Variaciones sobre género
Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
Rosalía Torrent y Sonia Reverter (eds.)
Variaciones sobre género
Materiales para el máster universitario
en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
Para Puriicación Escribano López,
a quien siempre recordaremos.
Primera edición: septiembre 2012
© De los textos:
Sus respectivos autores y autoras
Del diseño de la portada:
Joan Callergues
Diseño gráico y maquetación:
Drip studios
Imagen de la cubierta:
Julia Galán. Proyecto Acha
Edición a cargo de:
Rosalía Torrent Esclapés y Sonia Reverter Bañón
De la presente edición:
ACEN
www.acencs.org
[email protected]
Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género. Universitat Jaume I de Castellón
www.if.uji.es
Castellón, 2012
ISBN: 978-84-939881-7-3
DL: CS 340-2012
ÍNDICE
Proyecto Acha (en portada), por Julia Galán Serrano ............................................................. 7
Introducción, por Sonia Reverter Bañón y Rosalía Torrent Esclapés..........................11
TEORÍA FEMINISTA
Sonia Reverter Bañón:
Los estudios de género y el feminismo ........................................................................................ 15
Jordi Luengo López:
Metodología feminista y de género................................................................................................ 33
Nieves Alberola Crespo:
Una deinición polémica: la identidad femenina ................................................................ 43
Joan M. Marín Torres:
Ciudadanía y género en Grecia. Fundamentos teóricos................................................... 55
Juncal Caballero Guiral:
¿Privado? ¿público? La (des)construcción de una dicotomía patriarcal........... 67
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
Carmen Corona Marzol y Carmen María Fernández Nadal:
La perspectiva de género en el estudio de la historia moderna................................. 77
Rosa Monlleó Peris:
La perspectiva de género en la Historia Contemporánea. Dos destinos diferentes para las mujeres y los hombres ................................................................................................. 85
Inmaculada Badenes-Gasset Ramos:
Mujeres en la Transición Democrática Española ................................................................... 95
SOCIOLOGÍA Y PSICOLOGÍA
Begoña García Pastor:
La perspectiva de género en el ámbito etnográico y socioantropológico........103
Rosa Sos Peña:
La psicología como ciencia no androcéntrica. Cómo se construye una psicología sin caer en el patriarcado ...........................................................................................................113
Mª Pilar Matud Aznar:
Violencia de género: concepto y teorías explicativas ..................................................... 123
LITERATURA, ARTES Y COMUNICACIÓN
Dora Sales Salvador:
Mujeres y literaturas: nosotras también lo hacemos posible ............................ 135
Manolo Dos:
Feminismo y cine. De la teoría a la práctica ..........................................................................145
Rosalía Torrent Esclapés:
Arte y feminismo en el Estado español...................................................................................... 161
María José Gámez Fuentes:
Mujeres y medios de comunicación. Posibilidades y desafíos ..................................173
Paula Carballido:
Género y comunicación: estrategias mediáticas del movimiento feminista:
los medios de comunicación tradicionales y las TICs como herramientas de
cambio social ...............................................................................................................................................181
DERECHO Y ECONOMÍA
Amparo Zacarés Pamblanco:
Teorías feministas del derecho ....................................................................................................... 193
Carmen Miguel Juan:
Economía, desarrollo y género ....................................................................................................... 205
SOCIEDAD, CIENCIA
Sebastián Esparducer Gargallo:
Mujeres y movimientos ciudadanos por la sostenibilidad.
La intersección «verde y violeta» ................................................................................................. 213
Puriicación Escribano López:
Química - Mujer - Sociedad................................................................................................................ 223
Proyecto Acha (en portada)
Julia Galán Serrano
Universitat Jaume I de Castelló
La portada de este libro se construye a partir de una imagen de la serie fotográica Acha, proyecto que presenté en el espacio de arte La Gallera de Valencia
y en el que se relexiona sobre los diferentes roles que los hombres y las mujeres
asumen, roles impuestos por la cultura, la tradición, las normas o la religión.
Acha es el nombre de una mujer africana que puede simbolizar a todas las mujeres, a todos los seres humanos sometidos a la dominación ejercida, en un momento dado, por el más fuerte sobre el débil. También puede convertirse en el símbolo
de todos aquellos y aquellas que han experimentado, de algún modo, un tipo de
castración. Su nombre me sirvió como punto de partida para el proyecto citado,
que consta de una serie de obras que interactúan entre sí y con el espacio expositivo. Por un lado tenemos diez murales fotográicos. En todos ellos, en la parte superior, aparece un primer plano de una lor mientras que en la inferior se presenta
la misma lor mutilada. Ésta es la parte de Acha que reproduce la portada de esta
publicación.
La obra relexiona sobre los sentimientos que se desatan ante tantas frustraciones; también ante las castraciones –en sentido metafórico y literal– que se
practican sobre los seres humanos. Especialmente sobre las mujeres. Porque aquí
hay una alusión directa a las agresiones que aun hoy en día, con total impunidad,
se las somete. Todos y todas hemos visto imágenes de mutilaciones de rostros de
mujeres de Afganistán: de sus orejas, de su nariz… realizadas por su marido como
castigo por haberlo abandonado o por otra circunstancia. También hemos visto los
rostros de mujeres de Pakistán totalmente deformados por el ácido. O las mujeres
sin rostro de Bangladesh. En uno de los países más pobres del mundo las mujeres
son víctimas inocentes de crímenes impunes. Ante la pasividad de la justicia los
hombres, como venganza o como castigo, borran la supericie de sus caras con líquidos corrosivos. Una multa de muy escasa cuantía suele ser suiciente para que el
marido, amante despechado, abandone la prisión –si es que llega a ella.
También comprobamos la impunidad con la que se siguen realizando las lapidaciones de mujeres en Irán o Nigeria. O la práctica de la mutilación genital que
tiene lugar en unos cuarenta países. De éstos, veinticinco son africanos y el resto
del Oriente Próximo y de Asia. Se desconoce su origen, pero se considera que podría ser una práctica milenaria surgida en el antiguo Egipto, previa al nacimiento
y la expansión del Islam, que se difundió a través de la inluencia de la civilización
egipcia. A pesar de que algunas comunidades musulmanas la practican, se puede
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airmar que no es un precepto islámico. Por ello, zonas de inluencia islámica como
Marruecos y Túnez nunca han estado vinculadas con la ablación. En el África subsahariana, se practica en toda la zona del Sahel. La vinculación con la tradición
depende más de la entidad étnica que del país al cual pertenecen.
En las zonas donde tradicionalmente se practica la mutilación genital, ésta
suele ser un requisito para poder casarse, para alcanzar una determinada posición
o simplemente para ser aceptada dentro de la comunidad, ya que se considera que,
con la intervención, la mujer alcanza pulcritud y pureza. Aunque –dependiendo
de la etnia a la cual se pertenece– tenga implicaciones diferentes, es un rito de
iniciación y generalmente se practica a las mujeres cuando dejan de ser niñas. La
mutilación suele producirse en un entorno donde el individuo está supeditado a
los designios, necesidades y decisiones de la comunidad. La mutilación genital femenina es, por ello, una práctica que se realiza en el contexto de una comunidad o
de un grupo, que la justiica basándose en creencias erróneas desde muy diversos
ámbitos, sosteniéndose en la costumbre y la tradición, que determinan el papel
de la mujer dentro de la comunidad, el control de la sexualidad y el fomento de la
castidad. Se cree que mitiga el deseo sexual, garantiza la idelidad e incrementa el
placer sexual masculino y las funciones reproductoras. Existe la creencia de que las
mujeres no mutiladas no pueden concebir o que mejora y facilita el parto. También
se piensa que se puede arriesgar la vida del recién nacido si éste, en el momento
del parto, toca el clítoris.
La violencia contra las mujeres se ejerce desde las más variadas ópticas. A las
mutilaciones se une, directamente, el asesinato, el feminicidio, que se ejerce de
manera brutal y diríamos que sistemática en lugares como Ciudad de Juárez, en
México. Además, el tráico y la esclavitud sexual a la que están sometidas muchas
mujeres de diferentes países simplemente se consienten.
Todo este tipo de violencia, en especial el de la mutilación genital, pretende
recogerse en estas lores, mutiladas también como las propias mujeres, lores rotas
no por el tiempo sino por la mano, en este caso, del hombre.
El proyecto, además de la serie fotográica citada, también consta de dos video-instalaciones. En una, se proyecta una pelea de gallos, aludiendo al antiguo
uso del espacio que albergó la exposición, en el que se practicaban estas luchas,
que eran vistas desde el piso de arriba. Las peleas de gallos aluden a ciertos roles
asumidos por el mundo masculino, tales como la demostración de fuerza física y
dominación. Los gallos de las peleas entienden de muerte, es la razón de su existencia, su instinto más poderoso, combatir hasta que han acabado con su rival o
hasta que lo hayan matado a él. El rito de iniciación para preparar a un gallo para
que pueda pelear es la mutilación de la cresta, las barbas y orejetas con unas ailadas tijeras. Después se les prepara físicamente para que sean fuertes y puedan
ganar. Durante un instante los gallos se observan ijamente, abren en abanico las
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plumas de sus cuellos, comienzan a girar en círculo y se enzarzan en un multicolor
remolino de plumas y ailados espolones para luchar a vida o muerte.
Rodeando esta proyección circular sobre el suelo se sitúan cinco videos de
cuerpos de mujeres desnudas sobre un fondo negro de gran tamaño; están sometidos a una vibración y se mueven, puesto que aunque esto no se ve, se encuentran
situados sobre una plataforma vibratoria de hacer gimnasia. Sus cuerpos están sometidos al movimiento y a la fuerza de una máquina. Estas proyecciones bordean la
pelea de gallos sobre el suelo. La video-instalación completa alude a determinadas
conductas asumidas por las mujeres: el deseo de tener unos cuerpos bellos, perfectos, sometidos a las modas y muchas veces conseguidos mediante dolor con durísimos regímenes, intervenciones de cirugía estética, etc. Pero también de nuevo hay
una lectura en general del sometimiento del ser humano a fuerzas externas que le
dominan y controlan.
La instalación termina con una ambientación sonora de un reñidero de pelea
de gallos, las voces y gritos de la gente, el cacareo de los gallos, el ruido de sus
alas… en este caso es el sonido, no solo la imagen, el que nos traslada a lo que
debía de ser el ambiente de la gallera cuando se realizaban estas peleas.
En conjunto todo el proyecto parte de la idea de relejar de un modo simbólico la sociedad en la que se produce tanta violencia. Son obras que, más que decir, quieren sugerir múltiples lecturas, se pretende crear un ambiente psicológico,
evidenciando algunos elementos de la sociedad contemporánea, como la incomprensión, la crueldad, la violencia, la angustia… una sociedad que puede recordar
ciertas atmósferas beckettianas dominadas por el absurdo y el desasosiego.
También gran parte del cine actual permite realizar un análisis más profundo
de las narrativas sociales reinantes, cargadas de crueldad, opresión y destrucción.
Este proyecto igualmente desea hacer visible una cotidianidad en la que podemos
vernos relejados y sentir toda la dureza que hoy en día pervive en la vida contemporánea.
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INTRODUCCIÓN
Desde el Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género presentamos este libro con la intención de que sirva a la formación de aquellas y aquellos
que se inician en los llamados «estudios de género».
Aunque estos estudios ya cuentan con una tradición consolidada, principalmente en los países anglosajones donde se iniciaron, no por ello es menos necesario contar con una base inicial que permita adentrarse mejor en la comprensión de
este ámbito especíico de conocimiento, investigación y práctica. Si bien es cierto
que este tipo de estudios tiene como característica la mirada interdisciplinar, ello
no signiica que no cuente con unas bases conceptuales y unas líneas metodológicas que le son propias. Los estudios de género, aun siendo interdisciplinares y
transversales, tienen una especiicidad que compromete a unos mínimos a la hora
de investigar y producir conocimiento sobre el género. Todas las miradas al género,
desde disciplinas bien diferentes, comparten esos mínimos. No deberíamos olvidar esto; pues si lo hacemos entramos en prácticas de conocimiento tan acríticas
como inútiles. El problema que se genera entonces, como en cualquier disciplina
cientíica, es que acabamos creando un conocimiento espurio, que no explica, solo
airma describiendo, y normalmente lo hace partiendo de prejuicios, y ello lleva
irremediablemente a la ineicacia del discurso; al cual ni siquiera le podemos llamar
ya conocimiento.
Como en cualquier disciplina de conocimiento, también en los estudios de género hay falta de rigor y de honestidad cientíica algunas veces. Y como en el resto
de disciplinas, también es labor de la comunidad cientíica que comparte interés
en la materia, trabajar para que los fundamentos de la disciplina sean conocidos,
para así mejor evaluar los avances. Sin esos mínimos, la disciplina se abre a que
cualquier discurso que nombre el objeto de estudio tome la palabra y sea entendido como discurso válido. Con ello tenemos que añadiendo las palabras «género» o
«mujeres» (o «mujer») parece que sea suiciente para presentar un estudio como
investigación de género. Parece que la fórmula «añádase género o mujeres y remueva» esté a veces sirviendo como criterio suiciente para presentar un trabajo
con «perspectiva de género».
Este tipo de confusiones y de malas prácticas cientíicas es en los estudios de
género, tal vez, más fácil de hacer que en otras disciplinas. No sólo porque es un
ámbito de conocimiento nuevo y ha necesitado, por tanto, formarse en el debate cientíico para ir consolidando un paradigma propio. También ocurre que es un
ámbito, llamémosle, «impertinente». Es decir, no hay demasiado interés en algunas comunidades cientíicas, consolidadas a lo largo de los siglos, en aceptar una
relexión crítica que pone en duda muchos de los presupuestos en los que se han
estado basando la práctica teórica e investigadora de sus disciplinas concretas.
Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
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La investigación en estudios de género ha destapado en casi todas –si no en todas– las disciplinas cientíicas, el «velo patriarcal» que las ha enmarcado. Y ello ha
ocurrido incluso en aquellas disciplinas que se creen más «neutrales», y por ello
más alejadas de prejuicios subjetivos. Tenemos que pensar, para darnos cuenta de
la importancia de la «impertinencia» de la teoría feminista (o de género), que precisamente el patriarcado se ha estructurado durante siglos como patrón de pensamiento, dando forma al conocimiento y sirviendo de marco invisible pero omnipresente de estructuración de la experiencia y concepción misma de la realidad. Y
por ello justamente, por ser uno de los pilares más importantes de la estructura del
conocimiento, ha sido, y sigue siendo hoy, tan difícil delatarlo, tan difícil sacarlo a
la luz. Las resistencias entre la comunidad cientíica a reconocer que han existido
esos prejuicios patriarcales a la hora de hacer ciencia son grandes, y poderosas, ya
que usualmente vienen reforzadas por imperativos de autoridad.
La investigación feminista y de género ha roto todo eso, ha dejado al aire esos
pilares. La labor de deconstrucción sigue siendo aún hoy inmensa. Y por ello nos
conviene que sea efectiva. Aquellas y aquellos que ansiamos un mundo con igualdades plenas hemos de utilizar todo el potencial que el desarrollo del conocimiento
nos dé. Y hace tiempo que hay un ámbito de estudio que precisamente ha recopilado conocimiento suiciente para poder avanzar, con eicacia, en esa deconstrucción
del patriarcado. A ello es a lo que nos queremos referir con esa exigencia de los
estudios de género a ser rigurosos, a ser críticos, a desvelar justamente lo que ha
parecido (y se ha pretendido explicar con argumentos racionales) «natural» durante milenios: la desigualdad.
Los llamados «estudios de género» se iniciaron en los setenta en la academia
norteamericana como un revulsivo justamente a la construcción patriarcal del conocimiento. ¿Podemos decir que estos estudios han perdido la carga crítica que
tenían en ese primer momento? Tales estudios intentaron en un principio centrarse
en analizar la construcción epistemológica de la diferencia sexual en desigualdades sociales, culturales, políticas, económicas... con el interés de acabar con esa
estructura de desigualdad. Sin embargo, este interés crítico de los estudios de género por deconstruir la desigualdad del género está ausente a veces. A raíz de la
despolitización de las sociedades desarrolladas en los años 80 se empezó a utilizar
el concepto de género como un concepto «neutral» en el sentido político y carente,
por tanto, de reivindicaciones feministas. Se piensa así, que los estudios de género
han de estudiar simplemente cómo se construyen los géneros, en una tarea que
muchas veces se declara y se deiende como meramente descriptiva; sin ninguna
intención de continuar la carga crítica que tal concepto asumió cuando fue acuñado
y promovido dentro de la teoría feminista.
Actualmente la llamada «perspectiva de género» se ha introducido de manera
pretendidamente transversal en muchas disciplinas y áreas de estudio. En ellos es
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Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
desgraciadamente común entender que los estudios de género tienen como objetivo estudiar la categoría «mujer». Esta constante reiicación de las mujeres ha
acabado alejando el análisis de género de cualquier agenda de lucha feminista. La
proliferación del discurso de igualdad de género ha ido de alguna manera «obligando» a introducir «cierta» relexión sobre la situación de desigualdad entre géneros,
es decir, hombres y mujeres; y ello precisamente ha acabado por hacer del término «género» un término oportunamente frío, neutral, académico, cientíico, y por
tanto apropiado y legitimado por el sistema y las instituciones, pero inútil para
llevar a cabo la tarea de subversión necesaria que un mundo en igualdad necesita.
El impacto en la educación que el relevo de la perspectiva feminista ha sufrido con
tal agenda despolitizada de la perspectiva de género es masivo. Pensamos que es
hora de valorarlo y de promover una educación en la cultura crítica, necesaria para
la desestabilización del sistema patriarcal de dominio.
La educación en igualdad y para la igualdad funciona, sí, pero no es automática, no funciona sin criterios. Necesita de un espíritu crítico constante que aliente
a las generaciones presentes y futuras a no dar nada por hecho, por seguro. La
libertad está siempre en peligro, y más la de aquellas y aquellos a los que el sistema
tiene por costumbre pisotear.
En este volumen que ahora presentamos hemos pretendido reunir las relexiones básicas que en las diferentes disciplinas y temáticas ofrecemos desde nuestro
grupo de investigación del Instituto para establecer esos mínimos que nos comprometen a la hora de hacer «estudios de género».
La idea básica que recorre todo esta monografía, y que así nos inspiró a la hora
de diseñar el máster en Investigación Aplicada en Estudios Feministas, de Género y
Ciudadanía, es precisamente que todo estudio de género, para avanzar eicazmente
como estudio ha de ser crítico (como en cualquier otro campo) y ello en nuestros
estudios signiica que ha de ser «feminista»; es decir, ha de explicar cómo se produce
la desigualdad entre hombres y mujeres (o entre opresores/as y oprimidas/os) y ha
de dar herramientas y conocimiento para poder desarticularla. Cualquier alejamiento
entre los estudios de género y el feminismo es una perversión acientíica; por acrítica
y estéril para el conocimiento.
Veamos ahora en los diferentes textos que aquí presentamos las relexiones
que de manera interdisciplinar podemos empezar a hilar para de esa forma destejer
el patriarcado, objetivo principal de los estudios que aquí nos convocan.
Sonia Reverter Bañón y Rosalía Torrent Esclapés
Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género, Universitat Jaume I de Castellón
Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
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TEORÍA FEMINISTA
LOS ESTUDIOS DE GÉNERO Y EL FEMINISMO
Sonia Reverter Bañón
Universitat Jaume I de Castellón
Resumen
En este escrito intentaremos establecer el marco teórico básico para entender qué son y qué
pueden ser los denominados «estudios de género». La importancia de aclarar los conceptos pilares
que se utilizan en la bibliografía sobre este tema es obvia; puesto que continuamente vemos la extensión y divulgación de conceptos como el de género, o patriarcado, o empoderamiento, o igualdad
y diferencia, sin un entendimiento real del verdadero marco que ha dado sentido a tales conceptos.
Sin embargo está claro que no podremos cambiar la desigualdad de la sociedad si no contamos con las
herramientas adecuadas que nos permitan entender cómo se construyó la desigualdad, y por tanto
cómo podemos deconstruirla. Pretendemos aclarar suicientemente los conceptos, así como los mecanismos, que construyen la injusticia de la desigualdad, precisamente para poder luchar contra ella,
por ejemplo a través de la dinamización social. Esa lucha y acción sólo será verdaderamente eicaz si es
feminista; es decir, si entiende los procesos que construyen sujetos oprimidos y excluidos y propone
maneras de superarlos. Como de manera similar lo dijo Simone de Beauvoir en su libro El segundo
sexo, ya en 1949, si entendemos cómo se construye la alteridad absoluta. No entender esto, y seguir
hablando de desigualdad entre mujeres y hombres de manera descriptiva puede que sea una mirada a
la situación de las mujeres, pero no cambia nada porque no entiende ni cómo se produce esa situación
ni cómo se puede subvertir. Cualquier estudio que se llame feminista, o que dice incluir una perspectiva de género, ha de conllevar estos dos últimos objetivos: entender y proponer, y nunca solamente
describir. Es por esto que los estudios de género, la perspectiva de género y la teorización igualitaria
de la ciudadanía son teorías críticas con vocación transformadora.
Una de las obras seminales del feminismo, El segundo sexo (publicada originalmente en 1949), estableció precisamente la idea de que «la mujer no nace, sino que
se hace». Esta idea es la que después recogerá el concepto de género ideado en la
teoría feminista y utilizada hoy en día por todas las disciplinas. Simone de Beauvoir
en este libro se plantea como objetivo entender cómo la mujer llega a ser un sujeto
subordinado y oprimido, lo que en términos ilosóicos Beauvoir denomina la construcción de la mujer como «alteridad absoluta». El arranque de esta idea ilosóica
signiicará también la idea –que la teoría feminista empezará a utilizar con fuerza
a partir de los años 70– de que la desigualdad entre hombres y mujeres obedece a
cómo construyen las culturas (en concreto las culturas patriarcales) los modelos de
sujeto: hombre como sujeto hegemónico y mujer como sujeto subyugado. El conMateriales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
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TEORÍA FEMINISTA
1. Introducción a los estudios de género
TEORÍA FEMINISTA
cepto que resumirá esa construcción histórica, cultural y social de la desigualdad
será el concepto de género. El nombre de «estudios
estudios de género»» se empieza a utilizar a partir de esa década para englobar los análisis y teorías que nos permitan
entender esa construcción social de esos dos modelos de hombre y mujer, con todos
los roles concretos que para uno y otro se programan.
Actualmente la etiqueta de «estudios
estudios de género «yy la de «perspectiva
perspectiva de género»» aparecen de manera bastante regular no sólo en textos académicos de las diversas disciplinas sociales y humanísticas, sino en multitud de escritos divulgativos
de diferente índole, desde programas políticos hasta folletos informativos sobre
tareas y compromisos de una organización o de una institución; desde programas
informativos en diversos medios de comunicación hasta conferencias y charlas más
informales. Podemos decir que de alguna manera el término «género»
género»» se ha convertido en un concepto familiar e incluso coloquial. Por ello mismo es conveniente
que indaguemos más profundamente y nos preguntemos ¿qué signiica «género»?,
y en consecuencia, ¿qué signiica «estudios de género»?
El término «género» apareció en la literatura académica a partir de los años
70, en lo que se ha llamado «segunda ola del feminismo». De una manera breve
podemos resumir las diferentes etapas de la lucha feminista como sigue:
1. Primera ola del feminismo, etapa marcada básicamente por la lucha sufragista por el voto que comenzó principalmente en Estados Unidos y en Gran
Bretaña a inales del siglo XIX.
2. Segunda ola del feminismo, etapa centrada en una lucha feminista diversiicada en una agenda amplia que va más allá del derecho político de participación. Esta etapa coincide con otros movimientos de emancipación que acaecen
a partir de la década de los sesenta. Es importante ver que es en la ampliación
de la mirada de la lucha feminista que empiezan a revelarse análisis más completos, y también más complejos, del gran poder de dominación del patriarcado
para subyugar a las mujeres. Fundamentalmente será el concepto de «género»
el que ayude a poner en evidencia las estructuras sociales, culturales, políticas,
económicas, etc. que integran la compleja construcción de lo que llamamos
patriarcado; y que es en deinitiva el sistema de dominación de las mujeres a
todos los niveles y espacios.
3. Tercera ola del feminismo, etapa interesada en avanzar y ampliar la agenda de liberación feminista. Podemos decir que fundamentalmente la tercera
ola se da en los noventa, precisamente cuando en los países desarrollados ya
hay una cierta igualdad en derechos entre hombres y mujeres. El punto de principal preocupación será analizar porqué esa igualdad legal convive de manera
tan tozuda con una desigualdad en el ámbito de la cultura y lo simbólico que
impiden llegar a una igualdad real. Esta preocupación lleva a estudiar y a ijar
la mirada crítica sobre «lo
lo que falta»,
»,, yendo más allá de lo que hemos consegui-
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Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
Materiales para el máster universitario en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía
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TEORÍA FEMINISTA
do. Y en esa mirada será relevante diversiicar la agenda feminista para poder
llegar a espacios y realidades que han estado ocultas a una visión feminista
tal vez demasiado liberal, demasiado occidental, o en otras palabras, demasiado «blanca», como se ha llamado al «feminismo occidental». Esta mirada de
autocrítica ha generado interesantes innovaciones conceptuales, como la que
supone la misma concepción del sexo, no sólo el género, como algo construido
y por tanto también herramienta al servicio del sistema de poder patriarcal.
Si esta es la trayectoria resumida del movimiento feminista podemos decir que
el concepto «género» se situaría de pleno en la que hemos llamado «segunda ola».
Es más, es ese concepto el que marca la agenda de las décadas de esa ola feminista de los sesenta, setenta y ochenta. Hasta ese momento la agenda feminista se
había centrado en conseguir logros y derechos que pudieran equiparar el sistema
de libertades, civiles y políticas fundamentalmente, de las mujeres con el de los
hombres. Esta lucha y la teorización aparejada al movimiento feminista que la impulsaba partían de la idea moderna de los dos sexos; es decir, de la asunción de que
hay dos sexos no sólo diferenciados, sino inconmensurables, que organizan los signiicados y el sentido de lo que es ser humano: se puede ser hombre o se puede ser
mujer. Este dualismo, tan típico de la modernidad occidental, se extendía, por tanto, a cualquier producción de sentido que se diera en la vida humana; puesto que
esta era también dual en su mismo origen y desarrollo: o masculina o femenina. La
idea clave que servía de apoyo «cientíico» a esta asunción era invariablemente, la
diferencia biológica entre los dos tipos de cuerpo que son hombres y mujeres.
Sin embargo, y como la crítica feminista de los noventa viene demostrando,
la misma diferencia sexual proviene de un marco previo de entendimiento e interpretación de lo que es un cuerpo. Como nos cuenta Thomas Laqueur en su estudio
La construcción del sexo (1994) es el paradigma epistemológico de la época moderna el que rompe con el modelo de un sexo y establece el de los dos sexos. Son,
por tanto, los contextos sociales y políticos, los que hicieron interpretar en la premodernidad que había un solo sexo con diferentes grados de perfección (el varón
más perfecto); y posteriormente en la modernidad interpretarlo como dos sexos
inconmensurables (el de varón y el de mujer). La conclusión de este y otros estudios que empiezan a aparecer en los noventa es que no hay hechos acerca del sexo
que impliquen un determinado modelo de cómo interpretar la diferencia sexual. Lo
que marcará las diferentes interpretaciones será más bien las «epistemes» (como
las llamó Michel Foucault), o los sistemas de sentido y de creación de signiicados
de una época determinada.
Tenemos, como veremos más adelante, no sólo que el género (hombre/mujer)
se construye históricamente, sino que también el sexo (masculino/ femenino) es
una construcción histórica. Lo importante, de momento, es darnos cuenta de que
la naturalización de lo que es ser hombre o ser mujer ha servido (y en cierta manera
TEORÍA FEMINISTA
sigue sirviendo) a un esquema de reparto de poder que conocemos como patriarcado; y que es este en deinitiva el objetivo que a la teoría feminista le interesa en
último término desmontar. El concepto de género ha tenido un importante impacto
en esta tarea que denomino aquí «última», pero tal concepto no es ni mucho menos
el inal de la lucha feminista. De hecho, y como algunas autoras ya han señalado
(Joan Scott, Gender and the Politics of History, 1988), el concepto de género no
sólo ha perdido la carga crítica que tenía en un primer momento, sino que en la
actualidad no se puede seguir oponiendo a sexo como el constructo social frente al
sustrato natural y biológico. La década de los noventa con el desarrollo, podemos
decir, «desenfrenado», de la teoría feminista, ha puesto en evidencia el desgaste
del concepto de género dentro de ese sistema sexo/género (natural/histórico).
Ello no nos ha de llevar, sin embargo, a desentendernos del concepto de género,
sino a aprovechar el recorrido que ha tenido desde los 70, precisamente porque ha
sido el concepto que nos ha ayudado a entender gran parte de los que es la construcción de la desigualdad entre hombres y mujeres.
El desarrollo de la teoría feminista requiere hoy en día, en el siglo XXI, ir más
allá de ese concepto de género y de la dicotomía que las mismas feministas durante
una etapa ayudaron a mantener con el sistema sexo/género. Aun así, está claro
que no se puede hacer el camino de vuelta sin haber ido primero; o en cita del
ilósofo Wittgenstein, sólo podemos tirar la escalera después de haber subido. Es
decir, que hay que aprender todo lo que el concepto de género aportó a los estudios
feministas, a la teoría feminista, y en definitiva al proyecto de una sociedad en
igualdad y justicia que es lo que persigue el feminismo, ahora y siempre. Y la gran
lección sin duda ha sido la de que las mujeres ya somos, como mujeres, construidas
como seres inferiores, dominados y subyugados. Esa construcción es precisamente
la que hace a las sociedades patriarcales.
El concepto de género marcó sin ninguna duda la agenda de la segunda ola
del feminismo. Con este concepto se hizo claro que la categoría de «mujer» es una
construcción social que se hace sobre el cuerpo biológico femenino. De una manera
rotunda esto lo expresará la célebre frase de Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo (publicado originalmente en 1949) «No se nace mujer, se llega a serlo»1,
o como también a veces se traduce, «la mujer no nace, sino que se hace». Con esto
se dejaba atrás una tradición patriarcal que interpretaba que la distinción entre
hombre y mujer era una distinción que obedecía a una diferenciación sexual y biológica indiscutible. La biología se había entendido, en célebre frase de Freud, como
destino. Es decir, que antes de la teorización feminista del concepto de género, la
diferencia biológica entre sexos, se interpretaba como el origen de las diferencias
culturales, sociales, políticas, económicas, etc. entre el hombre y la mujer. A ello se
1 La célebre frase fue originalmente de François Poulain de la Barre, cartesiano de inales del siglo XVII del cual Beauvoir recoge
la cita que sirve para abrir su libro. Con ello se muestra, como han advertido repetidas veces las mujeres que formaron el Seminario
Permanente de «Feminismo e Ilustración», liderado por Celia Amorós, que el feminismo hunde sus raíces en la Ilustración.
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TEORÍA FEMINISTA
le ha denominado «naturalización» del género; e incide en la idea, ahora sabemos
que equivocada, de que las diferencias entre el género masculino y el femenino son
tan naturales y biológicas como las diferencias entre sus genitales al nacer. Por
ello nacer con una determinada coniguración cromosómica, unos determinados
genitales y un aparato reproductor concreto se entiende que ha de llevar a «ser»
de una determinada manera, a desarrollar unos determinados roles, a esperar un
determinado desarrollo de la vida, e incluso a sentir de una determinada manera.
Estas determinaciones entendemos que únicamente pueden ajustarse a un patrón
binario; es decir, que se ha decidido que hay dos sexos (dos coniguraciones cromosómicas, dos tipos de genitales y dos aparatos reproductores, organizados en dos
líneas de correspondencia estrictamente delimitadas: la masculina y la femenina),
y por tanto dos modelos de personas, dos maneras de ser y estar en el mundo en
deinitiva, como hombres o como mujeres.
Podemos decir, por tanto, que el género es una categoría de análisis que sirve
para entender (producir) el conjunto de normas y convenciones sociales que «hahacen» a los humanos «mujeres» u «hombres». En deinitiva el género reiere a una
construcción social y cultural que interpreta que hay dos maneras de ser humanos
sobre la base biológica de la diferencia sexual masculino/femenino.
¿Y qué son entonces los así llamados «estudios de género»? Los llamados Gender
Studies forman parte de los Estudios Culturales (Cultural Studies) que se iniciaron en
las universidades de Estados Unidos y Gran Bretaña a partir de los años 70. A raíz
de las luchas emancipatorias de diversa índole que estaban ocurriendo en las sociedades desarrolladas, especialmente en la sociedad norteamericana, la academia
creyó necesario preocuparse del estudio de las diferencias culturales que habían sido
negadas durante siglos bajo el yugo de un patrón de análisis que subsumía todo bajo
las categorías centrales del sujeto dominante, el cual era irremediablemente varón,
heterosexual, blanco, occidental, burgués y de tradición y socialización judeo-cristiana. Las agendas de lucha que habían llevado a diversos movimientos a visibilizarse
y a hacerse oír su voz tenían que ser, de alguna manera, no sólo escuchadas también
en las universidades, sino entrar con sus reivindicaciones en los mismos estatutos de
las disciplinas cientíicas. Estas luchas emancipatorias llevaron a considerar necesario revisar los cánones epistemológicos de las diferentes ciencias. Así, se crearon departamentos universitarios que estudiaban y analizaban cómo se habían construido
las divergencias identitarias respecto del patrón de sujeto dominante (varón, heterosexual, blanco, occidental, burgués y de tradición y socialización judeo-cristiana)
en desigualdades. En estos departamentos universitarios de «Estudios Culturales»
se intentaban estudiar las diferencias culturales para posibilitar no sólo un entendimiento crítico de porqué se había llegado a creer inferior una determinada identidad
(de etnia, de sexo, de condición social y económica, de sexualidad...), sino para posibilitar una construcción que desde la misma base epistemológica de las disciplinas
TEORÍA FEMINISTA
cientíicas no generara dominación ni subyugación humana. A medida que este tipo
de estudios fue concretando sus intereses y sus análisis se diversiicaron empezaron
a aparecer los «Estudios de Género» (Gender Studies), los «Estudios Post-coloniales»
(Postcolonial Studies), los «Estudios Negros» (Black Studies), los «Estudios Gay y
Lésbicos» (Gay and Lesbian Studies), y otros.
Cada uno de estos estudios intenta explicar una diferencia concreta (género, sexualidad, etnia...) construida como desigualdad. Los Estudios de Género
intentaron en un principio centrarse en analizar la construcción epistemológica
de la diferencia sexual en desigualdades sociales, culturales, políticas, económicas... con el interés de acabar con esa estructura de desigualdad. Sin embargo, este interés crítico de los Estudios de Género por deconstruir la desigualdad
del género no ha permanecido en todos los departamentos o grupos académicos
que se dedican formalmente al estudio de la perspectiva de género. A raíz de la
despolitización de la sociedad norteamericana en los años 80 se empezó a utilizar
el concepto de género como un concepto «neutral» en el sentido político y carente,
por tanto de reivindicaciones feministas. Se piensa así, que los Estudios de Género
han de estudiar simplemente cómo se construyen los géneros, en una tarea que
muchas veces se declara y se defiende como meramente descriptiva; sin ninguna
intención de continuar la carga crítica que tal concepto asumió cuando fue acuñado
y promovido dentro de la teoría feminista.
Es un grave error, desgraciadamente común, entender que los Estudios de Géénero tienen como objetivo estudiar la categoría «mujer», o simplemente «la mujer».
Esta constante reiicación o cosiicación de las mujeres ha acabado alejando el análisis de género de cualquier agenda de lucha feminista, y por tanto, se corre el riesgo
de despolitizar la misma teoría feminista. De hecho, los Estudios de Género han sufrido tal despolitización que muchas veces no guardan siquiera una mínima relación con
el concepto de «feminismo». La proliferación del discurso políticamente correcto que
empezó en la década de los ochenta en las democracias occidentales ha ido de alguna
manera «obligando» a introducir «cierta» relexión sobre la situación de desigualdad
entre géneros, es decir, hombres y mujeres; y ello precisamente ha acabado por hacer
del término «género» un término oportunamente frío, alejado de la imagen caliente
de mujeres que en su lucha por la igualdad quemaban incluso sujetadores en plazas
públicas. La complacencia de las mujeres ya «liberadas», es decir, las profesionales
blancas de las democracias liberales que han ido ocupando ciertos lugares de poder
por los resquicios que el patriarcado ha ido abriendo, permitió el uso (y abuso) por
parte del sistema de dominación patriarcal del concepto de género y de las llamadas
«políticas
políticas de género»» sin necesidad de aliarlas con las demandas feministas más importantes. Si bien es cierto que la incorporación de este discurso sobre la igualdad
entre hombres y mujeres ha tenido el efecto positivo de abrir muchas conciencias y
visibilizar una problemática; no es menos cierto que ha dejado las verdaderas deman-
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das feministas de nuevo en los márgenes de la política, por considerarlas, de alguna
manera, una agenda «demasiado política», y por tanto en un mundo despolitizado,
eso equivale a «demasiado radical».
En una crítica relexión sobre esta cuestión la ilósofa Susan Bordo (1998) airma que los proyectos críticos con voz feminista han sido percibidos normalmente
como estrechamente relacionados con «temas de mujeres», y por tanto opuestos
a temas «universales» o «humanos». Detrás de ello en las instituciones dedicadas
a la investigación social y humanística sigue habiendo, generalmente por parte de
muchos hombres, la idea de que la relexión crítica es «neutra»» respecto del género. La teoría por tanto, no puede implicarse en una variante particular del sujeto
universal, las mujeres; eso, en todo caso, habrá de ser objeto de las disciplinas
prácticas. Como resultado, y como denuncia Bordo (1998), tenemos que la investigación con voz feminista se deja para «los otros» (es decir, se ignora), y sus logros
o bien se minimizan o acaban siendo asumidos por las corrientes más ortodoxas.
El mérito de las teóricas feministas parece haber sido simplemente hacer visible la
construcción del género, y vigilar para que en adelante todo estudio serio incluya de pasada unas líneas sobre el género. Cayendo en la fórmula de la estrategia
liberal de «añádase género y remuévase»; como antes había sido la de «añádase
negro y remuévase». Ese «añadir y remover» de las excluidas parece ser el mísero
tributo de los que están dispuestos a reconocer, que por supuesto no son todos,
alguna aportación del feminismo a la relexión crítica. Ello no deja, sin embargo, de
responder a una representación victimista de las mujeres, sean estas enfermeras,
empresarias, o ilósofas; es decir una representación que mantiene a las mujeres en
la otredad, que en nuestro caso, como Freud ya anunció, es equivalente a ser puro
sexo. Sin embargo, quien conozca mínimamente la teoría feminista sabe que la
denuncia y la vindicación, que no el victimismo, son las mejores maneras de llegar
a sociedades igualitarias.
La década de los 90 va a cuestionar directamente el concepto de género y el
sistema sexo/género organizado sobre él.
En 1975 Gayle Rubin ya incidió en que la cuestión constructivista que el género
abre tiene un alcance que llega a la misma sexualidad y al sexo. Así, según sus propuestas, que reinterpretan las tesis antropológicas de Lévi-Strauss sobre la exogamia de las mujeres, no sólo el género es construido, sino también la sexualidad, y
precisamente a través del género.
En la década de los 90, retomando de alguna manera esta profundización en
el constructivismo, la americana Judith Butler con su revolucionario libro Gender
Trouble (1990) airma que también el sexo es construido. El pensamiento constructivista de los 90 incorporará cada vez de manera más clara y contundente la
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TEORÍA FEMINISTA
2. Conceptos de sexo y género. ¿Qué es el sistema sexo/género?
TEORÍA FEMINISTA
identidad como «artefacto» básicamente construido, producido como una icción
más. Así, siguiendo al constructivismo francés y al psicoanálisis algunas teóricas
feministas, como la misma Judith Butler, rompen la distancia que el sistema sexo/
género mantiene en cierta manera entre el sexo biológico y el género social. Para
Butler (1990) el planteamiento dualista que separa sexo y género es absolutamente reductivo y simplista, y sirve básicamente para mantener la construcción heterosexual, aliada de primer orden del patriarcado. Es decir, que si bien el avance en
entender la construcción de la mujer como sujeto subordinado e inferior fue muy
grande al introducirse en los sesenta el concepto de «género»; ahora necesitamos
entender que precisamente la base sobre la que se construye ese género, es decir,
el sexo, se acepta como un sustrato biológico natural incuestionable. La teoría feminista de los 90 en general cree que seguir aceptando esta idea es dar por sentado
que hay una cierta necesidad en mantener los patrones de conducta diferenciados
según el sexo biológico con el que se nazca. La crítica actual a este patrón cree
que tanto el género como el sexo están construidos, pues también este último es
materia «interpretada» o «signiicada» según unos patrones patriarcales que se
extienden en toda la epistemología cientíica.
Las nuevas posturas feministas de los noventa requieren una revisión del sistema sexo/género al entender que el concepto género, si bien fue primordial para
entender la producción patriarcal de lo que somos (como hombres y mujeres), está
agotado si sigue funcionando en el tándem sexo/género. El género es en realidad
uno de los mecanismos por los que seguir regulando el comportamiento de hombres y mujeres; pues funciona en base a un sexo, que se dice biológico, pero que se
moldea realmente en conjunción con el género. Hay por tanto que «desestabilizar»
el tándem sexo/género y el binarismo biológico y social alineado con él. La nueva
apuesta que surge a partir de los noventa de esta crítica feminista es que tanto los
sexos como los géneros pueden ser no sólo múltiples, sino variantes; sólo un entramado patriarcal que crea un género sobre una supuesta naturaleza biológica sexual
dicotómica está convirtiendo en esencial y «natural» la distinción de dos sexos.
A esta y a otras propuestas feministas entroncadas con la ilosofía post-estructuralista y con la postmodernidad le han salido, como a las feministas de la diferencia, preguntas que desde el feminismo de la igualdad se consideran irrenunciables
en cualquier agenda feminista de liberación. Una vez más estas cuestiones irán
dirigidas a la constitución del sujeto.
Tania Moldeski, en su libro de 1991 oportunamente titulado Feminism without
Women: Culture and Criticism in a «Postfeminism» Age, alerta de los peligros de
acabar privando a las mujeres de medios signiicativos para formular una agenda
basada en sus experiencias. Si bien es cierto que el antiesencialismo aportó una
importante base para la lucha feminista por la igualdad, ello no debe acabar llevándonos a la negación de cualquier posibilidad de generalización de demandas políti-
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cas de las mujeres. Es decir, que frente a posturas post-estructuralistas que ya han
anunciado la muerte del sujeto la pregunta de Moldeski, y que da título a su libro,
es ¿puede haber un feminismo sin mujeres? ¿Cómo seguir teorizando el feminismo
sin sujeto? En deinitiva, y esta es la crítica más pertinaz a la que deben enfrentarse
las feministas postmodernas, la reivindicación de la resistencia y subversión que
muchas teóricas postestructuralistas postulan ¿quién la hace, si no hay sujeto?
El concepto básico del feminismo, desde sus orígenes, podemos decir que es el
de igualdad. En concreto el feminismo tiene como principio fundante la idea de que
hombres y mujeres cuentan con las mismas capacidades esenciales y que por tanto
ello debe llevar a poder disfrutar de las mismas oportunidades. Es cierto que también el feminismo desde lo que se considera sus inicios a inales del siglo XIX, con
la lucha organizada de manera colectiva por las mujeres para pedir el voto, acepta
las diferencias entre hombres y mujeres en algunos ámbitos pero lucha porque esas
diferencias sean reconocidas en igual valor a aquellas diferencias de los hombres.
Por ello también la aceptación de diferencias se hace y se exige dentro de un marco
conceptual que tiene a la igualdad como concepto rector.
La tensión entre los diferentes feminismos se genera cuando hay que explicar
en qué consisten esas diferencias y qué alcance tiene el marco de igualdad que
vaya a servir de trasfondo para la interpretación feminista del mundo. Este será de
hecho uno de los temas prioritarios de la agenda de la tercera ola (la que empieza
en los 90).
La igualdad se ha convertido en un concepto altamente controvertido dentro
del feminismo. El concepto de igualdad que se convirtió en concepto central del
pensamiento moderno que aparece en la Ilustración, sirvió a las luchas feministas
de la primera y segunda olas como concepto básico de vindicación. Sin embargo,
la trayectoria de la teoría feminista tampoco se ha mostrado cerrada a evaluar este
concepto, incidiendo, desde algunos posicionamientos feministas, en las trampas que puede tender. Entiéndase por «trampas» los obstáculos que ese concepto
puede ofrecer a la hora de integrar las diferencias, tanto de sexo y género como
individuales entre las mujeres (prioritariamente este debate se empieza a gestar
en la segunda ola del feminismo y llega a ser importante en la tercera ola, en los
noventa).
Sea cual sea la postura teórica feminista que se tome, los problemas a resolver
en la sociedad son los mismos, es decir, la cuestión del poder, la separación de
las esferas privada y pública, la cuestión del trabajo, y la resigniicación de conceptos que aún perviven dominados por estructuras patriarcales. Detrás de todos
esos problemas permanece también un núcleo podríamos llamar «duro», que es el
hueso a roer por toda feminista, sea de la ideología que sea y tome la perspectiva
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TEORÍA FEMINISTA
3. Conceptos de igualdad y diferencia
TEORÍA FEMINISTA
que tome: el hueso de transformar el ámbito cultural y simbólico en un ámbito que
no implique dominación sobre las mujeres y permita a éstas libertad y subjetividad plena. Cómo hacerlo es básicamente el punto donde empiezan los diferentes
enfoques, y donde empieza a verse la complejidad de los feminismos. Veamos una
pincelada de esa complejidad.
Básicamente las dos principales interpretaciones feministas de cómo resolver
la desigualdad y la interpretación dual que hace el patriarcado del mundo (interpretación trasladada al lenguaje de los derechos en el patriarcado moderno del
siglo XVIII) serán el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia.
Como ejemplo de la controversia igualdad-diferencia conviene citar a la pensadora británica Mary Wollstonecraft, quien es considerada la autora del primer libro
de teoría feminista, titulado Vindicación de los derechos de la mujer y publicado en
Inglaterra en 1792. En este libro Wollstonecraft propuso precisamente, al calor de
las lamas de la Revolución Francesa, extender los derechos de la ciudadanía a las
mujeres. Ahora bien, esta autora, a diferencia de otras feministas de la época, reclamaba no una mera extensión de los derechos de los hombres a las mujeres, sino un
reconocimiento de las diferencias de las mujeres y la inclusión de estas en la carta de
derechos. Así, por ejemplo reivindicó que el trabajo de muchas mujeres como esposas/madres era un trabajo diferente, pero equivalente, al de los hombres fuera del
hogar; y que por tanto los dos debían ser reconocidos como «trabajo productivo». La
sociedad debía reconocer, airmaba, el valor de ambos como parte de la ciudadanía,
y por ello también las mujeres han de ser consideradas ciudadanas de pleno derecho.
Carole Pateman (1989), autora feminista contemporánea, cree que la propuesta de Wollstonecraft nos lleva de pleno al dilema de la ciudadanía diferenciada y
a la pregunta acerca de qué signiica ser ciudadana en igualdad. Según el análisis
de Pateman hay dos caminos por los que las mujeres han reclamado y reclaman actualmente la ciudadanía y los derechos a ella asociados: a través de la lucha por la
igualdad, la extensión de los derechos de los ciudadanos a las mujeres; y, a través
de la lucha por la diferencia, derechos distintos a los de los hombres; puesto que
las habilidades, capacidades, intereses y necesidades de las mujeres son diferentes. Pateman señaló precisamente cómo estas dos vías para reclamar la ciudadanía
resultaban un auténtico dilema, al que acuñó precisamente con el nombre de «diledilema de Wollstonecraft». Según éste ambas vías de ciudadanía tienen consecuencias
negativas para las mujeres: «El dilema es que los dos caminos hacia la ciudadanía
que las mujeres han tomado son incompatibles dentro de los límites del estado
patriarcal, y dentro de ese contexto resultan imposibles» (Pateman: 1989, 196).
En el caso del dilema entre igualdad y diferencia que puso sobre la mesa Wollstonecraft, y que ahora Pateman interpreta, la cuestión, y el debate, es la diferencia
entre los sexos. Es decir en qué medida hombres y mujeres han de tener reconocidas
diferencias de sexo para que la igualdad sea plena. Este fue también en gran parte
24
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2
Véase Sonia Reverter Bañón (2009).
3
La cita es mi traducción del original en inglés.
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TEORÍA FEMINISTA
el debate que las feministas de la segunda ola tuvieron. Sin embargo, en el debate
del siglo XX se introducen algunos elementos que provocarán en unas décadas una
nueva deriva del feminismo, a la que luego volveremos. La idea central del dilema
de Wollstonecraft era entender la igualdad de manera diferente a homogeneidad,
y a la vez entender la diferencia entre hombres y mujeres como una diferencia que
pudiera generar derecho; algo a la vez en rotunda contradicción con los pilares del
estado liberal patriarcal, como nos dice Pateman.
Este dilema sin aparente solución dentro de ese estado liberal es el que formula también Joan Scott (1996) como la paradoja del pensamiento feminista y que
ella llama «problema de la diferencia». Lo que nos cuenta Scott está inspirado en
lo que dijo en su momento Olimpia de Gouges en la época de la Revolución Francesa
cuando se le preguntó qué podían ofrecer las mujeres: «sólo tenemos paradojas
que ofrecer…».
».. Scott analiza esa paradoja sustancial de la lucha feminista: reclamar la igualdad a partir de airmar la diferencia. En el transcurso de su análisis,
Scott pone en evidencia que la paradoja no tiene su origen en el feminismo, sino
que es fundamental y constitutiva del pensamiento liberal universal, al conformar
un individualismo abstracto que sólo se hace cuerpo en el hombre (varón). Esta es
realmente la paradoja original que está a la base de las demandas igualitaristas del
feminismo, y de otros movimientos de lucha por la inclusión, al partir del esquema
de pensamiento liberal.
Es precisamente este esquema el que podemos entender que ha obligado a
plantear la igualdad y la diferencia en una suerte de dilema o paradoja irresolubles.
Por ello mismo, porque nos enfrentamos con esa paradoja liberal del patriarcado
(o paradoja patriarcal del liberalismo) los largos debates de las feministas de la
segunda ola sobre igualdad y/o diferencia no han sido improductivos. Muy al contrario, han posibilitado problematizar todos los conceptos importantes para llegar
a entender el hecho de la dominación de las mujeres, y nos han obligado a ver y
establecer agendas múltiples de lucha política que nos permitieran avanzar en muy
diversos frentes.
Toda la vasta producción teórica que el feminismo produjo en las décadas de
los 60, 70 y 80 tiene su origen en la que parece esa irresoluble paradoja. Y ello ha
permitido derribar muchas barreras, repensar muchos tópicos, e incluso reordenar
el conocimiento2. Como nos cuenta Beverly Skeggs «las feministas reinscribieron
el objeto y sujeto de la cultura, re-imaginaron la labor del poder y expusieron los
mecanismos por los que se obtiene el conocimiento»3 (2008, 628).
En deinitiva, el feminismo y la investigación feminista que se desarrollaron a
partir de los 70 tuvieron la fuerza y el impacto suiciente para hacer pensar el sujeto
de otra manera, pudiendo empezar así a desmantelar el nudo principal que ataba
la construcción entera del conocimiento patriarcal en un sujeto universal que no
admitía diferencias. Tanto el feminismo de la igualdad como el feminismo de la diferencia luchaban precisamente por derrocar ese dilema que el sistema liberal propone al obligar a elegir entre la igualdad enmarcada en un modelo de sujeto universal recortado sobre el peril del varón blanco occidental; y la libertad de reclamar
una diferencia que precisamente el sistema establece que es la que te deja fuera, la
que no cuenta, y la que te convierte en alteridad absoluta. Interpretar, como se ha
interpretado, que los feminismos de la segunda ola se posicionan en una elección u
otra de esos dos polos creo que es erróneo e injusto con la mayoría de las feministas
de esa época. Esa visión dicotómica, en blanco y negro, de la segunda ola, ha sido la
visión que el mismo sistema liberal ha organizado desde las opciones que él mismo
estructura. Encapsular las praxis y teorías feministas de las décadas de los 60, 70
y 80 en esas etiquetas es reducir la herencia del feminismo a los caminos trazados
por el mismo sistema patriarcal que se quiere derrocar. Estudiar atentamente los
escritos de esas décadas4, como en gran parte de centros y seminarios de estudios
de mujeres están haciendo hoy, nos lleva a recuperar la historia reciente del feminismo en clave no dicotómica.
TEORÍA FEMINISTA
4. El patriarcado como sistema de poder
En el anterior apartado acabamos de ver cómo el objetivo de cualquier movilización feminista, así como de cualquier planteamiento teórico que nos ayude a
deconstruir la desigualdad entre hombres y mujeres, es desestabilizar el sistema de
poder actual, que es un sistema patriarcal, precisamente por generar estructuras y
signiicados que conciben al sujeto con plena capacidad y derecho como sujeto varón.
La autoridad patriarcal se traduce en el poder del sujeto varón para asignar básicamente signiicados, espacios y tiempos. El feminismo plantea precisamente una
subversión de todas las estructuras patriarcales y de la construcción de todos los sistemas, social, económico, político, cultural, basados en esas estructuras. Todo feminismo maniiesta una resistencia a dejar las cosas como están, y por ello mismo implica tanto una conciencia de desigualdad e injusticia para con las mujeres, como una
pretensión de cambiar esa situación. Por eso mismo el feminismo es tanto una teoría
como una praxis, una conciencia como una lucha, y en verdad es que no hay una sin la
otra. En este sentido podemos decir que es una de las ilosofías y pensamientos más
coherentes que podemos encontrar, pues lleva tanto en su origen como en su destino
inal la realidad de una situación como la preocupación primordial.
La importancia del feminismo como movimiento crítico de transformación social nos revela de inmediato su naturaleza tanto teorética como práctica. Se trata
así de un «proyecto teórico comprometido con producir análisis crítico-constructivos
4 Uno de los trabajos que realiza esta tarea y que recomiendo es el de Linda Zerilli, El feminismo y el abismo de la libertad, 2008
(original en lengua inglesa de 2005).
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de las estructuras sistémicas de poder, presuposiciones teóricas, practicas sociales,
e instituciones que oprimen y marginalizan a las mujeres y afectan una transformación social» (Code, 2000: XIX). Es decir, que el feminismo es tanto una teoría (crítica)
como una práctica. Y por ello la teoría feminista supone un balance con la práctica, y
promueve realmente un más allá de la dicotomía teoría y práctica, ya que esta misma
separación obedece realmente a una razón patriarcal. El feminismo es, como Celia
Amorós ha expuesto en repetidas ocasiones, una «pragmática de la razón».
La consciencia de una necesidad teórica que impulse la necesaria transformación social no es, sin embargo, parte importante de las primeras etapas del feminismo. Es en el feminismo de los 70 donde se generó de manera cada vez más clara
y concisa una consciencia de la necesidad de desarrollar, como tarea principal del
feminismo, análisis críticos de las estructuras de las sociedades patriarcales y del
patriarcado como sistema de poder. El objetivo de esta revuelta crítica es cambiar
y transformar las sociedades patriarcales, pero para ello es necesario estudiar y
teorizar críticamente sobre las mismas.
Si es a través de la producción de conocimiento como se ha ido fundamentando
el patriarcado habrá de analizarse tal desarrollo para poder alcanzar un estadio tal
en que podamos subvertir la forma en que el conocimiento sirve a la dominación
de las mujeres.
La consecución del voto y de ciertas mejoras sociales para las mujeres (objetivo principal de las feministas sufragistas) se mostró claramente insuiciente a
mediados del siglo XX. La lucha de las sufragistas había sido ardua, pero aun así se
mostraba insuiciente.
La teoría feminista empieza precisamente cuando se hace necesario relexionar sobre las razones de esa insuiciencia. Cuando se hace necesario interrogarse
sobre la desigual distribución de poder y privilegios; subyugación de las mujeres en
prácticamente todas las sociedades conocidas.
Hemos incidido varias veces a lo largo de este texto en la idea de que tanto la teoría
feminista como el movimiento feminista tiene como objetivo principal analizar, comprender
y movilizarse para acabar con el sistema que permite un reparto de poder tal que provoca
graves desigualdades entre hombres y mujeres. El feminismo (entendido en general, como
hemos visto en el anterior apartado, como teoría y como práctica) pretende, por tanto, deconstruir ese sistema de poder para construir un nuevo sistema que sea más igualitario y
que dote de plenas oportunidades de experiencia autónoma de vida tanto a mujeres como
a hombres, en total igualdad. Las estrategias planteadas en el terreno práctico son muchas,
desde planes de igualdad que inciden en una educación igualitaria hasta acciones positivas
que lleven a las mujeres a visibilizarse y a tener oportunidades de llegar a cotas de desarrollo
personal y público en espacios tradicionalmente vetados a ellas.
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TEORÍA FEMINISTA
5. El feminismo como sistema de empoderamiento
TEORÍA FEMINISTA
En los últimos cuarenta años podemos decir que el feminismo ha conseguido desestabilizar muchas de las estrategias que el patriarcado ha utilizado a lo
largo de la historia para crear a la mujer como sujeto excluido y minorizado. Es
claro que en cuestiones legales y de reconocimiento en derecho en los países
desarrollados se ha conseguido mucho en este aspecto. Sin embargo no es menos
claro que la labor no es suiciente, y que las mujeres siguen sufriendo de estructuras que no les permiten el desarrollo personal que como sujetos libres y autónomos merecen. En concreto podemos decir que si bien en lo legal el avance por
la igualdad ha sido signiicativo, la realidad muestra contundencias patriarcales
mucho más difíciles de desestabilizar y deconstruir. La teoría feminista viene reivindicando en las últimas décadas la necesidad de trabajar más y de manera más
pertinaz e incisiva en aquellos espacios en que el poder patriarcal se muestra
más recalcitrante. El análisis profundo de esas zonas «duras», podríamos decir,
en que el patriarcado no da marcha atrás nos revelan que es en el mundo de los
signiicados, en el mundo simbólico de construcción de sentido, en el que tienen origen esas estrategias patriarcales y machistas más difíciles de eliminar.
El lenguaje mismo, como instrumento de creación del mundo como espacio de
convivencia, se muestra muchas veces cargado de esos signiicados machistas
que hay que desmantelar.
Sin duda esta tarea de resigniicación simbólica es una tarea ardua y probablemente lenta, pero necesaria para llegar a una sociedad igualitaria. El concepto de empoderamiento ha sido utilizado, precisamente, como una de las estrategias feministas para llevar a término esa tarea de resigniicación.
El término empoderamiento reiere al término inglés «empowerment». Los dos
términos aparecen reflejados en diccionarios de uso corriente de las lenguas española
e inglesa (en el María Moliner, 1986; y en el Oxford English Dictionary). El significado
del término es «dar poder». Si bien el término castellano «empoderamiento» ha
causado suspicacias y dudas cuando se empezó a utilizar a inales de los 80 es hoy en
día un término integrado en el discurso de los estudios y análisis feministas y de género. Lo preiero a «potenciación», como a veces se denomina, pues supone una acción que éste último no implica. El empoderamiento, usado en el contexto feminista,
hace referencia a la acción de dar poder, bien sea a una misma u a otra persona. Ahora
bien, las feministas entienden en general que ese poder no es tanto una manera de
control (que es como normalmente entendemos el concepto poder), sino que reiere
principalmente a la capacidad de realizar acciones, de hacer efectivas posibilidades,
de tal manera que las personas nos apropiemos de las riendas de nuestras vidas, potenciando nuestras capacidades como sujetos autónomos, y profundizando en una
manera libre de tomar decisiones y de dirigir nuestros destinos5.
5 Para un análisis más completo de este concepto véase Magdalena León (ed.), Poder y empoderamiento de las mujeres, Bogotá:
Tercer Mundo, 1997.
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En nuestro interés está vincular el debate sobre la igualdad en los estudios
de género con el debate sobre la ciudadanía plena. Este doble debate, que es uno
en realidad, se vincula estrechamente con el debate sobre las denominadas, por
una parte, ética de la justicia o de los derechos y, por otra, ética del cuidado; tema
ampliamente discutido dentro de la teoría feminista en las últimas décadas. Sin
necesidad de reproducir tal debate es necesario apuntar que también aquí la teoría feminista necesita rehacer las propuestas de estas dos posturas para dejar de
plantearlas como dicotómicas. De hecho, desde la idea aquí propuesta de superar
la dicotomía del dilema de igualdad/diferencia se socava también la clásica dicotomía entre ética de la justicia y ética del cuidado. A mi juicio la distinción por una
parte del feminismo de la igualdad apoyando la ciudadanía de la homologación con
el varón y la ética de la justicia y por otra el feminismo de la diferencia defendiendo
una ciudadanía diferenciada basada en una diferencia sexual cuasi esencializada
y relejada en una ética del cuidado, es un ejemplo del esquema de pensamiento
que sustantiviza las identidades obligándonos a un cul de sac teorético y político,
probado totalmente improductivo para el feminismo.
La justicia y el cuidado no pueden verse en oposición, ni como éticas excluyentes, sino que han de conceptuarse como complementarias y en dialéctica transformadora una con otra. Es, de nuevo el sistema patriarcal organizado sobre el eje
de separación de géneros el que en interés de un determinado sujeto organiza tal
separación en paralelo a las esferas pública y privada. Creo que una noción de ciudadanía democrática ha de incluir, y enriquecerse, con la ética del cuidado, y ésta
tiene que ser apoyada en una ética de la justicia y los derechos asociados con la ciudadanía. La separación de las dos éticas es precisamente el pilar sobre el que se ha
fundamentado el modelo de ciudadanía moderno implicado en el dilema igualdad/
diferencia. Tal separación de nuevo presenta aún a las mujeres de hoy en día una
elección imposible entre una independencia y una autonomía entendida como alejamiento de las cargas de cuidado, de la familia y la maternidad; y una dependencia
que representa la necesidad del cuidado y la imposibilidad de combinarlo con los
derechos liberales de autonomía e independencia.
Con ello vemos claramente cómo el papel del ciudadano está claramente
generizado. Como Nancy Fraser (1995) nos explica el estado de bienestar ha
separado los espacios de contrato y caridad respecto de la ciudadanía, siendo
los primeros los que dotan verdaderamente del estatus de «ciudadano civil ».
Así, en un ejemplo muy ilustrativo Fraser (1995) nos hace ver el hecho de que
los derechos de seguridad del trabajador simulan la igura de un intercambio o
contrato, mientras que los derechos a pensiones de viudedad no se categorizan
como seguridad social, sino como «asistencia pública». Ello marca una diferencia
entre derechos y ayudas asistenciales, entre ciudadanía civil y ciudadanía social
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TEORÍA FEMINISTA
6. Empoderamiento y ciudadanía. Ética de la justicia y ética del cuidado
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(clientes de servicios asistenciales) ocultando de hecho la realidad de que todos
los programas sociales, tanto los de seguridad como los llamados asistenciales,
se inancian mediante contribuciones.
El capitalismo de bienestar ha hinchado el papel del cliente, reduciendo el de
ciudadano, a través de la burocratización de la política y la reducción de la participación a acciones formales. Pero aunque esta despolitización afecte a hombres y mujeres, Fraser enfatiza que también como clientes se da una segmentación por género,
pues si bien las medidas de protección pueden reducir la dependencia de las mujeres
a los hombres, acaban por desplazar esa dependencia de los hombres a la burocracia
patriarcal. Perpetuándose así la dependencia y dominación de la mujer.
De hecho, podemos decir que la no entrada plena de la mujer en la ciudadanía
es la que permite mantener la separación tajante de los espacios público y privado,
seña inequívoca del patriarcado y del liberalismo moderno.
Revalorizar y resigniicar el ámbito reproductivo, así como universalizar las tareas de cuidado será uno de los elementos clave, y en gran parte aún por hacer en
las sociedades democráticas. De hecho es la gran asignatura pendiente para una
ciudadanía igualitaria. No cabe duda de que hay cuestiones importantes imbricadas en este debate, como son aquellas concernientes a la reproducción, a las nuevas tecnologías reproductivas, y al modelo de familia que el feminismo quiera promover. Sin entrar ahora en este debate creo que será interesante investigar desde
el feminismo las nuevas formas de familia que una sociedad post-patriarcal puede
acoger, como clave para seguir una agenda de des-identiicación con los patrones
de género.
La rearticulación, no la supresión, de las esferas pública y privada es el requisito imprescindible para poder reorganizar una sociedad plenamente igualitaria; y
ello debe ser atendido no sólo por la teoría feminista, sino por la teoría política, por
la teoría de la democracia y por la de la ciudadanía.
El terreno de lo simbólico, lo cultural, lo valorativo y de renegociación de los
signiicados de «masculino» y «femenino» es posiblemente el último reducto donde
esconder los intereses políticos del patriarcado, como creo que podemos ver en el
panorama actual español en referencia a las reacciones contra el matrimonio gay. La
reordenación y renegociación de este campo es posiblemente una tarea ingente, y
es tan política como lo ha sido la tarea de lucha por los derechos y por la igualdad de
oportunidades. Precisamente cuando en 1970 Kate Millet dijo la célebre frase de «lo
personal es político» estaba señalando, entre otras cosas, los recovecos culturales
y simbólicos en los que se construyen las estructuras de dominación de las mujeres.
Ese es el trabajo que se requiere ahora para llegar a una sociedad igualitaria,
una sociedad en la que se creen nuevos signiicados que permitan salir de la narrativa fundacional del patriarcado que organiza sistemas de valores generizados en una
dualidad que mantiene la subyugación de las mujeres. Sobre todo, y desde la pers-
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pectiva de una teoría feminista, hay que reconstruir una razón que no caiga en la
brecha entre teoría y praxis. Entendemos que ese es el camino hacia la superación del
pensamiento dicotómico, lo cual es decir hacia la superación del sistema patriarcal.
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