TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXX De la Feria. Salterio II.
1 de Noviembre
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Qué hermosos son los pies del que anuncia la paz a sus hermanos! ¡Y qué hermosas las manos maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo, pregonero, que traes noticias buenas: se rompen las cadenas, y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita, y denuncia a mi pueblo sus pecados; vivimos engañados, pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz, la flor del campo pierde sus colores; levanta sin temores, pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos de tu alma enamorada en el sendero, ¡qué dulces, mensajero, qué hermosos, que divinos son tus pasos! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, no me castigues con cólera.
SALMO:
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera; tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mí; no hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor, no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados; mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, no me castigues con cólera.
Antífona 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
SALMO:
Mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy encorvado y encogido, todo el día camino sombrío; tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne; estoy agotado, deshecho del todo; rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos; siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia; me tienden lazos los que atentan contra mí, los que desean mi daño me amenazan de muerte, todo el día murmuran traiciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
Antífona 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
SALMO:
Pero yo, como un sordo, no oigo; como un mudo, no abro la boca; soy como uno que no oye y no puede replicar.
En ti, Señor, espero, y tú me escucharás, Señor, Dios mío; esto pido: que no se alegren por mi causa, que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer, y mi pena no se aparta de mí: yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos, son muchos los que me aborrecen sin razón, los que me pagan males por bienes, los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
Mis ojos se consumen aguardando tu salvación.
Y tu promesa de justicia.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
JEREMÍAS Y ANANÍAS.
El mismo año, el año cuarto del reinado de Sedecías, en Judá, el quinto mes, me dijo Ananías, hijo de Azur, profeta de Gabaón, en el templo, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este lugar, para llevárselo a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los desterrados de Judá que marcharon a Babilonia, yo mismo los haré volver a este lugar oráculo del Señor cuando rompa el yugo del rey de Babilonia..
El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, delante de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo:
¡Amén, así lo haga el Señor! Cumpla el Señor la palabra que tú has profetizado, devolviendo a este lugar todo el ajuar del templo y todos los desterrados de Babilonia. Pero escucha esta palabra que yo pronuncio en presencia tuya y de todo el pueblo: Los profetas que vinieron antes de mí y antes de ti, desde tiempos antiguos, profetizaron a países numerosos y a reyes poderosos guerras, calamidades y pestes. El profeta que profetizaba prosperidad sólo al cumplirse su palabra era reconocido como profeta auténtico enviado por el Señor..
Entonces, Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo:
Así dice el Señor: De este modo romperé del cuello de todas las naciones el yugo de Nabucodonosor, antes de dos años..
El profeta Jeremías se marchó por su camino. Después que Ananías rompió el yugo que el profeta Jeremías llevaba al cuello, vino la palabra del Señor a Jeremías:
Ve y dile a Ananías: Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo lo sustituiré con un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré..
El profeta Jeremías dijo al profeta Ananías:
Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor..
Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.
RESPONSORIO:
No hagáis caso a los profetas que os profetizan, porque os engañan. Dicen a los que rechazan la palabra del Señor: Tendrás paz..
Ese profeta será ejecutado, por haber predicado la rebelión contra el Señor, vuestro Dios.
Dicen a los que rechazan la palabra del Señor: Tendrás paz..
SEGUNDA LECTURA:
De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo.
LA PALABRA DE DIOS ES VIVA Y EFICAZ.
La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante más que espada de dos filos. Los que buscan a Cristo, palabra, fuerza y sabiduría de Dios, descubren por esta expresión de la Escritura toda la grandeza, fuerza y sabiduría de aquel que es la verdadera palabra de Dios y que existía ya antes del comienzo de los tiempos y, junto al Padre, participaba de su misma eternidad. Cuando llegó el tiempo oportuno, esta palabra fue revelada a los apóstoles, por ellos el mundo la conoció y el pueblo de los creyentes la recibió con humildad. Esta palabra existe, por tanto, en el seno del Padre, en la predicación de quienes la proclaman y en el corazón de quienes la aceptan.
Esta palabra de Dios es viva, ya que el Padre le ha concedido poseer la vida en sí misma, como el mismo Padre posee la vida en sí mismo. Por lo cual hay que decir que esta palabra no sólo es viva, sino que es la misma vida, como afirma el propio Señor, cuando dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Precisamente porque esta palabra es la vida es también viva y vivificante; por esta razón está escrito: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos, devolviéndoles la vida, así también el Hijo dispensa la vida a los que quiere. Es vivificante cuando llama a Lázaro del sepulcro, diciendo al que estaba muerto: Lázaro, sal fuera.
Cuando esta palabra es proclamada, la voz del predicador resuena exteriormente pero su fuerza es percibida interiormente y hace revivir a los mismos muertos, y su sonido engendra para la fe nuevos hijos de Abraham. Es, pues, viva esta palabra en el corazón del Padre, viva en los labios del predicador, viva en el corazón del que cree y ama. Y si de tal manera es viva, es también, sin duda, eficaz.
Es eficaz en la creación del mundo, eficaz en el gobierno del universo, eficaz en la redención de los hombres. ¿Qué otra cosa podríamos encontrar más eficaz y más poderosa que esta palabra? ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? Esta palabra es eficaz cuando actúa y eficaz cuando es proclamada; jamás vuelve vacía, sino que siempre produce fruto cuando es enviada.
Es eficaz y tajante más que espada de dos filos para quienes creen en ella y la aman. ¿Qué hay, en efecto, imposible para el que cree o difícil para el que ama? Cuando esta palabra resuena, penetra en el corazón del creyente como si se tratara de flechas de arquero afiladas; y lo penetra tan profundamente que atraviesa hasta lo más recóndito del espíritu; por ello se dice que es más tajante que una espada de dos filos, más incisiva que todo poder o fuerza, más sutil que toda agudeza humana, más penetrante que toda la sabiduría y todas las palabras de los doctos.
RESPONSORIO:
La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en el cielo, y sus canales son los mandamientos eternos.
El principio de la sabiduría es el temor del Señor.
Y sus canales son los mandamientos eternos.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te doy gracias, Señor.
¡Tanto estabas enojado conmigo! Tú eres un Dios de amor, y ahora soy tu amigo, te busco a cada instante y te persigo.
Eres tú mi consuelo, tú eres el Dios que salva y da la vida; eres todo el anhelo de esta alma que va herida, ansiándote sin tasa ni medida.
En mi tierra desierta, tú de la salvación eres la fuente; eres el agua cierta que se vuelve torrente, y el corazón arrasa dulcemente.
¡Quiero escuchar tu canto! ¡Que tu Palabra abrase mi basura con alegría y llanto! ¡Que mi vida futura espejo sea sin fin de tu hermosura! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Antífona 2: En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
CÁNTICO:
¡Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra! En medio de los años, realízala; en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido; pisas el mar con tus caballos, revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas, al oírlo se estremecieron mis labios; me entró un escalofrío por los huesos, vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza, él me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Antífona 3: Glorifica al Señor, Jerusalén.
SALMO:
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE:
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al odio.
RESPONSORIO BREVE:
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Desde el cielo me enviará la salvación.
El Dios que hace tanto por mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES:
Adoremos a Cristo, que se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y digámosle con fe:
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar durante sus horas por sendas de vida nueva.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que todo lo has creado con tu poder y con tu providencia lo conservas, ayúdanos a descubrirte presente en todas tus creaturas.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que has sellado con tu sangre una alianza nueva y eterna, haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que colgado en la cruz quisiste que de tu costado manara sangre y agua, purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a la ciudad de Dios.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina así también las podamos cantar plenamente en la asamblea de tus santos por toda la eternidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Que tu bondad me consuele según tu promesa.
SALMO:
Tus manos me hicieron y me formaron: instrúyeme para que aprenda tus mandatos; tus fieles verán con alegría que he esperado en tu palabra; reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, que con razón me hiciste sufrir.
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad; que se avergüencen los insolentes del daño que me hacen; yo meditaré tus decretos.
Vuelvan a mí tus fieles que hacen caso de tus preceptos; sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que tu bondad me consuele según tu promesa.
Antífona 2: Protégeme de mis enemigos, Dios mío.
SALMO:
Líbrame de mi enemigo, Dios mío; protégeme de mis agresores, líbrame de los malhechores, sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira que me están acechando, y me acosan los poderosos: sin que yo haya pecado ni faltado, Señor, sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro, mira: tú, el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel.
Estoy velando contigo, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!, y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia; porque has sido mi alcázar y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Protégeme de mis enemigos, Dios mío.
Antífona 3: Dichoso el hombre a quien corrige Dios, porque él hiere y venda la herida.
SALMO:
¡Oh Dios!, nos rechazaste y rompiste nuestras filas; estabas airado, pero restáuranos. Has sacudido y agrietado el país: repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo, dándole a beber un vino de vértigo; diste a tus fieles la señal de desbandada, haciéndolos huir de los arcos.
Para que se salven tus predilectos, que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario: “Triunfante ocuparé Siquén, parcelaré el valle de Sucot; mío es Galaad, mío Manasés, Efraím es yelmo de mi cabeza, Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme; sobre Edom echo mi sandalia, sobre Filistea canto victoria”.
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte, quién me conducirá a Edom, si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es inútil. Con Dios haremos proezas, él pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el hombre a quien corrige Dios, porque él hiere y venda la herida.
LECTURA BREVE:
Tu Dios te ha llevado, como un hombre lleva a su hijo, mientras ha durado tu camino.
Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré.
Que no quede frustrada mi esperanza.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Como os inclinasteis a apartaros de Dios, así convertidos lo buscaréis diez veces más, pues el que trajo sobre vosotros el castigo, os traerá con la redención la eterna alegría.
Del Señor viene la misericordia.
Y la redención copiosa.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas; concédenos que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos alcanzar la vida eterna.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera; las creaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni imperio del abismo sobre la tierra, porque la justicia es inmortal.
Arrancó el Señor mi alma de la muerte.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Cristo, tú no tienes la lóbrega mirada de la muerte; tus ojos no se cierran: son agua limpia donde puedo verme.
Oh Cristo, tú no puedes cicatrizar la llaga del costado: un corazón tras ella noches y días me estará esperando.
Oh Cristo, tú conoces la intimidad oculta de mi vida; tú sabes mis secretos: te los voy confesando día a día.
Oh Cristo, tú aleteas con los brazos unidos al madero; ¡oh valor que convida a levantarse puro sobre el suelo!
Oh Cristo, tú sonríes cuando te hieren sordas las espinas; si mi cabeza hierve, haz, Señor, que te mire y te sonría.
Oh Cristo, tú que esperas mi último beso darte ante la tumba, también mi joven beso descansa en ti de la incesante lucha. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
SALMO:
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo: arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
Antífona 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE:
Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria, que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Pero, según está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman. Pero a nosotros nos lo ha revelado por su Espíritu.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
Para llevarnos a Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
PRECES:
Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que acudían a él y enjugaba con amor las lágrimas de los que lloraban, y digámosle también nosotros:
Señor, ten piedad.
Señor Jesucristo, tú que consolaste a los tristes y desconsolados, pon ahora tus ojos en los sufrimientos de los pobres y consuela a los deprimidos.
Señor, ten piedad.
Escucha los gemidos de los agonizantes y envíales tus ángeles para que los consuelen y conforten.
Señor, ten piedad.
Que los emigrantes sientan el consuelo de tu amor en el destierro, que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la patria eterna.
Señor, ten piedad.
Que los pecadores escuchando tu voz se conviertan, y encuentren en tu Iglesia el perdón y la paz.
Señor, ten piedad.
Perdona las faltas de los que han muerto y dales la plenitud de tu salvación.
Señor, ten piedad.
Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con el escándalo de la cruz has manifestado de una manera admirable tu sabiduría escondida, concédenos contemplar, con tal plenitud de fe, la gloria de la pasión de tu Hijo, que encontremos siempre nuestra gloria en su cruz.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO SÁBADO DE LA SEMANA XXX De la Feria. Salterio II.
2 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero; me encontraste cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero, hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido, el aire quieto, el corazón en fuego.
Y en diálogo sediento y torturado se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.
El afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
Antífona 2: Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
SALMO:
El hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo extendido: porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel: porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
Antífona 3: Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
SALMO:
Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos: porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos: porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos: porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán: porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad: porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel, su siervo: porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación se acordó de nosotros: porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
Señor, enséñame tus caminos.
Instrúyeme en tus sendas.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
CARTA DE JEREMÍAS A LOS DESTERRADOS EN BABILONIA.
Texto de la carta que envió Jeremías desde Jerusalén a los ancianos deportados, a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo, a quienes Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia. (Fue después de marcharse el rey Jeconías con la reina madre, y los eunucos y los dignatarios de Judá y Jerusalén, y los herreros y cerrajeros de Jerusalén). La envió por mano de Elasa, hijo de Safán, y Gamarías, hijo de Helcías, a quienes Sedecías, rey de Jerusalén, había enviado a Nabucodonosor, rey de Babilonia:
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los deportados que deporté de Jerusalén a Babilonia: Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed sus frutos; tomad esposas y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para vuestros hijos, dad vuestras hijas en matrimonio, para que engendren hijos e hijas: multiplicaos allí y no disminuyáis. Buscad la prosperidad del país adonde os he deportado y rogad por él al Señor, porque su prosperidad será la vuestra.
Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Que no os engañen los profetas que viven entre vosotros, ni vuestros adivinos: No hagáis caso de los sueños que ellos sueñan, porque os profetizan falsamente en mi nombre, sin que yo los envíe oráculo del Señor.
Porque así dice el Señor: Cuando se cumplan en Babilonia setenta años, os visitaré y cumpliré en vosotros mi palabra salvadora, trayéndoos a este lugar. Porque sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis, iréis a suplicarme y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis si me buscáis de todo corazón. Me dejaré encontrar y cambiaré vuestra suerte. Os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé oráculo del Señor y os devolveré al lugar de donde os deporté..
RESPONSORIO:
Dad gracias al Señor, invocad su nombre. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.
Quien confió en el Señor no quedó defraudado.
Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.
SEGUNDA LECTURA:
Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia.
CUAN BUENO Y CUAN SUAVE ES, SEÑOR, TU ESPÍRITU PARA CON TODOS NOSOTROS.
El Padre eterno puso, con inefable benignidad, los ojos de su amor en aquella alma y empezó a hablarle de esta manera:
¡Hija mía muy querida! Firmísimamente he determinado usar de misericordia para con todo el mundo y proveer a todas las necesidades de los hombres. Pero el hombre ignorante convierte en muerte lo que yo le doy para que tenga vida, y de este modo se vuelve en extremo cruel para consigo mismo. Pero yo, a pesar de ello, no dejo de cuidar de él, y quiero que sepas que todo cuanto tiene el hombre proviene de mi gran providencia para con él. Y así, cuando por mi suma providencia quise crearlo, al contemplarme a mí mismo en él, quedé enamorado de mi creatura y me complací en crearlo a mi imagen y semejanza, con suma providencia. Quise, además, darle memoria para que pudiera recordar mis dones, y le di parte en mi poder de Padre eterno.
Lo enriquecí también al darle inteligencia, para que en la sabiduría de mi Hijo comprendiera y conociera cuáles mi voluntad, pues yo, inflamado en fuego intenso de amor paternal, creo toda gracia y distribuyo todo bien. Di también al hombre la voluntad, para que pudiera amar y así tuviera parte en aquel amor que es el mismo Espíritu Santo; así le es posible amar aquello que con su inteligencia conoce y contempla.
Esto es lo que hizo mi inefable providencia para con el hombre, para que así el hombre fuese capaz de entenderme, gustar de mí y llegar así al gozo inefable de mi contemplación eterna. Pero, como ya te he dicho otras muchas veces, el cielo estaba cerrado a causa de la desobediencia de vuestro primer padre, Adán; por esta desobediencia vinieron y siguen viniendo al mundo todos los males.
Pues bien, para alejar del hombre la muerte causada por su desobediencia, yo, con gran amor, vine en vuestra ayuda, entregándoos con gran providencia a mi Hijo unigénito, para socorrer, por medio de él, vuestra necesidad. Y a él le exigí una gran obediencia, para que así el género humano se viera libre de aquel veneno con el cual fue infectado el mundo a causa de la desobediencia de vuestro primer padre. Por eso, mi Hijo unigénito, enamorado de mi voluntad, quiso ser verdadera y totalmente obediente y se entregó, con toda prontitud, a la muerte afrentosa de la cruz y con esta santísima muerte os dio a vosotros la vida, no con la fuerza de su naturaleza humana, sino con el poder de su divinidad..
RESPONSORIO:
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndenos.
Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas a quien se refugia a tu derecha.
A la sombra de tus alas escóndenos.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, yo sé que, en la mañana pura de este mundo, tu diestra generosa hizo la luz antes que toda cosa, porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura línea inmortal del lirio y de la rosa mejor que la embriagada y temerosa música de los vientos de la altura.
Por eso te celebro yo en el frío pensar exacto a la verdad sujeto, y en la ribera sin temblor del río, por eso yo te adoro, mudo y quieto, y por eso, Señor, el dolor mío para llegar hasta ti se hizo soneto. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Antífona 2: Dad gloria a nuestro Dios.
CÁNTICO:
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped; voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿no es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gloria a nuestro Dios.
Antífona 3: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
LECTURA BREVE:
Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas, atraídos más bien por lo humilde.
RESPONSORIO BREVE:
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Mi lengua recitará tu auxilio.
Cuando salmodie para ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
PRECES:
Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos, especialmente en los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo:
Señor, acrecienta nuestro amor.
Al recordar esta mañana tu santa resurrección, te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los hombres.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos, haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea glorificado nuestro Padre que está en el cielo.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
El Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo; para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
ORACIÓN:
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida, un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente, tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán», dice el Señor.
SALMO:
Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra, mis ojos se consumen ansiando tus promesas, mientras digo: ¿cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo, pero no olvido tus leyes.
¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? Me han cavado fosas los insolentes, ignorando tu voluntad, todos tus mandatos son leales, sin razón me persiguen, protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba, pero yo no abandoné tus decretos, por tu bondad dame vida, para que observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán», dice el Señor.
Antífona 2: Tú eres, Señor, mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
SALMO:
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica, te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible, porque tú eres mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas, porque tú, ¡oh Dios!, escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones, que reine siempre en presencia de Dios, que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor, e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú eres, Señor, mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Antífona 3: Protege mi vida, Señor, del terrible enemigo.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo, escóndeme de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente, para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: « ¿Quién lo descubrirá?» Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas, su misma lengua los lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Protege mi vida, Señor, del terrible enemigo.
LECTURA BREVE:
Esfuérzate y sé hombre. Sé fiel al Señor tu Dios marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieras y dondequiera que vayas.
Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
Porque ella es mi gozo.
ORACIÓN:
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Poneos en los caminos y mirad, preguntad a las sendas antiguas: “¿Es éste el buen camino?” Caminad por él, y hallaréis reposo para vuestra alma.
Tus preceptos son mi herencia perpetua.
La alegría de mi corazón.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Luz mensajera de gozo, hermosura de la tarde, llama de la santa gloria, Jesús, luz de los mortales.
Te saludamos, Señor, oh luz del mundo que traes en tu rostro sin pecado pura la divina imagen.
Cuando el día se oscurece, buscando la luz amable nuestras miradas te siguen a ti, lumbre inapagable.
Salve, Cristo venturoso, Hijo y Verbo en nuestra carne, brilla en tu frente el Espíritu, das el corazón del Padre.
Es justo juntar las voces en el descanso del viaje, y el himno del universo a ti, Dios nuestro, cantarte.
Oh Cristo que glorificas con tu vida nuestra sangre, acepta la sinfonía de nuestras voces filiales. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
SALMO:
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Antífona 2: Alzaré la copa de la salvación, invocando tu nombre, Señor.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy! Yo decía en mi apuro: Los hombres son unos mentirosos.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alzaré la copa de la salvación, invocando tu nombre, Señor.
Antífona 3: El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.
LECTURA BREVE:
El Dios de la paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE:
Cuántas son tus obras, Señor.
Cuántas son tus obras, Señor.
Y todas las hiciste con sabiduría.
Tus obras, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cuántas son tus obras, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Amas a todos los seres, Señor, y nada de lo que hiciste aborreces; para que todos se aparten del mal y crean en ti, Dios nuestro.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Amas a todos los seres, Señor, y nada de lo que hiciste aborreces; para que todos se aparten del mal y crean en ti, Dios nuestro.
PRECES:
Recordando la bondad de Cristo, que se compadeció del pueblo hambriento y obró en favor suyo los prodigios de su amor, digámosle con fe:
Escúchanos, Señor.
Reconocemos, Señor, que todos los beneficios que hoy hemos recibido proceden de tu bondad; haz que no sean estériles, sino que den fruto, encontrando un corazón noble de nuestra parte.
Escúchanos, Señor.
Dios nuestro, luz y salvación de todos los pueblos, protege a los que dan testimonio de ti en el mundo, y enciende en ellos el fuego de tu Espíritu.
Escúchanos, Señor.
Haz, Señor, que todos los hombres respeten la dignidad de sus hermanos, y que todos juntos edifiquemos un mundo cada vez más humano.
Escúchanos, Señor.
A ti, que eres el médico de las almas y de los cuerpos, te pedimos que alivies a los enfermos y des la paz a los agonizantes, visitándolos con tu bondad.
Escúchanos, Señor.
Dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
Escúchanos, Señor.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
3 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Primicias son del sol de su Palabra las luces fulgurantes de este día; despierte el corazón, que es Dios quien llama, y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa en Pascua permanente entre los hombres, resuena en cada hermano su palabra, revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama con voces apremiantes de ternura; venid: habla, Señor, que tu palabra es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua, que nuestro corazón inquieto espera, en ágape de amor ya nos alcanza, solemne memorial en toda fiesta.
Honor y Gloria al Padre que nos ama, y al Hijo que preside esta asamblea, cenáculo de amor le sea el alma, su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Día tras día te bendeciré, Señor. Aleluya.
SALMO:
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus creaturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Día tras día te bendeciré, Señor. Aleluya.
Antífona 2: Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo. Aleluya.
SALMO:
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus proezas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo. Aleluya.
Antífona 3: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Aleluya.
SALMO:
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Aleluya.
Hijo mío, haz caso a mis palabras.
Presta oído a mis consejos.
Del segundo libro de los Reyes.
CAÍDA Y SAQUEO DE JERUSALÉN POR LOS CALDEOS. DESTIERRO DE JUDÁ.
En aquellos días, el rey Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. Pero el año noveno de su reinado, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del cuarto mes. El hambre apretó en la ciudad y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche, por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa.
El ejército caldeo persiguió al rey, lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban, abandonándolo. Apresaron al rey, y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista, a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia.
El día primero del quinto mes (que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia) llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos. Los caldeos rompieron las columnas de bronce, los pedestales y el depósito de bronce que había en el templo, para llevarse el bronce a Babilonia.
El jefe de la guardia cogió al sumo sacerdote Sedayas, al vicario Sofonías y a los tres porteros, apresó en la ciudad a un dignatario, jefe del ejército, y a cinco hombres del servicio personal del rey que se encontraban en la ciudad, al secretario del general en jefe, que había hecho la leva ante el pueblo, y a sesenta ciudadanos que se encontraban en la ciudad. Nabusardán, jefe de la guardia, los apresó y se los llevó al rey de Babilonia, a Ribla. El rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, provincia de Jamat. Así marchó Judá al destierro.
RESPONSORIO:
Sión se ha trocado en un yermo y Jerusalén está desolada. Nuestro templo, nuestro orgullo, donde te alabaron nuestros padres, ha sido pasto del fuego. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo.
¿Te quedas insensible a todo esto, Señor? ¿Seguirás aún callado, afligiéndonos sin medida?
No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo.
SEGUNDA LECTURA:
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo.
NATURALEZA DE LA PAZ.
La paz no consiste en una mera ausencia de guerra ni se reduce a asegurar el equilibrio de las distintas fuerzas contrarias ni nace del dominio despótico, sino que, con razón, se define como obra de la justicia. Ella es como el fruto de aquél orden que el Creador quiso establecer en la sociedad humana y que debe irse perfeccionando sin cesar por medio del esfuerzo de aquellos hombres que aspiran a implantar en el mundo una justicia cada vez más plena. En efecto, aunque fundamentalmente el bien común del género humano depende de la ley eterna, en sus exigencias concretas está, con todo, sometido a las continuas transformaciones ocasionadas por la evolución de los tiempos, la paz no es nunca algo adquirido de una vez para siempre, sino que es preciso irla construyendo y edificando cada día. Como además la voluntad humana es frágil y está herida por el pecado, el mantenimiento de la paz requiere que cada uno se esfuerce constantemente por dominar sus pasiones, y exige de la autoridad legítima una constante vigilancia.
Y todo esto es aún insuficiente. La paz de la que hablamos no puede obtenerse en este mundo si no se garantiza el bien de cada una de las personas y si los hombres no saben comunicarse entre sí espontáneamente y con confianza las riquezas de su espíritu y de su talento. La firme voluntad de respetar la dignidad de los otros hombres y pueblos y el solícito ejercicio de la fraternidad son algo absolutamente imprescindible para construir la verdadera paz. Por ello puede decirse que la paz es también fruto del amor, que supera los límites de lo que exige la simple justicia. La paz terrestre nace del amor al prójimo, y es como la imagen y el efecto de aquella paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el mismo Hijo encarnado, príncipe de la paz, ha reconciliado por su cruz a todos los hombres con Dios, reconstruyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo. Así ha dado muerte en su propia carne al odio y, después del triunfo de su resurrección, ha derramado su Espíritu de amor en el corazón de los hombres.
Por esta razón todos los cristianos quedan vivamente invitados a que, realizando la verdad en el amor, se unan a aquellos hombres que, como auténticos constructores de la paz, se esfuerzan por instaurarla y rehacerla. Movidos por este mismo espíritu, no podemos menos de alabar a quienes, renunciando a toda intervención violenta en la defensa de sus derechos, recurren a aquellos medios de defensa que están incluso al alcance de los más débiles, con tal de que esto pueda hacerse sin lesionar los derechos y los deberes de otras personas o de la misma comunidad.
RESPONSORIO:
¡Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor! Tú estás por encima de todas las naciones. Danos la paz, Señor, en nuestros días.
Dios nuestro, creador de todas las cosas, temible y fuerte, justo y misericordioso.
Danos la paz, Señor, en nuestros días.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Las sombras oscuras huyen, ya va pasando la noche; y el sol, con su luz de fuego, nos disipa los temores.
Ya se apagan las estrellas y se han encendido soles; el rocío cae de los cielos en el cáliz de las flores.
Las criaturas van vistiendo sus galas y sus colores, porque al nacer nuevo día hacen nuevas las canciones.
¡Lucero, Cristo, del alba, que paces entre esplendores, apacienta nuestras vidas ya sin sombras y sin noches!
¡Hermoso Cristo, el Cordero, entre collados y montes! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
SALMO:
El Señor reina vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder: así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor, levantan los ríos su voz, levantan los ríos su fragor; pero más que la voz de aguas caudalosas, más potente que el oleaje del mar, más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Antífona 2: Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Antífona 3: Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
SALMO:
Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles, alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes, y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Así dice el Señor. Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
Ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Zaqueo, muy contento, recibió a Jesús en su casa. A esta casa hoy ha llegado la salvación.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Zaqueo, muy contento, recibió a Jesús en su casa. A esta casa hoy ha llegado la salvación.
PRECES:
Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle:
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Te bendecimos, Señor, luz nuestra, porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día.
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo, haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo, envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti.
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
No habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que clamamos: “¡Padre!”. Este mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios.
En ti, Señor, está la fuente viva.
Y tu luz nos hace ver la luz.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
La creación entera, como bien lo sabemos, va suspirando y gimiendo toda ella, hasta el momento presente, como con dolores de parto.
Y no es ella sola, también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro interior, anhelando la redención de nuestro cuerpo.
Bendice, alma mía, al Señor.
El rescata tu vida de la fosa.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En el peligro grité al Señor, y me escuchó. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En el peligro grité al Señor, y me escuchó. Aleluya.
Antífona 2: La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa”.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. Aleluya.
Antífona 3: El Señor es Dios, él nos ilumina. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es Dios, él nos ilumina. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha salvado y nos ha llamado con santa llamada, no según nuestras obras, sino según su propio propósito y su gracia, que nos dio con Cristo Jesús antes de los tiempos eternos.
El Señor los condujo seguros, sin alarmas.
Los hizo entrar por las santas fronteras.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Santa unidad y Trinidad beata: con los destellos de tu brillo eterno, infunde amor en nuestros corazones, mientras se va alejando el sol de fuego.
Por la mañana te cantamos loas y por la tarde te elevamos ruegos, pidiéndote que estemos algún día entre los que te alaban en el cielo.
Glorificado sean por los siglos de los siglos el Padre y su Unigénito, y que glorificado con entrambos sea por tiempo igual el Paráclito. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha. Aleluya.
Antífona 2: El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.
SALMO:
Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su poder, dándoles la heredad de los gentiles.
Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.
Antífona 3: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
RESPONSORIO BREVE:
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Digno de gloria y alabanza por los siglos.
En la bóveda del cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
PRECES:
Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó el mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle:
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
Señor, tú que en el universo, obra de tus manos, nos revelas tu poder, haz que sepamos ver tu providencia en los acontecimientos del mundo.
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
Tú que por la victoria de tu Hijo en la cruz anunciaste la paz al mundo, líbranos de todo desaliento y de todo temor.
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla, concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor.
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos y fortalece a los débiles, para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz.
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
Tú que al tercer día resucitaste a tu Hijo gloriosamente del sepulcro, haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.
Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.
Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
4 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dios de la tierra y del cielo, que, por dejarlas más claras, las grandes aguas separas, pones un límite al cielo.
Tú que das cauce al riachuelo y alzas la nube a la altura, tú que, en cristal de frescura, sueltas las aguas del río sobre las tierras de estío, sanando su quemadura, danos tu gracia, piadoso, para que el viejo pecado no lleve al hombre engañado a sucumbir a su acoso.
Hazlo en la fe luminoso, alegre en la austeridad, y hágalo tu claridad salir de sus vanidades; dale, Verdad de verdades, el amor a tu verdad. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Vendrá el Señor y no callará.
SALMO:
El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta. Desde lo alto convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo:
«Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio.» Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vendrá el Señor y no callará.
Antífona 2: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
SALMO:
«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; -yo, el Señor, tu Dios-.
No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños; pues las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
Antífona 3: Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
SALMO:
Dios dice al pecador: “¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara.».
Atención los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte.
Yo, el Señor, tu Dios.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
JEREMÍAS, PRISIONERO, EXHORTA AL REY SEDECÍAS A LA PAZ.
En aquellos días, el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia, y que le diesen una hogaza de pan al día -de la calle de los Panaderos-, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia. El rey Sedecías mandó que le trajeran al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo, y el rey dijo a Jeremías:
“Quiero preguntarte una cosa: no me calles nada.”.
Respondió Jeremías a Sedecías:
“Si te lo digo, seguro que me matarás, y si te doy un consejo, no me escucharás.”.
El rey Sedecías juró en secreto a Jeremías:
“¡Vive el Señor que nos dio la vida!, que no te mataré ni te entregaré en poder de estos hombres que te persiguen a muerte.”.
Respondió Jeremías a Sedecías:
“Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Si te rindes a los generales del rey de Babilonia, salvarás la vida, y no incendiarán la ciudad, viviréis tú y tu familia. Pero si no te rindes a los generales del rey de Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán, y tú no escaparás.”.
El rey Sedecías dijo a Jeremías:
“Tengo miedo de que me entreguen en manos de los judíos que se han pasado a los caldeos, y que me maltraten.”.
Respondió Jeremías:
“No te entregarán. Escucha la voz del Señor, que te comunico, y te irá bien y salvarás la vida. Pero si te niegas a rendirte, éste es el oráculo que me ha manifestado el Señor: Escucha: todas las mujeres que han quedado en el palacio real de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y cantarán: "Te han engañado y te han traicionado tus buenos amigos, han hundido tus pies en el barro, y se han marchado." Todas tus mujeres y tus hijos se los entregarán a los caldeos, y tú no te librarás de ellos, sino que caerás en poder del rey de Babilonia, que incendiará la ciudad.”.
Sedecías dijo a Jeremías:
“Que nadie sepa de esta conversación, y no morirás. Si los jefes se enteran de que he hablado contigo, y vienen a preguntarte: "Cuéntanos lo que has dicho al rey, no nos lo ocultes, y no te mataremos", tú les responderás: "Estaba presentando mi súplica al rey, para que no me llevasen de nuevo a casa de Jonatán, a morir allí."“.
Vinieron los príncipes y le preguntaron, y él respondió según las instrucciones del rey. Así se fueron sin decir nada, porque la cosa no se supo. Y así se quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día de la conquista de Jerusalén.
RESPONSORIO:
Acreditémonos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios: por nuestra mucha constancia en las tribulaciones, en las necesidades y angustias, en los azotes y en las prisiones.
Todos los que han sido gratos a Dios han pasado por muchas tribulaciones, permaneciéndole fieles.
En las necesidades y angustias, en los azotes y en las prisiones.
SEGUNDA LECTURA:
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo.
NECESIDAD DE INCULCAR SENTIMIENTO QUE LLEVAN A LA PAZ.
Procuren los hombres no limitarse a confiar sólo en el esfuerzo de unos pocos, descuidando su propia actitud mental. Pues los gobernantes de los pueblos, como gerentes que son del bien común de su propia nación y promotores al mismo tiempo del bien universal, están enormemente influenciados por la opinión pública y por los sentimientos del propio ambiente. Nada podrían hacer en favor de la paz si los sentimientos de hostilidad, desprecio y desconfianza, y los odios raciales e ideologías obstinadas, dividieran y enfrentaran entre sí a los hombres. De ahí la urgentísima necesidad de una reeducación de las mentes y de una nueva orientación de la opinión pública.
Quienes se consagran a la educación de los hombres, sobre todo de los jóvenes, o tienen por misión educar la opinión pública consideren como su mayor deber el inculcar en todas las mentes los sentimientos nuevos que llevan a la paz. Es necesario que todos convirtamos nuestro corazón y abramos nuestros ojos al mundo entero, pensando en aquello que podríamos realizar en favor del progreso del género humano si todos nos uniéramos. No deben engañarnos las falsas esperanzas. En efecto, mientras no desaparezcan las enemistades y los odios y no se concluyan pactos sólidos y leales para el futuro de una paz universal, la humanidad, amenazada ya hoy por graves peligros a pesar de sus admirables progresos científicos, puede llegar a conocer una hora funesta en la que ya no podría experimentar otra paz que la paz horrenda de la muerte. La Iglesia de Cristo, que participa de las angustias de nuestro tiempo, mientras denuncia estos peligros no pierde con todo la esperanza, por ello no deja de proponer al mundo actual, una y otra vez, con oportunidad o sin ella, aquel mensaje apostólico: Ahora es el tiempo propicio, para que se opere un cambio en los corazones, ahora es el día de salvación.
Para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de discordia entre los hombres, que son las que engendran las guerras, entre estas causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de estas injusticias tienen su origen en las excesivas desigualdades económicas y también en la lentitud con que se aplican los remedios necesarios para corregirlas. Otras injusticias provienen de la ambición de dominio, del desprecio a las personas, y, si queremos buscar sus causas más profundas, las encontraremos en la envidia, la desconfianza, el orgullo y demás pasiones egoístas. Como el hombre no puede soportar tantos desórdenes, de ahí se sigue que, aun cuando no se llegue a la guerra, el mundo se ve envuelto en contiendas y violencias.
Además, como estos mismos males se encuentran también en las relaciones entre las diversas naciones, se hace absolutamente imprescindible que, para superar o prevenir esas discordias y para acabar con las violencias, se busque, como mejor remedio, la cooperación y coordinación entre las instituciones internacionales y se estimule sin cesar la creación de organismos que promuevan la paz.
RESPONSORIO:
He puesto en tu corazón una doctrina de sabiduría, dice el Señor, he escuchado tus ruegos de que proteja esta ciudad y de que haya paz en tus días.
Apártate del mal y obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
He escuchado tus ruegos de que proteja esta ciudad y de que haya paz en tus días.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Eres la luz y siembras claridades; abres los anchos cielos que sostienen, como un pilar, los brazos de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos, el alba apaga estrellas lejanísimas; la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve, la estrella matinal, signo de Cristo, levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, Día del Día, el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
SALMO:
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación: cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de altura en altura hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa vale más que otros mil, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria, el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Antífona 2: Venid, subamos al monte del Señor.
CÁNTICO:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén la palabra del Señor.».
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, subamos al monte del Señor.
Antífona 3: Cantad al Señor, bendecid su nombre.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda; decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.».
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Cantad al Señor, bendecid su nombre.
LECTURA BREVE:
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO BREVE:
Bendito el Señor ahora y por siempre. Bendito el Señor ahora y por siempre. Solo él hizo maravillas. Ahora y por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Bendito el Señor ahora y por siempre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
PRECES:
Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y digámosle:
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy; Haz que en toda nuestra jornada te alabemos y te bendigamos.
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana; haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, concédenos el gozo y la paz.
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, podamos ofrecerte hoy en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza grato a tus ojos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera; dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino; todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.» Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Los ojos del Señor miran a los justos. Sus oídos escuchan sus gritos.
ORACIÓN:
Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados; ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda. Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. ¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -sin mortaja-en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo consulto, Señor, tus leyes, porque con ellas me diste vida.
SALMO:
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo; tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece; por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio.
Si tu voluntad no fuera mi delicia, ya habría perecido en mi desgracia; jamás olvidaré tus decretos, pues con ellos me diste vida; soy tuyo, sálvame, que yo consulto tus leyes.
Los malvados me esperaban para perderme, pero yo meditaba tus preceptos; he visto el límite de todo lo perfecto: tu mandato se dilata sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo consulto, Señor, tus leyes, porque con ellas me diste vida.
Antífona 2: Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa, del puño criminal y violento; porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías, siempre he confiado en ti.
Muchos me miraban como a un milagro, porque tú eras mi fuerte refugio. Llena estaba mi boca de tu alabanza y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones; porque mis enemigos hablan de mí, los que acechan mi vida celebran consejo; dicen: «Dios lo ha abandonado; perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende.».
Dios mío, no te quedes a distancia; Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
Que fracasen y se pierdan los que atentan contra mi vida, queden cubiertos de oprobio y vergüenza los que buscan mi daño.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
Antífona 3: En la vejez y en las canas, no me abandones, Dios mío.
SALMO:
Yo, en cambio, seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas; mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Proclamaré tus proezas, Señor mío, narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas; ahora, en la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío, hasta que describa tu brazo a la nueva generación, tus proezas y tus victorias excelsas, las hazañas que realizaste:
Dios mío, ¿quién como tú?
Me hiciste pasar por peligros muchos y graves: de nuevo me darás la vida, me harás subir de lo hondo de la tierra; acrecerás mi dignidad, de nuevo me consolarás; y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad; tocaré para ti la cítara, Santo de Israel; te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste; y mi lengua todo el día recitará tu auxilio, porque quedaron derrotados y afrentados los que buscaban mi daño.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En la vejez y en las canas, no me abandones, Dios mío.
LECTURA BREVE:
Ahora, libertados del dominio del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como fruto la santidad, y como desenlace la vida eterna. Tú, Señor, vas a devolvernos la vida. Para que tu pueblo se alegre contigo.
ORACIÓN:
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras malas, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne mediante la muerte, presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta. Tañed para el Señor, fieles suyos. Dad gracias a su nombre santo.
ORACIÓN:
Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Languidece, Señor, la luz del día que alumbra la tarea de los hombres; mantén, Señor, mi lámpara encendida, claridad de mis días y mis noches.
Confío en ti, Señor, alcázar mío, me guíen en la noche tus estrellas, alejas con su luz mis enemigos, yo sé que mientras duermo no me dejas.
Dichosos los que viven en tu casa gozando de tu amor ya para siempre, dichosos los que llevan la esperanza de llegar a tu casa para verte.
Que sea de tu Día luz y prenda este día en el trabajo ya vivido, recibe amablemente mi tarea, protégeme en la noche del camino.
Acoge, Padre nuestro, la alabanza de nuestro sacrificio vespertino, que todo de tu amor es don y gracia en el Hijo Señor y el Santo Espíritu. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
LECTURA BREVE:
No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
RESPONSORIO BREVE:
Sáname, porque he pecado contra ti. Sáname, porque he pecado contra ti. Yo dije: «Señor, ten misericordia.» Porque he pecado contra ti. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Sáname, porque he pecado contra ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia.
-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
PRECES:
Cristo quiere que todos los hombres alcancen la salvación. Digámosle, pues, confiadamente:
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Te bendecimos, Señor, porque nos has redimido con tu preciosa sangre de la esclavitud del pecado; haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Ayuda con tu gracia a nuestro obispo y a todos los obispos de la Iglesia, para que con gozo y fervor sirvan a tu pueblo.
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad logren encontrarla y que, habiéndola encontrado, se esfuercen por difundirla entre sus hermanos.
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas y a los que viven abandonados; ayúdalos en sus necesidades para que experimenten tu solicitud hacia ellos.
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial, allí donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, serás todo en todos.
Atrae, Señor, a todos hacia ti.
Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.».
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO MARTES DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
5 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Alabemos a Dios que, en su Palabra, nos revela el designio salvador, y digamos en súplica confiada: «Renuévame por dentro, mi Señor.».
No cerremos el alma a su llamada ni dejemos que arraigue el desamor; aunque dura es la lucha, su palabra será bálsamo suave en el dolor.
Caminemos los días de esta vida como tiempo de Dios y de oración; él es fiel a la alianza prometida: «Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios.».
Tú dijiste, Jesús, que eras camino para llegar al Padre sin temor; concédenos la gracia de tu Espíritu que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.
SALMO:
Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian; como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios.
En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia.
Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece; sólo los rebeldes se quedan en la tierra abrasada.
¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo y avanzabas por el desierto, la tierra tembló, el cielo destiló ante Dios, el Dios del Sinaí; ante Dios, el Dios de Israel.
Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se levanta Dios y huyen de su presencia los que lo odian.
Antífona 2: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
SALMO:
El Señor pronuncia un oráculo, millares pregonan la alegre noticia: «Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo; las mujeres reparten el botín.
Mientras reposabais en los apriscos, las alas de la paloma se cubrieron de plata, el oro destellaba en su plumaje. Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes, la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío.».
Las montañas de Basán son altísimas, las montañas de Basán son escarpadas; ¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas, del monte escogido por Dios para habitar, morada perpetua del Señor?
Los carros de Dios son miles y miles: Dios marcha del Sinaí al santuario. Subiste a la cumbre llevando cautivos, te dieron tributo de hombres: incluso los que se resistían a que el Señor Dios tuviera una morada.
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Dios aplasta las cabezas de sus enemigos, los cráneos de los malvados contumaces. Dice el Señor: «Los traeré desde Basán, los traeré desde el fondo del mar; teñirás tus pies en la sangre del enemigo, y los perros la lamerán con sus lenguas.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Antífona 3: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
SALMO:
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario.
Al frente marchan los cantores; los últimos, los tocadores de arpa; en medio las muchachas van tocando panderos.
«En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel.».
Va delante Benjamín, el más pequeño; los príncipes de Judá con sus tropeles; los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.
¡Oh Dios!, despliega tu poder, tu poder, ¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro. A tu templo de Jerusalén traigan los reyes su tributo.
Reprime a la Fiera del Cañaveral, al tropel de los toros, a los Novillos de los pueblos.
Que se te rindan con lingotes de plata: dispersa las naciones belicosas. Lleguen los magnates de Egipto, Etiopía extienda sus manos a Dios.
Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos, que lanza su voz, su voz poderosa: «Reconoced el poder de Dios.».
Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder sobre las nubes. Desde el santuario Dios impone reverencia: es el Dios de Israel quien da fuerza y poder a su pueblo.
¡Dios sea bendito!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
Voy a escuchar lo que dice el Señor.
Dios anuncia la paz a su pueblo.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
JEREMÍAS, ESTANDO EN LA CÁRCEL, COMPRA EL CAMPO DE ANATOT, COMO UN SIGNO DE ESPERANZA.
En aquellos días, Jeremías dijo: He recibido esta palabra del Señor:
“Hanamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a ti para decirte: "Cómprame el campo de Anatot, porque a ti te corresponde rescatarlo comprándolo."“.
Y vino a visitarme mi primo, como había dicho el Señor, al atrio de la guardia, y me dijo:
“Cómprame el campo de Anatot, en el territorio de Benjamín, porque a ti te corresponde rescatarlo y adquirirlo: cómpramelo.”.
Yo comprendí que era palabra del Señor. Y, así, compré el campo de Anatot a mi primo Hanamel, pesé el dinero: diecisiete siclos de plata. Escribí el contrato, lo sellé, hice firmar a los testigos, y pesé la plata en la balanza. Después de entregar a Baruc, hijo de Nerías, el contrato, oré al Señor:
“Mira, los sitiadores llegan a la ciudad para conquistarla, la ciudad está entregada en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Sucede lo que anunciaste, y lo estás viendo. Y tú, mi Señor, me dices: "Cómprate el campo con dinero, ante testigos", mientras la ciudad cae en manos de los caldeos.”.
Vino a Jeremías la palabra del Señor:
“Yo soy el Señor, Dios de todos los humanos: ¿hay algo imposible para mí? Pues bien, así dice el Señor: Entrego esta ciudad en manos de los caldeos, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que la conquiste. Los caldeos que la atacan entrarán en esta ciudad y le pondrán fuego. La quemarán con las casas, en cuyas azoteas se quemaba incienso a Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros, para irritarme.
Porque israelitas y judíos practican la maldad en mi presencia, desde su juventud, los israelitas me irritan con las obras de sus manos -oráculo del Señor-. Esta ciudad provoca mi ira y mi cólera, desde el día en que la construyeron hasta hoy, la tendré que apartar de mi presencia, por todas las maldades que cometen israelitas y judíos, irritándome todos, con sus reyes y príncipes, con sus sacerdotes y profetas, los judíos y los habitantes de Jerusalén. Me dan la espalda, y no la cara. Yo los enseñaba sin cesar, y ellos no escuchaban ni aceptaban la corrección. Ponían abominaciones en la casa donde se invocaba mi nombre, profanándola. Construían altares a Baal, en el valle de Ben Hinnom, para pasar por el fuego a sus hijos e hijas, en honor de Moloc. Cosa que yo no mandé ni se me pasó por la cabeza. Hicieron abominaciones semejantes, haciendo pecar a Judá.
Pero ahora, así dice el Señor, Dios de Israel, a esta ciudad de la que decís: "Va a caer en manos del rey de Babilonia, por la espada y el hambre y la peste." Mirad que yo los congregaré de todos los países adonde los dispersó mi ira y mi cólera y mi gran furor. Los traeré a este lugar, y los haré habitar tranquilos. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Les daré un corazón entero y una conducta íntegra, para que me teman toda la vida, para su bien y el de sus hijos que los sucedan. Haré con ellos alianza eterna y no cesaré de hacerles bien. Pondré en su corazones mi temor para que no se aparten de mí.”.
RESPONSORIO:
Mirad que yo los congregaré de todos los países, los traeré a este lugar, y los haré habitar tranquilos. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Haré con ellos alianza eterna, pondré en sus corazones mi temor.
Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
SEGUNDA LECTURA:
De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo.
PAPEL DE LOS CRISTIANOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ.
Los cristianos deben cooperar con gusto y de corazón en la edificación de un orden internacional en el que se respeten las legítimas libertades y se fomente una sincera fraternidad entre todos, y eso con tanta mayor razón cuanto más claramente se advierte que la mayor parte de la humanidad sufre todavía una extrema pobreza, hasta tal punto que puede decirse que Cristo mismo, en la persona de los pobres, eleva su voz para solicitar la caridad de sus discípulos. Que se evite, pues, el escándalo de que, mientras ciertas naciones, cuya población es muchas veces en su mayoría cristiana, abundan en toda clase de bienes, otras, en cambio, se ven privadas de lo más indispensable y sufren a causa del hambre, de las enfermedades y de toda clase de miserias. El espíritu de pobreza y de caridad debe ser la gloria y el testimonio de la Iglesia de Cristo.
Hay que alabar y animar, por tanto, a aquellos cristianos, sobre todo a los jóvenes, que espontáneamente se ofrecen para ayudar a los demás hombres y naciones. Más aún, es deber de todo el pueblo de Dios, animado y guiado por la palabra y el ejemplo de sus obispos, aliviar, según las posibilidades de cada uno, las miserias de nuestro tiempo, y esto hay que hacerlo, como era costumbre en la antigua Iglesia, dando no solamente de los bienes superfluos sino aun de los necesarios.
El modo de recoger y distribuir lo necesario para las diversas necesidades, sin que haya de ser rígida y uniformemente ordenado, llévese a cabo, sin embargo, con toda solicitud en cada una de las diócesis, naciones e incluso en el plano universal, uniendo siempre que se crea conveniente la colaboración de los católicos con la de los otros hermanos cristianos. En efecto, el espíritu de caridad, lejos de prohibir el ejercicio ordenado y previsor de la acción social y caritativa, más bien lo exige. De aquí que sea necesario que quienes pretenden dedicarse al servicio de las naciones en vía de desarrollo sean oportunamente formados en instituciones especializadas.
Por eso la Iglesia debe estar siempre presente en la comunidad dé las naciones para fomentar o despertar la cooperación entre los hombres, y eso tanto por medio de sus órganos oficiales como por la colaboración sincera y plena de cada uno de los cristianos, colaboración que debe inspirarse en el único deseo de servir a todos.
Este resultado se conseguirá mejor si los mismos fieles en sus propios ambientes, conscientes de la propia responsabilidad humana y cristiana, se esfuerzan por despertar el deseo de una generosa cooperación con la comunidad internacional. Dése a esto una especial importancia en la formación de los jóvenes, tanto en su formación religiosa como civil.
Finalmente, es muy de desear que los católicos, para cumplir debidamente su deber en el seno de la comunidad internacional, se esfuercen por cooperar activa y positivamente con sus hermanos separados, que como ellos profesan la caridad evangélica, y con todos aquellos otros hombres que están sedientos de verdadera paz.
RESPONSORIO:
He aquí que vengo de Temán, yo, el Señor, vuestro Dios, que os traigo la paz.
Me volveré hacia vosotros, os acrecentaré y multiplicaré, y mantendré mi alianza con vosotros.
Yo, el Señor, vuestro Dios, que os traigo la paz.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Gracias, Señor, por el día, por tu mensaje de amor que nos das en cada flor; por esta luz de alegría, te doy las gracias, Señor.
Gracias, Señor, por la espina que encontraré en el sendero, donde marcho pregonero de tu esperanza divina; gracias, por ser compañero.
Gracias, Señor, porque dejas que abrase tu amor mi ser, porque haces aparecer tus flores a mis abejas, tan sedientas de beber.
Gracias por este camino, donde caigo y me levanto, donde te entrego mi canto mientras marcho peregrino, Señor, a tu monte santo.
Gracias, Señor, por la luz que ilumina mi existir; por este dulce dormir que me devuelve a tu cruz. ¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.
SALMO:
Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera, has frenado el incendio de tu ira.
Restáuranos, Dios salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.».
La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo; el Señor dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.
Antífona 2: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
CÁNTICO:
Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua:
La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo.
Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
Antífona 3: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.
SALMO:
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.
LECTURA BREVE:
Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo. Mi alcázar, mi libertador. En que me amparo. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
PRECES:
Adoremos a Cristo, que con su sangre ha adquirido el pueblo de la nueva alianza, y digámosle suplicantes:
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Rey y redentor nuestro, escucha la alabanza que te dirige tu Iglesia en el comienzo de este día, y haz que no deje nunca de glorificarte.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Que nunca, Señor, quedemos confundidos los que en ti ponemos nuestra fe y nuestra esperanza.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Mira compasivo nuestra debilidad y ven en ayuda nuestra, ya que sin ti nada podemos hacer.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Acuérdate de los pobres y desvalidos; que este día que comienza les traiga solaz y alegría.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que a todos llegue el reino de su Hijo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, de quien dimana la bondad y hermosura de todo lo creado; haz que comencemos este día con ánimo alegre, y que realicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera; dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino; todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.» Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Haced justicia y derecho, librad al oprimido de la mano del opresor; no abuséis del forastero, del huérfano y de la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar. El Señor juzgará el orbe con justicia. Y regirá las naciones con rectitud.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que a la hora de tercia enviaste tu Espíritu Paráclito a los apóstoles, derrama también sobre nosotros ese Espíritu de amor para que demos siempre fiel testimonio ante los hombres de aquel amor que es el distintivo de los discípulos de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Amar es cumplir la ley entera.
SALMO:
¡Cuánto amo tu voluntad!: todo el día la estoy meditando; tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, siempre me acompaña; soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos, porque cumplo tus leyes; aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra; no me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca! Considero tus decretos, y odio el camino de la mentira.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Amar es cumplir la ley entera.
Antífona 2: Acuérdate, Señor, de la comunidad que adquiriste desde antiguo.
SALMO:
¿Por qué, ¡oh Dios!, nos tienes siempre abandonados, y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión donde pusiste tu morada.
Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio; el enemigo ha arrasado del todo el santuario. Rugían los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus propios estandartes.
En la entrada superior abatieron a hachazos el entramado; después, con martillos y mazas, destrozaron todas las esculturas.
Prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron la morada de tu nombre. Pensaban: «Acabaremos con ellos», e incendiaron todos los templos del país.
Ya no vemos nuestros signos, ni hay profeta: nadie entre nosotros sabe hasta cuándo.
¿Hasta cuándo, Dios mío, nos va a afrentar el enemigo? ¿No cesará de despreciar tu nombre el adversario? ¿Por qué retraes tu mano izquierda y tienes tu derecha escondida en el pecho?
Pero tú, Dios mío, eres rey desde siempre, tú ganaste la victoria en medio de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Acuérdate, Señor, de la comunidad que adquiriste desde antiguo.
Antífona 3: Levántate, Señor, defiende tu causa.
SALMO:
Tú hendiste con fuerza el mar, rompiste la cabeza del dragón marino; tú aplastaste la cabeza del Leviatán, se la echaste en pasto a las bestias del mar; tú alumbraste manantiales y torrentes, tú secaste ríos inagotables.
Tuyo es el día, tuya la noche, tú colocaste la luna y el sol; tú plantaste los linderos del orbe, tú formaste el verano y el invierno.
Tenlo en cuenta, Señor, que el enemigo te ultraja, que un pueblo insensato desprecia tu nombre; no entregues a los buitres la vida de tu tórtola, ni olvides sin remedio la vida de tus pobres.
Piensa en tu alianza: que los rincones del país están llenos de violencias. Que el humilde no se marche defraudado, que pobres y afligidos alaben tu nombre.
Levántate, ¡oh Dios!, defiende tu causa: recuerda los ultrajes continuos del insensato; no olvides las voces de tus enemigos, el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, defiende tu causa.
LECTURA BREVE:
Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano, en una ciudad tuya, en esa tierra tuya que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre. Señor, tú escuchas los deseos de los humildes. Les prestas oído y los animas.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que revelaste a Pedro tu plan de salvar a todas las naciones, danos tu gracia para que todas nuestras acciones sean agradables a tus ojos y útiles a tu designio de amor y salvación universal. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
No robes al pobre, porque es pobre, no oprimas al desgraciado en el tribunal, porque el Señor defenderá su causa y pondrá zancadillas a los que se las ponían. Librará al pobre que clamaba. Y salvará la vida de los pobres.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que enviaste un ángel al centurión Cornelio para que le revelara el camino de la salvación, ayúdanos a trabajar cada día con mayor entrega en la salvación de los hombres, para que, junto con todos nuestros hermanos, incorporados a la Iglesia de tu Hijo, podamos llegar a ti. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el niño que no sabe dormirse sin cogerse a la mano de su madre, así mi corazón viene a ponerse sobre tus manos, al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela su sueño de inocencia y esperanza, así descansará mi alma segura sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura, tú aliviarás el último cansancio, tú cuidarás los sueños de la noche, tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente la antorcha de la luz y la alegría, y, por las horas que te traigo muertas, tú me darás una mañana viva. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo.
Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
SALMO:
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Que vuestra caridad sea sincera. Aborreced el mal y aplicaos al bien. En punto a caridad fraterna, amaos entrañablemente unos a otros. En cuanto a la mutua estima, tened por más dignos a los demás. Nada de pereza en vuestro celo, sirviendo con fervor de espíritu al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.
RESPONSORIO BREVE:
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo. Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo. Tu fidelidad de generación en generación. Más estable que el cielo. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
PRECES:
Invoquemos a Dios, esperanza de su pueblo, diciendo:
Escúchanos, Señor.
Te damos gracias, Señor, porque hemos sido enriquecidos en todo por Cristo, tu Hijo; haz que por él crezcamos en todo conocimiento.
Escúchanos, Señor.
En tus manos, Señor, están el corazón y la mente de los que gobiernan; dales, pues, acierto en sus decisiones para que te sean gratos en su pensar y obrar.
Escúchanos, Señor.
Tú que a los artistas concedes inspiración para plasmar la belleza que de ti procede, haz que con sus obras aumente el gozo y la esperanza de los hombres.
Escúchanos, Señor.
Tú que no permites que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas, da fortaleza a los débiles, levanta a los caídos.
Escúchanos, Señor.
Tú que nos has prometido la resurrección en el último día, no te olvides de tus hijos que ya han dejado el cuerpo mortal.
Escúchanos, Señor.
Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Nuestra oración vespertina suba hasta ti, Padre de clemencia, y descienda sobre nosotros tu bendición; así, con tu ayuda seremos salvados ahora y por siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo, Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados, mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
6 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Con entrega, Señor, a ti venimos, escuchar tu palabra deseamos; que el Espíritu ponga en nuestros labios la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra en la luz que a los hombres ilumina, en la fuente que salta hasta la vida, en el pan que repara nuestras fuerzas; en el himno de amor y de alabanza que se canta en el cielo eternamente, y en la carne de Cristo se hizo canto de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, el Señor Jesucristo, nuestro hermano, y al Espíritu Santo, que, en nosotros, glorifica tu nombre por los siglos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.
SALMO:
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: Cimentado está por siempre mi amor, asentada más que el cielo mi lealtad.
Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.
El cielo proclama tus maravillas, Señor, y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios? ¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles, es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú? El poder y la fidelidad te rodean.
Tú domeñas la soberbia del mar y amansas la hinchazón del oleaje; tú traspasaste y destrozaste, tu brazo potente desbarató al enemigo.
Tuyo es el cielo, tuya es la tierra; tú cimentaste el orbe y cuanto contiene; tú has creado el norte y el sur, el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.
Tienes un brazo poderoso: fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono, misericordia y fidelidad te preceden.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo.
Porque tú eres su honor y su fuerza, y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo, y el Santo de Israel nuestro rey.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.
Antífona 2: El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe de David.
SALMO:
Un día hablaste en visión a tus amigos: He ceñido la corona a un héroe, he levantado a un soldado sobre el pueblo.
Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso; no lo engañará el enemigo ni los malvados lo humillarán; ante él desharé a sus adversarios y heriré a los que lo odian.
Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder: extenderé su izquierda hasta el mar, y su derecha hasta el Gran Río.
Él me invocará: Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora; y yo lo nombraré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra.
Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable; le daré una posteridad perpetua y un trono duradero como el cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe de David.
Antífona 3: Juré una vez a David, mi siervo: Tu linaje será perpetuo.
SALMO:
Si sus hijos abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos, castigaré con la vara sus pecados y a latigazos sus culpas; pero no les retiraré mi favor ni desmentiré mi fidelidad, no violaré mi alianza ni cambiaré mis promesas.
Una vez juré por mi santidad no faltar a mi palabra con David: Su linaje será perpetuo, y su trono como el sol en mi presencia, como la luna, que siempre permanece: su solio será más firme que el cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Juré una vez a David, mi siervo: Tu linaje será perpetuo.
La explicación de tus palabras ilumina.
Da inteligencia a los ignorantes.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
PROMESA DE LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL.
Esto dice el Señor:
“Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus moradas, sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará en su puesto. De allá saldrán alabanzas y gritos de alegría. Los multiplicaré y no disminuirán, los honraré y no serán despreciados. Serán sus hijos como en otro tiempo, la asamblea será estable en mi presencia. Castigaré a sus opresores. Saldrá de ella un príncipe, su señor saldrá de en medio de ella, me lo acercaré y se llegará a mí, pues ¿quién, si no, se atrevería a acercarse a mí? -oráculo del Señor-.
Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Mirad, se desencadena una tormenta del Señor, una tormenta en torbellino gira sobre la cabeza de los impíos. No cede el incendio de la ira del Señor, hasta realizar y cumplir los planes de su corazón. Al final de los días lo comprenderéis. En aquel tiempo -oráculo del Señor-, seré el Dios de todas las tribus de Israel y ellas serán mi pueblo.”.
Así dice el Señor:
“Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada, camina a su descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia. Volveré a construirte y serás reconstruida, Virgen de Israel, todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros, todavía plantarás viñas en los montes de Samaría, y los que plantan cosecharán. "Es de día -gritarán los centinelas en la montaña de Efraím-. Levantaos y marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios."“.
Porque así dice el Señor:
“Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos, proclamad, alabad y decid: "El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel." Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Si marcharon llorando, los devolveré entre consuelos, los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.”.
RESPONSORIO:
“Es de día -gritarán los centinelas-. Levantaos y marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios.”.
Ven, casa de Jacob, caminemos a la luz del Señor.
Levantaos y marchemos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo.
LA FE REALIZA OBRAS QUE SUPERAN LAS FUERZAS HUMANAS.
La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades, esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo Señor: El que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no incurre en condenación, y añade: El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida, más lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él mismo te salvará también a ti si creyeres.
La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito. A unos es dado por el Espíritu el don de sabiduría, a otros el don de ciencia en conformidad con el mismo Espíritu, a unos la gracia de la fe en el mismo Espíritu, a otros la gracia de curaciones en el mismo y único Espíritu.
Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana, quien tiene esta fe puede decir a un monte: “Vete de aquí a otro sitio”, y se irá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don de esta fe.
Es de esta fe de la que se afirma: Si tuvieseis fe, como un grano de mostaza. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible, le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.
Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas.
RESPONSORIO:
Sabiendo que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él.
Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe.
También nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Detente, aurora de este nuevo día, refleja en mis pupilas tu paisaje! Mensajera de amor, es tu equipaje la hermosura hecha luz y profecía.
¡Detente, aurora, dulce epifanía, rostro de Dios, qué bello es tu mensaje! Queme tu amor mi amor que va de viaje en lucha, y en trabajo y alegría.
Avanzamos, corremos fatigados, mañana tras mañana enfebrecidos por la carga de todos los pecados.
Arrópanos, Señor, con la esperanza; endereza, Señor, los pies perdidos, y recibe esta aurora de alabanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
SALMO:
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Antífona 2: Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.
CÁNTICO:
Los lejanos, escuchad lo que he hecho; los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores, y un temblor se apodera de los perversos:
¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?
El que procede con justicia y habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión; el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad: ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.
Antífona 3: Aclamad al Rey y Señor.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad: tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aclamad al Rey y Señor.
LECTURA BREVE:
Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
RESPONSORIO BREVE:
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Dame vida con tu palabra.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, que se entregó a sí mismo por la Iglesia, y le da alimento y calor, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Bendito seas, Señor, Pastor de la Iglesia, que nos vuelves a dar hoy la luz y la vida; haz que sepamos agradecerte este magnífico don.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Mira con amor a tu grey, que has congregado en tu nombre; haz que no se pierda ni uno solo de los que el Padre te ha dado.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Guía a tu Iglesia por el camino de tus mandatos, y haz que el Espíritu Santo la conserve en la fidelidad.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Que tus fieles, Señor, cobren nueva vida participando en la mesa de tu pan y de tu palabra, para que, con la fuerza de este alimento, te sigan con alegría.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has creado con tu sabiduría y nos gobiernas con tu providencia, infunde en nuestras almas la claridad de tu luz, y haz que nuestra vida y nuestras acciones estén del todo consagradas a ti.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan.
Y digan: “Grande es el Señor” los que desean tu salvación.
ORACIÓN:
Señor, Padre santo, Dios fiel, tú que enviaste el Espíritu Santo prometido para que congregara a los hombres que el pecado había disgregado: ayúdanos a ser, en medio de nuestros hermanos, fermento de unidad y de paz. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está sin mortaja en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
El amor no pasa nunca. El don de predicar se acabará. El don de lenguas enmudecerá. El saber se acabará. Mi conocer es por ahora inmaduro; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: éstas tres. La más grande es el amor.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Como lo esperamos de ti.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y lleno de amor, que a la mitad de nuestra jornada concedes un descanso a nuestra fatiga, contempla complacido el trabajo empezado, remedia nuestras deficiencias, y haz que nuestras obras te sean agradables. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1:“El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, dice el Señor.
SALMO:
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos; ¡estoy tan afligido! Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos; mi vida está siempre en peligro, pero no olvido tu voluntad; los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón; inclino mi corazón a cumplir tus leyes, siempre y cabalmente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: “El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, dice el Señor.
Antífona 2: Yo soy pobre y desdichado: Dios mío, socórreme.
SALMO:
Dios mío, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme. Sufran una derrota ignominiosa los que me persiguen a muerte; vuelvan la espalda afrentados los que traman mi daño; que se retiren avergonzados los que se ríen de mí.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; y digan siempre: “Dios es grande” los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado: Dios mío, socórreme, que tú eres mi auxilio y mi liberación. ¡Señor, no tardes!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo soy pobre y desdichado: Dios mío, socórreme.
Antífona 3: No juzgará por apariencias, sino con justicia y equidad.
SALMO:
Te damos gracias, ¡oh Dios!, te damos gracias, invocando tu nombre, pregonando tus maravillas.
“Cuando elija la ocasión, yo juzgaré rectamente. Aunque tiemble la tierra con sus habitantes, yo he afianzado sus columnas”.
Digo a los jactanciosos: no os jactéis; a los malvados: no alcéis la testuz, no alcéis la testuz contra el cielo, no digáis insolencias contra la Roca.
La justicia no vendrá ni del oriente ni del occidente, ni del desierto ni de los montes, sólo Dios gobierna: a uno humilla, a otro ensalza.
El Señor tiene una copa en la mano, un vaso lleno de vino drogado: lo da a beber hasta las heces a todos los malvados de la tierra.
Y yo siempre proclamaré su grandeza, y tañeré para el Dios de Jacob: derribaré el poder de los malvados, y se alzará el poder del justo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No juzgará por apariencias, sino con justicia y equidad.
LECTURA BREVE:
Por encima de todo, procurad el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Los sufridos poseen la tierra.
Y disfrutan de paz abundante.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, que por la salvación de los hombres extendiste tus brazos en la cruz: haz que todas nuestras acciones te sean agradables y sirvan para manifestar al mundo tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo al acabar el día su jornada, y, libres ya mis manos del trabajo, a hacerte ofrenda del trabajo vengo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo cuando las luces de este día acaban, y, ante las sombras de la noche oscura, mirarte a ti, mi luz, mirarte puedo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo, y aunque me abruma el peso del pecado, movido por tu amor y por tu gracia, mi salvación ponerla en ti yo quiero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo, muy dentro de mi alma tu esperanza sostenga mi vivir de cada día, mi lucha por el bien que tanto espero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo; por el amor de tu Hijo, tan amado, por el Espíritu de ambos espirado, conduce nuestra senda hacia tu encuentro. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Antífona 2: Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
LECTURA BREVE:
A aquel que tiene sumo poder para hacer muchísimo más de lo que pedimos o pensamos, con la energía que obra en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE:
Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
No arrebates mi alma con los pecadores.
Ten misericordia de mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
PRECES:
Invoquemos a Dios, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias para la salvación; haz que sepamos corresponder y así logremos la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Haz que todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad y vivan unidos por la caridad.
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Creador del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus propias manos: acuérdate de los trabajadores que ganan el pan con el sudor de su rostro.
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Acuérdate también de todos los que viven entregados al servicio de los demás; que no se dejen vencer por el desaliento ante la incomprensión de los hombres.
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Ten piedad de nuestros hermanos difuntos y líbralos del poder del Maligno.
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Llenos de fe invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Llegue a tus oídos, Señor, la voz suplicante de tu Iglesia a fin de que, conseguido el perdón de nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y vivamos confiados en tu protección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO ORDINARIO JUEVES DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
7 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Con gozo el corazón cante la vida, presencia y maravilla del Señor, de luz y de color bella armonía, sinfónica cadencia de su amor.
Palabra esplendorosa de su Verbo, cascada luminosa de verdad, que fluye en todo ser que en él fue hecho imagen de su ser y de su amor.
La fe cante al Señor, y su alabanza, palabra mensajera del amor, responda con ternura a su llamada en himno agradecido a su gran don.
Dejemos que su amor nos llene el alma en íntimo diálogo con Dios, en puras claridades cara a cara, bañadas por los rayos de su sol.
Al Padre subirá nuestra alabanza por Cristo, nuestro vivo intercesor, en alas de su Espíritu que inflama en todo corazón su gran amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.
SALMO:
Tú, encolerizado con tu Ungido, lo has rechazado y desechado; has roto la alianza con tu siervo y has profanado hasta el suelo su corona; has derribado sus murallas y derrocado sus fortalezas; todo viandante lo saquea, y es la burla de sus vecinos; has sostenido la diestra de sus enemigos y has dado el triunfo a sus adversarios; pero a él le has embotado la espada y no lo has confortado en la pelea; has quebrado su cetro glorioso y has derribado su trono; has acortado los días de su juventud y lo has cubierto de ignominia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.
Antífona 2: Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana.
SALMO:
¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido y arderá como un fuego tu cólera? Recuerda, Señor, lo corta que es mi vida y lo caducos que has creado a los humanos.
¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo? ¿Dónde está, Señor, tu antigua misericordia que por tu fidelidad juraste a David?
Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos: lo que tengo que aguantar de las naciones, de cómo afrentan, Señor, tus enemigos, de cómo afrentan las huellas de tu Ungido.
Bendito el Señor por siempre. Amén, amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana.
Antífona 3: Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre.
SALMO:
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: Retornad, hijos de Adán. Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vigilia nocturna.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre.
En ti, Señor, está la fuente viva.
Y tu luz nos hace ver la luz.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
ANUNCIO DE SALVACIÓN Y DE LA NUEVA ALIANZA.
Esto dice el Señor: Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen..
Así dice el Señor: Aparta tu voz del llanto, tus ojos de las lágrimas, porque habrá compensación para tu pena, pues volverán del país enemigo. Hay esperanza para el porvenir oráculo del Señor, volverán los hijos a su patria.
Estoy escuchando lamentarse a Efraím: Me has corregido y he sufrido el castigo, como un novillo no domado. Conviérteme, y me convertiré a ti, porque tú, Señor eres mi Dios. Después de alejarme, me arrepentí; al comprenderlo, me golpeé el pecho. Estaba avergonzado y sonrojado de soportar el oprobio de mi juventud..
¿Es para mí Efraím un hijo tan querido, un niño tan predilecto? Pues cuantas veces lo amenazo, me acuerdo siempre luego de él, y se conmueve el corazón y cedo a la ternura oráculo del Señor.
Coloca jalones, planta señales, fíjate bien en la calzada por donde debes caminar; vuelve, Virgen de Israel, vuelve a tus ciudades. ¿Hasta cuándo estarás indecisa, hija rebelde? El Señor crea algo nuevo en la tierra: La hembra rodea al varón.
Mirad que llegan días dice el Señor en que sembraré en Israel y en Judá simiente de hombres y simiente de animales. Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para arrancar y arrasar, para destruir y deshacer y maltratar, así vigilaré sobre ellos para edificar y plantar oráculo del Señor.
En aquellos días dice el Señor, ya no se dirá: Los padres comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera, sino que cada uno morirá por su pecado; el que coma agraces tendrá dentera.
Mirad que llegan días oráculo del Señor en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: alianza que ellos quebrantaron, por lo cual los rechacé; sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días oráculo del Señor: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán ya que instruirse mutuamente, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande oráculo del Señor, cuando perdone sus crímenes y no recuerde más sus pecados..
RESPONSORIO:
Señor, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo.
SOBRE EL SÍMBOLO DE LA FE.
Al aprender y profesar la fe, adhiérete y conserva solamente la que ahora te entrega la Iglesia, la única que las santas Escrituras acreditan y defienden. Como sea que no todos pueden conocer las santas Escrituras, unos porque no saben leer, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que ningún alma perezca por ignorancia, hemos resumido, en los pocos versículos del símbolo, el conjunto de los dogmas de la fe.
Procura, pues, que esta fe sea para ti como un viático que te sirva toda la vida y, de ahora en adelante, no admitas ninguna otra, aunque fuera yo mismo quien, cambiando de opinión, te dijera lo contrario, o aunque un ángel caído se presentara ante ti disfrazado de ángel de luz y te enseñara otras cosas para inducirte al error. Pues aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicáramos un evangelio distinto del que habéis recibido, tened por anatema al que tal cosa hiciere.
Esta fe que estáis oyendo con palabras sencillas retenedla ahora en la memoria y, en el momento oportuno, comprenderéis, por medio de las santas Escrituras, lo que significa exactamente cada una de sus afirmaciones. Porque tenéis que saber que el símbolo de la fe no lo han compuesto los hombres según su capricho, sino que las afirmaciones que en él se contienen han sido entresacadas del conjunto de las santas Escrituras y resumen toda la doctrina de la fe. Y a la manera de la semilla de mostaza, que, a pesar de ser un grano tan pequeño, contiene ya en sí la magnitud de sus diversas ramas, así también las pocas palabras del símbolo de la fe resumen y contienen, como en una síntesis, todo lo que nos da a conocer el antiguo y el nuevo Testamento.
Velad, pues, hermanos, y conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de vuestro corazón.
Poned todo cuidado, no sea que el enemigo, encontrando a alguno de vosotros desprevenido y remiso, le robe este tesoro, o bien se presente algún hereje que, con sus errores, contamine la verdad que os hemos entregado. Recibir la fe es como poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de este depósito. Os recomiendo como dice el Apóstol, en la presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que guardéis sin mancha la fe que habéis recibido, hasta el día de la manifestación de Cristo Jesús.
Ahora se te hace entrega del tesoro de la vida, pero el Señor, el día de su manifestación, te pedirá cuenta de él cuando aparezca como el bienaventurado y único monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, el único inmortal, el que habita en la luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. A él la gloria, el honor y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO:
Mi justo vivirá por la fe, pero si vuelve atrás no pondré más en él mi complacencia. Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino hombres de fe que vamos hacia la salvación de nuestras almas.
El que es incrédulo no tiene en sí un alma recta.
Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino hombres de fe que vamos hacia la salvación de nuestras almas.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, cuando florece un nuevo día en el jardín del tiempo, no dejes que la espina del pecado vierta en él su veneno.
El trabajo del hombre rompe el surco en el campo moreno; en frutos de bondad y de justicia convierte sus deseos.
Alivia sus dolores con la hartura de tu propio alimento; y que vuelvan al fuego de tu casa cansados y contentos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
SALMO:
Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.
Se dirá de Sión: Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: Éste ha nacido allí. Y cantarán mientras danzan: Todas mis fuentes están en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Antífona 2: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.
CÁNTICO:
Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar o mensurado a palmos el cielo, o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes y en la báscula las colinas? ¿Quién ha medido el aliento del Señor? ¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto, para que le enseñara el saber y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano, el Líbano no basta para leña, sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas, como si no existieran, son ante él como nada y vacío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.
Antífona 3: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.
SALMO:
El Señor reina, tiemblen las naciones; sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible: Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia, tú has establecido la rectitud; tú administras la justicia y el derecho, tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante el estrado de sus pies: Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes, Samuel con los que invocan su nombre, invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube; oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías, tú eras para ellos un Dios de perdón y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte santo: Santo es el Señor, nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.
LECTURA BREVE:
Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que toma la palabra que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios.
Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, Señor nuestro, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE:
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
Guardaré tus leyes.
Respóndeme, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
PRECES:
Demos gracias al Señor, que guía y alimenta con amor a su pueblo, y digámosle:
Te glorificamos por siempre, Señor.
Señor, rey del universo, te alabamos por el amor que nos tienes, porque de manera admirable nos creaste y más admirablemente aún nos redimiste.
Te glorificamos por siempre, Señor.
Al comenzar este nuevo día, pon en nuestros corazones el anhelo de servirte, para que te glorifiquemos en todos nuestros pensamientos y acciones.
Te glorificamos por siempre, Señor.
Purifica nuestros corazones de todo mal deseo, y haz que estemos siempre atentos a tu voluntad.
Te glorificamos por siempre, Señor.
Danos un corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos, para que a nadie falte la ayuda de nuestro amor.
Te glorificamos por siempre, Señor.
Acudamos ahora a nuestro Padre celestial, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno: a los pueblos que viven en tiniebla y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos ha visitado el sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré.
SALMO:
Detesto a los inconstantes y amo tu voluntad; tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra; apartaos de mí los perversos, y cumpliré tus mandatos, Dios mío.
Sosténme con tu promesa y viviré, que no quede frustrada mi esperanza; dame apoyo y estaré a salvo, me fijaré en tus leyes sin cesar; desprecias a los que se desvían de tus decretos, sus proyectos son engaño.
Tienes por escoria a los malvados, por eso amo tus preceptos; mi carne se estremece con tu temor, y respeto tus mandamientos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré.
Antífona 2: Socórrenos, Dios salvador nuestro, y perdona nuestros pecados.
SALMO:
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo, han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo, y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? ¿Va a arder como fuego tu cólera?
No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados.
Socórrenos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados a causa de tu nombre.
¿Por qué han de decir los gentiles: “Dónde está su Dios”? Que a nuestra vista conozcan los gentiles la venganza de la sangre de tus siervos derramada.
Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, cantaremos tus alabanzas de generación en generación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Socórrenos, Dios salvador nuestro, y perdona nuestros pecados.
Antífona 3: Dios de los ejércitos, mira desde el cielo y ven a visitar tu viña.
SALMO:
Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines, resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno y echó raíces hasta llenar el país; su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego: con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios de los ejércitos, mira desde el cielo y ven a visitar tu viña.
LECTURA BREVE:
En verdad, Señor, que en todo engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste, y no te desdeñaste de asistirlo en todo tiempo y en todo lugar.
Tú, oh Dios, haciendo maravillas.
Mostraste tu poder a los pueblos.
ORACIÓN:
Señor Dios, que a la hora de tercia enviaste al Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración, concédenos también a nosotros participar de los dones de ese mismo Espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
¿Cuál de las naciones grandes tiene unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Y escucha sus gritos.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas, haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos siempre por tus sendas con el corazón jubiloso.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Mi pueblo es Israel, que clamó a Dios y fue salvado. Salvó el Señor a su pueblo y nos liberó de todos estos males; obró Dios grandes señales y prodigios como nunca los hubo en los demás pueblos.
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
Y fuiste mi salvación.
ORACIÓN:
Contempla, Señor, a tu familia en oración, y haz que imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo no decaiga nunca ante la adversidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Enfría, Señor, mi boca; Señor, reduce mi brasa; dame, como te lo pido, concordia de cuerpo y alma.
Frente al perverso oleaje, ponme costado de gracia; dame, como te demando, concordia de cuerpo y alma.
Señor, mitiga mi angustia; remite, Señor, mi ansia; dame, como te la clamo, concordia de cuerpo y alma.
No dejes que los sentidos me rindan en la batalla; Señor, Señor, no me niegues concordia de cuerpo y alma. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.
SALMO:
Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes: cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob:
No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso, no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob.
Oímos que estaba en Efrata, la encontramos en el Soto de Jaar: entremos en su morada, postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder: que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David, no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.
Antífona 2: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
SALMO:
El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.
Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones, a sus pobres los saciaré de pan; vestiré a sus sacerdotes de gala, y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
LECTURA BREVE:
Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad.
No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.
RESPONSORIO BREVE:
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
Nos sació con miel silvestre.
Con flor de harina.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo, diciendo:
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Bendito seas, Señor, que nos has llamado a tu santa Iglesia; haz que seamos fieles a esta dignación de tu amor.
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Tú que has encomendado al Papa Francisco la preocupación por todas las Iglesias, concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza, y concede a todos la penitencia y la salvación.
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Tú que quisiste habitar en un país extranjero, acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
A todos los difuntos que esperaron en ti, concédeles el descanso eterno.
Señor, refugio nuestro, escúchanos.
Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, oremos con plena confianza a Dios nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que, por la fragilidad de la condición humana, en él hayamos cometido.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi carne descansa serena.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
8 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Delante de tus ojos ya no enrojecemos a causa del antiguo pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo el corazón soberbio y harás un pueblo humilde de corazón sincero.
En medio de los pueblos nos guardas como un resto, para cantar tus obras y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva para los cielos nuevos; sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.
Caerán los opresores y exultarán los siervos; los hijos del oprobio serán tus herederos.
Señalarás entonces el día del regreso para los que comían su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo! Porque el Señor, que es justo, revoca sus decretos: la salvación se anuncia donde acechó el infierno, porque el Señor habita en medio de su pueblo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
SALMO:
Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello: me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta; se me nublan los ojos de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin razón; más duros que mis huesos, los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia, no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí; cuando me visto de saco, se ríen de mí; sentados a la puerta murmuran, mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Antífona 2: En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
SALMO:
Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude: arráncame del cieno, que no me hunda; líbrame de los que me aborrecen, y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino, que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, por tu gran compasión vuélvete hacia mí; no escondas tu rostro a tu siervo: estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame, líbrame de mis enemigos: estás viendo mi afrenta, mi vergüenza y mi deshonra; a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Antífona 3: Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
SALMO:
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias; le agradará a Dios más que un toro, más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá, y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
El Señor nos instruirá en sus caminos.
Y marcharemos por sus sendas.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
SUERTE DE JEREMÍAS Y DEL PUEBLO DESPUÉS DE LA TOMA DE JERUSALÉN.
En aquellos días, los capitanes, con Juan, hijo de Qarej, y Yezanías, hijo de Hosaías, y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, acudieron al profeta Jeremías y le dijeron:
“Acepta nuestra súplica, y ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto, porque quedamos bien pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos. Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.”.
El profeta Jeremías les respondió:
“De acuerdo, yo rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís, y todo lo que el Señor, vuestro Dios, me responda os lo comunicaré, sin ocultaros nada.” Ellos dijeron a Jeremías:
“El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros, si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos: sea favorable o desfavorable, escucharemos la voz del Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos, para que nos vaya bien, escuchando la voz del Señor, nuestro Dios.”.
Pasados diez días vino la palabra del Señor a Jeremías. Éste llamó a Juan, hijo de Qarej, a todos sus capitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor, y les dijo:
“Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas: "Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, a quien ahora teméis, no lo temáis -oráculo del Señor-, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. Le infundiré compasión para que os compadezca y os deje vivir en vuestras tierras. Pero si decís: 'No habitaremos en esta tierra -desoyendo la voz del Señor, vuestro Dios-, sino que iremos a Egipto, donde no conoceremos la guerra ni oiremos el son de la trompeta ni pasaremos hambre de pan, y allí viviremos', entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor.".
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Si os empeñáis en ir a Egipto, para residir allí, la espada que vosotros teméis os alcanzará en Egipto, y el hambre que os asusta os irá pisando los talones en Egipto, y allí moriréis."“.
Pero ni Juan, hijo de Qarej, ni sus capitanes ni el pueblo escucharon la voz del Señor, que les mandaba quedarse a vivir en tierra de Judá, sino que Juan, hijo de Qarej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todos los países de la dispersión para habitar en Judá: hombres, mujeres, niños, las hijas del rey y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y entraron en Egipto, sin obedecer la voz del Señor, y llegaron a Tafne.
RESPONSORIO:
Ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todos los que han sobrevivido, porque hemos quedado pocos de los muchos que éramos.
Hemos quedado como huérfanos sin padre, y nuestras madres son como viudas.
Porque hemos quedado pocos de los muchos que éramos.
SEGUNDA LECTURA:
De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo.
SANTA Y PIADOSA ES LA IDEA DE ORAR EN FAVOR DE LOS DIFUNTOS.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él? Un gran misterio me envuelve y me penetra. Pequeño soy y, al mismo tiempo, grande, exiguo y sublime, mortal e inmortal, terreno y celeste. Con Cristo soy sepultado y con Cristo debo resucitar; estoy llamado a ser coheredero de Cristo e hijo de Dios; llegaré incluso a ser Dios mismo.
Esto es lo que significa nuestro gran misterio; esto lo que Dios nos ha concedido, y para que nosotros lo alcancemos quiso hacerse hombre; quiso ser pobre, para levantar así la carne postrada y dar la incolumidad al hombre que él mismo había creado a su imagen; así todos nosotros llegamos a ser uno en Cristo, pues él ha querido que todos nosotros lleguemos a ser aquello mismo que él es con toda perfección; así entre nosotros ya no hay judío ni gentil, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, es decir, no queda ya ningún residuo ni discriminación de la carne, sino que brilla sólo en nosotros la imagen de Dios, por quien y para quien hemos sido creados y a cuya semejanza estamos plasmados y hechos, para que nos reconozcamos siempre como hechura suya.
¡Ojalá alcancemos un día aquello que esperamos de la gran munificencia y benignidad de nuestro Dios! Él pide cosas insignificantes y promete en cambio grandes dones, tanto en este mundo como en el futuro, a quienes lo aman sinceramente. Sufrámoslo, pues, todo por él y aguantémoslo todo esperando en él; démosle gracias por todo (él sabe ciertamente que con frecuencia nuestros sufrimientos son un instrumento de salvación); encomendémosle nuestras vidas y las de aquellos que, habiendo vivido en otro tiempo con nosotros, nos han precedido ya en la morada eterna.
¡Señor y hacedor de todo y especialmente del ser humano! ¡Dios, Padre y guía de los hombres que creaste! ¡Árbitro de la vida y de la muerte! ¡Guardián y bienhechor de nuestras almas! ¡Tú que lo realizas todo en su momento oportuno y, por tu Verbo, vas llevando a su fin todas las cosas según la sublimidad de aquella sabiduría tuya que todo lo sabe y todo lo penetra! Te pedimos que recibas ahora en tu reino a Cesáreo, que como primicia de nuestra comunidad ha ido ya hacia ti.
Dígnate también, Señor, velar por nuestra vida, mientras moramos en este mundo, y, cuando nos llegue el momento de dejarlo, haz que lleguemos a ti preparados por el temor que tuvimos de ofenderte, aunque no ciertamente poseídos de terror. No permitas, Señor, que en la hora de nuestra muerte, desesperados y sin acordarnos de ti, nos sintamos como arrancados y expulsados de este mundo, como suele acontecer con los hombres que viven entregados a los placeres de esta vida, sino que, por el contrario, alegres y bien dispuestos, lleguemos a la vida eterna y feliz, en Cristo Jesús Señor nuestro, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO:
Te rogamos, Señor Dios nuestro, que acojas benignamente a nuestros hermanos difuntos, por quienes derramaste tu sangre; recuerda que somos polvo, y que el hombre es como el heno y como la flor del campo.
¡Señor misericordioso, clemente y benigno!
Recuerda que somos polvo, y que el hombre es como el heno y como la flor del campo.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Creador sempiterno de las cosas, que gobiernas las noches y los días, y, alternando la luz y las tinieblas, alivias el cansancio de la vida.
Pon tus ojos, Señor, en quien vacila, que a todos corrija tu mirada: con ella sostendrás a quien tropieza y harás que pague su delito en lágrimas.
Alumbra con tu luz nuestros sentidos, desvanece el sopor de nuestras mentes, y sé el primero a quien, agradecidas, se eleven nuestras voces cuando suenen.
Glorificado sea el Padre eterno, así como su Hijo Jesucristo, y así como el Espíritu Paráclito, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
CÁNTICO:
Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Antífona 3: El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
SALMO:
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre:
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
LECTURA BREVE:
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo.
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
RESPONSORIO BREVE:
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
Indícame el camino que he de seguir.
Hazme escuchar tu gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo:
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz: mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior torrentes de agua viva, derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio, haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión, concédeles fortaleza y paciencia.
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro guía y maestro.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
El Evangelio es poder de Dios para salvación de todo el que crea. Pues la justicia de Dios se revela en él de fe a fe, según está escrito: “El justo vivirá de la fe”.
Con Dios se alegra nuestro corazón.
En su santo nombre confiamos.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está sin mortaja en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Lo vimos sin aspecto atrayente, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos.
SALMO:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?; a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso; aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel.
En ti confiaban nuestros padres; confiaban, y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres, en ti confiaban, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.
Tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Lo vimos sin aspecto atrayente, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos.
Antífona 2: Se repartieron la ropa de Jesús, echándola a suerte.
SALMO:
Me acorrala un tropel de novillos, me cercan toros de Basán; abren contra mí las fauces leones que descuartizan y rugen.
Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas; mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar; me aprietas contra el polvo de la muerte.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Líbrame a mí de la espada, y a mi única vida, de la garra del mastín; sálvame de las fauces del león; a este pobre, de los cuernos del búfalo.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se repartieron la ropa de Jesús, echándola a suerte.
Antífona 3: En su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
SALMO:
Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.
Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, lo escuchó.
Él es mi alabanza en la gran asamblea, cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan: viva su corazón por siempre.
Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Porque del Señor es el reino, él gobierna a los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer; todo lo que hizo el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
LECTURA BREVE:
Ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, recibiendo testimonio de la ley y de los profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen en él.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
La norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas; concédenos que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos alcanzar la vida eterna.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.
Conozca la tierra, Señor, tus caminos.
Todos los pueblos tu salvación.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Yo he sentido, Señor, tu voz amante, en el misterio de las noches bellas, y en el suave temblor de las estrellas la armonía gocé de tu semblante.
No me llegó tu acento amenazante entre el fragor de trueno y de centellas; al ánima llamaron tus querellas como el tenue vagido de un infante.
¿Por qué no obedecí cuando te oía? ¿Quién me hizo abandonar tu franca vía y hundirme en las tinieblas del vacío?
Haz, mi dulce Señor, que en la serena noche vuelva a escuchar tu cantilena; ¡ya no seré cobarde, Padre mío! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
SALMO:
Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto, desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios en medio de ti, Egipto contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos; a Hog, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad, en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
Antífona 2: Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es amable.
SALMO:
Señor, tu nombre es eterno; Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo y se compadece de sus siervos.
Los ídolos de los gentiles son oro y plata, hechura de manos humanas: tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen, cuantos confían en ellos.
Casa de Israel, bendice al Señor; casa de Aarón, bendice al Señor; casa de Leví, bendice al Señor; fieles del Señor, bendecid al Señor.
Bendito en Sión el Señor, que habita en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es amable.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
LECTURA BREVE:
Hermanos míos, si estáis sometidos a tentaciones diversas, consideradlo como una alegría, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia.
Pero haced que la constancia dé un resultado perfecto, para que seáis perfectos e íntegros, sin defectos en nada.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
Y ha hecho de nosotros reino y sacerdotes para el Dios y Padre suyo.
Por la virtud de su sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
PRECES:
Invoquemos al Hijo de Dios, a quien el Padre entregó por nuestras faltas y lo resucitó para nuestra justificación, diciendo:
Señor, ten piedad.
Escucha, Señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se confiesen culpables y en tu bondad otórganos el perdón y la paz.
Señor, ten piedad.
Tú que, por medio del Apóstol nos has enseñado que donde se multiplicó el pecado sobreabundó mucho más la gracia, perdona con largueza nuestros muchos pecados.
Señor, ten piedad.
Hemos pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita; vuélvete a nosotros para que podamos convertirnos a ti.
Señor, ten piedad.
Salva a tu pueblo de sus pecados, Señor, y sé benévolo con nosotros.
Señor, ten piedad.
Tú que abriste las puertas del paraíso al buen ladrón, ábrelas también para nuestros hermanos difuntos.
Señor, ten piedad.
Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Padre santo, que quisiste que tu Hijo fuese el precio de nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en los padecimientos de Cristo, nos gocemos también en la revelación de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO SÁBADO DE LA SEMANA XXXI De la Feria. Salterio III.
9 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, tú que llamaste del fondo del no ser todos los seres, prodigios del cincel de tu palabra, imágenes de ti resplandecientes;
Señor, tú que creaste la bella nave azul en que navegan los hijos de los hombres, entre espacios repletos de misterio y luz de estrellas;
Señor, tú que nos diste la inmensa dignidad de ser tus hijos, no dejes que el pecado y que la muerte destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste al hombre de caer en el vacío, recréanos de nuevo en tu Palabra y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste al mundo de los hombres a tu Hijo, no dejes que se apague en nuestras almas la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países: norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario, no encontraban el camino de ciudad habitada; pasaban hambre y sed, se les iba agotando la vida; pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho, para que llegaran a ciudad habitada. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de los sedientos, y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas, cautivos de hierros y miserias; por haberse rebelado contra los mandamientos, despreciando el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos, sucumbían y nadie los socorría. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas, arrancó sus cadenas. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Destrozó las puertas de bronce, quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos, por sus maldades, por sus culpas eran afligidos; aborrecían todos los manjares, y ya tocaban las puertas de la muerte. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos, para salvarlos de la perdición. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Ofrézcanle sacrificios de alabanza, y cuenten con entusiasmo sus acciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Antífona 2: Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
SALMO:
Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto: subían al cielo, bajaban al abismo, su vida se marchitaba por el mareo, rodaban, se tambaleaban como ebrios, y no les valía su pericia. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar. Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Aclámenlo en la asamblea del pueblo, alábenlo en el consejo de los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Antífona 3: Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
SALMO:
El transforma los ríos en desierto, los manantiales de agua en aridez; la tierra fértil en marismas, por la depravación de sus habitantes.
Transforma el desierto en estanques, el erial en manantiales de agua. Coloca allí a los hambrientos, y fundan una ciudad para habitar.
Siembran campos, plantan huertos, recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican, y no les escatima el ganado.
Si menguan, abatidos por el peso de infortunios y desgracias, el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes y los descarría por una soledad sin caminos levanta a los pobres de la miseria y multiplica sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran, a la maldad se le tapa la boca. El que sea sabio, que recoja estos hechos y comprenda la misericordia del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los rectos lo ven y se alegran y comprenden la misericordia del Señor.
Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.
Tus sentencias son como el océano inmenso.
PRIMERA LECTURA:
Comienza el libro del profeta Ezequiel.
VISIÓN DE LA GLORIA DEL SEÑOR TENIDA POR EZEQUIEL EN EL DESTIERRO.
En aquellos días, fue dirigida la palabra del Señor a Ezequiel, sacerdote, hijo de Buzi, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y fue allí arrebatado en éxtasis:
Vi que venía del norte un viento huracanado, una gran nube con resplandores en torno y zigzagueo de relámpagos, y en su centro como el fulgor del electro. En medio aparecía la figura de cuatro seres vivientes que tenían forma humana, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas y sus pies como pezuñas de novillo, y relucían como bronce bruñido. Bajo sus alas tenía brazos humanos. Las caras de los cuatro estaban vueltas hacia las cuatro direcciones, y sus alas estaban unidas de dos en dos. No se volvían al caminar, cada uno marchaba de frente.
En cuanto al aspecto de su semblante: una cara era de hombre, y por el lado derecho los cuatro tenían cara de león, por el lado izquierdo la cara de los cuatro era de toro, y tenían también los cuatro una cara de águila. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía un par de alas que se tocaban entre sí, y otro par que les cubría el cuerpo. Los cuatro caminaban de frente, avanzaban hacia donde el espíritu los impulsaba y no se volvían al caminar.
Entre esos seres vivientes había como ascuas encendidas, parecían como antorchas que se agitaban entre ellos. El fuego brillaba con un vivo resplandor y de él saltaban rayos. Y los cuatro seres iban y venían como relámpagos. Sobre la cabeza de los seres vivientes había una especie de plataforma, refulgente como el cristal. Bajo la plataforma estaban extendidas sus alas horizontalmente, mientras las otras dos alas de cada uno les cubrían el cuerpo.
Y oí el rumor de sus alas cuando se movían, como el fragor de aguas caudalosas, como el trueno del Todopoderoso, como gritería de multitudes o como el estruendo de un ejército en batalla. Cuando se detenían plegaban sus alas. Entonces resonó una voz sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas.
Encima de la plataforma había una como piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta especie de trono sobresalía una figura de aspecto semejante al de un hombre. Y vi luego un brillo, como el fulgor del electro, algo así como un fuego que lo envolvía, desde lo que parecía ser su cintura para arriba, y, desde lo que parecía ser su cintura para abajo, vi también algo así como un fuego, que producía un resplandor en torno. El resplandor que lo nimbaba era como el arco iris que aparece en las nubes cuando llueve. Tal era la apariencia visible de la gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra, y oí la voz de uno que me hablaba.
RESPONSORIO:
Vi sobre una especie de trono una figura de aspecto semejante al de un hombre, y escuché una voz, como el estruendo de un terremoto, que decía: “Bendita sea la gloria del Señor en su morada.”.
Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Bendita sea la gloria del Señor en su morada.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre el bien de la muerte.
LLEVEMOS SIEMPRE EN NOSOTROS LOS SUFRIMIENTOS MORTALES DE JESÚS.
Dice el Apóstol: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Existe, pues, en esta vida una muerte que es buena; por ello se nos exhorta a que llevemos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros.
Que la muerte vaya, pues, actuando en nosotros, para que también se manifieste en nosotros la vida, es decir, para que obtengamos aquella vida buena que sigue a la muerte, vida dichosa después de la victoria, vida feliz, terminado el combate, vida en la que la ley de la carne no se opone ya a la ley del espíritu, vida, finalmente, en la que ya no es necesario luchar contra el cuerpo mortal, porque el mismo cuerpo mortal ha alcanzado ya la victoria.
Yo mismo no sabría decir si la grandeza de esta muerte es mayor incluso que la misma vida. Pues me hace dudar la autoridad del Apóstol que afirma: En nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida. En efecto, ¡cuántos pueblos no fueron engendrados a la vida por la muerte de uno solo! Por ello enseña el Apóstol que los que viven en esta vida deben apetecer que la muerte feliz de Cristo brille en sus propios cuerpos y deshaga nuestra condición física para que nuestro interior se renueve y, desmoronándose la morada terrestre en que acampamos, dé lugar a la edificación de una casa eterna en el cielo.
Imita, pues, la muerte del Señor quien se aparta de la vida según la carne y aleja de sí aquellas injusticias de las que el Señor dice por Isaías: Abre las prisiones injustas, haz saltar las coyundas de los yugos, deja libres a los oprimidos, rompe todos los cepos. El Señor, pues, quiso morir y penetrar en el reino de la muerte para destruir con ello toda culpa; pero, a fin de que la naturaleza humana no acabara nuevamente en la muerte, se nos dio la resurrección de los muertos: así por la muerte fue destruida la culpa y por la resurrección la naturaleza humana recobró la inmortalidad.
La muerte de Cristo es, pues, como la transformación del universo. Es necesario, por tanto, que también tú te vayas transformando sin cesar: debes pasar de la corrupción a la incorrupción, de la muerte a la vida, de la mortalidad a la inmortalidad; de la turbación a la paz. No te perturbe, pues, el oír el nombre de muerte, antes bien, deléitate en los dones que te aporta este tránsito feliz. ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? Por eso dice la Escritura: Muera yo con la muerte de los justos, es decir, sea yo sepultado como ellos, para que desaparezcan mis culpas y sea revestido de la santidad de los justos, es decir, de aquellos que llevan en su cuerpo y en su alma la muerte de Cristo.
RESPONSORIO:
Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él; si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él.
El hombre paciente resiste hasta el momento preciso, mas luego brotará para él abundantemente la alegría.
Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él.
ORACIÓN:
Señor de poder y de misericordia, cuyo favor hace digno y agradable el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Cantemos al Señor con indecible gozo, él guarde la esperanza de nuestro corazón, dejemos la inquietud posar entre sus manos, abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Dichoso será aquel que siempre en él confía en horas angustiosas de lucha y de aflicción, confiad en el Señor si andáis atribulados, abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Los justos saben bien que Dios siempre nos ama, en penas y alegrías su paz fue su bastión, la fuerza del Señor fue gloria en sus batallas, abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Envíanos, Señor, tu luz esplendorosa si el alma se acongoja en noche y turbación, qué luz, qué dulce paz en Dios el hombre encuentra; abramos nuestro espíritu a su infinito amor.
Recibe, Padre santo, el ruego y la alabanza, que a ti, por Jesucristo y por el Consolador, dirige en comunión tu amada y santa Iglesia; abramos nuestro espíritu a su infinito amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
SALMO:
Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos; me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, meditando tu promesa; escucha mi voz por tu misericordia, con tus mandamientos dame vida; ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
Antífona 2: Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
CÁNTICO:
Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre tus creaturas, y para que rigiese el mundo con santidad y justicia y lo gobernase con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos y de tu trono de gloria envíala para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mándame tu sabiduría, Señor, para que me asista en mis trabajos.
Antífona 3: La fidelidad del Señor dura por siempre.
SALMO:
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La fidelidad del Señor dura por siempre.
LECTURA BREVE:
Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo.
RESPONSORIO BREVE:
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
Mi heredad en el país de la vida.
Tú eres mi refugio.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES:
Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien el Señor colocó por encima de todas las creaturas celestiales y terrenas, diciendo:
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre y ejemplo; santifícanos por su intercesión.
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y fuera siempre fidelísima hija tuya, por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y discípulos de tu Hijo.
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo, por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de alegría con la resurrección de tu Hijo, por intercesión de María confórtanos en la tribulación y reanima nuestra esperanza.
Contempla, Señor, a la Madre de tu Hijo y escúchanos.
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dure nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos constantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
SALMO:
Practico la justicia y el derecho, no me entregues a mis opresores; da fianza en favor de tu siervo, que no me opriman los insolentes; mis ojos se consumen aguardando tu salvación y tu promesa de justicia.
Trata con misericordia a tu siervo, enséñame tus leyes; yo soy tu siervo: dame inteligencia, y conoceré tus preceptos; es hora de que actúes, Señor: han quebrantado tu voluntad.
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos y detesto el camino de la mentira.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Da fianza, Señor, en favor de tu siervo.
Antífona 2: Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
SALMO:
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Contemplad al Señor y quedaréis radiantes.
Antífona 3: El Señor está cerca de los atribulados.
SALMO:
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor está cerca de los atribulados.
LECTURA BREVE:
¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra.
Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
ORACIÓN:
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
No busquemos la vanagloria, provocándonos y teniéndonos envidia mutuamente.
Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Allí manda el Señor la bendición.
ORACIÓN:
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.
Mi alegría es el camino de tus preceptos.
Señor, no olvidaré tus palabras.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Hoy rompe la clausura del surco empedernido el grano en él hundido por nuestra mano dura; y hoy da su flor primera la rama sin pecado del árbol mutilado por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero que, en esta tierra impía, se dio con alegría por el rebaño entero; y hoy junta su extraviada majada y la conduce al sitio en que reluce la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte, segura y vencedora, la Vida que hasta ahora yacía en honda muerte; y hoy alza del olvido sin fondo y de la nada al alma rescatada y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Desead la paz a Jerusalén.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.» Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desead la paz a Jerusalén.
Antífona 2: Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde la aurora hasta la noche mi alma aguarda al Señor.
Antífona 3: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre sobre todo nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón. Ante todo habéis de saber que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; pues nunca fue proferida alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Su gloria se eleva sobre los cielos.
Alabado sea el nombre del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, alegría de cuantos se refugian en él, y digámosle:
Míranos y escúchanos, Señor.
Testigo fiel y primogénito de entre los muertos, tú que nos purificaste con tu sangre no permitas que olvidemos nunca tus beneficios.
Míranos y escúchanos, Señor.
Haz que aquellos a quienes elegiste como ministros de tu Evangelio sean siempre fieles y celosos dispensadores de los misterios del reino.
Míranos y escúchanos, Señor.
Rey de la paz, concede abundantemente tu Espíritu a los que gobiernan las naciones para que cuiden con interés de los pobres y postergados.
Míranos y escúchanos, Señor.
Sé ayuda para cuantos son víctimas de cualquier segregación por causa de su raza, color, condición social, lengua o religión y haz que todos reconozcan su dignidad y respeten sus derechos.
Míranos y escúchanos, Señor.
A los que han muerto en tu amor dales también parte en tu felicidad con María y con todos tus santos.
Míranos y escúchanos, Señor.
Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: « ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?».
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino. En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor. El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
10 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Que doblen las campanas jubilosas, y proclamen el triunfo del amor, y llenen nuestras almas de aleluyas, de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos, la vida para siempre es libertad, ni la muerte ni el mal son para el hombre su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia y su final; esperad con confianza su venida: no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre, aleluyas al Hijo salvador, su Espíritu corone la alegría que su amor derramó en el corazón. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
SALMO:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: El la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
Antífona 2: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos ha devuelto la vida. Aleluya.
SALMO:
Aclama al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: « ¡Qué terribles son tus obras, por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!».
Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres: transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente; sus ojos vigilan a las naciones, para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas, porque él nos ha devuelto la vida.
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata; nos empujaste a la trampa, nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban, pasamos por fuego y por agua, pero nos has dado respiro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él nos ha devuelto la vida. Aleluya.
Antífona 3: Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
SALMO:
Entraré en tu casa con víctimas, para cumplirte mis votos: los que pronunciaron mis labios y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas, te quemaré carneros, inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención, el Señor no me habría escuchado; pero Dios me escuchó, y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Fieles de Dios, venid a escuchar lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz.
Más penetrante que espada de doble filo.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
VOCACIÓN DE EZEQUIEL.
En aquellos días, entró en mí el espíritu y oí que alguien me decía:
“Hijo de hombre, escucha lo que te digo: ¡No seas rebelde, como la Casa Rebelde! Abre la boca y come lo que te doy.”.
Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un documento enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y reverso, tenía escritas elegías, lamentos y ayes. Y me dijo:
“Hijo de hombre, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel.”.
Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome:
“Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy.”.
Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel. Y me dijo:
“Hijo de hombre, anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras, pues no se te envía a un pueblo de idioma extraño y de lengua extranjera, ni a muchos pueblos de idiomas extraños y lenguas extranjeras, que no comprendas. Por cierto, que si a éstos te enviara, te harían caso, en cambio, la casa de Israel no querrá hacerte caso, porque no quieren hacerme caso a mí. Pues toda la casa de Israel son tercos de cabeza y duros de corazón. Mira, hago tu rostro tan duro como el de ellos, y tu cabeza tan terca como la de ellos, como el diamante, más dura que el pedernal hago tu cabeza: No les tengas miedo ni te asustes de ellos, aunque sean Casa Rebelde.”.
Y me dijo:
“Hijo de hombre, todas las palabras que yo te diga escúchalas atentamente y apréndelas de memoria. Anda, vete a los deportados, a tus compatriotas, y diles: "Esto dice el Señor", te escuchen o no te escuchen.”.
Llegué a los deportados de Tel-Abib (que vivían a orillas del río Kebar), que es donde ellos vivían, y me quedé allí siete días abatido en medio de ellos. Al cabo de siete días me vino esta palabra del Señor:
“Hijo de hombre, te he puesto como atalaya en la casa de Israel: Cuando escuches una palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte.
Si yo digo al malvado que es reo de muerte, y tú no le das la alarma -es decir, no hablas poniendo en guardia al malvado, para que cambie su mala conducta, y conserve la vida-, entonces el malvado morirá por su culpa, y a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si tú pones en guardia al malvado, y no se convierte de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado la vida.
Y si el justo se aparta de su justicia y comete maldades, pondré un tropiezo delante de él, y morirá por no haberle puesto tú en guardia, él morirá por su pecado y no se tendrán en cuenta las obras justas que hizo, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, por el contrario, pones en guardia al justo para que no peque, y en efecto no peca, ciertamente conservará la vida por haber estado alerta, y tú habrás salvado la vida.”.
RESPONSORIO:
Te he puesto como atalaya en la casa de Israel: Cuando escuches una palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Y tú no les tengas miedo, ni me seas rebelde.
Hago tu rostro tan duro como el de ellos, y tu cabeza tan terca como la de ellos.
Y tú no les tengas miedo, ni me seas rebelde.
SEGUNDA LECTURA:
Comienza la Homilía de un autor del siglo segundo.
CRISTO QUISO SALVAR A LOS QUE ESTABAN A PUNTO DE PERECER.
Hermanos: Debemos mirar a Jesucristo como miramos a Dios, pensando que él es el juez de vivos y muertos, y no debemos estimar en poco nuestra salvación. Porque si estimamos en poco a Cristo, poco será también lo que esperamos recibir. Aquellos que, al escuchar sus promesas, creen que se trata de dones mediocres pecan, y nosotros pecamos también si desconocemos de dónde fuimos llamados, quién nos llamó y a qué fin nos ha destinado y menospreciamos los sufrimientos que Cristo padeció por nosotros.
¿Con qué pagaremos al Señor o qué fruto le ofreceremos que sea digno de lo que él nos dio? ¿Cuántos son los dones y beneficios que le debemos? Él nos otorgó la luz, nos llama, como un padre, con el nombre de hijos, y cuando estábamos en trance de perecer nos salvó. ¿Cómo, pues, podremos alabarlo dignamente o cómo le pagaremos todos sus beneficios? Nuestro espíritu estaba tan ciego que adorábamos las piedras y los leños, el oro y la plata, el bronce y todas las obras salidas de las manos de los hombres, nuestra vida entera no era otra cosa que una muerte. Envueltos, pues, y rodeados de oscuridad, nuestra vida estaba recubierta de tinieblas y Cristo quiso que nuestros ojos se abrieran de nuevo y así la nube que nos rodeaba se disipó.
Él se compadeció, en efecto, de nosotros y, con entrañas de misericordia, nos salvó, pues había visto nuestro extravío y nuestra perdición y cómo no podíamos esperar nada fuera de él que nos aportara la salvación. Nos llamó cuando nosotros no existíamos aún y quiso que pasáramos de la nada al ser.
Alégrate, la estéril, que no dabas a luz, rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada. Al decir: Alégrate, la estéril, se refería a nosotros, pues, estéril era nuestra Iglesia, antes de que le fueran dados sus hijos. Al decir: Rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores, se significan las plegarias que debemos elevar a Dios, sin desfallecer, como desfallecen las que están de parto. Lo que finalmente se añade: Porque la abandonada tendrá más hijos que la casada, se dijo para significar que nuestro pueblo parecía al principio estar abandonado del Señor, pero ahora, por nuestra fe, somos más numerosos que aquel pueblo que se creía posesor de Dios.
Otro pasaje de la Escritura dice también: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Esto quiere decir que hay que salvar a los que se pierden. Porque lo grande y admirable no es el afianzar los edificios sólidos, sino los que amenazan ruina. De este modo Cristo quiso ayudar a los que perecían y fue la salvación de muchos, pues vino a llamarnos cuando nosotros estábamos ya a punto de perecer.
RESPONSORIO:
Dios no nos ha destinado a ser objeto de su ira, sino que nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que vivamos junto con él.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.
Para que vivamos junto con él.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Es la Pascua real, no ya la sombra, la verdadera pascua del Señor; la sangre del pasado es solo un signo, la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste con tus sangrientas manos paternales; envolviendo en tus alas nuestras almas, la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne reconciliada con tu Padre eterno; y, desde arriba, vienes a llevarnos a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre para unir a los hombres con su Dios; se rompen las cadenas del infierno, y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos que guardes con tus manos a tu Iglesia, que protejas y ayudes a tu pueblo y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.».
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Antífona 2: Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
CÁNTICO:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.
SALMO:
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos.
Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE:
Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
Pregonando tus maravillas.
Invocando tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El que alcance a ser digno de tener parte en el otro mundo es hijo de la resurrección e hijo de Dios.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El que alcance a ser digno de tener parte en el otro mundo es hijo de la resurrección e hijo de Dios.
PRECES:
Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta; invoquémosle, pues, diciendo:
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Te alabamos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad; haz que te sirvamos con santidad y justicia.
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Vuélvete hacia nosotros, Señor, tú que has querido abrirnos la puerta de tu misericordia, y haz que nunca nos apartemos del camino que lleva a la vida.
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Ya que hoy celebramos la resurrección del Hijo de tu amor, haz que este día transcurra lleno de gozo espiritual.
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Da, Señor, a tus fieles el espíritu de oración y de alabanza, para que en toda ocasión te demos gracias.
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Movidos ahora todos por el mismo Espíritu que nos da Cristo resucitado acudamos a Dios, de quien somos verdaderos hijos, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros. Lo habéis recibido de Dios, y por lo tanto no os pertenecéis a vosotros mismos. Habéis sido comprados a precio. En verdad glorificad a Dios con vuestro cuerpo.
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor.
Mi corazón y mi carne se alegran con el Dios vivo.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El que come este pan vivirá para siempre. Aleluya.
SALMO:
El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El que come este pan vivirá para siempre. Aleluya.
Antífona 2: Vendrá el Señor y será glorificado y enaltecido en la asamblea de sus santos. Aleluya.
SALMO:
Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra.
Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!, inmovilizaste carros y caballos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vendrá el Señor y será glorificado y enaltecido en la asamblea de sus santos. Aleluya.
Antífona 3: Haced votos y traed tributos al Señor, vuestro Dios. Aleluya.
SALMO:
Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a los humildes de la tierra.
La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributo al Temible: él deja sin aliento a los príncipes, y es temible para los reyes del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haced votos y traed tributos al Señor, vuestro Dios. Aleluya.
LECTURA BREVE:
¿Qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente y tiene intenciones leales.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
El amor es fuerte como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina: las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos.
Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.
Mi escudo, mi fuerza salvadora.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Hacedor de la luz: tú que creaste la que brilla en los días de este suelo, y que, mediante sus primeros rayos, diste principio al universo entero.
Tú que nos ordenaste llamar día al tiempo entre la aurora y el ocaso, ahora que la noche se aproxima oye nuestra oración y nuestro llanto.
Que cargados con todas nuestras culpas no perdamos el don de la otra vida, al no pensar en nada duradero y al continuar pecando todavía.
Haz que, evitando todo lo dañoso y a cubierto de todo lo perverso, empujemos las puertas celestiales y arrebatemos el eterno premio.
Escucha nuestra voz, piadoso Padre, que junto con tu Hijo Jesucristo y con el Santo Espíritu Paráclito, reinas y reinarás en todo siglo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.».
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.».
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.
Antífona 2: Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
SALMO:
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. La ambición del malvado fracasará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
Antífona 3: Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
RESPONSORIO BREVE:
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Su sabiduría no tiene medida.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. Aleluya.
PRECES:
Alegrándonos en el Señor, de quien vienen todos los dones, digámosle:
Escucha, Señor, nuestra oración.
Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso, fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles, y sumisos a la fe verdadera.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Tú que amas la justicia, haz justicia a los oprimidos.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.».
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no. necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
11 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
En el principio, tu Palabra. Antes que el sol ardiera, antes del mar y las montañas, antes de las constelaciones, nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre, era sonrisa su mirada, era ternura su sonrisa, era calor de brasa. En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo, todo salió sin mancha, desde el arrullo del río hasta el rocío y la escarcha; nuevo el canto de los pájaros, porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día, aunque matemos la mañana y desperdiciemos la tarde, y asesinemos la alborada. Como una espada de fuego, en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre; Espíritu, satúranos de tu fragancia; danos palabras para responderte, Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
SALMO:
¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores, están sanos y engreídos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión. Su boca se atreve con el cielo, y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se bebe sus palabras. Ellos dicen: “¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?» Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
Antífona 2: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
SALMO:
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos», renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo, pero me resultaba muy difícil; hasta que entré en el misterio de Dios, y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero, los precipitas en la ruina; en un momento causan horror, y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor, al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Antífona 3: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
SALMO:
Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba mi interior, yo era un necio y un ignorante, yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo, tú tomas mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra? Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.
Sí: los que se alejan de ti se pierden; tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio, y proclamar todas tus acciones en las puertas de Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor. Más que miel en la boca.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
CON UNA ACCIÓN SIMBÓLICA SE PREDICE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, coge una cuchilla afilada, coge una navaja barbera y pásatela por la cabeza y la barba. Después, coge una balanza y haz porciones. Un tercio lo quemarás en la lumbre en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio, un tercio lo sacudirás con la espada en torno a la ciudad, un tercio lo esparcirás al viento, y los perseguiré con la espada desnuda. Recogerás unos cuantos pelos y los meterás en el orillo del manto, de éstos apartarás algunos y los echarás al fuego, y dejarás que se quemen.
Dirás a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Se trata de Jerusalén: la puse en el centro de los pueblos, rodeada de países, y se rebeló contra mis leyes y mandatos pecando más que otros pueblos, más que los países vecinos, rechazaron mis mandatos y no siguieron mis leyes.
Por eso, así dice el Señor: Porque fuisteis más rebeldes que los pueblos vecinos, porque no seguisteis mis leyes ni cumplisteis mis mandatos, ni obrasteis como es costumbre de los pueblos vecinos, por eso, así dice el Señor: Aquí estoy contra ti para hacer justicia en ti a la vista de los pueblos. Por tus abominaciones haré en ti cosas que jamás hice ni volveré a hacer. Por eso, los padres se comerán a sus hijos en medio de ti, y los hijos se comerán a sus padres, haré justicia en ti, y a tus supervivientes los esparciré a todos los vientos.
Por eso, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, por haber profanado mi santuario con tus ídolos y abominaciones, juro que te rechazaré, no me apiadaré de ti ni te perdonaré. Un tercio de los tuyos morirán de peste, y el hambre los consumirá dentro de ti, un tercio caerán a espada alrededor de ti, y al otro tercio los esparciré a todos los vientos y los perseguiré con la espada desnuda. Agotaré mi ira contra ellos y desfogaré mi cólera hasta quedarme a gusto, y sabrán que yo, el Señor, hablé con pasión, cuando agote mi cólera contra ellos.
Te haré escombro y escarnio para los pueblos vecinos, a la vista de los que pasen. Serás escarnio y afrenta, escarmiento y espanto para los pueblos vecinos, cuando haga en ti justicia con ira y cólera, con castigos terribles. Yo, el Señor, lo he dicho: Dispararé contra vosotros las flechas fatídicas del hambre, que acabarán con vosotros, pues para acabar con vosotros las dispararé. Os daré hambre con creces y os cortaré el sustento del pan. Mandaré contra vosotros hambre y fieras salvajes, que os dejarán sin hijos, pasarán por ti peste y matanza y mandaré contra ti la espada. Yo, el Señor, lo he dicho.”.
RESPONSORIO:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas! ¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos! Pero no lo habéis querido.
Te haré escombro y escarnio para los pueblos vecinos.
¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos! Pero no lo habéis querido.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
CONFESEMOS A DIOS CON NUESTRAS OBRAS.
Mirad cuán grande ha sido la misericordia del Señor para con nosotros: En primer lugar no ha permitido que quienes teníamos la vida sacrificáramos ni adoráramos a dioses muertos, sino que quiso que, por Cristo, llegáramos al conocimiento del Padre de la verdad. ¿Qué significa conocerlo a él sino el no apostatar de aquel por quien lo hemos conocido? El mismo Cristo afirma: A todo aquel que me reconozca ante los hombres lo reconoceré yo también ante mi Padre. Ésta será nuestra recompensa si confesamos a aquel que nos salvó. ¿Y cómo lo confesaremos? Haciendo lo que nos dice y no desobedeciendo nunca sus mandamientos, honrándolo no solamente con nuestros labios, sino también con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Dice, en efecto, Isaías: Este pueblo me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí.
No nos contentemos, pues, con llamarlo: “Señor”, pues esto solo no nos salvará. Está escrito, en efecto: No todo el que me diga: “¡Señor, Señor!” se salvará, sino el que practique la justicia. Por tanto, hermanos, confesémoslo con nuestras obras, amándonos los unos a los otros. No seamos adúlteros, no nos calumniemos ni nos envidiemos mutuamente, antes al contrario, seamos castos, compasivos, buenos, debemos también compadecernos de las desgracias de nuestros hermanos y no buscar desmesuradamente el dinero. Mediante el ejercicio de estas obras confesaremos al Señor, en cambio no lo confesaremos si practicamos lo contrario a ellas. No es a los hombres a quienes debemos temer, sino a Dios. Por eso a los que se comportan mal les dijo el Señor: Aunque vosotros estuviereis reunidos conmigo, si no cumpliereis mis mandamientos, os rechazaré y os diré: “Apartaos de mí vosotros, nunca jamás os he conocido, obradores de maldad.”.
Por esto, hermanos míos, luchemos, pues sabemos que el combate ya ha comenzado y que muchos son llamados a los combates corruptibles, pero no todos son coronados, sino que el premio se reserva a quienes se han esforzado en combatir debidamente. Combatamos nosotros de tal forma que merezcamos todos ser coronados. Corramos por el camino recto, el combate incorruptible, y naveguemos y combatamos en él para que podamos ser coronados, y si no pudiéramos todos ser coronados, procuremos acercarnos lo más posible a la corona. Recordemos, sin embargo, que si uno lucha en los combates corruptibles y es sorprendido infringiendo las leyes de la lucha, recibe azotes y es expulsado fuera del estadio.
¿Qué os parece? ¿Cuál será el castigo de quien infringe las leyes del combate incorruptible? De los que no guardan el sello, es decir, el compromiso de su bautismo, dice la Escritura: Su gusano no muere, su fuego no se apaga y serán el horror de todos.
RESPONSORIO:
Os convertisteis para consagraros al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo que ha de venir de los cielos, al cual resucitó de entre los muertos, él nos ha salvado de la ira venidera.
Y ahora permaneced en él, para que, cuando se manifieste, cobremos plena confianza y no nos apartemos de él, confundidos, en su advenimiento.
Él nos ha salvado de la ira venidera.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, cómo quisiera en cada aurora aprisionar el día, y ser tu primavera en gracia y alegría, y crecer en tu amor más todavía.
En cada madrugada abrir mi pobre casa, abrir la puerta, el alma enamorada, el corazón alerta, y conmigo tu mano siempre abierta.
Ya despierta la vida con su canción de ruidos inhumanos; y tu amor me convida a levantar mis manos y a acariciarte en todos mis hermanos.
Hoy elevo mi canto con toda la ternura de mi boca, al que es tres veces santo, a ti que eres mi Roca y en quien mi vida toda desemboca. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.
SALMO:
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vigilia nocturna.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la mañana, sácianos de tu misericordia, Señor.
Antífona 2: Llegue la alabanza del Señor hasta el confín de la tierra.
CÁNTICO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra; muja el mar y lo que contiene, las islas y sus habitantes; alégrese el desierto con sus tiendas, los cercados que habita Cadar; exulten los habitantes de Petra, clamen desde la cumbre de las montañas; den gloria al Señor, anuncien su alabanza en las islas.
El Señor sale como un héroe, excita su ardor como un guerrero, lanza el alarido, mostrándose valiente frente al enemigo.
«Desde antiguo guardé silencio, me callaba y aguantaba; mas ahora grito como la mujer cuando da a luz, jadeo y resuello.
Agostaré montes y collados, secaré toda su hierba, convertiré los ríos en yermo, desecaré los estanques; conduciré a los ciegos por el camino que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran. Ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llegue la alabanza del Señor hasta el confín de la tierra.
Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
SALMO:
Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto, desde los hombres hasta los animales. Envió signos y prodigios -en medio de ti, Egipto-contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos; a Hog, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. Y dio su tierra en heredad, en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
LECTURA BREVE:
Recordad que Dios ha querido probarnos como a nuestros padres. Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob. Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para amonestarnos.
RESPONSORIO BREVE:
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Cantadle un cántico nuevo. Que merece la alabanza de los buenos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES:
Ya que Cristo escucha y salva a cuantos en él se refugian, acudamos a él diciendo:
Escúchanos, Señor.
Te damos gracias, Señor, por el gran amor con que nos amaste; continúa mostrándote con nosotros rico en misericordia.
Escúchanos, Señor.
Tú que con el Padre sigues actuando siempre en el mundo, renueva todas las cosas con la fuerza de tu Espíritu.
Escúchanos, Señor.
Abre nuestros ojos y los de nuestros hermanos para que podamos contemplar hoy tus maravillas.
Escúchanos, Señor.
Ya que nos llamas hoy a tu servicio, haz que seamos buenos administradores de tu multiforme gracia en favor de nuestros hermanos.
Escúchanos, Señor.
Acudamos a Dios Padre, tal como nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra, y creaste la luz del sol en su servicio, concédenos hoy que, con tu ayuda, trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de nuestro prójimo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera; dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino; todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Asegura, Señor, mis pasos con tu promesa.
SALMO:
Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes; abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos.
Vuélvete a mí y ten misericordia, como es tu norma con los que aman tu nombre; asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine; líbrame de la opresión de los hombres, y guardaré tus decretos.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes; arroyos de lágrimas bajan de mis ojos por los que no cumplen tu voluntad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Asegura, Señor, mis pasos con tu promesa.
Antífona 2: Uno solo es el legislador y juez; tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
SALMO:
Dios se levanta en la asamblea divina, rodeado de ángeles juzga: “¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta, poniéndoos de parte del culpable?
Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable.».
Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras, mientras vacilan los cimientos del orbe.
Yo declaro: «Aunque seáis dioses, e hijos del Altísimo todos, moriréis como cualquier hombre, caeréis, príncipes, como uno de tantos.».
Levántate, ¡oh Dios!, y juzga la tierra, porque tú eres el dueño de todos los pueblos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Uno solo es el legislador y juez; tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
Antífona 3: Llamé al Señor, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé al Señor, y él me respondió.
LECTURA BREVE:
Sed para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo, y os he separado de entre los pueblos para que seáis míos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor. El pueblo que él se escogió como heredad.
ORACIÓN:
Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados; ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda. Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. ¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -sin mortaja-en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. La perfecta justicia consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad. Tú, Señor, eres Dios clemente y misericordioso. Lento a la cólera, rico en piedad y leal.
ORACIÓN:
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Hijos, clamad al Señor: él os librará de la tiranía y de la mano de vuestros enemigos. Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte del Eterno, vuestro Salvador. Recuerda, Señor, tu ternura. Y tu misericordia, que son eternas.
ORACIÓN:
Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ya no temo, Señor, la tristeza, ya no temo, Señor, la soledad; porque eres, Señor, mi alegría, tengo siempre tu amistad.
Ya no temo, Señor, a la noche, ya no temo, Señor, la oscuridad; porque brilla tu luz en las sombras, ya no hay noche, tú eres luz.
Ya no temo, Señor, los fracasos, ya no temo, Señor, la ingratitud; porque el triunfo, Señor, en la vida, tú lo tienes, tú lo das.
Ya no temo, Señor, los abismos, ya no temo, Señor, la inmensidad; porque eres, Señor, el camino y la vida, la verdad. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia. Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia. El afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia. El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
SALMO:
El hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia. Con mano poderosa, con brazo extendido: porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia. Y condujo por en medio a Israel: porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón: porque es eterna su misericordia. Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos: porque es eterna su misericordia. Dio muerte a reyes poderosos: porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos: porque es eterna su misericordia. Y a Hog, rey de Basán: porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad: porque es eterna su misericordia. En heredad a Israel, su siervo: porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación se acordó de nosotros: porque es eterna su misericordia. Y nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia. Él da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
Antífona 3: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.
LECTURA BREVE:
Que el Señor os haga aumentar y rebosar en amor de unos con otros y con todos, así como os amamos nosotros, para que conservéis vuestros corazones intachables en santidad ante Dios, Padre nuestro, cuando venga nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
RESPONSORIO BREVE:
Suba, Señor, a ti mi oración. Suba, Señor, a ti mi oración. Como incienso en tu presencia. A ti mi oración. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Suba, Señor, a ti mi oración.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia.
-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.
PRECES:
Llenos de confianza en el Señor Jesús que no abandona nunca a los que se acogen a él, invoquémosle diciendo:
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Señor Jesucristo, tú eres nuestra luz; ilumina a tu Iglesia para que proclame a todas las naciones el gran misterio de piedad manifestado en tu encarnación.
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Guarda a los sacerdotes y ministros de la Iglesia, y haz que con su palabra y su ejemplo edifiquen tu pueblo santo.
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Tú que, por tu sangre, pacificaste el mundo, aparta de nosotros el pecado de discordia y el azote de la guerra.
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Ayuda, Señor, a los que uniste con la gracia del matrimonio, para que su unión sea efectivamente signo del misterio de la Iglesia.
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Concede, por tu misericordia, a todos los difuntos el perdón de sus faltas, para que sean contados entre tus elegidos.
Escúchanos, Señor, Dios nuestro.
Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Quédate con nosotros, Señor Jesús, porque el día ya se acaba; sé nuestro compañero de camino, levanta nuestros corazones, reanima nuestra esperanza; así nosotros, junto con nuestros hermanos, podremos reconocerte en las Escrituras y en la fracción del pan. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.».
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO MARTES DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
12 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Espada de dos filos es, Señor, tu palabra! Penetra como fuego y divide la entraña.
¡Nada como tu voz, es terrible tu espada! ¡Nada como tu aliento, es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir encendida la lámpara, que para virgen necia no es posible la entrada.
No basta con gritar sólo palabras vanas, ni tocar a la puerta cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos que me cercena el alma, que hiere a sangre y fuego esta carne mimada, que mata los ardores para encender la gracia.
Vivir de tus incendios, luchar por tus batallas, dejar por los caminos rumor de tus sandalias. ¡Espada de dos filos es, Señor, tu palabra! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
SALMO:
Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame enseguida.
Que mis días se desvanecen como humo, mis huesos queman como brasas; mi corazón está agostado como hierba, me olvido de comer mi pan; con la violencia de mis quejidos, se me pega la piel a los huesos.
Estoy como lechuza en la estepa, como búho entre ruinas; estoy desvelado, gimiendo, como pájaro sin pareja en el tejado. Mis enemigos me insultan sin descanso; furiosos contra mí, me maldicen.
En vez de pan, como ceniza, mezclo mi bebida con llanto, por tu cólera y tu indignación, porque me alzaste en vilo y me tiraste; mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
Antífona 2: Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.
SALMO:
Tú, en cambio, permaneces para siempre, y tu nombre de generación en generación. Levántate y ten misericordia de Sión, que ya es hora y tiempo de misericordia.
Tus siervos aman sus piedras, se compadecen de sus ruinas: los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca en su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones, quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor:
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte, para anunciar en Sión el nombre del Señor, y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.
Antífona 3: Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.
SALMO:
El agotó mis fuerzas en el camino, acortó mis días; y yo dije: «Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días.».
Tus años duran por todas las generaciones: al principio cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces, se gastarán como la ropa, serán como un vestido que se muda. Tú, en cambio, eres siempre el mismo, tus años no se acabarán.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros, su linaje durará en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza.
Inclina el oído a las palabras de mi boca.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
JUICIO CONTRA LA JERUSALÉN PECADORA.
El año sexto, el día cinco del mes sexto, estaba yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí, cuando se posó sobre mí la mano del Señor. Vi una figura que parecía un hombre: desde lo que parecía ser su cintura para abajo, era de fuego, de su cintura para arriba, era algo así como un resplandor, semejante al fulgor del electro. Alargó algo así como una mano y me tomó por los cabellos, el espíritu me levantó en vilo y me llevó en éxtasis entre el cielo y la tierra a Jerusalén, junto a la puerta septentrional del atrio interior, donde estaba la estatua rival.
Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la había contemplado en la llanura. Me dijo:
“Hijo de hombre, dirige la vista hacia el norte.”.
Dirigí la vista hacia el norte y vi al norte de la puerta del altar la estatua rival, la que está a la entrada. Añadió:
“Hijo de hombre, ¿no ves lo que están haciendo? Graves abominaciones comete aquí la casa de Israel, para que me aleje de mi santuario. Pero aún verás abominaciones mayores.”.
Después me llevó al atrio interior de la casa del Señor. A la entrada del templo del Señor, entre el atrio y el altar, había unos veinticinco hombres, de espaldas al templo y mirando hacia el oriente: estaban adorando al sol. Me dijo:
“¿No ves, hijo de hombre? ¡Le parecen poco a la casa de Judá las abominaciones que aquí cometen, y colman al país de violencias, indignándome más y más! Pues también yo actuaré con cólera, no me apiadaré ni perdonaré, me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé.”.
Entonces lo oí llamar en voz alta:
“Acercaos, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.”.
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel se había levantado de los querubines en que se apoyaba, yendo a posarse en el umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, y le dijo el Señor:
“Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.”.
A los otros les dijo en mi presencia:
“Recorred la ciudad detrás de él, golpead sin compasión y sin piedad. A viejos, mozos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos, pero a ninguno de los marcados toquéis. Empezad por mi santuario.”.
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo. Luego les dijo:
“Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad.”.
Sólo yo quedé con vida. Mientras ellos mataban, caí rostro en tierra y grité:
“¡Ay Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?”.
Me respondió:
“Grande, muy grande es el delito de la casa de Israel y de Judá, el país está lleno de crímenes, la ciudad colmada de injusticias, porque dicen: "El Señor ha abandonado el país, no lo ve el Señor." Pues tampoco yo me apiadaré ni perdonaré, doy a cada uno su merecido.”.
Entonces el hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, informó, diciendo:
“He cumplido lo que me ordenaste.”
RESPONSORIO:
Cuando veáis en el lugar santo lo que el profeta Daniel anuncia como “horrenda profanación del devastador”, sobrevendrá una tribulación tan espantosa que, si no se abreviasen aquellos días, nadie se salvaría. Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
No hagáis daño a la tierra ni al mar, hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.
Pero se abreviarán los días aquellos en atención a los escogidos.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
EL ARREPENTIMIENTO DE UN CORAZÓN SINCERO.
Hagamos penitencia mientras vivimos en este mundo. Somos, en efecto, como el barro en manos del artífice. De la misma manera que el alfarero puede componer de nuevo la vasija que está modelando, si le queda deforme o se le rompe, cuando todavía está en sus manos, pero, en cambio, le resulta imposible modificar su forma cuando la ha puesto ya en el horno, así también nosotros, mientras estamos en este mundo, tenemos tiempo de hacer penitencia y debemos arrepentirnos con todo nuestro corazón de los pecados que hemos cometido mientras vivimos en nuestra carne mortal, a fin de ser salvados por el Señor.
Una vez que hayamos salido de este mundo, en la eternidad, ya no podremos confesar nuestras faltas ni hacer penitencia. Por ello, hermanos, cumplamos la voluntad del Padre, guardemos casto nuestro cuerpo, observemos los mandamientos de Dios, y así alcanzaremos la vida eterna. Dice, en efecto, el Señor en el Evangelio: Si no habéis sido fieles en lo poco, ¿quién os confiará lo mucho? Porque os aseguro que quien es fiel en lo poco es también fiel en lo mucho. Esto es lo mismo que decir: “Guardad puro vuestro cuerpo e incontaminado el sello de vuestro bautismo, para que seáis dignos de la vida eterna.”.
Que ninguno de vosotros diga que nuestra carne no era juzgada ni resucitará, reconoced, por el contrario, que ha sido por medio de esta carne en la que vivís que habéis sido salvados y habéis recibido la visión. Por ello debemos mirar nuestro cuerpo como si se tratara de un templo de Dios. Pues de la misma manera que habéis sido llamados en esta carne, también en esta carne saldréis al encuentro del que os llamó. Si Cristo el Señor, el que nos ha salvado, siendo como era espíritu, quiso hacerse carne para podernos llamar, también nosotros por medio de nuestra carne recibiremos la recompensa.
Amémonos, pues, mutuamente a fin de que podamos llegar todos al reino de Dios. Mientras tenemos tiempo de recobrar la salud, pongámonos en manos de Dios, para que él, como nuestro médico, nos sane, y demos los honorarios debidos a este nuestro médico. ¿Qué honorarios? El arrepentimiento de un corazón sincero. Porque él conoce de antemano todas las cosas y penetra en el secreto de nuestro corazón. Tributémosle, pues, nuestras alabanzas no solamente con nuestros labios, sino también con todo nuestro corazón, a fin de que nos acoja como hijos. Pues el Señor dijo: Quien cumple la voluntad de mi Padre será mi hermano.
RESPONSORIO:
Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo, pues yo no me complazco en la muerte de nadie -oráculo del Señor-, arrepentíos y viviréis.
Dios os aguarda pacientemente, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos vengáis a arrepentiros.
Pues yo no me complazco en la muerte de nadie -oráculo del Señor-, arrepentíos y viviréis.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Estáte, Señor, conmigo siempre, sin jamás partirte, y cuando decidas irte, llévame, Señor, contigo; porque el pensar que te irás me causa un terrible miedo de si yo sin ti me quedo, de si tú sin mí te vas.
Llévame, en tu compañía donde tu vayas, Jesús, porque bien sé que eres tú la vida del alma mía; si tú vida no me das yo sé que vivir no puedo, ni si yo sin ti me quedo, ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte temo, Señor, tu partida, y quiero perder la vida mil veces más que perderte; pues la inmortal que tú das, sé que alcanzarla no puedo, cuando yo sin ti me quedo, cuando tú sin mí te vas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
SALMO:
Voy a cantar la bondad y la justicia, para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto: ¿Cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa; no pondré mis ojos en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal, no se juntará conmigo; lejos de mí el corazón torcido, no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; ojos engreídos, corazones arrogantes no los soportaré.
Pongo mis ojos en los que son leales, ellos vivirán conmigo; el que sigue un camino perfecto, ése me servirá.
No habitará en mi casa quien comete fraudes; el que dice mentiras no durará en mi presencia.
Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Antífona 2: No nos desampares, Señor, para siempre.
CÁNTICO:
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios.
Hemos pecado y cometido iniquidad apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido. Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abraham, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Israel, tu consagrado, a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño.
de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito, y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados; que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No nos desampares, Señor, para siempre.
Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
SALMO:
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él? ¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
LECTURA BREVE:
Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar: vino y leche de balde.
RESPONSORIO BREVE:
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Espero en tu palabra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
PRECES:
Dios nos otorga el gozo de poder alabarlo en este comienzo del día, reavivando con ello nuestra esperanza. Invoquémosle, pues, diciendo:
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Dios y Padre de nuestro Salvador Jesucristo, te damos gracias porque, por mediación de tu Hijo, nos has dado el conocimiento y la inmortalidad. Danos, Señor, un corazón humilde para que vivamos sujetos unos a otros en el temor de Cristo.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Infunde tu Espíritu en nosotros, tus siervos, para que nuestro amor fraterno sea sin fingimiento. Tú que has dispuesto que el hombre dominara el mundo con su esfuerzo, haz que nuestro trabajo te glorifique y santifique a nuestros hermanos.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Ya que Dios nos muestra siempre su amor de Padre, velando amorosamente por nosotros, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Aumenta, Señor, nuestra fe, para que esta alabanza que brota de nuestro corazón vaya Siempre acompañada de frutos de vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Si un rico en bienes de fortuna ve a su hermano pasar necesidad y, hombre sin entrañas, le niega su socorro, ¿cómo es posible que more en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos con palabras ni con la lengua, sino con las obras y de verdad.
Dichoso el que se apiada y presta.
El recuerdo del justo será perpetuo.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
SALMO:
Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos, has prescrito leyes justas sumamente estables; me consume el celo, porque mis enemigos olvidan tus palabras.
Tu promesa es acrisolada, y tu siervo la ama; soy pequeño y despreciable, pero no olvido tus decretos; tu justicia es justicia eterna, tu voluntad es verdadera.
Me asaltan angustias y aprietos, tus mandatos son mi delicia; la justicia de tus preceptos es eterna, dame inteligencia y tendré vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
Antífona 2: Llegue, Señor, hasta ti mi súplica.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llegue, Señor, hasta ti mi súplica.
Antífona 3: Todo el día te estoy invocando, Señor, no me escondas tu rostro.
SALMO:
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido, me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo el día te estoy invocando, Señor, no me escondas tu rostro.
LECTURA BREVE:
El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; el mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.
Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.
Luz en mi sendero.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que revelaste a Pedro tu plan de salvar a todas las naciones, danos tu gracia para que todas nuestras acciones sean agradables a tus ojos y útiles a tu designio de amor y salvación universal. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
SALMO:
Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos; has prescrito leyes justas sumamente estables; me consume el celo, porque mis enemigos olvidan tus palabras.
Tu promesa es acrisolada, y tu siervo la ama; soy pequeño y despreciable, pero no olvido tus decretos; tu justicia es justicia eterna, tu voluntad es verdadera.
Me asaltan angustias y aprietos, tus mandatos son mi delicia; la justicia de tus preceptos es eterna, dame inteligencia y tendré vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
Antífona 2: Llegue, Señor, hasta ti mi súplica.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llegue, Señor, hasta ti mi súplica.
Antífona 3: Todo el día te estoy invocando, Señor, no me escondas tu rostro.
SALMO:
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo el día te estoy invocando, Señor, no me escondas tu rostro.
LECTURA BREVE:
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía; sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
El Señor envía su mensaje a la tierra.
Y su palabra corre veloz.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que enviaste un ángel al centurión Cornelio para que le revelara el camino de la salvación, ayúdanos a trabajar cada día con mayor entrega en la salvación de los hombres, para que, junto con todos nuestros hermanos, incorporados a la Iglesia de tu Hijo, podamos llegar a ti. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Tú que eres, Cristo, el esplendor y el día, y de la noche ahuyentas las tinieblas, Luz de Luz que a tus fieles cual luz te manifiestas, te pedimos, Señor, humildemente esta noche que estés de centinela, en ti hallemos reposo y la paz nos concedas.
Si se entregan al sueño nuestros ojos, en ti vigile el corazón alerta, y rogamos tus hijos, Señor, que nos protejas.
Defensor nuestro, míranos, rechaza al enemigo cruel que nos acecha y, a quienes redimiste con tu sangre, gobierna.
A ti, Cristo, Señor del universo, y a ti, Padre, alabanza dondequiera, y al Amor, por los siglos loores. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
SALMO:
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.».
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Antífona 2: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.
SALMO:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre; por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu izquierda contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Te doy gracias, Señor, delante de los ángeles.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
LECTURA BREVE:
Que la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de todo corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
RESPONSORIO BREVE:
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
De alegría perpetua a tu derecha.
En tu presencia, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes.
ya los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia.
como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, que da fuerza y poder a su pueblo, diciendo:
Señor, escúchanos.
Cristo, fortaleza nuestra, concede a todos tus fieles, a quienes has llamado a la luz de tu verdad, que tengan siempre fidelidad y constancia.
Señor, escúchanos.
Haz, Señor, que los que gobiernan el mundo lo hagan conforme a tu querer, y que sus decisiones vayan encaminadas a la consecución de la paz.
Señor, escúchanos.
Tú que con cinco panes saciaste a la multitud, enséñanos a socorrer con nuestros bienes a los hambrientos.
Señor, escúchanos.
Que los que tienen en su mano los destinos de los pueblos no cuiden sólo del bienestar de su nación, sino que piensen también en los otros pueblos.
Señor, escúchanos.
Cuando vengas en tu día a ser glorificado en los santos, da a nuestros hermanos difuntos la resurrección y la vida feliz.
Señor, escúchanos.
Todos juntos, en familia, repitamos las palabras que nos enseñó Jesús, y oremos al Padre diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Puestos en oración ante ti, Señor, imploramos tu clemencia y te pedimos que nuestras palabras concuerden siempre con los sentimientos de nuestro corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
13 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Pues busco, debo encontrar; pues llamo, débenme abrir; pues pido, me deben dar; pues amo, débenme amar aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará. ¿Pasa? No lejos irá. ¿Me pone a prueba? Soy fiel. ¿Pasa? No lejos irá: pues tiene alas mi alma, y va volando detrás de él.
Es poderoso, mas no podrá mi amor esquivar; invisible se volvió, mas ojos de lince yo tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final en pos del Bien de los bienes, y consuélate en tu mal pensando con fe total: ¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
SALMO:
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura; él sacia de bienes tus anhelos, y como un águila se renueva tu juventud.
El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Antífona 2: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
SALMO:
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro.
Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
Antífona 3: Bendecid al Señor, todas sus obras.
SALMO:
Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos.
El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra.
Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de su imperio.
Bendice, alma mía, al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendecid al Señor, todas sus obras.
Ábreme, Señor, los ojos.
Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
LA GLORIA DEL SEÑOR ABANDONA LA CIUDAD SENTENCIADA.
En aquellos días, yo, Ezequiel, fui arrebatado en éxtasis por el Señor, y vi que la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de la casa del Señor, mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Kebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Kebar. Caminaban de frente. Entonces vino a mí esta palabra del Señor:
“Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, los responsables de la familia y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países, y fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Os reuniré de entre los pueblos, os recogeré de los países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. Entrarán y quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos: serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a aquellos cuyo corazón se vaya tras sus ídolos y abominaciones les daré su merecido -oráculo del Señor-."“.
Los querubines levantaron las alas, sin separarse de las ruedas, mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte al oriente de la ciudad.
Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis, y la visión desapareció. Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.
RESPONSORIO:
La gloria de Dios se elevó y se colocó en el umbral del templo, la nube llenó el templo y el resplandor de la gloria del Señor llenó el atrio. Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
Jerusalén, ¡cuántas veces he querido agrupar a tus hijos y tú no has querido! Mirad, vuestra mansión va a quedar desierta.
Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA.
Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo, huyamos del vicio como del primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna. Y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún tolerable, pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta de que de esta forma incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.
Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos, porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: “Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres, hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.” ¡Oh insensatos! Comparaos con un árbol, tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece la uva ya madura. Así también mí pueblo: primero sufre inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en la esperanza a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros, procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra causa.
RESPONSORIO:
Manteneos firmes e inconmovibles en la fe, haciendo siempre progresos en la obra del Señor, sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
No os canséis de hacer el bien.
Sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Al retornar este día, con voz alegre y canora, celebrando al Redentor, cantemos de Dios la gloria.
Por Cristo, el Creador inmenso hizo la noche y la aurora, con inmóvil ley fijando la sucesión de las horas.
La luz eterna eres tú, la antigua ley perfeccionas, y no conoces crepúsculo, y no te apagan las sombras.
Concédenos, Padre eterno, que vivamos hoy con loa, con que agrademos a Cristo, si tu Espíritu nos colma. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Dios mío, mi corazón está firme, para tí cantaré y tocaré, gloria mía. Despertad, cítara y arpa, despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es más grande que los cielos, por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria, para que se salven tus predilectos, que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario: Triunfante ocuparé Siquén, parcelaré el valle de Sucot, mío es Gala ad, mío Manasés, Efraín es yelmo de mi cabeza, Judá es mi cetro, Moab, una jofaina para lavarme, sobre Edom hecho mi sandalia, sobre Filistea canto victoria.
Pero quién me guiará a la plaza fuerte, quién me conducirá a Edom, si tú, oh Dios, nos has rechazado y no sales ya con nuestras tropas.
Auxílianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es inútil, con Dios haremos proezas, El pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Antífona 2: El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a un novio que se pone la corona, o a una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que despunte la aurora de su justicia y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes, tu gloria, te pondrán un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán Abandonada, ni a tu tierra, Devastada, a ti te llamarán Mi favorita, y a tu tierra, Desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó, la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Antífona 3: Alabaré al Señor mientras viva.
Alaba, alma mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar, exhalan el espíritu y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él, que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabaré al Señor mientras viva.
LECTURA BREVE:
Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.
RESPONSORIO BREVE:
Bendigo al Señor en todo momento.
Bendigo al Señor en todo momento.
Su alabanza está siempre en mi boca.
En todo momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Bendigo al Señor en todo momento.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian, ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
PRECES:
Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra, acudamos pues a él diciendo:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te bendecimos, Señor, autor y consumador de nuestra fe, porque de las tinieblas nos has trasladado a tu luz admirable. Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos, aumenta nuestra fe.
Rey de la gloria, escúchanos.
Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor, y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.
Rey de la gloria, escúchanos.
Ayúdanos para que resistamos a la tentación, aguantemos en la tribulación y te demos gracias en la prosperidad.
Rey de la gloria, escúchanos.
Dejemos que el espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, se una a nuestro espíritu, para clamar:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Recuerda, Señor, tu santa alianza consagrada con el nuevo sacramento de la sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados, y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Ninguno procure lo propio, sino lo del otro. Tanto si coméis como si bebéis o hacéis cualquier cosa, hacedlo a gloria de Dios.
Es bueno dar gracias al Señor.
Y tañer para tu nombre, oh Altísimo.
ORACIÓN:
Señor, Padre santo, Dios fiel, tú que enviaste el Espíritu Santo prometido para que congregara a los hombres que el pecado había disgregado: ayúdanos a ser, en medio de nuestros hermanos, fermento de unidad y de paz. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida, un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente, tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: A ti grito, Señor, espero tus palabras.
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes, a ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos, me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, meditando tu promesa, escucha mi voz por tu misericordia, con tus mandamientos dame vida, ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables, hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: A ti grito, Señor, espero tus palabras.
Antífona 2: El Señor sabe que los pensamientos del hombre son insustanciales.
Dios de la venganza, Señor, Dios de la venganza, resplandece. Levántate, juzga la tierra, paga su merecido a los soberbios.
Hasta cuándo, Señor, los culpables, hasta cuándo triunfarán los culpables. Sueltan la lengua profiriendo insolencias, se jactan los malhechores, trituran, Señor, a tu pueblo, oprimen a tu heredad, asesinan a viudas y forasteros degüellan a los huérfanos, y comentan: Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera.
Enteraos los más necios del pueblo, ignorantes, cuándo discurriréis. El que plantó el oído, no va a oír, el que formó el ojo, no va a ver, el que educa a los pueblos, no va a castigar, el que instruye al hombre, no va a saber. Sabe el Señor que los pensamientos del hombre son insustanciales.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor sabe que los pensamientos del hombre son insustanciales.
Antífona 3: El Señor será mi alcázar y mi roca de refugio.
Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley, dándole descanso tras los años duros, mientras al malvado le cavan la fosa.
Porque el Señor no rechaza a su pueblo, ni abandona su heredad: el justo obtendrá su derecho, y un porvenir los rectos de corazón.
Quién se pone a mi favor contra los perversos, quién se coloca a mi lado frente a los malhechores. Si el Señor no me hubiera auxiliado, ya estaría yo habitando en el silencio.
Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia Señor, me sostiene, cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia.
Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo que dicta injusticias en nombre de la ley.
Aunque atenten contra la vida del justo y condenen a muerte al inocente, el Señor será mi alcázar, Dios será mi roca de refugio.
Él les pagará su iniquidad, los destruirá por sus maldades, los destruirá el Señor nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor será mi alcázar y mi roca de refugio.
LECTURA BREVE:
Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza.
Invocando tu nombre, Señor.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y lleno de amor, que a la mitad de nuestra jornada concedes un descanso a nuestra fatiga, contempla complacido el trabajo empezado, remedia nuestras deficiencias, y haz que nuestras obras te sean agradables. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo bien que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor.
El Señor es mi heredad y mi copa.
Mi suerte está en tu mano.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, que por la salvación de los hombres extendiste tus brazos en la cruz: haz que todas nuestras acciones te sean agradables y sirvan para manifestar al mundo tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te bendecimos, Cristo, en esta noche: Verbo de Dios y Luz de Luz eterna, emisor del Espíritu Paráclito, te bendecimos porque nos revelas la triple luz de una indivisa gloria y libras nuestras almas de tinieblas.
A la noche y al día has ordenado que se releven siempre en paz fraterna, la noche compasiva pone término a nuestras aflicciones y tareas, y, para comenzar el nuevo surco, el día alegremente nos despierta.
Da un sueño muy ligero a nuestros párpados, para que nuestra voz no permanezca muda por mucho tiempo en tu alabanza, mientras dormimos se mantenga en vela toda tu creación, cantando salmos en compañía de la turba angélica.
Y, mientras duerme nuestro humilde cuerpo, nuestro espíritu cante a su manera: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu, en el día sin noche donde reinan, al Uno y Trino, honor, poder, victoria, por edades y edades sempiternas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, tu saber me sobrepasa.
Señor, tú me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos, distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me envuelves por doquier, me cubres con tu mano. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.
Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada. Si escalo el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro, si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, tu diestra llegará hasta mí.
Si digo: Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, tu saber me sobrepasa.
Antífona 2: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.
Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has formado portentosamente, porque son admirables tus obras, conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro, calculados estaban mis días antes que llegase el primero.
Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto. Si me pongo a contarlos, son más que arena, si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.
Antífona 3: Todo fue creado por él y para él.
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura, pues por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades, todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo fue creado por él y para él.
LECTURA BREVE:
Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo si guardamos sus mandamientos. Quien dice: Yo lo conozco, y no guarda sus mandamientos, miente, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que está siempre en él debe andar de continuo como él anduvo.
RESPONSORIO BREVE:
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
A las sombras de tus alas escóndenos.
Como a las niñas de tus ojos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
PRECES:
Invoquemos a Dios, cuya bondad para con su pueblo es más grande que los cielos, y digámosle:
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Acuérdate, Señor, que enviaste a tu Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo, haz que su muerte gloriosa nos traiga la salvación.
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Tú que constituiste a tus sacerdotes servidores de Cristo y administradores de tus misterios, concédeles un corazón fiel, ciencia abundante y caridad intensa.
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Tú que desde el principio creaste hombre y mujer, guarda a todas las familias unidas en el verdadero amor.
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Haz que los que has llamado a la castidad perfecta por el reino de los cielos, sigan con fidelidad a tu Hijo.
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Tú que enviaste a Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, Concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.
Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.
Movidos por el Espíritu Santo y llenos de su amor, dirijamos al Padre nuestra oración:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Acuérdate, Señor, de tu misericordia, y, ya que a los hambrientos los colmas de bienes, socorre nuestra indigencia con la abundancia de tus riquezas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO ORDINARIO JUEVES DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
14 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Señor, a quién iremos, si tú eres la Palabra A la voz de tu aliento se estremeció la nada; la hermosura brilló y amaneció la gracia.
Señor, a quién iremos, si tu voz no nos habla.
Nos hablas en las voces de tu voz semejanza: en los goces pequeños y en las angustias largas.
Señor, a quién iremos, si tú eres la Palabra.
En los silencios íntimos donde se siente el alma, tu clara voz creadora despierta la nostalgia.
A quién iremos, Verbo, entre tantas palabras.
Al golpe de la vida, perdemos la esperanza; hemos roto el camino y el roce de tu planta.
A dónde iremos, dinos, Señor, si no nos hablas.
Verbo del Padre, Verbo de todas las mañanas, de las tardes serenas, de las noches cansadas.
A dónde iremos, Verbo, si tú eres la Palabra Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.
SALMO:
Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado: la obra que realizaste en sus días, en los años remotos.
Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles, y los plantaste a ellos; trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria; sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú, que das la victoria a Jacob: con tu auxilio embestimos al enemigo, en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco, ni mi espada me da la victoria; tú nos das la victoria sobre el enemigo y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre damos gracias a tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No fue su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro.
Antífona 2: No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.
SALMO:
Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas: nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza y nos has dispersado por las naciones; vendes a tu pueblo por nada, no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara al oír insultos e injurias, al ver a mi rival y a mi enemigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os convertís a él.
Antífona 3: Levántate, Señor, no nos rechaces más.
SALMO:
Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado ni haber violado tu alianza, sin que se volviera atrás nuestro corazón ni se desviaran de tu camino nuestros pasos; y tú nos arrojaste a un lugar de chacales y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios y extendido las manos a un dios extraño, el Señor lo habría averiguado, pues él penetra los secretos del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Despierta, Señor, por qué duermes Levántate, no nos rechaces más. Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión.
Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, no nos rechaces más.
Haz brillar tu rostro, Señor, sobre tu siervo.
Enséñame tus leyes.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
CON UNA ACCIÓN SIMBÓLICA SE PREDICE LA DEPORTACIÓN DEL PUEBLO.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, tú vives en la Casa Rebelde: tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, pues son Casa Rebelde. Tú, hijo de hombre, prepara tu equipo de desterrado y emigra a la luz del día, a la vista de todos, a la vista de todos, emigra a otro lugar, a ver si lo ven: pues son Casa Rebelde. Saca tu equipo como quien va al destierro, a la luz del día, a la vista de todos, y tú sal al atardecer, a la vista de todos, como quien va deportado. A la vista de todos abre un boquete en el muro y saca por allí tu ajuar. Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos, sácalo en la oscuridad, cúbrete el rostro, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel.”.
Yo hice lo que me mandó: saqué mi equipo como quien va al destierro, a la luz del día, al atardecer abrí un boquete en el muro, lo saqué en la oscuridad, y me cargué al hombro el hatillo, a la vista de todos. A la mañana siguiente me vino esta palabra del Señor:
“Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la Casa Rebelde, qué es lo que hacías? Pues respóndeles: "Esto dice el Señor: Este oráculo contra Jerusalén va por el príncipe y por toda la casa de Israel que vive allí.".
Di: "Yo soy un símbolo para vosotros: lo que yo he hecho lo tendrán que hacer ellos. Irán cautivos al destierro. El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el hatillo, abrirá un boquete en el muro para sacarlo, lo sacará en la oscuridad, y se tapará la cara para que no lo reconozcan. Pero tenderé mi red sobre él y lo cazaré en mi trampa, lo llevaré a Babilonia, país de los caldeos, donde morirá sin poder verla. A su escolta y a su ejército los dispersaré a todos los vientos y los perseguiré con la espada desenvainada. Y sabrán que yo soy el Señor, cuando los desparrame por los pueblos y los disperse por los territorios. Pero dejaré a unos pocos, supervivientes de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten sus abominaciones por los pueblos adonde vayan, y sepan que yo soy el Señor."“.
RESPONSORIO:
Cuando los desparrame por los pueblos y los disperse por los territorios, entonces sabrán que yo soy el Señor.
Si abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, castigaré con la vara sus pecados.
Entonces sabrán que yo soy el Señor.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
LA IGLESIA VIVA ES EL CUERPO DE CRISTO.
Dice el Señor: Todo el día, sin cesar, ultrajan mi nombre en medio de las naciones, y también en otro lugar: ¡Ay de aquel por cuya causa ultrajan mi nombre! ¿Por qué razón ultrajan el nombre de Dios? Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros labios proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de nuestros labios la palabra de Dios, quedan admirados de su belleza y sublimidad, pero luego, al contemplar nuestras obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a blasfemar, diciendo que todo es fábula y mentira.
Cuando nos oyen decir que Dios afirma: Si amáis a los que os aman no es grande vuestro mérito, pero grande es vuestra virtud si amáis a vuestros enemigos y a quienes os odian, se llenan de admiración ante la sublimidad de estas palabras, pero luego, al contemplar cómo no amamos a los que nos odian y que ni siquiera sabemos amar a los que nos aman, se ríen de nosotros y con ello el nombre de Dios es blasfemado.
Así pues, hermanos, si cumplimos la voluntad de Dios, perteneceremos a la Iglesia primera, es decir, a la Iglesia espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna, pero, si no cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de quienes afirma la Escritura: Habéis convertido mi templo en una cueva de bandidos. Por tanto, procuremos pertenecer a la Iglesia de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo. Dice, en efecto, la Escritura: Creó Dios al hombre, hombre y mujer los creó, el hombre es Cristo, la mujer es la Iglesia, ahora bien, los escritos de los profetas y de los apóstoles nos enseñan también que la Iglesia no es de este tiempo, sino que existe desde el principio, en efecto, la Iglesia era espiritual como espiritual era el Señor Jesús, pero se manifestó visiblemente en los últimos tiempos para llevarnos a la salvación.
Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de Cristo, mostrándonos con ello que, si nosotros conservamos intacta esta Iglesia por medio de nuestra carne, la recibiremos en el Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del Espíritu y nadie puede gozar del modelo si ha destruido su imagen. Todo esto quiere decir, hermanos, lo siguiente: Conservad con respeto vuestra carne, para que así tengáis parte en el Espíritu. Y, si afirmamos que la carne es la Iglesia y el Espíritu es Cristo, ello significa que quien deshonra la carne deshonra la Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de aquel Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta carne puede, por tanto, llegar a gozar de aquella incorruptibilidad y de aquella vida que es tan sublime, que nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para sus elegidos.
RESPONSORIO:
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar.”.
Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros, purificad, pecadores, vuestras manos, lavad vuestros corazones.
Y habitaré con vosotros en este lugar.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Oh Dios, autor de la luz, de los cielos la lumbrera, que el universo sostienes abriendo tu mano diestra.
La aurora, con mar de grana, cubriendo está las estrellas, bautizando humedecida con el rocío la tierra.
Auséntanse ya las sombras, al orbe la noche deja, y al nuevo día el lucero, de Cristo imagen, despierta.
Tú, día de día, oh Dios, y Luz de Luz, de potencia soberana, oh Trinidad, doquier poderoso reinas.
Oh Salvador, ante ti inclinamos la cabeza, y ante el Padre y el Espíritu, dándote gloria perpetua. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
CÁNTICO:
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; a su pecho seréis alimentados y os saciaréis de sus consuelos y apuraréis las delicias de sus pechos abundantes.
Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella como un río la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón y vuestros huesos florecerán como un prado.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel; él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro Dios, que cubre el cielo de nubes, preparando la lluvia para la tierra; que hace brotar hierba en los montes, para los que sirven al hombre; que da su alimento al ganado, y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos, no estima los músculos del hombre: el Señor aprecia a sus fieles, que confían en su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
LECTURA BREVE:
Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios.
RESPONSORIO:
Velando medito en ti, Señor.
Velando medito en ti, Señor.
Porque fuiste mi auxilio.
Medito en ti, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Velando medito en ti, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.
PRECES:
Invoquemos a Dios, de quién viene la salvación para su pueblo, diciendo:
Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.
Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en tu gran misericordia nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.
Tú que, en Cristo, renovaste al hombre, creado a imagen tuya, haz que reproduzcamos la imagen de tu Hijo.
Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.
Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la envidia, tu Espíritu de amor.
Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los hambrientos, alegría a los tristes, a todos la gracia y la salvación.
Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, acoger siempre el anuncio de la salvación para que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos te sirvamos, con santidad y justicia, todos nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu.
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Éste es el mandamiento de Dios: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
Tú, Señor, apoyas al inocente.
Tú, el Dios justo, sondeas el corazón y las entrañas.
ORACIÓN:
Señor Dios, que a la hora de tercia enviaste al Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración, concédenos también a nosotros participar de los dones de ese mismo Espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si me amáis, guardaréis mis mandatos, dice el Señor.
SALMO:
Mira mi abatimiento y líbrame, porque no olvido tu voluntad; defiende mi causa y rescátame, con tu promesa dame vida; la justicia está lejos de los malvados que no buscan tus leyes.
Grande es tu ternura, Señor, con tus mandamientos dame vida; muchos son los enemigos que me persiguen, pero yo no me aparto de tus preceptos; viendo a los renegados sentía indignación, porque no guardan tus mandatos.
Mira cómo amo tus decretos, Señor, por tu misericordia dame vida; el compendio de tu palabra es la verdad, y tus justos juicios son eternos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Si me amáis, guardaréis mis mandatos, dice el Señor.
Antífona 2: Que el Señor te bendiga y veas la paz todos los días de tu vida.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que el Señor te bendiga y veas la paz todos los días de tu vida.
Antífona 3: El Señor peleará a tu favor.
SALMO:
¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud -que lo diga Israel-, cuánta guerra me han hecho desde mi juventud, pero no pudieron conmigo!
Sobre mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos.
Pero el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvados.
Retrocedan, avergonzados, los que odian a Sión; sean como la hierba del tejado, que se seca y nadie la siega; que no llena la mano del segador ni la brazada del que agavilla; ni le dicen los que pasan: Que el Señor te bendiga.
Os bendecimos en el nombre del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor peleará a tu favor.
LECTURA BREVE:
Amad la justicia, los que juzgáis la tierra, pensad rectamente del Señor y con sencillez de corazón buscadlo. Porque se deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no desconfían de él.
Confía en el Señor y haz el bien.
Habita tu tierra y practica la lealtad.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas, haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos siempre por tus sendas con el corazón jubiloso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1:“Si me amáis, guardaréis mis mandatos”, dice el Señor.
SALMO:
Mira mi abatimiento y líbrame, porque no olvido tu voluntad; defiende mi causa y rescátame, con tu promesa dame vida; la justicia está lejos de los malvados que no buscan tus leyes.
Grande es tu ternura, Señor, con tus mandamientos dame vida; muchos son los enemigos que me persiguen, pero yo no me aparto de tus preceptos; viendo a los renegados sentía indignación, porque no guardan tus mandatos.
Mira cómo amo tus decretos, Señor, por tu misericordia dame vida; el compendio de tu palabra es la verdad, y tus justos juicios son eternos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: “Si me amáis, guardaréis mis mandatos”, dice el Señor.
Antífona 2: Que el Señor te bendiga y veas la paz todos los días de tu vida.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que el Señor te bendiga y veas la paz todos los días de tu vida.
Antífona 3: El Señor peleará a tu favor.
SALMO:
¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud -que lo diga Israel-, cuánta guerra me han hecho desde mi juventud, pero no pudieron conmigo!
Sobre mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos. Pero el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvados.
Retrocedan, avergonzados, los que odian a Sión; sean como la hierba del tejado, que se seca y nadie la siega; que no llena la mano del segador ni la brazada del que agavilla; ni le dicen los que pasan: “Que el Señor te bendiga”.
Os bendecimos en el nombre del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor peleará a tu favor.
LECTURA BREVE:
Después de habernos despojado de todo el peso y del equipaje que nos distraía, corramos también nosotros con firmeza y constancia la carrera para nosotros preparada. Llevemos los ojos fijos en Jesús, caudillo y consumador de la fe, quien, para ganar el gozo que se le ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.
Mi alma espera en el Señor.
Espera en su palabra.
ORACIÓN:
Contempla, Señor, a tu familia en oración, y haz que imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo no decaiga nunca ante la adversidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya y se nubla el camino, porque temo perder las huellas que he seguido, no me dejes tan solo y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde y he buscado el peligro, y escudriñé curioso las cumbres y el abismo, perdóname, Señor, y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti y en hambre de tu trigo, ven, siéntate a mi mesa, dígnate ser mi amigo. ¡Qué aprisa cae la tarde...! ¡quédate conmigo! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él? ¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo, fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.
Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el señor.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de la espada cruel, sálvame de las manos de extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío, crecidos desde su adolescencia; nuestras hijas sean columnas talladas, estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos de frutos de toda especie; que nuestros rebaños a millares se multipliquen en las praderas, y nuestros bueyes vengan cargados; que no haya brechas ni aberturas, ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el señor.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura bajo los cielos.
RESPONSORIO:
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
Nada me falta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente, y digámosle confiados:
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Luz indeficiente y palabra eterna del Padre, tú que has venido a salvar a los hombres, ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor, pues de ti procede el perdón.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Señor, tú que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la naturaleza, haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Protege, Señor, a los que se han consagrado en el mundo al servicio de sus hermanos; que con libertad de espíritu y sin desánimo puedan realizar su ideal.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Señor, tú que abres y nadie puede cerrar, ilumina a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, y ábreles las puertas de tu reino.
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Porque todos nos sabemos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Acoge benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que, siguiendo las huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi carne descansa serena.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
15 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Qué hermosos son los pies del que anuncia la paz a sus hermanos! ¡Y qué hermosas las manos maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo, pregonero, que traes noticias buenas: se rompen las cadenas, y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita, y denuncia a mi pueblo sus pecados; vivimos engañados, pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz, la flor del campo pierde sus colores; levanta sin temores, pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos de tu alma enamorada en el sendero, ¡qué dulces, mensajero, qué hermosos, que divinos son tus pasos! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
SALMO:
Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme, me agitan mis ansiedades.
Me turba la voz del enemigo, los gritos del malvado: descargan sobre mí calamidades y me atacan con furia.
Se estremece mi corazón, me sobrecoge un pavor mortal, me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto, y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Emigraría lejos, habitaría en el desierto, me pondría en seguida a salvo de la tormenta, del huracán que devora, Señor; del torrente de sus lenguas. »
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios mío, no te cierres a mi súplica, pues me turba la voz del enemigo.
Antífona 2: El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
SALMO:
Violencia y discordia veo en la ciudad: día y noche hacen la ronda sobre las murallas; en su recinto, crimen e injusticia; dentro de ella, calamidades; no se apartan de su plaza la crueldad y el engaño.
Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me escondería de él; pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad: juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos librará del poder de nuestro enemigo y adversario.
Antífona 3: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
SALMO:
Pero yo invoco a Dios, y el Señor me salva: Por la tarde, en la mañana, al mediodía, me quejo gimiendo.
Dios escucha mi voz: su paz rescata mi alma de la guerra que me hacen, porque son muchos contra mí.
Dios me escucha, los humilla el que reina desde siempre, porque no quieren enmendarse ni temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado, violando los pactos; su boca es más blanda que la manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos a la fosa profunda. Los traidores y sanguinarios no cumplirán ni la mitad de sus años. Pero yo confío en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
Hijo mío, haz caso de mi sabiduría.
Presta oído a mi inteligencia.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
ORÁCULO CONTRA LOS FALSOS PROFETAS.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel, profetiza diciéndoles: Escuchad la palabra del Señor. Esto dice el Señor:
¡Ay de los profetas necios que se inventan profecías, cosas que nunca vieron, siguiendo su inspiración! (Como raposas entre ruinas son tus profetas, Israel.) No acudieron a la brecha ni levantaron cerca en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, el día del Señor. Visionarios falsos, adivinos de embustes, que decían: "Oráculo del Señor", cuando el Señor no los enviaba, esperando que cumpliera su palabra. Vosotros habéis visto visiones vanas y habéis pronunciado oráculos falsos, diciendo: "Oráculo del Señor", cuando el Señor no hablaba.
Por tanto, esto dice el Señor: Por haber dicho mentiras y haber visto engaños, por eso, aquí estoy contra vosotros -oráculo del Señor-. Extenderé mi mano contra los profetas y visionarios falsos y adivinos de embustes, no tomarán parte en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el censo de la casa de Israel, ni entrarán en la tierra de Israel, y sabréis que yo soy el Señor. Sí, porque habéis extraviado a mi pueblo, anunciando paz, cuando no había paz, y, mientras ellos construían la tapia, vosotros la ibais enluciendo.
Diles a los enlucidores: Vendrá una lluvia torrencial, caerá pedrisco, se desencadenará un vendaval. Cuando la pared se derrumbe, os dirán: "¿Qué fue del enlucido que echasteis?" Por tanto, esto dice el Señor: Con furia desencadenaré un vendaval, una lluvia torrencial mandaré con ira, y pedrisco, en el colmo de mi furia. Derribaré la pared que enlucisteis, la tiraré al suelo, quedarán al desnudo sus cimientos, se desplomará y pereceréis debajo, y sabréis que yo soy el Señor.
Cuando agote mi cólera en el muro y en los que lo enlucieron, os dirán: "¿Qué fue del muro y de los que lo enlucieron: de los profetas de Israel que profetizaban para Jerusalén, que tenían para ella visiones de paz, cuando no había paz?" -oráculo del Señor-.”.
RESPONSORIO:
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
Surgirán muchos falsos profetas, que obrarán grandes señales y prodigios y engañarán a muchos.
Pero por dentro son lobos rapaces.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
CONVIRTÁMONOS A DIOS, QUE NOS LLAMA.
Creo que vale la pena tener en cuenta el consejo que os he dado acerca de la continencia; el que lo siga no se arrepentirá, sino que se salvará a sí mismo por haberlo seguido y me salvará a mí por habérselo dado. No es pequeño el premio reservado al que hace volver al buen camino a un alma descarriada y perdida. La mejor muestra de agradecimiento que podemos tributar a Dios, que nos ha creado, consiste en que tanto el que habla como el que escucha lo hagan con fe y con caridad.
Mantengámonos firmes en nuestra fe, justos y santos, para que así podamos confiadamente rogar a Dios, pues él nos asegura: Clamarás y te responderé: Aquí estoy. Estas palabras incluyen una gran promesa, pues nos demuestran que el Señor está más dispuesto a dar que nosotros a pedir. Ya que nos beneficiamos todos de una benignidad tan grande, no nos envidiemos unos a otros por los bienes recibidos. Estas palabras son motivo de alegría para los que las cumplen, de condenación para los que las rechazan.
Así pues, hermanos, ya que se nos ofrece esta magnífica ocasión de arrepentirnos, mientras aún es tiempo convirtámonos a Dios, que nos llama y se muestra dispuesto a acogernos. Si renunciamos a los placeres terrenales y dominamos nuestras tendencias pecaminosas, nos beneficiaremos de la misericordia de Jesús. Daos cuenta que ya llega el día del juicio, ardiente como un horno, y desaparecerán los cielos con estruendo y toda la tierra se licuará como el plomo en el fuego, y entonces se pondrán al descubierto nuestras obras, aun las más ocultas. Buena cosa es la limosna como penitencia del pecado; mejor el ayuno que la oración, pero mejor que ambos la limosna; la caridad cubre la multitud de los pecados, pero la oración que sale de un corazón recto libra de la muerte. Dichoso el que sea hallado perfecto en estas cosas, porque la limosna atenúa los efectos del pecado.
Arrepintámonos de todo corazón, para que no se pierda ninguno de nosotros. Si hemos recibido el encargo de apartar a los idólatras de sus errores, ¡cuánto más debemos procurar no perdernos nosotros que ya conocemos a Dios! Ayudémonos, pues, unos a otros en el camino del bien, sin olvidar a los más débiles, y exhortémonos mutuamente a la conversión.
RESPONSORIO:
Conservaos en la caridad de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Desechando la impiedad y las ambiciones del mundo, vivamos con sensatez, justicia y religiosidad en esta vida.
Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Por el dolor creyente que brota del pecado, por no haberte querido de todo corazón, por haberte, Dios mío, tantas veces negado, con súplicas te pido, de rodillas, perdón.
Por haberte perdido, por no haberte encontrado, porque es como un desierto nevado mi oración; porque es como una hiedra sobre el árbol cortado el recuerdo que brota cargado de ilusión, Porque es como la hiedra, déjame que te abrace, primero amargamente, lleno de flor después, y que a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace, y que mi vieja sombra se derrame a tus pies. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
CÁNTICO:
Anuncien todos los pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén, la ciudad del Santo; por las obras de tus hijos te azotará, pero de nuevo se compadecerá de los hijos de los justos.
Confiesa dignamente al Señor y bendice al Rey de los siglos, para que de nuevo sea en ti edificado su tabernáculo con alegría, para que alegre en ti a los cautivos y muestre en ti su amor hacia los desdichados, por todas las generaciones y generaciones.
Brillarás cual luz de lámpara y todos los confines de la tierra vendrán a ti. Pueblos numerosos vendrán de lejos al nombre del Señor, nuestro Dios, trayendo ofrendas en sus manos, ofrendas para el rey del cielo.
Las generaciones de las generaciones exultarán en ti. Y benditos para siempre todos los que te aman.
Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos, que serán congregados, y al Señor de los justos bendecirán.
Dichosos los que te aman; en tu paz se alegrarán. Dichosos cuantos se entristecieron por tus azotes, pues en ti se alegrarán contemplando toda tu gloria, y se regocijarán para siempre.
Bendice, alma mía, a Dios, rey grande, porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas será reedificada, con piedras preciosas sus muros y con oro puro sus torres y sus almenas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
SALMO:
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
LECTURA BREVE:
Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.
RESPONSORIO BREVE:
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Desde el cielo me enviará la salvación.
El Dios que hace tanto por mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES:
Confiados en Dios, que cuida con solicitud de todos los que ha creado y redimido con la sangre de su Hijo, invoquémosle diciendo:
Escucha, Señor, y ten piedad.
Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera santidad, y haz que busquemos siempre cuanto hay de verdadero, noble y justo.
Escucha, Señor, y ten piedad.
No nos abandones para siempre, por amor de tu nombre no olvides tu alianza con nosotros.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos, porque no hay confusión para los que en ti confían.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Tú que has querido que participáramos en la misión profética de Cristo, haz que proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Dirijámonos al Padre, con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, tu gracia abundante, para que nos ayude a seguir el camino de tus mandatos, y así gocemos de tu consuelo en esta vida y alcancemos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
SALMO:
Los nobles me perseguían sin motivo, pero mi corazón respetaba tus palabras; yo me alegraba con tu promesa, como el que encuentra un rico botín; detesto y aborrezco la mentira, y amo tu voluntad.
Siete veces al día te alabo por tus justos mandamientos; mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar; aguardo tu salvación, Señor, y cumplo tus mandatos.
Mi alma guarda tus preceptos y los ama intensamente; guardo tus decretos, y tú tienes presente mis caminos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
Antífona 2: El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.
SALMO:
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando sobre el monte Sión. Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.
Antífona 3: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
SALMO:
Líbrame, Señor, del malvado, guárdame del hombre violento, que planean maldades en su corazón y todo el día provocan contiendas; afilan sus lenguas como serpientes, con veneno de víboras en los labios.
Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdame de los hombres violentos, que preparan zancadillas a mis pasos. Los soberbios me esconden trampas; los perversos me tienden una red y por el camino me colocan lazos.
Pero yo digo al Señor: “Tú eres mi Dios”; Señor, atiende a mis gritos de socorro; Señor Dios, mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla.
Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos.
Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre. Los justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
LECTURA BREVE:
No devolváis a nadie mal por mal. Dice la Escritura: “Es mía la venganza; mía la recompensa; palabra del Señor”. Pero también dice: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber”. No te dejes vencer del mal, sino vence el mal con el bien.
La misericordia del Señor dura siempre.
Su justicia para los que guardan su alianza.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
SALMO:
Los nobles me perseguían sin motivo, pero mi corazón respetaba tus palabras, yo me alegraba con tu promesa, como el que encuentra un rico botín, detesto y aborrezco la mentira, y amo tu voluntad.
Siete veces al día te alabo por tus justos mandamientos, mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar, aguardo tu salvación, Señor, y cumplo tus mandatos.
Mi alma guarda tus preceptos y los ama intensamente, guardo tus decretos, y tú tienes presente mis caminos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
Antífona 2: El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.
SALMO:
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de A arón, hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando sobre el monte Sión. Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma.
Antífona 3: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
SALMO:
Líbrame, Señor, del malvado, guárdame del hombre violento, que planean maldades en su corazón y todo el día provocan contiendas, afilan sus lenguas como serpientes, con veneno de víboras en los labios.
Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdame de los hombres violentos, que preparan zancadillas a mis pasos. Los soberbios me esconden trampas, los perversos me tienden una red y por el camino me colocan lazos.
Pero yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios», Señor, atiende a mis gritos de socorro, Señor Dios, mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla.
Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos.
Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre. Los justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
LECTURA BREVE:
En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.
Dad gracias al Señor porque es bueno.
Porque es eterna su misericordia.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas, concédenos que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos alcanzar la vida eterna. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo.
Mira el rostro de tu Ungido.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Eres la luz y siembras claridades, eres amor y siembras armonía desde tu eternidad de eternidades.
Por tu roja frescura de alegría, la tierra se estremece de rocío, Hijo eterno del Padre y de María.
En el cielo del hombre, oscuro y frío, eres la luz total, fuego del fuego, que aplaca las pasiones y el hastío.
Entro en tus esplendores, Cristo, ciego; mientras corre la vida paso a paso, pongo mis horas grises en tu brazo, y a ti, Señor, mi corazón entrego. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
SALMO:
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus creaturas.
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus proezas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te invocan.
SALMO:
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te invocan.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE:
No hay ya condenación alguna para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
Para llevarnos a Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, en quien confían los que conocen su nombre, diciendo:
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Señor Jesucristo, consuelo de los humildes, dígnate sostener con tu gracia nuestra fragilidad, siempre inclinada al pecado.
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal, por tu misericordia obtengamos el perdón.
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Señor, a quien ofende el pecado y aplaca la penitencia, aparta de nosotros el castigo merecido por nuestros pecados.
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja descarriada, no apartes de nosotros tu misericordia.
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz, abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, digamos al Padre celestial:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como víctima viva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO SÁBADO DE LA SEMANA XXXII De la Feria. Salterio IV.
16 de Noviembre
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero; me encontraste cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero, hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido, el aire quieto, el corazón en fuego.
Y en diálogo sediento y torturado se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
SALMO:
El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo:
Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio. Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
Antífona 2: Invócame el día del peligro y yo te libraré.
SALMO:
Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; yo, el Señor, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños; pues las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Invócame el día del peligro y yo te libraré.
Antífona 3: El sacrificio de acción de gracias me honra.
SALMO:
Dios dice al pecador: ¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
Atención los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El sacrificio de acción de gracias me honra.
No dejamos de orar y pedir por vosotros.
Que lleguéis al pleno conocimiento de la voluntad de Dios.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
SALVACIÓN DE LOS JUSTOS Y RUINA DE LOS PECADORES.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo un delito, extenderé mi mano contra él, le cortaré el sustento de pan y le mandaré hambre, y extirparé de él hombres y animales. Si se encontrasen allí estos tres varones, Noé, Daniel y Job, por ser justos, salvarían ellos la vida -oráculo del Señor-. Si suelto por el país fieras salvajes que lo dejen sin hijos, para que quede devastado y sin nadie que lo transite, por miedo a las fieras, aunque esos tres varones se encuentren allí, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas, ellos solos se salvarán y el país quedará devastado.
Si mando la espada contra ese país, si ordeno a la espada que atraviese el país y extirpo de él hombres y animales, aunque se encuentren allí esos tres varones, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas, sino que ellos solos se salvarán. Si le envío la peste a ese país y derramo sobre él mi cólera, para extirpar de él hombres y animales, aunque se encuentren allí Noé, Daniel y Job, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas, sino que ellos solos, por ser justos, salvarán la vida.
Pues así dice el Señor: ¡Cuánto más cuando yo mande mis cuatro fatídicas plagas: la espada, el hambre, las fieras salvajes y la peste, contra Jerusalén, para extirpar de ella hombres y animales! Si queda allí algún superviviente, hijos e hijas que hayan logrado evadirse adonde estáis vosotros, entonces, al ver su conducta y sus malas obras, os sentiréis aliviados de la catástrofe que mandé contra Jerusalén, de todo lo que mandé contra ella. Sí que os aliviarán: pues al ver su conducta y sus malas obras, caeréis en la cuenta de que no sin razón ejecuté en ella lo que ejecuté -oráculo del Señor-.”.
RESPONSORIO:
Que cada uno examine su propia conducta, y así encontrará en sí mismo motivos para gloriarse, y no en otros, pues cada uno debe llevar su propia carga.
Aunque se encuentren allí, en el país que ha pecado, Noé, Daniel y Job, no salvarán a sus hijos ni a sus hijas.
Pues cada uno debe llevar su propia carga.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de un autor del siglo segundo.
PRACTIQUEMOS EL BIEN, PARA QUE AL FIN NOS SALVEMOS.
Seamos también nosotros de los que alaban y sirven a Dios, y no de los impíos, que serán condenados en el juicio. Yo mismo, a pesar de que soy un gran pecador y de que no he logrado todavía superar la tentación ni las insidias del diablo, me esfuerzo en practicar el bien y, por temor al juicio futuro, trato al menos de irme acercando a la perfección.
Por esto, hermanos y hermanas, después de haber escuchado la palabra del Dios de verdad, os leo esta exhortación, para que, atendiendo a lo que está escrito, nos salvemos todos, tanto vosotros como el que lee entre vosotros, os pido por favor que os arrepintáis de todo corazón, con lo que obtendréis la salvación y la vida. Obrando así serviremos de modelo a todos aquellos jóvenes que quieren consagrarse a la bondad y al amor de Dios. No tomemos a mal ni nos enfademos tontamente cuando alguien nos corrija con el fin de retornarnos al buen camino, porque a veces obramos el mal sin darnos cuenta, por nuestra doblez de alma y por la incredulidad que hay en nuestro interior, y porque tenemos sumergido el pensamiento en las tinieblas a causa de nuestras malas tendencias.
Practiquemos, pues, el bien, para que al fin nos salvemos. Dichosos los que obedecen estos preceptos, aunque por un poco de tiempo hayan de sufrir en este mundo, cosecharán el fruto de la resurrección incorruptible. Por esto, no ha de entristecerse el justo, si en el tiempo presente sufre contrariedades, le aguarda un tiempo feliz, volverá a la vida junto con sus antecesores y gozará de una felicidad sin fin y sin mezcla de tristeza.
Tampoco ha de hacernos vacilar el ver que los malos se enriquecen mientras los siervos de Dios viven en la estrechez. Confiemos, hermanos y hermanas: sostenemos el combate del Dios vivo y lo ejercitamos en esta vida presente, con miras a obtener la corona en la vida futura. Ningún justo consigue en seguida la paga de sus esfuerzos, sino que tiene que esperarla pacientemente. Si Dios premiase en seguida a los justos, la piedad se convertiría en un negocio, daríamos la impresión de que queremos ser justos por amor al lucro y no por amor a la piedad. Por esto los juicios divinos a veces nos hacen dudar y entorpecen nuestro espíritu, porque no vemos aún las cosas con claridad.
Al solo Dios invisible, Padre de la verdad, que nos ha enviado al Salvador y Autor de nuestra incorruptibilidad, por el cual nos ha dado también a conocer la verdad y la vida celestial, a él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO:
Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
No te exasperes por los malvados, ni envidies a los que obran el mal.
Porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
ORACIÓN:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dador de luz espléndido, A cuya luz serena, Pasada ya la noche, El día se despliega.
Mensajero de luz que de luz centellea, no es del alba el lucero: eres tú, Luz de veras, más brillante que el sol, todo luz y pureza, enciende nuestro pecho, alumbra el alma nuestra.
Ven, Autor de la vida, prez de la luz paterna, sin cuya gracia el cuerpo se sobresalta y tiembla.
A Cristo, rey piadoso, y al Padre gloria eterna, y por todos los siglos al Espíritu sea. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios. El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados, pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios, en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo, y proclamar por la mañana tu misericordia.
Antífona 2: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar, y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo, arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.
Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.
Señor, dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra.
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.
LECTURA BREVE:
Nosotros conforme a la promesa del Señor esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los que tiene su morada la santidad. Por eso, carísimos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad con toda diligencia que él os encuentre en paz, sin mancha e irreprensibles. Considerad esta paciente espera de nuestro Señor como una oportunidad para alcanzar la salud.
RESPONSORIO BREVE:
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Mi lengua recitará tu auxilio.
Cuando salmodie para ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian, ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
PRECES:
Adoremos a Dios, que por su Hijo ha dado vida y esperanza al mundo, y supliquémosle diciendo:
Escúchanos, Señor.
Señor, Padre de todos, tú que nos has hecho llegar al comienzo de este día, haz que toda nuestra vida unida a la de Cristo sea alabanza de tu gloria.
Escúchanos, Señor.
Que vivamos siempre arraigados en la fe, esperanza y caridad, que tú mismo has infundido en nuestras almas.
Escúchanos, Señor.
Haz que nuestros ojos estén siempre levantados hacia ti, para que respondamos con presteza a tus llamadas.
Escúchanos, Señor.
Defiéndenos de los engaños y seducciones del mal, y presérvanos de todo pecado.
Escúchanos, Señor.
Contentos por sabernos hijos de Dios, digamos a nuestro padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, luz esplendente y día sin ocaso, al volver a comenzar un nuevo día te pedimos que nos visites con el esplendor de tu luz y disipes así las tinieblas de nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Teman y tiemblen ante Dios: Él es el Dios vivo que subsiste por siempre, su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin. El que salva y libera obra señales y milagros.
Rendíos, reconoced que yo soy Dios.
Más alto que los pueblos, más alto que la tierra.
ORACIÓN:
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda. Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día.
Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde, decid, si preguntan dónde, que Dios está sin mortaja en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Que tu mano, Señor, me auxilie, ya que prefiero tus decretos.
Que llegue mi clamor a tu Presencia, Señor, con tus palabras dame inteligencia, que mi súplica entre en tu presencia, líbrame según tu promesa, de mis labios brota la alabanza, porque me enseñaste tus leyes.
Mi lengua canta tu fidelidad, porque todos tus preceptos son justos, que tu mano me auxilie, ya que prefiero tus decretos, ansío tu salvación, Señor, tu voluntad es mi delicia.
Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien, me extravié como oveja perdida: busca a tu siervo, que no olvida tus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que tu mano, Señor, me auxilie, ya que prefiero tus decretos.
Antífona 2: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre.
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey, mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo, cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real, has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas. Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre.
Antífona 3: Vi la nueva Jerusalén, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado, la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vi la nueva Jerusalén, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
LECTURA BREVE:
El Dios que es fuente de esa paciencia y de ese ánimo os conceda tener un mismo sentir entre vosotros según la mente de Cristo Jesús. Así con un mismo corazón y una misma boca daréis Gloria al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso acogeos amigablemente unos a otros, como Cristo os acogió para gloria de Dios.
El Señor ama a su pueblo.
Y adorna con la victoria a los humildes.
ORACIÓN:
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta, hermanos. Y el Dios de la paz estará con vosotros.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey.
Bendeciré tu nombre por siempre jamás.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Los pueblos que marchan y luchan con firme tesón aclamen al Dios de la vida. Cantemos hosanna que viene el Señor.
Agiten laureles y olivos, es Pascua de Dios, mayores y niños repitan: Cantemos hosanna que viene el Señor.
Jesús victorioso y presente ofrece su don a todos los justos del mundo. Cantemos hosanna que viene el Señor.
Resuenen en todo camino de paz y de amor alegres canciones que digan: Cantemos hosanna que viene el Señor.
Que Dios, Padre nuestro amoroso, el Hijo y su Don a todos protejan y acojan. Cantemos hosanna que viene el Señor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.
Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios, no dejes inclinarse mi corazón a la maldad, a cometer crímenes y delitos, ni que con los hombres malvados participe en banquetes.
Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza, yo opondré mi oración a su malicia.
Sus jefes cayeron despeñados, aunque escucharon mis palabras amables, como una piedra de molino, rota por tierra, están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso, guárdame del lazo que me han tendido, de la trampa de los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.
Antífona 2: Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.
A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor, desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia, mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos, y que en el camino por donde avanzo me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro: nadie me hace caso, no tengo adónde huir, nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor, te digo: Tú eres mi refugio y mi heredad en el país de la vida.
Atiende a mis clamores, que estoy agotado, líbrame de mis perseguidores, que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión, y daré gracias a tu nombre: me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.
Antífona 3: El Señor Jesús se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor Jesús se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.
LECTURA BREVE:
Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios. Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos. Quién ha conocido jamás la mente del Señor. Quién ha sido su consejero. Quién le ha dado primero, para que él le devuelva. Él es origen, camino y término de todo. A él la gloria por los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE:
Cuántas son tus obras, Señor.
Cuántas son tus obras, Señor.
Y todas las hiciste con sabiduría.
Tus obras, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cuántas son tus obras, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: «A los que respetan mi nombre los alumbraré con el sol de la justicia», dice el Señor.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «A los que respetan mi nombre los alumbraré con el sol de la justicia», dice el Señor.
PRECES:
Glorifiquemos a Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y supliquémosle diciendo:
Escucha a tu pueblo, Señor.
Padre todopoderoso, haz que abunde en la tierra la justicia y que tu pueblo se alegre en la paz.
Escucha a tu pueblo, Señor.
Que todos los pueblos entren a formar parte de tu reino y que el pueblo judío sea salvado.
Escucha a tu pueblo, Señor.
Que los esposos cumplan tu voluntad, vivan en concordia y que sean siempre fieles a su mutuo amor.
Escucha a tu pueblo, Señor.
Recompensa Señor, a nuestros bienhechores y concédeles la vida eterna.
Acoge con amor a los que han muerto víctimas del odio, de la violencia o de la guerra y dales el descanso eterno.
Escucha a tu pueblo, Señor.
Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía, recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío, tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño. Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho, ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros.
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
17 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Primicias son del sol de su Palabra las luces fulgurantes de este día; despierte el corazón, que es Dios quien llama, y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa en Pascua permanente entre los hombres, resuena en cada hermano su palabra, revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama con voces apremiantes de ternura; venid: habla, Señor, que tu palabra es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua, que nuestro corazón inquieto espera, en ágape de amor ya nos alcanza, solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama, y al Hijo que preside esta asamblea, cenáculo de amor le sea el alma, su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
SALMO:
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Antífona 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
SALMO:
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. Dichosos los que se refugian en él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Antífona 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
SALMO:
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: ya no lo protege Dios.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
JERUSALÉN, ESPOSA INFIEL DE DIOS.
Esto dice el Señor:
“¡Jerusalén, eres cananea de casta y de cuna! Tu padre era amorreo y tu madre era hitita. Te arrojaron a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste.
Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu propia sangre, y te dije mientras yacías en tu sangre: "Sigue viviendo y crece como la hierba de los campos." Creciste y te desarrollaste, y llegaste a la flor de la juventud.
Yo pasé de nuevo a tu lado y te vi. Estabas ya en la edad del amor. Extendí sobre ti mi manto para cubrir tu desnudez, me comprometí contigo en juramento, me uní en alianza contigo -oráculo del Señor- y fuiste mía. Te bañé en el agua, te lavé la sangre y te ungí con aceite. Te vestí con vestidos recamados, te calcé con piel fina, te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello. Coloqué pendientes en tus oídos y una diadema espléndida en tu cabeza. Brillabas así de oro y plata, cubierta de lino, seda y bordados, comías flor de harina, miel y aceite, te hiciste cada día más hermosa y adquiriste el esplendor de una reina. Cundió entre los pueblos la fama de tu belleza, por la magnificencia de que yo te había revestido -oráculo del Señor-.
Entonces te sentiste segura de tu belleza, y amparada en tu fama fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba.
Por eso, aquí me tienes: voy a reunir a todos tus amantes a los que complaciste. Traerán un tropel contra ti que te apedreará y te descuartizará a cuchilladas. Prenderán fuego a tus casas, y ejecutarán en ti la sentencia en presencia de muchas mujeres, así dejarás de prostituirte y no volverás a pagar el salario de prostituta. Desahogaré mi ira contra ti y apartaré luego de ti mi cólera, me serenaré y no volveré a irritarme. Por no haberte acordado de tu juventud, por haberme provocado con todas estas cosas, también yo te pagaré según tu conducta -oráculo del Señor-. ¿No has añadido la infamia a todas tus abominaciones?
Así dice el Señor: Actuaré contigo conforme a tus acciones, pues menospreciaste el juramento y quebrantaste la alianza. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo en los días de tu adolescencia, y haré contigo una alianza eterna. Tú te acordarás de tu conducta y te sonrojarás, al acoger a tus hermanas, las mayores y las más pequeñas, pues yo te las daré como hijas, mas no en virtud de tu alianza. Yo mismo haré alianza contigo y sabrás que yo soy el Señor, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste -oráculo del Señor-.”.
RESPONSORIO:
Como a mujer abandonada te he vuelto a llamar, en un arranque de ira te escondí mi rostro, pero te amo con amor eterno, lo dice el Señor, tu redentor.
Me acordaré de la alianza que hice contigo en los días de tu adolescencia, y haré contigo una alianza eterna.
Pero te amo con amor eterno, lo dice el Señor, tu redentor.
SEGUNDA LECTURA:
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos.
NO PONGAMOS RESISTENCIA A SU PRIMERA VENIDA, Y NO TEMEREMOS LA SEGUNDA.
Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de nuevo. En su primera venida pronunció estas palabras que leemos en el Evangelio: Después de esto veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes. ¿Qué significa: Después de esto? ¿Acaso no ha de venir más tarde el Señor, cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la tierra? Primero vino en la persona de sus predicadores, y llenó todo el orbe de la tierra. No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda.
¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? Servirse de este mundo, no servirlo a él. ¿Qué quiere decir esto? Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras del Apóstol: Os digo esto, hermanos: el momento es apremiante. Queda como solución: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran, los que lloran, como si no lloraran, los que están alegres, como si no lo estuvieran, los que compran, como si no poseyeran, los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones. El que se ve libre de preocupaciones espera seguro la venida de su Señor. En efecto, ¿qué clase de amor a Cristo es el de aquel que teme su venida? ¿No nos da vergüenza, hermanos? Lo amamos y, sin embargo, tememos su venida. ¿De verdad lo amamos? ¿No será más bien que amamos nuestros pecados? Odiemos el pecado, y amemos al que ha de venir a castigar el pecado. Él vendrá, lo queramos o no, el hecho de que no venga ahora no significa que no haya de venir más tarde. Vendrá, y no sabemos cuándo, pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia.
Aclamen los árboles del bosque. Vino la primera vez y vendrá de nuevo a juzgar a la tierra, hallará aclamándolo con gozo, porque ya llega, a los que creyeron en su primera venida.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta justicia y esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto a sí a sus elegidos y apartará de sí a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda. ¿Qué más justo y equitativo que no esperen misericordia del juez aquellos que no quisieron practicar la misericordia antes de la venida del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que está preparado para vosotros desde la creación del mundo. Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, y lo que sigue.
Y a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron practicar la misericordia. ¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. Esta mala noticia provocará en ellos grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? El recuerdo del justo será perpetuo. No temerá las malas noticias. ¿Cuál es la mala noticia? Id al fuego eterno que está preparado para el demonio y sus ángeles. Los que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Ésta es la justicia y la fidelidad de que habla el salmo.
¿Acaso, porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no será veraz el que es la verdad en persona? Pero, si quieres alcanzar misericordia, sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da de lo que te sobra. Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo sería generosidad, pero porque das de lo suyo es devolución. ¿Qué tienes que no hayas recibido? Éstas son las víctimas agradables a Dios: la misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
RESPONSORIO:
El Hijo del hombre vendrá revestido de la gloria de su Padre y escoltado por sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Y entonces pagará a cada uno según su conducta.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Es verdad que las luces del alba del día de hoy son más puras, radiantes y bellas, por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida, muy dentro de mí, que la gracia de Dios es mi gracia, que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre, en Cristo Jesús, es la gloria del hombre y del mundo bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo es pascua por mí, que su muerte y victoria me dieron eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre, que al Hijo nos dio, y que el santo Paráclito inflame nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
SALMO:
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Antífona 2: En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: Bendito sea el Señor. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: Bendito sea el Señor. Aleluya.
Antífona 3: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE:
La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
Ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Por mi causa os perseguirán; eso os dará ocasión de profesar vuestra fe: yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ningún adversario vuestro.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por mi causa os perseguirán; eso os dará ocasión de profesar vuestra fe: yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ningún adversario vuestro.
PRECES:
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día; te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad, y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo, y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede, y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Antífona 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa”.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Antífona 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
Dame vida con tu palabra.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Antífona 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.
Antífona 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
Tu palabra, Señor, es eterna.
Tu fidelidad de generación en generación.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.
Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
Y guardaré tus leyes.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dios de la luz, presencia ardiente sin meridiano ni frontera: vuelves la noche mediodía, ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora, iba en la noche tu grandeza; te vio el desierto, y destellaron luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto como cilicio de tinieblas; para tu pueblo amanecías bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo lanzas el día o la tiniebla: ciegas los ojos del soberbio, curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste fuego a la entraña de la tierra, guarda encendida nuestra lámpara hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Antífona 2: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
Antífona 3: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Digno de gloria y alabanza por los siglos.
En la bóveda del cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas», dice el Señor.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas», dice el Señor.
PRECES:
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos y signo de salvación para todos los pueblos.
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
Venga a nosotros tu reino, Señor.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro, y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
18 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dios de la tierra y del cielo, que, por dejarlas más claras, las grandes aguas separas, pones un límite al cielo.
Tú que das cauce al riachuelo y alzas la nube a la altura, tú que, en cristal de frescura, sueltas las aguas del río sobre las tierras de estío, sanando su quemadura, danos tu gracia, piadoso, para que el viejo pecado no lleve al hombre engañado a sucumbir a su acoso.
Hazlo en la fe luminoso, alegre en la austeridad, y hágalo tu claridad salir de sus vanidades, dale, Verdad de verdades, el amor a tu verdad. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
SALMO:
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Misericordia, Señor, que desfallezco, cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma, sálvame por tu misericordia. Porque en el reino de la muerte nadie te invoca, y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí los malvados, porque el Señor ha escuchado mis sollozos, el Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos, que avergonzados huyan al momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Antífona 2: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
SALMO:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas, me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!
Porque mis enemigos retrocedieron, cayeron y perecieron ante tu rostro. Defendiste mi causa y mi derecho sentado en tu trono como juez justo.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. El enemigo acabó en ruina perpetua, arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. Él juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud.
El será refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro. Confiarán en ti los que conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Antífona 3: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
SALMO:
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión, narrad sus hazañas a los pueblos.
Él venga la sangre, él recuerda, y no olvida los gritos de los humildes.
Piedad, Señor, mira como me afligen mis enemigos, levántame del umbral de la muerte, para que pueda proclamar tus alabanzas y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que escondieron. El Señor apareció para hacer justicia, y se enredó el malvado en sus propias acciones.
Vuelvan al abismo los malvados, los pueblos que olvidan a Dios. El no olvida jamás al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia. Señor, infúndeles terror, y aprendan los pueblos que no son más que hombres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
Enséñame a cumplir tu voluntad.
Y a guardarla de todo corazón.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
ORÁCULO SOBRE LA RUINA Y LA RESTAURACIÓN.
Esto dice el Señor:
“El águila gigante, de gigantescas alas, de gran envergadura, de plumaje tupido, de color abigarrado, voló al Líbano, cogió el cogollo del cedro, arrancó su pimpollo cimero y se lo llevó a un país de mercaderes, plantándolo en una ciudad de traficantes. Después cogió simiente de la tierra y la echó en terreno sembradío. La sembró ribereña, junto a aguas abundantes, para que germinara y se hiciera vid aparrada, achaparrada, para que orientara hacia ella los sarmientos, y le sometiera las raíces. Y se hizo vid, echó pámpanos y se puso frondosa.
Vino después otra águila gigante, de gigantescas alas y de espeso plumaje, y entonces nuestra vid, aunque estaba plantada en buen terreno, junto a aguas abundantes, sesgó sus raíces hacia ella y orientó hacia ella sus sarmientos, para recibir más riego que en el bancal donde estaba plantada, y así echar ramas y dar fruto y hacerse vid espléndida.
Di: Esto dice el Señor: "¿Le saldrá bien? ¿O la desceparán y se malogrará su fruto y se marchitarán sus renuevos? No hará falta un brazo robusto ni mucha gente para desceparla. Mirad, ya está plantada: ¿prosperará tal vez? ¿O se agostará cuando la azote el viento solano, en el bancal donde germinó se agostará?"“.
Me vino esta palabra del Señor:
“Dile a la Casa Rebelde: "¿No entendéis lo que esto significa?" Di: Mirad, el rey de Babilonia fue a Jerusalén y, cogiendo a su rey y a sus príncipes, se los llevó a Babilonia. Tomando a uno de linaje real, hizo con él un pacto y le comprometió con juramento, llevándose a los nobles del país, para que fuera un reino humilde que no se ensoberbeciera y observara fielmente el pacto. Pero se rebeló contra él y envió mensajeros a Egipto pidiendo caballos y tropas numerosas. ¿Tendrá éxito? ¿Escapará con vida el que hizo esto? El que violó el pacto, ¿escapará con vida?
Por tanto, así dice el Señor: "Juro por mi vida que lo castigaré por haber menospreciado mi juramento y por haber violado mi pacto. Tenderé mi red sobre él, y lo cazaré en mi trampa, lo llevaré a Babilonia para juzgarlo allí, por haberme traicionado. Todas sus huestes caerán a espada y los supervivientes se dispersarán a todos los vientos, y sabréis que yo, el Señor, he hablado."“.
Esto dice el Señor: “Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado, del vástago cimero arrancaré un esqueje y yo lo plantaré en un monte elevado y señero, lo plantaré en el monte encumbrado de Israel. Echará ramas, se pondrá frondoso y llegará a ser un cedro magnífico, anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. Y sabrán todos los árboles del campo que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde, seco el árbol verde y reverdezco el árbol seco.”.
RESPONSORIO:
Lo plantaré en el monte encumbrado de Israel. Echará ramas, se pondrá frondoso y llegará a ser un cedro magnífico. Yo, el Señor, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde.
Porque todo aquel que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado.
Yo, el Señor, humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, Sobre el perdón de los pecados.
EL VENCEDOR NO SUFRIRÁ DAÑO DE LA MUERTE SEGUNDA.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de la última trompeta, porque resonará y los muertos despertarán incorruptibles y nosotros nos veremos transformados. Al decir “nosotros” enseña Pablo que han de gozar junto con él del don de la transformación futura todos aquellos que, en el tiempo presente, se asemejan a él y a sus compañeros por la comunión con la Iglesia y por una conducta recta. Nos insinúa también el modo de esta transformación cuando dice: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Pero a esta transformación, objeto de una justa retribución, debe preceder antes otra transformación, que es puro don gratuito.
La retribución de la transformación futura se promete a los que en la vida presente realicen la transformación del mal al bien.
La primera transformación gratuita consiste en la justificación, que es una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los cuerpos de los justificados, cuya gloria será entonces perfecta, inmutable y para siempre. Esta gloria inmutable y eterna es, en efecto, el objetivo al que tienden, primero, la gracia de la justificación y, después, la transformación gloriosa.
En esta vida somos transformados por la primera resurrección, que es la iluminación destinada a la conversión, por ella pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas acciones a una conducta santa. Sobre los que así obran no tiene poder alguno la segunda muerte. De ellos dice el Apocalipsis: Bienaventurado el que toma parte en esta resurrección primera. Sobre ellos no tendrá poder alguno la segunda muerte. Y leemos en el mismo libro: El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. Así como hay una primera resurrección, que consiste en la conversión del corazón, así hay también una segunda muerte, que consiste en el castigo eterno. Que se apresure, pues, a tomar parte ahora en la primera resurrección el que no quiera ser condenado con el castigo eterno de la segunda muerte. Los que en la vida presente, transformados por el temor de Dios, pasan de mala a buena conducta, pasan de la muerte a la vida y más tarde serán transformados de su humilde condición a una condición gloriosa.
RESPONSORIO:
Habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios, cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria.
Considerad que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
Cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Dejado ya el descanso de la noche, despierto en la alegría de tu amor, concédeme tu luz que me ilumine como ilumina el sol.
No sé lo que será del nuevo día que entre luces y sombras viviré, pero sé que, si tú vienes conmigo, no fallará mi fe.
Tal vez me esperen horas de desierto amargas y sedientas, mas yo sé que, si vienes conmigo de camino, jamás yo tendré sed.
Concédeme vivir esta jornada en paz con mis hermanos y mi Dios, al sentarnos los dos para la cena, párteme el pan, Señor.
Recibe, Padre santo, nuestro ruego, acoge por tu Hijo la oración que fluye del Espíritu en el alma que sabe de tu amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
SALMO:
Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos; alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto, mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo, y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
CÁNTICO:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
SALMO:
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria hace oír su trueno, el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo, al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego, la voz del Señor sacude el desierto, el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles, el Señor descorteza las selvas. En su templo un grito unánime: ¡Gloria!
El trono del Señor está encima de la tempestad, el Señor se sienta como rey eterno. El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
LECTURA BREVE:
Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A éstos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.
RESPONSORIO BREVE:
Bendito el Señor ahora y por siempre.
Bendito el Señor ahora y por siempre.
Solo él hizo maravillas.
Ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Bendito el Señor ahora y por siempre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
PRECES:
Proclamemos la grandeza de Cristo, lleno de gracia y del Espíritu Santo, y acudamos a él diciendo:
Concédenos, Señor, tu Espíritu.
Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia para que, al llegar a la noche, podamos alabarte con gozo y limpios de pecado.
Concédenos, Señor, tu Espíritu.
Que baje hoy a nosotros tu bondad y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Concédenos, Señor, tu Espíritu.
Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz para que durante todo el día sintamos cómo tu mano nos protege.
Concédenos, Señor, tu Espíritu.
Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones y enriquécelos con toda clase de bienes.
Concédenos, Señor, tu Espíritu.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Tu gracia, Señor, inspire nuestras obras, las sostenga y acompañe; para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su fuente, y tienda a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz, cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios. ».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo. » Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
No tengáis deuda con nadie, a no ser en amaros los unos a los otros. Porque quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley. La caridad no hace nada malo al prójimo. Así que amar es cumplir la ley entera.
No rechaces a tu siervo, que tú eres mi auxilio.
No me abandones, Dios de mi salvación.
ORACIÓN:
Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados, ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda. Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. ¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -sin mortaja-en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La ley del Señor alegra el corazón y da luz a los ojos.
SALMO:
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma, el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante, los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón, la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos, la voluntad del Señor es pura y eternamente estable, los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos, más preciosos que el oro, más que el oro fino, más dulces que la miel de un panal que destila.
Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado, ¿quién conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La ley del Señor alegra el corazón y da luz a los ojos.
Antífona 2: Se levantará el Señor para regir a los pueblos con justicia.
SALMO:
Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio.
Señor, Dios mío: si soy culpable, si hay crímenes en mis manos, si he causado daño a mi amigo, si he protegido a un opresor injusto, que el enemigo me persiga y me alcance, que me pisotee vivo por tierra, apretando mi vientre contra el polvo.
Levántate, Señor, con tu ira, álzate con furor contra mis adversarios, acude a defenderme en el juicio que has convocado. Que te rodee la asamblea de las naciones, y pon tu asiento en lo más alto de ella. El Señor es juez de los pueblos.
Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente, tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se levantará el Señor para regir a los pueblos con justicia.
Antífona 3: Dios, juez justo, salva a los rectos de corazón.
SALMO:
Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día: si no se convierten, afilará su espada, tensará el arco y apuntará. Apunta sus armas mortíferas, prepara sus flechas incendiarias.
Mirad: el enemigo concibió el crimen, está preñado de maldad, y da a luz el engaño. Cavó y ahondó una fosa, caiga en la fosa que hizo, recaiga su maldad sobre su cabeza, baje su violencia sobre su cráneo.
Yo daré gracias al Señor por su justicia, tañendo para el nombre del Señor altísimo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios, juez justo, salva a los rectos de corazón.
LECTURA BREVE:
Sea todo hombre pronto para escuchar, tardo para hablar, remiso para la cólera. El hombre encolerizado no obra lo que agrada a Dios. Quien piensa que sirve a Dios y no refrena su lengua se engaña a sí mismo. No vale nada su religión.
Bendigo al Señor en todo momento.
Su alabanza está siempre en mi boca.
ORACIÓN:
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos. » El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron, no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha.
Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
En la asamblea te bendeciré, Señor.
ORACIÓN:
Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Libra mis ojos de la muerte; dales la luz, que es su destino. Yo, como el ciego del camino, pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos una herramienta constructiva, cura su fiebre posesiva y ábrela al bien de mis hermanos.
Haz que mi pie vaya ligero. Da de tu pan y de tu vaso al que te sigue, paso a paso, por lo más duro del sendero.
Que yo comprenda, Señor mío, al que se queja y retrocede; que el corazón no se me quede desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo. ¡Tantos me dicen que estás muerto! Y entre la sombra y el desierto dame tu mano y ven conmigo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor se complace en los justos.
SALMO:
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís: «escapa como un pájaro al monte, porque los malvados tensan el arco, ajustan las saetas a la cuerda, para disparar en la sombra contra los buenos? Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?».
Pero el Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo detesta. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor se complace en los justos.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
SALMO:
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor, el que no retracta lo que juró aún en daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
LECTURA BREVE:
Llegad a la plenitud en el conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así caminaréis según el Señor se merece y le agradaréis enteramente, dando fruto en toda clase de obras buenas y creciendo en el conocimiento de Dios. Fortalecidos en toda fortaleza, según el poder de su gloria, podréis resistir y perseverar en todo con alegría.
RESPONSORIO BREVE:
Sáname, porque he pecado contra ti.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Yo dije: «Señor, ten misericordia. ».
Porque he pecado contra ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Sáname, porque he pecado contra ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
PRECES:
Demos gracias a Dios, nuestro Padre, que recordando siempre su santa alianza, no cesa de bendecirnos, y digámosle con ánimo confiado:
Favorece a tu pueblo, Señor.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Favorece a tu pueblo, Señor.
Congrega en la unidad a todos los cristianos: para que el mundo crea en Cristo, tu enviado.
Favorece a tu pueblo, Señor.
Derrama tu gracia sobre nuestros familiares y amigos: que encuentren en ti, Señor, su verdadera felicidad.
Favorece a tu pueblo, Señor.
Muestra tu amor a los agonizantes: que puedan contemplar tu salvación.
Favorece a tu pueblo, Señor.
Ten piedad de los que han muerto y acógelos en el descanso de Cristo.
Favorece a tu pueblo, Señor.
Terminemos nuestra oración con las palabras que nos enseñó Cristo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Nuestro humilde servicio, Señor, proclame tu grandeza, y ya que por nuestra salvación te dignaste mirar la humillación de la Virgen María, te rogamos nos enaltezcas llevándonos a la plenitud de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios. »
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO MARTES DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
19 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Alabemos a Dios que, en su Palabra, nos revela el designio salvador, y digamos en súplica confiada: Renuévame por dentro, mi Señor.
No cerremos el alma a su llamada ni dejemos que arraigue el desamor; aunque dura es la lucha, su palabra será bálsamo suave en el dolor.
Caminemos los días de esta vida como tiempo de Dios y de oración; él es fiel a la alianza prometida: Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios.
Tú dijiste, Jesús, que eras camino para llegar al Padre sin temor; concédenos la gracia de tu Espíritu que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor hará justicia a los pobres.
SALMO:
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto? La soberbia del impío oprime al infeliz y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición, el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia: No hay Dios que me pida cuentas.
La intriga vicia siempre su conducta, aleja de su mente tus juicios y desafía a sus rivales.
Piensa: No vacilaré, nunca jamás seré desgraciado.
Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de fraudes; su lengua encubre maldad y opresión; en el zaguán se sienta al acecho para matar a escondidas al inocente.
Sus ojos espían al pobre; acecha en su escondrijo como león en su guarida, acecha al desgraciado para robarle, arrastrándolo a sus redes; se agacha y se encoge y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: Dios lo olvida, se tapa la cara para no enterarse.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor hará justicia a los pobres.
Antífona 2: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
SALMO:
Levántate, Señor, extiende tu mano, no te olvides de los humildes; ¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado, pensando que no le pedirá cuentas?
Pero tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano.
Rómpele el brazo al malvado, pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente y los gentiles desaparecerán de su tierra.
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes, les prestas oído y los animas; tú defiendes al huérfano y al desvalido: que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Antífona 3: Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.
SALMO:
Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos, que desaparece la lealtad entre los hombres: no hacen más que mentir a su prójimo, hablan con labios embusteros y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua orgullosa de los que dicen: la lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?
El Señor responde: por la opresión del humilde, por el gemido del pobre, yo me levantaré, y pondré a salvo al que lo ansía.
Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata limpia de escoria, refinada siete veces.
Tú nos guardarás, Señor, nos librarás para siempre de esa gente: de los malvados que merodean para chupar como sanguijuelas sangre humana.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.
El Señor hace caminar a los humildes con rectitud.
Enseña su camino a los humildes.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
CADA UNO RECIBIRÁ LA RETRIBUCIÓN DE SUS PROPIOS ACTOS.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera"? Por mi vida os juro -oráculo del Señor- que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel. Sabedlo: todas las vidas son mías, lo mismo que la vida del padre, es mía la vida del hijo, el que peque es el que morirá.
El hombre justo, que observa el derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá -oráculo del Señor-.
Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta alguna de estas prohibiciones o no cumple todos estos mandatos, sino que come en los montes y profana a la mujer de su prójimo, que explota al desgraciado y al pobre, que roba y no devuelve la prenda empeñada, que levanta los ojos a los ídolos y comete abominación, que presta con usura y acumula intereses: este hijo ciertamente no vivirá, por haber cometido todas esas abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes.
El que peque es el que morirá, el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre cargará con la culpa del hijo, sobre el justo recaerá su justicia, y sobre el malvado recaerá su maldad.
Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos y practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá, no se le tendrán en cuenta los delitos que cometió: por la justicia que hizo vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor- y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió morirá.
Objetáis: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Objeta la casa de Israel: "No es justo el proceder del Señor." ¿Es injusto mi proceder, casa de Israel? ¿No es vuestro proceder el que es injusto? Pues bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder -oráculo del Señor-. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos y no caeréis en pecado. Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo, y así no moriréis, casa de Israel. Pues yo no me complazco en la muerte de nadie -oráculo del Señor-. ¡Arrepentíos y viviréis!”.
RESPONSORIO:
Ya no se dirá más: “Los padres comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera”, cada uno morirá por su pecado.
Juzgaré a cada uno según su proceder: el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la culpa del hijo.
Cada uno morirá por su pecado.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de Teodoreto de Ciro, obispo, Sobre la encarnación del Señor.
POR SUS LLAGAS HEMOS SIDO CURADOS.
Los sufrimientos de nuestro Salvador son nuestra medicina. Es lo que enseña el profeta cuando dice: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados. Todos errábamos como ovejas; por esto, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Y del mismo modo que el pastor, cuando ve a sus ovejas dispersas, toma a una de ellas y la conduce donde quiere, arrastrando así a las demás en pos de ella, así también la Palabra de Dios, viendo al género humano descarriado, tomó la naturaleza de esclavo, uniéndose a ella, y de esta manera hizo que volviesen a él todos los hombres y condujo a los pastos divinos a los que andaban por lugares peligrosos, expuestos a la rapacidad de los lobos.
Por esto nuestro Salvador asumió nuestra naturaleza; por esto Cristo el Señor aceptó la pasión salvadora, se entregó a la muerte y fue sepultado; para sacarnos de aquella antigua tiranía y darnos la promesa de la incorrupción, a nosotros que estábamos sujetos a la corrupción. En efecto, al restaurar por su resurrección el templo destruido de su cuerpo, manifestó a los muertos y a los que esperaban su resurrección la veracidad y firmeza de sus promesas.
«Pues del mismo modo -dice-que la naturaleza que tomé de vosotros, por su unión con la divinidad que habita en ella, alcanzó la resurrección y, libre de la corrupción y del sufrimiento, pasó al estado de incorruptibilidad e inmortalidad, así también vosotros seréis liberados de la dura esclavitud de la muerte y, dejada la corrupción y el sufrimiento, seréis revestidos de impasibilidad.».
Por este motivo también comunicó a todos los hombres, por medio de los apóstoles, el don del bautismo, ya que les dijo: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El bautismo es un símbolo y semejanza de la muerte del Señor, pues, como dice san Pablo, si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
RESPONSORIO:
Yo doy mi vida por mis ovejas; nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
He abandonado mi casa, he entregado mi vida en manos de sus enemigos.
Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN:
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Al canto de los gallos viene la aurora; los temores se alejan como las sombras. ¡Dios, Padre nuestro, en tu nombre dormimos y amanecemos!
Como luz nos visitas, Rey de los hombres, como amor que vigila siempre de noche; cuando el que duerme bajo el signo del sueño prueba la muerte.
Del sueño del pecado nos resucitas, y es señal de tu gracia la luz amiga. ¡Dios que nos velas!, tú nos sacas por gracia de las tinieblas.
Gloria al Padre y al Hijo, gloria al Espíritu, al que es paz, luz y vida, al Uno y Trino; gloria a su nombre y al misterio divino que nos lo esconde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
SALMO:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: El la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, que vive eternamente, y cuyo reino dura por los siglos: él azota y se compadece, hunde hasta el abismo y saca de él, y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles, porque él nos dispersó entre ellos. Proclamad allí su grandeza, ensalzadlo ante todos los vivientes: que él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos, pero se compadecerá de nuevo, y os congregará de entre todas las naciones por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena, bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy gracias en mi cautiverio, anuncio su grandeza y su poder a un pueblo pecador.
Convertíos, pecadores, obrad rectamente en su presencia: quizá os mostrará benevolencia y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo, y me alegraré de su grandeza. Anuncien todos los pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
SALMO:
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones: que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales, él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos; encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe: porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres; desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros esperamos en el Señor: él es nuestro auxilio y escudo, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor merece la alabanza de los buenos.
LECTURA BREVE:
Ya es hora que despertéis del sueño. La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad.
RESPONSORIO BREVE:
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo. Mi alcázar, mi libertador. En que me amparo. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
PRECES:
Ya que hemos sido llamados a participar de una vocación celestial, bendigamos por ello a Jesús, el pontífice de nuestra fe, y supliquémosle diciendo:
Escúchanos, Señor.
Señor Jesús, que por el bautismo has hecho de nosotros un sacerdocio real, haz que nuestra vida sea un continuo sacrificio de alabanza.
Escúchanos, Señor.
Ayúdanos, Señor, a guardar tus mandatos para que por la fuerza del Espíritu Santo nosotros permanezcamos en ti y tú en nosotros.
Escúchanos, Señor.
Danos tu sabiduría eterna para que permanezca con nosotros y con nosotros trabaje.
Escúchanos, Señor.
Concédenos ser la alegría de cuantos nos rodean y fuente de esperanza para los decaídos.
Escúchanos, Señor.
Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración matutina y con la luz de tu misericordia alumbra la oscuridad de nuestro corazón: para que, habiendo sido iluminados por tu claridad, no andemos nunca tras las obras de las tinieblas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Bendito quien confía en el Señor, y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.
El Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable.
Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dichoso el que anda por los senderos del Señor.
SALMO:
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que, sin cometer iniquidad, anda por sus senderos.
Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas; entonces no sentiré vergüenza al mirar tus mandatos.
Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente, tú no me abandones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que anda por los senderos del Señor.
Antífona 2: Se alegra mi corazón con tu auxilio.
SALMO:
¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?
¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo?
Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: lo he vencido, ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se alegra mi corazón con tu auxilio.
Antífona 3: Dios lo incluyó todo bajo el dominio del pecado para poder compadecerse de todos.
SALMO:
Dice el necio para sí: No hay Dios.
Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay quien obre bien.
El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios está con los justos.
Podéis burlaros de los planes del desvalido, pero el Señor es su refugio.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios lo incluyó todo bajo el dominio del pecado para poder compadecerse de todos.
LECTURA BREVE:
Dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia: adquirirla vale más que la plata y su renta más que el oro, es más valiosa que las perlas ni se le comparan las joyas.
Te gusta un corazón sincero.
En mi interior me inculcas sabiduría.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que revelaste a Pedro tu plan de salvar a todas las naciones, danos tu gracia para que todas nuestras acciones sean agradables a tus ojos y útiles a tu designio de amor y salvación universal. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dichoso el que anda por los senderos del Señor.
SALMO:
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que, sin cometer iniquidad, anda por sus senderos.
Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas; entonces no sentiré vergüenza al mirar tus mandatos.
Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos. Quiero guardar tus leyes exactamente, tú no me abandones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que anda por los senderos del Señor.
Antífona 2: Se alegra mi corazón con tu auxilio.
SALMO:
¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo?
Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: “lo he vencido”, ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se alegra mi corazón con tu auxilio.
Antífona 3: Dios lo incluyó todo bajo el dominio del pecado para poder compadecerse de todos.
SALMO:
Dice el necio para sí: “No hay Dios”. Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay quien obre bien.
El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios está con los justos. Podéis burlaros de los planes del desvalido, pero el Señor es su refugio.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios lo incluyó todo bajo el dominio del pecado para poder compadecerse de todos.
LECTURA BREVE:
Dichoso el hombre a quien corrige Dios: no rechaces el escarmiento del Todopoderoso, porque él hiere y venda la herida, golpea y cura con su mano.
Trata con misericordia a tu siervo.
Enséñame tus leyes.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que enviaste un ángel al centurión Cornelio para que le revelara el camino de la salvación, ayúdanos a trabajar cada día con mayor entrega en la salvación de los hombres, para que, junto con todos nuestros hermanos, incorporados a la Iglesia de tu Hijo, podamos llegar a ti. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Nos dijeron de noche que estabas muerto, y la fe estuvo en vela junto a tu cuerpo; La noche entera, la pasamos queriendo mover la piedra.
Con la vuelta del sol, volverá a ver la tierra la gloria del Señor.
No supieron contarlo los centinelas, nadie supo la hora ni la manera; antes del día, se cubrieron de gloria tus cinco heridas.
Con la vuelta del sol, volverá a ver la tierra la gloria del Señor.
Si los cinco sentidos buscan el sueño, que la fe tenga el suyo vivo y despierto; la fe velando, para verte de noche resucitando.
Con la vuelta del sol, volverá a ver la tierra la gloria del Señor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
SALMO:
Que te escuche el Señor el día del peligro, que te sostenga el nombre del Dios de Jacob; que te envíe auxilio desde el santuario, que te apoye desde el monte Sión; que se acuerde de todas tus ofrendas, que le agraden tus sacrificios; que cumpla el deseo de tu corazón, que dé éxito a todos tus planes.
Que podamos celebrar tu victoria y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes; que el Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora reconozco que el Señor da la victoria a su Ungido, que lo ha escuchado desde su santo cielo, con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro.
Ellos cayeron derribados, nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la victoria al rey y escúchanos cuando te invocamos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor da la victoria a su Ungido.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
SALMO:
Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia; porque el rey confía en el Señor, y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
RESPONSORIO BREVE:
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.
Tu fidelidad de generación en generación.
Más estable que el cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
PRECES:
Alabemos a Cristo, que mora en medio de nosotros, su pueblo adquirido, y supliquémosle diciendo:
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Dueño y Señor de los pueblos, acude en ayuda de todas las naciones y de los que las gobiernan: que todos los hombres sean fieles a tu voluntad y trabajen por el bien y la paz.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Tú que al subir al cielo llevaste contigo una gran multitud de cautivos, devuelve la libertad de los hijos de Dios a nuestros hermanos que sufren esclavitud en el cuerpo o en el espíritu.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Concede, Señor, a los jóvenes la realización de sus esperanzas y que sepan responder a tus llamadas en el transcurso de su vida.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Que los niños imiten tu ejemplo y crezcan siempre en sabiduría y en gracia.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Acoge a los difuntos en tu reino, donde también nosotros esperamos reinar un día contigo.
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te damos gracias, Señor Dios todopoderoso, porque has permitido que lleguemos a esta noche; te pedimos aceptes con agrado el alzar de nuestras manos como ofrenda de la tarde.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
20 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Con entrega, Señor, a ti venimos, escuchar tu palabra deseamos; que el Espíritu ponga en nuestros labios la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra en la luz que a los hombres ilumina, en la fuente que salta hasta la vida, en el pan que repara nuestras fuerzas; en el himno de amor y de alabanza que se canta en el cielo eternamente, y en la carne de Cristo se hizo canto de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, el Señor Jesucristo, nuestro hermano, y al Espíritu Santo, que, en nosotros, glorifica tu nombre por los siglos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
SALMO:
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Antífona 2: El Señor me libró porque me amaba.
SALMO:
Entonces tembló y retembló la tierra, vacilaron los cimientos de los montes, sacudidos por su cólera; de su rostro se alzaba una humareda, de su boca un fuego voraz, y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó con nubarrones debajo de sus pies; volaba sobre un querubín cerniéndose sobre las alas del viento, envuelto en un manto de oscuridad: como un toldo, lo rodeaban oscuro aguacero y nubes espesas; al fulgor de su presencia, las nubes se deshicieron en granizo y centellas; y el Señor tronaba desde el cielo, el Altísimo hacía oír su voz: disparando sus saetas, los dispersaba, y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció, y se vieron los cimientos del orbe, cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz, al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo, me sacó de las aguas caudalosas, me libró de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto, pero el Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró porque me amaba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor me libró porque me amaba.
Antífona 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
SALMO:
El Señor retribuyó mi justicia, retribuyó la pureza de mis manos, porque seguí los caminos del Señor y no me rebelé contra mi Dios; porque tuve presentes sus mandamientos y no me aparté de sus preceptos; Le fui enteramente fiel, guardándome de toda culpa; el Señor retribuyó mi justicia, la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel; con el íntegro, tú eres íntegro; con el sincero, tú eres sincero; con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega; fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
Todos quedaban maravillados.
De las palabras que salían de la boca de Dios.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
HISTORIA DE LA INFIDELIDAD DE ISRAEL.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, habla así a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Vuestros padres me ofendieron cometiendo esta traición: Cuando los introduje en la tierra que con la mano en alto había jurado darles, al ver un collado alto, al ver un árbol copudo, allí hacían sus sacrificios, allí depositaban su irritante ofrenda, allí ponían sus oblaciones de aroma que aplaca, allí vertían sus libaciones. Entonces les pregunté: "¿Qué hay en ese altozano que frecuentáis?" Y se quedó con el nombre de "altozano" hasta el día de hoy.
Por tanto, dile a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Os contamináis igual que vuestros padres, fornicáis con sus fetiches, ofrecéis a vuestros hijos pasándolos por el fuego, os seguís contaminando con vuestros ídolos, ¿y voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida -oráculo del Señor-, juro que no me dejaré consultar. Jamás se realizarán los planes que estáis pensando: "Seremos como los demás pueblos, como las razas de otros países, sirviendo al palo y a la piedra.".
Por mi vida -oráculo del Señor- juro que con mano poderosa, con brazo extendido, con cólera incontenible, reinaré sobre vosotros, y os sacaré de los países y os reuniré de entre las naciones por las que andáis dispersos, con mano poderosa, con brazo extendido, con cólera incontenible. Y os llevaré al desierto de los pueblos, para pleitear allí con vosotros cara a cara. Igual que pleiteé con vuestros padres, en el desierto de Egipto, así pleitearé con vosotros -oráculo del Señor-. Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro de la alianza, y excluiré a los rebeldes, que se sublevan contra mí, los sacaré del país de su destierro, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor.
A vosotros, casa de Israel, esto os dice el Señor: Cada uno que vaya a servir a sus ídolos, si no quiere obedecerme, pero que no siga profanando mi santo nombre, con sus ofrendas idolátricas. Porque en mi santo monte, en el más alto monte de Israel -oráculo del Señor-, allí en la tierra, me servirá la casa de Israel toda entera. Allí los aceptaré, allí os pediré vuestros tributos, vuestras primicias y vuestros dones sagrados.
Como aroma que calma os aceptaré, cuando os saque de los países y os reúna de entre las naciones en las que estáis dispersos, y muestre en vosotros mi santidad a la vista de los gentiles. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os lleve a la tierra de Israel, al país que con la mano en alto juré dar a vuestros padres. Allí, cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis, sentiréis asco de vosotros mismos por las maldades que cometisteis. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os trate como exige mi nombre, no según vuestra mala conducta y vuestras obras perversas, casa de Israel -oráculo del Señor-.”.
RESPONSORIO:
Sabréis que yo soy el Señor cuando os trate como exige mi nombre, cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro de la alianza.
Cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san Agustín, obispo.
EL CORAZÓN DEL JUSTO SE GOZARA EN EL SEÑOR.
El justo se alegra con el Señor, espera en él, y se felicitan los rectos de corazón. Esto es lo que hemos cantado con la boca y el corazón. Tales son las palabras que dirige a Dios la mente y la lengua del cristiano: El justo se alegra, no con el mundo, sino con el Señor. Amanece la luz para el justo dice otro salmo, y la alegría para los rectos de corazón. Te preguntarás el porqué de esta alegría. En un salmo oyes: El justo se alegra con el Señor, y en otro: Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
¿Qué se nos quiere inculcar? ¿Qué se nos da? ¿Qué se nos manda? ¿Qué se nos otorga? Que nos alegremos con el Señor. ¿Quién puede alegrarse con algo que no ve? ¿O es que acaso vemos al Señor? Esto es aún sólo una promesa. Porque mientras vivimos estamos desterrados lejos del Señor y caminamos sin verlo, guiados por la fe.
Guiados por la fe, no por la clara visión. ¿Cuándo llegaremos a la clara visión? Cuando se cumpla lo que dice Juan: Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión.
Ahora amamos en esperanza. Por esto dice el salmo que el justo se alegra con el Señor. Y añade en seguida, porque no posee aún la clara visión: y espera en él.
Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como un acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque tenue, de lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos? Pero en realidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo y se te acercará; ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna. ¿Quieres saber en qué medida está en ti, si lo amas? Dios es amor.
Me dirás: ¿Qué es el amor? El amor es el hecho mismo de amar. Ahora bien, ¿qué es lo que amamos? El bien inefable, el bien benéfico, el bien creador de todo bien. Sea él tu delicia, ya que de él has recibido todo lo que te deleita. Al decir esto, excluyo el pecado, ya que el pecado es lo único que no has recibido de él. Fuera del pecado, todo lo demás que tienes lo has recibido de él.
RESPONSORIO:
Antes de que veas lo que ahora no te es posible ver, acepta por la fe lo que aún no ves. Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
No gozará en la patria la felicidad producida por la visión plena quien no haya recibido en el camino la ayuda de la fe.
Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN:
Señor Dios, salvador nuestro, danos tu ayuda para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así, los que de ti hemos nacido en el bautismo, seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Sentencia de Dios al hombre antes que el día comience: «Que el pan no venga a tu mesa sin el sudor de tu frente.
Ni el sol se te da de balde, ni el aire por ser quien eres: las cosas son herramientas y buscan quien las maneje.
El mar les pone corazas de sal amarga a los peces; el hondo sol campesino madura a fuego las mieses.
La piedra, con ser la piedra, guarda una chispa caliente; y en el rumor de la nube combaten el rayo y la nieve.
A ti te inventé las manos y un corazón que no duerme; puse en tu boca palabras y pensamiento en tu frente.
No basta con dar las gracias sin dar lo que las merece: a fuerza de gratitudes se vuelve la tierra estéril”. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
SALMO:
El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: «No tengo miedo a Dios, ni en su presencia”. Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien; acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes, tu justicia hasta las altas cordilleras; tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales; ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!; los humanos se acogen a la sombra de tus alas; se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia con los rectos de corazón; que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
CÁNTICO:
¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su nombre! porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste y existió; enviaste tu aliento y la construiste, nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como cera, pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
SALMO:
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
LECTURA BREVE:
No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.
RESPONSORIO BREVE:
Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos. Dame vida con tu palabra. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
PRECES:
Demos gracias a Cristo y alabémoslo porque ha querido santificarnos y llamarnos hermanos suyos; digámosle, pues, confiados:
Santifica, Señor, a tus hermanos.
Concédenos, Señor, consagrar el principio de este día en honor de tu resurrección y haz que todos los trabajos que realicemos durante esta jornada te sean agradables.
Santifica, Señor, a tus hermanos.
Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos, sobre todo en los tristes, en los más pobres y en los que son menos útiles a los ojos del mundo.
Santifica, Señor, a tus hermanos.
Tú que para aumentar nuestra alegría y afianzar nuestra salvación nos das el nuevo día, signo de tu amor, renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre.
Santifica, Señor, a tus hermanos.
Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo y que a nadie devolvamos mal por mal.
Santifica, Señor, a tus hermanos.
Tal como Cristo nos enseñó, terminemos nuestra oración diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, salvador nuestro, danos tu ayuda para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así, los que de ti hemos nacido en el bautismo, seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
SALMO:
¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus palabras. Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes. Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca; mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas.
Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas; tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Antífona 2: Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, Señor.
SALMO:
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño: emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no ha faltado como suelen los hombres; según tus mandatos yo me he mantenido en la senda establecida. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan, del enemigo mortal que me cerca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, Señor.
Antífona 3: Levántate, Señor, y líbrame.
SALMO:
Han cerrado sus entrañas y hablan con boca arrogante; ya me rodean sus pasos, se hacen guiños para derribarme, como un león ávido de presa, como un cachorro agazapado en su escondrijo.
Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo, que tu espada me libre del malvado, y tu mano, Señor, de los mortales; mortales de este mundo: sea su lote esta vida; de tu despensa les llenarás el vientre, se saciarán sus hijos y dejarán a sus pequeños lo que sobra.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, y líbrame.
LECTURA BREVE:
Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia.
Enséñame, Señor, tus caminos.
Instrúyeme en tus sendas.
ORACIÓN:
Señor, Padre santo, Dios fiel, tú que enviaste el Espíritu Santo prometido para que congregara a los hombres que el pecado había disgregado: ayúdanos a ser, en medio de nuestros hermanos, fermento de unidad y de paz. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
SALMO:
¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus palabras.
Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca; mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas.
Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas; tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Antífona 2: Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, Señor.
SALMO:
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño: emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no ha faltado como suelen los hombres; según tus mandatos yo me he mantenido en la senda establecida.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan, del enemigo mortal que me cerca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, Señor.
Antífona 3: Levántate, Señor, y líbrame.
SALMO:
Han cerrado sus entrañas y hablan con boca arrogante; ya me rodean sus pasos, se hacen guiños para derribarme, como un león ávido de presa, como un cachorro agazapado en su escondrijo.
Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo, que tu espada me libre del malvado, y tu mano, Señor, de los mortales; mortales de este mundo: sea su lote esta vida; de tu despensa les llenarás el vientre, se saciarán sus hijos y dejarán a sus pequeños lo que sobra.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, y líbrame.
LECTURA BREVE:
Como es santo el que os llamó, sed también santos en toda vuestra conducta, porque está escrito: Sed santos, porque yo soy santo.
Que tus sacerdotes se vistan de justicia.
Que tus fieles te aclamen con júbilo.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y lleno de amor, que a la mitad de nuestra jornada concedes un descanso a nuestra fatiga, contempla complacido el trabajo empezado, remedia nuestras deficiencias, y haz que nuestras obras te sean agradables.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles.
En los que esperan en su misericordia.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, que por la salvación de los hombres extendiste tus brazos en la cruz: haz que todas nuestras acciones te sean agradables y sirvan para manifestar al mundo tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.
Al romper el día nos apalabraste. Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
Das al de la tarde lo que al mañanero. Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento. Tú que eres la viña, cuida los sarmientos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
SALMO:
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Antífona 2: Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
SALMO:
Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
LECTURA BREVE:
Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en el estudio de la ley perfecta (la que hace libre) y es constante no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.
RESPONSORIO BREVE:
Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí. No arrebates mi alma con los pecadores. Ten misericordia de mí. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
PRECES:
Oremos, hermanos, a Dios Padre, que en su amor nos mira como hijos, y digámosle:
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia: guárdala de todo mal y haz que crezca en tu amor.
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como al único Dios verdadero, y a Jesucristo como al Salvador que tú has enviado.
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes y que tu bondad les dé la vida eterna.
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren: alivia sus dificultades y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
En tu misericordia acoge a los que hoy han muerto y dales posesión de tu reino.
Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.
Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos a nuestro Padre común:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestras súplicas y protégenos durante el día y durante la noche: tú que eres siempre inmutable, da firmeza a los que vivimos sujetos a la sucesión de los tiempos y de las horas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO JUEVES DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
21 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Con gozo el corazón cante la vida, presencia y maravilla del Señor, de luz y de color bella armonía, sinfónica cadencia de su amor.
Palabra esplendorosa de su Verbo, cascada luminosa de verdad, que fluye en todo ser que en él fue hecho imagen de su ser y de su amor.
La fe cante al Señor, y su alabanza, palabra mensajera del amor, responda con ternura a su llamada en himno agradecido a su gran don.
Dejemos que su amor nos llene el alma en íntimo diálogo con Dios, en puras claridades cara a cara, bañadas por los rayos de su sol.
Al Padre subirá nuestra alabanza por Cristo, nuestro vivo intercesor, en alas de su Espíritu que inflama en todo corazón su gran amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
SALMO:
Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto; él me da pies de ciervo, y me coloca en las alturas; él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Antífona 2: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
SALMO:
Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo. Ensanchaste el camino a mis pasos y no flaquearon mis tobillos; yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo; y no me volvía sin haberlo aniquilado: los derroté, y no pudieron rehacerse, cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían; hiciste volver la espalda a mis enemigos, rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba; gritaban al Señor, pero no les respondía. Los reduje a polvo, que arrebataba el viento; los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban, me escuchaban y me obedecían. Los extranjeros palidecían y salían temblando de sus baluartes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Antífona 3: Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
SALMO:
Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: el Dios que me dió el desquite y me sometió los pueblos; que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre: tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David y su linaje por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Ábreme, Señor, los ojos.
Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
LA VIDA DE EZEQUIEL IMAGEN VIVIENTE DE LA FUTURA SUERTE DEL PUEBLO.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos, no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas, aflígete en silencio sin hacer luto, líate el turbante y cálzate las sandalias, no te emboces la cara ni comas el pan del duelo.”.
Por la mañana yo hablaba a la gente, por la tarde se murió mi mujer, y a la mañana siguiente hice lo que se me había mandado. Entonces me dijo la gente:
“¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?”.
Les respondí:
“Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas. Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo, seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto, os consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y cuando suceda sabréis que yo soy el Señor.
Y tú, hijo de hombre, el día que yo les arrebate su baluarte, su espléndida alegría, el encanto de sus ojos, el ansia de sus almas, ese día se te presentará un evadido para comunicarte una noticia. Ese día se te abrirá la boca para hablar con el fugitivo, podrás hablar, y no volverás a quedar mudo. Les servirás de señal y sabrán que yo soy el Señor."“.
RESPONSORIO:
Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho, y sabréis que yo soy el Señor.
Rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras, y convertíos al Señor, vuestro Dios.
Y sabréis que yo soy el Señor.
SEGUNDA LECTURA:
Del Comentario de san Gregorio de Nisa, obispo, sobre el Cantar de los cantares.
ORACIÓN AL BUEN PASTOR.
¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey?, (toda la humanidad, que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja). Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna: Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte, a ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.
Enséñame, pues -dice el texto sagrado-, dónde pastoreas, para que pueda hallar los pastos saludables y saciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna, para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina que tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos los que de ella beben en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía, sestearé en paz y descansaré bajo la luz sin mezcla de sombra, durante el mediodía, en efecto, no hay sombra alguna, ya que el sol está en su vértice, bajo esta luz meridiana haces recostar a los que has pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudantes. Nadie es considerado digno de este reposo meridiano si no es hijo de la luz y del día. Pero el que se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las matutinas, que significan el comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de justicia en la luz del mediodía, para que se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál sea el camino del reposo meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de tu dirección y me junte a un rebaño que no sea el tuyo.
Esto dice (la esposa del Cantar), solícita por la belleza que le viene de Dios y con el deseo de saber cómo alcanzar la felicidad eterna.
RESPONSORIO:
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Crece la luz bajo tu hermosa mano, Padre celeste, y suben los hombres matutinos al encuentro de Cristo Primogénito.
El hizo amanecer ante tus ojos y enalteció la aurora, cuando aún no estaba el hombre sobre el mundo para poder cantarla.
Él es principio y fin del universo, y el tiempo, en su caída, se acoge al que es la fuerza de las cosas y en él rejuvenece.
Él es quien nos reanima y fortalece, y hace posible el himno que, ante las maravillas de tus manos, cantamos jubilosos.
He aquí la nueva luz que asciende y busca su cuerpo misterioso; he aquí, en la claridad de la mañana, el signo de tu rostro.
Envía, Padre eterno, sobre el mundo el soplo de tu Hijo, potencia de tu diestra y primogénito de todos los que mueren. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí: desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones devoradores de hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera; me han cavado delante una fosa, pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Antífona 2: Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor.
CÁNTICO:
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño; porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte.
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: hacia el trigo y el vino y el aceite, y los rebaños de ovejas y de vacas; su alma será como un huerto regado, y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas; alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos, y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
SALMO:
Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, altura hermosa, alegría de toda la tierra: el monte Sión, vértice del cielo, ciudad del gran rey; entre sus palacios, Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron para atacarla juntos; pero, al verla, quedaron aterrados y huyeron despavoridos; allí los agarró un temblor y dolores como de parto; como un viento del desierto, que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto en la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios: que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia: el monte Sión se alegra, las ciudades de Judá se gozan con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión, contando sus torreones; fijaos en sus baluartes, observad sus palacios, para poder decirle a la próxima generación: Este es el Señor, nuestro Dios. Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Así dice el Señor: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme?; ¿o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío oráculo del Señor. En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.
RESPONSORIO BREVE:
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
Guardaré tus leyes.
Respóndeme, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
PRECES:
Demos gracias a Cristo que nos ha dado la luz del día y supliquémosle diciendo:
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Tú que te entregaste como víctima por nuestros pecados, acepta los deseos y las acciones de este día.
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Tú que nos alegras con la claridad del nuevo día, sé tú mismo el lucero brillante de nuestros corazones.
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Haz que seamos bondadosos y comprensivos con los que nos rodean para que logremos así ser imágenes de tu bondad.
Bendícenos y santifícanos, Señor.
En la mañana haznos escuchar tu gracia y que tu gozo sea hoy nuestra fortaleza.
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Fieles a la recomendación del salvador, digamos llenos de confianza filial:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, humildemente acudimos a ti, al empezar el día, a media jornada y al atardecer, para pedirte que, alejando de nosotros las tinieblas del pecado, nos hagas alcanzar la luz verdadera que es Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
El Señor formó las montañas, creó el viento, descubre al hombre su pensamiento, hace la aurora y la oscuridad, camina sobre el dorso de la tierra. Su nombre es el Señor de los ejércitos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor.
Ensalzadlo con himnos por los siglos.
ORACIÓN:
Señor Dios, que a la hora de tercia enviaste al Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración, concédenos también a nosotros participar de los dones de ese mismo Espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ábreme los ojos, Señor, y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
SALMO:
Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad; soy un forastero en la tierra: no me ocultes tus promesas.
Mi alma se consume, deseando continuamente tus mandamientos; reprendes a los soberbios, infelices los que se apartan de tus mandatos; aleja de mí las afrentas y el desprecio, porque observo tus preceptos.
Aunque los nobles se sientan a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes; tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ábreme los ojos, Señor, y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
Antífona 2: Haz, Señor, que camine con lealtad.
SALMO:
A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz, Señor, que camine con lealtad.
Antífona 3: Mírame, oh Dios, y sácame de mis tribulaciones, que estoy solo y afligido.
SALMO:
¿Hay alguien que tema al Señor? Él le enseñará el camino escogido: su alma vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza. Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido. Ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados; mira cuántos son mis enemigos, que me detestan con odio cruel.
Guarda mi vida y líbrame, no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me protegerán, porque espero en ti.
Salva, oh Dios, a Israel de todos sus peligros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mírame, oh Dios, y sácame de mis tribulaciones, que estoy solo y afligido.
LECTURA BREVE:
El Señor creó las Pléyades y Orión, convierte la sombra en aurora, oscurece el día en noche; convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor.
Honor y majestad lo preceden.
Fuerza y esplendor están en su templo.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas, haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos siempre por tus sendas con el corazón jubiloso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
El Señor construye en el cielo su morada, cimenta sobre la tierra su bóveda; convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor.
El cielo proclama la gloria de Dios.
El firmamento pregona la obra de sus manos.
ORACIÓN:
Contempla, Señor, a tu familia en oración, y haz que imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo no decaiga nunca ante la adversidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Vengo, Señor, cansado; cuánta fatiga van cargando mis hombros al fin del día Dame tu fuerza y una caricia tuya para mis penas.
Salí por la mañana Entre los hombres, y encontré tantos ricos que estaban pobres La tierra llora, porque sin ti la vida es poca cosa.
Tantos hombres maltrechos, sin ilusiones; en ti buscan asilo sus manos torpes. Tu amor amigo, todo tu santo fuego, para su frío.
Yo roturé la tierra y puse trigo; tú diste el crecimiento para tus hijos.
Así, en la tarde, con el cansancio a cuestas, te alabo, Padre.
Quiero todos los días salir contigo, y volver a la tarde siendo tu amigo. Volver a casa y extenderte las manos, dándote gracias. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
SALMO:
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás. Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: ¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
SALMO:
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se me había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: Confesaré al Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor, aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
LECTURA BREVE:
Saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro (que, aun después de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza y gloria y honor en el día de la manifestación de Jesucristo. A él no lo habéis visto, y lo amáis; en él creéis ahora, aunque no lo veis; y os regocijaréis con un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de vuestra fe, la salud de vuestras almas.
RESPONSORIO BREVE:
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
Nos sació con miel silvestre.
Con flor de harina.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos alimentó el Señor con flor de harina.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
PRECES:
Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:
Escucha, Señor, nuestra oración.
Dios de amor que has hecho alianza con tu pueblo, haz que recordemos siempre tus maravillas.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu y en el vínculo de la paz.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Que el mundo prospere y avance según tus designios y que los que lo construyen no trabajen en vano.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Envía, Señor, operarios a tu mies para que tu nombre sea conocido en el mundo.
Escucha, Señor, nuestra oración.
A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.
Escucha, Señor, nuestra oración.
Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora comienza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi carne descansa serena.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
22 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Delante de tus ojos ya no enrojecemos a causa del antiguo pecado de tu pueblo. Arrancarás de cuajo el corazón soberbio y harás un pueblo humilde de corazón sincero.
En medio de los pueblos nos guardas como un resto, para cantar tus obras y adelantar tu reino. Seremos raza nueva para los cielos nuevos, sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.
Caerán los opresores y exultarán los siervos, los hijos del oprobio serán tus herederos. Señalarás entonces el día del regreso para los que comían su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo! Porque el Señor, que es justo, revoca sus decretos: la salvación se anuncia donde acechó el infierno, porque el Señor habita en medio de su pueblo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
SALMO:
Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra, empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio, di a mi alma: «Yo soy tu victoria. ».
Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria, todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?».
Se presentaban testigos violentos: me acusaban de cosas que ni sabía, me pagaban mal por bien, dejándome desamparado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
Antífona 2: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.
SALMO:
Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, me vestía de saco, me mortificaba con ayunos y desde dentro repetía mi oración.
Como por un amigo o por un hermano, andaba triste, cabizbajo y sombrío, como quien llora a su madre.
Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa, me laceraban sin cesar, cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.
Antífona 3: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré, Señor.
SALMO:
Señor, ¿cuándo vas a mirarlo? Defiende mi vida de los que rugen, mi único bien, de los leones, y te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre la multitud del pueblo.
Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no se hagan guiños a mi costa los que me odian sin razón.
Señor, tú lo has visto, no te calles, Señor, no te quedes a distancia, despierta, levántate, Dios mío, Señor mío, defiende mi causa. Júzgame tú según tu justicia.
Que canten y se alegren los que desean mi victoria, que repitan siempre: «Grande es el Señor», los que desean la paz a tu siervo.
Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré, Señor.
Hijo mío, conserva mis palabras.
Conserva mis mandatos y vivirás.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
ORÁCULO CONTRA TIRO, CIUDAD ORGULLOSA.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor: Se hinchó tu corazón y dijiste: "Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar", tú que eres hombre y no dios, te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que Daniel!, ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna, acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader, ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción.
Por eso, así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, por eso, traigo contra ti bárbaros pueblos feroces, desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor. Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa en el corazón del mar. Tú que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: "Soy Dios", delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con muerte de incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho -oráculo del Señor-.”.
Me vino esta palabra del Señor:
“Hijo de hombre, entona una elegía al rey de Tiro. Así dice el Señor: Eras cuño de perfección, colmo de la sabiduría, de acabada belleza, estabas en un jardín de dioses, revestido de piedras preciosas: cornalina, topacio y aguamarina, crisolito, malaquita y jaspe, zafiro, rubí y esmeralda, de oro afiligranado tus zarcillos y dijes, preparados el día de tu creación.
Te puse junto a un querube protector de alas extendidas. Estabas en la montaña sagrada de los dioses, entre piedras de fuego te paseabas. Era irreprensible tu conducta desde el día de tu creación hasta que se descubrió tu culpa. A fuerza de hacer tratos, te ibas llenando de atropellos, y pecabas. Te desterré entonces de la montaña de los dioses y te expulsó el querube protector de entre las piedras de fuego. Te llenó de presunción tu belleza y tu esplendor te trastornó el sentido, te arrojé por tierra, te hice espectáculo para los reyes.
Con tus muchas culpas, con tus sucios negocios, profanaste tu santuario, hice brotar de tus entrañas fuego que te devoró, te convertí en ceniza sobre el suelo, a la vista de todos. Tus conocidos de todos los pueblos se espantaron de ti, ¡siniestro desenlace!, para siempre dejaste de existir.”.
RESPONSORIO:
Así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, por eso, traigo contra ti bárbaros pueblos feroces, te desterraré de la montaña de los dioses y te convertiré en ceniza.
Tu esplendor te trastornó el sentido, con tus muchas culpas, profanaste tu santuario.
Por eso, traigo contra ti bárbaros pueblos feroces, te desterraré de la montaña de los dioses y te convertiré en ceniza.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Juan Eudes, presbítero, Sobre el reino de Jesús.
EL MISTERIO DE CRISTO EN NOSOTROS Y EN LA IGLESIA.
Debemos continuar y completar en nosotros los estados y misterios de la vida de Cristo, y suplicarle con frecuencia que los consume y complete en nosotros y en toda su Iglesia.
Porque los misterios de Jesús no han llegado todavía a su total perfección y plenitud. Han llegado ciertamente a su perfección y plenitud en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros, ni en su Iglesia, que es su cuerpo místico. El Hijo de Dios quiere comunicar y extender en cierto modo y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia, ya sea mediante las gracias que ha determinado otorgarnos, ya mediante los efectos que quiere producir en nosotros a través de estos misterios. En este sentido quiere completarlos en nosotros.
Por esto san Pablo dice que Cristo halla su plenitud en la Iglesia y que todos nosotros contribuimos a su edificación y a la edad de Cristo en su plenitud, es decir, a aquella edad mística que él tiene en su cuerpo místico, y que no llegará a su plenitud hasta el día del juicio. El mismo Apóstol dice, en otro lugar, que él va completando las tribulaciones que aún le quedan por sufrir con Cristo en su carne mortal.
De éste modo el Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del bautismo y de la sagrada eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior, oculta con él en Dios.
Quiere completar en nosotros el misterio de su pasión, muerte y resurrección, haciendo que suframos, muramos y resucitemos con él y en él. Finalmente, completará en nosotros su estado de vida gloriosa e inmortal cuando haga que vivamos con él y en él una vida gloriosa y eterna en el cielo. Del mismo modo quiere consumar y completar los demás estados y misterios de su vida en nosotros y en su Iglesia, haciendo que nosotros los compartamos y participemos de ellos, y que en nosotros sean continuados y prolongados.
Según esto, los misterios de Cristo no estarán completos hasta el final de aquel tiempo que él ha destinado para la plena realización de sus misterios en nosotros y en la Iglesia, es decir, hasta el fin del mundo.
RESPONSORIO:
Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.
Con este fin me esfuerzo y lucho, contando con la eficacia de Cristo, que actúa poderosamente en mí.
Y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Edificaste una torre para tu huerta florida, un lagar para tu vino y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas, ni el lagar buena bebida: sólo racimos amargos y zumos de amarga tinta.
Edificaste una torre, Señor, para tu guarida, un huerto de dulces frutos, una noria de aguas limpias, un blanco silencio de horas y un verde beso de brisas.
Y esta casa que es tu torre, este mi cuerpo de arcilla, esta sangre que es tu sangre y esta herida que es tu herida te dieron frutos amargos, amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio, rompe tu silencio y grita! Que mi lagar enrojezca cuando tu planta lo pise, y que tu mesa se endulce con el vino de tu viña. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio, lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen, si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
CÁNTICO:
Es verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador. Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual, se van avergonzados los fabricantes de ídolos, mientras el Señor salva a Israel con una salvación perpetua, para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo -él es Dios -, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó, no la creó vacía, sino que la formó habitable: «Yo soy el Señor y no hay otro. »
No te hablé a escondidas, en un país tenebroso, no dije a la estirpe de Jacob: «Buscadme en el vacío. ».
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia y declara lo que es justo. Reuníos, venid, acercaos juntos, supervivientes de las naciones. No discurren los que llevan su ídolo de madera, y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas, que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo, quién lo predijo desde entonces? ¿No fui yo, el Señor? -No hay otro Dios fuera de mí -.
Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: «Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua», dirán: «Sólo el Señor tiene la justicia y el poder. ».
A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él, con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Antífona 3: Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
SALMO:
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. ».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
LECTURA BREVE:
No salga de vuestra boca, sino la que sirva para la necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira, pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo.
RESPONSORIO BREVE:
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
Indícame el camino que he de seguir.
Hazme escuchar tu gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En la mañana hazme escuchar tu gracia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian, ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES:
Adoremos a Cristo, que salvó al mundo con su cruz, y supliquémosle diciendo:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Señor Jesucristo, cuya claridad es nuestro sol y nuestro día, haz que, desde el amanecer, desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras, a fin de que nuestro día sea agradable ante tus ojos.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Aparta de nuestros pecados tu vista, y borra en nosotros toda culpa.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Por tu cruz y tu resurrección, llénanos del gozo del Espíritu Santo.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, que has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu palabra: acrecienta en nosotros la fe que tú mismo nos has dado, que ninguna tentación pueda nunca destruir el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz, cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios. ».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo. » Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad.
Para los que guardan su alianza y sus mandatos.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios, nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello, nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes, hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón, y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Aunque por su condición de debilidad humana Cristo fue crucificado, ahora tiene vida por la omnipotencia de Dios. Y nosotros, aunque débiles ahora con su debilidad, por la omnipotencia de Dios tendremos vida con él.
Mi alma está pegada al polvo.
Reanímame, Señor, con tus palabras.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas, concédenos que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos alcanzar la vida eterna. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón.
SALMO:
Mi alma está pegada al polvo: reanímame con tus palabras, te expliqué mi camino, y me escuchaste: enséñame tus leyes, instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas.
Mi alma llora de tristeza, consuélame con tus promesas, apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad, escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos.
Me apegué a tus preceptos, Señor, no me defraudes, correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón.
Antífona 2: Confiando en el Señor no me he desviado.
SALMO:
Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia, confiando en el Señor no me he desviado.
Examíname, Señor, ponme a prueba, sondea mis entrañas y mi corazón, porque tengo ante los ojos tu bondad, y camino en tu verdad.
No me siento con gente falsa, no me junto con mentirosos, detesto las bandas de malhechores, no tomo asiento con los impíos.
Lavo en la inocencia mis manos, y rodeo tu altar, Señor, proclamando tu alabanza, enumerando tus maravillas.
Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria.
No arrebates mi alma con los pecadores, ni mi vida con los sanguinarios, que en su izquierda llevan infamias, y su derecha está llena de sobornos.
Yo, en cambio, camino en la integridad, sálvame, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el camino llano, en la asamblea bendeciré al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Confiando en el Señor no me he desviado.
Antífona 3: En el Señor confía mi corazón, él me socorrió.
SALMO:
A ti, Señor, te invoco, Roca mía, no seas sordo a mi voz, que, si no me escuchas, seré igual que los que bajan a la fosa.
Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario.
No me arrebates con los malvados ni con los malhechores, que hablan de paz con el prójimo, pero llevan la maldad en el corazón.
Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante, el Señor es mi fuerza y mi escudo: en él confía mi corazón, me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido.
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y guíalos siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En el Señor confía mi corazón, él me socorrió.
LECTURA BREVE:
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Lento a la ira y rico en clemencia.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Calor de Dios en sangre redentora, y un río de piedad en tu costado, bajo tu cruz quédeme arrodillado, con ansia y gratitud siempre deudora.
Conózcate, oh Cristo, en esta hora de tu perdón, mi beso apasionado, de ardientes labios en tu pie clavado, sea flecha de amor y paz de aurora.
Conózcame en tu vía dolorosa y conozca, Señor, en los fulgores de tus siete palabras, mi caída, que en esta cruz pujante y misteriosa pongo, sobre el amor de mis amores, el amor entrañable de mi vida. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
SALMO:
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido, en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti. ».
Mis enemigos me desean lo peor, «A ver si se muere y se acaba su apellido. »
El que viene a verme habla con fingimiento, disimula su mala intención, y cuando sale afuera, la dice.
Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros: «Padece un mal sin remedio, se acostó para no levantarse. ».
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.
Pero tú, Señor, apiádate de mí, haz que pueda levantarme, para que yo les dé su merecido.
En esto conozco que me amas: en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
SALMO:
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila, Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan, pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra. »
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
LECTURA BREVE:
Los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos a nosotros mismos. Cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, para su edificación, que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: «sobre mí cayeron los ultrajes de quienes te ultrajaron».
RESPONSORIO BREVE:
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
Y ha hecho de nosotros reino y sacerdotes para el Dios y Padre suyo.
Por la virtud de su sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
PRECES:
Bendigamos a Dios que escucha con amor la oración de los humildes y a los hambrientos los colma de bienes, digámosle confiados:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Señor, Padre lleno de amor, te pedimos por todos los miembros de la iglesia que sufren: acuérdate que por ellos, Cristo, cabeza de la iglesia, ofreció en la cruz el verdadero sacrificio vespertino.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Libra a los encarcelados, ilumina a los que viven en tinieblas, sé la ayuda de las viudas y de los huérfanos, y haz que todos nos preocupemos de los que sufren.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Concede a tus hijos la fuerza necesaria para resistir las tentaciones del Maligno.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Acude en nuestro auxilio, Señor, cuando llegue la hora de nuestra muerte: que seamos fieles hasta el fin y dejemos este mundo en tu paz.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Conduce a los difuntos a la luz donde tu habitas para que puedan contemplarte eternamente.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los que hemos sido aleccionados con los ejemplos de la pasión de tu Hijo estemos siempre dispuestos a cargar con su yugo llevadero y con su carga ligera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
TIEMPO ORDINARIO SÁBADO DE LA SEMANA XXXIII De la Feria. Salterio I.
23 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, tú que llamaste del fondo del no ser todos los seres, prodigios del cincel de tu palabra, imágenes de ti resplandecientes; Señor, tú que creaste la bella nave azul en que navegan los hijos de los hombres, entre espacios repletos de misterio y luz de estrellas; Señor, tú que nos diste la inmensa dignidad de ser tus hijos, no dejes que el pecado y que la muerte destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste al hombre de caer en el vacío, recréanos de nuevo en tu Palabra y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste al mundo de los hombres a tu Hijo, no dejes que se apague en nuestras almas la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Quien se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
SALMO:
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Quien se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
Antífona 2: Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo he entregado todo.
SALMO:
Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes: cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob:
No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso, no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob.
Oímos que estaba en Efrata, la encontramos en el Soto de Jaar: entremos en su morada, postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder: que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen. Por amor a tu siervo David, no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo he entregado todo.
Antífona 3: El Señor ha jurado a David una promesa: Tu reino permanecerá eternamente.
SALMO:
El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.
Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones, a sus pobres los saciaré de pan; vestiré a sus sacerdotes de gala, y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi Ungido. A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha jurado a David una promesa: Tu reino permanecerá eternamente.
Venid a ver las obras del Señor.
Las maravillas que hace en la tierra.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
ISRAEL ES EL REBAÑO DEL SEÑOR.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, diciéndoles: "¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os bebéis su leche, os vestís con su lana, y matáis a las mejor alimentadas, pero no apacentáis las ovejas. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas, no recogéis las descarriadas ni buscáis a las perdidas, y las habéis dominado con crueldad y violencia. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por los montes y collados, mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las cuidase y saliese en su busca.".
Así dice el Señor: Yo mismo en persona buscaré mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se dispersaron en un día de oscuridad y nubarrones. Las sacaré de entre los pueblos, las congregaré de entre las naciones, las traeré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en los poblados del país. Las apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus dehesas en los montes más altos de Israel, se recostarán en fértiles campos y pastarán pastos jugosos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a reposar -oráculo del Señor-. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas, cuidaré de las fuertes y robustas, y las apacentaré como es debido.
Les daré un pastor único que las pastoree: mi siervo David, él las apacentará, él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, lo he dicho. Haré con ellos alianza de paz: exterminaré del país a las bestias feroces, acamparán seguros en el desierto, dormirán en los bosques. Yo los asentaré alrededor de mi colina, enviaré las lluvias a su tiempo, lluvias de bendición. El árbol del campo dará su fruto y la tierra dará su cosecha, y ellos estarán seguros en su territorio. Sabrán que yo soy el Señor cuando haga saltar las coyundas de su yugo y los libre del poder de los tiranos. No volverán a ser botín de las naciones, ni los devorarán las fieras del campo, vivirán seguros, sin sobresaltos.
Les daré un plantío famoso: no volverá a haber víctimas del hambre en el país, ni tendrán que soportar la burla de los pueblos. Y sabrán que yo, el Señor, soy su Dios y ellos son mi pueblo, la casa de Israel -oráculo del Señor-. Vosotros sois rebaño mío, ovejas de mi grey, y yo soy vuestro Dios. -Lo dice el Señor-.”.
RESPONSORIO:
Libraré a mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por donde se dispersaron en un día de oscuridad y nubarrones, y las traeré a su tierra. Las apacentaré en ricos pastizales.
Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Las apacentaré en ricos pastizales.
SEGUNDA LECTURA:
De las Conferencias de santo Tomás de Aquino, presbítero.
ME SACIARÉ DE TU SEMBLANTE.
Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: “La vida perdurable. Amén.” Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.
La vida perdurable consiste primariamente en nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu escudo y tu paga abundante. Esta unión consiste en la visión perfecta: Al presente vemos a Dios como en un espejo y borrosamente. Entonces lo veremos cara a cara.
También consiste en la suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.
Consiste asimismo en la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta vida nadie puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el infinito, por esto el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como dice san Agustín: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti.”.
Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de un modo perfecto, y por esto sus deseos quedarán saciados y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice: “Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán colmado su gozo. Me saciaré de tu semblante”, y también: “Él sacia de bienes tus anhelos.”.
Todo lo que hay de deleitable se encuentra allí superabundantemente. Si se desean los deleites, allí se encuentra el supremo y perfectísimo deleite, pues procede de Dios, sumo bien: Alegría perpetua a tu derecha.
La vida perdurable consiste también en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía sumamente agradable, ya que cada cual verá a los demás bienaventurados participar de sus mismos bienes. Todos, en efecto, amarán a los demás como a sí mismos, y por esto se alegrarán del bien de los demás como del suyo propio. Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán aumentados con el gozo de todos.
RESPONSORIO:
Con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de, tu semblante.
Ahora conozco a Dios imperfectamente, pero entonces lo conoceré como soy por él conocido.
Y al despertar me saciaré de tu semblante.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, salimos de la noche y estrenamos la aurora; saludamos el gozo de la luz que nos llega resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría, y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia; silabeas el alba igual que una palabra, tú pronuncias el mar como sentencia.
Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria, acude a su trabajo, madruga a sus dolores; le confías la tierra, y a la tarde la encuentras rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tu prolongas en sus pequeñas manos tus manos poderosas, y estáis de cuerpo entero los dos así creando, los dos así velando por las cosas.
Bendita la mañana que trae la noticia de tu presencia joven, en gloria y poderío, la serena certeza con que el día proclama que el sepulcro de Cristo está vacío Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
SALMO:
Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos; me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, meditando tu promesa; escucha mi voz por tu misericordia, con tus mandamientos dame vida; ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
CÁNTICO:
Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. El Señor es un guerrero, su nombre es El Señor.
Los carros del faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: Los perseguiré y alcanzaré, repartiré el botín, se saciará mi codicia, empuñaré la espada, los agarrará mi mano.
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar, se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos, temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra; guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones.
SALMO:
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE:
Hermanos, poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección. Si hacéis así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
Mi heredad en el país de la vida.
Tú eres mi refugio.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES:
Bendigamos a Cristo que para ser ante Dios el pontífice misericordioso y fiel de los hombres se hizo en todo semejante a nosotros, y supliquémosle diciendo:
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Señor, sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo, te consagramos este nuevo día.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra, encamina hoy nuestros pasos para que obremos también como ella según tu voluntad.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Haz que mientras vivimos aún en este mundo que pasa anhelemos la vida eterna y por la fe, la esperanza y el amor vivamos ya contigo en tu reino.
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Con la misma confianza que tienen los hijos con su padre, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida; que no temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
SALMO:
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés; aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra; cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí la afrenta que temo, porque tus mandamientos son amables; mira cómo ansío tus decretos: dame vida con tu justicia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
Antífona 2: Los que buscan al Señor no carecen de nada.
SALMO:
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los que buscan al Señor no carecen de nada.
Antífona 3: Busca la paz y corre tras ella.
SALMO:
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Busca la paz y corre tras ella.
LECTURA BREVE:
Sepan todos los pueblos de la tierra que el Señor es Dios y no hay otro. Que vuestro corazón sea todo para el Señor, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos.
Señor, enséñame tus caminos.
Instrúyeme en tus sendas.
ORACIÓN:
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
SALMO:
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés; aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra; cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí la afrenta que temo, porque tus mandamientos son amables; mira cómo ansío tus decretos: dame vida con tu justicia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
Antífona 2: Los que buscan al Señor no carecen de nada.
SALMO:
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los que buscan al Señor no carecen de nada.
Antífona 3: Busca la paz y corre tras ella.
SALMO:
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Busca la paz y corre tras ella.
LECTURA BREVE:
Nada más falso y enfermo que el corazón, ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas; para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones.
Absuélveme, Señor, de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia.
ORACIÓN:
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
La sabiduría de Dios, aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, todo lo renueva. Se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera todo el universo.
Qué magníficas son tus obras, Señor.
Qué profundos tus designios.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY UNIVERSAL. (SOLEMNIDAD)
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Quién es éste que viene, recién atardecido, cubierto por su sangre como varón que pisa los racimos?
Éste es Cristo, el Señor, que venció nuestra muerte con su resurrección.
¿Quién es este que vuelve, glorioso y malherido, y, a precio de su muerte, compra la paz y libra a los cautivos?
Éste es Cristo, el Señor, que venció nuestra muerte con su resurrección.
Se durmió con los muertos, y reina entre los vivos; no le venció la fosa, porque el Señor sostuvo a su elegido.
Este es Cristo, el Señor, que venció nuestra muerte con su resurrección.
Anunciad a los pueblos qué habéis visto y oído; aclamad al que viene como la paz, bajo un clamor de olivos.
Este es Cristo, el Señor, que venció nuestra muerte con su resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Aleluya.
SALMO:
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos; estoy tan afligido Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos; mi vida está siempre en peligro, pero no olvido tu voluntad; los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón; inclino mi corazón a cumplir tus leyes, siempre y cabalmente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Aleluya.
Antífona 2: Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mí bien. Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.
Antífona 3: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en todo momento, rezando por vosotros, al oír hablar de vuestra fe en Jesucristo y del amor que tenéis a todos los santos, por la esperanza que os está reservada en los cielos, sobre la cual oísteis hablar por la palabra verdadera de la Buena Noticia, que se os hizo presente, y está dando fruto y prosperando en todo el mundo igual que entre vosotros.
RESPONSORIO BREVE:
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Su gloria se eleva sobre los cielos.
Alabado sea el nombre del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Aleluya.
PRECES:
Demos gracias al Señor que ayuda y protege al pueblo que se ha escogido como heredad, y recordando su amor para con nosotros supliquémosle diciendo:
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Padre lleno de amor, te pedimos por el papa Francisco y por nuestro Obispo; protégelos con tu fuerza y santifícalos con tu gracia.
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Que los enfermos vean en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo, para que así tengan también parte en su consuelo.
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Mira con piedad a los que no tienen techo donde cobijarse y haz que encuentren pronto el hogar que desean.
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Dígnate dar y conservar los frutos de la tierra para que a nadie falte el pan de cada día.
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Señor, ten piedad de los difuntos y ábreles la puerta de tu mansión eterna.
Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.
Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque. Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor. Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino. En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor. El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XXXIV De la Solemnidad.
24 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY UNIVERSAL. (SOLEMNIDAD)
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Que doblen las campanas jubilosas, y proclamen el triunfo del amor, y llenen nuestras almas de aleluyas, de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos, la vida para siempre es libertad, ni la muerte ni el mal son para el hombre su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia y su final; esperad con confianza su venida: no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre, aleluyas al Hijo salvador, su Espíritu corone la alegría que su amor derramó en el corazón. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.
SALMO:
Bendice, alma mía, al Señor: Dios mío, qué grande eres Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas; pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto asignado. Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Aleluya.
Antífona 2: El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.
SALMO:
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó: allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la noche y rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre. Aleluya.
Antífona 3: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.
SALMO:
Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus creaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Cuando él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. Bendice, alma mía, al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno. Aleluya.
Dichosos vuestros ojos porque ven.
Y vuestros oídos porque oyen.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del Apocalipsis.
VISIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE EN SU MAJESTAD.
Gracia y paz a vosotros de parte de aquel que es, que era y que será, de parte de los siete espíritus que están ante su trono, y de parte de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra.
Y a aquel que nos ama, que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, que ha hecho de nosotros un reino y sacerdotes para Dios, su Padre: A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Un domingo fui arrebatado en espíritu y oí tras de mí una gran voz como de trompeta. Me volví para ver qué voz era la que me hablaba y, al volverme, vi siete candelabros de oro y, en medio de ellos, una figura como de Hijo de hombre, vestido de una túnica talar y ceñido el pecho con un ceñidor de oro. Sus cabellos y su barba eran blancos como la blanca lana o como la nieve, sus ojos eran como llamas de fuego, sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno y su voz era como el estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas y de su boca salía una aguda espada de dos filos, su semblante era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Así que lo vi, caí como muerto a sus pies. Él puso su diestra sobre mí y me dijo:
“Yo soy el primero y el último, el que vive. Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del hades.
Al que salga vencedor y me sea fiel hasta el fin le daré potestad sobre las naciones, como la he recibido yo de mi Padre, y le daré, además, el lucero del alba. No borraré jamás su nombre del libro de la vida, sino que lo proclamaré en presencia de mi Padre y de sus ángeles. Lo haré columna en el templo de mi Dios, y ya nunca saldrá fuera, y sobre él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, que baja del cielo desde mi Dios, y mi nombre nuevo.
Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo. Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí, lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él.”.
RESPONSORIO:
Verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poder y gloria, y entonces enviará a sus ángeles, y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
Y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
SEGUNDA LECTURA:
Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, Sobre la oración.
VENGA TU REINO.
Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: “Vedlo aquí o vedlo allí”, sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él nuestra morada.
Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino.
Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el Espíritu, de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.
RESPONSORIO:
Ha llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, y reinará por los siglos de los siglos.
En su presencia se postrarán las familias de los pueblos, porque del Señor es el reino.
Y reinará por los siglos de los siglos.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY UNIVERSAL. (SOLEMNIDAD)
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Cristo, el Señor, como la primavera, como una nueva aurora, resucitó.
Cristo, nuestra Pascua, es nuestro rescate, nuestra salvación.
Es grano en la tierra, muerto y florecido, tierno pan de amor.
Se rompió el sepulcro, se movió la roca, y el fruto brotó.
Dueño de la muerte, en el árbol grita su resurrección.
Humilde en la tierra, Señor de los cielos, su cielo nos dio.
Ábranse de gozo las puertas del Hombre, que al hombre salvó.
Gloria para siempre al Cordero humilde que nos redimió. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos:
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Antífona 2: Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.
CÁNTICO:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti honor y alabanza por los siglos. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.
Antífona 3: Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
RESPONSORIO BREVE:
Te damos gracias, oh Dios, invocando tu nombre.
Te damos gracias, oh Dios, invocando tu nombre.
Pregonando tus maravillas.
Invocando tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te damos gracias, oh Dios, invocando tu nombre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Cristo es el primogénito de entre los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra; él ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Cristo es el primogénito de entre los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra; él ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre. Aleluya.
PRECES:
Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser Dios con nosotros, y digámosle confiadamente:
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada, haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones, para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal, antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo, asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios; y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.
SALMO:
El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En verdes praderas me hace recostar el Señor. Aleluya.
Antífona 2: Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.
SALMO:
Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra.
Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados. Los valientes duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos. Con un bramido, oh Dios de Jacob, inmovilizaste carros y caballos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Grande es en Israel la fama del Señor. Aleluya.
Antífona 3: La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.
SALMO:
Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a los humildes de la tierra.
La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te rodearán. Haced votos al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributo al Temible: él deja sin aliento a los príncipes, y es temible para los reyes del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar. Aleluya.
LECTURA BREVE:
De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras.
Que llegue mi clamor a tu presencia, Señor.
Con tus palabras dame inteligencia.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es la defensa de mi vida.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Dónde está muerte, tu victoria? ¿Dónde está muerte, tu aguijón? Todo es destello de su gloria, clara luz, resurrección.
Fiesta es la lucha terminada, vida es la muerte del Señor, día la noche engalanada, gloria eterna de su amor.
Fuente perenne de la vida, luz siempre viva de su don, Cristo es ya vida siempre unida a toda vida en aflicción.
Cuando la noche se avecina, noche del hombre y su ilusión, Cristo es ya luz que lo ilumina, Sol de su vida y corazón.
Demos al Padre la alabanza, por Jesucristo, Hijo y señor, denos su espíritu esperanza viva y eterna de su amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.
Antífona 2: Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.
SALMO:
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria; por tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: Dónde está su Dios?
Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas: tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; no tiene voz su garganta: que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: él es su auxilio y su escudo. La casa de Aarón confía en el Señor: él es su auxilio y su escudo. Los fieles del Señor confían en el Señor: él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga, bendiga a la casa de Israel, bendiga a la casa de Aarón; bendiga a los fieles del Señor, pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, a vosotros y a vuestros hijos; benditos seáis del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, ni los que bajan al silencio. Nosotros, sí, bendeciremos al Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.
Antífona 3: Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Su sabiduría no tiene medida.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nuestro Señor es grande y poderoso.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», dice el Señor.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», dice el Señor.
PRECES:
Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres, que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Acuérdate de esta comunidad aquí reunida, que tú elegiste como morada de tu gloria.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Que los que están en camino tengan un viaje feliz y regresen a sus hogares con salud y alegría.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Acoge, Señor, a tus hijos difuntos y concédeles tu perdón y la vida eterna.
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó.
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
25 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera, antes del mar y las montañas, antes de las constelaciones, nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre, era sonrisa su mirada, era ternura su sonrisa, era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo, todo salió sin mancha, desde el arrullo del río hasta el rocío y la escarcha; nuevo el canto de los pájaros, porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día, aunque matemos la mañana y desperdiciemos la tarde, y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego, en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre; Espíritu, satúranos de tu fragancia; danos palabras para responderte, Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás; tú aborreces a los que veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor; tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro; no me has entregado en manos del enemigo, has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Antífona 2: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
SALMO:
Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor; mis años, en los gemidos; mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos: me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: Tú eres mi Dios.
En tu mano está mi destino: líbrame de los enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Antífona 3: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
SALMO:
¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas; los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad: Me has arrojado de tu vista; pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
Porque tú eres mi Dios y Salvador.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
FUTURO RESTABLECIMIENTO MATERIAL Y ESPIRITUAL DEL PUEBLO DE DIOS.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la contaminó con su conducta y con sus malas obras, como sangre inmunda fue su proceder ante mí. Entonces derramé mi cólera sobre ellos por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo contaminado con sus ídolos. Los esparcí por las naciones y anduvieron dispersos por los países, según su proceder y sus malas obras los juzgué. Al llegar a las diversas naciones profanaron mi santo nombre, pues decían de ellos: "Éstos son el pueblo del Señor, han tenido que salir de su tierra." Entonces tuve consideración de mi nombre santo, profanado por la casa de Israel en las naciones adonde fue.
Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor: No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones adonde fuisteis. Mostraré la santidad de mi nombre ilustre profanado entre los gentiles, que vosotros profanasteis en medio de ellos, y sabrán los gentiles que yo soy el Señor, cuando manifieste mi santidad a la vista de ellos, por medio de vosotros.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar, y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo, arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
Os libraré de vuestras inmundicias, llamaré al grano y lo haré abundar y no os dejaré pasar hambre, haré que abunden los frutos de los árboles y las cosechas de los campos, para que no os insulten los gentiles llamándoos "muertos de hambre". Al acordaros de vuestra conducta perversa y de vuestras malas obras, sentiréis asco de vosotros mismos por vuestras culpas y abominaciones. Sabedlo bien, no lo hago por vosotros -oráculo del Señor-, avergonzaos y sonrojaos de vuestra conducta, casa de Israel. Esto dice el Señor: Cuando os purifique de vuestras culpas, haré que se repueblen las ciudades y que las ruinas se reconstruyan. Volverán a labrar la tierra desolada, después de haber estado baldía a la vista de los caminantes. Dirán: "Esta tierra desolada está hecha un paraíso, y las ciudades arrasadas, desiertas, destruidas son plazas fuertes habitadas." Y los pueblos que queden en vuestro contorno sabrán que yo, el Señor, reedifico lo destruido y planto lo arrasado. Yo, el Señor, lo digo y lo hago.”".
RESPONSORIO:
Les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes, y así sean ellos mi pueblo y yo sea su Dios.
Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo.
Para que sigan mis leyes, y así sean ellos mi pueblo y yo sea su Dios.
SEGUNDA LECTURA:
De los sermones de san León Magno, papa.
CUAL SEA EL TRABAJO DE CADA UNO TAL SERÁ SU GANANCIA.
Dice el Señor: Si vuestra virtud no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de Consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y en verdad lo más justo y adecuado es que la creatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.
La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis no os hagáis los melancólicos, como los hipócritas, que ponen una cara mustia, para hacer ver a los demás que están ayunando. Os digo de veras: Ya recibieron su paga. ¿Qué paga, sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior, así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.
El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor, el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno tal será su ganancia, y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.
En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera, lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche, éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas.
RESPONSORIO:
No nos cansemos de practicar el bien, que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.
Lo que uno siembre, eso cosechará.
Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Alfarero del hombre, mano trabajadora que, de los hondos limos iniciales, convocas a los pájaros a la primera aurora, al pasto los primeros animales.
De mañana te busco, hecho de luz concreta, de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, vigor, origen, meta de los profundos ríos de la vida.
El árbol toma cuerpo, y el agua melodía; tus manos son recientes en la rosa; se espesa la abundancia del mundo a mediodía, y estás de corazón en cada cosa.
No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro, ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro: tú, por la luz; el hombre, por la muerte.
¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte dejar tanta hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
SALMO:
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios?
Recuerdo otros tiempos, y mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío.
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: ¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Antífona 2: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
CÁNTICO:
Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad y al templo de tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
Antífona 3: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
SALMO:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
LECTURA BREVE:
Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos!
RESPONSORIO BREVE:
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Cantadle un cántico nuevo.
Que merece la alabanza de los buenos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES:
Demos gracias a nuestro salvador que ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, y digámosle:
Consérvanos, Señor, en tu servicio.
Señor Jesús, sacerdote eterno, que has querido que tu pueblo participara de tu sacerdocio: haz que ofrezcamos siempre sacrificios espirituales, agradables al Padre.
Consérvanos, Señor, en tu servicio.
Danos, Señor, la abundancia de los frutos del Espíritu Santo: comprensión, bondad, amabilidad.
Consérvanos, Señor, en tu servicio.
Que la luz de la fe ilumine este nuevo día y que durante el mismo caminemos por las sendas del amor.
Consérvanos, Señor, en tu servicio.
Haz que busquemos siempre el bien de nuestros hermanos y les ayudemos a progresar en su salvación.
Consérvanos, Señor, en tu servicio.
Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día: danos tu ayuda para que no caigamos hoy en pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Así será la alianza que haré con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
No me arrojes lejos de tu rostro.
ORACIÓN:
Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados, ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda. Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. ¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quién diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -sin mortaja-en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!
SALMO:
Señor, que me alcance tu favor, tu salvación según tu promesa: así responderé a los que me injurian, que confío en tu palabra; no quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos.
Cumpliré sin cesar tu voluntad, por siempre jamás; andaré por un camino ancho, buscando tus decretos; comentaré tus preceptos ante los reyes, y no me avergonzaré.
Serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo; levantaré mis manos hacia ti recitando tus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!
Antífona 2: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
SALMO:
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños.
¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Nadie se te puede comparar: intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: Aquí estoy -como está escrito en mi libro-para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
Antífona 3: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.
SALMO:
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me niegues tu clemencia, que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre, porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas, y no puedo huir; son más que los cabellos de mi cabeza, y me falta el valor.
Señor, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: Grande es el Señor, los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado, pero el Señor cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.
LECTURA BREVE:
Haré con ellos alianza eterna y no cesaré de hacerles bien.
Pondré en sus corazones mi temor para que no se aparten de mí.
De Dios viene mi salvación y mi gloria.
Él es mi refugio.
ORACIÓN:
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!
SALMO:
Señor, que me alcance tu favor, tu salvación según tu promesa: así responderé a los que me injurian, que confío en tu palabra; no quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos.
Cumpliré sin cesar tu voluntad, por siempre jamás; andaré por un camino ancho, buscando tus decretos; comentaré tus preceptos ante los reyes, y no me avergonzaré.
Serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo; levantaré mis manos hacia ti recitando tus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!
Antífona 2: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
SALMO:
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños.
¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Nadie se te puede comparar: intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy -como está escrito en mi libro-para hacer tu voluntad”.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
Antífona 3: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.
SALMO:
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me niegues tu clemencia, que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre, porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas, y no puedo huir; son más que los cabellos de mi cabeza, y me falta el valor.
Señor, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: “Grande es el Señor”, los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado, pero el Señor cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.
LECTURA BREVE:
Dice el Señor Dios: “Vosotros sois rebaño mío, ovejas de mi grey; y yo soy vuestro Dios”.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar.
ORACIÓN:
Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Presentemos a Dios nuestras tareas, levantemos orantes nuestras manos, porque hemos realizado nuestras vidas por el trabajo.
Cuando la tarde pide ya descanso y Dios está más cerca de nosotros, es hora de encontrarnos en sus manos, llenos de gozo.
En vano trabajamos la jornada, hemos corrido en vano hora tras hora, si la esperanza no enciende sus rayos en nuestra sombra.
Hemos topado a Dios en el bullicio, Dios se cansó conmigo en el trabajo; es hora de buscar a Dios adentro, enamorado.
La tarde es un trisagio de alabanza, la tarde tiene fuego del Espíritu: adoremos al Padre en nuestras obras, adoremos al Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.
SALMO:
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.
Antífona 2: Llega el esposo, salid a recibirlo.
SALMO:
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos, los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llega el esposo, salid a recibirlo.
Antífona 3: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.
LECTURA BREVE:
Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino -como es en realidad-como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.
RESPONSORIO BREVE:
Suba, Señor, a ti mi oración.
Suba, Señor, a ti mi oración.
Como incienso en tu presencia.
A ti mi oración.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Suba, Señor, a ti mi oración.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.
PRECES:
Alabemos a Cristo, que ama a la Iglesia y le da alimento y calor, y roguémosle confiados diciendo:
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Haz, Señor, que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Guarda con tu protección al papa Francisco y a nuestro obispo, ayúdalos con el poder de tu brazo.
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Ten compasión de los que no encuentran trabajo y haz que consigan un empleo digno y estable.
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Señor, sé refugio de los oprimidos y protégelos en todas sus necesidades.
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Te pedimos por el eterno descanso de los que durante su vida ejercieron el ministerio para el bien de tu iglesia: que también te celebren eternamente en tu reino.
Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.
Fieles a la recomendación del Salvador nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que nosotros, tus siervos inútiles, hemos realizado hoy, te pedimos que, al llegar al término de este día, acojas benignamente nuestro sacrificio vespertino de acción de gracias y recibas con bondad la alabanza que te dirigimos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
SALMO:
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO MARTES DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
26 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Espada de dos filos es, Señor, tu palabra! Penetra como fuego y divide la entraña.
¡Nada como tu voz, es terrible tu espada! ¡Nada como tu aliento, es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir encendida la lámpara, que para virgen necia no es posible la entrada.
No basta con gritar sólo palabras vanas, ni tocar a la puerta cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos que me cercena el alma, que hiere a sangre y fuego esta carne mimada, que mata los ardores para encender la gracia.
Vivir de tus incendios, luchar por tus batallas, dejar por los caminos rumor de tus sandalias. ¡Espada de dos filos es, Señor, tu palabra! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
SALMO:
No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal: se secarán pronto, como la hierba, como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará brillar tu justicia como el amanecer; tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la intriga: cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal; porque los que obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate en su sitio: ya no está; en cambio, los sufridos poseen la tierra y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
SALMO:
El malvado intriga contra el justo, rechina sus dientes contra él; pero el Señor se ríe de él, porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco, para abatir a pobres y humildes, para asesinar a los honrados; pero su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia; pues al malvado se le romperán los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre; no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán; pero los malvados perecerán, los enemigos del Señor se marchitarán como la belleza de un prado, en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve, el justo se compadece y perdona. Los que el Señor bendice poseen la tierra, los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo: nunca he visto a un justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan. A diario se compadece y da prestado; bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa; porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá; pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino.
SALMO:
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo e intenta darle muerte; pero el Señor no lo entrega en sus manos, no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra, y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como un cedro frondoso; volví a pasar, y ya no estaba; lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz; los impíos serán totalmente aniquilados, el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Confía en el Señor y sigue su camino.
Enséñame Señor, a gustar y a comprender.
Porque me fío de tus mandatos.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
VISIÓN SOBRE LA RESURRECCIÓN DEL PUEBLO DE DIOS.
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí y su espíritu me trasladó y me dejó en un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasar entre ellos en todas direcciones, eran muchísimos los que había en la cuenca del valle y estaban completamente secos. Entonces me dijo:
“Hijo de hombre, ¿podrán revivir esos huesos?”.
Contesté:
“Tú lo sabes, Señor.”.
Me ordenó:
“Conjura así a esos huesos: "Huesos calcinados, escuchad la palabra del Señor: Esto dice el Señor a esos huesos: Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis. Os injertaré tendones, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y os infundiré espíritu para que reviváis. Así sabréis que yo soy el Señor."“.
Pronuncié el conjuro que me había mandado, y mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto, y los huesos se ensamblaron, hueso con hueso. Vi que habían prendido en ellos los tendones, que crecía la carne y la piel se extendía por encima, pero no había en ellos espíritu. Entonces me dijo:
“Conjura al espíritu, conjura, hijo de hombre, diciéndole al espíritu: "Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan."“.
Pronuncié el conjuro que se me había mandado. Penetró en ellos el espíritu, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa. Entonces me dijo:
“Hijo de hombre, esos huesos son toda la casa de Israel. Ahí los tienes diciendo: "Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos perdidos." Por eso profetiza diciéndoles: "Esto dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. -Oráculo del Señor-."
RESPONSORIO:
Yo mismo abriré vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré salir de vuestros sepulcros, y sabréis que yo soy el Señor.
Yo soy la resurrección y la vida, quien a mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.
Y sabréis que yo soy el Señor.
SEGUNDA LECTURA:
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan.
LLEGARAS A LA FUENTE, VERÁS LA LUZ.
Nosotros los cristianos, en comparación con los infieles, somos ya luz, como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y en otro lugar dice: La noche va pasando, el día está encima, desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos la armadura de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad.
No obstante, porque el día en que vivimos es todavía noche en comparación con aquella luz a la que esperamos llegar, oigamos lo que dice el apóstol Pedro. Nos dice que vino sobre Cristo, el Señor, desde la sublime gloria, aquella voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.” Y nosotros mismos -dice- oímos esta voz venida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Pero, como nosotros no estábamos allí y no oímos esta voz del cielo, nos dice el mismo Pedro: Y así tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón.
Por lo tanto, cuando vendrá nuestro Señor Jesucristo y -como dice también el apóstol Pablo- sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, y pondrá al descubierto las intenciones del corazón, y vendrá a cada uno su alabanza de parte de Dios, entonces, con la presencia de este día, ya no tendremos necesidad de lámparas: no será necesario que se nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol, ya no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario. Ya no tendrán razón de ser todas las Escrituras que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámparas, para que no quedásemos en tinieblas.
Suprimido, pues, todo esto, que ya no nos será necesario, cuando los mismos hombres de Dios por quienes fueron escritas estas cosas verán, junto con nosotros, aquella verdadera y clara luz, sin la ayuda de sus escritos, ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se alimentará nuestro espíritu? ¿De qué se alegrará nuestra mirada? ¿De dónde procederá aquel gozo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre? Qué es lo que veremos?
Os lo ruego, amemos juntos, corramos juntos el camino de nuestra fe, deseemos la patria celestial, suspiremos por ella, sintámonos peregrinos en este mundo. ¿Qué es lo que veremos entonces? Que nos lo diga ahora el Evangelio: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Entonces llegarás a la fuente con cuya agua has sido rociado, entonces verás al descubierto la luz cuyos rayos, por caminos oblicuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas de tu corazón, y para ver y soportar la cual eres entretanto purificado. Queridos hermanos -dice el mismo Juan-, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Noto cómo vuestros sentimientos se elevan junto con los míos hacia las cosas celestiales, pero un cuerpo corruptible hace pesada el alma y esta mansión de tierra oprime el espíritu fecundo en pensamientos. Ha llegado ya el momento en que yo tengo que dejar el libro santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones. Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y alegría, pero, aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de él.
RESPONSORIO:
No habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente.
El Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Te damos gracias, Señor, porque has depuesto la ira y has detenido ante el pueblo la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva, la luz que nos ilumina, la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo del manantial de la Vida las aguas que dan al hombre la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos: «¡Cantadle con alegría! ¡El nombre de Dios es grande! ¡Su caridad infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra! Cantemos sus maravillas. ¡Qué grande, en medio del pueblo el Dios que nos justifica!». Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
SALMO:
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Antífona 2: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
CÁNTICO:
Yo pensé: «En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan del resto de mis años.».
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi vida, y me cortan la trama.».
Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un león, día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora. El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Antífona 3: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de la tierra y del océano remoto;
Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, las rodadas de tu carro rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.
LECTURA BREVE:
No viváis, hermanos, en tinieblas para que el día del Señor no os sorprenda como ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.
RESPONSORIO BREVE:
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Espero en tu palabra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
PRECES:
Bendigamos a nuestro Salvador, que con su resurrección ha iluminado el mundo, y digámosle suplicantes:
Haz, Señor, que caminemos por tu senda.
Señor Jesús, al consagrar nuestra oración matinal en memoria de tu santa resurrección, te pedimos que la esperanza de participar de tu gloria ilumine todo nuestro día.
Haz, Señor, que caminemos por tu senda.
Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada: dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicia de nuestro día.
Haz, Señor, que caminemos por tu senda.
Concédenos crecer hoy en tu amor, a fin de que todo concurra para nuestro bien y el de nuestros hermanos.
Haz, Señor, que caminemos por tu senda.
Haz, Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres, para que todos den Gloria al Padre que está en los cielos.
Haz, Señor, que caminemos por tu senda.
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación: concédenos la abundancia de tu gracia para que preparemos, delante de ti, sendas de justicia y de paz. Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En tierra extranjera guardé tus decretos.
SALMO:
Recuerda la palabra que diste a tu siervo, de la que hiciste mi esperanza; éste es mi consuelo en la aflicción: que tu promesa me da vida; los insolentes me insultan sin parar, pero yo no me aparto de tus mandatos.
Recordando tus antiguos mandamientos, Señor, quedé consolado; sentí indignación ante los malvados, que abandonan tu voluntad; tus leyes eran mi canción en tierra extranjera.
De noche pronuncio tu nombre.
Señor, y velando, tus preceptos; esto es lo que a mí me toca: guardar tus decretos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En tierra extranjera guardé tus decretos.
Antífona 2: El Señor cambiará la suerte de su pueblo y gozará Israel.
SALMO:
Dice el necio para sí: “No hay Dios”. Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay quien obre bien.
Dios observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios esparce los huesos del agresor, y serán derrotados, porque Dios los rechaza.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor cambiará la suerte de su pueblo y gozará Israel.
Antífona 3: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
SALMO:
¡Oh Dios!, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. ¡Oh Dios!, escucha mi súplica, atiende a mis palabras: porque unos insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno; porque me libraste del peligro y he visto la derrota de mis enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
LECTURA BREVE:
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
La salvación está cerca de los fieles.
Y la gloria habitará en nuestra tierra.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te está cantando el martillo y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porfía de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día!
Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -sin mortaja-en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.
Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Padre santo, guárdanos en tu nombre.
Para que seamos perfectamente uno.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que revelaste a Pedro tu plan de salvar a todas las naciones, danos tu gracia para que todas nuestras acciones sean agradables a tus ojos y útiles a tu designio de amor y salvación universal.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Dios quiso que no hubiera divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.
Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le felicitan.
Señor Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles.
Daremos gracias a tu santo nombre.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que enviaste un ángel al centurión Cornelio para que le revelara el camino de la salvación, ayúdanos a trabajar cada día con mayor entrega en la salvación de los hombres, para que, junto con todos nuestros hermanos, incorporados a la Iglesia de tu Hijo, podamos llegar a ti. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Mentes cansadas, manos encallecidas, labriegos al fin de la jornada, jornaleros de tu viña, venimos, Padre, atardecidos de cansancio, agradecidos por la lucha, a recibir tu denario.
Llenos de polvo, el alma hecha girones, romeros al filo de la tarde, peregrinos de tus montes, venimos, Padre, heridos por los desengaños, contentos por servir a tu mesa, a recibir tu denario.
Hartos de todo, llenos de nada, sedientos al brocal de tus pozos y hambrientos de tu casa, venimos, Padre, el corazón entre tus brazos, la frente humilde de delitos, a recibir tu denario. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No podéis servir a Dios y al dinero.
SALMO:
Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a países.
El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No podéis servir a Dios y al dinero.
Antífona 2: «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
SALMO:
Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.
No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.
Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.
El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.
Antífona 3: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.
LECTURA BREVE:
Todos pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él, a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación.
RESPONSORIO BREVE:
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
De alegría perpetua a tu derecha.
En tu presencia, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.
PRECES:
Alabemos a Cristo, pastor y obispo de nuestras vidas, que vela siempre con amor por su pueblo, y digámosle suplicantes:
Protege, Señor, a tu pueblo.
Pastor eterno, protege a nuestro obispo y a todos los pastores de la Iglesia.
Protege, Señor, a tu pueblo.
Mira con bondad a los que sufren persecución y líbralos de todas sus angustias.
Protege, Señor, a tu pueblo.
Compadécete de los pobres y necesitados y da pan a los hambrientos.
Protege, Señor, a tu pueblo.
Ilumina a los que tienen la misión de gobernar a los pueblos y dales sabiduría y prudencia.
Protege, Señor, a tu pueblo.
No olvides, Señor, a los difuntos redimidos por tu sangre y admítelos en el festín de las bodas eternas.
Protege, Señor, a tu pueblo.
Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, Señor del día y de la noche, humildemente te pedimos que la luz de Cristo, verdadero sol de justicia, ilumine siempre nuestras vidas para que así merezcamos gozar un día de aquella luz en la que tú habitas eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO ORDINARIO MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
27 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Pues busco, debo encontrar; pues llamo, débenme abrir; pues pido, me deben dar; pues amo, débenme amar aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará. ¿Pasa? No lejos irá. ¿Me pone a prueba? Soy fiel. ¿Pasa? No lejos irá: pues tiene alas mi alma, y va volando detrás de él.
Es poderoso, mas no podrá mi amor esquivar; invisible se volvió, mas ojos de lince yo tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final en pos del Bien de los bienes, y consuélate en tu mal pensando con fe total: ¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.
SALMO:
Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi boca mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza; pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy.
Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra, por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.
Antífona 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
SALMO:
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza. Líbrame de mis iniquidades, no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho. Aparta de mí tus golpes, que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre castigando su culpa; como una polilla roes sus tesoros; el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto; porque yo soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres. Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
Antífona 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
SALMO:
¿Por qué te glorías de la maldad y te envalentonas contra el piadoso? Estás todo el día maquinando injusticias, tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre, te abatirá y te barrerá de tu tienda; arrancará tus raíces del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán, y se reirán de él: «Mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes.».
Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en su misericordia por siempre jamás.
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: «Tu nombre es bueno.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
Mi alma espera en el Señor.
Espera en su palabra.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
SE ANUNCIA LA RENOVACIÓN DE LA UNIDAD ENTRE ISRAEL Y JUDÁ.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
“Hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: "Judá", toma luego otra vara y escribe en ella: "José". Empálmalas la una con la otra de modo que formen una sola vara y queden unidas en tu mano. Y cuando te pregunten tus paisanos: "Explícanos lo que quieres decir", respóndeles: "Esto dice el Señor: Voy a tomar la vara de José y a empalmarla con la vara de Judá, de modo que formen una sola vara y queden unidas en mi mano.".
Toma en la mano las varas escritas y, enseñándoselas, diles: "Esto dice el Señor: Voy a recoger a los hijos de Israel de entre las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a estar divididos en dos reinos. No se mancharán más con sus ídolos y abominaciones y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres, allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre, tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre."“.
RESPONSORIO:
Voy a recoger a los hijos de Israel, voy a congregarlos de todas partes y haré de ellos un solo pueblo, para que se forme un solo rebaño y un solo pastor.
El buen pastor da su vida por las ovejas.
Para que se forme un solo rebaño y un solo pastor.
SEGUNDA LECTURA:
De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo.
¡AY DEL ALMA EN LA QUE NO HABITA CRISTO!
Así como en otro tiempo Dios, irritado contra los judíos, entregó a Jerusalén a la afrenta de sus enemigos, y sus adversarios los sometieron, de modo que ya no quedaron en ella ni fiestas ni sacrificios, así también ahora, airado contra el alma que quebranta sus mandatos, la entrega en poder de los mismos enemigos que la han seducido hasta afearla.
Y del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.
¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque, embestida por las olas y tempestades del mar, acaba por naufragar. ¡Ay del alma que no lleva en sí al verdadero piloto, Cristo!, porque, puesta en un despiadado mar de tinieblas, sacudida por las olas de sus pasiones y embestida por los espíritus malignos como por una tempestad invernal, terminará en el naufragio.
¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.
Del mismo modo que el colono, cuando se dispone a cultivar la tierra, necesita los instrumentos y vestiduras apropiadas, así también Cristo, el rey celestial y verdadero agricultor, al venir a la humanidad desolada por el pecado, habiéndose revestido de un cuerpo humano y llevando como instrumento la cruz, cultivó el alma abandonada, arrancó de ella los espinos y abrojos de los malos espíritus, quitó la cizaña del pecado y arrojó al fuego toda la hierba mala, y, habiéndola así trabajado incansablemente con el madero de la cruz, plantó en ella el huerto hermosísimo del Espíritu, huerto que produce para Dios, su Señor, un fruto suavísimo y gratísimo.
RESPONSORIO:
Yo soy la vid verdadera y vosotros sois los sarmientos, el que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.
Como el Padre me amó, así también yo os he amado a vosotros.
El que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN:
X
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO:
Nacidos de la luz, hijos del día, Vamos hacia el Señor de la mañana. Su claridad disipa nuestras sombras y alegra y regocija nuestras almas.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria, nos libre para siempre del pecado, y podamos así gozar la herencia que nos legó en su Hijo muy amado.
Honor y gloria a Dios, Padre celeste, por medio de su Hijo Jesucristo, y al Don de toda luz, el Santo Espíritu, que vive por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
SALMO:
Alzo mi voz a Dios gritando, Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo! Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas: mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Antífona 2: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
CÁNTICO:
Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe; él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor; los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Antífona 3: El Señor reina, la tierra goza.
SALMO:
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor; porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor reina, la tierra goza.
LECTURA BREVE:
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
RESPONSORIO BREVE:
Bendigo al Señor en todo momento.
Bendigo al Señor en todo momento.
Su alabanza está siempre en mi boca.
En todo momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Bendigo al Señor en todo momento.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
PRECES:
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:
Escúchanos, Señor.
Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día: que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.
Escúchanos, Señor.
Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto, y que sea agradable a tus ojos.
Escúchanos, Señor.
Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo y sal de la tierra para cuantos nos traten.
Escúchanos, Señor.
Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.
Escúchanos, Señor.
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Yo di a vuestros jefes estas normas: “Vosotros escucharéis los pleitos de vuestros hermanos y juzgaréis con justicia las causas que surjan entre un hombre con su hermano o un extranjero. No seáis parciales en la sentencia, oíd por igual al pequeño y al grande; no os dejéis amedrentar por nadie, que la sentencia es de Dios”.
El Señor es justo y ama la justicia.
Los buenos verán su rostro.
ORACIÓN:
Señor, Padre santo, Dios fiel, tú que enviaste el Espíritu Santo prometido para que congregara a los hombres que el pecado había disgregado: ayúdanos a ser, en medio de nuestros hermanos, fermento de unidad y de paz. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: He examinado mi camino, para enderezar mis pies a tus preceptos.
SALMO:
El Señor es mi herencia; he resuelto guardar tus palabras; de todo corazón busco tu favor: ten piedad de mí según tu promesa; he examinado mi camino, para enderezar mis pies a tus preceptos.
Con diligencia, sin tardanza, observo tus mandatos; los lazos de los malvados me envuelven, pero no olvido tu voluntad; a media noche me levanto para darte gracias por tus justos mandamientos.
Me junto con tus fieles, que guardan tus decretos; Señor, de tu bondad está llena la tierra; enséñame tus leyes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: He examinado mi camino, para enderezar mis pies a tus preceptos.
Antífona 2: Me asalta el temor y el terror: hazme caso y respóndeme, Señor.
SALMO:
Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme, me agitan mis ansiedades.
Me turba la voz del enemigo, los gritos del malvado: descargan sobre mí calamidades y me atacan con furia.
Se estremece mi corazón, me sobrecoge un pavor mortal, me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto, y pienso: “ ¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Emigraría lejos, habitaría en el desierto, me pondría en seguida a salvo de la tormenta, del huracán que devora, Señor; del torrente de sus lenguas.».
Violencia y discordia veo en la ciudad: día y noche hacen la ronda sobre las murallas; en su recinto, crimen e injusticia; dentro de ella, calamidades; no se apartan de su plaza la crueldad y el engaño.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me asalta el temor y el terror: hazme caso y respóndeme, Señor.
Antífona 3: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva.
SALMO:
Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me escondería de él; pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad: juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.
Pero yo invoco a Dios, y el Señor me salva: Por la tarde, en la mañana, al mediodía, me quejo gimiendo.
Dios escucha mi voz: su paz rescata mi alma de la guerra que me hacen, porque son muchos contra mí.
Dios me escucha, los humilla el que reina desde siempre, porque no quieren enmendarse ni temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado, violando los pactos; su boca es más blanda que la manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva.
LECTURA BREVE:
Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y lleno de amor, que a la mitad de nuestra jornada concedes un descanso a nuestra fatiga, contempla complacido el trabajo empezado, remedia nuestras deficiencias, y haz que nuestras obras te sean agradables.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.
Señor, sondéame y conoce mi corazón.
Guíame por el camino eterno.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, que por la salvación de los hombres extendiste tus brazos en la cruz: haz que todas nuestras acciones te sean agradables y sirvan para manifestar al mundo tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, tú eres santo: yo adoro, yo creo; tu cielo es un libro de páginas bellas, do en noches tranquilas mi símbolo leo, que escribe tu mano con signos de estrellas.
En vano con sombras el caos se cierra: tú miras al caos, la luz nace entonces; tú mides las aguas que ciñen la tierra, tú mides los siglos que muerden los bronces.
El mar a la tierra pregunta tu nombre, la tierra a las aves que tienden su vuelo; las aves lo ignoran; preguntan al hombre, y el hombre lo ignora; pregúntanlo al cielo.
EI mar con sus ecos ha siglos que ensaya formar ese nombre, y el mar no penetra misterios tan hondos, muriendo en la playa, sin que oigan los siglos o sílaba o letra.
Señor, tú eres santo: yo te amo, yo espero; tus dulces bondades cautivan el alma; mi pecho gastaron con diente de acero los gustos del mundo, vacíos de calma.
Concede a mis penas la luz de bonanza, la paz a mis noches, la paz a mis días; tu amor a mi pecho, tu fe y tu esperanza, que es bálsamo puro que al ánima envías. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.
SALMO:
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared que cede a una tapia ruinosa?
Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen.
Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza subirían más leves que un soplo.
No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón.
Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado:
«Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.
Antífona 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.
SALMO:
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.
Antífona 3: Todo fue creado por él y para él.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo fue creado por él y para él.
LECTURA BREVE:
Sed humildes unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os eleve. Descargad en él todas vuestras preocupaciones, porque él se interesa por vosotros.
RESPONSORIO BREVE:
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
A las sombras de tus alas escóndenos.
Como a las niñas de tus ojos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.
PRECES:
Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu paz.
Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó; ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como una hierba que se renueva por la mañana y se seca por la tarde.
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu paz.
Alimenta a tu pueblo con el maná para que no perezca de hambre y dale el agua viva para que nunca más tenga sed.
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu paz.
Que tus fieles busquen y saboreen los bienes de arriba y te glorifiquen también con su descanso.
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu paz.
Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas, para que la tierra de fruto abundante.
Que los difuntos puedan contemplar tu faz y que nosotros tengamos un día parte en su felicidad.
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu paz.
Confiemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, terminando nuestra oración con las palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, tu nombre es santo y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda cantar eternamente tus alabanzas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO JUEVES DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
28 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, ¿a quién iremos, si tú eres la Palabra? A la voz de tu aliento se estremeció la nada; la hermosura brilló y amaneció la gracia.
Señor, ¿a quién iremos, si tu voz no nos habla?
Nos hablas en las voces de tu voz semejanza: en los goces pequeños y en las angustias largas.
Señor, ¿a quién iremos, si tú eres la Palabra?
En los silencios íntimos donde se siente el alma, tu clara voz creadora despierta la nostalgia.
¿A quién iremos, Verbo, entre tantas palabras?
Al golpe de la vida, perdemos la esperanza; hemos roto el camino y el roce de tu planta.
¿A dónde iremos, dinos, Señor, si no nos hablas?
¡Verbo del Padre, Verbo de todas las mañanas, de las tardes serenas, de las noches cansadas!
¿A dónde iremos, Verbo, si tú eres la Palabra? Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.
SALMO:
¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado: la obra que realizaste en sus días, en los años remotos.
Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles, y los plantaste a ellos; trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria; sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú, que das la victoria a Jacob: con tu auxilio embestimos al enemigo, en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco, ni mi espada me da la victoria; tú nos das la victoria sobre el enemigo y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre damos gracias a tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.
Antífona 2: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.
SALMO:
Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas: nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza y nos has dispersado por las naciones; vendes a tu pueblo por nada, no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara al oír insultos e injurias, al ver a mi rival y a mi enemigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.
Antífona 3: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.
SALMO:
Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado ni haber violado tu alianza, sin que se volviera atrás nuestro corazón ni se desviaran de tu camino nuestros pasos; y tú nos arrojaste a un lugar de chacales y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios y extendido las manos a un dios extraño, el Señor lo habría averiguado, pues él penetra los secretos del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
VISIÓN DE LOS ÚLTIMOS DÍAS.
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
Hijo de hombre, profetiza contra Gog: Esto dice el Señor: Aquel día, cuando mi pueblo Israel habite confiado, te despertarás y vendrás desde tu territorio, desde el norte remoto, con tropas aliadas incontables, todos montados a caballo, una gran milicia, un ejército inmenso, y atacarás a mi pueblo, Israel, lo mismo que un nublado, hasta cubrir el país. Al cabo de los años, te traeré contra mi país, para que, al ver mi santidad actuando sobre ti, Gog, me reconozcan las naciones.
Esto dice el Señor: Tú eres aquel de quien hablé antiguamente por medio de mis siervos los profetas de Israel; ya entonces profetizaron que yo te traería contra ellos. Aquel día, cuando Gog invada la tierra de Israel oráculo del Señor, brotará mi cólera y mi indignación. En el fuego de mi furia y en mi pasión lo juro: aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel, temblarán en mi presencia los peces del mar y las aves del cielo, las fieras del campo y los reptiles del suelo, y todos los hombres de la superficie de la tierra. Se derrumbarán las montañas, los barrancos se despeñarán y las murallas se desplomarán.
Daré cita contra él a la espada oráculo del Señor, y la espada de cada uno se volverá contra su hermano. Pleitearé con él con peste y con sangre; haré que lluevan trombas de agua y granizo, fuego y azufre sobre él y sus huestes y sus tropas aliadas incontables. Mostraré mi grandeza y mi santidad y me daré a conocer a muchas naciones, y sabrán que yo soy el Señor.
Y tú, hijo de hombre, profetiza así contra Gog: Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti, Gog, adalid y caudillo de Mesec y Tubal, voy a revolverte y a sacarte, te levantaré en el norte remoto y te llevaré a los montes de Israel. De un golpe te tiraré el arco de la mano izquierda, y las flechas se te caerán de la mano derecha. En los montes de Israel caeréis, tú con todas tus huestes y las tropas que vienen contigo. Te daré como pasto a todas las aves de rapiña y a las fieras salvajes. Caerás en campo abierto, pues yo lo he dicho oráculo del Señor. Enviaré fuego contra Magog y los que habitan confiados en las islas, para que sepan que yo soy el Señor. Daré a conocer mi nombre santo en medio de mi pueblo Israel; ya no profanaré mi nombre santo, y sabrán las naciones que yo soy el Señor, el Santo de Israel. Mira que llega, que sucede oráculo del Señor: es el día que predije.
Saldrán los vecinos de las villas de Israel y prenderán y quemarán las armas: arco y flechas, adarga y escudo, venablo y jabalina; harán fuego con ellas durante siete años. No tendrán que acarrear leña del monte ni tendrán que cortarla en los bosques, pues harán fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y despojarán a sus despojadores oráculo del Señor..
RESPONSORIO:
En el fuego de mi furia y en mi pasión lo juro: aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.
Como el relámpago sale del oriente y se deja ver hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.
Aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.
SEGUNDA LECTURA:
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo.
SI SOMOS OVEJAS VENCEMOS, SI NOS CONVERTIMOS EN LOBOS SOMOS VENCIDOS.
Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del pastor. Éste, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y por esto te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder.
Es como si dijera: No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de lobos y al mismo tiempo os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia, que en la debilidad se muestra perfecto mi poder. Así es como yo he determinado que fuera. Al decir: Os envío como ovejas, dice implícitamente: No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois invencibles..
Pero además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Mas, ¿de qué servirá nuestra prudencia es como si dijesen en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser prudentes en medio de tantos embates? Por mucha que sea la prudencia de la oveja, ¿de qué le aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos gavilanes? Ciertamente, la prudencia y la sencillez no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.
Pero veamos cuál es la prudencia que exige el Señor. Como serpientes dice. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así también tú dice debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces. Así pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo prudente, sino ambas cosas a la vez, porque en ello consiste la verdadera virtud. La prudencia de la serpiente te hará invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada aprovecha la prudencia.
Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor conoce más que nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino con la mansedumbre.
RESPONSORIO:
Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos dice el Señor ;sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.
Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la buena nueva, para sanar las almas.
Instrumento de paz y de justicia, pregonero de todas tus palabras, agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama.
Señor, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo.
Señor, tú me llamaste para salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres que tú, Padre, me diste como hermanos. Señor, me quieres para abolir las guerras, y aliviar la miseria y el pecado; hacer temblar las piedras y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
SALMO:
Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines, resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno y echó raíces hasta llenar el país; su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego: con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Antífona 2: Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.
CÁNTICO:
Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has consolado.
Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Aquel día, diréis: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas; anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: “¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.
Antífona 3: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
SALMO:
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta; porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida para José al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto; abre tu boca y yo la saciaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
LECTURA BREVE:
El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.
RESPONSORIO BREVE:
Velando medito en ti, Señor. Velando medito en ti, Señor. Porque fuiste mi auxilio. Medito en ti, Señor. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Velando medito en ti, Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.
PRECES:
Bendigamos a Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas, y digámosle con humildad:
Ilumínanos, Señor.
Te damos gracias, Señor, porque nos has iluminado con la luz de Jesucristo; que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.
Ilumínanos, Señor.
Que tu sabiduría nos dirija en nuestra jornada; así andaremos por sendas de vida nueva.
Ilumínanos, Señor.
Ayúdanos a superar con fortaleza las adversidades y haz que te sirvamos con generosidad de espíritu.
Ilumínanos, Señor.
Dirige y santifica los pensamientos, palabras y obras de nuestro día y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.
Ilumínanos, Señor.
Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre y digámosle:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
A ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, te pedimos humildemente que meditando fielmente tu palabra vivamos siempre en la claridad de tu luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera; dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino; todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.».
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.» Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Pues toda la ley se concentra en esta frase: amarás al prójimo como a ti mismo. Correré, Señor, por el camino de tus mandatos. Cuando me ensanches el corazón.
ORACIÓN:
Señor Dios, que a la hora de tercia enviaste al Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración, concédenos también a nosotros participar de los dones de ese mismo Espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. Tú eres bueno, Señor, y haces el bien. Instrúyeme en tus leyes.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas, haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos siempre por tus sendas con el corazón jubiloso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Fundamento de todo lo que existe, de tu pueblo elegido eterna roca, de los tiempos Señor, que prometiste dar tu vigor al que con fe te invoca.
Mira al hombre que es fiel y no te olvida, tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte para amarte y servirte en esta vida y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa en este atardecer que se avecina, serena claridad y dulce brisa será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata.
SALMO:
Has dado bienes a tu siervo, Señor, conforme a tus palabras; enséñame a gustar y a comprender, porque me fío de tus mandatos; antes de sufrir, yo andaba extraviado, pero ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien; instrúyeme en tus leyes; los insolentes urden engaños contra mí, pero yo custodio tus leyes; tienen el corazón espeso como grasa, pero mi delicia es tu voluntad.
Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos; más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata.
Antífona 2: En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me hostigan mis enemigos, me atacan en masa.
Levántame en el día terrible, yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean pensando sólo en mi daño; buscan un sitio para espiarme, acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo; en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
Antífona 3: Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí: desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones devoradores de hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera; me han cavado delante una fosa, pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
LECTURA BREVE:
El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu. Indícame, Señor, el camino que he de seguir. Tu espíritu que es bueno me guíe por tierra llana.
ORACIÓN:
Contempla, Señor, a tu familia en oración, y haz que imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo no decaiga nunca ante la adversidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz se hace vaga y está cayendo la tarde, venimos a ti, Señor, para cantar tus bondades.
Los pájaros se despiden piadosamente en los árboles, y buscan calor de nido y blandura de plumajes.
Así vuelven fatigados los hombres a sus hogares, cargando sus ilusiones o escondiendo sus maldades.
Quieren olvidar la máquina, olvidar sus vanidades; descansar de tanto ruido y morir a sus pesares.
Ya todo pide silencio, se anuncia la noche amable: convierte, Padre, sus penas en abundancia de panes.
Alivie tu mano pródiga, tu mano buena de Padre, el cansancio de sus cuerpos, sus codicias y sus males. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
SALMO:
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol, como la luna, de edad en edad; que baje como lluvia sobre el césped, como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales; que sus enemigos muerdan el polvo; que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Antífona 2: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre; rescatará sus vidas de la violencia.
SALMO:
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres; él rescatará sus vidas de la violencia, su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba; él intercederá por el pobre y lo bendecirá.
Que haya trigo abundante en los campos, y ondee en lo alto de los montes, den fruto como el Líbano, y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su nombre glorioso, que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre; rescatará sus vidas de la violencia.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido; amaos, pues, con intensidad y muy cordialmente unos a otros, como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor es mi pastor, nada me falta. El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Nada me falta. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. El Señor es mi pastor, nada me falta.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.
PRECES:
Elevemos a Dios nuestros corazones agradecidos porque ha bendecido a su pueblo con toda clase de bienes espirituales y digámosle con fe:
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al Papa Francisco y a nuestro obispo, que tú mismo has elegido para guiar a la Iglesia.
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Protege, Señor, a nuestros pueblos y ciudades y aleja de ellos todo mal.
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Multiplica como renuevos de olivo alrededor de tu mesa hijos que se consagren a tu reino, siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia.
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Conserva el propósito de aquellas de tus hijas que han consagrado a ti su virginidad, para que, en la integridad de su cuerpo y de su espíritu, sigan al cordero donde quiera que vaya.
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Da la paz a los difuntos y permítenos encontrarlos nuevamente un día en tu reino.
Bendice, Señor, a tu pueblo.
Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, acudamos con confianza a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Al ofrecerte, Señor, nuestro sacrificio vespertino de alabanza, te pedimos humildemente que, meditando día y noche en tu palabra, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mi carne descansa serena.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
29 de Noviembre
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Qué hermosos son los pies del que anuncia la paz a sus hermanos! ¡Y qué hermosas las manos maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo, pregonero, que traes noticias buenas: se rompen las cadenas, y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita, y denuncia a mi pueblo sus pecados; vivimos engañados, pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz, la flor del campo pierde sus colores; levanta sin temores, pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos de tu alma enamorada en el sendero, ¡qué dulces, mensajero, qué hermosos, que divinos son tus pasos! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, no me castigues con cólera.
SALMO:
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera; tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mí; no hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor, no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados; mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, no me castigues con cólera.
Antífona 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
SALMO:
Mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy encorvado y encogido, todo el día camino sombrío; tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne; estoy agotado, deshecho del todo; rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos; siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia; me tienden lazos los que atentan contra mí, los que desean mi daño me amenazan de muerte, todo el día murmuran traiciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
Antífona 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
SALMO:
Pero yo, como un sordo, no oigo; como un mudo, no abro la boca; soy como uno que no oye y no puede replicar.
En ti, Señor, espero, y tú me escucharás, Señor, Dios mío; esto pido: que no se alegren por mi causa, que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer, y mi pena no se aparta de mí: yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos, son muchos los que me aborrecen sin razón, los que me pagan males por bienes, los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.
Mis ojos se consumen aguardando tu salvación.
Y tu promesa de justicia.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
VISIÓN DE LA RESTAURACIÓN DEL TEMPLO Y DE ISRAEL.
El año veinticinco de nuestra deportación, al comienzo del año, el diez del mes, el año catorce de la caída de la ciudad, ese mismo día, vino sobre mí la mano del Señor; y el Señor me llevó en éxtasis a la tierra de Israel, dejándome en un monte muy alto, en cuya cima parecía estar construida una ciudad al mediodía.
Me llevó allí y vi junto a la entrada un hombre que parecía de bronce, el cual tenía en la mano un cordel de lino y una caña de medir. Aquel personaje me dijo:
Hijo de hombre, mira y escucha atentamente, fíjate bien en lo que voy a enseñarte, porque has sido traído aquí para que yo te lo enseñe. Anuncia a la casa de Israel todo lo que veas..
Luego me condujo a la puerta oriental del templo, y vi la gloria del Dios de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas: la tierra resplandecía con su gloria. La visión que tuve era como la visión que yo había visto cuando vine para la destrucción de la ciudad, y también como la visión que había contemplado a orillas del río Kebar. Y caí rostro en tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo. El hombre seguía a mi lado, y yo oí que alguien me hablaba desde el templo y me decía:
Hijo de hombre, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir para siempre, en medio de los hijos de Israel. La casa de Israel y sus monarcas ya no profanarán mi nombre santo con sus fornicaciones ni con los cadáveres de sus reyes difuntos, poniendo su umbral junto a mi umbral y las jambas de sus puertas pegadas a las mías, ellos y yo pared de por medio. Ellos profanaron mi nombre santo con las abominaciones que perpetraron y por eso los consumió mi ira. Pero ahora alejarán de mí sus fornicaciones y los cadáveres de sus monarcas, y residiré en medio de ellos para siempre.
Y tú, hijo de hombre, describe este templo a la casa de Israel, a ver si se avergüenzan de sus culpas, y para que tomen nota de este plano. Si se avergüenzan de toda su conducta, enséñales la estructura y disposición del templo, sus entradas y salidas, sus preceptos y leyes. Pon todo esto por escrito ante sus ojos, para que pongan por obra todas sus leyes y preceptos. He aquí el fuero del templo: el área entera de la cima del monte es lugar sacrosanto. Dile a la Casa Rebelde, a la casa de Israel: Basta ya de perpetrar abominaciones, casa de Israel. Profanáis mi templo metiendo en mi santuario extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, y ofreciéndome como alimento grasa y sangre, mientras quebrantáis mi alianza con vuestras abominaciones. En lugar de atender a mi servicio en el santuario, les habéis encargado a otros el ejercicio de vuestro ministerio en el santuario. Por tanto, esto dice el Señor: Ningún extranjero incircunciso de corazón e incircunciso de carne entrará en mi santuario, ninguno de los extranjeros que viven entre los hijos de Israel..
RESPONSORIO:
La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental, y llenó el templo la gloria del Señor.
Llevaron sus padres al niño Jesús al templo.
Y llenó el templo la gloria del Señor.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte.
RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE.
Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?
Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo dice ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.
Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.
Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.
RESPONSORIO:
Nuestros derechos de ciudadanía radican en los cielos, de donde esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor. Él transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo.
Cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria.
Él transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Te doy gracias, Señor.
¡Tanto estabas enojado conmigo! Tú eres un Dios de amor, y ahora soy tu amigo, te busco a cada instante y te persigo.
Eres tú mi consuelo, tú eres el Dios que salva y da la vida; eres todo el anhelo de esta alma que va herida, ansiándote sin tasa ni medida.
En mi tierra desierta, tú de la salvación eres la fuente; eres el agua cierta que se vuelve torrente, y el corazón arrasa dulcemente.
¡Quiero escuchar tu canto! ¡Que tu Palabra abrase mi basura con alegría y llanto! ¡Que mi vida futura espejo sea sin fin de tu hermosura! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Antífona 2: En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
CÁNTICO:
¡Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra! En medio de los años, realízala; en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido; pisas el mar con tus caballos, revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas, al oírlo se estremecieron mis labios; me entró un escalofrío por los huesos, vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza, él me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Antífona 3: Glorifica al Señor, Jerusalén.
SALMO:
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE:
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al odio.
RESPONSORIO BREVE:
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Desde el cielo me enviará la salvación.
El Dios que hace tanto por mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES:
Adoremos a Cristo, que se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y digámosle con fe:
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar durante sus horas por sendas de vida nueva.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que todo lo has creado con tu poder y con tu providencia lo conservas, ayúdanos a descubrirte presente en todas tus creaturas.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que has sellado con tu sangre una alianza nueva y eterna, haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que colgado en la cruz quisiste que de tu costado manara sangre y agua, purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a la ciudad de Dios.
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina así también las podamos cantar plenamente en la asamblea de tus santos por toda la eternidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Que tu bondad me consuele según tu promesa.
SALMO:
Tus manos me hicieron y me formaron: instrúyeme para que aprenda tus mandatos; tus fieles verán con alegría que he esperado en tu palabra; reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, que con razón me hiciste sufrir.
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad; que se avergüencen los insolentes del daño que me hacen; yo meditaré tus decretos.
Vuelvan a mí tus fieles que hacen caso de tus preceptos; sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Que tu bondad me consuele según tu promesa.
Antífona 2: Protégeme de mis enemigos, Dios mío.
SALMO:
Líbrame de mi enemigo, Dios mío; protégeme de mis agresores, líbrame de los malhechores, sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira que me están acechando, y me acosan los poderosos: sin que yo haya pecado ni faltado, Señor, sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro, mira: tú, el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel.
Estoy velando contigo, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!, y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia; porque has sido mi alcázar y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Protégeme de mis enemigos, Dios mío.
Antífona 3: Dichoso el hombre a quien corrige Dios, porque él hiere y venda la herida.
SALMO:
¡Oh Dios!, nos rechazaste y rompiste nuestras filas; estabas airado, pero restáuranos. Has sacudido y agrietado el país: repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo, dándole a beber un vino de vértigo; diste a tus fieles la señal de desbandada, haciéndolos huir de los arcos.
Para que se salven tus predilectos, que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario: “Triunfante ocuparé Siquén, parcelaré el valle de Sucot; mío es Galaad, mío Manasés, Efraím es yelmo de mi cabeza, Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme; sobre Edom echo mi sandalia, sobre Filistea canto victoria”.
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte, quién me conducirá a Edom, si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es inútil. Con Dios haremos proezas, él pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el hombre a quien corrige Dios, porque él hiere y venda la herida.
LECTURA BREVE:
Tu Dios te ha llevado, como un hombre lleva a su hijo, mientras ha durado tu camino.
Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré.
Que no quede frustrada mi esperanza.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar nuestros pecados y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente; tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Antífona 3: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
LECTURA BREVE:
Como os inclinasteis a apartaros de Dios, así convertidos lo buscaréis diez veces más, pues el que trajo sobre vosotros el castigo, os traerá con la redención la eterna alegría.
Del Señor viene la misericordia.
Y la redención copiosa.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas; concédenos que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos alcanzar la vida eterna.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia, y tu fuerza nos das para seguirte por el mismo camino hacia la gloria.
Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora, y, al llegar a la tarde de la vida, en gozo eterno el Padre nos acoja.
Gracias, Padre, a ti porque nos llamas, a Jesús, que en su sangre nos redime, y al Espíritu Santo, luz y guía de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera; las creaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni imperio del abismo sobre la tierra, porque la justicia es inmortal.
Arrancó el Señor mi alma de la muerte.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Cristo, tú no tienes la lóbrega mirada de la muerte; tus ojos no se cierran: son agua limpia donde puedo verme.
Oh Cristo, tú no puedes cicatrizar la llaga del costado: un corazón tras ella noches y días me estará esperando.
Oh Cristo, tú conoces la intimidad oculta de mi vida; tú sabes mis secretos: te los voy confesando día a día.
Oh Cristo, tú aleteas con los brazos unidos al madero; ¡oh valor que convida a levantarse puro sobre el suelo!
Oh Cristo, tú sonríes cuando te hieren sordas las espinas; si mi cabeza hierve, haz, Señor, que te mire y te sonría.
Oh Cristo, tú que esperas mi último beso darte ante la tumba, también mi joven beso descansa en ti de la incesante lucha. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
SALMO:
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo: arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.
Antífona 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE:
Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria, que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Pero, según está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman. Pero a nosotros nos lo ha revelado por su Espíritu.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
Para llevarnos a Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a nuestros padres.
PRECES:
Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que acudían a él y enjugaba con amor las lágrimas de los que lloraban, y digámosle también nosotros:
Señor, ten piedad.
Señor Jesucristo, tú que consolaste a los tristes y desconsolados, pon ahora tus ojos en los sufrimientos de los pobres y consuela a los deprimidos.
Señor, ten piedad.
Escucha los gemidos de los agonizantes y envíales tus ángeles para que los consuelen y conforten.
Señor, ten piedad.
Que los emigrantes sientan el consuelo de tu amor en el destierro, que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la patria eterna.
Señor, ten piedad.
Que los pecadores escuchando tu voz se conviertan, y encuentren en tu Iglesia el perdón y la paz.
Señor, ten piedad.
Perdona las faltas de los que han muerto y dales la plenitud de tu salvación.
Señor, ten piedad.
Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con el escándalo de la cruz has manifestado de una manera admirable tu sabiduría escondida, concédenos contemplar, con tal plenitud de fe, la gloria de la pasión de tu Hijo, que encontremos siempre nuestra gloria en su cruz.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran, la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.
Lucero que te fuiste, con gran amor amado, en tu gloria dormimos y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.
TIEMPO ORDINARIO SÁBADO DE LA SEMANA XXXIV De la Feria. Salterio II.
30 de Noviembre.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero; me encontraste cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero, hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido, el aire quieto, el corazón en fuego.
Y en diálogo sediento y torturado se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.
El afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sólo el Señor hizo grandes maravillas: es eterna su misericordia.
Antífona 2: Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
SALMO:
El hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo extendido: porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel: porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Con mano poderosa, con brazo extendido, sacó a Israel de Egipto.
Antífona 3: Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
SALMO:
Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos: porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos: porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos: porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán: porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad: porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel, su siervo: porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación se acordó de nosotros: porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gracias al Dios del cielo: él nos libró de nuestros opresores.
Señor, enséñame tus caminos.
Instrúyeme en tus sendas.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
VISIÓN DE LA FUENTE QUE SALÍA DEL TEMPLO.
En aquellos días, me llevó el ángel a la entrada del templo, y vi que debajo del umbral salía agua en dirección a oriente, pues la fachada del templo miraba hacia oriente. El agua se deslizaba hacia el lado derecho del templo, hacia el sur del altar. Luego me hizo salir el ángel por el pórtico septentrional y dar la vuelta por fuera hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente; el agua iba ya corriendo por el lado derecho.
El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano y midió mil codos. Entonces me hizo atravesar el agua: ésta me llegaba a los tobillos. Midió otros mil codos y de nuevo me hizo atravesar el agua: me llegaba ahora hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar: me llegaba ya hasta la cintura. Volvió a medir otros mil: el agua era ya un torrente que no se podía atravesar, porque había crecido tanto que no podía pasarse más que a nado; era ya un torrente que no se podía vadear. Entonces me dijo:
¿Has visto, hijo de hombre?
Luego me hizo volver por la orilla del torrente; y al regresar vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles a ambos lados. Me dijo:
Esta agua va hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar de las aguas salobres y lo saneará. Por dondequiera que pase este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque donde penetra esta agua lo sanea todo y la vida prospera en todas partes a donde llega esta corriente. Se pondrán pescadores a su orilla: desde Engadí hasta Eglaím habrá tendederos de redes; su pesca será variada, tan abundante como la del Mar Grande. Pero sus marismas y esteros no serán saneados: quedarán para salinas. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales..
RESPONSORIO:
Vi que debajo del umbral del templo salía agua, la cual se deslizaba hacia el lado derecho, y todos aquellos a quienes llegue esta agua tendrán vida abundante.
El agua que yo les dé se convertirá en ellos en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
Y todos aquellos a quienes llegue esta agua tendrán vida abundante.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san Agustín, obispo.
CANTEMOS EL ALELUYA AL DIOS BUENO QUE NOS LIBRA DEL MAL.
Cantemos aquí el Aleluya, aun en medio de nuestras dificultades, para que podamos luego cantarlo allá, estando ya seguros. ¿Por qué las dificultades actuales? ¿Vamos a negarlas, cuando el mismo texto sagrado nos dice: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio? ¿Vamos a negarlas, cuando leemos también: Velad y orad, para no caer en la tentación? ¿Vamos a negarlas, cuando es tan frecuente la tentación, que el mismo Señor nos manda pedir: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden? Cada día hemos de pedir perdón, porque cada día hemos ofendido. ¿Pretenderás que estamos seguros, si cada día hemos de pedir perdón por los pecados, ayuda para los peligros? Primero decimos, en atención a los pecados pasados: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; luego añadimos, en atención a los peligros futuros: No nos dejes caer en tentación. ¿Cómo podemos estar ya seguros en el bien, si todos juntos pedimos: Líbranos del mal? Mas con todo, hermanos, aun en medio de este mal, cantemos el Aleluya al Dios bueno que nos libra del mal.
Aun aquí, rodeados de peligros y de tentaciones, no dejemos por eso de cantar todos el Aleluya. Fiel es Dios dice el Apóstol para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis. Por esto, cantemos también aquí el Aleluya. El hombre es todavía pecador, pero Dios es fiel. No dice: Para no permitir que seáis tentados, sino: Para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis. Por el contrario, él dispondrá con la misma tentación el buen resultado de poder resistirla. Has entrado en la tentación, pero Dios hará que salgas de ella indemne; así, a la manera de una vasija de barro, serás modelado con la predicación y cocido en el fuego de la tribulación. Cuando entres en la tentación, confía que saldrás de ella, porque fiel es Dios: el Señor guarda tus entradas y salidas.
Más adelante, cuando este cuerpo sea hecho inmortal e incorruptible, cesará toda tentación; porque el cuerpo ha muerto. ¿Por qué ha muerto? Por causa del pecado. Pero el espíritu es vida. ¿Por qué? Por la justificación. Así pues, ¿quedará el cuerpo definitivamente muerto? No, ciertamente; escucha cómo continúa el texto: Si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales. Ahora tenemos un cuerpo meramente natural, después lo tendremos espiritual.
¡Feliz el Aleluya que allí entonaremos! Será un Aleluya seguro y sin temor, porque allí no habrá ningún enemigo, no se perderá ningún amigo. Allí, como ahora aquí, resonarán las alabanzas divinas; pero las de aquí proceden de los que están aún en dificultades, las de allá de los que ya están en seguridad; aquí de los que han de morir, allá de los que han de vivir para siempre; aquí de los que esperan, allá de los que ya poseen; aquí de los que están todavía en camino, allá de los que ya han llegado a la patria.
Por tanto, hermanos míos, cantemos ahora, no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes: canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez. ¿Qué significa camina? Adelanta, pero en el bien. Porque hay algunos, como dice el Apóstol, que adelantan de mal en peor. Tú, si adelantas, caminas; pero adelanta en el bien, en la fe verdadera, en las buenas costumbres; canta y camina.
RESPONSORIO:
Tus plazas, Jerusalén, están pavimentadas de oro puro, y en tus puertas se entonarán cantos de alegría. Y todas tus casas cantarán: Aleluya.
Brillarás cual luz de lámpara y pueblos numerosos vendrán a ti de lejos.
Y todas tus casas cantarán: Aleluya.
ORACIÓN:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Señor, yo sé que, en la mañana pura de este mundo, tu diestra generosa hizo la luz antes que toda cosa, porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura línea inmortal del lirio y de la rosa mejor que la embriagada y temerosa música de los vientos de la altura.
Por eso te celebro yo en el frío pensar exacto a la verdad sujeto, y en la ribera sin temblor del río, por eso yo te adoro, mudo y quieto, y por eso, Señor, el dolor mío para llegar hasta ti se hizo soneto. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Antífona 2: Dad gloria a nuestro Dios.
CÁNTICO:
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped; voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿no es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dad gloria a nuestro Dios.
Antífona 3: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
LECTURA BREVE:
Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas, atraídos más bien por lo humilde.
RESPONSORIO BREVE:
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
Mi lengua recitará tu auxilio.
Cuando salmodie para ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
PRECES:
Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos, especialmente en los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo:
Señor, acrecienta nuestro amor.
Al recordar esta mañana tu santa resurrección, te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los hombres.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos, haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea glorificado nuestro Padre que está en el cielo.
Señor, acrecienta nuestro amor.
Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El trabajo, Señor, de cada día nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea en la noche oscura del amor que espera, dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino, demos gracias a Dios, que nos concede la esperanza sin fin del don divino, todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Llamé, y él me respondió.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió. Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Llamé, y él me respondió.
Antífona 2: El Señor guarda tus entradas y salidas.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor guarda tus entradas y salidas.
Antífona 3: Me he alegrado por lo que me dijeron.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Me he alegrado por lo que me dijeron.
LECTURA BREVE:
El Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo; para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable.
Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
ORACIÓN:
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del Espíritu Santo para que, libres de toda adversidad, podamos alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía, tú lo vistes, Señor, de luz temprana y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida, un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia, no tardes en venir gloriosamente, tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán», dice el Señor.
SALMO:
Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra, mis ojos se consumen ansiando tus promesas, mientras digo: ¿cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo, pero no olvido tus leyes.
¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? Me han cavado fosas los insolentes, ignorando tu voluntad, todos tus mandatos son leales, sin razón me persiguen, protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba, pero yo no abandoné tus decretos, por tu bondad dame vida, para que observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán», dice el Señor.
Antífona 2: Tú eres, Señor, mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
SALMO:
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica, te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible, porque tú eres mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas, porque tú, ¡oh Dios!, escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones, que reine siempre en presencia de Dios, que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor, e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tú eres, Señor, mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Antífona 3: Protege mi vida, Señor, del terrible enemigo.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo, escóndeme de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente, para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: « ¿Quién lo descubrirá?» Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas, su misma lengua los lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Protege mi vida, Señor, del terrible enemigo.
LECTURA BREVE:
Esfuérzate y sé hombre. Sé fiel al Señor tu Dios marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieras y dondequiera que vayas.
Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
Porque ella es mi gozo.
ORACIÓN:
Señor, fuego ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor tuyo.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perennal solicitud, y las ásperas fiebres en salud y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Antífona 2: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Antífona 3: Dichoso el que teme al Señor.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dichoso el que teme al Señor.
LECTURA BREVE:
Poneos en los caminos y mirad, preguntad a las sendas antiguas: “¿Es éste el buen camino?” Caminad por él, y hallaréis reposo para vuestra alma.
Tus preceptos son mi herencia perpetua.
La alegría de mi corazón.
ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por intercesión de la santísima Virgen María, después de haberte servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti sin temor alguno. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
INICIA EL TIEMPO DE ADVIENTO
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Éste es el tiempo en que llegas, Esposo, tan de repente, que invitas a los que velan y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro doncellas con ramos verdes y lámparas que guardaron copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias las puertas de tu banquete! ¡Y cómo lloran a oscuras los ojos que no han de verte!.
Mira que estamos alerta, Esposo, por si vinieres, y está el corazón velando mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa, Amor que a la noche vienes, antes que la noche acabe y que la puerta se cierre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Anunciad a los pueblos y decidles: “Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.”.
SALMO:
Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios; no dejes inclinarse mi corazón a la maldad, a cometer crímenes y delitos; ni que con los hombres malvados participe en banquetes.
Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza; yo opondré mi oración a su malicia.
Sus jefes cayeron despeñados, aunque escucharon mis palabras amables; como una piedra de molino, rota por tierra, están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso; guárdame del lazo que me han tendido, de la trampa de los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Anunciad a los pueblos y decidles: “Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.”.
Antífona 2: Mirad: el Señor vendrá y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
SALMO:
A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia, mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos, y que en el camino por donde avanzo me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro: nadie me hace caso; no tengo adónde huir, nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor; te digo: “Tú eres mi refugio y mi heredad en el país de la vida.”.
Atiende a mis clamores, que estoy agotado; líbrame de mis perseguidores, que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión, y daré gracias a tu nombre: me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mirad: el Señor vendrá y todos sus santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Antífona 3: Vendrá el Señor con gran poder y lo contemplarán todos los hombres.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vendrá el Señor con gran poder y lo contemplarán todos los hombres.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser espíritu, alma y cuerpo-sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él las cumplirá.
RESPONSORIO BREVE:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Mirad: el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mirad: el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:
Ven, Señor, y no tardes más.
Esperamos alegres tu venida, ven, Señor Jesús.
Ven, Señor, y no tardes más.
Tú que existes antes de los tiempos, ven y salva a los que viven en el tiempo.
Ven, Señor, y no tardes más.
Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan, ven a restaurar la obra de tus manos.
Ven, Señor, y no tardes más.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal, ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Ven, Señor, y no tardes más.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante, ven y danos tu vida eterna.
Ven, Señor, y no tardes más.
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino, ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Ven, Señor, y no tardes más.
Pidamos ahora con grande confianza la venida del reino de Dios, con las palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la venida de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando acabamos el día te suplicamos, Señor, nos hagas de centinela y otorgues tu protección.
Que te sintamos: contigo sueñe nuestro corazón para cantar tus loores de nuevo al salir el sol.
Danos vida saludable, alienta nuestro calor, tu claridad ilumine la oscuridad que llegó.
Dánoslo, Padre piadoso, por Jesucristo, el Señor, que reina con el Espíritu Santo vivificador. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.