Directorio
Presidente Municipal
Ing. Alfonso Jesús Martínez Alcazar
Síndico Municipal
Dr. Fabio Sistos Rangel
Secretario del H. Ayuntamiento
Mtro. Jesús Ávalos Plata
Regidores
Arq. María Elisa Garrido Pérez
Lic. Jorge Luis Tinoco Ortiz
Dra. Kathia Elena Ortíz Ávila
C. P. Fernando Santiago Rodríguez Herrejón
C. Adela Alejandre Flores
C. Félix Madrigal Pulido
Mtra. Alma Rosa Bahena Villalobos
Mtro. German Alberto Ireta Lino
M. V. Z. Claudia Leticia Lázaro Medina
C. P. Benjamín Farfán Reyes
Lic. Osvaldo Ruiz Ramírez
C. Salvador Arvizu Cisneros
Director de Asuntos Interinstitucionales y Cabildo
Mtro. Germán Rodrigo Martínez Ramos
Jefe de Departamento del Archivo Histórico Municipal de Morelia
Mtro. Guillermo Fernando Rodríguez Herrejón
Boletín
7
Vida cotidiana
El Centro Histórico de Morelia
Colección VII
Boletín
7
Vida cotidiana
El Centro Histórico de Morelia
Magali Zavala García
Coordinadora
H. Ayuntamiento de Morelia
Dirección de Asuntos Interinstitucionales y Cabildo
Archivo Histórico Municipal de Morelia
Boletín Rosa de los Vientos 7
Vida cotidiana. El Centro Histórico de Morelia
Magali Zavala García
(Coordinadora)
© 2016, H. Ayuntamiento de Morelia
© 2016, Dirección de Asuntos Interinstitucionales y Cabildo
© 2016, Archivo Histórico Municipal de Morelia
Galeana 302 Centro
58000 Morelia, Michoacán
Impreso en Morelia, Michoacán, México
Índice
Preámbulo
Laura Patricia Mancilla Suro................................................................................ 9
Sección Temática ...................................................................................... 11
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad
de Valladolid de Michoacán. Entre la realización de un
ideal y el crecimiento del proyecto monacal indio
Yirlem González Vargas ................................................................................ 13
Configuración urbano arquitectónica de
Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
Eugenia María Azevedo Salomao .................................................................... 23
Ana María Huarte de Iturbide
y su entrada a Valladolid, 1821
José María Navarro Méndez .......................................................................... 31
Llegan los billares a la vida cotidiana
de la Morelia porfiriana
Magali Zavala García .................................................................................. 41
La ciudad retratada:
reinvención del tejido visual de Morelia
Guadalupe Chávez Carbajal........................................................................... 53
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas
y religiosas en la década de los veinte, siglo XX
Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis ................................................................. 63
Sección Documento ............................................................................. 71
Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza
Melba Maya Guzmán .................................................................................. 73
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana
en la construcción de una ciudad (1920-1930)
Victoria Eugenia Pérez Tajonar ...................................................................... 81
Sección Archivonomía ........................................................................ 89
Sentido y valor de los archivos
Carlos Herrejón Peredo .................................................................................. 91
Introducción a la archivística
Silvia Patricia Gómez García ....................................................................... 103
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional
de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
Ignacio Silva Cruz...................................................................................... 113
Sección Reseña ........................................................................................ 121
Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México,
CONACULTA/DEBATE, Colección Historia Ilustrada de
México, 2015, pp. 278
Yaminel Bernal Astorga ............................................................................... 123
Sección Mi ciudad, mi historia ............................................................ 127
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas. Una
mirada a las fuentes de Valladolid-Morelia en el siglo XIX
Ricardo Aguilera Soria ................................................................................ 129
Catálogo de ediciones del Archivo Histórico Municipal de Morelia
Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos
Magali Zavala García ................................................................................ 139
Preámbulo
E
n el marco de los festejos del 25 aniversario de Morelia como
Patrimonio de la Humanidad aparece una versión más del
Boletín Rosa de los Vientos que, como nos tiene acostumbrados
el Archivo Histórico Municipal de Morelia, reúne una serie de trabajos
que intentan compilar una línea temática alrededor de esta histórica
ciudad.
Cada versión nueva que llega a nuestras manos resguarda un enorme
logro, sobre todo en tiempos donde las instituciones mexicanas, las
nuestras, tienen una grave crisis de credibilidad y en algunos casos de
legalidad, y donde el papel de instituciones fundamentales para el estado
de derecho —como lo indica Carlos Herrejón en este boletín— no son
objeto del interés de la clase política, pues aun cuando se hacen serios
esfuerzos como el que tenemos en nuestras manos, no acabamos de
entender el papel fundamental de nuestros archivos como instituciones
básicas de identidad , legitimidad y transparencia de nuestros gobiernos.
Mantener la publicación del Boletín Rosa de los Vientos le da
continuidad al trabajo de muchas personas que a través del tiempo le han
permitido compartir con la comunidad variados conocimientos sobre
esta región del país alrededor de la antigua Valladolid y se convierte en
una ventana que nos presenta diversos escenarios de los conocimientos
y personas que dejan huella en su paso por las instalaciones del
AHMM; que como muchos saben permiten la confluencia de variedad
9
Preámbulo
de pensamientos, expresiones, conocimientos, recuerdos, testimonios y
me atrevería a decir, emociones.
En este sentido el ejemplar que en esta ocasión nos comparte el
Ayuntamiento de Morelia nos da cuenta en su sección temática una
línea común en relación a la arquitectura de la ciudad en diferentes
instantes y en circunstancias colectivas e individuales respecto a quienes
habitaron estos espacios; aquí encontraremos interesantes pasajes para
conocer del Morelia que todos los días recorremos y del que tan poco
sabemos.
Una parte muy destacada de este boletín y que tiene en esencia
relación directa con las funciones de la institución de la que emana esta
publicación son las secciones de Documentos y Archivonomía, en ellas
podemos encontrar desde joyas documentales, que son custodiadas en
el AHMM, hasta conceptos y reflexiones básicas sobre la función de
los archivos en general y su importancia, que me atrevería asegurar se
convertirán en consulta obligada de todos aquellos que inician sus estudios
en este oficio o que dentro de su profesión será una línea importante de
su formación. De esto se desprende un valor más a este boletín por que
segura estoy que será consultado desde el ojo que quiere conocer algo
sobre su ciudad, hasta el especialista que busca particularidades de la
investigación, pasando por el estudiante universitario que comienza su
formación intelectual dentro de las humanidades.
Las dos últimas secciones de este boletín, redondean el objetivo
de difundir que tiene el AHMM tanto de la riqueza de esta ciudad
de Morelia, como del conocimiento que generan los repositorios
documentales, de un lado la acostumbrada reseña bibliográfica y la
sección de Mi ciudad, mi historia con la que se cierra el círculo temático
de este ejemplar y que van en la línea del subtitulo de la presenta
publicación: Vida cotidiana. El centro histórico de Morelia.
Laura Patricia Mancilla Suro
Profesora de Cátedra en la Preparatoria
del ITESM Campus Morelia, y la ENES Campus Morelia
10
Sección
Temática
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de
Valladolid de Michoacán. Entre la realización de un ideal
y el crecimiento del proyecto monacal indio
Fotografía: Magali Zavala García, Exconvento de Capuchinas, 2016
Yirlem González Vargas1
D
esde los primeros años de conquista y del poblamiento de
la Nueva España, las autoridades eclesiásticas mostraron
un gran interés por las nativas, a quienes les dieron
instrucción para que fueran buenas esposas y madres cristianas;
así aseguraban una vía de propagación de los preceptos cristianos.
Ellas, respondieron con ejemplo de vida. Al respecto, fray Juan de
Zumárraga, primer obispo de la Nueva España, propuso ante el
Consejo de Indias que las indias caciques pudieran aspirar a la vida
consagrada, la cual estaba reservada sólo a un grupo privilegiado.
A pesar de la insistencia del fraile, no fue autorizado el proyecto,
debido a que el Consejo consideró que era muy ambicioso, por
tanto el ideal quedó en el discurso de aquel momento, pero un par
de siglos más tarde recobraría nuevos bríos.
Al hablar de la fundación del conjunto conventual para indias
caciques, del que hoy sólo observamos el templo conocido como
1
Universidad Latina de América,
[email protected]
13
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán
Capuchinas y uno de los puntos de referencia del centro de la ciudad de
Morelia, da cuenta de las condiciones que posibilitaron o entorpecieron
la creación de los recintos conventuales femeninos, pero sobre todo de
conventos sui generis, como del que aquí referimos. Asimismo, se destaca
el papel que jugó dicho establecimiento en la consolidación del proyecto
monacal femenino indio; así como la influencia social y urbana.
El 16 de julio de 1724, después del devenir de papeles en donde se
discutió nuevamente la visión del indio, quedó inaugurado el primer
convento para indias caciques: Corpus Christi, establecido en la ciudad
de México, con él se concretaba el ideal del monacato femenino
indio impulsado vehementemente por el virrey de la Nueva España,
don Baltasar de Zúñiga Guzmán Sotomayor, marqués de Valero, y la
religiosa Clarisa sor María Petra de San Francisco. El claustro tuvo buen
recibimiento y demanda, a pocos años de su establecimiento existían un
gran número de indias caciques con solicitud en mano y en espera de
una vacante. Ante ello, tan sólo unos meses de la primera fundación, la
abadesa de Corpus Christi solicitó licencia para extender su instituto a
la ciudad de Guadalajara, pero la petición fue negada quedando a la
expectativa de una oportunidad para ampliar el proyecto.2
La espera terminó cuando las religiosas se enteraron que en la ciudad
de Valladolid hoy Morelia, se orquestaba la fundación de un convento
con características similares de su instituto, por lo que se comunicaron
con el promotor de la obra, no sólo para apoyarlo, sino para solicitar
el traspaso de la misma. La cesión se realizó y las religiosas iniciaron
con los trámites formales de la segunda fundación para monjas indias
caciques, representando la ampliación del proyecto monacal indio y el
camino para su crecimiento.
El convento de Señoras Religiosas Capuchinas de Nuestra Señora
de Cosamaloapan como se le conoció al recinto, se fundó en 1737
en la ciudad de Valladolid, perteneciente al obispado de Michoacán.
La edificación contó con el apoyo de una familia cacique, gracias a
2
Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Reales Cédulas, vol. 63, exp.
104, f 165
14
Yirlem González Vargas
ella, se reconstruyó una capilla en el barrio conocido como la Aldea,
ubicado al Oriente de la ciudad. Igualmente, el inmueble se encontraba
alineado de Oriente a Poniente, se veneraba la imagen de la virgen de
Cosamaloapan.3
Don Mateo de la Cerda, indígena cacique de Pátzcuaro fue el
benefactor del plan (vea imagen I). Era dueño de varios terrenos en
el barrio donde se encontraba la capilla, e impulsado por su veneración
a dicha virgen acudió en 1680 ante el doctor fray Francisco de Aguiar y
Seijas, obispo de Michoacán, para que le otorgará la licencia y construir
una capilla de mayores dimensiones; propuso emplear materiales más
duraderos. Manifestó y señaló que todo se haría a “expensa de su caudal
y diligencia”, en “un solar suyo” a extramuros de la ciudad, en el barrio
de la Aldea, lugar que se encontraba en ese momento a la orilla de la
urbe, sin presencia y con baja densidad poblacional.4
El obispo, “movido del buen celo del expresado don Mateo” y atento
de que no hubiese ningún inconveniente, concedió la licencia y nombró
como patrón al cacique y a sus descendientes.5 La pronta autorización
fue posible dado el clima de esplendor a la devoción del religioso
Mariano que en ese momento empapaba a la ciudad vallisoletana. Este
culto fue favorecido principalmente por los prebendados y respaldado
por la monarquía, ante los signos naturales de un tiempo de crisis que
había asolado a la Nueva España en los últimos veinte años del siglo
XVII.6
3
Cosamaloapan cuya toponimia viene de: Cosamalo-a-pan Cosamalotl-arcoiris,
Atl-rio, pan-en, lo que podría decirse que es en el río del arco iris. En el documento
localizado en el Archivo General de Indias, Indiferente General 107, tomo 1, f. 271 (v)272 “Relación de noticias de San Martín Cosamaloapan. Cosamaloapan, 7 de abril
de 1743”, señala que la veneración a la virgen de Cosamaloapan surgió cuando la
virgen María se apareció en un paraje en que se formaba un arco iris, que en el idioma
de los indios es Cosamaloapan, por tanto de aquí surge la virgen de Cosamaloapan.
4
Archivo General de Notarias de Morelia (en adelante AGNM), Protocolos, vol.
86, año 1736
5
Idem.
6
Mazín, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de
Michoacán, 1996, pp. 191, 210
15
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán
Imagen I.
Retrato de los caciques de Pátzcuaro: Mateo y Antonio de la Cerda
Fuente: Archivo Fotográfico del INAH, reproducido en López Sarrelangue,
Delfina, La nobleza indígena de Pátzcuaro en la época colonial virreinal, México,
Universidad Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Históricas,
1965, p. 266
Con la anuencia correspondiente, don Mateo comenzó con la fábrica
de la ermita. Al esfuerzo económico del cacique se sumaron diversas
aportaciones entre los benefactores de la fábrica, figuraban los nombres
del deán Sebastián de Pedraza y Zúñiga y el bachiller Antonio Carmona
Tamarís, presbítero canónigo de la Catedral. Asimismo, aportaron para
16
Yirlem González Vargas
su construcción las religiosas dominicas, los padres franciscanos y las
comunidades del obispado de Michoacán con una colecta realizada
entre 1694 y 1695.7
La construcción de la capilla comenzó en el área Sur, es decir
en el presbíterio, la obra avanzó en dirección al Norte, pero al poco
tiempo se detuvo con la muerte de don Mateo. En seguida, el hijo
del cacique Antonio, continuó con los trabajos pero tampoco la vio
terminada porque murió.8 Pasaron muchos años sin progresos, pues
los descendientes de los Cerda, patronos de la fábrica se declararon en
bancarrota. Así, en 1726 cedieron los derechos a don Marcos Muñoz
de Sanabria, canónigo de la Catedral de Valladolid, quien meses atrás
había solicitado su traspaso. 9 Una vez concluida la iglesia, Muñoz envió
una misiva a los cabildos, civil y eclesiástico, en ella solicitaba la licencia
“para fundar un convento para religiosas de Santa Clara de la orden de
San Francisco descalzas y sólo para indias, como el de Corpus Christi”.10
Hasta el momento desconocemos los motivos del canónigo para
pedir tal proyecto, pero probablemente la relación que tuvo con las
monjas de la ciudad vallisoletana lo inspiró; de igual manera al saber
las intenciones de Corpus Christi para establecer un instituto filial lo
motivó para ayudarlas. Así también, la analogía que mantuvo con los
indios nobles del barrio, lo sensibilizaron para brindar auxilio con el
establecimiento del Santuario de Cosamaloapan e incluso, su corazón
grácil con algunas cacicas del obispado de Michoacán al ver que
partían de la ciudad en busca de la profesión sin lograrla: “Resulta útil
la fundación de un convento similar al de la ciudad de México”.11
Libro donde se han de asentar las limosnas de Nuestra Señora de Cosamaloapan
que sus devotos dan para la fábrica del santuario 1694. Archivo Histórico Casa de
Morelos (en adelante AHCM), fondo Diocesano, sección Gobierno, serie Santuarios,
N.S. de Cosamaloapan, Santa Cruz, N.S. de Cosamaloapan, caja 39, exp. 5, siglo
XVIII, libro de limosnas que dan los devotos de Cosamaloapan, año de 1694
8
AGNM, Protocolos, vol. 86, 1736, fs 218-221
9
Idem.
10
Ibid., fs. 119
11
AGN, Historia, vol. 109, exp. 1 f. 15
7
17
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán
Todo parece indicar que las monjas de Christi, al enterarse de la
pretensión de Muñoz de Sanabria, se pusieron en contacto con él, no
sólo para apoyar la solicitud, sino para pedir el traspaso de todos los
derechos del proyecto.12 El canónigo hizo la cesión el tres de octubre de
1736 sin mayores objeciones.13 A un año de que las religiosas de Corpus
Christi solicitaron el patronazgo del convento recibieron una donación
anónima de 8000 pesos, lo cual favoreció el propósito.
Con los derechos de la obra en mano, se hizo la solicitud de la cédula
de fundación, misma que no fue difícil conseguir porque se contaba
con los requerimientos mínimos para emprender un proyecto de tal
naturaleza: un lugar “adecuado”, el caudal para su construcción y la
anuencia de todos los involucrados en la fundación de la institución. De
manera que el 14 de marzo de 1734, Felipe V otorgó la Real Cédula de
Fundación:
A las indias principales de la ciudad de México, comúnmente llamadas
cacicas, para que erigiesen un convento en Valladolid de Michoacán
con las mismas circunstancias que el de Corpus Christi siguiendo el
instituto y estrecha regla de Santa Clara, como religiosas Capuchinas
Recoletas.14
Con la cédula, la fundación siguió su curso, al mismo tiempo tuvo una
adversidad por la falta de respuesta y la inconformidad que manifestó
el obispo de Michoacán en turno, Juan José de Escalona y Calatayud,
pues provocó una querella con el vice comisario de los franciscanos, fray
Pedro de Navarrete, quien tenía a su cargo celebrar el establecimiento.
La disputa fue un conflicto de jurisdicción sobre las monjas, finalmente
se resolvió por real acuerdo del tres de septiembre de 1736, donde quedó
señalado que la fundación de Cosamaloapan se ejecutará conforme a
la real cédula de El Pardo del 14 de marzo de 1734, como en la real
provisión de ruego y encargo que se había otorgado el 20 de junio del
12
13
14
18
AGNM, Protocolos, vol. 86, 1736, fs. 120
Ibid., fs. 221
AGN, Historia, vol. 109, exp. 4 fs. 135
Yirlem González Vargas
siguiente año, en donde se había expuesto que las religiosas estaban
subordinadas a los regulares y serían capuchinas.15
En diciembre de 1736 el convento estaba terminado, y esperaba
solamente el arribo de las religiosas que lo habitarían,16 la ceremonia
de apertura se llevó a cabo el día 27 de marzo de 1737.17 Entre cultos
solemnes y profanos, indudablemente lo más significativo fue la
imposición del hábito a siete indias caciques, quienes dejaron sus propios
trajes de huipil. Posteriormente, fueron conducidas a su claustro con
un gran acompañamiento para cerrar sus puertas.18 Abandonaban por
sentado su paso del mundo cotidiano al místico. A partir de entonces,
las indias caciques iniciaron la vida monacal, que durante muchos años
no pudieron llevarla porque no existía un convento para su estirpe.
En adelante se condujeron con el ejemplo, como lo habían hecho
sus compañeras del convento de Christi, reafirmando su capacidad
espiritual.
El conjunto conventual de Cosamaloapan, según se escribió en la
Gazeta de México fue “Uno de los más suntuosos, a la hermosura de su
templo se allega la capacidad del edificio, lo dilatado de los dormitorios,
amplitud en los patios, […] y bien distribuida las precisas oficinas,
todas suficientes para la comunidad”.19 Se ubicó al Sur de la ciudad,
no muy lejos de la Catedral, como se observa en el plano de la imagen
II. Era una zona de baja densidad poblacional donde no existía una
articulación de los sistemas viales y las construcciones eran insipientes.
Poco a poco, la zona donde se ubicó el convento creció, así a mediados
del siglo XVIII tanto el área como el convento se reestructuraron.
15
Ibid., f. 182
Gazeta de México, abril de 1737, en León, Nicolás, Bibliografía mexicana del siglo
XVIII, 6 Vols., México, Imprenta de la Viuda de Francisco Díaz de León, 1903-1908,
p. 692
17
Silva, Mandujano Gabriel, “El templo y ex convento de Capuchinas” en Morelia
Patrimonio Cultural de la Humanidad, Morelia, UMSNH/Gobierno del Estado de
Michoacán, 1995, p. 231
18
Idem.
19
Gazeta de México, abril de 1737, en Nicolás, Bibliografía… op. cit., p. 692
16
19
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán
Imagen II.
El barrio de Cosamaloapan durante el siglo XVIII
Fuente: Torres, Vega Martín, Los conventos de Monjas en Valladolid de Michoacán,
arquitectura y Urbanismo en el siglo XVIII, Morelia, Gobierno del Estado de
Michoacán, Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, 2004
Resultado de ello, el barrio La Aldea cambió de nombre por el de
Cosamaloapan, el cual se integró por noventa y siete solares de varias
dimensiones. Al mismo tiempo, la población aumentó, en su mayoría
eran familias indias estirpe noble; así como un reducido número de
españoles y criollos. El libro Barrios de la ciudad de Valladolid de 1757 a 1759,
resguardado en el Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM),
muestra los límites del barrio, los lotes y los dueños, mismo que se
encontraron alrededor del convento, aunque no señala la calidad de los
20
Yirlem González Vargas
habitantes. Pero al observar los nombres y los apellidos percibimos que
en su mayoría eran indios, caciques o mestizos, como los de la Cerda, de
la Cruz y Chabira (apellidos de linaje indio), Pedro Alejandro y Nicolás
Lorenzo, o Juan José, “el Petatero”.20
A la sazón, el barrio se caracterizó por su alta densidad poblacional,
desarrollo y vivienda. Limitaba al Oriente con el barrio de San Pedro
y la Concepción; al Poniente con las tierras de San Agustín y al Norte
con la Huerta del convento. Lo anterior muestra que el convento figuró
como polo de desarrollo urbano, pues permitió el crecimiento al Sureste
de la ciudad de Valladolid; de igual manera, le otorgó orden y presencia
al barrio de Cosamaloapan, de modo que, se convirtió en referencia y
atracción. En los documentos referentes a la vida del convento queda
asentada la vinculación de los vecinos con las actividades desarrolladas
por las monjas a través de las fiestas patronales, en la celebración
de profesiones, entre otras, lo cual pone de manifiesto el papel que
jugaron los edificios monacales como elementos estructuradores del
espacio socio-cultural de los habitantes. Así tenemos como ejemplo, los
permisos que el obispado daba a la comunidad religiosa, que refieren
a la recolección de limosnas a través de la procesión de la imagen del
Niño Dios que se veneraba en el convento:
Vicente Espinoza donado de la orden de San Francisco […] llevando
consigo la imagen Sacratísima del Niño Dios que se venera en el convento
de Señoras Religiosas Capuchinas descalzas de Cosamaloapan en esta
capital puedan pedir en todo el distrito del obispado sin excepción
de ciudad, real de minas, pueblo, u otro algún lugar ni limitación de
residencia de ellos, limosna para ayudar a los precisos gastos del culto
divino y manutención de dichas religiosas.21
20
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Inventario de
Libros Impresos y Manuscritos, primera númeración, L. N. 27, Barrios de la ciudad de
Valladolid, 1757-1759 “Autos de medidas hechos en barrios levantados por Nicolás
Quijano. Registro de Cosamaloapan”, fs 128-144
21
AHMC, fondo Diocesano, sección Gobierno, serie Religiosas, subserie
Capuchinas, caja 211, exp. 58
21
La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán
O bien la referencia del fomento al culto a san Francisco de Paula
que hacían las religiosas, ante la petición e imposición que dejó una
familia benefactora del convento.22
El claustro de Cosamaloapan, como lo advertimos en líneas anteriores
fue el segundo instituto para las mujeres de calidad india cacique. Después
de su establecimiento se presentaron cuatro proyectos; sin embargo, las
autoridades novohispanas solamente dieron anuencia al convento de
Capuchinas de Nuestra Señora de los Ángeles, establecido en 1785 en
la ciudad de Antequera Oaxaca. Los otros tres quedaron sobre papel:
un convento en la ciudad de Puebla, uno más en la ciudad de México,
y otro en la Congregación de Dolores, obispado de Michoacán. Si bien
la fundación de estos últimos recintos monacales no se concretaron
por varias circunstancias tales como disputa de jurisdicciones o la
falta de un lugar adecuado, sin duda su propuesta nos habla de que el
proyecto se había consolidado y buscaba crecer. Lo anterior, sin duda
influido para el establecimiento de Cosamaloapan que no sólo apoyó la
gran demanda que tenía el convento de Corpus Christi, y representó
la ampliación del proyecto conventual femenino indio, sino que sus
resultados y la constancia que mostraron sus religiosas impulsaron el
crecimiento de estas instituciones.
Al narrar el proceso de fundación del convento para indias caciques
de Cosamaloapan, es posible identificar lo difícil que era la promoción,
construcción y fundación de un convento, pues desde su proyecto hasta
su concreción en cada monasterio implicó la acción de un conjunto
de redes de relaciones sociales. Mismas que fueron necesarias para la
ampliación de estos institutos, que constituyeron parte de un ideal, el
cual tardó poco más de dos siglos, donde la ciudad de Valladolid de
Michoacán fue participe de ello. Además, el recuento de este convento
deja ver la importancia de los monasterios para indias nobles, quienes
en palabras del padre Cuevas, “dignificaban la labor y vida de las
mujeres de esta estirpe social”, demostrando el éxito de la aculturación,
pero sobre todo el protagonismo de las elites indias para integrarse a la
sociedad y elevar su estatus social y/o religioso.
22
22
AGNM, Protocolos, vol. 124, 1762, f. 178 (v)
Configuración urbano arquitectónica
de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
Eugenia María Azevedo Salomao1
Introducción
L
ocalizada en la región centro-Occidente de México, la ciudad
de Morelia, antigua Valladolid, tiene sus orígenes en el siglo
XVI; el 18 de mayo de 1541 fue fundada por el virrey de la
Nueva España don Antonio de Mendoza en el valle de Guayangareo.
La capital y su estructura social conforman un patrimonio cultural
invaluable por las características peculiares de la zona central,
testimonio vivo de la historia misma, así como su traza urbana, sus
espacios abiertos, sus edificios de diferentes corrientes arquitectónicas
de la época virreinal e independiente, conjuntamente con el tejido
social. Por todo lo anterior, y por la importancia histórica de la ciudad
en el contexto nacional, mereció la inserción del centro histórico de
1
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Arquitectura,
[email protected]
23
Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
Morelia en la lista de ciudades que integran el Patrimonio Mundial,
reconocimiento otorgado por la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación y la Cultura (UNESCO) en diciembre de 1991.
Este trabajo tiene como objetivo principal presentar la importancia
que reviste observar la disposición de la traza de la ciudad histórica, que
manifiesta la permanencia casi intacta de la distribución original que le
concedió amplio espectro de crecimiento ordenado. El eje principal de
la ciudad, actual Avenida Francisco I. Madero (antigua Calle Real), que
la atraviesa de Oriente a Poniente, desde la antigua entrada de México
donde se encontraba la garita del Zapote, hasta el área de los Tres
Puentes donde se ubicó el barrio de indios de Chicácuaro, sigue siendo
la arteria principal de la urbe. Se pone de manifiesto la importancia de
la traza de la ciudad virreinal y su configuración urbano arquitectónica
como uno de los elementos de permanencia que ha resistido a las
transformaciones urbanas.
Se pone en evidencia que el trazado establece la relación más directa
de un asentamiento humano y posibilita la conexión entre la ciudad y
el territorio a través de la red de caminos. De esa manera, la antigua
Valladolid —hoy Morelia— es un caso de estudio interesante con
relación a la permanencia del diseño virreinal, en la cual las vialidades
principales estuvieron conectadas a los caminos que comunicaban a
distintas regiones de la Nueva España. Esta permanencia fue uno de
los argumentos que permitieron fundamentar la declaratoria de Zona
de Monumentos Históricos, considerada novedosa en su momento, y
posteriormente, la inserción en la Lista de Patrimonio Cultural de la
Humanidad por la UNESCO.
1. Aspectos morfológicos
El primer grado de lectura de una ciudad es inminentemente físicoespacial y morfológico. La estructura y morfología de los asentamientos
humanos resultan de la dialéctica entre los elementos estructuradores
del medio natural, artificial, ambiental, social, cultural, económico y
24
Eugenia María Azevedo Salomao
político administrativo. El paisaje humanizado es producto de centenas
de años de actividad del hombre —es una herencia cultural.2 Además,
no se puede dejar a un lado la importancia que asume el soporte
físico natural en la configuración de los asentamientos humanos; cada
singularidad del territorio proporciona una serie de condiciones que se
reflejarán en la forma urbana.
La antigua ciudad de Valladolid, hoy Morelia, tiene como recinto
fisiográfico lo que fue el valle de Guayangareo, su núcleo urbano está
asentado sobre una leve colina, con declives hacia los cuatro puntos
cardinales, aspecto que le confiere una situación dominante dentro del
entorno del valle y le proporciona vistas significativas. El material básico
utilizado para la edificación ha sido preponderantemente la piedra de
cantera, complementándose con la madera y otros materiales que se
han ido agregando a los sistemas de construcción.
El conjunto urbano arquitectónico que conforma el núcleo de la
ciudad reconocido como centro de Morelia, es producto de un proceso
histórico que se inicia en el siglo XVI y se prolonga hasta nuestros días.
La ciudad desde sus inicios está estructurada a partir de dos ejes que
sirvieron de apoyo a la traza; de Oriente a Poniente el camino Real
de México a Guadalajara —hoy Avenida Madero— y de Norte a
Sur, el de Cuitzeo a Tiripetío —Avenida Morelos. Además, la traza
reúne características singulares que le dan un alto valor arquitectónico
y urbano; es de retícula que acompaña la topografía, sus inmuebles
considerados relevantes y sus casas de carácter doméstico se enlazan
formando manzanas que en su totalidad conforman un conjunto
armónico en consecuencia con su trazado.
La relación consonante entre el entramado urbano, las edificaciones,
las plazas y las calles con el sitio natural donde se ubica, le confieren
a la ciudad peculiaridades que se agregan a los valores formales de la
arquitectura. Esta relación permite la conformación de remates visuales
2
García, Lamas José Manuel Ressano, Morfología urbana e desenho da cidade, Lisboa,
Fundação Calouste Gulbenkian, Junta Nacional de Investigação Científica e
Tecnológica, 1993
25
Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
que tienen vinculación con el paisaje y con las edificaciones relevantes.
La preponderancia eclesiástica de Valladolid-Morelia, como capital
del obispado de Michoacán, hizo posible la construcción de grandes
fábricas religiosas, delante de las cuales se formaron plazas y plazoletas.
Se puede afirmar que en el siglo XVII es cuando Valladolid
comienza su crecimiento y expansión, con un núcleo de población
española, rodeado por barrios indígenas. El máximo esplendor del
asentamiento fue en el siglo XVIII jugando un papel destacado a nivel
político, eclesiástico y económico; transformando una amplia región
del obispado y sobresaliendo como el asentamiento más importante en
el Occidente de la Nueva España.
En lo que se refiere a la traza urbana, el siglo XVIII enriquece
con nuevos aportes al antiguo modelo de ciudad originado en el XVI
y definido en el XVII. Hacia el tercer tercio del siglo de las luces, el
pensamiento ilustrado ya había impregnado el ambiente de la Nueva
España, reflejándose en la reorganización de la forma urbana de los
centros más importante del país. Valladolid no es la excepción, las
reformas físicas efectuadas obedecen a la estructura ideológica del
período ilustrado.3
Al independizarse México antiguo y convertirse en República, no
hubo cambios repentinos en la imagen de la ciudad. La verdadera
transformación física de la urbe se inició después de La Reforma
(1855-1863), con las leyes que afectaban las propiedades del clero y que
culminaron con las leyes de exclaustración de religiosos y religiosas. Al
mismo tiempo, se nacionalizaron los bienes eclesiásticos, se secularizaron
cementerios, hospitales y establecimientos de beneficencia.
A finales del siglo XIX e inicios del XX, Morelia alcanzó una nueva
fisonomía urbana, económica y social. Un importante programa de
obras públicas abarcó desde el mejoramiento de los caminos de acceso
3
Azevedo, Salomao Eugenia María, Espacios urbanos Comunitarios Durante el Periodo
Virreinal en Michoacán, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/
Gobierno del Estado de Michoacán-Secretaria de Urbanismo y Medio Ambiente/
Morevallado, 2003, pp. 203-205
26
Eugenia María Azevedo Salomao
a la ciudad, construcción y reconstrucción de puentes y calzadas,
aseo y mantenimiento de las calles del primer cuadro de la ciudad,
cambio de mobiliario urbano, en fin una fuerte campaña de mejoría
material y de embellecimiento.4 Las fachadas de muchas edificaciones
fueron cambiadas al gusto de la época (neoclasicismo y eclecticismo
afrancesado), manteniendo en sus interiores el partido arquitectónico
virreinal.
El siglo XX se caracterizó por acontecimientos políticos, sociales,
económicos y culturales que marcaron profundamente la vida de
México y, por consiguiente, la capital michoacana. Las transformaciones
más aceleradas y profundas que ha tenido la ciudad en toda su historia,
fueron en la década de los ochenta cuando el país entró en una severa
crisis económica. La situación se dio al transformarse el uso del suelo
tradicional en muchos monumentos históricos-habitacionales por
locales comerciales u oficinas, concentrando diversas funciones urbanas
en una reducida área de vías angostas, generando sobresaturación del
suelo urbano, siendo uno de los problemas más fuertes el desarrollo
del comercio informal (el ambulantaje), que se apropió de los espacios
abiertos —públicos—, afectando notablemente la imagen urbana del
centro histórico.
En todo este proceso de evolución, la traza histórica virreinal
permaneció casi sin alteración, a pesar de los cambios operados por la
modernidad y las nuevas teorías urbanísticas originadas en Europa con
Haussman que tuvieron fuertes repercusiones en las trazas históricas de
muchas ciudades europeas y americanas.
2. La traza y los argumentos para la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos
En 1989 se generó una profunda preocupación por los procesos de
degradación que se apreciaban en la ciudad de Morelia, aspecto que
4
Mercado, Aristeo, Memoria sobre la administración Pública del estado de Michoacán de
Ocampo, 1892-1894, Morelia, Escuela Industrial Militar “Porfirio Díaz”.
27
Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
alteraba su dignidad y descaracterizaba su arquitectura y urbanismo
con las consecuentes pérdidas de su integridad. Por tales motivos, se
activaron los trabajos encaminados a buscar el reconocimiento de la
ciudad, como un asentamiento de relevancia histórica a nivel nacional
e internacional.
Uno de los argumentos fundamentales para optar por la declaratoria
de Zona de Monumentos Históricos, como lo establece la Ley Federal
sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos del seis de mayo
de 1972, fue la permanencia de la traza original que contaba con muy
pocos cambios, la planimetría histórica así lo mostraba desde 1794
cuando se diseñó el plano de la ciudad de Valladolid de Michoacán
en la etapa borbónica, el área ya comprendía lo que finalmente quedó
determinado por la declaratoria nacional.
Era notorio que el desarrollo urbano de la ciudad había respetado
y permitía que se conservara el carácter urbano del asentamiento.5 La
traza definía una evolución paulatina que en sí misma significaba un gran
valor digno de ser protegido ya que desde sus inicios había considerado
una amplia proyección y crecimiento ordenado que estaba patente en
los rasgos de su proceso histórico; su diseño original se había mantenido
desde el siglo XVIII, contrastando con las demás áreas de expansión
periféricas y su topografía, la del área histórica, permanecía aún en
correspondencia con dicho plano. Las garitas de control en los accesos de
la ciudad jugaron un papel importante en el transcurso de su desarrollo y
permanecieron como áreas focales, a tal grado que se percibe aún cómo
la ciudad mantuvo su orden con límite en sus cuatro garitas.
Los argumentos que sustentaron la definición del perímetro que
debía ser considerado para la declaratoria nacional como Zona de
Monumentos Históricos, sentaron las bases en varios aspectos; la traza
histórica de la ciudad, planteada desde sus inicios con una proyección
de crecimiento ordenado y el respeto que de ella se logró durante
5
Centro INAH Michoacán, Expediente para la Declaratoria de Zona de Monumentos
Históricos de la Ciudad de Morelia, sección de monumentos Históricos, INAH, material
mecanoescrito, s/p, s/f.
28
Eugenia María Azevedo Salomao
todo su desarrollo, fue el argumento de mayor peso consustancial a su
trayectoria como capital del obispado y posteriormente como capital
del estado de Michoacán.
La declaratoria de Zona de Monumentos Históricos de la ciudad
de Morelia fue expedida por el ejecutivo federal el 19 de diciembre de
1990, con 219 manzanas que conforman en su totalidad el perímetro
declarado; así mismo, los trabajos continuaron para integrar el
expediente enviado a la UNESCO Morelia en la Lista del Patrimonio
Mundial, en la reunión que se llevó a cabo en Túnez del nueve al 13 de
diciembre de 1991.
3. Validez actual
Hasta hoy el crecimiento de la ciudad ha implicado cambios en el centro
histórico; sin embargo, es necesario que estas transformaciones se han
dado en la mayoría de los casos tratando de respetar las características
urbanas y arquitectónicas, acentuándose las modificaciones en los usos
del suelo urbano, motivados por el traslado de muchos de sus habitantes
que han decidido vivir en los nuevos fraccionamientos; sin embargo,
persiste la tradición en el uso del centro histórico como sitio de
actividades administrativas, comerciales, culturales, de esparcimiento y
congregación de los habitantes en todos sus niveles sociales.
Cabe subrayar que toda esta expectativa y desenvolvimiento
actual de Morelia, tiene su asiento fundamentalmente en los valores
como centro urbano con sensibles permanencias como su traza, su
volumetría urbana, sus edificaciones relevantes, su arquitectura de
contexto, sus espacios abiertos, sus fuentes, pilas y demás elementos que
complementan la ciudad.
Reflexiones finales
De lo anterior, se concluye que la noción de permanencia es fundamental
a la hora de valorar la importancia de la historia en la morfología de un
29
Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días
asentamiento humano. En lo que ha permanecido se revela la presencia
del pasado. En el centro histórico de Valladolid-Morelia así como en su
entorno contemporáneo, la presencia real de los hechos urbanos, como
la traza, la arquitectura, los vestigios de las haciendas y de los elementos
de la infraestructura histórica, revela no sólo lo que es antiguo sino el
sentido de lo que ha persistido.
También es necesario recalcar la importancia de la traza como un
elemento estructurador del espacio y claramente identificable tanto
en la forma de la ciudad como en el gesto de proyectar. El diseño se
asienta en un soporte geográfico preexistente, regula las disposiciones
de los edificios y manzanas conectando varias partes de la ciudad al
territorio. Así, la traza de Valladolid-Morelia ha persistido como parte
de una historia larga; en el bosquejo de la capital, las calles están
diferenciadas por su estatus en la jerarquización urbana y como se ha
visto en el desarrollo del trabajo, las vialidades principales siguen siendo
aquellas originadas a partir de los caminos que comunicaban la ciudad
virreinal con el territorio de la Nueva España y a la fecha siguen siendo
importantes ejes de comunicación.
Para finalizar, se retoma a Juan Luis de las Rivas cuando dice: “las
permanencias pueden ser consideradas como testimonio, y en un
sentido analítico como vestigios o huellas, en cuanto a partir de ellos
pueden ser descritas las diversas ciudades que han sido y sobre todo se
puede descubrir el cambio producido”.6 Además, estas permanencias
no son frutos del azar, lo que ha quedado con el paso del tiempo pueden
desvelar los elementos constitutivos o configuradores del lugar.
6
De las Rivas, Juan, El espacio como lugar. Sobre la naturaleza de la forma urbana,
Valladolid, Universidad de Valladolid, 1992, p. 107
30
Ana María Huarte de Iturbide
y su entrada a Valladolid, 1821
José María Navarro Méndez1
Introducción
R
econstruir la vida de un personaje representa un
largo trabajo académico, implica preponderar sobre
la documentación relevante de su vida, este esfuerzo
de sapiencia es mayor cuando se intenta resaltar a una mujer.
Individualizarla y vislumbrarla acarrea una serie de conflictos culturales,
los cuales se agudizan cuando se le contextualiza en la primera mitad del
siglo XIX. Pues las fuentes documentales de primera mano son escasas,
suponemos que gran parte de los materiales escritos no fue tratados con
la debida importancia, quizá por tratarse de las mujeres. De las pocas
féminas “singulares” de las que podemos rescatar su pasado fue porque
su vida se entrelazó con los hombres ilustres, cuyos documentos fueron
guardados por ellos mismos, tal es el caso de Concepción Lombardo
1
Postulante a la Maestría en Historia por la Universidad Autónoma de Sinaloa.
31
Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821
esposa de Miguel Miramón y por supuesto nuestro tema principal: Ana
María Huarte, cónyuge de Agustín de Iturbide.
Es posible individualizar las vidas femeninas y para ello es necesario
apelar al carácter biográfico-femenil, es decir, buscar y recuperar las
vidas robadas2 para incorporar a las mujeres en el relato universal del
hombre.3 Lo anterior nos hace preguntarnos como una ciudad acogió a
un personaje como lo fue Ana María Huarte de Iturbide en un momento
de transición y cambios abruptos en el devenir novohispano-mexicano.
Un corto perfil
Ana María Huarte originaria de Valladolid Michoacán, sexta hija
legítima del navarro Isidro Huarte y Arrivillaga y de la noble Ana
Manuela Sánchez de Tagle y Muñiz. Nació el 18 de enero de 1786, en
casa paterna, la fastuosa mansión del Regidor Alcalde Provisional don
Isidro Huarte estaba ubicada en el centro de la ciudad4 a tan sólo una
cuadra del estanco de tabaco (hoy Ayuntamiento de Morelia). Al correr
de los días la pequeña infanta sería bautizada por el canónigo Blas de
Echeandia siendo sus padrinos el Regidor don José Plata y su esposa
doña Ana Bustamante.5 Los monumentos de tranquilidad y quietud
fueron llevaderos y pocas novedades se presentaron en la niñez de Ana
María. Vea imagen I, casa de los Huarte.
Bolufer, Mónica, “Multitudes del yo: biografía e historia de las mujeres” en Ayer
Revista de Historia Contemporánea, Núm. 93, 2014 (1), España, Arce, 2014, p. 89
3
Ibid., p. 37
4
Actual Museo Regional Michoacano.
5
Archivo de la Notaria Parroquial del Sagrario de Morelia (en adelante APSM),
Bautismos de españoles, Libro 32, años 1780-1786, f. 162 (v). 18 enero de 1786
“México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996,” images,
FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-1-19135-21357-90?cc=
1883388&wc=MC8K-V2S:178285301,219866401,219953501 : accessed 23 January
2015), México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > México,
Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > Morelia > Sagrario
Metropolitano > Bautismos 1780-1787 > image 178 of 476; parroquias Católicas,
Michoacan [Catholic Church parishes, Michoacan].
2
32
José María Navarro Méndez
Su
madre
doña
Manuela, se encargó de las
primeras enseñanzas de
sus hijos, procurando que
su educación fuera dirigida
en la honradez, en la
piadosa vida cristiana y en
el aprendizaje de las letras
y la aritmética básica,6
los registros personales
de Manuela, muestran
un importante acervo
bibliográfico.7
Moisés
Guzmán Pérez y Paulina
Barbosa Malagón dan
una excelente listado entre
los que destacó: Ayo de la
Juventud Cristiana, El padre
de familia y Vida de Nuestro
señor Jesús Cristo entre otros;
Nobleza Vascongada, Tratado
de Aritmética, Arte de Partida
Doble y Estado de las Armas.8
Imagen I.
Fotografía: Magali Zavala García, Museo
Regional Michoacano, 2016
Guzmán, Pérez Moisés y Barbosa, Malangón Paulina Patricia, “Lecturas
femeninas en Valladolid de Michoacán (siglo XVIII). La “librería” de Ana Manuela
Muñiz Sánchez de Tagle” en Tzitzun. Revista de estudios históricos, Morelia, IIH-UMSNH,
julio-diciembre, No. 58, pp. 15-70
7
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Fondo Colonial,
ramo justicia, c.150, e. 4, 1805, Inventario del caudal perteneciente a la testamentaria
de Ana Manuel Muñiz Sánchez de Tagle y del regidor alcalde provincial del Ilustre
Ayuntamiento de esta ciudad en marzo de 1805, fs. 5-6
8
Guzmán, Pérez Moisés y Barbosa, Malagón Paulina Patricia, op. cit., pp. 61-62. En
este artículo se encuentran las obras con las que la señora Muñiz contaba, entre ellas
se destacan varias de temática dirigida a la educación y enseñanza.
6
33
Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821
Ana muy seguramente disfrutó de su vida desahogada paseándose en
por el centro, pues lo cotidiano se concentraba allí, donde vivía la elite
local y sus sirvientes; en el primer cuadro de la urbe se concentraban
aquellos grandes negocios y comercios de los personajes y familias con
mayor presencia de la ciudad.9
Con el paso de los años Ana María ingresaría al Colegio de Santa
Rosa de Valladolid, entre 1795-1797, la función del colegio era
proteger a las “[…] Rosas de Castilla, sin mezcla de otras flores, todas
españolas”, ahí su vida comenzó a cambiar de manera paulatina.10 En
eso años la institución era administrada por Gabriel García Obeso,
la rectora era doña Gertrudis López y su vice rectora Guadalupe
Castro.11
Siendo estudiante del Colegio sus días estaban estrictamente
condicionados y planeados, las clases básicas de aritmética y lectura,
las de música y la doctrina eran las actividades diarias, pero aun en
la estricta vida de la suntuosa institución el ocio era necesario para
esparcir el cuerpo y relajar el alma. En esos recesos las educandas se
acercaban al mirador (donde se observaba el majestuoso jardín de las
Rosas) y mostraban sus dotes a los caballeros transeúntes. Fue así que,
Ana y Agustín de Iturbide y Aramburu se conocieron (en el sentido más
romántico de la palabra).
El enamoramiento sería rápido y al cabo de poco tiempo, el joven
teniente de segundo grado del Regimiento de Infantería de Valladolid
contrajo matrimonio con Ana María Huarte sin oposición de las
familias.12 Ella con 19 y él con 21 años, extenderían su unión en misa
9
Marín, Tello Isabel, La vida cotidiana en Valladolid 1750-1810, Morelia, IIHUMSNH y Facultad de Historia, 2010, pp. 19-20
10
Carreño, Alvarado Gloria, El colegio de Santa Rosa de Valladolid, 1743-1819, Morelia,
UMSNH, 1979, p. 35
11
Archivo Histórico Casa de Morelos (en adelante AHCMO), Colegios, Santa
Rosa, siglo XVIII, C. 21, Exp. 290, 1796, f. 20
12
Spence, Robertson William, Iturbide de México, México, Fondo de Cultura
Económica, 2010, p. 46
34
José María Navarro Méndez
solemne en el templo de Santa Catalina de Siena.13 Así el 27 de febrero
de 1805 contrajeron nupcias en presencia del provisor general capitular
del obispado, el doctor Juan Antonio de Tapia, presenciando como
padrinos don Isidro Huarte por parte de la novia y el señor Domingo
Malo por parte del novio. La misa se celebro al día siguiente en el oratorio
de la casa de los recién casados, en lo que hoy conocemos como Portal
Galeana número 117.14 Allí el hermano de Ana, el licenciado Isidro
Huarte y doña Nicolasa de Iturbide, hermana de Agustín fungieron
como testigos y junto con el intendente de Valladolid Felipe Díaz de
Ortega, firmaron la certificación.15 Es casi seguro que la feliz pareja
recibió el dote, cuya fortuna ascendió a poco más de 30,000 pesos.16
La mujer de un realista y de un insurgente
La vida del matrimonio se contextualizaba bajo la guerra, la arenga
iniciada por el cura de Dolores modificó de raíz la vida de los
novohispanos. Ana María con el miedo encontrado al saber de la noticia
del arrebato de la turba de Hidalgo, pidió a su esposo salir rumbo a
México, donde permanecerían gran parte de los años de cruenta guerra
fratricida.17 Fue hasta 1812 con la victoria sobre Albino García que
la fama de Iturbide comenzaría a engrosar sus méritos militares.18
Pronto, se irían a la ciudad de Querétaro donde permanecerían hasta
el desastroso declive de honradez de Agustín, bajo la acusación de
13
APSM, Matrimonios de españoles, Libro 15, años 1789-1806, f. 174 (v), 27 de febrero
de 1805
14
Spence Robertson, William, op. cit., pp. 46-47
15
APSM, Matrimonios de españoles, Libro 15, años 1789-1806, f. 174 (v), 27 de febrero
de 1805
16
Spence, Robertson William, op. cit., p. 47
17
Navarro, Méndez José María, La mujer del emperador Ana María Huarte de Iturbide
(1786-1861) Una Biografía histórica, tesis de licenciatura, Morelia, UMSNH, noviembre
2015, p. 70
18
Ibid., pp. 64-65
35
Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821
malversar su posición y crueldad desmedida. Estos hechos obligaron a
Iturbide a retirarse momentáneamente pues se pondría en marcha una
investigación para develar las acusaciones.
Entre los años de 1816 a 1820, Iturbide observó el intenso calor
político que se vivía en la vieja España y cuyas políticas influyeron
de manera radical en la Nueva España. La coyuntura política y los
acontecimientos ocurridos en España desde 1820 repercutieron en
las tierras hispanas. Bajo el liderazgo de Rafael de Riego y Antonio
Quiroga, quienes se pronunciaron en defensa de la constitución
gaditana, obligaron a Fernando VII a jurarla en marzo de 1820, lo que
implicó convocar a elecciones de diputados a Cortes. Las afectaciones
de dichas medidas se vislumbraron en el gobierno del virrey Apodaca,
forzándolo a proclamarla en mayo del mismo año. Estando en vigor
el Código Liberal, las autoridades novohispanas restablecieron imprentas,
promovieron el desarrollo de la opinión pública, aboliendo la inquisición
y liberando a algunos insurgentes.19
En este parteaguas histórico, el canónigo Matías Monteaguado
comenzó los preparativos de la conjura de la Profesa, en el que se
aglutinaron algunos grupos y corporaciones eclesiásticos que trataban
de impedir el restablecimiento de la Constitución Política de la Monarquía
Española. Para realizar el proyecto fue necesario la participación
de la fuerza armada. El encargado fue Agustín de Iturbide, quien
comprometió a otros jefes militares en la empresa.20 Así el 24 de
febrero de 1821, tras diversos cambios epistolares se proclamó el Plan
de Iguala, el cual plateaba la independencia con respecto a España,
la convocatoria a un congreso constituyente y la creación del Ejército
Trigarante que defendiera los principios de la Independencia, la
Religión y la Unión del Imperio Mexicano. De inmediato, el llamado de
Guzmán, Pérez Moises, “El movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva
España (1821)” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 41, núm. 2,
julio-diciembre, Colombia, Universidad de Colombia, 2014, p. 135
20
Guzmán, Pérez Moises, “El movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva
España (1821)”, p. 137
19
36
José María Navarro Méndez
Iturbide se consolidaría en la firma de los Tratados de Córdoba, signados
por él y Juan O’Donojú.
La jefa Trigarante
Ana María Huarte de Iturbide se convirtió en la mujer que mejor ilustró
la etapa del movimiento trigarante.21 Iturbide fue muy cauto al no
involucrar a su familia en las vicisitudes de la guerra y la política, pero
dado el contexto fue necesario que Ana Huarte y sus hijos se trasladaran
de México a Valladolid, pues era fundamentar la representatividad
gubernamental en su ciudad natal para informarle de la situación
prevaleciente.22
Entre el 13 y el 14 de agosto de 1821, Ana y sus hijos se pondría
en marcha rumbo a Valladolid de Michoacán, junto con una pequeña
escuadra de dragones, quienes tuvieron la tarea de protegerlos. De esta
manera, la familia Huarte salió de la capital del Imperio con la bendición
de su esposo y la de su fiel confidente el obispo Antonio Joaquín Pérez.23
El viaje fue cansado, debido al mal estado de los caminos. Pese a esto,
Ana llegó a su destino muy rápido; las fuentes nos refieren que el 21 de
agosto24 estaba entrando a la ciudad —y vaya entrada que tuvo— pues
las autoridades gubernativas ya los esperaban. Isidro Huarte, el cabildo
civil y el eclesiástico se encargaron de las celebraciones.
La llegada de Ana María Huarte a su ciudad natal fue un deleite para
propios y extraños. Si bien Iturbide celebró su entrada a la Imperial
Ciudad de México como César Augusto a Roma, para Ana María fue
21
Guzmán, Pérez Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia
de Michoacán, Las Mujeres Michoacanas en la Independencia, Morelia, IIH-UMSNH,
Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, Secretaria de Educación del Estado,
2010, No.11, p. 23
22
Navarro, Méndez José María, op. cit., p. 79
23
Idem.
24
Archivo Capitular de la Catedral de Morelia (en adelante ACCM), Actas de
Cabildo, libro 47, año 1819-1821, f. v. 168-175 (f y v)
37
Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821
como si la zarina Catalina la Grande arribara a San Petersburgo. Varios
relatan el gran suceso: “la ciudad de Valladolid [que en] todas [sus] calles
estaban sembradas de flores y desde lo alto de los edificios doncellas
graciosamente vestidas, representando las garantías, derramaban sobre
el carro frescas flores”.25 Es probable que sus hijos Agustín Gerónimo,
Sabina, Juana, Josefa, Ángel, María de Jesús y Salvador, fueran con ella
ataviados como pequeños militares y bellas princesas que ante la atenta
mirada de sus vecinos y amigos celebraban aquel inusitado desfile. La
esposa del primer jefe del Ejército Trigarante regresaba a su ciudad y
“la artillería hacía subir el estruendo al cielo”.26
De la Calle Real al hogar del viejo Isidro Huarte, el carro de doña
Ana “tardó poco más de una hora en llegar”, y de las puertas de la
fastuosa mansión salieron todas las ricas damas de la ciudad a recibirla.
El cabildo eclesiástico ofreció una misa a su llegada,27 y la invitó a asistir
en lo sucesivo a recibir la eucaristía en catedral, ya que gozaba de un
espacio exclusivo para ella, frente al árbol evangélico. Concluida la misa,
la celebración comenzó de inmediato en la casa paterna, “al entrar
en el salón que estaba preparado rompió una sinfonía ejecutada por
hábiles profesores. [Así] comenzaron [a] llegar todas las corporaciones
a cumplimentarla: el muy ilustre y venerable cabildo eclesiástico en
cuerpo; […] el muy ilustre Ayuntamiento bajo de meza; los reverendos
padres prelados de las sagradas religiones; el Colegio Seminario,
etcétera. [Tras esto] se sirvió un espléndido refresco; enseguida se dio
un gran concierto en el que el divino [José Mariano] Elízaga tuvo en
suspenso y arrebatados los ánimos largo rato; por último, se entonaron
canciones patrióticas y otras piezas de mucho gusto”.28
25
Fernández de Córdoba, Joaquín, Verdadero origen de la imprenta en Morelia.
Reproducciones facsímiles de los primeros impresos vallisoletanos de 1821, México, 1949, pp.
36-37, Nota: Lamina número 7, Anónimo, Entrada publica en Valladolid de la señora
doña Ana Huarte de Iturbide, digna esposa del inmortal héroe mexicano.
26
Idem.
27
ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, (f y v) 168-175
28
Anónimo, Entrada de la esposa del general Agustín de Iturbide, la excelentísima
señora doña Ana María de Huarte, 21 de agosto de 1821
38
José María Navarro Méndez
El cabildo eclesiástico, con la idea del canónigo licenciado Santa
María, había resuelto en su sesión del 25 de agosto que él era “conocedor
de la venta de unas sortijas y que era del parecer de que se debían de
comprar, para regalárselas a Ana María Huarte, esposa legitima del
primer Jefe del Ejército Imperial Mejicano, don Agustín de Iturbide”.29
A los tres días de haberse discutido el tema, los encargados de comprar
las dos sortijas y el solitario fueron los licenciados Santa María, Zarco,
el señor Olivares y el magistrado Prim. Estos caballeros se dirigieron a
casa de los Huarte para hacerle el presente a Ana María.30
Las fiestas y el derroche en Valladolid no cesaban. El dos de
septiembre la noticia llegó a la ciudad, pues el Ejercito Trigarante
estaba capitulando a la ciudad de México. Ese día se celebró un Te
Deum en conmemoración al evento.31 El cinco del mismo mes en un
impreso de Puebla se escribía de la firma de los Tratados de Córdoba la
noticia llegó a oídos del doctor Juan Manuel de Michelena, quien junto
con el cabildo eclesiástico acordaron darle a Ana María el título de
“excelencia”.32 Es significativo este nombramiento, pues a pesar de que
a muchas mujeres les endilgaron el título de sus esposos, como lo fueron
los casos de doña Mariana Martínez Rulfo, esposa de Rayón, a quien
llamaban “la Ministra”; o de Antonina Guevara, la esposa de Nicolás
Bravo conocida como “la brigadiera”; Ana María no se asumió como
“la jefa trigarante”, simplemente utilizó el título que le fue dado en
Valladolid.
Spence Robertson menciona que al día siguiente, el doctor Manuel
de la Bárcena declaró durante la misa que el dedo de Dios había dirigido
el movimiento revolucionario. “¡Religión, Unión e Independencia
—exclamó— son las tres garantías celestiales, las tres columnas
indestructibles que el artífice ha establecido para que sobre ellas se
ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 25 de agosto de 1821, f. 170
(f y v)
30
ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 28 de agosto de 1821, f. 170 (v).
31
ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 02 de septiembre de 1821, f. 171
32
ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 05 de septiembre de 1821, f. 171
29
39
Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821
pueda construir con solidez el edificio nacional que ha de perdurar
eternamente!”.33 Un par de días después, Manuel de la Bárcena fue
llamado por Agustín de Iturbide para ser testigo de la firma de la segunda
Acta de la Independencia. Se había ordenado la iluminación de la ciudad
por cuatro días, justo cuando el Ejército Trigarante se encontraba a las
puertas de la ciudad de México.34
Epílogo
Entre tanto, la excelentísima Ana María Huarte pasó poco más de ocho
semanas en Valladolid de Michoacán. Mejores días no pudo tener a
finales de aquel año de 1821, luego de la firma del Acta de Independencia
del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana… acontecimiento
que quedaría grabada en los anales de la memoria nacional.35 Alamán
hace notar que luego de los acontecimientos ocurridos los días 27 y
28 de septiembre, Ana María regresó de Valladolid a la capital del
imperio teniendo como sede su residencia en la casa de la Moncada,
una mansión que con el tiempo se le adjudicaría el nombre de Palacio
de Iturbide, luego de ser coronado emperador en mayo de 1822.36
33
Oración gratulatoria a Dios que por la independencia mexicana dijo en la catedral de Valladolid
de Michoacán… el día 6 de septiembre del año de 1821, p. 3, en Spence, Robertson, Iturbide
de México, p. 196
34
Guzmán, Pérez Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia de Michoacán,
Las Mujeres Michoacanas en la…, p. 24
35
Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana congregada
en la capital el día 28 de septiembre de 1821
36
Alamán, Lucas, Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su
independencia en el año de 1808 hasta la época presente, tomo V, Instituto de la Cultura
Helénico, México, FCE, 1985, p. 591
40
Llegan los billares a la vida cotidiana
de la Morelia porfiriana
Magali Zavala García1
E
l objetivo del presente trabajo es esbozar cotidianidad del
centro de Morelia, para ello se plantea un panorama general
de las condiciones socio económicas locales y la distribución
poblacional moreliana; posteriormente, con la introducción de los
salones de billar a México, se bosqueja una aproximación desde sus
orígenes hasta la popularización durante el porfiriato, cuya práctica
se consideró uno de los malestares sociales pues se le vinculó con la
violencia y el alcoholismo. De modo que fue necesario reglamentar
el juego y los propietarios debían contar con el respectivo permiso
emitido por el Ayuntamiento. Al final del texto se muestra una lista de
las licencias, dichos establecimientos los ubicamos en el primer cuadro
del centro de la capital michoacana.
A lo largo del porfiriato (1876-1910) la ciudad de Morelia enfrentó
continuas crisis económicas, como las pérdidas de las cosechas producidas
1
Archivo Histórico Municipal de Morelia,
[email protected]
41
Llegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana
por los cambios climáticos, que intentaron subsanarse con la compra
de maíz a los Estados Unidos. El problema se acrecentó con la caída
del precio de la plata, el cual afectó a todo el país. Con la supresión de
la alcabala —impuesto—, el Ayuntamiento de la capital michoacana
implementó una serie de medidas hacendarias para resarcir la economía
local.2 Con el alza de impuestos, también se afrontó los problemas sociales
arrastrados desde la consumación de la Independencia; la quiebra del
aparato productivo, la movilidad de la población derivada de la lucha
armada, “inestabilidad político-electoral”, rebeliones, crecientes índices
de delincuencia e inseguridad pública.3
A pesar de los vaivenes económico-sociales se observaron algunos
avances tecnológicos, que se reflejaron con el impulso a establecimientos
fabriles —textiles— como La Paz y La Unión, en la circulación del tranvía
urbano, el ferrocarril, el alumbrado público, el teléfono, el telégrafo,
etcétera.4 Al mismo tiempo, la fisonomía de la ciudad iba cambiando
con el embellecimiento de los espacios públicos, la restauración de varios
edificios, el empedrado de calles, la construcción de plazas, jardines,
embanquetado, reparación de alcantarillas, saneamiento de cañerías
y otras medidas sanitarias, todo como prueba de la modernidad que
se pretendía alcanzar. Igualmente, varias instituciones se mejoraron,
por ejemplo el Hospital Civil, pues en años anteriores se encontraba
en condiciones lamentables.5 Conjuntamente a la construcción y
2
Véase: Florescano, Enrique (coordinador general) Historia General de Michoacán,
Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, volúmenes, III y IV. Pérez, Acevedo
Martín, Empresarios y empresas en Morelia, 1860-1910, Morelia, UMSMH, 1994, p. 35
3
Hernández, Díaz Jaime, “Movimientos sociales durante la primera república
en Michoacán el caso de la banda de Francisco Arias” en Movimientos sociales en
Michoacán siglos XIX y XX, Morelia IIH-UMSNH, 1999, p. 52. Archivo Histórico
Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Inventario de Libros Impresos y
Manuscritos, quinta numeración, L. N. 395 y 402, Libro de Secretaría, tomos, VI y
VII, 1898-1900
4
Uribe, Salas José Alfredo, Morelia: los pasos a la modernidad, Morelia, UMSNH,
1993, p. 171
5
Véase Sánchez, Díaz Gerardo, (coordinador) Pueblos, villas y ciudades durante el
porfiriato, Morelia, IIH-UMSNH, 1993. Chávez, Carbajal María Guadalupe y Pérez,
42
Magali Zavala García
reconstrucción de los espacios públicos, se intensificaron algunos eventos
artísticos de las compañías de zarzuela, títeres, circo y cinematográficos.
De acuerdo al pensamiento de la época, estos avances permitieron
iniciar un estilo de vida “moderna”.
La población moreliana aumentaba al ritmo del desarrollo en la
ciudad, entonces se empezaron a construir viviendas en los nuevos
espacios o en las recientes colonias como la Juárez y la Vasco de
Quiroga —1903—, al Oriente la Ventura Puente.6 Cabe resaltar que,
el crecimiento demográfico está ligado con las constantes migraciones
de jornaleros, campesinos, obreros y comerciantes provenientes de otros
lugares del estado y de ranchos cercanos a la capital; aunque también
de otras latitudes de la república, así como del extranjero.7
Como resultado de la movilidad social, los límites urbanos se
recorrieron cada vez más a la periferia y la ciudad pasó de cuatro a seis
cuarteles (vea gráfica I). Para 1893 el estado de Michoacán contaba
con 831, 000 habitantes, y en 1900 eran 991, 880 personas. El 13.29%
ubicados en poblaciones urbanas con más de 4, 000 moradores, y de
estos últimos el 30.33% asentado en la zona urbana de Morelia.8 De
Acevedo Martín, “Legislar y comunicar. Los inicios de la telefonía en Michoacán”
en Tzintzun Revista de Estudios Históricos, núm. 27, Morelia, Michoacán, enero-junio
de 1998, pp. 46-65. Tavera, Alfaro Xavier, Morelia en la época de la República Restaurada,
(1867-1876), Morelia, Instituto Michoacano de Cultura/El Colegio de Michoacán, 2
Volúmenes.
6
Torres, Mariano de Jesús, Diccionario histórico, geográfico, estadístico, botánico, mineralógico
y zoológico de Michoacán, Morelia, Imprenta del autor, 1905, tomo I, pp. 426 y 427. Alba,
Francisco, “Cambios demográficos y el fin del porfiriato” en El poblamiento de México.
Una visión histórico demográfica. México en el siglo XIX, México, Secretaría de Gobernación/
Consejo Nacional de población, 1993, tres tomos, vol. 3, pp. 149-165
7
Pérez, Acevedo Martín “La presencia francesa en Michoacán durante el porfiriato:
comerciantes, prestamistas, industriales, hacendados y banqueros” en Tzintzun Revista
de Estudios Históricos núm. 11, Morelia, IIH-UMSNH, enero-junio, 1990
8
Alba, Francisco op. cit., p. 156. La mayor parte del crecimiento en México
correspondió a la “clase media”, en especial la urbana y los grupos obreros, en este
sentido, los resultados proporcionados por la estadística rebelaron que para 1895 más
del 90% de la población perteneció a las “clases populares”, menos del 10% a las
“medias” y 1.5% a las “altas”.
43
LLegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana
modo que la capital al finalizar el siglo XIX fue una de las diez ciudades
más pobladas de la República.9
Gráfica I. Censo poblacional correspondiente a cada cuartel de Morelia
Fuente: José Alfredo Uribe Salas, op. cit., p. 13
La ciudad estuvo conformada principalmente por casas de uno y dos
pisos, también hubo de tres, pero muy pocas; en la periferia se ubicaron
los jacales y las vecindades, de acuerdo a nuestras pesquisas a esta franja
se le consideró zona de corrupción y de crimen; aunque de acuerdo a
los censos poblacionales se registraron habitantes dedicados a diferentes
oficios como aguadores, albañiles, alfareros, carboneros, leñadores,
cargadores, coheteros, curtidores, trabajadores domésticos, floristas,
hortelanos, jardineros, tortilleras, molenderas, panaderos, sombrereros,
reboceros, zapateros, herbolarios, yerberos, vendedoras de comida,
fruteros, carpinteros dulceros y papeleros.10
Con el desarrollo poblacional se acrecentaron las actividades de
recreo en los espacios públicos y privados, esta dicotomía marcó la
9
Uribe, Salas José Alfredo, op. cit., pp. 12-14
Martínez, Villa Juana, Fiestas y diversiones públicas en Morelia, 1891-1910, tesis de
licenciatura, Morelia, UMSNH, 2002, pp. 24-30
10
44
Magali Zavala García
diferencia social entre la elite y el resto de la población, es decir, las
diversiones no estuvieron a alcance de todos, por ejemplo las propias de
los grupos pudientes eran las carreras en caballo, el paseo en bicicleta,
el jai alai y por supuesto el novedoso juego de billar, sin embargo este
último a lo largo del porfiriato se posesionó también en el agrado y
disfrute del resto de la población moreliana.
A diferencia de las actividades recreativas ya mencionadas, el billar
fue la única que tuvo la peculiaridad de reunir a los hombres con los
excesos en un ambiente a puerta cerrada, a menudo, el juego terminaba
en problemas de orden público, los disturbios llegaban hasta la calle
causando malestares a los vecinos, esto representó un foco de atención
de las autoridades municipales.
Los billares
En Europa desde hacía siglos se practicaba el billar, en el Museo
Británico se conserva una carta fechada en 1570, donde se especifica
que el inventor y creador del juego es Bell Kew, de origen judío, quien
era dueño de una casa de préstamos y tenía la costumbre de jugarlo
cada tarde sobre el mostrador de su negocio. Empleaba tres bolas de
madera suspendidas sobre la puerta de su establecimiento, para hacerlo
más divertido lo acompañó de una varita de madera de una yarda de
largo.
La palabra billar surgió del nombre Bell Yard, que significa juego con
tres bolas empujadas por una yarda. Las primeras mesas para jugarlo
tenían cinco troneras, y en vez de tacos usaban masas de madera con
cabos de marfil. La peculiaridad del juego consistía en un pequeño
arco en la mesa, llamado “puerto”, y otra pieza, el “rey”, ambas de
marfil. El estilo de las carambolas se creó posteriormente y se debe a los
franceses, pero fue hasta 1840 cuando alcanzó su desarrollo.11 Para las
11
La Libertad, periódico de política y variedades, tomo I, núm. 40, Morelia, 14 de octubre
de 1893, p. 3
45
LLegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana
últimas décadas del siglo XVIII el billar causaba cierta preocupación
en las autoridades, pues en los locales donde se practicaba se distribuían
bebidas etílicas sin aparente control.
El billar, al llegar a México fue acogido por la elite y en un principio
fue una diversión propia de ese grupo. Con regularidad se practicaba
en cantinas y hoteles de prestigio, por ejemplo en el Hotel Francés, que
constantemente invitaba a las personas a disfrutar de “su amplio salón
de billar, el elegante restaurante, la hermosa cantina, la gran diversidad
de vinos y licores de las acreditadas marcas del país y del extranjero”.12
El juego se consideró exclusivo del sector pudiente, pero durante el
porfiriato se popularizó al crearse varios lugares para practicarlo,
además de cantinas y hoteles; departamentos especiales, e incluso se
jugaba en algunas calles fuera del centro de la capital del país. Muchas
veces era acompañado por el dominó y las cartas.
En Morelia, la diversión también se divulgó durante el porfiriato,
pero ya se practicaba al comenzar la segunda mitad del siglo XIX, pues
en el Bando General para el arreglo de la policía de 1865, los artículos 33 y 38
se advertía lo siguiente:
A las diez de la noche, cuando más tarde, deberá estar cerrado el
comercio, toda clase de expendio y los billares; retirándose las vendimias
que hayan en los portales, calles y plazas, á excepción de los días en que
por costumbre se prorroga el tráfico, por solemnidad política ó religiosa.
Los infractores de este artículo, serán castigados con una pena de dos
reales á diez pesos de multa, ó de cuatro á quince días de prisión.13
La diversión poco a poco dejaba registros en los Archivos Históricos
de Morelia, así en 1878 se localizó una demanda penal, en ella se
especificó que Abundio Huerta era dueño de un billar donde se había
12
El Girondino, quincenal independiente, tomo I, núm. 12, Morelia, 3 de enero de 1903,
p. 4. El Hotel Francés se encontraba en la calle Primera Nacional, número 64, y estuvo
a cargo del señor Desiderio Mivier.
13
Bando General para el Arreglo de la Policía en la Municipalidad de Morelia, publicado por
el M.I. Ayuntamiento, Morelia, Imprenta de Ignacio Aragón, 1865
46
Magali Zavala García
registrado una riña.14 Conforme avanzaban los años, los morelianos se
familiarizaban con el juego, en 1881 la prensa local publicaba varios
anuncios sobre mesas de billar en venta, con todos los implementos
listos para practicarlo en casa.15 E incluso, un vecino Luciano Corona
demandaba por el robo de ruedo de billar.16
Conforme al Reglamento de Bando General para el arreglo de la Policía
Urbana en la Municipalidad de Morelia de 1881, el billar estuvo considerado
dentro de los juegos permisibles o legales por parte del Ayuntamiento,
por lo tanto estuvo regulado por el prefecto, los dueños debían cumplir
con un horario específico, cuyo cierre era hasta 10:00 p.m., de lo
contrario eran penados con una multa de dos reales o de cuatro a 15
días de prisión, más el pago de $24.00 y $ 1.00 por cada mesa.17 Los
menores de edad tenían estrictamente prohíbida la entrada, se creyó
que así evitarían “el contagio inmoral a la juventud”.18 Al respecto, en
la prensa del momento observamos tintes de una postura moralista,
porque censuraban a los billares y a las cantinas, pues se creyó que los
clientes tanto adultos como púberes, quebrantaban la “paz interna”
y se entregaban a los vicios de la embriaguez, el juego, la prostitución y
la vagancia.
En este mismo tenor, se consideró que varios alumnos no asistían a
la escuela porque preferían visitar algún centro de diversión. Para evitar
este problema se propuso mayor vigilancia de la policía afuera de las
cantinas, pulquerías y billares del centro de Morelia.19
14
Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Michoacán (en adelante
AHPJEM), caja 1, exp. 4, fojas 19, 3 de junio de 1878
15
Periódico Oficial del Gobierno del estado de Michoacán de Ocampo, año IV, núm. 260,
Morelia, 15 de junio, p. 4
16
AHPJEM, caja 2, exp. 41, año 1886; exp. 41, fojas 13
17
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), c. 249, e. 76,
legajo 2, Reglamento del bando General para el arreglo de la Policía Urbana en la Municipalidad
de Morelia, 1882
18
La Libertad, periódico de política y variedades, año 15, tomo 15, núm. 46, Morelia, 7
de junio de 1907, p. 1
19
Idem.
47
LLegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana
Finalmente, con la llamada modernidad, la ciudad de Morelia
llevó consigo una etapa de mejoras en varios aspectos de la vida social,
política y por supuesto económica. De igual manera afloraba el recreo y
la convivencia como parte de la sociabilidad diaria, pues las diversiones
públicas, los billares, los paseos, los bailes, las cantinas, las pulquerías y
algunos cafés se intensificaron a lo largo del porfiriato, lo cual acarreó
varios malestares no sólo para algunos pobladores, sino también para
la policía y los prefectos que se encargaron de mantener el orden en las
calles del centro de Morelia. Al respecto las autoridades se ocuparon
por mantener el “orden, paz y progreso” mediante reglamentos, leyes y
decretos que se emitieron a los largo del gobierno de Porfirio Díaz.
De acuerdo a nuestras pesquisas observamos que muchas disposiciones
dejaron algunos asuntos sueltos, lo cual acarreó cierta incertidumbre en
la aplicación de la ley, cada autoridad en turno manejaba la seguridad
pública conforme a su criterio y no con base a las órdenes establecidas.
De esta manera, se pretendió controlar y atender los problemas
sociales, pero los registros tanto en el Ayuntamiento como en el Archivo
Histórico del Supremo Tribunal de Justicia revelaron que los malestares
sociales, culturales, criminales, etcétera eran parte de la vida diaria de
los morelianos.
Los billares en la ciudad de Morelia20
Nombre
del titular
Abundio
Huerta
Apolonio
Romero
20
Ubicación
Ubicación actual
calles
Billar
-----------
Casa núm. 9, manzana
6ª del Cuartel 4ª
y callejón de la
Gachupina. Billar
-----------
Año
del
permiso
1878
29 de
octubre de
1891
La tabla se hizo a partir de los permisos que emitió el Ayuntamiento, documentos
resguardados en el Archivo Histórico Municipal de Morelia.
48
Magali Zavala García
Francisco
Mejía
José
Guadalupe
Gallardo
Luciano
Corona
León
Miranda
Mónico
López
Agustín
Tovar,
(presidente
del Círculo
Católico)
Alejandro
Méndez
Alejo
Becerril
Emilio
Galván
Casa número 16 de la
manzana 17, Cuartel
1º y calle del Alacrán.
Billar.
Casa núm. 68 de la calle
del Cautivo, Cuartel 1º.
Billar.
Casa núm. 49, manzana
17ª del Cuartel 1º, calle
Comonfort Billar
Primera Nacional, Hotel
Nuevo de Michoacán.
Billar y otros juegos
permitidos.
Casa núm. 9, manzana
16ª del Cuartel 1º y calle
de la Enseñanza, “Mesón
de San Antonio” y calle
5ª, manzana 3ª del
Cuartel 4º. Billar
Casa núm. 1 de la 2ª
calle Nacional. Billar,
boliche, ajedrez y
damas.
Casa núm. 3, Cuartel
1º, manzana 18ª y calle
Santa Catarina. Se
trasladó al Hotel de la
Soledad. Billar.
Casa núm. 68 de la
manzana 4ª, Cuartel 1º.
Billar.
Casa núm. 7 de la
manzana 4ª, Cuartel 1º
y calle de la Esperanza.
Billar.
Fray Alonso de la
Veracruz, entre
Av. Madero Ote y
Bartolomé de las Casas
García Obeso entre
Corregidora y Aldama
Aldama entre Quintana
Roo y Morelos Sur
Av. Madero Ote.
BANAMEX
29 de
octubre de
1891
29 de
octubre de
1891
29 de
octubre de
1891
28 de
diciembre
de 1891
Corregidora entre
Morelos Sur y García
Obeso
29 de
octubre de
1891
Av. Madero Pte.
26 de junio
de 1892
Galeana entre Aldama y 19 de abril
Guerrero
de 1892
-----------
Quintana Roo entre Av.
Madero Pte. y Allende
16 de
noviembre
de 1892
9 de
diciembre
de 1892
49
LLegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana
Luciano
Corona
Ramón A.
y Álvarez
Roque
Salvador
Ramón
Espinoza
Vicente
Cárdenas
Rafael
Corona
Nicolás
Sánchez
Francisco
Resendez
Manuel
Ruiz
Luciano
Corona
Luciano
Corona
Leonidas
Lemus
50
Casa número 20,
Manzana 14ª del
Cuartel 4º. Billar
Casa núm. 17 de la 1ª
calle de Matamoros
(antigua del Caultivo)
Billar y otros juegos
permitidos.
-----------
-----------
-----------
Allende entre Nicolás
Bravo y Quintana Roo
16 de
octubre de
1893
-----------
-----------
Casa núm. 22 del
Cuartel 4º y calle del
Aguador. Billar
Casa núm. 19, Manzana
19, Cuartel 1º. Billar
Casa núm. 66, Manzana
31ª, Cuartel 4º y calle
del Naranjo
Casa núm. 9, manzana
16ª, Cuartel 1º y calle
Enseñanza
Casa núm. 68, Cuartel
1º y calle Cautivo
Casa núm. 18, Manzana
13ª, Cuartel 3º y calle
del Crisol
Casa núm. 20, Manzana
14ª, Cuartel 4º y calle
del Forastero
Casa núm. 10, Manzana
21ª, Cuartel 4º y calle
del Salero
Casa núm. 6, Manzana
13ª, Cuartel 4º y calle
del Biombo
Mariano Elízaga entre
Vasco de Quiroga y
Vicente Sta. María
-----------
22 de
octubre de
1892
22 de mayo
de 1893
Velázquez de León entre 7 de marzo
Padre Lloreda y Ortega de 1894
y Montanéz
Corregidora entre
8 de marzo
Morelos Sur y García
de 1894
Obeso
Allende entre Nicolás
1 de julio
Bravo y Quintana Roo
de 1894
Serapio Rendón entre
8 de marzo
20 de Noviembre y
de 1895
Aquiles Serdán
Bartolomé de las Casas
28 de
entre Vicente Sta. María mayo de
y Miguel Cabrera
1895
Clavijero entre Sánchez 5 de
de Tagle y J.J. de Lejarza octubre de
1895
Bartolomé de las Casas
20 de junio
entre Fray Juan de San
de 1895
Miguel y Vicente Sta.
María
Magali Zavala García
Modesto
Ortiz
Casa núm. 23, Manzana
21ª, Cuartel 1º y calle de
la Subterránea
Casa núm. 5, Manzana
Leonidas
20ª, cuartel 4º y calle del
Lemus
Punzón
Casa núm. 38 del Portal
Lino
Domenzain de Hidalgo. Billar y
cantina
Jesús Sierra Casa núm. 38 del Portal
de Hidalgo. Cantina y
billar
Filomeno
Casa núm. 31 de la calle
Magaña
del Perdón. Billar
Silverio
Vargas
Matías
Díaz
Félix
Valletti
Desiderio
Ollivier
José Luis
Silva
Vicente
Ortiz
Casa núm. 78 de la
man-zana 30ª del
Cuartel 1º y calle del
Gorrión. Billar
Casa núm. 9 de la
calle de la Enseñanza,
Cuartel 1º, manzana
16ª. Billar
Casa núm. 32, calle
Primera Nacional. Billar
y boliche, “La Estrella
de Oro”
En los bajo de la casa del
sr. Lic. Francisco Elguero,
esquinas de las calles
del Cedro y Primera
Nacional. Billar y cantina
Casa núm. 14, calle
Comonfort
Casa núm. 34, calle del
Poblano
Quintana Roo entre
Corregidora y Aldama
11 de julio
de 1895
Humboldt entre Vicente
Sta. María y Miguel
Cabrera
-----------
13 de
enero 1896
6 de marzo
de 1896
-----------
7 de marzo
de 1896
Miguel Cabrera entre
Bartolomé de las Casas y
Humboldt
Galeana entre
Corregidora y Aldama
26 de
enero 1897
9 de abril
de 1897
Corregidora entre
Morelos Sur y García
Obeso
18 de
agosto de
1899
Av. Madero Ote.
22 de
octubre de
1899
Esquina de Morelos Nte. 30 de
octubre de
y Av. Madero Pte.
1899
Aldama entre Quintana
Roo y Morelos Sur
Eduardo Ruiz entre
Guillermo Prieto y Juan
Álvarez
5 de junio
de 1900
11 de
septiembre
de 1900
51
Fotografía: Magali Zavala García, Av. Francisco I. Madero, 2016
La ciudad retratada:
reinvención del tejido visual de Morelia
Guadalupe Chávez Carbajal1
E
l presente texto es una invitación a pensar la ciudad de Morelia
desde la producción social del espacio urbano y la historia social
de sus imágenes; parte de estas reflexiones se derivan de una
exposición fotográfica que realizamos hace algunos años. Uno de los
objetivos de dicha muestra era acercar al observador a una fracción del
pasado de la antigua urbe, vista desde la imaginación de sus habitantes
y viajeros fotógrafos. Después de hacer una minuciosa selección de
imágenes, “descubrimos” que la mayoría de las fotografías elegidas se
enfocaban a la antigua Calle Real o Calle Nacional (actual Avenida
Madero), considerada desde la fundación de la ciudad como la columna
vertebral de la vida cotidiana de Morelia y sus regiones.
En ese momento la autora de estas líneas, interesada mayormente
por el esteticismo fotográfico, creía con fervor que la Avenida Madero
era por excelencia el espacio simbólico de uso popular y politizado,
1
Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, email:
[email protected]
53
La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia
lugar de coexistencia social donde convergen plazas, edificios y calles
que albergan la celebración, el encuentro, la participación y la alegría
entre personas. Deslumbrada por la majestuosidad arquitectónica que
la arropa, la veía como uno de los principales aglutinantes que daba
sentido de pertenencia e identidad social urbana a buena parte de los
morelianos; alucinada por este icono de la ciudad, no lograba visualizar
la gran paradoja de la misma: ¿Qué sucedía con las calles circundantes
y la periferia, aquella que albergaría a las grandes y populosas colonias
de mediados del siglo XX? ¿Cómo habitan y generan los grupos sociales
su propio espacio en lo urbano?
Las citadas imágenes fotográficas nos muestran cómo esa arteria a lo
largo de 475 años, ha construido variables culturales, sociales, económicas
y políticas que interactúan al mismo tiempo producen una dicotomía
inevitable: la pérdida y reinvención de la calle como espacio público y
la transformación de casas-habitación en lugares de ocio y recreación
concebidos, en la última década del siglo actual, como nuevos productos
del consumo cultural impulsado por la globalización neoliberal.
Es necesario analizar cómo influyó la diversidad social en la
configuración de la ciudad, ¿Cuál fue el impacto de las ideas
modernizadoras en la sociedad y la concentración de la población en
áreas deficientes en infraestructura y servicios urbanos? Hace falta
confrontar toda esa información con la que brindan los márgenes de
las imágenes que sobreviven, un nuevo y complementario análisis desde
y con las fotografías, frente a la inagotable información histórica que
resguardan los archivos oficiales.
Asimismo, enfatizar en que, si bien la mayoría de las reproducciones
de la Morelia del siglo XIX y principios del XX son idílicas de la ciudad
(lo feo y desagradable no es digno de ver para la época), proponemos
un trabajo de rescate histórico documental, así como de codificación,
clasificación y divulgación; por lo tanto, nuestra labor apenas inicia con
estas líneas, la idea es motivar un proyecto de largo aliento sin duda
complejo, lento, inter y transdisciplinario que seguramente otros podrán
concluir y/o unirse a él.
Para lograrlo, se requiere de un trabajo que incite a confrontar los
modos de escribir la historia, que el observador se posicione frente a
54
Guadalupe Chávez Carbajal
la ciudad, al contexto y otros elementos del tejido visual y social de
ella.2 Debemos entender que su historia es algo más que un recuento
histórico de la construcción material, de su traza urbana, arquitectura
y servicios, es un cúmulo de encuentros, experiencias, integración y
variados mecanismos sociales subyacentes.
Por el momento, no es nuestra intención sumergirnos en el amplio
ámbito de la sociología urbana, la psicología social y la ambiental, pero
reconocemos que únicamente algunos de sus instrumentos conceptuales
nos ayudarán a explicar los planteamientos derivados de la acción de los
grupos sociales, en especial el concepto de identidad social urbana que
se perfiló durante el porfiriato y que hemos desdeñado lamentablemente
en estudios previos.
Esta necesidad de reflexionar sobre la identidad social urbana y las
relaciones sociales es ineludible después de “encontrar” en el Archivo
Histórico Municipal de Morelia la existencia de grupos transgresores,
aquellos que poco a poco fueron desplazados hacia la periferia urbana
en el porfiriato y las primeras décadas del siglo XX. La transgresión no
conoce límites geográficos ni de espacialidad así lo constata el Distrito
de Morelia (integrado por las villas de Acuitzio, Quiroga, Cuitzeo y
los pueblos de Santa Ana Maya y Chucándiro), los papeles de la
gendarmería municipal de Morelia, los libros de la Prefectura3 y el
registro fotográfico que la prensa hacía de los bellos lugares de la ciudad
y el estado de Michoacán.
Sin embargo, es notable la ausencia casi total de imágenes que rompan
con los cánones esteticistas o los estereotipos visuales; únicamente se
capturaba lo que era digno de ver de acuerdo a los operarios de la cámara.
Esta idea contrasta con la visión ofrecida por otros documentos de la
época, sobre todo los de carácter económico, político, judicial, policiaco,
de salubridad, la nota roja y de publicidad comercial en la prensa. Cada
uno de estos rubros nos muestra una ciudad distinta, en crecimiento pero
2
Un avance sustancial en este aspecto son diversas obras sobre prostitución,
criminalidad, alcoholismo, diversiones públicas y estudios de género publicadas en la
última década.
3
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM).
55
La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia
alejada de los grupos mayoritarios que la integraban, hablan también
de una constante pugna por apropiarse del espacio público por definirlo
desde los usos colectivos y lugares de la memoria histórica, en contraparte
de la memoria institucionalizada esa que convirtió a la ciudad en un
espacio sacralizado dedicado al panteón de héroes nacionales, la misma
que nos regaló una imagen utópica de cantera rosa.
A partir de mi encuentro con la vasta documentación arriba señalada,
en especial con los registros de mujeres públicas, las galerías de criminales
y la nota roja, pude darme cuenta que tanto las autoridades como los
habitantes de Morelia no tenían un concepto preciso y delimitado de
la ciudad, éste estaba sujeto a la relación entre lo urbano y el control
social de los individuos; ambos, enlazados por una estrecha e indisoluble
influencia recíproca. Me explico.
Morelia, además de ser capital del estado y cabecera distrital, como
municipio estaba conformado por la villa de Charo, las tenencias de Jesús
del Monte, San Miguel del Monte, Santa María de los Altos, Atécuaro,
Undameo, San Nicolás, Tacícuaro, Capula, Cuto de la Esperanza,
Teremendo, Chiquimitío y Tarímbaro. El distrito y la capital, con su
jurisdicción, abarcaban áreas extensas pero en la vida cotidiana tanto los
habitantes como las autoridades no separaban lo urbano y lo rural porque,
para entonces, el tejido urbano consistía en cuatro cuarteles y dos barrios
donde se trasminaban las fronteras rurales. Por otro lado, aunque durante
la primer década del siglo XX hubo un crecimiento éste fue de relativo
impacto en la mancha urbana, pero desproporcionado en el número de
individuos; a partir de los años 20’s el incremento sería en ambas direcciones.
Esa porosa concepción del espacio territorial —de herencia colonial—
se continuaría reproduciendo hasta muy avanzado el siglo XX, sobre todo
porque algunos historiadores nos empeñamos en alimentar la confusión sin
recapacitar que desde su fundación, la historia de Morelia es un recuento
de inmigraciones, movilidad social urbana y exclusión que se disparó desde
los años sesenta del siglo XIX cuando se incrementó la llegada de sujetos
que huían de la guerra, como resultado aumentó el ya nutrido sector de
inmigrantes y ante la carencia de empleos muchos de éstos dilataron las
filas de la vagancia, la delincuencia citadina y el subempleo.
56
Guadalupe Chávez Carbajal
La imagen utópica de Morelia se resquebraja cuando nos preguntamos:
¿Dónde se ubicaron esos miles de hombres y mujeres que entraban a la
ciudad? ¿Por qué no se ve esa heterogeneidad social en la mayoría de
las fotografías de la época? Esta sensación crece cuando se confrontan
esas estadísticas con las cifras que registraba el Ayuntamiento de lo que
acontecía día a día en las calles, cuarteles, barrios, villas y tenencias
de su adscripción; asimismo, cuando se comparan las propuestas para
modernizar la estructura urbana demarcando y reubicando en los
márgenes de la ciudad a los indeseables del régimen, por ser detonantes
de los focos de violencia en los espacios públicos, a la par que se abrían
nuevas prácticas económicas, políticas e ideológicas que favorecían a
algunas familias morelianas y de extranjeros, dueños de los principales
medios de producción.
Si bien el crecimiento poblacional de la capital michoacana desde
los tiempos de la colonia se alimentó del constante desplazamiento
poblacional, las autoridades civiles y eclesiásticas la consideraron un
verdadero azote para la prosperidad y tranquilidad del extenso obispado
y desde los años de guerra contra el Imperio de Maximiliano cobró
índices alarmantes de modo que, a decir de las autoridades, el naciente
Estado se enfrentó a la disyuntiva de construir un sólido cuerpo de
leyes y un aparato que las hiciera cumplir o aceptar que el desorden
social impediría la consolidación de la República. La administración de
justicia se convirtió así, junto con la reactivación de la economía, en la
principal preocupación del nuevo Estado.4
El desarrollo de Morelia la muestra como una entidad compleja,
confusa y heterogénea, más que sublime es un nudo de contradicciones,
de acuerdo al testimonio de Othon de Welda —hacia el último tercio
del siglo XIX—, era una ciudad preocupada por el fatuo glamour
material más que por sus habitantes. Esa visión nunca desaparecería
porque constantemente se percibe el temor de que la transformación
4
Un testimonio bastante interesante sobre este aspecto se observa en: Memoria en
que el C. General Epitacio Huerta, dio cuenta al Congreso del Estado... en 15 de febrero de 1858 y
terminó en 1861, Morelia, Imprenta de Ignacio Arango, 1861
57
La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia
de la imagen urbana, la bonanza y la civilidad eran amenazadas por el
incontrolable aumento poblacional detonado, en parte, por campesinos
indígenas que al perder sus tierras, fueron forzados a emigrar en busca
de los recursos que les permitieran sobrevivir.
Sin embargo, no todos podían ser empleados por el núcleo urbano,
como resultado, pasaron a engrosar el sector flotante, sin oficio definido,
de una sociedad que a pesar de los desalentadores pronósticos de Welda,
paulatinamente ganó una frágil estabilidad apoyada en el crecimiento y
diversificación de los espacios y actividades agro comerciales. Bajo esas
circunstancias, durante los últimos cuarenta años del siglo XIX (lustros
después del testimonio del barón) la ciudad creció exponencialmente: se
delinearon decenas de nuevas calles, se incrementó la construcción de
casas, pero también los jacales donde vivía la mayor parte de la población.5
Generalmente esos jacales se ubicaron en la periferia de la ciudad,
en esa línea que dividía a lo rural del ámbito urbano; en contraste,
la élite moreliana además de contar con los mejores y más céntricos
espacios, construyó sus casas de campo en un área distintiva, el pueblo
de Santa María de los Altos, desde cuya cima se podía ver toda la
ciudad; este grupo social impulsó —junto con el Ayuntamiento y el
Gobierno del Estado— el embellecimiento de la ciudad con todo tipo
de obras materiales e imitando a la capital de la república, fiel ejemplo
del urbanismo francés en expansión a lo largo del mundo occidental.
Como resultado, antes de finalizar el siglo XIX presentaba un
crecimiento hacia la periferia; esa configuración no tendría grandes
modificaciones hasta los años cuarenta del nuevo siglo.
Esa conjunción de esfuerzos se encaminó también a transformar los
renglones de la salud, la educación y la seguridad pública; todo con el
fin de convertir a Morelia en un ejemplo a seguir, digna del progreso
que se pretendía alcanzar. El acceso a las comunicaciones ferroviarias,
telegráficas y telefónicas, aunado a la presencia de una incipiente y
5
Uribe, Salas José Alfredo, Morelia, los pasos a la modernidad, Morelia, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1993, p. 8; Censo general de la República Mexicana,
Estado de Michoacán, 1900, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento,
1905
58
Guadalupe Chávez Carbajal
pretenciosa actividad fabril, le dieron un carácter ilusorio de ciudad
moderna, estimulado por la existencia de varios centros educativos
daban la certeza de un panorama acorde con los tiempos que se
vivían bajo la paz, el orden y el progreso porfirianos; eso, al menos
en el discurso oficial. ¿Qué otra cosa podía ser, sino simulación frente
a una realidad económica y social que contradecía las cifras y buenos
deseos del discurso modernizador mientras los índices de criminalidad
y criminalizado crecían de forma sostenida? En definitiva, además de
urbanizar la ciudad se pretendía “urbanizar” a estos grupos sujetándolos
a mecanismos de control más efectivos, por ejemplo, a la constante
vigilancia policíaca en las calles para delimitar su tránsito y exigir el
buen uso del espacio público.6 La infraestructura urbana crecía y, al
menos en teoría, el orden social debía ir a la par.
La información emitida por el gobierno desmiente su propio discurso,
baste con señalar que en vano afán de demostrar “la era bienhechora
de progreso” que recibió la agricultura, el comercio, la industria y las
artes en esos días de “gran impulso”, la capital del estado mantenía una
estructura laboral integrada por pocos profesionistas y diversos servicios
terciarios.7 Era una economía agrícola y comercial, la primera actividad
la cubrían casi en su totalidad los pueblos y villas de la jurisdicción,
el comercio se concentraba mayoritariamente en el área central de la
mancha urbana; el sector fabril lo integraban pequeñas fábricas de pasta,
cigarros, hilados y tejidos. Los salarios que ofrecían eran fluctuantes y
aunque no existe información de todos, se fijaba de acuerdo con el tipo
de establecimiento: industrial, el campo y la minería.8
6
Los reglamento y bandos de policía emitidos por el Ayuntamiento de la ciudad
trataron de cumplir esa función, además de sujetar al orden aplicaban y recaudaban
infracciones a todo aquel que violara las disposiciones de gobierno de la ciudad.
7
Directorio de Michoacán, formado con datos oficiales por acuerdo del Gobierno del Estado,
Morelia, Tipografía y fotograbado de la Escuela Industrial Militar “Porfirio Díaz”2,
1902, pp. 3 y 4
8
Los operarios en fábrica de cerveza, cigarros, cerillos, jabón, fideos, mantas y otros
negocios mercantiles, cobraban de 25 a 28 centavos el día, sus maestros y capataces 50
o hasta 75 centavos. Los más especializados como los fotógrafos y litógrafos ganaban
59
La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia
Todos estos servicios y actividades económicas eran para una
población y tejido urbano variable, a finales del porfiriato Morelia había
crecido la población lo suficiente como para ser considerada, por un
corto tiempo, entre las cinco ciudades más importantes de México; su
aumento fue en razón del 2.5 por ciento anual, por debajo de otras
como Veracruz, Chihuahua y Torreón, localidades cuya posición
económica e industrial estaban por encima.9 No obstante, la danza de
cifras además de mostrar una población que constantemente hacen
alusión a las corrientes migratorias de pueblos cercanos a la capital y
de Guanajuato y al crecimiento desigual de Morelia, conllevó diversos
problemas que pusieron en jaque no sólo a las autoridades, la Iglesia y
la elite sino a la idea de “progreso”.
Los problemas de sobrepoblación e inseguridad propiciaron la
necesidad de “rediseñar” desde lo social, el trazo de la capital michoacana
en parte para contener el crecimiento poblacional y, por otro lado, para
controlar a los individuos y administrar los recursos de la región, de
este modo se construyeron nuevas áreas y monumentos (vigías de la
memoria oficial), en un claro intento de transformar el espacio público
en uno sacralizado y panteón de héroes nacionales.
Asimismo, se implementaron y ejecutaron varios códigos normativos
no sólo para controlar, también para crear ciudadanos acorde con los
nuevos requerimientos mundiales: sujetos libres de la holgazanería,
el hurto, la miseria, la prostitución y el vicio.10 De esta manera, bajo
mejor, 2.50 por día; los maestros de pintura 1.50 diarios, los administradores llegaban a
cobrar hasta 100 pesos mensuales. En el campo y la escasa minería el salario promedio
para los peones era de 25 centavos diarios, 40 pesos mensuales el administrador, 25
el escribiente, 12 el mayordomo y 8 el despensero. AHMM, Inventario de Libros
Impresos y Manuscritos, quinta númeración, L. N. 319, Libro de Secreatría, e. 67,
1893, “Noticia relativa a la que se remite al gobierno sobre industrias, artes, oficios,
jornaleros, agricultura, minería y número de habitantes que tiene esta municipalidad”,
16 de octubre de 1893
9
Uribe, Salas José Alfredo, op. cit., p. 12
10
Memoria leída ante la legislatura de Michoacán en la sesión del día 30 de julio de 1869, por el
secretario del Gobierno del Estado Lic. Francisco H. González, Morelia, Imprenta de O. Ortiz,
1869, p. 17
60
Guadalupe Chávez Carbajal
el argumento de alcanzar un beneficio colectivo para la sociedad,
se incrementaron y perfeccionaron los mecanismos de exclusión
amparados en la idea de una supuesta igualdad jurídica para todos los
individuos, en la práctica ésta no fue tal y se aplicó con mayor rigor a
los grupos marginados llámese prostitutas, criminales, sirvientes, y/o a
todo aquél de quien se sospechara o pareciera ser un delincuente.
Este sistema legal discriminatorio se apoyó en la ciencia positivista
y en una intrincada explicación científica para legitimarla, construyó
un discurso nacional basado en la retórica científica y su importancia
en la clasificación de los grupos sociales.11 De este modo, la “población
peligrosa” quedó claramente definida y constreñida a los cada vez más
amplios “márgenes obscuros” de la ciudad de Morelia y a las cifras
oficiales sobre la delincuencia urbana.12
Con base en ese discurso nacional, el poder y sus agentes trataron
de estandarizar el comportamiento a través de un discurso de igualdad
extensivo a todas las áreas de la vida, de modo que también se pretendían
homogeneizar, desaparecer o negar las diferencias sociales, culturales y
de clase; sin tomar en cuenta que históricamente nunca habían sido
así y que la pluralidad de códigos culturales seguían manifestándose al
interior de la sociedad y en la estructura urbana moreliana. Al menos así
se aprecia en el discurso constante de la prensa y en las pequeñas, pero
constantes, infracciones al bando de policía cuyos datos resguardan los
reportes diarios de la gendarmería municipal.
11
Este proceso ha sido estudiado acertadamente por Urías, Horcasitas Beatriz,
Picatto, Pablo y Buffington, Robert M., por citar algunos. Piccato, Pablo, “La
construcción de una perspectiva científica: miradas porfirianas a la criminalidad”
en Historia Mexicana, Vol. XLVII, número 1 (185), julio-septiembre, 1997; Ciudad
de sospechosos: crimen la ciudad de México, 1900-1931, México, CIESAS, 2010; Urías,
Horcasitas Beatriz, Indígena y criminal. Interpretaciones del derecho y la antropología en México,
1871-1921, México, Universidad Iberoamericana, 2000; “Eugenesia e ideas sobre las
razas en México, 1930-1950”, Historia y grafía, Universidad Iberoamericana, número
17, 2001, pp. 171-205; Buffington, Robert M., Criminales y ciudadanos en el México
moderno, México, Siglo XXI editores, 2001
12
Ver papeles de gendarmería y nuevas tesis sobre criminalidad y administración
de justicia.
61
La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia
Las leyes de carácter municipal intentaron erigirse en un muro de
contención que controlara los problemas sociales que acosaban a la
ciudad, dicha normatividad trataba de encauzar los distintos aspectos
cotidianos de la urbe y sus habitantes. Leyes, reglamentos y circulares
no eran acordes con la realidad social; la legislación penal aplicada en el
escenario cotidiano fue distinta, la prostitución, la embriaguez, el robo
y la vagancia, se manifestaban abiertamente y aunque se les consideró
como un obstáculos para el desarrollo de la sociedad moreliana, “lacras
sociales” que inquietaban al sector conservador de la sociedad y a la Iglesia,
pues veían que la ciudad había sido invadida por ellas, propagando la
inmoralidad y el mal ejemplo por doquier; eran también la manifestación
abierta de la multiculturalidad sobre la que se erigió Morelia.
Lo cierto es que, mientras se proyectaban esas circunstancias y diversos
problemas sociales, propios de una sociedad desigual y multicultural, se
perciben imágenes bífidas de Morelia que pueden parecer confusas si
no las contrastamos con la diversidad de testimonios e información, sin
desdeñar o exagerar en la innegable y la monumentalidad arquitectónica
de la parte más antigua de la ciudad.
En busca de conclusiones
Podemos constatar que la vida social de la imágenes de Morelia es una
historia de segregación espacial y social, por lo tanto, urge enfocar la
vista en el rescate de la fotografía como patrimonio cultural y lanzar
una alerta para impulsar la inaplazable recuperación de los acervos
documentales, custodios de la memoria colectiva y que exigen un lugar
justo en la redefinición de las nuevas ofertas culturales impulsadas por
malentendidos programas de turismo cultural histórico.
Debemos construir y sostener políticas culturales que inserten a los
archivos en una realidad dinámica, donde se privilegie el estudio,
la conservación y la difusión de los documentos que le dan sustento a la
memoria histórica colectiva y al patrimonio cultural de las sociedades,
cualesquiera que sean sus regiones y fines político administrativos.
62
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas
y religiosas en la década de los veinte, siglo XX
Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis1
E
l cuadro principal de la capital michoacana, ha sido hasta el
día de hoy, escenario de los más diversos acontecimientos
históricos, políticos, religiosos y sociales, de ahí que el texto que
tienes en tus manos, describirá de forma general la función del centro
de Morelia. Como punto de sociabilidad entre sus habitantes en los
primeros años de la década de los veinte del siglo XX, involucrando en
ello, a la esfera política con sus disposiciones estatales y locales en dos
festejos importantes: las conmemoraciones cívicas y las celebraciones
religiosas; en este sentido, la breve investigación, girará en torno a esas
actividades, en el entendido que no se podría abordar su situación
territorial o un acontecimiento político, religioso, económico, cultural
o social, si dejásemos de lado el lugar, es decir, el espacio físico donde
ocurrieron los hechos, ya fuese a un costado de la Catedral, en alguna
1
Adscrita al programa de maestría en Historia, Facultad de Historia de la UMSNH,
[email protected]
63
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte
de sus plazas o las calles adyacentes, la sociedad moreliana los utilizó
como escaparate de actividades que con el transcurrir del tiempo
construyeron su historia local.
A principio de la década de los veinte del siglo XX, la zona urbana de
Morelia, ocupaba aproximadamente la misma extensión territorial que
el siglo anterior; es decir, sin cambios radicales. La ciudad estaba divida
en cuatro cuarteles y sus habitantes se concentraron principalmente en
el primer cuadro de la ciudad, esto cambiaría en los siguientes años,
cuando la población experimentó un aumento en su demografía gracias
a la migración y la natalidad.
El centro de Morelia constituyó el espacio público ideal donde
actividades lúdicas, fiestas cívicas y celebraciones religiosas, lo utilizaron
como escenario. Como reflexionara Samuel Ramos, en el Perfil del hombre
y la cultura en México:
no sólo la Catedral era el centro geométrico de la ciudad, sino ante
su portada, se abría en un gran espacio la Plaza de Armas, verdadero
corazón de la vida civil, pues se encontraba el mercado, el Palacio de
Gobierno, el jardín; afluía y refluía en ese lugar la principal actividad
política y religiosa, el comercio y aún todas las formas de divagación.
La plaza y sus alrededores que reflejaron claramente los cambios que
trajeron consigo los gobiernos posrevolucionarios, en este sentido, las
primeras transformaciones se dieron en la administración territorial, las
antiguas municipalidades del siglo XIX se convirtieron en los municipios
modernos donde se concentró el desarrollo político, económico y social.
Fue en este período también, que surgieron las primeras colonias
urbanas socialistas con la asignación de una nomenclatura inspirada
en héroes patrios y acontecimientos históricos, acorde al sentimiento
nacionalista que inundaba cada parte de la vida política, social y
económica de la sociedad. En el censo de la capital de 1921 quedaron
registradas las colonias Socialista y Atenógenes Silva, en los terrenos
donados por el entonces gobernador Pascual Ortiz Rubio y algunos
familiares.
64
Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis
En este contexto fue donde el espacio público, el centro de Morelia,
transformó su función y significación social, conforme a las disposiciones
de los proyectos políticos posrevolucionarios y la influencia que hubo en
ellos, por parte de la sociedad moreliana con sus actividades cotidianas;
especialmente en las prácticas cívicas y religiosas, pues entre estas
dos dimensiones transitaba la población. Por tal motivo, se deben
considerar las reflexiones en torno a la historia urbano arquitectónica
de la ciudad, para observar claramente la resignificación de la cual
fueron objeto estos sitios y su permanencia en el imaginario social.
Recayendo ésta responsabilidad en el Estado, pues fue él, el encargado
de transformarlos con base a las necesidades de la autoridad y de la
sociedad.
El centro de la capital michoacana, en el período estudiado, con
sus templos, calles y plazas, sirvió como escenario de festejos cívicos
y celebraciones religiosas; durante los primeros años de la década de
los veinte, las conmemoraciones cívicas, que seguramente no fueron las
únicas, pero si las más concurridas, debido a los diferentes eventos que se
realizaban y que podemos constatar por las circulares, actas, solicitudes
y carteles que resguarda el Archivo Histórico Municipal de Morelia, son
la del cinco de febrero, del mismo día pero del mes de mayo y las fiestas
patrias en septiembre; formando parte de ellas, festejos populares como
corridas de toros, novilladas, jaripeos, entre otras actividades lúdicas.
En la Conmemoración de la Batalla de Puebla, cinco de mayo de 1921,
Morelia:
El festejo inició a las cinco de la mañana cuando repicaron al vuelo
las campanas de todos los templos de la ciudad, inmediatamente, las
bandas militares de la guarnición hicieron su tradicional recorrido
por las calles principales de la capital, dando paso a las diez horas a
la audición musical en la Plaza de los Mártires concluyendo a las trece
horas para comenzar con el concurso Floral Anual, al mismo tiempo,
la población disfrutó de un recorrido de automóviles y bicicletas
adornadas vistosamente, actividad observada con entusiasmo por los
asistentes, más tarde se inauguró el campo de béisbol en los terrenos de
la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, con la asistencia
65
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte
de Francisco J. Múgica, gobernador del Estado; en la noche, de nuevo
en la Plaza de los Mártires, comenzaron las celebraciones populares,
serenata, iluminación general, elevación de globos y verbena, para
concluir esta fiesta cívica alrededor de las ocho de la noche.
Las calles del centro de la capital, la Plaza de los Mártires y algunos
edificios civiles y religiosos formaron parte de este evento cívico
promovido y financiado por las autoridades estatales y locales.
Para dicha conmoración —cinco de mayo— los preparativos
se remontaban a los meses de enero y febrero, el Ayuntamiento
Municipal recibía solicitudes de diversa índole, ya fuese una novillada,
algún espectáculo teatral, un evento deportivo, venta de comida,
exhibición de películas etcétera; siendo atendidas y autorizadas con
los requerimientos necesarios, los cuales generalmente se resumían al
pago de impuestos a la Tesorería Municipal para obtener el permiso;
dentro de las actividades más importantes que se efectuaba en mayo
estaba el Concurso Floral Anual; el cual se llevaba a cabo en marzo,
cuando se lanzaba la convocatoria se invitaba de manera especial a los
floricultores locales y regionales, quienes adornaban sus puestos con
flores de múltiple variedad y la exhibición de sus productos de forma
atractiva y hermosa;2 el día del concurso la población se concentraba
alrededor de la Plaza de los Mártires para observar la creatividad de los
floricultores.
Los concursos florales se realizaban en la Plaza de los Mártires, al menos
durante la década de los veinte, como podemos percibir en la imagen I,
detrás del puesto floral, se observa la edificación que actualmente alberga
al Hotel Casino de Morelia, ubicado en el Portal Hidalgo; las personas
esperaban pacientemente sentadas en las bancas de la plaza, disfrutando
del día, deleitándose con la audición musical y socializando para que
los floricultores procedentes de distintos lugares del estado, en punto de
la una de la tarde, tuvieran listas sus creaciones para ser calificados por
2
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Fondo
Independiente II, c. 66, Legajo 1, e. 9, 1921
66
Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis
los jueces. La imaginación de los
comerciantes era vasta, los adornos
eran hermosos, vistosos y llenos
detalles, el espacio se inundaba de
colorido y algarabía. El siguiente
año, 1922, el programa del cinco
de mayo era bastante atractivo;
en abril se lanzó la convocatoria
para el Concurso Anual Floral,
que se llamaría en aquella ocasión
Paseo de las Flores, la sede sería
nuevamente la Plaza de los Mártires
donde, “los participantes tendrían
la oportunidad de mostrar a toda la
población los más variados puestos
adornados con cientos de flores para
deleite de toda la población”, los
primeros cuatro lugares recibirían la
Fuente: AFIIH-UMSNH, Colección
cantidad de $25.00, $15.00, $10.00
de Gerardo Sánchez Díaz, Concurso
3
Floral, década de los años veinte del y $5.00, como premio.
Otro aspecto importante de la
siglo XX
fiesta lo constituía la ceremonia,
acto oficial o acto protocolario, en 1922, el Teatro Ocampo sería la sede,
pues era considerado el más importante de la ciudad, a él llegaría la
comitiva procedente de Palacio Municipal, recorriendo las principales
calles del centro de la ciudad, con el gobernador del estado, Francisco J.
Múgica, a la cabeza, secundado por los miembros del gabinete estatal,
municipal, la elite moreliana, intelectuales, estudiantes, y población en
general.
La festividad del cinco de mayo de 1922, según el programa,
empezaría a las cinco treinta de la mañana con izado en todos los
edificios públicos del Pabellón Nacional y sería saludado por los
Imagen I.
3
AHMM, Fondo Independiente II, c. 69, Legajo 1, e. 30, 1922
67
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte
honores de ordenanza, a las once de la mañana habría un desfile militar
presidido por el gobernador y al que asistiría la población en general,
hacía las diez de la mañana, estarían reunidos en Palacio Municipal los
empleados federales del estado, autoridades militares, los estudiantes
de las Escuelas Superiores, de Instrucción Primaria y particulares, una
vez organizados, se dirigirían al Palacio de Gobierno y de ahí al Teatro
Ocampo para disfrutar del Acto Oficial con su programa especial:
1.
2.
3.
4.
5.
Pieza de Música por la Banda del 12° Batallón.
Discurso Oficial por el C. Lic. Adolfo Cortés.
Pieza de Música de la misma Banda.
Poesía recitada por la Señorita María del Carmen Bremauntz
Himno Nacional cantado por las alumnas de las Escuelas Oficiales.4
Así concluirían las ceremonias oficiales para dar paso por la tarde
noche, a las celebraciones populares, que consistirían en una audición
musical en la Plaza de los Mártires, de ocho a once de la noche, al
mismo tiempo, en otros lugares públicos, como la Plaza de San Agustín,
la población tendría la oportunidad de disfrutar varias proyecciones
cinematográficas nacionales e internacionales, estas últimas procedentes
del cine hollywoodense principalmente.5
Mención aparte merecen los festejos que se realizaron un año antes,
durante las Fiestas Patrias, al conmemorarse el Primer Centenario de
la Consumación de Independencia, durante todo el mes de septiembre
de 1921, los actos cívicos fueron una constante entre la población,
principalmente del sector católico, ya que celebraron misas y rosarios
en honor a Agustín de Iturbide.6 Para la autoridad estatal y local fueron
importantes en la conmemoración de acontecimientos históricos, a
4
AHMM, Fondo Independiente II, c. 69, Legajo 1, e. 30, 1922
Idem.
6
Tapia, R Esparza Francisco Javier, “Los festejos del Primer Centenario de
la consumación de la Independencia, nuevo impulso para el catolicismo social” en
Tzintzun, Revista de Estudios Históricos, no. 52, julio-diciembre, Morelia, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2010, p. 39
5
68
Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis
su vez provocaban, que la población en general pusiera pausa a sus
actividades diarias y disfrutar ampliamente los festejos.
Pero estos espacios no solamente fueron utilizados para las fiestas
cívicas, ese mismo año, dentro de un contexto religioso, los habitantes
de los diferentes barrios de la ciudad, solicitaron los permisos necesarios
a la municipalidad, a fin de realizar diversas celebraciones propias de la
religión católica, festejos que incluían procesiones o actividades que se
realizaban en los atrios de los templos, en las contiguas plazas o en las
calles, cuando se trataba de trasladar al santo patrono a otro templo o
a la catedral.
En este sentido, contamos con información de diferentes festejos, por
mencionar algunos tenemos a los habitantes del barrio de Capuchinas
que en el mes de enero, honraban a la Virgen de Guadalupe por los
favores obtenidos el año anterior, así mismo sabemos que los templos de
Nuestra Señora del Socorro, el Templo del Carmen, Santiaguito y San
José, tuvieron sus fiestas patronales en los siguientes meses; a finales de
1921, en el mes de diciembre, las apariciones de la Virgen de Guadalupe
en el Tepeyac constituía la celebración religiosa más importante de ese
periodo, la población católica se preparaba espiritualmente desde un mes
antes cuando iniciaba el rezo de los cuarenta y seis rosarios en los templos
comunitariamente, en un horario específico o de manera personal, debido
a la jornada laboral, muchos feligreses asistían a esta actividad antes de
acudir a sus trabajos o al termino de ellos; pero, el último rezo se realizaba
en el Santuario de Guadalupe, también conocido como San Diego.
Usualmente los elementos presentes en dichas manifestaciones de
fervor religioso, eran los cohetes repiques, desfiles con carros alegóricos,
fuegos artificiales y música; actividades autorizadas por el Ayuntamiento
con la recomendación y obligación de sacerdotes y feligreses, de evitar
cualquier manifestación externa en los atrios y ninguna danza con
intenciones de culto religioso,7 es decir, se podía celebrar públicamente
y se permitían utilizar los espacios públicos, pero la evangelización y
catequesis, quedaba confinada al interior de los templos.
7
AHMM, Fondo Independiente II, c. 62, Legajo 1, e. 5, 1921; c. 55, Legajo 1,
e. 10, 1921
69
El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte
Estos festejos se efectuaban con limitantes debido a la política de la
época, la religión se percibía como obstáculo para el progreso y semillero
de fanatismo, motivo por el cual, las celebraciones quedaban confinadas
a las fiestas patronales de los templos de la ciudad, organizadas por
vecinos o por locatarios; en 1920 el templo de San Francisco tuvo su
fiesta patronal organizada por los comerciantes del mercado de la
Constitución, antes mercado de San Francisco, consistiendo como
de costumbre en repiques, cohetes, truenos, música, iluminación y
adorno del mercado y calles adyacentes, alborada, castillo y serenata.8
Las actividades dependían de quien las organizaba, pues algunos
sectores ejercían presión sobre la autoridad para llevar en procesión
a algún santo, o festejar a un patrono con algunas otras actividades
no religiosas, como las organizadas en la Plaza de la Soterraña, donde
los vecinos, organizaron algunos juegos para conmemorar al santo del
barrio, los morelianos católicos, en medida de sus posibilidades trataron
de conservar las tradiciones y costumbres religiosas.
Las autoridades locales, entendían que independientemente de las
disposiciones federales en cuanto materia religiosa se refería, un sector
importante de la población tenía un significativo sentimiento religioso,
por lo que limitar o evitar las manifestaciones religiosas podía tensar las
cosas entre la población, como ocurriría a finales de la década con el
conflicto cristero, por lo que las autoridades de los primeros años de la
década de los veinte, permitió pero con restricciones las manifestaciones
religiosas en los atrios de los templos.9 El centro de Morelia a partir de
1917, después de la Revolución Mexicana, sufrió una transformación
en su función y significación, las disposiciones de los gobiernos
revolucionarios impactaron en la sociedad de tal manera que los
cambios se dieron en la vida cotidiana de la ciudad; las actividades más
representativas de la sociedad moreliana de la posrevolución quedaron
concentradas en el primer cuadro de la capital michoacana; siendo
participes como actores o espectadores la mayoría de la población.
8
9
70
AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, Legajo 1, e. 10, 1920
Idem.
Sección
Documento
Fiestas y pregones morelianos,
de Porfirio Martínez Peñaloza
Fotografía: Magali Zavala García, calle San Cristóbal Ecatepec, 2016
Melba Maya Guzmán1
E
l objetivo central del artículo es divulgar la información
que resguarda el Archivo Histórico Municipal de Morelia
(AHMM), en esta ocasión nos remitimos a los materiales
de la segunda mitad del siglo XX. En este sentido haremos una
descripción somera de dos expedientes: Fondo Independiente
II, caja 356, expediente 11, 1955 y del Inventario de Libros
Impresos Manuscritos, tercera numeración, L. N. 33i, Actas de
Cabildo, 1954-58. Cuyos contenidos corresponden a los aportes
que Porfirio Martínez Peñaloza hizo a la revista Municipio. Quien
inicia con unas pincelas del contexto a nivel mundial, así reúnen
algunas pesquisas de la Primera Guerra Mundial y de sus últimos
años para acercarse a la vida cotidiana de los morelianos, donde
resaltó las fiestas del calendario cívico, finalmente, el último tema
lo dedicó a los pregoneros.
1
Archivo Histórico Municipal de Morelia,
[email protected]
73
Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza
Breve semblanza a Porfirio Martínez Peñaloza
Nació el 26 de mayo de 1916 en Morelia y falleció el 26 de agosto de
1992 en la ciudad de México. Se le recuerda por su larga trayectoria
como periodista, poeta, escritor, traductor y académico.
Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, posteriormente
ingresó a la Facultad de Medicina, Filosofía y Letras de la Universidad
Autónoma de México.
Como periodista colaboró en distintos diarios y revistas de México
y España. Participó en innumerables conferencias en el Instituto de
Cultura Hispánica de Madrid y en Washington University in St. Louis.
Dentro de las actividades académicas se desarrolló como profesor de
literatura y humanidades en el Tecnológico de Monterrey e Investigador
del Centro de Estudios Literarios de la UNAM.
Fue miembro de la Academia Mexicana, del Instituto Mexicano de
Cultura, del Seminario de Estudios Quiroguianos y del Ateneo Dr. Jaime
Torres Bodet. Y de manera particular, en Morelia de la Junta Cívica
del IV Centenario de Morelia. En 1989 el Ayuntamiento moreliano le
otorgó la presea Generalísimo Morelos.2
La revista Municipio3
En sesión de Cabildo, el 31 de diciembre de 1954 dentro del informe
de actividades que rendía el presidente municipal, Alfonso Martínez
Serrano informó sobre la creación de la revista Municipio, al respecto
decía: que se proponía crear un órgano de difusión que fuera vocero
2
Morales, García Rogelio, Morelia: hornacina de recuerdos, Morelia, Gobierno de
Michoacán, 1990, T. III
3
Hasta el momento no ubicamos los ejemplares de la revista, pero existen varias
referencias que indican la circulación e incluso sobresale el material de la edición
especial del 18 mayo de 1956 (aniversario de la ciudad). Archivo Histórico Muncipal
de Morelia (en adentante AHMM), Fondo Independiente II, c. 489, e. 9, 1956. Del
mismo fondo, c. 493 bis, e.19, 1956, Periódico Regional el Noticiero, Uruapan, 15 de
diciembre de 1955, p. 2
74
Melba Maya Guzmán
del municipio, y así bajo ese rubro se determinó llamarla Municipio, no
sólo pretendió ser un medio publicitario; sino también, que fuera un
vehículo de acercamiento entre el Ayuntamiento y sus electores. Procuró
informar sobre las comisiones de los regidores, la opinión y el propósito
del presidente municipal. Igualmente, fue un medio de difusión cultural,
donde incluyó artículos científicos, literarios y de carácter histórico.4
Vea la imagen I.
En este marco, la revista de tiraje mensual difundía temas diversos
como los textos nutridos del profesor Porfirio Martínez Peñaloza, con
el título “Fiestas y pregones Morelianos”. Antes de comenzar con la
descripción del calendario
Imagen I.
cívico-religioso moreliano,
el profesor se acercó a
los acontecimientos de la
Primera Guerra Mundial,
donde las principales
potencias como Gran
Bretaña, Francia, Unión
Soviética y Alemania
se vieron envueltas en
constantes asesinatos y en
invariables
bombardeos
entre la Triple Entente
y la Triple Alianza; lo
cual, provocó la caída
del comunismo soviético
dando paso a la formación
de los países como
Lituania, Letonia y Estonia.
También, el Imperio Austro
Húngaro desapareció y se Fuente: AHMM, Fondo Independiente II, c.
formaron: Austria, Hungría 356, e. 11, 1956
4
AHMM, Inventario de Libros Impresos Manuscritos, tercera numeración, L. N.
33i, Actas de Cabildo, 1954-58, fs. 43 (v)
75
Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza
Yugoslavia y Checoslovaquia. Frente al movimiento, Estados Unidos
presentó una propuesta conocida como los Catorce Puntos de Wilson, en
donde convocaba a la paz, así el documento anunciaba el fin de la guerra.
El profesor, nos describe ese momento como una época de torturantes
inquietudes y zozobras envueltas en el torbellino de los infinitos, mismas
que fueron arropadas con problemas de toda índole. Observó que, frente
a esas circunstancias, la vida moreliana había perdido sus características
de antaño; es decir, del escenario apacible y tranquilo que gozaba la
ciudad, ésta se convertía en un tornado agitado, vertiginoso e incierto.
Parecía que el objetivo era la satisfacción de los goces materiales
mediante la acumulación de la riqueza.5
Al mismo tiempo, Martínez dejaba ver su profunda tristeza por el
egocentrismo provocado por la post-guerra, diciendo: la prosecución
de un encendido ideal que ennoblezca y dignifique la existencia ya no
preocupa mucho a las personas. El sentimentalismo y el romanticismo
de los días que informaba el pensamiento de escritores y poetas han sido
suplantados por un materialismo llamado “científico”.6
Calendario festivo
Continuando con los aportes del profesor, es claro que le interesaron
temas como: el arte popular, las fiestas y algunas actividades cívicas. En
relación a ello, escribió: “por eso quizá ya no hay sitio en nuestra vida y
en nuestras costumbres para las fiestas populares, ingenuas y sencillas,
que hicieron la delicia de nuestros antepasados cercanos y lejanos…”.7
Así, Martínez nos deleita con un interesante recorrido por las fiestas y
costumbres morelianas, en virtud de preservar la memoria cultural.8
5
AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 1955
Idem.
7
Como el calendario cívico y religioso era muy rico en información sólo hizo
referencia a las fiestas principales y las pregones más conocidos.
8
Cabe resaltar que, en los últimos años, la maestra Juana Martínez es quien
se ha encargado de hacer un estudio minucioso de las fiestas cívicas en la capital
6
76
Melba Maya Guzmán
La propuesta del periodista inició con el primigenio del año, cuya
fecha la consideró la apertura a una nueva etapa; es decir, el inicio para
formular proyectos y establecer propósitos a lo largo del año, pero sobre
todo decía “enmendar nuestras vidas”.
Continuando con el calendario le seguía la semana santa, que iniciaba
con la conclusión de la cuaresma, la cual se lleva acabo entre el Viernes
de Dolores y el Domingo de Resurrección, decía el profesor: “quedaban
lejos los días alegres y bulliciosos del carnaval en donde se apreciaban
los toritos de petate, las corridas de toros, los paseos en bicicleta, las
peleas de gallos, entre otras diversiones”.9
En la celebración del Viernes de Dolores las casas eran adornadas
con flores y trigo germinado en cazuelas, a menudo los vecinos invitaban
a los amigos para apreciar el altar dedicado a la doliente Madre de Dios
y a su paso iban degustando las aguas de chía, horchata de semilla de
melón entre otras, mismas que los anfitriones ofrecían.
Era costumbre que en la Plaza de los Mártires, se instalaran artísticos
puestos para la venta de flores, ya por la tarde los morelianos paseaban
complacidos, flirteaban disimuladamente y gozaban de la audición musical
reglamentaria de aquel momento. La serenata estaba a cargo de la Banda
de música del Estado o bien de la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz.10
Nos advierte Martínez que de las fechas de valor cívico había dos, una
en abril y otra en mayo, la primera con los aniversarios respectivamente
de la toma de Puebla por el general Porfirio Díaz en 1867, y la segunda
con la derrota del ejército francés.
Concluidas dichas celebraciones, se avecinaba el Jueves de Corpus,
una de las conmemoraciones religiosas de mayor arraigo; tanto niños
como adultos se apresuraban a los puestos para comprar lanzas de hoja
de lata, máscaras y caballitos de cartón. Otros, iban por las guitarras de
Paracho, lacas de Uruapan, alfarería de Capula o de Zinapécuaro.
michoacana. Martínez, Villa Juana, Fiesta cívica y poder político en Morelia. 1890-1910,
Morelia, Ayuntamiento de Morelia/Archivo Histórico Municipal de Morelia, 2010
9
AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 1955
10
Idem. En los conciertos del Viernes de Dolores era obligado la ejecución del
Stabat Mater de Rossini.
77
Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza
Para el 24 de junio proseguía el festejo a San Juan Bautista, desde
temprano hombres y mujeres se encaminaban rumbo al Río Grande
para bañarse en sus templadas aguas. En el ritual del día se observaron
dos cosas imprescindibles: el baño y el desayuno, en éste degustaban
atole de cáscara, de pinole; y ricos tamales de chile o de dulce. El paso
obligado para llegar al Río era por el barrio de Guanajuatito (hoy entre
la calle Héroe de Nacozari y la Pila de la Mulata), famoso por el carácter
levantisco y pendenciero de los hombres que lo habitaban.
El 15 de agosto, lo morelianos acudían con beneplácito a la tenencia
de Santa María de Guido, para presenciar la fiesta religiosa de La
Asunción de la Santísima Virgen María. El recorrido comenzaban desde
los portales de la capital michoacana, enseguida se conducían sobre
la actual Calzada Juárez, algunos morelianos se conducían en burros,
caballos, bicicletas, carros, tranvía e incluso a pie llegaba hasta la loma.
Una vez instalados en los llanos, solían comer enchiladas y tomaban
café, aunque otros preferían pulque; en la reunión no podía faltar la
guitarra, así que muchos armonizaban el día con su cálida voz.11
A manera de recuerdo, el profesor escribió que en plena revolución
carrancista, el general José Rentería Luviano, amagó a Morelia
emplazando piezas de artillería sobre El Calvario al Suroriente de la
ciudad (cerrito cerca de los Filtros Viejos de agua) y ordenando a sus
hombres hacer unos cuantos disparos. Y como a esa hora regresaban los
paseantes, allí fue el correr despavorido de ellos, tratando de escapar del
peligro. Las muchachas, que usaban faldas de medio paso y ajustadas
al cuerpo, con navajas y tijeras las abrieron para correr con mayor
libertad. Chuscas escenas se presenciaron en tal ocasión y el recuerdo
no se borró de las mentes de quienes lo vivieron.12
El noveno mes del año, expresaba Martínez que varió un poco la
forma de conmemorar el aniversario de la Independencia de México,
considerada una de las fechas más importante dentro de la historia
Zavala, García Magali, “El paseo a Santa María de los Altos en Morelia durante
el porfiriato” en Rosa de los Vientos, núm. 1, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/
Dirección de Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad, 2010, pp. 39-46
12
AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 1955
11
78
Melba Maya Guzmán
nacional, en el marco de la fiesta los maizales ondulaban al viento casi
otoñal, ostentaban orgullosos el oro de sus espigas fecundantes y los
jilotes lucían en su cabellera rubia. Era el mes donde los mexicanos
rendían pleitesía a los héroes de la patria.13
Para formalizar esa fiesta, el programa era publicado por Bando
Solemne ocho o diez días antes, la conmemoración iniciaba con la lectura
del informe del gobernador al pueblo por conducto de la Cámara de
Diputados. Ulteriormente, en Palacio de Gobierno, el Jefe del Ejecutivo
daba el tradicional “grito” justo cuando las manecillas del reloj centenario
de la catedral anunciaban las once de la noche (15 de septiembre).
Al día siguiente, la ceremonia oficial se revelaba con el discurso,
números musicales, recitaciones poéticas y concluía con la entonación
del Himno Nacional. Inmediatamente, se apreciaba el desfile cívicomilitar con la participación de las fuerzas armadas de la Guarnición de
la Plaza, con alumnos de varias escuelas públicas y privadas, estudiantes
universitarios y organizaciones obreras, etcétera. Al caer la noche, se
escuchaban las serenatas en las principales plazas y el cielo era iluminado
por los fuegos artificiales. La fiesta terminaba con un repique general de
las campanas de los templos de la ciudad.
Dentro del calendario que presenta Martínez, sobresale una fiesta
en particular para los morelianos, el 30 de septiembre pues se festeja el
aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón, ese día la capital
se estremecía de jubilo y regocijo. La Unidad Deportiva Morelos era
por excelencia el espacio oficial para la ceremonia, donde distinguidos
oradores hacían el panegírico del héroe; el desfile cívico militar era más
lucido y brillante, la serenata y el castillo cerraban con broche de oro.
El último mes del año, de acuerdo al periodista significaba la
culminación de una etapa de la vida, donde se habían tejido alegrías
y penas, inquietudes y esperanzas, amargas decepciones y hermosas
realidades.
Mancilla, Suro Laura Patricia, “El bando solemne en Morelia” en Serie Cantera
Rosa, textos archivísticos, núm. 7, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/Dirección de
Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad, 2015
13
79
Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza
Tras los festejos de las Marías, Conchas y Lupes, comenzaban
las posadas durante las siguientes nueve noches, en esos días la fiesta
consistía en lo siguiente: se rezaba el rosario, se entonaban los canticos
pidiendo posada, se quebraban piñatas, se repartían dulces y aguinaldos.
Una característica de estas fiestas era la tertulia y la convivencia, a ella
se daban cita familiares, vecinos y amigos.
La novena concluía con la celebración cristiana recordando el
nacimiento de Jesucristo, esa tierna y poética navidad que tanto significa
para los pueblos latinos y sajones. La fiesta del amor, de la ternura, de
la generosidad, de la caridad; la que pone humedad de emoción en los
ojos, palpitar de regocijo en los corazones y luz de fe en las almas.14
Los pregoneros
Los antiguos pregones morelianos eran variados y algunos curiosos e
interesantes. También conocidos como gritones, para llamar la atención
del público entonaban alguna melodía anunciando varios asuntos como:
venta de mercancías y compra de determinados efectos. Al respecto,
Martínez recordaba a un vendedor de tamales, quien en compañía de
un cargador que soportaba sobre su espalda una olla llena de sabrosos y
humeantes tamalitos, ambos recorrían las calles y avenidas de la ciudad.
Según el profesor, el pregonero era estrafalario, descuidado en el vestir y
con aspecto de bohemio, se paraba en cada esquina a mitad de la calle
y anunciaba su mercancía con los siguientes versos:
San Nicolás Tolentino
Tenía escrito en su memoria,
Que el que toma una copa de vino
Derecho se va a la gloria……………..
¡Con los tamalitos de chile y de azúcar!15
14
15
80
Idem.
Idem.
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana
en la construcción de una ciudad (1920-1930)
Victoria Eugenia Pérez Tajonar1
E
l presente ensayo se subscribe en la sección archivonomía, el
cual tiene por objeto difundir los materiales documentales del
Archivo Histórico Municipal de Morelia. Para comenzar nos
acercamos de manera general a la capital michoacana para observar
dos oficios que estuvieron latentes durante las tres primeras décadas del
siglo XX, nos referimos a cargadores y aguadares.
Como toda ciudad contemporánea,2 Morelia se ha modernizado
dentro de la vida cotidiana y urbana. En ella, se percibe una
trasformación en la ejecución de los oficios, pero desafortunadamente
con el paso del tiempo muchos se han extinguido, en mi quehacer
archivístico me he dado a la tarea de investigar aquellos oficios que
fueron clave en el desarrollo de la gran urbe; tal es el caso de aguadores,
1
Archivo Histórico Municipal de Morelia,
[email protected]
“La más antigua y más moderna de las células de convivencia social” en Gremio y
oficios en la estructura urbana de la ciudad medieval, p. 483
2
81
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)
papeleros, cargadores y boleros. En la actualidad, algunos siguen
presentes en nuestro entorno utilizando la tecnología, otros se aferran
para no desaparecer en el camino de la renovación de la metrópoli. Con
los progresos, las costumbres van cambiando y junto con las técnicas
inunda nuestro día a día, dejando en el olvido algunos oficios.
La ciudad se ha caracterizado por un gran mosaico de oficios
ambulantes como: aceitunero, mielero, ropavejero y camotero. Cada
uno de ellos, con características muy particulares, por ejemplo, el último
hasta la actualidad vende camotes asados en un carrito maltrecho
alimentado por carbón, del cual se expulsa un sonido entorpecedor
llegando a varias colonias a su paso.
Igualmente el maletero, el cargador y el canastero se destacaron por
la peculiaridad de cargar la mercancia en su espalda. Las personas que
ejercieron dichos oficios recorrían el centro de Morelia hasta encontar
un cliente con maletas, maderas o carga pesada como mudanzas de
una casa a otra. A menudo eran viajeros o estudiantes sus principales
usuarios, a quienes los encontraban en la antigua estación del tren,
(actuales Avenidas Guadalupe Victoria y Héroes de Nocupétaro). Vea
la imagen I del cargador.
Con regularidad, cargadores y maleteros colocaban sobre sus
hombros o en alguna carretilla la mercancía para transportarla, pero
muchas veces el uso de ésta ocasionaba problemas porque los bultos
se desbordaban sobre el camino; por tanto, no fue raro encontrar una
gran cantidad de quejas en el Archivo. Para mantener el “orden”, las
autoridades municipales se apoyaron en el artículo 35, capítulo quinto,
fracción III del Reglamento de coche de alquiler 1920,3 que decía: quedaba
prohibido circular con bultos que obstaculizarán la visibilidad de quien
dirigiera la carretilla.
Como resultado de la instancia de ustedes de fecha 20 del mes que acaba
de pasar, les manifiesto que ya se libraron las órdenes respectivas para
que los conductores de coches y automóviles que reciben pasajeros en la
3
82
AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, e. 7, 1920, f. 7 (f)
Victoria Eugenia Pérez Tajonar
Imagen I.
ç
Fuente: Archivo Particular de Omar Guajardo, conforme a nuestras
investigaciones la imagen podemos situarla entre los últimos años del siglo
XIX y principios del XX
Estación de ferrocarril Nacional mexicano de esta Capital, se abstengan
de recibir también mundos con equipajes y otros objetos voluminosos
con infracción del Reglamento respectivo.4
4
AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, e. 7, 1920, f. 8 (f)
83
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)
Los registros en el Archivo muestran que, los permisos más recurrentes
entre 1920 y 1930 fueron de aguadores y cargadores, para obtener la
respectiva solicitud era necesario de un fiador, éste se convertía en su
protector o su garante, al mismo tiempo requería de un nombramiento
donde se especificaba el compromiso frente al municipio. De modo que,
en la misma segunda década del siglo XX, se nombró a un capitán
general con la idea de representar al gremio de cargadores, se encargaría
de vigilar el cumplimiento del citado Reglamento, como informar a las
oficinas respectivas de las irregularidades o faltas.
Para ingresar al gremio de cargadores o aguadores se requería de
lo siguiente: primero, ser una organización acreditada y certificada
por el municipio, contar con el permiso y tener el pago de una fianza
hecha por un fiador; una vez cumplido con estos requerimientos se les
asignaba un número y la zona donde debía trabajar. Después de un
tiempo les otorgaban el nombramiento, en seguida les fijaban una pila
o alguna fuente del centro de Morelia, algunos tuvieron a su cargo otros
trabajadores en diferentes zonas de la ciudad.
Así pues, el oficio de los aguadores giró al rededor de pilas y fuentes.
Las primeras fueron construidas con la idea de abastecer de agua a la
ciudad, es decir funcionaban como recopiles, por lo regular su forma
era cuadrada y hechas de piedra, aunque se recomendaba que fuesen
cóncavas y profundas, pero en la ciudad de Morelia no ubicamos
una con esas características. Las segundas, también conocida como
pilones, igualmente fueron surtidores de agua, sólo que éstas se alzaron
principalmente en plazas, patios y jardines. Se caracterizaron por su
forma redonda. Al final del texto se hizo un listado de ambas, vea el
cuadro I.
Entonces, para mantener el orden, la municipalidad de Morelia
se encargó de enlistar y numerar a cada uno de los cargadores y los
aguadores. Los primeros estuvieron supervisados por un capitán de
compañía; los segundos fueron organizados bajo las deposiciones del
encargado general, y a su vez ellos, se apoyaron en los encargados de
cada pila. En la imagen II se observa al cargado portando su número a
la vista.
84
Victoria Eugenia Pérez Tajonar
Dentro de los lineamientos reglamentarios, las autoridades
gubernativas se encargaron de organizar y registrar a los aguadores
y cargadores, así les asignó un número a cada uno, el cual estaba
impreso en una pequeña placa de bronce, está se sujetaba a una
banda de cuero que cruzaba sobre su pecho, de ahí lo de cargador
de número.5
Imagen II.
Fuente: AHMM, Fondo Independiente II, c. 87, legajo 2, e. 68, 1922
5
Leyendas de Morelia, edición en proceso de publicación de Omar Guajardo fotógrafo
profesional.
85
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)
Al final, tanto cargadores como aguadores, tenían la responsabilidad
de acudir a las reuniones en Palacio Municipal donde se les señalaba la
zona a trabajar (garita, plaza, plazuela y mercados). Así también, debían
pagar una cuota a la Tesorería de lo contrario eran multados. Para ambos
oficios el formato de las fianzas era el mismo, en él se ordenaba un fiador
quien, por lo regular era conocido dentro del negocio o una persona de
ocupación respetable. Se le entregaba una estampilla cuando aportaban
una cantidad determinada, dando fe del buen comportamiento del
prestador del servicio. El depósito variaba entre los oficios, por ejemplo
los aguadores al transportar el líquido de una fuente o de una pila a las
casas del centro de Morelia, pareció que no representaba mayor riesgo
económico; a diferencia de los cargadores, éstos con regularidad llevaban
bultos valiosos, convirtiese en sujetos vulnerables ante algunos malhechores
en busca de mercancía —de fácil adquisición—. Así en caso de pérdida se
pagaba con la garantía o seguro previamente depositado.
Para el buen funcionamiento de los servicios, el capitán asignado
convocaba a los aguadores en las pilas o en las fuentes para limpiarlas,
también las cuidaban de los animales que bebían agua directo de
ellas, de igual manera, no permitían que las personas lavaran ropa
o de alguno que arrojara objetos sobre ellas —basura—. De esta
manera conservarían su patente o permiso, así se tiene una pintoresca
descripción de Émile Chabrand:6
La reunión de los aguadores en torno de las fuentes públicas, provistas de
sus cántaros de barro cocido vidriado y brillante, su armadura o aparejo
de cuero, su tipo muy acentuado y con sus actitudes y movimientos tan
característicos, y en medio de ellos el ir y venir de las jóvenes y bonitas
Émile Chabrand (1843-1893) o “don Emilio” como se le conoció, fue un miembro
de la comunidad de «empresarios barcelonnettes —inmigrantes en México entre 1850
y 1950 y arraigados en el negocio y la industria textiles fue el autor de un diario
de viajes realizados por el mundo que fue premiado por la Academia Francesa
(Premio Montyon) y se tituló De Barcelonnette a México (Plon, 1892) Centro de
Estudios Mexicanos y centroaméricains, 2008, Conditions d’utilisation: http://www.
openedition.org/6540
6
86
Victoria Eugenia Pérez Tajonar
muchachas del pueblo, alegres y risueñas, que vienen a aprovisionarse de
agua en las desbordantes piletas, todo contribuye a hacer de cada esquina
y de cada encrucijada menor de calles, un cuadro divertido y pintoresco.7
A lo largo de la historia observamos como el aguador se convirtió en
uno de los oficios más solicitados, pues se encargaba de abastecer el agua
a las principales familias del centro de Morelia, pero con el desarrollo del
sistema de la red de agua potable el trabajo se fue extinguiendo, aunque
en algunas regiones alejadas de las ciudades aún florecen vestigios de
esos “oficios tradicionales”. En la imagen III, mostramos unas de las
fuentes de la capital.
Imagen III.
Fotografía: Magali Zavala García, fuente de Plaza de Armas, 2016
Cita de Emile Chabrand en su libro de viaje titulado “De Barcelonnette a
México publicado por Plon en 1892 y ubicado en la biblioteca particular JPS del
Centro de estudios mexicanos y centroamericanos. Centro de Estudios Mexicanos y
centroaméricains, 2008Conditions d’utilisation: http://www.openedition.org/6540/7
7 de abril del 2016
7
87
Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)
Desafortunadamente, con el paso del tiempo gran parte de los oficios
que se desarrollaron en el centro de Morelia fueron desapareciendo,
pero quedaron en el recuerdo de muchos, quienes los retienen con
añoranza porque dieron vida y forma a una pequeña cotidianeidad de
la ciudad. Dichos registros se pueden investigar en el Archivo Histórico
Municipal de Morelia.
PILAS
Santo Niño
Bosque
Villalongín
Carmelitas
San Juan
El Soldado
La Mulata
FUENTES
UBICACIÓN
Calle Corregidora esquina con Nicolás Bravo
En el Bosque Cuauhtémoc
Avenida Madero Oriente con la calle Manuel Villalongín
Morelos Norte, Benito Juárez y Eduardo Ruiz, centro
jardín República o plazuela de Pudenciana Bocanegra
Enfrente del templo y Mercado Revolución
Cuautla esquina con la calle Corregidora
Héroes de Nacozari esquina con la calle 5 de Febrero
UBICACIÓN
El Abasto o de las Calle Belisario Domínguez
Gallinas
Michelena
Calle Michelena hasta llegar a la Avenida Madero
Poniente
La Perla de Betania Calle Amado Nervo y 1° de Mayo
o fuente de los Once
Pueblos
Antonio de Mendoza Calle Antonio de Mendoza
El Gallo Negro
Calle Juan José de Lejarza y Antonio Alzate
El Ángel
García Obeso esquina con la calle de Guerrero
San José
Plaza La Reforma Agraria antes plazuela de San José
Las Rosas o fuente del Calle Santiago Tapia entre Guillermo Prieto y
Jardín de las Rosas
Nigromante
El Cortijo
Salida a la Huerta frente al fraccionamiento Xangari
88
Sección
Archivonomía
Sentido y valor
de los archivos
Portada del libro: Morelia, la construcción de una ciudad.
Carlos Herrejón Peredo1
M
uchas y bellas cosas se han dicho sobre el sentido y
valor de los archivos. La maestra Patricia Galeana
ha recogido e hilvanado varias de ellas. Nos dice,
por ejemplo, que “los archivos han sido reservorios culturales de los
pueblos, fuente para la defensa de sus derechos y fundamento de
su juridicidad, centro neurálgico de la toma de decisiones de una
buena administración y sede, por excelencia, de investigaciones
históricas”. Trasladando a los archivos lo que dijo Poper sobre
los libros, la maestra Galeana llega incluso a afirmar que “los
archivos guardan una de las máximas realizaciones humanas: los
documentos”.2
1
El Colegio de Michoacán AC,
[email protected]
Galeana, Patricia, “Presentación” en Balance y prospectiva de los Archivos
Históricos de México, México, Archivo General de la Nación-Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, 1994, p. 9
2
91
Sentido y valor de los archivos
En otro lugar asienta que “el Archivo cuida la memoria colectiva
de la historia compartida de la vida en común”.3 Y finalmente insiste
advirtiendo que “los archivos son fuentes de juridicidad de la sociedad
y del gobierno, aquí se encuentran los documentos que prueban
y explican la naturaleza y el contenido de los actos de la autoridad.
Los archivos son también instrumentos de desarrollo, tanto porque de
su buen funcionamiento depende la optimización de recursos, como
porque sus acervos dan origen a nuevas manifestaciones culturales”.4
Si tratamos de glosar y afinar todo lo dicho, así como los juicios de
otras personalidades acerca del mismo asunto, diremos que el sentido
y el valor de los archivos se concentra en cuatro categorías o aspectos
principales: jurídico, científico humanista, político y social. El sentido
es el para qué profundo, la causa final. El valor es la calidad del ser, su
capacidad de ser apreciado dentro de una escala. El valor depende en
gran medida del sentido, por ello sentido y valor se corresponden.
Valor jurídico de los archivos
Así, pues, el sentido y el valor jurídico de los archivos se debe al carácter
público o de sanción pública que tienen muchos de los documentos ahí
guardados, esto es, los papeles oficiales o formales que hacen fe de un
acto de autoridad o administrativo y por lo mismo sirvieron o sirven
para comprobar el ejercicio de un derecho, el cumplimiento de una
obligación, etcétera. Desde el nombramiento de un funcionario hasta
el pago de una multa, todos los pasos de la gran maquinaria que es el
estado nacional o provincial, o de la pequeña máquina que pueden ser
muchos municipios, todos esos pasos dejan huellas en archivos y gracias
a ellas también podemos vivir en un estado de derecho.
Galeana, Patricia, “Presentación” en Entre Historiadores y Archivistas: el dilema de la
valoración documental, México, Archivo General de la Nación, 1955, p. 12
4
Galeana, Patricia, “Presentación” en Normatividad Archivística, México, Archivo
General de la Nación, 1996, p. 9
3
92
Carlos Herrejón Peredo
Valor científico y humanista de los archivos
El sentido y el valor científico humanista de los archivos derivan de los
testimonios que constituyen los documentos ahí resguardados. Hablo
de la mayor parte de archivos, que son de índole administrativa. Cae
por su peso que los archivos especializados en tal o cual rama del saber
significan suma importancia para esa rama. Digo, pues, que todas o
casi todas las ciencias sociales tienen en los archivos administrativos uno
de sus principales abrevaderos, una de sus fuentes de información más
importantes. Generalmente se asocia los archivos con la historia, lo cual
tiene razón de sobra, mas en realidad cada día se muestra con mayor
recurrencia que profesionistas y prácticos de las demás disciplinas que
tratan del hombre o de la sociedad también acuden a los archivos:
economistas, antropólogos, etnógrafos, sociólogos y juristas, amén de
administradores y genealogistas, llegan a consultar expedientes y legajos.
Bien se sabe que todas estas disciplinas se construyen con una materia
prima que se llama datos y éstos, para unas más para otras menos, se
pueden encontrar en tal o cual archivo. Incluso no dudamos que un
psicólogo inteligente hallará interés no sólo en archivos médicos, sino
también en alguno administrativo, donde se muestre el comportamiento
de grupos o individuos en determinadas circunstancias.
Hemos dicho en este rubro que hablamos del sentido y valor de
los archivos no simplemente científico, sino científico humanista. La
dimensión humanista de los archivos no sólo proviene de la referencia
señalada a las ciencias sociales y a las ciencias del hombre. Hay otras
disciplinas que a veces se engloban en el rubro de humanidades y dentro
de las cuales cae el inmenso campo de la lingüística, de la filología y de
la literatura.
Ni qué decir que dentro de repositorios, en apariencia desdeñables
para esos saberes, surgen vetas riquísimas desde la reconstrucción de un
vocabulario hasta el estrujante género literario de los pleitos judiciales.
Sólo al que tiene la suerte y paciencia de buscar y leer en archivos se le
concede el acceso a esa otra dimensión: escuchar casi vivas las voces que
resuenan en los papeles. La conservación, acomodo y agrupamiento de
93
Sentido y valor de los archivos
toda esa inmensa variedad de voces está confiada a los archivos. En su
conjunto los archivos aspiran a guardar memoria de todo lo humano
que haya dejado huella escrita. Esta aspiración universal corresponde al
ideal de los mejores humanistas, conforme a los cuales nada de lo que
es humano nos debe ser ajeno.
Valor político de los archivos
El sentido y el valor político de los archivos se deben a la amplia
información administrativa que contienen muchos de ellos. Se dice que
quien tiene la información tiene el poder. Todo buen gobierno requiere
sabiduría y ésta implica conocimiento de causa, es decir, la información
completa, la necesaria y suficiente para tomar providencias acertadas.
Gobierno sin archivo es gobierno sin cabeza o con cabeza desmemoriada.
Además el buen gobierno requiere la fuerza de la constancia escrita, sin
la cual carece de un instrumento fundamental de acción.
Ni qué decir que los legisladores han de documentarse para hacer
buenas leyes. Toda ley parte de un conocimiento de la realidad social que
tiene sus antecedentes indispensables consignados en los archivos. La
ciudadanía elige a sus diputados para que estando bien informados de
lo que es la nación, de lo que es la provincia o de lo que es el municipio,
elaboren leyes adecuadas, o como decía Hidalgo, “leyes suaves, benéficas
y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo”.5
Valor social de los archivos
Finalmente, el sentido y el valor social de los archivos corresponden a
la identidad de la nación, si se trata de repositorios de interés nacional
Miguel Hidalgo y Costilla, “Manifiesto” en Juan Hernández y Dávalos, Colección
de Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México, México, 1877-1882,
I, p. 126
5
94
Carlos Herrejón Peredo
o bien a la identidad de un grupo, en el caso de archivos especiales.
La identidad es la conciencia de pertenencia a esta comunidad y
no a otra; es el compartir intereses, valores, principios, lugares e
historia. Mas la identidad no se establece solamente en un momento
con los demás miembros de la comunidad que comparten todo eso.
La identidad es la comunidad con las generaciones que nos han
precedido y con las del porvenir. Por eso la patria no ha empezado
con nosotros ni se va a acabar con nosotros. Los archivos son uno
de los elementos que permiten establecer la identidad a través del
tiempo. Los archivos forman parte relevante de la conciencia de
tradición de un pueblo y de cualquier comunidad. La salvaguarda
de los archivos es el cuidado de una lámpara que se va entregando
de generación en generación.
Precisiones
He ahí declarado el sentido y el valor de los archivos, a través de esas
cuatro categorías de lo jurídico, lo científico humanista, lo político
y lo social. Esta declaración ha resultado un elogio, a partir del cual
alguno pudiera sacar conclusiones excesivas, absolutizando el valor de
los archivos. Y dice la lógica que no hay que olvidar este principio de
argumentación: el que prueba demasiado, nada prueba. Se impone,
pues, una serie de precisiones.
En primer lugar, tocante a lo jurídico, hemos de decir que hay
otras fuentes del derecho y de la juridicidad que no necesariamente
están en los archivos, empezando por los testimonios orales. Además,
los testimonios escritos utilizados en asuntos jurídicos no raras veces
se hallan contaminados de falsedades, imprecisiones, graves omisiones,
acomodos, etcétera. De manera que para su recto aprovechamiento e
interpretación no basta lo que declaran los papeles en sí mismos, por
muchos que sean y así se hallen llenos de firmas y sellos. Es indispensable,
pues que el valor jurídico de los archivos sea aquilatado y sometido a
prueba.
95
Sentido y valor de los archivos
En segundo lugar, por lo que concierne al aspecto científico
humanista, Enrique Florescano ya nos ha recordado que:
Desde finales del siglo XIX, pero sobre todo a partir de las primeras
décadas del siglo actual, comenzó a desmoronarse el dogma de que
la historia se hace fundamentalmente con documentos escritos [...]
Hoy la historia no se hace exclusivamente con documentos escritos. El
pasado se reconstruye con los datos procedentes de las excavaciones
arqueológicas, con los testimonios que se conservan en los museos y
los laboratorios, con encuestas y testimonios orales, con las imágenes
transmitidas por los más diversos objetos y más recientemente, con las
imágenes del cine y la televisión.6
Alguien pudiera decir que los archivos actualmente también
resguardan todo ese tipo de información vertida en imágenes, discos,
cintas sonoras, etcétera; y que el concepto mismo de documento se
extiende a todos esos medios. Sin embargo, tal situación no anula, sino
confirma la necesidad de extender la investigación a esos medios. Por
otra parte, la predominancia de los documentos escritos en la inmensa
mayoría de los archivos sigue siendo incuestionable. Y en fin, la existencia
cuantitativamente significativa de fuentes no escritas dentro de un
archivo requiere otros especialistas, distintos de los archivistas actuales,
o todavía más, requiere la creación de repositorios especializados,
como son las cinetecas, las fonotecas, etcétera. ¿Están la mayoría de
los archivos actuales en esas condiciones? ¿Es deseable consecuentar
el afán centralizador de todo tipo de testimonios? ¿No es preferible la
especialidad aunada a la comunicación y colaboración?
Hay otra razón para no caer en la idolatría de los documentos. Como
testimonios que son, hay que someterlos a una rigurosa identificación, en
cuanto al género a que pertenecen, y a un severo examen de su calidad.
Hay que saberles preguntar. Hablando de esta crítica de fuentes, un
notable historiador ha dicho que los documentos han de sentarse en el
Florescano Enrique, “Introducción” en Balance y prospectiva de los archivos históricos
de México, op. cit., p. 13
6
96
Carlos Herrejón Peredo
banquillo de los acusados, y no principalmente para examinar si dicen
verdad o mentira, sino para indagar lo que significan.7
En tercer lugar, por lo que respecta al valor político de los archivos, una
advertencia que es válida para los demás aspectos, aquí reviste singular
trascendencia. Me refiero al orden del archivo. No basta la acumulación
de papeles ni un orden inadecuado. Tales situaciones, en lugar de ayudar
a buen gobierno, lo entorpecen y lo desorientan. Además, también aquí
tiene peculiar relevancia la necesidad de selección de documentos. Las
ocupaciones y apremios del político, sea en su especie ejecutiva o en la
legislativa, le impiden detenerse en cúmulos de papeles; ellos requieren
lo esencial, lo claro, y sobre todo, lo más “urgente”.
En fin, tocante al aspecto social, hay que subrayar que los archivos
son sólo uno de los elementos que configuran la identidad de un grupo.
Todas las manifestaciones culturales, en su más amplio sentido, están en
juego al hablar de tradición e identidad. Y hay que tener muy presente
que la identidad de un pueblo y de un grupo no es ajena al avance del
tiempo. La tradición tiene un principio paradójico: guarda fidelidad a
un principio enriquecido y al mismo tiempo se actualiza y progresa.
Esta es la tradición viva. Los documentos archivísticos, por tanto, no
son la simple identidad de un pueblo. Los archivos no son cadenas que
nos aten a un pasado, sino la raíz que se hunde, para dar firmeza al
tronco y a las ramas que avanzan.
El archivista
De todas estas precisiones se desprende que el sentido y el valor de los
archivos alcanzan realidad cuando hay alguien que establece el orden
del acervo y la calidad de cada documento, cuando hay alguien que
entra en diálogo con las voces ahí contenidas, en fin, cuando hay antes
que algún otro, el archivista, el curador que da forma, disposición y
7
R. G. Collingwood, Idea de la Historia, México, Fondo de Cultura Económica,
1972, pp. 250-251
97
Sentido y valor de los archivos
disponibilidad al material. He aquí un aspecto más que define el valor
de los archivos, la persona humana que constantemente se halla en
contacto con los documentos. El archivista ocupa lugar central en la
función de los archivos.
Por un lado está la dirección del archivo o de la dependencia en
que se inscribe el repositorio; por otro lado están los usuarios, sea
el que viene por una copia certificada, sea el historiador de oficio o
el simple aficionado; y por otra parte los documentos mismos. El
directivo no raras veces llega al puesto sin mayores conocimientos ni
experiencia en manejo prolongado de documentos. El usuario no ve
más allá de su interés particular. Los documentos están ahí, como meras
potencialidades. El archivista está en el centro cumpliendo disposiciones
del director en turno, orientando a los usuarios, trayendo y llevando las
voces del pasado o del presente que desde ayer se está haciendo pasado.
Nadie mejor que el archivista conoce esas voces y conoce el movimiento
del archivo.
El archivista posee una experiencia acumulada que no otorga ningún
nombramiento ni la quita ninguna pretermisión. La convivencia cotidiana
con los documentos le confiere su propia autoridad. Nadie mejor que él
debe ser consultado para la definición de planes y políticas que afecten
las funciones sustantivas del archivo. La dirección de un archivo que
ignora o apenas considera en esto a sus archivistas, en especial a los de
mayor experiencia, está restando valor a su propio archivo. No hablo en
general: el archivista de un repositorio no necesariamente es el indicado
para otro, la experiencia con archivos del siglo XX no capacita para los
de la época colonial. Sin embargo, la historia reciente nos sigue dando
ejemplos de que se olvida a los archivistas o apenas se les consulta en los
asuntos de su mayor competencia, o bien que se imponen los puntos de
vista de un archivista ajeno al conocimiento preciso de otro repositorio.
De manera, pues, que el sentido y el valor de los archivos alcanzan
realidad y plenitud gracias a los archivistas. Los archivos valen no sólo
por los documentos que resguardan, sino por los archivistas que les han
dado forma. Los archivos también reciben su valor de los archivistas que
los ordenan, los identifican y mantienen. Ellos se enfrentan a viejos y
98
Carlos Herrejón Peredo
nuevos problemas cuyo conocimiento nos lleva a una mejor apreciación
del valor de los archivos.
Algunos problemas
Uno de tales problemas es la recepción y selección de documentos, que
van pasando de archivos pequeños y vivos a los grandes e históricos. La
falta de coordinación entre las áreas administrativas con los archivos
está al origen de muchos errores y atrasos en las posibilidades de dar una
clasificación adecuada y oportuna. Como solución se hace necesaria la
mejor capacitación del personal secretarial en las normas básicas de
archivonomía, se impone una comunicación permanente entre las áreas
administrativas y la archivística; y en fin, se hace muy conveniente la
elaboración de organigramas y flujogramas de las dependencias cuya
documentación se archiva.
A partir de mediados de este siglo se ha considerado que uno de los
mayores problemas de la archivística es la selección de documentos,
pues el crecimiento de la humanidad y de las instancias administrativas
había y ha generado una inmensa cantidad de documentos que
sigue creciendo en forma amenazante para cualquier espacio y para
cualquier equipo de archivistas.8 Los valores de cantidad y calidad de
documentación se han visto afectados.
Mas el rápido avance de la técnica en materia de cómputo ha venido
a ofrecer la solución del espacio y consiguientemente pudiera disminuir,
que no desaparecer, el apremio de la selección. La nueva informática
ha provocado una revolución. No se trata únicamente de las enormes
posibilidades de almacenamiento de la información en espacios
pequeñísimos. Al mismo tiempo se han acrecentado por mil medios
diferentes las formas de reproducción y de múltiples ordenamientos.
A la par, el envío y la recepción de miles de documentos a través de
Robert-Henri Bautier, “Les Archives” en Charles Samaran (dir.), L’Histoire et ses
méthodes, Bruges, Gallimard, 1961, pp. 1138-1145
8
99
Sentido y valor de los archivos
enormes distancias se han convertido en cosa de juego. Finalmente todo
esto se va logrando a velocidades increíbles.
Sin embargo, el valor de los archivos electrónicos frente a los
documentos en papel tiene la gran desventaja de la durabilidad. Hace
poco se decía que la vida de la información almacenada en estos medios
posmodernos no pasaba de los veinte años. Los que saben han precisado
que tal cosa ocurre cuando se trata de medios magnéticos; pero que los
más recientes medios ópticos tienen una duración de más de cien años.
Lo cual sigue siendo muy poco frente a los papeles de más de medio
milenio, frente a los papiros de más de mil años y no se diga frente a los
archivos de pueblos del Cercano Oriente que tienen cerca de tres mil
quinientos años. Se trata de tablillas de arcilla. A todo esto los ingenieros
de cómputo responden que la técnica sigue avanzando y que en todo
caso la renovación periódica de resguardos soluciona el problema de la
durabilidad.
Sea de ello lo que fuere, es indudable que la utilización de los medios
de la informática actual es necesaria e incontenible y desgraciadamente
también es indudable que la mayor parte de nuestros archivos y archivistas
se hallan en rezago frente a los avances de la informática. También es
cierto que la precipitación por modernizarse, aunada a ignorancia de
algunos técnicos sobre las características de documentos y archivos, ha
llevado a graves errores, a compras inútiles y a pérdidas de tiempo. La
reflexión personal minuciosa sobre el contenido y la forma de captura
de información, así como el diálogo entre archivistas, historiadores
y técnicos de cómputo, es un camino para que los archivos cumplan
mejor sus objetivos y por ende se acreciente su valor. No basta tener el
equipo ni la modernización se resuelve con una decisión autoritaria.
Un último punto que también está en función del valor de los
archivos es el de la normatividad archivística, objeto ya de interesantes
contribuciones en el Primer Seminario Nacional de Normatividad
Archivística. Ojalá que en esa norma se recoja con toda claridad el
principio básico sobre el respeto al orden físico en que se hallan los
documentos de un archivo especialmente cuando se trate de acervos
antiguos. Tal vez en un archivo de poca antigüedad sea conveniente
100
Carlos Herrejón Peredo
reordenar todo físicamente y de ahí proceder a la descripción
catalográfica de cada expediente. Pero cuando se trata de un archivo
colonial, es inadmisible el trastocamiento físico de los expedientes con
el achaque de darles el orden que supuestamente debieron tener. El
estropicio se ha consumado no hace mucho respecto a algunos archivos
eclesiásticos.
Una segunda observación es que dentro de la necesaria y suficiente
homogeneidad que favorezca la comunicación y mejor aprovechamiento
de los archivos, no se pierdan de vista las peculiaridades y las legítimas
diferencias de cada archivo, como reflejo de las legítimas diferencias
de cada lugar e institución. La globalización no es un valor absoluto.
La uniformidad es atendible y necesaria hasta cierto punto, pero la
unidad dentro de la diversidad es de mayor importancia, como lo es el
diálogo, la formación de recursos humanos y la voluntad de compartir
recursos de todo tipo, sobre el afán de control y centralización. Con
estas salvedades los archivos rectamente normados tienen mayor valor
que los que quedan al garete de la arbitrariedad y el aislamiento.
En resumen, los archivos son de suma importancia en los ámbitos
jurídico, científico humanista, político y social, no porque representen
un valor absoluto, sino porque ofrecen puntos de partida, elementos
apreciables para una prueba, para una reconstrucción; son el principio,
el arjé, en los inventarios escritos de gran parte de la actividad y
el conocimiento humanos. Pero este valor se debe no sólo a los
documentos, sino al archivista que les da forma y hace posible que estén
en disposición de alcanzar su sentido. En fin, hoy por hoy el sentido y
el valor de los archivos también dependen de la colaboración con las
áreas administrativas y con los técnicos de la computación, y requieren
de normas que se ajusten permanentemente a la múltiple realidad.
101
AHMM, colección fotográfica, 2010
Introducción
a la archivística1
Silvia Patricia Gómez García2
Los archivos: un repaso
E
l origen de los archivos se da con la aparición de la escritura, la
cual representó una herramienta de control de la población.
Los primeros registros —repositorios documentales— los
ubicamos en Mesopotamia con la construcción de las ciudades,
Estados o centros urbanos; en la isla ELBA, al Oeste de Italia, se
observaron algunos vestigios relativos a la escritura, con las tablillas
de arcilla cocida, en ellas se reconstruyeron actividades de la
administración y ahí están los archivos más antiguos de la historia
de la humanidad.3
1
Este trabajo se presentó como ponencia en el III Foro de Legislación archivística,
celebrada el 30 de noviembre de 2012 en la ciudad de Puebla.
2
El Colegio de Michoacán, AC
[email protected]
3
Aguilera, Murguía Ramón, Los Archivos públicos: su organización y conservación,
México, Parrúa, 2007
103
Introducción a la archivística
Desde la antigüedad los archivos fueron la memoria productora de
las instituciones y su finalidad radica en ser asistente del testimonio e
información. Cebe resaltar que, la técnica de conservación y servicio
comenzó en el siglo IV d.C. Los egipcios, griegos, sumerios y babilonios
han dejado muestras de la existencia de los archivos, al igual que los
de Mesopotamia escribían sobre arcilla, papiro y algunas veces sobre
madera, marfil o piel.
En Atenas se instituyeron los archivos para guardar los papiros,
las tablillas de las leyes o decretos, las actas de matrimonio, catastros,
cuentas y listas de reyes, etcétera. Pero fue en Grecia, donde se aportó
el término de archivo para designar los depósitos documentales con
carácter oficial. En Roma los definían como lugar sagrado, por lo que
se custodiaba y su acceso estaba reservado. En la Edad Media se da el
primer intento por crear un archivo y estuvo a cargo de Carlo Magno,
aunque después los vikingos acabaron con él. En esa época se guardan
documentos de propiedades feudales; justo aquí se desarrollan dos
instrumentos archivísticos: los registros —libros— se hacían a voluntad
de quien emitía la documentación; el otro, cartularios —documentos
solemnes— de mucho valor, un ejemplo de ellos, son las cartas.
Para los siglos XII al XIV se implementó la clasificación sistemática
y cronológica, así también se comenzó a almacenan en legajos. En
seguida, nacieron los archivos eclesiásticos.
España fue la pionera en concentrar fondos documentales,
esto permitió la elaboración de inventarios como herramientas de
descripción: por asunto, cronológicos y topográficos. Poco a poco,
se fueron mejorando los métodos de clasificación archivística en los
siguientes siglos. En la historia de la descripción archivística mexicana,
el maestro Cayetano Reyes García menciona que en los siglos XVI
y XVII a los archivos se les denominaba elementos organizados y, en
el XVIII con la influencia de la ilustración los llamaron sistemas de
coordinación.4
4
Reyes, García Cayetano, Índice y extracto de documentos del Archivo Notarial de Cholula,
México, INAH, Colección Cinetífica, 1973
104
Silvia Patricia Gómez García
En el siglo XIX se configuró la archivística, cuya finalidad fue
concentrar la documentación de las entidades e implementar un sistema
de organización de fondos creados como depósitos documentales. En ese
época nacieron dos principios: el de procedencia y orden. El siguiente
siglo, se caracterizó por el crecimiento y la legislación de los archivos; al
mismo tiempo surgió la creación de redes y sistemas de archivos, lo cual
evitaba el aislamiento de estos.
Hoy en día, el desarrollo de la civilización confiere un progreso dentro
de los archivos, ya que ellos resguardan documentos importantes para
las instituciones, a menudo ayudan a la gestión diaria de las actividades;
así como la difusión y la conservación del patrimonio cultural. Al
respecto, el Archivo General de la Nación (AGN) en coordinación con el
Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), expidieron
los “Lineamientos Generales para la Organización y Conservación de
los Archivos de las Dependencias y Entidades de la Administración
Publica Federal” publicados en el Diario Oficial de la Federación el día 20
de febrero del 2004.5
Considerando el incremento documental en los último años,
es necesario que las instituciones depositarias, normalicen,
gestionen, apliquen métodos archivísticos, criterios de calidad y
establezcan medidas de eficiencia para evitar problemas de trámite
y administrativo. De lo contrario, nos enfrentaremos a gastos
innecesarios, trabajo adicional, perdida de tiempo; pero lo más grave,
el extravió documental.
En las unidades administrativas de las dependencias y entidades de
la Administración Pública Federal, se deben establecer procedimientos
específicos para la clasificación, organización, seguimiento, uso,
localización, transferencia, resguardo, conservación, selección y
destino final de los documentos que se generen, obtengan, adquieran,
transformen o conserven por cualquier medio en sus archivos.
El Glosario de Terminología Archivística define a la archivística como la ciencia
que trata a los archivos, colecciones, manuscritos y documentos que ahí se
5
www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/regla/26.pdf
105
Introducción a la archivística
conservan.6 Por su parte, Antonia Heredia define a un archivo como el
conjunto de documentos, sea cual sea su fecha, su forma y soporte material,
acumulados en un proceso natural por una persona, institución pública o
privada en el transcurso de su gestión; conservados, respetando el orden de
origen, sirven como testimonio e información a las personas o instituciones
que los producen, los ciudadanos, incluso como fuentes para la historia.7
Para lograr su objetivo, se requiere de los siguientes ocho aspectos.
I. Las ciencias que auxilian a la archivística
Paleografía: es la técnica de leer escritos antiguos determinando su
origen, período, para situarlos en tiempo y espacio.
Diplomática: es la ciencia que estudia los documentos tanto sus
caracteres internos como externos para determinar la autenticidad o
falsedad.
Cronología: es la ciencia que tiene por objeto determinar el orden y
fechas de los sucesos históricos.
Historia: recurre a ella para formular su propia historia, se hace
inexcusable para las tareas de organización y clasificación.
II. Los dos fundamentos teóricos
Principio de procedencia: su objetivo es mantener el orden, no mezclan
entre sí los documentos, toma como fundamento los diversos fondos, ya
sea de una unidad administrativa a otra, un área, oficina, persona moral
o física; es decir, agrupa de acuerdo a las unidades administrativas que
los originan.
6
Glosario de términos archívisticos, Michocán, Secretaría de Gobierno de Michocán,
Secretaría de Gobierno, Dorrección de Archivos del Poder Ejecutivo, 2008-2012
7
Heredia, Herrera Antonia, Archivística general. Teoría y práctica, Sevilla, Diputación
Provincial de Sevilla, 1986
106
Silvia Patricia Gómez García
Principio de orden original: la documentación debe mantenerse a
lo largo de su vida, en el orden y designaciones durante el curso de
su actividad, se toma en consideración la dependencia que los creó y
respeta el orden en de procedencia.
III. Funciones del archivo
Es recoger, custodiar, servir los documentos a través de la descripción.
En otras palabras podemos decir que, la función es salvaguardar la
memoria institucional, la cual va orientada a la gestión, organización,
difusión y conservación del patrimonio documental de la misma. Para
mantener dicha organización es necesario observar lo siguiente:
Elementos de un archivo: documentos, organización y servicio.
Documento: el Consejo Internacional de Archivística (CIA), dice
que es toda evidencia que contenga información, de cualquier fecha,
forma y soporte material, producido y recibido por cualquier persona
física o moral, y por toda institución pública o privada en el ejercicio de
su actividad.8
Caracteres del documento.
Internos: se refiere a la entidad productora, destinatario-orígenes
funcionales y contenido sustantivo.
Externos: hace alusión al formato, tipo, clase, cantidad y forma.
IV. Valoración archivística
La valoración archivística es un proceso dirigido a conservar documentos
que son prueba y testimonio de las funciones y gestiones administrativas
de un área, por lo tanto, el punto de partida debe ser la conservación
selectiva y no la eliminación exhaustiva de los documentos. Para ello,
debemos considerar los siguientes conceptos.
8
Consejo Internacional de Archivos (CIA), Guide for Managing Electronic Records from
an Archival Perspective (Guía para la gestión archivística de documentos electrónicos), París, 1997
107
Introducción a la archivística
Valor: es el grado de utilidad o aptitud de un documento para
determinar la conveniencia de consérvalo en un archivo. Aquí es donde
se da el proceso de selección y depuración, para no cometer errores se
deben examinar dos valores.
Valores primarios: esta determinado por el uso inmediato que el
área administrativa generadora del documento hace en su gestión
administrativa. Este valor lo establece la vigencia por lo tanto,
prevalecen en los archivos de trámite y de concentración. Se refiere al
administrativo, jurídico, contable, fiscal, técnico.
Valores secundarios: se seleccionan los documentos con fines
de permanencia, es decir pueden clasificarse como testimoniales,
informativos e históricos, son los que interesan a la investigación, o
estudios históricos o que ayudan a conservar la memoria de la institución.
Y son el evidencial, testimonial e informativo.
V. Las tres fases de los documentos o teoría de las tres edades
Primera fase: es la etapa activa o de vigencia administrativa, es donde
se produce o nace el documento, está en constante consulta y sigue
generando documentos dentro del expediente hasta que el asunto
concluye. Adquiere valores primarios ya sean administrativos, jurídicos
o fiscales y su uso es frecuente por la unidad productora.
Segunda fase: los documentos pasan a una etapa semiactiva, su uso es
ocasional o esporádico, se da un plazo precaucional con el propósito de
aclaración, espera su eliminación o su transferencia al acervo histórico.
Tercera fase: comienza precisamente en el momento en que la unidad
productora considera que la documentación ya no tiene vigencia, se
hace un análisis para ver la utilidad, en esta etapa los documentos son
abiertos a la consulta pública y pierden sus valores primarios, pero
adquiere valores secundarios, testimoniales o informativos, su uso es
social. Donde se conserve recibirá un tratamiento especializado.
Para la prevaloración: es necesario que las personas encargadas tengan
conocimiento de las funciones que se realiza en el área generadora,
108
Silvia Patricia Gómez García
procesos básicos y de la normatividad en materia de administración
documental.
El destino final: se aplica a los documentos de archivo, cuyo plazo de
conservación lo determinan sus valores primarios, y puede ser la baja
documental o la transferencia al Archivo Histórico.
VI. Tipos de archivos
Archivo de trámite: es la unidad donde se crea el documento y se resguarda,
es la etapa activa, su uso es cotidiano y necesario para el ejercicio de las
atribuciones de una unidad administrativa. También se conoce como
archivo de oficina o de gestión. Sus actividades son: recepción y despacho
de correspondencia, seguimiento y control documental, organización y
préstamo de expedientes hasta su transferencia primaria.
Archivo de concentración: a éste se deben transferir los documentos
de los archivos de trámite, aquí se van a conservar y custodiar, serán
consultados por los organismos productores, esporádicamente, y ahí
permanecerán hasta su eliminación o transferencia al archivo histórico
según se haya estipulado en el Catálogo de Disposición Documental.9 Es la
etapa semiactiva, permite desahogar el archivo de trámite de las distintas
oficinas, pero aún es necesario conservar la documentación un tiempo
para posibles consultas. Se conservan los documentos, los usuarios son
la propia institución o empresa.
Archivo histórico: es la última etapa de los documentos del ciclo
de vida, es en donde se conserva y custodia permanentemente los
documentos que, por su importancia forman parte de su memoria
histórica, adquiere valores testimoniales, informativos, evidénciales y su
uso es con fines culturales o de investigación.
Sus funciones consisten en conservar, preservar y custodiar la
documentación, agiliza, apoya y promueve la consulta, cuenta con un
9
http://www.agn.gob.mx/menuprincipal/archivistica/pdf/instructivo CADIDO
2007-2012.pdf
109
Introducción a la archivística
espacio propio, además de proporcionar los instrumentos para mejorar
el servicio de consulta, aquí se realizan fumigaciones, los documentos
están en vigilancia continua y establece reglas para evitar el deterioro.
El archivo histórico es fundamentalmente e importante porque
representa la memoria de cualquier institución, reconstruye la evolución
organizada del organismo, efectuado con estricto apego al principio de
procedencia y orden original de los documentos.10
VII. La organización
En los documentos administrativos es de vital importancia ya que,
incrementa la rapidez de recuperación de la información.
El fin de la organización archivística es la creación de un sistema de
información que reciba, registre, describa, clasifique, integre, preserve
y proporcione un acceso a los documentos de archivo de acuerdo
con sus vigencias documentales. Y para esto, se necesitan tres pasos
fundamentales:
1. Identificación: es conveniente identificar su procedencia, es decir,
determinar el lugar de origen, esto nos permitirá saber el tipo
archivo como, notarial, parroquial, de cabildo, de persona física o de
instituciones privadas o particulares. Por lo regular, los documentos
tienen escrito su procedencia al principio o al final, cuando los
expedientes no tienen la procedencia es necesario atender a la
diplomacia.
2. Clasificación: separa un conjunto de elementos por clases o series,
de tal manera que dichos grupos forman la estructura de un todo,
desde los más amplios hasta los más específicos, estableciendo una
jerarquización entre los mismos. Cada colección debe ser única, con
características propias. Y se elige un sistema ya sea orgánico, funcional
o por materias. Aquí se elabora el cuadro de clasificación archivística.
10
110
Idem.
Silvia Patricia Gómez García
3. Catalogación: se basa en el análisis de cada uno de los expedientes
y le da un número progresivo a cada expedientes, tomando en
cuenta la cronología, lugar, tipo de documento, participante, temas,
ilustraciones, lengua y ubicación topográfica.
VIII. Instrumentos de descripción archivística o de consulta
Se entiende por guía a una obra cuya finalidad primordial es informar
panorámicamente sobre el conjunto documental, aquí se narra la
historia de la institución que produce los documentos, de las vicisitudes
por las que han pasado hasta formar el fondo.
La guía destaca lo más importante como, datos de origen, historia,
ubicación, servicios, horario, nombre del responsable del archivo. No
describe particularidades, orienta de manera global. Y sólo se hace en
el archivo histórico.
El inventario es el instrumento que describe todas las series
documentales de cada fondo o sección del archivo, guardando la
relación con su origen y remitiendo la localización al número de orden
de las unidades de instalación en el depósito. Un inventario describe un
fondo, sección y subsección a través de sus series documentales que lo
componen, se consigna el nombre de las series, número de inventario,
descripción del asunto, fechas extremas, tipo de documento, ubicación
topográfica y clasificación de la información. Facilita la búsqueda
de los documentos, conoce que se tiene y como esta organizado. Su
compromiso es informar sobre su contenido y localización; así como
ubicación (se hacen en archivos administrativo e histórico).
El catálogo es el instrumento que permite a detalle el contenido del
fondo mediante la descripción de cada una de las unidades archivísticas,
ya sean compuestas (expedientes) o simples (documento), que integran las
secciones y series del mismo. Sus objetivos es relacionar minuciosamente
el contenido, fechas, formatos, dimensiones, estado de conservación y
signatura topográfica. Existen dos clases de catálogos, uno cronológico
y otro alfabético.
111
Introducción a la archivística
Y finalmente, el índice es un auxiliar descriptivo que sólo indica algo
del contenido, que ayudan al consultante, a saber en que documentos
puede encontrar la información sobre el tópico expresado en el
índice. Su objetivo es que, el usuario recupere fácil e inmediatamente
la información, sintetiza y da pesquisa sistemática de existencias
documentales, complementan los instrumentos descriptivos, contienen
datos concretos para acceder de forma orientada y controlada a la
información, Son los anexos de los catálogos, guías e inventarios. Los
tipos de índices son cuatro: onomástico, cronológico, toponímicos y
asunto.
En suma, lo importante es que los archivos se organicen correctamente
y que su funcionamiento sea de acuerdo a los procesos archivísticos
desde la creación hasta la conservación.
112
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional
de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
Ignacio Silva Cruz1
U
no de los quehaceres más interesantes de la historia es la
investigación directa en los archivos, la experiencia de estar en
contacto con las fuentes y la posibilidad de tocar con las manos
aquellos documentos que, en muchos casos tienen decenas o cientos
de años nos permite leer los expedientes antiguos convertido el trabajo
memorable.
En varias ocasiones esa experiencia viene acompañada de la
enseñanza en las escuelas o facultades en donde se estudia historia,
archivonomía, arquitectura, medicina y leyes, entre otras. Aprender
a leer un texto con grafías poco comprensibles sirve como una
experiencia para aprobar una materia; sin embargo, analizar un
expediente por el gusto y el placer de escudriñar sus secretos es ir
más allá del estudio del propio documento, al interior del mismo,
1
Coordinador de la carrera Administración de Archivos y Gestión Documental,
ENES Morelia,
[email protected]
113
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
se muestra la vida pasada de quienes son recordados a lo largo del
tiempo, así también de seres con virtudes y defectos, lo cual nos da una
justa dimensión de la humanidad.
En otras ocasiones dicha experiencia va acompañada de cierto
malestar por no localizar un documento, un libro o un expediente,
lamentablemente algunos materiales no han sido tratados con la
debida importancia. Justo en esta disyuntiva nuestras expectativas
se ven perdidas ante la aparente “organización”, así surgen algunas
interrogantes como: ¿Qué sucedió? ¿Quiénes ordenaron el archivo?
¿Fueron personas con formación académica o improvisadas?, a menudo
las respuestas nos dejan completamente perplejos .
Acudir a un archivo es un de los requisitos indispensables para
ejecutar la labor de un historiador; sin embargo, no sólo los dedicados
a la ciencia histórica visitan los acervos, también lo hacen especialistas
en otras disciplinas como arquitectos, médicos, abogados, arqueólogos,
antropólogo, etnólogos, sociólogos, etcétera.
Con frecuencia las personas que trabajan en un acervo se forman a
través de la experiencia, al grado de adquirir conocimientos empíricos
de la archivística, e incluso a inicios del siglo XXI, podemos decir que,
en general, aquellas personas que dirigen los archivos de México no son
profesionales de la archivística, de allí la necesidad de abrir nuevas vetas
académicas para impulsar la carrera de Administración de Archivos y
Gestión Documental en la Escuela Nacional de Estudios Superiores,
Unidad Morelia (ENES). El objetivo de la institución es formar
profesionales capaces de administrar archivos y gestionar documentos,
utilizando la teoría y la práctica archivística con un enfoques ético,
jurídico y social.
¿En dónde se estudia la carrera de archivos en México?
Actualmente existen cuatro escuelas en toda la República que ofertan
la carrera relativa a los archivos como: en San Luis Potosí, Estado y
114
Ignacio Silva Cruz
Ciudad de México, (antes Distrito Federal) en esta última entidad se
ubica la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, la
cual ha formado especialistas en el manejo de archivos y bibliotecas.
La necesidad de contar con especialistas en el campo de la archivística
permitió que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
apertura en el 2015 la licenciatura en Administración de Archivos y
Gestión Documental, que ahora comentamos.
La licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental en la Escuela
Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
Antes de describir la importancia de la licenciatura en Administración
de Archivos y Gestión Documental es necesario entender que la UNAM
es:
… una corporación pública —organismo descentralizado del
Estado— dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fines
impartir educación superior para formar profesionistas, investigadores,
profesores universitarios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y
realizar investigaciones principalmente acerca de las condiciones y
problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible para
los beneficios de la cultura.2
La idea de ofrecer la licenciatura en Morelia surge con el caminar
de los años, así la UNAM al tomar fuerza en el sistema educativo a
nivel nacional abraza el proyecto universitario. La capital michoacana
representó un escenario fértil para la carrera, muchos estudiantes de las
diferentes latitudes consideran una buena opción educarse en la ciudad,
la cual ofrece los medios y los modos para hacerlo. Por tanto, una de las
razones principales fue:
2
Estatuto General de la UNAM, capítulo 1, artículo primero.
115
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
la conveniencia de formar profesionales capaces de administrar archivos
de cualquier organización, así como identificar, preservar, organizar,
valorar, seleccionar, describir, difundir y certificar documentos de
archivo producidos por entidades públicas, privadas o sociales, y por
sujetos particulares.3
Asimismo, Michoacán tiene una sólida tradición cultural que se
expresa en Universidades y Centros de Investigación consolidados, baste
mencionar la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y
El Colegio de Michoacán, referentes obligados en la investigación y el
quehacer educativo nacional.
Ahora bien, ¿Qué significa “formar profesionales capaces de
administrar archivos de cualquier organización”? que la labor del
archivista debe ser profesionalizada, los alumnos están obligados a asistir
a las aulas para ser competitivos en el área archivística, deben tener una
sólida formación que les permita trabajar en cualquier archivo (público
o privado).
Con la profesionalización de la archivística, se ha vuelto una tarea
impostergable ordenar los archivos de entidades públicas, para ello, es
necesario formar recursos humanos capaces de abordar el reto de forma
confiable, porque las entidades generan día a día una gran cantidad
de documentos, mismos que deberán cumplir el proceso de vida de la
documentación; es decir atender los valores jurídico, administrativo e
histórico.
Bajo dichas consideraciones, surge la necesidad de crear la licenciatura
en Administración de Archivos y Gestión Documental en la Escuela
Nacional de Estudios Superiores, unidad Morelia, de la UNAM. A
groso modo, en los siguientes párrafos describiremos la estructura de la
licenciatura.
La carrera cuenta con el respaldo de tres entidades de la UNAM:
la Facultad de Filosofía y Letras, el Instituto de Investigaciones
3
Proyecto de creación del plan y programas de estudio de la licenciatura en administración de
archivos y gestión documental. Tomo I, p. 7
116
Ignacio Silva Cruz
Bibliotecológicas y de la Información; así como del Instituto de
Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. Cuyas instituciones
las integran profesores e investigadores con una sólida formación,
además aportan su experiencia y conocimientos para la formación de
los futuros archivistas del país.
La licenciatura fue diseñada para cursarse en ocho semestres, al
término de la misma el estudiante puede comenzar los procesos de
titulación como Licenciado en Administración de Archivos y Gestión
Documental; pero sí, el alumno no concluye su formación académica,
en el cuatro semestre pueden obtener el título de Técnico Profesional
en Archivística. De acuerdo a las exigencias de la carrera, el egresado
—técnico— podrá gestionar adecuadamente los documentos; entender,
teórica y prácticamente la estructura de la organización en donde labore;
identificar, organizar y describir documentos de archivo; trabajar y
colaborar en equipo.
Quienes concluyan los estudios estarán capacitados para desarrollar
proyectos, tendrán habilidades y actitudes que se exponen a continuación:
Conocimientos para:
•
•
•
•
•
Diseñar estrategias para las unidades de archivo.
Elaborar políticas manuales y reglamentos archivísticos.
Capacitar al personal de las áreas de archivos.
Evaluar archivos.
Ser capaz de tener comunicación básica por escrito y verbal en el
idioma inglés.
Habilidades para:
•
•
•
•
•
Administrar sistemas de archivo en cualquier tipo de soporte.
Dirigir proyectos archivísticos de cualquier índole.
Coordinar equipos de trabajo multidisciplinario e interdisciplinario.
Mostrar facilidad de expresión oral y escrita.
Gestionar documentos en cualquier soporte.
117
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
Actitudes para:
•
•
•
•
•
Incidir en la toma de decisiones institucionales.
Intervenir en las características de la producción de los documentos.
Poseer actitud ética.
Enseñar a adultos.
Afrontar el cambio como una oportunidad de mejora.4
Además, la licenciatura cuenta con dos áreas de profundización,
de modo que, el egresado obtiene una formación más específica de
conocimientos como: Valoración documental y Archivos históricos; en
estas disciplinas se espera lo siguiente:
En el área de profundización en Valoración documental.
• Identificar los atributos de los documentos para establecer su
valor de conservación.
• Diseñar e implementar diversos instrumentos archivísticos.
• Asesorar para establecer el valor de mercado de los documentos.
En lo que respecta al área de profundización a los Archivos históricos.
• Evidenciar el alcance histórico de los archivos.
• Rescatar testimonios con valor histórico.
• Organizar y describir archivos históricos.5
Como se dijo anteriormente, la carrera está planeada para cursarse
en ocho semestres, durante los mismos, el alumno tendrá la obligación de
cubrir 67 asignaturas, obteniendo un total de 378 créditos en cualquiera
de las dos áreas de profundización.
4
5
Ibid., p. 26
Ibid., p. 27
118
Ignacio Silva Cruz
Para obtener el título Técnico Profesional se contará con el 100% de
los créditos de los primeros cuatros semestres, incluyendo la asignatura
adicional Práctica Supervisada y la liberación del servicio social. Entonces
los egresados cursarán 35 asignaturas y un total de 204 créditos
El profesionista en Administración de Archivos y Gestión
Documental, podrá trabajar en entidades públicas de los tres órdenes
de gobierno: federal, estatal y municipal; cámaras del poder legislativo
federal y estatales; organismos públicos autónomos; archivos históricos;
empresas, instituciones educativas; instituciones religiosas; organismos
internacionales, organismos no gubernamentales, consultoras, entre
otras opciones.
Fotografía: Salvador Luna Perales, ENES Morelia, 2016
119
La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM
A manera de conclusión
En los últimos años se han observado las carreras del futuro, las
vinculadas con los avances tecnológicos, las de mayor impacto científico,
las que tendrán resonancia en los años venideros, en fin, lo cierto es
que, en el pasado también prevaleció de alguna manera el gusto por los
avances. Pues desde el siglo VI antes de Cristo, el rey Asirio Asurbanipal
encerró en vasijas de barro una gran cantidad de tablillas con escritura
cuneiforme, después ordenó que fueran enterradas con el fin de que
en el futuro fueran encontradas; podemos decir que Asurbanipal fue
el pionero en crear las primeras cápsulas de tiempo; de cierta forma
el futuro nos habla desde el pasado; los archivos son, en cierta forma,
aquellas cápsulas de tiempo a través de las cuales podemos entablar
un diálogo con aquellos que vivieron en tiempos pretéritos. Es nuestro
deber cuidarlos.
120
Sección
Reseña
Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México,
CONACULTA/DEBATE, Colección Historia Ilustrada de
México, 2015, pp. 278
S
in duda alguna cada individuo de la sociedad es objeto
de significantes que infieren en la conducta y la forma
de pensar estableciendo inminentemente la función que
jugará en la colectividad. La historiadora Julia Tuñón en su obra
Mujeres, entre la imagen y la acción se plantea, justamente, deconstruir
las representaciones y los designios que le fueron conferidos a la
mujer para entender el lugar por ocupar.
Así, la autora se sumerge en un trayecto histórico de fotografías,
esculturas, lienzos, barro, papel y oleos que dan cuenta de la vida
de las mujeres; más aún de su objeto de estudio: la mujer mexicana
significada desde la imagen. En las casi 300 páginas es posible
indagar lo que han sido y han hecho; lo que han conquistado y les
han quitado; lo que las ha diferenciado y unido; aquello que les
prohibieron y algunas se atrevieron a transgredir. Son imágenes
que dan cuenta, en diferente tiempo y espacio, de las miradas que
convergen en la mujer. En la obra se identifican dos niveles de
análisis. En el primero se abordan esas ideas que se tienen sobre la
mujer y parecieran son dadas y aceptadas comúnmente; en tanto,
el segundo nivel demuestra a la mujer que se construye en las
expresiones de resistencia, y prefiere —así lo decide— participar
de las prácticas y usos que la sociedad ha excluido para ella.
Tuñón, reúne imágenes de las mexicanas con el propósito
de vislumbrar el deber-ser que la ha delimitado dándole voces
y rostros diferentes, en el proceso queda al descubierto también
aquellos hechos que irrumpen y coadyuvan en la construcción de
123
Reseña
la noción de mujer. Es claro, la autora no pretende como fin inmediato
resolver ¿Quién es la mujer mexicana?, sino vincular al otro —llámese
especialista, lector, o al simple “mirón”— a identificar los procesos
históricos y culturales que construyen a un sujeto, así como los alcances
metodológicos y de análisis que da la imagen.
Una particularidad en este trabajo es que Tuñón al momento de
abordar la imagen nos da un punto de partida para el análisis; sin
embargo, no dice todo y lo hace con un objetivo intencional, pues “si
bien toda imagen exige ser explicada, ninguna elucidación lo dice todo
de ella, siempre queda algo que escapa a los límites de la palabra”.1
Y, es en este encuentro (imagen y lector) que, la autora, apuesta por
la construcción de una mirada especular y la significación de la mujer
mexicana.
Existe, por consiguiente, efectos en el otro, quien al observar descifra
un mensaje; de ahí, en cada época se identifican contenidos diversos
en las fotografías, las esculturas, o los lienzos, se trataba de que quienes
observaran aprendieran y repitieran el mensaje. Por ello, en este libro
a la mujer se le entreteje desde el cuerpo, la vestimenta, la conducta,
los saberes, las funciones, la educación, la sexualidad y el lenguaje; una
historia llena de contrastes, donde la vida cotidiana no era la misma
para todas.
Es claro, hay una intención en el acto de fotografiar, o de grabar
algo en cualquier soporte. Raymundo Mier2 reconoce en este acto existe
una posición en la mirada, hay una intención con efecto que deja al
descubierto la mirada de uno mismo y la del otro. “Las imágenes son
entonces producto de la percepción y al mismo tiempo un instrumento
que la construye”.3 A través de éstas accedemos a un reflejo de ellas,
mujeres que se vuelven objeto de subestimación, resistencia, aceptación,
Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México, CONACULTA/DEBATE,
Colección Historia Ilustrada de México, 2015, p. 20.
2
Mier, Raymundo, “La fotografía antropológica: ubicuidad e imposibilidad de la
mirada” en Cuicuilco, Antropología e imagen, México, ENAH, vol. 5, núm. 13, mayoagosto de 1998, pp. 53-75
3
Tuñón, Julia, op. cit., p. 20
1
124
Yaminel Bernal Astorga
rechazo, control, aprobación y clases sociales. Es sabido, el entendimiento
del pasado es clave para la reflexión del presente, y éste es justamente el
ejercicio en la obra de Tuñón: indagar cómo ha sido contada la historia
de las mujeres en México desde la imagen.
Se debe resaltar el ágil y nutrido manejo de fuentes reunidas para
armar el mosaico de imágenes; no obstante, conforme la lectura avanza
es ineludible aprender de las mujeres. Logra mantener el cometido:
detener la mirada en “la imagen” despierta el interés de pensar que
ahí existe algo, y por ello se decide detener la mirada en dicho lugar
y no en otro punto —hay una elección de qué visualizar en ella. Las
imágenes reunidas en este libro, reflejan la acción de sus autores, ese
acto reflexivo que se va construyendo en la medida en que se reconozca
la intencionalidad y se interrogue lo que en ésta aparece. De este modo,
se tiene que transgredir el contenido de la imagen para llevarla a ese
límite donde la línea fronteriza se quebranta para tratar de encontrarle
otro significado.
Por supuesto, también es sobresaliente el resultado que arroja la
colección “Historia ilustrada de México” coordinada por Enrique
Florescano para difundir el pasado y con ello el patrimonio que lo
vincula; y que en esta ocasión centra se atención en la multiplicidad
de fuentes e imágenes que ayudan a entender a un sujeto clave en la
sociedad.
Mujeres, entre la imagen y la acción nos acerca a una vida de pasión,
exclusión, trabajo, estigmas, aprendizaje… de una cotidianidad que
claramente al converger más de un individuo da cuenta de las relaciones
de poder que envuelven a la sociedad, y en la que no es fácil para nadie
participar de sus normas. Es un trabajo en el que noción de mujer
emerge entre las imágenes para ser entendida de otra manera.
Yaminel Bernal Astorga4
4
Escuela Nacional de Estudios Superiores, UNAM, ahmm.investigacion@gmail.
com
125
Fotografía: Magali Zavala García, Cerrada de San Agustín, 2016
Sección
Mi ciudad, mi historia
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas.
Una mirada a las fuentes de Valladolid-Morelia
en el siglo XIX1
Fotografía: Magali Zavala García, Fuente San Agustín, 2016
Ricardo Aguilera Soria2
¿
Te has preguntado por qué hay tantas fuentes en esa parte
de la ciudad llamada Centro Histórico? Con seguridad las
has observado al estar allí, pues se encuentran en medio
de los jardines y las plazas ocupan un lugar especial en algunas
calles. Incluso, una de ellas —que conoces con el nombre de Las
Tarascas— se ha convertido en uno de los principales símbolos
que representan al lugar donde vives: Morelia.
Aunque parecen iguales, si te acercas con detenimiento
descubrirás que todas son distintas: muchas tienen forma circular,
pero también las hay rectangulares o elípticas; en su parte central
algunas tienen un pedestal vacío y otras más lo convirtieron en el
1
Con el presente trabajo quiero expresar un sincero y profundo
agradecimiento a mis alumnos del CEM-Secundaria porque, además de
facilitar la elección del tema, ellos han sido motivo de permanente inspiración
y aprendizaje en la extraordinaria aventura que es compartir y vivir la Historia
2
Centro Educativo Morelia (CEM),
[email protected]
129
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas
apoyo para un dispositivo de cantera con forma de piña o copa, aunque
apreciarás otras que poseen una escultura de piedra o metal. El tamaño
ayuda a incrementar las diferencias.
La forma de llamarlas también ayuda a darles un carácter único:
están las que toman el nombre del templo o edificio importante más
próximo, como pasa con la fuente de San Francisco, la del Carmen o
la de Las Rosas; otras se identifican por el jardín o la plaza donde se
ubican, como la fuente de Villalongín o las cuatro que hay en la Plaza
de Armas.
Cerca del Colegio de San Nicolás —la escuela donde estudiaron
héroes como Miguel Hidalgo y José María Morelos— está la fuente
de Sorinne, que lleva el apellido del ingeniero que la diseñó. Pero las
denominaciones más interesantes corresponden a aquellas que se
ubican en esquinas, pues la tradición popular asegura que la forma de
llamarlas es producto de viejas leyendas: el Soldado, la Mulata, el Ángel
o el Gallo Negro.
Esta extensa introducción ha buscado un objetivo: dejarte claro que
cada una de las más de veinte fuentes que hay en el Centro Histórico
posee una personalidad propia, inconfundible. Algo similar pasa con tu
grupo de amigos o con tus compañeros en el salón de clases: cada uno
posee rasgos físicos propios, distintas maneras de comportarse y formas
diferentes de pensar o ver las cosas; allí es donde reside la pluralidad.
El agua en la historia colonial de la ciudad
Ha llegado el momento de presentarte la esperada respuesta a la
pregunta inicial: esas fuentes que hoy adornan la ciudad construida por
los habitantes del pasado, refrescan el ambiente durante la temporada
calurosa y añaden un timbre relajante entre los muchos sonidos que se
crean por el bullicio urbano actual, en otro tiempo cumplieron con una
función especial y muy importante: abastecer de agua a sus habitantes.
¿Significa esto que, hace muchos años, la gente no contaba con agua
en su casa? Así es: únicamente aquellas personas que poseían grandes
130
Ricardo Aguilera Soria
cantidades de dinero estaban en condiciones de contratar este servicio,
al que se le denominaba merced de agua. En tales circunstancias, la
mayor parte de los habitantes de la ciudad la tomaban de las fuentes y
llevarla a su hogar en un recipiente de barro —similar a una olla— al
que llamaban cántaro.
Te parecerá extraño —y fascinante al mismo tiempo— que a nadie
se le haya ocurrido utilizar una tubería subterránea, o cualquier otra
alternativa, para evitar esa tarea. Recuerda que en el pasado los grandes
adelantos técnicos y tecnológicos no se generaban con la rapidez de
ahora y se necesitaba de mucho tiempo para que estos beneficiaran a
la sociedad.
El sistema de distribución de agua que conoces —y que te permite
tener agua con tan sólo girar una llave— se implementó en Morelia
hasta hace poco más de 100 años.3 Antes de que eso ocurriera quienes
vivieron aquí tuvieron que adaptarse a un dispositivo introducido poco
después de la fundación de la ciudad —acontecimiento ocurrido el 18 de
mayo de 1541—4 y que trató de perfeccionarse con el paso de los siglos.
Conocer su funcionamiento te resultará extraordinario: debido a que
los manantiales se encontraban algo alejados de la ciudad —en el sitio
al que ahora llaman los Filtros Viejos— resultó indispensable adaptar
un canal que permitiera el libre flujo del líquido; la primera sección —y
la más larga— era una zanja al nivel del suelo, pero al estar más cerca
de la ciudad fue necesario construir una estructura que hiciera posible
la continuación de ese canal en su parte superior. Esa es la razón que
explica la existencia del Acueducto, esa extraordinaria formación de
piedra compuesta por 253 arcos y con 1810 metros de largo.5
3
Uribe, Salas José Alfredo, Morelia. Los pasos a la modernidad, Morelia, UMSNH,
1991, pp. 100-107
4
Herrejón, Peredo Carlos, Los orígenes de Morelia: Guayangareo-Valladolid, México, El
Colegio de Michoacán/ Frente de Afirmación Hispanista, 2000, p. 67
5
Bravo, Nieto Carlos Eligio, “El Acueducto de Morelia como obra hidráulica”, en:
Ramírez Romero, Esperanza (coord.), El Acueducto de Morelia, México, Gobierno del
estado de Michoacán/ UMSNH/ Morelia Patrimonio de la Humanidad A. C., 1998,
pp. 19- 27
131
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas
Intencionalmente, la larga de fila de arcos fue interrumpida en los
límites de la ciudad; a partir de allí se adaptó otra sección del mecanismo
de distribución: bajo tierra fueron excavados varios canales de tamaño
regular y recubiertos con piedra —a los que se llamó cañerías— por los
que el agua sería conducida hasta puntos estratégicos. Por efectos de la
presión, el líquido literalmente brotaba en las fuentes situadas a cielo
abierto.
Por la estrecha relación que tenían con el Acueducto, tradicionalmente
se ha aceptado que la mayor parte de las fuentes que hay en el Centro
Histórico posee casi 250 años de antigüedad; sin embargo, con la
información que se te presentará a continuación podrás darte cuenta
que una elevada cantidad de ellas —más de la mitad— corresponden
a un momento más reciente de la historia de la ciudad, concretamente
al siglo XIX.
Cien años dedicados a satisfacer la sed colectiva
Aunque te parezca perfecto por la lógica con que se diseñó, el viejo sistema
de distribución de agua tenía muchas deficiencias. Particularmente
había dos que eran motivo de permanente preocupación: por quedar
expuesta durante la mayor parte de su trayecto, el agua que llegaba a
la ciudad mostraba evidentes señales de contaminación y provocaba
varias enfermedades;6 además, la cantidad de depósitos para distribuirla
era insuficiente.
En torno a la cantidad de fuentes que existía en la ciudad hasta
antes de 1810 —año en el que inició la Guerra de Independencia de
México— es importante revelarte lo que dicen distintos documentos
históricos. En realidad, había muy pocas: dos se encontraban en la zona
de la Catedral (una en la plaza pirncipal y otra en la de San Juan de
Dios), otras cuatro cercanas a los templos de Las Rosas, El Carmen, San
6
Mendoza, Justo, Morelia en 1873. Su historia, su topografía y su estadística (segunda
edición), Morelia, Gobierno del estado de Michoacán/ Fimax Publicistas, 1968, p. 12
132
Ricardo Aguilera Soria
Francisco y Las Ánimas; la última, llamada Pila Escondida, estaba al
poniente de la calle principal, hoy Avenida Madero.7
Conseguida la liberación frente a España, los habitantes de ValladolidMorelia quisieron impulsar muchos cambios, entre ellos la forma de
distribuir el agua. Sin embargo, recordarás que la construcción de
México como país independiente se acompañó de grandes dificultades,
por lo que sólo se pudo actuar en un sentido: construir más fuentes.
Había dos razones poderosas por las que se debía incrementar su
número por todos los rincones de la ciudad: a partir de 1821 y hasta
1900 la cantidad de persona que había en la ciudad aumentó muy
rápido, por lo que las exigencias de agua fueron mayores;8 además, en
1832 fue emitida una ley que convirtió al Ayuntamiento de Morelia en
el principal responsable de la limpieza de las fuentes y quedó obligado
a construir muchas más.9
Cumplir con estas tareas era un asunto casi imposible: las autoridades
locales carecían de dinero suficiente y no estaban dispuestas a elevar
los impuestos. Por lo tanto, recurrieron a una creativa medida que,
además de ofrecer una solución efectiva al problema, permitió que
todos los sectores sociales se sintieran orgullosos de colaborar en
la definición de su ciudad: a través de donaciones voluntarias se
alcanzaría el objetivo.10
¿Quieres conocer cuál fue el resultado? La primera fuente que se quiso
construir, frente al templo de San Diego, fue un proyecto que terminó
en fracaso;11 pero esa mala experiencia no hizo que el ánimo decayera
7
Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM). Inventario de
Libros Impresos y Manuscritos, L. N. 118, Actas de Cabildo, sesiones del 13 de marzo y
del 3 de abril de 1813, y del 29 de noviembre de 1815, f. 31 (f), 32 (f) y 158 (f); y L. N.
119, sesión del 30 de enero de 1818, f. 69 (f). AHMM, Fondo Independiente I, c. 40,
e. 7, 1836; y c. 81, e. 1E, 1858
8
AHMM, Fondo Independiente I, c. 59, e. 20, 1844
9
AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847
10
AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847; c. 73, e. 21, 1856; y c. 114, e.
43, 1869
11
AHMM, Fondo Independiente I, c. 73, e. 21, 1856
133
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas
y durante los años siguientes empezaron a construirse numerosos
depósitos para el agua. Uno de los más interesantes se terminó en 1848,
cerca del templo de La Merced; además de conocerse al responsable de
la obra —el arquitecto José María Llerena— también se cuenta con el
plano original (imagen 1).12
Imagen 1.- Plano original de la fuente que se construyó en La Merced,
desaparecida actualmente. Fuente: AHMM, Fondo Independiente I, c. 61,
e. 6, 1847
Después de ese exitoso resultado, las fuentes empezaron a “inundar”
la ciudad: para 1849 se terminó la que está en la plaza de San José,
que tiene la peculiaridad de estar hundida;13 entre 1849 y 1852 se
construyó la que permanece en el jardín de La Soterraña14 y, para
1856, se concluyó esa que aún puedes ver frente al templo de San
Agustín.15
12
13
14
15
134
AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847
AHMM, Fondo Independiente I, c. 199, e. 22 y 23, 1849-1850
AHMM, Fondo Independiente I, c. 24, e. 12, 1849-1850; y c. 84, e. 44, 1859
AHMM, Fondo Independiente I, c. 73, e. 21, 1856
Ricardo Aguilera Soria
A partir de 1868, momento en que el humilde albañil Juan Apartillado
consiguió incrementar el tamaño de la fuente situada en la plaza del
Carmen,16 inició una nueva etapa de auge para estos depósitos: después
de 10 años de espera se construyó la que aún existe afuera de la capilla
del Santo Niño, en 1872;17 al mismo tiempo pudo construirse la que
tiene por nombre del Ángel18 y, al año siguiente, se inauguró la fuente
de la Mulata.19
Si las dos últimas poseen nombres tan extraños se debe a dos hechos
de tipo legendario: para salvar a una niña que estaba a punto de morir
ahogada en la primera, un ángel descendió del cielo y se quedó allí
—convertido en piedra— para cuidar a los pequeños de la ciudad. En
torno a la segunda, el viejo relato cuenta que una hermosísima mujer
fue asesinada en el lugar mientras tomaba agua, porque una joven
muchacha le tenía envidia.20
Por ubicarse en la zona central de la ciudad, otras fuentes construidas
para esos mismos años ya no estarían destinadas al servicio de la gente,
sino únicamente al adorno. Así, entre 1873 y 1874, la Plaza de Armas
logró contar con tres de ellas; en el Jardín de La Paz —ahora Plaza
Melchor Ocampo— se terminaron dos y se planeó colocar la primera
que ayudaría a embellecer el Paseo de San Pedro, hoy conocido como
Bosque Cuauhtémoc.21
Antes de terminar el siglo se emprendió la construcción de dos
últimas fuentes: del Soldado, en 1893 y tres años después hizo acto de
presencia la del Gallo Negro.22 Sobre la primera, se dice que allí fue
16
AHMM, Fondo Independiente I, c. 113, e. 44, 1868
AHMM, Fondo Independiente I, c. 92, e. 31, 1861; c. 99, e. 34, 1861; y c. 126,
e. 19, 1872
18
AHMM, Fondo Independiente I, c. 121, e. 26, 1871
19
AHMM, Fondo Independiente I, c. 126 B, e. 291, 1873
20
Zavala, Paz José, Las fuentes de Valladolid, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/
Impresos y papeles de Michoacán, sin fecha, pp. 23-47
21
AHMM, Fondo Independiente I, c. 126 B, e. 213, 1873; y c. 128, e. 60, 1874
22
AHMM, Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta numeración, L. N.
316, Libro de Secretaría, e. 120, 1893; y L. N. 335, e. 47, 1896
17
135
Recipientes de historia en los que brotan las leyendas
decapitado un militar; el nombre de la segunda tiene relación con un
hechicero apostador, quien siempre ganaba un pacto con el demonio
y que se manifestaba a través de un ave de corral que siempre llevaba
bajo el brazo.23
Antes de terminar este recuento se vuelve necesario presentarte
un logro extraordinario de esa época: debido a que existía la mala
costumbre de dar de beber a los burros, los caballos y las mulas en los
recipientes donde la gente tomaba el agua, se generó una solución para
mantener limpia el agua: junto a la fuente se construyó un pequeño
recipiente —llamado abrevadero— para los animales. Con el nombre
de piletas, este pequeño depósito lo puedes observar todavía en las
fuentes del Santo Niño y de la Mulata.24
Invitación final
Aunque cumplían con una función importantísima para la vida
diaria y se buscó que estuvieran lo más cerca de la gente, las fuentes
fueron motivo de numerosos problemas: había momentos en que no
contaban con agua suficiente, algunas personas las dañaban y muchos
no se preocuparon por limpiarlas; también provocaron humedad en las
casas que quedaban cerca y eran centro de reunión para personas que
causaban muchos males.
Con la introducción de la energía eléctrica, en algunas de ellas
se integró un nuevo sistema hidráulico que permitía el constante
movimiento del agua, hecho que incrementó sus posibilidades como
elementos de adorno.25 Para que el agua llegara a las casas y se
23
Zavala, Paz José, op. cit., pp. 59-68 y 77-87
AHMM, Fondo Independiente I, c. 40, e. 28, 1849; c. 116 B, e. 28, 1869; c. 121, e.
108, 1871; y c. 126, e. 126, 1872. Ramírez, Romero Esperanza, Catálogo de construcciones
artísticas, civiles y religiosas de Morelia, México, UMSNH-FONAPAS Michoacán, 1981,
pp. 185 y 370
25
AHMM, Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta numeración, L. N.
340, Libros de Secretaría, e. 4, 1897
24
136
Ricardo Aguilera Soria
garantizara su limpieza, en 1910 se cambió todo el antiguo sistema
de distribución del vital líquido, por lo que el Acueducto y las fuentes
dejaron de cumplir con una función social.
Por su significado en la historia de la ciudad, muchas personas se
preocuparon para que esas fuentes permanecieran como testimonios de
las soluciones consideradas en otro tiempo para cubrir las necesidades.
Ahora que conoces parte de su historia explóralas, siéntete orgulloso
de ellas y construye experiencias personales en torno a ellas porque
—como pasa con todo el Centro Histórico— ahora son Patrimonio de
la Humanidad.
Además, ahora que vuelvas a girar una llave en tu casa tendrás un
nuevo motivo para reflexionar: así como es importante cuidar el agua
y aprovecharla adecuadamente porque es indispensable para todos,
debes recordar que ese acto que ahora realizas con tanta facilidad es
el resultado de muchos esfuerzos y numerosos cambios generados con el
paso del tiempo. Entonces, el agua no sólo tiene valor ambiental sino
también cultural.
137
Imagen de portada: AHMM, Fondo Independiente II, c. 23, legajo 2, e. 93, 1913
Catálogo de ediciones
del Archivo Histórico Municipal de Morelia
Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos
L
a Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos está pensada
como un medio para difundir el acervo documental
que resguarda el Archivo, sí, pero sobre todo, se
presenta como una posibilidad para que los morelianos vivan la
historia de su terruño, la cual surgió con la necesidad de atender
las peticiones de varios investigadores, autoridades municipales y
público en general, quienes dejaron ver su interés por conocer en
breve algunos temas entorno a Morelia, así comenzó la iniciativa
en el 2012 bajo la dirección de la jefa del departamento de ese
momento Yaminel Bernal Astorga, que más tarde fungiría como
directora de la institución.
Número 1, Espléndido espectáculo. Los teatros en la Morelia porfiriana.
Hace un recuento de los teatros que existieron en la ciudad
porfiriana como el Ocampo (Coliseo), Hidalgo (Hipódromo),
Desierto, Morelos, París y Ópera. Destacando algunos aspectos
artísticos al interior de cada espacio. Autora: Magali Zavala García.
Número 2. Toros y toreros. La celebración de la fiesta brava en Morelia a
través del tiempo. Gracias a los carteles se reconstruyó una pequeña
parte de la historia de la fiesta brava, aporta datos desde la
segunda mitad del siglo XIX hasta la segunda mitad del XX con
el proyecto de construcción de la Plaza de Toros. Autora: Victoria
Eugenia Pérez Tajonar.
139
Catálogo de ediciones del Archivo Histórico Municipal de Morelia. Serie Cantera Rosa
Número 3. Morelia y sus nombres. Se presentó de manera general
la historia de la fundación de Valladolid, posteriormente se hizo el
seguimiento de las propuestas para renombrar a la ciudad mediante
Congreso. Autoras. Yaminel Bernal Astorga y Magali Zavala García.
Número 4. El Escudo de armas de Morelia. hace un análisis preciso de la
reconstrucción del escudo de armas de Morelia, el cual se observa con
la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, quienes al parecer mandaron
hacer un escudo de armas para reforzar la identidad cultural de aquel
momento. Así, hace un recorrido por las diferentes interpretaciones del
escudo de armas comenzando por la versión moderna, luego la del siglo
XVI o principios del XVII, en seguida con el de 1649, posteriormente
con el de 1778, para concluir con el de 1941. Al terminar su estudio,
lo enriquece con el análisis del significado del propio escudo. Autor:
Gabriel Silva Mandujano.
Número 5. La catedral de Morelia. Se recopiló no sólo información
bibliográfica de la majestuosa catedral de Morelia, sino también
incluyeron materiales archivísticos del siglo XIX al XX, lo que le
permitió ofrecer un recuento importante dentro del capital cultural
existente. Cabe mencionar que al interior de la investigación también
se observa una narración de los inicios de la catedral del obispado de
Michoacán (Tzintzuntzan-Páztcuaro). Autor: Ricardo Aguilera Soria.
Número 6. Tenencia de Tacícuaro. El texto es dividido en tres pequeñas
secciones, la primera como parte introductoria, la segunda titulada
Tacícuaro Lugar de descanso o Altar, y la tercera, Tacícuaro ahora.
Autora: Magali Zavala García.
Número 7. El bando solemne en Morelia. Se hace un recorrido interesante
del bando explicando el origen y objetivo del mismo, cuya practica
data desde de la época colonial, y que hasta nuestros días continúa ese
recorrido por las calles de Morelia. Autora: Laura Patricia Mancilla
Suro.
Número 8. Tenencia de San Nicolás Obispo. Recrea la historia de la
tenencia de San Nicolás Obispo, el texto fue dividido en tres pequeñas
partes, la primera se llama Datos biográficos de San Nicolás de Mira
y de Bari, de manera muy general se hace un acercamiento a la vida
140
Magali Zavala García
de San Nicolás de Bari, de quien se retomó su gentilicio para nombrar
a la tenencia, así como a su templo. La segunda lleva por título De los
primeros registros de la tenencia de San Nicolás Obispo, en esta sección
se resaltan las hazañas pasadas, éstas revelan la composición de una
identidad, que se refleja en los primeros datos de la fundación de la
zona, en donde el pueblo hizo del agreste y escarpado paisaje su casa.
Y en la última, San Nicolás en el presente, es una descripción de las
tradiciones religiosas, mostrando un esbozo de las magníficas danzas.
Autora: Magali Zavala García.
Número 9. Breve historia de Jesús del Monte. Se muestra un panorama
general de la tenencia, al cual comprende algunos aspectos como la
geografía, el pasado matlatzinca, periodo colonial, la castellanización y
datos representativos del siglo XX. Autor: Jorge Amós Martínez Ayala.
Número 10. El establecimiento del Universidad Michoacana 1917-1919.
Hacia el centenario. En vísperas del centenario de la fundación de la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo se presenta un
recuento de la institución, el cual comienza con la fundación de la
Universidad, hace énfasis en la Ley orgánica de la Universidad para
concluir el estudio con la anotomía de la universidad. Autor: Miguel
Ángel Gutiérrez López.
Número 11. El anticlericalismo en Morelia 1915-1920. Se abordan
algunos temas de los momentos más convulsivos en las relaciones de
la Iglesia-Estado, en un periodo que va del Constitucionalismo al final
de la Guerra Cristera, en donde se destacaron los siguientes tópicos
como: el constitucionalismo anticlerical, el anticlericalismo en Morelia,
la Constitución de 1917, el contexto de la Guerra Cristera y fin de la
misma. Autor: Carlos Domingo Méndez Moreno.
Magali Zavala García
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Boletín Rosa de los Vientos 7
Vida cotidiana. El Centro Histórico de Morelia
Magali Zavala García
(Coordinadora)
Se terminó de imprimir
el mes de junio de 2016
en Morelia, Michoacán, México.
Edición y diseño de interior: Judith Elizabeth Vargas García
Diseñador de portada: Óscar Gonzalo Mendoza López
500 ejemplares