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EL DISCURSO DE LLOYD GEORGE

"...la contestación de Lloyd George a la carta de lord Lansdowne y a los partidarios de un pacto de paz, ha sido un nuevo grito de guerra. El primer ministro pide más hombres, nuevos ejércitos, más barcos, más perseverancia, todos los elementos indispensables para seguir luchando. Si las insinuaciones de los pacifistas indicaban desfallecimiento, he aquí el antídoto: se exigen del país nuevos sacrificios para reconfortarle"

CRÓNICA EXTRANJERA EL DISCURSO DE LLOYD GEORGE El discurso pronunciado el viernes último por Mr. Lloyd George, con ocasión de un banquete ofrecido a los jefes del servicio de aeronáutica, era esperado con ansiedad. Se sabía que el primer ministro inglés deseaba contestar a la famosa carta de lord Lansdowne y que aprovecharía al efecto la primera ocasión que se le presentara. El banquete de referencia requería un discurso; para el discurso de Mr. Lloyd George había, un tema obligado; el tema era las insinuaciones de paz de Lord Lansdowne. Sabido es que la carta escrita por éste el 29 de noviembre, la cual carta ha provocado en todo el mundo comentarios apasionados y ha favorecido en cierto modo, la campaña pacifista, daba a entender, o al menos lo entendieron muchos, que se podía y se debía buscar una paz de conciliación, es decir, se buscaría, según la expresión usado por Mr. Lloyd George, el término medio entre la victoria y la derrota. En todas partes hay partidarios de este sistema de arreglo, que no es una solución, sino una tregua. No se resuelve el conflicto mundial mis formidable que registra la historia, con un remiendo ó pasteleo vulgar paro ir tirando. Ante de la guerra, esto habría sido posible y conveniente; pero, estallado el conflicto, puestos en juego intereses de todo el mundo, sacrificadas millones de vidas humanas y pérdidas incalculables riquezas, no hay término medio viable, no es admisible la interinidad de los arreglos temporales; porque a la guerra ha de seguir la liquidación y ésta ha de hacerse sobre documentos definitivos. Ahora, bajo la impresión de la enorme sangría, a muchos parece aceptable cualquier remedio que lograra contenerla; pero suspendidas las hostilidades, encalmada la fiebre del combate, más serenos los ánimos y más visibles los efectos espantosos de una locura de cuarenta y dos meses, los pueblos que se han desangrado pedirán cuentas – como de todos modos han de pedirlas cuando llegue el caso – y no se podría contestarles diciendo: “Esperad, que no hemos terminado; estamos como el primer día. Hay que repetir” Y esto no puede ser; el desastre que estamos presenciando no puede repetirse. Se aceptaran o no se aceptaran las consecuencias, que prometen traer complicaciones sociales infinitas; pero precisamente para prevenir esas complicaciones, hay que llegar al fin que puede ser la victoria salvadora o la adversidad absoluta Una paz de conciliación en estos momentos sería una paz alemana. Los aliados creen poder resistir dos años todavía, y aunque no lo creyeran, siempre estaría puesta en la resistencia su esperanza. No ganar la guerra es perderla para Inglaterra y Francia; para perderla no es tiempo aún, pues que no agotaron sus recursos. “Dejemos que la guerra la gané el tiempo” – han dicho los hombres de la Entente – “El tiempo para Alemania es su peor enemigo” Así Mr. Lloyd George ha procurado borrar el mal efecto de la carta de lord Lansdowne diciendo que se interpretó mal y que, en el fondo, está de acuerdo con lo dicho por el presidente Wilson. Por supuesto que las intenciones de lord Lansdowne, que Lloud George George ha puesto en claro a fuerza de sutilizar en ellas, no responden perfectamente a la carta de la famosa carta y, sobre todo, como dice Le Temps, en política no son las intenciones lo que importa, sino los resultados. Los resultados de la carta de lord Lansdowne fueron que se alentó, dentro de los pueblos de la Entente, una campaña equivoca y peligrosa que puede sumarse a la llamada de los derrotistas. Mr. Lloyd George ha tenido que mostrarse más enérgico que nunca, dando nuevo testimonio de la voluntad de vencer que anima a Inglaterra. “No está en peligro” – ha dicho – “en los pacifistas de la extrema izquierda; antes debe ponerse la nación en guardia contra el hombre que busca un término medio entre la victoria y la derrota. Ese término medio no existe. Hay gentes que desearían ver terminada la guerra merced a lo que llaman un pacto de paz, estableciendo una liga de naciones con artículos que estipularan el arbitraje, el desarme y el compromiso solemne de todas las naciones contratantes de observar dicho pacto, o más todavía, de ayudar a que se impusiera su observancia a todas aquellas potencias que intentaran violarlo. Sin la victoria, ese pacto no sería más que una comedia”. Todo el discurso del primer ministro inglés tiende a desbaratar los bellos sueños de los ilusos que vieron en la carta de lord Lansdowne una puerta falsa por donde pudiera escamotearse la sangrienta y terrible realidad de la guerra. Esta espantosa realidad no puede ocultarse a nadie y a todo el mundo debe servirle de dolorosísima enseñanza. Pensar en arreglos temporales y pactos efímeros es desconocer su magnitud y trascendencia, es como si se quisiera tapar el cráter de un volcán en erupción con una cobertera. Conturba el ánimo pensar que contra esta guerra monstruosa no hay más remedio que la guerra misma, pero es así. En ella han empeñado las naciones su honor y su existencia, se ha ido muy lejos, y es imposible retroceder. Si se prolonga por tiempo indefinido, quizás intervendría directamente el pueblo, como acontece en Rusia, para imponer la paz de mala manera, y eso que haría el pueblo no pueden hacerlo los gobiernos bajo su responsabilidad y sabiendo que con ello se iría tal vez más pronto a la revolución. Los gobiernos van arrastrados por los acontecimientos adonde les lleve la corriente y no tienen más que una palabra, resumen de toda su política: resistir, resistir hasta el fin. De este modo la contestación de Lloyd George a la carta de lord Lansdowne y a los partidarios de un pacto de paz, ha sido un nuevo grito de guerra. El primer ministro pide más hombres, nuevos ejércitos, más barcos, más perseverancia, todos los elementos indispensables para seguir luchando. Si las insinuaciones de los pacifistas indicaban desfallecimiento, he aquí el antídoto: se exigen del país nuevos sacrificios para reconfortarle. Afortunadamente para Inglaterra, su situación es muy distinta de la muy precaria y triste de la que se encuentran algunas de sus aliadas. Tiene todavía grandes reservas humanas, es fuerte y rica, y sabe muy bien Lloyd George que al demandar a la nación un nuevo esfuerzo, no pide imposibles – JOE – La Vanguardia, jueves 20 de diciembre de 1917, sección “Crónica Extranjera”, p.9 . EL DISCURSO DE LLOYD GEORGE 1917