ISSN 2525-1805
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ISSN 2618-4362
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VOL. 4
ESTADO
ABIERTO
Revista sobre el Estado,
la administración
y las políticas públicas
DIC-MAR 2020
N.o 2
ESTADO ABIERTO
Revista sobre el Estado,
la administración y las políticas públicas
VOL. 4 | N.o 2
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Revista sobre el Estado, la administración y las políticas públicas
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la producción científica y académica de las siguientes áreas temáticas: problemas
del Estado, administración pública, políticas públicas, relación entre teoría y gestión,
modernización y desarrollo de las capacidades estatales, empleo público, burocracias
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ISSN 2525-1805 (versión impresa)
ISSN 2618-4362 (versión en línea)
ÍNDICE
Editorial
7
El Gobierno Abierto en México: las dificultades para
13
ARTÍCULOS
José Juan Sánchez González
su implementación en los niveles subnacional y local
Rodolfo Canto Sáenz
Análisis de políticas públicas: evitar el reduccionismo
41
Saraí García y Viviana Montalvo
Los procesos de descentralización en el Ecuador:
69
de la autonomía municipal a la articulación de lo
local desde el Estado central
Alejo Tolosa
Cambios y continuidades en la formación del Ejército
89
Argentino. La doctrina peronista (1945-1955) y la
teoría francesa (1955-1973)
Fernanda López Franz
Los sentidos de la inclusión digital: un análisis a
115
partir del estudio del programa Punto Digital
Manuel Alcántara Sáez
El estudio de la política en la era digital
143
COMUNICACIONES
Norberto Vázquez
Los cursos de capacitación INAP: una mirada desde
173
la gestión del conocimiento organizacional
RESEÑAS
Oscar Oszlak
Public management as a design-oriented professional
195
discipline, de Michael Barzelay
Agustín De Marco
Las políticas de transporte en la Argentina:
201
los años de la posconvertibilidad (2002-2015),
de José A. Barbero y Julián Bertranou (comps.)
COLABORACIONES
Página de colaboraciones
205
oo
Estado
abierto,
Vol.4,3,N.N.
2019,pp.
7-10
Estado
abierto,
Vol.
2,3,2020,
7-10
Estado
abierto,
Vol.
4,pp.
N.º
2
ISSN
2525-1805
(impresa)/ /ISSN
ISSN2618-4362
2618-4362 (en
(en línea)
línea)
ISSN
2525-1805
(impresa)
Editorial
En este segundo número de su cuarto volumen, Estado abierto publica un conjunto de trabajos de colegas iberoamericanos, que refleja la variedad de intereses y perspectivas con que puede abordarse el análisis de los temas que
constituyen el foco de nuestra revista. Además, fiel a la política adoptada desde
su lanzamiento, este número combina aportes de autores consagrados y jóvenes
investigadores que están iniciando su actividad académica.
En «El Gobierno Abierto en México: las dificultades para su implementación en
los niveles subnacional y local», José Juan Sánchez González, investigador de la
Universidad Autónoma del Estado de México, analiza cómo su país ha encarado
el desarrollo del GA como iniciativa multilateral, para lo cual examina tres planes
de acción implementados por el Gobierno federal en el marco de la Open Government Partnership y algunas experiencias en los niveles estadual y local. El autor
plantea que, si bien se produjeron avances relevantes en el cumplimiento de los
planes en el nivel nacional, así como algunas réplicas valiosas de estos en el nivel
subnacional, sus alcances fueron limitados, y se requiere una mayor difusión de
las prácticas y los resultados logrados. Entre los factores que explican su escaso
impacto, se identifican la falta de liderazgo político, la carencia de presupuestos
públicos destinados a las actividades del GA y la débil capacidad administrativa.
Asimismo, el trabajo subraya la importancia de abrir mayores canales de participación a organizaciones de la sociedad civil promover más activamente esta
filosofía de gestión.
Otro colega mexicano, Rodolfo Canto Sáenz, de la Universidad Autónoma de Yucatán, propone en el título de su artículo una advertencia. En «Análisis de políticas
públicas: evitar el reduccionismo», nos advierte sobre el error de utilizar marcos
de referencia conceptuales, como el pluralismo o el elitismo-clasista, como enfoques unívocos para el análisis de políticas públicas, dadas las diferencias que
presentan las políticas según su naturaleza, contenidos, alcances y contextos.
Mediante el empleo de la conocida tipología de Lowy, Canto Sáenz ofrece un interesante diálogo y articulación con las reflexiones de diversos autores sobre la
naturaleza de la política pública y su relación con la democracia. En sus conclusiones, el autor señala que la calidad del diseño e implementación de las políticas
7
Editorial
públicas depende, en parte, del grado en que su conceptualización tome en cuenta la naturaleza de la respectiva función estatal, así como los niveles diferenciales
que suponen en términos de ejercicio del poder político.
Dos autoras ecuatorianas, Saraí García y Viviana Montalvo, contribuyen a este
número con su artículo «Los procesos de descentralización en el Ecuador: de la
autonomía municipal a la articulación de lo local desde el Estado central», en el
que analizan las razones por las cuales la última reforma constitucional de 2008,
en ese país, en lugar de promover la adopción de políticas de descentralización
estatal —v.g., gobiernos autónomos descentralizados— y participación ciudadana, como era el propósito formal de esa norma, produjo un resultado inverso: la
construcción de un gobierno central omnipotente. En su interpretación, las autoras utilizan un marco conceptual, inspirado en Aaron Wildavsky, para explicar
cómo el Poder Ejecutivo central recuperó sus facultades de rectoría, planificación,
regulación y control.
El estudio de la institución militar no se caracteriza por su abundancia en las
revistas sobre el sector público. Por eso, nos complace incorporar en este número el trabajo de Alejo Tolosa, joven investigador argentino, quien, en su artículo
«Cambios y continuidades en la formación del Ejército Argentino. La doctrina peronista (1945-1955) y la teoría francesa (1955-1973)», ofrece un análisis sobre la
política de formación de las fuerzas armadas en la Argentina. Para ello, adopta
una perspectiva histórica y comparativa, contrastando concepciones europeas
—alemana y francesa— de política educativa, vigentes en dos momentos de la
historia argentina del siglo xx. El autor observa el Ejército, a la vez, como institución corporativa relativamente autónoma y como institución estatal objeto de
políticas públicas.
Otra investigadora argentina, Fernanda López Franz, colabora con su artículo «Los
sentidos de la inclusión digital: un análisis a partir del estudio del programa Punto
Digital». En este, se expone un estudio de caso a partir del programa Núcleos de
Acceso al Conocimiento/Punto Digital, una política estatal implementada en la
Argentina durante el decenio 2010-2020. El análisis parte de una noción amplia
de inclusión/exclusión digital, que excede el concepto clásico de acceso o privación de los recursos tecnológicos relacionados con las TIC, y se extiende a los de
8
Estado abierto, Vol. 4, N.º 2
alfabetización digital y apropiación de la tecnología. En su desarrollo, el trabajo
examina algunas experiencias relevantes, así como las principales fortalezas
y desafíos identificados en la investigación realizada.
Manuel Alcántara Sáez, profesor de la Universidad de Salamanca y uno de los
más reconocidos científicos sociales españoles, cierra la sección de artículos
con su trabajo «El estudio de la política en la era digital». Como su título lo indica, el artículo destaca los profundos cambios que la era digital ha provocado
en todos los órdenes: en la cultura, la sociedad y la economía. Por su parte, las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación han producido enormes
impactos en un mundo cada vez más globalizado. Sin embargo, observa el autor,
el nuevo escenario no parece haber despertado suficiente inquietud en el análisis
político, al punto que el conocimiento científico en esta disciplina ha permanecido
anclado a conceptos, e incluso métodos, poco acordes con esta nueva realidad.
Alcántara dirige entonces su análisis a cuatro aspectos de política sustantiva
que afectan la cuestión de la representación: la libertad, la igualdad, la confianza y la identidad.
En la sección Comunicaciones, incluimos en este número la de Norberto Vázquez,
investigador del Instituto Nacional de la Administración Pública de la Argentina,
titulada «Los cursos de capacitación INAP: una mirada desde la gestión del conocimiento organizacional». Su propósito es analizar los cursos ofrecidos por esta
institución, observándolos como espacio de construcción de datos, información
y saberes, con la intención de sistematizarlos como insumos para la gestión del
conocimiento organizacional. El trabajo es parte de un proyecto de más largo
aliento, que, en su primera etapa, parte del análisis de un curso a modo de caso
de estudio.
Hemos incluido, en el espacio de Reseñas, los comentarios correspondientes a
dos libros recientes. En primero de ellos, Public management as a design-oriented
professional discipline, ha sido escrito por Michael Barzelay. En la reseña elaborada por Oscar Oszlak, se destaca que este libro se diferencia de cualquier otro texto en este campo del conocimiento y de la práctica profesional. Primero, porque
casi toda la obra está destinada a explicar su título: es decir, por qué considerar que la gestión pública es una disciplina profesional orientada hacia el diseño.
9
Editorial
Y segundo, por su original estilo discursivo, que apela al diálogo permanente con
personajes ficticios para desbrozar, paso a paso, la argumentación que conduce
a una explicación exhaustiva de cada uno de los términos que componen el título
del libro. Barzelay emplea una técnica expositiva según la cual un lúcido profesor
dialoga con su equipo docente en la etapa previa al dictado de un curso sobre la
materia del libro que nos ocupa. El autor emplea imaginativas narrativas, representaciones y metáforas que aumentan el atractivo de un tema que la academia
suele desarrollar con una retórica muy diferente.
El segundo libro Las políticas de transporte en la Argentina: los años de la posconvertibilidad (2002-2015), compilado por José A. Barbero y Julián Bertranou,
ha sido reseñado por Agustín De Marco. Se trata de un pormenorizado estudio
sobre la evolución del sector transporte en la Argentina, que apunta a interpretar
las políticas públicas de este sector en la experiencia histórica del país y procura reunir análisis y experiencias para la adopción de políticas estratégicas y la
identificación de acciones destinadas a mejorar el desempeño sectorial. La obra
examina las políticas de tres gobiernos a partir de comienzos de este siglo, partiendo de las reformas introducidas durante la década de 1990, que condujeron
a la descentralización, la privatización y la desregulación. Los trabajos incluidos
en los distintos capítulos tienden a explicar las razones por las cuales este crítico
sector de infraestructura no experimentó las mejoras esperadas, sino que redujo
visiblemente su capacidad y desempeño.
Cerramos este número cuando el mundo está experimentando, a raíz de la
pandemia del coronavirus COVID-19, una de las mayores crisis de la historia.
Con seguridad, los próximos números de Estado abierto contarán en sus páginas
con reflexiones sobre los impactos y consecuencias de esta crisis, teniendo en
cuenta la centralidad del Estado para enfrentarla y morigerar sus severas consecuencias sobre la vida social.
10
ARTÍCULOS
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 13-40
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
El Gobierno Abierto en México: las dificultades para su
implementación en los niveles subnacional y local
Por José Juan Sánchez González*
Resumen
El objetivo del artículo es analizar el desarrollo del Gobierno Abierto (GA) como
iniciativa multilateral para describir su implementación en México analizando los
tres planes de acción implementados por el Gobierno federal con el fin de comparar su avance a nivel subnacional y local. La metodología utilizada es el estudio
de caso con investigación documental del GA en México. El resultado revela que,
en la materia, 1) México ha elaborado tres planes de acción con resultados variados; 2) a nivel subnacional, solo tiene una experiencia relevante, que es el caso
de Jalisco; 3) a nivel local, solo se han documentado dos casos representativos; y 4),
en ambos niveles, requiere de mayor participación de las Organizaciones de la
Sociedad Civil (OSC) para lograr un verdadero gobierno abierto que provoque una
mayor apertura de su información y de su quehacer institucional.
Palabras clave
GA – Gobierno subnacional – Gobierno local – tecnologías de la información.
Abstract
The objective of the article is to analyze the development of Open Government (OG)
as a multilateral initiative to describe its implementation in Mexico by analyzing
the three action plans implemented by the Federal Government in order to compare its progress at the subnational and local levels. The methodology used is the
case study with documentary investigation of the GA in Mexico. The result reveals
that, in this regard, 1) Mexico has prepared three action plans with varied results;
2) at the sub-national level, it only has one relevant experience, which is the case
* Doctor en Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Profesor de
asignatura en la UNAM y profesor de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de México
(UAEM), campus Zumpango. Es Investigador Nacional nivel II del Sistema Nacional de Investigadores.
13
José Juan Sánchez González
of Jalisco; 3) at the local level, only two representative cases have been documented; and 4), at both levels, requires the greater participation of Civil Society
Organizations (CSOs) to achieve a true open government that causes a greater
openness of their information and their institutional work.
Key words
OG – subnational government – local government – information technologies.
Introducción
La transición del gobierno electrónico (e-government) al gobierno abierto (open
government) ha tenido implicaciones técnicas, administrativas, pero también sociales y políticas (Sánchez González, 2014). El tema del Gobierno Abierto (GA)
aparece en la agenda de la administración pública como asunto central por los
elementos que la integran: la transparencia, la participación y la colaboración de
los ciudadanos en las políticas públicas, en donde la información y el uso de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) tienen un rol esencial.
Aislados, estos instrumentos tendrían resultados parciales y efímeros, mientras
que juntos constituyen una estrategia de transformación administrativa y rinden
mejores resultados para los ciudadanos (Sánchez González, 2017: 255).
El GA es un nuevo movimiento en cuya base se encuentra un fuerte cuestionamiento a la forma en que se trabajan los asuntos públicos, que pone de relieve
el fenómeno del uso intensivo de las TIC y las redes sociales —o Web 2.0—.
Promueve una activa y comprometida participación de la ciudadanía y presiona
a los gobiernos e instituciones públicas a ser más transparentes. Esto significa
facilitar el acceso a la información que poseen y a guiarse por nuevos códigos de
conducta en cuyo trasfondo residen las nociones de buen gobierno, de apertura
de la sociedad y de cambio paradigmático hacia un modelo emergente que esté
en concordancia con la configuración de la sociedad en red de la que forma parte
(Ramírez-Alujas, 2011: 104).
El GA es aquel gobierno que entabla una constante conversación con los ciudadanos con el fin de oír lo que ellos dicen y solicitan; que toma decisiones basadas
14
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
en las necesidades y preferencias de estos últimos; que facilita la colaboración
de los ciudadanos y los funcionarios en el desarrollo de los servicios que presta;
y que comunica de forma abierta y transparente (Calderón y Lorenzo, 2010: 9-10).
La iniciativa multilateral de GA fue impulsada en gran medida por el Gobierno de
los Estados Unidos de América, en primera instancia, con el Memorando sobre
Transparencia y Gobierno Abierto (The White House. President Barack Obama,
2009), firmado en 2009 por el entonces presidente Barack Obama. En este documento, que se remitió a los departamentos y agencias ejecutivas del Gobierno
estadounidense, se sentaron las bases de la apertura gubernamental basada en
la transparencia de los asuntos públicos, la participación de los ciudadanos en
las decisiones del Gobierno y la colaboración entre diversos sectores públicos
y privados. La Alianza para el Gobierno Abierto (en adelante, AGA por sus siglas en español) surgió en 2011 con ocho países fundadores: el Brasil, Indonesia,
México, Noruega, Filipinas, Sudáfrica, el Reino Unido y los Estados Unidos. En la
actualidad, más de ochenta países y veinte gobiernos subnacionales se han incorporado a los trabajos de la AGA (The White House. President Barack Obama,
2009), suscribiendo diversos planes de acción, con compromisos en torno a las
necesidades de cada región.
En el campo de la administración pública, surgió un interés por explorar en qué
medida las promesas y primeras experiencias de GA podían afectar los mecanismos tradicionales de gestión burocrática. En los estudios sobre democracia y participación ciudadana, estas mismas tendencias ofrecieron material para
especular acerca de sus posibles consecuencias sobre las interacciones entre
el Estado y la sociedad civil, particularmente sobre las posibilidades de instituir
nuevas formas de participación y empoderamiento ciudadano conducentes a una
democracia deliberativa. Y, en el campo de las tecnologías para el desarrollo de
la información y el conocimiento, la generación de nuevas herramientas y aplicaciones dio pie a una intensa discusión acerca de los impactos de estos avances
sobre la vida social y las pautas culturales vigentes (Oszlak, 2014: 3).
En este contexto, el artículo parte del supuesto de que el desarrollo del GA en México a nivel federal con sus tres planes de acción cumplió con los objetivos propuestos, sin embargo, las escasas experiencias a nivel subnacional y local demuestran
15
José Juan Sánchez González
las dificultades de su implementación e institucionalización en dichos niveles de
gobierno. Para demostrarlo, el texto se divide en cuatro apartados. En el primero,
se describe el desarrollo del GA en México, por lo que se hace una revisión de sus
tres planes de acción. En el segundo, se describen las experiencias en México a
nivel subnacional; y, en el tercero, las experiencias a nivel local. Por último, se describen las dificultades del GA en México para su implementación en dichos niveles.
1. El GA en México: una revisión de sus planes de acción
En el contexto de la AGA en México, se ha avanzado en la construcción de tres
planes de acción para dar cauce a dichos principios. El Primer Plan de Acción
Ampliado (2011-2013) conjugó 36 compromisos y fue el esfuerzo inicial por abrir
el diálogo y buscar un espacio de interlocución horizontal. El Segundo Plan de Acción (2013-2015), con 26 compromisos cumplidos, marcó la pauta para avanzar
la agenda más allá del ámbito federal y con una mayor incidencia en la calidad
de vida de las personas. Mientras que el Tercer Plan de Acción (2016-2018) fue
producto de un ejercicio participativo sin precedentes en el que un grupo amplio
y plural de actores de la sociedad civil, de la academia y de Gobierno —a través de
mecanismos, como la Consulta Amplia, las Jornadas Abiertas y las Mesas de Trabajo— contribuyeron a identificar 11 compromisos públicos más urgentes dentro
de los temas que se decidieron abordar (AGA, México, 2018: 2).
El GA en el nivel federal ha logrado establecer una experiencia a partir de los
resultados de los planes de acción y de una participación tripartita, por lo que es
probable que el cuarto plan tenga que tomar en cuenta dichas habilidades.
Sin embargo, en el nivel subnacional y local, los resultados del GA son escasos,
limitados y contrastantes con lo sucedido en el nivel federal. A continuación, se presenta una descripción sucinta de los tres planes de acción realizados en México.
1.1 Planes de acción en el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012)
En México, en la primera etapa, se realizaron dos planes de acción, aunque formalmente, el primero fue descartado en la práctica. El segundo terminó
16
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
concentrando la atención, los esfuerzos y los recursos para su implementación,
ya que fue reformulado para tener un mayor alcance. Con este fin, se integraron
propuestas de las Organizaciones de la Sociedad Civil (en adelante, OSC), que
no habían sido incluidas en el primer plan. No queda del todo claro si se sumaron los compromisos de ambos, o si el Segundo Plan de Acción Ampliado (PAA)
sustituye al anterior (Quintanilla Mendoza y Gil, 2013: 94). Lo cierto es que el
plan original contenía 14 compromisos establecidos en un formato de políticas
transversales tendientes en su mayoría a mejorar la transparencia. Estos compromisos y el plan original no contaron con el aval de las OSC, porque consideraban
que había habido falta de compromisos puntuales y la integración de varias propuestas presentadas por ellas (Sánchez González, 2016: 26-27).
La Secretaría de la Función Pública (SFP) buscó un acercamiento con las OSC
que habían participado en la consulta inicial con el objeto de escuchar y atender
sus inquietudes (Sánchez González, 2016: 27). Se acordó establecer un mecanismo de
coordinación en el que tuvieran voz y voto las OSC y no solo los funcionarios, por
lo que la SFP propuso crear un Secretariado Técnico Tripartita (STT), que quedó
conformado en diciembre de 2011 con tres instancias: 1) el Secretario Ejecutivo
del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI); 2) el Director de Estudios
y Evaluación de Políticas de Transparencia y Rendición de Cuentas de la Unidad
de Políticas de Transparencia y Cooperación Internacional de la SFP; y 3) un representante de las ocho OSC participantes en la consulta inicial. Los primeros
acuerdos del STT en esta etapa fueron 1) establecer procedimientos para su adecuado funcionamiento; y 2) modificar el primer plan de acción original para incluir
nuevos compromisos que reflejaran las propuestas que las referidas OSC habían
presentado originalmente.
Después de cinco mesas de trabajo, con más de 40 sesiones entre distintas dependencias y OSC —incluso la Conferencia Nacional de Gobernadores, instancia
política de los gobernadores de los Estados—, el 28 de marzo de 2012, se presentó el nuevo Plan de Acción Ampliado (PAA) que quedó concluido en mayo de
2012 con 36 compromisos (Mesina Ramírez, 2013: 149). La ventaja de la versión
ampliada fue que se otorgó una mayor importancia al aprovechamiento de las TIC
y la relevancia de crear sitios en línea específicos, como lo muestra el Cuadro 1.
17
Sep.
2011
(PA)
14
Abril
2012
(PAA)
36
Objetivos
Dependencias
de gobierno
Mejorar los servicios
públicos (3)
Aumentar la integridad
pública (6)
Administración efectiva de
los recursos públicos (3)
Incrementar la rendición de
cuentas corporativa (2)
18 Secretarías de Estado
coordinadas:
-Instituto Federal de
Acceso la Información y
Protección de Datos;
-Presidencia de la
República, y Secretaría de
Relaciones Exteriores.
Mejorar servicios (3).
Aumentar la rendición de
cuentas corporativa (4).
Administración eficiente de
los recursos públicos (16).
Aumento de la integridad
pública (13).
22 dependencias
gubernamentales
coordinadas por
Secretariado Tripartita:
-Representantes del IFAI;
-Secretaría de la Función
Pública y representantes
de organizaciones
civiles.
OSC
-Artículo19;
-Centro de
Investigación para el
Desarrollo A.C.
(CIDAC);
-Cultura Ecológica,
A.C.
-CitiVox;
-Fundar;
-Centro de Análisis e
Investigación, A.C.;
-Gestión Social y
Cooperación, A.C.
(GESOC);
-Instituto Mexicano
para la Competitividad
A.C. (IMCO);
-Transparencia
Mexicana.
José Juan Sánchez González
N.º de
Compromisos
Cuadro 1. Compromisos de PA y PAA
Fuente: Quintanilla Mendoza y Gil García (2013)
18
Fecha
de
ingreso
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
El PAA se gestó en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, y los mayores esfuerzos por implementarlo se realizaron entre mayo y diciembre de 2012,
ya que, posteriormente, iniciaría la nueva administración de Enrique Peña Nieto
(Sánchez González, 2016: 29). Además de que fue un período reducido por la
veda electoral de abril, mayo y junio —establecida para no influir en el voto de
los ciudadanos— que obligó a las dependencias a dejar de publicar información
relacionada con el quehacer gubernamental, influyó negativamente en el avance
del cumplimiento de los compromisos. Asimismo, los trabajos generados en las
dependencias gubernamentales por el cierre de administración y entrega de oficinas fue otro factor que afectó el cumplimiento total del PA1 Estos dos factores
influyeron absolutamente en el cumplimiento de los compromisos del PAA.
El reporte respectivo señalaba que, de los 36 compromisos, 21 obtuvieron una
evaluación global de cumplimiento total; 15 compromisos fueron calificados como
cumplidos parcialmente; y 2 con complimiento nulo (AGA, 2012, 3-4). Entre los
resultados relevantes, destacaba la creación del portal en línea Trámite Fácil, que
permite conocer los 300 trámites y servicios ofrecidos por el Gobierno federal de
forma ágil y sencilla. También la organización de datos abiertos por parte de la
Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y la SFP en 2012 son ejemplos
visibles de los resultados obtenidos en el marco de la AGA en México (Pérez,
2013: 1). Como puede inferirse, en estos tres casos, el GA se convirtió en GE al
dar cumplimiento de su compromiso con usos de las TIC en portales electrónicos
(Sánchez González, 2016: 30).
En esta primera etapa, y considerando que el GA constituye una política de carácter transversal, los miembros participantes en esta experiencia proponían cinco
acciones para fortalecer el AGA en México en la administración de Enrique Peña
Nieto (AGA, 2012: 12-13) en los siguientes términos:
1 Para la valoración del cumplimiento de los 36 compromisos, las OSC definieron cinco aspectos que
evaluar a) disponibilidad y actitud del Gobierno; b) programa de trabajo específico; c) tiempo de respuesta; d) avances sobre planes de trabajo; y e) calidad del cumplimiento de la propuesta. Cada uno de estos
aspectos fue valorado a partir de tres criterios: cumplimiento total (CT); cumplimiento parcial (CP);
y cumplimiento nulo (CN).
19
José Juan Sánchez González
1.
2.
3.
4.
5.
Refrendar al Secretariado Técnico Tripartita (STT) como el espacio permanente e institucional de toma de decisiones de la AGA, con participación de autoridades y OSC.
Impulsar de manera coordinada entre las tres instancias una consulta
nacional para recibir propuestas adicionales de otras OSC y, sobre esa
base, elaborar el Segundo Plan de Acción para presentar en el primer
semestre de 2013.
Incluir el compromiso general de darle continuidad a la AGA en el Plan
Nacional de Desarrollo (2013-2018).
Trabajar en la implementación del Segundo Plan de Acción adjudicando
recursos financieros y humanos, y socializando la iniciativa en las dependencias y entidades de la administración pública federal, los poderes Legislativo y Judicial, así como las entidades federativas.
Desempeñar un papel más activo y propositivo en el Comité Directivo
de la AGA, a partir de septiembre de 2013, fecha en que México asumiría la copresidencia de esa iniciativa multinacional.
Por último, para los participantes de las OSC en la AGA México, la preocupación
fundamental era la transición del Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa a la de
Enrique Peña Nieto, relacionada con la continuidad a los compromisos pendientes y comenzar el proceso participativo para la conformación del Segundo Plan
de Acción 2013-2015, adicionalmente, México debería asumir la copresidencia
de la AGA en septiembre de 2013 (Pérez, 2013: 2). Los resultados del primer PA
como parte de la AGA en México sentaron las bases de los siguientes PA con un
mayor nivel de participación de las OSC participantes.
1.2 Planes de acción en el Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018)
A continuación de manera general, se describen los compromisos del Segundo Plan
de Acción 2013-2015 (PA15) (STT, 2013, 7). El 11 de abril de 2013, en una reunión
presidida por Julián Alfonso Olivas Ugalde, encargado del Despacho de la SFP y con
la presencia del comisionado presidente del IFAI, Gerardo Laveaga Rendón, así como
con ocho representantes del Comité Coordinador de la Sociedad Civil (CCSC), se dio
inicio formal al proceso de elaboración del PA15 (Sánchez González, 2016: 32).
20
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Se pactó que los compromisos del PA15 provendrían de dos fuentes. La mitad de
ellos se generaría en nueve mesas de trabajo temáticas, para las cuales se convocó a funcionarios públicos, expertos y actores clave para determinar compromisos en áreas temáticas prioritarias. La otra mitad estaría conformada por iniciativas de transparencia, rendición de cuentas, participación ciudadana y gobierno
electrónico de alto impacto ciudadano, propuestas por el Gobierno federal, que
se presentarían a OSC para su acompañamiento y seguimiento (STT, 2013: 7-8).
A partir de la metodología descrita, se integraron en el PA15 17 compromisos asumidos por las dependencias del Gobierno federal en las mesas de trabajo temáticas y 9 seleccionados por la SFP a partir del dicho proceso (Sánchez González,
2016: 32). El documento establecía 9 propuestas, las cuales estaban en proceso
de asimilación por parte de la sociedad civil, en el marco de los principios de la
AGA, las cuales debían transitar por un diálogo abierto y permanente con la sociedad civil (STT, 2013: 12). Una de las lecciones del PA15 es que se había querido
evitar el número excesivo de compromisos para lograr un listado de compromisos más acotado y más realista (Sánchez González, 2017: 268). En esta segunda etapa, existió una mayor participación de las OSC, dependencias de gobierno
y actores relevantes en el PA152. El resultado final del proceso para elaborar el
PA15 quedó integrado por 26 compromisos. Los resultados obtenidos se muestran en el Cuadro 2.
2 En el cumplimiento de este segundo PA15 por parte de la sociedad civil, participaron el Centro de
Investigación para el Desarrollo A.C. (CIDAC), Artículo 19, Fundar Centro de Análisis e Investigación A.C.,
Instituto Mexicano para la Competitividad A.C., Gestión Social y Cooperación A.C. (GESOC), Transparencia Mexicana, SocialTIC y Cultura Ecológica. Por parte del Gobierno federal participaron la Secretaría de
la Función Pública (SFP), la Secretaría de Economía (SE), la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT),
la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARN), la Secretaría de Educación Pública
(SEP), la Secretaría de Energía (SE), la Secretaría de Gobernación (SG), Petróleos Mexicanos (PEMEX),
Procuraduría General de la República (PGR) y Presidencia de la República (AGA, 2015b, 5).
21
José Juan Sánchez González
Cuadro 2. Compromisos y resultados del PA15
Compromisos
1 Tu Gobierno en un
solo punto gob.mx
2 Regulación clara
y transparente
3 Normas accesibles
Dependencia
SFP
COFEMER
SE
Resultado final
http://www.gob.mx
http:www.cofemer.gob.mx/
contenido.aspx?conenido=377
http://sinec.gob.mx/SINEC
4 Registro de detenidos
PGR
http://consultadetenidos.pgr.gob.mx
5 Base de datos de
personas desaparecidas
PGR
http://secretariaejecutivo.gob.mx/rnped/consulta-publica.php
6 Padrón abierto
de beneficiarios
Sedesol
7 Compras abiertas
SFP
8 Compras inteligentes
SFP
9 Gasto abierto:
obra pública
SHCP
http://sedesol.gob.mx/es/SED
ESOL/Padron_de_Beneficiarios
http://compranet.funcionpublica.gob.mx/
http:www//funcionpublica.gob.mx/index.php/
ua/sracp/mejores-practicas-en-contrataciones-publicas. Html
http://www.transparenciapr
esupuestaria.gob.mx
10 Impuestos abiertos
SAT
http://www.sat.gob.mx/Derec
hosyObligciones
11 Fondo emprendedor
abierto y participativo
SE
http://www.sistemaemprendedor.gob.mx
12 Infraestructura
para todos
SCT
http://www.aga.sct.gob.mx/infraestructuraParaTodos.do
13 Sigue la obra pública
SCT
http://www.aga.sct.gob.mx/sigueObraPublica.do
14 Política de Datos
Abiertos datos.gob.mx
Presidencia
22
http://datos.gob.mx
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Presidencia
http://datos.gob.mx/avances/consejoconsultivo
16 Datos carreteros
abiertos
SCT
http://aga.sct.gob.mx/datosCarreterosAbiertos.do
17 Datos de
Educación Superior
SEP
http://catalogo.datos.gob.mx/dataset?tags=educaci%
C3B3n+superior
18 Datos para
un México en paz
Segob
http://datos.gob.mx/herramientas/incidencia-delectivaprorrateada-por-delegaciones.html
19 Portal de becas
SEP
20 Retos públicos
Gobierno
de la República
15 Consejo Consultivo
de Datos Abiertos
http://snbecas.sep.gob.mx/
http://retosgob.mx
21 Fonden transparente
Segob
http://fonden.datos.gob.mx
22 Petróleo en
beneficio de todos
Pemex
http://www.pemex.com/Paginas/default.aspx
http://busca.datosgob.mx/#/
instituciones/se
23 Minería para todos
SE
24 Cuidado al medio
ambiente basado
Semarnat
http://www.semarnat.gob.mx/temas/
estadisticas-ambientales
25 Protección
participativa del medio
ambiente
Semarnat
http://www.semarnat.gob.mx/
impacto-ambiental/consultas-publicas
26 Ahesión de México a
la Iniciativa para la
Transparencia de las
Industrias Extractivas
Sener
http://sites.google.com/seneradhesionaeiti/
Fuente: Elaboración propia a partir de AGA (2015b)
Los planes de trabajo se hicieron a cabo conforme al «Formato para el seguimiento
y la evaluación del PA15» que se acordó para este fin, en el cual se prevía la habilitación de un Tablero de Control Público en la página de Internet de la AGA México.
En este Tablero, las dependencias del Gobierno federal y las OSC responsables
23
José Juan Sánchez González
debían reportar los avances en el cumplimiento de cada uno de los compromisos
del PA15 (AGA, 2015: 1).
Hasta octubre de 2015, en el Tablero, se habían hecho tres reportes de avances,
el primero con fecha al 27 de octubre de 2014, el segundo con corte al 8 de marzo
de 2015 y el tercero actualizado al 22 de julio de 2015. En este último, se reportaba que había dos compromisos que, de acuerdo con el PA15, finalizarán sus
actividades en una fecha posterior al 22 de julio. Se trataba de los compromisos
«Adhesión de México a la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (compromiso 26)» y «Registro de detenidos (compromiso 4)» (AGA, 2015b:
2). Sin embargo, como lo muestra el Cuadro 2, se alcanzó la mayoría de los compromisos suscritos.
En la experiencia del GA en México, el aprendizaje para su definición y cumplimiento había sido gradual pero sostenido. Esto explica que, del 58 % de cumplimiento del PAA (2011-2012), se haya pasado al 100 % del PA15. A partir de la experiencia de los dos PA anteriores, en noviembre de 2015, se inició la elaboración
del Tercer Plan de Acción (2016-2018) con una consulta pública para determinar
los temas que incluyeron 1) derechos humanos y fortalecimiento del Estado de
derecho; 2) igualdad de género; 3) Sistema Nacional Anticorrupción; 4) gobernanza
de recursos naturales y cambio climático; 5) pobreza y desigualdad; y 6) servicios públicos. El Tercer Plan de Acción contaba con 11 compromisos que deberían ser cumplidos en 2018. El PA 2016-2018 estuvo sometido a consulta pública
en su momento (Salas, 2015, 8-9). Era de esperarse que se tomarían en cuenta las
experiencias de ambos planes de acción y se permitiría una mayor participación
deliberativa de las OSC (Sánchez González, 2017: 270).
Con base en lo dispuesto en las hojas de ruta de los compromisos del PA 2016-2018
de la AGA en México, la mayoría de los compromisos antes citados se encontraba
en el período de diseño e implementación, con una fecha estimada de cumplimiento entre julio y octubre de 2018 para ser concluidos. Lo anterior representó un
obstáculo para determinar el grado de avance del Plan de Acción. Sin embargo, es
prudente mencionar que, a tan solo unos meses de que el sexenio terminara, no se
habían visibilizado resultados tangibles del GA, por lo que es incierto saber el nivel
del cumplimiento real de los 11 compromisos contraídos por el Gobierno mexicano.
24
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Cabe destacar que, durante la 69 Asamblea General de la ONU (AGONU), México
asumió la presidencia de la AGA por un año, el cual finalizó en octubre de 2015
durante la Cumbre Global de la Alianza celebrada en la Ciudad de México. Además de los
resultados logrados como presidente de la Alianza, México concluyó su Segundo
Plan de Acción de forma satisfactoria con un cumplimiento total de sus 26 compromisos (AGA, 2018: 4).
Sin embargo, las sospechas de espionaje a algunos miembros de la ONG dentro
del GA provocaron la salida de los miembros participantes. Esto comenzó con
la publicación el 11 de febrero de 2017 del periódico The New York Times, que
expuso en su artículo «Programas de espionaje fueron usados contra promotores
de un impuesto a los refrescos en México» (Perlroth, 2017) el supuesto espionaje
del Gobierno federal a diversos activistas, dos de ellos luchadores de las causas
del GA. Este artículo retomó el informe técnico elaborado por Citizen Lab, en
conjunto con las ONG SocialTic y R3D, en el que se manifestaba la intención de
autoridades mexicanas de espiar a diversos activistas de ONG y defensores de
derechos digitales. Derivado de lo anterior, los miembros de la ONG solicitaron
una investigación profunda para indagar a quienes las realizaron. Después de
tres meses sin obtener respuesta del Gobierno Federal, las 10 organizaciones
que conformaban el núcleo de la sociedad civil decidieron abandonar el STT —la
Secretaría de la Función Pública, el IFAI y la sociedad civil—, argumentando que
no existían las condiciones necesarias para cocrear acciones de manera conjunta
con el Gobierno mexicano.
En suma, hay avances y claroscuros en las experiencias del GA en México.
Por un lado, México se había incorporado a los desafíos que expresa la
AGA, suscribiendo tres planes de acción desde el surgimiento de esta iniciativa
multilateral; sin embargo, el seguimiento del cumplimiento de los compromisos
y metas fue ineficaz, especialmente con el Primer Plan Ampliado (2011-2013).
Hasta el Segundo Plan de Acción, con el tablero, se pudo observar con detalle
los avances presentados por cada dependencia gubernamental. Además, en
el Tercer Plan Acción, no existía una plataforma para dar seguimiento a las
acciones, aunque sí pueden vislumbrarse en documentos oficiales de manera
aislada. Adicionalmente, en este tercer período, ocurrió el espionaje a algunos de
los miembros de las OSC, por lo que estos abandonaron los trabajos en el STT del
25
José Juan Sánchez González
AGA, ya que solicitaron una investigación sobre esta actividad al interior del trabajo
del seguimiento de compromisos públicos, la cual no fue atendida debidamente.
1.3 Plan de Acción en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (2018)
El presunto espionaje del Gobierno federal a diversos activistas por su labor en
la implementación del GA y después de tres meses sin obtener respuesta del
Gobierno federal, las 10 organizaciones que conformaban el núcleo de la sociedad civil decidieron abandonar el Secretariado Técnico Tripartita. Después de dos
años de ausencia y con los trabajos de apertura detenidos, el 5 de marzo de 2019,
el INAI, la SFP y el Núcleo de la Sociedad Civil para el Gobierno Abierto (NOSC)
concertaron la reactivación de los trabajos para el GA en México (INAI, 2019).
Lo anterior, después de la ausencia de las OSC, por un presunto tema de espionaje por parte del Gobierno federal, del cual, dicho sea de paso, no hay resultados
derivados de la investigación realizada.
Derivado de la reincorporación, se decidió crear una instancia rectora de los trabajos de GA, denominada Comité Coordinador, a partir de la cual se realizará una
hoja de ruta basada en los acuerdos derivados de las consultas, foros y talleres
que se llevarán para revalorizar el GA México. El comunicado se firmó por Irma
Sandoval, secretaria de la Función Pública; Joel Salas, comisionado y coordinador
de la Comisión de Gobierno Abierto y Transparencia del INAI, así como por Juan
Manuel Casanueva, director general de SocialTIC y coordinador del NOSC.
La AGA México tenía contemplado trabajar en torno a la formulación conjunta
del Cuarto Plan de Acción 2019-2021, el cual, tenía como fecha máxima de
publicación el 31 de agosto de 2019 (INAI, 2019). Para tales efectos, se realizará
una evaluación de los compromisos adquiridos en los tres planes de acción
presentados con anterioridad para determinar si se han cumplido o no con los
requerimientos en materia de gobierno abierto. Hasta noviembre de 2019, no se
ha publicado el cuarto Plan de Acción 2019-2021.
En suma, el GA en México empieza a vislumbrarse en la Cuarta Transformación
(4T); no obstante, apenas es el comienzo de lo que, en teoría, debería ser un repunte
26
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
en México respecto a su posición global en materia de apertura gubernamental.
No obstante, en el borrador del Plan Nacional de Desarrollo, no se contempla
ningún objetivo en torno a promover el desarrollo del GA. En ese sentido, valdrá
la pena esperar a que las OSC, en conjunto con la SFP y el INAI, presente el Plan
de Acción 2019-2021; que se implementen los compromisos y que se dé el
seguimiento al desarrollo de aquel.
2. El Gobierno Abierto en México a nivel subnacional
Una de las consideraciones estratégicas en el futuro del GA es que sería conveniente continuar sus mejores prácticas a nivel de las entidades federativas para
replicar su esquema, metodología y proceso de coadyuvancia; para que, en los
gobiernos a nivel subnacional, se puedan fijar compromisos, permitir la participación de OSC y mejorar la transparencia, la colaboración y el uso intensivo
de las TIC. Un tablero de seguimiento que muestre a los ciudadanos el grado de
cumplimiento de los compromisos establecidos. El GA debe llegar a nivel subnacional y, en algún momento, a los gobiernos locales. El éxito del GA será en esas
instancias de gobierno abrir la caja negra de lo que sucede en sus estructuras
y procedimientos administrativos para una actividad de cocreación con la participación ciudadana.
En 2015, arrancó la implementación de ejercicios subnacionales de GA en 14
Estados del país: Durango, Oaxaca, Morelos, Veracruz, Coahuila y Puebla en un
primer bloque; Jalisco, Tlaxcala, Hidalgo, Baja California, Chiapas y Tabasco, en
un segundo bloque. Zacatecas y San Luis Potosí se agregaron posteriormente.
Replicando la experiencia federal, a nivel subnacional se formaron Secretariados
Técnicos, y ya existía un plan de acción local presentado, aunque estaban en
puerta los demás (Salas, 2015: 9). Los resultados preliminares demostraron que
algunos gobiernos subnacionales no lograron consolidar las diferentes etapas
del GA, algunos lo hicieron como parte de una moda o simplemente para mostrar
su aparente modernidad administrativa.
En 2016, 7 gobiernos subnacionales y 8 gobiernos locales se unieron a la segunda generación de la Red México Abierto (Sánchez González, 2019: 115). Estos gobiernos
27
José Juan Sánchez González
mostraron la iniciativa y el compromiso para aprender de otros gobiernos locales,
así como aprovechar los datos para generar conocimiento y detonar el desarrollo
económico y social (Baranque, 2016: 2). No obstante, el esfuerzo de la Red México Abierto no pudo implementarse en todos los gobiernos subnacionales del
país, y había un reducido número de gobiernos locales en clave de GA.
El IFAI, en el marco de la presidencia de México en la AGA a nivel internacional, trabajaba para implementar el modelo de gestión de GA en los niveles subnacionales
y locales. Algunos gobiernos subnacionales y locales comenzaron a incorporar
de manera progresiva el GA a su discurso y a sus políticas públicas (Sánchez
González, 2015: 2). A pesar de esto, los resultados no fueron los esperados como
se verá más adelante, en parte, porque se necesitan requerimientos políticos, técnicos y administrativos para consolidar las instancias del GA, sus procesos y la
participación activa de los actores participantes (Sánchez González, 2019: 123125), así como creación de capacidades institucionales.
No obstante, este impulso, las experiencias del GA en gobiernos subnacionales
en México son contrastantes, poco representativas y con resultados limitados.
En marzo de 2015, 12 órganos garantes firmaron una manifestación de interés
con el INAI para comenzar a trabajar sobre ejercicios de GA en sus gobiernos.
Si bien estos ejercicios no formaban parte de la AGA, el INAI había sugerido replicar el modelo de trabajo nacional (Terrazas, 2015: 3) tanto a nivel subnacional
como local. A escala nacional, el IFAI se había convertido en un impulsor del GA
a nivel subnacional, que había involucrado a los gobernadores, las OSC y los órganos
garantes (Sánchez González, 2019: 116). Pero la capacidad de creación, organización y formación del GA en el nivel subnacional no había permitido la institucionalización de las prácticas del GA.
A finales de 2015, el INAI contempló la realización de doce ejercicios, para lo cual
dividió a las entidades federativas en dos grupos, con un diagnóstico previo sobre las
condiciones existentes. El primer grupo, conformado por Durango, Oaxaca, Morelos,
Veracruz, Coahuila y Puebla, inició sus trabajos en marzo de 2015. Mientras que el
segundo, integrado por Jalisco, Tlaxcala, Hidalgo, Baja California, Chiapas y Tabasco,
comenzó a activarse en junio de 2015. Posteriormente, se sumaron San Luis Potosí
y Zacatecas, en tanto que Puebla decidió no participar (Bautista, 2015: 140).
28
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Por lo que, de las experiencias de GA a nivel subnacional, solo Jalisco se puede
considerar un estudio de caso exitoso, como lo muestra el Cuadro 3.
Cuadro 3. El GA en Jalisco (México)
Tema
Inseguridad
Compromiso
Proyecto de intervención en la Colonia Lomas
de Polanco a través de la Coordinación vecinal
con policía y espacios abiertos del municipio
de Guadalajara
Reducción de la brecha salarial entre hombres
y mujeres en el Estado de Jalisco
Empleo y desigualdad
Padrón estatal de habilidades para personas con
discapacidad
Padrón estatal de jornaleros agrícolas
Plataforma tecnológica para la formación continua
de docentes
Educación
Combate a la corrupción
Ampliación de la cobertura de educación media
superior con base en necesidades y vocaciones
productivas regionales
Plataforma para publicación de contrataciones del
Gobierno de Jalisco
Fuente: Elaboración propia a partir del Tablero de Compromisos (AGA Jalisco, 2019)
El INAI estableció tres acciones básicas para formalizar los ejercicios de GA a nivel subnacional: 1) la conformación de los Secretariados Técnicos Locales (STL);
2) la elaboración de los planes de acción local; y 3) la apertura de una página en
la Internet (Sánchez González, 2019: 116). El resultado de esta experiencia fue
que, a noviembre de 2015, nueve Estados habían constituido sus STL: Durango,
Morelos, Veracruz, Coahuila, Oaxaca, Jalisco, Baja California, Tlaxcala y Zacatecas. De estos solo los dos primeros, Durango, Morelos, habían cubierto las tres
acciones básicas, los demás estaban por elaborar sus planes de acción, en tanto
29
José Juan Sánchez González
que Hidalgo, Chiapas y Tabasco apenas estaban conformando sus STL (Bautista,
2015: 141). Lo que demuestra que el GA no son solo buenos propósitos, si no que
requiere de un proceso de organización, participación y colaboración de los compromisos de los planes de acción.
3. El Gobierno Abierto en México a nivel local
En las experiencias de GA en gobiernos locales en México, existen pocos casos
representativos y evidencias suficientes para afirmar que haya tenido un desempeño adecuado en los casos impulsados. En la búsqueda de evidencias de casos
exitosos, por un lado, existe un estudio comparativo en la medición a nivel local
y, por otro lado, hay dos casos focalizados con resultados que serán descritos
(Sánchez González, 2019: 118).
Primero, un estudio serio en esta clase de experiencias fue elaborado en un centro de
investigación adscrito a la Universidad Autónoma de Coahuila, que realizó un estudio
para medir la calidad del GA en 204 en gobiernos locales —municipios y delegaciones
más poblados en México—, analizando las tres variables más importantes —transparencia, participación ciudadana, colaboración—, por lo que construyeron 25 indicadores, cuyos valores sumados dan un total de 100 puntos, por tanto, las calificaciones
que podían obtener los municipios iban de 0 a 100 puntos (Sánchez Valdés, 2016: 1-3).
Derivado del análisis de los portales de internet de los 204 de los gobiernos locales del país, el estudio concluye que un número reducido ha logrado implementar
estrategias de GA, y el resto, que representa la mayoría, requiere mucho trabajo
para considerarse cuna experiencia exitosa de GA a nivel local. Existen gobiernos
locales que no realizaron acciones concretas mínimas relacionadas con los elementos esenciales del GA, lo que demuestra que, para que sea una mejor práctica
en los gobiernos locales, estos tienen que dedicar personal, recursos, presupuesto y tiempo a la implementación de un GA local. El gobierno electrónico (GE) es un
paso indispensable para pensar en un GA (Sánchez González, 2019: 118).
La calificación promedio de los municipios evaluados fue de 25 puntos. Solo 15 de los
municipios sobrepasaron los 50 puntos, mientras que 164 tuvieron 30 puntos o menos.
30
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
El municipio que obtuvo la mejor calificación fue Tlajoculco de Zúñiga en Jalisco
con 91 puntos. En cambio, hay cuatro municipios que obtuvieron 0 puntos
—Apizaco, Tlaxcala; Fresnillo, Zacatecas; Hidalgo del Parral, Chihuahua; y Tantoyuca, Veracruz—, debido a que no presentaron evidencias de las tres variables
analizadas (Sánchez Valdés, 2016: 3-4).
Segundo, en la búsqueda de estudios de caso de GA en México, Hernández Bonivento, Gandur y Najles (2014) describen dos casos exitosos, aunque focalizados
muestran también que se están realizando propuestas innovadoras en materia
de gobierno abierto a nivel local. El primero es la atención a emergencias desde tu
móvil en el Municipio de Metepec, Estado de México. Uno de sus programas, enfocado a la colaboración entre las autoridades locales y la ciudadanía para una mejor
atención es el Sistema Metepec de Alerta Vecinal (SIMAV- http://www.educacionmetepec.org.mx/Alarma/). El SIMAV funciona como un mecanismo de emergencia que busca dar respuesta inmediata a problemas que alteren la tranquilidad
y pongan en riesgo la integridad de las personas. Se activa desde los teléfonos
móviles para dar aviso a las autoridades y a las personas que el ciudadano considere. Es un sistema gratuito en el que puede registrarse cualquier vecino de la
comunidad, creando redes de detección y atención de situaciones de riesgo para
la ciudadanía (Hernández Bonivento, Gandur y Najles, 2014: 25). El teléfono móvil,
un objeto de uso común y diario, puede convertirse en una herramienta útil para la
atención de emergencias de manera constante por parte de la administración local y, al mismo tiempo, permite una relación fluida de información y colaboración
entre el Gobierno municipal y la ciudadanía.
El segundo caso es el Laboratorio para la Ciudad en la Ciudad de México (Sánchez
González, 2019: 121). En la búsqueda por la innovación para enfrentar los problemas que tiene una megalópolis como lo es la Ciudad de México, y gracias a
la iniciativa de funcionarios capacitados, quienes ya venían trabajando desde la
sociedad civil, el Gobierno del entonces Distrito Federal (CDMX) crea el Laboratorio para la Ciudad, un espacio de interacción directa entre la administración, las
organizaciones sociales y la empresa privada, que, basándose en los avances tecnológicos actuales, busca fomentar el surgimiento de nuevas ideas, desarrollar
acciones y evaluar resultados (www.labplc.mx) (Hernández Bonivento, Gandur
y Najles, 2014: 26).
31
José Juan Sánchez González
El proyecto cuenta con sesiones, conversatorios y exposiciones en un espacio
físico de trabajo llamado la Azotea (Sánchez González, 2019: 121-122). En dicho
espacio, el Laboratorio para la Ciudad programa desde mesas redondas hasta
parrilladas, todo en la búsqueda por consolidarse como un espacio físico de diálogo y discusión social. También cuenta con un blog en su página en línea (www.
labplc.mx/category/conversaciones/) que mantiene con los ciudadanos conversaciones abiertas entre expertos de distintos temas (www.labplc.mx/participa/),
sean estos proyectos avanzados o ideas sueltas de ciudadanos, colectivos de
ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas o del
propio Gobierno sobre temas diversos. Por ejemplo, creatividad urbana, participación ciudadana, tecnología, medioambiente, comunidad, cultura, seguridad,
educación, movilidad, desarrollo económico, salud, espacio público que tengan como
protagonista la Ciudad de México (Hernández Bonivento, Gandur y Najles, 2014: 26).
A partir de estas dos experiencias de GA en gobiernos locales mexicanos,
se pueden extraer algunas inferencias relevantes en esta materia (Sánchez González, 2019: 122-123). La primera afirmación es que el GA en gobiernos locales
mexicanos no logró contar con resultados destacados para cumplir con los tres
requisitos necesarios para su implementación exitosa, de tal manera que existan
evidencias que puedan comprobarlo. La segunda es que el GE es una condición
necesaria del GA, ya que los portales en línea debe existir una plataforma desarrollada, con transparencia focalizada no simulada y que cuente con información
relevante para los ciudadanos. De hecho, algunos de los compromisos de los planes de acción se convierten en GE, por lo que existe una relación inherente entre
ambas estrategias de innovación administrativa.
La tercera afirmación se refiere a la importancia de la transparencia, el acceso a
la información y la rendición de cuentas, en tanto los gobiernos locales deben
contar con estos requisitos en los procesos y procedimientos para atender requerimientos de información que los ciudadanos puedan solicitar. Aunque la transparencia se encuentra en el seno del STL, no podría consolidarse el GA sin un desarrollo de prácticas de publicidad en las instancias locales. La cuarta afirmación
es que hay tres actores indispensables en el GA: los gobiernos locales, las OSC
de cada localidad y el IFAI local como órgano garante responsable de la transparencia y la rendición de cuentas. En estas experiencias descritas, sí los gobiernos
32
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
locales no tienen la apertura y voluntad política de sujetarse a los compromisos
del GA, las OSC locales y el IFAI lograrán poco para involucrar a los gobiernos en
que su gestión tenga el perfil de GA.
Por último, en este estudio, resulta preocupante que existan gobiernos locales que
tengan cero atributos, por lo que significa que los valores en transparencia, participación ciudadana y colaboración que no se han implementado. El proceso de
gobiernos cerrados a gobiernos abiertos implica un conjunto de condiciones mínimas básicas para trabajar en la transparencia, la participación de los ciudadanos y la colaboración institucional mediante las TIC. En este proceso de cambio,
los gobiernos locales mexicanos todavía se encuentran lejos de contar con los
atributos suficientes, adecuados y permanentes para implementar un GA local.
4. Dificultades para implementar el GA en los niveles subnacional y local
Cobra sentido lo que afirmaba Oszlak (2014) con la experiencia del GA a nivel
comparado internacional, el cual también podría aplicarse a los niveles subnacional y local. En el caso del GA, existen dos brechas que separan las promesas que
abriga de sus realizaciones. Por una parte, la distancia entre la utopía de un gobierno transparente, abierto sin restricciones al involucramiento de la ciudadanía
en la gestión pública, y el alcance de las iniciativas incorporadas en los planes de
acción presentados a la OGP. Por otra, la distancia entre estas iniciativas y su concreta implementación. Vista desde esta doble perspectiva, la brecha es aún muy
amplia, y las realizaciones, relativamente magras. Sin embargo, cabría considerar
una tercera brecha, un antes y un después del GA, es decir, una comparación entre
la época de un gobierno obcecadamente cerrado y la situación actual. En este
otro sentido, el balance parece más alentador (Oszlak, 2014: 51).
En el caso de México, a nivel federal, podría decirse que se ubica en la primera brecha, ya que han realizado algunos avances significativos en materia de
GE, transparencia, participación y una reducida colaboración. Mientras que los
niveles subnacional y local, podría encontrarse en esta segunda brecha, donde la
implementación ha sido lenta, y sus resultados, magros, como se ha descrito en
este artículo.
33
José Juan Sánchez González
En contraste con los alcances logrados a nivel federal en el GA en México, hay
serios cuestionamientos en su implementación a nivel subnacional y local, ya que
pueden limitar su éxito, si no se toma en cuenta su contexto, la brecha digital y otros
problemas técnico-administrativos. Un GA se sustenta en el compromiso de garantizar que todos los aspectos de la forma en que el Gobierno y los servicios
públicos son administrados y operados estén abiertos al eficaz escrutinio público
y a la supervisión de la sociedad mediante la transparencia. Por ejemplo, el GA
debe ir acompañado de la progresiva expansión de espacios de diálogo, participación y deliberación en conjunto con la ciudadanía, y de apertura a la necesaria
colaboración que se requiere para encontrar mejores soluciones a problemas públicos cada vez más complejos, aprovechando el potencial y energías disponibles
en vastos sectores de la sociedad (Ramírez-Alujas, 2011: 125).
El GA también tiene problemas de implementación que deben considerarse por
los gobiernos subnacionales y locales que forman parte de la AGA (Campos
Domínguez y Corojan, 2012: 123-124). Todavía está extendido el temor de que
cualquier gobierno se enfrente a problemas relacionados con la protección de su
información y a sistemas de violación de la seguridad informática. Esto afecta no
solo la integridad y disponibilidad de servicios, sino también la confianza de los
ciudadanos del sistema. La seguridad nacional también es considerada uno de
los límites. Con frecuencia, las leyes que protegen la seguridad nacional entroncan con las normas de transparencia informativa, y la protección de las primeras
impide el estudio del impacto real.
Igualmente, un obstáculo es la brecha digital o estratificación digital en los niveles subnacionales y locales. Aunque el número de usuarios de internet ha ido
aumentando a lo largo de los últimos años en las sociedades avanzadas, todavía
es preciso tener en cuenta la existencia de minorías que, por razones de edad,
ámbito geográfico, nivel socioeconómico, educativo, lengua o cualquier otro aspecto, afrontan especiales dificultades a la hora de acceder a los servicios electrónicos. Además, tampoco consideran un límite del GA la confianza ciudadana.
Uno de los límites de implementación puede residir en la actitud y receptibilidad
de los propios ciudadanos que, sin una adecuada información y formación, pueden desconocer la oferta de servicios de los gobiernos o ser reacios a utilizarlos.
34
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Que el GA sea una realidad supone dejar de ignorar lo que es complejo, e intentar
abordar tales desafíos de modo simultáneo e integral. Esto requiere definir hojas
de ruta vigorosa y políticas de Estado —más allá de los gobiernos en turno— que
le den sostenibilidad, proyección y perspectiva estratégica en el tiempo. Para Güemes y Ramírez-Alujas (2012), el GA ha llegado para quedarse, pero requiere un
trabajo de cambio institucional y cultural en la esfera pública cuyos efectos solo
podrán observarse en el mediano y largo plazo, si se llevan a cabo las iniciativas
adecuadas y los esfuerzos necesarios para ir pavimentando el camino que conduzca al cumplimiento de las promesas que le dan vida y que lo han posicionado
como eje de debate en estos primeros años del siglo xxi (Güemes y Ramírez-Alujas,
2012: 215).
Otra lección relevante fue la participación de las OSC en el marco del GA, la cual
mejora la forma de evaluación social de los compromisos gubernamentales.
La forma tradicional de evaluación mediante los informes de autoevaluación, los
informes y reportes oficiales,no constituyen auténticos mecanismos evaluadores. El hecho de que que sean OSC las que evalúan el cumplimiento de los compromisos asumidos representa un avance significativo para que el Gobierno se
convierta en un verdadero gobierno abierto, evaluado por los representantes de
los ciudadanos (Sánchez González, 2015: 25).
También debe crearse una estrategia nacional de GA para evitar esfuerzos aislados y poca coordinación, que permitan integrar los niveles subnacional y local.
El INAI, el Gobierno federal y las OSC deben tomar en cuenta que habrá nuevos
sujetos obligados y que, bajo el Sistema Nacional de Transparencia, conviene establecer mecanismos que permitan la inclusión de otros poderes y niveles de
gobierno hacia la conformación de un Estado abierto (Salas, 2015: 9-10).
El futuro del GA dependerá de los actores involucrados y del empuje de las OSC
para el cumplimiento de los compromisos contraídos en el marco del AGA (Sánchez
González, 2017: 273).
En la experiencia del GA mexicano existen áreas de oportunidad que deben
tomarse en cuenta. Hace falta incluir compromisos que impulsen el aprovechamiento de la información para potenciar su impacto social, promover la colaboración
ciudadana, dar seguimiento y evaluar los resultados de las acciones emprendidas
35
José Juan Sánchez González
(Sánchez González, 2017: 271). Para ello, debe generarse información sobre temas sensibles en, por lo menos, cinco ejes temáticos: derechos humanos; corrupción; medioambiente; seguridad; justicia e igualdad (Salas, 2015, 9). Por ejemplo,
en materia de GA y derechos humanos, Ruelas (2015) afirma que pensar en un
GA es reconocer una forma de gobernar en que la transparencia y la rendición de
cuentas se convierten en un valor de las instituciones, en la que se garanticen los
derechos humanos, y en la que existe un marco legal para que la sociedad participe libremente en los espacios públicos (Ruelas, 2015: 27).
Por último, habría que considerar la posibilidad de diseñar políticas generales que
fomenten de una forma más amplia y uniforme las ideas y principios del GA, procurando involucrar al conjunto de la administración pública y a otras instancias
de la sociedad civil más allá de las organizaciones que suelen participar en temas
específicos, como transparencia, rendición de cuentas, medioambiente, combate
a la corrupción, entre otras.
Conclusiones
El artículo tomó como supuesto por comprobar que el desarrollo del GA en México
a nivel federal, con sus tres planes de acción (2011-2012, 2013-2015 y 2016-2018),
cumplió con los objetivos propuestos; sin embargo, las escasas experiencias en los niveles subnacional y local demuestran las dificultades de su implementación e institucionalización, así como la falta de capacidades institucionales
para conformar los órganos y procesos del GA en dichos niveles.
La experiencia del GA en México a nivel federal con sus tres planes de acción
permitió mostrar avances relevantes en el cumplimiento de los compromisos
contraídos. El impacto de esta experiencia ha hecho posible que se replicara en
12 gobiernos subnacionales del país y que se comenzara a hacerlo en diversos
gobiernos locales. Para que el GA sea constante, perdurable y efectivo, debe impactar a más gobiernos estatales y en los gobiernos locales mexicanos. El GA
requiere una mayor difusión de las prácticas y los resultados, tanto al interior
como al exterior, pero debe involucrar a los académicos e investigadores de la
comunidad científica para su análisis y estudio.
36
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
El GA a nivel subnacional en México contó con la participación de gobiernos subnacionales que intentaron replicar el modelo federal en su ámbito territorial; no
obstante, solamente puede destacarse el caso de Jalisco, que no solo cumplió
con lo establecido, sino que se ha convertido en un caso de mejores prácticas en
GA. A pesar del empuje de las ONG de los gobiernos subnacionales y su interés
en participar en la cogestión del cumplimiento de compromisos de los planes
de acción, la falta de liderazgo político, la carencia de presupuestos públicos
destinados a las actividades del GA y la debilidad de capacidades administrativas
llevaron a resultados limitados en esta materia.
Respecto del GA a nivel local en México, tanto en un estudio nacional de experiencias a nivel local del GA como en estudios de caso documentados, solo pueden
considerarse dos casos exitosos, que no han sido replicados en el país. El GA a
nivel local no es una figura administrativa relevante para los gobiernos locales
porque implica destinar recursos, personal y trabajo en las tareas del GA.
Por último, habría que considerar la posibilidad de diseñar a nivel subnacional
y local en México políticas generales que fomenten de una forma más amplia
y uniforme las ideas y principios del GA, procurando involucrar al conjunto de la
administración pública y a otras instancias de la sociedad civil más allá de las
organizaciones que suelen participar en temas específicos, como transparencia,
rendición de cuentas, medioambiente, combate a la corrupción, entre otras. Ampliar la participación ciudadana y la colaboración institucional en los trabajos del
GA son dos rutas a nivel subnacional y local para generar cogestión de mejores
prácticas administrativas en sus diferentes ámbitos.
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Cómo citar este artículo
Sánchez González, J. J. (2020). «El Gobierno Abierto en México: las dificultades
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Revista sobre el Estado, la administración y las políticas públicas, 4, (2), pp. 13-40.
40
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 41-68
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Análisis de políticas públicas: evitar el reduccionismo
Por Rodolfo Canto Sáenz*
Resumen
Al implicar el ejercicio del poder político o coerción deliberada, ya sea inmediata
o remota, la política pública combina política y administración. No obstante,
no es reductible a esta última, e intentar hacerlo puede dar lugar a errores de consideración. Las políticas públicas serán mejor diseñadas e implementadas si se
tiene el cuidado de conceptualizarlas como productos de distintas funciones del
Estado, que suponen niveles diferenciales de ejercicio del poder político. Algunas
políticas serán más eficaces, eficientes y legítimas con un papel más activo de la
sociedad civil, pero otras lo serán con un papel más activo del Estado, sin que sea
posible generalizar en uno u otro sentido.
Palabras clave
Política pública – administración pública – Estado – sociedad civil.
Abstract
By involving the exercise of political power or deliberate coercion, whether immediate or remote, public policy combines politics and administration. However, It
is not reducible to the latter and trying to do so can lead to serious errors. Public
policies will be better designed and implemented if care is taken to conceptualize
them as products of different functions of the State, which suppose differential
levels of exercise of political power. Some policies will be more effective, efficient
and legitimate with a more active role of civil society, but others will be with a
more active role of the State, without it being possible to generalize in one way or
another.
Key words
Public policy – public administration – State – civil society.
* Profesor Investigador de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Yucatán. Doctor
en Ciencia Política.
41
Rodolfo Canto Sáenz
Introducción
El objetivo de este trabajo es fundamentar la necesidad de evitar enfoques únicos en el análisis de políticas públicas. Al ser indicadores reales de las distintas
funciones del Estado, las políticas públicas varían grandemente en su naturaleza,
contextos, contenidos y alcances; de modo que analizarlas todas desde un mismo marco de referencia, por ejemplo, el marco pluralista o el elitista-clasista, es
una simplificación que empobrece el análisis y provoca la pérdida de reservas de
significado asociadas a los heterogéneos procesos que conducen a su elaboración, además de que puede propiciar el compromiso irreflexivo con el statu quo,
como escribe Majone (2000). Una buena taxonomía revela significados y sugiere
hipótesis relevantes en casos concretos de políticas, como argumenta Lowy
(1970, 1972, 2013), cuya tipología emplearemos en este trabajo para vertebrar
las reflexiones de varios autores y también las nuestras sobre la naturaleza de la
política pública y su relación con la democracia.
Desde luego, todos los tipos de políticas son importantes, y todos demandan esmerados estudios y análisis. Pero sería un error confundir una política redistributiva
con una distributiva, porque responden a distintas funciones del Estado y también
por sus diferentes grados de complejidad y conflictividad, por el distinto papel que,
en cada una desempeña, la coerción o ejercicio del poder político, o por sus implicaciones tan disímiles en términos de su impacto social, entre otras consideraciones.
El tema de la coerción es fundamental; las políticas redistributivas y las regulatorias precisan de un ejercicio inmediato o directo del poder político, entre otros,
para implementar políticas redistributivas de la riqueza o el poder que, tal vez,
enfrentarán fuertes resistencias de los intereses afectados. Las políticas sociales de corte redistributivo requieren de un ejercicio directo de la coerción para
«imponer pérdidas a actores con poder a favor del interés público en el proceso
de las políticas» (González-Rossetti, 2005: 17). Olvidar este hecho y pretender
formular tales políticas con métodos consensuales en el marco de redes donde
están presentes los mismos actores que serían afectados por ellas es del todo
inapropiado. En contraste, una política pública que no implica un ejercicio directo
de la coerción, como la distribución de apoyos financieros para modernizar tecnológicamente las pequeñas y medianas empresas, será, quizá, más eficaz, eficiente
42
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
y legítima si se formula en el marco de redes de actores donde están presentes los
pequeños y medianos empresarios. Hablamos de diferentes funciones del Estado.
El artículo incluye cinco apartados: el primero retoma el concepto de coerción
y su relación con los distintos tipos de políticas públicas propuestos por Lowi
(1970, 1972, 2013), que se abordan en los apartados siguientes, a saber: políticas
distributivas, regulatorias, redistributivas y constituyentes. A lo largo del trabajo,
se brindan argumentos para fundamentar la tesis de que la preservación del interés público obliga a precisar el tipo de política que se requiere para responder a
determinado problema público, como punto de partida de todo el proceso de su
formulación e implementación.
1. Coerción y política pública
La coerción, sostiene Lowi (1970), es el concepto más importante en la política:
instituciones, administración, Gobierno y poder giran en torno a ella. Para argumentar su tesis de que la coerción es inevitable en la vida colectiva, este autor
cita algunas ideas de Hume y de Olson. El primero afirma que dos o unas pocas
personas pueden ponerse de acuerdo para solucionar un problema común, pero
que se pongan de acuerdo mil o un millón de personas es imposible. Las relaciones individuales cara a cara son cualitativamente diferentes a las relaciones entre
la gente en grandes colectividades, y, en este segundo caso, concluye Hume, la
gran respuesta es la sociedad política. Olson, por su parte, confronta los factores
colectivos más allá del comportamiento individual y demuestra que ninguna asociación voluntaria ha resuelto el problema de la coerción; que esta es consustancial a la naturaleza de la vida política colectiva.
Las generalizaciones que parten de las condiciones individuales, interpersonales
o de pequeños grupos, continúa Lowi, son inaplicables cuando tales condiciones no están presentes. El hecho más significativo sobre el Gobierno es que este
coerce y los diferentes tipos de coerción proveen un conjunto de parámetros en
el que las políticas públicas tienen lugar. Como se verá más adelante con cierto
detalle, las políticas redistributivas y regulatorias implican coerción inmediata,
mientras que las distributivas y las constituyentes —las que definen los grandes
43
Rodolfo Canto Sáenz
arreglos de la vida institucional— implican formas mediadas o remotas de coerción. El esquema de Lowi es el siguiente:
Cuadro 1. Tipos de coerción y tipos de política pública
Aplicabilidad de la coerción. Actúa a través de
Probabilidad
de la coerción
Conducta individual
Entorno de la conducta
Remota
Distributiva
Constituyente
Inmediata
Regulatoria
Redistributiva
Fuente: Lowi
Al consistir en esencia en repartos de beneficios, las políticas distributivas implican baja coerción, que se desplaza al sistema general de ingresos públicos
o a los que no tienen acceso al programa en cuestión. Al margen de quienes sean
los beneficiarios de una política distributiva, en la generalidad de los casos, sus
costos serán cubiertos por los contribuyentes mediante la indirecta e institucionalizada coerción de los impuestos. Por su parte, las políticas regulatorias, que
norman las conductas particulares, pueden ser más o menos coercitivas, pero su
proceso político será más dinámico, descentralizado y pluralista que el proceso
distributivo. En el caso de las políticas redistributivas, la coerción actúa no sobre
la conducta individual, sino sobre el entorno de la conducta, de modo que incluso
cambios incrementales, por ejemplo, en la legislación laboral, pueden activar extensas relaciones de clase e involucrar modelos completos de compromiso, que
llegan a ser de carácter nacional. Lowi plantea incluso una política (politics) de las
políticas redistributivas como un objeto de estudio.
Lowi encuentra que el proceso de las políticas distributivas está casi por completo centrado en los comités del Congreso, en una suerte de política clientelar
(logrolling) que tiende a definirse en los corrillos de los comités, sin grandes debates parlamentarios. En contraste, el proceso de las políticas regulatorias es
fuertemente parlamentario, ya sea que las iniciativas vengan de los comités
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
o del Poder Ejecutivo, con amplias discusiones entre legisladores que se hacen
eco —o son francos defensores— de intereses de grupos afectados en potencial
por las regulaciones en cuestión. El proceso de las políticas redistributivas es
también fuertemente parlamentario, pero la evidencia reunida confirma que las
iniciativas redistributivas —legislación laboral, seguridad social, salud, política fiscal, etc.— provienen en lo fundamental del Ejecutivo.
La arena redistributiva tiende a ser un modelo estructurado o de separación de
poderes; en contraste, la regulatoria se asemeja más a un modelo de balance
de poder. Las políticas redistributivas son asuntos de clase (class issues) que
dan lugar a políticas de clase y son más polarizadas que las regulatorias entre
las bancadas demócrata y republicana; en cambio, los tópicos regulatorios se
aproximan al inestable y dinámico sistema pluralista de políticas, que algunos
politólogos han generalizado con base en sus estudios de caso. Lowi precisa que
estas diferencias fundamentales en las estructuras de poder y en el proceso de
la política pública no solo se dan en el Capitolio y la Casa Blanca; también existen
en muchas otras dimensiones institucionales: agencias administrativas, relaciones entre agencias y su entorno, estructuras internas y relaciones externas de los
grupos de interés, entre otras.
La abundancia de estudios de caso sobre políticas regulatorias condujo a la formalización y generalización de la interpretación pluralista de la política estadounidense; por esto, no sorprende, escribe Lowi, que varios politólogos describieran
todo el proceso de la política pública como cambiante, de coaliciones, pragmático, negociador, y cuyo resultado era un vector producto de las fuerzas interactuantes, por ejemplo, el modelo del ajuste partidario mutuo, de Lindblom (2013).
Sin embargo, esa generalización solo tiene valor científico y predictivo si se limita
a las políticas regulatorias, no así si se intenta aplicar a las políticas redistributivas, en cuyos casos se revela insuficiente. Cualquier generalización incondicional
sobre el proceso de la política pública, concluye Lowi, tendrá el problema de que
una mayoría de los casos deberá ser tratada como excepción. De este modo, es
tan inadecuado abordar las políticas redistributivas desde el paradigma pluralista
como también, desde luego, estudiar las políticas regulatorias desde le perspectiva elitista-clasista del proceso político (Canto Saénz, 2016).
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Rodolfo Canto Sáenz
Si las relaciones en grandes colectividades son cualitativamente diferentes a las
relaciones entre personas o en pequeños grupos, y si la vida colectiva implica
coerción, es fácil apreciar las limitaciones de modelos de gestión y política pública
que hacen a un lado la coerción y se remiten a los acuerdos voluntarios tomados
en relaciones cara a cara, como el del llamado gobierno de los actores o gobernanza
sociopolítica (Rhodes, 1996; Kooiman, 2004; Kooiman et al., 2008). Por lo demás,
no es difícil entender la insistencia de algunos modelos de gobernanza por llevar
las decisiones regulatorias y redistributivas a las redes de actores: sin duda, será
más atractivo para estos sustituir la coerción por sus propias decisiones, y no les
hará mucho problema que las decisiones de unos pocos —ellos mismos— afecten
a miles o millones de personas.
Trasladar las decisiones de política pública a las redes de actores en temas redistributivos o regulatorios es alejarlas del proceso democrático y acercarlas a su
privatización. Un buen ejemplo de esto es el debate sobre la salud en los Estados Unidos. La ideología dominante de libre empresa y gobierno limitado en
aquel país, escribe Majone (2000: 210), inhibe el debate sobre la salud universal
y mantiene en manos privadas la atención médica; los ciudadanos deben comprar seguros privados para proteger su salud y la de sus familias, y solo en años
recientes ha habido iniciativas para ayudar a los más pobres a comprar seguros
para atenderse en hospitales privados, siempre cuestionadas por los sectores
conservadores del Gobierno. En contraste, continúa Majone, en los Estados benefactores de Europa Occidental, el consenso de que la atención médica debe distribuirse según la necesidad y no de la capacidad de pago inhibe la consideración
seria de propuestas para privatizar los servicios de salud.
Como sucede con las redes de actores, la participación amplia de la ciudadanía
será deseable o incluso un objetivo a promover en numerosas políticas, como
la gestión de servicios de salud y educación o el diseño e implementación de
un presupuesto participativo, pero no necesariamente lo será cuando se trata de
decidir políticas redistributivas, por ejemplo, en materia de derechos humanos,
que, sometidas a un plebiscito, pueden enfrentar prejuicios muy arraigados en
determinadas sociedades (Peters, 1995). Como afirma Dworkin (2016), ciertas
políticas que atañen a la independencia ética de los individuos —como su religión— no pueden sujetarse a lo que él denomina la concepción mayoritarianista de
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
la democracia, y, en tales casos, lo indicado será remitirse al trabajo de legisladores
y jueces, más conscientes e informados en ciertos temas que las grandes mayorías.
Al implicar el ejercicio del poder político o coerción deliberada, ya sea inmediata o remota, la política pública supone la reunificación de política y administración; sin
embargo, no es reductible a esta última e intentar hacerlo puede conducir a grandes yerros. Un ejemplo de esto es la descentralización de facultades regulatorias
o redistributivas hacia los débiles gobiernos locales mexicanos, sobre todo, los
pequeños y empobrecidos municipios rurales, con frecuencia incapaces de hacerlas valer frente a los poderes fácticos. En esta línea, las reformas constitucionales de 1976 concedieron a los gobiernos municipales atribuciones en materia
de desarrollo urbano, pero en concurrencia con la Federación y los Estados.
Con el plausible objetivo del fortalecimiento municipal, las reformas de 1983
y 1999 al mismo artículo reservaron de manera exclusiva a los municipios definir
y regular los usos del suelo en todo su territorio y aprobar planes y programas
urbanos, lo que suprimió las posibilidades de coordinación y concurrencia con
los otros ámbitos de gobierno. Como consecuencia de esa reforma, hoy el mercado inmobiliario solo tiene que entenderse con el ámbito de gobierno más débil,
a veces un alcalde que apenas sabe leer y escribir (Asuela y Cancino, 2001;
Bolio, 2006).
Esta descentralización de funciones contrasta con el ejemplo de la Ley de Seguridad e Higiene Ocupacional de los Estados Unidos, proporcionado por Majone
(2000): hasta antes de la promulgación de esa ley, la regulación en la materia
estaba a cargo de los Estados, donde una presencia y un poder mayor de las organizaciones empresariales solía mantener la seguridad e higiene ocupacional en
el ámbito de las normas consensuales —sin coerción—, sujetas a la discrecionalidad de las empresas. El Congreso estadounidense reaccionó ante las evidencias
de que la regulación estatal era ineficaz y que carecía de normas uniformes,
y promulgó esa ley que hizo obligatorio —es decir, con coerción— el cumplimiento
de las normas de seguridad e higiene laboral. Es un hecho bien avalado por la
experiencia que el poder de los gobiernos para formular e implementar políticas
regulatorias y redistributivas es más grande en los gobiernos nacionales que en
los provinciales y locales, dada su mayor capacidad de imponer pérdidas a actores con poder.
47
Rodolfo Canto Sáenz
Así la descentralización acrítica de funciones del Estado, aun si bien intencionada, puede favorecer en ocasiones a poderosos intereses particulares que solo
buscan aumentar la probabilidad de lograr sus fines mediante la modificación de
las reglas y los acuerdos institucionales en su propio beneficio (Majone, 2000).
La probabilidad de que tales cosas ocurran aumentará si los responsables de las
políticas insisten en abordarlas todas desde un solo enfoque y con un repertorio
estándar de métodos, instrumentos y herramientas y, más todavía, si absolutizan
la búsqueda del consenso como fórmula universal del policy making.
Las políticas públicas serán mucho más eficaces, eficientes y legítimas (Cabrero,
2014) si, en su elaboración, se tiene el cuidado de conceptualizarlas muy bien
como productos de distintas funciones del Estado que implican niveles diferenciales de coerción o ejercicio del poder político. A pesar de los años transcurridos desde su elaboración, la taxonomía de Lowi sigue siendo muy útil para tal
fin, sin que, por supuesto, pueda descartarse la existencia o el surgimiento de
otras clasificaciones igual de buenas o mejores. Lo que habría que evitar siempre
es la limitación del análisis de políticas a enfoques o modelos únicos, porque
puede ocasionar yerros de la mayor trascendencia. Los modelos de gobernanza
(Aguilar, 2009; 2016a) son ideales para diseñar e implementar cierto tipo de políticas, pero no para todos los tipos. Lo mismo puede afirmarse de los modelos de
participación ciudadana e incluso del modelo racional-exhaustivo (Allison, 2013;
Forester, 2013): algunas políticas podrán aproximarse mucho a los modelos formales brindados por la ciencia y las matemáticas, pero para otras esto no será
posible en absoluto (Canto Saénz, 2016). En lo que sigue, desarrollaremos estas
reflexiones siguiendo la tipología de Lowi.
2. Políticas distributivas
Cuando se trata de distribuir desde el Gobierno recursos nuevos para impulsar
objetivos que se consideran relevantes, como la modernización tecnológica de
las pequeñas empresas, el uso de plaguicidas orgánicos para proteger el medio
ambiente, el mejoramiento genético del hato ganadero o la promoción del empleo juvenil, entre una infinidad de posibles objetivos a financiarse con recursos
públicos, los gobiernos tienen a su disposición un vasto y creciente repertorio
48
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
de políticas para alcanzarlos, siempre abierto a la innovación y la creatividad.
Se trata en general de políticas públicas de baja conflictividad (Aguilar, 2016b)
y una remota y habitualmente imperceptible coerción.
En la arena distributiva, escribe Lowi (2013), las relaciones políticas se aproximan
a lo que Schattschneider llamó la no interferencia mutua: es correcto que cada
quien busque beneficios para sí mismo, pero es incorrecto que se oponga a que
otros busquen sus propios beneficios. Esto, desde luego, es fácil de entender,
dado que los receptores de las políticas distributivas son todos ganadores y no
tienen en principio por qué quejarse de que haya otros ganadores. En la generalidad de los casos, los beneficiarios de estas políticas no son quienes financian
sus costos, sino el conjunto de los contribuyentes.
Las políticas distributivas son candidatas ideales para confiar fases importantes
de su diseño e implementación a los actores de la sociedad civil, normalmente
los propios beneficiarios, y esto por varias razones: al socializar la formulación
e implementación de la política entre una red más o menos amplia de actores
—según el caso lo permita—, aumentan las probabilidades de una mayor eficacia
y eficiencia en el uso de los recursos públicos y de una mayor transparencia en su
asignación. La teoría de la implementación, desde muy temprano, demostró el relevante papel de las arenas locales de negociación (Pressman y Wildavsky, 1998;
Elmore, 2013) para el éxito de las políticas federales. Estas arenas suelen hacer
la diferencia entre el éxito y el fracaso de políticas públicas que buscan promover
variados objetivos con fondos públicos.
Las políticas distributivas constituyen la mayoría de las políticas públicas, sobre
todo en el ámbito de los gobiernos locales, donde los otros tipos de suelen ser
menos frecuentes. Un hecho muy tratado en la literatura y bien acreditado por la
experiencia es que el proceso, los resultados y los impactos de las políticas distributivas mejoran de manera sensible con la participación de actores externos, no
solo a través de las redes de gobernanza, sino en todas las modalidades de participación social y ciudadana. En la gran mayoría de los casos, el involucramiento
de las partes interesadas se traduce en mejores políticas públicas (World Bank,
2004; Canto Chac, 2008; Fung y Wright, 2012; Font et al., 2012).
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Rodolfo Canto Sáenz
Las redes de actores pueden ofrecer otro aporte a las políticas distributivas en
materia de transparencia y rendición de cuentas. Por su propia naturaleza, estas
políticas suelen prestarse al manejo clientelar de los recursos —el logrolling al
que se refiere Lowi (1972)— o a su instrumentalización en busca de objetivos
electorales. Lowi escribe que mucho de una política distributiva está destinado a
ser secreto, a puerta cerrada o tras bambalinas (sub rosa), lo que se facilita por
la característica de este tipo de políticas de poder desagregarse entre individuos
que demandan recursos de forma aislada. En este contexto, Lowi afirma que las
políticas distributivas se acercan a la privatización de lo público, a diferencia de
las regulatorias, que, al remitirse a normas de observancia general, nunca pueden
privatizarse por completo.
Al participar en conjunto en la toma de decisiones sobre una política distributiva,
los actores en red pueden reducir la discrecionalidad asociada al carácter velado
o sub rosa de las políticas distributivas, que tan bien se presta al manejo clientelar de los recursos. Más aún, el compromiso de una red de actores con la buena
implementación y los buenos resultados de una determinada política puede verse
fortalecido con los dividendos en materia de eficiencia y eficacia derivados de
una mayor transparencia. Desde luego, la capacidad de una red de actores para
transparentar una política distributiva estará en función de su amplitud; tal vez, un
reducido grupo de actores privados tenderá a actuar más como un conciliábulo
que como una instancia pública, pero una red amplia y plural, que incluya a actores de sectores diversos y organizaciones civiles, puede hacer mucho en materia
de transparencia y rendición de cuentas.
La contribución de las redes de gobernanza y de las distintas modalidades de
participación social y ciudadana a la transparencia y la rendición de cuentas
puede ser de particular utilidad en el ámbito de los gobiernos locales. Como
ilustra el ejemplo de los presupuestos participativos nacidos en el Brasil (Fedozzi, 2012; Fung y Wright, 2012), el particularismo de gabinete y el manejo
clientelar de los recursos pueden combatirse de manera eficaz con la esfera
pública generada por la amplia participación de la ciudadanía en el ejercicio
del presupuesto local, lo que es beneficioso en particular para el interés público en el ámbito de los gobiernos municipales, en general, menos fuertes
para enfrentar con éxito las estrategias de los intereses privados presentes en
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el territorio que buscan la utilización personal/privada de los recursos públicos,
como escribe Fedozzi.
3. Políticas regulatorias
Al implicar el ejercicio directo de la coerción y un grado de conflictividad habitualmente mayor que las políticas distributivas, no siempre es apropiado que las
políticas regulatorias se decidan en redes de actores. Responden a otra función
del Estado, distinta de la de distribuir fondos para impulsar objetivos que se presumen relevantes. Su intención no es distribuir, sino regular los comportamientos
de personas, empresas, asociaciones e instituciones para asegurar objetivos que
también se definen como relevantes, como la competencia entre empresas, la
protección del medioambiente, el funcionamiento de los mercados o el cumplimiento de normas de la más diversa naturaleza por parte de los productores de
bienes y servicios, entre muchos otros objetivos posibles.
La definición de los términos de una política regulatoria en el marco de redes donde están presentes los mismos actores que deben regularse —a veces en posiciones mayoritarias— tiende a relajar o suavizar los medios de la regulación al grado
de hacerlos inoperantes, como describe Majone en su ejemplo de la regulación de
las descargas de contaminantes al manto freático en países europeos. En los comités de cuenca franceses, que tienen un papel central al momento de definir los
cobros por descargas, Majone encontró que tienen preeminencia los industriales,
que son los principales contaminadores. La definición de los cobros queda sujeta
al regateo y las negociaciones a grado tal que, más que instancias reguladoras,
los consejos de cuencas son más parecidos a «sociedades de amigos», donde el
interés compartido es bajar los pagos por descargas tanto como sea posible.
Las cuotas se han fijado muy por debajo del límite de la racionalidad económica, y, aun así, el Gobierno ha debido otorgar reducciones y ayudas financieras
para los pagos que deben hacer las industrias (Majone, 2000).
El papel distorsionador que pueden desempeñar los actores privados en las instancias reguladoras es tan evidente que hoy suelen encontrarse disposiciones
legales para limitar e incluso excluir su presencia. Por ejemplo, en el Decreto de
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Rodolfo Canto Sáenz
2013, por el que se reforma la Constitución mexicana en materia de telecomunicaciones, se asienta que la relevancia y trascendencia de la actividad reguladora
en las materias de competencia económica, telecomunicaciones y radiodifusión
hacen conveniente que las instancias reguladoras cuenten con absoluta autonomía en el ejercicio de sus funciones, sujetas a criterios eminentemente técnicos
y ajenas a cualquier otro interés. Al respecto, continúa el decreto, «la OCDE ha
considerado importante que los Estados cuenten con organismos reguladores
independientes de todas las partes interesadas para asegurar una competencia
justa y transparente en el mercado» (DOF, 2013).
En el sector de las telecomunicaciones en México, varias de las partes interesadas son «agentes económicos preponderantes», como los ha definido el Instituto
Federal de Telecomunicaciones (IFT), instancia que determinó como tales a las
empresas Telmex, Telnor, Telcel, América Móvil, Grupo Carso y grupo Inbursa en
el sector de las telecomunicaciones, y al Grupo Televisa y diversas empresas relacionadas en el sector de radiodifusión, al tiempo que impuso varias medidas para evitar
que se afectara la competencia y la libre concurrencia. El IFT reconoció lo siguiente:
Los sectores de comunicaciones y radiodifusión en México han tenido una
elevada concentración, lo que ha afectado a los usuarios y a la economía
en su conjunto, traduciéndose en servicios de baja cobertura, mala calidad
y precios elevados, lo cual a su vez ha limitado el ejercicio de la libertad
de expresión y el derecho a la información de los mexicanos, así como el
desarrollo económico, social y cultural del país (IFT, 2014).
Entre las facultades que ahora tiene la Comisión Federal de Competencia Económica, se encuentran ordenar medidas que eliminen las barreras a la competencia
y la libre concurrencia, y ordenar la desincorporación de activos, derechos, partes
sociales o acciones de los agentes económicos en las proporciones necesarias
para eliminar efectos anticompetitivos, entre otras. El IFT, por su parte, hoy tiene
las facultades de regular de forma asimétrica a los participantes en los mercados
de radiodifusión y telecomunicaciones para eliminar eficazmente las barreras a
la competencia y la libre concurrencia; de imponer límites a la concentración nacional o regional de frecuencias, al concesionamiento y a la propiedad cruzada que
controle varios medios de comunicación que sean concesionarios de radiodifusión
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y telecomunicaciones en un mismo mercado o zona de cobertura geográfica, y de
ordenar la desincorporación de activos, derechos o partes necesarias para asegurar el cumplimiento de dichos límites. Dada la naturaleza de estas facultades, se
entiende la recomendación de la OCDE de que los Estados cuenten con organismos reguladores independientes de todas las partes interesadas.
Dado que las políticas regulatorias implican un nivel de coerción más directo que
las distributivas, con ganadores y perdedores e intereses en general divergentes,
su mayor conflictividad afecta incluso al papel que la ciencia desempeña en su
formulación. Como también ocurre en el caso de las políticas redistributivas, la
ciencia no siempre tiene la última palabra en materia de políticas regulatorias.
Majone (2000) escribe que muchos problemas son transcientíficos en el sentido
que pueden enunciarse en el lenguaje de la ciencia, pero es imposible que esta
los resuelva. En cuestiones regulatorias, suele ocurrir que tanto las agencias reguladoras como las partes a ser reguladas demuestren científicamente que su
propuesta de solución es la correcta, aun si se trata de soluciones en lo profundo
contradictorias entre sí, lo que se explica porque existen miles de funciones matemáticas que se ajustan a los datos experimentales.
Majone pone el ejemplo de la regulación de los plaguicidas químicos Aldrin
y Dieldrin (A-D), cuya cancelación fue solicitada a la Agencia de Protección Ambiental (APA) de los Estados Unidos por su potencial de causar cáncer. Durante
las audiencias de cancelación, quedó claro que no había acuerdo para determinar
ese potencial. La Shell Chemical Company, fabricante de A-D, demandaba una
prueba de que los plaguicidas se relacionaban con, al menos, un caso de cáncer
humano, prueba de la que carecía la APA, pero esta sostenía que toda sustancia
que produce tumores en una especie animal en ensayos realizados de forma correcta, aun si son benignos, debe considerarse agente de riesgo carcinógeno para
el ser humano. Ninguno de estos criterios podía descartarse como poco razonable o contrario a las reglas científicas, por lo que la decisión tendría que hacerse
sobre bases no científicas. Los expertos de la APA sostenían que, dado que las
pruebas con animales eran suficientes para pronosticar un riesgo cancerígeno,
resultaba éticamente injustificable esperar una demostración de daño humano.
A fin de cuentas, prevaleció la solución transcientífica ofrecida por la ética, y ambos plaguicidas se prohibieron.
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Rodolfo Canto Sáenz
El ejemplo de las descargas de contaminantes en el manto freático de varios países europeos revela también los límites de las ciencias sociales —en este caso,
de la ciencia económica— para diseñar políticas regulatorias. La solución de cobros por descargas, frecuente en los textos de Microeconomía, solo es posible
en un mundo ideal de información perfecta, donde cobros y normas son equivalentes, pero no en el mundo real, donde los costos de monitorear y medir las
descargas para calcular los cobros llegan a ser prohibitivos, además de que estos
quedan sujetos al regateo, como antes se ha descrito. Majone encontró que, aun
cuando los libros de texto defendían los cobros, ni siquiera los economistas estaban convencidos de ellos.
Sin embargo, el papel de la ciencia no debe subestimarse en modo alguno.
El ejemplo de la Ley de Seguridad e Higiene Ocupacional de los Estados Unidos
ilustra el decisivo papel que puede desempeñar en el diseño de políticas regulatorias y redistributivas, en este caso, para fijar las normas que regulan la seguridad
y la higiene laboral en aquel país. Como relata Majone, antes de la promulgación
de esa Ley, organizaciones privadas, como la Conferencia Norteamericana de Higienistas Industriales, tuvieron un rol importante en el desarrollo de normas de
seguridad e higiene, pero la ciencia en manos privadas no aseguraba una genuina
protección de los intereses de los trabajadores. Al amparo de la nueva ley, se creó
el Instituto Nacional para la Seguridad e Higiene Ocupacionales, cuyas investigaciones serían la base para fijar las normas de observancia obligatoria en todo el
país. El papel de la ciencia puede ser decisivo, como ilustra este ejemplo, a condición de que alcance a situarse por encima del interés particular, en especial en
materias regulatorias y redistributivas.
4. Políticas redistributivas
La función redistributiva del Estado desborda el marco liberal clásico (Locke,
2000) y también el neoliberal (Gómez, 1990) y el libertario (Nozick, 2012). Para estas corrientes del pensamiento político, el Estado no tiene derecho a redistribuir
los bienes existentes en la sociedad; en todo caso, puede alentar la producción
de bienes nuevos que mejoren las condiciones de vida de la población, pero sin
afectar a nadie. Para Nozick, el único Estado que se justifica es un Estado mínimo
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limitado a las estrechas funciones de protección contra la violencia, el robo, el
fraude o el incumplimiento de contratos; cualquier Estado más extenso viola
el derecho de las personas de no ser obligadas a hacer ciertas cosas y, por tanto,
no se justifica. El propio Nozick subraya dos implicaciones de su tesis: «El Estado
no puede usar su aparato coactivo con el propósito de hacer que algunos ciudadanos ayuden a otros o para prohibirle a la gente actividades para su propio bien
o protección» (Nozick, 2012: 7). Las políticas redistributivas, como es evidente,
no tienen lugar en el modelo de Estado mínimo.
El conocido óptimo de Pareto es un espaldarazo a estas ideas en el campo de
la teoría económica: una distribución de bienes es óptima o inmejorable si no
hay otra tal que beneficie a algunas personas —o, al menos, a una— sin que, al
mismo tiempo, dañe a otras —o, al menos, a una—. Una configuración puede ser
eficiente aun cuando toda o casi toda la riqueza esté concentrada en las manos
de unos cuantos o incluso de un solo individuo, y muy poca o ninguna, en el resto
(Rawls, 2003: 73). Desde luego, en el concepto paretiano de eficiencia económica,
no hay lugar para la redistribución. Más cercana al mundo de las políticas públicas, la escuela de la elección pública o public choice (Buchanan y Tullock, 1993)
también prescinde de consideraciones redistributivas: los individuos se comportan y toman sus decisiones de manera racional, considerando solo sus intereses
personales (self interest); y, en busca de maximizar sus ventajas y beneficios, los individuos deben utilizar de la mejor manera posible las diversas estructuras disponibles,
incluidas las institucionales, para servir a sus intereses (Mény y Thoenig, 1992).
La redistribución es, en cambio, una función legítima del Estado para otras corrientes del pensamiento político, desde la ilustración europea del siglo xviii —Rousseau,
Kant— y la socialdemocracia hasta el liberalismo igualitario contemporáneo (Rawls,
2003 y 2006), entre otras. Incluso se llega a plantear la redistribución como un imperativo categórico, precisamente el de promover la justicia. Boisier (2006) afirma
que intervenir con eficacia y eficiencia para promover el desarrollo humano es un
imperativo categórico en sentido kantiano: una obligación moral prescrita por la
razón que debe cumplirse en toda circunstancia, lugar y tiempo, y que no puede
subordinarse a otros objetivos, por lo que resulta inadmisible la receta neoliberal
de, primero, crecer para, luego, desarrollarse. En el mismo sentido, Rawls escribe
lo siguiente:
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La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. Una teoría, por muy atractiva,
elocuente y concisa que sea, tiene que ser rechazada o revisada si no es
verdadera; de igual modo, no importa que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o abolidas
(Rawls, 2003: 17).
El principio de diferencia, central en la filosofía política rawlsiana, es un principio
de justicia redistributiva en sentido estricto. Rawls parte de que la cooperación
social es siempre productiva y de que, sin ella, no se produciría nada, y no habría,
por tanto, nada que distribuir. El principio de diferencia requiere que, cualesquiera
sean las desigualdades de riqueza e ingreso, y por muy dispuesta que esté la
gente a trabajar para ganarse una parte mayor del producto, las desigualdades
existentes deben contribuir efectivamente al beneficio de los menos aventajados,
de lo contrario, no son permisibles (Rawls, 2002: 94-98).
Los menos aventajados, precisa Rawls, son los que pertenecen a la clase de ingreso con las expectativas más bajas, y subraya que no son los desafortunados
o desventurados —objetos de nuestra caridad y compasión—, sino aquellos a los
que se les debe reciprocidad en nombre de la justicia política para una totalidad
de ciudadanos libres e iguales. Aunque controlen menos recursos, cumplen su parte en la sociedad entendida como un sistema equitativo de cooperación social a lo
largo del tiempo, de una generación a la siguiente, entre ciudadanos libres e iguales
(Rawls, 2002: 92 y 190). A diferencia de Nozick, de Pareto y de la escuela de la elección pública, para Rawls, la redistribución es un imperativo de reciprocidad.
Como puede apreciarse, las políticas redistributivas tendrán o no un lugar entre
las funciones del Estado según las vertientes filosóficas que están atrás. El trasfondo filosófico es también clave en las consideraciones sobre la factibilidad de
las políticas redistributivas. A modo de ejemplo, un gobierno de corte neoliberal
o libertario, quizá, sostendría que no es factible una cobertura universal de servicios
de salud por la carga fiscal que implica, mientras que un gobierno identificado con
las tesis de la socialdemocracia o del liberalismo igualitario bien podría contemplar la cobertura universal de salud como un compromiso irrenunciable del Estado,
por financiarse con impuestos progresivos, como ocurre en Europa Occidental.
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Las políticas redistributivas son, entonces, un indicador característico de la ideología del gobierno en turno, rasgo que tiende a reforzarse porque, en efecto, como
escribe Lowi, las categorías afectadas por sus impactos son cercanas al clivaje clasista: «Son, burdamente hablando, los propietarios y los desposeídos, los que tienen
y los que no tienen, la burguesía y el proletariado. El objetivo que persigue la política
redistributiva no es el uso de la propiedad sino la propiedad misma... [Las políticas
distributivas tienen muchos lados; en contraste] ...en las políticas redistributivas
nunca habrá más de dos lados y estos son claros y precisos, estables y consistentes» (Lowi, 2013: 103 y 114). Es de sentido común, desde luego, que los propietarios no verán con buenos ojos la redistribución de la riqueza, ya sea mediante la
afectación directa de la propiedad —con una reforma agraria— o indirecta a través
de un sistema fiscal progresivo.
Por esto mismo, las políticas redistributivas son más probables con partidos en
el poder afines a la redistribución y con marcos constitucionales y legales que
contemplen y asignen funciones redistributivas al Estado, como el artículo 4 de la
Constitución mexicana. En regímenes democráticos con alternancia en el poder,
resultan cruciales el voto y también la movilización política de los grupos sociales
desfavorecidos para la inclusión de políticas redistributivas en las agendas de gobierno (Dreze y Sen, 2014; Harriss, 2000 y 2005). La capacidad gubernamental de
implementar eficaces políticas redistributivas aumenta con la organización política de los más pobres y con la presencia de movimientos sociales, organizaciones
no gubernamentales y partidos políticos afines (Canto Saénz, 2014).
La acción política organizada de los desfavorecidos, incluidas la movilización
y las manifestaciones, contribuye a ampliar las fronteras del razonamiento público frente a la estrechez de miras de los mercados y la debilidad de los Estados
y, por lo mismo, ayuda a resolver el dilema entre eficiencia económica y desarrollo
humano y sostenible, lo que, a su vez, redunda en el fortalecimiento de la democracia. Si los desfavorecidos se organizan políticamente y logran acceder a las
esferas de decisión, pueden llevar a la agenda gubernamental medidas redistributivas de la riqueza y el poder que alivien su situación. Esto es posible, incluso, con
diferentes colores políticos en el poder, como ilustran Harriss y colegas en el caso
de la India (Harriss, 2000; Harriss, Jeyaranjan y Nagaraj, 2010).
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Rodolfo Canto Sáenz
Al afectar necesariamente a determinados intereses en beneficio de otros, las políticas redistributivas tampoco son las más apropiadas para dejarse al arbitrio de
redes de actores. En general, esas redes no incluyen a los sectores más desfavorecidos de la población y, en cambio, tienden a sobrerrepresentar los intereses de
las clases propietarias y las élites, que suelen ser las afectadas por las políticas
redistributivas (Bacqué, Rey y Sintomer, 2012; Canto Saénz, 2012). Cuando se trata
de redistribuir la riqueza, es necesaria la acción directa del Estado para imponer
pérdidas a actores con poder, como se ha dicho, y no parece muy sensato dejar
las decisiones en manos de los mismos actores que sufrirían tales pérdidas.
En una democracia, entonces, resulta crucial la mayor o menor disposición del
gobierno en turno a diseñar e implementar políticas redistributivas de la riqueza
y el poder. En condiciones de severa desigualdad socioeconómica, como las que
prevalecen en la mayoría de las naciones de América Latina, las estrategias redistributivas indicadas, escribe Forester, son las que marchan en sentido contrario a
la perpetuación de la desigualdad, canalizando esfuerzos hacia formas de remediar o compensar las desigualdades, como las políticas de combate a la pobreza,
las acciones afirmativas o discriminación positiva y los esfuerzos de desarrollo
comunitario, entre otros. Pero también se pueden implementar lo que ese autor
denomina reformas no reformistas, dirigiendo los esfuerzos a empoderar a las
poblaciones que podrían actuar más adelante para modificar las estructuras de
poder en la sociedad, como las mujeres o los pueblos originarios. Más todavía,
el trabajo de los formuladores de políticas podría dirigirse hacia los movimientos
sociales y laborales que buscan introducir cambios estructurales en la organización económica actual (Forester, 2013).
La confusión de las políticas distributivas con las redistributivas puede causar
costosos yerros, y esto parece ser sobre todo cierto en el ámbito de las políticas
sociales. Las políticas distributivas, como se ha comentado, distribuyen bienes
y servicios públicos entre grupos acotados de beneficiarios, ya sean ganaderos,
jóvenes emprendedores o empresarios textiles, mediante decisiones altamente
individualizadas que solo en conjunto pueden considerarse políticas; favorecidos
y desfavorecidos no se enfrentan de forma directa, y siempre se pueden satisfacer los reclamos de los grupos más activos y organizados con una mayor desagregación de los beneficios. En cambio, las políticas redistributivas afectan a
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grandes categorías de individuos, cercanas a las clases sociales, y su objetivo no
es solo distribuir beneficios, sino redistribuir cuotas de riqueza o de poder entre
esas grandes categorías sociales (Lowi, 2013: 101-103).
La inmensa mayoría de las políticas sociales en México son distributivas. Se ha
calculado que, en el país, existen al menos cinco mil quinientos programas y acciones de desarrollo social a nivel federal, estatal y municipal con beneficiarios
de lo más disímbolos y objetivos que conciernen a todo lo imaginable. Esta diversidad de programas crea por sí misma un formidable problema de coordinación,
traslape de funciones y duplicación de recursos, además de que no es nada raro
su empleo para fines electorales y clientelares (Hernández, 2017). Por supuesto,
el impacto de todos esos programas en la reducción de la pobreza y la desigualdad es limitado y con frecuencia inapreciable, porque no atienden a las causas
estructurales de ambos problemas, y, en su mayoría, son solo paliativos.
Una verdadera política redistributiva de la riqueza, que atienda a las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad sería, por ejemplo, instituir un salario
mínimo remunerador en términos constitucionales, como lo han podido hacer
otros países de América Latina de desarrollo similar al nuestro e incluso menor,
y ligar los aumentos salariales no solo a la inflación, sino también a los incrementos de la productividad laboral. Hoy, en México, el salario mínimo oficial se sitúa
por debajo de la línea de bienestar individual, lo que significa que no basta para
adquirir la canasta básica para una sola persona. Al cierre de 2017, cuatro de
cada diez trabajadores en México no percibían ingresos suficientes para adquirir
la canasta básica alimentaria para el propio trabajador, sin considerar a su familia (CONEVAL, 2018; Fundación Konrad Adenauer y Universidad Iberoamericana,
2017). Está claro que la complejidad y magnitud de este género de problemas
desborda con mucho las limitadas posibilidades de las políticas distributivas.
5. Políticas constituyentes
Mucho menos abordadas en la literatura especializada, las políticas constituyentes son un cuarto tipo de políticas que Lowi agrega unos años después a su clasificación original, que solo contemplaba los tres tipos recién comentados.
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Lowi (1970 y 1972) encontró que había cierto tipo de políticas que se caracterizaban por un ejercicio remoto de la coerción, como en el caso de las distributivas,
pero que esta no actuaba sobre las conductas individuales, sino sobre el entorno
de la conducta, como en las redistributivas.
La trascendencia y el impacto de las políticas constituyentes en la vida política
suelen ser muy grandes, al ocuparse de cuestiones, como la distribución de competencias entre diferentes ámbitos de gobierno en un sistema federal, o temas
electorales, como la regulación del financiamiento privado de las campañas políticas. Aunque también abiertas en una democracia a la participación social y ciudadana, su mayor distancia del juego cotidiano de intereses y su naturaleza eminentemente jurídica, que las acerca a temas constitucionales, traslada la mayor parte
de las discusiones sobre las políticas constituyentes a las esferas de los debates
legislativos y político-partidistas. El papel de los partidos políticos es relevante en
la formulación de este tipo de políticas por su relación privilegiada con los poderes constituidos, cuyas decisiones las definen. Por esto mismo, en los procesos
de su elaboración, el tema de las ideologías y los objetivos programáticos de los
partidos asciende al primer plano, así como su disciplina interna y sus relaciones
con las distintas clases, las organizaciones civiles y los poderes fácticos.
Como en los otros tres tipos de su modelo, Lowi recupera la dimensión histórica
de las políticas constituyentes, asociada de manera estrecha a la evolución de los
partidos políticos y los grupos de presión en su país: Hacia finales del siglo xix,
escribe, se multiplican los grupos de presión en los Estados Unidos; su ascenso
marca el declive de la disciplina partidaria y el fortalecimiento de la política de
cabildeo (lobbying). «Los partidos vieron declinar su capacidad de disciplinar
a sus miembros, declinación de la que nunca se han recuperado plenamente»
(Lowi, 1972: 302).
La declinación de la disciplina partidaria está en la base de la consabida influencia de los grupos de presión en el Poder Legislativo estadounidense. Como escribe Vallés (2003: 214), cuando es poca o inexistente la disciplina de partido, existe
el riesgo de que cada parlamentario se convierta en rehén de los intereses del
grupo con cuyo apoyo financiero y electoral ha obtenido su escaño. En los Estados Unidos, continúa este autor, es pública la influencia que ejercen sobre el voto
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de algunos parlamentarios las grandes empresas, las asociaciones de productores, las sectas religiosas o los defensores de la libre venta de armas; la libertad
respecto del partido se convierte en dependencia respecto de grupos de presión.
Los congresistas al servicio de intereses particulares en el Legislativo estadounidense demuestran que los partidos políticos, en el sentido que los definió
Edmund Burke, son piezas esenciales en el sistema político. «Un partido es un
cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés
nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están
de acuerdo…» (Burke, 1770, citado en Sartori, 2000: 26). Al margen de los muchos
defectos de los partidos existentes, es este compromiso de fondo con el interés
nacional lo que los distingue de los grupos de presión de todo tipo y les brinda
una base de legitimidad imposible de alcanzar por las redes de gobernanza, las
organizaciones civiles, los líderes carismáticos o cualesquiera otras entidades
que aspiren a sustituirlos. En una democracia, desde luego, corresponde a los
votantes decidir qué tan real es el compromiso con el interés nacional declarado
por tal o cual partido (Canto Saénz, 2014).
Comentarios finales
Como resulta evidente, el tema del interés público es crucial en materia de políticas públicas, que, por definición, deben responder a él. Sobre este tema, Lowi
sostiene que solo podemos hablar de política pública si, al menos, una de estas
dos propiedades está presente: 1. La política en cuestión afecta a un gran número de personas de manera consistente, rasgo característico de las políticas
constituyentes y las redistributivas; 2. Al margen de su extensión, la política expresa una clara regla de ley que nos afecta en tanto ciudadanos o miembros de
una comunidad política antes que como particulares, bajo el supuesto de que la
regla de ley ubica a la moralidad pública por encima del estatus privado, algo que
se espera de las políticas regulatorias. Por contraste y como antes se ha señalado,
Lowi sostiene que las políticas distributivas, con sus habituales procesos sub rosa
o tras bambalinas, se aproximan a la privatización de lo público. Con base en estas
reflexiones, Lowi propone dos criterios adicionales para distinguir entre buenas y malas políticas públicas: su menor o mayor correspondencia con el interés público y su
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Rodolfo Canto Sáenz
relación con la democracia, en especial, su contribución a una política (politics)
abierta y pública (Lowi, 1972: 308).
Los planteamientos de Lowi traen a colación una cuestión no resuelta del todo:
¿qué significa el calificativo de públicas cuando hablamos de políticas? A partir
de la distinción entre lo público y lo gubernamental, algunos autores mexicanos
han insistido en distinguir entre políticas auténticamente públicas y políticas tan
solo gubernamentales: las primeras serían aquellas que se elaboran con participación de actores no gubernamentales, en tanto que las segundas excluirían
dicha participación. Se parte de que todo lo gubernamental es público, pero
lo público trasciende a lo gubernamental: lo público es el espacio de todos, del
Estado como ente abstracto, del Gobierno como redes de organizaciones y de la
sociedad como tejido orgánico y ciudadano (Aguilar, 1992; Cabrero, 2000; Canto
Chac, 2018).
A partir de la distinción entre lo público y lo gubernamental, en sí misma clara
e inobjetable, ha tendido a igualarse la participación de actores no gubernamentales en el proceso de la política pública con el interés público, algo que
no siempre es cierto. La dicotomía público-gubernamental en el sentido planteado por estos autores no es equivalente a la dicotomía interés público-interés privado, y pueden citarse numerosos ejemplos, como algunos de los incluidos en el
artículo, que ilustran el hecho de que, en materias regulatorias y redistributivas,
puede ocurrir lo contrario con dicha participación: privilegiar intereses privados
por encima del interés público o, como escribe Lowi, propiciar la privatización de
lo público. En determinados casos, el interés público se preservará mejor con la
exclusión de actores no gubernamentales de la esfera de las decisiones, como
advierte la OCDE al recomendar a los Estados que, en ciertas materias, cuenten
con organismos reguladores independientes de todas las partes interesadas.
En otros casos, como se ha comentado a propósito de las políticas distributivas,
el interés público puede fortalecerse con la incorporación de actores no gubernamentales al proceso de su diseño e implementación, como postula la mayoría
de los modelos de gobernanza y participación social o ciudadana. Las políticas
distributivas, que suelen implementarse a puerta cerrada, bien podrían ganar en
transparencia si se formulan con la concurrencia de redes de actores amplias
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y plurales. Las tesis de Lowi también llevan a pensar que lo público de la política
(politics) y lo público de las políticas no son sinónimos e incluso pueden llegar a
contraponerse en determinadas circunstancias. Si hablamos de la política (politics) y según el consenso generalizado, lo público implica transparencia, algo
que no siempre se cumple en el caso de las políticas distributivas, mucho de las
cuales está destinado a ser secreto o a puerta cerrada.
El tema de la participación de actores no gubernamentales en el proceso de las
políticas aparece así evinculado al tipo de políticas de que estemos hablando, y la
conclusión necesaria, una vez más, es que, si queremos evitar errores que pueden
ser costosos, resulta absolutamente imprescindible distinguir entre tipos de políticas, y evitar subsumirlas todas en un concepto homogéneo e indiferenciado de
política pública. La incorporación de actores o partes interesadas en los procesos
de formulación e implementación de políticas públicas es buena para cierto tipo
de políticas, pero no para todas. En el fondo —no debe olvidarse—, estamos hablando de distintas funciones del Estado, tan diferentes entre sí como pueden serlo, entre otras, sus funciones regulatoria y redistributiva. En última instancia, las
políticas públicas no son sino manifestaciones específicas de tales funciones.
Así la calidad de las políticas públicas en el sentido de su menor o mayor correspondencia con el interés público, más que una expresión de la gobernanza o la
participación de actores —que serán deseables o no según el tipo de política en
cuestión—, aparece asociada de manera directa al tema del interés general o público y también a su carácter abierto y transparente. Si confundimos participación
con calidad, corremos el riesgo de creer que esta siempre se fortalece al incorporar actores no gubernamentales al diseño e implementación de toda política
pública, cuando, en ocasiones, puede resultar precisamente lo contrario.
Por razones semejantes, las normas que conciernen a los derechos humanos
y a la independencia ética de los individuos (Dworkin, 2016) tampoco son las
mejores candidatas para definirse con modelos bottom-up (Peters, 1995), ante
el riesgo de que prevalezcan lo que Rawls llama doctrinas filosóficas o religiosas comprehensivas. Al discutir esencias constitucionales y asuntos de justicia
básica, sostiene Rawls (2001), no podemos apelar a doctrinas filosóficas comprehensivas: no hay ninguna razón por la que cualquier ciudadano o asociación
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Rodolfo Canto Sáenz
de ciudadanos debiera tener el derecho a usar el poder del Estado para decidir
cuestiones constitucionales esenciales según las directrices de la doctrina comprehensiva abrazada por esa persona o asociación. Las razones dadas en términos de doctrinas comprehensivas, concluye Rawls, no pueden igualarse nunca a
la razón pública. Privilegiar el enfoque top-down en estas materias reservando las
decisiones a los poderes constituidos, como aconseja Peters, no es debilitar sino
fortalecer la democracia.
Por último, la descentralización acrítica de funciones del Estado hacia los gobiernos subnacionales y locales, aun si bien intencionada, puede terminar favoreciendo a los poderes fácticos y otros actores presentes en el territorio, que,
acaso, harán valer más fácilmente sus intereses particulares ante gobiernos más
débiles. Descentralizar sin más la formulación de políticas redistributivas, regulatorias o constituyentes hacia tales ámbitos de gobierno también puede contribuir
a allanar el camino hacia la privatización de lo público y al debilitamiento de la
democracia. Como se ha visto en el caso de las redes de actores, la descentralización de políticas hacia los gobiernos estaduales o municipales puede ser muy
eficaz en temas distributivos, pero no siempre lo será en los otros.
Una conclusión que bien puede derivarse de todo lo anterior es que determinadas
políticas serán más eficaces, eficientes y legítimas con un papel más activo de la
sociedad civil, pero, en otros casos, lo serán con un papel más activo del Estado,
sin que sea posible generalizar en uno u otro sentido. El tipo de política pública
definirá, en todo caso, la mejor arena para la toma de decisiones.
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Cómo citar este artículo
Canto Sáenz, R. (2020). «Análisis de políticas públicas: evitar el reduccionismo».
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68
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 69-87
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Los procesos de descentralización en el Ecuador:
de la autonomía municipal a la articulación de lo local
desde el Estado central
Por Saraí García* y Viviana Montalvo**
Resumen
La Constitución de la República del Ecuador (2008), en su esfuerzo por lograr un
Estado democrático que procure el buen vivir de la población, impulsa políticas de
participación ciudadana y descentralización del Estado. No obstante, y contrario
a los procesos descentralizadores, que fortalecen los niveles inferiores de gobierno (Gobiernos Autónomos Descentralizados, GAD, para el caso ecuatoriano),
la nueva Constitución posibilitó construir un gobierno central omnipresente con
un rol, investido en la figura del Presidente de la República, preponderante en el
desarrollo local, regional y nacional. Para comprender este cambio de enfoque en
las políticas de descentralización en el Ecuador, en este artículo, nos proponemos
exponer los factores que explican dicho cambio a través del modelo ideacional
de análisis de políticas públicas. El estudio evidencia un cambio ideacional fundamental sobre el lugar del Gobierno central respecto de los gobiernos locales, que
recuperó las facultades de rectoría, planificación, regulación y control correspondientes al Poder Ejecutivo.
Palabras clave
Políticas públicas – descentralización – modelo ideacional.
Abstract
The Constitution of the Republic of Ecuador (2008), in its effort to achieve a democratic State that seeks the good living of the population, political impulses for
citizen participation and decentralization of the State. However, and contrary
* Estudiante de la Maestría de Investigación en Políticas Públicas de Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Colaboradora del Grupo de Investigaciones PLADEST de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS).
** Docente de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS). Coordinadora del Grupo de Investigaciones
PLADEST (UPS).
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Saraí García y Viviana Montalvo
to the decentralizing processes, which strengthens the lower levels of government (Decentralized Autonomous Governments, GAD, in the Ecuadorian case), the
new Constitution makes it possible to build an omnipresent central government
with a role, invested in the figure of the President of the Republic, preponderant
in local, regional and national development. In order to understand this change of
focus in decentralization policies in Ecuador, in this article, we propose to expose
the factors that explain this change through the ideational model of public policy
analysis. The study evidences a fundamental ideational change in the place of the
central government with respect to local governments, which regained the powers of
stewardship, planning, regulation and control corresponding to the Executive Power.
Key words
Public Politics – decentralization – ideational model.
Introducción
La descentralización del Estado en el Ecuador se enmarcó en dos momentos: el
primero obedeció a la lógica modernizadora de la década de los noventa, en la
segunda ola de ajustes estructurales implementados en toda la región latinoamericana1. Esta ola promulgaba la disminución del Estado central impulsando a los
municipios, es decir, gobiernos locales, como promotores del desarrollo económico local. Durante este período, la descentralización se definió como
la transferencia definitiva de funciones, atribuciones, responsabilidades
y recursos, especialmente financieros, materiales y tecnológicos de origen
nacional y extranjero, de que son titulares las entidades de la Función Ejecutiva hacia los Gobiernos Seccionales Autónomos a efectos de distribuir los
recursos y los servicios de acuerdo con las necesidades de las respectivas
circunscripciones territoriales (Ley Especial de Descentralización del Estado de Participación Social, 1997).
1 En América Latina, los ajustes estructurales se iniciaron en la década de los ochenta. Se caracteriza-
ron por la disminución del Estado Central y los procesos de privatización, gestados bajo la presión de
los organismos multilaterales (Oleas, 2017).
70
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
El segundo momento se inició con la Constitución de 2008, que concibe la
descentralización como «una forma de organización y administración del Estado
que persigue acercar la administración pública a la ciudadanía para satisfacer
sus necesidades de mejor manera y para incrementar la participación social
en la toma de decisiones» (Guerra, 2015). Durante este período, se entendió
el Estado central como el ente articulador de los gobiernos locales, por lo que
recuperó el rol de agente preponderante en el desarrollo local, regional y nacional.
La descentralización se basó en la transferencia obligatoria, progresiva y definitiva
de responsabilidades o autoridad y recursos, desde el Gobierno central hacia los
Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD). Estas condiciones dan cuenta de
un cambio en las políticas de descentralización.
En este contexto, y para comprender los factores que explican el cambio de
enfoque en las políticas de descentralización, este trabajo analiza a través del
modelo ideacional de análisis de políticas los procesos de discusión de dichas
políticas, realizados en el marco de la Asamblea Constituyente 2008. Según este
modelo, las ideas no son meros discursos que los actores utilizan dentro de la red
para movilizar sus preferencias de política, sino que funcionan como elementos
cohesionadores de la estructura que, en el nivel macro de análisis, hace prevalecer
sus propuestas (Kisby citado en Palacios, 2015: 32).
Seleccionamos este modelo por dos razones: porque las ideas programáticas
que motivaron estos procesos son un elemento importante para entender el
cambio de las políticas de descentralización en el Ecuador durante el período
de la Asamblea Constituyente 2008; y porque los resultados de política fueron
producto de la articulación de redes de política motivadas por la idea programática
de que el Estado debía recobrar su capacidad de coordinación y articulación de los
gobiernos seccionales. Desde mediados de la década de los noventa hasta inicios
de 2000, estos gobiernos habían desarrollado una autonomía y fortalecimiento
emergentes frente al Estado central, como consecuencia de las condiciones de
inestabilidad que caracterizaron esos años.
En las siguientes páginas, en primer lugar, se sitúan los conceptos clave que
comprenden el modelo ideacional de análisis de redes de política. En segundo
lugar, se identifican las ideas programáticas disputadas en el proceso de reformas
71
Saraí García y Viviana Montalvo
a las políticas de descentralización. En tercer y último lugar, se determinan los
actores y redes que propulsaron los resultados de política.
1. Análisis de redes de política: del modelo dialéctico al ideacional
El modelo ideacional de análisis de redes de políticas es una variante del modelo
dialéctico, puesto que, dentro de su propuesta de análisis, considera la relación
dinámica que existe entre agente y estructura. El modelo dialéctico entiende las
redes como estructuras que operan como una variable independiente respecto de
los resultados de política, que son, desde esta perspectiva, variables dependientes
(Marsh y Smith, 2001).
Figura 1. Esquema del modelo dialéctico de análisis de redes de política
Contexto
estructural
Recursos de
los actores
Destrezas
innatas
Aprendizajes
de los
actores
Destrezas
actores
Estructura
de la red
Resultados
de política
Interacciones
de la red
Relación de causalidad
Retroalimentación
Fuente: Marsh y Smith (2000)
En este orden, se plantea que los agentes de política son todos aquellos actores que poseen capacidad de incidir sobre el comportamiento de otro. Por consiguiente, se plantea la existencia tanto de actores humanos como no humanos, los
72
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
cuales pueden ser leyes, reglamentos, que tengan como condición la capacidad
de influenciar la acción.
Como se observará en el siguiente apartado, en el caso ecuatoriano, la Secretaría
Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) ha sido actor con capacidad
de agencia, dado que movilizó a la comunidad epistémica para incidir en el debate de la Constitución del 2008 en torno a las políticas de descentralización.
Según Marsh y Smith (2001), el modelo dialéctico asume que existe una relación
interactiva entre estructura y agencia en la cual ambos elementos inciden uno
sobre el otro de forma continua. Por tanto, la agencia de los integrantes de la red
está sujeta a las posibilidades de acción que les brinde la estructura. Sin embargo, las condiciones de la estructura no son determinantes ni inmóviles, sino que,
más bien, tienden a ser alteradas por las decisiones, estrategias y negociaciones
empleadas por los integrantes de la red de política. La capacidad de agencia de
la SENPLADES tuvo lugar dentro de la estructura de la red de política configurada
alrededor de las políticas de descentralización. Esta agencia consiguió incidir
y modificar la estructura en la que operaba. Es precisamente la lógica dialéctica la
que le permite esta capacidad de acción, dadas las condiciones de la estructura
de la red.
Además de considerar la relación agente-estructura, el modelo dialéctico indaga
también en la incidencia de la relación red y contexto (Marsh y Smith, 2001). Para
este modelo, existen factores tanto endógenos como exógenos que inciden en la
configuración de las redes de política. Desde la lógica de lo dialéctico, aquellos
factores exógenos o contextuales no tienen una incidencia unidireccional respecto de la red, sino que son, a su vez, afectados por ella. En el caso de la Constitución del 2008, la red que propició las reformas en las políticas de descentralización se circunscribió a un contexto social específico, marcado por la demanda
social de transformación de las instituciones estatales y políticas. No obstante, la
influencia del contexto sobre la red no tiene un orden unidimensional, sino que la
red de política, a su vez, tiene la capacidad de incidir sobre el contexto.
Finalmente, la tercera relación que comprende el modelo dialéctico es la de red
y los resultados. Un acercamiento inicial asume como evidente la incidencia de
73
Saraí García y Viviana Montalvo
la red sobre los resultados de política; para este modelo, la red es una variable
independiente, mientras que los resultados son una variable dependiente (Marsh
y Smith, 2001). Además de aceptar la anterior aseveración, este modelo asume
que los resultados de política tienen la capacidad de incidir en la red, puesto que
pueden propiciar cambios en la membresía de los integrantes de la red e incidir
así en su estructura y en la capacidad de agencia de sus integrantes.
La propuesta planteada por el modelo dialéctico permite comprender de manera
más profunda las relaciones existentes entre agencia y estructura, y dilucidar
que estas relaciones están atravesadas por interacciones dialécticas y de mutua
afectación. Pese al potencial analítico del modelo dialéctico, el ideacional postula
la necesidad de explicar qué elementos propician la configuración de la red. Para
ello, este enfoque incorpora la relevancia de las ideas y cómo estas pueden dar
lugar a la estructuración de la red de política (Kisby, 2007).
2. El modelo ideacional
En el modelo ideacional, se adhieren dos categorías explicativas al modelo dialéctico: el contexto ideacional y las ideas programáticas. Desde esta perspectiva, las
ideas programáticas son variables independientes que propician la configuración
de las redes de política —variables intermedias—, que decantan en resultados de
política —variables dependientes—. La relación entre estas variables no tiene una
causalidad lineal, sino dialéctica (Kisby, 2007).
Tomar las ideas programáticas como variables independientes abre un nuevo interrogante: ¿qué se comprende por ideas programáticas?
El modelo ideacional plantea que las ideas programáticas no son un símil de la
ideología, no representan un equivalente a paradigmas y tampoco son formas particulares de ver el mundo. Las ideas programáticas se comprenden como afirmaciones o coordenadas sistemáticas que circulan en torno a temas específicos y se
encuentran caracterizadas por tener la capacidad de incidir en el comportamiento
de los agentes de la red de política. En el caso objeto de estudio, las ideas programáticas se suscriben a un campo específico de debate, que es la descentralización.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Figura 2. Esquema del modelo ideacional de análisis de redes de política
Contexto
ideacional
Ideas
programáticas
Estructura
de la red
Contexto
estructural
Resultados
de política
Recursos de
los actores
Destrezas
innatas
Aprendizajes
de los
actores
Destrezas
actores
Interacciones
de la red
Relación de causalidad
Retroalimentación
Fuente: Kisby (2007)
En función de lo antes expuesto, se entiende que el modelo ideacional brinda
la capacidad de generar explicaciones sobre los resultados de política, en tanto
consigue explicar cómo las ideas son una variable que propicia la configuración
de las redes de política, motivando formas de agencia particulares en aquellos
que integran la red, que son quienes inciden en la generación de los resultados de
política. Es importante señalar que el modelo ideacional no asume que las ideas
inciden por sí mismas en los resultados políticos, sino que estas requieren un
marco ideacional propicio que transforme estructuras y que, además, incida en
las agencias de los actores.
Un elemento que concentra y moviliza la producción y discusión de ideas son
lo que Haas (1992) denomina comunidades epistémicas. Estas comunidades se
conciben como redes de profesionales que gozan de prestigio por su experiencia o
capacidades, cuestión que las posibilita a ocupar un lugar de autoridad en torno a
75
Saraí García y Viviana Montalvo
la formulación, diseño o cambios de política según la experticia y el conocimiento
que poseen (Kisby, 2007). En el caso analizado, la comunidad epistémica se conformó con académicos pertenecientes a la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO) sedes de Chile y México, la Universidad Autónoma de México
(UNAM) y otros académicos independientes, como Xavier Albo y Álvaro García, de
Bolivia; Bonaventura de Souza Santos, del Brasil, entre otros (Dávila, 2013).
Pese a que las comunidades epistémicas tienen la posibilidad de difundir ideas
desde el lugar del conocimiento, es necesario señalar que ese conocimiento experto no es neutral, y que, en el contexto de redes de política, suele ser empleado
para reforzar o modificar comportamientos que logren incidir en los resultados
de política. El aporte de Haas (1992) es coincidente con el modelo ideacional,
en tanto asume que las ideas por sí mismas no son transformadoras, sino que
alcanzan este potencial cuando logran incidir en el comportamiento los actores.
Haas (1992) sitúa las ideas como elementos que pueden generar cambios en la
ideología, es decir que las enmarca en un nivel macro, cuestión que no comparte
el modelo ideacional, en tanto este asume la capacidad de las ideas programáticas desde un nivel meso (Kisby, 2007). La diferencia de comprender las ideas en
una dimensión macro y una meso reside en que, desde una perspectiva macro,
las ideas conforman la ideología, mientras que, desde una interpretación meso,
según Berman (1998), las ideas se asumen como «el marco conceptual dentro
del cual se formulan los programas de acción» (Kisby, 2007). En este sentido,
comprender las ideas desde una perspectiva meso implica situarlas en un campo
determinado y específico de política; condición que las posibilita a hacer transformaciones particulares, las cuales representan los intereses de los agentes de
la red.
En este escenario, al comprender las ideas en el marco de políticas específicas,
la categoría de ideas programáticas permite dilucidar cómo se producen los
cambios de política. Aunque el modelo ideacional asume el papel central de las
ideas respecto de la comprensión del mundo, también resalta que las ideas no se
encuentran en una dimensión aislada de las condiciones materiales y concretas
existentes en un contexto. De esta manera, se asume que las dimensiones de lo
ideal y lo material se articulan en un continuo interjuego.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
La relación de interacción entre las ideas y lo concreto es comprendida por el modelo ideacional desde una perspectiva que sugiere que las ideas tienen capacidad de transformación cuando logran materializarse en el comportamiento de los
agentes (Kisby, 2007). Por tanto, el peso de las ideas reside en su capacidad de
incorporarse o configurar una red de políticas que propicie su defensa y difusión.
Explicar la incidencia que las ideas programáticas tienen respecto del comportamiento de los actores de la red es comprender que estas ideas no están sueltas,
sino que devienen de contextos ideacionales específicos, que también operan en
el accionar de los agentes. La noción de contexto ideacional es clave para comprender cómo las ideas se articulan con una estructura social y cómo en función
de esa articulación pueden surgir ideas programáticas que promuevan o intenten
modificar la organización social (Kisby, 2007). En el caso ecuatoriano, el contexto ideacional que propició la reforma a las políticas de descentralización en la
Constitución del 2008 promovía la transformación de las instituciones políticas
y sociales.
Al comprender las ideas programáticas en una relación dinámica entre estructura
y agencia, se entiende que estas ideas no son estáticas, y que los agentes necesariamente tienen una posición activa respecto de ellas. Esta condición hace
a los agentes de la red no solo meros difusores de ideas, sino también posibles
transformadores o modificadores de las ideas programáticas que incentivan la
red de política. La capacidad de modificarlas dependerá de cuán cerrada o porosa
sea la estructura de la red.
En este sentido, mientras más porosa sea una red de política, las ideas programáticas sostenidas por ella podrán modificarse con mayor facilidad, presentando
una tendencia al desarrollo de capacidades de innovación. Si la red tiende a la
cohesión, la posibilidad de transformar las ideas programáticas será menor. Pese
a ello, la condición de alta interconexión de la red que dificulta el desarrollo innovación será la que posibilitará a la red a operativizar las políticas de forma más
eficiente (Sandström y Carlsson, 2008).
77
Saraí García y Viviana Montalvo
3. De la autonomía local al Estado central como articulador principal
Si bien el período de análisis del objeto de este estudio se ubica en la discusión
y aprobación de la Constitución 2008, es la implementación de esta nueva ley fundamental la que sentó las bases del cambio en las políticas de descentralización.
Decimos esto porque marcó un punto de quiebre y transformación respecto de
las relaciones existentes entre los gobiernos subnacionales y el Gobierno central;
cuestión que se instrumentalizó, finalmente, en la aprobación del Código Orgánico de Organización Territorial Autonomía y Descentralización.
La Constitución de 2008 establece un conjunto de disposiciones que plantean la descentralización del Estado en el marco de nuevas relaciones entre
el Gobierno central y los entes seccionales. Si bien se precisan las competencias del Gobierno central, una visión predominante terminó por concebir que su rol deba ser omnipresente, a tal punto que leyendo las nuevas
normas podría pensarse que la autonomía de los gobiernos seccionales
debería ser secundaria (León, 2008).
Para comprender cuáles fueron las ideas programáticas que propulsaron el cambio de política antes mencionado, es importante situarse en los acontecimientos
que precedieron a la Constitución y que propiciaron un cambio en el contexto
ideacional, que impulsó una restructuración con respecto a las formas de comprensión del rol del Estado respecto de los gobiernos locales.
El período previo a la Constitución del 2008 se caracterizó por una profunda crisis de gobernanza referente a condiciones de inestabilidad dentro del Gobierno
central, por la incapacidad de los «gobiernos que no lograban definir una política
económica o esta era bloqueada de inmediato, con los cambios ministeriales
frecuentes, con ministros que inclusive duraron semanas y con seis presidentes
entre 1996 y 2006» (León, 2008). En este escenario, las municipalidades
se presentaban como instituciones «que ofrecían soluciones y recuperaban
el sentido de la política» (León, 2008), cuestión que, a su vez, provocaba una
superposición entre los distintos niveles de gobierno. Fue en este escenario que,
78
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
… al momento de diseñar la Constitución de 2008 (…), la idea de una mayor transferencia de competencias a los entes seccionales, a diferencia de
1998, ya era deseable y promovida por los actores locales, cuando antes
estos tenían como prioridad la transferencia de mayores recursos y no tanto de competencias. Así, el rol asumido por los gobiernos seccionales se
tradujo en mayor votación y aceptación de estos y el modo cómo se vivió
la crisis política de los últimos años contribuyó a la buena aceptación de la
descentralización (León 2008).
Para analizar el cambio de las políticas de descentralización a partir de la propuesta del modelo ideacional, se identifica una transformación en el contexto situacional, caracterizado por situar una fase de transición en lo que, según Basabe
(2000), son la segunda y tercera etapas de la democracia ecuatoriana. La segunda etapa fue un período de marcada inestabilidad política e implosión partidista.
Empezó con la salida del Abdalá Bucaram en 1997 y se consolidó con la aprobación de la Constitución de 1998. Finalmente, culminó con la elección de Rafael
Correa en 2006 (Basabe, 2009).
Esta fase se caracteriza por un proceso de reformas institucionales (19951998) y agotamiento de recursos económicos —con la crisis financiera
y caída de los precios del petróleo en 1999—, lo que intensifica el conflicto
político. El poder formal del presidente aumenta, mermando así la poca capacidad legislativa y distributiva del Congreso, hasta convertirlo en un cuerpo
puramente fiscalizador y desprestigiado. Tanto los espacios de gobierno como
los mecanismos de control —Corte Suprema, Tribunal Electoral, Fiscalía, Procuraduría, etc.— pasan a ser instrumentos de chantaje político en manos de una
oposición que busca invadir, no compartir, espacios de poder (Mejía y Polga,
2009, citado por Basabe, 2009: 403).
La tercera etapa de la democracia en el caso ecuatoriano comenzó con la elección de Rafael Correa y se cristalizó a partir de la aprobación de la Constitución
del 2008.
Los primeros pasos del proceso se hallan en la aprobación de un diseño constitucional caracterizado por la ausencia de consensos políticos
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Saraí García y Viviana Montalvo
amplios y en el que resalta una retórica de promesas normativas que difícilmente podrían satisfacer aún los Estados más desarrollados (Basabe,
2009: 404).
Por lo antes expuesto, se sostiene que, previo a la Constitución del 2008, el
Estado se había caracterizado por la existencia de un período de crisis de gobernabilidad, que debilitó las capacidades del Estado central, al tiempo que se fortalecieron los gobiernos municipales. La transformación del contexto en la tercera
etapa de la democracia apelaba a la reconstitución del Estado central como un
eje integrador y coordinador de los distintos niveles de gobierno.
Es así que el contexto situacional marcó un punto de partida para la trasformación del contexto ideacional, que pasaba de ser planteado desde el ideal de la disminución Estado, en el marco de la ola de reformas estructurales. A partir
de 2006, se empezó a situar al Estado como una institución que necesitaba ser
fortalecida consolidando la institucionalidad de lo central como ente legítimo de
la planificación y coordinación de los distintos niveles de gobierno.
En este contexto, se evidencia que, en torno a la descentralización, en la Constitución del 2008, existieron dos ideas programáticas en disputa; la primera refería
a la autonomía de los gobiernos locales que, a su vez implicaba una disminución
del rol del Estado Central. La segunda idea programática, que logró prevalecer
sobre la primera, apuntaba a establecer al Estado central como un eje articulador
y coordinador de los gobiernos subnacionales, lo que disminuía la autonomía de
estos últimos.
Dentro de la Asamblea Constituyente, la temática de descentralización fue trabajada en la mesa 4: Ordenamiento Territorial y Asignación de Competencias. Esta
mesa estuvo conformada mayoritariamente por asambleístas pertenecientes
a la bancada de Alianza País (8 AP,2 SP, 1 UNO, 1 PK, 1Prian). Durante la Asamblea Constituyente, se realizaron distintos esfuerzos para lograr la concertación
entre el Gobierno central y los seccionales, sobre todo, en cuanto al proceso de
regionalización a partir del trabajo de una SENPLADES encargada de diseñar las
propuestas del Gobierno que tendían, más bien, a recuperar la centralidad estatal,
desde el lugar de la planificación y coordinación, desde lo nacional para con local.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Un elemento clave dentro de la configuración de las propuestas conformadas
en la mesa 4 fue la idea de participación. Ejemplo de ello fue la presentación de
varios grupos y movimientos como el movimiento indígena durante los debates.
Sin embargo, el producto final se elaboró al margen de las discusiones participativas que el proceso había implicado inicialmente (León, 2008).
La redefinición del rol de lo estatal frente a lo municipal incidió particularmente
en la asunción de competencias por parte de los gobiernos locales, las cuales,
con la Constitución de 1998, quedaban a criterio de ellos; es decir que eran
competencias «a la carta». Ahora esas competencias tenían un carácter de
obligatoriedad y, además, debían adaptarse a los objetivos planteados a nivel
nacional. Esto disminuyó la autonomía que, de forma emergente y debido a crisis
políticas del Gobierno central, los gobiernos locales, sobre todo municipales,
habían llegado a desarrollar (León, 2008).
Se considera que la idea programática que prevaleció en la Asamblea constituyente respecto del ordenamiento territorial fue la de refundar al Estado central
como una institución solvente e integradora que debía tener la capacidad de ordenar y regular gobiernos locales que habían asumido competencias de forma
emergente y, por tanto, poco planificada. Esta idea puede verse reflejada en discursos como el siguiente:
La idea de buenos gobiernos locales en un mal país puede inducir a conclusiones y acciones equívocas. Las coberturas de los servicios municipales
de salud o educación, cuando las hay, son marginales en relación con las de
los servicios fiscales y, en algunos casos, no tienen el menor asidero técnico; son operaciones de legitimación política. El equívoco está presente:
lo local se afianza en el descalabro de lo nacional, pero no construye capacidad de universalizar derechos; a la vez, lo nacional no alcanza a construir
una respuesta sistémica, activa y transformadora; sobrevive congraciándose con cada ciudad en las efemérides locales (Barrera, 2006).
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Saraí García y Viviana Montalvo
Figura 3. Ideas programáticas del proceso reforma a la política
de descentralización
Autonomía de los gobiernos
locales que, a su vez, implicaba
una disminución del rol del
Estado central
Estado central como eje articulador
y coordinador de los gobiernos
subnacionales, lo que supuso
una disminución de la autonomía
de los últimos
Fuente: Elaboración propia
El modelo ideacional sostiene que las ideas programáticas no existen por sí mismas, sino que llegan a efectivizarse en función de la incidencia que tienen en el
comportamiento de los actores de la red de política. A continuación, se detallará
quiénes fueron los integrantes de la red y qué ideas programáticas compartían.
Según la lectura de Dávila (2013), una de las presencias más importantes en el tejido de la Asamblea Constituyente fue al del expresidente Rafael Correa, junto con
el movimiento Alianza País. Se da relevancia a esta figura en tanto dinamizó el capital político tras el período de crisis de representatividad suscitado en el país
(Dávila, 2013) durante la segunda etapa de la democracia ecuatoriana. Los actores
que se suscribieron a la propuesta del Movimiento Alianza País, que promulgaba
el fortalecimiento del centralismo, fueron «el Movimiento Popular Democrático (MPD),
y Pachakutik, que, a la vez, representaba al movimiento indígena y a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE)» (Dávila, 2013: 79).
En este contexto, se ubica la Asamblea Constituyente de Montecristi, que
responde por un lado a la estrategia electoral y de polarización analizada, y
por otro, al deseo más ideológico de constituir un marco que fundamente la
creación de un nuevo régimen político, modificando las relaciones entre el
Estado, la sociedad y la economía (Ortiz, 2008).
Otro actor estatal que cobró relevancia por su fuerte vínculo con el Ejecutivo
fue SENPLADES. Tras la vinculación de estos actores, otras agrupaciones
minimizaron su participación en la elaboración de las propuestas. Por ejemplo,
el movimiento indígena, debido una falta de concertación interna en cuanto
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
a la autonomía de los territorios ancestrales, tuvo poco peso en el debate.
La representación de partidos políticos tradicionales, como, Madera Guerrero
y el Partido Social Cristiano, que se oponía a la nueva lógica de descentralización,
tuvo una presencia mínima, condición asociada a una falta legitimidad del partido
frente a la población durante ese momento político (Dávila, 2013).
En este escenario, la Asociación de Municipalidades Ecuatorianas (AME) llegó a
instrumentalizarse por el Ejecutivo nacional, por lo que sirvió como una instancia
de negociación entre el Ejecutivo y las distintas municipalidades, a excepción de
Quito y Guayaquil, que negocian con el Estado central de forma directa (Dávila, 2013).
Otras organizaciones que se alinearon a la nueva propuesta de descentralización
fueron «el Consorcio de Consejos Provinciales (CONCOPE) y las juntas parroquiales representadas por el Consejo Nacional de Juntas Parroquiales Rurales del
Ecuador (CONAJUPARE)» (Dávila, 2013).
Además de operar desde el campo de lo político, se encontró la presencia de
actores que intervinieron desde las comunidades epistémicas, quienes operaron
en calidad de expertos promulgando ideas a favor de la reforma de la política de
descentralización. Fue así que la discusión de la asamblea recibió apoyo de una
delegación del
… Centro de Estudios Políticos y Sociales de España, que fue un equipo
de abogados de la Región Vasca, además de otros asesores que vinieron
delegados del gobierno de Cataluña en los que figuraban nombres, como
Decido Machado, Roberto Viciano, Marco Aparicio y Francisco Palacios
(Dávila 2013).
Sin embargo, la presencia de estos expertos no fue la única, es así que
… previo a los debates, se realizaron conferencias y charlas con expertos
de Bolivia, Colombia, que fueron invitados por la Asamblea o por la misma
SENPLADES. Estos profesionales ampliaron las discusiones con una pluralidad de posiciones que venían de la propia experiencia de sus países, como
la reforma del Estado y la descentralización. Entre este grupo de profesionales, hubo la presencia de académicos de FLACSO Chile, FLACSO México,
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Saraí García y Viviana Montalvo
UNAM de México. Entre los nombres de estos académicos, destacan Xavier
Albo y Álvaro García Linera (Bolivia), William Asees (Holanda), Boaventura
de Sousa Santos (Portugal), que representaban el capital político basado en
la reputación de los intereses de Alianza País (Dávila, 2013).
El último actor identificado con un rol de intermediiario a través del lugar de fiscalización fue la cooperación internacional, sobre todo, la Cooperación Técnica
Alemana (GTZ).
La interacción de los actores antes mencionados y su adherencia a distintas a las
ideas programáticas que incidieron en su comportamiento dentro de la Asamblea
Constituyente desencadenaron la concreción de una nueva lógica de la política
de descentralización plasmada en la Constitución 2008. Esta tendía a fortalecer
una forma de gobierno que depositaba en el Estado central las capacidades de
integración y coordinación de los gobiernos subnacionales.
Luego de identificar a los actores involucrados en el proceso de reforma, se procesó la información a través de una matriz binomial. Se empleó el método de
grafos para visualizar la configuración de la red de política estudiada a partir del
programa Gephi.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Figura 4. Red configurada en la reforma de la política de descentralización
M4
CESPE
MPD
CONCOPE
EBOL
SEMPLADES
GYE
FLACSOMX
ECOL
UNAM
JN
PM
UO
AME
FLACSOCH
CONAJUPARE
RF
AP
PK
CONAE
AC
GTZ
MG
PSC
en la Constitución 2008
Fuente: Elaboración propia
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Saraí García y Viviana Montalvo
Conclusiones
Una vez situada la información descrita a lo largo de este texto en la matriz binomial de
relaciones, que posibilita observar de forma gráfica la red que permitió la trasformación
de la ley, se concluye que la SENPLADES fue un actor clave por su capacidad de vincular
la comunidad epistémica que apoyaba el proceso de reforma. Asimismo, operó como
un nodo con alta concentración y capacidad de mediación entre las organizaciones
autónomas que representaban a las municipalidades, y de refuerzo de las posiciones
periféricas de los municipios que se oponían a la reforma —Quito y Guayaquil—.
La Asamblea Constituyente fue otro actor que presentó una alta densidad y capacidad
de mediación entre los partidos y movimientos políticos que estuvieron implicados
en la transformación del modelo de descentralización, siendo aquellos partidos que
se aliaron con Alianza País los que muestran una mayor centralidad. En cambio,
aquellos que manifestaron oposición se situaron en instancias periféricas respecto
de las posiciones de decisión ocupadas en la Asamblea. Además, se observó que,
a diferencia de lo previsible, la Mesa 4: Ordenamiento Territorial y Asignación de
Competencias tuvo un papel periférico en la trama de reformas.
Finalmente, ha de resaltarse el papel de centralidad y mediación que ejecutó el presidente
Rafael Correa como nexo vinculante entre la Asamblea Constituyente y la SENPLADES. Se
considera que aquello que conectó a ambos organismos fue la dinamización del capital
político con la cual contaba la figura de Correa durante ese período, que materializó a
través de distintas vinculaciones las reformas a la descentralización dentro del país.
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Cómo citar este artículo
García, S. y Montalvo, V. (2020). «Los procesos de descentralización en el Ecuador: de la autonomía municipal a la articulación de lo local desde el Estado central». En Estado abierto. Revista sobre el Estado, la administración y las políticas
públicas, 4, (2), pp. 69-87.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 89-114
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Cambios y continuidades en la formación del
Ejército Argentino. La doctrina peronista (1945-1955)
y la teoría francesa (1955-1973)
Por Alejo Tolosa*
Resumen
El presente artículo analiza en perspectiva histórica los lineamientos que orientaron la política educativa de las fuerzas armadas en relación con sus prácticas
institucionales y su vínculo con las políticas estatales en dos momentos históricos diferentes: los dos primeros gobiernos peronistas (1945-1955) y los años
de proscripción del peronismo (1955-1973). Aún con ciertas continuidades de
larga duración, se sostiene que las modificaciones en las políticas estatales generaron cambios en los lineamientos de la formación militar. Este trabajo aborda
el Ejército en tanto institución corporativa y con cierto grado de autonomía, una
institución estatal objeto de políticas públicas.
Palabras clave
Ejército – educación – políticas públicas – peronismo.
Abstract
This article analyzes in historical perspective the guidelines that guided the educational policy of the armed forces in relation to their institutional practices and
their link with state policies at two different historical moments: during the first
two peronist governments (1945-1955) and the years of the peronism proscription (1955-1973). Even with certain long-term continuities, it is argues that changes in state policies generated changes in the guidelines of military training. This
work approaches the army, as a corporate institution and with a certain degree of
autonomy, as a state institution subject to public policy.
Key words
Army – education – public policies – peronism.
* Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Maestrando en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés (UdeSA).
89
Alejo Tolosa
Introducción
La política estatal siempre es una política situada, con factores contextuales de
los cuales no puede escindirse. Oszlak y O´Donnell (1981) lo han señalado en un
trabajo liminar sobre políticas públicas en América Latina de la siguiente manera:
... las políticas estatales permiten una visión del Estado «en acción» desagregado y descongelado como estructura global y «puesto» en un proceso social en el que se entrecruza complejamente con otras fuerzas sociales
(Oszlak y O´Donnell, 1981: 6).
En los términos de estos autores, las políticas estatales adquieren un rol activo.
Siguiendo esto, ubicar las políticas de formación de la oficialidad en el terreno de
los procesos sociales permite descongelar y desagregar visiones más o menos
estáticas sobre la formación de la oficialidad. Historizar esta relación, con el objetivo de repensar qué lineamientos ha desarrollado el Ejército —y cómo se han
impuesto determinados paradigmas— permitirá abordar una institución corporativa y con cierto grado de autonomía, en tanto institución estatal productora y, a la
vez, objeto de políticas estatales. En este sentido, la relación entre Ejército y Estado
ha sido conflictiva y ha quedado lejos de resolverse, perteneciendo al terreno de los
debates sobre autonomía militar o subordinación al poder civil (López y Pion-Berlín,
1996). Por esta razón, la relectura de los aportes de Morris Janowitz (1967)
o Samuel Huntington (1964) invitan a abordar nuevos debates en torno al rol
de las fuerzas armadas y su formación en el marco de las sociedades democráticas del siglo xxi. Al respecto, Samuel Huntington señala lo siguiente:
Mientras todas las profesiones son hasta cierto punto reguladas por el Estado, la profesión militar es monopolizada por el Estado. La aptitud del médico
es diagnosis y tratamiento; su responsabilidad es la salud de sus clientes.
La aptitud del oficial es el manejo de la violencia; su responsabilidad es la
seguridad de su cliente: la sociedad (Huntington, 1964: 29).
Aun siguiendo estas consideraciones propuestas por Huntington, la historia del
siglo xx ha demostrado que, en reiteradas oportunidades, los militares han puesto en jaque las democracias en América Latina. En este sentido, se entiende que
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
el análisis histórico de la formación de la oficialidad puede brindar algunas claves
para repensar las políticas públicas en ámbitos corporativos y con cierto grado
de autonomía, como el Ejército. Del análisis de los basamentos históricos, podrán
surgir formas de abordar los desafíos actuales de las fuerzas armadas y las
políticas públicas en torno a ellas, que no son otras que las políticas de defensa, y exceden al ámbito estrictamente militar. Esto conmina a desarrollar una
cuestión central de esta relación: las fuerzas armadas pueden y deben abordarse
desde las políticas públicas estatales. La responsabilidad ética en la ejecución de
políticas de defensa, entendidas como políticas públicas o estatales, resulta, en
este sentido, pertinente a los fines de este artículo.
A lo largo de las páginas siguientes, se hará hincapié en los orígenes y en los cambios en los lineamientos y paradigmas de la formación, tomando para ello algunos
ejemplos del Colegio Militar de la Nación (en adelante, CMN) y la Escuela Superior
de Guerra (en adelante, ESG). De esta manera, no se pretende realizar un análisis
exhaustivo de los planes de estudio, pese a que se recurre a estos para ilustrar
cambios o continuidades en la búsqueda de observar cómo los lineamientos en la
educación militar imprimieron un curso de acción determinado y no otro.
1. La centralización y la constitución de un ejército nacional
Desde sus comienzos, el Ejército Argentino como institución profesional y centralizada se ha basado en el modelo decimonónico europeo y se nutrió de sus aportes en materia de formación educativa: esto se produjo a través de su integración
en un circuito internacional de intercambios y de visitas de profesores extranjeros. Esta impronta de los ejércitos de línea europeos, que adquirieron de manera
temprana los oficiales argentinos, impactó profundamente en la formación militar
a lo largo del siglo xx. Hay que tener en cuenta que, si bien estos países europeos poseyeron una importante tradición militar, los procesos de centralización
y unificación de los Estados Nación europeos —como el caso de la unificación
italiana alrededor de 1870— fueron procesos relativamente contemporáneos a
la consolidación de los Estados Nación en América Latina. Algo similar sucedió
con la profesionalización de sus fuerzas armadas y a medida que los requisitos
de realización personal ganaron peso sobre la noción de adscripción, entendida
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Alejo Tolosa
como el lugar estamental u origen en la sociedad para pertenecer al cuerpo de
oficiales, se hizo necesario pensar un trayecto profesional y una carrera posible al
interior de las fuerzas. En consonancia con esto, el sociólogo Janowitz (1960), en
su análisis del ejército norteamericano, ha señalado que recién se puede hablar
de profesionalización militar a partir de mediados del siglo xix.
El impulso modernizador decimonónico brindó las condiciones para la adopción
de estrategias centralistas y posibilitó una carrera profesional en el extremo sur
del continente americano. Como parte de esto, el surgimiento de academias militares se llevó a cabo en el marco del establecimiento de políticas públicas educativas y un sistema de educación con pretensiones nacionales.
Así la búsqueda de erigir un ejército centralizado debe observarse como un fenómeno multicausal en su misma conformación y evolución histórica: las dimensiones políticas, sociales, y los cambios en las formas de hacer la guerra y defender
las fronteras fueron definiendo las características de los ejércitos americanos.
Más allá de los conflictos bélicos, que produjeron innumerables problemas socioeconómicos en las sociedades, una de las preocupaciones centrales del poder
político en tiempos de paz ha sido la desmovilización militar. Desde la antigüedad,
centralizar a los levantados en armas y desarmar a sociedades movilizadas en pos
de un objetivo común no ha sido una tarea fácil para el poder político. El emperador romano Alejandro Severo (222-235 d. C.) resumió estas preocupaciones mediante las siguientes palabras: «No hay que temer a los soldados mientras estén
adecuadamente vestidos y bien armados y tengan un par de botas sólidas, la tripa
llena y algo de dinero en la faltriquera» (Parker, 2010: 60).
A partir de la modernidad, la especialización y la tecnificación en las formas de
llevar a cabo la guerra han demandado mayores esfuerzos para sostener la cohesión y unidad en las filas; o bien para desmovilizar a las tropas, más allá de las
consideraciones señaladas por el emperador romano. La especialización técnica
de la modernidad influyó sobre la profesionalización (Janowitz, 1967: 20), y esto,
a su vez, provocó cambios sobre las formas de hacer la guerra y sus implicancias
políticas y sociales. Por esta razón, desde la modernidad en adelante, la formación
de los oficiales ha tenido un rol central en los sistemas educativos del mundo.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
En nuestro continente, el problema de la centralización y profesionalización ha sido
una constante en la historia de los siglos xix y xx, debido a que, mientras el realismo perdía sustento en el continente americano, la dispersión del poder fue dando
lugar a dos procesos convergentes: por un lado, la intromisión directa de otras
potencias, como Inglaterra; y, por el otro, la aparición de nuevas formas de organización militar. Frente al desgaste de los cuerpos de línea que habían formado
las autoridades realistas, las invasiones inglesas (1806-1807) impulsaron a la población rioplatense a enrolarse en cuerpos de soldados con escasa experiencia
militar para hacer frente al invasor (Rabinovich, 2013).
A partir de este momento, la población se enroló en milicias que se rebelaron
frente a la injerencia británica y la repelieron con ímpetu en dos ocasiones. Esto
produjo algarabía entre los soldados de hecho y alarmó a las autoridades coloniales. La población se había levantado en armas y, una vez que se produjo el triunfo,
desde el Gobierno colonial buscaron contrarrestar este proceso. Pese a los intentos de poner un coto a la provisión de armamentos a la población, esta participación militar llegó a su máxima expresión durante las batallas por la independencia
que se libraron en el continente entre 1808 y 1826. En un ensayo, Rubén Perina
(1983) ha señalado lo siguiente sobre el rol fundante de las invasiones inglesas
en la militarización:
Es en estos sucesos históricos de 1806-1810 que se halla el origen de la
participación militar en la política argentina. Desde este período en adelante,
los militares han permanecido próximos al centro de poder y como influencia decisiva en la política nacional (Perina, 1983: 28).
Si bien las luchas por la independencia suponen un punto de inflexión, así como la
militarización y la injerencia en asuntos de gobierno, no ha sido menos importante la experiencia de los cuerpos de línea fundados por las autoridades peninsulares.
Las fuerzas terrestres coloniales tuvieron su propia organización y división administrativa en distintas armas: la caballería, la infantería y la artillería (Rabinovich, 2013).
Siguiendo esto, la creación de los ejércitos independentistas tuvieron una génesis
particular: fueron dirigidos por letrados o militares de carrera formados en las academias europeas al frente de soldados criollos con escasa o nula experiencia militar.
93
Alejo Tolosa
Los mecanismos de ascenso, principalmente por destreza en el campo de batalla,
así como la organización en el marco de milicias fueron dos diferencias sustanciales de los ejércitos milicianos criollos con los ejércitos de línea europeos; cuyos
cuerpos de oficiales —en su mayoría— estaban compuestos por soldados con unidad de origen, es decir, hijos de nobles al servicio de los ejércitos regulares.
En un artículo reciente, Juan Manuel Ugarte ha señalado que las competencias
extramilitares que ejercieron las fuerzas armadas —como la ocupación de puestos de gobierno— pueden rastrearse en los albores de las naciones americanas.
En efecto, estas competencias extramilitares eran deudoras de la plurifuncionalidad que ejercieron los militares de carrera realistas durante el período colonial. En otras
palabras, la relación entre poder militar y poder político, que se gestó a fines del
siglo xix y continuó durante el siglo xx, puede rastrearse en la misma tradición
hispánica: así la organización colonial permitió mayores competencias en el ejercicio de gobierno a los militares de carrera peninsulares (Ugarte, 2018). Por esta
razón, matizando lo señalado anteriormente por Perina, desde este enfoque, el
fenómeno de la militarización a principios del siglo xix se asentó sobre la base de
una injerencia militar permanente en los asuntos de gobierno locales.
A pesar de esto, durante las guerras de la independencia, esta militarización alcanzó su máximo esplendor. El reclutamiento —voluntario o forzado— robusteció las filas de la independencia en su lucha contra el avance del realismo en el
continente. Con fluctuaciones coyunturales, los ejércitos que lucharon contra los
realistas necesitaron víveres y provisiones. La leva se concentró en los estratos
más pobres, lo que les permitió a los sectores de mayores riquezas contribuir de
mala gana con provisiones y evitar así el enrolamiento en los ejércitos milicianos.
Una vez consolidada la independencia, la preocupación de las autoridades
de Buenos Aires fue pacificar y asentar el control político sobre el territorio, por
ende, esto también consistía en desarmar a los veteranos revolucionarios.
La disputa entre las milicias y el poder político liberal, que se instauró a partir de
los años veinte, se tradujo en purgas y reacomodamientos que, con la llegada al
poder de Rivadavia (1824-1826) y su reforma militar, concluyó con el pase a retiro
de la mayoría de veteranos y militares de los ejércitos de la independencia
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y desarticuló también a la flota de mar que había fundado apenas unos años
antes el almirante Guillermo Brown. Así la reforma rivadaviana persiguió como
objetivo la dispersión del espíritu revolucionario de mayo y de las batallas por
la independencia. El proyecto rivadaviano buscó dispersar el capital militar, pero
sobre todo político, de los veteranos de las guerras de la independencia.
En contraposición con los ejércitos regulares de Europa, las milicias han sido defensas soportadas y alentadas desde los Estados americanos. Esto también se
produjo en el extremo norte del continente, como ha señalado Janowitz:
Se mantuvo un ejército permanente norteamericano pequeño, casi minúsculo, así la principal fuente de poder fue la milicia estatal. Se orientó la
organización de la fuerza terrestre de modo que interviniese en la represión
de los desórdenes civiles, la pacificación de las tribus indias y el desarrollo
de útiles actividades de ingeniería (...). Por el contrario, el sistema europeo
hizo mayor hincapié en los ejércitos permanentes, las reservas adiestradas,
la profesionalización del cuerpo de oficiales y la preparación intensiva para
la guerra entre las naciones (Janowitz, 1967: 36).
En suma, el rol de los ejércitos americanos estuvo en contacto con las necesidades políticas de las clases dirigentes desde las batallas de la independencia.
En perspectiva comparada, el rol y las tensiones que tuvo el ejército norteamericano, en términos de Janowitz, no difieren demasiado del sistema argentino
durante los gobiernos liberales a fines del siglo xix. En su evolución histórica,
la profesionalización militar fue un producto de la implantación de los Estados
Nación, pero la presencia militar en asuntos de gobierno se remonta a la misma
organización del sistema colonial.
2. Hacia una educación militar: antecedentes de una academia profesional
Con la desarticulación del incipiente ejército miliciano, y la dispersión de los veteranos de las guerras de independencia, se crearon cuerpos de soldados locales
bajo el patrocinio de algún caudillo o figura política, conocidos como milicias o
Guardias Nacionales. Juan Manuel de Rosas, terrateniente y luego gobernador de
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Alejo Tolosa
la provincia de Buenos Aires, llegó a reclutar alrededor de treinta mil hombres;
proporción similar a los ejércitos de otros caudillos de la época, como Facundo
Quiroga o Estanislao López. No obstante, el triunfo de los regimientos de caballería que respondieron a la Confederación sobre las huestes rosistas en Caseros
(1852) cambió drásticamente el escenario local; lo que dio por finalizado el ciclo rosista y permitió a la Confederación tomar el poder nacional. Bajo el nuevo gobierno, se elaboraron algunas concepciones sobre la profesionalización del Ejército
ante la división de los levantados en armas. Entre 1860 y 1861, la Confederación
estuvo presidida por Santiago Derqui, abogado por la Universidad Nacional
de Córdoba, que sería eventualmente catedrático de filosofía y vicerrector de
la Universidad.
Si bien no llegó a efectivizarse, Derqui propuso profesionalizar el ejército de la Confederación. Para él, era de vital importancia crear una usina de profesionales de
la guerra. Esta iniciativa fue presentada en el Congreso de Paraná (17 de marzo de
1860), donde sostuvo la importancia de crear una academia teórico-práctica destinada a la formación de oficiales (Buján, 2001). Finalmente, esto no se implementó, ya que los exiguos recursos fiscales fueron destinados a sofocar los conflictos
internos, pero legó un precedente importante.
El mandato de la Confederación sería efímero cuando, en la batalla de Pavón
(1861), la disputa entre federales y unitarios se definió a favor de los últimos. Con
la renuncia de Derqui, el poder ejecutivo quedó a cargo de Bartolomé Mitre, que
concentró la gobernación de Buenos Aires y los designios de la nación. Mitre
impuso una profunda reorganización de las fuerzas armadas purgando a los últimos jefes de la independencia y nacionalizó las competencias del Ministerio de
Guerra de Buenos Aires. Muchas unidades se refundieron en otras por dos motivos; por un lado, para integrarse a la campaña del ejército aliado en el Paraguay;
y por el otro, para sofocar las rebeliones del interior que amenazaban la visión
porteño-céntrica.
Durante el Gobierno de Mitre, se produjeron intentos para conformar una escuela
militar: en 1862, el Congreso Nacional asignó una partida de diez mil pesos fuertes para su creación; y luego, en 1865, se intentó enviar una comitiva de oficiales a
la Academia Militar francesa de Saint-Cyr, una de las más prestigiosas de Europa
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y que ejercía un rol de vanguardia en la elaboración teórica sobre la guerra. Ninguna de estas iniciativas, finalmente, fue realizada.
Durante la Guerra del Paraguay (1865-1870), las cargas impositivas de las campañas interiores fueron absorbidas por los gobiernos provinciales. La guerra
dejó como saldo la destrucción del aparato productivo, la amputación de parte
de la zona del Matto Grosso y la muerte de casi todos los varones del Paraguay.
La campaña se extendió más de lo esperado y precisó, de manera progresiva, una
mayor proporción de soldados destinados a la ocupación. La alta tasa de deserción
en el ejército de Mitre fue compensada por el reclutamiento forzado, pero el conflicto evidenció las falencias del sistema militar nacional ante la falta de un cuerpo
de oficiales estandarizado. Al respecto, señala Oszlak en su libro La formación del
Estado argentino:
Formalmente, Mitre organizó un ejército regular en 1864 creando cuerpos
de línea que se distribuyeron estratégicamente por el interior del país. Sin
embargo, transcurrirían todavía muchos años hasta que la institución militar consiguiera organizarse sobre bases más o menos estables. A las dificultades inherentes a la organización de sus cuadros, las provincias, nunca
resignadas a perder su poder de convocatoria de milicias, sumarían nuevos
obstáculos manifestados en diversas formas de enfrentamiento con el Gobierno nacional (Oszlak, 2018: 99).
En efecto, la Guerra del Paraguay evidenció la necesidad de conformar una carrera
militar profesional acorde a las necesidades de las élites decimonónicas. Por este
motivo, el 1 de mayo de 1865, todavía durante la presidencia de Mitre, y basado
en las ideas pioneras de Derqui, se creó una sección militar en la Escuela de Artes,
Oficios y Agricultura de San Benito de Palermo. La iniciativa intentó subsanar este
vacío formativo en la oficialidad. El programa de estudios de la Escuela, elaborado
por el teniente coronel Mariano Moreno, contaba con una preparación de grado de
tres años (Comando en Jefe del Ejército, 1972). Pese a esta primera experiencia,
los esfuerzos puestos en la Guerra del Paraguay llevaron a que la escuela cerrara
sus puertas, lo que postergó la creación de un cuerpo de oficiales profesionales.
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Alejo Tolosa
Finalmente, la creación del CMN (1869), durante la presidencia de Domingo Sarmiento, fue parte de un dispositivo pedagógico que sentó las bases de un ejército
profesionalizado y acorde a los preceptos de las élites. El dispositivo pedagógico-militar sarmientino se basó en las propuestas curriculares y los estándares
de profesionalismo que provenían de la ya citada Escuela Politécnica de SaintCyr, una de las más prestigiosas academias militares de Europa, sobre la que se
apoyó el CMN sarmientino. Sin embargo, con altos niveles de analfabetismo, las
trayectorias educativas de los oficiales locales eran casi nulas; por lo tanto, estos
preceptos debieron adaptarse al contexto local.
Las dificultades iniciales del CMN fueron diversas. Las primeras camadas militares se egresaron durante la presidencia subsiguiente de Nicolás Avellaneda
(1874-1880), momento en el cual se expandió el sistema educativo de las fuerzas, y se establecieron en 1875 las academias de oficiales del arma de artillería.
La promoción de un alto nivel de formación para los artilleros era deseable en
el contexto de la época. La artillería precisaba de un elevado nivel de expertise
técnica, de la que los soldados del naciente Estado Nación carecían. En esta coyuntura, el plan de estudios de los artilleros en su accionar sobre el territorio fue
dirigido a mejorar la capacidad de los piquetes, principalmente, en su lucha contra
el indio. El plan de estudios de los primeros artilleros contó con el dictado de las
siguientes materias obligatorias: Maniobras de Artillería, Teoría del Tiro y Nociones sobre el Empleo de Artillería en Campaña y Fortificación Pasajera (Comando
en Jefe del Ejército, 1972). En resumidas cuentas, la plantilla curricular se diseñó
para la guerra intrafronteras y el desplazamiento de la frontera del indio.
La gestión de Sarmiento sentó las bases para un horizonte profesional y formativo de los oficiales argentinos acorde a una fuerte impronta europea. La primera
dirección y organización del CMN quedó a cargo del coronel húngaro Juan Czetz.
Este recorrido fue profundizado en la primera presidencia de Julio A. Roca (18801886), que, para 1880, mediante decreto presidencial, estableció la implantación
de un ejército centralizado por sobre los provinciales, lo que prohibió la existencia
de unidades militares que no cuadraran en la nueva estructura. Un año después,
Roca creó la Escuela de Cabos y Sargentos (1881) en la búsqueda de elevar el
capital cultural de sus oficiales. No obstante, aquellos que se destacaran en sus
estudios, podían integrarse al tercer año del CMN para continuar su formación.
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De esta manera, el CMN absorbió a los artilleros con mejores calificaciones
y asentó su monopolio sobre la formación de los oficiales. Pese a la fortaleza
que iba adquiriendo el CMN, la denominada Campaña del Desierto (1880) generó
mecanismos de ascenso por destreza en el terreno que dieron origen a ambigüedades en los mecanismos de ascenso y promoción de la oficialidad. De esta
manera, el Gobierno dio origen a una oscura tradición en el Ejército Argentino, la
represión intrafronteras, mientras recompensaba con tierras arrebatadas al indio
a los soldados que habían participado de la campaña.
Siguiendo esto, la profesionalización militar aparejada a la implantación del Estado Nación formó parte de los proyectos de las élites. Aún a contrapelo de esta
finalidad, el objetivo del CMN fue constituir una usina de verdaderos profesionales acorde con los estándares internacionales. Sin embargo, la adopción de este
modelo adquirió especificidades locales, como la adaptación de sus primeros
planes de estudio a hipótesis de conflicto con los Estados limítrofes y a reforzar
el control interno de las fronteras. Desde su génesis, la conformación del CMN
tuvo efectos secundarios sobre la dinámica institucional del Ejército al suplantar
los parámetros del buen soldado: la visión, el ingenio y el valor de los veteranos
militares de las guerras de la independencia fueron canonizados en biografías
y libros, y se estableció un cuerpo de oficiales bajo una élite profesional.
La ola modernizadora de las élites otorgó una importancia y una autonomía relativa en la dinámica institucional del CMN. Para 1900, se había creado la ESG, y,
un año después, se estableció el Servicio Militar Obligatorio (SMO) que incorporó
a personal enganchado —civiles que cumplían el servicio— a la estructura militar.
El CMN sarmientino buscó contrarrestar el proceso de la génesis del Ejército, de
base miliciana, al conformar un oficialidad homogénea que respondiera a la estructura de gobierno centralizada. Retomando la cita de Oszlak y O´Donnell del
principio del artículo, la unificación, homogeneización y establecimiento de un
cuerpo de oficiales profesional no puede escindirse de los procesos y fuerzas
sociales en los que se encontraba inmerso.
Los requisitos del CMN —basados en los estándares europeos— restringieron el
acceso y permanencia en la carrera militar, lo que llevó a repensar su organización
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Alejo Tolosa
y permitir una graduación intermedia. Eso vino a corregir la primera Ley de Ascensos (1885), que estableció que aquellos de tercer y cuarto año que no se graduaran del CMN podían integrarse a las filas del Ejército con el grado de sargento.
Hasta la creación del CMN, los mecanismos de promoción quedaron a criterio de
los jefes de los distintos cuerpos armados, según la antigüedad, los méritos en el
campo de batalla y otros criterios de índole subjetiva, como la subordinación y la
disciplina. Los egresados del CMN competían, entonces, con un mecanismo de
ascenso, heredero de las batallas de la independencia, que, para fines del siglo xix
y principios del xx, daba prioridad a aquellos que habían demostrado sus proezas
contra el indio. Frente a esta situación, uno de los primeros graduados, Ramón L.
Falcón, más conocido por la represión de la protesta social de comienzos de siglo, encabezó una logia que denunció y presionó para cambiar esta situación que
los egresados del Colegio habían calificado de inaceptable. Por esta razón, se estableció una nueva Ley de Ascensos que corrigió y centralizó estas demandas, y
se sancionó la nueva Ley Orgánica del Ejército (1915), que pasó a retiro a aquellos
oficiales que hubieran ascendido sin finalizar su grado, en una clara concesión al
monopolio de la formación militar que ya ejercía el colegio.
Si bien el CMN fue producto de la modernización del Ejército, permitió, asimismo,
concentrar los aspectos atinentes a la formación militar en manos de las élites
de fines del siglo xix y comienzos del xx. A su vez, los contenidos curriculares del
CMN se asentaron en las propuestas de Santiago Derqui y Emilio Mitre, aunque
los aportes de la Academia francesa de Saint-Cyr y las ideas prusianas en el contexto de fines de siglo xix modelaron el arquetipo del buen soldado.
Nuevamente, las novedades francesas de Saint-Cyr serían cruciales en la formación del Ejército Argentino: esta vez, a partir de la segunda posguerra. Las ideas
prusianas también generaron nociones que fueron adoptadas como orientadoras
de la política de formación de cuadros.
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3. Lineamientos pedagógicos en la formación militar. El peronismo, las
fuerzas armadas y su Doctrina de la Defensa Nacional (DDN)
A partir de la Gran Depresión (1930), el ingreso a la vida de armas sufrió cambios
en distintos países. En los Estados Unidos, la perspectiva vocacional de los aspirantes quedó en un segundo plano: la garantía de un sistema educativo gratuito
y la posibilidad de movilidad y ascenso social fueron dos factores de peso en el
ingreso a la carrera militar (Janowitz, 1967).
En la Argentina, los cambios en los términos de ingreso también fueron significativos. Durante los años veinte, el perfil de los aspirantes al cuerpo de oficiales
pasó de centrar la atención en las condiciones físicas —como había sucedido
durante el yrigoyenismo— a los valores morales del ingresante, lo que reforzó el
carácter elitista de la institución y la búsqueda de uniformidad ideológica. Esto
también se debió a una mayor injerencia de la Iglesia Católica en los asuntos militares. Durante la década, el Ejército y la Iglesia estrecharon lazos; de esta manera,
los segundos se encargaron de la formación espiritual de los primeros (Zanatta,
1998). En línea con esto, durante los años treinta, la élite militar del CMN asentó
su dominio político desplazando a los oficiales yrigoyenistas. Este proceso alcanzó su momento cúlmine con la llegada a la presidencia por parte de Agustín P.
Justo, egresado y director del CMN.
Teniendo en cuenta este contexto, en sus años de formación y estudios militares, Juan Domingo Perón publicó Apuntes de Historia Militar (1932), que se
integró a la colección de la Biblioteca del Oficial. En esta obra, Perón comenzó
a sistematizar algunas ideas que derivaron en una concepción propia sobre
el rol de las fuerzas armadas: la Doctrina de la Defensa Nacional (DDN), basada
en las ideas precursoras del industrialismo de oficiales de la década de los veinte,
como Enrique Mosconi, primer presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(YPF). Su pensamiento se gestó en un mundo convulso entre dos fenómenos
internacionales: por un lado, el desencantamiento que produjo el capitalismo ante
el crack financiero y, por otro, el ascenso de los totalitarismos europeos. Perón
había cumplido una estancia como agregado militar en la Italia de Mussolini con
el que había llegado a tener un trato personal esporádico. Esta estancia le dejó
profundas impresiones sobre la Europa de entreguerras y le permitió presenciar los
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eventos que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial, por lo que pudo observar con detenimiento la política social que emprendió el fervor fascista.
Ernesto López analizó estas líneas interpretativas en su libro El primer Perón, el
militar antes que el político (2009), donde recorrió las directrices del peronismo para con el Ejército en el marco de una economía industrialista, y en consonancia con las ideas de los mariscales prusianos, Carl Von Clausewitz y
Von der Goltz. Una vez que se produjo el golpe del GOU (1943), y en calidad de
Ministro de Guerra, Perón fue invitado a brindar una conferencia con motivo de la
inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional en la Universidad Nacional de La
Plata (UNLP) titulada Significado de la Defensa Nacional desde el Punto de Vista
Militar. Sobre este acontecimiento, acota Ernesto López: «Dicha conferencia revela un fundamento sustancial del pensamiento de Perón sobre lo bélico y lo militar.
Y sobre la articulación entre defensa y política» (López, 2009: 49).
En el pensamiento del oficial argentino, estaban presentes dos concepciones prusianas que utilizaba para sustentar su argumentación en la conferencia de
La Plata; el concepto de guerra total y de la Nación en armas. Aunque guardaban
cierta similitud, según Ernesto López, Perón fusionó ambos conceptos, que utilizaba de manera indistinta. Siguiendo esto, en otro trabajo, Ernesto López señaló:
Se imponía de esta forma el concepto de la «Nación en armas», que implicaba la necesidad de un desarrollo industrial autónomo que asegurara la
autarquía en materia de abastecimientos militares. Esta doctrina tuvo un
amplio apoyo entre sectores nacionalistas que la aceptaban por su pertinencia militar: la congruencia entre concepción de la guerra y concepción
de la nación requería de los militares simplemente identificaciones profesionales (López, 1987: 89 citado en Mazzei, 2012: 36)
Según lo expuesto en la conferencia, la Nación en armas puede graficarse de la
siguiente manera. En su exposición, Perón utilizó una analogía: la relación entre
un arco que sostiene una flecha a punto de ser arrojada; donde las fuerzas armadas constituyen la punta de esta flecha, y el resto de los elementos —la tensión y
la cuerda— forman parte del esfuerzo de todos los sectores nacionales en pos de
un objetivo común; la industrialización y la autarquía económica. Por su parte, la
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guerra total refiere a la idea de guerra moderna, que interpela y compromete a todos
los sectores de la sociedad ante la posibilidad de una hipótesis de conflicto.
Estos dos conceptos constituyen el corazón de la Doctrina de Defensa Nacional
(DDN). La noción de profesionalismo de las fuerzas armadas se complementa
con una misión histórica y una filosofía política: el buen soldado, según el
peronismo, no puede escindirse de esto. En este sentido, Perón argumentó
en la conferencia de La Plata: «Ante el peligro de la guerra, es necesario establecer una perfecta tregua en todos los problemas y luchas interiores, sean
políticos, económicos y sociales, o de cualquier otro orden (López, 1987: 92)».
Bajo estos preceptos, procurando ganarse la adhesión de las fuerzas armadas, el
peronismo llevó a cabo un proceso de modernización y desarrollo. El avance de
la industria en sus distintos rubros, así como el rearme y auge de Fabricaciones
Militares (FM), otorgó al Ejército un lugar preferencial en el proyecto peronista.
En enero de 1945 —ante la novedad que produjo el desarrollo de conflicto aéreo
en la SGM—, surgió la Aeronáutica como arma separada del Ejército. En consecuencia, también se creó la Secretaría de Aeronáutica, a cargo del brigadier Bartolomé de la Colina, con rango ministerial, y se homologaron los rangos de la
Aeronáutica con los del Ejército y la Marina. La flamante Secretaría quedó a cargo
de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), que, en 1951, produjo
un novedoso prototipo de retropropulsión: el Pulqui.
La reforma constitucional de 1949 introdujo modificaciones respecto a la organización de las fuerzas. Así se crearon los ministerio de Defensa, a cargo del
general Humberto Sosa Molina, y de Ejército, que quedó bajo la conducción del
general Franklin Lucero. En el plano escalafonario, el grado de Teniente General
se suprimió en favor del grado de General. Distintas dependencias del Estado
entrelazaron sus actividades para contribuir al proceso de modernización de las
fuerzas armadas y al despliegue de actividades interministeriales sobre la base
de la Nación en armas adaptada al contexto local (Bernetti y Puiggrós, 1993).
Las campañas de prospección, exploración e incursión antártica fueron un sello
distintivo de la etapa: se destacó la labor de Hernán Pujato y la creación de la Base
General San Martín. La activa difusión y el desarrollo de propuestas pedagógicas
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Alejo Tolosa
sobre la importancia del territorio de Malvinas y el reclamo sobre el archipiélago
fueron parte de las actividades del Ministerio de Educación.
Aún a pesar de estos cambios y avances, la cúpula militar, profundamente elitista
y políticamente comprometida, no vio de buena manera el empoderamiento de
los trabajadores como espina dorsal del movimiento peronista. Sin duda, esta
animadversión pronto se hizo carne en la figura de Eva Perón. Para los enemigos
conspicuos de Perón, Eva representaba el ascenso social y la participación de
las mujeres en la política nacional. Inmediatamente, como en los años treinta,
comenzaron a gestarse mitines para tomar el poder por la fuerza. Siguiendo esto,
se plantearon dos líneas de oposición a Perón en el Ejército. La primera respondió
a Luciano Benjamín Menéndez, oficial del arma de Caballería; y la otra, a Eduardo
Lonardi, proveniente de la rama de artillería. Encolumnado bajo la segunda línea de
oposición a Perón, se encontraba el entonces capitán Alejandro Agustín Lanusse.
En 1951, la primera línea opositora realizó una intentona, mal pergeñada, que fue
advertida a tiempo por los oficiales peronistas y sofocada de manera inmediata.
Por su parte, Lonardi, partidario de horadar la base del peronismo en la oficialidad
de manera gradual, se distanció prudentemente de este hecho. En la intentona
de 1951, fueron implicados los coroneles Juan Carlos Lorio, Bernardino Labayrú; el teniente coronel Rodolfo Larcher, y el mayor Manuel Reimundes. La Marina
participó a través de su capitán de navío, Vicente Baroja, y, por la fuerza aérea,
participó el brigadier Samuel Guaycoechea, quienes, al ver su estrepitoso fracaso,
buscaron asilo en el Uruguay (Potash, 1962).
Pese a decretar el posible fusilamiento de los rebeldes, mediante la Ley N.o 14 062,
el Gobierno no ordenó represalias extremas contra los militares. No obstante, sí
se produjeron algunos reacomodamientos, y se realizaron cambios en la composición del gabinete. A la vez, la Escuela de Caballería que había funcionado
como epicentro de la insubordinación fue trasladada al interior del país, y el oficial
Luciano Menéndez, líder de la insubordinación, detenido a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional (PEN).
Durante el peronismo, se habían flexibilizado algunos requisitos para el ingreso a
la carrera militar (Badaró, 2009), que, de manera conjunta con las políticas sociales
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del Estado de bienestar de segunda posguerra, permitieron mayores niveles
de movilidad social, lo que evitó que la suboficialidad se plegara al intento de golpe de 1951. No obstante, a partir de la intentona de Menéndez, el peronismo se
propuso disputar la noción de profesionalismo en las fuerzas armadas e impulsó
con mayor vehemencia cambios en los planes de estudio, mientras disponía una
mayor injerencia del Gobierno en la formación de la oficialidad joven. De esta manera, se impulsó el controvertido Reglamento para adoctrinamiento, educación e
instrucción del personal del Ejército y el Manual de doctrina y organización nacional, que suponía la adopción del justicialismo como ideología y la justicia social
como compromiso para con el pueblo. Estos manuales no fueron bien recibidos
por mandos intermedios y cadetes (Mazzei, 2012), principalmente, por el accionar de los altos mandos. Sin embargo, en 1953, el Gobierno profundizó esta línea
de intervención, cuando se estableció en la formación de grado del CMN y de la
ESG la materia oficial Doctrina Nacional —peronista—. De esta manera, surgió
un enfrentamiento entre los mandos militares que profesaban una postura político-moral asentada en la fe cristiana, heredera de los años treinta, y los oficiales
peronistas que sostenían la DDN como fundamento de la misión última de
las fuerzas.
Como se ha mencionado, el accionar de la cúpula eclesiástica fue decisivo.
La iglesia fue asentando su influencia en la oficialidad durante el transcurso de
los años previos e incluso durante el peronismo (Zanatta, 1999). Por su parte,
Lila Caimari (2002) señaló sus reparos al respecto de una relación causal entre
el golpe de 1955 y la ruptura del peronismo con la Iglesia. De cualquier manera,
la jerarquía eclesiástica se enfrentó al Gobierno y lo acusó de querer organizar
una iglesia autónoma de los designios del Vaticano aglutinando a la oposición
y estrechando vínculos con los militares antiperonistas.
El 16 de junio de 1955, la marina de aviación bombardeó Plaza de Mayo, episodio
que dejó un tendal de muertos y heridos civiles. En las bombas descargadas, los
militares habían pintado la consigna Cristo vence. La animadversión de un sector
de la oficialidad —mayoritario— con el peronismo se refugiaba en el rechazo a
la simbología peronista y a la ampliación de derechos, a la que entendían como
la subversión de un orden estamental en la sociedad y de los valores cristianos.
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La profesionalidad militar entendida como identidad profesional se basó en un
fuerte rechazo a la injerencia del poder político en los asuntos de las fuerzas
armadas, pese a los cambios y al proceso de la modernización de las fuerzas que
implementó el peronismo.
4. La otra escuela francesa: la lucha contra la subversión y la formación
militar de la segunda posguerra en la Argentina
A partir del golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, se adoptaron nuevos
criterios para establecer mecanismos de ascenso y promoción. Si el peronismo
había establecido unos que se sustentaban fuertemente en la cercanía al poder y
la lealtad —mediante lo que se denominó Orden General (N.o 1) Secreta—, la Revolución Libertadora se propuso mantener este lineamiento bajo signo contrario; e
incluso con un mayor grado de violencia e inflexibilidad (Mazzei, 2012).
En este sentido, el Decreto N.o 63/1955, promulgado por el general Lonardi con
fecha del 26 de septiembre de 1955, determinó la reincorporación a las fuerzas
de aquellos militares que habían sido cesanteados o condenados por la justicia
militar a partir del 4 de julio de 1946. Esta amnistía general y reincorporación al
servicio de los militares que se habían pronunciado contra el orden constitucional
durante el peronismo fue acompañada del pase a retiro de las tres cuartas partes
del alto mando (Potash, 1962).
La reincorporación masiva de oficiales pasados a disponibilidad tuvo efectos distorsivos de gran profundidad; esto permitió consolidar un núcleo de oficiales liberales en el alto mando que, pese a disputas internas, se prorrogó hasta la década
de los setenta. La introducción masiva de estos oficiales, pasados a retiro durante
el peronismo, provocó efectos duraderos en el escalafón militar. Pese a que estos
cambios se produjeron con agilidad, algunos militares acusaron al general Bengoa, ministro del Ejército, de pactar con jefes de regimientos peronistas y de apañar cuadros intermedios de la oficialidad afín al Gobierno depuesto. Tanto es así
que Bengoa renunció el 8 de noviembre, y el recién reincorporado Arturo Ossorio
Arana fue designado como Jefe del Ejército. La ofensiva sobre el círculo íntimo de
Lonardi llegó hasta su cuñado, Clemente Villada Achával, que fue pasado a retiro,
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mientras Luis Pablo Pardo, otro reincorporado, asumió como Ministro del Interior
(Potash, 1962). Finalmente, el propio Lonardi fue depuesto y asumió en su lugar
Pedro Eugenio Aramburu como presidente de facto de la Revolución Libertadora.
En este contexto, y ante el avance de los movimientos anticoloniales en distintos
países, los ejércitos europeos comenzaron a desarrollar nuevas concepciones sobre la guerra y la organización militar. Las tropas francesas se habían movilizado
en las guerras de Indochina (1946-1954) y comenzaban a desplegarse en Argelia
(1954-1962) contra los movimientos y frentes nacionales que se organizaban por
su independencia. Para contrarrestar estos movimientos milicianos, los militares
franceses elaboraron un corpus teórico adaptado a estas nuevas circunstancias.
Estos supuestos se propagaron con distinta intensidad y receptividad en los ejércitos de línea más importantes del mundo, incluyendo a los Estados Unidos.
De manera casi simultánea al derrocamiento de Perón, comenzaron a desarrollarse y adoptarse estos aportes teórico-prácticos de la escuela francesa que dejaron
huellas duraderas en la formación de los oficiales argentinos (Fraga, 1992). Esta
ruptura utilizada en este artículo obedece a fines analíticos: el Ejército Argentino,
como señaló el coronel español Prudencio García en su trabajo El drama de la autonomía militar (1995), había desarrollado su propia tradición represiva de raíces
nacionales. Por su parte, un trabajo de Máximo Badaró (2009) sobre la formación
de la oficialidad en el CMN, señala la vigencia de algunas de estas concepciones
en los oficiales del siglo xxi. Esto da una idea aproximada del impacto duradero
de estas teorías en la organización del sistema educativo de las fuerzas armadas.
En una primera instancia, las novedades francesas llegaron a la Argentina de la
mano de militares de carrera que habían realizado algún tipo de formación en el
exterior, como Carlos Jorge Rosas o Alcides López Aufranc. Estos coroneles habían completado sus instancias formativas en dos destinos de Francia: la École
Superiore du Guerre y la Academia Militar de Saint-Cyr que, nuevamente, sería
un centro de referencia para la teorización militar. No obstante, en este segundo momento, la Academia de Saint-Cyr se transformaría en el escenario para la
elaboración de hipótesis de guerra basada en conceptos como guerra sucia o el
polisémico concepto de subversif (subversivo).
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Alejo Tolosa
En la Argentina, por la pregnancia en las filas militares de sus métodos e ideas, el
impacto de estos conceptos alcanzó los planes de estudio de la ESG y del CMN.
Desde 1957, pueden encontrarse contribuciones en la Revista de la Escuela Superior de Guerra sobre la importancia de las técnicas contrainsurgentes de Argelia
(Rouquié, 1975). Según Samuel Amaral, el primer introductor de estas ideas en
este país fue el teniente coronel argentino Miguel Ángel Montes, que, en un artículo publicado en julio de 1957, hizo referencia a la guerra social revolucionaria
(Amaral, 1998). Sin embargo, recién en enero de 1958, un artículo del coronel Carlos Rosas menciona las diferencias entre la guerra clásica y la guerra subversiva,
así como algunos elementos de estas, como
... la propaganda, la descomposición interna, la desobediencia civil, las
huelgas, la inseguridad general, la insurrección general, la agitación armada
en forma de sabotaje, de terrorismo, de guerrilla y de insurrección general,
hasta finalizar con el derrocamiento del régimen político y de la autoridad
establecida, con o sin ayuda exterior (Amaral, 1998: 184)
Amaral señala que no solo Rosas o López Aufranc fueron los primeros introductores de la teoría francesa en los pasillos del CMN y la ESG; otros colegas habían
realizado aportes similares. Manrique Miguel Mom publicó en 1959 un artículo
en la Revista de la Escuela Superior de Guerra sobre la guerra revolucionaria
en Argelia. Vale aclarar que esta revista es hasta hoy una revista de divulgación de los preceptos militares , con amplia influencia en la formación de los
oficiales argentinos.
Entre 1959 y 1960, se produjeron distintas contribuciones teóricas sobre guerra
revolucionaria con aportes de otros militares considerados teóricos, como Osiris
Villegas y Tomás Sánchez de Bustamante. En suma, los aportes del ejército francés y sus academias militares fueron bien recibidos entre los militares argentinos
aun cuando, a pesar de los primeros pasos de la resistencia peronista, no existían
focos guerrilleros.
Estas hipótesis sobre guerra social revolucionaria, guerra insurgente o guerra
subversiva, como la definían indistintamente los precursores del tema en la Argentina, tuvieron un impacto rápido en los lineamientos formativos del CMN y de
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la ESG. El Ejército Argentino se preparó para liderar en la región esta ofensiva sobre el rol insurgente de los movimientos políticos americanos. Para ejemplificar
este liderazgo regional, puede señalarse la Conferencia Latinoamericana sobre
Guerra contra la Subversión (1958), que se desarrolló en la ESG, coordinada por el
ya mencionado Alcides López Aufranc, o bien, la conferencia que dictó el teniente
coronel Hamilton Díaz sobre Lucha contra la subversión (1961), donde se brindaron detalles operativos contra la política de John William Cooke y el accionar del
recientemente conformado Central de Operaciones de la Resistencia (COR) bajo
la conducción del oficial peronista Miguel Iñíguez.
Estas actividades también se replicaron en el CMN. En su relato autobiográfico,
Carlos María Pastoriza, en ese entonces cadete del CMN, recuerdó con sorpresa
una conferencia sobre subversión en 1959, a la que asistió:
A fines de julio, fuimos convocados todos los cadetes al amplio salón de
actos del Colegio. Los eventos siempre se hacían en la famosa Avenida
Coronel Justo, una especie de plaza de armas. Esta vez, lo hacíamos sentados en las cómodas butacas del salón: el Jefe de Estudios, coronel ibérico
Manuel Saint-Jean, nos presenta un orador, que, sinceramente no recuerdo
quién era. Ni bien este empezó a hablar, entendí que era un especialista
en teatro de operaciones en conflicto. Rápidamente, se introdujo en tema,
concretamente, se refirió al proceso de descolonización en Argelia y señaló
que era de interés estudiar este caso, dadas las características similares
que empezaban a verificarse en el país. (...) Despabilado y con mayor dedicación, me presté a escuchar con atención cuando comenzó a hablar de la
«resistencia peronista», asignándole el carácter indiscutiblemente subversivo que tenía aquel fenómeno (Pastoriza, 2006: 85).
Las técnicas francesas fueron tomadas por la oficialidad nacional y se las relacionó con la realidad argentina. El papel del terrorismo, o el término francés subversif
(subversivo), se aplicó a la militancia comunista y a la resistencia peronista, lo
que impulsó una mayor producción teórica, en perspectiva comparada, que les
permitiese encontrar vinculaciones entre la realidad argentina y las técnicas francesas. Incluso se propició una asesoría externa para contribuir a estas investigaciones, aún en el marco democrático. Las visitas de especialistas franceses,
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y la creación y posterior anexión, por decreto de Frondizi en 1959, de una Asesoría
Militar Francesa al Estado Mayor del Ejército (EMGE) proporcionó la plataforma
necesaria para el desarrollo de estas concepciones en el ámbito regional (Robin,
2005). Las reelaboraciones de estas nuevas concepciones sobre guerra moderna
profundizaron y complejizaron distintos aspectos de la llamada lucha antisubversiva. De esta manera, los militares franceses elaboraron un nuevo marco teórico
para abordar lo que consideraron como hipótesis de conflictos no convencionales; como la guerra de guerrillas y la guerra psicológica, que consistía en acciones
de propaganda y difusión en la sociedad civil en desmedro de las organizaciones revolucionarias.
Dentro de este marco teórico, el principio por excelencia de la guerra contrarrevolucionaria, que elaboró el ejército francés, consistió en obtener información a
cualquier costo humano. Según los militares franceses, el principal medio para
desbaratar cualquier intento subversivo era obtener esa información. De esta manera, una analogía francesa, con fines didácticos, fue pensar las organizaciones
como una selva, y la información obtenida como claros entre las copas de los
árboles que permitían develar las estructuras de las organizaciones insurgentes.
Por eso, en distintos países, los planes de estudio de los ejércitos empezaron a
incorporar materias que profundizaron en el estudio de las comunicaciones y la
obtención de información, que se convirtieron en asunto de especialistas a nivel
mundial (Armony, 1999).
La utilización de prácticas como la tortura, en sus distintas expresiones, fue parte
de la nueva gama de actividades que llevó adelante el ejército francés —en Indochina y en Argelia— y que trajeron como novedades los oficiales argentinos que
cursaron en las academias militares francesas.
El ejército norteamericano tomó estos principios doctrinarios, ya que brindaban
cierta sistematicidad a la denominada Doctrina de Seguridad Nacional (DSN),
orientando sus esfuerzos en la aplicación práctica de la teoría francesa en diversos casos, como el de Nicaragua (1979). A partir de los setenta, la implementación de la Escuela de las Américas y los cursos de contrainsurgencia en WestPoint y otras academias militares norteamericanas se apoyaron en las nociones
de la escuela francesa de la segunda posguerra (Robin, 2005).
110
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Conclusiones
En función de lo expuesto, el Ejército ha orientado la formación de su oficialidad
acorde con los vaivenes y cambios en la formación militar a nivel internacional.
No obstante, también ha elaborado lineamientos propios en vinculación con un
determinado enfoque de políticas públicas, como la DDN en el marco de un proceso de industrialización de posguerra, o adaptando aportes teóricos al contexto
local, como sucedió a partir de 1955. Estos lineamientos generales y modelos
educativos, así como el sistema de mecanismos y ascensos, tuvieron una dimensión eminentemente política, que se cristalizó en criterios institucionales contrapuestos. Mediante purgas y reacomodamientos, la cercanía al poder a veces
constituyó un mecanismo de ascenso más sólido que una carrera profesional
y una formación amplia.
Esto se tradujo en aspectos vinculados a los lineamientos pedagógicos y educativos que impactaron en la formación de la oficialidad. La adopción de una
carrera militar y profesional varió a lo largo del tiempo y, según el recorte histórico,
tuvo resultados disímiles. Durante el peronismo, la impronta del industrialismo en
sus políticas estatales fue característica de la etapa; la Doctrina de la Defensa
Nacional (DDN) asignaba un rol protagónico al Ejército en su desarrollo y modernización. No obstante, a partir de la intentona de Menéndez (1951) el Gobierno
jerarquizó la lealtad de la oficialidad que había adoptado lazos estrechos con la
jerarquía eclesiástica, reticente al justicialismo. Por otra parte, a partir del golpe
de 1955, la reincorporación masiva de oficiales condenados por la justicia militar
y dados de baja generó efectos distorsivos en los mecanismos de ascenso y promoción. A la vez, la adopción de técnicas antisubversivas y de un corpus teórico
adaptado a las vicisitudes locales constituyó un cambio en los lineamientos de la
formación de la oficialidad. El presente artículo estableció este recorte con fines
analíticos ya que el Ejército Argentino, como señaló el coronel español Prudencio García (1995), había desarrollado algunas técnicas represivas de raigambre
nacional anteriores a la irrupción del peronismo. A cierto nivel, si se toma una
perspectiva de larga duración, puede observarse cómo, desde sus comienzos, el
Ejército tuvo una tradición —que no fue totalizante— vinculada a la denominada
pacificación intrafronteras y a las hipótesis de conflicto con países limítrofes.
111
Alejo Tolosa
El CMN y la ESG funcionaron como caja de resonancia de las disputas políticas
entre militares. No obstante, en sus comienzos, el CMN se pensó como una usina
de militares profesionales. Como señala Oszlak (2018), este proceso de gradual
profesionalización del Ejército a partir de un triple frente de conflicto —guerra externa, campañas al desierto, levantamientos interiores— llevó a la necesidad de
contar con un ejército formado y profesional que buscara reducir los niveles de
analfabetismo y el bajo capital cultural de la oficialidad de fines del siglo xix.
El proceso de centralización del Ejército y la implantación del Estado Nación
fue condición necesaria para el impulso de un sistema educativo militar.
Como se ha visto, durante el peronismo, este sistema educativo militar tuvo su
impronta propia basada en las concepciones prusianas —Von der Goltz y Von
Clausewitz— que dieron origen a la Doctrina de Defensa Nacional (DDN) y en las
ideas precursoras de los oficiales argentinos de la década de los veinte. Esta doctrina tuvo su impacto en los planes de estudios y en la formación de la oficialidad;
tanto por su rechazo como por su aceptación. Por su parte, a partir del derrocamiento de Perón y la toma del poder por la revolución libertadora en un contexto
de proscripción y de falta de libertades individuales y constitucionales, la adopción del corpus teórico de las academias francesas —y la experiencia concreta
sobre el terreno en Argelia e Indochina— generaron cambios en los lineamientos
educativos del Ejército, que se hicieron extensivos a las otras armas aunque con
impactos disímiles. El desarrollo teórico orientó, de esta manera, la política educativa de las fuerzas y precedió a las hipótesis de conflicto no convencionales: la
guerra de guerrillas o la guerra psicológica.
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Cómo citar este artículo
Tolosa, A. (2020). «Cambios y continuidades en la formación del Ejército Argentino.
La doctrina peronista (1945-1955) y la teoría francesa (1955-1973)». En Estado abierto.
Revista sobre el Estado, la administración y las políticas públicas, 4, (2), pp. 89-114.
114
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 115-141
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Los sentidos de la inclusión digital: un análisis a partir
del estudio del programa Punto Digital*
Por Fernanda López Franz**
Resumen
El presente trabajo se propone analizar una política pública de inclusión digital
implementada en la Argentina entre 2010 y 2020: el programa Núcleos de Acceso
al Conocimiento (NAC) Punto Digital. Este estudio se aborda en un contexto de
creciente relevancia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el ámbito de las políticas públicas como parte fundamental del desarrollo
de las personas y sus comunidades. Partimos de una noción amplia de inclusión/exclusión digital que excede el concepto clásico que la define como el
acceso/privación a los recursos tecnológicos e incluye los conceptos de alfabetización digital y apropiación de la tecnología. Realizaremos un breve repaso de
los casos más relevantes de políticas públicas de inclusión digital en la región
para analizar, finalmente, el caso del programa Punto Digital, sus fortalezas
y sus desafíos.
Palabras clave
Inclusión digital – Argentina – política digital – brecha tecnológica.
Abstract
This paper discusses Argentina’s public policies to develop information and communication technologies within communities across the federal state. Its objective
* El presente texto se apoya en el análisis realizado como trabajadora del programa Punto Digital y la percepción de su impacto desde el punto de vista de los y las beneficiarias. En este sentido, es una mirada
deudora del trabajo mancomunado con los actores territoriales.
** Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM). Doctoranda en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQui). Responsable del equipo de vinculación territorial
del programa de inclusión digital Punto Digital. Se ha desempeñado como docente en la Universidad de
Buenos Aires y, dentro de la administración pública, trabajó en la Cancillería Argentina, el Congreso de la
Nación Argentina y el Consejo Federal de Inversiones.
115
Fernanda López Franz
is to examine the Digital Point Program, implemented by four different national
administrations since 2010 to date. The argument of the paper is that we need to
develop a broad concept of digital technology social inclusion that goes beyond
the predominant definition in digital policy literature that characterizes it solely in
terms of access/restriction to technological infrastructures, networks, and services. For this purpose, we need to include within digital social inclusion the key
notions of digital literacy and cultural appropriation of digital technologies. The
paper researches the most important cases of digital social inclusion in South
America during the last decades and then specifically looks into the Digital Point
Program in Argentina.
Key words
Digital social inclusion – Argentina – Digital Policy – digital divide.
Introducción
Nos vinculamos con la tecnología cuando estudiamos, trabajamos, organizamos
una reunión entre amigos y amigas, cancelamos un turno, operamos con nuestro
banco. La vertiginosidad de los cambios que resultan del creciente avance de
la tecnología sobre nuestro devenir cotidiano se entiende si, por ejemplo, repasamos que, en los Estados Unidos, internet alcanzó 50 millones de usuarios en
cuatro años, mientras que la radio demoró 38 años, la computadora, 16, y la televisión, 13. Es en este sentido que, siguiendo a Manuel Castells, es posible afirmar
que el desarrollo de este nuevo sistema de comunicación, integra globalmente la
producción y distribución de palabras, sonidos e imágenes y crea nuevas formas
y canales de comunicación que dan forma a la vida, a la vez que esta le da forma
a ellas (Castells, 1996).
La bibliografía que discute los alcances e impactos de las nuevas tecnologías
de la información y comunicación abarca estudios etnográficos, sociológicos,
económicos y políticos, entre otros. Paralelamente, el debate alrededor de los
derechos digitales en la escena pública adquirió tal relevancia que el acceso
a las nuevas tecnologías se considera un derecho humano de cuarta generación, al mismo nivel que los derechos ecológicos, el derecho a la democracia
116
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
y a la solidaridad. Como consecuencia, y atendiendo al rápido avance de las tecnologías sobre nuestro modo de vivir y relacionarnos, los Estados han tendido a
incorporar transversalmente en sus agendas de gestión políticas concernientes
a alfabetizar digitalmente a las personas con los fines de impulsar el desarrollo de
habilidades para el acceso a derechos y para la participación en el mundo del trabajo.
El presente texto busca realizar un repaso por las principales definiciones que
intervienen en el análisis de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para, luego, estudiar el caso argentino del programa ex-NAC Punto
Digital. Para ello, nos apoyaremos en bibliografía que estudia los cambios acontecidos en las últimas décadas, el concepto de inclusión digital y en el repaso de
experiencias latinoamericanas recientes. Finalmente, describiremos en detalle la
experiencia argentina a partir del programa Punto Digital.
El estudio de este caso es importante por diferentes razones. En primer lugar,
constituye una experiencia implementada durante cuatro administraciones gubernamentales —el programa se inició en 2010-2011, continuó en la gestión
2011-2015, 2015-2019, y está actualmente en funcionamiento—. En segundo lugar,
el programa ex-NAC Punto Digital cuenta con un alcance destacado en cuanto a
extensión y penetración territorial. Existen Puntos Digitales en 472 municipios, que
cubren las 24 jurisdicciones en las que se encuentra dividido el territorio argentino.
Transversalmente, el estudio del caso del programa ex-NAC Punto Digital desde
un abordaje situado nos permite preguntarnos sobre la relación entre estos usos
y nuestras subjetividades. Esto es si, desde el Estado, incentivamos la apropiación de las nuevas tecnologías por parte de quienes acceden a ellas, no debemos
perder de vista que este consumo —también en tanto productores/as— abastece
el mercado de la información. Es en este sentido que consideramos urgente avanzar un poco más allá de la retórica que relata la importancia del acceso a las TIC
para trabajar en un auténtico uso y resignificación de esta tecnología por parte
de la ciudadanía.
117
Fernanda López Franz
1. Los sentidos de la inclusión digital
De acuerdo con la definición de Guillermo Sunkel (2006), las tecnologías de la
información y la comunicación de definen como
... las herramientas y procesos para acceder recuperar, guardar, organizar,
manipular, producir, intercambiar y presentar información por medios
electrónicos; estos incluyen hardware, software y telecomunicaciones en la
forma de computadores y programas, tales como aplicaciones multimedia
y sistemas de bases de datos (Sunkel, 2006: 8).
De cara a las transformaciones de los últimos años, esta definición nos resulta
muy reducida. Aún más, tempranamente los y las analistas de la cultura avisoraban las consecuencias de las innovaciones tecnológico-culturales. En una
entrevista concedida a la revista Criterio en 1997, Beatriz Sarlo expresaba su preocupación por el surgimiento de una división entre dos sociedades: una capaz
de seguir los cambios dados por el uso de las computadoras e internet y otra,
donde un gran porcentaje de sus niños y niñas quedaba fuera del sistema escolar. Derribando el mito de un ciberespacio que funciona independientemente de
su contexto, Sarlo agregaba que una alfabetización exitosa era la condición para
entrar de manera creativa y productiva en la sociedad cultural del nuevo mileno;
la cibercultura del nuevo mileno no salta por encima de la lectoescritura, sino que
se apoya en aquella (Sarlo, 1997).
En sintonía, creemos que reflexionar sobre el uso de las nuevas tecnologías requiere considerar no solo la utilidad que las personas encontramos en dichas
herramientas, sino también cómo estas herramientas nos moldean e impactan
en nuestro modo de trabajar, estudiar, pensar y relacionarnos. Tal como sostiene Castells (1996), la revolución tecnológica, centrada en las tecnologías de la
información modificó la base material de la sociedad a un ritmo acelerado.
La pregunta sobre la que ha girado gran parte de los trabajos académicos sobre
el tema es cómo integramos la innovación tecnológica a nuestra práctica y qué es
lo que esperamos de ella. Es en este sentido que, en la sociedad de la información
y la comunicación, la brecha digital se reconoce como un fenómeno complejo que
comprende aspectos políticos, económicos y sociales y se relaciona con problemas
118
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
estructurales de la sociedad global, tales como la pobreza, la exclusión, el desempleo, la precarización del trabajo y la inequidad en la distribución de la riqueza.
En otras palabras, si bien, en un inicio, el concepto se refería a la desigualdad
entre quienes tienen acceso y quienes no tienen acceso a las TIC, posteriormente, se introdujeron matices entre los diferentes tipos de brecha. Por ejemplo,
Pippa Norris (2001) en su investigación sobre la brecha digital y desigualdades
distingue entre la brecha social —relacionada al nivel de ingreso—, la brecha global —para dar cuenta de las disparidades entre países— y la brecha democrática
—como la diferencia entre quienes utilizan las TIC para participar en la esfera pública
y quiénes no—.
Todo lo anterior nos conduce a afirmar que es preciso que la reflexión sobre los
impactos de las nuevas tecnologías exceda la fotografía de las zonas de mayor
o menor acceso a internet o a una computadora y nos conduzca a preguntarnos
sobre los modos en que las personas acceden y utilizan la tecnología. En otras
palabras, siguiendo a Mori (2011:40) en su estudio sobre las políticas de inclusión
digital en el Brasil, es posible identificar tres vertientes que componen el concepto
de inclusión digital:
1.
Como acceso, aquella basada en la distribución de bienes y servicios
que garantizan acceso a la infraestructura y las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación.
2.
Como alfabetización digital, poniendo el acento en las habilidades básicas en TIC que permiten a las personas hacer uso de ellas.
3.
Como apropiación, para referirnos al desarrollo de una comprensión
de los nuevos medios que les permitan apropiarse de esos recursos
no como meros consumidores, sino como productores de nuevos
usos, conocimientos e interacciones a partir de los recursos disponibles; esto es apropiarse de los significados que la tecnología transfiere
o posibilita.
119
Fernanda López Franz
Partimos de que existe un amplio consenso sobre que es deseable incentivar la
apropiación de las nuevas tecnologías. Ahora bien, es preciso introducir una alarma guiada por la pregunta: ¿quién se apropia de qué y con qué consecuencias?
Susana Morales (2019) realiza pertinentemente esta pregunta cuando analiza un
nuevo matiz de la(s) brecha(s) digital(es) al afirmar que ponderar el uso de internet como una habilidad valiosa implica tener o haber adquirido conocimiento sobre sus ventajas. Dos de las barreras más frecuentes para esta valoración tienen
que ver con la percepción de falta de contenido relevante y la falta de aptitudes
(Morales, 2019: 37). Entonces, el acceso a internet difiere entre grupos sociales,
pero también en la valoración de este acceso y en los usos y significados asignados a la tecnología. Siguiendo a la autora, sostenemos que el fenómeno de la
apropiación de tecnologías debe abordarse a partir de dos dimensiones fundamentales: el plano del actor, donde la apropiación deviene empoderamiento, y el
plano de los social en cuyo caso el capitalismo es un modo histórico de apropiación que utiliza las tecnologías digitales para concretarse en el presente y desde
hace ya varias décadas. Es en este contexto que se vuelve menester que las usuarias y los usuarios de internet accedan de igual manera al conocimiento sobre qué
es la big data, qué es un algoritmo, cómo puede usarse la información que circula
cuando se enciende un dispositivo. Este conocimiento no es un campo reservado
a quienes se desempeñan profesionalmente en el campo de las tecnologías de la
información, sino que repercute en el modo en que habitamos los espacios en los
que participamos, la ropa que consumimos, los intereses que generamos, cómo
nos vinculamos, nos alimentamos; la información a la que accedemos. Disminuir
la brecha digital en este sentido amplio es fundamental si se busca la igualación
de derechos. Acceder sí a los instrumentos, pero, fundamentalmente, al conocimiento que en ellos circula tendrá un impacto cada vez mayor en la educación, el
trabajo, el consumo social, económico y cultural.
2. Políticas públicas de inclusión digital en América Latina
En este punto, es evidente que la tecnología no genera por sí misma mayor equidad
social o capacitación de la población para su uso. En las últimas décadas, el paradigma de la sociedad de la información y el conocimiento generó en las administraciones públicas el interés por llevar adelante políticas que alienten iniciativas de
120
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
reducción de la brecha digital, a la vez que se evidencia una prolífica producción en
el ámbito académico de trabajos que analizan sus impactos. No existe un único
modo, ni cronológico ni etapista, de incorporarse a la sociedad de la información.
Esto dependerá de las condiciones iniciales de cada Estado, así como de las dinámicas tecnológicas, económicas, sociales y culturales que tienen su reflejo en
las políticas públicas que adoptan y priorizan.
A continuación, presentamos algunos datos generales disponibles para América Latina en materia de acceso a internet y banda ancha. Según un informe de la CEPAL
(2016), entre 2010 y 2015, se aceleró el avance de internet en América Latina
—el 55 % de sus habitantes usó la red en 2015, 20 puntos porcentuales más que
en 2010— al mismo tiempo que la penetración de las conexiones en banda ancha
creció fuertemente, en particular en la modalidad móvil —pasó del 7 % al 58 % de
la población—. En términos de asequibilidad, el informe señala que el porcentaje
de dinero destinado a adquirir el servicio de banda ancha se redujo sensiblemente: «En el 2010, se requería destinar cerca de 18 % de los ingresos promedio mensuales para contratar un servicio de banda ancha fija de 1 Mbps, mientras que a
principios de 2016 esa cifra era de solo 2 %» (CEPAL, 2016). No obstante, señala
la Comisión que la brecha entre el acceso rural y urbano, y entre quintiles de la distribución del ingreso persisten, lo que da cuenta de la multidimensionalidad del
concepto de brecha digital, que no puede escindirse del contexto socioeconómico
desde el cual se tiene acceso.
Además, este crecimiento en el uso de internet, si bien es constante, no es homogéneo ni lineal. En el siguiente cuadro, vemos que el número de individuos que
usa internet tuvo un fuerte crecimiento en las décadas pasadas que fue mermando en los últimos años. Esto es esperable si consideramos que la brecha inicial
es, generalmente, más amplia que las subsiguientes.
Reforzando esta lectura sobre el amesetamiento de la brecha, del siguiente cuadro, se desprende que cada vez menos personas están excluidas. Sin embargo,
dada la extensión de la penetración de las nuevas tecnologías en nuestros modos
de hablar, escribir, trabajar, estudiar, etc., quienes estén excluidos y excluidas, lo
estarán cada vez más profundamente.
121
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Gráfico 1. Evolución del porcentaje de individuos que usa internet
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Argentina
Estado Plurinacional de Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Ecuador
México
Paraguay
Perú
Uruguay
Venezuela
Fuente: Elaboración propia a partir de datos publicados por la UIT
Las políticas públicas son aquella dimensión dentro el quehacer político en la que
el Estado elabora, ejecuta y evalúa sus decisiones. Para Oszlak (2006), las políticas públicas son la secuencia de posiciones tomadas por las instituciones gubernamentales y burocráticas que actúan en nombre del Estado, con relación a las
cuestiones incluidas en la agenda pública.
122
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Gráfico 2. Evolución del crecimiento del porcentaje de individuos
que usa internet
160
140
120
100
80
60
40
20
0
-20
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Argentina
Estado Plurinacional de Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Ecuador
México
Paraguay
Perú
Uruguay
Venezuela
Fuente: Elaboración propia a partir de datos publicados por la UIT
Las cuestiones referidas a la reducción de la brecha digital se encuentran instaladas en la agenda de los gobiernos y organismos internacionales hace décadas.
Muchas de las iniciativas latinoamericanas tienen como paradigma al proyecto
One Laptop per Children (OLPC), organizado globalmente con base en los
Estados Unidos y sin fines de lucro, que, mediante la articulación con empresas
fabricantes de hardware y software, busca producir y distribuir a niños, niñas y
adolescentes una computadora portátil de fines educativos más económica que
los prototipos existentes en el mercado informático (Castagno y López Franz,
2013). Por ejemplo, en 2009, el Estado Plurinacional de Bolivia comenzó a trabajar en un programa para dotar a docentes y estudiantes de computadoras para
su uso en aula. Este programa está acompañado por la creación de la empresa
pública Quipus, destinada al ensamblaje de los equipos que tiene la finalidad de
promover la revolución en la educación a través del uso de las nuevas tecnologías
de información y comunicación (Jordán y Calisaya, 2016). La implementación del
123
Fernanda López Franz
proyecto OLPC se ha apoyado sobre los pilares de entrega de computadoras y asesoramiento para su uso, infraestructura tecnológica y plataformas de
soporte técnico y de contenidos y una estrategia pedagógica en aula. Además de
Bolivia, otros países que ejecutaron políticas similares son
Argentina. El programa Conectar Igualdad, lanzado en 2010, consistió en la entrega de equipos portátiles de uso individual a todos los alumnos y docentes de
escuelas públicas de nivel secundario, de escuelas de educación especial y de
institutos de formación docente. Intervinieron el Ministerio de Educación de la
República Argentina, ANSES, el ex-Ministerio de Planificación Federal, Inversión
Pública y Servicios, y Jefatura de Gabinete del Poder Ejecutivo Nacional, y tuvo
un objetivo de 3 millones de equipos. En la Argentina, existen otras iniciativas
subnacionales, tales como el plan Todos los Chicos en la Red (San Luis), el programa Joaquín V. González (La Rioja) el proyecto Aula Digital (Buenos Aires) y el
Proyecto Sarmiento (Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Brasil. El plan Um Computador por Aluno (PROUCA) se propuso alcanzar a 37
millones de alumnos. Este programa socioeducacional inició en 2009 y cuenta
con actores de diferentes niveles del sistema educativo que interactúan a través
de cuatro portales.
Chile. Los Laboratorios Móviles Computacionales (LMC) se destinaron a estudiantes de las escuelas primarias. Implementado en 2009, el plan está enfocado
a solucionar problemas de aprendizaje a través del uso de las TIC (OIE, s/f).
Colombia. En el caso colombiano, el proyecto Piloto uno a uno que comenzó en 2008
se destinó a colegios secundarios y tuvo una proyección de 1500 equipos. El programa se enfocó a la capacitación docente. Paralelamente, se implementaron otros proyectos uno a uno respaldados por instituciones privadas y secretarías de Educación.
Ecuador. Mi Compu es un programa orientado también al nivel primario. Tiene una
proyección de 4020 alumnos/as de segundo a cuarto grado del centro del país.
Comenzó en 2011 y tiene cuatro ejes: la compra de las computadoras a través de
una licitación pública, un programa motivacional que se desarrolla con docentes,
directivos, estudiantes y padres y madres, la capacitación y la evaluación.
124
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Paraguay. El modelo uno a uno en Paraguay, se denomina Modelo pedagógico 1:1
y se destinó al nivel educativo primario. Con una proyección de 1 500 000 alumnos/as y docentes, a partir de 2010, se inició masivamente acompañado de la
capacitación docente. Se implementó en áreas rurales y urbanas, y, para la zona
indígena, se utilizaron las lenguas originarias.
Perú. La iniciativa se denominó Una Laptop por Niño y surgió en 2008. Su primera
etapa estuvo enfocada en las escuelas primaras de las zonas rurales, a partir del
diagnóstico de una amplia brecha entre la educación en ambientes urbanos
y ambientes rurales.
Uruguay. Destinado a estudiantes de primaria y secundaria, consistente en la
distribución de computadoras a los estudiantes de todos los ciclos. El Plan Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Ceibal)
tuvo una proyección de 670 000 equipos y fue lanzado en 2006 por el presidente
Tabaré Vázquez.
Venezuela. A partir de 2008, se implementa Proyecto Canaima, destinado a escuelas primarias, con una proyección de entregar 875 000 equipos. Sus objetivos
principales son la democratización de las tecnologías y la información libre, el
logro de calidad educativa, y la incorporación de las TIC al proceso pedagógico
educativo en general.
Estas iniciativas, enfocadas a estudiantes y docentes de escuelas primarias y secundarias, conviven con otras políticas de inclusión digital, que buscan facilitar
el acceso y la apropiación de las TIC a la población en general. Y esto es así porque, en las actuales condiciones económicas y sociales, la inclusión social no se
restringe al acceso presente o pasado a las instituciones clásicas, la educación
o el trabajo, sino también requiere el acceso a las nuevas tecnologías. En este
sentido, sin una efectiva política estatal en interacción con la ciudadanía y las
instituciones de la sociedad civil, la distribución de la tecnología digital por la sola
lógica del mercado puede no contribuir a la integración, sino a la exclusión social
(Castagno y López Franz, 2013).
125
Fernanda López Franz
Entre las iniciativas latinoamericanas de los últimos años, podemos mencionar al
Plan Vive Digital, de Colombia; los infocentros, del Ecuador y Venezuela; y el Plan
Quiero Mi Barrio, de Chile, entre otros. El Plan Vive Digital Colombia (2010-2014)
tuvo como objetivo la masificación de internet y el desarrollo del ecosistema digital nacional y las comunicaciones1. Para ello, se buscó instalar 800 puntos Vive
Digital en 2014, que ofrecerían un área de acceso a internet, una sala de capacitación, una sala de entretenimiento, un área de gobierno en línea y servicios de
TIC complementarios —mantenimiento de equipos, servicios bancarios, servicios
postales, stands de venta de terminales y para proveedores de acceso y telecomunicaciones—2.
Por su parte, los proyectos de Venezuela y el Ecuador se concentraron en que los
ciudadanos y las comunidades se apropien de las tecnologías en función de sus
diversos propósitos o necesidades. Así, en Venezuela, los infocentros buscaron
facilitar la apropiación de las tecnologías de información y comunicación por parte de los sectores populares mediante la consolidación de espacios tecnológicos
comunitarios facilitadores de la construcción colectiva, la transferencia de saberes y conocimiento, las relaciones de colaboración y de coordinación, la generación de redes y la comunicación popular. El proyecto venezolano buscó «consolidar espacios cimentados en las tecnologías de información y comunicación, para
afianzar la organización y la articulación de las organizaciones sociales, en el
proceso de fortalecimiento del poder para el pueblo». Una de las particularidades
del programa venezolano consistía en que, después de un período, los infocentros establecidos por el Estado pasarían a ser gestionados por las comunidades.
En el Ecuador, los Infocentros se constituyeron como espacios comunitarios
de participación para garantizar el acceso a las TIC con el objetivo de capacitar
tecnológicamente a comunidades rurales y a grupos de atención prioritaria. De
este modo, los habitantes de sectores rurales y urbano marginales accederían
a la conectividad por medio de servicios de internet y telefonía, a la información
1 Conecta a internet al 50 % de las pequeñas y medianas empresas, y al 50 % de los hogares.
2 A su vez, el Proyecto Kioscos Vive Digital estuvo destinado a zonas rurales o apartadas. Su meta fue
alcanzar para 2014 que todos los centros poblados de más de cien- habitantes contasen con, al menos,
un punto de acceso comunitario a internet con el objetivo de fomentar el uso de las TIC en las zonas
rurales y apartadas del país.
126
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
y servicios de las entidades del Gobierno, a la capacitación en herramientas digitales, a aplicaciones web para capacitarse en artes y oficios, y a los servicios que
brinda Correos del Ecuador. En el caso chileno, el programa Quiero mi Barrio estableció telecentros como parte de diversas acciones de intervención social para
mejorar la infraestructura y calidad de vida de 150 barrios vulnerables en Chile.
Esta política pretendió «lograr la apropiación social de las TIC de las personas
que habitan en los barrios, a través del uso con sentido de las tecnologías disponibles», siendo un objetivo «velar porque los telecentros habilitados en el país
se integren a las dinámicas particulares de orden social, económico y cultural
propias de cada barrio» (Proenza, 2012).
Tras este breve repaso por las iniciativas latinoamericanas, queda claro que la
tecnología no es por sí misma una herramienta de transformación social. Es a través de la apropiación de los espacios de democratización del conocimiento por
parte de los ciudadanos que la tecnología cobra sentido e impacta positivamente
sobre la calidad de vida de las personas.
2.1 El programa Núcleos de Acceso al Conocimiento (2012-2016)
Si las TIC son herramientas para generar planes de distribución de capital simbólico en un amplio territorio y a gran escala, es esperable que esta tendencia se
profundice en el futuro. El rol del Estado como actor que propicia la participación
ciudadana en la dimensión simbólica de la sociedad del siglo xxi, es fundamental,
en tanto la sociedad de la información implica nuevos modos de producción social.
Según el informe de la OEI publicado en 2015, la Argentina fue un país pionero en
el desarrollo de centros de acceso a las TIC abiertos a la población (OEI, 2015).
Entre los programas estatales desarrollados en materia de reducción de la brecha tecnológica, se encuentran los Centros de Tecnología 2000, perteneciente al
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; Centros de Acceso del Consejo Federal
de Inversiones (CFI) y Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC) (1998-2013, aprox.),
perteneciente al Gobierno nacional.
El programa Núcleos de Acceso al Conocimiento se enmarcó dentro del Plan
Nacional de Telecomunicaciones Argentina Conectada, creado a través del
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Fernanda López Franz
Decreto N.o 1552/2010. Bajo la órbita del Ministerio de Planificación, Inversión
Pública y Servicios, el objetivo del Plan consistió en establecer una plataforma
digital de infraestructura, espacios públicos y servicios en todo el territorio nacional para la democratización del acceso a la conectividad digital y a las nuevas
tecnologías de la información y de las comunicaciones. Los ejes estratégicos
de Argentina Conectada incluyeron desarrollar la infraestructura y expandir la
conectividad digital a todos los ciudadanos a través de la construcción de 50 000
km de red de fibra óptica que conecte todo el territorio nacional; facilitar a los ciudadanos su acceso universal a internet y a las tecnologías de la información y la
comunicación; incrementar la producción nacional de nuevas tecnologías; contribuir a la creación de empleo en el sector de las telecomunicaciones; optimizar el
uso del espacio radioeléctrico; fomentar la investigación sobre tecnología digital
y garantizar la competencia en el sector de las tecnologías de la información
y las comunicaciones. El Programa NAC formó parte del eje estratégico Inclusión
Digital, cuyo objetivo consistió en crear espacios públicos para la inclusión digital
en todo el país a fin de posibilitar a las ciudadanas y los ciudadanos el acceso a
la conectividad digital y a las TIC3.
Desde sus inicios, el programa definió cada Núcleo de Acceso al Conocimiento
como un espacio público para el acceso a las tecnologías y productos de la
sociedad de la información, la expresión cultural y la producción de contenidos
audiovisuales (Reglamento del Programa Núcleos de Acceso al Conocimiento,
2011). El objetivo inicial fue instalar 150 NAC en establecimientos municipales,
Centros Integradores Comunitarios (CIC), bibliotecas populares, organizaciones
no gubernamentales y otras instituciones de la sociedad civil. Cada NAC constituiría así un nodo de políticas públicas para la articulación de los programas de
las instituciones estatales nacionales, provinciales y municipales, y acciones de
organizaciones comunitarias y de la sociedad civil. Institucionalmente, el programa NAC se planteó los siguientes ejes de acción:
•
Inclusión digital. Promover la igualdad de oportunidades en el acceso a la conectividad y a las TIC a fin de contribuir a la reducción de la brecha digital.
3 La implementación de los NAC fue realizada por el programa NAC en articulación con la Secretaría de
Comunicaciones de la Nación (SECOM), la cual había implementado los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), iniciativa del Programa de la Sociedad de la Información (PSI).
128
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
•
Expresión. Ofrecer al NAC como un espacio de expresión, producción
de conocimientos y ampliación de derechos, a partir del acceso libre
y gratuito a la conectividad y los más variados recursos informáticos.
•
Conocimiento. Impulsar al NAC como lugar de alfabetización, actualización digital y formación laboral.
•
Participación. Proponer al NAC como lugar de encuentro y participación
para la producción comunitaria, con el fin de favorecer la inclusión social, y mejorar y facilitar las actividades productivas de la población.
•
Entretenimiento. Promover que el NAC funcione como un espacio de
entretenimiento digital, recreación y esparcimiento para personas
de todas las edades. Para ello, es menester fomentar el acceso,
uso y apropiación de las nuevas tecnologías.
Para fines de 2013, el programa había alcanzado un 78 % de su objetivo de instalación: 117 NAC de 150 proyectados.
Es en este sentido que el programa NAC tuvo éxito respecto de la distribución de
recursos, que incluyó la formación de capacidades y habilidades tecnológicas a
través de una concepción integral de la alfabetización digital, sin la cual hoy en día
una alfabetización plena no es posible. A fines de 2015, el programa NAC logró
duplicar su objetivo inicial de 150 dispositivos, ya que contaba con 309 núcleos
distribuidos en todas las jurisdicciones argentinas.
El funcionamiento de la política pública requirió una constante adaptación de las
dinámicas y objetivos en función de la retroalimentación con el trabajo en territorio. Los principales logros en las 18 provincias cubiertas se dieron en materia
de acceso a bienes tecnológicos y culturales en localidades donde el NAC se
constituyó como el único dispositivo que facilitaba su acceso de modo público
y gratuito.
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Fernanda López Franz
Infografía 1. Logros del programa NAC
(agosto 2013)
Fuente: Programa NAC, Ministerio de Planificación, Inversión Pública y Servicios
Cuadro 1. Distribución de Núcleos de Acceso al Conocimiento
(noviembre 2015)
Provincia
Cantidad
de PD
Provincia
Cantidad
de PD
Provincia
Cantidad
de PD
Buenos Aires
67
Formosa
13
S. D. Estero
6
CABA
13
Jujuy
16
Salta
10
Catamarca
10
La Pampa
4
San Juan
7
Chaco
11
La Rioja
9
San Luis
1
Chubut
10
Mendoza
3
Santa Cruz
12
Córdoba
24
Misiones
14
Santa Fe
33
Corrientes
8
Neuquén
6
Tierra del Fuego
2
Entre Ríos
13
Río Negro
2
Tucumán
15
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del programa NAC
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
2.2 Programa Punto Digital (2016-presente)
En 2016, el Gobierno de Mauricio Macri disolvió el Ministerio de Planificación, Inversión Pública y Servicios. El programa NAC comenzó a funcionar bajo el nuevo
Ministerio de Modernización, bajo la denominación programa Punto Digital.
En 2018, el Ministerio de Modernización de la Nación pasó a depender de la Jefatura de Gabinete de Ministros, bajo la denominación de Secretaría de Gobierno de
Modernización. Respecto a los lineamientos de la política pública, Punto Digital
continuó con los objetivos generales de los Núcleos de Acceso al Conocimiento: intervenir sobre la disparidad de acceso a internet, equipamiento tecnológico,
contenidos audiovisuales y entretenimiento que existe tanto entre diferentes localidades como al interior de cada ciudad y ampliar el acceso al equipamiento
y contenidos relacionados a las nuevas tecnologías al mayor número de personas posible dentro del municipio donde funciona.
En cuanto a la población objetivo, sabemos que las políticas públicas pueden
partir de un enfoque universal o de un enfoque focalizado. El enfoque universal
implica comprender que un determinado servicio debe ser garantizado a toda la población indistintamente, mientras que una política pública focalizada tiene como objetivo
a un sector que no puede acceder al bien o servicio por sus propios medios.
Durante la vigencia del programa NAC y la implementación del programa Punto
Digital, los gobiernos establecieron como zonas prioritarias para la instalación de
nuevos dispositivos, barrios o localidades alejados de los grandes centros urbanos donde los hogares tienen nulo o bajo acceso a computadoras. No obstante,
esta asignación nunca fue exclusiva, y, además, la propia dinámica local de los
Puntos Digitales logró que su implementación se aproximara a un enfoque universal. Esta universalidad del uso es resultado de la flexibilidad y readecuación de
los contenidos a las necesidades, demandas y perfiles locales.
Para fines de octubre de 2019, se implementaron 538 Puntos Digitales, que cubrieron
todas las provincias argentinas con la siguiente distribución provincial y regional.
131
Fernanda López Franz
Cuadro 2. Distribución provincial y regional de los Puntos Digitales
Provincia
N.º de PD
Provincia
N.º de PD
Buenos Aires
119
Río Negro
16
CABA
10
Salta
24
Catamarca
24
San Juan
14
Chaco
10
San Luis
5
Chubut
11
Santa Cruz
8
Córdoba
66
Santa Fe
52
Corrientes
20
Santiago
del Estero
6
Entre Ríos
27
Tierra del Fuego
2
Formosa
9
Tucumán
21
Jujuy
33
Región
N.º de PD
La Pampa
8
Centro
274
La Rioja
10
NOA
108
Mendoza
15
NEA
60
Misiones
21
Patagonia
52
Neuquén
7
Cuyo
44
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del programa Punto Digital
En cuanto a la distribución por tipo de municipio, la mayoría de los Puntos Digitales
funcionan en municipios muy chicos, de menos de mil habitantes (Cuadro 3).
En el reglamento que firman los municipios al momento de solicitar un Punto Digital, se
establece que deben designar un coordinador o coordinadora local, que tiene entre sus
tareas reportar mensualmente en una plataforma para dichos fines establecida las actividades planificadas y la asistencia a dichas actividades. Los reportes realizados en la
plataforma del Programa por parte de quienes coordinan los Puntos Digitales permiten
tener un panorama general de su uso. Así, podemos ver, en el Cuadro 4, que el 39 % de las
personas que asisten son adultos (de 21 a 65 años); el 30 %, jóvenes (de 12 a 20 años);
el 23 %, niños y niñas (menos de 11 años); y el 7 %, adultos mayores (más de 65 años).
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Cuadro 3. Distribución de los Puntos Digitales por tipo de municipio
Puntos
Digitales
% total
Muy chico
204
29,9
Chico
161
28,12
Mediano
53
9,11
Grande
87
14,46
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del programa Punto Digital
Cuadro 4. Uso de los Puntos Digitales por rango de edad reportados
en enero-mayo 2019
Rango etario
Total
asistencias
%
Niños/as
265 291
23,03%
Jóvenes
349 965
30,38%
Adultos/as
452 870
39,32%
Adultos/as
mayores
83 746
7,27%
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del programa Punto Digital
La mayoría de las personas que asisten a los Puntos Digitales lo hacen para utilizar
el espacio de capacitación equipado con computadoras. Los usos son marcadamente diversos: navegación libre, capacitación en cursos y talleres gestionados
por el coordinador local, idiomas, uso de la plataforma online, capacitación para
empleados municipales, etcétera. Aquí, es importante volver sobre el sentido que
las personas que utilizan el equipamiento dan al Punto Digital. A riesgo de simplificar, podríamos clasificar los contenidos en generales y locales. Los contenidos
generales son aquellos diseñados por el Programa para todos los Puntos Digitales,
por ejemplo, ciclo de videoconferencias sobre derechos humanos, ciberseguridad, talleres presenciales de diseño gráfico y fotografía, así como toda la oferta
de cursos disponibles en la plataforma online de Punto Digital. Los contenidos
133
Fernanda López Franz
locales son aquellos que gestiona localmente el equipo de trabajo a partir de la articulación con actores, instituciones y organismos locales. Esto permite adecuar
la vida de cada Punto Digital al perfil de cada barrio, y facilita que las coordinadoras y los coordinadores multipliquen los contenidos disponibles como parte de
una red de múltiples entradas, abonando a un enfoque que privilegia la apropiación
más allá del acceso. Actualmente, no existen estudios que den cuenta del significado que las personas que participan de los NAC-PD otorgan a dichos espacios.
Podemos adelantar, no obstante, algunas impresiones a partir de un breve relevamiento realizado a los coordinadores y las coordinadoras sobre el impacto del
Punto Digital en su territorio. De las respuestas, se desprende que, en términos
generales, la mayoría de las personas consultadas define la inclusión digital como
la posibilidad de acceso gratuito a las nuevas tecnologías. En este sentido, sostienen que la importancia del Punto Digital radica en
Ayudar a reducir la brecha tecnológica (Malargüe, Mendoza).
Brindar acceso a toda la comunidad a diferentes trámites, cursos, capacitaciones que requieran la conexión digital, así como un espaciofísico y ayuda
(Lobos, Buenos Aires).
Permite tener la posibilidad de recurrir cuando se necesite a internet en
lugares accesibles, en caso de que en sus hogares no lo puedan solventar
(General San Martín, Chaco).
Dan la posibilidad a todos los ciudadanos de adquirir conocimientos y experiencias en tecnologías y herramientas digitales (Almafuerte, Misiones).
Ayuda a las personas sin importar su edad, género, y situación social dando
lugar a herramientas digitales que están dentro de nuestro punto digital
(Famaillá, Tucumán).
Incluye a la sociedad en las herramientas de información y comunicación
para que puedan agilizar sus trámites y sentirse parte de esta nueva era de
la tecnología (Aristóbulo del Valle, Misiones).
134
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Brinda a los ciudadanos las herramientas básicas para el acceso a lo que
propone la era digital (Ubajay, Entre Ríos).
Es una herramienta para mejorar desde hoy y a futuro, logrando acercarla a la
comunidad que sufre vulnerabilidad social (San Carlos, Mendoza).
No obstante, esta definición restringida se matiza cuando consultamos sobre el
modo en que un Punto Digital impacta en la comunidad una vez instalado:
En un sentido altamente favorable, ya que, en el caso particular de nuestro
Punto Digital, al ubicarse a una distancia considerable de alguna ciudad
que cuente con recursos digitales, da la posibilidad a los ciudadanos de
tener un espacio abierto y gratuito para adquirir conocimientos, resolver
trámites y entretenerse de manera diferente a la oferta que podía brindar el
pueblo anteriormente (Almafuerte, Misiones).
El Punto Digital es un gran aporte a la comunidad, ya que incluye a todos,
a las nuevas tecnologías, permitiéndoles capacitarse, aprender, manejar la
computadora con un coordinador que está presente dándoles esa sensación de protección y el ánimo necesario para aprender de forma totalmente
gratuita (Leandro N. Alem, Buenos Aires).
En todo, porque estamos dentro de una zona estratégica en la cual tenemos numerosas familias y asentamientos en la cual no tienen acceso a
herramientas digitales (Famaillá, Tucumán).
En todos. El PD de Aristóbulo cumple muchas funciones en la sociedad tanto
tecnológicas y sociales, que ayudan al ciudadano a sentirse acompañado
solucionando gran parte de sus necesidades (Aristóbulo del Valle, Misiones).
El sentido sumamente favorable, ya que un tercio de la población (y en crecimiento porcentual) hace uso directo y continuo del espacio. Ha facilitado
y brindado herramientas excelentes para los habitantes, sobre todo en el
beneficio de no tener que viajar a otra localidades, ya que nuestra localidad
está muy aislada de ciudades más importantes (Ubajay, Entre Ríos).
135
Fernanda López Franz
Las Rosas es cabecera del departamento Belgrano, la cual es una zona
agrícola ganadera en su mayoría, y no todas las personas disponen de los
servicios digitales o capacitaciones de estas que hoy se brindan en nuestro
Punto Digital, o un espacio donde realizar trámites en los cuales sea necesario la utilización digital y tener un asesor como cada coordinador (Las
Rosas, Santa Fe).
En el área de las ciencias sociales y específicamente en el campo de la antropología, se ha discutido la noción de ciberespacio y la medida en que este representa un área escindida del mundo real. Los estudios de aproximación etnográfica
demostraron que es posible hablar de una cultura surgida en el ciberespacio
(Ardévol y Gómez Cruz, 2012) que cuenta con sus propios códigos de conducta, y donde los y las participantes encuentran sentido, desarrollan identidades
colectivas y sentimientos de pertenencia similares a los que tienen lugar en las
comunidades que podríamos llamar físicas. Entonces, el llamado mundo virtual
no constituye un mundo aparte del mundo físico: la vida offline y online están relacionadas, se influyen mutuamente y se condicionan, a la vez que reproducen las
diferencias y desigualdades del mundo real. Es así que, a partir de 2000, la idea
de internet como mundo diferenciado fue cuestionada (Ardévol y Gómez Cruz,
2012), abandonando la imagen de un ciberespacio homogéneo inmune a los contextos culturales desde donde se accede y se utiliza.
Al ser consultados sobre los beneficios de la política pública que estudiamos,
muchos/as coordinadores/as aluden a la posibilidad de capacitarse —alfabetizarse— y hacer trámites, mientras que otros/as valoran el Punto Digital en términos de reducción de distancias, sobre todo en lo que atañe a la posibilidad de
realizar gestiones para el acceso a derechos. En este punto es donde la frontera
offline-online se difumina. Lo que hacemos y cómo intervenimos la tecnología y sus
posibilidades impacta creativamente en las actividades diarias y la información
que disponemos. Por ejemplo, acceder o no acceder a espacios de trabajo colectivo vía videoconferencia o participar de la red de Puntos Digitales tiene su
correlato en la puesta en circulación de información y experiencias locales; y es
aquí entonces donde se vuelve clara la responsabilidad estatal de generar dichos
vehículos y por qué la reducción de la brecha digital tiene que ser una política de
Estado continua y pensada a largo plazo.
136
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Desafíos
El desafío de las políticas públicas en materia de inclusión tecnológica radica
en favorecer la apropiación real de la tecnología por parte de las personas que
acceden a ella. Para ello, es fundamental que se generen instancias de reflexión
sobre el impacto que los planes, programas y proyectos implementados desde la
administración pública tienen en las comunidades donde se insertan. La mayoría
de las políticas públicas destinadas a la ciudadanía en general superaron la definición restringida —uso— y avanzaron hacia modelos que incentiven la construcción colectiva de saberes y conocimiento. Los infocentros venezolanos con su
proyecto de transferencia final de los dispositivos a las comunidades son uno de
los casos más avanzados.
En la Argentina, el programa NAC-Punto Digital funciona desde 2010, y ha sabido atravesar cuatro administraciones gubernamentales. A diferencia de otras
políticas públicas argentinas de inclusión digital, alcanza a la población no escolarizada, y las personas que visitan los espacios abarcan todos los rangos
etarios y niveles de formación. El objetivo principal de la creación del programa
se ha visto modificado como resultado del uso que las personas han realizado
del espacio y del equipamiento. Como sostuvimos, el programa NAC surgió como
parte del eje estratégico Inclusión Digital del Plan Nacional de Telecomunicaciones Argentina Conectada, y su objetivo consistió en crear espacios públicos para
la inclusión digital en todo el país a fin de posibilitar a las ciudadanas y los ciudadanos el acceso a la conectividad digital y a las TIC. Con el avance de políticas
de gobierno transparente, Estado abierto y tramitación online, surgieron nuevas
demandas relacionadas con el pedido de capacitaciones específicas y asistencia
en trámites a las que el Equipo nacional debió responder.
Los Puntos Digitales se ubican estratégicamente en espacios alejados de los grandes centros urbanos, y esta es su principal oportunidad en términos de ampliar su
alcance. Al mismo tiempo, la gestión del equipo nacional con los coordinadores
y las coordinadoras locales ha contribuido a que estos/as se constituyan en multiplicadores barriales de los contenidos y herramientas que circulan en la red.
137
Fernanda López Franz
Las posibilidades de acción para un programa que ya cuenta con una capacidad
de alrededor de 540 espacios en todo el país son amplísimas y deberán adaptarse
a las demandas resultantes de identificar nuevas brechas y desigualdades.
Por ejemplo, un reciente informe de la CEPAL (2019) indica que, en los últimos
años, la población de América Latina ha envejecido. Paralelamente, existen trabajos que comienzan a hablar de la brecha gris (Rivoir, 2009) para referirse a aquella
que afecta a las personas mayores específicamente y que debe ser entendida
junto con otras variables de exclusión. En este sentido, las TIC tienen el potencial
de contribuir a reducir las desigualdades, no solo económicas, sino también sociales y culturales, al tiempo que la ausencia de políticas públicas activas puede
exacerbar las desigualdades preexistentes. A los Puntos Digitales asisten adultos
mayores que encuentran un espacio para la participación en las nuevas tecnologías, asistidos por coordinadores y coordinadoras que cumplen el papel de expertos cálidos, utilizando un término acuñado por Bakardjieva (2005) para referirse a
los/as facilitadores que allanan el camino del aprendizaje en su trabajo conjunto
con personas mayores. En resumen, un trabajo sólido en cuanto a contenidos
y proyectos de implementación puede contribuir a una mayor y mejor autonomía
e integración social de las personas mayores.
Por otra parte, una perspectiva que ha adquirido gran relevancia es aquella que
involucra el concepto de brecha de género. De acuerdo con la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a diferencia de Europa y de
los Estados Unidos, en América Latina, la brecha digital en el ámbito del género
constituye un problema que persiste: aún se observan dificultades en frecuencia
y tiempo de acceso a la computadora e internet, así como respecto de las capacidades de usos y apropiación. En este sentido, los centros de acceso a las TIC
de origen estatal adquieren especial relevancia frente a otros centros, como los
cibercafés, lo cual se refleja en una mayor presencia femenina, en tanto ofrecen
un ámbito de confianza para que las mujeres se capaciten en el manejo de las TIC
(Benítez Larghi, 2012).
Transversalmente, y como sostienen quienes hace tiempo trabajan sobre el derecho a la inclusión digital (Morales, 2009), es preciso avanzar ahora en ampliar
la mirada sobre la apropiación. La creciente y galopante circulación de datos
permea la construcción de identidades, autoestima, vínculos y oportunidades.
138
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Nuestro consumo en el ciberespacio es un bien comercializable. Propiciar políticas estatales que avancen en la democratización del conocimiento sobre el valor
que el uso y consumo de la tecnología tienen en el sistema tecnológico global
contribuirá a reducir la brecha de poder entre quienes usan las TIC y quienes usan
la información que de allí se desprende. A los talleres y capacitaciones que el
Estado diseña para implementar en las diferentes localidades es urgente sumar
prácticas de concientización sobre el uso seguro de las nuevas tecnologías, políticas de consentimiento informado, el derecho a no ser invadidos/as por publicidad, etc. Es en este punto que cualquier política gubernamental que se lleve adelante e impacte en la vida de las personas no puede omitir este empoderamiento
que, de la democratización real del conocimiento, se desprende.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Cómo citar este artículo
López Franz, F. (2020). «Los sentidos de la inclusión digital: un análisis a partir del
estudio del programa Punto Digital». En Estado abierto. Revista sobre el Estado, la
administración y las políticas públicas, 4, (2), pp. 115-141.
141
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 143-170
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
El estudio de la política en la era digital*
Por Manuel Alcántara Sáez**
Resumen
La era digital ha traído profundos cambios en el ámbito de la cultura, la sociedad
y la economía. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han
tenido, a su vez, un gran impacto en un mundo globalizado. La política pareciera,
sin embargo, que es ajena a ello. Este escenario es particularmente importante
para la ciencia política, que, en muchos casos, permanece anclada a conceptos
e incluso métodos que no están acordes con el momento presente. Las transformaciones acaecidas tienen especial relevancia en cuatro aspectos sustantivos
de la política que tanto tienen que ver en uno de sus costados básicos como es la
representación: la libertad, la igualdad, la confianza y la identidad.
Palabras clave
Era digital – globalización – ciencia política.
Abstract
The digital age has brought profound changes in the field of culture, society and
the economy. Beside that information and communication new technologies have
had a major impact on a globalized world. Politics seems, however, to be alien to
it. This scenario is particularly important for Political Science which, in many cases, remains anchored to concepts and methods that are not in keeping with the
present moment. The transformations that have been carried out have particular
relevance in four substantive aspects of politics that have so much to do on one
of its basic sides as it is representation: freedom, equality, trust and identity.
* Este artículo es una adaptación del texto publicado en Alcántara Sáez, M. y Cardona Restrepo, P. (coords.)
(2020). Dilemas de la representación democrática. Ediciones Tirant lo Blanch y UPB.
** Catedrático de la Universidad de Salamanca. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, y Doctor en
Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
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Manuel Alcántara Sáez
Key words
Digital era – globalization – political science.
Introducción
La política no es ajena a los cambios que se dan en el entorno, transformaciones
que, a su vez, se ven influenciadas entre sí de manera sistémica, en términos
de Parsons o de Easton, o configurando un campo, usando la terminología de
Bourdieu. Las innovaciones tecnológicas, las mutaciones sociales y las nuevas
tendencias en el seno de la economía y las finanzas impactan en la política del
mundo de hoy. Normalmente, sin embargo, la política —y ya no se diga la disciplina que la estudia— reacciona con cierta demora ante aquellas (Snowden, 2019).
A continuación, se reflexionará acerca de los retos que tiene la política según la
siguiente secuencia: en primer lugar, se define sucintamente qué se entiende por
política de acuerdo con lo defendido en trabajos anteriores (Alcántara Sáez, 2017
y 2019). Seguidamente, se retoma el tema de las transformaciones y su significado e impacto en lo político en los tres niveles recién citados y referidos a la tecnología, la sociedad y la economía. Luego, se alude a la huella de estos cambios en
cuatro aspectos sustantivos de la política que tanto tienen que ver en uno de sus
costados básicos, como es la representación, y que, por antonomasia, se vincula
con la dimensión electoral de la democracia, como son la libertad, la igualdad,
la confianza y la identidad. Antes de terminar, se afronta la manera en que estas
cuestiones afectan la política en América Latina. Por último, se relaciona todo lo
anterior con la configuración del estudio de la política.
En cualquier caso, el presente texto pretende provocar la reflexión desde la certeza de que la precisión conceptual y el rigor metodológico son las finalidades
primordiales en el ámbito académico. Las páginas que siguen desean hacer recapacitar sobre cuestiones muy próximas, casi debería decir cotidianas, y vinculadas con su imbricación con la política y, en especial, la democracia representativa
y la ciencia política, disciplina que, a veces, parece anquilosada en la discusión de
temas añejos; quizá, también, sugerir nuevas vías de investigación.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Este propósito es aún más perentorio si lo que se trata de abordar es el propio
término que denomina a una disciplina. Un objetivo teóricamente necesario e imprescindible a la hora de sentar las bases de su maduración.
1. La evolución del significado de lo político
La reflexión especulativa con respecto al término político es uno de los grandes
retos epistemológicos presentes a lo largo de la evolución de la humanidad. Desde
que hay constancia histórica, no hay lapso en que no se haya dejado de tocar el
asunto, integrando lo pensado en el contexto del momento y en consonancia con
la evolución de diferentes paradigmas sobre los individuos y sus configuraciones
tanto particulares como grupales.
La definición de lo político, de la política, es consustancial con la ciencia política,
una disciplina, como hoy se conoce, que sienta sus bases en los albores del siglo
xx articulada sobre cuatro ejes fundamentales: el impacto del pensamiento liberal, la construcción del Estado moderno, la edificación de la nación y la llegada de
la nueva sociedad de masas. A todo ello, debe añadirse el desarrollo de la universidad a lo largo del último siglo.
El pensamiento liberal, en tanto punta de lanza de nuevas ideas políticas, articula
un tipo de régimen de equilibrio de poderes, de imperio del Estado de derecho, de
representación ciudadana y de construcción de una comunidad política nacional que abre una dimensión nueva de lo político y de la política. Asuntos como
la propia separación de poderes, el papel del Estado como monopolizador de la
violencia, la identidad ciudadana y nacional, los procesos electorales y los mismos fundamentos de la política son sustanciales en relación con su legitimidad
legal-racional.
La nueva sociedad surgida de la Revolución Industrial incorpora a millones de
individuos al juego sobre el usufructo y límites del poder definido por las reglas
liberales; asimismo, presiona mediante instancias representativas sobre las viejas estructuras estatales en demandas de políticas públicas que satisfagan necesidades insoslayables en favor del bienestar general. La sociedad de masas
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Manuel Alcántara Sáez
busca convertirse en la sociedad de la clase media. Entremedias, la evolución del
Estado nación termina por constituir uno de los proyectos más ambiciosos en la
historia de la humanidad.
Por su parte, la universidad deja de ser el centro de estudio elitista que es en los
siglos anteriores para abrirse a las clases sociales emergentes e impulsar nuevos
saberes con un perfil de mayor especialización sobre la base de viejos asuntos.
No hay duda de que la expansión de la ciencia política se va a dar en el seno de un
proceso de profundo cambio que trae consigo enormes expectativas generales
de movilización social gracias al acceso al conocimiento elaborado, además, de
forma diferente, así como del imperio de instituciones políticas novedosas.
En el mundo anglosajón, este proceso se da con un ritmo más acelerado y sostenido. Allí se puede diferenciar perfectamente entre tres términos: politics, policy
y polity, cuyas connotaciones en torno a las ideas de proceso, práctica y marco
siempre tienen una notable dificultad para ser transferidas al español, donde ha
estado presente la confusión terminológica. Sin llevar a cabo un repaso de cómo,
a través del siglo xx, se configura el escenario de discusión de lo político —la
política—, hay que destacar, entre otras, la tensión originada por las dos visiones
contrapuestas entre Arendt y Schmitt, y el quiebre intermedio registrado por la
propuesta de Easton, así como las modificaciones que trajo consigo el neoinstitucionalismo y, colateralmente, el pensamiento de Bourdieu.
Para Arendt, prototipo de pensadora que reivindica afanosamente como modelo
un mundo virtuoso, ser político equivale a ser una persona pública concernida por
los asuntos públicos; además, la vida política de la ciudadanía constituye una opción moral libremente hecha por personas que podrían fácilmente haber escogido
otra porque la asociación política es una comunidad moral basada en la confianza,
la amistad y el respeto mutuo, aspectos sin los que el mundo político no existe.
Por ello, ve con enorme preocupación el retraimiento con respecto a la política y al
ámbito público que se han convertido en la «actitud básica del individuo moderno,
quien, alienado del mundo, solo puede revelarse verdaderamente en privado y en la
intimidad de los encuentros cara a cara» (Arendt, 1990).
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Frente a ella, el pensamiento de Schmitt se alza como antagonista en tanto que,
para él, lo político se basa en la distinción amigo-enemigo, una propuesta de calado
radicalmente diferente.
La revolución conductista, junto con la apropiación del concepto de sistema según
el uso de Parsons, lleva a Easton a su propuesta innovadora en la que lo político
—la política— deja de ser un sustantivo para quedar relegado a un puro adjetivo:
sistema político. Lo que vale por encima de todo son relaciones, funciones, entre
actores e instituciones, con flujos de demandas y de apoyos en búsqueda de
equilibrios que resultan complicados. El poder es una mera recolocación de valores
realizada por una autoridad legitimada (Easton). Después, los neoinstitucionalistas
no hacen otra cosa que apuntalar el edificio así construido y dan un sentido
diferente a las instituciones como constricciones que regulaban la interacción
humana para evitar la incertidumbre (North). Bourdieu, por su parte, incorpora su
visión conceptual del campo, en el que la política queda integrada en una maraña
de distintas configuraciones de clases o de relaciones sociales.
2. La irrupción de las nuevas tecnologías de la información
y de la comunicación
Este era el estado de las cosas en la ciencia política cuando se avizora el fin del
siglo xx, pero el escenario mundial cambia radicalmente en apenas una década
como consecuencia de procesos que vienen incubándose. La caída del muro de
Berlín acelera la globalización sobre la base de una profunda desregulación, de
la presencia del capitalismo transnacional y del desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (en adelante, TIC) que aupan más
su avance. Todo ello trae consigo la progresiva separación del poder y la política,
algo sobre lo que se volverá más adelante. En la medida en que el capital financiero extraterritorial empieza a moverse sin límite alguno de espacio y distancia,
y la política sigue permaneciendo restringida a lo local y a lo territorial, el flujo
de aquel comienza a estar cada vez más fuera del alcance de las instituciones
políticas. Igualmente, los procesos desreguladores de la mano del neoliberalismo
imperante hacen prescindible la acción del Estado.
147
Manuel Alcántara Sáez
Por otra parte, el espacio que ve el ascenso de nuevos jugadores en el panorama internacional, algunos en clave nacional —China, India, Rusia— y otros como
conglomerados empresariales1 de insólito vigor insertos en la nueva economía
de la materia oscura, de lo intangible y de lo simbólico (Haskel y Westlake, 2018),
trae consigo una transformación de enorme trascendencia en el papel de los Estados nación que, hasta entonces, constituyen la unidad por excelencia en la que
escenifica lo político —la política—. Igualmente potencian una nueva forma de
capitalismo denominada capitalismo de vigilancia2.
Pero el cambio más trascendental acaece en la arena tecnológica cuando se ven
afectados tres niveles que, hasta ese momento, no tienen impacto alguno: la revolución tecnológica, el significado de los nuevos soportes en manos de la gente
y la capacidad de almacenar los datos generados que, posteriormente, pueden
convertirse en patrones y ser interpretados por otros agentes. «Desde un punto
de vista científico, la capacidad de recoger datos de todo es lo más importante
que ha pasado desde el siglo xix: más que los aviones, coches o internet. Tenemos datos milisengundo a milisegundo de casi cada humano en la tierra» (Pentland en Pérez Colomé, 2019c).
La presente revolución tecnológica se inserta en la historia de la humanidad
como una de las grandes transformaciones habidas en todos los tiempos.
Su carácter complejo parece no tener fin; el hecho de estar al borde de la
denominada supremacía cuántica y su inmediato impacto en el mundo de la
computación es una de las últimas evidencias (Pérez Colomé, 2019a y 2019b).
1 Pueden mencionarse los gigantes del internet estadounidense, como Google-Alphabet, Apple,
Facebook, Amazon, Microsoft —GAFAM—, o chino, Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi —BATX—. La más
vieja de ellas, Microsoft, se creada en 1975.
2 El capitalismo de vigilancia es creado por Google: capta la experiencia humana como materia prima
gratuita y la traduce en patrones de comportamiento para explotarlos comercialmente. Aunque algunas
de las empresas tecnológicas utilizan esta información principalmente para mejorar sus productos y servicios digitales —Apple o Amazon en menor medida—, la realidad es que la mayoría —Google,
Facebook, Microsoft— utiliza inteligencia artificial para convertirlos en «productos predictivos» que anticipen el comportamiento de cada individuo vno únicamente en lo que a hábitos de compra se
refiere—, y comercia con ellos en el nuevo mercado de «futuros de comportamiento» (Zuboff, 2019).
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
Desde la perspectiva de la política, los nuevos soportes en las TIC tienen un impacto
enorme que continúan la huella que deja en nuestra civilización la expansión de
la imprenta y el saber leer, que potencian el énfasis en la fe individual (Lutero) que
tanto contribuyó a que la verdad fuera paulatinamente algo de raíz subjetiva hasta
llegar al momento actual caracterizado por su gran plasticidad. Además, lo que
viene a revalidarla es la aceptación social, ya que, en la actualidad, «la verdad, en
lugar de ser el resultado de testimonios contrastados, se convierte en el veredicto
de un refrendo constante de audiencias» (Blatt, 2018).
Las TIC tienen siete características que configuran su frescura y su trascendencia3. En primer lugar, son universales4. En segundo término, son inmediatas, es
decir, permiten la conectividad instantánea, en tiempo real. En tercer lugar, son
portables y facilitan que la referida conectividad sea permanente, y los usuarios
se conectan desde no importa dónde se esté en virtud del acceso prácticamente
irrestricto. En cuarto lugar, son reflexivas y posibilitan la respuesta y la interconexión. En quinto lugar, facilitan la hiperconectividad por la que se puede estar a
la vez en diferentes escenarios y son multifuncionales5. En sexto lugar, permiten
agregar y almacenar técnicamente multitud —millones— de preferencias. Finalmente,
su propagación ha sido vertiginosa, pues el escenario recién descrito se ha alzado en un cuarto de siglo6.
3 Como lo ejemplifica Snowden (2019: 253), «un único smartphone de los modelos actuales controla
más potencia de computación que toda la maquinaria de guerra del Reich y de la Unión Soviética juntas».
4 A comienzos de 2019, internet llega a 4388 millones de personas, es decir, algo más de la mitad del
planeta, y la tasa de penetración en 17 países es superior al 90 %. Por otra parte, el uso de teléfonos
celulares es potestad de dos tercios de la humanidad —el 52% de la población mundial accede a internet
por medio de su celular— (Galeano, 2019).
5 Se posibilita al mismo tiempo el uso de la voz, el empleo de cámara de fotos, relojes, agenda per-
sonal, quioscos de prensa e instrumentos de pago en las cada vez más habituales operaciones de
comercio electrónico.
6 Baste recordar que mientras que el teléfono fijo tarda 75 años para que su número de usuarios alcance
a 100 millones de personas.
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Manuel Alcántara Sáez
3. El impacto de las TIC en la política desde la perspectiva del subjeto
y la nueva configuración del poder
Todo ello comporta aspectos nuevos de la interacción social, como son la posibilidad
de actuar anónimamente; la viralidad que un mensaje puede tomar en la red para
llegar a millones de usuarios en un tiempo muy reducido; el sentimiento de empoderamiento que alcanza a sentir quien está en posesión de una terminal; la conciencia
de pertenencia a una comunidad virtual y, a la vez, dar voz a personas explotadas
y privadas de derechos para que sus opiniones sean escuchadas, lo que produce lo
que Luther King había señalado en cuanto a «la sensación de ser alguien».
No obstante, la aparente facilidad en la comunicación, que dinamiza las técnicas
de publicidad (Sánchez Silva, 2019) y de propaganda, la movilización de simpatizantes de manera virtual —consiguiendo la aquiescencia explícita de los mensajes, así como, en el mejor de los casos, hacer que concurran a la plaza—, y la
expresividad absoluta individual, tienen un lado menos promisorio.
Como ponen de relieve Han (2012, 2014) y Berardi (Massot, 2019), las tecnologías
digitales están creando una mutación del ser humano y aceleran de forma tan vertiginosa el tiempo que no dejan espacio para la pausa, la escucha, la capacidad
crítica ponderada o la deliberación, además de potenciar el aislamiento espurio.
Han (2012) enfatiza que las consecuencias de dejar atrás la organización social
disciplinaria, en la que, si uno cumple con su deber, podrá vivir satisfecho, para
sumergirnos en la sociedad del rendimiento cuyo paradigma es ese individuo exhausto por una competitividad autoimpuesta y sin límite que le obliga a estar
siempre alerta y siempre en forma, y que percibe cualquier distracción o contratiempo como una amenaza para su carrera. Si fracasa, será por su culpa. Según
Berardi, por su parte, «los dispositivos tecnológicos se han convertido en una
prótesis de nuestros cuerpos y en una herramienta de relación permanente con
el mundo, devaluando así nuestra experiencia directa e inmediata de la realidad,
afectando a las emociones, el psiquismo, la percepción y la relación con el otro»
(Massot, 2019).
Paralelamente, la naturaleza de las TIC acorta la capacidad de atención, puesto
que las personas son cada vez más rápidas en tareas mecánicas, pero están menos
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
capacitadas para ocuparse de cosas complejas. La riqueza de información crea
pobreza de atención; además el soporte mayoritario por el que la gente se informa apenas si permite desplegar unos cientos de caracteres en los que se condensa al máximo el contenido de la noticia. En otro orden, las nuevas tecnologías
han revolucionado la economía de la atención de dos maneras: han penetrado
en la vida de la gente y les consumen cada vez más tiempo, y han hecho que la
gente sea más activa a la hora de solicitar la atención, dado el incremento de las
oportunidades de compartir más cosas con el mundo.
Pero también las TIC dificultan la argumentación, como acabo de señalar, al sintetizar hasta tal extremo la información que aparece descontextualizada y hace
muy difícil su comprensión, además diluyen la responsabilidad de sus usuarios,
aumentan la desinformación (Badillo, 2019) y facilitan el incremento del impacto
y de la velocidad de propagación de las noticias falsas —que siempre existieron—.
Este tipo de información se basa en la emoción y en la segmentación de los ciudadanos en comunidades que, con el efecto burbuja (Pariser, 2017), actúan como
cajas de resonancia.
Con todo ello, lo que sucede es la sustitución del viejo concepto de opinión
pública por el nuevo de emoción pública. En esa dirección, Taleb (2016) subraya
que la mayoría falsifica públicamente sus preferencias para encajar dentro de su
grupo adoptando posiciones extremas con la creencia equivocada de que son posiciones de consenso en el colectivo en el que se quiere permanecer, cuando, en
el fondo, lo son solo de sus cabecillas más gritones, lo que fortalece la polarización
de la opinión pública por parte de las redes sociales. Esto tiene un impacto enorme
en lo político, como se ha comprobado con la expansión de propuestas populistas.
Algo similar ocurre con respecto al liderazgo, cuyos márgenes de ejercicio se
comprimen en un escenario de psicopolítica digital (Han, 2014a), así como en
relación con la pérdida de identificación con los partidos políticos que se hace
sentir cada vez más a la par de empobrecer la esfera pública (ver Giraldi, 2019).
Hay un segundo ámbito forjado por las nuevas tecnologías en una dimensión diferente y que se articula sobre la capacidad de capturar y de almacenar los datos
y los metadatos. Ello puede llevarse a cabo, con consecuencias variadas, por parte
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Manuel Alcántara Sáez
de los soportes utilizados en la comunicación o en el acceso a la información, así
como mediante otras aplicaciones en lo que se ha denominado el internet de las
cosas. A lo que se añade el papel de los buscadores en la intermediación, y, posteriormente, la capacidad de interpretarlos y de volverlos operativos para facilitar
otras actuaciones por otros agentes.
La nueva dimensión que vierte el mundo del big data y las posibilidades que
ofrece la inteligencia artificial (IA), que es la técnica de usar datos y algoritmos
para tomar decisiones como —o mejor que— los seres humanos, constituyen un
reto triple para la política, máxime cuando se estima que el 92 % de los datos
que se producen en el mundo occidental están custodiados por empresas
norteamericanas, frente al 4 % que está en Europa (ver Pellicer y Fariza, 2019).
Así, paralelamente y en relación con el big data, la ciencia política, tras ser durante
décadas la cenicienta de las ciencias sociales, en afortunada expresión de Laski
de hace 100 años, por su inveterada carencia de datos y su excesiva dependencia
de lo especulativo, se convierte en un receptáculo en el que millones de datos esperan una interpretación. Cierto que recolectar mas no garantiza su calidad ni que
sean precisos, porque su fuente no sea fidedigna o tengan un sesgo de raíz, ni que
estén actualizados y sean relevantes para cumplir los objetivos que se pretenden,
ni mucho menos que esos datos puedan ponerse per se al servicio de la justicia,
la democracia, la libertad, la igualdad y el bienestar, pero el cambio es irreversible.
Por otra parte, la IA se enfrenta a problemas vinculados con la privacidad, la
concentración del mercado, la seguridad y su capacidad de ser explicada
(ver Sadin, 2019). Además, tampoco elimina el problema de su propia gobernanza
por la que los incentivos de las instituciones puedan estar alineados con los
intereses de la población. En concreto, hay dos ámbitos en los que su impacto
es muy relevante: en la democracia y en la libertad. Los avances en IA llegan a
cuestionar la primera (ver entrevista a Martin Ford en Cortes, 2019) y, en cuanto a
la existencia del libre albedrío, se ha dibujado de manera provocativa un panorama
de cerebros que pueden ser pirateados (Harari, 2019).
El tercer reto de la IA se refiere a las dificultades que los Estados actuales
tienen para tratar con ella. La potencia en IA, en big data y en otras tecnologías
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
relacionadas será lo que determine la competitividad en el siglo xxi y,
en definitiva, la soberanía digital (ver Fischer, 2019). En los años venideros, el
diseño y la producción automotriz, la ingeniería mecánica, la medicina, la defensa,
la energía y los hogares particulares se verán afectados por la tecnología digital.
La información y los datos que generan estos sectores serán procesados, sobre
todo, a través de la nube, lo que significa que el control de esa nube será vital
en el largo plazo para el destino económico y estratégico de los países. Para
salvaguardar la soberanía digital, se necesitará hacer enormes inversiones en la
computación en nube y en otros recursos físicos sobre los que se sostiene la
revolución digital. ¿Tienen los Estados soberanía sobre la nube?
La capacidad de desentrañar pautas de comportamiento, declaraciones de
posiciones políticas, así como la propia gestación de redes, posibilita interpretar
las múltiples interconexiones que llevan a cabo los individuos y el significado de
algo tan profundo como son las emociones. La IA cuenta con tres facultades
que la dotan de un notable vigor: poder interpretar situaciones de todo tipo hasta
evaluar, de modo automatizado, estados de hecho en el seno de un corpus de
datos, detentar el poder de sugerir diferentes soluciones para abordar un mismo
problema, y manifestar autonomía decisional, esto es, puede emprender acciones
sin validación humana previa (Sadin, 2019).
Entonces, instancias que se presentan como liberadoras se convierten en
controladoras. Complementariamente, quienes han controlado el proceso lo
han hecho con afán cleptocrático a través del manejo monopolizador de los
datos que se les entregan gratuita y dócilmente para constituirse en los grandes
conglomerados que han surgido en apenas dos décadas y que han puesto en
jaque a los Estados nación (Snowden, 2019: 276).
4. Cuatro pilares basícos de la política que se tambalean bajo el orden
neoliberal: libertad, igualdad, confianza e identidad
Libertad
La libertad configura el medio, por excelencia, en el que se desarrolla la acción
política con parámetros democráticos en Occidente durante hace más de dos siglos.
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Manuel Alcántara Sáez
No obstante, hay dos consideraciones que deben tenerse en cuenta. Por una
parte, Bauman (2002: 15) sostiene que la libertad individual, que tan exitosamente es conseguida para buena parte de la humanidad, solo puede ser producto
del trabajo colectivo, es decir, solo puede ser conseguida y garantizada colectivamente. Sin embargo, la privatización rampante de los medios de asegurar-garantizar la
libertad individual hacen de ella que esté en condiciones precarias. En un segundo
término, parece evidente que la libertad de decisión no basta para conseguir la
satisfacción, equiparada con el bienestar, si no se sabe cuál es la meta o cómo
llegar a ella (Sunstein, 2019).
En otro orden, Harari (2019) subraya que
el liberalismo ha desarrollado un impresionante arsenal de argumentos
e instituciones para defender las libertades individuales contra ataques externos de gobiernos represores y religiones intolerantes, pero no está preparado para una situación en la que la libertad individual se socava desde
dentro y en la que, de hecho, los conceptos libertad e individual ya no tienen
mucho sentido.
De esta suerte, una vez desdibujado el terreno de lo público, se abren nuevas
arenas de análisis donde las ciencias de la computación, las neurociencias, la
bioingeniería y la psicología tienen mucho qué decir, así como todo el entramado
de conocimientos en torno al mundo de la comunicación.
Igualdad
Según sostiene Galbraith (2019), la desigualdad económica está relacionada con
el elemento más inestable e insostenible del sistema mundial, que es la financiación mundial. De hecho, la globalización ha impulsado que parámetros de desigualdad en el ámbito estrictamente nacional se proyecten internacionalmente.
La plutonomía o un sistema económico en el que un pequeño grupo, el ultrarico,
representa una gran parte del consumo total ha logrado que, en una economía global, cuando la desigualdad entre las personas cambia, es natural que
las desigualdades entre sus respectivos países cambien de manera similar.
En esa dirección, Piketty (2019) ha evidenciado el modo en que la globalización irrestricta de las últimas tres décadas ha aumentado la desigualdad que
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es desafiada por muchos y que nutre repliegues identitarios extremadamente
peligrosos. La desilusión poscomunista que sigue a la caída del Muro conduce a una especie de sacralización del hipercapitalismo que llega hasta el
momento actual, lo que pone en riesgo la propia democracia para la que, como
hace dos siglos, aboga Tocqueville, la igualdad es una precondición sustantiva. El componente ideológico de este capitalismo se ha edificado sobre el triple mantra de
la propiedad, la empresa y la meritocracia con el cual se justifica la desigualdad
como un proceso de decantación natural entre «quienes quieren y quienes no
quieren» en una abierta «culpabilización de los más pobres» (ver entrevista a
Piketty en Vargas Silva, 2019).
La idea de competencia irrestricta en el seno de la sociedad, de soledad profunda
y de individualismo egoísta a ultranza guía el comportamiento de las personas que
llevan una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante.
«El auge de la individualidad marcó el debilitamiento progresivo de la densa
malla de lazos sociales que envolvía con firmeza la totalidad de las actividades
de la vida» (Bauman, 2006: 32). Por tanto, es interesante constatar cómo las
expresiones contestatarias que se dan paulatinamente son configuradas como
antipolíticas. Paralelamente, la evidencia empírica muestra el incremento notable
de la desigualdad estructural en el contexto mundial.
Además, las redes sociales y, en general, las TIC, están en el origen de un serio
proceso de hiperindividualización por el que el usuario deja de percibirse como
miembro de la comunidad para convertirse en punto de referencia casi único.
Se trata de individuos que «viven en un enjambre aislados carentes de un nosotros
capaz de andar en una dirección o emprender una acción política común»
(Han, 2014). Si no se quiere que la ola de este cambio cultural se lleve por delante
todo lo que no empieza por yo/mí/me/conmigo, el entorno más inmediato y los
educadores de nativos digitales debemos estar alerta y compensar.
Confianza
La confianza y el constante cuestionamiento de su ejercicio constituyen dos caras de una misma moneda. La construcción y la pérdida de la confianza están en
tensión permanente, algo que se acrecienta en los últimos tiempos por la amenaza que supone el anonimato de los medios digitales. Han (2014) parte de que el
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Manuel Alcántara Sáez
nombre es la base del reconocimiento que siempre se produce nominalmente, de
modo que siempre el nombre y el respeto están relacionados; entonces define la
confianza como «una fe en el nombre… [pero] …el medio digital que separa el mensaje del mensajero, la noticia del emisor, destruye el nombre» (2014: 8). Se habla
continuamente de la falta de confianza en las instituciones o en la clase política
en relación con las consecuencias que ello conlleva con respecto a la legitimidad
de la política. En simultáneo, la labor de implementarla se vincula con el triunfo
de un determinado proyecto político. Por otro lado, se encuentra el asunto de la
densidad del capital social, ante la que Putnam (2000) brinda una propuesta de
definición según la cual la confianza no es producto de una acción individualista,
sino un activo social que construyen los individuos de manera colectiva en el
marco de las comunidades.
Pero, al igual que se construye, puede destruirse, y, en ese sentido, su erosión alcanza a ser efecto tanto de la dialéctica del conocimiento como de la consiguiente pluralización de la vida social. Así, la apatía puede ser una respuesta individualista a la intensidad hiperdemocrática, de manera que los individuos, que poseen,
al menos, la capacidad cognitiva suficiente para desarrollar una actitud escéptica,
acaban tomando la decisión de alejarse del mundo en el que se mueven y en el
que hay un flujo arrollador de mensajes extremos. Además, el capital social puede
adoptar formas inclusivas, pero también excluyentes, como ocurre con organizaciones, como el Ku Klux Klan o las maras centroamericanas, con consecuencias
dispares para la vida democrática. Pero, complementariamente, y volviendo a las
nuevas TIC, cada vez parece más factible usar mecanismos de blockchain para
restablecer la confianza perdida gracias al establecimiento de mecanismos que
aseguran la integridad y la veracidad de la información.
Identidad
Lo político se desvanece, además, en el entramado de las relaciones que impulsan las nuevas tramas de la economía. El neoliberalismo triunfa, y no es solo
debido a sus cuestionadas propuestas económicas en clave del paroxismo del
consumismo donde se resalta «la rapidez, el exceso y el desperdicio» (Bauman,
2006: 113) y del triunfo de la faceta financiera de la economía, sino por haber
incorporado a la sociedad pautas culturales consistentes (Escalante, 2019).
En este sentido, es interesante constatar cómo el cambio iniciado en la década
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de 1960 desde uno de sus más memorables eslóganes románticos que rezaba
«lo personal es político» (Lilla, 2018: 75) llega a nuestros días cuando, como sucede en los Estados Unidos, el centro del liberalismo ha pasado «de la comunidad
a la diferencia» (Lilla, 2018: 86).
Hasta hace poco, se creía tener enfrente al Estado como instancia de dominación
que arrebata información a los ciudadanos en contra de su voluntad. Hace tiempo
que esta época quedó atrás. Hoy nos desnudamos de forma voluntaria. La galopante
erosión de la privacidad viene de los dos lados. Es, precisamente, este sentimiento de libertad el que hace imposible cualquier protesta. La libre iluminación y el
libre desnudamiento propios siguen la misma lógica de la eficiencia que la libre
autoexplotación. ¿Contra qué protestar? ¿Contra uno mismo? (Han, 2014).
La sociedad líquida, en términos del citado Bauman, se ve acompañada hasta
hace poco por instituciones sólidas que punteaban nuestra realidad que, sin embargo, ahora están en una profunda mutación. Las transformaciones en una pieza
tan fundamental para la democracia representativa como son los partidos políticos son una clara evidencia en la medida de que su función de intermediación,
como la de tantas otras instituciones, se ve radicalmente cuestionada. Además,
se da la pérdida masiva de confianza en ellos como consecuencia de la corrupción rampante, de la centralidad de los candidatos sobre las maquinarias partidistas y de la pérdida de identificación del electorado con sus etiquetas.
El predominio de una política basada en candidatos ha acentuado el patrón
personalista de esta y que ha llegado a niveles de narcisismo que rayan lo patológico. En efecto, los rasgos narcisistas, asociados con muchos de los comportamientos de líderes políticos, especialmente aquellos de conductas contradictorias que manifiestan un contraste entre las palabras y los hechos, cada vez están
más presentes en la vida política, lo que se ve reforzado por los nuevos esquemas
de comunicación.
En la generación de Facebook, existe una creciente preocupación de que el aprecio al ego y el narcisismo se está extendiendo en la sociedad. Una tendencia ya
captada en un estudio de 2007 mediante la evolución del Índice Narcissistic
Personality Iventory en estudiantes universitarios que, entre 2002 y 2007, había
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crecido más del doble que en todas las décadas entre 1982 y 2006. Paralelamente, el diálogo como categoría política en el rango hasta hace poco conocido
aparece como una antigualla e incluso queda criminalizado en la medida en que,
en las redes en las que la gente se mueve por innumerables estímulos, se potencia el resentimiento identitario, se desertifica el pensamiento complejo y, como
señala Berardi, «reina el autismo social».
En la actualidad, la diversidad de jurisdicción, de intereses sociales y de expresiones culturales, se traslapan y confunden permanentemente, dificultan el modo en
que se definen —y autodefinen— los individuos con una etiqueta única. Se es madrileño, castellano, español, europeo, albañil, conductor, abogado, homosexual,
católico, evangélico, ambientalista, vegano… una identidad, varias, todas o… ninguna. A fin de cuentas, ser comunista o católico resultó más sencillo que ser
un individuo.
Identidades que se articulan en lo profesional, una instancia que cada vez resulta
más precaria, y que hoy se considera que, dentro de apenas tres lustros, la mitad de las tareas laborales que entonces existan hoy todavía no han aparecido.
Identidades en torno a las convicciones religiosas. Identidades de la diferencia.
Identidades construidas sobre la definición del yo y la mayor o menor consideración del resto. Identidades con dificultades de expresarse políticamente o, quizá,
regímenes políticos anclados en rígidas fórmulas institucionales sin capacidad
de aprehender los cambios de época. En fin, identidades que se basan en emociones que exigen no solo respeto, sino garantía de que los sentimientos no sean
ofendidos o que, cuando se presenta «un asunto exclusivamente en términos de
identidad, invitas a que el adversario haga lo mismo» (Lilla, 2018: 138). Esto es,
la potenciación del yo mediante mecanismos de autoproyección basados en las
nuevas tecnologías. Por consiguiente, «la identidad contemporánea es frágil, carece de certezas, pero sobre todo, es flotante» (Elola, 2015).
A ello añadiría que este escenario aparentemente tan rico en torno a lo identitario
comporta, sin embargo, un cercenamiento de la ambigüedad en que se mueve la
vida, un reflejo de una confrontación indudable frente a la floración arriba señalada de las identidades múltiples. Ahora bien, cuando se construye un entramado político sobre una noción resbaladiza en la que está ausente una noción del
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nosotros, de lo que somos como ciudadanos y de lo que nos debemos unos a
otros, el liberalismo de la identidad ha dejado de ser un proyecto político «y se
ha transformado en uno evangélico [ donde] la diferencia sería la siguiente: el
evangelismo dice la verdad al poder. La política toma el poder para defender la
verdad» (Lilla, 2018: 24).
5. ¿El poder tiene que ver con la política?
Todo ello se vincula con una política que requiere ser repensada por la separación
cada vez mayor que tiene con respecto al poder (Bauman, 2002). Se necesita una
definición innovadora que, hoy por hoy, se resiste a aparecer, si bien el poder siga
siendo el objeto central de estudio de la ciencia política lo novedoso es su ubicación en el ámbito privado. Además, hoy el poder, insertos en el dominio de la subjetividad, se ha convertido en tener la capacidad de modificar las opiniones y las
representaciones de la gente mediante la elaboración de relatos convincentes.
En este sentido, la IA tiene por delante un venturoso camino por andar. Si, en la
obra de ficción 1984, de George Orwell, la obsesión del Estado por controlar
la narrativa llevaba, entre otras posibilidades, a la creación de un Ministerio de la
Verdad dedicado a la falsificación de los eventos históricos y de los hechos para
asegurar que todo pasado y presente solo se contara a través de una versión
aprobada por el Gobierno, nada puede llegar a impedir ahora configurar escenarios similares.
En otro orden de cosas, se ha dado paso a una realidad marcada por la precariedad, el ritmo cambiante e inestable, la celeridad de los acontecimientos y la dinámica agotadora y con tendencia al referido individualismo de las personas. Para
Bauman (2002), en estos tiempos hipercompetitivos, los que no siguen quedan
excluidos, y eso crea angustia. La gente ve la vida como el juego de las cuatro
esquinas, en el que un momento de distracción «puede comportar una derrota
irreversible». Y así es como, «incapaces de controlar la dirección y la velocidad
del coche que nos lleva, nos dedicamos a escrutar los siete signos del cáncer, los
cinco síntomas de la depresión, los fantasmas de la hipertensión o del colesterol,
y nos entregamos a la compra compulsiva de salud».
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Por tanto, es indudable, no obstante, que el camino emprendido por Susskind
(2018) es la vía por seguir. Su propuesta se articula, precisamente, bajo la premisa de que la forma en que se gestione la información —cómo se obtenga, se
almacene, se analice y se comunique— está estrechamente articulada con la
organización de la vida colectiva y en común que es la esencia de la política.
La gobernanza de la una es la de la otra. Para Susskind (2018), en la nueva era
digital, en la que la tecnología desempeña el papel central, serán cada vez más
poderosos quienes controlen las tecnologías que posibilitan los tres vectores del
poder que tomarán tres formas: fuerza, escrutinio y control de la percepción. Los
que queden fuera de este escenario cada vez serán más vulnerables. «La realidad
no es más que información, y he aquí su patria» (Blatt, 2018). Una patria sobre la
que nadie parece asumir responsabilidad alguna7. Lo político tiene que ver con
todo ello.
Sin embargo, hay algo que permanece constante en el género humano al que no
le gustan los problemas mientras que, por definición, la política también se ocupa
del conflicto, de los problemas. Problemas que hoy son de una naturaleza muy
diferente a la de hace apenas un cuarto de siglo, aunque sean cuestiones añejas
en la historia de la humanidad, como la emigración y el crimen a gran escala, a los
que ahora se añaden cuestiones ecológicas. Ello acontece en un escenario en el
que el modelo económico vigente no necesita más clases populares ni medias,
y el crecimiento se monta sobre la creación de empleo que se concentra cada vez
más en las grandes ciudades (Guilluy, 2019).
6. América Latina en su laberinto
¿Cómo vincular estos asuntos con el presente de la política —lo político— en América Latina? Parece obvio que hay aspectos que son globales, cuyo análisis, por
tanto, adquiere una connotación universal, pero, a la vez, hay cuestiones estricta7 Mark Zuckerberg, fundador y máximo responsable de Facebook, una empresa con 2700 millones de
usuarios, en su pulso con el Congreso de los Estados Unidos en su segunda comparecencia el 23 de
octubre de 2019 argumenta que no figura entre las tareas de su empresa comprobar la veracidad de los
asuntos políticos por los que la plataforma cobra. Facebook controla el 59,4 % de los anuncios políticos
de la red. Ver Mars (2019) y emarketer (2020).
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mente regionales. Tómese, por ejemplo, para lo primero, la extensión a la región
de cuatro ideas sobre las que Bauman exige una inmediata desmitificación, como
son que el crecimiento es la base del bienestar; que un consumo —el mismo que
para su mantenimiento produjo el sobreendeudamiento de la gente en España
que dibujó la peculiaridad nacional de la crisis de 2008— en constante aumento
favorece el deseo y la felicidad; que la desigualdad es natural; y que la competencia es condición suficiente para la justicia social. En cuanto a aspectos vernáculos latinoamericanos, considérese el caso del Estado nación, que es uno de
los instrumentos —en el nivel tanto empírico como en el teórico— más fértiles
en el desarrollo de la humanidad como se ha señalado al inicio. Construido procelosamente a lo largo de los últimos siglos, cuenta con jalones significativos
conocidos por todos. Desde Westfalia hasta las propuestas del Estado neoliberal,
su andadura ha sido objeto de análisis desde la ciencia política en una relación
claramente simbiótica. Como se ha sostenido antes, puede afirmarse que esta
se ha desarrollado al amparo de aquel; sus análisis, basados en la crítica o en la
complacencia, repercuten claramente en su evolución.
Es importante traer a colación el asunto de la nación por cuanto es un aspecto fundamental a la hora de la definición del demos, cuestión sustancial habida
cuenta que la democracia es hoy en América Latina el régimen político que se
asienta de manera continuada a lo largo de los últimos 40 años simultáneamente
en mayor número de países como nunca en la historia. No obstante, cuando se
piensa que la nación está sólidamente consolidada, aparecen frentes sub, supra
e intra que parecen ponerla en cuestión. Pero, además, hay que tener en cuenta
que, a medida que se incrementen las interconexiones entre la gente, muchos de
los valores del Estado nación, sobre el que siguen ancladas nuestras reflexiones,
cambiarán por los de comunidades digitales de muy diferente tamaño y auspiciadas por temas muy diversos. El común denominador será que el espacio físico
será irrelevante, por lo que ¿dónde quedará aquella máxima de «no hay Estado sin
territorio»?, y el tiempo jugará un papel diferente.
Complementariamente, si hoy la identidad política, forjada en el Estado nación
a lo largo de los últimos siglos, está en duda, ¿cómo puede definirse el nuevo
demos cuando lo que predomina, según Fukuyama (2019), es el reconocimiento
de la dignidad?, o, como señala Bauman (2016: 144), cuando las relaciones entre
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las personas se están convirtiendo en la principal fuente —en apariencia inagotable— de ambivalencia y ansiedad. En la misma dirección, Pierre Rosanvallon ha
sostenido que
… la sociedad está cada vez más estructurada por trayectorias personales,
situaciones individuales, dificultades que viven los ciudadanos. Y no se representa de la misma manera el mundo social. Esta es una sociedad fragmentada en la que existen comunidades de dificultades, miedos, angustias
existenciales. Esta nueva realidad no está representada por los partidos
políticos (Rosanvallon en Pavon, 2019).
El asunto de la identidad trasciende a América Latina porque allí las políticas del
resentimiento han tenido una notable presencia permanente. De hecho, es obvio que el nacionalismo promueve la división y el resentimiento, aunque también
valores, como el orgullo, la lealtad y la unidad de la gente de un país. Pero es en
esta región en la que la otrora denominada cuestión indígena forja los cimientos para un nuevo debate político que comienza a superar el articulado sobre
las clases sociales y, más adelante, sobre los déficits que acarreaba el supuesto
protagonismo de una ciudadanía cuando menos incompleta por la anemia estatal, la desigualdad rampante y el histórico arraigo del caudillismo. La democracia
participativa relacionada con la Constitución colombiana de 1991 como ejercicio
innovador y el complejo Estado plurinacional boliviano son dos ejemplos.
Por otra parte, América Latina no es ajena a la política digital. En septiembre de
2019, el presidente salvadoreño Nayib Bukele dio un paso más en el manejo de las
redes sociales que meses antes le habían catapultado al poder y aprovechó sus
minutos ante la Asamblea General de Naciones Unidas para criticar que su formato es «cada vez más obsoleto». «Aunque no lo queramos aceptar, la red se vuelve
cada vez más el mundo», dice ante la audiencia internacional luego de sacar un
smartphone y posar sonriente en un selfie que se hace viral (ver Gutiérrez, 2020).
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Consideraciones finales
El dilema intelectual está ahí; la organización algorítmica de la sociedad, la gente
que cambia, pero nuestra disciplina también (ver Innerarity, 2019). Ravecca (2019)
así lo pone de relieve: hay viejas aproximaciones cuantitativas que compiten, pero
también se retroalimentan con aquellas de carácter cualitativo para acercarse al
objeto último de la ciencia política que constituye el estudio del poder. No obstante, esa dupla parece insuficiente en el escenario actual en el que vivimos que
se ha abordado en la primera parte del presente texto. Hay necesidad de agregar
nuevas dimensiones. Ravecca (2019) plantea una tercera aproximación. Al requerir prestar atención a la forma en que el poder y la política permea lo académico,
critica, como el principal procedimiento epistemológico, la separación existente
entre lo social, lo económico y lo personal-individual. La incorporación de la tan
denostada subjetividad al amparo del imperio de la razón que devela, por ejemplo,
que el prestigio académico se vincula algunas veces más con el poder que con
la calidad, supone un reto venturoso. También lo es la necesaria apertura de espacio para integrar las emociones en un escenario en el que compiten intereses
y pasiones enmarcado en una «sociedad que ha sustituido el pensamiento y la
reflexión por el sentir, por la inmersión en las experiencias y, especialmente, el
placer» (Elola, 2015).
Cuestionar el hiperrealismo de la ciencia política que confronta la política expresiva, en fin, abordar la senda de la «compleja relacionalidad», en la que el yo tenga
una presencia activa, se alza con frescura como agenda que merece ser discutida, sin que ello suponga caer en «el narcisismo de las pequeñas diferencias» al
que se refiere Freud o siendo conscientes de que la política no refleja nada, pero
crea todo y que, como ocurrió con la medicina al dar el salto para centrarse en el
paciente, la política pareciera estar cada vez más centrada en el individuo.
Las consecuencias a la hora de aplicar las variadas facetas en las que las TIC envuelven la realidad política ya acumulan evidencias notables que permanecen a la
zaga del desarrollo de nuevos conceptos y de metodologías innovadoras para su
comprensión. Así llegaron el plebiscito colombiano por la paz, el referéndum del
Brexit, la victoria en las elecciones de 2016 de Donald Trump, cuyos resultados
inesperados se atribuyen a la influencia perniciosa de la comunicación digital.
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Se suceden los escándalos de espionaje masivo, y se desata el genocidio de los
musulmanes rohingya en Birmania, en el que las publicaciones en Facebook
y Twitter juegan un papel decisivo sin que las empresas hagan nada para evitarlo.
De todos esos sucesos, hoy en día solamente hay una víctima: Cambridge Analytica
(ver García, 2019)8. Y dos objetos de atención que se contraponen: el colectivo humano
segmentado en miles de millones de unidades y las tendencias monopolizadoras
de un puñado de grandes empresas sin que se contrarresten desde la política
(ver The Economist, 2019). La posibilidad de emprender acciones de salvaguarda de
los derechos individuales comienza a abrirse paso lentamente en la medida en
que hay evidencias de que la conexión del cerebro humano con las computadoras
diluya la identidad de las personas porque cuando los algoritmos ayuden a tomar
decisiones, el yo de los individuos puede difuminarse. Es entonces cuando tiene
sentido plantear la existencia de neuroderechos y buscar su salvaguarda (ver
entrevista a Yuste en Salas, 2020).
Hoy el escenario es de banalización por cuanto la democracia se ve reducida
a las elecciones, no hay rendición de cuentas, ni equilibrio de poderes y los
sistemas de partidos se mecen al albur de la volatilidad, la pérdida de identidad
por parte de sus seguidores, la indisciplina en sus filas, la desconfianza y mala
valoración por parte de la gente. La dupla sobre la que se potencia el desarrollo
de la democracia y su consolidación en su momento dorado de la tercera ola
en términos de capacidad de respuestas (responsiveness) y de responsabilidad
por parte de la clase política se ve terriblemente debilitada. El escenario es el de
una democracia fatigada y el de una ciencia política que requiere adaptar sus
conceptos a las transformaciones del mundo contemporáneo sin renunciar a la
sofisticación teórica (Innerarity, 2020: 13) y dialogar con otras disciplinas que
ayuden a entender los efectos de las TIC en el comportamiento humano y en su
utilización espuria que anule la capacidad de agencia de los individuos.
Paralelamente, ni los políticos terminan de responder a las demandas de la gente,
cada vez más heterogéneas, difusas y erráticas, ni la sociedad toma conciencia
8 En la citada comparecencia de Mark Zuckerberg en el Congreso y a preguntas de la congresista demó-
crata Alexandria Ocasio-Cortez, aquel contesta lleno de dudas en torno al momento en que conoce que
Facebook está vinculado con Cambridge Analytica.
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de los severos cambios en que se halla envuelta. Por ello, se incrementa la
responsabilidad de ambas partes a la hora de llevar a cabo la tarea de formar y de
educar a los ciudadanos en temas de complejidad creciente y en disuadirles, en un
esfuerzo prácticamente imposible, de las predisposiciones, ideas y sentimientos
simplistas suscitadas en contextos de la posverdad9. Es también el momento
de abrir nuevos campos de discusión en los que, como ya se ha señalado, se
desplieguen teóricamente los neuroderechos para confrontar los avances de la
neurociencia en un terreno como es el proyecto del nuevo iPhone que va a ser una
interfaz cerebro-computadora no invasiva10.
Hasta aquí, se ha abordado el impacto de la revolución digital y tecnológica
en la sociedad y en la política. La toma de conciencia de que dos instancias
fundamentales en ambas arenas en la tradición de los dos últimos siglos
como son la familia y el Estado nación están globalizados desde su interior y,
consecuentemente, están situados en el umbral de cambios dramáticos no es
suficiente. La influencia del desarrollo del dataísmo a una escala difícilmente
predecible hace apenas unos lustros es el principal reto inmediato que tiene la
política y quienes la tienen como objeto de estudio.
9 Fue la palabra que, en inglés, en 2016 se incorpora al Diccionario Oxford. Califica situaciones en las que
los hechos objetivos influyen menos que las emociones o las creencias personales en la conformación
de la opinión pública.
10 Facebook ha invertido mil millones de dólares en una compañía que comunica el cerebro con los orde-
nadores. Y Microsoft, otros mil millones en la iniciativa de inteligencia artificial de Elon Musk, que invierte
100 millones en Neuralink, una compañía que implantará finísimos hilos en el cerebro de sus usuarios
para aumentar sus competencias. Google, por su parte, está haciendo esfuerzos parecidos que no son
públicos. La tecnología impulsada por Musk pretende ayudar a pacientes con parálisis o extremidades
amputadas a controlar su expresión y movimiento o a ver y oír solo con el cerebro. Pero no oculta que
el objetivo final es el de conectarnos directamente con las máquinas para mejorarnos con inteligencia
artificial. Por su parte, «el proyecto chino es tres veces más grande que el estadounidense, y va directamente al grano, al fusionar las dos vertientes: inteligencia artificial y neurotecnología» (Ver entrevista a
Rafael Yuste en Salas, 2020)
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economia/sectores/thomas-piketty-habla-sobre-su-segundo-libro-capital-e-ideologia-441466> [Consulta: 25 de enero de 2020].
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future
at the New Frontier of Power. Londres: Public Affairs.
Cómo citar este artículo
Alcántara Sáez, M. (2020). «El estudio de la política en la era digital». En Estado abierto.
Revista sobre el Estado, la administración y las políticas públicas, 4, (2), pp. 143-170.
170
COMUNICACIONES
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 173-191
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Los cursos de capacitación INAP: una mirada desde la gestión
del conocimiento organizacional*
Por Norberto Vázquez**
Resumen
El propósito de este trabajo es analizar los cursos de capacitación del INAP como
espacio de construcción de información, datos y saberes a fin de sistematizarlos
como insumos para la gestión del conocimiento organizacional. En esta primera
etapa de la investigación, se lo hace a partir del análisis de un curso a modo de
estudio de caso. La construcción de conocimiento organizacional es una producción colectiva, generada en ambientes socioculturales específicos, por lo que el
espacio de formación analizado es contextualizado caracterizando al INAP
en tanto organismo público y a los requisitos institucionales que deben cumplir
sus cursos.
Palabras clave
Gestión del conocimiento – capacitación – investigación – gestión de políticas públicas.
Abstract
The purpose of this article is to analyze INAP’s training courses as a space for the
construction of information, data and knowledge, in order to systematize them as
input for the management of organizational knowledge. In this first stage, the investigation is focused on a course as a case study. The construction of knowledge
within organizations is a collective production, generated in specific socio-cultural
environments, so the training space analyzed here is contextualized in the INAP
as a public institution with specific requirements for its courses.
* Esta comunicación se desprende de las investigaciones que venimos desarrollando en el marco del Instituto
Nacional de la Administración Pública (INAP) de la República Argentina.
** Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA); Investigador del Instituto Nacional de la
Administración Pública (INAP).
173
Norberto Vázquez
Key words
Knowledge management – training – research – public policy management.
Introducción
Esta comunicación refiere a una investigación que aborda el tema de la información que generan los cursos del Instituto Nacional de la Administración Pública
(INAP), con el fin de contribuir al fortalecimiento del organismo y de los servicios
que este brinda. Para ello, se analiza uno de sus cursos a modo de estudio de
caso. Tratándose de una instancia de investigación aplicada, vincula dos áreas
del mencionado organismo: Capacitación e Investigación y Publicaciones.
A modo de punto de partida del estudio realizado, deben señalarse las siguientes
consideraciones: a) las organizaciones estatales producen datos e información
de manera constante, a la vez que generan y utilizan conocimiento y otros recursos para desarrollar sus actividades en vistas a alcanzar sus objetivos; b) entre
sus recursos, se encuentran los humanos y, en especial, los conocimientos que
estos poseen y producen, no siempre reconocidos y valorados como tales, c) estos conocimientos se manifiestan de múltiples maneras, pero, para ser utilizados,
primero deben ser identificados, d) uno de los espacios en los que se ponen de
manifiesto de manera explícita conocimientos es en las actividades que realizan
los participantes en los cursos de capacitación.
De lo mencionado en el último punto, se desprende que los participantes de los
cursos de capacitación son sujetos activos, portadores de experiencias y saberes. Como tales, no reciben pasivamente los productos que les brindan las capacitaciones, sino que hacen uso de estos y se transforman, a su vez, en productores, en el sentido en que lo plantea Michel de Certeau (1999). En este sentido, a
lo largo del artículo, se podrá constatar la utilización de los productos que brinda
el curso a sus participantes y los productos que generan éstos a partir de
sus intervenciones.
En un sentido más amplio, la idea en que se sustenta este trabajo es que cada
curso, a partir de su diseño e implementación, es un espacio de construcción
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de datos, información y conocimientos que pueden ser rescatados y trabajados,
constituyéndose en insumos utilizables por distintos organismos de la administración pública.
En términos teóricos, esta propuesta se inscribe en un tema más amplio y complejo que es el de la gestión del conocimiento organizacional, entendida como
«el conjunto de actividades realizadas con el fin de utilizar, compartir y desarrollar
los conocimientos de una organización y de los individuos que en ella trabajan,
encaminándolos a la mejor consecución de sus objetivos» (Bustelo Ruesta y Amarilla Iglesias: 2001: 1).
1. Las organizaciones en la sociedad del conocimiento
El conocimiento y su utilización en las organizaciones del sector privado y del sector
público cobran particular interés desde hace varias décadas, debido al contexto
en que se desenvuelven: «Las economías basadas en el conocimiento y el aprendizaje se centran en la capacidad de innovar y crear valor más rápido en base
al conocimiento y a su rápida actualización en diversos ámbitos por medio del
aprendizaje (lugar de trabajo, laboratorios, centros de investigación, aulas, etc.)»
Peluffo y Catalán Contreras (2002: 8). Estos autores resaltan el conocimiento
como factor estratégico para la resolución de problemas y la toma de decisiones,
siendo condiciones necesarias para que esto sea así la disponibilidad de información y conocimientos clave en tiempo real y la capacidad organizacional de
clasificar, analizar y relacionar datos e información.
De esta manera, la valoración y utilización de la información y del conocimiento
organizacional remite a una serie de cambios y transformaciones en las organizaciones estatales respecto a la forma en que se hacen las cosas —pensar en
términos de desarrollo de competencias laborales—, en que se combina el uso de
la tecnología con los saberes individuales y organizacionales, nuevas formas de
comunicar el conocimiento y de construirlo.
En el caso particular del INAP, como organismo estatal planifica y desarrolla sus
actividades conforme a la triple competencia que le confiere su ley de creación:
175
Norberto Vázquez
capacitación de funcionarios públicos, investigación y documentación de temas
referidos a la administración pública (Iribarren, 2002). En lo que refiere a capacitación, diseña, implementa y evalúa programas de formación, orientándolos al
desarrollo de competencias, con la intención de que estos saberes sean transferidos a sus entornos laborales. Por lo tanto, a partir de su accionar cotidiano, se constituye en un espacio privilegiado para el estudio de los datos, la información y los
conocimientos que surgen y circulan en cursos.
En línea con lo desarrollado, surgen una serie de preguntas de investigación.
§
Además de contribuir a la formación de los agentes públicos, ¿qué información generan los cursos del INAP?
§
¿Qué aporta esa información?
§
¿Esos aportes pueden constituirse en conocimiento organizacional?
Un tema de estudio complejo, como lo es el conocimiento organizacional y su
gestión, abordado en cursos que brinda un organismo como el INAP —heterogéneos en contenidos y en destinatarios— no puede ser estudiado en profundidad
si no es a partir de uno o de unos pocos casos. Es por eso que, en esta etapa, la
decisión fue analizar un curso como experiencia piloto: Gestión del Conocimiento, primera cohorte, Código INAP IN32329/19 ,que se llevó adelante del 27 de
noviembre al 27 de diciembre de 2019.
Los objetivos que guiaron el estudio fueron los siguientes:
§
Identificar la información y los distintos tipos de conocimientos que
interactúan en los cursos del INAP.
§
Analizar a la información y los conocimientos generados en términos
de aportes al fortalecimiento de la administración pública.
El documento se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, se caracteriza
brevemente al INAP como organismo, la estructura de sus cursos y el curso que
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constituye el estudio de caso. En segundo lugar, se presentan la información y los conocimientos que fueron identificados y sistematizados a partir del
análisis del curso. En tercer lugar, se identifican y analizan las opiniones y percepciones de los participantes en la experiencia de capacitación, y, finalmente, se
realiza un balance respecto a la información y los conocimientos identificados en
el INAP y en el curso analizado.
2. El INAP como fuente de datos, información y conocimiento
Como ya fuera mencionado, por sus funciones, el INAP es un organismo clave en
términos de funcionamiento del Estado, data de una larga historia que se remonta
a sus antecedentes:
En 1951, se creó la Dirección Nacional de Racionalización con el objetivo
de mejorar la eficiencia de la Administración Pública Nacional. En 1957,
surge el Servicio de Asesoramiento y Estudios Técnicos en Administración
Pública (SAETAP), que planteaba como objetivos institucionales el mejoramiento de la organización, de los métodos y de los recursos humanos
de la administración. Posteriormente, en 1958, se creó el Instituto Superior
de Administración Pública (ISAP), que sustituyó al SAETAP con la misión de
capacitar a los agentes y brindar asistencia técnica a los organismos para
mejorar su funcionamiento… En 1970, el ISAP se disolvió, debido a que los
objetivos del Plan de Ordenamiento y Transformación del Gobierno de facto
no justificaban la existencia de un organismo que duplicara las funciones
que cumplían las universidades (Furlong, 2000: 2).
En 1973, fue creado el Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), al
que se le agregan tareas de investigación, siendo sus funciones: a) entender en la
capacitación, actualización, especialización y formación de los recursos humanos requeridos por el sector público en función de las prioridades y modalidades
del proceso de desarrollo, modernización y cambio social y económico de
la Nación; y b) desarrollar investigaciones sobre la administración pública
(Ley N. o 20 173, artículo 2).
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Norberto Vázquez
Sirva esta breve reseña para señalar la importancia del conocimiento en un organismo dedicado a la capacitación, la investigación y la documentación de la
administración pública: tres acciones básicas y necesarias para la gestión del
conocimiento organizacional.
Como ya fuera señalado, las organizaciones estatales producen datos e información de manera constante, a la vez que generan y utilizan conocimiento. Siendo
necesario tener en cuenta la existencia de distintos tipos de conocimiento en las
organizaciones, Lara (2001) siguiendo a Nonaka y Takeuchi, los caracteriza de la
siguiente manera:
§
Conocimiento explícito: relativamente fácil de identificar por estar presente en distintos «productos de la organización», como ser documentos, bases de datos, manuales de procedimiento, normas, programas
de cursos de capacitación, etc. Se trata de conocimientos formalizados, en general, disponibles o accesibles a sus miembros. Suele
ser creado por miembros de la organización, pero es de la organización y permanece en ella.
§
Conocimiento tácito: está en los integrantes de la organización, pero
no se encuentra formalizado, por lo cual es difícil de identificar y de
compartir. De él se reconocen dos dimensiones: a) una dimensión técnica que comprende habilidades y destrezas informales reconocidas
como know-how, resultante del desempeño laboral prolongado y b)
otra dimensión cognitiva, conformada por creencias, percepciones,
ideales, valores, etc. arraigados en cada miembro de la organización.
En la investigación realizada, se identificaron, analizaron y utilizaron los dos
tipos de conocimientos:
1.
178
Conocimiento explícito: presente en los cursos Formación de Instructores y Gestión del Conocimiento. Aquí, el diseño de estas actividades de capacitación con sus fundamentaciones, objetivos, estrategias
pedagógicas y bibliografía representan una variedad de conocimientos,
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
prioridades, valoraciones organizacionales que permitieron enmarcar
el análisis de lo que sucede en el desarrollo del curso en estudio.
2.
Conocimiento tácito: que se hizo explícito, en tanto que las intervenciones del docente y de los participantes del curso lo pusieron de manifiesto en sus actuaciones y en los productos generados al responder
a las consignas en un proceso de elaboración de productos donde las
habilidades, destrezas, saberes, creencias, percepciones y valores que
ponen en juego tanto del docente y como de las/os cursantes.
Esto es así, porque los cursos de formación, cuando están diseñados con orientación
al desarrollo de competencias laborales, dan y piden a quienes en ellos se inscriben:
aportan una serie de insumos teóricos —conocimiento explícito— y presentan una
variedad de consignas —estímulos— a partir de los cuales los participantes elaboran sus respuestas en las que se fusionan los aportes del curso con experiencias,
saberes y valores personales que quedan plasmados por escrito, por lo que son
recuperables, sistematizables, analizables y utilizables a nivel organizacional.
3. El diseño del curso como punto de partida en la construcción
de conocimiento organizacional
La política de capacitación del INAP se materializa a través de programas que
cumplen con requerimientos institucionales presentes en la «Guía para la elaboración de diseños de actividades de capacitación». Aquí, se ponen en práctica una
multiplicidad de saberes:
El trabajo de diseñar supone tomar muchas decisiones de características
variadas que ponen en juego los distintos saberes del instructor: el saber a
enseñar, el saber cómo enseñarlo, el saber sobre los sujetos que participarán de la capacitación, el saber sobre el contexto y el saber sobre sí mismo.
Generalmente, tomamos estas decisiones sin hacer demasiado explícitos
nuestros saberes ni las teorías en las que los sustentamos (INAP, 2015).
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Norberto Vázquez
Cada actividad de capacitación que se diseña debe contar una serie de componentes. En el curso en análisis, se resumen de la siguiente manera:
Cuadro 1. Síntesis componentes del curso Gestión del Conocimiento
Fundamentación
Modernización
del Estado;
gestión integral de
RR.HH.; jerarquización
y profesionalización
del empleado;
gestión del
conocimiento para
incrementar las
capacidades
organizacionales.
Contribuciones
Participantes: que
desarrollen una guía
básica práctica de
implementación
de la gestión del
conocimiento.
Organización: que en
las áreas en donde se
aplique la mencionada
guía se desarrolle un
proceso de aprendizaje
organizacional.
Objetivos
Comprender conceptos
de la gestión
del conocimiento.
Desarrollar habilidades
para reconocer el
potencial de aprendizaje
de su entorno
organizacional.
Esbozar una guía
práctica para la
implementación
de la gestión del
conocimiento en su
unidad de revista.
Contenidos
Teoría de la creación
del conocimiento.
Conocimiento
e información.
Formas de conversión
del conocimiento.
El contenido del
conocimiento y la
espiral del
conocimiento.
El razonamiento
defensivo
Las oportunidades de
aprendizaje.
Factores
facilitadores para
la creación del contexto
adecuado.
Estrategias metodológicas y recursos didácticos
El foco de las actividades está puesto en facilitar a los participantes la activación de sus
capacidades en su propio entorno laboral para transformarlo mediante una propuesta de guía de
implementación de un sistema de gestión de conocimiento o analizar y reflexionar, expresado en un
trabajo escrito, la viabilidad de implementar un sistema de tales características.
Fuente: Elaboración propia a partir de componentes del curso Gestión del Conocimiento
En síntesis, al recurrir a documentos del INAP que forman parte de la bibliografía
del curso Formación de Instructores, pudieron identificarse los componentes clave de las instancias de formación de los agentes públicos. Estos sirvieron de guía
para analizar la propuesta de formación del curso Gestión del Conocimiento y, a
su vez, como marco para analizar los aportes los participantes.
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
4. El curso como espacio de circulación de información y construcción
de conocimiento
En este apartado, se describen pasos del proceso seguido, y se sintetizan los resultados generados; a su vez, se van mencionando los consentimientos y colaboraciones recibidos para llevar adelante el trabajo realizado. Esto último adquiere
relevancia en la medida en que la generación de conocimiento organizacional
solo es posible como construcción colectiva.
Los cursos del INAP son diseñados, aprobados, implementados y evaluados con
el fin de capacitar. Utilizarlos como objeto de estudio requiere el consentimiento y la colaboración de personas que cumplen funciones diversas en el área de
Capacitación del INAP. Todos ellos brindaron colaboración, asesoramiento, sugerencias, información y, además, mostraron mucho entusiasmo en que se trabaje
con los cursos en la búsqueda de identificar la información y conocimientos que
generan. Sin la ayuda de ellos, no podría haberse realizado esta investigación.
Además de esta colaboración, fue necesaria otra: la de los participantes en el
curso, ya que sus aportes fueron realizados en ese marco, fue necesario saber si
estaban dispuestos a que fueran utilizados con otro fin, el de una investigación.
El área de Capacitación del INAP facilitó la matriz con datos de los agentes admitidos en el curso, lo que permitió a) obtener información de los cursantes
y, b) contar con las direcciones de correo electrónico para solicitar autorización
para utilizar en forma anónima los aportes realizados.
La cantidad de inscriptos fue de 44 agentes públicos, de los cuales 33 aprobaron
el curso, de ellos 23 —el 70 %— autorizaron a utilizar sus aportes en la investigación, constituyendo un grupo heterogéneo en cuanto a disciplina profesional de
procedencia —Ciencias Sociales, Relaciones Internacionales, Abogacía, Arquitectura, Económicas, Ingeniería— y con funciones que requieren tener personal a cargo —con y sin personal a cargo—1. La pertenencia a diferentes disciplinas orientó
1 Teniendo en cuenta la condición de anonimato de los cursantes, solo se tomaron en cuenta estas dos
variables para identificar los aportes realizados.
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Norberto Vázquez
la mirada hacia distintos puntos de vista sobre un mismo tema y, sucedió algo
similar respecto a quienes cuentan o no con personal a cargo.
Entre los correos de respuesta que autorizan la utilización de los aportes, se produjo un interesante hallazgo de investigación: varios participantes del curso expresaron su agradecimiento a que se empezara a valorar y a utilizar sus producciones, así
como también la predisposición a colaborar en lo que fuera necesario2:
Como Uds. conocen, no son muchas las oportunidades dentro de este ámbito de dejar sentadas las contribuciones realizadas, dado que el Estado
termina siendo impersonal... Aprovecho la oportunidad para quedar a su
disposición resaltando lo importante de este tipo de proyectos a los que me
encantaría sumarme… Desde ya agradecería que, citado mi trabajo, o extractos
de mis conclusiones o aporte me lo hagan saber (Lic. en Educación, con
personal a cargo).
Estamos aquí frente a un tema que profundizar en futuras investigaciones: el agradecimiento por la valorización institucional de los aportes realizados y la disposición de participar/colaborar muestran una necesidad y una predisposición que tener en cuenta.
5. El foro: un espacio de participación pleno de información
y conocimiento
En los cursos de modalidad virtual, los foros constituyen un espacio de participación privilegiado, donde el docente a cargo interactúa con los participantes y promueve su intervención. Quién está a cargo del curso tiene una variedad de funciones
a lo largo del proceso: desarrolla estrategias iniciales para romper el hielo; promueve la participación, responde preguntas y orienta ante consultas. A partir de
las consignas de trabajo, establece un nexo entre la teoría y la producción de los
cursantes, pone en valor las intervenciones, realiza síntesis de lo producido y las
presenta a modo de devoluciones.
2 Por razones de espacio, en este artículo se reducirá la cantidad de testimonios que respaldan
las afirmaciones y los hallazgos identificados, al resto de los testimonios se puede acceder en
Vázquez (2020).
182
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
En términos analíticos, puede considerarse el foro en tres instancias: foro de presentación, de trabajo a partir de consignas y foro de consultas.
La primera consigna propicia la presentación de cada participante, allí se puede
identificar información valiosa: lugar de trabajo y funciones desempeñadas; antigüedad laboral y expectativas sobre el curso. Esta última variable expresa lo que
se espera del curso y otros tipos de intereses o necesidades personales. Más allá
de la variedad de contenidos, al comparar los testimonios, se identifica como
denominador común: a) la apertura y el deseo de incorporar nuevos conocimientos y b) la expectativa de que estos conocimientos sean aplicables al entorno
laboral. Algunos testimonios ilustran muy bien estos dos aspectos:
… muy interesante el tema, ya que son herramienta indispensable para el
desarrollo y progreso de toda persona, tanto en el ámbito laboral como personal (Lic. en Trabajo Social, sin personal a cargo).
Espero que este curso me provea de herramientas para consolidar el grupo
y evolucionar en el conocimiento a nivel grupal (Contador/a, con personal
a cargo).
En todos los casos, los testimonios expresan compromiso con el trabajo junto
con la apreciación de la capacitación, como instancia útil para la mejora de
la gestión.
La siguiente consigna del foro permite pasar del análisis de las expectativas sobre el curso a la aplicación de los materiales teóricos ofrecidos por la capacitación. En esta instancia, la propuesta del tutor es que los participantes realicen un
diagnóstico: una lectura de su área de trabajo con «con los cristales de la gestión
de conocimiento», para poder saber dónde están parados respecto al tema.
En cada intervención de los participantes, se identifican aspectos facilitadores
y obstaculizadores percibidos en el ámbito laboral —en general, en todos los casos se manifiesta que conviven unos y otros—. No obstante, en la consigna, se
encuentran implícitas al menos tres variables:
183
Norberto Vázquez
1.
Posibilidad percibida de impulsar la gestión del conocimiento en el lugar de trabajo. Categorías: Sí; No; NS/NC.
2.
Aspectos en el lugar de trabajo percibidos como facilitadores. Categorías: organización del trabajo que promueve la autonomía personal
y el intercambio de propuestas para abordar los problemas; Intercambios habituales de información y conocimiento de manera informal;
disposición favorable al cambio por parte de los integrantes del área;
existencia de un ambiente de responsabilidad y confianza; liderazgos
democráticos, con comunicación clara y permanente de objetivos,
funciones y resultados, etc.
3.
Aspectos en el lugar de trabajo percibidos como obstaculizadores: ausencia de una visión orientada al desarrollo del conocimiento desde el
contexto organizacional; ausencia de dispositivos de registro de intercambios de información y de generación de conocimiento generados
informalmente; cultura organizacional rígida, refractaria a la adaptación al contexto actual; división del trabajo y de las funciones sin espacios de conexión o comunicación; ausencia de reuniones grupales
periódicas; apego individual y grupal a prácticas habituadas, cambios
de escenarios que generan rupturas, inclusive en un mismo período de
gobierno, etc.
Esta consigna del foro, orientada a elaborar un diagnóstico del entorno laboral
constituyó un espacio de producción valioso: aporta miradas diversas y aspectos
que considerar si se busca generar una cultura de gestión del conocimiento en
distintas áreas de la administración pública.
La siguiente consigna refiere a la elaboración del Trabajo Final Integrador, que
consiste en la elaboración de un plan de gestión del conocimiento para la unidad
de desempeño de cada participante. Se trata del diseño de una política pública
en sus distintas instancias, ya que comprende a) la descripción del conocimiento
que gestionar, b) conformación del equipo y sus roles, c) especificación de medios
de información y su empleabilidad para el conocimiento, d) establecimiento de
un objetivo y meta concreta en cuanto a los resultados esperados, e) del plan
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Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
definición de tres tareas que implementar, y f) definición de una estrategia de
sustentabilidad. Como resultado de esta actividad individual, se elaboraron 33
propuestas situadas para gestionar el conocimiento organizacional en distintas
jurisdicciones/organismos de la administración pública.
6. De las expectativas y su cumplimiento
El diseño de los cursos permite también comparar las expectativas de los participantes al inicio del curso con sus apreciaciones luego de haberlo finalizado.
Las expectativas sobre el curso se orientaron fundamentalmente hacia a) el deseo de incorporar nuevos conocimientos, y b) la expectativa de que estos conocimientos sean aplicables al entorno laboral.
La Encuesta de Satisfacción que se completa de manera opcional y anónima al
finalizar el curso es una importante fuente de información, ya que, en la parte final
del cuestionario, pueden volcarse opiniones y sugerencias que permiten indagar
qué sucedió en relación con esas expectativas y motivos.
En cuanto a las expectativas de adquirir nuevos conocimientos para aplicar en el
trabajo cotidiano, las percepciones fueron positivas, así lo expresan algunos de
los muchos testimonios:
Muy interesante la temática y su abordaje, sería importante que este curso
se mantenga y se desarrollen otros tendientes a seguir profundizando en el
tema. Gracias y saludos.
El curso me brindó herramientas creativas para mejorar la gestión en mi
área de trabajo.
El curso me resultó fascinante, más allá de que es difícil aplicarlo en el
área en la cual me desempeño, me ayudó a incorporar conocimientos
(tal el objetivo del curso) que me resultan muy útiles como parte de los
nuevos conceptos que rigen la vida en la actualidad. Gracias y ¡¡¡muy
Felices Fiestas!!!
185
Norberto Vázquez
También hubo expresiones de satisfacción con el curso que manifiestan el desafío que implico el curso —la adquisición de todo lo que es nuevo siempre representa un desafío, una dificultad, una innovación—:
Muy bueno el curso y el desafío del trabajo final.
El curso es altamente innovador en su diseño y desarrollo. Exige atención
permanente. Se trata de una temática que será cada vez más relevante en
instituciones como el INAP.
Y manifestaciones de lo que dejó el curso en sus participantes:
El curso me permitió cambiar la mirada y posicionarme desde otro lugar al
momento de trabajar con colegas de otras áreas.
Estoy muy agradecida por haber participado del curso porque me pareció
interesante, especialmente porque me dí cuenta de que es necesario crear
ámbitos de reflexión.
Los conceptos fueron novedosos en su mayoría. Me interesa poder hacer
cambios en mi lugar de trabajo y lograr mejorar los procesos creativos
y productivos a través del flujo de la información.
La valoración positiva del curso también puede apreciarse en las sugerencias
para que se aplique en la gestión:
... sería positivo que este tipo de cursos se extendieran a toda la administración pública, para que su contenido se aplique a aquella.
Sugiero la realización del curso a inicio del año y el intento de aplicación a mediados del año, con la tutoría que ayude a implementarlo
aprendido. ¡Saludos!
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También hubo referencia al papel del docente:
Quiero destacar la labor del Tutor, que siempre se mantuvo presente
mediante sus mails.
Efectivamente, el docente intervino de manera activa en las distintas etapas del
proceso: recordando los objetivos del curso ante las expectativas expresadas por
los cursantes; haciendo balances provisorios y adelantando las características de
las actividades siguientes; instando a la participación, alentando la generación de
ideas, la producción y la creatividad, así como también recuperando y valorizando
los aportes realizados a partir de las respuestas a las consignas.
7. Síntesis de la información y los conocimientos identificados
Teniendo en cuenta que un propósito del trabajo fue identificar datos, información y conocimientos que existen y se ponen en juego en el INAP y en sus
cursos, a modo de balance, puede señalarse sintéticamente lo que deja el
camino recorrido.
7.1 Respecto al INAP y a sus cursos
Los cursos del INAP como fuente de información mostraron ser sumamente útiles. En los materiales que desarrolla el área de Capacitación, se plasman conocimientos teóricos y prácticos y procedimentales, se muestran cuáles son las
prioridades que se establecen al momento de capacitar con orientación a competencias laborales.
El procedimiento que seguir desde que los trabajadores se postulan para realizar
un curso hasta que lo finalizan recorre una serie de pasos que generan información que se almacena en distintas áreas, esa información constituye insumos para
construir datos cualitativos y cuantitativos en el marco de futuras investigaciones.
187
Norberto Vázquez
Los cursos dan a los participantes —teoría, casos, acompañamiento— y piden
a partir de consignas, constituyéndose productos que amalgaman los aportes del
curso y los saberes, experiencias, destrezas y habilidades de los participantes.
A partir de su dinámica, se conforman espacios que generan datos e información;
el organismo brinda conocimiento y recibe conocimiento.
Los foros constituyen un espacio de participación privilegiado, en ellos, circula
conocimiento que, si bien no siempre es fácil de sistematizar, la riqueza de las
intervenciones es una valiosa fuente de información.
7.2 Respecto al curso
En análisis permitió identificar características básicas de los cursantes: cantidad
de inscriptos, de aprobados y de abandonos; así como también máximo nivel de
instrucción alcanzado. Cuestiones no cuantificables como expectativas y necesidades, percepciones sobre lo que aportó el curso y la predisposición a colaborar
en la investigación de parte de los participantes y su agradecimiento por la valoración institucional de sus aportes.
Todos los participantes en el curso identificaron aspectos facilitadores y obstaculizadores la implementación de políticas de gestión del conocimiento en su
ámbito laboral. Las percepciones de los trabajadores constituye un aspecto que
tener en cuenta al momento de diseñar políticas; en este sentido, las consignas
de los cursos pueden ser pensadas como una especie de sondeo sobre viabilidad
sin costo de elaboración.
Hay expectativas y necesidades que no pueden ser cubiertas por un curso de
capacitación, pero sí pueden ser identificadas, analizadas y tenidas en cuenta.
Finalmente, la colaboración, el apoyo y el asesoramiento de los integrantes del
área de Capacitación hizo posible este trabajo de investigación y muestra las posibilidades de seguir realizando trabajos en forma conjunta.
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Reflexiones finales
Esta comunicación sintetiza los resultados iniciales de una investigación en curso que se inició con una idea general y una postura abierta: si las organizaciones
estatales poseen y generan conocimiento de manera continua, ese conocimiento
puede ser valorado, recuperado y sistematizado, para luego ser utilizado. En este
sentido, el INAP, por sus funciones y características, demostró ser un organismo
clave para llevar adelante este tipo de procesos.
Las instancias de capacitación como un espacio donde los datos, la información
y el conocimiento se manifiestan y circulan de maneras más o menos explícitas
constituyen una fuente valiosa de investigación aplicada, orientada a valorizar los recursos humanos existentes, condición necesaria en la sociedad del
conocimiento. En general, cada instancia del proceso de formación de agentes
públicos queda plasmada en documentos. Esto, junto con la colaboración y el
apoyo de quienes se encuentran a cargo del área de Capacitación, posibilitó
realizar la investigación.
Tampoco puede dejar de señalarse la importancia que deben tener para la administración pública los documentos que esta genera. Desde el punto de vista de
la investigación y, concretamente de la gestión del conocimiento, son una fuente
inagotable de insumos, como tal deben ser recuperados en forma sistemática
y organizada, para ser puestos a disposición como material de estudio. Teniendo
en cuenta que los documentos oficiales no lo dicen todo, pero son una fuente
valiosa de información, ya que, como todo texto escrito, es un testimonio que conserva su contenido a lo largo del tiempo, no se puede dialogar directamente con
él como si se tratara de un entrevistado, pero puede ser interrogado e interpretado
como construcción social y política.
Referencias bibliográficas
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Norberto Vázquez
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Cómo citar este artículo
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Estado, la administración y las políticas públicas, 4, (2), pp. 173-191.
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RESEÑAS
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2, 2020, pp. 195-200
Estado abierto, Vol. 4, N.o 2
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Public management as a design-oriented
professional discipline
Michael Barzelay
Cheltenham, UK, Edward Elgart Publishing Inc., 2019, 192 páginas
ISBN 9781788119092
Por Oscar Oszlak
Michael Barzelay, el autor del libro que tengo la satisfacción de reseñar, es uno
de los especialistas en gestión pública que goza de más alto reconocimiento en
América Latina. A partir de su tesis doctoral sobre políticas públicas en el Brasil,
inició una fecunda labor académica en la que, desde la publicación de Atravesando
la burocracia (Fondo de Cultura Económica), uno de sus libros más difundidos, le
dedicó muchos años a la docencia universitaria y a la elaboración científica en el
campo de la gerencia pública. Discípulo de Charles E. Lindblom, célebre autor de
The Science of Muddling Through, Barzelay ha sido docente de la John F. Kennedy
School of Government de Harvard, y de la LSE (London School of Economics),
además de haber realizado múltiples estadías académicas en varios países y llevado a cabo proyectos de consultoría para numerosos organismos multilaterales.
El conocimiento previo de su obra permite comprender mejor los objetivos
y el enfoque adoptado por el autor en este libro. Destaco, en particular, The New
Public Management: Improving Research and Policy Dialogue, libro publicado
en 2001, y su artículo «The study of public management: reference points for a
design science approach», de 2012, en el que anticipa en parte los argumentos
que desarrollará en el libro que reseño. También es importante su reflexión en
materia de metodología de la investigación, como en el trabajo «Learning from
second-hand experience: methodology for extrapolation-oriented case research»,
de 2007, y en su libro Preparing for the Future: Strategic Planning in the U.S. Air
Force, en coautoría con Colin Campbell, de 2003.
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Oscar Oszlak
No creo exagerar si afirmo que Public Management as a Research-Oriented
Professional Discipline se diferencia de cualquier otro texto en este campo del
conocimiento y de la práctica profesional. En primer lugar, porque casi toda la
obra está destinada a explicar su título: es decir, por qué considerar que la gestión pública es una disciplina profesional orientada hacia el diseño. Y, en segundo
lugar, por su original estilo discursivo, en el que apela al diálogo permanente con
personajes ficticios para desbrozar, paso a paso, la argumentación que conduce
a una explicación exhaustiva de cada uno de los términos que componen el título
del libro. Barzelay recrea así a Platón, sin nombrarlo, empleando una técnica expositiva según la cual un lúcido profesor, Marshall, dialoga con su equipo docente
en la etapa previa al dictado de un curso sobre la materia del libro que nos ocupa.
El autor también recurre a la dramatización, imaginando un grupo de estudiantes
prospectivos que, puestos a discutir en qué cursos inscribirse, imaginan y dialogan acerca de los pros y contras de hacerlo en el curso en el que el libro reseñado
constituirá el texto central. Luego, Marshall (¿el propio Barzelay?) asume en cierto
modo el rol de Sócrates, esclareciendo paso a paso, mediante una densa y sutil
argumentación mantenida con su equipo docente, los objetivos y orientaciones
básicas del curso cuya finalidad principal es convencer a sus propios colaboradores acerca de los méritos de su particular diseño. En última instancia, lo que
pretenderá es animar a un grupo de posibles estudiantes acerca de valor de este
para avanzar en sus carreras profesionales. Ese estilo discursivo dialogado, que,
prácticamente, se mantiene durante buena parte de la obra, facilita una reflexión
que potencia el valor de las preguntas planteadas por los integrantes de la cátedra.
Y, como ocurre con las modernas técnicas de coaching, las preguntas del coach, en
casi todos los casos, terminan siendo respondidas por los propios interrogadores.
El autor identifica con precisión a los destinatarios de su libro: profesores como él,
con larga experiencia; científicos sociales de la disciplina que intentan trascenderla;
estudiantes de doctorado en administración pública y gestión; y practitioners
identificados con esta materia, convertidos en pracademics de tiempo completo
o parcial. Este término me recordó que, hace muchos años, empleé la palabra
invexpertos para referirme a los profesionales que transitan en forma itinerante este
camino entre la reflexión académica y la aplicación práctica de sus conocimientos,
de modo que la formación teórica ilumine su práctica profesional, y esta, a su
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vez, les permita explorar y, a veces, trascender los confines de la indagación teórica.
Barzelay emplea un término más preciso para referirse a estos profesionales híbridos,
que bien podríamos llamar en español pracadémicos o académicos-practicantes.
A pesar de su título, este no es estrictamente un libro de gestión o gerencia
pública. Es, podría afirmarse, un libro metateórico que intenta identificar las raíces
genéticas de la disciplina, reconociendo los aportes que realizaron sus pioneros
o constructores iniciales y tratando de combinarlos creativamente, más que
destacando sus supuestas rupturas epistemológicas o paradigmáticas. El propio
autor admite que su visión de la gestión pública no tiene precedentes, ya que,
si bien algunos autores han planteado que esta disciplina debería adoptar una
orientación hacia el diseño en la investigación y la práctica, otros han puesto el
énfasis en su carácter de profesión, como opción a las endebles analogías de
considerar a la gestión pública bien como arte o como ciencia. Pero las fuentes
en las que abreva el libro no son las que le dan su carácter; Barzelay lo define
como un intento de sentar las bases intelectuales de la gestión pública, como
esfuerzo colectivo de desarrollo y aprendizaje, enfocado claramente a fortalecer la
práctica profesional dentro de las organizaciones públicas. En una frase, colocar
los cimientos de la gestión pública como una disciplina profesional orientada al
diseño. Y esta orientación se irá desplegando y desagregando paso a paso en los
diferentes capítulos del libro.
Para diferenciarse de otros enfoques tradicionales en este campo, Barzelay
anticipa que, cuando el lector llegue al final del libro, ya no habrá sido necesario
repasar una y otra vez la evolución de la gestión pública, reiterando estereotipos
de filosofías administrativas —administración científica, nueva gerencia pública,
administración digital—, como lo hacen numerosos trabajos. En cambio, podrá
imaginar un futuro en el que el diseño sea considerado no menos importante para
la práctica profesional de la gestión pública que el análisis de cuestiones y la toma
de decisiones.
Gestionar, según el autor, es una práctica profesional, o sea, aquello de lo que
se ocupan los profesionales cuando crean o mejoran un fenómeno que existe a
causa de una intención. De aquí se sigue que la gestión pública es aquello de lo
que se ocupan quienes crean o mejoran organizaciones públicas. Barzelay adopta
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así una visión abstracta y funcional de la organización pública, considerándola
un mecanismo para hacer efectiva una intención. La descarta, entonces, como
categoría clasificatoria, prefiriendo observarla, en tanto fenómeno, como una suerte
de mecanismo intencional. La idea se remonta a la planteada en su momento
por Herbert Simon en su libro sobre las ciencias de lo artificial y sus artefactos,
como máquinas o edificios. El otro antecedente, que cita recurrentemente, es
el concepto de valor público, de Moore, donde la intención que le atribuye a la
organización pública es crear valor público a través de programas públicos,
además de requerir el esfuerzo de gestión necesario para su implementación.
En esta tarea exploratoria, Barzelay también redescubre a Fayol y su famoso
cuarteto funcional: coordinación, control, dirección y planeamiento, los cuatro roles
necesarios en la función empresarial de gestionar. Los conceptos formulados por
este extraño trío de autores —Simon, Moore y Fayol—, de aquí en más, serán la
materia prima con la que nuestro autor construirá su particular aproximación a
la gestión pública.
Como todo su aparato conceptual está dirigido a destacar los méritos del curso a
sus prospectivos alumnos —y también a los integrantes de su cátedra—, el autor
considera un deber explicar su principal objetivo: contribuir a mejorar su gestión
en organizaciones públicas, fortaleciendo su competencia profesional a través
de la expansión de sus conocimientos y habilidades profesionales. Su pretensión
es contribuir a un mejor diseño de proyectos y a desempeñar la función gerencial
de esas organizaciones. En suma, a adquirir una mayor capacidad para actuar
de forma tal que pueda realizarse la intención profesional perseguida. En parte,
competencia profesional es, entonces, capacidad para actuar dentro de un
design-project, promoviendo un proceso-escenario (scenario-process) consistente
en diseñar y adoptar decisiones. Y, en parte, es también capacidad para instigar el
diseño de proyectos dentro de una organización pública.
Barzelay sorprende luego cuando anuncia que las cuatro competencias
profesionales que el curso pretende mejorar son construir sentido, diseñar,
argumentar y dramatizar, con lo cual se aleja de las categorías convencionales.
Cada una de estas competencias exige aproximaciones disciplinarias diferentes,
para lo cual considera necesario evaluar experiencias simuladas a la luz de teorías
sobre personas y prácticas. Construir sentido, a través de las teorías que proveen
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la psicología y la ciencia cognitiva. Diseñar, mediante el campo interdisciplinario
de los estudios de diseño. Argumentar, a partir de la filosofía, la lingüística y la
retórica. Dramatizar, recurriendo a la sociología y la antropología. El aprendizaje
de este cocktail teórico es lo que tiende a expandir la capacidad profesional.
En otro capítulo de su obra, el autor compara e integra, con la intención de
unificar sus enfoques teóricos, la tradición de la Harvard Business School y su
aproximación al management, con las ideas de Simon en materia de diseño,
toma de decisiones y proyectos de diseño. La unificación de estas concepciones
sobre empresas y su gestión constituyen para Barzelay las bases intelectuales
subyacentes del conocimiento profesional de la disciplina gestión pública.
El adjetivo que emplea el libro, orientada al diseño, intenta dramatizar esta
síntesis entre ambas tradiciones, la de Harvard y la de las ciencias de lo artificial
de Simon.
Nuestro autor trata luego de justificar por qué el curso que promueve, contiene
una bibliografía tan amplia como heterogénea. Una razón es demostrar que la
gestión pública es una disciplina, con autores y lecturas que todo aquel educado
en este campo debería conocer. Pero otra razón, más importante aún, es que una
práctica profesional orientada al diseño es un fenómeno que depende, a la vez, de
la creatividad y de la intensidad del pensamiento. Apela, entonces, a otro recurso
narrativo, como es el de visitar una Galería de la Gestión Pública, una especie de
museo o centro de arte, con audio-guía para emprender un tour virtual. Michael
Barzelay, el anfitrión, luego de pasar revista a su CV, invita a recorrer las salas en
las que se exponen los textos que seleccionara para conformar la bibliografía de
su curso.
Finalmente, nuestro autor se plantea tres preguntas que debe responder todo
fenómeno que contiene un mecanismo intencional, es decir, para qué sirve, en
qué consiste y cómo funciona. Ese interrogatorio le sirve para desgranar, paso a
paso, la lógica interna de su formulación analítica. Su libro versa sobre gestión
pública. ¿Para qué sirve? Para crear valor público. ¿Qué involucra la gestión pública?
Desempeñar las funciones de una organización pública, incluyendo los apoyos
administrativos necesarios, y resolver problemas. Y así, sucesivamente, va
descubrimiento nuevas capas explicativas cada vez más detalladas.
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Oscar Oszlak
A la pregunta de para qué sirve su libro, responde: para mejorar la gestión pública
como práctica profesional, lo cual supone promover un círculo virtuoso entre
hacer y aprender. ¿En qué consiste este libro? En dos capas de argumentos: una
sobre un sistema distintivo de ideas, a la que denominó «gestión pública orientada
al diseño»; y otra, una «disciplina profesional orientada al diseño», que debe
enseñarse para mejorar la práctica profesional. Por último, la intención —misión sería,
tal vez, un término más adecuado— se realiza a través de múltiples mecanismos,
cada uno de los cuales puede ser teorizado o representado a todos los efectos
prácticos como un proceso-escenario.
Tal vez, esta reseña no hace justicia a la rica y fina construcción analítica que
Michael Barzelay ofrece en esta obra, dado que, para transmitir los sutiles
detalles de su elaboración, se requiere un texto más amplio. Esto es, en definitiva,
lo que él hace con paciencia de artesano, apelando a imaginativas narrativas,
representaciones y metáforas que aumentan el atractivo de un tema que la
academia suele desarrollar con una retórica muy diferente. Es este esfuerzo
didáctico que debe merecer el agradecimiento de sus lectores.
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ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
Las políticas de transporte en la Argentina: los años de la
posconvertibilidad (2002-2015)
José A. Barbero y Julián Bertranou (comps.)
Buenos Aires, Biblos, 2019, 488 páginas
ISBN 978-987-691-764-3
Por Agustín De Marco
El creciente aumento en la demanda de movilidad a lo largo de los siglos xix
y xx requirió de una organización eficaz, eficiente y sostenible de los sistemas de
transporte. Se destacan en este devenir histórico el ferrocarril, los buques a vapor,
el transporte automotriz y aéreo, los cuales han redundado sucesivamente en una
disminución cada vez más sustancial de tiempos y costos. Así, el transporte ha
cumplido un rol de animador y facilitador de proyectos tanto individuales como
colectivos, a partir de lo cual se ha convertido en un sector clave del desarrollo socioeconómico. Frente a ello, se hace necesaria una política estratégica, así como
acciones de gestión cotidianas que orienten su desempeño de manera efectiva.
La obra aquí reseñada propone un estudio pormenorizado de la evolución del
sector transporte en la Argentina con el fin de comprender las políticas públicas
implementadas en su seno y, con ello, dar lugar a un acervo de conocimiento que
permita mejorar el proceso de toma de decisiones en dicha área. Se trata de una
descripción y análisis de los distintos modos y medios de transporte en la Argentina, a partir de lo cual se plantea una propuesta integradora de profundo tenor
reflexivo sobre el sistema de transporte.
Los compiladores de este libro, José Barbero y Julián Bertranou, son profesionales
destacados en la Argentina en el área de Transporte. Barbero, magíster en Geografía y Planeamiento Urbano, se especializa en las áreas de planificación
y gestión institucional. Por su parte, Bertranou, doctor y magíster en Ciencias Sociales, es especialista en administración y políticas públicas. Ambos desarrollan
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su actividad profesional en el Instituto del Transporte de la Universidad Nacional
de San Martín (UNSAM), desde el cual se ha desarrollado una extensa formación de
recursos humanos y de cooperación técnica con gobiernos, empresas y sindicatos.
Si bien el estudio del sector transporte en la Argentina no ha sido objeto de suficientes estudios en el ámbito académico, se hace notar que, desde hace unos
años, esta situación ha venido revirtiéndose por un mayor interés de las ciencias
sociales en la materia, particularmente con los aportes de áreas, como la economía, la ingeniería y la administración. Dada la necesidad de generar espacios que
propendan a un estudio más detallado de este sector, la obra procura establecer
un diálogo con otras disciplinas, a fin de promover la producción de conocimiento
en un área poco explorada, reconociendo la responsabilidad primaria que corresponde al sector público en la creación y circulación de dicho conocimiento.
El estudio abarca el período que se extiende desde la posconvertibilidad —luego
de la crisis política, económica y social posterior a 2001— hasta fines de 2015.
De este modo, inicia con la presidencia de Eduardo Duhalde (2002-2003) y hace
especial énfasis en las de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de
Kirchner (2007-2015). No obstante, el marco analítico de este trabajo está dado
por las reformas introducidas durante la década de 1990, que constituyen el punto de partida desde el cual operarían los gobiernos antenombrados. Es a partir de
dichas reformas que el sistema de servicios —entre ellos, el sector transporte—,
hasta entonces caracterizado por una fuerte impronta estatal, comenzaría a adecuarse a nuevos esquemas de gestión, los cuales propenderían a la descentralización, la privatización y la desregulación.
Ya sea por motivos locales e internacionales, o bien por razones externas y propias del sector transporte, la mejora infraestructural esperada no solo no se produjo, sino que devino en un debilitamiento de su desempeño. En este sentido, los
trabajos incluidos en el volumen aquí reseñado aspiran a comprender los motivos
por los cuales no se han alcanzado logros efectivos en la implementación de
políticas públicas en la Argentina, sobre todo en este sector. De este modo, el
libro pretende realizar un aporte original para la comprensión de dicha área en su
componente sectorial y transversal durante el período de la posconvertibilidad.
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Las contribuciones se encomendaron principalmente a docentes e investigadores, así como a asiduos participantes de las actividades del Instituto de Transporte. Se trata de un total de diez trabajos distribuidos en tres partes: estudios
transversales, estudios sectoriales y una visión general.
En la primera parte, se incluyen los seis capítulos modales, dedicados a cada uno
de los subsectores que componen al sector transporte. El capítulo sobre movilidad
urbana, a cargo de Patricia Brennan, presenta los desafíos de movilidad en los distintos tipos de ciudades argentinas para luego concentrarse en el AMBA y en
algunas ciudades grandes e intermedias del país. En el capítulo sobre el transporte aerocomercial, Daniel Busetti y Carlos Leguizamón destacan los importantes
cambios producidos en todo el sistema de aeronavegación. Jorge Kohon aborda
el transporte ferroviario mostrando los vaivenes de la actividad ferroviaria, con un
telón de fondo de progresivo declive.
Daniel Álvarez y Natalia García elaboran el capítulo de transporte por agua
y puertos. Aquí, los autores abordan los tres componentes de este sistema: los
puertos, las vías navegables y los servicios de transporte por agua. El capítulo
de autotransporte de cargas y logística, a cargo de Fernando Dobrusky, integra
el análisis de la evolución del principal medio de trasporte de cargas doméstico,
con consideraciones más generales sobre la matriz logística argentina y su desempeño. El último de los capítulos subsectoriales es el de infraestructura y seguridad vial, a cargo de Jorge Sánchez y Rodolfo Fiadone. En su contribución, los
autores destacan dos cuestiones importantes: el incremento considerable de la
inversión pública en infraestructura vial y la renegociación de las concesiones
viales de los noventa.
En la segunda parte, se presentan tres capítulos transversales. El primero, a cargo
de Rodrigo Rodríguez Tornquist y Pablo Vazano, examina los impactos y consumo de recursos. Los autores analizan el consumo energético del sector, así como
los impactos de este sobre el ambiente, las condiciones de vida de la población
y la seguridad operacional y vial. Julián Bertranou y Valeria Serafinoff escriben
sobre la organización institucional del sector transporte. Los autores señalan los
distintos cambios producidos en las instituciones a cargo del sector. Y, en el capítulo sobre financiamiento, regulación y subsidios, que aporta Marcelo Ensinck,
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Agustín De Marco
se analizan las características, composición y evolución del financiamiento del
sector, incluidas las inversiones, que crecieron respecto del período anterior.
La tercera parte incluye un capítulo de José A. Barbero que integra los hallazgos
de las distintas contribuciones y formula los desafíos generales del sector.
Del conjunto de la obra, se desprende que el período de la posconvertibilidad
constituyó una ocasión malograda en términos de producir verdaderas mejoras
en el sistema de transporte, siendo que, si bien las inversiones fueron ostensiblemente mayores que en el período anterior, su productividad relativa fue menor.
Al mismo tiempo, se entiende que el proceso por medio del cual se implementaron las decisiones de política pública careció de un marco formal y estratégico,
lo cual devino en un debilitamiento cada vez mayor de las capacidades estatales.
Se destacan, así, la propensión a adoptar decisiones a corto plazo, la ausencia de
procesos sistemáticos de planificación, la volatilidad financiera como restricción
estructural del país, la ausencia de coordinación entre Nación y provincias, la incidencia empresaria como factor desregulador y la dependencia de tecnologías
del exterior.
El libro reconoce claramente que los factores estructurales que condicionaron
el desarrollo del sector no son propios de un gobierno o color político, de lo cual
se desprende que tales factores seguirán incidiendo en el proceso de política
pública sectorial de corto plazo, a menos que se produzca un cambio de orientación tendiente a mitigar sus efectos. Además de la descripción y análisis de los
factores que impiden la adopción de políticas estratégicas, la obra contiene un
fuerte componente propositivo: propone a la vez un marco para su comprensión
y lineamientos para la reversión de los efectos negativos que traen aparejados.
El aporte de este volumen resulta significativo para comprender el proceso de
toma de decisiones por parte de las distintas organizaciones estatales del sector
y sus responsables. Sus contribuciones son reveladoras de los factores estructurales y coyunturales que determinan dicho proceso. En tal sentido, la obra constituye un bienvenido aporte al análisis profundo de un sector económico poco
estudiado, a la vez que permite acceder a un mejor y más detenido conocimiento
de la gestión pública bajo diferentes gobiernos.
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Estado
4, N.o 1
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4, N.o abierto,
2, 2020,Vol.
pp. 205-208
ISSN 2525-1805 (impresa) / ISSN 2618-4362 (en línea)
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y deberá seguir el siguiente formato: apellido del autor y año, y número de
página luego de dos puntos para los casos de citas textuales. Por ejemplo:
Varios países latinoamericanos son casos de democracia
delegativa (O’Donnell, 1997).
«El presidente es considerado la encarnación de la nación y el principal
definidor y guardián de sus intereses» (O’Donnell, 1997: 293).
Si la cita excede las 40 palabras, se la debe apartar del texto, quitarle las
comillas, aplicarle sangría a ambos lados y reducir el cuerpo de la letra a 10.
El verdadero uso del multiculturalismo no habría sido, así, el de
la lucha por el reconocimiento de las poblaciones subordinadas
por la hegemonía cultural, sino que habría servido apenas
para crear un nuevo nicho universitario, para beneficio de
las audiencias de estudiantes de clases medias y superiores
(Bourdieu y Wacquant, 1999: 10).
8.
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En las referencias bibliográficas desplegadas a final del artículo, debe
respetarse el siguiente orden: apellido del autor, letra inicial del nombre del
autor, año (entre paréntesis), título de la obra (entre comillas bajas si es un
artículo; en itálicas si es un libro o título de una publicación), volumen, tomo,
etc., lugar de edición y editorial.
Estado abierto, Vol. 4, N.o 1
Para libros y capítulos de libros:
Bourdieu, P. (2008). Homo academicus. Buenos Aires: Siglo XXI.
Gutiérrez Márquez, E. (2013). «La ciencia política en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM». En Reveles, F.
(coord.). La Ciencia Política en México Hoy: ¿Qué sabemos?
México: UNAM y Plaza y Valdés.
O’Donnell, G. (1997). «¿Democracia delegativa?». En O’Donnell, G.,
Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y
democratización. Buenos Aires: Paidós.
Para revistas:
Altman, D. (2005). «La institucionalización de la ciencia política en
Chile y América Latina: una mirada desde el sur». En Revista de
Ciencia Política, 25, (1), pp. 3-15.
En este caso, el 25 corresponde al volumen de la revista, y el (1), al número.
Para diarios:
Malamud, A. (2016). «La utilidad de una provincia derrotada». En diario
Clarín, 24 de marzo, p. 21.
Para participaciones en eventos científicos:
Rocha, C. (2012). «La ciencia política en Uruguay (1989-2009): Un estudio
de los temas, teorías y metodologías predominantes en la
investigación y la enseñanza en el Instituto de Ciencia Política».
Ponencia presentada en el IV Congreso Uruguayo de Ciencia
Política, noviembre, Montevideo, República del Uruguay.
207
Colaboraciones
Para publicaciones pertenecientes a organismos internacionales,
dependencias públicas u otras organizaciones:
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Población, Hogares y Viviendas 2010: Censo del Bicentenario:
Resultados definitivos. Serie B N.o 2. Buenos Aires.
Para leyes, decretos y resoluciones:
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Información Pública. Publicada en el B. O. el 29 de septiembre.
9.
La bibliografía obtenida de espacios virtuales debe citarse de la
siguiente forma:
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[en línea]. Disponible en: <http://www.lanacion.com.ar/1901788-haciaun-estado-al-servicio-del-ciudadano>[Consulta:10deoctubrede2016].
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Julio 2020
Secretaría de
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