SOCIOCRITICA Y MARGINALIDAD EN EL COBRADOR DE RUBEM FONSECA
“El hombre nunca está más solo ni
es más auténtico que cuando se enfrenta
a la muerte o al hecho de morir o matar”
José Gómez López
“En la playa, todos somos iguales,
nosotros, los jodidos, y ellos.
Rubem Fonseca, El Cobrador
Discurso social en El Cobrador
“/Yo soy una hecatombe/ No fue ni Dios ni el Diablo/ Quien me hizo un vengador/ Fui yo mismo/ Yo soy el Hombre-Pene/ Soy el Cobrador”. (Fonseca, El Cobrador, 217). El protagonista del relato El Cobrador del autor brasileño Rubem Fonseca, es un poeta y un “vengador” que hace justicia con sus manos, “cobrando” lo que la sociedad le debe, “comida, coños, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas”; se desliza por la metrópolis cobrando una deuda social y económica, que los otros personajes, esos “tipos que dan risa” pagan con su muerte. “Cae muerto el burgués católico y consumista y todo aquel que, luego de abrir la puerta al cobrador, no es capaz de responderle” (“Cuidado llegó el Cobrador”).
La violencia con que actúa el cobrador atraviesa la ciudad, como una respuesta del odio que siente hacia algunos personajes sociales que la componen, así como también hacia la violencia del sistema, que promueve su discurso hegemónico a través de la prensa escrita y la televisión
“Me quedo ante la televisión para aumentar mi odio. Cuando mi cólera va disminuyendo y pierdo las ganas de cobrar lo que me deben, me siento frente a la televisión y al poco tiempo me vuelve el odio”: “Leo los periódicos, para saber qué es lo que están comiendo, bebiendo, haciendo. Quiero vivir mucho para tener tiempo de matarlos a todos” (Fonseca, 207). Según Marc Angenot “más allá de la diversidad de lenguajes y de prácticas significantes es posible identificar en todo estado en sociedad…una dominante interdiscursiva, maneras de conocer y significar lo conocido que son lo propio de esa sociedad” llamada hegemonía. La muerte violenta es entendida como una contestación social e ideología frente a la existencia humana, a ese discurso hegemónico, que también es violento, “así, violencia arbitraria, corrupción, asesinato, son al fin, formas personales de lidiar con la otra violencia, la del abandono social y humano” (Nunes, 142).
El discurso social, entendido esto por Marc Angenot “todo aquello que se dice y se escribe en un estado en sociedad” (Angenot, 12), que se representa en El Cobrador se encuentra dentro del ámbito de la novela negra, que muestra un nuevo tipo de ciudad latinoamericana: “una ciudad sumergida, marginal no por elección, sino por consecuencia, por fatalismo: una ciudad que discurre en los marcos temporales de esa otra ciudad mucho más novelada que habla de la gran sociedad y los grandes problemas de las clases altas, de un modo más englobador e histórico” (Valle, 96). El cobrador es un sujeto marginal que descarga su odio “a los dentistas, a los comerciantes, a los abogados, a los industriales, a los funcionarios, a los médicos, a los ejecutivos, a toda esa canalla” (Fonseca, 200), que son agredidos o asesinados con brutalidad en el transcurso de la historia.
El Cobrador relato neo policial o novela negra.
El Cobrador es el relato neopolicial que gatilla desde su evidente malestar, contra “la banalidad de los medios de comunicación, el mercado como ley inalterable, el consumismo, la frivolidad y la corrupción de los actores políticos” (Eterovic, 45). Según Amir Valle “La novela negra es el Caballo de Troya de la literatura moderna. Es una bestia fuerte, hermosa, sensual, racional, noble, que todos los lectores aceptan (y hasta podría decirse: degluten)… sin tener conciencia de que dentro carga una subversiva reflexión, basada en la amalgama de las miserias y los valores actuales e históricos de la humanidad” (Valle, 97). La novela negra o policial en Latinoamérica posee su herencia en la figura de Edgar Allan Poe (1809-1849), quien crea en 1841 a Monsieur Dupin, inaugurando el modelo de la investigación y develamiento del enigma a través del método deductivo. “Con Hammet…se modificaron las reglas de investigación clásica…el detective para resolver el enigma sale de sus elucubraciones y se sumerge en las calles con el fin de confrontar una serie de señuelos que se alojan en las zonas oscuras de la ciudad” (Pino, 34)
Según Ramón Díaz Eterovic, las novelas negras o policiales escritas en Latinoamérica durante el siglo XX presentan una “realidad condicionada por los antivalores que se imponen en la sociedad, y por la vivencia y sobrevivencia de regímenes dictatoriales, la caída de las certezas ideológicas con su secuela de desencanto y falta de referentes, y la instalación de un modelo neoliberal, globalizado, que se traduce en inseguridad...y miedo para la mayoría de las personas”(45): Rubem Fonseca utiliza el género neopolicial o novela negra en su narrativa para combinar a través de una prosa fluida las distintas huellas sociales mencionadas por Eterovic, que transitan, conviven y se alimentan en la megalópolis
“La megalópolis es leída por el sesgo de las tramas que ella engendra, por las redes que teje, considerando el intrincamiento de diferentes segmentos sociales y la crisis de los valores que alcanza a todos, ricos y pobres”, esto es por un lado, las elegantes fiestas, “los mercedes”, la ilusoria publicidad y por otro lado a los balazos, las obsesiones sexuales y la violencia, “que invade muchas ciudades de Latinoamérica…abogados y policías, siguiendo un rastro de cadáveres sumergidos en la maraña social de Brasil
“En el caso de Brasil, la postmodernidad coincidió también con la apertura política (con el fin de la dictadura militar) y con la revisión de las utopías revolucionarias de la década de los sesenta y setenta. El inicio de los años ochenta trajo de vuelta la democracia por caminos difíciles y la necesidad de afirmar la identidad nacional”, en la crueldad de las discriminaciones, en la llanura de los privilegios, la soberanía de los poderosos” (“El gran arte es el de matar”).
Marginalización y deshumanización
Así cuando el cobrador se sube al “Puma descapotable” junto a “Ana Palindrómica”, es posible observar en su paseo hacia “Petrópolis”, a “los jóvenes ejecutivos que suben el viernes y que beben antes de encontrarse con madame toda acicalada para jugar cartas o para cotillear mientras van catando quesos y vinos” (Fonseca, 215). Estos ejecutivos generan en el protagonista el odio que lo lleva a cobrar, luego baja a su mundo, donde “los bajos instintos, el erotismo y la falta de perspectiva…da pie a un mundo caótico, violento, donde morir y vivir es lo mismo” (“Fonseca maestro”).
Según Amir Valle la marginalización de lo humano en Latinoamérica, corresponde a un “trauma social mediante el cual el ser humano regresa al animal, a la brutalidad del animal, a la lucha por la supervivencia del animal, a las trampas y las costumbres irracionales del animal” (Valle, 98), al mismo tiempo postula el autor cubano que “lejos de convertirnos en seres inmundos, desvalidos, desesperanzados, nos recuerda que estamos allí por culpa de nuestra raza y que nadie, excepto nosotros mismos, nos puede ayudar a salir de esa fosa” (Valle, 98). Porque en realidad lo que busca el cobrador es justicia desde la profundidad del abismo, que es la ciudad sumergida en la desigualdad, en la falta de oportunidades, en el exitismo que muestran los medios como realidad de país: “Siempre he tenido una misión y no lo sabía. Ahora lo sé. Ana me ha ayudado a ver. Sé que si todos los jodidos hicieran lo que yo, el mundo sería mejor y más justo” (Fonseca, 220).
“Los sociólogos hablan de una pirámide social. Arriba, en lo estrecho, en la punta están los ricos, los que rigen los destinos. Abajo, en la amplia base, están los pobres…en el borde inferior de esa pirámide, en el rincón más visible, el más oscuro, está la sociedad marginal” (Valle, 99) según esta teoría el Cobrador realizaría una lucha de clases como sujeto marginal desde la base hacia arriba, pero más bien el delito o crimen del “vengador” se relaciona con una segunda idea que postula el autor cubano Amir Valle en el mismo ensayo, esto es: “Los ricos y los políticos con sus vicios y su doble moral, son marginales; eso que llaman “pueblo” por su necesidad de sobrevivir bajo toda circunstancia es marginal, el aire que se respira, viciado con los vicios que tradicionalmente destinamos a la marginalidad, es también marginal” (Valle, 99).
Amir Valle reconoce el conflicto entre el desarrollo de la nación, en los aspectos políticos y económicos frente al cambio de “conciencia social”, a la ampliación de “sectores marginales” que se presentan como temas en la narrativa de la violencia, especialmente en la novela neopolicial latinoamericana a fines de los 70s y 80s. Considero un error establecer una lectura simple y literal de la narrativa de Rubem Fonseca, más aún del relato estudiado en este trabajo; esto porque El Cobrador desmonta la realidad social de una ciudad sumergida en la violencia de los medios de comunicación, que muestran los valores institucionales y morales de la clase alta, “paliducha” y “barrigona”. “Es esta ciudad el escenario donde los protagonistas no pertenecen a esos seres que habitan (y hacen) la historia, sino esos otros que la padecen y organizan, bajo sus oleadas usualmente devastadoras, según el hálito destructor de los nuevos tiempos. (Valle, 99)
El poeta/justiciero es un tipo canija, que envalentona a cierta gente. Espera, asecha y ataca brutalmente hacia sus víctimas con el mismo discurso:” ¡Me he hartado de pagar!...!Ahora yo soy quien cobra!” El dentista. El tipo del Mercedes, el tipo de la Magnum, la pareja de novios, la mujer de 25 años y el ejecutivo, corresponden al número de víctimas del cobrador que en el transcurso del relato son asesinados, salvo en el caso del dentista, quien recibe un tiro en la rodilla: “Tendría que haber matado a aquel hijo de puta”. La escena más brutal de la narración, pertenece al doble homicidio cometido en la playa hacia pareja que fue secuestra por el cobrador, saliendo de una fiesta: “El cuello quedó en buena posición. Me concentré como un atleta a punto de dar un salto mortal. Esta vez, mientras el cuchillo describía su corto recorrido mutilante zumbando, hendiendo el aire, yo sabía que iba a conseguir lo quería. ¡Broc! La cabeza saltó rodando por la arena…y grité: ¡Salve al Cobrador! (Fonseca, 210).
Según la autora Vera Follain de los textos de Rubem Fonseca, sobretodo, destacan dos aspectos: “el papel decisivo desempeñado por la ciudad violenta, y el corte realista de las escenas que, metonímicamente, nos reportan a la experiencia deshumanizadora a la que están sometidos los habitantes anónimos de las megalópolis brasileñas” (104). A esto se le suma el importante rol que asume la prensa escrita, mencionada anteriormente como parte del odio del protagonista, que utiliza los hechos ocurridos como contenido periodístico, difundiéndolo en la ciudad según el propio discurso de la hegemonía: “Leo los periódicos. La muerte del perista de Cruzada ni viene en las noticias. El señoritingo del Mercedes con ropa de tenista murió en el Miguel Couto y los periódicos dicen que fue atacado por el bandido Boca Ancha. Es como para morirse de risa” (Fonseca, 206). Las noticias que se muestran en El Cobrador, son los titulares de la prensa escrita de “la narrativa del poder y la cultura de las masas” (Follain, 105):
“Noticia: El gobernador se va a disfrazar de Papá Noel. Noticia: Menos festejos y más meditación, vamos purificar el corazón. Noticia: no faltará cerveza. No faltará pavo. Noticia: los festejos navideños causarán este año más víctimas de tráfico y de agresiones que en años anteriores. Policía y hospitales se preparan para las celebraciones de Navidad. El Cardenal en la televisión: la fiesta ha sido desfigurada, su sentido no este, esa historia de Papá Noel es una desgraciada invención. El Cardenal afirma que Papá Noel es un payaso ficticio” (Fonseca, 221-222)
Narrativa sociocritica
Rubem Fonseca es un escritor que lee y escucha lo que ocurre en la sociedad, que posteriormente imprime en su narrativa mediante un estilo magistral y siniestro, exhibiendo “su visión del mundo radicalmente feroz, implacable, sin concesiones a la moral burguesa o ningún sistema valorico” (Malos amigos mala compañía). En este sentido, según Angenot & Robin, el autor brasileño es un socioanalista que intenta plasmar el discurso social de la ciudad latinoamericana en el texto literario; esto se lleva a cabo por medio de la sociocritica, entendida por Marc Angenot & Régin Robin como el proceso que da cuenta de la “socialidad del texto desde dos puntos de vista: cómo el texto contribuye a producir el imaginario social, a ofrecer a los grupos sociales figuras de identidad…el otro punto de vista, genético, consiste en preguntarse cómo la socialidad llega al texto” ( 51).
El Cobrador más que un sujeto “canija”, o un “inofensivo inválido de poca monta”, que siente el odio inundándole los “oídos, las manos, la boca, todo [su] cuerpo, un gusto de vinagre y lágrimas” (Fonseca, 221), es el sujeto que posee el discurso social que funciona en el texto literario como rechazo violento hacia la ciudad neoliberal; a través de una misión, pretende “cobrar” la violencia de la inconsciencia social, en la cual están sometidos los individuos de la ciudad. “Hasta ahora no sabía qué quería, no buscaba un resultado práctico, mi odio iba siendo desperdiciado. Estaba en lo cierto por lo que a mis impulsos se refiere, pero mi equivocación consistía en no saber quién era el enemigo y por qué era enemigo” (Fonseca, 222).
La última gran escena del relato El Cobrador, corresponde a la fiesta de Navidad, en la cual los discursos institucionales se mezclan para difundir la celebración de las familias; el poder religioso, económico y político del continente están ubicados en los sitios de preferencia, más los “consumistas asquerosos de un supermercado”, a quienes los matará una “bomba de gran poder explosivo”.
CONCLUSIONES
El relato neopolicial El Cobrador de Rubem Fonseca publicado en 1980, comprende la obra narrativa latinoamericana del género que abre, junto a otros textos literarios de la época, un proceso de “atomización de la marginalidad” y entra a un escenario cultural de “enfrentamiento tirante entre los códigos artísticos impuestos por los influjos políticos, económicos y sociales de la megahistoria y los códigos de supervivencia social de un ente que comenzaría a denominarse Marginalia” (Valle, 99).
“Marginalia” existe y convive en El Cobrador, como un nuevo ente “socio-poblacional”, que establece el territorio narrativo con personajes del bajo mundo, asesinos, ladrones y cobradores, que sufren y odian en el espacio literario a la sociedad de la nueva ciudad latinoamericana del contexto de producción. El protagonista, poeta/justiciero, es un “nuevo individuo social como ente literario”, que se desliza por las calles de la megalópolis, acribillando a los personajes que avanzan inconscientes en la megahistoria.
El Cobrador es la respuesta violenta contra la violenta negación del desarrollo postmodernista, hacia sujetos marginales por fatalismo y no por elección, que cumulan odio para así descargar y cobrar una deuda social, que poseemos como “raza”. En este sentido, la crueldad del relato, es una muestra de la calidad literaria de Rubem Fonseca, quien es considerado el novelista de la descomposición social, como una contestación a la agresividad descarnada que ciega a la sociedad de este tiempo.
INTRODUCCIÓN
“La calle abarrotada de gente. A veces digo para mí, y hasta para fuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo!” (Fonseca, 201) El Cobrador del escritor brasileño Rubem Fonseca, texto narrativo publicado en 1980, es el relato neopolicial o novela negra que narra “la historia de un hombre marginal que se cansó de pagar y decide cobrar, cobrarse de lo que la sociedad le adeuda (“cobrador llamativo”) El protagonista se desplaza por las calles de la metrópolis con una doble identidad (poeta/vengador) cobrándole a otros lo que la sociedad le ha negado. Rubem Fonseca utiliza el género de la novela negra en toda su narrativa, entre ellas se destacan Los Prisioneros (1963), El Collar del perro (1965), Lucía McCarney (1967), Diario de un libertino (2003), la novela murió (2008). En estas obras el autor brasileño establece su territorio narrativo a partir de todo tipo de delitos, personajes crueles, ingenuas victimas.
El Cobrador enmarca las características de la prosa fluida, el estilo seco y siniestro de la narrativa de Rubem Fonseca, mostrando un enfrentamiento contextual histórico del Brasil bajo el avance de la postmodernidad en las ciudades cariocas contra la amplia brecha social y económica, entre un sector marginal sumergido en la profundidad del abismo y un sector privilegiado, que rige sobre los poderes políticos y religiosos. Esa ciudad llena de gente consumidora de cultura de masas, rodeada de “farmacia, banco, fotógrafo, Ligth, vacuna, médico, Ducal” es el espacio literario que ficcionaliza un nuevo concepto de “individuo social” marginado por fatalismos y no por elección.
La narrativa neopolicial de Rubem Fonseca en El Cobrador, muesta con crudeza y calidad literaria la realidad social de Brasil, pero rompiendo con las características clásicas del género, mediante las historias escandalosas y los diferentes enfoques de la narración. “Del cine debe haber aprendido otra virtud clave: la de la funcionalidad del trazo narrativo” (“la fascinación del abismo”). No es casualidad que El Cobrador haya sido llevado al cine, al cómic y al teatro, debido a sus trazos o cuadros narrativos, que generan distintas perspectivas y texturas de la historia y el protagonista; cuando el encuadre de la escena se posiciona desde el Cobrador hacia el cuerpo o desde la sangre hacia el cuchillo, la intencionalidad y efecto modifican la percepción del lector hacia la narración.
La lectura propuesta para este ensayo sobre El Cobrador, consiste en una revisión del relato en función del protagonista como sujeto marginal, que busca cobrar una deuda que le ha dejado la existencia humana y la sociedad. Este personaje se atribuye “el papel de justiciero, saliendo por las calles de una gran metrópolis, empuñando armas, cobrando una innegable deuda social” (realidad e imaginación se funden). Al mismo tiempo El Cobrador constituye el discurso social de la narrativa de Rubem Fonseca, en un texto literario que impacta por lo macabro de las muertes violentas, pero de igual forma por el quiebre valorico que se produce contra la hegemonía política y religiosa.
BIBLIOGRAFIA
Angenot, Marc: “La crítica del Discurso Social: a propósito de una orientación en investigación”, en Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Córdoba, Editorial Universitaria Nacional de Córdoba, 1998
Aranzaes, Pablo: Cuidado, llegó "El Cobrador", La Nación, oct 28, 1992, p 38
El Gran arte es el de matar, La Tribuna (Diario: Los Angeles, Chile) mar. 23, 2010, p. 22
Eterovic, Díaz Ramón: Novela policial en Latinoamérica
Follain de Figueiredo, Vera Lúcia: Rubem Fonseca y la literatura urbana, Taller de Letras N° 44: 103-113, 2009
Fonseca, Rubén: Los mejores relatos, México, Alfaguara, 1998.
Nunes A., Clicie: Secreciones, excresiones y desatinos, Acta Literaria (revista: Concepción, Chile)-- no. 34 (primer semestre 2007) p. 141-144.
Oviedo, José Miguel: La fascinación del abismo, El Mercurio (Santiago, Chile)-- ago. 17, 2003, p. E4-5.
Passalacqua C., Italo: "Cobrador" llamativo”, La Segunda. oct. 28, 1992, p. 36
Valle, Amir: “Marginalidad y ética de la marginalidad en la nueva ciudad narrada por la novela negra latinoamericana”
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