Vittorio Morfino
Las cinco tesis de la “filosofía” de Maquiavelo
Las cinco tesis de la “filosofía” de Maquiavelo.
The Five Theses of the “Philosophy” of Machiavelli.
Vittorio Morfino
Universidad de Milano-Bicoccia.
Traducción de Franco Castorina
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales,
Instituto de Investigaciones Gino Germani.
Supervisión de Eugenia Mattei
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales,
Instituto de Investigaciones Gino Germani. CONICET.
Datos del original:
Morfino, Vittorio. “Le cinque tesi della ‘filosofia’ di Machiavelli”. Cur.
Riccardo Caporali, Vittorio Morfino y Stefano Visentin. Machiavelli:
tempo e conflitto. Milán: Mimesis, 2013: 157-183.
Palabras clave:
Variación, esencia, virtù, fortuna, ocasión.
Keywords:
Variation, Essence, Virtù, Fortune, Occasion.
Anacronismo e Irrupción, Vol. 7, N° 13
(Noviembre 2017 a Mayo 2018): 217-249.
Fecha de Recepción: 26/10/2017
Fecha de Aceptación: 19/11/2017
ISSN: 2250-4982
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En una intervención en el congreso sobre Spinoza celebrado en Urbino en el año
2002 Étienne Balibar proponía tres posibles interpretaciones del célebre pasaje
del capítulo XV de El Príncipe sobre la “verdad efectiva de la cosa” y sobre el
significado de la oposición a la “imaginación de ella”.
Una primera lectura, la más amplia, es aquella realizada a través de la
filosofía de Spinoza: la contraposición “verdad efectiva” / “imaginación” es leída
a la luz de aquella contraposición spinoziana entre razón e ilusión finalista,
lectura posible en la medida en que la política, en el sentido maquiaveliano,
constituiría otra norma de verdad, además de la de la matemática, “que es
exclusiva de la imaginación”1. Sin embargo esta lectura no conduce a una simple
oposición de razón e imaginación, ya que la razón tiene en realidad como materia
a la imaginación, tendiendo a “reducir la complejidad de opiniones y […] regular
los conflictos pasionales que son parte de la imaginación”, en última instancia a
“engendrar la razón, en tanto que facultad objetivo-subjetiva, o facultad de
instituir la adecuación de la subjetividad a la objetividad” 2. Una lectura de este
tipo haría emerger a plena luz la ambivalencia del subjetivo/objetivo en la
expresión maquiaveliana “verdad efectiva de la cosa”:
el discurso de la verdad no puede ser pensado a través del solo modo del
reflejo, de la representación, de la división sujeto-objeto. Él reenvía al
contrario a una producción, a una eficacia retroactiva, o si se prefiere
menos abstractamente a esto que sus propios efectos son implicados
prácticamente en la constitución de sus agentes, o de sus portadores 3.
La segunda lectura es la propuesta por Louis Althusser en Maquiavelo y nosotros en
la cual Balibar ve “a la vez una interpretación original de Maquiavelo, y un
protocolo de la concepción de la verdad en Althusser mismo, que pasa
precisamente de un modelo “spinozista” de oposición entre la racionalidad
Balibar, É. “‘La verità effettuale de la cosa’”. Spinoza. Richerche e prostpettive. Cur. D. Bostrenghi y C.
Santinelli. Nápoles: Bibliopolis, 2007, 202.
2
Balibar, op. cit. 205.
3
Balibar, op. cit. 206.
1
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causal y la imaginación finalista o ideológica […] a un modelo maquiaveliano” 4.
Este modelo maquiaveliano de la verdad residiría en pensar el conocimiento
según la modalidad de la división o de la síntesis disyuntiva de enunciados
antagonistas, dado que el conocimiento se encuentra implicado en su objeto y
que, además, este objeto tiene una naturaleza conflictiva:
Sin embargo –añade Balibar– sería totalmente erróneo interpretarlo
como un fracaso de la racionalidad, y de su proyecto de universalidad:
hace falta más bien ver allí una construcción conflictiva, inmanente al
objeto, sin posibilidad de “meta-lenguaje” neutro y neutralizante, de la
universalidad misma5.
Por último, una tercera lectura residiría en una especie de interpretación
austiniana del sintagma maquiaveliano, más precisamente, según la precisión de
Balibar, “una posibilidad de confrontación […] entre la tesis maquiaveliana del
carácter efectivo de la verdad y algunas propiedades de la idea de
performatividad”6. En esta perspectiva se debería subrayar que Maquiavelo
caracteriza el propio discurso como un discurso enunciado en situación,
“susceptible de transformar por su misma enunciación la situación en la cual y de
donde surge”7, haciéndolo, al menos metafóricamente, comparable a un
gigantesco y complejo enunciado performativo, comparación posible en cuanto
“está enunciado en la primera persona, característica esencial del performativo
según Austin”:
Pero al mismo tiempo sería sin dudas posible mostrar que Maquiavelo no
deja de poner en cuestión la idea de que la eficacia del discurso,
particularmente del discurso de la verdad, procede de su autor, o de su
autor ‘manifiesto’, es decir personal, necesariamente situado de manera
inequívoca en la topografía política de los conflictos de opinión (estados
de ánimo) y de diferencias de posición social, mismo si puede emprender
por ficción para ocupar alternativamente diversos lugares, por ejemplo el
del “príncipe” o “grande” o el del “pueblo”. La eficacia del discurso, o el
Balibar, op. cit. 207.
Balibar, op. cit. 207-208.
6
Balibar, op. cit. 208.
7
Balibar, op. cit.
4
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resorte de la performatividad, retrocede tendencialmente hacia algo más
impersonal, que es la instancia misma del conflicto o la violencia de los
enfrentamientos políticos reflejándose dentro del discurso- digamos
hacia la “cosa”, en lo que ella tiene de intratable sino de inasible. Y yo
creo bien que eso también, contiene en germen una profunda
rectificación de la temática “subjetivista” de la performatividad, que
podemos entender también en y para la verdad efectiva de la cosa 8.
En los tres casos, Balibar apela a los modelos teóricos que deberían constituir el
cuadro de la expresión maquiaveliana “ir directo a la verdad efectiva de la cosa”
y de la contraposición con “la imaginación de ella”. El pasaje, en efecto, no parece
poderse explicar por sí solo. O, más precisamente, su evidencia oscurece más de
lo que ilumina. En él ha sido leída la fundación de la ciencia política moderna
(Max Horkheimer), una proclamación de inmoralismo (Leo Strauss), de realismo
político (Pier Paolo Portinaro), la fundación de una filosofía de la acción política
en la contingencia y en el conflicto (Claude Lefort), un reclamo al principio de la
verificación (Gian Mario Anselmi), etc. Sin embargo, cada una de estas lecturas
introduce (larvadamente, al contrario de la expresa maniobra de Balibar) un
cuadro teórico extraño al pensamiento maquiaveliano, sin poner en
consideración los problemas teóricos que esa introducción puede implicar.
El intento que aquí propongo consiste en explicar la expresión
maquiaveliana “verdad efectiva de la cosa” y su contraposición con la
“imaginación de ella” iuxta propria principia, es decir, a partir no de un cuadro
teórico externo, sino de la filosofía maquiaveliana misma. No, como hice en un
intento anterior, poniendo en tensión la filosofía de Maquiavelo entre un
hipotético origen lucreciano y una igualmente hipotética prolongación
spinoziana9, sino intentando hacer emerger de los propios textos de Maquiavelo
la filosofía necesaria para hacer inteligible esta expresión y esta contraposición.
Balibar, op. cit. 208-209.
Cfr. Morfino, V. “Tra Lucrezio e Spinoza: la ‘filosofia’ di Machiavelli” Machiavelli: immaginazione e
contingenza. Cur. S. Visentin y otros. Pisa: ETS, 2006, 67-110.
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¿Qué significa “verdad efectiva de la cosa”? De una parte tenemos un
término, “verdad”, cuya historia nos obliga a recorrer la historia misma de la
filosofía primera bajo la forma de la aletheia griega y luego de la veritas latina,
hasta presentarse en el florentino vulgar de Maquiavelo. De la otra un término
sin historia, un neologismo maquiaveliano, que vivió en italiano solo al interior
de aquel pasaje y, más tarde, en la traducción del siglo XX de Hegel, para
diferenciar Realität y Wirklichkeit, asemejando el segundo término con el de
“realtà effettuale”. Sin duda, en el término “effettuale” está la raíz latina de
effectus, facere, factum, pero de ello más bien poco es posible extraer. Y aún más,
no nos ayuda a penetrar en el significado, ni en otros contextos de uso, porque el
sintagma es un apax en la obra de Maquiavelo.
No es, por lo tanto, gracias a los instrumentos de la filología aplicada al
sintagma maquiaveliano que estaremos en condiciones de hacer emerger la
filosofía de Maquiavelo. “Verdad efectiva” es el símbolo de esta filosofía, pero no
contiene su sentido: en otras palabras, “verdad efectiva” es el nombre de un
modo de hacer teoría, pero no contiene el sentido de esta teoría, esto es, la
posición específica que ocupa en el Kampfplatz10 filosófico.
Esta posición específica se encuentra, a mi modo de ver, en el campo
teórico abierto por cinco tesis filosóficas que se encuentran en el texto
maquiaveliano en sentido práctico, es decir, que funcionan en el texto sin ser
enunciadas abiertamente en cuanto tesis filosóficas, sin las cuales todavía no es
posible individualizar el objeto de la teoría de Maquiavelo (la individualidad
política in fieri):
1) tesis de la invariación;
2) tesis de la variación universal;
3) tesis del primado del encuentro sobre la forma;
4) tesis del primado del entrelazamiento temporal sobre la temporalidad lineal;
5) tesis de la desarticulación de historia y memoria.
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N. del T.: Campo de batalla.
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1. Tesis de la invariación
La primera tesis filosófica maquiaveliana es expuesta en el Proemio de los
Discursos sobre la primera década de Tito Livio y constituye la premisa metodológica
de toda la teoría. A la búsqueda de fundar un conocimiento de la historia que
pueda traducirse en práctica, Maquiavelo afirma la inmutabilidad del orden
natural que sostiene el continuo variar de los eventos:
Considerando además cuánto honor se tributa a la antigüedad, y cómo,
muchas veces (por no hablar de otros infinitos ejemplos), un fragmento
de una estatua antigua ha sido adquirido a alto precio para tenerlo
consigo, honrar la casa y hacerlo copiar por los que se complacen en
aquel arte, y cómo éstos se esfuerzan luego, con gran industria, en
representarlo en todas sus obras, y viendo por otra parte que las
valerosísimas acciones que, como la historia nos muestra, llevaron a cabo
en los reinos y repúblicas antigua los reyes, capitanes, ciudadanos,
legisladores y demás hombres que trabajaron por su patria, son más a
menudo admiradas que imitadas, hasta el punto de que cada uno huye de
los más significantes trabajos, sin que quede ningún signo de la antigua
virtud, no puedo por menos que maravillarme y dolerme juntamente. Y
con mayor motivo cuando veo que en las disputas civiles entre
ciudadanos, o en las enfermedades, se recurre siempre a los remedios que
los antiguos juzgaron convenientes y ordenaron; porque las leyes civiles
no son otra cosa que sentencias dadas por los antiguos jurisconsultos, las
cuales, recogidas en códigos, enseñan a juzgar a nuestros jurisconsultos
actuales. Ni tampoco la medicina es otra cosa sino las experiencias
hechas por los antiguos médicos, sobre las que se fundan los actuales
juicios. Sin embargo, cuando se trata de ordenar la república, de
mantener el estado, gobernar el reino, organizar el ejército y llevar a
cabo la guerra, juzgar a los súbditos o acrecentar el imperio, no se
encuentra príncipe ni república que recurra a los ejemplos de los
antiguos. Eso procede, en mi opinión, no tanto de la debilidad a que ha
conducido al mundo la presente religión, o del mal que el ocio y la
ambición han causado en muchas provincias y ciudades cristianas, como
de no tener verdadero conocimiento de la historia, y de no extraer, al
leerla, su sentido, ni gozar del sabor que encierra. De donde nace que
muchos lectores se complacen al escuchar aquella variedad de sucesos
que contiene, sin pensar de ningún modo imitarlos, juzgando la imitación
no ya difícil, sino imposible, como si el cielo, el sol, los elementos, los hombres,
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hubieran variado sus movimientos, su orden y sus potencias desde los tiempos
antiguos11.
Otros pasajes de los Discursos reclaman la misma tesis de la invariación. En
Discursos I, 11 Maquiavelo escribe: “porque los hombres, como dije en el prólogo,
nacen, viven y mueren siempre de la misma manera”12.
[En Discursos, I, 39:] Se ve fácilmente, si se consideran las cosas presentes
y las antiguas, que todas las ciudades y todos los pueblos tienen los
mismos deseos y los mismos humores, y así ha sido siempre. De modo que
a quien examina diligentemente las cosas pasadas le es fácil prever las
futuras en cualquier república, y aplicar los remedios empleados por los
antiguos13.
[En el Proemio al libro II:] Y pensando cómo suceden estas cosas, he
llegado a la conclusión de que se producen siempre del mismo modo, y
que siempre hay la misma cantidad de bondad y maldad, pero que este
bien y este mal cambian de provincia en provincia como podemos ver por
lo que se conoce de los imperios antiguos, que cambiaban de un lugar a
otro por la variación de las costumbres, pero el mundo permanecía
igual14.
[Por último, Discursos, III, 43:] Los hombres prudentes suelen decir, y
quizá no sin motivo, que quien quiera ver lo que será, considere lo que ha
sido, porque todas las cosas del mundo tienen siempre su
correspondencia en sus tiempos pasados. Esto sucede porque, siendo obra
de los hombres, que tienen y tendrán siempre las mismas pasiones, conviene
necesariamente que produzcan los mismos efectos 15.
Althusser nota justamente como esta tesis maquiaveliana no funciona como una
proposición teórico-científica sobre la historia, sino precisamente como una tesis
filosófica, tesis que afirma “la objetividad y la universalidad de las proposiciones
científicas venideras, de una parte, y de la otra tesis fundante de la posibilidad de
las comparaciones experimentales ‘de casos’ de los cuales Maquiavelo se dedicará
para producir sus proposiciones teóricas”:
Maquiavelo, N. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Trad. Ana Martínez Arancón. Madrid:
Alianza Editorial, I, Proemio, 32-33.
12
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 80, cursivas mías.
13
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 150.
14
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 211.
15
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 485-486.
11
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Si el mundo de los hombres –escribe Althusser– no fuese lo mismo, no
sería posible realizar las comparaciones entre la antigüedad y el
presente, entre las diversas ‘cosas y accidentes’ de la antigüedad por una
parte, entre las diversas ‘cosas y accidentes‘ del presente, digamos entre
Italia y Francia, de la otra, y finalmente entre estos dos órdenes de
‘accidentes’. Si no fuese lo mismo, no sería posible descubrir las
constantes, las ‘leyes’, o más bien las ‘invariantes’, no sería posible
conocerlo16.
En otras palabras, la tesis de la homogeneidad de los tiempos funda la posibilidad
misma del discurso maquiaveliano, del mismo modo en que la tesis de la
homogeneidad del mundo sublunar y del mundo celeste fundará la posibilidad
del discurso galileano.
2. Tesis de la variación universal
La tesis de la variación universal se encuentra en forma larvada en un gran
número de pasajes de la obra maquiaveliana. En este sentido, Althusser cita un
pasaje de Discursos I, 6: “como las cosas de los hombres están siempre en
movimiento y no pueden permanecer estables, es preciso subir o bajar” 17.
Recordaré una bellísima carta del 31 de enero de 1515 a Francesco Vettori, en la
cual, para justificar los cambios de argumento y de tono de la carta, de las cosas
amorosas a las cosas políticas, Maquiavelo escribe:
Quien viese nuestras cartas, estimado compadre, y viese la diversidad de
ellas, mucho se maravillaría; porque pareceríale ya que somos hombres
graves, todos dedicados a las cosas grandes, y que en nuestros pechos no
podría caer pensamiento alguno que no tuviese en sí honestidad y
grandeza. Pero después, volviendo la hoja, pareceríale ser esos mismos
nosotros livianos, inconstantes, lascivos, dedicados a cosas vanas. Este
modo de proceder, si a alguien parece vituperable, paréceme a mí
laudable, porque nosotros imitamos a la naturaleza 18.
Althusser, L. “Machiavelli et nous”. Ecrits philosophiques et politiques, vol. II. París: Stock/Imec, 1995,
82.
17
Maquiavelo, Discursos, op. cit. I, 6, p. 57.
18
Maquiavelo, N. “Epístola 46” Epistolario 1512-1527. México D.F.: Fondo de Cultura Económico, 2013,
199.
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De la tesis de la naturaleza como variación depende directamente tanto el
concepto de fortuna como el prejuicio según el cual éste gobernaría las cosas de
los hombres. En el célebre capítulo 25 del Príncipe Maquiavelo escribe:
Esta opinión ha encontrado más valedores en nuestra época a causa de
los grandes cambios que se han visto y se ven cada día por encima de
toda posible conjetura humana19.
La naturaleza es variación y la fortuna es variación “no previsible”, “fuera de
toda posible conjetura humana”, de las cuales son metáforas los “ríos
torrenciales” del mismo capítulo del Príncipe, pero también del “huracán” de la
Historia de Florencia, VI, 34, “el cual ocasionó en Toscana efectos desconocidos
hasta entonces y que, en lo porvenir, serán memorables y maravillosos” 20.
Estas dos primeras tesis no deben ser pensadas separadamente, como si,
de una parte, existiera el permanecer de la forma y, del otro, el continuo variar
de los accidentes, sino la una en la otra, precisamente para esquivar, de una
parte, la petrificación del devenir a través del concepto y, de la otra, el
desenvolvimiento de su inteligibilidad en una dispersión sin estructura.
§. Consecuencias epistemológicas de la articulación de las dos primeras tesis
Si, como dice Heidegger, el principio de razón resonó en la historia del
pensamiento occidental antes de encontrar una forma adecuada en el enunciado
leibniziano “nihil est sine ratione”, podríamos decir que la primera tesis constituye
una suerte de principio de causalidad maquiaveliano (del tipo “siempre en todo
lugar, en los tiempos antiguos y en los tiempos modernos, no vi algún efecto que
no tuviera una causa ni vi causa de la cual no siguiera un efecto”), es decir, un
Maquiavelo, N. El Príncipe. Trad. Miguel Ángel Granada Martínez. Madrid: Alianza Editorial, 2014,
151.
20
Machiavelli, N. “Istorie”. Tutte le opere, Tutte le Opere. Cur. M. Martelli, Milán: Sansoni, 1993, VI, 34,
789. Agradezco a Gennaro Maria Barbuto que ha atraído mi atención sobre este pasaje. [Traducción
propia].
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principio de inteligibilidad de lo real, mientras que la segunda tesis constituye la
inmediata corrección o modulación (del tipo “la continua variación complica la
linealidad de las relaciones de causa-efecto”).
Del articularse de las dos primeras tesis se siguen dos consecuencias
epistemológicas de extrema relevancia: 1) el rechazo de un modelo de causalidad
lineal; 2) la redefinición del modelo de esencia conectado con el modelo de
causalidad lineal.
En lo que refiere al rechazo de un modelo de causalidad lineal, se podrían
citar innumerables pasajes del análisis maquiaveliano en donde esto funciona en
la práctica: es paradigmático, en este sentido, el capítulo 21 del libro III de los
Discursos intitulado significativamente “Cuál es la causa de que Aníbal, con
distinta forma de proceder que Escipión, consiguiera en Italia los mismos
resultados que éste en España”, en el cual se muestra como dos causas diferentes
pueden producir el mismo efecto. Escribe Maquiavelo:
Pienso que más de uno se maravillará viendo que algunos capitanes, pese
a haber obrado de manera completamente contraria, han logrado
similares efectos que los que citábamos en el capítulo anterior, por lo que
parece que las causas de la victoria no se relacionan con los motivos allí
expuestos, y da la impresión de que aquellos comportamientos no te
darán ni más fuerza ni más fortuna, pudiéndose lograr gloria y
reputación con actuaciones opuestas a ellos. Y para no apartarme de los
hombres que allí citaba y aclarar mejor lo que quiero decir, recordaré que
hemos visto a Escipión entrando en España y ganando la amistad de esta
provincia en muy poco tiempo gracias a su humanidad y su piedad,
siendo adorado y admirado por las gentes. En cambio, vino Aníbal a Italia,
y con su comportamiento absolutamente opuesto, o sea, con crueldad,
violencia, rapiña y toda clase de actos desleales, consiguió el mismo
efecto que Escipión en España, pues todas las ciudades se rebelaron en
favor suyo y todos los pueblos lo siguieron 21.
El capítulo siguiente trata de la misma cuestión teórica desde una perspectiva
diferente: “Que la dureza de Manlio Torcuato y el compañerismo de Valerio
Corvino conquistaron para ambos la misma gloria”. Escribe Maquiavelo:
21
Maquiavelo, Discursos, op. cit. III, 21, 424-425.
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Existieron en Roma al mismo tiempo dos excelentes capitanes, Manlio
Torcuato y Valerio Corvino, que vivieron en Roma con similar virtud y
parecidos triunfos y gloria. Y ambos vencieron al enemigo con igual
virtud, pero en lo que respecta al ejército y al trato con los soldados,
procedieron de forma muy diferente: pues Manlio mandaba a sus
soldados con todo género de severidad, sin omitir trabajos ni castigos;
Valerio, en cambio, los trataba con modales y palabras humanas, lleno de
doméstica familiaridad. Y para obtener la obediencia de sus soldados, el
uno mató a su hijo y el otro no ofendió a nadie. Sin embargo, pese a una
forma tan diferente de actuar, los dos obtuvieron el mismo fruto, tanto
contra el enemigo como en favor de la república y en su propio
provecho22.
Sin embargo, es en el célebre “Ghiribizzi a Soderini” del 13-21 de septiembre de
1506, en donde encontramos una verdadera declaración epistemológica de la
imposible linealidad de la relación de causa-efecto:
yo me maravillaría, si mi suerte no me hubiese mostrado tantas cosas y
tan variadas, que estoy obligado a maravillarme poco o a confesar no
tener gusto ni por la lectura ni por la práctica de las acciones de los
hombres y los modos de su proceder. […] viéndose con varios gobiernos
conseguir una misma cosa obrando diversamente tener un mismo fin 23.
Aquí Maquiavelo declara abiertamente que causas diferentes pueden producir un
mismo efecto. Ejemplos son Aníbal y Escipión, como en los Discursos, pero
también Lorenzo de Medici, “que desarmó al pueblo para tener Florencia” y
Giovanni Bentivogli che “para tener Bolonia, lo armó”; y aún “Vitelli en Castello y
este duque de Urbino” que “desmanteló la fortaleza […] para tener esos estados”
y “el conde Francesco y muchos otros lo edificaron en sus estados, para
asegurárselos”24. Y así Maquiavelo retoma el sentido de estos ejemplos:
En los ejemplos anteriores y en infinitos otros que en materia semejante
se pueden citar, continuamos viendo la conquista de reinos o la
dominación o la caída según los acontecimientos. Y a veces ese modo de
proceder que, conquistando, era alabado, perdiendo, es vituperado. Y
otras veces, después de una larga prosperidad, perdiendo, no se culpa en
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 427-428.
Machiavelli, “Epistola 116”. Tutte le opere, op. cit. 1082 [Traducción propia].
24
Machiavelli, “Epistola 116”, op. cit. 1082 [Traducción propia].
22
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nada a sí mismo, sino que se acusa al cielo y a la disposición de los
hechos25.
¿De dónde nace que “las mismas acciones a veces igualmente benefician o
igualmente perjudican”? Ésta es la respuesta que propone Maquiavelo a Soderini:
Creo que como la Naturaleza hizo a los hombres con rostros diferentes,
también los hizo con diferentes ingenios y diferentes fantasías. De esto
proviene que cada uno, según su ingenio y fantasía, se gobierna. Y
porque, por otro lado, los tiempos son variados y los órdenes de las cosas
son diferentes, a los hombres las cosas se le dan conforme a sus deseos, y
es feliz quien encuentra su modo de proceder con el tiempo, y, por el
contrario, es infeliz el que diverge, con sus acciones, del tiempo y del
orden de las cosas. Por eso, puede muy bien ser que dos hombres,
actuando de modo diferente, tengan un mismo resultado, porque cada
uno de ellos puede conformarse con su encuentro, pues son tantos
órdenes de cosas cuantas son las provincias y los estados. Pero porque los
tiempos y las cosas universalmente y particularmente cambian con
frecuencia, y los hombres no cambian sus fantasías ni sus modos de
proceder, sucede que uno tiene, durante algún tiempo, buena fortuna, y
en otro tiempo, mala fortuna. Y, realmente, quien fuera tan sabio que
conociera los tiempos y las órdenes de las cosas y se acomodara a ellas,
tendría siempre buena fortuna y se guardaría siempre de la mala, y vería
ser verdadero que el sabio comanda las estrellas y los hechos. Pero,
porque de estos sabios no se encuentra, teniendo los hombres antes la
vista corta, y no pudiendo comandar su naturaleza, se sigue que la
Fortuna varía y comanda a los hombres y los tiene bajo su yugo 26.
La naturaleza como variación es entonces la que prohíbe la aplicación a la
política de un modelo de causalidad lineal. La pluralidad de las inteligencias y la
pluralidad de los órdenes de las cosas hacen impensable el tiempo como línea en
donde se desarrolla, según una lógica instrumental, la acción de un sujeto: el
variar de los tiempos, del cual habla Maquiavelo, es precisamente el lugar de la
intersección de estas dos pluralidades en la cual ningún espacio es dejado a la
contingencia como ausencia de necesidad, o, dicho positivamente, como
manifestación de la libertad humana; la necesidad es inderogable, mas no lineal,
y la contingencia es producto no de la ausencia de causas, sino del
25
26
Machiavelli, “Epistola 116”, op. cit. 1082-1083. [Traducción propia].
Machiavelli, “Epistola 116”, op. cit. 1083. [Traducción propia].
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entrelazamiento complejo de las causas, en la cual jamás es posible tener una
perspectiva panorámica, sino tan solo interna y parcial.
Ahora, como hemos dicho, el rechazo de un modo serial de causalidad
implica una redefinición del concepto de esencia de los cuerpos mixtos. En una
carta a Vettori del 20 de diciembre de 1514 Maquiavelo formula explícitamente
su propio concepto de posibilidad: “porque todas las cosas que han sido creo yo
que pueden ser”27.
El concepto de posibilidad, la esencia -vale decir- de un cuerpo mixto,
viene después de su existencia, esto es, “posible” no es simplemente aquello que
no es contradictorio en un plano lógico, sino aquello que ha existido o existe en
un plano histórico (hegelianamente podríamos definir el primer plano como
posibilidad abstracta y el segundo como posibilidad real). Sin embargo, lo que ha
existido y existe no agota el campo de lo posible. Por el contrario, justamente
esta identidad de posibilidad y existencia factual, histórica, abre al novum. En una
carta a Vettori, del 10 de agosto de 1513, Maquiavelo escribe: “Yo sé que a esta
opinión mía es contrario un natural defecto de los hombres: […] el de no creer
que pueda ser lo que no ha sido”28.
La historia funciona en Maquiavelo como pura facticidad y no como
garantía de eterna repetición de lo igual. La proposición “lo que ha sido es
posible” no cierra al novum, porque el novum será posible una vez que ha
sucedido, es decir, es igualmente verdadera la proposición “lo que será, será
posible”.
Este concepto de posibilidad está íntimamente ligado al concepto de
esencia que encontramos elaborado en el estado práctico en la obra de
Maquiavelo: la esencia del cuerpo mixto es al mismo tiempo constituida por las
relaciones y constantemente redefinida por ellas.
27
28
Maquiavelo, N. “Epístola 42”. Epistolario 1512-1527, op. cit. 191.
Maquiavelo, N. “Epístola 42”, op. cit. 167.
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Las cinco tesis de la “filosofía” de Maquiavelo
Un célebre ejemplo de esta concepción de la esencia se encuentra en el
capítulo 1 del libro III de los Discursos sobre el “retorno a los principios”:
Nada hay más cierto que el hecho de que todas las cosas del mundo
tienen un final, pero, en general, las que cumplen enteramente el ciclo
que les ha sido asignado por los cielos son las que no han desordenado su
cuerpo, sino que lo tienen regulado de modo que no se cambia, y, si se
altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos
como las repúblicas y las sectas, digo que son salutíferas aquellas
alteraciones que las reconducen a sus principios. Y poreso, están mejor
organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus
instituciones, se pueden renovar a menudo, o que, por cualquier
circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación. Y es
más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. El modo de
renovarlas es, como se ha dicho, reducirlas a sus principios. Porque todos
los principios de las sectas, de las repúblicas y de los reinos tienen
forzosamente alguna bondad, gracias a la cual recobrarán su primitiva
reputación y su capacidad de crecimiento. Y como con el transcurso del
tiempo se corrompe aquella bondad, si no sucede nada que los
reconduzca a sus orígenes, esos cuerpos morirán necesariamente. Los
doctores en medicina dicen, hablando del cuerpo humano: “Quod
quotidie aggregatur aliquid, quod quandoque indiget curatione 29”30.
El continuo intercambio de los cuerpos amenaza la relación que constituye la
esencia del cuerpo mixto y, por lo tanto, “la reducción al principio”, sea ella
operada por “accidente extrínseco o por prudencia intrínseca”, es reconstitución
de esa relación. Aquí, en cierto sentido, lo interior y lo exterior parecen ser
predispuestos incluso en el variar de los casos que pueden reconducir un cuerpo
mixto a su principio.
Sin embargo, podemos encontrar una segunda concepción de la esencia
que complica el cuadro. En Discursos I, 4, la identidad de aquel cuerpo mixto que
es la república romana es identificada no en una forma simple o mixta, sino en la
relación conflictiva entre sus elementos, la “desunión de la Plebe y del Senado”
(en otras palabras, no es la forma la que organiza la materia, sino que es la
materia misma la que se da una forma a través del conflicto):
29
30
Que cada día absorbe alguna cosa que, tarde o temprano, necesita cura.
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 341-342.
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No quiero pasar por alto los tumultos que hubo en Roma desde la muerte
de Tarquino hasta la creación de los tribunos, contradiciendo la opinión
de muchos que afirman que Roma era una república alborotada y tan
llena de confusión que, si la buena suerte y la virtud militar no hubieran
superado sus defectos, hubiera sido inferior a cualquier otra república.
No puedo negar que la fortuna y la milicia no fueran causas del Imperio
romano, pero creo que no se dan cuenta de que, donde existe un buen
ejército, suele haber una buena organización, y así, raras veces falta la
buena fortuna. Pero vayamos a las particularidades de aquella ciudad.
Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan
lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los
ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que
produjeron, y consideran que en toda república hay dos espíritus
contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se
hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos, como se
puede ver fácilmente por lo ocurrido en Roma 31.
Esta relación conflictiva de los “dos humores”, que no son polos de una
contradicción simple, sino opuestos desiguales, constituye la esencia interna del
pueblo romano, su organización política y militar, y al mismo tiempo define la
naturaleza de las relaciones externas. En Discursos I, 6, después de haber
analizado las formas políticas de Esparta y Venecia, Maquiavelo escribe:
Volviendo sobre todo lo dicho, vemos cómo los legisladores de Roma,
si querían que esta ciudad estuviese tranquila, como las citadas
repúblicas, hubiesen debido o no recurrir a la plebe en caso de guerra,
como los venecianos, o no permitir la afluencia de extranjeros, como
los espartanos. Como hicieron ambas cosas, lo que proporcionó a la
plebe fuerza y aumento, permitieron que naciesen infinitas ocasiones
de alterar el orden público. Pero si el estado romano hubiera sido más
tranquilo, habría tenido el inconveniente de ser también más débil,
porque habría cerrado el camino para poder llegar a aquella grandeza
que alcanzó, de modo que, quitando de Roma la causa de los tumultos,
se quitaba también la de su engrandecimiento. Y en todas las cosas
humanas sucede, so bien se mira, que no se puede quitar un
inconveniente sin que inmediatamente surja otro. Por tanto, si
quieres un pueblo numeroso y armado para poder construir un gran
imperio, será de tal calidad que luego no lo podrías manejar a tu
antojo, y si lo mantienes pequeño y desarmado para poder manejarlo,
si conquistas algún territorio no lo podrás mantener, o se volverá de
ánimo tan vil que serás presa de cualquiera que te asalte 32.
31
32
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 47.
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 55-56.
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El pensar la esencia en términos conflictivos parece, por tanto, conducir a
Maquiavelo a complicar el cuadro propuesto a través del modelo del retorno a los
principios: lo exterior no se presenta como simple possibilitas corruptionis de un
interior esencial, sino como potencia relacional íntimamente implicada en él.
Finalmente, en el Diálogo en torno a nuestra lengua, Maquiavelo da un paso
más en liberar el concepto de esencia del concepto tradicional de forma.
Analizando la vida de una lengua, Maquiavelo nota, de hecho, como el
intercambio natural no aparece solo como elemento disgregador, sino como lo
que entra constitutivamente en su esencia, tanto que la potencia de una lengua
se da no en su permanecer idéntico rechazando la alteridad, sino en su capacidad
de variar incluyendo la alteridad:
las lenguas no pueden ser simples, sino que ellas se mezclan con otras.
Entonces, llamamos lengua de un país a aquella que hace propias las
palabras de otras lenguas, y allí donde la influencia es tan grande que,
lejos de ser desfigurada por las palabras incorporadas, es ella quien, al
contrario, las modifica, de manera que se le vuelven propias 33.
Toda lengua, para usar las palabras de Balibar, “excede la posibilidad de una
identificación con una propiedad natural o histórica de una comunidad” porque
es “superpuesta a un proceso de permanente transformación de su interferencia
más o menos violenta con otras”34. Su identidad no es definida por un vínculo
expresivo con un sujeto, sino de un sistema complejo de relaciones, de relaciones
de fuerza, que definen una interioridad siempre provisoria. Escribe una vez más
Maquiavelo:
porque es imposible encontrar una lengua que no esté imbuida de otras
lenguas: los hombres de los diferentes países tienden a conversar juntos,
apropiándose necesariamente de las palabras los unos de los otros. Se
Machiavelli, N. “Discorso o dialogo intorno alla nostra lingua”. Tutte le opere, op. cit. 928 [Traducción
propia].
34
Balibar, É. “Déconstrution de l’ universel: de la certitude sensible à la loi du genre. Hegel, Beneviste,
Derrida”. Congreso “Derrida, la tradition de la philosophie”, École Normale Supérieure, París, 21 y 22
de octubre de 2005.
33
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agrega a esto que todas las veces que un país hace propias nuevas
doctrinas o cultiva nuevas artes, necesita inventar al mismo tiempo
nuevos términos, traídos de la lengua del país del que son originarias esas
doctrinas y esas artes. Pero como ellos toman al mismo tiempo, dentro de
la conversación, los modos, los casos, los acentos, las desinencias de la
lengua en la que se introducen, pronto presentan las mismas
consonancias que la lengua que han venido a encontrar; y es así que ellos
los incorporan35.
Por lo tanto, no sólo la esencia es una relación, sino una relación cuya
contingencia no reside solamente en la posibilidad, siempre presente, de la
disgregación, sino también en la posibilidad de nuevas formas de agregación sin
que, sin embargo, ni en un caso ni en el otro, algún telos guíe el proceso.
3. El primado del encuentro sobre la forma
Precisamente, esta ausencia de telos de la variación natural se afirma en una tesis
específica de Maquiavelo que formularía en los términos althusserianos de la
Corriente subterránea del materialismo del encuentro como la tesis del primado del
encuentro sobre la forma. Este primado del encuentro sobre la forma se expresa
en Maquiavelo en la teoría de la virtù y de la fortuna del capítulo XXV del
Príncipe:
No obstante, para que nuestra libre voluntad no quede anulada, pienso
que puede ser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de las acciones
nuestras, pero la otra mitad, o casi, nos es dejada, incluso por ella, a
nuestro control. Yo la suelo comparar a uno de esos ríos torrenciales que,
cuando se enfurecen, inundan los campos, tiran abajo árboles y edificios,
quitan terreno de esta parte y lo ponen en aquella otra; los hombres
huyen ante él, todos ceden a su ímpetu sin poder plantearle resistencia
alguna. Y aunque su naturaleza sea ésta, eso no quita, sin embargo, que
los hombres, cuando los tiempos están tranquilos, no puedan tomar
precauciones mediante diques y espigones de forma que en crecidas
posteriores, o discurrirían por un canal, o su ímpetu ya no sería ni tan
salvaje ni tan perjudicial. Lo mismo ocurre con la fortuna: ella muestra su
poder cuando no hay una virtud organizada y preparada para hacerle
35
Machiavelli, “Discorso o dialogo intorno alla nostra lingua”, op. cit. 926 [Traducción propia].
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frente y por eso vuelve sus ímpetus allá donde sabe que no se han
construido los espigones y los diques para contenerla 36.
Toda forma es secundaria respecto al encuentro, no solamente en el sentido de
que es el encuentro el que lo constituye, sino que porta en sí la contingencia de
su surgimiento de una relación de fuerzas jamás dada de una vez por todas. Sin
embargo, esta contingencia, como ya he subrayado, no es una excepción a la
necesidad natural, sino el modo mismo en el cual se lleva a cabo a esta necesidad.
La virtù, que él denomina “libre albedrío”, no es otra cosa que la necesaria
inclinación del agente37 y la fortuna “una variación fuera de toda conjetura
humana”. Es precisamente el encuentro entre estos dos órdenes de necesidad lo
que hace inaplicable para el saber histórico el modelo de causalidad transitiva o
serial y, sin embargo, esto no significa, como cree Ernst Cassirer, que Maquiavelo
renuncie a una explicación racional de la política o de la historia 38. Precisamente
Maquiavelo, El Príncipe, op. cit. 151-152. Cf. también De la Fortuna “Cual un torrente rápido, hecho
tan soberbio, cada cosa rompe/ a su curso agrega el todo; y esta parte aumenta y esta baja/ varía las
orillas, varía el lecho y el fondo y hace temblar a la tierra por donde pasa/ así, la Fortuna, con su
furibundo ímpetu, muchas veces, o aquí o allí, va cambiando las cosas del mundo” (Textos literarios.
Trad. Nora Sforza. Buenos Aires: Colihue, 2010, 243-244).
37
“De aquí nacen también los cambios de fortuna: si un hombre actúa con precaución y paciencia, y
los tiempos y las cosas van de manera que su forma de proceder es buena, va progresando; pero si los
tiempos y las cosas cambian, se viene abajo porque no cambia de manera de actuar. No existe hombre
tan prudente que sepa adaptarse hasta este punto: en primer lugar, porque no puede desviarse de
aquello a lo que le inclina su propia naturaleza, y, en segundo lugar, porque al haber prosperado
siempre caminando por un único camino no se puede persuadir de la conveniencia de alejarse de él ”
(Maquiavelo, El Príncipe, op. cit. 153, cursivas en el original). Casi las mismas palabras encontramos en
Discursos: “Y son dos las razones por las que no podemos cambiar estas cosas: una, que no nos
podemos oponer a la inclinación de nuestra naturaleza, y la otra, que si uno ha prosperado bastante
con unos métodos determinados, no hay forma de convencerle de que pueda resultar conveniente
obrar de otra manera, y por eso los hombres tiene la suerte cambiante, porque los tiempos cambian y
sus métodos no” (Maquiavelo, Discursos, op. cit. 391, cursivas mías). Y también en De la Fortuna: “Y,
no pudiendo transformarte / ni dejar el orden del que te dota el cielo, en el medio del camino te
abandona” (Textos literarios, op. cit. 242). Podemos notar que la acción humana se determina por una
doble necesidad: la necesidad de la inclinación natural y la necesidad del hábito que tiende a
reproducir los comportamientos que se revelan exitosos. Sobre la relación entre necesidad, libertad y
acaecer en Maquiavelo son de gran interés las reflexiones de N. Abbagnano. “Machiavelli politico”.
Rivista di filosofia 1 (1969): 14; cf. también N. Badaloni. “Natura e societá in Machiavelli”. Studi storici
(1969) 675-708.
38
Cassirer, E. The Myth of the State. Londres: University Press, 1946.
36
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porque la acción humana se ejercita sobre un tiempo en continua variación y una
misma causa puede producir efectos diferentes, así como un mismo efecto puede
ser producido por causas diversas, tenemos necesidad de un modelo de necesidad
más complejo, a la altura de la complejidad de lo real que se da en la conjunción
de dos necesidades: la necesidad de la virtù y la de los tiempos, que en su
incesante variar, se presentan para Maquiavelo bajo la forma de la antigua
divinidad pagana, la fortuna que no obstante, él libera de toda idea de
regularidad distributiva39.
Esta conjunción encuentra en Maquiavelo un nombre filosófico, el nombre
de “ocasión”. Leamos el pasaje más célebre en el cual el concepto se formula:
pasando ya a aquellos que llegaron a ser príncipes por su propia virtud y
no por fortuna, afirmo que los más notables son Moisés, Rómulo, Teseo y
semejantes. […] Y examinando sus acciones y su vida, se ve que no eran
deudores de la fortuna, sino de la ocasión, la cual les proporcionó la
materia en la que poder introducir la forma que les pareció más
conveniente. Sin esa ocasión la virtud de su ánimo se habría perdido, y sin
dicha virtud la ocasión habría venido en vano40.
Un evento como la fundación de un Estado no es el efecto de una causa primera
mítica, que está en el origen de un desarrollo lineal del tiempo histórico (ab urbe
condita), sino que es el resultado de un encuentro entre la virtud y la fortuna bajo
la forma de la ocasión, encuentro que ciertamente puede dar a luz, pero también
pone fin a un mundo. Se trata de una auténtica deconstrucción del concepto de
“causa primera”.
La ocasión no es kairós, no es el instante que se hace cargo de un destino,
no es la irrupción de la eternidad en el tiempo, pero cubre en cierto modo el
campo semántico de “advenimiento, circunstancia, situación” 41: deriva del latín
occidere, obcadere, es decir, caer delante, occassum en las espaldas, “acaecer,
Cf. “De la Fortuna”: “Esta dispone del tiempo a su modo;/ nos exalta, nos deshace,/ sin piedad, sin
ley y sin razón (Textos literarios, op. cit. 240, cursivas del autor).
40
Maquiavelo, El príncipe, op. cit. 66, cursivas mías [Nota del traductor: si bien la traducción de la
edición española de Alianza vierte “oportunidad”, hemos optado aquí por el término “ocasión” a fin de
mantener el término utilizado por el autor del artículo y que sirve de base para el argumento ulterior]
39
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advenimiento”. Ahora, si se comprende correctamente
este concepto
maquiaveliano no como interrupción de la necesidad, sino como conjunción de
necesidades diferenciales, eso resume en sí mismo el sentido de las tres primeras
tesis y es en cierto sentido el fundamento. De esta forma se afirma al mismo
tiempo el primado de la relación de las cosas sobre cualquier esencia interior y el
primado de lo aleatorio sobre toda teología o teleología de la Causa.
4. Tesis del primado del entrelazamiento temporal sobre la temporalidad lineal
Precisamente la tesis de la temporalidad plural, de la pluralidad de ritmos del ser,
pese a no haber sido tratado explícitamente como un tema por Maquiavelo,
constituye la condición de pensabilidad del concepto de ocasión. La potencia del
concepto maquiaveliano de ocasión sería de hecho neutralizado del todo al
interior de una teoría de un tiempo único, sea pensada bajo la égida de una
teología creacionista o de una filosofía de la historia. Como escribe
perfectamente Vladimir Jankélévitch:
la ocasión no es el instante de un devenir solitario, sino el instante
complicado del “policronismo”, es decir, del esporadismo y de la
pluralidad de las duraciones. Si, en lugar de articular medidas de tiempo
diferentes, las duraciones fuesen acordadas entre ellas por una armonía
inmemorialmente prestablecida, o si, en vez de ponerse de acuerdo
alguna vez, se formara entre ellas una cacofonía absolutamente informe,
para la ocasión no existiría lugar. La ocasión milagrosa depende de la
polimetría y de la polirítmica, como de la interferencia momentánea del
devenir”42.
En esta perspectiva resulta paradigmático el modo en el cual Maquiavelo
reescribe la teoría polibiana de la anacyclosis. En el capítulo 2 del libro I de los
Discursos, dedicado a una interrogación sobre la forma particular de la República
Cortellazzo, M. y Zolli, P. Dizionario etimologico della lingua italiana, vol. 4. Boloña: Zanichelli, 1985,
819.
42
Jankélévitch, V. Le Je-ne-sais-quoi et le Presque-rien I. La manière et l’ocassion. París: Editions du
Seuil, 1980, 117.
41
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romana en relación con la tipología aristotélico-platónica, Maquiavelo describe el
movimiento cíclico que regula el desarrollo histórico de toda forma de poder,
repitiendo sustancialmente a Polibio. Ahora bien, luego de haber descrito las seis
formas de gobierno y la dialéctica pasional y generacional (la primera generación
es siempre virtuosa y la segunda es siempre corrupta) que provoca el pasaje de
una forma de poder a otra, pone en evidencia el carácter abstracto de esta
sucesión en serie de las formas, una vez que ella es medida en relación con el
plano concreto de las relaciones históricas:
Y éste es el círculo en que giran todas las repúblicas, se gobiernen o sean
gobernadas; pero raras veces retornan a las mismas formas políticas,
porque casi ninguna república puede tener una vida tan larga como para
pasar muchas veces esta serie de mutaciones y permanecer de pie. Más
bien suele acaecer que, en uno de esos cambios, una república, falta de prudencia
y de fuerza, se vuelva súbdita de algún estado próximo mejor organizado, pero si
no sucediera esto, un país podría dar vueltas por tiempo indefinido en la
rueda de las formas de gobierno43.
La temporalidad en serie de la sucesión de formas de poder aparece como una
abstracción de la imaginación frente a la realidad de las complejas relaciones
histórico-políticas: no existen leyes del desarrollo de las formas de poder de una
sociedad, independientemente de las relaciones de fuerza que la oponen y la
unen a otra sociedad. En consecuencia, la intersección de diferentes ciclos
produce una temporalidad atravesada por rupturas y discontinuidades.
Sin embargo, el distanciamiento de la teoría de la anacyclosis es incluso
más radical: Maquiavelo, de hecho, no se limita a una complicación del marco
heredado por Polibio44, para afirmar que hay ciclos, sino que ellos interfieren los
unos con los otros. No se limita a pensar la casualidad como la intersección del
necesario desarrollo de más ciclos, sino que, como se dijo, coloca la casualidad en
el origen de la forma. En el momento en el cual afronta su objeto, la forma
Maquiavelo, N. Discursos, op. cit. pp. 42-43 (Las cursivas son del autor).
Para poner en evidencia la diferencia entre el naturalismo de Polibio y el de Maquiavelo, cf. Sasso, G.
“Machiavelli e la teoria dell’anacyclosis” Machiavelli e gli antichi, tomo I. Milán-Nápoles: Riccardo
Ricciardi Editore, MCM-LXXXVII, 3-65.
43
44
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específica de la República romana, se deshace de todos los instrumentos
conceptuales de la teoría de la anacyclosis para estudiarlo en su complejidad
singular y duradera. Es precisamente la cuestión de la duración de la República lo
que le permite tomar distancia de la teoría cíclica de la historia:
Añado, además, que todas esas formas son pestíferas, pues las buenas
tienen una vida muy breve, y las malas son de por sí perversas. De modo
que, conociendo ese defecto, los legisladores prudentes huyen de cada
una de estas formas en estado puro, eligiendo un tipo de gobierno que
participe de todas, juzgándolo más firme y más estable, pues así cada
poder controla a los otros, y en una misma ciudad se mezclan el
principado, la aristocracia y el gobierno popular 45.
Cuando Maquiavelo aproxima el propio objeto, la historia del pueblo romano, la
filosofía de la historia es abandonada a favor de un estudio de las leyes y de las
instituciones (“leyes y órdenes”, según el lenguaje de Maquiavelo), que han
permitido al Estado regular y estabilizar las relaciones de fuerza de los
“humores” de la sociedad.
Ahora bien, antes de afrontar el objeto específico de su discurso,
Maquiavelo propone dos ejemplos: el ejemplo de Licurgo, que dio a Esparta una
constitución, asegurando la estabilidad política durante más de ocho siglos, y el
contra-ejemplo de Sólon, cuyas leyes han estabilizado una forma de poder
precaria, pronto transformada en tiranía:
Entre los que merecieron más alabanzas por haber dado constituciones
de este tipo mixto se encuentra Licurgo, que ordenó sus leyes de Esparta
de manera que, dando su parte del poder al rey, a los nobles y al pueblo,
construyó un estado que duró más de ochocientos años, con suma gloria
para él y quietud para su ciudad. Sucede lo contrario con Solón, el que dio
leyes a Atenas, pues organizándolo todo según gobierno exclusivamente
popular, lo construyó de vida tan breve que antes de morir vio cómo
nacía la tiranía de Pisistrato, y aunque cuarenta años más tarde fueron
expulsados sus herederos y volvió a Atenas a la libertad, al volver a tomar
un gobierno popular según el modelo de Solón, no lo mantuvo más que
cien años, pese a que, para sostenerlo, se tomaron muchas medidas para
reprimir la insolencia de los grandes y el desorden de las masas que no
45
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 43.
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Las cinco tesis de la “filosofía” de Maquiavelo
habían sido previstas por Solón; así que, sólo por no haber incorporado a
su gobierno el poder del principado y el de la nobleza, vivió Atenas muy
breve tiempo en comparación con Esparta 46.
En cuanto a los dos ejemplos elegidos por Maquiavelo, deben destacarse dos
consecuencias teóricas, que en realidad permanecen implícitas: por una parte, el
carácter mítico del personaje de Licurgo, que en el texto maquiaveliano ocupa la
función ejemplar del legislador “que legisla de una sola vez” (en contraposición a
las legislaciones que son producto del acaecer), sugiere que toda forma de
causalidad primera no sería en realidad más que una forma de mitología del
origen (y la ironía sobre el preceptor de Moisés me parece que refuerza esta
hipótesis); por otra, la historia ateniense invalida la teoría de la anacyclosis dado
que el “ciclo ateniense” pasa de una democracia a una tiranía, luego de nuevo a
una democracia y, finalmente, a una oligarquía, luego de la derrota infligida por
Esparta en el 404 a.C.
En otras palabras, Maquiavelo sugiere que la historia de Roma debe ser
analizada independientemente de la creencia en la omnipotencia de un legislador
como de la de un desarrollo histórico predeterminado: la historia es el lugar de
los encuentros aleatorios de fuerzas al interior y al exterior del Estado; y es
precisamente la regulación continua de estas fuerzas lo que hace posible la
duración de un Estado. A grandes rasgos, la descripción del objeto de la teoría de
la historia en los Discursos (la historia del pueblo romano) aparece, por lo tanto,
como un distanciamiento frente a dos ideas fundamentales de la filosofía política
clásica: la del legislador “que legisla de una sola vez” y la de un tiempo cíclico,
eterno retorno de lo igual. De allí el largo pasaje que cierra el capítulo:
Pero volvamos a Roma, la cual, aunque no tuvo un Licurgo que la
organizase, en sus orígenes, de manera que pudiera vivir libre mucho
tiempo, fueron tantos los sucesos que la sacudieron, por la desunión
existente entre la plebe y el senado, que lo que no había hecho el
legislador lo hizo el acaecer. De modo que, si Roma no fue favorecida por
46
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 43-44.
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la mayor fortuna, sí fue afortunada de la otra forma que decíamos más
arriba, ya que, aunque su primera ordenación fue defectuosa, no la desvió
del recto camino que podía conducirla a la perfección. Pues Rómulo y los
otros reyes hicieron muchas y buenas leyes, que permitían aún una vida
libre, pero como su finalidad era fundar un reino y no una república,
cunado la ciudad se liberó de la monarquía le faltaban muchas cosas que
era necesario regular en defensa de la libertad y que no había sido
previstas por las leyes. Y así, aunque los reyes perdieron el poder por
razones y motivos similares a los que hemos expuesto, los mismos que les
habían depuesto crearon inmediatamente dos cónsules que ocupasen el
lugar correspondiente al rey, desterrando de Roma el nombre, y no la
potestad regia; de este modo, existiendo en aquella república los cónsules
y el senado, venía a ser una mezcla de solo dos de los tres gobiernos
citados: monarquía y aristocracia. Solo le quedaba dar su parte al
gobierno popular, y entonces, habiéndose vuelto insolente la nobleza
romana, por las casusas que comentaremos más adelante, el pueblo se
sublevó contra ella, de manera que, para no perderlo todo, se vio
obligada a conceder su parte al pueblo, aunque el senado y los cónsules
conservaron suficiente autoridad como para mantener su posición en la
república. Y así fueron creados los tribunos de la plebe, después de lo cual
fue mucho más estable aquel estado, participando de las tres formas de
gobierno47.
La negación de la causa primera encarnada en el legislador-fundador, que ocupa
en el espacio de la política el puesto del Dios de la cosmología cristiana, lleva
consigo, con el mismo movimiento teórico, la negación de la serie de causas
transitivas que derivan de ella: “fueron tantos los sucesos que la sacudieron, por
la desunión existente entre la plebe y el senado, que lo que no había hecho un
legislador lo hizo el acaecer”. En principio era el acaecer, no como un
lanzamiento de dados en el vacío, sino como potencia de la ocasión, como el
emerger, a partir de una red de fuerzas dada, de nuevas posibilidades para la
acción política (que según Maquiavelo significa creación de nuevas instituciones).
Es, por tanto, la fortuna en sus encuentros plurales con la forma política
instaurada por la virtud antigua (virtud, por así decir, petrificada, hecha hábito),
que constituye el campo de acción, la ocasión, para una nueva intervención de la
virtù. Y esta afirmación de un trabajo incesante de la virtù presente sobre las
47
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 44-45.
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instituciones y las leyes establecidas por la virtud del pasado, como la del
continuo y repetido intento de equilibrar lo que, por naturaleza, permanece sin
embargo inestable, es decir, las relaciones de fuerza constitutivas de una
sociedad, rompen tanto en el plano ontológico como en el inmediato de la
política con cada pensamiento del origen y, al mismo tiempo, rompe con una
temporalidad lineal, en cuyo seno los eventos se inscriben en modo serial según
un plan finalizado, para abrir a una concepción de la realidad como espacio
aleatorio de la coyuntura, espacio de lucha, cuyo resultado no está nunca
predeterminado, sino que depende del riesgo tomado, sin garantía, por la virtù
engagée en el entrelazamiento complejo e imprevisible de la fortuna 48.
No solo el tiempo es plural porque existen más ciclos que interfieren entre
ellos. El tiempo es plural porque toda aparente linealidad histórica está
constituida de un entrelazamiento de tiempos, de ritmos, de encuentros que
constituyen la cualidad específica de una coyuntura
5. Tesis de la desarticulación de verdad y memoria
Es precisamente esta concepción del tiempo la que impone la desarticulación de
verdad y memoria en el centro de las extraordinarias páginas del capítulo 5 del
segundo libro de los Discursos: la memoria no es el doble conceptual de la historia,
sino un fragmento salvado de potentes causas de destrucción. Todo ello se
Esposito escribe: “cada tiempo específico necesita de un ‘fundamento’ específico. Por eso el acto de
‘fundar’ no se agota en un primum lógico garante del entero desarrollo ulterior. […] Al acto fundador
de (auto)conservación, Maquiavelo opone, por lo tanto, un proceso innovador de expansión. ¿Pero
significa la plena laicización de lo político, la erradicación absoluta de todo presupuesto, la proyección
lineal al futuro? Una lectura en este sentido –también corriente en la literatura crítica– es del todo
engañosa. No solo por la reducción de la complejidad que en general opera sobre el concepto
ambivalente (politización de las categorías teológicas y permanencia del núcleo teológico en el nuevo
lenguaje político) de ‘secularización’. Sino, más específicamente, por la sustracción de la visibilidad del
hecho que la eliminación del fundamento resolutivo (de una vez por todas) significa exactamente lo
contrario de una linealización de la historia: a saber, la asunción de la contradicción (no en sentido
dialéctico, sino de oposición contrastiva) a principio constitutivo de la acción política” (R. Esposito.
“Ordine e conflitto in Machiavelli e Hobbes”. Ordine e conflitto. Machiavelli e la letterattura política del
Rinascimento italiano. Nápoles: Liguori, 1984, 199, Traducción propia).
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encuentra bajo la forma de una reflexión sobre la memoria del género humano:
“que la variación de las sectas y las lenguas, junto con los accidentes de los
diluvios y las pestes, extingue la memoria de las cosas”.
El íncipit del capítulo es seco, aunque aparentemente difícil de interpretar:
A los filósofos que piensan que el mundo es eterno, creo que se les podría
contestar que si tanta antigüedad fuese cierta, sería razonable que
existieran recuerdos de más de cinco mil años, y que no viéramos cómo
por diversas causas se extingue la memoria de las cosas, y estas causas en
parte provienen de los hombres y en parte del cielo49.
Maquiavelo afirma aquí, a través de una construcción sintáctica muy compleja,
que, en primer lugar, el mundo es eterno y, en segundo lugar, que existen causas
que cancelan la memoria de las cosas.
La potencia filosófica de la primera afirmación es evidente: recupera de
lleno la tesis averroísta que, desde el iluminismo árabe, ha atravesado como un
río subterráneo la Baja Edad Media y el humanismo cristiano, oponiéndose en
todas partes a la filosofía dominante. Se trata de una afirmación que se opone
tanto al platonismo (Timeo) como al cristianismo. La segunda afirmación tiene los
mismos efectos polémicos: afecta tanto la teoría platónica de la memoria
entendida como anamnesis cuanto la Sagrada Escritura como memoria de la
historia de la humanidad desde su origen (los 5000 años que menciona
Maquiavelo corresponde precisamente a la antigüedad del mundo de la cual
habla el Génesis).
Su combinación conduce a una nueva concepción del conocimiento
histórico; se presenta no como el doble conceptual de la totalidad histórica, sino
como un fragmento salvado de las potentes causas de destrucción de la memoria
humana. Este fragmento de memoria no es en algún modo la expresión de la
totalidad: ninguna razón (entendida como Sentido) preside su supervivencia; no
es lo que queda de los encuentros entre las fuerzas de la naturaleza y de la
49
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 233.
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sociedad humana y de los encuentros entre las diferentes sociedades entre ellas.
El error del platonismo y del cristianismo consiste precisamente en la proyección
del fragmento sobre la totalidad, error que hace finito el mundo e instaura la
alianza entre memoria y verdad.
Consideremos ahora la distribución maquiaveliana de las causas del
olvido. Maquiavelo comienza su exposición por aquellas que “vienen de los
hombres”, es decir, por las causas sociales:
Porque cuando surge una nueva creencia, o sea, una nueva religión, su
primera preocupación es extinguir la antigua, para así ganar reputación;
y cuando además los organizadores de la nueva religión hablan diferente
idioma, la aniquilan fácilmente. Esto se ve claramente observando el
comportamiento de la religión cristiana con respecto a la gentil, pues
anuló todos sus ordenamientos y ceremonias, y borró todo recuerdo de la
antigua teología. Es cierto que no consiguió desterrar completamente la
noticia de las cosas hechas por los varones excelentes de ésta, y eso se
debe sobre todo a que conservó la lengua latina, lo que sucedió por
fuerza, porque necesitaba escribir en ella los nuevos ordenamientos.
Porque si hubiera podido redactarlos en una lengua nueva, y teniendo en
cuenta el celo que ponía en sus persecuciones, no hubiera quedado
ningún vestigio de las cosas pasadas. Y cualquiera que lea los métodos
empleados por San Gregorio y otros jefes de la religión cristiana verá con
cuánta obstinación perseguían todos los recuerdos antiguos, quemando
las obras de los poetas y de los historiadores, derribando las imágenes y
estropeando cualquier otra cosa que conservase algún signo de la
antigüedad. De modo que si a esta persecución se hubiera añadido una
lengua nueva, se habría visto cómo se olvidaba todo en un tiempo
brevísimo. Y es creíble que lo que quiso hacer la secta cristiana contra la
gentil lo hubiera hecho también la secta gentil con las que le precedieron.
Y como estas sectas en cinco o seis mil años cambian dos o tres veces, se
pierde la memoria de las cosas hechas antes de ese tiempo, y por si
casualidad queda alguna señal, se considera como cosa fabulosa y no se le
presta fe alguna, como sucede con la historia de Diodoro Sículo, que
aunque da cuenta de cuarenta o cincuenta mil años, sin embargo, es
considerada mendaz, y yo creo que lo es50.
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 233-234. A propósito de la mendacidad de la historia de Diodoro,
Sasso escribe: “admitiendo (en principio) la ‘veracidad’ de aquellos fragmentos dispersos, él se daba
cuenta de que ‘probarlos’ era casi imposible. Para ello, habría que recurrir al ‘contexto, esto es, a la
realidad que destruida en las cosas mismas, se había disuelto incluso en la memoria humana. […]
Hacia el historiador griego […] Maquiavelo parece movilizar dos coherentes objeciones: no sólo el de
haber construido un cuadro ‘fabuloso’, sino también, en primer lugar, no haberse dado cuenta de la
dificultad metódica que la investigación del pasado más remoto contiene en sí misma”. Según Sasso,
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Las afirmaciones de Maquiavelo son de gran alcance filosófico:
1. la religión cristiana no es otra cosa que una “secta” entre otras 51;
2. las sectas religiosas son dispositivos temporales que tienden por naturaleza a la
hegemonía: la lógica de las relaciones entre las sectas sobre la escena del mundo
es, por lo tanto, una lógica de guerra;
3. la memoria de la cultura espiritual de una época reside por entero en la materialidad de la lengua que la expresa; la lengua no tiene la centralidad expresiva de
un sujeto y, por lo tanto, no puede ser objeto de un control absoluto; en conse cuencia, una lengua puede ser enteramente destruida, pero en el caso en que resista a la destrucción, escapa a las tentativas de control del poder: su materialidad es la garantía de facto de su ausencia de centro y de su asistematicidad estructurada.
La combinación de estas tres proposiciones filosóficas diseña el esbozo de una
teoría de la historia en la cual la memoria, lejos de constituir el instrumento de
conocimiento más potente, es la puesta en juego de la lucha entre diferentes
sectas: el vencedor pretende destruir la memoria del vencido e impone su propio
relato del mundo como el único verdadero (intento que sólo puede conseguirse si
la memoria del vencido se destruye en sus raíces materiales, el lenguaje).
Maquiavelo no quiere afirmar que la “historia de Diodoro es fabulosa porque habla de cosas
antiquísimas” sino, al contrario, que “del pasado más antiguo, en tanto tal, no es posible determinar la
verdad pues, destruido […] su contexto, lo que permanece, si permanece, son fragmentos, los cuales,
precisamente porque no son más que fragmentos, no permiten en rigor decidir si son verdaderos o
falsos” (Sasso, G. “Intorno al passo concernente Diodoro”. Machiavelli e gli antichi, op. cit. 378-383).
51
Tal vez sea interesante a este propósito, para comprender la fuerza disruptiva de la posición
maquiaveliana, leer este pasaje de Gentillet: “Tampoco sabe el que quiere decir, cuando él dice que las
sectas y religiones varían dos o tres veces en cinco o seis mil años, y que la última hace siempre perder
la memoria de la anterior. ¿Por qué él reveló este secreto? ¿Quién le ha dicho las cosas nuevas que se
hicieron ante Moisés, si no es Moisés mismo? Y como no hay razón alguna ni historia donde se pueda
encontrar esta imprudencia. Pero él quería demostrar por esto, que si nadie dudaba que él era un
verdadero ateo, que él no debería dudarlo: como prueba de esto declara que no cree en nada de lo
que está escrito en las Sagradas Escrituras, de la creación del mundo, ni de la religión de Dios que
tenemos después de Moisés” (Gentillet, I. Antimachiavel, ed. de 1576 con comentarios y notas de C. E.
Rathé. Génova: Droz, 1968, 179).
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Examinemos ahora el pasaje en el cual Maquiavelo expone “las causas que
vienen del cielo”, a saber, las causas naturales de la destrucción de la memoria:
En cuanto a las causas que provienen del cielo, son las que extinguen la
generación humana y reducen a unos pocos los habitantes de alguna
parte del mundo. Esto sucede por una peste, una hambruna o una
inundación muy grande, y esta última causa es la más importante porque
es la más universal, y además los hombres que sobreviven son rudos y
montaraces, de modo que, no teniendo ellos mismos noticia de ninguna
antigüedad, no la pueden transmitir a sus descendientes. Y si entre ellos
se salva alguno más instruido en tales cosas, para forjarse una reputación
y un renombre, la esconde y disfraza a su manera, de modo que a sus
sucesores sólo les queda lo que él ha querido escribir, y nada más 52.
Las proposiciones que se pueden extraer de este pasaje son:
1. la historia del género humana está profundamente enraizada en la naturaleza,
cuya potencia puede hacer desaparecer brutalmente civilizaciones enteras; en
consecuencia, la continuidad del relato de la memoria no es otra cosa que la con tinuidad de un fragmento, de una isla perdida que emerge más allá del diluvio
del olvido;
2. la memoria no permea uniformemente la sociedad; hay una estratificación de la
memoria al interior de la sociedad que excluye el modelo de la causalidad expre siva y de la pars totalis53.
3. la memoria es más bien un instrumento de poder y, por lo tanto, una perversión
de la verdad para un fin político, que un conocimiento adecuado del pasado.
El conjunto de estas tres proposiciones constituye una posición teórica que
podría leerse como una refutación ante-litteram de los grandes sistemas del
idealismo. Sin embargo, una fuente inesperada de este pasaje ha sido puesta a la
luz por el extraordinario trabajo de erudición llevado a cabo sobre los textos de
Maquiavelo, Discursos, op. cit. 234.
Balibar define este principio “de homeomería social”; eso consiste en pensar que “en el ‘todo’ social
(o político o cultural), las ‘partes’ o las ‘células’ son necesariamente similares a todo lo anterior”
(Balibar, É. “Foucault et Marx”. La crainte des Masses. Politique et philosophie avant et après Marx.
París: Galilée, 1997, 288).
52
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Maquiavelo: se trata del Timeo de Platón. En efecto, en la obra cosmológica de
Platón figura un pasaje respecto al cual el texto de Maquiavelo parece ser, en
muchos aspectos, un calco.
En el diálogo, Critias el joven se refiere a un relato que Critias el viejo
había sabido de Solón en Egipto acerca de la existencia en la antigua Grecia de
una ciudad y de habitantes en todo similares a aquellos de los cuales había
hablado Sócrates en República; y a propósito de este relato Platón subraya como
no se trata de un mito inventado, sino de un discurso veraz. La razón por la cual
se ha perdido la memoria de esta ciudad es que los griegos son todos “jóvenes de
alma”, dado que en ellos no ha sido depositada “alguna vieja opinión de antigua
tradición, ninguna enseñanza adquirido por la edad”. Y este es el motivo, según
la narración realizada por un viejo sacerdote egipcio a Solón:
Esto se debe a que tuvieron y tendrán lugar muchas destrucciones de
hombres, las más grandes por fuego y agua, pero también otras menores
provocadas por otras innumerables causas. Tomemos un ejemplo, lo que
se cuenta de vosotros de que una vez Faetón, el hijo del Sol montó en el
carro de su padre y, por no ser capaz de marchar por el sendero paterno,
quemó lo que estaba sobre la tierra y murió alcanzado por un rayo. La
historia, aunque relata como una leyenda, se refiere, en realidad, a una
desviación de los cuerpos que en el cielo giran alrededor de la tierra y a la
destrucción, a grandes intervalos, de lo que cubre la superficie terrestre
por un gran fuego. Entonces, el número de habitantes de las montañas y
de lugares altos y secos que muere es mayor que el de los que viven cerca
de los ríos y el mar. El Nilo, salvador nuestro en otras ocasiones también
nos salva entonces de esa desgracia. Pero cuando los dioses purifican la
tierra con aguas y la inundan, se salvan los habitantes de las montañas,
pastores de bueyes y cabras, y los que viven en vuestras ciudades son
arrastrados al mar por los ríos. […] Desde antiguo registramos y
conservamos en nuestros templos todo aquello que llega a nuestros oídos
acerca de lo que pasa entre vosotros, aquí o en cualquier otro lugar, si
sucedió algo bello, importante o con otra peculiaridad. Contrariamente,
siempre que vosotros, o los demás, os acabáis de proveer escritura y de
todo lo que necesita una ciudad, después del período habitual de años, os
vuelve a caer, como una enfermedad, un torrente celestial que deja sólo a
los iletrados e incultos, de modo que nacéis de nuevo, como niños, desde
el principio, sin saber nada ni de nuestra ciudad ni de lo que ha sucedido
entre vosotros durante las épocas antiguas. Por ejemplo, Solón, las
genealogías de los vuestros que acabas de exponer poco se diferencian de
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los cuentos de niños, porque, primero, recordáis un diluvio sobre la
tierra, mientras que antes de él habían sucedido muchos y, en segundo
lugar, no sabéis ya que la raza mejor y más bella de entre los hombres
nació en vuestra región, de la que tú y toda la ciudad vuestra descendéis
ahora, al quedar una vez un poco de simiente. Lo habéis olvidado porque
los que sobrevivieron ignoraron la escritura durante muchas
generaciones54.
El punto esencial de la narración platónica figura igualmente en el texto de
Maquiavelo: los diluvios destruyen la memoria de la humanidad, porque los
sobrevivientes son los iletrados. Sin embargo, cosa frecuente en la historia del
pensamiento, argumentos aparentemente similares se inscriben en estrategias
teóricas opuestas55. El diluvio funciona en Platón como argumento a favor de la
tesis de una sabiduría originaria perdida en el inicio, tesis de la caída progresiva
de la edad del mundo, convertida en paradigmática por Diodoro Sículo, que
Maquiavelo califica como “cosa mendaz”. Para Maquiavelo no hay ninguna
sabiduría originaria perdida, sino solamente desaparición total de la memoria o
mistificación política de la memoria.
Maquiavelo traza, por lo tanto, los contornos de una teoría de la historia
cuya endíadis metafísica Origen-Fin es, por usar una terminología del siglo XX,
barradura; y en la cual resulta central la categoría de ocasión, como encuentro de
virtù y fortuna, bajo forma de potencias materiales múltiples: materialidad de los
aparatos de poder religioso, materialidad de las lenguas, del hambre, de las
enfermedades, de los desastres naturales, de la estratificación cultural de la
Platón. “Timeo”. Diálogos VI, Madrid: Gredos, 1992, 163-165.
Sasso subraya la diferencia entre los dos textos: “Es cierto que la notable concordancia textual no se
refiere también al tono y a la estructura de ambos textos, -el de Platón y el de Maquiavelo. Tanto en
Las Leyes como también en el Timeo, la humanidad primitiva, de la cual hoy no sobrevive memoria
específica, es presentada con carácter míticamente positivo; y parece ser ajena a la ‘malicia’ que
Maquiavelo sospecha, o establece, en aquel que, por el exterminio y teniendo alguna noción del
pasado destruido, lo transmite a la posteridad, pero deformado y alterado” (Sasso, G. “De Aeternitate
mundi”. Machiavelli e gli antichi e altri saggi, Tomo 1, op. cit., 201). Sasso considera que esta diferencia
no cancela la concordancia. Por mi parte, considero que el rechazo del mito del origen y de la alianza
entre memoria y verdad es la toma de distancia más clara frente al platonismo; dado este horizonte
teórico antitético, la concordancia juega, entonces, el rol de una advertencia al lector erudito:
“estamos refutando a Platón”.
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sociedad. La memoria de una civilización no más que un frágil fragmento de
materia frente a la desmesurada potencia de la naturaleza, que no tiene ningún
respeto teleológico frente a ella: puede sobrevivir algún tiempo a esta desmesura
e imaginarse eterna, proyectándose sobre la totalidad del tiempo, pero su destino
es, pese a todo, el olvido.
Conclusión
La “cosa” de la cual el discurso presenta la “verdad efectiva” (o que se hace
“verdad efectiva” a través del discurso) deviene entonces visible por la teoría a
través de los lentes constituidos por estas cinco tesis filosóficas. El término
“tesis” deriva del griego que significa “posición”. Una tesis es una posición, la
enunciación de una tesis es una toma de posición en un campo de fuerzas dado.
Ahora bien, cuando se usan categorías como “metafísica occidental” o como
“onto-teología” siempre se corre el riesgo de caer en generalizaciones que
pierden de vista la especificidad de los autores singulares. No obstante, estas
categorías se vuelven extremadamente útiles cuando son usadas como trasfondo,
como horizonte de temporalidad ficticiamente homogénea respecto al cual es
posible destacar lo que no sólo escapa, sino que se opone. Las tesis de Maquiavelo
son una toma de posición contra la “metafísica occidental” o la “onto-teología”,
una toma de posición, digámoslo apertis verbis, radicalmente materialista. Por
esto la filosofía de Maquiavelo ha sido invisible por mucho tiempo al interior del
pensamiento occidental: por una parte, por supuesto, porque ella está contenida
en estado práctico en su teoría política y, entonces, no es inmediatamente
perceptible, ni fácilmente identificable dado el nuevo sentido, inaudito, de sus
tesis; por otra parte, sin embargo, esta invisibilidad parece tener una razón más
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profunda y toma la forma de una remoción, en la medida en que no se limita a
exceder el horizonte de la metafísica occidental, sino que, asumiéndose como
“verdad de la cosa”, relega toda la metafísica al campo de la “imaginación de
ella”.
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