El vocabulario médico en Juan Crisóstomo
J. Ángel Espinós
El diálogo Sobre el sacerdocio de Juan Crisóstomo († 407 d. C.) ofrece no
pocos pasajes donde la presencia de léxico o de símiles de raigambre médica
adquiere gran relevancia. Establece así el autor un claro paralelismo entre el
plano espiritual y el físico que le sirve fundamentalmente para ilustrar mejor su
doctrina, comparando las enfermedades y dolencias del cuerpo con las del alma.
Por otra parte, frente a breves alusiones donde se emplea terminología médica se
registran también exposiciones más largas y complejas donde las referencias
médicas se imbrican en el texto a manera de ejemplos con valor explicativo para
la mejor comprensión por parte del lector.
Antes de entrar en materia, señalemos que en este diálogo se nos narra la
estrecha amistad entre Juan y Basilio, que se ve amenazada por la propuesta de
que ambos sean ordenados sacerdotes, propuesta ante la que Juan se sirve de un
engaño para que sea consagrado Basilio como sacerdote mientras que él se libra.
El núcleo del diálogo versa sobre la defensa que Juan hace de su proceder,
valiéndose del argumento de la idoneidad de Basilio para el cargo, lo cual
redundará en beneficio propio y de la Iglesia, y del de la incapacidad de Juan
para ser ensalzado a tan gran honor.
Así pues, la utilización de terminología relacionada con la medicina a lo
largo de la obra constituye una constante que demuestra el interés del Crisóstomo
por el tema. En algunos casos, nos hallamos aparentemente ante un recurso
estilístico para dotar al texto de una mayor vivacidad retórica –no olvidemos que
el Crisóstomo fue discípulo del rétor Libanio– aunque en realidad tras las
metáforas médicas se suele esconder normalmente un sentido más profundo dado
el gran valor que en general los Padres de la Iglesia acuerdan a la medicina a
través de la ecuación conceptual de Cristo como salvador y, por lo tanto, médico
de almas.
Así, ante la petición de Basilio a Juan para que ambos vivan juntos para
consagrarse a Dios, el autor emplea a propósito de la idea surgida un vocabulario
claramente relacionado con el parto, como son los verbos ὠδίλσ y ἀπνηίθησ:
De sacerdotio I, 2. Malingrey 64-66, 23-26:
Δηὰ ηνῦην πξόηεξνλ δηεηξγόκελνο, ἐπεηδή πνηε ἡκο ἔιαβελ εἰο ηὴλ αηὴλ
ηνῦ βίνπ θαηάζηαζηλ, ἀζξόσο ἣλ πάιαη ὤδηλελ ἐπηζπκίαλ ἀπέηεθε ηόηε θαὶ
νδὲ ηὸ βξαρύηαηνλ ηο ἡκέξαο ἡκο ἀπνιηκπάλεηλ ἠλείρεην κέξνο […]
1
Separado anteriormente por esta causa, cuando me aceptó en su misma
forma de vida, al instante dio a luz el deseo que gestaba desde hacía
tiempo y no soportaba dejarme ni el más mínimo momento del día […]
Posteriormente, estas dos mismas raíces, si bien en su forma como
sustantivo (es decir: ὠδίο y ηόθνο), aparecerán de nuevo juntas, refiriéndose en
este caso al nacimiento espiritual a través del bautismo, en un pasaje donde las
alusiones léxicas al plano genésico son continuas:
De sacerdotio III, 6. Malingrey 150, 10-12:
Οὗηνη γάξ εἰζηλ, νὗηνη νἱ ηὰο πλεπκαηηθὰο πηζηεπζέληεο ὠδῖλαο θαὶ ηὸλ
δηὰ ηνῦ βαπηίζκαηνο ἐπηηξαπέληεο ηόθνλ·
Pues son estos; sí, estos a quienes se les ha confiado los partos espirituales
y a quienes se les ha encomendado el nacimiento a través del bautismo.
Por otra parte, el Crisóstomo utiliza a veces la oposición salud /
enfermedad para hablar de las relaciones humanas y de aspectos no relacionados
con la medicina; así, la amistad de Juan y Basilio aparentemente goza de buena
salud, aunque en realidad está enferma, tal y como Basilio reprocha a Juan:
De sacerdotio I, 4. Malingrey 86, 96-100:
[…] νδὲλ κέλ πνηε πνπηεύσλ ηνηνῦηνλ, ἀιιὰ θαὶ πάλπ ζε ηὰ πξὸο ἡκο
γηαίλεηλ λνκίδσλ, ἐθ πεξηνπζίαο δὲ θαὶ γηαίλνληα ζεξαπεύεηλ
βνπιόκελνο· ἐιάλζαλνλ δέ, ὡο ἔνηθε, λνζνῦληη ηὰ θάξκαθα ἐπηηηζείο, […]
[…] en absoluto sospechaba tal cosa, pues juzgaba que tú te encontrabas
bien en nuestra relación y que quería curar al que de sobra estaba sano; no
me daba cuenta, al parecer, de que estaba dando medicinas a un enfermo,
[…]
Dentro de esta dinámica, la incapacidad del alma de Juan para aceptar la
carga del sacerdocio se asimila a una enfermedad (ἀζζέλεηα) y, de la misma
manera, para la propia consciencia de la debilidad de su alma se emplea el
adjetivo ἀζζελήο:
De sacerdotio IΙ, 5. Malingrey 118, 13-15:
ἐπεηδὴ δὲ ἄρξεζηόλ κε πξὸο ηὴλ δηαθνλίαλ ηαύηελ ἡ ηο ςπρο ἀζζέλεηα
θαζίζηεζη, πνῦ δεηήζεσο ἄμηνλ ηὸ ιεγόκελνλ;
Ya que la enfermedad de mi alma me hace incapaz para este ministerio,
¿cómo va a ser digno de examen lo dicho?
2
De sacerdotio IIΙ, 8. Malingrey 160, 29-30:
Οἶδα ηὴλ ἐκαπηνῦ ςπρήλ, ηὴλ ἀζζελ ηαύηελ θαὶ κηθξάλ·
Conozco mi alma, que es enferma y pequeña.
Igualmente, para el alma enferma y aquejada de zozobras espirituales el
Crisóstomo emplea un término de clara raigambre médica como es el verbo
θάκλσ, que en su acepción médica significa, de acuerdo con el Index
Hippocraticus, ―aegroto‖:
De sacerdotio IΙI, 6. Malingrey 154, 46-47:
νὗηνη δὲ θαὶ θάκλνπζαλ θαὶ ἀπόιιπζζαη κέιινπζαλ ηὴλ ςπρὴλ πνιιάθηο
ἔζσζαλ, [...]
Estos a menudo salvaron un alma enferma y que iba a destruirse, [...]
Este empleo metafórico sería un tanto intrascendente a no ser que el verbo,
como es el caso, tuviera una abundante tradición médica, especialmente en su
forma participial (ὁ θάκλσλ) que designa frecuentemente en el Corpus
Hippocraticum al enfermo, como por ejemplo en:
Epidemiae V, 56 = Littré 5, 238, 17-18 = Smith 192, 14-15 = Jouanna 25,
14-15:
Ππζνθιο ηνῖο θάκλνπζηλ ὕδσξ, γάια πνιιῷ ηῷ ὕδαηη κηγλὺο ἐδίδνπ.
(Texto de Jouanna)
Pitocles daba a los enfermos agua y leche mezclada con mucha agua.
Asimismo, en el entramado salud / enfermedad el adjetivo γηήο será el
empleado para definir a la fe verdadera en un pasaje donde la herejía es definida
mediante términos relacionados con la locura:
De sacerdotio IV, 4. Malingrey 258, 61-63:
Πάιηλ νἱ ηὴλ Σαβειιίνπ καηλόκελνη καλίαλ θαὶ νἱ ηὰ Ἀξείνπ ιπηηῶληεο ἐμ
ἀκεηξίαο ἀκθόηεξνη ηο γηνῦο ἐμέπεζαλ πίζηεσο·
A su vez los afectados por la locura de Sabelio y por la rabia de Arrio
tanto los unos como los otros a causa de su desmesura se han apartado de
la fe sana.
3
Siendo la herejía una afección morbosa, no es de extrañar por consiguiente
que los seguidores de Valentín y de Marción padezcan de demencia
(θξελνβιάβεηα) y estén enfermos (λνζνῦζη):
De sacerdotio IV, 4. Malingrey 256, 43-47:
Οἷνλ —πεηξάζνκαη γάξ ζνη θαὶ ἐπὶ παξαδείγκαηνο ὃ ιέγσ πνηζαη
θαλεξόλ— ηὸλ πὸ ηνῦ Θενῦ δνζέληα ηῷ Μσϋζῆ λόκνλ νἱ ηὴλ
Οαιεληίλνπ θαὶ Μαξθίσλνο δηαδεμάκελνη θξελνβιάβεηαλ θαὶ ὅζνη ηὰ
αηὰ λνζνῦζηλ ἐθείλνηο ηνῦ θαηαιόγνπ ηῶλ ζείσλ ἐθβάιινπζη γξαθῶλ·
Así –intentaré aclararte lo que digo con un ejemplo– los que han adoptado
la demencia de Valentín y Marción y cuantos padecen la misma
enfermedad que aquellos, suprimen de las Sagradas Escrituras la Ley
entregada por Dios a Moisés.
Recordemos que Valentín no aceptaba la idea de que el Yahveh del
Antiguo Testamento fuese el Dios supremo, mientras que Marción rechazaba al
dios veterotestamentario porque veía en él la manifestación de un dios justiciero
y cruel que nada tenía que ver con el Jesús del Nuevo Testamento.
Volviendo al tema médico, señalemos que este trasvase entre el concepto
de locura y el de herejía es posible gracias a la unidad entre cuerpo y alma, lo que
convierte a los heréticos en pacientes que pueden ser curados; por lo tanto, los
que se desvían de la doctrina correcta padecen, por así decirlo, de enfermedades
mentales, de ahí la terminología emparentada con la locura.
Asimismo, el término καλία y su adjetivo derivado καληώδεο se emplean
en otros pasajes como, por ejemplo, cuando se tacha de locos a aquellos que
dudaban de la honradez de Pablo de Tarso, al sospechar un robo por parte del
apóstol, donde el autor despliega toda una serie de palabras relacionadas con la
mente como παξαπαίσλ, ἄινγνο y ἄλνηα:
De sacerdotio VI, 9. Malingrey 334, 20-27:
ἀιι’ ὅκσο θαὶ ηνζνῦηνλ ἀθεζηεθὼο ηο πνλεξο ηαύηεο πξάμεσο, νδὲ
νὕησο ἠκέιεζε ηο ηῶλ πνιιῶλ πνλνίαο, θαίηνη ιίαλ νὔζεο ἀιόγνπ θαὶ
καληώδνπο. Μαλία γὰξ ἦλ ηνηνῦηνλ πνπηεῦζαί ηη πεξὶ ηο καθαξίαο θαὶ
ζαπκαζηο ἐθείλεο ςπρο· ἀιι’ ὅκσο νδὲλ ἧηηνλ θαὶ ηαύηεο ηο
πνςίαο, ηο νὕησο ἀιόγνπ θαὶ ἣλ νδεὶο ἂλ κὴ παξαπαίσλ πώπηεπζε
πόξξσζελ ἀλαηξεῖ ηὰο αἰηίαο. Καὶ ν δηέπηπζε ηὴλ ηῶλ πνιιῶλ ἄλνηαλ
[…]
Sin embargo, quien estaba tan alejado de esta malvada acción no se
despreocupó de la sospecha de la gente, por muy absurda y propia de
4
locos que esta fuera. Pues locura es sospechar tal cosa de aquella
bienaventurada y admirable alma; sin embargo, no en menor medida
eliminó de raíz las causas de la sospecha, tan absurda que nadie habría
sospechado a no ser que estuviera delirando. Y no despreció la insensatez
de la gente [...]
En realidad, en este texto también se puede rastrear un cierto componente
doctrinal relacionado con la desviación de la fe, dado que dudar de una figura
fundamental para Juan Crisóstomo como es Pablo es un atrevimiento rayano en
lo herético. Dentro de esta tendencia, no resulta extraño que el ataque del
Maligno, el hereje por antonomasia, sea calificado de καληώδεο (VI, 13.
Malingrey 356, 8) y sea capaz de ―paralizar el alma‖ (παξαιῦζαη ςπρήλ, VI, 13.
Malingrey 356, 14), término médico que ya desde el Corpus Hippocraticum
presenta el valor de ser afectado por una parálisis como se puede apreciar, a
modo de ejemplo, en los siguientes pasajes:
Epidemiae V, 17. Littré 5, 216, 13-17 = Smith 168, 3-9 = Jouanna 11, 712:
Οὗηνο πηὼλ ηὸ δηνπξεηηθὸλ δξηκὺ ἐο κὲλ ηὴλ θύζηηλ νδὲλ ἐρώξεζελ,
ἐμήκεζε δὲ ζπρλὸλ ππῶδεο θαὶ ρνιήλ [...] θαὶ ἐθαίεην ἔλδνζελ, ηὸ δὲ ἄιιν
ζῶκα ςπρξὸλ ἐγέλεην, θαὶ παξειύζε ὅινο, θαὶ πξνζδέρεζζαη νδὲλ
ἤζειελ. (Texto de Jouanna).
Este tras haber bebido el diurético amargo no tuvo ninguna evacuación a
la vejiga, sino que vomitó abundante materia purulenta y bilis [...] y por
dentro ardía, pero tenía frío el resto del cuerpo, se quedó totalmente
paralizado y no quería tomar nada.
Siguiendo con el verbo παξαιύσ, hallamos una nueva prueba del fluido
paso entre el plano físico y el espiritual o psíquico, en un pasaje de gran πάζνο
donde se narra el gran temor de Juan a ser elegido sacerdote que lo deja en un
estado de postración semejante a los dementes (παξαπιγεο VI, 12. Malingrey
348, 86) tras haber sentido cómo se paralizaba su cuerpo, que no su alma, y cómo
el desánimo se hacía dueño de esta:
De sacerdotio VI, 12. Malingrey 348, 73-76:
Ἀπὸ ηο ἡκέξαο ἐθείλεο ἐλ ᾗ ηαύηελ ἐλέζεθάο κνη ηὴλ πνςίαλ, πνιιάθηο
ἐθηλδύλεπζέ κνη παξαιπζλαη ηὸ ζῶκα ηέιενλ, ηνζνῦηνο κὲλ θόβνο,
ηνζαύηε δὲ ἀζπκία θαηέζρε κνπ ηὴλ ςπρήλ.
5
Desde aquel día en el que me confiaste esta sospecha, a menudo mi
cuerpo corrió el riesgo de quedarse paralizado por completo, tal miedo, tal
desánimo se apoderaron de mi alma.
Antes de proseguir, reparemos un momento en el término ἀζπκία, el cual
presenta un amplio espectro semántico pues parece asimilarse a nuestra actual
depresión, ligada a veces a la epilepsia y que responde a causas naturales. Esta
ἀζπκία puede a veces ser uno de los síntomas de la posesión diabólica como se
aprecia en el tratado A Estagirio, un monje supuestamente poseído.
Volviendo al término locura (καλία) y sus derivados, no ha de sorprender
que la locura o furor del Maligno sea mayor que la de ninguna otra fiera:
De sacerdotio VI, 13. Malingrey 358, 45-48:
εἰ δέ ηηο ηὰ ὀξγηιώηαηα θαὶ ἀπελέζηαηα ηῶλ ζεξίσλ ἐθιεμάκελνο
ἀληηηηζέλαη ζέινη ηῆ ηνύηνπ καλίᾳ, πξαόηαηα ὄληα θαὶ ἡκεξώηαηα εξήζεη
ηῆ παξαβνιῆ, ηνζνῦηνλ νὗηνο πλεῖ ζπκόλ, ηαῖο ἡκεηέξαηο πξνζβάιισλ
ςπραῖο.
Y si alguien, tras elegir las más furiosas y terribles de entre las fieras,
quisiera contraponerlas a la locura de este, hallará al compararlas que son
muy pacíficas y mansas, tal es la ira que respira cuando se lanza contra
nuestras almas.
Una prueba del interés que despierta en el Crisóstomo la terminología
sobre el tema de la locura y de las afecciones de la mente lo encontramos en el
primer capítulo del tercer libro, donde Juan se defiende de la acusación de
orgullo (ἀπόλνηα)1 por haber desdeñado el encargo de ordenarse sacerdote,
cuando en realidad hubiera sido una locura aceptarlo. Así, todo el pasaje está
sazonado de una sucesión de términos relacionados con el plano mental enfermo
como podemos observar en el siguiente texto:
De sacerdotio III, 1. Malingrey 136, 14-22:
Καὶ πῶο νθ ἄηνπνλ ηνὺο κὲλ ηὰ κηθξὰ δηαπηύνληαο ὡο παξαπαίνληαο
αἰηηζζαη, ηνὺο δὲ ἐπὶ ηῶλ ἄγαλ πεξερόλησλ ηνῦην πνηνῦληαο ηῶλ κὲλ
ηο παξαπιεμίαο ἐγθιεκάησλ ἐμαηξεῖλ, ηαῖο δὲ ηο πεξεθαλίαο
πνβάιιεηλ αἰηίαηο; Ὥζπεξ ἂλ εἴ ηηο ηὸλ ἀγέιεο βνῶλ θαηαθξνλνῦληα θαὶ
κὴ βνπιόκελνλ εἶλαη βνπθόινλ, εἰο πεξεθαλίαλ κὲλ νδακῶο, εἰο δὲ
1
MALINGREY (115, n. 4): «Le mot ἀπόλνηα indique un dérèglement de l’esprit; selon le contexte, il peut
signifier soit orgueil (par exemple, In Matth. hom. LXV, 6, PG 58, 626: ἐμ ἀπνλνίαο ἥκαξηελ ὁ πξῶηνο
ἄλζξσπνο), soit découragement et désespoir.»
6
θξελῶλ ἔθζηαζηλ αἰηηώκελνο, ηὸλ ἁπάζεο ηο νἰθνπκέλεο ηὴλ βαζηιείαλ
θαὶ ηὸ γελέζζαη θύξηνλ ηῶλ ἁπαληαρνῦ ζηξαηνπέδσλ κὴ δερόκελνλ ἀληὶ
ηνῦ καίλεζζαη ηεηπθῶζζαη θαίε.
Y ¿cómo no es absurdo acusar a los que desdeñan las cuestiones pequeñas
de estar desvariando y exonerar a los que hacen lo mismo respecto a
cuestiones muy importantes de las acusaciones de locura y acusarlos de
orgullo? Sería como si se acusase no de orgullo sino de demencia al que
desprecia un rebaño de bueyes y no quiere ser boyero, y se dijera que en
lugar de estar loco está lleno de soberbia el que no acepta el reino sobre
todo el mundo habitado y convertirse en señor de todos los ejércitos.
Retornando a la fluida ósmosis que se advierte entre lo físico y lo
espiritual, advertimos que esta es constante; así la Iglesia es comparada con un
cuerpo humano en el que los fieles son sus miembros y Cristo su cabeza con lo
que Juan Crisóstomo se está sirviendo de un léxico anatómico para describir una
realidad trascendente:
De sacerdotio III, 6. Malingrey 150, 12-14:
δηὰ ηνύησλ ἐλδπόκεζα ηὸλ Χξηζηὸλ θαὶ ζπλζαπηόκεζα ηῷ πἱῷ ηνῦ Θενῦ,
κέιε γηλόκεζα ηο καθαξίαο ἐθείλεο θεθαιο, [...]
Por estos nos revestimos de Cristo y somos enterrados con el hijo de Dios,
y llegamos a ser miembros de aquella bienaventurada cabeza, [...]
La cabeza de la Iglesia, encarnada en quienes eligen y designan a los
nuevos sacerdotes en el texto que a continuación ofrecemos, ha de estar fuerte
para rechazar los vapores nocivos que provienen del resto del cuerpo, en caso
contrario enfermará gravemente y todo el cuerpo morirá. Así, los males de la
Iglesia están en la jerarquía superior al seleccionar mal a los futuros sacerdotes,
pues la cabeza ha de ser la parte más firme para controlar el resto del organismo:
De sacerdotio III, 10. Malingrey 166, 22-23 y 25-31:
Ἢ πόζελ, εἰπέ κνη, λνκίδεηο ηὰο ηνζαύηαο ἐλ ηαῖο Ἐθθιεζίαηο ηίθηεζζαη
ηαξαράο; [...] Τὴλ γὰξ θεθαιὴλ ἰζρπξνηάηελ εἶλαη ἐρξλ, ἵλα ηνὺο ἐθ ηνῦ
ινηπνῦ ζώκαηνο θάησζελ πεκπνκέλνπο ἀηκνὺο πνλεξνὺο δηνηθεῖλ θαὶ εἰο
ηὸ δένλ θαζηζηλ δύλεηαη, ὅηαλ δὲ θαζ’ ἑαπηὴλ ἀζζελὴο νὖζα ηύρῃ, ηὰο
λνζνπνηνὺο ἐθείλαο πξνζβνιὰο ἀπνθξνύζαζζαη κὴ δπλακέλε, αηή ηε
ἀζζελεζηέξα κιινλ ἤπεξ ἐζηὶ θαζίζηαηαη θαὶ ηὸ ινηπὸλ κεζ’ ἑαπηο
πξνζαπόιιπζη ζῶκα.
7
¿De dónde, dime, crees que nacen tantos trastornos en las Iglesias? [...] La
cabeza tendría que ser muy firme para gobernar los vapores nocivos que
parten del resto del cuerpo desde abajo y para que pueda contenerlos
como es debido, pero cuando la propia cabeza se encuentra enferma y no
puede rechazar aquellos ataques que generan enfermedades, enferma más
de lo que está y destruye consigo el resto del cuerpo.
La antropomorfización que se atestigua en la Iglesia también aparece
respecto al alma, por eso no es extraño que al igual que puede enfermar, como ya
se ha señalado, esta tenga ojos cuya vista se pueda nublar y errar en su juicio:
De sacerdotio III, 10. Malingrey 176, 159-160:
Καζάπεξ γὰξ ἔλ ηηλη λπθηνκαρίᾳ ζθνησζεὶο ὁ ηο ςπρο ὀθζαικὸο νρ
εξίζθεη δηαθξῖλαη ηνὺο θίινπο ηῶλ πνιεκίσλ, [...]
Como en un combate nocturno, en la oscuridad el ojo del alma no
consigue distinguir a los amigos de los enemigos, [...]
Advertimos, por lo tanto, cómo a menudo el Crisóstomo aplica el léxico
médico y las metáforas anatómicas a otras realidades expandiendo de esta
manera su campo semántico primigenio.
Por otra parte, Crisóstomo gusta de ilustrar sus textos con indicaciones
relativas a diversas prácticas médicas; entre estas destaca muy en especial la
referencia a la praxis quirúrgica de hacer una incisión y/o cauterizar, que parecen
ser casi los únicos remedios conocidos por el autor. La prescripción de realizar
estas dos acciones o bien, con más frecuencia, de elegir la aplicación de una de
ellas sobre el paciente, tiene tradición hipocrática, ya que se registra, por
ejemplo, en el tratado Enfermedades II como podemos apreciar en el siguiente
pasaje:
De morbis ΙI, 57. Littré 7, 90, 7-9 = Jouanna 197, 8-10:
ἢλ δὲ κὴ ῥαγῆ —ἐλίνηζη γὰξ ηῷ ρξόλῳ ἀθίζηαηαη ὡο ηὸ πιεπξὸλ θαὶ
ἐμνηδίζθεηαη—, ηνῦηνλ ρξὴ, ἢλ ηνηνῦην γέλεηαη, ηάκλεηλ ἢ θαῦζαη. (Texto
de Jouanna).
Y si no hace erupción (sc. el pus) –pues a algunos con el tiempo se les
desplaza hacia el costado y se hincha–, es preciso que a este, si tal cosa
ocurre, se le haga una incisión o se le cauterice.
8
En el diálogo De sacerdotio, en un largo pasaje médico (IV, 3, 1-20)
donde se explica que el cuerpo espiritual se deteriora más rápidamente que el
físico y es de más difícil curación, el Crisóstomo enumera los diferentes
remedios para el cuerpo humano, y señala que incluso a veces la naturaleza de
los aires o dormir pueden curar, mientras que en el plano religioso, el remedio es
la enseñanza a través de la palabra que es un sustituto de la medicina, del fuego y
del hierro en alusión a los procedimientos de cauterización e incisión,
procedimientos que se citan inmediatamente después ya no de manera más o
menos velada sino manifiesta:
De sacerdotio IV, 3. Malingrey 250, 10-16:
Ἐληαῦζα δὲ νδὲλ ηνύησλ ἐπηλνζαη ἔζηηλ, ἀιιὰ κία ηηο κεηὰ ηὰ ἔξγα
δέδνηαη κεραλὴ θαὶ ζεξαπείαο ὁδόο, ἡ δηὰ ηνῦ ιόγνπ δηδαζθαιία. Τνῦην
ὄξγαλνλ, ηνῦην ηξνθή, ηνῦην ἀέξσλ θξζηο ἀξίζηε· ηνῦην ἀληὶ
θαξκάθνπ, ηνῦην ἀληὶ ππξόο, ηνῦην ἀληὶ ζηδήξνπ· θἂλ θαῦζαη δέῃ θαὶ
ηεκεῖλ, ηνύηῳ ρξήζαζζαη ἀλάγθε·
En este caso no podemos pensar en nada de eso, sino que además de las
obras se ofrece un único remedio y camino de curación: la enseñanza a
través de la palabra. Esta es el instrumento, esta el alimento, esta el mejor
clima. Esta reemplaza el medicamento, esta reemplaza el fuego, esta
reemplaza el hierro. Y en caso de que sea preciso cauterizar y hacer una
incisión, es preciso servirse de este procedimiento.
Igualmente, para ejemplificar la complejidad de la enfermedad humana y
la necesidad de que el paciente ayude en su salud, el Crisóstomo de nuevo hace
alusión entre los medios curativos a ambos procedimientos y a la imposibilidad
de aplicarlos a la fuerza, como se puede hacer con el ganado; de la misma
manera, el sacerdote no puede obligar a la sanación espiritual:
De sacerdotio II, 3. Malingrey 110, 42-43, 50-53 y 55-57:
Τὰο δὲ ηῶλ ἀλζξώπσλ ἀξξσζηίαο πξῶηνλ κὲλ νθ ἔζηηλ ἀλζξώπῳ ῥᾴδηνλ
ἰδεῖλ· [...] Ἔζηη κὲλ γὰξ θαὶ ἐληαῦζα θαὶ δζαη θαὶ ηξνθο ἀπεῖξμαη θαὶ
θαῦζαη θαὶ ηεκεῖλ· ἀιι’ ἡ ἐμνπζία ηνῦ δέμαζζαη ηὴλ ἰαηξείαλ νθ ἐλ ηῷ
πξνζάγνληη ηὸ θάξκαθνλ, ἀιι’ ἐλ ηῷ θάκλνληη θεῖηαη. [...] Μάιηζηα κὲλ
γὰξ ἁπάλησλ ρξηζηηαλνῖο νθ ἐθεῖηαη πξὸο βίαλ ἐπαλνξζνῦλ ηὰ ηῶλ
ἁκαξηαλόλησλ πηαίζκαηα.
En primer lugar, no le es fácil al hombre conocer las enfermedades
humanas. [...] Es posible en este caso (sc. con el ganado) atar, privar de la
alimentación, cauterizar y hacer una incisión. Pero el poder de aceptar la
9
curación no está en quien suministra el fármaco, sino que reside en el
enfermo. [...] Y sobre todo no está permitido a los cristianos enmendar a
la fuerza las faltas de quienes pecan.
Sin embargo, no siempre ambas prescripciones quirúrgicas van juntas
formando una pareja y a veces solo se indica la posibilidad de hacer una incisión
de acuerdo con determinadas condiciones como es la mesura y la precisión. En
un pasaje (II, 4) cuyo tema principal es la dificultad (δπζθνιία) y los riesgos del
sacerdocio, el Crisóstomo apunta a la necesidad de curar bien al paciente y pone
el ejemplo de practicar bien la incisión, sin exceso ni defecto, bajo el riesgo de
que si se hace mal el enfermo rehúse la medicación y cualquier otro
procedimiento terapéutico; así pues, en este texto se retoma el tema de la incisión
pero con matices, no relacionándolo con la cauterización sino haciendo hincapié
en la práctica médica correcta:
De sacerdotio II, 4. Malingrey 112-113, 1-8:
Καὶ γὰξ ἂλ πξαόηεξνλ πξνζελερζῆο ηῷ πνιιο ἀπνηνκίαο δενκέλῳ θαὶ κὴ
δῷο βαζεῖαλ ηὴλ πιεγὴλ ηῷ ηνηαύηεο ρξείαλ ἔρνληη, ηὸ κὲλ πεξηέθνςαο, ηὸ
δὲ ἀθθαο ηνῦ ηξαύκαηνο· θἂλ ἀθεηδῶο ηὴλ ὀθεηινκέλελ ἐπαγάγῃο
ηνκήλ, πνιιάθηο ἀπνγλνὺο πξὸο ηὰο ἀιγεδόλαο ἐθεῖλνο, ἀζξόσο ἅπαληα
ῥίςαο θαὶ ηὸ θάξκαθνλ θαὶ ηὸλ ἐπίδεζκνλ, θέξσλ ἑαπηὸλ θαηεθξήκληζε,
[...]
Y si te comportas con dulzura con el que necesita una gran incisión y no
haces la herida profunda a quien tiene necesidad de ella, cortas parte del
mal pero dejas la otra. Pero en caso de que hagas sin cuidado el corte
necesario, a menudo tras desesperarse aquel por el dolor y arrojar todo,
tanto el medicamento como el vendaje, dejándose llevar se precipita al
abismo, [...]
Este argumento a propósito de la ἀθξίβεηα necesaria al hacer una incisión
lo encontramos de nuevo en III, 14, encaminado a no enfadar al paciente con una
mala praxis:
De sacerdotio III, 14. Malingrey 222, 63-224, 66:
Ὧλ γὰξ ἂλ ἁκάξηῃ κεηὰ ηὴλ ηνηαύηελ ζεξαπείαλ ἐθεῖλνο, θνηλσλεῖ ηο
ἐθ’ ἑθάζηῳ ηνύησλ ὀξγο ὁ κὴ θαιῶο ηὸ ηξαῦκα ηεκὼλ ἰαηξόο.
El médico que no hace bien la incisión en la herida comparte la ira a
propósito de cada uno de los errores que aquel (sc. el paciente) cometa
tras semejante tratamiento.
10
El mismo tema sobre la necesidad de dar los pasos adecuados, en el
presente caso: coser una herida, lo hallamos de nuevo en II, 4, en un texto que, en
la línea de la máxima primum non nocere, ejemplifica la idoneidad de imponer
las penas espirituales de manera cabal y de acuerdo con las capacidades del
pecador, penas que de manera un tanto sorpresiva propone que pueden ser
incluso inferiores a las que merecen porque si no se puede dar el caso de que no
las soporten y el remedio sea peor que la enfermedad y que esta vaya a peor, por
eso se ha de conocer la disposición (πξναίξεζηο) de los pecadores; estaríamos, así
pues, ante un enfoque que podríamos denominar casi psicológico del tema:
De sacerdotio II, 4. Malingrey 114, 12-16:
Ο γὰξ ἁπιῶο πξὸο ηὸ ηῶλ ἁκαξηεκάησλ κέηξνλ δεῖ θαὶ ηὴλ ἐπηηηκίαλ
ἐπάγεηλ, ἀιιὰ θαὶ ηο ηῶλ ἁκαξηαλόλησλ ζηνράδεζζαη πξναηξέζεσο, κή
πνηε ῥάςαη ηὸ δηεξξσγὸο βνπιόκελνο ρεῖξνλ ηὸ ζρίζκα πνηήζῃο θαὶ
ἀλνξζῶζαη ηὸ θαηαπεπησθὸο ζπνπδάδσλ κείδνλα ἐξγάζῃ ηὴλ πηῶζηλ.
Pues no hay que imponer la pena solamente según la medida de los
pecados, sino que hay que tener en cuenta la disposición de los pecadores,
para que al querer coser el desgarro no hagas una herida peor y al intentar
poner en pie lo que se ha caído no provoques una caída mayor.
Esta necesidad de mesura y de un cierto posibilismo muy pragmático,
alejado de posturas radicales, está ejemplificada de manera magistral en las
líneas inmediatamente posteriores (II, 4. Malingrey 114, 16-23), que se refieren a
los ἀζζελεῖο, donde se hace evidente una relación con la enfermedad moral más
que física. A los disolutos hay que apartarlos poco a poco del mal, y conformarse
quizá con que la curación no sea plena, pero eso es mejor que actuar de manera
brusca y no conseguir ni siquiera una leve mejoría. El corolario al que se llega
demuestra una cierta finura psicológica: una vez que el alma se ha visto forzada a
avergonzarse sin interiorizar su culpa, esta cae en la ἀλαιγεζία, en la
insensibilidad; es decir, si el paciente se ve ridiculizado por echarle en cara los
pecados, su contumacia se reafirma y ya es imposible la curación:
De sacerdotio II, 4. Malingrey 114, 23-28:
Ψπρὴ γὰξ ἐπεηδὰλ ἅπαμ ἀπεξπζξηζαη βηαζζῆ, εἰο ἀλαιγεζίαλ ἐθπίπηεη,
θαὶ νὔηε πξνζελέζηλ εἴθεη ιόγνηο ινηπόλ, νὔηε ἀπεηιαῖο θάκπηεηαη, νθ
εεξγεζίαηο πξνηξέπεηαη, ἀιιὰ γίλεηαη πνιὺ ρείξσλ ηο πόιεσο ἐθείλεο
ἣλ ὁ πξνθήηεο θαθίδσλ ἔιεγελ· «Ὄςηο πόξλεο ἐγέλεηό ζνη,
ἀπελαηζρύληεζαο πξὸο πάληαο.»
11
Pues el alma, cuando se la obliga a avergonzarse, cae en la insensibilidad
y en lo sucesivo ya no cede a las palabras dulces, ni se doblega ante las
amenazas, ni se deja persuadir por las buenas acciones, sino que se hace
peor que la ciudad aquella de la nos hablaba el profeta entre reproches:
―Has llegado a tener aspecto de prostituta, te has portado como una
desvergonzada ante todos.2‖
Una prescripción similar sobre la conveniencia de actuar de manera
mesurada y de acuerdo con las características de las heridas aparece también en
un texto de las homilías a la Primera carta a los Corintios de Juan Crisóstomo,
lo cual demuestra que nos encontramos ante una idea cara al autor, no exenta de
un cierto pragmatismo:
In Epistulam I ad Corinthios, PG 61, 228, 47-53:
[...] θαὶ ἰαηξὸο ὢλ ἄξηζηνο θαηαιιήισο ηνῖο ηξαύκαζη ηὴλ ηνκὴλ ἐπάγεη,
νὔηε ηὰ βαζείαο δεόκελα πιεγο ἐμ ἐπηπνιο ηέκλσλ· [...] νὔηε ηὰ
πξνζελεζηέξσλ ρξῄδνληα ηῶλ θαξκάθσλ ζηδήξῳ παξαδηδνύο.
[...] y el mejor médico hace la incisión conforme a las heridas, sin cortar
superficialmente lo que necesita una herida profunda [...] y sin confiar al
hierro lo que necesita de remedios más suaves.
La necesidad de no incurrir en errores en la curación se traslada también
del plano físico al moral y al igual que las heridas se pueden enconar por un mal
tratamiento, las pasiones del alma pueden agravarse si no se las trata con esmero:
De sacerdotio VI, 8. Malingrey 332, 28-31:
Καὶ γὰξ ηὰ ηνῦ ζώκαηνο ηξαύκαηα πξνζηξηβόκελα δπζίαηα γίλεηαη, θαὶ
ηὰ ηο ςπρο πάζε θληδόκελα θαὶ παξνμπλόκελα κιινλ ἀγξηαίλεζζαη
πέθπθε θαὶ ηνὺο ἔρνληαο αηὰ πιείνλα ἁκαξηάλεηλ βηάδεηαη·
Pues las heridas del cuerpo se hacen más difíciles de curar si se las irrita y
las pasiones del alma si se las molesta y exacerba tienden por naturaleza a
hacerse más violentas y obligan a quienes las tienen a pecar en mayor
grado.
En suma, se aprecia cómo el autor se sirve de la praxis quirúrgica,
consistente fundamentalmente en realizar una incisión y/o en cauterizar, para a
2
Cf. VT, Je. 3, 3.
12
partir de ella establecer correlaciones entre el cuidado del cuerpo y del alma, y
proponer las medidas a adoptar, basadas sobre todo en la mesura.
Para finalizar este apartado, podríamos señalar un pasaje del presente
diálogo donde el Crisóstomo apela también a la propia experiencia del médico
para ilustrar el texto, lo cual demuestra de nuevo la querencia del autor por los
asuntos médicos. Así, en una larga exposición cargada de referencias médicas, el
autor hace un elogio del engaño (ἀπάηε) que, en algunas ocasiones, ha de llevar a
cabo el médico para salvar la oposición del enfermo:
De sacerdotio I, 7. Malingrey 94, 6-12:
Ὅηη γὰξ ν ηνῖο ἀπαηῶζη κόλνλ, ἀιιὰ θαὶ ηνῖο ἀπαησκέλνηο ηνῦην
ρξήζηκνλ, πξνζειζώλ ηηλη ηῶλ ἰαηξῶλ ἐξώηεζνλ πῶο ἀπαιιάηηνπζη ηο
λόζνπ ηνὺο θάκλνληαο, θαὶ ἀθνύζῃ παξ’ αηῶλ ὅηη νθ ἀξθνῦληαη ηῆ
ηέρλῃ κόλῃ, ἀιι’ ἔζηηλ ὅπνπ θαὶ ηὴλ ἀπάηελ παξαιαβόληεο θαὶ ηὴλ παξ’
αηο βνήζεηαλ θαηακίμαληεο, νὕησο ἐπὶ ηὴλ γίεηαλ ηνὺο ἀζζελνῦληαο
ἐπαλήγαγνλ.
Que esto es útil no solo a los que engañan, sino también a los engañados,
tras acercarte a un médico pregúntale cómo libran de la enfermedad a los
pacientes, y escucharás de ellos que no se contentan solo con su arte sino
que a veces tras servirse del engaño y tras mezclarlo con la ayuda que este
conlleva condujeron de esta manera a los enfermos a la salud.
Por consiguiente y para ilustrar esta doctrina, el autor narra un largo caso
clínico de un paciente aquejado de fiebre que tiene unas inmensas ganas de beber
vino, lo cual sería contraproducente para su salud pues le podría llevar a la
demencia (παξαπιεμία); así pues, el médico coge una jarra sacada del horno, la
sumerge en vino pero la saca vacía y la llena de agua por lo que conserva el
aroma a vino; acto seguido, ordena que la habitación se quede a oscuras y le da el
agua con olor a vino al paciente, que sucumbe al engaño y bebe con ansia el
agua. El pasaje se cierra con unas observaciones sobre la utilidad del engaño en
las que el autor equipara de nuevo el cuidado de los cuerpos con el de las almas:
De sacerdotio I, 7. Malingrey 96, 39-44:
Εἶδεο ηο ἀπάηεο ηὸ θέξδνο; Καὶ εἰ πάληαο βνύινηηό ηηο ηῶλ ἰαηξῶλ
θαηαιέγεηλ ηνὺο δόινπο, εἰο ἄπεηξνλ ἐθπεζεῖηαη κθνο ὁ ιόγνο. Ο κόλνλ
δὲ ηνὺο ηὰ ζώκαηα ζεξαπεύνληαο, ἀιιὰ θαὶ ηνὺο ηῶλ ςπρηθῶλ λνζεκάησλ
ἐπηκεινκέλνπο εὕξνη ηηο ἂλ ζπλερῶο ηνύηῳ θερξεκέλνπο ηῷ θαξκάθῳ.
¿Has visto el beneficio del engaño? Y si alguien quisiera enumerar las
astucias de los médicos, el discurso se alargaría hasta el infinito.
13
Descubriría que no solo se sirven de este medicamento continuamente
quienes cuidan de los cuerpos, sino también los que se preocupan de las
enfermedades del alma.
A su vez, este empleo de la mentira como praxis médica aparece en otros
escritores cristianos como por ejemplo Clemente de Alejandría :
Stromata VII, 9, 53, 2 = GCS 17, 39:
ἀιεζ ηε γὰξ θξνλεῖ ἅκα θαὶ ἀιεζεύεη, πιὴλ εἰ κή πνηε ἐλ ζεξαπείαο
κέξεη, θαζάπεξ ἰαηξὸο πξὸο λνζνῦληαο ἐπὶ ζσηεξίᾳ ηῶλ θακλόλησλ,
ςεύζεηαη ἢ ςεῦδνο ἐξεῖ [...].
Pues él (sc. el maestro) razona la verdad y dice la verdad, excepto si
alguna vez en lugar de un tratamiento, como el médico respecto a los
enfermos por la salvación de los pacientes, miente o dice mentira [...].
Así pues y a manera de conclusión, en la presente charla no he pretendido
sino exponer un panorama de los empleos más destacados de la utilización de
términos y prácticas médicas que se atestiguan en el tratado Sobre el sacerdocio
de Juan Crisóstomo. Su profusión y abundancia nos lleva a pensar que nos
encontramos no ante un simple topos literario, con la intención de añadir un
colorido retórico al texto, sino más bien ante un entramado conceptual donde la
medicina del cuerpo sirve de referente para la del alma.
La utilización de algunos procedimientos médicos, como el relativo a la
incisión y a la cauterización, que se registra también en el Corpus
Hippocraticum, parece indicar que el Crisóstomo estaba informado a propósito
de la literatura médica griega. La misma conclusión parecen arrojar los pasajes
que se refieren, aunque sea de manera tangencial, a la importancia del clima y a
la cabeza como centro que gobierna los vapores del cuerpo.
Asimismo, resulta digno de reseña el uso de terminología relacionada con
la locura al hablar de aspectos heréticos o contrarios a la doctrina, lo cual
testimonia la creencia de que la desviación de la ortodoxia era considerada como
una enfermedad y, por lo tanto, podía ser curada.
En suma, he intentado aportar una visión de conjunto sobre un aspecto que
hasta la fecha no había sido objeto de investigación, a pesar de que el diálogo
Sobre el sacerdocio sea una de las piezas más famosas de Juan Crisóstomo.
14