Este art́culo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD No 260,
noviembre-diciembre de 2015, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
«El paraíso está
dentro de nosotros»
La espiritualidad de
la Nueva Era, ayer y hoy
La Nueva Era pone en tensión lo
que se entiende por religión, la dota
de nuevos sentidos y la dispone de
una manera diferente en la vida
social latinoamericana. Aunque se
puede rastrear su presencia en el
«orientalismo» que encandiló a parte
de las elites en América Latina desde
el siglo xix, la actual espiritualidad
New Age es causa y efecto de una
transformación sociocultural que
desborda el campo religioso en forma
y contenido. Estas espiritualidades
condensan una serie de nuevas
experiencias atravesadas por lenguajes
de la energía, la ilosofía positiva,
Pablo Semán /
nicoláS Viotti
la ecología, el vegetarianismo
y el crecimiento personal.
me considero católica, disfruto mucho de la misa, pero ahora lo veo dis«Yotinto,
con ḿs conocimiento. Por ejemplo, a la hora de darnos la paz, pues
estamos cerrando enerǵa, y qú es el aḿn sino un mantra»1. Estas palabras
de una mujer mexicana perteneciente a un grupo de oración católico resultan
claves para la comprensión de una de las transformaciones ḿs importantes
del campo religioso en los páses latinoamericanos. El hecho de que se presente
una combinación entre un vocabulario católico y uno que remite a enerǵas y
a «religiones orientales» para comprender el catolicismo no implica una simple
recodiicación de las nociones religiosas tradicionales. En países como México,
Pablo Semán: es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientíicas y Técnicas
(Conicet) de Argentina y profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales-Universidad Nacional
de San Martín (unsam).
Nicolás Viotti: es investigador del Conicet y profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Palabras claves: autonoḿa, contracultura, espiritualidad, Nueva Era, religión, Aḿrica Latina.
1. Entrevista de Cristina Gutiérrez Zúñiga, citada en Renée de la Torre: Religiosidades ńmadas.
Creencias y pŕcticas heterodoxas en Guadalajara, Ediciones de la Casa Chata, Guadalajara, 2012.
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Pablo Semán / Nicolás Viotti
Argentina o Brasil puede observarse la aparición de una corriente que ha redeinido la consistencia de lo que entendemos por religión, que la dota de nuevos
sentidos y la dispone de una manera diferente en la vida social latinoamericana. La espiritualidad de la Nueva Era2, que es en parte causa y en parte efecto de
una transformación sociocultural, est́ en el centro de ese cambio que desborda
el campo religioso en forma y contenido.
No solo se trata de la aparición de nuevas creencias, sino de algo que las subyace: el crecimiento de la gravitación de una religiosidad que pasó de ser una
preocupación orientalista relativamente coninada en grupos minoritarios a ser
una plataforma de pŕcticas y representaciones que integran el sentido común;
un recurso espiritual ampliado que afecta el campo religioso en sus lógicas, sus
distribuciones y la misma forma de concebirlo. Para comprender esta corriente,
es preciso analizar el proceso en que se engendra esta forma de religiosidad recorriendo tres momentos que permiten entender tanto la historia de su implantación como sus características actuales:
Es imposible desvincular
las primeras articulaciones en la ́poca de
el análisis de estas
una supuesta homogeneidad católica, su
relación con los movimientos religiosos
transformaciones en la
que se desarrollaron desde los años 60 en
religiosidad contemporánea
Estados Unidos y su masiicación en las
de procesos más
últimas tres d́cadas. De esta forma, queamplios que exceden lo
daŕ claro que es imposible desvincular
el ańlisis de estas transformaciones en la
«estrictamente religioso» ■
religiosidad contempoŕnea de procesos
ḿs amplios que exceden lo «estrictamente religioso». Por lo tanto, es necesario
atender a cómo lo religioso es tanto impulso como tambín consecuencia de
transformaciones sociales y culturales no religiosas.
■■■Las alternativas espirituales a inicios del siglo xx
La imagen de un monopolio católico como sinónimo de la cultura latinoamericana conlleva los riesgos de invisibilizar la diversidad religiosa contempoŕnea
2. Entendemos por espiritualidad de la Nueva Era la articulación de una «expectativa de transformación» que, inicialmente, continúa las aspiraciones de autonoḿa propias de ciertos momentos de las clases medias urbanas y los procesos de individualización. Todo ello en un marco
en el que se recuperan lo religioso o lo espiritual en t́rminos que acentúan su caŕcter inmanente y su vínculo con procesos de relexión que «reencuentran» lo sagrado en la interioridad y en la
superación de conlictos «psíquicos», pero, al mismo tiempo, lo consideran un continuum que abarca,
en el aquí y ahora, cuerpos, emociones, naturaleza y, muchas veces, logros materiales. Ver María Julia
Carozzi: La Nueva Era y las terapias alternativas, educa, Buenos Aires, 2000 y Leila Amaral: Carnaval da
alma: comunidade, essência e sincretismo na Nova Era, Vozes, Petrópolis-Río de Janeiro, 2000.
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Tema ceNTral
La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
y de suponerle un pasado de homogeneidad católica, y aś naturalizar como
novedosa una sensibilidad religiosa compleja que permea la vida cotidiana
desde hace d́cadas.
Las primeras d́cadas del siglo xx habilitaron la discusión pública sobre
temas vinculados a la espiritualidad y a modos de lexión de lo sagrado que
incorporan tempranamente elementos de una matriz orientalista. Emerge
así una coniguración que intenta conciliar la modernidad, lo sagrado y nociones de totalidad que se oponen a la segmentación entre lo f́sico, lo moral,
lo individual y lo social. Una reconstrucción de las redes del espiritualismo
inisecular latinoamericano muestra que, al menos en el mundo letrado,
pero sin duda mucho ḿs alĺ, el inteŕs por teḿticas espirituales y orientales conluía en una sensibilidad religiosa amplia y heterogénea mucho
ḿs compleja que la que toma al catolicismo como único recurso religioso.
La inluencia de la cultura oriental en la primera parte del siglo xx movilizó una compleja cultura intelectual. El espiritualismo oriental hab́a
atraído, desde inales del siglo xix, a periodistas, escritores e intelectuales
que circulaban en las fronteras del catolicismo dominante e incluso alrededor de śntesis creativas entre una tradición secularista y un inteŕs en
modos no institucionales de lo sagrado. El inteŕs por las religiones orientales era heteroǵneo y no pod́a adscribirse a una única facción o tendencia ideológica. Se daba sobre todo entre intelectuales de origen liberal y
socialista, pero tambín entre positivistas y de inspiración católica. Era
una corriente amplia centrada en la intimidad y en la espiritualidad orientalizada que se manifestaba en la cultura letrada. La difusión de importantes obras orientales traducidas al castellano como Las mil y una noches,
el Ramayana, las Rubaiyatas de Omar Khayyam, o el descubrimiento de la
obra del ilósofo indio Rabindranath Tagore mostraban una sensibilidad
orientalista hasta entonces insospechada y consolidaban un movimiento
de innovación cultural basado en el ideario oriental que tendŕa consecuencias de larga duración3.
3. En Buenos Aires, por ejemplo, la prestigiosa revista Sur, dirigida por la escritora y anitriona
cultural Victoria Ocampo, promovió diversas espiritualidades orientales. En ese contexto, la
estadía del eminente pensador Rabindranath Tagore en Buenos Aires durante más de dos meses en 1924 fue un verdadero acontecimiento cultural que sacudió a la prensa local, y un hecho
revelador del interés de algunos sectores letrados porteños por el espiritualismo oriental. Martín Bergel: El Oriente desplazado. Los intelectuales y los orígenes del tercermundismo en la Argentina,
Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2015; Axel Gasquet: Oriente al Sur. El
orientalismo literario argentino de Esteban Echeverría a Roberto Arlt, Eudeba, Buenos Aires, 2007.
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Pablo Semán / Nicolás Viotti
El proceso de inmigración europea a Aḿrica Latina y los tempranos procesos de transnacionalización religiosa hicieron del espiritismo y la teosof́a, entre
otros movimientos ocultistas, corrientes que se difundieron con fervor entre los
sectores urbanos latinoamericanos. En muchos casos, el ocultismo latinoamericano incorporó teḿticas y problemas caros a Aḿrica Latina, lo que dio
origen a sincretismos religiosos creativos que reivindicaban el indianismo,
las religiones de matriz afro e incluso el propio catolicismo.
El espiritismo, inspirado en las lecciones de contacto con el «mundo espiritual» del franćs Allan Kardec, y la teosof́a, corriente ecĺctica que integra
naturismo, astroloǵa, gnosticismo e hinduismo, impulsada por la ćlebre Helena Blavatsky, alcanzaron una inluencia signiicativa en América Latina. El
espiritismo kardecista resulta central en todo el continente a partir de una inluencia sostenida sobre las capas medias y también sobre el mundo popular.
Más allá del kardecismo ortodoxo, es un elemento central en la coniguración
de prácticas religiosas diversas, como el culto de María Lionza en Venezuela
o la umbanda brasileña. La teosof́a, por su parte, fue un componente central
del modernismo latinoamericano y tema recurrente de intelectuales como
la poeta chilena Gabriela Mistral, el nicaragüense Rubén Darío, el mexicano
Amado Nervo o el artista plástico uruguayo Joaquín Torres García. Corrientes
ocultistas inluenciaron también el ideaCorrientes ocultistas
rio de iguras centrales y tan disímiles de
inluenciaron el ideario
la poĺtica latinoamericana como Alfredo
Palacios, Augusto César Sandino o Julio
de iguras centrales
Argentino Roca.
y tan disímiles de la
política latinoamericana
Tanto el espiritismo como la teosofía se enraizaban en proyectos personales y colectivos de largo plazo, en dílogo con el munAugusto César Sandino o
do secular europeo del cual eran herederos
Julio Argentino Roca ■
directos. El ́nfasis en el perfeccionamiento moral y la terapia f́sica los colocaba entre la secularización y la magia, en
una posición intermedia entre las versiones encantadas del catolicismo popular –aun de sus versiones ḿsticas– y los modelos naturalistas del positivismo
y tambín las versiones secularizadas del catolicismo romanizado. Con este
último, compart́an la preocupación por la cuestión social; con el espiritualismo y el vitalismo, el cuestionamiento de la división radical entre mundo
f́sico, social y espiritual; con el positivismo, la fe en el progreso, la razón y
la transformación. Se coniguraba de este modo una combinación prematura
entre autoconocimiento y perfeccionamiento f́sico, espiritual y social, que
como Alfredo Palacios,
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Tema ceNTral
La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
implicaba relaciones de intercambio estables y duraderas con el «ḿs alĺ»,
en un lenguaje religioso eminentemente deudor de la ciencia, la tecnoloǵa y
la vida urbana moderna.
Aqú se percibe tambín una fuerte presencia de elementos utópicos que evocan el perfeccionamiento personal tanto como el social y la centralidad del
esfuerzo en una concepción integrada de la evolución humana, o mejor, una
idea del perfeccionamiento que es tanto f́sico, como moral y espiritual. El
espiritismo y la teosof́a, presentes inicialmente tanto entre las elites intelectuales latinoamericanas de principio de siglo como entre los inmigrantes,
dan cuenta de una relativa ainidad cultural entre ellos: creaban un espacio
de interlocución moderno que se hacía maniiesto a través de una economía
común de lo sagrado distante del catolicismo.
Difundidas sobre todo entre los sectores medios urbanos, las preocupaciones
por el bienestar individual de las corrientes esot́ricas eran, al mismo tiempo,
una preocupación por la transformación social y moral de la sociedad que haća del «ḿs alĺ» un eje central de la vida. De cualquier manera, tanto el espiritismo como la teosof́a ocupaban un lugar heterodoxo y ambiguo en la vida
pública, y mientras que atráan a unos, eran tambín estigmatizados tanto por
activistas revolucionarios como por positivistas y católicos.
Los recursos religiosos de las ciudades latinoamericanas impońan un paisaje cultural donde toda promesa de perfeccionamiento moral (económico,
poĺtico y teraṕutico) pod́a realizarse articulando las formas heredadas de
lo sagrado con los nuevos dispositivos cientíico-técnicos. La cultura urbana
letrada de entreguerras, lejos de promover el escepticismo, reinscribe lo sagrado en un lenguaje y en pŕcticas que dan cuenta de la importancia de las
nuevas tecnologías y de la divulgación de los saberes cientíicos. En el catolicismo romanizado, tanto el estatuto de los saberes cientíicos como el del milagro
separan el orden de lo cotidiano del orden de lo sagrado, que se mantiene como
algo trascendente. En las diferentes versiones del ocultismo latinoamericano,
lo sagrado entra en el mundo cotidiano mediante el lenguaje de las ciencias
de la naturaleza y de la interioridad.
■■■Espiritualidad, contracultura y autonomía
A partir de la d́cada de 1960, la búsqueda de modernidades alternativas y
de alternativas a la modernidad encontró un relevo y un ensanchamiento de
su cauce, con una fuerte cŕtica a las jerarqúas y con una presencia social
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cada vez más visible. Como señala María Julia Carozzi, la religiosidad New
Age se inspira en la contracultura estadounidense, pero se difunde en Aḿrica Latina en el contexto de una redeinición de los modos de autoridad. Esa
redeinición es parte de un macromovimiento sociocultural postsesentista
de autonomización, que se centra tanto en la valorización de un Yo sagrado
como en un proceso de «cosmización» de la vida cotidiana4. Adquirieron una
centralidad inusitada el discurso del cambio personal como veh́culo de la
transformación social; la trascendencia de la idea de autonoḿa; la cŕtica a
las jerarqúas; la reivindicación de las concepciones dualistas del cuerpo y el
alma, la naturaleza y la cultura, y la capacidad de resigniicar la experiencia
cotidiana en una lógica causal del sufrimiento y el bienestar, sobre la base del
lenguaje del lujo o el bloqueo energético. Veamos algo del proceso histórico
en el que se constituyeron estas notas.
Suele airmarse que la década de 1960 condensa grandes transformaciones
sociales y culturales en las sociedades occidentales. «Los 60» son la d́cada
de los grandes cambios: la llegada a la Luna, el Concilio Vaticano ii, los
movimientos de liberación en el Tercer Mundo, los movimientos por los
derechos civiles en eeuu y las cŕticas antijeŕrquicas a las instituciones
europeas. Pero tambín, y sobre todo, la d́cada de 1960 supone idealmente
una transformación en la vida cotidiana y en los modos de subjetivación:
la emergencia de nuevos estilos de vida marcados a fuego por un privilegio
de la autonoḿa, que contrasta con lo que suele imaginarse como un orden
relativamente ḿs jerarquizado en las d́cadas anteriores. En la segunda
mitad del siglo xx, en el horizonte de un fuerte proceso de modernización
económica, social y cultural de las sociedades latinoamericanas, se consolida la difusión ampliada de la contracultura de matriz estadounidense,
cŕtica de los estilos de vida que hab́an caracterizado a las sociedades occidentales de la posguerra. Comenzaron alĺ los primeros contactos con las
psicoloǵas experimentales del Human Potential Movement [movimiento
del potencial humano] y un orientalismo con base en algunos centros de la
costa oeste de eeuu.
La d́cada de 1960 estimuló tambín la difusión y profesionalización de los
saberes psicológicos (y del psicoańlisis en particular) en el medio psicoteraṕutico y en las sociedades latinoamericanas como un todo, aunque con
matices nacionales bien diferenciados. La clave psicológica para pensar la religiosidad apareceŕa por intermedio de un proceso de cambio religioso, de
4. M. J. Carozzi: «La autonomía como religión» en Alteridades vol. 9 No 18, 7-12/1999.
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Tema ceNTral
La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
cuño estadounidense, que se difundiŕa subrepticiamente durante la d́cada
de 1970 y que insistiŕa en nuevos lenguajes de lo sagrado.
En una trama ḿs amplia, inclúa las nuevas terapias alternativas que estaban centradas en el cuerpo y en el valor de la experiencia y de la espiritualidad como elementos indiscutibles del bienestar «hoĺstico». Durante la d́cada de 1970 se encuentran en toda Latinoaḿrica experiencias innovadoras de
modernización cultural que incorporan redeiniciones de la religiosidad en
clave autonomista, no solo en el horizonte de la Nueva Era sino incluso en el
propio catolicismo, que ve crecer movimientos espiritualistas y carisḿticos.
El proceso de cambio cultural se desarrollaba capilarmente, lo que implica
ḿs una transformación paulatina que una gran revolución de las costumbres. La relación de este proceso con las realidades poĺticas en las d́cadas
de 1960 y 1970, que implicaron movilizaciones y represión, fue despareja: se
alimentó de las inquietudes que trajeron las movilizaciones pero, al mismo
tiempo, puede señalarse que fue uno de los planos del repliegue y reelaboración de esas inquietudes. La vida cotidiana supuso un espacio de innovación
cultural, sexual y estética que no abandonó lo religioso, pero no se satisizo
en las visiones y experiencias tradicionales. Justamente allí se perciben rasgos
nuevos como la búsqueda personal, una
Las religiosidades Nueva
necesidad de transformación y una imagen inmanente de lo sagrado que se diEra condensaron una serie
funden, sobre todo, entre los jóvenes de
de nuevas experiencias
sectores medios latinoamericanos.
atravesadas por lenguajes
La crisis de las dictaduras latinoameride la energía, la ilosofía
canas trajo consigo un proceso de libepositiva, la ecología,
ralización y de democratización de la
el vegetarianismo y el
vida cotidiana que redeinió tanto los
reǵmenes poĺticos como los modos
crecimiento personal ■
de subjetivación. Nuevos saberes y especialistas, festivales, seminarios con invitados internacionales y workshops
estimulaban la conformación de una red regional, que agrupaba a un sector
letrado de las clases medias con alta sensibilidad por la contracultura anglosajona. Este sector se sent́a atrádo por el proyecto de la transformación
personal, ecológica y social, heredero solo en parte del ́mpetu sesentista. En
este contexto, las religiosidades Nueva Era condensaron una serie de nuevas experiencias atravesadas por lenguajes de la energía, la ilosofía positiva,
la ecoloǵa, el vegetarianismo y el crecimiento personal. Si los cristianismos
de matriz pentecostal emerǵan como un fenómeno novedoso en el mundo
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Pablo Semán / Nicolás Viotti
popular, la Nueva Era lo haća entre los sectores medios urbanos de Buenos
Aires, Río de Janeiro y México df. Se reconiguraba, a su vez, el denominado
«campo religioso latinoamericano», y se produćan una oferta y una diversiicación que, si bien tenían antecedentes, resultaban novedosas.
En esa etapa, que llega aproximadamente hasta los años 90, revistas especializadas, seminarios y encuentros se convirtieron en el canal de difusión
privilegiado del ideario de la Nueva Era de un modo que no encajaba en
las concepciones canónicas de lo religioso, si por ello entendemos una organización eclesial y un sistema cosmológico coherente. Por el contrario,
la Nueva Era resultaba un fenómeno novedoso que desde el inicio, y ḿs
en su expansión, resultaba sinuoso y dif́cil de delimitar. El horizonte de
prácticas y de ideas vinculadas a ella es amplio: va desde el neohinduismo
hasta diferentes expresiones del budismo occidental o de espiritualidades
neoindigenistas, pero tambín atraviesa discursos ḿs capilares que no se
identiican con sistemas religiosos y que se maniiestan en las prácticas est́ticas, poĺticas, económicas o teraṕuticas y encarnan ideales de autonoḿa, comunión con la totalidad y la naturaleza, principios de causalidad
enerǵtica inaccesibles a la razón ordinaria y alternativos a la ciencia.
■■■La Nueva Era y la cultura masiva
El proceso de mercantilización de la vida social de las últimas d́cadas en Aḿrica Latina, aś como la transformación del sistema de mediaciones de la industria cultural, acompañó la difusión masiva de los discursos y las pŕcticas de la
Nueva Era. La década de 1990 produjo una consolidación y una diversiicación
de las religiosidades, que decantaron en otros espacios ḿs alĺ de la intelectualidad af́n a los orientalismos, de las contraculturas o, sobre todo, de las redes
informales de los sectores medios latinoamericanos. En la nueva era de la Nueva Era, convivimos con la acumulación de los efectos de una evolución histórica
que ha llevado a instalar esta religiosidad en un
La Nueva Era se
espacio amplio, ya fuera del control de las revinculó a los motivos
des e instituciones que los impulsaron. Aś, los
signiicantes centrales de la Nueva Era tuvieron
del mercado, el
posibilidades de expansión, asociación y rearticonsumo y el placer ■
culación que los convirtieron en una alternativa
disponible en el universo simbólico de amplios sectores sociales, culturales y
religiosos. Por un lado, la Nueva Era se vinculó a los motivos del mercado, el
consumo y el placer; por otro, se ligó a la cultura masiva y con ello aumentó sus
posibilidades de aproximación al imaginario cristiano.
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Tema ceNTral
La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
Una primera dimensión de la rearticulación de los postulados y pŕcticas de la
Nueva Era en su masiicación se relaciona con su proyección a las cuestiones del
mercado, del placer y, a trav́s de ello, de ciertas formas del individualismo. Las
ideas que dan sustento a las pŕcticas postulan un yo interior sagrado al que se
accede a través de rehabituaciones, que pueden consistir en lecturas, relexiones,
h́bitos, dietas, ejercicios, actividades est́ticas, viajes y toda una serie de experiencias que son disruptivas de la cotidianeidad y que se han proyectado ḿs alĺ
del taller, el grupo o la pequeña institución a objetos y mensajes que tienen circulación masiva e instauran nuevos formatos de comunidad. Los best-sellers, los programas de televisión y los referentes que predican todos los soportes posibles
promueven versiones acotadas pero posibles de lo que ocurŕa en los formatos
para iniciados que llevan adelante pŕcticas intensas. Esas pŕcticas que promueven un conocimiento diferenciado, extraordinario y viviicante son concebidas
como un milagro que dinamiza otros milagros. Desde la industria cultural que
se ha hecho sensible a estas creencias, aś como desde producciones masivas de
las distintas corrientes de la Nueva Era, se impulsan procesos de exploración y
airmación de la divinidad interior. En ese contexto se legitiman deseos y ansias
de todo tipo: desde los que van dirigidos a la negociación de las relaciones interpersonales hasta los que se dirigen a la consecución de objetivos económicos,
pasando por los que abarcan la salud mental y f́sica.
Todo esto, que en otra clave puede ser visto como un proceso puramente psicológico, sucede en estos contextos como un proceso en el que se movilizan enerǵas que est́n ḿs alĺ del proceso pśquico individual, pero lo incluyen. De
esta manera, el mundo se vuelve «ḿgico» mediante la atribución de un caŕcter
sagrado a la experiencia. Pero esta sacralidad ya no se sitúa en el ḿs alĺ, sino
que es traída a un más acá: a la cotidianeidad de percepciones no habituales que
se logran a través de rituales que ponen en suspenso el lujo de lo habitual para
verlo desde otro lado. Para las múltiples formulaciones de la espiritualidad de
la Nueva Era, esta sacralidad que deja de ser trascendente para ser inmanente y
las experiencias a trav́s de las que nos conectamos con esa dimensión permiten
percibir nuestros ĺmites y nuestras potencias, romper barreras y ĺmites falsos,
y obtener objetos y satisfacciones que responden a los ḿs diversos deseos. Aś,
el autodescubrimiento –la airmación de las propias potencias, entendidas como
parte de un orden de acontecimientos mayor que incluye divinidades y enerǵas
varias– hace coincidir los deseos individuales y el orden del mundo en hechos
que constituyen epifańas sensuales, consumistas y terrenales.
Conferencias y libros sobre la prosperidad económica se tornaron habituales en los sectores ligados al mundo empresarial o ejecutivo, a partir de una
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concepción «integrada» entre esa prosperidad, el desarrollo personal y la
espiritualidad. Se produjo una extensión en dirección de espacios aparentemente tan diferentes como las nuevas psicoloǵas, los consejeros económicos,
la educación o el trabajo, que exceden ampliamente la dimensión teraṕutica
aunque ponen el bienestar como valor central. De esta manera, la Nueva Era
produce una forma de religiosidad en la que el valor del sacriicio cede espacio en favor del bienestar y en la que las pŕcticas religiosas son pŕcticas de
realización de deseos de superación personal en la tierra. Aś, lo que hemos
visto como «inmanentización» de lo sagrado coincide al mismo tiempo con
ciertas modulaciones del individualismo contempoŕneo y sus conexiones
con el consumo. De esta forma, es imposible desvincular el ańlisis de estas
transformaciones de la religiosidad contempoŕnea de procesos ḿs amplios
que exceden lo estrictamente religioso, lo que implica atender a lo religioso en
su doble faz de causa y consecuencia de transformaciones sociales y culturales ḿs alĺ de las religiosas.
Pero al mismo tiempo, hay una segunda dimensión que es necesario reconocer en esta difusión del imaginario de la Nueva Era. La expansión de estos
discursos entra en diversas relaciones de retroalimentación con varios planos de la industria cultural. En ella emergen sujetos constituidos por estos
discursos que son capaces de versionarlos e impulsarlos entonces a un radio
ḿs amplio mediante diversos productos culturales que adeḿs implican
una aproximación de las creencias de la Nueva Era al catolicismo y al cristianismo en general.
Un ́cono de estos procesos es el escritor Paulo Coelho, que en Brasil fue un
pionero en la tarea de darles forma narrativa ampliamente digerible a ideas
que surǵan del momento contracultural en que hab́a nacido la Nueva Era,
en los años 60. Pero lo hizo vinculando ese ideario a un sentido común en
el que tambín estaban presentes la religiosidad católica y el espiritismo.
Él mismo hab́a surgido de esas contraculturas y, antes de ser un escritor
global de masas, había sido clave en la industria discográica y aprovechó
sus ́pocas de mayor predicamento para reivindicarse como un católico que
examinaba y promov́a alternativas para enriquecer y transformar la experiencia católica. Muchísimo tiempo más tarde, en Argentina, en México y
en Brasil, en rangos menos amplios, pero a trav́s de una multiplicidad de
iguras, aparecen actores multimediáticos que realizan un movimiento análogo. Elaboran doctrinas, aconsejan con éxito y producen identiicaciones
de diversas intensidades entre núcleos de seguidores que se reúnen virtual
y f́sicamente en diversas instancias. Sus medios no son únicos o exclusivos.
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Tema ceNTral
La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
© Nueva Sociedad / Diego Moscato 2015
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Suman las eicacias de las más diversas plataformas tecnológicas: la conducción de un programa de radio de gran audiencia y la participación cotidiana
en otro programa de televisión de ḿs audiencia aún acompañan una serie de presentaciones y conferencias en
El panteón de héroes
diversos puntos del pás (desde ciudareligiosos de estos
des tuŕsticas hasta ́ridas localidades
suburbanas). Una cuenta en Facebook
discursos incluye a gurúes
y una ṕgina en internet garantizan niy profesionales tradicionales
veles permanentes y enriquecedores de
New Age, pero también
interactividad y, junto con ello, una profusa producción literaria en formato de
a la Madre Teresa
libros y de revistas asienta, profundiza
como referente moral ■
o lanza los temas y participa de una relación de retroalimentación con lo que sucede en los medios audiovisuales.
En todas esas intervenciones, la convergencia con el sentido común cristiano es un hecho y una apuesta que se retroalimenta con la masiicación. La
sintaxis de sus propuestas de regeneración ocurre en t́rminos de enerǵas,
lujos y bloqueos. El yo y sus deseos son términos privilegiados. Pero debe
anotarse que también lo son Jesús, la Virgen María y formas de la divinidad
que se superponen al politésmo impĺcito de la Nueva Era. De la misma
manera, el panteón de h́roes religiosos de estos discursos incluye a gurúes
y profesionales tradicionales New Age, pero también a la Madre Teresa como
referente moral o autores católicos como Anthony de Mello, que traduce la
Nueva Era al catolicismo. En su etapa de ḿs alta masividad, la religiosidad
de la Nueva Era dialoga con las creencias de la mayoŕa de las poblaciones
latinoamericanas, que siempre tienen alguna inluencia del cristianismo, y
como consecuencia de ese dílogo surgen śntesis en las que los lenguajes
de la autonomía y el yo sagrado sirven para interpretar y reivindicar a Jesús,
a la Virgen María o, aun, el Antiguo Testamento. Incluso para releerlos en claves para nada convencionales, que van desde la proposición que hace Coelho
acerca de la Virgen María como «parte femenina de la divinidad», hasta el culto
que hacen ciertos vegetarianos al Pan Ezequiel, hecho de granos germinados
de leguminosas y cereales y cuya receta «milenaria» no haŕa ḿs que mostrar
la convergencia anticipada entre el pueblo elegido y los saberes que procura la
Nueva Era en todas las fuentes de espiritualidad posibles.
■■■Conclusión
El despliegue de la espiritualidad de la Nueva Era, visiblemente en su etapa
de masividad, implica el desarrollo de nuevos liderazgos, contenidos y
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La espiritualidad de la Nueva Era, ayer y hoy
formatos religiosos, que implican necesariamente la redeinición de las divisiones del campo religioso y las propias fronteras entre «cultura» y «religión».
En primer lugar, su crecimiento por dispersión sin centralización ni formatos
únicos se torna objeto de apropiaciones y recreaciones que no conforman un
segmento religioso ńtidamente distinto de los otros. Por su propia ideoloǵa,
promotora de las ḿs diversas formas de compatibilización, opera incluyendo otros principios religiosos o haciendo que otras instituciones religiosas
puedan introducir los principios de la Nueva Era en su ideario y rituales.
Adeḿs, permea el campo religioso con sus principios y ḿs que producir la
partición de un agrupamiento distinto y competitivo, atraviesa las ideoloǵas
religiosas existentes en el ́mbito de las experiencias y representaciones de
los ieles de esas religiones: no ofrece una nueva forma de resolver las relaciones entre cuerpo y alma que obligue a un cambio de ailiación religiosa
sino que, por ejemplo, cuestiona esa división de la realidad en una ́poca en
que buena parte de las sociedades contempoŕneas tambín la pone en duda.
Esto lleva a una segunda cuestión. La presencia de la Nueva Era no solo implica un cambio de las fronteras y las lógicas de división interna del campo
religioso, sino tambín una reconducción de lo religioso a su plano de emergencia, en el punto de cruce entre lo social y lo cultural (y todo lo que de político tienen esas dimensiones). Esto puede graicarse con el giro que propuso
Pierre Bourdieu respecto de la noción de campo religioso. Ha sido el propio
sociólogo quien planteó la necesidad de advertir que su concepción ḿs abstracta de «campo religioso» estaba contaminada de la historicidad francesa y
europea en general, e incluso de la mirada que ciertos actores de esa sociedad
pod́an tener sobre aquel campo. Aś, en «La disolución de lo religioso»,
Bourdieu airmaba que parte de las deiniciones que inspiraban el análisis
de su texto de 1971 –«Génesis y estructura del campo religioso»– eran deiniciones «inconscientemente universalizadas», pero que no eran «aptas sino
para un estado histórico del campo» (un estado en el que el campo religioso
se reduća a la disputa entre catolicismo y protestantismo como versiones en
competencia por la «cura de almas»5). Esto implica entender que la deinición
de los bienes del campo religioso como bienes de «salvación», y su disputa
como la del monopolio de la oferta leǵtima de ellos, conlleva un excesivo
centramiento en las deiniciones institucionalizadas de la religión por el catolicismo y el protestantismo.
5. P. Bourdieu: Cosas dichas, Gedisa, Buenos Aires, 1985, p. 103.
Nueva Sociedad 260
94
Pablo Semán / Nicolás Viotti
En el campo religioso «ensanchado» no compiten tan solo diferentes fórmulas para comprender la eucarist́a o administrar la salvación, sino profesionales de la cura psicosoḿtica, por ejemplo. En ́l se confrontan concepciones
que tienen como bien religioso la salvación, pero tambín la sanidad, la
prosperidad, etc. En el campo religioso heterogeneizado, no solo contempoŕneamente, compiten el consuelo de la cruz, la promesa de sanación,
las búsquedas interiores a trav́s de la dieta y los ejercicios respiratorios
(es decir, religiones que airman la existencia de algo así como lo espiritual
y otras que rechazan esa categoŕa o, al menos, la forma de distinguirla de
lo f́sico y lo psicológico). El religioso es un campo de disputa en el que se
apuntalan, expresan y refuerzan no solo deiniciones de la religión sino,
antes que nada, nociones de persona, de salud y de enfermedad de las que
las religiones son un elemento coparticipante.
Diciembre de 2015
Lima
No 240
ARTÍCULOS: La Tierra, casa del hombre. Apreciaciones ecológicas desde el Génesis,
Eduardo Arens. Ética cívica y discernimiento público, Gonzalo Gamio Gehri. Religión y
alienación, Alessandro Caviglia. Las identidades de los jóvenes en la vida consagrada, Raúl
Pariamachi ss.cc. Hombres de palabra, Camilo Gagnon. A los 80 años de Luiz Alberto Gómez
de Souza. Una trayectoria, Gustavo Gutiérrez. Banalización del horror. Carta desde Alepo,
Nabil Antaki. Testigos de la esperanza. Agustina Rivas, una vida que nace del “rincón de los
muertos”. Una linda niña ayacuchana, regalo de Dios, Consuelo de Prado Sánchez. Testigos de la
esperanza. “Su sangre llenó de flores mi país”, Marlene Trelles, acj. Junto a los sacerdotes
mártires, también entregaron su vida pobladores y autoridades. El Sínodo sobre la familia. El papa
Francisco, amigo de pecadores, José Antonio Pagola. Discurso del Papa al cierre del Sínodo. Hay
tiempo, Francisco, José Ignacio Calleja. Francisco en Cuba y Estados Unidos. «Quien no vive
para servir, no sirve para vivir». Homilía en la Plaza de la Revolución de La Habana. «En la
tierra de los libres y en la patria de los valientes». Discurso durante la visita al Congreso de
Estados Unidos. Ante graves denuncias. Comunicado de la Conferencia Episcopal Peruana.
Mensaje final. ii Congreso Continental de Teología.
Edita y distribuye Centro de Estudios y Publicaciones, Camilo Carrillo 479, Jesús María –
Apdo. 11-0107 – Lima 11, Perú. Tel.: (511) 4336453 – Fax: (511) 4331078. Correo electrónico:
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