Academia.edu no longer supports Internet Explorer.
To browse Academia.edu and the wider internet faster and more securely, please take a few seconds to upgrade your browser.
…
4 pages
1 file
La obra de Durkheim, La División del trabajo parte de la siguiente interrogante ¿Cómo llegar al consenso social para la colaboración? y del supuesto de que la fuente de vida social es doble y las clasifica de la siguiente manera. Solidaridad mecánica Solidaridad orgánica Similitud de las conciencias División del trabajo Sociedades primitivas Sociedades actuales Pequeñas e indiferenciadas Grandes, complejas y multifacéticas Prácticas uniformes Interdependencia de los individuos Leyes represivas Leyes restitutivas
La fuente de la vida social es, según Durkheim, la similitud de las consciencias y la división del trabajo. La primera es más evidente entre las sociedades primitivas, en las que la «solidaridad mecánica», puesta de manifiesto por la ley represiva, prevalece. La segunda es propia de las sociedades avanzadas, en las que se manifiesta una mayor «densidad dinámica» y en las que las reglas jurídicas definen la naturaleza y las relaciones de las funciones. Al combatir el individualismo y basar la existencia de las sociedades sobre el «consenso de las partes», Durkheim refuta su énfasis positivista que niega la relevancia de los fines en el estudio científico de la sociedad. En su discusión de los fines sociales hay una tendencia antimecanicista latente. La teoría del desarrollo unilineal está basada sobre datos etnográficos deficientes. Asume la ausencia de división del trabajo entre las sociedades primitivas, así como la de la «solidaridad mecánica» entre las sociedades modernas. Las leyes represivas y restitutivas se usan como índices de la solidaridad mecánica y orgánica, pero Durkheim no establece con ninguna precisión las perfectas relaciones que él da por sentadas entre sus tipos de solidaridad y de leyes.
Aunque la división del trabajo no sea cosa que date de ayer, sin embargo, solamente a finales del siglo último es cuando las sociedades han comenzado a tener conciencia de esta ley, cuyos efectos sentían casi sin darse cuenta. Sin duda que en la antigüedad muchos pensadores se apercibieron de su importancia; pero Adam Smith es el primero que ha ensayado hacer la teoría. Es él, además, quien creó este nombre que la ciencia social proporcionó más tarde a la Biología.
Algunas observaciones sobre las agrupaciones profesionales. Al editar de nuevo esta obra nos hemos prohibido modificar su primera economía. Un libro tiene una individualidad que debe conservar. Es conveniente dejarle la fisonomía bajo la cual se ha dado a conocer (1). Pero existe una idea que ha permanecido en la penumbra desde la primera edición y que nos parece útil desenvolver y determinar más, pues aclarará ciertas partes del presente trabajo e incluso de aquellos que después hemos publicado (2). Se trata del papel que las agrupaciones profesionales están destinadas a llenar en la organización social de los pueblos contemporáneos. Si en un principio nos habíamos limitado a aludir al problema sin tratarlo a fondo (3), es porque contábamos volver a abordarlo y dedicarle un estudio especial. Como han sobrevenido otras ocupaciones que nos han desviado de este proyecto, y como no vemos cuándo nos será posible continuarle, queríamos aprovecharnos de esta segunda edición para mostrar hasta qué punto esa cuestión se liga a la materia tratada en la obra que sigue, para indicar en qué términos se plantea, y, sobre todo, para procurar alejar las razones que impiden todavía a muchos espíritus comprender bien su urgencia y su alcance. Tal será el objeto del nuevo prefacio. I Varias veces insistimos en el curso de este libro sobre el estado de falta de regulación (anomia) jurídica y moral en que se encuentra actualmente la vida económica (4). En este orden de funciones, en efecto, la moral profesional no existe verdaderamente sino en estado rudimentario. Hay una moral profesional del abogado y del magistrado, del soldado y del profesor, del médico y del sacerdote, etc. Pero si se intenta fijar en un lenguaje un poco definido las ideas reinantes sobre lo que deben ser las relaciones del patrono con el empleado, del obrero con el jefe de empresa, de los industriales en competencia unos con otros o con el público, ¡qué fórmulas más vagas se obtendrían! Algunas generalidades sin precisión sobre la fidelidad y abnegación que los asalariados de todas clases deben hacia aquellos que los emplean, sobre la moderación con que estos últimos deben usar de su preponderancia económica, una cierta reprobación por toda concurrencia muy manifiestamente desleal, por toda explotación excesiva del consumidor; he aquí, sobre poco más o menos, todo lo que contiene la conciencia moral de esas profesiones. Además, la mayor parte de esas prescripciones están desprovistas de todo carácter jurídico; sólo la opinión las sanciona y no la ley, y sabido es hasta qué punto la opinión se muestra indulgente por la manera como se cumplen esas vagas obligaciones. Los actos más censurables son con tanta frecuencia absueltos por el éxito, que el limite entre lo que está permitido y lo que está prohibido, de lo que es justo y de lo que no lo es, no tiene nada de fijo, sino que casi parece poder variarse arbitrariamente por los individuos. Una moral tan imprecisa y tan inconsistente no debería constituir una disciplina. Resulta de ello que toda esta esfera de la vida colectiva está, en gran parte, sustraída a la acción moderadora de la regla. A este estado de anomia deben atribuirse, como luego mostraremos, los conflictos que renacen sin cesar y los desórdenes de todas clases cuyo triste espectáculo nos da el mundo económico. Pues como nada contiene a las fuerzas en presencia y no se les asignan límites que estén obligados a respetar, tienden a desenvolverse sin limitación y vienen a chocar unas con otras para rechazarse y reducirse mutuamente. Sin duda que las de mayor intensidad llegan a aplastar a las más débiles, o a subordinarlas. Pero, aun cuando el vencido pueda resignarse durante algún tiempo a una subordinación que está obligado a sufrir, no consiente en ella y, por tanto, no puede constituir un equilibrio estable (5). Las treguas impuestas por la violencia siempre son provisorias y no pacifican a los espíritus. Las pasiones humanas no se contienen sino ante un poder moral que respeten. Si falta toda autoridad de este género, la ley del más fuerte es la que reina y, latente o agudo, el estado de guerra se hace necesariamente crónico. Que una tal anarquía constituye un fenómeno morboso es de toda evidencia, puesto que va contra el fin mismo de toda sociedad, que es el de suprimir, o cuando menos moderar, la guerra entre los hombres, subordinando la ley física del más fuerte a una ley más elevada. En vano, para justificar este estado de irreglamentación, se hace valer que favorece la expansión de la libertad individual. Nada más falso que este antagonismo que con mucha frecuencia se ha querido establecer entre la autoridad de la regla y la libertad del individuo. Por el contrario, la libertad (nos referimos a la libertad justa, a la que tiene la sociedad el deber de hacer respetar) es ella misma el producto de una reglamentación. Mi libertad llega sólo al límite pasado el cual puede otro aprovechar la superioridad física, económica o de otra clase, de que dispone para someter mi libertad, y únicamente a la regla social es posible poner un obstáculo a estos abusos de poder. Ahora es cuando sabemos qué complicada reglamentación es necesaria para asegurar a los individuos la independencia económica, sin la cual su libertad no es más que nominal.
Collectivus, Revista de Ciencias Sociales, 2016
La adquisición de una segunda lengua es un fenómeno que se presenta en un contexto social determinado, en el que las relaciones sociales entre sus miembros desempeñan una labor importante. Emile Durkheim, en su texto, La división del trabajo social (1893) pone de manifiesto dos términos: Solidaridad Mecánica y Solidaridad Orgánica, los cuales serán un eje fundamental en el desarrollo del presente artículo. Este trabajo, también se apoya en las perspectivas de Bourdieu y Vigotsky. Los conceptos de Transdisciplinariedad y Capital cultural, junto a experiencias en el aula, serán elementos que permitirán establecer reflexiones sobre la relación entre la adquisición de una segunda lengua y las nociones sociológicas de Emile Durkheim mencionadas anteriormente, para lo cual se recurrió a una exhaustiva revisión teórica y se contrastaron diferentes posiciones, de tal manera que se le otorgue a los lectores elementos que les permitan adoptar una posición propia.
Émile Durkheim. LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL, 2007
En 1858, en Lorena, nace Emilio Durkheim en el seno de una familia de rabinos. En 1893 defiende su tesis doctoral, De la División du Travail Social, a la que acompaña de una tesis secundaria, redactada en latín, tal como pedían las costumbres académicas de la época, sobre la contribución de Montesquieu a la ciencia social (Quid Secundatus politicae scientae instituendae contule rit). Entre esas dos fechas, Durkheim consiguió terminar brillantemente sus estudios secundarios, ingresar (con bastante menos brillantez) en la Ecole Nórmale Superieur (1879), viajar por Alemania y estudiar con Wundt (1885-86), ser nombrado profesor de Pedagogía y Ciencia Social en la Facultad de Letras de la Universidad de Burdeos y profesar así por primera vez en la Universidad francesa cursos de sociología (1887). Sucinto recordatorio de fechas y experiencias que, ciertamente, puede iluminarse con detalles menos banales. Así, puede evocarse al joven provinciano instalado en París para preparar el concurso de ingreso en la Ecole Nórmale que tiene como compañero de pensión a Jean Jaurés, otro provinciano que también sigue idénticos estudios, con quien habla largo y tendido sobre política: ni el uno es todavía socialista, ni el otro sociólogo, pero ambos coinciden en el apasionamiento con que observan lo que ocurre a su alrededor. También, al flamante alumno de la Ecole Nórmale que se interesa por las enseñanzas de Fustel de Coulanges y Boutroux y se aburre soberanamente con las disquisiciones abstractas que suministran la mayor parte de los profesores. O al recién licenciado que recorre Alemania estudiando, al tiempo, la organización universitaria y la orientación que Wundt imprime al análisis de la vida moral en las sociedades humanas. En fin, al joven profesor que tiene como colegas a Hamelin y, sobre todo, a Espinas, introductor (y crítico) en Francia de Spencer y autor de un estudio sobre Les Societés Animales (1887) que suscitó notable alboroto en los medios académicos. Todo ello puede, sin duda, suministrar enseñanzas sobre el discurso dukheimiano y ayudar a reflexionar sobre el origen de ésta o aquella preposiciones suyas. Sólo que se deja así de lado aquello que, a mi juicio, está en la génesis misma de un proyecto de llegar a ser sociólogo o, más exactamente, aquello sin lo que Durkheim se nos escurre entre los dedos. Me refiero, concretamente, a sus relaciones con los problemas sociales de la época. Es preciso comenzar afirmando que Durkheim nunca concibió el trabajo del sociólogo como algo que podía ser indiferente a las situaciones concretas en que el científico se encontraba inmerso. En la División del Trabajo Social escribe: «por el hecho de que nos propongamos estudiar ante todo la realidad, no se deduce que renunciemos a mejorarla: estimaríamos que nuestras investigaciones no merecerían la pena si no hubieran de tener más que un interés especulativo» (pág. 41 de esta edición, por lo que se efectuarán todas las citas); en Les Regles de la Methode Sociólogique es igualmente terminante: «¿Qué razón puede haber para conocer la realidad si ese conocimiento no nos sirve para la vida?» Pero ocurre que la muerte le sorprendió (1917) redactando una Moróle en la que, según el testimonio de Marcel Mauss, los problemas referentes a la política en general y al Estado en concreto ocupaban una buena parte; que unos meses antes de morir había vuelto a repetir (las ocasiones anteriores fueron en 1904 y 1912) las Lezons de Sociologie profesadas ya en Burdeos entre 1890 y 1900; que, en fin, textos menores » de los publicados en los últimos años tienen como objeto temas tales como nacionalismo e internacionalismo, función política de los intelectuales, democracia, lucha de clases. Es decir, desde su primer libro hasta sus últimos escritos hay una continuidad con respecto al interés por las cuestiones conflictivas de la época. Si tal ocurre, ¿donde encontrar otra base a las afirmaciones de Parsons (a saber: tras Le Suicide (1897), Durkheim dejó de lado ese tipo de problemas) que en el desinterés (y éste si que parece mas verosímil) del intérprete con respecto a tales asuntos?
2013
Indagar la relación entre dos conceptos tan próximos en su constitución y divergentes en su progresión, invita a reconstruir una serie de peculiaridades que pueden oficiar como mínimo contexto a la problemática que estas líneas plantean. La primera aproximación alude a la copresencia-ignorada hasta hace relativamente poco tiempo-de los dos conceptos en la prosa de un mismo autor: Emmanuel-Joseph Sieyès. Como neologismos de alcance incierto, y acuñados en un contexto cuyas convulsionadas circunstancias requerían, tal vez, la premura de empresas políticas más inmediatas, el aporte fugaz del pensador del tercer estado quedó encapsulado en la multiplicidad y riqueza de sus manuscritos. Como sabemos, fue necesario esperar simultáneamente a otros dos referentes, para que las nociones adquiriesen un estatus conceptual más o menos definido, y comenzasen a abrirse paso en el titubeante camino-al decir galo-de las sciences de l'homme. Auguste Comte hará visible una creación conceptual que sellará su trascendencia en el linaje de la disciplina: la palabra sociologie. Pierre Leroux pondrá su rúbrica-con menor acuerdo entre los historiadores-para la otra: socialisme. 1 ¿Podemos hallar un vínculo entre ambos, más allá de su condición de coterráneos? Efectivamente, la huella de Saint-Simon enlaza a estos dos autores. Comte como secretario y asistente, tuvo un vínculo directo y formativo con aquél. Leroux como una de las caras visibles del saintsimonismo agrupado en torno al periódico Le Globe-del cual fue uno de sus fundadores-lo reconoció como indiscutido «maître». La larga estela que nos conduce a Émile Durkheim está repleta de acontecimientos históricos y nombres propios, que es 1 Las posiciones historiográficas son divergentes. Mientras algunos sostienen que la palabra socialismo, tiene un origen inglés (la tradición de Owen y seguidores) fechada en 1827, otros sostienen que aparición anglosajona, en realidad, refleja una realidad francesa que se alojaría en el accionar, reflexión y posicionamiento de los herederos de Saint-Simon. En este caso, Leroux sería el creador.
Journal of Applied Biology & Biotechnology
Language and Health, 2023
ISR Publishing Group, 2023
XIX JORNADAS NACIONALES y VIII INTERNACIONALES de ENSEÑANZA DE LA HISTORIA, 2024
IJCSIS Vol 17 No. 3, 2019
Psychology and Education: A Multidisciplinary Journal, 2024
Palaver, 13, n. 1, 2024
Lower Tanana Dene Dictionary, 2024
Archiv des Völkerrechts, 2013
Resources Conservation and Recycling, 2009
Revista de Ciências Agrárias, 2010
Fontes Linguae Vasconum Studia Et Documenta, 2001
Health SA Gesondheid, 2019
Journal of Immunological Methods, 1991
Journal of Molecular Evolution, 2022
RSC Advances, 2019
Aktuelle Dermatologie, 2017
Ain Shams Engineering Journal, 2018