ISBN 978-950-673-905-8
El dispositivo-McLuhan
Recuperaciones
y Derivaciones
Sandra Valdettaro (Coordinadora)
Facultad de Ciencia Política
y Relaciones Internacionales
Universidad Nacional de Rosario
Escuela de
Comunicación
Social
El dispositivo-McLuhan recuperaciones y derivaciones /
coordinado por Sandra Valdettaro.
1a ed. - Rosario: UNR Editora. Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2011.
EBook.
ISBN 978-950-673-905-8
1. Comunicación social. 2. Dispositivos. I. Valdettaro, Sandra, coord.
CDD 302.2
El dispositivo-McLuhan
Recuperaciones
y Derivaciones
Sandra Valdettaro (Coordinadora)
Eduardo A. Vizer - Helenice Carvalho - Luis Baggiolini - José Luis Fernández
Betina González-Azcárate - Álvaro Gascue Quiñones - Mariángeles Camusso
E. Federico Corbière - Paolo Luca - Leonard Echagüe - Soledad Ayala
Matías Ugarte - Ricardo Diviani - Sebastián E. Ackerman - M. Paula Morel
Silvana Comba - Edgardo Toledo - Andrea Calamari - Viviana Marchetti
Ezequiel Viceconte - María Laura Schaufler - Gonzalo Andrés - Nicolás R. Achkar
Mauro Bertone Crippa - Stefanía Sahakian - Pablo Gullino - Matías Bó
Comité Editorial
Mariana Busso
Natalia Raimondo Anselmino
María Cecilia Reviglio
Diseño Editorial
Eugenia Reboiro
Índice
Presentación
A modo de introducción:
Un romance sobre Marshall McLuhan
8
10
Sandra Valdettaro
La caja de Pandora: tendencias y paradojas de las TICs
23
Eduardo A. Vizer y Helenice Carvalho
La implosión de los medios, la explosión de los sentidos
43
Luis Baggiolini
Antes de la aldea global: los medios de sonido
como redes sociales y extensiones hipermediáticas
57
José Luis Fernández y Betina González-Azcárate
Con los centros en todas partes. Reflexiones sobre el concepto
de aldea global de Marshall McLuhan
77
Álvaro Gascue Quiñones
Marshall Me encanta. Avisos calientes para medios helados.
O una relectura de “Seguir al nivel del vecino” a la luz
de los avisos en la web
89
Mariángeles Camusso
Capital financiero, información, cultura y larga duración
en la era digital
101
E. Federico Corbière
La hiperconexión en el mundo actual
119
Paolo Luca
McLuhan y Heidegger: Resonancias y contrapuntos
en la problemática de la técnica y la cultura
Leonard Echagüe
131
Mutaciones tecnológicas, formales y culturales:
Apuntes para una epistemología de la tecnología
Sandra Valdettaro
Cuando el contexto pide un lugar entre el medio
y el mensaje
Soledad Ayala y Matías Ugarte
La recepción de McLuhan en la Argentina de los años 60.
Una lectura sobre lecturas
Ricardo Diviani
La militancia en el periodismo: el medio es el mensaje
Sebastián Ernesto Ackerman y M. Paula Morel
Comunicación digital: de redes, memes y temes
Silvana Comba y Edgardo Toledo
Desbordes de lo radiofónico
Andrea Calamari
Cuerpo y discapacidad:
cruces entre McLuhan-Deleuze-Le Breton
Viviana Marchetti y Ezequiel Viceconte
Del lector al prosumidor: un pasaje por las rupturas
en los estudios de recepción mediática
María Laura Schaufler y Gonzalo Andrés
Usuarios y sentido. Dos caracterizaciones
Nicolás R. Achkar
“Acá estoy/acá estamos”. Una aproximación al mensaje
de Twitter desde Henry Jenkins
Mauro Bertone Crippa
6
145
165
181
199
217
229
247
257
277
289
La televisión, ese axolotl
299
Stefanía Sahakian
“Televisión para todos”. Youtube como extensión
“participativa y democrática” del espacio público
313
Pablo Gullino
La Percepción Haiku. La sala de cine es un lugar de lectura:
El enunciado como fotograma
325
Matías Bó
7
La militancia en el periodismo: el medio es el mensaje
Sebastián Ernesto Ackerman
M. Paula Morel
Ciencias de la Comunicación - FSOC- UBA
[email protected]
Ciencias de la Comunicación - FSOC- UBA
[email protected]
Resumen
Abstract
Desde el debate por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
(LSCA) impulsada por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y con
el antecedente de la discusión sobre la resolución 125 que derivó en una
disputa fuerte con los medios como herramienta central en esa batalla, la
noción de `periodista militante´ volvió a escena sobre todo a partir de las
palabras del titular de Télam, Martín García, cuando hiciera mención a la
labor periodística y dijera que “prefería militantes a periodistas”. A partir
de ese acontecimiento, y en estrecha relación a los textos mediáticos del
programa televisivo “6, 7, 8”, comenzaron a delinearse dos posiciones
mediáticas diferenciales con respecto a la acción de Gobierno: “a favor”, “en
contra”. Resulta particularmente interesante detenerse en esta segunda
posición, ya que es a partir de ella que puede observarse la institución
de incierto sentido común con respecto a qué entender por la práctica
‘militante’ de un periodista. Esto es, aquel que asume una posición afín o
“defiende” la posición del gobierno frente a cualquier tipo de comentario
o crítica.
De este modo, emerge un par de oposiciones, frente a la “prensa adicta al
Gobierno nacional” emerge la figura de otro tipo de ejercicio profesional,
signada -en el terreno de las definiciones del sentido común- por la
“libertad” e “independencia” respecto de cualquier poder fáctico, pero, por
sobre todo, del PEN.
Dado el par “militancia”/ “independencia” y partiendo del supuesto
de que ‘el medio es el mensaje’, nosotros proponemos en este trabajo
la deconstrucción crítica de estas definiciones sobre las modalidades
que asume la práctica profesional que asocia militancia periodística a
una relación de cooptación por parte del Gobierno, que renuncia a las
definiciones tradicionales y ‘básicas’ del periodismo (independencia,
objetividad, imparcialidad).
En este sentido, nos interesa analizar, especialmente, las formas en que
dicha construcción político-discursiva del periodista escribiendo desde
un espacio límbico o no-lugar se pone en juego al momento de disputar
modelos de desarrollo de país, formas de entender la comunicación, la
política; en definitiva, la realidad.
Since the debate for the law of Servicios de Comunicación Audiovisual
(LSCA) impelled by the government of Cristina Fernández de Kirchner, and
with the precedent of the discussion on the resolution 125 that derived in a
strong dispute with the media, considerer as a central tool in the cultural
battle, the notion of ` militant journalism´ returned to scene. Especially,
since the speech of the secretary of Telam, Martín García, when he said that
“he preferred militants over journalists”.
From this event and in narrow relation to the media texts of the television
program “6, 7, 8” began to delineate two mediatic positions distinguishing
with regard to the action of Government: “in favor”, “in against”. It turns
out to be particularly interesting to stop in this second position, since it’s
from them from which the institution of uncertain common sense can
be observed with regard to what understand for the ‘politically active’
practice of a journalist. This is, that one that assumes a certain position or
“defends” of the government.
This way, it emerges a pair of oppositions, opposite to the “press addicted
to the national Government” it emerges the figure of another type of
professional exercise, sealed -in the field of the definitions of the common
sense- for the “freedom” and “independence” with regard to any power,
and for especially of PEN.
Given the pair “militancy”/ “independence” and departing from the
assumption that ‘the way is the message’, we propose in this work the
critical deconstruction of these definitions on the forms that assumes the
professional practice that associates journalistic militancy with a cooption
relation on the part of the Government, which resigns from the traditional
and ‘basic’ definitions of the journalism (independence, objectivity,
impartiality).
In this sense, it is interesting to us to analyze, especially, the forms in which
the political-discursive above mentioned construction of the journalist
writing from a non-place puts itself in game at the moment of discuss
development models of country, ways of understanding the communication,
the politics; finally, the reality.
Palabras claves: Intelectual orgánico- práctica política- lucha de clasesideología- profesionalidad periodística
Key-words: Organic intellectual - political practice - struggle of classes ideology - journalistic professionalism
199
Introducción
A partir de algunos acontecimientos producidos en estos últimos años durante el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner y de las disputas mediáticas que ellos ocasionaron se fue
conigurando una nueva concepción sobre la práctica periodística: la del “periodista militante”. En principio, nos gustaría repasar algunos de estos hitos que marcaron el retorno de esta
deinición de una práctica especíica, pero con un sentido diferente al que se le otorgaba en
el pasado.
Los dos puntos centrales, a nuestro entender, de esta “batalla mediática” se dieron a partir
del tratamiento de la Resolución 125 y del debate, y posterior aprobación en el Congreso
Nacional, de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA). Con relación al
primero, comenzó a dividirse el escenario mediático entre aquellos medios conceptualizados
como aines, ideológica o políticamente, al Gobierno y por ello valorados como “defensores”
de la posición oicial. En relación al segundo -teniendo como fundamento el entramado de
signiicaciones anteriormente mencionado-, se profundizó la apelación al desmerecimiento
de determinadas coberturas periodísticas sobre la LSCA por considerarlas tributarias de una
mirada “oicialista”, opacando la visibilidad que desde dichos medios gráicos se acentuaba:
la puesta en discusión de los intereses “cruzados”, diversiicados, de las empresas que tienen,
entre otros negocios, participación o la propiedad de medios de comunicación. Lo que en
ambos casos fue dejado de lado no sólo estuvo relacionado con aquello que se debatía (qué
decía cada actor) sino, antes bien, los intereses que estaban en juego desde la empresa misma
y cómo podían verse afectados a partir de la Resolución 1251 o con la sanción de la LSCA2.
Desde allí, comprendemos que comienza un proceso de resigniicación con respecto a qué
entender sobre la labor periodística así como sobre la “prensa militante”. Con la producción
periodística de determinados medios así como desde voces de funcionarios del Gobierno
comienza a desplegarse una cierta construcción que opone la “prensa militante” a -por denominarla de alguna manera- la “prensa independiente”, o “prensa libre”. Así, se fue conigurando un nuevo “sentido común” con respecto a la labor periodística. En este marco, los
efectos de las diferencias en la nominación se identiican en los modos en que deben ser
entendidas las prácticas del “buen periodista”, esto es la distinción entre un “periodismo serio”
y un “periodismo obsecuente”, entendiendo al primero como aquél que cumple con determinados requisitos: debe ser imparcial, neutral, libre, independiente, impoluto, objetivo, “en
contra del poder”, buscar la verdad y describirla tal cual es, en su esencia. En suma, sobre la
1. Votación que terminó, según el diario seleccionado, con: una “derrota” del oicialismo en el Congreso o una “traición”
de Cobos a su compromiso con “el modelo”.
2. Resolución legislativa caliicada, nuevamente según el diario que se eligiera, como una “ley de Néstor Kirchner” o
una “ley de la democracia”.
200
base de otra noción del sentido común que entiende a los medios de comunicación como
una “ventana a la realidad”, se erige esta otra concepción, del periodismo que debe contar
la verdad en su pura manifestación. En ese encuadre cobran sentido una de las máximas
enunciadas por Jorge Fontevecchia: “Las opiniones son libres pero los hechos son verdaderos” (Peril, 15/01/2011).
Por su parte, y contrariamente a lo anterior, el “periodismo militante” es signiicado como obsecuente, parcial, que sólo dice lo que le conviene (y si no existe lo inventa), dependiente del
Gobierno. Al respecto, y como una de las consecuencias de esta nueva signiicación, se destituye una manera de entender la práctica periodística: aquella distintiva de los años ‘60 y ’70
que bajo la misma nominación (“periodismo militante”) aludía al ejercicio de la investigación
y la relexión crítica sobre la realidad social, cuyo máximo referente fue Rodolfo Walsh.
Es por ello que consideramos fundamental someter a debate estas formas de concebir la
comunicación masiva y, más especíicamente, el trabajo periodístico. En este sentido, quisiéramos dejar sentado que las referencias que hagamos a diferentes artículos periodísticos que
tratan el tema (“prensa militante) serán retomadas no para discutir con los autores de esas
líneas, sino, más bien, para discutir las posiciones que ellos encarnan, y recuperarlas para
iniciar el debate que nos interesa.
¿Por qué McLuhan?
Si bien no estamos haciendo un uso “oicial” o “literal” de las palabras de Marshall McLuhan sobre sus ideas acerca de la relación medios/mensajes, sí nos parecen productivas las palabras
del autor para pensar la especiicidad que adquiere hoy el lazo entre un medio de comunicación especíico, en este caso la prensa escrita, con su público. Creemos que en este punto,
no sólo las características del medio condicionan ese lazo, sino también las particularidades
a las que la misma práctica periodística se ve determinada. Asimismo, y para comprender
su inserción en un sistema del cual no sólo forma parte, sino que es un componente central
en tanto que aporta el sustrato sobre el cual las empresas periodísticas no sólo generan sus
ingresos, sino también, desde un lado quizás un poco más complejo para analizar, deinen las
signiicaciones respecto de la vida práctica y de la política.
Ciertamente, McLuhan preiere analizar los condicionamientos materiales de la producción
de los medios masivos de comunicación antes bien como determinantes técnicos de una era
moderna que hoy, claro está, necesita ser repensada. Con todo, creemos que su apuesta imaginaria por una “aldea global” de integración masiva habilita la interrogación sobre su contra-
Jornadas McLuhan 201
Rosario 2011
cara: esto es, la exclusión de determinados ejercicios en torno a la producción de mensajes y
su modelización simbólica.
Así, quizás en un gesto -que podría ser caliicado de atrevido, osado e incluso “fuera de lugar”quisiéramos reincorporar la dimensión de lo ideológico para relexionar en torno al terreno
que habilita determinados modos de la producción de información. Esto es, cuáles son las
implicancias de determinadas deiniciones sobre aquella práctica llamada profesión periodística; asimismo, cuáles son las condiciones que habilitan a que puedan desarrollarse esas
prácticas especíicas de ese modo particular, y que sean concebidas bajo las formas de la
corrección o incorrección -legítimas o “erróneas”- del ejercicio de la labor periodística.
En este sentido, esperamos se nos perdone esta lectura oblicua. Creemos que nuestra apuesta interesa en tanto se centra sobre un punto medular en el debate: la práctica periodística, y
por supuesto su ejercicio, están inscriptas en un sistema gobernado por la lógica empresarial,
en la que el medio se organiza como una empresa más entre tantas otra ramas de la producción; aunque con un peso especíico y con una lógica propia, con sus intereses particulares,
con un ejercicio de la profesión determinado. En tanto que empresa, aún cuando está regida
por ciertas lógicas propias, veremos que nos permite entender a la información (forma particular de producción de signiicaciones) como una mercancía, es decir, como un producto que
se ofrece en el mercado, un bien intercambiable.
Ahora bien, si el medio es una empresa y el mensaje es aquello con lo que se deienden
unos intereses particulares; interesa también reinstalar la dimensión del conlicto como parte
constitutiva de la estructuración de lo social. Por todo lo dicho, una construcción ideológica
tiene como una de sus funciones fundamentales la de organizar las representaciones materiales (materiales en tanto producen prácticas) con las cuales la vida social se dota de sentido
y se hace inteligible. Creemos que en los planteos que ubican bajo una relación inextricable
forma y contenido, medio y mensaje, es necesaria la restitución en esa máxima mcluhaniana
de las tensiones que organizan esta totalidad.
¿Periodismo vs. Ideología?
Una de las “ideas-fuerza” que hoy circulan acerca del periodismo, y que la fracción de la prensa
que se (auto)ubica en las antípodas del “periodismo militante” retoma y hace parte del sentido común, es la de la independencia respecto de los partidos políticos, del gobierno de turno
o “el poder”, asumiendo así una especie de terreno imparcial, en cuanto a posicionamiento
político, por un lado; pero también, en cuanto a que desde esta supuesta objetividad que
202
tendría (que tener) el periodismo se pudiera hablar desde un no-lugar, desde un espacio neutro o ausente donde las valoraciones estarían puestas en suspenso, ante el (supuesto) peso
especíico o autonomía de los “hechos”.
En este terreno del sentido común, es decir, de lo aceptado como “común” (correcto, cierto,
bueno, coherente, esperable) en un momento histórico determinado, la noción de ideología
aparece como un sinónimo de posición política. Así, el “buen periodista” tampoco debe tener
“ideología”. Esta es la distinción que intenta explicar Fontevecchia:
“Periodismo e ideología son mundos muy distintos. Casualmente, el periodismo aspira a ser lo contrapuesto a la ideología. Como sucede con la relación entre
la ciencia y la religión, para el creyente, ya sea político o místico, `si los hechos no se
adecuan a la teoría -como bien ironizó Hegel-, tanto peor para los hechos´. El periodismo pone frenos a la ideología para que no se convierta en dogma y que cuando
llegue al poder no se absolutice”. (Peril, 08/01/2011)
Entendemos que en este párrafo de modo indirecto se establece un paralelismo entre el periodismo y la ciencia (en cuanto terreno de la verdad, opuesto a los dogmas: el lugar de un saber neutral porque es un saber verdadero). Y, a nuestro entender, es justamente esa posición
discursiva la que muestra por entero su carácter ideológico respecto del periodismo3, al establecer una taxonomía para comprender y organizar el mundo, dotarlo de sentido y hacerlo
inteligible. En este sentido, recurrimos a la distinción trazada por el propio Fontevecchia entre
periodismo (o ciencia…) e ideología para recuperar las implicancias que las palabras del teórico francés Louis Althusser tienen con respecto a la diferenciación que este último establece
entre la ciencia y la ideología, entendiendo a la primera como un sistema de representaciones
y a la segunda como la posibilidad de conocimiento objetivo4:
“No se trata aquí de dar una deinición profunda de la ideología. Basta saber
muy esquemáticamente que una ideología es un sistema (que posee su lógica y su
rigor propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los
casos), dotados de una existencia y de un papel históricos en el seno de una sociedad dada. Sin entrar en el problema de las relaciones de una ciencia con su pasado
(ideológico), podemos decir que la ideología como sistema de representaciones se
distingue de la ciencia en que la función práctico-social es más importante que la
función teórica (o de conocimiento)” (Althusser 2004: 192 y 193).
3. De modo análogo, podríamos decir, el carácter ideológico de aquellos que deinen su lugar como no-ideológico.
4. No queremos decir con “objetivo” verdadero en el sentido de una esencia que la ciencia vendría a develar con su
conocimiento, al estilo de la aletheia, sino más bien a entender que la producción de conocimiento de lo social no
depende de la persona que lo enuncia, sino de un sistema cientíico (aquí estamos haciendo referencia al Materialismo
Histórico) y sus condiciones epistemológicas de producción de conocimiento (el Materialismo Dialéctico).
Jornadas McLuhan 203
Rosario 2011
Es, entonces, sólo desde una posición ideológica que se puede enunciar la ausencia de ideología sobre la posición que uno ocupa. Es decir: a partir de la función práctico-social de la
ideología, con un papel histórico en el seno de una sociedad dada, es que puede organizarse
y hacerse comprensible, con las valoraciones (ideológicas) correspondientes, la vida de ese
todo social estructurado en dominancia, diría Althusser. Identiicamos así que es sólo desde
un posicionamiento ideológico desde donde puede asegurarse como un valor propio del
periodismo su oposición (pretendida, deseada) con respecto a la ideología (o su equivalente
en el terreno de la política, es decir como “a político”).
Algo similar encontramos en los planteos Silvio Waisbord en su artículo “El error de la prensa
militante”:
“Idealmente, el periodismo debe ser escéptico frente al poder y no
ser crítico según el color político o ideológico de quien detente el poder.
Debe mostrar los datos de la realidad porque los gobiernos y partidos tienden a producir y creer en sus realidades. Debe investigar los pliegues del
gobierno porque el poder inevitablemente mantiene lugares oscuros.” (La
Nación, 12/01/11).
Esa referencia al “periodismo ideal” es, a nuestro entender, y por lo dicho con anterioridad,
una construcción ideológica, ya que no sólo asigna roles5 sino también valora esa realidad6
donde esa actividad social (el periodista), una entre tantas, se desarrolla. Ya volveremos sobre
la cuestión del poder y el gobierno, pero quisiéramos dejar planteado que esta forma de
entender la práctica periodística parece emparentar a un sujeto colectivo (el “gobierno”) un
espacio/función social, que no se ocupa sin disputas (el “poder”). Sin embargo, antes creemos
importante detenernos un poco más sobre la cuestión de la ideología. ¿Cuál sería la eicacia
de la diferenciación entre ciencia e ideología? En los planteos de Fontevecchia, ya desarrollados unas líneas más arriba, encontramos las huellas de una disputa ideológica que omite
no sólo su carácter parcial, sino también el objeto por el cual se combate. Al señalar que el
periodismo debe abstenerse de valoraciones, y que su tarea es describir “hechos”, objetiva e
imparcialmente, borra el carácter determinado7 del trabajo periodístico a la vez que diluye
otro problema fundamental: el del lenguaje. Si partimos del supuesto que toda palabra ya
5. “Debe ser escéptico frente al poder…”, “debe mostrar datos de la realidad…”, “debe investigar…” (La Nación,
12/01/11)
6. “Los gobiernos y partidos tienden a producir y creer en sus realidades”, “el poder…mantiene lugares oscuros” (La
Nación, íd).
7. Determinado en un doble sentido: por su carácter de trabajo asalariado, y por su condicionamiento simbólico, en
tanto que producto de las condiciones históricas en las cuales se producen determinados enunciados.
204
está preñada de valoraciones8, no es posible plantear la existencia de un lenguaje neutro que
permita “describir”, en forma neutral, acontecimientos. Allí reside también, a nuestro entender, otro de los puntos débiles de las posiciones encarnadas, en este caso, en la opinión de
Fontevecchia. En este sentido, lo que se expresa en las airmaciones de Fontevecchia (y tantos
otros) es la manera en la que viven lo que debería ser el periodismo hoy, que, a nuestro criterio,
en tanto que práctica social históricamente determinada la labor periodística sólo puede ser
concebida como escindida de sus condiciones de producción bajo una vivencia ideológica. Es
en este sentido que los señalamientos de Althusser se tornan más que productivos:
“En la ideología, los hombres expresan, en efecto, no su relación con sus
condiciones de existencia, sino la manera en que viven su relación con sus condiciones de existencia: lo que supone a la vez una relación real y una relación `vivida´,
`imaginaria´. La ideología es, por lo tanto, la expresión de la relación de los hombres con su `mundo´, es decir, la unidad (sobredeterminada) de su relación real y de
su relación imaginaria con sus condiciones de existencia reales. En la ideología, la
relación real está inevitablemente investida en la relación imaginaria: relación que
expresa más una voluntad (conservadora, conformista, reformista o revolucionaria),
una esperanza o una nostalgia, que la descripción de una realidad” (Althusser op. cit:
193 y 194).
Dado que esta doble relación (real e imaginaria) no tiene que ver con la experiencia de una
especie de “yugo” que deiniría de antemano todas las prácticas y todos los saberes de los
sujetos, sino que, antes bien, es productiva, puesto que permite operar en el mundo social a
partir de las distinciones que habilita, en este caso las que se realizan en torno a la valoración
de la “buena” o “mala” práctica de la profesión periodística, entonces,
“En esta sobredeterminación de lo real por lo imaginario y de lo imaginario
por lo real, la ideología es, en principio, activa, y refuerza o modiica las relaciones de
los hombres con sus condiciones de existencia, en esa misma relación imaginaria”
(Althusser Ibídem).
Desde esta perspectiva, en la que no es posible pensar la existencia de una sociedad sin ideología -porque toda forma de organización social necesita de representaciones que organicen
su vida y sus relaciones- asignar una serie de preceptos (con una determinada carga valorativa) a una práctica especíica es un efecto ideológico. Es decir, en tanto que constituye una manera de vivir las relaciones con sus condiciones materiales de existencia, se organiza la prácti-
8. Véase Voloshinov Valentín, El marxismo y la ilosofía del lenguaje.
Jornadas McLuhan 205
Rosario 2011
ca periodística bajo los imperativos de “Bien”/”Mal”; esta concepción puede rastrearse desde
el título del artículo de Waisbord (“El error de la prensa militante”) o en algunas otras airmaciones del empresario de medios argentino, Fontevecchia (“Los periodistas que trabajan en
los medios grandes piensan que quienes se autotitulan periodistas militantes o comunicadores militantes critican al periodismo profesional por envidia” (Peril, 15/01/11), o “Aunque
subjetividad y sujeto sean inseparables, la búsqueda de la posición más neutral posible es el
imperativo ético del periodista. La política partidaria o militante se apoya en otros principios.
Suponer ambos es el deseo de quienes no aman el periodismo” (Peril, 27/01/2011), donde se
plantea una taxonomía que construye una determinada forma de referir a lo que debe ser y
hacer un “buen” periodista9.
En la clasiicación así construida por lo que sería hacer “buen periodismo” o lo que Fontevecchia llama “periodismo profesional”, identiicamos que está operando de modo implícito, y
como supuesto, una concepción “esencialista” e “inmanentista” con respecto a la vida social.
Doble transparencia, supuesta en primer lugar, con respecto al mundo, que se ofrecería a la
percepción en su esencia, sin opacidades; digamos, los “hechos” al desnudo. Pero también se
incluye en esta forma de “percepción y apreciación” de lo social una segunda transparencia
que es la que se observa con respecto al periodismo, este tiene -en el desplazamiento a un
mandato moral- que describir “lo que las cosas son”, sin tergiversar ni alterar el “real” sentido,
la esencia de las cosas. Porque en eso consiste, desde el sentido común hegemonizado por
estas concepciones, el “error” de la “prensa militante” o su “falta de ética”, a saber: contaminar
“las esencias”, no describirlas en forma imparcial y objetivamente.
La noticia como mercancía
Antes de continuar, nos permitimos hacer un breve rodeo para desarrollar algunas de las
airmaciones que habíamos planteado en la introducción del presente texto, esto es: toda la
serie de acontecimientos que derivaron en este resurgimiento de las contraposiciones sobre
lo que debería ser la práctica periodística. A partir de una ética y una forma especíica de
ejercerla (forma especíica que, al plantearse como la legítima, desvaloriza y desmerece otras
formas posibles) se puso de maniiesto que para las empresas periodísticas (el sustantivo es
“empresa” y el adjetivo “periodística”) “informar” no es el único campo de interés, sino que es
uno más (tal vez el más importante…) entre otros tantos intereses empresariales que modelan el funcionamiento de esas empresas (para citar un ejemplo, mientras se realizaban las
9. Alusiones que critican, de forma explícita o implícita, y producen, por oposición, una noción sobre lo que hace un
“mal” periodista.
206
coberturas mediáticas sobre el tratamiento parlamentario de la resolución 125: se discutió la
implicancia de Clarín y La Nación en dicho tema ya que eran partes integrantes de la feria Expoagro). En tanto que empresas de producción de información, la noticia, como su producto,
puede pensarse en términos de mercancía, donde resultan particularmente productivos los
planteos en que la pensaba el propio Karl Marx.
Para ello recurrimos a los aportes del “Fetichismo de la mercancía y su secreto”, incluido en
El Capital. ¿Por qué? Porque nos habilita a considerar y a analizar a la información como un
“bien de mercado”. En la supericie social, en su proceso de circulación e intercambio, Marx
asegura que la mercancía borra las huellas de su recorrido desde mera materialidad sensible
hasta su nacimiento como material “extrasensible”: el valor que adquiere en el mercado está
determinado por ser producto del trabajo humano. Nadie desconoce esto, airmaba Marx,
pero lo que no pueden descubrir, lo que se les escapaba a los economistas clásicos, era el secreto de la mercancía, de la forma mercancía. Ese secreto era, pudo ver Marx, su forma misma;
es decir, su forma mistiicada (Marx 1867). La necesidad de la apariencia era lo que otros no
pudieron ver; aquí señalamos nosotros la homología con la información: ya todos sabemos
que es siempre un sujeto (que escribe, que habla, que enfoca) el que determina “el ángulo de
la información”, para utilizar una expresión cara a los periodistas experimentados. El secreto
está en su forma: la necesaria apariencia de objetividad que debe revestir toda información
periodística, si quiere ser tomada “en serio”. Aún cuando “la objetividad no existe”, seguimos
“informándonos”.
Así, nos remitiremos al ilósofo esloveno Slavoj Zizek, quien planteó esta misma pregunta
pero acerca de la crítica ideológica: si, a partir de la famosa frase de Marx “Ellos no lo saben,
pero lo hacen”, hoy ya “lo sabemos”, ¿esto quiere decir que es el in de la(s) ideología(s)?
Para explicar esta tensión (entre saber y hacer) Zizek retoma a Peter Sloterdijk y su concepto
de cinismo: a pesar de que conocemos la ilusión, la apariencia, nos empeñamos en sostener
la máscara. Así, dice, todo elemento se protege de antemano a su crítica ideológica, teniéndola en cuenta desde el principio. Y reformula la frase de Marx: “Lo saben, y aún así lo hacen”. Sin
embargo el esloveno se resiste a abandonar la práctica de la crítica ideológica, porque sostiene que esta forma cínica pasa por alto una cuestión fundamental: la cuestión de la objetividad de la creencia. O para decirlo en términos althusserianos: la materialidad de la ideología,
que se maniiesta en actos materiales insertos en prácticas materiales, de carácter objetivo. Y
por ello resalta que la ilusión, la máscara, la pantalla no está del lado del saber, sino antes bien
del lado del hacer: los hombres son fetichistas en la práctica, no en el conocimiento (Zizek
2003). En la práctica (en el intercambio diría Marx) los hombres actúan como si no supieran
-que al equiparar mercancías en el mercado lo que hacen es equiparar sus trabajos humanos
abstractos, que el rey es rey porque hay quienes adoptan la posición de súbditos y lo obedecen y no porque sea una gracia divina. En nuestro caso, se airmaría que la información es
objetiva porque “releja” y describe la realidad.
Jornadas McLuhan 207
Rosario 2011
En este sentido, resulta importante intentar una práctica de la “crítica informativa” (utilizamos
esta expresión para resaltar la similitud de los procesos) ya que desplegar aquellas caracterizaciones entre la verdad o la falsedad de la información es no ver el “secreto de la forma”:
“… en tanto producción social de signiicación(es), terreno y herramienta de
la lucha ideológica, no puede pensarse en esos términos, porque sería entrar en un
ámbito lateral y relativamente insensible a lo que postulo como objeto de las ciencias de la Comunicación. Es, más bien, pensar sobre la necesidad de que ese elemento del campo de las signiicaciones sociales adquiera esa forma” (Ackerman 2009).
Podemos observar una construcción ideológica de una práctica especíica, organizada a partir de representaciones dotadas de un papel histórico y determinadas por las condiciones
materiales de existencia de un período histórico especíico. No desconocemos que a partir
del conocimiento de esta forma de operación estructurante de lo social no se desvanecerá la
manera en la que opera, ni las instituciones o sujetos inscritos en ella. Como decía el propio
Marx, y retoma Althusser, el inteligir los porqués de los procesos que se dan en la supericie
social, y tratar de pensar acerca de cuáles son las condiciones (históricas e ideológicas) de
posibilidad de esas formas especíicas de lo social.
La militancia del “periodista profesional”
En la perseverancia e insistencia en deinir la práctica periodística como una “profesión”, dijimos, opera un doble borramiento: por un lado, el del carácter ideológico de dicha concepción y, por otro, el ocultamiento de un interés económico particular: el valor de la mercancía
noticia en la empresa periodística de que se trate. En un mismo movimiento, entonces, se
desplaza el carácter conlictivo de lo social a sólo una de las partes en pugna: el periodista
“militante”.
En tal sentido, nos resultan productivas las relexiones que Antonio Gramsci realizara en torno
a la igura del intelectual; más especíicamente su concepción del intelectual orgánico:
“Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencia
en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno
o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia
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función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político”
(Gramsci 2000: 9)
Así, podríamos airmar que en toda formación social, cada grupo social nucleado en torno a
un interés particular (producto del lugar que ocupa en la estructura productiva, aunque, agregamos, no sólo) tiene como correlato la emergencia de una igura cuya función se reiere a la
homogeneización en el terreno de la cultura, en los modos de construir y hacer inteligibles las
signiicaciones sobre la vida cotidiana. De modo sintético, este proceso de homogeneización
de las representaciones y valores sobre la vida práctica, producto de la tensión entre disputas
y consensos, permite la construcción de “acuerdos” sobre cómo concebir el mundo y las prácticas sociales. Es decir, una concepción hegemónica en torno a la vida social.
Es claro que al intentar deinir, tal como hemos visto, la actividad periodística como una “profesión” lo que se pone en juego es una escisión del intelectual con respecto a las condiciones
materiales de existencia que permiten su emergencia. Así concebido, el “periodista profesional” pertenecería a una elite que no debiera estar “viciado” de intereses particulares (económicos, políticos o ideológicos). Pero de modo análogo a la dimensión constitutiva que Althusser
le asigna a la ideología, podría entenderse en los planteos de Gramsci sobre la dimensión
“orgánica” a un grupo social que tiene el intelectual. Esta “organicidad” podemos entenderla
como cierta forma de militancia, de determinados intereses particulares. Bajo esta forma, no
sería posible pensar la dimensión profesional por fuera de la práctica política.
En este sentido, Gramsci señala que
“…los intelectuales ‘orgánicos’ que cada nueva clase crea junto a ella y forma en su desarrollo progresivo son en general ‘especializaciones’ de aspectos parciales de la actividad primitiva del tipo social nuevo que la nueva clase ha dado a luz”
(Gramsci 2000:10)
Comienza a hacerse visible entonces que oponer “periodismo profesional” a “periodismo militante” resulta productivo sólo bajo la disputa ideológica que modela tanto su forma como
su contenido. Esto es, lograr atribuir aquellas características consideradas “indeseables” en un
profesional de la información al “enemigo” político. Operación hegemónica por excelencia
que se nutre de valoraciones históricamente construidas para designar al contendiente como
aquél que rompe “las reglas”, en este caso de la profesión la periodística:
“Se justiica presentar la información sesgada para conirmar las certezas
militantes y regocijar a los funcionarios aliados. El pensamiento crítico del periodismo es reemplazado por el acatamiento del militante” (La Nación, 12/01/2011)
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Hegemonización del sentido en torno a la producción de la información entendiéndola bajo
las coordenadas de la “neutralidad”, “objetividad”, “libertad” e “independencia” o como diría
Waisbord en su nota:
“La diferencia es informar sobre la base del compromiso con principios democráticos -igualdad de derechos, tolerancia a la diversidad, transparencia en el uso
de recursos públicos, participación amplia- o la adhesión a gobiernos de turno y plataformas partidarias” (La Nación, ídem)
Es decir, diluyendo la conlictividad que le dio origen a la deinición de dicha práctica se opera
una distinción entre, en este caso, prácticas profesionales “democráticas” de aquellas que son,
por oposición, “militantes”.
Por todo lo dicho, cabe preguntarse entonces ¿a qué interés particular podría responder la
profesionalidad del “buen periodista”? Encontramos, en primer lugar, aquellas deiniciones
políticas ligadas a la empresa mediática bajo la cual inscribe su producción intelectual: es
decir, a la fracción social de la base material de la cual ese producto informativo es parte. En
segundo lugar, vinculadas a aquellos intereses económicos de los que cada empresa periodística es parte o participa.
Comencemos por este último, la cuestión del inanciamiento de las prácticas militantes. Encontramos por un lado, que desde aquellos sectores que se (auto)presentan bajo la modalidad de la “neutralidad informativa” cuestionan y critican el inanciamiento del “periodismo
militante” por ser “dependiente” de los recursos de los partidos políticos o gobiernos que
como contrapartida exigen “subordinación” y “deformación” de los acontecimientos. Así, en
nuestro país algunos periódicos recurren a la fórmula “medios oiciales” para dar cuenta de
empresas periodísticas “aines al Gobierno”10. Este tema, sin duda, nos excede; sin embargo,
nos permite plantear la pregunta en torno a cuáles son las formas de inanciamiento de las
autodenominadas “empresas periodísticas serias” y cómo inluye su inserción en los distintos
rubros de la economía al momento de informar (como dijimos, por ejemplo, con la exposición
rural Expoagro11).
10. Es así como el empresario Szpolski, y el conjunto de medios a su cargo, son caliicados como “ultrakirchneristas”adjetivo que pareciera bastar para dar cuenta de su “opacidad” informativa- al especular que cuentan con un mayor
desembolso de los recursos del Estado vía mayores porcentajes de la pauta publicitaria oicial (Clarín, 15/01/2010).
11. Ver “Los medios de comunicación que reúne Expoagro” (DsD, 24/02/2009), “Clarín y La Nación, socios en la
organización de Expoagro, coinciden en destinar su respectiva foto central a la muestra agraria, que se desarrolla
en la localidad bonaerense de Baradero” o “Ningún otro matutino publica información sobre la inauguración de
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El análisis en torno a la dimensión política de la práctica militante del “periodismo serio” se
torna aún más complejo. En primer lugar, debido a que la posición ideológica desde la cual
se proieren determinadas airmaciones no es un lugar puro, previamente constituido a la
instancia de enunciación; segundo, y como derivado de esto último, su deconstrucción necesariamente implica reconstruir la red de relaciones en las cuales se inscribe dicha producción.
De todos modos, y aún a riesgo de caer en una lectura simplista, podríamos ubicar en este nivel de intervención en las que se presentan como generales intereses de un sector particular
de la sociedad. Podemos mencionar como ejemplo de esto último, una editorial de La Nación
que en su referencia al proyecto de ley sobre la participación en las ganancias por parte de los
trabajadores caliica “otra puñalada al sector privado” (La Nación, 14/04/2011).
Por último, y como caso extraordinario sobra las formas que asume la militancia en el “buen
periodismo” haremos una breve referencia al Caso Noble- Herrera. En este tema, encontramos
aquello que desde los artículos mencionados constituye la deinición misma del “buen periodismo” y la expresión, por su opuesto, de la militancia periodística, esto es “la credibilidad del
periodismo”, entendiendo que “radica en cultivar espacios de autonomía para informar algo
que alguien con poder no quiere que se sepa”. En este sentido, encontramos que la confrontación con todo el Banco Genético de Datos de las muestras de ADN que serían extraídas a
los hijos adoptivos de la dueña del diario Clarín, Ernestina Herrera de Noble, no fue acontecimiento noticioso para el mencionado diario el día de la conirmación (17 de junio de 2011).
En este sentido, nos parece que vale la pena volver a mencionar la cuestión del lugar de
enunciación, tema no menor en estas cuestiones, ya que, a nuestro entender, asumir el lugar
de producción informativa como un lugar ideológico (en el sentido en que lo venimos trabajando) implica consecuencias diferentes al de (auto)posicionarse en un terreno de neutralidad axiológica, ya que en este último esa supuesta neutralidad se convierte -en casos como el
mencionado- en un ocultamiento de esos hechos que dicen simplemente “relejar”.
Efectos del borramiento de la conlictividad social
Las pujas por deinir qué debería entenderse por periodismo no se realizan sólo en ese terreno. Encontramos operaciones nominativas similares en el terreno de la producción de conocimiento cientíico, donde bajo una apelación a la “imparcialidad” del cientista se construye
Expoagro. Sólo lo hacen Clarín y La Nación…” (DsD, 04/03/2010) o bien “Ambos diarios, socios en Expoagro, ensalzan
en tapa esa muestra”(DsD, 03/03/2011).
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un no lugar de neutralidad axiológica. Ahora, si bien en ambos casos, las nociones de “objetividad” y “neutralidad” se articulan para presentar como posible alguna práctica que se ubique por fuera del entramado ideológico que habilita su inteligibilidad; no queremos, desde
ningún punto de vista, equivaler la tarea del cientíico a la del periodista12. En primer lugar,
porque sus prácticas responden a lógicas distintas; segundo, porque, por lo anteriormente
mencionado, el hacer, tanto de una profesión como de la otra, está fundado en base a presupuestos diferentes; pero cuyas tensiones, sin embargo, son, hasta un cierto punto, tributarias
de la dimensión conlictiva de lo social13.
Finalmente, la dimensión de neutralidad supuesta en el “buen periodismo” es, como ya dijimos, una construcción histórico-ideológica que organiza el sentido común y tiene como uno
de sus efectos inmediatos la obturación de otro nivel de conlictividad de la práctica periodística, esta es: la producción social de signiicaciones, a través de la cual se organiza y se dota de
sentido a lo social. En este punto, la práctica periodística posee una particularidad especíica:
en su quehacer se borran las propias huellas de esa producción. Así, ubicándose en ese espacio límbico en donde las jerarquías, taxonomías y clasiicaciones cuentan hacia afuera pero
jamás hacia el interior del campo periodístico (del que, claro está, para estas deiniciones está
excluido el periodismo militante), queda diluida la disputa en torno a la deinición legítima de
lo que es la realidad; o, mejor dicho, de su signiicación.
En este sentido, y tal como hiciéramos mención en trabajos anteriores (ver Ackerman y Morel
2010), entendemos que los medios y el mensaje producido por los periodistas constituyen
una de las tantas otras formas en que se expresa la materialidad de lo ideológico. Al respecto,
la profundización de la disputa en torno a la construcción de las signiicaciones hegemónicas
que permiten en este caso deinir cuáles son las tareas del periodismo profesional implica, en
última instancia el combate en torno a los marcos de interpretación y deinición sobre cómo
signiicar los hechos sociales, la vida práctica; en suma, lo que conocemos como “la realidad”.
12. Sin duda, cuando Fontevecchia alude a la diferenciación entre ideología y periodismo, cae en un error ya que una
es condición de posibilidad de cualquier otra práctica social.
13. Encontramos un problema similar en aquellas formulaciones políticas que se autoconciben como “no-políticas”:
nuevamente, obturando su comprensión como instancia de disputa, debate, tensión y lucha se preiere resaltar los
supuestos “beneicios” del consenso, el diálogo y la negociación; es decir, que se supone el terreno social como no
signado por el cruce de intereses; y por ello mismo, cualquier tensión sería posible de ser resuelta si es posible deinir
acuerdos creados en función de un, en teoría, “bien común”.
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Bibliografía
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Marx, K. (1867) “El fetichismo de la mercancía” en: El Capital tomo I, ediciones varias.
Zizek S (2003), El sublime objeto de la ideología, Buenos Aires: Siglo XXI.
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14/04/2011:“Una puñalada al sector privado” (Editorial); disponible en: http://www.
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15/01/2011: “¿El partido de los periodistas?” (Fontevecchia Jorge); disponible en: http://
www.peril.com/contenidos/2011/01/15/noticia_0041.html
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