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Emociones y Actividad Objetivada

En contraposición a enfoques, fundamentalmente funcionalistas, como el conductismo y psicoanálisis, surge el enfoque historicoculturalista, cuyo objeto de estudio, es la actividad material de los sujetos, entendiendo con ello, que el psiquismo humano es un producto sociocultural y como tal, no se puede analizar desde funciones aisladas, sino como representaciones dialécticas e historicoculturalmente determinadas. En ese contexto, surgen categorías necesarias de analizar, como el sistema funcional complejo, en oposición a las teorías localizacionistas; la actividad objetivada, que contrasta la conceptualización mecánica de conducta; y las emociones entendidas como las estructuras que se desarrollan como el motor del Psiquismo Humano

Emociones y Actividad Objetivada, como motor de la construcción del psiquismo humano: una mirada desde el enfoque historicoculturalista Autor: Juan Rubio González Psicólogo Programa de Enseñanza Integral del Derecho (PEID) Universidad de Atacama-Chile ¿Qué es el hombre?: para Hegel, es un sujeto lógico. Para Pavlov, es soma, un organismo. Para nosotros, el hombre es una persona social: un agregado de relaciones sociales, encarnadas en un individuo (Vigotsky, 1987) Resumen En contraposición a enfoques, fundamentalmente funcionalistas, como el conductismo y psicoanálisis, surge el enfoque historicoculturalista, cuyo objeto de estudio, es la actividad material de los sujetos, entendiendo con ello, que el psiquismo humano es un producto sociocultural y como tal, no se puede analizar desde funciones aisladas, sino como representaciones dialécticas e historicoculturalmente determinadas. En ese contexto, surgen categorías necesarias de analizar, como el sistema funcional complejo, en oposición a las teorías localizacionistas; la actividad objetivada, que contrasta la conceptualización mecánica de conducta; y las emociones entendidas como las estructuras que se desarrollan como el motor del Psiquismo Humano. Introducción La construcción del psiquismo humano, es aún un debate inacabado en el campo de la psicología o de las psicologías, para ser más concretos-, y por cierto en el ámbito de otras disciplinas, como la neurología, sociología, antropología, ética, pedagogía o la didáctica, que tienen directa relación con la psicología, que al ser una disciplina relativamente joven y diversa, ha sido permeada por distintos saberes dominantes, que en su mayoría, han confluido en la lógica de darle un carácter funcionalista al psiquismo humano. En ese sentido, estas posturas dominantes, a lo largo de la historia, han pretendido explicar mecánicamente, dimensiones tales como la personalidad o el comportamiento humano, desarrollando además, la pretensión de poder analizar lo psicológico desde un individuo aislado, dando sustento a la dicotomía interior-exterior, individual-social, existiendo por ello, en la mayoría de los enfoques clásicos de la psicología, la lógica de plantear una determinación intraorgánica del psiquismo, que en alguna medida interactuaría con los factores sociales. En ese sentido, y mediadas por el paradigma empirista-positivista, desde comienzos del siglo XX, la influyente psicología norteamericana, haciendo énfasis en lo externo, vale decir, de cómo los estímulos del medio, determinan la conducta humana, deciden identificarse con el modelo de las ciencias naturales. Algo parecido sucede en Europa occidental, cuyos exponentes máximos, también desarrollan sus teorías psicológicas, asumiendo al modelo médico, centrándose en la determinación del psiquismo, exclusivamente en lo interno, en lo que la naciente corriente psicoanalítica por ejemplo, reconoce como el inconsciente, las llamadas pulsiones internas, los centros del placer y muerte, mecanismos de defensa, etc. Es así, como la comprensión de la psique humana, en gran parte del siglo pasado, adquiere un carácter naturalista y mentalista, que se expresaba en corrientes que al menos en el planteamiento teórico y metodológico, se veían como diferentes, pero que en la práctica, partían de principios similares. Estamos hablando de las escuelas conductistas y psicoanalíticas, dos de los grandes referentes de la psicología, que aún determinan en gran medida la práctica de esta disciplina. En efecto, por un lado el conductismo, pretende homologar –interesadamente a nuestro entender-, el funcionamiento psíquico de hombres y animales, de ahí su práctica investigativa, que i pli a a lle a de a i ales sus la o ato ios, o el afá de desa olla leyes análogas para su estudio en el mundo animal y humano (González Rey, 2000), centrando su objeto de estudio, en la conducta humana. Mientras, paralelamente, Sigmund Freud, el precursor del psicoanálisis, se dedicaba a estudiar el inconsciente, identificándolo como aquel sector de la psiquis humana, relacionada a los impulsos o fuerzas intrapsíquicas, que manejan el comportamiento humano y que esta escuela, con una fuerte connotación mentalista, define como pulsiones. Como vemos, esta(s) psicología(s) tradicional(es), independiente de sus bemoles, sigue siendo una psicología de corte funcionalista; vale decir, analiza mecánicamente las funciones psicológicas como sensaciones, percepciones, cogniciones, memoria, lenguaje, etc.-, considerándolas y analizándolas separadamente. De hecho, la mayor parte de los manuales psicológicos, las asignaturas que cursan las universidades, ejemplifican lo antes dicho, pues realizan la organización del psiquismo, a partir de funciones aisladas, vale decir, de entidades no conectadas entre sí, como bien lo planteó Rubinstein (1963), ya a mediados del siglo XX. Pero, paralelo a este estudio funcional de la piscología humana, desarrollado en occidente, en la Unión Soviética, se comenzaba a configurar una corriente psicológica, que se propone un objeto de estudio integral y dialectico: la actividad material del sujeto. Dejando de lado el planteamiento simplista y atomizador, de centrarse en las funciones psicológicas en particular, como la conducta, las pulsiones o la cognición, pues en la actividad material del sujeto, se observa una dependencia entre las diversas funciones psicológi as, no por sí solas, sino en relación con las particularidades de la actividad que realiza el sujeto Talizi a, “olovieva Qui ta a , . El estudio de la actividad material del sujeto, obedece a una base epistemológica, que visualiza el desarrollo ontogenético del ser humano, sometido a leyes sociales y no a las leyes biológicas, como lo establecían las posturas funcionalistas de la psicología clásica. De lo anterior, se desprende el origen histórico-cultural de la psique humana; vale decir, que el psiquismo, es un producto social, donde las llamadas funciones psíquicas, están determinadas dialécticamente por la historia y la cultura de un sujeto. Al respecto, el enfoque historicoculturalista, establece una representación social de lo psíquico; un producto social, que a partir de un proceso dialectico, se apropia de toda la historia cultural que lo precede (González Rey, 2000). Así mismo, el ser humano deja de ser una abstracción, pues debemos entenderlo como un ser social, el cual establece relaciones sociales concretas. Y es en esas relaciones, donde emerge su conciencia, que por cierto, también es un producto social. Precisando conceptos, la conciencia del ser humano, como producto histórico y cultural, estaría determinada por una realidad históricocultural, de la cual sería algo así como su reflejo. Esta explicación epistemológica, del surgimiento del psiquismo humano, es la base que nos permite entender sus diversas manifestaciones, que por cierto, no se las puede analizar mecánica ni linealmente, como funciones aisladas, sino como representaciones dialécticas e historicoculturalmente determinadas, vale decir, que para analizar la psique humana, debemos hacerlo desde paradigmas sistémico-complejos. El enfoque historicoculturalista: síntesis colectiva de un proceso Se ha considerado al psicólogo soviético, Lev Semiónovich Vigotsky (1896-1934), como uno de los precursores del enfoque historicoculturalista. En efecto, el llamado Moza t de la psi ología , fue un destacado estudioso de la psicología del desarrollo y de la neuropsicología. Pero Vigotsky, es parte de un contexto histórico y cultural, y sus estudios y planteamientos no corresponden sólo a la individualidad o genialidad de un hombre, como se nos pretende hacer creer, sino a la síntesis colectiva de un proceso, que tal como lo constata Lomov (1989), en la Unión Soviética comienza a hacerse visible, primero con los estudios de Ivan Mikhailovich Sechenov (1829-1905), quien elaboró la teoría del reflejo, la cual es profundizada posteriormente por la reflexología Pavloviana y su doctrina sobre la actividad nerviosa superior. Pero, es a partir del advenimiento de la Revolución Socialista de Octubre de 1917, donde se inicia la investigación psicológica institucionalizada, representada en diversos centros de estudio de psicología, como el Instituto de Investigación del Cerebro en Petrogrado, la Facultad de psicología en la Universidad de Tiflis (Lomov, 1989) y otros Centros de Estudios, que consideraban como basamento teórico-práctico, el materialismo dialéctico, desde el cual criticaban las nociones mecanicistas de la psicología introspectiva, por ejemplo, con lo que se comienza a perspectivar un nuevo enfoque en la psicología: el historicoculturalista, o también conocido como socioculturalista. Como vemos, analizar a Vigotsky, como una excepcionalidad, no sólo es una aberración teórica, sino una insensatez históricocultural, que es lo que ha sucedido precisamente en occidente, cuando se analizan sus obras descontextualizadas, sin abordar sus basamentos epistemológicos fundamentales, y en el peor de los casos, sólo trayendo algunos conceptos y categorías, que se intentan implementar mecánicamente. Neuropsicología: estudio del cerebro humano, como producto social Uno de los primeros postulados, que surgen del naciente enfoque historicoculturalista de la psicología, es asumir los planteamientos del materialismo dialectico, desde donde se establece que todo desarrollo teórico, debe responder a las condiciones reales o materiales de la vida. Con esto, surge una primera diferencia con las psicologías funcionalistas, que se habían dedicado a experimentar con animales no-humanos, con lo cual, se habría una gran interrogante, pues no se sabía con certeza, como estas experiencias se representaban en los animales humanos. En este sentido, uno de los grandes aportes de la psicología historicoculturalista, está en el estudio de las bases neuronales de las estructuras cerebrales y las funciones psicológicas. Investigaciones que se realizan a partir de la llamada neuropsicología, disciplina que tiene al psicólogo soviético, Alexander Romanovich Luria (1902-1977), junto al mismo Vigotsky, como uno de sus principales precursores. Uno de los fundamentales aportes, que desarrolla esta naciente disciplina, es romper o la lógi a lo aliza io ista del e e o hu a o, ue se ha ía desarrollado desde el siglo XIX en esta área, en concordancia a los principios cartesianos, y a partir con los estudios iniciados por el creador de la frenología, el anatomista y fisiólogo alemán, Franz Joseph Gall (1758-1828) y luego por el médico anatomista francés, Paul Broca (1824-1880), quienes proponían la existencia de áreas cerebrales concretas, para cada función psicológica. Contrariando al modelo localizacionista del cerebro, la neuropsicología historicoculturalista, propone un planteamiento holista, en el estudio de este centro nervioso, pues demuestra una relación dinámica e integral, de lo que hasta ese entonces se denominaban, localizaciones cerebrales . Luria y Vigotsky, observan una organización concertada de los sistemas funcionales y las zonas del cerebro humano, al que llaman Sistema Funcional Complejo, planteamiento que viene a cuestionar, la raíces de la neurología clásica. En efecto, la postura socioculturalista, plantea que el Sistema Funcional Complejo, no estría localizado en una zona particular del cerebro, como se planteaba hasta entonces, sino que existen zonas sistémica y complejamente agrupadas, que permiten la colaboración de zonas morfológicamente distantes (García, 2010). Así entonces, los procesos psíquicos, son sistemas funcionales complejos; histórico-culturales por su formación y mediatos por su estructura, que no están ubicados en áreas limitadas del cerebro, sino más bien, activamente distribuidos, en una lógica funcional compleja. Debemos entonces, al trabajo realizado por Luria en los laboratorios soviéticos, los principales avances desarrollados por disciplinas como la neurociencia, que en la actualidad, con un carácter más médico-naturalista por cierto, han realizado valiosos aportes, para entender el funcionamiento del cerebro humano como una entidad, que si bien se distribuye en zonas, actúa agrupada e integradamente, y los más relevante, lo reconoce como un producto social. En efecto, gracias a estas vanguardistas investigaciones, hoy podemos conocer por ejemplo, los mecanismos cerebrales de las emociones, a partir de la existencia de vías, que transmiten la información sensorial desde el tálamo a la amígdala, descubrimiento realizado por el grupo de trabajo del Centro de Neurología de la Universidad de Nueva York, encabezado por el profesor Joseph LeDoux (1999), o el papel ue u ple las lla adas neuronas espejo , dadas a o o e por el grupo de investigadores que trabajaba con Giacomo Rizzolatti y Corrado Sinigaglia (2006) en la Universidad de Parma, Italia, que vienen a respaldar la idea de la construcción social del cerebro, por cuanto, este descubrimiento, viene a explicar aspectos tan sustanciales en los estudios psicológicos, como son la imitación, motivación y empatía. Pero más elemental aún, los estudios de la neuropsicología historicoculturalista, propiciaron el conocimiento, funcionamiento y desarrollo filogenético de los lla ados t es e e os o cerebro triuno, que da cuenta del carácter histórico y cultural, de este fundamental centro nervioso, adaptativo y evolutivo humano. Al respecto, si realizamos un análisis evolutivo del cerebro humano, concluiremos que compartimos con la mayor cantidad de especies, el llamado cerebro reptiliano; zona que regula las funciones fisiológicas involuntarias del cuerpo, y por tanto, responsable de la parte más primitiva del (la) reflejo-respuesta, que por cierto, es el nivel donde actuaban los experimentos conductistas, con palomas, ratas o perros, los que luego se homologaron al funcionamiento psicológico humano. Posteriormente, con el desarrollo filogenético, aparece el cerebro límbico o emocional; el llamado almacén de las emociones y recuerdos, donde se ubica la amígdala, considerada como el centro de la memoria afectiva y por tanto, podríamos situarla como la síntesis misma, de la vida históricocultural del sujeto. Posteriormente, surge el neocórtex, también llamado cerebro racional, encargado del desarrollo de las capacidades cognitivas, y particular objeto de estudio de la evolución conductista –la línea cognitivista-, centrada fundamentalmente, en el pensamiento humano. Si bien, los dive sos estudios ealizados a estos tres cerebros , pla tea u a i te o e ió neuronal y bioquímica, todavía los resabios de la psicología funcionalista, le siguen otorgando exclusividad, a cada zona, en el control de distintas funciones psicológicas, colocando en el centro del funcionamiento psíquico al cerebro racional, como supuesto encargado de regular la conciencia, control de las emociones, memorización, concentración, autoreflexión, resolución de problemas; algo así como la parte consciente del se hu a o, po ta to, los ot os dos e e os serían la parte inconsciente (no racional). De este análisis, se desprende la lógica de la práctica psicológica de escuelas como la conductista, cognitivista o psicoanalítica. Funciones Psicológicas y la Actividad Objetivada: objeto de estudio historicoculturalista Como ya hemos dicho, la conducta, la cognición, el inconsciente, por nombrar algunos, han sido los objetos de estudio de los distintos modelos psicológicos, que han hegemonizado la disciplina psicológica, durante su historia contemporánea. En tanto, desde el postulado historicoculturalista, sus investigaciones se orientaban a integrar los niveles biológicos, cognitivos y afectivos de la psicología, entendidas como formas complejas de organización de la personalidad humana, con lo cual, se supera la histórica e inconducente dicotomía, entre lo externo y lo interno y entre lo social y lo individual (González Rey, 2000), que habían caracterizado la psicología funcionalista. En ese contexto, Lev Vigotsky y Serguéi Leonidovich Rubinstein (1889 – 1960), plantean como idea fuerza, el desarrollo de las funciones psíquicas en la actividad del ser humano, lo que representa un revolucionario planteamiento, en la comprensión del carácter historicoculturalista del psiquismo humano. En efecto, estos psicólogos soviéticos, reconocen dos tipos de funciones mentales en el ser humano: las inferiores o elementales y las superiores, que actuarían integralmente, donde las primeras serían aquellas funciones mentales naturales, con las que nacemos, que limitan el comportamiento humano, a una simple reacción o respuesta al ambiente. En tanto, las funciones psíquicas superiores, o los también llamados Procesos Psicológicos Superiores, se adquieren y se desarrollan a través de la interacción social. De lo anteriormente planteado, surgen dos argumentos, en que vale la pena detenerse. Del primero, se desprende una crítica frontal, a las propuestas del condicionamiento clásico y operante, y en algún modo a las propuestas cognitivistas, que limitan sus investigaciones y acciones a las funciones mentales básicas o elementales del ser humano, quedándose en el exclusivo plano biologicista, lo que les lleva a basar su práctica, en aspectos como la memoria mecánica, la atención involuntaria, la imaginación reproductiva, la voluntad impulsiva, el pensamiento en imágenes, etc. (Gonzalez Rey, 2000), lo cual, por cierto, es quedarse en la prehistoria del análisis de la psicología humana. El segundo argumento, al cual es necesario prestar atención, está relacionado al carácter históricocultural del psiquismo humano, pues las funciones psicológicas superiores de un sujeto (la atención voluntaria, la imaginación creativa, la memoria lógica y emotiva, la voluntad previsora, los procesos afectivos complejos, etc.), tienen que ver con las condiciones en que se encuentra una sociedad determinada, en un periodo determinado y con una cultura concreta; es decir, los Procesos Psicológicos Superiores del ser humano, están determinados dialécticamente por la forma de ser de esa sociedad, por lo tanto, están mediados históricoculturalmente. Al respecto, Vigotsky plantea, que las funciones psicológicas superiores, se desarrollan y aparecen en dos momentos; primero en el plano social (relaciones sociales) y después, a nivel individual (se internalizan): Todas las funciones en el desarrollo del niño aparecen en dos momentos: primero a nivel social, y después a nivel individual; en primer lugar entre las personas (interpsicológicamente), y después en el interior del propio niño (intra-psicológicamente) [...]. Todas las funciones superiores se originan a partir de las relaciones reales entre los individuos humanos (Vygotsky, 1994). En esa misma lógica, el psicólogo soviético añade que: Primero el individuo realiza las acciones exteriores, que serán interpretados por los que le rodean, de acuerdo con los significados culturalmente establecidos. A partir de esta interpretación es que le será posible al individuo atribuir significado a sus acciones individuales y desarrollar sus propios procesos internos psicológicos, que pueden ser interpretados por el mismo, partiendo de los mecanismos establecidos por el grupo y comprendido a través de los códigos culturales compartidos por los miembros de este grupo (Vigotsky, 1994). El planteamiento historicoculturalista reconoce entonces, que el conocimiento humano es resultado de la interacción social; es en las relaciones sociales, donde el ser humano adquiere conciencia de sí mismo, aprende el uso de medios auxiliares (signos y símbolos) que nos permiten pensar y actuar de manera compleja, y en sociedad. En ese sentido, uno de los medios auxiliares por excelencia, que ha permitido al ser humano dominar su comportamiento e interactuar con el mundo, es el lenguaje, el cual actúa como mediador de sus relaciones sociales. Un buen ejemplo, de la evolución de las funciones psicológicas de los seres humanos, desde el nivel biologicista al históricoculturalista, vale decir, desde las funciones inferiores a las superiores, es observar el llanto de un niño. En efecto, en los primeros meses de vida, actúan las funciones mentales inferiores; el lactante llora reaccionando al ambiente, porque algo le duele, siente hambre, etc. A medida que el niño crece, se relaciona con intencionalidad con sus figuras significativas y afectivas, y llora con el objetivo de llamar la atención, por lo tanto, ese llanto ya es un medio auxiliar, que actúa como una manera de comunicarse con los demás, ahí entonces, estamos frente a una función psicológica superior interpsicológica, el cual es internalizado por el niño, transformándola en una función psicológica propia, personal, dentro de su mente, o sea, intrapsicológica. Pero este proceso inter e intrapsicológico, de las funciones mentales, había sido abordado dicotómicamente por la psicología funcionalista, estableciendo los planos externos e internos de la psicología humana. Ante ello, Vigotski establece y argumenta el dialectico y constante vínculo existente entre lo interno y lo externo, acuñando el concepto de Situación Social del Desarrollo, que da cuenta de la o i a ió de los p o esos i te os del desa ollo y de las condiciones internas que son típicas en cada edad y que condicionan la dinámica del desarrollo psíquico durante el correspondiente período evolutivo (Vigotsky, 2001). Con esto, se entiende que en cada estadio evolutivo, el ser humano presenta una situación de desarrollo particular (sociocultural), definidas por el conocimiento adquirido, el desarrollo de sus funciones psíquicas superiores, habilidades, etc., que son sus herramientas con las que se enfrenta al mundo, también socialmente determinado (Vigotsky, 2001). En esa interacción, surgirá el freno o la estimulación social, que permitirán alcanzar, o no, el conocimiento, donde lo fundamental está dado por la adecuación de las circunstancias en que se da ese proceso; la contextualización o situación de los procesos de enseñanza-aprendizaje (antecedentes en los que no profundizaremos, pues serán abordados en otro documento). Es así, como en la interacción social del sujeto con el mundo, se produce la interiorización del conocimiento. Vigotsky, consideró el proceso de interiorización como el paso de lo externo a lo interno, de lo social a lo individual, transformación dialéctica, en última instancia, de los procesos interpersonales en procesos intrapersonales, lo cual está relacionado al proceso de apropiación, que correspondería al cambio que genera la participación de un individuo en el proceso interaccional, donde se produce tal nivel de transformación, que su intervención en futuros acontecimientos, es cualitativamente diferente. Esta propuesta vigostskyana, encuentra su continuación lógica, en los postulados de otro psicólogo soviético, Alekséi Nikoláyevich Leóntiev (1903-1979), quien establece el principio de la relación inseparable entre la psique y la actividad humana, y propone que en el proceso de interiorización, lo que sucede en la práctica, es que la actividad externa va formándose, integral y dialécticamente, en actividad interna. Pero este paso, en ningún caso, debe entenderse como un acto mecánico, como algo prefijado dado de antemano, sino como un proceso gradual, dialéctico, que se da como resultado de diversas acciones correspondientes. Así, surge la categoría de Actividad Objetivada, entendida como la la unidad de vida mediatizada por el reflejo psíquico, cuya función real consiste en orientar al sujeto en el mundo de los objetos (Leontiev, 1989). Es así, como Leontiev, parte de los principios vigotskyanos, de considerar el desarrollo de las funciones psicológicas superiores, estableciendo que el origen de la actividad psíquica interna, se realiza a partir de la actividad externa del sujeto. En ese sentido, la actividad externa, es toda actividad humana, que utiliza medios auxiliares para desarrollarse, y que – siguiendo los postulados del materialismo dialectico- transforman la naturaleza, pero que dialécticamente, también terminan transformando los procesos psíquicos del ser humano. De ahí, la conceptualización de actividad realizada por Davidov (1993), quien la considera como forma específica del ser social del hombre, cuyo fin es una transformación activa de la realidad. En ese sentido, Rubinstein (2000) profundiza lo anterior, estableciendo que la actividad es la condición y la manifestación de toda la vida psíquica del ser humano. Como vemos, la propuesta de Leontiev, incluye los planteamientos de Vigotsky, pero plantea la categoría de la Actividad Objetivada, vale decir, sitúa la actividad, con un objeto de estudio, donde caben todas las categorías anteriores, nucleando los planteamientos vigotskyanos de las funciones psicológicas y su relación con la conciencia, y con otros niveles y propiedades organizativas del psiquismo humano, pero ahora, estableciendo un análisis desde la actividad humana, y su relación inseparable con la psique, y por cierto, centrándose en el carácter sistémico de ambas. En ese sentido, así como Karl Marx se centra en la mercancía, como la unidad mínima de análisis del modo de producción capitalista, desde el enfoque historicoculturalista surge la actividad objetivada, como la unidad mínima de análisis de la psicología humana. Al respecto, el psicólogo Iván Labra (1993) en su libro Psicología Social: Responsabilidad y Necesidad, aborda la categoría de Actividad Objetivada, considerando tres características fundamentales de ella: primero, que estamos frente a una unidad molecular, no una unidad aditiva (Labra, 1993); cualidad, que es fundamental entender, sobre todo a partir de los planteamientos surgidos desde la Teoría General de Sistemas, de la Cibernética y desde los paradigmas complejos, que vienen a contradecir las lógicas mecanicistas y atomizadoras, desde donde se desarrolló la psicología funcionalista, estudiada desfragmentada y linealmente. Contraria a ello, la Actividad Objetivada, debe ser entendida como una categoría holista y totalizante, que implica analizar las propiedades de un sistema, como un todo dialécticamente organizado, y no determinado o explicado a partir de las partes que los componen. La segunda característica, planteada por Labra, dice relación a que la Actividad Objetivada no es una reacción, ni un conjunto de reacciones (Labra, 1993). Con esto, se realiza una crítica y separación con las escuelas funcionalistas, que bajo el paradigma empírico-positivista, estudiaron mecánicamente la conducta humana como un reflejo, producto exclusivo de los procesos de estímulo-respuesta, con lo cual el sujeto es entendido como un agente pasivo, influido mecánica y linealmente por el ambiente. Así, el ser humano es visto como un simple emisor de respuestas y no como una organización compleja y activa. Con esto, la categoría Conducta, es superada por la de Actividad Objetivada, pues la primera corresponde sólo a una parte del análisis global que debemos realizar para entender la psicología humana, donde por cierto, priman los procesos circulares, recursivos y dialecticos, más que las pretensiones mecánicas y lineales. Como tercera característica de la Actividad Objetivada, Iván Labra plantea, que presenta como fu ió p i o dial la de orientar al sujeto en el mundo objetivo (Labra, 1993), por lo tanto estamos frente a una categoría integral, a un sistema … que tiene su estructura, sus transiciones y transformaciones internas, su desarrollo (Leontiev, 1975), un sistema dialéctico, que sintetiza la subjetividad humana, y en el cual … participan tres componentes, imposibles de separar en la realidad: el objeto de actividad, los procesos de actividad y el reflejo psíquico o imagen mental de la actividad (Labra, 1993). Homologando el ejemplo del tallador, que Iván Labra plantea en su libro, para explicar de mejor manera, la categoría de Actividad Objetivada, recurriremos a una actividad intelectual, para explicitar en mayor medida esta unidad de análisis, que plantea el enfoque historicoculturalista; en efecto, en la relación del educador con su alumno, se constata de paso, que esta categoría no dis i i a e t e a tividades a uales o i tele tuales . En este caso, la actividad o el sistema de actividades, de un profesor, que intenta desarrollar un proceso de enseñanza-aprendizaje, está determinada por sus propias ideas sobre lo que pretende enseñar, por el contexto, y por las condiciones que presenta el aprendiz -la motivación a aprender, sus conocimientos previos, sus estructura emocional, su contexto históricocultural, etc-. De ahí, que la metodología y las técnicas educativas, a implementar en este proceso, deben obedecer a la realidad que presentan sus conocimientos, el contexto y el aprendiz. Es así, como a medida que se desarrolla el sistema de actividades educativas, se comienzan a observar los cambios en el conocimiento del aprendiz; transformación que se produce, producto de sus vivencias previas, del contexto y de las ideas que el profesor puso a disposición del proceso. “o esos t es u dos , los ue va est u tu a do el p o eso de la Actividad Objetivada Educativa, como un proceso circular, recursivo y dialectico, en el cual, la idea primaria del profesor, se va contrarrestando y objetivándose en el proceso, que por cierto, si bien transforma el conocimiento del aprendiz, también provoca un cambio en él, en sus sistema de ideas y procesos, de ahí, la imposibilidad de separar el o jeto de a tividad, los p o esos de a tividad y el eflejo psí ui o o i age e tal de la a tividad , como lo detallaba Labra (1993). Como vemos, la Actividad Objetivada, es una categoría propuesta desde el enfoque historicoculturalista, donde participa y podemos analizar todo el componente psíquico, como una integralidad, pues no existe ninguna acción humana, que se pueda realizar y analizar desde una particular función psicológica. De hacerlo así, estaríamos cercenando interesadamente el psiquismo humano; lo estaríamos fragmentado al estudio sólo de la conducta, o la cognición, o el inconsciente, etc., con lo cual, volveríamos atrás la rueda de la historia de la psicología, como disciplina social. Las Emociones como Motor del Psiquismo Humano Históricamente, las emociones han sido producto de estudio y se han establecido clasificaciones, que aún en la actualidad, podemos apreciar sus cargas culturales. En efecto, Platón consideraba que las emociones se presentaban en términos de dolor y placer; Aristóteles, en tanto, aseguraba que estas podían afectar el buen juicio, pues situaba a las emociones en la esfera de la cólera. Por lo general eran vistas como perturbaciones innecesarias del ánimo de las personas, alejadas de la e esidad de a io alidad , que por cierto, tenía que ver con el equilibrio, la moderación, las buenas prácticas (UNICEF, 2016). La iglesia, por ejemplo, las considera como las causantes de que los individuos, no sean capaces de controlar sus pasiones y caer en el pecado; de ahí que aparecen las emociones, como objeto de castigo del ser humano. Desde la psicología en tanto, las emociones, en gran medida, se han estudiado siguiendo la lógica dualista cartesiana, donde la emoción se relaciona a una sensación. El propio René Descartes (1596-1650), categoriza las emociones como pasiones , que estarían divididas entre la mente (pensamientos) y el cuerpo (percepciones). No olvidemos, que Descartes, unía cuerpo y mente, en la glándula pineal, donde según el filósofo y matemático francés, también residiría el alma, por lo cual también allí estarían ubicadas las emociones (Souza Barcelar, 2011). Bajo el postulado dualista entonces, se desarrollan los principales modelos biologicistas, que han estudiado las emociones, principalmente desde el enfoque psicofisiológico, que las reducen a meras sensaciones corporales. En efecto, tal como lo consigna Souza Barcelar (2011), James y Lange, en la Teoría Periférica de las Emociones (1884-1885), plantean la naturaleza fisiológica de las emociones, que se comprobaría en los cambios orgánicos de tipo vascular o visceral, que se producen al presentarse una emoción. En ese mismo sentido, la Teoría Central de las Emociones, propuesta por Cannon en 1927, si bien no da tanta relevancia a la actividad visceral del anterior modelo, le otorga un carácter fundamental a la corteza cerebral en la influencia de las emociones. Experimentando con perros y gatos, este fisiólogo estadounidense, le da un papel prioritario a la actividad de los hemisferios cerebrales, subyugando con ello, el desarrollo de los procesos psicológicos superiores, a la actividad de la corteza cerebral, lo cual representa la base de las posteriores teorías de las emociones, que se posicionan exclusivamente en el ámbito fisiológico y cognitivo. Teorías cognitivistas -evaluación cognitiva, que devienen en respuestas corporales, son las propuestas por Schachter-Singer en 1962, su Teo ía de los dos fa to es, o el app aisal og itivo o o eje central de las emociones, que propone Richard Lazarus (Souza Barcelar, 2011). En el libro, Teoría de las Emociones: Estudio histórico–psicológico, escrito entre 1931 y 1933 por Lev Vigotsky, se establece una abierta crítica a las teorías organicistas de las emociones y donde el psicólogo soviético, cuestiona las insuficiencias teóricas y metodológicas de estas posturas, que reducen al campo fisiológico la actividad emocional de los individuos. En ese sentido, para la psicología historicoculturalista, los procesos cognitivo-afectivos, corresponden a unidades indisolublemente ligadas, y las emociones o el desarrollo afectivo de los sujetos, se explican como procesos psicológicos, interrelacionados a otros procesos del mismo carácter. En efecto, en todo proceso psicológico, están presentes e integralmente asociados, elementos cognoscitivos, afectivos y sociales, siendo la afectividad –la estructura emocional-, el motor que mueve al pensamiento y los signos e instrumentos auxiliares. Así como las funciones psicológicas, las emociones presentan un desarrollo ontogenético similar, vale decir, se fusionan la línea natural-biológica y la históricocultural, produciéndose una construcción de génesis social, con una interiorización individual, donde las e o io es supe io es , orresponden a aquella afectividad construida en las relaciones sociales, en la interacción del sujeto con la cultura (Vigotsky, 2004). En ese sentido, las emociones, como estructura afectiva, corresponden al vínculo simbólico-cultural, que establece el sujeto con la estructura social. De lo anterior se desprende, ue al se las pe so as moldeadas por las emociones, éstas, entonces, determinarán las relaciones sociales de la persona. Desde esa lógica, se desprende que para la psicología y el enfoque historicoculturalista, las emociones no corresponden a sensaciones –o un conjunto de éstas- producidas por reacciones orgánicas, como lo establecen las teorías organicistas y en alguna medida las cognitivistas. Vigotsky, por ejemplo, levanta la tesis, de la emoción como una tendencia a actuar en una dirección determinada Vigotsk , 4 , vale de i , u a a tividad o ie tado a del a io a del sujeto, donde se condensan las fuerzas integradoras y motivacionales de la conciencia humana (González Rey, 2000). Las emociones, son entonces, propiedades que permiten organizar la Actividad Objetivada, en cuya estructuración cumplen un papel fundamental las vivencias del sujeto, que para Vigotsky, corresponden a la relación afectiva del individuo con su medio, y por cierto, la unidad básica de la Situación Social del Desarrollo –categoría ya revisada más arriba-. La vivencia del sujeto, representa la unidad integrada de elementos externos e internos, que se expresan de la misma manera, en aspectos cognitivos y afectivos (González Rey, 2000). Al respecto Vigotsky, plantea que es necesario analizar las relaciones entre el intelecto y el afecto, que forman el punto central de todo el problema que nos interesa, no como una cosa, sino como un proceso (Vigotsky, 1989) Con lo anterior, las emociones dejan de ser un concepto periférico en la psicología humana, y se constituye en el sistema articulador de la Actividad Objetivada; es el proceso dinámico e integrado, que acompaña el desarrollo del psiquismo humano. En ese proceso, aparecen las necesidades, como elemento rector, para entender las emociones y la afectividad de los sujetos y la sociedad. En particular, el psicólogo cubano Fernando González Rey, basándose en Vigotsky, se detiene en la categoría de las necesidades, entendiéndolas como la cualidad del organismo para mantenerse como sistema y garantizar su proceso vital, con lo cual existe una superación del nivel biológico de éstas, para centrarse en las necesidades sociales, ue se ía las p opia e te hu a as: De aquí se comprende por qué cualquier necesidad del lactante, no importa cuál sea, se convierte para él, en el curso del proceso de desarrollo, en una necesidad de otra persona, de contacto con el ser humano, de comunicación con él Vigotsky, citado en Bozhovich, 1985) En ese sentido, los sujetos se mueven en estados de necesidad, de los cuales surgen nuevas necesidades, que van creando nuevos estados afectivos en el individuo. En ese proceso, de acuerdo a González Rey (2000), opera el nivel subjetivo de la persona, organizando nuevos estados y necesidades, a través de emociones diversas, ya existentes. Así, las nuevas necesidades psicológicas, son la génesis de emociones cualitativamente diferentes, que recursivamente propiciarán nuevos estados y necesidades. Conclusiones Desde los laboratorios experimentales de Wundt, la psicología occidental, ha transitado sinuosos caminos para autoconstatarse como disciplina. Estamos ciertos, que no siempre lo ha logrado; creemos que cada vez que ha intentado legitimarse como ie ia atu al , ha estado e se io riesgo de ser absorbida por el peso de ésta, en cambio, cuando ha realizado su propio camino, como disciplina social, se han visto los más notables avances y aportes al desarrollo y comprensión de la psicología humana. Uno de esos aportes, poco conocidos, mal interpretados, descontextualizados, atomizados y disgregados, lo representa el enfoque historicoculturalista, que propone desde la segunda década del siglo XX, la psicología soviética, y que surge con una visión holística y dialéctica de la psicología, al contrario de las visiones dominantes, subyugada por la lógica de realizar análisis psicológicos, descomponiendo unidades psíquicas, que por naturaleza son complejos e integrados. En el libro Pensamiento y Lenguaje, Lev Vigotsky (1998) plantea un ejemplo de descomposición de los elementos, con el que queremos concluir este trabajo, y que da cuenta de cómo el abordaje atomizado del funcionamiento del psiquismo humano, nos puede llevar a consideraciones limitadas y carentes de integralidad: …quien, buscando la explicación de cualquiera de las propiedades del agua, por ejemplo, por qué extingue el fuego, o por qué es aplicable a ella el principio de Arquímedes, recurriese a descomponerla en oxígeno e hidrógeno como recurso para explicar dicha propiedad. Descubriría extrañado que el hidrógeno arde solo y que el oxígeno mantiene la combustión y nunca podría explicar, a partir de las propiedades de los elementos, las propiedades que identifican el conjunto. Bibliografía AKHUTINA, T. (2002). L.S. Vigotsky y A.R. Luria: la formación de la neuropsicología. Revista Española de Neuropsicología. 4, 2-3: 108-129 BOZHOVICH, L. (1985). 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