre con la ganancia
m ism a en tan to se presen ta com o sim ple adición, co m o sum a
fo rm a d a a p osteriori, a p a rtir de m agnitudes fijas d a d as a n te rio r
m ente que d e te rm in a n la ganancia.” (V éase R 1144/1.) Los c o r
chetes indican u n a supresión efectu ad a p o r R ubel. •
490
Por otra parte — y con total prescindencia del sector
comercial— este trabajo de supervisión se origina necesa
riamente en todos los modos de producción que se basan
en el antagonismo entre el trabajador, en cuanto productor
directo, y el propietario de los medios de producción.
Cuanto mayor sea este antagonismo, tanto mayor será el
papel que desempeña este trabajo de supervisión .3 Por eso
alcanza su máximo en el sistema esclavista .74 Pero también
es imprescindible en el modo capitalista de producción,
puesto que en él el proceso de producción es, al mismo
tiempo, proceso de consumo de la fuerza de trabajo por
parte del capitalista. Exactamente de la misma manera que
en los estados despóticos el trabajo de supervisión e intro
misión del gobierno en todos los aspectos, comprende
ambas cosas, tanto la ejecución de las actividades colectivas
que emanan de la naturaleza de toda entidad comunitaria,
como las funciones específicas que surgen del antagonismo
entre el gobierno y la masa del pueblo.
En los escritores antiguos, que tienen ante sí el sistema
esclavista, en la teoría — exactamente igual que como era
el caso en la práctica— ambos aspectos del trabajo de
supervisión se encuentran tan indisolublemente juntos como
en los economistas modernos que consideran el modo de
producción capitalista como el modo de producción abso
luto. Por otra parte, como lo demostraré a continuación
mediante un ejemplo, los apologistas del sistema esclavista
moderno utilizan la labor de supervisión como argumento
justificativo de la esclavitud exactamente igual que como
lo hacen los otros economistas cuando aducen que se trata
de un fundamento del sistema del trabajo asalariado.
El villicus en tiempos de Catón: “Al frente de los
esclavos rústicosb (famiiia rústica) se hallaba el adminis
trador ( villicus, de villa [finca rural]), quien cobraba y
74 “Si la n a tu ra le z a del tra b a jo exige que los trab a ja d o re s” (se
refiere a los esclavos) "están dispersos en una vasta superficie, el
n ú m e ro de supervisores y, por consiguiente, los costos del trab a jo
que requiere esta supervisión se verán prop o rcio n alm en te incre
m en ta d o s.” (C airnes, loe. cit., p. 44.)
" E n la 1? edición, “supervisión de los tra b a ja d o re s” en vez de
“ tra b a jo de supervisión"; m od ificad o según el m an u scrito de M arx.
” En la prim era edición y en el m an u scrito de M arx: “econom ía
de Jos esclavos rú stico s”. C o rreg id o según el origina) de M om m sen.
491
pagaba, compraba y vendía, recibía las instrucciones del
señor, y en ausencia de éste disponía y castigaba . . . El
administrador era, naturalmente, más libre que los restantes
esclavos; los Libros de M agón 11081 aconsejan permitirle
que se case, que engendre hijos y posea su propio peculio, y
Catón recomienda casarlo con la administradora [de las
esclavas]; también habría sido el único con perspectivas de
obtener de su amo la libertad, en caso de buen compor
tamiento. Por lo demás, todos constituían una comunidad
d om éstica. . . Todos los esclavos, inclusive el propio admi
nistrador, obtenían la satisfacción de sus necesidades por
cuenta del amo, en plazos determinados y de acuerdo con
normas fijas, con lo cual debían componérselas . . . La can
tidad dependía del trabajo, por lo cual el administrador, por
ejemplo, cuyo trabajo era más liviano que el de los siervos,
recibía una ración menor que éstos ”.11091 (Mommsen,
Römische Geschichte, segunda edición, 1856, I, pp. 809,
810.)
Aristóteles: “ O yúp b&owótqg ot>x ¿v tw xT“ fWal T0^S
SoúXov?, áXk Év Tw xpíjoraí SoúXoii;” . (Pues el amo — el
capitalista — no actúa en cuanto tal en la adquisición de
los esclavos — la propiedad del capital, que da el poder
de comprar trabajo— , sino en la utilización de los esclavos
— el empleo de trabajadores, actualmente trabajadores
asalariados, en el proceso de producción— .) “Ecm Savrq
f| éjtwTrfipri ov&Év peya éxovoa ov6e oepvúv (Pero esta
ciencia no tiene nada de grande ni de sublime;) ä yag tov
bovhov EJtíotaTaouai Sei Jtoieív, ÉxeTvov Sei t a i t a Ejtiotaomí
¿jtitáttEiv (pues lo que el esclavo debe saber ejecutar,
aquél debe saberlo ordenar). Aio 0005 É^ovoía pq aírrovg
Xaxojtave'iv, Ejtítpoitoc; 7apßavei taírcrjv tr)V tipñv, aútoi Se
jtoiiteúovtai fj qpiAoooipoüoiv. (Cuando los propios amos no
tienen la necesidad de afanarse personalmente con ello,
entonces el supervisor asume este honor, mientras que
ellos mismos se dedican a asuntos del estado o a filo
sofar . ) 11101 (Aristóteles, De república, ed. Bekker, lib. 1, 7.)
Con escuetas palabras dice Aristóteles que el poder
impone a los potentados, tanto en el terreno político como
en el económico las funciones del gobierno, es decir, en el
terreno económico, el hecho de que deben saber consumir
la fuerza de trabajo, y añade que no debe asignarse dema
siada im portancia a esta tarea de supervisión,, motivo por
492
el cual el amo, apenas es lo suficientemente acaudalado,
deja en manos de un supervisor el “honor” de esta molestia.
El trabajo de la dirección y supervisión, en la medida
en que no es una función especial que surja de la naturaleza
de todo trabajo social combinado, sino del antagonismo
entre el propietario de los medios de producción y el pro
pietario de la mera fuerza de trabajo — tanto si esta última
se compra con el propio trabajador, como ocurre en el
sistema esclavista, o si el propio trabajador vende su fuerza
de trabajo y, en consecuencia, el proceso de producción se
manifiesta al mismo tiempo como el proceso de consumo
de su trabajo por parte del capital— , esta función originada
en la servidumbre del productor directo se ha convertido,
con suma frecuencia, en argumento justificativo de esta
misma situación, y la explotación, la apropiación de trabajo
ajeno impago se ha presentado con igual frecuencia como
el salario correspondiente al propietario del capital. Pero
nadie lo hizo m ejor que un defensor de la esclavitud en
los Estados Unidos, el abogado O ’Conor, en un mitin cele
brado en Nueva York el 19 de diciembre de 1859, bajo
el lema de “Justicia para el Sur” . ‘Wow, gentlemen [ahora
bien, caballeros], dijo, entre grandes aplausos, “la propia
naturaleza ha destinado al negro a esta situación de escla
vitud [ ...] . El negro es fuerte, y posee el vigor necesario
para el trabajo; pero la naturaleza, que le dio esa fuerza,
le negó tanto el raciocinio para gobernar como la voluntad
para el trabajo.” (Aplausos.) “Ambas cosas le han sido
negadas. Y la misma naturaleza que le negó la voluntad
para el trabajo, le dio un amo para imponerle esa voluntad,
y para convertirlo [ ...] , dentro del clima para el cual ha
sido creado, en un servidor útil tanto para sí mismo como
para el amo que lo gobierna [. ..] Afirmo que no es una
injusticia dejar que el negro permanezca en la situación
en la cual lo ha puesto la naturaleza; darle un amo que
lo gobierne [ . . . ] ; y no se lo despoja de ninguno de sus
derechos cuando se lo obliga a trabajar a cambio de ello
y a proveer a su amo de una justa compensación por el
trabajo y el talento que emplea para gobernarlo y para
tornarlo útil a sí mismo y a la sociedad .” 11111
Pues bien, al igual que el esclavo, también el trabajador
asalariado debe tener un amo que lo haga trabajar y que
lo gobierne. Y dando por supuesta esta relación de domina
ción y servidumbre, es normal que se obligue al asalariado
493
a producir su propio salario y por añadidura el salario de
supervisión, una compensación por la tarea de dominio
y supervisión que se ejerce sobre él, “y a proveer a su amo
de una justa compensación por el trabajo y el talento que
emplea para gobernarlo y para tornarlo útil a sí mismo y a
la sociedad”.
El trabajo de supervisión y dirección, en tanto se ori
gina en el carácter antagónico, en la dominación del capital
sobre el trabajo, por lo cual es común a todos los modos
de producción que se basan en el antagonismo de clases y
al modo capitalista de producción, también se halla amal
gamado, en el sistema capitalista, directa e indisolublemente
a las funciones productivas que todo trabajo social combi
nado impone a determinados individuos como tarea espe
cial. El salario del epítropos o del régisseur, como se lo
denominaba en la Francia feudal ,11121 diverge por completo
de la ganancia y adopta asimismo la form a del salario por
trabajo calificado, en la medida en que se maneja la empresa
en una escala suficientemente grande como para pagar un
director (m anager) de esta índole, pese a que, no obstante
eso, nuestros capitalistas industriales aún distan mucho de
“dedicarse a asuntos del estado o a filosofar” .
Que no son los capitalistas industriales, sino los mana
gers industriales “el alma de nuestro sistema industrial” ,
es algo que ya observara el señor U re .75 En lo que atañe
a la parte comercial del negocio, ya en la sección precedente
se ha dicho lo necesario a ese respecto .8
La propia producción capitalista ha hecho que el tra
bajo de dirección superior, totalmente separado de la
propiedad del capital, ande deambulando por la calle. De
ahí que se haya tornado inútil que el propio capitalista
desempeñe esta tarea de dirección superior. Un director
musical no tiene por qué ser, en absoluto, propietario de
los instrumentos de la orquesta, ni pertenece a sus funciones
como director el que tenga algo que ver con el “salario”
de los músicos restantes. Las fábricas cooperativas suminis
tran la prueba de que el capitalista, en cuanto funcionario
de la producción, se ha tornado tan superfluo como él
75 A . U re, Philosophy of Manufactures, traducción francesa,
1836, i, pp. 67, 68, en la cual este P ín d a ro de los fab rican tes
testim onia a cerca de ellos, al m ism o tiem po, que en su m ayor p a rte
n o tienen ni la m ás re m o ta idea del m ecanism o que em plean.
“ V éase, en la presente edición, vol. 6, pp. 371-374.
494
mismo, llegado al cénit de su perfección, considera super
fluo al gran terrateniente. En la medida en que el trabajo
del capitalista no surge del proceso de producción en
cuanto meramente capitalista, es decir que [no] cesa de
por sí con el capital; en la medida en que no se limita
a la función de explotar trabajo ajeno; es decir, en la me
dida en que surge de la forma del trabajo en cuanto trabajo
social, de la combinación y cooperación de muchos para
obtener un resultado común, es totalmente independiente
del capital al igual que esta misma forma, una vez que ha
roto su envoltura capitalista. Decir que este trabajo es
necesario en cuanto trabajo capitalista, en cuanto función
del capitalista, no significa sino que el vulgo no puede
imaginarse las formas desarrolladas en el seno del modo
capitalista de producción separadas y liberadas de su carác
ter capitalista antagónico. Frente al capitalista financiero,
el capitalista industrial es un trabajador, pero trabajador
como capitalista, es decir como explotador de trabajo ajeno.
El salario que reclama y obtiene por ese trabajo es exacta
mente igual a la cantidad de trabajo ajeno apropiada, y
depende directamente — en la medida en que se somete al
esfuerzo necesario de la explotación— del grado de explo
tación de dicho trabajo, pero no del grado del esfuerzo
que le cuesta esta explotación, y que puede derivar, a
cambio de un módico pago, hacia un director. Después
de cada crisis pueden verse en los distritos fabriles ingleses
suficiente número de ex fabricantes que supervisan, por
un salario económico, sus propias antiguas fábricas, ahora
como directores de los nuevos propietarios, que a menudo
son sus acreedores .76
El salario administrativo, tanto para el director comer
cial como para el industrial, aparece totalmente separado
de la ganancia empresarial, tanto en las fábricas coopera
tivas de los obreros como en las empresas capitalistas por
acciones. La separación entre el salario administrativo y
la ganancia del empresario, que en otros casos se manifiesta
en forma fortuita, es aquí una constante. En el caso de la
fábrica cooperativa desaparece el carácter antagónico de
la labor de supervisión, por el hecho de que son los obreros
78 {F . E . — C o n o zco un caso en el c u al, luego de la crisis de
1868, un fa b ric an te frac a sa d o se co n v irtió en tra b a ja d o r a salariad o
d e sus propios ex o b rero s. Pues luego de la b a n c a rro ta , la fáb rica
siguió siendo e x p lo ta d a p o r u n a c o o p erativ a o b re ra , la cu al em pleó
a su ex p ro p ietario c o m o d ire c to r.)
495
quienes pagan al director, en lugar de que éste represente
al capital frente a ellos. Las empresas por acciones, en
general — desarrolladas con el sistema crediticio— , tienen
la tendencia a separar cada vez más este trabajo adminis
trativo, en cuanto función, de la posesión del capital, sea
propio o prestado; exactamente de la misma manera, que,
con el desarrollo de la sociedad burguesa, las funciones
judiciales y administrativas se separan de la propiedad
de la tierra, de la que constituían atributos en la época
feudal. Pero puesto que, por una parte, al mero propietario
del capital, al capitalista dinerario, se le opone el capitalista
actuante, y con el desarrollo del crédito este propio capital
dinerario adopta un carácter social, se concentra en bancos
y son éstos los que lo prestan, y no ya sus propietarios
\directos; mientras que, por otra parte, el mero director,
que posee el capital sin título alguno — ni de préstamo ni
ningún otro— desempeña todas las funciones reales que
competen en cuanto tal al capitalista actuante, sólo perm a
nece el funcionario y desaparece el capitalista, en cuanto
persona superflua, del proceso de producción.
Las rendiciones públicas de cuentas 77 de las fábricas
cooperativas inglesas nos permiten ver que — una vez dedu
cido el salario del director, que constituye una parte del
capital variable desembolsado, exactamente al igual que el
salario de los restantes obreros— la ganancia era mayor
que la ganancia media, pese a que, por momentos, pagaban
un iñterés mucho más elevado que los fabricantes privados.
En todos estos casos, la causa de la ganancia más elevada
era una mayor economía en el empleo del capital constante.
Pero lo que nos interesa de todo ello es que, en este caso,
la ganancia media ( = interés + ganancia em presarial) se
presenta, de hecho y palpablemente, como una magnitud
total y absolutamente independiente del salario adminis
trativo. Puesto que en este caso la ganancia es mayor que
la ganancia media, también la ganancia empresarial es
mayor que de costumbre.
El mismo hecho se revela en algunas empresas capita
listas por acciones, por ejemplo en bancos por acciones
(joint-stock banks). El Banco de Londres y Westminster
pagó en 1863 el 30 % de dividendos anuales, mientras
77 {F . E. — L as rendiciones de cu en tas que se h a n to m a d o en
c o n sid eració n a q u í llegan a lo sum o h asta 1864, ya que lo a n te rio r
fue e scrito en 1865.)
496
que el Union Bank de Londres y otros pagaron el 1 5 % .
De la ganancia bruta se deduce aquí, además del salario
de los directores, el interés que se paga por los depósitos.
La elevada ganancia se explica aquí a partir de la reducida
proporción entre el capital desembolsado y los depósitos.
P or ejemplo, en el London and Westminster Bank,
en 1863: capital desembolsado, £. 1.000.000; depósitos,
£ 14.540.275. En el Union Bank de Londres, en 1863: ca
pital desembolsado, £, 600.000; depósitos, £. 12.384.173.
La confusión entre la ganancia del empresario y el
salario de supervisión o administración se originó primiti
vamente en la forma antagónica que asume el excedente
de la ganancia por encima del interés, por oposición al
interés. Esa confusión se desarrolló con la intención apolo
gética de presentar a la ganancia no como plusvalor, es
decir como trabajo impago, sino como salario del propio
capitalista por el trabajo realizado. Entonces los socialistas
le opusieron la reivindicación de reducir efectivamente
la ganancia a lo que pretendía ser teóricamente, es decir,
a mero salario de supervisión. Y esta reivindicación
enfrentó al encubrimiento teórico tanto más desagradable
mente cuanto más hallaba ese salario de supervisión, por
una parte, su nivel y su precio de mercado determinados,
como cualquier otro salario, con la formación de una
numerosa clase de dirigentes industriales y comerciales ;78 y
cuanto más descendía ese salario, por otra parte — como
cualquier salario por un trabajo calificado— , con el desa
rrollo general, que hace disminuir los costos de producción
de la fuerza de trabajo con instrucción específica .79 Con el
desarrollo de la cooperación por parte de los obreros, de las
78 “ L os p a tro n e s son trab a ja d o re s lo m ism o que sus jornaleros.
E n tal c a rá c te r, su interés es p recisam ente el m ism o q u e el d e sus
hom bres. P e ro tam b ién son a la vez capitalistas o agentes de c ap ita
listas, y en ese aspecto su interés es decid id am en te opuesto al
interés d e los o b re ro s” (p. 27). “ L a am plia difusión de la instrucción
e n tre los m ecánicos jo rn alero s de este país reduce d ia ria m e n te el
v a lo r del tra b a jo y d e la d estreza de casi todos los p a tro n e s y em
p resario s al a cre ce n tar el n ú m ero d e perso n as q u e posee sus c o n o
cim ientos p e cu liares” (p. 30, H odgskin, Labour Defended Against
the C laim s of Capital etc., L ondres, 1825.)
79 “ El re lajam ien to general de las b a rre ra s convencionales, las
m ay o res facilidades d e la e ducación, tienden a re d u cir los salarios
del trab a jo c alific ad o e n lugar de elevar los del tra b a jo no califi
c a d o .” (John S tu a rt M ili, Principies of Political Economy, 2? ed.,
L ondres, 1849, I, p. 479.)
497
sociedades anónimas por parte de la burguesía, se le quitó
base de sustentación inclusive al último pretexto para
confundir la ganancia empresarial con el salario adminis
trativo, con lo cual la ganancia también apareció en la
práctica como lo que era, innegablemente, en la teoría:
como mero plusvalor, valor por el cual no se ha pagado
equivalente alguno, trabajo realizado impago; de modo que
el capitalista actuante explota realmente el trabajo, y el
fruto de su explotación, si trabaja con capital prestado,
se divide en interés y en ganancia empresarial, en exce
dente de la ganancia por encima del interés.
Sobre la base de la producción capitalista se desarrolla
en las empresas por acciones una nueva estafa con el salario
administrativo, al aparecer, junto al verdadero director a
y por encima de él, una serie de consejeros de administra
ción y supervisión para quienes, en realidad, la adminis
tración y la supervisión son un mero pretexto para esquil
m ar a los accionistas y para autoenriquecerse. A este
respecto se encuentran detalles muy bonitos en The City
or the Physiology oj London Business; with Sketches on
Change, and the Coffee Houses, Londres, 1845. “Lo que
ganan banqueros y comerciantes por el hecho de participar
en la dirección de ocho o nueve compañías diferentes
puede verse en el siguiente ejemplo: el balance privado del
señor Timothy Abraham Curtís, presentado al tribunal de
bancarrotas con motivo de su quiebra, exhibía [. . .] un
ingreso anual de £. 800 - 900 bajo el rubro de directorías.
Puesto que el señor Curtis había sido director del Banco
de Inglaterra y de la Compañía de Indias Orientales, cual
quier compañía por acciones se consideraba dichosa de
poder obtener su concurso como director” (pp. 81, 82).
La remuneración de los directores de esta clase de socie
dades por cada sesión semanal es, por lo menos, de una
guinea (21 m arcos). Las actuaciones ante el tribunal de
bancarrotas demuestran que, por regla general, ese salario
de supervisión es inversamente proporcional a la supervisión
realmente ejercida por estos directores nominales.
CAPÍTULO XXIV
ENAJENACIÓN DE LA RELACIÓN DE CAPITAL
BAJO LA FORM A DEL C A PITA L QUE DEVENGA
INTERÉS a
En el capital que devenga interés, la relación de capital
alcanza su forma más enajenada y fetichista. Tenemos aquí
D - D ', dinero que genera más dinero, valor que se valoriza
a sí mismo, sin el proceso que media ambos extremos. En
el capital comercial. D - M - D', por lo menos existe la
forma general del movimiento capitalista, a pesar de mante
nerse solamente en la esfera de circulación, por lo cual la
ganancia se manifiesta como mera ganancia sobre la enaje
nación; pero de cualquier manera se manifiesta como el
producto de una relación social, no como el producto de
una mera cosa. La forma del capital comercial sigue cons
tituyendo un proceso, la unidad de fases opuestas, un
movimiento que se divide en dos procesos opuestos:
la compra y la venta de mercancías. Esto se ha borrado en
D - D', en la form a del capital que devenga interés. Por
ejemplo, si el capitalista presta £, 1.000 , y el tipo de
interés es del 5 % , el valor de £. 1.000 en cuanto capital
por año es = C + Ci', siendo C el capital e i' el tipo
de interés, es decir, en este caso 5 % = — — = — ,
100
1 .0 0 0 + 1.000 X — =
20
£■ 1 050. El valor de £ 1.000
20
“ E ngels em plea a q u í el térm in o “ D irigent” ; en el m an u scrito
de M arx figura la pa la b ra inglesa “m an a g er”. (V éase R 1150/1.)
“ E n el m an u scrito (I, p. 313): “5. E najenación del plusvalor y
de la relación de cap ital en general bajo la form a del capital que
devenga interés." (C fr. R 1150/1.)
499
como capital es = £ 1.050, es decir que el capital no es
una magnitud simple. Es una relación de magnitudes, una
relación como suma principal, como valor dado, una rela
ción consigo mismo como valor que se valoriza, como
suma principal que ha producido un plusvalor. Y tal
como hemos visto, el capital se presenta en cuanto tal, como
este valor que se valoriza directamente, para todos los
capitalistas activos, sin que tenga importancia si actúan
con capital propio o prestado.
D - D ': aquí tenemos el punto de partida originario
del capital, el dinero en la fórmula D - M - D ' reducido a
sus dos extremos D - D', siendo D ' = D + AD, dinero que
crea más dinero. Es la forma originaria y general del capital,
reducida a un compendio carente de sentido. Es el capital ya
acabado, unidad de los procesos de producción y circula
ción, y que por ello arroja un plusvalor determinado
en un lapso determinado. En la forma del capital que
devenga interés, esto se manifiesta en form a directa, sin
la mediación de los procesos de producción y de circu
lación. El capital aparece como la fuente misteriosa y
autogeneradora del interés, de su propia multiplicación.
La cosa (dinero, mercancía, valor) ya es capital como mera
cosa; y el capital se manifiesta como mera cosa; el resul
tado del proceso total de reproducción aparece como un
atributo que recae de por sí en una cosa; depende del pose
edor del dinero, es decir de la mercancía en su forma
siempre intercambiable, el que quiera gastarlo como dinero
o alquilarlo como capital. En el capital que devenga inte
rés, por consiguiente, este fetiche automático — el valor
que se valoriza a sí mismo, el dinero que incuba dinero—
se halla cristalizado en forma pura, en una forma en la
que ya no presenta los estigmas de su origen. L a relación
social se halla consumada como relación de una cosa, del
dinero, consigo misma. En lugar de la transformación real
de dinero en capital, sólo se presenta aquí su forma carente
de contenido. Al igual que en el caso de la fuerza de
trabajo, en este caso el valor de uso del dinero se con
vierte aquí en el de crear valor, un valor a mayor que el
que se halla contenido en sí mismo. El dinero en cuanto
• E n el m an u scrito , “T au sch w e rt” (“ v alor de c am b io ”) en vez
de “W ert” (“ v a lo r”).
500
tal ya es, potencialmente, valor que se valoriza, y se lo
presta en cuanto tal, lo cual constituye la forma de la
venta de esta mercancía peculiar. De esta manera se con
vierte por completo en atributo del dinero el de crear valor,
de arrojar interés, tal como el atributo de un peral es el
de producir peras. Y el prestamista de dinero vende
su dinero en su carácter de semejante cosa que devenga
interés. Pero ello no es suficiente. Como ya hemos visto,
el capital realmente actuante se presenta a sí mismo de tal
manera que arroja el interés no como capital operante,
sino como capital en sí, como capital dinerario.
También esto se distorsiona: mientras que el interés
es sólo una parte de la ganancia, es decir del plusvalor que
le exprime el capitalista actuante al obrero, ahora, a la
inversa, el interés aparece como el verdadero fruto del
capital, como lo originario, y la ganancia, trasm utada
ahora en la forma de la ganancia empresarial, como mero
accesorio y aditivo que se agrega en el proceso de repro
ducción. Aquí queda consumada la figura fetichista del
capital y la idea del fetiche capitalista. E n D - D ' tenemos
la forma no conceptual del capital, la inversión y cosificación de las relaciones de producción en la potencia
suprema: la figura que devenga interés, la figura simple del
capital, en la cual el capital está presupuesto a su propio
proceso de reproducción; capacidad del dinero, o en su
caso de la mercancía, de valorizar su propio valor, inde
pendientemente de la reproducción; la mistificación del
capital en su forma más estridente.
Para la economía vulgar, que pretende presentar al
capital como fuente autónoma del valor, de la creación
de valor, esta forma le viene a pedir de boca: una forma
en la cual la fuente de la ganancia ya no resulta recono
cible, y en la cual el resultado del proceso capitalista
de producción — separado del propio proceso— adquiere
una existencia autónoma.
Sólo en el capital dinerario se ha convertido el capital
en mercancía, cuya cualidad autovalorizadora tiene un
precio fijo, que se cotiza en el tipo de interés establecido
en cada caso.
Como capital que devenga interés, más exactamente en
su forma directa como capital dinerario que devenga interés
(las restantes formas del capital que devenga interés, que
no nos incumben aquí, son derivadas a su vez de esta
501
forma y la presuponen), el capital adquiere su forma feti
chista pura, D - D ', como sujeto, como cosa vendible.
Primero, en virtud de su continua existencia como dinero,
una forma en la cual se hallan extinguidas todas sus
determinaciones, y en la cual resultan invisibles sus ele
mentos reales. Pues el dinero es precisamente la forma
en la cual está extinguida la diferencia de las mercancías en
cuanto valores de uso, y por ende también la diferencia
de los capitales industriales consistentes en estas mercancías
y en sus condiciones de producción; trátase de una forma
en la cual el valor — y en este caso, el capital— existe
como valor de cambio autónomo. En el proceso de repro
ducción del capital, la forma dineraria es evanescente, no
es más que una fase de transición. En cambio, en el mer
cado dinerario el capital siempre existe en esta forma.
Segundo, el plusvalor que genera, que aquí vuelve a apare
cer en la forma de dinero, se le presenta como si le corres
pondiera en cuanto tal. Así como el crecimiento de los
árboles parece algo propio de éstos, así el generar dinero
(tóxo ; ) [U31 parece propio del capital en esta forma de
capital dinerario.
En el capital que devenga interés, el movimiento del
capital se ha compendiado; se ha omitido el proceso me
diador, y de esta manera un capital = 1.000 ha sido fijado
como una cosa que, en sí, es = 1.000 ,a y que en cierto
lapso se transforma en 1. 100 , del mismo modo que el vino
que se halla en la bodega también mejora, después de cierto
tiempo, su valor de uso. El capital es ahora una cosa, pero
en cuanto cosa es capital. El dinero tiene ahora dentro del
cuerpo el am or .1" 41 En cuanto se lo presta o incluso se lo
invierte en el proceso de reproducción (en la medida en
que arroja un interés, separado de la ganancia empresarial,
para el capitalista actuante, en su condición de propietario
de ese capital), sus intereses se acrecientan en él, hállese
dormido o despierto, en su casa o de viaje, día y noche.
De este modo, en el capital dinerario que devenga interés
(y todo capital es, de acuerdo con su expresión de valor,
capital dinerario, o se lo considera ahora como la expresión
del capital dinerario) se han realizado los más caros anhe
los del atesorador.
" E n la Ia 'e d i c i ó n , “ 1.1 0 0 ” .
502
Esta increcencia del interés en el capital dinerario como
dentro de una cosa (tal como se manifiesta aquí la pro
ducción del plusvalor por parte del capital) es lo que tanto
trabajo le da a Lutero en su ingenuo alboroto en contra
de la usura. Luego de haber explicado que puede recla
marse un interés si a raíz del reintegro no operado en el
plazo estipulado se generan gastos para el prestamista
— quien a su vez debe pagar— o si por esa causa éste
perdiera una ganancia que hubiese podido obtener me
diante una compra, por ejemplo de un huerto, prosigue:
“Ahora que te los he prestado (a los 100 gúldenes), de este
señor don Seguro me haces un gemelo ,1" 51 que aquí no
puedo pagar y allá no puedo comprar, por lo cual debo
sufrir daño por ambas partes, lo que se denomina dúplex
interesse, damni emergentis et lucri cessantis [interés doble,
daño emergente y lucro cesante] .. . Cuando oyeron que,
a causa de los cien gúldenes prestados, Hans sufrió un
daño y reclamaba la justa indemnización de su daño,
prosiguieron torpemente adicionando a todo préstamo de
cien gúldenes ese mismo doble don Seguro; a saber, el
gasto pagado y la compra omitida del huerto, como si a los
cien gúldenes les correspondiese en forma natural e innata
esos dos don Seguros, de modo que toda vez que hay cien
gúldenes calculan sobre ellos esos dos daños, los cuales
sin embargo no sufrieron . . . Por eso eres un usurero, pues
te haces indemnizar por tu prójimo, con su dinero, el daño
que sin embargo nadie te ha inferido, y que tampoco
puedes dem ostrar ni calcular. A semejante daño denominan
los juristas non verum sed phantasticum interesse [interés
no real, sino fantástico]. Un daño que cada cual se lo sueña
de por s í . . . Por lo tanto, no se trata de decir que podrían
ocurrir los daños de que yo no hubiese podido pagar o
comprar. De lo contrario sería ex contingente necessarium
[convertir lo contingente en necesario], convertir lo que no
es en lo que tendría que ser, convertir lo incierto en cosa
vanamente cierta. Si semejante usura no ha de devorar
al mundo en pocos años . . . Es una desgracia casual la
que le acontece al prestamista, contra su voluntátk y de
la cual habrá de recobrarse, pero en el comercio sucede
lo contrario, exactamente al revés, pues allí se busca y logra
causarle daño al prójimo necesitado, tratan de alimentarse
y enriquecerse con ello, viviendo en el ocio y la holgaza
nería, del trabajo, los desvelos, peligros y daños sufridos
503
por otra gente; me quedo sentado detrás de mi estufa y
dejo que mis cien gúldenes trabajen para mí en el campo,
y puesto que es dinero prestado, lo conservo seguro en mi
bolsa, sin preocupación ni peligro alguno. ¿Quién no qui
siera esto, queridos míos?” (M. Luther, A n die Pjarrherrn
wider den Wucher zu predigen . . ., Wittenberg, 1540.[103))
La idea del capital en cuanto valor que se reproduce
a sí mismo y que se multiplica en la reproducción, en
virtud de su atributo innato de valor eternamente vigente
y creciente — esto es, en virtud de la cualidad oculta de
los escolásticos— , ha llevado a las fabulosas ocurrencias
del doctor Price, que dejan muy a la zaga las fantasías de
los alquimistas; ocurrencias en las cuales Pitt creía seria
mente, y a las que convirtió, en sus leyes sobre el sinking
fund [fondo de amortización],'116' en pilares de su economía
financiera.
“Al principio el dinero que devenga interés compuesto
aumenta con lentitud; pero dado que la tasa de crecimiento
se acelera constantemente, después de algún tiempo se
vuelve tan rápida que pone en ridículo todas las facultades
de la imaginación. Un penique, colocado a un interés
compuesto del 5 % cuando nació nuestro Redentor, ya
habría aumentado al presente a una suma mayor que la
contenida en 150 millones de Tierras, todas de oro macizo.
Pero desembolsado a interés simple, apenas habría alcan
zado en el mismo lapso a 7 chelines y 4 % peniques.
H asta aquí nuestro gobierno ha preferido m ejorar sus
finanzas siguiendo el último, en vez del primero de esos
caminos ”.80
80 R ichard Price, An Appeal to the Public on the Subject of the
National Debt, L ondres, 1772[, p. 19]. P rice hace el siguiente chiste
ingenuo: “ H ay q u e to m ar prestad o d in ero a interés sim ple, p a ra
m ultip licarlo a interés c om puesto.” (R. H am ilton, An Inquiry into
the Rise and Progress of the National Debt of Great Britain, 2?
ed., E d im b u rg o , 1814[, p. 133]). Según esto, pedir prestad o sería el
m étodo d e en riq u e cim ie n to m ás seguro, incluso p a ra los particulares.
P e ro si, por ejem plo, to m o en p ré stam o £ 100 a un interés anual
del 5 % , d e b e ré pagar £ 5 a l térm in o d el añ o , y suponiendo que
este a d elan to d u re 100 m illones d e años, en el ín terin sólo tendré
p a ra p re star £ 100 cad a año, del m ism o m odo q u e cada a ñ o ten d ré
q u e p a g a r £ 5. E n virtud d e este proceso jam ás llegaré a p restar
£ 105 si to m o prestadas £ 100. ¿Y de d ú b d e he de pag ar e l 5 % ?
M ed ian te nuevos em p réstito s o, si soy el estad o , m ed ian te im puestos.
P e ro si el c ap italista industrial to m a d in e to e n p réstam o , con una
g a n an cia dig am o s q u e del 1 5 % , d e b erá p a g ar 5 % de interés, 5 %
p a ra c onsum ir (p o r m ás q u e su a p etito crezca con sus ingresos) y
504
Más alto aun vuela en sus Observations on Reversionary P aym ents. .., Londres, 1772: “Un chelín colocado
al 6 % de interés compuesto cuando nació nuestro Reden
tor” (o sea, seguramente, en el Templo de Jerusalén)
“habría [. ..] aumentado hasta convertirse en una suma
mayor de lo que todo el sistema solar podría contener si
se hubiese transformado en una esfera igual en diámetro
al de la órbita de Saturno”. “Por ello, un estado no tiene
por qué verse jamás en dificultades, ya que con los ahorros
más modestos puede saldar las deudas más abultadas, en
tan poco tiempo como su interés lo requiera”, pp. xiii,
xiv). ¡Cuán bella introducción teórica a la deuda estatal
inglesa!
Price simplemente quedó deslumbrado por la mons
truosidad de los números que resultan de la progresión
geométrica. Puesto que consideraba al capital — sin tener
en cuenta las condiciones de la reproducción y del tra
bajo— como un autómata,® como un mero número que
se multiplica por sí solo (exactamente de la misma manera
que consideraba Malthus a los hombres en su progresión
geom étrica),'50' podía imaginar que había hallado la ley de
su crecimiento en la fórmula s = c (1 + 0 " siendo s —
suma de capital -+- interés compuesto, c = el capital ade
lantado, i = el tipo de interés (expresado en partes alícuo
tas de 100 ) y n el núméro de años durante los cuales
transcurre el proceso.
Pitt se toma completamente en serio la mistificación del
doctor Price. E n 1786, la Cámara de los Comunes había
decidido recaudar impuestos por un millón de libras ester-
5 % p a ra c apitalizarse. P o r lo tan to , ya se presupone un 15 % de
g anancia p a ra pagar c o n stan tem e n te un interés del 5 % . Si e l p ro
ceso prosigue, la tasa d e ganancia dism in u irá por los m otivos ya
expuestos, digam os que del 1 5 % al 1 0 % . P e ro P rice o lv id a por
com pleto que el interés del 5 % p resupone una tasa de ganancia
del 1 5 % , y hace persistir a la m ism a con la acu m u lació n del
capital. N o tiene p a ra n a d a e n cu en ta el proceso re al de acu m u
lación, sino solam ente el p restar d in e ro p a ra q u e reflu y a con
intereses com puestos. A él le resu lta totalm ente indiferente cóm o
se inicia esto, ya q u e ésa es, ni m ás ni m enos, la cualidad innata^
del capital que devenga interés.
" E n el original, p leonàsticam ente, “ selbstätigen A u to m a te n ” ,
“ a u tó m a ta a u to m á tico ”.
505
linas para obras de utilidad pública. Según Price, en quien
creía Pitt, naturalmente no había nada m ejor que gravar
al pueblo para “acumular” la suma recaudada de esta
suerte, y hacer que desapareciera, así, por arte de magia, la
deuda pública mediante el misterio del interés compuesto.
A esa resolución de la Cámara de los Comunes le siguió
pronto una ley que, a instancias de Pitt, disponía la acumu
lación de £, 250.000 “hasta que, con las rentas vitalicias
vencidas, ese fondo se incrementase a £. 4 .000.000 anua
les”. (A c t [ley] 26 , Jorge III, cap. 31.1" 71)
En su discurso de 1792, en el cual Pitt propuso incre
mentar la suma consagrada al fondo de amortización, citó
entre las causas de la preponderancia comercial de Ingla
terra las máquinas, el crédito, etc., pero “la acumulación
como causa más extendida y duradera. Este principio ya
está completamente desarrollado y suficientemente expli
cado en la obra de Smith, ese genio . . . Esta acumulación
de los capitales se produce reservando por lo menos una
parte de la ganancia anual para increm entar la suma prin
cipal, que debe emplearse de la misma m anera al año
siguiente, que de este modo da una ganancia continua ”.1" 81
De esta manera, y por mediación del doctor Price, Pitt
transforma la teoría de la acumulación de Smith en el
enriquecimiento de un pueblo por acumulación de deudas,
y arriba a la agradable progresión de los empréstitos hasta
el infinito: empréstitos para pagar empréstitos.
Ya en Josias Child, el padre del moderno sistema bancario, nos encontramos con que “ £. 100 al 10 % en 70
años, a interés compuesto, producirían £ 102.400” .1111,1
( Traité sur le com m erce. . . par J. Child, traduit, Amsterdam y Berlín, 1754, p. 115. Escrito en 1669.)
En el siguiente pasaje del Economist puede adver
tirse cómo la concepción del doctor Price se desliza
impensadamente dentro de la economía moderna: “El
capital con interés compuesto sobre cada porción de capital
ahorrado todo lo acapara ([is . . .] all-engrossing), a tal
punto que toda la riqueza del mundo, de la cual han
derivado los ingresos, se ha convertido, desde mucho
tiempo atrás, en interés de ca p ita l.. . T oda renta es actual
mente el pago de intereses sobre capital anteriormente
invertido en la tierra.” (Economist, 19 de julio de 1851.)
E n su carácter de capital que devenga interés, le corres
ponde al capital toda la riqueza que pueda ser absoluta
506
mente producida, y todo cuanto ha recibido hasta el pre
sente es sólo un pago a cuenta de su apetito all-engrossing.
Según sus leyes innatas le corresponde todo el plustrabajo
que jam ás pueda producir el género humano. Es el
M oloc .11201
H e aquí, finalmente, el siguiente galimatías del “rom án
tico” Müller: “El monstruoso acrecentamiento del interés
compuesto del doctor Price, o el de las fuerzas humanas
que se aceleran por sí solas, presupone, si es que ha de
provocar estos efectos descomunales, la existencia de un
orden uniforme, indiviso o sin fisuras durante varios
siglos. Una vez que el capital se divide, se lo corta en
varios acodos individuales, que siguen creciendo de por sí,
todo el proceso de la acumulación de fuerzas recomienza
desde un principio. La naturaleza ha distribuido la progre
sión de la fuerza a través de una órbita de unos 20 a 25
años, que en promedio le corresponden aproximadamente
a cada trabajador individual (!). Una vez transcurrido este
lapso, el trabajador abandona su órbita y debe transferir
a un nuevo trabajador el capital ganado mediante el interés
compuesto del trabajo, distribuyéndolo mayormente entre
varios trabajadores o hijos. Antes de que estos puedan
extraerle el verdadero interés compuesto al capital que les
corresponde, deben aprender a vivificarlo y emplearlo.
Además, una ingente cantidad del capital que gana la socie
dad civil, inclusive en las comunidades más dinámicas,
debe ser paulatinamente acumulado durante muchos años
y no empleado para una ampliación inmediata del trabajo,
sino que, antes bien, una vez que se ha reunido una suma
de consideración, debe ser transferida a otro individuo, a un
trabajador, un banco, o al estado bajo la denominación
de empréstito, ocasión en la cual el receptor, al poner
realmente en movimiento el capital, extrae del mismo un
interés compuesto, pudiendo comprometerse fácilmente a
pagarle un interés simple a quien lo aporta. Por último,
la ley del consumo, el apetito y el derroche reacciona
contra esas progresiones monstruosas en las que podrían
incrementarse las fuerzas de los hombres y su producto
si solamente rigiese la ley de la producción o del ahorro”.
(Adam Müller, loe. cit., ni, pp. 147-149.) |121)
Es imposible recopilar mayor número de horripilantes
disparates en menor número de líneas. Para no hablar de la
cómica confusión entre trabajador y capitalista, valor de
507
la fuerza de trabajo e interés del capital, etc., observemos
que pretende explicar la disminución del interés compuesto
a partir del hecho de que el capital se “presta”, con lo que
luego devenga “interés compuesto”. El procedimiento de
nuestro amigo Miiller es característico del romanticismo en
todos los terrenos. Su contenido consiste en prejuicios
cotidianos, extraídos de la más superficial apariencia
de las cosas. Este contenido erróneo y trivial ha de “ele
varse” y poetizarse luego mediante un m odo de expresión
mistificador.
El proceso de acumulación del capital puede concebirse
como una acumulación de interés compuesto en la medida
en que la parte de la ganancia (plusvalor) que se recon
vierte en capital, es decir que sirve para absorber nuevo
plustrabajo, puede denominarse interés. Sin embargo:
1) Haciendo abstracción de todas las interferencias
casuales, en el curso del proceso de reproducción se des
valoriza constantemente una gran parte del capital exis
tente, en mayor o menor grado, porque el valor de las
mercancías está determinado no por el tiempo de trabajo
que insume originariamente su producción, sino por el
tiempo de trabajo que insume su reproducción, y porque a
causa del desarrollo de la fuerza productiva social del
trabajo ese último tiempo de trabajo disminuye continua
mente. Por ello, en un nivel más elevado de desarrollo
de la productividad social, todo capital existente, en lugar
de aparecer como el resultado de un prolongado proceso de
ahorro de capital, se manifiesta como el resultado de un
tiempo de reproducción relativamente muy breve .81
2 ) Tal como se ha demostrado en la sección III de
este libro, la tasa de ganancia disminuye en form a direc
tamente proporcional al incremento de la acumulación del
capital y de la correspondiente fuerza productiva creciente
del trabajo social, la cual se expresa precisamente en la
cada vez mayor disminución relativa de la parte variable
del capital con respecto a la parte constante del mismo.
Para producir la misma tasa de ganancia si el capital
constante puesto en movimiento por un obrero se decuplica,
tendría que aum entar diez veces el tiempo de plustrabajo,
y pronto no bastaría todo el tiempo de trabajo, y ni
siquiera las 24 horas del día, inclusive si el capital se las
apropiase por completo. Pero la idea de que la tasa de
ganancia no se reduce constituye el fundamento de la pro
gresión de Price, y en general del “capital que todo lo
acapara ( all-engrossing) con interés compuesto ”.82
E n virtud de la identidad entre el plusvalor y el plustrabajo queda establecido un límite cualitativo para la
acumulación del capital: la ¡ornada global de trabajo, el
desarrollo de las fuerzas productivas y de la población
existente en cada caso, desarrollo que delimita el número
de las jornadas laborales simultáneamente explotables. Si,
en cambio, se concibe el plusvalor dentro de la forma
no conceptual del interés, el límite es sólo cuantitativo y
deja corta toda fantasía.
Pero en el capital que devenga interés queda consu
m ada la idea del fetiche capitalista, la idea que atribuye
al producto acumulado del trabajo, y por añadidura fijado
como dinero, la fuerza de generar plusvalor en virtud de
una cualidad secreta e innata, como un autóm ata puro, en
progresión geométrica, de manera que este producto acu
m ulado del trabajo, como sostiene el Economist, ya ha
descontado desde hace muchísimo tiempo toda la riqueza
del m undo y a perpetuidad como perteneciéndole y correspondiéndole por derecho. El producto de un trabajo
pretérito, el propio trabajo pretérito, se halla preñado aquí,
en sí y para sí, con una porción de plustrabajo vivo,
presente o futuro. E n cambio sabemos que, de hecho, la
conservación — y en tal medida también la reproducción—
del valor de los productos del trabajo pretérito son sólo
el resultado de su contacto con el trabajo vivo; y en
segundo lugar, que el comando de los productos del trabajo
pretérito sobre el plustrabajo vivo sólo dura mientras dure
la relación de capital, esa relación social determinada en la
cual el trabajo pretérito enfrenta, de m anera autónoma y
avasallante, al trabajo vivo.
82 “R esulta c la ro que n o h a y trab a jo , fu erza p ro d u c tiv a, ingenio
ni a rte que p u e d a re sp o n d er a las av asallad o ras d e m a n d as d el interés
com puesto. P ero to d o s los a h o rro s se efectú an a p a rtir del ré d ito del
capitalista, d e m o d o que, en re alid a d , estas d e m a n d as se efectúan
co n stantem ente, y con la m ism a c o n stan c ia se niega la prod u ctiv id ad
del tra b a jo a satisfacerlas. D e ese m o d o se establece c o n stan tem e n te
una especie de e q uilibrio.” (Labour Defended Against the C laim s of
Capital, p. 23. D e H odgskin.)
81 V éase M ili y C arey, así c o m o el equívoco co m e n tario de
R oscher al respecto. I,22l
508
509
CAPÍTULO XXV
CRÉD ITO Y C A PITA L F IC T IC IO a
El análisis exhaustivo del sistema crediticio y de los
instrumentos que éste crea para sí (dinero crediticio, etc.)
se halla fuera de nuestro plan. Sólo cabe poner de relieve
aquí algunos pocos puntos, necesarios para caracterizar
en general el modo capitalista de producción. Al hacerlo
sólo debemos ocuparnos de los créditos comercial y bancario. En cambio queda fuera de nuestro enfoque la
conexión entre el desarrollo de los mismos y el del crédito
público.
He expuesto anteriormente (libro i, cap. 111, 3, b ) b
cómo se forma, a partir de la circulación mercantil simple,
la función del dinero como medio de pago, y con ella una
relación de acreedor y deudor entre los productores y
comerciantes de mercancías. Con el desarrollo del comercio
y del modo capitalista de producción, que sólo produce
con miras a la circulación, se amplía, generaliza y perfec
ciona esta base natural del sistema crediticio. En general,
el dinero sólo funciona aquí como medio de pago, es
decir que la mercancía se vende no a cambio de dinero,
sino de la promesa escrita de pagar en una fecha determi
nada. Podemos agrupar aquí, en homenaje a la brevedad,
todas estas promesas de pago bajo la categoría general
“ E n el m an u scrito (i, p. 316), el títu lo d e e sta subdivisión es:
“5. C rédito. C a p ita l ficticio” . El “ 5” p a rec ería ser u n lapsus p o r “ 6” .
(R. 1157/2.)
b E n la presente edición, t. I, vol. 1, p. 164 y ss. L a referen cia
del tex to es de E ngels; en el m an u scrito M arx rem ite a Zur Kritik,
p. 122. (V éase R 1157/4.)
511
de letras de cambio. A su vez, estas letras circulan como
medios de pago hasta sus días de vencimiento y pago, y
constituyen el dinero comercial propiamente dicho. En la
m edida en que, en última instancia, se anulan por compen
sación de créditos y deudas, funcionan absolutamente
como dinero, por más que luego no se verifique una
transform ación definitiva en dinero. Así como estos ade
lantos recíprocos de productores y comerciantes entre sí
constituyen el fundamento real del crédito, así también su
instrum ento de circulación, la letra de cambio, constituye
la base del dinero crediticio propiamente dicho, de los
billetes de banco, etc. Éstos no se basan en la circulación
dineraria — trátese de la de dinero metálico o de billetes
bancarios del estado— sino en la circulación de las
letras de cambio.
William Leatham (banquero de Y orkshire), Letters
on the Currency, 2? edición, Londres, 1840: “Estim o que
el m onto total de las letras de cambio para el año íntegro de
1839 [. ..] fue de £. 528.493.842” (supone que las letras
de cambio extranjeras ascienden aproximadamente a V7a
del total) “y el monto de las letras que circularon simultá
neamente durante ese mismo año fue de £. 132.123.460”
(pp. 55, 5 6 ). “Las letras de cambio son un componente
de la circulación, cuyo monto es mayor que todo lo demás
reunido” (pp. 3, 4 ). “Esta enorme superestructura de
letras reposa (!) sobre la base constituida por el importe
de los billetes de banco y del oro; y si en el curso de los
acontecimientos esta base se estrecha demasiado, queda
en peligro su solidez e inclusive su existencia” (p. 8 ). “Si
se evalúa la circulación total (se refiere a los billetes de
banco) “y el im porte de las obligaciones de todos los bancos
por las cuales puede exigirse un pago inmediato al contado,
obtendremos una suma de 153 millones cuya transform a
ción en oro puede exigirse según la ley [.. .], y en cambio
14 millones en oro para satisfacer esta exigencia ” 11231
(p. 11). “Las letras de cambio no [ ...] pueden ser puestas
bajo control, salvo que se impida la abundancia de dinero
o las tasas de interés o descuento bajas que dan origen a
una parte de aquéllas y que incentivan esta grande y peli
grosa expansión. Es imposible decidir cuánto proviene de
transacciones reales, por ejemplo de compras y ventas
“ En la p rim era edición, “ 1 /5 ” .
512
reales, y qué parte ha sido de creación artificial (fictitious)
producida y sólo consiste en letras de colusión ,11241 es decir
letras que se extienden como relevo de otra antes de su
vencimiento, creando así capital ficticio por fabricación de
simples medios de circulación. Sé que en tiempos de dinero
abundante y barato, esto ocurre en grado enorme” (pp. 43,
4 4 ). James W hatm an Bosanquet, Metallic, Paper, and
Credit Currency,, Londres, 1842: “E l monto medio de los
pagos liquidados cada día de actividades comerciales en la
Clearing House [Cámara Com pensadora]” (donde los
banqueros londinenses intercambian recíprocamente los
cheques pagados y letras de cambio vencidas) “ es superior
a los 3 millones de libras esterlinas, y las reservas diarias
de dinero necesarias a ese fin son de poco más de
£ 200.000” (p. 86 ). {F. E. — E n 1889 la rotación global
de la Clearing House ascendió a 7 .6 1 8 % millones de
libras esterlinas, o sea, considerando alrededor de 300
jornadas de actividad comercial, un prom edio de 25 Vi
millones diarios.) “Las letras de cambio son, indiscuti
blemente, medios de circulación (currency), independiente
mente del dinero, en tanto transfieren propiedad de mano
en mano mediante el endoso” (pp. 92, 9 3 ) .11251 “E n pro
medio cabe suponer que toda letra de cambio circulante
lleva dos endosos, y [. . .] que, por lo tanto y término
medio, toda letra liquida dos pagos antes de su venci
miento. Según esto, parece que sólo por endoso las letras
de cambio mediaron una transferencia de propiedad por
valor del doble de 528 millones, o sea 1.056 millones de
libras esterlinas — más de 3 millones diarios— en el curso
de 1839. Por ello cabe la certeza de que en conjunto las
letras y los depósitos desempeñan funciones dinerarias,
por transferencia de propiedad de mano en mano y sin el
concurso del dinero, por un monto diario de por lo menos
18 millones de libras esterlinas” (p. 9 3 ).
Tooke dice lo siguiente acerca del crédito en general:
“El crédito, en su expresión más simple, es la confianza
bien o mal fundada que impulsa a alguien a confiarle a
otra persona cierto monto de capital en dinero o en mer
cancías estimadas en determ inado valor dinerario, importe
éste que siempre resulta pagadero luego de la expiración
de un plazo determinado. Cuando el capital se presta en
dinero, es decir en billetes de banco o en un crédito
en metálico o en una libranza sobre un corresponsal, se
513
efectúa un recargo de tanto o tanto por ciento sobre el
importe a reintegrar, en concepto de uso del capital.
E n el caso de mercancías cuyo valor dinerario ha sido
convenido entre las partes intervinientes, y cuya transfe
rencia constituye una venta, la suma estipulada y que ha
de ser abonada incluye una indemnización por el empleo del
capital y por el riesgo asumido hasta el momento del venci
miento. P or esta clase de créditos las más de las veces se
otorgan obligaciones de pago por escrito, sobre días de
vencimiento determinados. Y estas obligaciones o pagarés
transferibles constituyen el medio en virtud del cual los
prestamistas, cuando hallan la ocasión para el empleo de su
capital — sea en forma de dinero o de mercancías— antes
del plazo de expiración de estas letras de cambio, mayor
mente se encuentran en condiciones de pedir prestado o
com prar más barato por el hecho de que su propio crédito
resulta reforzado por el del segundo nombre que figura
en la letra de cambio” . (Inquiry into the Currency Prin
cipie, p. 87.)
Charles Coquelin, “Du crédit et des banques dans
l’industrie”, R evue des deux Mondes, 1842, t. 31 [, p. 797]:
“E n todos los países, la mayor parte de las operaciones
crediticias se lleva a cabo dentro del círculo de las propias
relaciones industriales . . . El productor de la materia prima
se la adelanta al fabricante que la elabora, obteniendo de
éste una prom esa de pago a plazo fijo. El fabricante, luego
de ejecutar su parte del trabajo, le adelanta a su vez su
producto, y en condiciones similares, a otro fabricante,
quien debe proseguir su elaboración, y de esta m anera el
crédito se extiende cada vez más, de uno a otro, hasta
llegar al consumidor. El comerciante al por mayor le
efectúa adelantos en mercancías al minorista, mientras que
él mismo los recibe del fabricante o del comisionista. Cada
cual tom a prestado con una mano y presta con la otra, a
veces dinero, pero mucho más a menudo productos. Se
lleva a cabo así, en las relaciones industriales, un inter
cambio incesante de adelantos que se combinan y entre
cruzan en todas direcciones. Precisamente en la multipli
cación y el crecimiento de estos adelantos recíprocos con
siste el desarrollo del crédito, y allí es donde se asienta
realmente su poderío” .
El otro aspecto del sistema crediticio se vincula al
desarrollo del comercio dinerario, que en la producción
514
capitalista avanza, naturalmente, al ritmo en que se desa
rrolla el comercio mercantil. Hemos visto en la sección
anterior (capítulo xix) cómo se concentra en manos de los
comerciantes dinerarios la custodia de los fondos de
reserva de los hombres de negocios, las operaciones técni
cas del cobro y pago de dinero, de los pagos internacionales,
y con ello del comercio en lingotes. Vinculado con este
comercio dinerario se desarrolla el otro aspecto del sistema
de crédito, la administración del capital que devenga interés
o del capital dinerario, en cuanto función particular de los
comerciantes en dinero. L a toma y concesión de dinero en
préstamo se convierte en su negocio particular. Actúan
como intermediarios entre los prestamistas reales y los
prestatarios de capital dinerario. En este aspecto, y expre
sado de una manera general, el negocio de los banqueros
consiste en concentrar en sus manos, en grandes cantidades,
el capital dinerario prestable, de modo que los banqueros,
en cuanto representantes de todos los prestamistas de
dinero, enfrentan a los capitalistas industriales y comercia
les, en lugar de hacerlo el prestamista dinerario individual.
Se convierten en los administradores generales del capital
dinerario. Por otro lado concentran a los prestatarios frente
a todos los prestamistas, ya que prestan para todo el mundo
comercial. Un banco representa por un lado la centrali
zación del capital dinerario, de los prestamistas, y por el
otro la centralización de los prestatarios. E n general, su
ganancia consiste en que toma prestado a un interés
menor al que, a su vez, presta.
El capital prestable del cual disponen los bancos afluye
a éstos de varias maneras. En primer lugar se concentra en
sus manos — puesto que son los cobradores de los capita
listas industriales— el capital dinerario que todo productor
y comerciante mantiene como fondo de reserva, o que
afluye a él en concepto de pagos. Estos fondos se trans
forman así en capital dinerario susceptible de ser prestado.
De esta manera, el fondo de reserva del mundo comercial se
restringe al mínimo necesario, por estar concentrado como
fondo común, y una parte del capital dinerario que de otro
modo dorm itaría como fondo de reserva se presta, funciona
como capital que devenga interés. E n segundo lugar el
capital prestable de los bancos se forma a partir de los
depósitos de los capitalistas dinerarios, quienes dejan en
manos de aquéllos el préstamo de dichos depósitos. Con el
515
desarrollo del sistema bancario, y en especial por cuanto
pagan un interés por los depósitos, se depositan además
en ellos todos los ahorros en dinero, así como el dinero
momentáneamente desocupado de todas las clases. Peque
ñas sumas, cada una de las cuales sería incapaz de obrar
como capital dinerario por sí sola, se reúnen en grandes
masas y forman de este modo una potencia dineraria. Hay
que diferenciar esta acumulación de pequeños importes, en
cuanto efecto especial del sistema bancario, de su papel
interm ediador entre los capitalistas financieros propiamente
dichos y los prestatarios. Por último, en los bancos tam
bién se depositan los réditos destinados a ser consumidos
sólo paulatinamente.
El préstamo (nos ocupamos aquí tan sólo del crédito
comercial propiamente dicho) ocurre por descuento de las
letras de cambio — transformación de las mismas en dinero
antes de su vencimiento— y por adelantos en diversas
formas: adelantos directos sobre el crédito personal, adelan
tos pignoraticios sobre papeles que devengan interés, títulos
estatales, acciones de toda especie, pero especialmente
también adelantos sobre conocimientos de carga, dock
warrants [certificados de depósito] y otros títulos de propie
dad autenticados de mercancías, por giro sobre los depó
sitos, etc.
A hora bien, el crédito otorgado por el banquero puede
serlo en diversas formas, por ejemplo en letras de cambio
contra otros bancos, cheques sobre los mismos, aperturas
de crédito de la misma especie, y por último, en el caso de
bancos autorizados a emitir billetes bancarios, en los propios
billetes de ese banco. El billete de banco no es otra cosa
que una letra de cambio contra el banquero, pagadero en
todo momento al portador, y con el que el banquero
sustituye las letras de cambio privadas. Esta última forma
del crédito le parece especialmente impresionante e impor
tante al profano, en primer lugar porque este tipo de
dinero crediticio surge a partir de la mera circulación
comercial e ingresa a la circulación general, en la cual
funciona como dinero; asimismo, porque en la mayor parte
de los países, los bancos principales que emiten billetes,
en su carácter de extraña mezcolanza entre banco nacional
y banco privado, tienen, de hecho, el crédito nacional a
sus espaldas, siendo sus billetes medios de pago más
o menos legales; porque aquí se ve que con lo que comercia
516
el banquero es con el propio crédito, puesto que el billete
de banco sólo representa un signo crediticio circulante.
Pero el banquero también comercia con el crédito en todas
las demás formas, inclusive cuando adelanta en efectivo
dinero depositado en sus arcas. De hecho, el billete de
banco no constituye otra cosa que la moneda del comercio
mayorista, y siempre es el depósito lo que tiene primordial
importancia en el caso de los bancos. L a mejor prueba de
ello la suministran los bancos escoceses.
Para nuestros fines no corresponde examinar más en
detalle los institutos especiales de crédito, así como las
formas particulares de los propios bancos. “Los banqueros
ejercen [ . . . ] una doble actividad. . . 1 ) reunir capital de
quienes no tienen una aplicación inmediata para el mismo,
y distribuirlo y transferirlo a otros que puedan utilizarlo.
[. ..] 2 ) Recibir depósitos de ingresos de sus clientes y
pagarles a éstos el importe a medida que lo necesiten
para sus gastos de consumo. La primera es circulación
de capital, la segunda es circulación de dinero (currency)
“Lo primero es concentración del capital por un lado y
distribución del mismo por el otro; lo segundo es adminis
tración de la circulación para los fines locales del distrito.”
Tooke, Inquiry into the Currency Principie, pp. 36, 37.
En el capítulo xxvm volveremos sobre este pasaje.
Reports of Committees, vol. vm , Commercial Distress,
vol. ii, parte i, 1847-48, Minutes óf Evidence. (E n lo
sucesivo citado como Commercial Distresss, 1847-48.) En
el decenio de 1840 en innumerables casos de descuento de
letras, en Londres, se aceptaban letras de cambio de un
banco al otro, de 21 días de curso, en lugar de los billetes
de banco. (Testimonio de Joseph Pease, banquero pro
vincial, n? 4636 y 4645.) Según el mismo informe, apenas
comenzaba a escasear el dinero, los banqueros acostumbra
ban dar regularmente esta clase de letras de cambio en
pago a sus clientes. Si el receptor quería billetes de banco,
debía redescontar esas letras de cambio. Para los bancos,
esto equivalía al privilegio de emitir dinero. Los señores
Jones Loyd and Co. pagaban de esa manera “desde tiem
pos inmemoriales”, cada vez que escaseaba el dinero y el
tipo de interés se hallaba por encima del 5 % . El cliente
estaba satisfecho de obtener esta clase de banker’s bilis
[letras de cambio bancarias] porque las letras de Jones Loyd
and Co. eran más fácilmente descontables que las suyas
517
propias; a menudo pasaban por las manos de 20 a 30
tenedores ( ibíd., n? 901 a 905, 992).
Todas estas formas sirven para hacer transferible la
exigencia de pago. “No existe prácticamente forma alguna
que pueda adoptar el crédito y en la cual no deba desem
peñar por momentos funciones dinerarias; ya sea esta
forma un billete de banco, una letra de cambio o un cheque,
el proceso y el resultado son, en esencia, los mismos.”
Fullarton, On the Regulation of Currencies, 2$ edición,
Londres, 1845, p. 38. “Los billetes de banco son el dinero
menudo del crédito” (p. 51).
El siguiente pasaje ha sido extraído de James William
Gilbart, The History and Principies of Banking, Londres,
1834: “El capital de un banco consta de dos partes: el
capital invertido (invested capital) y el capital bancario
(banking capital) prestado” (p. 117). “El capital bancario o capital tomado en préstamo se obtiene de tres m ane
ras: 1 ) por aceptación de depósitos, 2 ) por desembolso
de billetes de banco propios, y 3) por libramiento de
letras de cambio. Si alguien quiere prestarme gratuitamente
£ 100, y yo le presto a otro esas £ .1 0 0 por un interés del
4 % , ganaré £ 4 en el transcurso del año mediante esa
operación. De la misma manera, si alguien quiere aceptar
mi promesa de pago” ( / promise to pay [prometo pagar
= pagaré] es la fórmula habitual de los billetes bancarios
ingleses) “y devolvérmela a fin del año, pagándome el
4 % por ella, exactamente como si yo le hubiese prestado
las £ 100, gano £ 4 en virtud de esa transacción; y a su
vez, si en alguna ciudad de provincias alguien me trae
£ 1 0 0 con la condición de que 21 días más tarde debo
pagar ese importe a una tercera persona en Londres, cual
quier interés que yo pueda obtener en el ínterin con ese
dinero será mi ganancia. He aquí un resumen objetivo de
las operaciones de un banco y de la manera como se crea
un capital bancario mediante depósitos, billetes de banco
y letras de cambio” (p. 117). “Las ganancias de un ban
quero son, en general, proporcionales al monto de su
capital prestado o capital bancario [. . .] Para establecer
la ganancia real de un banco, debe deducirse de la ganancia
bruta el interés sobre el capital invertido. La diferencia la
constituye la ganancia bancaria” (p. 118). 11Los adelantos
de un banquero a sus clientes se efectúan con el dinero de
otras personas" (p. 146). “Precisamente los banqueros
518
que no emiten billetes de banco son quienes crean un capital
bancario mediante el descuento de letras. Aum entan sus
depósitos por medio de sus operaciones de descuento. Los
banqueros londinenses sólo descuentan para aquellas casas
que tienen abierta una cuenta de depósitos en su institu
ción” (p. 119). “Una firma que descuenta letras de cambio
en su banco.y que ha pagado intereses sobre el importe
total de dichas letras de cambio, debe dejar por lo menos
una parte de ese importe en manos del banco, sin obtener
intereses a cambio de él. De esta manera, el banquero
obtiene sobre el dinero adelantado una tasa de interés
más elevada que el tipo de interés corriente, creando su
capital bancario mediante el saldo que permanece en sus
manos” (p. 120). Economización de los fondos de reserva,
depósitos, cheques: “Los bancos de depósitos economizan,
mediante la transferencia de los saldos, el uso del medio
circulante [. . .], y liquidan negocios de elevado monto
con una suma reducida de dinero real. El bánquero emplea
en adelantos a sus clientes mediante descuentos, etc., el
dinero así liberado. Por ello, la transferencia de los saldos
eleva la eficiencia del sistema de depósitos [ . . . ] ” (p. 123).
“Tanto da que dos clientes que negocian entre sí tengan
sus cuentas en el mismo banco o en bancos diferentes.
Pues los banqueros intercambian sus cheques entre sí en la
clearing house [. ..]. De esta manera, por medio de la
transferencia el sistema de depósitos pudo extenderse
a tal punto que desplazó por completo el uso del metálico.
Si cada cual tuviese una cuenta de depósitos en el banco
y efectuase todos sus pagos mediante cheques [. . .], estos
cheques se convertirían en el único medio circulante. En
tal caso habría que suponer que los banqueros tendrían el
dinero en sus manos, pues de otro modo los cheques care
cerían de valor” (p. 124). La centralización del tráfico
local en manos de los bancos se realiza, en primer lugar,
a través de sucursales. Los bancos provinciales tienen
filiales en las ciudades más pequeñas de su ámbito de
influencia; los bancos londinenses los tienen en los diversos
barrios de Londres. Y, en segundo lugar, esa centralización
se efectúa a través de agencias. “Cada banco provincial
tiene un agente en Londres, para abonar allí sus billetes
y letras de cambio [. ..] y para percibir dinero abonado
por habitantes de Londres por cuenta de personas que
residen en la provincia” (p. 127). “Cada banquero acepta
519
los billetes del otro, y no vuelve a desembolsarlos. En
todas las ciudades relativamente importantes se reúnen
una a dos veces por semana e intercambian sus billetes.
El saldo se abona por transferencia sobre Londres”
(p. 134). “L a finalidad de la banca es la facilitación de los
negocios. Todo cuanto facilite los negocios, facilita asi
mismo la especulación. En muchos casos, los negocios
y la especulación están tan estrechamente ligados, que
resulta difícil decir dónde termina el negocio y dónde
comienza la especulación. . . En todas partes donde hay
bancos, es posible obtener capital más fácilmente y
más barato. L a baratura del capital impulsa la especu
lación, de la misma manera que la baratura de la carne
y la cerveza alienta la glotonería y el alcoholismo”
(pp. 137, 138). “Puesto que los bancos que emiten sus
propios billetes de banco siempre pagan con esos billetes,
puede parecer que su negocio de descuentos se efectúa
exclusivamente con el capital obtenido de esa manera, pero
no es así. Es muy posible que un banquero pague con sus
propios billetes todas las letras de cambio que ha descon
tado, y sin embargo las */10 partes de las letras de cambio
que se hallan en su poder pueden representar capital real.
Pues a pesar de que él mismo sólo ha dado sus propios
billetes de banco a cambio de dichos pagarés, estos billetes
no tienen por qué permanecer en circulación hasta tanto
expiren las letras. Es posible que éstas deban circular
durante tres meses, mientras que los billetes pueden retor
nar en tres días” (p. 172). “Que los clientes giren en
descubierto es una práctica comercial regular. De hecho es
la finalidad por la cual se garantiza un crédito en efectivo
. . . Los créditos en efectivo se garantizan no sólo mediante
la seguridad personal, sino también por depósito de títulos
y valores” (pp. 174, 175). “El capital adelantado sobre la
fianza de mercancías tiene los mismos efectos que cuando
se lo adelanta en el descuento de letras de cambio. Si
alguien pide prestadas £ 100 sobre caución de sus mercan
cías, ello es lo mismo que si las hubiese vendido por una
letra de cambio de £ 100 , descontando ésta en el banco.
En cambio, el adelanto le permite reservarse sus mercancías
hasta que se produzca una mejor situación del mercado,
evitando sacrificios que de otro modo hubiese debido
efectuar para obtener dinero con fines de urgencia”
(pp. 180, 181).
520
The Currency Theory Reviewed etc., pp. 62, 63: “Es
indiscutiblemente cierto que las £ 1.000 que deposito hoy
en A, mañana volverán a desembolsarse y constituirán un
depósito en B. Pasado mañana, nuevamente desembolsadas
por B, podrán constituir un depósito en C, y así sucesiva
mente hasta el infinito. De esta manera, esas £ 1.000 en
dinero pueden multiplicarse; mediante una serie de trans
ferencias, para constituir una suma absolutamente inde
terminable de depósitos. De ahí que sea posible que las
nueve décimas partes de todos los depósitos de Inglaterra
no tengan existencia alguna, salvo sus asientos en los libros
de los banqueros, cada uno de los cuales responde por su
p a rte . . . Así ocurre en Escocia, donde el dinero circulante”
(¡que por añadidura es casi exclusivamente dinero de
papel!} “jamás ha superado los 3 millones de libras ester
linas, mientras que los depósitos ascienden a 27 millones
[. ..]. Por consiguiente, mientras no se produzca una súbita
exigencia general de rembolso de los depósitos (a run on
the banks [una corrida bancaria]), las mismas £ 1.000 ,
viajando en sentido contrario, podrán compensar con la
misma facilidad una suma igualmente indeterminable. Pues
to que las mismas £ 1.000 con las que hoy saldo mi deuda
con un comerciante, m añana pueden saldar la deuda de
éste con otro comerciante, y pasado mañana la deuda
de este último con el banco, y así hasta el infinito; de
esta manera, las mismas £ 1.000 pueden ir de mano
en mano y de banco en banco, saldando cualquier suma de
depósitos imaginable.”
{F. E. — Hemos visto que ya en 1834 sabía Gilbart
que: “Todo cuanto facilite los negocios, facilita asimismo
la especulación. En muchos casos, los unos y la otra están
tan estrechamente ligados, que resulta difícil decir dónde
termina el negocio y dónde comienza la especulación ”.112®1
Cuanto mayor sea la facilidad con que puedan obtenerse
adelantos sobre mercancías no vendidas, tanto mayor núme
ro de estos adelantos se solicitarán, y tanta* mayor será la
tentación de fabricar mercancías o de lanzar mercancías
ya fabricadas a mercados distantes, con la única finalidad de
obtener de inmedito adelantos de dinero sobre ellas. La
historia comercial inglesa del período 1845-1847 nos brinda
un ejemplo patente de cómo todo el mundo de los negocios
puede ser presa en un país de semejante fiebre especulativa,
y cómo termina ese episodio. Aquí vemos qué puede hacer
521
el crédito. Agreguemos sólo algunas breves observaciones
preliminares para explicar los ejemplos que siguen.
A fines de 1842 comenzó a ceder la presión que había
debido soportar la industria inglesa casi ininterrumpida
mente desde 1837. Durante los dos años siguientes, la
demanda de productos industriales ingleses por parte del
extranjero aumentó aun más; en 1845-46 se produjo el
período de máxima prosperidad. En 1843, la Guerra del
O p io '127! había abierto las puertas de China al comercio
inglés. Este nuevo mercado ofrecía un nuevo pretexto a la
expansión que ya se hallaba en pleno auge, en especial
la de la industria algodonera. “¿Cómo podremos nunca
producir demasiado? Debemos vestir a 300 millones de
personas”, dijo por entonces a quien esto escribe un fabri
cante de Manchester. Pero todos los edificios fabriles, las
máquinas de vapor, hiladoras y telares recién instalados eran
insuficientes para absorber el plusvalor que afluía masiva
mente, a raudales, desde Lancashire. Con la misma pasión
con que se acrecentó la producción, se lanzaron a la cons
trucción de ferrocarriles; sólo aquí se saciaron las ansias
especulativas de fabricantes y comerciantes, y ello ya desde
el verano de 1844. Se suscribían cuantas acciones se podía,
vale decir hasta donde alcanzara el dinero para cubrir los
primeros pagos; ¡para el resto ya se encontraría alguna
salida! Luego, cuando sonó la hora de los pagos restantes
— según el punto 1.059 del Commercial Distress 18481857, el capital invertido en ferrocarriles en 1846-47
ascendió a alrededor de los 75 millones de libras ester
linas— debió acudirse al crédito, y las más de las veces
las actividades específicas de la firma tuvieron que resentirse
aun más.
Y en la mayoría de los casos, estas actividades específi
cas ya estaban sobrecargadas de por sí. Las tentadoras
ganancias elevadas habían inducido a operaciones muchí
simo más amplias de lo que justificaban los medios líquidos
disponibles. Pero el crédito ya estaba allí, fácilmente
obtenible y por añadidura barato. El descuento bancario
era bajo: del 1 % - 2 % % en 1844, inferior al 3 % en
1845, y luego en ascenso por breve lapso hasta el 5 %
(febrero de 1846), y en descenso nuevamente hasta el
3 Vá % en diciembre de 1846. El banco tenía en sus
sótanos reservas de oro de un monto inaudito. Todos los
valores bursátiles nacionales alcanzaron un nivel sin pre
522
cedentes. ¿Por qué dejar pasar esa hermosa oportunidad,
por qué no empeñarse animosamente y a fondo? ¿Por qué
no enviar a los mercados extranjeros, que languidecían de
anhelo por los productos fabriles ingleses, cuanta mercan
cía pudiese fabricarse? ¿Y por qué no habría de embolsar
el propio fabricante la doble ganancia derivada de la venta
del hilado y el tejido en el Lejano Oriente y de la venta en
Inglaterra de la carga que a cambio volvía en los barcos?
Surgió así el sistema de las consignaciones masivas,
contra adelantos, hacia la India y China, que muy pronto
se desarrolló para convertirse en un sistema de consigna
ciones sólo para obtener los adelantos, un sistema que se
describe en detalle en las notas sucesivas y que debía
concluir necesariamente en la saturación de los mercados
y en una crisis catastrófica [Krach].
Ese colapso se produjo como consecuencia de la mala
cosecha de 1846. Inglaterra, y especialmente Irlanda, nece
sitaron enormes importaciones de medios de subsistencia,
en especial de granos y papas. Pero los países que los
proveían sólo pudieron ser pagados en una ínfima parte
con productos industriales ingleses; hubo que dar metales
preciosos en pago: por lo menos salió al extranjero oro
por valor de 9 millones. De ese oro, 7 Vi millones cabales
egresaron de las reservas metálicas del Banco de Inglaterra,
con lo cual se paralizó sensiblemente la libertad de movi
mientos de éste en el mercado dinerario; los bancos restan
tes, cuyas reservas se hallan depositadas en el Banco de
Inglaterra, y que de hecho son idénticas a las reservas
de este banco, también debieron restringir su respaldo de
dinero; la corriente de los pagos, que fluía rápida y fácil
mente, comenzó a estancarse, primero en casos aislados, y
luego en forma generalizada. El descuento bancario, que
en enero de 1847 aún era del 3 - 3 1 / 2 % , ascendió al 7 %
en abril, cuando se desencadenó el primer pánico; luego,
durante el verano, se produjo aún un pequeño alivio tran
sitorio (6,5, 6 % ) , pero al fracasar también la nueva
cosecha el pánico volvió a estallar, esta vez con mayor
violencia aun. El descuento oficial mínimo del banco
ascendió en octubre al 7 % , en noviembre al 1 0 % , vale
decir que la parte inmensamente mayor de las letras de
cambio sólo podía descontarse a cambio de colosales
intereses usurarios, o bien no se la podía descontar en abso
luto; la paralización general de pagos llevó a la bancarrota
523
a una serie de las casas de primera magnitud, así como a
muchas medianas y pequeñas; el propio banco se halló en
peligro de tener que declararse en quiebra como conse
cuencia de las restricciones que le imponía la astuta ley
bancaria de 1844; entonces, ante la insistencia general, el
gobierno suspendió la ley bancaria el 25 de octubre, elimi
nando con ello las absurdas ataduras legales impuestas al
banco. A hora éste podía poner en circulación, sin ser
obstaculizado, su tesoro en billetes; puesto que el crédito
de estos billetes bancarios se hallaba efectivamente garan
tizado por el crédito de la nación, es decir que estaba
incólume, se produjo con ello de inmediato el alivio deci
sivo de la estrechez de dinero; naturalmente que aún
quebraron una cantidad de firmas grandes y pequeñas,
atascadas en un callejón sin salida, pero la culminación de
la crisis se había superado, el descuento bancario volvió
a descender al 5 % en diciembre ,3 y ya en el transcurso
de 1848 volvía a prepararse esa renovada actividad comer
cial que melló los movimientos revolucionarios del conti
nente en 1849, y que en la década de 1850 produjo,
primeramente, una prosperidad industrial inaudita hasta
entonces, aunque luego provocara asimismo la catástrofe
[Krach] de 1857.)
I) Acerca de la colosal desvalorización de los títulos
estatales y acciones durante la crisis de 1847 nos ilustra
un acta publicada por la House of Lords en 1848. Según
este documento, la baja de valor ascendía el 23 de octubre
de 1847, en comparación con los niveles del mes de febrero
del mismo año:
por títulos estatales ingleses ................. £ 93.824.217
por acciones de docks [muelles]
1.358.288
y canales ................................................. £
por acciones fe rro v ia ria s....................... £ 19.579.820
T otal: £ 114.762.325
II) Acerca de la estafa en el negocio de las Indias
Orientales, en el cual ya no se giraban letras de cambio
porque se había comprado mercancía, sino que se compraba
mercancía para poder librar letras de cambio descontables,
transformables en dinero, dice el Manchester Guardian
del 24 de noviembre de 1847:
“ E n la p rim e ra edición, “setiem b re” .
524
E n Londres, A hace que B le compre al fabricante C
en Manchester mercancías para embarcarlas a D en las
Indias Orientales. B le paga a C con letras de cambio a
seis meses, libradas por C contra B. A su vez, se cubre
asimismo mediante letras de cambio a seis meses contra A.
U na vez embarcada la mercancía, A libra también letras
a seis meses contra D sobre el conocimiento de carga
despachado. “Por consiguiente, tanto el com prador como
el remitente se hallan en posesión de fondos muchos
meses antes de pagar realmente las mercancías; y era muy
habitual que estas letras de cambio se renovasen, a su
vencimiento, con el pretexto de dar tiempo para el retorno
en un negocio a tan largo plazo. Sin embargo, por desgracia
las pérdidas en un negocio de esta índole no llevaron a su
limitación, sino justamente a su extensión. Cuanto más
se empobrecían los participantes, tanta mayor era su nece
sidad de comprar, para de ese modo hallar, en nuevos
adelantos, un sustituto para el capital perdido en las espe
culaciones anteriores. Las compras ya no se regulaban
según la oferta y la demanda, sino que se convertían en la
parte más im portante de las operaciones financieras de una
firma que se veía en aprietos. Pero éste es sólo un aspecto.
Lo mismo que ocurría de este lado con la exportación
de las mercancías manufacturadas, ocurría del otro lado
con la compra y embarque de productos. Casas de la India
que tenían crédito suficiente como para obtener el descuento
de sus letras de cambio, compraban azúcar, índigo, seda o
algodón, no porque los precios de com pra [ . .. ] prometiesen
una ganancia, en comparación con los últimos precios
londinenses, sino porque pronto vencían libranzas anteriores
sobre la casa de Londres, y había que cubrirlas. ¿Qué
podía ser más sencillo que comprar un cargamento de azú
car, pagarlo en letras a diez meses contra la casa londi
nense, y enviar a Londres los certificados de embarque
por correo internacional? Menos de dos meses más tarde,
los certificados de embarque de estas mercancías apenas
embarcadas [. . .] — y con ello las propias mercancías—
habían sido prendadas en Lom bard Street ,!1“ 1 y la casa
londinense obtenía dinero ocho meses antes del venci
miento de las letras de cambio libradas sobre ella. Y toda
esta operación iba viento en popa, sin interrupciones ni
contratiempos, mientras las casas de descuentos, hallasen
dinero en exceso para adelantarlo sobre los certificados de
525
embarque y dock warrants, y para descontar, hasta importes
ilimitados, las letras de cambio de las casas de la India
sobre «distinguidas» firmas de Mincing L añe11291.”
{F. E. — Este procedimiento fraudulento siguió en auge
mientras las mercancías con destino a la India y proce
dentes de ella debían doblar el Cabo de Buena Esperanza.
Desde que las mismas atraviesan el Canal de Suez, y
además en barcos de vapor, dicho método para fabricar
capital ficticio ha perdido su base de sustentación: la
prolongada travesía de las mercancías. Y desde que el telé
grafo hizo conocer al comerciante inglés el estado del
mercado indio, y al comerciante indio el estado del mercado
inglés en el mismo día, el procedimiento se tornó definiti
vamente imposible.}
III)
Lo que sigue ha sido extraído del informe ya
citado, Commercial Distress, 1847-1848: “En la última
semana de abril de 1847, el Banco de Inglaterra anunció
al Royal Bank de Liverpool que, a partir de la fecha,
disminuiría a la m itad sus operaciones de descuento con
este último. Esta comunicación tuvo efectos terribles,
porque en los últimos tiempos los pagos en Liverpool se
efectuaban en letras de cambio en proporción muchísimo
mayor que en efectivo, y porque los comerciantes que
habitualmente llevaban mucho dinero en efectivo al banco
para con él pagar sus aceptaciones, últimamente sólo podían
traer letras, que habían recibido ellos mismos a cambio de
su algodón y de otros productos. Este procedimiento se
había generalizado en sumo grado, y con ello la dificultad
en los negocios [. . .]. Las aceptaciones [.. .] que debía
pagar el banco por los comerciantes habían sido libradas
en su mayor parte sobre el exterior, compensándose en su
mayoría con los pagos obtenidos por los productos [ ...] .
Las letras que traían ahora los comerciantes [. ..] en lugar
del dinero en efectivo de antes [.. .], eran documentos de
diverso plazo de vencimiento y variada índole, un consi
derable número de letras bancarias a tres meses fecha, que
en su parte inmensamente mayor eran letras de cambio
contra algodón. Las letras eran aceptadas, cuando eran
letras bancarias, por banqueros londinenses, pero además
por comerciantes de toda índole, que operaban con Brasil,
Norteamérica, Canadá, las Indias Occidentales, etc. .. Los
comerciantes no giraban unos sobre otros, sino que los
clientes internos que habían comprado productos en Liver
526
pool los cubrían con letras de cambio contra bancos londi
nenses o con letras sobre otras casas de Londres, o bien
con letras contra algún otro cualquiera. La comunicación
del Banco de Inglaterra hizo que se abreviara el plazo de
vencimiento de las letras de cambio libradas contra pro
ductos extranjeros vendidos, que habitualmente era supe
rior, con frecuencia, a los tres meses” (pp. 26, 2 7 ).
Como hemos explicado anteriormente, el período de
prosperidad de 1844-1847 en Inglaterra estuvo vinculado
a la primera gran estafa ferroviaria. El informe citado
dice lo siguiente acerca de los efectos que produjo dicha
estafa sobre los negocios en general: “En abril de 1847,
casi todas las casas comerciales habían comenzado a ham
brear su negocio (to starve their business) en mayor o
menor medida [.. .] por inversión de una parte de su
capital comercial en ferrocarriles” (pp. 41, 4 2 ). “También
se tomaban préstamos a una elevada tasa de interés, por
ejemplo del 8 % , sobre acciones ferroviarias, de particu
lares, banqueros y compañías aseguradoras” (pp. 66, 6 7 ).
“Estos adelantos tan grandes de estas casas comerciales a
los ferrocarriles las indujeron, a su vez, a tomar demasiado
capital prestado en los bancos por medio de descuentos
de letras, para de esa m anera proseguir su propio negocio”
(p. 6 7 ). (P regunta:) “¿Diría usted que los pagos por
acciones ferroviarias contribuyeron mucho a la presión que
im peraba” {sobre el mercado dinerario} “en abril y octu
bre” {de 1847?} (R espuesta:) “Creo que prácticamente
no contribuyeron a la presión de abril. E n mi opinión,
hasta abril, y tal vez hasta entrado el verano, más bien
fortalecieron que debilitaron a los banqueros. Pues el
empleo real del dinero no se produjo en m odo alguno con
la misma celeridad que los pagos; a consecuencia de ello, a
principios del año, la mayor parte de los bancos tenían
en sus manos un monto bastante grande de fondos ferro
viarios” . {Esto resulta confirmado por numerosos testi
monios de banqueros en el C. D. 1848-1857.} “Ese monto
se fue reduciendo de m anera paulatina en el verano, y el
31 de diciembre era notoriamente menor. Una causa [ . . . ]
de la presión en octubre la constituyó la paulatina disminu
ción de los fondos ferroviarios en manos de los bancos;
entre el 22 de abril y el 31 de diciembre los saldos ferro
viarios que se hallaban en nuestras manos disminuyeron
en un tercio. Tales fueron los efectos de los pagos ferro
527
viarios [.. .] en toda Gran Bretaña; poco a poco fueron
reduciendo los depósitos de los bancos” (pp. 43, 4 4 ). Así
también dice Samuel Gurney (jefe de la tristemente célebre
firma Overend, Gurney & Co . ) : [1301 “En 1846 [.. .] hubo
una demanda considerablemente mayor de capital para
ferrocarriles [ ...] , pero no se elevó la tasa del interés [: . .].
Tuvo lugar una condensación de sumas pequeñas para for
mar grandes masas, las cuales fueron consumidas en nuestro
mercado; de modo que, en resumen, el efecto fue el de
lanzar mayor cantidad de dinero al mercado dinerario
de la City, y no tanto el de extraerlo” [p. 159].
Adam Hodgson, director de Liverpool Joint Stock
Bank, expone hasta qué punto las letras de cambio pueden
constituir una reserva para los banqueros: “Solíamos man
tener en cartera por lo menos las B/ 10 partes de todos nues
tros depósitos y todo el dinero que recibíamos de otras
personas, en letras de cambio que vencen día tras d í a . . .
a tal punto, que durante la época de la crisis el importe
de las letras de cambio que vencían a diario equivalía casi
al monto de las exigencias de pago que se nos formulaban
diariamente” (p. 53).
Letras de cambio especulativas. N9 5.092: “¿Quiénes
aceptaban principalmente las letras de cambio” (por la
venta de algodón)? {Robert Gardner, fabricante de algodón
muchas veces citado en esta obra:} “Los corredores de
mercancías; un comerciante compra algodón, se lo entrega
a un intermediario, libra letras sobre él, y las hace descon
tar.” N9 5.094. “ ¿Y las letras de cambio van a los bancos
de Liverpool y se descuentan allí? — Sí, y también en
cualquier otra parte . . . De no haber existido esta concesión
de crédito, principalmente otorgada por los bancos de
Liverpool, pienso que el año anterior el algodón hubiese
sido de 1 Vi a 2 peniques más barato por libra.” N9 600.
“Dijo usted que habrían circulado un ingente número de
letras de cambio libradas por especuladores sobre corre
dores de algodón en Liverpool; ¿lo mismo se aplica a sus
adelantos sobre letras de cambio contra otros productos
coloniales, además del algodón?” — {Adam Hodgson, ban
quero de Liverpool:} “Eso se aplica a toda clase de pro
ductos coloniales, pero muy especialmente al algodón.”
N? 601. “ ¿Trata usted de no aceptar, como banquero, esta
clase de letras? — De ninguna manera; las consideramos
letras totalmente legítimas, si se las mantiene en cantidad
528
m o derada. . . Esta clase de letras de cambio a menudo se
prorrogan.”
Estaja en el mercado de las Indias Orientales y de
China en 1847. Charles Turner (jefe de una de las princi
pales firmas de Liverpool dedicadas al comercio con las
Indias O rientales): “Todos conocemos los sucesos ocurri
dos en torno al comercio con la isla Mauricio y en otros
negocios similares. Los corredores estaban habituados [ .. .]
a efectuar adelantos sobre mercancías, no sólo después
de su llegada, pará cubrir las letras de cambio libradas
contra esas mercancías, lo cual es perfectamente correcto, y
adelantos sobre los conocimientos de carga . . . sino [.. .]
que efectuaban adelantos sobre el producto antes de que
éste fuese embarcado, y en algunos casos antes de su
fabricación. Por ejemplo, en un caso especial yo había
com prado en Calcuta letras de cambio por £ 6.000 ó
7.000; el producido de esas letras se derivó hacia la isla
Mauricio, para contribuir a la plantación de caña de azú
car; las letras llegaron a Inglaterra, y más de la mitad de
las mismas fue protestada; luego, al arribar finalmente los
embarques de azúcar con los cuales habían de pagarse
las letras, resultó que ese azúcar ya estaba prendado a ter
ceras personas antes de ser embarcado, o de hecho ya casi
lo estaba antes de estar refinado” (p. 7 8 ). “Las mercancías
para el mercado de las Indias Orientales actualmente deben
pagarse en efectivo al fabricante; pero eso no quiere decir
gran cosa, pues si el com prador tiene algún crédito en
Londres, libra sobre esa ciudad y descuenta allí la letra
de cambio, ya que actualmente el descuento es muy bajo en
Londres; con el dinero así obtenido le paga al fabricante . . .
por lo menos demora doce meses hasta que alguien que
haya embarcado mercancías hacia la India pueda recibir
de allí las mercancías enviadas a ca m b io . .. Un hombre
que posea £ 10.000 ó £ 15.000 y que inicie operaciones
con la India obtendría crédito por una suma considerable
en alguna casa londinense; a esa casa le daría el 1 % y
libraría sobre ella, a condición de que el producido de las
mercancías enviadas a la India fuese remitido a esta casa
de Londres, pero ambas partes se hallan tácitamente de
acuerdo en que la casa de Londres no tiene que efectuar
un adelanto real en efectivo; es decir, que las letras se
prorrogan hasta que llegan las mercancías enviadas a
cambio. Las letras fueron descontadas en Liverpool, Man529
chester [. . .], Londres [. ..] y no pocas de ellas se hallan
en poder de bancos escoceses” (p. 7 9 ). N? 786: “Hay una
casa que quebró recientemente en Londres; al examinar
los libros se descubrió lo siguiente: aquí hay una firma en
Manchester, y otra en Calcuta; las mismas abrieron un
crédito en la casa de Londres por £. 200.000; vale decir,
que los clientes de esta firma de M anchester, que enviaron
a la casa de Calcuta mercancías en consignación desde Glas
gow y Manchester, giraron sobre la casa de Londres hasta
el importe de £. 200 .000 ; al mismo tiempo se había conve
nido que la casa de Calcuta también librase £. 200.000
sobre la casa londinense; estas letras de cambio se vendieron
en Calcuta, con el producido se com praron otras letras, y
éstas se enviaron a Londres, para permitir que la casa
londinense pagase las primeras letras libradas por Glasgow
o M anchester [ ...] . De este modo, en virtud de ese único
negocio se lanzaron al mundo letras de cambio por valor
de £. 600.000.” i131> N? 971. “Actualmente, cuando una
casa en Calcuta compra un cargamento” para Inglaterra “y
lo paga con sus propias libranzas contra sus corresponsales
londinenses, enviándose a Londres los conocimientos de
carga, estos últimos [ . . . ] de inmediato resultan utilizables
para que dichos corresponsales obtengan adelantos en
Lom bard Street ;'12®1 es decir, que disponen de un plazo de
ocho meses durante el cual pueden utilizar el dinero, antes
de tener que pagar las letras a sus corresponsales.”
IV )
En 1848 sesionó una comisión secreta de la
Cámara Alta para investigar las causas de la crisis de 1847.
Los testimonios presentados ante esa comisión, sin em
bargo, no fueron publicados hasta 1857 ( Minutes oj Evidence, T a k.n Before the Secret Committee oj the H. oj L.
A ppointed to Inquire into the Causes oj Distress etc.,
1857; citado como C. D. 1848-1857). Ante esa comisión
declaró el señor Lister, dirigente del Union Bank of Liver
pool, entre otras cosas: 2.444. “En la primavera de 1847
imperaba una desmedida expansión del créd ito . . . porque
hubo hombres de negocios que transfirieron su capital de
sus empresas a los ferrocarriles, y no obstante querían
proseguir sus actividades con su antigua amplitud. Proba
blemente todos pensaran al principio que podrían vender
las acciones ferroviarias con ganancia, y de ese modo
reponer el dinero en el negocio. Quizá descubrieran que
ello no era posible, y recurrieran entonces en- su negocio
530
al crédito, cuando anteriormente pagaban al contado. De
allí surgió la expansión del crédito.”
2.500. “Esas letras de cambio f. . .], a causa de las
cuales experimentaron pérdidas los bancos que se hicieron
cargo de ellas, ¿eran letras de cambio principalmente contra
granos o contra algodón? . . . E ran letras contra productos
de toda índole: granos, algodón y azúcar, y productos [. ..]
de todas clases. No hubo entonces casi nada, acaso con la
excepción del aceite, que no haya rebajado de precio.”
2.506. “Un corredor que acepta una letra de cambio, no
lo hace sin estar suficientemente cubierto, inclusive contra
una baja de precio de la mercancía que le sirve de
cobertura.”
2.512. “Contra los productos se libran dos clases de
letras de cambio. A la prim era especie pertenece la letra
de cambio primitiva, librada desde el país de origen contra
el im portador. . . Las letras de cambio que se libran así
contra productos, a menudo vencen antes de arribar los
productos. Por eso, cuando llega la mercancía y el comer
ciante no tiene capital suficiente, debe prendársela al
corredor hasta tanto pueda venderla. Entonces se libra de
inmediato una letra de cambio de la otra clase, por parte
del comerciante de Liverpool contra el intermediario, con la
prenda de esa mercancía . . . será entonces cosa del ban
quero cerciorarse ante el corredor de si éste tiene la mer
cancía, y hasta dónde adelantó sobre ella. Debe conven
cerse de que el corredor tiene respaldo, para resarcirse en
caso de pérdida.”
2.516. “También recibimos letras de cambio del exte
rior . . . Alguien compra afuera una letra sobre Inglaterra,
y la envía a una casa en Inglaterra; la letra no nos indica
si ha sido librada con tino o sin él, si representa productos o
solamente aire.”
2.533. “Usted dijo que se vendieron productos extran
jeros de casi todo tipo con grandes pérdidas. ¿Cree usted
que ello ocurrió a causa de una especulación injustificada
en torno a esos productos? — Se originó en una importa
ción muy grande, cuando no había un consumo correspon
diente capaz de absorberla. Todas las apariencias indican
que el consumo descendió de manera muy significativa.”
2.534. “En o ctu b re. . . hubo productos casi invendibles.”
En el mismo informe, un conocedor de primer orden, el
honorable y taimado cuáquero Samuel Gurney, de Overend,
531
Gurney & Co., nos expresa cómo en el pináculo de la crisis
[Krach], se desarrolla un sauve qui peut [sálvese quien
pueda] general: 1.262. “Una vez que reina el pánico, el
hombre de negocios no se pregunta a qué interés puede in
vertir sus billetes de banco, o si perderá un 1 ó un 2 % en
la venta de sus bonos del tesoro, o el 3 % . Una vez que se
halla bajo el influjo del terror, en nada le interesa ganar o
perder; se pone a salvo, y que el resto del mundo haga
lo que le venga en gana.”
V)
Con respecto a la saturación recíproca de dos
mercados dice el señor Alexander, comerciante que opera
con las Indias Orientales, ante la comisión de la Cámara
Baja sobre la Ley Bancaria de 1857 (citado como B.C.,
1857): 4.330. “Por el momento, si desembolso 6 chelines
en Manchester, me devuelven 5 chelines en la India; si
desembolso 6 chelines en la India, me devuelven 5 chelines
en Londres.” De modo, pues, que el mercado indio resul
taba saturado por Inglaterra, y en la misma medida re
sultaba saturado el mercado inglés por la India. ¡Y esto
sucedía en el verano de 1857, apenas diez años después de
la amarga experiencia de 1847!
532
CAPÍTULO XXVI
LA ACUM ULACIÓN D EL CA PITA L D IN ER A R IO Y
SU IN FLU EN CIA SOBRE E L TIPO DE INTERÉS
“En Inglaterra se verifica una constante acumulación
de riqueza suplementaria, que tiene la tendencia a adoptar
finalmente la forma de dinero. Pero luego del afán de
obtener dinero, el deseo más perentorio es [. . .] el de desha
cerse nuevamente de él mediante alguna clase de inversión
que reporte interés o ganancia; pues el dinero como tal
nada reporta. Por ello, si al mismo tiempo que ese incesante
aflujo de capital excedentario no se opera una paulatina y
suficiente expansión del campo de actividades para el mis
mo, debemos estar expuestos a acumulaciones periódicas
de dinero en busca de inversión, que según las circunstan
cias serán de mayor o menor significación. Durante muchos
años, la deuda pública fue el gran medio absorbente de la
riqueza excedentaria de Inglaterra [. ..]. Luego de que
alcanzara su máximo en 1816 y ya no tuviese un efecto
absorbente, todos los años se hallaba una suma de por lo
menos 27 millones en busca de alguna otra posibilidad
de inversión. Además de esto se producían diversos rem
bolsos de ca p ita l.. . Empresas que requieren un gran
capital para su ejecución, y que de tiempo en tiempo cana
lizan el excedente de capital o cio so . . . son absolutamente
necesarias, cuando menos en nuestro país, para absorber
las acumulaciones periódicas de la riqueza excedentaria de
la sociedad que no pueden hallar lugar en los ramos habi
tuales de inversión.” ( The Currency Theory Reviewed,
Londres, 1845, pp. 32-34.) Acerca del año 1845 se dice
en la misma obra: “En un lapso brevísimo los precios han
533
ascendido vertiginosamente desde el punto más bajo de la
depresión . . . L a deuda estatal al tres por ciento se halla
casi a la par . . . El oro en los sótanos del Banco de Ingla
terra [ . . . ] excede cualquier monto anteriormente almace
nado allí. Las acciones de toda índole tienen precios
inauditos casi en todos los casos, y el tipo de interés ha
disminuido tanto que es casi nom inal. . . Todas ellas son
pruebas de que de nuevo nos hallamos hoy en presencia
de una enorme acumulación de riqueza ociosa en Ingla
terra, y que nuevamente se nos avecina un período de
actividad especulativa febril” ( ibíd., p. 36).
“Pese a que la importación de oro no es un signo seguro
de ganancia en el comercio exterior, sin embargo, prima
jacie, una parte de esta importación de oro representa,
en ausencia de otra explicación, tal ganancia.” (J. G.
Hubbard, The Currency and the Country, Londres, 1843,
pp. 40, 4 1 ). “Supongamos que en un período de negocios
constantemente buenos, precios remunerativos [.. .] y plena
[. ..] circulación de dinero, una mala cosecha diera origen
a una exportación de 5 millones de oro y a una importación
de cereales por el mismo monto. La circulación” {F . E . :
se refiere, como se verá de inmediato, no a los medios de
circulación, sino al capital dinerario ocioso} “disminuye
en ese mismo importe. Los particulares podrán poseer
cuantos medios de circulación se quiera, pero los depósitos
de los comerciantes en sus bancos, los saldos de los bancos
con sus corredores de dinero, y las reservas en sus arcas
habrán disminuido todos ellos, y la consecuencia inmediata
de esta disminución en el monto del capital ocioso será
una elevación en la tasa de interés, por ejemplo del 4 al
6 % . Puesto que la situación de los negocios es sana, la
confianza no se conmoverá, pero la cotización del crédito
experimentará un aumento” {ibíd., p. 4 2 ). “Si [. . .] los
precios mercantiles disminuyen en forma general [.. .], el
dinero excedentario refluirá hacia los bancos en la forma
de incremento de los depósitos, la abundancia de capital
desocupado hará descender la tasa de interés a un mínimo,
y este estado de cosas o bien persistirá hasta que precios
más elevados o negocios más animados hagan que retorne
al servicio el dinero ocioso, o bien se m antendrá hasta que
éste sea absorbido por inversión en valores o mercancías
extranjeros” (p. 68 ).
534
Los extractos siguientes pertenecen nuevamente al in
forme parlamentario sobre Commercial Distresss, 1847-48.
A causa de la mala cosecha y la ham bruna de 1846-47 se
hizo necesaria una gran importación de alimentos. “De ahí
el gran excedente de las importaciones sobre [ .. .] las ex
portaciones . . . De ahí el considerable drenaje de dinero en
los bancos y que aumentara el aflujo de personas [. . .] que
debían descontar letras hacia los corredores de descuentos
[. . .]. Éstos comenzaron a examinar las letras de cambio
más detenidamente [.. .]. Los créditos concedidos hasta ese
momento fueron muy seriamente restringidos, y entre las
casas débiles se produjeron quebrantos. Aquellas que [. . .]
contaban exclusivamente con el crédito [. ..] sucumbieron.
Esto aumentó la inquietud que ya se sentía desde antes;
banqueros y otros descubrieron que ya no podían contar,
con la misma seguridad que antes, con transform ar en
billetes de banco sus letras de cambio y otros títulos y
valores para poder cumplir con sus obligaciones; restrin
gieron aun más el crédito, y a menudo lo cortaron radical
mente; en muchos casos guardaban bajo llave sus billetes
de banco, para la futura cobertura de sus propias obliga
ciones, y preferían no cederlos. El desasosiego y la con
fusión aumentaban a diario, y sin la carta [ .. .] de lord
John Russell [. ..] se habría declarado la bancarrota gene
ral” (pp. 74, 7 5 ). La carta de Russell suspendió la ley
bancaria. El anteriormente mencionado Charles Turner
testimonia: “Algunas casas tenían grandes recursos, pero
que no eran líquidos. Todo su capital estaba inmovilizado
en fincas en la isla Mauricio o en fábricas de índigo o
ingenios azucareros. Después de haber contraído compro
misos por £ 500.000 a 600.000 carecían de recursos líqui
dos para pagar las correspondientes letras de cambio, y
finalmente se reveló que sólo podían pagar sus letras
mediante su crédito y hasta donde éste alcanzase” (p. 81).
Dice el mencionado Samuel Gurney:
[1664.] “Actualmente” (1 848) “impera una restricción
de las transacciones y una gran abundancia de dinero.”
N9 1.763. “No creo que haya sido la falta de capital lo
que produjera semejante alza de la tasa del interés; fue
el temor (the alarm ), la dificultad de conseguir billetes de
banco.”
En 1847, Inglaterra pagó por lo menos 9 millones
de libras esterlinas en oro al exterior por importación de
535
alimentos. De ellos, 7 Vi millones provenían del Banco
de Inglaterra y 1 Vi de otras fuentes (p. 301). Dice Morris,
gobernador del Banco de Inglaterra: “El 23 de octubre
de 1847, los fondos públicos y las acciones de canales y
ferrocarriles ya estaban depreciados en £ 114.752.225”
(p. 312). Del mismo Morris, al ser interrogado por lord
George Bentinck: [3.846.] “¿No sabe usted que todo el
capital invertido en títulos y productos de toda índole estaba
desvalorizado de la misma manera, que se enviaron materias
primas, algodón, seda y lana al continente a los mismos
precios ruinosos [ .. .], y que el azúcar, el café y el té se
liquidaron a vil precio en ventas forzadas? — E ra [ .. .]
inevitable que la nación realizase un considerable sacrificio
para contrarrestar el drenaje de oro que había ocasionado
la enorme importación de alimentos. — ¿No cree usted que
hubiese sido mejor echar mano a los 8 millones de libras
esterlinas que yacían en las arcas del banco, en lugar de
intentar recuperar el oro con tales sacrificios? — N o lo
creo así." H e aquí la explicación de este heroísmo. Disraeli
interroga al señor William Cotton, director y ex gobernador
del Banco de Inglaterra. “¿Cuáles fueron los dividendos
que obtuvieron los accionistas del banco en 1844? — Ese
año fueron del 7 % . — ¿Y los dividendos de 1847? — Del
9 % . — ¿Paga el banco el impuesto a los ingresos de sus
accionistas durante el año en curso? — Sí. — ¿También
10 hacía en 1844? — No. s¡t — Entonces esa ley bancaria”
(la de 1844) “favoreció en mucho los intereses de los
accionistas. ¿El resultado es, pues, que desde la promul
gación de la nueva ley los dividendos de los accionistas
se han elevado del 7 % al 9 % , y que además ahora es el
banco el que paga el impuesto a los ingresos, mientras que
antes debían pagarlos los accionistas? — Eso es totalmente
exacto.” (N os 4356-4361.)
Acerca del atesoramiento en los bancos durante la crisis
de 1847 dice Mr. Pease, un banquero de provincias: 4.605.
“Puesto que el banco se vio obligado a incrementar cada
s:! {F . E. — E s d e cir, q u e a n te rio rm e n te se fija b an e n prim er
térm in o los dividendos, y luego, al a b o n árselo s a c a d a accionista
individual, se d ed u cía el im puesto a los ingresos; p e ro después de
1844 se p a g ab a n p rim e ram e n te los im puestos, deducién d o lo s d e la
g a n an c ia global del banco, y se d istrib u ía n luego los dividendos
“ free o f In co m e T a x ” [“exentos d e im puestos a los ingresos” ]. P o r
consiguiente, e n este ú ltim o c aso los m ism os po rcen tajes nom inales
son m ay o res e n u n a sum a igual al im p o rte del im puesto.)
536
vez más su tasa de interés, los temores se generalizaron; los
bancos provinciales incrementaron los montos de dinero1132'
que se hallaban en su posesión, así como las reservas de
billetes; y muchos de nosotros, que habitualmente solíamos
retener acaso unos pocos cientos de libras en oro o billetes
de banco, almacenamos de inmediato miles y miles en
cajas fuertes y escritorios, puesto que reinaba gran incertidumbre acerca de los descuentos y de la capacidad de
circulación de [ . . . ] letras en el m ercado; y de esta manera
se produjo un atesoramiento general.” Un miembro de la
comisión observa: 4.691. “En consecuencia, cualquiera que
haya sido la causa durante los últimos 12 años, en todo
caso los resultados redundaron más en beneficio de los
judíos y del traficante de dinero que a favor de la clase
productiva en general.”
Tooke atestigua hasta dónde explota el comerciante
dinerario una época de crisis: “E n la industria metalúrgica
de Warwickshire y de Staffordshire se rechazaron muchí
simos pedidos de mercancías en 1847, porque la tasa de
interés que debía pagar el fabricante por el descuento
de sus letras hubiese devorado con creces todas sus
ganancias” (n? 5.451).
Tomemos ahora otro informe parlamentario, ya citado
anteriormente: Report of Select Committee on Bank Acts,
communicated from the Commons to the Lords, 1857
(citado en lo sucesivo como B .C ., 1857). En él se inte
rroga de la siguiente manera al señor Norman, director del
Banco de Inglaterra y lum brera de primera magnitud
entre los partidarios del currency p rin cip ie:^3'1
3.635. “Usted dijo que, en su opinión, la tasa de
interés no depende de la masa de billetes de banco, sino
de la oferta y demanda de capital. ¿Podría indicar usted
qué entiende por capital, además de billetes de banco y
dinero amonedado? — Creo que la definición habitual de
capital es: mercancías o servicios empleados en la produc
ción.” 3.636. “¿Incluye usted todas las mercancías en el
término capital cuando habla de la tasa de interés? — Todas
las mercancías empleadas en la producción.” 3.637. “¿In
cluye usted todo ello en la palabra capital cuando habla de
[ . . . ] la tasa de interés? — Sí. Supongamos que un fabri
cante algodonero necesite algodón para su fábrica; se lo
procurará entonces, probablemente, obteniendo un adelanto
de su banquero, y con los billetes de banco así obtenidos
537
viajará a Liverpool y com prará allí. Lo que necesita real
mente es el algodón; no necesita los billetes de banco ni el
oro, salvo como medios para obtener el algodón. O bien
necesita medios para pagar a sus obreros; entonces vuelve
a pedir prestados billetes, con los cuales paga el salario a
sus obreros; y éstos, a su vez, necesitan alimentos y vi
vienda, y el dinero es el medio para pagar por ello.”
3.638. “¿Pero por el dinero se paga un interés? — Cierta
mente, en primera instancia; pero tomemos otro caso.
Supongamos que compre el algodón a crédito, sin obtener
un adelanto en el banco; entonces, la diferencia entre el
precio por pago al contado y el precio a crédito en el mo
mento del vencimiento es lo que da la medida del interés.
El interés existiría inclusive si no existiese en absoluto el
dinero.”
Estas presuntuosas majaderías son totalmente dignas
de este pilar del currency principie. E n primer lugar, el
genial descubrimiento de que los billetes de banco o el oro
son medios para comprar algo, y que no se los pide pres
tados simplemente para tenerlos. Y de ello ha de despren
derse que la tasa del interés está regulada, ¿por qué cosa?
Por la oferta y la demanda de mercancías, oferta y
demanda de las que hasta el presente sólo sabíamos que
las mismas regulan los precios de mercado de las mercan
cías. Sin embargo, tasas de interés totalmente diferentes
resultan compatibles con precios de mercado constantes
de las mercancías. Pero signen entonces las astucias. La
observación correcta de “pero por el dinero se paga un
interés” implica naturalmente esta pregunta: ¿qué tiene
que ver con estas mercancías el interés que recibe el ban
quero, que no comercia en absoluto con mercancías? ¿Y no
obtienen acaso dinero al mismo tipo de interés fabricantes
que invierten ese dinero en mercados totalmente diferentes,
vale decir en mercados en los cuales impera una relación
totalmente diferente de oferta y demanda de las mercancías
utilizadas en la producción? Ante esta pregunta observa
este solemne genio que, cuando el fabricante compra algo
dón a crédito, “la diferencia entre el precio por pago al
contado y el precio a crédito en el momento del venci
miento es lo que da la medida del interés” . A la inversa.
La tasa del interés imperante, cuya regulación pretende
explicar el genio Norman, es la medida de la diferencia
entre el precio por pago al contado y el predio a crédito
538
hasta el momento del vencimiento. E n primer lugar hay
que vender el algodón a su precio por pago al contado, el
cual está determinado por el precio de mercado, regulado
a su vez por el estado de la oferta y la demanda. Digamos
que el precio es = £ 1.000. Con ello queda concertado
el negocio entre el fabricante y el corredor de algodón,
en la medida que respecta a la compra y la venta. Se agrega
entonces una segunda operación. Es ésta una transacción
entre prestamista y prestatario. Al fabricante se le adelanta
en algodón el valor de £ 1.000 , y debe rembolsarlo en
dinero, digamos que en tres meses. Y los intereses por
£ 1.000 por el término de tres meses, determinados por la
tasa de mercado del interés, constituyen entonces el re
cargo sobre y por encima del precio por pago al contado.
El precio del algodón está determinado por la oferta y la
demanda. Pero el precio del adelanto correspondiente
al valor del algodón, el precio de las £ 1.000 por tres
meses, está determinado por la tasa de interés. Y esto, el
hecho de que el propio algodón se convierte así en capital
dinerario, le demuestra al señor Norm an que el interés
existiría inclusive si no existiera en absoluto el dinero. En
todo caso, de no existir en absoluto el dinero, no existiría
tampoco una tasa general del interés.
En primer término se halla la vulgar idea del capital
como “mercancías utilizadas en la producción” . E n la
medida en que estas mercancías figuran como capital, su
valor como capital, a diferencia de su valor como mercan
cías, se expresa en la ganancia que se obtiene a partir de su
empleo productivo o comercial. Y la tasa de ganancia
siempre tiene ineludiblemente algo que ver con el precio
de mercado de las mercancías compradas y con su oferta y
demanda, pero además resulta determinada por circuns
tancias totalmente diferentes. Y no cabe duda de que la
tasa de interés tiene, en general, su límite en la tasa de
ganancia. Pero el señor Norm an ha de decimos precisa
mente cómo se determina ese límite. El mismo se determina
por la oferta y demanda de capital dinerario en cuanto
forma diferente de las restantes formas del capital. Podría
proseguirse interrogando entonces: ¿cómo se determina la
oferta y demanda de capital dinerario? No cabe duda alguna
de que existe una vinculación implícita entre la oferta de
capital material y la oferta de capital dinerario, así como
tampoco hay duda de que la demanda de capital dinerario
539
por parte de los capitalistas industriales está determinada
por las circunstancias de la producción real. En lugar de
ilustrarnos al respecto, Norm an nos obsequia la sabia
noción de que la demanda de capital dinerario no es
idéntica a la demanda de dinero en cuanto tal; y sólo nos
obsequia esa sagaz noción porque tanto en su fuero íntimo
como en el de Overstone y de los demás profetas de la
currency anida la mala conciencia de que, mediante una
intervención legislativa artificial, están empeñados en con
vertir en capital los medios de circulación en cuanto tales
y en elevar el tipo de interés.
Pasemos ahora a lord Overstone, alias Samuel Jones
Loyd, quien deberá explicar por qué cobra el 10 % por su
“dinero” debido a que el “ capital” es tan escaso en el país.
3.653. “Las fluctuaciones en la tasa de interés provie
nen de una de estas dos causas: de una alteración en el
valor del capital” (¡magnífico!, pues el valor del capital,
hablando en términos generales, ¡es precisamente el tipo
de interés! Por consiguiente, la modificación en la tasa del
interés deriva aquí de una modificación en la tasa del inte
rés. Tal como hemos demostrado más arriba, el “valor del
capital” jamás se concibe teóricamente de otro modo. O
bien, si el señor Overstone entiende por valor del capital
la tasa de la ganancia, entonces nuestro profundo pensador
llega a la conclusión de que la tasa de interés se ve
regulada por ¡la tasa de ganancia!) “o de una modificación
en la suma del dinero existente en el país. Todas las
grandes fluctuaciones del tipo de interés — grandes por su
duración o por la amplitud de la fluctuación— pueden
remontarse claramente a alteraciones en el valor del capital.
No puede haber ilustraciones prácticas más patentes de
este hecho que el aumento de la tasa de interés en 1847,
y nuevamente durante los últimos dos años (1855-56);
las fluctuaciones menores en la tasa de interés, originadas
en una modificación en la suma del dinero existente, son
pequeñas tanto en lo que respecta a su amplitud como a su
duración. Son frecuentes, y cuanto más [. . .] frecuentes
sean, tanto más efectivas resultan para su finalidad” . A
saber, la de enriquecer a los banqueros á la Overstone.
A este respecto, el amigo *1341 Samuel G um ey se expresa
muy ingenuamente ante el Committee of Lords, C. D.,
18 4 8 [-l857]: 1.324. “¿Cree usted que las grandes fluc
tuaciones en la tasa de interés que se verificaron el año
540
pasado fueron ventajosas para los banqueros y comerciantes
dinerarios, o no? — Creo que fueron ventajosas para los
comerciantes de dinero. Todas las fluctuaciones del negocio
son ventajosas para el hombre que está enterado (to the
knowing m an ).” 1.325. “¿No habrá de perder finalmente
el banquero con una tasa de interés elevada, a causa del
empobrecimiento de sus mejores clientes? — No, no creo
que se produzca ese efecto en grado perceptible.” Voilá
ce que parler veut dire [eso es hablar como se debe].
Ya volveremos sobre la influencia que la suma del
dinero existente ejerce sobre el tipo de interés. Pero desde
ya debemos señalar que, en este aspecto, Overstone vuelve
a incurrir en un quidproquo. La demanda de capital dine
rario aumentó por diversos motivos en 1847 (antes de octu
bre no había problemas de escasez de dinero, de “cantidad
del dinero existente”, como lo denominó más arriba .11351
Fueron ellos el encarecimiento de los cereales, el ascenso
de los precios del algodón, la invendibilidad del azúcar a
causa de la Sobreproducción, la especulación ferroviaria
y la crisis [Krach], el abarrotamiento de los mercados
extranjeros con mercancías de algodón, la anteriormente
descrita exportación e importación forzadas, hacia y desde
la India, a los meros fines de la libranza de letras de colu
sión. Todas estas cosas, tanto la sobreproducción en la
industria como la subproducción en la agricultura — vale
decir, causas totalmente diferentes— ocasionaron un incre
mento en la demanda de capital dinerario, es decir de
crédito y dinero. L a acrecentada demanda de capital dine
rario tenía sus causas en el desenvolvimiento del propio
proceso de producción. Pero cualquiera que fuera la causa,
era la demanda de capital dinerario la que hacía aumentar
el tipo de interés, el valor del capital dinerario. Si Over
stone pretende decir que el valor del capital dinerario
aumentaba porque aumentaba, ello constituye una tauto
logía. Pero si por “valor del capital” entiende aquí el au
mento en la tasa de ganancia como causa del aumento en
el tipo de interés, veremos de inmediato que está en un
error. L a dem anda de capital dinerario, y por ende el “valor
del capital” pueden aum entar aunque disminuya la ganan
cia; en cuanto disminuye la oferta relativa de capital
dinerario, aum enta su “valor”. Lo que Overstone pretende
dem ostrar es que la crisis de 1847 y la elevada tasa de
interés que la acompañó nada tuvieron que ver con la “can
541
tidad del dinero existente ”,111351 es decir con las disposi
ciones de la ley bancaria de 1844, por él inspirada; aunque
de hecho sí tuvo que ver con ellas, en la medida en que el
temor al agotamiento de las reservas bancarias — una crea
ción de Overstone— sumó un pánico dinerario a la crisis
de 1847-48. Pero no es éste aquí el punto en discusión.
Había una escasez de capital dinerario, causada por la
magnitud desmesurada de las operaciones en comparación
con los medios existentes y precipitada por la perturbación
del proceso de reproducción como consecuencia de una
cosecha fallida, de una inversión excesiva en ferrocarriles,
de la sobreproducción especialmente en mercancías algo
doneras, del fraudulento negocio con India y China, la
especulación, la sobreimportación de azúcar, etc. Lo que
a las personas que habían comprado granos a 120 cheli
nes por quarter les faltaba cuando esos cereales bajaron
a 60 chelines, era los 60 chelines que habían pagado de
más, y el correspondiente crédito por esa suma en adelan
tos prendarios sobre el cereal. No era en absoluto la falta
de billetes de banco lo que les impedía convertir sus ce
reales en dinero al precio viejo de 120 chelines. Otro tanto
ocurrió con quienes habían importado azúcar en exceso,
tornándose luego éste casi invendible. Lo mismo sucedió
con los señores que habían fijado su capital de circulación
(floating capital) en ferrocarriles, confiando en el crédito
para la reposición del mismo en su negocio “legítimo” . Para
Overstone, todo esto se expresa en una “percepción moral
del valor aumentado de su dinero (a moral sense of the
enhanced valué of his m oney)” . Pero a este valor aumen
tado del capital dinerario le correspondía directamente,
por el otro lado, el valor dinerario disminuido del capital
real (del capital mercantil y del capital productivo). El
valor del capital en una forma aumentaba porque dismi
nuía el valor del Capital en la otra. Pero Overstone trata
de identificar estos dos valores de diferentes variedades de
capital en un valor único del capital en general, y lo hace
oponiendo ambos a una falta de medios de circulación,
de dinero existente. Sin embargo, el mismo monto de capital
dinerario puede prestarse habiendo muy diferentes masas
de medios de circulación.
Tomemos entonces su ejemplo de 1847. El tipo oficial
de interés bancario era: enero, 3 - 3 Vi % . Febrero:
4 - 4 * / ¿ % . M arzo: en general 4 % . Abril • (p á n ic o ):
542
4 - 7 Vi % . Mayo: 5 - 5 Vi % . Junio: en promedio 5 % .
Julio: 5 % . Agosto: 5 j 5 Vi % . Setiembre: 5 % , con pe
queñas variaciones de 5 Va, 5 Vi, 6 % . Octubre: 5, 5 Vi,
7 % . Noviembre: 7 - 10 % . Diciembre: 7 - 5 % . En este
caso el interés aumentó porque disminuyeron las ganancias
y los valores dinerarios de las mercancías se redujeron
enormemente. Por lo tanto, cuando Overstone dice en
este caso que el tipo de interés aumentó en 1847 porque
aumentó el valor del capital, sólo puede entender aqui por
valor del capital el valor del capital dinerario, y el valor
del capital dinerario es precisamente el tipo de interés y
no otra cosa. Pero luego se descubre la hilaza, y se iden
tifica el valor del capital con la tasa de ganancia.
E n lo que respecta al elevado tipo de interés que se
pagaba en 1856, de hecho no sabía Overstone que, en
parte, éste era sólo un síntoma de que cobraba supremacía
la clase de caballeros del crédito que pagaban el interés no
con parte de la ganancia, sino con capital ajeno; apenas
un par de meses antes de la crisis de 1857 nuestro banquero
afirmaba que “los negocios gozaban de perfecta salud” .
Más adelante declara: 3.722. “La idea de que la ganan
cia de los negocios se destruye por aumento en la tasa
de interés es sumamente errónea. E n primer lugar, una
elevación en la tasa de interés raramente es de larga
duración; segundo, si es de larga duración y de importancia,
es, de hecho, un aumento en el valor del capital, y ¿por
qué aumenta el valor del capital? Porque ha aumentado
la tasa de ganancia” . Por fin nos enteramos aquí del sentido
que tiene el “valor del capital” . Por lo demás, la tasa de
ganancia puede permanecer elevada por un lapso más
prolongado, pero la ganancia empresarial puede disminuir
y aum entar el tipo de interés, de manera que el interés
devore la mayor parte de la ganancia.
3.724. “El aumento en la tasa de interés fue una conse
cuencia de la enorme expansión de los negocios en nuestro
país y de la gran elevación en la tasa de ganancia; y si
hay quejas en el sentido de que el aumento en la tasa de
interés destruye las mismas dos cosas que constituyeron
su propia causa, esas afirmaciones constituyen un absurdo
lógico del cual no se sabe qué decir.” Esto es exactamente
tan lógico como si dijese que la elevación de la tasa de
ganancia fue la consecuencia del aumento de los precios
de las mercancías por especulación, y que si hubiese quejas
543
en el sentido de que el aumento de precios destruye su
propia causa — es decir, la especulación— esas quejas
constituyen un absurdo lógico, etc. El hecho de que algo
pueda destruir finalmente su propia causa sólo constituye
un absurdo lógico para el usurero enamorado del elevado
tipo de interés. La grandeza de los romanos fue la causa
de sus conquistas, y sus conquistas destruyeron su grandeza.
La riqueza es la causa del lujo, y el lujo opera destructi
vamente sobre la riqueza. ¡Viejo camandulero! La idiotez
del actual mundo burgués no puede caracterizarse mejor
que por el respeto que infundiera a toda Inglaterra la
“lógica” del millonario, de este dunghill aristocrat [advene
dizo; aristócrata de muladar]. Por lo demás, si una elevada
tasa de ganancia y la expansión de los negocios pueden
ser causas de un elevado tipo de interés, no por ello un
elevado tipo de interés es, en modo alguno, causa de eleva
das ganancias. Y lo que cabe preguntarse precisamente
es si este elevado interés (tal como resultó realmente
durante la crisis) no se mantuvo o, más aun, si no ascendió
sólo entonces al cénit, luego de que la elevada tasa de
ganancia hubiera seguido, desde mucho tiempo atrás,
el camino de toda carne .11361
3.718. “En lo que a una gran elevación de la tasa de
descuento respecta, ello es una circunstancia emanada
por completo del valor acrecentado del capital, y creo
que cualquiera puede descubrir con total claridad la causa
de este valor acrecentado del capital. Ya he mencionado
el hecho de que durante los 13 años en cuyo transcurso
estuvo en vigencia esta ley bancaria, el comercio de Ingla
terra aumentó de 45 a 120 millones de libras esterlinas.
Reflexiónese acerca de todos los acontecimientos que
implican estos escuetos datos numéricos; piénsese en la
enorme demanda de capital que trae aparejada un acre
centamiento tan gigantesco del comercio, y medítese a la
vez en que la fuente natural de suministro para esta gran
demanda — vale decir, los ahorros anuales del país— fue
consumida durante los últimos tres o cuatro años en desem
bolsos no lucrativos destinados a la guerra. Confieso que
lo que me sorprende es que la tasa de interés no sea mucho
más alta aun; o, en otras palabras, me sorprende que la
estrechez de capitales producida como consecuencia de estas
gigantescas operaciones no sea mucho más aguda aun de lo
que ustedes ya han descubierto.”
544
¡Qué hermosa mezcolanza de palabras por parte de
nuestro lógico de la usura! ¡Helo aquí nuevamente con su
valor acrecentado del capital! Pareciera imaginarse que por
un lado se producía esta enorme expansión del proceso de
reproducción, es decir una acumulación de capital real,
mientras que por el otro había un “capital” por el cual
se originó una “enorme demanda” para producir este gi
gantesco incremento del comercio. ¿No fue acaso este
gigantesco acrecentamiento de la producción el propio
acrecentamiento del capital, y si creó la demanda, no creó
acaso también al mismo tiempo la oferta, así como inclusive,
al mismo tiempo, una oferta aum entada de capital dinerario? Si el tipo de interés se elevó mucho, ello sólo ocurrió
porque la demanda de capital dinerario aumentó con mayor
rapidez que la oferta, lo cual en otras palabras se reduce
a que al expandirse la producción industrial se expandió su
conducción sobre la base del sistema crediticio. En otros
términos, la expansión industrial real ocasionó un aumento
en la demanda de “crédito”, y esta última demanda es,
evidentemente, lo que nuestro banquero entiende por la
“enorme demanda de capital”. Con certeza que no fue la
expansión de la mera demanda de capital lo que elevó
el comercio exportador de 45 a 120 millones. Y además,
¿qué entiende Overstone cuando dice que los ahorros
anuales del país devorados por la Guerra de Crimea cons
tituyen la fuente natural de oferta para esta gran demanda?
En primer lugar, ¿con qué acumuló entonces Inglaterra
entre 1792 y 1815, período en que se libró una guerra
muy diferente a la pequeña G uerra de Crimea? Segundo, si
se agotó la fuente natural, ¿de qué fuente manó entonces el
capital? Como se sabe, Inglaterra no percibió adelantos
de naciones extranjeras. Pero si además de la fuente
natural existe también una fuente artificial, constituiría
un método gratísimo para una nación el de emplear la
fuente natural en la guerra y la fuente artificial en los
negocios. Sin embargo, si sólo existía el antiguo capital
dinerario, ¿podía éste duplicar su eficacia mediante un
elevado tipo de interés? Evidentemente, el señor Overstone
cree que los ahorros anuales del país (que, sin embargo,
en este caso presuntamente se habrían consum ido) sólo se
transform an en capital dinerario. Pero si no se efectuase
una acumulación real, es decir un aumento de la producción
y un incremento en los medios de producción, ¿de qué
545
serviría la acumulación, en forma dineraria, de títulos de
deuda sobre esta producción?
Overstone mezcla la elevación del “valor del capital”
que se desprende de una alta tasa de ganancia, con la
elevación que surge de un aumento en la demanda de capi
tal dinerario. Esta demanda puede ascender por causas
totalmente independientes de la tasa de ganancia. Él mismo
aduce como ejemplo que en 1847 esa demanda aumentó
a consecuencia de la desvalorización del capital real. Según
le convenga refiere el valor del capital al capital real o
bien al capital dinerario.
La deshonestidad de nuestro lord banquero, junto con
su estrecho punto de vista de banquero, que él lleva didác
ticamente al extremo, se muestra además en lo siguiente:
3.728. (Pregunta.) “H a dicho usted que, en su opinión,
la tasa de descuento no reviste significación esencial
para el comerciante; ¿tendría usted la bondad de decir qué
entiende usted por tasa habitual de ganancia?” El señor
Overstone declara “imposible” responder a esta pregunta.
3.729. “Suponiendo que la tasa media de ganancia sea del
7 - 10 % , una variación en la tasa de descuento del 2 %
al 7 u 8 % tendría que afectar esencialmente la tasa de
ganancia, ¿no es verdad?” (La propia pregunta confunde
la tasa de la ganancia empresarial con la tasa de ganancia,
pasando por alto que la tasa de ganancia es la fuente
común del interés y de la ganancia empresarial. La tasa de
interés puede dejar intacta la tasa de ganancia, pero no
la ganancia empresarial. He aquí la respuesta de Over
stone:) “En prim er lugar, los hombres de negocios no
pagarían una tasa de descuento que redujera esencialmente
su ganancia; preferirían paralizar sus actividades.” (Desde
luego, si pueden hacerlo sin arruinarse. M ientras su ganan
cia sea elevada pagan descuento porque quieren, y cuando
es baja, lo hacen porque se ven obligados a hacerlo.) “¿Qué
significa descuento? ¿Por qué descuenta alguien una letra
de cambio?. . . Porque desea obtener un capital m ayor” ;
(halte-la! [¡alto ahí!], porque desea anticipar el reflujo
dinerario de su capital inmovilizado y evitar la paralización
de su negocio. Porque debe cubrir pagos vencidos. Sólo
reclama un incremento de capital cuando sus negocios
marchan bien o cuando especula con capital ajeno, inclu
sive cuando le va mal. El descuento no es, en modo
alguno, exclusivamente un medio para expandir el nego
546
ció.) “¿Y por qué quiere obtener la disposición sobre un
capital mayor? Porque quiere emplear ese capital; ¿y por
qué quiere emplear ese capital? Porque hacerlo le resulta
lucrativo; pero no le resultaría lucrativo si el descuento
devorase sus ganancias.”
Este lógico pagado de sí mismo supone que las letras
sólo se descuentan para expandir el negocio, y que el
negocio se expande porque ello es lucrativo. El primer
supuesto es falso. El comerciante común descuenta para
anticipar la forma dineraria de su capital, y de esa manera
mantener la fluencia del proceso de reproducción; no
para expandir el negocio ni para obtener capital adicional,
sino para equilibrar el crédito que da con el crédito que
recibe. Y si pretende expandir su negocio sobre la base
del crédito, de poco le servirá el descuento de letras, que
es meramente la conversión de una forma de capital dine
rario, que ya se encuentra en sus manos, en otra forma;
en ese caso, optará por obtener un préstamo directo, a
plazo más largo. El especulador crediticio, con todo, hará
descontar sus letras de colusión para expandir su negocio,
para cubrir un negocio turbio con otro; no para obtener
ganancias, sino para entrar en posesión de capital ajeno.
Una vez que el señor Overstone ha identificado de
esta manera el descuento con el empréstito de capital adi
cional (en lugar de hacerlo con la transformación de letras,
que representan capital, en dinero en efectivo), emprende
la retirada no bien le aprietan las clavijas. 3.730. (Pre
gunta: ) “Una vez comprometidos en el negocio, ¿no
deben proseguir los comerciantes sus operaciones durante
cierto lapso a pesar de un aumento temporario del tipo
de interés? — (O verstone:) “No cabe duda de que, en
alguna transacción aislada, si alguien puede obtener la
posibilidad de disponer de capital a una tasa de interés
más baja en lugar de un interés elevado, considerando
las cosas desde ese limitado punto de vista, ello le resultará
agradable.” En cambio no es un punto de vista limitado
el que el señor Overstone súbitamente sólo entienda por
“capital” su capital de banquero, por lo cual considera
como hombre carente de capital a aquel que descuenta
letras de cambio en el banco de Overstone, por el hecho
de que el capital de ese cliente existe bajo la forma mer
cantil o porque la forma dineraria de su capital es una
547
letra de cambio que el señor Overstone convierte en otra
forma dineraria.
3.732. “Con referencia a la ley bancaria de 1844,
¿puede usted indicar cuál era la relación aproximada
entre la tasa de interés y la reserva áurea del banco;
si es correcto que cuando el oro en el banco ascendía
a 9 ó 10 millones, la tasa era del 6 ó 7 % , y que cuando el
oro ascendía a 16 millones, la tasa de interés se hallaba
aproximadamente en 3 a 4 % ? ” (E l interrogador quiere
obligarlo a explicar la tasa de interés, en la medida en que
se halla influida por la cantidad de oro existente en el banco,
a partir de la tasa de interés, en la medida en que se halla
influida por el valor del capital.) “No digo que sea éste
el caso . . . pero si lo fuera, en mi opinión tendríamos que
tom ar medidas más severas aun que las de 1844; pues si
fuese cierto que cuanto mayor sea la reserva áurea tanto
menor es la tasa del interés, entonces tendríamos que poner
manos a la obra, según este enfoque de las cosas, y elevar
las reservas áureas hasta un monto ilimitado, con lo cual
haríamos descender el interés a cero.” El interpelante Cayley, sin inmutarse ante esta broma de mal gusto, prosigue:
3.733. “Si así fuese, suponiendo que se devolviesen 5 millo
nes en oro al banco, en el curso de los próximos seis meses
las reservas áureas ascenderían a unos 16 millones, y supo
niendo que de ese modo la tasa de interés descendiese a
3 ó 4 % , ¿cómo podría afirmarse entonces que la baja
en la tasa de interés haya provenido de una gran disminu
ción en los negocios? — He dicho que la reciente gran alza
de la tasa de interés y no la baja de la misma está estre
chamente vinculada con la gran expansión de los negocios.”
Pero lo que dice Cayley es lo siguiente: si el aumento en la
tasa del interés, junto con la contracción de las reservas
áureas, es un signo de la expansión de los negocios, entonces
la baja en la tasa de interés, junto con la expansión de la
reserva áurea, debe ser un signo de declinación de los nego
cios. Overstone no posee respuesta alguna a esto. 3.736.
(Pregunta:} “Observo que usted” (en el texto siempre dice
Your Lordship [Su Señoría]) “ha dicho que el dinero es
el instrumento para obtener capital.” (Y éste es precisa
mente el error, el de concebirlo como un instrumento, ya
que es una forma del capital.) “Al disminuir las reservas
áureas” (del Banco de Inglaterra} “¿no consiste, por el
contrario, la gran dificultad en que los capitalistas no pue
548
den obtener dinero?” — (O verstone:) “No; no son los ca
pitalistas quienes tratan de obtener dinero, sino los no
capitalistas; ¿y por qué tratan de obtener d in ero ?. . .
Porque por medio del dinero obtienen el poder de disponer
del capital del capitalista, para m anejar los negocios de
personas que no son capitalistas.” Aquí declara rotunda
mente que los fabricantes y comerciantes no son capitalistas,
y que el capital del capitalista es sólo capital dinerario.
3.737. “¿Acaso las personas que libran letras de cambio
no son capitalistas? — Es posible que las personas que
libran letras sean capitalistas, y también es posible que no
lo sean.” Aquí cayó el chivo en el lazo.
Se le pregunta si acaso las letras de cambio de los
comerciantes no representan las mercancías que estos han
vendido o embarcado. Niega que estas letras representen
el valor de las mercancías al mismo punto que como el
billete de banco representa el oro. (3.740, 3.741.) Esto
es un tanto descarado.
3.742. “¿No es la finalidad del comerciante la de obtener
dinero? — No, obtener dinero no es la finalidad que se
persigue al librar la letra de cambio; obtener dinero es la
finalidad al descontar la letra de cambio.” Librar letras
de cambio es transform ar mercancía en una forma de
dinero crediticio, así como descontar letras es transform ar
ese dinero crediticio en otro dinero, más exactamente en
billetes de banco. De cualquier manera, aquí el señor
Overstone admite que la finalidad del descuento es la de
obtener dinero. Anteriormente sólo hacía descontar no para
trasm utar capital de una forma en otra, sino para obtener
capital adicional. 3.743. “¿Cuál es el gran deseo que expe
rimenta el mundo de los negocios bajo la presión de un
pánico como el ocurrido, según sus declaraciones, en 1825,
1837 y 1839? ¿Tratan de obtener capital, o dinero de curso
legal? — Su objetivo es el de poder disponer de capital
a fin de proseguir sus negocios.” Como el crédito escasea,
su objetivo consiste en obtener medios para pagar letras
vencidas, libradas contra ellos mismos, y para no tener que
malvender sus mercancías por debajo de sus precios. Si
ellos mismos no poseen capital alguno, desde luego que con
los medios de pago obtienen capital, simultáneamente,
porque reciben dinero sin equivalente. L a dem anda de
dinero en cuanto tal siempre consiste sólo en el deseo
de convertir valor de la forma de mercancía o de títulos de
549
deuda en la forma de dinero. De ahí también, al margen
de las crisis, la gran diferencia entre toma de capital en
préstamo y descuento, el cual sólo efectúa la mera conver
sión de obligaciones dinerarias de una forma en otra,
o en dinero real.
{F. E. — Yo, el editor, me permito interpolar aquí una
observación.
Tanto Norm an como Loyd-Overstone siempre presen
tan al banquero como alguien que “adelanta capital”, y a
su cliente como quien le pide “capital” . Así dice Overstone
que alguien descuenta letras de cambio en su institución
“porque desea obtener [. ..] capital” (3.729), y que a ese
mismo hombre le resulta agradable que “pueda obtener
la posibilidad de disponer de capital a una baja tasa de
interés” (3 .7 3 0 ).11371 “El dinero es el instrumento para
obtener capitar (3 .7 3 6 ), y en caso de pánico el gran
deseo que experimenta el mundo de los negocios es el de
“poder disponer de capital” (3 .7 4 3 ). Pese a toda la con
fusión de Loyd-Overstone acerca de qué es capital, surge
no obstante con claridad que califica de capital a aquello
que le da el banquero a su cliente comercial, en cuanto
capital que el cliente no posee anteriormente y que le
adelanta, que se adiciona al capital del cual el cliente dis
ponía hasta ese momento.
El banquero se ha habituado a tal punto a figurar
como distribuidor — en la forma del préstamo— del capital
social disponible en la forma dineraria, que cualquier
función en la cual entrega dinero se le antoja un préstamo.
Todo dinero que desembolsa se le antoja un adelanto. Si
el dinero se desembolsa directamente en un préstamo, ello
es literalmente exacto. Si está invertido en el descuento
de una letra, representa para él mismo, de hecho, un ade
lanto hasta el vencimiento de la letra. Se consolida así en
su mente la idea de que no puede efectuar pagos que no
sean adelantos. Y más exactamente adelantos no sólo en el
sentido de que cualquier inversión de dinero con el fin
de obtener un interés o una ganancia se considera en eco
nomía como un adelanto que el respectivo poseedor
del dinero, en su carácter de particular, se efectúa a sí
mismo en su carácter de empresario; sino adelantos en
el sentido determinado de que el banquero le entrega
al cliente, en préstamo, una suma que incrementa en dicha
550
proporción el capital que se halla a disposición de este
último.
Es esta idea la que, trasladada de la oficina del banco
a la economía política, ha creado la enm arañada contro
versia acerca de si lo que el banquero pone a disposición
de su cliente en dinero contante y sonante es capital, o si
es simplemente dinero, medio de circulación, currency.
Para dirimir esta controversia — simple en el fondo—
debemos situarnos en el punto de vista del cliente bancario.
Todo depende de lo que éste solicita y obtiene.
Si el banco le concede al cliente un préstamo simple
mente sobre su crédito personal, sin recaudos de garantía
por su parte, la cuestión es clara. En tal caso, el cliente
obtiene, sin condiciones, un adelanto de determinada mag
nitud de valor como adición al capital suyo empleado hasta
ese momento. Lo obtiene en forma dineraria; es decir, que
obtiene no sólo dinero, sino también capital dinerario.
Si obtiene el adelanto prestado a cambio de la prenda
de títulos y obligaciones, etc., ello es un adelanto en el
sentido de que se le ha abonado dinero a condición de que
lo reintegre. Pero no es un adelanto de capital. Pues los
títulos y obligaciones también representan capital, y por
cierto que un importe más elevado que el adelanto. Por
consiguiente, el receptor obtiene menos valor de capital
de lo que da en caución; ésta no es, en modo alguno para él,
una adquisición de capital adicional. No hace el negocio
porque necesite capital — cosa que tiene en sus títulos y
valores— , sino porque necesita dinero. Por lo tanto, en este
caso hay un adelanto de dinero, pero no de capital.
Si el adelanto se efectúa a cambio del descuento de
letras de cambio, desaparece asimismo la forma del ade
lanto. Nos hallamos en presencia de una compra y venta
pura. M ediante el endoso, la letra de cambio pasa a pro
piedad del banco, mientras que el dinero pasa a propiedad
del cliente; en este caso no hay necesidad de que el cliente
reintegre nada. Si el cliente compra dinero en efectivo con
una letra de cambio o con algún instrumento de crédito
similar, esa operación tiene tanto o tan poco de adelanto
como si hubiese comprado dinero en efectivo con su mer
cancía habitual, sea ésta algodón, hierro o cereales. Y menos
que nada puede hablarse aquí de un adelanto de capital.
Cualquier compra y venta entre dos comerciantes es una
transferencia de capital. Pero un adelanto sólo tiene lugar
551
cuando la transferencia de capital no es recíproca, sino
unilateral y a un plazo determinado. Por lo tanto, el ade
lanto de capital en virtud del descuento de letras de cambio
sólo puede producirse si se trata de una letra de colusión,
que no representa mercancía vendida alguna, y que no
acepta ningún banquero en cuanto la reconoce como lo
que es. Por consiguiente, en el negocio regular de los
descuentos, el cliente bancario no obtiene adelanto alguno,
ni en capital ni en dinero, sino que obtiene dinero a
cambio de mercancía vendida.
Los casos en los que el cliente del banco solicita y
obtiene capital se distinguen de manera neta, por ende, de
aquellos en los que meramente obtiene un adelanto de
dinero o en los que le com pra dinero al banco. Y puesto
que especialmente el señor Loyd-Overstone sólo en casos
rarísimos solía adelantar sus fondos sin cobertura alguna
(fue banquero de mi firma en M anchester), resulta igual
mente claro que sus bellas descripciones de las masas de
capital que los generosos banqueros adelantan a los fabri
cantes carentes de capital, son un tremendo embuste.
P or lo demás, en el capítulo x x x ii Marx dice, en lo
esencial, lo mismo: “La demanda de medios de pago es
mera demanda de convertibilidad en dinero, en la medida
en que los comerciantes y productores puedan ofrecer
buenas garantías; es demanda de capital dinerario, en tanto
no sea éste el caso, es decir en la medida en que un ade
lanto de medios de pago no sólo les confiera la forma
dineraria, sino también el equivalente del que carecen,
cualquiera que sea su forma, para pagar.”3 Dice luego en
el capítulo x x x n i: “En un sistema crediticio desarrollado,
en el cual el dinero se concentra en manos de los bancos,
son estos, cuando menos nominalmente, los que lo adelan
tan. Este adelanto sólo b se refiere al dinero que se halla
en circulación. Es adelanto de circulación, y no adelanto
de los capitales que ésta hace circular”.c También el señor
Chapman, quien bien debe saberlo, confirma la concepción
anterior de las operaciones de descuento, B. C., 1857: “El
banquero tiene la letra de cambio, el banquero ha com
prado la letra”. Evidence, pregunta 5.139.
* V éase
b E n la
c V éase
552
en el presente volum en,
1? edición, “ n o ” en vez
en el presente volum en,
p. 6 6 4 .113®1
de “sólo” .
pp. 6 8 4 -6 8 5 .1'139!
Por lo demás, en el capítulo xxvm a volveremos sobre
este tema.}
3.744. “¿Tendría usted la bondad de describir qué
entiende usted, realmente, por el término «capital»?”
— {Respuesta de Overstone':} “El capital consiste en di
versas mercancías mediante las cuales se lleva adelante
el negocio (capital consists of various commodities, by
the means of which trade is carried o n ); existe capital fijo,
y capital circulante. Sus barcos, sus depósitos, sus astille
ros [. ..] son capital fijo; sus alimentos, sus vestimentas, etc.,
son capital circulante” .
3.745. “¿Tiene el drenaje de oro hacia el extranjero
consecuencias nocivas para Inglaterra? — No, mientras se
asigne a esta palabra un sentido racional.” (A hora viene
la antigua teoría ricardiana del dinero.) “ . . . En el estado
natural de las cosas, el dinero del mundo se distribuye
entre los diversos países del globo en determinadas propor
ciones; esas proporciones son tales, que en semejante distri
bución” {del dinero} “el tráfico entre cualquier país, por
un lado, y todos los demás países del mundo, por el otro, es
un mero tráfico de trueque; pero hay influencias pertur
badoras que de tanto en tanto afectan esta distribución, y
cuando surgen estas influencias, una parte del dinero
de un país dado fluye hacia otros países”. 3.746. “Emplea
usted la palabra «dinero». Si le he comprendido bien ante
riormente, usted lo calificó de una pérdida de capital. — ¿A
qué califiqué de una pérdida de capital?” 3.747. “Al
drenaje de oro. — No, no he dicho tal cosa. Si usted trata
al oro como capital, entonces constituye indudablemente
una pérdida de capital; es la cesión de cierta proporción
del metal precioso que constituye el dinero mundial” .
3.748. “¿No dijo usted anteriormente que una alteración
en la tasa de descuento es un mero signo de una altera
ción en el valor del capital? — Sí.” 3.749. “¿Y que la tasa
de descuento varía, en general, con la reserva áurea del
Banco de Inglaterra? — Sí; pero ya he dicho que las fluc
tuaciones en la tasa de interés que se originan en un país a
causa de un cambio en la cantidad del dinero” (es decir
que en este caso entiende por esta cantidad la del oro
real) “son de muy poca m o n ta. . . ”
" V éase en el p resente
volum en,
pp. 587-589.
553
3.750. “¿Quiere decir usted entonces que se ha operado
una disminución de capital cuando se ha producido un
aumento prolongado, aunque solamente temporario, del
descuento por encima de la tasa habitual? — Una disminu
ción en cierto sentido de la palabra. La proporción entre
el capital y la demanda del mismo ha cambiado; pero
posiblemente por un aumento de la demanda, y no por
una disminución en la cantidad del capital.” (Pero acaba
de ser capital = dinero u oro, y algo antes aún se explicaba
el aumento del tipo de interés por la elevada tasa de
ganancia, resultante a su vez de la expansión del negocio
o del capital, y no de su restricción.)
3.751. “¿A qué capital se refiere usted aquí en espe
cial? — Eso depende por completo de qué tipo de capital
sea el que necesite cada persona. Es el capital que la
nación tiene a su disposición para proseguir sus negocios,
y si esa actividad se duplica, debe darse un gran aumento
en la demanda del capital con el cual debe proseguírsela.”
(Este astuto banquero duplica primeramente la actividad
comercial, y de inmediato la dem anda del capital con el
cual se la ha de duplicar. Siempre ve solamente a su cliente,
quien le reclama al señor Loyd un capital mayor para
duplicar sus negocios.) “El capital es como cualquier otra
mercancía” ; (pero el capital no es, según el señor Loyd,
otra cosa que la totalidad de las mercancías) “cambia de
precio” (por consiguiente, las mercancías cambian de precio
dos veces: una vez qua [como] mercancías, y otra qua
capital) “según la oferta y la demanda.”
3.752. “Las fluctuaciones en la tasa de descuento se
hallan vinculadas, en general, con las fluctuaciones en la
cantidad de oro que hay en el tesoro del banco. ¿Es éste
el capital al que usted se refiere? — N o.” 3.753. “¿Puede
indicar usted un ejemplo en que había acumulada una gran
reserva de capital en el Banco de Inglaterra, y que al
mismo tiempo fuese elevada la tasa de descuento? — E n el
Banco de Inglaterra no se acumula capital, sino dinero.”
3.754. “H a declarado usted que la tasa de interés depende
de la cantidad del capital; ¿tendría usted la bondad de
indicar a qué capital se refiere, y si puede citar algún
ejemplo en que haya habido una gran reserva áurea en el
banco, y que al mismo tiempo la tasa de interés haya sido
elevada? — Es muy probable ” (¡ajá!) “que la acumulación
de oro en el banco pueda coincidir con una baja tasa de
554
interés, porque un período de escasa demanda de capital”
(m ás exactamente, de capital dinerario; la época de la que
se trata aquí — 1844 y 1845— fue una era de prosperidad)
“es un período durante el cual, naturalmente, puede acu
mularse el medio o instrumento en virtud del cual se puede
disponer de capital.” 3.755. “¿Cree usted, entonces, que no
hay una conexión entre la tasa de descuento y la masa
de oro que hay en el tesoro del banco? — Es posible que sí
haya una conexión, pero no se trata de una vinculación
de principio” ; (pero su ley bancaria de 1844 precisamente
convierte esa conexión en el principio del Banco de Ingla
terra: el de regular el tipo de interés según la cantidad de
oro que se halla en su poder) “pueden ocurrir simultá
neamente (there may be a coincidence of tim e).” 3.758.
“¿Intenta decir usted, entonces, que la dificultad para los
comerciantes locales, en tiempos de escasez de dinero y
como consecuencia de la elevada tasa de descuento, con
siste en conseguir capital, y no en conseguir dinero? — Está
mezclando usted dos cosas que yo no vinculo en esta forma;
la dificultad consiste en conseguir capital, y la dificultad es
asimismo la de conseguir d in e ro . . . La dificultad de con
seguir dinero y la dificultad de conseguir capital es la
misma dificultad, considerada en dos etapas diferentes
de su transcurso.” Una vez más el pez ha caído en la red.
La primera dificultad consiste en descontar una letra de
cambio u obtener un adelanto con garantía sobre mercan
cías. Es la dificultad de transform ar en dinero un capital
o un signo de valor comercial correspondiente a un capi
tal. Y esta dificultad se expresa, entre otras cosas, en un
elevado tipo de interés. Pero una vez que se ha obtenido
el dinero, ¿en qué consiste entonces la segunda dificultad?
Si sólo se trata de pagar, ¿halla alguien dificultades en
desembarazarse de su dinero? Y si se trata de comprar,
¿cuándo ha tenido nadie dificultades para copiprar en tiem
pos de crisis? Y suponiendo asimismo que esto se refiriese
al caso particular de un encarecimiento de los cereales, del
algodón, etc., entonces esta dificultad sólo podría mani
festarse no en el valor del capital dinerario — es decir, en
el tipo de interés— sino en el precio de la mercancía; y
esta dificultad se halla superada, ciertamente, por el hecho
de que nuestro hombre posee ahora el dinero para com
prarla.
555
3.760. “¿Pero una tasa más elevada de descuento es
una dificultad mayor para obtener dinero? — Es una mayor
dificultad para obtener dinero, pero lo que importa no es
la posesión del dinero; se trata sólo de la forma” (y esta
forma lleva ganancias a los bolsillos del banquero) “en
que se presenta la dificultad mayor de obtener capital en
las complejas ¡relaciones de un estado civilizado.”
3.763. {Respuesta de Overstone:} “El banquero es el
intermediario que por un lado recibe depósitos y por el otro
emplea esos depósitos al confiarlos, en forma de capital,
a manos de personas que, etc.” Aquí tenemos, por fin,
qué es lo que él entiende por capital. Transform a el dinero
en capital al “confiarlo” o, menos eufemísticamente, al
prestarlo a intereses.
Luego de que el señor Overstone dijese anteriormente
que la modificación en la tasa del descuento no guardaría
una relación fundamental con la variación en el monto de
las reservas áureas del banco o con la cantidad del dinero
existente, sino que a lo sumo estaría en conexión con la
simultaneidad, repite:
3.805. “Si el dinero que hay en el país disminuye
en virtud de su drenaje, aumenta su valor, y el Banco de
Inglaterra debe ajustarse a esta alternación en el valor del
dinero.” (Es decir, en el valor del dinero como capital, o en
otras palabras, en el tipo de interés, pues el valor del dinero
com o dinero, com parado con las mercancías, sigue siendo
el mismo.) “Lo cual se expresa técnicamente diciendo que
aquélla eleva la tasa de interés.”
3.819. “Jam ás confundo ambas cosas.” A saber, el di
nero y el capital, y ello por la sencilla razón de que jamás
las diferencia.
3.834. “La enorme suma que debió pagarse” (por
cereales en 1847) “para el mantenimiento vital necesario
del país, y que de hecho era capitaF'.
3.841. “Las fluctuaciones en la tasa de descuento
tienen, indudablemente, Una estrechísima relación con el
estado de la reserva áurea” {del Banco de Inglaterra),
“pues el estado de la reserva es el índi</e del aumento o de
la disminución en la cantidad de dinero existente en el país;
en la proporción en que aumente o disminuya el dinero que
hay en el país, aum entará o disminuirá el valor del dinero,
y la tasa bancaria de descuento se ajustará a éllo.” Por
556
consiguiente, aquí admite lo que negaba de una vez por
todas en el n? 3.755. 3.842. “Hay una estrecha conexión
entre ambas.” Es decir, entre la cantidad de oro que hay
en el issue department [departamento de emisión] y la
reserva de billetes en el banking department [departamento
bancario]. Aquí explica la modificación en el tipo de
interés a partir de la modificación en la cantidad del dinero.
Sin embargo, lo que dice es erróneo. Las reservas pueden
disminuir porque aumenta el dinero circulante en el país.
Tal es el caso cuando el público retira más billetes y no
disminuyen las reservas en metálico. Pero en ese caso
aumenta el tipo de interés, pues entonces el capital ban
cario del Banco de Inglaterra está limitado según la ley
de 1844. Pero de esto no debe hablar, ya que a causa de
esta ley los dos departamentos del banco no tienen nada
en común.
3.859. “Una elevada tasa de ganancia siempre ocasio
nará una gran demanda de capital; una gran demanda de
capital siempre acrecentará su valor.” Aquí tenemos final
mente la conexión entre una elevada tasa de ganancia y la
demanda de capital, tal como se la imagina Overstone. Así,
por ejemplo, en 1844-45 imperaba en la industria algo
donera una elevada tasa de ganancia, porque a pesar de
una fuerte demanda de mercancías de algodón, el algodón
en ram a era barato y siguió siéndolo. El valor del capital
(y según un pasaje anterior Overstone denomina capital a lo
que cada cual necesita en su negocio), es decir en este caso
el valor del algodón en rama, no se aumentó para el fabri
cante. Ahora bien, es posible que la elevada tasa de ganan
cia haya inducido a más de un fabricante de algodón a
tom ar dinero prestado para ampliar sus actividades. A con
secuencia de ello aumentó su demanda de capital dinerario,
y no de otra cosa alguna.
3.889. “El oro puede ser dinero o no, exactamente
lo mismo que como el papel puede ser un billete de banco
o no.”
3.896. “¿He entendido bien a usted, entonces, cuando
interpreto que abandona el principio que aplicara en 1840,
el de que las fluctuaciones en los billetes del Banco de
Inglaterra en circulación deberían ajustarse a las fluctua
ciones en el monto de las reservas áureas? — Lo abandono
en la medida en que . . . con arreglo al estado actual de
nuestros conocimientos, a los billetes circulantes aun debe
557
mos agregarles los billetes depositados en la reserva ban
cad a del Banco de Inglaterra.” Esto es superlativo. L a
determinación arbitraria de que el banco confeccione tantos
billetes de papel como oro haya en su tesoro y 14 millones
más, hace naturalmente que su emisión de billetes fluctúe
con las fluctuaciones del tesoro áureo. Pero puesto, que
“el estado actual de nuestros conocimientos” demostró cla
ramente que la masa de billetes que puede fabricar el banco
conforme a ello (y que el issue department transfiere al
banking departm ent), que esa circulación entre los dos
departamentos del Banco de Inglaterra, fluctuante con las
fluctuaciones de las reservas áureas, no determina las fluc
tuaciones en la circulación de los billetes de banco fuera
de las paredes del Banco de Inglaterra, entonces esta última
circulación, la circulación real, resulta indiferente ahora
para la administración bancaria, y sólo será decisiva la
circulación entre los dos departamentos del banco, cuya
diferencia con respecto a la circulación real se manifiesta
en la reserva. Para el mundo exterior sólo tiene importancia
en la medida en que es índice de la reserva, hasta dónde
se aproxima el banco al máximo legal de su emisión de
billetes, y cuánto podrán obtener aún del banking depart
m ent los clientes del banco.
He aquí el siguiente y brillante ejemplo de la mala
fides [mala fe] de Overstone:
4.243. “En su opinión, ¿oscila la cantidad del capital,
de un mes al otro, en grado tal que ello altera su valor de la
manera en que lo hemos visto durante los últimos años en
las fluctuaciones de la tasa de descuento? — L a relación
entre oferta y dem anda de capital puede fluctuar, induda
blemente, inclusive en lapsos breves . . . Si m añana anuncia
Francia que está dispuesta a recibir un empréstito muy con
siderable, es indudable que ello ocasionará de inmediato
una gran alteración en el valor del dinero, es decir en el
valor del capital en Inglaterra.”
4.245. “Si Francia anuncia que necesita súbitamente
30 millones en mercancías para algún fin, se producirá
una gran dem anda de capital, para emplear la expresión
más científica y más sencilla.”
4.246. “El capital que Francia quisiera comprar con
su empréstito es una cosa; el dinero con el cual lo com pra
Francia, es otra', ¿es el dinero lo que modifica Su valor, o
558
no? — Volvemos aquí al antiguo problema, y creo que éste
es más apropiado para el gabinete de un estudioso que
para este recinto de comisión.” Y con ello se retira, pero
no a su gabinete.84
84 {F . E . — M ás p o rm en o re s a ce rca d e la co n fu sió n co n cep tu al
d e O verstone en c u estio n es q u e a ta ñ e n al cap ital se b rin d a n a l fin al
del c ap ítu lo x x x ii .)
559
CAPÍTULO XXVII
E L PA PEL D EL C R ÉD ITO EN LA
PRODUCCIÓN CAPITALISTA
Las observaciones generales que hemos tenido ocasión
de efectuar hasta el presente acerca del sistema crediticio
fueron las siguientes:
I) Necesaria formación del mismo para mediar la nive
lación de la tasa de ganancia o el movimiento de dicha
nivelación, en la cual se basa toda la producción capitalista.
II) Reducción de los costos de circulación.
1)
Un costo de circulación fundamental lo constituye
el propio dinero, en tanto éste tiene valor de por sí. Se lo
economiza de tres maneras mediante el crédito.
A ) Al omitírselo por completo en gran parte de las
transacciones.
B ) Al acelerarse la circulación del medio circulante.85
Esto coincide en parte con lo que debemos decir bajo 2 ).
Pues por una parte, la aceleración es técnica; es decir, si
en lo demás permanecen constantes la magnitud y la canti
dad de transacciones mercantiles mediadoras del consumo,
una menor cantidad de dinero o de signos dinerarios cum
ple los mismos servicios. Esto se vincula con la técnica
del sistema bancario. Por otra parte, el crédito acelera la
velocidad de la metamorfosis mercantil, y por consiguiente
la velocidad de la circulación dineraria.
C ) Sustitución de dinero áureo por papel.
85 “L a circu lació n m ed ia d e billetes d el B anco d e F ra n c ia fue,
e n 1812, d e 106.538.000 fran c o s; en 1818, d e 101.205.000 fran c o s,
m ie n tras que la circ u la c ió n d e d in ero , el volum en global [...1 de
to d o s los ingresos y pagos, fue en 1812 d e 2.837.712.000 fran co s,
561
2)
Aceleración, por medio del crédito, de las diversas
fases de la circulación o de la metamorfosis mercantil;
además, de la metamorfosis del capital, y consiguientemente
aceleración del proceso de reproducción en general. (De
otra parte, el crédito permite mantener separados por más
tiempo los actos de la com pra y de la venta, y de ahí que
sirva de base a la especulación.) Contracción del fondo de
reserva, lo cual puede considerarse de dos maneras: por
un lado como disminución del medio circulante, y por el
otro como restricción de la parte del capital que siempre
debe existir en form a de dinero.86
III)
Form ación de sociedades por acciones. En virtud
de ello:
1) Descomunal expansión de la escala de la producción
y empresas que resultarían imposibles para capitales indi
viduales. Al mismo tiempo, empresas que antes eran guber
namentales, ahora se convierten en sociales)1401
2 ) El capital, que de por sí se basa en el modo de
producción social y que presupone una concentración social
de medios de producción y de fuerzas de trabajo, adquiere
aquí directamente la forma de capital social (capital de indi
viduos directamente asociados) por oposición con el capital
privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales
en contraposición a las empresas privadas. Es la abolición
[Aufhebung] del capital como propiedad privada dentro
de los límites del propio modo capitalista de producción.
y en 1818 d e 9.665.030.000 fran co s. P o r lo tan to , la actividad de la
c irculación en F ra n c ia en 1818 g u a rd a b a con la d e 1812 u n a
relación d e 3:1. E l g ran re g u la d o r d e la velocidad d e la circulación
es el c r é d ito . . . D e a h í puede explicarse p o r q u é u n a in ten sa
p re sió n sobre el m e rc a d o d in era rio h a b itu a lm en te coincide con una
circu lació n p len a.” (The Currency Theory Reviewed, etc., p. 65.)
“E n tre setiem bre d e 1833 y setiem bre de 1843 se fu n d a ro n e n G ra n
B re ta ñ a c erc a d e 300 bancos que e m itían billetes de b an co propios;
la co nsecuencia fu e u n a restricció n de 2 'A m illones e n la c irc u la
ción d e billetes; a fines de setiem bre d e 1833 e ra d e £ 36.035.244,
m ie n tras que a fines d e setiem bre d e 1843 e ra de £ 33.518.544” (l.c.,
p. 53). “L a pro d ig io sa actividad d e la circulación escocesa le p erm ite
liquidar con £ 100 la m ism a c an tid ad de tran saccio n es d in era ria s
que en In g la te rra req u iere £ 4 20.” (L.c., p. 55. E sto ú ltim o se refiere
solam ente al aspecto técnico d e la operación.)
86 “A n tes d e la in stau ra ció n d e los b an co s [...], el m o n to de
c ap ital q u e se e m p le ab a p a ra la fu nción de m edio c ircu lan te e ra
m ay o r en to d o m o m e n to d e lo que exigía la circulación real
de las m erc an c ías.” (The Economist, 1845, p. 238.)
562
3)
Transformación del capitalista realmente activo en
un mero director, administrador a de capital ajeno, y de los
propietarios de capital en meros propietarios, en capitalistas
dinerarios. Incluso si los dividendos que obtienen engloban
el interés y la ganancia empresarial, es decir la ganancia
total (pues la retribución del d irecto rb es, o debe ser,
mero salario de cierto tipo de trabajo calificado, cuyo
precio se regula en el mercado laboral, al igual que el de
cualquier otro trabajo), esa ganancia total sólo se percibe
en la forma del interés, es decir como mera recompensa
por la propiedad del capital, que entonces se separa por
completo de la función en el proceso real de reproducción,
así como esa función se separa, en la persona del director,
de la propiedad del capital. Así, la ganancia (y no ya sólo
una parte de la misma, el interés, que obtiene su justifica
ción a partir de la ganancia del prestamista) se presenta
como mera apropiación de plustrabajo ajeno, resultante
de la transformación de los medios de producción en capital,
es decir de la enajenación de éstos con respecto al pro
ductor real, de su oposición, en cuanto propiedad ajena,
a todos los individuos realmente activos en la producción
desde el director c hasta el último jornalero. En las socie
dades por acciones, la función está separada de la propiedad
del capital, y en consecuencia también el trabajo está
totalmente separado de la propiedad de los medios de pro
ducción y del plustrabajo. Este resultado del desarrollo
supremo de la producción capitalista es un punto de transi
ción necesario para la reconversión del capital en propiedad
de los productores, pero ya no como la propiedad pri
vada de productores aislados, sino como propiedad de ellos
en cuanto asociados, como propiedad directa de la sociedad.
Por otra parte es un punto de transición para la transfor
mación de todas las funciones que en el proceso de repro
ducción han estado vinculadas hasta el presente con la
propiedad del capital, en meras funciones de los productores
asociados, en funciones sociales.
Antes de seguir adelante, aún cabe observar este punto
de importancia económica. Puesto que, en este caso, la
ganancia asume la forma del interés, esta clase de empresas
* C o n las p a la b ra s “d irec to r, a d m in istrad o r” , E ngels trad u c e el
“m an a g e r” del original. (C fr. R 1175/3.)
b “ M a n a g er” en el m an u scrito . (V éase R 1175.)
c E n el m an u scrito , “ m an a g er” (R 1176).
aún son posibles cuando arrojan un mero interés, y ésta es
una de las razones que detienen la baja de la tasa general
de ganancia, porque estas empresas, en las que el capital
constante guarda una relación tan descomunal con el
capital variable, no entran necesariamente en la nivelación
de la tasa general de ganancia.
{F. E. — Desde que M arx escribiera lo anterior, se han
desarrollado, como es sabido, nuevas formas de la actividad
industrial que constituyen la segunda y tercera potencias
de la sociedad por acciones. La celeridad, diariamente cre
ciente, con la que puede acrecentarse hoy en día la produc
ción en todos los dominios de la gran industria, se enfrenta
a la lentitud constantemente creciente de la expansión del
mercado para estos productos multiplicados. Lo que la
primera produce en meses, éste apenas si puede absorberlo
en años. A ello se suma la política de proteccionismo
aduanero, en virtud de lo cual todos los países industriales
se cierran con respecto a los otros, y en especial con res
pecto a Inglaterra, acrecentando artificialmente, también,
la capacidad local de producción. Las consecuencias son
una sobreproducción general crónica, una depresión de
precios, un descenso de las ganancias y hasta su total elimi
nación; en suma, que la libertad de competencia, tan ensal
zada desde antiguo, ya agotó sus argumentos y debe anun
ciar ella misma su manifiesta y escandalosa bancarrota. Y
lo hace por el procedimiento de que en todos los países, los
grandes industriales de un ramo determinado se juntan
en un cártel destinado a regular la producción. Una comi
sión establece la cantidad que ha de ser producida por cada
establecimiento, y distribuye en última instancia los encar
gos que surgen. En algunos casos aislados hasta llegaron
a formarse, por momentos, cárteles internacionales, como
por ejemplo entre las producciones siderúrgicas inglesa y
alemana. Pero tampoco esta forma de socialización de la
producción bastaba ya. El antagonismo entre los intereses
de las diversas firmas comerciales la quebrantaba con harta
frecuencia, restableciendo nuevamente la competencia. En
tonces se llegó a concentrar la producción total de un ramo
determinado de la actividad — en aquellos ramos en los que
la escala de la producción así lo permitía— en una sola
gran sociedad por acciones, de dirección unitaria. En
Norteamérica ello ya se efectuó en muchos casos, mientras
que en Europa el mayor ejemplo hasta ahora lo constituye
564
el United Alkali Trust, que ha puesto toda la producción
británica de álcalis en manos de una única firma comercial.
Los antiguos propietarios de las más de treinta fábricas
individuales obtuvieron a cambio del conjunto de sus insta
laciones su valor estimativo en acciones; en total, a cambio
de 5 millones de libras esterlinas, que constituyen el capital
fijo del consorcio. La dirección técnica permanece en las
mismas manos en que estuvo hasta el presente, pero
la dirección comercial se halla concentrada en manos de la
dirección general. El capital de circulación (floating capital)
por un importe de aproximadamente un millón de libras
esterlinas le fue ofrecido al público en suscripción. Por
consiguiente, el capital global es de 6 millones de libras
esterlinas. De este modo, en este ramo, que constituye el
fundamento de toda la industria química, se ha sustituido
en Inglaterra la competencia por el monopolio, adelantando
en el sentido más satisfactorio posible los trabajos tendien
tes a una futura expropiación por parte de la sociedad
global, por parte de la nación.}
Esto constituye la abolición del modo capitalista de
producción dentro del propio modo capitalista de pro
ducción, y por consiguiente una contradicción que se anula
a sí misma, que prima facie se presenta como mero punto
de transición hacia una nueva forma de producción. Se
presenta3 luego en la manifestación, también, como tal
contradicción. En determinadas esferas establece 3 el mono
polio, por lo cual provoca la intromisión estatal. Repro
duce 3 una nueva aristocracia financiera, un nuevo tipo de
parásitos en la forma de proyectistas, fundadores y direc
tores b meramente nominales; todo un sistema de fraude y
engaño con relación a fundaciones, emisión de acciones y
negociación de éstas. Es una producción privada sin el
control de la propiedad privada.
IV )
Al margen del sistema accionario — que es una
abolición de la industria capitalista privada sobre la base
del propio sistema capitalista, y que aniquila la industria
" E n los tres lugares d e este p á rra fo indicados con la lla m ad a
a, R ubel, en vez d e leer c o m o E ngels el p ro n o m b re “e r” (que se
re fe riría a “der W id e rsp ru c h ”, la c o n tradicción), lee el p ro n o m b re
n e u tro “es”, que, a su juicio, “designa ev identem ente el sistem a de
sociedades p o r acciones (com o lo m u estra p o r o tra p a rte todo
el c o n te x to )”. (V éase R 1176/3.)
b E n el original d e M arx, “ m an ag ers” (R 1176).
565
privada en la misma medida en que se expande y se apodera
de nuevas esferas de la producción— , el crédito ofrece al
capitalista individual, o a quien se considera un capitalista,
una disposición absoluta, dentro de ciertos límites, de capi
tal y propiedad ajenas, y por ende de trabajo ajeno.87 El
hecho de disponer de capital social, no propio, le permite
disponer de trabajo social. El propio capital, que se posee
realmente o en opinión del público, se convierte ya sólo en
la base de la superestructura crediticia. Esto vale especial
mente para el comercio mayorista, a través de cuyas manos
pasa la mayor parte del producto social. Aquí desaparecen
todas las pautas de medida, todas las razones y explica
ciones más o menos justificadas aun dentro del modo
capitalista de producción. Lo que arriesga el gran comer
ciante que especula es propiedad social, no su propiedad.
Igualmente absurda se torna la frase acerca del origen del
capital a partir del ahorro, ya que aquél exige precisamente
que otros ahorren para él. {F . E. — Es así como última
mente toda Francia ahorró mil quinientos millones de
francos para los estafadores de Panamá. Aquí, en efecto,
se halla exactamente descrita toda la estafa de Panamá,
20 años largos antes de haberse producido.}11411 L a otra
frase, la del renunciamiento, se da directamente de bofeta
das con su lujo, que ahora también se convierte en medio
de crédito. Ideas que aún poseen algún sentido en una
etapa menos desarrollada de la producción capitalista, lo
pierden aquí por completo. El éxito y el fracaso llevan
ahora simultáneamente a la centralización de los capitales,
87 V éanse, p o r ejem plo, e n el Times las listas de q u e b ran to s
d e un a ñ o d e crisis co m o el d e 1857, y com párese el p a trim o n io
p ro p io d e los q u e b ra d o s con el im porte d e sus deudas. “E n realid ad ,
el p o d e r adquisitivo d e p e rso n as q u e poseen c ap ital y c réd ito excede
e n m u ch o c u a n to p u e d an su p o n e r quienes no tengan u n conoci
m ien to p rá ctic o d e los m erc ad o s especulativos.” (T ooke, Inquiry into
the Currency Principie, p. 79.) “U n h o m b re que d isfru te d e la
re p u ta ció n de p o seer suficiente cap ital p a ra su negocio re g u la r, y
que goce d e buen c réd ito en su ram o , si tiene firm e c o n fia n za en
q u e la c o y u n tu ra es p ro p icia p a ra el a rtícu lo q u e tra b a ja y si las
circu n stan cias lo fav o recen e n el com ienzo y tran scu rso de su especu
lación, p o d rá e fec tu a r c o m p ra s d e u n a m ag n itu d p ositivam ente
en o rm e e n c o m p a ra c ió n c o n su c a p ita l” (ibídem, p. 136). “L os
fa b rican tes, com erciantes, etc., h acen, to d o s ellos, negocios m uy
p o r e n cim a d e su c a p i t a l . . . H o y en d ía, el cap ital es m u ch o m ás
la base sobre la c u al se e stru c tu ra u n buen crédito, q u e el lím ite
o p u esto a las tran saccio n es d e cu alq u ier actividad co m e rcia l.”
(Economist, 1847, p. 1333.)
566
y por consiguiente a la expropiación en la escala más
enorme. L a expropiación se extiende aquí del productor
directo hacia los propios pequeños y.medianos capitalistas.
Esta expropiación es el punto de partida del m odo capita
lista de producción; su ejecución es el objetivo de éste, y
más exactamente y en última instancia, lo es la expropia
ción de cada uno de los medios de producción, que con
el desarrollo de la producción social dejan de ser medios
de la producción privada y productos de la producción
privada y que sólo pueden ser ya medios de producción en
manos de los productores asociados, y que por ello pueden
ser su propiedad social así como son su producto social.
Pero esta expropiación misma se presenta,, dentro del sis
tema capitalista, en una figura antagónica, como la apropia
ción de la propiedad social por parte de unos pocos; y el
crédito les confiere cada vez más a esos pocos el carácter
de meros caballeros de industria. Puesto que la propiedad
existe aquí en la forma de las acciones, su movimiento y
transferencia se convierten en resultado puro del juego
bursátil, en el que los tiburones devoran a los peces pe
queños y los lobos de la bolsa a las ovejas. En el sistema
accionario ya existe el antagonismo con la antigua forma
en la cual el medio social de producción se manifiesta
como propiedad individual; pero la trasmutación en la
forma de la acción aún queda prisionera, ella misma, dentro
de las barreras capitalistas; por ello, en lugar de superar
el antagonismo entre el carácter de la riqueza en cuanto
riqueza social y en cuanto riqueza privada, sólo lo perfec
ciona en una figura nueva.
Las fábricas cooperativas de los trabajadores son,
dentro de las viejas formas, la primera fractura de éstas,
aunque es natural que por doquier reproduzcan y deban
reproducir, en su organización real, todos los defectos del
sistema imperante. Pero en su seno está suprimido el anta
gonismo entre capital y trabajo, aunque por ahora sólo lo
esté en la forma de que los trabajadores, en cuanto aso
ciación, constituyen su propio capitalista, es decir que
emplean los medios de producción para valorizar su propio
trabajo. Las mismas demuestran cómo, alcanzada cierta
fase en el desarrollo de las fuerzas productivas materiales
y de las formas sociales de producción que les correspon
den, se desarrolla y forma, de m anera natural, un nuevo
modo de producción a partir de otro modo de producción.
567
Sin el sistema fabril emanado del modo capitalista de
producción no podría desarrollarse la fábrica cooperativa,
y tampoco podría hacerlo sin el sistema crediticio que
surge del mismo modo de producción. Este último, así
como constituye la base principal para la paulatina trans
formación de las empresas capitalistas privadas en socie
dades capitalistas por acciones, ofrece asimismo los medios
para la paulatina expansión de las empresas cooperativas
en una escala más o menos nacional. Las empresas capita
listas por acciones deben considerarse, al igual que las
fábricas cooperativas, como formas de transición del modo
capitalista de producción hacia el modo de producción
asociado, sólo que en uno de ellos el antagonismo se ha
suprimido de una manera negativa, mientras que en el otro
se lo ha hecho positivamente.
Hasta aquí hemos considerado el desarrollo del sistema
crediticio — y la abolición de la propiedad del capital,
latente en él— principalmente con referencia al capital in
dustrial. En los capítulos siguientes consideraremos el
crédito con relación al capital que devenga interés en
cuanto tal, tanto sus efectos sobre éste como la forma que
en tal ocasión adopta aquél; y para ello aún deben formu
larse algunas observaciones específicamente económicas.
Pero antes hemos de señalar aún lo siguiente:
Si el sistema crediticio aparece como palanca principal
de la sobreproducción y de la superespeculación en el
comercio, ello sólo ocurre porque en este caso se fuerza
hasta su límite extremo el proceso de la reproducción,
elástico por su naturaleza, y porque se lo fuerza a causa
de que una gran parte del capital social resulta empleado
por los no propietarios del mismo, quienes en consecuencia
ponen manos a la obra de una manera totalmente diferente
a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente
los límites de su capital privado, en la medida en que actúa
personalmente. De esto sólo se desprende que la valori
zación del capital fundada en el carácter antagónico de la
producción capitalista no permite el libre y real desarrollo
más que hasta cierto punto, es decir que de hecho configura
una traba y una barrera inmanentes de la producción, cons
tantemente quebrantadas por el sistema crediticio.88 Por
ello, el sistema de crédito acelera el desarrollo material
de las fuerzas productivas y el establecimiento del mercado
mundial, cuya instauración hasta cierto nivel en cuanto
fundamentos materiales de la nueva forma de producción
constituye la misión histórica del modo capitalista de pro
ducción. Al mismo tiempo, el crédito acelera los estallidos
violentos de esta contradicción, las crisis, y con ello los
elementos de disolución del antiguo modo de producción.
Las características bifacéticas inmanentes al sistema
crediticio — que por una parte es fuerza impulsora de la
producción capitalista, del enriquecimiento por explotación
de trabajo ajeno, hasta convertirlo en el más puro y colosal
sistema de juego y fraude, restringiendo cada vez más el
número de los pocos individuos que explotan la riqueza
social, mientras que por la otra constituye la forma de
transición hacia un nuevo m odo de producción— , tal ambi
güedad es la que confiere a los principales pregoneros del
crédito, desde Law hasta Isaac Pereire, su agradable carác
ter híbrido de timadores y profetas.11421
88 T h o m a s C h atm ers.
568
569
CAPÍTULO XXVIII
MEDIOS DE CIRCULACIÓN Y CAPITAL.
CONCEPCIÓN D E TOOK E Y D E FU LLA R TO N a
El distingo entre circulación y capital, tal como lo
efectúan Tooke,89 Wilson y otros, y en el cual se mezclan
abigarradamente las diferencias entre medio de circulación
en cuanto dinero, en cuanto capital dinerario en general
y en cuanto capital que devenga interés (m oneyed capital
en el sentido inglés), desemboca en dos resultados dife
rentes.
89 R epro d u cim o s a q u í e n la versión orig in al el p asaje d e T ooke,
c ita d o d e m a n e ra re su m id a e n a le m án en la p. 3 9 0 :b “T h e business
o f bankers, setting aside th e issue o f prom issory n o tes p ay ab le on
d e m an d , m ay b e divided in to tw o branches, co rre sp o n d in g w ith the
d istin ctio n p ointed o u t b y D r. (A dam ) S m ith o f th e tran sactio n s
b etw een d e alers a n d d ealers, a n d betw een d e alers a n d consum ers.
O ne b ra n c h o f th e b a n k ers’ business is to collect capital fro m those
w ho have n o t im m ediate em p lo y m en t f o r it, a n d to d istrib u te o r
tra n s fe r it to those w h o have. T h e o th er b ra n c h is to receive deposits
o f the incomes o f th e ir custom ers, a n d to pay o u t the a m o u n t, as it
is w a n ted fo r e x p en d itu re by th e la tte r in objects o f th e ir co n su m p
tio n . . . the fo rm e r being a circ u la tio n o f capital, the latter o f
currency." * (‘T o o k e , Inquiry into the Currency Priqciple, p. 36.) L a
p rim e ra es “th e c o n ce n tra tio n o f c a p ita l o n th e one h a n d a n d the
d istrib u tio n o f it o n the o th e r”, d, y la segunda, “adm inistering the
circ u la tio n fo r local p u rposes o f th e d istric t” ' (ibidem , p. 37).
K in n e ar se a ce rca m ucho m ás a la c oncepción c o rre c ta en el
siguiente pasaje: “ E l d in e ro [ . . . ] se u tiliza p a ra lle v a r a c a b o dos
o p eracio n es esencialm ente d ifere n te s [ . . . ] . E n c u a n to m edio d e in te r
c am b io e n tre c o m e rcia n te s y c o m ercian tes es e l in stru m e n to m e
d ian te el c u al se e fe c tú a n tran sfere n cias de c ap ital; es decir, el in te r
cam bio d e u n m o n to d e te rm in a d o d e c a p ita l e n d in ero a cam bio de
* T ítu lo s de E ngels. (V éase R 1180/2.)
571
El medio de circulación, por una parte, circula como
moneda (dinero), en la medida en que promueve el gasto
de rédito, es decir en que media el tráfico entre el consu
midor individual y los comerciantes minoristas, categoría
bajo la cual deben incluirse todos los comerciantes que
venden a los consumidores (a los consumidores indivi
duales, a diferencia de los consumidores productivos o pro
ductores). Aquí el dinero circula en la función de la
moneda, pese a que repone capital constantemente. Deter
minada parte del dinero de un país está permanentemente
dedicada a esta función, a pesar de que esa parte consta
de piezas dinerarias individuales que cambian constante
mente. En cambio, en tanto el dinero produzca transferen
cia de capital, sea como medio de com pra (m edio de circu
lación) o como medio d e pago, es capital. Por consiguiente
no es ni su función en cuanto medio de compra, ni su
función en cuanto medio de pago lo que lo diferencia de la
moneda, ya que tam bién entre comerciante y comerciante
igual m o n to de c a p ita l en m ercancías. P e ro el d in ero d esem bolsado
en el p ag o d e salario s y en la c o m p ra y v en ta e n tre co m e rcia n te y
c o n su m id o r n o es c ap ital, sino réd ito ; la p a rte d el ré d ito de la
colectividad q u e se em plea en los gastos diarios. E l d in ero circu la
en el uso d iario co n tin u o , y sólo a él puede calificárselo de m edio de
circu lació n (currency) en un sentido estricto . L os ad elan to s de c ap ita l
dependen exclusivam ente de la volu n tad d el b an co o de o tro s posee
dores de capital, y a q u e siem pre se e n cu e n tra n p re statario s; p e ro el
m o n to d el m edio de c irculación d epende de las necesidades de la
colectividad en cuyo seno c irc u la el d in ero a los fines d e su desem bolso
d iario .” (J. G . K in n e ar, The Crisis and the Currency, L ondres, 1847
[, PP- 3, 4].)
b V éase en el p resente volum en, p. 517.
c “L a actividad de los b an q u ero s —d e ja n d o de la d o la em isión
d e billetes d e b an co pag ad ero s c o n tra su exigencia— puede dividirse
en dos p a rte s c o rresp o n d ien tes con el distingo se ñ alad o p o r el d o c to r
(A dam ) S m ith resp ecto a las transacciones en tre c o m ercian tes y c o
m erciantes, y e n tre c o m ercian tes y consum idores. U n a p a rte de la
actividad del b a n q u e ro consiste en re u n ir capital d e quienes no tienen
u n a aplicación in m e d iata p a ra e l m ism o y d istrib u irlo o tra n sfe rirlo
a quienes sí la tienen. L a o tr a p a rte es la d e recib ir depósitos de
ingresos de sus clientes, y pagarles a éstos el im p o rte a m edida que
necesiten g a starlo en objeto s d estinados a su c o n s u m o . . . L a p ri
m e ra es circu lació n d e capital, m ie n tras que la seg u n d a lo e s de
dinero (currency)."
* “L a c o n ce n tra c ió n de c ap ital, p o r un lado, y su d istribución,
p o r e l o tro .”
' “A d m in istra c ió n de la circulación p a ra los fines locales del
d istrito ” .
572
puede actuar como medio de compra, en tanto éstos se
com pren recíprocamente al contado, y también entre comer
ciante y consumidor puede fu n cio n ara como medio de
pago, en la medida en que se concede crédito, consumién
dose primeramente el rédito y pagándoselo después. En
consecuencia, la diferencia consiste en que, en el segundo
caso, ese dinero no sólo repone capital para una parte, para
el vendedor, sino que también resulta gastado o adelantado
como capital por la otra parte, por el comprador. L a dife
rencia es, pues, de hecho, la diferencia entre forma dineraria
del rédito y forma dineraria del capital, pero no la dife
rencia entre circulante y capital, pues en cuanto mediador
entre los comerciantes, así como en cuanto mediador entre
consumidores y comerciantes, circula una parte del dinero
determinada según su cantidad, y en consecuencia ello
constituye igualmente circulación en ambas funciones. En
la concepción de Tooke se introducen confusiones de
diversa índole:
1 ) por la confusión de las determinaciones funcionales;
2 ) por la intromisión del problema relativo a la can
tidad del dinero que circula conjuntamente en ambas fun
ciones;
3 ) por la intromisión del problem a acerca de las pro
porciones relativas y recíprocas de las cantidades de medios
de circulación que circulan en ambas funciones, y por ende
en ambas esferas del proceso de reproducción.
A d 1 ): L a confusión de las determinaciones funcio
nales, en el sentido de que el dinero es, en una forma, circu
lante (currency), y en la otra, capital. En tanto el dinero
sirve en una u otra función, sea para realizar réditos o para
transferir capital, funciona en la com pra y venta o en el
pago como medio de com pra o medio de pago y, en el sen
tido más amplio de la palabra, como medio de circula
ción. L a determinación ulterior que tiene en los cálculos
de su emisor o receptor, en el sentido de que representa
capital o rédito para él, no cambia aquí nada en absoluto,
y esto también se revela de dos maneras. A pesar de que
las clases de dinero que circulan en ambas esferas son
diferentes, la misma pieza dineraria — por ejemplo, un
billete de cinco libras esterlinas— pasa de una esfera a la
* E n la
edición y Werke, “fig u rie ren ” (“ fig u ra r” ). C o rre g id o
según el m an u scrito de M arx.
573
otra y desempeña alternativamente ambas funciones; cosa
que resulta inevitable ya por el hecho de que el comer
ciante minorista sólo puede dar a su capital la forma dineraria en la forma de la moneda que recibe de sus com
pradores. Puede suponerse que la moneda fraccionaria
propiam ente dicha tiene el centro de gravedad de su
circulación en el terreno del comercio minorista; el comer
ciante minorista la necesita constantemente para cambiar,
y la obtiene constantemente de retorno, en pago, de manos
de sus clientes. Pero también recibe dinero, es decir moneda
en el metal que constituye el patrón de medida del valor,
vale decir en Inglaterra piezas de una libra e inclusive
billetes de banco, en especial billetes de baja denomina
ción, por ejemplo de 5 y 10 libras. Estas piezas de oro y
billetes, además de un eventual excedente de moneda frac
cionaria, los deposita a diario o semanalmente en su banco,
y paga con ellos sus compras, mediante libranzas sobre su
depósito bancario. Pero esas mismas piezas de oro y billetes
son retirados de los bancos de una manera igualmente
constante y en forma directa o indirecta por todo el público
en su carácter de consumidor, como forma dineraria de su
rédito (por ejemplo, retiro de dinero menudo por parte
de los fabricantes para el pago de salarios), y refluyen
constantemente hacia los comerciantes minoristas, para
quienes realizan así una parte de su capital, pero al mismo
tiempo también nuevamente su rédito. Esta última circuns
tancia es importante, y Tooke la pasa completamente por
alto. Sólo en cuanto se desembolsa el dinero como capital
dinerario, al comienzo del proceso de reproducción (libro
ii, sección i), el valor de capital existe en forma pura como
tal. Pues en la mercancía producida no sólo reside capital,
sino ya también el plusvalor; aquélla no sólo es capital
en sí, sino capital ya devenido, capital con la fuente de
rédito incorporada a él. Por consiguiente, lo que entrega
el comerciante minorista a cambio del dinero que refluye
hacia él — su mercancía— , es para él capital más ganancia,
capital más rédito.
Pero más adelante, cuando el dinero circulante refluye
al comerciante minorista, restablece la forma dineraria
de su capital.
Transform ar la diferencia entre la circulación en cuanto
circulación de rédito y en cuanto circulación de capital en
una diferencia entre circulación y capital es, por consi
574
guiente, totalmente erróneo. E n Tooke, esta expresión
surge del hecho de que se sitúa simplemente en el punto
de vista del banquero que emite billetes de banco propios.
El total de los billetes suyos que se halla constantemente
en manos del público (aunque ese total conste siempre de
otros billetes) y que funciona como medio de circulación,
no le cuesta más que el papel y la impresión. Son certifi
cados de deuda (letras de cam bio) libradas sobre sí mismo,
pero que le reportan dinero y que de este modo sirven
como medio para valorizar su capital. Pero difieren de su
capital, sea éste propio o tomado en préstamo. De ahí que
se origine para él una diferencia especial entre circulación
y capital, pero que sin embargo nada tiene que ver con las
definiciones de esos términos en cuanto tales, y menos aun
con las que acaba de formular Tooke.
La diferente determinación — la de si actúa como forma
dineraria del rédito o del capital— en nada modifica, en
principio, el carácter del dinero en cuanto medio de cir
culación; carácter éste que conserva cualquiera que sea,
una u otra, la función que desempeñe. De todos modos,
cuando se presenta como forma dineraria del rédito, el
dinero funciona más como medio de circulación pro
piamente dicho (moneda, medio de com pra) a causa de la
fragmentación de esas compras y ventas, y porque la mayor
parte de quienes gastan rédito, los obreros, pueden comprar
relativamente poco a crédito; mientras que en el tráfico del
mundo comercial, en el cual el medio de circulación es
forma dineraria del capital, el dinero funciona principal
mente como medio de pago, en parte por la concentración
y en parte por el predominante sistema crediticio. Pero la
diferencia entre el dinero en cuanto medio de pago y el dine
ro en cuanto medio de com pra (medio de circulación) es
un distingo que le cabe al propio dinero; no es una dife
rencia entre dinero y capital. Puesto que en el comercio
m inorista circula más cobre y plata, y en el comercio mayo
rista circula más oro, la diferencia lo es ente plata y cobre
por un lado y oro por el otro, y no entre circulación y
capital.
A d 2 ): Intromisión del problema acerca de la cantidad
del dinero que circula conjuntamente en ambas funciones.
En la medida en que el dinero circula, sea como medio de
compra, sea como medio de pago — sin que tenga impor
tancia en cuál de ambas esferas, e independientemente de
575
su función de realizar rédito o capital— , valen para la
cantidad de su masa circulante las leyes anteriormente
desarrolladas, al considerar la circulación mercantil simple,
libro i, cap. m , 2 b.a El grado de velocidad de circulación,
vale decir el núm ero de repeticiones de la misma función
como medio de compra y de pago mediante las mismas
piezas dinerarias en un lapso dado, el volumen de las
compras y ventas simultáneas o de los pagos, respectiva
mente, la suma de los precios de las m ercandas circulantes,
y finalmente los balances de pagos que deben saldarse en
ese mismo lapso, determinan en ambos casos la masa del
dinero circulante, de la currency. Que el dinero que así
funciona represente para pagadores o receptores capital o
rédito, es algo irrelevante, que en nada modifica las cosas.
Su masa resulta simplemente determinada por su función
en cuanto medio de compra y de pago.
A d 3 ): Acerca del problema de las proporciones rela
tivas de las cantidades de medios de circulación que circulan
en ambas funciones, y por ende en ambas esferas del pro
ceso de la reproducción. Ambas esferas de la circulación
se hallan en una conexión interna, puesto que por una
parte la masa de los réditos que hay que gastar expresa
el volumen del consumo, y por la otra la magnitud de las
masas de capital que circulan en la producción y el comer
cio expresan el volumen y la velocidad del proceso de la
reproducción. Sin embargo, las mismas circunstancias
actúan de manera diferente, e incluso en sentido opuesto,
sobre las cantidades de las masas de dinero circulantes en
ambas funciones o esferas o sobre las cantidades de la
circulación, tal como lo expresan los ingleses en términos
bancarios. Y ello da origen nuevamente al absurdo distingo
de Tooke entre circulación y capital. L a circunstancia de
que los señores de la teoría de la currency'1*®' confundan
dos cosas dispares no constituye, en modo alguno, razón
para presentarlas como diferencias conceptuales.
En tiempos de prosperidad, de gran expansión, de acele
ración y vigorización del proceso de reproducción, los obre
ros se hallan plenamente ocupados. Mayormente se produce
asimismo un aumento del salario, equilibrando hasta cierto
punto el descenso del mismo por debajo del nivel medio
en los restantes períodos del ciclo comercial. Al mismo
* V éase, en la presen te edición, t. i, vol. 1, pp. 139 y ss.
576
tiempo aumentan significativamente los réditos de los capi
talistas. El consumo crece en forma generalizada. Los pre
cios de las mercancías también aumentan regularmente,
por lo menos en diversos ramos decisivos de los negocios.
En consecuencia aumenta la cantidad del dinero circulante
cuando menos dentro de ciertos límites, puesto que la
mayor velocidad de circulación pone, por su parte, límites
al crecimiento de la masa del medio circulante. Puesto que
la parte del rédito social que consiste en salarios resulta
originariamente adelantada por el capitalista industrial en
la forma de capital variable y siempre en forma dineraria,
en tiempos de prosperidad éste necesita más dinero para su
circulación. Pero no debemos contarlo dos veces: una vez
como dinero necesario para la circulación del capital varia
ble, y otra vez como dinero necesario para la circulación
del rédito de los obreros. El dinero abonado a los obreros
como salario se gasta en el comercio minorista, y de este
modo retom a en forma casi semanal a los bancos en la
form a de depósito de los comerciantes minoristas, luego
de haber servido aun para mediar, en ciclos más pequeños,
toda suerte de negocios intermedios. En tiempos de prospe
ridad, el reflujo del dinero para los capitalistas industriales
transcurre sin inconvenientes, y de ese modo no aumenta
su necesidad de crédito dinerario por el hecho de tener
que pagar más salarios, de que necesiten más dinero para
la circulación de su capital variable.
El resultado global es que, en períodos de prosperidad,
la masa de los medios de circulación que sirve para el
gasto del rédito aum enta decididamente.
En lo que atañe a la circulación necesaria para la trans
ferencia de capital, es decir solamente entre los propios
capitalistas, esta época de negocios animados es, al mismo
tiempo, el período del crédito más elástico y más fácil. La
velocidad de la circulación entre capitalista y capitalista
está directamente regulada por el crédito, y la masa del
medio de circulación que se requiere para saldar los pagos,
e incluso para com pras en efectivo, disminuye en términos
relativos. Puede expandirse en valores absolutos, pero en
todas las circunstancias disminuye relativamente, en com
paración con la expansión del proceso de reproducción. Por
un lado se liquidan grandes pagos masivos sin intervención
alguna de dinero; por el otro, dada la gran vivacidad del
proceso, impera un movimiento más veloz de las mismas
577
cantidades de dinero, tanto en calidad de medios de compra
como en cuanto medios de pago. L a misma masa de dinero
media el reflujo de un mayor número de capitales indivi
duales.
E n general, en esta clase de períodos la circulación
de dinero aparece colmada (fu ll), pese a que la parte n
(transferencia de capital) se contrae por lo menos relativa
mente, mientras que la parte i (gasto de rédito) se expande
de manera absoluta.
Los reflujos expresan la reconversión del capital mer
cantil en dinero, D - M - D ', tal como hemos visto al con
siderar el proceso de reproducción en la sección i del
libro ii. El crédito hace que el reflujo en forma dineraria
se independice del momento del reflujo real, tanto para el
capitalista industrial como para el comerciante. Cada uno
de los dos vende a crédito; por lo tanto, su mercancía se
halla enajenada antes de haberse reconvertido para él en
dinero, es decir antes de haber refluido hacia él mismo
en forma dineraria. Por otra parte compra a crédito, y de
este m odo el valor de su mercancía se ha reconvertido
paria él, sea en capital productivo o en capital mercantil,
antes aun de que ese valor se haya transform ado realmente
en dinero, antes de que el precio de la mercancía esté
vencido y pagado. En tales tiempos de prosperidad, el
reflujo se desarrolla fácilmente, como sobre rieles. El co
merciante minorista paga con solvencia al mayorista, éste
al fabricante, éste a su vez al im portador de la materia
prima, etc. L a apariencia de reflujos rápidos y seguros
siempre se mantiene durante prolongado lapso después de
haber pasado su realidad, en virtud del crédito que ya se
halla en marcha, puesto que los reflujos crediticios susti
tuyen a los reflujos reales. Los bancos comienzan a tomarle
mal olor a la cosa en cuanto sus clientes depositan mayor
cantidad de letras de cambio que de dinero. Véanse las
declaraciones anteriores del director del Banco de Liver
pool, p. 398.a
Aquí cabe interpolar aún lo que he observado anterior
mente: “En épocas de predominio del crédito, la velocidad
de la circulación del dinero se acrecienta con mayor rapidez
que los precios de las mercancías; mientras que al disminuir
el crédito los precios de las mercancías disminuyen más
" V éase, en el p resente volum en, pp. 530-531.
578
lentamente que la velocidad de la circulación. (Zur Kritik
der Politischen Ökonomie, 1859, pp. 83, 84.)
En el período de crisisa la situación es inversa. La
circulación n? 1 se‘contrae, los precios caen, y otro tanto
ocurre con los salarios; el número de obreros ocupados
se restringe, el volumen de las operaciones disminuye. En
cambio en la circulación n? 2, al disminuir el crédito,
aumenta la necesidad de préstamos de dinero, punto éste
sobre el cual entraremos en detalles de inmediato.
No cabe duda alguna de que, al disminuir el crédito, lo
cual coincide con el estancamiento del proceso de repro
ducción, decrece el volumen de la circulación necesario para
el n? 1, el gasto de rédito, mientras aum enta el requerido
para el n? 2, la transferencia de capital. Pero hemos de
examinar hasta dónde este principio es idéntico a este otro
establecido por Fullarton: “U na demanda de capital a prés
tam o y una demanda de medios de circulación adicionales
son cosas totalmente diferentes y no se las halla juntas con
frecuencia” .90
90 “A d e m a n d fo r c ap ita l o n lo an a n d a d e m a n d fo r aditio n al
c irc u la tio n a re q u ite d istin c t things, a n d n o t o ften fo u n d associated.”
(F u llarto n , l.c. p. 82, ep íg rafe del c ap ítu lo 5.) “E s un gran e rro r, por
c ierto , im aginar que la d e m a n d a d e p ré stam o s p e cu n iario s (es decir,
d e p ré stam o s d e capital) sea idéntica a la d e m a n d a d e m edios a d i
cionales d e c irculación, o incluso q u e am b a s se h allen frec u e n te
m en te asociadas. T o d a d e m a n d a se o rig in a e n c ircu n stan cias q u e la
a fec ta n p a rticu la rm e n te, y m uy d istin ta s en tre sí. C u a n d o to d o tiene
un aspecto pró sp ero , cuan d o lo s salarios son elevados, los precios
se h a lla n en ascenso y las fáb ricas e stán o c u p ad a s, se necesita
h a b itu a lm en te u n sum inistro ad icio n al d e medios de circulación
p a ra llev ar a cabo las funciones adicionales in sep arab les de la
necesidad de e fec tu a r pag o s m ay o res y m ás num erosos; m ie n tras
qu e e specialm ente en u n a e ta p a m ás av an z ad a d e l c iclo com ercial,
c u an d o co m ien zan a p resen tarse las dificu ltad es, c u an d o los m e r
cados e stán a b a rro ta d o s y se d e m o ra n los reflujos, el interés
au m e n ta y el ban co recibe u n a p resión solicitando ad elan to s de
capital. Es v e rd ad q u e no h a y n in g ú n m edio a trav é s d e l cu al
el b a n co suela a d e la n ta r c ap ita l excepto el d e sus billetes b an cario s
y que, p o r consiguiente, negar los billetes es neg ar el crédito. P e ro
u n a vez c o n ced id o éste, to d o se aju sta d e c o n fo rm id ad c o n las
necesidades d e l m ercado; el p ré stam o se m an tien e en p ie y los
m edios de circulación, si n o se los desea, h a lla n su cam ino d e re to rn o
h a c ia el em isor. E n consecuencia, u n m uy som ero e x am en de los in
form es p a rla m e n tario s puede con v en cer a c u a lq u ie ra d e q u e los
títu lo s e n m an o s del B anco d e In g la te rra flu c tú a n c o n m ay o r fre* “K rise” ; e n el m an u scrito d e
R 1183.)
M arx , “adversity” . (V éase
579
P or de pronto, resulta claro que en el primero de los
dos casos anteriores, en tiempos de prosperidad, cuando
debe crecer la masa del medio circulante, crece la demanda
cuencia en d irecció n o p u esta a la circ u la c ió n d e aquellos m edios
q u e en c o n c o rd a n c ia con ella, y que, e n consecuencia, el ejem plo
d e ese g ra n estab lecim ien to n o c onstituye excepción alg u n a a la
d o c trin a tan e n fátic a m e n te sostenida p o r los b a n q u ero s d e p rovincia,
en e l sen tid o d e q u e ningún b a n co puede e x p an d ir su circulación
si ta l circu lació n y a es a d ec u ad a a los fines a los cuales se aplica
co m ú n m en te u n a circu lació n de b illetes ban cario s; p e ro q u e cu al
q u ie r a gregado a sus adelan to s, luego d e so b re p asad o ese lím ite,
debe ha ce rse a p a rtir d e su c ap ital, y proveerse m ediante la v en ta
de a lgunos d e sus títu lo s e n reserva, o p o r a bstención d e u n a u lte rio r
inversión en esa clase d e valores. L a ta b la c o m p ilad a a p a rtir de los
in fo rm es p a rla m e n tario s p a ra el lapso q u e m ed ia e n tre 1833 y 1840,
a la c u al m e he re fe rid o en u n a p á g in a a n te rio r, b rin d a continuos
e jem plos de e sta v e rd ad ; p e ro dos d e ellos son ta n no tab les que
será p rá ctic a m e n te in necesario q u e m e e x tie n d a m ás a llá d e los
m ism os. E l 3 d e e n ero de 1837, c u an d o el b an co ech ó m a n o de to d o s
sus recu rso s p a ra sostener e l c réd ito y e n fre n ta r las d ific u lta d es del
m erc ad o d in e ra rio , h a lla m o s q u e sus ad elan to s en p ré stam o s y des
c u en to s h a b ía n alc an z a d o la e n o rm e su m a d e £ 17.022.000, m o n to
éste p rá ctic a m e n te d esconocido desde la g u e rra , y casi igual a la
sum a to ta l de b illetes em itidos, que, e n el ín terin , ¡perm aneció
inm óvil en un p u n to tan b a jo co m o lo e s e l de £ 17.076.000! T en e
m os, p o r o tra p a rte , el 4 d e ju n io d e 1833, u n a circulación de
£ 18.892.000 con u n a c a rte ra de d o c u m e n to s priv ad o s en sus m anos
cerc a n a a la m ás b a ja — si n o la m á s b a ja de todas— que se registre
en to d o el ú ltim o m ed io siglo, y q u e llegó a ¡n o m ás de £ 9 7 2 .0 0 0 !
(F u llarto n , l.c., pp. 97, 98.) E l que u n a demand for pecuniary
accomodation [d em an d a de p ré stam o s pecuniarios] n o tiene p o r q u é
ser, e n m o d o a lguno, id éntica a u n a demand for gold [d em an d a de
o ro ] (que W ilson, T o o k e y o tro s d e n o m in a n capital), es cosa que
se ve a p a rtir d e las siguientes d e clara c io n e s d el se ñ o r W eguelin,
g o b e rn a d o r d el B an co de In g laterra ; “E l descu en to de letras de
c am b io h a sta ese m o n to ” (un m illón d ia rio d u ra n te tres d ías conse
cutivos) “ n o re d u ciría la re serv a ” (de b illetes de banco) “ salvo que
el púb lico reclam ase u n m o n to m ay o r de circu lació n activa. L os
billetes em itid o s a l d e sc o n ta r las letras re flu iría n p o r m ediación
de los b a n q u ero s y m ediante depósitos. S alvo q u e esas tra n sa c
ciones tu v ie ran co m o fin alid ad la ex p o rta ció n d e o ro o q u e e n el
in te rio r reinase un p á n ic o de tal suerte q u e el p ú b lico se a fe rra ra
a sus b illetes d e b a n co en lu g ar de d e p o sita rlo s en los b an co s [...],
la reserva n o re su lta ría a fec ta d a p o r operacio n es d e sem ejante
m agnitud.” “ E l b a n c o puede d e sc o n ta r d ia ria m e n te un m illón y
m edio, y ello o c u rre de c o n tin u o sin q u e esto afecte ni en lo
m ín im o su reserva. L os billetes re to rn a n c o m o depósitos, y la ú n ica
m odificación q u e tiene lu g ar es la m era tran sfere n cia de u n a
c u en ta a la o tr a .” (Report on Bank Acts, 1857, E vidence n 9 241,
500.) P o r consiguiente, en este caso los billetes sólo sirven co m o
m edios p a ra tra n s fe rir los créditos.
580
por el mismo. Pero resulta igualmente claro que si un fabri
cante retira más en oro o en billetes de sus haberes deposi
tados en un banco porque debe gastar más capital en forma
de dinero, no por ello crece su demanda de capital, sino
sólo su demanda de esa forma particular en la cual gasta
su capital. La demanda sólo se refiere a la forma técnica
en la cual lanza su capital a la circulación. Del mismo modo
que, con un desarrollo diferente del sistema crediticio, por
ejemplo el mismo capital variable, la misma cantidad de
salario, exige en un país una masa de medios circulantes
mayor que en otro; por ejemplo, en Inglaterra más que
en Escocia, o en Alemania más que en Inglaterra. De la
misma manera, en la agricultura el mismo capital activo
en el proceso de reproducción requiere, en diversas esta
ciones, diferentes cantidades de dinero para el desempeño
de sus funciones.
Pero la antítesis, tal como la plantea Fullarton, no es
correcta. De ninguna m anera es la fuerte demanda de prés
tamos la que distingue el período d e estancamiento del
de prosperidad, como dice él, sino la facilidad con que se
satisface esta demanda en tiempos de prosperidad y la difi
cultad con la que se la satisface una vez producido el estan
camiento. Pues es precisamente el monstruoso desarrollo
del sistema crediticio durante la época de prosperidad,
vale decir también el enorme incremento en la demanda
de capital en préstamo y la facilidad con que la oferta se
pone a su disposición en tales períodos, lo que produce
la escasez de crédito durante el período de estancamiento.
Por consiguiente no es la diferencia en la magnitud de la
demanda de préstamos lo que caracteriza ambos períodos.
Tal como ya se ha señalado con anterioridad, ambos
períodos se diferencian, por lo pronto, en que en tiempos
de prosperidad predomina la dem anda de medios de circu
lación entre consumidores y comerciantes, mientras que
en períodos de recesión predomina la demanda de medios
de circulación entre capitalistas. En el período de parali
zación de los negocios disminuye la prim era y aumenta la
segunda.
Ahora bien, lo que les llama la atención a Fullarton
y a otros como de importancia decisiva es el fenómeno de
que en épocas en las que las securities — las garantías
prendarias y las letras de cambio— aumentan en manos
del Banco de Inglaterra, disminuye su circulación de billetes
581
y viceversa. Pero el monto de las securities expresa el
volumen del crédito dinerario, de las letras de cambio
descontadas y de los anticipos sobre títulos y valores en
circulación. Así dice Fullarton en el pasaje anteriormente
citado, nota 90, p. 436: a Los títulos y obligaciones (secu
rities) que se hallan en poder del Banco de Inglaterra
varían por lo general en sentido inverso que su circulación
de billetes, y esto confirma el principio, acreditado de
antiguo en los bancos privados, de que ningún banco puede
elevar su emisión de billetes por encima de cierto monto,
determinado por las necesidades de su público; pero si
quiere efectuar adelantos por encima de ese monto, debe
efectuarlos a partir de su capital, es decir liquidando títulos
y obligaciones o empleando para ello ingresos en dinero
que de otro modo hubiese invertido en títulos y obli
gaciones.
Pero aquí también se revela qué entiende Fullarton
por capital. ¿Qué significa aquí capital? Que el banco no
puede seguir efectuando los adelantos con sus propios bille
tes de banco, compromisos de pago que, naturalmente, nada
le cuestan. Pero ¿con qué efectúa entonces los adelantos?
Con el producido de la venta de securities in reserve
[títulos y obligaciones en reserva], es decir de títulos de
deuda pública, acciones y otros títulos que devengan inte
rés. Pero, ¿a cambio de qué vende esos valores? A cambio
de dinero, oro o billetes de banco, en tanto estos últimos
sean medios de pago legales, como los.-del Banco de Ingla
terra. E n consecuencia, lo que adelanta es, bajo todas las
circunstancias, dinero. Pero este dinero constituye ahora
una parte de su capital. Si adelanta oro, ello es evidente.
Si adelanta billetes, ahora esos billetes representan capital
porque ha enajenado un valor real, los títulos que devengan
interés. En los bancos privados, los billetes que les llegan
por venta de los títulos sólo pueden ser, con arreglo a su
volumen, billetes del Banco de Inglaterra o sus propios
billetes, ya que es difícil que se acepten otros en pago por
títulos u obligaciones. Pero si se trata del propio Banco
de Inglaterra, entonces los propios billetes suyos que recibe
de retorno le cuestan capital, es decir títulos que devengan
interés. Además, de ese modo sustrae sus propios billetes
a la circulación. Si vuelve a emitir esos billetes, o en su
* V éase en este volum en, pp. 579-580.
582
lugar nuevos billetes por el mismo monto, los mismos repre
sentan ahora capital. Y lo hacen tanto si se los emplea
para efectuar adelantos a capitalistas como si se los utiliza
más adelante, cuando disminuye la dem anda de esta clase
de crédito dinerario, para su reinversíón en títulos y obli
gaciones. En cualquiera de estas circunstancias, aquí la
palabra capital sólo se emplea en el sentido que le dan
los banqueros, sentido en el cual significa que el banquero
está obligado a conceder más que su mero crédito.
Como es sabido, el Banco de Inglaterra efectúa todos
sus adelantos en sus propios billetes. Ahora, si a pesar de
ello la circulación de billetes del banco disminuye por
regla general en la misma proporción en que aumentan las
letras de cambio y garantías prendarias que se hallan
en sus manos, es decir los adelantos efectuados por él,
¿qué ocurre con los billetes puestos en circulación, cómo
refluyen éstos al banco?
En primer lugar, si la demanda de préstamos dinerarios se origina en una balanza nacional de pagos desfavo
rable, que por tanto ocasiona un drenaje de oro, la cuestión
es sumamente sencilla. Las letras de cambio se descuentan
en billetes de banco. En el issue department [departamento
de emisión] del propio banco, esos billetes se cambian
por oro, y el oro se exporta. Es lo mismo que si el banco
pagase directamente en oro, sin la intermediación de bille
tes, inmediatamente al descontar las letras de cambio. Una
dem anda creciente de esta índole — que en ciertos casos
alcanza de 7 a 10 millones de libras esterlinas— no le
agrega, naturalmente, ni un solo billete de cinco libras a la
circulación interna del país. Si se dice entonces que en este
caso el banco adelanta capital y no medios de circulación,
ello tiene un doble sentido. E n primer término, que no
anticipa crédito sino valor real, una parte de su capital
propio o del capital depositado en sus arcas. En segundo
lugar, que no adelanta dinero para la circulación interna,
sino para la circulación internacional, dinero mundial; y
para esa finalidad, el dinero siempre debe existir en su
forma de tesoro, en su corporeidad metálica, en la forma
en que no es sólo forma del valor, sino inclusive igual al
valor cuya forma dineraria constituye. Pese a que este oro
representa capital tanto para el banco como para el comer
ciante exportador de oro, capital bancario o capital co
mercial, la demanda por él no se produce en cuanto capital,
583
sino como la forma absoluta del capital dinerario. La misma
se origina precisamente en el instante en que los mercados
extranjeros están saturados de capital mercantil inglés
irrealizable. En consecuencia, lo que se solicita no es capi
tal como capital, sino capital como dinero, en la forma en
que el dinero es mercancía universal en el mercado mun
dial; y ésa es su forma originaria como metal precioso.
Por consiguiente, el drenaje de oro no es, como dicen
Fullarton, Tooke, etc., a mere question of capital [una mera
cuestión de capital], sino a question of money [una cues
tión de dinero], si bien en una función específica. El hecho
de que no sea una cuestión de circulación interna, como lo
afirman los partidarios de la teoría de la currency, no de
muestra en absoluto, como piensan Fullarton y otros, que
sea una mera question o f capital. Es una question of money
en la forma en la cual el dinero es medio de pago inter
nacional.
“Si ese capital” (el precio de compra de los millones
de quarters de trigo extranjero luego de una mala cosecha
interna) “se transfiere en mercancías o en dinero en efec
tivo es una cuestión que no afecta en modo alguno la
naturaleza de la transacción” . (Fullarton, l.c ., p. 131.)
Pero afecta muy significativamente la cuestión de si
se opera o no un drenaje de oro. El capital se transfiere
en la forma de metal precioso porque no se lo puede
transferir en absoluto en la forma de mercancías, o sólo
se lo puede hacer con enormes pérdidas. El tem or que
experimenta el moderno sistema bancario por el drenaje
de oro supera todo cuanto haya soñado jamás el sistema
monetarista, para el cual el metal precioso es la única
riqueza real. Tomemos, por ejemplo, las siguientes decla
raciones del gobernador del Banco de Inglaterra, Morris,
ante la comisión parlam entaria que investigaba la crisis de
1847-48: 3.846. (P regunta:) “Cuando hablo de la desva
lorización de existencias (stocks) y de capital fijo, ¿no sabe
usted que todo el capital invertido en existencias y produc
tos de toda índole estaba desvalorizado de la misma
manera, que el algodón en rama, la seda cruda y la lana
sucia fueron enviados al continente a los mismos viles
precios, y que el azúcar, el café y el té fueron vendidos
con grandes sacrificios, como en las ventas judiciales?!1431
Era inevitable que el país realizase un considerable sacri
ficio para hacer frente al drenaje de oro que se había
584
producido como consecuencia de la importación masiva de
víveres.” — 3.848. “¿No opina usted que hubiese sido mejor
echar mano a los 8 millones de libras esterlinas que yacían
en las arcas del banco, que tratar de recuperar el oro con
semejante sacrificio? — No, no soy de esa opinión.” En
este caso se considera al oro como la única riqueza real.
El descubrimiento de Tooke citado por Fullarton, en
el sentido de que “con solamente una o dos excepciones y
las que admitan una explicación satisfactoria, cualquier
disminución notable del tipo de cambio seguida por un
drenaje de oro y ocurrida .durante el último medio siglo,
ha coincidido por completo con un nivel comparativamente
bajo del medio circulante, y viceversa” (Fullarton, p. 121),
demuestra que esos drenajes de oro se producen mayor
mente en un período de excitación y especulación como
“señal de un colapso ya comenzado . . . un indicio de mer
cados abarrotados, de cesación de la dem anda extranjera
por nuestros productos, de retardo en los reflujos y, como
secuela necesaria de todo ello, de descrédito comercial,
con cierre de fábricas, trabajadores que se mueren de
ham bre y un estancamiento general de la industria y de la
empresa.” (p. 129.) Ésta es, al mismo tiempo, natural
mente, la mejor refutación de la tesis sostenida por los par
tidarios de la teoría de la currency, en el sentido de que
“una circulación plena aleja el oro, y una baja circulación
lo atrae”. Por el contrario, a pesar de que una fuerte
reserva áurea del Banco de Inglaterra existe mayormente
en tiempos de prosperidad, ese tesoro siempre se forma
sólo en la época desanimada y de estancamiento que sigue
a la tempestad.
En consecuencia, toda la sabiduría relativa al drenaje
del oro se reduce a que la demanda de medios internacio
nales de circulación y de pago difiere de la demanda de
medios internos de circulación y de pago (de lo cual tam
bién surge por sí solo que “ la existencia de un drenaje no
implica necesariamente disminución alguna de la demanda
interna de circulación”, como dice Fullarton, p. 112); y
que el envío de los metales preciosos fuera del país, su
lanzamiento a la circulación internacional, no es idéntico
al lanzamiento de billetes o moneda a la circulación interna.
Por lo demás, ya he señalado anteriorm entea que el
movimiento del tesoro que se halla concentrado como fondo
• V éase, e n nu e stra edición, t. i, vol. 1, pp. 176-177.
585
de reserva destinado a pagos internacionales, nada tiene
que ver, de por sí, con el movimiento del dinero como
medio de circulación. Sin embargo se produce una compli
cación en virtud del hecho de que las diversas funciones del
tesoro que he desarrollado a partir de la naturaleza del
dinero — su función como fondo de reserva para medios
de pago, para pagos vencidos en el interior, como fondo de
reserva de los medios de circulación, y finalmente como
fondo de reserva del dinero mundial— se atribuyen a un
único fondo de reserva; de lo cual se desprende asimismo
que, bajo determinadas circunstancias, un drenaje de oro
desde el banco hacia el interior puede combinarse con un
drenaje hacia el exterior. Pero aun se suma una nueva
complicación en virtud de la función ulterior — atribuida
a este tesoro en forma totalmente arbitraria— de servir
como fondo de garantía para la convertibilidad de billetes
de banco en países en los que está desarrollado el sistema
de crédito y el dinero crediticio. A todo eso se suma
finalmente 1) la concentración del fondo nacional de re
serva en un único banco principal, 2 ) su reducción al
mínimo posible. De ahí también la lamentación de Fullarton (p. 143): “No es posible contemplar el perfecto silen
cio y facilidad con que las variaciones del tipo de cambio
pasan habitualmente en los países continentales, en compa
ración con el estado de febril desasosiego y alarma que
siempre se producen en Inglaterra toda vez que el tesoro
del banco parece estar aproximándose al agotamiento, sin
que no nos impresione la gran ventaja que en este aspecto
posee una circulación metálica.”
Pero si hacemos abstracción del drenaje áureo, ¿cómo
puede entonces un banco que emite billetes, por ejemplo
el Banco de Inglaterra, aumentar el monto del crédito
dinerario que concede sin aumentar su emisión de billetes?
Todos los billetes que se encuentran fuera de las pare
des del banco, circulen o dormiten en tesoros privados, se
hallan en circulación en lo que al propio banco respecta,
es decir, fuera de su posesión. Por lo tanto, si el banco
amplía sus descuentos y préstamos sobre mercancías, sus
adelantos sobre securities [títulos y obligaciones] los billetes
de banco desembolsados a cambio de ellos deben refluir
hacia él, pues de lo contrario agrandan el monto de la
circulación, que es precisamente lo que no debe ocurrir.
Este reflujo puede acontecer de dos maneras. *
586
Primera: El banco le paga a A billetes a cambio de
títulos y obligaciones; con aquéllos, A le paga letras
de cambio vencidas a B, y éste vuelve a depositar los
billetes en el banco. Con ello llega a su término la circu
lación de estos billetes, pero el préstamo subsiste. (“El
préstamo se mantiene en pie y los medios de circulación,
si no se los desea, hallan su camino de retorno hacia el
emisor.” Fullarton, p. 97.) Los billetes adelantados por
el banco a A han retornado ahora al banco; en cambio
éste es acreedor de A o de lo obtenido por la letra descon
tada por A, y deudor de B por la suma de valor expresada
en esos billetes, y B dispone de esa manera de una parte
correspondiente del capital del banco.
Segunda: A le paga a B, y el propio B o C, a quien
B le ha dado a su vez los billetes en pago, con dichos
billetes paga letras vencidas al banco, directa o indirecta
mente. En este caso se le ha pagado al banco con sus
propios billetes. De ese modo queda concluida la tran
sacción (excepto el reintegro de A al banco).
¿En qué medida cabe considerar entonces el adelanto
del banco a A como un adelanto de capital, o como un
mero adelanto de medios de pago?91
{F. E. — Esto depende de la naturaleza del propio ade
lanto. En esta situación se debe distinguir tres casos.
Primer caso. A recibe del banco las sumas de adelanto
sobre su crédito personal, sin dar cobertura alguna a cambio
de ellas. En este caso no sólo ha obtenido un adelanto de
medios de pago, sino también indudablemente un capital
nuevo, que puede emplear y valorizar en su negocio como
capital adicional hasta el momento de su reintegro.
Segundo caso. A ha pignorado en el banco títulos, obli
gaciones, certificados de deuda pública o acciones, obte
niendo sobre ellos un adelanto en efectivo, digamos que
hasta los dos tercios del valor que tenían en ese momento.
En este caso ha obtenido los medios de pago que necesi
taba, pero no un capital adicional, pues le ha entregado
al banco un valor de capital mayor que el recibido de él.
91 [F. E. -— E l pasaje q u e a p arece a contin u ació n en el o riginal
re su lta incom prensible en el con tex to y ha sido re elab o ra d o p o r el
e d ito r h asta el cierre d el corchete." E n otro contexto, este p u n to
ya ha sido to cad o en el cap ítu lo xxvi.}b
" L lave e n la p resente edición.
Véase., en el p resente volum en, pp. 549-552.
587
Pero ese valor mayor de capital no era utilizable, por una
parte, para sus necesidades momentáneas — medios de
pago— por hallarse invertido en una forma determinada
que devenga interés; por otra parte, A tenía sus motivos
para no transformarlo directamente en medios de pago
mediante su venta. Sus títulos y obligaciones tenían, entre
otras cosas, el destino de actuar como capital de reserva, y
como tal los hizo entrar en funciones. Por consiguiente,
entre A y el banco se ha operado una transferencia tempo
raria y recíproca de capital, de manera que A no recibió
ningún capital adicional (¡por el contrario!), pero sí los
medios de pago que necesitaba. En cambio para el banco
el negocio consistió en una inmovilización tem poraria de
capital dinerario en la forma de un préstamo, en una tras
mutación de capital dinerario de una forma en otra, y esa
transformación es precisamente la función esencial del
negocio bancario.
Tercer caso. A ha descontado una letra en el banco, a
cambio de la cual ha recibido el importe en efectivo, una
vez deducido el descuento. En este caso ha vendido una
forma no convertible de capital dinerario al banco a cambio
del importe de su valor en forma convertible: la letra de
cambio aún en curso por dinero en efectivo. L a letra es
ahora propiedad del banco. En nada modifica la situación
el hecho de que, en caso de falta [de] pago, el último
endosante, A, sea responsable ante el banco por el importe;
dicha responsabilidad la comparte con los demás endosantes
y con el librador, ante quienes puede presentar recurso
llegado el momento. En consecuencia, aquí no tenemos
un adelanto, sino una com pra y venta común y corriente.
Por ello, A tampoco debe reintegrarle nada al banco, el
cual se cubre por cobranza de la letra a su vencimiento.
También en este caso se ha verificado una transferencia
mutua de capital entre A y el banco, exactamente igual
que en el caso de la compra y venta de cualquier otra
mercancía, y precisamente por ello A no ha recibido
capital adicional alguno. Lo que necesitaba y obtuvo
fueron medios de pago, y los obtuvo por el hecho de que
el banco le trasmutó la forma de su capital dinerario
(la letra de cam bio) en otra (el dinero).
Por consiguiente, sólo puede hablarse de un adelanto
real de capital en el primer caso. En el segundo y tercer
casos ello puede hacerse, a lo sumo, sólo en el sentido de
588
que en toda inversión de capital se “adelanta capital”. En
este sentido, el banco le adelanta capital dinerario a A;
pero para A es capital dinerario, cuando más, en el sentido
de que es una parte de su capital en general. Y lo solicita
y lo emplea no especialmente como capital, sino especial
mente como medio de pago. De otro modo, también habría
que considerar como un adelanto de capital recibido a
cualquier venta común de mercancías, en virtud de la cual
alguien se procura medios de pago.}
En el caso del banco privado que emite sus propios
billetes subsiste la diferencia de que, caso que sus billetes
no permanezcan en la circulación local ni regresen a él
mismo en la forma de depósitos o en pago de letras de
cambio vencidas, tales billetes caen en manos de personas
a quienes debe pagarles oro o billetes del Banco de Ingla
terra a cambio de aquéllos. Así, en este caso el adelanto de
sus billetes representa efectivamente un anticipo de billetes
del Banco de Inglaterra, o lo que es lo mismo para el
banco, de oro, es decir de una parte de su capital bancario.
O tro tanto vale para el caso en el que el Banco de Ingla
terra mismo o cualquier otro banco sometido a un máximo
legal en su emisión de billetes deba vender títulos y obliga
ciones para retirar de circulación sus propios billetes, y
volver a desembolsarlos luego en adelantos; en este caso,
sus propios billetes representan una parte de su capital
bancario movilizado.
Incluso si la circulación fuese puramente metálica,
podría ocurrir simultáneamente: 1) que un drenaje de oro
{F. E . : aquí se alude evidentemente a un drenaje de
oro que vaya cuando menos en parte al extranjero}
vaciara el tesoro y 2 ) puesto que el banco sólo exigiría el
oro principalmente para saldar pagos (liquidación de tran
sacciones anteriores), su adelanto sobre títulos y obliga
ciones podría aumentar mucho, pero retornaría al banco
en la forma de depósitos o en el pago de letras vencidas;
de modo, por una parte, que al aumentar los títulos y
obligaciones que se hallan en cartera en el banco dismi
nuiría su tesoro total, y por otra parte tendría la misma
suma que tenía anteriormente como propietario, ahora
como deudor de sus depositarios, y finalmente disminuiría
la masa global del medio circulante.
H asta aquí hemos supuesto que los adelantos se efec
túan en billetes, y que traen aparejado cuando menos un
589
aumento momentáneo de la emisión de billetes, aunque
el mismo desaparezca inmediatamente después. Pero esto
no es necesario. En lugar de los billetes de papel, el banco
puede abrirle a A un crédito en sus libros, según el cual
éste, su deudor, se convierte en depositante imaginario en
el banco. A les paga a sus acreedores con cheques contra el
banco, y el receptor de esos cheques se los pasa a su vez
a su banquero, quien los intercambia por los cheques
girados contra él en la clearing house. En este caso no tiene
lugar intervención alguna de billetes, y toda la transacción
se limita a que el banco salda con un cheque contra sí
mismo una exigencia que debe formular, consistiendo su
recompensa real en la exigencia de crédito sobre A. En
tal caso le habrá adelantado una parte de su capital bancario, por haberle anticipado sus propias exigencias de
deuda.
En la medida en que esta demanda de crédito dinerario es demanda de capital, sólo lo es para capital dinerario; capital desde el punto de vista del banquero, es decir
de oro — en el caso de drenaje áureo al exterior— o de
billetes del banco nacional, que la banca privada sólo
puede obtener por compra a cambio de un equivalente, y
que por ende representan capital para ella. O por último
se trataba de títulos y obligaciones que devengan interés,
títulos del estado, acciones, etc., que deben venderse para
obtener oro o billetes. Pero aquéllos, en el caso de ser
títulos estatales, sólo son capital para quien los compró,
es decir para quien representan su precio de compra, el
capital que invirtió en ellos; en sí no son capital, sino
solamente exigencias de deudas; en el caso de ser hipotecas,
son meras asignaciones sobre una futura renta del suelo, y
de ser otro tipo de acciones son meros títulos de propiedad
que autorizan la recepción de plusvalor futuro. Todas estas
cosas no son capital real, no configuran partes constitutivas
del capital, y de por sí tampoco son valores. También es
posible que mediante transacciones similares pueda trans
formarse en depósito un dinero perteneciente al banco, de
modo que éste, en lugar de ser propietario de ese dinero,
se convierta en deudor del mismo, lo.tenga bajo otros títulos
de propiedad. Por muy im portante que esto sea para el
propio banco, en nada modifica la masa del capital existente
en el país, e inclusive el del capital dinerario. En conse
cuencia, el capital sólo figura aquí como capital dinerario
590
y, cuando no existe en forma dineraria real, como mero
título de capital. Esto es sumamente importante, pues se
confunde la escasez y la demanda urgente de capital
bancario con una reducción del capital real que, en tales
casos y por el contrario, existe en superabundancia y oprime
los mercados en la forma de medios de producción y de
productos.
Por lo tanto, se explica muy simplemente cómo puede
aum entar la masa de los títulos y obligaciones mantenidos
por el banco como cobertura, es decir, cómo puede satis
facer el banco la demanda cada vez más apremiante de
crédito dinerario cuando permanece constante o disminu
ye el volumen global de los medios de circulación. En esos
tiempos de escasez de dinero, esta masa global se mantiene
dentro de ciertos límites de dos maneras: 1) por drenaje
de oro; 2) por demanda de dinero como mero medio de
pago, caso en el cual los billetes emitidos refluyen de inme
diato o en que, mediante el crédito contable, la transacción
se desenvuelve sin emisión alguna de billetes; es decir, en
que una mera transacción crediticia media los pagos, cuya
liquidación constituía la única finalidad de la operación.
Lo peculiar del dinero es que, cuando funciona solamente
para saldar pagos (y en tiempos de crisis se toman adelan
tos para pagar, no para comprar; para finiquitar opera
ciones pasadas, no para iniciar otras nuevas), su circula
ción no es más que evanescente, inclusive cuando el saldamiento no se opera en virtud de una mera operación
crediticia, sin intervención alguna de dinero; es decir, que
en caso de gran demanda de crédito dinerario puede efec
tuarse una masa inmensa de esta clase de transacciones
sin expandir la circulación. Pero el mero hecho de que la
circulación del Banco de Inglaterra permanezca estable o
incluso disminuya, simultáneamente con un muy conside
rable crédito dinerario a su cargo, no demuestra en abso
luto, prima facie, tal como lo suponen Fullarton, Tooke y
otros (a consecuencia de su error, según el cual el crédito
dinerario sería una misma cosa que la obtención de capital
on loan [capital prestado], de capital adicional), que la
circulación del dinero (de los billetes de banco) en su
función de medios de pago no aumente y se expanda. Puesto
que la circulación de los billetes como medios de compra
disminuye en tiempos de paralización de los negocios,
cuando se hace necesario un crédito de semejante volumen,
591
puede aumentar su circulación como medios de pago y la
suma global de la circulación, la suma de los billetes que
funcionan como medios de compra y como medios de pago,
puede no obstante permanecer estable o incluso disminuir.
La circulación, en cuanto medios de pago, de billetes de
banco que refluyen de inmediato al banco emisor, no es
precisamente circulación alguna a los ojos de esos eco
nomistas.
Si la circulación como medios de pago aumentase en
grado mayor de lo que disminuye como medios de compra,
crecería la circulación global, a pesar de haber disminuido
considerablemente en cuanto a su masa el dinero actuante
como medios de compra. Y esto ocurre realmente en ciertos
momentos de la crisis, a saber en ocasión del colapso
total del crédito, cuando no sólo las mercancías y los títulos
y obligaciones se han vuelto invendibles, sino que también
se ha tornado imposible descontar las letras, y ya nada
vale salvo el pago en efectivo o, como dice el comerciante,
al contado. Puesto que Fullarton y otros no comprenden
que la circulación de los billetes como medios de pago
es lo característico de estos tiempos de escasez de dinero,
consideran a este fenómeno como casual. “Con respecto
nuevamente a aquellos ejemplos de competencia encarni
zada por la posesión de billetes de banco, que caracteriza
las épocas de pánico y que a veces, como a fines de 1825,
puede llevar a una expansión súbita, aunque solamente
temporaria, de las emisiones, incluso mientras persiste aún
el drenaje de oro, entiendo que no debe considerárselos
como circunstancias concomitantes naturales o necesarias
de un bajo tipo de cambio; en tales casos, la demanda no
es de circulación” (debiera decir de circulación como
medios de com pra) “sino con vistas al atesoramiento,
siendo una demanda por parte de los alarmados banqueros
y capitalistas que surge generalmente durante el último
acto de la crisis” (es decir, como reserva para medios de
pago) “luego de continuar por prolongado lapso el drenaje,
y es el precursor de su terminación.” (Fullarton, p. 130.)
Al considerar el dinero como medio de pago (libro i,
capítulo iii , 3, b ) a ya hemos explicado como, en caso de
una violenta interrupción de la cadena de pagos, el dinero
se trastrueca de forma meramente ideal en forma material
* V éase, en la p resente edición, t. i, vol. 1, pp. 168 y s.
592
y al mismo tiempo absoluta del valor con respecto a las
mercancías. Allí mismo se dieron algunos ejemplos de ello,
en las notas 100 y 1 0 1 .a E sta propia interrupción es en
parte efecto y en parte causa de la conmoción del crédito
y de las circunstancias que acompañan a esta última: satu
ración de los mercados, desvalorización de las mercancías,
interrupción de la producción, etc.
Mas resulta claro que Fullarton transforma la dife
rencia entre dinero como medios de compra y dinero como
medios de pago en la falsa diferencia entre currency y
capital. Pero una vez más se basa en la estrecha concepción
que, como banquero, tiene de la circulación.
Podría preguntarse aún: ¿qué es lo que falta en esos
tiempos de estrechez, capital o dinero en su determinación
de medio de pago? Y, como se sabe, esto constituye una
controversia.
En primera instancia, mientras la estrechez se revela
en el drenaje de oro, resulta claro que lo que se solicita es
el medio de pago internacional. Pero el dinero en su deter
minación en cuanto medio de pago internacional es oro en
su realidad metálica, como sustancia valiosa en sí misma,
como masa de valor. Es al mismo tiempo capital, pero
capital no como capital mercantil, sino como capital dinerario, capital no en la forma de la mercancía, sino
en la forma del dinero ( y más exactamente del dinero en el
sentido eminente de la palabra, en el cual existe en la mer
cancía general del mercado m undial). No nos hallamos
aquí en presencia de una antítesis entre la demanda de
dinero como medio de pago y la demanda de capital.
La antítesis existe entre el capital en su forma de dinero
y en su forma de mercancía; y la forma en la cual se lo
exige en este caso, y única forma en la cual puede funcionar,
es su forma dineraria.
Con prescindencia de esta demanda de oro (o plata)
no puede decirse que en tales tiempos de crisis se produzca
de alguna manera una escasez de capital. Bajo circunstan
cias extraordinarias, tales como encarecimiento de los
cereales, escasez de algodón, etc., ése puede ser el caso;
pero esas circunstancias no son, en modo alguno, acom
pañantes necesarias o regulares de esos tiempos; y la exis
tencia de semejante escasez de capital no puede por ello
" V éase en la presente edición, t. i, vol. 1, p. 169.
593
deducirse, de antemano, del hecho de la existencia de una
fuerte demanda de crédito dinerario. Por el contrario. Los
mercados se hallan saturados, inundados de capital mercan
til. En todo caso, no es la escasez de capital mercantil
lo que ocasiona la situación de estrechez. Más adelante
volveremos sobre esta cuestión.
Libro tercero
EL PROCESO GLOBAL
LA PRODUCCIÓN C APITALISTA
P A R T E SEG U N D A
594
S E C C IÓ N Q U I N T A
ESCISIÓN DE LA GANANCIA EN INTERÉS
Y GANANCIA EMPRESARIAL
EL CAPITAL QUE DEVENGA INTERÉS
( c o n t in u a c ió n )
CAPÍTULO XXIX
PARTES CONSTITUTIVAS D EL CA PITA L
BANCARIO a
Ahora es necesario considerar con mayor detenimiento
en qué consiste el capital bancario.
Acabamos de ver que Fullarton y otros convierten la
diferencia entre dinero en cuanto medio de circulación y
dinero en cuanto medio de pago (tam bién en cuanto dinero
mundial, en la medida en que entre en consideración el
drenaje de oro) en una diferencia entre circulación (currency) y capital.
El papel peculiar que desempeña el capital en este caso
trae aparejado el hecho de que, así como la economía
ilustrada trataba de inculcar la noción de que el dinero
no es capital, esta economía de banqueros trata de inculcar,
en forma igualmente cuidadosa, que, de hecho, el dinero
es el capital par excellence.
En las investigaciones posteriores demostraremos, em
pero, que en este caso se confunde el capital dinerario
con moneyed capital en el sentido de capital que devenga
interés, mientras que en el primer sentido el capital dine
rario siempre es nada más que una forma de transición del
capital, a diferencia de las otras formas del capital, del capi
tal mercantil y del capital productivo.
El capital bancario consta 1) de dinero en efectivo,
oro o billetes, y 2) de títulos y obligaciones. A su vez,
estos pueden dividirse en dos partes: valores comerciales,
letras de cambio pendientes y que expiran de tanto en
" T ítu lo de E ngels. (V éase R 1190/2.)
597
tanto, y en cuyo descuento se centra el negocio propiamen
te dicho del banquero; y títulos y obligaciones públicos,
como títulos nacionales, certificados del tesoro, acciones
de toda suerte y, en suma, títulos que devengan interés,
pero que difieren esencialmente de las letras. En este grupo
pueden incluirse también las hipotecas. El capital que se
compone de estas partes constitutivas materiales se divide,
a su vez, en el capital invertido del propio banquero y en
los depósitos que constituyen su banking capital o capital
prestado. En el caso de los bancos autorizados a emitir
billetes todavía se suman estos últimos. Por ahora no
entraremos a considerar los depósitos y billetes. Resulta
claro que en nada se modifican los componentes reales
del capital del banquero — dinero, letras de cambio, títulos
depositados— si esos diferentes elementos representan su
propio capital o depósitos, es decir el capital de otras
personas. La misma división se mantendría tanto si sólo
desarrollase sus negocios con capital propio como si lo
hiciese únicamente con capital depositado en su institución.
L a forma del capital que devenga interés trae aparejada
la circunstancia de que cualquier rédito dinerario determi
nado y regular aparezca como interés de un capital, pro
venga o no de un capital. Primeramente se transform a el
ingreso de dinero en interés, y con el interés también se
puede determ inar luego el capital del cual proviene. Del
mismo modo, con el capital que devenga interés cualquier
suma de valor aparece como capital, en cuanto no se la
gaste como rédito; más exactamente, como suma principal
(principal), en contraposición al interés potencial o real
que pueda devengar.
La cuestión es sencilla: supongamos que el tipo medio
de interés sea del 5 % anual. Por consiguiente, una suma
de £ 500, de transformársela en capital que devenga
interés, rendiría £ 25 anuales. Por eso se considera a
cualquier ingreso fijo anual de £ 25 como el interés de
un capital de £ 500. Sin embargo, ésta es y sigue siendo
una representación puramente ilusoria, salvo en el caso
de que la fuente de las £ 25, consista ésta en un mero
título de propiedad o una exigencia de deuda, o bien en un
elemento real de producción, como por ejemplo una pro
piedad inmueble, sea directamente transferidle o adopte
una forma en la cual lo sea. Tomemos como ejemplos la
deuda pública y el salario.
598
El estado debe pagarle anualmente a sus acreedores
cierta cantidad de intereses por el capital prestado. E n este
caso, el acreedor no puede reclamar el pago de la deuda
a su deudor, sino solamente vender la exigencia, su título
de propiedad de la misma. El propio capital ha sido consu
mido, gastado por el estado. Ya no existe. Lo que posee
el acreedor del estado es 1) un certificado de deuda
contra el estado, digamos que de £ 100; 2) este certificado
de deuda le otorga el derecho a participar en cierto importe
de los ingresos anuales del estado, es decir del producto
anual de los impuestos, digamos £ 5 o u n 5 % ; 3 ) puede
vender a su antojo ese certificado de deuda de £ 100 a
otras personas. Presuponiendo un tipo de interés del 5 %
y además la garantía del estado, entonces el poseedor A
puede, por regla general, vender el certificado de deuda
a B por £ 100, pues para B es lo mismo si presta £ 100
al 5 % anual, o si mediante el pago de £ 100 se asegura
un tributo anual de parte del estado por el monto de
£ 5. Pero en todos estos casos, el capital como cuyo
vástago (interés) se considera al pago estatal, es ilusorio,
capital ficticio. No sólo porque la suma que se prestó
al estado ya no exista en absoluto. Pues esa suma nunca
estuvo destinada, en general, a ser gastada, invertida como
capital, y sólo en virtud de su inversión como capital se la
hubiese podido transform ar en un valor que se conserva
a sí mismo. Para el acreedor originario A, la parte de los
impuestos anuales que le corresponde representa el interés
de su capital, así como para el usurero lo representa aquella
parte del patrimonio del dilapidador que le corresponde,
aunque en ambos casos la suma de dinero prestada no se
haya gastado como capital. La posibilidad de vender el cer
tificado de deuda sobre el estado representa para A el
posible reflujo de la suma principal. En lo que respecta
a B, desde su punto de vista privado su capital ha sido
invertido como capital que devenga interés. De hecho,
sólo ha asumido el lugar de A, comprando las exigencias
de deuda de éste para con el estado. Por mucho que se
multipliquen estas transacciones, el capital de la deuda
pública sigue siendo puramente ficticio, y a partir del
momento en que estos certificados de deuda se tornasen
Invendibles, se desvanecería la apariencia de este capital.
No obstante, como veremos de inmediato, este capital fic
ticio tiene su propio movimiento.
599
Ahora bien, por oposición al capital de la deuda
pública, en el cual un déficit aparece como capital — así
como el capital que devenga interés es, en general, la
madre de todas las formas absurdas, de modo que, por
ejemplo, en la imaginación del banquero las deudas pueden
aparecer como mercancías— , consideremos ahora la fuerza
de trabajo. Aquí se concibe al salario como un interés, y
por ello a la fuerza de trabajo como el capital que arroja
dicho interés. Por ejemplo, si el salario de un año es
= £ 50, y el tipo de interés es del 5 % , se consideraba
la fuerza de trabajo anual como igual a un capital de
£ 1.000. Lo desatinado de la concepción capitalista llega
aquí a su pináculo cuando, en lugar de explicar la valori
zación del capital a partir de la explotación de la fuerza
de trabajo, explica, a la inversa, la productividad de la
fuerza de trabajo a partir de la circunstancia de que la
propia fuerza de trabajo es esa cosa mística, el capital
que devenga interés. En la segunda mitad del siglo x v i i
(por ejemplo para Petty), ésta constituía una concepción
predilecta, pero actualmente la sostienen también, y con
total seriedad, en parte los economistas vulgares, en parte
y principalmente los estadísticos alemanes.1 Lamentable
mente entran aquí dos circunstancias que contrarían desa
gradablemente esa idea inconsistente: en primer lugar,
que el obrero debe trabajar para obtener este interés, y en
segundo término que no puede convertir en dinero el valor
de capital de su fuerza de trabajo por medio de una
transferencia. Por el contrario, el valor anual de su fuerza
de trabajo es igual a su salario anual medio, y lo que debe
reponerle a su comprador mediante su trabajo es ese mismo
valor más el plusvalor, la valorización del mismo. En el
sistema esclavista el trabajador tiene un valor de capital,
a saber su precio de compra. Y cuando se lo alquila, el
arrendatario debe pagar, en primer término, el interés
del precio de compra, y por añadidura reponer el desgaste
anual del capital.
1 “ El o b re ro tiene un v a lo r de cap ital, q u e se d e te rm in a consi
d e ran d o com o p ro d u cid o de intereses el v a lo r d in era rio de lo que
g ana en el a ñ o . . . Si se . . . cap italizan los jo rn ales m edios al 4 % ,
se obtiene el v alor m edio de u n tra b a ja d o r ag ríco la del sexo m ascu
lino: en la p a rte a le m a n a de A u stria 1.500 táleros, en P ru sia 1.500,
en In g la te rra 3.750, e n F ra n c ia 2.000, en la R u sia c en tral, 750
tále ro s.” (V on R eden, Vergleichende Kulturstatistik, Berlín, 1848,
p. 434.
600
A la formación del capital ficticio se la denomina
capitalización. Se capitaliza cualquier entrada que se repita
en forma regular, calculándola según el tipo medio de
interés, como el producido que arrojaría un capital pres
tado a esa tasa de interés; por ejemplo, si la entrada anual
es = £ 100 y el tipo de interés = 5 % , las £ 100 serían
el interés anual de £ 2.000, y a estas £ 2.000 se las
considera ahora como el valor de capital del título jurídico
de propiedad sobre las £ 100 anuales. Para quien compre
este título de propiedad, las £ 100 de entrada anual repre
sentan entonces, de hecho, los intereses de su capital inver
tido al 5 % . De este m odo se pierde, hasta sus últimos
rastros, toda conexión con el proceso real de valorización
del capital, consolidándose la idea del capital como un
autóm ata que se valoriza por sí solo.
Aun en el caso de que el certificado de deuda — el
título u obligación— no represente un capital meramente
ilusorio, como en el caso de las deudas públicas, el valor
de capital de ese título es puramente ficticio. Hemos visto
anteriormente cómo el sistema crediticio genera capital
asociado. Los documentos se consideran títulos de pro
piedad que representan este capital. Las acciones de com
pañías ferroviarias, mineras, de navegación, etc., represen
tan capital real, a saber el capital invertido y operante en
esas empresas, o la suma de dinero adelantada por los parti
cipantes para ser gastada como capital en tales empresas.
Con lo cual no se descarta en absoluto que no representen
asimismo una mera estafa. Pero este capital no existe
de dos maneras, una vez como valor de capital de los
títulos de propiedad, de las acciones, y la otra como el
capital realmente invertido o a invertir en esas empresas.
Sólo existe en esta última forma, y la acción no es otra
cosa que un título de propiedad, pro rata, sobre el plusvalor
que se ha de realizar por intermedio de ese capital. Podrá
A venderle ese título a B, y éste a C. Pero estas transac
ciones en nada alteran la naturaleza del asunto. A o B
habrán transformado entonces su título en capital, pero C
habrá convertido su capital en un mero título de propiedad
sobre el plusvalor que cabe esperar del capital accionario.
El movimiento autónomo del valor de estos títulos
de propiedad, no sólo de los títulos estatales, sino tam
bién de las acciones, confirma la apariencia de que cons
tituirían un capital real junto al capital o al derecho a ese
601
capital, derecho del que posiblemente sean títulos. Pues se
convierten en mercancías, cuyo precio tiene un movimiento
y una estabilidad peculiares. Su valor de mercado adquiere
una determinación diferente de su valor nominal, sin que
varíe el valor (aunque sí la valorización) del capital real.
Por una parte, su valor de mercado fluctúa con el nivel
y la seguridad de los producidos sobre los cuales confieren
títulos jurídicos. Si el valor nominal de una acción, es decir
la suma invertida que representa originariamente la acción,
es de £ 100, y si la empresa arroja un 10 % en lugar de
arrojar un 5 % , su valor de mercado — bajo circunstancias
en lo demás iguales y con un tipo de interés del 5 % — se
elevará a £ 200, pues capitalizada al 5 % representa
ahora un capital ficticio de £ 200. Quien la compre a
£ 200, obtendrá un rédito del 5 % de esta inversión de
capital. A la inversa sucede cuando disminuye el rendi
miento de la empresa. El valor de mercado de estos títulos
es en parte especulativo, ya que está determinado no sólo
por las entradas reales, sino también por las entradas
esperadas, calculadas por anticipado. Pero suponiendo
constante la valorización del capital real — o cuando no
existe capital alguno, como en el caso de las deudas
públicas, fijando legalmente el producido anual y presu
poniéndolo también con suficiente certeza— , el precio de
esos títulos y obligaciones aumenta y disminuye en forma
inversa al tipo de interés. Si el tipo de interés aumenta
del 5 al 1 0 % , un título que asegure un rendimiento de
£ 5 sólo representará ya un capital de £ 50. Si la tasa
del interés disminuye al 2 Vi % , el mismo título repre
sentará un capital de £ 200. Su valor es siempre sólo el
rendimiento capitalizado, es decir el rendimiento calculado
sobre un capital ilusorio conforme al tipo de interés impe
rante. En tiempos de estrechez en el mercado dinerario,
estos títulos y obligaciones bajarán doblemente de precio:
en primer lugar, porque aum enta el tipo de interés, y en
segundo término porque se los lanza masivamente al mer
cado para realizarlos en dinero. Esta caída de precio tiene
lugar independientemente de si el producido que aseguran
estos papeles a su poseedor es constante, como en el caso
de los títulos del estado, o de si la valorización del capital
real que representan, como ocurre en las empresas indus
triales, también resulta afectada posiblemente por las per
turbaciones del proceso de reproducción. En este último
602
caso sólo se suma a la desvalorización mencionada otra
desvalorización. Una vez pasada la tempestad, estos títulos
vuelven a ascender a su nivel anterior, en tanto no repre
senten empresas fracasadas o fraudulentas. Su depreciación
durante la crisis obra como un poderoso medio para cen
tralizar el patrimonio dinerario.2
En la medida en que esta desvalorización o aumento
de valor de estos títulos sea independiente del movi
miento de valor del capital real que representan, la riqueza
de una nación es exactamente de la misma magnitud tanto
antes como después de la desvalorización o del aumento
de su valor. “El 23 de octubre de 1847, los fondos públicos
y las acciones de canales y ferrocarriles ya se hallaban
depreciadas en £ 114.752.225.” (M orris, gobernador
del Banco de Inglaterra, declaración en el informe acerca de
Commercial Distress, 1847-48 [n? 3.800].) En la medida
en que su desvalorización no expresaba una detención
real de la producción y del tráfico en ferrocarriles y canales,
o un abandono de empresas iniciadas, o el derroche de
capital en empresas positivamente carentes de valor, la
nación no se empobreció ni en un centavo por el estallido
de estas pompas de jabón de capital dinerario nominal.
Todos esos documentos no representaban, en los he
chos, otra cosa que exigenciás y títulos jurídicos acumulados
sobre la producción futura, cuyo valor dinerario o de
capital o bien no representa capital alguno, como en el caso
de la deuda pública, o bien resulta independientemente
regulada por el valor del capital real que representan.
En todos los países de producción capitalista existe
un volumen ingente de lo que ha dado en llamarse el
capital que devenga interés, o moneyed capital, en esta
forma. Y por acumulación del capital dinerario no debe
entenderse, en gran parte, otra cosa que la acumulación de
2 { F .E . — In m ed iata m e n te después de la R evolución de F e
b rero, c u an d o en P a rís las m ercan cías y los títulos y obligaciones
se h a b ía n desv alo rizad o a l m áxim o y e ra n to ta lm e n te invendibles,
un com erciante suizo de L iverpool, el señor R. Z w ilc h en b a rt (quien
le c o n tó esto a m i p ad re) co n v irtió en d in ero c u a n to pudo, viajó
c o n el d in ero e n efectivo a P arís, y fue a ver a R othschild, a qu ien
le pro p u so h a ce r u n negocio e n com ún. R othschild lo m iró fija
m ente, se a b alan z ó sobre él y le preguntó, a siéndolo p o r los h o m
bros: "A vez-vous de l’argent sur vous?" — “ Oui, M . le barón."
— "A lors vous étes mon h o m m ef [“¿Tiene u sted d inero consigo?”
— “Sí, señor b a ró n .” — “ ¡E ntonces usted es m i hom b re!”] Y am bos
h icieron u n brillan te negocio.
603
estos derechos sobre la producción, acumulación del precio
de mercado, del ilusorio valor de capital de estos derechos.
Una parte del capital de los banqueros se halla inver
tida entonces en los así llamados documentos que devengan
interés. Se trata de una parte del capital de reserva, que
no participa activamente en el negocio bancario real. Su
parte más importante consta de letras de cambio, es decir
de compromisos de pago de capitalistas industriales o de
comerciantes. Para el prestamista de dinero, estas letras
de cambio son documentos que devengan interés; es decir,
cuando los compra deduce el interés por el tiempo que
aún deben estar pendientes. A esto se lo llama descontar.
P or consiguiente, depende del tipo de interés vigente en
cada caso la magnitud de la deducción practicada a la
suma que representa la letra de cambio.
Finalmente, la última parte del capital del banquero
consiste en su reserva dineraria de oro o billetes. Los
depósitos, si no se han estipulado contractualmente a largo
plazo, se hallan siempre a disposición de los depositantes.
Se encuentran en permanente fluctuación. Pero cuando
unos lo retiran, otros lo reponen, de modo que el monto
medio general fluctúa poco en tiempos de curso normal
de los negocios.
Los fondos de reserva de los bancos, en países de
producción capitalista desarrollada, siempre expresan en
promedio la magnitud del dinero existente como tesoro, y
una parte de dicho tesoro consiste, a su vez, en papeles,
en meras asignaciones sobre oro que no constituyen un
valor de por sí. Por ello, la mayor parte del capital del
banquero es puramente ficticio, y consta de exigencias
de deudas (letras de cam bio), títulos y obligaciones del
estado (que representan capital pretérito) y acciones (asig
naciones sobre rendimientos futuros). A todo lo cual no
hay que olvidar que el valor dinerario del capital que repre
sentan estos títulos y obligaciones que se hallan en las
cajas fuertes de los banqueros es, a su vez, totalmente
ficticio — incluso cuando son asignaciones sobre rendi
mientos garantidos (como en el caso de los títulos estata
les) o títulos de propiedad sobre capital real (com o en
el caso de las acciones)— y que es regulado de otra
manera que en el caso del valor del capital real que
representan cuando menos en parte; o bien, que cuando re
presentan una mera exigencia sobre rendimientos pero
604
no un capital, la exigencia sobre ese mismo rendimiento se
expresa en un capital dinerario ficticio constantemente cam
biante. A ello se suma aun que ese capital ficticio del ban
quero mayormente no representa su capital, sino el del
público que deposita en su institución, lo haga con o sin
intereses.
Los depósitos siempre se efectúan en dinero, oro o
billetes, o en asignaciones sobre aquél. Con excepción
del fondo de reserva, que según las necesidades de la cir
culación real se comprime o se expande, estos depósitos
se encuentran, en realidad, siempre en las manos, por una
parte, de los capitalistas industriales y de los comerciantes
cuyas letras de cambio se descuentan con ellos y a quienes
se les efectúan adelantos con ellos; por otra parte, se
hallan en manos de los comerciantes en títulos y obliga
ciones (corredores de bolsa) o en poder de particulares
que han vendido sus títulos y obligaciones, o bien en manos
del gobierno (en el caso de títulos del tesoro y de nuevos
em préstitos). Los propios depósitos desempeñan un doble
papel. Por una parte, como ya lo mencionáramos, se los
presta como capital que devenga interés, y por consiguiente
no se hallan en las arcas de los bancos, sino que figuran
solamente en sus libros como saldo activo de los deposi
tantes. Por otra parte funcionan como esta clase de meras
partidas en los libros en la medida en que los saldos recí
procos de los depositantes se compensan y se transfieren
mutuamente mediante cheques sobre sus depósitos; para lo
cual es totalmente indiferente que los depósitos se hallen
en el mismo tanco , de modo que éste acredite y debite
recíprocamente las sumas en las diferentes cuentas, o que
ello ocurra a través de diferentes bancos que intercambian
sus cheques entre sí, pagándose solamente las diferencias.
Con el desarrollo del capital que devenga interés y del
sistema de crédito, cualquier capital parece duplicarse, y
por momentos triplicarse en virtud de la diferente manera
en que ese mismo capital, o incluso la misma exigencia de
deuda aparece en diferentes manos bajo formas diferentes.3
* { F .E . — E sta d u plicación y triplicación de c a p ita l se h a
Mguido d e sa rro lla n d o considerablem ente d u ra n te los últim os años,
por e jem plo m ediante los financial trusts q u e y a o c u p an u n ru b ro
separado e n e l inform e b u rsátil londinense. Se fo rm a u n a sociedad
ira la c o m p ra de d e te rm in a d a clase d e d o cu m en to s q u e devengan
terés, p o r ejem plo títu lo s e statale s ex tra n je ro s, certificad o s d e la
deuda m u nicipal inglesa o de la d e u d a pública n o rtea m e rica n a,
K
605
L a mayor parte de este “capital dinerario” es puramente
ficticio. Todos los depósitos, con excepción del fondo de
reserva, no son otra cosa que créditos concedidos al ban
quero, pero que jamás existen en depósito. E n la medida
en que sirvan para las transferencias de compensación
actúan como capital para los banqueros, luego de que estos
lo han prestado. Los banqueros se pagan entre sí las mutuas
asignaciones sobre los depósitos inexistentes mediante la
liquidación recíproca de esos saldos activos.
Con respecto al papel que desempeña el capital en el
préstamo de dinero, dice Adam Smith: “Incluso en el nego
cio dinerario, el dinero es solamente, no obstante y por
así decirlo, la asignación que transfiere de unas manos a
otras los capitales que no tienen aplicación para sus propie
tarios. Estos capitales pueden ser casi cuanto se quiera
mayores que el monto de dinero que sirve com o instru
mento de su transferencia; las mismas piezas dinerarias
sirven sucesivamente en muchos préstamos diferentes, al
igual que en muchas compras diferentes. Por ejemplo, A
presta £ 1.000 a W, con las cuales W compra de inmediato
mercancías a B por valor de £ 1.000. Puesto que el propio
B no tiene aplicación para ese dinero, le presta idénticas
piezas dinerarias a X, con las cuales X adquiere de inme
diato mercancías por valor de £ 1.000 a C. De la misma
manera y por la misma razón C presta el dinero a Y, quien
a su vez compra mercancías a D. De esta manera, las
acciones ferro v iarias, etc. E l capital, digam os de que de dos m illones
de lib ras esterlinas, se reúne p o r suscripción d e acciones; la dirección
c o m p ra los valores en cuestión o especula en fo rm a m ás o m enos
activa c o n ellos, y distrib u y e los intereses obtenidos an u alm en te,
luego de deducidos los costos, co m o dividendos e n tre los accionistas.
A dem ás, en tre d iversas sociedades por acciones se h a im puesto la
c ostum bre de d iv id ir las acciones o rd in arias en dos clases, preferred
[preferentes] y deferred [diferidas]. L as preferred reciben u n interés
fijo, supongam os que del 5 % , siem pre que la g anancia global así
lo p e rm ita; si q u e d a algún rem an en te, lo percib en las deferred. D e
esta m a n e ra se separa la inversión de cap ital “juiciosa” e n la s acciones
preferred , en m a y o r o m en o r grado, de la especulación p ro p iam en te
d ich a en las acciones deferred. P uesto que algunas grandes em presas
no quieren plegarse a esta nueva m oda, h a o c u rrid o que se h a n fo r
m ad o sociedades q u e invierten u n o o algunos m illones de libras e ster
linas en las acciones de aquéllas, y que a co ntin u ació n em iten nuevas
acciones p o r el v alor no m in al de las acciones p rim itivas, p e ro u n a
m itad de ellas son preferred, y la o tra m itad , deferred. E n estos casos
se d u p lic a n las acciones o rig in a rias, al servir de fu n d a m e n to p a ra u n a
nueva em isión de acciones.)
606
mismas piezas de oro o papel pueden servir, en el lapso
de pocos días, como m¿diación de tres préstamos diferentes
y de tres compras diferentes, cada una de las cuales es
igual, por su valor, al importe total de esas piezas. Lo que
les han transferido los tres hombres adinerados A, B y C,
a los tres prestatarios W, X e Y, es el poder de efectuar
estas compras. En ese poder consiste tanto el valor como
la utilidad de estos préstamos. El capital prestado por las
tres personas adineradas es igual al valor de las mercancías
que pueden comprarse con él, y tres veces mayor que el
valor del dinero con el cual se efectúan las compras. A
pesar de ello, todos estos préstamos pueden ser totalmente
seguros, puesto que las mercancías com pradas con ellos
por los diversos deudores se emplean de tal manera que,
en su momento, permiten recuperar un valor dinerario igual
en oro o papel, más una ganancia. Y así como las mismas
piezas dinerarias pueden servir para mediar diferentes
préstamos hasta el triple de su valor o incluso hasta
treinta veces más de su valor, de la misma m anera pueden
volver a servir sucesivamente como medios de rembolso.”
(Libro ii , cap. iv.i144')
Puesto que la misma pieza dineraria puede efectuar
diversas compras según la velocidad de su circulación,
de la misma manera puede llevar a cabo diversos présta
mos, ya que las compras la llevan de unas manos a otras,
y el préstamo es sólo una transferencia de unas manos
a otras que no se efectúa por intermedio de com pra
alguna. Para cada uno de los vendedores, el dinero repre
senta la forma trasm utada de su mercancía; hoy en día,
cuando todo valor se expresa como valor de capital,
representa sucesivamente diversos capitales en los dife
rentes préstamos, lo cual es sólo otra expresión del principio
anterior, según el cual el dinero puede realizar sucesiva
mente diferentes valores mercantiles. Al mismo tiempo
sirve como medio de circulación para transferir los capi
tales materiales de unas manos a otras. En los préstamos
no pasa de m ano en m ano como medio de circulación.
Mientras permanezca en manos del prestamista, no es en
ellas medio de circulación, sino existencia de valor de su
capital. Y en esa forma se lo transfiere a un tercero en
el préstamo. Si A le hubiese prestado el dinero a B, y éste
a C, sin la intermediación de las compras, el mismo dinero
no representaría tres capitales sino uno solo, sólo un valor
607
de capital. De la frecuencia con que funcione como la
forma de valor de diversos capitales mercantiles depende
la cantidad de capitales que represente realmente.
Lo mismo que dice Adam Smith con respecto a los
préstamos en general vale para los depósitos, que después
de todo son sólo un nom bre particular para los préstamos
que le efectúa el público a los banqueros. Las mismas
piezas dinerarias pueden servir como instrumento para
el núm ero de depósitos que se quiera.
“Es indiscutiblemente cierto que las £ 1.000 que
alguien deposita hoy en A, m añana volverán a desembol
sarse y constituirán un depósito en B. Al día siguiente,
desembolsadas por B, pueden constituir un depósito en C
[ ...] , y así sucesivamente hasta el infinito. Por ello, las
mismas £ 1.000 en dinero pueden multiplicarse, en virtud
de una serie de transferencias, para constituir una suma
absolutamente indeterminable de depósitos. De ahí que sea
posible que las 9/ i o partes de todos los depósitos del Reino
Unido no tengan existencia alguna fuera de los asientos
contables que los acreditan en los libros de los banqueros,
quienes, a su vez, deben saldarlos entre s í . . . Así, por
ejemplo, en Escocia, donde la circulación de dinero jamás
superó los 3 millones de libras esterlinas, los depósitos
ascienden empero a 27 millones [ . .. ] . Por consiguiente, si
no se produjese una corrida general a los bancos en de
m anda de los depósitos, las mismas £ 1.000, recorriendo
su camino a la inversa, podrían compensar nuevamente,
con la misma facilidad, una suma igualmente indetermi
nable. Puesto que las mismas £ 1.000 con las que hoy
alguien salda una deuda con un comerciante, m añana pue
den saldar la deuda de éste con el comerciante mayorista,
al día siguiente podrán saldar la deuda de este último con el
banco, y así sucesivamente y sin término; de esta manera,
las mismas £ 1.000 pueden deambular de mano en mano
y de banco en banco, saldando cualquier suma de depósi
tos concebible.”11451 ( The Currency Theory Reviewed,
pp. 62, 63.)
Así como en este sistema crediticio todo se duplica y se
triplica y se convierte en simple quimera, así esto también
rige para el “fondo de reserva” , en el cual se pensaría
asir, finalmente, algo sólido.
Veamos qué dice el señor Morris, gobernador del
Banco de Inglaterra: “Las reservas de los bancos privados
608
se hallan en manos del Banco de Inglaterra bajo la forma
de depósitos [. ..] Los primeros efectos de un drenaje de
oro sólo parecen afectar al Banco de Inglaterra, pero ese
drenaje influiría igualmente sobre las reservas de los demás
bancos, ya que es el drenaje de una parte de la reserva
que poseen en nuestro banco. Exactam ente de la misma
manera influiría sobre las reservas de todos los bancos de
provincia” . (Commercial Distress, 1847-48 [n? 3.639,
3.642].) Por consiguiente, en última instancia los fondos
de reserva se reducen al fondo de reserva del Banco de
Inglaterra.4 Pero también este fondo de reserva tiene, a su
vez, una doble existencia. El fondo de reserva del banking
department es igual al excedente de los billetes que el
banco está autorizado a emitir por encima de los billetes
que se hallan en circulación. El máximo legal de los
billetes a emitir es = 14 millones (para lo cual no se
requiere ninguna reserva metálica; es el importe aproxi4 (F . E . — E l siguiente c u a d ro de las reserv as b an ca ria s d e los
q uince bancos m ás g ran d es d e L o n d res en nov iem b re d e 1892,
to m a d o del Daily News d e l 15 de d iciem bre de 1892, d em u estra
h a sta d ó n d e se h a ido a g u d izan d o a u n este fen ó m en o desde entonces:
Nombra del banco
C ity ............................................
C a p ita l a n d C ounties . . . .
Im p erial ....................................
L loyds .......................................
L o n d o n a n d W estm in ster . .
L o n d o n a n d S. W este rn . . .
L o n d o n Jo in t S t o c k ...............
L o n d o n and M i d l a n d ..........
L o n d o n a n d C o u n t y ............
N a tio n a l ..................................
N a tio n a l P ro v in cial ............
P a rrs a n d th e A llian ce . . .
P re sc o tt a n d C o ......................
U n io n o f L o n d o n ...............
W illiam , D e ac o n , a n d
M an ch ester & C o. . . .
T o ta l ................................
Pasivo en £
Reservas en
efectivo en £
En
porcen
taje
9.317.629
11.392.744
3.987.400
23.800.937
24.671.559
5.570.268
12.127.993
8.814.499
37.111.035
11.163.829
41.907.384
12.794.489
4.041.058
15.502.618
764.551
1.307.483
447.157
2.966.806
3.818.885
812.353
1.288.977
1.127.280
3.600.374
1.426.225
4 .614.780
1.532.707
538.517
2.300.084
8,01
11,47
11,22
12,46
15,50
14,58
10,62
12,79
9,70
12,77
11,01
11,98
13,07
14,84
10.452.381
232.655.823
1.317.628
27.845.807
12,60
11,97
D e estos casi 28 m illones de reserva, h a y c o m o m ínim o 25 m i
llones d ep o sitad o s e n el B anco de In g la te rra , y a lo sum o 3 m illones
en efectiv o e n las cajas fu e rte s de los p ro p io s 15 bancos. ¡P ero
la reserv a e n efectiv o d e l d e p a rta m e n to b a n ca rio d el B anco de
In g la te rra jam á s llegó a ascender, e n el m ism o m es d e n oviem bre
de 1892, a 16 m illones com pletos!}
609
mado de la deuda del estado para con el banco) más el
importe de la reserva de metales preciosos del banco. Por
lo tanto, si esa reserva es = 14 millones de libras esterlinas,
el banco puede emitir billetes por 28 millones de libras
esterlinas, y si de ellos circulan 20 millones, el fondo de
reserva del banking deparíment será = 8 millones. Esos
8 millones en billetes son, entonces, legalmente, el capital
bancario del que dispone el banco, y al mismo tiempo
el fondo de reserva para sus depósitos. Ahora bien, si se
produce un drenaje de oro que reduce las reservas de metal
en 6 millones — en cuyo caso deben destruirse billetes por
igual cantidad— , la reserva del banking deparíment dismi
nuiría de 8 a 2 millones. Por una parte, el banco elevaría
considerablemente su tipo de interés; por la otra, los
bancos que han depositado en él y los otros depositantes
verían reducirse mucho el fondo de reserva para su propio
saldo en el banco. En 1857, los cuatro más grandes bancos
por acciones de Londres amenazaron con que, si el Banco
de Inglaterra no lograba una “carta gubernamental” para
la suspensión de la ley bancaria de 1844,5 reclamarían la
devolución de sus depósitos, con lo cual el banking deparí
ment se hubiese declarado en quiebra. Es así como el
banking deparíment podría quebrar, como en 1847, aunque
en el issue deparíment se halle depositada la cantidad de
millones que se quiera (por ejemplo 8 millones en 1847)
como garantía de la convertibilidad de los billetes circu
lantes. Pero esto, una vez más, es ilusorio.
“El grueso de los depósitos para los cuales los propios
banqueros no tienen una demanda inmediata, va a manos
de los bill-brokers” (literalmente corredores de letras
de cambio, pero de hecho sem ibanqueros), “quienes dan a
cambio de ellos al banquero, como garantía por su ade
lanto, letras de cambio comerciales que ya han descontado
para personas de Londres y de las provincias. El bill-broker
es responsable ante el banquero por el rembolso de eáte
money at cali'' {dinero rembolsable apenas se lo solicite};
“y estos negocios son de tan enorme volumen que el señor
Neave, actual gobernador del banco {de Inglaterra},
"dice en su testimonio: «Sabemos que un broker tenía
5 millones, y tenemos motivos para suponer que otro
tenía entre 8 y 10 millones; uno tenía 4, otro 3 V2 , un
tercero más de 8. Hablo de los depósitos en poder de los
brokers»''. (Report of Committee on B ank Acts, 1857-58,
p. V, parágrafo n? 8.)
“Los bill-brokers de Londres . . . desarrollaban sus
enormes transacciones sin reserva alguna en efectivo; se fia
ban en la entrada de sus letras de cambio que iban ven
ciendo una tras otra, o en caso de emergencia en su capa
cidad de obtener adelantos del Banco de Inglaterra a
cambio del depósito de las letras que habían descontado.”
[ibidem, p. vm, parágrafo n? 17.] “Dos firmas de billbrokers de Londres suspendieron sus pagos en 1847; más
adelante, ambas remprendieron las operaciones. En 1857
volvieron a suspenderlos. El pasivo de una casa era, en
1847, en números redondos, de £ 2.683.000 con un capi
tal de £ 180.000; en 1857, su pasivo era = £ 5.300.000,
mientras que el capital presumiblemente no ascendiera
a más de una cuarta parte de lo que había sido en 1847. El
pasivo de la otra firma fue, en uno y otro caso, de entre
3 y 4 millones, con un capital de no más de £ 45.000.”
(Ibidem , p. xxi, parágrafo n? 52.)
5{F. E. — L a suspensión d e la ley b a n ca ria d e 1844 p e rm ite al
b an co e m itir las c an tid ad es d e billetes de ban co que desee, sin
necesidad d e ten er e n c u e n ta su c o b e rtu ra c o n el teso ro á u reo que
se h a lla en sus m anos; es d e cir, le p erm ite c re a r a v o lu n ta d c a n ti
d a d es d e c a p ita l d in e ra rio ficticio d e papel, y c o n ellas e fec tu a r
a d elan to s a lo s b a n co s y co rre d o re s d e letras de cam bio, y p o r su
interm ed io al c o m e rcio .)
610
611
CAPÍTULO XXX
CA PITA L D IN ER A R IO Y C A PITA L R E A L - 1
Los únicos problemas difíciles a los que nos aproxima
mos ahora, con relación al sistema de crédito, son los
siguientes:
Primero: La acumulación del capital dinerario propia
mente dicho. ¿En qué medida es un indicio de acumulación
real del capital, es decir de reproducción en escala am
pliada, y en qué medida no lo es? Lo que ha dado en
denominarse la plétora del capital — expresión ésta que
Siempre se aplica solamente al capital que devenga interés,
vale decir al capital dinerario— ¿es sólo una manera
peculiar de expresar la sobreproducción industrial, o cons
tituye un fenómeno particular al lado de ella? ¿Coincide
esta plétora, esta sobreoferta de capital dinerario, con la
existencia de masas de dinero estancadas (lingotes, dinero
áureo y billetes de banco), de modo que este excedente
de dinero real es expresión y forma de manifestación de
aquella plétora de capital en préstamo?
Y segundo: ¿en qué medida expresa la estrechez de
dinero, vale decir la escasez de capital de préstamo, una
•scasez de capital real (capital mercantil y capital produc
tivo)? ¿En qué medida coincide, por otra parte, con la
•Scasez de dinero en cuanto tal, con una escasez de medios
de circulación?
E n la medida en que hemos considerado hasta ahora la
forma peculiar de la acumulación del capital dinerario
1 T itu lo d e E ngels. E n el m an u scrito (i, p. 340) sólo figura
•q u i el gu arism o “III”. (V éase R 1199/ 1.)
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y del patrimonio dinerario en general, la misma se redujo
a la acumulación de títulos de propiedad sobre el trabajo.
L a acumulación del capital de la deuda pública no significa
otra cosa, como ya se demostrara, que el incremento de
una clase de acreedores del estado, autorizados a reservarse
para sí ciertas sumas sobre el monto de los impuestos.6
E n este hecho de que incluso una acumulación de deudas
pueda presentarse com o una acumulación de capital, se
revela la consumación de la distorsión que se opera en el
sistema crediticio. Estos títulos de deuda, extendidos
a cambio del capital originariamente prestado y gastado
mucho tiempo atrás, estas réplicas de papel del capital
aniquilado, funcionan para sus poseedores como capital en
tanto constituyen mercancías vendibles, por lo cual pueden
ser reconvertidas en capital.
Los títulos de propiedad sobre obras públicas, ferroca
rriles, minas, etc., son por cierto, como también acabamos
de ver, efectivamente títulos sobre capital real. Sin em
bargo, no otorgan el poder de disponer de tal capital. Ese
capital no puede ser retirado. Sólo otorgan títulos jurí
dicos sobre una parte del plusvalor que el mismo h a de
obtener. Pero estos títulos se convierten asimismo en
réplicas de papel del capital real, como si el conocimiento
de carga adquiriese un valor además de la propia carga y
simultáneamente con ella. Se convierten en representantes
nominales de capitales inexistentes. Pues el capital real
coexiste con ellos y no cambia de manos en absoluto por
el hecho de que lo hagan dichas réplicas. Se convierten en
formas del capital que devenga interés porque no sólo
aseguran ciertos rendimientos, sino también porque me
diante la venta puede obtenerse su rembolso como valores
de capital. En la medida en que la acumulación de estos
6 “L os títulos estatales n o son o tra cosa que el c a p ita l im a
g in ario que re p re se n ta la p a rte d e l ingreso an u al d e stin a d a al pago
d e las d eu d as. Se h a d ila p id ad o un c ap ital equivalente; éste sirve
co m o d e n o m in a d o r p a ra el em préstito, p e ro n o es lo que representa
el títu lo e statal, pues e l c a p ita l ya n o existe en a bsoluto. E n tre ta n to
deben orig in arse nuevas riquezas a p a rtir d e l trab a jo d e la in dustria;
u n a p o rción a n u al d e esas riquezas se les asigna p o r a n ticip ad o a
quienes h a b ía n p re stad o la s riq u ezas d ilap id ad as. E sa p o rc ió n se les
qu ita, m ed ian te los im puestos, a quienes p roducen las riquezas, p a ra
d á rsela a los a creedores d e l estado, y según la p ro p o rció n usual en
el país e n tre c ap ita l e in terés se supone la ex istencia de un cap ital
im aginario e quivalente al c ap ital a p a rtir del. c u al p o d ría orig in arse
la re n ta a n u a l q u e d eb an re cib ir lo s a creed o res.” (Sism ondi,
Nouveaux principes, 11, pp. 229, 230.)
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títulos expresa la acumulación de ferrocarriles, minas,
barcos de vapor, etc., expresa la ampliación del proceso
real de reproducción, exactamente de la misma manera
como la ampliación de una nómina de impuestos — por
ejemplo sobre la propiedad mueble — indica la expansión
de dicha propiedad mueble. Pero en cuanto réplicas, nego
ciables ellas mismas como mercancías, y que por ello
circulan como valores de capital en sí mismos, son ilusorias,
y el monto de su valor puede disminuir y aumentar en
forma totalmente independiente del movimiento de valor
del capital real sobre el cual constituyen títulos. Su monto
de valor, vale decir su cotización en la bolsa, tiene nece
sariamente la tendencia a aum entar con la baja del tipo de
interés — en la medida en que ésta, independientemente
de los movimientos peculiares del capital dinerario, cons
tituye una simple consecuencia de la baja tendencial de la
tasa de ganancia— de modo que esta riqueza imaginaria,
que por la expresión de su valor es de un valor nominal
originario determinado para cada una de sus partes alí
cuotas, se expande ya, por esa sola razón, en el curso del
desarrollo de la producción capitalista.7
El ganar o perder en virtud de oscilaciones de los
precios de estos títulos de propiedad, así como de su cen
tralización en manos de los reyes de los ferrocarriles, etc.,
le convierte, conforme a la naturaleza de las cosas, cada
vez más en resultado del juego que aparece sustituyendo al
trabajo en cuanto manera original de adquirir propiedad
de capital, y que sustituye asimismo a la violencia directa.
Esta especie de patrimonio imaginario de dinero no sólo
constituye una parte muy significativa del patrimonio dine
rario de los particulares, sino también del capital de los
banqueros, com o ya se mencionara.
También podría entenderse por acumulación del capital
dinerario — y sólo mencionamos este punto a fin de tratarlo
T U n a p a rte d e l c ap ita l d in e ra rio a cu m u lad o prestable sólo es,
d e hecho, m e ra e x p resió n d e l c ap ita l industrial. P o r ejem plo, c u an d o
tn 1857 In g la te rra h a b ía invertido 80 m illones d e lib ras esterlinas
en fe rro c a rriles y o tra s em presas n o rteam erican as, esa inversión se
efectuó en fo rm a casi c o n tin u a p o r interm edio d e la expo rtació n
de m ercan cías inglesas, p o r las cuales los n o rtea m e rica n o s n o d ebían
efectuar rem bolsos. A c am b io d e esas m ercancías, e l e x p o rta d o r
Inglés lib ra b a letras sobre N o rte am éric a, q u e los suscriptores in
fieles d e acciones c o m p ra b an y env iab an a N o rte am éric a p a ra
pera p a g a r con ellas los im p o rtes de las acciones.
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rápidamente— la acumulación de la riqueza en manos del
banquero (prestam ista de dinero por profesión) en cuanto
mediador entre los capitalistas dinerarios particulares por
una parte, y el estado, los municipios y los prestatarios
reproductores por la otra; puesto que los banqueros explo
tan, como si fuese su capital privado, toda la monstruosa
expansión del sistema crediticio, y en general el crédito
todo. Estos alegres camaradas poseen siempre el capital y
los ingresos en la forma dineraria o en exigencias directas
sobre dinero. La acumulación del patrimonio de esta
clase puede producirse en muy diferente sentido que la
acumulación real, pero de cualquier manera demuestra
que esta clase embolsa buena parte de esta última.
Para reducir a límites más estrechos el problema que
nos ocupa: los títulos estatales, así como las acciones y
otros títulos y obligaciones de toda índole constituyen
esferas de inversión para capital prestable, para capital
destinado a devengar interés. Son formas de prestarlo.
Pero ellos mismos no son el capital de préstamo que se
invierte en ellos. Por otra parte, y en la medida en que el
crédito desempeña, un papel directo en el proceso de repro
ducción: lo que necesita el industrial o el comerciante
cuando quiere descontar letras de cambio o tom ar un
préstamo, no son acciones ni títulos del estado. Lo que
precisa es dinero. Entonces pignora o vende esos títulos
y obligaciones cuando ño puede procurarse el dinero de
otro modo. De lo que tenemos que tratar aquí es de la
acumulación de este capital de préstamo, y más especial
mente de la acumulación del capital dinerario prestable. No
se trata aquí del préstamo de edificios, máquinas o de otro
capital fijo. Tampoco se trata de los adelantos que se
efectúan mutuamente los industriales y comerciantes en
mercancías y dentro del círculo del proceso de repro
ducción; aunque previamente debemos investigar más .en
detalle aun este punto. Se trata, exclusivamente, de los prés
tamos en dinero que se efectúan a industriales y comer
ciantes a través de los banqueros, en su carácter de
intermediarios.
Analicemos entonces, en prim er término, el crédito
comercial, es decir el crédito que se concedén mutuamente
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los capitalistas ocupados en la reproducción. Este crédito
constituye la base del sistema crediticio. Su representante
es la letra de cambio, certificado de deuda con un plazo
de pago determinado, document o f deferred payment
[documento de pago diferido]. Cada cual concede crédito
con una mano y lo recibe con la otra. Prescindamos por
completo, en primera instancia, del crédito bancario, que
oonstituye un factor totalmente distinto, esencialmente dife
rente. En tanto estas letras de cambio circulan a su vez
entre los propios comerciantes como medios de pago, por
endoso de uno al otro, pero sin intervención del descuento,
esto no es otra cosa que una transferencia de la exigencia
de deuda de A a B, y no altera absolutamente nada en
le relación. Solamente sitúa a una persona en el lugar de
Otra. E incluso en ese caso puede tener lugar la liquidación
Sin la intervención del dinero. Por ejemplo, A, propietario
de una hilandería, debe pagarle una letra de cambio al
Corredor de algodón B, y éste a su vez al im portador C.
81 C exporta asimismo hilados — cosa que ocurre con
harta frecuencia— podrá com prar el hilado de A a cambio
de letras, y el hilandero A podrá cubrir el pago al corredor
B con su propia letra de cambio, obtenida en pago de C,
operación ésta en la cual, a lo sumo, habrá que pagar
un saldo en dinero. T oda la transacción sólo media, enton
ces, el intercambio de algodón e hilado. El exportador sólo
representa al hilandero, y el corredor de algodón al plan
tador algodonero.
Frente al ciclo de este crédito puramente comercial
se debe observar dos cosas:
Primero: el saldamiento de estas exigencias recíprocas
de deuda depende del reflujo del capital, vale decir de
M - D , que sólo está diferido. Si el hilandero ha recibido
una letra del fabricante de algodón, éste podrá pagar
cuando el algodón que tiene en el mercado haya sido
vendido en el ínterin. Si el especulador en granos ha
girado una letra de cambio sobre su agente, éste podrá
abonar el dinero si entretanto se ha vendido el grano
l l precio esperado. Por consiguiente, estos pagos dependen
de la fluidez de la reproducción, es decir del proceso de
producción y consumo. Pero puesto que los créditos son
recíprocos, la solvencia de cada cual depende a la vez de
U lolvencia de algún otro; pues al librar su letra de cambio,
el primero podrá haber contado o bien con el reflujo del
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capital en su propio negocio o bien con el reflujo en los
negocios de un tercero que debe abonarle una letra en el
ínterin. Al margen de la perspectiva de reflujos, el pago
sólo puede tornarse posible en virtud del capital de reserva
del cual dispone el librador de la letra para atender a sus
obligaciones en el caso de demora en los reflujos.
Segundo: El sistema crediticio no elimina la necesidad
de pagos dinerarios en efectivo. E n primer término debe
pagarse siempre en efectivo una gran parte de los desem
bolsos, como salarios, impuestos, etc. Pero en segundo
lugar, B, por ejemplo, quien ha recibido una letra de
cambio de C a guisa de pago, debe abonarle a su vez una
letra de cambio vencida a D antes de vencer la letra que
recibiera, y a tal fin ha de disponer de dinero en efectivo.
Un ciclo tan perfecto de la reproducción como el que
hemos supuesto anteriormente en el caso que iba desde
el plantador del algodón hasta el hilandero de ese textil y
viceversa, sólo puede constituir una excepción, y siempre
debe ser interrumpido en numerosos puntos. Hemos visto
al tratar el proceso de reproducción (libro n, sección m ) a
que los productores del capital constante intercambian
recíprocamente, en parte, capital constante. E n tal sentido
pueden compensarse las letras de cambio en mayor o menor
grado. Otro tanto ocurre en línea ascendente en la produc
ción, en la cual el corredor de algodón debe girar sobre
el hilandero, éste sobre el fabricante de algodón, éste a su
vez sobre el exportador, éste sobre el importador (acaso
nuevamente de algodón). Pero no tiene lugar al mismo
tiempo el ciclo de las transacciones, y por ende la reversión
de la cadena de las exigencias. La exigencia del hilandero
al tejedor, por ejemplo, no se salda en virtud de la exi
gencia del proveedor de carbón al constructor de máquinas;
en su negocio, el hilandero jamás tiene contraexigencias
que formularle al fabricante de máquinas, porque su
producto — el hilado— jamás entra como elemento en el
proceso de reproducción de aquél. Por ello, tales exigencias
deben saldarse mediante dinero.
Los límites de este crédito comercial, considerados de
por sí, son 1) la riqueza de los industriales y comerciantes,
es decir su disposición de capital de reserva en caso de
* V éase, en la p resente edición, 1.
618
11,
vol. 5, p£>. 515-519.
demora en los reflujos; 2) esos propios reflujos. Éstos
pueden demorarse en el tiempo, o los precios de las mer
cancías pueden bajar en el ínterin, o bien la mercancía
iuede tornarse momentáneamente invendible al producirse
B paralización de los mercados. Cuanto más largo sea el
plazo al que hayan sido extendidas las letras de cambio,
tanto mayor deberá ser, en primer lugar, el capital de
raierva, y tanto mayor será la posibilidad de una reducción
0 dem ora del reflujo por baja del precio o saturación de
loa mercados. Y además, los reflujos son tanto más inciertos
cuanto más haya estado condicionada la transacción origi
naria por una especulación sobre el ascenso o descenso
da los precios de las mercancías. Pero resulta claro que,
OOn el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, y por
M de de la producción en gran escala, 1) los mercados
M expanden y se alejan del lugar de producción, 2) por
•lio los créditos deben prolongarse y, por lo tanto 3) el
•lam ento especulativo debe dominar cada vez más las
transacciones. La producción en gran escala y para mer
cados distantes arroja el producto global en manos del
oomercio; pero sería imposible que el capital de la nación
SC duplicara, de tal modo que el comercio fuese capaz,
por SÍ solo, de comprar con capital propio el producto
global nacional, y de volver a venderlo. Por consiguiente,
•1 crédito es imprescindible aquí; un crédito que crezca
•n su volumen con el crecimiento del monto de valor de la
producción, y en su duración con el alejamiento creciente
da los mercados. En este caso se produce un efecto recí
proco. El desarrollo del proceso de reproducción amplía
01 crédito, y el crédito contribuye a la expansión de las
Operaciones industriales y comerciales.
Si consideramos este crédito en forma separada del
crédito bancario, resulta claro que aumenta con el volumen
dal propio capital industrial. E n este caso, el capital de
préstamo y el capital industrial son idénticos; los capitales
[»restados son capitales mercantiles, destinados al consumo
ndivldual final o bien a la reposición de los elementos
OOnstantes de capital productivo. E n consecuencia, lo que
•parece aquí como capital prestado, es siempre capital
Ua se halla en una fase determinada del proceso de reproUCClón, pero que por compra y venta pasa de unas
manos a otras, mientras que el com prador sólo paga
posteriormente, en el plazo convenido, el equivalente que
f
3
619
corresponde.3 Por ejemplo, el algodón pasa a manos del
hilandero a cambio de una letra, el hilado pasa a manos
del fabricante de telas estampadas a cambio de otra letra,
la tela pasa, a cambio de una nueva letra, a manos del
comercinnte, de cuyas manos pasa, a cambio de otra letra,
a las del exportador; éste la vende, a cambio de una
nueva letra, a un comerciante de la India, quien la vende y
compra a cambio índigo, etc. Durante este traslado de una
mano a otra, el algodón efectúa su transformación en tela,
la cual resulta finalmente transportada a la India e inter
cambiada por índigo; se embarca éste hacia Europa, donde
ingresa a la reproducción. En este caso, las diversas fases
del proceso de reproducción se efectúan por mediación
del crédito, sin que el hilandero haya pagado el algodón,
ni el fabricante de la tela estampada el hilado, ni el comer
ciante la tela, etc. Durante los primeros actos del proceso,
la mercancía — el algodón— recorre las diferentes fases
de su producción, y esa transición se efectúa por mediación
del crédito. Pero en cuanto el algodón ha adquirido en la
producción su forma última como mercancía, el mismo
capital mercantil sólo recorre ya las manos de diversos
comerciantes encargados de su transporte hacia un mercado
distante, y el último de ellos la vende finalmente a los
consumidores, comprando con el dinero obtenido otras
mercancías, que a su vez entran en el consumo o bien
en el proceso de reproducción. En consecuencia, cabe
distinguir aquí dos etapas: en la primera, el crédito media
las fases sucesivas reales de la producción del mismo
artículo; en la segunda, sólo media el traspaso de las
manos de un comerciante a las de otro, traspaso que incluye
el transporte, es decir el acto M - D. También en este caso
la mercancía siempre se encuentra, por lo menos, en el
acto de la circulación, es decir en una fase del proceso
de reproducción.
Por consiguiente, lo que se presta en este caso nunca
es capital ocioso, sino un capital que debe modificar su
forma en manos de su poseedor, un capital que existe
* L ite ralm e n te, ta l c o m o fig u rab a e sta p a rte d e la frase en la
1? edición, la m ism a dice: “m ien tras q u e e l eq u ivalente q u e co rre s
p o n d e ”, etc., “só lo es p a g ad o al c o m p ra d o r” (“dem K ä u fe r”).
Seguim os la lec tu ra que se pro p o n e en Werke : “ [von] dem K ä u fe r”
(“p o r el c o m p ra d o r”), d a n d o a la frase, n a tu ra lm e n te , la c o n stru c
ció n activa n o rm a l e n castellano.
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en una forma en la cual sólo es para él mero capital mer
cantil, es decir capital que debe ser reconvertido en dinero,
o, más exactamente, que por lo menos debe ser convertido,
en primera instancia, en dinero. De este modo es la
metamorfosis de la mercancía lo que se media aquí en
virtud del crédito; no sólo M - D, sino también D - M
y el proceso real de producción. Mucho crédito dentro del
ciclo reproductivo — con prescindencia del crédito bancario— no significa mucho capital ocioso ofrecido en prés
tamo y que busca una inversión lucrativa, sino una gran
ocupación de capital en el proceso de reproducción. En
consecuencia, en este caso el crédito media: 1) en la
medida en que entran en consideración los capitalistas
industriales, la transición del capital industrial de una
fase a otra, la conexión entre las esferas de producción
concomitantes y ensambladas, y 2 ) en la medida en que
entran en consideración los comerciantes, el transporte
y el pasaje de las mercancías de unas manos a otras hasta
su venta definitiva a cambio de dinero o su trueque por
otra mercancía.
El máximo del crédito equivale aquí a la ocupación
más plena del capital industrial, es decir, al despliegue
máximo de su fuerza reproductiva sin tener en cuenta los
límites del consumo. Estos límites del consumo resultan
ampliados por la mayor tensión del propio proceso de
reproducción; por una parte, esa tensión acrecienta el
consumo de rédito por parte de obreros y capitalistas,
mientras que por el otro lado es idéntica a una mayor
tensión del consumo productivo.
M ientras el proceso de reproducción se mantiene fluido,
con lo cual permanece asegurado el reflujo, este crédito
persiste y se expande, y su expansión se basa en la expan
sión del propio proceso de reproducción. En cuanto se
produce una paralización a causa de dem ora en los
reflujos, mercados saturados, baja de precios, hay un
excedente de capital industrial, pero en una forma en la cual
no puede llevar a cabo su función. Hay una masa de
capital mercantil, pero es invendible. Hay una masa de ca
pital fijo, pero desocupado en gran parte por estar parali
zada la reproducción. El crédito se contrae: 1) porque este
capital está desocupado, es decir que está atascado en una
de sus fases reproductivas, porque no puede llevar a cabo
su metamorfosis; 2 ) porque se ha quebrantado la con
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fianza en la fluidez del proceso de reproducción; 3) porque
disminuye la demanda de este crédito comercial. El hilan
dero que restringe su producción y tiene en sus depósitos
una masa de hilado sin vender, no necesita comprar algodón
a crédito; el comerciante no necesita comprar mercancías a
crédito, porque ya tiene mercancías en cantidad más que
suficiente.
Por consiguiente, si aparecen perturbaciones en esta
expansión o incluso solamente en la intensidad normal del
proceso de reproducción, también se produce con ello una
escasez de crédito; resulta difícil obtener mercancías a
crédito. Pero la exigencia de pago al contado y la cautela
en la venta a crédito son especialmente características de la
fase del ciclo industrial que sigue al colapso [Krach].
Durante la propia crisis — puesto que cada cual tiene para
vender y no puede hacerlo, a pesar de que tiene que vender
para pagar— la masa no del capital ocioso y que debe ser
colocado, sino del capital inhibido en su proceso reproduc
tivo es precisamente máxima, aun cuando sea máxima
asimismo la escasez de crédito (por lo cual la tasa de
descuento es máxima en el crédito bancario). E n tal
caso, el capital ya desembolsado se halla, en efecto, ocioso
en grandes cantidades porque el proceso de reproducción se
halla paralizado. Las fábricas están detenidas, las materias
primas se acumulan, los productos terminados abarrotan
el mercado en calidad de mercancías. Por consiguiente,
nada más erróneo que atribuir semejante situación a una
escasez de capital productivo. E n ese caso hay precisamente
un exceso de capital productivo, en parte con respecto a la
escala normal, pero momentáneamente contraída de la re
producción, en parte con respecto a la paralización del
consumo.
Imaginemos que toda la sociedad se hallase exclusiva
mente compuesta por capitalistas industriales y obreros
asalariados. Hagamos abstracción, además, de los cambios
de precios que impiden que grandes porciones del capital
global se repongan en sus proporciones medias, y que, dada
la conexión general de todo el proceso de reproducción, tal
como lo desarrolla especialmente el crédito, deben producir
siempre paralizaciones generales temporarias. Prescindamos
asimismo de los negocios aparentes y transacciones especu
lativas que alienta el sistema crediticio. E n tal caso, una
crisis sólo resultaría explicable como consecuencia de una
622
desproporción de la producción entre los diversos ramos
y a partir de una desproporción entre el consumo de los
propios- capitalistas y su acumulación. Pero tal como están
dadas las cosas, la reposición de los capitales invertidos
en la producción depende en gran parte de la capacidad de
consumo de las clases no productivas; mientras que la capa
cidad de consumo de los obreros se halla limitada en parte
por las leyes del salario, en parte por el hecho de que sólo
se los emplea mientras pueda hacérselo con ganancia para la
clase de los capitalistas. La razón última de todas las crisis
reales siempre sigue siendo la pobreza y la restricción
del consumo de las masas en contraste con la tendencia
de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas pro
ductivas como si solamente la capacidad absoluta de
consumo de la sociedad constituyese su límite.
De una escasez real de capital productivo sólo puede
hablarse — cuando menos en el caso de naciones desarrolla
das de manera capitalista— cuando se dan malas cosechas
generalizadas, sea de los principales alimentos o de las
materias primas industriales fundamentales.
Pero a este crédito comercial se suma ahora el crédito
dinerario propiamente dicho. Los adelantos que se efectúan
industriales y comerciantes entre sí se amalgaman con los
anticipos de dinero que les efectúan los banqueros y pres
tamistas de dinero. Al descontar las letras de cambio, el
adelanto es solamente nominal. Un fabricante vende su
producto por letras y las descuenta con un bill-broker.
De hecho, éste sólo adelanta el crédito de su banquero,
quien a su vez vuelve a adelantarle el capital dinerario
de sus depósitos,[' 46' formados por los propios industriales
y comerciantes, pero también por obreros (por intermedio
de las cajas de ahorros), por los rentistas sobre propiedad
inmueble y por las restantes clases improductivas. De esta
manera, todos los fabricantes o comerciantes individuales
eluden tanto la necesidad de disponer de un poderoso
capital de reserva como la dependencia con respecto a los
reflujos reales. Pero por otra parte, todo el proceso se com
plica a tal punto — en parte por la simple libranza de letras
de colusión, en parte por operaciones mercantiles efectua
das con el objeto de la mera fabricación de letras— , que
la apariencia de un negocio de gran solidez y de reflujos
ágiles aún puede subsistir tranquilamente luego de que, en
los hechos, los reflujos hace mucho que ya sólo se efectúan
623
a expensas de prestamistas de dinero engañados, en parte, y
en parte de productores igualmente estafados. Es por ello
que los negocios siempre parecen casi exageradamente
sólidos justo en los momentos que preceden en forma
inmediata al colapso [Krach]. La mejor prueba la ofrecen,
por ejemplo, los Reports on Bank A cts de 1857 y 1858,
en los que todos los directores de bancos, comerciantes, y en
suma todos los peritos invitados, con lord Overstone a la
cabeza, se congratulaban mutuamente por el florecimiento
y la solidez de los negocios . . . exactamente un mes antes de
que estallara la crisis, en agosto de 1857. Y, curiosamente,
en su History of Prices, Tooke vuelve a sufrir una vez más
esta ilusión, como historiador de todas las crisis. Para él,
los negocios son siempre sólidos y el campo prospera y
florece, hasta que, súbitamente, se produce el derrumbe.
Volvamos ahora a la acumulación del capital dinerario.
No cualquier incremento de capital dinerario prestable
indica una acumulación de capital o una ampliación del
proceso de reproducción verdaderas. Esto se manifiesta
con la mayor claridad en la fase del ciclo industrial inme
diatamente después de superada la crisis, cuando el capital
de préstamo se halla inactivo en grandes cantidades. En
tales momentos, cuando el proceso de la producción se
halla restringido (después de la crisis de 1847, la produc
ción se hallaba reducida en un tercio en los distritos indus
triales ingleses), cuando los precios de las mercancías se
encuentran en su punto más bajo, cuando el espíritu de em
presa se halla paralizado, impera un bajo nivel del tipo
de interés, que en este caso no indica otra cosa que el
aumento del capital prestable, precisamente por contrac
ción y paralización del capital industrial. Es evidente que
se requieren menos medios de circulación al haber dismi
nuido los precios de las mercancías, con la reducción de las
transacciones y la contracción del capital desembolsado
en salarios; que, por otra parte, luego de la liquidación de
las deudas al extranjero — en parte por drenaje de oro y en
parte por bancarrotas— no se requiere dinero suplemen
tario para su función como dinero mundial; que, por último,
el volumen alcanzado por el negocio del descuento de
letras disminuye con el número y con los importes de esas
624
propias letras. La dem anda de capital dinerario prestable
— tanto para medios de circulación como para medios de
pago (ni que hablar aun de nuevas inversiones de capi
ta l)— disminuye por ende, y con ello se torna relativa
mente abundante. Pero también la oferta del capital dine
rario prestable aumenta positivamente bajo tales circunstan
cias, como se dem ostrará más adelante.
Así, después de la crisis de 1847 reinaba “una restric
ción de las transacciones y una gran abundancia de dine
ro” . ( Commercial Distress, 1847-48, testimonio n? 1664.)
El tipo de interés era muy bajo a causa de “ una destruc
ción casi perfecta del comercio y una ausencia casi total
de la posibilidad de invertir dinero” (loe. cit., p. 45, decla
ración de Hodgson, director del Royal Bank of Liverpool.)
En la frase siguiente pueden verse los absurdos que fabulan
estos señores (y Hodgson es aun uno de los m ejores) para
explicarse esto: “Los apuros” (de 1847) “se originaron en
una disminución real del capital dinerario que había en el
país, ocasionada en parte por la necesidad de pagar en oro
las importaciones de todas las partes del mundo, y en parte
por la transformación de capital de circulación (floating
capital) en capital fijo” [loe. cit., p. 63], No se comprende
cómo ha de reducir el capital dinerario del país la trans
formación del capital de circulación en capital fijo, ya que,
por ejemplo, en los ferrocarriles — en los que se inmovilizaba
principalmente el capital por aquel entonces— no se emplea
oro o papel en los viaductos y rieles, y el dinero destinado
a las acciones ferroviarias, en la medida en que sólo se lo
depositaba para efectuar pagos, funcionaba exactamente
igual que cualquier otro dinero depositado en los bancos, e
incluso incrementaba momentáneamente el capital dinerario
prestable, como ya hemos demostrado anteriormente; pero
en tanto se lo gastaba realmente en la construcción, circu
laba en el país como medio de compras y de pagos. El
capital dinerario sólo podía resultar afectado en la medida
en que el capital fijo no es un artículo exportable, es decir
ique con la imposibilidad de la exportación también desapa
rece el capital disponible que se obtiene con los retornos a
cambio de los artículos exportados, vale decir los retornos
en efectivo o en lingotes. Pero también los artículos ingleses
de exportación se hallaban almacenados masivamente por
aquel entonces, sin poder ser vendidos, en los mercados
extranjeros. Para los comerciantes y fabricantes de Man625
chester, etc., que habían inmovilizado una parte de su capi
tal comercial normal en acciones ferroviarias, por lo cual
dependían de capital prestado para la conducción de sus
negocios, de hecho su floating capital se había fijado, y
ellos debían soportar las consecuencias de ese hecho. Pero
habría sido lo mismo si en lugar de invertir en ferrocarriles
el capital perteneciente a su negocio pero retirado del
mismo, lo hubiesen invertido en minas, por ejemplo, cuyo
producto es, a su vez, floating capital, hierro, carbón,
cobre, etc. La disminución real del capital dinerario dispo
nible a causa de una mala cosecha, de la importación de
cereales y la exportación de oro era, naturalmente, un
suceso que nada tenía que ver con la especulación ferro
viaria. “Casi todas las casas comerciales habían comenzado
a ham brear su negocio, en mayor o menor medida [. . .],
para invertir el dinero en ferrocarriles.” [Loe. cit., p. 42.]
“Los adelantos tan dilatados que las casas comerciales
efectuaron a los ferrocarriles, indujeron a aquéllas a basarse
demasiado en [. ..] los bancos mediante el descuento cam
biado, y de esa manera proseguir sus operaciones comer
ciales.” (D el mismo Hodgson, loe. cit., p. 67.) “En
Manchester se produjeron inmensas pérdidas por la especu
lación con los ferrocarriles,” (R obert Gardner, citado en
el libro i, cap. xln, 3, c,a y en varios otros lugares; testi
monio n? 4.884, loe. cit.).
U na de las principales causas de la crisis de 1847 fue
la trem enda saturación de los mercados y las ilimitadas
estafas que se produjeron en los negocios con las mercan
cías de las Indias Orientales. Pero también hubo otras
circunstancias que produjeron la bancarrota de riquísimas
casas de este ramo:
“Tenían recursos abundantes, pero no podían movili
zarlos. Todo su capital se hallaba fijo en fincas en la isla
Mauricio o en fábricas de índigo e ingenios azucareros.
Luego, si habían contraído obligaciones que llegaban hasta
las £ 500.000 - 600.000, carecían de recursos líquidos para
pagar sus letras de cambio, y finalmente se descubrió que
para abonar sus letras debían confiar por entero en su
crédito”.11471 (Charles Turner, gran comerciante de Liver
pool que operaba con las Indias Orientales, n? 730, loe.
" V éase, e n la presen te edición, t. i, vol. 2, pp. 501-502, 505.
626
cit.) Otra vez Gardner (n? 4.872, loe. cit.): “Inmediata
mente después del tratado con China, se abrieron en nues
tro país perspectivas tan grandes de una enorme expansión
de nuestro comercio con China que se construyeron muchas
grandes fábricas exclusivamente para este negocio, para
elaborar los tejidos de algodón que encuentran más salida
en el mercado chino, fábricas que se sum aron a todas aqué
llas de las que ya disponíamos” . 4.874. “¿Cuál fue el resul
tado de ese negocio? — Extremadamente ruinoso, a tal
punto que casi desafía cualquier descripción; no creo que
de todos los embarques efectuados hacia la China en 1844
y 1845 hayan retornado nunca más que los % del importe;
puesto que el té es el artículo principal de [ .. .] la expor
tación china, y puesto que se nos habían creado expecta
tivas tan grandes, los fabricantes contábamos con certeza
con una gran reducción del arancel aduanero sobre el té.”
Y aquí viene, ingenuamente expresado, el credo caracte
rístico del fabricante inglés: “Nuestro comercio con un
mercado extranjero no está limitado por la capacidad de
éste de com prar mercancías, pero sí lo está aquí, en nuestro
país, por nuestra capacidad de consumir los productos que
obtenemos a cambio de nuestros productos industriales” .
(Los países relativamente pobres con los cuales comercia
Inglaterra pueden pagar y consumir, naturalmente, cual
quier cantidad posible de productos de fabricación inglesa,
pero lamentablemente la rica Inglaterra no puede digerir los
productos obtenidos a cam bio.) 4.876. “Al principio ex
porté algunas mercancías, las cuales se vendieron con una
pérdida aproximada del 15 % , en la plena convicción
de que el precio al cual podrían comprar té mis agentes
daría, al revenderlo aquí, una ganancia tan grande que se
cubriría esa pérdida [. . .], pero en lugar de obtener bene
ficios, más de una vez perdí entre un 25 y un 50 % .”
4.877. “¿Exportaban los fabricantes por cuenta propia?
— Principalmente; al parecer, los comerciantes vieron muy
pronto que la cosa no arrojaba resultados, y alentaban más
a los fabricantes a las consignaciones de lo que participaban
ellos mismos en el negocio.” E n cambio, en 1857 las
bancarrotas y pérdidas les correspondieron preferentemente
a los comerciantes, puesto que en esa ocasión los fabri
cantes les dejaron a su cargo que saturaran los mercados
extranjeros “por cuenta propia” .
627
Una expansión del capital dinerario resultante de que,
como consecuencia de la difusión del sistema bancario
(véase más adelante el ejemplo de Ipswich, donde en el
curso de pocos años inmediatamente antes de 1857 se
cuadruplicaron los depósitos de los arrendatarios), lo que
anteriormente era tesoro particular o reserva monetaria se
transforma siempre en capital prestable por un tiempo
determinado, no expresa un crecimiento del capital produc
tivo, como tampoco lo expresa el crecimiento de los depó
sitos en los bancos londinenses por acciones, en cuanto
éstos comenzaron a pagar intereses sobre depósitos. Mien
tras la escala de la producción siga siendo la misma, esta
expansión sólo provoca la abundancia del capital dinerario
prestable en relación con el capital productivo. De ahí
el bajo tipo de interés.
Si el proceso de reproducción ha vuelto a alcanzar la
situación de florecimiento que precede a la etapa de tensión
excesiva, el crédito comercial alcanza una expansión suma
mente grande, que luego vuelve a tener, en los hechos, la
base “sana” de reflujos que ingresan con facilidad y de una
extensa producción. En esta etapa, el tipo de interés aún
sigue siendo bajo, aunque asciende por encima de su míni
mo. De hecho, éste es el único momento en el cual puede
decirse que un bajo tipo de interés, y por ende una relativa
abundancia del capital prestable, coinciden con una expan
sión real del capital industrial. La facilidad y regularidad
de los reflujos, unida a un dilatado crédito comercial,
asegura la oferta de capital de préstamo a pesar del incre
mento de la demanda, e impide que ascienda el nivel del
tipo de interés. Por otra parte, sólo ahora comienzan a
intervenir, en grado perceptible, los caballeros de industria
que trabajan sin capital de reserva, o sin capital en abso
luto, y que por ende operan basándose por completo en el
crédito dinerario. A hora se suma también la gran expansión
del capital fijo en todas sus formas y la apertura masiva de
nuevas empresas de vastos alcances. El interés asciende
ahora a su nivel medio. Y vuelve a alcanzar su máximo
apenas estalla la nueva crisis, el crédito cesa súbitamente,
los pagos se atascan, el proceso de reproducción se detiene
y, con las excepciones anteriormente mencionadas, se pro
duce un exceso de capital industrial ocioso además de una
escasez casi absoluta de capital prestable.
628
Por consiguiente, en general el movimiento del capital
prestable, tal como se expresa en el tipo de interés, trans
curre en sentido inverso al del capital industrial. La fase
en la cual el tipo de interés, bajo pero situado por encima
del mínimo, coincide con la “ mejoría” y con el crecimiento
de la confianza después de la crisis, y en especial la
fase en la cual alcanza su nivel promedio, el término medio
igualmente alejado de su mínimo y de su máximo, son los
únicos dos momentos que expresan la coincidencia de un
capital prestable abundante con una gran expansión del ca
pital industrial. Pero al comienzo del ciclo industrial,
el bajo tipo de interés coincide con una contracción, y al
término del ciclo un tipo de interés alto coincide con una
sobreabundancia de capital industrial. El bajo tipo de inte
rés que acompaña la “mejoría” expresa que el crédito
comercial sólo requiere el crédito bancario en escasa medi
da, porque aún puede valerse por sí mismo.
E n este ciclo industrial la situación es tal, que el mismo
ciclo, una vez dado el impulso inicial, debe reproducirse
periódicamente.8 En la etapa de distensión, la producción
desciende por debajo del nivel que había alcanzado en el
ciclo precedente, nivel para el cual se hallan sentadas
8 {F . E. — T a l co m o ya lo he o b serv ad o en o tro lu g ar," desde
la ú ltim a gran crisis general se h a p ro d u cid o a q u í una variante. L a
fo rm a aguda del p roceso periódico, con su ciclo h asta el presente
d ecenal, p arece haberse tran sfo rm a d o en una a lte rn a n c ia m ás bien
c ró n ic a — de m ay o r d u ra c ió n , y que se d istribuye en tiem pos d ife
ren tes según los diversos países industriales— de una m ejoría
re lativ am en te breve y ten u e de los negocios con una presión re la ti
v am ente p ro lo n g ad a y sin definición. P ero quizás se tra te sólo de
u n a extensión en la d u ra ció n d el ciclo. E n la infancia del com ercio
m undial, en 1815-1847, puede d e m o stra rse la existencia de c ic lo s8
a p ro x im ad a m en te quin q u en ales; a p a rtir d e 1847-67, e l ciclo es
d ecid id am en te d ecenal; ¿nos e n co n trare m o s acaso en el p e ríodo
de p re p ara ció n d e una nueva c atástro fe [K rach] m u n d ia l de vehe
m encia in au d ita? H a y varios indicios que parecen a p u n ta r en ta l
sentido. D esde la ú ltim a crisis general d e 1867 se h a n pro d u cid o
grandes m odificaciones. La colosal expansión de los m edios de
tra n sp o rte — vapores oceánicos, ferro carriles, telégrafos, el can al
d e Suez— h a establecido re alm en te el m erc ad o m undial. A In g la
te rra , que m ono p o lizab a an te rio rm e n te la in d u stria, se le han
su m a d o una serie de países industriales c om petidores; a la inversión
del c ap ital e x ced en tario eu ro p eo le e stán a b iertos, en to d o s, los
" V éase, e n la presen te edición, t. i, vol. 1, p. 39.
8 E n la 1? edición, “crisis” en vez de “ciclos” .
629
ahora las bases técnicas. En la etapa de prosperidad — el
período central— sigue desarrollándose sobre estas bases.
En el período de la sobreproducción y las estafas despliega
al máximo las fuerzas productivas, hasta más allá de los
límites capitalistas del proceso de la producción.
Resulta obvio que en el período de crisis escaseen los
medios de pago. La convertibilidad de las letras ha susti
tuido a la metamorfosis de las propias mercancías, y en
una época semejante tanto más cuanto más trabaja una
parte de las casas comerciales basándose exclusivamente
en el crédito. Una legislación bancaria ignorante y errada,
como la de 1844-45, puede agravar aun esta crisis de
dinero. Pero no hay legislación bancaria de ninguna índole
que pueda eliminar la crisis.
E n un sistema de producción en el cual toda la conexión
del sistema de reproducción se basa en el crédito, si el
crédito cesa súbitamente y sólo vale ya el pago en efectivo,
debe producirse evidentemente una crisis, una violenta co
rrida en procura de medios de pago. Por ello, a primera
vista toda la crisis sólo se presenta como una crisis de
crédito y de dinero. Y de hecho sólo se trata de la conver
tibilidad de las letras en dinero. Pero estas letras represen
tan, en su mayor parte, compras y ventas reales, cuya
amplitud, que supera en mucho las necesidades sociales,
concluye por constituir el fundamento de toda la crisis. Pero
además de ello, hay también una masa ingente de estas
letras que sólo representan negocios fraudulentos, que
ahora surgen a la luz del día y estallan; asimismo hay espe
culaciones llevadas a cabo con capital ajeno, pero fracasa-
continentes, territo rio s infinitam ente m ay o res y m ás variados, de
m odo que se d istrib u y e m uchísim o m ás, y así se su p era c o n m ayor
facilidad la sobreespeculación local. E n virtu d de to d o ello, la
m ay o r p a rte de los antig u o s focos d e crisis y d e ocasiones p a ra
la fo rm ac ió n d e crisis han sido elim inados o p o d e ro sam e n te d e b ili
tados. A d em ás d e ello, la com petencia en el m erc ad o interno
re tro c ed e a n te los cárteles y trusts, m ie n tras que en el m ercad o
ex terio r re su lta restringida p o r los a ran celes ad u an e ro s p ro tec to re s
de los que se ro d e a n todos los g ran d es países industriales, salvo
In g laterra . P ero estos p ropios a ran celes pro tecto res no son o tra cosa
que las a rm a s p a ra la c am p añ a in d u strial general d efinitiva que há
de decidir acerca de la su prem acía sobre el m erc ad o m undial. D e esta
m an e ra, cada uno de los elem entos que tiende a oponerse a u n a
rep etició n d e las an tig u as crisis, alberga en su seno el germ en
de una crisis fu tu ra m u ch o m ás form idable.}
630
das; y por último capitales mercantiles desvalorizados o
incluso invendibles, o bien reflujos que ya nunca podrán
producirse. Todo el sistema artificial de expansión violenta
del proceso de reproducción no puede remediarse, natu
ralmente, por el hecho de que un banco — por ejemplo
el Banco de Inglaterra— otorgue en sus papeles a todos los
estafadores el capital faltante y compre a sus antiguos valo
res nominales todas las mercancías desvalorizadas. Por lo
demás, aquí todo aparece revertido, ya que en este mundo
de papel en ninguna parte aparecen el precio real y sus
factores reales, sino solamente lingotes, dinero metálico,
billetes, letras de cambio, títulos y obligaciones. Especial
mente en los centros en los que se aglomera toda la activi
dad dineraria del país, como en Londres, se manifiesta
esta reversión; todo el proceso se torna incomprensible;
lo es menos en los centros de la producción.
Por lo demás, con relación a la sobreabundancia del
capital industrial que se manifiesta durante las crisis, cabe
observar lo siguiente. El capital mercantil es, en sí y al
mismo tiempo, capital dinerario, es decir una suma de valor
determinada, expresada en el precio de la mercancía. E n
cuanto valor de uso es una cantidad determinada de deter
minados objetos de uso, y en el momento de la crisis esa
cantidad existe en exceso. Pero en cuanto capital dinerario
en sí, como capital dinerario en potencia, se halla sometido
a una constante expansión y contracción. En vísperas de la
crisis y dentro de la misma, el capital mercantil se halla
contraído en su condición de capital dinerario en potencia.
Para su poseedor y para los acreedores de éste (al igual
que como garantía por letras y préstamos) representa
menos capital dinerario que en la época en que fuera
com prado y en que se convinieron los descuentos y opera
ciones prendarias fundados en él. Si tal ha de ser el sentido
de la afirmación según la cual el capital dinerario de un
país está disminuido en tiempos de estrechez, aquélla es
idéntica a la aseveración de que los precios de las mercan
cías han bajado. Por lo demás, semejante derrumbe de los
precios sólo nivela su anterior inflación.
Las entradas de las clases improductivas y las de quie
nes viven de ingresos fijos permanecen estacionarias en su
m ayor parte durante la inflación de precios que se produce
conjuntamente con la sobreproducción y la sobreespecula
ción. De ahí que su capacidad de consumo disminuya rela
631
tivamente, y con ello su capacidad de reponer la parte de la
reproducción global que debiera entrar normaliter [normal
mente] en su consumo. Inclusive si su demanda permanece
nominalmente constante, disminuye en realidad.
Con referencia a la importación y exportación cabe
consignar que todos los países resultan envueltos sucesiva
mente en la crisis, y que entonces se revela que todos ellos,
con escasas excepciones, han exportado e importado dema
siado, es decir que la balanza de pagos está en contra de
todos, o sea que, de hecho, la cuestión no radica en la
balanza de pagos. Por ejemplo, Inglaterra padece un drenaje
de oro. El país ha sobreimportado. Pero al mismo tiempo,
todos los demás países están sobrecargados de mercancías
inglesas. En consecuencia, también ellos han sobreimpor
tado o han sido sobreimportados. (D e todos modos, se
produce una diferencia entre el país que exporta a crédito,
y aquéllos que no lo hacen o que sólo exportan muy
poco a crédito. Pero estos últimos importan luego a crédito,
y este caso no se da únicamente cuando se envía allí la
mercancía en consignación.) Es posible que la crisis estalle
primeramente en Inglaterra, el país que da la mayor parte
del crédito y que menos crédito toma, porque la balanza
de pagos, el balance de los pagos vencidos, que debe ser
liquidada de inmediato, le es desfavorable, a pesar de que
su balanza comercial general sea favorable. Esto último se
explica en parte a partir del crédito que da, en parte como
consecuencia de la masa de capitales prestados en el exte
rior, de m odo que afluyen hacia ella una gran cantidad
de reflujos en mercancías, además de los retornos comer
ciales propiamente dichos. (Pero la crisis a veces también
estalló primeramente en Norteamérica, el país que más
crédito comercial y de capital toma de Inglaterra.) La
catástrofe en Inglaterra, iniciada y acompañada por un
drenaje de oro, salda la balanza de pagos de Inglaterra
en parte mediante la bancarrota de sus importadores (acer
ca de lo cual nos extenderemos más adelante), en parte por
dispersión de una porción de su capital mercantil a precios
baratos en el exterior, en parte por venta de títulos y
obligaciones extranjeros, compra de títulos y obligaciones
ingleses, etc. Entonces le toca el turno a otro país. La
balanza de pagos estaba momentáneamente a su favor;
pero ahora ha desaparecido, o por lo menos se ha redu
cido a causa de la crisis, el plazo vigente en tiempos norma
632
les entre la balanza de pagos y la balanza comercial; se
pretende que todos los pagos se liquiden de una vez. La
misma cuestión se repite en este caso. Inglaterra tiene
ahora un reflujo de oro, mientras que el otro país un
drenaje de oro. Lo que aparece en un país como sobreimportación, aparece en el otro como sobreexportación y
viceversa. Pero se han verificado una sobreimportación
y una sobreexportación en todos los países (no hablamos
aquí de malas cosechas, sino de una crisis general); es
decir, una sobreproducción, favorecida por el crédito y la
inflación general que la acompaña.
En 1857 estalló la crisis en los Estados Unidos. A ella
la siguió un drenaje de oro desde Inglaterra hacia Norte
américa. Pero en cuanto se desencadenó la inflación en
Norteamérica, se produjo la crisis en Inglaterra y un drenaje
áureo desde Norteamérica hacia Inglaterra. O tro tanto
ocurrió entre Inglaterra y el continente. E n tiempos de
crisis general, la balanza de pagos es desfavorable en todas
las naciones, por lo menos en todas las naciones comercial
m ente desarrolladas, pero siempre en forma sucesiva, una
tras otra, como un fuego que efectúa por turno una hilera
de soldados, en cuanto les llega el momento de pagar; y
la crisis, una vez estallada — en Inglaterra, por ejemplo— ,
comprime entonces la serie de estos plazos en un período
sumamente breve. Se revela entonces que todas estas na
ciones han sobreexportado (vale decir, sobreproducido) y
sobreimportado (es decir, sobrecomerciado) al mismo
tiempo, que en todas ellas los precios habían sido inflados
y el crédito se había estirado exageradamente. Y en todas
ellas se produce el mismo colapso. El fenómeno del drenaje
de oro se produce entonces en todas ellas en forma suce
siva, y demuestra, precisamente a causa de su generalidad,
1) que el drenaje áureo es un mero fenómeno de la crisis,
pero no su causa; 2) que la secuencia en la cual se produce
en las diversas naciones sólo indica cuándo les ha llegado
el turno de ajustar cuentas con el cielo, cuándo les ha
llegado el plazo de la crisis, y cuándo estallan en ellas los
elementos latentes de la misma.
Es una característica de los tratadistas ingleses de
economía — y la literatura económica digna de mención
desde 1830 se reduce, en general, a obras acerca de la
currency, el crédito y las crisis— que los mismos, a pesar
del viraje de los tipos cambiarios, sólo consideran la expor
633
tación de los metales preciosos en tiempo de crisis desde
el punto de vista de Inglaterra, como un fenómeno pura
mente nacional, cerrando resueltamente sus ojos frente a!
hecho de que, si el Banco de Inglaterra eleva el tipo de
interés en tiempos de crisis, todos los demás bancos euro
peos harán otro tanto, y que si hoy resuenan en la isla los
gritos de auxilio a causa del drenaje áureo, ese mismo
clamor resonará mañana en Norteamérica, y pasado ma
ñana en Alemania y Francia.
E n 1847 “había que atender las obligaciones en curso
contra Inglaterra” (en muy gran parte relativas a granos).
“Desdichadamente, en gran proporción sólo pudo hacér
seles frente mediante bancarrotas.” (L a rica Inglaterra se
procuraba un respiro mediante la bancarrota frente al
Continente y a Norteam érica.) “Pero en la medida en que
no se las liquidaba mediante la bancarrota, se les hacía
frente con la exportación de metales preciosos.” (Report
o f Committee on Bank Acts, 1857.) Es decir, en la medida
en que la crisis en Inglaterra resulta acentuada en virtud
de la legislación bancaria, tal legislación es un medio para
estafar, en tiempos de hambruna, a las naciones exporta
doras de granos, primeramente estafándoles el grano y luego
el dinero correspondiente al mismo. Por consiguiente, una
prohibición de exportación cerealera en tales épocas para
países que padecen, ellos mismos, en mayor o menor
medida la carestía, es un medio sumamente racional contra
ese plan del Banco de Inglaterra de “hacer frente a las
obligaciones” emergentes de la importación de granos
“mediante bancarrotas” . En tal caso es mucho mejor que
los productores y especuladores cerealeros pierdan una
parte de sus ganancias en beneficio del país, que el que
pierdan su capital en beneficio de Inglaterra.
De lo dicho se desprende que el capital mercantil,
durante las crisis y en general durante las épocas de parali
zación de los negocios, pierde en gran medida su atributo
de representar capital dinerario en potencia. Otro tanto
vale para el capital ficticio, para los títulos que devengan
interés, en tanto ellos mismos circulan en la bolsa como
capitales dinerarios. Con el aumento del interés disminuye
el precio de esos títulos. Éste también disminuye a causa
de la escasez general de crédito, la cual obliga a sus propie
tarios a malvenderlos masivamente en el mercado para
procurarse dinero. Por último, disminuye también el precio
634
de las acciones, en parte como consecuencia de la disminu
ción de los réditos sobre los cuales constituyen asignaciones,
en parte a causa del carácter fraudulento de las empresas
que muy a menudo representan. Este capital dinerario
ficticio se halla enormemente disminuido en las crisis, y
con ello lo está la capacidad de sus propietarios de obte
ner dinero a cambio de él en el mercado. Sin embargo,
la disminución del precio nominal de estos títulos y valores
en los boletines de cotizaciones nada tiene que ver con el
capital real que representan, pero en cambio sí tiene que
ver, y mucho, con la solvencia de sus propietarios.
635
CAPÍTULO XXXI
C A PITA L D IN ER A R IO Y C A PITA L R E A L - II
( Continuación ) a
Aún no hemos term inado de considerar el problema de
en qué medida la acumulación del capital en form a de capi
tal dinerario prestable coincide con la acumulación real,
la ampliación del proceso de reproducción.
L a transformación de dinero en capital dinerario pres
table es una cuestión mucho más sencilla que la transfor
mación de dinero en capital productivo. Pero en este caso
debemos distinguir entre dos cosas:
1) la mera transformación de dinero en capital de
préstamo;
2 ) la transformación de capital o rédito en dinero,
que se transform a en capital de préstamo;
Onicamente este último punto puede implicar una
acumulación positiva del capital de préstamo, vinculada
con la acumulación real del capital industrial.
1) Transformación de dinero en capital de préstamo b
Ya hemos visto que puede producirse una acumulación,
una sobreabundancia de capital de préstamo, que sólo se
halla vinculada con la acumulación productiva en la medida
en que guarda con ella una proporcionalidad inversa. Ese
caso se da en dos fases del ciclo industrial, a saber, prime
ramente en el momento en que el capital industrial, en sus
* T ítu lo s d e E ngels. (V éase R 1215/ 2.)
b S u b títu lo d e E ngels. E n el orig in al d e M a rx se lee aquí,
sim plem ente, “ad I ” . (V éase R 1 2 1 5 /3 .)
637
dos formas de capital productivo y de capital mercantil,
se halla contraído, es decir al comienzo del ciclo después
de la crisis; y en segundo lugar, en el momento en que
comienza la mejoría, pero en que el crédito comercial aún
acude poco al crédito bancario. En el primer caso, el capital
dinerario que anteriormente se hallaba empleado en la
producción y en el comercio, aparece como capital ocioso
de préstamo; en el segundo caso aparece empleado en
medida creciente, pero a un muy bajo tipo de interés,
porque ahora es el capitalista industrial y comercial quien
dicta las condiciones al capitalista dinerario. El exceso
de capital de préstamo expresa, en el primer caso, un
estancamiento del capital industrial, y en el segundo una
independencia relativa del crédito comercial con respecto
al crédito bancario, basada en la fluidez del reflujo, los
breves plazos del crédito y la circunstancia de que se
trabaja preponderantemente con capital propio. Los espe
culadores que cuentan con capital crediticio ajeno aún no
han entrado en escena; la gente que trabaja con capital
propio aún está muy distante de las operaciones crediticias
aproximadamente puras. E n la primera fase, el excedente
de capital de préstamo es exactamente lo contrario de una
expresión de acumulación real. En la segunda fase coincide
con una renovada expansión del proceso de reproducción,
la acompaña, pero no es su causa. El excedente de capital
de préstamo ya disminuye, y sólo es relativo, proporcional
a la demanda. En ambos casos, la ampliación del proceso
real de acumulación se favorece por la circunstancia de que
el bajo interés que coincide en el primer caso con precios
bajos, y en el segundo con precios que aumentan lenta
mente, acrecienta la parte de la ganancia que se transforma
en ganancia empresarial. Esto ocurre más aun cuando el
interés aumenta promedialmente al culminar la época de
prosperidad, durante la cual habrá crecido, pero no en pro
porción con la ganancia.
Hemos visto, por otra parte, que puede operarse una
acumulación del capital de préstamo sin acumulación real
alguna, por medios meramente técnicos, como expansión y
concentración de la banca, ahorro de la reserva circulante
o también del fondo de reserva de medios de pago en
manos de los particulares, medios que de esa manera se
convierten, siempre por breve lapso, en capital de préstamo.
Pese a que ese capital de préstamo — que por- ello también
638
se denomina capital flotante (floating capital)— siempre
conserva sólo por breves períodos la forma de capital de
préstamo (del mismo modo que también sólo debe des
contarse por períodos breves), el mismo fluye y refluye
constantemente. Si uno se lo lleva, hay otro que lo trae. La
masa del capital dinerario prestable (no hablamos aquí en
absoluto de préstamos durante años, sino solamente de prés
tamos a corto plazo, a cambio de letras de cambio y depó
sitos) aumenta así, de hecho, en forma totalmente inde
pendiente de la acumulación real.
B . C . 1857. Pregunta 501. “¿Qué entiende usted por
floating capital?” (E l señor Weguelin, gobernador del
Banco de Inglaterra:) “Es capital utilizable para préstamos
de dinero a corto plazo . . . (5 0 2 ). Billetes del Banco de
In g laterra. . . de los bancos provinciales, y el monto del
dinero existente en el país.” {Pregunta:} “Según los infor
mes que se hallan a disposición de la comisión, ¿no parece
que si usted entiende por floating capital la circulación
activa” {es decir, de los billetes del Banco de Inglaterra)
“en esta circulación activa se opera alguna fluctuación su
mamente im portante?” (Pero hay una gran diferencia según
quién adelante la circulación activa, si el prestamista de
dinero o si el propio capitalista reproductivo. Respuesta
de W eguelin:) “Incluyo en el floating capital las reser
vas de los banqueros, en las cuales hay una considerable
fluctuación.” Vale decir que se opera una considerable fluc
tuación en aquella parte de los depósitos que los banqueros
no han vuelto a prestar, sino que figura como su reserva,
pero en gran parte también como la reserva del Banco de
Inglaterra, en el cual se halla depositada. Por último, el
mismo señor sostiene que floating capital es bullion, es decir
lingotes y dinero metálico (5 0 3 ). E n general, resulta
maravilloso como en este galimatías crediticio del mercado
dinerario todas las categorías de la economía política
adquieren un sentido y una forma diferentes. Allí floating
capital es la expresión em pleada para denotar circulating ca
pital [capital circulante], lo cual es, naturalmente, algo muy
distinto, ¡y m oney es capital, y bullion [metales preciosos]
es capital, y billetes de banco son circulation, y capital es
a com m odity [una mercancía] y deudas son commodities
[mercancías], y fixed capital [capital fijo] es dinero invertido
en títulos y valores difícilmente vendibles!
639
“Los bancos londinenses por acciones. . . han in
crementado sus depósitos de £, 8.850.774 en 1847 a
£, 43.100.724 en 1857 . . . Las pruebas y testimonios
presentados ante la comisión permiten inferir que gran
parte de este ingente monto deriva de fuentes que antes
no eran utilizables con ese fin; y que el hábito de abrir
una cuenta en el banco y de depositar dinero en él se ha
extendido a numerosas clases que anteriormente no inver
tían de esta manera su capital (!). El señor Rodwell,
presidente de la Asociación de los Bancos Privados Pro
vinciales” {a diferencia de los bancos por acciones} “y
delegado por ésta para declarar ante la comisión, indica
que en la región de Ipswich esta práctica se ha cuadrupli
cado recientemente entre los arrendatarios y comerciantes
minoristas de ese distrito; que casi todos los arrendatarios,
inclusive aquellos que sólo pagan £, 50 de arrendamiento
anual, tienen ahora depósitos en los bancos. El grueso de
estos depósitos halla naturalmente el camino de su empleo
en los negocios, y gravita especialmente hacia Londres, el
centro de la actividad comercial, donde en primer lugar
halla aplicación en el descuento de letras y en otros adelan
tos a los clientes de los banqueros londinenses. Sin em
bargo, una gran parte, para la cual los propios banqueros
no tienen demanda inmediata, va a manos de los billbrokers, quienes a cambio de ella dan a los banqueros
letras de cambio comerciales, que ya han descontado en
alguna ocasión para gentes de Londres y de las provincias.”
(B . C. 1858, p. [v, parágrafo n?] 8.)
Cuando el banquero efectúa adelantos al bill-broker
sobre las letras de cambio que ese mismo bill-broker ya ha
descontado en una oportunidad, de hecho las redescuenta
una vez más; pero en realidad, el bill-broker ya ha redescontado muchísimas de estas letras, y con el mismo dinero
con el cual el banquero redescuenta las letras del billbroker, éste redescuenta nuevas letras. Lo cual lleva a lo
siguiente: “Se han creado extensos créditos ficticios me
diante letras de favor y créditos en blanco, cosa que resultó
sumamente facilitada en virtud del procedimiento de los
bancos accionarios provinciales que descontaban tales
letras, haciéndolas redescontar luego por los bill-brokers
en el mercado londinense, y ello sólo basándose en el cré
dito del banco, sin tom ar en cuenta la calidad que, en lo
640
demás, tenían las letras de cambio” , (loe. cit., [p. xxi,
parágrafo rfí 54].)
Acerca de este redescuento y respecto de cómo esta
multiplicación meramente técnica del capital dinerario
prestable favorece los fraudes crediticios, resulta intere
sante el siguiente pasaje del Economist'. “Durante muchos
años, en algunos distritos del país, el capital” (se refiere
al capital dinerario prestable) “se acumulaba más rápida
mente de lo que podía empleárselo, mientras que en otros
los medios de su inversión crecían más rápidam ente que el
propio capital. De esta manera, mientras que los banqueros
de los distritos [.. .] agrícolas [.. .] no hallaban la oca
sión de invertir sus depósitos en forma lucrativa y segura
en su propia región, los de los distritos industriales [.. .]
y de las ciudades comerciales tenían mayor dem anda de
capital del que podían suministrar. El efecto de estas dife
rentes situaciones en los diversos distritos provocó, durante
los últimos años, el nacimiento y la rapidísima propagación
de una nueva clase de firmas ocupadas en la distribución
del capital, quienes, a pesar de ser calificados ordinaria
mente de bill-brokers, son en realidad banqueros en la
m ayor de las escalas. El negocio de estas casas consiste
en hacerse cargo, por determinados períodos convenidos
y a un interés determ inado convenido, del pluscapital
depositado en bancos de los distritos donde no se lo podía
utilizar, al igual que los recursos de las sociedades por
acciones y de las grandes casas comerciales que se hallan
temporariamente ociosos, y en adelantar ese dinero, a un
tipo de interés más elevado, a los bancos de aquellos
distritos en los cuales hay mayor demanda de capital; por
regla general, mediante el redescuento de las letras de cam
bio de sus clientes . . . De este modo, Lom bard Street!'28'
se convirtió en el gran centro en el que se opera la transfe
rencia de capital ocioso de una parte del país, donde
no se lo puede emplear lucrativamente, a otra en la cual
hay demanda del mismo, y ello vale tanto para las diversas
regiones del país como también para individuos de situa
ción similar. Originariamente, estos negocios se limitaban
casi exclusivamente a tom ar y conceder préstamos con
garantías bancarias. Pero en la medida en que el capital
del país creció rápidamente, economizándose cada vez más
mediante la instauración de los bancos, los fondos que se
hallaban a disposición de estas casas de descuento llegaron
641
a ser tan grandes, que éstas pasaron a efectuar adelantos
primeramente sobre dock warrants (certificados por mer
cancías depositadas en los docks) y luego también sobre
conocimientos de carga, los cuales representan productos
que ni siquiera han llegado aún, aunque en algunas ocasio
nes — si bien no en forma regular— ya se habían girado
sobre ellas letras de cambio contra el corredor de mer
cancías. Esta práctica pronto modificó todo el carácter
de los negocios ingleses. Las facilidades así ofrecidas en
Lom bard Street fortalecieron mucho la posición de los
corredores de mercancías de Mincing L añe;1' 291 estos, por
su parte [. ..], daban todas las ventajas a los comerciantes
importadores, quienes, a su vez, las aprovecharon en tal
medida que, mientras que 25 años antes el tom ar un
crédito sobre sus conocimientos de carga o inclusive sobre
sus dock warrants hubiese arruinado el crédito de un co
merciante, durante los últimos años esta práctica se genera
lizó a tal extremo que puede considerársela como la regla,
y no ya como una rara excepción, cual ocurría 25 años
atrás. Más aun, este sistema se extendió a tal punto, que
en Lom bard Street se tomaban grandes sumas sobre letras
de cambio giradas contra las cosechas aún en crecimiento
en distantes colonias. La consecuencia de estas facilidades
fue que los comerciantes importadores ampliaron sus nego
cios externos y a su capital flotante (floating), con el cual
habían desarrollado su negocio hasta ese momento, lo esta
blecieron firmemente en la más objetable de todas las
inversiones, en las plantaciones coloniales, sobre las cuales
poco o ningún control podían ejercer. Vemos así la conca
tenación directa de los créditos. El capital del agro que
se acumula en los distritos agrícolas, se deposita en peque
ños montos en los bancos rurales y se centraliza para sú
utilización en Lom bard Street. Pero la primera vez que
se lo tornó útil para la expansión del negocio fue en
nuestros distritos mineros e industriales, mediante el redes
cuento de letras a los bancos locales; sin embargo, luego
se lo empleó también para conceder mayores facilidades
a importadores de productos extranjeros mediante adelan
tos sobre dock warrants y conocimientos de carga, con lo
cual quedaba liberado el «legítimo» capital comercial de las
casas dedicadas a los negocios externos y coloniales, pu
diéndoselo emplear así para los tipos más objetables de
642
inversión en plantaciones de ultram ar.” ( Economist, 1847,
p. 1334.) a
Y éste es el “hermoso” entrelazamiento de los créditos.
El depositante rural se imagina que sólo deposita en su
banco, y cree además que si el banquero presta dinero,
lo hace a particulares a los que conoce. No tiene ni la más
remota idea de que ese banquero pone su depósito a
disposición de un bill-broker londinense, sobre cuyas opera
ciones ninguno de los dos tiene el mínimo control.
Y a hemos visto como grandes empresas públicas, como
por ejemplo la construcción de ferrocarriles, pueden incre
mentar momentáneamente el capital de préstamo haciendo
que los importes abonados permanezcan siempre disponi
bles, hasta su utilización real y durante un lapso determi
nado, en manos de los bancos.
Por lo demás, la masa del capital de préstamo es total
mente diferente de la cantidad de la circulación. Enten
demos aquí por cantidad de la circulación la suma de
todos los billetes de banco circulantes y de todo el dinero
metálico — inclusive los lingotes de metales preciosos—
que se encuentra en un país. Una parte de esa cantidad la
constituye la reserva de los bancos, reserva cuya magnitud
varía constantemente.
“El 12 de noviembre de 1857” (fecha de la suspen
sión de la ley bancaria de 1844) “la reserva global del
Banco de Inglaterra, incluidas todas sus filiales, sólo ascen
día a £. 580.751; al mismo tiempo, la suma de los depó
sitos se elevaba a 22 Vi millones de libras esterlinas, de
los cuales aproximadamente unos 6 Vi millones pertene
cían a los banqueros londinenses.” ( B . A . 1858, p. l v i i . )
Las variaciones del tipo de interés (haciendo abstrac
ción de las que se producen en períodos más prolongados
o de la diferencia del tipo de interés en diversos países;
las primeras están condicionadas por variaciones en la tasa
general de ganancia, y la segunda por diferencias en las
tasas de ganancia y en el desarrollo del crédito) dependen
" Según R ubel (1217/1), “ las páginas 348-351 del m an u scrito
están com puestas casi exclusivam ente de e x tracto s sim ilares [a los
precedentes], de los que E ngels ha e lim in a d o una gran p a rte ”.
643
de la oferta del capital de préstamo (suponiendo iguales
todas las demás circunstancias, nivel de confianza, etc.),
vale decir del capital que se presta en la form a de dinero,
de dinero metálico y de billetes, por oposición al capital
industrial, que se presta como tal, en forma de mercancías,
mediante el crédito comercial, entre los propios agentes
reproductivos.
Pero no obstante, la masa de este capital dinerario
prestable difiere y no depende de la masa del dinero
circulante.
Por ejemplo, si £ 20 se prestasen cinco veces por día,
se prestaría un capital dinerario de £ 100, y ello implica
ría a la vez que, además, esas £ 20 hubiesen actuado
por lo menos cuatro veces como medios de compra o de
pago; pues de no ser por la mediación de la compra
y el pago, de modo que no hubiese representado por lo
menos cuatro veces la forma trasm utada de capital (m er
cancía, incluida asimismo la fuerza de trabajo), no consti
tuiría un capital de £ 100, sino solamente cinco exigencias
de £ 20 cada una.
E n países de crédito desarrollado podemos suponer que
todo el capital dinerario disponible para ser prestado
existe en la forma de depósitos en bancos y prestamistas
de dinero. Esto vale cuando menos para los negocios en su
conjunto. Además de ello, en épocas de buenos negocios,
antes de lanzarse la especulación propiamente dicha,
cuando el crédito es fácil y la confianza aumenta, la mayor
parte de las funciones de la circulación se cumple mediante
la simpre transferencia del crédito, sin la intervención del
dinero metálico o de papel.
La mera posibilidad de grandes montos de los depósitos,
con una cantidad relativamente exigua de medios de circu
lación, depende exclusivamente:
1) del número de compras y pagos que efectúa la
misma pieza dineraria;
2 ) del núm ero de sus retornos, en los cuales regresa
a los bancos en la forma de depósito, de modo que su
repetida función de medio de com pra y pago resulta media
da por su renovada transformación en depósito. P or ejem
plo, supongamos que un comerciante minorista deposita
en su banco £ 100 semanales en dinero; con ellas, el
banquero abona una parte del depósito del fabricante;
éste se las abona a sus obreros; éstos pagan con ellas
644
al comerciante minorista, quien nuevamente deposita en el
banco. Por consiguiente, las £ 100 depositadas por el co
m erciante minorista han servido, eñ primer lugar, para
pagarle un depósito al fabricante, segundo para pagar a
los obreros, tercero para pagarle al propio comerciante
minorista, y cuarto para depositar una nueva parte del
capital dinerario de ese mismo comerciante minorista; pues
al cabo de 20 semanas, si él mismo no tuviese que girar
sobre ese dinero, habría depositado en el banco £ 2.000
con esas mismas £ 100.
Sólo en el flujo y reflujo de los fondos de reserva
bancarios se revela hasta dónde este capital dinerario se
halla ocioso. De ahí que concluya el señor Weguelin,
en 1857 gobernador del Banco de Inglaterra, que el oro
del Banco de Inglaterra es el “único” capital de reserva:
1.258. “En mi opinión, la tasa de descuento resulta efectiva
m ente determinada por el monto del capital ocioso existente
en el país. El monto del capital ocioso se representa por la
reserva del Banco de Inglaterra, que es efectivamente
una reserva áurea. Por consiguiente, si hay un drenaje de
oro, ello reduce el importe del capital ocioso que hay en el
país, acrecentando en consecuencia el valor de la parte aún
rem anente.” — 1.364. [Newmarch:] “La reserva áurea del
Banco de Inglaterra es, en realidad, la reserva central o el
tesoro en efectivo fundándose en el cual se efectúan todos
los negocios del país . . . Es sobre este tesoro o sobre este
fondo sobre lo que recae siempre la influencia de los tipos
del cambio exterior” . (Report on Bank A cts, 1857.)
Acerca de la acumulación del capital real, es decir del
Capital productivo y mercantil, nos da una pauta la esta
dística de la exportación y de la importación. Y en ella
Éempre se revela que para el período de desarrollo de la
idustria inglesa (1815-1 8 7 0 ),11481 que se desenvuelve en
Ciclos decenales, en todos los casos el máximo de la última
•tapa de prosperidad reaparece antes de la crisis como
mínimo del período de prosperidad siguiente, para luego
Mcender a un nuevo máximo muchísimo más elevado.
El valor real o declarado de los productos exportados
¡UOr Gran Bretaña e Irlanda en el año de prosperidad de
i) 824 fue de £ 40.396.300. Con la crisis de 1825, el monto
645
de la exportación cayó luego por debajo de esa suma,
oscilando entre los 35 y los 39 millones anuales. Con el
retorno de la prosperidad en 1834 ascendió por encima
del anterior nivel máximo a £ 41.649.191, alcanzando en
1836 el nuevo máximo de £ 53.368.571. E n 1837 volvió
a descender a 42 millones, de modo que el nuevo mínimo
ya era más elevado que el máximo anterior, fluctuando
entonces entre 50 y 53 millones. En 1844, el retorno de la
prosperidad eleva el monto de las exportaciones a 58 Vi
millones, con lo cual ha quedado ampliamente superado,
una vez más, el máximo de 1836. En 1845 alcanzó a
£ 60.111.082; descendió luego a más de 57 millones en
1846, fue de casi 59 millones en 1847 y de casi 53 millones
en 1848, ascendió en 1849 a 63 Vi millones, a casi 99
millones en 1853, fue de 97 millones en 1854, de 94 Vi en
1855, ascendió a casi 116 millones en 1856, alcanzando
el máximo en 1857 con 122 millones. En 1858 descendió
a 116 millones, pero ya en 1859 ascendió a 130 millones, a
casi 136 millones en 1860, sólo a 125 millones en 1861
(y en este caso el nuevo mínimo es otra vez más elevado
que el máximo anterior), y en 1863 a 146 Vi millones.
O tro tanto podría demostrarse también, naturalmente,
para el caso de las importaciones, que indican la expansión
del mercado; aquí sólo tenemos que vérnoslas con la escala
de la producción. {F. E. — Obviamente, esto sólo vale para
Inglaterra durante el período del monopolio industrial
efectivo; pero también se aplica en general a la totalidad
de los países que poseen una gran industria moderna,
mientras el mercado mundial aún se halle en expansión.)
2 ) Transformación de capital o rédito en dinero
que se transforma en capital de préstamo a
Consideramos aquí la acumulación del capital dinerario
en la medida en que no es la expresión ni de una deten
ción en la fluencia del crédito comercial ni de una economización tanto del medio realmente circulante como del
capital de reserva de los agentes ocupados en la repro
ducción.
Además de estos dos casos, puede producirse una acu
mulación de capital dinerario en virtud de un aflujo extra
ordinario de oro, como ocurrió en 1852 y 1853 debido
" S u b títu lo de E ngels (R 1219/1.)
646
a las nuevas minas de oro australianas y californianas.
Ese oro fue depositado en el Banco de Inglaterra. Los
depositantes aceptaban billetes a cambio de él, los cuales
no volvían a depositar directamente en los bancos. De
ese modo, los medios circulantes se incrementaron extra
ordinariamente. (Testimonio de Weguelin, B . C. 1857,
n*? 1.329.) El banco intentó valorizar estos depósitos
mediante una rebaja del descuento al 2 %. Durante seis
meses de 1853, el volumen de oro acumulado en el banco
ascendió a 22-23 millones.
La acumulación de todos los capitalistas que prestan
dinero ocurre siempre, como es obvio, directamente en la
forma dineraria, mientras que hemos visto que la acumu
lación real de lós capitalistas industriales se lleva a cabo,
por regla general, por incremento de los elementos del
propio capital reproductivo. Por consiguiente, el desarrollo
del sistema crediticio y la ingente concentración del nego
cio del préstamo dinerario en manos de los grandes bancos
debe acelerar, ya de por sí, la acumulación del capital
prestable en cuanto forma diferente de la acumulación
real. Por ello, la rápida evolución del capital de préstamo
es un resultado de la acumulación real, pues es conse
cuencia del desarrollo del proceso de reproducción, y la
ganancia, que constituye la fuente de la acumulación de
estos capitalistas dinerarios, es sólo una deducción del plusvalor que extraen los capitalistas reproductivos (lo que es,
al mismo tiempo, apropiación de una parte del interés de
ahorros ajenos). El capital de préstamo acumula a costa
de los capitalistas industriales y comerciales al mismo
tiempo. Hemos visto como en las fases desfavorables del
ciclo industrial el tipo de interés puede ascender a niveles
tan elevados que, en algunos ramos aislados de los nego
cios, de situación particularmente desventajosa, por mo
mentos devora por completo las ganancias. Simultánea
mente caen los precios de los títulos estatales y de otras
obligaciones. Éste es el momento en el cual los capita
listas dinerarios compran masivamente estos títulos desva
lorizados, los cuales en las fases ulteriores pronto recobran
su nivel normal y ascienden por encima de él. Entonces se
desprenden de ellos, apropiándose de este m odo de una
parte del capital dinerario del público. La parte que retie
nen arroja intereses más altos, ya que ha sido comprada
por debajo de su precio. Pero los capitalistas dinerarios
647
transforman por lo pronto en capital dinerario prestable
todas las ganancias que obtienen y que reconvierten en
capital. L a acumulación del capital dinerario prestable
— en cuanto diferente de la acumulación real, a pesar de
ser su vástago— , ya se produce entonces, cuando conside
ramos solamente a los propios capitalistas dinerarios, ban
queros, etc., como acumulación de esta clase particular de
capitalistas. Y debe aum entar con cualquier expansión del
sistema crediticio, tal como la que acompaña a la expansión
real del proceso de reproducción.
Si el tipo de interés es bajo, esta desvalorización del
capital dinerario recae principalmente sobre los depositan
tes, pero no sobre los bancos. Antes del desarrollo de los
bancos por acciones, las 3á partes de todos los depósitos
que se hallaban en los bancos de Inglaterra no estaban
puestas a interés. Actualmente, cuando se paga un interés
por ellos, el mismo es por lo menos de un 1 % menos que
la tasa de interés corriente.
E n lo que respecta a la acumulación dineraria de las
restantes clases de capitalistas, hacemos abstracción de la
parte que se invierte en títulos que devengan interés
y acumulada en esa forma. Sólo tomamos en cuenta la
parte que se vuelca en el mercado como capital dinerario
prestable.
Tenemos aquí en primer lugar la parte de la ganancia
que no se gasta como rédito, sino que está destinada a la
acumulación, y para la cual los capitalistas industriales no
tienen aplicación, en primera instancia, en su propio nego
cio. Esta ganancia existe en form a inmediata en el capital
mercantil, de cuyo valor constituye una parte, y se realiza
con éste en el dinero. Pero si no se la reconvierte en los
elementos de producción del capital mercantil (hacemos
abstracción, por ahora, del comerciante, de quien habla
remos en particular), deberá permanecer por un tiempo
en la forma de dinero. Esta masa se acrecienta con el
volumen del propio capital, inclusive si disminuye la tasa
de ganancia. L a parte destinada a ser gastada como rédito
constituye, empero y en el ínterin, un capital de préstamo
en cuanto depósito en el banco. Es decir que incluso el
aumento de la parte de la ganancia desembolsada como
rédito se expresa en una acumulación paulatina, y que se
repite constantemente, de capital de préstamo. Y otro
tanto ocurre con la otra parte, la destinada' a la acumu
648
lación. Por consiguiente, con el desarrollo del sistema
crediticio y su organización se expresa incluso el aumento
del rédito, vale decir del consumo de los capitalistas indus
triales y comerciales, como acumulación de capital de
préstamo. Y esto se aplica a todos los réditos, en tanto
se los consume poco a poco, es decir, a la renta de la
tierra, al salario en sus formas superiores, a las entradas
de las clases improductivas, etc. Todos ellos asumen, por
algún tiempo, la form a del rédito dinerario, por lo cual
resultan transformables en depósitos, y por ende en capital
de préstamo. Cualquier rédito, esté destinado al consumo
o a la acumulación, en cuanto exista en alguna forma
dineraria es una parte de valor del capital mercantil trans
formada en dinero, y por ende expresión y resultado de la
acumulación real, pero no es el propio capital productivo.
Si un industrial hilandero ha cambiado su hilado por algo
dón, pero trocando la parte que constituye el rédito por
dinero, la existencia real de su capital industrial la consti
tuirá el hilado que ha pasado a manos del fabricante de
tejidos o también del consumidor privado; más exacta
mente, el hilado es la existencia — tanto para la reproduc
ción como para el consumo— tanto del valor del capital
como del plusvalor que anida en él. L a magnitud del
plusvalor transformado en dinero depende de la magnitud
del plusvalor que se encierra en el hilado. Pero en cuanto
se lo ha transformado en dinero, ese dinero es sólo la
existencia de valor de ese plusvalor. Y en cuanto tal se
convierte en un elemento del capital de préstamo. Para ello
no se requiere otra cosa sino que se transforme en depósito,
si es que su propietario mismo no lo ha prestado ya. En
cambio, para reconvertirse en capital productivo, debe
haber alcanzado ya un límite mínimo determinado.
649
CAPÍTULO XXXII
C A PITAL D IN ERA RIO Y C A PITAL R E A L - I I I
( Conclusión) a
La masa del dinero que debe reconvertirse de esta
manera en capital es resultado del proceso masivo de
reproducción, pero considerado para sí, como capital dinerario prestable, no es él mismo una masa de capital
reproductivo.
De lo expuesto hasta aquí, lo más importante es que
la expansión de la parte del rédito destinada al consumo
(para lo cual se prescinde del obrero, ya que su rédito
es = al capital variable) se presenta en primera instancia
como acumulación de capital dinerario. Por consiguiente,
en la acumulación del capital dinerario entra un factor
esencialmente diferente de la acumulación real del capital
industrial; pues la parte del producto anual destinada al
consumo no se convierte en modo alguno en capital. Una
parte de ella repone capital, es decir el capital constante
de quienes producen medios de consumo, pero en la medida
en que se convierte realmente en capital, existe en la forma
natural del rédito de quienes producen ese capital constante.
El mismo dinero que representa el rédito, que sirve como
mero intermediario del consumo, se transform a regular
mente y por un tiempo en capital dinerario prestable. En
tanto este dinero representa salario, es al mismo tiempo
la forma dineraria del capital variable; y en tanto repone
el capital constante de los productores de medios de con" T ítu lo s de E ngels. (R 1222/1.)
651
sumo, es la forma dineraria que adopta momentáneamente
su capital constante, sirviendo para la adquisición de los
elementos naturales del capital constante suyo que se debe
reponer. Ni en una forma ni en la otra expresa en sí una
acumulación, a pesar de que su masa aumenta con el
volumen del proceso de reproducción. Pero por momentos
desempeña la función de dinero prestable, es decir de
capital dinerario. Por consiguiente, en ese aspecto la acu
mulación del capital dinerario siempre debe reflejar una
acumulación mayor de capital que la que realmente existe,
puesto que la expansión del consumo individual — debido
a estar mediada por el dinero— aparece como una acumu
lación de capital dinerario, ya que suministra la forma
dineraria para la acumulación real, para el dinero que
inaugura nuevas inversiones de capital.
E n consecuencia, la acumulación del capital dinerario
prestable no expresa, en parte, sino el hecho de que todo
el dinero en el cual se transform a el capital industrial en el
proceso de su ciclo, adopta la form a no de dinero que ade
lantan los capitalistas reproductivos, sino de dinero que
estos toman prestado; de manera que, en los hechos, el
adelanto de dinero que debe ocurrir en el proceso de repro
ducción aparece como adelanto de dinero prestado. De
hecho, y sobre la base del crédito comercial, el uno le
presta al otro el dinero que necesita en el proceso de repro
ducción. Pero esto adopta la forma de que el banquero
— a quien se lo presta una parte de los capitalistas reproductivos-7— se lo presta a otra parte de los mismos, opera
ción en la cual el banquero aparece como el dispensador
de bendiciones; y, al mismo tiempo, que la disposición de
ese capital recae por completo en manos de los banqueros
en cuanto intermediarios.
Cabe citar aún algunas formas particulares de la acumu
lación de capital dinerario. Se libera capital, por ejemplo,
en virtud de la baja del precio de los elementos de produc
ción, materias primas, etc. Si el industrial no puede expandir
de inmediato su proceso de reproducción, una parte de su
capital dinerario resulta expulsada del ciclo por ser excedentaria y se transform a en capital dinerario prestable.
Pero en segundo lugar se libera capital en forma de dinero,
especialmente en el caso del comerciante, no bien se
originan interrupciones en los negocios. Si el comerciante
ha concluido una serie de negocios, y a causa de esta clase
652
de interrupciones sólo puede comenzar más tarde la nueva
serie, el dinero realizado sólo representa para él un tesoro,
un capital excedentario. Pero al mismo tiempo representa de
m anera directa una acumulación de capital dinerario pres
table. En el primer caso, la acumulación del capital dine
rario expresa una repetición del proceso de reproducción
bajo condiciones más favorables, una real liberación de
una parte del capital anteriormente vinculado, es decir una
capacitación para ampliar el proceso de reproducción con
los mismos medios dinerarios. E n cambio, en el otro caso
sólo expresa la mera interrupción de la fluencia de las
transacciones. Pero en ambos casos se transform a en capital
dinerario prestable, representa una acumulación del mismo,
influye igualmente sobre el mercado dinerario y el tipo
de interés, pese a que en un caso expresa un estímulo del
proceso real de la acumulación, y en el otro una inhibición
del mismo. Por último, la acumulación de capital dinerario
se origina en virtud de la acción del número de personas
que ya han hecho su agosto y que se retiran de la repro
ducción. Cuanto mayores ganancias se hayan obtenido en
el curso del ciclo industrial, tanto mayor será el núm ero de
esas personas. En este caso, la acumulación del capital
dinerario prestable expresa, por una parte, una acumulación
real (de acuerdo con su magnitud relativa); pero por la
otra sólo expresa la magnitud de la transformación de los
capitalistas industriales en meros capitalistas dinerarios.
En lo que respecta a la otra parte de la ganancia, que
no está destinada a ser consumida como rédito, ésta sólo se
transform a en capital dinerario cuando no resulta inmedia
tamente utilizable para la ampliación de los negocios en la
esfera de la producción en la cual se la ha obtenido. Ello
puede provenir de dos motivos. Puede ocurrir porque esta
esfera esté saturada de capital. O bien porque la acumu
lación, para poder funcionar como capital, debe haber
alcanzado primeramente cierto volumen, según las rela
ciones de magnitud de la inversión de nuevo capital en
esta actividad determinada. Por consiguiente, en primera
instancia se transform a en capital dinerario prestable y
sirve para la ampliación de la producción en otras esferas.
Suponiendo constantes todas las restantes circunstancias,
la masa de la ganancia destinada a reconvertirse en
capital dependerá del volumen de la ganancia obtenida, y
por ende de la ampliación del propio proceso de repro
653
ducción. Pero si esta nueva acumulación tropieza con
dificultades en su aplicación, si choca contra la falta de
esferas de inversión, es decir si se opera una saturación
de los ramos de producción y una sobreoferta de capital
en préstamo, esta plétora del capital dinerario prestable no
demuestra otra cosa que las limitaciones de la producción
capitalista. La estafa crediticia que sigue a ello demuestra
que no hay ningún obstáculo positivo que se oponga a la
utilización de este capital excedentario. Pero sí hay un obs
táculo en virtud de sus leyes de valorización, en virtud de
los límites dentro de los cuales el capital puede valorizarse
como capital. Una plétora de capital dinerario en cuanto
tal no expresa necesariamente una sobreproducción, y ni
siquiera tampoco una escasez de esferas de aplicación para
el capital.
La acumulación del capital de préstamo consiste, sim
plemente, en que el dinero se precipita como dinero pres
table. Este proceso es muy diferente de la transformación
real en capital; es sólo la acumulación de dinero en una
forma en la cual puede ser transformado en capital. Pero,
tal como se ha demostrado, esta acumulación puede expre
sar factores sumamente diferentes de la acumulación real.
En caso de una constante ampliación de la acumulación
real, esta acumulación ampliada de capital dinerario puede
ser, en parte, su resultado, y en parte el resultado de
factores que la acompañan, pero que difieren por completo
de ella, y por último también en parte pueden ser el resul
tado, inclusive, de detenciones de la acumulación real. Ya
por el hecho de que la acumulación de capital de préstamo
resulta abultada por esta clase de factores independientes
de la acumulación real, pero que no obstante la acompañan,
debe producirse constantemente en determinadas fases del
ciclo una plétora de capital dinerario, y esta plétora debe
desarrollarse con el desarrollo del crédito. Por consiguiente,
con ella debe desenvolverse al mismo tiempo la necesidad
de impulsar el proceso de producción más allá de sus lími
tes capitalistas: sobrecomercio, sobreproducción, sobrecrédito. Al mismo tiempo, ello debe ocurrir siempre en formas
que provoquen una reacción.
Lo tocante a la acumulación del capital dinerario a
partir de la renta de la tierra, el salario, etc., resulta superfluo entrar a considerarlo aquí. Sólo se debe destacar la
circunstancia de que el negocio del ahorro y del rcnuncia654
miento reales (a cargo de los atesoradores), en la medida
en que suministra elementos de acumulación, queda librado,
en virtud de la división del trabajo que se produce con el
avance de la producción capitalista, a quienes obtienen
el mínimo de esta clase de elementos, y que muy a menudo
aun pierden sus ahorros, como es el caso de los obreros
cuando quiebran los bancos. Por una parte, el capital del
capitalista industrial no resulta “ ahorrado” por este mismo,
sino que dicho capitalista dispone de ahorros ajenos en
proporción a la magnitud de su capital; por otra parte, el
capitalista dinerario convierte los ahorros ajenos en su pro
pio capital, y transforma el crédito que se dan entre sí los
capitalistas reproductivos y el que les concede el público,
en su fuente privada de enriquecimiento. Con ello naufraga
la última ilusión del sistema capitalista: la de que el capital
sería el retoño del trabajo y del ahorro propios. L a ganancia
no sólo consiste en la apropiación de trabajo ajeno, sino
que el capital con el cual se pone en movimiento y se
explota ese trabajo ajeno consiste en propiedad ajena que
el capitalista dinerario pone a disposición del capitalista
industrial, y por lo cual explota a éste a su turno.
Aún corresponde observar algunas cosas acerca del
capital crediticio.
La frecuencia con que la misma pieza dineraria puede
figurar como capital de préstamo depende por completo,
tal como ya lo expusiéramos anteriormente,
1) de la frecuencia con que realiza valores mercantiles
en la venta o en el pago, es decir con que transfiere capital,
y además de la frecuencia con la que realiza réditos. Por
consiguiente, la frecuencia con la que llega a otras manos
como valor realizado, sea de capital o de rédito, depende
obviamente de la amplitud y la masa de las operaciones
reales;
2 ) esto depende de la economía de los pagos y del
desarrollo y organización del sistema crediticio;
3) por último, depende de la concatenación y de la
velocidad de acción de los créditos, de manera que, cuando
se precipita en un punto como depósito, de inmediato vuelve
a salir en otro como préstamo.
Inclusive suponiendo que la forma en la cual existe el
capital de préstamo fuese solamente la del dinero real, del
oro o de la plata, de la mercancía cuyo material sirve
como medida de los valores, siempre una gran parte de
655
este capital dinerario es sólo necesariamente ficticia, es
decir, títulos sobre valor, exactamente igual que los signos
de valor. En tanto el dinero funciona en el ciclo del capital,
constituye no obstante, y durante un momento, capital
dinerario; pero no se transforma en capital dinerario prestable, sino que se lo intercambia por los elementos del
capital productivo, o en ocasión de la realización de los
réditos se lo desembolsa como medio de circulación, y
por consiguiente no puede transformarse para su poseedor
en capital de préstamo. Pero en la medida en que se
transforma en capital de préstamo y que el mismo dinero
representa repetidamente capital de préstamo, resulta claro
que sólo en un punto existe como dinero metálico; en todos
los puntos restantes sólo existe en la forma de derecho al
reclamo de capital. La acumulación de estos derechos,
con arreglo al supuesto, se origina en la acumulación real,
es decir en la transformación del valor del capital mercantil,
etc., en dinero; pero no obstante, la acumulación de estos
derechos o títulos en cuanto tales es diferente, tanto de la
acumulación real de la cual emana, como de la acumulación
futura (del nuevo proceso de producción) que se media en
virtud del préstamo del dinero.
Prima facie, el capital de préstamo siempre existe en
la forma del dinero,9 luego existe como derecho a reclamar
11 B . A . 1857, testim onios d e T w ells, banq u ero : 4.516. “ ¿C om o
b an q u ero hace usted negocios con cap ital o con d in ero ? — C o m e r
ciam os con d in e ro .” 4.517. “ ¿C óm o se efectú an los depósitos en su
banco? — En d in ero .” 4.518. “ ¿C óm o se los rem bolsa? — En d in e ro .”
[4.519.] “ ¿Puede decirse entonces q u e son o tra cosa que d in ero ?
— N o .”
O verstone (véase cap ítu lo x x v i) co n fu n d e c o n tin u a m e n te "ca
p ila r y "ntoney” . P a ra él, “ valué of money" [valor del dinero]
tam bién significa interés, p ero en la m edida en q u e está d e te rm in a d o
por la m asa de] d in ero ; “ valué of capital” [valor del capital] sería
el interés en la m edida en que resulta d ete rm in a d o por la d e m a n d a
de capital pro d u ctiv o y p o r la g a n an cia que a rro ja. D ice lo siguiente:
4.140. “El em pleo d e la p a la b ra cap ital es su m am ente peligroso.” 4.148. “L a ex p o rtació n d e o ro desde In g la te rra es una dism inución
d e la c an tid ad de d in ero que hay en el país, y d ich a dism inución debe
o c asio n a r gen eralm en te, com o es n a tu ra l, un in crem en to de la
d e m a n d a en el m erc ad o del d in e ro ” (en consecuencia, y según esto,
no en el m erc ad o d e capital). - 4.112. “ En la m edida en que el
d in ero sale d el país, dism inuye la c an tid ad que queda en el m ism o.
E sta dism inución d e la c an tid ad que perm anece en el país o rig in a
un a cre ce n tam ie n to del v alor d e ese d in ero .” (E sto significa o rig in a
riam ente, en su teo ría, una am pliación del valor del d in e ro en
cu an to d in ero ocasionada por la con tracció n d e . la circulación,
656
dinero, puesto que el dinero en el que existe originaria
mente se encuentra ahora en manos del prestatario en
forma dineraria real. Para el prestamista se ha convertido
en un derecho a reclamar dinero, en un título de propiedad.
Por eso, la misma masa de dinero real puede representar
masas muy diferentes de capital dinerario. El mero dinero,
represente capital realizado o rédito realizado, se convierte
en capital de préstamo por el mero acto del préstamo, por
su conversión en depósito, si consideramos la forma general
en el sistema crediticio desarrollado. El depósito es capital
dinerario para el depositante. Pero en manos del banquero
sólo podrá ser capital dinerario potencial, que se halla
ocioso en sus arcas en lugar de estarlo en las de su pro
pietario.10
Con el crecimiento de la riqueza material crece la clase
de los capitalistas dinerarios; por una parte aumenta el
número y la riqueza de los capitalistas que se retiran, los
en c o m p aració n con los valores d e las m ercancías; d e do n d e, por
lo tan to , este a cre ce n tam ie n to del v a lo r del d in e ro es = a la dism i
nución del v alor d e la s m ercancías. P e ro co m o en el ínterin se
d e m o stró irrefu tab lem en te, inclusive p a ra él, q u e la m asa del d in ero
c irc u la n te no d e te rm in a los precios, a h o ra es la dism inución del
d in ero com o m edio d e circu lació n lo q u e a cre ce n taría su valor
c o m o capital que dev en g a interés, y p o r ende el tipo d e interés.)
“Y este acre ce n tam ie n to del v alo r del d in e ro aún re m a n en te
d e tie n e el d re n a je y prosigue h a sta h a b er p ro d u c id o el re to rn o de
ta n to d in e ro c o m o sea necesario p a ra restab lecer el eq u ilib rio .”
M ás a d elan te proseguirem os co n sid eran d o las c ontradicciones de
O verstone.
10 A h o ra se p resenta entonces la confusión d e q u e am b a s cosas
son “d in e ro ”, tan to el d e p ó sito en c u a n to d e rec h o a la reclam ación
de pago por pa rte d el b a n q u ero com o el d in e ro dep o sitad o en m anos
de éste. A nte la com isión b a n c a ria d e 1857, el b a n q u ero T w ells
to m a el siguiente ejem plo: “ Inicio m is negocios con £ 10.000. C on
£ 5.000 c om pro m ercancías y las alm acen o en m is depósitos. L as
o tra s £ 5.000 las dep o sito en un banco, p a ra g irar sobre ellas según
m is necesidades. P e ro sigo co n sid eran d o al c o n ju n to com o m i
capital, a p esar de q u e £ 5.000 d e éste se e n cu e n tra n en la fo rm a
d e d epósito o d e d in e ro .” (4.528.) A p a rtir d e aq u í se d e sa rro lla
el siguiente b o n ito deb ate: 4.53 í. “ ¿E ntonces usted le d io sus
£ 5.000 en billetes d e b an co a algún o tro ? — Sí.” - 4.532. “ ¿E n
tonces éste tiene £ 5.000 d e depósitos? — Sí.” - 4.533. “¿Y usted
tiene £ 5.000 d e depósitos? — T o ta lm e n te exacto .” - 4.534. “ Él tiene
£ 5.000 en d in ero , y usted tiene £ 5.000 en d in ero ? — Sí.”
- 4.535. “ ¿P ero en ú ltim a instancia n o es sino d in ero ? — N o .”
E n p a rte , la confusión proviene de lo siguiente: A , quien d epositó
las £ 5.000, puede g ira r sobre ellas, dispone d e ellas co m o si aún
657
rentistas, y por la otra se fomenta el desarrollo del sistema
crediticio, y con ello se incrementa el número de banqueros,
prestamistas de dinero, financistas, etc. Con el desarrollo
del capital dinerario disponible se desarrolla la masa de los
documentos que devengan interés, de los títulos estatales,
acciones, etc., tal como lo hemos expuesto anteriormente.
Pero con ello se desarrolla al mismo tiempo la demanda
de capital dinerario disponible, por el hecho de que los
jobbers [corredores], quienes efectúan negocios de especu
lación con esta clase de documentos, desempeñan un papel
principal en el mercado del dinero. Si todas las compras y
ventas de estos documentos sólo fuesen la expresión de la
inversión real del capital, sería correcto decir que no pueden
influir sobre la demanda de capital de préstamo, ya que
cuando A vende su título, obtiene exactamente la misma
cantidad de dinero que invierte B en el mismo. No obs
tante, incluso en ese caso, puesto que el título existe, por
cierto, pero no así el capital (cuando menos no como
capital dinerario) que representa originariamente, siempre
genera pro tanto una nueva demanda de esta clase de capi
tal dinerario. Pero de cualquier manera es entonces capital
dinerario, antes a disposición de B, y actualmente a dispo
sición de A.
B . A . 1857. N 9 4.886: “En su opinión, ¿estoy indi
cando correctamente la causas que determinan la tasa de
descuento, si digo que la misma es regulada por la cantidad
del capital que se encuentra en el mercado y que es utililas tuviese. E n tal m edida fu n cio n an p a ra él co m o d in e ro potencial.
P ero en todos los casos, c u an d o gira sobre ellas, an iquila pro tanto
su depósito. Si re tira d in e ro real, y su d in e ro ya ha sido d a d o en
p réstam o a algún o tro , no se le p a g a rá con su p ropio din ero , sino con
el d in ero d e p o sita d o p o r algún o tro . Si a b o n a su deuda con B
m ediante un cheque c o n tra su b a n q u ero , y si B d eposita este cheque
en su banco, y si el b an q u ero de A tam bién tiene un cheque sobre
el b a n q u ero de B, de m o d o que am bos ban q u ero s sólo se in te r
cam b ian sus cheques, entonces el d in ero d epositado p o r A h a b rá
d esem peñado dos veces funciones de dinero: en prim er térm in o , en
m anos de qu ien h a recibido el d in e ro d ep o sitad o p o r A , y en
segundo lugar, en m anos del p ropio A . E n la segunda función
se tr a ta de una com pensación de exigencias de deuda (la exigencia
de d eu d a de A fo rm u la d a a su ban q u ero , y la exigencia de d e u d a de
este últim o fo rm u la d a al b an q u ero de B) sin la intervención de dinero.
E n este caso, el dep ó sito o p e ra dos veces co m o dinero, a saber, com o
d in ero real y de inm ed iato co m o d erec h o al reclam o de din ero . L as
exigencias de d in ero sólo pueden sustituir al p ro p io d in ero por
com p en sació n de las exigencias de deuda.
658
zable para el descuento de letras comerciales, a diferencia
de otras clases de títulos y obligaciones?” — {C hapm an:}
“No; considero que el tipo de interés resulta afectado por
todos los títulos y obligaciones de fácil convertibilidad (all
convertible securities of a current character); sería inco
rrecto limitar simplemente la pregunta al descuento de
letras; pues cuando existe una gran dem anda de dinero
sobre” {el depósito de} “consolidados, o inclusive bonos
del tesoro, como ocurrió últimamente con gran intensidad,
y a un tipo de interés mucho más elevado que el comercial,
sería absurdo decir que nuestro mundo comercial no
resultaría afectado por ello; sí resulta afectado, y en forma
muy esencial.” — 4.890. “Si hay en el mercado títulos y
obligaciones buenos y realizables, tal como los que los
banqueros reconocen como tales, y sus propietarios desean
tom ar dinero sobre ellos, ello con toda seguridad ejerce su
influjo sobre las letras comerciales; no puedo esperar, por
ejemplo, que una persona me dé su dinero al 5 % sobre
letras comerciales si en el mismo momento puede prestar
su dinero al 6 'Vo sobre consolidados, etc.; nos afecta de
la misma manera; nadie puede exigirme que le descuente
sus letras de cambio al 5 lA % , si puedo prestar mi dinero
al 6 % .” 4.892. “De personas que compran títulos y obli
gaciones por £ 2.000, £ 5 .0 0 0 ó £ 10.000 como inver
siones fijas de capital, no hablamos como si influyeran
sobre el mercado dinerario en forma decisiva. Si me pre
guntan ustedes acerca de la tasa de interés sobre” {el depó
sito de} “consolidados, hablaré de personas que efectúan
negocios de montos de centenares de miles de libras
esterlinas, de los que han dado en denominarse los jobbers,
quienes suscriben grandes importes de empréstitos públicos,
o que compran en el mercado esos títulos y luego deben
mantenerlos hasta que puedan desprenderse de ellos con
alguna ganancia; esas personas deben tom ar dinero en prés
tamo con ese fin” .
Con el desarrollo del sistema crediticio se crean grandes
mercados dinerarios concentrados, como Londres, que son
al mismo tiempo sedes principales del comercio con dichos
títulos. Los banqueros ponen masivamente a disposición
de esta ralea de traficantes el capital dinerario del público,
y de este modo se multiplica esa laya de jugadores. “Habi
tualmente, en la bolsa de valores el dinero es más barato
que en cualquier otra parte” , dice en 1848 el entonces
659
gobernador del Banco de In g laterraa ante la comisión
secreta de los lores. (C. D. 1848, printed 1857, n? 219.)
Al considerar el capital que devenga interés ya hemos
expuesto que el interés medio para una larga serie de años,
bajo circunstancias en lo demás iguales, resulta determinado
por la tasa media de la ganancia, y no de la ganancia em
presarial, que no es, de por sí, otra cosa que la ganancia
menos el interés.6
De igual modo se ha mencionado ya — y se lo seguirá
investigando en lo sucesivo— el hecho de que también
en el caso de las variaciones del interés comercial — del
interés que cobran los prestamistas de dinero, dentro de los
círculos del mundo comercial, por descuentos y emprés
titos— se produce, en el curso del ciclo industrial, una
fase en la cual el tipo de interés supera su mínimo y
alcanza el nivel medio (que supera más adelante), y en
la cual ese movimiento es consecuencia del aumento
de la ganancia.
Sin embargo, cabe observar aquí dos cosas:
Primero: Si el tipo de interés se mantiene alto por un
período prolongado (hablamos aquí del tipo de interés
en un país dado como Inglaterra, donde la tasa media de
interés está dada por un período prolongado y también se
manifiesta en el interés pagado por préstamos a largo
plazo, cosa que puede denominarse interés privado), ello
constituye, prima facie, una prueba de que durante ese
período la tasa de la ganancia es elevada, pero no demues
tra necesariamente que lo es la tasa de la ganancia
empresarial. Esta última diferencia desaparece en mayor
o m enor grado en el caso de aquellos capitalistas que
trabajan predominantemente con capital propio; estos
realizan la tasa elevada de la ganancia, ya que se pagan
el interés a sí mismos. La posibilidad de un tipo elevado
de interés de larga duración — no hablamos aquí de la
fase de la estrechez propiamente dicha— está dada con
una elevada tasa de ganancia. Pero es posible que esa
elevada tasa de ganancia, una vez deducido el alto tipo
de interés, sólo deje remanente una baja tasa de ganancia
empresarial. Esta última podrá encogerse mientras per
sista la elevada tasa de ganancia. Esto es posible porque
las empresas que ya se han iniciado deben proseguirse.
" Ja m es M orris.
h V éase, en el presente volum en, pp. 458 y ss:
660
En esta fase se trabaja intensamente con mero capital
crediticio (capital ajeno); y la elevada tasa de ganancia
puede ser por momentos especulativa, prospectiva. Una
elevada tasa de interés puede pagarse con una elevada
tasa de ganancia, pero con una ganancia empresarial
en disminución. Se la puede pagar — y éste es el caso, en
parte, en tiempos de especulación— no a partir de la ga
nancia, sino del propio capital ajeno tomado en préstamo,
cosa que puede proseguir durante algún tiempo.
Segundo: L a afirmación de que la demanda de capital
dinerario, y por ende la tasa de interés, aumenta porque
la tasa de ganancia es elevada, no es idéntica a la afirma
ción de que la dem anda de capital industrial aumenta, y
por ello la tasa de interés es elevada.
E n tiempos de crisis, la demanda de capital de prés
tamo, y por ende la tasa de interés, alcanza su máximo;
la tasa de ganancia, y con ella la demanda de capital
industrial, ha desaparecido prácticamente. E n esos tiempos,
cada cual sólo pide prestado para pagar, para cubrir com
promisos ya contraídos. En cambio, en tiempos de reani
mación posteriores a la crisis, se demanda capital de
préstamo para com prar y para transform ar el capital
dinerario en capital productivo o comercial. Y en tal caso
lo dem andan o bien el capitalista industrial o bien el
comerciante. El capitalista industrial lo desembolsa en me
dios de producción y en fuerza de trabajo.
E n sí, la creciente demanda de fuerza de trabajo jamás
puede ser la razón de un aumento del tipo de interés,
en la medida en que éste se halla determinado por la
tasa de ganancia. Un salario más elevado nunca constituye
el motivo de una ganancia más elevada, aunque, conside
rando fases particulares del ciclo industrial, puede ser una
de sus consecuencias.
L a demanda de fuerza de trabajo puede aum entar por
que la explotación del trabajo transcurre bajo circunstancias
S»articularmente favorables, pero la creciente demanda de
uerza de trabajo, y por ende de capital variable, no incre
menta en sí y para sí la ganancia, sino que la reduce
pro tanto. Sin embargo, con ella puede aumentar la
dem anda de capital variable, y en consecuencia también
la dem anda de capital dinerario, y ello puede elevar el
tipo de interés. El precio de mercado de la fuerza de
trabajo se eleva entonces por encima de su promedio,
661
se ocupa un número mayor de obreros que el término
medio, y al mismo tiempo aumenta el tipo de interés, pues
con esas circunstancias aumenta la demanda de capital
dinerario. La creciente demanda de fuerza de trabajo
encarece esta mercancía como cualquier otra, eleva su
precio, pero no la ganancia, que se basa ante todo en el
precio relativamente barato precisamente de esa mercancía.
Pero al mismo tiempo eleva — bajo las circunstancias
supuestas— la tasa de interés, porque eleva la demanda
de capital dinerario. Si el capitalista dinerario, en lugar de
prestar el dinero, se convirtiese en industrial, la circuns
tancia de que debe pagar más caro el trabajo no elevaría,
en sí y para sí, su ganancia, sino que la disminuiría pro
tanto. La coyuntura de las circunstancias puede ser tal que
a pesar de ello aumente su ganancia, pero nunca porque
pague más caro el trabajo. Sin embargo, esta última
circunstancia, en la medida en que incrementa la demanda
de capital dinerario, es suficiente para elevar la tasa de
interés. Si por cualquier causa aumentase el salario en caso
de coyunturas en lo demás desfavorables, el aumento del
salario reduciría la tasa de ganancia, pero la tasa de interés
se elevaría en la medida en que elevaría la demanda de
capital dinerario.
Haciendo abstracción del trabajo, lo que Overstone
denomina la “demanda de capital” sólo consiste en demanda
de mercancías. La demanda de mercancías eleva el precio
de éstas, tanto si la misma asciende por encima del término
medio o si la oferta disminuye por debajo del promedio.
Si el capitalista industrial o el comerciante tuviese que
pagar ahora, por ejemplo, £. 150 por la misma cantidad
de mercancías por la que antes pagaba £. 100, debería
pedir prestadas £ 150 en lugar de las anteriores £. 100,
por lo cual, con una tasa del interés del 5 % , tendría que
pagar un interés de £. 7 Vz cuando habitualmente pagaba
£. 5. El volumen del interés que debe pagar aumentaría,
porque lo haría la masa del capital tomado en préstamo.
Toda la tentativa del señor Overstone consiste en pre
sentar como idénticos los intereses del capital de préstamo
y del capital industrial, mientras que su ley bancaria está
calculada justamente para explotar la diferencia entre esos
intereses en beneficio del capital dinerario.
Es posible que la demanda de mercancías, en el caso
de que su oferta haya descendido por debájo del término
662
medio, no absorba más capital dinerario que antes. Debe
pagarse la misma suma — o una suma acaso menor— por
su valor global, pero a cambio de la misma suma se
obtiene una cantidad menor de valores de uso. En ese caso,
la demanda de capital dinerario prestable seguirá siendo la
misma, es decir que el tipo de interés no aumentará, aunque
hubiese aumentado la demanda de la mercancía con res
pecto a su oferta, y por consiguiente el precio de la
mercancía. El tipo de interés sólo puede resultar afectado
en cuanto aumente la dem anda global de capital de présta
mo, y ése no es el caso bajo los supuestos anteriormente
establecidos.
Pero la oferta de un artículo también puede descender
por debajo del término medio, como en el caso de una mala
cosecha de cereales, algodón, etc., y la dem anda de capital
de préstamo -puede aum entar porque se especula con que
los precios aum entarán más aun, y que la manera más
directa de hacerlos aum entar consiste en sustraerle tempo
rariamente al mercado una parte de la oferta. Pero para
pagar la mercancía com prada sin venderla, es posible
obtener dinero por medio del “ sistema de letras” comer
ciales. En este caso aum enta la dem anda de capital de
préstamo, y el tipo de interés puede aum entar como
consecuencia de esta tentativa de impedir artificialmente
la oferta de la mercancía en el mercado. Un tipo de interés
más elevado expresa entonces una disminución artificial
de la oferta del capital mercantil.
Por otra parte, la demanda de un artículo puede
aum entar porque ha aum entado su oferta, y el artículo se
halla por debajo de su precio medio.
En ese caso, la demanda de capital de préstamo puede
seguir siendo la misma o inclusive puede disminuir, ya
que con la misma suma de dinero pueden obtenerse más
mercancías. Pero también podría producirse una formación
especulativa de acopios, en parte para el aprovechamiento
del momento favorable con fines de producción, en parte
a la espera de una ulterior elevación de los precios. En ese
caso podría aumentar la dem anda de capital de préstamo,
y la elevación del tipo de interés sería así la expresión de
una inversión de capital en la formación de acopios excedentarios de elementos del capital productivo. Sólo consi
deramos aquí la demanda de capital de préstamo, tal como
sufre la influencia de la oferta y la demanda del capital
663
mercantil. Ya hemos considerado anteriormente cómo la
cambiante situación del proceso de reproducción influye, en
las fases del ciclo industrial, sobre la oferta de capital
de préstamo. Overstone mezcla astutamente el principio
trivial de que la tasa de mercado del interés a está deter
minada por la oferta y la demanda de capital (de préstamo)
con su propia hipótesis según la cual el capital de préstamo
es idéntico al capital en general, tratando de esa manera de
convertir al usurero en el único capitalista, y a su capital
en el único capital existente.
En tiempos de estrechez, la demanda de capital de prés
tamo es una demanda de medios de pago, y absolutamente
nada más; de ninguna manera es una demanda de dinero
en cuanto medio de compra. El tipo de interés puede ele
varse muchísimo, sin que importe si el capital real — capital
productivo y capital mercantil— se halla disponible en
exceso o si hay escasez del mismo. La demanda de medios
de pago es mera demanda de convertibilidad en dinero,
en la medida en que los comerciantes y productores puedan
ofrecer buenas garantías; es demanda de capital dinerario
en tanto no sea éste el caso, es decir en la medida en
que un adelanto de medios de pago no sólo les confiera la
forma de dinero, sino el equivalente del que carecen, cual
quiera que sea su forma, para pagar. Éste es el punto
en el cual aciertan y yerran ambos bandos de la teoría
corriente al juzgar las crisis. Quienes dicen que sólo existe
una escasez de medios de pago, sólo tienen en cuenta a los
poseedores de garantías de bona fide o bien son tontos que
creen que es deber y facultad de un banco el convertir a
todos los estafadores quebrados, mediante recortes de papel,
en sólidos y solventes capitalistas. Quienes dicen que sólo
existe una escasez de capital, o bien no hacen más que
meras sutilezas verbales — ya que en tales épocas el capital
inconvertible existe masivamente como consecuencia de la
sobreimportación y de la sobreproducción— o bien sólo
hablan de esos caballeros que especulan con el crédito y
que ahora, de hecho, se encuentran en circunstancias en las
cuales ya no obtienen capital ajeno para operar con él, y
que ahora solicitan que el banco no sólo les ayude a pagar
" E n el orig in al, p leonàsticam ente, “ M a rk rate des Z insfusses”
(“ tasa de m erc ad o del tipo de interés”).
664
el capital perdido, sino que por añadidura los ponga en
condiciones de proseguir la estafa.
Es fundamento de la producción capitalista el que el
dinero enfrente, como forma autónoma del valor, a la
mercancía, o sea que el valor de cambio deba adquirir
una forma autónoma en el dinero, y esto sólo es posible
al convertirse una mercancía determinada en el material con
cuyo valor se miden todas las demás mercancías; el que
precisamente en virtud de ello se convierta en la mercancía
general, en la mercancía par excellence, en contraposición
a todas las mercancías restantes. Esto debe revelarse en dos
aspectos, y en especial en naciones desarrolladas de manera
capitalista, las que en gran medida sustituyen el dinero, me
diante operaciones de crédito por un lado, y por el otro
mediante dinero crediticio. E n tiempos de estrechez, cuando
el crédito se contrae o cesa del todo, el dinero se contra
pone súbitamente a las mercancías como único medio de
pago y verdadera existencia del valor. De ahí la desvalori
zación general de las mercancías, la dificultad — más aun,
la imposibilidad— de convertirlas en dinero, vale decir
en su propia forma puramente fantástica. Pero, en segundo
lugar, el propio dinero crediticio sólo es dinero en la medida
en que represente absolutamente al dinero real en el importe
de su valor nominal. Con el drenaje de oro, su convertibi
lidad en dinero — es decir, su identidad con el oro verda
dero— se torna problemática. De ahí las medidas coerci
tivas, el aumento del tipo de interés, etc., para asegurar
las condiciones de esa convertibilidad. Esto puede llevarse
al extremo en mayor o menor grado mediante una legis
lación errónea, basada en teorías falsas acerca del dinero
e impuestas a la fuerza a la nación por el interés de los
traficantes de dinero, de los Overstone y sus cofrades.
Pero la base está dada con la base del propio modo de
producción. Una desvalorización del dinero crediticio (para
ni hablar siquiera de una desdinerarizacióp del mismo,
solamente imaginaria, por lo demás) trastornaría todas las
condiciones imperantes. Por ello se sacrifica el valor de las
mercancías para asegurar la existencia fantástica y autó
nom a de este valor en el dinero. En general, como valor
dinerario sólo se halla garantizado mientras lo esté el
propio dinero. Por ello, es menester sacrificar muchos
millones en mercancías a cambio de unos pocos millones
en dinero. Esto es inevitable en la producción capitalista
665
y constituye una de sus bellezas. En modos de producción
anteriores esto no ocurre, porque dada la estrecha base
sobre la cual se mueven, no llegan a desarrollarse el
crédito ni el dinero crediticio. M ientras el carácter social
del trabajo se presente como la existencia dineraria de la
mercancía, y por consiguiente como una cosa situada fuera
de la producción real, resultarán inevitables las crisis
dineradas, independientes de las crisis reales o como agu
dización de las mismas. Por otra parte, resulta claro que
en tales casos, mientras no se halle conmocionado el crédito
de un banco, éste mitiga el pánico mediante la incremen
tación del dinero crediticio, pero lo agrava mediante su
retiro. Toda la historia de la industria m oderna demuestra
que si estuviera organizada la producción interna, en los
hechos sólo se requeriría el metal para saldar el comercio
internacional, toda vez que el equilibrio de éste se hallara
momentáneamente alterado. El hecho de que el comercio
interior ya no necesita actualmente el dinero metálico lo
demuestra la suspensión de los pagos en metálico de los
bancos llamados nacionales, suspensión a la que se acude
en todos los casos extremos como único recurso.
E n el caso de dos individuos sería ridículo decir que
en su comercio recíproco la balanza de pagos de ambos es
desfavorable. Si son m utuamente deudores y acreedores
recíprocos, resulta claro que si sus exigencias no se com
pensan, uno de ellos debe ser deudor del otro por el resto.
E n el caso de las naciones, esto no es así en modo alguno.
Y todos los economistas reconocen que no es ése el caso
cuando admiten que la balanza de pagos puede estar a
favor o en contra de una nación, pese a que su balanza
comercial finalmente deba compensarse. L a balanza de
pagos se diferencia de la balanza comercial en que es una
balanza comercial que vence en un momento determinado.
Lo que hacen las crisis es reducir a un breve lapso la
diferencia entre la balanza de pagos y la balanza comercial;
y las condiciones determinadas que se desarrollan en la
nación en la cual reina la crisis, y en la cual expira por
ende el plazo de pago, ya acarrean tal contracción del
lapso de compensación. En primer lugar, el envío al exterior
de metales preciosos; luego, la venta a vil precio de mer
cancías consignadas; la exportación de mercancías para
malvenderlas o para obtener a cambio de ellas adelantos
de dinero en el interior; el aumento del tipo de interés, la
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cancelación de los créditos, la baja de los títulos y obliga
ciones, la venta a vil precio de títulos y obligaciones extran
jeros, la atracción de capitales extranjeros para su inversión
en estos títulos y obligaciones desvalorizados, y finalmente
la bancarrota, que compensa una cantidad de exigencias. A
menudo aún se envía metal al país en el cual estalló la
crisis porque las letras de cambio giradas sobre él son
inseguras, por lo cual la manera más segura de efectuar
el pago es en metal. A ello se suma la circunstancia de que,
con respecto al Asia, todas las naciones capitalistas, las
más de las veces simultáneamente, son sus deudoras directa
o indirectamente. En cuanto estas diferentes circunstancias
ejercen su efecto pleno sobre la otra nación participante,
también se produce en ésta la exportación de oro o plata,
en suma, expiran sus plazos de pago, repitiéndose los
mismos fenómenos.
En el crédito comercial, el interés, en cuanto diferencia
entre el precio a crédito y el precio al contado, sólo entra
en el precio de la mercancía en la medida en que las letras
de cambio tienen un plazo de vencimiento superior al habi
tual. De otra manera, no. Y ello se explica a partir de la
circunstancia de qu