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Qué Hacer

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¿Qué Hacer? Vladimir I. Lenin (c) Proyecto Espartaco 2000 – 2001 Si de se a s de sca r ga r libr os de e st e u ot r o a ut or visit a e l Pr oye ct o Espa r t a co e n ht t p:/ / w w w .e spa r t a co.cj b.ne t 1 PROLOGO Según el plan inicial del aut or, el present e follet o debía est ar consagrado a desarrollar det alladam ent e las ideas expuest as en el art ículo " ¿Por dónde em pezar?" ( I skra, núm . 4, m ayo de 1901) . Ant e t odo, debem os disculparnos ant e el lect or por haber cum plido t ardíam ent e la prom esa que hicim os en dicho art ículo ( y que repet im os en respuest a a m uchos requerim ient os y cart as part iculares) . Una de las causas de dicha t ardanza ha sido el haber int ent ado, en j unio del pasado año de 1901, unificar t odas las organizaciones socialdem ócrat as en el ext ranj ero. Era nat ural esperar los result ados de est a t ent at iva, pues si hubiese t enido éxit o, habría sido t al vez necesario exponer las concepciones de I skra en m at eria de organización baj o un aspect o algo dist int o; en t odo caso, est e éxit o habría prom et ido que se iba a poner m uy rápidam ent e fin a la exist encia de dos corrient es en la socialdem ocracia rusa. El lect or sabe que la t ent at iva fracasó y, com o t rat arem os de dem ost rar, no pudo t erm inar de ot ro m odo después del nuevo viraj e de Rabócheie Dielo, en su núm . 10, hacia el econom ism o. Ha result ado absolut am ent e necesario em prender una lucha decidida cont ra est a dirección vaga y poco det erm inada, pero, por ello m ism o, t ant o m ás firm e y capaz de resucit ar en variadas form as. De acuerdo con est o, ha cam biado y se ha am pliado m uy considerablem ent e el plan inicial del follet o. Su t em a principal debería haber abarcado t res problem as, plant eados en el art ículo " ¿Por dónde em pezar?" , a saber: los problem as acerca del caráct er y el cont enido principal de nuest ra agit ación polít ica, acerca de nuest ras t areas de organización y acerca del plan de crear, sim ult áneam ent e y por dist int as part es, una organización com bat iva dest inada a t oda Rusia. Est os problem as int eresan desde hace m ucho t iem po al aut or, quien ha t rat ado ya de plant earlos en Rabóchaia Gasiet a, con ocasión de una de las t ent at ivas infruct uosas de reanudar su publicación ( véase el cap. V) . Mas el propósit o inicial de circunscribirse, en est e follet o, al exam en de est os t res problem as y exponer en lo posible nuest ras ideas en form a posit iva, sin recurrir o casi sin recurrir a la polém ica, ha result ado com plet am ent e irrealizable por dos razones Por una part e, el econom ism o ha result ado ser m ás vit al de lo que suponíam os ( em pleam os el t érm ino econom ism o en su sent ido am plio, com o se explicó en el núm . 12 de I skra ( diciem bre de 1901) , en el art ículo " Una conversación con los defensores del econom ism o" , que t razó, por decirlo así, un esbozo del follet o que ofrecem os a la at ención del lect or) . No cabía ya duda de que los dist int os concept os sobre el m odo de resolver est os t res problem as se explican m ucho m ás por un ant agonism o radical ent re las dos direcciones de la socialdem ocracia rusa, que por divergencias de det alle. Por ot ra part e, la perplej idad de los econom ist as al ver que I skra sost enía de hecho nuest ras concepciones ha puest o de m anifiest o con t oda evidencia que a m enudo hablam os lenguaj es lit eralm ent e dist int os que, debido a ello, no podem os llegar a ningún acuerdo sin com enzar ab ovo; que es necesario int ent ar una "explicación" sist em át ica en la form a m ás popular posible, a base del m ayor núm ero posible de ej em plos concret os, con t odos los econom ist as, sobre t odos los punt os cardinales de nuest ras discrepancias. Y he resuelt o hacer est a t ent at iva de " explicación" con plena conciencia de que est o aum ent aría considerablem ent e las proporciones del follet o y ret ardaría su aparición; pero no he vist o ninguna ot ra posibilidad de cum plir la prom esa hecha en el art ículo " ¿Por dónde em pezar?" Así que a las disculpas por la t ardanza t engo que añadir las excusas por los enorm es defect os del follet o en lo que a su form a lit eraria se refiere: he t enido que t rabaj ar con una precipit ación ext rem a y, por ot ra part e, m uchos ot ros t rabaj os reclam aban m i at ención. 2 El exam en de los t res problem as arriba indicados sigue const it uyendo el t em a principal del follet o. Pero he t enido que com enzar por dos problem as de caráct er m ás general: ¿por qué una consigna t an " inocent e" y " nat ural" com o la de " libert ad de crít ica" es para nosot ros una verdadera señal de bat alla?; ¿por qué no podem os llegar a un acuerdo ni siquiera en la cuest ión fundam ent al del papel de la socialdem ocracia en relación al m ovim ient o espont áneo de m asas? Luego, la exposición de los concept os sobre el caráct er y el cont enido de la agit ación polít ica se ha convert ido en una explicación de la diferencia ent re la polít ica t radeunionist a y la socialdem ócrat a, y la exposición de los concept os sobre las t areas de organización, en una explicación de la diferencia ent re los m ét odos prim it ivos de t rabaj o, que sat isfacen a los econom ist as, y la organización de revolucionarios, que reput am os indispensable. Después, insist o en el " plan" de un periódico polít ico dest inado a t oda Rusia, t ant o m ás cuant o que eran inconsist ent es las obj eciones hechas cont ra él, y porque, en el fondo, no se ha dado una respuest a a la cuest ión, plant eada en " ¿Por dónde em pezar?" , de cóm o podríam os em prender, por t odas part es a la vez, la form ación de la organización que necesit am os. Por últ im o, en la part e final del follet o espero dem ost rar que hem os hecho t odo cuant o dependía de nosot ros para prevenir una rupt ura definit iva con los econom ist as, rupt ura que, sin em bargo, ha result ado inevit able; que Rabócheie Dielo ha adquirido una significación part icular, si queréis, " hist órica" , por haber reflej ado, en la form a m ás com plet a, con el m ayor relieve, no el econom ism o consecuent e, sino m ás bien la dispersión y las vacilaciones que han const it uido, en la hist oria de la socialdem ocracia rusa, el rasgo dist int ivo de t odo un período ; que, por est a razón, adquiere t am bién im port ancia la polém ica, dem asiado det allada, a prim era vist a, con Rabócheie Dielo, pues no podem os avanzar sin liquidar definit ivam ent e est e período Lenin Febrero de 1902 3 CAPÍ TULO I D OGM ATI SM O Y " LI BERTAD D E CRI TI CA" a ) ¿Qué significa la " libe r t a d de cr ít ica " ? La " libert ad de crít ica" es, sin duda, la consigna act ualm ent e m ás en boga, la que con m ás frecuencia se em plea en las discusiones ent re socialist as y dem ócrat as de t odos los países. A prim era vist a, es difícil im aginarse algo m ás ext raño que esas solem nes alusiones a la libert ad de crít ica hechas por una de las part es cont endient es. ¿Acaso en el seno de los part idos avanzados se han levant ado voces en cont ra de la ley const it ucional que, en la m ayoría de los países europeos, garant iza la libert ad de ciencia y de invest igación cient ífica? " ¡Aquí pasa algo! " , se dirá t oda persona aj ena a la cuest ión, que haya oído la consigna en boga, repet ida en t odas las encrucij adas, pero que no haya penet rado aún en el fondo de las discrepancias. " Est a consigna es, por lo vist o, una de las locuciones convencionales que, com o los apodos, son legalizados por el uso y se conviert en casi en nom bres com unes" . En efect o, para nadie es un secret o que, en el seno de la socialdem ocracia int ernacional ( * ) cont em poránea, se han form ado dos t endencias, cuya lucha t an pront o se reaviva y est alla en llam as, com o se calm a y adorm ece baj o las cenizas de im ponent es " resoluciones de arm ist icio" . En qué consist e la " nueva" t endencia que asum e una act it ud " crít ica" frent e al m arxism o " viej o, dogm át ico" , lo ha dicho Bernst ein y lo ha m ost rado Millerand con suficient e claridad. La socialdem ocracia debe t ransform arse, de part ido de la revolución social, en un part ido dem ocrát ico de reform as sociales, Bernst ein ha apoyado est a reivindicación polít ica con t oda una bat ería de " nuevos" argum ent os y consideraciones bast ant e arm oniosam ent e concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundam ent ar cient íficam ent e el socialism o y de dem ost rar, desde el punt o de vist a de la concepción m at erialist a de la hist oria, su necesidad e inevit abilidad; ha sido negado el hecho de la m iseria crecient e, de la prolet arización y de la exacerbación de las cont radicciones capit alist as; ha sido declarado inconsist ent e el concept o m ism o del "obj et ivo final " y rechazada en absolut o la idea de la dict adura del prolet ariado; ha sido negada la oposición de principios ent re el liberalism o y el socialism o; ha sido negada la t eoría de la lucha de clases, pret endiendo que no es aplicable a una sociedad est rict am ent e dem ocrát ica, gobernada conform e a la volunt ad de la m ayoría, et c. Así, pues, la exigencia de que la socialdem ocracia revolucionaria diese un viraj e decisivo hacia el socialreform ism o burgués, iba acom pañada de un viraj e no m enos decisivo hacia la crít ica burguesa de t odas las ideas fundam ent ales del m arxism o. Y com o est a últ im a crít ica cont ra el m arxism o se venía realizando ya desde hacía m ucho t iem po, desde la t ribuna polít ica, desde las cát edras universit arias, en num erosos follet os y en una serie de t rat ados cient íficos; com o t oda la nueva generación de las clases ilust radas, ha sido educada sist em át icam ent e, durant e decenios, a base de est a crít ica, no es de ext rañar que la " nueva" t endencia " crít ica" en el seno de la socialdem ocracia haya surgido de golpe, com plet am ent e acabada, com o Minerva de la cabeza de Júpit er. Por su cont enido, est a t endencia no ha t enido que desarrollarse ni form arse; ha sido t rasplant ada direct am ent e de la lit erat ura burguesa a la lit erat ura socialist a. 4 Prosigam os. Por si la crít ica t eórica de Bernst ein y sus aspiraciones polít icas est aban aún poco claras para ciert as personas, los franceses se han cuidado de dem ost rar palm ariam ent e lo que es el " nuevo m ét odo" . Francia ha j ust ificado, una vez m ás, su viej a reput ación de " país en cuya hist oria las luchas de clases se han llevado cada vez a su t érm ino decisivo m ás que en ningún ot ro sit io" ( Engels, del prefacio para la obra de Marx Der 18 Brum aire ) [ 5] . En lugar de t eorizar, los socialist as franceses pusieron direct am ent e m anos a la obra; las condiciones polít icas de Francia, m ás desarrolladas en el sent ido dem ocrát ico, les han perm it ido pasar inm ediat am ent e al " bernst einianism o práct ico" , con t odas sus consecuencias. Millerand ha dado un ej em plo brillant e de est e bernst einianism o práct ico: ¡no en vano Bernst ein y Vollm ar se han apresurado a defender y a ensalzar t an celosam ent e a Millerand! En efect o, si la socialdem ocracia es, en esencia, sim plem ent e un part ido de reform as, y debe t ener el valor de reconocerlo con franqueza, un socialist a no sólo t iene derecho a ent rar en un m inist erio burgués, sino que incluso debe siem pre aspirar a ello. Si la dem ocracia im plica, en el fondo, la supresión de la dom inación de clases, ¿por qué un m inist ro socialist a no ha de encant ar a t odo el m undo burgués con discursos sobre la colaboración de las clases? ¿Por qué no ha de seguir en el m inist erio, aun después de que los asesinat os de obreros por los gendarm es han puest o de m anifiest o por cent ésim a y m ilésim a vez el verdadero caráct er de la colaboración dem ocrát ica de las clases? ¿Por qué no ha de part icipar personalm ent e en la felicit ación al zar, al que los socialist as franceses no dan ahora ot ros nom bres que los de héroe de la horca, del knut y de la deport ación ( knout eur, pendeur et déport at eur) ? ¡Y a cam bio de est e infinit o envilecim ient o y aut oflagelación del socialism o ant e el m undo ent ero, de la corrupción de la conciencia socialist a de las m asas obreras —la única base que puede asegurarnos el t riunfo—, a cam bio de t odo est o, unos rim bom bant es proyect os de m iserables reform as; t an m iserables, que se había logrado obt ener m ás de los gobiernos burgueses! Todo aquel que no cierre deliberadam ent e los oj os t iene que ver por fuerza que la nueva t endencia " crít ica" , surgida en el seno del socialism o, no es sino una nueva variedad del oport unism o. Y si no j uzgam os a los hom bres por el brillo del uniform e que ellos m ism os se han puest o, ni por el sobrenom bre pom poso que a sí m ism os se dan, sino por sus act os y por la clase de propaganda que llevan a la práct ica, verem os claram ent e que la " libert ad de crít ica" es la libert ad de la t endencia oport unist a en el seno de la socialdem ocracia, la libert ad de hacer de la socialdem ocracia un part ido dem ócrat a de reform as, la libert ad de int roducir en el socialism o ideas burguesas y elem ent os burgueses. La libert ad es una gran palabra, pero baj o la bandera de la libert ad de indust ria se han hecho las guerras m ás expoliadoras y baj o la bandera de la libert ad de t rabaj o se ha despoj ado a los t rabaj adores. La m ism a falsedad int rínseca encierra el em pleo act ual de la expresión " libert ad de crít ica" . Personas realm ent e convencidas de haber im pulsado la ciencia no reclam arían libert ad para las nuevas concepciones al lado de las ant iguas, sino la sust it ución de est as últ im as por las prim eras. En cam bio, los grit os act uales de " ¡Viva la libert ad de crít ica! " recuerdan dem asiado la fábula del t onel vacío. Marcham os en pequeño grupo unido por un cam ino escarpado y difícil, fuert em ent e cogidos de las m anos. Est am os rodeados por t odas part es de enem igos, y t enem os que m archar casi siem pre baj o su fuego. Nos hem os unido en virt ud de una decisión librem ent e adopt ada, precisam ent e para luchar cont ra los enem igos y no caer, dando un t raspiés, al pant ano vecino, cuyos m oradores nos reprochan desde un principio el que nos hayam os separado en un grupo apart e y el que hayam os escogido 5 el cam ino de la lucha y no el de la conciliación. Y de pront o algunos de ent re nosot ros com ienzan a grit ar: " ¡Vam os al pant ano! " Y cuando se int ent a avergonzarlos, replican: " ¡Qué gent e t an at rasada sois! ¡Cóm o no os avergonzáis de negarnos la libert ad de invit aros a seguir un cam ino m ej or! " ¡Ah, sí, señores, libres sois no sólo de invit arnos, sino de ir adonde m ej or os plazca, incluso al pant ano; hast a consideram os que vuest ro verdadero puest o est á precisam ent e en él, y nos sent im os dispuest os a prest aros t oda la colaboración que est é a nuest ro alcance para t rasladaros allí a ¡vosot ros ! ¡Pero en t al caso solt ad nuest ras m anos, no os agarréis a nosot ros, ni ensuciéis la gran palabra libert ad, porque nosot ros t am bién som os " libres" para ir adonde nos parezca, libres para luchar no sólo cont ra el pant ano, sino incluso cont ra los que se desvían hacia él! b) Los nue vos de fe nsor e s de la ” libe r t a d de cr ít ica " Precisam ent e est a consigna ( " libert ad de crít ica" ) es la que ha sido solem nem ent e propugnada est os últ im os t iem pos por Rabócheie Dielo ( núm . 10) , órgano de la " Unión de socialdem ócrat as rusos" en el ext ranj ero, y lo ha sido no com o un post ulado t eórico, sino com o una reivindicación polít ica, com o respuest a a la pregunt a: " ¿Es posible la unión de las organizaciones socialdem ócrat as que act úan en el ext ranj ero?" " Para una unión sólida, es indispensable la libert ad de crít ica" ( Pág. 36) . De est a declaración se desprenden dos conclusiones bien definidas: 1) Rabócheie Dielo asum e la defensa de la t endencia oport unist a en la socialdem ocracia int ernacional en general; 2) Rabócheie Dielo exige la libert ad del oport unism o en el seno de la socialdem ocracia rusa. Exam inem os est as conclusiones. A Rabócheie Dielo le disgust a, " sobre t odo" , la " t endencia de I skra y Sariá a pronost icar la rupt ura ent re la Mont aña y la Gironda en la socialdem ocracia int ernacional" ( * * ) . " En general —escribe B. Krichevski, redact or de Rabócheie Dielo—, las habladurías sobre Mont aña y Gironda en las filas de la socialdem ocracia nos parecen una analogía hist órica superficial, ext raña en la plum a de un m arxist a: la Mont aña y Gironda no represent aban dos dist int os t em peram ent os o corrient es int elect uales, com o puede parecerles a los hist oriadores- ideólogos, sino dist int as clases o capas: por una part e, la burguesía m edia, y, por ot ra, la pequeña burguesía y el prolet ariado. Pero en el m ovim ient o socialist a cont em poráneo no exist en choques de int ereses de clase; por ent ero, en t odas [ subrayado por B. Kr.] sus variedades, incluyendo a los m ás declarados bernst einianos, abraza la posición de los int ereses de clase del prolet ariado, de su lucha de clases por la liberación polít ica y económ ica" ( Rabócheie Dielo, Págs. 32- 33) . ¡Afirm ación audaz! ¿No ha oído B. Krichevski hablar del hecho, observado ya hace m ucho t iem po, de que precisam ent e la am plia part icipación de la capa de los " académ icos" en el m ovim ient o socialist a de los últ im os años ha asegurado una difusión t an rápida del bernst einianism o? Pero, ant e t odo, ¿en qué funda nuest ro aut or su j uicio de que incluso " los m ás declarados bernst einianos" abrazan la posición de la lucha de clase por la liberación polít ica y económ ica del prolet ariado? Nadie lo sabe. Est a defensa decidida de los m ás declarados bernst einianos no se apoya en ningún argum ent o, en ninguna razón. El aut or ent iende, por lo vist o, que con repet ir cuant o dicen de sí m ism os los m ás declarados bernst einianos, huelgan las pruebas de su afirm ación. Pero ¿es posible figurarse algo m ás " superficial" que est e j uicio acerca de 6 t oda una t endencia, fundado en lo que dicen de sí m ism os sus propios represent ant es? ¿Es posible im aginarse algo m ás superficial que la " m oralej a" que se desprende a propósit o de los dos t ipos o vías de desarrollo del Part ido, dist int os y hast a diam et ralm ent e opuest os? ( Rabócheie Dielo, Págs. 34- 35) . Los socialdem ócrat as alem anes, se dice, reconocen una com plet a libert ad de crít ica; en cam bio, los franceses, no, y precisam ent e su ej em plo dem uest ra t odo el " m al de la int olerancia" . Precisam ent e el ej em plo de B. Krichevski —cont est arem os a est o— dem uest ra que a veces se llam an m arxist as gent es que ven la hist oria lit eralm ent e " a lo I lovaiski" [ 7] . Para explicar la unidad del Part ido Socialist a alem án y el fraccionam ient o del francés, no hace falt a en absolut o hurgar en las part icularidades de la hist oria de est e o el ot ro país, com parar las condiciones del sem iabsolut ism o m ilit ar y el parlam ent arism o republicano, analizar las consecuencias de la Com una y las de la ley de excepción cont ra los socialist as[ * * * ] , com parar la sit uación económ ica y el desarrollo económ ico, recordar cóm o " el crecim ient o sin par de la socialdem ocracia alem ana" fue acom pañado de una lucha de energía sin igual en la hist oria del socialism o, no sólo cont ra las aberraciones t eóricas ( Mühlberger, Dühring[ * * * * ] , los " socialist as de cát edra" [ 8] ) , sino t am bién cont ra las aberraciones t áct icas ( Lassalle) , et c., et c. ¡Todo est o es superfluo! Los franceses riñen, porque son int olerant es; los alem anes est án unidos, porque son buenos chicos. Y observad que, por m edio de est a incom parable profundidad de pensam ient o, se " recusa" un hecho que echa por t ierra com plet am ent e la defensa de los bernst einianos. Sólo a t ravés de la experiencia hist órica se puede resolver definit ivam ent e y sin vuelt a de hoj a el problem a de si abrazan la posición de lucha de clase del prolet ariado. Por t ant o, la m áxim a im port ancia en est e sent ido corresponde precisam ent e al ej em plo de Francia, por ser ést e el único país donde los bernst einianos han int ent ado act uar independient em ent e, con la aprobación calurosa de sus colegas alem anes ( y, en part e, de los oport unist as rusos: véase R. D., núm . 2- 3, Págs. 83- 84) . La alusión a la " int ransigencia" de los franceses —adem ás de su significación " hist órica" en sent ido " nosdrievano" — no es m ás que una t ent at iva de disim ular con palabras fieras hechos sum am ent e desagradables. Pero, en cuant o a los alem anes, t am poco est am os, en m odo alguno, dispuest os a regalárselos a B. Krichevski y a los dem ás num erosos defensores de la " libert ad de crít ica" . Si se t olera t odavía en las filas del Part ido alem án " a los m ás declarados bernst einianos" ,es por cuant o acat an la resolución de Hannóver[ 9] , que desechó resuelt am ent e las " enm iendas" de Bernst ein, así com o la de Lübeck[ 10] , que cont iene ( a pesar de t oda su diplom acia) una advert encia direct a a Bernst ein. Se puede discut ir, desde el punt o de vist a de los int ereses del Part ido alem án, en qué m edida era oport una esa diplom acia o si vale m ás, en est e caso, un m al aj ust e que un buen pleit o; se puede disent ir, en una palabra, en la apreciación de la conveniencia de uno u ot ro procedim ient o de repudiar el bernst einianism o, pero no se puede dej ar de ver el hecho de que el Part ido alem án ha repudiado dos veces el bernst einianism o. Por t ant o, creer que el ej em plo de los alem anes confirm a la t esis de que "los m ás de clarados bernst einianos abrazan la posición de la lucha de clase del prolet ariado por su liberación polít ica y económ ica" , significa no com prender absolut am ent e nada de lo que sucede ant e los oj os de t odos nosot ros[ * * * * * * ] . Hay m ás aún. Rab. Dielo present a a la socialdem ocracia rusa, com o hem os vist o, la reivindicación de " libert ad de crít ica" y defiende el bernst einianism o. Por lo vist o, ha debido persuadirse de que se ha agraviado inj ust am ent e a nuest ros " crít icos" 7 y bernst einianos. ¿A cuáles, precisam ent e? ¿Quién, dónde y cuándo? ¿En qué, precisam ent e, consist ió la inj ust icia? ¡R. Dielo guarda silencio sobre est e punt o, no m enciona ni una sola vez a ningún crít ico o bernst einiano ruso! Nos rest a sólo hacer una de las dos hipót esis posibles. O bien la part e inj ust am ent e agraviada no es ot ra que el m ism o R. Dielo ( lo confirm a el hecho de que en am bos art ículos de su núm . 10 se t rat a únicam ent e de agravios inferidos por Sariá e I skra a R. Dielo ) . En est e caso, ¿cóm o explicar el hecho t an ext raño de que R. Dielo, que siem pre ha negado t an obst inadam ent e t oda solidaridad con el bernst einianism o, no haya podido defenderse a sí m ism o, sin int ervenir en favor de los " m ás declarados bernst einianos" y de la libert ad de crít ica? O bien han sido inj ust am ent e agraviadas unas t erceras personas. ¿Cuáles pueden ser ent onces los m ot ivos para no m encionarlos? Vem os, pues, que R. Dielo cont inúa el j uego del escondit e, en que se ha ent ret enido ( com o lo pondrem os de m anifiest o m ás adelant e) desde el m om ent o m ism o de su aparición. Adem ás, observad est a prim era aplicación práct ica de la t an decant ada " libert ad de crít ica" . De hecho, est a libert ad se reduj o en el act o no sólo a la falt a de t oda crít ica, sino a la falt a de t odo j uicio independient e en general. Ese m ism o R. Dielo, que guarda silencio sobre el bernst einianism o ruso, com o si fuera una enferm edad secret a ( según la feliz expresión de St arovier[ 12] ) , ¡propone para la curación de est a enferm edad copiar lisa y llanam ent e la últ im a recet a alem ana cont ra la variedad alem ana de la enferm edad! ¡En vez de libert ad de crít ica, im it ación servil. . . o, peor aún, sim iesca! El idént ico cont enido social y polít ico del oport unism o int ernacional cont em poráneo, se m anifiest a en unas u ot ras variedades, según las peculiaridades nacionales. En un país, un grupo de oport unist as ha act uado desde hace m ucho t iem po baj o una bandera especial; en ot ro, los oport unist as han desdeñado la t eoría, siguiendo en la práct ica la polít ica de los radicales socialist as; en un t ercero, algunos m iem bros del part ido revolucionario se han evadido al cam po del oport unism o y t rat an de alcanzar sus obj et ivos, no por m edio de una lucha abiert a en favor de los principios y de la nueva t áct ica, sino valiéndose de una corrupción gradual, im percept ible y, si se puede usar est a expresión, im pune de su part ido; en un cuart o país, esos m ism os t ránsfugas em plean idént icos procedim ient os en las t inieblas de la esclavit ud polít ica, relacionando en form a com plet am ent e original la act ividad " legal" con la " ilegal" , et c. Pero ponerse a hablar de la libert ad de crít ica y del bernst einianism o com o de una condición para unir a los socialdem ócrat as rusos, sin analizar en qué precisam ent e se ha m anifest ado y qué frut os part iculares ha dado el bernst einianism o ruso, es lo m ism o que hablar por hablar. I nt ent em os, pues, nosot ros m ism os decir, aunque sea en pocas palabras, lo que no ha querido decir ( o acaso ni siquiera ha sabido com prender) R. Dielo. c) La cr ít ica e n Rusia La part icularidad fundam ent al de Rusia, en el aspect o que est am os exam inando, consist e en que ya el com ienzo m ism o del m ovim ient o obrero espont áneo, por una part e, y el viraj e de la opinión pública avanzada hacia el m arxism o, por ot ra, se han dist inguido por la unión de elem ent os not oriam ent e het erogéneos, baj o una bandera com ún y para luchar cont ra un adversario com ún ( las concepciones polít icas y sociales ant icuadas) . Nos referim os a la luna de m iel del " m arxism o legal" . En general, fue un fenóm eno ext raordinariam ent e original, en cuya posibilidad nadie hubiera podido creer siquiera en la década del 80 o a principios de la década siguient e del siglo pasado. En un país aut ocrát ico, con una prensa com plet am ent e soj uzgada, en una época de t errible reacción polít ica, en que eran 8 perseguidos los m ás m ínim os brot es de descont ent o polít ico y de prot est a, se abre de pront o cam ino en la lit erat ura visada por la censura la t eoría del m arxism o revolucionario, expuest a en lenguaj e esópico, pero com prensible para t odos los " int eresados" . El gobierno se había acost um brado a considerar peligrosa únicam ent e la t eoría de " La Volunt ad del Pueblo" ( de la revolucionaria) , sin que not ara, com o suele suceder, su evolución int erna, regocij ándose ant e t oda crít ica dirigida cont ra ella. Ant es de que el gobierno se diera cuent a, ant es de que el pesado ej ércit o de censores y gendarm es t uviera t iem po de dar con el nuevo enem igo y caer sobre él, pasó m ucho t iem po ( m ucho para nosot ros, los rusos) . Y, m ient ras t ant o, aparecía un libro m arxist a t ras ot ro; em pezaron a publicarse revist as y periódicos m arxist as; t odo el m undo, com o por cont agio, se hacía m arxist a; a los m arxist as se les halagaba, se les lisonj eaba; los edit ores est aban ent usiasm ados por la ext raordinaria rapidez con que se vendían los libros m arxist as. Se sobreent iende que ent re los m arxist as principiant es, rodeados de esa hum areda de éxit o, ha habido m ás de un " escrit or envanecido" [ 13] . . . Hoy puede hablarse de ese período con calm a, com o del pasado. No es un secret o para nadie que el florecim ient o efím ero del m arxism o sobre la superficie de nuest ra lit erat ura t uvo su origen en la alianza de elem ent os ext rem ist as con elem ent os sum am ent e m oderados. En el fondo, est os últ im os eran dem ócrat as burgueses, y est a conclusión ( confirm ada con evidencia por el desarrollo " crít ico" post erior de est a gent e) se im ponía a ciert as personas ya en la época en que la " alianza" est aba aún int act a. Pero, en est e caso, ¿no corresponderá la m ayor responsabilidad por la " confusión" subsiguient e precisam ent e a los socialdem ócrat as revolucionarios, que pact aron esa alianza con los fut uros " crít icos" ? Est a pregunt a, seguida de una respuest a afirm at iva, se oye a veces en boca de gent es que enfocan el problem a en form a dem asiado rect ilínea. Pero esa gent e carece en absolut o de razón. Puede t ener m iedo a alianzas t em porales, aunque sea con gent e insegura, únicam ent e el que t enga poca confianza en sí m ism o, y ningún part ido polít ico podría exist ir sin esas alianzas. Ahora bien, la unión con los m arxist as legales fue una especie de prim era alianza verdaderam ent e polít ica, concert ada por la socialdem ocracia rusa. Gracias a est a alianza, se ha logrado el t riunfo, asom brosam ent e rápido, sobre el populism o, así com o la enorm e difusión de las ideas del m arxism o ( si bien en form a vulgarizada) . Adem ás, la alianza no fue pact ada sin " condición" alguna, ni m ucho m enos. Pruebas al cant o: la ant ología m arxist a Mat eriales sobre el desarrollo económ ico de Rusia [ 14] , quem ada por la censura en 1895. Si se puede com parar con una alianza polít ica el acuerdo lit erario con los m arxist as legales, se puede com parar ese libro con un acuerdo polít ico. La rupt ura no fue provocada, desde luego, por el hecho de que los " aliados" result aron ser unos dem ócrat as burgueses. Por el cont rario, los represent ant es de est a últ im a t endencia son aliados nat urales y deseables de la socialdem ocracia, siem pre que se t rat e de obj et ivos dem ocrát icos suyos, obj et ivos que la sit uación act ual de Rusia pone en prim er plano. Pero es condición indispensable para est a alianza que los socialist as t engan plena posibilidad de revelar a la clase obrera el ant agonism o host il ent re sus int ereses y los de la burguesía. Mas el bernst einianism o y la t endencia " crít ica" , hacia la cual evolucionó t ot alm ent e la m ayoría de los m arxist as legales, habían elim inado est a posibilidad y corrom pían la conciencia socialist a envileciendo el m arxism o, predicando la t eoría de la at enuación de las cont radicciones sociales, proclam ando que es absurda la idea de la revolución social y de la dict adura del prolet ariado, reduciendo el m ovim ient o obrero y la lucha de clases a un t radeunionism o est recho y a la lucha " realist a" por pequeñas y graduales reform as. Era 9 exact am ent e lo m ism o que si la dem ocracia burguesa negara el derecho del socialism o a la independencia, y, por t ant o, su derecho a la exist encia; en la práct ica, eso significaba t ender a convert ir el incipient e m ovim ient o obrero en un apéndice de los liberales. Nat uralm ent e, en est as condiciones, la rupt ura se hizo necesaria. Pero la part icularidad " original" de Rusia se m anifest ó en que esa rupt ura sólo significaba que los socialdem ócrat as se apart aban de la lit erat ura " legal" , m ás accesible para t odos y am pliam ent e difundida. Los " ex- m arxist as" se hicieron fuert es en ella, colocándose " baj o el signo de la crít ica" y obt eniendo casi el m onopolio para " denigrar" al m arxism o. Las consignas: " ¡Cont ra la ort odoxia! " y " ¡Viva la libert ad de crít ica! " ( repet idas ahora por R. Dielo ) se pusieron en seguida m uy en boga; y que ni siquiera pudieron resist ir a esa m oda los censores ni los gendarm es, se ve por hechos com o la aparición de t res ediciones rusas del libro del fam oso ( fam oso a lo Eróst rat o) Bernst ein o la recom endación de los libros de Bernst ein, del señor Prokopóvich y ot ros, por Subát ov* ( I skra, núm . 10) . A los socialdem ócrat as les incum be ahora una t area de por sí difícil, e increíblem ent e m ás dificult ada aún debido a obst áculos puram ent e ext eriores: la t area de com bat ir la nueva corrient e. Y est a corrient e no se ha lim it ado al t erreno de la lit erat ura. El viraj e hacia la " crít ica" ha ido acom pañado de un m ovim ient o en sent ido cont rario: la propensión de los socialdem ócrat as práct icos por el " econom ism o" . Podría servir de t em a para un art ículo especial est a int eresant e cuest ión: cóm o ha surgido y se ha est rechado el lazo de unión e int erdependencia ent re la crít ica legal y el econom ism o ilegal. A nosot ros nos bast a consignar aquí la exist encia incuest ionable de est e lazo de unión. Precisam ent e por eso ha adquirido el fam oso " Credo" * una celebridad t an m erecida, por haber form ulado francam ent e est e lazo de unión y haber revelado la t endencia polít ica fundam ent al del " econom ism o" : que los obreros se encarguen de la lucha económ ica ( m ás exact o sería decir: de la lucha t radeunionist a, pues est a últ im a com prende t am bién la polít ica específicam ent e obrera) , y que la int elect ualidad m arxist a se fusione con los liberales para la " lucha" polít ica. Result a que el t rabaj o t radeunionist a " en el pueblo" result ó ser la realización de la prim era m it ad, y la crít ica legal, la realización de la segunda m it ad de dicha t area. Est a declaración fue un arm a t an excelent e en cont ra del econom ism o, que, si no hubiese aparecido el " Credo" , valía la pena haberlo invent ado. El " Credo" no fue invent ado, pero sí publicado sin el asent im ient o y acaso hast a en cont ra de la volunt ad de sus aut ores. Al m enos, el que est as líneas escribe, que part icipó en sacar a la luz del día el nuevo " program a" [ * * * * * * * ] t uvo que escuchar lam ent aciones y reproches por el hecho de que el resum en de los punt os de vist a de los oradores hubiera sido difundido en copias, hubiera recibido el m ot e de " Credo" y ¡hubiera sido publicado incluso en la prensa j unt o con la prot est a! Referim os est e episodio, porque revela un rasgo m uy curioso de nuest ro econom ism o: el m iedo a la publicidad. Precisam ent e ést e es el rasgo caract eríst ico no sólo de los aut ores del " Credo" , sino del econom ism o en general: lo han m anifest ado t ant o R. Misl, el adept o m ás franco y m ás honrado del econom ism o, com o R. Dielo ( al indignarse cont ra la publicación de docum ent os " econom ist as" en el Vadem écum ) ( * * * * * * * * ) , así com o el Com it é de Kiev, que hace cosa de dos años no quiso aut orizar la publicación de su " profession de foi" ( * * * * * * * * * ) j unt o con la refut ación( * * * * * * * * * * ) escrit a en cont ra de la m ism a, y m uchos, m uchos represent ant es del econom ism o. 10 Est e m iedo a la crít ica, que m anifiest an los adept os de la libert ad de crít ica, no puede explicarse t an sólo por ast ucia ( si bien de vez en cuando las cosas no ocurren, indudablem ent e, sin ast ucia; ¡no es vent aj oso dej ar descubiert os al em puj e del adversario los brot es, débiles aún, de la nueva t endencia! ) . No, la m ayoría de los econom ist as, con absolut a sinceridad, desaprueban ( y, por la propia esencia del econom ism o, t ienen que desaprobar) t oda clase de cont roversias t eóricas, disensiones fraccionalist as, am plias cuest iones polít icas, proyect os de organizar a los revolucionarios, et c. " ¡Deberíam os dej ar t odo est o en el ext ranj ero! " , m e dij o un día uno de los econom ist as bast ant e consecuent es, expresando la siguient e idea, m uy difundida ( y t am bién puram ent e t radeunionist a) : lo que a nosot ros nos incum be es el m ovim ient o obrero, las organizaciones obreras que t enem os aquí, en nuest ra localidad, y el rest o no es m ás que invención de los doct rinarios, " sobreest im ación de la ideología" , com o decían los aut ores de la cart a publicada en el núm . 12 de I skra haciendo coro al núm . 10 de R. Dielo. Ahora cabe pregunt ar: en vist a de est as part icularidades de la " crít ica" rusa y del bernst einianism o ruso, ¿en qué debía consist ir la t area de los que de hecho, y no sólo de palabra, querían ser adversarios del oport unism o? Prim eram ent e, era necesario preocuparse de que se reanudara el t rabaj o t eórico, que apenas si se había iniciado en la época del m arxism o legal y que ahora había vuelt o a recaer sobre los m ilit ant es ilegales: sin un t rabaj o de est a índole, no era posible un increm ent o eficaz del m ovim ient o. En segundo lugar, era preciso em prender una lucha act iva cont ra la " crít ica" legal, que corrom pía a fondo los espírit us. Tercero, había que com bat ir con energía la dispersión y las vacilaciones en el m ovim ient o práct ico, denunciando y refut ando t oda t ent at iva de subest im ar, conscient e o inconscient em ent e, nuest ro program a y nuest ra t áct ica. Es sabido que R. Dielo no hizo ni lo prim ero, ni lo segundo, ni lo t ercero; y m ás adelant e t endrem os que aclarar det alladam ent e est a conocida verdad en sus m ás diversos aspect os. Por ahora, sólo querem os m ost rar la flagrant e cont radicción en que se halla la reivindicación de " libert ad de crít ica" con las peculiaridades de nuest ra crít ica pat ria y del " econom ism o" ruso. En efect o, echen un vist azo al t ext o de la resolución con que la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero ha confirm ado el punt o de vist a de R. Dielo: " En beneficio del ult erior desarrollo ideológico de la socialdem ocracia consideram os absolut am ent e necesaria la libert ad de crit icar la t eoría socialdem ócrat a, en las publicaciones del part ido, es el grado en que dicha crít ica no est é en pugna con el caráct er clasist a y revolucionario de est a t eoría" ( Dos congresos, Pág. 10) . Y se exponen los m ot ivos: la resolución " coincide en su prim era part e con la resolución del Congreso de Lübeck del part ido acerca de Bernst ein" ... ¡En su sim plicidad, los " aliados" ni siquiera not an qué t est im onium paupert ais ( cert ificado de pobreza) se firm an a sí m ism os con est a m anera de copiar! ... " Pero..., en su segunda part e, rest ringe m ás la libert ad de crít ica que el Congreso de Lübeck" . ¿De m odo que la resolución de la Unión est á dirigida cont ra los bernst einianos rusos? ¡Porque, de ot ro m odo sería un absurdo com plet o referirse a Lübeck! Pero no es ciert o que " rest rinj a la libert ad de crít ica de un m odo est rict o" . En su resolución de Hannover, los alem anes rechazaron punt o por punt o precisam ent e las enm iendas que present ó Bernst ein, y en la de Lübeck hicieron una advert encia personal a Bernst ein, m encionando su nom bre en el t ext o. En cam bio, nuest ros 11 im it ados " libres" no hacen la m enor alusión a una sola de las m anifest aciones de la " crít ica" y del " econom ism o" especialm ent e rusos; si se guarda silencio de esa form a, la m era alusión al caráct er clasist a y revolucionario de la t eoría dej a m ucha m ás libert ad para falsas int erpret aciones, sobre t odo si la Unión se niega a calificar de oport unism o " el llam ado econom ism o" ( Dos congresos, Pág. 8,punt o 1) . Pero est o lo decim os de pasada. Lo principal consist e en que la posición de los oport unist as frent e a los socialdem ócrat as revolucionarios es diam et ralm ent e opuest a en Alem ania y en Rusia. En Alem ania, los socialdem ócrat as revolucionarios, com o es sabido, est án a favor de m ant ener lo que exist e: el viej o program a y la viej a t áct ica, que t odo el m undo conoce y que han sido explicado en t odos sus det alles a t ravés de la experiencia de m uchos decenios. Los " crít icos" , en cam bio, quieren int roducir m odificaciones; y com o est os " crít icos" represent an una ínfim a m inoría, y sus aspiraciones revisionist as son m uy t ím idas, es fácil com prender los m ot ivos por los cuales la m ayoría se lim it a a rechazar lisa y llanam ent e las " innovaciones" . En Rusia, en cam bio, son los crít icos y los " econom ist as" quienes desean m ant ener lo que exist e: los " crít icos" quieren que se siga considerándolos m arxist as y que se les asegure la " libert ad de crít ica" que disfrut aban en t odos los sent idos ( pues, en el fondo, j am ás han reconocido ningún vínculo de unión con el Part ido[ * * * * * * * * * * * ] ; adem ás, no había ent re nosot ros un órgano de part ido reconocido por t odos, que pudiera " rest ringir" la libert ad de crít ica, aunque sólo fuera por m edio de un consej o) ; los econom ist as quieren que los revolucionarios reconozcan la " plenit ud de derechos del m ovim ient o en el present e" ( R. D., núm . 10, Pág. 25) , es decir, la " legit im idad" de la exist encia de lo que exist e; que los " ideólogos" no t rat en de " desviar" el m ovim ient o del cam ino "det erm inado por la acción recíproca ent re los elem ent os m at eriales y el m edio m at erial" ( " Cart a" en el núm . 12 de I skra ) ; que se considere com o deseable sost ener la lucha " que los obreros puedan sost ener en las circunst ancias present es" , y, com o posible, reconocieron la lucha "que libran en el m om ent o present e" ( Suplem ent o especial de R. Misl [ 19] , Pág. 14) . En cam bio, a nosot ros, los socialdem ócrat as revolucionarios, nos disgust a ese cult o de la espont aneidad, es decir, de lo que exist e "en el m om ent o present e" ; reclam am os que se m odifique la t áct ica que ha prevalecido est os últ im os años, declaram os que, " ant es de unificarse y para unificarse es necesario em pezar por deslindar los cam pos de un m odo resuelt o y definido" ( del anuncio sobre la publicación de I skra) . En una palabra, los alem anes se conform an con lo que exist e, rechazando las m odificaciones; nosot ros reclam am os que se m odifique lo exist ent e, rechazando el cult o de ello y la conform idad con ello. ¡Precisam ent e est a " pequeña" diferencia es la que nuest ros " libres" copiadores de resoluciones alem anas no han not ado! d) Enge ls sobr e la im por t a ncia de la lucha t e ór ica " Dogm at ism o" , " doct rinarism o" , " fosilización del Part ido, cast igo inevit able por la opresión violent a del pensam ient o" , ést os son los enem igos cont ra los cuales arrem et en caballerescam ent e en Rab. Dielo los cam peones de la " libert ad de crít ica" . Mucho nos place que se haya llevado al orden del día est a cuest ión, y sólo propondríam os com plet arla con ot ra: - - ¿Y quiénes serán los j ueces? Tenem os ant e la vist a dos anuncios de publicaciones lit erarias. Uno es el " program a del órgano de prensa de la Unión de los socialdem ócrat as rusos, Rab. Dielo " ( pruebas de im prent a del núm . 1 de R. D.) . El ot ro es un " anuncio sobre la 12 reanudación de las publicaciones del grupo 'Em ancipación del Trabaj o'" . Am bos dat an de 1899, cuando la " crisis del m arxism o" est aba desde hacía ya m ucho t iem po al orden del día. Pues bien, en vano buscaríam os en la prim era de dichas obras una alusión a est e fenóm eno y una exposición definida de la act it ud que el nuevo órgano piensa adopt ar a est e respect o. Ni est e program a ni los suplem ent os al m ism o, aprobados por el I I I Congreso de la " Unión" en 1901 ( Dos congresos, Págs. 15- 18) , m encionan el t rabaj o t eórico ni sus obj et ivos inm ediat os en el present e. Durant e t odo est e t iem po, la redacción de R. Dielo pasó por alt o las cuest iones t eóricas, a pesar de que apasionaban a t odos los socialdem ócrat as del m undo ent ero. Por el cont rario, el ot ro anuncio señala ant e t odo que en est os últ im os años se observa m enos int erés por la t eoría, reclam a con insist encia una " at ención vigilant e para el aspect o t eórico del m ovim ient o revolucionario del prolet ariado" y llam a a " crit icar im placablem ent e las t endencias bernst einianas y ot ras t endencias ant irrevolucionarias" en nuest ro m ovim ient o. Los núm eros aparecidos de Sariá señalan cóm o se ha cum plido est e program a. Vem os, pues, que las frases sonoras cont ra la fosilización del pensam ient o, et c. disim ulan la despreocupación y la im pot encia en el desarrollo del pensam ient o t eórico. El ej em plo de los socialdem ócrat as rusos ilust ra con part icular evidencia un fenóm eno europeo general ( consignado t am bién hace ya m ucho t iem po por los m arxist as alem anes) : la fam osa libert ad de crít ica no im plica la sust it ución de una t eoría por ot ra, sino la libert ad de prescindir de t oda t eoría coherent e y m edit ada, significa eclect icism o y falt a de principios. Quien conozca, por poco que sea, el est ado efect ivo de nuest ro m ovim ient o verá forzosam ent e que la am plia difusión del m arxism o ha ido acom pañada de ciert o rebaj am ient o del nivel t eórico. Mucha gent e, m uy poco preparada e incluso sin preparación t eórica alguna, se ha adherido al m ovim ient o por su significación práct ica y sus éxit os práct icos. Por est e hecho, se puede j uzgar qué falt a de t act o m anifiest a Rab. Dielo al lanzar con aire vict orioso la sent encia de Marx: " cada paso de m ovim ient o efect ivo es m ás im port ant e que una docena de program as" [ 20] . Repet ir est as palabras en una época de dispersión t eórica es exact am ent e lo m ism o que grit ar al paso de un ent ierro: "¡oj alá t engáis siem pre algo que llevar! " Adem ás, est as palabras de Marx han sido t om adas de su cart a sobre el program a de Got ha, en la que censura duram ent e el eclect icism o adm it ido en la form ulación de los principios: ya que hace falt a unirse - - escribía Marx a los dirigent es del Part ido - - , pact ad acuerdos para alcanzar los obj et ivos práct icos del m ovim ient o pero no t rafiquéis con los principios, no hagáis " concesiones" t eóricas. Est e era el pensam ient o de Marx, ¡y he aquí que ent re nosot ros hay gent es que en su nom bre t rat an de am inorar la im port ancia de la t eoría! Sin t eoría revolucionaria, no puede haber t am poco m ovim ient o revolucionario. Nunca se insist irá lo bast ant e sobre est a idea en un t iem po en que a la prédica en boga del oport unism o va unido un apasionam ient o por las form as m ás est rechas de la act ividad práct ica. Y, para la socialdem ocracia rusa, la im port ancia de la t eoría es m ayor aún, debido a t res circunst ancias que se olvidan con frecuencia, a saber: prim eram ent e, por el hecho de que nuest ro Part ido sólo ha em pezado a form arse, sólo ha em pezado a elaborar su fisonom ía, y dist a m ucho de haber aj ust ado sus cuent as con las ot ras t endencias del pensam ient o revolucionario, que am enazan con desviar el m ovim ient o del cam ino j ust o. Por el cont rario, precisam ent e est os últ im os t iem pos se han dist inguido ( com o hace ya m ucho lo predij o Axelrod a los econom ist as) por una reanim ación de las t endencias revolucionarias nosocialdem ócrat as. En est as condiciones, un error, " sin im port ancia" a prim era vist a, puede causar los m as desast rosos efect os, y sólo gent e m iope puede encont rar 13 inoport unas o superfluas las discusiones fraccionales y la delim it ación rigurosa de los m at ices. De la consolidación de t al o cual " m at iz" puede depender el porvenir de la socialdem ocracia rusa por años y años. En segundo lugar, el m ovim ient o socialdem ócrat a es, por su propia nat uraleza, int ernacional. Est o no sólo significa que debem os com bat ir el chovinism o nacional. Est o significa t am bién que el m ovim ient o incipient e en un país j oven, únicam ent e puede desarrollarse con éxit o a condición de que haga suya la experiencia de ot ros países. Para ello, no bast a conocer sim plem ent e est a experiencia o copiar sim plem ent e las últ im as resoluciones adopt adas; para ello es necesario saber asum ir una act it ud crít ica frent e a est a experiencia y com probarla por sí m ism o. Todo aquel que se im agine el gigant esco crecim ient o y ram ificación del m ovim ient o obrero cont em poráneo com prenderá la reserva de fuerzas t eóricas y de experiencia polít ica ( así com o revolucionaria) que es necesaria para cum plir est a t area. En t ercer lugar, t areas nacionales com o las que t iene plant eadas la socialdem ocracia rusa no las ha t enido plant eadas aún ningún ot ro part ido socialist a del m undo. Más adelant e, t endrem os que hablar de los deberes polít icos y de organización que nos im pone est a t area de liberar a t odo el pueblo del yugo de la aut ocracia. Por el m om ent o, no querem os m ás que indicar que sólo un part ido dirigido por una t eoría de vanguardia puede cum plir la m isión de com bat ient e de vanguardia. Y para hacerse una idea siquiera sea un poco concret a de lo que est o significa, que el lect or recuerde a los precursores de la socialdem ocracia rusa, com o Hert zen, Belinski, Chernishevski y a la brillant e pléyade de revolucionarios de la década del 70; que piense en la im port ancia universal que la lit erat ura rusa va adquiriendo ahora; que. . . ¡pero bast a t am bién con lo indicado! Cit arem os las observaciones hechas por Engels en 1874 sobre la im port ancia que la t eoría t iene en el m ovim ient o socialdem ócrat a. Engels reconoce, no dos form as de la gran lucha de la socialdem ocracia ( la polít ica y la económ ica) - - com o se est ila ent re nosot ros - - , sino t res, colocando a su lado t am bién la lucha t eórica. Sus recom endaciones al m ovim ient o obrero alem án, ya robust ecido práct ica y polít icam ent e, son t an inst ruct ivas desde el punt o de vist a de los problem as y de las discusiones act uales, que confiam os en que el lect or no lam ent ará que insert em os un ext enso ext ract o del prólogo escrit o para el follet o Der Deut sche Bauernkrieg, obra que desde hace ya m ucho t iem po es una rareza bibliográfica: " Los obreros alem anes t ienen dos vent aj as esenciales sobre los obreros del rest o de Europa. La prim era es la de que pert enecen al pueblo m ás t eórico de Europa y que han conservado en sí ese sent ido t eórico, casi com plet am ent e perdido por las clases llam adas 'cult as' de Alem ania. Sin la filosofía alem ana, que le ha precedido, sobre t odo sin la filosofía de Hegel, j am ás se habría creado el socialism o cient ífico alem án, el único socialism o cient ífico que ha exist ido. De haber carecido los obreros de sent ido t eórico, est e socialism o cient ífico nunca habría sido, en la m edida que lo es hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y lo inm enso de est a vent aj a lo dem uest ra, por una part e, la indiferencia por t oda t eoría, que es una de las causas principales de que el m ovim ient o obrero inglés avance t an lent am ent e, a pesar de la excelent e organización de los diferent es oficios, y, por ot ra, lo dem uest ran el desconciert o y la confusión sem brados por el proudhonism o, en su form a prim it iva, ent re los franceses y los belgas, y, en la form a caricat uresca que le ha dado Bakunin, ent re los españoles y los it alianos. 14 La segunda vent aj a consist e en que los alem anes han sido casi los últ im os en incorporarse al m ovim ient o obrero. Así com o el socialism o t eórico alem án j am ás olvidará que se sost iene sobre los hom bros de Saint - Sim ón, Fourier y Owen - - t res pensadores que, a pesar del caráct er fant ást ico y de t odo el ut opism o de sus doct rinas, pert enecen a las m ent es m ás grandes de t odos los t iem pos y se han ant icipado genialm ent e a una infinidad de verdades cuya exact it ud est am os dem ost rando ahora de un m odo cient ífico - - , así t am bién el m ovim ient o obrero práct ico alem án nunca debe olvidar que se ha desarrollado sobre los hom bros del m ovim ient o inglés y francés, que ha t enido la posibilidad de sacar sim plem ent e part ido de su experiencia cost osa, de evit ar en el present e los errores que ent onces no era posible evit ar en la m ayoría de los casos. ¿Dónde est aríam os ahora, sin el precedent e de las t radeuniones inglesas y de la lucha polít ica de los obreros franceses, sin ese im pulso colosal que ha dado part icularm ent e la Com una de París? Hay que hacer j ust icia a los obreros alem anes por haber aprovechado con rara int eligencia las vent aj as de su sit uación. Por prim era vez desde que exist e el m ovim ient o obrero, la lucha se desarrolla en form a m et ódica en sus t res direcciones concert adas, relacionadas ent re sí: t eórica, polít ica y económ ico- práct ica ( resist encia a los capit alist as) . En est e at aque concént rico, por decirlo así, reside precisam ent e la fuerza y la invencibilidad del m ovim ient o alem án. Est a sit uación vent aj osa, por una part e, y, por ot ra, las part icularidades insulares del m ovim ient o inglés y la represión violent a del francés hacen que los obreros alem anes se encuent ren ahora a la cabeza de la lucha prolet aria. No es posible pronost icar cuánt o t iem po les perm it irán los acont ecim ient os ocupar est e puest o de honor. Pero, m ient ras lo sigan ocupando, es de esperar que cum plirán com o es debido las obligaciones que les im pone. Para est o, t endrán que redoblar sus esfuerzos en t odos los aspect os de la lucha y de la agit ación. Sobre t odo los j efes deberán inst ruirse cada vez m ás en t odas las cuest iones t eóricas, desem barazarse cada vez m ás de la influencia de la fraseología t radicional, propia de la viej a concepción del m undo, y t ener siem pre present e que el socialism o, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le t rat e com o t al, es decir, que se le est udie. La conciencia así lograda y cada vez m ás lúcida debe ser difundida ent re las m asas obreras con celo cada vez m ayor, y se debe cim ent ar cada vez m ás fuert em ent e la organización del Part ido así com o la de los sindicat os. . . . . . Si los obreros alem anes siguen avanzando de est e m odo, no es que m archarán al frent e del m ovim ient o —y no conviene t am poco en absolut o al m ovim ient o que los obreros de una nación cualquiera m archen al frent e del m ism o—, sino que ocuparán un puest o de honor en la prim era línea de com bat ient es y se hallarán bien pert rechados para ello, si, de pront o, duras pruebas o grandes acont ecim ient os reclam an de ellos m ayor valor, m ayor decisión y energía" .[ 21] Est as palabras de Engels result aron profét icas. Algunos años m ás t arde, al dict arse la ley de excepción cont ra los socialist as, los obreros alem anes se vieron de im proviso som et idos a duras pruebas. Y, en efect o, los obreros alem anes les hicieron frent e bien pert rechados y supieron salir vict oriosos de esas pruebas. Al prolet ariado ruso le est án reservadas pruebas inconm ensurablem ent e m ás duras aún; t endrá que luchar cont ra un m onst ruo, en com paración con el cual la ley de excepción en un país const it ucional parece un verdadero pigm eo. La hist oria plant ea hoy ant e nosot ros una t area inm ediat a que es la m ás revolucionaria de t odas las 15 t areas inm ediat as del prolet ariado de ningún ot ro país. La realización de est a t area, la dem olición del m ás poderoso baluart e, no ya de la reacción europea, sino t am bién ( podem os decirlo hoy) de la reacción asiát ica, convert iría al prolet ariado ruso en la vanguardia del prolet ariado revolucionario int ernacional. Y t enem os el derecho de esperar que obt endrem os est e t ít ulo de honor, que ya nuest ros predecesores, los revolucionarios de la década del 70, han m erecido, siem pre que sepam os inspirar a nuest ro m ovim ient o, m il veces m ás vast o y profundo, la m ism a decisión abnegada y la m ism a energía. 16 N OTAS D EL CAPÍ TULO I ( * ) A propósit o. En la hist oria del socialism o m oderno es quizá un hecho único y, en su género, ext raordinariam ent e consolador, que una disput a ent re dist int as t endencias en el seno del socialism o se haya convert ido, por prim era vez, de nacional en int ernacional. Ant es, las discusiones ent re lassalleanos[ 1] y eisenachianos, ent re guesdist as y posibilist as[ 2] , ent re fabianos[ 3] y socialdem ócrat as, ent re part idarios de " La Volunt ad del Pueblo" y socialdem ócrat as eran discusiones puram ent e nacionales, reflej aban part icularidades net am ent e nacionales, se desarrollaban, por decirlo así, en dist int os planos. Act ualm ent e ( ahora se ve ya est o bien claro) , los fabianos ingleses, los m inist erialist as franceses, los bernst einianos alem anes, los crít icos rusos son una sola fam ilia; se ensalzan m ut uam ent e, aprenden los unos de los ot ros y, en com ún, luchan cont ra el m arxism o " dogm át ico" . ¿Será posible que, en est a prim era cont ienda realm ent e int ernacional con el oport unism o socialist a, la socialdem ocracia revolucionaria int ernacional se fort alezca lo suficient e, para acabar con la reacción polít ica que desde hace ya largo t iem po im pera en Europa? [ 1] Los lassalleanos y los eisenachianos const it uyeron dos part idos dent ro del m ovim ient o obrero alem án en la sext a década y principios de la sépt im a del siglo XI X. Los lassalleanos eran part idarios y seguidores de F. Lassalle. La " Unión General Obrera Alem ana" , fundada por Lassalle en 1863, era el núcleo fundam ent al de los lassalleanos. Considerando que era posible una t ransform ación pacífica del capit alism o en socialism o con la ayuda de las asociaciones obreras apoyadas por el gobierno capit alist a, los lassalleanos predicaban la sust it ución de la lucha revolucionaria de la clase obrera por el derecho al sufragio universal y la pacífica act ividad parlam ent aria. Marx crit icó severam ent e a los lassalleanos, observando que " durant e m uchos años ellos const it uyeron un obst áculo para la organización del prolet ariado, y por fin t erm inaron convirt iéndose en un sim ple inst rum ent o de la policía" . Marx hace una apreciación de la t áct ica y de los concept os t eóricos lassalleanos en sus t rabaj os Crit ica del program a de Got ha, Escisión aparent e en la I nt ernacional y en su correspondencia con Engels. Los eisenachianos eran part idarios del m arxism o y se hallaban baj o la influencia ideológica de C. Marx y F. Engels. Baj o la dirección de G. Liebknecht y A. Bebel fundaron, en el congreso de Eisenach realizado en 1869, el Part ido Obrero Socialdem ócrat a de Alem ania. Est os dos part idos lucharon encarnizadam ent e ent re sí. En el Congreso realizado en Got ha en 1875, baj o la presión del m ovim ient o obrero en ascenso y la int ensificación de la represión del gobierno, am bos part idos se fundieron en un único Part ido Obrero Socialist a Alem án, en el cual los lassalleanos represent aban el ala oport unist a. Lenin describe a los lassalleanos y eisenachianos en su art ículo t it ulado " August o Bebel" , escrit o en agost o de 1913. 17 [ 2] Guesdist as y posibilist as. Fueron corrient es del m ovim ient o socialist a francés surgidas en 1882, después de la escisión del Part ido Obrero Francés. Guesdist as : part idarios de J. Guesde, corrient e m arxist a de izquierda que defendía la polít ica revolucionaria independient e del prolet ariado; en gol los guesdist as form aron el Part ido Socialist a de Francia. Posibilist as : corrient e reform ist a pequeñoburguesa que desviaba al prolet ariado de los m ét odos revolucionarios de lucha. Los posibilist as proponían rest ringir la act ividad de la clase obrera a los lím it es de lo " posible" en el sist em a capit alist a. En 1902, los posibilist as, conj unt am ent e con ot ros grupos reform ist as, form aron el Part ido Socialist a Francés. En 1905, El Part ido Socialist a de Francia y el Part ido Socialist a Francés se unificaron Durant e la guerra im perialist a de 1914- 1918 J. Guesde y t oda la dirección del Part ido Socialist a Francés pasaron a la posición socialchovinist a. [ 3] Fabianos. Miem bros de la Sociedad de los Fabianos, organización reform ist a y oport unist a inglesa, fundada en el año 1884 por un grupo de int elect uales burgueses. La sociedad t om ó su nom bre del j efe guerrero rom ano Fabio Cunct át or ( El Tem porizador) , fam oso por su t áct ica expect ant e, que le hacía rehuir los com bat es decisivos. Los fabianos apart aban al prolet ariado de la lucha de clase y preconizaban la t ransición pacífica del capit alism o al socialism o m ediant e reform as m enudas. Engels expone la caract erización de los fabianos en su cart a a Sorge, del 18 de enero de 1893; Lenin se refiere t am bién a ellos en las siguient es obras: " Prólogo a la t raducción rusa del libro Cart as de J. F. Becker, J. Diet zgen, F. Engels, C. Marx y ot ros a F. Sorge y ot ros " , Program a agrario do la socialdem ocracia en la revolución rusa, El pacifism o inglés y el desapego inglés por la t eoría, y ot ras. [ 5] Lenin cit a un fragm ent o t raducido por él del prólogo de F. Engels a la t ercera edición alem ana de El dieciocho Brum ario de Luis Bonapart e de C. Marx. ( Véase C. Marx y F. Engels, Obras Com plet as, t . XXI .) ( * * ) La com paración de las dos t endencias exist ent es en el seno del prolet ariado revolucionario ( la revolucionaria y la oport unist a) con las dos corrient es de la burguesía revolucionaria del siglo XVI I I ( la j acobina - - la " Mont aña" - - y la girondina) fue hecha en el art ículo de fondo del num . 2 de I skra ( febrero de 1901) . El aut or de dicho art ículo fue Plej ánov. Los kadet es, los bessaglavt si [ 6] y los m encheviques gust an aún ahora de hablar del " j acobinism o" en la socialdem ocracia rusa. Pero hoy día prefieren callar u . . . olvidar el hecho de que Plej ánov lanzó por prim era vez est e concept o cont ra el ala derecha de la socialdem ocracia. ( Not a de Lenin para la edición de 1907. —N. de la Red.) [ 6] " Bessaglavt si . Organizadores y colaboradores de la revist a Bes Saglavia ( Sin t ít ulo ) , edit ada en Pet ersburgo en 1906 por S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova, V. I . Bogucharski y ot ros. Los Bessaglavt si se declaraban abiert am ent e part idarios del revisionism o, apoyaban a los m encheviques y liberales, y act uaban cont ra la polít ica independient e del prolet ariado. Lenin llam ó a los Bessaglavt si kadet es t ipo m enchevique, o sea, m encheviques t ipo kadet e. 18 [ 7] D. I . I lovaiski ( 1832- 1920) . Hist oriador, aut or de num erosos m anuales oficiales de hist oria, am pliam ent e difundidos en la escuela prim aria y m edia de Rusia ant es de la revolución. En sus m anuales, est e hist oriador present aba los hechos hist óricos com o derivados fundam ent alm ent e de la volunt ad y la decisión personal de los zares y de la nobleza, y explicaba el proceso hist órico por m edio de circunst ancias secundarias y fort uit as. ( * * * ) La ley de excepción cont ra los socialist as en Alem ania fue prom ulgada por el canciller Bism arck, en 1878, con el fin de est rangular la socialdem ocracia alem ana. Fue derogada en 1890. ( N. de la Red.) ( * * * * ) Cuando Engels at acó a Dühring, m uchos represent ant es de la socialdem ocracia alem ana se inclinaron hacia los concept os de ést e y acusaron a Engels, incluso públicam ent e, en un Congreso del Part ido, de aspereza, de int olerancia, de polém ica im propia de cam aradas, et c. Most y sus cam aradas propusieron ( en el Congreso de 1877) elim inar del Vorwärt s ( Adelant e - - N. de la Red.) los art ículos de Engels, por no " present ar int erés para la enorm e m ayoría de los lect ores" , y Vahlt eich declaró que la publicación de esos art ículos había perj udicado m ucho al Part ido, que t am bién Dühring había prest ado servicios a la socialdem ocracia: " debem os aprovecharlos a t odos en int erés del Part ido, y si los profesores discut en, el Vorwärt s no t iene en m odo alguno por qué ser cam po de t ales disput as ( Vorwärt s 1877, núm . 65, 6 de j unio) . ¡Com o veis, ést e t am bién es un ej em plo de defensa de la " libert ad de crít ica" , y no est aría de m ás que m edit aran sobre él nuest ros crít icos legales y oport unist as ilegales, que t ant o gust an de referirse al ej em plo de los alem anes! [ 8] Socialist as de cát edra. Una de las corrient es de la econom ía polít ica burguesa, surgida en Alem ania en las décadas sépt im a y oct ava del siglo XI X. Los represent ant es de est a t endencia predicaban desde las cát edras universit arias el reform ism o liberal- burgués, encubiert o baj o la apariencia del socialism o. Los socialist as de cát edra sost enían que el gobierno burgués est á por encim a de las clases y en condiciones de conciliar las clases host iles y de est ablecer gradualm ent e el " socialism o" , t eniendo en cuent a en lo posible las reivindicaciones de los t rabaj adores, sin afect ar los int ereses de los capit alist as. Los concept os de los socialist as de cát edra fueron difundidos en Rusia por los " m arxist as legales" . ( * * * * * * ) Hay que observar que, al t rat ar la cuest ión del bernst einianism o en el seno del Part ido alem án, Rabócheie Dielo se ha lim it ado siem pre a un m ero relat o de hechos, " abst eniéndose" por com plet o de hacer su propia apreciación de los m ism os. Véase, por ej em plo, el núm ero 2- 3, Pág. 66, sobre el Congreso de St ut t gart [ 11] ; t odas las discrepancias est án reducidas a cuest iones de " t áct ica" , y sólo se hace const ar que la inm ensa m ayoría es fiel a la ant erior t áct ica revolucionaria. O el núm . 4- 5, Pág. 55 y siguient es, que es una sim ple repet ición de los discursos pronunciados en el Congreso de Hannóver, con la resolución de Bebel; la exposición de las concepciones de Bernst ein y la crít ica de las m ism as quedan nuevam ent e aplazadas ( así com o en el núm ., 2- 3) para un " art ículo especial" . Lo curioso del caso es que, en la Pág. 33 del núm . 4- 5, leem os: " . . . las concepciones expuest as por Bebel cuent an con una enorm e m ayoría en el Congreso" , y un poco m ás adelant e: " . . . David defendía las opiniones de Bernst ein. . . Ant e t odo, t rat aba de dem ost rar que . . . Bernst ein y sus am igos, a pesar de t odo [ ¡sic! ] , se m ant ienen en el t erreno de la lucha de clases" . . . ¡Est o se ha escrit o en diciem bre de 1899, y, en sept iem bre de 1901 Rabócheie Dielo no cree ya, por lo vist o, que t enga razón Bebel y repit e la opinión de David com o suya propia! 19 [ 9] La resolución de Hannóver. Resolución sobre el problem a de los " at aques a los concept os fundam ent ales y a la t áct ica del Part ido" , adopt ada por el Congreso de la socialdem ocracia alem ana realizado en Hannóver del 27 de sept iem bre al 2 de oct ubre ( del 9 al 14 de oct ubre) de 1899. El exam en de est e problem a y la resolución que sobre el part icular se adopt ara en el congreso, se fundaban en el hecho de que los oport unist as, encabezados por Bernst ein, se present aron exigiendo la revisión de la t eoría m arxist a y el nuevo exam en de la polít ica y la t áct ica revolucionarias de la socialdem ocracia. En la resolución adopt ada por el Congreso, se rechazaron las exigencias de los revisionist as, pero no se crit icaba ni se desenm ascaraba al bernst einianism o. A favor de dicha resolución vot aron t am bién los part idarios de Bernst ein. [ 10] La resolución de Lübeck. Resolución aprobada en el Congreso de la socialdem ocracia alem ana que t uvo lugar en Lübeck del 9 al 15 ( del 22 al 28) de sept iem bre de 1901. El punt o cent ral del t rabaj o del Congreso fue la lucha cont ra el revisionism o, el cual para ent onces había crist alizado en el ala derecha del Part ido con un program a propio y un órgano de prensa, el Sozialist ische Monat sheft e ( La revist a m ensual del socialism o ) . El líder de los revisionist as, Bernst ein, que ya m ucho ant es del congreso se había pronunciado por la revisión del socialism o cient ífico, exigió en su int ervención la " libert ad de crít ica" al m arxism o. El Congreso rechazó el proyect o de resolución propuest o por los part idarios de Bernst ein. En la resolución aprobada por el Congreso se hizo una abiert a advert encia a Bernst ein, pero no se plant eó com o cuest ión de principio im pedir que los bernst einianos cont inuaran en las filas del part ido obrero. [ 11] El Congreso de St ut t gart de la socialdem ocracia alem ana, realizado del 21 al 26 de sept iem bre ( del 3 al 8 de oct ubre) de 1898, exam inó por prim era vez el problem a del revisionism o en la socialdem ocracia alem ana. El congreso dio a conocer una declaración de Bernst ein, que se hallaba ausent e, en la cual ést e exponía y defendía los concept os oport unist as ant es m anifest ados en una serie de art ículos suyos. Ent re los adversarios de Bernst ein que asist ieron al Congreso no había unidad de opinión. Algunos ( Bebel y ot ros) se pronunciaron en favor de la lucha ideológica y de la crít ica de los errores de Bernst ein, pero fueron cont rarios a la aplicación de m edidas disciplinarias. El sect or m inorit ario, encabezado por R. Luxem burgo, se m anifest ó relat ivam ent e decidido en cont ra del bernst einianism o. [ 12] St arovier fue el seudónim o de A. N. Pot resov, m iem bro de la redacción de I skra ; post eriorm ent e llegó a ser un m enchevique. [ 13] El " escrit or envanecido," t ít ulo de uno de los prim eros cuent os de Máxim o Gorki. [ 14] Lenin se refiere a la colección t it ulada Mat eriales para la caract erización de nuest ro desarrollo económ ico, publicada en un t iraj e de 2.000 ej em plares por una im prent a legal, en abril de 1895. En la colección figura el art iculo de V. I . Lenin, ( que firm a con el seudónim o de K. Tulin) t it ulado " Cont enido económ ico del populism o y su crít ica en el libro del señor St ruve ( Reflej o del m arxism o en la lit erat ura burguesa) " , y dirigido cont ra los " m arxist as legales" . ( Véase V. I . Lenin, Obras Com plet as, t . I .) ( * * * * * * * ) Se t rat a de la prot est a de los 17 cont ra el " Credo" . El que est as líneas escribe, part icipó en la redacción de la prot est a ( fines de 1899) [ 15] . La prot est a fue publicada, j unt o con el " Credo" , en el ext ranj ero en la prim avera de 1900. [ Véase 20 V. I . Lenin, Obras Com plet as, t . I I . - - N. de la Red.] Act ualm ent e se sabe ya, por el art ículo de la señora Kuskova ( publicado, creo, en la revist a Bylóe [ 16] ) , que fue ella la aut ora del " Credo" , y que ent re los " econom ist as" de aquel ent onces, en el ext ranj ero, desem peñaba un papel prom inent e el señor Prokopóvich. ( Not a de Lenin para la edición de 1907. -N. de la Red.) ( * * * * * * * * ) En El guía [ 17] . ( N. de la Red.) ( * * * * * * * * * ) Sím bolo de creencia, program a y exposiciones de la concepción del m undo[ 18] . ( N. de la Red.) ( * * * * * * * * * * ) Por lo que sabem os, la com posición del Com it é de Kiev ha sido m odificada post eriorm ent e. [ 15] La prot est a de los socialdem ócrat as rusos fue escrit a por Lenin en el dest ierro, en 1899. Est aba dirigida cont ra el " Credo" m anifiest o del grupo de los " econom ist as" ( S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova y ot ros, que m ás t arde se convirt ieron en kadet es) . Lenin recibió el " Credo" por int erm edio de su herm ana A. I . Elizárova, y escribió una prot est a rigurosa y acusadora. La " Prot est a" fue discut ida y acept ada por unanim idad en la conferencia de 17 exilados polít icos m arxist as convocada por Lenin en Erm a kóbskoie, aldea del dist rit o de Minusinsk. La colonia de exilados de Turuj ansk y la de Orlov ( de la provincia de Viat ka) se adhirieron a la " Prot est a" . " La Prot est a de los socialdem ócrat as rusos" fue enviada por Lenin al ext ranj ero, al grupo " Em ancipación del Trabaj o" . A com ienzos de 1900 la " Prot est a" fue reproducida en el libro de G. V. Plej ánov Vadem écum para la redacción de Rabócheie Dielo. [ 16] Bylóe ( El Pasado ) . Revist a hist órica que apareció m ensualm ent e en Pet ersburgo de 1906 a 1907. En 1908 la revist a apareció con el nom bre de Minuvshie Godi ( Tiem pos Pasados ) , y fue prohibida por el gobierno zarist a. En j ulio de 1917 se reanudó su publicación en Pet rogrado, y cont inuó hast a 1926. [ 17] Vadem écum ( guía ) para la redacción de Rabócheie Dielo. Colección de m at eriales y docum ent os, con prólogo de G. V. Plej ánov, que denunciaba los concept os oport unist as de la " Unión de socialdem ócrat as rusos en el ext ranj ero" y de su órgano Rabócheie Dielo. Est a colección fue com puest a por G. V. Plej ánov y edit ada en el año 1900 en Ginebra, por el grupo " Em ancipación del Trabaj o" . [ 18] Profession de foi. Oct avilla redact ada a fines de 1899 que exponía los concept os oport unist as del com it é de Kiev. El cont enido de la oct avilla coincidía en m uchos punt os con el conocido " Credo" de los " econom ist as" . Lenin hace la crít ica de est e docum ent o en su art ículo " A propósit o de la 'Profession de foi'" . ( Véase V. I . Lenin, Obras Com plet as, t . I V.) ( * * * * * * * * * * * ) Ya la falt a de vínculos abiert os con el Part ido y de t radiciones de part ido const it uye una diferencia t an cardinal ent re Rusia y Alem ania, que debería haber puest o en guardia a t odo socialist a sensat o cont ra cualquier im it ación ciega. Pero he aquí una m uest ra del punt o a que ha llegado la " libert ad de crít ica" en Rusia. Un crít ico ruso, el señor Bulgákov, hace la siguient e reprim enda al crít ico aust riaco Herz: " Con t oda la independencia de sus conclusiones, Herz sigue, sin em bargo, en 21 est e punt o ( en la cooperación) , por lo vist o, dem asiado at ado por las opiniones de su Part ido, y, al disent ir en los det alles, no se decide a desprenderse del principio general" ( " El capit alism o y la agricult ura " , t . I I , Pág. 287) . ¡Un súbdit o de un Est ado polít icam ent e esclavizado, en el cual las 999/ 1000 de la población est án corrom pidas hast a la m édula por el servilism o polít ico y por la absolut a incom prensión del honor de part ido y de los vínculos de part ido, hace una reprim enda alt iva a un ciudadano de un Est ado const it ucional por est ar excesivam ent e " vinculado a las opiniones del Part ido" ! Lo único que les queda a nuest ras organizaciones ilegales es ponerse a redact ar resoluciones sobre la libert ad de crít ica . . . [ 19] Suplem ent o especial de Rabóchaia Misl. Follet o edit ado por la redacción del periódico de los " econom ist as" R. Misl, en sept iem bre de 1899. En est e follet o, y part icularm ent e en el art ículo " Nuest ra realidad" , firm ado con las iniciales R. M., se expresaban abiert am ent e los concept os oport unist as de los " econom ist as" . [ 20] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Com plet as, t . XI X. [ 21] Lenin cit a, en t raducción propia, un ext ract o del prefacio de Engels al t rabaj o La guerra cam pesina en Alem ania. ( Véase C. Marx y F. Engels, Obras Com plet as, t . XVI I I .) 22 CAPI TULO I I LA ESPON TAN EI D AD D E LAS M ASAS Y LA CON CI EN CLA D E LA SOCI ALD EM OCRACI A Hem os dicho que es preciso inspirar a nuest ro m ovim ient o, m ucho m ás vast o y profundo que el de la década del 70, la m ism a decisión abnegada y la m ism a energía que en aquella época. En efect o, parece que hast a ahora nadie había puest o aún en duda que la fuerza del m ovim ient o cont em poráneo consist iese en el despert ar de las m asas ( y, principalm ent e, del prolet ariado indust rial) , y su debilidad, en la falt a de conciencia y de espírit u de iniciat iva de los dirigent es revolucionarios. Sin em bargo, en est os últ im os t iem pos, se ha hecho un descubrim ient o asom broso, que am enaza con t rast rocar t odos los concept os que dom inaban hast a ahora con respect o a est a cuest ión. Est e descubrim ient o ha sido hecho por R. Dielo, que, polem izando con I skra y Sariá, no se ha lim it ado a obj eciones part iculares, sino que ha int ent ado reducir " el desacuerdo general" a su raíz m ás profunda: a la " dist int a apreciación de la significación relat iva del elem ent o espont áneo y del 'elem ent o' conscient em ent e 'm et ódico'". Rab. Dielo nos acusa de "subest im ar la im port ancia del elem ent o obj et ivo o espont áneo del desarrollo " [ * ] . A est o cont est arem os: si la polém ica de I skra y Sariá no hubiera dado ningún ot ro result ado que el de llevar a R. Dielo al descubrim ient o de ese " desacuerdo general" , ya sería est e result ado una gran sat isfacción para nosot ros: hast a t al punt o es significat iva est a acusación, hast a t al punt o ilust ra claram ent e la esencia de las act uales discrepancias t eóricas y polít icas ent re los socialdem ócrat as rusos. Por est o es por lo que la cuest ión sobre la relación ent re lo conscient e y lo espont áneo present a un enorm e int erés general, y es preciso analizarla m inuciosam ent e. a ) Com ie nz o de la m a r cha a sce nsiona l e spont á ne a En el capít ulo ant erior hem os consignado el apasionam ient o general de la j uvent ud int elect ual de Rusia por la t eoría del m arxism o, a m ediados de la últ im a década del siglo pasado. Tam bién las huelgas obreras adquirieron por aquella época, después de la fam osa guerra indust rial de 1896 en Pet ersburgo, un caráct er general. Su ext ensión por t odo el t errit orio de Rusia at est iguaba claram ent e cuán profundo era el m ovim ient o popular que volvía a renacer, y, al hablar del " elem ent o espont áneo" , es nat ural que precisam ent e ese m ovim ient o huelguíst ico debe ser calificado, ant e t odo, de espont áneo. Pero hay diferent es clases de espont aneidad. Tam bién durant e la década del 70, y t am bién en la del 60 ( y aun en la prim era m it ad de siglo XI X) hubo en Rusia huelgas acom pañadas de dest rucción " espont ánea" de m áquinas, et c. Com paradas con esos " m ot ines" , las huelgas de la década del 90 pueden incluso llam arse " conscient es" : hast a t al punt o era considerable el progreso del m ovim ient o obrero en aquel período. Eso nos dem uest ra que, en el fondo, el "elem ent o espont áneo" no es sino la form a em brionaria de lo conscient e. Y los m ot ines prim it ivos reflej aban ya un ciert o despert ar de lo conscient e: los obreros perdían la fe t radicional en la inam ovilidad del orden de cosas que los oprim ía; em pezaban. . . no diré que a com prender, pero sí a sent ir la necesidad de oponer resist encia colect iva y rom pían decididam ent e con la sum isión servil a las aut oridades. Pero est o, sin em bargo, m ás que lucha, era una expresión de desesperación y de venganza. En las huelgas de la 23 últ im a década del siglo pasado, vem os m uchos m ás dest ellos de conciencia: se form ulan reivindicaciones det erm inadas, se calcula de ant em ano el m om ent o m ás convenient e, se discut en los casos y ej em plos conocidos de ot ros lugares, et c. Si los m ot ines eran sim plem ent e levant am ient os de gent e oprim ida, las huelgas sist em át icas represent aban ya em briones de lucha de clases, pero precisam ent e nada m ás que em briones. En sí, esas huelgas eran lucha t radeunionist a, no eran aún lucha socialdem ócrat a; señalaban el despert ar del ant agonism o ent re los obreros y los pat ronos, pero los obreros no t enían, ni podían t ener, la conciencia del ant agonism o irreconciliable ent re sus int ereses y t odo el régim en polít ico y social cont em poráneo, es decir, no t enían conciencia socialdem ócrat a. En est e sent ido, las huelgas de la últ im a década del siglo pasado, a pesar de que, en com paración con los " m ot ines" , represent aban un enorm e progreso, seguían siendo un m ovim ient o net am ent e espont áneo. Hem os dicho que los obreros no podían t ener conciencia socialdem ócrat a. Est a sólo podía ser int roducida desde fuera. La hist oria de t odos los países at est igua que la clase obrera, exclusivam ent e con sus propias fuerzas, sólo est á en condiciones de elaborar una conciencia t radeunionist a, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicat os, luchar cont ra los pat ronos, reclam ar del gobierno la prom ulgación de t ales o cuales leyes necesarias para los obreros, et c.( * * ) En cam bio, la doct rina del socialism o ha surgido de t eorías filosóficas, hist óricas y económ icas que han sido elaboradas por represent ant es inst ruidos de las clases poseedoras, por los int elect uales. Por su posición social, t am bién los fundadores del socialism o cient ífico cont em poráneo, Marx y Engels, pert enecían a la int elect ualidad burguesa. Exact am ent e del m ism o m odo, la doct rina t eórica de la socialdem ocracia ha surgido en Rusia independient em ent e en absolut o del crecim ient o espont áneo del m ovim ient o obrero, ha surgido com o result ado nat ural e inevit able del desarrollo del pensam ient o ent re los int elect uales revolucionarios socialist as. Hacia la época de que t rat am os, es decir, a m ediados de la últ im a década del siglo pasado, esa doct rina no sólo const it uía ya un program a com plet am ent e form ado del grupo " Em ancipación del Trabaj o" , sino que incluso había llegado a conquist ar a la m ayoría de la j uvent ud revolucionaria de Rusia. De m odo que exist ían t ant o el despert ar espont áneo de las m asas obreras, el despert ar a la vida conscient e y a la lucha conscient e, com o una j uvent ud revolucionaria que, arm ada de la t eoría socialdem ócrat a, t endía con t odas sus fuerzas hacia los obreros. Adem ás, im port a sobre t odo dej ar sent ado el hecho, frecuent em ent e olvidado ( y relat ivam ent e poco conocido) , de que los prim eros socialdem ócrat as de ese período, al ocuparse con ardor de la agit ación económ ica ( y t eniendo bien present e en est e sent ido las indicaciones realm ent e út iles del follet o, ent onces m anuscrit o aún, Sobre la agit ación ) , lej os de est im arla com o su única t area, por el cont rario, ya desde el com ienzo se asignaban las m ás am plias t areas hist óricas de la socialdem ocracia rusa, en general, y la de derrocar a la aut ocracia, en part icular. Así, por ej em plo, el grupo de socialdem ócrat as de Pet ersburgo, fundador de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera" , redact ó, ya a fines de 1895, el prim er núm ero de un periódico, baj o el t ít ulo de Rabócheie Dielo. Com plet am ent e preparado para la im prent a, dicho núm ero fue recogido por los gendarm es cuando regist raron el dom icilio de uno de los m iem bros del grupo, A. A. Vanéiev[ * * * ] , en una irrupción hecha en la noche del 8 de diciem bre de 1895. De m odo que Rab. Dielo del prim er período no t uvo la suert e de ver la luz. El edit orial de ese periódico ( que quizás dent ro de unos 30 años alguna revist a com o Rússkaia St ariná [ 22] exhum ará de los archivos del depart am ent o de policía) esbozaba las t areas hist óricas de la clase obrera de Rusia, 24 colocando en el prim er plano la conquist a de la libert ad polít ica. Luego seguía el art ículo " ¿En qué piensan nuest ros m inist ros?" , dedicado a la disolución violent a de los Com it és de Prim era Enseñanza por la policía, así com o una serie de art ículos de corresponsales, no sólo de Pet ersburgo, sino t am bién de ot ras localidades de Rusia ( por ej em plo, sobre la m at anza de obreros en la provincia de Yaroslavl) . Así, pues, est e " prim er ensayo" , si no nos equivocam os, de los socialdem ócrat as rusos de la década del 90 no era un periódico de un caráct er est recham ent e local, y m ucho m enos " econom ist a" ; t endía a enlazar la lucha huelguíst ica con el m ovim ient o revolucionario cont ra la aut ocracia y at raer a t odas las víct im as de la opresión polít ica del oscurant ism o reaccionario para que apoyaran a la socialdem ocracia. Y t odo el que conozca, por poco que sea, el est ado del m ovim ient o en aquella época no pondrá en duda que sem ej ant e periódico habría sido acogido con plena sim pat ía t ant o por los obreros de la capit al com o por los int elect uales revolucionarios y habría t enido la m ás vast a difusión. El fracaso de est a em presa dem ost ró únicam ent e que los socialdem ócrat as de ent onces no est aban en condiciones de sat isfacer las exigencias vit ales del m om ent o por falt a de experiencia revolucionaria y de preparación práct ica. Lo m ism o cabe decir del San Pet ersburgski Rabochi List ok [ 23] y, sobre t odo, de Rabóchaia Gasiet a [ 24] y del " Manifiest o" del Part ido Obrero Socialdem ócrat a de Rusia, fundado en la prim avera de 1898. Se sobreent iende que ni siquiera pasa por nuest ra m ent e el im put ar est a falt a de preparación a los m ilit ant es de ent onces. Pero, para aprovechar la experiencia del m ovim ient o y sacar de ella enseñanzas práct icas, es necesario darse perfect a cuent a de las causas y de la significación de t al o cual defect o. Por eso, es de ext rem a im port ancia dej ar sent ado que una part e ( acaso la m ayoría) de los socialdem ócrat as que act uaron en el período de 1895 a 1898 consideraba posible con t oda razón, ya ent onces, en los albores del m ovim ient o " espont áneo" , int ervenir con el m ás am plio program a y t áct ica de com bat e[ * * * * ] . En lo que respect a a la falt a de preparación de la m ayoría de los revolucionarios, siendo un fenóm eno com plet am ent e nat ural, no podía provocar ninguna aprensión part icular. Desde el m om ent o en que el plant eam ient o de los obj et ivos era j ust o, desde el m om ent o en que había suficient e energía para int ent ar reit eradas veces lograr esos obj et ivos, los reveses t em porales represent aban una desgracia a m edias. La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el t iem po. ¡Lo único que hace falt a es querer desarrollar en uno m ism o las cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falt a es t ener conciencia de los defect os, cosa que en la labor revolucionaria equivale a m ás de la m it ad de la corrección de los m ism os! Pero la desgracia a m edias se convirt ió en una verdadera desgracia cuando esa conciencia com enzó a ofuscarse ( y es de not ar que era m uy viva ent re los m ilit ant es de los susodichos grupos) , cuando aparecieron gent es, e incluso órganos socialdem ócrat as, dispuest os a erigir los defect os en virt udes, que hast a int ent aron dot ar de un fundam ent o t eórico a su halago servil y a su cult o de la espont aneidad. Ya es hora de hacer el balance de est a t endencia, m uy inexact am ent e caract erizada por la palabra " econom ism o" , t érm ino dem asiado est recho para expresar su cont enido. b) Cult o de la e spont a ne ida d. Ra bócha ia M isl Ant es de pasar a las m anifest aciones lit erarias de ese cult o, harem os not ar el siguient e hecho caract eríst ico ( com unicado por la fuent e arriba m encionada) , que arroj a ciert a luz sobre la form a en que surgió y creció ent re los cam aradas que act uaban en Pet ersburgo el desacuerdo ent re las dos fut uras t endencias de la socialdem ocracia rusa. A principios de 1897, A. A. Vanéiev y algunos de sus cam aradas t uvieron ocasión de t om ar part e, ant es de su deport ación, en una reunión privada[ 25] 25 de " viej os" y " j óvenes" m iem bros de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera" . La conversación giró principalm ent e en t orno a la organización, y part icularm ent e en t orno al " Est at ut o de las caj as obreras" que, en su form a definit iva, fue publicado en el núm . 9- 10 del List ok Rabót nika [ 26] ( Pág. 46) . Ent re los " viej os" ( " decem brist as" com o los llam aban en t ono de chanza los socialdem ócrat as pet ersburgueses) y algunos de los " j óvenes" ( que m ás t arde colaboraron act ivam ent e en Rabóchaia Misl ) , se puso en el act o de m anifiest o una divergencia acusada y se desencadenó una acalorada polém ica. Los " j óvenes" defendían los fundam ent os principales del Est at ut o t al com o ha sido publicado. Los " viej os" decían que no era eso lo que ant e t odo hacía falt a, sino fort alecer la " Unión de Lucha" com o organización de revolucionarios, a la que debían subordinarse las dist int as caj as obreras, los círculos para la propaganda ent re la j uvent ud est udiant il, et c. Se sobreent iende que los cont rincant es dist aban m ucho de ver en est a divergencia el principio de un desacuerdo; t odo lo cont rario, la consideraban com o algo aislado y casual. Pero est e hecho prueba que, t am bién en Rusia, el " econom ism o" no surgió ni se difundió sin lucha cont ra los " viej os" socialdem ócrat as ( los econom ist as de hoy día lo olvidan con frecuencia) Y si est a lucha no ha dej ado, en su m ayor part e, vest igios " docum ent ales" , ello se debe únicam ent e a que la com posición de los círculos que funcionaban cam biaba con inverosím il frecuencia, a que no había ninguna cont inuidad, razón por la cual las divergencias t am poco quedaban fij adas en docum ent o alguno. La aparición de Rab. Misl sacó el econom ism o a la luz del día, pero no lo hizo t am poco de golpe. Es preciso im aginarse concret am ent e las condiciones de t rabaj o y la vida efím era de los num erosos círculos rusos ( y sólo puede hacerlo concret am ent e quien lo haya experim ent ado) , para com prender cuánt o hubo de casual en el éxit o o en el fracaso de la nueva t endencia en las dist int as ciudades, así com o t odo el t iem po en que ni los part idarios ni los adversarios de est o " nuevo" pudieron det erm inar, ni t uvieron lit eralm ent e ninguna posibilidad de hacerlo, si era realm ent e una t endencia part icular o si reflej aba sim plem ent e la falt a de preparación de personas aisladas. Así, los prim eros núm eros de Rab. Misl, t irados en hect ógrafo, no llegaron en absolut o a m anos de la inm ensa m ayoría de los socialdem ócrat as, y, si ahora t enem os la posibilidad de referirnos al art ículo de fondo de su prim er núm ero, es sólo gracias a su reproducción en el art ículo de V. I .- n.[ 27] ( List ok Rabót nika, núm . 9- 10, Pág. 47 y siguient es) , que, claro est á, no dej ó de elogiar con em peño ( un em peño desat inado) el nuevo periódico, que se dist inguía t an m arcadam ent e de los periódicos y proyect os de periódicos arriba m encionados[ * * * * * ] . Est e art ículo de fondo expresa con t ant o relieve t odo el espírit u de Rab. Misl, y del econom ism o en general, que vale la pena de exam inarlo. Después de señalar que la m ano de bocam anga azul[ * * * * * * ] no podrá det ener el desarrollo del m ovim ient o obrero, el art ículo cont inúa: " . . . El m ovim ient o obrero debe esa vit alidad a que el propio obrero, por fin, t om a su dest ino en sus propias m anos, arrancándolo de las de los dirigent es" , y est a t esis fundam ent al sigue desarrollándose m ás adelant e en form a det allada. En realidad, los dirigent es ( es decir, los socialdem ócrat as, organizadores de la " Unión de Lucha" ) fueron arrancados por la policía, puede decirse, de m anos de los obreros[ * * * * * * * ] , ¡m ient ras que las cosas se exponen com o si los obreros lucharan cont ra esos dirigent es y se hubieran librado de su yugo! En vez de exhort ar a m archar hacia adelant e, a consolidar la organización revolucionaria y ext ender la act ividad polít ica, com enzaron a incit ar a volver at rás, hacia la lucha exclusivam ent e t radeunionist a. Se proclam ó que " la base económ ica del m ovim ient o es velada por la aspiración const ant e de no olvidar el ideal polít ico" , que el lem a del m ovim ient o obrero debe ser: " lucha por la sit uación económ ica" ( ! ) , o, m ej or aun, " los obreros, para los obreros" ; se declaró que las caj as de ayuda en las huelgas 26 "valen m ás para el m ovim ient o que un cent enar de ot ras organizaciones" ( que se com pare est a afirm ación, de oct ubre de 1897, con la discusión ent re los " decem brist as" y los j óvenes a principios de 1897) , et c. Frasecit as com o ést as, de que en el prim er plano no es preciso colocar la " flor y nat a" de los obreros, sino al obrero " m edio" , al obrero de la m asa, que la " polít ica sigue siem pre dócilm ent e a la econom ía" [ * * * * * * * * ] , et c., et c., se pusieron de m oda, adquiriendo una influencia irresist ible sobre la m asa de la j uvent ud enrolada en el m ovim ient o, j uvent ud que en la m ayoría de los casos no conocía m ás que fragm ent os del m arxism o en su exposición legal. Est o era som et er por com plet o la conciencia a la espont aneidad, a la espont aneidad de aquellos " socialdem ócrat as" que repet ían las " ideas" del señor V. V.; a la espont aneidad de aquellos obreros que se dej aban arrast rar por el argum ent o de que obt ener un aum ent o de un kopek por rublo valía m ucho m ás que t odo socialism o y que t oda polít ica; de que " debían luchar, sabiendo que lo hacían no para im precisas generaciones fut uras, sino para ellos m ism os y para sus propios hij os" ( edit orial del núm . 1 de R. Misl ) . Frases de est a índole const it uyeron siem pre el arm a favorit a de los burgueses de Europa occident al que, en su odio al socialism o, t rabaj aban ( al est ilo del " social- polít ico" alem án Hirsch) para t rasplant ar el t radeunionism o inglés a su suelo pat rio, diciendo a los obreros que la lucha exclusivam ent e sindical[ * * * * * * * * ] es una lucha para ellos m ism os y para sus hij os, y no para im precisas generaciones fut uras con un im preciso socialism o fut uro. Y, ahora, " Los V. V. de la socialdem ocracia rusa" se han puest o a repet ir esa fraseología burguesa. Nos im port a consignar aquí t res circunst ancias que nos serán de gran ut ilidad para seguir exam inando las divergencias act uales [ * * * * * * * * * * ] . En prim er lugar, el som et im ient o de la conciencia por la espont aneidad, arriba indicado, se produj o t am bién por vía espont ánea. Parece un j uego de palabras, pero, desgraciadam ent e, es una am arga verdad. No se produj o est e hecho por una lucha abiert a ent re dos concepciones diam et ralm ent e opuest as y por el t riunfo de la una sobre la ot ra, sino debido a que los gendarm es " arrancaban" un núm ero cada vez m ayor de revolucionarios " viej os" y a que, en núm ero cada vez m ayor, aparecían en escena los " j óvenes" " V. V. de la socialdem ocracia rusa" . Todo aquel que, si no ha part icipado en el m ovim ient o ruso cont em poráneo, por lo m enos ha respirado sus aires, sabe perfect am ent e que la sit uación es com o la acabam os de describir. Y si, no obst ant e, insist im os part icularm ent e para que el lect or se percat e por com plet o de est e hecho not orio, si, para m ayor evidencia, por decirlo así, insert am os dat os sobre Rabócheie Dielo del prim er período y sobre las discusiones ent re los " viej os" y los " j óvenes" , suscit adas a principios de 1897, es porque gent es que presum en de " dem ocrat ism o" especulan con el hecho de que el gran público ( o los m uy j óvenes) ignora est o. Aun insist irem os sobre est e punt o m ás adelant e. En segundo lugar, ya en la prim era m anifest ación lit eraria del econom ism o podem os observar un fenóm eno, sum am ent e peculiar y ext rem adam ent e caract eríst ico, para com prender t odas las divergencias en el seno de los socialdem ócrat as cont em poráneos, fenóm eno consist ent e en que los part idarios del " m ovim ient o puram ent e obrero" , los adm iradores del cont act o m ás est recho y m ás " orgánico" ( expresión de Rab. Dielo ) con la lucha prolet aria, los adversarios de t odos los int elect uales no obreros ( aunque sean int elect uales socialist as) se ven obligados a recurrir, en defensa de su posición, a los argum ent os de los " t radeunionist as puros" burgueses. Est o nos prueba que R. Misl, desde su aparición - - sin darse cuent a de ello - - , había com enzado a realizar el program a del " Credo" . Est o prueba ( cosa que R. Dielo no puede com prender de ningún m odo) que t odo lo que sea prost ernarse ant e la 27 espont aneidad del m ovim ient o obrero, t odo lo que sea rebaj ar el papel del " elem ent o conscient e" , el papel de la socialdem ocracia, equivale - en absolut o independient em ent e de la volunt ad de quien lo hace - - a fort alecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de " sobreest im ación de la ideología" [ * 11] , de exageración del papel del elem ent o conscient e[ * 12] , et c., se im agina que el m ovim ient o obrero puro puede de por sí elaborar y elaborará una ideología independient e, t an pront o com o los obreros " arranquen su suert e de m anos de los dirigent es" . Pero est o es un craso error. Para com plet ar lo que acabam os de exponer arriba, añadirem os las siguient es palabras, profundam ent e j ust as e im port ant es, que C. Kaut sky dij o con m ot ivo del proyect o de nuevo program a del Part ido Socialdem ócrat a aust riaco[ * 13] : " Algunos de nuest ros crít icos revisionist as creen que Marx ha afirm ado que el desarrollo económ ico y la lucha de clases no solo crean las condiciones para la producción socialist a, sino que t am bién engendran direct am ent e la conciencia [ subrayado por C. K.] de su necesidad. Y he aquí que esos crít icos replican que I nglat erra, el país de m ás alt o desarrollo capit alist a, es m ás aj eno que ningún ot ro país m oderno a est a conciencia. A j uzgar por el nuevo proyect o, se podría creer que est a sedicent e concepción m arxist a ort odoxa, refut ada del m odo indicado, es com part ida t am bién por la com isión que redact ó el program a aust riaco. El proyect o dice: 'Cuant o m ás aum ent a el prolet ariado con el desarrollo del capit alism o, t ant o m ás obligado se ve aquél a em prender la lucha cont ra el capit alism o y t ant o m ás capacit ado est á para em prenderla. El prolet ariado llega a adquirir la conciencia' de la posibilidad y de la necesidad del socialism o. En est e orden de ideas, la conciencia socialist a aparece com o el result ado necesario y direct o de la lucha de clases del prolet ariado. Pero est o es com plet am ent e erróneo. Por ciert o, el socialism o, com o doct rina, t iene sus raíces en las relaciones económ icas act uales, exact am ent e igual que la lucha de clases del prolet ariado, y, lo m ism o que ést a, se deriva aquél de la lucha cont ra la m iseria y la pobreza de las m asas, m iseria y pobreza que el capit alism o engendra; pero el socialism o y la lucha de clases surgen paralelam ent e y no se deriva el uno de la ot ra; surgen de prem isas diferent es. La conciencia socialist a m oderna puede surgir únicam ent e sobre la base de un profundo conocim ient o cient ífico. En efect o, la ciencia económ ica cont em poránea const it uye una condición de la producción socialist a lo m ism o que, pongam os por caso, la t écnica m oderna, y el prolet ariado, por m ucho que lo desee, no puede crear la una ni la ot ra; am bas surgen del proceso social cont em poráneo. Pero no es el prolet ariado el port ador de la ciencia, sino la int elect ualidad burguesa [ subrayado por C. K.] : es del cerebro de algunos m iem bros aislados de est a capa de donde ha surgido el socialism o m oderno, y han sido ellos los que lo han t ransm it ido a los prolet arios dest acados por su desarrollo int elect ual, los cuales lo int roducen luego en la lucha de clases del prolet ariado, allí donde las condiciones lo perm it en. De m odo que la conciencia socialist a es algo int roducido desde fuera [ von Aussen Hineinget ragenes ] en la lucha de clases del prolet ariado, y no algo que ha surgido espont áneam ent e [ uruchsig ] de ella. De acuerdo con est o, ya el viej o program a de Heinfeld decía, con t oda razón, que es t area de la socialdem ocracia el infundir al prolet ariado la conciencia de su sit uación [ lit eralm ent e: llenar al prolet ariado de ella] y de su m isión. No habría necesidad de hacerlo, si est a conciencia derivara aut om át icam ent e de la lucha de clases. El nuevo proyect o, en cam bio, ha t ranscrit o est a t esis del viej o program a y la ha añadido a la t esis arriba cit ada. Pero est o ha int errum pido por com plet o el curso del pensam ient o. . ." Ya que no puede ni hablarse de una ideología independient e, elaborada por las m ism as m asas obreras en el curso de su m ovim ient o[ * 14] , el problem a se plant ea solam ent e así : ideología burguesa o ideología socialist a. No hay t érm ino m edio ( pues 28 la hum anidad no ha elaborado ninguna " t ercera" ideología; adem ás, en general, en la sociedad desgarrada por las cont radicciones de clase nunca puede exist ir una ideología al m argen de las clases ni por encim a de las clases) . Por eso, t odo lo que sea rebaj ar la ideología socialist a, t odo lo que sea alej arse de ella equivale a fort alecer la ideología burguesa. Se habla de espont aneidad. Pero el desarrollo espont áneo del m ovim ient o obrero m archa precisam ent e hacia su subordinación a la ideología burguesa, m archa precisam ent e por el cam ino del program a del " Credo" , pues el m ovim ient o obrero espont áneo es t radeunionism o, es Nur- Gewerkschaft lerei, y el t radeunionism o im plica precisam ent e la esclavización ideológica de los obreros por la burguesía. Por est o es por lo que nuest ra t area, la t area de la socialdem ocracia, consist e en com bat ir la espont aneidad, consist e en apart ar el m ovim ient o obrero de est a t endencia espont ánea del t radeunionism o a cobij arse baj o el ala de la burguesía y at raerlo hacia el ala de la socialdem ocracia revolucionaria. La frase de los aut ores de la cart a " econom ist a" , publicada en el núm . 12 de I skra, de que ningún esfuerzo de los ideólogos m ás inspirados podrá desviar el m ovim ient o obrero del cam ino det erm inado por la acción recíproca ent re los elem ent os m at eriales y el m edio m at erial, equivale plenam ent e, por t ant o, a una renuncia al socialism o, y si est os aut ores fuesen capaces de m edit ar lo que dicen, de m edit arlo hast a su últ im a consecuencia, valient e y lógicam ent e, com o corresponde a t oda persona que int erviene en la act ividad lit eraria y pública, no les que daría m ás rem edio que " cruzar sobre el pecho huero las m anos inút iles" y . . . ceder el cam po de acción a los señores St ruve y Prokopóvich, que arrast ran el m ovim ient o obrero "por la línea de la m enor resist encia" , es decir, por la línea del t radeunionism o burgués, o a los señores Subát ov, que lo arrast ran por la línea de la " ideología" clerical- policíaca. Recordad el ej em plo de Alem ania. ¿En qué consist ió el m érit o hist órico de Lassalle ant e el m ovim ient o obrero alem án? En haber apart ado ese m ovim ient o del cam ino del t radeunionism o progresist a y del cooperat ivism o, por el cual se encauzaba espont áneam ent e ( con la part icipación benévola de los Schulze- Delit zsch y consort es ) [ * 15] . Para realizar est a m isión, fue necesario algo m uy dist int o de la charlat aneria sobre la subest im ación del elem ent o espont áneo, sobre la t áct ica- proceso, la acción reciproca de los elem ent os y del m edio, et c. Para ello fue necesario desplegar una lucha encarnizada cont ra la espont aneidad, y sólo com o result ado de esa lucha, que ha durado largos años, se ha logrado, por ej em plo, que la población obrera de Berlín, de sost én del part ido progresist a, se haya convert ido en uno de los m ej ores baluart es de la socialdem ocracia. Y est a lucha no ha t erm inado aún, ni m ucho m enos, hoy día ( com o podrían creer gent es que est udian la hist oria del m ovim ient o obrero alem án a la m anera de Prokopóvich, y su filosofía, a la m anera de St ruve) . Tam bién en el present e, la clase obrera alem ana est á fraccionada, si se puede usar est a expresión, en varias ideologías: una part e de los obreros est á agrupada en los sindicat os obreros cat ólicos y m onárquicos, ot ra en los sindicat os de Hirsch- Duncker[ 29] , fundados por los adm iradores burgueses del t radeunionism o inglés; una t ercera, en los sindicat os socialdem ócrat as. Est a últ im a es incom parablem ent e m ayor que las dem ás, pero la ideología socialdem ócrat a sólo ha podido conquist ar est a suprem acía y sólo podrá m ant enerla com bat iendo porfiadam ent e cont ra t odas las dem ás ideologías. Pero —pregunt ará el lect or— ¿por qué el m ovim ient o espont áneo, el m ovim ient o por la línea de la m enor resist encia, conduce precisam ent e a la suprem acía de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología burguesa es m ucho m ás ant igua por su origen que la ideología socialist a, porque su elaboración es m ás com plet a; porque posee m edios de difusión incom parablem ent e m ás poderosos[ * 16] . Y cuant o m ás j oven es el m ovim ient o socialist a en un país, t ant o m ás enérgica debe ser, por lo m ism o, la lucha cont ra t oda t ent at iva de afianzar la 29 ideología no- socialist a, t ant o m ás resuelt am ent e se debe poner en guardia a los obreros cont ra los m alos consej eros, que chillan cont ra " la exageración del elem ent o conscient e" , et c. Los aut ores de la cart a de los econom ist as, haciendo coro a Rab. Dielo, at acan encarnizadam ent e la int olerancia, propia del período infant il del m ovim ient o. A est o cont est am os: sí, nuest ro m ovim ient o realm ent e se encuent ra en su infancia y, para que llegue con m ayor celeridad a la m adurez, debe precisam ent e hacerse int ransigent e con aquellos que frenan su desarrollo, prost ernándose ant e la espont aneidad. ¡No hay nada m ás ridículo y nocivo que presum ir de viej o m ilit ant e que hace ya m ucho t iem po pasó por t odos los episodios decisivos de la lucha! En t ercer lugar, el prim er núm ero de Rab. Misl nos señala que la denom inación de " econom ism o" ( a la cual no t enem os, nat uralm ent e, el propósit o de renunciar, pues, de uno u ot ro m odo, es un m ot e ya est ablecido) no expresa con suficient e exact it ud la esencia de la nueva t endencia. Rab. Misl no repudia por com plet o la lucha polít ica: en los est at ut os de las caj as, publicados en su prim er núm ero, se habla de la lucha cont ra el gobierno. Pero Rabóchaia Misl supone únicam ent e que " la polít ica sigue siem pre dócilm ent e a la econom ía" ( en t ant o que Rabócheie Dielo varia est a t esis, asegurando en su program a que " en Rusia, m ás que en ningún ot ro país, la lucha económ ica est á indisolublem ent e ligada a la lucha polít ica" ) . Est as t esis de Rabóchaia Misl y de Rabócheie Dielo son com plet am ent e falsas, si ent endem os por polít ica la polít ica socialdem ócrat a. Muy frecuent em ent e la lucha económ ica de los obreros est á ligada ( si bien no de m odo inseparable) a la polít ica burguesa, clerical, et c., com o ya hem os vist o. Las t esis de Rab. Dielo son j ust as, si ent endem os por polít ica la polít ica t radeunionist a, es decir, la aspiración com ún a t odos los obreros de conseguir del Est ado t ales o cuales m edidas, cuyo fin es el de rem ediar los m ales propios de su sit uación, pero que t odavía no acaban con esa sit uación, es decir, no suprim en el som et im ient o del t rabaj o al capit al. Est a aspiración es realm ent e com ún, t ant o a los t radeunionist as ingleses, que m ant ienen una act it ud host il frent e al socialism o, com o a los obreros cat ólicos, a los obreros " de Subát ov" , et c. Hay diferent es clases de polít ica. Vem os, pues, que Rab. Misl, t am bién en lo que a la lucha polít ica se refiere, m ás que repudiarla se prost erna ant e su espont aneidad, ant e su falt a de conciencia. Al reconocer plenam ent e la lucha polít ica derivada en form a espont ánea del propio m ovim ient o obrero ( o m ás exact am ent e: los anhelos y las reivindicaciones polít icas de los obreros) , renuncia por com plet o a elaborar independient em ent e una polít ica socialdem ócrat a específica, que corresponda a los obj et ivos generales del socialism o y a las condiciones act uales de Rusia. Más adelant e, dem ost rarem os que Rab. Dielo incurre en el m ism o error. c) El " Gr upo de a ut oe m a ncipa ción" y Ra bóche ie D ie lo Hem os exam inado t an det alladam ent e el edit orial, poco conocido y casi olvidado en el present e, del prim er núm ero de Rab. Misl, porque expresó, m ucho ant es y con m ayor relieve que nadie est a corrient e general, que luego había de aparecer a la luz del día por pequeños y num erosos arroyuelos. V. I .- n t enía plena razón cuando, ponderando el prim er núm ero y el edit orial de Rab. Misl, dij o que había sido escrit o " enérgicam ent e" , " con brío" ( List ok Rebót nika, núm . 9- 10, Pág. 49) . Toda persona de convicciones firm es que piensa que da algo nuevo escribe " con brío" y escribe de m anera que dest aca con relieve sus punt os de vist a. Sólo quienes est án acost um brados a nadar ent re dos aguas carecen de t odo " brío" ; únicam ent e la gent e de est a índole es capaz, después de haber elogiado ayer los bríos de Rab. Misl, de at acar hoy a los adversarios de Rab. Misl por sus " bríos polém icos" . 30 Sin det enernos en el " Suplem ent o especial de Rab. Misl " ( m ás adelant e t endrem os, por dist int os m ot ivos, que referirnos a est a obra, que expresa del m odo m ás consecuent e las ideas de los econom ist as) , por ahora consignarem os t an sólo brevem ent e " el llam am ient o del 'Grupo de aut oem ancipación de los obreros'" ( m arzo de 1899, reproducido en Nakanunie [ 30] de Londres, núm ero 7, j unio de 1899) . Los aut ores de est e llam am ient o dicen con t oda razón que " la Rusia obrera no ha hecho m ás que em pezar a despert ar, a m irar en t orno suyo y se aferra inst int ivam ent e a los prim eros m edios de lucha que encuent ra al alcance de su m ano " , pero deducen de est o la m ism a conclusión falsa que R. Misl, olvidando que lo inst int ivo es j ust am ent e lo inconscient e ( lo espont áneo) , en cuya ayuda deben acudir los socialist as; que los prim eros m edios de lucha " que encuent ra al alcance de su m ano" siem pre serán, en la sociedad m oderna, m edios de lucha t radeunionist as, y que la prim era ideología " que encuent ra al alcance de su m ano" será la ideología burguesa ( t radeunionist a) . Tam poco " niegan" esos aut ores la polít ica, sino que, siguiendo a V. V., solam ent e ( ¡solam ent e! ) dicen que la polít ica es una superest ruct ura, y que, por est o, " la agit ación polít ica debe ser una superest ruct ura de la agit ación en favor de la lucha económ ica, debe surgir sobre el t erreno de est a lucha y seguir t ras ella" . En cuant o a R. Dielo, com enzó su act ividad direct am ent e por la " defensa" de los econom ist as. Después de haber afirm ado falsam ent e, en su prim er núm ero ( núm . 1, Págs. 141- 142) , que " ignoraba a qué cam aradas j óvenes se había referido Axelrod" cuando en su conocido follet o( * 17) dirigía una advert encia a los econom ist as, R. Dielo t uvo que reconocer, en la polém ica con Axelrod y Plej ánov, suscit ada a propósit o de esa falsedad, que, " fingiendo no saber de quién se t rat aba, quiso defender a t odos los em igrados socialdem ócrat as m ás j óvenes cont ra esa acusación inj ust a" ( Axelrod acusaba a los econom ist as de est rechez de m iras) . En realidad, esa acusación era com plet am ent e j ust a, y R. Dielo sabía perfect am ent e que aludía, ent re ot ros, a V. I .n., m iem bro de su redacción. Señalaré, de paso, que en la polém ica m encionada Axelrod t enía com plet a razón y que R. Dielo est aba ent eram ent e equivocado en la int erpret ación de m i follet o Las t areas de los socialdem ócrat as rusos. Est e follet o fue escrit o en 1897, ant es de la aparición de Rab. Misl, cuando yo consideraba, con t oda razón, que la t endencia prim it iva de la " Unión de Lucha" de San Pet ersburgo, que he definido m ás arriba, era la predom inant e. Y, al m enos hast a m ediados de 189~ 8, esa t endencia era real m ent e la que preponderaba. Por eso R. Dielo no t enía ningún derecho a referirse, para refut ar la exist encia y el peligro del econom ism o, a un follet o que exponía concepciones desplazadas en San Pet ersburgo en 1897- 98 por la concepción " econom ist a" ( * 18) . Pero R. Dielo no sólo " defendía" a los econom ist as, sino que él m ism o caía cont inuam ent e en sus aberraciones principales. Est o se debía al m odo am biguo de int erpret ar la siguient e t esis de su program a: " El m ovim ient o obrero de m asas ( subrayado por R. D.) que ha surgido en est os últ im os años const it uye, a nuest ro j uicio, un fenóm eno de la m ayor im port ancia de la vida rusa, llam ado principalm ent e a det erm inar las t areas [ subrayado por m i] y el caráct er de la act ividad lit eraria de la Unión" . No puede ponerse en duda que el m ovim ient o de m asas es un fenóm eno de la m ayor im port ancia. Pero la cuest ión est riba en el m odo de int erpret ar " la det erm inación de las t areas" por est e m ovim ient o de m asas. Puede int erpret ársela de dos m aneras: o bien en el sent ido del cult o de la espont aneidad de ese m ovim ient o, es decir, reduciendo el papel de la socialdem ocracia al de sim ple seguidor del m ovim ient o obrero com o t al ( así la conciben Rab. Misl, el " Grupo de aut oem ancipación" y los dem ás econom ist as) , o bien en el sent ido de que el m ovim ient o de m asas plant ea ant e nosot ros nuevas t areas, t eóricas, polít icas y de organización, m ucho m ás com plej as que las t areas con que podíam os cont ent arnos en el período que precedió a la 31 aparición del m ovim ient o de m asas. Rab. Dielo t endía y t iende a concebirla precisam ent e en el prim er sent ido, porque no ha dicho nada concret o acerca de las nuevas t areas, ant es bien ha razonado t odo el t iem po j ust am ent e com o si est e " m ovim ient o de m asas" nos exim iera de la necesidad de concebir con claridad y resolver las t areas que ést e plant ea. Bast e recordar el hecho de que R. Dielo consideraba im posible plant ear ant e el m ovim ient o obrero de m asas com o prim era t area el derrocam ient o de la aut ocracia, rebaj ando est a t area ( en nom bre del m ovim ient o de m asas) a la t area de la lucha por reivindicaciones polít icas inm ediat as ( Respuest a, Pág. 25) . Dej ando a un lado el art ículo " La lucha económ ica y polít ica en el m ovim ient o ruso" , publicado por B. Krichevski, direct or de Rab. Dielo, en el núm . 7, en el que repit e esos m ism os errores ( * 19) , pasarem os direct am ent e al núm . 10 de R. Dielo. Nat uralm ent e, no nos det endrem os a analizar obj eciones aisladas de B. Krichevski y Mart ínov cont ra Sariá e I skra. Lo que nos int eresa aquí es únicam ent e la posición de principios que Rabócheie Dielo ha adopt ado en su núm . 10. No nos det endrem os, por ej em plo, a exam inar el caso curioso de que R. Dielo vea una " cont radicción flagrant e" ent re la t esis: " La socialdem ocracia no se at a las m anos, no rest ringe sus act ividades por un plan o un procedim ient o cualesquiera de lucha polít ica fij ados de ant em ano: adm it e t odos los m edios de lucha, con t al de que correspondan a las fuerzas efect ivas del Part ido" , et c. ( núm ., 1 de I skra ) . y la t esis: " Si condición act ividad, m erece el no exist e una organización fuert e, iniciada en la lucha polít ica en cualquier y cualquier período, no se puede ni hablar de un plan sist em át ico de basado en principios firm es y aplicado inflexiblem ent e, único plan que nom bre de t áct ica" ( núm . 4 de I skra ) . Confundir la adm isión en principio de t odos los m edios de lucha, de t odos los planes y procedim ient os, con t al de que sean convenient es, con la exigencia de guiarse en un m om ent o polít ico det erm inado por un plan inflexiblem ent e aplicado, cuando se quiera hablar de t áct ica, equivale a confundir el hecho de que la m edicina reconozca t odos los sist em as t erapéut icos con la exigencia de que en el t rat am ient o de una enferm edad det erm inada se siga un sist em a det erm inado. Pero de lo que se t rat a, precisam ent e, es de que Rab. Dielo, que padece una enferm edad que hem os llam ado cult o de la espont aneidad, no quiere reconocer ningún " sist em a t erapéut ico" para curar est a enferm edad. Por eso, ha hecho el not able descubrim ient o de que la " t áct ica- plan est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del m arxism o" ( núm . 10, Pág. 18) , que la t áct ica es " un proceso de crecim ient o de las t areas del Part ido, que crecen j unt o con ést e " ( Pág. 11; subrayado por R. D.) . Est a últ im a sent encia t iene t odas las probabilidades de hacerse célebre, de convert irse en el m onum ent o im perecedero de la " t endencia" de Rab. Dielo. A la pregunt a " ¿A dónde ir? " , est e órgano dirigent e responde: El m ovim ient o es un proceso de cam bio de dist ancia ent re el punt o de part ida y los punt os siguient es del m ovim ient o. Est e pensam ient o de incom parable profundidad no sólo es curioso ( si sólo fuera curioso, no valdría la pena de det enerse part icularm ent e a analizarlo) , sino que represent a, adem ás, el program a de t oda una t endencia, a saber: el m ism o program a que R. M. expresó ( en su " Suplem ent o especial" de Rabóchaia Misl ) en los t érm inos siguient es: es deseable la lucha que es posible y es posible la lucha que se libra en un m om ent o dado. Est a es precisam ent e la 32 t endencia del oport unism o espont aneidad. ilim it ado, que se adapt a en form a pasiva a la " ¡La t áct ica- plan est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del m arxism o! " Pero ¡si est o es una calum nia cont ra el m arxism o, est o equivale a convert irlo en la caricat ura que los populist as nos oponían en su guerra cont ra nosot ros! Est o es j ust am ent e rebaj ar la iniciat iva y la energía de los m ilit ant es conscient es, m ient ras que el m arxism o, por el cont rario, im prim e un im pulso gigant esco a la iniciat iva y a la energía de los socialdem ócrat as, abriendo ant e ellos las perspect ivas m ás vast as, poniendo ( si podem os expresarnos de est e m odo) a su disposición las pot ent es fuerzas de m illones y m illones de hom bres de la clase obrera, que se alza a la lucha " espont áneam ent e" . Toda la hist oria de la socialdem ocracia int ernacional abunda en planes, que propugna ya uno ya ot ro j efe polít ico, dem ost rando la perspicacia y la j ust eza de las concepciones polít icas y de organización de los unos o revelando la m iopía y los errores polít icos de los ot ros. Cuando Alem ania at ravesó uno de los viraj es hist óricos m ás grandiosos —form ación del I m perio, apert ura del Reichst ag, concesión del sufragio universal— Liebknecht t enía un plan de la polít ica y de la acción en general a desarrollar por la socialdem ocracia, y Schweit zer t enía ot ro. Cuando sobre los socialist as alem anes se abat ió la ley de excepción, Most y Hasselm ann, dispuest os a exhort ar pura y sim plem ent e a la violencia y al t error, t enía un plan, ot ro t enían Höhberg, Schram m y ( en part e) Bernst ein, quienes se pusieron a predicar a los socialdem ócrat as, diciéndoles que, con su insensat a violencia y revolucionism o, habían provocado esa ley y que debían ahora obt ener el perdón con una conduct a ej em plar; un t ercer plan t enían los que venían preparando, y llevaron a cabo, la publicación de un órgano ilegal. Cuando se lanza una m irada ret rospect iva, m uchos años después de t erm inada la lucha por la elección de un cam ino y después de haber pronunciado la hist oria su veredict o sobre la conveniencia del cam ino elegido, no es difícil, nat uralm ent e, m anifest ar profundidad de pensam ient o lanzando la sent encia de que las t areas del Part ido crecen j unt am ent e con ést e. Pero, en un m om ent o de confusión( * 20) , cuando los " crít icos" y los econom ist as rusos rebaj an la socialdem ocracia al nivel del t radeunionism o y los t errorist as predican con ardor la adopción de una " t áct ica- plan" que repit e los viej os errores, lim it arse en un m om ent o así a unos pensam ient os profundos de est a índole significa firm arse uno m ism o un " cert ificado de pobreza" . En un m om ent o en que m uchos socialdem ócrat as rusos padecen precisam ent e de falt a de iniciat iva y de energía, de falt a de " am plit ud en la propaganda, la agit ación y la organización polít icas" , de falt a de " planes" para organizar en form a m ás vast a la labor revolucionaria; en un m om ent o así, decir que " la t áct ica- plan est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del m arxism o" no sólo equivale a envilecer el m arxism o en el sent ido t eórico, sino, en la práct ica, a arrast rar al Part ido hacia at rás. " Un socialdem ócrat a revolucionario se propone com o t area —nos alecciona m ás adelant e R. Dielo— únicam ent e acelerar con su t rabaj o conscient e el desarrollo obj et ivo y no suprim irlo o sust it uirlo por planes subj et ivos. Teóricam ent e, I skra sabe t odo est o. Pero la enorm e im port ancia que el m arxism o at ribuye con t oda razón a la labor revolucionaria conscient e le lleva, en la práct ica, com o result ado de su concept o doct rinario de la t áct ica, a am inorar la im port ancia del elem ent o obj et ivo o espont áneo del desarrollo " ( Pág. 18) . Ot ra vez la m ayor confusión t eórica, digna del señor V. V. y cofradía. Pero desearíam os pregunt ar a nuest ro filósofo: ¿en qué puede t raducirse la " am inoración" del desarrollo obj et ivo por part e del aut or de planes subj et ivos? Por lo vist o, en perder de vist a que est e desarrollo obj et ivo crea o afianza, hunde o debilit a a est as o las ot ras 33 clases, capas, grupos, a t ales o cuales naciones, grupos de naciones, et c., condicionando así una u ot ra agrupación polít ica int ernacional de fuerzas, una u ot ra posición de los part idos revolucionarios, et c. Pero la falt a de t al aut or no consist irá ent onces en am inorar el elem ent o espont áneo, sino en am inorar, por el cont rario, el elem ent o conscient e, pues lo que no t endrá será la " conciencia" para com prender acert adam ent e el desarrollo obj et ivo. Por eso, ya el solo hecho de hablar de " apreciación de la im port ancia relat iva " ( subrayado por Rabócheie Dielo ) del elem ent o conscient e y de la espont aneidad revela una falt a absolut a de " conciencia" . Si ciert os " elem ent os espont áneos de desarrollo" son en general accesibles a la conciencia hum ana, la apreciación errónea de los m ism os equivaldrá a " am inorar el elem ent o conscient e" . Y si son inaccesibles a la conciencia, no los conocem os y no podem os hablar de ellos. ¿De qué habla, pues, B. Krichevski? Si considera erróneos los " planes subj et ivos" de I skra ( y él los declara precisam ent e erróneos) , debería probar precisam ent e qué hechos obj et ivos no son t enidos en cuent a por esos planes y acusar a I skra, por est a razón, de falt a de conciencia, de " am inorar el elem ent o conscient e", usando su lenguaj e. Pero si él, descont ent o con los planes subj et ivos, no t iene m ás argum ent os que el de invocar la "am inoración del elem ent o espont áneo" ( ! ! ) , no hace sino dem ost rar con est o que: 1) t eóricam ent e, com prende el m arxism o a lo Karéiev y Mij ailovski, suficient em ent e puest os en ridículo por Bélt ov[ 31] ; 2) práct icam ent e, se da por sat isfecho en absolut o con los " elem ent os espont áneos de desarrollo" que arrast raron a nuest ros m arxist as legales hacia el bernst einianism o, y a nuest ros socialdem ócrat as, hacia el econom ism o, y m uest ra una " gran indignación" cont ra quienes se han decidido a desviar a t oda cost a la socialdem ocracia rusa del cam ino del desarrollo " espont áneo" . Y m ás adelant e siguen ya cosas com plet am ent e divert idas: " Así com o los hom bres, a pesar de t odos los éxit os de las ciencias nat urales, seguirán m ult iplicándose según los m ét odos ant ediluvianos, del m ism o m odo la aparición de un nuevo orden de cosas social, pese a t odos los éxit os de las ciencias sociales y al aum ent o del núm ero de los com bat ient es conscient es, será t am bién en lo sucesivo, preem inent em ent e, result ado de explosiones espont áneas" ( Pág. 19) . Así com o la viej a sabiduría dice: para t ener hij os, ¿a quién le falt ará la int eligencia? la sabiduría de los " socialist as m odernos" ( a lo Narciso Tuporílov) [ 32] dice: para part icipar en la aparición espont ánea de un nuevo sist em a social le alcanzará la int eligencia a cualquiera. Nosot ros t am bién creem os que le alcanzará la int eligencia a cualquiera. Para part icipar de est e m odo, bast a ceder al econom ism o, cuando reina el econom ism o, y al t errorism o, cuando el t errorism o ha surgido. Así, en la prim avera de est e año, cuando t ant a im port ancia t enía el prevenir cont ra el apasionam ient o por el t errorism o, Rabócheie Dielo est aba perplej o ant e est e problem a " nuevo" para él. Y seis m eses m ás t arde, cuando la cuest ión ha perdido act ualidad, nos ofrece a un m ism o t iem po la declaración siguient e: " Ent endem os que la t area de la socialdem ocracia no puede ni debe consist ir en cont rarrest ar el auge del espírit u t errorist a" ( Rabócheie Dielo, núm . 10, Pág. 23) y la resolución del Congreso: " El Congreso considera inoport uno el t error agresivo sist em át ico" ( Dos congresos, Pág. 18) . ¡Qué claridad y congruencia m ás no hables! No lo cont rarrest am os, pero lo declaram os inoport uno; y lo declaram os de t al m anera, que el t error no sist em át ico y defensivo no va incluido en la " resolución" ¡Hay que reconocer que sem ej ant e resolución est á a cubiert o de t odo peligro y queda garant izada por com plet o cont ra los errores, com o lo est á un hom bre que habla para no decir nada! Y para redact ar sem ej ant e resolución, no hacía falt a m ás que una cosa: saber seguir t ras el m ovim ient o m ant eniéndose en la cola. Cuando I skra puso en ridículo a Rabócheie Dielo 34 por haber declarado que la cuest ión del t error era una cuest ión nueva, Rabócheie Dielo, enfadado, acusó a I skra de "una pret ensión verdaderam ent e increíble de im poner a la organización del Part ido la solución que a los problem as de t áct ica había dado hacía m ás de 15 años un grupo de escrit ores em igrados" ( Pág. 24) . En efect o, ¡qué pret ensión y qué exageración del elem ent o conscient e: resolver de ant em ano los problem as en t eoría, para luego convencer de la j ust eza de esa solución t ant o a la organización, com o al Part ido y a las m asas! [ * 21] ¡Ot ra cosa es repet ir lugares com unes y, sin " im poner" nada a nadie, som et erse a cada " viraj e" , ya sea hacia el econom ism o, ya sea hacia el t errorism o! Rabócheie Dielo acusa a I skra y Sariá de " oponer su program a al m ovim ient o, com o un espírit u que se cierne sobre un caos am orfo" ( Pág. 29) . Pero ¿en qué consist e el papel de la socialdem ocracia sino en ser el "espírit u" que no sólo se cierne sobre el m ovim ient o espont áneo, sino que eleva a est e últ im o al nivel de " su program a" ? Pues no ha de consist ir en seguir arrast rándose a la cola del m ovim ient o, cosa que, en el m ej or de los casos, sería inút il para el m ovim ient o y, en el peor de los casos, ext rem adam ent e nocivo. Pero Rabócheie Dielo no sólo sigue est a " t áct ica proceso" , sino que la erige en un principio, de m odo que sería m ás j ust o llam ar a est a t endencia seguidism o, en vez de llam arla oport unism o. Forzosam ent e hay que reconocer que quienes est án firm em ent e decididos a seguir el m ovim ient o m archando a la cola est án asegurados, en absolut o y para siem pre, cont ra el error de "am inorar el elem ent o espont áneo del desarrollo". * * * Nos hem os convencido, pues, de que el error fundam ent al de la " nueva t endencia" en el seno de la socialdem ocracia rusa consist e en rendir cult o a la espont aneidad, en no com prender que la espont aneidad de las m asas exige de nos ot ros, socialdem ócrat as, una elevada conciencia. Cuant o m ás poderoso es el auge espont áneo de las m asas, cuant o m ás am plio se hace el m ovim ient o, t ant o m ás incom parable es la rapidez con que aum ent a la necesidad de una elevada conciencia, t ant o en el t rabaj o t eórico de la socialdem ocracia, com o en el polít ico y en el de organización. El m ovim ient o ascensional espont áneo de las m asas, en Rusia, ha sido ( y sigue siendo) t an rápido, que la j uvent ud socialdem ócrat a ha result ado poco preparada para cum plir esas gigant escas t areas. Est a falt a de preparación es nuest ra desgracia com ún, la desgracia de t odos los socialdem ócrat as rusos. El auge de las m asas se ha producido y se ha ext endido en form a inint errum pida y cont inua, y no sólo no ha cesado donde había com enzado, sino que se ha ext endido a nuevas localidades y nuevas capas de la población ( baj o la influencia del m ovim ient o obrero, se ha reanim ado la efervescencia ent re la j uvent ud est udiant il, ent re los int elect uales en general, hast a ent re los cam pesinos) . Pero los revolucionarios han quedado rezagados en est e m ovim ient o ascensional, t ant o en sus " t eorías" com o en su act ividad, no han logrado crear una organización perm anent e que funcione sin solución de cont inuidad, capaz de dirigir t odo el m ovim ient o. En el prim er capít ulo hem os hecho const ar que Rabócheie Dielo rebaj a nuest ras t areas t eóricas y repit e " espont áneam ent e" el grit o de m oda: " libert ad de crít ica" ; los que lo repit en no han t enido la " conciencia" suficient e para com prender que son diam et ralm ent e opuest as las posiciones de los " crít icos" oport unist as y las de los revolucionarios en Alem ania y en Rusia. 35 En los capít ulos siguient es exam inarem os cóm o se ha m anifest ado el cult o de la espont aneidad en el t erreno de las t areas polít icas, así com o en la labor de organización de la socialdem ocracia. 36 N OTAS D EL CAPÍ TULO I I ( * ) Rabócheie Dielo, núm . 10, sept iem bre de 1901, Págs. 17- 18. Las cursivas son de la revist a. ( * * ) El t radeunionism o no descart a en m odo alguno t oda " polít ica" , com o a veces se cree. Las t radeuniones han llevado siem pre a la práct ica ciert a agit ación y lucha polít ica ( pero no socialdem ócrat a) . En el capít ulo siguient e expondrem os la diferencia ent re la polít ica t radeunionist a y la socialdem ócrat a. ( * * * ) A. A. Vanéiev m urió en 1899, en Siberia Orient al, de t uberculosis, cont raída cuando se encont raba incom unicado en prisión prevent iva. Por eso, hem os considerado posible publicar la inform ación que figura en el t ext o, cuya aut ent icidad garant izam os, pues procede de gent e que conocía a Vanéiev personal e ínt im am ent e. ( * * * * ) " Al crit icar la act ividad de los socialdem ócrat as de fines de la últ im a década del siglo pasado, I skra no t iene en cuent a que ent onces falt aban condiciones para t odo t rabaj o que no fuera la lucha por pequeñas reivindicaciones" , dicen los econom ist as en su " Cart a a los órganos socialdem ócrat as rusos" ( I skra, núm . 12) . Los hechos cit ados en el t ext o dem uest ran que est a afirm ación sobre la " falt a de condiciones" es diam et ralm ent e opuest a a la verdad. No sólo a fines, sino incluso a m ediados de la década del 90, exist ían plenam ent e t odas las condiciones para ot ro t rabaj o, adem ás de la lucha por las pequeñas reivindicaciones; t odas las condiciones, salvo una preparación suficient e de los dirigent es. Y he aquí que, en vez de reconocer francam ent e est a falt a de preparación por nuest ra part e, por part e de los ideólogos, de los dirigent es, los " econom ist as" quieren cargar t oda la responsabilidad a la " falt a de condiciones" , a la influencia del m edio m at erial que det erm ina el cam ino del cual ningún ideólogo logrará desviar el m ovim ient o. ¿Qué es est o sino halago servil de la espont aneidad, sino enam oram ient o de los " ideólogos" de sus propios defect os? ( * * * * * ) Digam os de paso que est e elogio de Rabóchaia Misl, en noviem bre de 1898, cuando el econom ism o, sobre t odo en el ext ranj ero, se había de finido com plet am ent e, part ía del propio V. I .- n., que m uy pront o form ó part e del cuerpo de redact ores de Rab. Dielo. ¡Y Rab. Dielo t odavía cont inuó negando la exist encia de dos t endencias en el seno de la socialdem ocracia rusa, com o la sigue negando en el present e! ( * * * * * * ) Los gendarm es zarist as llevaban uniform es de puños azules. ( N. de la Red.) ( * * * * * * * ) El siguient e hecho caract eríst ico dem uest ra que est a com paración es j ust a. Cuando, después de la det ención de los " decem brist as" , se difundió ent re los obreros de la carret era de Schlisselburgo la not icia de que había ayudado a la policía el provocador N. N. Mij áilov ( un dent ist a) , relacionado con un grupo que est aba en cont act o con los " decem brist as" aquellos obreros se indignaron de t al m odo, que decidieron m at ar a Mij áilov. ( * * * * * * * * ) Del m ism o edit orial del prim er núm ero de Rabóchaia Misl. Se puede j uzgar por est o acerca de cuál era la preparación t eórica de esos " V. V. de la socialdem ocracia rusa" [ 28] , quienes repet ían la burda t rivialización del " m at erialism o económ ico" , m ient ras que en sus publicaciones los m arxist as hacían la guerra cont ra el 37 aut ént ico señor V. V., llam ado desde hacía t iem po " m aest ro en asunt os reaccionarios" por ese m ism o m odo de concebir la relación ent re la polít ica y la econom ía. ( * * * * * * * * * ) Los alem anes incluso t ienen una palabra especial: " NurGewerkschaft ler" , con que se señala a los part idarios de la lucha " únicam ent e sindical" . ( * * * * * * * * * * ) Subrayam os act uales para los que se encoj an farisaicam ent e de hom bros y digan: ahora es sum am ent e fácil denigrar a Rabóchaia Misl, cuando no es m ás que un arcaísm o. " Mut at o nom ine, de t e fabula narrat ur" ( baj o ot ro nom bre, la fábula habla de t i. - - N. de la Red.) , cont est am os nosot ros a los fariseos cont em poráneos, cuya com plet a sum isión servil a las ideas de Rab. Misl será dem ost rada m ás adelant e. ( * 11) Cart a de los " econom ist as" en el núm . 12 de I skra. ( * 12) Rabócheie Dielo, núm . 10. ( * 13) Neue Zeit ( Tiem pos Nuevos ) 1901- 1902, XX, I , núm . 3, Pág. 79. El proyect o de la com isión, de que habla Kaut sky, fue aprobado por el Congreso de Viena ( a fines del año pasado) en una form a algo m odificada. ( * 14) Est o no significa, nat uralm ent e, que los obreros no part icipen en est a elaboración. Pero no part icipan en calidad de obreros, sino en calidad de t eóricos del socialism o, com o los Proudhon y los Weit ling; en ot ros t érm inos, sólo part icipan en el m om ent o y en la m edida en que logran, en m ayor o m enor grado, dom inar la ciencia de su siglo y hacer avanzar esa ciencia. Y, a fin de que los obreros lo logren con m ayor frecuencia, es necesario ocuparse lo m ás posible de elevar el nivel de la conciencia de los obreros en general; es necesario que los obreros no se encierren en el m arco art ificialm ent e rest ringido de la " lit erat ura para obreros " , sino que aprendan a asim ilar m ás y m ás la lit erat ura general. I ncluso sería m ás j ust o decir, en vez de " no se encierren" , " no sean encerrados" , pues los obreros leen y t am bién quieren leer t odo cuant o se escribe para los int elect uales, y únicam ent e ciert os int elect uales ( de ínfim a cat egoría) creen que " para los obreros" bast a con relat ar el orden de cosas que rige en las fábricas y rum iar lo que ya se conoce desde hace m ucho t iem po. ( * 15) Schlulze- Delit zsch ( 1808- 1883) - - I deólogo de la pequeña burguesía alem ana, que propugnaba la creación de asociaciones cooperat ivas, capaces, en su opinión, de garant izar la independencia económ ica de los art esanos y en general de los pequeños product ores, así com o de los obreros. ( N. de la Red.) ( * 16) Frecuent em ent e se oye decir: la clase obrera t iende espont áneam ent e hacia el socialism o. Est o es com plet am ent e j ust o en el sent ido de que la t eoría socialist a det erm ina, m ás profunda y cert eram ent e que ninguna ot ra, las causas de las calam idades que sufre la clase obrera, y precisam ent e por eso los obreros la asim ilan con t ant a facilidad, siem pre que est a t eoría no ret roceda ant e la espont aneidad, siem pre que est a t eoría som et a a la espont aneidad. Habit ualm ent e, est o se sobreent iende, pero Rab. Dielo j ust am ent e lo olvida y lo desfigura. La clase obrera t iende de m odo espont áneo hacia el socialism o, pero la ideología burguesa, la m ás difundida ( y const ant em ent e resucit ada en las form as m ás diversas) , se im pone, no obst ant e, espont áneam ent e m ás que nada al obrero. 38 ( * 17) En t orno a la cuest ión de las t areas act uales y de la t áct ica de los socialdem ócrat as rusos. Ginebra, 1898. Dos cart as a Rabóchaia Gasiet a, escrit as en 1897. ( * 18) Defendiéndose, Rabócheie Dielo com plet ó su prim era m ent ira ( " ignoram os de qué cam aradas j óvenes ha hablado P. B. Axelrod" ) con una segunda, al escribir en su Respuest a : " Desde la aparición de la crít ica de 'Las t areas', han surgido o se han definido m ás o m enos claram ent e ent re algunos socialdem ócrat as rusos t endencias hacia la unilat eralidad econom ist a, que significan un paso at rás, en com paración con el est ado de nuest ro m ovim ient o, esbozado en 'Las t areas'" ( Pág. 9) . Est o lo dice la " Respuest a" , aparecida en el año 1900. Y el prim er núm ero de Rabócheie Dielo ( con la crít ica) apareció en abril de 1899. ¿Es que el econom ism o surgió sólo en 1899? No; en 1899 se oyó por prim era vez la voz de prot est a de los socialdem ócrat as rusos cont ra el econom ism o ( la prot est a cont ra el " Credo" ) . Pero el econom ism o había surgido en 1897, com o lo sabe m uy bien Rabócheie Dielo, pues V. I .- n., ya en noviem bre de 1898 ( List ok Rabót nika, núm . 9- 10) , se deshacía en elogios para Rabóchaia Misl. ( * 19) La " t eoría de las fases" o la t eoría de los " t ím idos zig- zags" en la lucha polít ica se expone, por ej em plo, en ese art ículo del m odo siguient e: " Las reivindicaciones polít icas, que por su caráct er son com unes a t oda Rusia, deben, sin em bargo, durant e los prim eros t iem pos ( ¡est o fue escrit o en agost o de 1900! ) corresponder a la experiencia adquirida por una det erm inada capa ( ¡sic! ) de obreros en la lucha económ ica. Únicam ent e [ ! ] a base de esa experiencia se puede y se debe iniciar la agit ación polít ica" , et c. ( Pág. 11) . En la página 4, el aut or, indignado por las acusaciones, a su j uicio com plet am ent e infundadas, de herej ía econom ist a, exclam a pat ét icam ent e: " Pero ¿qué socialdem ócrat a ignora que, según la doct rina de Marx y Engels, los int ereses económ icos de las dist int as clases desem peñan un papel decisivo en la hist oria y que, por t ant o ( subrayado por nosot ros) , en part icular la lucha del prolet ariado por sus int ereses económ icos debe t ener una im port ancia prim ordial para su desarrollo com o clase y para su lucha de liberación?" Est e " por t ant o" est á com plet am ent e fuera de lugar. Del hecho de que los int ereses económ icos desem peñan un papel decisivo no se desprende en m odo alguno la conclusión de que la lucha económ ica ( = sindical) t enga una im port ancia prim ordial, pues los int ereses m ás esenciales, " decisivos" de las clases pueden ser sat isfechos únicam ent e por t ransform aciones polít icas radicales en general; en part icular, el int erés económ ico fundam ent al del prolet ariado puede ser sat isfecho únicam ent e por m edio de una revolución polít ica que sust it uya la dict adura de la burguesía por la dict adura del prolet ariado. B. Krichevski repit e el razonam ient o de los " V. V. de la socialdem ocracia rusa" ( la polít ica sigue a la econom ía, et c.) y de los bernst einianos de la alem ana ( por ej em plo, Wolt m ann alegaba precisam ent e los m ism os argum ent os para probar que los obreros, ant es de pensar en una revolución polít ica, debían adquirir una " fuerza económ ica" ) . ( * 20) Ein Jahr der Verwirrung ( Un año de confusión ) es el t ít ulo puest o por Mehring en su Hist oria de la socialdem ocracia alem ana al apart ado en que describe los t it ubeos y la indecisión que los socialist as m anifest aron en un principio, al elegir la " t áct ica- plan" que correspondía a las nuevas condiciones. ( * 21) No se debe olvidar t am poco que, al resolver " en t eoría" la cuest ión del t error, el grupo " Em ancipación del Trabaj o" resum ió la experiencia del m ovim ient o revolucionario ant erior. 39 [ 22] Rússkcaia St ariná ( La Ant igüedad Rusa - - Revist a hist órica m ensual, que apareció en Pet ersburgo de 1870 a 1918. [ 23] San Pet ersburgski Rabochi List ok ( Hoj a Obrera de San Pet ersburgo ) . Periódico ilegal, órgano de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera" de Pet ersburgo. Se publicaron dos núm eros: el núm . 1 en febrero ( fechado enero) de 1897, y se im prim ió a m im eógrafo en Rusia con un t iraj e de 300 a 400 ej em plares, y el núm . 2 apareció en Ginebra, en sept iem bre de 1897. [ 24] Rabóchaia Gasiet a ( Gacet a Obrera ) . Órgano ilegal del grupo socialdem ócrat a de Kiev. Se publicaron dos núm eros: el núm . 1 en agost o de 1897 y el núm . 2 en diciem bre ( con fecha noviem bre) del m ism o año. El Prim er Congreso del P.O.S.D.R. proclam ó a Rabóchaia Gasiet a, órgano oficial del Part ido. Después del Congreso, el periódico no volvió a aparecer, pues la policía asalt ó la im prent a y los m iem bros del Com it é Cent ral fueron det enidos. [ 25] La reunión privada que cit a Lenin se realizó en Pet ersburgo ent re el 14 y el 17 de febrero ( 26 de febrero y 1ƒ de m arzo) de 1897. Asist ieron a ella V. I . Lenin, A. A. Vaniéiv, G. M. Krzhizhanovski y ot ros m iem bros de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera" de Pet ersburgo, o sea, los " viej os" , puest os en libert ad provisional por un t érm ino de t res días ant es de ser deport ados a Siberia, y los " j óvenes" que dirigían la " Unión de Lucha" después del arrest o de Lenin. [ 26] List ok Rabót nika ( Hoj a del Obrero ) . Fue publicado en Ginebra de 1896 a 1899 por la " Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero" . Se edit aron lo núm eros: los núm s. del 1 al 8 fueron publicados baj o la redacción del grupo " Em ancipación del Trabaj o" . Después del viraj e de la m ayoría de los m iem bros de la " Unión" hacia el " econom ism o" , el grupo " Em ancipación del Trabaj o" se negó a cont inuar su redacción. Los núm s. 9 y 10 fueron publicados por la nueva redacción designada por la " Unión" . [ 27] El art ículo de V. I .- n - - el art ículo de V. P. I vanshin. [ 28] V. V. - - Seudónim o de V. P. Voront sov, uno de los ideólogos del populism o liberal de las décadas oct ava y novena del siglo XI X. Lenin llam a "los V. V. de la socialdem ocracia rusa " a los " econom ist as" , que represent aban la t endencia oport unist a dent ro de la socialdem ocracia rusa. [ 29] Los sindicat os de Hirsch y Duncker fueron fundados en 1868 por los liberales burgueses alem anes Hirsch y Duncker, quienes predicaban la " arm onía ent re los int ereses de clase" ; con est o desviaban a los obreros de su lucha revolucionaria de clase cont ra la burguesía y lim it aban las t areas de m ovim ient o sindical a la acción en las caj as m ut uales y en las organizaciones de caráct er cult ural- educat ivo. [ 30] Nacanunie ( La Víspera ) , revist a de orient ación populist a publicada en ruso, en Londres, desde enero de 1899 hast a febrero de 1902. Aparecieron 37 núm eros. La revist a agrupo en t orno suyo a los represent ant es de diversos part idos pequeñoburgueses. [ 31] Con el seudónim o N. Bílt ov, G. V. Plej ánov publicara legalm ent e en 1895, en Pet ersburgo, su conocido libro Cont ribución al problem a del desarrollo de la concepción m onist a de la hist oria. 40 [ 32] Se refiere a la sát ira en verso t it ulada " Him no del m oderno socialist a ruso" , publicada en el núm . I de Sariá ( abril de 1901) baj o la firm a de Narciso Tuporilov, en la que se ridiculiza a los " econom ist as" y su facilidad para adapt arse al m ovim ient o espont áneo. El aut or de est os versos es I . O. Márt ov. 41 CAPI TULO I I I POLÍ TI CA TRAD EUN I ON I STA Y POLÍ TI CA SOCI ALD EM ÓCRATA Com enzarem os una vez m ás haciendo un elogio de Rabócheie Dielo. En su núm ero 10 publica un art ículo de Mart ínov sobre las discrepancias con I skra, t it ulado Las publicaciones de denuncias y la lucha prolet aria. " No podem os lim it arnos a denunciar el est ado de cosas que ent orpece su desarrollo ( el del part ido obrero) . Debem os t am bién hacernos eco de los int ereses inm ediat os y cot idianos del prolet ariado" ( Pág. 63) . Así form ula Mart ínov la esencia de esas discrepancias. "I skra… es de hecho el órgano de la oposición revolucionaria, que denuncia el est ado de cosas reinant e en nuest ro país y, principalm ent e, el régim en polít ico… Nosot ros, en cam bio, t rabaj am os y seguirem os t rabaj ando por la causa obrera en est recha conexión orgánica con la lucha prolet aria" ( I bíd.) . Es forzoso agradecer a Mart ínov est a fórm ula. Adquiere un not able int erés general, porque, en el fondo, no abarca sólo, ni m ucho m enos, nuest ras discrepancias con R. Dielo: abarca t am bién, en general, t odas las discrepancias exist ent es ent re nosot ros y los " econom ist as" respect o a la lucha polít ica. Hem os dem ost rado ya que los " econom ist as" no niegan en absolut o la " polít ica" , sino que únicam ent e se desvían a cada paso de la concepción socialdem ócrat a de la polít ica hacia la concepción t radeunionist a. De la m ism a m anera se desvía Mart ínov, y por eso est arem os dispuest os a t om arlo por m odelo de las aberraciones econom ist as en est a cuest ión. Trat arem os de dem ost rar que nadie podrá ofenderse con nosot ros por est a elección: ni los aut ores del Suplem ent o especial de " Rabóchaya Mysl" , ni los aut ores del Llam am ient o del Grupo de Aut oem ancipación, ni los aut ores de la cart a " econom ist a" publicada en el núm . 12 de I skra. a . La a git a ción polít ica y su r e st r icción por los e conom ist a s Todo el m undo sabe que la lucha económ ica ( * ) de los obreros rusos alcanzó gran ext ensión y se consolidó a la par con la aparición de " publicaciones" de denuncias económ icas ( concernient es a las fábricas y los oficios) . El cont enido principal de las " oct avillas" consist ía en denunciar la sit uación exist ent e en las fábricas, y ent re los obreros se desencadenó pront o una verdadera pasión por est as denuncias. En cuant o los obreros vieron que los círculos socialdem ócrat as querían y podían proporcionarles hoj as de nuevo t ipo –que les decían t oda la verdad sobre su vida m iserable, su t rabaj o increíblem ent e penoso y su sit uación de parias - , com enzaron a inundarlos, por decirlo así, de cart as de las fábricas y los t alleres. Est as " publicaciones, de denuncias" causaban inm ensa sensación t ant o en las fábricas cuyo est ado de cosas fust igaban com o en t odas las dem ás a las que llegaban not icias de los hechos denunciados. Y puest o que las necesidades y las desgracias de los obreros de dist int as em presas y de diferent es oficios t ienen m ucho de com ún, la " verdad sobre la vida obrera" ent usiasm aba a t odos. Ent re los obreros m ás at rasados e propagó una verdadera pasión por " ser publicado" , pasión noble por est a form a em brionaria de guerra cont ra t odo el sist em a social m oderno, basado en el pillaj e y la opresión. Y las " oct avillas" , en la inm ensa m ayoría de los casos, eran de hecho una declaración de guerra, pues la denuncia producía un efect o t erriblem ent e excit ant e, m ovía a t odos los obreros a reclam ar que se pusiera fin a los escándalos m ás flagrant es y los disponía a defender sus reivindicaciones por m edio de huelgas. Los propios fabricant es t uvieron, en fin de cuent as, que reconocer hast a t al punt o la im port ancia de est as oct avillas com o declaración de guerra, que, m uy a m enudo, ni siquiera querían esperar a que em pezase la guerra. Las denuncias, com o ocurre siem pre, t enían fuerza por el m ero hecho de su aparición y adquirían el valor de una poderosa presión m oral. Más de una 42 vez bast ó con que apareciera una oct avilla para que las reivindicaciones fuesen sat isfechas t ot al o parcialm ent e. En una palabra, las denuncias económ icas ( fabriles) han sido y son un resort e im port ant e de la lucha económ ica. Y seguirán conservando est a im port ancia m ient ras exist a el capit alism o, que origina necesariam ent e la aut odefensa de los obreros. En los países europeos m ás adelant ados se puede observar, incluso hoy, que las denuncias de escándalos en alguna " indust ria de oficio" de un rincón perdido o en alguna ram a del t rabaj o a dom icilio, olvidada de t odas, se conviert en en punt o de part ida para despert ar la conciencia de clase, para iniciar la lucha sindical y la difusión del socialism o( * * ) . Durant e los últ im os t iem pos, la inm ensa m ayoría de los socialdem ócrat as rusos han est ado absorbida casi ent eram ent e por est a labor de organización de las denuncias de los abusos com et idos en las fábricas. Bast a con recordar Rab. Mysl para ver a qué ext rem o había llegado esa absorción y cóm o se olvidaba que sem ej ant e act ividad, por sí sola, no era aún, en el fondo, socialdem ócrat a, sino sólo t radeunionist a. En realidad, las denuncias no se referían m ás que a las relaciones de los obreros de un oficio det erm inado con sus pat ronos respect ivos, y lo único que lograban era que los vendedores de la fuerza de t rabaj o aprendieran a vender a m ej or precio est a " m ercancía" y a luchar cont ra los com pradores en el t erreno de las t ransacciones puram ent e com erciales. Est as denuncias podían convert irse ( siem pre que las aprovechara en ciert o grado la organización de los revolucionarios) en punt o de part ida y elem ent o int egrant e de la act ividad socialdem ócrat a, pero podían conducir t am bién ( y, con el cult o a la espont aneidad, debían conducir) a la lucha " exclusivam ent e sindical" y a un m ovim ient o obrero no socialdem ócrat a. La socialdem ocracia dirige la lucha de la clase obrera no sólo para conseguir vent aj osas condiciones de vent a de la fuerza de t rabaj o, sino para dest ruir el régim en social que obliga a los desposeídos a venderse a los ricos. La socialdem ocracia represent a a la clase obrera en sus relaciones no sólo con un grupo det erm inado de pat ronos, sino con t odas las clases de la sociedad cont em poránea, con el Est ado com o fuerza polít ica organizada. Se com prende, por t ant o, que, lej os de poder lim it arse a la lucha económ ica, los socialdem ócrat as no pueden ni adm it ir que la organización de denuncias económ icas const it uya su act ividad predom inant e. Debem os em prender una int ensa labor de educación polít ica de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia polít ica. Ahora, después del prim er em bat e de Zariá e I skra cont ra el " econom ism o" , " t odos est án de acuerdo" con eso ( aunque algunos lo est án sólo de palabra, com o verem os enseguida) . Cabe pregunt ar: ¿en qué debe consist ir la educación polít ica? ¿Podem os lim it arnos a propagar la idea de que la clase obrera es host il a la aut ocracia? Est á claro que no. No bast a con explicar la opresión polít ica de que son obj et o los obreros ( de la m ism a m anera que era insuficient e explicarles el ant agonism o ent re sus int ereses y los de los pat ronos) . Hay que hacer agit ación con m ot ivo de cada hecho concret o de esa opresión ( com o hem os em pezado a hacerla con m ot ivo de las m anifest aciones concret as de opresión económ ica) . Y puest o que las m ás diversas clases de la sociedad son víct im as de est a opresión, puest o que se m anifiest a en los m ás diferent es ám bit os de la vida y de la act ividad sindical, cívica, personal, fam iliar, religiosa, cient ífica, et c., ¿no es evident e que incum pliríam os nuest ra m isión de desarrollar la conciencia polít ica de los obreros si no asum iéram os la t area de organizar una cam paña de denuncias polít icas de la aut ocracia en t odos los aspect os? Porque para hacer agit ación con m ot ivo de las m anifest aciones concret as de la opresión es preciso denunciar esas m anifest aciones ( lo m ism o que arpa hacer agit ación económ ica era necesario denunciar los abusos com et idos en las fábricas) . 43 Podría creerse que est o est á claro. Pero aquí precisam ent e result a que sólo de palabra est án " t odos" de acuerdo con que es necesario desarrollar la conciencia polít ica en t odos su aspect os. Aquí precisam ent e result a que Rab. Dielo, por ej em plo, lej os de asum ir la t area de organizar denuncias polít icas en t odos los aspect os ( o com enzar su organización) , se ha puest o a arrast rar hacia at rás t am bién a I skra, que había iniciado esa labor. Escuchen: " La lucha polít ica de la clase obrera es sólo" ( precisam ent e no es sólo) " la form a m ás desarrollada, am plia y eficaz de la lucha económ ica" ( program a de Rab. Dielo: véase su núm ero 1, Pág. 3) . " En la act ualidad, los socialdem ócrat as t ienen plant eada la t area de dar a la lucha económ ica m ism a, en la m edida de lo posible, un caráct er polít ico" ( Mart inóv en el núm . 10, Pág. 42) . " La lucha económ ica es el m edio que se puede aplicar con la m ayor am plit ud para incorporar a las m asas a la lucha polít ica act iva" ( Resolución del Congreso de la Unión y " enm iendas" : Dos congresos, Pág. 11 y 17) : com o ve el lect or, Rab. Dielo est á im pregnado de t odas est as t esis desde su aparición hast a las últ im as " inst rucciones a la redacción" , y t odas ellas expresan, evident em ent e, un m ism o parecer de la agit ación y la lucha polít icas. Analicen, pues, est e parecer desde el punt o de vist a de la opinión, dom inant e ent re t odos los " econom ist as" , de que la agit ación polít ica debe seguir a la económ ica. ¿Será ciert o que la lucha económ ica es, en general( * * * ) , " el m edio que se puede aplicar con la m ayor am plit ud" para incorporar a las m asas a la lucha polít ica? Es falso por com plet o. Medios " que se pueden aplicar" con no m enos " am plit ud" para t al " incorporación" son t odas y cada una de las m anifest aciones de la opresión policíaca y de la arbit rariedad aut ocrát ica, pero en m odo alguno sólo las m anifest aciones ligadas a la lucha económ ica. ¿Por qué los j efes de los zem st vos y los cast igos corporales de los cam pesinos, las concusiones de los funcionarios y el t rat o que da la policía a la " plebe" de las ciudades, la lucha con los ham brient os y la persecución de los deseos de inst rucción y de saber que sient e el pueblo, la exacción de t ribut os y la persecución de las sect as religiosas, el adiest ram ient o de los soldados a baquet azos y el t rat o cuart elero que se da a los est udiant es y los int elect uales liberales; por qué t odas est as m anifest aciones de opresión y m iles de ot ras análogas, que no t ienen relación direct a con la lucha " económ ica" , han de ser en general m edios y m ot ivos " que se pueden aplicar" con m enos " am plit ud" para hacer agit ación polít ica, para incorporar a las m asas a la lucha polít ica? Todo lo cont rarios: es indudable que, en la sum a t ot al de casos cot idianos en que el obrero ( él m ism o o sus allegados) est á falt o de derechos o sufre de la arbit rariedad y la violencia , sólo una pequeña m inoría son casos de opresión policíaca en la lucha sindical. ¿Para qué rest ringir de ant em ano la envergadura de la agit ación polít ica y declarar que se " puede aplicar con m ás am plit ud" sólo uno de los m edios, al lado del cual, deben hallarse, para un socialdem ócrat a, ot ros que, hablando en general, " pueden aplicarse" con no m enos " am plit ud" ? En t iem pos m uy, m uy rem ot os ( ¡hace un año! …) , Rab. Dielo decía: " Las reivindicaciones polít icas inm ediat as se hacen asequibles a las m asas después de una huelga o, a lo sum o, de varias huelgas" , " en cuant o el gobierno em plea la policía y la gendarm ería" ( núm . 7, Pág. 15 de agost o de 1900) . Ahora, est a t eoría oport unist a de las fases ha sido ya rechazada por la Unión, la cual nos hace una concesión al declarar que " no hay ninguna necesidad de desarrollar desde el com ienzo m ism o la agit ación polít ica exclusivam ent e sobre el t erreno económ ico" ( Dos congresos, Pág. 11) . ¡Por est e solo hecho el fut uro hist oriador de la socialdem ocracia rusa verá m ej or que por los m ás largos razonam ient os hast a qué punt o han envilecido el socialism o nuest ros " econom ist as" ! Pero ¡qué ingenuidad la de la Unión im aginarse que, a cam bio de est a renuncia a una form a de rest ricción de la polít ica, podía llevársenos a acept ar ot ra form a de rest ricción! ¿No hubiera sido m ás lógico decir, t am bién en est e caso, que se debe desarrollar con la m ayor am plit ud posible la lucha económ ica, que es preciso 44 ut ilizarla siem pre para la agit ación polít ica, pero que " no hay ninguna necesidad" de ver en la lucha económ ica el m edio que se puede aplicar con m ás am plit ud para incorporar a las m asas a la lucha polít ica act iva? La Unión at ribuye im port ancia al hecho de haber sust it uido con las palabras " el m edio que se puede aplicar con la m ayor am plit ud" la expresión " el m ej or m edio" , que figura en la resolución correspondient e del I V Congreso de la Unión Obrera Hebrea ( Bund) . Nos veríam os, efect ivam ent e, en un apriet o si t uviésem os que decir cuál de est as dos resoluciones es m ej or: a nuest ro j uicio, las dos son peores. Tant o la Unión com o el Bund se desvían en est e caso ( en part e, quizá, hast a inconscient em ent e, baj o la influencia de la t radición) hacia una int erpret ación econom ist a, t radeunionist a, de la polít ica. En el fondo, las cosas no cam bian en nada con que est a int erpret ación se haga em pleando la palabrej a " el m ej or" o la expresión, " el que se puede aplicar con la m ayor am plit ud" . Si la Unión dij era que " la agit ación polít ica sobre el t erreno económ ico" es el m edio aplicado con la m ayor am plit ud ( y no " aplicable" ) , t endría razón respect o a aciert o período de desarrollo de nuest ro m ovim ient o socialdem ócrat a. Tendría razón precisam ent e respect o a los " econom ist as" , respect o a m uchos m ilit ant es práct icos ( si no a la m ayoría de ellos) de 1898 a 1901, pues esos práct icos- " econom ist as" aplicaron, en efect o, la agit ación polít ica ( ¡en el grado en que, en general, la aplicaban! ) casi exclusivam ent e en el t erreno económ ico. ¡Sem ej ant e agit ación polít ica era acept ada y hast a recom endada, com o hem os vist o, t ant o por Rab. Mysl com o por el Grupo de Aut oem ancipación! Rab. Dielo debería haber condenado resuelt am ent e el hecho de que la obra út il de la agit ación económ ica fuera acom pañada de una rest ricción nociva de la lucha polít ica; pero, en vez de hacer eso, declara que ¡el m edio m ás aplicado ( por los "econom ist as" ) es el m edio m ás aplicable! No es de ext rañar que est os hom bres, cuando los t ildam os de " econom ist as" , no encuent ren ot ra salida que ponernos de vuelt a y m edia, llam ándonos " em baucadores" , " desorganizadores" , " nuncios del Papa" y " calum niadores" ( * * * * ) ; no encuent ren ot ra salida que llorar ant e t odo el m undo, diciendo que les hem os inferido una at roz afrent a, y declarar casi baj o j uram ent o que " ni una sola organización socialdem ócrat a peca hoy de " econom ism o" " ( * * * * * ) . ¡Ah, esos calum niadores, esos m alignos polít icos! ¿No habrán invent ado adrede t odo el " econom ism o" para inferir a la gent e, por sim ple odio a la hum anidad, at roces afrent as? ¿Qué sent ido concret o, real, t iene en labios de Mart ínov plant ear ant e la socialdem ocracia la t area de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" ? La lucha económ ica es una lucha colect iva de los obreros cont ra los pat ronos por conseguir vent aj osas condiciones de vent a de la fuerza del t rabaj o, por m ej orar las condiciones de t rabaj o y de vida de los obreros. Est a lucha es, por necesidad, una lucha sindical, porque las condiciones de t rabaj o son m uy diferent es en los dist int os oficios y, en consecuencia, la lucha orient ada a m ej orar est as condiciones t iene que sost enerse forzosam ent e por oficios ( por los sindicat os de Occident e, por asociaciones sindicales de caráct er provisional y por m edio de oct avillas en Rusia, et c.) . Dar a la " lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" significa, pues, conquist ar esas reivindicaciones profesionales, ese m ej oram ient o de las condiciones de t rabaj o en los oficios son " m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" ( com o se expresa Mart ínov en la página siguient e, 43, de su art ículo) . Y eso es precisam ent e lo que hacen y han hecho siem pre t odos los sindicat os obreros. Repasen la obra de los esposos Webb, serios erudit os ( y " serios" oport unist as) , y verán que los sindicat os obreros ingleses han com prendido y cum plen desde hace ya m ucho la t area de " dar a la lucha económ ica m im a un caráct er polít ico" ; luchan desde hace m ucho por el derecho de huelga, por la supresión de t odos los obst áculos j urídicos que se oponen al m ovim ient o cooperat ivist a 45 y sindical, por la prom ulgación de leyes de prot ección de la m uj er y del niño, por el m ej oram ient o de las condiciones de t rabaj o m ediant e una legislación sanit aria y fabril, et c. ¡Así pues, t ras la pom posa frase de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" , que suena con " t erribles" hondura de pensam ient o y espírit u revolucionario, se ocult a, en realidad, la t endencia t radicional a rebaj ar la polít ica socialdem ócrat a al nivel de polít ica t radeunionist a! So pret ext o de rect ificar la unilat eralidad de I skra, que considera m ás im port ant e –fíj ense en est o – "revolucionar el dogm a que revolucionar la vida" ( * * * * * * ) , nos ofrecen com o algo nuevo la lucha por reform as económ icas. En efect o, el único cont enido, absolut am ent e el único, de la frase " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" es la lucha por reform as económ icas. Y el m ism o Mart ínov habría podido llegar a est a sim ple conclusión si hubiese profundizado com o es debido en la significación de sus propias palabras. " Nuest ro part ido –dice, enfilando su art illería m ás pesada cont ra I skra – podría y debería present ar al gobierno reivindicaciones concret as de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas cont ra la explot ación económ ica, cont ra el desem pleo, cont ra el ham bre, et c." ( R. D., núm . 10, Pág. 42- 43) . Reivindicar m edidas concret as, ¿no es, acaso, reclam ar reform as sociales? Y pregunt am os una vez m ás a los lect ores im parciales: ¿calum niam os a los rabochediélent si( * * * * * * * ) ( ¡que m e perdonen est a palabrej a poco feliz hoy en boga! ) al calificarlos de bernst einianos velados cuando present an, com o discrepancia suya con I skra, la t esis de que es necesaria la lucha por reform as económ icas? La socialdem ocracia revolucionaria siem pre ha incluido e incluye en sus act ividades la lucha por las reform as. Pero no ut iliza la agit ación " económ ica" exclusivam ent e para reclam ar del gobierno t oda clase de m edidas: la ut iliza t am bién ( y en prim er t érm ino) para exigir que dej e de ser un gobierno aut ocrát ico. Adem ás, considera su deber present ar al gobierno est a exigencia no sólo en el t erreno de la lucha económ ica, sino asim ism o en el t erreno de t odas las m anifest aciones en general de la vida sociopolít ica. En una palabra, subordina la lucha por las reform as com o la part e al t odo, a la lucha revolucionaria por la libert ad y el socialism o. En cam bio, Mart ínov resucit a en una form a dist int a la t eoría de las fases, t rat ando de prescribir infaliblem ent e la vía económ ica, por decirlo así, del desarrollo de la lucha polít ica. Al propugnar en un m om ent o de efervescencia revolucionaria que la lucha por reform as es una " t area" especial, arrast ra al part ido hacia at rás y hace el j uego al oport unism o " econom ist a" y liberal. Prosigam os. Después de ocult ar púdicam ent e la lucha por las reform as t ras la pom posa t esis de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" , Mart ínov present a com o algo especial únicam ent e las reform as económ icas ( e incluso sólo las reform as fabriles) . I gnoram os por qué lo ha hecho. ¿Quizá por descuido? Pero si hubiera t enido en cuent a no sólo las reform as " fabriles" , perdería t odo sent ido la t esis ent era suya que acabam os de exponer. ¿Tal vez porque est im a posible y probable que el gobierno haga " concesiones" únicam ent e en el t erreno económ ico?( * * * * * * * * ) De ser así, result aría un error ext raño. Las concesiones son posibles, y se hacen a veces t am bién en el ám bit o de la legislación sobre cast igos corporales, pasaport es, pagos de rescat e , sect as religiosas, censura, et c., et c. Las concesiones " económ icas" ( o seudoconcesiones) , son sin duda, las m ás barat as y las m ás vent aj osas para el gobierno, pues espera ganarse con ellas la confianza de las m asas obreras. Mas por eso m ism o nosot ros, los socialdem ócrat as, en m odo alguno debem os dar lugar, ni absolut am ent e con nada, a la opinión ( o a la equivocación) de que apreciam os m ás las reform as económ icas, de que les concedem os una im port ancia singular, et c. " Est as 46 reivindicaciones –dice Mart ínov, refiriéndose a las reivindicaciones concret as de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas form uladas por él ant es –no serían palabras vanas, puest o que, al prom et er ciert os result ados palpables podrían ser apoyadas act ivam ent e por la m asa obrera" … No som os " econom ist as" , ¡oh, no! ¡Únicam ent e nos hum illam os a los pies de la " palpabilidad" de result ados concret os con t ant o servilism o com o lo hacen los señores Bernst ein, Prokopóvich, St ruve, R. M. y t ut t i quant i! ¡Únicam ent e dam os a ent ender ( con Narciso Tuporílov) que cuant o no " prom et e result ados palpables" son " palabras vanas" ! ¡No hacem os sino expresarnos com o si la m asa obrera fuera incapaz ( y no hubiese dem ost rado su capacidad, pese a los que le im put an su propio filist eísm o) de apoyar act ivam ent e t oda prot est a cont ra la aut ocracia, incluso la que no le prom et e absolut am ent e ningún result ado palpable! Tom em os aunque sólo sean los m ism os ej em plos cit ados por el propio Mart ínov acerca de las " m edidas" cont ra el desem pleo y el ham bre. Mient ras Rab. Dielo se ocupa, según prom et e, de est udiar y elabora " reivindicaciones concret as ( ¿en form a de proyect os de ley?) de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" que " prom et an result ados palpables" , I skra, " que considera siem pre m ás im port ant e revolucionar el dogm a que revolucionar la vida" , ha t rat ado de explicar el nexo indisoluble que une el desem pleo con t odo el régim en capit alist a, advirt iendo que " el ham bre es inm inent e" , denunciando " la lucha de la policía cont ra los ham brient os" , así com o el indignant e Reglam ent o provisional de t rabaj os forzados, y Zariá ha publicado en separat a com o follet o de agit ación, la part e de su Crónica de la vida int erior dedicada al ham bre. Pero, Dios m ío, ¡qué " unilat erales" han sido esos ort odoxos de incorregible est rechez, esos dogm át icos sordos a los im perat ivos de la " vida m ism a" ! ¡Ni uno solo de sus art ículos ha cont enido - ¡qué horror! – ni una sola, ¡im agínense ust edes! , ni siquiera una sola " reivindicación concret a" que " prom et a result ados palpables" ! ¡Desgraciados dogm át icos! ¡Hay que llevarlos a aprender de los Krichevski y los Mart ínov para que se convenzan de que la t áct ica es el proceso del crecim ient o, de lo que crece, et c., de que es necesario dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico! " La lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno ( ¡¡" lucha económ ica cont ra el gobierno" ! ! ) , adem ás de su significado revolucionario direct o, t iene t am bién ot ro: incit a const ant em ent e a los obreros a pensar en su falt a de derecho polít icos" ( Mart ínov, Pág. 44) . Si hem os reproducido est e pasaj e no es para repet ir por cent ésim a o m ilésim a vez lo que hem os dicha ya ant es, sino para agradecer de m anera especial a Mart ínov est a nueva y excelent e fórm ula " La lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno" . ¡Qué m aravilla! Con qué inim it able t alent o, con qué m agist ral elim inación de t odas las discrepancias parciales y diferencia de m at ices ent re los " econom ist as" t enem os expresada aquí, en su post ulado conciso y claro, t oda la esencia del " econom ism o" , com enzando por el llam am ient o a los obreros a sost ener " la lucha polít ica en aras del int erés general, para m ej orar la sit uación de t odos los obreros" [ Rabóchaya Mysl, Suplem ent o especial, Pág. 14] , siguiendo luego con la t eoría de las fases y t erm inado con la resolución del congreso sobre el m edio " aplicable con la m ayor am plit ud" , et c. " La lucha económ ica cont ra el gobierno" es precisam ent e polít ica t radeunionist a, que est á m uy lej os, lej ísim a, de la polít ica socialdem ócrat a. b. D e cóm o M a r t ínov ha pr ofundiz a do a Ple j á nov " ¡Cuánt os Sénecas socialdem ócrat as han aparecido últ im am ent e en nuest ro país! " , observó ciert o día un cam arada, refiriéndose a la asom brosa inclinación de m ucha gent e propensa al " econom ism o" a alcanzar indefect iblem ent e con " su 47 propia int eligencia" las grandes verdades ( por ej em plo, que la lucha económ ica incit a a los obreros a pensar en su falt a de derechos) , desconociendo con m agnífico desdén de genios innat os cuánt o ha proporcionado ya el desarrollo ant erior del pensam ient o revolucionario y del m ovim ient o revolucionario. Un genio innat o de est a índole es precisam ent e Séneca- Mart ínov. Den un vist azo a su art ículo Problem as inm ediat os y verán cóm o llega con " su propio ent endim ient o" a cosas dichas hace ya m ucho por Axelrod ( al que nuest ro Séneca, com o es nat ural, silencia por com plet o) ; cóm o em pieza, por ej em plo, a com prender que no podem os pasar por alt o la oposición de t ales o cuales sect ores de la burguesía ( Rabócheie Dielo, núm . 9, Pág. 61, 62, 71; com párese con la Respuest a de la redacción de R. D. a Axelrod, Pág. 22, 23- 24) , et c. pero - ¡ay! – sólo " llega" y no pasa de " em pezar" , ya que, a pesar de t odo, no ha com prendido aún las ideas de Axelrod hast a el punt o de que habla de " lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" . Rab. Dielo ha venido acum ulando fuerzas durant e t res años ( de 1898 a 1901) para com prender a Axelrod y, pese a ello ¡no lo ha com prendido! ¿Quizás t am bién se deba est o a que la socialdem ocracia, " a sem ej anza de la hum anidad" , se plant ea siem pre únicam ent e t areas realizables? Pero los Sénecas no se dist inguen sólo porque ignoran m uchas cosas ( ¡eso sería una desgracia a m edias! ) , sino t am bién porque no ven su ignorancia. Eso es ya una verdadera desgracia, y est a desgracia los m ueve a em prender en el act o la labor de " profundizar" a Plej ánov. " Desde que Plej ánov escribió el follet o cit ado ( Las t areas de los socialist as en la lucha cont ra el ham bre en Rusia) ha corrido m ucho agua baj o los puent es –cuent a Séneca- Mart ínov - . Los socialdem ócrat as, que en el t ranscurso de diez años han dirigido la lucha económ ica de la clase obrera…, no han t enido aún t iem po de ofrecer una am plia argum ent ación t eórica de la t áct ica del part ido. Hoy est a cuest ión ha m adurado, y si quisiéram os ofrecer esa argum ent ación t eórica, t endríam os, sin duda, que profundizar considerablem ent e los principios t áct icos desarrollados en su t iem po por Plej ánov… Ahora t endríam os que definir la diferencia ent re la propaganda y la agit ación de una m anera dist int a a com o lo hizo Plej ánov" ( Mart ínov acaba de cit ar las palabras de Plej ánov: " El propagandist a com unica m uchas ideas a una sola o a varias personas, m ient ras que el agit ador com unica una sola idea o un pequeño núm ero de ideas, pero, en cam bio, a t oda una m ult it ud" ) . " Nosot ros ent enderíam os por propaganda la explicación revolucionaria de t odo el régim en act ual o de sus m anifest aciones parciales, indiferent em ent e de que se haga en una form a accesible sólo para algunas personas o para la m ult it ud. Por agit ación, en el sent ido est rict o de la palabra ( ¡sic! ) , ent enderíam os el llam am ient o dirigido a las m asas para ciert as acciones concret as, la ayuda a la int ervención revolucionaria direct a del prolet ariado en la vida social" . Felicit am os a la socialdem ocracia rusa –e int ernacional – por est a nueva t erm inología m art inoviana, m ás est rict a y m ás profunda. Hast a ahora creíam os ( con Plej ánov y con t odos los líderes del m ovim ient o obrero int ernacional) que sin un propagandist a t rat a, por ej em plo, el problem a del desem pleo, debe explicar la nat uraleza capit alist a de las crisis, m ost rar la causa que las hace inevit ables en la sociedad act ual, exponer la necesidad de t ransform ar la sociedad capit alist a en socialist a, et c. en una palabra, debe com unicar " m uchas ideas" , t ant as, que t odas ellas en conj unt o podrán ser asim iladas en el act o sólo por pocas ( relat ivam ent e) personas. En cam bio, el agit ador, al hablar de est e m ism o problem a, t om ará un ej em plo, el m ás dest acado y m ás conocido de su audit orio –pongam os por caso, el de una fam ilia de parados m uert a de inanición, el aum ent o de la m iseria, et c. – y, aprovechando ese hecho conocido por t odos y cada uno, orient ará t odos sus esfuerzos a inculcar en la 48 " m asa" una sola idea: la idea de cuán absurda es la cont radicción ent re el increm ent o de la riqueza y el aum ent o de la m iseria; t rat ará de despert ar en la m asa el descont ent o y la indignación cont ra est a flagrant e inj ust icia, dej ando al propagandist a la explicación com plet a de est a cont radicción. Por eso, el propagandist a act úa principalm ent e por m edio de la palabra im presa, m ient ras que el agit ador lo hace de viva voz. Al propagandist a se le exigen cualidades dist int as que al agit ador. Así, llam arem os propagandist as a Kaut sky y a Lafargue; agit adores, a Bebel y Guesde. Pero segregar un t ercer t erreno o t ercera función de act ividad práct ica incluyendo en est a función " el llam am ient o dirigido a las m asas para ciert as acciones concret as" , const it uye el m ayor desat ino, pues el " llam am ient o" , com o act o aislado, o es un com plem ent o nat ural e inevit able del t rat ado t eórico, del follet o de propaganda y del discurso de agit ación, o es una función net am ent e ej ecut iva. En efect o, t om em os, por ej em plo, la lucha act ual de los socialdem ócrat as alem anes cont ra los aranceles cerealist as. Los t eóricos escriben est udios sobre la polít ica aduanera y " llam an" , supongam os, a luchar por la conclusión de t rat ados com erciales y por libert ad de com ercio; el propagandist a hace lo m ism o en una revist a, y el agit ador, en discursos públicos. Las " acciones concret as" de las m asas consist en en est e caso en firm ar pet iciones dirigidas al Reichst ag, reclam ando que no se eleven los aranceles cerealist as. El llam am ient o a est a acción part e indirect am ent e de los t eóricos, los propagandist as y los agit adores, y direct am ent e, de los obreros que recorren las fábricas y las viviendas part iculares recogiendo firm as. Según la " t erm inología de Mart ínov" , result a que Kaut sky y Bebel son propagandist as, y los port adores de las list as de adhesión, agit adores. ¿No es así? El ej em plo de los alem anes m e ha hecho recordar la palabra alem ana Verballhornung, que t raducida lit eralm ent e significa " ballhornización" . Juan Ballhorn fue un edit or de Leipzig del siglo XVI ; publicó un cant ón, en el que, siguiendo la cost um bre, incluyó un dibuj o que represent aba un gallo, pero, en lugar de la est am pa habit ual del gallo con espolones, figuraba uno sin espolones y con dos huevos al lado. Y en la port ada del cant ón agregó: " Edición corregido de Juan Ballhorn" . Desde ent onces, los alem anes dicen Verballhornung al referirse a una " enm ienda" que, de hecho, em peora el original. Y no puede m enos de recordarse a Ballhorn al ver cóm o los Mart ínov " profundizan" a Plej ánov… ¿Para qué ha " invent ado" nuest ro Séneca est e em brollo? Para dem ost rar que I skra, " lo m ism o que Plej ánov hace ya unos quince años, prest a at ención a un solo aspect o del asunt o" ( Pág. 52) . Si t raducim os est a últ im a frase del lenguaj e de Mart ínov a un lenguaj e corrient e ( pues la hum anidad no ha t enido aún t iem po de adopt ar est a t erm inología recién descubiert a) , result ará lo siguient e: en I skra, las t areas de propaganda y agit ación polít icas relegan a segundo plano la t area de " present ar al gobierno reivindicaciones concret as de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" que " prom et en ciert os result ados palpables" ( O, en ot ros t érm inos, reivindicaciones de reform as sociales, si se nos perm it e em plear una vez m ás la viej a t erm inología de la viej a hum anidad, que no ha llegado aún al nivel de Mart ínov) . Proponem os al lect or que com pare con est a t esis la ret ahíla siguient e: " En est os program as" ( los program as de los socialdem ócrat as revolucionarios) "nos asom brará t am bién que coloquen et ernam ent e en prim er plano las vent aj as de la act ividad de los obreros en el Parlam ent o ( que no exist e en nuest ro país) dando de lado por com plet o ( a causa de su nihilism o revolucionario) la im port ancia de la part icipación de los obreros en las asam bleas legislat ivas de los fabricant es, asam bleas que sí exist en en nuest ro país, para discut ir asunt os de las 49 fábricas… o aunque sólo sea, de la part icipación de los obreros en la aut ogest ión urbana…" El aut or de est a ret ahíla expresa de una m anera algo m ás direct a, clara y franca la idea a que ha llegado con su propio ent endim ient o Séneca- Mart ínov. El aut or es R. M., en le Suplem ent o especial de " Rabóchaya Mysl" ( Pág. 15) . c. La s de nuncia s polít ica s y la ne ce sida d de " infundir a ct ivida d r e voluciona r ia " Al lanzar cont ra I skra su " t eoría" de " elevar la act ividad de la m asa obrera" , Mart ínov ha puest o al descubiert o ¡de hecho! Su t endencia a rebaj ar est a act ividad, pues ha declarado que el m edio preferible, de im port ancia singular, " aplicable con la m ayor am plit ud" para prom overla y su cam po de operaciones es la m ism a lucha económ ica, ant e la cual se han post rado t odos los " econom ist as" . Est e error es caract eríst ico precisam ent e porque no es propio sólo de Mart ínov, ni m ucho m enos. En realidad, se puede " elevar la act ividad de la m asa obrera" únicam ent e a condición de que no nos lim it em os a hacer " agit ación polít ica sobre el t erreno económ ico" . Y una de las condiciones esenciales para esa ext ensión indispensable de la agit ación polít ica consist e en organizar denuncias polít icas om ním odas. Sólo con esas denuncias pueden infundirse conciencia polít ica y act ividad revolucionaria a las m asas. De ahí que est a act ividad sea una de las funciones m ás im port ant es de t oda la socialdem ocracia int ernacional, pues ni siquiera la libert ad polít ica suprim e en lo m ás m ínim o esas denuncias: lo único que hace es m odificar un t ant o su orient ación. Por ej em plo, el part ido alem án afianza sus posiciones y ext iende su influencia, sobre t odo, gracias a la persist ent e energía de sus cam pañas de denuncias polít icas. La conciencia de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia polít ica si los obreros no est án acost um brados a hacerse eco de t odos los casos de arbit rariedad y de opresión, de t odos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las clases afect adas; a hacerse eco, adem ás, desde el punt o de vist a socialdem ócrat a, y no desde algún ot ro.. la conciencia de las m asas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden –basándose en hechos y acont ecim ient os polít icos concret os y, adem ás, act uales sin falt a – a observar a cada una de las ot ras clases sociales en t odas las m anifest aciones de su vida int elect ual, m oral y polít ica; si no aprenden a hacer un análisis m at erialist a y una apreciación m at erialist a de t odos los aspect os de la act ividad y la vida de t odas las clases, sect ores y grupos de la población. Quien orient a la at ención, la capacidad de observación y la conciencia de la clase obrera de m anera exclusiva –o, aunque sólo sea con preferencia – hacia ella m ism a, no es un socialdem ócrat a, pues el conocim ient o de la clase obrera por sí m ism a est á ligado de m odo indisoluble a la com plet a claridad no sólo de los concept os t eóricos … o m ej or dicho: no t ant o de los concept os t eóricos com o de las ideas, basadas en la experiencia de la vida polít ica, sobre las relaciones ent re t odas las clases de la sociedad act ual. Por eso es t an nociva y t an reaccionaria, dada su significación práct ica, la prédica de nuest ros " econom ist as" de que la lucha económ ica es el m edio que se puede aplicar con m ás am plit ud para incorporar a las m asas al m ovim ient o polít ico. Para llegar a ser un socialdem ócrat a, el obrero debe form arse una idea clara de la nat uraleza económ ica y de la fisonom ía social y polít ica del t errat enient e y del cura, del dignat ario y del cam pesino, del est udiant e y del desclasado, conocer sus lados fuert es y sus punt os flacos; saber orient arse ent re los m últ iples sofism as y frases en boga, con los que cada clase y cada sect or social encubre sus apet it os egoíst as y su verdadera " ent raña" ; saber dist inguir qué inst it uciones y leyes reflej an t ales o cuales int ereses y cóm o lo hacen. Mas esa " idea clara" no se puede encont rar en ningún libro: pueden proporcionarla únicam ent e las escenas de la vida y las denuncias, m ient ras los hechos 50 est án recient es, de cuant o sucede alrededor nuest ro en un m om ent o dado; de lo que t odos y cada uno hablan –o, por lo m enos, cuchichean – a su m anera; de lo que revelan det erm inados acont ecim ient os, cifras, sent encias j udiciales, et c., et c., et c. Est as denuncias polít icas om ním odas son condición indispensable y fundam ent al para infundir act ividad revolucionaria a las m asas. ¿Por qué el obrero ruso m uest ra t odavía poca act ividad revolucionaria frent e al salvaj ism o con que la policía t rat a al pueblo, frent e a las persecuciones de las sect as, los cast igos corporales im puest os a los cam pesinos, los abusos de la censura, las t ort uras de los soldados, la persecución de las iniciat ivas cult urales m ás inofensivas, et c.? ¿No será porque la " lucha económ ica" no le " incit a a pensar" en ello, porque le " prom et e" pocos " result ados palpables" , porque le ofrece pocos elem ent os " posit ivos" ? No; sem ej ant e j uicio, repet im os, no es sino una t ent at iva de achacar las culpas propias a ot ros, im put ar el filist eísm o propio ( y t am bién el bernst einianism o) a la m asa obrera. Debem os culparnos a nosot ros m ism os, a nuest ro at raso con respect o al m ovim ient o de las m asas, de no haber sabido aún organizar denuncias lo suficient e am plias, brillant es y rápidas cont ra t odas esas ignom inias. Si lo hacem os ( y debem os y podem os hacerlo) , el obrero m ás at rasado com prenderá o sent irá que le est udiant e y el m iem bro de una sect a religiosa, el m uj ik y el escrit or son vej ados y at ropellados por esa m ism a fuerza t enebrosa que t ant o le oprim e y le soj uzga a él en cada paso de su vida. Al sent irlo, él m ism o querrá reaccionar, sent irá un deseo incont enible de hacerlo; y ent onces sabrá arm ar hoy un escándalo a los censores, m anifest arse m añana ant e la casa del gobernador que haya sofocado un levant am ient o cam pesino, dar pasado m añana una lección a los gendarm es con sot ana que desem peñan la función del Sant o Oficio, et c. Hem os hecho t odavía m uy poco, casi nada, para lanzar ent re las m asas obreras denuncias om ním odas y act uales. Muchos de nosot ros ni siquiera com prendem os aún est a obligación suya y seguim os espont áneam ent e t ras la " m onót ona lucha cot idiana" en el est recho m arco de la vida fabril. En t ales condiciones decir que " I skra t iene la t endencia a rebaj ar la im port ancia dela m archa ascendent e de la m onót ona lucha cot idiana, en com paración con la propaganda de ideas brillant es y acabadas" ( Mart ínov, Pág. 61) , significa arrast ra al part ido hacia at rás, defender y ensalzar nuest ra falt a de preparación, nuest ro at raso. En lo que respect a al llam am ient o a las m asas para la acción, ést e surgirá por sí m ism o siem pre que haya enérgica agit ación polít ica y denuncias vivas y aleccionadoras. Pillar a alguien en flagrant e delit o y est igm at izarlo en el act o ant e t odo el m undo y en t odas part es es m ás eficaz de cualquier " llam am ient o" e influye a veces de t al m odo que después es incluso im posible decir con exact it ud quién " llam ó" a la m uchedum bre y quién propuso t al o cual plan de m anifest ación, et c. Se puede llam ar a una acción – en el sent ido concret o de la palabra, y no en el sent ido general – sólo en el lugar m ism o donde la acción se lleve a cabo; y puede hacerlo únicam ent e quien va a obrar en el act o. Y nuest ra m isión de publicist as socialdem ócrat as consist e en ahondar, ext ender e int ensificar las denuncias polít icas y la agit ación polít ica. A propósit o de los " llam am ient os" . "I skra" fue el único órgano que, ant es de los sucesos de la prim avera, llam ó a los obreros a int ervenir de m odo act ivo en una cuest ión – el aislam ient o forzoso de est udiant es – que no prom et ía absolut am ent e ningún result ado palpable al obrero. Nada m ás publicarse la disposición del 11 de enero sobre " el aislam ient o forzoso de cient o ochent a y t res est udiant es para hacer el servicio" , I skra insert ó un art ículo sobre est e hecho ( núm . 2, febrero) y, ant es de que com enzara t oda m anifest ación, llam ó con claridad " a los obreros a acudir en ayuda de los est udiant es" , llam ó al " pueblo" a cont est ar públicam ent e al insolent e desafío del gobierno. Pregunt am os a t odos y cada uno: ¿cóm o explicar la not able circunst ancia de 51 que, hablando t ant o de " llam am ient os" y dest acando los " llam am ient os" incluso com o una form a especial de act ividad, Mart ínov no haya m encionado para nada est e llam am ient o? ¿No será filist eísm o, después de t odo, la declaración de Mart ínov de que I skra es unilat eral porque no " llam a" suficient em ent e a la lucha por reivindicaciones que " prom et en result ados palpables" ? Nuest ros " econom ist as" , ent re ello Rabócheie Dielo, t enían éxit o porque se adapt aban a la m ent alidad de los obreros at rasados. Pero el obrero socialdem ócrat a, el obrero revolucionario ( y el núm ero de est os obreros aum ent a día en día) rechazará con indignación t odos esos razonam ient os sobre la lucha por reivindicaciones que " prom et an result ados palpables" , et c., pues com prenderá que no son sino variant es de la viej a cant inela del aum ent o de un kopek por rublo. Est e obrero dirá a sus consej eros de R. Mysl y de R. Dielo: en vano se afanan, señores, int erviniendo con dem asiado celo en asunt os que nosot ros m ism os resolvem os y esquivando el cum plim ient o de sus verdaderas obligaciones. Porque no es nada int eligent e decir, com o lo hacen ust edes, que la t area de los socialdem ócrat as consist e en dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico; eso es sólo el com ienzo, y no radica en ello la t area principal de los socialdem ócrat as, pues en el m undo ent ero, sin except uar a Rusia, es la policía m ism a la que com ienza m uchas veces a dar a la lucha económ ica un caráct er polít ico, y los propios obreros aprenden a darse cuent a de con quién est á el gobierno( * 11) . En efect o, esa " lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno" , con que ust edes presum en com o si hubieran descubiert o Am érica, la sost ienen en num erosos lugares perdidos de Rusia los propios obreros, que han oído hablar de huelgas, pero que quizá nada sepan de socialism o. Esa " act ividad" nuest ra, de los obreros, que t odos ust edes quieren apoyar present ando reivindicaciones concret as que prom et en result ados palpables, exist e ya ent re nosot ros; y en nuest ra m inúscula labor cot idiana, sindical, nosot ros m ism os present am os esas reivindicaciones concret as, a m enudo sin ayuda alguna de los int elect uales. Pero esa act ividad no nos bast a; no som os niños a los que se pueda alim ent ar sólo con la papilla de la polít ica " económ ica" ; querem os saber t odo lo que saben los dem ás, querem os conocer det alladam ent e t odos los aspect os de la vida polít ica y t om ar part e act iva en t odos y cada uno de los acont ecim ient os polít icos. Para ello es necesario que los int elect uales repit an m enos lo que ya sabem os nosot ros m ism os( * 12) y nos den m ás de lo que t odavía no sabem os, de lo que j am ás podrem os saber por nosot ros m ism os a t ravés de nuest ra experiencia fabril y " económ ica" , o sea: conocim ient os polít icos. Ust edes, los int elect uales, pueden adquirir est os conocim ient os y t ienen el deber de proporcionárnoslos cien y m il veces m ás que hast a ahora; adem ás, deben proporcionárnoslos no sólo en form a de razonam ient os, follet os y art ículos ( que a m enudo - ¡disculpen al franqueza! – suelen ser algo aburridos) , sino indispensablem ent e en form a de denuncias vivas de cuant o hacen nuest ro gobierno y nuest ras clases dom inant es en est os m om ent os en t odos los aspect os de la vida. Cum plan con m ayor celo est a obligación suya y hablen m enos de " elevar la act ividad de la m asa obrera" . ¡Nuest ra act ividad es m ucho de lo que ust edes suponen y sabem os sost ener, por m edio de la lucha abiert a en la calle, incluso las reivindicaciones que no prom et en ningún " result ado palpable" ! Y no son ust edes los llam ados a " elevar" nuest ra act ividad, pues ust edes m ism os carecen precisam ent e de esa act ividad. ¡Póst rense m enos ant e la espont aneidad y piensen m ás en elevar su propia act ividad, señores! d. ¿Qué ha y de com ún e nt r e e l e conom ism o y e l t e r r or ism o? Hem os confront ado, en una not a a pie de página, a un " econom ist a" y a un t errorist a no socialdem ócrat a, que por casualidad han result ado solidarios. Pero, 52 hablando en general, ent re los unos y los ot ros exist e un nexo no casual, sino int erno y necesario, del cual t endrem os que hablar aún m ás adelant e y al que es preciso referirse precisam ent e cuando se t rat a de inculcar la act ividad revolucionaria. Los " econom ist as" y los t errorist as de nuest ros días t ienen una raíz com ún: el cult o a la espont aneidad, del que hem os hablado en el capít ulo precedent e com o de un fenóm eno general y que ahora exam inam os desde el punt o de vist a de su influencia en la act ividad polít ica y la lucha polít ica. A prim era vist a, nuest ra afirm ación puede parecer paradój ica: t an grande es, aparent em ent e, la diferencia ent re quienes hacen hincapié en la " m onót ona lucha cot idiana" y quienes preconizan la lucha m ás abnegada del individuo aislado. Pero no es una paradoj a. Los " econom ist as" y los t errorist as rinden cult o a dos polos diferent es de la corrient e espont ánea: los " econom ist as" , a la espont aneidad del " m ovim ient o puram ent e obrero" , los t errorist as, a la espont aneidad de la indignación m ás ardient e de los int elect uales que no saben o no t ienen la posibilidad de vincular la labor revolucionaria al m ovim ient o obrero para form ar un t odo. Quienes hayan perdido la fe en est a posibilidad, o j am ás la hayan t enido, difícilm ent e encont rarán, en efect o, ot ra m anera de m anifest ar su sent im ient o de indignación y su energía revolucionaria que no sea el t errorism o. Así pues, el cult o a la espont aneidad en las dos direcciones indicadas no es sino el com ienzo de la aplicación del fam oso program a del Credo: los obreros sost ienen su " lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" ( ¡que nos perdone el aut or del Credo porque expresem os sus ideas con palabras de Mart ínov! Creem os t ener derecho a hacerlo, pues t am bién en el Credo se habla de que los obreros, en la lucha económ ica " chocan con el régim en polít ico" ) , ¡y los int elect uales, con sus propias fuerzas, despliegan su lucha polít ica, com o es nat ural, por m edio del t errorism o! Est a conclusión es com plet am ent e lógica e inevit able, y es forzoso insist ir sobre ella, aunque quienes com ienzan a realizar dicho program a no han com prendido que t al conclusión es inevit able. La act ividad polít ica t iene su lógica, que no depende de la conciencia de quienes con las m ej ores int enciones exhort an o al t errorism o o a im prim ir un caráct er polít ico a la lucha económ ica m ism a. De buenas int enciones est á em pedrado el cam ino del infierno, y en el caso present e las buenas int enciones no salvan aún de la inclinación espont ánea a " la línea del m enor esfuerzo" , a la línea del program a net am ent e burgués del Credo. Porque t am poco t iene nada de casual que m uchos liberales rusos –t ant o los liberales declarados com o los que se cubren con una caret a m arxist a – sim pat icen de t odo corazón con el t errorism o y t rat en de m ant ener la int ensificación de las t endencias t errorist as en el m om ent o act ual. Pues bien, al surgir el " Grupo Revolucionario- Socialist a Svoboda" , que se había señalado precisam ent e la t area de ayudar por t odos los m edios al m ovim ient o obrero, pero incluyendo en el program a el t errorism o y em ancipándose, por decirlo así, de la socialdem ocracia, est e hecho vino a confirm ar una vez m ás la adm irable perspicacia de P.B. Axelrod, quien predij o con t oda exact it ud est os result ados de las vacilaciones socialdem ócrat as ya a fines de 1897 ( en su t rabaj o A propósit o de las t areas y de la t áct ica act uales) y t razó sus fam osas " dos perspect ivas" . Todas las discusiones y discrepancias post eriores ent re los socialdem ócrat as rusos est án ya, com o la plant a en la sem illa, en esas dos perspect ivas( * 13) . Desde el punt o de vist a indicado se com prende t am bién que R. Dielo, que no ha podido resist ir a la espont aneidad del " econom ism o" , t am poco haya podido resist ir a la espont aneidad del t errorism o. Tiene sum o int erés señalar aquí la argum ent ación especial que ha esgrim ido Sbovoda en defensa del t errorism o. " Niega por com plet o" el papel int im idador del t errorism o ( Renacim ient o del revolucionarism o, Pág. 64) , pero, en cam bio, dest aca su " im port ancia excit adora" . Est o es caract eríst ico, en prim er lugar, com o una de las fases de la descom posición y decadencia del 53 conj unt o t radicional ( presocialdem ócrat a) de ideas que obligaba a asirse al t errorism o. Reconocer que en la act ualidad es im posible " int im idar" al gobierno –y, por consiguient e, desorganizarlo –por m edio del t errorism o equivale, en el fondo, a condenar rot undam ent e est e últ im o com o sist em a de lucha, com o cam po de act ividad consagrado por su program a. En segundo lugar, est o es aún m ás caract eríst ico com o ej em plo de la incom prensión de nuest ras t areas urgent es de " infundir act ividad revolucionaria a las m asas" . Sbovoda hace propaganda del t errorism o com o m edio de " excit ar" el m ovim ient o obrero y darle un " fuert e im pulso" . ¡Es difícil im aginarse una argum ent ación que se refut e a sí m ism a con m ayor evidencia! Cabe pregunt ar: ¿es que exist en en la vida rusa t an pocos abusos que sea preciso aún invent ar " excit ant es" especiales? Y, por ot ra part e, si hay alguien que no se excit a ni es excit able siquiera por la arbit rariedad rusa, ¿no es evident e que seguirá cont em plando t am bién con indiferencia el duelo ent re el gobierno y un puñado de t errorist as? La realidad es que las m asas obreras se excit an m ucho por las infam ias de la vida rusa, pero nosot ros no sabem os reunir, si puede decirse así, y concent rar t odas las got as y chorrillos de la excit ación popular que la vida rusa rezum a en cant idad inconm ensurablem ent e m ayor de lo que t odos nosot ros nos figuram os y pensam os, y que es preciso fusionar en un solo t orrent e gigant esco. Que est o es fact ible lo dem uest ran de m anera irrefut able la colosal propagación del m ovim ient o obrero y la avidez, ya señalada, de publicaciones polít icas, así com o los llam am ient os a dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico, son form as dist int as de esquivar el deber m ás im periosos de los revolucionarios rusos: organizar la agit ación polít ica en t odos sus aspect os. Sbovoda quiere sust it uir la agit ación con el t errorism o, confesando sin rodeos que, " en cuant o em piece una agit ación int ensa y enérgica ent re las m asas, el papel excit ador de ést e desaparecerá" ( Renacim ient o del revolucionarism o, Pág. 68) . Est o j ust am ent e m uest ra que t ant o los t errorist as com o los " econom ist as" subest im an la act ividad revolucionaria de las m asas, pese al t est im onio evident e de los sucesos de la prim avera( * 14) adem ás, unos se precipit an en busca de " excit ant es" art ificiales y ot ros hablan de " reivindicaciones concret as" . Ni los unos ni los ot ros prest an suficient e at ención al desarrollo de su propia act ividad de agit ación polít ica y de organización de denuncias polít icas. Y ni ahora ni en ningún ot ro m om ent o se puede sust it uir con nada est a labor. e . La cla se obr e r a com o com ba t ie nt e de va ngua r dia por la de m ocr a cia Hem os vist o ya que la agit ación polít ica m ás am plia y, por consiguient e, la organización de denuncias polít icas de t odo género es una t area necesaria en absolut o, la t area m ás im periosam ent e necesaria de la act ividad, siem pre que est a act ividad sea de veras socialdem ócrat a. Pero hem os llegado a est a conclusión part iendo sólo de la necesidad aprem iant e que la clase obrera t iene de conocim ient os polít icos y de educación polít ica. Sin em bargo, est a m anera de plant ear la cuest ión sería dem asiado est recha y daría de lado las t areas dem ocrát icas universales de t oda la socialdem ocracia, en general, y de la socialdem ocracia rusa act ual, en part icular. Para explicar est a t esis del m odo m ás concret o posible, int ent arem os enfocar el problem a desde el punt o de vist a m ás " fam iliar" al " econom ist a" , o sea, desde el punt o de vist a práct ico. " Todos est án de acuerdo" con que es preciso desarrollar la conciencia polít ica de la clase obrera. Pero ¿cóm o hacerlo y qué es necesario para hacerlo? La lucha económ ica " hace pensar" a los obreros sólo en las cuest iones concernient es a la act it ud del gobierno ant e la clase obrera; por eso, por m ás que nos esforcem os en " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" , j am ás podrem os, en los lím it es de est a t area, desarrollar la conciencia polít ica de los obreros ( hast a el grado de conciencia polít ica socialdem ócrat a) , pues los propios lím it es son est rechos. La form ula de Mart ínov es valiosa para nosot ros, pero en m odo alguno porque ilust re la capacidad del aut or para em brollar las cosas. Es valiosa porque pone de relieve el error 54 fundam ent al de t odos los "econom ist as": el convencim ient o de que ese puede desarrollar la conciencia polít ica de clase de los obreros desde dent ro, por decirlo así, de su lucha económ ica, o sea, part iendo sólo ( o, al m enos, principalm ent e) de est a lucha, basándose sólo ( o, al m enos, principalm ent e) en est a lucha. Sem ej ant e opinión es errónea de raíz; y precisam ent e porque los " econom ist as" , enoj ados por nuest ra polém ica con ellos, no quieren reflexionar com o es debido en el origen de nuest ras discrepancias, acabam os lit eralm ent e por no com prendernos, por hablar lenguas diferent es. Al obrero se le puede dot ar de conciencia polít ica de clase sólo desde fuera, es decir, desde fuera de la lucha económ ica, desde fuera del cam po de las relaciones ent re obreros y pat ronos. La única esfera de que se pueden ext raer esos conocim ient os es la esfera de las relaciones de t odas las clases y sect ores sociales con el Est ado y el gobierno, la esfera de las relaciones de t odas las clases ent re sí. Por eso, a la pregunt a de qué hacen para dot ar de conocim ient os polít icos a los obreros no se puede dar únicam ent e la respuest a con que se cont ent an, en la m ayoría de los casos, los m ilit ant es dedicados a la labor práct ica, sin hablar ya de quienes, ent re los, son propensos al " econom ism o" , a saber: " Hay que ir a los obreros" . Para aport ar a los obreros conocim ient os polít icos, los socialdem ócrat as deben ir a t odas las clases de la población, deben enviar a t odas part es dest acam ent os de su ej ércit o. Si em pleam os adrede est a fórm ula t osca y nos expresam os adrede de una form a sim plificada y t aj ant e, no es en m odo alguno por el deseo de decir paradoj as, sino para " incit ar" a los " econom ist as" a pensar en las t areas que desdeñan de m anera t an im perdonable y en la diferencia – que ellos no quieren com prender – ent re la polít ica t radeunionist a y la polít ica socialdem ócrat a. Por eso rogam os al lect or que no se im pacient e y nos escuche con at ención hast a el final. Tom em os el t ipo del círculo socialdem ócrat a m ás difundido en los últ im os años y exam inem os su act ividad. " Est á en cont act o con los obreros" y se conform a con eso, edit ando hoj as que fust igan los abusos com et idos en las fábricas, la parcialidad del gobierno con los capit alist as y las violencias de la policía; en las reuniones con los obreros, los lím it es de est os m ism os t em as; sólo m uy de t arde en t arde se pronuncian conferencias y charlas acerca de la hist oria del m ovim ient o revolucionario, la polít ica int erior y ext erior de nuest ro gobierno, la evolución económ ica de Rusia y de Europa, la sit uación de las dist int as clases en la sociedad cont em poránea, et c.; nadie piensa en est ablecer y desenvolver de m anera sist em át ica relaciones con ot ras clases de la sociedad. En el fondo, los com ponent e de un círculo de est e t ipo conciben al m ilit ant e ideal, en la m ayoría de los casos, m ucho m ás parecido a un secret ario de t radeunión que a un j efe polít ico socialist a. Porque el secret ario de cualquier t radeunión inglesa., por ej em plo, ayuda siem pre a los obreros a sost ener la lucha económ ica, organiza la denuncia de los abusos en las fábricas, explica la inj ust icia de las leyes y disposiciones que rest ringen la libert ad de huelga y la libert ad de colocar piquet es cerca de las fábricas ( para avisar a t odos que en la fábrica dada se han declarado en huelga) , explica la parcialidad de los árbit ros pert enecient es a las clases burguesas del pueblo, et c., et c. En una palabra, t odo secret ario de t radeunión sost iene y ayuda a sost ener " la lucha económ ica cont ra los pat rones y el gobierno" . Y j am ás se insist irá bast ant e en que est o no es aún socialdem ocracia, que el ideal del socialdem ócrat a no debe ser el secret ario de t radeunión, sino el t ribuno popular, que sabe reaccionar ant e t oda m anifest ación de arbit rariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sect or o la clase social a que afect e; que sabe sint et izar t odas est as m anifest aciones en un cuadro único de la brut alidad policíaca y de la explot ación capit alist a; que sabe aprovechar el hecho m ás pequeño para exponer ant e t odos sus 55 convicciones socialist as y sus reivindicaciones dem ocrát icas, para explicar a t odos y cada uno la im port ancia hist órica universal de la lucha em ancipadora del prolet ariado. Com paren, por ej em plo, a hom bres com o Robert o Knight ( conocido secret ario y líder de la Sociedad de Obreros Caldereros, uno de los sindicat os m ás poderosos de I nglat erra) y Guillerm o Liebknecht e int ent en aplicarles las cont radicciones en que basa Mart ínov sus discrepancias con I skra. Verán que R. Knight –em piezo a hoj ear el art ículo de Mart ínov – " ha exhort ado" m ucho m ás " a las m asas a ciert as acciones concret as" ( Pág. 39) , m ient ras que G. Liebknecht se ha dedicado m ás a " explicar desde un punt o de vist a revolucionario t odo el régim en act ual o sus m anifest aciones parciales" ( Pág. 38- 39) ; que R. Knight " ha form ulado las reivindicaciones inm ediat as del prolet ariado e indicado los m edios de sat isfacerlas" ( Pág. 41) , m ient ras que G. Liebknecht , sin dej ar de hacer eso, no ha renunciado a " dirigir al m ism o t iem po la int ensa act ividad de los diferent es sect ores oposicionist as" y " dict arles un program a posit ivo de acción" ( * 15) ( Pág. 41) ; que R. Knight ha procurado precisam ent e " im prim ir, en la m edida de lo posible, a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" ( Pág. 42) y ha sabido m uy bien " present ar al gobierno reivindicaciones concret as que prom et en ciert os result ados palpables" ( Pág. 43) , en t ant o que G. Liebknecht se ha ocupado m ucho m ás de las " denuncias" " unilat erales" ( Pág. 40) ; que R. Knight ha concedido m ás im port ancia al " desarrollo progresivo de la m onót ona lucha cot idiana" ( Pág. 61) , y g. Liebknecht , " a la propaganda de ideas brillant es y acabadas" ( Pág. 61) ; que G. Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por él precisam ent e " un órgano de oposición revolucionaria de denuncia nuest ro régim en, y sobre t odo nuest ro régim en polít ico, por cuant o choca con los int erese de los m ás diversos sect ores de la población" ( Pág. 63) , m ient ras que R. Knight " ha t rabaj ado pro la causa obrera en est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria" ( Pág. 63) – si se ent iende por " est recho cont act o orgánico" ese cult o a la espont aneidad que hem os analizado m ás arriba en los ej em plos de Krichevski y de Mart ínov – y " ha rest ringido la esfera de su influencia" , convencido, sin duda com o Mart ínov, de que " con ello se hacía m ás com plej a est a influencia" ( Pág. 63) . Es una palabra, verán que Mart ínov rebaj a de fact o la socialdem ocracia al nivel del t radeunionism o, aunque, claro est á, en m odo alguno lo hace porque no quiere el bien de la socialdem ocracia, sino sim plem ent e porque se ha apresurado un poco a profundizar a Plej ánov, en lugar de t om arse la m olest ia de com prenderlo. Pero volvam os a nuest ra exposición. Hem os dicho que el socialdem ócrat a, si es part idario, no sólo de palabra, del desarrollo polifacét ico de la conciencia polít ica del prolet ariado, debe " ir a t odas las clases de la población" . Surgen varias pregunt as: ¿Cóm o hacerlo? ¿Tenem os fuerzas suficient es para ello? ¿Exist e una base que perm it a realizar est a labor ent re t odas las dem ás clases? ¿No im plicará eso abandonar, o conducirá a abandonar, el punt o de vist a de clase? Exam inem os est as cuest iones. Debem os " ir a t odas las clases de la población" com o t eóricos, com o propagandist as, com o agit adores y com o organizadores. Nadie pone en duda que la labor t eórica de los socialdem ócrat as debe orient arse a est udiar t odas las peculiaridades de la sit uación social y polít ica de las diversas clases. Pero se hace m uy poco, poquísim o, en est e sent ido, desproporcionadam ent e poco si se com para con la labor t endient e a est udiar las peculiaridades de la vida fabril. En los com it és y en los círculos podem os encont rar personas que incluso est udian a fondo especialm ent e algún ram o de la siderurgia; pero apenas encont rarán ej em plos de m iem bros de las organizaciones que ( obligados por una u ot ra razón, com o sucede a m enudo, a ret irarse de la labor práct ica) se dediquen de m anera especial a reunir dat os sobre algún problem a act ual de nuest ra vida social y polít ica que pueda servir d em ot ivo para 56 desplegar una labor socialdem ócrat a ent re t odos sect ores de la población. Cuando se habla de la poca preparación de la m ayoría de los act uales dirigent es del m ovim ient o obrero, es forzoso recordar asim ism o la preparación en est e aspect o, pues est á ligada t am bién a la concepción " econom ist a" del " est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria" . Pero lo principal, por supuest o, es la propaganda y la agit ación ent re t odos los sect ores de la población. El socialdem ócrat a de Europa Occident e ve facilit ada est a labor por las reuniones y asam bleas populares, a las que asist en cuant os lo deseen, y por la exist encia del Parlam ent o, en el cual el represent ant e socialdem ócrat a habla ant e los diput ados de t odas las clases. En nuest ro país no t enem os ni Parlam ent o ni libert ad de reunión; pero sabem os, sin em bargo, organizar reuniones con los obreros que quieren escuchar a un socialdem ócrat a. Debem os saber t am bién organizar reuniones con los com ponent es de t odas las clases de la población que deseen escuchar a un dem ócrat a. Porque no es socialdem ócrat a quien olvida en la práct ica que " los com unist as apoyan por doquier t odo m ovim ient o revolucionario" ; que, por ello, debem os exponer y recalcar ant e t odo el pueblo los obj et ivos dem ocrát icos generales, sin ocult ar en ningún m om ent o nuest ras convicciones socialist as. No es socialdem ócrat a quien olvida en la práct ica que su deber consist e en ser el prim ero en plant ear, acent uar y resolver t odo problem a dem ocrát ico general. " ¡Pero si no hay nadie que no est é de acuerdo con eso! " –nos int errum pirá el lect or im pacient e- , y las nuevas inst rucciones a la redacción de Rab. Dielo, aprobadas en el últ im o Congreso de la Unión, dicen con claridad: " Deben servir de m ot ivos para la propaganda y la agit ación polít icas t odos los fenóm enos y acont ecim ient os de la vida social y polít ica que afect en al prolet ariado, bien direct am ent e, com o clase especial, bien com o vanguardia de t odas las fuerzas revolucionarias en la lucha por la libert ad" ( Dos congresos, Pág. 17. La cursiva es nuest ra) . En efect o, son palabras m uy j ust as y m uy buenas, y nos consideraríam os sat isfechos por ej em plo si " Rabócheie Dielo" las com prendiese, si no dij ese, al m ism o t iem po, ot ras que las cont radicen. Pues no bast a con t it ularse " vanguardia" , dest acam ent o avanzado: es preciso, adem ás, act uar de t al m odo que t odos los ot ros dest acam ent os vean y est én obligados a reconocer que m archam os a la cabeza. Y pregunt am os al lect or: ¿es que los com ponent es de los dem ás " dest acam ent os" son t an est úpidos que van a creernos com o art ículo de fe cuando hablam os de la " vanguardia" ? I m agínense de m anera concret a el siguient e cuadro. En el " dest acam ent o" de radicales o de const it ucionalist as libert os del gobierno aut ocrát ico. Pero " nosot ros" , si querem os ser dem ócrat as avanzados, debem os preocuparnos de incit ar a quienes est án descont ent os únicam ent e del régim en universit ario o del zem st vo, et c., a pensar que es m alo t odo el régim en polít ico. Nosot ros debem os asum ir la t area de organizar la lucha polít ica, baj o la dirección de nuest ro part ido, en form a t an m últ iple que t odos los sect ores de oposición puedan prest ar, y prest en de verdad, a est a lucha y a est e part ido la ayuda que puedan. Nosot ros debem os hacer de los m ilit ant es socialdem ócrat as dedicados a la labor práct ica líderes polít icos que sepan dirigir t odas las m anifest aciones de est a lucha m últ iple, que sepan, en el m om ent o necesario, " dict ar un program a posit ivo de acción" a los est udiant es en efervescencia, a los descont ent os de los zem st vos, a los m iem bros indignados de las sect as religiosas, a los m aest ros nacionales lesionados en sus int ereses, et c., et c. Por eso es com plet am ent e falsa la afirm ación de Mart ínov de que " con respect o a ellos sólo podem os desem peñar el papel negat ivo de denunciadores del régim en … Sólo podem os disipar sus esperanzas en las dist int as com isiones gubernam ent ales" ( la cursiva es nuest ra) . Al decir est o, Mart ínov dem uest ra que no com prende nada en absolut o del verdadero papel de la " vanguardia" revolucionaria. Y si el lect or t iene est o en cuent a, com prenderá el verdadero sent ido de las siguient es palabras de conclusión de Mart ínov: " I skra es un órgano de oposición revolucionaria que denuncia nuest ro 57 régim en, sobre t odo el polít ico, por cuant o choca con los int ereses de los m ás diversos sect ores de la población. Nosot ros, en cam bio, t rabaj am os y t rabaj arem os por la causa obrera en est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria. Al rest ringir la esfera de nuest ra influencia, hacem os m ás com plej a est a influencia" ( Pág. 63) . El verdadero sent ido de sem ej ant e conclusión es: I skra quiere elevar la polít ica t radeunionist a de la clase obrera ( a la que se lim it an con t ant a frecuencia nuest ros m ilit ant es práct icos, ya sea por equivocación, por falt a de preparación o por convicción) al nivel de polít ica socialdem ócrat a. En cam bio,, Rab. Dielo quiere rebaj ar la polít ico socialdem ócrat a al nivel de polít ica t radeunionist a. Y, por si eso fuera poco, asegura a t odo el m undo que " est as posiciones son perfect am ent e com pat ibles en la obra com ún" ( Pág. 63) . O, sanct a sim plicit as! Prosigam os. ¿Tenem os bast ant es fuerzas para llevar nuest ra propaganda y nuest ra agit ación a t odas las clases de la población? Pues claro que sí. Nuest ros " econom ist as" , que a m enudo son propensos a negarlo, olvidan el gigant esco paso adelant e que ha dado nuest ro m ovim ient o de 1894 ( m ás o m enos) a 1901. Com o " seguidist as" aut ént icos que son, viven con frecuencia aferrado a ideas del período inicial, pasado hace ya m ucho, del m ovim ient o. Ent onces, en efect o, nuest ras fuerzas eran t an pocas que asom braban, ent onces era nat ural y legít im a la decisión de consagrarnos por ent ero a la labor ent re los obreros y condenar con severidad t oda desviación de est a línea, ent onces la t area est ribaba en afianzarse ent re la clase obrera. Ahora ha sido incorporada al m ovim ient o una m asa gigant esca de fuerzas; vienen a nosot ros los m ej ores represent ant es de la j oven generación de las clases inst ruidas; por t odas part es, en t odas las provincias se ven condenadas a la inact ividad personas que ya han t om ado o desean t om ar part e en el m ovim ient o y que t ienden hacia la socialdem ocracia ( m ient ras que en 1894 los socialdem ócrat as rusos podían cont arse con los dedos) . Uno de los defect os fundam ent ales de nuest ro m ovim ient o, t ant o desde el punt o de vist a polít ico com o de organización, consist e en que no sabem os em plear t odas est as fuerzas ni asignarles el t rabaj o adecuado ( en el capít ulo siguient e, hablarem os con m ás det alle de est a cuest ión) . La inm ensa m ayoría de dichas fuerzas carece en absolut o de la posibilidad de " ir a los obreros" ; por consiguient e, no pude ni hablarse del peligro de dist raer fuerzas de nuest ra labor fundam ent al. Y para proporcionar a los obreros conocim ient os polít icos aut ént icos, vivos y que abarquen t odos los dom inios es necesario que t engam os " gent e nuest ra" , socialdem ócrat as, en t odas part e, en t odos los sect ores sociales, en t odas las posiciones que perm it en conocer los resort es int ernos de nuest ro m ecanism o est at al. Y nos hace falt a esa gent e no sólo para la propaganda y la agit ación, sino m ás aún para la organización. ¿Exist e una base que perm it a act uar ent re t odas las clases de la población? Quienes no ven que exist e, prueban una vez m ás que su conciencia se rezaga del m ovim ient o ascensional espont áneo de las m asas. El m ovim ient o obrero ha suscit ado y suscit a ent re unos el descont ent o; ent re ot ros, despiert a la esperanza de lograr el apoyo de la posición; a ot ros les hace com prender que el régim en aut ocrát ico no t iene razón de ser, y que su hundim ient o es ineludible. Sólo de palabra seríam os " polít icos" y socialdem ócrat as ( com o ocurre, en efect o, m uy a m enudo) si no t uviéram os conciencia de que nuest ro deber consist e en aprovechar t odas las m anifest aciones de descont ent o, en reunir y elaborar t odos los elem ent os de prot est a, por em brionaria que sea. Y no hablem os ya de que la m asa de m illones de cam pesinos t rabaj adores, art esanos, pequeños product ores, et c., escuchará siem pre con avidez la propaganda de un socialdem ócrat a algo hábil. Pero ¿acaso exist e una sola clase de la población en la que no haya individuos, grupos y círculos descont ent os por la falt a de derechos y la arbit rariedad, y, en consecuencia, capaces de com prender la propaganda 58 del socialdem ócrat a com o port avoz que es de las dem andas dem ocrát icas generales m ás candent es? A quienes deseen form arse una idea concret a de est a agit ación polít ica del socialdem ócrat a ent re t odas las clases y sect ores de la población, les indicarem os las denuncias polít icas, en el sent ido am plio de la palabra, com o el m edio principal ( pero, claro est á, no único) de est a agit ación. " Debem os –escribía yo en el art ículo ¿Por dónde em pezar? ( I skra, núm . 4, m ayo de 1901) , del que t endrem os que hablar det enidam ent e m ás adelant e – despert ar en t odos los sect ores del pueblo con un m ínim o de conciencia la pasión por las denuncias polít icas. No debe desconcert arnos que las voces que hacen denuncias polít icas sean ahora t an débiles, escasa y t ím idas. La causa de ello no es, ni m ucho m enos, una resignación general con la arbit rariedad policíaca. La razón est á en que las personas capaces de denunciar y dispuest as a hacerlo no t ienen una t ribuna desde la que puedan hablar, no t ienen un audit orio que escuche ávidam ent e y anim e a los oradores, no ven por part e alguna en el pueblo una fuerza a la que m erezca la pena dirigir una quej a cont ra el " t odopoderoso" gobierno ruso… Ahora podem os y debem os crear una t ribuna para denunciar ant e t odo el pueblo al gobierno zarist a: esa t ribuna t iene que ser un periódico socialdem ócrat a" . Ese audit orio ideal para las denuncias polít icas es precisam ent e la clase obrera, que necesit a, prim ero y principalm ent e, am plios y vivos conocim ient os polít icos y que es la m ás capaz de t ransform ar est os conocim ient os en lucha act iva, aunque no prom et a ningún " result ado palpable" . Ahora bien, la t ribuna para est as denuncias ant e t odo el pueblo sólo puede ser un periódico cent ral para t oda Rusia. " Sin un órgano polít ico es inconcebible en la Europa cont em poránea un m ovim ient o que m erezca el nom bre de m ovim ient o polít ico" , y en est e sent ido por Europa cont em poránea hay que ent ender t am bién, sin duda alguna, a Rusia. La prensa se ha convert ido, en nuest ro país, desde hace ya m ucho, en una fuerza; de lo cont rario, el gobierno no gast aría decenas de m iles de rublos en sobornarla y en subvencionar a los Kat lov y los Mescherski de t oda laya. Y en la Rusia aut ocrát ica no es una novedad que la prensa clandest ina rom pa los candados de la censura y obligue a hablar públicam ent e de ella a los órganos legales y conservadores. Así ocurrió en los años 70 e incluso a m ediados de siglo. ¡Y cuánt o m ás ext ensos y profundos son ahora los sect ores populares dispuest os a leer la prensa clandest ina y a aprender en ella " a vivir y a m orir" , com o se expresaba el obrero aut or de una cart a publicada en el núm . 7 de I skra! . Las denuncias polít icas son precisam ent e una declaración de guerra al gobierno, de la m ism a m anera que las denuncias de t ipo económ ico son una declaración de guerra al fabricant e. Y la im port ancia m oral de est a declaración de guerra es t ant o m ayor cuant o m ás am plia y vigorosa es la cam paña de denuncias, cuant o m ás num erosa y decidida es la clase social que declara la guerra para em pezarla. En consecuencia, las denuncias polít icas son, ya de por sí, uno de los m edios m ás pot ent es para disgregar las filas enem igas, para apart ar del adversario a sus aliados fort uit os o t em porales y sem brar la host ilidad y desconfianza ent re quienes part icipan de cont inuo en el poder aut ocrát ico. En nuest ros días podrá convert irse en vanguardia de las fuerzas revolucionarias sólo el part ido que organice cam pañas de denuncias de verdad ant e t odo el pueblo. Las palabras " t odo el pueblo" encierran un gran cont enido. La inm ensa m ayoría de los denunciadores que no pert enecen a la clase obrera ( y para ser vanguardia es necesario precisam ent e at raer a t odas las clases) son polít icos realist as y hom bres serenos y práct icos. Saben m uy bien que si es peligroso " quej arse" incluso de un m odest o funcionario, lo es t odavía m ás quej arse del " t odopoderoso" gobierno ruso. Y se quej arán a nosot ros sólo cuando vean que sus quej as pueden surt ir efect o, 59 que som os una fuerza polít ica. Para lograr que las personas aj enas nos consideren una fuerza polít ica debem os t rabaj ar m ucho y con t enacidad a fin de elevar nuest ro grado de conciencia, nuest ra iniciat iva y nuest ra energía, pues no bast a con pegar el m arbet e de " vanguardia" a una t eoría y una práct ica de ret aguardia. Pero los adm iradores dem asiado celoso del " est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria" nos pregunt arán y nos pregunt an ya: si debem os encargarnos de organizar denuncias verdaderam ent e ant e t odo el pueblo sobre los abusos com et idos por el gobierno, ¿en qué se m anifest ará ent onces el caráct er de clase de nuest ro m ovim ient o? ¡Pues precisam ent e en que serem os nosot ros, los socialdem ócrat as, quienes organizarem os esas cam pañas de denuncias ant e t odo el pueblo; en que t odos los problem as plant ados en nuest ra agit ación serán esclarecidos desde un punt o de vist a socialdem ócrat a firm e, sin ninguna indulgencia para las deform aciones, int encionadas o no, del m arxism o; en que est a polifacét ica agit ación polít ica será realizada por un part ido que une en un t odo indivisible la ofensiva cont ra el gobierno en nom bre del pueblo ent ero, la educación revolucionaria del prolet ariado – salvaguardando al m ism o t iem po su independencia polít ica - , la dirección de la lucha económ ica de la clase obrera y la ut ilización de sus conflict os espont áneos con sus explot adores, conflict os que ponen en pie y at raen sin cesar a nuest ro cam po a nuevos sect ores prolet arios! Pero uno de los rasgos m ás caract eríst icos del " econom ism o" consist e precisam ent e en que no com prende est a conexión; es m ás, no com prende que la necesidad m ás urgent e del prolet ariado ( educación polít ica en t odos los aspect os pro m edio de la agit ación polít ica y de las denuncias polít icas) coincide con la necesidad del m ovim ient o dem ocrát ico general. Esa incom prensión se m anifiest a t ant o en las frases m art inovianas com o en diferent es alusiones del m ism o sent ido a un supuest o punt o de vist a de clase. He aquí, por ej em plo, cóm o se expresan al respect o los aut ores de la cart a " econom ist a" publicada en el núm . 12 de I skra( * 16) : " Est e m ism o defect o fundam ent al de I skra ( la sobrest im ación de la ideología) es la causa de su inconsecuencia en los problem as referent es a la act it ud de la socialdem ocracia ant e las diversas clases y t endencias sociales. Resolviendo por m edio de deducciones t eóricas…" ( y no m ediant e " el crecim ient o de las t areas del part ido, las cuales crecen j unt o con ést e…" ) " la t area de pasar sin dem ora a la lucha cont ra el absolut ism o y sint iendo, por lo vist o, t oda la dificult ad de est a t area para los obreros, dado el act ual est ado de cosas…" ( y no sólo sint iendo, sino sabiendo m uy bien que est a t area les parece m enos difícil a los obreros que a los int elect uales " econom ist as" que los t rat an com o a niños pequeños, pues los obreros est án dispuest os a bat irse incluso por reivindicaciones que, dicho sea con palabras de inolvidable Mart ínov, no prom et en ningún " result ado palpable" ) …, " pero no t eniendo la paciencia de esperar que los obreros acum ulen fuerzas para est a lucha, I skra em pieza a buscar aliados ent re los liberales y los int elect uales…" Sí, sí, se nos ha acabado, en efect o, t oda la " paciencia" para " esperar" los días felices que nos prom et en desde hace m ucho los " conciliadores" de t oda clase, en los cuales nuest ros " econom ist as" dej arán de im put ar su propio at raso a los obreros y de j ust ificar su insuficient e energía con una pret endida insuficiencia de fuerzas de los obreros. Pregunt am os a nuest ros " econom ist as" : ¿en qué debe consist ir la " acum ulación de fuerzas por los obreros para est a lucha" ? ¿No es evident e que consist e en dar educación polít ica a los obreros, en denunciar ant e ellos t odos los aspect os de nuest ra abyect a aut ocracia? ¿Y no est á claro que j ust am ent e para est a labor necesit am os t ener " aliados ent re los liberales y los int elect uales" dispuest os a com part ir con nosot ros sus denuncias de la cam paña polít ica cont ra la gent e de los 60 zem st vos, los m aest ros, est adíst icos, est udiant es, et c.? ¿Será, en realidad, t an difícil de com prender est a asom brosa " t ret a" ? ¿No les viene repit iendo P.B. Axelrod, ya desde 1897, que " el problem a de que los socialdem ócrat as rusos conquist en adict os y aliados direct os o indirect os ent re las clases no prolet arias se resuelve, ant e t odo y sobre t odo, por el caráct er de la propaganda que se hace en el seno del prolet ariado m ism o" ? ¡Pero no obst ant e, los Mart ínov y dem ás " econom ist as" siguen creyendo que los obreros deben prim ero, por m edio de " la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" , acum ular fuerzas ( para la polít ica t radeunionist a) y sólo después " pasar" , según parece, del t radeunionist a " infundir act ividad" a la act ividad socialdem ócrat a! " …En sus búsquedas –cont inúan los " econom ist as" – I skra se desvía con frecuencia del punt o de vist a de clase, velando las cont radicciones ent re las clases y colocando en prim er plano la com unidad del descont ent o con el gobierno, aunque las causas y el grado de est e descont ent o ent re los " aliados" son m uy diferent es. Tal es, por ej em plo, la act it ud de I skra ant e los zem st vos" … I skra, según dicen los " econom ist as" , " prom et e la ayuda de la clase obrera a los nobles insat isfechos de las lim osnas gubernam ent ales, sin decir una sola palabra del ant agonism o de clase que separa a est os dos sect ores de la población" . Si el lect or se rem it e a los art ículos La aut ocracia y los zem st vos ( núm eros 2 y 4 de I skra) , a los que probablem ent e aluden los aut ores de la cart a, verá que est án consagrados( * 17) a la act it ud del gobierno frent e a la " agit ación blandengue del zem st vo burocrát ico y est am ent al" y frent e a la " iniciat iva que part e hast a de las clases poseedoras" . El art ículo dice que el obrero no puede cont em plar con indiferencia la lucha del gobierno cont ra el zem st vo; invit a a la gent e de los zem st vos a abandonar sus discursos blandengues y pronunciarse con palabras firm es y t aj ant es cuando la socialdem ocracia revolucionaria se alce con t oda su fuerza ant e el gobierno. ¿Qué hay en est o de inacept able para los aut ores de la cart a? Nadie lo sabe. ¿Piensan que el obrero " no com prenderá" las palabras " clases poseedoras" y " zem st vo burocrát ico est am ent al" ? ¿Creen que incit ar a la gent e de los zem st vos a pasar de los discursos blandengues a las palabras t aj ant es es " sobrest im ar la ideología" ? ¿Se im aginan que los obreros pueden " acum ular fuerzas" para luchar cont ra el absolut ism o si no saben cóm o t rat a ést e t am bién a los zem st vos? Nadie lo sabe t am poco. Lo único claro es que los aut ores t ienen una idea m uy vaga de las t areas polít icas de la socialdem ocracia. Que est o es así nos lo dice con m ayor claridad aún est a frase suya: " I dént ica es la act it ud de I skra" ( es decir, de nuevo " vela las cont radicciones ent re las clases" ) " ant e, el m ovim ient o est udiant il" . En lugar de exhort ar a los obreros a afirm ar, por m edio de una m anifest ación pública, que el verdadero origen de la violencia, de la arbit rariedad y del desenfreno se halla en el gobierno ruso, y no en la j uvent ud universit aria ( I skra, núm . 2) , ¡deberíam os haber publicado, por lo vist o, razonam ient os en el espírit u de R. Mysl! Y sem ej ant es ideas son expresadas por socialdem ócrat as en el ot oño de 1901, después de los sucesos de febrero y m arzo, en vísperas de un nuevo crecer del m ovim ient o est udiant il, revelador de que, incluso en est e t erreno, la " espont aneidad" de la prot est a cont ra la aut ocracia adelant a a la dirección conscient e del m ovim ient o por la socialdem ocracia. ¡El deseo espont áneo de los obreros de int ervenir en defensa de los est udiant es apaleados por la policía y los cosacos adelant a a la act ividad conscient e de la organización socialdem ócrat a! " Sin em bargo, en ot ros art ículos – cont inúan los aut ores de la cart a - , I skra condena duram ent e t odo com prom iso y defiende, por ej em plo, la posición int ransigent e de los guesdist as" . Aconsej am os que m edit en bien sobre est as palabras quienes suelen afirm ar con t ant a presunción ligereza que las discrepancias ent re los socialdem ócrat as de nuest ros días no son esenciales ni j ust ifican una escisión. ¿Pueden act uar con éxit o en una m ism a organización quienes afirm an que hem os hecho t odavía 61 m uy poco para denunciar la host ilidad de la aut ocracia a las clases m ás diversas y para dar a conocer a los obreros la oposición de los sect ores m ás diversos de la población a la aut ocracia, y quienes ven en est a act ividad un " com prom iso" , evident em ent e un com prom iso con la t eoría de la " lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" ? Hem os hablado, al recordar el cuadragésim o aniversario de la liberación de los cam pesinos ( núm . 3) , de que es necesario llevar la lucha de clases al cam po; hem os m ost rado, a propósit o del inform e secret o de Wit t e ( núm . 4) , que la adm inist ración aut ónom a local y la aut ocracia son inconciliables; hem os at acado el feudalism o de los t errat enient es del gobierno, al com ent ar la nueva ley ( núm . 8) , y hem os aplaudido el congreso ilegal de los zem st vos, alent ando a los m iem bros y defensores de est os últ im os a abandonar las pet iciones hum illant es y pasar a la lucha; hem os est im ulado a los est udiant es, que em pezaban a com prender la necesidad de la lucha polít ica y pasaban a ella ( núm . 3) y, al m ism o t iem po, hem os fust igado la " bárbara incom prensión" de quienes propugnan el m ovim ient o " exclusivam ent e universit ario" y exhort an a los est udiant es a no part icipar en las m anifest aciones callej eras ( núm . 3, con m ot ivo del llam am ient o del Com it é Ej ecut ivo de los Est udiant es de Moscú fechado el 25 de febrero) ; hem os denunciado los " sueños absurdos" y la " hipocresía falaz" de los ast ut os liberales del periódico Rossía ( núm . 5) y, a la vez, hem os dest acado la furiosa represión del gobierno carcelero " cont ra pacíficos lit erat os, cont ra viej os cat edrát icos y cient íficos, cont ra conocidos liberales de los zem st vos" ( núm . 5: Correría policíaca cont ra la lit erat ura) ; hem os revelado el verdadero sent ido del program a " de pat ronat o del Est ado para m ej orar las condiciones de vida de los obreros" y celebrado la " preciosa confesión" de que " m ás vale prevenir con reform as desde arriba las dem andas de reform as desde abaj o que esperar a est o últ im o" ( núm . 6) ; hem os anim ado ( núm . 7) a los funcionarios de Est adíst ica que prot est an y condenado a los funcionario esquiroles ( núm . ) . ¡Quienes ven en est a t áct ica una ofuscación de la conciencia de clase del prolet ariado y un com prom iso con el liberalism o prueban que no com prenden en absolut o el verdadero sent ido del program a del Credo y, de fact o, aplican precisam ent e est e program a, por m ucho que lo repudien! Porque, por eso m ism o, arrast ran ala socialdem ocracia a " la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" y se rinden ant e el liberalism o, renunciando a int ervenir de m anera act iva en cada problem a " liberal" y a fij ar frent e a él su propia act it ud, su act it ud socialdem ócrat a. f. Una ve z m á s " ca lum nia dor e s" , una ve z m á s " e m ba uca dor e s" Com o recordará el lect or, est as am ables palabras son de R. Dielo, que replica así a nuest ra acusación de " haber preparado indirect am ent e el t erreno para convert ir el m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa" . En su sim plicidad, Rab. Dielo ha decidido que est a acusación o es ot ra cosa que una argucia polém ica. Com o si dij era: est os m alignos dogm át icos han resuelt o decirnos t oda clase de cosas desagradables ¿y qué pude haber m ás desagradable que ser inst rum ent o de la dem ocracia burguesa? Y se publica en negrilla un " m ent ís" : " una calum nia pat ent e" ( Dos congresos, Pág. 30) , " un em baucam ient o" ( Pág. 31) , " una m ascarada" ( Pág. 33) . Com o Júpit er, Rab. Dielo ( aunque se parece poco a Júpit er) se enfada precisam ent e porque no t iene razón, dem ost rando con sus insult os precipit ados que es incapaz de seguir el hilo de los pensam ient os de sus adversarios. Y sin em bargo, no hace falt a reflexionar m ucho para com prender por qué t odo cult o a la espont aneidad del m ovim ient o de m asas, t odo rebaj am ient o de la polít ica socialdem ócrat a al nivel de la polít ica t radeunionist a significa precisam ent e preparar el t erreno para convert ir el m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa. El m ovim ient o obrero espont áneo sólo puede crear por sí m ism o el t radeunionism o ( y lo crea de 62 m anera inevit ables) , y la polít ica t radeunionist a de la clase obrera no es ot ra cosa que la polít ica burguesa de la clase obrera. La part icipación de la clase obrera en la lucha polít ica, e incluso en la revolución polít ica, en m odo alguno conviert e aún su polít ica en una polít ica socialdem ócrat a. ¿Se le ocurrirá a R. Dielo negar est o? ¿Se le ocurrirá, al fin, exponer ant e t odo el m undo, sin am bages ni rodeos, el concept o que t iene de los problem as candent es de la socialdem ocracia int ernacional y rusa? ¡Oh, no! Jam ás se le ocurrirá nada sem ej ant e, pues se aferra al recurso de " hacerse el ausent e" : Ni soy quien soy, ni sé ni quiero saber nada del asunt o. Nosot ros no som os " econom ist as" , Rab. Mysl no es " econom ism o" , en general, en Rusia no hay " econom ism o" . Es un recurso m uy hábil y " polít ico" , pero t iene un pequeño inconvenient e: a los órganos de prensa que lo pract ican se les suele poner el m ot e de " ¿En qué puedo servirle?" Rab. Dielo cree que, en general, la dem ocracia burguesa en Rusia es una " quim era" ( Dos congresos, Pág. 32) ( * 18) ¡Qué felices son! Com o el avest ruz, esconden la cabeza baj o el ala y se im aginan que con ello han hecho desaparecer t odo lo que les rodea. La serie de publicist as liberales que anuncian t riunfalm ent e cada m es el desm oronam ient o e incluso la desaparición del m arxism o; la serie de periódicos liberales Sankt - Pet ersburgskie Viédom ost i, Russkie Viédom ost i y ot ros m uchos) dedicados a est im ular a los liberales que llevan a los obreros una concepción brent aniana de la lucha de clases y una concepción t radeunionist a de la polít ica; la pléyade de crít icos del m arxism o, cuyas verdaderas t endencias han puest o t an bien al descubiert o el Credo y cuya m ercancía lit eraria es la única que circula por Rusia sin im puest os ni aranceles; la reanim ación de las t endencias revolucionarias no socialdem ócrat as, sobre t odo después de los sucesos de febrero y m arzo; ¡t odo eso, por lo vist o, es una quim era! ¡Todo eso no t iene en absolut o nada que ver con la dem ocracia burguesa! Rab. Dielo y los aut ores de la cart a " econom ist a" aparecida en el núm . 12 de I skra deberían " pensar en cuál es la causa de que est os sucesos de la prim avera haya suscit ado una reanim ación o socialdem ócrat as, en lugar de fort alecer la aut oridad y el prest igio de la socialdem ocracia" . La causa es que no hem os est ado a la alt ura de nuest ra m isión, que la act ividad de las m asas obreras ha sido superior a la nuest ra, que no hem os t enido dirigent es y organizadores revolucionarios preparados en grado suficient e, que conocieran a la perfección el est ado de ánim o de t odos sect ores oposicionist as y supieran ponerse a la cabeza del m ovim ient o, t ransform ar una m anifest ación espont ánea en una m anifest ación polít ica, am pliar su caráct er polít ico, et c. en est as condiciones, nuest ro at raso seguirá siendo aprovechado de m anera inevit able pro los revolucionarios no socialdem ócrat as m ás dinám icos y m ás enérgicos; y los obreros, pro grandes que sean su abnegación y su energía en la lucha con la policía y con las t ropas, por m uy revolucionaria que sea su act uación, no pasarán de ser una fuerza que apoye a esos revolucionarios, serán la ret aguardia de la dem ocracia burguesa y no la vanguardia socialdem ócrat a. Tom em os el caso de la socialdem ocracia alem ana, de la que nuest ros " econom ist as" quieren im it ar sólo los lados débiles. ¿Por qué no se produce en Alem ania ni un solo suceso polít ico sin que cont ribuya aum ent ar m ás y m ás la aut oridad y el prest igio de la socialdem ocracia? Pues porque la socialdem ocracia es siem pre la prim era en la apreciación m ás revolucionaria de cada suceso, en la defensa de t oda prot est a cont ra la arbit rariedad. No se adorm ece con la consideración de que la lucha económ ica incit ará a los obreros a pensar en su falt a de derechos y de que las condiciones em puj an fat alm ent e el m ovim ient o obrero al cam ino revolucionario. I nt erviene en t odos los aspect os y en t odos los problem as de la vida social y polít ica: cuando Guillerm o se niega a rat ificar el nom bram ient o de un alcalde progresist a burgués ( ¡nuest ros " econom ist as" no han t enido t iem po aún de explicar a los alem anes que est o es, en el fondo, un com prom iso con el liberalism o! ) ; cuando se 63 dict a una ley cont ra las obras y est am pas " inm orales" ; cuando el gobierno influye para que sean elegidos det erm inados profesores, et c., et c. La socialdem ocracia est á siem pre en prim era línea, excit ando el descont ent o polít ico en t odas las clases, despert ando a los dorm idos, espoleando a los rezagados y proporcionando hechos y dat os de t odo género para desarrollar la conciencia polít ica y la act ividad polít ica del prolet ariado. Y el result ado de t odo eso es que hast a los enem igos conscient es del socialism o sient en respet o por el luchador polít ico de vanguardia, y no es raro que un docum ent o im port ant e, no sólo de los m edios burgueses, sino incluso de las esferas burocrát icas y palaciegas, vaya a parar por una especie de m ilagro al despacho de la redacción de Vorwärt s. Ahí est á la clave de la aparent e " cont radicción" , la cual rebasa t ant o la capacidad de com prensión de Rab. Dielo que la revist a se lim it a a levant ar las m anos al cielo clam ando: " ¡Mascarada! " En efect o, ¡figúrense ust edes: nosot ros, Rab. Dielo, colocam os en prim er plano el m ovim ient o obrero de m asas ( ¡y lo im prim im os en negrilla! ) , prevenim os a t odos y a cada uno cont ra el peligro de dism inuir la im port ancia del elem ent o espont áneo, querem os dar un caráct er polít ico a la m ism a, a la m ism ísim a lucha económ ica, querem os m ant ener un cont act o est recho y orgánico con la lucha prolet aria! Y después de eso se nos dice que preparam os el t erreno para convert ir el m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa. ¿Y quién nos lo dice? ¡Hom bres que llegan a un " com prom iso" con el liberalism o, int erviniendo en t odos los problem as " liberales" ( ¡qué incom prensión del " cont act o orgánico con la lucha prolet aria" ! ) y dedicando t ant o at ención a los est udiant es e incluso ( ¡qué horror! ) a la gent e de los zem st vos! ¡Hom bres que, en general, quieren consagrar una part e m ayor de sus fuerzas ( en com paración con los " econom ist as" ) a la act ividad ent re las clases no prolet arias de la población! ¿No es eso, acaso, una " m ascarada" ? ¡Pobre Rab. Dielo! ¿Llegará alguna vez a desent rañar el secret o de est a t ret a? 64 N OTAS D EL CAPI TULO I I I * Advert im os, para evit ar equívocos, que en la exposición que sigue ent endem os por lucha económ ica ( según el uso arraigado ent re nosot ros) la "lucha económ ica práct ica" que Engels denom inó, en la cit a reproducida ant es, " resist encia a los capit alist as" y que en los países libres se llam a lucha grem ial, sindical o t radeunionist a. * * En est e capít ulo hablam os únicam ent e de la lucha polít ica, de su concepción m ás am plia o m ás est recha. Por eso señalarem os sólo de paso, com o un sim ple hecho curioso, la acusación lanzada por Rab. Dielo cont ra I skra de " m oderación excesiva" con respect o a la lucha económ ica ( Dos congresos, Pág. 27; acusación repet ida con m achaconería por Mart ínov en su follet o La socialdem ocracia y la clase obrera) . Si los señores acusadores m idieran por puds o por pliegos de im prent a ( com o gust an de hacerlo) la sección de I skra dedicada a la lucha económ ica durant e el año y la com pararan con la m ism a sección de R. Dielo y R. Mysl j unt os, verían fácilm ent e que, incluso en est e sent ido, est án at rasados. Es evident e que el conocer est a sencilla verdad les obliga a recurrir a argum ent os que dem uest ran con claridad su confusión. " I skra –escriben- , quiéralo o no ( ¡) , t iene ( ¡) que t om ar en consideración las dem andas im periosas de la vida y publicar, por lo m enos ( ¡! ) , cart as sobre el m ovim ient o obrero" ( Dos congresos, Pág. 27) . ¡Menudo argum ent o para hacernos t rizas! * * * Decim os " en general" porque en Rab. Dielo se t rat a precisam ent e de los principios generales y de las t areas generales de t odo el part ido. Es indudable que en la práct ica se dan casos en que la polít ica debe, efect ivam ent e, seguir a la econom ía; pero sólo " econom ist as" pueden decir eso en una resolución para t oda Rusia. Porque hay t am bién casos en que " desde el com ienzo m ism o" se puede hacer agit ación polít ica " únicam ent e en el t erreno económ ico" , puede hacer agit ación polít ica "únicam ent e en el t erreno económ icos", pese a lo cual Rab. Dielo ha llegado, por fin, a la conclusión de que " no hay ninguna necesidad" de ello ( Dos congresos, Pág. 11) . En el capít ulo siguient e probarem os que la t áct ica de los " polít icos" y de los revolucionarios, lej os de desconocer las t areas t radeunionist as de la socialdem ocracia, es, por el cont rario, la única que asegura su cum plim ient o consecuent e. * * * * Expresiones t ext uales del follet o Dos congresos, Pág. 31,32, 28 y 30. * * * * * Dos congresos, Pág. 32. * * * * * * Rab. Dielo, núm . 10, Pág. 60. Así aplica Mart ínov al est ado caót ico nuest ro m ovim ient o en la act ualidad la t esis de que " cada paso de m ovim ient o real m ás im port ant e que una docena de program as" , cuya aplicación hem os analizado ant es. En el fondo, eso no es sino una t raducción al ruso de la célebre frase Bernst ein: " el m ovim ient o lo es t odo; el obj et ivo final, nada" . de es ya de * * * * * * * Part idarios de Rabócheie Dielo. ( N. de la Edit .) * * * * * * * * Pág. 43: " Desde luego, si recom endam os a los obreros que present en det erm inadas reivindicaciones económ icas al gobierno, lo hacem os porque el gobierno aut ocrát ico est á dispuest o, por necesidad, a hacer ciert as concesiones en el t erreno económ ico" . 65 ( * 11) La exigencia de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" es la m anifest ación m ás pat ent e del cult o a la espont aneidad en la act ividad polít ica. La lucha económ ica adquiere a m enudo un caráct er polít ico de m anera espont ánea, es decir, sin la int ervención de los " int elect uales" , que son el " bacilo revolucionario" , sin la int ervención de los socialdem ócrat as conscient es. Por ej em plo, la lucha económ ica de los obreros en I nglat erra adquirió t am bién un caráct er polít ico sin part icipación alguna de los socialist as. Ahora bien, la t area de los socialdem ócrat as no se lim it a a la agit ación polít ica en el t erreno económ ico: su t area es t ransform ar esa polít ica t radeunionist a en lucha polít ica socialdem ócrat a, aprovechar los dest ellos de conciencia polít ica que la lucha económ ica ha hecho penet rar en los obreros para elevar a ést os al nivel de conciencia polít ica socialdem ócrat a. Pero los Mart ínov, en vez de elevar e im pulsar la conciencia polít ica que se despiert a de m anera espont ánea, se prost ernan ant e la espont aneidad y repit en con m achaconería, hast a dar náuseas, que la lucha económ ica " incit a" a los obreros a pensar en su falt a de derechos polít icos. ¡Es de lam ent ar, señores, que est e despert ar espont áneo de la conciencia polít ica t radeunionist a no les "incit e" a ust edes m ism os a pensar en sus t areas socialdem ócrat as! ( * 12) Para confirm ar que t odo est e discurso de los obreros a los " econom ist as" no es una invención grat uit a nuest ra, nos rem it irem os a dos t est igos que, sin duda, conocen el m ovim ient o obrero direct am ent e y no se inclinan, ni m ucho m enos, a ser parciales con nosot ros, los " dogm át icos" , pues uno de ellos es un " econom ist a" ( ¡que considera incluso a Rabócheie Dielo un órgano polít ico! ) y el ot ro, un t errorist a. El prim er t est igo es el aut or de un art ículo, not able por su veracidad y viveza, publicado en el núm . 6 de Rab. D. con el t ít ulo El m ovim ient o obrero de San Pet ersburgo y las t areas práct icas de la socialdem ocracia. Divide a los obreros en: 1) revolucionarios conscient es; 2) sect or int erm edio, y 3) el rest o de la m asa. Y result a que el sect or int erm edio " a m enudo se int eresa m ás por los problem as de la vida polít ica que por sus int erese económ icos inm ediat os cuya relación con las condiciones sociales generales ha sido com prendida hace ya m ucho" … Rab. Mysl es " crit icado con dureza" : " siem pre lo m ism o, hace m ucho que lo sabem os, hace m ucho que lo leím os" , " t am poco est a vez hay nada nuevo en la crónica polít ica" ( Pág. 30- 31) . Pero incluso el t ercer sect or, " la m asa obrera m ás sensible, m ás j oven, m enos corrom pida por la t aberna y por la iglesia, que casi nunca t iene posibilidad de conseguir un libro de cont enido polít ico, habla a diest ro y siniest ro de los fenóm enos de la vida polít ica y reflexiona sobre las not icias fragm ent arias acerca de un m ot ín de est udiant es" , et c. Y el t errorist a escribe: " … Leen un par de veces unas líneas dedicadas a m inucias de la vida de las fábricas en ciudades que no son las suyas y luego dej ar de leer… Les aburre… No hablar en un periódico obrero sobre el Est ado… significa im aginarse que el obrero es un niño pequeño… El obrero no es un niño" ( Svoboda , ed. del Grupo RevolucionarioSocialist a, Pág. 69- 70) * ( 13) .Mart ínov " se im agina ot ro dilem a m ás real ( ¿) " ( La socialdem ocracia y la clase obrera, Pág. 19) : " O la socialdem ocracia sum e la dirección inm ediat a de la lucha económ ica del prolet ariado y, con ello ( ¡) , la t ransform a en lucha revolucionaria de clase" … " Con ello" , es decir, al parecer, con la dirección inm ediat a de la lucha económ ica. Que nos indique Mart ínov dónde se ha vist o que, por el único y solo hecho de dirigir la lucha sindical, se haya logrado t ransform ar el m ovim ient o t radeunionist a en m ovim ient o revolucionario de clase. ¿No caerá en la cuent a de que, para realizar est a " t ransform ación" , debem os asum ir act ivam ent e la " dirección inm ediat a" de la agit ación polít ica om ním oda?… " O bien ot ra perspect iva: La socialdem ocracia abandona la dirección de la lucha económ ica de los obreros y, con ello…, se cort a las alas" … Según el j uicio de Rab. Dielo, ant es cit ado, es I skra la que " abandona" . Pero hem os 66 vist o que I skra hace para dirigir la lucha económ ica m ucho m ás que " Rab. Dielo" y, por añadidura, no se lim it a a eso ni rest ringe, en nom bre de eso, sus t areas polít icas. ( * 14) Se t rat a de la prim avera de 1901, en la que com enzaron grandes m anifest aciones en las calles. ( Not a de Lenin para la edición de 1907. –N. de la Edit .) ( * 15) Por ej em plo, durant e la guerra franco- prusiana, Liebknecht dict ó un program a de acción para t oda la dem ocracia, cosa que Marx y Engels hicieron en m ayor escala en 1848. ( * 16) La falt a de espacio nos ha im pedido responder circunst ancialm ent e en I skra a est a cart a, t an t ípica de los " econom ist as" . Su aparición nos causó verdadero j úbilo, pues hacía ya m ucho que llegaban hast a nosot ros, desde los lados m ás diversos, dim es y diret es acerca de que I skra carecía de un consecuent e punt o de vist a de clase, y sólo esperábam os una ocasión propicia, o la expresión crist alizada de est a acusación en boga, para darle una respuest a. Y t enem os por cost um bre cont est ar a los at aques no con la defensiva, sino con cont raat aques. ( * 17) Y durant e el período com prendido ent re est os art ículos, se ha publicado ( I skra, núm . 3) ot ro dedicado especialm ent e a los ant agonism os de clase en el cam po. ( * 18) Y a renglón seguido se alude a " las condiciones concret as rusas, que em puj an falsam ent e el m ovim ient o obrero al cam ino revolucionario". ¡No se quiere com prender que el cam ino revolucionario del m ovim ient o obrero puede no ser aún el cam ino socialdem ócrat a! Baj o el absolut ism o, t oda la burguesía de Europa Occident al " em puj aba" , em puj aba conscient em ent e a los obreros al cam ino revolucionario. Pero los socialdem ócrat as no podem os cont ent arnos con eso. Y si rebaj am os de una u ot ra form a la polít ica socialdem ócrat a al nivel de la polít ica espont ánea, de la polít ica t radeunionist a, con ello precisam ent e harem os el j uego a la dem ocracia burguesa. 67 CAPI TULO I V EL PRI M I TI VI SM O EN EL TRABAJO D E LOS ECON OM I STAS Y LA ORGAN I ZACI ÓN D E LOS REVOLUCI ON ARI OS Las afirm aciones de Rab. Dielo, ant es analizadas, de que la lucha económ ica es el m edio de agit ación polít ica m ás am pliam ent e aplicable, de que nuest ra t area consist e ahora en dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico, et c., dem uest ran que se t iene una noción est recha no sólo de nuest ras t areas polít icas, sino t am bién de las de organización. Para sost ener la " lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" es innecesaria en absolut o una organización cent ralizada de t oda Rusia "que, por ello m ism o, no puede form arse en el curso de sem ej ant e lucha" que agrupe en un solo im pulso com ún t odas las m anifest aciones de oposición polít ica, de prot est a y de indignación; una organización form ada por revolucionarios profesionales y dirigida por verdaderos líderes polít icos de t odo el pueblo. Y se com prende. La est ruct ura de cualquier organism o est á det erm inada, de m odo nat ural e inevit able, pro el cont enido de la act ividad de dicho organism o. De ahí que Rab. Dielo, con las afirm aciones que hem os exam inado ant eriorm ent e, consagre y legit im e, no sólo la est rechez de la act ividad polít ica, sino t am bién la est rechez de la labor de organización. Y en est e caso, com o siem pre, es un órgano de prensa cuya conciencia cede ant e la espont aneidad. Sin em bargo, el cult o a las form as de organización espont áneas, la incom prensión de cuán est recha y prim it iva es nuest ra labor de organización, de hast a qué punt o som os t odavía unos " art esanos" en un t erreno t an im port ant e, est a incom prensión, digo yo, es una verdadera enferm edad propia de la decadencia, sino una enferm edad debida al crecim ient o. Pero precisam ent e ahora, cuando la ola de la indignación espont ánea nos azot a, por decirlo así, a nosot ros com o dirigent es y organizadores del m ovim ient o, es necesaria en grado sum o la lucha m ás int ransigent e cont ra t oda defensa del at raso, cont ra t oda legit im ación de la est rechez de m iras en est e sent ido; es necesario en grado sum o despert ar, en cuant os t om an part e o se proponen t om ar part e en la labor práct ica, el descont ent o por los m ét odos prim it ivos de t rabaj o que predom inan ent re nosot ros y la decisión inquebrant able de desem barazarnos de ellos. a) ¿Qué e s e l pr im it ivism o e n e l t r a ba j o? I nt ent em os responder a est a pregunt a t razando un pequeño cuadro de la act ividad de un círculo socialdem ócrat a t ípico de los años com prendidos ent re 1894 y 1901. Hem os aludido ya a la propensión general de la j uvent ud est udiant il de aquél período hacia el m arxism o. Claro que est a propensión no era sólo, e incluso no t ant o, hacia el m arxism o en calidad de t eoría com o en calidad de respuest a a la pregunt a “ ¿Qué hacer?” , de llam am ient o a em prender la cam paña cont ra el enem igo. Y los nuevos guerreros iban a la cam paña con un equipo y una preparación prim it ivos en ext rem o. En m uchísim os casos carecían casi por com plet o hast a de equipo y no t enían absolut am ent e ninguna preparación. I ban a la guerra com o verdaderos labradores, sin m ás pert recho que un garrot e en la m ano. Falt o de t odo cont act o con los viej os dirigent es del m ovim ient o, falt o de t oda ligazón con los círculos de ot ros lugares o hast a de ot ros punt os de la ciudad ( o de ot ros cent ros de enseñanza) , sin organización alguna de las diferent es part es de la labor revolucionaria, sin ningún plan sist em at izado de acción para un período m ás o m enos prolongado, un círculo de est udiant es se ponen en cont act o con obreros y em pieza a t rabaj ar. Despliega paso a paso una agit ación y una propaganda cada vez m ás vast as, y con su act uación se gana las sim pat ías de sect ores obreros bast ant e am plios, así com o de una part e de la 68 sociedad inst ruida, que proporciona dinero y pone a disposición del “ com it é” nuevos y nuevos grupos de j óvenes. Crece el prest igio del com it é ( o unión de lucha) y aum ent a su act ividad, que se am plía de un m odo espont áneo por com plet o: las m ism as personas que hace un año o unos cuant os m eses int ervenían en círculos de est udiant es y resolvían el problem a de “ ¿a dónde ir?” , que ent ablaban y m ant enían relaciones con los obreros, redact aban e im prim ían oct avillas, se ponen en cont act o con ot ros grupos de revolucionarios, consiguen publicaciones, em prenden la edición de un periódico local, em piezan a hablar de organizar una m anifest ación y, por fin, pasan a operaciones m ilit ares abiert as ( que pueden ser, según las circunst ancias, la prim era hoj a de agit ación, el prim er núm ero del periódico o la prim era m anifest ación) . Y por lo general, en cuant o se inician est as operaciones, se produce un fracaso inm ediat o y com plet o. I nm ediat o y com plet o precisam ent e porque dichas operaciones m ilit ares no son el result ado de un plan sist em át ico, bien m edit ado y preparado poco a poco, de una lucha larga y t enaz, sino sencillam ent e el crecim ient o espont áneo de una labor de círculo efect uada de acuerdo con la t radición. Porque la policía, com o es nat ural, conoce casi siem pre a t odos los dirigent es principales del m ovim ient o local, que se han “ acredit ado” ya en las aulas universit arias, y sólo espera el m om ent o m ás propicio para hacer la redada, consist iendo adrede que el círculo se ext ienda y se desarrolle en grado suficient e para cont ar con un corpus delict i palpable, y dej ando cada vez int encionadam ent e unas cuant as personas, de ella conocidas, “ com o sem illa” ( expresión t écnica que em plean, según m is not icias, t ant o los nuest ros com o los gendarm es) . Es forzoso com parar sem ej ant e guerra con una cam paña de bandas de cam pesinos arm ados de garrot es cont ra un ej ércit o m oderno. Y es de adm irar la vit alidad de un m ovim ient o que se ha ext endido, crecido y conquist ado vict orias pese a la com plet a falt a de preparación de los com bat ient es. Es ciert o que, desde le punt o de vist a hist órico, el caráct er prim it ivo del equipo era al principio no sólo inevit able, sino incluso legít im o, com o una de las condiciones que perm it ía at raer a gran núm ero de com bat ient es. Pero en cuant o em pezaron las operaciones m ilit ares serias ( y em pezaron ya, en realidad, con las huelgas del verano de 1896) , las deficiencias de nuest ra organización de com bat e se hicieron sent ir cada vez m ás. El gobierno se desconcert ó al principio y com et ió una serie de errores ( por ej em plo, cont ar a la opinión pública m onst ruosidades de los socialist as o deport ar a obreros de las capit ales a cent ros indust riales de provincias) , pero no t ardó en adapt arse a las nuevas condiciones de la lucha y supo colocar en los lugares adecuados sus dest acam ent os de provocadores, espías y gendarm es, pert rechados con t odos los m edios m odernos. Las redadas se hicieron t an frecuent es, abarcaron a un núm ero t an grande de personas y barrieron los círculos locales hast a el punt o de que la m asa obrera quedó lo que se dice sin dirigent es, y el m ovim ient o adquirió un caráct er esporádico increíble, siendo im posible en absolut o est ablecer cont inuidad ni conexión alguna en el t rabaj o. El pasm oso fraccionam ient o de los m ilit ant es locales, la com posición fort uit a de los círculos, la falt a de preparación y la est rechez de horizont es en el t erreno de los problem as t eóricos, polít icos y orgánicos eran consecuencia inevit able de las condiciones descrit as. Las cosas han llegado al ext rem o de que, en algunos lugares, los obreros, a causa de nuest ra falt a de firm eza y de hábit os de lucha clandest ina, desconfían de los int elect uales y se apart an de ellos: ¡los int elect uales, dicen, originan fracasos por su acción dem asiado irreflexiva! Cuant os conozcan, por poco que sea, el m ovim ient o saben que t odos los socialdem ócrat as reflexivos perciben, al fin, que el prim it ivism o en el t rabaj o es una enferm edad. Mas para que no crea el lect or no iniciado que “ const ruim os” con art ificio, una fase especial o una enferm edad peculiar del m ovim ient o, nos rem it irem os al t est igo ya cit ado. Que se nos disculpe la ext ensión de la cit a. 69 “ Si el paso gradual a una act ividad práct ica m ás am plia –escribe B- v [ 1] en el núm ero 6 de Rab. Dielo- , paso que depende direct am ent e del período general de t ransición por que at raviesa el m ovim ient o obrero ruso, es un rasgo caract eríst ico…, exist e ot ro rasgo no m enos int eresant e en el m ecanism o general de la revolución obrera rusa. Nos referim os a la escasez general de fuerzas revolucionarias apt as para la acción [ 2] , que se dej a sent ir no sólo en San Pet ersburgo, sino en t oda Rusia. A la par con la int ensificación general del m ovim ient o obrero, con el desarrollo general de la m asa obrera, con la crecient e frecuencia de las huelgas y con la lucha de m asas de los obreros, cada día m ás abiert a –lo que recrudece las persecuciones gubernam ent ales, las det enciones, los dest ierros y las deport aciones - , se hace m ás y m ás pat ent e est a escasez de fuerzas revolucionarias de alt a calidad y, sin duda, no dej a de influir en la profundidad y el caráct er general del m ovim ient o. Muchas huelgas t ranscurren sin una influencia enérgica y direct a de las organizaciones revolucionarias…, se dej a sent ir la escasez de hoj as de agit ación y de publicaciones clandest inas… los círculos obreros se quedan sin agit adores… Al m ism o t iem po se dej a not ar la falt a const ant e de dinero. En una palabra, el crecim ient o del m ovim ient o obrero rebasa al crecim ient o y al desarrollo de las organizaciones revolucionarias. Los efect ivos de revolucionarios act ivos result an dem asiado insignificant es para concent rar en sus m anos la influencia sobre t oda la m asa obrera en efervescencia y para dar a t odos los dist urbios aunque sea un asom o de arm onía y organización… Los círculos y los revolucionarios no est án unidos, no est án agrupados, no const it uyen una organización única, fuert e y disciplinada, con part es m et ódicam ent e desarrolladas” … Y después de hacer const ar que el surgim ient o inm ediat o de nuevos círculos en lugar de los aniquilados “ dem uest ra t an sólo la vit alidad del m ovim ient o…, pero no prueba que exist a una cant idad suficient e de m ilit ant es revolucionarios plenam ent e apt os” , el aut or concluye: “ La falt a de preparación práct ica de los revolucionarios pet ersburgueses se reflej a t am bién en los result ados de su labor. Los últ im os procesos, y en part icular los de los grupos Aut oem ancipación y Lucha del Trabaj o cont ra el Capit al [ 3] , han dem ost rado claram ent e que un agit ador j oven que no conozca al det alle las condiciones del t rabaj o y, por consiguient e, de la agit ación en una fábrica det erm inada, que no conozca los principios de la clandest inidad y que sólo haya asim ilado” ( ¿asim ilado?) “ las ideas generales de la socialdem ocracia, puede t rabaj ar unos cuat ro, cinco o seis m eses. Luego viene la det ención, que m uchas veces acarrea el aniquilam ient o de t oda la organización o, por lo m enos de una part e de ella. Cabe pregunt ar: ¿puede un grupo act uar con éxit o, con frut o, cuando su exist encia est á lim it ada a unos cuant os m eses? Es evident e que los defect os de las organizaciones exist ent es no pueden at ribuirse por ent ero al período de t ransición…; es evident e que la cant idad y, sobre t odo, la calidad de los com ponent es de las organizaciones act ivas desem peñan aquí un papel de no escasa im port ancia, y la t area prim ordial de nuest ros socialdem ócrat as… debe consist ir en unificar realm ent e las organizaciones con una selección rigurosa de sus m iem bros” . b) El pr im it ivism o e n e l t r a ba j o y e l e conom ism o Debem os analizar ahora una cuest ión que, sin duda, se plant ean ya los lect ores: ¿puede est ablecerse una relación ent re le prim it ivism o en el t rabaj o, com o enferm edad de crecim ient o que afect a a t odo el m ovim ient o, y el “ econom ism o” , com o una t endencia de la socialdem ocracia rusa? Creem os que sí. La falt a de preparación práct ica y la falt a de habilidad en la labor de organización son, en efect o, cosas com unes a t odos nosot ros, incluso a quienes desde el prim er m om ent o han sust ent ado con firm eza el punt o de vist a del m arxism o revolucionario. Y es ciert o que nadie podría culpar de est a falt a de preparación, por sí sola, a los m ilit ant es dedicados a la labor práct ica. Pero, adem ás de la falt a de preparación, el concept o “ prim it ivism o en el 70 t rabaj o” im plica t am bién ot ra cosa: el reducido alcance de t oda la act ividad revolucionaria en general, la incom prensión de que con est a labor est recha es im posible const it uir una buena organización de revolucionarios y, por últ im o –y eso es lo principal - , las t ent at ivas de j ust ificar est a est rechez y erigirla en una “ t eoría” part icular, es decir, el cult o a la espont aneidad t am bién en est e t erreno. En cuant o se m anifest aron t ales t ent at ivas se m anifest aron en dos direcciones. Unos em pezaron a decir: la propia m asa obrera no ha plant eado aún t areas polít icas t an am plias y com bat ivas com o las que quieren “ im ponerle” los revolucionarios, debe luchar t odavía por reivindicaciones polít icas inm ediat as, sost ener “ la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” [ 4] ( y a est a lucha “ accesible” al m ovim ient o de m asas corresponde, com o es nat ural, una organización “ accesible” incluso a la j uvent ud m enos preparada) . Ot ros, alej ados de t oda “ gradación” , com enzaron a decir: se puede y se debe “ hacer la revolución polít ica” , m as para eso no hay necesidad alguna de crear una fuert e organización de revolucionarios que eduque al prolet ariado en una lucha firm e y t enaz; para eso bast a con que em puñem os t odos el garrot e ya conocido y “ asequible” . Hablando sin alegorías: que organicem os la huelga general [ 5] ; o que est im ulem os el “ indolent e” desarrollo del m ovim ient o obrero por m edio del “ t errorism o excit ant e” [ 6] . Am bas t endencias, los oport unist as y los “ revolucionist as” , capit ulan ant e el prim it ivism o im perant e en el t rabaj o, no confían en que sea posible desem barazarse de él, no com prenden nuest ra prim era y m ás urgent e t area práct ica: crear una organización de revolucionarios capaz de asegurar a la lucha polít ica energía, firm eza y cont inuidad. Acabam os de cit ar las palabras de B- v: “ El crecim ient o del m ovim ient o obrero rebasa el crecim ient o y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias” . Est a “ valiosa not icia de un observador direct o” ( com ent ario de la redacción de Rabócheie Dielo al art ículo de B- v) t iene para nosot ros un doble valor. Dem uest ra que t eníam os razón al considerar que la causa fundam ent al de la crisis por que at raviesa en la act ualidad la socialdem ocracia rusa est á en el at raso de los dirigent es ( “ ideólogos” , revolucionarios, socialdem ócrat as) respect o al m ovim ient o ascensional espont áneo de las m asas. Dem uest ra que t odas esas disquisiciones de los aut ores de la cart a” econom ist a” ( en el núm . 12 de I skra) , de B. Krichevski y Mart ínov, sobre el peligro de dism inuir la im port ancia del elem ent o espont áneo, la m onót ona lucha cot idiana, la t áct ica- proceso, et c., son precisam ent e una defensa y una exalt ación del prim it ivism o en el t rabaj o. Esos hom bres, que no pueden pronunciar la palabra “ t eórico” sin una m ueca de desprecio y que llam an “ int uición de la vida” a su prost ernación ant e la falt a de preparación para la vida y ant e el desarrollo insuficient e, dem uest ran de hecho que no com prenden nuest ras t areas práct icas m ás im periosas. Grit an a quienes se han rezagado: “ ¡Seguid el paso! ¡No os adelant éis! ” Y a quienes adolecen de falt a de energía y de iniciat iva en la labor de organización, de falt a de “ planes” para organizar las cosas con am plit ud y valent ía ¡les hablan de la “ t áct icaproceso” ! Nuest ro pecado capit al consist e en rebaj ar nuest ras t areas polít icas y orgánicas al nivel de los int ereses inm ediat os, “ palpables” , “ concret os” de la lucha económ ica cot idiana, pero siguen cant ándonos; ¡hay que im prim ir a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico! Repet im os: eso es lit eralm ent e la m ism a “ int uición de la vida” que dem ost raba poseer el personaj e de la épica popular que grit aba al paso de un ent ierro: “ ¡Oj alá t engáis siem pre uno que llevar! ” Recuerden la incom parable presunción, verdaderam ent e digna de Narciso, con que esos sabios aleccionaban a Plej ánov: “ A los círculos obreros les son inaccesibles en general ( ¡sic! ) las t areas polít icas en el sent ido real, práct ico de esa palabra, es decir, en el sent ido de una lucha práct ica, convenient e y eficaz, por reivindicaciones polít icas” ( Respuest a de la redacción de “ R.D.” , Pág. 24) . ¡Hay círculos 71 y círculos, señores! Desde luego, a un círculo de “ art esanos” le son inaccesibles las t areas polít icas, m ient ras esos art esanos no com prendan el prim it ivism o de su t rabaj o y no se desem baracen de él. Pero si, adem ás, esos art esanos t ienen apego a sus m ét odos, si escriben siem pre en cursiva la palabra “ práct ico” y se im aginan que el pract icism o exige de ellos que rebaj en sus t areas al nivel de la com prensión de los sect ores m ás at rasados de las m asas, ent onces, por supuest o, serán incorregibles y, en efect o, las t areas polít icas les serán inaccesibles en general. Pero a un círculo de adalides com o Alexéiev y Myshkin, Jault urin y Zheliábov les son accesibles las t areas polít icas en el sent ido m ás real, m ás práct ico, de la palabra. Y les son accesibles precisam ent e por cuant o sus fogosos discursos encuent ran eco en la m asa que se despiert a espont áneam ent e; por cuant o su im pet uosa energía es secundada y apoyada por la energía de la clase revolucionaria. Plej ánov t enía m il veces razón no sólo cuando indicó cuál era est a clase revolucionaria, no sólo cuando dem ost ró que su despert ar espont áneo era inevit able e ineludibles, sino t am bién cuando incluso señaló a los “ círculos obreros” una t area polít ica grande y sublim e. Y ust edes invocan el m ovim ient o de m asas, surgido desde ent onces, para rebaj ar esa t area, para reducir la energía y el alcance de la act ividad de los “ círculos obreros” . ¿Qué es est o sino apego del art esano a sus m ét odos? Se vanaglorian de su espírit u práct ico y no ven el hecho conocido de t odo m ilit ant e ruso ent regado a la labor práct ica: que m ilagros puede hacer en la obra revolucionaria la energía no sólo de un círculo, sino incluso de un individuo. ¿O creen que en nuest ro m ovim ient o no pueden exist ir adalides com o los que exist ieron en los años 70? ¿Por qué razón? ¿Por qué est am os poco preparados? ¡Pero nos preparam os, nos seguirem os preparando y llegarem os a est ar preparados! Es ciert o que, por desgracia, en agua est ancada de la “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” se ha criado ent re nosot ros verdín: han aparecido personas que se post ran ant e la espont aneidad y cont em plan con unción ( com o dice Plej ánov) “ la part e t rasera” del prolet ariado ruso. Sin em bargo, sabrem os lim piarnos ese verdín. Es ahora precisam ent e cuando el revolucionario ruso, guiándose por una t eoría verdaderam ent e revolucionaria y apoyándose en una clase verdaderam ent e revolucionaria que despiert a de m anera espont ánea, puede al fin - ¡al fin! – alzarse cuan alt o es y desplegar t odas sus fuerzas de gigant e. Para ello sólo hace falt a que ent re la m asa de m ilit ant es dedicados a la act ividad práct ica –y ent re la m asa, m ayor aún, de quienes sueñan con la práct ica ya desde el banco de la escuela – sea acogido con burla y desprecio t odo int ent o de rebaj ar nuest ras t areas polít icas y el alcance de nuest ra labor de organización. ¡Y lo conseguirem os, señores, pueden est ar seguros de ello! En el art ículo ¿Por dónde em pezar? he escrit o cont ra Rabócheie Dielo: “ En veint icuat ro horas se puede cam biar de t áct ica en la agit ación respect o a algún problem a especial, se puede cam biar de t áct ica en la realización de algún det alle de organización del part ido; pero cam biar, no digam os en veint icuat ro horas, sino incluso en veint icuat ro m eses de crit erio acerca de si hace falt a en general, siem pre y en absolut o una organización com bat iva y una agit ación polít ica ent re las m asas es cosa que sólo pueden hacer personas sin principios” * . Rabócheie Dielo cont est a: “ Est a acusación de I skra, la única que pret ende est ar basada en hechos, carece de t odo fundam ent o. Los lect ores de R.. Dielo saben m uy bien que nosot ros, desde el com ienzo m ism o, no sólo hem os exhort ado a la agit ación polít ica, sin esperar a que apareciera I skra…” ( diciendo al paso que, no ya a los círculos obrero, “ ni aun siquiera al m ovim ient o obrero de m asas se le puede plant ear com o prim era t area polít ica la de derribar el absolut ism o” , sino únicam ent e la lucha por reivindicaciones polít icas inm ediat as, y que “ las reivindicaciones polít icas inm ediat as se hacen accesibles a las m asas después de una o, en t odo caso, de varias huelgas” ) …, “ sino que, con nuest ras publicaciones hem os proporcionado desde el ext ranj ero a los cam aradas que act úan en 72 Rusia los únicos m at eriales de agit ación polít ica socialdem ócrat a…” ( y en est os m at eriales no sólo han pract icado con la m ayor am plit ud la agit ación polít ica exclusivam ent e en el t erreno de la lucha económ ica, sino que han llegado, por fin, a la conclusión de que est a agit ación lim it ada es “ la que se puede aplicar con la m ayor am plit ud” . ¿Y no adviert en ust edes, señores, que su argum ent ación dem uest ra precisam ent e la necesidad de que apareciera I skra –en vist a del caráct er de esos m at eriales únicos – y la necesidad de la lucha de I skra cont ra Rabócheie Dielo?) … “ Por ot ra part e, nuest ra act ividad edit orial preparaba en la práct ica la unidad t áct ica del part ido…” ( ¿la unidad de convicción de que la t áct ica es un proceso de crecim ient o de las t areas del part ido, las cuales crecen j unt o con ést e? ¡Valient e unidad! ) … “ y, con ello, la posibilidad de crear una “ organización de com bat e” para cuya form ación ha hecho la Unión t odo lo que est á al alcance de una organización resident e en el ext ranj ero” ( R. D. núm . 10, Pág. 15) . ¡Vano int ent o de salir del paso! Jam ás se m e ha ocurrido negar que han hecho ust edes t odo lo que est aba a su alcance. Lo que yo he afirm ado y afirm o es que los lím it es de lo “ accesible” para ust edes se rest ringen por la m iopía de sus concepciones. Es ridículo hablar de “ organizaciones de com bat e” para luchar por “ reivindicaciones polít icas inm ediat as” o para “ la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” . Pero si el lect or quiere ver perlas de enam oram ient o “ económ ico” de los m ét odos prim it ivos, t endrá que pasar, com o es lógico, del ecléct ico y vacilant e Rab. Dielo al consecuent e y decidido Rab. Mysl. “ Dos palabras ahora sobre la llam ada int elect ualidad revolucionaria –escribía R. M. En el Suplem ent o especial, Pág. 13- . es ciert o que m ás de una vez ha dem ost rado en la práct ica que est á t ot alm ent e dispuest a a “ ent ablar el com bat e decisivo cont ra el zarism o” . Pero lo m alo es que, perseguida de m anera im placable por la policía polít ica, nuest ra int elect ualidad revolucionaria t om aba est a lucha cont ra la policía polít ica por una lucha polít ica cont ra la aut ocracia. Por eso sigue aún sin encont rar respuest a a la pregunt a de “ dónde sacar fuerzas para luchar cont ra la aut ocracia” ” . ¿Verdad que es incom parable est e olím pico desprecio que sient e por la lucha cont ra la policía un adm irador ( en el peor sent ido de la palabra) del m ovim ient o espont áneo? ¡¡Est á dispuest o a j ust ificar nuest ra inept it ud para la act ividad clandest ina diciendo que, con el m ovim ient o espont áneo de m asas, no t iene im port ancia, en el fondo, la lucha cont ra la policía polít ica! ! Muy pocos, poquísim os suscribirán est a m onst ruosa conclusión: con t ant o dolor sient e t odo el m undo las deficiencias de nuest ras organizaciones revolucionarias. Pero si no la suscribe, por ej em plo, Mart ínov, es sólo porque no sabe o no t iene la valent ía de reflexionar hast a el fin en sus propias t esis. En efect o, ¿acaso una “ t area” com o la de que las m asas plant een reivindicaciones concret as que prom et an result ados palpables exige preocuparse de m anera especial pro crear una organización de revolucionarios sólida, cent ralizada y com bat iva? ¿No cum ple t am bién est a “ t area” una m asa que en m odo alguno “ lucha cont ra la policía polít ica” ? Más aún: ¿sería realizable est a t area, si, adem ás de un reducido núm ero de dirigent es, no se encargaran de cum plirla t am bién ( en su inm ensa m ayoría) obreros que son incapaces en absolut o de “ luchar cont ra la policía polít ica” ? Est os obreros, los hom bres de m edios de la m asa, pueden dar pruebas de energía y abnegación gigant escas en una huelga, en la lucha cont ra la policía y las t ropas en la calle, pueden decidir ( y son los únicos que pueden) , el desenlace de t odo nuest ro m ovim ient o; pero precisam ent e la lucha cont ra la policía polít ica exige cualidades especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosot ros debem os preocuparnos no sólo de que las m asas “ plant een” reivindicaciones concret as, sino t am bién de que la m asa de obreros “ dest aque” , en núm ero cada vez m ayor, a est os revolucionarios profesionales. Llegam os así al problem a de las relaciones ent re la organización de 73 revolucionarios profesionales y el m ovim ient o puram ent e obrero. Est e problem a, poco reflej ado en las publicaciones, nos ha ocupado a nosot ros, los “ polít icos” , m ucho t iem po en plát icas y discusiones con cam aradas m ás o m enos inclinados al “ econom ism o” . Merece la pena que nos det engam os en él especialm ent e. Pero t erm inem os ant es de ilust rar con ot ra cit a nuest ra t esis sobre la relación ent re el prim it ivism o en el t rabaj o y el “ econom ism o” . “ El grupo Em ancipación del Trabaj o –decía el señor N.N. en su Respuest a [ 7] ( 75) –exige que se luche direct am ent e cont ra el gobierno, sin pensar dónde est á la fuerza m at erial necesaria pasa esa lucha ni indicar qué cam inos ha de seguir ést a” . Y subrayando est as últ im as palabras, el aut or hace a propósit o del t érm ino “ cam inos” la observación siguient e: “ Est a circunst ancia no puede explicarse por fines conspirat ivos, ya que en el program a no se t rat a de una conj ura, sino de un m ovim ient o de m asas. Y las m asas no pueden avanzar por cam inos secret os. ¿Es posible, acaso, una huelga secret a? ¿Es posible celebrar en secret o una m anifest ación o present ar en secret o una pet ición?” Vadem écum , Pág. 59) . El aut or ha abordado de lleno t ant o la “ fuerza m at erial” ( los organizadores de las huelgas y m anifest aciones) com o los “ cam inos” que debe seguir est a lucha; pero se ha quedado, sin em bargo, confuso y perplej o, pues se “ prost erna” ant e el m ovim ient o de m asas, es decir, lo considera algo que nos exim e de nuest ra act ividad revolucionaria, y no algo que debe alent ar e im pulsar nuest ra act ividad revolucionaria. Una huelga secret a es im posible para quienes part icipen en ella o t engan relación inm ediat a con ella. Pero para las m asas de obreros rusos, esa huelga puede ser ( y lo es en la m ayoría de los casos) “ secret a” , porque el gobierno se preocupará de cort ar t oda relación con los huelguist as, se preocupara de hacer im posible t oda difusión de not icias sobre la huelga. Y aquí es necesaria la “ lucha cont ra la policía polít ica” , una lucha especial, una lucha que j am ás podrá sost ener act ivam ent e una m asa t an am plia com o la que part icipa en las huelgas. Est a lucha deben organizarla, “ según t odas las reglas del art e” , personas cuya profesión sea la act ividad revolucionaria. La organización de est a lucha no se ha hecho m enos necesaria porque las m asas se incorporen espont áneam ent e al m ovim ient o. Al cont rario: la organización se hace, por eso, m ás necesaria, pues nosot ros, los socialist as, falt aríam os a nuest ras obligaciones direct as ant e las m asas si nos supiéram os im pedir que la policía haga secret a ( y si a veces no preparásem os nosot ros m ism os en secret o) cualquier huelga o m anifest ación. Y sabrem os hacerlo precisam ent e porque las m asas que despiert an espont áneam ent e dest acarán t am bién de su seno a m ás y m ás “ revolucionarios profesionales” ( siem pre que no se nos ocurra invit an a los obreros, de diferent es m aneras, al inm ovilism o) . c) La or ga niz a ción de los obr e r os y la or ga niz a ción de los r e voluciona r ios Si el concept o de “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” corresponde para una socialdem ócrat a al de lucha polít ica, es nat ural esperar que el concept o de “ organización de revolucionarios” corresponda m ás o m enos al de “ organización de obreros” . Y así ocurre, en efect o; de suert e que, al hablar de organización, result a que hablam os lit eralm ent e en lenguas diferent es. Por ej em plo, recuerdo com o si hubiera ocurrido hoy la conversación que sost uve en ciert a ocasión con un “ econom ist a” bast ant e consecuent e al que ant es no conocía [ 8] . La conversación giraba en t orno al follet o ¿Quién hará la revolución polít ica? Pront o convinim os en que el defect o principal de est e follet o consist ía en dar de lado el problem a de la organización. Nos figurábam os est ar ya de acuerdo, pero…, al seguir la conversación, result ó que hablábam os de cosas dist int as. Mi int erlocut or acusaba al aut or de no t ener en cuent a las caj as de resist encia, las sociedades de socorros 74 m ut uos, et c.; yo en cam bio, pensaba en la organización de revolucionarios indispensable para “ hacer” la revolución polít ica. ¡Y en cuant o se reveló est a discrepancia, no recuerdo haber coincidido j am ás con est e “ econom ist a” sobre ninguna cuest ión de principio! ¿En qué consist ía, pues, el origen de nuest ras discrepancias? Precisam ent e en que los “ econom ist as” se apart an a cada paso de las concepciones socialdem ócrat as para caer en el t radeunionism o, t ant o en las t areas de organización com o en las polít icas. La lucha polít ica de la socialdem ocracia es m ucho m ás am plia y com plej a que la lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno. Del m ism o m odo ( y com o consecuencia de ello) , la organización de un part ido socialdem ócrat a revolucionario ha de ser inevit ablem ent e de un género dist int o que la organización de los obreros para la lucha económ ica. la organización de los obreros deber ser, prim ero, profesional; segundo, lo m ás am plia posible; t ercero, lo m enos clandest ina posible ( aquí m ás adelant e m e refiero, claro est á, sólo a la Rusia aut ocrát ica) . Por el cont rario, la organización de los revolucionarios debe agrupar, ant e t odo y sobre t odo, a personas cuya profesión sea la act ividad revolucionaria ( por eso hablo de una organización de revolucionarios, t eniendo en cuent a a los revolucionarios socialdem ócrat as) . Ant e est e rasgo com ún de los m iem bros de sem ej ant e organización debe desaparecer en absolut o t oda diferencia ent re obreros e int elect uales, sin hablar ya de la diferencia ent re las diversas profesiones de unos y ot ros. Est a organización debe ser necesariam ent e no m uy am plia y lo m ás clandest ina posible. Det engám onos en est os t res punt os dist int os. En los países que gozan de libert ad polít ica, la diferencia ent re la organización sindical y la organización polít ica es com plet am ent e clara, com o lo es t am bién la diferencia ent re las t radeuniones y la socialdem ocracia. Por supuest o, las relaciones de est a últ im a con las prim eras varían de m anera inevit able en los dist int os países, en dependencia de las condiciones hist óricas, j urídicas, et c., pudiendo ser m ás o m enos est rechas, com plej as, et c. ( desde nuest ro punt o de vist a, deben ser lo m ás est rechas y lo m enos com plej as posibles) ; pero no puede ni hablarse de ident ificar en los países libres la organización de los sindicat os con la organización del part ido socialdem ócrat a. En Rusia, en cam bio, el yugo de la aut ocracia borra a prim era vist a t oda diferencia ent re la organización socialdem ócrat a y el sindicat o obrero, pues t odo sindicat o obrero t odo círculo est án prohibidos, y la huelga, principal m anifest ación y arm a de la lucha económ ica de los obreros, se considera en general un delit o com ún ( ¡y a veces incluso un delit o polít ico! ) . por consiguient e, las condiciones de Rusia, de una part e, “ incit an” con gran fuerza a los obreros que sost ienen la lucha económ ica a pensar en las cuest iones polít icas, y, de ot ra, “ incit an” a los socialdem ócrat as a confundir el t radeunionism o con la socialdem ocracia ( nuest ros Krichevski, Mart ínov y Cía., que hablan sin cesar de la “ incit ación” del prim er t ipo, no ven la “ incit ación” del segundo t ipo) . En efect o, im aginém onos a personas absorbidas en el 99 por 100 por “ la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” . Unas j am ás pensarán durant e t odo el período de su act uación ( de cuat ro a seis m eses) en la necesidad de una organización m ás com plej a de revolucionarios. Ot ras “ t ropezarán” t al vez con publicaciones bernst einianas, bast ant e difundidas, y ext raerán de ellas la convicción de que lo im port ant e de verdad es “ el desarrollo progresivo de la m onót ona lucha cot idiana” . Ot ras, en fin, se dej arán quizá seducir por la t ent adora idea de dar al m undo un nuevo ej em plo de “ est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria” , de cont act o del m ovim ient o sindical con el m ovim ient o socialdem ócrat a. Cuant o m ás t arde ent ra un país en la palest ra del capit alism o y, en consecuencia, del m ovim ient o obrero –razonarán esas personas - , t ant o m ás pueden part icipar los socialist as en el m ovim ient o sindical y apoyarlo, y t ant o m enos puede y debe haber sindicat os no socialdem ócrat as. hast a ahora, t al razonam ient o es com plet am ent e j ust o; pero la desgracia consist e en que van m ás 75 lej os y sueñan con una fusión t ot al de la socialdem ocracia y el t radeunionism o. En seguida verem os, por el ej em plo de los Est at ut os de la Unión de Lucha de San Pet ersburgo, el nocivo reflej o de esos sueños en nuest ros planes de organización. Las organizaciones obreras para la lucha económ ica han de ser organizaciones sindicales. Todo obrero socialdem ócrat a debe, dent ro de lo posible, apoyar a est as organizaciones y act uar int ensam ent e en ellas. De acuerdo. Pero es cont rario en absolut o a nuest ros int ereses exigir que sólo los socialdem ócrat as puedan ser m iem bros de las organizaciones “ grem iales” , pues eso reduciría el alcance de nuest ra influencia ent re las m asas. Que part icipe en la organización grem ial t odo obrero que com prenda la necesidad de la unión para luchar cont ra los pat ronos y el gobierno. El fin m ism o de las organizaciones grem iales sería inaccesible si no agrupasen a t odos los obreros capaces de com prender, por lo m enos, est a noción elem ent al, si dichas organizaciones grem iales no fuesen m uy am plias. Y cuant o m ás am plias sean est as organizaciones t ant o m ás am plia será nuest ra influencia en ellas, ej ercida no sólo por el desarrollo “ espont áneo” de la lucha económ ica, sino t am bién por el influj o direct o y conscient e de los m iem bros socialist as de los sindicat os sobre sus cam aradas. Pero en una organización am plia es im posible la clandest inidad rigurosa ( pues exige m ucha m ás preparación que para part icipar en la lucha económ ica) . ¿Cóm o conciliar est a cont radicción ent re la necesidad de una organización am plia y de una clandest inidad rigurosa? ¿Cóm o conseguir que las organizaciones grem iales sean lo m enos clandest inas posible? En general, no puede haber m ás que dos cam inos: o bien la legalización de las asociaciones grem iales ( que en algunos países ha precedido a la legalización de las organizaciones socialist as y polít icas) , o bien el m ant enim ient o de la organización secret a, pero t an “ libre” , t an poco reglam ent aria, t an lose [ 9] , com o dicen los alem anes, que la clandest inidad quede reducida casi a cero para la m asa de afiliados. La legalización de asociaciones obreras no socialist as y no polít icas ha com enzado ya en Rusia, y est á fuera de t oda duda que cada paso de nuest ro m ovim ient o obrero socialdem ócrat a, que crece con rapidez, est im ulará y m ult iplicará las t ent at ivas de est a legalización, efect uadas principalm ent e por los adict os al régim en vigent e, pero t am bién, en part e, por los propios obreros y los int elect uales liberales. Los Vasíliev y los Zubát ov han izado ya la bandera de la legalización; los señores Ozerov y Worm s le han prom et ido y dado ya su concurso, y la nueva corrient e ha encont rado ya adept os ent re los obreros. Y nosot ros no podem os dej ar ya de t ener en cuent a est a corrient e. Es poco probable que ent re los socialdem ócrat as pueda exist ir m ás de una opinión acerca de cóm o hay que t enerla en cuent a. Nuest ro deber consist e en denunciar sin desm ayo t oda part icipación de los Zubát ov y los Vasíliev, de los gendarm es y los curas en est a corrient e, y explicar a los obreros los verdaderos propósit os de est os elem ent os. Nuest ro deber consist e en denunciar asim ism o t oda not a conciliadora, de “ arm onía” , que se deslice en los discursos de los liberales en las reuniones obreras públicas, independient em ent e de que dichas not as sean debidas al sincero convencim ient o de que es deseable la colaboración pacífica de las clases, al afán de congraciarse con las aut oridades o a sim ple falt a de habilidad. Tenem os, en fin, el deber de poner en guardia a los obreros cont ra las celadas que les t iende con frecuencia la policía, que en est as reuniones públicas y en las sociedades aut orizadas observa a los “ m ás fogosos” e int ent a aprovechar las organizaciones legales para int roducir provocadores t am bién en las ilegales. Pero hacer t odo eso no significa en absolut o olvidar que, en fin de cuent as, la legalización del m ovim ient o obrero nos beneficiará a nosot ros, y no, en m odo alguno, a los Zubát ov. Al cont rario: precisam ent e con nuest ra cam paña de 76 denuncias separam os la cizaña. El t rigo est á en int eresar en los problem as sociales y polít icos a sect ores obreros aún m ás am plios, a los sect ores m ás at rasados; en liberarnos nosot ros, los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales ( difusión de libros legales, socorros m ut uos, et c.) y cuyo desarrollo nos proporcionará, de m anera ineluct able y en cant idad crecient e, hechos y dat os para la agit ación. En est e sent ido, podem os y debem os decir a los Zubát ov y a los Ozerov: “ ¡Esfuércense, señores, esfuércense! ” Por cuant o t ienden ust edes una celada a los obreros ( m ediant e la provocación direct a o la corrupción “ honrada” de los obreros con ayuda del “ st ruvism o” [ 10] , nosot ros ya nos encargarem os de desenm ascararlos. Por cuant o dan ust edes un verdadero paso adelant e –aunque sea en form a del m ás “ t ím ido zigzag” , pero un paso adelant e - , les direm os: “ ¡Sigan, sigan! ” Un verdadero paso adelant e no puede ser sino una am pliación efect iva, aunque m inúscula, del cam po de acción de los obreros. Y t oda am pliación sem ej ant e ha de beneficiarnos y acelerar la aparición de sociedades legales en las que no sean los provocadores quienes pesquen a los socialist as, sino los socialist as quienes pesquen adept os. En una palabra, nuest ra t area consist e ahora en com bat ir la cizaña. No es cosa nuest ra cult ivar el t rigo en pequeños t iest os. Al arrancar la cizaña, desbrozam os el t erreno para que pueda crecer el t rigo. Y m ient ras los Afanasi I vánovich y las Pulj eria I vánovna [ 11] se dedican al cult ivo dom ést ico, nosot ros debem os preparar segadores que sepan arrancar hoy la cizaña y recoger m añana el t rigo [ 12] . Así pues, nosot ros no podem os resolver por m edio de la legalización el problem a de crear una organización sindical lo m enos clandest ina y lo m ás am plia posible ( pero nos alegraría m ucho que los Zubát ov y los Ozerov nos ofreciesen la posibilidad, aunque fuese parcial, de resolverlo de est e m odo ¡para lo cual t enem os que com bat irlos con la m ayor energía posible! ) . Nos queda el recurso de las organizaciones sindicales secret as, y debem os prest ar t oda ayuda a los obreros que em prenden ya ( com o sabem os de buena t int a) est e cam ino. Las organizaciones sindicales pueden ser ut ilísim as para desarrollar y reforzar la lucha económ ica y, adem ás, convert irse en un auxiliar de gran im port ancia para la agit ación polít ica y la organización revolucionaria. Para llegar a est e result ado y orient ar el nacient e m ovim ient o sindical hacia el cauce deseable para la socialdem ocracia, es preciso, ant e t odo, com prender bien lo absurdo del plan de organización que preconizan los “ econom ist as” pet ersburgueses desde hace ya cerca de cinco años. Est e plan ha sido expuest o en el Reglam ent o de la Caj a Obrera del m es de j ulio de 1897 ( List ok “ Rabót nika” , núm . 9- 10, Pág. 46, del núm . 1 de Rab. Mysl) y en el Reglam ent o de la Organización Sindical Obrera de oct ubre de 1900 ( bolet ín especial, im preso en San Pet ersburgo y m encionado en el núm . 1 de I skra) . El defect o de am bos reglam ent os consist e en que est ruct uran con t odo det alle una vast a organización obrera y la confunden con la organización de los revolucionarios. Tom em os el segundo reglam ent o por ser el m ás acabado. Const a de cincuent a y dos art ículos: veint it rés exponen la est ruct ura, el funcionam ient o y las at ribuciones de los “ círculos obreros” , que serán organizados en cada fábrica ( “ diez hom bres com o m áxim o” ) y elegirán los “ grupos cent rales” ( de fábrica) . “ El grupo cent ral – dice el art . 2- observa t odo lo que pasa en su fábrica y lleva la crónica de lo que sucede en ella” . “ El grupo cent ral da cuent a cada m es a t odos los cot izant es del est ado de la caj a” ( art . 17) , et c. Diez art ículos est án consagrados a la “ organización dist rit al” , y diecinueve, a la com plej ísim a relación ent re el Com it é de la Organización Obrera y el Com it é de la Unión de Lucha de San Pet ersburgo ( delegados de cada dist rit o y de los “ grupos ej ecut ivos” : “ grupos de propagandist as, para las relaciones con las provincias, para las relaciones con el ext ranj ero, para la adm inist ración de los depósit os, de las ediciones y de la caj a” ) . 77 ¡La socialdem ocracia equivale a “ grupos ej ecut ivos” en lo que concierne a la lucha económ ica de los obreros! Sería difícil dem ost rar con m ayor relieve cóm o el pensam ient o del “ econom ist a” se desvía de la socialdem ocracia hacia el t radeunionism o; hast a qué punt o le es ext raña t oda noción de que el socialdem ócrat a debe pensar, ant e t odo, en una organización de revolucionarios capaces de dirigir t oda la lucha em ancipadora del prolet ariado. Hablar de “ la em ancipación polít ica de la clase obrera” , de la lucha cont ra “ la arbit rariedad zarist a” y escribir sem ej ant e reglam ent o de una organización significa no t ener la m enor idea de cuáles son las verdaderas t areas polít icas de la socialdem ocracia. Ni uno solo del m edio cent enar de art ículos revela la m ínim a com prensión de que es necesario hacer la m ás am plia agit ación polít ica ent re las m asas, una agit ación que ponga en claro t odos los aspect os del absolut ism o ruso y t oda la fisonom ía de las diferent es clases sociales de Rusia. Es m ás, con un reglam ent o así son inalcanzables no sólo los fines polít icos, sino incluso los fines t radeunionist as, pues est os últ im os requieren una organización por profesiones que ni siquiera se m enciona en el reglam ent o. Pero lo m ás caract eríst ico es, quizá, la pesadez asom brosa de t odo est e “ sist em a” que t rat a de ligar cada fábrica al “ com it é” m ediant e una cadena inint errum pida de reglas uniform es, m inuciosas hast a lo ridículo y con un sist em a elect oral indirect o de t res grados. Encerrado en el est recho horizont e del “ econom ism o” , el pensam ient o cae en det alles que despiden un t ufillo a papeleo y burocracia. En realidad, claro est á, las t res cuart as part es de est os art ículos j am ás son aplicados; pero, en cam bio, una organización t an “ clandest ina” , con un grupo cent ral en cada fábrica, facilit a a los gendarm es la realización de redadas increíblem ent e vast as. Los cam aradas polacos han pasado ya por est a fase del m ovim ient o, en la que t odos ellos se dej aron llevar por idea de fundar caj as obreras a vast a escala, pero renunciaron m uy pront o a ella, al persuadirse de que sólo facilit aban presa abundant e a los gendarm es. Si querem os am plias organizaciones obreras y no am plios descalabros, si no querem os dar gust o a los gendarm es, debem os t ender a que est as organizaciones no est én reglam ent adas en absolut o. ¿Podrán ent onces funcionar? Veam os cuáles son sus funciones: “ … Observar t odo lo que pasa en la fábrica y llevar la crónica de lo que sucede en ella” ( art . 2 del reglam ent o) . ¿Exist e una necesidad absolut a de reglam ent ar est o? ¿No podría conseguirse m ej or por m edio de crónicas en la prensa clandest ina, sin crear para ello grupos especiales? “ …Dirigir la lucha de los obreros por el m ej oram ient o de su sit uación en la fábrica” ( art . 3) . Para est o t am poco hace falt a reglam ent ación. Todo agit ador, por poco int eligent e que sea, sabrá averiguar a fondo, por una sim ple conversación, qué reivindicaciones quieren present ar los obreros y, después, hacerlas llegar a una organización est recha, y no am plia, de revolucionarios para que les envíe la oct avilla apropiada. “ …Crear una caj a… con cot ización de dos kopeks por rublo” ( art . 9) y dar cuent a cada m es a t odos de las ent radas y salidas ( art . 17) ; excluir a los m iem bros que no paguen las cuot as ( art . 10) , et c. Eso es un verdadero paraíso para la policía, pues nada hay m ás fácil que penet rar en el secret o de la “ caj a cent ral fabril” , confiscar el dinero y encarcelar a t odos los m ilit ant es m ej ores. ¿No sería m ás sencillo em it ir cupones de uno o dos kopekss con el sello de una organización det erm inada ( m uy reducida y m uy clandest ina) , o incluso, sin sello alguno, hacer colect ar cuyo result ado se daría a conocer en un periódico ilegal con un lenguaj e convencional? De est e m odo se alcanzaría el m ism o fin, y a los gendarm es les sería cine veces m ás difícil descubrir los hilos de la organización. Podría cont inuar est e análisis del reglam ent o, pero creo que con lo dicho bast a. Un pequeño núcleo bien unido, com puest o pro los obreros m ás seguros, m ás experim ent ados y m ej or t em plados, con delegados en los dist rit os principales y ligado 78 a la organización de revolucionarios de acuerdo con las reglas de la m ás rigurosa clandest inidad, podrá realizar perfect am ent e, con el m ás am plio concurso de las m asas y sin reglam ent ación alguna, t odas las funciones que com pet en a una organización sindical, y realizarlas, adem ás, de la m anera deseable para la socialdem ocracia. Sólo así se podrá consolidar y desarrollar, a pesar de t odos los gendarm es, el m ovim ient o sindical socialdem ócrat a. Se m e obj et ará que una organización t an lose, sin ninguna reglam ent ación, sin ningún afiliado conocido y regist rado, no puede ser calificada de organización. Es posible. Para m í la denom inación no t iene im port ancia. Pero est a “ organización sin afiliados” hará t odo lo necesario y asegurará desde el prim er m om ent o un cont act o sólido ent re nuest ras fut uras t radeuniones y el socialism o. Y quienes deseen baj o el absolut ism o una am plia organización de obreros, con elecciones, inform es, sufragio universal, et c., son unos ut opist as incurables. La m oralej a es sim ple: si com enzam os por crear firm em ent e una fuert e organización de revolucionarios, podrem os asegurar la est abilidad del m ovim ient o en su conj unt o y alcanzar, al m ism o t iem po, los obj et ivos socialdem ócrat as y los obj et ivos net am ent e t radeunionist as. Pero si com enzam os a const it uir una am plia organización obrera con el pret ext o de que es la m ás “ accesible” a la m asa ( aunque, en realidad, será m ás accesible a los gendarm es y pondrá a los revolucionarios m ás al alcance de la policía) , no conseguirem os ninguno de est os obj et ivos, no nos desem barazarem os de nuest ros m ét odos prim it ivos y, con nuest ro fraccionam ient o y nuest ros fracasos cont inuos, no logram os m ás que hacer m ás accesibles a la m asa las t radeuniones del t ipo de las de Zubát ov u Ozerov. ¿En qué deben consist ir, en sum a, las funciones de est a organización de revolucionarios? Vam os a decirlo con t odo det alle. Pero exam inem os ant es ot ro razonam ient o m uy t ípico de nuest ro t errorist a, el cual ( ¡t rist e dest ino! ) vuelve a m archar al lado del “ econom ist a” . La revist a para obreros Svoboda ( núm . 1) cont iene un art ículo t it ulado La organización, cuyo aut or procura defender a sus am igos los “ econom ist as” obreros de I vánovo- Voznesensk. “ Mala cosa es –dice- una m uchedum bre silenciosa, inconscient e; m ala cosa es un m ovim ient o que no viene de la base. Vean lo que sucede: cuando los est udiant es de una ciudad universit aria ret ornan a sus hogares durant e unas fiest as en el verano, el m ovim ient o obrero se paraliza. ¿Puede ser una verdadera fuerza un m ovim ient o obrero así, est im ulado desde fuera? En m odo alguno… t odavía no ha aprendido a andar solo y lo llevan con andaderas. Y así en t odo: los est udiant es e van y el m ovim ient o cesa; se encarcela a los elem ent os m ás capaces, a la crem a, y la leche se agria; se det iene al “ com it é” y, hast a que se form a ot ro nuevo, vuelve la calm a. Adem ás, no se sabe qué ot ro se form ará, quizá no se parezca en nada al ant iguo; aquél decía una cosa, ést e dirá lo cont rario. El nexo ent re el ayer y el m añana est á rot o, la experiencia del pasado no alecciona al porvenir. Y t odo porque el m ovim ient o no t iene raíces profundas en la m ult it ud; porque no son un cent enar de bobos, sino una docena de int eligent es quienes act úan. Siem pre es fácil que una docena de hom bres caiga en la boca del lobo; pero cuando la organización engloba a la m ult it ud, cuando t odo viene de la m ult it ud, ningún esfuerzo, sea de quien sea, podrá dest ruir la obra” ( Pág. 63) . La descripción es j ust a. Ofrece un buen cuadro de nuest ro prim it ivism o. Pero las conclusiones son dignas de Rabóchaya Mysl por su falt a de lógica y de t act o 79 polít ico. Son el colm o de la insensat ez, pues el aut or confunde la cuest ión filosófica e hist órica social de las “ raíces profundas” del m ovim ient o con una cuest ión t écnica y de organización: cóm o luchar m ej or cont ra los gendarm es. Son el colm o de la falt a de t act o polít ico, porque, en lugar de apelar a los buenos dirigent es cont ra los m alos, el aut or apela a la “ m ult it ud” cont ra los dirigent es en general. Son un int ent o de hacernos ret roceder en el t erreno de la organización, de la m ism a m anera que la idea de sust it uir la agit ación polít ica con el t errorism o excit ant e nos hace ret roceder en el sent ido polít ico. A decir verdad, m e veo en un aut ént ico em barras de richesses, sin saber por dónde em pezar el análisis del galim at ías con que nos obsequia Svoboda. Para m ayor claridad, com enzaré por un ej em plo: el de los alem anes. Nos negarán ust edes, m e im agino, que su organización engloba a la m ult it ud, que ent re ellos t odo viene de la m ult it ud y que el m ovim ient o obrero ha aprendido a andar solo. Sin em bargo, ¡¡cóm o aprecia est a m ult it ud de varios m illones de hom bres a su “ docena” de j efes polít icos probados, con qué firm eza los sigue! ! Más de una vez, los diput ados de los part idos adversos han t rat ado de irrit ar en el Parlam ent o a los socialist as, diciéndoles: “ ¡Vaya unos dem ócrat as! El m ovim ient o de la clase obrera no exist e ent re ust edes m ás que de palabra; en realidad, es siem pre el m ism o grupo de j efes el que int erviene. Año t ras año, decenio t ras decenio, siem pre el m ism o Bebel, siem pre el m ism o Liebknecht . ¡Vuest ros delegados, supuest am ent e elegidos por los obreros, son m ás inam ovibles que los funcionarios nom brados por el em perador! ” Pero los alem anes han acogido con un sonrisa de desprecio est as t ent at ivas dem agógicas de oponer la “ m ult it ud” a los “ j efes” , de at izar en ella m alos inst int os de vanidad, de privar al m ovim ient o de solidez y est abilidad, m inando la confianza de las m asas en la “ docena de int eligent es” . Los alem anes han alcanzado ya suficient e desarrollo del pensam ient o polít ico, t ienen suficient e experiencia polít ica para com prender que, sin “ una docena” de j efes de t alent o ( los t alent os no surgen por cent enares) , de j efes probados, preparados profesionalm ent e, inst ruidos por un alarga práct ica y bien com penet rados, ninguna clase de la sociedad cont em poránea puede luchar con firm eza. Tam bién los alem anes han t enido a sus dem agogos, que adulaban a los “ cent enares de bobos” , colocándolos por encim a de las “ docenas de int eligent es” ; que glorificaban el “ puño m usculoso” de la m asa, incit aban ( com o Most o Hasselm ann) a est a m asa a acom et er acciones “ revolucionarias” irreflexivas y sem braban la desconfianza respect o a los j efes probados y firm es. Y el socialism o alem án ha crecido y se ha fort alecido gracias únicam ent e a una lucha t enaz e int ransigent es cont ra t oda clase de elem ent os dem agógicos en su seno. Pero en su período en que t oda la crisis de la socialdem ocracia rusa se explica por el hecho de que las m asas que despiert an de un m odo espont áneo carecen de j efes suficient em ent e preparados, desarrollados y expert os, nuest ros sabihondos nos dicen con la perspicacia de I vánushka [ 13] : “ ¡Mala cosa es un m ovim ient o que no viene de la base! ” “ Un com it é com puest o de est udiant es no nos conviene porque es inest ables” . ¡Com plet am ent e j ust o! Pero la conclusión que se deduce de ahí es que hace falt a un com it é de revolucionarios profesionales, sin que im port e si son est udiant es u obreros las personas capaces de forj arse com o t ales revolucionarios profesionales. ¡Ust edes, en cam bio, sacan la conclusión de que no se debe est im ular desde fuera el m ovim ient o obrero! En su ingenuidad polít ica, no se dan cuent a siquiera de que hacen el j uego a nuest ros “ econom ist as” y a nuest ros m ét odos prim it ivos. Perm ít anm e una pregunt a: ¿Cóm o han “ est im ulado” nuest ros est udiant es a nuest ros obreros? Únicam ent e t ransm it iéndoles los ret azos de conocim ient os polít icos que ellos t enían, las m igaj as de ideas socialist as que habían podido adquirir ( pues el principal alim ent o espirit ual del est udiant e de nuest ros días, el m arxism o legal, no podía darle m ás que le abecé, no puede darle m ás que m igaj as) . Ahora bien, t al “ est ím ulo desde fuera” no ha sido dem asiado grande, sino, al cont rario, dem asiado pequeño, 80 escandalosam ent e pequeño en nuest ro m ovim ient o, pues no hem os hecho m ás que cocernos con excesivo celo en nuest ra propia salsa, prost ernarnos con excesivo servilism o ant e la elem ent al “ lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno” . Nosot ros, los revolucionarios de profesión, debem os dedicarnos, y nos dedicarem os, a ese “ est ím ulo” cien veces m ás. Pero precisam ent e porque eligen est a abyect a expresión de “ est ím ulo desde fuera” , inspira de m odo inevit able al obrero ( por lo m enos al obrero t an poco desarrollado com o ust edes) la desconfianza hacia t odos los que les proporcionan desde fuera conocim ient os polít icos y experiencia revolucionaria, y que despiert a el deseo inst int ivo de rechazarlos a t odos, proceden ust edes com o dem agogos, y los dem agogos son los peores enem igos de la clase obrera. ¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grit o en el cielo a propósit o de m is “ m ét odos” polém icos “ exent os de cam aradería” ! Ni siquiera se m e ocurre poner en t ela de j uicio la pureza de sus int enciones; he dicho ya que la ingenuidad polít ica t am bién bast a para hacer de una persona un dem agogo. Pero he dem ost rado que han caído en la dem agogia, y j am ás m e cansaré de repet ir que los dem agogos son los peores enem igos de la clase obrera. Son los perores, porque excit an los m alos inst int os de la m ult it ud y porque a los obreros at rasados les es im posible reconocer a est os enem igos, los cuales se present an, y a veces sinceram ent e, com o am igos. Son los peores, porque en est e período de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonom ía de nuest ro m ovim ient o est á aún form ándose, nada hay m ás fácil que arrast rar dem agógicam ent e a la m ult it ud, a la cual podrán convencer después de su error sólo las m ás am argas pruebas. De ahí que la consigna del m om ent o de los socialdem ócrat as rusos deba ser com bat ir con decisión t ant o a Svoboda com o a Rabócheie Dielo, que caen en la dem agogia. ( Más adelant e hablarem os det enidam ent e de est e punt o [ 14] .) “ Es m ás fácil cazar a una docena de int eligent es que a un cent enar de bobos” . Est e m agnífico axiom a ( que les valdrá siem pre los aplausos del cent enar de bobos) parece evident e sólo porque, en el curso de su razonam ient o, han salt ado de una cuest ión a ot ra. Com enzaron por hablar, y siguen hablando, de la capt ura del “ com it é” , de la capt ura de la “ organización” , y ahora salt an a ot ra cuest ión, a la capt ura de las “ raíces profundas” del m ovim ient o. Est á claro que nuest ro m ovim ient o es indest ruct ible sólo porque t iene cent enares y cent enares de m iles de raíces profundas, pero no se t rat a de eso, ni m ucho m enos. En lo que se refiere a las “ raíces profundas” , t am poco ahora se nos puede “ cazar” , a pesar de t odo el prim it ivism o de nuest ro t rabaj o; y, sin em bargo, t odos deploram os, y no podem os m enos de deplorar, la caza de “ organizaciones” , que rom pe t oda cont inuidad del m ovim ient o. Y puest o que plant ean la cuest ión de la caza de organizaciones e insist en en t rat a de ella, les diré que es m ucho m ás difícil cazar a una docena de int eligent es que a un cent enar de bobos; y seguiré sost eniéndolo sin hacer ningún caso de sus esfuerzos para azuzar a la m ult it ud cont ra m i “ espírit u ant idem ocrát ico” , et c. Com o he señalado m ás de una vez, debe ent enderse por “ int eligent es” en m at eria de organización sólo a los revolucionarios profesionales, sin que im port e sin son est udiant es u obreros quienes se forj en com o t ales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirm o: 1) que no puede haber un m ovim ient o revolucionario sólido sin una organización de dirigent es est able que guarde la cont inuidad; 2) que cuant o m ás vast a sea la m asa que se incorpore espont áneam ent e a la lucha – y que const it uye la base del m ovim ient o y part icipa en él - , t ant o m ás im periosa será la necesidad de sem ej ant e organización y t ant o m ás sólida deberá ser ést a ( pues con t ant a m ayor facilidad podrán los dem agogos de t oda laya arrast rar a los sect ores at rasados de la m asa) ; 3) que dicha organización debe est ar form ada, en los fundam ent al, por hom bres que hagan de las act ividades 81 revolucionarias su profesión; 4) que en un país aut ocrát ico, cuant o m ás rest rinj am os el cont ingent e de m iem bros de dicha organización, incluyendo en ella sólo a los que hacen de las act ividades revolucionarias su profesión y que t engan una preparación profesional en el art e de luchar cont ra la policía polít ica, t ant o m ás difícil será “ cazar” a est a organización, y 5) t ant o m ayor será le núm ero de personas de la clase obrera y de las obras clases de la sociedad que podrán part icipar en el m ovim ient o y colaborar en él de un m odo act ivo. I nvit o a nuest ros “ econom ist as” , t errorist as, y “ econom ist as- t errorist as” [ 15] a que refut en est as t esis, las dos últ im as de las cuales voy a desarrollar ahora. Lo de si es m ás fácil cazar a “ una docena de int eligent es” que a “ un cent enar de bobos” se reduce al problem a que he analizado ant es: si es com pat ible una organización de m asas con la necesidad de observar la clandest inidad m ás rigurosa. Jam ás podrem os dar a una organización am plia el caráct er clandest ino indispensable para una lucha firm e y t enaz cont ra el gobierno. La concent ración de t odas la funciones clandest inas en m anos del m enor núm ero posible de revolucionarios profesionales no significa, ni m ucho m enos, que est os últ im os “ pensarán por t odos” , que la m ult it ud no t om ará part e act iva en el m ovim ient o. Al cont rario: la m ult it ud prom overá de su seno a un núm ero cada vez m ayor de revolucionarios profesionales, pues sabrá ent onces que no bast a con que unos est udiant es y algunos obreros que luchan en el t erreno económ ico se reúnan para const it uir un “ com it é” , sino que es necesario form arse durant e años com o revolucionarios profesionales, y “ pensará” no sólo en los m ét odos prim it ivos de t rabaj o, sino precisam ent e en est a form ación. La cent ralización de las funciones clandest inas de la organización no im plica en m odo alguno la cent ralización de t odas las funciones del m ovim ient o. La colaboración act iva de las m ás am plias m asas en las publicaciones clandest inas, lej os de dism inuir, se decuplicará cuando una “ docena” de revolucionarios profesionales cent ralicen las funciones clandest inas de est a labor. Así, y sólo así, conseguirem os que la lect ura de las publicaciones clandest inas, la colaboración en ellas y, en part e, hast a su difusión dej en casi de ser una obra clandest ina, pues la policía com prenderá pront o cuán absurdas e im posibles son las persecuciones j udiciales y adm inist rat ivas con m ot ivo de cada uno de los m iles de ej em plares de publicaciones dist ribuidas. Lo m ism o cabe decir no sólo de la prensa, sino de t odas las funciones del m ovim ient o, incluso de las m anifest aciones. La part icipación m ás act iva y m ás am plia de las m asas en una m anifest ación, lej os de salir perj udicada, t endrá, por el cont rario, m uchas m ás probabilidades de éxit o si una “ docena” de revolucionarios probados, no m enos adiest rados profesionalm ent e que nuest ra policía, cent raliza t odos los aspect os de la labor clandest ina: edición de oct avillas, confección de un plan aproxim ado, nom bram ient o de un grupo de dirigent es para cada dist rit o de la ciudad, para cada barriada fabril, cada est ablecim ient o de enseñanza, et c. ( se dirá, ya lo sé, que m is concepciones “ no son dem ocrát icas” , pero m ás adelant e refut aré de m anera det allada est a obj eción nada int eligent e) . La cent ralización de las funciones m ás clandest inas por la organización de revolucionarios no debilit ará, sino que reforzará la am plit ud y el cont enido de la act ividad de un gran núm ero de ot ras organizaciones dest inadas a las vast as m asas y, por ello, lo m enos reglam ent adas y lo m enos clandest inas posible: sindicat os obreros, círculos obreros cult urales y de lect ura de publicaciones clandest inas, círculos socialist as, y dem ocrát icos t am bién, para t odos los dem ás sect ores de la población, et c., et c. Tales círculos, y organizaciones son necesarios en t odas part es, en el m ayor núm ero y con las funciones m ás diversas; pero es absurdo y perj udicial confundir est as organizaciones con la de los revolucionarios, borrar las front eras ent re ellas, apagar en la m asa la conciencia, ya de por sí increíblem ent e oscurecida, de que para “ servir” al m ovim ient o de m asas hacen falt a hom bres dedicados de m anera especial y por ent ero 82 a la acción socialdem ócrat a, y que est os hom bres deben forj arse con paciencia y t enacidad com o revolucionarios profesionales. Sí, est a conciencia se halla oscurecida hast a lo increíble. Con nuest ro prim it ivism o en el t rabaj o hem os puest o en ent redicho el prest igio de los revolucionarios en Rusia: en est o radica nuest ro pecado capit al en m at eria de organización. Un revolucionario blandengue, vacilant e en los problem as t eóricos y de est rechos horizont es, que j ust ifica su inercia con la espont aneidad del m ovim ient o de m asas y se asem ej a m ás a un secret ario de t radeunión que a un t ribuno popular, carent e de un plan am plio y audaz que im ponga respet o incluso a sus adversarios, inexpert o e inhábil en su art e profesional ( la lucha cont ra la policía polít ica) , ¡no es, con perdón sea dicho, un revolucionario, sino un m ísero art esano! Que ningún m ilit ant e dedicado a la labor práct ica se ofenda por est e duro epít et o, pues en lo que concierne a la falt a de preparación, m e lo aplico a m í m ism o en prim er t érm ino. He act uado en un círculo [ 16] que se asignaba t areas vast as y om ním odas, y t odos nosot ros, sus com ponent es, sufríam os lo indecible al com prender que no éram os m ás que unos art esanos en un m om ent o hist órico en que, m odificando ligeram ent e la ant igua m áxim a, podría decirse: ¡Dadnos una organización de revolucionarios y rem overem os a Rusia de sus cim ient os! Y cuant o m ás a m enudo he t enido que recordar la bochornosa sensación de vergüenza que m e daba ent onces, t ant o m ayor ha sido m i am argura cont ra los seudosocialdem ócrat as que “ deshonran el nom bre de revolucionario” con su propaganda y no com prenden que nuest ra m isión no consist e en propugnar que se rebaj e al revolucionario al nivel del m ilit ant e prim it ivo, sino en elevar a est e últ im o al nivel del revolucionario. d) Am plit ud de la la bor de or ga niz a ción Com o hem os vist o, B- v habla de “ la escasez de fuerzas revolucionarias apt as para la acción, que se dej a sent ir no sólo en San Pet ersburgo, sino en t oda Rusia” . Y es poco probable que alguien ponga en duda est e hecho. Pero el quid est á en cóm o explicarlo. B- v escribe: “ No nos proponem os esclarecer las causas hist óricas de est e fenóm eno; sólo direm os que la sociedad, desm oralizada por una larga reacción polít ica y disgregada por los cam bios económ icos que se han producido y se producen, prom ueve un núm ero ext rem adam ent e reducido de personas apt as para la labor revolucionaria; que la clase obrera, al prom over a revolucionarios obreros, com plet a en part e las filas de las organizaciones clandest inas; pero el núm ero de est os revolucionarios no corresponde a las dem andas de la época. Tant o m ás que la sit uación del ocupado en la fábrica once horas y m edia al día, sólo le perm it e desem peñar principalm ent e funciones de agit ador; en cam bio, la propaganda y la organización, la reproducción y dist ribución de publicaciones clandest inas, la edición de proclam as, et c., recaen ant e t odo, quiérase o no, sobre un núm ero reducidísim o de int elect uales” ( R. Dielo, núm . 6, Pág. 38- 39) . Discrepam os en m uchos punt os de est a opinión de B- v. no est am os de acuerdo, en part icular, con las palabras subrayadas por nosot ros, las cuales m uest ran con singular relieve que, después de haber sufrido m ucho ( com o t odo m ilit ant e práct ico que piense algo) a causa de nuest ros m ét odos prim it ivos, B- v no puede, agobiado por el “ econom ism o” , encont rar una salida de est a sit uación insoport able. No, la sociedad prom ueve un núm ero ext rem adam ent e grande de personas apt as para 83 la “ causa” , pero no sabem os ut ilizarlas a t odas. En est e sent ido, el est ado crít ico, el est ado de t ransición de nuest ro m ovim ient o puede form ularse del m odo siguient e: nos falt a gent e, y gent e hay m uchísim a. Hay infinidad de hom bres porque t ant o la clase obrera com o sect ores cada vez m ás diversos de la sociedad proporcionan año t ras año, y en cant idad crecient e, descont ent os que desean prot est ar y que est án dispuest os a cont ribuir cuant o puedan a la lucha cont ra el absolut ism o, cuyo caráct er insoport able no com prende aún t odo el m undo, aunque m asas cada día m ás vast as lo perciben m ás y m ás. Pero, al m ism o t iem po, no hay hom bres, porque no hay dirigent es, no hay j efes polít icos, no hay t alent os organizadores capaces de realizar una labor am plia y, a la vez, indivisible y arm ónica, que perm it a em plear t odas las fuerzas, hast a las m ás insignificant es. “ El crecim ient o y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias” se rezagan no sólo del crecim ient o del m ovim ient o obrero, cosa que reconoce incluso Bv, sino t am bién del crecim ient o del m ovim ient o dem ocrát ico general en t odos los sect ores del pueblo. ( Por lo dem ás, es probable que B- v consideraría hoy est o un com plem ent o a su conclusión) . El alcance de la labor revolucionaria es dem asiado reducido en com paración con la am plia base espont ánea del m ovim ient o, est á dem asiado ahogado por la m ezquina t eoría de “ la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” . Pero hoy deben “ ir a t odas las clases de la población” no sólo los agit adores polít icos, sino t am bién los organizadores socialdem ócrat as [ 17] . No creo que un solo m ilit ant e dedicado a la act ividad práct ica dude que los socialdem ócrat as puedan repart ir m il funciones fragm ent arias de su t rabaj o de organización ent re personas de las clases m ás diversas. La falt a de especialización es uno de los m ayores defect os de nuest ra t écnica que B- v deplora con t ant a am argura y t ant a razón. Cuant o m ás m enudas sean las dist int as “ operaciones” de la labor general, t ant as m ás personas capaces de llevarlas a cabo podrán encont rarse ( y, en la m ayoría de los casos, t ot alm ent e incapaces de ser revolucionarios profesionales) y t ant o m ás difícil será que la policía “ cace” a t odos esos “ m ilit ant es que desem peñan funciones fragm ent arias” , t ant o m ás difícil será que pueda m ont ar con el delit o insignificant e de un individuo un “ asunt o” que com pense los gast os del Est ado en el m ant enim ient o de la policía polít ica. Y en lo que respect a al núm ero de personas dispuest as a prest arnos su concurso, hem os señalado ya en el capít ulo precedent e el cam bio gigant esco que se ha operado en est e aspect o durant e los cinco años últ im os. Pero, por ot ra part e, para agrupar en un t odo único esas pequeñas fracciones, para no fragm ent ar j unt o con las funciones del m ovim ient o el propio m ovim ient o y para infundir al ej ecut or de las funciones m enudas la fe en la necesidad y la im port ancia de su t rabaj o, sin la cual nunca t rabaj ará [ 18] , para t odo est o hace falt a precisam ent e una fuert e organización de revolucionarios probados. Con una organización así, la fe en la fuerza del part ido se hará t ant o m ás firm e y t ant o m ás ext ensa cuant o m ás clandest ina sea est a organización; y en la guerra, com o es sabido, lo m ás im port ant e es no sólo infundir confianza en sus fuerzas al ej ércit o propio, sino hacer que crean en ello el enem igo y t odos lo elem ent os neut rales; una neut ralidad am ist osa puede, a veces, decidir la cont ienda. Con sem ej ant e organización, erigida sobre una firm e base t eórica, y disponiendo de un órgano de prensa socialdem ócrat a, no habrá que t em er que el m ovim ient o sea desviado de su cam ino por los num erosos elem ent os “ ext raños” que se hayan adherido a él ( al cont rario, precisam ent e ahora, cuando predom inan los m ét odos prim it ivos, vem os que m uchos socialdem ócrat as lo llevan a la t rayect oria del Credo, im aginándose que sólo ellos son socialdem ócrat as) . En un palabra, la especialización presupone necesariam ent e la cent ralización y, a su vez, la exige en form a absolut a. Pero el m ism o B- v, que ha m ost rado t an bien t oda la necesidad de la especialización, no la aprecia bast ant e, a nuest ro parecer, en la segunda part e del razonam ient o cit ado. Dice que el núm ero de revolucionarios procedent es de los m edios 84 obreros es insuficient e. Est a observación es del t odo j ust a, y volvem os a subrayar que la “ valiosa not icia de un observador direct o” confirm a por ent ero nuest ra opinión sobre las causas de la crisis act ual de la socialdem ocracia y, por t ant o, sobre los m edios de rem ediarla. No sólo los revolucionarios en general se rezagan del ascenso espont áneo de las m asas obreras. Y est e hecho confirm a del m odo m ás evident e, incluso desde el punt o de vist a “ práct ico” , que la “ pedagogía” con que nos obsequia t an a m enudo, al discut irse el problem a de nuest ros deberes para con los obreros, es absurda y reaccionaria en el aspect o polít ico. Est e hecho t est im onia que nuest ra obligación prim ordial y m ás im periosa consist e en ayudar a form ar obreros revolucionarios que, desde el punt o de vist a de su act ividad en el part ido, est én al m ism o nivel que los int elect uales revolucionarios ( subrayam os: desde el punt o de vist a de su act ividad en el part ido, pues en ot ros sent idos, aunque sea necesario, est á lej os de ser t an fácil y t an urgent e que los obreros lleguen al m ism o nivel) . Por eso debem os orient ar nuest ra at ención principal a elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios y no a descender indefect iblem ent e nosot ros m ism os al nivel de la “ m asa obrera” , com o quieren los “ econom ist as” , e indefect iblem ent e al nivel del “ obrero m edio” , com o quiere Svoboda ( que, en est e sent ido, se eleva al segundo grado de la “ pedagogía” econom ist a) . Nada m ás lej os de m í que el propósit o de negar la necesidad de publicaciones de divulgación para los obreros y de ot ras publicaciones de m ás divulgación aún ( pero, claro est á, no vulgares) para los obreros m uy at rasados. Pero lo que m e indigna es ese const ant e m et er sin venir a cuent o la pedagogía en los problem as polít icos, en las cuest iones de organización. Pues ust edes, señores, que se desvelan pro el “ obrero m edio” , en el fondo m ás bien ofenden a los obreros con el deseo de hacerles sin falt a una reverencia ant es de hablar de polít ica obrera o de organización obrera. ¡Yérganse para hablar de cosas serias y dej en la pedagogía a quienes ej ercen el m agist erio, pues no es ocupación de polít icos ni de organizadores! ¿Es que ent re los int elect uales no hay t am bién hom bres avanzados, elem ent os “ m edios” y “ m asas” ? ¿Es que no reconoce t odo el m undo que los int elect uales t am bién necesit an publicaciones de divulgación? ¿No se escribe esa lit erat ura? Pero im agínense que, en un art ículo sobre la organización de los est udiant es universit arios o de bachillerat o, el aut or se pusiera a repet ir con m achaconería, com o quien hace un descubrim ient o, que se precisa, ant e t odo, una organización de “ est udiant es m edios” . Por seguro que sem ej ant e aut or sería puest o en ridículo, y le est aría m uy bien em pleado. Le dirían: ust ed denos unas cuant as ideíllas de organización, si las t iene, y ya verem os nosot ros m ism os quién es “ m edio” , superior o inferior. Y si las que t iene sobre organización no son propias, t odas sus disquisiciones sobre las “ m asas” y los “ elem ent os m edios” hast iarán sim plem ent e. Com prendan de una vez que los problem as de “ polít ica” y “ organización” son ya de por sí t an serios que no se puede hablar de ellos sino con t oda seriedad: se puede y se debe preparar a los obreros ( lo m ism o que a los est udiant es universit arios y de bachillerat o) para poder abordar ant e ellos esos problem as; pero una vez los han abordado, den verdaderas respuest as, no se vuelvan at rás, hacia los “ elem ent os m edios” o hacia las “ m asas” , no salgan del paso con ret ruécanos o frases [ 19] . Si el obrero revolucionario quiere prepararse por ent ero para su t rabaj o, debe convert irse t am bién en un revolucionario profesional. Por est o no t iene razón B- v cuando dice que, pro est ar el obrero ocupado en la fábrica once horas y m edia, las dem ás funciones revolucionarias ( salvo la agit ación) “ recaen ant e t odo, quiérase o no, sobre un núm ero reducidísim o de int elect uales” . No sucede est o “ quiérase o no” , sino debido a nuest ro at raso, porque no com prendem os que t enem os el deber de ayudar a t odo obrero que se dist inga por su capacidad para convert irse en un agit ador organizador, propagandist a, dist ribuidor, et c., et c., profesional. En est e sent ido 85 dilapidam os vergonzosam ent e nuest ras fuerzas, no sabem os cuidar lo que t iene que ser cult ivado y desarrollado con part icular solicit ud. Fíj ense en los alem anes: t ienen cien veces m ás fuerzas que nosot ros, pero com prenden perfect am ent e que los agit adores, et c., capaces de verdad, no descuellan con excesiva frecuencia de ent re los obreros “ m edios” . Por eso procuran colocar enseguida a t odo obrero capaz en condiciones que le perm it an desarrollar plenam ent e y aplicar plenam ent e sus apt it udes: hacen de él un agit ador profesional, lo anim an a ensanchar su cam po de acción, a ext ender ést a de una fábrica a t odo un oficio, de una localidad a t odo el país. De est e m odo, el obrero adquiere experiencia y habilidad profesional, am plía su horizont e y su saber, observa de cerca de los j efes polít icos dest acados de ot ros lugares y de ot ros part idos, procura ponerse a la m ism a alt ura que ellos y unir en su persona el conocim ient o del m edio obrero y la lozanía de las convicciones socialist as a la m aest ría profesional sin la que no puede le prolet ariado desplegar su t enaz lucha cont ra sus enem igos perfect am ent e inst ruidos. Así, sólo así, surgen de la m asa obrera los Bebel y los Auer. Pero lo que en un país libre en el aspect o polít ico se hace en gran part e por sí solo, en Rusia deben hacerlo sist em át icam ent e nuest ras organizaciones. Un agit ador obrero que t enga algún t alent o y “ prom et a” no debe t rabaj ar once horas en la fábrica. Debem os arreglarlo de m anera que viva de los fondos del part ido, que pueda pasar a la clandest inidad en el m om ent o preciso, que cam bie de lugar de acción, pues de ot ro m odo no adquirirá gran experiencia, no am pliará su horizont e, no podrá sost enerse siquiera varios años en la lucha cont ra los gendarm es. Cuant o m ás am plio y profundo es el m ovim ient o espont áneo de las m asas obreras, t ant os m ás agit adores de t alent o descuellan, y no sólo agit adores, sino organizadores, propagandist as y m ilit ant es “ práct icos” de t alent o, “ práct icos” en el buen sent ido de la palabra ( que son t an escasos ent re nuest ros int elect uales, en su m ayor part e un t ant o desidiosos y t ardos a la rusa) . Cuando t engam os dest acam ent os de obreros revolucionarios ( y bien ent endido que “ t odas las arm as” de la acción revolucionaria) especialm ent e preparados y con un largo aprendizaj e, ninguna policía polít ica del m undo podrá con ellos, porque esos dest acam ent os de hom bres consagrados en cuerpo y alm a a la revolución gozarán igualm ent e de la confianza ilim it ada de las m ás am plias m asas obreras. Y som os los culpables direct os de no “ em puj ar” bast ant e a los obreros a est e cam ino, que es el m ism o para ellos y para los “ int elect uales” , al cam ino del aprendizaj e revolucionario profesional, t irando dem asiado a m enudo de ellos hacia at rás con nuest ros discursos necios sobre lo que es “ accesible” para la m asa obrera, para los “ obreros m edios” , et c. En est e sent ido, igual que en los ot ros, el reducido alcance del t rabaj o de organización est á en relación indudable e ínt im a ( aunque no se dé cuent a de ello la inm ensa m ayoría de los “ econom ist as” y de los m ilit ant es práct icos noveles) con la reducción del alcance de nuest ra t eoría y de nuest ras t areas polít icas. El cult o a la espont aneidad origina una especie de t em or de apart arnos un poquit ín de lo que sea “ accesible” a las m asas, un t em or de subir dem asiado pro encim a de la sim ple sat isfacción de sus necesidades direct as e inm ediat as. ¡No t engan m iedo, señores! ¡Recuerden ust edes que en m at eria de organización est am os a un nivel t an baj o que es absurda hast a l apropia idea de que podam os subir dem asiado alt o! e) La or ga niz a ción “de conspir a dor e s” y la “de m ocr a cia ” Ent re nosot ros hay m ucha gent e t an sensible a “ la voz de la vida” que nada t em en t ant o com o eso precisam ent e, acusando de ser adept os del grupo Libert ad del Pueblo, de no com prender la “ dem ocracia” , et c., a los que com part en las opiniones expuest as m ás arriba. Nos vem os precisados a det enernos en est as acusaciones, que apoya t am bién, com o es nat ural, Rabócheie Dielo. 86 Quien escribe est as líneas sabe m uy bien que los “ econom ist as” pet ersburgueses acusaban ya a Rabóchaya Gazet a de seguir a Libert ad del Pueblo ( cosa com prensible si se la com para con Rabóchaya Mysl) . Pro eso, cuando, después de aparecer I skra, un cam arada nos refirió que los socialdem ócrat as de la ciudad X califican a I skra de órgano de Libert ad del Pueblo, no nos sent im os nada sorprendidos. Nat uralm ent e, esa acusación era para t odos nosot ros un elogio, pues ¿a qué socialdem ócrat a decent e no habrán acusado de lo m ism o los “ econom ist as” ? Est as acusaciones son debidas a m alent endidos de dos géneros. En prim er lugar, en nuest ro país se conoce t an poco la hist oria del m ovim ient o revolucionario que t oda idea de form ar una organización com bat iva cent ralizada que declare una guerra sin cuart el al zarism o es calificada de adict a a Libert ad del Pueblo. Pero lo m agnífica organización que t enían los revolucionarios de la década del 70 y que debiera servirnos a t odos de m odelo no la crearon, ni m ucho m enos, los adept os de Libert ad del Pueblo, sino los part idarios de Tierra y Libert ad [ 20] que luego se dividió en Repart o Negro y Libert ad del Pueblo. Por eso es absurdo, t ant o desde el punt o de vist a hist órico com o desde el lógico, ver en una organización revolucionaria de com bat e algo específico de Libert ad del Pueblo, porque ninguna t endencia revolucionaria que piense realm ent e en una lucha seria puede prescindir de sem ej ant e organización. El error de los adept os de Libert ad del Pueblo no consist ió en procurar que se incorporaran a su organización t odos los descont ent os ni orient ar esa organización hacia una lucha resuelt a cont ra la aut ocracia. En eso, pro el cont rario, est riba su gran m érit o ant e la hist oria. Y su error consint ió en haberse apoyado en una t eoría que no t enía en realidad nada de revolucionaria y en no haber sabido, o en no haber podido, est ablecer un nexo firm e ent re su m ovim ient o y la lucha de clases en la sociedad capit alist a en desarrollo. Y sólo la m ás burda incom prensión del m arxism o ( o su “ com prensión” en sent ido “ st ruvist a” ) ha podido dar lugar a la opinión de que la aparición de un m ovim ient o obrero espont áneo de m asas nos exim e de la obligación de fundar una organización de revolucionarios t an buena com o la de los part idarios de Tierra y Libert ad o de crear ot ra incom parablem ent e m ej or. Por el cont rario, ese m ovim ient o nos im pone precisam ent e dicha obligación, ya que la lucha espont ánea del prolet ariado no se convert irá en su verdadera “ lucha de clase” m ient ras no est é dirigida por una fuert e organización de revolucionarios. En segundo lugar, m uchos –y ent re ello, por lo vist o, B. Krichevski ( R. D., núm . 10, Pág. 18) – no com prenden bien la polém ica que siem pre han sost enido los socialdem ócrat as cont ra la concepción de la lucha polít ica com o una lucha “ de conspiradores” . Hem os prot est ado y prot est arem os siem pre, desde luego, cont ra la reducción de la lucha polít ica en las proporciones de una conj uración, pero eso, claro est á, en m odo alguno significaba que negásem os la necesidad de una fuert e organización revolucionaria. Y, por ej em plo, en el follet o cit ado en la not a, j unt o a la polém ica cont ra quienes quieren reducir la lucha polít ica a una conj uración se encuent ra el esquem a de una organización ( com o ideal de los socialdem ócrat as) lo bast ant e fuert e para poder recurrir t ant o a la “ insurrección” com o a cualquier “ ot ra form a de at aque” con obj et o de asest ar el golpe decisivo al absolut ism o” [ 21] . Por su form a, una organización revolucionaria de esa fuerza en un país aut ocrát ico puede llam arse t am bién organización “ de conspiradores” porque la palabra francesa “ conspirat ion” equivale a “ conj uración” , y el caráct er conspirat ivo es im prescindible en el grado m áxim o para sem ej ant e organización. El caráct er conspirat ivo es condición t an im prescindible de t al organización que las dem ás condiciones ( núm ero, selección, funciones, et c. de los m iem bros) t ienen que concert arse con ella. Sería, pro t ant o, ext rem a candidez t em er que nos acusen a los socialdem ócrat as de querer crear una 87 organización de conspiradores. Todo enem igo del “ econom ism o” debe enorgullecerse de esa acusación, así com o de la acusación de ser part idario de Libert ad del Pueblo. Se nos obj et ará que una organización t an poderosa y t an rigurosam ent e secret a, que concent ra en sus m anos t odos los hilos de la act ividad conspirat iva, organización necesariam ent e cent ralist a, puede lanzarse con excesiva ligereza a un at aque prem at uro, puede enconar irreflexivam ent e el m ovim ient o ant es de que lo hagan posible y necesario la ext ensión del descont ent o polít ico, la fuerza de la efervescencia y de la exasperación de la clase obrera, et c. Nosot ros cont est arem os que, hablando en t érm inos abst ract os, no es posible negar, desde luego, que una organización de com bat e puede abocar en una bat alla im prem edit ada, la cual puede acabar en una derrot a que en m odo alguno sería inevit able en ot ras condiciones. Pero, en sem ej ant e problem a, es im posible lim it arse a consideraciones abst ract as, porque t odo com bat e ent raña la posibilidad abst ract a de la derrot a, y no hay ot ro m edio de dism inuir est a posibilidad que preparar organizadam ent e el com bat e. Y si plant eam os el problem a en el t erreno concret o de las condiciones act uales de Rusia, habrem os de llegar a est a conclusión posit iva: una fuert e organización revolucionaria es sin duda necesaria para dar precisam ent e est abilidad al m ovim ient o y preservarlo de la posibilidad de los at aques irreflexivos. Just am ent e ahora, cuando carecem os de sem ej ant e organización y cuando el m ovim ient o revolucionario crece espont ánea y rápidam ent e, se observan ya dos ext rem os opuest os ( que, com o es lógico, “ se t ocan” ) : o un “ econom ism o” sin el m enor fundam ent o, acom pañado de prédicas de m oderación, o un “ t errorism o excit ant e” , con t an poco fundam ent o, que t iende “ a producir art ificiosam ent e, en el m ovim ient o que se desarrolla y se consolida, pero que t odavía est á m ás cerca de su principio que de su fin, sínt om as de su fin” ( V. Z. En Zariá, núm . 2- 3, Pág. 353) . Y el ej em plo de Rab. Dielo dem uest ra que exist en ya socialdem ócrat as que capit ulan ant e am bos ext rem os. Y no es de ext rañar, porque, am én de ot ras razones, la “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” j am ás sat isfará a un revolucionario, y ext rem os opuest os siem pre surgirán aquí o allá. Sólo una organización com bat iva cent ralizada que aplique firm em ent e la polít ica socialdem ócrat a y sat isfaga, pro decirlo así, t odos los inst int os y aspiraciones revolucionarios puede preservar de un at aque irreflexivo al m ovim ient o y preparar un at aque con perspect ivas de éxit o. Se nos obj et ará t am bién que el punt o de vist a expuest o sobre la organización cont radice el “ principio dem ocrát ico” . La acusación ant erior t iene un origen ruso t an específico com o específico caráct er ext ranj ero t iene est a ot ra. Sólo una organización con sede en el ext ranj ero ( La Unión de Socialdem ócrat as Rusos) ha podido dar a su redacción, ent re ot ras inst rucciones, la siguient e: “ Principio de organización. Para favorecer el desarrollo y la unificación de la socialdem ocracia es preciso subrayar, desarrollar, luchar por un am plio principio dem ocrát ico de su organización de part ido, cosa que han hecho especialm ent e im prescindible las t endencias ant idem ocrát icas aparecidas en las filas de nuest ro part ido” ( Dos congresos, Pág. 18) En el capít ulo siguient e verem os cóm o lucha precisam ent e Rab. Dielo cont ra las “ t endencias ant idem ocrát icas” de I skra. Veam os ahora m ás de cerca el “ principio” que proponen los “ econom ist as” . Es probable que t odo el m undo est é de acuerdo en que el “ am plio principio dem ocrát ico” presupone las dos condiciones im prescindibles que siguen: prim ero, publicidad com plet a, y, segundo, caráct er elect ivo de t odos los cargos. Sin publicidad, m ás aún, sin una publicidad que no quede 88 reducida a los m iem bros de la organización sería ridículo hablar de espírit u dem ocrát ico. Llam arem os dem ocrát ica a la organización del part ido socialist a alem án ya que en él t odo es público, incluso las sesiones de sus congresos; pero nadie llam ará dem ocrát ica a una organización que se ocult e de t odos los que no sean m iem bros suyos con el m ant o del secret o. Cabe pregunt ar: ¿qué sent ido t iene proponer un “ am plio principio dem ocrát ico” , cuando la condición fundam ent al de ese principio es irrealizable para una organización secret a? El “ am plio principio” result a ser una m era frase que suena m ucho, pero que est á vacía. Más aún. Est a frase dem uest ra una incom prensión com plet a de las t areas urgent es del m om ent o en m at eria de organización. Todo el m undo sabe hast a qué punt o est á ext endida ent re nosot ros la falt a de discreción, conspirat iva que predom ina en la “ gran” m asa de revolucionarios. Ya hem os vist o con cuánt a am argura se quej a de ello B- v, exigiendo, lleno de razón, “ una severa selección de los afiliados” ( R. D., núm . 6, Pág. 42) . ¡Y de pront o aparecen gent es que se ufanan de su “ sent ido de la vida” y, en sem ej ant e sit uación, no subrayan la necesidad de la m ás severa discreción conspirat iva y de la m ás rigurosa ( y, por consiguient e, m ás est recha) selección de los afiliados, sino un “ am plio principio dem ocrát ico” ! Est o se llam a t om ar el rábano por las hoj as. No queda m ej or parado el segundo rasgo de la dem ocracia: el caráct er elect ivo. En los países que gozan de libert ad polít ica, est a condición se sobreent iendo por sí m ism a. “ Se considera m iem bro del part ido t odo el que acept a los principios de su program a y ayuda al part ido en la m edida de sus fuerzas” , dice el art ículo prim era de los est at ut os orgánicos del Part ido Socialdem ócrat a Alem án. Y com o t oda la liza polít ica est á abiert a para t odos, igual que la ram pa del escenario para el público de un t eat ro, el que se acept e o se rechace, se apoye o se im pugne son cosas que t odos saben pro los periódicos y por las reuniones públicas. Todo el m undo sabe que det erm inado dirigent e polít ico ha com enzado de t al m anera, ha pasado por t al y t al evolución, se ha port ado de t al y t al m odo en un m om ent o difícil de su vida, se dist ingue en general por t ales y t ales cualidades: pro t ant o, es nat ural que a est e dirigent e lo puedan elegir o no elegir, con conocim ient o de causa, para det erm inado cargo en el part ido, t odos los m iem bros del m ism o. El cont rol general ( en el sent ido lit eral de la palabra) de cada uno de los pasos del afiliado al part ido, a lo largo de su carrera polít ica, crea un m ecanism o de acción aut om át ica que t iene pro result ado lo que en Biología se llam a “ supervivencia de los m ej or adapt ados” . La “ selección nat ural” , product o de la com plet a publicidad del caráct er elect ivo y del cont rol general, asegura que cada dirigent e est é a fin de cuent as “ en su sit io” , se encargue d e la labor que m ej or concuerde con sus fuerzas y apt it udes, sufra en su carne t odas las consecuencias de sus errores y dem uest re a la vist a de t odos su capacidad para reconocer sus falt as y evit arlas. ¡Pero prueben ust edes a encaj ar est e cuadro en el m arco de nuest ra aut ocracia! ¿Es acaso concebible ent re nosot ros que “ t odo el que acept e los principios del program a del part ido y ayude al part ido en la m edida de sus fuerzas” cont role cada paso del revolucionario clandest ino? ¿Qué t odos elij an a uno o a ot ro ent re est os últ im os, cuando, el bien de su t rabaj o, el revolucionario est á obligado a ocult ar su verdadera personalidad a las nueve décim as part es de esos “ t odos” ? Reflexionen, aunque sólo sea un m om ent o, en el verdadero sent ido de las sonoras palabras de Rab. Dielo y verán que la “ am plia dem ocracia” de una organización de part ido en las t inieblas de la aut ocracia, cuando son los gendarm es quienes seleccionan, no es m ás que un j uguet e inút il y perj udicial. I nút il porque, en la práct ica, j am ás ha podido organización revolucionaria alguna aplicar una am plia dem ocracia, ni puede aplicarla, por m ucho que lo desee. Perj udicial porque los int ent os de aplicar en la práct ica un “ am plio principio dem ocrát ico” sólo facilit an a la policía las grandes redadas y 89 perpet úan los m ét odos prim it ivos de t rabaj o dom inant es, desviando el pensam ient o de los m ilit ant es dedicados a la labor práct ica de la seria e im periosa t area de forj arse com o revolucionarios profesionales hacia la redacción de prolij os reglam ent os “ burocrát icos” sobre sist em as de vot ación. Sólo en el ext ranj ero, donde no pocas veces se j unt an gent es que no pueden encont rar una labor verdadera y real, ha podido desarrollarse en algún sit io, sobre t odo en diversos grupos pequeños, ese “ j uego a la dem ocracia” . Para dem ost rar al lect or cuán indecoroso es el procedim ient o predilect o de Rab. Dielo para preconizar un “ principio” t an decoroso com o la dem ocracia en la labor revolucionaria, apelarem os de nuevo a un t est igo. Se t rat a de E. Serebriakov, direct or de la revist a londinense Nakanunie, que sient e gran debilidad pro Rab. Dielo y profundo odio a Plej ánov y los “ plej anovist as” ; en los art ículos referent es a la escisión de la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, Nakanunie se puso resuelt am ent e al lado de Rab. Dielo y descargó un nubarrón de palabras det est ables sobre Plej ánov. Tant o m ás valor t iene para nosot ros el t est igo en est e punt o. En el art ículo Con m ot ivo del llam am ient o del “ Grupo de Aut oem ancipación de los Obreros” , insert o en el núm ero 7 de Nakanunie ( j ulio de 1899) , E. Serebriakov decía que era “ indecoroso” plant ear cuest iones “ de obcecación, de prim acía, de lo que se llam a el areópago, en un m ovim ient o revolucionario serio” , y decía, ent re ot ras cosas, lo siguient e: “ Myshkin, Rogachov, Zheliábov, Mij áilov, Peróvskaya, Figner y ot ro nunca se consideraron dirigent es y nadie los había elegido ni nom brado, aunque en realidad sí lo eran, porque t ant o en el período de propaganda com o en la lucha cont ra el gobierno cargaron con el m ayor peso del t rabaj o, fueron a los sit ios m ás peligrosos y su act ividad fue la m ás fruct ífera. Y la prim acía no result aba de que la desearan, sino de que los cam aradas que los rodeaban confiaban en su int eligencia, en su energía y en su lealt ad. Tem er a un areógrafo ( y si no se le t em e no hay por qué m encionarlo) que puede dirigir aut orit ariam ent e el m ovim ient o es ya dem asiada candidez. ¿Quién lo obedecería?” Pregunt am os al lect or: ¿en qué se diferencia el “ areópago” de las “ t endencias ant idem ocrát icas” ? ¿No es evident e que el “ decoroso” principio de organización de Rabócheie Dielo es t an cándido com o indecoroso? Cándido porque sencillam ent e nadie obedecerá a un “ areópago” o a gent es con “ t endencias ant idem ocrát icas” , t oda vez que “ los cam aradas que los rodean no confiarán en su int eligencia, en su energía ni en su lealt ad” . E indecoroso com o dem agógica salida de t ono que especula con la presunción de unos, con el desconocim ient o que ot ros t ienen del est ado en que realm ent e se encuent ra nuest ro m ovim ient o y con la falt a de preparación de los t erceros y su desconocim ient o de la hist oria del m ovim ient o revolucionario. El único principio de organización serio a que deben at enerse los dirigent es de nuest ro m ovim ient o ha de ser el siguient e: la m ás severa discreción conspirat iva, la m ás rigurosa selección de los afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuent a con est as cualidades, est á asegurado algo m ucho m ás im port ant e que el “ am bient e dem ocrát ico” , a saber: la plena confianza m ut ua, propia de cam aradas, ent re los revolucionarios. Y es indiscut ible que necesit am os m ás est a confianza porque en Rusia no se puede ni hablar de sust it uirla por un cont rol dem ocrát ico general. Com et eríam os un gran error si creyéram os que, por ser im posible un cont rol verdaderam ent e “ dem ocrát ico” , los afiliados a una organización revolucionaria se conviert en en incont rolados: no t ienen t iem po de pensar en las form as de j uguet e de dem ocracia ( dem ocracia en el seno de un apret ado núcleo de cam aradas ent re los que reina confianza m ut ua) , pero sient en m uy en lo vivo su 90 responsabilidad, pues saben adem ás, pro experiencia, que una organización de verdaderos revolucionarios no se det endrá en m edios para deshacerse de un m iem bro digo. Adem ás, en el país hay una opinión publica bast ant e desarrollada de los m edios revolucionarios rusos ( e int ernacionales) que t iene m ucha hist oria cast iga con im placable severidad t odo incum plim ient o del deber de la cam aradería ( ¡y la “ dem ocracia” , la verdadera dem ocracia, no la de j uguet e, va im plícit a, com o la part e en el t odo, en est e concept o de cam aradería! ) . ¡Tom en t odo est o en consideración y com prenderán qué nauseabundo t ufillo a j uego a los generales en el ext ranj ero t rasciende de t odas esas habladurías y resoluciones sobre las “ t endencias ant idem ocrát icas” ! Hay que observar, adem ás, que la ot ra fuent e de t ales habladurías, es decir, la candidez, se alim ent a asim ism o de una confusión de ideas acerca de la dem ocracia. En el libro de los esposos Webb sobre los t radeuniones inglesas hay un capít ulo curioso: La dem ocracia prim it iva. Los aut ores refieren en él que los obreros ingleses t enían por señal im prescindible de dem ocracia en el prim er período de exist encia de sus sindicat os que t odos hicieran de t odo en la dirección de los m ism os: no sólo se decidían t odas las cuest iones pro vot ación de t odos los m iem bros, sino que los cargos t am bién eran desem peñados sucesivam ent e por t odos los afiliados. Fue necesaria una larga experiencia hist órica para que los obreros com prendieran lo absurdo de sem ej ant e concept o de la dem ocracia y la necesidad, por una part e, de que exist ieran inst it uciones represent at ivas y, por ot ra, funcionarios profesionales. Fueron necesarios unos cuant os casos de quiebra de caj as de los sindicat os para que los obreros com prendieran que la proporción ent re las cuot as que pagaban y los subsidios que recibían no podía decidirse sólo por vot ación dem ocrát ica, sino que exigía, adem ás, el consej o de un perit o en seguros. Lean t am bién el libro de Kaut sky sobre el parlam ent arism o y la legislación popular y verán que las deducciones del t eórico m arxist a coinciden con las enseñanzas de prolongados años de práct ica de los obreros unidos " “ espont áneam ent e" ” Kaut sky rebat e con denuedo la form a prim it iva que Rit t inghausen t iene de concebir la dem ocracia, se burla de la gent e dispuest a a exigir en nom bre de la dem ocracia que “ los periódicos del pueblo sean redact ados direct am ent e por el pueblo” , dem uest ra la necesidad de que exist an, periodist as, parlam ent arios, et c., profesionales, para dirigir de un m odo socialdem ócrat a la lucha de clase del prolet ariado; at aca el “ socialism o de anarquist as y lit erat os” que exalt an “ por afán efect ist a” la legislación que em ana direct am ent e del pueblo y no com prenden que su aplicación es m uy convencional en la sociedad cont em poránea. Todo el que haya desplegado una labor práct ica en nuest ro m ovim ient o sabe cuán ext endido est á ent re la m asa de la j uvent ud est udiant il y de los obreros el concept o “ prim it ivo” de la dem ocracia. No es de ext rañar que est e concept o penet re t ant o en est at ut os com o en publicaciones. Los “ econom ist as” de t ipo bernst einiano decían en sus est at ut os: “ Art ículo 10. Todos los asunt os que at añen a los int ereses de t oda la organización sindical se resolverán pro m ayoría de vot os de t odos sus m iem bros” . Los “ econom ist as” de t ipo t errorist a los secundan: “ Es preciso que los acuerdos del com it é pasen por t odos los círculos y sólo ent onces sean efect ivos” ( Svoboda, núm . 1, Pág. 67) . Observen que est a reclam ación de aplicar am pliam ent e el referéndum se plant ea ¡después de exigir que t oda la organización se base en el principio elect ivo! Nada m ás lej os de nosot ros, claro est á, que censurar por eso a los m ilit ant es dedicados al t rabaj o práct ico, que han t enido m uy poca posibilidad de conocer la t eoría y la práct ica de las organizaciones dem ocrát icas de verdad. Pero cuando Rab. Dielo, que pret ende ej ercer una función dirigent e, se lim it a en t ales circunst ancias a insert ar una resolución sobre el am plio principio dem ocrát ico ¿cóm o no llam ar a est o sino puro “ afán efect ist a” ? 91 f) El t r a ba j o a e sca la loca l y a e sca la na ciona l Si las obj eciones que se hacen al plan de organización que aquí exponem os, reprochándole su falt a de dem ocracia y su caráct er conspirat ivo, carecen t ot alm ent e de fundam ent o, queda t odavía pendient e una cuest ión que se plant ea m uchas veces y m erece det enido exam en: se t rat a de la relación exist ent e ent re el t rabaj o local y el t rabaj o a escala nacional. Se expresa el t em or de que, al crearse una organización cent ralist a, el cent ro de gravedad pase del prim er t rabaj o, al segundo, el t em or de que est o perj udique al m ovim ient o, debilit e la solidez de los vínculos que nos unen con la m asa obrera, y, en general, la est abilidad de la agit ación local. Cont est arem os que nuest ro m ovim ient o se resient e durant e est os últ im os años precisam ent e de que los m ilit ant es locales est én dem asiado absorbidos pro el t rabaj o local; que por est a razón es necesario desplazar algo, sin el m enor género de dudas, el cent ro de la gravedad hacia el t rabaj o en plano nacional; que, lej os de debilit ar, est e desplazam ient o dará, por el cont rario, m ayor solidez a nuest ros vínculos y m ayor est abilidad a nuest ra agit ación local. Exam inem os la cuest ión del órgano cent ral y de los órganos locales, rogando al lect or que no olvide que la prensa no es para nosot ros sino un ej em plo ilust rat ivo de la labor revolucionaria y que, en general, es infinit am ent e m ás am plia y m ás variada. En el prim er período del m ovim ient o de m asas ( 1896- 1898) , los m ilit ant es locales int ent an publicar un órgano dest inado a t oda Rusia: Rabóchaya Gazet a; en el período siguient e ( 1898- 1900) , el m ovim ient o da un gigant esco paso adelant e, pero los órganos locales absorben t ot alm ent e la at ención de los dirigent es. Si se hace un recuent o de t odos esos órganos locales, result ará [ 22] * por t érm ino m edio un núm ero al m es. ¿No es est o una prueba evident e del prim it ivism o de nuest ros m ét odos de t rabaj o? ¿No dem uest ra eso de m anera fehacient e el at raso que nuest ra organización revolucionaria lleva del avance espont áneo del m ovim ient o? Si se hubiera publicado la m ism a cant idad de núm eros de periódicos por una organización única, y no por grupos locales dispersos, no sólo habríam os ahorrado una inm ensidad de fuerzas, sino asegurado a nuest ro t rabaj o infinit am ent e m ás est abilidad y cont inuidad. Olvidan con dem asiada frecuencia est e sencillo razonam ient o t ant o los m ilit ant es dedicados a las labores práct icas, que t rabaj an act ivam ent e de m anera casi exclusiva en los órganos locales ( por desgracia, en la inm ensa m ayoría de los casos, la sit uación no ha cam biado) , com o los publicist as que m uest ran en est a cuest ión asom broso quij ot ism o. El m ilit ant e dedicado al t rabaj o práct ico suele darse por sat isfecho con el razonam ient o de que a los m ilit ant es locales “ les es difícil” [ 23] ocuparse de la publicación de un periódico cent ral para t oda Rusia y que m ej or es t ener periódicos locales que no t ener ninguno. Est o últ im o es, desde luego, m uy ciert o, y ningún m ilit ant e dedicado al t rabaj o práct ico reconocerá ant es que nosot ros la gran im port ancia y la gran ut ilidad de los periódicos locales en general. Pero no se t rat a de est o, sino de ver si es posible librarse del fraccionam ient o y del prim it ivism o en el t rabaj o t an palm ariam ent e reflej ados en los t reint a núm eros de periódicos locales publicados por t oda Rusia en dos años y m edio. No se const riñan al principio indiscut ible, pero dem asiado abst ract o, de la ut ilidad de los periódicos locales en general; t engan, adem ás, el valor de reconocer francam ent e sus lados negat ivos, puest os de m anifiest o en dos años y m edio de experiencia. Est a experiencia dem uest ra que, en nuest ras condiciones, los periódicos locales result an en la m ayoría de los casos vacilant es en los principios y falt os de im port ancia polít ica; en cuant o al consum o de energías revolucionarias, result an dem asiado cost osos, e insat isfact orios por com plet o, desde le punt o de vist a t écnico ( m e refiero, claro est á, no a la t écnica t ipográfica, sino a la frecuencia y regularidad de la publicación) . Y t odos los defect os indicados no son obra de la casualidad, sino consecuencia inevit able del fraccionam ient o que, por una 92 part e, explica el predom inio de los periódicos locales en el período que exam inam os, y, por ot ra part e, encuent ra un apoyo en ese predom inio. Una organización local, por sí sola, no est á realm ent e en condiciones de asegurar la firm eza de principios de su periódico ni de colocarlo a la alt ura de órgano polít ico, no est á en condiciones de reunir y ut ilizar dat os suficient es para escribir de t oda nuest ra vida polít ica. Y, en cuant o al argum ent o que ordinariam ent e se esgrim e en los países libres para j ust ificar la necesidad de num erosos periódicos locales –que son barat os, porque los confeccionan obreros locales, y pueden ofrecer una inform ación m ej or y m ás rápida a la población local- , la experiencia ha dem ost rado que, en nuest ro país, se vuelve cont ra dichos periódicos. Est os result an dem asiado cost osos en lo que al consum o de energías revolucionarias se refiere; y son publicados m uy de t arde en t arde por la sencilla razón de que un periódico ilegal, por pequeño que sea, precisa un inm enso m ecanism o clandest ino de im prent a, que requiere la exist encia de una gran indust ria fabril, pues en un t aller de art esanos no es posible m ont ar sem ej ant e m ecanism o. Mas cuando ést e es prim it ivo, la policía aprovecha m uchas veces ( t odo m ilit ant e dedicado al t rabaj o práct ico conoce num erosos ej em plos de est e género) la aparición y difusión de uno o dos núm eros para hacer una redada m asiva, que lo barre t odo t an bien que es preciso volver a em pezar de nuevo. Un buen m ecanism o clandest ino de im prent a exige una buena preparación profesional de los revolucionarios y la m ás consecuent e división del t rabaj o, y est as dos condiciones son de t odo punt o irrealizables en una organización local aislada, por m ucha fuerza que reúna en un m om ent o dado. No hablem os ya de los int ereses generales de t odo nuest ro m ovim ient o ( una educación socialist a y polít ica de los obreros basada en principios firm es) ; t am bién los int ereses locales específicos quedan m ej or at endidos por órganos no locales. Sólo a prim era vist a puede parecer est o una paradoj a; en realidad, la experiencia de los dos años y m edio de que hem os hablado lo dem uest ra de m anera irrefut able. Todo el m undo convendrá en que si las fuerzas locales que han publicado t reint a núm eros de periódicos hubieran t rabaj ado para un solo periódico, habrían publicado sin dificult ad sesent a núm eros, si no cien, y, por consiguient e, se habrían reflej ado de un m odo m ás com plet o las part icularidades del m ovim ient o puram ent e local. No cabe duda de que no es fácil conseguir est a coordinación; pero hace falt a que, al fin, reconozcam os su necesidad; que cada círculo local piense y t rabaj e act ivam ent e en ese sent ido sin esperar el em puj ón de fuera, sin dej arse seducir por la accesibilidad y la proxim idad de un órgano loca, proxim idad que –según lo prueba nuest ra experiencia revolucionaria – es, buena part e, ilusoria. Y prest an un flaco servicio al t rabaj o práct ico los publicist as que, considerándose m uy próxim os a los m ilit ant es práct icos, no se dan cuent a de est e caráct er ilusorio y salen del paso con un razonam ient o de sim pleza t an ext raordinaria com o de vacuidad t an asom brosa: hacen falt a periódicos locales, hacen falt a periódicos com arcales, hacen falt a periódicos cent rales para t oda Rusia. Es nat ural que, hablando en t érm inos generales, t odo est o haga falt a, pero t am bién hace falt a, cuando se aborda un problem a concret o de organización, pensar en las condiciones de m edio y t iem po. ¿No es, en efect o, un caso de quij ot ism o cuando Svoboda ( núm . 1, Pág. 68) , “ det eniéndose” específicam ent e “ en el problem a del periódico” , escribe: “ Nosot ros creem os que en t odo lugar algo considerable de concent ración de obreros debe haber periódico obrero propio. No t raído de fuera, sino j ust am ent e propio” . Si est e publicist a no quiere pensar en el sent ido de sus palabras, piense ust ed al m enos por él, lect or: ¡cuánt as decenas, si no cent enares de “ lugares algo considerables de concent ración de obreros” hay en Rusia, y qué perpet uación de nuest ro prim it ivism o en el t rabaj o result ará si cada organización local se pusiera efect ivam ent e a publicar su propio periódico! ¡Cóm o facilit aría est e fraccionam ient o a nuest ros gendarm es la t area de capt urar –y, adem ás, sin hacer esfuerzos “ algo considerables” – a los m ilit ant es 93 locales, desde el com ienzo m ism o de su act uación, ant es de haber podido llegar a ser verdaderos revolucionarios! En un periódico cent ral para t oda Rusia – cont inúa el aut or- no int eresarían m ucho las narraciones de los m anej os de los fabricant es “ y de los porm enores de poca m ont a de la vida fabril en diversas ciudades que no son la suya” , pero “ al orlense no le aburrirá leer lo que sucede en Oriol. Sabe siem pre con quién se han “ m et ido” , a quién “ se le da para el pelo” y a él le baila el oj o” ( Pág.. 69) . Sí, sí, al orlense le baila el oj o, pero a nuest ro publicist a t am bién “ le baila” dem asiado la im aginación. En lo que ést e debiera pensar es en si se m uest ra t act o al defender la m ezquindad de esfuerzos. No cederem os a nadie la palm a en reconocer cuán necesario e im port ant e es denunciar los abusos que se com et en en las fábricas, pero hay que recordar que hem os llegado ya a un m om ent o en que a los vecinos de San Pet ersburgo les aburre leer las cart as pet ersburguesas del periódico pet ersburgués Rabóchaya Mysl. Para denunciar los abusos que se com et en en las fábricas locales hem os t enido siem pre, y debem os seguir t eniendo siem pre las hoj as volant es; pero el periódico hay que elevarlo, y no rebaj arlo al nivel de hoj as volant es de fábrica. Para un “ periódico” necesit am os denuncias no t ant o de “ pequeñeces” , com o de los grandes defect os t ípicos de la vida fabril, denuncias hechas con ej em plos de singular realce y, pro lo m ism o, capaces de int eresar a t odos los obreros y a t odos los dirigent es del m ovim ient o, capaces de enriquecer efect ivam ent e sus conocim ient os, ensanchar su horizont e, dar com ienzo al despert ar de un dist rit o m ás, de un nuevo sect or profesional de obreros. “ Adem ás, en un periódico local, los m anej os de la adm inist ración de la fábrica o de ot ras aut oridades pueden recogerse en seguida, aún recient es. Y m ient ras la not icia llega a un periódico cent ral, lej ano, en el punt o de origen ya se habrá olvidado lo sucedido: “ ¿Cuándo habrá ocurrido eso?; ¡cualquiera lo recuerda! ” ” ( loc. cit .) . en efect o, ¡cualquiera lo recuerda! Los t reint a núm eros publicados en dos años y m edio corresponden, según hem os vist o en la m ism a fuent e, a seis ciudades. De m odo que a cada ciudad corresponde, por t érm ino m edio, ¡un núm ero de periódico por m edio año! E incluso si nuest ro insubst ancial publicist a t riplica en su hipót esis el rendim ient o del t rabaj o local ( cosa que sería indudablem ent e inexact a con relación a una ciudad m edia, porque es im posible aum ent ar considerablem ent e el rendim ient o sin salir del prim it ivism o en el t rabaj o) , no recibiríam os, sin em bargo, a m ás de un núm ero cada dos m eses, es decir, una sit uación que en nada se parece a “ recoger las not icias aún recient es” . Pero bast aría con que se unieran diez organizaciones locales e invist ieran de funciones act ivas a sus delgados con el fin de m ont ar un periódico cent ral que ent onces pudieran “ recogerse” por t oda Rusia no pequeñeces, sino escándalos not ables y t ípicos en realidad, y est o cada dos sem anas. Nadie que sepa en qué sit uación se encuent ran nuest ras organizaciones lo dudará. Y en cuant o a lo de pillar al enem igo con las m anos en la m asa, si se t om a est o en serio y no se habla por hablar, un periódico clandest ino no puede, en general, ni pensar en ello: est o puede hacerlo sólo una hoj a volant e, porque el plazo m áxim o para sorprender así al enem igo no pasa, en la m ayoría de los casos, de uno o dos días ( t om en, por ej em plo, el caso de una huelga breve corrient e, de at ropellos en una fábrica o de una m anifest ación et c.) . “ El obrero no sólo vive en la fábrica, sino en la ciudad t am bién” , cont inúa nuest ro aut or, pasando de lo part icular a lo general con una consecuencia t an rigurosa que honraría al m ism o Borís Krichevski. Y señala los problem as de las dum as, hospit ales y escuelas de las ciudades, exigiendo que el periódico obrero no calle los asunt os urbanos en general. La exigencia es de por sí m agnífica, pero ilust ra con part icular evidencia la abst ract a vacuidad a que se lim it an con dem asiado frecuencia las disquisiciones sobre los periódicos locales. Prim ero, si en “ t odo lugar algo considerable de concent ración de obreros” se publicaran en efect o periódicos con una 94 sección urbana t an det allada com o quiere Svoboda, dadas nuest ras condiciones rusas, la cosa degeneraría inevit ablem ent e en verdadera cicat ería, conduciría a debilit ar la conciencia de lo im port ant e que es un em puj e revolucionario general en t oda Rusia cont ra la aut ocracia zarist a y reforzaría los brot es, m uy vivaces y m ás bien ocult os o reprim idos que arrancados de raíz, de una t endencia que ya ha adquirido fam a por la célebre m áxim a sobre los revolucionarios que hablar dem asiado del parlam ent o inexist ent e y m uy poco de las dum as urbanas exist ent es. Y hem os dicho “ inevit ablem ent e” , subrayando así que no es est o, sino lo cont rario, lo que Svoboda quiere a sabiendas. Pero no bast a con las buenas int enciones. Para que la labor de esclarecim ient o de los asunt os urbanos quede organizada con la orient ación debida respect o a t odo nuest ro t rabaj o, hay que em pezar por elaborar t ot alm ent e y dej ar sent ada con firm eza esa orient ación, y no sólo m ediant e razonam ient os, sino m ediant e una inm ensidad de ej em plos, para que adquiera ya la solidez de t radición. Est o es lo que est am os m uy lej os de t ener y pro est o precisam ent e hay que em pezar ant es de que se pueda pensar en una vast a prensa local y hablar de ella. Segundo, para escribir bien y de un m odo int eresant e de verdad sobre asunt os locales, hay que conocerlos bien, y no sólo por los libros. Pero en t oda Rusia apenas hay socialdem ócrat as que posean est e conocim ient o. Para escribir en un periódico ( y no en follet os de divulgación) sobre asunt os locales y est at ales hay que disponer de dat os frescos, variados, recogidos y elaborados por una persona ent endida. Y para recoger y elaborar t ales dat os no bast a la “ dem ocracia prim it iva” de un círculo prim it ivo, en el que t odos hacen de t odo y se diviert en j ugando al referéndum . Para eso hace falt a una plana m ayor de aut ores especializados, de corresponsales especializados, un ej ércit o de report eros socialdem ócrat as, que ent ablen relaciones en t odas part es, que sepan penet rar en t odos los “ secret os de Est ado” ( con los que t ant o presum e y que con t ant a facilidad revela el funcionario ruso) y m et erse ent re t odos los “ bast idores” ; un ej ércit o de hom bres obligados “ por su cargo” a ser ubicuos y om niscios. Y nosot ros, part ido de lucha cont ra t oda opresión económ ica, polít ica, social y nacional, podem os y debem os encont rar, reunir, form ar, m ovilizar y poner en cam paña un ej ércit o así de hom bres om nisapient es, ¡pero eso est á t odavía por hacer! Ahora bien, nosot ros no sólo no hem os dado aún,, en la inm ensa m ayoría de los lugares, ni un paso en esa dirección, sino que a m enudo ni siquiera exist e la conciencia de la necesidad de hacerlo. Búsquense en nuest ra prensa socialdem ócrat a art ículos vivos e int eresant es, crónicas y denuncias sobre nuest ros asunt os y asunt illos diplom át icos, m ilit ares, eclesiást icos, urbanos, financieros, et c., et c.: se encont rará m uy poco o casi nada [ 24] . ¡Por eso “ m e enfado siem pre que viene alguien y m e ensart a una ret ahíla de lindezas y preciosidades” sobre la necesidad de periódicos “ en t odo lugar algo considerable de concent ración de obreros” que denuncien las arbit rariedades t ant o en la adm inist ración fabril com o en la pública local y nacional! El predom ino de la prensa local sobre la cent ral es sínt om a de penuria o de luj o. De penuria, cuando el m ovim ient o no ha cobrado t odavía fuerzas para un t rabaj o a gran escala, cuando aún veget a en m edio del prim it ivism o y casi se ahoga “ en las pequeñeces de la vida fabril” . De luj o, cuando el m ovim ient o ha podido ya plenam ent e con la t area de las denuncias en t odos los sent idos y de la agit ación en t odos los sent idos, de m odo que, adem ás del órgano cent ral, se hacen necesarios num erosos órganos locales. Decida cada cual por sí m ism o qué es lo que prueba el predom inio que hoy t ienen los periódicos locales ent re nosot ros. Por m i part e, m e lim it aré a form ular con exact it ud m i conclusión par ano dar pie a m alent endidos. Hast a ahora, la m ayoría de nuest ras organizaciones locales piensan casi exclusivam ent e en órganos locales y t rabaj an de un m odo act ivo casi exclusivam ent e para ellos. Est o no 95 es norm al. Debe suceder lo cont rario, que la m ayoría de las organizaciones locales piense sobre t odo en un órgano cent ral para t oda Rusia y t rabaj e principalm ent e para él. Mient ras no ocurra sí, no podrem os publicar ni un solo periódico que sea por lo m enos capaz de proporcionar realm ent e al m ovim ient o una agit ación en t odos los sent idos en la prensa. Y cuando est o se así, se ent ablarán por sí solas unas relaciones norm ales ent re el órgano cent ral necesario y los órganos locales necesarios. * * * A prim era vist a, la conclusión de que se precisa desplazar el cent ro de gravedad del t rabaj o local al t rabaj o a escala de t oda Rusia puede parecer inaplicable al t erreno de la lucha económ ica especial: el enem igo direct o de los obreros es en est e caso un pat rono det erm inado o un grupo de pat ronos no ligados ent re sí por una organización que recuerde, aunque sea rem ot am ent e, una organización puram ent e m ilit ar, rigurosam ent e cent ralist a, dirigida hast a en los det alles m ás pequeños por una volunt ad única, com o es la organización del gobierno ruso, nuest ro enem igo direct o en la lucha polít ica. Pero no es así. La lucha económ ica –lo hem os dicho ya m uchas veces- es una lucha sindical, y por ello exige que los obreros se unan por oficios, y no sólo por el lugar de t rabaj o. Y la necesidad de est a unión profesional se hace t ant o m ás im periosa cuant o m ayor es la rapidez con que avanza la unión de nuest ros pat ronos en t oda clase de sociedades y corporaciones. Nuest ra dispersión y nuest ros m ét odos prim it ivos de t rabaj o obst aculizan direct am ent e est a unión, que exige una organización de revolucionarios única para t oda Rusia y capaz de encargarse de dirigir sindicat os obreros a escala de t odo el país. Ya hem os hablado ant es del t ipo de organización deseable con est e obj et o, y ahora añadirem os sólo unas palabras en relación con el problem a de nuest ra prensa. No creo que nadie dude de que t odo periódico socialdem ócrat a deba t ener una sección dedicada a la lucha sindical ( económ ica) . Pero el crecim ient o del m ovim ient o sindical nos obliga a pensar t am bién en una prensa sindical. Creem os, sin em bargo, que en Rusia t odavía no se puede ni hablar, salvo raras excepciones, de periódicos sindicales: son un luj o, y nosot ros carecem os m uchas veces hast a del pan de cada día. La form a de prensa sindical adecuada a las condiciones de t rabaj o clandest ino, y ya ahora im prescindible, t endría que ser ent re nosot ros la de follet os sindicales. En ellos deberían recogerse y agruparse sist em át icam ent e dat os legales [ 25] e ilegales las condiciones de t rabaj o en cada oficio, sobre las diferencias que en est e sent ido exist en ent re los diversos punt os de Rusia, sobre las principales reivindicaciones de los obreros de una profesión det erm inada, sobre las deficiencias de la legislación concernient e a ella, sobre los casos not ables de la lucha económ ica de los obreros de est e grem io, sobre los gérm enes, la sit uación act ual y las necesidades de su organización sindical, et c. Est os follet os, prim ero, librarían a nuest ra prensa socialdem ócrat a de una inm ensidad de porm enores sindicales que sólo int eresan especialm ent e a los obreros de est e oficio. Segundo, fij arían los result ados de nuest ra experiencia en la lucha sindical, conservarían los dat os recogidos, que ahora se pierden lit eralm ent e en el cúm ulo de hoj as y crónicas suelt as, y los sint et izarían. Tercero, podrían servir de algo así com o guía para los agit adores, ya que las condiciones de t rabaj o varían con relat iva lent it ud, las reivindicaciones fundam ent ales de los obreros de un oficio det erm inado son ext raordinariam ent e est ables ( com párense las reivindicaciones de los t ej edores de la región de Moscú, en 1885 [ 26] y de la región de San Pet ersburgo, en 1896) y un resum en de set as reivindicaciones y necesidades 96 podría servir durant e años ent eros de m anual excelent e para la agit ación económ ica en localidades at rasadas o ent re capas at rasadas de obreros; ej em plos de huelgas que hayan t enido éxit o en una región, dat os sobre un nivel de vida m ás elevado y sobre m ej ores condiciones de t rabaj o en una localidad est im ularían t am bién a los obreros de ot ros lugares a nuevas y nuevas luchas. Cuart o, t om ando la iniciat iva de sint et izar la lucha sindical y reforzando de est e m odo los vínculos del m ovim ient o sindical ruso con el socialism o, la socialdem ocracia se preocuparía al m ism o t iem po de que nuest ro t rabaj o t radeunionist a no ocupara un puest o ni dem asiado reducido ni dem asiado grande en el conj unt o de nuest ro t rabaj o socialdem ócrat a. A una organización local que est é apart ada de las organizaciones de ot ras ciudades le es m uy difícil, a veces casi im posible, m ant ener en est e sent ido una proporción adecuada ( y el ej em plo de Rabocháya Mysl dem uest ra a qué punt o de m onst ruosa exageración de caráct er t radeunionist a puede llegarse en t al caso) . Pero a una organización de revolucionarios a escala de t oda Rusia que sust ent e con firm eza el punt o de vist a del m arxism o, que dirij a t oda la lucha polít ica y disponga de una plana m ayor de agit adores profesionales, j am ás le será difícil det erm inar acert adam ent e esa proporción. 97 N OTAS D EL CAPI TULO I V [ 1] B- v: Borís Sávinkov, uno de los dirigent es del part ido socialrrevolucionario, de caráct er pequeñoburgués. [ 2] La cursiva en t oda la cit a es nuest ra. [ 3] Se alude al grupo Lucha del t rabaj o cont ra el Capit al organizado en Pet ersburgo en la prim avera de 1899. Est aba form ado por algunos obreros e int elect uales, carecía de est rechos vínculos con el m ovim ient o obrero de Pet ersburgo y se disolvió en el verano de 1899 al ser det enidos casi t odos sus com ponent es. Pro sus opiniones est aba m uy cerca del “ econom ism o” . El grupo edit ó una hoj a, t it ulada Nuest ro program a, que no llegó a difundirse, a causa de las det enciones. [ 4] Rab. Mysl y Rab. Dielo, sobre t odo la Respuest a a Plej ánov. [ 5] * ¿Quién hará la revolución polít ica?, follet o publicado en Rusia en la recopilación La lucha prolet aria y reedit ado por el com it é de Kiev. [ 6] Renacim ient o del revolucionarism o y Svoboda. [ 7] N. N.: Serguéi Prokopóvich, “ econom ist a” act ivo, m ás t arde dem ócrat aconst it ucionalist a. [ 8] Se t rat a, por lo vist o, de la prim era ent revist a de Lenin con A. Mart ínov, que t uvo lugar en 1901 [ 9] Libre, am plia. ( N. de la Edit .) [ 10] St ruvism o: es decir, m arxism o legal ( según el nom bre de su represent ant e principal, Piot r St ruve) . [ 11] Afanasi I vánovich y Pulj eria I vánovna: fam ilia pat riarcal de pequeños t errat enient es, descrit a en la novela t errat enient es de ant año, del conocido escrit or ruso Nicolás Gógol. [ 12] La lucha de I skra cont ra la cizaña ha originado est a airada salida de t ono de Rab. Dielo: “ Para I skra, en cam bio, est os im port ant es acont ecim ient os ( los de la prim avera) son rasgos m enos caract eríst icos de la época que las m iserables t ent at ivas de los agent es de Zubát ov de “ legalizar” el m ovim ient o obrero. I skra no ve que est os hechos se vuelven precisam ent e cont ra ella y prueban que el m ovim ient o obrero ha alcanzado, a j uicio del gobierno, proporciones m uy am enazadoras” ( Dos congresos, Pág. 27) . La culpa de t odo la t iene el “ dogm at ism o” de est os ort odoxos, “ sordos a las exigencias im periosas de la vida” . ¡Se obst inan en no ver t rigo de un m et ro de alt o para hacer la guerra a cizaña de un cent ím et ro! ¿No es est o un “ sent ido deform ado de la perspect iva con respect o al m ovim ient o obrero ruso” ( I bíd., Pág. 27) ? [ 13] I vánushka: personaj e de los cuent os populares rusos. ( N. de la Edit .) 98 [ 14] Aquí nos lim it arem os a advert ir que cuant o hem os dicho respect o al “ est ím ulo desde fuera” y a los dem ás razonam ient os de Svoboda sobre organización es aplicable por ent ero a t odos los “ econom ist as” , com prendidos los adept os de Rabócheie Dielo, pues, en part e, han preconizado y sost enido act ivam ent e est os punt os de vist a sobre los problem as de organización o, en part e, han caído en ellos. [ 15] Est e t érm ino sería, quizá, m ás j ust o que el precedent e en lo que se refiere a Svoboda, pues en Renacim ient o del revolucionarism o se defiende del t errorism o; y en el art ículo en cuest ión, el “ econom ism o” . “ No las quiero, no est án m aduras” , puede, en general, decirse de Svoboda. Tiene buenas apt it udes y las m ej ores int enciones, pero el único result ado es la confusión; confusión, principalm ent e, porque, al defender la cont inuidad de la organización, Svoboda no quiere saber nada de cont inuidad del pensam ient o revolucionario y de la t eoría socialdem ócrat a. Esforzarse por resucit ar al revolucionario profesional ( Renacim ient o del revolucionarism o) y proponer para eso, prim ero, el t errorism o excit ant e y, segundo, la “ organización de los obreros m edios” ( Svoboda, núm . 1, Pág. 66 y siguient es) , m enos “ est im ulados” desde fuera” , equivale, en verdad, a derribar la casa propia para t ener leña con que calent arla. [ 16] Lenin alude al círculo de socialdem ócrat as pet ersburgueses ( “ los viej os” ) encabezado por él. Sobre la base de est e círculo se fundó en 1895 la Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera [ 17] Ent re los m ilit ant es, por ej em plo, se observa en los últ im os t iem pos una reanim ación indudable del espírit u dem ocrát ico, en part e a causa de los com bat es de calle, cada vez m ás frecuent es, cont ra “ enem igos” com o los obreros y los est udiant es. Y en cuant o nos lo perm it an nuest ras fuerzas, deberem os dedicar sin falt a la m ayor at ención a la labor de agit ación y propaganda ent re los soldados y oficiales, a la creación de “ organizaciones m ilit ares” afiliadas a nuest ro part ido. [ 18] Recuerdo que un cam arada m e refirió un día que un inspect or fabril, que había ayudado a la socialdem ocracia y est aba dispuest o a seguir ayudándola, se quej aba am argam ent e, diciendo que no sabía si su “ inform ación” llegaba a un verdadero cent ro revolucionario, hast a qué punt o era necesaria su ayuda ni hast a qué punt o era posible ut ilizar sus pequeños y m enudos servicios. Todo m ilit ant e dedicado a la labor práct ica podría cit ar, sin duda, m ás de un caso sem ej ant e, en que nuest ros m ét odos prim it ivos de t rabaj o nos han privado de aliados. ¡Pero los em pleados y los funcionarios podrían prest arnos y nos prest arían “ pequeños” servicios, que en conj unt o serían de un valor inapreciable, no sólo en las fábricas, sino en correos, en ferrocarriles, en aduanas, ent re la nobleza, en la iglesia y en t odos los dem ás sit ios, incluso en la policía y hast a en la cort e! Si t uviéram os ya un verdadero part ido, una organización verdaderam ent e com bat iva de revolucionarios, no arriesgaríam os a t odos esos “ auxiliares” , no nos apresuraríam os a int roducirlos siem pre y sin falt a en el corazón m ism o de las “ act ividades clandest inas” ; al cont rario, los cuidaríam os de un m odo singular en incluso prepararíam os especialm ent e a personas para esas funciones, recordando que m uchos est udiant es podrían sernos m ás út iles com o funcionarios “ auxiliares” que com o revolucionarios “ a breve plazo” . Pero, vuelvo a repet irlo, sólo puede aplicar est a t áct ica una organización com plet am ent e firm e ya que no t enga escasez de fuerzas act ivas. [ 19] Svoboda, núm . 1, art ículo La organización, Pág. 66: “ La m asa obrera apoyará con t odo su peso t odas las reivindicaciones que sean form uladas en nom bre del Trabaj o de Rusia” ( ¡Trabaj o con m ayúsculas sin falt a! ) Y el m ism o aut or exclam a: 99 “ Yo no les t engo ninguna rabia a los int elect uales, pero…” ( ést e es el pero que Schedrían t raducía con las palabras: ¡de punt illas no se es m ás alt o! ) … “ pero m e pongo t erriblem ent e furioso cuando viene una persona a cont arm e una ret ahíla de cosas m uy bonit as y buenas y m e hace que las crea por su ( ¿de él?) lindeza y dem ás m érit os” ( Pág. 62) . Tam bién yo “ m e pongo t erriblem ent e furioso” … [ 20] Tierra y Libert ad: organización secret a de populist as revolucionarios, fundada en Pet ersburgo en el ot oño de 1876. Sus com ponent es consideraban a los cam pesinos com o la fuerza revolucionaria fundam ent al de Rusia y t rat aban de alzarlos a la insurrección cont ra le zarism o. Efect uaron una labor revolucionaria en diversas provincias de Rusia: Tam bov, Vorónezh, et c. El fracaso de la labor revolucionaria ent re los cam pesinos y el recrudecim ient o de la represión gubernam ent al cont ribuyeron a que en 1879 se form ase en el seno de Tierra y Libert ad un grupo de t errorist as, que renunciaron a la propaganda revolucionaria ent re los cam pesinos y proclam aron que le m edio principal de lucha revolucionaria con el zarism o era el t errorism o cont ra los gobernant es zarist as. En el Congreso celebrado aquel m ism o año en Vorónezh, Tierra y Libert ad se escindió en dos organizaciones: la Volunt ad del Pueblo, que em prendió el cam ino del t error, y El Repart o Negro, que m ant uvo las posiciones de Tierra y Libert ad. Con post erioridad, una part e de los com ponent es de El Repart o Negro –Plej ánov, Axelrod, Zasúlich, Deich e I gnát ov- abrazaron el m arxism o y en 1883 fundaron en el ext ranj ero la prim era organización m arxist a rusa el grupo Em ancipación del Trabaj o. [ 21] Las t areas de los socialdem ócrat as rusos, Pág. 23. ( Véase V. I . Lenin. Obras Com plet as, 5ª ed. en ruso, t . 2, Pág. 451.- N. de la Edit .) . Por ciert o, he aquí ot ro ej em plo de cóm o Rab. Dielo o no com prende lo que dice, o cam bia de opinión “ según de donde sople el vient o” . En el núm ero 1 de R. Dielo se dice en cursiva: “ El cont enido del follet o que acabam os de exponer coincide plenam ent e con el program a de la redacción de “ Rabóchie Dielo” ( Pág. 142) . ¿Es ciert o eso? ¿Coincide con Las t areas la idea de que no se puede plant ear al m ovim ient o de m asas com o prim era t area derrocar la aut ocracia? ¿Coincide con ellas la t eoría de la “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” ? ¿Coincide la t eoría de las fases? Que el lect or j uzgue de la firm eza de principios de un órgano que com prende la “ coincidencia" de m anera t an original. [ 22] Véase el I nform e present ado al Congreso de parís [ 22] , Pág. 14: “ Desde ent onces ( 1897) hast a la prim avera de 1900 fueron publicados en diversos punt os t reint a núm eros de varios periódicos… Por t érm ino m edio, aparecería m ás de un núm ero al m es” . [ 23] Est a dificult ad es sólo aparent e. En realidad, no hay círculo local que no pueda asum ir con energía una u ot ra función del t rabaj o a escala nacional. “ No digas que no puedes, sino que no quieres” . [ 24] Por est a razón, incluso el ej em plo de los órganos locales de excepcional valía confirm a t ot alm ent e nuest ro punt o de vist a. Por ej em plo, Yuzhni Rabochi [ 24] es un excelent e periódico, al que no se puede acusar de falt a de firm eza en los principios. Pero com o sale rara vez, y las redadas son m uy frecuent es, no ha podido dar al m ovim ient o local t odo lo que pret endía. Lo m ás aprem iant e para el part ido en est os m om ent os –plant ear con firm eza de principios los problem as fundam ent ales del m ovim ient o y desplegar una agit ación polít ica en t odos los sent idos – ha sido superior 100 a las fuerzas de ese órgano local. Lo m uy bueno que ha dado, com o los art ículos sobre el congreso de los indust riales m ineros, sobre el paro, et c., no era de caráct er est rict am ent e local, sino necesario para t oda Rusia, y no sólo para el Sur. Art ículos com o ésos no los ha habido en t oda nuest ra prensa socialdem ócrat a. [ 25] Los dat os legales t ienen especial im port ancia en est e sent ido, y est am os part icularm ent e at rasados en lo que se refiere a saber recogerlos y ut ilizarlos sist em át icam ent e. No será exagerado decir que solo con dat os legales puede llegar a confeccionarse m ás o m enos un follet o sindical, m ient ras que es im posible hacerlo con dat os ilegales nada m ás. Recogiendo ent re los obreros dat os ilegales sobre problem as com o los que ha t rat ado Rabóchaya Mysl [ 25] , derrocharem os en vano una inm ensidad de fuerzas de un revolucionario ( al que fácilm ent e puede sust it uir en est e t rabaj o un m ilit ant e legal) y, a pesar de t odo, no obt enem os nunca buenos dat os, porque los obreros, que generalm ent e sólo conocen una sección de una gran fábrica y que casi siem pre sólo conocen los result ados económ icos, pero no las norm as ni las condiciones generales de su t rabaj o, no pueden adquirir los conocim ient os que suelen t ener los em pleados, inspect ores, m édicos fabriles, et c., y que est án profusam ent e disem inados en crónicas periodíst icas y publicaciones especiales de caráct er indust rial, sanit ario, de los zem st vos, et c. Recuerdo com o si fuera ahora m ism o m i “ prim er experim ent o” , que no m e dej ó gana de repet irlo nunca. Me ent ret uve durant e m uchas sem anas en int errogar “ con apasionam ient o” a un obrero que venía a verm e sobre t odos los det alles de la vida en la enorm e fábrica donde él t rabaj aba. Verdad es que, aun con grandísim as dificult ades, conseguí m ás o m enos com poner la descripción ( ¡sólo de una fábrica! ) , pero sucedía que el obrero, lim piándose el sudor, decía con una sonrisa al final de nuest ro t rabaj o: “ ¡Me cuest a m enos t rabaj ar horas ext ra que cont est arle a sus pregunt as! ” Cuant o m ás energía pongam os en la lucha revolucionaria t ant o m ás obligado se verá el gobierno a legalizar una part e de la labor “ sindical” , desem barazándonos así de part e de la carga que pesa sobre nosot ros. [ 26] El m ovim ient o huelguíst ico de 1885 afect ó a num erosas em presas de la indust ria t ext il a las provincias de Vladím ir, Moscú, Tver y ot ras regiones del cent ro indust rial del país. La m ás fam osa fue la declarada pro los obreros de la m anufact ura Nikólskoe, de Savva Morózov ( huelga de Morózov) , en enero de 1885. Ent re las reivindicaciones principales de los obreros figuraban la dism inución de las m ult as y la reglam ent ación de las condiciones de cont rat ación. Las t ropas aplast aron la huelga de Morózov, en la que part iciparon cerca de 8.000 t rabaj adores baj o la dirección de obreros avanzados; 33 huelguist as fueron ent regados a los t ribunas, y m ás de 600, deport ados. El m ovim ient o huelguíst ico de 1885 y 1886 obligó al gobierno zarist a a prom ulgar la ley del 3 ( 15) de j unio de 1886 ( la llam ada “ ley de m ult as” ) 101 CAPI TULO V " PLAN " D E UN PERI OD I CO POLÍ TI CO CEN TRAL PARA TOD A RUSI A “ El error m ás grande de I skra en est e sent ido –escribe B. Krichevski ( R. D., núm . 10, Pág. 30) , im put ándonos la t endencia a “ convert ir la t eoría en doct rina m uert a, aislándola de la práct ica” – es un “ plan” de una organización de t odo el part ido” ( es decir, el art ículo ¿Por dónde em pezar?) . Y Mart ínov lo secunda, declarando que “ la t endencia de I skra de am inorar la im port ancia de la m archa progresiva de la m onót ono lucha cot idiana en com paración con la propaganda de ideas brillant es y acabadas…, ha sido coronada por el plan de organización del part ido, plan que se nos ofrece en el art ículo ¿Por dónde em pezar?, publicado en el núm ero 4” ( loc. cit . Pág. 61) . Finalm ent e, hace poco se ha sum ado a los indignados con est e “ plan” ( las com illas deben expresar la ironía con que lo acoge) L. Nadiezhdin, que en su follet o En vísperas de la revolución, que acabam os de recibir ( edición del “ Grupo RevolucionarioSocialist a” Svoboda, que ya conocem os) , declara que “ al hablar ahora de una organización cuyos hilos arranquen de un periódico cent ral para t oda Rusia es dar ideas y hacer t rabaj o de gabinet e” ( Pág. 126) , dar pruebas de “ lit erat urism o” , et c. no puede sorprendernos que nuest ro t errorist a coincida con los defensores de la “ m archa progresiva de la m onót ona lucha cot idiana” , pues ya hem os vist o las raíces de est a afinidad en los capít ulos sobre polít ica y organización. Pero debem os observar en el act o que L. Nadiezhdin, y sólo él, ha t rat ado honradam ent e de penet rar en el curso del pensam ient o del art ículo que le ha disgust ado; ha t rat ado de responder yendo al grano, m ient ras que Rab. Dielo no ha dicho en esencia nada y ha t rat ado t an sólo de em brollar la cuest ión, m ediant e una sart a de indecorosas y dem agógicas salidas de t ono. Y, por desagradable de ello sea, hay que perder t iem po en lim piar ant es los est ablos de Augías. a ) A quié n ha ofe ndido e l a r t ículo “¿Por dónde e m pe z a r ? [ 1 ] Vam os a cit ar un ram illet e de las expresiones y exclam aciones con que ha arrem et ido cont ra nosot ros Rabócheie Dielo. “ No es un periódico el que puede crear la organización del part ido, sino a la inversa” … “ Un periódico que se encuent re por encim a del part ido, est é fuera de su cont rol y no dependa de él por t ener su propia red de agent es” … “ ¿Por obra de qué m ilagro ha olvidado I skra las organizaciones socialdem ócrat as, ya exist ent es de hecho, del part ido a que ella m ism a pert enece?” … “ Personas poseedoras de principios firm es y del plan correspondient e son t am bién los reguladores suprem os de la lucha real del part ido, al que dict an el cum plim ient o de su plan” … “ El plan relega a nuest ras organizaciones, reales y vit ales, al reino de las som bras y quiere dar vida a una red fant ást ica de agent es” … “ Si el plan de I skra fuese llevado a la práct ica, borraría por com plet o las huellas del Part ido Obrero Socialdem ócrat a de Rusia que se viene form ando en nuest ro país” … “ Un órgano de propaganda se sust rae al cont rol y se conviert e en legislador absolut o de t oda la lucha revolucionaria práct ica” … “ ¿Qué act it ud debe asum ir nuest ro part ido al verse t ot alm ent e som et ido a una redacción aut ónom a?” , et c., et c. Com o ve el lect or por el cont enido y el t ono de est as cit as, Rabócheie Dielo se ha ofendido. Pero no por lo que a él le t oca, sino por lo que t oca a las organizaciones y com it és de nuest ro part ido, a los que I skra, según pret ende dicho 102 órgano, quiere relegar al reino de las som bras y hast a borrar sus huellas. ¡Que t odos los horrores fueran así! Pero hay una cosa ext raña. El art ículo ¿Por dónde em pezar? apareció en m ayo de 1901, y los art ículos de Rabócheie Dielo en sept iem bre de 1901; ahora est am os ya a m ediados de enero de 1902. ¡En est os cinco m eses ( t ant o ant es com o después de sept iem bre) , ni un solo com it é, ni una sola organización del part ido ha prot est ado form alm ent e cont ra ese m onst ruo que quiere dest errar a los com it és y organizaciones al reino de las som bras! Y hay que hacer const ar que, durant e est e período, han aparecido, t ant o en I skra com o en num erosas ot ras publicaciones, locales y no locales, decenas y cent enares de com unicaciones de t odos los confines de Rusia. ¿Cóm o ha podido suceder que las organizaciones a las que se quiere dest errar al reino de las som bras no se hayan dado cuent a de ello ni se hayan sent ido ofendidas, y que, en cam bio, se haya ofendido una t ercera persona? Ha sucedido est o porque los com it és y las dem ás organizaciones est án ocupadas en t rabaj ar de verdad, y no en j ugar a la “ dem ocracia” . Los com it és han leído el art ículo ¿Por dónde em pezar?, han vist o en él una t ent at iva “ de t razar un plan concret o de est a organización a fin de que se pueda em prender su creación desde t odas part es” , y, habiéndose percat ado perfect am ent e de que ni una sola de “ t odas esas part es” pensará en “ em prender su creación” ant es de est ar convencido de que es necesaria y de que el plan arquit ect ónico es cert ero, no han pensado, nat uralm ent e, en “ ofenderse” pro la osadía de los que han dicho en I skra: “ Dada la urgencia e im port ancia del asunt o, nos decidim os, por nuest ra part e, a som et er a la consideración de los cam aradas el bosquej o de un plan que desarrollarem os con m ás det alle en un follet o en preparación” . Parece m ent ira que no se com prenda, de enfocar est e problem a con honest idad, que si los cam aradas acept an el plan som et ido a su consideración, no lo ej ecut arán por “ subordinación” , sino por el convencim ient o de que es necesario para nuest ra obra com ún, y que, en el caso de no acept arlo, el “ bosquej o” ( ¡qué palabra m ás presunt uosa! , ¿verdad?) no pasará de ser un sim ple bosquej o. ¿¿No es dem agogia arrem et er cont ra el bosquej o de un plan no sólo “ dem oliéndolo” y aconsej ando a los cam aradas que lo rechacen, sino previniendo a gent es poco expert as en la labor revolucionaria cont ra los aut ores del bosquej o por el m ero hecho de que ést os se at reven a “ legislar” , a act uar de “ reguladores suprem os” , es decir, que se at reven a proponer un bosquej o de plan?? ¿Puede nuest ro part ido desarrollarse y m archar adelant e sin la t ent at iva de elevar a los dirigent es locales a ideas, t areas, planes, et c. m ás am plios t ropieza no sólo con la obj eción de que est as ideas son erróneas, sino con una sensación de “ agravio” pro el hecho de que se les “ quiera” “ elevar” ? Porque t am bién L. Nadiezhdin ha “ dem olido” nuest ro plan, pero no se ha rebaj ado a sem ej ant e dem agogia, que ya no puede explicarse sim plem ent e por candor o por ideas polít icas de un caráct er prim it ivo; ha rechazado resuelt am ent e y desde el prim er m om ent o la acusación de “ fiscalizar al part ido” . Por est a razón podem os y debem os responder con argum ent os a la crít ica que Nadiezhdin hace del plan, m ient ras que a Rabócheie Dielo sólo cabe cont est ar con el desprecio. Pero el despreciar a un aut or que se rebaj a hast a el punt o de grit ar sobre “ absolut ism o” y “ subordinación” no nos exim e del deber de deshacer el lío en el que est as gent es m et en al lect or. Y aquí podem os dem ost rar palm ariam ent e a t odo el m undo de qué j aez son las frases en boga sobre la “ am plia dem ocracia” . Se nos acusa de haber olvidado los com it és, de querer o de int ent ar dest errarlos al reino de las som bras, et c. ¿Cóm o cont est ar a est as acusaciones, cuando, por razones de discreción conspirat iva, no podem os decir al lect or casi nada en realidad de nuest ras verdaderas relaciones con los com it és? Quienes lanzan una acusación zahirient e que irrit a a la m ult it ud nos llevan vent aj a por su desfachat ez y por su desdén a los deberes del revolucionario que ocult a cuidadosam ent e de los oj os del m undo las relaciones y los 103 vínculos que t iene, est ablece o t rat a de ent ablar. Desde luego, nos negam os de una vez para siem pre a com pet ir con gent e de esa calaña en el t erreno de la “ dem ocracia” . En cuant o al lect or no iniciado en los asunt os del part ido, el único m edio de cum plir nuest ro deber con él consist e en hablarle no de lo que es o est án im Werden, sino de una pequeña apret é de los que ha sido, ya que se puede hablar de ello porque pert enece al pasado. El Bund nos acusa de “ im post ores” con una alusión [ 2] * ; la Unión en el ext ranj ero nos acusa de que t rat am os de borrar las huellas del part ido. ¡Un m om ent o, señores! Recibirán ust edes plena sat isfacción en el m om ent o que expongam os al público cuat ro hechos del pasado. Prim er [ 3] hecho. Los m iem bros de una de las Uniones de Lucha que part iciparon direct am ent e en la form ación de nuest ro part ido y en el envío de un delegado al congreso que lo fundó se ponen de acuerdo con uno de los m iem bros del grupo I skra para est ablecer una bibliot eca obrera especial con obj et o de at ender a las necesidades de t odo el m ovim ient o. No se consigue abrir la bibliot eca obrera; y los follet os Las t areas de los socialdem ócrat as rusos y La nueva ley de fábricas, escrit os para ella, van a parar indirect am ent e y por m ediación de t erceras personas al ext ranj ero, donde son publicados [ 4] ( 87) . Segundo hecho. Los m iem bros del Com it é Cent ral del Bund proponen a uno de los m iem bros del grupo I skra organizar conj unt am ent e lo que ent onces el Bund llam aba “ un laborat orio lit erario” , indicando que si no se lograba realizar el proyect o, nuest ro m ovim ient o podía ret roceder m ucho. Result ado de aquellas negociaciones fue el follet o La causa obrera en Rusia [ 5] * * * * . Tercer hecho. El Com it é Cent ral del Bund por int erm edio de una pequeña ciudad provinciana, se dirige a uno de los m iem bros del grupo I skra, proponiéndole que se encargue de redact ar Rabóchaya Gazet a que ha de reanudar su publicación y obt iene, desde luego, su conform idad. Más t arde cam bia la propuest a: se t rat a solam ent e de colaborar, debido a una nueva com posición de la redacción. Claro que t am bién se da la conform idad. Se envían los art ículos ( que se ha logrado conservar) : Nuest ro program a, prot est ando enérgicam ent e cont ra la cam paña bernst einiana y cont ra el viraj e de las publicaciones legales y Rabóchaya Mysl; Nuest ra t area urgent e ( “ la organización de un órgano del part ido que aparezca regularm ent e y est é ligado est recham ent e a t odos los grupos locales” ; los defect os del “ prim it ivism o en el t rabaj o” im perant e) ; Un problem a vit al ( analizando la obj eción de que prim ero habría que desarrollar la act ividad de los grupos locales y luego em prender la organización de un órgano cent ral; insist iendo en la im port ancia prim ordial de “ la organización revolucionaria” , en la necesidad de “ elevar la organización, la disciplina y la t écnica de la conspiración al m ás alt o grado de perfección” . La propuest a de reanudar la publicación de Rabóchaya Gazet a no llega a ponerse en práct ica, y los art ículos quedan sin publicar. [ 6] ( 89) . Cuart o hecho. Un m iem bro del com it é organizador del I I Congreso ordinario de nuest ro part ido com unica a un m iem bro del grupo I skra el program a del congreso y present a la candidat ura de est e grupo para redact ar Rabóchaya Gazet a, que reanudaba su publicación. Est a gest ión, por decirlo así, prelim inar, es sancionada luego por el com it é al que pert enecía dicha persona, así com o por el Com it é Cent ral del Bund; al grupo I skra se indica el lugar y la fecha de celebración del congreso, pero el grupo ( que por ciert os m ot ivos no est aba seguro de poder enviar un delegado a est e 104 congreso) redact a asim ism o un inform e escrit o para ést e. En dicho inform e se sost iene la idea de que eligiéndose sólo el Com it é Cent ral, lej os de resolverse el problem a del agrupam ient o en un m om ent o de com plet a dispersión com o el act ual, se corre, adem ás el riesgo de poner en t ela de j uicio la gran idea de la creación del part ido, caso de caer nuevam ent e en una rápida y com plet a redada, cosa m ás que probable cuando im pera la falt a de discreción conspirat iva; que, por ello, debía em pezarse por invit ar a t odos los com it és y a t odas las dem ás organizaciones a sost ener el órgano cent ral cuando reanudara su aparición, órgano que realm ent e vincularía a t odos los com it és con lazos efect ivos y prepararía realm ent e un grupo de dirigent es de t odo el m ovim ient o; que los com it és y el part ido podrían ya fácilm ent e t ransform ar en Com it é Cent ral est e grupo, creado pro los prim eros, cuando dicho grupo se hubiera desarrollado y fort alecido. Pero debido a una serie de det enciones el congreso no pudo celebrarse; y por m ot ivos de conspiración se dest ruyó el inform e que sólo algunos cam aradas, ent re ellos los delegados de un com it é, habían podido leer [ 7] . Juzgue ahora el lect or por sí m ism o del caráct er de procedim ient os com o la alusión del Bund a una im post ura o el argum ent o de Rabócheie Dielo acerca de que querem os dest errar a los com it és al reino de las som bras, “ sust it uir” la organización del part ido por una organización que difunda las ideas de un solo periódico. Pues precisam ent e ant e los com it és, por reit eradas invit aciones de ellos, inform am os sobre la necesidad de adopt ar un plan det erm inado de t rabaj o com ún.. y precisam ent e para la organización del part ido elaboram os est e plan en nuest ros art ículos enviados a Rabóchaya Gazet a y en el inform e para el congreso del part ido, y repet im os que los hicim os por invit ación de personas que ocupaban en el part ido una posición t an influyent e, que t om aban la iniciat iva de reconst ruirlo ( de hecho) . Y sólo cuando hubieron fracasado las dos t ent at ivas que la organización del part ido hizo con nosot ros para reanudar oficialm ent e la publicación del órgano cent ral del part ido, creím os que era nuest ro deber ineludible present ar un órgano no oficial, para que, en la t ercera t ent at iva, los cam aradas vieran ya ciert os result ados de la experiencia y no m eras conj et uras. Ahora t odo el m undo puede apreciar ya ciert os result ados de esa experiencia, y t odos los cam aradas pueden j uzgar si com prendim os bien nuest ro deber y la opinión que m erecen las personas que, m olest as por el hecho de que dem ost rem os a unas su falt a de consecuencia en el problem a “ nacional” y a ot ras lo inadm isible de sus vacilaciones sin principios, t rat an de equivocar a quienes desconocen el pasado m ás recient e. b) ¿Pue de un pe r iódico se r or ga niz a dor cole ct ivo? La clave del art ículo ¿Por dónde em pezar? est á en que hace precisam ent e est a pregunt a y en que da una respuest a afirm at iva. L. Nadiezhdin es, que sepam os, la única persona que int ent a est udiar est a cuest ión a fondo y dem ost rar la necesidad de darle respuest a negat iva. A cont inuación reproducim os ínt egram ent e sus argum ent os: “ …Mucho nos place que plant ee I skra ( núm . 4) la necesidad de un periódico cent ral para t oda Rusia, pero en m odo alguno podem os convenir en que est e plant eam ient o corresponde al t ít ulo del art ículo ¿Por dónde em pezar? Es, sin duda, uno de los asunt os de sum a im port ancia, pero no se pueden colocar los cim ient os de una organización com bat iva para un m om ent o revolucionario ni con esa labor, ni con t oda una serie de hoj as populares, ni con una m ont aña de proclam as. Es indispensable em pezar a form ar fuert es organizaciones polít icas locales. Nosot ros carecem os de ellas, nuest ra labor se ha desarrollado principalm ent e ent re los obreros cult os, m ient ras que las m asas desplegaron de m odo casi exclusivo una lucha económ ica. Si 105 no se educan fuert es organizaciones polít icas locales, ¿qué valor podría t ener un periódico cent ral para t oda Rusia, aunque est é excelent em ent e organizado? ¡Una llam a de fuego que sale de en m edio de una zarza, y la zarza est á ardiendo y no se consum e! I skra cree que el pueblos e reunirá y organizará en t orno a ese periódico, en el t rabaj o para él. ¡Pero si le es m ucho m ás fácil reunirse y organizarse en t orno a una labor m ás concret a! Est a labor puede y debe consist ir en organizar periódicos locales a vast a escasa, en prepara inm ediat am ent e las fuerzas obreras para m anifest aciones, en hacer que las organizaciones locales t rabaj en const ant em ent e ent re los parados ( difundiendo de un m odo persist ent e ent re ellos hoj as volant es y oct avillas, convocándolos a reuniones, llam ándolos a oponer resist encia al gobierno, et c.) ¡Hay que iniciar una labor polít ica act iva en el plano local, y cuando surj a la necesidad de unificarse en est e t erreno real, la unión no será art ificiosa, no quedará sobre el papel, porque no es por m edio de periódicos com o se conseguirá est a unificación del t rabaj o local en una obra com ún para t oda Rusa! ” ( En vísperas de la revolución, Pág.. 54) . Hem os subrayado en est e elocuent e t rozo los pasaj es que perm it en apreciar con m ayor relieve t ant o el j uicio equivocado del aut or sobre nuest ro plan com o, en general, su erróneo punt o de vist a, que él opone a I skra. Si no se educan fuert es organizaciones polít icas locales, de nada valdrá el m ej or periódico cent ral para t oda Rusia. Com plet am ent e j ust o. Pero se t rat a precisam ent e de que no exist e ot ro m edio de educar fuert es organizaciones polít icas de un periódico cent ral para t oda Rusia. Al aut or se le ha escapado la declaración m ás im port ant e que I skra hizo ant es de pasar a exponer su “ plan” : la declaración de que era necesario “ exhort ar a form ar una organización revolucionaria capaz e unir a t odas las fuerzas y de dirigir el m ovim ient o no sólo nom inalm ent e sino en realidad, es decir, capaz de est ar siem pre dispuest a a apoyar t oda prot est a y t oda explosión, aprovechándolas para m ult iplicar y reforzar los efect ivos que han de ut ilizarse en el com bat e decisivo” . Después de febrero y m arzo, t odos est án ahora en principio de acuerdo con eso –cont inúa I skra- ; pero lo que necesit am os es resolver el problem a de una m anera práct ica, y no en principio; lo que necesit am os es t razar inm ediat am ent e un plan concret o de est a obra para que t odos puedan ahora m ism o em prender la const rucción desde t odas part es. ¡Y he aquí que, de la solución práct ica del problem a, nos em puj an una vez m ás hacia at rás, hacia una verdad j ust a en principio, incont est able, grande, pero de t odo punt o insuficient e, incom prensible por com plet o para las grandes m asas t rabaj adoras: hacia la “ educación de fuert es organizaciones polít icas” ! pero ¡si no se t rat a ya de eso, respet able aut or, sino de cóm o precisam ent e hay que educar, y educar con éxit o! No es verdad que “ nuest ra labor se ha desarrollado principalm ent e ent re los obreros cult os, m ient ras que las m asas desplegaban de m odo casi exclusivo una lucha económ ica” . Baj o est a form a, la t esis se desvía hacia la t endencia, habit ual en Svoboda y errónea de raíz de oponer los obreros cult os a la “ m asa” . Pues t am bién los obreros cult os de nuest ro país han desplegado en est os últ im os años “ de m odo casi exclusivo una lucha económ ica. Est o, por una part e. Por ot ra, t am poco las m asas aprenderán j am ás a desplegar la lucha polít ica m ient ras no ayudem os a form arse a los dirigent es de est a lucha, procedent es t ant o de los obreros cult os com o de los int elect uales; y est os dirigent es pueden form arse exclusivam ent e enj uiciando de m odo sist em át ico y cot idiano t odos los aspect os de nuest ra vida polít ica, t odas las t ent at ivas de prot est a y de lucha de las dist int as clases y por diversos m ot ivos. ¡Por eso es sim plem ent e ridículo hablar de “ educar organizaciones polít icas” y, al m ism o t iem po, oponer la “ labor sobre el papel” de un periódico polít ico a la “ labor polít ica act iva en el plano local” ! ¡Pero si I skra adapt a precisam ent e su “ plan” de un periódico cent ral al “ plan” de crear una “ disposición para el com bat e” que pueda apoyar t ant o un m ovim ient o de obreros parados o un alzam ient o cam pesino com o el descont ent o de la 106 gent e de los zem st vos, “ la indignación de la población cont ra los ensoberbecidos bachibozuks zarist as” , et c.! Por lo dem ás, t oda persona fam iliarizada con el m ovim ient o sabe perfect am ent e que la inm ensa m ayoría de las organizaciones locales ni siquiera piensa en ello; que m uchas de las perspect ivas aquí esbozadas de “ una labor polít ica viva” no las ha puest o en práct ica ni una sola vez ninguna organización; que, por ej em plo, la t ent at iva de llam ar la at ención sobre el recrudecim ient o del descont ent o y de las prot est as ent re los int elect uales de los zem st vos lleva el desconciert o y la perplej idad t ant o a Nadiezhdin ( “ ¡Dios m ío! , ¿pero será ese órgano para los int elect uales de los zem st vos?” , En vísperas, Pág. 129) , com o a los “ econom ist as” ( véase la cart a en el núm ero 12 de I skra) , com o a m uchos m ilit ant es dedicados al t rabaj o práct ico. En t ales condiciones se puede “ em pezar” únicam ent e por hacer pensar a la gent e en t odo est o, por hacerla resum ir y sint et izar t odos y cada uno de los indicios de efervescencia y de lucha act iva. En los m om ent os act uales de subest im ación de la im port ancia de las t areas socialdem ócrat as, la “ labor polít ica act iva” puede iniciarse exclusivam ent e por una agit ación polít ica viva, cosa im posible sin un periódico cent ral para t oda Rusia que aparezca con frecuencia y que se difunda con regularidad. Los que consideran el “ plan” de I skra una m anifest ación de “ lit erat urism o” no han com prendido en absolut o el fondo del plan, t om ando com o fin lo que se propone com o m edio m ás adecuado para el m om ent o act ual. Est a gent e no se ha m olest ado en m edit ar sobre dos com paraciones que ilust ran palm ariam ent e el plan propuest o. La organización de un periódico polít ico cent ral para t oda Rusia –se decía en I skra- debe ser el hilo fundam ent al al que podríam os asirnos para desarrollar, ahondar y am pliar incesant em ent e est a organización ( es decir, la organización revolucionaria, siem pre dispuest a a apoyar t oda prot est a y t oda explosión) . Hagan ust edes el favor de decirnos: cuando unos albañiles colocan en diferent es sit ios las piedras de una obra grandiosa y sin precedent es, ¿es una labor “ sobre el papel” t ender el cordel que les ayuda a encont rar el lugar preciso para las piedras, que les indica la m et a final de la obra com ún, que les perm it e colocar no sólo cada piedra, sino cada t rozo de piedra, el cual, al sum arse a los precedent es y a los que sigan, form ará la hilada rect a y com plet a? ¿No vivim os acaso un m om ent o de est a índole en nuest ra vida de part ido, cuando t enem os piedras y albañiles, pero nos falt a precisam ent e el cordel, visible para t odos y en el cual t odos puedan at enerse? No im port a que grit en que, al t ender el cordel, lo que pret endem os es m andar: si fuera así, señores, pondríam os Rabóchaya Gazet a, núm . 3, en lugar de I skra, núm . 1, com o nos lo habían propuest o algunos cam aradas y com o t endríam os pleno derecho a hacer después de los acont ecim ient os que hem os referido m ás arriba. Pero no lo hem os hecho: queríam os t ener al m anos suelt as para desarrollar una lucha inconciliable cont ra t oda clase de seudosocialdem ócrat as; queríam os que nuest ro cordel, si est á bien derecho, sea respet ado por su rect it ud y no porque lo haya t endido un órgano oficial. “ La unificación de las act ividades locales en órganos cent rales se m ueve en un círculo vicioso –nos alecciona L.Nadiezhdin - . La unificación requiere hom ogeneidad de elem ent os, y est a hom ogeneidad no puede ser creada m ás que por algún aglut inant e, pero est e aglut inant e sólo puede aparecer com o product o de fuert es organizaciones locales que, en el m om ent o act ual, en m odo alguno se dist inguen por su hom ogeneidad” . Verdad ést a t an respet able y t an incont est able com o la de que es necesario educar fuert es organizaciones polít icas. Y no m enos est éril. Cualquier problem a “ se m ueve en un círculo vicioso” , pues t oda la vida polít ica es una cadena infinit a com puest a de un sinfín de eslabones. Todo el art e de un polít ico est riba j ust am ent e en encont rar y aferrarse con nervio al preciso eslaboncit o que m enos pueda ser arrancado de las m anos, que sea el m ás im port ant e en un m om ent o 107 det erm inado y m ej or garant ice a quien lo suj et e la posesión de t oda cadena [ 8] . Si t uviéram os un dest acam ent o de albañiles expert os que t rabaj asen de un m odo t an acorde que aun si el cordel pudieran colocar las piedras precisam ent e donde hace falt a ( hablando en abst ract o, est o no es im posible, ni m ucho m enos) , ent onces quizás podríam os aferrarnos t am bién a ot ro eslaboncit o. Pero la desgracia consist e j ust am ent e en que aún carecem os de albañiles expert os que t rabaj en t an bien concert ados, en que las piedras se colocan m uy a m enudo al azar, sin guiarse por el cordel com ún, de m anera t an desordenada que el enem igo las dispersa de un soplo com o si fuesen granos de arena y no piedras. Ot ra com paración: “ El periódico no es sólo un propagandist a colect ivo y un agit ador colect ivo, sino t am bién un organizador colect ivo. En ese últ im o sent ido se le puede com parar con los andam ios que se levant an alrededor de un edificio en const rucción, que señalan sus cont ornos, facilit an las relaciones ent re los dist int os albañiles, les ayudan a dist ribuirse la t area y a observar los result ados generales alcanzados por el t rabaj o organizado” [ 9] . ¿Verdad que est o se parece m ucho a la m anera com o el lit erat o, hom bre de gabinet e, exagera la im port ancia de su función? El andam iaj e no es im prescindible para la vivienda m ism a: se hace de m at eriales de peor calidad, se levant a pro un breve período, y luego, una vez t erm inado el edificio, aunque sólo sea en brut o, va a parar a la est ufa. En cuant o a la edificación de organizaciones revolucionarias, la experiencia dem uest ra que a veces se pueden const ruir sin andam ios ( recuérdese la década del 70) . Pero ahora no podem os ni im aginarnos la posibilidad de levant ar sin andam iaj e el edificio que necesit am os. Nadiezhdin no est á de acuerdo y dice: “ I skra cree que el pueblo se reunirá y organizará en t orno a ese periódico en el t rabaj o para él. ¡Pero si le es m ucho m ás fácil reunirse y organizarse en t orno a una labor m ás concret a! ” Así, así: “ m ás fácil reunirse y organizarse en t orno a una labor m ás concret a” … Dice el refrán: “ Agua que no has de beber, déj ala correr” . Pero hay gent es que no sient en reparo en beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infam ias no habrán dicho nuest ros excelent es “ crít icos” legales “ del m arxism o” y adm iradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nom bre de est e m ayor concret am ient o! ¡Hast a qué punt o coart an t odo nuest ro m ovim ient o nuest ra est rechez de m iras, nuest ra falt a de iniciat iva y nuest ra t im idez, que se j ust ifican con los argum ent os t radicionales de que “ ¡es m ucho m ás fácil… en t orno a una labor m ás concret a¡” ¡Y Nadiezhdin, que se considera dot ado de un sent ido especial de la “ vida” , que condena con singular severidad a los hom bres de “ gabinet e” , que im put a ( con pret ensiones de agudeza) a I skra la debilidad de ver en t odas part es “ econom ism o” , que se im agina est ar a cien codos por encim a de est a división en ort odoxos y crít icos, no se da cuent a de que, con sus argum ent os, favorece la est rechez de m iras que le indigna y bebe precisam ent e el agua llena de escupit aj os! No bast a, no, la indignación m ás sincera cont ra la est rechez de m iras, ni el deseo m ás ardient e de hacer levant ar a las gent es que se prost ernan ant e est a est rechez si el que se indigna va a m erced de las olas y del vient o y si se aferra con t ant a “ espont aneidad” com o los revolucionarios de la década del 70 al “ t error excit ant e” , al “ t error agrario” , al “ t oque a rebat o” , et c. Vean en qué consist e ese “ algo m ás concret o” en t orno al que – cree él – será “ m ucho m ás fácil” reunirse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de m anifest aciones; 3) t rabaj o ent re los obreros parados. A sim ple vist a se adviert e que t odo eso ha sido ent resacado t ot alm ent e al azar, por casualidad, pro decir algo, porque, com oquiera que se m ire, será un perfect o desat ino ver en ello algo de especial ut ilidad para “ reunir y organizar” . Y el m ism o Naidezhdin dice unas páginas m ás adelant e: “ Ya va siendo hora de hacer const ar sencillam ent e un hecho: en el plano local se realiza una labor pequeña en grado sum o, los com it és no hacen ni la décim a part e de lo que podrían… los cent ros de unificación que t enem os ahora son una ficción, 108 son burocracia revolucionaria, sus m iem bros se dedican a ascenderse m ut uam ent e a generales, y así seguirán las cosas m ient ras no se desarrollen fuert es organizaciones locales” . No cabe duda de que est as palabras encierran, al m ism o t iem po que exageraciones, m uchas y am argas verdades. ¿Será posible que Nadiezhdin no vea el nexo exist ent e ent re la pequeña labor realizada en el plano local y el est recho horizont e de los dirigent es locales, la escasa am plit ud de sus act ividades, cosas inevit ables, dada la poca preparación de los m ism os, puest o que se encierran en los m arcos de las organizaciones locales? ¿Será posible que Nadiezhdin haya olvidado, lo m ism o que le aut or del art ículo sobre organización publicado en Svoboda, que el paso a una am plia prensa local ( desde 1898) fue acom pañado de una int ensificación especial del “ econom ism o” y del “ prim it ivism o en el t rabaj o” ? Adem ás, aunque se pudiera organizar de m anera m ás o m enos sat isfact oria “ una abundant e prensa local” ( ya hem os dem ost rado m ás arriba que es im posible, salvo en casos m uy excepcionales) , ni siquiera en ese caso podrían t am poco los órganos locales “ reunir organizar” t odas las fuerzas de los revolucionarios para una ofensiva general cont ra la aut ocracia, para dirigir la lucha aunada. No se olvide que aquí sólo se t rat a del alcance “ colect ivo” , organizador, del periódico, y podríam os hacer a Nadiezhdin, defensor del fraccionam ient o, la m ism a pregunt a irónica que él hace: “ ¿No habrem os heredado de alguna part e 200.000 organizadores revolucionarios?” Prosigam os. No se puede cont raponer la “ preparación de m anifest aciones” al plan de I skra por la sencilla razón de que est e plan dice j ust am ent e que las m anifest aciones m ás ext ensas son uno de sus fines; pero de lo que se t rat a es de elegir el m edio práct ico. Nadiezhdin se ha vuelt o a em brollar al perder de vist a que sólo puede “ preparar” m anifest aciones ( que hast a ahora han sido espont áneas pro com plet o en la inm ensa m ayoría de los casos) un ej ércit o ya “ reunido y organizado” , y lo que nosot ros no sabem os precisam ent e es reunir y organizar. “ Trabaj o ent re los obreros parados” . Siem pre la m ism a confusión, ya que est o es t am bién una de las operaciones bélicas de unos efect ivos m ovilizados y no un plan para m ovilizar dichos efect ivos. El caso siguient e dem uest ra hast a qué punt o subest im a Nadiezhdin, t am bién en est e sent ido, el daño que produce nuest ro fraccionam ient o, la falt a de los “ 200.000 organizadores” . Muchos ( Nadiezhdin ent re ellos) han reprochado a I skra la parquedad de not icias sobre el paro forzoso y la accident alidad de las crónicas sobre los fenóm enos m ás habit uales de la vida rural. El reproche es m erecido, pero I skra aparece com o culpable sin t ener culpa alguna. Nosot ros t rat am os de “ t ender un cordelit o” t am bién pro la aldea, pero en el cam po no hay casi albañiles y se ha de alent ar por fuerza a t odo el que com unique aun el hecho m ás habit ual, abrigando la esperanza de que est o m ult iplique el núm ero de colaboradores en est e t erreno y nos enseñe a t odos a elegir, por fin, los hechos que resalt an de verdad. Pero es t an escaso el m ensaj e que, sin o lo sint et izam os a escala nacional, no hay absolut am ent e nada con que aprender. No cabe duda de que un hom bre que t enga, aunque sea aproxim adam ent e, las apt it udes de agit ador y el conocim ient o de la vida de los vagabundos que observam os en Nadiezhdin podría prest ar al m ovim ient o servicios inest im ables, haciendo agit ación ent re los obreros parados; pero preocupara de dar a conocer a t odos los cam aradas rusos cada paso de su act uación, para que sirva de enseñanza y ej em plo a quienes, en su inm ensa m ayoría, aún no saben em prender est a nueva labor. De la im port ancia de unificar y de la necesidad de “ reunir y organizar” habla ahora t odo el m undo sin excepción, pero en la m ayoría de los casos no se t iene la m enor idea concret a de por dónde em pezar y cóm o llevar a cabo esa unificación. Todos convendrán, por seguro, en que si “ unificam os” , por ej em plo, los círculos aislados de barrio de una ciudad, harán falt a para ello organism os de barrio de una ciudad, harán falt a para ello organism os com unes, es decir, no sólo la denom inación com ún de “ unión” , sino una labor realm ent e com ún, un int ercam bio de publicaciones 109 de experiencia, de fuerzas y dist ribución de funciones, no ya sólo por barrios, sino por oficios de t odos los t rabaj os urbanos. Todo el m undo convendrá en que un sólido m ecanism o conspirat ivo no cubrirá sus gast os ( si es que puede em plearse una expresión com ercial) con los “ recursos” ( se sobreent iende que t ant o m at eriales com o personales) de un barrio; que en est e reducido cam po de acción no pueda explayarse el t alent o de un especialist a. Pero lo m ism o puede afirm arse de la unión de dist int as ciudades, porque incluso el cam po de acción de una com arca aislada result a, y ha result ado ya en la hist oria de nuest ro m ovim ient o socialdem ócrat a, de una est rechez insuficient e: lo hem os dem ost rado cum plidam ent e ant es con el ej em plo de la agit ación polít ica y de la labor de organización. Es de im periosa e im post ergable necesidad am pliar ant e t odo est e cam po de acción, crear un nexo real ent re las ciudades respaldado en una labor regular y com ún, porque el fraccionam ient o deprim e a la gent e que “ est á en el hoyo” ( expresión del aut or de una cart a dirigida a I skra) sin saber lo que pasa en el m undo, de quién aprender, cóm o conseguir experiencia y de qué m anera sat isfacer su deseo de una act ividad am plia. Y yo cont inúo insist iendo en que est e nexo real sólo puede em pezar a est ablecerse con un periódico cent ral que sea, para t oda Rusia, la única em presa regular que haga el balance de t oda la act ividad en sus aspect os m ás variados, im pulsando con ello a la gent e a seguir infat igablem ent e hacia delant e, por t odos los num erosos cam inos llevan a la revolución, lo m ism o que t odos los cam inos llevan a Rom a. Si deseam os la unificación no sólo de palabra es necesario que cada círculo local dedique inm ediat am ent e, por ej em plo, una cuart a part e de sus fuerzas a un t rabaj o act ivo para la obra com ún. Y el periódico le m uest ra en seguida [ 10] los cont ornos generales, las proporciones y el caráct er de la obra; le m uest ra qué lagunas son las que m ás se dej an sent ir en t oda la act ividad general de Rusia; dónde no hay agit ación, dónde son débiles los vínculos, qué ruedecit as del inm enso m ecanism o general podría un círculo det erm inado arreglar o sust it uir por ot ras m ej ores. Un círculo que aún no haya t rabaj ado y que sólo busque t rabaj o podría em pezar ya, no con los m ét odos prim it ivos del art esano en su pequeño t aller aislado, que no conoce ni el desarrollo de la “ indust ria” ant erior a él ni el est ado general de los m ét odos vigent es de producción indust rial, sino com o colaborador de una vast a em presa que reflej a t odo el em puj e revolucionario general cont ra la aut ocracia. Y cuant o m ás perfect a sea la preparación de cada ruedecit a, cuant o m ayor cant idad de t rabaj adores suelt os part icipen en la obra com ún t ant o m ás t upida será nuest ra red y t ant a m enos confusión provocarán en las filas com unes inevit ables descalabros. El vínculo efect ivo em pezaría ya a est ablecerlo la m era difusión del periódico ( si es que ést e m erecería realm ent e el nom bre del periódico, es decir, si apareciese regularm ent e y no una vez al m es, com o las revist as volum inosas, sino unas cuat ro veces) . Hoy día son m uy raras las relaciones ent re las ciudades en cuant o a los asunt os revolucionarios, en t odo caso son una excepción; ent onces, est as relaciones se convert irían en regla, y, nat uralm ent e, no sólo asegurarían la difusión del periódico, sino t am bién ( lo que revist a m ayor im port ancia) el int ercam bio de experiencia, inform aciones, fuerzas y recursos. La labor de organización alcanzaría en el act o una am plit ud m ucho m ayor, y el éxit o de una localidad alent aría const ant em ent e a seguir perfeccionándose, a aprovechar la experiencia ya adquirida por un cam arada que act úa en ot ro confín del país. El t rabaj o local sería m ucho m ás rico y variado que ahora; las denuncias de los m anej os polít icos y económ icos que se recogiesen por t oda Rusia servirían para la nut rición int elect ual de los obreros de t odas las profesiones y de t odos los grados de desarrollo, sum inist rarían dat os y darían m ot ivos para charlas y lect uras sobre los problem as m ás dist int os, plant eados, adem ás, por las alusiones de la prensa legal, pro lo que se dice en sociedad y por los “ t ím idos” com unicados del gobierno. Cada explosión, cada m anifest ación se enj uiciaría y discut iría en t odos sus aspect os y 110 en t odos los confines de Rusia, despert ando el deseo de no quedar a la zaga, de hacer las cosas m ej or que nadie ( ¡nosot ros, los socialist as, no desecham os en absolut o t oda em ulación, t oda “ com pet encia” en general! ) , de preparar conscient em ent e lo que la prim era vez se hizo en ciert o m odo de m anera espont ánea, de aprovechar las condiciones favorables de una localidad det erm inada o de un m om ent o det erm inado para m odificar el plan de at aque, et c. Al m ism o t iem po, est a reanim ación de la labor local no acarrearía la desesperada t ensión “ agónica” de t odas las fuerzas, ni la m ovilización de t odos los hom bres, com o sucede a m enudo ahora, cuando hay que organizar una m anifest ación o publicar un núm ero de un periódico local: por una part e, la policía t ropezaría con dificult ades m ucho m ayores para llegar hast a la “ raíz” , ya que no se sabría en qué localidad había que buscarla; por ot ra, una labor regular y com ún enseñaría a los hom bres a concordar, en cada caso concret o, la fuerza de un at aque con el est ado de fuerzas de t al o cual dest acam ent o del ej ércit o com ún ( ahora casi nadie piensa en part e alguna en esa coordinación, pues los at aques son espont áneos en sus nueve décim as part es) , y facilit aría el “ t ransport e” no sólo de las publicaciones, sino t am bién de las fuerzas revolucionarias. Ahora, en la m ayor part e de los casos est as fuerzas se desangran en la est recha labor local; en cam bio, ent onces habría posibilidad y const ant es ocasiones para t rasladar a un agit ador u organizador m ás o m enos capaz de un ext rem o a ot ro del país. Com enzando por un pequeño viaj e para resolver asunt os del part ido y a expensas del m ism o, los m ilit ant es se acost um brarían a vivir ent eram ent e a cost a del part ido, a hacerse revolucionarios profesionales, a form arse com o verdaderos guías polít icos. Y si realm ent e lográsem os que t odos o una gran m ayoría de los com it és, grupos y círculos locales em prendiesen act ivam ent e la labor com ún, en un fut uro no lej ano est aríam os en condiciones de publicar un sem anario que se difundiese regularm ent e en decenas de m illares de ej em plares por t oda Rusia. Est e periódico sería una part ícula de un enorm e fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirt iéndola en un gran incendio. En t orno a est a labor, de por sí m uy anodina y m uy pequeña aún, pero regular y com ún en el pleno sent ido de la palabra, se concent raría sist em át icam ent e y se inst ruiría el ej ércit o perm anent e de luchadores probados. No t ardaríam os en ver subir por los andam ios de est e edificio com ún de organización y dest acarse de ent re nuest ros revolucionarios a los Zheliábov socialdem ócrat as; de ent re nuest ros obreros, a los Bebel rusos, que se pondrían a la cabeza del ej ércit o m ovilizado y levant arían a t odo el pueblo para acabar con la ignom inia y la m aldición de Rusia. ¡En est o es en lo que hay que soñar! “ ¡Hay que soñar! ” He escrit o est as palabras y m e he asust ado. Me he im aginado sent ado en el “ Congreso de unificación” frent e a los redact ores y colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en pie el cam arada Mart ínov y se encara a m í con t ono am enazador: “ Perm ít am e que les pregunt e: ¿t iene aún la redacción aut ónom a derecho a soñar sin consult ar ant es a los com it és del part ido?” Tras él se yergue el cam arada Krichevski ( profundizando filosóficam ent e al cam arada Mart ínov, quien hace m ucho t iem po había profundizado ya al cam arada Plej ánov) y prosigue en t ono m ás am enazador aún: “ Yo voy m ás lej os, si no olvida que, según Marx, la hum anidad siem pre se plant ea t areas realizables, que la t áct ica es un proceso de crecim ient o de las t areas, las cuales crecen con el part ido” . 111 Sólo de pensar en est as pregunt as am enazadoras m e dan escalofríos y m iro dónde podría esconderm e. I nt ent aré hacerlo t ras Písarev. “ Hay disparidades y disparidades –escribía Písarev a propósit o de la exist ent e ent re los sueños y la realidad - . Mis sueños pueden adelant arse al curso nat ural de los acont ecim ient os o bien desviarse hacia donde el curso nat ural de los acont ecim ient os no pueden llegar j am ás. En el prim er caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden sost ener y reforzar las energías del t rabaj ador… En sueños de est a índole no hay nada que deform e o paralice la fuerza de t rabaj o. Todo lo cont rario. Si el hom bre est uviese privado pro com plet o de la capacidad de soñar así, si no pudiese adelant arse alguna que ot ra vez y cont em plar con su im aginación el cuadro ent eram ent e acabado de la obra que em pieza a perfilarse por su m ano, no podría figurarm e de ningún m odo qué m óviles lo obligarían a em prender y llevar a cabo vast as y penosas em presas en el t erreno de las art es, de las ciencias y de la vida práct ica… La disparidad ent re los sueños y la realidad no produce daño alguno, siem pre que el soñador crea seriam ent e en un sueño, se fij e at ent am ent e en la vida, com pare sus observaciones con sus cast illos en el aire y, en general, t rabaj e a conciencia por que se cum plan sus fant asías. Cuando exist e algún cont act o ent re los sueños y la vida, t odo va bien” [ 11] . Pues bien, los sueños de est a nat uraleza, por desgracia, son rarísim os en nuest ro m ovim ient o. Y la culpa la t ienen, sobre t odo, los represent ant es de la crít ica legal y del “ seguidism o” ilegal que presum en de su sensat ez, de sus “ proxim idad” a lo “ concret o” . c) ¿Qué t ipo de or ga niz a ción ne ce sit a m os? Por lo que precede, puede ver el lect or que nuest ra “ t áct ica- plan” consist e en rechazar el llam am ient o inm ediat o al asalt o, en exigir que se organice “ debidam ent e el asedio de la fort aleza enem iga” o, dicho en ot ros t érm inos, en exigir que t odos los esfuerzos se dirij an a reunir, organizar y m ovilizar un ej ércit o regular. Cuando pusim os en ridículo a Rabócheie Dielo por el cam bio que dio, pasando del “ econom ism o” a los grit os sobre la necesidad del asalt o ( grit os que dio en el núm ero 6 de List ok “ R. Diela” [ 12] en abril de 1901) , dicho órgano nos at acó, com o es nat ural, acusándonos de “ doct rinarism o” , diciendo que no com prendem os el deber revolucionario, que exhort am os a la prudencia, et c. desde luego, en m odo alguno nos ha ext rañado est a acusación en boca de gent es que carecen de t odo principio y que salen del paso con la sabihonda “ t áct ica- proceso” ; com o t am poco nos ha ext rañado que est a acusación la haya repet ido Nadiezhdin, que en general t iene el desprecio m ás olím pico por la firm eza de los principios program át icos y t áct icos. Dicen que la hist oria no se repit e. Pero Nadiezhdin hace los im posibles por repet irla e im it arla con t esón a Tkachov, denigrando el “ cult uralism o revolucionario” , vociferando sobre “ las cam panas al vuelo del Veche” [ 13] , pregonando un “ punt o de vist a” especial “ de vísperas de la revolución” , et c. Por lo vist o, olvida la conocida sent encia de que, si el original de un acont ecim ient o hist órico es una t ragedia, su copia no es m ás que una farsa [ 14] . La t ent at iva de adueñarse del poder –t ent at iva preparada por la prédica de Tkachov y realizada por el t errorism o “ horripilant e” y que en realidad horripilaba ent onces –era m aj est uosa, y, en cam bio, el t errorism o “ excit ant e” del pequeño Tkachov es sim plem ent e ridículo; sobre t odo, es ridículo cuando se com plem ent a con la idea de organizar a los obreros m edios. 112 “ Si I skra –escribe Nadiezhdin – saliese de su esfera del lit erat urism o, vería que est o ( hechos com o la cart a de un obrero en el núm ero 7 de I skra, et c.) son sínt om as dem ost rat ivos de que pront o, m uy pront o, com enzará el “ asalt o” , y hablar ahora ( ¡sic! ) de una organización cuyos hilos arranquen de un periódico cent ral para t oda Rusia es fom ent ar ideas y labor de gabinet e” . Fíj ense en est a confusión inim aginable: por una part e, t errorism o excit ant e y “ organización de los obreros m edios” a la par con la idea de que es “ m ás fácil” reunirse en t orno a algo “ m ás concret o” , por ej em plo, de periódicos locales, y, por ot ra part e, hablar “ ahora” de una organización para t oda Rusia significa dar ideas de gabinet e, es decir ( em pleando un lenguaj e m ás franco y sencillo) , ¡” ahora” ya es t arde! Y para “ fundar a vast a escala periódicos locales” ¿no es t arde, respet abilísim o L. Nadiezhdin? Com paren con eso el punt o de vist a y la t áct ica de I skra: el t errorism o excit ant e es una t ont ería; hablar de organizar precisam ent e a los obreros m edios y de fundar a vast a escala periódicos locales significa abril de par en par las puert as al “ econom ism o” . Es preciso hablar de una organización de revolucionarios única para t oda Rusia, y no será t arde hablar de ella hast a el m om ent o en que em piece el asalt o de verdad, y no sobre el papel. “ Si –cont inúa Nadiezhdin- , en cuant o a la organización, nuest ra sit uación est á m uy lej os de ser brillant e: sí, I skra t iene com plet a razón cuando dice que el grueso de nuest ras fuerzas m ilit ares est á const ruido pro volunt arios e insurrect os… Est á bien que t engáis una idea lúcida del est ado de nuest ras fuerzas, pero ¿por qué olvidáis que la m ult it ud no es en absolut o nuest ra y que por eso no nos pregunt ará cuándo hay que rom per las host ilidades y se lanzará al “ m ot ín” ?… Cuando la m ult it ud em piece a act uar ella m ism a con su devast adora fuerza espont ánea, puede arrollar y desaloj ar al “ ej ércit o regular” , al que siem pre se pensaba organizar en form a ext raordinariam ent e sist em át ica, pero no hubo t iem po de hacerlo. ( Subrayado por m í) . ¡Ext raña lógica! Precisam ent e porque “ la m ult it ud no es nuest ra” es insensat o e indecoroso dar grit os de “ asalt o” inm ediat o, ya que el asalt o es un at aque de un ej ércit o regular y no una explosión espont ánea de la m ult it ud. Precisam ent e porque la m ult it ud puede arrollar y desaloj ar al ej ércit o regular necesit am os sin falt a que t oda nuest ra labor de “ organización ext raordinariam ent e sist em át ica” del ej ércit o regular m arche a la par con el auge espont áneo, porque cuant o m ej or consigam os est a organización t ant o m ás probable será que el ej ércit o regular no sea arrollado por la m ult it ud, sino que se ponga a su frent e y la encabece. Nadiezhdin se confunde porque se im agina que est e ej ércit o sist em át icam ent e organizado se ocupa de algo que lo apart a de la m ult it ud, m ient ras que, en realidad, ést e se ocupa exclusivam ent e de una agit ación polít ica m últ iple y general, es decir, j ust am ent e de la labor que aproxim a y funde en un t odo la fuerza dest ruct ora espont ánea de la m ult it ud y la fuerza dest ruct ora conscient e de la organización de revolucionarios. La verdad es que ust edes, señores, inculpan al prój im o las falt as propias, pues precisam ent e el grupo Svoboda, al int roducir en el program a el t errorism o, exhort a con ello a crear una organización de t errorist as, y una organización así desviaría realm ent e a nuest ro ej ércit o de su aproxim ación a la m ult it ud que, por desgracia, ni es aún nuest ra ni nos pregunt a, o nos pregunt a poco, cuándo y cóm o hay que rom per las host ilidades. “ Nos pillará desprevenidos la propia revolución –cont inúa Nadiezhdin, asust ando a I skra- , com o nos ha ocurrido con los acont ecim ient os act uales, que nos han caído encim a com o un alud” . Est a frase, relacionada con las que hem os cit ado ant es, nos dem uest ra palm ariam ent e que es absurdo el “ punt o de vist a” especial “ de vísperas de la revolución” ideado por Svoboda. Hablando sin am bages, el “ punt o de vist a” especial se reduce a que “ ahora” ya es t arde para deliberar y prepararse. Pero en est e caso, ¡oh, respet abilísim o enem igo del “ lit erat urism o” ! , ¿para qué escribir 132 113 páginas im presas “ sobre cuest iones de t eoría [ 15] y t áct ica” ? ¿No le parece que “ al punt o de vist a de vísperas de la revolución” le iría m ej or publicar 132.000 oct avillas con un breve llam am ient o: “ ¡Por ellos! ” ? Precisam ent e correr m enor riesgo de que lo pille desprevenido la revolución quien coloca en el ángulo principal de t odo su program a, de t oda su t áct ica, de t oda su labor de organización la agit ación polít ica ent re t odo el pueblo, com o hace I skra. Los que se dedican en t oda Rusia a t renzar los hilos de la organización que arranque de un periódico cent ral para t odo el país, lej os de que los pillen desprevenidos los sucesos de la prim avera, nos han ofrecido la posibilidad de pronost icarlos. Tam poco los han pillado desprevenidos las m anifest aciones descrit as en los núm eros 13 y 14 de I skra; por el cont rario, han t om ado part e en ellas, con viva conciencia de que su deber era acudir en ayuda del ascenso espont áneo de la m ult it ud, cont ribuyendo al m ism o t iem po, por m edio de su periódico, a que t odos los cam aradas rusos conozcan est as m anifest aciones y ut ilicen su experiencia. ¡Y si conservan la vida, t am poco dej arán que los pille desprevenidos la revolución, que reclam a de nosot ros, ant e t odo y por encim a de t odo, que saquem os experiencia en la agit ación, sepam os apoyar ( apoyar a la m anera socialdem ócrat a) t oda prot est a y acert em os a orient ar el m ovim ient o espont áneo, salvaguardándolo de los errores de los am igos y de las celadas de los enem igos! Hem os llegado, pues, a la últ im a razón que nos obliga a hacer part icular hincapié en el plan de una organización form ada en t orno a un periódico cent ral para t oda Rusia, m ediant e la labor conj unt a en est e periódico com ún. Sólo una organización sem ej ant e aseguraría la flexibilidad indispensable a la organización socialdem ócrat a com bat iva, es decir, la capacidad de adapt arse en el act o a las condiciones de lucha m ás variadas y cam biant es con rapidez; saber, “ de un lado, rehuir las bat allas en cam po abiert o cont ra un enem igo que t iene superioridad aplast ant e de fuerzas, cuando concent ra ést as en un punt o, y para saber de ot ro lado, aprovechar la t orpeza de m ovim ient os de est e enem igo y lanzarse sobre él en el sit io y en el m om ent o en que m enos espere ser at acado” [ 16] . Sería un gravísim o error m ont ar la organización del part ido cifrando las esperanzas sólo en las explosiones y luchas de las calles o sólo en la “ m archa progresiva de la lucha cot idiana y m onót ona” . Debem os desplegar siem pre nuest ra labor cot idiana dispuest os a t odo, porque m uchas veces es casi im posible prever por ant icipado cóm o alt ernarán los períodos de explosiones con los de calm a y, aun cuando fuera posible preverlo, no se podría aprovechar la previsión para reconst ruir la organización, porque en un país aut ocrát ico est os cam bios se producen con asom brosa rapidez, a veces com o consecuencia de una incursión, noct urna de los j enízaros zarist as [ 17] . De la revolución m ism a no debe uno forj arse la idea de que sea un act o único ( com o, por lo vist o, se la im aginan los Nadiezhdin) , sino de que es una sucesión rápida de explosiones m ás o m enos violent as, alt ernando con períodos de calm a m ás o m enos profunda. Por t ant o, el cont enido fundam ent al de las act ividades de la organización de nuest ro part ido, el cent ro de gravedad de est as act ividades debe consist ir en una labor que es posible y necesaria t ant o durant e el período de la explosión m ás violent a com o durant e el de la calm a m ás com plet a, a saber: en una labor de agit ación polít ica unificada en t oda Rusia que arroj e luz sobre t odos los aspect os de la vida y que dirij a a las m ás grandes m asas. Y est a labor es inconcebible en la Rusia act ual sin un periódico cent ral para t oda Rusia que aparezca m uy a m enudo. La organización que se form e por sí m ism a en t orno a est e periódico, la organización de sus colaboradores ( en la acepción m ás am plia del t érm ino, es decir, de t odos los que t rabaj an en t rono a él) est ará precisam ent e dispuest a a t odo, desde salvar el honor, el prest igio y la cont inuidad del part ido en los m om ent os de m ayor 114 “ depresión” revolucionaria, hast a prepara la insurrección arm ada de t odo el pueblo, fij ar fecha para su com ienzo y llevarla a la práct ica. En efect o, figurém onos una redada com plet a, m uy corrient e ent re nosot ros, en una o varias localidades. Al no haber en t odas las organizaciones locales una labor com ún llevada en form a regular, est os descalabros van acom pañados a m enudo de la int errupción del t rabaj o por largos m eses. En cam bio, si t odas t uvieran una labor com ún, bast arían, en el caso de la m ayor redada, unas cuant as sem anas de t rabaj o de dos o t res personas enérgicas para poner en cont act o con el organism o cent ral com ún a los nuevos círculos de la j uvent ud que, com o es sabido, incluso ahora brot an con sum a rapidez; y cuando la labor com ún que sufre los descalabros est á a la vist a de t odo el m undo, los nuevos círculos pueden surgir y ponerse en cont act o con dicho organism o cent ral m ás pront o aún. Por ot ra part e, im agínense una insurrección popular. Ahora es probable que t odo el m undo est é de acuerdo en que debem os pensar en ella y prepararnos para ella. Pero ¿cóm o prepararnos? ¡No se querrá que el Com it é Cent ral, ést e no lograría absolut am ent e nada con designarlos, dadas las act uales condiciones rusas. Por el cont rario, una red de agent es [ 18] que se form e por sí m ism a en el t rabaj o de organización y difusión de un periódico cent ral no t endría que “ aguardar con los brazos cruzados” la consigna de la regular que le garant izase, en caso de insurrección, las m ayores probabilidades de éxit o. Esa m ism a labor es la que reforzaría los lazos de unión t ant o con las m ás grandes m asas obreras com o con t odos los sect ores descont ent os de la aut ocracia, lo cual sum a im port ancia para la insurrección. En esa labor precisam ent e se form aría la capacidad de enj uiciar con t ino la sit uación polít ica general y, por t ant o, la capacidad de elegir el m om ent o adecuado para la insurrección. Esa m ism a labor es la que acost um braría a t odas las organizaciones locales a hacerse unísono eco de los problem as, casos y sucesos polít icos que agit an a t oda Rusia, responder a est os “ sucesos” con la m ayor energía posible, de la m anera m ás uniform e y convenient e posible; y la insurrección es, en el fondo, la “ respuest a” m ás enérgica, m ás uniform e y m ás convenient e de t odo el pueblo al gobierno. Esa m ism a labor es la que acost um braría, por últ im o, a t odas las organizaciones revolucionarias, en t odos los confines de Rusia, a m ant ener las relaciones m ás const ant es, y conspirat ivas a la vez, que crearían la unidad efect iva del part ido; sin est as relaciones es im posible discut ir colect ivam ent e un plan de insurrección ni adopt ar las m edidas preparat orias indispensables en vísperas de ést a, m edidas que deben guardarse en el secret o m ás riguroso. En pocas palabras, “ el plan de un periódico polít ico cent ral para t oda Rusia” , lej os de ser el frut o de un t rabaj o de gabinet e de personas cont am inadas de doct rinarism o y lit erat urism o ( com o les ha parecido a gent es que han m edit ado poco en él) , es, por el cont rario, el plan m ás práct ico de em pezar a prepararse en el act o y por doquier par la insurrección, sin olvidar al m ism o t iem po ni por un inst ant e la labor corrient e de cada día. 115 N OTAS D EL CAPI TULO V [ 1] En la recopilación En doce años, Lenin suprim ió el apart ado “ a) ” del capít ulo quint o, insert ando la siguient e not a: “ En la present e edición se suprim e el apart ado “ a) A quién ha ofendido el art ículo ¿Por dónde em pezar?” , pues cont iene exclusivam ent e una polém ica con Rabócheie Dielo y el Bund en t orno a los int ent os de I skra de “ m andar” , et c. En est e apart ado se decía, ent re ot ras cosas, que el propio Bund había invit ado ( en 1898- 1899) a los m iem bros de I skra a reanudar la publicación del órgano cent ral del part ido y organizar un “ laborat orio lit erario” . ( N. de la Edit .) [ 2] I skra, núm . 8, respuest a del Com it é Cent ral de la Unión General Obrera Hebrea de Rusia y de Polonia a nuest ro art ículo sobre el problem a nacional. [ 3] Enum eram os deliberadam ent e est os hechos en orden dist int o de cóm o ocurrieron. [ 3] [ 4] En el verano de 1897, la Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera, de Pet ersburgo, propuso a Lenin ( dest errado ent onces en Siberia, en el pueblo de Shúshenskoe) que part icipase en la creación de una serie especial de libros para los obreros. Lenin escribió los follet os m encionados en el t ext o, que fueron edit ados en Ginebra: Las t areas de los socialdem ócrat as rusos ( 1898) y La nueva ley de fábricas ( 1899) . [ 5] Dicho sea de paso, el aut or de est e follet o m e pide que haga saber que, lo m ism o que sus follet os ant eriores, el present e fue enviado a la Unión, suponiendo que el grupo Em ancipación del Trabaj o redact aría sus publicaciones ( circunst ancias especiales no le perm it ían conocer ent onces, es decir, en febrero de 1899, el cam bio operado en la redacción) . Lo reedit ará en breve la Liga. [ 5] [ 6] En 1899, por iniciat iva del CC del Bund, se int ent ó reanudar la publicación de Rabóchaya Gazet a. Lenin escribió para el núm ero 3 de est e periódico los art ículos cit ados. [ 7] A iniciat iva del Com it é de Ekat erinoslav del POSDR, apoyado por el Bund y la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, a com ienzos de 1900 se int ent ó convocar el I I Congreso del part ido, rest ablecer el Com it é Cent ral y reanudar la publicación del órgano cent ral del part ido, Rabóchaya Gazet a. En febrero de 1900 se t rasladó a Moscú I . Lalayant s, m iem bro del Com it é de Ekat erinoslav, para sost ener conversaciones con Lenin. Lalayant propuso al grupo de I skra –Lenin, Márt ov y Pot résov- que part icipase en el Congreso y se encargase de dirigir Rabóchaya Gazet a. Lenin y el grupo Em ancipación del Trabaj o consideraban prem at ura la convocat oria del Congreso; sin em bargo, el grupo Em ancipación del Trabaj o no pudo negarse a part icipar en él, por lo que encargó a Lenin de represent arle, enviándole desde el ext ranj ero la correspondient e credencial. Pero las det enciones en m asa efect uadas por la policía en abril y m ayo de 1900 im pidieron la celebración del Congreso. A Sm olensk, donde debía t ener lugar, llegaron únicam ent e los represent ant es del Bund, de la redacción de Yuzhni Rabochi y de la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero. [ 8] * ¡Cam arada Krichevski! ¡Cam arada Mart ínov! Llam o la at ención de ust edes sobre est a m anifest ación escandalosa de “ absolut ism o” , de “ aut oridad sin cont rol” , de “ reglam ent ación soberana” , et c. Fíj ense: ¡quiere poseer t oda la cadena! Apresúrense a 116 present ar querella. Ya t ienen t em a para dos art ículos de fondo en el núm ero 12 de Rabócheie Dielo [ 9] Al insert ar en Rabócheie Dielo la prim era frase de est a cit a ( núm . 10, Pág. 62) , Mart ínov ha om it ido precisam ent e la segunda frase, com o subrayando así que no quiere m et erse en honduras o que es incapaz de com prender el fondo de la cuest ión. [ 10] Con una salvedad: siem pre que sim pat ice con la orient ación de est e periódico y considere út il a la causa ser su colaborador, ent endiendo por ello no solam ent e la colaboración lit eraria, sino t oda la colaboración revolucionaria en general. Not a para “ Rabócheie Dielo” : est a salvedad se sobrent iende para los revolucionarios que aprecian el t rabaj o y no el j uego a la dem ocracia, que no hacen dist inción ent re ser “ sim pat izant e” y part icipar de la m anera m ás act iva y real. [ 11] Lenin cit a el art ículo de D. Písarev Errores de un pensam ient o en agraz. [ 12] “ List ok “ Rabóchego Diela” ” ( “ La Hoj a de “ Rabócheie Dielo” ” ) : suplem ent o no periódico de la revist a Rabócheie Dielo; se edit ó en Ginebra desde j unio de 1900 hast a j ulio de 1901, apareciendo únicam ent e ocho núm eros. [ 13] Veche: asam blea popular en la ant igua Rusia, para la que se convocaba al t oque de cam pana. ( N. de la edit .) [ 14] Lenin alude al siguient e pasaj e de la obra de Carlos Marx El Dieciocho Brum ario de Luis Bonapart e: “ Hegel dice en alguna part e que t odos los grandes hechos y personaj es de la hist oria universal se producen, com o si dij éram os, dos veces. Pero se olvidó de agregar; una vez com o t ragedia y ot ra vez com o farsa” . [ 15] Dicho sea de paso, L. Nadiezhdin no dice casi nada de los problem as de t eoría en su “ revist a de cuest iones t eóricas” , si prescindim os del siguient e pasaj e, sum am ent e curioso “ desde el punt o de vist a de vísperas de la revolución” : “ La bernst einiada en su conj unt o pierde para nuest ro m om ent o su caráct er agudo, com o lo m ism o nos da que el señor Adam óvich dem uest re que el señor St ruve debe present ar la dim isión o que, por el cont rario, el señor St ruve desm ient a al señor Adam óvich y no consient a en dim it ir. Nos da absolut am ent e igual, porque ha sonado la hora decisiva de la revolución” ( Pág. 110) . Sería difícil describir con m ayor relieve la despreocupación infinit a de L. Nadiezhdin por la t eoría. ¡¡Com o hem os proclam ado que est am os en “ vísperas de la revolución” , “ nos da absolut am ent e lo m ism o” que los ort odoxos logren o no desaloj ar definit ivam ent e de sus posiciones a los crít icos! ! ¡Y nuest ro sabio no se percat a de que, precisam ent e durant e la revolución, nos harán falt a los result ados de la lucha t eórica cont ra los crít icos para luchar resuelt am ent e cont ra sus posiciones práct icas! [ 16] I skra, núm . 4: ¿Por dónde em pezar? “ Un t rabaj o largo no asust a a los revolucionarios cult uralist as que no com part en el punt o de vist a de vísperas de la revolución” , escribe Nadiezhdin ( Pág. 62) . Con est e m ot ivo harem os la siguient e observación: si no sabem os elaborar una t áct ica polít ica y un plan de organización orient ados sin falt a hacia una labor m uy larga y que al m ism o t iem po aseguren, por el propio proceso de est e t rabaj o, la disposición de nuest ro part ido a ocupar su puest o y cum plir con su deber en cualquier circunst ancia im previst a, pro m ás que se precipit en los acont ecim ient os, serem os sim plem ent e unos deplorables avent ureros polít icos. Sólo Nadiezhdin, que ha em pezado a llam arse socialdem ócrat a desde ayer, puede 117 olvidar que el obj et ivo de la socialdem ocracia consist e en t ransform ar de raíz las condiciones de vida de t oda la hum anidad, pro lo cual es im perdonable que un socialdem ócrat a se “ asust e” por lo largo del t rabaj o. [ 17] Jenízaros: infant ería regular en la Turquía de los sult anes, creada en el siglo XI V. Era la fuerza policíaca principal y se dist inguía por su crueldad excepcional. Los regim ient os de j enízaros fueron disuelt os en 1826. Lenin llam aba j enízaros a los policías zarist as. [ 18] * ¡Ay! ¡Se m e ha escapado una vez m ás la t ruculent a palabra “ agent es” que t ant o hiere el dem ocrát ico oído de los Mart ínov! Me ext raña que est a palabra no haya m olest ado a los corifeos de la década del 70 y, en cam bio, m olest e a los prim it ivos de la del 90. Me gust a est a palabra, porque indica de un m odo claro y t aj ant e la causa com ún a la que t odos los agent es subordinan sus pensam ient os y sus act os, y si hubiese que sust it uir est a palabra por ot ra, yo sólo elegiría el t érm ino “ colaborados” , si ést e no t uviese ciert o dej e de lit erat urism o y de vaguedad. Porque lo que necesit am os es una organización m ilit ar de agent es. A propósit o sea dicho, los num erosos Mart ínov ( sobre t odo, en el ext ranj ero) , que gust an de “ ascenderse recíprocam ent e a generales” , podrían decir, en lugar de “ agent e en asunt os de pasaport es” , “ com andant e en j efe de la unidad especial dest inada a proveer de pasaport es a los revolucionarios” , et c. 118 CON CLUSI ÓN La hist oria de la socialdem ocracia rusa se divide m anifiest am ent e en t res períodos. El prim er período com prende cerca de un decenio, de 1884 a 1894 poco m ás o m enos. Fue el período en que brot aron y se afianzaron la t eoría y el program a de la socialdem ocracia. El núm ero de adept os de la nueva t endencia en Rusia se podía cont ar con los dedos de las m anos. La socialdem ocracia exist ía sin m ovim ient o obrero y pasaba, com o part ido polít ico por el proceso de desarrollo int raut erino. El segundo período abarca t res o cuat ro años, de 1894 a 1898. La socialdem ocracia aparece com o m ovim ient o social, com o im pulso de las m asas populares, com o part ido polít ico. Fue el período de infancia y adolescencia. Con la rapidez de una epidem ia, se propaga el apasionam ient o general de los int elect uales por la lucha cont ra el pupulism o y por la corrient e de ir hacia los obreros, el apasionam ient o general de los obreros por las huelgas. El m ovim ient o hace grandes progresos. La m ayoría de los dirigent es eran hom bres m uy j óvenes que est aban lej os de haber alcanzado la “ edad de t reint a y cinco años” , que el señor N. Mij ailovski t enía por algo así com o front era nat ural. Por su j uvent ud, no est aban preparados par ala labor práct ica y desaparecían de la escena con asom brosa rapidez. Pero la m agnit ud de su t rabaj o, en la m ayoría de los casos, era m uy grande. Muchos de ellos com enzaron a pensar de un m odo revolucionario com o adept os del grupo Libert ad del Pueblo. Casi t odos rendían en sus m ocedades pleit esía los héroes del t errorism o, y les cost ó m ucho t rabaj o sust raerse a la im presión seduct ora de est a t radición heroica; hubo que rom per con personas que a t oda cost a querían seguir siendo fieles a Libert ad del Pueblo y gozaban de gran respet o ent re los j óvenes socialdem ócrat as. la lucha obligaba a est udiar, a leer obras ilegales de t odas las t endencias, a ocuparse int ensam ent e de los problem as del populism o legal. Form ados en est a lucha, los socialdem ócrat as acudían al m ovim ient o obrero sin olvidar “ un inst ant e” ni la t eoría del m arxism o que les alum bró con luz m eridiana ni la t area de derrocar a la aut ocracia. La form ación del part ido, en la prim avera de 1898, fue el act o de m ayor relieve, y últ im o a la vez, de los socialdem ócrat as de aquel período. El t ercer período despunt a, com o acabam os de ver, en 1897 y viene a sust it uir definit ivam ent e al segundo en 1898 ( 1898- ¿) . es el período de dispersión, de disgregación,, de vacilación. I gual que m udan la voz los adolescent es, la socialdem ocracia rusa de aquel período t am bién la m udó y em pezó a dar not as falsas, por una part e, en las obras de los señores St ruve, Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev, y, por ot ra, en las de V. I .- n, R.M., B. Krichevski y Mart ínov. Pero iban cada uno por su lado y ret rocedían los dirigent es nada m ás: el propio m ovim ient o seguía creciendo y haciendo progresos gigant escos. La lucha prolet aria englobaba nuevos sect ores de obreros y se propagaba por t oda Rusia, cont ribuyendo a la vez indirect am ent e a avivar el espírit u dem ocrát ico ent re los est udiant es y ent re los ot ros sect ores de la población. Pero la conciencia de los dirigent es cedió ant e la m agnit ud y el vigor del crecim ient o espont áneo. Ent re los socialdem ócrat as predom inaba ya ot ra clase de gent e: los m ilit ant es form ados casi exclusivam ent e en el espírit u de la lit erat ura m arxist a “ legal” , cosa t ant o m ás insuficient e cuant o m ás alt o era el nivel de conciencia que reclam aba de ellos la espont aneidad de las m asas. Los dirigent es no sólo quedaban rezagados t ant o en el sent ido t eórico ( “ libert ad de crít ica” ) com o en el t erreno práct ico ( “ m ét odos prim it ivos de t rabaj o” ) , sino que int ent aban defender su at raso recurriendo a t oda clase de argum ent os rim bom bant es. El m ovim ient o socialdem ócrat a era rebaj ado al 119 nivel del t radeunionism o t ant o por los brent anist as de la lit erat ura legal com o por los seguidist as de la ilegal. El program a del Credo com ienza a llevarse a la práct ica, sobre t odo, cuando los “ m ét odos prim it ivos de t rabaj o” de los socialdem ócrat as, reavivan las t endencias revolucionarias no socialdem ócrat as. Y si el lect or m e reprocha que m e haya explayado con exceso de porm enores en un periódico com o Rabócheie Dielo, le cont est aré: R. Dielo ha adquirido una im port ancia “ hist órica” por haber reflej ado con el m ayor relieve el “ espírit u” de est e t ercer período [ 1] . No era el consecuent e R. M., sino precisam ent e los Krichevski y Mart ínov, que cam bian de dirección com o las velet as a los cuat ro vient os, quienes podían expresar de verdad la dispersión, las vacilaciones y la disposición a hacer concesiones a la “ crít ica” , al “ econom ism o” y al t errorism o. Lo que caract eriza a est e período no es el desprecio olím pico de algún adm irador de “ lo absolut o” por la labor práct ica, sino precisam ent e la unión de un pract icism o m ezquino con la m ás com plet a despreocupación por la t eoría. Más que negar abiert am ent e las “ grandes palabras” , lo que hacían los héroes de est e período era envilecerlas: . El socialism o cient ífico dej ó de ser una t eoría revolucionaria int egral, convirt iéndose en una m ezcolanza a la que se añadían “ librem ent e” líquidos procedent es de cualquier m anual alem án nuevo; la consigna de “ lucha de clases” no im pulsaba a una act ividad cada vez m ás am plia, cada vez m ás enérgica, sino que servía de am ort iguador, ya que “ la lucha económ ica est á ínt im am ent e ligada a la lucha polít ica” ; la idea del part ido no exhort aba a crear una organización com bat iva de revolucionarios, sino que j ust ificaba una especie de “ burocracia revolucionaria” y el j uego infant il a form as “ dem ocrát icas” . I gnoram os cuándo acabará el t ercer período y em pezará el cuart o ( en t odo caso anunciado ya por m uchos sínt om as) . Del cam po de la hist oria pasam os aquí al t erreno de lo present e y, en part e, de lo fut uro. Pero creem os con firm eza que el cuart o período ha de conducir al afianzam ient o del m arxism o m ilit ant e, que la socialdem ocracia rusa saldrá fort alecida y arreciada de la crisis, que la ret aguardia oport unist a será “ relevada” por un verdadero dest acam ent o de vanguardia de la clase m ás revolucionaria. A guisa de exhort ación a est e “ relevo” , y resum iendo lo que acabam os de exponer, podem os dar est a escuet a respuest a a la pregunt a: ¿qué hacer?: Acabar con el t ercer período. 120 N OTAS D E LA CON CLUSI ÓN [ 1] Podría cont est ar t am bién con un refrán alem án: “ Den Sack schlägt m an, den Esel m eint m an” , lo cual quiere decir: quien a uno cast iga, a cient o host iga. No sólo Rab. Dielo, sino la gran m asa de los m ilit ant es dedicados al t rabaj o práct ico y de los t eóricos sent ían ent usiasm o por la “ crít ica” de m oda, se arm aban un lío con la espont aneidad, se desviaban de la concepción socialdem ócrat a de nuest ras t areas polít ica y orgánicas hacia la concepción t radeunionist a. 121 An e x o [ 1 ] I nt e nt o de fusiona r “I sk r a ” con “Ra bóche ie D ie lo” Nos rest a esbozar la t áct ica adopt ada y consecuent em ent e aplicada por I skra en las relaciones orgánicas con Rabócheie Dielo. Est a t áct ica ha sido expuest a ya por com plet o en el núm ero 1 de I skra, en el art ículo sobre La escisión de la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero. Adm it im os en seguida el punt o de vist a de que la verdadera Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, reconocida por el I Congreso de nuest ro part ido com o su represent ant e fuera del país, se había escindido en dos organizaciones; que seguía pendient e el problem a de la represent ación del part ido, puest o que lo había resuelt o sólo con caráct er provisional y convencional, en el Congreso int ernacional celebrado en París, la elección de dos m iem bros procedent es de Rusia, uno por cada part e de la Unión escindida, para el Buró Socialist a I nt ernacional perm anent e ( 96) hem os declarado que, en fondo, Rabócheie Dielo no t enía razón; en cuant o a los principios, nos colocam os resuelt am ent e al lado del grupo Em ancipación del Trabaj o, pero nos negam os, al m ism o t iem po, a ent rar en det alles de la escisión y señalam os los m érit os de la Unión en el t erreno de la labor puram ent e práct ica [ 2] . De m odo que nos m ant eníam os, hast a ciert o punt o, a la expect at iva: hacíam os una concesión al crit erio im perant e ent re la m ayoría de los socialdem ócrat as rusos, los cuales sost enían que incluso los enem igos m ás decididos del “ econom ism o” podían t rabaj ar codo con codo con la Unión, porque ést a había declarado m ás de una vez que est aba de acuerdo en principio con el grupo Em ancipación del Trabaj o y que no pret endía, según afirm aba, t ener una posición independient e en los problem as cardinales de la t eoría y de la t áct ica. El aciert o de la posición que habíam os adopt ado lo corrobora indirect am ent e el hecho de que, casi en el m om ent o de aparecer el prim er núm ero de I skra ( diciem bre de 1900) , se separaron de la Unión t res m iem bros, form ando el llam ado grupo de iniciadores, los cuales se dirigieron: 1) a la sección de la organización de I skra en el ext ranj ero; 2) a la Organización Revolucionaria Sot sialDem okrat , y 3) a la Unión, proponiendo sus m ediación para ent ablar negociaciones conciliadoras. Las dos prim eras organizaciones acept aron en seguida, la t ercera se negó. Por ciert o, cuando en el Congreso de “ unificación” , celebrado el año pasado, uno de los oradores expuso los hechos cit ados, un m iem bro de la adm inist ración de la Unión declaró que su negat iva se debía exclusivam ent e a que la Unión est aba descont ent a de la com posición del grupo de iniciadores. Est im ando que es m i deber insert ar est a explicación, no puedo, sin em bargo, dej ar de observar por m i part e que no la considero sat isfact oria: com o la Unión est aba al t ant o de la conform idad de las dos organizaciones para ent ablar negociaciones, podía dirigirse a ellas por conduct o de ot ro m ediador o direct am ent e. En la prim avera de 1901, t ant o Zariá ( núm . 1, abril) com o I skra ( núm . 4, m ayo) ent ablaron una polém ica direct a cont ra Rabócheie Dielo. I skra at acó, sobre t odo, el Viraj e hist órico de Rabócheie Dielo, que en su hoj a de abril, est o es, después de los acont ecim ient os de prim avera, dio ya m uest ras de poca firm eza respect o al apasionam ient o por el t errorism o y por los llam am ient os “ sanguinarios” . A pesar de est a polém ica, la Unión cont est ó que est aba dispuest a a reanudar las negociaciones de conciliación por int erm edio de un nuevo grupo de “ conciliadores” . La conferencia prelim inar de represent ant es de las t res organizaciones cit adas se celebró ene l m es de j unio y elaboró un proyect o de pact o basado en un det alladísim o “ acuerdo en 122 principio” , publicado por la Unión en el follet o Dos congresos y por la Liga en el follet o Docum ent os del Congreso de “ unificación” . El cont enido de est e acuerdo ( o, com o suele llam ársele, resoluciones a la Conferencia de j unio) adopt ado con arreglo a los principios dem uest ra con claridad m eridiana que nosot ros exigíam os, com o condición indispensable para la unificación, que se repudiara del m odo m ás decidido t oda m anifest ación de oport unism o en general y de oport unism o ruso en part icular. “ Rechazam os –dice el prim er párrafot odas las t ent at ivas de int roducir el oport unism o en la lucha de clase del prolet ariado, t ent at ivas que se han m anifest ado en el llam ado “ econom ism o” , bernst einianism o, m illerandism o, et c.” . “ La esfera de act ividad de la socialdem ocracia com prende… la lucha ideológica cont ra t odos los adversarios del m arxism o revolucionario” ( 4, c) . “ En t odas las esferas de la labor de agit ación y de organización, la socialdem ocracia no debe olvidar ni un inst ant e la t area inm ediat a del prolet ariado ruso: derrocar a la aut ocracia” ( 5, a) ; … “ la agit ación, no sólo en el t erreno de la lucha diaria del t rabaj o asalariado cont ra el capit al” ( 5,b) ; … “ no reconociendo … la fase de la lucha puram ent e económ ica y de la lucha por reivindicaciones polít icas parciales” ( 5, c) ; … “ consideram os de im port ancia para el m ovim ient o crit icar las corrient es que erigen en principio… lo elem ent al… y lo est recho de las form as inferiores del m ovim ient o” ( 5, d) . I ncluso una persona com plet am ent e ext raña, después de leer m ás o m enos at ent am ent e est as resoluciones, ha de ver pro su m ism o enunciado que se dirigen cont ra quienes eran oport unist as y “ econom ist as” y han olvidado, aunque sólo sea un inst ant e, la t area de derribar la aut ocracia, cont ra quienes han acept ado la t eoría de las fases, han erigido en principio la est rechez de m iras, et c. Y quien reconozca m ás o m enos la polém ica que el grupo Em ancipación del Trabaj o, Zariá e I skra han t enido con Rabócheie Dielo, no dudará un inst ant e que est as resoluciones rechazan, punt o por punt o, precisam ent e las aberraciones en que había caído Rabócheie Dielo. Por eso, cuando en el Congreso de “ unificación” uno de los m iem bros de la Unión declaró que los art ículos publicados en el núm ero 10 de Rabóchie Dielo no se debían al nuevo “ viraj e hist órico” de la Unión, sino al espírit u dem asiado “ abst ract o” * de las resoluciones, uno de los oradores lo puso con t oda razón en ridículo. Las resoluciones, cont est ó, lej os de ser abst ract as, son increíblem ent e concret as: bast a echarles una oj eada para ver que “ se quería cazar a alguien” . Est a expresión m ot ivó en el congreso un episodio caract eríst ico. Por una part e, B. Krichevski se aferró a la palabra “ cazar” , creyendo que era un lapsus delat or de m ala int ención por nuest ra part e ( “ t ener una em boscada” ) y exclam ó en t ono pat ét ico: “ ¿A quién se iba a cazar?” “ Sí, en efect o, ¿a quién?” , pregunt ó irónicam ent e Plej ánov. “ Yo ayudaré al cam arada Plej ánov en su perplej idad –cont est ó B. Krichevski- , yo le explicaré a quien se quería cazar era a la redacción de “ R. Dielo” . ( Hilaridad general) ¡Pero no nos hem os dej ado cazar! ” ( Exclam aciones de la izquierda: “ ¡Peor para vosot ros! ” ) Por ot ra part e, un m iem bro del grupo Borbá ( grupo de conciliadores) , pronunciándose cont ra las enm iendas de la Unión a las resoluciones, y en su deseo de defender a nuest ro orador, declaró que, evident em ent e, la expresión “ se quería cazar” se había escapado sin querer en el calor de la polém ica. Pro lo que a m í se refiere creo que el orador que ha em pleado la expresión o se sent irá del t odo sat isfecho de est a “ defensa” . Yo creo que las palabras “ se quería cazar a alguien” fueron “ dichas en brom a, pero pensadas en serio” : nosot ros hem os acusado siem pre a R. Dielo de falt a de firm eza, de vacilaciones, razón por la cual debíam os, nat uralm ent e, t rat ar de cazarlo para hacer im posibles las vacilaciones en lo sucesivo. No se podía hablar aquí de m ala int ención porque se t rat aba de falt a de firm eza en los principios. Y hem os sabido “ cazar” a la Unión procediendo lealm ent e [ 3] 123 , de m anera que las resoluciones de j unio fueron firm adas por el propio b. Krichevski y por ot ro m iem bro de la adm inist ración de la Unión. Los art ículos publicados en el núm ero 10 de R. Dielo ( nuest ros cam aradas vieron est e núm ero sólo cuando hubieron llegado al congreso y unos días ant es inaugurarse ést e) dem ost raban claram ent e que del verano al ot oño se había producido ot ro viraj e en la Unión: los “ econom ist as” obt uvieron una vez m ás la suprem acía, y la redacción, dúct il a t oda nueva “ corrient e” , volvió a defender a los “ m ás declarados bernst einianos” , la “ libert ad de crít ica” y la “ espont aneidad” y a predicar por boca de Mart ínov la “ t eoría de rest ringir” la esfera de nuest ra influencia polít ica ( con el propósit o aparent e de com plicar est a m ism a influencia) . Una vez m ás se ha confirm ado la cert era observación de Parvus de que es difícil cazar a un oport unist a con una sim ple fórm ula, porque le cuest a t an poco firm ar cualquier fórm ula com o renegar de ella, ya que el oport unism o consist e precisam ent e en la falt a de principios m ás o m enos definidos y firm es. Hoy, los oport unist as rechazan t oda t ent at iva de int roducir el oport unism o, rechazan t oda rest ricción, prom et en solem nem ent e “ no olvidar un inst ant e el derrocam ient o de la aut ocracia” , hacer “ agit ación no sólo en el t erreno de la lucha diaria del t rabaj o asalariado cont ra el capit al” , et c. Y m añana cam bian de t ono y vuelven a las andadas so pret ext o de defender la espont aneidad, de la m archa progresiva de la lucha cot idiana y m onót ona, de ensalzar las reivindicaciones que prom et en result ados palpables, et c. Al cont inuar afirm ando que en los art ículos del núm ero 10 la “ Unión no ha vist o ni ve ninguna abj uración herét ica de los principios generales del proyect o de la conferencia” ( Dos congresos, Pág. 26) , la Unión sólo revela con ello que es incapaz por com plet o o que no quiere com prender el fondo de las discrepancias. Después del núm ero 10 de R. Diego nos quedaba por hacer una sola t ent at iva: iniciar una discusión general para convencernos de si t oda la Unión se solidarizaba con est os art ículos y con su redacción. La Unión, est á disgust ada con nosot ros, sobre t odo, por est e hecho y nos acusa de que int ent am os sem brar la discordia en su seno, de que nos inm iscuim os en cosas aj enas, et c. Acusaciones a t odas luces infundadas, porque, t eniendo una redacción com puest a por elección y dúct il para “ girar” al m enor soplo del vient o, y éram os nosot ros quienes det erm inábam os esa dirección en las sesiones a puert a cerrada, a las que sólo asist ían los m iem bros de las organizaciones venidas para unificarse. Las enm iendas que se ha int roducido en las resoluciones de j unio en nom bre de la Unión nos han quit ado el últ im o asom o de esperanza de llegar a un acuerdo. Las enm iendas son una prueba docum ent al del nuevo viraj e hacia el “ econom ism o” y de la solidaridad de la m ayoría de la Unión con el núm ero 10 de R. Dielo. Se borraba del núm ero de m anifest aciones del oport unism o el “ llam ado econom ism o” ( debido ala supuest a “ vaguedad” de est as palabras, si bien de est a m ot ivación no se deduce sino la necesidad de definir con m ayor exact it ud la esencia de una aberración m uy ext endida) ; t am bién se borraba el “ m illerandism o” ( si bien B. Krichevski lo defendía en R. Dielo, núm . 2- 3, Pág. 83- 84, y con m ayor franqueza aún en Vorwärt s [ 4] ) . A pesar de que las resoluciones de j unio indicaban de m anera t erm inant e que la t area de la socialdem ocracia consist ía en “ dirigir t odas las m anifest aciones de lucha del prolet ariado cont ra t odas las form as de opresión polít ica, económ ica y social” , exigiendo con ello que se int roduj era m ét odo y unidad en t odas est as m anifest aciones de lucha, la Unión añadía palabras superfluas por dem ás, diciendo que la “ lucha económ ica es un poderoso est ím ulo para el m ovim ient o de m asas” ( est as palabras, de pro sí, son indiscut ibles, pero, exist iendo un “ econom ism o” est recho, no podían m enos de llevar a int erpret aciones falsas) . Más aún, se ha llegado hast a a rest ringir con descaro en las resoluciones de j unio la “ polít ica” , ya elim inando las palabras “ ni por un inst ant e” ( no olvidar el obj et ivo del 124 derrocam ient o de la aut ocracia) , ya añadiendo las palabras “ la lucha económ ica es el m edio aplicable con la m ayor am plit ud para incorporar a las m asas a la lucha polít ica act iva” . Es nat ural que, una vez int roducidas est as enm iendas, t odos los oradores de nuest ra part e fueran renunciando uno t ras ot ro a la palabra, pues veían la com plet a inut ilidad de seguir negociando con gent e que volvía a girar hacia el “ econom ism o” y se reservaba la libert ad de vacilar. “ Precisam ent e lo que la Unión ha t enido por condición sine qua non para la solidez del fut uro acuerdo, o sea, el m ant enim ient o de la fisonom ía de R. Dielo y de su aut onom ía, es lo que I skra consideraba un obst áculo para el acuerdo” ( Dos congresos, Pág. 25) . Est o es m uy inexact o. Nunca hem os at ent ado cont ra la aut onom ía de R. Dielo [ 5] . Efect ivam ent e, hem os rechazado en form a cat egórica su fisonom ía propia si se ent iende por t al la “ fisonom ía propia” en los problem as de principio de la t eoría y de la t áct ica: las resoluciones de j unio cont ienen precisam ent e la negación cat egórica de est a fisonom ía propia, porque, en la práct ica, est a “ fisonom ía propia” ha significado siem pre, lo repet im os, vacilaciones de t oda clase y el apoyo que prest aban a la dispersión im perant e en nuest ro am bient e, dispersión insoport able desde el punt o de vist a del part ido. Con sus art ículos del núm ero 10 y con las “ enm iendas” , R. Dielo ha m anifest ado claram ent e su deseo de m ant ener precisam ent e est a fisonom ía propia, y sem ej ant e deseo ha conducido de m anera nat ural e inevit able a la rupt ura y a la declaración de guerra. Pero t odos nosot ros est ábam os dispuest os a reconocer la “ fisonom ía propia” de R. Dielo en el sent ido de que debe concent rarse en det erm inadas funciones lit erarias. La dist ribución acert ada de est as funciones se im ponía por sí m ism a: 1) revist a cient ífica, 2) periódico polít ico y 3) recopilaciones y follet os de divulgación. Sólo la conform idad de R. Dielo con est a dist ribución dem ost raría su sincero deseo de acabar de una vez para siem pre con las aberraciones com bat idas por las resoluciones de j unio; sólo est a dist ribución elim inaría t oda posibilidad de rozam ient os aseguraría efect ivam ent e la firm eza del acuerdo, sirviendo a la vez de base par que nuest ro m ovim ient o crezca m ás y alcance nuevos éxit os. Ahora ningún socialdem ócrat a ruso puede poner ya en duda que la rupt ura definit iva de la t endencia revolucionaria con la oport unist a no ha sido originada por cuest iones “ de organización” , sino precisam ent e por el deseo de los oport unist as de afianzar la fisonom ía propia del oport unism o y de seguir ofuscando las m ent es con las disquisiciones de los Krichevski y los Mart ínov. Escrit o ent re el ot oño de 1901 y febrero de 1902. publicado por prim era vez en m arzo de 1902 en follet o apart e en St ut t gart . 125 N OTAS D EL AN EXO [ 1] Est e Anexo fue suprim ido por Lenin al ser reedit ado ¿Qué hacer? En 1907, en la recopilación Doce años. [ 2] Est e j uicio sobre la escisión no sólo se basaba en el conocim ient o de las publicaciones, sino en dat os recogidos en el ext ranj ero por algunos m iem bros de nuest ra organización que habían est ado allí. [ 3] A saber: en la int roducción a las resoluciones de j unio dij im os que la socialdem ocracia rusa m ant uvo siem pre en conj unt o la posición de fidelidad a los principios del grupo Em ancipación del Trabaj o y que el m érit o de la Unión est aba sobre t odo en su act ividad en el t erreno de las publicaciones y de la organización. En ot ros t érm inos, dij im os que est ábam os com plet am ent e dispuest os a olvidar el pasado y a reconocer que la labor de nuest ros cam aradas de la Unión era út il a la causa, a condición de que acabaran por com plet o con las vacilaciones, obj et o de nuest ra “ caza” . Toda persona im parcial que lea las resoluciones de j unio las com prenderá sólo en est e sent ido. Pero si ahora la Unión nos acusa solem nem ent e de falt ar a la verdad ( Dos congresos, Pág. 30) por est as palabras sobre sus m érit os, después de haber provocado ella m ism a con su nuevo viraj e hacia el “ econom ism o” ( en los art ículos del núm ero 10 y en las enm iendas) la rupt ura, est a acusación, com o es nat ural, no puede m enos de provocar una sonrisa. [ 4] En Vorwärt s se inició una polém ica a est e respect o ent re su redacción act ual, Kaut sky y Zariá. No dej arem os de dar a conocer est a polém ica a los lect ores rusos. [ 5] Si no cont am os com o rest ricción de la aut onom ía las reuniones de las redacciones, relacionadas con la form ación de un consej o suprem o com ún de las organizaciones unidas, cosa que R. Dielo acept ó t am bién en j unio. 126 En m ie n da pa r a “¿Qu é h a ce r ?” El “ grupo de iniciadores” , al que m e he referido en el follet o ¿Qué hacer?, Pág. 141, m e pide que haga la siguient e enm ienda al pasaj e donde se expone su part icipación en el int ent o de conciliar las organizaciones socialdem ócrat as en el ext ranj ero: “ Sólo uno de los t res m iem bros de est e grupo se ret iró de la Unión a fines de 1900; los rest ant es no lo hicieron hast a 1901, cuando se hubieron convencido de que era im posible conseguir que la Unión acept ar celebrar una conferencia con la organización de I skra en el ext ranj ero y con la Organización Revolucionaria Sot sialDem okrat , a lo que se const reñía la propuest a del grupo de iniciadores. La adm inist ración de la Unión rechazó al principio est a propuest a, achacando su negat iva a part icipar en la conferencia a la “ incom pet encia” de los int egrant es del grupo de iniciadores m ediador y expresando su deseo de ent ablar relaciones direct as con la organización de I skra en el ext ranj ero. Sin em bargo, la adm inist ración de la Unión no t ardó en poner en conocim ient o del grupo de iniciadores que, después de aparecido el prim er núm ero de I skra, en el cual se publicaba la not a sobre la escisión de la Unión, cam biaba de parecer y no quería ponerse en cont act o con I skra. ¿Cóm o explicar después de eso la declaración de un m iem bro de la adm inist ración de la Unión de que la negat iva de ést a a part icipar en la conferencia se debía exclusivam ent e a que est aba descont ent a de la com posición del grupo de iniciadores? Por ciert o, t am poco se com prende que la adm inist ración de la Unión acept ara part icipar en la Conferencia de j unio del año pasado: la not a que apareció en el prim er núm ero de I skra sigue en vigor, y la repudia de la Unión por I skra cobró m ayor realce en el prim er volum en de Zariá y en el cuart o núm ero de I skra, que aparecieron ant es de la Conferencia de Junio” . N. Lenin “ I skra” , núm . 19, del 1 de abril de 1902 127