Lecturas Antropológicas
de Venezuela
Lecturas Antropológicas
de Venezuela
Lecturas antropológicas de Venezuela
Editores: Lino Meneses Pacheco, Gladys Gordones
y Jacqueline Clarac de Briceño
Primera edición, 2007
CORRECCIÓN DE TEXTOS:
Miguel Araque
IMAGEN DE PORTADA:
Oso frontino.
Reproducción del petroglifo de San Isidro, Santa Cruz de Mora,
Mérida, Venezuela
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN:
José Gregorio Vásquez / José Gregorio Romero
Amate
IMPRESO EN:
Editorial Venezolana C. A.
Mérida, Venezuela
HECHO EL DEPÓSITO DE LEY
Depósito Legal: LF23720063013776
Depósito Legal CD: LFX23720063013777
ISBN: 980-11-1005-8
Reservados todos los derechos
Impreso por Editorial Venezolana C. A.
Impreso en Mérida / Venezuela
Lecturas antropológicas de Venezuela
CONTENIDO
Presentación
Lino Meneses Pacheco, Gladys Gordones Rojas
y Jacqueline Clarac de Briceño
Antropólogos y antropólogas para qué
Iraida Vargas Arenas
1. LOS BARÍ DEL SIGLO 21
Asentamientos Barí en el momento de su contacto
Stephen Beckerman y Roberto Lizarralde
La etnobotánica Barí de las ishdã, herramientas para su etnodesarrollo
José Gervasio Cañizalez Castillo
Etnohistoria y arqueología de los Barí en la Cordillera Andina de Mérida
Gladys Gordones Rojas
Apuntes sobre la situación de los Barí en Colombia
Dustano Luis Rojas Garcés
Cambios de patrones de subsistencia entre los Barí de la Sierra de Perijá
Manuel Lizarralde
Señales y amenazas de deterioro ambiental en territorio Barí: una cronología
Angel L. Viloria
2. EDUCACIÓN PROPIA INDÍGENA E INTERCULTURAL: NUEVOS CAMINOS
¿Imposición, cooperación o respuestas innovadoras?
El caso de los Auxiliares de Medicina Simplificada en Amazonas, Venezuela
Gregorio L. Sánchez, Jeyni González y Karina Kielmann
Los nichos lingüístico-culturales:
Propuesta generalizadora para la preescolarización indígena intercultural
Esteban Emilio Mosonyi
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Los nichos lingüísticos arawakos del Guainía–Río Negro del estado Amazonas.
Reflexiones teóricas y prácticas sobre su relanzamiento
Omar González Ñañez
Aportes a la Fundamentación Curricular de la EIB y La Pedagogía del Mito de Origen
en la Formación del Maestro Intercultural.
Marlene Morales Sueke
Educación Intercultural Bilingüe y Revitalización en los
Añú de La Laguna de Sinamaica
Morelva Leal, Marlene Socorro y Alí Fernández
3. EL WARAO Y SU HISTORIA
Requisitos para la traducción intercultural de textos
no indígenas a idiomas indígenas: El caso del warao
Esteban Emilio Mosonyi
Reconstrución etnohistorica de Mosu, pueblo warao del estado Monagas: propuesta para su
revitalización cultural
Rosa Mayo
El Wsidatu entre lo estético y lo mitológico
Noreye Guanire
4. ETNOCIENCIA Y ETNOTECNOLOGÍA
Una bibliografía razonada y comentada sobre etnociencias
y etnotecnologías producida en Venezuela entre 1950 y 2004
Omar González Ñañez
Un tipo de conocimiento matemático contextualizado
Comunicación y enseñanza/aprendizaje de la matemática en la escuela básica
Jesús A. Delgado M.
5. LOS SISTEMAS INTERÉTNICOS DEL ORINOCO.
SIGLOS XII-XIX (PRIMER TERCIO)
Reconstrucción Etnohistórica del Sistema Interétnico de Interdependencia Regional del Orinoco durante la
Última Etapa del Período Indígena (s.XV y s.XVI)
Filadelfo Morales Mendez
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El Siro revisitado: ¿20 años no han sido nada?
Rafael A. Gassón P.
Cronología del Arcaico del Bajo Caroní
Mario Sanoja e Iraida Vargas-Arenas
Identidad, Etnicidad e Interacción:
La cerámica como indicador de las relaciones
interétnicas en el Orinoco Medio (S. XII al XIX)
Kay Tarble
Acercamiento al proceso de colonización del Orinoco Medio
a través del análisis de los cambios en la industria lítica.
Mairim Gil
Las Cuentas de Vidrio en el Orinoco Medio
Mariana Flores
Los Viajeros del Río:
Una Contribución al Estudio de la Dinámica Espacial
para el Periodo Colonial Tardío en el Orinoco Medio
Luramys Díaz Cisneros y Kay Tarble de Scaramelli
Arqueología del período republicano en el Orinoco medio (1830-1940):
características del encuentro económico, social y cultural
entre indígenas, criollos y extranjeros.
Maura Falconi
Los sistemas interétnicos del Oriente de Venezuela y el Bajo Orinoco durante la época colonial
Francisco Tiapa
Conexiones interétnicas entre el Orinoco y el Mar Caribe en el siglo XVI:
la región centro-norte de Venezuela
Horacio Biord
Rituales, demografía y violencia:
El sistema de interdependencia regional del Orinoco visto desde algunos de sus atributos.
Alexander Mansutti Rodríguez
Collares de Quiripa como símbolo de la Hibridación Económica Colonial
en la Región del Alto Río Negro
Jonathan D. Hill
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Relaciones sociales en la cuenca del Caura durante el siglo XVIII
y principios del siglo XIX. Reconstrucción a partir de las crónicas
y de la tradición oral ye’kwana
Nalúa Rosa Silva Monterrey
Relaciones interétnicas en el Bajo Orinoco
Dieter Heinen
6. DIVERSIDAD CULTURAL, HISTORIAS LOCALES Y USO DEL ESPACIO:
PERSPECTIVAS ETNOGRÁFICAS Y ARQUEOLÓGICAS DE LOS GRUPOS HUMANOS
EN VENEZUELA EN TIEMPOS DE TRANSFORMACIÓN
Mujer wayuu: desafíos y transformaciones en la economía contemporánea
de la frontera colombo-venezolana
Anny Catalina Gutiérrez Cruz
Elementos para una ecología histórica del Detla del Orinoco
Dieter Heinen y Rafael Gassón
Cho balebï: Prácticas de Cacería entre los Hodï de la Guayana Venezolana
Egleé López y Stanford Zent
Aproximación etnohistórica a la familia campesina en la región de Caracas y sus alrededores
durante el Siglo XVIII
Sindy Karina González
Paisajes Físicos y Paisajes Culturales:
Construcción Social del Espacio en la Comunidad
San Pedro de Tauca, Municipio Sucre Edo. Bolívar
Jeyni González Tabarez
La Formación del Paisaje rural venezolano: una visión arqueológica
Lilliam Arvelo
Las Ruinas de El Tapial: Estudio espacial y funcional de las estructuras que se encuentran
en La Hacienda de Laguneta de La Montaña, Distrito Guaicaipuro, estado Miranda.
Xiomara Escalona León
Arquitectura monumental y uso del espacio entre los grupos prehispánicos de los Llanos Occidentales de Venezuela.
Revisión de hipótesis y nuevas interpretaciones
Juan Carlos Rey González
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EL SIRO REVISITADO: ¿20 AÑOS NO HAN SIDO NADA?1
RAFAEL A. GASSÓN P.
INSTITUTO VENEZOLANO DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS.
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA.
CARACAS
Luego de 20 años, el sistema de interdependencia regional del Orinoco (SIRO) continua siendo una de las
hipótesis más importantes de la antropología venezolana. Se han producido varios trabajos dirigidos a aspectos
generales y específicos del origen, extensión, forma, contenido y evolución de las redes de relaciones sociales
en esta área. Aunque el nivel de debate había sido hasta ahora más bien escaso, este esfuerzo ha generado al
menos dos visiones del pasado orinoquense: una que privilegia la horizontalidad y la complementariedad ecológica
y otra que privilegia la verticalidad y la complementariedad política. ¿Por qué existen representaciones tan
diferentes del pasado orinoquense? De momento no parece que la acumulación de más datos sea suficiente para
avanzar en la solución de este interrogante. Es posible que el problema no se limite a la reconstrucción, sino en
el cómo y el por qué de este esfuerzo. Por esto, en este trabajo me propongo discutir algunas de las que yo creo
son otras razones para el como y el porqué del SIRO que normalmente son poco examinadas en nuestro medio.
Este comentario no pretende monopolizar la «verdad» o demostrar la superioridad de una línea de investigación
sobre otra. Pretende simplemente considerar otros aspectos hasta ahora poco visitados de un problema fundamental: la forma del pasado venezolano y cómo lo representamos. No afirmamos que nuestras propias representaciones posean más cientificidad (lo que sea que esto signifique) o que estén libres de los célebres obstáculos
epistemológicos. Por el contrario, invitamos a que nuestras ideas sean analizadas en forma similar. Pensamos
que este ejercicio sólo actuará en beneficio de una visión más penetrante y critica del pasado orinoquense.
I
Con los avances recientes de la antropología, hoy en día no es novedad lo concerniente a las discusiones
del «antropólogo como autor». Estamos conscientes de la influencia de nuestro género, momento histórico,
educación, personalidad etc. en la construcción de nuestro trabajo, sobre todo en lo que se refiere al trabajo
etnográfico. Más rara es la crítica de conceptos u objetos del pasado. Por lo común, se acepta que la distancia
temporal y la ausencia del otro (conocido sólo a través de testimonios indirectos, esto es objetos y documentos),
limitan o concentran la crítica a la teoría, y que los problemas de género, formación, personalidad o expectativas ocupan un segundo plano. No creo que sea este el caso.
Resulta notable que en la edición más reciente de la tesis doctoral de Nelly Arvelo-Jiménez, Relaciones
Políticas en una sociedad tribal. Estudio de los Ye’cuana, indígenas del Amazonas Venezolano (1992), Emanuele
Amodio y Horacio Biord hayan prologado el texto con una discusión que prefigura lo que deseamos exponer
aquí y que, sin embargo, no fue seguida en todas sus posibles consecuencias.
No cabe duda que en el campo, es decir en el terreno adonde va el antropólogo a estudiar determinado
fenómeno (…), «algo» pasa y «algo» es observado. Ahora bien, lo que «pasa» no es exactamente lo que ha
pasado sino, y esto es muy importante subrayarlo, lo que el antropólogo piensa «haber visto pasar». (Amodio y
Biord 1992: xi).
La tesis de Arvelo-Jiménez es muy importante para la antropología venezolana. Bastaría con recordar que
es la primera monografía etnográfica hecha por una venezolana producto de una estancia prolongada en el
campo. Constituye también una de las bases del indigenismo moderno en Venezuela. A pesar de esto, esta tesis
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Lecturas antropológicas de Venezuela
(y la entrevista que la acompaña) es uno de los documentos más extrañamente ignorados en nuestra formación
universitaria, aunque también sea uno de los más reveladores acerca de cómo y porqué hacemos antropología
en este país.
Es fácil observar que tanto la tesis como todos los otros estudios de Arvelo-Jiménez han sido hechos
dentro de los cánones clásicos, basados en un observador apartado que utiliza un lenguaje neutral para estudiar
un mundo unificado de hechos en bruto (Rosaldo 2000: 17). No obstante, es necesario recordar que ArveloJimenez es una antropóloga comprometida, para quien su profesión no es simplemente un oficio, sino una
actividad que abarca todas las esferas de su vida. En este sentido, la entrevista de Amodio y Biord resulta un
aporte singular para comprender a la persona detrás del lenguaje objetivista, y es una oportunidad, rara entre
nosotros, de examinar una vez más los problemas relacionados con producir textos científicos a partir de experiencias biográficas, que es lo que hacen los etnógrafos (Geertz 1989: 19). Uno podría añadir fácilmente a los
ejemplos discutidos por Geertz (Raimond Firth y Loring Danforth), la conmovedora narración de ArveloJiménez de su primer encuentro con los Ye´cuana:
Eran como las cinco y media o seis de la tarde, y era bellísimo porque estaban las luces de los fogones ardiendo,
estilo campamento. Y eso fue todo muy lindo, era una cosa así… yo, yo sentí… fue una cosa maravillosa… no
puedo decir que fue placer, pero… agrado! Era algo así como ¿quién era que no quería bajar de la montaña
cuando Jesucristo llevó a orar a algunos de sus discípulos? «Hagamos las tiendas aquí» ¿No era Elías? Creo que
era Elías que dijo: «Señor ¿Por qué no nos quedamos aquí?». Era una cosa así, una sensación de plenitud, de que
yo había llegado a donde yo quería, yo estaba donde debía. Y me acuerdo que una señora ye’kuana me dijo:
«Hija, ¿tan lejos? ¡Vienes de tan lejos! ¿Qué te trae por aquí?» Algo así fueron las primeras palabras ye’kuanas
que oí como una recepción. Si, una señora ye´kuana, muy chévere ella. Ahí hicimos campamento y por primera
vez dormí rodeada de familias ye’kuanas (Arvelo-Jiménez 1992: 300).
En obsequio de la verdad, la autora describe también el tránsito de la visión idealizada del primer momento a una más sobria producto de constatar que aún en el edén pueden haber conflictos y disidencias. Pero es
claro que las sociedades indígenas, y en particular los Ye’cuanas, no son contemplados como simples objetos de
estudio, sino como parte de una experiencia vital, de una exploración personal, en donde éstos ha proporcionado imágenes y modelos considerados como válidos y alternativos tanto a nuestra sociedad como a la propia
forma de ser.
También Arvelo-Jiménez ha actuado como fundadora de un espacio discursivo donde un grupo de seguidores continuaron su labor dentro de un problema y un estilo particular (Geertz 1989: 31). Por razones de
espacio, no abundaré en los detalles de este grupo, que sería importante explorar. Basta con puntualizar que el
mismo ha seguido los lineamientos básicos de la propuesta inicial, es decir, documentar tanto las sociedades
indígenas del presente como su historia, a fin de fundamentar la acción política del futuro. Uno de los resultados
más importantes del trabajo de este equipo fue la propuesta de la existencia, en las tierras bajas del Orinoco, de
un sistema de interdependencia regional basado en el intercambio entre unidades políticas independientes, un
sistema que habría caracterizado a la civilización amazónica hasta su desarticulación por la llegada de los
colonizadores europeos (Morales y Arvelo-Jiménez 1981; Biord 1985). El equipo añadió importante información sobre la etnografía y la etnohistoria del oriente de Venezuela, particularmente sobre los Kariña. Sus conclusiones se encuentran resumidas así:
«...este sistema regional era en realidad un vasto sistema de interdependencia regional que abarcaba no sólo el
Orinoco Medio y las áreas adyacentes sino también el Alto Orinoco, los Llanos e inclusive se extendía hasta las
Antillas...El sistema de interdependencia regional del Orinoco debe ser definido como horizontal, no sólo por
razones ecológicas (Denevan 1982) sino principalmente por sus características políticas ya que estaba constituido por segmentos cultural y políticamente diferenciados pero con semejante categoría, que eran los distintos
grupos étnicos del área...En lo político resulta importante considerar que no existía organización estatal alguna
en el área; además de que ningún grupo dominaba ni oprimía a los demás» (Biord 1985:85).
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Lecturas antropológicas de Venezuela
Dependiendo de nuestro grado de escepticismo, uno podría reconocer más de un paralelismo entre la
postura de este grupo y, por ejemplo, el grupo de investigadores especialistas en la antropología mediterránea.
Según Wiese, las características fundamentales de estos últimos son el sentido de pertenencia a una fraternidad
particular, constituida a partir de un mito de origen (la idea metafísica del Mediterráneo como área cultural), la
búsqueda de una experiencia mística (entrar a un mundo perdido para los anglosajones y europeos del Norte; un
mundo que promete una serie de virtudes inexistentes en el mundo industrial avanzado) y su estructuración a
partir de la presencia de un teórico carismático (Julian Pitts-River). Finalmente, los constituyentes del grupo
varían a través del tiempo y son más bien resistentes a la crítica (Llobera 1990: 106-107).
Como dije, podríamos discutir el alcance de los paralelismos2, pero para mi al menos es muy claro que
como grupo Arvelo-Jiménez y su equipo han creado una representación del SIRO como un espacio estructurado
constituido a partir de valores muy diferentes a los nuestros, valores que fueron alterados por el proceso de
acumulación originaria, o globalización, término más popular en estos días. Creo que es posible afirmar que
existe un elemento importante en la conformación del SIRO como representación que tiene que ver con lo
biográfico y con el posicionamiento político. Propongo que muchos aspectos de la representación del comercio
indígena y de los valores de la sociedad Ye´cuana tal como fueron interpretados en los textos que estamos
comentando fueron exportados por Arvelo-Jiménez y su equipo hacia el pasado y hacia la definición del SIRO.
De acuerdo a lo dicho en la entrevista, este conjunto de valores particulares, caracterizaron también las relaciones comerciales indígenas en el pasado:
EA: Por otra parte, en el caso particular de los ye’kuanas, me parece que ellos utilizaron su experiencia histórica
con respecto, por ejemplo, al intercambio comercial, para entrar en una relación particular con la sociedad criolla
(…)
NAJ: Bueno, realmente ellos tienen una gran experiencia y su tradición de viajeros, de viajeros de largas distancias y de viajeros comerciantes, les debe haber enseñado mucho, porque no solamente trataban con criollos, sino
con pueblos no necesariamente amigos. Bueno, yo creo que esa es una larga tradición, una larga enseñanza que
ellos deben haber adquirido y que les sirve, les ha servido, cuando su territorio esta siendo cada vez más conectado, más integrado físicamente con los mercados nacionales y regionales. Entonces, ellos si pueden percibir los
«nichos», donde ellos pueden colarse o ubicarse. Ahora, yo no diría que con todo éxito, porque yo pienso que
hay una premisa del sistema donde ellos se están insertando que no comparten, y que hace toda la diferencia: la
explotación, o la autoexplotación, etc. Es decir, tienen la mitad de lo que necesitan para una inserción equitativa,
pero no así las estrategias que deben tener para insertarse, no se insertan de manera equitativa porque no tienen
la misma premisa, ellos todavía no juegan con las reglas del juego capitalista (…).
EA: La relación personal es más importante que la relación económica, todo eso…
NAJ: Si, es decir, ellos tienen esa habilidad que tu les captaste; pero tienen una gran desventaja: es que el
capitalismo, sobre todo cuando tu conoces sociedades que no lo practican, para nosotros es una cosa, común, o
sea, vivimos dentro de el, nacimos dentro de el, pero para el que no lo practicó, es tan difícil de entender, porque
es tan inhumano. O sea, eso de la relación personal es muy importante: en las relaciones comerciales de ellos, la
gente se casaba, la gente visitaba, la gente transmitía información, la gente iba a curarse, es toda una cuestión de
plenitud y sobre todo donde las personas «valen», cada persona vale. ¡No hay referentes materiales al valor!
Entonces, en unas personas que tienen una tradición milenaria oyendo esos múltiples mensajes simbólicos, tu
tienes eso reforzado por todos lados, y que ellos tengan que actuar con la racionalidad capitalista y calcular, y
tratar a sus clientes con esa racionalidad es muy difícil, ellos no la aplican (…) Por lo menos esa es mi opinión.
(Arvelo-Jiménez 1992: 311-312).
Este párrafo tan significativo despierta inmediatamente toda una serie de interrogantes respecto a las habilidades de los indígenas como comerciantes y su éxito mediano ante los embates de la sociedad capitalista ¿Los
Ye´cuana tienen la experiencia comercial o no la tienen? Si la tienen, ¿porque esa ingenuidad para tratar con la
sociedad criolla? ¿No podría ser que esta ingenuidad es un síntoma de una ruptura con la tradición de los
grandes comerciantes caribes o, por el contrario, de que esta tradición de alguna manera es una invención
reciente?
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Lecturas antropológicas de Venezuela
II
Hugh-Jones (1992) ha discutido algunos de los problemas relacionados con las distinciones drásticas entre
las economías indígenas y las occidentales. De acuerdo a este autor, no parece aconsejable o útil trazar distinciones fuertes entre el capitalismo y las economías aborígenes como tipos ideales caracterizados por oposiciones tales como valor de cambio/valor de uso o intercambio mercantil/reciprocidad indígena. Estos contrastes
tienden a ocultar las relaciones y articulaciones entre las periferias de estas economías y la determinación
cultural de deseos y necesidades, que son aspectos claves para comprender la evolución de un sistema como el
SIRO. No obstante, creemos que estas distinciones constituyeron un factor clave en la definición de esta estructura y de sus consecuencias académicas y políticas.
Hugh-Jones argumenta que en la práctica y a nivel local existió una continuidad o adecuación (fit) entre las
instituciones capitalistas y las prácticas de intercambio aborigen. Cómo funciona esta adecuación en la practica
depende de factores como las diferencias de poder entre los individuos y grupos relacionados, en la naturaleza
e intensidad del contacto entre ellos, que puede variar entre esclavitud predatoria, explotación parasitaria hasta
algo parecido a una forma de simbiosis o división del trabajo. Aún bajo condiciones de explotación por endeudamiento es importante mirar la situación desde ambos lados. Eso significa que las economías aborígenes
reaccionan y se adaptan a las fuerzas externas, y que los propios aborígenes son factores activos que con
frecuencia demandan los bienes que les son dados, y que con frecuencia usan estos bienes para crear deudas
entre su propia gente. No comprender esto es subestimar el rol y el significado de los «jefes», personalidades
notables y mediadores indígenas en alianza con los comerciantes extranjeros mencionados con tanta frecuencia
en los documentos históricos (Hugh-Jones 1992: 44).
Desde 1986 hemos afirmado en varias oportunidades que esta clase de mecanismos económicos, que las
formas antiguas de diferenciación social y los liderazgos emergentes producto de la situación colonial jugaron
un papel clave en los orígenes y desarrollo del SIRO como una estructura capaz de articular sociedades con una
gran distancia geográfica y cultural (Gassón 1996; 2000; Zucchi y Gassón 2002). Existen muchos indicios de
que esta relación no sólo no fue forzada, sino deseada e impulsada activamente por algunas sociedades indígenas como los Caribes, quienes desarrollaron modos de intercambio diferido con los indígenas y con los holandeses basado en el intercambio de esclavos indígenas por objetos de hierro. En esto, los caribe demostraron no
sólo un gran talento comercial, sino también comprensión de las reglas del juego capitalista, aprovechando muy
bien las disputas entre las diferentes potencias coloniales. 3
En el siglo XVI empezaron los conflictos entre los poderes coloniales por el control de Tierra Firme. En
estas disputas, los Caribe jugaron un papel importante como soldados, mano de obra y comerciantes. La introducción de productos occidentales en las economías indígenas alteró drásticamente los patrones nativos de
intercambio y guerra, dado que los nuevos productos (instrumentos de hierro, armas, ropas, bebidas alcohólicas, cuentas de vidrio, etc.) cambiaron el equilibrio de poder que mantenían las diversas sociedades, puesto que
se convirtieron en los bienes más codiciados. La naturaleza especial de los productos occidentales se basaba en
sus superiores características tecnológicas, su prestigio intrínseco y su asociación a poderes sobrenaturales.
Además, las comunidades locales no podían reproducirlos.
Sin embargo, ganar el control sobre estos nuevos productos no fue tarea fácil debido a que demandaba un
incremento en la competencia entre los grupos vecinos y, al mismo tiempo, mantener una buena relación con
extranjeros. El comercio y las alianzas militares fueron los mecanismos más importantes. En un principio, el
comercio se orientó al oro, perlas y otros artículos valiosos, pero la escasez de estos bienes cambió pronto el
énfasis del intercambio hacia el desarrollo de redes de intercambio de larga distancia basadas en el comercio de
esclavos. La estructura política caribe tradicional era descentralizada, e iba desde jefes de aldeas locales con
poco poder coercitivo hasta débiles federaciones de aldeas bajo el control de líderes cuya autoridad sólo era
acatada en tiempo de guerra (Morales y Arvelo-Jiménez 1981: 607-13). Con este tipo de organización política
parece poco probable que los caribes pudieran dominar redes de comercio de varios centenares de kilómetros de
extensión. ¿Cómo se desarrollaron tales redes y cómo llegaron a controlarlas?
Primero, debemos considerar la ubicación de este grupo en la frontera entre el mundo indígena y los focos
de colonización europea. Muchos grupos caribes de tierra firme estaban ubicados las bocas de los sistemas
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Lecturas antropológicas de Venezuela
fluviales a lo largo de la costa Atlántica de las Guyanas, región donde los franceses y holandeses se asentarían
años más tarde construyendo postas comerciales (Goslinga 1971:409). En contraste, los españoles se asentaron
primero en el oriente de Venezuela, principalmente con el objetivo de explotar los yacimientos de perlas.
Segundo, se debe considerar la naturaleza peculiar de las relaciones entre los caribes y los holandeses.
Ciertamente, los caribes llegaron a controlar, al menos en parte, la circulación de productos en el mundo indígena, pero no controlaban su producción. Por lo tanto, a través del establecimiento de relaciones de endeudamiento y peonaje (Hugh-Jones 1992), los caribes desarrollaron una relación de creciente dependencia económica y
política con los europeos:
Concluidas sus cosas, ponen la proa río arriba, hasta llegar a la costa donde están la mayor parte de sus
pueblos; y luego que descansan, pasan a las colonias holandesas, unos a pagar, y recibir otra vez de fiado para
el viaje que se sigue, otros a vender; pero estos son pocos, porque los holandeses y judíos les dan tanta multitud
de rescates, que casi todos los caribes están gravemente adeudados, por más esclavos que roben, y compren...
como ya dije, siempre viven adeudados los más de los caribes; y tanto, que los mismos holandeses, y judíos de
Surinama, los obligan a salir a campaña para ir cobrando (Gumilla 1963:89-91).
Tercero, para comprender mejor como los Caribes pudieron controlar el complejo proceso administrativo
relacionado con las redes de comercio a larga distancia, debe entenderse que ellos no actuaban solos. Los
holandeses jugaron un papel muy importante en la organización y mantenimiento de dichas redes, en la participación en las expediciones esclavistas, y en la fundación de las llamadas «factorías» en las Guyanas. Por
ejemplo:
En el río Aquire con los caribes estuvo domiciliado un holandés más de ocho años comprándoles póitos; también
había otros con el mismo trato en Puruey, Caura y Paragua, de donde enviaban a Esquivo y Surinam las remesas
de 20 a 50 póitos [esclavos] y se desmantelaron con el miedo a la llegada de la Real Expedición en Orinoco
[1769] (Garriga 1979:100).
Había dos tipos de agentes de comercio holandeses: los uitlopers, empleados regulares de las compañías
comerciales, quienes estaban a cargo de llevar a cabo negocios con los caribes; y los uitleggers, quienes viajaban al interior de la tierra firme para comerciar directamente con los indígenas (Goslinga 1971:428). Frecuentemente, los holandeses y caribes unieron fuerzas en expediciones esclavistas. Existen referencias sobre holandeses pintados como caribes liderando dichas expediciones con el doble propósito de legitimizar su papel entre
los indígenas y esconder sus actividades de los españoles. Actividades de este tipo se llevaron a cabo al menos
hasta el siglo XVIII:
Junto con los caribes navegan los holandeses y se internan muy adentro de tierra y a por el Orinoco, aunque al
presente [1759] son pocos y con mucho riesgo, y también por el río Yuruario en embarcaciones pequeñas. Los
holandeses por conservar este trato de indios esclavos y el ocultarse y disimularse caribes en las embarcaciones
por los ríos, instan y persuaden a los caribes a que no consientan que los reduzcan a población... (Martínez
1979:371).
Cuarto, debemos considerar el desarrollo de nuevas habilidades militares. Debe anotarse que, antes de la
llegada de los europeos, los caribes no siempre pudieron oponerse eficazmente a otros grupos indígenas. Su
superioridad militar vino con la adquisición de armas y tácticas europeas:
Es verdad que la Nación Caribe fue siempre guerrera, pero mientras no supieron de armas de fuego nunca
pudieron ganar victoria considerable, antes solían muchas veces salir perdidos; pero luego que los Olandeses, les
armaron y enseñaron las armas de fuego, no sólo ganaban las Batallas sino que destruyeron, innumerable gentío... (Vega 1974:96-97).
Quinto, los holandeses no sólo proporcionaron a los caribes entrenamiento militar, sino que además
institucionalizaron relaciones con los indígenas mediante acuerdos comerciales y lazos de parentesco. Más aún,
175
Lecturas antropológicas de Venezuela
los holandeses no se involucraron en prácticas de adoctrinamiento ni en disputas por tierras con los indígenas,
como hicieron los españoles. Por esta razón, no es sorprendente que los holandeses ganaran el apoyo de los
caribes, quienes consideraron estas relaciones como un pacto de mutuo beneficio. Como lo afirmó Garriga:
Discurro que costara mucho de reducir [la nación caribe] porque trata con los holandeses y dicen que son sus
amigos, parientes, yernos y cuñados, y asi será porque les venden sus parientes y extraños y es grande el tráfico
de poitos o esclavos que venden a esos extranjeros por armas de fuego, ropas y hierros» (Garriga 1979:185).
De esta manera, manteniendo el flujo constante de bienes mediante el comercio y el crédito, se desarrollaron nuevas formas de desigualdad política y social, así como una relación asimétrica en la cual los indígenas
ocuparon el nivel más bajo. De cierta manera, los caribes se transformaron en obreros e intermediarios de la
economía globalizada.
En 1648, con la Paz de Munster, España reconoció las colonias holandesas de Esequibo y Surinam. Como
resultado, se intensificaron las expediciones en búsqueda de esclavos a lo largo del Orinoco, de tal forma que las
rutas de intercambio caribe-holandesas también se extendieron y el imperio económico creado por Holanda
consolidó sus bases en ambos lados del Atlántico (Goslinga 1971:146). Los caribes afinaron sus estrategias con
el fin de mantener e incrementar relaciones comerciales. Por ejemplo, Gumilla relata que:
Después que han recogido todas cuantas piezas pueden (…) en aquellas remotísimas naciones, que distan de la
costa hasta seiscientas leguas, dejan en poder de los caciques, la herramienta y abalorios, que les han sobrado,
para que entre año vayan comprando, hasta su vuelta, que es el año siguiente: y para evitar todo engaño, quedan
dos, o tres indios caribes en cada una de aquellas naciones guardando las mercancías, que ellos llaman rescates:
mejor llamar cautiverios, pues con ella quitan la libertad a tantos inocentes. A la partida protestan a los caciques:
«Que si a su retomo hallaran haber recibido algún daño o vejación, los caribes que quedan con ellos, les quemarán los pueblos, y se llevarán a todas las mujeres, e hijos con lo cual cuidan mucho los dichos caciques a sus
huéspedes (Gumilla 1944:89-90).
Por último, durante el siglo XVIII, la corona española empezó a tomar medidas drásticas con el fin de
evitar las expediciones holandesas y limitar las actividades caribes. En 1770, la corona anunció la «limpieza»
de colonias holandesas en el oriente, con los que las rutas de comercio a larga distancia se desplomaron y el
sistema de interacción interregional desapareció, reduciéndose una vez más a redes locales.
III
¿Podríamos pensar entonces que nuestras diferencias de interpretación corresponden sólo a visiones diferentes de la racionalidad económica de las sociedades del pasado (distinguir claramente entre economías indígenas y occidentales contra una visión que enfatiza la continuidad entre estas economías)? Parecería que el
argumento es insuficiente. Recordemos una vez más las características fundamentales del SIRO:
(…) un nivel de integración socio-cultural diferente del local o étnico. (…) una compleja trama de relaciones
interétnicas que llego a integrarlas de manera horizontal y diferenciada. (…) los vínculos no implicaban la pérdida de autonomía política local ni de la diversidad cultural ni lingüística de las etnias que componentes del Sistema. (…) algunas de las innovaciones (…) se propagaban como resultado de incursiones bélicas. No obstante esto
no condujo a la supremacía político-económica de ningún grupo étnico sobre las decisiones y recursos naturales
de los otros (Arvelo-Jiménez et al 1989:156).
De acuerdo con lo anterior, propongo que de cierta manera la formulación del SIRO ha querido identificar
en el pasado orinoquense una forma de vida desaparecida que pudo ser superior en muchos aspectos a nuestra
propia forma de vida. Entonces, esta concepción del pasado orinoquense no es únicamente un ejercicio académico de reconstrucción etnohistórica, sino que sirve de justificación y programa de una alternativa de futuro
posible. En mi opinión, esta reconstrucción del SIRO está completamente de acuerdo con las ideas de la filosofía política clásica, en particular con el pensamiento utópico del Renacimiento.
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Lecturas antropológicas de Venezuela
Se ha señalado la importancia de conocer la influencia del humanismo renacentista en las primeras
formulaciones científicas relacionadas con el pensamiento económico y la antropología cultural (Abellán 1992:
184). Pienso que deberíamos continuar esta exploración en el presente, ya que la consideración de América y
sus sociedades como alternativa para el futuro de la humanidad es algo que sigue estando presente entre nosotros. De esto trata precisamente la definición de Utopía.
Como es sabido, Utopía quiere decir lugar imaginario, no existente. Debido a lo de lugar imaginario, el
concepto de Utopía se ha confundido con quimera, con algo imposible o inalcanzable. Entonces, si lo utópico
no es real, no es susceptible de tratamiento científico (Moro et al. 1995: 7). Esto olvida que fue precisamente la
ciencia renacentista lo que dio cabida al descubrimiento de América y por tanto al descubrimiento de la Utopía,
o como indicó Leopoldo Zea, a la transformación de la utopía en topía (Zea 1978).
Tomás Moro situó la Utopía en América, respondiendo a la creencia general de que América era tierra
utópica, de que era la Utopía por excelencia. Llaman la atención los principios que gobernaban la sociedad ideal
de Moro: la distribución equitativa del trabajo, el intercambio a través del canje directo, la existencia de pocas
y claras leyes, la coexistencia en base a la armonía de todos los grupos y hasta la ausencia de metales (Abellán
1992 181-182, Moro y otros 1995). No son pocos los paralelismos que podemos establecer entre la utopía
renacentista y la topía orinoquense.
Por otra parte, no se deben confundir las utopías americanas con los productos del imaginario medieval en
América, es decir, con la identificación del Paraíso, el Buen Salvaje o el mito doradista, tan detenidamente
examinados por Vladimir Acosta en sus diferentes obras (p. ej. Acosta 1992). Existen numerosos ejemplos de la
constitución de América como Utopía, desde aquellas puramente ideales (Moro, Campanella, Bacon) pero
basadas en las características reales o supuestas de las sociedades americanas, hasta estudios más recientes que
quisieron ver en sociedades indígenas como los Incas formas de vida que podían actuar como modelos alternativos de organización sociopolítica (Baudin 1962).
Entonces, debemos entender las utopías como proyectos políticos de carácter específicamente americano,
ya que se nutren de la observación y la representación de las sociedades americanas de la época del descubrimiento, y que sirven de fundamento a un proyecto de sociedad a la que puede aspirar el mundo occidental. Por
tanto, quiero sugerir que, para comprender a cabalidad su significado y alcance, deberíamos examinar el concepto de SIRO no sólo desde el punto de vista formal sino también como un espacio simbólico estructurado, una
u-topía particular que comparte, desde el punto de vista filosófico, toda una serie de rasgos con las grandes
utopías del Renacimiento, sobre todo en cuanto a su función última: servir de modelo para otro futuro.
IV
En esta oportunidad he querido hacer un comentario muy preliminar al SIRO como problema filosófico y
antropológico que pretende ir más allá de las dificultades relacionadas con su reconstrucción. Argumentamos
que la definición del SIRO se halla a medio camino entre la filosofía política, la teoría antropológica y la
búsqueda personal y profesional. Estos elementos se encuentran parcialmente ocultos por un discurso objetivo
que pretende establecer cierta distancia temporal y cultural entre nosotros y el pasado. Seguiremos a Rosaldo
cuando afirma que los modos tradicionales de análisis, basados en un observador apartado que utiliza un lenguaje neutral para estudiar un mundo unificado de hechos en bruto, ya no son suficientes para comprender
conceptos y representaciones referidas a otras sociedades.
Luego, pensamos que es posible establecer una conexión entre el SIRO como fundamento de una propuesta política actual con un humanismo muy antiguo, que se ubica en la raíz de una perspectiva romántica de la
antropología. Como parte de esta concepción podemos observar una tensión entre el legado histórico y documental y la invención de la tradición en el sentido de Hobsbawn, es decir, lo referente a las aportaciones o
«filtros» de distintos agentes de la tradición, especialmente los recopiladores, estudiosos o eruditos locales, en
función de razones de orden cultural, político, religioso o económico, en este caso, el de contribuir a fundamentar la acción política en el presente (Hobsbawn 2002: 19). En la historia de la teoría antropológica, es bajo la
influencia del romanticismo cuando se plantean con mucho más fuerza los que luego serán los principales
debates de la teoría contemporánea. Es precisamente a partir de la reacción romántica al evolucionismo cuando
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dicotomías fundamentales como tradición/progreso, individual/colectivo, universal/local, aborígen/occidental,
nostalgia/utopía, pasado/futuro adquieren toda su trascendencia (Vincent 1986).
Por otra parte, en relación al estudio de las antiguas sociedades orinoquenses, me parece que la creación de
modelos como el SIRO podría contribuir a crear una uniformidad modelada capaz de encerrar la vida social y
nivelar la capacidad de acción de los individuos. La definición de un modelo con un conjunto de características
fijas es producto de los problemas inherentes a la teoría del control cultural de Bonfill Batalla (considerar que
las culturas tienen un núcleo compartido de la misma manera por todos sus integrantes), del uso acrítico de la
analogía etnográfica y de una perspectiva antievolucionista que da al SIRO, en mi opinión, un carácter esencialista
que pudiera estar reñido con una perspectiva histórica y evolutiva de la región (Gassón 2000). Finalmente,
quisiera recordar(me) que si se hace esta crítica, es por la importancia del problema que estamos tratando y por
comenzar a entender lo difícil que puede ser adoptar una postura reflexiva, no por criticar a sus autores. Es
precisamente la relación entre el compromiso político, el rigor científico y la honestidad intelectual de los
autores que he discutido aquí lo que me ha proporcionado un material tan rico para este comentario, y lo que me
ha permitido conocer un poco las herramientas del oficio para intentar dar el siguiente paso, el más difícil, que
es ponerse delante del espejo.
NOTAS
Agradezco a los organizadores del simposio su amable invitación al excelente simposio de Mérida. De la misma manera, agradezco
a Alberta Zucchi, Eglee López-Zent y a Jose Antonio Kelly sus oportunas sugerencias y comentarios.
2
Mis buenos amigos y colegas Filadelfo Morales y Horacio Biord me señalaron oportunamente que seria injusto considerarlos como
resistentes a la crítica, observación que es cierta y que acepto gustoso. Por eso reitero que el alcance de los paralelismos es
discutible.
3
Sería discutible afirmar que los Caribe no jugaron un papel importante en la resistencia a la colonización, particularmente a la
colonización española. Pero también creo que es improbable que sus valores éticos hayan permanecido inalterados por los
eventos de la colonización, o que los mismos fueron compartidos de la misma manera y en sentido positivo por todos los
miembros de la sociedad. Para bien o para mal, en las célebres Tesis de filosofía de la historia Benjamin nos enseñó que
deberíamos desconfiar de la testaruda fe en el progreso« típica de la socialdemocracia y el marxismo vulgar, y eso incluye
necesariam ente la fe en el progreso moral, y eso incluye también no sólo a Occidente, sino a todo lo que Occidente toque.
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