TIEMPO DE CUARESMA VIERNES DE LA SEMANA IV Propio del Tiempo.
Salterio IV.
1 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Oh Redentor, oh Cristo, Señor del universo, víctima y sacerdote, sacerdote y cordero!
Para pagar la deuda que nos cerraba el cielo, tomaste entre tus manos la hostia de tu cuerpo y
ofreciste tu sangre en el cáliz del pecho: altar blando, tu carne; altar duro, un madero.
¡Oh Cristo Sacerdote, hostia a la vez y templo! Nunca estuvo la vida de la muerte tan dentro,
nunca abrió tan terribles el amor sus veneros.
El pecado del hombre, tan huérfano del cielo, se hizo perdón de sangre y gracia de tu cuerpo.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Nuestros padres nos contaron el poder del Señor y las maravillas que realizó.
SALMO:
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir
mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado.
Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus
hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas
que realizó; porque él estableció una norma para Jacob, dió una ley a Israel.
Él mandó a nuestros padres que lo enseñaran a sus hijos, para que lo supiera la generación
siguiente; los hijos que nacieran después.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las
acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos; para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz; generación de corazón inconstante, de espíritu infiel a Dios.
Los arqueros de la tribu de Efraím volvieron la espalda en la batalla; no guardaron la alianza
de Dios, se negaron a seguir su ley, echando en olvido sus acciones, las maravillas que les
había mostrado, cuando hizo portentos a vista de sus padres, en el país de Egipto, en el campo
de Soán: hendió el mar para abrirles paso, sujetando las aguas como muros; los guiaba de día
con una nube, de noche con el resplandor del fuego; hendió la roca en el desierto, y les dió a
beber raudales de agua; sacó arroyos de la peña, hizo correr las aguas como ríos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Nuestros padres nos contaron el poder del Señor y las maravillas que realizó.
Antífona 2: Los hijos comieron el maná y bebieron de la roca espiritual que los seguía.
SALMO:
Pero ellos volvieron a pecar contra él, y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo:
tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo una comida a su gusto; hablaron contra Dios:
“¿podrá Dios preparar una mesa en el desierto? Él hirió la roca, brotó agua y desbordaron los
torrentes; pero ¿podrá también darnos pan, proveer de carne a su pueblo?».
Lo oyó el Señor, y se indignó; un fuego se encendió contra Jacob, hervía su cólera contra
Israel, porque no tenían fe en Dios ni confiaban en su auxilio.
Pero dió orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná,
les dió un trigo celeste; y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la
hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante, y dirigió con su fuerza el viento sur; hizo llover carne
como una polvareda, y volátiles como arena del mar; los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas.
Ellos comieron y se hartaron, así satisfizo su avidez; pero con la avidez recién saciada, con la
comida aún en la boca, la ira de Dios hirvió contra ellos: mató a los más robustos, doblegó a
la flor de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Los hijos comieron el maná y bebieron de la roca espiritual que los seguía.
Antífona 3: Se acordaron de que Dios era su roca y su redentor.
SALMO:
Y, con todo, volvieron a pecar, y no dieron fe a sus milagros: entonces consumió sus días en
un soplo, sus años en un momento; y, cuando los hacía morir, lo buscaban, y madrugaban
para volverse hacia Dios; se acordaban de que Dios era su roca, el Dios Altísimo, su redentor.
Lo adulaban con sus bocas, pero sus lenguas mentían: su corazón no era sincero con él, ni
eran fieles a su alianza.
Él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su
cólera, y no despertaba todo su furor; acordándose de que eran de carne, un aliento fugaz que
no torna.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Se acordaron de que Dios era su roca y su redentor.
Convertíos al Señor, vuestro Dios.
Porque es compasivo y misericordioso.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
LA COLUMNA DE NUBE.
En aquellos días, cuando los israelitas montaban la Tienda, la nube cubría el santuario sobre
la Tienda de la Alianza, y desde el atardecer al amanecer se veía sobre el santuario una
especie de fuego. Así sucedía siempre: la nube lo cubría y de noche se veía una especie de
fuego. Cuando se levantaba la nube sobre la Tienda, los israelitas se ponían en marcha. Y
donde se detenía la nube, acampaban. A la orden del Señor se ponían en marcha y a la orden
del Señor acampaban. Mientras estaba la nube sobre el santuario, acampaban. Y, si se
quedaba muchos días sobre el santuario, los israelitas, respetando la prohibición del Señor,
no se ponían en marcha.
A veces la nube se quedaba pocos días sobre el santuario; entonces, a la orden del Señor
acampaban y a la orden del Señor se ponían en marcha. Otras veces se quedaba desde el
atardecer hasta el amanecer, y, cuando al amanecer se levantaba, se ponían en marcha. O se
quedaba un día y una noche, y, cuando se levantaba, se ponían en marcha. A veces se
quedaba sobre el santuario dos días o un mes o más tiempo aún; durante este tiempo los
israelitas seguían acampados sin ponerse en marcha. Sólo cuando se levantaba se ponían en
marcha. A la orden del Señor acampaban y a la orden del Señor se ponían en marcha.
Respetaban la orden del Señor comunicada por Moisés.
El Señor dijo a Moisés:
Haz dos trompetas de plata labrada para convocar a la comunidad y poner en marcha el
campamento. Al toque de las dos trompetas se reunirá contigo toda la comunidad a la entrada
de la Tienda de Reunión. Al toque de una sola, se reunirán contigo los jefes de clanes. Al
primer toque agudo se pondrán en movimiento los que acampan al este. Al segundo, los que
acampan al sur. Se les dará un toque para que se pongan en marcha. Para convocar a la
asamblea se dará un toque, pero no agudo.
Se encargarán de tocar las trompetas los sacerdotes aaronitas. Es ley perpetua para vuestras
generaciones. Cuando en vuestro territorio salgáis a luchar contra el enemigo que os oprima,
tocaréis a zafarrancho. Y el Señor, vuestro Dios, se acordará de vosotros y os salvará de
vuestros enemigos. También los días de fiesta, festividades y principios de mes tocaréis las
trompetas anunciando los holocaustos y sacrificios de comunión. Y vuestro Dios se acordará
de vosotros. Yo soy el Señor, vuestro Dios.
Los israelitas partieron del monte del Señor y anduvieron por espacio de tres días. Durante
todo el tiempo el arca de la alianza del Señor marchaba al frente de ellos, buscándoles un
lugar donde descansar. Desde que se pusieron en marcha, la nube del Señor iba sobre ellos.
Cuando el arca se ponía en marcha, Moisés decía:
“¡Levántate, Señor! Que se dispersen tus enemigos, huyan de tu presencia los que te odian.
Y, cuando se detenía el arca, decía: Descansa, Señor, entre las multitudes de Israel.
RESPONSORIO:
Con columna de nube el Señor los guió de día, con columna de fuego por la noche, para
alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.
Creó el Señor una nube de humo durante el día y un fuego llameante durante la noche.
Para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.
SEGUNDA LECTURA:
De las Cartas pascuales de san Atanasio, obispo.
LA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA JUNTA EN UNA MISMA FE A LOS QUE SE
ENCUENTRAN CORPORALMENTE SEPARADOS.
Vemos, hermanos míos, cómo vamos pasando de una fiesta a otra, de una celebración a otra,
de una solemnidad a otra. Ahora ha llegado aquel tiempo en que todo vuelve a comenzar, a
saber, la preparación de la Pascua venerable, en la que el Señor fue inmolado. Nosotros nos
alimentamos, como de un manjar de vida, y deleitamos siempre nuestra alma con la sangre
preciosa de Cristo, como de una fuente; y, con todo, siempre estamos sedientos de esa sangre,
siempre sentimos un ardiente deseo de recibirla. Pero nuestro Salvador está siempre a
disposición de los sedientos y, por su benignidad, atrae a la celebración del gran día a los que
tienen sus entrañas sedientas, según aquellas palabras suyas: El que tenga sed que venga a mí
y que beba.
No sólo podemos siempre acercarnos a saciar nuestra sed, sino que además, siempre que lo
pedimos, se nos concede acceso al Salvador. El fruto espiritual de esta fiesta no queda
limitado a un tiempo determinado, ya que sus rayos esplendorosos no conocen ocaso, sino
que está siempre a punto de iluminar las mentes que así lo desean. Goza de una virtualidad
ininterrumpida para con aquellos cuya mente está iluminada y que día y noche están atentos
al libro sagrado, como aquel hombre a quien el salmo proclama dichoso, cuando dice:
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los
pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y
medita su ley día y noche.
Ahora bien, el mismo Dios, amados hermanos, que al principio instituyó para nosotros esta
fiesta, nos ha concedido poderla celebrar cada año; y el que entregó a su Hijo a la muerte por
nuestra salvación nos otorga, por el mismo motivo, la celebración anual de este sagrado
misterio. Esta fiesta nos sostiene en medio de las miserias de este mundo; y ahora es cuando
Dios nos comunica la alegría de la salvación, que irradia de esta fiesta, ya que en todas partes
nos reúne espiritualmente a todos en una sola asamblea, haciendo que podamos orar y dar
gracias todos juntos, como es de ley en esta fiesta. Esto es lo admirable de esta festividad: que
él reúne para celebrarla a los que están lejos y junta en una misma fe a los que se encuentran
corporalmente separados.
RESPONSORIO:
Esperadme el día en que me levantaré como testigo -dice el Señor-; entonces daré a los
pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para que le sirvan
unánimes.
Yo, cuando sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para
que le sirvan unánimes.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Delante de la cruz los ojos míos quédenseme, Señor, así mirando, y sin ellos quererlo estén
llorando, porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos, quédenseme, Señor, así cantando, y sin ellos quererlo
estén rezando, porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida, y así con la palabra prisionera, como la carne a vuestra
cruz asida, quédeseme, Señor, el alma entera; y así clavada en vuestra cruz mi vida, Señor,
así, cuando queráis me muera. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del
todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo:
quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado
tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me
arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los
malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor,
me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es
un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces
aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
Antífona 2: Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
CÁNTICO:
Anuncien todos los pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén, la ciudad del
Santo; por las obras de tus hijos te azotará, pero de nuevo se compadecerá de los hijos de los
justos.
Confiesa dignamente al Señor y bendice al Rey de los siglos, para que de nuevo sea en ti
edificado su tabernáculo con alegría, para que alegre en ti a los cautivos y muestre en ti su
amor hacia los desdichados, por todas las generaciones y generaciones.
Brillarás cual luz de lámpara y todos los confines de la tierra vendrán a ti. Pueblos numerosos
vendrán de lejos al nombre del Señor, nuestro Dios, trayendo ofrendas en sus manos,
ofrendas para el rey del cielo.
Las generaciones de las generaciones exultarán en ti. Y benditos para siempre todos los que
te aman.
Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos, que serán congregados, y al Señor de los
justos bendecirán.
Dichosos los que te aman; en tu paz se alegrarán. Dichosos cuantos se entristecieron por tus
azotes, pues en ti se alegrarán contemplando toda tu gloria, y se regocijarán para siempre.
Bendice, alma mía, a Dios, rey grande, porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas será
reedificada, con piedras preciosas sus muros y con oro puro sus torres y sus almenas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
Antífona 3: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
SALMO:
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor
de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la
escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía
una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni
les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
LECTURA BREVE:
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos. Le daré una
multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre, porque se entregó a sí
mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores; él tomó sobre sí el pecado de las
multitudes e intercedió por los pecadores.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: “¡Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy!; pero yo no he venido por cuenta
propia, sino que me ha enviado mi Padre», dice el Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: “¡Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy!; pero yo no he venido por cuenta
propia, sino que me ha enviado mi Padre», dice el Señor.
PRECES:
Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y
supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras
heridas.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros,
pecadores.
Señor, ten piedad de nosotros.
Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
Los nobles me perseguían sin motivo, pero mi corazón respetaba tus palabras, yo me
alegraba con tu promesa, como el que encuentra un rico botín, detesto y aborrezco la mentira,
y amo tu voluntad.
Siete veces al día te alabo por tus justos mandamientos, mucha paz tienen los que aman tus
leyes, y nada los hace tropezar, aguardo tu salvación, Señor, y cumplo tus mandatos.
Mi alma guarda tus preceptos y los ama intensamente, guardo tus decretos, y tú tienes
presente mis caminos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de
Aarón, hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Líbrame, Señor, del malvado, guárdame del hombre violento, que planean maldades en su
corazón y todo el día provocan contiendas, afilan sus lenguas como serpientes, con veneno de
víboras en los labios.
Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdame de los hombres violentos, que preparan
zancadillas a mis pasos.
Los soberbios me esconden trampas, los perversos me tienden una red y por el camino me
colocan lazos.
Pero yo digo al Señor: Tú eres mi Dios, Señor, atiende a mis gritos de socorro, Señor Dios,
mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla.
Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos.
Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre.
Los justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la
promesa que aseguré a David.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: “Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva”.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: “Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva”.
LECTURA BREVE:
“Volveos -oráculo del Señor-. No os pondré mala cara, porque soy compasivo y no me irrito
para siempre. Volved, hijos rebeldes», oráculo del Señor.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa, se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas, déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida, que veas a los hijos de tus hijos.
Paz a Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
La religión pura y sin mancha ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: en visitar a los
huérfanos y a las viudas en su aflicción, y en conservarse limpio de toda mancha en este
mundo.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Muere la vida y vivo yo sin vida ofendiendo la vida de mi muerte; sangre divina de las venas
vierte y mi diamante su dureza olvida.
Está la majestad de Dios tendida en una dura cruz, y yo de suerte que soy de sus dolores el
más fuerte y de su cuerpo la mayor herida.
¡Oh duro corazón de mármol frío! ¿Tiene tu Dios abierto el lado izquierdo y no te vuelves un
copioso río?
Morir por él será divino acuerdo, mas eres tú mi vida, Cristo mío, y, como no la tengo, no la
pierdo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 2: Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
SALMO:
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación
pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles
proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y
aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno
con todos, es cariñoso con todas sus creaturas.
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la
gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus proezas a los hombres, la
gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en
edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Antífona 2: Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te
invocan.
SALMO:
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que
van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y
sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el
Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor guarda a los que lo
aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre
jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de los que te invocan.
Antífona 3: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus
caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán
todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron
manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE:
Confesaos mutuamente vuestros pecados y rogad unos por otros, para alcanzar vuestra
curación, pues la oración ferviente del justo tiene gran eficacia. Hermanos, si alguno de entre
vosotros se desvía de la verdad y otro logra convertirlo, sepa que quien convierte a un
pecador de su camino equivocado salvará su alma de la muerte y cubrirá la multitud de sus
pecados.
RESPONSORIO BREVE:
Yo dije: “Señor, ten misericordia”.
Yo dije: “Señor, ten misericordia”.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Señor, ten misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Yo dije: “Señor, ten misericordia”.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Nadie puso las manos en Jesús, porque aún no había llegado su hora.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Nadie puso las manos en Jesús, porque aún no había llegado su hora.
PRECES:
Adoremos al Salvador de los hombres, que muriendo destruyó la muerte y resucitando
restauró la vida, y digámosle humildemente:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a tu
pasión, para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos que imitemos a tu Madre, consuelo de los afligidos, para que podamos consolar
a los tristes, mediante el consuelo con que nosotros somos por ti consolados.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concede a tus fieles participar en tu pasión por medio de sus sufrimientos, para que tu
salvación se manifieste también en ellos.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, enséñanos a
ser obedientes y a tener paciencia.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Dígnate transfigurar a los difuntos a semejanza de tu cuerpo glorioso y concédenos a
nosotros ser un día partícipes de la gloria de ellos.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, oremos confiados a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos proporcionas abundantemente los auxilios que necesita nuestra
fragilidad, haz que recibamos con alegría la redención que nos otorgas y que la manifestemos
a los demás con nuestra propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi
súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan
con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya
no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo
salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los
muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se
conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me
rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu
incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me
envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos
abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó
en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a
una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de
este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO DE CUARESMA SÁBADO DE LA SEMANA IV Propio del Tiempo.
Salterio I.
2 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta,
cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío si de mi
ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía: Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor
llamar porfía! y ¡cuántas, hermosura soberana: Mañana le abriremos, respondía, para lo
mismo responder mañana! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor los rescató de la opresión.
SALMO:
¡Qué rebeldes fueron en el desierto, enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios, a irritar al Santo de Israel, sin acordarse de aquella mano que un día
los rescató de la opresión: cuando hizo prodigios en Egipto, portentos en el campo de Soán;
Cuando convirtió en sangre los canales y los arroyos, para que no bebieran; cuando les
mandó tábanos que les picasen, y ranas que los hostigasen; cuando entregó a la langosta sus
cosechas, y al saltamontes el fruto de sus sudores; cuando aplastó con granizo sus viñedos, y
con escarcha sus higueras, cuando entregó sus ganados al pedrisco, y al rayo sus rebaños;
Cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira, su cólera, su furor, su indignación, y,
despachando a los siniestros mensajeros, dio curso libre a su ira: no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
Cuando hirió a los primogénitos en Egipto, a las primicias de la virilidad en las tiendas de
Cam.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor los rescató de la opresión.
Antífona 2: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.
SALMO:
Sacó como un rebaño a su pueblo, los guió como un hato por el desierto, los condujo seguros,
sin alarmas, mientras el mar cubría a sus enemigos; los hizo entrar por las santas fronteras
hasta el monte que su diestra había adquirido; ante ellos rechazó a las naciones, les asignó por
suerte su heredad: instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.
Pero ellos tentaron a Dios Altísimo y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres, fallaron como un arco engañoso; con sus
altozanos lo irritaban, con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó, y rechazó totalmente a Israel; abandonó su morada de Silo, la tienda
en que habitaba con los hombres; abandonó sus valientes al cautiverio, su orgullo a las manos
enemigas; entregó su pueblo a la espada, encolerizado contra su heredad; el fuego devoraba a
los jóvenes, y las novias ya no tenían cantos; los sacerdotes caían a espada, y sus viudas no
los lloraban.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.
Antífona 3: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su
heredad.
SALMO:
Pero el Señor se despertó como de un sueño, como un soldado vencido por el vino: hirió al
enemigo en la espalda, infligiéndole una derrota perdurable.
Repudió las tiendas de José, no escogió la tribu de Efraím; escogió la tribu de Judá y el monte
Sión, su preferido. Construyó su santuario como el cielo, como a la tierra lo cimentó para
siempre.
Escogió a David, su siervo, lo sacó de los apriscos del rebaño; de andar tras las ovejas, lo
llevó a pastorear a su pueblo Jacob, a Israel, su heredad.
Los pastoreó con corazón íntegro, los guiaba con mano inteligente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su
heredad.
El que obra la verdad viene a la luz.
Y sus obras quedan de manifiesto.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
EL ESPÍRITU DE DIOS ES INFUNDIDO SOBRE LOS SETENTA ANCIANOS DE
ISRAEL.
En aquellos días, la muchedumbre que iba con los hijos de Israel estaba hambrienta, y los
mismos israelitas se pusieron a llorar con ellos, diciendo:
“¡Quién pudiera comer carne! Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en
Egipto, y de los pepinos y melones, de los puerros y cebollas y ajos. Pero ahora se nos quita el
apetito de no ver más que maná.
Moisés oyó cómo el pueblo, familia por familia, lloraba, cada uno a la entrada de su tienda,
provocando la ira del Señor, y, disgustado, dijo al Señor:
“¿Por qué tratas mal a tu siervo y no le concedes tu favor, sino que lo haces cargar con todo
este pueblo? ¿He concebido yo acaso a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me
digas: Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a la tierra que
prometí a sus padres? ¿De dónde sacaré carne para repartirla a todo el pueblo? Vienen a mí
llorando: Danos de comer carne. Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues es
demasiado pesado para mí. Si me vas a tratar así, más vale que me hagas morir: concédeme
este favor, y no tendré que pasar tales desventuras.
El Señor respondió a Moisés:
Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que te conste que son ancianos realmente al
servicio del pueblo; llévalos a la Tienda de Reunión, y que esperen allí contigo. Yo bajaré y
hablaré allí contigo. Tomaré una parte del espíritu que posees y se lo pasaré a ellos, para que
se repartan contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo.
Al pueblo le dirás: Purificaos para mañana, pues comeréis carne. Habéis llorado pidiendo al
Señor: ' ¡Quién nos diera de comer carne! Nos iba mejor en Egipto. ‘El Señor os dará de
comer carne. No un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino un mes entero, hasta que os
produzca náusea y la vomitéis. Porque habéis rechazado al Señor, que va en medio de
vosotros, y os habéis lamentado ante él, diciendo: ' ¿Por qué salimos de Egipto?'.
Replicó Moisés:
El pueblo que va conmigo cuenta seiscientos mil de a pie, y tú dices: Les daré carne para que
coman un mes entero. Aunque matemos las vacas y las ovejas no les bastará, y aunque
reuniera todos los peces del mar, no sería suficiente.
El Señor respondió a Moisés:
“¿Tan mezquina es la mano de Dios? Ahora verás si se cumple mi palabra o no.
Moisés salió y comunicó al pueblo las palabras del Señor. Después reunió a los setenta
ancianos y los colocó alrededor de la Tienda. El Señor bajó en la nube, habló con él y,
tomando parte del espíritu que había en Moisés, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse
sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar. Habían quedado en el campamento dos del
grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque estaban en la lista, no habían acudido a la Tienda.
Pero el espíritu se posó también sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento. Un
muchacho corrió a contárselo a Moisés:
Eldad y Medad están profetizando en el campamento.
Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
Señor mío, Moisés, prohíbeselo. Moisés le respondió:
“¿Estás celoso por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el
espíritu del Señor! ”.
Y Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel.
RESPONSORIO:
Derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas.
Derramaré mi espíritu en aquellos días.
Recibiréis la fortaleza del Espíritu Santo y seréis mis testigos hasta los últimos confines de la
tierra.
Derramaré mi espíritu en aquellos días.
SEGUNDA LECTURA:
De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del
Concilio Vaticano segundo.
TODA LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE HA DE SER PURIFICADA POR EL MISTERIO
PASCUAL.
La sagrada Escritura, con la cual está de acuerdo la experiencia de los siglos, enseña a la
familia humana que el progreso, altamente beneficioso para el hombre, también encierra, sin
embargo, una gran tentación; pues los individuos y las colectividades, si llega a quedar
subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo
suyo, olvidando lo ajeno. Con lo cual el mundo no es ya el ámbito de una auténtica
fraternidad, al tiempo que el poder creciente de la humanidad amenaza con destruir al propio
género humano.
Si nos preguntamos cómo es posible superar tan deplorable calamidad, debemos saber que la
respuesta cristiana es la siguiente: hay que purificar y perfeccionar por la cruz y resurrección
de Cristo todas las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y del egoísmo,
corren diario peligro.
El hombre, redimido por Cristo y hecho en el Espíritu Santo nueva creatura, puede y debe
amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como objetos
salidos de las manos de Dios.
Dando gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de las creaturas con pobreza y
libertad de espíritu, el hombre entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y
es dueño de todo. Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho él mismo carne y habitando
en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y
constituyéndose él mismo como centro y cabeza de todas las cosas. Es él quien nos revela
que Dios es amor, a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y,
por tanto, de la transformación del mundo es el mandamiento nuevo del amor.
Así, pues, a los que creen en el amor divino les da la certeza de que el camino del amor está
abierto para el hombre, y que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es una
utopía. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los
acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.
Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo que hemos
de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes
buscan la paz y la justicia.
Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo
y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo
despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también,
con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer
más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.
Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: pues mientras llama a unos para que den un
manifiesto testimonio, por medio de su ardiente anhelo de la morada celestial, y conserven
así vivo este anhelo en medio de la humanidad, a otros los llama para que se dediquen al
servicio temporal de esa humanidad, y preparen así el material del reino de los cielos.
A todos, sin embargo, los libera, para que, con la abnegación propia y por el empleo de todas
las energías terrenas en pro de la vida humana, proyecten su preocupación hacia los tiempos
futuros, cuando la humanidad entera llegará a ser una ofrenda acepta a Dios.
RESPONSORIO:
Cristo murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió
y resucitó por ellos.
Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.
Para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
ORACIÓN:
Señor, que tu amor misericordioso dirija siempre nuestros deseos y actividades, pues
sabemos que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Los hombros traigo cargados de graves culpas, mi Dios; dadme esas lágrimas vos y tomad
estos pecados.
Yo soy quien ha de llorar, por ser acto de flaqueza; que no hay en naturaleza más flaqueza
que el pecar.
Y, pues andamos trocados, que yo peco y lloráis vos, dadme esas lágrimas vos y tomad estos
pecados.
Vos sois quien cargar se puede estas mis culpas mortales, que la menor destas tales a
cualquier peso excede; y, pues que son tan pesados aquestos yerros, mi Dios, dadme esas
lágrimas vos y tomad estos pecados.
Al Padre, al Hijo, al Amor, alegres cantad, criaturas, y resuene en las alturas toda gloria y
todo honor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo, y proclamar por la mañana tu
misericordia.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana
tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de
cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son
tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da
cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos
para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das
la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa
del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará
lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo, y proclamar por la mañana tu
misericordia.
Antífona 2: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.
CÁNTICO:
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e
idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis
mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro
Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.
Antífona 3: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una
alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es
el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando
sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y
hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las
aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.
LECTURA BREVE:
Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal,
aprended a obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al
huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos -dice el Señor-. Aunque
vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como
escarlata, quedarán blancos como lana.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Jamás hombre alguno ha hablado como éste.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jamás hombre alguno ha hablado como éste.
PRECES:
Demos gracias siempre y en todo lugar a Cristo, nuestro Salvador, y supliquémosle,
diciendo:
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos, para que el Espíritu Santo pueda habitar
en ellos.
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Desde el comienzo del día acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos y el deseo de
cumplir tu voluntad en todas las acciones de esta jornada.
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Danos hambre del alimento que perdura y da vida eterna, y que tú diariamente nos
proporcionas.
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Que interceda por nosotros tu santísima Madre, refugio de pecadores, para que obtengamos
el perdón de nuestros pecados.
Ayúdanos, Señor, con tu gracia.
Pidamos al Padre que nos libre de todo mal, repitiendo la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, que tu amor misericordioso dirija siempre nuestros deseos y actividades, pues
sabemos que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar, Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz, cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor, Ya están pisando nuestros pies tus
umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Yo reprendo y corrijo a cuantos amo. Ánimo, pues, y arrepiéntete, Mira que estoy a la puerta
y llamo, si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él
conmigo.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Señor, que tu amor misericordioso dirija siempre nuestros deseos y actividades, pues
sabemos que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
Que llegue mi clamor a tu Presencia, Señor, con tus palabras dame inteligencia; que mi
súplica entre en tu presencia, líbrame según tu promesa; de mis labios brota la alabanza,
porque me enseñaste tus leyes.
Mi lengua canta tu fidelidad, porque todos tus preceptos son justos; que tu mano me auxilie,
ya que prefiero tus decretos; ansío tu salvación, Señor; tu voluntad es mi delicia.
Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien; me extravié como oveja
perdida: busca a tu siervo, que no olvida tus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de
escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice
eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y
la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te
rinden, se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la
justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de
tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los
pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito
de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el
palacio real.
A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te
alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Acuérdate de que eres mi siervo. Yo te formé, siervo mío eres, Israel, no te olvidaré. He
disipado como niebla tus rebeliones, como nube tus pecados: vuelve a mí, que yo soy tu
redentor.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Señor, que tu amor misericordioso dirija siempre nuestros deseos y actividades, pues
sabemos que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida, que veas a los hijos de tus hijos.
Paz a Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
De Dios nadie se burla. Lo que cada uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne,
de la carne cosechará corrupción, el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida
eterna.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Señor, que tu amor misericordioso dirija siempre nuestros deseos y actividades, pues
sabemos que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Insigne defensor de nuestra causa, Señor y Salvador del pueblo humano, acoge nuestras
súplicas humildes, perdona nuestras culpas y pecados.
El día con sus gozos y sus penas pasó dejando huellas en el alma, igual que nuestros pies en
su camino dejaron en el polvo sus pisadas.
No dejes de mirarnos en la noche, dormida nuestra vida en su regazo; vigila el campamento
de los hombres, camino de tu reino ya cercano.
Ahuyenta de tu pueblo la zozobra, sé nube luminosa en el desierto, sé fuerza recobrada en el
descanso, mañana y horizonte siempre abierto.
Bendice, Padre santo, la tarea del pueblo caminante en la promesa; llegados a Emaús, tu Hijo
amado nos parta el pan y el vino de la cena. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Pondré mi ley en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
SALMO:
Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración
como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios; no dejes
inclinarse mi corazón a la maldad, a cometer crímenes y delitos; ni que con los hombres
malvados participe en banquetes.
Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del impío no
perfume mi cabeza; yo opondré mi oración a su malicia.
Sus jefes cayeron despeñados, aunque escucharon mis palabras amables; como una piedra de
molino, rota por tierra, están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso; guárdame del lazo
que me han tendido, de la trampa de los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Pondré mi ley en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Antífona 2: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor.
SALMO:
A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia, mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos, y que en el camino por donde avanzo me han escondido una
trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro: nadie me hace caso; no tengo adónde huir, nadie mira por mi
vida.
A ti grito, Señor; te digo: Tú eres mi refugio y mi heredad en el país de la vida.
Atiende a mis clamores, que estoy agotado; líbrame de mis perseguidores, que son más
fuertes que yo.
Sácame de la prisión, y daré gracias a tu nombre: me rodearán los justos cuando me
devuelvas tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor.
Antífona 3: A pesar de ser Hijo, aprendió en sus padecimientos la obediencia.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A pesar de ser Hijo, aprendió en sus padecimientos la obediencia.
LECTURA BREVE:
Ya sabéis con qué os rescataron: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la
sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. Ya de antes de la creación del mundo
estaba él predestinado para eso; y al fin de los tiempos se ha manifestado por amor a
vosotros. Por él creéis en Dios que lo resucitó de entre los muertos y lo glorificó. Así vuestra
fe y esperanza se centran en Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
Porque hemos pecado contra ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Año A: El Padre, que ha resucitado a Cristo de entre los muertos, nos vivificará; su Espíritu
habita en nosotros.
Año B: El grano de trigo que cae a tierra queda infecundo, si no muere; pero, si muere,
produce mucho fruto.
Año C: No es la ley lo que nos justifica, sino la fe en Cristo.
Antífona:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona:
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro Maestro, nuestro ejemplo y
nuestro hermano, y supliquémosle, diciendo:
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con
los que se alegran y sepamos llorar con los que están tristes, para que nuestro amor crezca y
sea verdadero.
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos y tu sed en los sedientos.
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte, haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores
vuelvan a la vida cristiana.
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos, sigan con más diligencia
y perfección tus enseñanzas.
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la
resurrección y gocen eternamente de tu amor.
Renueva, Señor, a tu pueblo.
Pidamos a nuestro Padre que nos dé la fuerza que necesitamos para no caer en la tentación:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten
piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios
legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de
nosotros?
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y
yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la
celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a
librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre
virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO DE CUARESMA DOMINGO DE LA SEMANA V Propio del Tiempo.
Salterio I.
3 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Delante de tus ojos ya no enrojecemos a causa del antiguo pecado de tu pueblo. Arrancarás
de cuajo el corazón soberbio y harás un pueblo humilde de corazón sincero.
En medio de los pueblos nos guardas como un resto, para cantar tus obras y adelantar tu
reino. Seremos raza nueva para los cielos nuevos; sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.
Caerán los opresores y exultarán los siervos; los hijos del oprobio serán tus herederos.
Señalarás entonces el día del regreso para los que comían su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo! Porque el Señor, que es justo, revoca sus
decretos: la salvación se anuncia donde acechó el infierno, porque el Señor habita en medio
de su pueblo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
SALMO:
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los
pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y
medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan
sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se
levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino
de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Antífona 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
SALMO:
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías:
rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta
con su cólera: yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: Tú eres mi hijo: yo te he engendrado
hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los
gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de
pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Antífona 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
SALMO:
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: ya no
lo protege Dios.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al
Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo
innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los
dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
El que guarde mi palabra.
No verá jamás la muerte.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
HUMILDAD Y GRANDEZA DE MOISÉS.
En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había
tomado por esposa. Dijeron:
“¿Ha hablado el Señor sólo a Moisés? ¿No nos ha hablado también a nosotros?
El Señor lo oyó. Moisés era el hombre más sufrido del mundo. El Señor habló de repente a
Moisés, Aarón y María:
Salid los tres hacia la Tienda de Reunión.
Y los tres salieron. El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la Tienda,
y llamó a Aarón y María. Ellos se adelantaron y el Señor les dijo:
Escuchad mis palabras: Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a
él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos.
A él le hablo cara a cara; en presencia y no adivinando contempla la figura del Señor. ¿Cómo
os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?
La ira del Señor se encendió contra ellos, y el Señor se marchó. Al apartarse la nube de la
Tienda, María tenía toda la piel descolorida, como nieve. Aarón se volvió y la vio con toda la
piel descolorida. Entonces Aarón dijo a Moisés:
Perdón; no nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente. No dejes a
María como un aborto que sale del vientre, con la mitad de la carne comida.
Moisés suplicó al Señor:
Por favor, cúrala.
El Señor respondió:
Si su padre le hubiera escupido en la cara, habría quedado infamada siete días.
Confinadla siete días fuera del campamento y al séptimo se incorporará de nuevo. La
confinaron siete días fuera del campamento, y el pueblo no se puso en marcha hasta que
María se incorporó a ellos.
RESPONSORIO:
Moisés fue fiel a toda la casa de Dios, en su calidad de servidor; en cambio, Cristo es fiel en
su calidad de Hijo al frente de su propia casa; y su casa somos nosotros.
Amado de Dios y de los hombres, bendita es la memoria de Moisés; por su fidelidad y
humildad, lo escogió entre todos los hombres.
En cambio, Cristo es fiel en su calidad de Hijo al frente de su propia casa; y su casa somos
nosotros.
SEGUNDA LECTURA:
De las Cartas pascuales de san Atanasio, obispo.
PREPAREMOS LA MAGNA FESTIVIDAD NO SÓLO CON PALABRAS, SINO
TAMBIÉN CON OBRAS.
El Verbo, que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de nosotros,
ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en efecto: Mirad, yo estaré
siempre con vosotros hasta el fin del mundo. Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo
sacerdote, camino y puerta, ya que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha
revelado como nuestra fiesta y solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol: Nuestro
cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado, puesto que su persona era la Pascua esperada.
Desde esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú eres mi
júbilo: me libras de los males que me rodean. En esto consiste el verdadero júbilo pascual, la
genuina celebración de la gran solemnidad, en vernos libres de nuestros males; para llegar a
ello, tenemos que esforzarnos en reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la
quietud del temor de Dios.
Así también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si
siempre estuvieran celebrando la Pascua; uno de ellos, el bienaventurado salmista, se
levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse propicio a Dios con sus
plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos y cantos de alabanza su alegría por la
victoria obtenida sobre el Faraón y los demás que habían oprimido a los hebreos con duros
trabajos. Otros, finalmente, vivían entregados con alegría al culto divino, como el insigne
Samuel y el bienaventurado Elías; ellos, por el mérito de sus obras, alcanzaron la libertad, y
ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su antigua peregrinación, realizada en
medio de tinieblas, y contemplan ya la verdad que antes sólo habían vislumbrado.
Nosotros, que nos preparamos para la gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al
acercarnos a aquella fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos,
y en esto estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor Jesucristo, el
cual dice: Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que quita el pecado del mundo; él
es quien purifica nuestras almas, como dice en cierto lugar el profeta Jeremías: Poneos en los
caminos y mirad, preguntad: ¿Es éste el buen camino?; caminad por él, y hallaréis reposo
para vuestras almas.
En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera esparcida sobre los
impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal externa; mas ahora, por la gracia
del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza total; y así en seguida formaremos parte de la
escolta del Cordero y podremos ya desde ahora, como situados en el vestíbulo de la Jerusalén
celestial, preludiar aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador
como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este favor divino;
ellos decían, en efecto: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor y, así, vamos preparando la magna
festividad no sólo con palabras, sino también con obras.
RESPONSORIO:
Jesús, el Cordero sin mancha, penetró hasta el interior del santuario, como precursor nuestro,
constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh sol de salvación, oh Jesucristo, alumbra lo más hondo de las almas, en tanto que la noche
retrocede y el día sobre el mundo se levanta.
Junto con este favorable tiempo danos ríos de lágrimas copiosas, para lavar el corazón que,
ardiendo en jubilosa caridad, se inmola.
La fuente que hasta ayer manó delitos ha de manar desde hoy perenne llanto, si con la vara de
la penitencia el pecho empedernido es castigado.
Ya se avecina el día, el día tuyo, volverá a florecer el universo; compartamos su gozo los que
fuimos devueltos por tu mano a tus senderos.
Oh Trinidad clemente, que te adoren tierra y cielo a tus pies arrodillados, y que nosotros, por
tu gracia nuevos, cantemos en tu honor un nuevo canto. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, fuiste mi auxilio.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, fuiste mi auxilio.
Antífona 2: Líbranos según tus maravillas, y sálvanos del poder de la muerte.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Líbranos según tus maravillas, y sálvanos del poder de la muerte.
Antífona 3: Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el Hijo del hombre.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el Hijo del hombre.
LECTURA BREVE:
Éstas son las festividades del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis a su debido
tiempo. El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor. El día quince del
mismo mes es la fiesta de los panes ázimos dedicada al Señor. Comeréis panes ázimos
durante siete días. El primer día os reuniréis en asamblea litúrgica y no haréis trabajo alguno.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.
Ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Año A: Nuestro amigo Lázaro está dormido; pero voy a ir a despertarlo.
Año B: Haré con vosotros una alianza nueva: yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo.
Año C: «No penséis en lo antiguo -dice el Señor-; mirad que realizo algo nuevo.»
Antífona:
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que
viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona:
PRECES:
Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación; acudamos, pues, a nuestro
Redentor que nos concede estos días de perdón, y, bendiciéndole, digamos:
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Cristo, vida nuestra, tú que por el bautismo nos has sepultado místicamente contigo en la
muerte, para que contigo también resucitemos, concédenos andar hoy en vida nueva.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien, haz que también nosotros seamos
solícitos del bien de todos los hombres.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes en la edificación de nuestra ciudad terrena, sin olvidar
nunca tu reino eterno.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas, sana las dolencias de nuestro
espíritu para que crezcamos cada día en santidad.
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
Ya que la fuerza para no caer en la tentación nos viene de Dios, acudamos al Padre, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por nuestro Señor.
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo, qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me
auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé, me rodeaban cerrando el
cerco, en el nombre del Señor los rechacé, me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego
en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó, el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación, Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor, el Señor es
Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias, Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Llevamos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. Aun viviendo, estamos continuamente
entregados a la muerte por Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en esta
nuestra vida mortal.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, mas la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste
su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque
el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa, se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas, déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida, que veas a los hijos de tus hijos.
Paz a Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Tras un breve padecer, el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo
Jesús, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. A él la gloria y el poder, por los
siglos de los siglos. Amén.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh bondadoso Creador, escucha la voz de nuestras súplicas y el llanto que, mientras dura el
sacrosanto ayuno de estos cuarenta días, derramamos.
A ti, que escrutas nuestros corazones y que conoces todas sus flaquezas, nos dirigimos para
suplicarte la gracia celestial de tu indulgencia.
Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos, pero estamos, al fin, arrepentidos, y te pedimos,
por tu excelso nombre, que nos cures los males que sufrimos.
Haz que, contigo ya reconciliados, podamos dominar a nuestros cuerpos, y, llenos de tu amor
y de tu gracia, no pequen más los corazones nuestros.
Oh Trinidad Santísima, concédenos, oh simplicísima Unidad, otórganos que los efectos de la
penitencia de estos días nos sean provechosos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Así como fue levantada en alto la serpiente en el desierto, así deberá ser
levantado en alto el Hijo del hombre.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Así como fue levantada en alto la serpiente en el desierto, así deberá ser levantado
en alto el Hijo del hombre.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos es protección liberadora, rescate salvador.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor de los ejércitos es protección liberadora, rescate salvador.
Antífona 3: Él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes, por sus
llagas hemos sido curados.
CÁNTICO:
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando le insultaban, no devolvía el
insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga
justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Sus heridas nos han curado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes, por sus llagas
hemos sido curados.
LECTURA BREVE:
Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y
sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento a las
palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y, a pesar de que no encontraron en él causa
alguna digna de muerte, pidieron a Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo
lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo
resucitó de entre los muertos.
RESPONSORIO BREVE:
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
Porque hemos pecado contra ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Año A: Yo soy la resurrección y la vida; quien a mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.
Año B: Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Año C: Mujer, yo no te condeno; vete, y en adelante no peques más.
Antífona:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona:
PRECES:
Demos gloria y alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, la Palabra encarnada, nos
hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos en favor de tu pueblo y
concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de
todas las razas, y a trabajar por su bien y por la concordia mutua.
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo y haz de ellos piedras vivas
y templo espiritual en tu honor.
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Tú que por la predicación de Jonás exhortaste a los ninivitas a la penitencia, haz que tu
palabra llame a los pecadores a la conversión.
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez, y gocen
eternamente de tu presencia.
Señor, ten piedad de tu pueblo.
Unidos fraternalmente, dirijamos al Padre nuestra oración común:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo
ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios
de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos
levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a
nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo
por nosotros.
TIEMPO DE CUARESMA LUNES DE LA SEMANA V Propio del Tiempo. Salterio I.
4 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Este largo martirio de la vida, la fe tan viva y la esperanza muerta, el alma desvelada y tan
despierta al dolor, y al consuelo tan dormida; esta perpetua ausencia y despedida, entrar el
mal, cerrar tras sí la puerta, con diligencia y gana descubierta de que el bien no halle entrada
ni salida; ser los alivios más sangrientos lazos y riendas libres de los desconciertos, efectos
son, Señor, de mis pecados, de que me han de librar esos tus brazos que para recibirme están
abiertos y por no castigarme están clavados. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
SALMO:
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Misericordia, Señor, que
desfallezco; cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta
cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma, sálvame por tu misericordia. Porque en el reino de la
muerte nadie te invoca, y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos
se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí los malvados, porque el Señor ha escuchado mis sollozos; el Señor ha
escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos, que avergonzados huyan al momento.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Antífona 2: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
SALMO:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y
exulto contigo y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!
Porque mis enemigos retrocedieron, cayeron y perecieron ante tu rostro. Defendiste mi causa
y mi derecho sentado en tu trono como juez justo.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. El enemigo
acabó en ruina perpetua, arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. Él juzgará el orbe con
justicia y regirá las naciones con rectitud.
El será refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro. Confiarán en ti los que
conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Antífona 3: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
SALMO:
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión; narrad sus hazañas a los pueblos; él venga la
sangre, él recuerda, y no olvida los gritos de los humildes.
Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos; levántame del umbral de la muerte, para
que pueda proclamar tus alabanzas y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que
escondieron. El Señor apareció para hacer justicia, y se enredó el malvado en sus propias
acciones.
Vuelvan al abismo los malvados, los pueblos que olvidan a Dios. El no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia. Señor,
infúndeles terror, y aprendan los pueblos que no son más que hombres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
Convertíos y creed la Buena Noticia.
Porque está cerca el reino de Dios.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
EXPLORADORES ISRAELÍES SON ENVIADOS A LA TIERRA DE CANAÁN.
En aquellos días, el pueblo de Israel partió de Haserot y acampó en el desierto de Farán. Allí
dijo el Señor a Moisés:
«Envía algunos hombres a explorar el país de Canaán que yo voy a entregar a los hijos de
Israel. Envía uno de cada tribu, y que todos ellos sean jefes.».
Moisés los envió desde el desierto de Farán, según la orden del Señor; todos eran jefes
israelíes. Moisés los envió a explorar el país de Canaán, diciéndoles:
«Subid por el desierto del Negueb hasta la montaña. Observad cómo es el país y sus
habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o numerosos; y cómo es la región, buena o mala;
cómo son las ciudades que habitan, si son de tiendas o amuralladas; y cómo es la tierra, fértil
o estéril, con árboles o sin ellos. Sed valientes y traednos algunos frutos del país.».
Era la estación en que maduran las primeras uvas. Subieron ellos y exploraron el país desde
Sin hasta Rejob, junto a la Entrada de Jamat. Subieron primero por el desierto y llegaron
hasta Hebrón, donde vivían Ajimán, Sesay y Tolmay, hijos de Anac. (Hebrón había sido
fundada siete años antes que Tanis de Egipto.) Cuando pasaron por el Valle de Eshkol,
cortaron un ramo con un solo racimo de uvas, lo colgaron en una vara y lo llevaron entre dos.
También cortaron granadas e higos. Ese lugar se llamó Valle de Eshkol, o del Racimo, por el
racimo que cortaron allí los israelíes. Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país;
y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en
Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país. Les
contaron lo siguiente:
«Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí
tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades
fortificadas, y hasta hemos visto allí descendientes de Anac. Amalec vive en la región del
desierto, los hititas, yebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y
junto al Jordán.».
Caleb hizo callar al pueblo, que se comenzaba a inquietar contra Moisés, y dijo: «Tenemos
que subir y apoderarnos del país, pues sin duda que somos capaces de ello.» Pero los que
habían subido con él replicaron:
«No podemos atacar a ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros.».
Y desacreditaban ante los hijos de Israel a la tierra que habían explorado:
«La tierra que hemos recorrido y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el
pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí hasta gigantes, hijos de
Anac. A su lado nosotros parecíamos grillos, y así nos veían también ellos a nosotros.».
RESPONSORIO:
El Señor, tu Dios, te llevó en el desierto, como un hombre lleva a su hijo, pero vosotros no
tuvisteis confianza en el Señor, vuestro Dios.
Vosotros no quisisteis subir a tomar posesión de vuestra tierra, fuisteis rebeldes a la orden del
Señor, vuestro Dios, y os pusisteis a murmurar.
No tuvisteis confianza en el Señor, vuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA:
Del Comentario de san Juan Fisher, obispo y mártir, sobre los salmos.
SI ALGUNO PECA, ABOGADO TENEMOS ANTE EL PADRE.
Nuestro sumo sacerdote es Cristo Jesús y nuestro sacrificio es su cuerpo precioso, que él
inmoló en el ara de la cruz por la salvación de todos los hombres.
La sangre derramada por nuestra redención no era de terneros o de machos cabríos (como en
la ley antigua), sino la del Cordero inmaculado, Cristo Jesús, nuestro salvador. El templo en
que ofició nuestro sumo sacerdote no era hecho por mano de hombre, sino edificado
únicamente por el poder de Dios. Y así, él derramó su sangre a la vista de todo el mundo; y el
mundo es el templo construido por la sola mano de Dios.
Este templo tiene dos partes: una es esta tierra que nosotros habitamos al presente, la otra nos
es aún desconocida a nosotros, mortales.
Primero, cuando sufrió la muerte dolorosísima, ofreció el sacrificio aquí en la tierra.
Después, cuando revestido de la nueva inmortalidad penetró por su propia sangre en el
santuario, esto es, en el cielo, presentó ante el trono del Padre aquella sangre de un valor
inmenso, que había derramado abundantemente por todos los hombres, sujetos al pecado.
Este sacrificio es tan acepto y agradable a Dios que, en el mismo instante en que lo mira,
compadecido de nosotros, se ve forzado a otorgar su clemencia a todos los que se arrepienten
de verdad.
Es, además, un sacrificio eterno, ya que se ofrece no sólo cada año (como sucedía entre los
judíos), sino cada día, más aún, cada hora y a cada momento, para que en él hallemos
consuelo y alivio.
Respecto de él, dice el Apóstol: Obteniendo una redención eterna, pues de este sagrado y
eterno sacrificio se benefician todos aquellos que están verdaderamente contritos y
arrepentidos de los pecados cometidos, los que tienen un decidido propósito de no reincidir
en sus malas costumbres y perseverar con constancia en el camino de las virtudes que han
emprendido.
Lo cual expresa san Juan con estas palabras: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.
Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por
nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
RESPONSORIO:
Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor
razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
Siendo todavía pecadores, murió Cristo por nosotros.
Con mayor razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado, y cuántas con vergüenza he respondido, desnudo
como Adán, aunque vestido de las hojas del árbol del pecado!
Seguí mil veces vuestro pie sagrado, fácil de asir, en una cruz asido, y atrás volví otras tantas
atrevido, al mismo precio que me habéis comprado.
Besos de paz os di para ofenderos, pero si fugitivos de su dueño yerran cuando los hallan los
esclavos, hoy que vuelvo con lágrimas a veros, clavadme vos a vos en vuestro leño y
tendréisme seguro con tres clavos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
SALMO:
Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey
mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se
mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad, entraré en tu casa, me postraré ante tu templo santo con toda
reverencia.
Señor, guíame con tu justicia, porque tengo enemigos; alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad, su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos, para que se llenen de
gozo los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo, y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Antífona 2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Cantico:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad, porque tuyo es
cuanto hay en cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la
fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
Antífona 3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
SALMO:
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del
nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria hace oír su trueno, el Señor sobre las
aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los
cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo, al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego, la voz del Señor sacude el desierto, el Señor sacude
el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles, el Señor descorteza las selvas. En su templo un grito
unánime: ¡Gloria!
El trono del Señor está encima de la tempestad, el Señor se sienta como rey eterno. El Señor
da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
LECTURA BREVE:
Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí
planeaban: Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su
nombre no se pronuncie más. Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas
las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi
causa.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el
Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el
Señor.
PRECES:
Bendigamos a Jesús, nuestro Salvador, que por su muerte nos ha abierto el camino de
salvación, y digámosle confiados:
Danos caminar por tus senderos, Señor.
Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva, te pedimos que nos
hagas cada día más conformes a ti.
Danos caminar por tus senderos, Señor.
Enséñanos, Señor, a ser hoy alegría para los que sufren y haz que sepamos servirte en cada
uno de los necesitados.
Danos caminar por tus senderos, Señor.
Que procuremos, Señor, hacer lo bueno, lo recto y lo verdadero ante ti y que busquemos tu
rostro con sinceridad de corazón.
Danos caminar por tus senderos, Señor.
Perdona, Señor, las faltas que hemos cometido contra la unidad de tu familia y haz que
tengamos un solo corazón y un solo espíritu.
Danos caminar por tus senderos, Señor.
Dirijámonos a Dios con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar, Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz, cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor, Ya están pisando nuestros pies tus
umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Nuestros crímenes y nuestros pecados pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos
consumimos. Cómo podremos vivir? Por mi vida -dice el Señor-, que yo no me complazco en
la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al
ignorante; los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es
límpida y da luz a los ojos; la voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los
mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos; más preciosos que el oro, más
que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.
Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado, ¿quién conoce sus faltas? Absuélveme
de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del
gran pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen
como leones y me desgarren sin remedio.
Señor, Dios mío: si soy culpable, si hay crímenes en mis manos, si he causado daño a mi
amigo, si he protegido a un opresor injusto, que el enemigo me persiga y me alcance, que me
pisotee vivo por tierra, apretando mi vientre contra el polvo.
Levántate, Señor, con tu ira, álzate con furor contra mis adversarios, acude a defenderme en
el juicio que has convocado. Que te rodee la asamblea de las naciones, y pon tu asiento en lo
más alto de ella. El Señor es juez de los pueblos.
Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los
culpables, y apoya tú al inocente, tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo, Dios amenaza
cada día: si no se convierten, afilará su espada, tensará el arco y apuntará.
Apunta sus armas mortíferas, prepara sus flechas incendiarias.
Mirad: el enemigo concibió el crimen, está preñado de maldad, y da a luz el engaño. Cavó y
ahondó una fosa, caiga en la fosa que hizo; recaiga su maldad sobre su cabeza, baje su
violencia sobre su cráneo.
Yo daré gracias al Señor por su justicia, tañendo para el nombre del Señor altísimo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu
enojo.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa, se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas, déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida, que veas a los hijos de tus hijos.
Paz a Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Así dice el Señor: Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada, camina a su
descanso. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia. Volveré a construirte
y serás reconstruida, Virgen de Israel.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ésta es la hora para el buen amigo, llena de intimidad y confidencia, y en la que, al examinar
nuestra conciencia, igual que siente el rey, siente el mendigo.
Hora en que el corazón encuentra abrigo para lograr alivio a su dolencia y, al evocar la edad
de la inocencia, logra en el llanto bálsamo y castigo.
Hora en que arrullas, Cristo, nuestra vida con tu amor y caricia inmensamente y que a
humildad y a llanto nos convida.
Hora en que un ángel roza nuestra frente y en que el alma, como cierva herida, sacia su sed en
la escondida fuente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor se complace en los justos.
SALMO:
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís: escapa como un pájaro al monte, porque los malvados
tensan el arco, ajustan las saetas a la cuerda, para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?
Pero el Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están
observando, sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo detesta.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor se complace en los justos.
Antífona 2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
SALMO:
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no
calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera
despreciable al impío y honra a los que temen al Señor, el que no retracta lo que juró aún en
daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de
Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que
la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde
en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro
de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a
conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento
culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
LECTURA BREVE:
Dios nos demuestra el amor que nos tiene en el hecho de que, siendo todavía pecadores,
murió Cristo por nosotros. Así que con mayor razón, ahora que hemos sido justificados por
su sangre, seremos salvados por él de la cólera divina.
RESPONSORIO BREVE:
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Señor, ten misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sobre mi persona testifico yo, y testifica en mi favor el Padre que me ha enviado.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sobre mi persona testifico yo, y testifica en mi favor el Padre que me ha enviado.
PRECES:
Invoquemos al Señor Jesús, que nos ha salvado a nosotros, su pueblo, librándonos de
nuestros pecados, y digámosle humildemente:
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Te pedimos, Señor Jesús, por tu Iglesia santa, por la que te entregaste para consagrarla con el
baño del agua y con la palabra: purifícala y renuévala por la penitencia.
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Maestro bueno, haz que los jóvenes descubran el camino que les preparas y que respondan
siempre con generosidad a tus llamadas.
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Tú que te compadeciste de los enfermos que acudían a ti, levanta la esperanza de nuestros
enfermos y haz que imitemos tu gesto generoso y estemos siempre atentos al bien de los que
sufren.
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Haz, Señor, que recordemos siempre nuestra condición de hijos tuyos, recibida en el
bautismo, y que vivamos siempre para ti.
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Da tu paz y el premio eterno a los difuntos y reúnenos un día con ellos en tu reino.
Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de
bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos
convenientemente a la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy
un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de
tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en
misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi
súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay
obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: Grande
eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor
de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande
piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi
vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis
adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por
nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del
reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la
vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de
este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO DE CUARESMA MARTES DE LA SEMANA V Propio del Tiempo. Salterio
I.
5 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
De la salud la fuente, coronada de juncos punzadores, un corazón ardiente buscaba triste y
lleno de dolores, y, hallándola en la cruz, que atento mira, así gime, así llora, así suspira:
Señor, yo soy el ciervo que tan sediento busco esos cristales; si te ofendí, protervo, ya vuelvo
arrepentido de mis males; y no me he de apartar de tu presencia sin perdón, sin favores, sin
clemencia.
En esa cruz clavado, arco de paz te hicieron tus finezas, y, pues enamorado así encender
pretendes las tibiezas, que se abrasen las mías hoy te ruego con tu luz, con tu llama, con tu
fuego.
El Dios de las venganzas un tiempo los profetas te llamaron, mas ya mis esperanzas, desde
que hombre te hiciste, mejoraron, pues Dios de amor te miran en prisiones, sin carcaj, sin
saetas, sin arpones. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor hará justicia a los pobres.
SALMO:
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto? La soberbia del
impío oprime al infeliz y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición, el codicioso blasfema y desprecia al Señor. El malvado
dice con insolencia: No hay Dios que me pida cuentas.
La intriga vicia siempre su conducta, aleja de su mente tus juicios y desafía a sus rivales.
Piensa: No vacilaré, nunca jamás seré desgraciado.
Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de fraudes; su lengua encubre maldad y
opresión; en el zaguán se sienta al acecho para matar a escondidas al inocente.
Sus ojos espían al pobre; acecha en su escondrijo como león en su guarida, acecha al
desgraciado para robarle, arrastrándolo a sus redes; se agacha y se encoge y con violencia cae
sobre el indefenso. Piensa: Dios lo olvida, se tapa la cara para no enterarse.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor hará justicia a los pobres.
Antífona 2: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
SALMO:
Levántate, Señor, extiende tu mano, no te olvides de los humildes; ¿por qué ha de despreciar
a Dios el malvado, pensando que no le pedirá cuentas?
Pero tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos. A ti se encomienda el
pobre, tú socorres al huérfano.
Rómpele el brazo al malvado, pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca. El Señor
reinará eternamente y los gentiles desaparecerán de su tierra.
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes, les prestas oído y los animas; tú defiendes al
huérfano y al desvalido: que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Antífona 3: Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.
SALMO:
Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos, que desaparece la lealtad entre los hombres: no
hacen más que mentir a su prójimo, hablan con labios embusteros y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua orgullosa de los que dicen: la lengua es
nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?
El Señor responde: por la opresión del humilde, por el gemido del pobre, yo me levantaré, y
pondré a salvo al que lo ansía.
Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata limpia de escoria, refinada siete
veces.
Tú nos guardarás, Señor, nos librarás para siempre de esa gente: de los malvados que
merodean para chupar como sanguijuelas sangre humana.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.
Ahora es el tiempo propicio.
Ahora es el día de salvación.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
MURMURACIÓN DEL PUEBLO E INTERCESIÓN DE MOISÉS.
En aquellos días, toda la comunidad de Israel empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la
noche. Los israelitas murmuraban contra Moisés y Aarón, y toda la comunidad les decía:
“¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto o por lo menos en el desierto! ¿Por qué nos ha traído el
Señor a esta tierra, para que caigamos a espada y para que nuestras mujeres e hijos caigan
cautivos? ¿No sería mejor volvernos a Egipto?
Y se decían unos a otros:
Nombremos un jefe y volvamos a Egipto. Moisés y Aarón se echaron rostro en tierra ante
toda la comunidad de Israel. Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, dos de los
exploradores, se rasgaron los vestidos y dijeron a la comunidad de Israel:
La tierra que hemos recorrido en exploración es una tierra excelente. Si el Señor nos es
favorable, nos hará entrar en ella y nos la dará: es una tierra que mana leche y miel. Pero no
os rebeléis contra el Señor ni temáis al pueblo del país, pues serán para nosotros pan comido.
Su sombra protectora se ha apartado de ellos, mientras que el Señor está con nosotros; ¡no
temáis!”.
Ya la comunidad entera hablaba de apedrearlos, cuando la gloria del Señor apareció en la
Tienda de Reunión ante todos los israelitas. El Señor dijo a Moisés:
“¿Hasta cuándo me rechazará este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, a pesar de
todas las señales que he hecho entre ellos? Voy a herirlo de peste y a destruirlo. De ti sacaré
un pueblo más grande y poderoso que ellos.
Pero Moisés replicó al Señor:
Los egipcios saben muy bien que con tu poder has sacado tú a este pueblo de en medio de
ellos. Lo han contado ya a los habitantes de esta tierra. Éstos se han enterado de que tú,
Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara, que tu nube permanece
sobre ellos y que caminas delante en la columna de nube durante el día y en la columna de
fuego por la noche.
Si ahora das muerte a este pueblo como a un solo hombre, dirán las naciones que han oído
hablar de ti: El Señor no ha podido introducir a este pueblo en la tierra que les había
prometido con juramento, por eso los ha matado en el desierto. Por tanto, muestra ahora tu
gran fuerza, como lo prometiste al decir: El Señor es lento a la cólera y rico en misericordia,
perdona la culpa y el delito, pero no deja nada impune, castiga la culpa de los padres en los
hijos hasta la tercera y cuarta generación. Perdona, pues, la culpa de este pueblo, por tu gran
misericordia, como lo has perdonado desde Egipto hasta aquí.
El Señor respondió:
Lo perdono, como me lo pides. Pero, ¡por mi vida y por la gloria del Señor que llena la tierra!
todos los hombres que vieron mi gloria y los signos que hice en Egipto y en el desierto, y que
me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, no verán la tierra que
prometí a sus padres. Ninguno de los que me rechazan la verá. Pero a mi siervo Caleb, que
tiene otro espíritu y me fue enteramente fiel, lo haré entrar en la tierra que ha visitado, y sus
descendientes la poseerán. Mañana mismo daréis media vuelta y os volveréis al desierto, en
dirección al mar Rojo.
RESPONSORIO:
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre
acusando ni guarda rencor perpetuo.
Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.
Porque él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro.
Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san León Magno, papa.
LA CRUZ DE CRISTO FUENTE DE TODA BENDICIÓN y ORIGEN DE TODA
GRACIA.
Nuestro entendimiento, iluminado por el Espíritu de la verdad, debe aceptar con corazón
puro y libre la gloria de la cruz, que irradia sobre el cielo y la tierra, y penetrar con su mirada
interior el sentido de las palabras del Señor, cuando habla de la inminencia de su pasión: Ya
ha llegado la hora en que va a ser glorificado el Hijo del hombre. Y un poco más adelante:
Ahora -dice-mi alma está agitada, y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Pero si
precisamente para esto he llegado a esta hora! Padre, glorifica a tu Hijo. Y como llegase del
cielo la voz del Padre, que decía: Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo, Jesús,
dirigiéndose a los circunstantes, dijo: No por mí, sino por vosotros se ha dejado oír esta voz.
Ahora viene la condenación de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado
fuera. Y yo, cuando sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En ella se encuentra el
tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del crucificado.
Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara,
mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que se realizaba en el templo de Judea sólo
como sombra y figura.
Ahora, en efecto, es más ilustre el orden de los levitas, más alta la dignidad de los ancianos,
más sagrada la unción de los sacerdotes; porque tu cruz es la fuente de toda bendición, el
origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben, de la debilidad, la fuerza, del oprobio, la
gloria y, de la muerte, la vida. Ahora, asimismo, abolida la multiplicidad de los antiguos
sacrificios, la única oblación de tu cuerpo y sangre lleva a su plenitud los diferentes
sacrificios carnales; porque tú eres el verdadero Cordero de Dios, que quitas el pecado del
mundo; y así, en tu persona, llevas a la perfección todos los misterios, para que todos los
pueblos constituyan un solo reino, del mismo modo que todas las víctimas ceden el lugar al
único sacrificio.
Confesemos, pues, hermanos, lo que la voz del bienaventurado maestro de las naciones, el
apóstol Pablo, confesó gloriosamente: Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es
ésta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
En efecto, tanto más admirable es la misericordia de Dios para con nosotros, cuanto que
Cristo murió, no por los justos o los santos, sino por los pecadores y los injustos; y, como era
imposible que la naturaleza divina experimentase el aguijón de la muerte, tomó, naciendo de
nosotros, una naturaleza que pudiera ofrecer por nosotros.
Ya mucho antes amenazaba a nuestra muerte con el poder de su propia muerte, diciendo por
boca del profeta Oseas: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón.
Al morir, en efecto, se sometió al poder del país de los muertos, pero lo destruyó con su
resurrección; sucumbiendo al peso de una muerte que no hacía excepción, la convirtió de
eterna en temporal. Porque lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán
llamados de nuevo a la vida.
RESPONSORIO:
Cristo canceló la nota de cargo de nuestra deuda, que contenía cláusulas desfavorables contra
nosotros, la arrancó de en medio y la clavó en la cruz. Con esto despojó a los Principados y
Potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos a su cortejo triunfal.
Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy.
Con esto despojó a los Principados y Potestades, y los expuso a la vista de todos,
incorporándolos a su cortejo triunfal.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Edificaste una torre para tu huerta florida; un lagar para tu vino y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas, ni el lagar buena bebida: sólo racimos amargos y zumos de amarga
tinta.
Edificaste una torre, Señor, para tu guarida; un huerto de dulces frutos, una noria de aguas
limpias, un blanco silencio de horas y un verde beso de brisas.
Y esta casa que es tu torre, este mi cuerpo de arcilla, esta sangre que es tu sangre y esta herida
que es tu herida te dieron frutos amargos, amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio, rompe tu silencio y grita! Que mi lagar enrojezca cuando tu
planta lo pise, y que tu mesa se endulce con el vino de tu viña. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
SALMO:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los
mares, Él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el
prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Antífona 2: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, que vive eternamente, y cuyo reino dura por los siglos: él azota y se
compadece, hunde hasta el abismo y saca de él, y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles, porque él nos dispersó entre ellos. Proclamad allí
su grandeza, ensalzadlo ante todos los vivientes: que él es nuestro Dios y Señor, nuestro
Padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos, pero se compadecerá de nuevo, y os congregará de entre
todas las naciones por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a
vosotros y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena, bendeciréis al Señor de la
justicia y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy gracias en mi cautiverio, anuncio su grandeza y su poder a un pueblo pecador.
Convertíos, pecadores, obrad rectamente en su presencia: quizá os mostrará benevolencia y
tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo, y me alegraré de su grandeza. Anuncien todos los
pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Antífona 3: El Señor merece la alabanza de los buenos.
SALMO:
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un
cántico nuevo, acompañando vuestra música con aclamaciones: que la palabra del Señor es
sincera, y todas sus acciones son leales, él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena
la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos; encierra en un odre las
aguas marinas, mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe: porque él lo dijo, y
existió; él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan
del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres; desde su morada observa a todos
los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza, nada valen
sus caballos para la victoria, ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para
librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros esperamos en el Señor: él es nuestro auxilio y escudo, con él se alegra nuestro
corazón, en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor merece la alabanza de los buenos.
LECTURA BREVE:
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y
de oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único y
llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto de Jerusalén.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que "Yo soy", dice el
Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que "Yo soy", dice el
Señor.
PRECES:
Bendigamos a Cristo, pan vivo bajado del cielo, y digámosle:
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece nuestra debilidad.
Señor, sacia nuestra hambre en el banquete de tu eucaristía y danos participar plenamente de
los bienes de tu sacrificio pascual.
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece nuestra debilidad.
Concédenos, Maestro bueno, escuchar tu palabra con un corazón noble y haz que
perseveremos hasta dar fruto.
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece nuestra debilidad.
Que con nuestro trabajo, Señor, cooperemos contigo para mejorar el mundo, para que así, por
la acción de tu Iglesia, reine en él la paz.
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece nuestra debilidad.
Reconocemos, Señor, que hemos pecado; perdona nuestras faltas por tu gran misericordia.
Cristo, pan de las almas y salvación de los hombres, fortalece nuestra debilidad.
Unidos fraternalmente, acudamos ahora al Padre de todos:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar, Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz, cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor, Ya están pisando nuestros pies tus
umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia, expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición, pero para los que
están en vías de salvación es fuerza de Dios. Dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los
sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, mas la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a
Cristo -judíos o griegos-: fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa, se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas, déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor, dichoso el que,
guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón, el que, sin cometer iniquidad, anda por
sus senderos.
Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas, entonces no sentiré vergüenza al
mirar tus mandatos.
Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente, tú no me abandones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? Hasta cuándo me esconderás tu rostro? Hasta
cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? Hasta cuándo va a
triunfar mi enemigo?
Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío, da luz a mis ojos para que no me duerma en la
muerte, para que no diga mi enemigo: lo he vencido, ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al Señor por
el bien que me ha hecho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dice el necio para sí: No hay Dios. Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay
quien obre bien.
El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que
busque a Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al
Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios está con los justos.
Podéis burlaros de los planes del desvalido, pero el Señor es su refugio.
Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel, Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,
se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confundir a los sabios.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
No me pesa, Señor, haber faltado por el eterno mal que he merecido, ni me pesa tampoco
haber perdido el cielo como pena a mi pecado.
Pésame haber tus voces despreciado y tus justos mandatos infringido, porque con mis errores
he ofendido tu corazón, Señor, por mí llagado.
Llorar quiero mis culpas humillado, y buscar a mis males dulce olvido en la herida de amor
de tu costado.
Quiero tu amor pagar, agradecido, amándote cual siempre me has amado y viviendo contigo
arrepentido. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor da la victoria a su Ungido.
SALMO:
Que te escuche el Señor el día del peligro, que te sostenga el nombre del Dios de Jacob; que
te envíe auxilio desde el santuario, que te apoye desde el monte Sión; que se acuerde de todas
tus ofrendas, que le agraden tus sacrificios; que cumpla el deseo de tu corazón, que dé éxito a
todos tus planes.
Que podamos celebrar tu victoria y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes; que el
Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora reconozco que el Señor da la victoria a su Ungido, que lo ha escuchado desde su santo
cielo, con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor,
Dios nuestro.
Ellos cayeron derribados, nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la victoria al rey y escúchanos cuando te invocamos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor da la victoria a su Ungido.
Antífona 2: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
SALMO:
Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el
deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. Te
pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad. Le concedes
bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia; porque el rey confía en el Señor, y
con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado
el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre
compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos
para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el
honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más: ha escogido la
gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de modo
que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este
Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
RESPONSORIO BREVE:
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Señor, ten misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El que me ha enviado está conmigo; y nunca me ha abandonado, porque yo hago
siempre lo que es de su agrado.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El que me ha enviado está conmigo; y nunca me ha abandonado, porque yo hago
siempre lo que es de su agrado.
PRECES:
A Cristo, el Señor, que nos mandó velar y orar a fin de no sucumbir en la tentación,
digámosle confiadamente:
Señor, escucha y ten piedad.
Señor, tú que prometiste estar presente cuando tus discípulos se reúnen en tu nombre para
orar, haz que oremos siempre unidos a ti en el Espíritu Santo, a fin de que tu reino llegue a
todos los hombres.
Señor, escucha y ten piedad.
Purifica de todo pecado a la Iglesia penitente y haz que viva siempre en la esperanza y el
gozo del Espíritu Santo.
Señor, escucha y ten piedad.
Amigo del hombre, haz que estemos siempre atentos, como tú nos mandaste, al bien del
prójimo, para que la luz de tu amor brille a través de nosotros ante todos los hombres.
Señor, escucha y ten piedad.
Rey pacífico, haz que tu paz reine en el mundo y que nosotros trabajemos sin cesar para
conseguirla.
Señor, escucha y ten piedad.
Tú que has muerto para que nosotros tengamos vida, da la vida eterna a los que han muerto.
Señor, escucha y ten piedad.
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que
nos libre de todo mal:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, ser perseverantes en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que en
nuestros días crezca tu pueblo no sólo en número, sino también en santidad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo,
escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados, mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y
extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a
los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de
seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú
eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda
buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos
levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita.
TIEMPO DE CUARESMA MIÉRCOLES DE LA SEMANA V Propio del Tiempo.
Salterio I.
6 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Levántame Señor, que estoy caído, sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo; quiérome levantar,
y estoyme quedo; yo propio lo deseo, y yo lo impido.
Estoy, siendo uno solo, dividido: a un tiempo muerto y vivo, triste y ledo; lo que puedo hacer,
eso no puedo; huyo del mal y estoy en él metido.
Tan obstinado estoy en mi porfía, que el temor de perderme y de perderte jamás de mi mal
uso me desvía.
Tu poder y bondad truequen mi suerte: que en otros veo enmienda cada día, y en mí nuevos
deseos de ofenderte. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
SALMO:
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al
Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del
abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz y mi grito
llegó a sus oídos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Antífona 2: El Señor me libró porque me amaba.
SALMO:
Entonces tembló y retembló la tierra, vacilaron los cimientos de los montes, sacudidos por su
cólera; de su rostro se alzaba una humareda, de su boca un fuego voraz, y lanzaba carbones
ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó con nubarrones debajo de sus pies; volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento, envuelto en un manto de oscuridad: como un toldo, lo
rodeaban oscuro aguacero y nubes espesas; al fulgor de su presencia, las nubes se deshicieron
en granizo y centellas; y el Señor tronaba desde el cielo, el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba, y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció, y se vieron los cimientos del orbe, cuando tú, Señor, lanzaste el
fragor de tu voz, al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo, me sacó de las aguas caudalosas, me libró de un
enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto, pero el Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me
libró porque me amaba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor me libró porque me amaba.
Antífona 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
SALMO:
El Señor retribuyó mi justicia, retribuyó la pureza de mis manos, porque seguí los caminos
del Señor y no me rebelé contra mi Dios; porque tuve presentes sus mandamientos y no me
aparté de sus preceptos; Le fui enteramente fiel, guardándome de toda culpa; el Señor
retribuyó mi justicia, la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel; con el íntegro, tú eres íntegro; con el sincero, tú eres sincero; con el
astuto, tú eres sagaz. Tú salvas al pueblo afligido y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. Fiado en ti, me meto en la
refriega; fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
Convertíos y haced penitencia.
Haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
CISMA DE CORÉ, DATÁN y ABIRÓN.
En aquellos días, Coré, hijo de Yishar, hijo de Quehat, levita, Datán y Abirón, hijos de Eliab,
y On, hijo de Pelet, rubenitas, se rebelaron contra Moisés, y con ellos doscientos cincuenta
hombres, jefes de la asamblea, escogidos para su cargo y de buena reputación. Se amotinaron
contra Moisés y Aarón, diciendo:
Ya está bien. Toda la comunidad es sagrada y en medio de ella está el Señor, ¿por qué os
ponéis encima de la asamblea del Señor?
Moisés, al oírlo, se echó por tierra y dijo a Coré y a sus secuaces:
Mañana hará saber el Señor quién le pertenece: al consagrado lo hará acercarse, al escogido
lo hará acercarse. Haced, pues, lo siguiente: Coré y todos sus secuaces, coged los incensarios,
poned en ellos fuego y echad incienso mañana. El hombre que el Señor escoja le está
consagrado. Ya está bien, levitas.
Moisés dijo a Coré:
Escuchadme, levitas: ¿todavía os parece poco? El Dios de Israel os ha apartado de la
asamblea de Israel para que estéis cerca de él, prestéis servicio en su templo y estéis a
disposición de la asamblea para servirle. A ti y a tus hermanos levitas se os ha acercado. ¿Por
qué reclamáis también el sacerdocio? Tú y tus secuaces os habéis rebelado contra el Señor,
pues ¿quién es Aarón para que protestéis contra él? Mañana, tú y tus secuaces os presentaréis
al Señor, y también Aarón con ellos. Que cada uno coja su incensario, eche incienso y lo
ofrezca al Señor. Cada uno de los doscientos cincuenta su incensario, y tú y Aarón el vuestro.
Cogió, pues, cada uno su incensario, puso fuego, echó incienso y se colocaron a la entrada de
la Tienda de Reunión con Moisés y Aarón. También Coré reunió a sus secuaces a la entrada
de la Tienda de Reunión. La gloria del Señor se mostró a todos los reunidos, y el Señor dijo a
Moisés y a Aarón:
Apartaos de ese grupo que los voy a consumir al instante.
Ellos cayeron rostro a tierra y oraron:
Dios, Dios de los espíritus de todos los vivientes, uno solo ha pecado, ¿y vas a irritarte contra
todos?
El Señor respondió a Moisés:
Di a la gente que se aparte de las tiendas de Coré, Datán y Abirón.
Dijo entonces Moisés:
En esto conoceréis que es el Señor quien me ha enviado a actuar así y que no obro por cuenta
propia. Si éstos mueren de muerte natural, según el destino de todos los hombres, es que el
Señor no me ha enviado; pero si el Señor hace un milagro, si la tierra se abre y se los traga
con los suyos, y bajan vivos al abismo, entonces sabréis que estos hombres han despreciado
al Señor.
Apenas había terminado de hablar, cuando el suelo se resquebrajó debajo de ellos, la tierra
abrió la boca y se los tragó con todas sus familias, y también a la gente de Coré con sus
posesiones. Ellos con todos los suyos bajaron vivos al abismo; la tierra los cubrió y
desaparecieron de la asamblea. Al ruido, todo Israel, que estaba alrededor, echó a correr,
pensando que los tragaba la tierra. Y el Señor hizo estallar un fuego que consumió a los
doscientos cincuenta hombres que habían llevado el incienso.
RESPONSORIO:
El Señor, después de haber salvado de Egipto a su pueblo, hizo luego perecer a los que no
tuvieron fe.
¡Ay de ellos! porque han seguido la senda de Caín y han caído en la perdición de la rebelión
de Coré.
Entre vosotros se han introducido algunos hombres impíos, que niegan al único Dueño y
Señor nuestro.
¡Ay de ellos! porque han seguido la senda de Caín y han caído en la perdición de la rebelión
de Coré.
SEGUNDA LECTURA:
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos.
JESUCRISTO ORA POR NOSOTROS, ORA EN NOSOTROS, Y AL MISMO TIEMPO
ESA ÉL A QUIEN DIRIGIMOS NUESTRA ORACIÓN.
El mayor don que Dios podía conceder a los hombres es hacer que su Palabra, por quien creó
todas las cosas, fuera la cabeza de ellos, y unirlos a ella como miembros suyos, de manera
que el Hijo de Dios fuera también hijo de los hombres, un solo Dios con el Padre, un solo
hombre con los hombres; y así, cuando hablamos con Dios en la oración, el Hijo está unido a
nosotros, y, cuando ruega el cuerpo del Hijo, lo hace unido a su cabeza; de este modo, el
único Salvador de su cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora en
nosotros, y al mismo tiempo es a él a quien dirigimos nuestra oración.
Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe
nuestra oración, como nuestro Dios.
Reconozcamos, pues, nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros. Y, cuando
hallemos alguna afirmación referente al Señor Jesucristo, sobre todo en las profecías, que nos
parezca contener algo humillante e indigno de Dios, no tengamos reparo alguno en
atribuírsela, pues él no tuvo reparo en hacerse uno de nosotros.
A él sirve toda creatura, porque por él fue hecha toda creatura, y, por esto, contemplamos su
sublimidad y divinidad cuando escuchamos: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y
la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios; ya al principio estaba ella con Dios; por ella
empezaron a existir todas las cosas, y ninguna de las que existen empezó a ser sino por ella.
Pero los que contemplamos esta divinidad del Hijo de Dios, que supera y trasciende de modo
absoluto a toda creatura, por sublime que sea, lo oímos también, en otros lugares de la
Escritura, gimiendo y suplicando, como si se reconociera reo de algo.
Y dudamos en atribuirle estas expresiones por el hecho de que nuestra mente, que acaba de
contemplarlo en su divinidad, se resiste a descender hasta su abajamiento, y le parece que le
hace injuria al admitir unas expresiones humanas en aquel a quien acaba de dirigir su oración
como Dios; y, así, duda muchas veces y se esfuerza en cambiar el sentido de las palabras; y lo
único que encuentra en la Escritura es el recurso a él, para no errar acerca de él.
Por tanto, que nuestra fe esté despierta y vigilante; y démonos cuenta de que aquel mismo
que contemplábamos poco antes en su condición de Dios tomó la condición de siervo,
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a
sí mismo, obedeciendo hasta la muerte; y, clavado en la cruz, quiso hacer suyas las palabras
del salmo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Por tanto, oramos a él por su condición de Dios, ora él por su condición de siervo; por su
condición divina es creador, por su condición de siervo es creado, habiendo asumido él,
inmutable, a la creatura mudable, y haciéndonos a nosotros con él un solo hombre, cabeza y
cuerpo. Así, pues, oramos a él, por él y en él; hablamos con él y él habla en nosotros.
RESPONSORIO:
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, y vuestra alegría será
completa.
Yo os lo aseguro: cuanto pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.
Pedid y recibiréis, y vuestra alegría será completa.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando vuelto hacia ti de mi pecado iba pensando en confesar sincero el dolor desgarrado y
verdadero del delito de haberte abandonado; cuando pobre volvime a ti humillado, me ofrecí
como inmundo pordiosero; cuando, temiendo tu mirar severo, bajé los ojos, me sentí
abrazado.
Sentí mis labios por tu amor sellados y ahogarse entre tus lágrimas divinas la triste confesión
de mis pecados.
Llenóse el alma en luces matutinas, y, viendo ya mis males perdonados, quise para mi frente
tus espinas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
SALMO:
El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: No tengo miedo a Dios, ni en su
presencia. Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien; acostado
medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes, tu justicia hasta las altas
cordilleras; tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales; ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!; los
humanos se acogen a la sombra de tus alas; se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber
del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia con los rectos de corazón; que
no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Antífona 2: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
CÁNTICO:
¡Alabad a mi Dios con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras, ofrecedle los acordes de
un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su nombre! porque el Señor es un Dios
quebrantador de guerras, su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza,
invencible.
Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste y existió; enviaste tu aliento y la
construiste, nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como
cera, pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Antífona 3: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
SALMO:
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime
y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos escogió por heredad suya: gloria
de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se
sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios
son los grandes de la tierra, y él es excelso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
LECTURA BREVE:
El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni
salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Si permanecéis en mi palabra seréis en verdad discípulos míos -dice el Señor-y
llegaréis al conocimiento de la verdad y la verdad os librará de la esclavitud.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si permanecéis en mi palabra seréis en verdad discípulos míos -dice el Señor-y
llegaréis al conocimiento de la verdad y la verdad os librará de la esclavitud.
PRECES:
Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas las
cosas, y digámosle:
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Señor, tú que nos has prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, renuévanos sin cesar por
tu Espíritu Santo, para que lleguemos a gozar eternamente de ti en la nueva Jerusalén.
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Que trabajemos, Señor, para que el mundo se impregne de tu Espíritu y se logre así más
eficazmente la justicia, el amor y la paz universal.
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y nuestra desidia y a poner nuestro corazón en
los bienes eternos.
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Líbranos del mal y presérvanos de la fascinación de la vanidad que oscurece la mente y
oculta el bien.
Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo.
Digamos al Padre, unidos a Jesús, la oración que él nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus palabras.
Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca; mi alegría es el camino de tus
preceptos, más que todas las riquezas.
Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas; tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus
palabras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis
labios no hay engaño: emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no
encontrarás malicia en mí.
Mi boca no ha faltado como suelen los hombres; según tus mandatos yo me he mantenido en
la senda establecida.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia
a tu derecha.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados
que me asaltan, del enemigo mortal que me cerca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Han cerrado sus entrañas y hablan con boca arrogante; ya me rodean sus pasos, se hacen
guiños para derribarme, como un león ávido de presa, como un cachorro agazapado en su
escondrijo.
Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo, que tu espada me libre del malvado, y tu mano,
Señor, de los mortales; mortales de este mundo: sea su lote esta vida; de tu despensa les
llenarás el vientre, se saciarán sus hijos y dejarán a sus pequeños lo que sobra.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno
conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual se entregó a sí mismo como precio de
rescate por todos. Éste es el testimonio que nos ha dado Dios a su tiempo.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: Sobre mí cayeron los ultrajes de
quienes te ultrajaron.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de las multitudes,
aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, para dar la salvación a los que lo
esperan.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Heme, Señor, a tus divinas plantas, baja la frente y de rubor cubierta, porque mis culpas son
tales y tantas, que tengo miedo a tus miradas santas y el pecho mío a respirar no acierta.
Mas ¡ay!, que renunciar la lumbre hermosa de esos divinos regalados ojos es condenarme a
noche tenebrosa; y esa noche es horrible, es espantosa para el que gime ante tus pies de
hinojos.
Dame licencia ya, Padre adorado, para mirarte y moderar mi miedo; mas no te muestres de
esplendor cercado; muéstrate, Padre mío, en cruz clavado, porque sólo en la cruz mirarte
puedo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
SALMO:
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién
me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento
tranquilo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda
sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Antífona 2: Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
SALMO:
Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que
respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo
santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones,
Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas
las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
LECTURA BREVE:
Sed bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios
os ha perdonado en Cristo. Sed en una palabra, imitadores de Dios, como hijos amados que
sois. Y vivid en el amor a ejemplo de Cristo, que os amó y se entregó por nosotros a Dios
como oblación de suave fragancia.
RESPONSORIO BREVE:
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Señor, ten misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: ¿Pretendéis quitarme la vida, a mí, que os he manifestado la verdad?
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: ¿Pretendéis quitarme la vida, a mí, que os he manifestado la verdad?
PRECES:
Alabemos a Dios todopoderoso y providente, que conoce todas nuestras necesidades pero
quiere ante todo que busquemos su reino; supliquémosle, pues, diciendo:
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
Padre santo, que nos diste a Cristo como pastor de nuestras vidas, ayuda a los pastores y a los
pueblos a ellos confiados, para que no falte nunca al rebaño la solicitud de sus pastores ni
falte a los pastores la obediencia de su rebaño.
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
Mueve a los cristianos para que con amor fraternal se interesen por los enfermos y que en
ellos socorran a tu Hijo.
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
Haz que entren a formar parte de tu Iglesia los que aún no creen en el Evangelio, y que, con
sus buenas obras, la hagan crecer en el amor.
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
A nosotros, pecadores, concédenos tu perdón y la reconciliación con tu Iglesia.
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
A los que murieron concédeles resucitar a la vida eterna y morar eternamente contigo.
Venga, Señor, tu reino y su justicia.
Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la
penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate
escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me
salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red
que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi
súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así
infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al
diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un
yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que
hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro
cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a
librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre
virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO DE CUARESMA JUEVES DE LA SEMANA V Del común de santos
varones: para los santos educadores. Salterio I.
7 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, presbítero. MEMORIA.
Nació en Reims (Francia) el año 1651. Ordenado sacerdote, se dedicó principalmente a la
educación de los niños, fundando escuelas para los pobres. Reunió en una Congregación a los
compañeros que se le habían adherido, Congregación por la que tuvo que sufrir muchas
tribulaciones. Murió en Roma el año 1719.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dichosos los que, oyendo la llamada de la fe y del amor en vuestra vida, creísteis que la vida
os era dada para darla en amor y con fe viva.
Dichosos, si abrazasteis la pobreza para llenar de Dios vuestras alforjas, para servirle a él con
fortaleza, con gozo y con amor a todas horas.
Dichosos mensajeros de verdades, que fuisteis por caminos de la tierra, predicando bondad
contra maldades, pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del amor dispensadores, dichosos, de los tristes el consuelo, dichosos, de los
hombres servidores, dichosos, herederos de los cielos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
SALMO:
Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a
él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto; él me da pies de ciervo, y me coloca en las alturas; él
adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Antífona 2: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
SALMO:
Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos y no flaquearon mis tobillos; yo perseguía al enemigo
hasta alcanzarlo; y no me volvía sin haberlo aniquilado: los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían; hiciste volver la espalda
a mis enemigos, rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba; gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento; los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño
fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban, me escuchaban y me obedecían. Los extranjeros palidecían y
salían temblando de sus baluartes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Antífona 3: Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
SALMO:
Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: el Dios que me dió el
desquite y me sometió los pueblos; que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que
resistían y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre: tú diste gran
victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David y su linaje por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
El que medita la ley del Señor.
Da fruto a su tiempo.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
LAS AGUAS DE MERIBÁ Y LA SERPIENTE DE BRONCE.
En aquellos días, la comunidad entera de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin el mes
primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron. Faltó agua al
pueblo y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo:
“¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué habéis
traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestras
bestias? ¿Por qué nos habéis sacado de Egipto, para traernos a este sitio horrible, que no tiene
grano, ni higueras, ni granados, ni agua para beber?
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la Tienda de Reunión, y
delante de ella se postraron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo
a Moisés: Toma el cayado, reúne a la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y en presencia de
ellos ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a
sus bestias.
Moisés tomó la vara de la presencia del Señor, como él se lo mandaba, y, habiendo
convocado con Aarón a la comunidad delante de la roca, les dijo:
Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacar agua de esta roca para vosotros?
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundante que
bebió toda la multitud y sus bestias. El Señor dijo luego a Moisés y a Aarón:
Por no haber confiado en mí, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los hijos
de Israel, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar.
(Éstas son las aguas de Meribá, donde los hijos de Israel protestaron contra el Señor y donde
él les dio una prueba de su santidad.)
Partieron luego los israelíes de la montaña de Hor y se encaminaron hacia el mar Rojo,
rodeando el territorio de Edom. El pueblo iba extenuado e impaciente, y habló contra Dios y
contra Moisés:
“¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y
ya nos da náusea ese alimento tan mezquino.
El Señor envió entonces contra el pueblo serpientes venenosas que los mordían, y murieron
muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: Hemos pecado hablando
contra el Señor y contra ti; intercede ante el Señor para que aparte de nosotros las serpientes.
Moisés intercedió ante el Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
Haz una serpiente de bronce y colócala en una asta. Todo el que haya sido mordido y la mire
sanará.
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en una asta. Cuando alguno era mordido por
una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
RESPONSORIO:
Así como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, así deberá ser levantado en alto el
Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio
de él.
Para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
SEGUNDA LECTURA:
De las Meditaciones de san Juan Bautista de la Salle, presbítero.
EL AMOR DE DIOS DEBE APREMIARNOS.
Reflexionad lo que dice el apóstol Pablo, a saber, que Dios ha puesto en la Iglesia apóstoles,
profetas y doctores, y os convenceréis de que es Dios quien os ha asignado vuestro cargo.
De ello os da testimonio el mismo Apóstol, cuando dice que hay diversos ministerios y
diversas operaciones, y que en cada uno de estos dones se pone de manifiesto un mismo
Espíritu Santo para común utilidad, esto es, para utilidad de la Iglesia.
Debéis estar, pues, bien seguros de que la gracia que se os ha dado, es decir, la de enseñar a
los niños, anunciarles el Evangelio y formarlos cristianamente, es un gran don de Dios, ya
que es él quien os ha llamado a esta santa ocupación.
Por consiguiente, procurad que los niños confiados a vuestros cuidados vean, en toda vuestra
manera de enseñar, que sois ministros de Dios, ejerciendo vuestro cargo con una caridad no
fingida y con verdadera diligencia.
Tanto más debéis sentiros vinculados a vuestra labor, cuanto que sois ministros no sólo de
Dios, sino también de Jesucristo y de la Iglesia.
Así lo afirma san Pablo, exhortando a que sean tenidos como ministros de Cristo todos los
que anuncian el Evangelio, los que escriben aquella carta, dictada por el mismo Cristo, no
con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne
del corazón, que son los corazones de los niños.
Por esto el amor de Dios debe apremiaros, ya que Jesucristo murió por todos, a fin de que los
que viven no vivan ya para sí mismos, sino para aquel que por ellos murió y resucitó.
Y, así, vuestros discípulos, impresionados por vuestra diligencia y asiduidad, han de sentir
realmente que es Dios quien los exhorta a través de vosotros, ya que sois embajadores de
Cristo.
Conviene, además, que manifestéis a la Iglesia el gran amor que le tenéis, y que le deis
pruebas de vuestra diligencia.
Vosotros, en efecto, trabajáis en unión con la Iglesia, que es el cuerpo de Jesucristo.
Demostrad, pues, con vuestra actividad, que amáis a los que Dios os ha confiado, como
Cristo amó a la Iglesia.
Esforzaos porque los niños entren verdaderamente a formar parte de este templo espiritual y
lleguen a hacerse dignos de presentarse un día ante el tribunal de Jesucristo, gloriosos, sin
mancha ni arruga ni cosa parecida, para que se muestre en los siglos venideros la sublime
riqueza de la gracia que Dios les ha dado, ayudándolos a ellos en su aprendizaje y a vosotros
en vuestra labor de enseñarlos y educarlos, para que posean la herencia en el reino de Dios y
de Jesucristo, nuestro Señor.
RESPONSORIO:
Le presentaban a Jesús unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos
trataban de apartarlos.
Jesús, al verlo, les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo estorbéis, porque el reino
de Dios es de los que son como ellos.”
Y tomándolos en sus brazos los bendecía, imponiendo su mano sobre ellos.
Dejad que los niños vengan a mí y no se lo estorbéis, porque el reino de Dios es de los que
son como ellos.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que elegiste a san Juan Bautista de la Salle para educar cristianamente a
la juventud, suscita en tu Iglesia educadores que se consagren por entero a la formación
humana y cristiana de los jóvenes.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, presbítero. MEMORIA.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Guarda, hijo mío, los consejos de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu
madre, llévalos siempre atados al corazón. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de
Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque
habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Guarda, hijo mío, los consejos de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu
madre, llévalos siempre atados al corazón. Aleluya.
HIMNO:
Vosotros sois luz del mundo y ardiente sal de la tierra, ciudad esbelta en el monte, fermento
en la masa nueva.
Vosotros sois los sarmientos, y yo la Vid verdadera; si el Padre poda las ramas, más fruto
llevan las cepas.
Vosotros sois la abundancia del reino que ya está cerca, los doce mil señalados que no caerán
en la siega.
Dichosos, porque sois limpios y ricos en la pobreza, y es vuestro el reino que sólo se gana con
la violencia. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de
tus alas mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí: desde el cielo me enviará la
salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones devoradores de hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su
lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera; me han cavado delante una fosa, pero
han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta,
gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es
más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Antífona 2: Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor.
CÁNTICO:
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: El que dispersó a
Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño; porque el Señor redimió a Jacob, lo
rescató de una mano más fuerte.
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: hacia el
trigo y el vino y el aceite, y los rebaños de ovejas y de vacas; su alma será como un huerto
regado, y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su
tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas; alimentaré a los sacerdotes con manjares
sustanciosos, y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi pueblo se saciará de mis bienes, dice el Señor.
Antífona 3: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
SALMO:
Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo,
altura hermosa, alegría de toda la tierra: el monte Sión, vértice del cielo, ciudad del gran rey;
entre sus palacios, Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron para atacarla juntos; pero, al verla, quedaron aterrados y huyeron
despavoridos; allí los agarró un temblor y dolores como de parto; como un viento del
desierto, que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto en la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de
nuestro Dios: que Dios la ha fundado para siempre.
¡Oh Dios!, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu renombre, ¡oh Dios!,
tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia: el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión, contando sus torreones; fijaos en sus baluartes, observad sus
palacios, para poder decirle a la próxima generación: Este es el Señor, nuestro Dios.
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
LECTURA BREVE:
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa,
agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que
sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.
RESPONSORIO BREVE:
Lleva en el corazón la ley de su Dios. Aleluya, aleluya.
Lleva en el corazón la ley de su Dios. Aleluya, aleluya.
Y sus pasos no vacilan. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Lleva en el corazón la ley de su Dios. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El hombre que se compadece de su prójimo educa, enseña y guía como pastor a su
rebaño.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El hombre que se compadece de su prójimo educa, enseña y guía como pastor a su
rebaño.
PRECES:
Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a servirle con
santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, aclamémosle diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, compadécete
de nuestras debilidades.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor, danos el progresar por caminos
de santidad.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo, ilumina nuestras vidas con tu
propia luz.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir, haz que sepamos
servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, haz que un día podamos
contemplar la claridad de tu gloria.
Tú solo eres santo, Señor.
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que elegiste a san Juan Bautista de la Salle para educar cristianamente a
la juventud, suscita en tu Iglesia educadores que se consagren por entero a la formación
humana y cristiana de los jóvenes.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Teniendo un sumo sacerdote que penetró y está en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios,
mantengamos firme la fe que profesamos. No tenemos un sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras debilidades, al contrario, él mismo pasó por todas las pruebas a
semejanza nuestra, fuera del pecado.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Señor, atiende a nuestras súplicas y concédenos tu protección, ya que hemos puesto toda
nuestra esperanza en tu misericordia; purifícanos de toda mancha de pecado y haz que nos
mantengamos en una vida santa, para que lleguemos a recibir la herencia que nos tienes
prometida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, mas la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las
maravillas de tu voluntad; soy un forastero en la tierra: no me ocultes tus promesas.
Mi alma se consume, deseando continuamente tus mandamientos; reprendes a los soberbios,
infelices los que se apartan de tus mandatos; aleja de mí las afrentas y el desprecio, porque
observo tus preceptos.
Aunque los nobles se sientan a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes; tus preceptos son
mi delicia, tus decretos son mis consejeros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen
de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el
fracaso malogra a los traidores.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes
con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus
mandatos. Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¿Hay alguien que tema al Señor? Él le enseñará el camino escogido: su alma vivirá feliz, su
descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza. Tengo los ojos puestos en el
Señor, porque él saca mis pies de la red.
Mírame, ¡oh Dios!, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido. Ensancha mi corazón
oprimido y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados; mira cuántos son mis enemigos,
que me detestan con odio cruel.
Guarda mi vida y líbrame, no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la
rectitud me protegerán, porque espero en ti.
Salva, ¡oh Dios!, a Israel de todos sus peligros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha,
excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad,
como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por los propios pecados y
luego por los del pueblo. Esto lo hizo nuestro Señor Jesucristo una vez por todas,
ofreciéndose a sí mismo.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Señor, atiende a nuestras súplicas y concédenos tu protección, ya que hemos puesto toda
nuestra esperanza en tu misericordia; purifícanos de toda mancha de pecado y haz que nos
mantengamos en una vida santa, para que lleguemos a recibir la herencia que nos tienes
prometida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa; se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas; déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Cristo se presentó como sumo sacerdote de los bienes futuros y entró de una vez para siempre
en el santuario. Entró a través de una Tienda de Reunión más sublime y perfecta, no
fabricada por mano de hombre, es decir, no perteneciente a este mundo. Y entró no con
sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, obteniendo para nosotros
una redención eterna.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Señor, atiende a nuestras súplicas y concédenos tu protección, ya que hemos puesto toda
nuestra esperanza en tu misericordia; purifícanos de toda mancha de pecado y haz que nos
mantengamos en una vida santa, para que lleguemos a recibir la herencia que nos tienes
prometida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando, Señor, el día ya declina, quedaos con el hombre, que, en la noche del tiempo y de la
lucha en que camina, turba su corazón con su reproche.
Disipad nuestras dudas, hombres santos, que en el alto glorioso del camino ya dejasteis atrás
temores tantos de perder vuestra fe en el Don divino.
Perdonad nuestros miedos, seguidores del camino en la fe que os fue ofrecido, hacednos con
vosotros confesores de la fe y del amor que habéis vivido.
Que tu amor, Padre santo, haga fuerte nuestro amor, nuestra fe en tu Hijo amado; que la hora
suprema de la muerte sea encuentro en la luz, don consumado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
SALMO:
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste
revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás. Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la
fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: ¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi
alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Antífona 2: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
SALMO:
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el
hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí; mi savia se me había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: Confesaré al Señor mi culpa, y tú
perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas
caudalosas no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida; si
no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas; al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor, aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el
gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a
los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su
Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante
nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que
dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los
que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
LECTURA BREVE:
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme
a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que
él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que
llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor es justo y ama la justicia.
El Señor es justo y ama la justicia.
Los buenos verán su rostro.
El Señor es justo y ama la justicia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor es justo y ama la justicia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos
es el reino de Dios. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a
nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos
es el reino de Dios. Aleluya.
PRECES:
Pidamos a Dios Padre, fuente de toda santidad, que con la intercesión y el ejemplo de los
santos nos ayude, y digamos:
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos, haz que la Iglesia santa,
extendida por los confines de la tierra, cante tus grandezas.
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, que deseas que vivamos de una manera digna, buscando siempre tu beneplácito,
ayúdanos a dar fruto de buenas obras.
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo, guárdanos en tu nombre para
que todos seamos uno.
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino, haz que comiendo el pan que ha
bajado del cielo alcancemos la perfección del amor.
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, perdona a los pecadores sus delitos y admite a los difuntos en tu reino para que
puedan contemplar tu rostro.
Porque nos llamamos y somos hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, que elegiste a san Juan Bautista de la Salle para educar cristianamente a
la juventud, suscita en tu Iglesia educadores que se consagren por entero a la formación
humana y cristiana de los jóvenes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni
tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque
no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua
a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi carne descansa serena.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo,
sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas,
desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre
con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a
nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo
por nosotros.
TIEMPO DE CUARESMA VIERNES DE LA SEMANA V Propio del Tiempo.
Salterio I.
8 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Oh Redentor, oh Cristo, Señor del universo, víctima y sacerdote, sacerdote y cordero!
Para pagar la deuda que nos cerraba el cielo, tomaste entre tus manos la hostia de tu cuerpo y
ofreciste tu sangre en el cáliz del pecho: altar blando, tu carne; altar duro, un madero.
¡Oh Cristo Sacerdote, hostia a la vez y templo! Nunca estuvo la vida de la muerte tan dentro,
nunca abrió tan terribles el amor sus veneros.
El pecado del hombre, tan huérfano del cielo, se hizo perdón de sangre y gracia de tu cuerpo.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
SALMO:
Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el
escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio; di a mi alma: Yo soy tu victoria.
Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria; todo mi ser proclamará: Señor, ¿quién
como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?
Se presentaban testigos violentos: me acusaban de cosas que ni sabía, me pagaban mal por
bien, dejándome desamparado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
Antífona 2: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.
SALMO:
Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, me vestía de saco, me mortificaba con ayunos y
desde dentro repetía mi oración.
Como por un amigo o por un hermano, andaba triste, cabizbajo y sombrío, como quien llora
a su madre.
Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa; me
laceraban sin cesar, cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso.
Antífona 3: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré, Señor.
SALMO:
Señor, ¿cuándo vas a mirarlo? Defiende mi vida de los que rugen, mi único bien, de los
leones, y te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre la multitud del pueblo.
Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no se hagan guiños a mi costa los que me
odian sin razón.
Señor, tú lo has visto, no te calles; Señor, no te quedes a distancia; despierta, levántate, Dios
mío; Señor mío, defiende mi causa.
Júzgame tú según tu justicia.
Que canten y se alegren los que desean mi victoria; que repitan siempre: Grande es el Señor,
los que desean la paz a tu siervo.
Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabaré, Señor.
Convertíos al Señor, vuestro Dios.
Porque es compasivo y misericordioso.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
BALAAM SE PONE EN CAMINO PARA MALDECIR A ISRAEL.
En aquellos días, los israelitas siguieron adelante y acamparon en la estepa de Moab, al otro
lado del Jordán, frente a Jericó. Balac, hijo de Sipor, vio cómo había tratado Israel a los
amorreos, y Moab tuvo miedo de aquel pueblo tan numeroso; Moab tembló ante los
israelitas. Y dijo a los ancianos de Madián:
Esa horda va a apacentarse en nuestra comarca como un buey que pace la hierba de la
pradera.
Balac, hijo de Sipor, era entonces rey de Moab. Y despachó correos a Balaam, hijo de Beor,
que habitaba en Petor, junto al Éufrates, en tierra de amonitas, para que lo llamaran,
diciéndole:
Ha salido de Egipto un pueblo que cubre la superficie de la tierra, y se ha establecido frente a
nosotros. Ven, por favor, a maldecirme a ese pueblo, que me excede en número, a ver si logro
derrotarlo y expulsarlo de la región. Pues sé que el que tú bendices queda bendecido y el que
tú maldices queda maldecido.
Los ancianos de Moab y de Madián fueron con el precio del conjuro a donde estaba Balaam y
le transmitieron el mensaje de Balac. Él les dijo:
Dormid esta noche aquí y os comunicaré lo que el Señor me diga.
Los jefes de Moab se quedaron con Balaam. Dios vino de noche a donde estaba Balaam y le
dijo:
Ya que esos hombres han venido a llamarte, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te
diga.
Balaam se levantó de mañana, aparejó la borrica y se fue con los jefes de Moab. Al verlo ir,
se encendió la ira de Dios, y el ángel del Señor se plantó en el camino haciéndole frente. Él
iba montado en la borrica, acompañado de dos criados. La borrica, al ver al ángel del Señor
plantado en el camino, con la espada desenvainada en la mano, se desvió del camino y tiró
por el campo. Pero Balaam le dio de palos para volverla al camino.
El ángel del Señor se colocó en un paso estrecho, entre viñas, con dos cercas a ambos lados.
La borrica, al ver al ángel del Señor, se arrimó a la cerca, pillándole la Pierna a Balaam contra
la tapia. Él la volvió a golpear. El ángel del Señor se adelantó y se colocó en un paso angosto,
que no permitía desviarse ni a derecha ni a izquierda. Al ver la borrica al ángel del Señor, se
tumbó debajo de Balaam. Él, enfurecido, se puso a golpearla. El Señor abrió la boca a la
borrica y ésta dijo a Balaam:
“¿Qué te he hecho para que me apalees por tercera vez?
Contestó Balaam:
Porque te burlas de mí. Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría.
Dijo la borrica:
“¿No soy yo tu borrica, en la que montas desde hace tiempo? ¿Me solía portar contigo así?
Contestó él:
No.
Entonces el Señor abrió los ojos a Balaam, y éste vio al ángel del Señor plantado en el camino
con la espada desenvainada en la mano, e inclinándose se postró en tierra. El ángel del Señor
le dijo:
“¿Por qué golpeas a tu burra por tercera vez? Yo he salido a hacerte frente, porque sigues un
mal camino. La borrica me vio y se apartó de mí tres veces. Si no se hubiera apartado, ya te
habría matado yo a ti, dejándola viva a ella.
Balaam respondió al ángel del Señor:
He pecado, porque no sabía que estabas en el camino, frente a mí. Pero ahora, si te parece mal
mi viaje, me vuelvo a casa.
El ángel del Señor respondió a Balaam:
Vete con esos hombres; pero dirás únicamente lo que yo te diga.
Y Balaam prosiguió con los ministros de Balac.
RESPONSORIO:
Extenderé mi mano contra los profetas y visionarios falsos y adivinos de embustes; no
tomarán parte en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el censo de la casa de Israel.
¡Ay de los profetas necios que se inventan profecías, cosas que nunca vieron, siguiendo su
inspiración!
No tomarán parte en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el censo de la casa de
Israel.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, Sobre la fe a Pedro.
SE ENTREGÓ POR NOSOTROS.
Los sacrificios de víctimas carnales, que la Santísima Trinidad, el mismo y único Dios del
antiguo y del nuevo Testamento, había mandado a nuestros padres que le fueran ofrecidos,
significaban la agradabilísima ofrenda de aquel sacrificio en el cual el Hijo de Dios había de
ofrecerse misericordiosamente según la carne, él solo, por nosotros.
Él, en efecto, como nos enseña el Apóstol, se entregó por nosotros a Dios como oblación de
suave fragancia. Él es el verdadero Dios y el verdadero sumo sacerdote, que por nosotros
penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de toros o de machos cabríos, sino con
su propia sangre. Esto es lo que significaba el sumo sacerdote del antiguo Testamento cuando
entraba con la sangre de las víctimas, una vez al año, en el santuario.
Él es, por tanto, el que manifestó en su sola persona todo lo que sabía que era necesario para
nuestra redención; él mismo fue sacerdote y sacrificio, Dios y templo; sacerdote por quien
fuimos absueltos, sacrificio con el que fuimos perdonados, templo en el que fuimos
purificados, Dios con el que fuimos reconciliados. Pero él fue sacerdote, sacrificio y templo
sólo en su condición de Dios unido a la naturaleza de siervo; no en su condición divina sola,
porque bajo este aspecto todo es común con el Padre y el Espíritu Santo.
Debemos, pues, retener firmemente y sin asomo de duda que el mismo Hijo único de Dios, la
Palabra hecha carne, se ofreció por nosotros a Dios en oblación y sacrificio de agradable olor;
el mismo al que, junto con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes
del antiguo Testamento sacrificaban animales; el mismo al que ahora, en el nuevo
Testamento, junto con el Padre y el Espíritu Santo, con los que es un solo Dios, la santa
Iglesia católica no cesa de ofrecerle, en la fe y la caridad, por todo el orbe de la tierra, el
sacrificio de pan y vino.
Aquellas víctimas carnales significaban la carne de Cristo, que él, libre de pecado, había de
ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que para el perdón de ellos había de derramar; pero
en este sacrificio se halla la acción de gracias y el memorial de la carne de Cristo, que él
ofreció por nosotros, y de la sangre, que el mismo Dios derramó por nosotros. Acerca de lo
cual dice san Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño
que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él
adquirió con la sangre de su Hijo.
Por tanto, los antiguos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en el futuro; pero
en este sacrificio se nos muestra de modo evidente lo que ya nos ha sido dado.
Los sacrificios antiguos anunciaban por anticipado que el Hijo de Dios sería muerto en favor
de los impíos; pero en este sacrificio se anuncia ya realizada esta muerte, como lo atestigua el
Apóstol, al decir: Cuando estábamos nosotros todavía sumidos en la impotencia del pecado,
murió Cristo por los pecadores, en el tiempo prefijado por el Padre; y añade: Siendo
enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
RESPONSORIO:
A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras malas,
ahora Dios os ha reconciliado en el cuerpo de carne de Cristo mediante la muerte,
presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.
Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su propia sangre y
mediante la fe.
Presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Delante de la cruz los ojos míos quédenseme, Señor, así mirando, y sin ellos quererlo estén
llorando, porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos, quédenseme, Señor, así cantando, y sin ellos quererlo
estén rezando, porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida, y así con la palabra prisionera, como la carne a vuestra
cruz asida, quédeseme, Señor, el alma entera; y así clavada en vuestra cruz mi vida, Señor,
así, cuando queráis me muera. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del
todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo:
quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado
tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me
arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los
malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor,
me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es
un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces
aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Antífona 2: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
CÁNTICO:
Es verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador. Se avergüenzan y se
sonrojan todos por igual, se van avergonzados los fabricantes de ídolos; mientras el Señor
salva a Israel con una salvación perpetua, para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca
jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo -él es Dios -, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó; no
la creó vacía, sino que la formó habitable: Yo soy el Señor y no hay otro.
No te hablé a escondidas, en un país tenebroso, no dije a la estirpe de Jacob: Buscadme en el
vacío.
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia y declara lo que es justo. Reuníos, venid, acercaos
juntos, supervivientes de las naciones. No discurren los que llevan su ídolo de madera, y
rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas, que deliberen juntos: ¿Quién anunció esto desde antiguo, quién lo
predijo desde entonces? ¿No fui yo, el Señor? -No hay otro Dios fuera de mí -.
Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: Ante mí se
doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua, dirán: Sólo el Señor tiene la justicia y el
poder.
A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él, con el Señor triunfará y se
gloriará la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Antífona 3: Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
SALMO:
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con
aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y
bendiciendo su nombre:
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
LECTURA BREVE:
Mirad: mi siervo tendrá éxito, será enaltecido y ensalzado sobremanera. Y, así como muchos
se horrorizaron de él, pues tan desfigurado estaba que ya ni parecía hombre, no tenía ni
aspecto humano, así también muchos pueblos se admirarán de él y, a su vista, los reyes
enmudecerán de asombro porque verán algo jamás narrado y contemplarán algo inaudito.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Muchas y buenas obras os he hecho ver -dice el Señor-, ¿por cuál de ellas me
queréis apedrear?
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Muchas y buenas obras os he hecho ver -dice el Señor-, ¿por cuál de ellas me
queréis apedrear?
PRECES:
Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz nos dio la vida, y digámosle con fe:
Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor.
Maestro y Salvador nuestro, tú que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos
renovaste con tu gloriosa pasión, no permitas que nuestros días transcurran entre vicios y
pecados.
Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor.
Que sepamos, Señor, mortificarnos hoy al tomar los manjares del cuerpo, para ayudar con
nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.
Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor.
Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal y lo consagremos a tu servicio
mediante obras de misericordia.
Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor.
Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes y llénanos de tu gracia y de tus dones.
Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor.
Que el Espíritu que habita en nosotros y nos une en su amor nos ayude a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Creció ante nosotros como un débil brote, como raíz en tierra árida. Lo vimos sin aspecto
atrayente, sin gracia ni belleza, despreciado y rechazado por los hombres, como varón de
dolores, acostumbrado a los sufrimientos, ante el cual se desvía la mirada, discriminado y
desestimado.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores: nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado; pero él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros
crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados.
Aparta de mi pecado tu vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Mi alma está pegada al polvo: reanímame con tus palabras; te expliqué mi camino, y me
escuchaste: enséñame tus leyes; instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus
maravillas.
Mi alma llora de tristeza, consuélame con tus promesas; apártame del camino falso, y dame
la gracia de tu voluntad; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos.
Me apegué a tus preceptos, Señor, no me defraudes; correré por el camino de tus mandatos
cuando me ensanches el corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia; confiando en el Señor no me he desviado.
Examíname, Señor, ponme a prueba, sondea mis entrañas y mi corazón, porque tengo ante
los ojos tu bondad, y camino en tu verdad.
No me siento con gente falsa, no me junto con mentirosos; detesto las bandas de
malhechores, no tomo asiento con los impíos.
Lavo en la inocencia mis manos, y rodeo tu altar, Señor, proclamando tu alabanza,
enumerando tus maravillas.
Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria.
No arrebates mi alma con los pecadores, ni mi vida con los sanguinarios, que en su izquierda
llevan infamias, y su derecha está llena de sobornos.
Yo, en cambio, camino en la integridad; sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano; en la asamblea bendeciré al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
A ti, Señor, te invoco; Roca mía, no seas sordo a mi voz; que, si no me escuchas, seré igual
que los que bajan a la fosa.
Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario.
No me arrebates con los malvados ni con los malhechores, que hablan de paz con el prójimo,
pero llevan la maldad en el corazón.
Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante; el Señor es mi fuerza y mi escudo: en él
confía mi corazón; me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido.
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y guíalos siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como
cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Muere la vida y vivo yo sin vida ofendiendo la vida de mi muerte; sangre divina de las venas
vierte y mi diamante su dureza olvida.
Está la majestad de Dios tendida en una dura cruz, y yo de suerte que soy de sus dolores el
más fuerte y de su cuerpo la mayor herida.
¡Oh duro corazón de mármol frío! ¿Tiene tu Dios abierto el lado izquierdo y no te vuelves un
copioso río?
Morir por él será divino acuerdo, mas eres tú mi vida, Cristo mío, y, como no la tengo, no la
pierdo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
SALMO:
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la
saña de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti.
Mis enemigos me desean lo peor; A ver si se muere y se acaba su apellido.
El que viene a verme habla con fingimiento, disimula su mala intención, y cuando sale
afuera, la dice.
Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros: Padece un mal
sin remedio, se acostó para no levantarse.
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.
Pero tú, Señor, apiádate de mí, haz que pueda levantarme, para que yo les dé su merecido.
En esto conozco que me amas: en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén, amén. Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
SALMO:
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar. Que
hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. El correr de
las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. Los pueblos se
amotinan, los reyes se rebelan; pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver
las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: Pone fin a la guerra hasta el extremo
del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos. Rendíos, reconoced
que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus
caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán
todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron
manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
LECTURA BREVE:
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no
cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando le insultaban, no devolvía el
insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga
justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado.
RESPONSORIO BREVE:
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
Sáname, porque he pecado contra ti.
Señor, ten misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Yo dije: Señor, ten misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Si no queréis creerme a mí, creed a esas obras, que hago en nombre de Dios.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si no queréis creerme a mí, creed a esas obras, que hago en nombre de Dios.
PRECES:
Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al pueblo, y digámosle:
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para mortificar sus
cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su esperanza, para que se dispongan a
celebrar santamente tu resurrección.
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Haz que los cristianos cumplan con su misión profética anunciando al mundo tu Evangelio y
dando testimonio de él por su fe, esperanza y caridad.
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Conforta, Señor, a los que están tristes, y otórganos a nosotros el poder consolar a nuestros
hermanos.
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Haz que tus fieles aprendan a participar en tu pasión con sus propios sufrimientos, para que
sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Tú que eres autor de la vida, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa
resurrección.
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu
misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi
súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan
con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya
no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo
salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los
muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se
conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me
rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu
incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me
envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos
abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó
en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a
una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de
este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO DE CUARESMA SÁBADO DE LA SEMANA V Propio del Tiempo. Salterio
I.
9 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta,
cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío si de mi
ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía: Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor
llamar porfía! y ¡cuántas, hermosura soberana: Mañana le abriremos, respondía, para lo
mismo responder mañana! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
SALMO:
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle
al son de instrumentos, hablad de sus maravillas; gloriaos de su nombre santo, que se alegren
los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que
hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él
gobierna toda la tierra. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil
generaciones; de la alianza sellada con Abrahám, del juramento hecho a Isaac, confirmado
como ley para Jacob, como alianza eterna para Israel: A ti te daré el país cananeo, como lote
de vuestra heredad.
Cuando eran unos pocos mortales, contados, y forasteros en el país, cuando erraban de
pueblo en pueblo, de un reino a otra nación, a nadie permitió que los molestase, y por ellos
castigó a reyes: No toquéis a mis ungidos, no hagáis mal a mis profetas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cantad al Señor y meditad sus maravillas.
Antífona 2: No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
SALMO:
Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan; por delante había enviado
a un hombre, a José, vendido como esclavo; le trabaron los pies con grillos, le metieron el
cuello en la argolla, hasta que se cumplió su predicción, y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey lo mandó desatar, el Señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de
su casa, señor de todas sus posesiones, para que a su gusto instruyera a los príncipes y
enseñase sabiduría a los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores.
Antífona 3: Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
SALMO:
Entonces Israel entró en Egipto, Jacob se hospedó en la tierra de Cam. Dios hizo a su pueblo
muy fecundo, más poderoso que sus enemigos.
A éstos les cambió el corazón para que odiasen a su pueblo, y usaran malas artes con sus
siervos. Pero envió a Moisés, su siervo, y a Aarón, su escogido, que hicieron contra ellos sus
signos, prodigios en la tierra de Cam.
Envió la oscuridad, y oscureció, pero ellos resistieron a sus palabras; convirtió sus aguas en
sangre, y dió muerte a sus peces; su tierra pululaba de ranas, hasta en la alcoba del rey.
Ordenó que vinieran tábanos y mosquitos por todo el territorio; les dió en vez de lluvia
granizo, llamas de fuego por su tierra; e hirió higueras y viñas, tronchó los árboles del país.
Ordenó que viniera la langosta, saltamontes innumerables, que roían la hierba de su tierra, y
devoraron los frutos de sus campos. Hirió de muerte a los primogénitos del país, primicias de
su virilidad.
Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y entre sus tribus nadie se enfermó; los egipcios se
alegraban de su marcha, porque los había sobrecogido el terror.
Tendió una nube que los cubriese, y un fuego que los alumbrase de noche. Lo pidieron, y
envió codornices, los sació con pan del cielo; hendió la peña, y brotaron las aguas, que
corrieron en ríos por el desierto.
Porque se acordaba de la palabra sagrada que había dado a su siervo Abrahám, sacó a su
pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo.
Les asignó las tierras de los gentiles, y poseyeron las haciendas de las naciones: para que
guarden sus decretos, y cumplan su ley.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría.
El que obra la verdad viene a la luz.
Y sus obras quedan de manifiesto.
PRIMERA LECTURA:
Del libro de los Números.
ORÁCULO DE BALAAM.
En aquellos días, viendo Balaam que el Señor tenía a bien bendecir a Israel, no anduvo como
las otras veces en busca de presagios, sino que se volvió hacia el desierto y, tendiendo la
vista, divisó a Israel acampado por tribus. El Espíritu de Dios vino sobre él y recitó sus
versos:
Oráculo de Balaam, hijo de Beor; oráculo del hombre de ojos perfectos, oráculo del que
escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Todopoderoso, en éxtasis, con los ojos
abiertos. ¡Qué bellas las tiendas de Jacob y las moradas de Israel! Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el
agua rebosa de sus cubos y con el agua se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag
y su reino descuella. Dios lo sacó de Egipto embistiendo como un búfalo. Devorará a las
naciones enemigas y triturará sus huesos, las traspasará con sus flechas. Se agazapa y se
tumba como un león, o como una leona, ¿quién lo desafiará? Bendito quien te bendiga,
maldito quien te maldiga.
Balac entonces, irritado contra Balaam, dio una palmada y dijo:
Te he llamado para maldecir a mi enemigo y ya lo has bendecido tres veces. Pues ahora
escapa a tu patria. Te había prometido riquezas, pero el Señor te deja sin ellas.
Balaam contestó:
Ya se lo dije yo a los correos que enviaste: Aunque Balac me regale su palacio lleno de oro y
plata, no puedo quebrantar el mandato del Señor haciendo mal o bien por cuenta propia; lo
que el Señor me diga lo diré. Ahora me vuelvo a mi pueblo, pero antes te explicaré lo que este
pueblo hará al tuyo en el futuro.
Y recitó sus versos:
Oráculo de Balaam, hijo de Beor; oráculo del hombre de ojos perfectos, oráculo del que
escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del
Todopoderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos. Lo veo, pero no es ahora; lo contemplo, pero
no será pronto. Avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel. Triturará la frente
de Moab y el cráneo de los hijos de Set; se adueñará de Edom, se apoderará de Seír, Israel
ejercerá el poder, Jacob dominará y acabará con los que queden en la capital.
RESPONSORIO:
Avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel.
Ejercerá el poder sobre toda la tierra.
Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
Ejercerá el poder sobre toda la tierra.
SEGUNDA LECTURA:
De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo.
PARTICIPEMOS PLENAMENTE EN LA PASCUA.
Es verdad que ahora celebraremos la Pascua todavía sacramentalmente; sin embargo, lo
haremos ya con un conocimiento más claro que en la antigua ley (ya que la Pascua de la ley
antigua era -no tengo reparo en decirlo-una figura más oscura que lo que representaba), y de
aquí a poco la celebraremos de un modo más puro y perfecto, a saber, cuando aquel que es la
Palabra beba con nosotros el vino nuevo en el reino de su Padre, dándonos la plena y clara
inteligencia de lo que aquí nos enseñó de un modo más restringido. Decimos nuevo, pues
siempre resulta nuevo lo que se llega a comprender de una manera diferente.
Y ¿en qué consiste esa bebida y esa manera nueva de percibir? Eso es lo que toca a él enseñar
a sus discípulos, y a nosotros aprenderlo. Y la doctrina de aquel que alimenta es también
alimento.
Celebremos, pues, ahora también nosotros lo mismo que celebraba la ley antigua, pero no en
un sentido literal, sino evangélico; de una manera perfecta, no imperfecta; de un modo
eterno, no temporal. Sea nuestra capital no la Jerusalén terrena, sino la metrópoli celestial;
quiero decir, no ésta que es ahora hollada por los ejércitos, sino la que es ensalzada por las
alabanzas y encomios angélicos.
Inmolemos no ya terneros y machos cabríos, que es cosa ya caducada y sin sentido, sino el
sacrificio de alabanza, ofrecido a Dios en el altar del cielo, junto con los coros celestiales.
Atravesemos el primer velo, no nos detengamos ante el segundo, contemplemos de lleno el
santuario y diré más todavía: inmolémonos nosotros mismos a Dios, inmolemos cada día
nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios
padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la
cruz.
Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor.
Si quieres imitar al buen ladrón crucificado con él, reconoce honradamente su divinidad; y
así como entonces Cristo fue contado entre los malhechores, por ti y por tus pecados, así tú
ahora, por él, serás contado entre los justos. Adora al que por amor a ti pende de la cruz y,
crucificándote tú también, procura recibir algún provecho de tu misma culpa; compra la
salvación con la muerte; entra con Jesús en el paraíso, para que comprendas de qué bienes te
habías privado. Contempla todas aquellas bellezas; deja fuera, muerto, lo que hay en ti de
murmurador y blasfemo.
Si quieres imitar a José de Arimatea, pide el cuerpo a aquel que lo mandó crucificar; haz tuya
la víctima expiatoria del mundo.
Si quieres imitar a Nicodemo, el que fue a Jesús de noche, unge a Jesús con aromas, como lo
ungió él para honrado en su sepultura.
Si quieres imitar a María, a la otra María, a Salomé y a Juana, ve de madrugada a llorar junto
al sepulcro, y haz de manera que, quitada la piedra del monumento, puedas ver a los ángeles
y aun al mismo Jesús.
RESPONSORIO:
Jesús, para santificar con su propia sangre al pueblo, padeció la muerte fuera de la ciudad;
salgamos, pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio.
Pues vosotros no habéis resistido aún hasta el derramamiento de sangre en vuestra lucha
contra el pecado.
Salgamos, pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio.
ORACIÓN:
Dios nuestro, aunque continuamente realizas la salvación de los hombres, sin embargo,
concedes a tu pueblo gracias más abundantes en este tiempo de Cuaresma; dígnate, pues,
mirar con amor el esfuerzo cuaresmal de tus elegidos y concede tu ayuda tanto a los
catecúmenos que van a recibir el bautismo como a tus hijos que ya lo hemos recibido. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Los hombros traigo cargados de graves culpas, mi Dios; dadme esas lágrimas vos y tomad
estos pecados.
Yo soy quien ha de llorar, por ser acto de flaqueza; que no hay en naturaleza más flaqueza
que el pecar.
Y, pues andamos trocados, que yo peco y lloráis vos, dadme esas lágrimas vos y tomad estos
pecados.
Vos sois quien cargar se puede estas mis culpas mortales, que la menor destas tales a
cualquier peso excede; y, pues que son tan pesados aquestos yerros, mi Dios, dadme esas
lágrimas vos y tomad estos pecados.
Al Padre, al Hijo, al Amor, alegres cantad, criaturas, y resuene en las alturas toda gloria y
todo honor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
SALMO:
Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame, y
cumpliré tus decretos; me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, meditando tu promesa; escucha mi voz por tu
misericordia, con tus mandamientos dame vida; ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables; hace tiempo comprendí que tus
preceptos los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Antífona 2: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
CÁNTICO:
Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y
mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. El Señor es un guerrero,
su nombre es El Señor.
Los carros del faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas
se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: Los perseguiré y alcanzaré, repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar, se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tu, terrible entre los santos, temibles
por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra; guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los
llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Antífona 3: Alabad al Señor, todas las naciones.
SALMO:
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE:
Dije, Aquí estoy, aquí estoy, a un pueblo que no invocaba mi nombre. Tenía mis manos
extendidas todo el día hacia un pueblo rebelde, que andaba por el mal camino, siguiendo sus
antojos, pueblo que me provocaba en mi propia cara, continuamente.
RESPONSORIO BREVE:
Él me librará de la red del cazador.
Él me librará de la red del cazador.
Me cubrirá con su plumaje.
Él me librará de la red del cazador.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Él me librará de la red del cazador.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que
viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesús murió para reunir a los hijos de Dios dispersos.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, que para hacer de nosotros creaturas nuevas ha instituido el baño del
bautismo y nos alimenta con su palabra y su carne, y supliquémosle, diciendo:
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, danos entrañas de misericordia,
bondad y humildad y danos comprensión para con todos.
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Que sepamos ayudar a los necesitados y consolar a los que sufren, para imitarte a ti, el buen
Samaritano.
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Que María, la Virgen Madre, interceda por las vírgenes que se han consagrado a tu servicio,
para que vivan su virginidad con un grande amor hacia ti, en bien de la Iglesia.
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Concédenos la abundancia de tu misericordia y perdona la multitud de nuestros pecados y el
castigo que por ellos merecemos.
Renuévanos con tu gracia, Señor.
Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó y pidamos al Padre que nos libre del mal:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, aunque continuamente realizas la salvación de los hombres, sin embargo,
concedes a tu pueblo gracias más abundantes en este tiempo de Cuaresma; dígnate, pues,
mirar con amor el esfuerzo cuaresmal de tus elegidos y concede tu ayuda tanto a los
catecúmenos que van a recibir el bautismo como a tus hijos que ya lo hemos recibido. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
SALMO:
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu
voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es
mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés; aparta mis ojos de las vanidades, dame
vida con tu palabra; cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí la afrenta que temo, porque tus mandamientos son amables; mira cómo ansío
tus decretos: dame vida con tu justicia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría
en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen; los ricos
empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y
desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz
y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta
con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los
atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos
nuestras almas.
LECTURA BREVE:
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es él para perdonarnos y
purificarnos de toda iniquidad.
Señor, crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro con espíritu firme.
ORACIÓN:
Dios nuestro, aunque continuamente realizas la salvación de los hombres, sin embargo,
concedes a tu pueblo gracias más abundantes en este Tiempo de Cuaresma; dígnate, pues,
mirar con amor el esfuerzo cuaresmal de tus elegidos y concede tu ayuda tanto a los
catecúmenos que van a recibir el bautismo como a tus hijos que ya lo hemos recibido. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, mas la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en
que cambie de conducta y viva.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que
cambie de conducta y viva.
LECTURA BREVE:
Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros
pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
Aparta de mi pecado tú vista.
Borra en mí toda culpa.
ORACIÓN:
Dios nuestro, aunque continuamente realizas la salvación de los hombres, sin embargo,
concedes a tu pueblo gracias más abundantes en este tiempo de Cuaresma; dígnate, pues,
mirar con amor el esfuerzo cuaresmal de tus elegidos y concede tu ayuda tanto a los
catecúmenos que van a recibir el bautismo como a tus hijos que ya lo hemos recibido. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa; se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas; déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por
nuestra sed de ser justos.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acreditémonos ante Dios por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestra
sed de ser justos.
LECTURA BREVE:
Las tinieblas van pasando y ya brilla la luz verdadera. Quien dice que está en la luz y aborrece
a su hermano está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano está siempre en la luz; y
no hay ocasión de ruina en él.
Mi sacrificio es un espíritu contrito.
Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
ORACIÓN:
Dios nuestro, aunque continuamente realizas la salvación de los hombres, sin embargo,
concedes a tu pueblo gracias más abundantes en este Tiempo de Cuaresma; dígnate, pues,
mirar con amor el esfuerzo cuaresmal de tus elegidos y concede tu ayuda tanto a los
catecúmenos que van a recibir el bautismo como a tus hijos que ya lo hemos recibido. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS del Domingo de Ramo s.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Las banderas reales se adelantan y la cruz misteriosa en ellas brilla: la cruz en que la vida
sufrió muerte y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo que, al ser herido por la lanza dura, derramó sangre y agua
en abundancia para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente lo que David profetizó en su verso, cuando dijo a los
pueblos de la tierra: Nuestro Dios reinará desde un madero.
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso, árbol ornado con la regia púrpura, y destinado a que su
tronco digno sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes, en que estuvo colgado nuestro precio, fuiste balanza
para el cuerpo santo que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza, te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos que acrecientes la
gracia de los justos y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre, la alabanza de todos los espíritus, y tú que con tu cruz
nos das triunfo, añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Todos los días me sentaba en el templo para enseñar y nunca me prendisteis;
ahora, flagelado, me lleváis para ser crucificado.
SALMO:
Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré: guardaré tus
justos mandamientos; ¡estoy tan afligido! Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos; mi vida está siempre en
peligro, pero no olvido tu voluntad; los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de
tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón; inclino mi corazón a
cumplir tus leyes, siempre y cabalmente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Todos los días me sentaba en el templo para enseñar y nunca me prendisteis; ahora,
flagelado, me lleváis para ser crucificado.
Antífona 2: El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni
tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque
no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua
a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes.
Antífona 3: El Señor Jesús se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de
cruz.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor Jesús se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
LECTURA BREVE:
Ya sabéis con qué os rescataron: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la
sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. Ya de antes de la creación del mundo
estaba él predestinado para eso; y al fin de los tiempos se ha manifestado por amor a
vosotros. Por él creéis en Dios que lo resucitó de entre los muertos y lo glorificó. Así vuestra
fe y esperanza se centran en Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Salve, Rey nuestro, Hijo de David, Redentor del mundo; ya los profetas te
anunciaron como el Salvador que había de venir.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Salve, Rey nuestro, Hijo de David, Redentor del mundo; ya los profetas te
anunciaron como el Salvador que había de venir.
PRECES:
Adoremos a Cristo, quien, próximo ya a su pasión, al contemplar a Jerusalén, lloró por ella,
porque no había aceptado el tiempo de gracia; arrepintiéndonos, pues, de nuestros pecados,
supliquémosle, diciendo:
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
Tú que quisiste reunir a los hijos de Jerusalén, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las
alas, enséñanos a reconocer el tiempo de tu visita.
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
No abandones a los fieles que te abandonaron, antes concédenos la gracia de la conversión y
volveremos a ti, Señor, Dios nuestro.
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
Tú que, por tu pasión, has dado con largueza la gracia al mundo, concédenos que, fieles a
nuestro bautismo, vivamos constantemente de tu Espíritu.
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
Que tu pasión nos estimule a vivir renunciando al pecado, para que, libres de toda esclavitud,
podamos celebrar santamente tu resurrección.
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
Tú que reinas en la gloria del Padre, acuérdate de los que hoy han muerto.
Ten piedad de tu pueblo, Señor.
Porque la victoria de Cristo es nuestra victoria, nos atrevemos a decir a Dios:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten
piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios
legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de
nosotros? Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en
vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Antífona 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor. El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y
yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la
celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita.
TIEMPO DE CUARESMA DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
Propio del Tiempo.
10 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Quién es éste que viene, recién atardecido, cubierto por su sangre como varón que pisa los
racimos?
¿Quién es este que vuelve, glorioso y malherido, y, a precio de su muerte, compra la paz y
libra a los cautivos?
Se durmió con los muertos, y reina entre los vivos; no le venció la fosa, porque el Señor
sostuvo a su elegido.
Anunciad a los pueblos qué habéis visto y oído; aclamad al que viene como la paz, bajo un
clamor de olivos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un
manto.
SALMO:
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la
luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te
sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros; el fuego
llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del
océano, y las aguas se posaron sobre las montañas; pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu
trueno se precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto
asignado. Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras
de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las
frondas se oye su canto.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, Dios mío, te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Antífona 2: El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre.
SALMO:
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar
hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó: allí anidan los
pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son
madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la noche y
rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su
labranza hasta el atardecer.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor saca pan de los campos y vino para alegrar el corazón del hombre.
Antífona 3: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
SALMO:
¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría!; la tierra está llena de tus
creaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo
surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu
mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Cuando él mira la tierra, ella
tiembla; cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi
poema, y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma
mía, al Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
Atraeré a todos hacia mí.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
INVECTIVA CONTRA LOS REYES PERVERSOS.
PROMESA DE UN REY JUSTO, HIJO DE DAVID.
Así dice el Señor:
Baja al palacio real de Judá y proclama allí lo siguiente: Escuchad la palabra del Señor, rey
de Judá, que ocupas el trono de David, y también tus ministros y el pueblo, que entra por
estas puertas: Así dice el Señor:
Haced justicia y derecho, librad al oprimido de la mano del opresor; no abuséis del forastero,
del huérfano y de la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar.
Si cumplís estos mandatos, podréis entrar por estas puertas los reyes que ocupáis los tronos
de Dios, montados en carros de caballos, acompañados de vuestros ministros y del pueblo. Y,
si no cumplís estos mandatos, juro por mí mismo -oráculo del Señor-que este palacio se
convertirá en ruinas. Pues así dice el Señor al palacio real de Judá:
Aunque fueras para mí como Galaad o la cumbre del Líbano, juro que haré de ti un desierto,
una ciudad deshabitada; consagraré a tus devastadores, cada uno con sus armas, para que
talen tus mejores cedros y los echen al fuego.
Llegarán muchos pueblos a esta ciudad, y se preguntarán unos a otros: ' ¿Por qué trató así el
Señor a esta gran ciudad?' Y responderán: 'Porque abandonaron la alianza del Señor, su Dios,
y sirvieron y adoraron a dioses extranjeros. '
¡Ay de los pastores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño! -oráculo del Señor-.
Pues así dice el Señor, Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros
dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no hicisteis cuenta de ellas; pues yo os tomaré
cuentas de vuestras malas acciones -oráculo del Señor-.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países adonde las expulsé, las volveré a
traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen.
Les daré pastores que las pastoreen: no temerán, ni se espantarán, ni se perderán -oráculo del
Señor-.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor-en que daré a David un vástago legítimo: reinará
como rey prudente, hará justicia y ejercerá el derecho en la tierra; en sus días se salvará Judá,
Israel habitará seguro.
Y lo llamarán con este nombre: 'El-Señor-nuestra-justicia'.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor-en que ya no se dirá: 'Vive el Señor, que sacó a los
israelitas de Egipto', sino que se dirá: 'Vive el Señor, que sacó a la estirpe de Israel del país
del norte y de todos los países adonde los expulsó, y los trajo a sus tierras.
RESPONSORIO:
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti; modesto y
cabalgando en un asno.
Reinará como rey prudente, hará justicia y ejercerá el derecho en la tierra.
Modesto y cabalgando en un asno.
SEGUNDA LECTURA:
De las Disertaciones de San Andrés de Creta, obispo.
BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL.
Venid, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve
hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y
bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación.
Viene, en efecto, voluntariamente hacia Jerusalén, el mismo que, por amor a nosotros, bajó
del cielo para exaltarnos con él, como dice la Escritura, por encima de todo principado,
potestad, virtud y dominación, y de todo ser que exista, a nosotros que yacíamos postrados.
Él viene, pero no como quien toma posesión de su gloria, con fasto y ostentación. No gritará
-dice la Escritura-, no clamará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, con
apariencia insignificante, aunque le ha sido preparada una entrada suntuosa.
Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los que salían a su
encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de
palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al
máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra
que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener.
Alegrémonos, por tanto, de que se nos haya mostrado con tanta mansedumbre aquel que es
manso y que sube sobre el ocaso de nuestra pequeñez, a tal extremo, que vino y convivió con
nosotros, para elevarnos hasta sí mismo, haciéndose de nuestra familia.
Dice el salmo: Subió a lo más alto de los cielos, hacia oriente (hacia su propia gloria y
divinidad, interpreto yo), con las primicias de nuestra naturaleza, hasta la cual se había
abajado Impregnándose de ella; sin embargo, no por ello abandona su inclinación hacia el
género humano, sino que seguirá cuidando de él para irlo elevando de gloria en gloria, desde
lo ínfimo de la tierra, hasta hacerlo partícipe de su propia sublimidad.
Así, pues, en vez de unas túnicas o unos ramos inanimados, en vez de unas ramas de arbustos,
que pronto pierden su verdor y que por poco tiempo recrean la mirada, pongámonos nosotros
mismos bajo los pies de Cristo, revestidos de su gracia, mejor aún, de toda su persona, porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; extendámonos
tendidos a sus pies, a manera de túnicas.
Nosotros, que antes éramos como escarlata por la inmundicia de nuestros pecados, pero que
después nos hemos vuelto blancos como la nieve con el baño saludable del bautismo,
ofrezcamos al vencedor de la muerte no ya ramas de palmera, sino el botín de su victoria, que
somos nosotros mismos.
Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos espirituales del
alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel.
RESPONSORIO:
Cuando la multitud se enteró de que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro. Un
inmenso gentío iba tendiendo sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles
y alfombraban con ellas el camino y gritaban: ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor!
La muchedumbre que lo precedía y también la que iba detrás gritaban:
¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El pueblo que fue cautivo y que tu mano libera no encuentra mayor palmera ni abunda en
mejor olivo. Viene con aire festivo para enramar tu victoria, y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano: ni tu poder más a mano ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor! Gritad: ¡Hosanna!, y haceos como los niños hebreos al paso del
Redentor. ¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: Bendito el
que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y
me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el
cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego
en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la
salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor
es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El numeroso gentío, que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: Bendito el que
viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
Antífona 2: Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: Hosanna en el
cielo.
CÁNTICO:
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito tu
nombre, Santo y glorioso: a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria: a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres
sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos: a ti gloria y alabanza por
los siglos. Bendito eres en la bóveda del cielo: a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Con los ángeles y los niños, cantemos al triunfador de la muerte: Hosanna en el
cielo.
Antífona 3: Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
SALMO:
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. Alabadlo tocando
trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con
trompas y flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser
que alienta, alabe al Señor. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas.
LECTURA BREVE:
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti, justo y
victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
RESPONSORIO BREVE:
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro
con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: Bendito eres, Señor.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene, y salgamos a su encuentro
con himnos y cantos, dándole gloria y diciendo: Bendito eres, Señor.
PRECES:
Adoremos a Cristo, que al entrar en Jerusalén fue aclamado por las multitudes como rey y
mesías; acojámosle también nosotros con gozo, diciendo:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna a ti, Hijo de David y Rey eterno; hosanna a ti, vencedor de la muerte y del mal.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Salvador nuestro, que viniste a salvar a los pecadores, conduce a tu reino a los que en ti creen,
esperan y te aman.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Unidos fraternalmente, dirijámonos al Padre, diciendo con toda confianza:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
Llevamos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. Aun viviendo, estamos continuamente
entregados a la muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en esta
nuestra vida mortal.
Se humillaba voluntariamente.
Y no abría su boca.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
La alegría de salvarse al pueblo fiel regocije; Jesús, redentor de todos, mató de la muerte al
príncipe.
La gente ramos de olivo y palmas doquier consigue: De David hosanna al Hijo con vivas
voces repite.
También nosotros corramos al encuentro del gran Príncipe, himnos cantando de gloria con
palmas y gozo ilímite.
Gloria a Dios Padre se dé, gloria al Hijo que en él vive, gloria al Espíritu Santo, por los siglos
se le brinde. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia
fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su
nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado
me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi
copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa
del Señor por años sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su
morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra.
Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados. Los valientes
duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos. Con un bramido, ¡oh Dios
de Jacob!, inmovilizaste carros y caballos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la
sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a
los humildes de la tierra.
La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te rodearán. Haced votos
al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributo al Temible: él deja sin aliento a los
príncipes, y es temible para los reyes del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste
su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque
el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
Él soportó nuestros sufrimientos.
Y aguantó nuestras rebeldías.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si
no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE:
Tras un breve padecer, el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo
Jesús, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. A él la gloria y el poder, por los
siglos de los siglos. Amén.
Adoremos el signo de la cruz.
Por el que recibimos la salvación.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Llevaba roja la túnica y enrojecido el cabello. ¿De dónde, con pies sangrantes, avanzas tú,
Lagarero? Del monte de la batalla y de la victoria vengo; rojo fue mi atardecer, blanco será
mi lucero.
Llevaba roja la túnica, roja de sangre y fuego.
También de blanco le vi el vestido y el aliento; bello como las estrellas, como flor de cardo
bello. Rojo como la amapola y blanco como un cordero: carmesíes sus heridas y blancos sus
pensamientos.
Llevaba blanca la túnica, blanca de amor y fuego.
Por toda la negra tierra el chorro de sus veneros: sangre preciosa su sangre que hace blanco el
sufrimiento. ¡Oh Cristo, de sangre roja! ¡Oh Cristo, dolor supremo! A ti el clamor de los
hombres, en ti nuestros clavos fieros.
Llevaba roja la túnica, roja de sangre y fuego. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Herido y humillado, Dios lo exaltó con su diestra.
Antífona 2: La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
SALMO:
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria; por tu bondad, por tu
lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: Dónde está su Dios?
Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas: tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y
no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; no tiene
voz su garganta: que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor: él es su auxilio y su escudo. La casa de Aarón confía en el Señor: él
es su auxilio y su escudo. Los fieles del Señor confían en el Señor: él es su auxilio y su
escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga, bendiga a la casa de Israel, bendiga a la
casa de Aarón; bendiga a los fieles del Señor, pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente, a vosotros y a vuestros hijos; benditos seáis del Señor, que hizo el
cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor, ni los que bajan al silencio. Nosotros, sí, bendeciremos al
Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La sangre de Cristo nos purificará, para dar culto al Dios vivo.
Antífona 3: Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
CÁNTICO:
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas.
El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando le insultaban, no devolvía el
insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga
justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Sus heridas nos han curado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos
para la justicia.
LECTURA BREVE:
Hermanos, a vosotros envía Dios este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y
sus jefes no reconocieron a Jesús, pero, al condenarlo a muerte, dieron cumplimiento a las
palabras de los profetas que se leen cada sábado. Y, a pesar de que no encontraron en él causa
alguna digna de muerte, pidieron a Pilato que lo hiciera morir. Una vez que cumplieron todo
lo que de él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo
resucitó de entre los muertos.
RESPONSORIO BREVE:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero,
después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis, dice el Señor.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dice la Escritura: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"; pero,
después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis, dice el Señor.
PRECES:
Oremos humildemente al Salvador del género humano, que sube a Jerusalén a sufrir su
pasión para entrar así en la gloria, y digámosle:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros
consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Mira con bondad a aquellos a quienes hemos escandalizado con nuestros pecados, ayúdalos a
ellos y corrígenos a nosotros, para que resplandezca en todo tu santidad y tu amor.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a
tus fieles obediencia y paciencia.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso, y a nosotros
concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre,
diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose
hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad,
concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su
resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios
de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos
levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a
librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre
virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO DE CUARESMA LUNES SANTO Del Propio del Tiempo. Salterio II.
11 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
LUNES SANTO.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Vinagre y hiel para sus labios pide, y perdón para el pueblo que le hiere, que, como sólo
porque viva muere, con su inmensa piedad sus culpas mide.
Señor, que al que le deja no despide, que al siervo vil que le aborrece quiere, que, porque su
traidor no desespere, a llamarle su amigo se comide.
Ya no deja ignorancia al pueblo hebreo de que es Hijo de Dios, si agonizando hace de amor
por su dureza empleo.
Quien por sus enemigos expirado pide perdón, mejor, en tal deseo, mostró ser Dios, que el
sol y el mar bramando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me
salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red
que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás; tú aborreces a los que
veneran ídolos inertes, pero yo confío en el Señor; tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro; no me has entregado en manos del
enemigo, has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Antífona 2: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
SALMO:
Piedad, Señor, que estoy en peligro: se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis
entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor; mis años, en los gemidos; mi vigor decae con las penas, mis
huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado
como a un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la
vida.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: Tú eres mi Dios. En tu mano está mi destino: líbrame de
los enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu
misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Antífona 3: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
SALMO:
¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a
la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas; los ocultas en tu
tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad: Me has arrojado de tu vista; pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con
creces.
Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
Atraeré a todos hacia mí.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
JEREMÍAS EN PELIGRO DE MUERTE POR PROFETIZAR LA RUINA DEL TEMPLO.
Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, vino a Jeremías esta palabra
del Señor:
Así dice el Señor: Ponte en el atrio del templo Y di a todos los ciudadanos de Judá, que entran
en el templo para adorar, las palabras que yo te mande decirles; no dejes ni una sola. A ver si
escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, Y me arrepiento del mal que medito
hacerles a causa de sus malas acciones.
Les dirás: Así dice el Señor: Si no me obedecéis -cumpliendo la ley que os di en vuestra
presencia y escuchando las palabras de mis siervos los profetas, que os enviaba sin cesar Y
vosotros no escuchabais-, entonces trataré a este templo como al de Silo, y a esta ciudad la
haré fórmula de maldición para todos los pueblos de la tierra.
Los profetas, los sacerdotes y el pueblo oyeron a Jeremías decir estas palabras en el templo
del Señor. Y, cuando terminó Jeremías de decir cuanto el Señor le había mandado decir al
pueblo, lo prendieron los sacerdotes y los profetas y el pueblo, diciendo:
Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo será como el de
Silo, y esta ciudad quedará en ruinas, deshabitada?
Y el pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor. Se enteraron de lo sucedido los
príncipes de Judá y, subiendo del palacio real al templo del Señor, se sentaron a juzgar junto
a la Puerta Nueva. Los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al pueblo:
Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído
con vuestros oídos.
Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo:
El Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído.
Ahora bien, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor,
vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros. Yo por
mi parte estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor os parezca. Pero, sabedlo bien: si
vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus
habitantes. Porque ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos
estas palabras.
RESPONSORIO:
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Pero si
precisamente para esto he llegado a esta hora! Padre, glorifica tu nombre.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
Padre, glorifica tu nombre.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san Agustín, obispo.
GLORIÉMONOS TAMBIÉN NOSOTROS EN LA CRUZ DEL SEÑOR.
La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es origen de nuestra esperanza en la gloria y
nos enseña a sufrir. En efecto, ¿qué hay que no puedan esperar de la bondad divina los
corazones de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, eterno como el Padre, tuvo en poco
el hacerse hombre, naciendo del linaje humano, y quiso además morir de manos de los
hombres, que él había creado?
Mucho es lo que Dios nos promete; pero es mucho más lo que recordamos que ha hecho ya
por nosotros. ¿Dónde estábamos o qué éramos, cuando Cristo murió por nosotros,
pecadores? ¿Quién dudará que el Señor ha de dar la vida a sus santos, siendo así que les dio
su misma muerte? ¿Por qué vacila la fragilidad humana en creer que los hombres vivirán con
Dios en el futuro?
Mucho más increíble es lo que ha sido ya realizado: que Dios ha muerto por los hombres.
¿Quién es, en efecto, Cristo, sino aquella Palabra que existía al comienzo de las cosas, que
estaba con Dios y que era Dios? Esta Palabra de Dios se hizo carne y puso su morada entre
nosotros. Es que, si no hubiese tomado de nosotros carne mortal, no hubiera podido morir por
nosotros. De este modo el que era inmortal pudo morir, de este modo quiso darnos la vida a
nosotros, los mortales; y ello para hacernos partícipes de su ser, después de haberse hecho él
partícipe del nuestro. Pues, del mismo modo que no había en nosotros principio de vida, así
no había en él principio de muerte. Admirable intercambio, pues, el que realizó con esta
recíproca participación: de nosotros asumió la mortalidad, de él recibimos la vida.
Por tanto, no sólo no debemos avergonzarnos de la muerte del Señor, nuestro Dios, sino, al
contrario, debemos poner en ella toda nuestra confianza y toda nuestra gloria, ya que al tomar
de nosotros la mortalidad, cual la encontró en nosotros, nos ofreció la máxima garantía de
que nos daría la vida, que no podemos tener por nosotros mismos. Pues quien tanto nos amó,
hasta el grado de sufrir el castigo que merecían nuestros pecados, siendo él mismo inocente,
¿cómo va ahora a negarnos, él, que nos ha justificado, lo que con esa justificación nos ha
merecido? ¿Cómo no va a dar el que es veraz en sus promesas el premio a sus santos, él, que,
sin culpa alguna, soportó el castigo de los pecadores?
Así pues, hermanos, reconozcamos animosamente, mejor aún, proclamemos que Cristo fue
crucificado por nosotros; digámoslo no con temor sino con gozo, no con vergüenza sino con
orgullo.
El apóstol Pablo se dio cuenta de este título de gloria y lo hizo prevalecer. Él, que podía
mencionar muchas cosas grandes y divinas de Cristo, no dijo que se gloriaba en estas
grandezas de Cristo -por ejemplo, en que es Dios junto con el Padre, en que creó el mundo, en
que, incluso siendo hombre como nosotros, manifestó su dominio sobre el mundo-, sino: En
cuanto a mí -dice-, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO:
Señor, adoramos tu cruz y veneramos tu pasión gloriosa. Ten misericordia de nosotros, tú
que por nosotros padeciste.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste con tu sangre.
Ten misericordia de nosotros, tú que por nosotros padeciste.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
LUNES SANTO.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dieron muerte al Heredero, su oblación es haz de luz, reina Dios desde el madero, fulge el
signo de la cruz.
En los cielos contemplamos nuestra prenda tan locuaz como símbolo divino de salud, de
amor, de paz.
¡Resplandece, brilla, avanza, oh estandarte del gran Rey! ¡Oh cruz, única esperanza y
resumen de su ley!
Que presidas nuestra suerte -cada cual con nuestra cruz-y en la hora de la muerte nos
conduzcas a Jesús.
Gloria al Padre con el Hijo y el Espíritu de amor; las tres personas reciban por la cruz igual
honor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Exclamó Jesús: Siento en mi alma angustias de muerte; aguardad aquí y velad
conmigo.
SALMO:
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de
Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios?
Recuerdo otros tiempos, y mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza del
grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a
alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío.
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por
mi enemigo?
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: ¿Dónde
está tu Dios?
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a
alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Exclamó Jesús: Siento en mi alma angustias de muerte; aguardad aquí y velad
conmigo.
Antífona 2: Ahora viene el juicio de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser
arrojado fuera.
CÁNTICO:
Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al
pueblo extranjero, para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos, muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos, exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad y al templo de tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ahora viene el juicio de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado
fuera.
Antífona 3: Jesús, caudillo y consumador de la fe, sufrió con toda constancia la cruz,
pasando por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.
SALMO:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día
le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un
héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesús, caudillo y consumador de la fe, sufrió con toda constancia la cruz, pasando
por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.
LECTURA BREVE:
Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí
planeaban: Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su
nombre no se pronuncie más. Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas
las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi
causa.
RESPONSORIO BREVE:
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Padre justo, si es verdad que el mundo no te ha conocido, yo si te he conocido y sé
que tú me has enviado.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Padre justo, si es verdad que el mundo no te ha conocido, yo si te he conocido y sé
que tú me has enviado.
PRECES:
Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y
supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras
heridas.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros,
pecadores.
Señor, ten piedad de nosotros.
Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
Nuestros crímenes y nuestros pecados pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos
consumimos. ¿Cómo podremos vivir? Por mi vida -dice el Señor-, que yo no me complazco
en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva.
Se humillaba voluntariamente.
Y no abría su boca.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, mas la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis
ovejas.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
LECTURA BREVE:
Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu
enojo.
Él soportó nuestros sufrimientos.
Y aguantó nuestras rebeldías.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa; se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas; déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si
no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
SALMO:
Señor, que me alcance tu favor, tu salvación según tu promesa: así responderé a los que me
injurian, que confío en tu palabra; no quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo
espero en tus mandamientos.
Cumpliré sin cesar tu voluntad, por siempre jamás; andaré por un camino ancho, buscando
tus decretos; comentaré tus preceptos ante los reyes, y no me avergonzaré.
Serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo; levantaré mis manos hacia ti recitando tus
mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos; me puso en la boca un
cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se
extravían con engaños.
¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Nadie se te
puede comparar: intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio
expiatorio, entonces yo digo: Aquí estoy -como está escrito en mi libro-para hacer tu
voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo
sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he
negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me niegues tu clemencia, que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas, y no puedo huir; son más que los cabellos de mi cabeza, y
me falta el valor.
Señor, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: Grande es el Señor, los
que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado, pero el Señor cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE:
Así dice el Señor: Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina a su
descanso. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia. Volveré a construirte
y serás reconstruida, Virgen de Israel.
Adoremos el signo de la cruz.
Por el que recibimos la salvación.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Muere Jesús del Gólgota en la cumbre con amor perdonando al que le hería: siente deshecho
el corazón María del dolor en la inmensa pesadumbre.
Se aleja con pavor la muchedumbre cumplida ya la santa profecía; tiembla la tierra; el
luminar del día, cegado a tanto horror, pierde su lumbre.
Se abren las tumbas, se desgarra el velo y, a impulsos del amor, grande y fecundo, parece
estar la cruz, signo de duelo, cerrando, augusta, con el pie el profundo, con la excelsa cabeza
abriendo el cielo y con los brazos abarcando el mundo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Lo vimos sin aspecto atrayente, sin gracia ni belleza.
SALMO:
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de
escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice
eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y
la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te
rinden, se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la
justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Lo vimos sin aspecto atrayente, sin gracia ni belleza.
Antífona 2: Le daré una multitud como parte, porque se entregó a sí mismo a la muerte.
SALMO:
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de
tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los
pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito
de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el
palacio real.
A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te
alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Le daré una multitud como parte, porque se entregó a sí mismo a la muerte.
Antífona 3: Dios nos ha concedido la gloria de su gracia en su querido Hijo, por el cual, por
su sangre, hemos recibido la redención.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de
Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que
la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde
en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro
de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a
conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento
culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dios nos ha concedido la gloria de su gracia en su querido Hijo, por el cual, por su
sangre, hemos recibido la redención.
LECTURA BREVE:
Dios nos demuestra el amor que nos tiene en el hecho de que, siendo todavía pecadores,
murió Cristo por nosotros. Así que con mayor razón, ahora que hemos sido justificados por
su sangre, seremos salvados por él de la cólera divina.
RESPONSORIO BREVE:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Así como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, así deberá ser
levantado en alto el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Así como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, así deberá ser
levantado en alto el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
PRECES:
Adoremos a Jesús, el Salvador del género humano, que muriendo destruyó nuestra muerte y
resucitando restauró la vida, y pidámosle humildemente:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros
consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a
tus fieles obediencia y paciencia.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso y a nosotros
concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Movidos por el espíritu filial que Cristo nos mereció con su muerte, digamos al Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu
Hijo, levanta nuestra esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
SALMO:
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy
un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de
tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en
misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi
súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay
obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: Grande
eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor
de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande
piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi
vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis
adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por
nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del
reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la
vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a
nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo
por nosotros.
TIEMPO DE CUARESMA MARTES SANTO Del Propio del Tiempo. Salterio II.
12 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
MARTES SANTO.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Poner al Hijo en cruz, abierto el seno, sacrificarlo porque yo no muera, prueba es, mi Dios, de
amor muy verdadera, mostraros para mí de amor tan lleno.
Que -a ser yo Dios, Y vos hombre terreno-os diera el ser de Dios que yo tuviera y el que
tengo de hombre me pusiera a trueque de gozar de un Dios tan bueno y aún no era vuestro
amor recompensado, pues a mí en excelencia me habéis hecho Dios, y a Dios al ser de
hombre habéis bajado.
Deudor quedaré siempre por derecho de la deuda que en cruz por mí ha pagado el Hijo por
dejaros satisfecho. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
SALMO:
No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal: se secarán pronto,
como la hierba, como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y
él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará brillar tu justicia como el
amanecer; tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la
intriga: cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal; porque los que
obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate en su sitio: ya no está; en cambio, los
sufridos poseen la tierra y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
SALMO:
El malvado intriga contra el justo, rechina sus dientes contra él; pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco, para abatir a pobres y humildes, para
asesinar a los honrados; pero su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia; pues al malvado se le
romperán los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre; no se agostarán en
tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán; pero los malvados perecerán, los
enemigos del Señor se marchitarán como la belleza de un prado, en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve, el justo se compadece y perdona. Los que el Señor
bendice poseen la tierra, los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo: nunca he visto a un justo abandonado, ni a su linaje mendigando el
pan. A diario se compadece y da prestado; bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa; porque el Señor ama la justicia y
no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá; pero los justos poseen
la tierra, la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.
Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino.
SALMO:
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el
corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo e intenta darle muerte; pero el Señor no lo entrega en sus manos, no
deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra, y verás la expulsión de
los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como un cedro frondoso; volví a pasar, y ya
no estaba; lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz; los impíos serán totalmente
aniquilados, el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los
libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Confía en el Señor y sigue su camino.
Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
Atraeré a todos hacia mí.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
LAMENTACIÓN SOBRE LA VIÑA DEL SEÑOR.
Esto dice el Señor:
Si intento recoger algo de los hijos de Judá -oráculo del Señor-, no hay racimos en la vid ni
higos en la higuera, la hoja está seca; los entregaré a la esclavitud.
“¿Qué hacemos aquí sentados? Reunámonos, entremos en las plazas fuertes, para morir allí;
porque el Señor, nuestro Dios, nos deja morir, nos da a beber agua envenenada, porque
pecamos contra el Señor. Se espera mejoría y no hay bienestar, a la hora de curarse
sobreviene el delirio.
Desde Dan se escucha el resoplar de los caballos; cuando relinchan los corceles, retiembla la
tierra; llegan y devoran el país y a sus habitantes, la ciudad con sus vecinos.
Yo envío contra vosotros serpientes venenosas, contra las que no valen encantamientos, os
picarán mortalmente -oráculo del Señor-.
El pesar me abruma, mi corazón desfallece, al oír desde lejos el grito de auxilio de la capital:
“¿No está el Señor en Sión, no está allí su Rey? ¿No me irritaron con sus ídolos, ficciones
importadas?
Pasó la cosecha, se acabó el verano, y no hemos recibido auxilio. Por la aflicción de la hija de
mi pueblo ando afligido, sombrío y atenazado de espanto: ¿No queda bálsamo en Galaad, no
quedan médicos? ¿Por qué no se cierra la herida de la hija de mi pueblo?
Quién diera agua a mi cabeza y a mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar día y noche a los
muertos de la hija de mi pueblo. Quién me diera posada en el desierto para abandonar a mi
pueblo y alejarme de él; pues todos son adúlteros, una caterva de bandidos. Tensan las
lenguas como arcos, dominan el país con la mentira y no con la verdad; avanzan de maldad
en maldad, y a mí no me reconocen -oráculo del Señor-. Guárdese cada uno del prójimo, no
os fiéis del hermano, porque el hermano pone zancadillas y el prójimo anda calumniando; se
estafan unos a otros y nadie dice la verdad; entrenan sus lenguas en la mentira, están
pervertidos, incapaces de convertirse: fraude sobre fraude, engaño sobre engaño, y rechazan
mi conocimiento -oráculo del Señor-.
Por eso, así dice el Señor de los ejércitos:
Yo mismo los fundiré y probaré, si no, ¿qué hacer con la hija de mi pueblo? Su lengua es una
flecha afilada, dice mentiras su boca; saludan deseando paz al prójimo, y por dentro le traman
asechanzas. Y de esto ¿no os pediré cuentas? -oráculo del Señor-; de un pueblo semejante
¿no he de vengarme yo mismo? Sobre los montes alzaré llanto y gemido, en las dehesas una
elegía: Están requemadas las dehesas, nadie transita, no se oye mugir el rebaño; pájaros y
bestias huyeron, marcharon.
RESPONSORIO:
Sabed bien que si me matáis, echaréis sangre inocente sobre vosotros y sobre esta ciudad.
Pilato se lavó las manos a la vista del pueblo y exclamó: Yo no soy responsable de la sangre
de este justo.
Echaréis sangre inocente sobre vosotros y sobre esta ciudad.
SEGUNDA LECTURA:
Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo.
ES UNA SOLA LA MUERTE EN FAVOR DEL MUNDO Y UNA SOLA LA
RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS.
Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar al hombre levantándolo de su caída y
haciendo que pasara del estado de alejamiento, en que había incurrido por su desobediencia,
al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de su
convivencia con los hombres, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su
resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su
antigua condición de hijo adoptivo.
Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no sólo en los ejemplos que
nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino
también en su muerte, como dice Pablo, el imitador de Cristo: Muriendo su misma muerte,
para alcanzar también la resurrección de entre los muertos.
Mas, ¿de qué manera podremos reproducir en nosotros su muerte? Sepultándonos con él por
el bautismo. ¿En qué consiste este modo de sepultura, y de qué nos sirve el imitarla? En
primer lugar, es necesario cortar con la vida anterior. Y esto nadie puede conseguirlo sin
aquel nuevo nacimiento de que nos habla el Señor, ya que la regeneración, como su mismo
nombre indica, es el comienzo de una vida nueva. Por esto, antes de comenzar esta vida
nueva, es necesario poner fin a la anterior. En esto sucede lo mismo que con los que corren en
el estadio: éstos, al llegar al fin de la primera parte de la carrera, antes de girar en redondo,
necesitan hacer una pequeña parada o pausa, para reemprender luego el camino de vuelta; así
también, en este cambio de vida, era necesario interponer la muerte entre la primera vida y la
posterior, muerte que pone fin a los actos precedentes y da comienzo a los subsiguientes.
¿Cómo podremos, pues, imitar a Cristo en su descenso a la región de los muertos? Imitando
su sepultura mediante el bautismo. En efecto, los cuerpos de los que son bautizados quedan,
en cierto modo, sepultados bajo las aguas. Por esto el bautismo significa, de un modo arcano,
el despojo de las obras de la carne, según aquellas palabras del Apóstol: Habéis sido
circuncidados, no con operación quirúrgica, sino con la circuncisión de Cristo, que consiste
en el despojo de vuestra condición mortal; con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, ya
que el bautismo en cierto modo purifica el alma de las manchas ocasionadas en ella por el
influjo de esta vida en carne mortal, según está escrito: Lávame: quedaré más blanco que la
nieve. Por esto reconocemos un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte en favor
del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos, y de ambas es figura el bautismo.
RESPONSORIO:
Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte.
Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo
estaremos por la imagen de su resurrección.
Por nuestro bautismo fuimos sepultados con él, para participar de su muerte.
Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo
estaremos por la imagen de su resurrección.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
MARTES SANTO.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos muertos que miráis con mirar indescriptible y con fuerza irresistible atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis, tenéis tan viva expresión que así turbáis mi razón trocando
vuestras miradas en dos punzantes espadas que parten mi corazón?
Al veros, ojos piadosos, todo mi ser se conmueve. ¿Quién a miraros se atreve sin llorar, ojos
llorosos? Me cautiváis amorosos, me reprendéis justicieros, inspiráis dolor y calma, sois
tiernos y sois severos, y las borrascas del alma enfrenáis sólo con veros.
¡Ah! Permitid ojos píos, ojos que sois el encanto del cielo, que con mi llanto borre mis locos
desvíos; bebí en cenagosos ríos aguas de ponzoñas llenas que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes. ¡Cómo olvidé que erais fuentes de aguas dulces y serenas! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Defiende mi causa, Señor, sálvame del hombre traidor y malvado.
SALMO:
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre
traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu
morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a
alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Defiende mi causa, Señor, sálvame del hombre traidor y malvado.
Antífona 2: Tú defendiste, Señor, la causa de mi alma y rescataste mi vida, Señor, Dios mío.
CÁNTICO:
Yo pensé: En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan
del resto de mis años.
Yo pensé: Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre
los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi
vida, y me cortan la trama.
Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un
león, día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se
consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma
ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la
fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora. El Padre enseña a sus hijos tu
fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú defendiste, Señor, la causa de mi alma y rescataste mi vida, Señor, Dios mío.
Antífona 3: Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las
súplicas.
A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los
perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes
de tu casa, de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de
la tierra y del océano remoto; Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú
que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora
y del ocaso las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de
agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja
mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, las rodadas de tu carro rezuman
abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se
cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.
LECTURA BREVE:
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y
de oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único y
llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto de Jerusalén.
RESPONSORIO BREVE:
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenía junto a ti, antes que el mundo
existiese.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenía junto a ti, antes que el mundo
existiese.
PRECES:
Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y
digámosle:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras
heridas.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros,
pecadores.
Señor, ten piedad de nosotros.
Siguiendo la enseñanza de Jesucristo, que nos ha hecho hijos de Dios, digamos juntos a
nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
Recuerda la palabra que diste a tu siervo, de la que hiciste mi esperanza; éste es mi consuelo
en la aflicción: que tu promesa me da vida; los insolentes me insultan sin parar, pero yo no
me aparto de tus mandatos.
Recordando tus antiguos mandamientos, Señor, quedé consolado; sentí indignación ante los
malvados, que abandonan tu voluntad; tus leyes eran mi canción en tierra extranjera.
De noche pronuncio tu nombre, Señor, y velando, tus preceptos; esto es lo que a mí me toca:
guardar tus decretos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dice el necio para sí: No hay Dios. Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay
quien obre bien.
Dios observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a
Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al
Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios esparce los huesos del agresor, y serán derrotados,
porque Dios los rechaza.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su
pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios! sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
¡Oh Dios! escucha mi súplica, atiende a mis palabras: porque unos insolentes se alzan contra
mí, y hombres violentos me persiguen a muerte sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno; porque me
libraste del peligro y he visto la derrota de mis enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que
están en vías de salvación es fuerza de Dios. Dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los
sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.
Se humillaba voluntariamente.
Y no abría su boca.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis
ovejas.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
LECTURA BREVE:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a
Cristo -judíos o griegos-: fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Él soportó nuestros sufrimientos.
Y aguantó nuestras rebeldías.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si
no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE:
Lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confundir a los sabios.
Adoremos el signo de la cruz.
Por el que recibimos la salvación.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Brille la cruz del Verbo, luminosa, brille como la carne sacratísima de aquel Jesús nacido de
la Virgen que en la gloria del Padre vive y brilla.
Gemía Adán doliente y conturbado, lágrimas Eva junto a Adán vertía; brillen sus rostros por
la cruz gloriosa, cruz que se enciende cuando el Verbo expira.
¡Salve, cruz de los montes y caminos, junto al enfermo suave medicina, regio trono de Cristo
en las familias, cruz de nuestra fe, salve cruz bendita!
Reine el Señor crucificado, levantando la cruz donde moría; nuestros enfermos ojos buscan
luz, nuestros labios el río de la vida.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos pecadores con manos deicidas; te adoramos, ornato del
Señor, sacramento de nuestra eterna dicha. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Oía las burlas de la gente: Terror por doquier, pero el Señor está conmigo, como
fuerte guerrero.
SALMO:
Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y
pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al
proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados,
que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni
dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la
fosa.
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas
a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a
países.
El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Oía las burlas de la gente: Terror por doquier, pero el Señor está conmigo, como
fuerte guerrero.
Antífona 2: Sal fiador por mí ante ti mismo, Señor, ¿pues quién, si no, me dará la mano?
SALMO:
Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para
el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el
abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.
No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no
se llevará nada, su fasto no bajará con él.
Aunque en vida se felicitaba: Ponderan lo bien que lo pasas, irá a reunirse con sus
antepasados, que no verán nunca la luz.
El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sal fiador por mí ante ti mismo, Señor, ¿pues quién, si no, me dará la mano?
Antífona 3: Fuiste degollado, Señor, y por tu sangre nos compraste para Dios.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado
el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre
compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos
para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el
honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fuiste degollado, Señor, y por tu sangre nos compraste para Dios.
LECTURA BREVE:
Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más: ha escogido la
gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de modo
que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este
Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.
RESPONSORIO BREVE:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar.
PRECES:
Adoremos a Jesús, el Salvador del género humano, que muriendo destruyó nuestra muerte y
resucitando restauró la vida, y pidámosle humildemente:
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros
consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a
tus fieles obediencia y paciencia.
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso, y a nosotros
concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Santifica, Señor, el pueblo que redimiste con tu sangre.
Dirijámonos a Dios con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la
pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo,
escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y
extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a
los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de
seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú
eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: No me escondas tu rostro, ya que confío en ti.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda
buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos
levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de
este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO DE CUARESMA MIÉRCOLES SANTO Del Propio del Tiempo. Salterio II.
13 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
MIÉRCOLES SANTO.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El pecado del hombre ha dado muerte al Ungido de Dios y, en cruz clavado, con su muerte
venció todo el pecado, con su amor del mortal cambió la suerte.
Nueva vida dará a todas las gentes, saciará su gran sed siempre sentida, brotarán en el alma
redimida de la vida de Dios copiosas fuentes.
Luz que brilla en lo alto, y reverbera en la honda pupila dilatada de la angustia del hombre,
que, en su espera, sin saberlo tal vez, sólo quisiera ver su cruz en tu cruz, luz deseada, para
guardar muy dentro lo que viera. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de
nuestro cuerpo.
SALMO:
Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi
boca mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza; pero mi herida empeoró, y el corazón me
ardía por dentro; pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco
que soy.
Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un
soplo, el hombre pasa como pura sombra, por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de
nuestro cuerpo.
Antífona 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
SALMO:
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza. Líbrame de mis
iniquidades, no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho. Aparta de mí tus golpes, que
el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre castigando su culpa; como una polilla roes sus tesoros; el hombre no
es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto; porque yo soy
huésped tuyo, forastero como todos mis padres. Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que
pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
Antífona 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
SALMO:
¿Por qué te glorías de la maldad y te envalentonas contra el piadoso? Estás todo el día
maquinando injusticias, tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre, te abatirá y te barrerá de tu tienda; arrancará tus raíces
del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán, y se reirán de él: Mirad al valiente que no puso en Dios su
apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes.
Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en su misericordia por siempre jamás.
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: Tu nombre es
bueno.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.
Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
Atraeré a todos hacia mí.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
DESAHOGO DEL ALMA DEL PROFETA EN LA TRIBULACIÓN.
En aquellos días, dijo Jeremías:
El Señor me instruyó y comprendí, me explicó lo que hacían mis perseguidores: También tus
hermanos, la casa de tu padre, también ellos te son desleales, también ellos te critican por la
espalda con descaro. No te fíes de ellos, aunque te digan buenas palabras.
Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí
planeaban: Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su
nombre no se pronuncie más.
Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas las entrañas y el corazón; veré
tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.
Por eso, así sentencia el Señor contra los hombres de Anatot: A los que intentan matarte
diciéndote: 'No profetices en nombre del Señor, si no, morirás a nuestras manos', yo les
tomaré cuentas: sus jóvenes morirán a espada, sus hijos e hijas morirán de hambre; y no
quedará ni un resto de ellos, cuando yo les envíe la desgracia a los hombres de Anatot, el día
de la cuenta.
Tú llevas la razón, Señor, cuando pleiteo contigo, pero quiero proponerte un caso de justicia:
¿Por qué prospera el camino de los impíos, por qué tienen paz los hombres pérfidos? Los
plantas y echan raíces, crecen y dan fruto; tú estás cerca de sus labios, pero lejos de su
corazón. Mas tú, Señor, me conoces, me examinas, y has probado mi actitud frente a ti.
Apártalos como a ovejas para el matadero, resérvalos para el día de la matanza. ¿Hasta
cuándo gemirá la tierra y se secará la hierba del campo? Por la maldad de sus habitantes,
desaparecen el ganado y los pájaros, porque dicen: No ve Dios nuestros caminos.
Si corres con los de a pie y te cansan, ¿cómo competirás con los de a caballo? Si en la paz de
la tierra te sientes inseguro, ¿qué harás en la espesura del Jordán? He abandonado mi casa, he
desechado mi heredad, he entregado el amor de mi alma en manos de sus enemigos. Mi
herencia se ha vuelto un león de la selva que ruge contra mí: por eso la detesté. Mi herencia se
ha vuelto un pájaro pinto, los buitres vuelan en torno a él: Venid, reuníos, fieras del campo,
venid a comer.
Muchos pastores destruyeron mi viña, han pisoteado mi parcela, hicieron de mi parcela
preciosa un desierto desolado; la hicieron un yermo siniestro y desolado ante mí: el país está
desolado y nadie se preocupa por ello. Por todas las dunas de la estepa, vinieron saqueadores:
porque la espada del Señor devora la tierra de un extremo a otro, y nadie tiene paz.
Sembraron trigo y cosecharon espinas, trabajaron en balde y se avergüenzan de su cosecha:
por la ira ardiente del Señor.
RESPONSORIO:
Lloraréis y gemiréis vosotros mientras el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en gozo.
Vendrán días en que se os quitará el esposo y entonces sí ayunaréis.
Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
SEGUNDA LECTURA:
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan.
LA PLENITUD DEL AMOR.
El Señor, hermanos muy amados, quiso dejar bien claro en qué consiste aquella plenitud del
amor con que debemos amarnos mutuamente, cuando dijo: Nadie tiene más amor que el que
da la vida por sus amigos. Consecuencia de ello es lo que nos dice el mismo evangelista Juan
en su carta: Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los
hermanos, amándonos mutuamente como él nos amó, que dio su vida por nosotros.
Es la misma idea que encontramos en el libro de los Proverbios: Si te sientas a comer en la
mesa de un señor, mira con atención lo que te ponen delante, y pon la mano en ello pensando
que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de tal señor no es otra que
aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquel que dio su vida por nosotros.
Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar con atención lo que nos
ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don. Y poner la mano en
ello, pensando que luego tendremos que preparar algo semejante, significa lo que ya he dicho
antes: que así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida
por los hermanos. Como dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un
ejemplo para que sigamos sus huellas. Esto significa preparar algo semejante. Esto es lo que
hicieron los mártires, llevados por un amor ardiente; si no queremos celebrar en vano su
recuerdo, y si nos acercamos a la mesa del Señor para participar del banquete en que ellos se
saciaron, es necesario que, tal como ellos hicieron, preparemos luego nosotros algo
semejante.
Por esto, al reunirnos junto a la mesa del Señor, no los recordamos del mismo modo que a los
demás que descansan en paz, para rogar por ellos, sino más bien para que ellos rueguen por
nosotros, a fin de que sigamos su ejemplo, ya que ellos pusieron en práctica aquel amor del
que dice el Señor que no hay otro más grande. Ellos mostraron a sus hermanos la manera
como hay que preparar algo semejante a lo que también ellos habían tomado de la mesa del
Señor.
Lo que hemos dicho no hay que entenderlo como si nosotros pudiéramos igualarnos al Señor,
aún en el caso de que lleguemos por él hasta el testimonio de nuestra sangre. Él era libre para
dar su vida y libre para volverla a tomar, nosotros no vivimos todo el tiempo que queremos y
morimos aunque no queramos; él, en el momento de morir, mató en sí mismo a la muerte,
nosotros somos librados de la muerte por su muerte; su carne no experimentó la corrupción,
la nuestra ha de pasar por la corrupción, hasta que al final de este mundo seamos revestidos
por él de la incorruptibilidad; él no necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin él nada
podemos hacer; él, a nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él,
no podemos tener vida.
Finalmente, aunque los hermanos mueran por sus hermanos, ningún mártir derrama su
sangre para el perdón de los pecados de sus hermanos, como hizo él por nosotros, ya que en
esto no nos dio un ejemplo que imitar, sino un motivo para congratularnos. Los mártires, al
derramar su sangre por sus hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la
mesa del Señor. Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó y se entregó a sí
mismo por nosotros.
RESPONSORIO:
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único
para que vivamos por medio de él. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros
debemos amarnos unos a otros.
Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
MIÉRCOLES SANTO.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
En tus manos, Señor, pongo mi vida con todas sus angustias y dolores; que en ti florezcan
frescos mis amores y que halle apoyo en ti mi fe caída.
Quiero ser como cera derretida que modelen tus dedos creadores; y morar para siempre sin
temores de tu costado en la sangrienta herida.
Vivir tu muerte y tus dolores grandes, disfrutar tus delicias verdaderas y seguir el camino por
donde andes.
Dame, Señor, huir de mis quimeras, dame, Señor, que quiera lo que mandes para poder
querer lo que tú quieras. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En mi angustia te busco, Señor, y extiendo las manos sin descanso.
SALMO:
Alzo mi voz a Dios gritando, Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma
rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya
su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su
bondad, o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo! Recuerdo las proezas
del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste
a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló
estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de
tus huellas: mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de
Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: En mi angustia te busco, Señor, y extiendo las manos sin descanso.
Antífona 2: Si hemos muerto con Cristo, tenemos fe en que viviremos también con él.
CÁNTICO:
Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis
enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como
nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un
Dios que sabe; él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor; los hartos se
contratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar; la mujer estéril da a
luz siete hijos, mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre
príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre
ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el
hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el
confín de la tierra, él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si hemos muerto con Cristo, tenemos fe en que viviremos también con él.
Antífona 3: Cristo Jesús ha sido hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia,
santificación y redención.
SALMO:
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el
orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su
justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran
todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor; porque
tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el
Señor, celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo Jesús ha sido hecho por Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación
y redención.
LECTURA BREVE:
El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni
salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
RESPONSORIO BREVE:
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La sangre de Cristo, que por medio del Espíritu eterno se ofreció inmaculado a
Dios, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para dar culto al Dios vivo.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La sangre de Cristo, que por medio del Espíritu eterno se ofreció inmaculado a
Dios, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para dar culto al Dios vivo.
PRECES:
Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y
digámosle:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras
heridas.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros,
pecadores.
Señor, ten piedad de nosotros.
Ya que la fuerza para no caer en la tentación nos viene de Dios, repitamos juntos la oración
que Cristo nos enseñó y pidamos al Padre que nos libre siempre del mal:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Como el fuego calcina la madera reseca, cuando el pecado nos domina, Espíritu de Dios,
purifícanos.
Como el río derrama por la tierra sus aguas y hay flor y fruto en la rama, Espíritu de Dios,
vivifícanos.
Como tu fuerte viento hizo en el mar camino, cuando haya duda y desaliento, Espíritu de
Dios, ayúdanos.
Luz, Amor, Viento, Fuego, los caminos de éxodo enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios, condúcenos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno
conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual se entregó a sí mismo como precio de
rescate por todos. Éste es el testimonio que nos ha dado Dios a su tiempo.
Se humillaba voluntariamente.
Y no abría su boca.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Por el pecado primero entró la muerte a la vida, y la muerte fue vencida por la vida del
Cordero.
El Padre lo hizo pecado para salvar al caído; el que nunca había sufrido se quiso crucificado.
La humanidad pecadora está bien representada, más la culpa fue lavada por la sangre
redentora. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis
ovejas.
SALMO:
El Señor es mi herencia; he resuelto guardar tus palabras; de todo corazón busco tu favor: ten
piedad de mí según tu promesa; he examinado mi camino, para enderezar mis pies a tus
preceptos.
Con diligencia, sin tardanza, observo tus mandatos; los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad; a media noche me levanto para darte gracias por tus justos
mandamientos.
Me junto con tus fieles, que guardan tus decretos; Señor, de tu bondad está llena la tierra;
enséñame tus leyes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme, me
agitan mis ansiedades.
Me turba la voz del enemigo, los gritos del malvado: descargan sobre mí calamidades y me
atacan con furia.
Se estremece mi corazón, me sobrecoge un pavor mortal, me asalta el temor y el terror, me
cubre el espanto, y pienso: ¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Emigraría
lejos, habitaría en el desierto, me pondría en seguida a salvo de la tormenta, del huracán que
devora, Señor; del torrente de sus lenguas.
Violencia y discordia veo en la ciudad: día y noche hacen la ronda sobre las murallas; en su
recinto, crimen e injusticia; dentro de ella, calamidades; no se apartan de su plaza la crueldad
y el engaño.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me
escondería de él; pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una
dulce intimidad: juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.
Pero yo invoco a Dios, y el Señor me salva: Por la tarde, en la mañana, al mediodía, me quejo
gimiendo.
Dios escucha mi voz: su paz rescata mi alma de la guerra que me hacen, porque son muchos
contra mí.
Dios me escucha, los humilla el que reina desde siempre, porque no quieren enmendarse ni
temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado, violando los pactos; su boca es más blanda que la
manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos a la fosa profunda. Los traidores y sanguinarios no
cumplirán ni la mitad de sus años. Pero yo confío en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
LECTURA BREVE:
Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: Sobre mí cayeron los ultrajes de
quienes te ultrajaron.
Él soportó nuestros sufrimientos.
Y aguantó nuestras rebeldías.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cada tarde se nos van los días, y cada tarde el tiempo pasa; se acaba nuestra vida cada tarde y
miramos la muerte más cercana.
Déjame todavía gozar el milagro de tu luz, de tu sol, de tus albas; déjame gozar el milagro de
sentirme vivo y de nacer para ti cada mañana.
Déjame, Señor, gozar de tu milagro al llegar una vez más la tarde mansa, porque tú eres el
Dios de nuestras horas, el Dios oculto de nuestra esperanza. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si
no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE:
Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de las multitudes,
aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, para dar la salvación a los que lo
esperan.
Adoremos el signo de la cruz.
Por el que recibimos la salvación.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Vengo, Señor, cabe las ígneas huellas de tus sacras heridas luminosas: quíntuple abrir de
inmarcesibles rosas, suma constelación de cinco estrellas.
Vengo a poblar sus oquedades bellas, a estudiar en sus aulas silenciosas, y a beber, con
ternuras dolorosas, la miel de acíbar que pusiste en ellas.
Cuando zozobre mi valor, inerme, y vaya en turbias ansias a abismarme y llagado también
llegue yo a verme, deja a tus dulces llagas allegarme, y en sus íntimos claustros esconderme,
y en su divina suavidad curarme. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dijeron los impíos: Oprimamos al justo, porque se enfrenta a nuestro modo de
obrar.
SALMO:
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi
salvación, mi alcázar: no vacilaré.
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared
que cede o a una tapia ruinosa?
Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.
Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi
salvación, mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza
subirían más leves que un soplo.
No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras
riquezas, no les deis el corazón.
Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado:
Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijeron los impíos: Oprimamos al justo, porque se enfrenta a nuestro modo de
obrar.
Antífona 2: Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.
SALMO:
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus
caminos, todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con
rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le
teman hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.
Antífona 3: Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo
santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones,
Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas
las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
LECTURA BREVE:
Sed bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios
os ha perdonado en Cristo. Sed en una palabra, imitadores de Dios, como hijos amados que
sois. Y vivid en el amor a ejemplo de Cristo, que os amó y se entregó por nosotros a Dios
como oblación de suave fragancia.
RESPONSORIO BREVE:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Maestro dice: Mi hora se acerca; en tu casa quiero celebrar yo la Pascua con mis
discípulos.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Maestro dice: Mi hora se acerca; en tu casa quiero celebrar yo la Pascua con mis
discípulos.
PRECES:
Adoremos a Jesús, el Salvador del género humano, que muriendo destruyó nuestra muerte y
resucitando restauró la vida, y pidámosle humildemente:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros
consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a
tus fieles obediencia y paciencia.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso, y a nosotros
concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Unidos fraternalmente, acudamos ahora al Padre de todos:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la
cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me
salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red
que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.
Antífona 2: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi
súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así
infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al
diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Te encomiendo mi espíritu.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un
yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que
hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro
cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita.
TIEMPO DE CUARESMA JUEVES SANTO Del Propio del tiempo. Salmos y
antífonas del Viernes III del Salterio.
14 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
JUEVES SANTO.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Triste de mí que he cruzado de la vida los senderos por largo tiempo sin veros, ojos del
Crucificado! Mas, de vuestra luz privado, me fue contraria la suerte... ¡Ojos muertos del Dios
fuerte, olvidad viejos agravios y haced que os besen mis labios en la hora de mi muerte!
¡Ojos de Cristo, miradme! ¡Ojos muertos, conmovedme!
¡Ojos tiernos, atraedme! ¡Ojos llorosos, bañadme! ¡Ojos sin luz, alumbradme! ¡Ojos
piadosos, seguidme por donde mi planta yerra, y por el haz de la tierra hacia el cielo
conducidme! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
SALMO:
Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello: me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta; se me nublan los ojos de tanto aguardar a mi
Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin razón; más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente. ¿Es que voy a devolver lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia, no se te ocultan mis delitos. Que por mi causa no queden
defraudados los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen los que te buscan, Dios de Israel. Por ti he aguantado
afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me
devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí; cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran, mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Antífona 2: En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
SALMO:
Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude: arráncame del cieno, que no me hunda; líbrame de los que me
aborrecen, y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino, que no se cierre la poza sobre
mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, por tu gran compasión vuélvete hacia mí; no
escondas tu rostro a tu siervo: estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame, líbrame de mis enemigos: estás viendo mi afrenta, mi vergüenza y
mi deshonra; a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Antífona 3: Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
SALMO:
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios
con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias; le agradará a Dios más que un
toro, más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor
escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y
cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá, y las habitarán en posesión. La
estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra.
Atraeré a todos hacia mí.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
NUEVA VOCACIÓN DE JEREMÍAS.
En aquellos días, exclamó Jeremías:
“¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de pleitos y contiendas con todo el
mundo! Ni he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen. De veras, Señor, te he
servido fielmente: en el peligro y en la desgracia he intercedido en favor de mi enemigo; tú lo
sabes. ¿Se rompe el hierro, el hierro del norte, o el bronce?
Tu riqueza y tus tesoros los entrego al saqueo, de balde, por tus pecados en tus fronteras. Te
hago esclavo del enemigo en tierra que desconoces, porque mi ira se enciende y arde
eternamente.
Señor, acuérdate y ocúpate de mí, véngame de mis perseguidores, no me dejes perecer por tu
paciencia, mira que soporto injurias por tu causa. Cuando encontraba palabras tuyas las
devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue
pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos!
No me senté a disfrutar con los que se divertían; forzado por tu mano me senté solitario,
porque me llenaste de tu ira. ¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga y mi herida enconada e
incurable? Te me has vuelto arroyo engañoso, de agua inconstante.
Entonces me respondió el Señor:
Si vuelves, te haré volver y estar a mi servicio; si apartas el metal de la escoria, serás mi boca.
Que ellos vuelvan a ti, no tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce
inexpugnable: lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y
salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de
los opresores.
RESPONSORIO:
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados. ¡Cuántas veces he
querido agrupar a tus hijos, y tú no has querido!
Endureciste tu cerviz y no escuchaste mis palabras.
¡Cuántas veces he querido agrupar a tus hijos, y tú no has querido!
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua.
EL CORDERO INMOLADO NOS HA HECHO PASAR DE LA MUERTE A LA VIDA.
Los profetas predijeron muchas cosas sobre el misterio pascual, que es el mismo Cristo, al
cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Él vino del cielo a la tierra para remediar
los sufrimientos del hombre; se hizo hombre en el seno de la Virgen, y de ella nació como
hombre; cargó con los sufrimientos del hombre, mediante su cuerpo, sujeto al dolor, y
destruyó los padecimientos de la carne, y él, que era inmortal por el Espíritu, destruyó el
poder de la muerte que nos tenía bajo su dominio.
Él fue llevado como una oveja y muerto como un cordero; nos redimió de la seducción del
mundo, como antaño de Egipto, y de la esclavitud del demonio, como antaño del poder del
Faraón; selló nuestras almas con su Espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.
Él, aceptando la muerte, sumergió en la derrota a Satanás, como Moisés al Faraón. Él castigó
la iniquidad y la injusticia, del mismo modo que Moisés castigó a Egipto con la esterilidad.
Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la
vida, de la tiranía al reino eterno, y ha hecho de nosotros un sacerdocio nuevo, un pueblo
elegido, eterno. Él es la Pascua de nuestra salvación.
Él es quien sufría tantas penalidades en la persona de muchos otros: él es quien fue muerto en
la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob
y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el
cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los
profetas.
Él se encarnó en el seno de la Virgen, fue colgado en el madero, sepultado bajo tierra y,
resucitando de entre los muertos, subió a lo más alto de los cielos.
Éste es el cordero que permanecía mudo y que fue inmolado; éste es el que nació de María, la
blanca oveja; éste es el que fue tomado de entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al
atardecer y sepultado por la noche; éste es aquel cuyos huesos no fueron quebrados sobre el
madero y que en la tumba no experimentó la corrupción; éste es el que resucitó de entre los
muertos y resucitó al hombre desde las profundidades del sepulcro.
RESPONSORIO:
Todos los hombres pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados
gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él; a quien
Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y
mediante la fe.
ORACIÓN:
Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre
nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos
hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
JUEVES SANTO.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido; ni me mueve el
infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu
cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y,
aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera; pues, aunque cuanto espero no esperara, lo mismo que
te quiero te quisiera. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Mira, Señor, y contempla que estoy en peligro, respóndeme en seguida.
SALMO:
Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre
querubines, resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a
salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las disputas de nuestros
vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno
y echó raíces hasta llenar el país; su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros
altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y
se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu
diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego: con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a
tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que
invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mira, Señor, y contempla que estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Antífona 2: Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré.
CÁNTICO:
Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has
consolado.
Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él
fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Aquel día, diréis: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas; anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos,
habitantes de Sión: ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré.
Antífona 3: El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
SALMO:
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: acompañad, tocad los
panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna
llena, que es nuestra fiesta; porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una
norma establecida para José al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido: Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la
espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto
a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor Dios tuyo, que te
saqué del país de Egipto; abre tu boca y yo la saciaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón
obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría
a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; los que aborrecen al Señor te
adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel
silvestre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
LECTURA BREVE:
Vemos a Jesús coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte. Así, por amorosa
dignación de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos. Pues como quisiese Dios, por quien
y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de hijos a la gloria, convenía
ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación.
RESPONSORIO BREVE:
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Con verdadero anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Con verdadero anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer.
PRECES:
Oremos a Cristo, Sacerdote eterno, a quien el Padre ungió con el Espíritu Santo, para que
proclamara la redención a los cautivos, y digámosle:
Señor, ten piedad.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria, conduce a tu Iglesia a
la Pascua eterna.
Señor, ten piedad.
Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado, sana nuestras
heridas.
Señor, ten piedad.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida, haz que los renacidos en el bautismo
gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Señor, ten piedad.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido, perdónanos también a nosotros,
pecadores.
Señor, ten piedad.
Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre
nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos
hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Amigo de los hombres, Jesucristo, tú solo das sentido a nuestra historia, y, con los ojos fijos
al futuro, la Iglesia vive fiel a tu memoria.
Este tiempo de ayuno te presenta de nosotros la parte más oscura, y tus manos clavadas al
madero nos devuelven tu paz y tu ternura.
A lo largo del día no nos dejes, no nos falte la luz de tu mirada: llena de amor los pasos que
caminan de este mundo a la luz de tu alborada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su
hora, como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: Paz, ellos dicen: Guerra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro
Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora,
como amaba a los suyos, les dio la mayor prueba de amor que puede darse.
LECTURA BREVE:
Teniendo un sumo sacerdote que penetró y está en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios,
mantengamos firme la fe que profesamos. No tenemos un sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras debilidades, al contrario, él mismo pasó por todas las pruebas a
semejanza nuestra, fuera del pecado.
Se humillaba voluntariamente.
Y no abría su boca.
ORACIÓN:
Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre
nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos
hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Jesús, contigo iremos al desierto en medio de la villa populosa, y tú nos brindarás el pan
sabroso que alimentó tu alma silenciosa.
Contigo pasaremos el mar Rojo, beberemos el agua de la roca; tú serás el pastor y, en la
montaña, tú serás nuestra gracia esplendorosa.
Contigo humildemente hasta el Calvario, contigo por la vía dolorosa, y al final, oh Jesús, por
tu promesa, contigo viviremos en tu gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis
ovejas.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas.
LECTURA BREVE:
Tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha,
excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad,
como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y
luego por los del pueblo. Esto lo hizo nuestro Señor Jesucristo una vez por todas,
ofreciéndose a sí mismo.
Él soportó nuestros sufrimientos.
Y aguantó nuestras rebeldías.
ORACIÓN:
Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre
nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos
hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ojos de aquel publicano hasta la tierra caídos, el Dios de la luz os mira, miradle con regocijo.
Mano que pide clemencia hiriendo el pecho contrito, el Señor te abre la puerta de su pecho
compasivo.
Lengua que en bajo murmullo dices tu dolor sentido, el Juez que sabe juzgar ha escuchado
complacido.
Padre del octavo día, glorioso siendo propicio, perdónanos, purifícanos, por el honor de tu
Hijo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si
no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
SALMO:
Has dado bienes a tu siervo, Señor, conforme a tus palabras; enséñame a gustar y a
comprender, porque me fío de tus mandatos; antes de sufrir, yo andaba extraviado, pero
ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien; instrúyeme en tus leyes; los insolentes urden engaños contra
mí, pero yo custodio tus leyes; tienen el corazón espeso como grasa, pero mi delicia es tu
voluntad.
Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos; más estimo yo los preceptos de tu
boca que miles de monedas de oro y plata.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me
hostigan mis enemigos, me atacan en masa.
Levántame en el día terrible, yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean pensando sólo en mi daño; buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo; en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi
alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la
vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de
tus alas mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí: desde el cielo me enviará la
salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones devoradores de hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su
lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera; me han cavado delante una fosa, pero
han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es
más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no
es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE:
Cristo se presentó como sumo sacerdote de los bienes futuros y entró de una vez para siempre
en el santuario. Entró a través de una Tienda de Reunión más sublime y perfecta, no
fabricada por mano de hombre, es decir, no perteneciente a este mundo. Y entró no con
sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, obteniendo para nosotros
una redención eterna.
Adoremos el signo de la cruz.
Por el que recibimos la salvación.
ORACIÓN:
Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre
nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos
hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
JUEVES DE LA CENA DEL SEÑOR.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
En la Cena del Cordero y habiendo ya cenado, acabada la figura, comenzó lo figurado.
Por mostrar Dios a los suyos cómo está de amor llagado, todas las mercedes juntas en una las
ha cifrado.
Pan y vino material en sus manos ha tomado y, en lugar de pan y vino, cuerpo y sangre les ha
dado.
Si un bocado nos dio muerte, la vida se da en bocado; si el pecado dio el veneno, el remedio
Dios lo ha dado.
Haga fiesta el cielo y tierra y alégrese lo criado, pues Dios, no cabiendo en ello, en mi alma se
ha encerrado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra ha hecho
de nosotros un reino para Dios, su Padre.
SALMO:
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con
justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol, como la luna, de edad en edad; que baje como lluvia sobre el
césped, como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales; que sus enemigos muerdan el polvo; que los
reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los
reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra ha hecho
de nosotros un reino para Dios, su Padre.
Antífona 2: El Señor librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector.
SALMO:
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y
del indigente, y salvará la vida de los pobres; él rescatará sus vidas de la violencia, su sangre
será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba; él intercederá por el pobre y lo bendecirá.
Que haya trigo abundante en los campos, y ondee en lo alto de los montes, den fruto como el
Líbano, y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; que él sea la bendición de todos los
pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su
nombre glorioso, que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector.
Antífona 3: Los santos vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del
testimonio que dieron.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el
gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a
los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su
Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante
nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que
dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los
que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Los santos vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del
testimonio que dieron.
LECTURA BREVE:
Jesús, para santificar con su propia sangre al pueblo, padeció la muerte fuera de la ciudad.
Salgamos, pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio. Porque no
tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. Por medio de él
ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el tributo de los labios
que van bendiciendo su nombre.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Cuando estaban cenando, Jesús tomó pan, rezó la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cuando estaban cenando, Jesús tomó pan, rezó la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos.
PRECES:
Adoremos a nuestro Salvador, que en la última Cena, la noche misma en que iba a ser
entregado, confió a su Iglesia la celebración perenne del memorial de su muerte y
resurrección; oremos, diciendo:
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros
consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, concede a
tus fieles obediencia y paciencia.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso, y a nosotros
concédenos también que un día participemos de su felicidad.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Unidos fraternalmente, acudamos ahora al Padre de todos:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que, para tu mayor gloria y para la salvación del género humano, has
constituido a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote, haz que el pueblo que él conquistó
con su sangre reciba plenamente, al participar del memorial de su pasión, los tesoros que
dimanan de su muerte y resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a
librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre
virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores.
TIEMPO DE CUARESMA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR Del
Propio.
Es conveniente que hoy, el Oficio de Lecturas y Laudes, sean celebrados solemnemente con
el pueblo (ver I.G.L.H. 210) Ayuno y abstinencia.
15 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
VIERNES SANTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Quién es éste que viene, recién atardecido, cubierto por su sangre como varón que pisa los
racimos?
¿Quién es este que vuelve, glorioso y malherido, y, a precio de su muerte, compra la paz y
libra a los cautivos?
Se durmió con los muertos, y reina entre los vivos; no le venció la fosa, porque el Señor
sostuvo a su elegido.
Anunciad a los pueblos qué habéis visto y oído; aclamad al que viene como la paz, bajo un
clamor de olivos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su
Mesías.
SALMO:
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías:
rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta
con su cólera: yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: Tú eres mi hijo: yo te he engendrado
hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los
gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de
pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su
Mesías.
Antífona 2: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.
SALMO:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?; a pesar de mis gritos, mi oración no te
alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso; aunque tú habitas en
el santuario, esperanza de Israel.
En ti confiaban nuestros padres; confiaban, y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban
libres, en ti confiaban, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme
se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que
lo libre si tanto lo quiere.
Tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el
seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios. No te quedes lejos, que el
peligro está cerca y nadie me socorre.
Me acorrala un tropel de novillos, me cercan toros de Basán; abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.
Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se
derrite en mis entrañas; mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las
manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. Líbrame a mí de la
espada, y a mi única vida, de la garra del mastín; sálvame de las fauces del león; a este pobre,
de los cuernos del búfalo. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te
alabaré.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.
Antífona 3: Me tienden lazos los que atentan contra mí.
SALMO:
Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera; tus flechas se me han clavado, tu
mano pesa sobre mí; no hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor, no tienen descanso
mis huesos a causa de mis pecados; mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a
mis fuerzas.
Mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío; tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne; estoy
agotado, deshecho del todo; rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos; siento
palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia; me tienden
lazos los que atentan contra mí, los que desean mi daño me amenazan de muerte, todo el día
murmuran traiciones.
Pero yo, como un sordo, no oigo; como un mudo, no abro la boca; soy como uno que no oye
y no puede replicar.
En ti, Señor, espero, y tú me escucharás, Señor, Dios mío; esto pido: que no se alegren por mi
causa, que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer, y mi pena no se aparta de mí: yo confieso mi culpa, me
aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos, son muchos los que me aborrecen sin razón, los que
me pagan males por bienes, los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío,
mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Me tienden lazos los que atentan contra mí.
Se levantan contra mí testigos falsos.
Que respiran violencia.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
SOLEDAD DEL PROFETA.
En aquellos días, recibí esta palabra del Señor:
No te cases, no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor a los hijos e hijas
nacidos en este lugar, a las madres que los dieron a luz, a los padres que los engendraron en
esta tierra: Morirán de muerte cruel, no serán llorados ni sepultados, serán como estiércol
sobre el campo, acabarán a espada y de hambre, sus cadáveres serán pasto de las aves del
cielo y de las bestias de la tierra.
Así dice el Señor:
No entres en casa donde haya luto, no vayas al duelo, no les des el pésame, porque retiro de
este pueblo -oráculo del Señor-mi paz, misericordia y compasión. Morirán en esta tierra
grandes y pequeños, no serán sepultados ni llorados, ni por ellos se harán incisiones o se
raparán el pelo; no asistirán al banquete fúnebre para darle el pésame por el difunto, ni les
darán la copa del consuelo por su padre o su madre. No entres en la casa donde se celebra un
banquete para comer y beber con los comensales; porque así dice el Señor de los ejércitos,
Dios de Israel: Yo haré cesar en este lugar, en vuestros días, ante vosotros, la voz alegre, la
voz gozosa, la voz del novio, la voz de la novia.
Cuando anuncies a este pueblo todas estas palabras, te preguntarán: ¿Por qué ha pronunciado
el Señor contra nosotros tan terribles amenazas? ¿Qué delitos o pecados hemos cometido
contra el Señor, nuestro Dios? y tú les responderás: Porque vuestros padres me abandonaron
-oráculo del Señor-, siguieron a dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos. A mí me
abandonaron y no guardaron mi ley. Pero vosotros sois peores que vuestros padres, cada cual
sigue la maldad de su corazón obstinado, sin escucharme a mí. Os arrojaré de esta tierra a un
país desconocido de vosotros y de vuestros padres: allí serviréis a dioses extranjeros, día y
noche, porque no os haré gracia.
Pero llegarán días -oráculo del Señor-en que ya no se dirá: Vive el Señor, que sacó a los
israelitas de Egipto sino más bien: Vive el Señor, que nos sacó del país del norte, de todos los
países por donde nos dispersó. Y los haré volver a su tierra, la que di a sus padres.
RESPONSORIO:
Fue conducido como oveja al matadero, fue maltratado y se humilló, enmudecía y no abría la
boca; fue entregado a la muerte, para dar la vida a su pueblo.
Se entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores.
Para dar la vida a su pueblo.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo.
EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO.
¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la
profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.
Inmolad -dice Moisés-un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el
dintel de la casa. ¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los
hombres dotados de razón? Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino
porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar
en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero,
huirá todavía más lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea
su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues
muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó
el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como
figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del
templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue
lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del
sacrificio.
Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante
tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta
agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos
sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del
Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado.
Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.
Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus
huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la
mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de
su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla
de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo
hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre.
Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer
se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche
a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a
quienes él mismo ha hecho renacer.
RESPONSORIO:
Os rescataron, no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el
Cordero sin defecto ni mancha. Por medio de él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.
La sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pecado.
Por medio de él tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
VIERNES SANTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, venid, adorémosle.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, venid, adorémosle.
HIMNO:
Brazos rígidos y yertos, por dos garfios traspasados, que aquí estáis, por mis pecados, para
recibirme abiertos, para esperarme clavados.
Cuerpo llagado de amores, yo te adoro y yo te sigo; yo, Señor de los señores, quiero partir tus
dolores subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte y por sus caminos irte alabando y bendiciendo, y bendecirte
sufriendo y muriendo bendecirte.
Que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de estos sentires
que tienen sabores de eternidad; que sienta una dulce herida de ansia de amor desmedida; que
ame tu ciencia y tu luz; que vaya, en fin, por la vida como tú estás en la cruz: de sangre los
pies cubiertos, llagadas de amor las manos, los ojos al mundo muertos y los dos brazos
abiertos para todos mis hermanos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos
nosotros.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del
todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo:
quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado
tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me
arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los
malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor,
me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es
un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces
aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos
nosotros.
Antífona 2: Jesucristo nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.
CÁNTICO:
¡Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra! En medio de los años, realízala; en
medio de los años, manifiéstala; en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán; el Santo, del monte Farán: su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se
llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido; pisas el mar con tus caballos, revolviendo las
aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas, al oírlo se estremecieron mis labios; me entró un
escalofrío por los huesos, vacilaban mis piernas al andar. Tranquilo espero el día de la
angustia que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su
aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan
vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza, él me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesucristo nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.
Antífona 3: Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por
el madero ha venido la alegría al mundo entero.
SALMO:
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor
de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la
escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas y con el frío congela las aguas; envía
una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni
les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el
madero ha venido la alegría al mundo entero.
LECTURA BREVE:
Mirad: mi siervo tendrá éxito, será enaltecido y ensalzado sobremanera. Y, así como muchos
se horrorizaron de él, pues tan desfigurado estaba que ya ni parecía hombre, no tenía ni
aspecto humano, así también muchos pueblos se admirarán de él y, a su vista, los reyes
enmudecerán de asombro porque verán algo jamás narrado y contemplarán algo inaudito.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Fijaron encima de su cabeza un letrero indicando el motivo de su condenación:
Éste es Jesús, el rey de los judíos.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fijaron encima de su cabeza un letrero indicando el motivo de su condenación:
Éste es Jesús, el rey de los judíos.
PRECES:
Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser
sepultado para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste incluso a la muerte, enséñanos a
someternos siempre a la voluntad del Padre.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder,
haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitemos contigo a vida nueva.
Señor, ten piedad de nosotros.
Rey nuestro, que como un gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente,
haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que como tú proclame en toda
circunstancia el honor del Padre.
Señor, ten piedad de nosotros.
Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos
mutuamente con un amor semejante al tuyo.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que al ser elevado en la cruz atrajiste hacia ti a todos los hombres, reúne en tu reino a
todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.
Señor, ten piedad de nosotros.
Porque la muerte de Cristo nos ha hecho agradables a Dios, nos atrevemos a orar al Padre,
diciendo:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cruz preciosa, inmerecida: a los hombres diste vida.
Un dolor en el madero; y a los hombres un Cordero.
Sangre roja del combate; y para el hombre el rescate.
Tu victoria es nuestra vida, por la sangre de tu herida.
Nuestra vida es tu muerte ¡y para el hombre qué suerte! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Era hacia la media mañana cuando crucificaron a Jesús.
SALMO:
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos; me puso en la boca un
cántico nuevo, un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se
extravían con engaños.
¡Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Nadie se te
puede comparar: intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio
expiatorio, entonces yo digo: Aquí estoy -como está escrito en mi libro-para hacer tu
voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he
negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me niegues tu clemencia, que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas, y no puedo huir; son más que los cabellos de mi cabeza, y
me falta el valor.
Señor, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: Grande es el Señor, los
que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado, pero el Señor cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios! sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
¡Oh Dios! escucha mi súplica, atiende a mis palabras: porque unos insolentes se alzan contra
mí, y hombres violentos me persiguen a muerte sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno; porque me
libraste del peligro y he visto la derrota de mis enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi
súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan
con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya
no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo
salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se
conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu
incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me
envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Era hacia la media mañana cuando crucificaron a Jesús.
LECTURA BREVE:
Creció ante nosotros como un débil brote, como raíz en tierra árida. Lo vimos sin aspecto
atrayente, sin gracia ni belleza, despreciado y rechazado por los hombres, como varón de
dolores, acostumbrado a los sufrimientos, ante el cual se desvía la mirada, discriminado y
desestimado. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque con tu santa cruz redimiste al
mundo.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Misterio en el Calvario, escándalo sangriento!: el Señor de la tierra esclavo en un madero.
Víctima escarnecida, misterio y sacramento: el Señor de la gloria entre ladrones muerto.
Tú sabes que los hombres ignoran lo que han hecho; mas tu perdón los cubre, Sacerdote y
Cordero. ¡Misterio en el Calvario, escándalo sangriento!
Al fin viene la hora que espera el universo: la cruz en él clavada y tu gracia al acecho.
¡Víctima escarnecida, misterio y sacramento!
Tu sangre derramada floreció en el desierto. ¡Misterio del Calvario, escándalo sangriento!: la
muerte muerta es vida clavada en un madero. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se extendieron las tinieblas sobre
toda la tierra.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Desde el mediodía hasta las tres de la tarde se extendieron las tinieblas sobre toda
la tierra.
LECTURA BREVE:
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado; pero él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros
crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados.
Jesús, acuérdate de mí.
Cuando vengas revestido de tu dignidad real.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cruz de Cristo, cuyos brazos todo el mundo han acogido.
Cruz de Cristo, cuya sangre todo el mundo ha redimido.
Cruz de Cristo, luz que brilla en la noche del camino.
Cruz de Cristo, cruz del hombre, su bastón de peregrino.
Cruz de Cristo, árbol de vida, vida nuestra, don eximio.
Cruz de Cristo, altar divino de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: A media tarde, Jesús gritó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A media tarde, Jesús gritó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
LECTURA BREVE:
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como
cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Me confinó a las tinieblas.
Como a los muertos ya olvidados.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Brazos rígidos y yertos, por dos garfios traspasados, que aquí estáis, por mis pecados, para
recibirme abiertos, para esperarme clavados.
Cuerpo llagado de amores, yo te adoro y yo te sigo; yo, Señor de los señores, quiero partir tus
dolores subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte y por sus caminos irte alabando y bendiciendo, y bendecirte
sufriendo y muriendo bendecirte.
Que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de estos sentires
que tienen sabores de eternidad; que sienta una dulce herida de ansia de amor desmedida; que
ame tu ciencia y tu luz; que vaya, en fin, por la vida como tú estás en la cruz: de sangre los
pies cubiertos, llagadas de amor las manos, los ojos al mundo muertos y los dos brazos
abiertos para todos mis hermanos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Escuchad, pueblos todos, y mirad mi dolor.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy! Yo decía en mi apuro: Los hombres son
unos mentirosos.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis
votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Escuchad, pueblos todos, y mirad mi dolor.
Antífona 2: Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo,
escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados, mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y
extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a
los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de
seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú
eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Antífona 3: Jesús, después de haber probado el vinagre, exclamó: Todo está cumplido; e,
inclinando la cabeza, expiró.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesús, después de haber probado el vinagre, exclamó: Todo está cumplido; e,
inclinando la cabeza, expiró.
LECTURA BREVE:
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no
cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando le insultaban, no devolvía el
insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga
justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.
PRECES:
Al conmemorar la muerte de nuestro Señor Jesucristo, de la que brotó la vida del mundo,
oremos a Dios Padre, diciendo:
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Mantén, Señor, la unidad de la Iglesia.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Protege al papa Francisco.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Santifica por tu Espíritu a los obispos, presbíteros, diáconos y a todo tu pueblo santo.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Congrega a los cristianos en la unidad. Haz que Israel llegue a conseguir en plenitud la
redención.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Ilumina con tu gracia a los que no creen en Cristo.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Haz que los ateos lleguen a descubrir tu amor a través de las obras de la creación.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Guía los pensamientos y decisiones de los gobernantes.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Concede tu consuelo a los que se sienten tristes.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
Da tu perdón pleno a los difuntos.
Por la muerte de tu Hijo, escúchanos, Señor.
ORACIÓN:
Mira, Señor, con bondad a tu familia santa, por la cual Jesucristo nuestro Señor aceptó el
tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Tú, a quien he buscado, Señor, en este día, a quien he escuchado, dame el reposo de esta
noche.
Tú, a quien he cantado, Señor, en este día, a quien he orado, dame el reposo de esta noche.
Tú, a quien yo he negado, Señor, en este día, a quien he amado, dame el reposo de esta noche.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a
nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo
por nosotros.
TIEMPO DE CUARESMA TRIDUO PASCUAL -SÁBADO SANTO Del Propio.
16 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
SÁBADO SANTO.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
La Palabra de Dios crucificada es testigo fiel de su elocuencia, es palabra de amor y, en su
existencia, en la vida y la muerte fue probada.
Por dar fe de su amor, nos dio su vida; por dar fe de la vida, fue exaltada sobre toda palabra
pronunciada; por el Padre a los hombres ofrecida.
La Palabra de Dios ya fue cumplida. El silencio de Dios está a la espera del amor de los
hombres, Y él quisiera que esa Palabra fuera recibida, y en comunión de amor por siempre
fuera plenitud de su don que a todos diera. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: En paz me acuesto y duermo tranquilo.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten
piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios
legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de
nosotros?
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: En paz me acuesto y duermo tranquilo.
Antífona 2: Mi carne descansa serena.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni
tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque
no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua
a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi carne descansa serena.
Antífona 3: Levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
SALMO:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los
mares, Él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el
prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
Defiende mi causa y rescátame.
Con tu promesa dame vida.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del profeta Jeremías.
ANGUSTIA DEL PROFETA.
En aquellos días, exclamó Jeremías:
Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y yo fui dominado.
Ahora soy todo el día la irrisión y la burla de todo el mundo. Siempre que hablo tengo que
proclamar: ¡Violencia! ¡Destrucción! La palabra del Señor se ha vuelto para mí oprobio y
befa todo el día. Yo me dije: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre; pero su
palabra era en mis entrañas como fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo intentaba
contenerlo, pero no podía.
Oía las burlas de la gente: Terror por doquier. Delatadlo, vamos a delatarlo. Mis amigos
acechaban mi traspié: A ver si se descuida, y lo abatiremos y nos vengaremos de él.
Pero el Señor está conmigo, como fuerte guerrero; mis enemigos tropezarán y no podrán
conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo perpetuo que no se olvidará. Señor de
los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza
que tomes de ellos, porque a ti encomendé mi causa.
Cantad al Señor, alabad al Señor, porque libra la vida del pobre de las manos de los impíos.
Maldito el día en que fui engendrado, el día en que mi madre me parió no sea bendito.
Maldito el hombre que anunció a mi padre: Te ha nacido un varón dándole una gran alegría.
Ojalá que hubiera sido ese día como las ciudades que el Señor destruyó sin compasión; que
escuche gritos de alarma en la mañana y alaridos de guerra al mediodía. ¿Por qué no me mató
en el vientre? Habría sido mi madre mi sepulcro, y yo eterna preñez de sus entrañas. ¿Por qué
salí del vientre para pasar trabajos y fatigas y acabar mis días derrotado?
RESPONSORIO:
Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y lo
sellaron.
Y pusieron guardias para custodiarlo.
Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de vigilar
el sepulcro y pusieron guardias para custodiarlo.
SEGUNDA LECTURA:
De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado.
EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS.
¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una
gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se
atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que
dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la
región de los muertos.
En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a
los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a
liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.
El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la
cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama,
dirigiéndose a todos: Mi Señor está con todos vosotros. Y responde Cristo a Adán: y con tu
espíritu. Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: Despierta, tú que duermes, Y
levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.
Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti;
digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en
tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos.".
Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras
preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que
han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a
imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de
esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti,
hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste
expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un
huerto.
Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida
que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a
imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de
la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol
de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol
prohibido.
Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva,
mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te
sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra
ti.
Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco
no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida;
mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que
te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.
Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el
tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu
disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los
cielos.
RESPONSORIO:
¡Se fue nuestro Pastor, la fuente de agua viva! A su paso el sol se oscureció. Hoy fue por él
capturado el que tenía cautivo al primer hombre. Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y
cerrojos de la muerte.
Demolió las prisiones del abismo y destrozó el poder del enemigo.
Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
SÁBADO SANTO.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A Cristo, el Señor, que por nosotros murió, y por nosotros fue sepultado, venid,
adorémosle.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: A Cristo, el Señor, que por nosotros murió, y por nosotros fue sepultado, venid,
adorémosle.
HIMNO:
Venid al huerto, perfumes, enjugad la blanca sábana: en el tálamo nupcial el Rey descansa.
Muertos de negros sepulcros, venid a la tumba santa: la Vida espera dormida, la Iglesia
aguarda.
Llegad al jardín, creyentes, tened en silencio el alma: ya empiezan a ver los justos la noche
clara.
Oh dolientes de la tierra, verted aquí vuestras lágrimas: en la gloria de este cuerpo serán
bañadas.
Salve, cuerpo cobijado bajo las divinas alas; salve, casa del Espíritu, nuestra morada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Harán llanto como llanto por el hijo único, porque siendo inocente fue muerto el
Señor.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo; escóndeme
de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como
espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: ¿Quién lo descubrirá?
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas; su misma lengua los
lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Harán llanto como llanto por el hijo único, porque siendo inocente fue muerto el
Señor.
Antífona 2: Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
CÁNTICO:
Yo pensé: En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan
del resto de mis años.
Yo pensé: Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre
los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi
vida, y me cortan la trama.
Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un
león, día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se
consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma
ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la
fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad. Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos
nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Antífona 3: Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de
la muerte y del hades.
SALMO:
Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su augusto firmamento. Alabadlo por sus obras
magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos
vibrantes. Todo ser que alienta, alabe al Señor. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la
muerte y del hades.
LECTURA BREVE:
Esto dice el Señor: En su aflicción me buscarán, diciendo: "Volvamos al Señor. Él, que nos
despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará, y al tercero nos
levantará, y viviremos en su presencia.".
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz; por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Salvador del mundo, sálvanos; tú que con tu cruz y con tu sangre nos redimiste,
socórrenos, Dios nuestro.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Salvador del mundo, sálvanos; tú que con tu cruz y con tu sangre nos redimiste,
socórrenos, Dios nuestro.
PRECES:
Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser
sepultado, para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Señor, que junto a tu cruz y a tu sepulcro tuviste a tu Madre dolorosa que participó en tu
aflicción, haz que tu pueblo sepa también participar en tu pasión.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que como grano de trigo caíste en la tierra para morir y dar con ello fruto
abundante, haz que también nosotros sepamos morir al pecado y vivir para Dios.
Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Pastor de la Iglesia, que quisiste ocultarte en el sepulcro para dar la vida a los hombres,
haz que nosotros sepamos también vivir escondidos contigo en Dios.
Señor, ten piedad de nosotros.
Nuevo Adán, que quisiste bajar al reino de la muerte, para librar a cuantos, desde el origen
del mundo, estaban encarcelados, haz que todos los hombres, muertos al pecado, escuchen tu
voz y vivan.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, Hijo de Dios vivo, que has querido que por el bautismo fuéramos sepultados contigo
en la muerte, haz que siguiéndote a ti caminemos también nosotros en novedad de vida.
Señor, ten piedad de nosotros.
Movidos por el espíritu filial que Cristo nos mereció con su muerte, digamos al Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cruz preciosa, inmerecida: a los hombres diste vida.
Un dolor en el madero; y a los hombres un Cordero.
Sangre roja del combate; y para el hombre el rescate.
Tu victoria es nuestra vida, por la sangre de tu herida.
Nuestra vida es tu muerte ¡y para el hombre qué suerte! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
SALMO:
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién
me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento
tranquilo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda
sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor.
Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí testigos falsos, que
respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás. Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la
fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: “¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi
alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su
morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra.
Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob! inmovilizaste carros y caballos.
Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la
sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a
los humildes de la tierra.
La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributo al Temible: él deja sin
aliento a los príncipes, y es temible para los reyes del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
LECTURA BREVE:
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es él para perdonarnos y
purificarnos de toda iniquidad.
No me entregarás a la muerte.
Ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¡Misterio en el Calvario, escándalo sangriento!: el Señor de la tierra esclavo en un madero.
Víctima escarnecida, misterio y sacramento: el Señor de la gloria entre ladrones muerto.
Tú sabes que los hombres ignoran lo que han hecho; mas tu perdón los cubre, Sacerdote y
Cordero. ¡Misterio en el Calvario, escándalo sangriento!
Al fin viene la hora que espera el universo: la cruz en él clavada y tu gracia al acecho.
¡Víctima escarnecida, misterio y sacramento!
Tu sangre derramada floreció en el desierto. ¡Misterio del Calvario, escándalo sangriento!: la
muerte muerta es vida clavada en un madero. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, sacaste mi vida del abismo.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, sacaste mi vida del abismo.
LECTURA BREVE:
Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros
pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
El Señor da la muerte y la vida.
Hunde en el abismo y levanta.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cruz de Cristo, cuyos brazos todo el mundo han acogido.
Cruz de Cristo, cuya sangre todo el mundo ha redimido.
Cruz de Cristo, luz que brilla en la noche del camino.
Cruz de Cristo, cruz del hombre, su bastón de peregrino.
Cruz de Cristo, árbol de vida, vida nuestra, don eximio.
Cruz de Cristo, altar divino de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Su tabernáculo está en Jerusalén, su morada en la paz.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Su tabernáculo está en Jerusalén, su morada en la paz.
LECTURA BREVE:
Las tinieblas van pasando y ya brilla la luz verdadera. Quien dice que está en la luz y aborrece
a su hermano está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano está siempre en la luz; y
no hay ocasión de ruina en él.
Después de sepultar al Señor, sellaron el sepulcro.
Y pusieron guardias para custodiarlo.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Venid al huerto, perfumes, enjugad la blanca sábana: en el tálamo nupcial el Rey descansa.
Muertos de negros sepulcros, venid a la tumba santa: la Vida espera dormida, la Iglesia
aguarda.
Llegad al jardín, creyentes, tened en silencio el alma: ya empiezan a ver los justos la noche
clara.
Oh dolientes de la tierra, verted aquí vuestras lágrimas: en la gloria de este cuerpo serán
bañadas.
Salve, cuerpo cobijado bajo las divinas alas; salve, casa del Espíritu, nuestra morada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy! Yo decía en mi apuro: Los hombres son
unos mentirosos.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis
votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón.
Antífona 2: Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el
Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo,
escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados, mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y
extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a
los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de
seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú
eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el
Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Antífona 3: Destruid este templo -dice el Señor-y yo lo levantaré en tres días; esto lo decía
refiriéndose al templo de su propio cuerpo.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Destruid este templo -dice el Señor-y yo lo levantaré en tres días; esto lo decía
refiriéndose al templo de su propio cuerpo.
LECTURA BREVE:
Ya sabéis con qué os rescataron: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la
sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. Ya de antes de la creación del mundo
estaba él predestinado para eso; y al fin de los tiempos se ha manifestado por amor a
vosotros. Por él creéis en Dios que lo resucitó de entre los muertos y lo glorificó. Así vuestra
fe y esperanza se centran en Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz; por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Ahora ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su
glorificación por él; Dios, a su vez, pronto lo revestirá de su misma gloria.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ahora ha entrado el Hijo del hombre en su gloria, y Dios ha recibido su
glorificación por él; Dios, a su vez, pronto lo revestirá de su misma gloria.
PRECES:
Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser
sepultado, para resucitar de entre los muertos, y supliquémosle, diciendo:
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, de tu corazón traspasado salió sangre y agua, signo de cómo la Iglesia nacía de
tu costado; por tu muerte, por tu sepultura y por tu resurrección vivifica, pues, a tu Iglesia.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que te acordaste incluso de los apóstoles que habían olvidado la promesa de tu
resurrección, no olvides tampoco a los que por no creer en tu triunfo viven sin esperanza.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, víctima pascual inmolada por todos los hombres, atrae desde tu cruz a todos
los pueblos de la tierra.
Señor, ten piedad de nosotros.
Dios del universo, que contienes en ti todas las cosas y aceptaste, sin embargo, ser contenido
en un sepulcro, libra a toda la humanidad de la muerte y concédele una inmortalidad gloriosa.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, Hijo de Dios vivo, que colgado en la cruz prometiste el paraíso al ladrón arrepentido,
mira con amor a los difuntos, semejantes a ti por la muerte y la sepultura, y hazlos también
semejantes a ti por su resurrección.
Señor, ten piedad de nosotros.
Siguiendo la enseñanza de Jesucristo, que nos ha hecho hijos de Dios, digamos juntos a
nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del
sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo,
resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los
mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla.
Cuando me llegue el tránsito esperado y siga sin retorno por mi senda, como todos los
mortales, el sueño de tu rostro será lumbre y tu gloria mi gloria venidera.
El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario como secreto amor que a ti se llega. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz; por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle
de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de
este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
TIEMPO PASCUAL DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL
SEÑOR De la solemnidad.
17 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR.
Hoy, la celebración solemne de la Vigilia pascual reemplaza el Oficio de lectura.
Quienes no hayan participado en la celebración de la Vigilia pascual usarán, para el Oficio de
lectura, al menos cuatro de las lecturas de la referida Vigilia pascual, con sus cantos y
oraciones. Es muy conveniente elegir, de entre las lecturas de la Vigilia pascual, las que se
proponen a continuación.
Este Oficio empieza directamente con las lecturas.
PRIMERA LECTURA:
Del libro del Éxodo.
LOS HIJOS DE ISRAEL ENTRAN EN EL MAR COMO POR TIERRA FIRME.
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Tú alza tu
cayado y extiende tu mano sobre el mar y se abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan
atravesarlo como por tierra firme. Yo haré que el Faraón se empeñe en entrar detrás de
vosotros y mostraré mi gloria derrotando al Faraón y a su ejército, a sus carros y jinetes; para
que sepa Egipto que yo soy el Señor, cuando muestre mi gloria derrotando al Faraón con sus
carros y jinetes.
El ángel de Dios que caminaba delante de las huestes de Israel se levantó y pasó a su
retaguardia; la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás, colocándose
entre el campamento egipcio y el campamento israelí; la nube se oscureció y la noche quedó
tenebrosa, de modo que los egipcios no pudieron acercarse a los hijos de Israel en toda la
noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte
viento del este que secó el mar y las aguas se dividieron en dos. Los hijos de Israel entraron
por el mar como por tierra firme, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los
egipcios se lanzaron en su persecución y entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos
del Faraón, sus carros y sus guerreros.
A la vigilia matutina, volvió Dios la mirada desde la columna de fuego y humo hacia el
ejército egipcio y sembró en él el pánico. Hizo que las ruedas de los carros se trabasen unas
con otras, de modo que sólo muy penosamente avanzaban. Los egipcios exclamaron
entonces:
Huyamos de Israel, porque el Señor combate por él contra Egipto.
Pero Dios dijo a Moisés:
Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas se reunirán sobre los egipcios, sus carros y sus
jinetes.
Y Moisés extendió su mano sobre el mar, y, al despuntar el día, el mar recobró su estado
ordinario y los egipcios en fuga se vieron frente a las aguas, y así arrojó Dios a los egipcios en
medio del mar, pues las aguas, al reunirse, cubrieron carros, jinetes y todo el ejército del
Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel, y no escapó ni uno solo. Pero
los hijos de Israel caminaban sobre tierra seca por en medio del mar. Las aguas les hacían de
muralla a derecha e izquierda.
Aquel día libró Dios a Israel de los egipcios, cuyos cadáveres vio Israel en las orillas del mar.
Israel vio la mano potente que mostró Dios contra Egipto, y el pueblo temió al Señor, y creyó
en él y en Moisés su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este cántico al
Señor:
Antífona: Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
CÁNTICO:
Cantemos al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. El Señor es un guerrero,
su nombre es Yahvé.
Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes; las olas
los cubrieron, cayeron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, resplandece por su fuerza, tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste con tu poder hasta tu santa
morada. Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono,
Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.
Antífona: Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que has iluminado los prodigios de los tiempos antiguos con la luz del nuevo
Testamento, pues el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal y el pueblo liberado de la
esclavitud fue imagen del pueblo cristiano; haz que todas las naciones, elevadas por la fe a la
dignidad de pueblo elegido, sean regeneradas por la participación de tu Espíritu. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
SEGUNDA LECTURA:
Del libro del profeta Ezequiel.
DERRAMARÉ SOBRE VOSOTROS UN AGUA PURA Y OS DARÉ UN CORAZÓN
NUEVO.
El Señor me dirigió la palabra y me dijo:
Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la contaminó con su conducta y con sus malas
obras; como sangre inmunda fue su proceder ante mí. Entonces derramé mi cólera sobre ellos
por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo contaminado con sus ídolos. Los
esparcí por las naciones y anduvieron dispersos por los países; según su proceder y sus malas
obras los juzgué. Al llegar a las diversas naciones profanaron mi santo nombre, pues decían
de ellos: "Éstos son el pueblo del Señor, han tenido que salir de su tierra." Entonces tuve
consideración de mi nombre santo, profanado por la casa de Israel en las naciones adonde
fue.
Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor: No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino
por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones adonde fuisteis. Mostraré la
santidad de mi nombre ilustre profanado entre los gentiles, que vosotros profanasteis en
medio de ellos; y sabrán los gentiles que yo soy el Señor, cuando manifieste mi santidad a la
vista de ellos, por medio de vosotros.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e
idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré
mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis
mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo
seré vuestro Dios.
Antífona: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
SALMO:
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de
Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Recuerdo cómo marchaba hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el
bullicio de la fiesta.
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu
morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
Antífona: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, fuerza inmutable y luz sin ocaso, mira con bondad a tu Iglesia, a quien
has puesto como sacramento de salvación de la nueva alianza, y lleva a término, según tus
designios, la obra de la redención humana: que todo el mundo vea y sienta cómo lo abatido se
levanta y lo viejo se renueva, y cómo todo vuelve a su integridad primera por medio de
Cristo, de quien todo procede. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
TERCERA LECTURA:
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
CRISTO, UNA VEZ RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, YA NO MUERE.
Hermanos: Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en
su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su
muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros vivamos una vida nueva. Pues, si hemos sido injertados vitalmente en
Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
Ya sabemos que nuestra antigua condición humana fue crucificada con Cristo, a fin de que la
solidaridad general con el pecado fuese destruida y dejásemos de ser esclavos del pecado,
pues el que muere queda libre de pecado.
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él,
pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no
tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su
vida es un vivir para Dios. Así también considerad vosotros que estáis muertos al pecado,
pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
CUARTA LECTURA:
Lectura del evangelio según san Mateo.
HA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS.
SABED QUE VA ANTES QUE VOSOTROS A GALILEA.
Una vez pasado el sábado, estando ya para amanecer el primer día de la semana, vino María
Magdalena, con la otra María, a ver el sepulcro. Y, de pronto, se produjo un gran terremoto:
el ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó encima. Su
semblante brillaba como el relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve. Los guardias
quedaron aterrados y como muertos. Y, dirigiéndose el ángel a las mujeres, les dijo:
No tengáis miedo, vosotras; ya sé que venís en busca de Jesús, el que ha sido crucificado. No
está aquí; ha resucitado como ya lo había anunciado. Venid a ver el sitio donde estaba puesto.
Id en seguida a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. Sabed que va
antes que vosotros a Galilea. Allí lo veréis. Esto es lo que tenía que deciros.
Abandonaron en seguida el sepulcro y, llenas de miedo y de gran gozo a la vez, fueron
corriendo a llevar la noticia a los discípulos. Y de improviso les salió Jesús al encuentro,
saludándolas con estas palabras:
Dios os salve.
Ellas se llegaron a él, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Entonces, Jesús les dijo:
No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, Santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
LAUDES.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Estaba al alba María, llamándole con sus lágrimas.
Vino la Gloria del Padre y amaneció el primer día. Envuelto en la blanca túnica de su propia
luz divina -la sábana de la muerte dejada en tumba vacía-, Jesús, alzado, reinaba; pero ella no
lo veía.
Estaba al alba María, la fiel esposa que aguarda.
Mueva el Espíritu al aura en el jardín de la vida. Las flores huelan la Pascua de la carne sin
mancilla, y quede quieta la esposa sin preguntas ni fatiga. ¡Ya está delante el esposo, venido
de la colina!
Estaba al alba María, porque era la enamorada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a
nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y
bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al
pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. De él hablan
todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón
de sus pecados.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido
el sol. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido
el sol. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, quien por su
poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han
muerto, concédenos vivir hoy en tu alabanza.
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz, concédenos que, unidos a ti
en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes
y sacerdotes, enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa, para poder
contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.
Cristo, vida nuestra, sálvanos.
Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en
nuestra boca:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y
me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el
cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego
en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa”.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor
es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer día
y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Y se apareció a Cefas y luego a los Doce.
Este es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aún cuando estábamos
muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo -por pura gracia habéis sido salvadosy nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús.
Este es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, para participar de su muerte; para que,
así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva.
Este es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al fin será la paz y la corona, los vítores, las palmas sacudidas, y un aleluya inmenso como el
cielo para cantar la gloria del Mesías.
Será el estrecho abrazo de los hombres, sin muerte, sin pecado, sin envidia; será el amor
perfecto del encuentro, será como quien llora de alegría.
Porque hoy remonta el vuelo el sepultado y va por el sendero de la vida a saciarse de gozo
junto al Padre y a preparar la mesa de familia.
Se fue, pero volvía, se mostraba, lo abrazaban, hablaba, compartía; y escondido la Iglesia lo
contempla, lo adora más presente todavía.
Hundimos en sus ojos la mirada, y ya es nuestra la historia que principia, nuestros son los
laureles de su frente, aunque un día le dimos las espinas.
Que el tiempo y el espacio limitados sumisos al Espíritu se rindan, y dejen paso a Cristo
omnipotente, a quien gozoso el mundo glorifica. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para
siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos
por escabel de sus pies. Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en
la gloria a los que ha santificado.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La tarde de aquel mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas
del lugar donde se hallaban los discípulos, se presentó Jesús; y en presencia de todos
exclamó: La paz sea con vosotros. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La tarde de aquel mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas
del lugar donde se hallaban los discípulos, se presentó Jesús; y en presencia de todos
exclamó: La paz sea con vosotros. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, el Señor, que murió y resucitó por los hombres, y ahora intercede por
nosotros, y digámosle:
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Cristo, luz y salvación de todos los pueblos, derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que
has querido fueran testigos de tu resurrección en el mundo.
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza y la tierra toda se llene
del conocimiento de tu gloria.
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia y haz que juntamente con todos nuestros
hermanos obtengamos el premio y el descanso de nuestros trabajos.
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Tú que has vencido a la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu
enemigo, para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Cristo Salvador, tú que te hiciste obediente hasta la muerte y has sido elevado a la derecha del
Padre, recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.
Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.
Unamos nuestra oración a la de Jesús, nuestro abogado ante el Padre, y digamos como él nos
enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor
de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la
nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de
la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
El corazón se dilata sin noche en tu santo cuerpo, oh morada iluminada, mansión de todo
consuelo.
Por tu muerte sin pecado, por tu descanso y tu premio, en ti, Jesús, confiamos, y te miramos
sin miedo.
Como vigilia de amor te ofrecemos nuestro sueño; tú que eres el paraíso, danos un puesto en
tu reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios
de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos
levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del tiempo.
18 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cristo el Señor, como la primavera, como una nueva aurora, resucitó.
Cristo, nuestra Pascua, es nuestro rescate, nuestra salvación.
Es grano en la tierra, muerto y florecido, tierno pan de amor.
Se rompió el sepulcro, se movió la roca, y el fruto brotó.
Dueño de la muerte, en el árbol grita su resurrección.
Humilde en la tierra, Señor de los cielos, su cielo nos dió.
Ábranse de gozo las puertas del Hombre que al hombre salvó.
Gloria para siempre al Cordero humilde que nos redimió. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo soy el que soy, Y no sigo el consejo de los impíos, sino que mi gozo es la ley
del Señor. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los
pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y
medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan
sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se
levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino
de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo soy el que soy, Y no sigo el consejo de los impíos, sino que mi gozo es la ley
del Señor. Aleluya.
Antífona 2: Lo he pedido a mi Padre, y me ha dado en herencia las naciones. Aleluya.
SALMO:
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías:
rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta
con su cólera: yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: Tú eres mi hijo: yo te he engendrado
hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los
gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de
pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Lo he pedido a mi Padre, y me ha dado en herencia las naciones. Aleluya.
Antífona 3: Yo me acosté, dormí y desperté, porque el Señor me sostuvo. Aleluya.
SALMO:
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: ya no
lo protege Dios.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al
Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo
innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los
dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo me acosté, dormí y desperté, porque el Señor me sostuvo. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
APARICIONES y ASCENSIÓN DEL SEÑOR.
En mi primer libro, querido Teófilo, traté de todo lo que hizo y enseñó Jesús desde sus
comienzos hasta el día en que, después de haber dado sus instrucciones por medio del
Espíritu Santo a los apóstoles que se había escogido, fue llevado al cielo.
De ellos se dejó ver después de su pasión, dándoles pruebas evidentes de que estaba con vida,
se les apareció a lo largo de cuarenta días, y les fue instruyendo acerca del reino de Dios.
Estando una vez comiendo con ellos a la mesa, les mandó que no saliesen de Jerusalén, sino
que esperasen ahí la promesa del Padre, “promesa -añadió-que de mis labios escuchasteis:
Juan, es cierto, bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados dentro de pocos días con el
Espíritu Santo”.
Estando, pues, reunidos con él, le preguntaron:
“Señor, vas a restaurar ahora el reino de Israel?” Él les respondió:
“No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión que el Padre ha señalado con su autoridad,
pero recibiréis la fortaleza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los últimos confines de la tierra”.
Dichas estas palabras, se elevó en presencia de ellos hacia el cielo, y una nube lo ocultó a su
vista.
Mientras continuaban mirando ansiosamente al cielo, con la vista fija en Jesús, que se
alejaba, aparecieron de improviso ante ellos dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
“Galileos, qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús, que ha sido llevado al cielo, vendrá de la
misma manera que le habéis visto subir allá”.
Con esto regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de la
ciudad, a poco más de un kilómetro de distancia, y subieron al piso alto de la casa, donde se
alojaban, Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago,
hijo de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas, hijo de Santiago.
Todos ellos, llevados de un mismo afecto, se reunían allí para la oración, en compañía de
algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste.
Uno de aquellos días, dirigiéndose Pedro a los hermanos reunidos (eran en total unas ciento
veinte personas), habló así:
“Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo por boca de David había profetizado
acerca de Judas, el que guió a los que prendieron a Jesús.
Él era uno de los nuestros y había obtenido un puesto en este nuestro ministerio.
A decir verdad, se ganó un campo como premio de su iniquidad, habiendo caído de cabeza y
reventado por la mitad, se esparcieron todas sus entrañas.
Y el caso llegó a ser tan conocido de todos los habitantes de Jerusalén, que aquel campo se
llamó en su lengua "Hacéldama", que quiere decir: "Campo de la sangre." Así está escrito en
el libro de los salmos: "Que se quede desierta su morada, que nadie habite en ella.
Y que otro se levante con su cargo." Hay aquí entre nosotros hombres que han andado en
nuestra compañía todo el tiempo del ministerio público de Jesús, el Señor, es decir, desde el
bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, es, pues, preciso que elijamos a uno de ellos
para que, junto con nosotros, dé testimonio de la verdad de la resurrección”.
Y presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías.
Y oraron así:
“Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a quién de estos dos has elegido
para ocupar en este ministerio del apostolado el puesto que abandonó Judas para irse a su
lugar”.
Echaron suertes entre ellos, y la suerte cayó sobre Matías, así quedó agregado a los once
apóstoles.
RESPONSORIO:
Dios hizo que Jesús se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos
elegidos de antemano por Dios. Aleluya.
Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos.
El Señor ha hecho alianza con nosotros, con los que estamos vivos hoy, aquí, cara a cara nos
ha hablado.
Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos.
Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua.
ENCOMIO DE CRISTO.
Entendedlo, queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y
temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en
la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del
Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos.
La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es
eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un
cordero y resucitó como Dios.
Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún
cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha
llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en
este hombre está Cristo, que lo abarca todo.
Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la ley tenían
como objetivo final a Cristo Jesús, pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba
en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.
La ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en nueva (y una
y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha convertido en gracia, la figura en
realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en un hombre y este hombre en Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que estábamos
sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que estábamos cautivos, fue condenado por nosotros,
que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que estábamos bajo el poder del sepulcro,
resucitó de entre los muertos y clamó con voz potente: ¿Quién me condenará? Que se me
acerque. Yo he librado a los que estaban condenados, he dado la vida a los que estaban
muertos, he resucitado a los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy
Cristo -dice-, el que he destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que he
pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y he arrebatado al hombre hasta lo más alto de
los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.
Venid, pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el pecado, y
recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua de salvación, yo el
cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo vuestra vida, yo vuestra
resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo soy quien os hago subir
hasta lo alto de los cielos, yo soy quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los
cielos, yo soy quien os resucitaré con el poder de mi diestra.
RESPONSORIO:
La promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido ahora, resucitando a Jesús: él ha
sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.
Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado.
Él ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
La bella flor que en el suelo plantada se vio marchita ya torna, ya resucita, ya su olor inunda
el cielo.
De tierra estuvo cubierta, pero no fructificó del todo, hasta que quedó en un árbol seco
injerta. Y, aunque a los ojos del suelo se puso después marchita, ya torna, ya resucita, ya su
olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta, flores de finos olores, mas no se irá todo en flores, porque flor de
fruto es ésta. Y, mientras su Iglesia grita mendigando algún consuelo, ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto cuando resucita Dios, que, si el barco llega al puerto, llegamos
junto con vos. Hoy la Cristiandad se quita sus vestiduras de duelo. Ya torna, ya resucita, ya su
olor inunda el cielo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, el mensaje de la fe que
nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu
corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos
para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la
salvación.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado el Señor de entre los muertos.
Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado el Señor de entre los muertos.
Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, a quien el Padre ha enaltecido dándole en herencia todas las
naciones, y digámosle suplicantes:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Señor Jesucristo, que en tu victoria destruiste el poder del abismo, venciendo la muerte y el
pecado, haz que también nosotros venzamos hoy el pecado.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Tú que alejaste de nosotros la muerte y nos has dado nueva vida, concédenos andar hoy por la
senda de esta vida nueva.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Tú que diste vida a los muertos, haciendo pasar a la humanidad entera de la muerte a la vida,
concede el don de la vida eterna a cuantos se relacionarán hoy con nosotros.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Tú que llenaste de confusión a los que hacían guardia ante tu sepulcro y alegraste a los
discípulos con tus apariciones, llena de gozo a cuantos te sirven.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al Padre que su
reino llegue a nosotros:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Vi al Hijo del hombre y me dijo: “Yo soy el primero y el último, el que vive.
Estaba muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y
del hades”.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una
alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es
el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando
sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y
hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las
aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día
le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un
héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al
ignorante; los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es
límpida y da luz a los ojos; la voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los
mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos; más preciosos que el oro, más
que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.
Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado, ¿quién conoce sus faltas? Absuélveme
de lo que se me oculta.
Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del
gran pecado.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
En Cristo, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la deidad; e, incorporados a él,
alcanzáis también vosotros esa plenitud en él, con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, y
con él resucitasteis mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos,
como enseño en mi mensaje de salud.
Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cantarán, llorarán razas y hombres, buscarán la esperanza en el dolor, el secreto de vida es ya
presente: resucitó el Señor.
Dejarán de llorar los que lloraban, brillará en su mirar la luz del sol, ya la causa del hombre
está ganada: resucitó el Señor.
Volverán entre cánticos alegres los que fueron llorando a su labor, traerán en sus brazos la
cosecha: resucitó el Señor.
Cantarán a Dios Padre eternamente la alabanza de gracias por su don, en Jesús ha brillado su
Amor santo: resucitó el Señor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los
cielos. Él es ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, que fue fabricada
por el Señor y no por hombre alguno. Todo sumo sacerdote es instituido para ofrecer
oblaciones y sacrificios.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo: Buenos días. Ellas se acercaron y
se abrazaron a sus pies. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo: Buenos días. Ellas se acercaron y
se abrazaron a sus pies. Aleluya.
PRECES:
Con espíritu gozoso, invoquemos a Cristo, a cuya humanidad dio vida el Espíritu Santo,
haciéndolo fuente de vida para los hombres, y digámosle:
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Cristo, salvador del mundo y rey de la nueva creación, haz que, ya desde ahora, con el
espíritu vivamos en tu reino, donde estás sentado a la derecha del Padre.
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Señor, tú que vives en tu Iglesia hasta el fin de los tiempos, condúcela por el Espíritu Santo al
conocimiento de toda verdad.
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren luz en tu victoria, y que
tu gloriosa resurrección los consuele y los conforte.
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Al terminar este día, te ofrecemos nuestro homenaje, oh Cristo, luz imperecedera, y te
pedimos que con la gloria de tu resurrección ilumines a nuestros hermanos difuntos.
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Porque Jesucristo nos ha hecho participar de su propia vida, somos hijos de Dios y por ello
nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia dándole continuamente nuevos hijos por el
bautismo, concédenos ser siempre fieles en nuestra vida a la fe que en ese sacramento hemos
recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del tiempo.
19 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Que doblen las campanas jubilosas, y proclamen el triunfo del amor, y llenen nuestras almas
de aleluyas, de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos, la vida para siempre es libertad, ni la muerte ni el mal
son para el hombre su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia y su final; esperad con confianza
su venida: no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que
el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre, aleluyas al Hijo salvador, su Espíritu corone la alegría que
su amor derramó en el corazón. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. Aleluya.
SALMO:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los
mares, Él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el
prójimo en falso. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. Aleluya.
Antífona 2: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él me ha devuelto la vida. Aleluya.
SALMO:
Aclama al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: ¡Qué terribles son tus obras, por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!
Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres: transformó el
mar en tierra firme, a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente; sus ojos vigilan a las
naciones, para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas, porque él nos ha devuelto la
vida y no dejó que tropezaran nuestros pies.
¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata; nos empujaste a la
trampa, nos echaste a cuestas un fardo: sobre nuestro cuello cabalgaban, pasamos por fuego y
por agua, pero nos has dado respiro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, porque él me ha devuelto la vida. Aleluya.
Antífona 3: Venid a escuchar, os contaré lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
SALMO:
Entraré en tu casa con víctimas, para cumplirte mis votos: los que pronunciaron mis labios y
prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas, te quemaré carneros, inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca y lo
ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención, el Señor no me habría escuchado; pero Dios me
escuchó, y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid a escuchar, os contaré lo que el Señor ha hecho conmigo. Aleluya.
Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
PRIMER DISCURSO DE PEDRO.
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar, de pronto, se
oyó un estruendo que venía del cielo, como de un viento impetuoso que invadió toda la casa
donde estaban reunidos.
Y aparecieron unas como lenguas de fuego, que se repartieron y posaron sobre cada uno de
ellos, todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas,
según les hacía expresarse el Espíritu.
Vivían a la sazón en Jerusalén judíos, hombres piadosos, que pertenecían a todas las naciones
que hay bajo el cielo.
Al producirse aquel estruendo, acudió un gran gentío, y todos quedaban atónitos al oírlos
hablar cada uno en su propia lengua.
Maravillados y llenos de estupor, exclamaban:
"Pero, no son galileos todos estos que están hablando? Pues cómo cada uno de nosotros los
estamos oyendo hablar nuestra lengua materna? Partos, medos, elamitas, los que vivimos en
Mesopotamia, Judea y Capadocia, en el Ponto y en el Asia proconsular, en Frigia y Panfilia,
en Egipto y tierras de Libia Cirenaica, forasteros romanos, tanto judíos de raza como
prosélitos, cretenses y árabes, todos los estamos oyendo hablar en nuestras lenguas las
grandezas de Dios”.
Perplejos y llenos de estupor, se preguntaban unos a otros:
"Pero qué es esto?”.
Otros se burlaban y decían:
“Están llenos de mosto”.
Pedro, acompañado de los Once, alzó entonces su voz y les dirigió este discurso:
“Judíos y moradores todos de Jerusalén, prestad atención a mis palabras y tenedlo bien
entendido.
No están éstos ebrios de vino, como vosotros pensáis, pues son todavía las nueve de la
mañana.
Lo que estáis viendo es el cumplimiento de esta profecía de Joel:
"En los últimos días -dice Dios-, derramaré mi espíritu sobre toda carne: profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos soñarán
sueños.
Hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días.
Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra: sangre, fuego, columnas de
humo.
El sol se oscurecerá, la luna aparecerá sangrienta, antes de que llegue el día del Señor, grande
y terrible y cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán."“.
RESPONSORIO:
Cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán. Aleluya.
No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular, en ningún otro se encuentra la salud.
No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.
Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De las Disertaciones de san Anastasio de Antioquía, obispo.
EL MESÍAS TENÍA QUE PADECER, PARA ASÍ ENTRAR EN SU GLORIA.
Después que Cristo se había mostrado, a través de sus palabras y sus obras, como Dios
verdadero y Señor del universo, decía a sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad
que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los gentiles y a los sumos
sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto que
decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de
antemano la muerte que había de padecer en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían
profetizado desde el principio la muerte de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte;
como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello predecían
que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e inmortal; y no podríamos
tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el
motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su pasión y
en su impasibilidad; como también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo demás
impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como podía ser salvado el
hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y aquellos a quienes él se las revela; él, en
efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que el Espíritu penetra la
profundidad de los misterios divinos.
El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo
afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos
discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Porque él,
en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes
que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por
medio de la pasión, y que había de ser atribuida al que nos guiaba a la salvación, como nos
enseña la carta a los Hebreos, cuando dice que él es el que nos guía a la salvación,
perfeccionado por medio del sufrimiento.
Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por
nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la
misma carne que había asumido; dice, en efecto, san Juan, en su evangelio, al explicar en qué
consiste aquella agua que dijo el Salvador que brotaría como un torrente del seno del que crea
en él: Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe,
pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado; aquí el
evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por esto el Señor, en la oración que
dirige al Padre antes de su pasión, le pide que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto
a él, antes que el mundo existiese.
RESPONSORIO:
Como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de
hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba
a guiarlos a la salvación. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.
El Mesías tenía que padecer, para así entrar en su gloria.
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
Estaba al alba María, porque era la enamorada.
¡María!, la voz amada. ¡Rabbuní!, dice María. El amor se hizo un abrazo junto a las plantas
benditas; las llagas glorificadas ríos de fuego y delicia; Jesús, esposo divino, María, esposa
cautiva.
Estaba al alba María, para una unción preparada.
Jesús en las azucenas al claro del bello día. En los brazos del Esposo la Iglesia se regocija.
¡Gloria al Señor encontrado, gloria al Dios de la alegría, gloria al Amor más amado, gloria y
paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!
Estaba al alba María, es Pascua en la Iglesia santa. ¡Aleluya! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y
nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al
Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y ganados,
bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor,
bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Y durante muchos días se apareció a los que con él
habían subido de Galilea a Jerusalén: éstos, efectivamente, dan ahora testimonio de él ante el
pueblo. Y nosotros os damos la buena nueva: la promesa que Dios hizo a nuestros padres la
ha cumplido él ahora con nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el
salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Jesús dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó: ¡Maestro! Jesús le dijo: Suéltame,
que aún no he subido al Padre. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Jesús dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó: ¡Maestro! Jesús le dijo:
Suéltame, que aún no he subido al Padre. Aleluya.
PRECES:
Alabemos a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo, y
supliquémosle:
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y
salvaste al universo entero, conviértenos en testigos de tu resurrección.
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva, haz de
nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo,
renuévanos por el Espíritu consolador.
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo, quédate hoy con nosotros y
sé siempre nuestro compañero.
Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular; en
ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por
el que nosotros debamos salvarnos.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
A vosotros os salva el bautismo, el cual no es remoción de las manchas del cuerpo, sino la
petición que hace a Dios una buena conciencia, en virtud de la resurrección de Jesucristo, que
está a la diestra de Dios.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que,
guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que, sin cometer iniquidad, anda por
sus senderos.
Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas; entonces no sentiré vergüenza al
mirar tus mandatos.
Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente, tú no me abandones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: “Tú eres mi bien.” Los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni
tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua
a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia
fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su
nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado
me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi
copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa
del Señor por años sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a
la diestra de Dios.
Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Nos reúne de nuevo el misterio del Señor que resurge a la vida, con su luz ilumina a la Iglesia,
como el sol al nacer cada día.
Resucita también nuestras almas, que tu muerte libró del castigo y vencieron contigo al
pecado en las aguas del santo bautismo.
Transfigura los cuerpos mortales que contemplan tu rostro glorioso, bella imagen del Dios
invisible que ha querido habitar con nosotros.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro, y a tu lado vivamos por
siempre dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada
por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del
Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios
acepta por Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mientras estaba llorando junto al sepulcro, vi a mi Señor. Aleluya.
PRECES:
Aclamemos alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra resucitó
gloriosamente a vida nueva, y digámosle confiados:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan con celo a tu
pueblo y lo conduzcan por los caminos del bien.
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los que sirven a tu Iglesia con el estudio de tu palabra: que escudriñen
tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu pueblo.
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el combate de la fe y,
habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que en la cruz cancelaste la nota de cargo de nuestra deuda, destruye también en nosotros
toda clase de esclavitud y líbranos de toda tiniebla.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo, recibe a nuestros
hermanos difuntos en tu reino.
Rey de la gloria, escúchanos.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del
tiempo.
20 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Señor, Dios mío, que grande eres. Aleluya.
SALMO:
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la
luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te
sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros; el fuego
llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del
océano, y las aguas se posaron sobre las montañas; pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu
trueno se precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto
asignado. Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras
de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las
frondas se oye su canto.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Señor, Dios mío, que grande eres. Aleluya.
Antífona 2: La tierra se sacia, Señor, de tu acción fecunda. Aleluya.
SALMO:
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar
hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó: allí anidan los
pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son
madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la noche y
rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su
labranza hasta el atardecer.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La tierra se sacia, Señor, de tu acción fecunda. Aleluya.
Antífona 3: Gloria a Dios para siempre. Aleluya.
SALMO:
¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría!; la tierra está llena de tus
creaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo
surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu
mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Cuando él mira la tierra, ella
tiembla; cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi
poema, y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma
mía, al Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Gloria a Dios para siempre. Aleluya.
Dios resucitó al Señor. Aleluya.
Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
DISCURSO DE PEDRO SOBRE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
“Hombres de Israel, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazareno, a este hombre acreditado
por Dios con milagros, prodigios y señales, que por su medio Dios realizó en vuestra
presencia, como bien lo sabéis, a este hombre, que fue entregado a la muerte porque así
estaba previsto y querido por Dios, a este hombre habéis quitado la vida, clavándolo en cruz
por mano de los infieles.
Pero Dios, rompiendo las ataduras de la muerte, lo resucitó, porque era imposible que
continuase dominado por ella.
Así, David dice de él:
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón y se goza mi lengua, y hasta mi carne descansa en la
esperanza, porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.".
Hermanos, permitidme que os hable con libertad y franqueza: el patriarca David murió y fue
sepultado, y su sepulcro se conserva todavía hoy entre nosotros.
Pero, siendo como era profeta, y sabiendo que Dios le había prometido y jurado colocar en su
trono un descendiente de su raza, con visión profética habló de la resurrección del Mesías: de
cómo no ha sido abandonado en la región de los muertos, y de cómo su cuerpo no ha
experimentado la corrupción.
A éste, que no es otro sino Jesús, Dios lo ha resucitado, testigos somos todos nosotros.
Ahora bien, entronizado como está a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu
Santo prometido, y lo ha derramado ahora.
Eso es lo que estáis viendo y oyendo.
Pues no fue David quien subió a los cielos, bien lo dice él mismo: "Oráculo del Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies." Así, pues, que todo
el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este
mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado”.
Después de escuchar este discurso, sintieron compungirse vivamente sus corazones, y,
dirigiéndose a Pedro y a los demás apóstoles, les dijeron:
“Hermanos, qué es lo que tenemos que hacer?”.
Pedro les contestó:
“Arrepentíos, y bautizaos en el nombre de Jesús, el Mesías, para alcanzar el perdón de
vuestros pecados, así recibiréis el don del Espíritu Santo.
La promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que llame el Señor Dios
nuestro, aunque estén lejos”.
Y con otras muchas razones los exhortaba, diciendo: “Salvaos de esta generación perversa”.
Ellos, por su parte, acogieron favorablemente su palabra, y se hicieron bautizar.
Y se agregaron aquel día a la comunidad unas tres mil personas.
RESPONSORIO:
Los que acogieron favorablemente la palabra de Pedro se hicieron bautizar, eran constantes
en escuchar la enseñanza de los apóstoles. Aleluya.
Los creyentes vivían todos unidos, y lo tenían todo en común.
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Los creyentes vivían todos unidos, y lo tenían todo en común. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De una Homilía pascual de un autor antiguo.
CRISTO AUTOR DE LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA.
El apóstol Pablo, recordando la dicha de la salvación restaurada, exclama: Del mismo modo
que por Adán la muerte entró en el mundo, así también por Cristo ha sido restablecida la
salvación en el mundo; y también: El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo
es del cielo.
Y aun añade: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, esto es, del hombre viejo,
pecador, seremos también imagen del hombre celestial, esto es, del reconocido por Dios, del
redimido, del restaurado. Esforcémonos, por tanto, en conservar la salvación que nos viene
de Cristo, ya que el mismo Apóstol dice: Primero, Cristo, esto es, el autor de la resurrección
y la vida; después, los de Cristo, esto es, los que, imitando el ejemplo de su vida íntegra,
tendrán una esperanza cierta, basada en la resurrección del Señor, de la futura posesión de la
misma gloria celestial que él posee, como dice el mismo Señor en el Evangelio: El que me
sigue no perecerá, sino que pasará de la muerte a la vida.
Así, pues, la pasión del Salvador es la salvación de la vida humana. Para esto quiso morir por
nosotros, para que nosotros, creyendo en él, viviéramos para siempre. Quiso hacerse como
nosotros en el tiempo, para que nosotros, alcanzando la eternidad que él nos promete,
viviéramos con él para siempre.
Éste, digo, es aquel don gratuito de los misterios celestiales, esto es lo que nos da la Pascua,
esto significa la ansiada solemnidad anual, éste es el principio de la nueva creación.
Por esto los neófitos que la santa Iglesia ha dado a luz mediante el baño de vida hacen resonar
los balidos de una conciencia inocente con sencillez de recién nacidos. Por esto unos castos
padres y unas madres honestas alcanzan por la fe una nueva e innumerable progenie.
Por esto, bajo el árbol de la fe, brilla el resplandor de los cirios en la fuente bautismal
inmaculada. Por esto los que han nacido a esta nueva vida son santificados con el don
celestial y alimentados con el solemne misterio del sacramento espiritual.
Por esto la comunidad de los fieles, alimentada en el regazo maternal de la Iglesia, formando
un solo pueblo, adora al Dios único en tres personas, cantando el salmo de la festividad por
excelencia: Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
¿De qué día se trata? De aquel que nos da el principio de vida, que es el origen y el autor de la
luz, esto es, el mismo Señor Jesucristo, quien afirma de sí mismo: Yo soy el día; quien
camina de día no tropieza, esto es, quien sigue a Cristo en todo llegará, siguiendo sus huellas,
hasta el trono de la luz eterna; según aquello que él mismo pidió al Padre por nosotros,
cuando vivía aún en su cuerpo mortal: Padre, quiero que todos los que han creído en mí estén
conmigo allí donde yo esté; para que, así como tú estás en mí y yo en ti, estén ellos en
nosotros.
RESPONSORIO:
El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo. Nosotros, que somos
imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Aleluya.
Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres
celestiales.
Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
Gloriosa aurora de este nuevo día, despierta en nuestras almas la alegría de ver nuestro Señor
glorificado, vencidos ya la muerte y el pecado.
Jesús llena de luz el mundo entero; de cuantos vivirán, él el primero entró en la luz de eternas
claridades, glorioso ya sin fin de eternidades.
Torrente de alegría, salte y fluya el grito jubiloso de aleluya, los hombres y los pueblos lo
repitan, sus vidas en el Cristo resucitan.
Jesús, presente y vivo en tus hermanos, acoge nuestras manos en tus manos, conduce el
caminar de nuestras vidas por sendas de vivir ya redimidas.
Recibe, Padre santo, la alabanza del pueblo que te aclama en la esperanza de ser junto a tu
Hijo eternamente reunido por tu Espíritu clemente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él,
pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no
tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su
vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado,
pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, Jesús les fue
explicando todos los pasajes de la Escritura que a él se referían. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, Jesús les fue
explicando todos los pasajes de la Escritura que a él se referían. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra
justificación, y aclamémoslo, diciendo:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has alegrado y con tu
resurrección nos has exaltado y nos has enriquecido, ilumina hoy nuestras mentes y santifica
nuestra jornada con la gracia de tu Espíritu Santo.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Tú que en el cielo eres glorificado por los ángeles y en la tierra eres adorado por los hombres,
recibe la adoración que en espíritu y verdad te tributamos en estas fiestas de tu resurrección.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Sálvanos, Señor Jesús, muestra tu amor y tu misericordia al pueblo que confía en tu
resurrección y, compadecido de nosotros, defiéndenos hoy de todo mal.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Rey de la gloria y vida nuestra, haz que, cuando te manifiestes al mundo, podamos aparecer
también nosotros juntamente contigo en la gloria.
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus palabras.
Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca; mi alegría es el camino de tus
preceptos, más que todas las riquezas.
Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas; tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus
palabras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
A ti, Señor, te invoco; Roca mía, no seas sordo a mi voz; que, si no me escuchas, seré igual
que los que bajan a la fosa.
Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario.
No me arrebates con los malvados ni con los malhechores, que hablan de paz con el prójimo,
pero llevan la maldad en el corazón.
Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante; el Señor es mi fuerza y mi escudo: en él
confía mi corazón; me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido.
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y guíalos siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: “¡Qué desgraciado soy!” Yo decía en mi apuro: “Los hombres son
unos mentirosos”.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado
a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Él, Jesucristo,
vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente, sino con el agua y con la sangre.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana, creada a
imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Hoy rompe la clausura del surco empedernido el grano en él hundido por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera la rama sin pecado del árbol mutilado por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero que, en esta tierra impía, se dio con alegría por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada majada y la conduce al sitio en que reluce la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte, segura y vencedora, la Vida que hasta ahora yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido sin fondo y de la nada al alma rescatada y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder
para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive
para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos
convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado
más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas
cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por
todas, ofreciéndose a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Entró Jesús y se quedó con ellos; y, estando juntos a la mesa, tomó el pan y, rezada
la bendición, lo partió y se lo dio. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Entró Jesús y se quedó con ellos; y, estando juntos a la mesa, tomó el pan y, rezada
la bendición, lo partió y se lo dio. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y
digámosle:
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado a tu servicio, que sean para tu pueblo
ejemplo de santidad.
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Concede, Señor, el espíritu de justicia a los que gobiernan las naciones y haz que trabajen en
bien de la paz, para que todos podamos vivir según tu ley.
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Concede la paz a nuestros días y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan
gozar de las riquezas de tu bondad.
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Cristo salvador, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y con tu resurrección has
dado a los hombres una prenda de su inmortalidad, concede la luz eterna a nuestros hermanos
difuntos.
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor,
concédenos que la celebración de estas fiestas aquí en la tierra nos lleve a gozar de la eterna
alegría en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del tiempo.
21 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Rey perpetuo de los elegidos, oh Creador que todo lo creaste, oh Dios en quien el Hijo
sempiterno es desde antes del tiempo igual al Padre.
Oh tú que, sobre el mundo que nacía, imprimiste en Adán tu eterna imagen, confundiendo en
su ser el noble espíritu y el miserable lodo de la carne.
Oh tú que ayer naciste de la Virgen, y hoy del fondo de la tumba naces; oh tú que,
resurgiendo de los muertos, de entre los muertos resurgir nos haces.
Oh Jesucristo, libra de la muerte a cuantos hoy reviven y renacen, para que seas el perenne
gozo pascual de nuestras mentes inmortales.
Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo, que de la muerte resurgió triunfante, y gloria con
entrambos al divino Paráclito, por siglos incesantes. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y
me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Aleluya.
Antífona 2: El Señor es mi salvación. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el
cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego
en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor es mi salvación. Aleluya.
Antífona 3: Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la
salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor
es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Aleluya.
En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
LA PRIMERA COMUNIDAD.
CURACIÓN DE UN HOMBRE TULLIDO.
En aquellos días, los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en
la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles
hacían en Jerusalén.
Los creyentes vivían todos unidos, y lo tenían todo en común, vendían posesiones y bienes, y
lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno.
Cada día, llevados de un mismo afecto, se reunían en el templo, y, partiendo el pan en casa,
tomaban juntos el alimento con alegría y sencillez de corazón, alababan a Dios y gozaban de
la simpatía general del pueblo.
Día tras día iba el Señor incorporando a la comunidad a los que se iban a salvar.
A la hora de la oración de la tarde, a eso de las tres, subían Pedro y Juan al templo.
Había allí un hombre, tullido de nacimiento, a quien todos los días llevaban y colocaban a la
puerta llamada Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo.
Este hombre, cuando vio a Pedro y Juan que estaban para entrar, les pidió limosna.
Pedro y Juan, mirándolo fijamente, le dijeron:
“Míranos”.
Él estaba atento con la esperanza de recibir alguna cosa.
Díjole entonces Pedro:
“No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno,
camina”.
Y, asiéndolo de la mano derecha, lo levantó.
Al punto cobraron vigor sus pies y tobillos, de un salto se puso en pie y echó a andar,
entrando con ellos en el templo por su propio pie, y saltaba y daba gracias a Dios.
Toda la gente, que lo vio andar alabando a Dios, cayó en la cuenta de que era el mismo que se
sentaba a pedir limosna en la puerta Hermosa del templo, y quedaron llenos de estupor y
admiración ante lo ocurrido.
Como él no se apartaba un momento de Pedro y de Juan, toda la gente, que no salía de su
asombro, corrió al pórtico llamado de Salomón, donde ellos se encontraban.
RESPONSORIO:
Pedro, asiendo de la mano derecha al tullido, lo levantó, al punto cobraron vigor sus pies y
tobillos, de un salto se puso en pie y echó a andar. Aleluya.
Dios viene en persona Y os salvará, entonces saltará como un ciervo el cojo.
De un salto se puso en pie y echó a andar. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de Jerusalén.
EL BAUTISMO ES SIGNO VISIBLE DE LA PASIÓN DE CRISTO.
Fuisteis conducidos a la sagrada piscina bautismal, del mismo modo que Cristo fue llevado
desde la cruz al sepulcro preparado.
Y se os preguntó a cada uno personalmente si creíais en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Y, después de haber hecho esta saludable profesión de fe, fuisteis sumergidos
por tres veces en el agua, y otras tantas sacados de ella; y con ello significasteis de un modo
simbólico los tres días que estuvo Cristo en el sepulcro.
Porque, así como nuestro Salvador estuvo tres días con sus noches en el vientre de la tierra,
así vosotros imitasteis con la primera emersión el primer día que estuvo Cristo en el sepulcro,
y con la inmersión imitasteis la primera noche. Pues, del mismo modo que de noche no
vemos nada y, en cambio, de día nos hallamos en plena luz, así también cuando estabais
sumergidos nada veíais, como si fuera de noche, pero al salir del agua fue como si salierais a
la luz del día. Y, así, en un mismo momento moristeis y nacisteis, y aquella agua salvadora
fue para vosotros, a la vez, sepulcro y madre.
Y lo que Salomón decía, en otro orden de cosas, a vosotros os cuadra admirablemente; decía,
en efecto: Tiene su tiempo el nacer y su tiempo el morir. Mas con vosotros sucedió al revés:
tiempo de morir y tiempo de nacer; un mismo instante realizó en vosotros ambas cosas: la
muerte y el nacimiento.
¡Oh nuevo e inaudito género de cosas! No hemos muerto ni hemos sido sepultados
físicamente ni hemos resucitado después de ser crucificados en el sentido material de estas
palabras, sino que hemos llevado a cabo unas acciones que eran imagen e imitación de estas
cosas, obteniendo con ello una salvación real y verdadera.
Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucitó; y todo esto se nos ha dado a
nosotros como un don gratuito, para que, siendo por la imitación partícipes de sus dolores,
adquiramos, de un modo real, nuestra salvación.
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo recibió los clavos en sus inmaculados pies
y manos, y experimentó el dolor; y a mí, sin dolor ni esfuerzo alguno, se me da gratuitamente
la salvación por la comunicación de sus dolores.
Nadie piense, pues, que el bautismo consiste únicamente en el perdón de los pecados y en la
gracia de la adopción -como era el caso del bautismo de Juan, que confería tan sólo el perdón
de los pecados-, sino que, como bien sabemos, el bautismo de Cristo no sólo nos purifica de
nuestros pecados y nos otorga el don del Espíritu Santo, sino que también es tipo y signo
sensible de su pasión. En este sentido exclamaba el apóstol Pablo: Cuantos en el bautismo
fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo
fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte.
RESPONSORIO:
Éstos son los corderos nuevos que han dado su testimonio. Aleluya. Han venido ya a la
fuente del agua y están llenos de luz. Aleluya.
Están delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y están llenos de luz. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
El agua pura, don de la mañana, da a los ojos el brillo de la vida, y el alma se despierta cuando
escucha que el ángel dice: ¡Cristo resucita!
¡Cómo quieren las venas de mi cuerpo ser música, ser cuerdas de la lira, y cantar, salmodiar
como los pájaros, en esta Pascua santa la alegría!
Mirad cuál surge Cristo transparente: en medio de los hombres se perfila su cuerpo humano,
cuerpo del amigo deseado, serena compañía.
El que quiera palparlo, aquí se acerque, entre con su fe en el Hombre que humaniza, derrame
su dolor y su quebranto, dé riendas al amor, su gozo diga.
A ti, Jesús ungido, te ensalzamos, a ti, nuestro Señor, que depositas tu santo y bello cuerpo en
este mundo, como en el campo se echa la semilla. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al
Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y ganados,
bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor,
bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el
espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre
los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos
vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: La paz sea con vosotros.
Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: La paz sea con vosotros.
Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo resucitado y siempre presente en su Iglesia, y supliquémosle,
diciendo:
Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte, permanece en medio de nosotros, tú que
vives por los siglos de los siglos.
Quédate con nosotros, Señor.
Señor, ven a nosotros con tu poder invencible y muéstranos la bondad de Dios Padre.
Quédate con nosotros, Señor.
Señor, ayuda al mundo abrumado por las discordias, ya que tú solo tienes el poder de salvar y
reconciliar.
Quédate con nosotros, Señor.
Confírmanos en la fe de la victoria final y arraiga en nosotros la esperanza de tu
manifestación gloriosa.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque Jesucristo nos ha hecho participar de su propia vida, somos hijos de Dios, y por ello
nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo.
Espíritu, para formar un solo cuerpo.
Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las
maravillas de tu voluntad; soy un forastero en la tierra: no me ocultes tus promesas.
Mi alma se consume, deseando continuamente tus mandamientos; reprendes a los soberbios,
infelices los que se apartan de tus mandatos; aleja de mí las afrentas y el desprecio, porque
observo tus preceptos.
Aunque los nobles se sientan a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes; tus preceptos son
mi delicia, tus decretos son mis consejeros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste
revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás. Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la
fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: ¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad? Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi
alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios nos trajo la salud mediante el baño bautismal de regeneración y renovación que obra el
Espíritu Santo. Él derramó con toda profusión sobre nosotros este Espíritu por Cristo Jesús,
nuestro salvador. Así, justificados por la gracia de Cristo, hemos obtenido la esperanza de
poseer en herencia la vida eterna.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo
santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Es la Pascua real, no ya la sombra, la verdadera pascua del Señor; la sangre del pasado es solo
un signo, la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste con tus sangrientas manos paternales; envolviendo en tus
alas nuestras almas, la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne reconciliada con tu Padre eterno; y, desde arriba,
vienes a llevarnos a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre para unir a los hombres con su Dios; se rompen las
cadenas del infierno, y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos que guardes con tus manos a tu Iglesia, que protejas y ayudes
a tu pueblo y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para
conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto
a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en
impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se
le sometieron ángeles autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Mirad mis manos y mis pies; soy yo. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mirad mis manos y mis pies; soy yo. Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, resucitado de entre los muertos como primicia de los que se han
dormido, y supliquémosle, diciendo:
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida
hasta los confines del mundo: que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos
creen en ti.
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas, visítanos con tu amor
y sálvanos.
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Tú que experimentaste los dolores de la cruz y ahora estás lleno de gloria, levanta y consuela
a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo, libra a los
prisioneros y oprimidos y da pan a los hambrientos.
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la
inmortalidad, concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.
Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Oh Dios, que has reunido a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que
han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en sus
vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del
tiempo.
22 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no
manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Dad gracias al Señor; sólo él hizo grandes maravillas. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.
El afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dad gracias al Señor; sólo él hizo grandes maravillas. Aleluya.
Antífona 2: Sacó a Israel del país de Egipto: porque es eterna su misericordia. Aleluya.
SALMO:
El hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia. Con mano poderosa, con
brazo extendido: porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia. Y condujo por en
medio a Israel: porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón: porque es eterna su misericordia. Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sacó a Israel del país de Egipto: porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Antífona 3: El Señor nos libró de nuestros opresores. Aleluya.
SALMO:
Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos: porque es eterna su misericordia. Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos: porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán: porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad: porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel, su siervo: porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación se acordó de nosotros: porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor nos libró de nuestros opresores. Aleluya.
Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
DISCURSO DE PEDRO SOBRE LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS, HIJO DE DIOS.
En aquellos días, Pedro dirigió al pueblo este discurso: “Hombres de Israel, a qué
sorprenderos por lo ocurrido? A qué viene el mirarnos tanto, como si el haber hecho andar a
este hombre hubiese sido por nuestro poder o por nuestra virtud? El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a Jesús, su siervo, a quien
vosotros entregasteis a la muerte y reprobasteis en el tribunal de Pilato, después que éste
había decidido dejarlo en libertad.
Vosotros rechazasteis al santo y al justo y, en cambio, pedisteis que se os dejara en libertad a
un asesino.
Disteis muerte al autor de la vida, pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos, nosotros
somos testigos de ello.
Y a este hombre, que vosotros veis y conocéis, él le ha dado energía y vitalidad, por haber
tenido fe, es, pues, la fe, que de él viene, la que lo ha restablecido totalmente ante vuestros
mismos ojos.
Ahora bien, hermanos, ya sé que habéis obrado con ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.
Pero, de este modo, Dios ha dado cumplimiento a lo que ya antes había anunciado por boca
de todos los profetas: la pasión de su Mesías.
Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados, así llegarán de
parte del Señor los tiempos de la consolación mesiánica, y él os enviará a Jesús, a quien
predestinó y constituyó Mesías para vuestra salud.
Él debe quedar en el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de la que
Dios habló, ya desde muy antiguo, por boca de sus santos profetas.
Y así, por una parte, dijo Moisés: "El Señor, vuestro Dios, suscitará de entre vuestros
hermanos un profeta, como me suscitó a mí, daréis oídos a cuanto os dijere.
Todo aquel que no escuchare a este profeta será exterminado del pueblo." Por otra parte, los
demás profetas a partir de Samuel, todos cuantos profetizaron, dieron también uno tras otro el
anuncio de estos días.
Vosotros sois hijos de los profetas y de la alianza que estableció Dios con vuestros padres,
cuando dijo a Abraham: "En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la
tierra." Para vosotros en primer lugar, para vuestra salud, suscitó Dios a su siervo y os lo
envió para que os colmara de bendiciones, a la vez que os apartara a todos de vuestras
maldades”.
Mientras hablaban ellos al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el prefecto del templo y los
saduceos.
Todos éstos llevaron muy a mal el que estuvieran enseñando al pueblo y anunciando que la
resurrección de los muertos se había verificado en Jesús.
Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta la mañana siguiente, porque era ya tarde.
Muchos de los que habían escuchado el discurso abrazaron la fe, su número llegó a unos
cinco mil hombres.
RESPONSORIO:
Dios ha dado cumplimiento a lo que ya antes había anunciado por boca de todos los profetas:
la pasión de su Mesías. Aleluya.
Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.
Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.
Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de Jerusalén.
LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.
Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición
semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la adopción de hijos suyos,
nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por esto, hechos partícipes de Cristo (que
significa Ungido), no sin razón sois llamados ungidos; y es refiriéndose a vosotros que dijo el
Señor: No toquéis a mis ungidos.
Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se
realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en
el río Jordán, salió del agua, después de haberle comunicado a ella el efluvio fragante de su
divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como
sobre su semejante.
De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el
crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en
una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena
noticia a los pobres.
Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el Padre, al
señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro:
Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y en los salmos de David
hallamos estas palabras: Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu
cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es
llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos
materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.
Por lo demás, no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo
que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino
el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un
ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la
presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son
ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el
Espíritu Santo, dador de vida.
RESPONSORIO:
Al abrazar la fe, habéis sido sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, prenda de
nuestra herencia, para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí. Aleluya.
Dios nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya,
el Espíritu.
Para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
Tu cuerpo es lazo de amores, de Dios y el hombre atadura; amor que a tu cuerpo acude como
tu cuerpo perdura.
Tu cuerpo, surco de penas, hoy es de luz y rocío; que lo vean los que lloran con ojos
enrojecidos.
Tu cuerpo espiritual es la Iglesia congregada; tan fuerte como tu cruz, tan bella como tu
Pascua.
Tu cuerpo sacramental es de tu carne y tu sangre, y la Iglesia, que es tu Esposa, se acerca para
abrazarte. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un
madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la
conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo,
que Dios da a los que le obedecen.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Ésta fue la tercera vez que se apareció Jesús a los discípulos después de su
resurrección de entre los muertos. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ésta fue la tercera vez que se apareció Jesús a los discípulos después de su
resurrección de entre los muertos. Aleluya.
PRECES:
Dirijamos nuestra oración a Dios Padre, que por la resurrección de Jesucristo nos ha dado
vida nueva, y digámosle:
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Señor, Padre clementísimo, tú que nos has revelado tu plan de salvación, proyectado desde
antes de la creación del mundo y eres fiel en todas tus promesas, escucha con amor nuestras
plegarias.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Purifícanos con tu verdad y encamina nuestros pasos por las sendas de la santidad, para que
hagamos siempre el bien según tu agrado.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, para que, libres de todo mal, nos saciemos con los
bienes de tu casa.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Tú que por Cristo nos reconciliaste contigo, danos la paz a nosotros y a todos los hombres del
mundo.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de Jesucristo.
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que su
reino llegue a nosotros:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros.
Así, pues, que todo el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido
Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay
distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois
uno en Cristo Jesús.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Mi alma está pegada al polvo: reanímame con tus palabras; te expliqué mi camino, y me
escuchaste: enséñame tus leyes; instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus
maravillas.
Mi alma llora de tristeza, consuélame con tus promesas; apártame del camino falso, y dame
la gracia de tu voluntad; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos.
Me apegué a tus preceptos, Señor, no me defraudes; correré por el camino de tus mandatos
cuando me ensanches el corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su
morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra.
Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados.
Los valientes duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos.
Con un bramido, ¡oh Dios de Jacob!, inmovilizaste carros y caballos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la
sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a
los humildes de la tierra.
La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo te rodearán.
Haced votos al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributo al Temible: él deja sin
aliento a los príncipes, y es temible para los reyes del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos,
pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
Así, pues, celebremos nuestra fiesta no con la vieja levadura ni con levadura de malicia y
perversidad, sino con los panes ázimos de pureza y verdad.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Tu cuerpo es preciosa lámpara, llagado y resucitado, tu rostro es la luz del mundo, nuestra
casa, tu costado.
Tu cuerpo es ramo de Abril y blanca flor del espino, y el fruto que nadie sabe tras la flor eres
tú mismo.
Tu cuerpo es salud sin fin, joven, sin daño de días; para el que busca vivir es la raíz de la vida.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la
obediencia, y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de
salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito
de Melquisedec.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El discípulo predilecto de Jesús dijo: ¡Es el Señor! Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El discípulo predilecto de Jesús dijo: ¡Es el Señor! Aleluya.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, camino, verdad y vida, y digámosle:
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por los ministros de tu Iglesia: que, al distribuir entre sus hermanos el
pan de vida, encuentren también ellos en el pan que distribuyen su alimento y fortaleza.
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Te pedimos por todo el pueblo cristiano: que viva, Señor, como pide la vocación a que ha
sido convocado y se esfuerce por mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Te pedimos por los que rigen los destinos de las naciones: que cumplan su misión con
espíritu de justicia y con amor, para que haya paz y concordia entre los pueblos.
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Señor, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos, y que
nuestros hermanos difuntos, a quienes encomendamos a tu bondad, se alegren también en tu
reino.
Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los
hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del tiempo.
23 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
La tumba abierta dice al universo: ¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa, corrientes
primordiales, firme tierra, al Nazareno, dueño de la vida!
La tumba visitada está exultando: ¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas! Le disteis vuestra paz,
vuestra hermosura, para estar con el Padre en sus vigilias.
La tumba perfumada lo proclama: ¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas: le disteis la bebida y
alimento y él os lleva en su carne florecida!
La tumba santa dice a las mujeres: ¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas, la noticia feliz a los
que esperan, y colmad a los hombres de alegría!
¡Vive el Señor Jesús, está delante, está por dentro, está emanando vida! ¡Cante la vida el
triunfo del Señor, su gloria con nosotros compartida! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Grande es el Señor, es incalculable su grandeza. Aleluya.
SALMO:
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación
pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles
proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y
aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno
con todos, es cariñoso con todas sus creaturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Grande es el Señor, es incalculable su grandeza. Aleluya.
Antífona 2: El Señor ha dado a conocer la gloria y majestad de su reinado. Aleluya.
SALMO:
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la
gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus proezas a los hombres, la
gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en
edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor ha dado a conocer la gloria y majestad de su reinado. Aleluya.
Antífona 3: Todo viviente bendiga tu santo nombre por siempre jamás. Aleluya.
SALMO:
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que
van a caer, endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y
sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el
Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor guarda a los que lo
aman, pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre
jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Todo viviente bendiga tu santo nombre por siempre jamás. Aleluya.
Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
PEDRO Y JUAN ANTE EL CONSEJO DE ANCIANOS.
A la mañana siguiente, se reunieron los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas de
Jerusalén, junto con Anás, el sumo sacerdote, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran
de familia pontifical.
Hicieron comparecer en su presencia a Pedro y a Juan, y les preguntaron:
“ Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto vosotros?”.
Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
“Ancianos y jefes del pueblo, ya que nos interrogáis hoy en juicio por haber hecho un
beneficio a un inválido, para poner en claro por virtud de quién ha alcanzado éste la salud,
sabedlo vosotros y que lo sepa todo el pueblo de Israel: en el nombre de Jesucristo, el
Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado y a quien Dios ha resucitado de entre los
muertos, por él viene este hombre con salud a vuestra presencia.
Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular, en ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo otro nombre dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos”.
Viendo la entereza con que hablaban Pedro y Juan, y considerando que eran hombres sin
instrucción ni cultura, estaban asombrados y reconocían en ellos a los discípulos de Jesús,
pero viendo allí con ellos al hombre que habían curado, no podían replicar nada en contra.
Ante esto, les mandaron salir fuera del tribunal, y deliberaron entre sí:
“ Qué vamos a hacer con estos hombres? Que han hecho un milagro clarísimo lo sabe toda
Jerusalén, y nosotros no lo podemos negar.
Pero, a fin de que esto no se divulgue más entre la gente, vamos a prohibirles con toda
severidad que en adelante hablen a nadie en nombre de Jesús”.
Los llamaron y les intimaron que de ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de
Jesús.
Pedro y Juan, tomando la palabra, les dijeron:
“Juzgad por vosotros mismos si es justo, delante de Dios, obedecer a vosotros antes que a él.
Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído”.
Ellos, profiriendo nuevas amenazas y no hallando motivo para castigarlos, los dejaron ir
libres, ya que tenían miedo del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido,
pues el hombre que había obtenido milagrosamente su curación pasaba de los cuarenta años.
Pedro y Juan, una vez puestos en libertad, se dirigieron a los suyos y les refirieron todo
cuanto los pontífices y ancianos les habían dicho.
Al oírlo, unidos en unos mismos sentimientos, elevaron su voz a Dios y exclamaron:
“Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, tú, por medio del
Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: " Por qué se amotinan las
naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes
conspiran contra el Señor y contra su Mesías." Porque verdaderamente, contra tu santo siervo
Jesús, tu Ungido, se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato, juntamente con los
gentiles y con el pueblo de Israel.
Con eso no hacían sino poner por obra cuanto tu voluntad y omnipotencia habían
determinado que sucediese.
Ahora, Señor, mira sus amenazas, y haz que tus siervos anunciemos tu palabra con toda
entereza y libertad.
Muestra tu omnipotencia, haciendo curaciones, señales y prodigios, por el nombre de tu
santo siervo Jesús”.
Acabada esta oración, tembló el lugar en que estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu
Santo y anunciaban con valentía la palabra de Dios.
RESPONSORIO:
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular, en ningún otro se encuentra la salud. Aleluya.
Así dice el Señor: “Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de
cimiento”.
En ningún otro se encuentra la salud. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De las Catequesis de Jerusalén.
EL PAN CELESTIAL Y LA BEBIDA DE SALVACIÓN.
Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de pronunciar la
Acción de Gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: Tomad y comed, esto es mi
cuerpo. Y tomando el cáliz, después de pronunciar la acción de Gracias, dijo: Tomad y
bebed, ésta es mi sangre. Por tanto, si él mismo afirmó del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se
atreverá a dudar en adelante? Y si él mismo afirmó: Ésta es mi sangre, ¿quién podrá nunca
dudar y decir que no es su sangre?
Por esto hemos de recibirlos con la firme convicción de que son el cuerpo y sangre de Cristo.
Se te da el cuerpo del Señor bajo el signo de pan, y su sangre bajo el signo de vino; de modo
que al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo te haces concorpóreo y consanguíneo suyo. Así,
pues, nos hacemos portadores de Cristo, al distribuirse por nuestros miembros su cuerpo y
sangre. Así, como dice san Pedro, nos hacemos participantes de la naturaleza divina.
En otro tiempo, Cristo, disputando con los judíos, decía: Si no coméis mi carne y no bebéis
mi sangre, no tendréis vida en vosotros. Pero, como ellos entendieron estas palabras en un
sentido material, se hicieron atrás escandalizados, pensando que los exhortaba a comer su
carne.
En la antigua alianza había los panes de la proposición; pero, como eran algo exclusivo del
antiguo Testamento, ahora ya no existen. Pero en el nuevo Testamento hay un pan celestial y
una bebida de salvación, que santifican el alma y el cuerpo. Pues, del mismo modo que el pan
es apropiado al cuerpo, así también la Palabra encarnada concuerda con la naturaleza del
alma.
Por lo cual, el pan y el vino eucarísticos no han de ser considerados como meros y comunes
elementos materiales, ya que son el cuerpo y la sangre de Cristo, como afirma el Señor; pues,
aunque los sentidos nos sugieren lo primero, hemos de aceptar con firme convencimiento lo
que nos enseña la fe.
Adoctrinados e imbuidos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no
es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es
vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo; respecto a lo cual
hallamos la antigua afirmación del salmo: El pan da fuerzas al corazón del hombre y el aceite
da brillo a su rostro. Da, pues, fuerzas a tu corazón, comiendo aquel pan espiritual y da brillo
así al rostro de tu alma.
Ojalá que con el rostro descubierto y con la conciencia limpia, contemplando la gloria del
Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien
sea el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO:
Jesús tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Esto es mi cuerpo
que va a ser entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Aleluya.
Cuando os pregunten vuestros hijos qué significa este rito, les responderéis: Es el sacrificio
de la Pascua del Señor.
Haced esto en memoria mía. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar en todos los pueblos el
número de tus hijos, mira con amor a tus elegidos que han nacido a una nueva vida por el
sacramento del bautismo y concédeles alcanzar una dichosa inmortalidad. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
Velaron las estrellas el sueño de su muerte, sus luces de esperanzas las recogió ya el sol, en
haces luminosos la aurora resplandece, es hoy el nuevo día en que el Señor actuó.
Los pobres de sí mismos creyeron su palabra, la noche de los hombres fue grávida de Dios, él
dijo volvería colmando su esperanza, más fuerte que la muerte fue su infinito amor.
De angustia estremecida lloró y gimió la tierra, en lágrimas y sangre su humanidad vivió,
pecado, mal y muerte perdieron ya su fuerza, el Cristo siempre vivo es hoy nuestro blasón.
De gozo reverdecen los valles y praderas, los pájaros y flores, su canto y su color, celebran
con los hombres la eterna primavera del día y la victoria en que el Señor actuó.
Recibe, Padre santo, los cánticos y amores de cuantos en tu Hijo hallaron salvación, tu
Espíritu divino nos llene de sus dones, los hombres y los pueblos se abran a tu Amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles
del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna,
bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid
al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y
nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al
Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y peces, bendecid
al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el
Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos
del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Después de su resurrección, que tuvo lugar a la mañana del primer día de la
semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete
demonios. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Después de su resurrección, que tuvo lugar a la mañana del primer día de la
semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete
demonios. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, pan de vida, que en el último día resucitará a los que se alimentan con su
palabra y con su cuerpo, y digámosle:
Señor, danos paz y alegría.
Hijo de Dios, que resucitado de entre los muertos eres el Príncipe de la vida, bendice y
santifica a tus fieles y a todos los hombres.
Señor, danos paz y alegría.
Tú que concedes paz y alegría a todos los que creen en ti, danos vivir como hijos de la luz y
alegrarnos de tu victoria.
Señor, danos paz y alegría.
Aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, para que dé al mundo testimonio de tu
resurrección.
Señor, danos paz y alegría.
Tú que, habiendo padecido mucho, has entrado ya en la gloria del Padre, convierte en gozo la
tristeza de los afligidos.
Señor, danos paz y alegría.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar en todos los pueblos el
número de tus hijos, mira con amor a tus elegidos que han nacido a una nueva vida por el
sacramento del bautismo y concédeles alcanzar una dichosa inmortalidad. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu
voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es
mi gozo.
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés; aparta mis ojos de las vanidades, dame
vida con tu palabra; cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.
Aparta de mí la afrenta que temo, porque tus mandamientos son amables; mira cómo ansío
tus decretos: dame vida con tu justicia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid
su nombre, proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el
Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor
y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la
gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda; decid a los
pueblos: “El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos
rectamente”.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y
cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega
a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor
razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta ponemos
nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo, por cuyo medio hemos
obtenido ahora la reconciliación.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar en todos los pueblos el
número de tus hijos, mira con amor a tus elegidos que han nacido a una nueva vida por el
sacramento del bautismo y concédeles alcanzar una dichosa inmortalidad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo mismo que por un hombre hubo
muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos. Y lo mismo que en Adán todos
mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar en todos los pueblos el
número de tus hijos, mira con amor a tus elegidos que han nacido a una nueva vida por el
sacramento del bautismo y concédeles alcanzar una dichosa inmortalidad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente
todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para
aquél que murió y resucitó por ellos.
Éste es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar en todos los pueblos el
número de tus hijos, mira con amor a tus elegidos que han nacido a una nueva vida por el
sacramento del bautismo y concédeles alcanzar una dichosa inmortalidad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Revestidos de blancas vestiduras, vayamos al banquete del Cordero y, terminado el cruce del
mar Rojo alcemos nuestro canto al rey eterno.
La caridad de Dios es quien nos brinda y quien nos da a beber su sangre propia, y el Amor
sacerdote es quien se ofrece y quien los miembros de su cuerpo inmola.
Las puertas salpicadas con tal sangre hacen temblar al ángel vengativo, y el mar deja pasar a
los hebreos y sumerge después a los egipcios.
Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua, ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima: el ázimo
purísimo y sincero destinado a las almas sin mancilla.
Oh verdadera víctima del cielo, que tiene a los infiernos sometidos, ya rotas las cadenas de la
muerte, y el premio de la vida recibido.
Vencedor del averno subyugado, el Redentor despliega sus trofeos y, sujetando al rey de las
tinieblas, abre de par en par el alto cielo.
Para que seas, oh Jesús, la eterna dicha pascual de nuestras almas limpias, líbranos de la
muerte del pecado a los que renacimos a la vida.
Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo, que de los muertos ha resucitado, así como también al
sacratísimo Paráclito, por tiempo ilimitado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para
proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que
estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Ocho días después, estando cerradas las puertas, se presentó Jesús y, en presencia
de todos, exclamó: La paz sea con vosotros. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ocho días después, estando cerradas las puertas, se presentó Jesús y, en presencia
de todos, exclamó: La paz sea con vosotros. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, que resucitando de entre los muertos destruyó la muerte y nos dio nueva
vida, y digámosle:
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres la piedra rechazada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres el testigo fiel y el primogénito de entre los muertos, haz que tu Iglesia sea
también siempre testimonio ante el mundo.
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado, haz que todos nosotros seamos
signos de tus bodas con la Iglesia.
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres el primero y el último, el que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los
siglos, concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la
corona de la victoria.
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios, alumbra con tu claridad a
nuestros hermanos difuntos.
Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.
Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL DOMINGO DE LA OCTAVA DE PASCUA Del Propio del
tiempo.
24 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh perpetuo Pastor que purificas a tu grey con las aguas bautismales, en las que hallan
limpieza nuestras mentes y sepulcro final nuestras maldades.
Oh tú que, al ver manchada nuestra especie por obra del demonio y de sus fraudes, asumiste
la carne de los hombres y su forma perdida reformaste.
Oh tú que, en una cruz clavado un día, llegaste por amor a extremos tales, que pagaste la
deuda de los hombres con el precio divino de tu sangre.
Oh Jesucristo, libra de la muerte a cuantos hoy reviven y renacen, para que seas el perenne
gozo pascual de nuestras mentes inmortales.
Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo, que de la muerte resurgió triunfante, y gloria con
entrambos al divino Paráclito, por siglos incesantes. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo soy el que soy, Y no sigo el consejo de los impíos, sino que mi gozo es la ley
del Señor. Aleluya.
SALMO:
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los
pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y
medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan
sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se
levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino
de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo soy el que soy, Y no sigo el consejo de los impíos, sino que mi gozo es la ley
del Señor. Aleluya.
Antífona 2: Lo he pedido a mi Padre, y me ha dado en herencia las naciones. Aleluya.
SALMO:
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías:
rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta
con su cólera: yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: Tú eres mi hijo: yo te he engendrado
hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los
gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad los que regís la tierra: servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de
pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Lo he pedido a mi Padre, y me ha dado en herencia las naciones. Aleluya.
Antífona 3: Yo me acosté, dormí y desperté, porque el Señor me sostuvo. Aleluya.
SALMO:
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: ya no
lo protege Dios.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al
Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo
innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los
dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo me acosté, dormí y desperté, porque el Señor me sostuvo. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.
LA VIDA NUEVA EN CRISTO.
Hermanos: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo
está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la
tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se
manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos
de gloria.
Mortificad las pasiones de vuestro hombre terrenal: la fornicación, la impureza, la
concupiscencia, los malos deseos y la avaricia, que es una idolatría. Por ellas se desata la
cólera de Dios.
En todo eso anduvisteis también vosotros, cuando vivíais entregados a ellas. Pero ahora
dejad también vosotros a un lado todo eso: la ira, la indignación, la malignidad, la
maledicencia y el torpe lenguaje. No os engañéis unos a otros.
Despojaos del hombre viejo con sus malas pasiones y revestíos del hombre nuevo, que se va
renovando hasta alcanzar un conocimiento pleno de Dios y se va configurando con la imagen
del que lo creó. Así, ya no hay griego ni judío, ni circunciso ni incircunciso, ni bárbaro ni
escita, ni esclavo ni libre. Sólo Cristo todo y en todos.
Por lo tanto, como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado:
haced vosotros lo mismo.
Por encima de todo, procurad el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz
de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo
cuerpo. Y vivid siempre agradecidos. Que la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda
su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios,
dadle gracias de todo corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción
de Gracias a Dios Padre por medio de él.
RESPONSORIO:
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a
la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
Aleluya.
Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.
Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san Agustín, obispo.
LA NUEVA CREATURA EN CRISTO.
Me dirijo a vosotros, recién nacidos por el bautismo, párvulos en Cristo, nueva prole de la
Iglesia, complacencia del Padre, fecundidad de la Madre, germen puro, grupo recién
agregado, motivo el más preciado de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo, mi gozo y mi
corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor.
Os hablo con palabras del Apóstol: Revestíos de Jesucristo, el Señor, y no os entreguéis a
satisfacer las pasiones de esta vida mortal, para que os revistáis de la vida que habéis
revestido en el sacramento. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis
revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre
hombre y mujer: todos sois uno en Cristo Jesús.
Ésta es precisamente la eficacia del sacramento: se trata, en efecto, del sacramento de la vida
nueva, la cual empieza en el tiempo presente por el perdón de todos los pecados pasados, y
llegará a su plenitud en la resurrección de los muertos. Por nuestro bautismo fuimos
sepultados con él, para participar de su muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de
entre los muertos, así también nosotros vivamos una vida nueva. Ahora camináis en la fe,
mientras vivís desterrados en este cuerpo mortal, lejos del Señor; pero el mismo Jesucristo, al
dignarse asumir por nosotros la condición humana, se ha convertido para vosotros en el
camino seguro hacia él, al cual os dirigís. Es grande, en efecto, la bondad que tiene reservada
para sus fieles, y que descubrirá y completará para los que se acogen a él, cuando llegue el
momento de la posesión efectiva de aquello que ahora hemos recibido sólo en esperanza.
Hoy hace ocho días de vuestro nacimiento espiritual; hoy recibís el complemento del sello de
la fe, lo cual, en los padres antiguos, se realizaba por la circuncisión de la carne, al octavo día
del nacimiento carnal.
Pues el mismo Señor, al despojarse de la mortalidad de la carne por su resurrección y al hacer
resurgir un cuerpo no distinto del de antes, pero sí libre para siempre de la muerte, señaló con
su resurrección el día del domingo, que es el tercero después de la pasión, es el octavo
después del sábado, según la numeración de días, pero que es al mismo tiempo el primero.
Por esto también vosotros, si habéis sido resucitados con Cristo -aunque todavía no de hecho,
pero sí ya con esperanza cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del
Espíritu-, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned
vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra
vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os
manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria.
RESPONSORIO:
Habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que
es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria. Aleluya.
Considerad que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
Cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él,
revestidos de gloria. Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
HIMNO:
Estaba al alba María, llamándole con sus lágrimas.
Vino la Gloria del Padre y amaneció el primer día. Envuelto en la blanca túnica de su propia
luz divina -la sábana de la muerte dejada en tumba vacía-, Jesús, alzado, reinaba; pero ella no
lo veía.
Estaba al alba María, la fiel esposa que aguarda.
Mueva el Espíritu al aura en el jardín de la vida. Las flores huelan la Pascua de la carne sin
mancilla, y quede quieta la esposa sin preguntas ni fatiga. ¡Ya está delante el esposo, venido
de la colina!
Estaba al alba María, porque era la enamorada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares
exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre.
Aleluya.
Antífona 2: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor,
nuestro Dios. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro
Dios. Aleluya.
Antífona 3: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a
nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y
bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al
pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. De él hablan
todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón
de sus pecados.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino fiel. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino fiel. Aleluya.
PRECES:
Invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, que resucitó a Jesús, nuestro jefe y salvador, y
aclamémoslo, diciendo:
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Padre santo, que hiciste pasar a tu Hijo amado de las tinieblas de la muerte a la luz de tu
gloria, haz que podamos llegar también nosotros a tu luz admirable.
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Tú que nos has salvado por la fe, haz que vivamos hoy según la fe que profesamos en nuestro
bautismo.
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Tú que quieres que busquemos las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a tu derecha,
líbranos de la seducción del pecado.
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Haz que nuestra vida, oculta en ti con Cristo, brille en el mundo, para que aparezcan los
cielos nuevos y la tierra nueva.
Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo.
Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en
nuestra boca:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y
me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que
confiar en los magnates.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban cerrando el
cerco, en el nombre del Señor los rechacé; me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego
en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es
poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa”.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor
es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer día
y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Y se apareció a Cefas y luego a los Doce.
Este es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos
muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo -por pura gracia habéis sido salvadosy nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús.
Este es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, para participar de su muerte; para que,
así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva.
Este es el día en que actuó el Señor.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
II VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al fin será la paz y la corona, los vítores, las palmas sacudidas, y un aleluya inmenso como el
cielo para cantar la gloria del Mesías.
Será el estrecho abrazo de los hombres, sin muerte, sin pecado, sin envidia; será el amor
perfecto del encuentro, será como quien llora de alegría.
Porque hoy remonta el vuelo el sepultado y va por el sendero de la vida a saciarse de gozo
junto al Padre y a preparar la mesa de familia.
Se fue, pero volvía, se mostraba, lo abrazaban, hablaba, compartía; y escondido la Iglesia lo
contempla, lo adora más presente todavía.
Hundimos en sus ojos la mirada, y ya es nuestra la historia que principia, nuestros son los
laureles de su frente, aunque un día le dimos las espinas.
Que el tiempo y el espacio limitados sumisos al Espíritu se rindan, y dejen paso a Cristo
omnipotente, a quien gozoso el mundo glorifica. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
SALMO:
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus
pies.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré, como rocío, antes de la aurora.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de
Melquisedec.
El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.
Antífona 2: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
SALMO:
Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, Judá fue su
santuario, Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las
colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que
saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma
las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.
Antífona 3: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí
me verán. Aleluya.
CÁNTICO:
Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios porque sus juicios son
verdaderos y justos. Aleluya.
Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. Los que les teméis, pequeños y grandes. Aleluya.
Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y
démosle gracias. Aleluya.
Aleluya. Llegó la boda del cordero. Su esposa se ha embellecido. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Dijo Jesús: No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me
verán. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para
siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos
por escabel de sus pies. Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en
la gloria a los que ha santificado.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: ¿No has creído, Tomás, sino después de haberme visto? Dichosos los que sin ver
han creído. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: ¿No has creído, Tomás, sino después de haberme visto? Dichosos los que sin ver
han creído. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Dios Padre, que resucitó a su Hijo Jesucristo y lo exaltó a su derecha, y digámosle:
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
Padre justo, que por la victoria de la cruz elevaste a Cristo sobre la tierra, atrae hacia él a
todos los hombres.
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
Por tu Hijo glorificado, envía, Señor, sobre tu Iglesia al Espíritu Santo, a fin de que tu pueblo
sea en medio del mundo signo de la unidad de los hombres.
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
Conserva en la fe de su bautismo a la nueva prole renacida del agua y del Espíritu Santo, para
que alcance la vida eterna.
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
Por tu Hijo glorificado, ayuda, Señor, a los que sufren, da la libertad a los presos, la salud a
los enfermos y la abundancia de tus bienes a todos los hombres.
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
A nuestros hermanos difuntos, a quienes mientras vivían en este mundo diste el cuerpo y la
sangre de tu Hijo glorioso, concédeles la gloria de la resurrección en el último día.
Haz que participemos, Señor, de la gloria de Cristo.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios, cuya misericordia es eterna, tú que reanimas la fe de tu pueblo con la celebración
anual de las fiestas pascuales, aumenta en nosotros los dones de tu gracia, para que
comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del
Espíritu que nos ha reengendrado y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
El corazón se dilata sin noche en tu santo cuerpo, oh morada iluminada, mansión de todo
consuelo.
Por tu muerte sin pecado, por tu descanso y tu premio, en ti, Jesús, confiamos, y te miramos
sin miedo.
Como vigilia de amor te ofrecemos nuestro sueño; tú que eres el paraíso, danos un puesto en
tu reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor:
Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas
te refugiarás: su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las
tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no
tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo
escucharé.
Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré
ver mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no
necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán
por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios
de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos
levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL LUNES DE SEMANA II Del Común de apóstoles.
25 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
SAN MARCOS, Evangelista. (FIESTA).
Era primo de Bernabé, acompañó al apóstol Pablo en su primer viaje y después en Roma. Fue
discípulo de Pedro e intérprete del mismo en su evangelio. Se le atribuye la fundación de la
Iglesia de Alejandría.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Mensajeros de Dios dadnos la Nueva, mensajeros de paz, sea paz nuestra.
Mensajeros de luz, sea luz nuestra, mensajeros de fe, sea fe nuestra.
Mensajeros del Rey, sea rey nuestro, mensajeros de amor, sea amor nuestro. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Aleluya.
SALMO:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día
le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un
héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Aleluya.
Antífona 2: Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones. Aleluya.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo, escóndeme
de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como
espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: “¿Quién lo descubrirá?”
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas, su misma lengua los
lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones. Aleluya.
Antífona 3: Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria. Aleluya.
SALMO:
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos, sus relámpagos deslumbran el
orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra, los cielos pregonan su
justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos, ante él se postran
todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor, porque
tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria. Aleluya.
El Señor pronuncia un oráculo. Aleluya.
Millares pregonan la alegre noticia. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.
DIVERSIDAD DE DONES EN UN MISMO CUERPO.
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que
habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor,
esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a
la que habéis sido convocados.
Un Señor, una fe, un bautismo.
Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo.
Por eso dice: “Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.” ¿Qué quiere
decir "subió" sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que bajó es el
mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Él mismo ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros,
pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y
para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el
conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de
doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error, sino que, realizando
la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del
cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo
nutren y actuando a la medida de cada parte, se procura su propio crecimiento para
construcción de sí mismo en el amor.
RESPONSORIO:
Nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu
Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
El Señor es quien da sabiduría, de su boca proceden la prudencia y la ciencia.
Llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.
SEGUNDA LECTURA:
Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías.
LA PREDICACIÓN DE LA VERDAD.
La Iglesia, esparcida por el orbe hasta los confines de la tierra, ha recibido de los apóstoles y
de los discípulos de los mismos aquella fe cuyo objeto es: un solo Dios, Padre todopoderoso,
que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él, y un solo Hijo de Dios, Jesucristo, que
por nuestra salvación se hizo hombre, y el Espíritu Santo, que, por boca de los profetas,
anunció de antemano los designios de Dios, y la venida al mundo, la encarnación en el seno
de María, la pasión y resurrección de entre los muertos, la ascensión corporal del amado
Jesucristo, Señor nuestro, así como su futura venido desde el cielo, en la gloria del Padre,
para recapitular todas las cosas y resucitar corporalmente a todo el género humano, para que,
según ha dispuesto el Padre invisible, ante Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, salvador y rey,
toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua lo proclame, y él
juzgue a todos con justicia.
La Iglesia, habiendo recibido, como hemos dicho, esta predicación y esta fe, aunque
esparcida por todo el mundo, la guarda con diligencia, como si todos sus hijos habitaran en
una misma casa, y toda ella cree estas mismas verdades, como quien tiene una sola alma y un
solo corazón, y, en consecuencia, las predica, las enseña y las transmite, como quien tiene
una sola boca.
Porque, si bien en el mundo hay diversidad de lenguajes, el contenido de la tradición es uno e
idéntico para todos.
Y lo mismo creen y transmiten las Iglesias fundadas en Germania, así como las de los iberos,
las de los celtas, las del Oriente, las de Egipto, las de Libia y las que se hallan en el centro del
mundo, pues, del mismo modo que el sol, creatura de Dios, es uno e idéntico en todo el
mundo, así también la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los
hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
Y ni el que posee dotes oratorias, entre los que presiden las Iglesias, enseñará algo diverso a
lo que hemos dicho (ya que nadie está por encima de su maestro), ni el que está privado de
estas dotes aminorará por ello el contenido de la tradición.
En efecto, siendo la fe única e idéntica para todos, ni la amplía el que es capaz de hablar
mucho sobre ella, ni la aminora el que no es capaz de tanto.
RESPONSORIO:
Cristo me envió a evangelizar, y no con sabiduría de palabras, a fin de no quitar eficacia a la
cruz de Cristo.
Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición, pero para los
que están en vías de salvación es fuerza de Dios.
Como en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso
Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes.
Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición, pero para los
que están en vías de salvación es fuerza de Dios.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo, llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
SAN MARCOS, Evangelista. (FIESTA).
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Antífona: Venid, adoremos al Señor, que nos habla por medio del Evangelio. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva, entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes, suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de
Masá en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque
habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, adoremos al Señor, que nos habla por medio del Evangelio. Aleluya.
HIMNO:
Con el gozo pascual, el sol de nuevo brilla cuando ven los apóstoles que Jesús resucita.
En la carne de Cristo ven claras las heridas y paladinamente que está vivo predican.
Cristo, rey clementísimo, nuestras almas habita para que te celebremos por siempre en
nuestra vida.
Sé, Jesús, de las almas la pascual alegría, que, en gracia renacidos, tu triunfo nos anima.
A ti, Jesús, la gloria, que, la muerte vencida, abres por los apóstoles nuevas sendas de vida.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Los santos evangelistas se entregaron de lleno a indagar la sabiduría de sus
predecesores y, con sus escritos, confirmaron las explicaciones de los profetas. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo, mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Los santos evangelistas se entregaron de lleno a indagar la sabiduría de sus
predecesores y, con sus escritos, confirmaron las explicaciones de los profetas. Aleluya.
Antífona 2: Dios nos convocó por medio del mensaje de la salud, para darnos la posesión de
la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor, cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor, ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor, astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor, vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor, fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor, témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor, noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor, rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor, cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor, mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor, aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor, bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor, siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor, santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Dios nos convocó por medio del mensaje de la salud, para darnos la posesión de la
gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
Antífona 3: Muchos alabarán su inteligencia, su fama vivirá por generaciones. Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles, que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Muchos alabarán su inteligencia, su fama vivirá por generaciones. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Hermanos: Os quiero traer a la memoria el mensaje evangélico que os prediqué, el que
abrazasteis, el mismo en que os mantenéis firmes todavía y por el que estáis en camino de
salvación.
En primer lugar os comuniqué el mensaje que yo mismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado, resucitó al tercer día y vive, según lo
anunciaron también las Escrituras.
RESPONSORIO BREVE:
Proclamaron las alabanzas del Señor y su poder. Aleluya.
Proclamaron las alabanzas del Señor y su poder. Aleluya.
Y las maravillas que realizó. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Proclamaron las alabanzas del Señor y su poder. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La gracia de Cristo ha constituido, a unos, evangelistas y, a otros, doctores, y los ha
enviado al pueblo creyente como ministros de la fe. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian,
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La gracia de Cristo ha constituido, a unos, evangelistas y, a otros, doctores, y los ha
enviado al pueblo creyente como ministros de la fe. Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, luz del mundo por el Evangelio, y, poniendo en sus manos nuestras
vidas, digámosle:
Guía, Señor, a tu Iglesia con la fuerza del Evangelio.
Tú que has mostrado familiarmente tu divinidad en medio de los hombres, no dejes de
resplandecer hoy en tu Iglesia con los múltiples signos de tu gloria.
Guía, Señor, a tu Iglesia con la fuerza del Evangelio.
Tú que te acercas a nosotros por las palabras vivas de los evangelistas, danos durante este día
el gozo de tu presencia.
Guía, Señor, a tu Iglesia con la fuerza del Evangelio.
Tú que por la cruz y la resurrección has manifestado la soberanía del amor del Padre, acoge el
trabajo y el dolor de los hombres y transfórmalos en ofrenda de salvación.
Guía, Señor, a tu Iglesia con la fuerza del Evangelio.
Tú que en la naciente Iglesia escogiste a Marcos como evangelizador y evangelista, haz que
nosotros seamos hoy con nuestras palabras y ejemplos testigos del Evangelio.
Guía, Señor, a tu Iglesia con la fuerza del Evangelio.
Digamos llenos de confianza la oración que Jesús enseñó a los apóstoles.
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz, cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Qué alegría cuando me dijeron: ¡“Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor, en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
No me avergüenzo del Evangelio, es, en verdad, poder de Dios para salvación de todo el que
crea, primero de los judíos y luego de los gentiles.
Pues la justicia de Dios se revela en él de fe a fe, según está escrito: “El justo vivirá por la fe”.
A toda la tierra alcanza su pregón.
Y hasta los límites del orbe su lenguaje.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente, sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra, mis ojos se consumen ansiando
tus promesas, mientras digo: ¿cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo,
pero no olvido tus leyes.
¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? Me han
cavado fosas los insolentes, ignorando tu voluntad, todos tus mandatos son leales, sin razón
me persiguen, protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba, pero yo no abandoné tus decretos, por tu bondad dame
vida, para que observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica, te invoco desde el confín de la tierra con
el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible, porque tú eres mi refugio y mi bastión
contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas, porque tú, ¡oh Dios!,
escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones, que reine siempre
en presencia de Dios, que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor, e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
¡Escucha, oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo, escóndeme
de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como
espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: “¿Quién lo descubrirá?”
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas, su misma lengua los
lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre
frecuentes luchas.
Nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza ni con engaño, sino que así como
hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos, no
buscando agradar a los hombres, sino a Dios.
Guardaron los preceptos del Señor.
Las normas y mandatos que les ordenó.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos, una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien, tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa, tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida, que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Comparte valientemente conmigo los sufrimientos por la causa del Evangelio, apoyado en el
poder de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con santa llamada, no según nuestras
obras, sino según su propio propósito y su gracia, que nos dio con Cristo Jesús.
Estad alegres, dice el Señor.
Porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Tristes estaban los apóstoles tras sepultar a Cristo que, a muerte despiadada, lo sentenciaron
los impíos.
Con dulces palabras, un ángel a las mujeres dijo que en Galilea el Señor habría muy pronto
de ser visto.
Mientras corrían presurosas a hablar a los discípulos, lo ven, besan sus pies, pues se les
aparece vivo.
Cuando lo saben los apóstoles acuden velocísimos a ver en Galilea el rostro agradable de
Cristo.
Sé, Jesús, de las almas júbilo y pascual regocijo, a sus triunfos asócianos, que en la gracia
hemos renacido.
Tribútese, oh Jesús, la gloria a ti, que, ya vencido el reino de la muerte, nos abre lúcido el
camino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Soy ministro del Evangelio en virtud de la gracia que Dios me ha dado. Aleluya.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: Qué desgraciado soy Yo decía en mi apuro: Los hombres son unos
mentirosos.
Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis
votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Soy ministro del Evangelio en virtud de la gracia que Dios me ha dado. Aleluya.
Antífona 2: Todo lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del mismo. Aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos. El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con
lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Todo lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del mismo. Aleluya.
Antífona 3: Dios me ha concedido la gracia de evangelizar a los gentiles las insondables
riquezas de Cristo. Aleluya.
CÁNTICO:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de
Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que
la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde
en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro
de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a
conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento
culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Dios me ha concedido la gracia de evangelizar a los gentiles las insondables
riquezas de Cristo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en todo momento, rezando por
vosotros, al oír hablar de vuestra fe en Jesucristo y del amor que tenéis a todos los santos, por
la esperanza que os está reservada en los cielos, sobre la cual oísteis hablar por la palabra
verdadera de la Buena Noticia, que se os hizo presente, y está dando fruto y prosperando en
todo el mundo igual que entre vosotros.
RESPONSORIO BREVE:
Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.
Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.
Sus maravillas a todas las naciones.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La palabra del Señor permanece eternamente; y ésta es la palabra: la Buena Noticia
anunciada a vosotros. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a
nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La palabra del Señor permanece eternamente; y ésta es la palabra: la Buena Noticia
anunciada a vosotros. Aleluya.
PRECES:
Invoquemos a Dios, fuente de toda luz, que por medio del Evangelio de su Hijo nos ha
llamado a la fe verdadera, y oremos por su pueblo santo, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Padre santo, que sacaste de entre los muertos a Jesús, gran pastor de las ovejas, haz que
nosotros seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Tú que enviaste a tu Hijo al mundo para dar la Buena Noticia a los pobres, haz que el
Evangelio sea proclamado a toda la creación.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Tú que enviaste a tu Hijo a sembrar la semilla de la palabra, haz que, sembrando también tu
palabra con nuestro esfuerzo, recojamos sus frutos con alegría.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Tú que enviaste a tu Hijo para que reconciliara el mundo contigo, haz que también nosotros
cooperemos a la reconciliación de los hombres.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Tú que quisiste que tu Hijo resucitara el primero de entre los muertos, concede a todos los
que son de Cristo resucitar con él, el día de su venida.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Oremos ahora al Padre, como Jesús enseñó a los apóstoles:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, tú que diste a san Marcos el carisma de anunciar el Evangelio, haz que sepamos
aprovecharnos de sus escritos y por ellos aprendamos a seguir fielmente a Jesucristo. Que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy
un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de
tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en
misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi
súplica.
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay
obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: Grande
eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor
de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande
piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi
vida, sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis
adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por
nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del
reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la
vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL MARTES DE SEMANA II Propio del Tiempo. Salterio II.
26 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Que doblen las campanas jubilosas y proclamen el triunfo del amor, y llenen nuestras almas
de aleluyas, de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos, la vida para siempre es libertad, ni la muerte ni el mal
son para el hombre su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia Y su final; esperad con confianza
su venida; no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que
el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre, aleluyas al Hijo salvador, su Espíritu corone la alegría que
su amor derramó en el corazón. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. Aleluya.
SALMO:
No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal: se secarán pronto,
como la hierba, como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad; sea el Señor tu delicia, y
él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará brillar tu justicia como el
amanecer; tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él, no te exasperes por el hombre que triunfa empleando la
intriga: cohíbe la ira, reprime el coraje, no te exasperes, no sea que obres mal; porque los que
obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado, fíjate en su sitio: ya no está; en cambio, los
sufridos poseen la tierra y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. Aleluya.
Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor. Aleluya.
SALMO:
El malvado intriga contra el justo, rechina sus dientes contra él; pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada, asestan el arco, para abatir a pobres y humildes, para
asesinar a los honrados; pero su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco que ser malvado en la opulencia; pues al malvado se le
romperán los brazos, pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos, y su herencia durará siempre; no se agostarán en
tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán; pero los malvados perecerán, los
enemigos del Señor se marchitarán como la belleza de un prado, en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve, el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra, los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo: nunca he visto a un justo abandonado, ni a su linaje mendigando el
pan. A diario se compadece y da prestado; bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa; porque el Señor ama la justicia y
no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá; pero los justos poseen
la tierra, la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor. Aleluya.
Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino. Aleluya.
SALMO:
La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el
corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo e intenta darle muerte; pero el Señor no lo entrega en sus manos, no
deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino; él te levantará a poseer la tierra, y verás la expulsión de
los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como un cedro frondoso; volví a pasar, y ya
no estaba; lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno: su porvenir es la paz; los impíos serán totalmente
aniquilados, el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los
libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Confía en el Señor y sigue su camino. Aleluya.
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
LOS APÓSTOLES ANTE EL CONSEJO DE ANCIANOS.
En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de
coraje, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común.
Pero por la noche el ángel del Señor les abrió las puertas y los sacó fuera, diciéndoles:
“Id al templo y explicadle allí al pueblo este modo de vida”.
Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar.
Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Consejo y el pleno
del senado israelita y mandaron por los presos a la cárcel.
Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar:
“Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las
puertas, pero al abrir no encontramos a nadie dentro”.
El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado
con los presos.
Uno se presentó avisando:
“Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al
pueblo”.
El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el
pueblo los apedrease.
Los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Consejo, y el sumo sacerdote les
interrogó:
“ No os habíamos prohibido expresamente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese
hombre”.
Pedro y los apóstoles replicaron:
“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un
madero.
La diestra de Dios lo exaltó haciéndole jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el
perdón de los pecados.
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”.
Ante esta respuesta, se consumían de rabia y querían acabar con ellos.
Pero se levantó en medio de la asamblea un fariseo, llamado Gamaliel, doctor de la ley, que
era muy estimado en todo el pueblo.
Mandó que hiciesen salir un momento a los apóstoles, y dijo:
“Hombres de Israel, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres.
Hace algún tiempo se presentó Teudas, diciendo que era un gran personaje, y se le juntaron
como unos cuatrocientos hombres, pero murió de muerte violenta, y todos cuantos obedecían
sus órdenes se dispersaron y quedaron reducidos a nada.
Después de él, en los días del empadronamiento, apareció Judas el Galileo, que arrastró al
pueblo en pos de sí, pereció también él, y los que lo seguían se dispersaron.
Respecto del caso que nos ocupa ahora, yo os aconsejo lo siguiente: no os metáis con estos
hombres y dejadlos en paz.
Porque si esta idea o empresa es de hombres, se desvanecerá por sí misma.
Pero, si realmente es cosa de Dios, no podréis destruirla.
No vaya a resultar que habéis hecho la guerra contra Dios!”.
Y se dejaron convencer por sus palabras.
Llamaron luego a los apóstoles y, después de haberlos hecho azotar, les prohibieron
severamente hablar en el nombre de Jesús, y los dejaron ir.
Ellos, por su parte, salieron del Consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por el
nombre de Jesús.
Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando el Evangelio de
Jesucristo.
RESPONSORIO:
Los jefes de Jerusalén, una vez que cumplieron todo lo que estaba escrito de Jesús, lo bajaron
de la cruz y lo depositaron en un sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Aleluya.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, lo arrancaron de la tierra de los vivos.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De los Libros de san Fulgencio de Ruspe, obispo, a Mónimo.
El SACRAMENTO DE LA UNIDAD Y DE LA CARIDAD.
La edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se realiza mediante la caridad (ya que,
como dice san Pedro, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu,
formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por
Jesucristo), esta edificación espiritual, digo, nunca es pedida con más oportunidad que
cuando el mismo cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, ofrece el cuerpo y la sangre de Cristo en
el sacramento del pan y del cáliz, pues el cáliz bendito que consagramos es la comunión de la
sangre de Cristo, y el pan que partimos es la comunión del cuerpo del Señor. Y, puesto que es
un solo pan, somos todos un solo cuerpo; ya que todos participamos de ese único pan.
Y por esto pedimos que la misma gracia que ha hecho que la Iglesia fuera el cuerpo de Cristo
haga también que todos los miembros, vinculados por la caridad, perseveren en la unidad del
cuerpo; porque la santa unidad, igualdad y caridad que posee por naturaleza propia la
Trinidad, que es un solo Dios verdadero, santifica a los hijos de adopción con el don de la
unanimidad.
Por esto afirma la Escritura: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el
Espíritu Santo que se nos ha dado.
El Espíritu Santo, en efecto, que es el Espíritu único del Padre y del Hijo, realiza en aquellos
a los que ha otorgado la gracia de la adopción divina lo mismo que realizó, según el libro de
los Hechos de los apóstoles, en aquellos que habían recibido este mismo Espíritu. Acerca de
los cuales encontramos escrito: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y
una sola alma; la causa de esta unanimidad de los creyentes era, en efecto, el Espíritu del
Padre y del Hijo, que es con ellos un solo Dios.
De ahí que el Apóstol enseña que ha de ser conservada con toda solicitud esta unidad
espiritual con el vínculo de la paz, como dice en su carta a los Efesios: Así, pues, yo, el
prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido
convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente
con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo
cuerpo y un solo Espíritu.
Dios, al conservar en la Iglesia la caridad que ha sido derramada en ella por el Espíritu Santo,
convierte a esta misma Iglesia en un sacrificio agradable a sus ojos y la hace capaz de recibir
siempre la gracia de esa caridad espiritual, para que pueda ofrecerse continuamente a él como
una ofrenda viva, santa y agradable.
RESPONSORIO:
Yo te ruego por todos los que han de creer en mí, para que todos sean uno, así como tú, Padre,
estás en mí y yo en ti. Yo les he dado la gloria que tú me diste; para que sean uno, como
nosotros somos uno. Aleluya.
Como tú me enviaste al mundo, así también yo los he enviado al mundo.
Para que sean uno, como nosotros somos uno. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya
que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los
dones prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Estaba al alba María, porque era la enamorada.
«¡María!», la voz amada. «¡Rabbuní!», dice María. El amor se hizo un abrazo junto a las
plantas benditas; las llagas glorificadas ríos de fuego y delicia; Jesús, esposo divino, María,
esposa cautiva.
Estaba al alba María, para una unción preparada.
Jesús en las azucenas al claro del bello día. En los brazos del Esposo la Iglesia se regocija.
¡Gloria al Señor encontrado, gloria al Dios de la alegría, gloria al Amor más amado, gloria y
paz, y Pascua y dicha! ¡Aleluya!
Estaba al alba María, es Pascua en la Iglesia santa. ¡Aleluya! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo. Aleluya.
SALMO:
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre
traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu
morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a
alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo. Aleluya.
Antífona 2: Tú, Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía. Aleluya.
CÁNTICO:
Yo pensé: «En medio de mis días tengo que marchar hacia las puertas del abismo; me privan
del resto de mis años.».
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre
los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores. Como un tejedor devanaba yo mi
vida, y me cortan la trama.».
Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. Me quiebras los huesos como un
león, día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina, gimo como una paloma. Mis ojos mirando al cielo se
consumen: ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz cuando detuviste mi alma
ante la tumba vacía y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la
fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban: como yo ahora. El Padre enseña a sus hijos tu
fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú, Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía. Aleluya.
Antífona 3: Tú has cuidado de nuestra tierra y la has enriquecido sin medida. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos, porque tú escuchas las
súplicas.
A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los
perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios: que nos saciemos de los bienes
de tu casa, de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes, Dios, salvador nuestro; tú, esperanza del confín de
la tierra y del océano remoto;
Tú que afianzas los montes con tu fuerza, ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del
mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora
y del ocaso las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de
agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja
mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, las rodadas de tu carro rezuman
abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se
cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tú has cuidado de nuestra tierra y la has enriquecido sin medida. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Y durante muchos días se apareció a los que con él
habían subido de Galilea a Jerusalén: éstos, efectivamente, dan ahora testimonio de él ante el
pueblo. Y nosotros os damos la buena nueva: la promesa que Dios hizo a nuestros padres la
ha cumplido él ahora con nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el
salmo segundo: «Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.».
RESPONSORIO:
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
El que por nosotros colgó del madero.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último; yo soy el vástago y la
descendencia de David, el lucero radiante de la mañana. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos
una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último; yo soy el vástago y la
descendencia de David, el lucero radiante de la mañana. Aleluya.
PRECES:
Oremos agradecidos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Cordero inmaculado que
quitó el pecado del mundo y nos comunica su vida nueva, y digámosle:
Autor de la vida, vivifícanos.
Dios, autor de la vida, acuérdate de la muerte y resurrección del Cordero inmolado en la cruz
y atiende su continua intercesión por nosotros.
Autor de la vida, vivifícanos.
Haz, Señor, que, tirada fuera la vieja levadura de la malicia y de la perversidad, vivamos la
Pascua de Cristo con panes ázimos de pureza y de verdad.
Autor de la vida, vivifícanos.
Que sepamos rechazar hoy el pecado de discordia y de envidia, y seamos más sensibles a las
necesidades de nuestros hermanos.
Autor de la vida, vivifícanos.
Concédenos vivir auténticamente el espíritu evangélico, para que hoy y siempre sigamos el
camino de tus mandatos.
Autor de la vida, vivifícanos.
Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al Padre que su
reino llegue a nosotros:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya
que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los
dones prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Recuerda la palabra que diste a tu siervo, de la que hiciste mi esperanza; éste es mi consuelo
en la aflicción: que tu promesa me da vida; los insolentes me insultan sin parar, pero yo no
me aparto de tus mandatos.
Recordando tus antiguos mandamientos, Señor, quedé consolado; sentí indignación ante los
malvados, que abandonan tu voluntad; tus leyes eran mi canción en tierra extranjera.
De noche pronuncio tu nombre, Señor, y velando, tus preceptos; esto es lo que a mí me toca:
guardar tus decretos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dice el necio para sí: “No hay Dios.” Se han corrompido cometiendo abominaciones, no hay
quien obre bien.
Dios observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a
Dios.
Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo.
Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al
Señor?
Pues temblarán de espanto, porque Dios esparce los huesos del agresor, y serán derrotados,
porque Dios los rechaza.
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su
pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
¡Oh Dios!, escucha mi súplica, atiende a mis palabras: porque unos insolentes se alzan contra
mí, y hombres violentos me persiguen a muerte sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno; porque me
libraste del peligro y he visto la derrota de mis enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular; en
ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por
el que nosotros debamos salvarnos.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya
que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los
dones prometidos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de
la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra
justificación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
A vosotros os salva el bautismo, el cual no es remoción de las manchas del cuerpo, sino la
petición que hace a Dios una buena conciencia, en virtud de la resurrección de Jesucristo, que
está a la diestra de Dios.
Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.
Sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Dios, que nos has proporcionado el remedio de nuestros males por el misterio pascual,
colma a tu pueblo de tus dones celestiales, para que alcance la perfecta libertad y llegue a
gozar plenamente en el cielo de la alegría que ya ha comenzado a gustar en la tierra. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a
la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.
Porque ya es tarde. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y, ya
que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los
dones prometidos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Nos reúne de nuevo el misterio del Señor que resurge a la vida, con su luz ilumina a la Iglesia,
como el sol al nacer cada día.
Resucita también nuestras almas, que tu muerte libró del castigo y vencieron contigo al
pecado en las aguas del santo bautismo.
Transfigura los cuerpos mortales que contemplan tu rostro glorioso, bella imagen del Dios
invisible que ha querido habitar con nosotros.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria, que podamos salir a tu encuentro, y a tu lado vivamos por
siempre dando gracias al Padre en el reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.
SALMO:
Oíd esto, todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y
pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al
proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.
¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados,
que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni
dar a Dios un rescate?
Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la
fosa.
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas
a extraños.
El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombre a
países.
El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Aleluya.
Antífona 2: El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
SALMO:
Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para
el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el
abismo es su casa.
Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.
No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no
se llevará nada, su fasto no bajará con él.
Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus
antepasados, que no verán nunca la luz.
El hombre rico e inconsciente es como un animal que perece.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.
Antífona 3: Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.
CÁNTICO:
Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado
el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre
compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos
para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el
honor, la gloria y la alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tuyos son, Señor, el poder y la riqueza, la fuerza y la gloria. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada
por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del
Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios
acepta por Jesucristo.
RESPONSORIO:
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Al ver al Señor.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: ¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba
Jesús en el camino? Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: ¿Verdad que nuestros corazones ardían dentro de nosotros, mientras nos hablaba
Jesús en el camino? Aleluya.
PRECES:
Invoquemos a Cristo, que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo, y
digámosle:
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Señor Jesús, de cuyo costado abierto salió sangre y agua, haz de la Iglesia tu esposa
inmaculada.
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, al
confesarte su amor, el cuidado de tus ovejas, concede al papa FRANCISCO un amor ardiente
y un celo apostólico.
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Tú que concediste una pesca abundante a los discípulos que pescaban en el mar, envía
operarios que continúen su trabajo apostólico.
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Tú que preparaste a la orilla del mar el pan y los peces para los discípulos, no permitas que
nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Señor Jesús, nuevo Adán, que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya,
para que compartan contigo la alegría de tu reino.
Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.
Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre: Padre nuestro que estás en
el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso, haz que sepamos anunciar al mundo la victoria de Cristo resucitado y ya
que nos has dado la prenda de su obra redentora, concédenos llegar a poseer plenamente los
dones prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica; tú que eres justo,
escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro, me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y
extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro, igual que a
los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he de
seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú
eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo; por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Sed sobrios, estad despiertos, vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda
buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe.
RESPONSORIO:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Ilumina, Señor, nuestra noche y concédenos un descanso tranquilo; que mañana nos
levantemos en tu nombre y podamos contemplar, con salud y gozo, el clarear del nuevo día.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
a) En la Argentina y países donde corresponda:
Del Común de los pastores: para un santo obispo. Día del obispo.
27 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, obispo (FIESTA).
Patrono del Episcopado Latinoamericano, Fue beatificado el 28 de junio de 1679 por el Papa
Inocencio XI, mediante su Bula "Laudeamus" y canonizado el 10 de diciembre de 1726 por
el Papa Benedicto XIII, mediante su Bula "Quoniam Spiritus".
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Puerta de Dios en el redil humano fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino, glorioso va
delante del rebaño, guiando su marchar por buen camino.
Madero de la cruz es su cayado, su voz es la verdad que a todos llama, su amor es el del
Padre, que le ha dado Espíritu de Dios, que a todos ama.
Pastores del Señor son sus ungidos, nuevos cristos de Dios, son enviados a los pueblos del
mundo redimidos; del único Pastor siervos amados.
La cruz de su Señor es su cayado, la voz de la verdad es su llamada, los pastos de su amor,
fecundo prado, son vida del Señor que nos es dada. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.
Aleluya.
SALMO:
Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el
deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia; porque el rey confía
en el Señor, y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.
Aleluya.
Antífona 2: Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se
marchita. Aleluya.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana
tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de
cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los
entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos
para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se
marchita. Aleluya.
Antífona 3: Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor. Aleluya.
SALMO:
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das
la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa
del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará
lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor. Aleluya.
Oirás de mi boca una palabra. Aleluya.
Y le advertirás de mi nombre. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
EXHORTACIÓN DE PABLO A LOS PASTORES DE LA IGLESIA DE ÉFESO.
En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
Cuando se presentaron les dijo:
“Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez
puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han
procurado las maquinaciones de los judíos.
Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que he predicado y enseñado en público y en
privado, insistiendo a judíos y griegos a que se convirtieran y crean en nuestro Señor Jesús.
Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu.
No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura
que me aguardan cárceles y luchas.
Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el
encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.
He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver.
Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado
nada, os he anunciado enteramente el plan de Dios.
Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como
pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.
Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces que no tendrán piedad del
rebaño.
Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos.
Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de
aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular.
Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra que es gracia, y tiene poder para construiros
y daros parte en la herencia de los santos.
A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa.
Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros.
Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados,
acordándonos de las palabras del Señor Jesús: "Más dichoso es el que da que el que recibe."
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y Pablo rezó.
RESPONSORIO:
Tened cuidado del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la
Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo, aleluya.
En un administrador lo que se busca es que sea fiel.
Como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
Del Decreto Christus Dominus, sobre el deber pastoral de los obispos en la Iglesia, del
Concilio Vaticano segundo.
DISPONIBLES PARA TODA OBRA BUENA.
Los obispos, en el ejercicio de su deber de enseñar, anuncien a los hombres el Evangelio de
Cristo, deber que sobresale entre los principales de los obispos, llamándolos a la fe con la
fortaleza del Espíritu o confirmándolos en la fe viva.
Propónganles el misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo desconocimiento
es ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha revelado para la glorificación de
Dios y por ello mismo para la consecución de la felicidad eterna.
Muéstrenles, asimismo, que las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas, por la
determinación de Dios Creador, se ordenan también a la salvación de los hombres y, por
consiguiente, pueden contribuir mucho a la edificación del Cuerpo de Cristo.
Enséñenles, por consiguiente, cuánto hay que apreciar la persona humana, con su libertad y
la misma vida del cuerpo, según la doctrina de la Iglesia; la familia y su unidad y estabilidad,
la procreación y educación de los hijos; la sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el
trabajo y el descanso, las artes y los inventos técnicos; la pobreza y la abundancia, y
expónganles, finalmente, los principios con los que hay que resolver los gravísimos
problemas acerca de la posesión de los bienes materiales, de su incremento y recta
distribución, acerca de la paz y de las guerras y de la vida hermanada de todos pueblos.
Expliquen la doctrina cristiana con métodos acomodados a las necesidades de los tiempos, es
decir, que respondan a las dificultades y problemas que más preocupan y angustian a los
hombres; defiendan también esta doctrina enseñando a los fieles a defenderla y propagarla.
Demuestren en su enseñanza la materna solicitud de la Iglesia para con todos los hombres,
sean fieles o infieles, teniendo un cuidado especial de los pobres y de los débiles, a los que el
Señor les envió a evangelizar.
Siendo propio de la Iglesia el establecer diálogo con la sociedad humana dentro de la que
vive, los obispos tienen, ante todo, el deber de llegar a los hombres, buscar y promover el
diálogo con ellos.
Diálogos de salvación, que, como siempre hace la verdad, han de llevarse a cabo con caridad,
comprensión y amor; conviene que se distingan siempre por la claridad de su conversación,
al mismo tiempo que por la humildad y la delicadeza, llenos siempre de prudencia y de
confianza, puesto que han surgido para favorecer la amistad y acercar las almas.
Esfuércense en aprovechar la variedad de medios que hay en estos tiempos para anunciar la
doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la formación catequética, que ocupa siempre el
primer lugar; la exposición de la doctrina en las escuelas, universidades, conferencias y
asambleas de todo género, con declaraciones públicas, hechas con ocasión de algunos
sucesos; con la prensa y demás medios de comunicación social, que es necesario usar para
anunciar el Evangelio de Cristo.
En el ejercicio de su ministerio de padre y pastor, compórtense los obispos en medio de los
suyos como los que sirven, pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por
ellas, verdaderos padres, que se distinguen por el espíritu de amor y preocupación para con
todos, y a cuya autoridad, confiada por Dios, todos se someten gustosamente.
Congreguen y formen a toda la familia de su grey, de modo que todos, conscientes de sus
deberes, vivan y obren en unión de caridad.
Para realizar esto eficazmente los obispos, “dispuestos para toda buena obra” y
“soportándose todo por el amor de los elegidos”, ordenen su vida de forma que responda a las
necesidades de los tiempos.
Traten siempre con caridad especial a los sacerdotes, puesto que reciben parte de sus
obligaciones y cuidados y los realizan celosamente con el trabajo diario, considerándolos
siempre como hijos y amigos, y, por tanto, estén siempre dispuestos a oírlos, y tratando
confidencialmente con ellos, procuren promover la labor pastoral íntegra de toda la diócesis.
Vivan preocupados de su condición espiritual, intelectual y material, para que ellos puedan
vivir santa y piadosamente, cumpliendo su ministerio con fidelidad y éxito.
Por lo cual han de fomentar las instituciones y establecer reuniones especiales, de las que los
sacerdotes participen algunas veces, bien para practicar algunos ejercicios espirituales más
prolongados para la renovación de la vida, o bien para adquirir un conocimiento más
profundo de las disciplinas eclesiásticas, sobre todo de la Sagrada Escritura y de la Teología,
de las cuestiones sociales de mayor importancia, de los nuevos métodos de acción pastoral.
Ayuden con activa misericordia a los sacerdotes que vean en cualquier peligro o que
hubieran faltado en algo.
Para procurar mejor el bien de los fieles, según la condición de cada uno, esfuércense en
conocer bien sus necesidades, las condiciones sociales en que viven, usando de medios
oportunos, sobre todo de investigación social.
Muéstrense interesados por todos, cualquiera que sea su edad, condición, nacionalidad, ya
sean naturales del país, ya advenedizos, ya forasteros.
En la aplicación de este cuidado pastoral por sus fieles guarden el papel reservado a ellos en
las cosas de la Iglesia, reconociendo también la obligación y el derecho que ellos tienen de
colaborar en la edificación del Cuerpo Místico de Cristo.
Extiendan su amor a los hermanos separados, recomendando también a los fieles que se
comporten con ellos con gran humildad y caridad, fomentando igualmente el ecumenismo,
tal como la Iglesia lo entiende.
Amen también a los no bautizados, para que germine en ellos la caridad de Jesucristo, de
quien los obispos deben ser testigos.
RESPONSORIO:
Sean pastores del rebaño de Dios, convirtiéndose en modelos del rebaño, y cuando aparezca
el supremo Pastor, recibirán la corona de gloria que no se marchita. Aleluya.
Velen por el rebaño que el Espíritu Santo les ha encargado guardar, como pastores de la
Iglesia de Dios.
Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibirán la corona de gloria que no se marchita.
Aleluya.
HIMNO:
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama
la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y
el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, santo Espíritu de amor y de
consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la
creación.
Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día, como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad.
Sé su pastor, y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, obispo (FIESTA).
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. Aleluya.
HIMNO:
Cristo, cabeza, rey de los pastores, el pueblo entero, madrugando a fiesta, canta a la gloria de
tu sacerdote himnos sagrados.
Con abundancia de sagrado crisma, la unción profunda de tu Santo Espíritu lo armó guerrero
y lo nombró en la Iglesia jefe del pueblo.
Él fue pastor y forma del rebaño, luz para el ciego, báculo del pobre, padre común, presencia
providente, todo de todos.
Tú que coronas sus merecimientos, danos la gracia de imitar su vida, y al fin, sumisos a su
magisterio, danos su gloria. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto
de un monte. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la
vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de
tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de
un monte. Aleluya.
Antífona 2: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
den gloria a vuestro Padre. Aleluya.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den
gloria a vuestro Padre. Aleluya.
Antífona 3: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo.
Aleluya.
SALMO:
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se
alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su
pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y
espadas de dos filos en las manos: para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a
las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios:
reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe.
Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre.
No os dejéis extraviar por doctrinas llamativas y extrañas.
RESPONSORIO BREVE:
Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del Señor. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por
vosotros. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien habla por
vosotros. Aleluya.
PRECES:
Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle
diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor, haz
que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu
pueblo, no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de
las almas, haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una
vida santa.
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Los nobles me perseguían sin motivo, pero mi corazón respetaba tus palabras; yo me
alegraba con tu promesa, como el que encuentra un rico botín; detesto y aborrezco la mentira,
y amo tu voluntad.
Siete veces al día te alabo por tus justos mandamientos; mucha paz tienen los que aman tus
leyes, y nada los hace tropezar; aguardo tu salvación, Señor, y cumplo tus mandatos.
Mi alma guarda tus preceptos y los ama intensamente; guardo tus decretos, y tú tienes
presente mis caminos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de
Aarón, hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Líbrame, Señor, del malvado, guárdame del hombre violento, que planean maldades en su
corazón y todo el día provocan contiendas; afilan sus lenguas como serpientes, con veneno
de víboras en los labios.
Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdame de los hombres violentos, que preparan
zancadillas a mis pasos.
Los soberbios me esconden trampas; los perversos me tienden una red y por el camino me
colocan lazos.
Pero yo digo al Señor: “Tú eres mi Dios”; Señor, atiende a mis gritos de socorro; Señor Dios,
mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla.
Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos.
Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre.
Los justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Vigílate a ti mismo y a tu enseñanza; sé constante en ello; obrando así, te salvarás a ti mismo
y a los que te escuchan. Aleluya.
Escogió el Señor a su siervo.
Para pastorear a Jacob, su heredad. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de
la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este
ministerio.
No me avergüenzo del Evangelio. Aleluya.
Que es una fuerza de Dios para la salvación. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de
Cristo Jesús.
Si el Señor no construye la casa. Aleluya.
En vano se cansan los albañiles. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cantemos al Señor con alegría, unidos a la voz del pastor santo; demos gracias a Dios, que es
luz y guía, solícito pastor de su rebaño.
Es su voz y su amor el que nos llama en la voz del pastor que él ha elegido, es su amor infinito
el que nos ama en la entrega y amor de este otro cristo.
Conociendo en la fe su fiel presencia, hambrientos de verdad y luz divina, sigamos al pastor
que es providencia de pastos abundantes que son vida.
Apacienta, Señor, guarda a tus hijos, manda siempre a tu mies trabajadores; cada aurora, a la
puerta del aprisco, nos aguarde el amor de tus pastores. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Soy ministro del Evangelio por don de la gracia de Dios. Aleluya.
SALMO:
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no
calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera
despreciable al impío y honra a los que temen al Señor, el que no retracta lo que juró aún en
daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Soy ministro del Evangelio por don de la gracia de Dios. Aleluya.
Antífona 2: Administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su
servidumbre. Aleluya.
SALMO:
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con
dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre.
Aleluya.
Antífona 3: Mis ovejas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Aleluya.
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus
caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán
todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron
manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Mis ovejas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Aleluya.
LECTURA BREVE:
A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de
Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de
Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no
por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de.
Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño.
Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.
RESPONSORIO BREVE:
Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.
Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.
El que entregó su vida por sus hermanos. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Éste es el administrador fiel y prudente, a quien su señor ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Éste es el administrador fiel y prudente, a quien su señor ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas. Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a
Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que por medio de pastores santos y eximios has glorificado a tu Iglesia, haz que todos los
cristianos resplandezcan por su virtud.
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que por la oración de los santos pastores, que a semejanza de Moisés oraban por el pueblo,
perdonaste los pecados de tus fieles, purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia por
la intercesión de los santos.
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los consagraste
como ministros en bien de sus hermanos, llena también de tu Espíritu a todos los pastores del
pueblo de Dios.
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que fuiste la heredad de los santos pastores, no permitas que ninguno de los que fueron
adquiridos por tu sangre viva alejado de ti.
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la vida eterna a tus ovejas para que nadie
las arrebate de tu mano, salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.
Salva a tu pueblo, Señor.
Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó como modelo de toda oración:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio
de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano
aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca
constantemente en la fe y se renueve por la santidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me
salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red
que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi
súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así
infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al
diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un
yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que
hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro
cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
.
b) En los países donde corresponda:
TIEMPO PASCUAL MIÉRCOLES DE SEMANA II Propio del Tiempo. Salterio II.
27 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de
nuestro cuerpo.
SALMO:
Yo me dije: vigilaré mi proceder, para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi
boca mientras el impío esté presente.
Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza; pero mi herida empeoró, y el corazón me
ardía por dentro; pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua.
Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco
que soy.
Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un
soplo, el hombre pasa como pura sombra, por un soplo se afana, atesora sin saber para quién.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de
nuestro cuerpo.
Antífona 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
SALMO:
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza. Líbrame de mis
iniquidades, no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca, porque eres tú quien lo ha hecho. Aparta de mí tus golpes, que
el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre castigando su culpa; como una polilla roes sus tesoros; el hombre no
es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto; porque yo soy
huésped tuyo, forastero como todos mis padres. Aplaca tu ira, dame respiro, antes de que
pase y no exista.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.
Antífona 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. Aleluya.
SALMO:
¿Por qué te glorías de la maldad y te envalentonas contra el piadoso? Estás todo el día
maquinando injusticias, tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre, te abatirá y te barrerá de tu tienda; arrancará tus raíces
del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán, y se reirán de él: Mirad al valiente que no puso en Dios su
apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes.
Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en su misericordia por siempre jamás.
Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: Tu nombre es
bueno.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. Aleluya.
Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
ELECCIÓN DE LOS PRIMEROS DIÁCONOS: SIETE HOMBRES LLENOS DEL
ESPÍRITU SANTO.
Por aquellos días, habiendo aumentado el número de los discípulos, se levantaron quejas de
los helenistas contra los hebreos, porque se atendía mal a sus viudas en la asistencia diaria.
Los Doce convocaron entonces a la asamblea de los discípulos y dijeron:
“No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al servicio de las
mesas.
Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de
sabiduría, a quienes podamos encomendar este servicio.
Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en común y al ministerio de la
palabra”.
Y pareció bien esta proposición a toda la comunidad.
Y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor,
Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía.
Los presentaron a los apóstoles, quienes, después de orar, les impusieron las manos.
El Evangelio se extendía cada vez más, y se multiplicaba extraordinariamente el número de
los discípulos en Jerusalén.
Era también numeroso el grupo de los sacerdotes que abrazaban la fe.
Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios entre el pueblo.
Algunos de la facción llamada de los libertos y algunos cirenenses y alejandrinos y otros de
Cilicia y del Asia proconsular se levantaron a disputar con Esteban, pero no podían resistir a
la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Por eso sobornaron a algunos para que presentasen esta acusación:
“Nosotros le hemos oído proferir blasfemias contra Moisés y contra Dios”.
Así excitaron los ánimos del pueblo, de los ancianos y de los escribas.
Luego, cayendo de improviso sobre él, lo arrebataron y lo condujeron ante el Consejo.
Allí hicieron comparecer testigos falsos con esta acusación:
“Este hombre no cesa de hablar contra el lugar santo y contra la ley.
Nosotros le hemos oído decir que ese Jesús Nazareno destruirá este templo y cambiará las
costumbres que nos ha transmitido Moisés”.
Todos los que estaban sentados en el Consejo pusieron en él los ojos, y vieron su rostro como
el de un ángel.
RESPONSORIO:
Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Y, después de orar, les
impusieron las manos. Aleluya.
El Señor dijo a Moisés: “Escoge entre los israelitas a los levitas, y los demás israelitas les
impondrán las manos”.
Y, después de orar, les impusieron las manos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De los Sermones de san León Magno, papa.
CRISTO VIVE EN SU IGLESIA.
No hay duda, amadísimos hermanos, que el Hijo de Dios, habiendo tomado la naturaleza
humana, se unió a ella tan íntimamente, que no sólo en aquel hombre que es el primogénito
de toda creatura, sino también en todos sus santos, no hay más que un solo y único Cristo; y,
del mismo modo que no puede separarse la cabeza de los miembros, así tampoco los
miembros pueden separarse de la cabeza.
Aunque no pertenece a la vida presente, sino a la eterna, el que Dios sea todo en todos, sin
embargo, ya ahora, él habita de manera inseparable en su templo, que es la Iglesia, tal como
prometió él mismo con estas palabras: Mirad, yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del
mundo.
Por tanto, todo lo que el Hijo de Dios hizo y enseñó con miras a la reconciliación del mundo
no sólo lo conocemos por el relato de sus hechos pretéritos, sino que también lo
experimentamos por la eficacia de sus obras presentes.
Él mismo, nacido de la Virgen Madre por obra del Espíritu Santo, es quien fecunda con el
mismo Espíritu a su Iglesia incontaminada, para que, mediante la regeneración bautismal,
una multitud innumerable de hijos sea engendrada para Dios, de los cuales se afirma que
traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del hombre, sino del
mismo Dios.
Es en él mismo en quien es bendecida la posteridad de Abraham por la adopción del mundo
entero, y en quien el patriarca se convierte en padre de las naciones, cuando los hijos de la
promesa nacen no de la carne, sino de la fe.
Él mismo es quien, sin exceptuar pueblo alguno, constituye, de cuantas naciones hay bajo el
cielo, un solo rebaño de ovejas santas, cumpliendo así día tras día lo que antes había
prometido: Tengo otras ovejas que no son de este redil; es necesario que las recoja, y oirán mi
voz, para que se forme un solo rebaño y un solo pastor.
Aunque dijo a Pedro, en su calidad de jefe: Apacienta mis ovejas, en realidad es él solo, el
Señor, quien dirige a todos los pastores en su ministerio; y a los que se acercan a la piedra
espiritual él los alimenta con un pasto tan abundante y jugoso, que un número incontable de
ovejas, fortalecidas por la abundancia de su amor, están dispuestas a morir por el nombre de
su pastor, como él, el buen Pastor, se dignó dar la propia vida por sus ovejas.
Y no sólo la gloriosa fortaleza de los mártires, sino también la fe de todos los que renacen en
el bautismo, por el hecho mismo de su regeneración, participan en sus sufrimientos.
Así es como celebramos de manera adecuada la Pascua del Señor, con ázimos de pureza y de
verdad: cuando, rechazando la antigua levadura de maldad, la nueva creatura se embriaga y
se alimenta del Señor en persona.
La participación del cuerpo y de la sangre del Señor, en efecto, nos convierte en lo mismo
que tomamos y hace que llevemos siempre en nosotros, en el espíritu y en la carne, a aquel
junto con el cual hemos muerto, bajado al sepulcro y resucitado.
RESPONSORIO:
Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Aleluya.
Yo mismo buscaré mis ovejas y seguiré sus huellas, y las sacaré de entre los pueblos y las
apacentaré.
Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Gloriosa aurora de este nuevo día, despierta en nuestras almas la alegría de ver nuestro Señor
glorificado, vencidos ya la muerte y el pecado.
Jesús llena de luz el mundo entero; de cuantos vivirán, él el primero entró en la luz de eternas
claridades, glorioso ya sin fin de eternidades.
Torrente de alegría, salte y fluya el grito jubiloso de aleluya, los hombres y los pueblos lo
repitan, sus vidas en el Cristo resucitan.
Jesús, presente y vivo en tus hermanos, acoge nuestras manos en tus manos, conduce el
caminar de nuestras vidas por sendas de vivir ya redimidas.
Recibe, Padre santo, la alabanza del pueblo que te aclama en la esperanza de ser junto a tu
Hijo eternamente reunido por tu Espíritu clemente. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar mientras guiabas a tu pueblo por las aguas
caudalosas. Aleluya.
SALMO:
Alzo mi voz a Dios gritando, Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso, y mi alma
rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios, gimo, y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros, y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya
su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su
bondad, o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo! Recuerdo las proezas
del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos; con tu brazo rescataste
a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar y tembló, las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas, retumbaban los nubarrones, tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno, los relámpagos deslumbraban el orbe, la tierra retembló
estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de
tus huellas: mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño, por la mano de Moisés y de
Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Te vio el mar, ¡oh Dios!, te vio el mar mientras guiabas a tu pueblo por las aguas
caudalosas. Aleluya.
Antífona 2: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.
CÁNTICO:
Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis
enemigos, porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un
Dios que sabe; él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor; los hartos se
contratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar; la mujer estéril da a
luz siete hijos, mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre
príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre
ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el
hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el
confín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor da la muerte y la vida. Aleluya.
Antífona 3: Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.
SALMO:
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el
orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su
justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran
todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra, se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor; porque
tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el
Señor, celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él,
pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no
tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su
vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado,
pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El que por nosotros colgó del madero.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo único, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos
una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo único, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Aleluya.
PRECES:
Dirijámonos a Dios, que quiso manifestar a Jesús resucitado a los apóstoles, y digámosle
suplicantes:
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Señor, fuente de toda luz, te aclamamos con acción de gracias en esta mañana, porque nos
has llamado a participar de tu luz admirable y nos has querido dar la salvación.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos purifique y nos fortalezca, para que con
nuestro trabajo hagamos más humana la vida de los hombres.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Haz que nos entreguemos de tal modo al servicio de nuestros hermanos, que logremos hacer
de la familia humana una ofrenda agradable a tus ojos.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de tu misericordia, para que en toda nuestra
jornada nos gocemos en tu alabanza.
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Creemos en aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado
a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.
Verdaderamente ha resucitado el Señor.
Y se ha aparecido a Simón.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
El Señor es mi herencia; he resuelto guardar tus palabras; de todo corazón busco tu favor: ten
piedad de mí según tu promesa; he examinado mi camino, para enderezar mis pies a tus
preceptos.
Con diligencia, sin tardanza, observo tus mandatos; los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad; a media noche me levanto para darte gracias por tus justos
mandamientos.
Me junto con tus fieles, que guardan tus decretos; Señor, de tu bondad está llena la tierra;
enséñame tus leyes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme, me
agitan mis ansiedades.
Me turba la voz del enemigo, los gritos del malvado: descargan sobre mí calamidades y me
atacan con furia.
Se estremece mi corazón, me sobrecoge un pavor mortal, me asalta el temor y el terror, me
cubre el espanto, y pienso: ¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Emigraría
lejos, habitaría en el desierto, me pondría en seguida a salvo de la tormenta, del huracán que
devora, Señor; del torrente de sus lenguas.
Violencia y discordia veo en la ciudad: día y noche hacen la ronda sobre las murallas; en su
recinto, crimen e injusticia; dentro de ella, calamidades; no se apartan de su plaza la crueldad
y el engaño.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me
escondería de él; pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una
dulce intimidad: juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios.
Pero yo invoco a Dios, y el Señor me salva: Por la tarde, en la mañana, al mediodía, me quejo
gimiendo.
Dios escucha mi voz: su paz rescata mi alma de la guerra que me hacen, porque son muchos
contra mí.
Dios me escucha, los humilla el que reina desde siempre, porque no quieren enmendarse ni
temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado, violando los pactos; su boca es más blanda que la
manteca, pero desean la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos a la fosa profunda. Los traidores y sanguinarios no
cumplirán ni la mitad de sus años. Pero yo confío en ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Él, Jesucristo,
vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente, sino con el agua y con la sangre.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana, creada a
imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque ya es tarde.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Hoy rompe la clausura del surco empedernido el grano en él hundido por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera la rama sin pecado del árbol mutilado por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero que, en esta tierra impía, se dio con alegría por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada majada y la conduce al sitio en que reluce la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte, segura y vencedora, la Vida que hasta ahora yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido sin fondo y de la nada al alma rescatada y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya.
SALMO:
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi
salvación, mi alcázar: no vacilaré.
¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared
que cede o a una tapia ruinosa?
Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.
Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi
salvación, mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza
subirían más leves que un soplo.
No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras
riquezas, no les deis el corazón.
Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado:
Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: No se turbe vuestro corazón; tan sólo creed en mí. Aleluya.
Antífona 2: ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.
SALMO:
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus
caminos, todos los pueblos tu salvación.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con
rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le
teman hasta los confines del orbe.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.
Antífona 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.
CÁNTICO:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo
santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por medio de él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones,
Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas
las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la
tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder
para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive
para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos
convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado
más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas
cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por
todas, ofreciéndose a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE:
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Al ver al Señor.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El que obra la verdad viene a la luz y manifiesta que sus obras han sido hechas
según Dios. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El que obra la verdad viene a la luz y manifiesta que sus obras han sido hechas
según Dios. Aleluya.
PRECES:
Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha
abierto el camino de la vida eterna, y digámosle:
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús, resucitándolo de entre los
muertos, convierte nuestros corazones, para que vivamos la nueva vida de tu Hijo resucitado.
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Tú que nos has devuelto al Pastor y guardián de nuestras vidas, cuando éramos ovejas
descarriadas, consérvanos en fidelidad a tu Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu
Iglesia.
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel, revela a los
hijos de este pueblo el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de
todos nuestros hermanos abandonados, y no permitas que vivan en la soledad los que fueron
reconciliados por la muerte de tu Hijo.
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Tú que llamaste a ti a Esteban, el cual confesó que Jesús estaba a tu derecha, recibe a nuestros
hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Digamos ahora todos juntos la oración que nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, al renovar en este año el recuerdo del misterio pascual, que restituyó a la naturaleza
humana en su primitiva dignidad y le trajo la esperanza de la resurrección, te pedimos que
nos enseñes a recibir con un amor constante y fiel este misterio que con fe celebramos. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me
salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red
que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi
súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así
infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al
diablo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un
yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que
hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro
cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL JUEVES DE SEMANA II Propio del Tiempo. Salterio II.
28 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Oh Rey perpetuo de los elegidos, oh Creador que todo lo creaste, oh Dios en quien el Hijo
sempiterno es desde antes del tiempo igual al Padre.
Oh tú que, sobre el mundo que nacía, imprimiste en Adán tu eterna imagen, confundiendo en
su ser el noble espíritu y el miserable lodo de la carne.
Oh tú que ayer naciste de la Virgen, y hoy del fondo de la tumba naces; oh tú que,
resurgiendo de los muertos, de entre los muertos resurgir nos haces.
Oh Jesucristo, libra de la muerte a cuantos hoy reviven y renacen, para que seas el perenne
gozo pascual de nuestras mentes inmortales.
Gloria al Padre celeste y gloria al Hijo, que de la muerte resurgió triunfante, y gloria con
entrambos al divino Paráclito, por siglos incesantes. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu
nombre. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado: la obra que
realizaste en sus días, en los años remotos.
Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles, y los plantaste a ellos; trituraste a las
naciones, y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria; sino tu
diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú, que das la victoria a Jacob: con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco, ni mi espada me da la victoria; tú nos das la victoria sobre el
enemigo y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre damos gracias a tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.
Antífona 2: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.
SALMO:
Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza y nos has dispersado por las naciones; vendes a tu
pueblo por nada, no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has
hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio. Aleluya.
Antífona 3: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. Aleluya.
SALMO:
Todo esto nos viene encima, sin haberte olvidado ni haber violado tu alianza, sin que se
volviera atrás nuestro corazón ni se desviaran de tu camino nuestros pasos; y tú nos arrojaste
a un lugar de chacales y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado, pues él penetra los secretos del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. Aleluya.
Dios resucitó al Señor. Aleluya.
Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
COMIENZO DEL DISCURSO DE ESTEBAN SOBRE LA HISTORIA DE LOS
PATRIARCAS.
En aquellos días, el sumo sacerdote preguntó a Esteban: “ Es verdad lo que éstos dicen? “Él
contestó:
“Hermanos y padres, escuchad: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham,
cuando vivía en Mesopotamia, antes de establecerse en Harán, y le dijo: "Sal de tu tierra y de
tu parentela, y vete a la tierra que yo te indicaré." Salió entonces del país de los caldeos y se
estableció en Harán.
Y de allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra que vosotros habitáis
ahora.
Y no le dio propiedad en ella, ni siquiera de un palmo de terreno.
Eso sí, le hizo promesa de darla en posesión a él y a su descendencia, cuando no tenía hijos
todavía.
Y Dios le habló así: "Tus descendientes vivirán en tierra extranjera, y serán reducidos a
esclavitud y maltratados por espacio de cuatrocientos años, pero yo juzgaré al pueblo que los
va a esclavizar -palabra de Dios-.
Después de esto, saldrán en libertad y me darán culto en este lugar." Luego hizo un pacto con
él, pacto que selló con la circuncisión.
De esta manera llegó a ser Abraham padre de Isaac, a quien circuncidó al octavo día, e Isaac
lo fue de Jacob, y Jacob de los doce patriarcas.
Los patriarcas, por pura envidia, vendieron a José como esclavo con destino a Egipto, pero
Dios, que estaba con él, lo libró de todas las tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría ante el
Faraón, rey de Egipto, quien lo constituyó gobernador de Egipto y de toda su casa.
Sobrevino entonces en todo Egipto y en Canaán un hambre y una miseria tan grande que
nuestros padres no encontraban provisión alguna.
Habiéndose enterado Jacob de que había trigo en Egipto, envió allá a nuestros padres en un
primer viaje.
En el segundo viaje, José se dio a conocer a sus hermanos, y así el Faraón llegó a tener
conocimiento del linaje de José.
José hizo venir a su padre Jacob con toda su familia, eran setenta y cinco personas en total.
Y Jacob bajó a Egipto, donde murieron él y también nuestros padres.
Y los trasladaron a Siquem, y los depositaron en él sepulcro que Abraham había comprado a
precio de plata a los hijos de Emor, en Siquem”.
RESPONSORIO:
Muy versado en las Escrituras e instruido en la doctrina del Señor, hablaba con fervor de
espíritu y enseñaba rectamente todo lo referente a Jesús. Aleluya.
Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios entre el pueblo.
Y enseñaba rectamente todo lo referente a Jesús. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De los Tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo.
EL DON DE LA NUEVA ALIANZA QUE NOS DEJÓ EN HERENCIA.
El sacrificio celestial instituido por Cristo es verdaderamente el don de su nueva alianza que
nos dejó en herencia, como prenda de su presencia entre nosotros, la misma noche en que iba
a ser entregado para ser crucificado.
Éste es el viático de nuestro camino, con el cual nos alimentamos y nutrimos durante el
peregrinar de nuestra vida presente, hasta que salgamos de este mundo y lleguemos al Señor;
por esto decía el mismo Señor: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida
en vosotros.
Quiso, en efecto, que sus beneficios permanecieran en nosotros, quiso que las almas
redimidas con su sangre preciosa fueran continuamente santificadas por el sacramento de su
pasión; por esto mandó a sus fieles discípulos, a los que instituyó también como primeros
sacerdotes de su Iglesia, que celebraran incesantemente estos misterios de vida eterna, que
todos los sacerdotes deben continuar celebrando en las Iglesias de todo el mundo, hasta que
Cristo vuelva desde el cielo, de modo que, tanto los mismos sacerdotes como los fieles todos,
teniendo cada día ante nuestros ojos y en nuestras manos el memorial de la pasión de Cristo,
recibiéndolo en nuestros labios y en nuestro pecho, conservemos el recuerdo indeleble de
nuestra redención.
Además, puesto que el pan, compuesto de muchos granos de trigo reducidos a harina,
necesita, para llegar a serlo, de la acción del agua y del fuego, nuestra mente descubre en él
una figura del cuerpo de Cristo, el cual, como sabemos, es un solo cuerpo compuesto por la
muchedumbre de todo el género humano y unido por el fuego del Espíritu Santo.
Jesús, en efecto, nació por obra del Espíritu Santo y, porque así convenía para cumplir la
voluntad salvífica de Dios, penetró en las aguas bautismales para consagrarlas, y volvió del
Jordán lleno del Espíritu Santo, que había descendido sobre él en forma de paloma, como
atestigua el evangelista san Lucas: Jesús regresó de las orillas del Jordán, lleno del Espíritu
Santo.
Asimismo, también el vino que es su sangre, resultante de la unión de muchos granos de uva
de la viña por él plantada, fue exprimido en el lagar de la cruz, y fermenta, por su propia
virtud, en el espacioso recipiente de los que lo beben con espíritu de fe.
Todos nosotros, los que hemos escapado de la tiranía de Egipto y del diabólico Faraón,
debemos recibir, con toda la avidez de que es capaz nuestro religioso corazón, este sacrificio
de la Pascua salvadora, para que nuestro Señor Jesucristo, al que creemos presente en sus
sacramentos, santifique nuestro interior; él, cuya inestimable eficacia perdura a través de los
siglos.
RESPONSORIO:
Jesús tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo
que va a ser entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.” Aleluya.
Éste es el pan que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Aleluya.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
El agua pura, don de la mañana, da a los ojos el brillo de la vida, y el alma se despierta cuando
escucha que el ángel dice: ¡Cristo resucita!
¡Cómo quieren las venas de mi cuerpo ser música, ser cuerdas de la lira, y cantar, salmodiar
como los pájaros, en esta Pascua santa la alegría!
Mirad cuál surge Cristo transparente: en medio de los hombres se perfila su cuerpo humano,
cuerpo del amigo deseado, serena compañía.
El que quiera palparlo, aquí se acerque, entre con su fe en el Hombre que humaniza, derrame
su dolor y su quebranto, dé riendas al amor, su gozo diga.
A ti, Jesús ungido, te ensalzamos, a ti, nuestro Señor, que depositas tu santo y bello cuerpo en
este mundo, como en el campo se echa la semilla. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos. Aleluya.
SALMO:
Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre
querubines, resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a
salvarnos.
¡Oh Dios!, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Señor Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica?
Le diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las disputas de nuestros
vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno
y echó raíces hasta llenar el país;
Su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos; extendió sus
sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y
se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu
diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego: con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a
tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que
invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos. Aleluya.
Antífona 2: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Aleluya.
CÁNTICO:
Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has
consolado.
Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él
fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Aquel día, diréis: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas; anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos,
habitantes de Sión: «¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Aleluya.
Antífona 3: El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.
SALMO:
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: acompañad, tocad los
panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna
llena, que es nuestra fiesta; porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una
norma establecida para José al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la
espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto
a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor Dios tuyo, que te
saqué del país de Egipto; abre tu boca y yo la saciaré.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón
obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría
a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios; los que aborrecen al Señor te
adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel
silvestre.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor nos alimentó con flor de harina. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el
espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre
los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos
vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El que por nosotros colgó del madero.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos
una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. Aleluya.
PRECES:
Oremos confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo fuera la primicia de la resurrección de
los hombres, y aclamémoslo, diciendo:
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que por la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto, ilumina hoy con la
resurrección de Cristo el día que empezamos.
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que por la voz de Moisés adoctrinaste a tu pueblo en el Sinaí, haz que Cristo, por su
resurrección, sea hoy palabra de vida para nosotros.
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que con el maná alimentaste a tu pueblo peregrino en el desierto, haz que Cristo, por su
resurrección, sea durante este día nuestro pan de vida.
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Tú que por el agua de la roca diste de beber a tu pueblo en el desierto, por la resurrección de
tu Hijo danos hoy parte en tu Espíritu de vida.
Que el Señor Jesús sea nuestra vida.
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Verdaderamente ha resucitado el Señor.
Y se ha aparecido a Simón.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Verbo de Dios, el sol de mediodía, amable mensajero de tu rostro, fecunda nuestra tierra y la
hermosea como fuente de luz, de vida y gozo.
Más hermoso tu cuerpo, que es pleroma del infinito amor jamás gastado; y de ese mar sin
fondo ni ribera la Iglesia es tu pleroma continuado.
Verbo de Dios, que reinas sin fatiga, que emerges victorioso del trabajo, reina dichoso tú que
nos esperas mientras nosotros vamos caminando. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera
estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios nos trajo la salud mediante el baño bautismal de regeneración y renovación que obra el
Espíritu Santo. Él derramó con toda profusión sobre nosotros este Espíritu por Cristo Jesús,
nuestro salvador. Así, justificados por la gracia de Cristo, hemos obtenido la esperanza de
poseer en herencia la vida eterna.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Has dado bienes a tu siervo, Señor, conforme a tus palabras; enséñame a gustar y a
comprender, porque me fío de tus mandatos; antes de sufrir, yo andaba extraviado, pero
ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien; instrúyeme en tus leyes; los insolentes urden engaños contra
mí, pero yo custodio tus leyes; tienen el corazón espeso como grasa, pero mi delicia es tu
voluntad.
Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos; más estimo yo los preceptos de tu
boca que miles de monedas de oro y plata.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me
hostigan mis enemigos, me atacan en masa.
Levántame en el día terrible, yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean pensando sólo en mi daño; buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo; en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi
alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la
vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de
tus alas mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí: desde el cielo me enviará la
salvación, confundirá a los que ansían matarme, enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones devoradores de hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su
lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera; me han cavado delante una fosa, pero
han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es
más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo
santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de
su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque ya es tarde.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Es la Pascua real, no ya la sombra, la verdadera pascua del Señor; la sangre del pasado es solo
un signo, la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste con tus sangrientas manos paternales; envolviendo en tus
alas nuestras almas, la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne reconciliada con tu Padre eterno; y, desde arriba,
vienes a llevarnos a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre para unir a los hombres con su Dios; se rompen las
cadenas del infierno, y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos que guardes con tus manos a tu Iglesia, que protejas y ayudes
a tu pueblo y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Cristo está constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.
SALMO:
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con
justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol, como la luna, de edad en edad; que baje como lluvia sobre el
césped, como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales; que sus enemigos muerdan el polvo; que los
reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los
reyes, y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Cristo está constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.
Antífona 2: Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.
SALMO:
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y
del indigente, y salvará la vida de los pobres; él rescatará sus vidas de la violencia, su sangre
será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba; él intercederá por el pobre y lo bendecirá.
Que haya trigo abundante en los campos, y ondee en lo alto de los montes, den fruto como el
Líbano, y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; que él sea la bendición de todos los
pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su
nombre glorioso, que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.
Antífona 3: Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. Aleluya.
CÁNTICO:
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el
gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a
los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su
Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante
nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que
dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielos, y los
que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para
conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto
a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en
impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se
le sometieron ángeles autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Al ver al Señor.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: El que tiene fe en el Hijo tiene la vida eterna. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El que tiene fe en el Hijo tiene la vida eterna. Aleluya.
PRECES:
Alabemos y glorifiquemos a Cristo, a quien Dios Padre constituyó fundamento de nuestra
esperanza y primicia de la humanidad resucitada, y aclamémoslo, suplicantes:
Rey de la gloria, escúchanos.
Señor Jesús, tú que, por tu propia sangre y por tu resurrección, penetraste en el santuario de
Dios, llévanos contigo al reino del Padre.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que, por tu resurrección, robusteciste la fe de tus discípulos y los enviaste a anunciar el
Evangelio al mundo, haz que los obispos y presbíteros sean fieles heraldos de tu Evangelio.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que, por tu resurrección, eres nuestra reconciliación y nuestra paz, haz que todos los
bautizados vivan en la unidad de una sola fe y de un solo amor.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que, por tu resurrección, diste la salud, al tullido del templo, mira con bondad a los
enfermos y manifiesta en ellos tu gloria.
Rey de la gloria, escúchanos.
Tú que, por tu resurrección, fuiste constituido primogénito de los muertos que resucitan, haz
que los difuntos que en ti creyeron y esperaron participen de tu gloria.
Rey de la gloria, escúchanos.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda
nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
El corazón se dilata sin noche en tu santo cuerpo, oh morada iluminada, mansión de todo
consuelo.
Por tu muerte sin pecado, por tu descanso y tu premio, en ti, Jesús, confiamos, y te miramos
sin miedo.
Como vigilia de amor te ofrecemos nuestro sueño; tú que eres el paraíso, danos un puesto en
tu reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: Tú eres mi bien. Los dioses y
señores de la tierra no me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni
tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque
no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua
a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo,
sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas,
desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre
con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
TIEMPO PASCUAL VIERNES DE SEMANA II Del Común de vírgenes. Salterio II.
29 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
SANTA CATALINA DE SIENA, virgen y doctora de la Iglesia. MEMORIA.
Nació en Siena el año 1347, siendo aún niña, movida por su deseo de perfección, se hizo
terciaria dominica. Inflamada en amor a Dios y al prójimo, trabajó intensamente por la paz y
la concordia entre las ciudades, defendió con ardor los derechos y la libertad del romano
pontífice y promovió la renovación de la vida religiosa. También escribió varias obras llenas
de sana doctrina y de inspiración celestial. Murió el año 1380.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Esta mujer no quiso tomar varón ni darle su ternura, selló su compromiso con otro amor que
dura sobre el amor de toda criatura.
Y tanto se apresura a zaga de la huella del Amado, que en él se transfigura, y el cuerpo
anonadado ya está por el amor resucitado.
Aquí la Iglesia canta la condición futura de la historia, y el cuerpo se adelanta en esta humilde
gloria a la consumación de su victoria.
Mirad los regocijos de la que por estéril sollozaba y se llenó de hijos, porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al
Verbo inmaculado. Aleluya.
SALMO:
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día
le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un
héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Virgen ilustre, sensata, prudente en tu decisión, tienes como esposo del alma al
Verbo inmaculado. Aleluya.
Antífona 2: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del
tiempo presente. Aleluya.
SALMO:
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey, mi lengua es ágil pluma de
escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice
eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo, cabalga victorioso por la verdad y
la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas. Tus flechas son agudas, los pueblos se te
rinden, se acobardan los enemigos del rey.
¡Tu trono, oh Dios!, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real, has amado la
justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por amor a mi Señor Jesucristo, tuve en nada los bienes de este mundo y del tiempo
presente. Aleluya.
Antífona 3: Prendado está el rey de tu belleza, porque él es tu Señor y tu Dios. Aleluya.
SALMO:
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de
tu belleza, póstrate ante él, que él es tu señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los
pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado, la llevan ante el rey, con séquito
de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el
palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.».
Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te
alabarán por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Prendado está el rey de tu belleza, porque él es tu Señor y tu Dios. Aleluya.
Me enseñarás el sendero de la vida. Aleluya.
Me saciarás de gozo en tu presencia. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
LA VIRGINIDAD CRISTIANA.
Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como
hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien, por la
necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer, aunque
si te casas, no haces mal, y si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán
la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.
Os digo esto, hermanos: el momento es apremiante. Queda como solución: que los que tienen
mujer vivan como si no la tuvieran, los que lloran, como si no lloraran, los que están alegres,
como si no lo estuvieran, los que compran, como si no poseyeran, los que negocian en el
mundo, como si no disfrutaran de él: porque la presentación de este mundo se termina.
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor,
buscando contentar al Señor, en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo,
buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se
preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma, en cambio, la
casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo
esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al
trato con el Señor sin preocupaciones.
Si, a pesar de todo, alguien cree faltar a la conveniencia respecto de su doncella, por estar en
la flor de su edad, y conviene proceder así, haga lo que quiera, no hace mal, cásense. Mas el
que permanece firme en su corazón, y sin presión alguna y en pleno uso de su libertad está
resuelto en su interior a guardar a su doncella, hará bien. Así pues, el que casa a su doncella
obra bien. Y el que no la casa obra mejor.
La mujer está ligada a su marido mientras él viva, más una vez muerto el marido, queda libre
para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Sin embargo, será más feliz si permanece así
según mi consejo, que yo también creo tener el Espíritu de Dios.
RESPONSORIO:
Prendado está el rey de tu belleza, obra de sus manos, él es tu Dios y tu rey. Tu rey es al
mismo tiempo tu esposo.
Has tomado por esposo al rey y Dios, él te ha dotado, él te ha engalanado, te ha redimido, te
ha santificado.
Tu rey es al mismo tiempo tu esposo.
SEGUNDA LECTURA:
Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia.
GUSTÉ Y VÍ.
Oh Divinidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión con tu divina naturaleza hiciste de
tan gran precio la sangre de tu Hijo unigénito Tú, Trinidad eterna, eres como un mar
profundo, en el que cuanto más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco.
Tú sacias el alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con
hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver la luz, que eres tú misma.
Gusté y vi con la luz de mi inteligencia, ilustrada con tu luz, tu profundidad insondable,
Trinidad eterna, y la belleza de tus creaturas: por esto, introduciéndome en ti, vi que era
imagen tuya, y esto por un don que tú me has hecho, Padre eterno, don que procede de tu
poder y de tu sabiduría, sabiduría que es atribuida por apropiación a tu Unigénito y el Espíritu
Santo, que procede de ti, Padre, y de tu Hijo, me dio una voluntad capaz de amar.
Porque tú, Trinidad eterna, eres el hacedor, y yo la hechura: por esto he conocido con la luz
que tú me has dado, al contemplar cómo me has creado de nuevo por la sangre del Hijo único,
que estás enamorado de la belleza de tu hechura.
Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Divinidad, oh mar profundo: qué don más grande podías
otorgarme que el de ti mismo Tú eres el fuego que arde constantemente sin consumirse, tú
eres quien consumes con tu calor todo amor del alma a sí misma. Tú eres, además, el fuego
que aleja toda frialdad, e iluminas las mentes con tu luz, esta luz con la que me has dado a
conocer tu verdad.
En esta luz, como en un espejo, te veo reflejado a ti, sumo bien, bien sobre todo bien, bien
dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre
toda sabiduría: porque tú eres la misma sabiduría, tú el manjar de los ángeles, que por tu gran
amor te has comunicado a los hombres.
Tú eres la vestidura que cubre mi desnudez, tú sacias nuestra hambre con tu dulzura, porque
eres dulce sin mezcla de amargor, oh Trinidad eterna.
RESPONSORIO:
Ábreme, hermana mía, que has llegado a ser coheredera de mi reino, amada mía, que has
llegado a conocer los profundos misterios de mi verdad, tú has sido enriquecida con la
donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda mancha con mi sangre. Aleluya.
Sal del reposo de la contemplación y consagra tu vida a dar testimonio de mi verdad.
Tú has sido enriquecida con la donación de mi Espíritu, tú has sido purificada de toda
mancha con mi sangre. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro, que diste a santa Catalina de Siena el don de entregarse con amor a la
contemplación de la pasión de Cristo y al servicio de la Iglesia, haz que, por su intercesión, el
pueblo cristiano viva siempre unido al misterio de Cristo, para que pueda rebosar de gozo
cuando se manifieste su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
SANTA CATALINA DE SIENA, virgen y doctora de la Iglesia. MEMORIA.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva, entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes, suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes. Aleluya.
HIMNO:
Nos apremia el amor, vírgenes santas, vosotras, que seguisteis su camino, guiadnos por las
sendas de las almas que hicieron de su amor amar divino.
Esperasteis en vela a vuestro Esposo en la noche fugaz de vuestra vida, cuando llamó a la
puerta, vuestro gozo fue contemplar su gloria sin medida.
Vuestra fe y vuestro amor, un fuego ardiente que mantuvo la llama en la tardanza, vuestra
antorcha encendida ansiosamente ha colmado de luz vuestra esperanza.
Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero con la Iglesia de Dios ha celebrado, no dejéis que
se apague nuestro fuego en la pereza y el sueño del pecado.
Demos gracias a Dios y, humildemente, pidamos al Señor que su llamada nos encuentre en
vigilia permanente, despiertos en la fe y en veste blanca. Amén.
LECTURA BREVE:
Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera
comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.
RESPONSORIO BREVE:
Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Aleluya, aleluya.
Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Aleluya, aleluya.
Tu rostro buscaré, Señor. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La virgen santa Catalina no cesaba de suplicar al Señor que se dignara dar
nuevamente la paz a la santa Iglesia. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos
una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian,
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: La virgen santa Catalina no cesaba de suplicar al Señor que se dignara dar
nuevamente la paz a la santa Iglesia. Aleluya.
PRECES:
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle, diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo, concédenos que nada
nos aparte de tu amor.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes, por su intercesión concédenos recibirte
siempre con pureza de corazón.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Por intercesión de las santas vírgenes que te sirvieron siempre con fidelidad, consagradas a ti
en cuerpo y alma, ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen
de tu amor eterno.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban, concédenos
que aguardemos tu retorno glorioso con una esperanza activa.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Por intercesión de santa Catalina de Siena, que fue virgen sensata y una de las prudentes,
concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Con sencillez y humildad digamos la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro, que diste a santa Catalina de Siena el don de entregarse con amor a la
contemplación de la pasión de Cristo y al servicio de la Iglesia, haz que, por su intercesión, el
pueblo cristiano viva siempre unido al misterio de Cristo, para que pueda rebosar de gozo
cuando se manifieste su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Al Señor confesamos, ¡aleluya! En la hora de tercia a la mañana se llenaron los suyos de
esperanza, y lejos de la noche y de la duda salieron con la llama y la palabra.
Al Señor adoramos, ¡aleluya! Han marcado sus pies nuestros caminos, marcó su nombre el
nombre de los siglos, y en la tierra su voz cual voz ninguna convoca seguidores y testigos.
Al Señor esperamos, ¡aleluya! Y ahora celebramos al Viviente, a Jesús victorioso de la
muerte; acéptanos, oh Cristo, cual liturgia de gloria que ganaste y a ti vuelve. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Tus manos me hicieron y me formaron: instrúyeme para que aprenda tus mandatos; tus fieles
verán con alegría que he esperado en tu palabra; reconozco, Señor, que tus mandamientos
son justos, que con razón me hiciste sufrir.
Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu
compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad; que se avergüencen los insolentes del
daño que me hacen; yo meditaré tus decretos.
Vuelvan a mí tus fieles que hacen caso de tus preceptos; sea mi corazón perfecto en tus leyes,
así no quedaré avergonzado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Líbrame de mi enemigo, Dios mío; protégeme de mis agresores, líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira que me están acechando, y me acosan los poderosos: sin que yo haya pecado ni faltado,
Señor, sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro, mira: tú, el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel.
Estoy velando contigo, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!, y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia; porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía, porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Oh Dios!, nos rechazaste y rompiste nuestras filas; estabas airado, pero restáuranos.
Has sacudido y agrietado el país: repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo, dándole a beber un vino de vértigo; diste a tus fieles la
señal de desbandada, haciéndolos huir de los arcos.
Para que se salven tus predilectos, que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario: “Triunfante ocuparé Siquén, parcelaré el valle de Sucot; mío es
Galaad, mío Manasés, Efraím es yelmo de mi cabeza, Judá es mi cetro.
Moab, una jofaina para lavarme; sobre Edom echo mi sandalia, sobre Filistea canto victoria”.
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte, quién me conducirá a Edom, si tú, ¡oh Dios!, nos has
rechazado y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas, él pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros. Así, pues, que todo el pueblo de
Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a
quien vosotros habéis crucificado.
Verdaderamente ha resucitado el Señor.
Y se ha aparecido a Simón.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en el patíbulo de la cruz para librarnos del
poder del enemigo, te pedimos nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en
las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está
saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte que lo diga Israel, si el Señor no hubiera estado
de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su
ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado
hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como
un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas, y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón; y a los que se desvían por
sendas tortuosas, que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay
distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois
uno en Cristo Jesús.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en el patíbulo de la cruz para librarnos del
poder del enemigo, te pedimos nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Reina el Señor allí donde ninguno ciñe corona que haya dado el mundo; reina el Señor allí
donde la vida sin lágrimas es río de delicias.
Reina el Señor, el compasivo siervo, que en sus hombros cargó nuestro madero; vive el
muerto en la cruz, el sepultado y con hierro sellado y custodiado.
Cruzó el oscuro valle de la muerte hasta bajar a tumba de rebeldes; fingía que era suya
nuestra pena, y en silencio escuchó nuestra sentencia.
Pero reina el Señor, la tierra goza, y ya se escuchan los cánticos de boda.
¡Gloria al Señor Jesús resucitado, nuestra esperanza y triunfo deseado! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos,
pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos nuestra fiesta
no con la vieja levadura ni con levadura de malicia y perversidad, sino con los panes ázimos
de pureza y verdad.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque ya es tarde.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo muriera en el patíbulo de la cruz para librarnos del
poder del enemigo, te pedimos nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Dichosa tú, que, entre todas, fuiste por Dios sorprendida con tu lámpara encendida para el
banquete de bodas.
Con el abrazo inocente de un hondo pacto amoroso, vienes a unirte al Esposo por virgen y
por prudente.
Enséñanos a vivir, ayúdenos tu oración, danos en la tentación la gracia de resistir.
Honor a la Trinidad por esta limpia victoria, y gloria por esta gloria que alegra a la
humanidad. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.
SALMO:
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que
lo invoco.
Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida.
El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo: arrancó mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.
Antífona 2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.
Antífona 3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
CÁNTICO:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus
caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán
todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron
manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
LECTURA BREVE:
El célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor, lo mismo, la
mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en
cuerpo y alma.
RESPONSORIO BREVE:
Llevan ante el Rey el séquito de vírgenes, las traen entre alegría. Aleluya, aleluya.
Llevan ante el Rey el séquito de vírgenes, las traen entre alegría. Aleluya, aleluya.
Van entrando en el palacio real. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Llevan ante el Rey el séquito de vírgenes, las traen entre alegría. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Siempre y en todo lugar, santa Catalina buscaba a Dios, y lo encontraba y poseía,
uniéndose al Señor por medio de la caridad y del amor. Aleluya.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Siempre y en todo lugar, santa Catalina buscaba a Dios, y lo encontraba y poseía,
uniéndose al Señor por medio de la caridad y del amor. Aleluya.
PRECES:
Alabemos con gozo a Cristo, que elogió a los que permanecen vírgenes a causa del reino de
Dios, y supliquémosle, diciendo:
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, tú que como esposo amante colocaste junto a ti a la Iglesia sin mancha ni
arruga, haz que sea siempre santa e inmaculada.
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a cuyo encuentro salieron las vírgenes santas con sus lámparas encendidas,
no permitas que falte nunca el óleo de la fidelidad en las lámparas de las vírgenes que se han
consagrado a ti.
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a quien la Iglesia virgen guardó siempre fidelidad intacta, concede a todos
los cristianos la integridad y la pureza de la fe.
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Tú que concedes hoy a tu pueblo alegrarse por la fiesta de santa Catalina de Siena, virgen,
concédele también gozar siempre de su valiosa intercesión.
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Tú que recibiste en el banquete de tus bodas a las vírgenes santas, admite también a nuestros
hermanos difuntos en el convite festivo de tu reino.
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Oremos con Jesús, diciendo a nuestro Padre:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor Dios nuestro, que diste a santa Catalina de Siena el don de entregarse con amor a la
contemplación de la pasión de Cristo y al servicio de la Iglesia, haz que, por su intercesión, el
pueblo cristiano viva siempre unido al misterio de Cristo, para que pueda rebosar de gozo
cuando se manifieste su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
El corazón se dilata sin noche en tu santo cuerpo, oh morada iluminada, mansión de todo
consuelo.
Por tu muerte sin pecado, por tu descanso y tu premio, en ti, Jesús, confiamos, y te miramos
sin miedo.
Como vigilia de amor te ofrecemos nuestro sueño; tú que eres el paraíso, danos un puesto en
tu reino. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi
súplica, inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan
con los que bajan a la fosa, soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya
no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo
salir, y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se
conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu
incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me
envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos
abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó
en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a
una vida nueva.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
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a) En la Argentina y países donde corresponda:
TIEMPO PASCUAL SÁBADO DE SEMANA II Del Común de la Santísima Virgen
María. Salterio II.
30 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
NUESTRA SEÑORA DEL VALLE. (MEMORIA).
En 1620 los indios calchaquíes comenzaron a honrar a su modo, en la cueva de Choya, la
imagen de la Virgen María, a quien el vasco Manuel de Salazar, agradecido por los
beneficios recibidos, le erigió una capilla (1660) que, con el correr de los tiempos, se
transformaría en la actual Catedral de Catamarca (1910). Fue coronada con áurea corona por
mandato de León XIII en 1981.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Brotó de ti la gracia y nuestra vida, oh Virgen manantial de toda dicha, cuando igual que la
madre primeriza fuiste madre con gritos de alegría.
Mujer de aldea y madre de los hombres, mujer de grandes gozos y dolores, ¡cómo esperan de
ti los corazones, porque eres la más pobre de las pobres!
El Rey de paz te acoge, en ti se goza, y en tu virginidad sella su gloria; ¡cante el mundo y la
Iglesia deseosa al Señor que de gracia te corona! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? Dichosos los que
respetan el derecho y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, visítame con tu salvación: para que vea la dicha de tus
escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad.
Hemos pecado como nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas; no se acordaron de tu abundante
misericordia, se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo, pero Dios los salvó por amor de
su nombre, para manifestar su poder.
Increpó al mar Rojo, y se secó, los condujo por el abismo como por tierra firme; los salvó de
la mano del adversario, los rescató del puño del enemigo; las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno sólo se salvó: entonces creyeron sus palabras, cantaron su alabanza.
Bien pronto olvidaron sus obras, y no se fiaron de sus planes: ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa. Él les concedió lo que pedían, pero les mandó un cólico por su
gula.
Envidiaron a Moisés en el campamento, y a Aarón, el consagrado al Señor: se abrió la tierra
y se tragó a Datán, se cerró sobre Abirón y sus secuaces; un fuego abrasó a su banda, una
llama consumió a los malvados.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.
Antífona 2: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros. Aleluya.
SALMO:
En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición, cambiaron su Gloria por la
imagen de un toro que come hierba.
Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país
de Cam, portentos junto al mar Rojo.
Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él para
apartar su cólera del exterminio.
Despreciaron una tierra envidiable, no creyeron en su palabra; murmuraban en las tiendas, no
escucharon la voz del Señor.
El alzó la mano y juró que los haría morir en el desierto, que dispersaría su estirpe por las
naciones y los aventaría por los países.
Se acoplaron con Baal Fegor, comieron de los sacrificios a dioses muertos; provocaron a
Dios con sus perversiones, y los asaltó una plaga; pero Finés se levantó e hizo justicia, y la
plaga cesó; y se le apuntó a su favor por generaciones sin término.
Lo irritaron junto a las aguas de Meribá, Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos; le habían
amargado el alma, y desvariaron sus labios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros. Aleluya.
Antífona 3: Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.
SALMO:
No exterminaron a los pueblos que el Señor les había mandado; emparentaron con los
gentiles, imitaron sus costumbres; adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos; inmolaron a
los demonios sus hijos y sus hijas; derramaron la sangre inocente y profanaron la tierra
ensangrentándola; se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con sus maldades.
La ira del Señor se encendió contra su pueblo, y aborreció su heredad; los entregó en manos
de gentiles, y sus adversarios los sometieron; sus enemigos los tiranizaban y los doblegaron
bajo su poder.
Cuántas veces los libró; mas ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas; pero él
miró su angustia, y escuchó sus gritos.
Recordando su pacto con ellos, se arrepintió con inmensa misericordia; hizo que movieran a
compasión a los que los habían deportado.
Sálvanos, Señor, Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo
nombre, y alabarte será nuestra gloria.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga: “¡Amén!”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.
Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
CONCLUSIÓN DEL DISCURSO DE ESTEBAN. SU MARTIRIO.
En aquellos días, Esteban prosiguió su discurso, diciendo:
“Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto, el tabernáculo del testimonio. Así lo había
dispuesto el que mandó a Moisés fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros
padres lo recibieron en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que
ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres. Y así hasta los
días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el privilegio de construir morada
para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altísimo
no habita en casas construidas por los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y
la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir -dice el Señor-, o cuál va a ser
el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?".
¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y vuestro
corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo! Lo mismo que
hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué profeta dejaron de perseguir
vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban la venida del Justo, al cual
vosotros habéis ahora traicionado y asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio
de los ángeles y no la guardasteis”.
Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus dientes de coraje.
Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de
Dios y a Jesús a su diestra; y exclamó:
“Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios”.
Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos a una contra él
y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos dejaron sus mantos
a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas
palabras:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.
Sucedió que, aquel mismo día, una violenta persecución se desencadenó contra la Iglesia de
Jerusalén, y todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y
Samaría. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, haciendo gran duelo por su muerte.
Mientras tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas y, llevándose
violentamente a hombres y mujeres, los arrojaba a la cárcel.
Los que se habían dispersado fueron anunciando por todas partes la Buena Nueva de la
palabra de Dios.
RESPONSORIO:
Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras: “Señor Jesús, recibe mi espíritu;
no les tomes en cuenta este pecado”. Aleluya.
Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
No les tomes en cuenta este pecado. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De las Disertaciones de san Sofronio, obispo.
POR MARÍA, LA BENDICIÓN DEL PADRE HA BRILLADO SOBRE LOS HOMBRES.
Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo.
¿Y qué puede haber más sublime que esta alegría, oh Virgen Madre? ¿O qué puede haber
más excelente que esta gracia, que tú sola has alcanzado de Dios? ¿O qué puede imaginarse
más amable o espléndido que esta gracia? Nada puede equipararse a las maravillas que en ti
vemos realizadas, nada hay que iguale la gracia que tú posees; todo lo demás, por excelente
que sea, ocupa un lugar secundario y goza de una excelencia claramente inferior.
El Señor es contigo; ¿quién, pues, se atreverá a competir contigo? De ti nacerá Dios; ¿quién,
por tanto, no se reconocerá al momento inferior a ti y no admitirá de buen grado tu primacía
y superioridad? Es por esto que, al contemplar tus eminentes prerrogativas, que superan las
de cualquier otra creatura, te aclamo lleno de entusiasmo: Alégrate, llena de gracia, el Señor
es contigo.
Por ti ha venido la alegría, no sólo a los hombres, sino también a los mismos coros
celestiales.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que has cambiado en bendición
la maldición de Eva y has hecho que Adán, que yacía postrado bajo el peso de la maldición,
alcanzara, por ti, la bendición.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, por ti, la bendición del Padre
ha brillado sobre los hombres, librándolos de la antigua maldición.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, por ti, alcanzan la salvación
tus progenitores; pues has de dar a luz a aquel que les obtendrá la salvación divina.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, sin concurso de semilla, has
producido aquel fruto que esparce la bendición sobre el orbe de la tierra, redimiéndola de la
maldición que le hacía producir espinas y abrojos.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, siendo por condición natural
una mujer como las demás, llegarás a ser en verdad Madre de Dios.
Efectivamente, si el que ha de nacer de ti es, con toda verdad, el Dios hecho hombre, con toda
razón eres llamada Madre de Dios, ya que realmente das a luz a Dios.
Llevas en la intimidad de tu seno al mismo Dios, el cual mora en ti según la carne, y sale de ti
como un esposo, trayendo a todos la alegría y comunicando a todos la luz divina.
Pues en ti, oh Virgen, como en un cielo nítido y purísimo, ha puesto Dios su tienda; y saldrá
de ti como el esposo de su alcoba; y, cual gigante que emprende su carrera, recorrerá el
camino de su vida, provechosa en todo para todos, alcanzando con su giro del término del
cielo hasta el opuesto confín, llenándolo todo de su calor divino y de su resplandor
vivificante.
RESPONSORIO:
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que has cambiado en bendición
la maldición de Eva. Aleluya.
Por ti la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres.
Por ti alcanzan la salvación tus progenitores.
Por ti la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que nos colocaste bajo el especial patrocinio de la santísima
Virgen María, te pedimos que, gracias a la ayuda de la Virgen Inmaculada, podamos vencer a
nuestros enemigos y llegar felizmente a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
NUESTRA SEÑORA DEL VALLE. (MEMORIA).
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen. Aleluya.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia
dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas
de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra
firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro
Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá
en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón
extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por
los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen. Aleluya.
HIMNO:
La luz del Hijo la rodea, por él es bella sin medida, y no hay bondad entre los hombres que
pueda serle parecida.
El Hijo santo que sostiene es quien la tiene protegida; para que el santo descendiera, fue sin
pecado concebida.
Desde el albor de nuestra historia, suave, discreta y escondida, llega María en la Escritura,
Virgen y Madre prometida.
Es ella Esposa del Espíritu, su vientre es cauce de la vida; es flor temprana de la Pascua,
dando a Gabriel la fe rendida.
Suba al Señor cual blanca nube esta alabanza proferida: a Dios bendito bendecimos por la
que fue la Bendecida. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana
tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de
cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los
entiende ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos
para siempre.
Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das
la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa
del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará
lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
Antífona 2: Él nos hace morir y él nos da la vida; él nos hirió y él nos vendará. Aleluya.
CÁNTICO:
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi
doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el
césped; voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es
justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te
hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo
contará, a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán, trazando
las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue
su pueblo, Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de
él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los
tomó y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Él nos hace morir y él nos da la vida; él nos hirió y él nos vendará. Aleluya.
Antífona 3: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir
al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es
el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando
sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y
hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las
aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de
gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
La hizo morar en su templo santo. Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen han
sido abiertas de nuevo. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho
desde antiguo por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen han
sido abiertas de nuevo. Aleluya.
PRECES:
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre
iluminados por la claridad de tu presencia.
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada, líbranos de toda
ocasión de pecado.
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz, por su intercesión
concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre, haz que nosotros
vivamos también como hijos suyos.
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios todopoderoso y eterno, que nos colocaste bajo el especial patrocinio de la santísima
Virgen María, te pedimos que, gracias a la ayuda de la Virgen Inmaculada, podamos vencer a
nuestros enemigos y llegar felizmente a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor
razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta ponemos
nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo, por cuyo medio hemos
obtenido ahora la reconciliación.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra; mis ojos se consumen ansiando
tus promesas, mientras digo: ¿cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo,
pero no olvido tus leyes.
¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? Me han
cavado fosas los insolentes, ignorando tu voluntad; todos tus mandatos son leales, sin razón
me persiguen, protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba, pero yo no abandoné tus decretos; por tu bondad dame
vida, para que observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde el confín de la tierra con
el corazón abatido:
Llévame a una roca inaccesible, porque tú eres mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas; porque tú, ¡oh Dios!,
escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones; que reine siempre
en presencia de Dios, que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor, e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo; escóndeme
de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como
espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas; su misma lengua los
lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo mismo que por un hombre hubo
muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos. Y lo mismo que en Adán todos
mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:.
El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente
todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque ya es tarde.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Revestidos de blancas vestiduras, vayamos al banquete del Cordero y, terminado el cruce del
mar Rojo alcemos nuestro canto al rey eterno.
La caridad de Dios es quien nos brinda y quien nos da a beber su sangre propia, y el Amor
sacerdote es quien se ofrece y quien los miembros de su cuerpo inmola.
Las puertas salpicadas con tal sangre hacen temblar al ángel vengativo, y el mar deja pasar a
los hebreos y sumerge después a los egipcios.
Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua, ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima: el ázimo
purísimo y sincero destinado a las almas sin mancilla.
Oh verdadera víctima del cielo, que tiene a los infiernos sometidos, ya rotas las cadenas de la
muerte, y el premio de la vida recibido.
Vencedor del averno subyugado, el Redentor despliega sus trofeos y, sujetando al rey de las
tinieblas, abre de par en par el alto cielo.
Para que seas, oh Jesús, la eterna dicha pascual de nuestras almas limpias, líbranos de la
muerte del pecado a los que renacimos a la vida.
Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo, que de los muertos ha resucitado, así como también al
sacratísimo Paráclito, por tiempo ilimitado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor elevado sobre todos los cielos levanta del polvo al desvalido. Aleluya.
SALMO:
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor
Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los
príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor elevado sobre todos los cielos levanta del polvo al desvalido. Aleluya.
Antífona 2: Rompiste mis cadenas; te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aleluya.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy! Yo decía en mi apuro: Los hombres son
unos mentirosos.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis
votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Rompiste mis cadenas; te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aleluya.
Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer; y se ha convertido para los que
lo obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer; y se ha convertido para los que lo
obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para
proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que
estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Al ver al Señor.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Año A: Quédate con nosotros, Señor, porque ya es tarde y el día se va. Aleluya.
Año B: En Cristo se ha cumplido todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos. Aleluya.
Año C: El discípulo predilecto de Jesús dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Aleluya.
Antífona:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona:
PRECES:
Oremos a Cristo, vida y resurrección de todos los hombres, y digámosle con fe:
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por tu Iglesia extendida por todo el mundo: santifícala y haz que cumpla
su misión de llevar tu reino a todos los hombres.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te pedimos por los que sufren hambre y por los que están tristes, por los enfermos, los
oprimidos y los desterrados: dales, Señor, ayuda y consuelo.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te pedimos por los que se han apartado de ti por el error o por el pecado: que obtengan la
gracia de tu perdón y el don de una vida nueva.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Salvador del mundo, tú que fuiste crucificado, resucitaste y has de venir a juzgar al mundo,
ten piedad de nosotros, pecadores.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por los que viven en el mundo y por los que han salido ya de él, con la
esperanza de la resurrección.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección
de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la
firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten
piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios
legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de
nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y
yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la
celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
.
b) En los países donde corresponda:
TIEMPO PASCUAL SÁBADO DE SEMANA II Propio del Tiempo. Salterio II.
30 de Abril.
OFICIO DE LECTURA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
La tumba abierta dice al universo: «¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa, corrientes
primordiales, firme tierra, al Nazareno, dueño de la vida.»
La tumba visitada está exultando: «¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas! Le disteis vuestra
paz, vuestra hermosura, para estar con el Padre en sus vigilias.»
La tumba perfumada lo proclama: «¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas: le disteis la bebida
y alimento y él os lleva en su carne florecida!»
La tumba santa dice a las mujeres: «¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas, la noticia feliz a los
que esperan, y colmad a los hombres de alegría!»
¡Vive el Señor Jesús, está delante, está por dentro, está emanando vida! ¡Cante la vida el
triunfo del Señor, su gloria con nosotros compartida! Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.
SALMO:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? Dichosos los que
respetan el derecho y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, visítame con tu salvación: para que vea la dicha de tus
escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad.
Hemos pecado como nuestros padres, hemos cometido maldades e iniquidades. Nuestros
padres en Egipto no comprendieron tus maravillas; no se acordaron de tu abundante
misericordia, se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo, pero Dios los salvó por amor de
su nombre, para manifestar su poder.
Increpó al mar Rojo, y se secó, los condujo por el abismo como por tierra firme; los salvó de
la mano del adversario, los rescató del puño del enemigo; las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno sólo se salvó: entonces creyeron sus palabras, cantaron su alabanza.
Bien pronto olvidaron sus obras, y no se fiaron de sus planes: ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa. Él les concedió lo que pedían, pero les mandó un cólico por su
gula.
Envidiaron a Moisés en el campamento, y a Aarón, el consagrado al Señor: se abrió la tierra
y se tragó a Datán, se cerró sobre Abirón y sus secuaces; un fuego abrasó a su banda, una
llama consumió a los malvados.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.
Antífona 2: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.
SALMO:
En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición, cambiaron su Gloria por la
imagen de un toro que come hierba.
Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país
de Cam, portentos junto al mar Rojo.
Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él para
apartar su cólera del exterminio.
Despreciaron una tierra envidiable, no creyeron en su palabra; murmuraban en las tiendas, no
escucharon la voz del Señor.
El alzó la mano y juró que los haría morir en el desierto, que dispersaría su estirpe por las
naciones y los aventaría por los países.
Se acoplaron con Baal Fegor, comieron de los sacrificios a dioses muertos; provocaron a
Dios con sus perversiones, y los asaltó una plaga; pero Finés se levantó e hizo justicia, y la
plaga cesó; y se le apuntó a su favor por generaciones sin término.
Lo irritaron junto a las aguas de Meribá, Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos; le habían
amargado el alma, y desvariaron sus labios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.
Antífona 3: Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.
SALMO:
No exterminaron a los pueblos que el Señor les había mandado; emparentaron con los
gentiles, imitaron sus costumbres; adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos; inmolaron a
los demonios sus hijos y sus hijas; derramaron la sangre inocente y profanaron la tierra
ensangrentándola; se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con sus maldades.
La ira del Señor se encendió contra su pueblo, y aborreció su heredad; los entregó en manos
de gentiles, y sus adversarios los sometieron; sus enemigos los tiranizaban y los doblegaron
bajo su poder.
Cuántas veces los libró; mas ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas; pero él
miró su angustia, y escuchó sus gritos.
Recordando su pacto con ellos, se arrepintió con inmensa misericordia; hizo que movieran a
compasión a los que los habían deportado.
Sálvanos, Señor, Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo
nombre, y alabarte será nuestra gloria.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre. Y todo el pueblo diga:
«¡Amén!»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.
Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
PRIMERA LECTURA:
De los Hechos de los apóstoles.
CONCLUSIÓN DEL DISCURSO DE ESTEBAN. SU MARTIRIO.
En aquellos días, Esteban prosiguió su discurso, diciendo:
“Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto, el tabernáculo del testimonio. Así lo había
dispuesto el que mandó a Moisés fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros
padres lo recibieron en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que
ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres. Y así hasta los
días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el privilegio de construir morada
para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altísimo
no habita en casas construidas por los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y
la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir -dice el Señor-, o cuál va a ser
el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?".
¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y vuestro
corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo! Lo mismo que
hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué profeta dejaron de perseguir
vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban la venida del Justo, al cual
vosotros habéis ahora traicionado y asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio
de los ángeles y no la guardasteis”.
Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus dientes de coraje.
Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de
Dios y a Jesús a su diestra; y exclamó:
“Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios”.
Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos a una contra él
y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos dejaron sus mantos
a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas
palabras:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”.
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.
Sucedió que, aquel mismo día, una violenta persecución se desencadenó contra la Iglesia de
Jerusalén, y todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y
Samaría. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, haciendo gran duelo por su muerte.
Mientras tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas y, llevándose
violentamente a hombres y mujeres, los arrojaba a la cárcel.
Los que se habían dispersado fueron anunciando por todas partes la Buena Nueva de la
palabra de Dios.
RESPONSORIO:
Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras: “Señor Jesús, recibe mi espíritu;
no les tomes en cuenta este pecado”. Aleluya.
Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
No les tomes en cuenta este pecado. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA:
De la Constitución Sacrosánctum Concílium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano
segundo.
LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN.
Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la
verdad, a través de muchas etapas y de muchas maneras habló en otro tiempo a nuestros
antepasados por ministerio de los profetas y, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a
su Hijo, la Palabra hecha carne, ungido por el Espíritu Santo, para anunciar la Buena Noticia
a los pobres y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, mediador
entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona de la Palabra, fue
instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo se realizó plenamente nuestra
reconciliación y en él se nos dio la plenitud del culto divino.
Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las
maravillas que Dios obró en el pueblo de la antigua alianza, Cristo la realizó principalmente
por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y
gloriosa ascensión. Por este misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su
resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo, dormido en la cruz, nació el
sacramento admirable de la Iglesia entera.
Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, él a su vez envió a los apóstoles,
llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar la Buena Noticia a toda creatura y a
anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y
de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que
proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida
litúrgica.
Y, así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo:
mueren con él, son sepultados con él y resucitan con él, reciben el espíritu de adopción de
hijos, por el que clamamos: «¡Padre!», y se convierten así en los verdaderos adoradores que
busca el Padre.
Asimismo, cuantas veces comen la Cena del Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva.
Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, los que
acogieron favorablemente la palabra de Pedro se hicieron bautizar. Y eran constantes en
escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones, y alababan a
Dios y gozaban de la simpatía general del pueblo.
Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual:
leyendo todos los pasajes de la Escritura que a él se refieren, celebrando la eucaristía, en la
cual se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte, y dando gracias al mismo
tiempo a Dios por su don inefable que tenemos en Cristo Jesús, para alabanza de su gloria.
RESPONSORIO:
Yo soy la vid verdadera y vosotros sois los sarmientos; el que permanece en mí, como yo en
él, da mucho fruto. Aleluya.
Como el Padre me amó, así también yo os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
El que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
LAUDES.
Señor abre mis labios.
Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Velaron las estrellas el sueño de su muerte, sus luces de esperanzas las recogió ya el sol, en
haces luminosos la aurora resplandece, es hoy el nuevo día en que el Señor actuó.
Los pobres de sí mismos creyeron su palabra, la noche de los hombres fue grávida de Dios, él
dijo volvería colmando su esperanza, más fuerte que la muerte fue su infinito amor.
De angustia estremecida lloró y gimió la tierra, en lágrimas y sangre su humanidad vivió,
pecado, mal y muerte perdieron ya su fuerza, el Cristo siempre vivo es hoy nuestro blasón.
De gozo reverdecen los valles y praderas, los pájaros y flores, su canto y su color, celebran
con los hombres la eterna primavera del día y la victoria en que el Señor actuó.
Recibe, Padre santo, los cánticos y amores de cuantos en tu Hijo hallaron salvación, tu
Espíritu divino nos llene de sus dones, los hombres y los pueblos se abran a tu Amor. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
SALMO:
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana
tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de
cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son
tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da
cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos
para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das
la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis
oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa
del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará
lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos. Aleluya.
Antífona 2: Él nos hace morir y él nos da la vida; él nos hirió y él nos vendará. Aleluya.
CÁNTICO:
Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi
doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el
césped; voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es
justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida. ¿Así le pagas al
Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te
constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo
contará, a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán, trazando
las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue
su pueblo, Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de
él, lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los
tomó y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Él nos hace morir y él nos da la vida; él nos hirió y él nos vendará. Aleluya.
Antífona 3: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
SALMO:
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una
alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es
el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando
sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies:
Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Coronaste de gloria y dignidad a tu Cristo. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el
Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos
del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.
RESPONSORIO BREVE:
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
El que por nosotros colgó del madero.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: La paz sea con vosotros, soy yo; aleluya; no tengáis miedo. Aleluya.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos
una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el
juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos
con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para
iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el
camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: La paz sea con vosotros, soy yo; aleluya; no tengáis miedo. Aleluya.
PRECES:
Oremos a Cristo, que nos ha manifestado la vida eterna, y digámosle confiados:
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
Pastor eterno, contempla con amor a tu pueblo, que se levanta ahora del descanso, y
aliméntalo durante este día con tu palabra y tu eucaristía.
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
No permitas que seamos arrebatados por el lobo que devora o entregados por el mercenario
que huye, sino haz que escuchemos siempre tu voz de buen pastor.
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
Tú que actúas siempre juntamente con los ministros de tu Evangelio y confirmas su palabra
con tu gracia, haz que durante este día proclamemos tu resurrección con nuestras palabras y
con nuestra vida.
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
Sé, Señor, tú mismo nuestro gozo, el gozo que nadie puede arrebatarnos, y haz que, alejados
de toda tristeza, fruto del pecado, tengamos hambre de poseer tu vida eterna.
Que tu resurrección, Señor, nos haga crecer en gracia.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro maestro:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
HORA TERCIA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Espíritu de Dios, la tierra llenas, las mentes de los hombres las bañas en tu luz, tú que eres
Luz de Dios, divino fuego, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.
Sé luz resplandeciente en las tinieblas de quienes el pecado sumió en la obscuridad, reúne en
la asamblea de los hijos los justos que te amaron, los muertos por la paz.
Acaba en plenitud al Cristo vivo, confirma en el creyente la gracia y el perdón, reúnelos a
todos en la Iglesia, testigos jubilosos de la resurrección. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora? Flechas de arquero, afiladas con ascuas de
retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar! Demasiado llevo viviendo con los que
odian la paz; cuando yo digo: “Paz”, ellos dicen: “Guerra”.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre
del Señor; en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén: “Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: “La paz contigo.” Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor
razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta ponemos
nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo, por cuyo medio hemos
obtenido ahora la reconciliación.
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Y se ha aparecido a Simón. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Cuando la luz del día está en su cumbre, eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y
en la esperanza celebran ya la fiesta de la Vida.
Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas
nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y
de esperanza, cabal acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente, por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro, vivir ahora el
fuego de tu Espíritu, haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Me consumo ansiando tu salvación, y espero en tu palabra; mis ojos se consumen ansiando
tus promesas, mientras digo: ¿cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo,
pero no olvido tus leyes.
¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia de mis perseguidores? Me han
cavado fosas los insolentes, ignorando tu voluntad; todos tus mandatos son leales, sin razón
me persiguen, protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba, pero yo no abandoné tus decretos; por tu bondad dame
vida, para que observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde el confín de la tierra con
el corazón abatido:
Llévame a una roca inaccesible, porque tú eres mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas; porque tú, ¡oh Dios!,
escucharás mis deseos y me darás la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los días del rey, que sus años alcancen varias generaciones; que reine siempre
en presencia de Dios, que tu gracia y tu lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor, e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento, protege mi vida del terrible enemigo; escóndeme
de la conjura de los perversos y del motín de los malhechores: afilan sus lenguas como
espadas y disparan como flechas palabras venenosas, para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito, calculan cómo esconder trampas, y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»
Inventan maldades y ocultan sus invenciones, porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos, por sorpresa los cubre de heridas; su misma lengua los
lleva a la ruina, y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza, proclama la obra de Dios y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor, se refugia en él, y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo mismo que por un hombre hubo
muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos. Y lo mismo que en Adán todos
mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
Al ver al Señor. Aleluya.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
HORA NONA.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Salvador del mundo, Señor de los ángeles: por tu cruz gloriosa la muerte venciste.
Oh Señor, consérvanos los dones amables que, con sufrimientos, tú nos mereciste.
Y a quienes a precio de dolor salvaste, llévalos al cielo para que te alaben.
Llévanos a todos, Señor, suplicámoste, pues que nos hiciste reino de tu Padre. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.” El Señor ha estado grande
con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros
sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son
saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su
adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer, como una vid fecunda, en
medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa: ésta es la
bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu
vida; que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:.
El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente
todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos.
Quédate con nosotros, Señor.
Porque ya es tarde.
ORACIÓN:
Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con
bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera
libertad y la herencia eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
CONCLUSIÓN:
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
I VÍSPERAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO:
Revestidos de blancas vestiduras, vayamos al banquete del Cordero y, terminado el cruce del
mar Rojo alcemos nuestro canto al rey eterno.
La caridad de Dios es quien nos brinda y quien nos da a beber su sangre propia, y el Amor
sacerdote es quien se ofrece y quien los miembros de su cuerpo inmola.
Las puertas salpicadas con tal sangre hacen temblar al ángel vengativo, y el mar deja pasar a
los hebreos y sumerge después a los egipcios.
Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua, ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima: el ázimo
purísimo y sincero destinado a las almas sin mancilla.
Oh verdadera víctima del cielo, que tiene a los infiernos sometidos, ya rotas las cadenas de la
muerte, y el premio de la vida recibido.
Vencedor del averno subyugado, el Redentor despliega sus trofeos y, sujetando al rey de las
tinieblas, abre de par en par el alto cielo.
Para que seas, oh Jesús, la eterna dicha pascual de nuestras almas limpias, líbranos de la
muerte del pecado a los que renacimos a la vida.
Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo, que de los muertos ha resucitado, así como también al
sacratísimo Paráclito, por tiempo ilimitado. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: El Señor elevado sobre todos los cielos levanta del polvo al desvalido. Aleluya.
SALMO:
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor
Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los
príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Señor elevado sobre todos los cielos levanta del polvo al desvalido. Aleluya.
Antífona 2: Rompiste mis cadenas; te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aleluya.
SALMO:
Tenía fe, aun cuando dije: ¡Qué desgraciado soy! Yo decía en mi apuro: Los hombres son
unos mentirosos.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis
votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Rompiste mis cadenas; te ofreceré un sacrificio de alabanza. Aleluya.
Antífona 3: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer; y se ha convertido para los que
lo obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
CÁNTICO:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: El Hijo de Dios aprendió, sufriendo, a obedecer; y se ha convertido para los que lo
obedecen en autor de salvación eterna. Aleluya.
LECTURA BREVE:
Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para
proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que
estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.
RESPONSORIO BREVE:
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
Al ver al Señor.
Aleluya. Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Año A: Quédate con nosotros, Señor, porque ya es tarde y el día se va. Aleluya.
Año B: En Cristo se ha cumplido todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos. Aleluya.
Año C: El discípulo predilecto de Jesús dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Aleluya.
Antífona:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona:
PRECES:
Oremos a Cristo, vida y resurrección de todos los hombres, y digámosle con fe:
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por tu Iglesia extendida por todo el mundo: santifícala y haz que cumpla
su misión de llevar tu reino a todos los hombres.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te pedimos por los que sufren hambre y por los que están tristes, por los enfermos, los
oprimidos y los desterrados: dales, Señor, ayuda y consuelo.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te pedimos por los que se han apartado de ti por el error o por el pecado: que obtengan la
gracia de tu perdón y el don de una vida nueva.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Salvador del mundo, tú que fuiste crucificado, resucitaste y has de venir a juzgar al mundo,
ten piedad de nosotros, pecadores.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por los que viven en el mundo y por los que han salido ya de él, con la
esperanza de la resurrección.
Hijo de Dios vivo, protege a tu pueblo.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
ORACIÓN:
Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido por la resurrección
de Jesucristo, y que la alegría de haber recobrado la dignidad de la adopción filial le dé la
firme esperanza de resucitar gloriosamente como Jesucristo. Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
COMPLETAS.
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA:
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna. Amén.
HIMNO:
En ti, Señor, reposan nuestras vidas en el descanso santo de la noche; tú nos preparas para la
alborada y en el Espíritu Santo nos acoges.
En apartadas y lejanas tierras el sol ha despertado las ciudades; amigo de los hombres, ve sus
penas y ensancha de tu amor los manantiales.
Vencedor de la muerte y de las sombras, Hijo eterno de Dios, resucitado, líbranos del peligro
de la noche al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.
SALMODIA:
Antífona 1: Aleluya, aleluya, aleluya.
SALMO:
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten
piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho; ofreced sacrificios
legítimos y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de
nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
SALMO:
Y ahora bendecid al Señor, los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario, y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión: el que hizo cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Aleluya, aleluya, aleluya.
LECTURA BREVE:
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y
yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE:
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
Tú, el Dios leal, nos librarás.
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO:
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las
naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Antífona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con
Cristo y descansemos en paz. Aleluya.
ORACIÓN:
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la
celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.
BENDICIÓN:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque Cristo, a quien llevaste en tu seno, aleluya, ha
resucitado, según su palabra, aleluya. Ruega al Señor por nosotros, aleluya.