LA DECOLONOZACIÓN DEL SABER EPISTÉMICO EN LA UNIVERSIDA
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La decolonización del saber epistémico
en la universidad*
The decolonization of epistemical knowledge at the university
A descolonização do saber epistêmico na universidade
Fecha de entrega: 10 de octubre de 2015
Fecha de evaluación: 15 de junio de 2016
Fecha de aprobación: 30 de junio de 2016
Francisco Chica Cañas**
José Duván Marín Gallego***
Resumen
Hace ya varias décadas que Latinoamérica salió del colonialismo
“centroeuropeo”, como lo llama Dussell; sin embargo, se mantiene una
actitud de “colonialidad”, entendida como un proceso amplio de control
hegemónico de imposición de conocimientos, prácticas y formas culturales en todos los campos de la vida social, al tiempo que se desprecian
y desdeñan los valores autóctonos, los conocimientos ancestrales y
*
DOI: http://dx.doi.org/10.15332/s0120-8462.2016.0115.11
**
Licenciado en Educación, Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás. Magíster en Educación Filosofía
Latinoamericana, Universidad Santo Tomás. Magíster en Docencia Universitaria, Universidad de la Salle.
Especialista en Pedagogía para el Desarrollo del Aprendizaje Autónomo, UNAD. Especialista en Gerencia
de Instituciones de Educación Superior. Correo electrónico:
[email protected]
**
Universidad Santo Tomás; doctorado en Currículo, Profesorado e Instituciones Educativas de la
Universidad de Granada, España. Actualmente forma parte del grupo Fray Saturnino Gutiérrez, O. P.
Ambientes de Aprendizaje, Universidad EAN. Correo electrónico:
[email protected]
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populares que Boaventura de Sousa Santos denomina con la metáfora
de “las epistemologías del sur”; es decir, aquellas epistemologías de
quienes no han tenido voz ni voto en las decisiones trascendentales de
la vida social, económica, política y cultural, como los desposeídos, los
marginados de la sociedad, campesinos, indígenas, afrodescendientes,
homosexuales, entre otros.
Los responsables de esta actitud colonialista, no solamente han sido
los gobiernos que, mediante convenios y tratados bilaterales y multilaterales con las potencias hegemónicas, inancian proyectos de diversa
índole e imponen sus criterios e intereses en los distintos campos de
la economía, la política y la educación. Pero también la misma educación ha tenido su responsabilidad en este proceso. El conocimiento
impartido en las universidades es hegemónico y colonizador, que llega
de Europa y Norteamérica. Por esta razón, la ciencia y el conocimiento
que se producen en estas regiones, debe construirse para su validez,
con las epistemologías y las metodologías de estas potencias; mientras
que los conocimientos culturales, populares y ancestrales, se consideran
obstáculos epistemológicos que no pueden convivir e interactuar con
la epistemología de la ciencia clásica.
Es por esto que la Universidad también tiene que “decolonizar” sus
saberes para alcanzar un espacio transcultural que incluya todos aquellos conocimientos y cosmovisiones populares y tradicionales para que
puedan ser tenidos como pares, en un diálogo de saberes dentro de los
procesos de formación y aprendizaje.
Palabras clave : colonialismo, decolonización, conocimiento cientíico,
saberes ancestrales, transculturalidad.
Abstract
For several decades now Latin America came out of the “Central
European” colonialism, as Dussell calls it; however, an attitude of “coloniality” is maintained, understood as an extensive process of hegemonic
control of the imposition of knowledge, practices and cultural forms
in all ields of social life, while despising and disregarding indigenous
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values, the ancestral and popular knowledge that Boaventura de Sousa
Santos names with the metaphor of “the epistemologies of the south”;
that is to say, those epistemologies of who have had no voice or vote in
the transcendental decisions of social, economic, political and cultural
life, such as those dispossessed, marginalized from society, peasants,
indigenous, Afro-descendants, homosexuals, among others.
he ones responsible for this colonialist attitude have not only been
governments which, through bilateral and multilateral agreements and
treaties with the hegemonic powers, inance projects of various kinds
and impose their criteria and interests in the various ields of economy,
politics and education. But also education itself has had responsibility in
this process. he knowledge imparted in the universities is hegemonic
and colonizing, that comes from Europe and North America. For this
reason, the science and knowledge produced in these regions must be
constructed for its validity, with the epistemologies and methodologies
of these powers; while cultural, popular and ancestral knowledge, are
considered epistemological obstacles that cannot coexist and interact
with the epistemology of classical science.
his is why the University also has to “decolonize” its knowledge to reach a transcultural space that includes all those popular and traditional
knowledge and worldviews so they can be considered as equals, in a
dialogue of knowledge within the processes of formation and learning.
Keywords: Colonialism, decolonization, scientiic knowledge, ancestral
knowledge, transculturality.
Resumo
Há já varias décadas que Latino-américa saiu do colonialismo “centroeuropeio”, como o chama Dussell; porém, se mantém uma atitude de
“colonialidade”, entendida como um processo amplo de controle hegemônica de imposição de conhecimentos, práticas e formas culturais
em todos os âmbitos da vida social, ao mesmo tempo se despreza e
desdenha os valores autóctones, os conhecimentos ancestrais e populares que Boaventura de Sousa Santos denomina com a metáfora
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de “as epistemologias do sul”, aliás, epistemologias de aqueles que não
têm tido voz nem voto nas decisões transcendentais da vida social,
econômica, política e cultural, como os despojados, os marginalizados
da sociedade, camponeses, indígenas, afrodescendentes, homossexuais.
Os responsáveis dessa atitude colonialista, não somente tem sido os
governos, que mediante convênios e tratados bilaterais e multilaterais
com as potencias hegemônicas inanciam projetos de diversa índole e
impõem seus critérios e interesses nos diferentes campos da economia,
a política e a educação. Mas também a mesma educação tem sido responsável neste processo. O conhecimento ensinado nas universidades é
hegemônico e colonizador, que chega da Europa e Norte América. Por
esta razão, a ciência e o conhecimento que se produz nestas regiões, deve
se construir para sua validez, com as epistemologias e as metodologias
de estas potencias; enquanto isso os conhecimentos culturais, populares
e ancestrais se consideram obstáculos epistemológicos que não podem
conviver e interagir com a epistemologia da ciência clássica.
É por isso que a Universidade também deve “descolonizar” seus saberes
para atingir um espaço transcultural que inclua todos aqueles conhecimentos e cosmovisões populares e tradicionais para que possam ser
considerados pares, num diálogo de saberes dentro dos processos de
formação e aprendizagem.
Palavras-chave: Descolonização, conhecimento cientíico, saberes
ancestrais, transculturalidade.
Introducción
Educar en la era planetaria es un término que forma parte de la globalización que
comienza con la diáspora del hombre sapiens, además se perciben como sociedades arcaicas que son extrañas en el ámbito de la mundialización, al tiempo que las
colectividades dominantes son generadoras de violencia, esclavitud y explotación,
tanto en América y África. Los pueblos que forman parte de la Epistemología del
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Sur son independientes y autónomos, aunque permanecen en una situación de poscolonialidad dominados por el cuatrimotor de la ciencia, la técnica, la industria y la
economía. Sin embargo, la liberación no se logró porque se impuso las reglas y las
ideas económicas, políticas, sociales y culturales de los países dominantes, tanto de
Europa y Estados Unidos, constituyéndose los países no desarrollados en aprendices
en el ámbito de la política, el conocimiento y la educación. De la misma manera se
entiende la epistemología como un conocimiento de utilidad o no utilidad. También
a ello se suma la pedida de cerebros que buscan oportunidades en el exterior para
formarse en el campo de los posgrados, terminándose por quedarse en los sitios que
brindan mayores oportunidades laborales y de investigación.
El occidente relegó a un segundo plano los saberes ancestrales porque se impuso la
lógica del dominador, dejando a un lado el conocimiento de los pueblos aborígenes
relacionado con las cosmovisiones, la ecología, la medicina, la agricultura, el arte y
la estética, la generación de conocimiento por un grupo de ancianos, la inteligencia
oral y los saberes ancestrales. Por otro lado, la Epistemología del Sur es un gran
momento para recuperar la identidad basada en los secretos de los pueblos aborígenes, lo cual implica incorporarla en los currículos de las universidades para realizar
apuestas arriesgadas en el paradigma autóctono que conciban la verdad, la belleza y
la bondad desde un visión antropológica de lo que son ellos mismos como individuos
y comunidad política-social. Esto signiica que la Epistemología del Norte dejaría el
rol protagónico de centro para dar paso a una Epistemología del Sur, que adquiere
un nuevo status en torno a la vida de los pueblos que intentan superar la colonización
y la dependencia del occidente.
El papel de la universidad en la posmodernidad y la
globalización
Edgar Morin, Emilio Roger y Raúl Motta, en su obra Educar en la era planetaria
(2006), describen la forma como se llevó a cabo el nacimiento de la era planetaria.
Estos autores nos recuerdan, en primer lugar, que el término planetarización es un
término más complejo que el de globalización, en el sentido de que “es un término
radicalmente antropológico que expresa la inserción simbiótica, pero al mismo tiempo
extraña de la humanidad en el planeta Tierra” (p. 79). En segundo lugar, que para
entender la era planetaria “es preciso concebir una historia general de la humanidad
que comienza con la diáspora del homo sapiens por todo el planeta, incluidas las
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islas del Pacíico” (p. 81). En tercer lugar, que esta historia general de la humanidad
se lleva a cabo en dos momentos. Una primera mundialización que comienza hace
decenas de miles de años con la expansión de las sociedades arcaicas por la Tierra
que hizo que se volvieran extrañas y fragmentadas entre sí por la distancia, el lenguaje, los ritos, las creencias y las costumbres. Estas primitivas sociedades históricas
se asentaron principalmente en Mesopotamia, Egipto, el valle del Indo y el valle del
Huang Po en China. No obstante, estas mismas civilizaciones sin comunicación entre
sí comienzan sin embargo “su expansión guerrera o navegante y descubren en su
itinerancia la Tierra” (p. 83), gracias a los grandes conquistadores como Alejandro,
Gengis Khan y Tamerlan; a la expansión de las grandes religiones como el budismo
desde la India al Extremo Oriente, el cristianismo desde Asia menor al Occidente y el
islamismo desde Arabia hacia los cuatro puntos cardinales; y por último, al comercio
que se desarrolló principalmente en la Edad Media.
La segunda mundialización comienza en el siglo XV, con los viajes de Cristóbal
Colón, Vasco da Gama, Américo Vespucio y el descubrimiento de América, las conquistas de Hernán Cortés, Francisco Pizarro y otros, y con las teorías de Copérnico
que pone a girar a los planetas, incluida la Tierra alrededor del sol. En esta segunda
planetarización, dice Morin et al. (2006):
La Tierra deja de estar en el centro del universo y la humanidad pierde su lugar
privilegiado de la mano de la redondez de la Tierra. (…) Así como la Tierra
no es el centro del cosmos, Europa no es el centro del mundo. Pero el mundo
europeo va a olvidar su provincialidad preparando el desarrollo del cuatrimotor
(ciencia, técnica, industria e interés económico), que impulsará a una de sus
mundializaciones. Esta mundialización alcanzará su máxima expansión en la
globalización económica de inales del siglo XX (pp. 86-87).
Esta nueva mundialización estará marcada por casi cinco siglos de colonización y de
colonialismo que todavía no termina, cuyo desarrollo se caracteriza especialmente
por “la violencia, la destrucción, la esclavitud, la explotación feroz de América y del
África. Es la edad de hierro planetaria en la que aún nos encontramos” (Morin et
al., 2006, p. 87).
En efecto, aunque los pueblos que fueron descubiertos en el planeta tierra durante esta
segunda mundialización han alcanzado su independencia y autonomía como países,
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aún permanecen en un estado de poscolonialismo, según describe Boaventura de
Sousa Santos en su libro Una epistemología del sur (2013); poscolonialismo entendido
según dos acepciones principales. En primer lugar, como un periodo histórico que
sucede a la independencia de las colonias, y que se traduce en un conjunto de análisis
económicos, sociológicos y políticos sobre la construcción de los nuevos estados, su
base social, su institucionalidad y su inserción en el sistema mundial, las rupturas y
las continuidades con el sistema colonial, las relaciones con la ex potencia colonial y
la cuestión del neocolonialismo, las alianzas regionales, etc. (p. 277).
En segundo lugar, como “un conjunto de prácticas (predominantemente preformativas)
y de discursos que deconstruyen la narrativa colonial, escrita por el colonizador y procuran sustituirla por narrativas escritas desde el punto de vista del colonizado” (p. 277).
Tanto las ideas de Sousa Santos como las de Morin y sus colaboradores, concuerdan
entre sí, en el sentido de que al lado del cuatrimotor de la ciencia, la técnica, la industria y la economía que impulsarán la máxima expansión de la globalización que
tuvo su culminación a inales del siglo XX, se desarrollaron, paralelamente, las ideas
emancipadoras, portadoras de una conciencia común de desarrollo humano, y que
se convierten, a la vez, en un sistema de autocrítica desde dentro de la propia civilización de expansión occidental que, como ideas detonantes y contrahegemónicas,
condujeron a la liberación política de las colonias.
Pero esta liberación no alcanzó, sin embargo, su plenitud, ya que las colonias se
emanciparon siguiendo el modelo, las normas y las ideas políticas y culturales del
centro europeo occidental, no solamente de España y Portugal, sino también de la
Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética, no obstante que en el siglo XVIII las
ideas de la Ilustración habían otorgado a la humanidad su optimismo en el poder de
la razón y en el poder de organizar a fondo la sociedad, con base en principios como
los derechos del hombre y del ciudadano, los derechos de los pueblos, el derecho a
la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los seres humanos.
Por otra parte, el conocimiento y la ciencia siguieron dependiendo, y aun todavía
dependen, del centro europeo. A Europa se agregó Estados Unidos, toda vez que en
Norteamérica no hubo propiamente un sistema colonial, en tanto que el fenómeno
que ocurrió en esta región del continente americano fue un trasplante de población
que emigró y se instaló en este lugar, con todas las características, conocimientos de la
época, costumbres y valores traídos del Occidente europeo, mientras que el indígena
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fue arrasado y arrinconado. Con toda razón, Carmen García Guadilla, ya desde 1981,
en su libro Producción y transferencia de paradigmas teóricos en la investigación socioeducativa (1987), hace referencia al papel que han desempeñado, primero Europa
y luego Estados Unidos, como los países que han ejercido la hegemonía intelectual
y cultural durante estos últimos siglos, particularmente en el campo de las ciencias
sociales, por medio de premisas racionalistas y progresistas en relación con la nueva
visión del mundo que el capitalismo industrial y globalizante requería y que los países
de la periferia habían tenido que aceptar en forma desventajosa para ellos, como en
el caso de las teorías sobre el desarrollo, la economía y, muchas veces, interviniendo
también en los sistemas políticos y en las formas de gobierno. Esto trajo consecuencias
negativas para estos países por dos razones fundamentales: primero, porque los países
periféricos tuvieron que someterse a modelos intelectuales que no correspondían a sus
necesidades sociales; segundo, porque la división internacional del trabajo cientíico
privilegiaba a los países centrales otorgándoles el papel de “maestros”, mientras que
los países de la periferia asumían el papel de “aprendices” y reproductores de las teorías de los maestros, lo que se ha constituido en lo que diversos autores denominan
“colonialismo cientíico”, “imperialismo cultural y cientíico”, “dependencia cientíica
y transnacionalización del conocimiento” (Graciarena, 1964; Galtung, 1980; Sunkel
y Fuenzalida, 1975) (citados por García Guadilla, 1987).
Si ubicamos la universidad latinoamericana y colombiana en el contexto de esta
segunda planetarización y globalización de inales del siglo XX, descritas por Morin,
el segundo momento del poscolonialismo de Sousa Santos y la transferencia de paradigmas de García Guadilla, tendríamos que preguntarnos: ¿cuál es la situación de la
universidad? ¿Cuál ha sido el papel de la universidad en esta coyuntura de poscolonialismo? ¿Qué tipo de conocimientos imparte? ¿De dónde nos vienen los paradigmas?
Sabemos bien que la universidad hispanoamericana vino a nuestro continente casi al
inicio de la conquista española (a diferencia de la universidad portuguesa que inició
prácticamente mucho más tarde), trasplantada al nuevo continente según el modelo
de Alcalá y Salamanca, con un formato todavía medioeval y dependiendo, tanto de los
poderes eclesiásticos (las bulas papales), como de la corona real (Arocena y Sutz, 2001).
Vale la pena destacar lo que airma Tünnerman (1999, p. 22), citado por Arocena y
Sutz (2001), que la universidad colonial tuvo desde esa época la pretensión de autogobernarse mediante la acción de sus claustros, la participación de los estudiantes
en el claustro de consiliarios y el derecho a votar en la elección de cátedras, lo que
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constituye un antecedente de la autonomía y la cogestión universitaria, aunque no lo
hubiese logrado plenamente, lo cual constituye hoy uno de los principales distintivos
de la universidad latinoamericana.
Sin embargo, para algunos estudiosos latinoamericanos, entre ellos, Edgardo Lander
(2000), (citado por Castro-Gómez, s.f.), la herencia colonial de la universidad latinoamericana todavía se conserva como un paradigma que reproduce, por un lado,
el modelo colonialista de un pensamiento disciplinario que se mantiene y se encarna
en sus procesos de enseñanza-aprendizaje y, por otro lado, la estructura y el sistema
de organización son arbóreos, en el sentido de que “los conocimientos tienen unas
jerarquías, unas especialidades, unos límites que marcan la diferencia entre unos
campos del saber y otros, unas fronteras epistémicas que no pueden ser transgredidas, unos cánones que deinen sus procedimientos y sus funciones particulares” (p.
81). Además, vista la universidad como el lugar donde se produce el conocimiento:
Funciona más o menos como el panóptico de Foucault, porque es concebida como
una institución que establece las fronteras entre el conocimiento útil y el inútil,
entre la doxa y la episteme, entre el conocimiento legítimo (es decir, el que goza
de “validez cientíica”) y el conocimiento ilegítimo (Castro-Gómez, s.f., p. 81).
Sostiene también Castro-Gómez que la universidad se inscribe en lo que él quisiera
llamar “la estructura triangular de la colonialidad: la colonialidad del ser, la colonialidad del poder y la colonialidad del saber” (pp. 79-80).
No quiero detenerme en la colonialidad del ser ni del poder, sino en el del saber,
aunque los tres se relacionan íntimamente. Somos conscientes de que el conocimiento
que se produce y que sirve a los intereses del Estado y de la sociedad, no es el que
se produce en la misma universidad, sino el que es producido e importado de las
empresas, la industria y los grandes centros especializados o “centros de excelencia”
transnacionales de Europa y de Estados Unidos, los cuales no solamente difunden el
conocimiento, sino que también lo controlan y lo imponen a estos países, mediante
diversos mecanismos directos o indirectos. En forma directa, primero, porque pueden
invertir millones de dólares en ciencia y tecnología que transieren a estos países;
segundo, pueden invitar y contratar a cientíicos y profesores más prestigiosos del
mundo; tercero, atraen, a través de la oferta de sistema de becas, a los estudiantes más
capacitados de estos países periféricos, los cuales van en busca de un Ph.D., en alguna
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de estas prestigiosas universidades que ocupan los primeros lugares en el ranking
mundial (García, 1987). Sabemos también que generalmente estos estudiantes, por
una parte, no regresan a su país de origen porque este no les brinda las suicientes
oportunidades de trabajo o posibilidades de investigación, y por otra parte, realizan
sus tesis de maestría o doctorado con base en los problemas de los países a los cuales
pertenecen, pero estos conocimientos infortunadamente tampoco regresan a sus sitios
de origen para la solución de los problemas, sino que se quedan allí para beneicio,
control y uso de los centros hegemónicos del conocimiento.
En relación con las formas indirectas de producción, difusión y control del conocimiento, García Guadilla (1987) argumenta que:
La difusión del conocimiento toma también formas indirectas; a través de los
circuitos de distribución de material especializado (libros, revistas, periódicos,
etc. [Bases de datos especializadas]). Esta difusión tiene como base circuitos de
información y de asociación cientíicamente legitimados, que están también
bajo el control de los países que producen el conocimiento. Para algunos autores,
el tercer mundo no ejerce sino un papel de consumidor en sus intercambios
intelectuales con los países del “centro”, experimentando de esta manera una
balanza comercial desventajosa de sus productos intelectuales (véase Altbach,
1978) (García, 1987, p. 16).
Por otro lado, la universidad no solamente privilegia este conocimiento venido desde
el centro, con sus epistemologías y sus metodologías, como el único conocimiento
válido en sus procesos de enseñanza-aprendizaje, sino que desdeña cualquier otro
conocimiento que no esté dentro de los cánones de lo que generalmente se conoce
como lo clásico, lo tradicional. Mientras que los conocimientos ancestrales y locales,
como el mito y las creencias populares, con las cuales, sin embargo, las comunidades
resuelven muchos problemas, carecen de sentido, pertenecen al campo de lo folclórico
y se vuelven obstáculos epistemológicos para el conocimiento cientíico que se debe
enseñar en la universidad, pues, como señala Panikkar (en Bermejo, 2008), se trata de
la superación del reduccionismo epistemológico y racional, es decir, “la reducción del
conocimiento a la inteligibilidad racional (...), a in de que se permita “hacer entrar
en el campo del conocimiento humano otros fenómenos que escapan a la red de la
inteligencia racional” (p. 211).
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Decolonización e incorporación de los conocimientos ancestrales a los paradigmas
de la ciencia, mediante un proceso de construcción y de diálogo saberes. El occidente
impuso el imperativo categorico cientíico que relegó a un segundo plano los saberes
ancestrales, al negar el potencial cognitivo de los indígenas, en cuanto que los conquistadores y los colonizadores minimizaron, sistemáticamente, los saberes dentro de la
dinámica y la lógica del poder dominante que desconocía una epistemología enraizada
en las cosmovisiones y en las producciones técnicas de la artesanía, la arquitectura,
la astrología, el manejo de la tierra y el clima, la utilidad de las plantas medicinales
entre otros. Esto quiere decir que se tiene que incorporar una Epistemología del Sur
para dialogar con un nuevo paradigma de la ciencia que retome el conocimiento de
la periferia para convertirlo en el centro de un legado de teorías y de prácticas que
poseen en el fondo una razón de identidad, una razón discursiva de orden cientíico
que se nutre de experiencias cotidianas y de las visiones imaginarias del mundo, de
los presaberes, de las hipótesis que trasiegan en medio de mitologías y dioses.
La construcción y el diálogo de saberes de los ancestros no parten de una relación
con el conocimiento cientíico cultural europeo, es todo lo contrario, el referente está
incado en los saberes de la ecología y en el conocimiento político de la comunidad.
De ahí que, Ramírez Eras (2001) airma de la existencia de conocimientos relacionados con “la medicina natural, las estructuras binarias, vigesimales, decimales de la
matemática, taxonomías propias de plantas, animales, de seres bióticos y abióticos”
(p. 6) en el marco de un visión cosmológica del mundo. Por esta razón, el diálogo con
la Epistemología del Sur debe partir de la problemática que está viviendo el mundo
contemporáneo en torno al manejo de los recursos naturales y el cuidado del medio
ambiente, tomando como referente el saber de las comunidades indígenas para replicar estas experiencias frente a una sociedad depredadora y consumista.
Es importante resaltar el enfoque ecológico de los indígenas para la explotación
de la agricultura, tal como lo plantea Gondard (2006), como el avenamiento de los
suelos y el drenaje de los sitios, la creación de ecosistemas para mantener las tierras
húmedas, el control del riego en época de humedad, el uso de fertilizantes a partir de
las limpiezas de las zanjas, la elaboración de canales para contener la crecida de los
ríos, el auge del pescado ahumado como resultado de un comercio regional interno,
las vastísimas regiones sembradas de yucales, las piscinas construidas para labores
de piscicultura, las zanjas húmedas como productora de verduras y el uso apropiado
de los camellones, entre otros. Estas experiencias en el campo de la agricultura es
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una muestra palpable del ingenio y creatividad de los ancestros para afrontar con
un sentido común el quehacer complejo de la vida en el contexto social de las comunidades, que hoy en día se convierte en una premisa rectora acerca del manejo
de los recursos naturales.
Por otra parte, hablar de comunidades cientíicas indígenas, tal como lo concibe y
lo entiende el mundo occidental, es impensable en cuanto a las comunidades primitivas; sin embargo, es importante rescatar los medios y métodos que emplea para
trasmitir de generación a generación los saberes en manos de un grupo de ancianos
que encarna la esperanza de la vida de estos grupos. Esto quiere decir que las comunidades académicas y cientíicas tienen que jugar un rol protagónico de diálogo
para recuperar la inteligencia oral y de síntesis, con el in de no perder la tradición,
las creencias, las costumbres, las concepciones mitológicas y el modo de habérselas
en el mundo. Mientras comisiones cientíicas europeas establecen contactos con los
aborígenes para apropiarse los saberes de plantas medicinales, de concepciones de
arquitectura, de sistemas sociales y de otras riquezas que brinda el mundo tierra; no
cabe duda que este fenómeno no se repite de la misma forma en América Latina y
otros sitios de países no desarrollados, al no proteger los tesoros ancestrales y la falta
de interés por dialogar y refundir en los sistemas educativos aquello que es propio
de la Epistemología del Sur.
La recuperación de la memoria ancestral debería constituirse en un proyecto transversal de las escuelas y las universidades para concientizar a los jóvenes de la historia,
la geografía, la política, la cultura, el arte y la estética de las comunidades aborígenes.
Esto contribuiría a mantener vivo el legado cultural de las comunidades ancestrales
para impactar, ojalá, como sucedió con la ilosofía de la agenda griega que cada vez
adquiere más relevancia en el mundo actual. Por ende, Ramírez Eras (2001) sostiene
que “el avance de la modernidad ha signiicado y signiica la pérdida cotidiana de
conocimientos, de referentes, de códigos culturales que ahora es imprescindible
rescatar” (p. 7). Entonces, las instituciones educativas han excluido del currículo las
tradiciones de los pueblos aborígenes fortaleciendo la Epistemología del Norte que
sobreabundando en asuntos cientíicos y de reproducción del conocimiento, como
en cuestiones inútiles que impone el mundo secularizado del consumo y la oferta.
También es importante reconstruir la cultura epistémica de los indígenas para tener
un hilo conductor del modo como se gesta el conocimiento relacionado con la forma
de acceder a la verdad respecto al uso de la tierra, de las plantas medicinales, de la
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organización social y política, la relación con el medio ambiente, la utilización de los
recursos naturales, el horizonte antropológico, la concepción ética y moral desde la
perspectiva de las cosmovisiones y el naturalismo de la vida. De igual manera, Morin
(2011) sostiene que los hombres primitivos han trasegado por la vida inventando
herramientas, juguetes, han construido casas, han recogido forraje, han confeccionado vestidos y vasijas, han desarrollado técnicas de caza y aptitudes sensoriales para
sobrevivir. Por tanto, se puede inferir que los indígenas deben ocuparse de investigar
la propia subjetividad epistémica de la cultura, del mismo modo, las comunidades
cientíicas tendrían que desplegar un proyecto audaz de diálogo que trascienda las
fronteras de un conocimiento centrado en la racionalidad europea para cambiarlo por
un discurso de la periferia. O sea que, en el instante que la universidad cambie el chip
de lo instrumental de la cultura occidental por lo racional e irracional de las culturas
ancestrales, de inmediato la mirada adquiere el status de la Epistemología del Sur.
Por otra parte, no se puede desconocer el aporte artístico de las culturas ancestrales,
en el caso de la comunidad Inga de Santiago Putumayo (Colombia) en la que se plasma lo cotidiano del quehacer indígena en torno a las cosmovisiones del mundo, lo
religioso y las invasiones de los conquistadores. Por ello, autores como Jacanamijoy
y Bastidas (2007) maniiestan que la globalización excluye el arte Inga y la identidad
de la vida comunitaria porque genera incertidumbre alrededor de las creencias, las
costumbres, la organización social y política. Del mismo modo, las culturas indígenas
milenarias siempre se han expresado por medio del arte en la que releja las creencias,
el comportamiento y las actitudes a través del transcurrir del tiempo (pasado, presente
y futuro) histórico. Además de las imposiciones del mundo occidental en términos de
evangelización y cultura que converge en un sincretismo entre la religión cristiana y
la identidad antropológica del indígena, considerando la producción de estos grupos
como mero artefactos frente a la producción artística del occidente.
Esto signiica que el occidente impone un imaginario de la verdad, de la bondad y
de la belleza que no tiene correspondencia con la expresión artística de los pueblos
indígenas porque el referente se sustenta en la cotidianidad, en el diálogo del hombre con la naturaleza, en las creencias, en los mitos y las leyendas de los pueblos,
tal como lo sostiene Jacanamijoy Chasoy y Bastidas Jacanamijoy (2007). El diálogo
de saberes debe tener en cuenta la idiosincrasia de los pueblos indígenas, lo que
implica pensar y sentir en términos de la periferia de la Epistemología del Sur, para
replantear los paradigmas educativos escolares y universitarios con un enfoque de
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reconocimiento –dialógico de la localidad frente a la globalización– para que el
discurso de la Epistemología del Norte tenga actitud de escucha, de entendimiento,
de interpretación, de análisis, de compromiso hacia lo extraño y lo foráneo, el cual
se caracteriza por un paradigma del color, de la peculiaridad de la lingüística, de la
vestimenta, de la artesanía, del amor, de la estética, de la identidad y los ancestros.
El diálogo de saberes de los pueblos ancestrales tiene que tocar la médula de las instituciones educativas en torno a la concepción artística para comprender la carga de
contenido visual y simbólico, la interacción con la naturaleza y los congéneres, las
representaciones iconográicas, las leyendas, las mitologías, los cuentos, el encuentro
y la reconciliación, la relación con la madre tierra, tal como lo plantea (Jacanamijoy
y Bastidas, 2007). Esto quiere decir que las entidades educativas tienen que incorporar en los currículos apuestas arriesgadas acerca de las tradiciones de los pueblos
ancestrales como un eje transversal-problematizador que dialogue con las disciplinas,
la ciencia, la tecnología y la cultura de la Epistemología del Norte, lo más seguro es
que esta fusión de cocteles desencadenará en emociones y relexiones cognitivas
eclécticas del conocimiento, que obligará incorporar profesionales de otros ámbitos,
como antropólogos, geólogos, ingenieros ambientales, músicos y artistas que rompan
con esos currículos rígidos y carentes de prácticas tradicionales. En otras palabras,
el diálogo de los saberes ancestrales debe estar incado en los pilares de la educación
escolar y universitaria para formar generaciones sensibles en torno a la tradición de
los pueblos aborígenes.
Por otro lado, los pueblos ancestrales presentan un conocimiento profundo sobre
el papel de la medicina tradicional, los actores y los roles que están implicados en
torno al enfoque de la sanación, con una experiencia de dominio del entorno y la
naturaleza que posibilita la curación, en gran parte, de la población. Cardona Arias
(2012) sostiene que la medicina tradicional articula al indígena con la naturaleza,
la vida y la espiritualidad basado en la propia concepción que posee de la salud, las
explicaciones e interpretaciones que realizan sobre las rutas de las enfermedades e
incorporando las plantas, el papel de los espíritus y los animales. Ahora, la sanación
es un factor decisivo para llevar a cabo una limpieza y facilitarle una protección
para que la enfermedad no se vuelva a presentar y aprovechando al máximo todos
los recursos que ofrece la naturaleza. Tampoco se puede dejar a un lado los espíritus
guardianes que están ubicados en sitios sagrados y que forman parte de la iconografía
indígena. También los actores involucrados con el sistema médico se jerarquiza de
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acuerdo con el siguiente orden: en el nivel primero el saber de las abuelas o madres,
en el nivel segundo los sobanderos, en el nivel tercero rezanderos y curanderos, en
el cuarto las parteras y en el quinto los médicos tradicionales.
Estas prácticas de la medicina tradicional son desconocidas en el mundo occidental
porque carecen del rigor cientíico que impone el mundo del positivismo, y no forman
parte del currículo de las escuelas y las universidades. No obstante, es importante
rescatar la intuición y los saberes que poseen los chamanes del entorno y de la naturaleza con un aire de misterio, con el in de guardar ese inventario en las mentes
del mundo de la academia y la ciencia, lo cual contribuiría a valorar el herbario y las
plantas medicinales de las diferentes localidades del mundo para salvar vidas, y no
depender de los medicamentos de las multinacionales farmacéuticas que tienen un
gran interés comercial y económico. Realmente en el campo de la salud los pueblos
de América Latina pierden la identidad cuando dejan que la memoria de la medicina
tradicional sea capturada por proyectos de investigación que emprendieron los países
europeos y otros grupos económicos, desde la época de la conquista, haciéndolo con
un interés de lucro. Además, la falta de política por parte del Estado por guardar la
medicina tradicional como una práctica de medicina alternativa para aquellas comunidades pobres y marginadas que no cuentan con suicientes recursos económicos
para comprar la medicina de la Epistemología del Norte.
El puente del diálogo entre los conocimientos ancestrales y la ciencia está mediada
por un interés de querer descubrir los secretos de los antepasados para explotarlos
con una visión capitalista. Esto quiere decir que no es un diálogo sincero y honesto
porque en el fondo se impone un paradigma de dominación que esta permeado por
el signo pesos. ¿Cuántos de estos descubrimientos que han terminado en el legado del
mundo occidental no se han devuelto con un sentido de reciprocidad, hermandad y
humanidad? Como se sabe, ha sucedido todo lo contrario, llegan las medicinas procesadas y terminadas a los pueblos que forman parte de la Epistemología del Sur para
que sean compradas por un valor superior a lo que sustrajeron de las comunidades
indígenas. De este modo, el diálogo se opaca por el interés cientiicista y económico
que imponen los países desarrollados; además, los dominados se muestran complacientes y generosos de seguir facilitando la usurpación de recursos a cambio de un
beneicio económico que no cubre las necesidades de los pueblos de Centro América,
América Latina, África, Asia y Medio Oriente.
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El diálogo entre la ciencia del occidente y los conocimientos ancestrales requiere de
una reorganización que ubique en el centro a la Epistemología del Sur y deje en la
periferia a la Epistemología del Norte. Esto signiica educar a los dominantes y los
dominados para asumir una actitud de escucha, de compromiso, de entendimiento,
de reciprocidad, de reconocimiento, de revaloración del quehacer cientíico, de cambio de posiciones, de repotenciar la curiosidad por la otredad, de ver en lo icónico
del simbolismo indígena el germen de una cultura, tan diferente y cercana, a los
problemas de origen e identidad de los pueblos aborígenes. La diicultad del diálogo
más grave radica en que la secularización, la oferta y la demanda, el cientiicismo, la
exclusión, la imposición de conocimientos y discursos hegemónicos, las modas, la
pérdida de memoria histórica y el esnobismo son grandes obstáculos que implican una
compenetración de vaso comunicante entre lo local y lo global, esta es una utopía que
se mantendrá en el transcurso de la historia y que retará a las futuras generaciones.
Conclusiones
El diálogo entre la ciencia contemporánea para incorporar los conocimientos ancestrales es un reto muy arriesgado porque son más los contra que los pro en torno a un
reconocimiento del quehacer aborigen por parte del mundo occidental. Esto quiere
decir que la educación escolar y universitaria se mueve con currículos reproductivos
que excluyen de antemano la herencia con los pueblos aborígenes por dar prioridad
a los contenidos de las disciplinas del mundo neoliberal sustentado en la economía,
la productividad, la rentabilidad, la oferta y la demanda, la moda y la imposición de
racionalidades técnicas y tecnológicas. Entonces, es un diálogo totalmente asimétrico
que la racionalidad global intenta desconocer por considerarla como un pensamiento
no genuino que no responde a los estándares de esos grandes ediicios elaborados
por la ciencia y la tecnología.
La decolonización e incorporación de los saberes ancestrales no es un asunto urgente del mundo académico y mantiene la postura de inercia. Por tal motivo, se
requiere una agenda que piense los pueblos aborígenes como un sistema ecológico,
social, político, natural, económico y educativo que tiene una diversidad de aristas
con signiicados basados en la espiritualidad de la naturaleza, la madre tierra, las
costumbres, las creencias, los roles de los integrantes de la comunidad, el papel de
la familia, el arte y la estética, las prácticas peculiares de la agricultura, las medicinas
tradicionales obtenidas de plantas medicinales, el papel protagónico del chaman y
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las parteras. Es decir, se tiene que construir una Epistemología del Sur con base en
las categorías de la Epistemología del Norte para que hable la semiótica de lo negado,
de lo desconocido, de lo explotado, de lo humillado, de lo violentado, de lo poético,
de lo simbólico y lo icónico de los pueblos ancestrales.
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