Tema central
Estudios estratégicos:
entre la rigurosidad y la subjetividad
Strategic studies:
between rigour and subjectivity
Raúl Salgado Espinoza1 y Daniela Barreiro2
Fecha de envío: 16 de marzo de 2018
Fecha de aceptación: 8 de mayo de 2018
Resumen
El presente artículo propone que los reducidos diálogos y debates entre los grupos académicos
provenientes de las diferentes regiones y perspectivas han contribuido a la expansión ilimitada
de las temáticas abarcadas por los estudios estratégicos. Desde una perspectiva metodológica y
para desarrollar este argumento, este artículo hace un análisis descriptivo-analítico de la literatura sobre los estudios estratégicos desde tres diferentes encuadres: mundial, regional y nacional.
El texto se desarrolla con la premisa fundamental de que la “estrategia” como objeto de estudio
ha perdido su cualidad de concepto analítico a causa de su ampliación más allá de lo militar.
Palabras clave: desarrollo conceptual; Ecuador; estudios estratégicos; guerra; Latinoamérica.
Abstract
This paper proposes that the limited dialogue and debate amongst groups of academics from
different regions and perspectives have contributed to the unlimited expansion of the strategic
spectrum and the themes that cover strategic studies. From a methodological perspective and
in order to develop this argument, this article provides a descriptive-analytical study of the
literature of the field of strategic studies, from three different angles: worldwide, regional and
national. The text develops with the fundamental premise that “strategy”, as object of study, has
lost its original content as an analytical concept as a result of the broadening of its meaning.
Keywords: conceptual development; Ecuador; strategic studies; war; Latin America.
1 Ecuador. Ph.D. en Ciencia Política y Estudios Internacionales por la Universidad de Birmingham, Reino Unido.
Profesor Investigador en la sede. Correo:
[email protected]
2 Ecuador. Politóloga por la Universidad Central del Ecuador. Correo:
[email protected]
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URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad
No. 22 - Quito, junio 2018 - pp. 8-23 - © RELASEDOR y FLACSO Sede Ecuador ISSN 1390-4299 (en línea)
URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad, No. 22, Quito, junio 2018, pp. 8-23
RELASEDOR y FLACSO Sede Ecuador • ISSN 1390-4299 (en línea) y 1390-3691
DOI: http://dx.doi.org/10.17141/urvio.22.2018.3324
Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad
creación? El primero se enfoca en analizar el
surgimiento de la disciplina y su estado a nivel
global. El segundo se centra en las contribuciones sobre América Latina. El tercero hace
una breve revisión de la literatura y tendencias
de la disciplina en Ecuador.
Así, el artículo está dividido en tres secciones centrales y una corta conclusión. La
primera sección contempla la parte histórica
y visión global. La segunda sección aborda las
perspectivas y contribuciones regionales. La
tercera sección revisa las tendencias de esta
área de estudio en Ecuador y la parte final
presenta la interpretación y las conclusiones.
Introducción
Los temas clásicos de los estudios estratégicos están actualmente complementados con
contribuciones que analizan desde los debates teóricos sobre el objeto mismo del campo
de estudio hasta estudios sobre paz, derechos
humanos y cultura estratégica. De este modo
se conjugan estudios sobre el vínculo entre
política, estrategia y táctica en el sistema internacional, estudios sobre inteligencia militar
e inteligencia policial, elementos coercitivos
de política exterior, conducción estratégica de
política pública en defensa y seguridad, aplicación de la nueva tecnología al poder convencional, viejas y nuevas guerras irregulares
como factores de la economía política nacional e internacional (Viamonte 2017), crimen
organizado y actores violentos no estatales, y
nuevos imaginarios geopolíticos en la política
internacional del siglo XXI. En este sentido,
los estudios estratégicos experimentan un reto
en su intento de mantener su identidad y redefinir el concepto u objeto mismo del campo
de estudio: la estrategia. Por tanto, este artículo propone que los reducidos diálogos y debates entre los grupos académicos provenientes
de las diferentes regiones y perspectivas teóricas han contribuido a la expansión ilimitada
del espectro de lo estratégico y de las temáticas
abarcadas por los estudios estratégicos. Esto
ha permitido que la “estrategia” como objeto
de estudio de la disciplina vaya perdiendo su
cualidad de concepto analítico.
Desde una perspectiva metodológica y
para desarrollar este argumento, este artículo
hace un análisis descriptivo-analítico de la literatura sobre los estudios estratégicos desde
tres diferentes encuadres, planteándose la pregunta ¿cómo y por qué los estudios estratégicos han sufrido un cambio sustancial desde su
La estrategia y los estudios
estratégicos como disciplina
La guerra, el conflicto y cómo evitarla han
sido los temas que en mayor parte han moldeado el camino tomado por las Relaciones
Internacionales. Dentro de ello los estudios
estratégicos como un área de los estudios de
seguridad han jugado un rol importante tanto
para los tomadores de decisiones en política
internacional, como para el rumbo de la disciplina. No obstante, la estrategia como objeto
de estudio de los estudios estratégicos no ha
encontrado un consenso en su definición y
constantemente ha sido cuestionada como un
concepto de análisis (Bull 1968; Klein 1994;
Peoples y Vaughan-Williams 2010). Esto es
comprensible dado que hay una variedad de
definiciones que se remontan a la propuesta
del clásico Carl von Clausewitz (1873), quien
relaciona la estrategia directamente con la
guerra. Posteriormente, estudiosos contemporáneos como Robert Osgood (1962) ven
la estrategia como instrumentos de poder que
se conjugan en un plan general para “la utili9
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destrucción total no solo de Estados Unidos
(EE.UU) y de la extinta Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), sino de toda la
civilización (Baylis et al. 2002). En este contexto surgió una importante literatura sobre la
naturaleza de los estudios estratégicos que de
la mano de Kahn (2011), Kissinger (2013),
Schelling (1981), Brodie (1974) y Wohlstetter
(1958) estableció un debate sobre la teoría de
la disuasión, el control de armas y la guerra
limitada. De esta forma, los estudios estratégicos surgieron justamente cuando la estrategia
y el pensamiento estratégico parecían sucumbir a la modernidad de la guerra que con el desarrollo tecnológico militar y el empleo de las
armas nucleares desbarataba las estrategias y
tácticas clásicas de guerra predominantes hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial.
El debate se centraba en dilucidar si la
teoría de estudios estratégicos modifica las acciones políticas o si el accionar político sirve
de base para el desarrollo de las teorías. Esta
discusión aún no tiene fin, aunque lo más
probable es que sea un proceso de ida y vuelta. Lo cierto es que durante la Guerra Fría los
análisis de estudios estratégicos mostraban la
realidad del uso político del poder militar. Sin
embargo, esa misma literatura se mostraba
conservadora en las posibilidades de cambio
de esas condiciones. En consecuencia y con
el relativamente pacífico final del conflicto
entre EE.UU. y la URSS, surgieron pensadores que nuevamente pusieron en duda los
planteamientos del realismo y de los estudios
estratégicos, proponiendo una ampliación
conceptual de la seguridad y cuestionando
el objeto mismo de los estudios estratégicos
(Klein 1994; Peoples y Vaughan-Williams
2010). Por ello, los aspectos ambientales, sociales y económicos de la seguridad con un
carácter normativo eclipsaron a los análisis de
zación del poder en una intervención armada
–en conjunción con instrumentos económicos, diplomáticos y psicológicos– para apoyar
la política exterior en forma más eficiente a
través de tácitos medios abiertos y encubiertos” (Baylis et al. 2002).
En el presente siglo, el panorama de la política mundial cambió a partir de los ataques
terroristas del 11 de septiembre de 2001 y los
sucesivos atentados en Europa, las guerras en
Medio Oriente, la Primavera Árabe, los conflictos en África, el desarrollo nuclear en Corea del Norte, etc. Con ello, la estrategia como
instrumento para el accionar político ha cambiado de acuerdo a los intereses de los actores
involucrados, al desarrollo de la tecnología, de
la ciencia y al contexto. Estos son los nuevos
retos para la inteligencia y la estrategia que
consecuentemente sirven como herramientas
para confrontar estas nuevas amenazas y a los
nuevos actores políticos que van más allá de
los Estados. Esos fenómenos han demandado
una explicación, no solo desde el punto de vista político sino también desde las diferentes
perspectivas teóricas de la estrategia.
Los estudios estratégicos como disciplina
surgieron recién a mediados del siglo XX (Buzan 1987), con aproximaciones naturalistas,
realistas y pragmáticas para explicar el conflicto, la guerra y la paz (Klein 1994). El fin de la
Segunda Guerra Mundial y el surgimiento de
la Guerra Fría, que enfrentaba a dos potencias
armadas con arsenales nucleares, constituían
la principal preocupación de los líderes políticos y académicos por posible aniquilación de
la humanidad con el uso de la bomba atómica en próximas guerras. En este sentido, los
postulados idealistas habían sido descartados
y se había dado paso a una posición realista.
La discusión iba más allá de la anarquía y el
interés nacional. Lo principal era evitar la
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la seguridad del Estado en términos militares
característicos de los estudios estratégicos.
Con el fin de la Guerra Fría se llegó a pensar que se inauguraba un mundo más pacífico
y se cuestionó la naturaleza misma de los estudios estratégicos (Klein 1994). La centralidad
del aspecto militar de la seguridad, la obsesión
con el conflicto y la fuerza, la insuficiente preocupación por las cuestiones éticas, la primacía del Estado, el enfoque teórico restringido
al realismo y la falta de rigurosidad y ética académica fueron las principales críticas hacia los
estudios estratégicos (Gray 2007). Sin embargo, nuevos conflictos surgidos en los Estados
resultantes de la extinción de la URSS y en
las zonas pivótales de África y Europa –como
las guerras en Yugoslavia, Bosnia, Kosovo y
Chechenia en los años 90-, los atentados terroristas ocurridos a principios del 2000 y las
consecuentes guerras en Afganistán, Irak y
Libia, desatadas como resultado de estos, demostraron que el poder militar seguía siendo
un importante factor en la política mundial.
Pero también que los factores morales, físicos, matemáticos, geográficos y estadísticos,
así como las dimensiones sociales, logísticas,
operacionales y tecnológicas, ya no se encontraban únicamente bajo el control del Estado,
sino que se constituían instrumentos de las
políticas de varios actores. Todo lo cual demostró la vigencia de los estudios estratégicos
y motivó su fortalecimiento.
Actualmente, las guerras inter e intraestatales, la evolución de los asuntos militares, la
ciberguerra, la guerra híbrida, el terrorismo y
el nuevo orden mundial son parte de los temas
de análisis de los estudios estratégicos (Vargas,
Reyes y Recalde 2017). Pero estos contenidos
específicos se encuentran enmarcados en temáticas mucho más amplias que han marcado
el desarrollo de la disciplina. El primer gran
tema es la continuidad y discontinuidad de la
historia estratégica; el segundo es la relación
entre política y guerra, entre la guerra como
concepto legal y la guerra como situación real,
entre políticos y soldados, entre guerra y paz,
y, finalmente, el tercer gran tema es la guerra
como una institución social (Gray 2007).
Por lo tanto, la definición de estudios estratégicos no es unívoca y está directamente
relacionadas con la falta de consenso sobre la
definición del objeto de los estudios estratégicos: la estrategia. Existen tres posturas principales que comparten características, pero
también contienen diferencias importantes
en sus definiciones. Autores como Carl von
Clausewitz (1873), Conde H. von Moltke
(2016), Liddell Hart (2009) y André Beaufre (1965) “se centran en una definición bastante estrecha, que relaciona la fuerza militar
con los objetivos de la guerra” (Baylis et al.
2002). Por otra parte, Gregory Foster (1990)
y Robert Osgood (1962) ponen la atención
en el enfoque más amplio del poder (Baylis
et al. 2002). Finalmente, Williamson Murray
(1996) y Mark Grimsley (1997) destacan el
proceso dinámico en la formulación de la estrategia. Asimismo, se debe diferenciar entre
la estrategia vista en términos militares y la
gran estrategia como el arte de gobernar que
incluye tanto los aspectos políticos, sociales y
económicos como los militares.
Una de las definiciones más utilizadas es
la de Hart (2009), quien plantea que “la estrategia es el arte de distribuir y aplicar los
medios militares para cumplir los fines de la
política”. Por ello, los investigadores de estudios estratégicos requieren de conocimientos
tanto militares como políticos. Sin embargo,
los profesionales de estas áreas tienen diferentes formaciones, valores, habilidades y formas
de pensar y actuar. Por ende, existe una cons11
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caron esa historia (Gray 2007). Los grandes
conflictos bélicos han transformado las relaciones internacionales, llegando al punto de
que la mayoría de los países han sido creados,
desechos o rearmados como resultado de una
guerra. Además, el miedo, el honor y el interés como los principales motivos para la
guerra propuestos por Tucídides no han cambiado con los años. Por lo tanto, las guerras
concretas pueden solucionarse, pero la guerra
como institución social aún no encuentra un
fin cercano. En consecuencia, los estudios estratégicos y el desarrollo de su aplicación son
indispensables para comprender la historia
contemporánea, analizar el conflicto y explicar teóricamente las diferentes estrategias empleadas por el actor político para alcanzar sus
objetivos. No obstante, aún no hay un consenso si la estrategia es un arte o un concepto
de análisis. En tal sentido, los estudios estratégicos como un área o disciplina académica
también están expuestos a un alto grado de
crítica (Peoples y Vaughan-Williams 2010).
tante tensión entre personal civil y militar al
momento de desarrollar una gran estrategia.
Lo ideal es una cooperación entre las dos ramas, pero si se debe elegir, autores como Brodie (1974) y Clemenceau (1968) se inclinan
por analistas civiles, aunque a pensadores
como Betts (1997) les preocupa que se pierda
la indispensable sensibilidad militar. De igual
manera, para una efectiva estrategia no se
pueden dejar de lado áreas como la economía,
geografía, historia, sociología o estadística. En
tal sentido los estudios estratégicos son multidisciplinarios y transdisciplinarios.
Los estudios estratégicos se centran además en el cómo llevar a cabo las acciones militares necesarias para obtener los objetivos
políticos de una manera eficiente. Por lo tanto, el campo tiene elementos de un arte y de
prácticas empíricas y analíticas que pueden ser
una ayuda académica en las decisiones políticas. Sin embargo, los estudios estratégicos no
son una disciplina en sí misma (Baylis et al.
2002), pues, aunque tienen una función, se
basan en muchas y muy diversas áreas para
poder cumplirla. Esto también ha incidido en
que no exista un acuerdo entre los académicos
sobre la metodología que se debe emplear en
los estudios estratégicos. Autores como Brodie (1974) plantean una metodología similar
a la usada en la economía, pero sin perder de
vista a la historia y a la política. Por eso, de
las pretensiones metodológicas absolutamente
cientificistas de la década de 1950 se pasó a un
análisis histórico comparativo de los estudios
estratégicos en la década de 1970 (Baylis et al.
2002).
Los estudios estratégicos proporcionan
una capacidad de interpretación que permite
explicar, si no todos los aspectos de los últimos 200 años de historia de la humanidad,
al menos gran parte de los hechos que mar-
Los estudios estratégicos en el
contexto latinoamericano
Los centros de investigación que se enfocan
en temáticas concernientes a América Latina
en este campo de estudio varían en su carácter y proveniencia. Entre ellos se ha podido
identificar centros de investigación de fuera de
la región latinoamericana como el Center for
Strategic and International Studies, el Strategic
Studies Institute, o el Army War College de los
Estados Unidos. Las contribuciones realizadas
por estos centros se pueden encuadrar en tres
grandes grupos: estudios de los efectos económicos y políticos en los Estados Unidos debido a las recientes relaciones de América Latina
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Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad
términos de seguridad regional y como lugar
donde se encuentran ciertas fuentes de inestabilidad. Esta perspectiva tiene relación con,
por un lado, el interés de Estados Unidos en
el papel de Latinoamérica en el futuro de su
política internacional (Schulz 2000) y, por el
otro, con cómo pensar estratégicamente las relaciones Estados Unidos-Latinoamérica (Ellis
2016). En este sentido, el alcance de estrategia
tiene un carácter ubicuo que se expande a una
variedad de áreas tanto del accionar político
como de las ciencias sociales y no parece reflejar necesariamente una estrategia de guerra
como se presenta en el significado clásico de
estrategia.
Otras contribuciones académicas en el
campo de los estudios estratégicos con carácter extra-regional provienen de varios institutos y centros de estudio españoles como
el Instituto Español de Estudios Estratégicos
(IEEE), el Real Instituto Elcano (ERI) y el
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional de la Universidad de Granada (GES). Sus
estudios se pueden clasificar en tres corrientes
claras de investigación: estudios particulares
de las situaciones puntuales de un país latinoamericano específico, estudios de las relaciones de Latinoamérica con otros actores, y,
estudios sobre América Latina en su conjunto, sus oportunidades y desafíos en el contexto
global.
Primero, los estudios particulares de las situaciones puntuales de un país específico hacen referencia a las relaciones entre los países
latinoamericanos, la influencia de sus conflictos internos, principalmente políticos, donde cada proceso electoral es analizado como
fuente de inestabilidad y conflictos (Urcuyo
2010; Huneeus 2010). En este mismo contexto, sus políticas externas particulares (Torrijos
2010; Malamudy y García-Calvo 2010) son
con Rusia y China, estudios de la situación
interna en países latinoamericanos y estudios
sobre la postura de los Estados Unidos hacia
Latinoamérica y el Caribe.
El primer grupo de estudios sugiere que
las relaciones tanto militares (Ellis 2012), económicas, comerciales (Ellis y Lovelace 2015),
como geopolíticas (Arimatéia da Cruz 2015)
encierran factores amenazantes a los intereses
de las relaciones que Estados Unidos mantiene con los Estados de la región. Además,
resaltan la preocupación y la importancia de
una estrategia apropiada para enfrentar esos
vínculos establecidos entre varios países latinoamericanos y hegemones regionales como
China y Rusia (Morgan 2015). En este contexto se enfatiza en cómo estas relaciones afectan a la seguridad interna de Estados Unidos
y a la vez se convierten en una amenaza hacia
el hemisferio.
Por su parte, los estudios sobre la situación
interna en países latinoamericanos destacan la
preocupación norteamericana sobre dos ejes
de interés estratégico en la región. El uno encierra tanto la caída económica de Venezuela
(Manwaring 2014), como su modelo político
“chavista” (Manwaring 2005), lo que se considera el principal elemento desestabilizador en
la región y un factor importante para la política exterior norteamericana (Rendon 2017). El
otro eje se concentra en el alto grado de criminalidad y número de organizaciones delictivas
en Latinoamérica (Farah 2012), lo que podría
llevar a una securitización internacional de la
región por la cercanía física de Estados Unidos
con América Latina.
Finalmente, los análisis que se enfocan en
la postura de los Estados Unidos hacia Latinoamérica (Ellis 2014) y el Caribe (Matera et al.
2017) subrayan la relevancia de esta región
para la política norteamericana, sobre todo en
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islámico (Damitrascu 2016) y las guerras de
Medio Oriente. Se presenta entonces la necesidad de una reactivación del campo de la
inteligencia estratégica para la formación de
una posición de Latinoamérica (Daga 2017).
No obstante, se subraya que una falta de
capacitación y profesionalización de los actores políticos y su influencia en la investigación
en este campo coadyuva a la politización de
los análisis estratégicos (Cabrera 2017). Estos
problemas que lastran el desarrollo de la inteligencia estratégica en la región no permiten
prever hacía donde camina la inteligencia estratégica en Latinoamérica (Jiménez 2016). A
pesar de enfrentar problemáticas similares, los
países carecen de una visión colectiva, lo que
se refleja en los estudios sobre la región. En
conclusión, los estudios estratégicos españoles
sobre América Latina no cuestionan la ubicuidad del concepto mismo de estrategia, ni
hacen una contribución teórica a la disciplina,
sino más bien emplean el concepto de estrategia como una noción flexible que sirve para
analizar problemas empíricos tanto nacionales
como internacionales.
Para cerrar esta sección, se ha podido analizar que las contribuciones latinoamericanas,
similar a los estudios estratégicos españoles
hacen limitadas contribuciones a los debates
metodológicos y teóricos de la disciplina. No
obstante, varios centros e institutos de América
Latina han hecho grandes contribuciones con
trabajos empíricos al desarrollo y expansión
de este campo de estudio. Además, muchos de
estos centros en América Latina están ligados
a las fuerzas militares de sus países, como el
Centro de Estudios Estratégicos en Ecuador;
el Centro de Estudios e Investigaciones Militares (CESIM) de Chile; la Escuela Superior de
Guerra de Brasil, entre otros. Pero también se
han identificado centros universitarios públicos
objetivo de análisis para intentar definir hacia
dónde se dirige el subcontinente respecto a los
desafíos globales. De esta forma los estudios
procuran determinar si estos Estados pueden
convertirse o no en un socio o en un enemigo
potencial más fuerte.
La segunda corriente contiene las investigaciones sobre las relaciones de Latinoamérica
con otros actores. Aquí resaltan los intereses
de la Unión Europea y España en mantener
relaciones estratégicas con América Latina. El
rol de España como mediador en las relaciones entre los actores externos como China y
Latinoamérica se posiciona como importante
para la política exterior española hacia América Latina (Shixue 2011). Se podría decir que
España aprovecha sus relaciones con Latinoamérica para favorecer sus intereses y sus empresas al servir de enlace a estos terceros países. Por otro lado, se presenta a China como
actor importante para la región, que, frente a
la atomización regional y falta de cohesión de
los países, ha visto a Latinoamérica como un
lugar con gran potencial para explotar dentro
de su estrategia global (Verdes-Montenegro
Escánez 2014).
La tercera corriente se enfoca en estudiar
a América Latina en su conjunto, sus oportunidades y desafíos en el contexto global desde
una perspectiva clásica de comprender los estudios estratégicos. Por tanto, la seguridad de
las naciones y de la región en general (Martín
2016; Martín 2015), la potencialización de
elementos del campo de la defensa (Briones
2013) en el contexto de la integración y crisis global se perciben como desafíos centrales para América Latina. Aunque la región se
diferencia de las regiones en crisis, cultural,
económica y políticamente, América Latina
no parece estar inmune al problema de crisis internacional asociado con el radicalismo
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Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad
e independientes, así como organizaciones civiles y políticas que pretenden ampliar el espectro
de lo estratégico a lo político-ideológico, como
el Centro Estratégico Latinoamericano de
Geopolítica (CELAG). En tal sentido, la disciplina de los estudios estratégicos en América
Latina amerita de un debate teórico y metodológico que la reencause en el campo académico
o que permita una teorización de los estudios
estratégicos en esta región.
A pesar de la amplitud de temáticas que se
presentan como estudios estratégicos, se han
podido identificar tres tendencias centrales:
análisis globales considerando el grado de incidencia de las políticas mundiales en Latinoamérica; los desafíos latinoamericanos como
un reto a los estudios estratégicos; y el papel
de Estados Unidos en el mundo y en sus relaciones con América Latina. En el contexto
de los análisis globales sobre la incidencia de
las políticas mundiales en Latinoamérica los
estudios estratégicos no son solo una temática estudiada en ámbitos académicos (Jiménez
2016), sino también en los centros militares
de investigación. Por tanto, los temas analizan una amplia variedad de situaciones globales. Desde el capitalismo y el gasto militar de
los Estados, hasta la importancia del agua en
el planeta (Rey 2014), los retos de la Unión
Europea, la tecnología y comunicación en las
Relaciones Internacionales (Díaz 2014), considerando todos estos factores como elementos importantes de la estrategia.
Por un lado, se presenta como desafío de la
mayoría de los Estados latinoamericanos, y de
la región como colectivo, la limitada estrategia
para convertirse en actor global y reducir los
efectos de los cambios que está sufriendo la
zona como producto de la alta incidencia del
crimen organizado, del cambio climático ydel
interés de varios actores políticos internacio-
nales en los recursos naturales Suramérica. A
esto se suma el pobre desarrollo económico y
social que, como un factor amenazante a la estabilidad política, requiere de propuestas que
puedan ayudar a considerar las particularidades de la región y las alternativas surgidas en la
misma. Para Serrano (2015), Latinoamérica es
un territorio en disputa entre los actores globales. Ello se aprecia en el interés de China,
Estados Unidos y la Unión Europea encimentar relaciones fuertes con países latinoamericanos, convenientes para ellos y no siempre
beneficiosas para ambas partes. Por tanto,
análisis desde los estudios estratégicos no solamente podrían reposicionar este campo como
una disciplina fundamental, sino también
contribuirían a entender y desarrollar mecanismos para enfrentar dichos desafíos.
Por otro lado, se han debilitado los proyectos continentales y regionales para construir
una estrategia de defensa colectiva frente a las
amenazas mencionadas. Este declive colectivo
se puede ver en la pobre importancia que se le
da actualmente a la casi desapercibida Junta
Interamericana de Defensa (JID). Entre los
objetivos de la JID se encuentra la necesidad
de la “existencia de un organismo militar permanente que estudie y resuelva los problemas
que afecten al Hemisferio Occidental” (JID
2018b). No obstante, el intento de cooperación y estructuración de un ente u organismo
militar conjunto con el fin de buscar una estrategia no se concretó. Pero surgieron instituciones que han procurado articular ciertas
visiones de cooperación entre las fuerzas armadas nacionales, como el Colegio Interamericano de Defensa creado en 1993.
La resolución 1240 de la Organización
de Estados Americanos dispuso que tanto su
Asamblea General como la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y
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Raúl Salgado Espinoza y Daniela Barreiro
el Consejo Permanente tengan la facultad de
requerir a la JID asesoramiento y servicios
consultivos de carácter técnico militar. En el
año 2013 los países del Bloque de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) anunciaron que abandonarían la
JID. La continuación de ese debilitamiento se
evidencia en la denuncia de los tratados que
sustentan a la JID como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Así, por ejemplo, Ecuador inició el proceso de desvinculación en 2015 y actualmente no consta como
Estado miembro de la JID (JID 2018a).
Si bien las amenazas actuales son muy diferentes a aquellas del periodo de creación de este
organismo, hay nuevos problemas como los citados arriba que demandan ser enfrentados colectivamente. Este fue uno de los argumentos
para la creación del Consejo de Defensa Suramericano, cuyos ejes temáticos principales son
las políticas de defensa, la cooperación militar,
las acciones humanitarias y las operaciones de
paz, la industria y tecnología de la defensa, y
la formación y capacitación. Dentro de ello, la
creación de la Escuela Sudamericana de Defensa busca ejecutar estos objetivos. Sin embargo,
estos campos han sido abordados generalmente por los ministros de los países miembros de
forma tan deficiente, que la realización de los
objetivos parece ilusoria.
Finalmente, se evidencia una corriente
analítica que se centra en el rol de EE.UU.
en el mundo y como parte de ello sus relaciones con América Latina. Estados Unidos ha
sido un actor hegemónico, cuyas acciones y
política exterior han afectado a toda la región.
Sus lazos comerciales, políticos y económicos
con los países de América Latina son de una
intensidad tan elevada que, por ejemplo, el
cambio de presidencia o de estrategias regionales puede afectar gravemente las perspecti-
vas económico-políticas de países enteros en
la región. Son estas razones importantes para
que la relación EE.UU. con América Latina
se haya convertido en una temática de análisis continuo (Hernández 2015; Suárez 2017).
De la misma forma los tiempos convulsos o
inestables en Latinoamérica interesan particularmente a los EE.UU. Dicho interés se enfoca especialmente en desarrollo de las políticas
nacionales y exteriores de Venezuela y Cuba,
como se pudo ver en los estudios del CSIS
y SSI. En conclusión, los diferentes empleos
que puede tener el concepto fundamental de
análisis de los estudios estratégicos, la estrategia, dejan entrever que los estudios estratégicos tienen como foco de análisis un concepto
ubicuo. Para entender y explicar los eventos
bajo el marco de los estudios estratégicos se
debe precisar cuál es la definición de estrategia
que guía el análisis.
Los estudios estratégicos en Ecuador
Las naciones utilizan el pensamiento estratégico para organizar su poder y mejorar su
capacidad de defensa y ataque contra las amenazas. El definir las amenazas y peligros para
un país es fundamental dentro de la estrategia
estatal. No obstante, la seguridad entendida
de manera multidimensional “ensancha de
manera excesiva el concepto de defensa hasta volverlo impracticable” (Ramos 2015). Por
tanto, se puede establecer como amenaza los
más diversos tópicos, desde terrorismo hasta
el clima. Los nuevos objetivos geopolíticos y
geoestratégicos requieren de la aplicación de
nuevas metodologías y conocimientos, tanto
militares como de índole social, ambiental y
económica. Esto ha llevado al uso político de
la seguridad y las amenazas, alejándoles de los
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Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad
liferación de armas de destrucción masiva y vi)
el deterioro del medio ambiente. Por otro lado,
se subrayan como amenazas internas la pobreza
y el deterioro del nivel de vida, la corrupción,
la migración descontrolada, los conflictos de
gobernabilidad, el deterioro del ambiente, los
efectos de las catástrofes naturales, los conflictos étnicos y culturales y las tendencias autonomistas exacerbadas (Ramos 2015).
Tomando en consideración la sugerencia
de Wirtz (2002) sobre una nueva agenda de
los estudios de seguridad y estrategia, este
campo contiene una variedad de temáticas
que demanda repensar el concepto de estrategia. En el caso de la práctica política ecuatoriana, por ejemplo, la “Agenda sectorial de la
Defensa 2014-2017” ya no establece de manera clara las amenazas a la nación, y mucho
menos define las estrategias de acción. Esto no
quiere decir que Ecuador se haya quedado sin
amenazas o formas de responder a ellas, sino
que la nueva visión de una seguridad considerada como seguridad integral y humana se ha
vuelto tan amplia que resulta difícil el desarrollo de políticas específicas y la determinación
de amenazas concretas.
Estas transformaciones de la práctica política repercuten en el plano académico. Los
investigadores nacionales y extranjeros han
analizado diferentes aspectos de los estudios
estratégicos, abarcando temáticas como las estrategias para la defensa territorial y seguridad
nacional en el contexto del conflicto con Perú
y sus desafíos para la teoría de la paz democrática (Chávez 2008), hasta factores económicos, como la deuda externa, y de crimen
organizado y narcotráfico como imperante en
las relaciones subregionales y bilaterales, especialmente con los EE.UU.
En este sentido, la academia ecuatoriana
de los estudios estratégicos presenta tres ten-
intereses nacionales y regionales, ligándoles a
los fines inmediatos del gobierno.
En Ecuador, las organizaciones encargadas de determinar las amenazas, intereses
y estrategias de protección en 2017 son: el
Sistema de Inteligencia, la Secretaría Nacional
de Inteligencia, el Ministerio de Defensa Nacional y las FF.AA. Sin embargo, si se analiza
la seguridad de manera integral también se
incluye el Ministerio del Interior y la Asamblea Nacional. Dado al conflicto limítrofe que
mantuvo Ecuador con el vecino país del sur,
Perú, la estrategia se mantuvo como instrumento central de planificación de la defensa
y seguridad nacional. Por tanto, se estudiaba
y desarrollaba sobre todo en los centros de
investigación militar. Las transformaciones
políticas en el Estado ecuatoriano y a nivel internacional, como la firma de la paz con Perú,
sellada con el Tratado de Brasilia en 1998, parecen haber contribuido para que la estrategia
y los estudios estratégicos en Ecuador se hayan
transformado de una perspectiva netamente
clásica a una perspectiva flexible (Ordóñez y
Cruz 2017). Esta última incorpora el análisis
de factores como el crimen organizado, el tráfico de drogas, las amenazas y riesgos naturales,
cuyos estudios más bien se podrían localizar
en lo que James Wirtz (2002) califica como
la nueva agenda de la seguridad y estrategia.
Para hacer referencia a estos cambios, el
Ministerio de Defensa Nacional de Ecuador
publicó el documento Política de la defensa Nacional del Ecuador en el año 2002, en el cual
identificó las nuevas amenazas para el Estado y
la sociedad ecuatoriana. Entre ellas se resaltan
como amenazas convencionales externas: i) los
efectos para Ecuador del conflicto interno en
Colombia, ii) el narcotráfico y crimen organizado, iii) el terrorismo internacional, iv) la inequidad en el comercio internacional, v) la pro17
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Raúl Salgado Espinoza y Daniela Barreiro
dios estratégicos se extiende a un área que no
permite delimitarlo con claridad. Consecuentemente, el concepto de estrategia pierde su
contenido original con el que se posesionó en
la academia norteamericana a inicios de los
años 1950 y 1960.
dencias. Por un lado, hay autores que parten
de un concepto clásico de estrategia y por ello
se enfocan en el debate en torno a la doctrina de la seguridad nacional y las prácticas de
inteligencia (Barreiro y Rivera 2014; Cruz
2017). Por otro, autores buscan expandir ese
contenido de los estudios estratégicos a temas
como la defensa de los recursos naturales, el
mantenimiento de la soberanía nacional económica sobre las 200 millas de mar territorial,
la deuda externa, la competitividad comercial
en relación a otros países de la región, y la exportación del banano y de petróleo (Chávez
2008; Mencias 2017; Rojas y Bühler 2017;
Raza 2017). A este grupo se suman nuevos autores, cuyos estudios se enfocan en temas ambientales: la extracción de petróleo en zonas
protegidas, la tala de bosques, la distribución
del agua, la contaminación de ríos y suelos,
así como la protección de especies endémicas
(Valencia, Vaca-Guerrero, y Garzón 2011).
Finalmente, hay una tercera tendencia
que, luego de la guerra con Perú, apunta a explicar y a entender las nuevas dinámicas de la
problemática en la zona fronteriza norte del
Ecuador. No es de olvidar que el conflicto colombiano y sus consecuencias para Ecuador
son evidentes y consecuentemente es un tema
de interés para la academia nacional. No obstante, el enfoque analítico sobre los refugiados
colombianos, el Plan Colombia, las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno
colombiano y sus efectos en Ecuador, las bases
norteamericanas, los recursos invertidos en
protección y patrullaje, etc., que traen costos
para la seguridad interna, la soberanía, la política y economía del país (Mouly 2009; Marcella 2014; Polanco 2003; Ordóñez 2017),
prefieren perspectivas críticas, post-modernas
y post-estructurales. Con ello, nuevamente
el espectro del campo de estudio de los estu-
Conclusión
El hilo conductor de este artículo es la pregunta ¿cómo y por qué han sufrido un cambio sustancial los estudios estratégicos desde
su creación? Este análisis ha podido demostrar
que la disciplina de los estudios estratégicos,
ya en los albores de su creación u posicionamiento académico en los años 1950 y 1960,
fue fuertemente criticada por su rol tanto en
la práctica política como en su inconvincente
explicación teórica sobre el concepto mismo
de estrategia. A esta crítica contribuyó la expansión indiscriminada del concepto de estrategia que parece tenía una función de adaptarse a una variedad de intereses de investigación,
convirtiéndose así en un concepto ubicuo que
difícilmente tiene un límite de aplicación
investigativa. Si bien este mismo fenómeno
contribuyó al posicionamiento y expansión
de la disciplina, al mismo tiempo aportó a su
exposición a la crítica y a un constante debilitamiento, hasta el punto de llegar a tener varios nuevos cuestionamientos sobre el objeto
de estudio a inicios de los años 1990. Por otro
lado, se evidencia una tendencia a un crecimiento de producción académica desvinculada entre sí y por tanto surgen una variedad de
tendencias y encuadres que facilitan la crítica
a su cualidad de disciplina.
En ese constante crecer de temáticas que
se abordan desde los estudios estratégicos, las
contribuciones norteamericanas y españolas
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Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad
sobre temas relevantes para América Latina
parecen no favorecer el debate y atenuar el desarrollo teórico de la disciplina. Esta tendencia
se presenta con más claridad en la producción
de análisis empíricos con un insuficiente sustento teórico en la región, que, si bien contribuyen a la disciplina, poco aportan a su
desarrollo teórico. Esto es aún más evidente
en el caso de la disciplina en Ecuador. Aquí se
evidenció la existencia de tres diferentes tendencias: una centrada en el concepto clásico
de estrategia, otra que se acopla a las nuevas
amenazas al Estado y a la sociedad y una tercera que se hace eco de las perspectivas críticas
y post-estructurales. Con ello el concepto de
estrategia parece más bien ser objeto de manipulación e instrumentalización para encuadrar en el interés subjetivo de cada investigador. Por tanto, un debate sobre la naturaleza y
teorización de la disciplina en Ecuador y en la
región latinoamericana es necesario.
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