¿Qué Hacer?
Vladimir I. Lenin
(c) Proyecto Espartaco 2000 – 2001
Si de se a s de sca r ga r libr os de e st e u ot r o a ut or visit a e l Pr oye ct o
Espa r t a co e n ht t p:/ / w w w .e spa r t a co.cj b.ne t
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PROLOGO
Según el plan inicial del aut or, el present e follet o debía est ar consagrado a
desarrollar det alladam ent e las ideas expuest as en el art ículo " ¿Por dónde em pezar?"
( I skra, núm . 4, m ayo de 1901) . Ant e t odo, debem os disculparnos ant e el lect or por
haber cum plido t ardíam ent e la prom esa que hicim os en dicho art ículo ( y que repet im os
en respuest a a m uchos requerim ient os y cart as part iculares) . Una de las causas de
dicha t ardanza ha sido el haber int ent ado, en j unio del pasado año de 1901, unificar
t odas las organizaciones socialdem ócrat as en el ext ranj ero. Era nat ural esperar los
result ados de est a t ent at iva, pues si hubiese t enido éxit o, habría sido t al vez necesario
exponer las concepciones de I skra en m at eria de organización baj o un aspect o algo
dist int o; en t odo caso, est e éxit o habría prom et ido que se iba a poner m uy
rápidam ent e fin a la exist encia de dos corrient es en la socialdem ocracia rusa. El lect or
sabe que la t ent at iva fracasó y, com o t rat arem os de dem ost rar, no pudo t erm inar de
ot ro m odo después del nuevo viraj e de Rabócheie Dielo, en su núm . 10, hacia el
econom ism o. Ha result ado absolut am ent e necesario em prender una lucha decidida
cont ra est a dirección vaga y poco det erm inada, pero, por ello m ism o, t ant o m ás firm e
y capaz de resucit ar en variadas form as. De acuerdo con est o, ha cam biado y se ha
am pliado m uy considerablem ent e el plan inicial del follet o.
Su t em a principal debería haber abarcado t res problem as, plant eados en el
art ículo " ¿Por dónde em pezar?" , a saber: los problem as acerca del caráct er y el
cont enido principal de nuest ra agit ación polít ica, acerca de nuest ras t areas de
organización y acerca del plan de crear, sim ult áneam ent e y por dist int as part es, una
organización com bat iva dest inada a t oda Rusia. Est os problem as int eresan desde hace
m ucho t iem po al aut or, quien ha t rat ado ya de plant earlos en Rabóchaia Gasiet a, con
ocasión de una de las t ent at ivas infruct uosas de reanudar su publicación ( véase el cap.
V) . Mas el propósit o inicial de circunscribirse, en est e follet o, al exam en de est os t res
problem as y exponer en lo posible nuest ras ideas en form a posit iva, sin recurrir o casi
sin recurrir a la polém ica, ha result ado com plet am ent e irrealizable por dos razones Por
una part e, el econom ism o ha result ado ser m ás vit al de lo que suponíam os
( em pleam os el t érm ino econom ism o en su sent ido am plio, com o se explicó en el núm .
12 de I skra ( diciem bre de 1901) , en el art ículo " Una conversación con los defensores
del econom ism o" , que t razó, por decirlo así, un esbozo del follet o que ofrecem os a la
at ención del lect or) . No cabía ya duda de que los dist int os concept os sobre el m odo de
resolver est os t res problem as se explican m ucho m ás por un ant agonism o radical ent re
las dos direcciones de la socialdem ocracia rusa, que por divergencias de det alle. Por
ot ra part e, la perplej idad de los econom ist as al ver que I skra sost enía de hecho
nuest ras concepciones ha puest o de m anifiest o con t oda evidencia que a m enudo
hablam os lenguaj es lit eralm ent e dist int os que, debido a ello, no podem os llegar a
ningún acuerdo sin com enzar ab ovo; que es necesario int ent ar una "explicación"
sist em át ica en la form a m ás popular posible, a base del m ayor núm ero posible de
ej em plos concret os, con t odos los econom ist as, sobre t odos los punt os cardinales de
nuest ras discrepancias. Y he resuelt o hacer est a t ent at iva de " explicación" con plena
conciencia de que est o aum ent aría considerablem ent e las proporciones del follet o y
ret ardaría su aparición; pero no he vist o ninguna ot ra posibilidad de cum plir la
prom esa hecha en el art ículo " ¿Por dónde em pezar?" Así que a las disculpas por la
t ardanza t engo que añadir las excusas por los enorm es defect os del follet o en lo que a
su form a lit eraria se refiere: he t enido que t rabaj ar con una precipit ación ext rem a y,
por ot ra part e, m uchos ot ros t rabaj os reclam aban m i at ención.
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El exam en de los t res problem as arriba indicados sigue const it uyendo el
t em a principal del follet o. Pero he t enido que com enzar por dos problem as de caráct er
m ás general: ¿por qué una consigna t an " inocent e" y " nat ural" com o la de " libert ad de
crít ica" es para nosot ros una verdadera señal de bat alla?; ¿por qué no podem os llegar
a un acuerdo ni siquiera en la cuest ión fundam ent al del papel de la socialdem ocracia
en relación al m ovim ient o espont áneo de m asas? Luego, la exposición de los concept os
sobre el caráct er y el cont enido de la agit ación polít ica se ha convert ido en una
explicación de la diferencia ent re la polít ica t radeunionist a y la socialdem ócrat a, y la
exposición de los concept os sobre las t areas de organización, en una explicación de la
diferencia ent re los m ét odos prim it ivos de t rabaj o, que sat isfacen a los econom ist as, y
la organización de revolucionarios, que reput am os indispensable. Después, insist o en
el " plan" de un periódico polít ico dest inado a t oda Rusia, t ant o m ás cuant o que eran
inconsist ent es las obj eciones hechas cont ra él, y porque, en el fondo, no se ha dado
una respuest a a la cuest ión, plant eada en " ¿Por dónde em pezar?" , de cóm o podríam os
em prender, por t odas part es a la vez, la form ación de la organización que
necesit am os. Por últ im o, en la part e final del follet o espero dem ost rar que hem os
hecho t odo cuant o dependía de nosot ros para prevenir una rupt ura definit iva con los
econom ist as, rupt ura que, sin em bargo, ha result ado inevit able; que Rabócheie Dielo
ha adquirido una significación part icular, si queréis, " hist órica" , por haber reflej ado, en
la form a m ás com plet a, con el m ayor relieve, no el econom ism o consecuent e, sino m ás
bien la dispersión y las vacilaciones que han const it uido, en la hist oria de la
socialdem ocracia rusa, el rasgo dist int ivo de t odo un período ; que, por est a razón,
adquiere t am bién im port ancia la polém ica, dem asiado det allada, a prim era vist a, con
Rabócheie Dielo, pues no podem os avanzar sin liquidar definit ivam ent e est e período
Lenin
Febrero de 1902
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CAPÍ TULO I
D OGM ATI SM O Y " LI BERTAD D E CRI TI CA"
a ) ¿Qué significa la " libe r t a d de cr ít ica " ?
La " libert ad de crít ica" es, sin duda, la consigna act ualm ent e m ás en boga, la
que con m ás frecuencia se em plea en las discusiones ent re socialist as y dem ócrat as de
t odos los países. A prim era vist a, es difícil im aginarse algo m ás ext raño que esas
solem nes alusiones a la libert ad de crít ica hechas por una de las part es cont endient es.
¿Acaso en el seno de los part idos avanzados se han levant ado voces en cont ra de la
ley const it ucional que, en la m ayoría de los países europeos, garant iza la libert ad de
ciencia y de invest igación cient ífica? " ¡Aquí pasa algo! " , se dirá t oda persona aj ena a la
cuest ión, que haya oído la consigna en boga, repet ida en t odas las encrucij adas, pero
que no haya penet rado aún en el fondo de las discrepancias. " Est a consigna es, por lo
vist o, una de las locuciones convencionales que, com o los apodos, son legalizados por
el uso y se conviert en casi en nom bres com unes" .
En efect o, para nadie es un secret o que, en el seno de la socialdem ocracia
int ernacional ( * ) cont em poránea, se han form ado dos t endencias, cuya lucha t an
pront o se reaviva y est alla en llam as, com o se calm a y adorm ece baj o las cenizas de
im ponent es " resoluciones de arm ist icio" . En qué consist e la " nueva" t endencia que
asum e una act it ud " crít ica" frent e al m arxism o " viej o, dogm át ico" , lo ha dicho
Bernst ein y lo ha m ost rado Millerand con suficient e claridad.
La socialdem ocracia debe t ransform arse, de part ido de la revolución social,
en un part ido dem ocrát ico de reform as sociales, Bernst ein ha apoyado est a
reivindicación polít ica con t oda una bat ería de " nuevos" argum ent os y consideraciones
bast ant e arm oniosam ent e concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundam ent ar
cient íficam ent e el socialism o y de dem ost rar, desde el punt o de vist a de la concepción
m at erialist a de la hist oria, su necesidad e inevit abilidad; ha sido negado el hecho de la
m iseria crecient e, de la prolet arización y de la exacerbación de las cont radicciones
capit alist as; ha sido declarado inconsist ent e el concept o m ism o del "obj et ivo final " y
rechazada en absolut o la idea de la dict adura del prolet ariado; ha sido negada la
oposición de principios ent re el liberalism o y el socialism o; ha sido negada la t eoría de
la lucha de clases, pret endiendo que no es aplicable a una sociedad est rict am ent e
dem ocrát ica, gobernada conform e a la volunt ad de la m ayoría, et c.
Así, pues, la exigencia de que la socialdem ocracia revolucionaria diese un
viraj e decisivo hacia el socialreform ism o burgués, iba acom pañada de un viraj e no
m enos decisivo hacia la crít ica burguesa de t odas las ideas fundam ent ales del
m arxism o. Y com o est a últ im a crít ica cont ra el m arxism o se venía realizando ya desde
hacía m ucho t iem po, desde la t ribuna polít ica, desde las cát edras universit arias, en
num erosos follet os y en una serie de t rat ados cient íficos; com o t oda la nueva
generación de las clases ilust radas, ha sido educada sist em át icam ent e, durant e
decenios, a base de est a crít ica, no es de ext rañar que la " nueva" t endencia " crít ica"
en el seno de la socialdem ocracia haya surgido de golpe, com plet am ent e acabada,
com o Minerva de la cabeza de Júpit er. Por su cont enido, est a t endencia no ha t enido
que desarrollarse ni form arse; ha sido t rasplant ada direct am ent e de la lit erat ura
burguesa a la lit erat ura socialist a.
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Prosigam os. Por si la crít ica t eórica de Bernst ein y sus aspiraciones polít icas
est aban aún poco claras para ciert as personas, los franceses se han cuidado de
dem ost rar palm ariam ent e lo que es el " nuevo m ét odo" . Francia ha j ust ificado, una vez
m ás, su viej a reput ación de " país en cuya hist oria las luchas de clases se han llevado
cada vez a su t érm ino decisivo m ás que en ningún ot ro sit io" ( Engels, del prefacio para
la obra de Marx Der 18 Brum aire ) [ 5] . En lugar de t eorizar, los socialist as franceses
pusieron direct am ent e m anos a la obra; las condiciones polít icas de Francia, m ás
desarrolladas en el sent ido dem ocrát ico, les han perm it ido pasar inm ediat am ent e al
" bernst einianism o práct ico" , con t odas sus consecuencias. Millerand ha dado un
ej em plo brillant e de est e bernst einianism o práct ico: ¡no en vano Bernst ein y Vollm ar
se han apresurado a defender y a ensalzar t an celosam ent e a Millerand! En efect o, si la
socialdem ocracia es, en esencia, sim plem ent e un part ido de reform as, y debe t ener el
valor de reconocerlo con franqueza, un socialist a no sólo t iene derecho a ent rar en un
m inist erio burgués, sino que incluso debe siem pre aspirar a ello. Si la dem ocracia
im plica, en el fondo, la supresión de la dom inación de clases, ¿por qué un m inist ro
socialist a no ha de encant ar a t odo el m undo burgués con discursos sobre la
colaboración de las clases? ¿Por qué no ha de seguir en el m inist erio, aun después de
que los asesinat os de obreros por los gendarm es han puest o de m anifiest o por
cent ésim a y m ilésim a vez el verdadero caráct er de la colaboración dem ocrát ica de las
clases? ¿Por qué no ha de part icipar personalm ent e en la felicit ación al zar, al que los
socialist as franceses no dan ahora ot ros nom bres que los de héroe de la horca, del
knut y de la deport ación ( knout eur, pendeur et déport at eur) ? ¡Y a cam bio de est e
infinit o envilecim ient o y aut oflagelación del socialism o ant e el m undo ent ero, de la
corrupción de la conciencia socialist a de las m asas obreras —la única base que puede
asegurarnos el t riunfo—, a cam bio de t odo est o, unos rim bom bant es proyect os de
m iserables reform as; t an m iserables, que se había logrado obt ener m ás de los
gobiernos burgueses!
Todo aquel que no cierre deliberadam ent e los oj os t iene que ver por fuerza
que la nueva t endencia " crít ica" , surgida en el seno del socialism o, no es sino una
nueva variedad del oport unism o. Y si no j uzgam os a los hom bres por el brillo del
uniform e que ellos m ism os se han puest o, ni por el sobrenom bre pom poso que a sí
m ism os se dan, sino por sus act os y por la clase de propaganda que llevan a la
práct ica, verem os claram ent e que la " libert ad de crít ica" es la libert ad de la t endencia
oport unist a en el seno de la socialdem ocracia, la libert ad de hacer de la
socialdem ocracia un part ido dem ócrat a de reform as, la libert ad de int roducir en el
socialism o ideas burguesas y elem ent os burgueses.
La libert ad es una gran palabra, pero baj o la bandera de la libert ad de
indust ria se han hecho las guerras m ás expoliadoras y baj o la bandera de la libert ad de
t rabaj o se ha despoj ado a los t rabaj adores. La m ism a falsedad int rínseca encierra el
em pleo act ual de la expresión " libert ad de crít ica" . Personas realm ent e convencidas de
haber im pulsado la ciencia no reclam arían libert ad para las nuevas concepciones al
lado de las ant iguas, sino la sust it ución de est as últ im as por las prim eras. En cam bio,
los grit os act uales de " ¡Viva la libert ad de crít ica! " recuerdan dem asiado la fábula del
t onel vacío.
Marcham os en pequeño grupo unido por un cam ino escarpado y difícil,
fuert em ent e cogidos de las m anos. Est am os rodeados por t odas part es de enem igos, y
t enem os que m archar casi siem pre baj o su fuego. Nos hem os unido en virt ud de una
decisión librem ent e adopt ada, precisam ent e para luchar cont ra los enem igos y no caer,
dando un t raspiés, al pant ano vecino, cuyos m oradores nos reprochan desde un
principio el que nos hayam os separado en un grupo apart e y el que hayam os escogido
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el cam ino de la lucha y no el de la conciliación. Y de pront o algunos de ent re nosot ros
com ienzan a grit ar: " ¡Vam os al pant ano! " Y cuando se int ent a avergonzarlos, replican:
" ¡Qué gent e t an at rasada sois! ¡Cóm o no os avergonzáis de negarnos la libert ad de
invit aros a seguir un cam ino m ej or! " ¡Ah, sí, señores, libres sois no sólo de invit arnos,
sino de ir adonde m ej or os plazca, incluso al pant ano; hast a consideram os que vuest ro
verdadero puest o est á precisam ent e en él, y nos sent im os dispuest os a prest aros t oda
la colaboración que est é a nuest ro alcance para t rasladaros allí a ¡vosot ros ! ¡Pero en
t al caso solt ad nuest ras m anos, no os agarréis a nosot ros, ni ensuciéis la gran palabra
libert ad, porque nosot ros t am bién som os " libres" para ir adonde nos parezca, libres
para luchar no sólo cont ra el pant ano, sino incluso cont ra los que se desvían hacia él!
b) Los nue vos de fe nsor e s de la ” libe r t a d de cr ít ica "
Precisam ent e est a consigna ( " libert ad de crít ica" ) es la que ha sido
solem nem ent e propugnada est os últ im os t iem pos por Rabócheie Dielo ( núm . 10) ,
órgano de la " Unión de socialdem ócrat as rusos" en el ext ranj ero, y lo ha sido no com o
un post ulado t eórico, sino com o una reivindicación polít ica, com o respuest a a la
pregunt a: " ¿Es posible la unión de las organizaciones socialdem ócrat as que act úan en
el ext ranj ero?" " Para una unión sólida, es indispensable la libert ad de crít ica" ( Pág.
36) .
De est a declaración se desprenden dos conclusiones bien definidas: 1)
Rabócheie Dielo asum e la defensa de la t endencia oport unist a en la socialdem ocracia
int ernacional en general; 2) Rabócheie Dielo exige la libert ad del oport unism o en el
seno de la socialdem ocracia rusa. Exam inem os est as conclusiones.
A Rabócheie Dielo le disgust a, " sobre t odo" , la " t endencia de I skra y Sariá a
pronost icar la rupt ura ent re la Mont aña y la Gironda en la socialdem ocracia
int ernacional" ( * * ) .
" En general —escribe B. Krichevski, redact or de Rabócheie Dielo—, las
habladurías sobre Mont aña y Gironda en las filas de la socialdem ocracia nos parecen
una analogía hist órica superficial, ext raña en la plum a de un m arxist a: la Mont aña y
Gironda no represent aban dos dist int os t em peram ent os o corrient es int elect uales,
com o puede parecerles a los hist oriadores- ideólogos, sino dist int as clases o capas: por
una part e, la burguesía m edia, y, por ot ra, la pequeña burguesía y el prolet ariado.
Pero en el m ovim ient o socialist a cont em poráneo no exist en choques de int ereses de
clase; por ent ero, en t odas [ subrayado por B. Kr.] sus variedades, incluyendo a los
m ás declarados bernst einianos, abraza la posición de los int ereses de clase del
prolet ariado, de su lucha de clases por la liberación polít ica y económ ica" ( Rabócheie
Dielo, Págs. 32- 33) .
¡Afirm ación audaz! ¿No ha oído B. Krichevski hablar del hecho, observado ya
hace m ucho t iem po, de que precisam ent e la am plia part icipación de la capa de los
" académ icos" en el m ovim ient o socialist a de los últ im os años ha asegurado una
difusión t an rápida del bernst einianism o? Pero, ant e t odo, ¿en qué funda nuest ro aut or
su j uicio de que incluso " los m ás declarados bernst einianos" abrazan la posición de la
lucha de clase por la liberación polít ica y económ ica del prolet ariado? Nadie lo sabe.
Est a defensa decidida de los m ás declarados bernst einianos no se apoya en ningún
argum ent o, en ninguna razón. El aut or ent iende, por lo vist o, que con repet ir cuant o
dicen de sí m ism os los m ás declarados bernst einianos, huelgan las pruebas de su
afirm ación. Pero ¿es posible figurarse algo m ás " superficial" que est e j uicio acerca de
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t oda una t endencia, fundado en lo que dicen de sí m ism os sus propios represent ant es?
¿Es posible im aginarse algo m ás superficial que la " m oralej a" que se desprende a
propósit o de los dos t ipos o vías de desarrollo del Part ido, dist int os y hast a
diam et ralm ent e opuest os? ( Rabócheie Dielo, Págs. 34- 35) . Los socialdem ócrat as
alem anes, se dice, reconocen una com plet a libert ad de crít ica; en cam bio, los
franceses, no, y precisam ent e su ej em plo dem uest ra t odo el " m al de la int olerancia" .
Precisam ent e el ej em plo de B. Krichevski —cont est arem os a est o—
dem uest ra que a veces se llam an m arxist as gent es que ven la hist oria lit eralm ent e " a
lo I lovaiski" [ 7] . Para explicar la unidad del Part ido Socialist a alem án y el
fraccionam ient o del francés, no hace falt a en absolut o hurgar en las part icularidades
de la hist oria de est e o el ot ro país, com parar las condiciones del sem iabsolut ism o
m ilit ar y el parlam ent arism o republicano, analizar las consecuencias de la Com una y
las de la ley de excepción cont ra los socialist as[ * * * ] , com parar la sit uación económ ica
y el desarrollo económ ico, recordar cóm o " el crecim ient o sin par de la socialdem ocracia
alem ana" fue acom pañado de una lucha de energía sin igual en la hist oria del
socialism o, no sólo cont ra las aberraciones t eóricas ( Mühlberger, Dühring[ * * * * ] , los
" socialist as de cát edra" [ 8] ) , sino t am bién cont ra las aberraciones t áct icas ( Lassalle) ,
et c., et c. ¡Todo est o es superfluo! Los franceses riñen, porque son int olerant es; los
alem anes est án unidos, porque son buenos chicos.
Y observad que, por m edio de est a incom parable profundidad de
pensam ient o, se " recusa" un hecho que echa por t ierra com plet am ent e la defensa de
los bernst einianos. Sólo a t ravés de la experiencia hist órica se puede resolver
definit ivam ent e y sin vuelt a de hoj a el problem a de si abrazan la posición de lucha de
clase del prolet ariado. Por t ant o, la m áxim a im port ancia en est e sent ido corresponde
precisam ent e al ej em plo de Francia, por ser ést e el único país donde los bernst einianos
han int ent ado act uar independient em ent e, con la aprobación calurosa de sus colegas
alem anes ( y, en part e, de los oport unist as rusos: véase R. D., núm . 2- 3, Págs. 83- 84) .
La alusión a la " int ransigencia" de los franceses —adem ás de su significación
" hist órica" en sent ido " nosdrievano" — no es m ás que una t ent at iva de disim ular con
palabras fieras hechos sum am ent e desagradables.
Pero, en cuant o a los alem anes, t am poco est am os, en m odo alguno,
dispuest os a regalárselos a B. Krichevski y a los dem ás num erosos defensores de la
" libert ad de crít ica" . Si se t olera t odavía en las filas del Part ido alem án " a los m ás
declarados bernst einianos" ,es por cuant o acat an la resolución de Hannóver[ 9] , que
desechó resuelt am ent e las " enm iendas" de Bernst ein, así com o la de Lübeck[ 10] , que
cont iene ( a pesar de t oda su diplom acia) una advert encia direct a a Bernst ein. Se
puede discut ir, desde el punt o de vist a de los int ereses del Part ido alem án, en qué
m edida era oport una esa diplom acia o si vale m ás, en est e caso, un m al aj ust e que un
buen pleit o; se puede disent ir, en una palabra, en la apreciación de la conveniencia de
uno u ot ro procedim ient o de repudiar el bernst einianism o, pero no se puede dej ar de
ver el hecho de que el Part ido alem án ha repudiado dos veces el bernst einianism o. Por
t ant o, creer que el ej em plo de los alem anes confirm a la t esis de que "los m ás de
clarados bernst einianos abrazan la posición de la lucha de clase del prolet ariado por su
liberación polít ica y económ ica" , significa no com prender absolut am ent e nada de lo
que sucede ant e los oj os de t odos nosot ros[ * * * * * * ] .
Hay m ás aún. Rab. Dielo present a a la socialdem ocracia rusa, com o hem os
vist o, la reivindicación de " libert ad de crít ica" y defiende el bernst einianism o. Por lo
vist o, ha debido persuadirse de que se ha agraviado inj ust am ent e a nuest ros " crít icos"
7
y bernst einianos. ¿A cuáles, precisam ent e? ¿Quién, dónde y cuándo? ¿En qué,
precisam ent e, consist ió la inj ust icia? ¡R. Dielo guarda silencio sobre est e punt o, no
m enciona ni una sola vez a ningún crít ico o bernst einiano ruso! Nos rest a sólo hacer
una de las dos hipót esis posibles. O bien la part e inj ust am ent e agraviada no es ot ra
que el m ism o R. Dielo ( lo confirm a el hecho de que en am bos art ículos de su núm . 10
se t rat a únicam ent e de agravios inferidos por Sariá e I skra a R. Dielo ) . En est e caso,
¿cóm o explicar el hecho t an ext raño de que R. Dielo, que siem pre ha negado t an
obst inadam ent e t oda solidaridad con el bernst einianism o, no haya podido defenderse a
sí m ism o, sin int ervenir en favor de los " m ás declarados bernst einianos" y de la
libert ad de crít ica? O bien han sido inj ust am ent e agraviadas unas t erceras personas.
¿Cuáles pueden ser ent onces los m ot ivos para no m encionarlos?
Vem os, pues, que R. Dielo cont inúa el j uego del escondit e, en que se ha
ent ret enido ( com o lo pondrem os de m anifiest o m ás adelant e) desde el m om ent o
m ism o de su aparición. Adem ás, observad est a prim era aplicación práct ica de la t an
decant ada " libert ad de crít ica" . De hecho, est a libert ad se reduj o en el act o no sólo a la
falt a de t oda crít ica, sino a la falt a de t odo j uicio independient e en general. Ese m ism o
R. Dielo, que guarda silencio sobre el bernst einianism o ruso, com o si fuera una
enferm edad secret a ( según la feliz expresión de St arovier[ 12] ) , ¡propone para la
curación de est a enferm edad copiar lisa y llanam ent e la últ im a recet a alem ana cont ra
la variedad alem ana de la enferm edad! ¡En vez de libert ad de crít ica, im it ación servil. .
. o, peor aún, sim iesca! El idént ico cont enido social y polít ico del oport unism o
int ernacional cont em poráneo, se m anifiest a en unas u ot ras variedades, según las
peculiaridades nacionales. En un país, un grupo de oport unist as ha act uado desde hace
m ucho t iem po baj o una bandera especial; en ot ro, los oport unist as han desdeñado la
t eoría, siguiendo en la práct ica la polít ica de los radicales socialist as; en un t ercero,
algunos m iem bros del part ido revolucionario se han evadido al cam po del oport unism o
y t rat an de alcanzar sus obj et ivos, no por m edio de una lucha abiert a en favor de los
principios y de la nueva t áct ica, sino valiéndose de una corrupción gradual,
im percept ible y, si se puede usar est a expresión, im pune de su part ido; en un cuart o
país, esos m ism os t ránsfugas em plean idént icos procedim ient os en las t inieblas de la
esclavit ud polít ica, relacionando en form a com plet am ent e original la act ividad " legal"
con la " ilegal" , et c. Pero ponerse a hablar de la libert ad de crít ica y del
bernst einianism o com o de una condición para unir a los socialdem ócrat as rusos, sin
analizar en qué precisam ent e se ha m anifest ado y qué frut os part iculares ha dado el
bernst einianism o ruso, es lo m ism o que hablar por hablar.
I nt ent em os, pues, nosot ros m ism os decir, aunque sea en pocas palabras, lo
que no ha querido decir ( o acaso ni siquiera ha sabido com prender) R. Dielo.
c) La cr ít ica e n Rusia
La part icularidad fundam ent al de Rusia, en el aspect o que est am os
exam inando, consist e en que ya el com ienzo m ism o del m ovim ient o obrero
espont áneo, por una part e, y el viraj e de la opinión pública avanzada hacia el
m arxism o, por ot ra, se han dist inguido por la unión de elem ent os not oriam ent e
het erogéneos, baj o una bandera com ún y para luchar cont ra un adversario com ún ( las
concepciones polít icas y sociales ant icuadas) . Nos referim os a la luna de m iel del
" m arxism o legal" . En general, fue un fenóm eno ext raordinariam ent e original, en cuya
posibilidad nadie hubiera podido creer siquiera en la década del 80 o a principios de la
década siguient e del siglo pasado. En un país aut ocrát ico, con una prensa
com plet am ent e soj uzgada, en una época de t errible reacción polít ica, en que eran
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perseguidos los m ás m ínim os brot es de descont ent o polít ico y de prot est a, se abre de
pront o cam ino en la lit erat ura visada por la censura la t eoría del m arxism o
revolucionario, expuest a en lenguaj e esópico, pero com prensible para t odos los
" int eresados" . El gobierno se había acost um brado a considerar peligrosa únicam ent e la
t eoría de " La Volunt ad del Pueblo" ( de la revolucionaria) , sin que not ara, com o suele
suceder, su evolución int erna, regocij ándose ant e t oda crít ica dirigida cont ra ella.
Ant es de que el gobierno se diera cuent a, ant es de que el pesado ej ércit o de censores
y gendarm es t uviera t iem po de dar con el nuevo enem igo y caer sobre él, pasó m ucho
t iem po ( m ucho para nosot ros, los rusos) . Y, m ient ras t ant o, aparecía un libro m arxist a
t ras ot ro; em pezaron a publicarse revist as y periódicos m arxist as; t odo el m undo,
com o por cont agio, se hacía m arxist a; a los m arxist as se les halagaba, se les
lisonj eaba; los edit ores est aban ent usiasm ados por la ext raordinaria rapidez con que
se vendían los libros m arxist as. Se sobreent iende que ent re los m arxist as
principiant es, rodeados de esa hum areda de éxit o, ha habido m ás de un " escrit or
envanecido" [ 13] . . .
Hoy puede hablarse de ese período con calm a, com o del pasado. No es un
secret o para nadie que el florecim ient o efím ero del m arxism o sobre la superficie de
nuest ra lit erat ura t uvo su origen en la alianza de elem ent os ext rem ist as con elem ent os
sum am ent e m oderados. En el fondo, est os últ im os eran dem ócrat as burgueses, y est a
conclusión ( confirm ada con evidencia por el desarrollo " crít ico" post erior de est a gent e)
se im ponía a ciert as personas ya en la época en que la " alianza" est aba aún int act a.
Pero, en est e caso, ¿no corresponderá la m ayor responsabilidad por la
" confusión" subsiguient e precisam ent e a los socialdem ócrat as revolucionarios, que
pact aron esa alianza con los fut uros " crít icos" ? Est a pregunt a, seguida de una
respuest a afirm at iva, se oye a veces en boca de gent es que enfocan el problem a en
form a dem asiado rect ilínea. Pero esa gent e carece en absolut o de razón. Puede t ener
m iedo a alianzas t em porales, aunque sea con gent e insegura, únicam ent e el que t enga
poca confianza en sí m ism o, y ningún part ido polít ico podría exist ir sin esas alianzas.
Ahora bien, la unión con los m arxist as legales fue una especie de prim era alianza
verdaderam ent e polít ica, concert ada por la socialdem ocracia rusa. Gracias a est a
alianza, se ha logrado el t riunfo, asom brosam ent e rápido, sobre el populism o, así
com o la enorm e difusión de las ideas del m arxism o ( si bien en form a vulgarizada) .
Adem ás, la alianza no fue pact ada sin " condición" alguna, ni m ucho m enos. Pruebas al
cant o: la ant ología m arxist a Mat eriales sobre el desarrollo económ ico de Rusia [ 14] ,
quem ada por la censura en 1895. Si se puede com parar con una alianza polít ica el
acuerdo lit erario con los m arxist as legales, se puede com parar ese libro con un
acuerdo polít ico.
La rupt ura no fue provocada, desde luego, por el hecho de que los " aliados"
result aron ser unos dem ócrat as burgueses. Por el cont rario, los represent ant es de est a
últ im a t endencia son aliados nat urales y deseables de la socialdem ocracia, siem pre
que se t rat e de obj et ivos dem ocrát icos suyos, obj et ivos que la sit uación act ual de
Rusia pone en prim er plano. Pero es condición indispensable para est a alianza que los
socialist as t engan plena posibilidad de revelar a la clase obrera el ant agonism o host il
ent re sus int ereses y los de la burguesía. Mas el bernst einianism o y la t endencia
" crít ica" , hacia la cual evolucionó t ot alm ent e la m ayoría de los m arxist as legales,
habían elim inado est a posibilidad y corrom pían la conciencia socialist a envileciendo el
m arxism o, predicando la t eoría de la at enuación de las cont radicciones sociales,
proclam ando que es absurda la idea de la revolución social y de la dict adura del
prolet ariado, reduciendo el m ovim ient o obrero y la lucha de clases a un
t radeunionism o est recho y a la lucha " realist a" por pequeñas y graduales reform as. Era
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exact am ent e lo m ism o que si la dem ocracia burguesa negara el derecho del socialism o
a la independencia, y, por t ant o, su derecho a la exist encia; en la práct ica, eso
significaba t ender a convert ir el incipient e m ovim ient o obrero en un apéndice de los
liberales.
Nat uralm ent e, en est as condiciones, la rupt ura se hizo necesaria. Pero la
part icularidad " original" de Rusia se m anifest ó en que esa rupt ura sólo significaba que
los socialdem ócrat as se apart aban de la lit erat ura " legal" , m ás accesible para t odos y
am pliam ent e difundida. Los " ex- m arxist as" se hicieron fuert es en ella, colocándose
" baj o el signo de la crít ica" y obt eniendo casi el m onopolio para " denigrar" al
m arxism o. Las consignas: " ¡Cont ra la ort odoxia! " y " ¡Viva la libert ad de crít ica! "
( repet idas ahora por R. Dielo ) se pusieron en seguida m uy en boga; y que ni siquiera
pudieron resist ir a esa m oda los censores ni los gendarm es, se ve por hechos com o la
aparición de t res ediciones rusas del libro del fam oso ( fam oso a lo Eróst rat o) Bernst ein
o la recom endación de los libros de Bernst ein, del señor Prokopóvich y ot ros, por
Subát ov* ( I skra, núm . 10) . A los socialdem ócrat as les incum be ahora una t area de por
sí difícil, e increíblem ent e m ás dificult ada aún debido a obst áculos puram ent e
ext eriores: la t area de com bat ir la nueva corrient e. Y est a corrient e no se ha lim it ado
al t erreno de la lit erat ura. El viraj e hacia la " crít ica" ha ido acom pañado de un
m ovim ient o en sent ido cont rario: la propensión de los socialdem ócrat as práct icos por
el " econom ism o" .
Podría servir de t em a para un art ículo especial est a int eresant e cuest ión:
cóm o ha surgido y se ha est rechado el lazo de unión e int erdependencia ent re la crít ica
legal y el econom ism o ilegal. A nosot ros nos bast a consignar aquí la exist encia
incuest ionable de est e lazo de unión. Precisam ent e por eso ha adquirido el fam oso
" Credo" * una celebridad t an m erecida, por haber form ulado francam ent e est e lazo de
unión y haber revelado la t endencia polít ica fundam ent al del " econom ism o" : que los
obreros se encarguen de la lucha económ ica ( m ás exact o sería decir: de la lucha
t radeunionist a, pues est a últ im a com prende t am bién la polít ica específicam ent e
obrera) , y que la int elect ualidad m arxist a se fusione con los liberales para la " lucha"
polít ica. Result a que el t rabaj o t radeunionist a " en el pueblo" result ó ser la realización
de la prim era m it ad, y la crít ica legal, la realización de la segunda m it ad de dicha
t area. Est a declaración fue un arm a t an excelent e en cont ra del econom ism o, que, si
no hubiese aparecido el " Credo" , valía la pena haberlo invent ado.
El " Credo" no fue invent ado, pero sí publicado sin el asent im ient o y acaso
hast a en cont ra de la volunt ad de sus aut ores. Al m enos, el que est as líneas escribe,
que part icipó en sacar a la luz del día el nuevo " program a" [ * * * * * * * ] t uvo que
escuchar lam ent aciones y reproches por el hecho de que el resum en de los punt os de
vist a de los oradores hubiera sido difundido en copias, hubiera recibido el m ot e de
" Credo" y ¡hubiera sido publicado incluso en la prensa j unt o con la prot est a! Referim os
est e episodio, porque revela un rasgo m uy curioso de nuest ro econom ism o: el m iedo a
la publicidad. Precisam ent e ést e es el rasgo caract eríst ico no sólo de los aut ores del
" Credo" , sino del econom ism o en general: lo han m anifest ado t ant o R. Misl, el adept o
m ás franco y m ás honrado del econom ism o, com o R. Dielo ( al indignarse cont ra la
publicación de docum ent os " econom ist as" en el Vadem écum ) ( * * * * * * * * ) , así com o el
Com it é de Kiev, que hace cosa de dos años no quiso aut orizar la publicación de su
" profession de foi" ( * * * * * * * * * ) j unt o con la refut ación( * * * * * * * * * * ) escrit a en cont ra
de la m ism a, y m uchos, m uchos represent ant es del econom ism o.
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Est e m iedo a la crít ica, que m anifiest an los adept os de la libert ad de crít ica,
no puede explicarse t an sólo por ast ucia ( si bien de vez en cuando las cosas no
ocurren, indudablem ent e, sin ast ucia; ¡no es vent aj oso dej ar descubiert os al em puj e
del adversario los brot es, débiles aún, de la nueva t endencia! ) . No, la m ayoría de los
econom ist as, con absolut a sinceridad, desaprueban ( y, por la propia esencia del
econom ism o, t ienen que desaprobar) t oda clase de cont roversias t eóricas, disensiones
fraccionalist as, am plias cuest iones polít icas, proyect os de organizar a los
revolucionarios, et c. " ¡Deberíam os dej ar t odo est o en el ext ranj ero! " , m e dij o un día
uno de los econom ist as bast ant e consecuent es, expresando la siguient e idea, m uy
difundida ( y t am bién puram ent e t radeunionist a) : lo que a nosot ros nos incum be es el
m ovim ient o obrero, las organizaciones obreras que t enem os aquí, en nuest ra localidad,
y el rest o no es m ás que invención de los doct rinarios, " sobreest im ación de la
ideología" , com o decían los aut ores de la cart a publicada en el núm . 12 de I skra
haciendo coro al núm . 10 de R. Dielo.
Ahora cabe pregunt ar: en vist a de est as part icularidades de la " crít ica" rusa y
del bernst einianism o ruso, ¿en qué debía consist ir la t area de los que de hecho, y no
sólo de palabra, querían ser adversarios del oport unism o? Prim eram ent e, era necesario
preocuparse de que se reanudara el t rabaj o t eórico, que apenas si se había iniciado en
la época del m arxism o legal y que ahora había vuelt o a recaer sobre los m ilit ant es
ilegales: sin un t rabaj o de est a índole, no era posible un increm ent o eficaz del
m ovim ient o. En segundo lugar, era preciso em prender una lucha act iva cont ra la
" crít ica" legal, que corrom pía a fondo los espírit us. Tercero, había que com bat ir con
energía la dispersión y las vacilaciones en el m ovim ient o práct ico, denunciando y
refut ando t oda t ent at iva de subest im ar, conscient e o inconscient em ent e, nuest ro
program a y nuest ra t áct ica.
Es sabido que R. Dielo no hizo ni lo prim ero, ni lo segundo, ni lo t ercero;
y m ás adelant e t endrem os que aclarar det alladam ent e est a conocida verdad en sus
m ás diversos aspect os. Por ahora, sólo querem os m ost rar la flagrant e cont radicción en
que se halla la reivindicación de " libert ad de crít ica" con las peculiaridades de nuest ra
crít ica pat ria y del " econom ism o" ruso. En efect o, echen un vist azo al t ext o de la
resolución con que la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero ha confirm ado
el punt o de vist a de R. Dielo:
" En beneficio del ult erior desarrollo ideológico de la socialdem ocracia
consideram os absolut am ent e necesaria la libert ad de crit icar la t eoría socialdem ócrat a,
en las publicaciones del part ido, es el grado en que dicha crít ica no est é en pugna con
el caráct er clasist a y revolucionario de est a t eoría" ( Dos congresos, Pág. 10) .
Y se exponen los m ot ivos: la resolución " coincide en su prim era part e
con la resolución del Congreso de Lübeck del part ido acerca de Bernst ein" ... ¡En su
sim plicidad, los " aliados" ni siquiera not an qué t est im onium paupert ais ( cert ificado de
pobreza) se firm an a sí m ism os con est a m anera de copiar! ... " Pero..., en su segunda
part e, rest ringe m ás la libert ad de crít ica que el Congreso de Lübeck" .
¿De m odo que la resolución de la Unión est á dirigida cont ra los
bernst einianos rusos? ¡Porque, de ot ro m odo sería un absurdo com plet o referirse a
Lübeck! Pero no es ciert o que " rest rinj a la libert ad de crít ica de un m odo est rict o" . En
su resolución de Hannover, los alem anes rechazaron punt o por punt o precisam ent e las
enm iendas que present ó Bernst ein, y en la de Lübeck hicieron una advert encia
personal a Bernst ein, m encionando su nom bre en el t ext o. En cam bio, nuest ros
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im it ados " libres" no hacen la m enor alusión a una sola de las m anifest aciones de la
" crít ica" y del " econom ism o" especialm ent e rusos; si se guarda silencio de esa form a,
la m era alusión al caráct er clasist a y revolucionario de la t eoría dej a m ucha m ás
libert ad para falsas int erpret aciones, sobre t odo si la Unión se niega a calificar de
oport unism o " el llam ado econom ism o" ( Dos congresos, Pág. 8,punt o 1) . Pero est o lo
decim os de pasada. Lo principal consist e en que la posición de los oport unist as frent e a
los socialdem ócrat as revolucionarios es diam et ralm ent e opuest a en Alem ania y en
Rusia. En Alem ania, los socialdem ócrat as revolucionarios, com o es sabido, est án a
favor de m ant ener lo que exist e: el viej o program a y la viej a t áct ica, que t odo el
m undo conoce y que han sido explicado en t odos sus det alles a t ravés de la
experiencia de m uchos decenios. Los " crít icos" , en cam bio, quieren int roducir
m odificaciones; y com o est os " crít icos" represent an una ínfim a m inoría, y sus
aspiraciones revisionist as son m uy t ím idas, es fácil com prender los m ot ivos por los
cuales la m ayoría se lim it a a rechazar lisa y llanam ent e las " innovaciones" . En Rusia,
en cam bio, son los crít icos y los " econom ist as" quienes desean m ant ener lo que exist e:
los " crít icos" quieren que se siga considerándolos m arxist as y que se les asegure la
" libert ad de crít ica" que disfrut aban en t odos los sent idos ( pues, en el fondo, j am ás
han reconocido ningún vínculo de unión con el Part ido[ * * * * * * * * * * * ] ; adem ás, no
había ent re nosot ros un órgano de part ido reconocido por t odos, que pudiera
" rest ringir" la libert ad de crít ica, aunque sólo fuera por m edio de un consej o) ; los
econom ist as quieren que los revolucionarios reconozcan la " plenit ud de derechos del
m ovim ient o en el present e" ( R. D., núm . 10, Pág. 25) , es decir, la " legit im idad" de la
exist encia de lo que exist e; que los " ideólogos" no t rat en de " desviar" el m ovim ient o
del cam ino "det erm inado por la acción recíproca ent re los elem ent os m at eriales y el
m edio m at erial" ( " Cart a" en el núm . 12 de I skra ) ; que se considere com o deseable
sost ener la lucha " que los obreros puedan sost ener en las circunst ancias present es" , y,
com o posible, reconocieron la lucha "que libran en el m om ent o present e" ( Suplem ent o
especial de R. Misl [ 19] , Pág. 14) . En cam bio, a nosot ros, los socialdem ócrat as
revolucionarios, nos disgust a ese cult o de la espont aneidad, es decir, de lo que exist e
"en el m om ent o present e" ; reclam am os que se m odifique la t áct ica que ha prevalecido
est os últ im os años, declaram os que, " ant es de unificarse y para unificarse es necesario
em pezar por deslindar los cam pos de un m odo resuelt o y definido" ( del anuncio sobre
la publicación de I skra) . En una palabra, los alem anes se conform an con lo que exist e,
rechazando las m odificaciones; nosot ros reclam am os que se m odifique lo exist ent e,
rechazando el cult o de ello y la conform idad con ello.
¡Precisam ent e est a " pequeña" diferencia es la que nuest ros " libres"
copiadores de resoluciones alem anas no han not ado!
d) Enge ls sobr e la im por t a ncia de la lucha t e ór ica
" Dogm at ism o" , " doct rinarism o" , " fosilización del Part ido, cast igo inevit able
por la opresión violent a del pensam ient o" , ést os son los enem igos cont ra los cuales
arrem et en caballerescam ent e en Rab. Dielo los cam peones de la " libert ad de crít ica" .
Mucho nos place que se haya llevado al orden del día est a cuest ión, y sólo
propondríam os com plet arla con ot ra:
- - ¿Y quiénes serán los j ueces?
Tenem os ant e la vist a dos anuncios de publicaciones lit erarias. Uno es el
" program a del órgano de prensa de la Unión de los socialdem ócrat as rusos, Rab. Dielo
" ( pruebas de im prent a del núm . 1 de R. D.) . El ot ro es un " anuncio sobre la
12
reanudación de las publicaciones del grupo 'Em ancipación del Trabaj o'" . Am bos dat an
de 1899, cuando la " crisis del m arxism o" est aba desde hacía ya m ucho t iem po al orden
del día. Pues bien, en vano buscaríam os en la prim era de dichas obras una alusión a
est e fenóm eno y una exposición definida de la act it ud que el nuevo órgano piensa
adopt ar a est e respect o. Ni est e program a ni los suplem ent os al m ism o, aprobados por
el I I I Congreso de la " Unión" en 1901 ( Dos congresos, Págs. 15- 18) , m encionan el
t rabaj o t eórico ni sus obj et ivos inm ediat os en el present e. Durant e t odo est e t iem po, la
redacción de R. Dielo pasó por alt o las cuest iones t eóricas, a pesar de que apasionaban
a t odos los socialdem ócrat as del m undo ent ero.
Por el cont rario, el ot ro anuncio señala ant e t odo que en est os últ im os años
se observa m enos int erés por la t eoría, reclam a con insist encia una " at ención vigilant e
para el aspect o t eórico del m ovim ient o revolucionario del prolet ariado" y llam a a
" crit icar im placablem ent e las t endencias bernst einianas y ot ras t endencias
ant irrevolucionarias" en nuest ro m ovim ient o. Los núm eros aparecidos de Sariá señalan
cóm o se ha cum plido est e program a.
Vem os, pues, que las frases sonoras cont ra la fosilización del pensam ient o,
et c. disim ulan la despreocupación y la im pot encia en el desarrollo del pensam ient o
t eórico. El ej em plo de los socialdem ócrat as rusos ilust ra con part icular evidencia un
fenóm eno europeo general ( consignado t am bién hace ya m ucho t iem po por los
m arxist as alem anes) : la fam osa libert ad de crít ica no im plica la sust it ución de una
t eoría por ot ra, sino la libert ad de prescindir de t oda t eoría coherent e y m edit ada,
significa eclect icism o y falt a de principios. Quien conozca, por poco que sea, el est ado
efect ivo de nuest ro m ovim ient o verá forzosam ent e que la am plia difusión del
m arxism o ha ido acom pañada de ciert o rebaj am ient o del nivel t eórico. Mucha gent e,
m uy poco preparada e incluso sin preparación t eórica alguna, se ha adherido al
m ovim ient o por su significación práct ica y sus éxit os práct icos. Por est e hecho, se
puede j uzgar qué falt a de t act o m anifiest a Rab. Dielo al lanzar con aire vict orioso la
sent encia de Marx: " cada paso de m ovim ient o efect ivo es m ás im port ant e que una
docena de program as" [ 20] . Repet ir est as palabras en una época de dispersión t eórica
es exact am ent e lo m ism o que grit ar al paso de un ent ierro: "¡oj alá t engáis siem pre
algo que llevar! " Adem ás, est as palabras de Marx han sido t om adas de su cart a sobre
el program a de Got ha, en la que censura duram ent e el eclect icism o adm it ido en la
form ulación de los principios: ya que hace falt a unirse - - escribía Marx a los dirigent es
del Part ido - - , pact ad acuerdos para alcanzar los obj et ivos práct icos del m ovim ient o
pero no t rafiquéis con los principios, no hagáis " concesiones" t eóricas. Est e era el
pensam ient o de Marx, ¡y he aquí que ent re nosot ros hay gent es que en su nom bre
t rat an de am inorar la im port ancia de la t eoría!
Sin t eoría revolucionaria, no puede haber t am poco m ovim ient o
revolucionario. Nunca se insist irá lo bast ant e sobre est a idea en un t iem po en que a la
prédica en boga del oport unism o va unido un apasionam ient o por las form as m ás
est rechas de la act ividad práct ica. Y, para la socialdem ocracia rusa, la im port ancia de
la t eoría es m ayor aún, debido a t res circunst ancias que se olvidan con frecuencia, a
saber: prim eram ent e, por el hecho de que nuest ro Part ido sólo ha em pezado a
form arse, sólo ha em pezado a elaborar su fisonom ía, y dist a m ucho de haber aj ust ado
sus cuent as con las ot ras t endencias del pensam ient o revolucionario, que am enazan
con desviar el m ovim ient o del cam ino j ust o. Por el cont rario, precisam ent e est os
últ im os t iem pos se han dist inguido ( com o hace ya m ucho lo predij o Axelrod a los
econom ist as) por una reanim ación de las t endencias revolucionarias nosocialdem ócrat as. En est as condiciones, un error, " sin im port ancia" a prim era vist a,
puede causar los m as desast rosos efect os, y sólo gent e m iope puede encont rar
13
inoport unas o superfluas las discusiones fraccionales y la delim it ación rigurosa de los
m at ices. De la consolidación de t al o cual " m at iz" puede depender el porvenir de la
socialdem ocracia rusa por años y años.
En segundo lugar, el m ovim ient o socialdem ócrat a es, por su propia
nat uraleza, int ernacional. Est o no sólo significa que debem os com bat ir el chovinism o
nacional. Est o significa t am bién que el m ovim ient o incipient e en un país j oven,
únicam ent e puede desarrollarse con éxit o a condición de que haga suya la experiencia
de ot ros países. Para ello, no bast a conocer sim plem ent e est a experiencia o copiar
sim plem ent e las últ im as resoluciones adopt adas; para ello es necesario saber asum ir
una act it ud crít ica frent e a est a experiencia y com probarla por sí m ism o. Todo aquel
que se im agine el gigant esco crecim ient o y ram ificación del m ovim ient o obrero
cont em poráneo com prenderá la reserva de fuerzas t eóricas y de experiencia polít ica
( así com o revolucionaria) que es necesaria para cum plir est a t area.
En t ercer lugar, t areas nacionales com o las que t iene plant eadas la
socialdem ocracia rusa no las ha t enido plant eadas aún ningún ot ro part ido socialist a
del m undo. Más adelant e, t endrem os que hablar de los deberes polít icos y de
organización que nos im pone est a t area de liberar a t odo el pueblo del yugo de la
aut ocracia. Por el m om ent o, no querem os m ás que indicar que sólo un part ido dirigido
por una t eoría de vanguardia puede cum plir la m isión de com bat ient e de vanguardia. Y
para hacerse una idea siquiera sea un poco concret a de lo que est o significa, que el
lect or recuerde a los precursores de la socialdem ocracia rusa, com o Hert zen, Belinski,
Chernishevski y a la brillant e pléyade de revolucionarios de la década del 70; que
piense en la im port ancia universal que la lit erat ura rusa va adquiriendo ahora; que. . .
¡pero bast a t am bién con lo indicado!
Cit arem os las observaciones hechas por Engels en 1874 sobre la im port ancia
que la t eoría t iene en el m ovim ient o socialdem ócrat a. Engels reconoce, no dos form as
de la gran lucha de la socialdem ocracia ( la polít ica y la económ ica) - - com o se est ila
ent re nosot ros - - , sino t res, colocando a su lado t am bién la lucha t eórica. Sus
recom endaciones al m ovim ient o obrero alem án, ya robust ecido práct ica y
polít icam ent e, son t an inst ruct ivas desde el punt o de vist a de los problem as y de las
discusiones act uales, que confiam os en que el lect or no lam ent ará que insert em os un
ext enso ext ract o del prólogo escrit o para el follet o Der Deut sche Bauernkrieg, obra que
desde hace ya m ucho t iem po es una rareza bibliográfica:
" Los obreros alem anes t ienen dos vent aj as esenciales sobre los obreros del
rest o de Europa. La prim era es la de que pert enecen al pueblo m ás t eórico de Europa y
que han conservado en sí ese sent ido t eórico, casi com plet am ent e perdido por las
clases llam adas 'cult as' de Alem ania. Sin la filosofía alem ana, que le ha precedido,
sobre t odo sin la filosofía de Hegel, j am ás se habría creado el socialism o cient ífico
alem án, el único socialism o cient ífico que ha exist ido. De haber carecido los obreros de
sent ido t eórico, est e socialism o cient ífico nunca habría sido, en la m edida que lo es
hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y lo inm enso de est a vent aj a lo
dem uest ra, por una part e, la indiferencia por t oda t eoría, que es una de las causas
principales de que el m ovim ient o obrero inglés avance t an lent am ent e, a pesar de la
excelent e organización de los diferent es oficios, y, por ot ra, lo dem uest ran el
desconciert o y la confusión sem brados por el proudhonism o, en su form a prim it iva,
ent re los franceses y los belgas, y, en la form a caricat uresca que le ha dado Bakunin,
ent re los españoles y los it alianos.
14
La segunda vent aj a consist e en que los alem anes han sido casi los últ im os en
incorporarse al m ovim ient o obrero. Así com o el socialism o t eórico alem án j am ás
olvidará que se sost iene sobre los hom bros de Saint - Sim ón, Fourier y Owen - - t res
pensadores que, a pesar del caráct er fant ást ico y de t odo el ut opism o de sus doct rinas,
pert enecen a las m ent es m ás grandes de t odos los t iem pos y se han ant icipado
genialm ent e a una infinidad de verdades cuya exact it ud est am os dem ost rando ahora
de un m odo cient ífico - - , así t am bién el m ovim ient o obrero práct ico alem án nunca
debe olvidar que se ha desarrollado sobre los hom bros del m ovim ient o inglés y
francés, que ha t enido la posibilidad de sacar sim plem ent e part ido de su experiencia
cost osa, de evit ar en el present e los errores que ent onces no era posible evit ar en la
m ayoría de los casos. ¿Dónde est aríam os ahora, sin el precedent e de las t radeuniones
inglesas y de la lucha polít ica de los obreros franceses, sin ese im pulso colosal que ha
dado part icularm ent e la Com una de París?
Hay que hacer j ust icia a los obreros alem anes por haber aprovechado con
rara int eligencia las vent aj as de su sit uación. Por prim era vez desde que exist e el
m ovim ient o obrero, la lucha se desarrolla en form a m et ódica en sus t res direcciones
concert adas, relacionadas ent re sí: t eórica, polít ica y económ ico- práct ica ( resist encia a
los capit alist as) . En est e at aque concént rico, por decirlo así, reside precisam ent e la
fuerza y la invencibilidad del m ovim ient o alem án.
Est a sit uación vent aj osa, por una part e, y, por ot ra, las part icularidades
insulares del m ovim ient o inglés y la represión violent a del francés hacen que los
obreros alem anes se encuent ren ahora a la cabeza de la lucha prolet aria. No es posible
pronost icar cuánt o t iem po les perm it irán los acont ecim ient os ocupar est e puest o de
honor. Pero, m ient ras lo sigan ocupando, es de esperar que cum plirán com o es debido
las obligaciones que les im pone. Para est o, t endrán que redoblar sus esfuerzos en
t odos los aspect os de la lucha y de la agit ación. Sobre t odo los j efes deberán inst ruirse
cada vez m ás en t odas las cuest iones t eóricas, desem barazarse cada vez m ás de la
influencia de la fraseología t radicional, propia de la viej a concepción del m undo, y
t ener siem pre present e que el socialism o, desde que se ha hecho ciencia, exige que se
le t rat e com o t al, es decir, que se le est udie. La conciencia así lograda y cada vez m ás
lúcida debe ser difundida ent re las m asas obreras con celo cada vez m ayor, y se debe
cim ent ar cada vez m ás fuert em ent e la organización del Part ido así com o la de los
sindicat os. . .
. . . Si los obreros alem anes siguen avanzando de est e m odo, no es que
m archarán al frent e del m ovim ient o —y no conviene t am poco en absolut o al
m ovim ient o que los obreros de una nación cualquiera m archen al frent e del m ism o—,
sino que ocuparán un puest o de honor en la prim era línea de com bat ient es y se
hallarán bien pert rechados para ello, si, de pront o, duras pruebas o grandes
acont ecim ient os reclam an de ellos m ayor valor, m ayor decisión y energía" .[ 21]
Est as palabras de Engels result aron profét icas. Algunos años m ás t arde, al
dict arse la ley de excepción cont ra los socialist as, los obreros alem anes se vieron de
im proviso som et idos a duras pruebas. Y, en efect o, los obreros alem anes les hicieron
frent e bien pert rechados y supieron salir vict oriosos de esas pruebas.
Al prolet ariado ruso le est án reservadas pruebas inconm ensurablem ent e m ás
duras aún; t endrá que luchar cont ra un m onst ruo, en com paración con el cual la ley de
excepción en un país const it ucional parece un verdadero pigm eo. La hist oria plant ea
hoy ant e nosot ros una t area inm ediat a que es la m ás revolucionaria de t odas las
15
t areas inm ediat as del prolet ariado de ningún ot ro país. La realización de est a t area, la
dem olición del m ás poderoso baluart e, no ya de la reacción europea, sino t am bién
( podem os decirlo hoy) de la reacción asiát ica, convert iría al prolet ariado ruso en la
vanguardia del prolet ariado revolucionario int ernacional. Y t enem os el derecho de
esperar que obt endrem os est e t ít ulo de honor, que ya nuest ros predecesores, los
revolucionarios de la década del 70, han m erecido, siem pre que sepam os inspirar a
nuest ro m ovim ient o, m il veces m ás vast o y profundo, la m ism a decisión abnegada y la
m ism a energía.
16
N OTAS D EL CAPÍ TULO I
( * ) A propósit o. En la hist oria del socialism o m oderno es quizá un hecho único y,
en su género, ext raordinariam ent e consolador, que una disput a ent re dist int as
t endencias en el seno del socialism o se haya convert ido, por prim era vez, de nacional
en int ernacional. Ant es, las discusiones ent re lassalleanos[ 1] y eisenachianos, ent re
guesdist as y posibilist as[ 2] , ent re fabianos[ 3] y socialdem ócrat as, ent re part idarios de
" La Volunt ad del Pueblo" y socialdem ócrat as eran discusiones puram ent e nacionales,
reflej aban part icularidades net am ent e nacionales, se desarrollaban, por decirlo así, en
dist int os planos. Act ualm ent e ( ahora se ve ya est o bien claro) , los fabianos ingleses,
los m inist erialist as franceses, los bernst einianos alem anes, los crít icos rusos son una
sola fam ilia; se ensalzan m ut uam ent e, aprenden los unos de los ot ros y, en com ún,
luchan cont ra el m arxism o " dogm át ico" . ¿Será posible que, en est a prim era cont ienda
realm ent e int ernacional con el oport unism o socialist a, la socialdem ocracia
revolucionaria int ernacional se fort alezca lo suficient e, para acabar con la reacción
polít ica que desde hace ya largo t iem po im pera en Europa?
[ 1]
Los lassalleanos y los eisenachianos const it uyeron dos part idos dent ro del
m ovim ient o obrero alem án en la sext a década y principios de la sépt im a del siglo XI X.
Los lassalleanos eran part idarios y seguidores de F. Lassalle. La " Unión
General Obrera Alem ana" , fundada por Lassalle en 1863, era el núcleo fundam ent al de
los lassalleanos. Considerando que era posible una t ransform ación pacífica del
capit alism o en socialism o con la ayuda de las asociaciones obreras apoyadas por el
gobierno capit alist a, los lassalleanos predicaban la sust it ución de la lucha
revolucionaria de la clase obrera por el derecho al sufragio universal y la pacífica
act ividad parlam ent aria.
Marx crit icó severam ent e a los lassalleanos, observando que " durant e
m uchos años ellos const it uyeron un obst áculo para la organización del prolet ariado, y
por fin t erm inaron convirt iéndose en un sim ple inst rum ent o de la policía" . Marx hace
una apreciación de la t áct ica y de los concept os t eóricos lassalleanos en sus t rabaj os
Crit ica del program a de Got ha, Escisión aparent e en la I nt ernacional y en su
correspondencia con Engels.
Los eisenachianos eran part idarios del m arxism o y se hallaban baj o la
influencia ideológica de C. Marx y F. Engels. Baj o la dirección de G. Liebknecht y A.
Bebel fundaron, en el congreso de Eisenach realizado en 1869, el Part ido Obrero
Socialdem ócrat a de Alem ania.
Est os dos part idos lucharon encarnizadam ent e ent re sí.
En el Congreso realizado en Got ha en 1875, baj o la presión del m ovim ient o
obrero en ascenso y la int ensificación de la represión del gobierno, am bos part idos se
fundieron en un único Part ido Obrero Socialist a Alem án, en el cual los lassalleanos
represent aban el ala oport unist a.
Lenin describe a los lassalleanos y eisenachianos en su art ículo t it ulado
" August o Bebel" , escrit o en agost o de 1913.
17
[ 2]
Guesdist as y posibilist as. Fueron corrient es del m ovim ient o socialist a francés
surgidas en 1882, después de la escisión del Part ido Obrero Francés.
Guesdist as : part idarios de J. Guesde, corrient e m arxist a de izquierda que
defendía la polít ica revolucionaria independient e del prolet ariado; en gol los guesdist as
form aron el Part ido Socialist a de Francia.
Posibilist as : corrient e reform ist a pequeñoburguesa que desviaba al
prolet ariado de los m ét odos revolucionarios de lucha. Los posibilist as proponían
rest ringir la act ividad de la clase obrera a los lím it es de lo " posible" en el sist em a
capit alist a. En 1902, los posibilist as, conj unt am ent e con ot ros grupos reform ist as,
form aron el Part ido Socialist a Francés.
En 1905, El Part ido Socialist a de Francia y el Part ido Socialist a Francés se
unificaron Durant e la guerra im perialist a de 1914- 1918 J. Guesde y t oda la dirección
del Part ido Socialist a Francés pasaron a la posición socialchovinist a.
[ 3]
Fabianos. Miem bros de la Sociedad de los Fabianos, organización reform ist a
y oport unist a inglesa, fundada en el año 1884 por un grupo de int elect uales
burgueses. La sociedad t om ó su nom bre del j efe guerrero rom ano Fabio Cunct át or ( El
Tem porizador) , fam oso por su t áct ica expect ant e, que le hacía rehuir los com bat es
decisivos. Los fabianos apart aban al prolet ariado de la lucha de clase y preconizaban la
t ransición pacífica del capit alism o al socialism o m ediant e reform as m enudas.
Engels expone la caract erización de los fabianos en su cart a a Sorge, del 18 de
enero de 1893; Lenin se refiere t am bién a ellos en las siguient es obras: " Prólogo a la
t raducción rusa del libro Cart as de J. F. Becker, J. Diet zgen, F. Engels, C. Marx y ot ros
a F. Sorge y ot ros " , Program a agrario do la socialdem ocracia en la revolución rusa, El
pacifism o inglés y el desapego inglés por la t eoría, y ot ras.
[ 5]
Lenin cit a un fragm ent o t raducido por él del prólogo de F. Engels a la
t ercera edición alem ana de El dieciocho Brum ario de Luis Bonapart e de C. Marx.
( Véase C. Marx y F. Engels, Obras Com plet as, t . XXI .)
( * * ) La com paración de las dos t endencias exist ent es en el seno del
prolet ariado revolucionario ( la revolucionaria y la oport unist a) con las dos corrient es de
la burguesía revolucionaria del siglo XVI I I ( la j acobina - - la " Mont aña" - - y la
girondina) fue hecha en el art ículo de fondo del num . 2 de I skra ( febrero de 1901) . El
aut or de dicho art ículo fue Plej ánov. Los kadet es, los bessaglavt si [ 6] y los
m encheviques gust an aún ahora de hablar del " j acobinism o" en la socialdem ocracia
rusa. Pero hoy día prefieren callar u . . . olvidar el hecho de que Plej ánov lanzó por
prim era vez est e concept o cont ra el ala derecha de la socialdem ocracia. ( Not a de Lenin
para la edición de 1907. —N. de la Red.)
[ 6]
" Bessaglavt si . Organizadores y colaboradores de la revist a Bes Saglavia
( Sin t ít ulo ) , edit ada en Pet ersburgo en 1906 por S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova, V.
I . Bogucharski y ot ros. Los Bessaglavt si se declaraban abiert am ent e part idarios del
revisionism o, apoyaban a los m encheviques y liberales, y act uaban cont ra la polít ica
independient e del prolet ariado. Lenin llam ó a los Bessaglavt si kadet es t ipo
m enchevique, o sea, m encheviques t ipo kadet e.
18
[ 7]
D. I . I lovaiski ( 1832- 1920) . Hist oriador, aut or de num erosos m anuales
oficiales de hist oria, am pliam ent e difundidos en la escuela prim aria y m edia de Rusia
ant es de la revolución. En sus m anuales, est e hist oriador present aba los hechos
hist óricos com o derivados fundam ent alm ent e de la volunt ad y la decisión personal de
los zares y de la nobleza, y explicaba el proceso hist órico por m edio de circunst ancias
secundarias y fort uit as.
( * * * ) La ley de excepción cont ra los socialist as en Alem ania fue prom ulgada
por el canciller Bism arck, en 1878, con el fin de est rangular la socialdem ocracia
alem ana. Fue derogada en 1890. ( N. de la Red.)
( * * * * ) Cuando Engels at acó a Dühring, m uchos represent ant es de la
socialdem ocracia alem ana se inclinaron hacia los concept os de ést e y acusaron a
Engels, incluso públicam ent e, en un Congreso del Part ido, de aspereza, de int olerancia,
de polém ica im propia de cam aradas, et c. Most y sus cam aradas propusieron ( en el
Congreso de 1877) elim inar del Vorwärt s ( Adelant e - - N. de la Red.) los art ículos de
Engels, por no " present ar int erés para la enorm e m ayoría de los lect ores" , y Vahlt eich
declaró que la publicación de esos art ículos había perj udicado m ucho al Part ido, que
t am bién Dühring había prest ado servicios a la socialdem ocracia: " debem os
aprovecharlos a t odos en int erés del Part ido, y si los profesores discut en, el Vorwärt s
no t iene en m odo alguno por qué ser cam po de t ales disput as ( Vorwärt s 1877, núm .
65, 6 de j unio) . ¡Com o veis, ést e t am bién es un ej em plo de defensa de la " libert ad de
crít ica" , y no est aría de m ás que m edit aran sobre él nuest ros crít icos legales y
oport unist as ilegales, que t ant o gust an de referirse al ej em plo de los alem anes!
[ 8]
Socialist as de cát edra. Una de las corrient es de la econom ía polít ica
burguesa, surgida en Alem ania en las décadas sépt im a y oct ava del siglo XI X. Los
represent ant es de est a t endencia predicaban desde las cát edras universit arias el
reform ism o liberal- burgués, encubiert o baj o la apariencia del socialism o. Los socialist as
de cát edra sost enían que el gobierno burgués est á por encim a de las clases y en
condiciones de conciliar las clases host iles y de est ablecer gradualm ent e el
" socialism o" , t eniendo en cuent a en lo posible las reivindicaciones de los t rabaj adores,
sin afect ar los int ereses de los capit alist as. Los concept os de los socialist as de cát edra
fueron difundidos en Rusia por los " m arxist as legales" .
( * * * * * * ) Hay que observar que, al t rat ar la cuest ión del bernst einianism o en el
seno del Part ido alem án, Rabócheie Dielo se ha lim it ado siem pre a un m ero relat o de
hechos, " abst eniéndose" por com plet o de hacer su propia apreciación de los m ism os.
Véase, por ej em plo, el núm ero 2- 3, Pág. 66, sobre el Congreso de St ut t gart [ 11] ; t odas
las discrepancias est án reducidas a cuest iones de " t áct ica" , y sólo se hace const ar que
la inm ensa m ayoría es fiel a la ant erior t áct ica revolucionaria. O el núm . 4- 5, Pág. 55 y
siguient es, que es una sim ple repet ición de los discursos pronunciados en el Congreso
de Hannóver, con la resolución de Bebel; la exposición de las concepciones de
Bernst ein y la crít ica de las m ism as quedan nuevam ent e aplazadas ( así com o en el
núm ., 2- 3) para un " art ículo especial" . Lo curioso del caso es que, en la Pág. 33 del
núm . 4- 5, leem os: " . . . las concepciones expuest as por Bebel cuent an con una
enorm e m ayoría en el Congreso" , y un poco m ás adelant e: " . . . David defendía las
opiniones de Bernst ein. . . Ant e t odo, t rat aba de dem ost rar que . . . Bernst ein y sus
am igos, a pesar de t odo [ ¡sic! ] , se m ant ienen en el t erreno de la lucha de clases" . . .
¡Est o se ha escrit o en diciem bre de 1899, y, en sept iem bre de 1901 Rabócheie Dielo
no cree ya, por lo vist o, que t enga razón Bebel y repit e la opinión de David com o suya
propia!
19
[ 9]
La resolución de Hannóver. Resolución sobre el problem a de los " at aques a
los concept os fundam ent ales y a la t áct ica del Part ido" , adopt ada por el Congreso de la
socialdem ocracia alem ana realizado en Hannóver del 27 de sept iem bre al 2 de oct ubre
( del 9 al 14 de oct ubre) de 1899. El exam en de est e problem a y la resolución que
sobre el part icular se adopt ara en el congreso, se fundaban en el hecho de que los
oport unist as, encabezados por Bernst ein, se present aron exigiendo la revisión de la
t eoría m arxist a y el nuevo exam en de la polít ica y la t áct ica revolucionarias de la
socialdem ocracia. En la resolución adopt ada por el Congreso, se rechazaron las
exigencias de los revisionist as, pero no se crit icaba ni se desenm ascaraba al
bernst einianism o. A favor de dicha resolución vot aron t am bién los part idarios de
Bernst ein.
[ 10]
La resolución de Lübeck. Resolución aprobada en el Congreso de la
socialdem ocracia alem ana que t uvo lugar en Lübeck del 9 al 15 ( del 22 al 28) de
sept iem bre de 1901. El punt o cent ral del t rabaj o del Congreso fue la lucha cont ra el
revisionism o, el cual para ent onces había crist alizado en el ala derecha del Part ido con
un program a propio y un órgano de prensa, el Sozialist ische Monat sheft e ( La revist a
m ensual del socialism o ) . El líder de los revisionist as, Bernst ein, que ya m ucho ant es
del congreso se había pronunciado por la revisión del socialism o cient ífico, exigió en su
int ervención la " libert ad de crít ica" al m arxism o. El Congreso rechazó el proyect o de
resolución propuest o por los part idarios de Bernst ein. En la resolución aprobada por el
Congreso se hizo una abiert a advert encia a Bernst ein, pero no se plant eó com o
cuest ión de principio im pedir que los bernst einianos cont inuaran en las filas del part ido
obrero.
[ 11]
El Congreso de St ut t gart de la socialdem ocracia alem ana, realizado del 21
al 26 de sept iem bre ( del 3 al 8 de oct ubre) de 1898, exam inó por prim era vez el
problem a del revisionism o en la socialdem ocracia alem ana. El congreso dio a conocer
una declaración de Bernst ein, que se hallaba ausent e, en la cual ést e exponía y
defendía los concept os oport unist as ant es m anifest ados en una serie de art ículos
suyos. Ent re los adversarios de Bernst ein que asist ieron al Congreso no había unidad
de opinión. Algunos ( Bebel y ot ros) se pronunciaron en favor de la lucha ideológica y
de la crít ica de los errores de Bernst ein, pero fueron cont rarios a la aplicación de
m edidas disciplinarias. El sect or m inorit ario, encabezado por R. Luxem burgo, se
m anifest ó relat ivam ent e decidido en cont ra del bernst einianism o.
[ 12]
St arovier fue el seudónim o de A. N. Pot resov, m iem bro de la redacción de
I skra ; post eriorm ent e llegó a ser un m enchevique.
[ 13]
El " escrit or envanecido," t ít ulo de uno de los prim eros cuent os de Máxim o
Gorki.
[ 14]
Lenin se refiere a la colección t it ulada Mat eriales para la caract erización de
nuest ro desarrollo económ ico, publicada en un t iraj e de 2.000 ej em plares por una
im prent a legal, en abril de 1895. En la colección figura el art iculo de V. I . Lenin, ( que
firm a con el seudónim o de K. Tulin) t it ulado " Cont enido económ ico del populism o y su
crít ica en el libro del señor St ruve ( Reflej o del m arxism o en la lit erat ura burguesa) " , y
dirigido cont ra los " m arxist as legales" . ( Véase V. I . Lenin, Obras Com plet as, t . I .)
( * * * * * * * ) Se t rat a de la prot est a de los 17 cont ra el " Credo" . El que est as
líneas escribe, part icipó en la redacción de la prot est a ( fines de 1899) [ 15] . La prot est a
fue publicada, j unt o con el " Credo" , en el ext ranj ero en la prim avera de 1900. [ Véase
20
V. I . Lenin, Obras Com plet as, t . I I . - - N. de la Red.] Act ualm ent e se sabe ya, por el
art ículo de la señora Kuskova ( publicado, creo, en la revist a Bylóe [ 16] ) , que fue ella la
aut ora del " Credo" , y que ent re los " econom ist as" de aquel ent onces, en el ext ranj ero,
desem peñaba un papel prom inent e el señor Prokopóvich. ( Not a de Lenin para la
edición
de
1907.
-N.
de
la
Red.)
( * * * * * * * * ) En El guía [ 17] . ( N. de la Red.)
( * * * * * * * * * ) Sím bolo de creencia, program a y exposiciones de la concepción
del m undo[ 18] . ( N. de la Red.)
( * * * * * * * * * * ) Por lo que sabem os, la com posición del Com it é de Kiev ha
sido m odificada post eriorm ent e.
[ 15]
La prot est a de los socialdem ócrat as rusos fue escrit a por Lenin en el
dest ierro, en 1899. Est aba dirigida cont ra el " Credo" m anifiest o del grupo de los
" econom ist as" ( S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova y ot ros, que m ás t arde se
convirt ieron en kadet es) . Lenin recibió el " Credo" por int erm edio de su herm ana A. I .
Elizárova, y escribió una prot est a rigurosa y acusadora.
La " Prot est a" fue discut ida y acept ada por unanim idad en la conferencia de
17 exilados polít icos m arxist as convocada por Lenin en Erm a kóbskoie, aldea del
dist rit o de Minusinsk. La colonia de exilados de Turuj ansk y la de Orlov ( de la provincia
de Viat ka) se adhirieron a la " Prot est a" .
" La Prot est a de los socialdem ócrat as rusos" fue enviada por Lenin al
ext ranj ero, al grupo " Em ancipación del Trabaj o" . A com ienzos de 1900 la " Prot est a"
fue reproducida en el libro de G. V. Plej ánov Vadem écum para la redacción de
Rabócheie Dielo.
[ 16]
Bylóe ( El Pasado ) . Revist a hist órica que apareció m ensualm ent e en
Pet ersburgo de 1906 a 1907. En 1908 la revist a apareció con el nom bre de Minuvshie
Godi ( Tiem pos Pasados ) , y fue prohibida por el gobierno zarist a. En j ulio de 1917 se
reanudó su publicación en Pet rogrado, y cont inuó hast a 1926.
[ 17]
Vadem écum ( guía ) para la redacción de Rabócheie Dielo. Colección de
m at eriales y docum ent os, con prólogo de G. V. Plej ánov, que denunciaba los concept os
oport unist as de la " Unión de socialdem ócrat as rusos en el ext ranj ero" y de su órgano
Rabócheie Dielo. Est a colección fue com puest a por G. V. Plej ánov y edit ada en el año
1900 en Ginebra, por el grupo " Em ancipación del Trabaj o" .
[ 18]
Profession de foi. Oct avilla redact ada a fines de 1899 que exponía los
concept os oport unist as del com it é de Kiev. El cont enido de la oct avilla coincidía en
m uchos punt os con el conocido " Credo" de los " econom ist as" . Lenin hace la crít ica de
est e docum ent o en su art ículo " A propósit o de la 'Profession de foi'" . ( Véase V. I .
Lenin, Obras Com plet as, t . I V.)
( * * * * * * * * * * * ) Ya la falt a de vínculos abiert os con el Part ido y de t radiciones
de part ido const it uye una diferencia t an cardinal ent re Rusia y Alem ania, que debería
haber puest o en guardia a t odo socialist a sensat o cont ra cualquier im it ación ciega.
Pero he aquí una m uest ra del punt o a que ha llegado la " libert ad de crít ica" en Rusia.
Un crít ico ruso, el señor Bulgákov, hace la siguient e reprim enda al crít ico aust riaco
Herz: " Con t oda la independencia de sus conclusiones, Herz sigue, sin em bargo, en
21
est e punt o ( en la cooperación) , por lo vist o, dem asiado at ado por las opiniones de su
Part ido, y, al disent ir en los det alles, no se decide a desprenderse del principio general"
( " El capit alism o y la agricult ura " , t . I I , Pág. 287) . ¡Un súbdit o de un Est ado
polít icam ent e esclavizado, en el cual las 999/ 1000 de la población est án corrom pidas
hast a la m édula por el servilism o polít ico y por la absolut a incom prensión del honor de
part ido y de los vínculos de part ido, hace una reprim enda alt iva a un ciudadano de un
Est ado const it ucional por est ar excesivam ent e " vinculado a las opiniones del Part ido" !
Lo único que les queda a nuest ras organizaciones ilegales es ponerse a redact ar
resoluciones sobre la libert ad de crít ica . . .
[ 19]
Suplem ent o especial de Rabóchaia Misl. Follet o edit ado por la redacción del
periódico de los " econom ist as" R. Misl, en sept iem bre de 1899. En est e follet o, y
part icularm ent e en el art ículo " Nuest ra realidad" , firm ado con las iniciales R. M., se
expresaban abiert am ent e los concept os oport unist as de los " econom ist as" .
[ 20]
Véase C. Marx y F. Engels, Obras Com plet as, t . XI X.
[ 21]
Lenin cit a, en t raducción propia, un ext ract o del prefacio de Engels al
t rabaj o La guerra cam pesina en Alem ania. ( Véase C. Marx y F. Engels, Obras
Com plet as, t . XVI I I .)
22
CAPI TULO I I
LA ESPON TAN EI D AD D E LAS M ASAS Y LA CON CI EN CLA D E LA
SOCI ALD EM OCRACI A
Hem os dicho que es preciso inspirar a nuest ro m ovim ient o, m ucho m ás vast o
y profundo que el de la década del 70, la m ism a decisión abnegada y la m ism a energía
que en aquella época. En efect o, parece que hast a ahora nadie había puest o aún en
duda que la fuerza del m ovim ient o cont em poráneo consist iese en el despert ar de las
m asas ( y, principalm ent e, del prolet ariado indust rial) , y su debilidad, en la falt a de
conciencia y de espírit u de iniciat iva de los dirigent es revolucionarios.
Sin em bargo, en est os últ im os t iem pos, se ha hecho un descubrim ient o
asom broso, que am enaza con t rast rocar t odos los concept os que dom inaban hast a
ahora con respect o a est a cuest ión. Est e descubrim ient o ha sido hecho por R. Dielo,
que, polem izando con I skra y Sariá, no se ha lim it ado a obj eciones part iculares, sino
que ha int ent ado reducir " el desacuerdo general" a su raíz m ás profunda: a la " dist int a
apreciación de la significación relat iva del elem ent o espont áneo y del 'elem ent o'
conscient em ent e 'm et ódico'". Rab. Dielo nos acusa de "subest im ar la im port ancia del
elem ent o obj et ivo o espont áneo del desarrollo " [ * ] . A est o cont est arem os: si la
polém ica de I skra y Sariá no hubiera dado ningún ot ro result ado que el de llevar a R.
Dielo al descubrim ient o de ese " desacuerdo general" , ya sería est e result ado una gran
sat isfacción para nosot ros: hast a t al punt o es significat iva est a acusación, hast a t al
punt o ilust ra claram ent e la esencia de las act uales discrepancias t eóricas y polít icas
ent re los socialdem ócrat as rusos.
Por est o es por lo que la cuest ión sobre la relación ent re lo conscient e y lo
espont áneo present a un enorm e int erés general, y es preciso analizarla
m inuciosam ent e.
a ) Com ie nz o de la m a r cha a sce nsiona l e spont á ne a
En el capít ulo ant erior hem os consignado el apasionam ient o general de la
j uvent ud int elect ual de Rusia por la t eoría del m arxism o, a m ediados de la últ im a
década del siglo pasado. Tam bién las huelgas obreras adquirieron por aquella época,
después de la fam osa guerra indust rial de 1896 en Pet ersburgo, un caráct er general.
Su ext ensión por t odo el t errit orio de Rusia at est iguaba claram ent e cuán profundo era
el m ovim ient o popular que volvía a renacer, y, al hablar del " elem ent o espont áneo" , es
nat ural que precisam ent e ese m ovim ient o huelguíst ico debe ser calificado, ant e t odo,
de espont áneo. Pero hay diferent es clases de espont aneidad. Tam bién durant e la
década del 70, y t am bién en la del 60 ( y aun en la prim era m it ad de siglo XI X) hubo
en Rusia huelgas acom pañadas de dest rucción " espont ánea" de m áquinas, et c.
Com paradas con esos " m ot ines" , las huelgas de la década del 90 pueden incluso
llam arse " conscient es" : hast a t al punt o era considerable el progreso del m ovim ient o
obrero en aquel período. Eso nos dem uest ra que, en el fondo, el "elem ent o
espont áneo" no es sino la form a em brionaria de lo conscient e. Y los m ot ines prim it ivos
reflej aban ya un ciert o despert ar de lo conscient e: los obreros perdían la fe t radicional
en la inam ovilidad del orden de cosas que los oprim ía; em pezaban. . . no diré que a
com prender, pero sí a sent ir la necesidad de oponer resist encia colect iva y rom pían
decididam ent e con la sum isión servil a las aut oridades. Pero est o, sin em bargo, m ás
que lucha, era una expresión de desesperación y de venganza. En las huelgas de la
23
últ im a década del siglo pasado, vem os m uchos m ás dest ellos de conciencia: se
form ulan reivindicaciones det erm inadas, se calcula de ant em ano el m om ent o m ás
convenient e, se discut en los casos y ej em plos conocidos de ot ros lugares, et c. Si los
m ot ines eran sim plem ent e levant am ient os de gent e oprim ida, las huelgas sist em át icas
represent aban ya em briones de lucha de clases, pero precisam ent e nada m ás que
em briones. En sí, esas huelgas eran lucha t radeunionist a, no eran aún lucha
socialdem ócrat a; señalaban el despert ar del ant agonism o ent re los obreros y los
pat ronos, pero los obreros no t enían, ni podían t ener, la conciencia del ant agonism o
irreconciliable ent re sus int ereses y t odo el régim en polít ico y social cont em poráneo, es
decir, no t enían conciencia socialdem ócrat a. En est e sent ido, las huelgas de la últ im a
década del siglo pasado, a pesar de que, en com paración con los " m ot ines" ,
represent aban un enorm e progreso, seguían siendo un m ovim ient o net am ent e
espont áneo.
Hem os dicho que los obreros no podían t ener conciencia socialdem ócrat a.
Est a sólo podía ser int roducida desde fuera. La hist oria de t odos los países at est igua
que la clase obrera, exclusivam ent e con sus propias fuerzas, sólo est á en condiciones
de elaborar una conciencia t radeunionist a, es decir, la convicción de que es necesario
agruparse en sindicat os, luchar cont ra los pat ronos, reclam ar del gobierno la
prom ulgación de t ales o cuales leyes necesarias para los obreros, et c.( * * ) En cam bio,
la doct rina del socialism o ha surgido de t eorías filosóficas, hist óricas y económ icas que
han sido elaboradas por represent ant es inst ruidos de las clases poseedoras, por los
int elect uales. Por su posición social, t am bién los fundadores del socialism o cient ífico
cont em poráneo, Marx y Engels, pert enecían a la int elect ualidad burguesa.
Exact am ent e del m ism o m odo, la doct rina t eórica de la socialdem ocracia ha
surgido en Rusia independient em ent e en absolut o del crecim ient o espont áneo del
m ovim ient o obrero, ha surgido com o result ado nat ural e inevit able del desarrollo del
pensam ient o ent re los int elect uales revolucionarios socialist as. Hacia la época de que
t rat am os, es decir, a m ediados de la últ im a década del siglo pasado, esa doct rina no
sólo const it uía ya un program a com plet am ent e form ado del grupo " Em ancipación del
Trabaj o" , sino que incluso había llegado a conquist ar a la m ayoría de la j uvent ud
revolucionaria de Rusia.
De m odo que exist ían t ant o el despert ar espont áneo de las m asas obreras, el
despert ar a la vida conscient e y a la lucha conscient e, com o una j uvent ud
revolucionaria que, arm ada de la t eoría socialdem ócrat a, t endía con t odas sus fuerzas
hacia los obreros. Adem ás, im port a sobre t odo dej ar sent ado el hecho, frecuent em ent e
olvidado ( y relat ivam ent e poco conocido) , de que los prim eros socialdem ócrat as de ese
período, al ocuparse con ardor de la agit ación económ ica ( y t eniendo bien present e en
est e sent ido las indicaciones realm ent e út iles del follet o, ent onces m anuscrit o aún,
Sobre la agit ación ) , lej os de est im arla com o su única t area, por el cont rario, ya desde
el com ienzo se asignaban las m ás am plias t areas hist óricas de la socialdem ocracia
rusa, en general, y la de derrocar a la aut ocracia, en part icular. Así, por ej em plo, el
grupo de socialdem ócrat as de Pet ersburgo, fundador de la " Unión de Lucha por la
Em ancipación de la Clase Obrera" , redact ó, ya a fines de 1895, el prim er núm ero de
un periódico, baj o el t ít ulo de Rabócheie Dielo. Com plet am ent e preparado para la
im prent a, dicho núm ero fue recogido por los gendarm es cuando regist raron el
dom icilio de uno de los m iem bros del grupo, A. A. Vanéiev[ * * * ] , en una irrupción
hecha en la noche del 8 de diciem bre de 1895. De m odo que Rab. Dielo del prim er
período no t uvo la suert e de ver la luz. El edit orial de ese periódico ( que quizás dent ro
de unos 30 años alguna revist a com o Rússkaia St ariná [ 22] exhum ará de los archivos
del depart am ent o de policía) esbozaba las t areas hist óricas de la clase obrera de Rusia,
24
colocando en el prim er plano la conquist a de la libert ad polít ica. Luego seguía el
art ículo " ¿En qué piensan nuest ros m inist ros?" , dedicado a la disolución violent a de los
Com it és de Prim era Enseñanza por la policía, así com o una serie de art ículos de
corresponsales, no sólo de Pet ersburgo, sino t am bién de ot ras localidades de Rusia
( por ej em plo, sobre la m at anza de obreros en la provincia de Yaroslavl) . Así, pues,
est e " prim er ensayo" , si no nos equivocam os, de los socialdem ócrat as rusos de la
década del 90 no era un periódico de un caráct er est recham ent e local, y m ucho m enos
" econom ist a" ; t endía a enlazar la lucha huelguíst ica con el m ovim ient o revolucionario
cont ra la aut ocracia y at raer a t odas las víct im as de la opresión polít ica del
oscurant ism o reaccionario para que apoyaran a la socialdem ocracia. Y t odo el que
conozca, por poco que sea, el est ado del m ovim ient o en aquella época no pondrá en
duda que sem ej ant e periódico habría sido acogido con plena sim pat ía t ant o por los
obreros de la capit al com o por los int elect uales revolucionarios y habría t enido la m ás
vast a difusión. El fracaso de est a em presa dem ost ró únicam ent e que los
socialdem ócrat as de ent onces no est aban en condiciones de sat isfacer las exigencias
vit ales del m om ent o por falt a de experiencia revolucionaria y de preparación práct ica.
Lo m ism o cabe decir del San Pet ersburgski Rabochi List ok [ 23] y, sobre t odo, de
Rabóchaia Gasiet a [ 24] y del " Manifiest o" del Part ido Obrero Socialdem ócrat a de Rusia,
fundado en la prim avera de 1898. Se sobreent iende que ni siquiera pasa por nuest ra
m ent e el im put ar est a falt a de preparación a los m ilit ant es de ent onces. Pero, para
aprovechar la experiencia del m ovim ient o y sacar de ella enseñanzas práct icas, es
necesario darse perfect a cuent a de las causas y de la significación de t al o cual
defect o. Por eso, es de ext rem a im port ancia dej ar sent ado que una part e ( acaso la
m ayoría) de los socialdem ócrat as que act uaron en el período de 1895 a 1898
consideraba posible con t oda razón, ya ent onces, en los albores del m ovim ient o
" espont áneo" , int ervenir con el m ás am plio program a y t áct ica de com bat e[ * * * * ] . En
lo que respect a a la falt a de preparación de la m ayoría de los revolucionarios, siendo
un fenóm eno com plet am ent e nat ural, no podía provocar ninguna aprensión part icular.
Desde el m om ent o en que el plant eam ient o de los obj et ivos era j ust o, desde el
m om ent o en que había suficient e energía para int ent ar reit eradas veces lograr esos
obj et ivos, los reveses t em porales represent aban una desgracia a m edias. La
experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren
con el t iem po. ¡Lo único que hace falt a es querer desarrollar en uno m ism o las
cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falt a es t ener conciencia de los defect os,
cosa que en la labor revolucionaria equivale a m ás de la m it ad de la corrección de los
m ism os!
Pero la desgracia a m edias se convirt ió en una verdadera desgracia cuando
esa conciencia com enzó a ofuscarse ( y es de not ar que era m uy viva ent re los
m ilit ant es de los susodichos grupos) , cuando aparecieron gent es, e incluso órganos
socialdem ócrat as, dispuest os a erigir los defect os en virt udes, que hast a int ent aron
dot ar de un fundam ent o t eórico a su halago servil y a su cult o de la espont aneidad. Ya
es hora de hacer el balance de est a t endencia, m uy inexact am ent e caract erizada por la
palabra " econom ism o" , t érm ino dem asiado est recho para expresar su cont enido.
b) Cult o de la e spont a ne ida d. Ra bócha ia M isl
Ant es de pasar a las m anifest aciones lit erarias de ese cult o, harem os not ar el
siguient e hecho caract eríst ico ( com unicado por la fuent e arriba m encionada) , que
arroj a ciert a luz sobre la form a en que surgió y creció ent re los cam aradas que
act uaban en Pet ersburgo el desacuerdo ent re las dos fut uras t endencias de la
socialdem ocracia rusa. A principios de 1897, A. A. Vanéiev y algunos de sus cam aradas
t uvieron ocasión de t om ar part e, ant es de su deport ación, en una reunión privada[ 25]
25
de " viej os" y " j óvenes" m iem bros de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la
Clase Obrera" . La conversación giró principalm ent e en t orno a la organización, y
part icularm ent e en t orno al " Est at ut o de las caj as obreras" que, en su form a definit iva,
fue publicado en el núm . 9- 10 del List ok Rabót nika [ 26] ( Pág. 46) . Ent re los " viej os"
( " decem brist as" com o los llam aban en t ono de chanza los socialdem ócrat as
pet ersburgueses) y algunos de los " j óvenes" ( que m ás t arde colaboraron act ivam ent e
en Rabóchaia Misl ) , se puso en el act o de m anifiest o una divergencia acusada y se
desencadenó una acalorada polém ica. Los " j óvenes" defendían los fundam ent os
principales del Est at ut o t al com o ha sido publicado. Los " viej os" decían que no era eso
lo que ant e t odo hacía falt a, sino fort alecer la " Unión de Lucha" com o organización de
revolucionarios, a la que debían subordinarse las dist int as caj as obreras, los círculos
para la propaganda ent re la j uvent ud est udiant il, et c. Se sobreent iende que los
cont rincant es dist aban m ucho de ver en est a divergencia el principio de un
desacuerdo; t odo lo cont rario, la consideraban com o algo aislado y casual. Pero est e
hecho prueba que, t am bién en Rusia, el " econom ism o" no surgió ni se difundió sin
lucha cont ra los " viej os" socialdem ócrat as ( los econom ist as de hoy día lo olvidan con
frecuencia) Y si est a lucha no ha dej ado, en su m ayor part e, vest igios " docum ent ales" ,
ello se debe únicam ent e a que la com posición de los círculos que funcionaban
cam biaba con inverosím il frecuencia, a que no había ninguna cont inuidad, razón por la
cual las divergencias t am poco quedaban fij adas en docum ent o alguno.
La aparición de Rab. Misl sacó el econom ism o a la luz del día, pero no lo hizo
t am poco de golpe. Es preciso im aginarse concret am ent e las condiciones de t rabaj o y la
vida efím era de los num erosos círculos rusos ( y sólo puede hacerlo concret am ent e
quien lo haya experim ent ado) , para com prender cuánt o hubo de casual en el éxit o o
en el fracaso de la nueva t endencia en las dist int as ciudades, así com o t odo el t iem po
en que ni los part idarios ni los adversarios de est o " nuevo" pudieron det erm inar, ni
t uvieron lit eralm ent e ninguna posibilidad de hacerlo, si era realm ent e una t endencia
part icular o si reflej aba sim plem ent e la falt a de preparación de personas aisladas. Así,
los prim eros núm eros de Rab. Misl, t irados en hect ógrafo, no llegaron en absolut o a
m anos de la inm ensa m ayoría de los socialdem ócrat as, y, si ahora t enem os la
posibilidad de referirnos al art ículo de fondo de su prim er núm ero, es sólo gracias a su
reproducción en el art ículo de V. I .- n.[ 27] ( List ok Rabót nika, núm . 9- 10, Pág. 47 y
siguient es) , que, claro est á, no dej ó de elogiar con em peño ( un em peño desat inado) el
nuevo periódico, que se dist inguía t an m arcadam ent e de los periódicos y proyect os de
periódicos arriba m encionados[ * * * * * ] . Est e art ículo de fondo expresa con t ant o
relieve t odo el espírit u de Rab. Misl, y del econom ism o en general, que vale la pena de
exam inarlo.
Después de señalar que la m ano de bocam anga azul[ * * * * * * ] no podrá
det ener el desarrollo del m ovim ient o obrero, el art ículo cont inúa: " . . . El m ovim ient o
obrero debe esa vit alidad a que el propio obrero, por fin, t om a su dest ino en sus
propias m anos, arrancándolo de las de los dirigent es" , y est a t esis fundam ent al sigue
desarrollándose m ás adelant e en form a det allada. En realidad, los dirigent es ( es decir,
los socialdem ócrat as, organizadores de la " Unión de Lucha" ) fueron arrancados por la
policía, puede decirse, de m anos de los obreros[ * * * * * * * ] , ¡m ient ras que las cosas se
exponen com o si los obreros lucharan cont ra esos dirigent es y se hubieran librado de
su yugo! En vez de exhort ar a m archar hacia adelant e, a consolidar la organización
revolucionaria y ext ender la act ividad polít ica, com enzaron a incit ar a volver at rás,
hacia la lucha exclusivam ent e t radeunionist a. Se proclam ó que " la base económ ica del
m ovim ient o es velada por la aspiración const ant e de no olvidar el ideal polít ico" , que el
lem a del m ovim ient o obrero debe ser: " lucha por la sit uación económ ica" ( ! ) , o, m ej or
aun, " los obreros, para los obreros" ; se declaró que las caj as de ayuda en las huelgas
26
"valen m ás para el m ovim ient o que un cent enar de ot ras organizaciones" ( que se
com pare est a afirm ación, de oct ubre de 1897, con la discusión ent re los
" decem brist as" y los j óvenes a principios de 1897) , et c. Frasecit as com o ést as, de que
en el prim er plano no es preciso colocar la " flor y nat a" de los obreros, sino al obrero
" m edio" , al obrero de la m asa, que la " polít ica sigue siem pre dócilm ent e a la
econom ía" [ * * * * * * * * ] , et c., et c., se pusieron de m oda, adquiriendo una influencia
irresist ible sobre la m asa de la j uvent ud enrolada en el m ovim ient o, j uvent ud que en la
m ayoría de los casos no conocía m ás que fragm ent os del m arxism o en su exposición
legal.
Est o era som et er por com plet o la conciencia a la espont aneidad, a la
espont aneidad de aquellos " socialdem ócrat as" que repet ían las " ideas" del señor V. V.;
a la espont aneidad de aquellos obreros que se dej aban arrast rar por el argum ent o de
que obt ener un aum ent o de un kopek por rublo valía m ucho m ás que t odo socialism o y
que t oda polít ica; de que " debían luchar, sabiendo que lo hacían no para im precisas
generaciones fut uras, sino para ellos m ism os y para sus propios hij os" ( edit orial del
núm . 1 de R. Misl ) . Frases de est a índole const it uyeron siem pre el arm a favorit a de
los burgueses de Europa occident al que, en su odio al socialism o, t rabaj aban ( al est ilo
del " social- polít ico" alem án Hirsch) para t rasplant ar el t radeunionism o inglés a su suelo
pat rio, diciendo a los obreros que la lucha exclusivam ent e sindical[ * * * * * * * * ] es una
lucha para ellos m ism os y para sus hij os, y no para im precisas generaciones fut uras
con un im preciso socialism o fut uro. Y, ahora, " Los V. V. de la socialdem ocracia rusa" se
han puest o a repet ir esa fraseología burguesa. Nos im port a consignar aquí t res
circunst ancias que nos serán de gran ut ilidad para seguir exam inando las divergencias
act uales [ * * * * * * * * * * ] .
En prim er lugar, el som et im ient o de la conciencia por la espont aneidad,
arriba indicado, se produj o t am bién por vía espont ánea. Parece un j uego de palabras,
pero, desgraciadam ent e, es una am arga verdad. No se produj o est e hecho por una
lucha abiert a ent re dos concepciones diam et ralm ent e opuest as y por el t riunfo de la
una sobre la ot ra, sino debido a que los gendarm es " arrancaban" un núm ero cada vez
m ayor de revolucionarios " viej os" y a que, en núm ero cada vez m ayor, aparecían en
escena los " j óvenes" " V. V. de la socialdem ocracia rusa" . Todo aquel que, si no ha
part icipado en el m ovim ient o ruso cont em poráneo, por lo m enos ha respirado sus
aires, sabe perfect am ent e que la sit uación es com o la acabam os de describir. Y si, no
obst ant e, insist im os part icularm ent e para que el lect or se percat e por com plet o de est e
hecho not orio, si, para m ayor evidencia, por decirlo así, insert am os dat os sobre
Rabócheie Dielo del prim er período y sobre las discusiones ent re los " viej os" y los
" j óvenes" , suscit adas a principios de 1897, es porque gent es que presum en de
" dem ocrat ism o" especulan con el hecho de que el gran público ( o los m uy j óvenes)
ignora est o. Aun insist irem os sobre est e punt o m ás adelant e.
En segundo lugar, ya en la prim era m anifest ación lit eraria del econom ism o
podem os observar un fenóm eno, sum am ent e peculiar y ext rem adam ent e
caract eríst ico, para com prender t odas las divergencias en el seno de los
socialdem ócrat as cont em poráneos, fenóm eno consist ent e en que los part idarios del
" m ovim ient o puram ent e obrero" , los adm iradores del cont act o m ás est recho y m ás
" orgánico" ( expresión de Rab. Dielo ) con la lucha prolet aria, los adversarios de t odos
los int elect uales no obreros ( aunque sean int elect uales socialist as) se ven obligados a
recurrir, en defensa de su posición, a los argum ent os de los " t radeunionist as puros"
burgueses. Est o nos prueba que R. Misl, desde su aparición - - sin darse cuent a de ello
- - , había com enzado a realizar el program a del " Credo" . Est o prueba ( cosa que R.
Dielo no puede com prender de ningún m odo) que t odo lo que sea prost ernarse ant e la
27
espont aneidad del m ovim ient o obrero, t odo lo que sea rebaj ar el papel del " elem ent o
conscient e" ,
el
papel
de la socialdem ocracia,
equivale - en
absolut o
independient em ent e de la volunt ad de quien lo hace - - a fort alecer la influencia de la
ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de " sobreest im ación de la
ideología" [ * 11] , de exageración del papel del elem ent o conscient e[ * 12] , et c., se
im agina que el m ovim ient o obrero puro puede de por sí elaborar y elaborará una
ideología independient e, t an pront o com o los obreros " arranquen su suert e de m anos
de los dirigent es" . Pero est o es un craso error. Para com plet ar lo que acabam os de
exponer arriba, añadirem os las siguient es palabras, profundam ent e j ust as e
im port ant es, que C. Kaut sky dij o con m ot ivo del proyect o de nuevo program a del
Part ido Socialdem ócrat a aust riaco[ * 13] :
" Algunos de nuest ros crít icos revisionist as creen que Marx ha afirm ado que el
desarrollo económ ico y la lucha de clases no solo crean las condiciones para la
producción socialist a, sino que t am bién engendran direct am ent e la conciencia
[ subrayado por C. K.] de su necesidad. Y he aquí que esos crít icos replican que
I nglat erra, el país de m ás alt o desarrollo capit alist a, es m ás aj eno que ningún ot ro país
m oderno a est a conciencia. A j uzgar por el nuevo proyect o, se podría creer que est a
sedicent e concepción m arxist a ort odoxa, refut ada del m odo indicado, es com part ida
t am bién por la com isión que redact ó el program a aust riaco. El proyect o dice: 'Cuant o
m ás aum ent a el prolet ariado con el desarrollo del capit alism o, t ant o m ás obligado se
ve aquél a em prender la lucha cont ra el capit alism o y t ant o m ás capacit ado est á para
em prenderla. El prolet ariado llega a adquirir la conciencia' de la posibilidad y de la
necesidad del socialism o. En est e orden de ideas, la conciencia socialist a aparece com o
el result ado necesario y direct o de la lucha de clases del prolet ariado. Pero est o es
com plet am ent e erróneo. Por ciert o, el socialism o, com o doct rina, t iene sus raíces en
las relaciones económ icas act uales, exact am ent e igual que la lucha de clases del
prolet ariado, y, lo m ism o que ést a, se deriva aquél de la lucha cont ra la m iseria y la
pobreza de las m asas, m iseria y pobreza que el capit alism o engendra; pero el
socialism o y la lucha de clases surgen paralelam ent e y no se deriva el uno de la ot ra;
surgen de prem isas diferent es. La conciencia socialist a m oderna puede surgir
únicam ent e sobre la base de un profundo conocim ient o cient ífico. En efect o, la ciencia
económ ica cont em poránea const it uye una condición de la producción socialist a lo
m ism o que, pongam os por caso, la t écnica m oderna, y el prolet ariado, por m ucho que
lo desee, no puede crear la una ni la ot ra; am bas surgen del proceso social
cont em poráneo. Pero no es el prolet ariado el port ador de la ciencia, sino la
int elect ualidad burguesa [ subrayado por C. K.] : es del cerebro de algunos m iem bros
aislados de est a capa de donde ha surgido el socialism o m oderno, y han sido ellos los
que lo han t ransm it ido a los prolet arios dest acados por su desarrollo int elect ual, los
cuales lo int roducen luego en la lucha de clases del prolet ariado, allí donde las
condiciones lo perm it en. De m odo que la conciencia socialist a es algo int roducido
desde fuera [ von Aussen Hineinget ragenes ] en la lucha de clases del prolet ariado, y
no algo que ha surgido espont áneam ent e [ uruchsig ] de ella. De acuerdo con est o, ya
el viej o program a de Heinfeld decía, con t oda razón, que es t area de la
socialdem ocracia el infundir al prolet ariado la conciencia de su sit uación [ lit eralm ent e:
llenar al prolet ariado de ella] y de su m isión. No habría necesidad de hacerlo, si est a
conciencia derivara aut om át icam ent e de la lucha de clases. El nuevo proyect o, en
cam bio, ha t ranscrit o est a t esis del viej o program a y la ha añadido a la t esis arriba
cit ada. Pero est o ha int errum pido por com plet o el curso del pensam ient o. . ."
Ya que no puede ni hablarse de una ideología independient e, elaborada por
las m ism as m asas obreras en el curso de su m ovim ient o[ * 14] , el problem a se plant ea
solam ent e así : ideología burguesa o ideología socialist a. No hay t érm ino m edio ( pues
28
la hum anidad no ha elaborado ninguna " t ercera" ideología; adem ás, en general, en la
sociedad desgarrada por las cont radicciones de clase nunca puede exist ir una ideología
al m argen de las clases ni por encim a de las clases) . Por eso, t odo lo que sea rebaj ar
la ideología socialist a, t odo lo que sea alej arse de ella equivale a fort alecer la ideología
burguesa. Se habla de espont aneidad. Pero el desarrollo espont áneo del m ovim ient o
obrero m archa precisam ent e hacia su subordinación a la ideología burguesa, m archa
precisam ent e por el cam ino del program a del " Credo" , pues el m ovim ient o obrero
espont áneo es t radeunionism o, es Nur- Gewerkschaft lerei, y el t radeunionism o im plica
precisam ent e la esclavización ideológica de los obreros por la burguesía. Por est o es
por lo que nuest ra t area, la t area de la socialdem ocracia, consist e en com bat ir la
espont aneidad, consist e en apart ar el m ovim ient o obrero de est a t endencia
espont ánea del t radeunionism o a cobij arse baj o el ala de la burguesía y at raerlo hacia
el ala de la socialdem ocracia revolucionaria. La frase de los aut ores de la cart a
" econom ist a" , publicada en el núm . 12 de I skra, de que ningún esfuerzo de los
ideólogos m ás inspirados podrá desviar el m ovim ient o obrero del cam ino det erm inado
por la acción recíproca ent re los elem ent os m at eriales y el m edio m at erial, equivale
plenam ent e, por t ant o, a una renuncia al socialism o, y si est os aut ores fuesen capaces
de m edit ar lo que dicen, de m edit arlo hast a su últ im a consecuencia, valient e y
lógicam ent e, com o corresponde a t oda persona que int erviene en la act ividad lit eraria
y pública, no les que daría m ás rem edio que " cruzar sobre el pecho huero las m anos
inút iles" y . . . ceder el cam po de acción a los señores St ruve y Prokopóvich, que
arrast ran el m ovim ient o obrero "por la línea de la m enor resist encia" , es decir, por la
línea del t radeunionism o burgués, o a los señores Subát ov, que lo arrast ran por la
línea de la " ideología" clerical- policíaca.
Recordad el ej em plo de Alem ania. ¿En qué consist ió el m érit o hist órico de
Lassalle ant e el m ovim ient o obrero alem án? En haber apart ado ese m ovim ient o del
cam ino del t radeunionism o progresist a y del cooperat ivism o, por el cual se encauzaba
espont áneam ent e ( con la part icipación benévola de los Schulze- Delit zsch y consort es
) [ * 15] . Para realizar est a m isión, fue necesario algo m uy dist int o de la charlat aneria
sobre la subest im ación del elem ent o espont áneo, sobre la t áct ica- proceso, la acción
reciproca de los elem ent os y del m edio, et c. Para ello fue necesario desplegar una
lucha encarnizada cont ra la espont aneidad, y sólo com o result ado de esa lucha, que ha
durado largos años, se ha logrado, por ej em plo, que la población obrera de Berlín, de
sost én del part ido progresist a, se haya convert ido en uno de los m ej ores baluart es de
la socialdem ocracia. Y est a lucha no ha t erm inado aún, ni m ucho m enos, hoy día
( com o podrían creer gent es que est udian la hist oria del m ovim ient o obrero alem án a la
m anera de Prokopóvich, y su filosofía, a la m anera de St ruve) . Tam bién en el
present e, la clase obrera alem ana est á fraccionada, si se puede usar est a expresión,
en varias ideologías: una part e de los obreros est á agrupada en los sindicat os obreros
cat ólicos y m onárquicos, ot ra en los sindicat os de Hirsch- Duncker[ 29] , fundados por
los adm iradores burgueses del t radeunionism o inglés; una t ercera, en los sindicat os
socialdem ócrat as. Est a últ im a es incom parablem ent e m ayor que las dem ás, pero la
ideología socialdem ócrat a sólo ha podido conquist ar est a suprem acía y sólo podrá
m ant enerla com bat iendo porfiadam ent e cont ra t odas las dem ás ideologías.
Pero —pregunt ará el lect or— ¿por qué el m ovim ient o espont áneo, el
m ovim ient o por la línea de la m enor resist encia, conduce precisam ent e a la
suprem acía de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología
burguesa es m ucho m ás ant igua por su origen que la ideología socialist a, porque su
elaboración es m ás com plet a; porque posee m edios de difusión incom parablem ent e
m ás poderosos[ * 16] . Y cuant o m ás j oven es el m ovim ient o socialist a en un país, t ant o
m ás enérgica debe ser, por lo m ism o, la lucha cont ra t oda t ent at iva de afianzar la
29
ideología no- socialist a, t ant o m ás resuelt am ent e se debe poner en guardia a los
obreros cont ra los m alos consej eros, que chillan cont ra " la exageración del elem ent o
conscient e" , et c. Los aut ores de la cart a de los econom ist as, haciendo coro a Rab.
Dielo, at acan encarnizadam ent e la int olerancia, propia del período infant il del
m ovim ient o. A est o cont est am os: sí, nuest ro m ovim ient o realm ent e se encuent ra en
su infancia y, para que llegue con m ayor celeridad a la m adurez, debe precisam ent e
hacerse int ransigent e con aquellos que frenan su desarrollo, prost ernándose ant e la
espont aneidad. ¡No hay nada m ás ridículo y nocivo que presum ir de viej o m ilit ant e que
hace ya m ucho t iem po pasó por t odos los episodios decisivos de la lucha!
En t ercer lugar, el prim er núm ero de Rab. Misl nos señala que la
denom inación de " econom ism o" ( a la cual no t enem os, nat uralm ent e, el propósit o de
renunciar, pues, de uno u ot ro m odo, es un m ot e ya est ablecido) no expresa con
suficient e exact it ud la esencia de la nueva t endencia. Rab. Misl no repudia por
com plet o la lucha polít ica: en los est at ut os de las caj as, publicados en su prim er
núm ero, se habla de la lucha cont ra el gobierno. Pero Rabóchaia Misl supone
únicam ent e que " la polít ica sigue siem pre dócilm ent e a la econom ía" ( en t ant o que
Rabócheie Dielo varia est a t esis, asegurando en su program a que " en Rusia, m ás que
en ningún ot ro país, la lucha económ ica est á indisolublem ent e ligada a la lucha
polít ica" ) . Est as t esis de Rabóchaia Misl y de Rabócheie Dielo son com plet am ent e
falsas, si ent endem os por polít ica la polít ica socialdem ócrat a. Muy frecuent em ent e la
lucha económ ica de los obreros est á ligada ( si bien no de m odo inseparable) a la
polít ica burguesa, clerical, et c., com o ya hem os vist o. Las t esis de Rab. Dielo son
j ust as, si ent endem os por polít ica la polít ica t radeunionist a, es decir, la aspiración
com ún a t odos los obreros de conseguir del Est ado t ales o cuales m edidas, cuyo fin es
el de rem ediar los m ales propios de su sit uación, pero que t odavía no acaban con esa
sit uación, es decir, no suprim en el som et im ient o del t rabaj o al capit al. Est a aspiración
es realm ent e com ún, t ant o a los t radeunionist as ingleses, que m ant ienen una act it ud
host il frent e al socialism o, com o a los obreros cat ólicos, a los obreros " de Subát ov" ,
et c. Hay diferent es clases de polít ica. Vem os, pues, que Rab. Misl, t am bién en lo que a
la lucha polít ica se refiere, m ás que repudiarla se prost erna ant e su espont aneidad,
ant e su falt a de conciencia. Al reconocer plenam ent e la lucha polít ica derivada en
form a espont ánea del propio m ovim ient o obrero ( o m ás exact am ent e: los anhelos y
las reivindicaciones polít icas de los obreros) , renuncia por com plet o a elaborar
independient em ent e una polít ica socialdem ócrat a específica, que corresponda a los
obj et ivos generales del socialism o y a las condiciones act uales de Rusia. Más adelant e,
dem ost rarem os que Rab. Dielo incurre en el m ism o error.
c) El " Gr upo de a ut oe m a ncipa ción" y Ra bóche ie D ie lo
Hem os exam inado t an det alladam ent e el edit orial, poco conocido y casi
olvidado en el present e, del prim er núm ero de Rab. Misl, porque expresó, m ucho ant es
y con m ayor relieve que nadie est a corrient e general, que luego había de aparecer a la
luz del día por pequeños y num erosos arroyuelos. V. I .- n t enía plena razón cuando,
ponderando el prim er núm ero y el edit orial de Rab. Misl, dij o que había sido escrit o
" enérgicam ent e" , " con brío" ( List ok Rebót nika, núm . 9- 10, Pág. 49) . Toda persona de
convicciones firm es que piensa que da algo nuevo escribe " con brío" y escribe de
m anera que dest aca con relieve sus punt os de vist a. Sólo quienes est án
acost um brados a nadar ent re dos aguas carecen de t odo " brío" ; únicam ent e la gent e
de est a índole es capaz, después de haber elogiado ayer los bríos de Rab. Misl, de
at acar hoy a los adversarios de Rab. Misl por sus " bríos polém icos" .
30
Sin det enernos en el " Suplem ent o especial de Rab. Misl " ( m ás adelant e
t endrem os, por dist int os m ot ivos, que referirnos a est a obra, que expresa del m odo
m ás consecuent e las ideas de los econom ist as) , por ahora consignarem os t an sólo
brevem ent e " el llam am ient o del 'Grupo de aut oem ancipación de los obreros'" ( m arzo
de 1899, reproducido en Nakanunie [ 30] de Londres, núm ero 7, j unio de 1899) . Los
aut ores de est e llam am ient o dicen con t oda razón que " la Rusia obrera no ha hecho
m ás que em pezar a despert ar, a m irar en t orno suyo y se aferra inst int ivam ent e a los
prim eros m edios de lucha que encuent ra al alcance de su m ano " , pero deducen de
est o la m ism a conclusión falsa que R. Misl, olvidando que lo inst int ivo es j ust am ent e lo
inconscient e ( lo espont áneo) , en cuya ayuda deben acudir los socialist as; que los
prim eros m edios de lucha " que encuent ra al alcance de su m ano" siem pre serán, en la
sociedad m oderna, m edios de lucha t radeunionist as, y que la prim era ideología " que
encuent ra al alcance de su m ano" será la ideología burguesa ( t radeunionist a) .
Tam poco " niegan" esos aut ores la polít ica, sino que, siguiendo a V. V., solam ent e
( ¡solam ent e! ) dicen que la polít ica es una superest ruct ura, y que, por est o, " la
agit ación polít ica debe ser una superest ruct ura de la agit ación en favor de la lucha
económ ica, debe surgir sobre el t erreno de est a lucha y seguir t ras ella" .
En cuant o a R. Dielo, com enzó su act ividad direct am ent e por la " defensa" de
los econom ist as. Después de haber afirm ado falsam ent e, en su prim er núm ero ( núm .
1, Págs. 141- 142) , que " ignoraba a qué cam aradas j óvenes se había referido Axelrod"
cuando en su conocido follet o( * 17) dirigía una advert encia a los econom ist as, R. Dielo
t uvo que reconocer, en la polém ica con Axelrod y Plej ánov, suscit ada a propósit o de
esa falsedad, que, " fingiendo no saber de quién se t rat aba, quiso defender a t odos los
em igrados socialdem ócrat as m ás j óvenes cont ra esa acusación inj ust a" ( Axelrod
acusaba a los econom ist as de est rechez de m iras) . En realidad, esa acusación era
com plet am ent e j ust a, y R. Dielo sabía perfect am ent e que aludía, ent re ot ros, a V. I .n., m iem bro de su redacción. Señalaré, de paso, que en la polém ica m encionada
Axelrod t enía com plet a razón y que R. Dielo est aba ent eram ent e equivocado en la
int erpret ación de m i follet o Las t areas de los socialdem ócrat as rusos. Est e follet o fue
escrit o en 1897, ant es de la aparición de Rab. Misl, cuando yo consideraba, con t oda
razón, que la t endencia prim it iva de la " Unión de Lucha" de San Pet ersburgo, que he
definido m ás arriba, era la predom inant e. Y, al m enos hast a m ediados de 189~ 8, esa
t endencia era real m ent e la que preponderaba. Por eso R. Dielo no t enía ningún
derecho a referirse, para refut ar la exist encia y el peligro del econom ism o, a un follet o
que exponía concepciones desplazadas en San Pet ersburgo en 1897- 98 por la
concepción " econom ist a" ( * 18) .
Pero R. Dielo no sólo " defendía" a los econom ist as, sino que él m ism o caía
cont inuam ent e en sus aberraciones principales. Est o se debía al m odo am biguo de
int erpret ar la siguient e t esis de su program a: " El m ovim ient o obrero de m asas
( subrayado por R. D.) que ha surgido en est os últ im os años const it uye, a nuest ro
j uicio, un fenóm eno de la m ayor im port ancia de la vida rusa, llam ado principalm ent e a
det erm inar las t areas [ subrayado por m i] y el caráct er de la act ividad lit eraria de la
Unión" . No puede ponerse en duda que el m ovim ient o de m asas es un fenóm eno de la
m ayor im port ancia. Pero la cuest ión est riba en el m odo de int erpret ar " la
det erm inación de las t areas" por est e m ovim ient o de m asas. Puede int erpret ársela de
dos m aneras: o bien en el sent ido del cult o de la espont aneidad de ese m ovim ient o, es
decir, reduciendo el papel de la socialdem ocracia al de sim ple seguidor del m ovim ient o
obrero com o t al ( así la conciben Rab. Misl, el " Grupo de aut oem ancipación" y los
dem ás econom ist as) , o bien en el sent ido de que el m ovim ient o de m asas plant ea ant e
nosot ros nuevas t areas, t eóricas, polít icas y de organización, m ucho m ás com plej as
que las t areas con que podíam os cont ent arnos en el período que precedió a la
31
aparición del m ovim ient o de m asas. Rab. Dielo t endía y t iende a concebirla
precisam ent e en el prim er sent ido, porque no ha dicho nada concret o acerca de las
nuevas t areas, ant es bien ha razonado t odo el t iem po j ust am ent e com o si est e
" m ovim ient o de m asas" nos exim iera de la necesidad de concebir con claridad y
resolver las t areas que ést e plant ea. Bast e recordar el hecho de que R. Dielo
consideraba im posible plant ear ant e el m ovim ient o obrero de m asas com o prim era
t area el derrocam ient o de la aut ocracia, rebaj ando est a t area ( en nom bre del
m ovim ient o de m asas) a la t area de la lucha por reivindicaciones polít icas inm ediat as
( Respuest a, Pág. 25) .
Dej ando a un lado el art ículo " La lucha económ ica y polít ica en el m ovim ient o
ruso" , publicado por B. Krichevski, direct or de Rab. Dielo, en el núm . 7, en el que
repit e esos m ism os errores ( * 19) , pasarem os direct am ent e al núm . 10 de R. Dielo.
Nat uralm ent e, no nos det endrem os a analizar obj eciones aisladas de B. Krichevski y
Mart ínov cont ra Sariá e I skra. Lo que nos int eresa aquí es únicam ent e la posición de
principios que Rabócheie Dielo ha adopt ado en su núm . 10. No nos det endrem os, por
ej em plo, a exam inar el caso curioso de que R. Dielo vea una " cont radicción flagrant e"
ent re la t esis:
" La socialdem ocracia no se at a las m anos, no rest ringe sus act ividades por un
plan o un procedim ient o cualesquiera de lucha polít ica fij ados de ant em ano: adm it e
t odos los m edios de lucha, con t al de que correspondan a las fuerzas efect ivas del
Part ido" , et c. ( núm ., 1 de I skra ) .
y la t esis:
" Si
condición
act ividad,
m erece el
no exist e una organización fuert e, iniciada en la lucha polít ica en cualquier
y cualquier período, no se puede ni hablar de un plan sist em át ico de
basado en principios firm es y aplicado inflexiblem ent e, único plan que
nom bre de t áct ica" ( núm . 4 de I skra ) .
Confundir la adm isión en principio de t odos los m edios de lucha, de t odos los
planes y procedim ient os, con t al de que sean convenient es, con la exigencia de guiarse
en un m om ent o polít ico det erm inado por un plan inflexiblem ent e aplicado, cuando se
quiera hablar de t áct ica, equivale a confundir el hecho de que la m edicina reconozca
t odos los sist em as t erapéut icos con la exigencia de que en el t rat am ient o de una
enferm edad det erm inada se siga un sist em a det erm inado. Pero de lo que se t rat a,
precisam ent e, es de que Rab. Dielo, que padece una enferm edad que hem os llam ado
cult o de la espont aneidad, no quiere reconocer ningún " sist em a t erapéut ico" para curar
est a enferm edad. Por eso, ha hecho el not able descubrim ient o de que la " t áct ica- plan
est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del m arxism o" ( núm . 10, Pág. 18) ,
que la t áct ica es " un proceso de crecim ient o de las t areas del Part ido, que crecen j unt o
con ést e " ( Pág. 11; subrayado por R. D.) . Est a últ im a sent encia t iene t odas las
probabilidades de hacerse célebre, de convert irse en el m onum ent o im perecedero de la
" t endencia" de Rab. Dielo. A la pregunt a " ¿A dónde ir? " , est e órgano dirigent e
responde: El m ovim ient o es un proceso de cam bio de dist ancia ent re el punt o de
part ida y los punt os siguient es del m ovim ient o. Est e pensam ient o de incom parable
profundidad no sólo es curioso ( si sólo fuera curioso, no valdría la pena de det enerse
part icularm ent e a analizarlo) , sino que represent a, adem ás, el program a de t oda una
t endencia, a saber: el m ism o program a que R. M. expresó ( en su " Suplem ent o
especial" de Rabóchaia Misl ) en los t érm inos siguient es: es deseable la lucha que es
posible y es posible la lucha que se libra en un m om ent o dado. Est a es precisam ent e la
32
t endencia del oport unism o
espont aneidad.
ilim it ado,
que
se
adapt a
en
form a
pasiva
a
la
" ¡La t áct ica- plan est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del
m arxism o! " Pero ¡si est o es una calum nia cont ra el m arxism o, est o equivale a
convert irlo en la caricat ura que los populist as nos oponían en su guerra cont ra
nosot ros! Est o es j ust am ent e rebaj ar la iniciat iva y la energía de los m ilit ant es
conscient es, m ient ras que el m arxism o, por el cont rario, im prim e un im pulso
gigant esco a la iniciat iva y a la energía de los socialdem ócrat as, abriendo ant e ellos las
perspect ivas m ás vast as, poniendo ( si podem os expresarnos de est e m odo) a su
disposición las pot ent es fuerzas de m illones y m illones de hom bres de la clase obrera,
que se alza a la lucha " espont áneam ent e" . Toda la hist oria de la socialdem ocracia
int ernacional abunda en planes, que propugna ya uno ya ot ro j efe polít ico,
dem ost rando la perspicacia y la j ust eza de las concepciones polít icas y de organización
de los unos o revelando la m iopía y los errores polít icos de los ot ros. Cuando Alem ania
at ravesó uno de los viraj es hist óricos m ás grandiosos —form ación del I m perio,
apert ura del Reichst ag, concesión del sufragio universal— Liebknecht t enía un plan de
la polít ica y de la acción en general a desarrollar por la socialdem ocracia, y Schweit zer
t enía ot ro. Cuando sobre los socialist as alem anes se abat ió la ley de excepción, Most y
Hasselm ann, dispuest os a exhort ar pura y sim plem ent e a la violencia y al t error, t enía
un plan, ot ro t enían Höhberg, Schram m y ( en part e) Bernst ein, quienes se pusieron a
predicar a los socialdem ócrat as, diciéndoles que, con su insensat a violencia y
revolucionism o, habían provocado esa ley y que debían ahora obt ener el perdón con
una conduct a ej em plar; un t ercer plan t enían los que venían preparando, y llevaron a
cabo, la publicación de un órgano ilegal. Cuando se lanza una m irada ret rospect iva,
m uchos años después de t erm inada la lucha por la elección de un cam ino y después de
haber pronunciado la hist oria su veredict o sobre la conveniencia del cam ino elegido, no
es difícil, nat uralm ent e, m anifest ar profundidad de pensam ient o lanzando la sent encia
de que las t areas del Part ido crecen j unt am ent e con ést e. Pero, en un m om ent o de
confusión( * 20) , cuando los " crít icos" y los econom ist as rusos rebaj an la
socialdem ocracia al nivel del t radeunionism o y los t errorist as predican con ardor la
adopción de una " t áct ica- plan" que repit e los viej os errores, lim it arse en un m om ent o
así a unos pensam ient os profundos de est a índole significa firm arse uno m ism o un
" cert ificado de pobreza" . En un m om ent o en que m uchos socialdem ócrat as rusos
padecen precisam ent e de falt a de iniciat iva y de energía, de falt a de " am plit ud en la
propaganda, la agit ación y la organización polít icas" , de falt a de " planes" para
organizar en form a m ás vast a la labor revolucionaria; en un m om ent o así, decir que
" la t áct ica- plan est á en cont radicción con el espírit u fundam ent al del m arxism o" no
sólo equivale a envilecer el m arxism o en el sent ido t eórico, sino, en la práct ica, a
arrast rar al Part ido hacia at rás.
" Un socialdem ócrat a revolucionario se propone com o t area —nos alecciona m ás
adelant e R. Dielo— únicam ent e acelerar con su t rabaj o conscient e el desarrollo
obj et ivo y no suprim irlo o sust it uirlo por planes subj et ivos. Teóricam ent e, I skra sabe
t odo est o. Pero la enorm e im port ancia que el m arxism o at ribuye con t oda razón a la
labor revolucionaria conscient e le lleva, en la práct ica, com o result ado de su concept o
doct rinario de la t áct ica, a am inorar la im port ancia del elem ent o obj et ivo o espont áneo
del desarrollo " ( Pág. 18) .
Ot ra vez la m ayor confusión t eórica, digna del señor V. V. y cofradía. Pero
desearíam os pregunt ar a nuest ro filósofo: ¿en qué puede t raducirse la " am inoración"
del desarrollo obj et ivo por part e del aut or de planes subj et ivos? Por lo vist o, en perder
de vist a que est e desarrollo obj et ivo crea o afianza, hunde o debilit a a est as o las ot ras
33
clases, capas, grupos, a t ales o cuales naciones, grupos de naciones, et c.,
condicionando así una u ot ra agrupación polít ica int ernacional de fuerzas, una u ot ra
posición de los part idos revolucionarios, et c. Pero la falt a de t al aut or no consist irá
ent onces en am inorar el elem ent o espont áneo, sino en am inorar, por el cont rario, el
elem ent o conscient e, pues lo que no t endrá será la " conciencia" para com prender
acert adam ent e el desarrollo obj et ivo. Por eso, ya el solo hecho de hablar de
" apreciación de la im port ancia relat iva " ( subrayado por Rabócheie Dielo ) del
elem ent o conscient e y de la espont aneidad revela una falt a absolut a de " conciencia" .
Si ciert os " elem ent os espont áneos de desarrollo" son en general accesibles a la
conciencia hum ana, la apreciación errónea de los m ism os equivaldrá a " am inorar el
elem ent o conscient e" . Y si son inaccesibles a la conciencia, no los conocem os y no
podem os hablar de ellos. ¿De qué habla, pues, B. Krichevski? Si considera erróneos los
" planes subj et ivos" de I skra ( y él los declara precisam ent e erróneos) , debería probar
precisam ent e qué hechos obj et ivos no son t enidos en cuent a por esos planes y acusar
a I skra, por est a razón, de falt a de conciencia, de " am inorar el elem ent o conscient e",
usando su lenguaj e. Pero si él, descont ent o con los planes subj et ivos, no t iene m ás
argum ent os que el de invocar la "am inoración del elem ent o espont áneo" ( ! ! ) , no hace
sino dem ost rar con est o que: 1) t eóricam ent e, com prende el m arxism o a lo Karéiev y
Mij ailovski, suficient em ent e puest os en ridículo por Bélt ov[ 31] ; 2) práct icam ent e, se
da por sat isfecho en absolut o con los " elem ent os espont áneos de desarrollo" que
arrast raron a nuest ros m arxist as legales hacia el bernst einianism o, y a nuest ros
socialdem ócrat as, hacia el econom ism o, y m uest ra una " gran indignación" cont ra
quienes se han decidido a desviar a t oda cost a la socialdem ocracia rusa del cam ino del
desarrollo " espont áneo" .
Y m ás adelant e siguen ya cosas com plet am ent e divert idas:
" Así com o los hom bres, a pesar de t odos los éxit os de las ciencias nat urales,
seguirán m ult iplicándose según los m ét odos ant ediluvianos, del m ism o m odo la
aparición de un nuevo orden de cosas social, pese a t odos los éxit os de las ciencias
sociales y al aum ent o del núm ero de los com bat ient es conscient es, será t am bién en lo
sucesivo, preem inent em ent e, result ado de explosiones espont áneas" ( Pág. 19) .
Así com o la viej a sabiduría dice: para t ener hij os, ¿a quién le falt ará la
int eligencia? la sabiduría de los " socialist as m odernos" ( a lo Narciso Tuporílov) [ 32]
dice: para part icipar en la aparición espont ánea de un nuevo sist em a social le
alcanzará la int eligencia a cualquiera. Nosot ros t am bién creem os que le alcanzará la
int eligencia a cualquiera. Para part icipar de est e m odo, bast a ceder al econom ism o,
cuando reina el econom ism o, y al t errorism o, cuando el t errorism o ha surgido. Así, en
la prim avera de est e año, cuando t ant a im port ancia t enía el prevenir cont ra el
apasionam ient o por el t errorism o, Rabócheie Dielo est aba perplej o ant e est e problem a
" nuevo" para él. Y seis m eses m ás t arde, cuando la cuest ión ha perdido act ualidad, nos
ofrece a un m ism o t iem po la declaración siguient e: " Ent endem os que la t area de la
socialdem ocracia no puede ni debe consist ir en cont rarrest ar el auge del espírit u
t errorist a" ( Rabócheie Dielo, núm . 10, Pág. 23) y la resolución del Congreso: " El
Congreso considera inoport uno el t error agresivo sist em át ico" ( Dos congresos, Pág.
18) . ¡Qué claridad y congruencia m ás no hables! No lo cont rarrest am os, pero lo
declaram os inoport uno; y lo declaram os de t al m anera, que el t error no sist em át ico y
defensivo no va incluido en la " resolución" ¡Hay que reconocer que sem ej ant e
resolución est á a cubiert o de t odo peligro y queda garant izada por com plet o cont ra los
errores, com o lo est á un hom bre que habla para no decir nada! Y para redact ar
sem ej ant e resolución, no hacía falt a m ás que una cosa: saber seguir t ras el
m ovim ient o m ant eniéndose en la cola. Cuando I skra puso en ridículo a Rabócheie Dielo
34
por haber declarado que la cuest ión del t error era una cuest ión nueva, Rabócheie
Dielo, enfadado, acusó a I skra de "una pret ensión verdaderam ent e increíble de
im poner a la organización del Part ido la solución que a los problem as de t áct ica había
dado hacía m ás de 15 años un grupo de escrit ores em igrados" ( Pág. 24) . En efect o,
¡qué pret ensión y qué exageración del elem ent o conscient e: resolver de ant em ano los
problem as en t eoría, para luego convencer de la j ust eza de esa solución t ant o a la
organización, com o al Part ido y a las m asas! [ * 21] ¡Ot ra cosa es repet ir lugares
com unes y, sin " im poner" nada a nadie, som et erse a cada " viraj e" , ya sea hacia el
econom ism o, ya sea hacia el t errorism o! Rabócheie Dielo acusa a I skra y Sariá de
" oponer su program a al m ovim ient o, com o un espírit u que se cierne sobre un caos
am orfo" ( Pág. 29) . Pero ¿en qué consist e el papel de la socialdem ocracia sino en ser el
"espírit u" que no sólo se cierne sobre el m ovim ient o espont áneo, sino que eleva a est e
últ im o al nivel de " su program a" ? Pues no ha de consist ir en seguir arrast rándose a la
cola del m ovim ient o, cosa que, en el m ej or de los casos, sería inút il para el
m ovim ient o y, en el peor de los casos, ext rem adam ent e nocivo. Pero Rabócheie Dielo
no sólo sigue est a " t áct ica proceso" , sino que la erige en un principio, de m odo que
sería m ás j ust o llam ar a est a t endencia seguidism o, en vez de llam arla oport unism o.
Forzosam ent e hay que reconocer que quienes est án firm em ent e decididos a seguir el
m ovim ient o m archando a la cola est án asegurados, en absolut o y para siem pre, cont ra
el error de "am inorar el elem ent o espont áneo del desarrollo".
*
*
*
Nos hem os convencido, pues, de que el error fundam ent al de la " nueva
t endencia" en el seno de la socialdem ocracia rusa consist e en rendir cult o a la
espont aneidad, en no com prender que la espont aneidad de las m asas exige de nos
ot ros, socialdem ócrat as, una elevada conciencia. Cuant o m ás poderoso es el auge
espont áneo de las m asas, cuant o m ás am plio se hace el m ovim ient o, t ant o m ás
incom parable es la rapidez con que aum ent a la necesidad de una elevada conciencia,
t ant o en el t rabaj o t eórico de la socialdem ocracia, com o en el polít ico y en el de
organización.
El m ovim ient o ascensional espont áneo de las m asas, en Rusia, ha sido ( y
sigue siendo) t an rápido, que la j uvent ud socialdem ócrat a ha result ado poco preparada
para cum plir esas gigant escas t areas. Est a falt a de preparación es nuest ra desgracia
com ún, la desgracia de t odos los socialdem ócrat as rusos. El auge de las m asas se ha
producido y se ha ext endido en form a inint errum pida y cont inua, y no sólo no ha
cesado donde había com enzado, sino que se ha ext endido a nuevas localidades y
nuevas capas de la población ( baj o la influencia del m ovim ient o obrero, se ha
reanim ado la efervescencia ent re la j uvent ud est udiant il, ent re los int elect uales en
general, hast a ent re los cam pesinos) . Pero los revolucionarios han quedado rezagados
en est e m ovim ient o ascensional, t ant o en sus " t eorías" com o en su act ividad, no han
logrado crear una organización perm anent e que funcione sin solución de cont inuidad,
capaz de dirigir t odo el m ovim ient o.
En el prim er capít ulo hem os hecho const ar que Rabócheie Dielo rebaj a
nuest ras t areas t eóricas y repit e " espont áneam ent e" el grit o de m oda: " libert ad de
crít ica" ; los que lo repit en no han t enido la " conciencia" suficient e para com prender
que son diam et ralm ent e opuest as las posiciones de los " crít icos" oport unist as y las de
los revolucionarios en Alem ania y en Rusia.
35
En los capít ulos siguient es exam inarem os cóm o se ha m anifest ado el cult o de
la espont aneidad en el t erreno de las t areas polít icas, así com o en la labor de
organización de la socialdem ocracia.
36
N OTAS D EL CAPÍ TULO I I
( * ) Rabócheie Dielo, núm . 10, sept iem bre de 1901, Págs. 17- 18. Las cursivas
son de la revist a.
( * * ) El t radeunionism o no descart a en m odo alguno t oda " polít ica" , com o a
veces se cree. Las t radeuniones han llevado siem pre a la práct ica ciert a agit ación y
lucha polít ica ( pero no socialdem ócrat a) . En el capít ulo siguient e expondrem os la
diferencia ent re la polít ica t radeunionist a y la socialdem ócrat a.
( * * * ) A. A. Vanéiev m urió en 1899, en Siberia Orient al, de t uberculosis,
cont raída cuando se encont raba incom unicado en prisión prevent iva. Por eso, hem os
considerado posible publicar la inform ación que figura en el t ext o, cuya aut ent icidad
garant izam os, pues procede de gent e que conocía a Vanéiev personal e ínt im am ent e.
( * * * * ) " Al crit icar la act ividad de los socialdem ócrat as de fines de la últ im a
década del siglo pasado, I skra no t iene en cuent a que ent onces falt aban condiciones
para t odo t rabaj o que no fuera la lucha por pequeñas reivindicaciones" , dicen los
econom ist as en su " Cart a a los órganos socialdem ócrat as rusos" ( I skra, núm . 12) . Los
hechos cit ados en el t ext o dem uest ran que est a afirm ación sobre la " falt a de
condiciones" es diam et ralm ent e opuest a a la verdad. No sólo a fines, sino incluso a
m ediados de la década del 90, exist ían plenam ent e t odas las condiciones para ot ro
t rabaj o, adem ás de la lucha por las pequeñas reivindicaciones; t odas las condiciones,
salvo una preparación suficient e de los dirigent es. Y he aquí que, en vez de reconocer
francam ent e est a falt a de preparación por nuest ra part e, por part e de los ideólogos, de
los dirigent es, los " econom ist as" quieren cargar t oda la responsabilidad a la " falt a de
condiciones" , a la influencia del m edio m at erial que det erm ina el cam ino del cual
ningún ideólogo logrará desviar el m ovim ient o. ¿Qué es est o sino halago servil de la
espont aneidad, sino enam oram ient o de los " ideólogos" de sus propios defect os?
( * * * * * ) Digam os de paso que est e elogio de Rabóchaia Misl, en noviem bre de
1898, cuando el econom ism o, sobre t odo en el ext ranj ero, se había de finido
com plet am ent e, part ía del propio V. I .- n., que m uy pront o form ó part e del cuerpo de
redact ores de Rab. Dielo. ¡Y Rab. Dielo t odavía cont inuó negando la exist encia de dos
t endencias en el seno de la socialdem ocracia rusa, com o la sigue negando en el
present e!
( * * * * * * ) Los gendarm es zarist as llevaban uniform es de puños azules. ( N. de
la Red.)
( * * * * * * * ) El siguient e hecho caract eríst ico dem uest ra que est a com paración es
j ust a. Cuando, después de la det ención de los " decem brist as" , se difundió ent re los
obreros de la carret era de Schlisselburgo la not icia de que había ayudado a la policía el
provocador N. N. Mij áilov ( un dent ist a) , relacionado con un grupo que est aba en
cont act o con los " decem brist as" aquellos obreros se indignaron de t al m odo, que
decidieron m at ar a Mij áilov.
( * * * * * * * * ) Del m ism o edit orial del prim er núm ero de Rabóchaia Misl. Se
puede j uzgar por est o acerca de cuál era la preparación t eórica de esos " V. V. de la
socialdem ocracia rusa" [ 28] , quienes repet ían la burda t rivialización del " m at erialism o
económ ico" , m ient ras que en sus publicaciones los m arxist as hacían la guerra cont ra el
37
aut ént ico señor V. V., llam ado desde hacía t iem po " m aest ro en asunt os reaccionarios"
por ese m ism o m odo de concebir la relación ent re la polít ica y la econom ía.
( * * * * * * * * * ) Los alem anes incluso t ienen una palabra especial: " NurGewerkschaft ler" , con que se señala a los part idarios de la lucha " únicam ent e sindical" .
( * * * * * * * * * * ) Subrayam os act uales para los que se encoj an farisaicam ent e de
hom bros y digan: ahora es sum am ent e fácil denigrar a Rabóchaia Misl, cuando no es
m ás que un arcaísm o. " Mut at o nom ine, de t e fabula narrat ur" ( baj o ot ro nom bre, la
fábula habla de t i. - - N. de la Red.) , cont est am os nosot ros a los fariseos
cont em poráneos, cuya com plet a sum isión servil a las ideas de Rab. Misl será
dem ost rada m ás adelant e.
( * 11) Cart a de los " econom ist as" en el núm . 12 de I skra.
( * 12) Rabócheie Dielo, núm . 10.
( * 13) Neue Zeit ( Tiem pos Nuevos ) 1901- 1902, XX, I , núm . 3, Pág. 79. El
proyect o de la com isión, de que habla Kaut sky, fue aprobado por el Congreso de Viena
( a fines del año pasado) en una form a algo m odificada.
( * 14) Est o no significa, nat uralm ent e, que los obreros no part icipen en est a
elaboración. Pero no part icipan en calidad de obreros, sino en calidad de t eóricos del
socialism o, com o los Proudhon y los Weit ling; en ot ros t érm inos, sólo part icipan en el
m om ent o y en la m edida en que logran, en m ayor o m enor grado, dom inar la ciencia
de su siglo y hacer avanzar esa ciencia. Y, a fin de que los obreros lo logren con m ayor
frecuencia, es necesario ocuparse lo m ás posible de elevar el nivel de la conciencia de
los obreros en general; es necesario que los obreros no se encierren en el m arco
art ificialm ent e rest ringido de la " lit erat ura para obreros " , sino que aprendan a asim ilar
m ás y m ás la lit erat ura general. I ncluso sería m ás j ust o decir, en vez de " no se
encierren" , " no sean encerrados" , pues los obreros leen y t am bién quieren leer t odo
cuant o se escribe para los int elect uales, y únicam ent e ciert os int elect uales ( de ínfim a
cat egoría) creen que " para los obreros" bast a con relat ar el orden de cosas que rige en
las fábricas y rum iar lo que ya se conoce desde hace m ucho t iem po.
( * 15) Schlulze- Delit zsch ( 1808- 1883) - - I deólogo de la pequeña burguesía
alem ana, que propugnaba la creación de asociaciones cooperat ivas, capaces, en su
opinión, de garant izar la independencia económ ica de los art esanos y en general de los
pequeños product ores, así com o de los obreros. ( N. de la Red.)
( * 16) Frecuent em ent e se oye decir: la clase obrera t iende espont áneam ent e
hacia el socialism o. Est o es com plet am ent e j ust o en el sent ido de que la t eoría
socialist a det erm ina, m ás profunda y cert eram ent e que ninguna ot ra, las causas de las
calam idades que sufre la clase obrera, y precisam ent e por eso los obreros la asim ilan
con t ant a facilidad, siem pre que est a t eoría no ret roceda ant e la espont aneidad,
siem pre que est a t eoría som et a a la espont aneidad. Habit ualm ent e, est o se
sobreent iende, pero Rab. Dielo j ust am ent e lo olvida y lo desfigura. La clase obrera
t iende de m odo espont áneo hacia el socialism o, pero la ideología burguesa, la m ás
difundida ( y const ant em ent e resucit ada en las form as m ás diversas) , se im pone, no
obst ant e, espont áneam ent e m ás que nada al obrero.
38
( * 17) En t orno a la cuest ión de las t areas act uales y de la t áct ica de los
socialdem ócrat as rusos. Ginebra, 1898. Dos cart as a Rabóchaia Gasiet a, escrit as en
1897.
( * 18) Defendiéndose, Rabócheie Dielo com plet ó su prim era m ent ira
( " ignoram os de qué cam aradas j óvenes ha hablado P. B. Axelrod" ) con una segunda,
al escribir en su Respuest a : " Desde la aparición de la crít ica de 'Las t areas', han
surgido o se han definido m ás o m enos claram ent e ent re algunos socialdem ócrat as
rusos t endencias hacia la unilat eralidad econom ist a, que significan un paso at rás, en
com paración con el est ado de nuest ro m ovim ient o, esbozado en 'Las t areas'" ( Pág. 9) .
Est o lo dice la " Respuest a" , aparecida en el año 1900. Y el prim er núm ero de
Rabócheie Dielo ( con la crít ica) apareció en abril de 1899. ¿Es que el econom ism o
surgió sólo en 1899? No; en 1899 se oyó por prim era vez la voz de prot est a de los
socialdem ócrat as rusos cont ra el econom ism o ( la prot est a cont ra el " Credo" ) . Pero el
econom ism o había surgido en 1897, com o lo sabe m uy bien Rabócheie Dielo, pues V.
I .- n., ya en noviem bre de 1898 ( List ok Rabót nika, núm . 9- 10) , se deshacía en elogios
para Rabóchaia Misl.
( * 19) La " t eoría de las fases" o la t eoría de los " t ím idos zig- zags" en la lucha
polít ica se expone, por ej em plo, en ese art ículo del m odo siguient e: " Las
reivindicaciones polít icas, que por su caráct er son com unes a t oda Rusia, deben, sin
em bargo, durant e los prim eros t iem pos ( ¡est o fue escrit o en agost o de 1900! )
corresponder a la experiencia adquirida por una det erm inada capa ( ¡sic! ) de obreros en
la lucha económ ica. Únicam ent e [ ! ] a base de esa experiencia se puede y se debe
iniciar la agit ación polít ica" , et c. ( Pág. 11) . En la página 4, el aut or, indignado por las
acusaciones, a su j uicio com plet am ent e infundadas, de herej ía econom ist a, exclam a
pat ét icam ent e: " Pero ¿qué socialdem ócrat a ignora que, según la doct rina de Marx y
Engels, los int ereses económ icos de las dist int as clases desem peñan un papel decisivo
en la hist oria y que, por t ant o ( subrayado por nosot ros) , en part icular la lucha del
prolet ariado por sus int ereses económ icos debe t ener una im port ancia prim ordial para
su desarrollo com o clase y para su lucha de liberación?" Est e " por t ant o" est á
com plet am ent e fuera de lugar. Del hecho de que los int ereses económ icos
desem peñan un papel decisivo no se desprende en m odo alguno la conclusión de que
la lucha económ ica ( = sindical) t enga una im port ancia prim ordial, pues los int ereses
m ás esenciales, " decisivos" de las clases pueden ser sat isfechos únicam ent e por
t ransform aciones polít icas radicales en general; en part icular, el int erés económ ico
fundam ent al del prolet ariado puede ser sat isfecho únicam ent e por m edio de una
revolución polít ica que sust it uya la dict adura de la burguesía por la dict adura del
prolet ariado. B. Krichevski repit e el razonam ient o de los " V. V. de la socialdem ocracia
rusa" ( la polít ica sigue a la econom ía, et c.) y de los bernst einianos de la alem ana ( por
ej em plo, Wolt m ann alegaba precisam ent e los m ism os argum ent os para probar que los
obreros, ant es de pensar en una revolución polít ica, debían adquirir una " fuerza
económ ica" ) .
( * 20) Ein Jahr der Verwirrung ( Un año de confusión ) es el t ít ulo puest o por
Mehring en su Hist oria de la socialdem ocracia alem ana al apart ado en que describe los
t it ubeos y la indecisión que los socialist as m anifest aron en un principio, al elegir la
" t áct ica- plan" que correspondía a las nuevas condiciones.
( * 21) No se debe olvidar t am poco que, al resolver " en t eoría" la cuest ión del
t error, el grupo " Em ancipación del Trabaj o" resum ió la experiencia del m ovim ient o
revolucionario ant erior.
39
[ 22]
Rússkcaia St ariná ( La Ant igüedad Rusa - - Revist a hist órica m ensual, que
apareció en Pet ersburgo de 1870 a 1918.
[ 23]
San Pet ersburgski Rabochi List ok ( Hoj a Obrera de San Pet ersburgo ) .
Periódico ilegal, órgano de la " Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase Obrera"
de Pet ersburgo. Se publicaron dos núm eros: el núm . 1 en febrero ( fechado enero) de
1897, y se im prim ió a m im eógrafo en Rusia con un t iraj e de 300 a 400 ej em plares, y
el núm . 2 apareció en Ginebra, en sept iem bre de 1897.
[ 24]
Rabóchaia Gasiet a ( Gacet a Obrera ) . Órgano ilegal del grupo
socialdem ócrat a de Kiev. Se publicaron dos núm eros: el núm . 1 en agost o de 1897 y el
núm . 2 en diciem bre ( con fecha noviem bre) del m ism o año. El Prim er Congreso del
P.O.S.D.R. proclam ó a Rabóchaia Gasiet a, órgano oficial del Part ido. Después del
Congreso, el periódico no volvió a aparecer, pues la policía asalt ó la im prent a y los
m iem bros del Com it é Cent ral fueron det enidos.
[ 25]
La reunión privada que cit a Lenin se realizó en Pet ersburgo ent re el 14 y el
17 de febrero ( 26 de febrero y 1ƒ de m arzo) de 1897. Asist ieron a ella V. I . Lenin, A.
A. Vaniéiv, G. M. Krzhizhanovski y ot ros m iem bros de la " Unión de Lucha por la
Em ancipación de la Clase Obrera" de Pet ersburgo, o sea, los " viej os" , puest os en
libert ad provisional por un t érm ino de t res días ant es de ser deport ados a Siberia, y los
" j óvenes" que dirigían la " Unión de Lucha" después del arrest o de Lenin.
[ 26]
List ok Rabót nika ( Hoj a del Obrero ) . Fue publicado en Ginebra de 1896 a
1899 por la " Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero" . Se edit aron lo
núm eros: los núm s. del 1 al 8 fueron publicados baj o la redacción del grupo
" Em ancipación del Trabaj o" . Después del viraj e de la m ayoría de los m iem bros de la
" Unión" hacia el " econom ism o" , el grupo " Em ancipación del Trabaj o" se negó a
cont inuar su redacción. Los núm s. 9 y 10 fueron publicados por la nueva redacción
designada por la " Unión" .
[ 27]
El art ículo de V. I .- n - - el art ículo de V. P. I vanshin.
[ 28]
V. V. - - Seudónim o de V. P. Voront sov, uno de los ideólogos del populism o
liberal de las décadas oct ava y novena del siglo XI X. Lenin llam a "los V. V. de la
socialdem ocracia rusa " a los " econom ist as" , que represent aban la t endencia
oport unist a dent ro de la socialdem ocracia rusa.
[ 29]
Los sindicat os de Hirsch y Duncker fueron fundados en 1868 por los
liberales burgueses alem anes Hirsch y Duncker, quienes predicaban la " arm onía ent re
los int ereses de clase" ; con est o desviaban a los obreros de su lucha revolucionaria de
clase cont ra la burguesía y lim it aban las t areas de m ovim ient o sindical a la acción en
las caj as m ut uales y en las organizaciones de caráct er cult ural- educat ivo.
[ 30]
Nacanunie ( La Víspera ) , revist a de orient ación populist a publicada en
ruso, en Londres, desde enero de 1899 hast a febrero de 1902. Aparecieron 37
núm eros. La revist a agrupo en t orno suyo a los represent ant es de diversos part idos
pequeñoburgueses.
[ 31]
Con el seudónim o N. Bílt ov, G. V. Plej ánov publicara legalm ent e en 1895,
en Pet ersburgo, su conocido libro Cont ribución al problem a del desarrollo de la
concepción m onist a de la hist oria.
40
[ 32]
Se refiere a la sát ira en verso t it ulada " Him no del m oderno socialist a ruso" ,
publicada en el núm . I de Sariá ( abril de 1901) baj o la firm a de Narciso Tuporilov, en
la que se ridiculiza a los " econom ist as" y su facilidad para adapt arse al m ovim ient o
espont áneo. El aut or de est os versos es I . O. Márt ov.
41
CAPI TULO I I I
POLÍ TI CA TRAD EUN I ON I STA Y POLÍ TI CA SOCI ALD EM ÓCRATA
Com enzarem os una vez m ás haciendo un elogio de Rabócheie Dielo. En
su núm ero 10 publica un art ículo de Mart ínov sobre las discrepancias con I skra,
t it ulado Las publicaciones de denuncias y la lucha prolet aria. " No podem os lim it arnos a
denunciar el est ado de cosas que ent orpece su desarrollo ( el del part ido obrero) .
Debem os t am bién hacernos eco de los int ereses inm ediat os y cot idianos del
prolet ariado" ( Pág. 63) . Así form ula Mart ínov la esencia de esas discrepancias. "I skra…
es de hecho el órgano de la oposición revolucionaria, que denuncia el est ado de cosas
reinant e en nuest ro país y, principalm ent e, el régim en polít ico… Nosot ros, en cam bio,
t rabaj am os y seguirem os t rabaj ando por la causa obrera en est recha conexión
orgánica con la lucha prolet aria" ( I bíd.) . Es forzoso agradecer a Mart ínov est a fórm ula.
Adquiere un not able int erés general, porque, en el fondo, no abarca sólo, ni m ucho
m enos, nuest ras discrepancias con R. Dielo: abarca t am bién, en general, t odas las
discrepancias exist ent es ent re nosot ros y los " econom ist as" respect o a la lucha
polít ica. Hem os dem ost rado ya que los " econom ist as" no niegan en absolut o la
" polít ica" , sino que únicam ent e se desvían a cada paso de la concepción
socialdem ócrat a de la polít ica hacia la concepción t radeunionist a. De la m ism a m anera
se desvía Mart ínov, y por eso est arem os dispuest os a t om arlo por m odelo de las
aberraciones econom ist as en est a cuest ión. Trat arem os de dem ost rar que nadie podrá
ofenderse con nosot ros por est a elección: ni los aut ores del Suplem ent o especial de
" Rabóchaya Mysl" , ni los aut ores del Llam am ient o del Grupo de Aut oem ancipación, ni
los aut ores de la cart a " econom ist a" publicada en el núm . 12 de I skra.
a . La a git a ción polít ica y su r e st r icción por los e conom ist a s
Todo el m undo sabe que la lucha económ ica ( * ) de los obreros rusos
alcanzó gran ext ensión y se consolidó a la par con la aparición de " publicaciones" de
denuncias económ icas ( concernient es a las fábricas y los oficios) . El cont enido principal
de las " oct avillas" consist ía en denunciar la sit uación exist ent e en las fábricas, y ent re
los obreros se desencadenó pront o una verdadera pasión por est as denuncias. En
cuant o los obreros vieron que los círculos socialdem ócrat as querían y podían
proporcionarles hoj as de nuevo t ipo –que les decían t oda la verdad sobre su vida
m iserable, su t rabaj o increíblem ent e penoso y su sit uación de parias - , com enzaron a
inundarlos, por decirlo así, de cart as de las fábricas y los t alleres. Est as " publicaciones,
de denuncias" causaban inm ensa sensación t ant o en las fábricas cuyo est ado de cosas
fust igaban com o en t odas las dem ás a las que llegaban not icias de los hechos
denunciados. Y puest o que las necesidades y las desgracias de los obreros de dist int as
em presas y de diferent es oficios t ienen m ucho de com ún, la " verdad sobre la vida
obrera" ent usiasm aba a t odos. Ent re los obreros m ás at rasados e propagó una
verdadera pasión por " ser publicado" , pasión noble por est a form a em brionaria de
guerra cont ra t odo el sist em a social m oderno, basado en el pillaj e y la opresión. Y las
" oct avillas" , en la inm ensa m ayoría de los casos, eran de hecho una declaración de
guerra, pues la denuncia producía un efect o t erriblem ent e excit ant e, m ovía a t odos los
obreros a reclam ar que se pusiera fin a los escándalos m ás flagrant es y los disponía a
defender sus reivindicaciones por m edio de huelgas. Los propios fabricant es t uvieron,
en fin de cuent as, que reconocer hast a t al punt o la im port ancia de est as oct avillas
com o declaración de guerra, que, m uy a m enudo, ni siquiera querían esperar a que
em pezase la guerra. Las denuncias, com o ocurre siem pre, t enían fuerza por el m ero
hecho de su aparición y adquirían el valor de una poderosa presión m oral. Más de una
42
vez bast ó con que apareciera una oct avilla para que las reivindicaciones fuesen
sat isfechas t ot al o parcialm ent e. En una palabra, las denuncias económ icas ( fabriles)
han sido y son un resort e im port ant e de la lucha económ ica. Y seguirán conservando
est a im port ancia m ient ras exist a el capit alism o, que origina necesariam ent e la
aut odefensa de los obreros. En los países europeos m ás adelant ados se puede
observar, incluso hoy, que las denuncias de escándalos en alguna " indust ria de oficio"
de un rincón perdido o en alguna ram a del t rabaj o a dom icilio, olvidada de t odas, se
conviert en en punt o de part ida para despert ar la conciencia de clase, para iniciar la
lucha sindical y la difusión del socialism o( * * ) .
Durant e los últ im os t iem pos, la inm ensa m ayoría de los socialdem ócrat as
rusos han est ado absorbida casi ent eram ent e por est a labor de organización de las
denuncias de los abusos com et idos en las fábricas. Bast a con recordar Rab. Mysl para
ver a qué ext rem o había llegado esa absorción y cóm o se olvidaba que sem ej ant e
act ividad, por sí sola, no era aún, en el fondo, socialdem ócrat a, sino sólo
t radeunionist a. En realidad, las denuncias no se referían m ás que a las relaciones de
los obreros de un oficio det erm inado con sus pat ronos respect ivos, y lo único que
lograban era que los vendedores de la fuerza de t rabaj o aprendieran a vender a m ej or
precio est a " m ercancía" y a luchar cont ra los com pradores en el t erreno de las
t ransacciones puram ent e com erciales. Est as denuncias podían convert irse ( siem pre
que las aprovechara en ciert o grado la organización de los revolucionarios) en punt o de
part ida y elem ent o int egrant e de la act ividad socialdem ócrat a, pero podían conducir
t am bién ( y, con el cult o a la espont aneidad, debían conducir) a la lucha
" exclusivam ent e sindical" y a un m ovim ient o obrero no socialdem ócrat a. La
socialdem ocracia dirige la lucha de la clase obrera no sólo para conseguir vent aj osas
condiciones de vent a de la fuerza de t rabaj o, sino para dest ruir el régim en social que
obliga a los desposeídos a venderse a los ricos. La socialdem ocracia represent a a la
clase obrera en sus relaciones no sólo con un grupo det erm inado de pat ronos, sino con
t odas las clases de la sociedad cont em poránea, con el Est ado com o fuerza polít ica
organizada. Se com prende, por t ant o, que, lej os de poder lim it arse a la lucha
económ ica, los socialdem ócrat as no pueden ni adm it ir que la organización de
denuncias económ icas const it uya su act ividad predom inant e. Debem os em prender una
int ensa labor de educación polít ica de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia
polít ica. Ahora, después del prim er em bat e de Zariá e I skra cont ra el " econom ism o" ,
" t odos est án de acuerdo" con eso ( aunque algunos lo est án sólo de palabra, com o
verem os enseguida) .
Cabe pregunt ar: ¿en qué debe consist ir la educación polít ica? ¿Podem os
lim it arnos a propagar la idea de que la clase obrera es host il a la aut ocracia? Est á claro
que no. No bast a con explicar la opresión polít ica de que son obj et o los obreros ( de la
m ism a m anera que era insuficient e explicarles el ant agonism o ent re sus int ereses y los
de los pat ronos) . Hay que hacer agit ación con m ot ivo de cada hecho concret o de esa
opresión ( com o hem os em pezado a hacerla con m ot ivo de las m anifest aciones
concret as de opresión económ ica) . Y puest o que las m ás diversas clases de la sociedad
son víct im as de est a opresión, puest o que se m anifiest a en los m ás diferent es ám bit os
de la vida y de la act ividad sindical, cívica, personal, fam iliar, religiosa, cient ífica, et c.,
¿no es evident e que incum pliríam os nuest ra m isión de desarrollar la conciencia polít ica
de los obreros si no asum iéram os la t area de organizar una cam paña de denuncias
polít icas de la aut ocracia en t odos los aspect os? Porque para hacer agit ación con
m ot ivo de las m anifest aciones concret as de la opresión es preciso denunciar esas
m anifest aciones ( lo m ism o que arpa hacer agit ación económ ica era necesario
denunciar los abusos com et idos en las fábricas) .
43
Podría creerse que est o est á claro. Pero aquí precisam ent e result a que
sólo de palabra est án " t odos" de acuerdo con que es necesario desarrollar la conciencia
polít ica en t odos su aspect os. Aquí precisam ent e result a que Rab. Dielo, por ej em plo,
lej os de asum ir la t area de organizar denuncias polít icas en t odos los aspect os ( o
com enzar su organización) , se ha puest o a arrast rar hacia at rás t am bién a I skra, que
había iniciado esa labor. Escuchen: " La lucha polít ica de la clase obrera es sólo"
( precisam ent e no es sólo) " la form a m ás desarrollada, am plia y eficaz de la lucha
económ ica" ( program a de Rab. Dielo: véase su núm ero 1, Pág. 3) . " En la act ualidad,
los socialdem ócrat as t ienen plant eada la t area de dar a la lucha económ ica m ism a, en
la m edida de lo posible, un caráct er polít ico" ( Mart inóv en el núm . 10, Pág. 42) . " La
lucha económ ica es el m edio que se puede aplicar con la m ayor am plit ud para
incorporar a las m asas a la lucha polít ica act iva" ( Resolución del Congreso de la Unión
y " enm iendas" : Dos congresos, Pág. 11 y 17) : com o ve el lect or, Rab. Dielo est á
im pregnado de t odas est as t esis desde su aparición hast a las últ im as " inst rucciones a
la redacción" , y t odas ellas expresan, evident em ent e, un m ism o parecer de la agit ación
y la lucha polít icas. Analicen, pues, est e parecer desde el punt o de vist a de la opinión,
dom inant e ent re t odos los " econom ist as" , de que la agit ación polít ica debe seguir a la
económ ica. ¿Será ciert o que la lucha económ ica es, en general( * * * ) , " el m edio que se
puede aplicar con la m ayor am plit ud" para incorporar a las m asas a la lucha polít ica?
Es falso por com plet o. Medios " que se pueden aplicar" con no m enos " am plit ud" para
t al " incorporación" son t odas y cada una de las m anifest aciones de la opresión
policíaca y de la arbit rariedad aut ocrát ica, pero en m odo alguno sólo las
m anifest aciones ligadas a la lucha económ ica. ¿Por qué los j efes de los zem st vos y los
cast igos corporales de los cam pesinos, las concusiones de los funcionarios y el t rat o
que da la policía a la " plebe" de las ciudades, la lucha con los ham brient os y la
persecución de los deseos de inst rucción y de saber que sient e el pueblo, la exacción
de t ribut os y la persecución de las sect as religiosas, el adiest ram ient o de los soldados
a baquet azos y el t rat o cuart elero que se da a los est udiant es y los int elect uales
liberales; por qué t odas est as m anifest aciones de opresión y m iles de ot ras análogas,
que no t ienen relación direct a con la lucha " económ ica" , han de ser en general m edios
y m ot ivos " que se pueden aplicar" con m enos " am plit ud" para hacer agit ación polít ica,
para incorporar a las m asas a la lucha polít ica? Todo lo cont rarios: es indudable que,
en la sum a t ot al de casos cot idianos en que el obrero ( él m ism o o sus allegados) est á
falt o de derechos o sufre de la arbit rariedad y la violencia , sólo una pequeña m inoría
son casos de opresión policíaca en la lucha sindical. ¿Para qué rest ringir de ant em ano
la envergadura de la agit ación polít ica y declarar que se " puede aplicar con m ás
am plit ud" sólo uno de los m edios, al lado del cual, deben hallarse, para un
socialdem ócrat a, ot ros que, hablando en general, " pueden aplicarse" con no m enos
" am plit ud" ?
En t iem pos m uy, m uy rem ot os ( ¡hace un año! …) , Rab. Dielo decía: " Las
reivindicaciones polít icas inm ediat as se hacen asequibles a las m asas después de una
huelga o, a lo sum o, de varias huelgas" , " en cuant o el gobierno em plea la policía y la
gendarm ería" ( núm . 7, Pág. 15 de agost o de 1900) . Ahora, est a t eoría oport unist a de
las fases ha sido ya rechazada por la Unión, la cual nos hace una concesión al declarar
que " no hay ninguna necesidad de desarrollar desde el com ienzo m ism o la agit ación
polít ica exclusivam ent e sobre el t erreno económ ico" ( Dos congresos, Pág. 11) . ¡Por
est e solo hecho el fut uro hist oriador de la socialdem ocracia rusa verá m ej or que por
los m ás largos razonam ient os hast a qué punt o han envilecido el socialism o nuest ros
" econom ist as" ! Pero ¡qué ingenuidad la de la Unión im aginarse que, a cam bio de est a
renuncia a una form a de rest ricción de la polít ica, podía llevársenos a acept ar ot ra
form a de rest ricción! ¿No hubiera sido m ás lógico decir, t am bién en est e caso, que se
debe desarrollar con la m ayor am plit ud posible la lucha económ ica, que es preciso
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ut ilizarla siem pre para la agit ación polít ica, pero que " no hay ninguna necesidad" de
ver en la lucha económ ica el m edio que se puede aplicar con m ás am plit ud para
incorporar a las m asas a la lucha polít ica act iva?
La Unión at ribuye im port ancia al hecho de haber sust it uido con las
palabras " el m edio que se puede aplicar con la m ayor am plit ud" la expresión " el m ej or
m edio" , que figura en la resolución correspondient e del I V Congreso de la Unión
Obrera Hebrea ( Bund) . Nos veríam os, efect ivam ent e, en un apriet o si t uviésem os que
decir cuál de est as dos resoluciones es m ej or: a nuest ro j uicio, las dos son peores.
Tant o la Unión com o el Bund se desvían en est e caso ( en part e, quizá, hast a
inconscient em ent e, baj o la influencia de la t radición) hacia una int erpret ación
econom ist a, t radeunionist a, de la polít ica. En el fondo, las cosas no cam bian en nada
con que est a int erpret ación se haga em pleando la palabrej a " el m ej or" o la expresión,
" el que se puede aplicar con la m ayor am plit ud" . Si la Unión dij era que " la agit ación
polít ica sobre el t erreno económ ico" es el m edio aplicado con la m ayor am plit ud ( y no
" aplicable" ) , t endría razón respect o a aciert o período de desarrollo de nuest ro
m ovim ient o
socialdem ócrat a.
Tendría
razón
precisam ent e
respect o
a
los
" econom ist as" , respect o a m uchos m ilit ant es práct icos ( si no a la m ayoría de ellos) de
1898 a 1901, pues esos práct icos- " econom ist as" aplicaron, en efect o, la agit ación
polít ica ( ¡en el grado en que, en general, la aplicaban! ) casi exclusivam ent e en el
t erreno económ ico. ¡Sem ej ant e agit ación polít ica era acept ada y hast a recom endada,
com o hem os vist o, t ant o por Rab. Mysl com o por el Grupo de Aut oem ancipación! Rab.
Dielo debería haber condenado resuelt am ent e el hecho de que la obra út il de la
agit ación económ ica fuera acom pañada de una rest ricción nociva de la lucha polít ica;
pero, en vez de hacer eso, declara que ¡el m edio m ás aplicado ( por los "econom ist as" )
es el m edio m ás aplicable! No es de ext rañar que est os hom bres, cuando los t ildam os
de " econom ist as" , no encuent ren ot ra salida que ponernos de vuelt a y m edia,
llam ándonos
" em baucadores" ,
" desorganizadores" ,
" nuncios
del
Papa"
y
" calum niadores" ( * * * * ) ; no encuent ren ot ra salida que llorar ant e t odo el m undo,
diciendo que les hem os inferido una at roz afrent a, y declarar casi baj o j uram ent o que
" ni una sola organización socialdem ócrat a peca hoy de " econom ism o" " ( * * * * * ) . ¡Ah,
esos calum niadores, esos m alignos polít icos! ¿No habrán invent ado adrede t odo el
" econom ism o" para inferir a la gent e, por sim ple odio a la hum anidad, at roces
afrent as?
¿Qué sent ido concret o, real, t iene en labios de Mart ínov plant ear ant e la
socialdem ocracia la t area de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" ? La
lucha económ ica es una lucha colect iva de los obreros cont ra los pat ronos por
conseguir vent aj osas condiciones de vent a de la fuerza del t rabaj o, por m ej orar las
condiciones de t rabaj o y de vida de los obreros. Est a lucha es, por necesidad, una
lucha sindical, porque las condiciones de t rabaj o son m uy diferent es en los dist int os
oficios y, en consecuencia, la lucha orient ada a m ej orar est as condiciones t iene que
sost enerse forzosam ent e por oficios ( por los sindicat os de Occident e, por asociaciones
sindicales de caráct er provisional y por m edio de oct avillas en Rusia, et c.) . Dar a la
" lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" significa, pues, conquist ar esas
reivindicaciones profesionales, ese m ej oram ient o de las condiciones de t rabaj o en los
oficios son " m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" ( com o se expresa Mart ínov en la
página siguient e, 43, de su art ículo) . Y eso es precisam ent e lo que hacen y han hecho
siem pre t odos los sindicat os obreros. Repasen la obra de los esposos Webb, serios
erudit os ( y " serios" oport unist as) , y verán que los sindicat os obreros ingleses han
com prendido y cum plen desde hace ya m ucho la t area de " dar a la lucha económ ica
m im a un caráct er polít ico" ; luchan desde hace m ucho por el derecho de huelga, por la
supresión de t odos los obst áculos j urídicos que se oponen al m ovim ient o cooperat ivist a
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y sindical, por la prom ulgación de leyes de prot ección de la m uj er y del niño, por el
m ej oram ient o de las condiciones de t rabaj o m ediant e una legislación sanit aria y fabril,
et c.
¡Así pues, t ras la pom posa frase de " dar a la lucha económ ica m ism a un
caráct er polít ico" , que suena con " t erribles" hondura de pensam ient o y espírit u
revolucionario, se ocult a, en realidad, la t endencia t radicional a rebaj ar la polít ica
socialdem ócrat a al nivel de polít ica t radeunionist a! So pret ext o de rect ificar la
unilat eralidad de I skra, que considera m ás im port ant e –fíj ense en est o – "revolucionar
el dogm a que revolucionar la vida" ( * * * * * * ) , nos ofrecen com o algo nuevo la lucha por
reform as económ icas. En efect o, el único cont enido, absolut am ent e el único, de la
frase " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" es la lucha por reform as
económ icas. Y el m ism o Mart ínov habría podido llegar a est a sim ple conclusión si
hubiese profundizado com o es debido en la significación de sus propias palabras.
" Nuest ro part ido –dice, enfilando su art illería m ás pesada cont ra I skra – podría y
debería present ar al gobierno reivindicaciones concret as de m edidas legislat ivas y
adm inist rat ivas cont ra la explot ación económ ica, cont ra el desem pleo, cont ra el
ham bre, et c." ( R. D., núm . 10, Pág. 42- 43) . Reivindicar m edidas concret as, ¿no es,
acaso, reclam ar reform as sociales? Y pregunt am os una vez m ás a los lect ores
im parciales: ¿calum niam os a los rabochediélent si( * * * * * * * ) ( ¡que m e perdonen est a
palabrej a poco feliz hoy en boga! ) al calificarlos de bernst einianos velados cuando
present an, com o discrepancia suya con I skra, la t esis de que es necesaria la lucha por
reform as económ icas?
La socialdem ocracia revolucionaria siem pre ha incluido e incluye en sus
act ividades la lucha por las reform as. Pero no ut iliza la agit ación " económ ica"
exclusivam ent e para reclam ar del gobierno t oda clase de m edidas: la ut iliza t am bién ( y
en prim er t érm ino) para exigir que dej e de ser un gobierno aut ocrát ico. Adem ás,
considera su deber present ar al gobierno est a exigencia no sólo en el t erreno de la
lucha económ ica, sino asim ism o en el t erreno de t odas las m anifest aciones en general
de la vida sociopolít ica. En una palabra, subordina la lucha por las reform as com o la
part e al t odo, a la lucha revolucionaria por la libert ad y el socialism o. En cam bio,
Mart ínov resucit a en una form a dist int a la t eoría de las fases, t rat ando de prescribir
infaliblem ent e la vía económ ica, por decirlo así, del desarrollo de la lucha polít ica. Al
propugnar en un m om ent o de efervescencia revolucionaria que la lucha por reform as
es una " t area" especial, arrast ra al part ido hacia at rás y hace el j uego al oport unism o
" econom ist a" y liberal.
Prosigam os. Después de ocult ar púdicam ent e la lucha por las reform as
t ras la pom posa t esis de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" ,
Mart ínov present a com o algo especial únicam ent e las reform as económ icas ( e incluso
sólo las reform as fabriles) . I gnoram os por qué lo ha hecho. ¿Quizá por descuido? Pero
si hubiera t enido en cuent a no sólo las reform as " fabriles" , perdería t odo sent ido la
t esis ent era suya que acabam os de exponer. ¿Tal vez porque est im a posible y probable
que el gobierno haga " concesiones" únicam ent e en el t erreno económ ico?( * * * * * * * * )
De ser así, result aría un error ext raño. Las concesiones son posibles, y se hacen a
veces t am bién en el ám bit o de la legislación sobre cast igos corporales, pasaport es,
pagos de rescat e , sect as religiosas, censura, et c., et c. Las concesiones " económ icas"
( o seudoconcesiones) , son sin duda, las m ás barat as y las m ás vent aj osas para el
gobierno, pues espera ganarse con ellas la confianza de las m asas obreras. Mas por
eso m ism o nosot ros, los socialdem ócrat as, en m odo alguno debem os dar lugar, ni
absolut am ent e con nada, a la opinión ( o a la equivocación) de que apreciam os m ás las
reform as económ icas, de que les concedem os una im port ancia singular, et c. " Est as
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reivindicaciones –dice Mart ínov, refiriéndose a las reivindicaciones concret as de
m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas form uladas por él ant es –no serían palabras
vanas, puest o que, al prom et er ciert os result ados palpables podrían ser apoyadas
act ivam ent e por la m asa obrera" … No som os " econom ist as" , ¡oh, no! ¡Únicam ent e nos
hum illam os a los pies de la " palpabilidad" de result ados concret os con t ant o servilism o
com o lo hacen los señores Bernst ein, Prokopóvich, St ruve, R. M. y t ut t i quant i!
¡Únicam ent e dam os a ent ender ( con Narciso Tuporílov) que cuant o no " prom et e
result ados palpables" son " palabras vanas" ! ¡No hacem os sino expresarnos com o si la
m asa obrera fuera incapaz ( y no hubiese dem ost rado su capacidad, pese a los que le
im put an su propio filist eísm o) de apoyar act ivam ent e t oda prot est a cont ra la
aut ocracia, incluso la que no le prom et e absolut am ent e ningún result ado palpable!
Tom em os aunque sólo sean los m ism os ej em plos cit ados por el propio
Mart ínov acerca de las " m edidas" cont ra el desem pleo y el ham bre. Mient ras Rab. Dielo
se ocupa, según prom et e, de est udiar y elabora " reivindicaciones concret as ( ¿en form a
de proyect os de ley?) de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" que " prom et an
result ados palpables" , I skra, " que considera siem pre m ás im port ant e revolucionar el
dogm a que revolucionar la vida" , ha t rat ado de explicar el nexo indisoluble que une el
desem pleo con t odo el régim en capit alist a, advirt iendo que " el ham bre es inm inent e" ,
denunciando " la lucha de la policía cont ra los ham brient os" , así com o el indignant e
Reglam ent o provisional de t rabaj os forzados, y Zariá ha publicado en separat a com o
follet o de agit ación, la part e de su Crónica de la vida int erior dedicada al ham bre. Pero,
Dios m ío, ¡qué " unilat erales" han sido esos ort odoxos de incorregible est rechez, esos
dogm át icos sordos a los im perat ivos de la " vida m ism a" ! ¡Ni uno solo de sus art ículos
ha cont enido - ¡qué horror! – ni una sola, ¡im agínense ust edes! , ni siquiera una sola
" reivindicación concret a" que " prom et a result ados palpables" ! ¡Desgraciados
dogm át icos! ¡Hay que llevarlos a aprender de los Krichevski y los Mart ínov para que se
convenzan de que la t áct ica es el proceso del crecim ient o, de lo que crece, et c., de que
es necesario dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico!
" La lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno
( ¡¡" lucha económ ica cont ra el gobierno" ! ! ) , adem ás de su significado revolucionario
direct o, t iene t am bién ot ro: incit a const ant em ent e a los obreros a pensar en su falt a
de derecho polít icos" ( Mart ínov, Pág. 44) . Si hem os reproducido est e pasaj e no es para
repet ir por cent ésim a o m ilésim a vez lo que hem os dicha ya ant es, sino para agradecer
de m anera especial a Mart ínov est a nueva y excelent e fórm ula " La lucha económ ica de
los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno" . ¡Qué m aravilla! Con qué inim it able
t alent o, con qué m agist ral elim inación de t odas las discrepancias parciales y diferencia
de m at ices ent re los " econom ist as" t enem os expresada aquí, en su post ulado conciso y
claro, t oda la esencia del " econom ism o" , com enzando por el llam am ient o a los obreros
a sost ener " la lucha polít ica en aras del int erés general, para m ej orar la sit uación de
t odos los obreros" [ Rabóchaya Mysl, Suplem ent o especial, Pág. 14] , siguiendo luego
con la t eoría de las fases y t erm inado con la resolución del congreso sobre el m edio
" aplicable con la m ayor am plit ud" , et c. " La lucha económ ica cont ra el gobierno" es
precisam ent e polít ica t radeunionist a, que est á m uy lej os, lej ísim a, de la polít ica
socialdem ócrat a.
b. D e cóm o M a r t ínov ha pr ofundiz a do a Ple j á nov
" ¡Cuánt os Sénecas socialdem ócrat as han aparecido últ im am ent e en
nuest ro país! " , observó ciert o día un cam arada, refiriéndose a la asom brosa inclinación
de m ucha gent e propensa al " econom ism o" a alcanzar indefect iblem ent e con " su
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propia int eligencia" las grandes verdades ( por ej em plo, que la lucha económ ica incit a a
los obreros a pensar en su falt a de derechos) , desconociendo con m agnífico desdén de
genios innat os cuánt o ha proporcionado ya el desarrollo ant erior del pensam ient o
revolucionario y del m ovim ient o revolucionario. Un genio innat o de est a índole es
precisam ent e Séneca- Mart ínov. Den un vist azo a su art ículo Problem as inm ediat os y
verán cóm o llega con " su propio ent endim ient o" a cosas dichas hace ya m ucho por
Axelrod ( al que nuest ro Séneca, com o es nat ural, silencia por com plet o) ; cóm o
em pieza, por ej em plo, a com prender que no podem os pasar por alt o la oposición de
t ales o cuales sect ores de la burguesía ( Rabócheie Dielo, núm . 9, Pág. 61, 62, 71;
com párese con la Respuest a de la redacción de R. D. a Axelrod, Pág. 22, 23- 24) , et c.
pero - ¡ay! – sólo " llega" y no pasa de " em pezar" , ya que, a pesar de t odo, no ha
com prendido aún las ideas de Axelrod hast a el punt o de que habla de " lucha
económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" . Rab. Dielo ha venido acum ulando
fuerzas durant e t res años ( de 1898 a 1901) para com prender a Axelrod y, pese a ello
¡no lo ha com prendido! ¿Quizás t am bién se deba est o a que la socialdem ocracia, " a
sem ej anza de la hum anidad" , se plant ea siem pre únicam ent e t areas realizables?
Pero los Sénecas no se dist inguen sólo porque ignoran m uchas cosas
( ¡eso sería una desgracia a m edias! ) , sino t am bién porque no ven su ignorancia. Eso
es ya una verdadera desgracia, y est a desgracia los m ueve a em prender en el act o la
labor de " profundizar" a Plej ánov.
" Desde que Plej ánov escribió el follet o cit ado ( Las t areas de los
socialist as en la lucha cont ra el ham bre en Rusia) ha corrido m ucho agua baj o los
puent es –cuent a Séneca- Mart ínov - . Los socialdem ócrat as, que en el t ranscurso de
diez años han dirigido la lucha económ ica de la clase obrera…, no han t enido aún
t iem po de ofrecer una am plia argum ent ación t eórica de la t áct ica del part ido. Hoy est a
cuest ión ha m adurado, y si quisiéram os ofrecer esa argum ent ación t eórica,
t endríam os, sin duda, que profundizar considerablem ent e los principios t áct icos
desarrollados en su t iem po por Plej ánov… Ahora t endríam os que definir la diferencia
ent re la propaganda y la agit ación de una m anera dist int a a com o lo hizo Plej ánov"
( Mart ínov acaba de cit ar las palabras de Plej ánov: " El propagandist a com unica m uchas
ideas a una sola o a varias personas, m ient ras que el agit ador com unica una sola idea
o un pequeño núm ero de ideas, pero, en cam bio, a t oda una m ult it ud" ) . " Nosot ros
ent enderíam os por propaganda la explicación revolucionaria de t odo el régim en act ual
o de sus m anifest aciones parciales, indiferent em ent e de que se haga en una form a
accesible sólo para algunas personas o para la m ult it ud. Por agit ación, en el sent ido
est rict o de la palabra ( ¡sic! ) , ent enderíam os el llam am ient o dirigido a las m asas para
ciert as acciones concret as, la ayuda a la int ervención revolucionaria direct a del
prolet ariado en la vida social" .
Felicit am os a la socialdem ocracia rusa –e int ernacional – por est a nueva
t erm inología m art inoviana, m ás est rict a y m ás profunda. Hast a ahora creíam os ( con
Plej ánov y con t odos los líderes del m ovim ient o obrero int ernacional) que sin un
propagandist a t rat a, por ej em plo, el problem a del desem pleo, debe explicar la
nat uraleza capit alist a de las crisis, m ost rar la causa que las hace inevit ables en la
sociedad act ual, exponer la necesidad de t ransform ar la sociedad capit alist a en
socialist a, et c. en una palabra, debe com unicar " m uchas ideas" , t ant as, que t odas ellas
en conj unt o podrán ser asim iladas en el act o sólo por pocas ( relat ivam ent e) personas.
En cam bio, el agit ador, al hablar de est e m ism o problem a, t om ará un ej em plo, el m ás
dest acado y m ás conocido de su audit orio –pongam os por caso, el de una fam ilia de
parados m uert a de inanición, el aum ent o de la m iseria, et c. – y, aprovechando ese
hecho conocido por t odos y cada uno, orient ará t odos sus esfuerzos a inculcar en la
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" m asa" una sola idea: la idea de cuán absurda es la cont radicción ent re el increm ent o
de la riqueza y el aum ent o de la m iseria; t rat ará de despert ar en la m asa el
descont ent o y la indignación cont ra est a flagrant e inj ust icia, dej ando al propagandist a
la explicación com plet a de est a cont radicción. Por eso, el propagandist a act úa
principalm ent e por m edio de la palabra im presa, m ient ras que el agit ador lo hace de
viva voz. Al propagandist a se le exigen cualidades dist int as que al agit ador. Así,
llam arem os propagandist as a Kaut sky y a Lafargue; agit adores, a Bebel y Guesde.
Pero segregar un t ercer t erreno o t ercera función de act ividad práct ica incluyendo en
est a función " el llam am ient o dirigido a las m asas para ciert as acciones concret as" ,
const it uye el m ayor desat ino, pues el " llam am ient o" , com o act o aislado, o es un
com plem ent o nat ural e inevit able del t rat ado t eórico, del follet o de propaganda y del
discurso de agit ación, o es una función net am ent e ej ecut iva. En efect o, t om em os, por
ej em plo, la lucha act ual de los socialdem ócrat as alem anes cont ra los aranceles
cerealist as. Los t eóricos escriben est udios sobre la polít ica aduanera y " llam an" ,
supongam os, a luchar por la conclusión de t rat ados com erciales y por libert ad de
com ercio; el propagandist a hace lo m ism o en una revist a, y el agit ador, en discursos
públicos. Las " acciones concret as" de las m asas consist en en est e caso en firm ar
pet iciones dirigidas al Reichst ag, reclam ando que no se eleven los aranceles
cerealist as. El llam am ient o a est a acción part e indirect am ent e de los t eóricos, los
propagandist as y los agit adores, y direct am ent e, de los obreros que recorren las
fábricas y las viviendas part iculares recogiendo firm as. Según la " t erm inología de
Mart ínov" , result a que Kaut sky y Bebel son propagandist as, y los port adores de las
list as de adhesión, agit adores. ¿No es así?
El ej em plo de los alem anes m e ha hecho recordar la palabra alem ana
Verballhornung, que t raducida lit eralm ent e significa " ballhornización" . Juan Ballhorn
fue un edit or de Leipzig del siglo XVI ; publicó un cant ón, en el que, siguiendo la
cost um bre, incluyó un dibuj o que represent aba un gallo, pero, en lugar de la est am pa
habit ual del gallo con espolones, figuraba uno sin espolones y con dos huevos al lado.
Y en la port ada del cant ón agregó: " Edición corregido de Juan Ballhorn" . Desde
ent onces, los alem anes dicen Verballhornung al referirse a una " enm ienda" que, de
hecho, em peora el original. Y no puede m enos de recordarse a Ballhorn al ver cóm o los
Mart ínov " profundizan" a Plej ánov…
¿Para qué ha " invent ado" nuest ro Séneca est e em brollo? Para dem ost rar
que I skra, " lo m ism o que Plej ánov hace ya unos quince años, prest a at ención a un solo
aspect o del asunt o" ( Pág. 52) . Si t raducim os est a últ im a frase del lenguaj e de Mart ínov
a un lenguaj e corrient e ( pues la hum anidad no ha t enido aún t iem po de adopt ar est a
t erm inología recién descubiert a) , result ará lo siguient e: en I skra, las t areas de
propaganda y agit ación polít icas relegan a segundo plano la t area de " present ar al
gobierno reivindicaciones concret as de m edidas legislat ivas y adm inist rat ivas" que
" prom et en ciert os result ados palpables" ( O, en ot ros t érm inos, reivindicaciones de
reform as sociales, si se nos perm it e em plear una vez m ás la viej a t erm inología de la
viej a hum anidad, que no ha llegado aún al nivel de Mart ínov) . Proponem os al lect or
que com pare con est a t esis la ret ahíla siguient e:
" En est os program as" ( los program as de los socialdem ócrat as
revolucionarios) "nos asom brará t am bién que coloquen et ernam ent e en prim er plano
las vent aj as de la act ividad de los obreros en el Parlam ent o ( que no exist e en nuest ro
país) dando de lado por com plet o ( a causa de su nihilism o revolucionario) la
im port ancia de la part icipación de los obreros en las asam bleas legislat ivas de los
fabricant es, asam bleas que sí exist en en nuest ro país, para discut ir asunt os de las
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fábricas… o aunque sólo sea, de la part icipación de los obreros en la aut ogest ión
urbana…"
El aut or de est a ret ahíla expresa de una m anera algo m ás direct a, clara
y franca la idea a que ha llegado con su propio ent endim ient o Séneca- Mart ínov. El
aut or es R. M., en le Suplem ent o especial de " Rabóchaya Mysl" ( Pág. 15) .
c. La s de nuncia s polít ica s y la ne ce sida d de " infundir a ct ivida d
r e voluciona r ia "
Al lanzar cont ra I skra su " t eoría" de " elevar la act ividad de la m asa
obrera" , Mart ínov ha puest o al descubiert o ¡de hecho! Su t endencia a rebaj ar est a
act ividad, pues ha declarado que el m edio preferible, de im port ancia singular,
" aplicable con la m ayor am plit ud" para prom overla y su cam po de operaciones es la
m ism a lucha económ ica, ant e la cual se han post rado t odos los " econom ist as" . Est e
error es caract eríst ico precisam ent e porque no es propio sólo de Mart ínov, ni m ucho
m enos. En realidad, se puede " elevar la act ividad de la m asa obrera" únicam ent e a
condición de que no nos lim it em os a hacer " agit ación polít ica sobre el t erreno
económ ico" . Y una de las condiciones esenciales para esa ext ensión indispensable de la
agit ación polít ica consist e en organizar denuncias polít icas om ním odas. Sólo con esas
denuncias pueden infundirse conciencia polít ica y act ividad revolucionaria a las m asas.
De ahí que est a act ividad sea una de las funciones m ás im port ant es de t oda la
socialdem ocracia int ernacional, pues ni siquiera la libert ad polít ica suprim e en lo m ás
m ínim o esas denuncias: lo único que hace es m odificar un t ant o su orient ación. Por
ej em plo, el part ido alem án afianza sus posiciones y ext iende su influencia, sobre t odo,
gracias a la persist ent e energía de sus cam pañas de denuncias polít icas. La conciencia
de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia polít ica si los obreros no
est án acost um brados a hacerse eco de t odos los casos de arbit rariedad y de opresión,
de t odos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las clases afect adas; a hacerse
eco, adem ás, desde el punt o de vist a socialdem ócrat a, y no desde algún ot ro.. la
conciencia de las m asas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los
obreros no aprenden –basándose en hechos y acont ecim ient os polít icos concret os y,
adem ás, act uales sin falt a – a observar a cada una de las ot ras clases sociales en
t odas las m anifest aciones de su vida int elect ual, m oral y polít ica; si no aprenden a
hacer un análisis m at erialist a y una apreciación m at erialist a de t odos los aspect os de la
act ividad y la vida de t odas las clases, sect ores y grupos de la población. Quien orient a
la at ención, la capacidad de observación y la conciencia de la clase obrera de m anera
exclusiva –o, aunque sólo sea con preferencia – hacia ella m ism a, no es un
socialdem ócrat a, pues el conocim ient o de la clase obrera por sí m ism a est á ligado de
m odo indisoluble a la com plet a claridad no sólo de los concept os t eóricos … o m ej or
dicho: no t ant o de los concept os t eóricos com o de las ideas, basadas en la experiencia
de la vida polít ica, sobre las relaciones ent re t odas las clases de la sociedad act ual. Por
eso es t an nociva y t an reaccionaria, dada su significación práct ica, la prédica de
nuest ros " econom ist as" de que la lucha económ ica es el m edio que se puede aplicar
con m ás am plit ud para incorporar a las m asas al m ovim ient o polít ico. Para llegar a ser
un socialdem ócrat a, el obrero debe form arse una idea clara de la nat uraleza económ ica
y de la fisonom ía social y polít ica del t errat enient e y del cura, del dignat ario y del
cam pesino, del est udiant e y del desclasado, conocer sus lados fuert es y sus punt os
flacos; saber orient arse ent re los m últ iples sofism as y frases en boga, con los que cada
clase y cada sect or social encubre sus apet it os egoíst as y su verdadera " ent raña" ;
saber dist inguir qué inst it uciones y leyes reflej an t ales o cuales int ereses y cóm o lo
hacen. Mas esa " idea clara" no se puede encont rar en ningún libro: pueden
proporcionarla únicam ent e las escenas de la vida y las denuncias, m ient ras los hechos
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est án recient es, de cuant o sucede alrededor nuest ro en un m om ent o dado; de lo que
t odos y cada uno hablan –o, por lo m enos, cuchichean – a su m anera; de lo que
revelan det erm inados acont ecim ient os, cifras, sent encias j udiciales, et c., et c., et c.
Est as denuncias polít icas om ním odas son condición indispensable y fundam ent al para
infundir act ividad revolucionaria a las m asas.
¿Por qué el obrero ruso m uest ra t odavía poca act ividad revolucionaria
frent e al salvaj ism o con que la policía t rat a al pueblo, frent e a las persecuciones de las
sect as, los cast igos corporales im puest os a los cam pesinos, los abusos de la censura,
las t ort uras de los soldados, la persecución de las iniciat ivas cult urales m ás
inofensivas, et c.? ¿No será porque la " lucha económ ica" no le " incit a a pensar" en ello,
porque le " prom et e" pocos " result ados palpables" , porque le ofrece pocos elem ent os
" posit ivos" ? No; sem ej ant e j uicio, repet im os, no es sino una t ent at iva de achacar las
culpas propias a ot ros, im put ar el filist eísm o propio ( y t am bién el bernst einianism o) a
la m asa obrera. Debem os culparnos a nosot ros m ism os, a nuest ro at raso con respect o
al m ovim ient o de las m asas, de no haber sabido aún organizar denuncias lo suficient e
am plias, brillant es y rápidas cont ra t odas esas ignom inias. Si lo hacem os ( y debem os y
podem os hacerlo) , el obrero m ás at rasado com prenderá o sent irá que le est udiant e y
el m iem bro de una sect a religiosa, el m uj ik y el escrit or son vej ados y at ropellados por
esa m ism a fuerza t enebrosa que t ant o le oprim e y le soj uzga a él en cada paso de su
vida. Al sent irlo, él m ism o querrá reaccionar, sent irá un deseo incont enible de hacerlo;
y ent onces sabrá arm ar hoy un escándalo a los censores, m anifest arse m añana ant e la
casa del gobernador que haya sofocado un levant am ient o cam pesino, dar pasado
m añana una lección a los gendarm es con sot ana que desem peñan la función del Sant o
Oficio, et c. Hem os hecho t odavía m uy poco, casi nada, para lanzar ent re las m asas
obreras denuncias om ním odas y act uales. Muchos de nosot ros ni siquiera
com prendem os aún est a obligación suya y seguim os espont áneam ent e t ras la
" m onót ona lucha cot idiana" en el est recho m arco de la vida fabril. En t ales condiciones
decir que " I skra t iene la t endencia a rebaj ar la im port ancia dela m archa ascendent e de
la m onót ona lucha cot idiana, en com paración con la propaganda de ideas brillant es y
acabadas" ( Mart ínov, Pág. 61) , significa arrast ra al part ido hacia at rás, defender y
ensalzar nuest ra falt a de preparación, nuest ro at raso.
En lo que respect a al llam am ient o a las m asas para la acción, ést e
surgirá por sí m ism o siem pre que haya enérgica agit ación polít ica y denuncias vivas y
aleccionadoras. Pillar a alguien en flagrant e delit o y est igm at izarlo en el act o ant e t odo
el m undo y en t odas part es es m ás eficaz de cualquier " llam am ient o" e influye a veces
de t al m odo que después es incluso im posible decir con exact it ud quién " llam ó" a la
m uchedum bre y quién propuso t al o cual plan de m anifest ación, et c. Se puede llam ar a
una acción – en el sent ido concret o de la palabra, y no en el sent ido general – sólo en
el lugar m ism o donde la acción se lleve a cabo; y puede hacerlo únicam ent e quien va a
obrar en el act o. Y nuest ra m isión de publicist as socialdem ócrat as consist e en ahondar,
ext ender e int ensificar las denuncias polít icas y la agit ación polít ica.
A propósit o de los " llam am ient os" . "I skra" fue el único órgano que, ant es
de los sucesos de la prim avera, llam ó a los obreros a int ervenir de m odo act ivo en una
cuest ión – el aislam ient o forzoso de est udiant es – que no prom et ía absolut am ent e
ningún result ado palpable al obrero. Nada m ás publicarse la disposición del 11 de
enero sobre " el aislam ient o forzoso de cient o ochent a y t res est udiant es para hacer el
servicio" , I skra insert ó un art ículo sobre est e hecho ( núm . 2, febrero) y, ant es de que
com enzara t oda m anifest ación, llam ó con claridad " a los obreros a acudir en ayuda de
los est udiant es" , llam ó al " pueblo" a cont est ar públicam ent e al insolent e desafío del
gobierno. Pregunt am os a t odos y cada uno: ¿cóm o explicar la not able circunst ancia de
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que, hablando t ant o de " llam am ient os" y dest acando los " llam am ient os" incluso com o
una form a especial de act ividad, Mart ínov no haya m encionado para nada est e
llam am ient o? ¿No será filist eísm o, después de t odo, la declaración de Mart ínov de que
I skra es unilat eral porque no " llam a" suficient em ent e a la lucha por reivindicaciones
que " prom et en result ados palpables" ?
Nuest ros " econom ist as" , ent re ello Rabócheie Dielo, t enían éxit o porque
se adapt aban a la m ent alidad de los obreros at rasados. Pero el obrero
socialdem ócrat a, el obrero revolucionario ( y el núm ero de est os obreros aum ent a día
en día) rechazará con indignación t odos esos razonam ient os sobre la lucha por
reivindicaciones que " prom et an result ados palpables" , et c., pues com prenderá que no
son sino variant es de la viej a cant inela del aum ent o de un kopek por rublo. Est e obrero
dirá a sus consej eros de R. Mysl y de R. Dielo: en vano se afanan, señores,
int erviniendo con dem asiado celo en asunt os que nosot ros m ism os resolvem os y
esquivando el cum plim ient o de sus verdaderas obligaciones. Porque no es nada
int eligent e decir, com o lo hacen ust edes, que la t area de los socialdem ócrat as consist e
en dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico; eso es sólo el com ienzo, y no
radica en ello la t area principal de los socialdem ócrat as, pues en el m undo ent ero, sin
except uar a Rusia, es la policía m ism a la que com ienza m uchas veces a dar a la lucha
económ ica un caráct er polít ico, y los propios obreros aprenden a darse cuent a de con
quién est á el gobierno( * 11) . En efect o, esa " lucha económ ica de los obreros cont ra los
pat ronos y el gobierno" , con que ust edes presum en com o si hubieran descubiert o
Am érica, la sost ienen en num erosos lugares perdidos de Rusia los propios obreros, que
han oído hablar de huelgas, pero que quizá nada sepan de socialism o. Esa " act ividad"
nuest ra, de los obreros, que t odos ust edes quieren apoyar present ando
reivindicaciones concret as que prom et en result ados palpables, exist e ya ent re
nosot ros; y en nuest ra m inúscula labor cot idiana, sindical, nosot ros m ism os
present am os esas reivindicaciones concret as, a m enudo sin ayuda alguna de los
int elect uales. Pero esa act ividad no nos bast a; no som os niños a los que se pueda
alim ent ar sólo con la papilla de la polít ica " económ ica" ; querem os saber t odo lo que
saben los dem ás, querem os conocer det alladam ent e t odos los aspect os de la vida
polít ica y t om ar part e act iva en t odos y cada uno de los acont ecim ient os polít icos. Para
ello es necesario que los int elect uales repit an m enos lo que ya sabem os nosot ros
m ism os( * 12) y nos den m ás de lo que t odavía no sabem os, de lo que j am ás podrem os
saber por nosot ros m ism os a t ravés de nuest ra experiencia fabril y " económ ica" , o
sea: conocim ient os polít icos. Ust edes, los int elect uales, pueden adquirir est os
conocim ient os y t ienen el deber de proporcionárnoslos cien y m il veces m ás que hast a
ahora; adem ás, deben proporcionárnoslos no sólo en form a de razonam ient os, follet os
y art ículos ( que a m enudo - ¡disculpen al franqueza! – suelen ser algo aburridos) , sino
indispensablem ent e en form a de denuncias vivas de cuant o hacen nuest ro gobierno y
nuest ras clases dom inant es en est os m om ent os en t odos los aspect os de la vida.
Cum plan con m ayor celo est a obligación suya y hablen m enos de " elevar la act ividad
de la m asa obrera" . ¡Nuest ra act ividad es m ucho de lo que ust edes suponen y
sabem os sost ener, por m edio de la lucha abiert a en la calle, incluso las
reivindicaciones que no prom et en ningún " result ado palpable" ! Y no son ust edes los
llam ados a " elevar" nuest ra act ividad, pues ust edes m ism os carecen precisam ent e de
esa act ividad. ¡Póst rense m enos ant e la espont aneidad y piensen m ás en elevar su
propia act ividad, señores!
d. ¿Qué ha y de com ún e nt r e e l e conom ism o y e l t e r r or ism o?
Hem os confront ado, en una not a a pie de página, a un " econom ist a" y a
un t errorist a no socialdem ócrat a, que por casualidad han result ado solidarios. Pero,
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hablando en general, ent re los unos y los ot ros exist e un nexo no casual, sino int erno y
necesario, del cual t endrem os que hablar aún m ás adelant e y al que es preciso
referirse precisam ent e cuando se t rat a de inculcar la act ividad revolucionaria. Los
" econom ist as" y los t errorist as de nuest ros días t ienen una raíz com ún: el cult o a la
espont aneidad, del que hem os hablado en el capít ulo precedent e com o de un
fenóm eno general y que ahora exam inam os desde el punt o de vist a de su influencia en
la act ividad polít ica y la lucha polít ica. A prim era vist a, nuest ra afirm ación puede
parecer paradój ica: t an grande es, aparent em ent e, la diferencia ent re quienes hacen
hincapié en la " m onót ona lucha cot idiana" y quienes preconizan la lucha m ás abnegada
del individuo aislado. Pero no es una paradoj a. Los " econom ist as" y los t errorist as
rinden cult o a dos polos diferent es de la corrient e espont ánea: los " econom ist as" , a la
espont aneidad del " m ovim ient o puram ent e obrero" , los t errorist as, a la espont aneidad
de la indignación m ás ardient e de los int elect uales que no saben o no t ienen la
posibilidad de vincular la labor revolucionaria al m ovim ient o obrero para form ar un
t odo. Quienes hayan perdido la fe en est a posibilidad, o j am ás la hayan t enido,
difícilm ent e encont rarán, en efect o, ot ra m anera de m anifest ar su sent im ient o de
indignación y su energía revolucionaria que no sea el t errorism o. Así pues, el cult o a la
espont aneidad en las dos direcciones indicadas no es sino el com ienzo de la aplicación
del fam oso program a del Credo: los obreros sost ienen su " lucha económ ica cont ra los
pat ronos y el gobierno" ( ¡que nos perdone el aut or del Credo porque expresem os sus
ideas con palabras de Mart ínov! Creem os t ener derecho a hacerlo, pues t am bién en el
Credo se habla de que los obreros, en la lucha económ ica " chocan con el régim en
polít ico" ) , ¡y los int elect uales, con sus propias fuerzas, despliegan su lucha polít ica,
com o es nat ural, por m edio del t errorism o! Est a conclusión es com plet am ent e lógica e
inevit able, y es forzoso insist ir sobre ella, aunque quienes com ienzan a realizar dicho
program a no han com prendido que t al conclusión es inevit able. La act ividad polít ica
t iene su lógica, que no depende de la conciencia de quienes con las m ej ores
int enciones exhort an o al t errorism o o a im prim ir un caráct er polít ico a la lucha
económ ica m ism a. De buenas int enciones est á em pedrado el cam ino del infierno, y en
el caso present e las buenas int enciones no salvan aún de la inclinación espont ánea a
" la línea del m enor esfuerzo" , a la línea del program a net am ent e burgués del Credo.
Porque t am poco t iene nada de casual que m uchos liberales rusos –t ant o los liberales
declarados com o los que se cubren con una caret a m arxist a – sim pat icen de t odo
corazón con el t errorism o y t rat en de m ant ener la int ensificación de las t endencias
t errorist as en el m om ent o act ual.
Pues bien, al surgir el " Grupo Revolucionario- Socialist a Svoboda" , que se
había señalado precisam ent e la t area de ayudar por t odos los m edios al m ovim ient o
obrero, pero incluyendo en el program a el t errorism o y em ancipándose, por decirlo así,
de la socialdem ocracia, est e hecho vino a confirm ar una vez m ás la adm irable
perspicacia de P.B. Axelrod, quien predij o con t oda exact it ud est os result ados de las
vacilaciones socialdem ócrat as ya a fines de 1897 ( en su t rabaj o A propósit o de las
t areas y de la t áct ica act uales) y t razó sus fam osas " dos perspect ivas" . Todas las
discusiones y discrepancias post eriores ent re los socialdem ócrat as rusos est án ya,
com o la plant a en la sem illa, en esas dos perspect ivas( * 13) .
Desde el punt o de vist a indicado se com prende t am bién que R. Dielo,
que no ha podido resist ir a la espont aneidad del " econom ism o" , t am poco haya podido
resist ir a la espont aneidad del t errorism o. Tiene sum o int erés señalar aquí la
argum ent ación especial que ha esgrim ido Sbovoda en defensa del t errorism o. " Niega
por com plet o" el papel int im idador del t errorism o ( Renacim ient o del revolucionarism o,
Pág. 64) , pero, en cam bio, dest aca su " im port ancia excit adora" . Est o es caract eríst ico,
en prim er lugar, com o una de las fases de la descom posición y decadencia del
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conj unt o t radicional ( presocialdem ócrat a) de ideas que obligaba a asirse al t errorism o.
Reconocer que en la act ualidad es im posible " int im idar" al gobierno –y, por
consiguient e, desorganizarlo –por m edio del t errorism o equivale, en el fondo, a
condenar rot undam ent e est e últ im o com o sist em a de lucha, com o cam po de act ividad
consagrado por su program a. En segundo lugar, est o es aún m ás caract eríst ico com o
ej em plo de la incom prensión de nuest ras t areas urgent es de " infundir act ividad
revolucionaria a las m asas" . Sbovoda hace propaganda del t errorism o com o m edio de
" excit ar" el m ovim ient o obrero y darle un " fuert e im pulso" . ¡Es difícil im aginarse una
argum ent ación que se refut e a sí m ism a con m ayor evidencia! Cabe pregunt ar: ¿es
que exist en en la vida rusa t an pocos abusos que sea preciso aún invent ar " excit ant es"
especiales? Y, por ot ra part e, si hay alguien que no se excit a ni es excit able siquiera
por la arbit rariedad rusa, ¿no es evident e que seguirá cont em plando t am bién con
indiferencia el duelo ent re el gobierno y un puñado de t errorist as? La realidad es que
las m asas obreras se excit an m ucho por las infam ias de la vida rusa, pero nosot ros no
sabem os reunir, si puede decirse así, y concent rar t odas las got as y chorrillos de la
excit ación popular que la vida rusa rezum a en cant idad inconm ensurablem ent e m ayor
de lo que t odos nosot ros nos figuram os y pensam os, y que es preciso fusionar en un
solo t orrent e gigant esco. Que est o es fact ible lo dem uest ran de m anera irrefut able la
colosal propagación del m ovim ient o obrero y la avidez, ya señalada, de publicaciones
polít icas, así com o los llam am ient os a dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er
polít ico, son form as dist int as de esquivar el deber m ás im periosos de los
revolucionarios rusos: organizar la agit ación polít ica en t odos sus aspect os. Sbovoda
quiere sust it uir la agit ación con el t errorism o, confesando sin rodeos que, " en cuant o
em piece una agit ación int ensa y enérgica ent re las m asas, el papel excit ador de ést e
desaparecerá" ( Renacim ient o del revolucionarism o, Pág. 68) . Est o j ust am ent e m uest ra
que t ant o los t errorist as com o los " econom ist as" subest im an la act ividad revolucionaria
de las m asas, pese al t est im onio evident e de los sucesos de la prim avera( * 14)
adem ás, unos se precipit an en busca de " excit ant es" art ificiales y ot ros hablan de
" reivindicaciones concret as" . Ni los unos ni los ot ros prest an suficient e at ención al
desarrollo de su propia act ividad de agit ación polít ica y de organización de denuncias
polít icas. Y ni ahora ni en ningún ot ro m om ent o se puede sust it uir con nada est a labor.
e . La cla se obr e r a com o com ba t ie nt e de va ngua r dia por la de m ocr a cia
Hem os vist o ya que la agit ación polít ica m ás am plia y, por consiguient e,
la organización de denuncias polít icas de t odo género es una t area necesaria en
absolut o, la t area m ás im periosam ent e necesaria de la act ividad, siem pre que est a
act ividad sea de veras socialdem ócrat a. Pero hem os llegado a est a conclusión
part iendo sólo de la necesidad aprem iant e que la clase obrera t iene de conocim ient os
polít icos y de educación polít ica. Sin em bargo, est a m anera de plant ear la cuest ión
sería dem asiado est recha y daría de lado las t areas dem ocrát icas universales de t oda
la socialdem ocracia, en general, y de la socialdem ocracia rusa act ual, en part icular.
Para explicar est a t esis del m odo m ás concret o posible, int ent arem os enfocar el
problem a desde el punt o de vist a m ás " fam iliar" al " econom ist a" , o sea, desde el punt o
de vist a práct ico. " Todos est án de acuerdo" con que es preciso desarrollar la conciencia
polít ica de la clase obrera. Pero ¿cóm o hacerlo y qué es necesario para hacerlo? La
lucha económ ica " hace pensar" a los obreros sólo en las cuest iones concernient es a la
act it ud del gobierno ant e la clase obrera; por eso, por m ás que nos esforcem os en " dar
a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" , j am ás podrem os, en los lím it es de
est a t area, desarrollar la conciencia polít ica de los obreros ( hast a el grado de
conciencia polít ica socialdem ócrat a) , pues los propios lím it es son est rechos. La form ula
de Mart ínov es valiosa para nosot ros, pero en m odo alguno porque ilust re la capacidad
del aut or para em brollar las cosas. Es valiosa porque pone de relieve el error
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fundam ent al de t odos los "econom ist as": el convencim ient o de que ese puede
desarrollar la conciencia polít ica de clase de los obreros desde dent ro, por decirlo así,
de su lucha económ ica, o sea, part iendo sólo ( o, al m enos, principalm ent e) de est a
lucha, basándose sólo ( o, al m enos, principalm ent e) en est a lucha. Sem ej ant e opinión
es errónea de raíz; y precisam ent e porque los " econom ist as" , enoj ados por nuest ra
polém ica con ellos, no quieren reflexionar com o es debido en el origen de nuest ras
discrepancias, acabam os lit eralm ent e por no com prendernos, por hablar lenguas
diferent es.
Al obrero se le puede dot ar de conciencia polít ica de clase sólo desde
fuera, es decir, desde fuera de la lucha económ ica, desde fuera del cam po de las
relaciones ent re obreros y pat ronos. La única esfera de que se pueden ext raer esos
conocim ient os es la esfera de las relaciones de t odas las clases y sect ores sociales con
el Est ado y el gobierno, la esfera de las relaciones de t odas las clases ent re sí. Por eso,
a la pregunt a de qué hacen para dot ar de conocim ient os polít icos a los obreros no se
puede dar únicam ent e la respuest a con que se cont ent an, en la m ayoría de los casos,
los m ilit ant es dedicados a la labor práct ica, sin hablar ya de quienes, ent re los, son
propensos al " econom ism o" , a saber: " Hay que ir a los obreros" . Para aport ar a los
obreros conocim ient os polít icos, los socialdem ócrat as deben ir a t odas las clases de la
población, deben enviar a t odas part es dest acam ent os de su ej ércit o.
Si em pleam os adrede est a fórm ula t osca y nos expresam os adrede de
una form a sim plificada y t aj ant e, no es en m odo alguno por el deseo de decir
paradoj as, sino para " incit ar" a los " econom ist as" a pensar en las t areas que desdeñan
de m anera t an im perdonable y en la diferencia – que ellos no quieren com prender –
ent re la polít ica t radeunionist a y la polít ica socialdem ócrat a. Por eso rogam os al lect or
que no se im pacient e y nos escuche con at ención hast a el final.
Tom em os el t ipo del círculo socialdem ócrat a m ás difundido en los últ im os
años y exam inem os su act ividad. " Est á en cont act o con los obreros" y se conform a con
eso, edit ando hoj as que fust igan los abusos com et idos en las fábricas, la parcialidad
del gobierno con los capit alist as y las violencias de la policía; en las reuniones con los
obreros, los lím it es de est os m ism os t em as; sólo m uy de t arde en t arde se pronuncian
conferencias y charlas acerca de la hist oria del m ovim ient o revolucionario, la polít ica
int erior y ext erior de nuest ro gobierno, la evolución económ ica de Rusia y de Europa,
la sit uación de las dist int as clases en la sociedad cont em poránea, et c.; nadie piensa en
est ablecer y desenvolver de m anera sist em át ica relaciones con ot ras clases de la
sociedad. En el fondo, los com ponent e de un círculo de est e t ipo conciben al m ilit ant e
ideal, en la m ayoría de los casos, m ucho m ás parecido a un secret ario de t radeunión
que a un j efe polít ico socialist a. Porque el secret ario de cualquier t radeunión inglesa.,
por ej em plo, ayuda siem pre a los obreros a sost ener la lucha económ ica, organiza la
denuncia de los abusos en las fábricas, explica la inj ust icia de las leyes y disposiciones
que rest ringen la libert ad de huelga y la libert ad de colocar piquet es cerca de las
fábricas ( para avisar a t odos que en la fábrica dada se han declarado en huelga) ,
explica la parcialidad de los árbit ros pert enecient es a las clases burguesas del pueblo,
et c., et c. En una palabra, t odo secret ario de t radeunión sost iene y ayuda a sost ener " la
lucha económ ica cont ra los pat rones y el gobierno" . Y j am ás se insist irá bast ant e en
que est o no es aún socialdem ocracia, que el ideal del socialdem ócrat a no debe ser el
secret ario de t radeunión, sino el t ribuno popular, que sabe reaccionar ant e t oda
m anifest ación de arbit rariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera
que sea el sect or o la clase social a que afect e; que sabe sint et izar t odas est as
m anifest aciones en un cuadro único de la brut alidad policíaca y de la explot ación
capit alist a; que sabe aprovechar el hecho m ás pequeño para exponer ant e t odos sus
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convicciones socialist as y sus reivindicaciones dem ocrát icas, para explicar a t odos y
cada uno la im port ancia hist órica universal de la lucha em ancipadora del prolet ariado.
Com paren, por ej em plo, a hom bres com o Robert o Knight ( conocido secret ario y líder
de la Sociedad de Obreros Caldereros, uno de los sindicat os m ás poderosos de
I nglat erra) y Guillerm o Liebknecht e int ent en aplicarles las cont radicciones en que
basa Mart ínov sus discrepancias con I skra. Verán que R. Knight –em piezo a hoj ear el
art ículo de Mart ínov – " ha exhort ado" m ucho m ás " a las m asas a ciert as acciones
concret as" ( Pág. 39) , m ient ras que G. Liebknecht se ha dedicado m ás a " explicar
desde un punt o de vist a revolucionario t odo el régim en act ual o sus m anifest aciones
parciales" ( Pág. 38- 39) ; que R. Knight " ha form ulado las reivindicaciones inm ediat as
del prolet ariado e indicado los m edios de sat isfacerlas" ( Pág. 41) , m ient ras que G.
Liebknecht , sin dej ar de hacer eso, no ha renunciado a " dirigir al m ism o t iem po la
int ensa act ividad de los diferent es sect ores oposicionist as" y " dict arles un program a
posit ivo de acción" ( * 15) ( Pág. 41) ; que R. Knight ha procurado precisam ent e
" im prim ir, en la m edida de lo posible, a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico"
( Pág. 42) y ha sabido m uy bien " present ar al gobierno reivindicaciones concret as que
prom et en ciert os result ados palpables" ( Pág. 43) , en t ant o que G. Liebknecht se ha
ocupado m ucho m ás de las " denuncias" " unilat erales" ( Pág. 40) ; que R. Knight ha
concedido m ás im port ancia al " desarrollo progresivo de la m onót ona lucha cot idiana"
( Pág. 61) , y g. Liebknecht , " a la propaganda de ideas brillant es y acabadas" ( Pág. 61) ;
que G. Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por él precisam ent e " un órgano de
oposición revolucionaria de denuncia nuest ro régim en, y sobre t odo nuest ro régim en
polít ico, por cuant o choca con los int erese de los m ás diversos sect ores de la
población" ( Pág. 63) , m ient ras que R. Knight " ha t rabaj ado pro la causa obrera en
est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria" ( Pág. 63) – si se ent iende por
" est recho cont act o orgánico" ese cult o a la espont aneidad que hem os analizado m ás
arriba en los ej em plos de Krichevski y de Mart ínov – y " ha rest ringido la esfera de su
influencia" , convencido, sin duda com o Mart ínov, de que " con ello se hacía m ás
com plej a est a influencia" ( Pág. 63) . Es una palabra, verán que Mart ínov rebaj a de
fact o la socialdem ocracia al nivel del t radeunionism o, aunque, claro est á, en m odo
alguno lo hace porque no quiere el bien de la socialdem ocracia, sino sim plem ent e
porque se ha apresurado un poco a profundizar a Plej ánov, en lugar de t om arse la
m olest ia de com prenderlo.
Pero volvam os a nuest ra exposición.
Hem os dicho que el
socialdem ócrat a, si es part idario, no sólo de palabra, del desarrollo polifacét ico de la
conciencia polít ica del prolet ariado, debe " ir a t odas las clases de la población" . Surgen
varias pregunt as: ¿Cóm o hacerlo? ¿Tenem os fuerzas suficient es para ello? ¿Exist e una
base que perm it a realizar est a labor ent re t odas las dem ás clases? ¿No im plicará eso
abandonar, o conducirá a abandonar, el punt o de vist a de clase? Exam inem os est as
cuest iones.
Debem os " ir a t odas las clases de la población" com o t eóricos, com o
propagandist as, com o agit adores y com o organizadores. Nadie pone en duda que la
labor t eórica de los socialdem ócrat as debe orient arse a est udiar t odas las
peculiaridades de la sit uación social y polít ica de las diversas clases. Pero se hace m uy
poco, poquísim o, en est e sent ido, desproporcionadam ent e poco si se com para con la
labor t endient e a est udiar las peculiaridades de la vida fabril. En los com it és y en los
círculos podem os encont rar personas que incluso est udian a fondo especialm ent e algún
ram o de la siderurgia; pero apenas encont rarán ej em plos de m iem bros de las
organizaciones que ( obligados por una u ot ra razón, com o sucede a m enudo, a
ret irarse de la labor práct ica) se dediquen de m anera especial a reunir dat os sobre
algún problem a act ual de nuest ra vida social y polít ica que pueda servir d em ot ivo para
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desplegar una labor socialdem ócrat a ent re t odos sect ores de la población. Cuando se
habla de la poca preparación de la m ayoría de los act uales dirigent es del m ovim ient o
obrero, es forzoso recordar asim ism o la preparación en est e aspect o, pues est á ligada
t am bién a la concepción " econom ist a" del " est recho cont act o orgánico con la lucha
prolet aria" . Pero lo principal, por supuest o, es la propaganda y la agit ación ent re t odos
los sect ores de la población. El socialdem ócrat a de Europa Occident e ve facilit ada est a
labor por las reuniones y asam bleas populares, a las que asist en cuant os lo deseen, y
por la exist encia del Parlam ent o, en el cual el represent ant e socialdem ócrat a habla
ant e los diput ados de t odas las clases. En nuest ro país no t enem os ni Parlam ent o ni
libert ad de reunión; pero sabem os, sin em bargo, organizar reuniones con los obreros
que quieren escuchar a un socialdem ócrat a. Debem os saber t am bién organizar
reuniones con los com ponent es de t odas las clases de la población que deseen
escuchar a un dem ócrat a. Porque no es socialdem ócrat a quien olvida en la práct ica
que " los com unist as apoyan por doquier t odo m ovim ient o revolucionario" ; que, por
ello, debem os exponer y recalcar ant e t odo el pueblo los obj et ivos dem ocrát icos
generales, sin ocult ar en ningún m om ent o nuest ras convicciones socialist as. No es
socialdem ócrat a quien olvida en la práct ica que su deber consist e en ser el prim ero en
plant ear, acent uar y resolver t odo problem a dem ocrát ico general.
" ¡Pero si no hay nadie que no est é de acuerdo con eso! " –nos
int errum pirá el lect or im pacient e- , y las nuevas inst rucciones a la redacción de Rab.
Dielo, aprobadas en el últ im o Congreso de la Unión, dicen con claridad: " Deben servir
de m ot ivos para la propaganda y la agit ación polít icas t odos los fenóm enos y
acont ecim ient os de la vida social y polít ica que afect en al prolet ariado, bien
direct am ent e, com o clase especial, bien com o vanguardia de t odas las fuerzas
revolucionarias en la lucha por la libert ad" ( Dos congresos, Pág. 17. La cursiva es
nuest ra) . En efect o, son palabras m uy j ust as y m uy buenas, y nos consideraríam os
sat isfechos por ej em plo si " Rabócheie Dielo" las com prendiese, si no dij ese, al m ism o
t iem po, ot ras que las cont radicen. Pues no bast a con t it ularse " vanguardia" ,
dest acam ent o avanzado: es preciso, adem ás, act uar de t al m odo que t odos los ot ros
dest acam ent os vean y est én obligados a reconocer que m archam os a la cabeza. Y
pregunt am os al lect or: ¿es que los com ponent es de los dem ás " dest acam ent os" son
t an est úpidos que van a creernos com o art ículo de fe cuando hablam os de la
" vanguardia" ? I m agínense de m anera concret a el siguient e cuadro. En el
" dest acam ent o" de radicales o de const it ucionalist as libert os del gobierno aut ocrát ico.
Pero " nosot ros" , si querem os ser dem ócrat as avanzados, debem os preocuparnos de
incit ar a quienes est án descont ent os únicam ent e del régim en universit ario o del
zem st vo, et c., a pensar que es m alo t odo el régim en polít ico. Nosot ros debem os
asum ir la t area de organizar la lucha polít ica, baj o la dirección de nuest ro part ido, en
form a t an m últ iple que t odos los sect ores de oposición puedan prest ar, y prest en de
verdad, a est a lucha y a est e part ido la ayuda que puedan. Nosot ros debem os hacer de
los m ilit ant es socialdem ócrat as dedicados a la labor práct ica líderes polít icos que sepan
dirigir t odas las m anifest aciones de est a lucha m últ iple, que sepan, en el m om ent o
necesario, " dict ar un program a posit ivo de acción" a los est udiant es en efervescencia,
a los descont ent os de los zem st vos, a los m iem bros indignados de las sect as religiosas,
a los m aest ros nacionales lesionados en sus int ereses, et c., et c. Por eso es
com plet am ent e falsa la afirm ación de Mart ínov de que " con respect o a ellos sólo
podem os desem peñar el papel negat ivo de denunciadores del régim en … Sólo podem os
disipar sus esperanzas en las dist int as com isiones gubernam ent ales" ( la cursiva es
nuest ra) . Al decir est o, Mart ínov dem uest ra que no com prende nada en absolut o del
verdadero papel de la " vanguardia" revolucionaria. Y si el lect or t iene est o en cuent a,
com prenderá el verdadero sent ido de las siguient es palabras de conclusión de
Mart ínov: " I skra es un órgano de oposición revolucionaria que denuncia nuest ro
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régim en, sobre t odo el polít ico, por cuant o choca con los int ereses de los m ás diversos
sect ores de la población. Nosot ros, en cam bio, t rabaj am os y t rabaj arem os por la causa
obrera en est recho cont act o orgánico con la lucha prolet aria. Al rest ringir la esfera de
nuest ra influencia, hacem os m ás com plej a est a influencia" ( Pág. 63) . El verdadero
sent ido de sem ej ant e conclusión es: I skra quiere elevar la polít ica t radeunionist a de la
clase obrera ( a la que se lim it an con t ant a frecuencia nuest ros m ilit ant es práct icos, ya
sea por equivocación, por falt a de preparación o por convicción) al nivel de polít ica
socialdem ócrat a. En cam bio,, Rab. Dielo quiere rebaj ar la polít ico socialdem ócrat a al
nivel de polít ica t radeunionist a. Y, por si eso fuera poco, asegura a t odo el m undo que
" est as posiciones son perfect am ent e com pat ibles en la obra com ún" ( Pág. 63) . O,
sanct a sim plicit as!
Prosigam os. ¿Tenem os bast ant es fuerzas para llevar nuest ra propaganda
y nuest ra agit ación a t odas las clases de la población? Pues claro que sí. Nuest ros
" econom ist as" , que a m enudo son propensos a negarlo, olvidan el gigant esco paso
adelant e que ha dado nuest ro m ovim ient o de 1894 ( m ás o m enos) a 1901. Com o
" seguidist as" aut ént icos que son, viven con frecuencia aferrado a ideas del período
inicial, pasado hace ya m ucho, del m ovim ient o. Ent onces, en efect o, nuest ras fuerzas
eran t an pocas que asom braban, ent onces era nat ural y legít im a la decisión de
consagrarnos por ent ero a la labor ent re los obreros y condenar con severidad t oda
desviación de est a línea, ent onces la t area est ribaba en afianzarse ent re la clase
obrera. Ahora ha sido incorporada al m ovim ient o una m asa gigant esca de fuerzas;
vienen a nosot ros los m ej ores represent ant es de la j oven generación de las clases
inst ruidas; por t odas part es, en t odas las provincias se ven condenadas a la inact ividad
personas que ya han t om ado o desean t om ar part e en el m ovim ient o y que t ienden
hacia la socialdem ocracia ( m ient ras que en 1894 los socialdem ócrat as rusos podían
cont arse con los dedos) . Uno de los defect os fundam ent ales de nuest ro m ovim ient o,
t ant o desde el punt o de vist a polít ico com o de organización, consist e en que no
sabem os em plear t odas est as fuerzas ni asignarles el t rabaj o adecuado ( en el capít ulo
siguient e, hablarem os con m ás det alle de est a cuest ión) . La inm ensa m ayoría de
dichas fuerzas carece en absolut o de la posibilidad de " ir a los obreros" ; por
consiguient e, no pude ni hablarse del peligro de dist raer fuerzas de nuest ra labor
fundam ent al. Y para proporcionar a los obreros conocim ient os polít icos aut ént icos,
vivos y que abarquen t odos los dom inios es necesario que t engam os " gent e nuest ra" ,
socialdem ócrat as, en t odas part e, en t odos los sect ores sociales, en t odas las
posiciones que perm it en conocer los resort es int ernos de nuest ro m ecanism o est at al. Y
nos hace falt a esa gent e no sólo para la propaganda y la agit ación, sino m ás aún para
la organización.
¿Exist e una base que perm it a act uar ent re t odas las clases de la
población? Quienes no ven que exist e, prueban una vez m ás que su conciencia se
rezaga del m ovim ient o ascensional espont áneo de las m asas. El m ovim ient o obrero ha
suscit ado y suscit a ent re unos el descont ent o; ent re ot ros, despiert a la esperanza de
lograr el apoyo de la posición; a ot ros les hace com prender que el régim en aut ocrát ico
no t iene razón de ser, y que su hundim ient o es ineludible. Sólo de palabra seríam os
" polít icos" y socialdem ócrat as ( com o ocurre, en efect o, m uy a m enudo) si no
t uviéram os conciencia de que nuest ro deber consist e en aprovechar t odas las
m anifest aciones de descont ent o, en reunir y elaborar t odos los elem ent os de prot est a,
por em brionaria que sea. Y no hablem os ya de que la m asa de m illones de cam pesinos
t rabaj adores, art esanos, pequeños product ores, et c., escuchará siem pre con avidez la
propaganda de un socialdem ócrat a algo hábil. Pero ¿acaso exist e una sola clase de la
población en la que no haya individuos, grupos y círculos descont ent os por la falt a de
derechos y la arbit rariedad, y, en consecuencia, capaces de com prender la propaganda
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del socialdem ócrat a com o port avoz que es de las dem andas dem ocrát icas generales
m ás candent es? A quienes deseen form arse una idea concret a de est a agit ación
polít ica del socialdem ócrat a ent re t odas las clases y sect ores de la población, les
indicarem os las denuncias polít icas, en el sent ido am plio de la palabra, com o el m edio
principal ( pero, claro est á, no único) de est a agit ación.
" Debem os –escribía yo en el art ículo ¿Por dónde em pezar? ( I skra, núm .
4, m ayo de 1901) , del que t endrem os que hablar det enidam ent e m ás adelant e –
despert ar en t odos los sect ores del pueblo con un m ínim o de conciencia la pasión por
las denuncias polít icas. No debe desconcert arnos que las voces que hacen denuncias
polít icas sean ahora t an débiles, escasa y t ím idas. La causa de ello no es, ni m ucho
m enos, una resignación general con la arbit rariedad policíaca. La razón est á en que las
personas capaces de denunciar y dispuest as a hacerlo no t ienen una t ribuna desde la
que puedan hablar, no t ienen un audit orio que escuche ávidam ent e y anim e a los
oradores, no ven por part e alguna en el pueblo una fuerza a la que m erezca la pena
dirigir una quej a cont ra el " t odopoderoso" gobierno ruso… Ahora podem os y debem os
crear una t ribuna para denunciar ant e t odo el pueblo al gobierno zarist a: esa t ribuna
t iene que ser un periódico socialdem ócrat a" .
Ese audit orio ideal para las denuncias polít icas es precisam ent e la clase
obrera, que necesit a, prim ero y principalm ent e, am plios y vivos conocim ient os polít icos
y que es la m ás capaz de t ransform ar est os conocim ient os en lucha act iva, aunque no
prom et a ningún " result ado palpable" . Ahora bien, la t ribuna para est as denuncias ant e
t odo el pueblo sólo puede ser un periódico cent ral para t oda Rusia. " Sin un órgano
polít ico es inconcebible en la Europa cont em poránea un m ovim ient o que m erezca el
nom bre de m ovim ient o polít ico" , y en est e sent ido por Europa cont em poránea hay que
ent ender t am bién, sin duda alguna, a Rusia. La prensa se ha convert ido, en nuest ro
país, desde hace ya m ucho, en una fuerza; de lo cont rario, el gobierno no gast aría
decenas de m iles de rublos en sobornarla y en subvencionar a los Kat lov y los
Mescherski de t oda laya. Y en la Rusia aut ocrát ica no es una novedad que la prensa
clandest ina rom pa los candados de la censura y obligue a hablar públicam ent e de ella
a los órganos legales y conservadores. Así ocurrió en los años 70 e incluso a m ediados
de siglo. ¡Y cuánt o m ás ext ensos y profundos son ahora los sect ores populares
dispuest os a leer la prensa clandest ina y a aprender en ella " a vivir y a m orir" , com o se
expresaba el obrero aut or de una cart a publicada en el núm . 7 de I skra! . Las
denuncias polít icas son precisam ent e una declaración de guerra al gobierno, de la
m ism a m anera que las denuncias de t ipo económ ico son una declaración de guerra al
fabricant e. Y la im port ancia m oral de est a declaración de guerra es t ant o m ayor cuant o
m ás am plia y vigorosa es la cam paña de denuncias, cuant o m ás num erosa y decidida
es la clase social que declara la guerra para em pezarla. En consecuencia, las denuncias
polít icas son, ya de por sí, uno de los m edios m ás pot ent es para disgregar las filas
enem igas, para apart ar del adversario a sus aliados fort uit os o t em porales y sem brar
la host ilidad y desconfianza ent re quienes part icipan de cont inuo en el poder
aut ocrát ico.
En nuest ros días podrá convert irse en vanguardia de las fuerzas
revolucionarias sólo el part ido que organice cam pañas de denuncias de verdad ant e
t odo el pueblo. Las palabras " t odo el pueblo" encierran un gran cont enido. La inm ensa
m ayoría de los denunciadores que no pert enecen a la clase obrera ( y para ser
vanguardia es necesario precisam ent e at raer a t odas las clases) son polít icos realist as
y hom bres serenos y práct icos. Saben m uy bien que si es peligroso " quej arse" incluso
de un m odest o funcionario, lo es t odavía m ás quej arse del " t odopoderoso" gobierno
ruso. Y se quej arán a nosot ros sólo cuando vean que sus quej as pueden surt ir efect o,
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que som os una fuerza polít ica. Para lograr que las personas aj enas nos consideren una
fuerza polít ica debem os t rabaj ar m ucho y con t enacidad a fin de elevar nuest ro grado
de conciencia, nuest ra iniciat iva y nuest ra energía, pues no bast a con pegar el m arbet e
de " vanguardia" a una t eoría y una práct ica de ret aguardia.
Pero los adm iradores dem asiado celoso del " est recho cont act o orgánico
con la lucha prolet aria" nos pregunt arán y nos pregunt an ya: si debem os encargarnos
de organizar denuncias verdaderam ent e ant e t odo el pueblo sobre los abusos
com et idos por el gobierno, ¿en qué se m anifest ará ent onces el caráct er de clase de
nuest ro m ovim ient o? ¡Pues precisam ent e en que serem os nosot ros, los
socialdem ócrat as, quienes organizarem os esas cam pañas de denuncias ant e t odo el
pueblo; en que t odos los problem as plant ados en nuest ra agit ación serán esclarecidos
desde un punt o de vist a socialdem ócrat a firm e, sin ninguna indulgencia para las
deform aciones, int encionadas o no, del m arxism o; en que est a polifacét ica agit ación
polít ica será realizada por un part ido que une en un t odo indivisible la ofensiva cont ra
el gobierno en nom bre del pueblo ent ero, la educación revolucionaria del prolet ariado –
salvaguardando al m ism o t iem po su independencia polít ica - , la dirección de la lucha
económ ica de la clase obrera y la ut ilización de sus conflict os espont áneos con sus
explot adores, conflict os que ponen en pie y at raen sin cesar a nuest ro cam po a nuevos
sect ores prolet arios!
Pero uno de los rasgos m ás caract eríst icos del " econom ism o" consist e
precisam ent e en que no com prende est a conexión; es m ás, no com prende que la
necesidad m ás urgent e del prolet ariado ( educación polít ica en t odos los aspect os pro
m edio de la agit ación polít ica y de las denuncias polít icas) coincide con la necesidad del
m ovim ient o dem ocrát ico general. Esa incom prensión se m anifiest a t ant o en las frases
m art inovianas com o en diferent es alusiones del m ism o sent ido a un supuest o punt o de
vist a de clase. He aquí, por ej em plo, cóm o se expresan al respect o los aut ores de la
cart a " econom ist a" publicada en el núm . 12 de I skra( * 16) : " Est e m ism o defect o
fundam ent al de I skra ( la sobrest im ación de la ideología) es la causa de su
inconsecuencia en los problem as referent es a la act it ud de la socialdem ocracia ant e las
diversas clases y t endencias sociales. Resolviendo por m edio de deducciones
t eóricas…" ( y no m ediant e " el crecim ient o de las t areas del part ido, las cuales crecen
j unt o con ést e…" ) " la t area de pasar sin dem ora a la lucha cont ra el absolut ism o y
sint iendo, por lo vist o, t oda la dificult ad de est a t area para los obreros, dado el act ual
est ado de cosas…" ( y no sólo sint iendo, sino sabiendo m uy bien que est a t area les
parece m enos difícil a los obreros que a los int elect uales " econom ist as" que los t rat an
com o a niños pequeños, pues los obreros est án dispuest os a bat irse incluso por
reivindicaciones que, dicho sea con palabras de inolvidable Mart ínov, no prom et en
ningún " result ado palpable" ) …, " pero no t eniendo la paciencia de esperar que los
obreros acum ulen fuerzas para est a lucha, I skra em pieza a buscar aliados ent re los
liberales y los int elect uales…"
Sí, sí, se nos ha acabado, en efect o, t oda la " paciencia" para " esperar"
los días felices que nos prom et en desde hace m ucho los " conciliadores" de t oda clase,
en los cuales nuest ros " econom ist as" dej arán de im put ar su propio at raso a los obreros
y de j ust ificar su insuficient e energía con una pret endida insuficiencia de fuerzas de los
obreros. Pregunt am os a nuest ros " econom ist as" : ¿en qué debe consist ir la
" acum ulación de fuerzas por los obreros para est a lucha" ? ¿No es evident e que
consist e en dar educación polít ica a los obreros, en denunciar ant e ellos t odos los
aspect os de nuest ra abyect a aut ocracia? ¿Y no est á claro que j ust am ent e para est a
labor necesit am os t ener " aliados ent re los liberales y los int elect uales" dispuest os a
com part ir con nosot ros sus denuncias de la cam paña polít ica cont ra la gent e de los
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zem st vos, los m aest ros, est adíst icos, est udiant es, et c.? ¿Será, en realidad, t an difícil
de com prender est a asom brosa " t ret a" ? ¿No les viene repit iendo P.B. Axelrod, ya
desde 1897, que " el problem a de que los socialdem ócrat as rusos conquist en adict os y
aliados direct os o indirect os ent re las clases no prolet arias se resuelve, ant e t odo y
sobre t odo, por el caráct er de la propaganda que se hace en el seno del prolet ariado
m ism o" ? ¡Pero no obst ant e, los Mart ínov y dem ás " econom ist as" siguen creyendo que
los obreros deben prim ero, por m edio de " la lucha económ ica cont ra los pat ronos y el
gobierno" , acum ular fuerzas ( para la polít ica t radeunionist a) y sólo después " pasar" ,
según parece, del t radeunionist a " infundir act ividad" a la act ividad socialdem ócrat a!
" …En sus búsquedas –cont inúan los " econom ist as" – I skra se desvía con
frecuencia del punt o de vist a de clase, velando las cont radicciones ent re las clases y
colocando en prim er plano la com unidad del descont ent o con el gobierno, aunque las
causas y el grado de est e descont ent o ent re los " aliados" son m uy diferent es. Tal es,
por ej em plo, la act it ud de I skra ant e los zem st vos" … I skra, según dicen los
" econom ist as" , " prom et e la ayuda de la clase obrera a los nobles insat isfechos de las
lim osnas gubernam ent ales, sin decir una sola palabra del ant agonism o de clase que
separa a est os dos sect ores de la población" . Si el lect or se rem it e a los art ículos La
aut ocracia y los zem st vos ( núm eros 2 y 4 de I skra) , a los que probablem ent e aluden
los aut ores de la cart a, verá que est án consagrados( * 17) a la act it ud del gobierno
frent e a la " agit ación blandengue del zem st vo burocrát ico y est am ent al" y frent e a la
" iniciat iva que part e hast a de las clases poseedoras" . El art ículo dice que el obrero no
puede cont em plar con indiferencia la lucha del gobierno cont ra el zem st vo; invit a a la
gent e de los zem st vos a abandonar sus discursos blandengues y pronunciarse con
palabras firm es y t aj ant es cuando la socialdem ocracia revolucionaria se alce con t oda
su fuerza ant e el gobierno. ¿Qué hay en est o de inacept able para los aut ores de la
cart a? Nadie lo sabe. ¿Piensan que el obrero " no com prenderá" las palabras " clases
poseedoras" y " zem st vo burocrát ico est am ent al" ? ¿Creen que incit ar a la gent e de los
zem st vos a pasar de los discursos blandengues a las palabras t aj ant es es " sobrest im ar
la ideología" ? ¿Se im aginan que los obreros pueden " acum ular fuerzas" para luchar
cont ra el absolut ism o si no saben cóm o t rat a ést e t am bién a los zem st vos? Nadie lo
sabe t am poco. Lo único claro es que los aut ores t ienen una idea m uy vaga de las
t areas polít icas de la socialdem ocracia. Que est o es así nos lo dice con m ayor claridad
aún est a frase suya: " I dént ica es la act it ud de I skra" ( es decir, de nuevo " vela las
cont radicciones ent re las clases" ) " ant e, el m ovim ient o est udiant il" . En lugar de
exhort ar a los obreros a afirm ar, por m edio de una m anifest ación pública, que el
verdadero origen de la violencia, de la arbit rariedad y del desenfreno se halla en el
gobierno ruso, y no en la j uvent ud universit aria ( I skra, núm . 2) , ¡deberíam os haber
publicado, por lo vist o, razonam ient os en el espírit u de R. Mysl! Y sem ej ant es ideas
son expresadas por socialdem ócrat as en el ot oño de 1901, después de los sucesos de
febrero y m arzo, en vísperas de un nuevo crecer del m ovim ient o est udiant il, revelador
de que, incluso en est e t erreno, la " espont aneidad" de la prot est a cont ra la aut ocracia
adelant a a la dirección conscient e del m ovim ient o por la socialdem ocracia. ¡El deseo
espont áneo de los obreros de int ervenir en defensa de los est udiant es apaleados por la
policía y los cosacos adelant a a la act ividad conscient e de la organización
socialdem ócrat a!
" Sin em bargo, en ot ros art ículos – cont inúan los aut ores de la cart a - ,
I skra condena duram ent e t odo com prom iso y defiende, por ej em plo, la posición
int ransigent e de los guesdist as" . Aconsej am os que m edit en bien sobre est as palabras
quienes suelen afirm ar con t ant a presunción ligereza que las discrepancias ent re los
socialdem ócrat as de nuest ros días no son esenciales ni j ust ifican una escisión. ¿Pueden
act uar con éxit o en una m ism a organización quienes afirm an que hem os hecho t odavía
61
m uy poco para denunciar la host ilidad de la aut ocracia a las clases m ás diversas y para
dar a conocer a los obreros la oposición de los sect ores m ás diversos de la población a
la aut ocracia, y quienes ven en est a act ividad un " com prom iso" , evident em ent e un
com prom iso con la t eoría de la " lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" ?
Hem os hablado, al recordar el cuadragésim o aniversario de la liberación
de los cam pesinos ( núm . 3) , de que es necesario llevar la lucha de clases al cam po;
hem os m ost rado, a propósit o del inform e secret o de Wit t e ( núm . 4) , que la
adm inist ración aut ónom a local y la aut ocracia son inconciliables; hem os at acado el
feudalism o de los t errat enient es del gobierno, al com ent ar la nueva ley ( núm . 8) , y
hem os aplaudido el congreso ilegal de los zem st vos, alent ando a los m iem bros y
defensores de est os últ im os a abandonar las pet iciones hum illant es y pasar a la lucha;
hem os est im ulado a los est udiant es, que em pezaban a com prender la necesidad de la
lucha polít ica y pasaban a ella ( núm . 3) y, al m ism o t iem po, hem os fust igado la
" bárbara incom prensión" de quienes propugnan el m ovim ient o " exclusivam ent e
universit ario" y exhort an a los est udiant es a no part icipar en las m anifest aciones
callej eras ( núm . 3, con m ot ivo del llam am ient o del Com it é Ej ecut ivo de los Est udiant es
de Moscú fechado el 25 de febrero) ; hem os denunciado los " sueños absurdos" y la
" hipocresía falaz" de los ast ut os liberales del periódico Rossía ( núm . 5) y, a la vez,
hem os dest acado la furiosa represión del gobierno carcelero " cont ra pacíficos lit erat os,
cont ra viej os cat edrát icos y cient íficos, cont ra conocidos liberales de los zem st vos"
( núm . 5: Correría policíaca cont ra la lit erat ura) ; hem os revelado el verdadero sent ido
del program a " de pat ronat o del Est ado para m ej orar las condiciones de vida de los
obreros" y celebrado la " preciosa confesión" de que " m ás vale prevenir con reform as
desde arriba las dem andas de reform as desde abaj o que esperar a est o últ im o" ( núm .
6) ; hem os anim ado ( núm . 7) a los funcionarios de Est adíst ica que prot est an y
condenado a los funcionario esquiroles ( núm . ) . ¡Quienes ven en est a t áct ica una
ofuscación de la conciencia de clase del prolet ariado y un com prom iso con el
liberalism o prueban que no com prenden en absolut o el verdadero sent ido del
program a del Credo y, de fact o, aplican precisam ent e est e program a, por m ucho que
lo repudien! Porque, por eso m ism o, arrast ran ala socialdem ocracia a " la lucha
económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno" y se rinden ant e el liberalism o,
renunciando a int ervenir de m anera act iva en cada problem a " liberal" y a fij ar frent e a
él su propia act it ud, su act it ud socialdem ócrat a.
f. Una ve z m á s " ca lum nia dor e s" , una ve z m á s " e m ba uca dor e s"
Com o recordará el lect or, est as am ables palabras son de R. Dielo, que
replica así a nuest ra acusación de " haber preparado indirect am ent e el t erreno para
convert ir el m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa" . En su
sim plicidad, Rab. Dielo ha decidido que est a acusación o es ot ra cosa que una argucia
polém ica. Com o si dij era: est os m alignos dogm át icos han resuelt o decirnos t oda clase
de cosas desagradables ¿y qué pude haber m ás desagradable que ser inst rum ent o de
la dem ocracia burguesa? Y se publica en negrilla un " m ent ís" : " una calum nia pat ent e"
( Dos congresos, Pág. 30) , " un em baucam ient o" ( Pág. 31) , " una m ascarada" ( Pág. 33) .
Com o Júpit er, Rab. Dielo ( aunque se parece poco a Júpit er) se enfada precisam ent e
porque no t iene razón, dem ost rando con sus insult os precipit ados que es incapaz de
seguir el hilo de los pensam ient os de sus adversarios. Y sin em bargo, no hace falt a
reflexionar m ucho para com prender por qué t odo cult o a la espont aneidad del
m ovim ient o de m asas, t odo rebaj am ient o de la polít ica socialdem ócrat a al nivel de la
polít ica t radeunionist a significa precisam ent e preparar el t erreno para convert ir el
m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa. El m ovim ient o
obrero espont áneo sólo puede crear por sí m ism o el t radeunionism o ( y lo crea de
62
m anera inevit ables) , y la polít ica t radeunionist a de la clase obrera no es ot ra cosa que
la polít ica burguesa de la clase obrera. La part icipación de la clase obrera en la lucha
polít ica, e incluso en la revolución polít ica, en m odo alguno conviert e aún su polít ica en
una polít ica socialdem ócrat a. ¿Se le ocurrirá a R. Dielo negar est o? ¿Se le ocurrirá, al
fin, exponer ant e t odo el m undo, sin am bages ni rodeos, el concept o que t iene de los
problem as candent es de la socialdem ocracia int ernacional y rusa? ¡Oh, no! Jam ás se le
ocurrirá nada sem ej ant e, pues se aferra al recurso de " hacerse el ausent e" : Ni soy
quien soy, ni sé ni quiero saber nada del asunt o. Nosot ros no som os " econom ist as" ,
Rab. Mysl no es " econom ism o" , en general, en Rusia no hay " econom ism o" . Es un
recurso m uy hábil y " polít ico" , pero t iene un pequeño inconvenient e: a los órganos de
prensa que lo pract ican se les suele poner el m ot e de " ¿En qué puedo servirle?"
Rab. Dielo cree que, en general, la dem ocracia burguesa en Rusia es una
" quim era" ( Dos congresos, Pág. 32) ( * 18) ¡Qué felices son! Com o el avest ruz,
esconden la cabeza baj o el ala y se im aginan que con ello han hecho desaparecer t odo
lo que les rodea. La serie de publicist as liberales que anuncian t riunfalm ent e cada m es
el desm oronam ient o e incluso la desaparición del m arxism o; la serie de periódicos
liberales Sankt - Pet ersburgskie Viédom ost i, Russkie Viédom ost i y ot ros m uchos)
dedicados a est im ular a los liberales que llevan a los obreros una concepción
brent aniana de la lucha de clases y una concepción t radeunionist a de la polít ica; la
pléyade de crít icos del m arxism o, cuyas verdaderas t endencias han puest o t an bien al
descubiert o el Credo y cuya m ercancía lit eraria es la única que circula por Rusia sin
im puest os ni aranceles; la reanim ación de las t endencias revolucionarias no
socialdem ócrat as, sobre t odo después de los sucesos de febrero y m arzo; ¡t odo eso,
por lo vist o, es una quim era! ¡Todo eso no t iene en absolut o nada que ver con la
dem ocracia burguesa!
Rab. Dielo y los aut ores de la cart a " econom ist a" aparecida en el núm .
12 de I skra deberían " pensar en cuál es la causa de que est os sucesos de la prim avera
haya suscit ado una reanim ación o socialdem ócrat as, en lugar de fort alecer la aut oridad
y el prest igio de la socialdem ocracia" . La causa es que no hem os est ado a la alt ura de
nuest ra m isión, que la act ividad de las m asas obreras ha sido superior a la nuest ra,
que no hem os t enido dirigent es y organizadores revolucionarios preparados en grado
suficient e, que conocieran a la perfección el est ado de ánim o de t odos sect ores
oposicionist as y supieran ponerse a la cabeza del m ovim ient o, t ransform ar una
m anifest ación espont ánea en una m anifest ación polít ica, am pliar su caráct er polít ico,
et c. en est as condiciones, nuest ro at raso seguirá siendo aprovechado de m anera
inevit able pro los revolucionarios no socialdem ócrat as m ás dinám icos y m ás enérgicos;
y los obreros, pro grandes que sean su abnegación y su energía en la lucha con la
policía y con las t ropas, por m uy revolucionaria que sea su act uación, no pasarán de
ser una fuerza que apoye a esos revolucionarios, serán la ret aguardia de la dem ocracia
burguesa y no la vanguardia socialdem ócrat a. Tom em os el caso de la socialdem ocracia
alem ana, de la que nuest ros " econom ist as" quieren im it ar sólo los lados débiles. ¿Por
qué no se produce en Alem ania ni un solo suceso polít ico sin que cont ribuya aum ent ar
m ás y m ás la aut oridad y el prest igio de la socialdem ocracia? Pues porque la
socialdem ocracia es siem pre la prim era en la apreciación m ás revolucionaria de cada
suceso, en la defensa de t oda prot est a cont ra la arbit rariedad. No se adorm ece con la
consideración de que la lucha económ ica incit ará a los obreros a pensar en su falt a de
derechos y de que las condiciones em puj an fat alm ent e el m ovim ient o obrero al cam ino
revolucionario. I nt erviene en t odos los aspect os y en t odos los problem as de la vida
social y polít ica: cuando Guillerm o se niega a rat ificar el nom bram ient o de un alcalde
progresist a burgués ( ¡nuest ros " econom ist as" no han t enido t iem po aún de explicar a
los alem anes que est o es, en el fondo, un com prom iso con el liberalism o! ) ; cuando se
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dict a una ley cont ra las obras y est am pas " inm orales" ; cuando el gobierno influye para
que sean elegidos det erm inados profesores, et c., et c. La socialdem ocracia est á
siem pre en prim era línea, excit ando el descont ent o polít ico en t odas las clases,
despert ando a los dorm idos, espoleando a los rezagados y proporcionando hechos y
dat os de t odo género para desarrollar la conciencia polít ica y la act ividad polít ica del
prolet ariado. Y el result ado de t odo eso es que hast a los enem igos conscient es del
socialism o sient en respet o por el luchador polít ico de vanguardia, y no es raro que un
docum ent o im port ant e, no sólo de los m edios burgueses, sino incluso de las esferas
burocrát icas y palaciegas, vaya a parar por una especie de m ilagro al despacho de la
redacción de Vorwärt s.
Ahí est á la clave de la aparent e " cont radicción" , la cual rebasa t ant o la
capacidad de com prensión de Rab. Dielo que la revist a se lim it a a levant ar las m anos
al cielo clam ando: " ¡Mascarada! " En efect o, ¡figúrense ust edes: nosot ros, Rab. Dielo,
colocam os en prim er plano el m ovim ient o obrero de m asas ( ¡y lo im prim im os en
negrilla! ) , prevenim os a t odos y a cada uno cont ra el peligro de dism inuir la
im port ancia del elem ent o espont áneo, querem os dar un caráct er polít ico a la m ism a, a
la m ism ísim a lucha económ ica, querem os m ant ener un cont act o est recho y orgánico
con la lucha prolet aria! Y después de eso se nos dice que preparam os el t erreno para
convert ir el m ovim ient o obrero en un inst rum ent o de la dem ocracia burguesa. ¿Y quién
nos lo dice? ¡Hom bres que llegan a un " com prom iso" con el liberalism o, int erviniendo
en t odos los problem as " liberales" ( ¡qué incom prensión del " cont act o orgánico con la
lucha prolet aria" ! ) y dedicando t ant o at ención a los est udiant es e incluso ( ¡qué horror! )
a la gent e de los zem st vos! ¡Hom bres que, en general, quieren consagrar una part e
m ayor de sus fuerzas ( en com paración con los " econom ist as" ) a la act ividad ent re las
clases no prolet arias de la población! ¿No es eso, acaso, una " m ascarada" ?
¡Pobre Rab. Dielo! ¿Llegará alguna vez a desent rañar el secret o de est a
t ret a?
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N OTAS D EL CAPI TULO I I I
* Advert im os, para evit ar equívocos, que en la exposición que sigue
ent endem os por lucha económ ica ( según el uso arraigado ent re nosot ros) la "lucha
económ ica práct ica" que Engels denom inó, en la cit a reproducida ant es, " resist encia a
los capit alist as" y que en los países libres se llam a lucha grem ial, sindical o
t radeunionist a.
* * En est e capít ulo hablam os únicam ent e de la lucha polít ica, de su concepción
m ás am plia o m ás est recha. Por eso señalarem os sólo de paso, com o un sim ple hecho
curioso, la acusación lanzada por Rab. Dielo cont ra I skra de " m oderación excesiva" con
respect o a la lucha económ ica ( Dos congresos, Pág. 27; acusación repet ida con
m achaconería por Mart ínov en su follet o La socialdem ocracia y la clase obrera) . Si los
señores acusadores m idieran por puds o por pliegos de im prent a ( com o gust an de
hacerlo) la sección de I skra dedicada a la lucha económ ica durant e el año y la
com pararan con la m ism a sección de R. Dielo y R. Mysl j unt os, verían fácilm ent e que,
incluso en est e sent ido, est án at rasados. Es evident e que el conocer est a sencilla
verdad les obliga a recurrir a argum ent os que dem uest ran con claridad su confusión.
" I skra –escriben- , quiéralo o no ( ¡) , t iene ( ¡) que t om ar en consideración las dem andas
im periosas de la vida y publicar, por lo m enos ( ¡! ) , cart as sobre el m ovim ient o obrero"
( Dos congresos, Pág. 27) . ¡Menudo argum ent o para hacernos t rizas!
* * * Decim os " en general" porque en Rab. Dielo se t rat a precisam ent e de los
principios generales y de las t areas generales de t odo el part ido. Es indudable que en
la práct ica se dan casos en que la polít ica debe, efect ivam ent e, seguir a la econom ía;
pero sólo " econom ist as" pueden decir eso en una resolución para t oda Rusia. Porque
hay t am bién casos en que " desde el com ienzo m ism o" se puede hacer agit ación
polít ica " únicam ent e en el t erreno económ ico" , puede hacer agit ación polít ica
"únicam ent e en el t erreno económ icos", pese a lo cual Rab. Dielo ha llegado, por fin, a
la conclusión de que " no hay ninguna necesidad" de ello ( Dos congresos, Pág. 11) . En
el capít ulo siguient e probarem os que la t áct ica de los " polít icos" y de los
revolucionarios, lej os de desconocer las t areas t radeunionist as de la socialdem ocracia,
es, por el cont rario, la única que asegura su cum plim ient o consecuent e.
* * * * Expresiones t ext uales del follet o Dos congresos, Pág. 31,32, 28 y 30.
* * * * * Dos congresos, Pág. 32.
* * * * * * Rab. Dielo, núm . 10, Pág. 60. Así aplica Mart ínov al est ado caót ico
nuest ro m ovim ient o en la act ualidad la t esis de que " cada paso de m ovim ient o real
m ás im port ant e que una docena de program as" , cuya aplicación hem os analizado
ant es. En el fondo, eso no es sino una t raducción al ruso de la célebre frase
Bernst ein: " el m ovim ient o lo es t odo; el obj et ivo final, nada" .
de
es
ya
de
* * * * * * * Part idarios de Rabócheie Dielo. ( N. de la Edit .)
* * * * * * * * Pág. 43: " Desde luego, si recom endam os a los obreros que
present en det erm inadas reivindicaciones económ icas al gobierno, lo hacem os porque
el gobierno aut ocrát ico est á dispuest o, por necesidad, a hacer ciert as concesiones en el
t erreno económ ico" .
65
( * 11) La exigencia de " dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico" es
la m anifest ación m ás pat ent e del cult o a la espont aneidad en la act ividad polít ica. La
lucha económ ica adquiere a m enudo un caráct er polít ico de m anera espont ánea, es
decir, sin la int ervención de los " int elect uales" , que son el " bacilo revolucionario" , sin la
int ervención de los socialdem ócrat as conscient es. Por ej em plo, la lucha económ ica de
los obreros en I nglat erra adquirió t am bién un caráct er polít ico sin part icipación alguna
de los socialist as. Ahora bien, la t area de los socialdem ócrat as no se lim it a a la
agit ación polít ica en el t erreno económ ico: su t area es t ransform ar esa polít ica
t radeunionist a en lucha polít ica socialdem ócrat a, aprovechar los dest ellos de conciencia
polít ica que la lucha económ ica ha hecho penet rar en los obreros para elevar a ést os al
nivel de conciencia polít ica socialdem ócrat a. Pero los Mart ínov, en vez de elevar e
im pulsar la conciencia polít ica que se despiert a de m anera espont ánea, se prost ernan
ant e la espont aneidad y repit en con m achaconería, hast a dar náuseas, que la lucha
económ ica " incit a" a los obreros a pensar en su falt a de derechos polít icos. ¡Es de
lam ent ar, señores, que est e despert ar espont áneo de la conciencia polít ica
t radeunionist a no les "incit e" a ust edes m ism os a pensar en sus t areas
socialdem ócrat as!
( * 12) Para confirm ar que t odo est e discurso de los obreros a los " econom ist as"
no es una invención grat uit a nuest ra, nos rem it irem os a dos t est igos que, sin duda,
conocen el m ovim ient o obrero direct am ent e y no se inclinan, ni m ucho m enos, a ser
parciales con nosot ros, los " dogm át icos" , pues uno de ellos es un " econom ist a" ( ¡que
considera incluso a Rabócheie Dielo un órgano polít ico! ) y el ot ro, un t errorist a. El
prim er t est igo es el aut or de un art ículo, not able por su veracidad y viveza, publicado
en el núm . 6 de Rab. D. con el t ít ulo El m ovim ient o obrero de San Pet ersburgo y las
t areas práct icas de la socialdem ocracia. Divide a los obreros en: 1) revolucionarios
conscient es; 2) sect or int erm edio, y 3) el rest o de la m asa. Y result a que el sect or
int erm edio " a m enudo se int eresa m ás por los problem as de la vida polít ica que por
sus int erese económ icos inm ediat os cuya relación con las condiciones sociales
generales ha sido com prendida hace ya m ucho" … Rab. Mysl es " crit icado con dureza" :
" siem pre lo m ism o, hace m ucho que lo sabem os, hace m ucho que lo leím os" , " t am poco
est a vez hay nada nuevo en la crónica polít ica" ( Pág. 30- 31) . Pero incluso el t ercer
sect or, " la m asa obrera m ás sensible, m ás j oven, m enos corrom pida por la t aberna y
por la iglesia, que casi nunca t iene posibilidad de conseguir un libro de cont enido
polít ico, habla a diest ro y siniest ro de los fenóm enos de la vida polít ica y reflexiona
sobre las not icias fragm ent arias acerca de un m ot ín de est udiant es" , et c. Y el t errorist a
escribe: " … Leen un par de veces unas líneas dedicadas a m inucias de la vida de las
fábricas en ciudades que no son las suyas y luego dej ar de leer… Les aburre… No
hablar en un periódico obrero sobre el Est ado… significa im aginarse que el obrero es
un niño pequeño… El obrero no es un niño" ( Svoboda , ed. del Grupo RevolucionarioSocialist a, Pág. 69- 70)
* ( 13) .Mart ínov " se im agina ot ro dilem a m ás real ( ¿) " ( La socialdem ocracia y la
clase obrera, Pág. 19) : " O la socialdem ocracia sum e la dirección inm ediat a de la lucha
económ ica del prolet ariado y, con ello ( ¡) , la t ransform a en lucha revolucionaria de
clase" … " Con ello" , es decir, al parecer, con la dirección inm ediat a de la lucha
económ ica. Que nos indique Mart ínov dónde se ha vist o que, por el único y solo hecho
de dirigir la lucha sindical, se haya logrado t ransform ar el m ovim ient o t radeunionist a
en m ovim ient o revolucionario de clase. ¿No caerá en la cuent a de que, para realizar
est a " t ransform ación" , debem os asum ir act ivam ent e la " dirección inm ediat a" de la
agit ación polít ica om ním oda?… " O bien ot ra perspect iva: La socialdem ocracia abandona
la dirección de la lucha económ ica de los obreros y, con ello…, se cort a las alas" …
Según el j uicio de Rab. Dielo, ant es cit ado, es I skra la que " abandona" . Pero hem os
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vist o que I skra hace para dirigir la lucha económ ica m ucho m ás que " Rab. Dielo" y, por
añadidura, no se lim it a a eso ni rest ringe, en nom bre de eso, sus t areas polít icas.
( * 14) Se t rat a de la prim avera de 1901, en la que com enzaron grandes
m anifest aciones en las calles. ( Not a de Lenin para la edición de 1907. –N. de la Edit .)
( * 15) Por ej em plo, durant e la guerra franco- prusiana, Liebknecht dict ó un
program a de acción para t oda la dem ocracia, cosa que Marx y Engels hicieron en
m ayor escala en 1848.
( * 16) La falt a de espacio nos ha im pedido responder circunst ancialm ent e en
I skra a est a cart a, t an t ípica de los " econom ist as" . Su aparición nos causó verdadero
j úbilo, pues hacía ya m ucho que llegaban hast a nosot ros, desde los lados m ás
diversos, dim es y diret es acerca de que I skra carecía de un consecuent e punt o de vist a
de clase, y sólo esperábam os una ocasión propicia, o la expresión crist alizada de est a
acusación en boga, para darle una respuest a. Y t enem os por cost um bre cont est ar a los
at aques no con la defensiva, sino con cont raat aques.
( * 17) Y durant e el período com prendido ent re est os art ículos, se ha publicado
( I skra, núm . 3) ot ro dedicado especialm ent e a los ant agonism os de clase en el cam po.
( * 18) Y a renglón seguido se alude a " las condiciones concret as rusas, que
em puj an falsam ent e el m ovim ient o obrero al cam ino revolucionario". ¡No se quiere
com prender que el cam ino revolucionario del m ovim ient o obrero puede no ser aún el
cam ino socialdem ócrat a! Baj o el absolut ism o, t oda la burguesía de Europa Occident al
" em puj aba" , em puj aba conscient em ent e a los obreros al cam ino revolucionario. Pero
los socialdem ócrat as no podem os cont ent arnos con eso. Y si rebaj am os de una u ot ra
form a la polít ica socialdem ócrat a al nivel de la polít ica espont ánea, de la polít ica
t radeunionist a, con ello precisam ent e harem os el j uego a la dem ocracia burguesa.
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CAPI TULO I V
EL PRI M I TI VI SM O EN EL TRABAJO D E LOS ECON OM I STAS Y LA
ORGAN I ZACI ÓN D E LOS REVOLUCI ON ARI OS
Las afirm aciones de Rab. Dielo, ant es analizadas, de que la lucha
económ ica es el m edio de agit ación polít ica m ás am pliam ent e aplicable, de que nuest ra
t area consist e ahora en dar a la lucha económ ica m ism a un caráct er polít ico, et c.,
dem uest ran que se t iene una noción est recha no sólo de nuest ras t areas polít icas, sino
t am bién de las de organización. Para sost ener la " lucha económ ica cont ra los pat ronos
y el gobierno" es innecesaria en absolut o una organización cent ralizada de t oda Rusia
"que, por ello m ism o, no puede form arse en el curso de sem ej ant e lucha" que agrupe
en un solo im pulso com ún t odas las m anifest aciones de oposición polít ica, de prot est a
y de indignación; una organización form ada por revolucionarios profesionales y dirigida
por verdaderos líderes polít icos de t odo el pueblo. Y se com prende. La est ruct ura de
cualquier organism o est á det erm inada, de m odo nat ural e inevit able, pro el cont enido
de la act ividad de dicho organism o. De ahí que Rab. Dielo, con las afirm aciones que
hem os exam inado ant eriorm ent e, consagre y legit im e, no sólo la est rechez de la
act ividad polít ica, sino t am bién la est rechez de la labor de organización. Y en est e
caso, com o siem pre, es un órgano de prensa cuya conciencia cede ant e la
espont aneidad. Sin em bargo, el cult o a las form as de organización espont áneas, la
incom prensión de cuán est recha y prim it iva es nuest ra labor de organización, de hast a
qué punt o som os t odavía unos " art esanos" en un t erreno t an im port ant e, est a
incom prensión, digo yo, es una verdadera enferm edad propia de la decadencia, sino
una enferm edad debida al crecim ient o. Pero precisam ent e ahora, cuando la ola de la
indignación espont ánea nos azot a, por decirlo así, a nosot ros com o dirigent es y
organizadores del m ovim ient o, es necesaria en grado sum o la lucha m ás int ransigent e
cont ra t oda defensa del at raso, cont ra t oda legit im ación de la est rechez de m iras en
est e sent ido; es necesario en grado sum o despert ar, en cuant os t om an part e o se
proponen t om ar part e en la labor práct ica, el descont ent o por los m ét odos prim it ivos
de t rabaj o que predom inan ent re nosot ros y la decisión inquebrant able de
desem barazarnos de ellos.
a)
¿Qué e s e l pr im it ivism o e n e l t r a ba j o?
I nt ent em os responder a est a pregunt a t razando un pequeño cuadro de la
act ividad de un círculo socialdem ócrat a t ípico de los años com prendidos ent re 1894 y
1901. Hem os aludido ya a la propensión general de la j uvent ud est udiant il de aquél
período hacia el m arxism o. Claro que est a propensión no era sólo, e incluso no t ant o,
hacia el m arxism o en calidad de t eoría com o en calidad de respuest a a la pregunt a
“ ¿Qué hacer?” , de llam am ient o a em prender la cam paña cont ra el enem igo. Y los
nuevos guerreros iban a la cam paña con un equipo y una preparación prim it ivos en
ext rem o. En m uchísim os casos carecían casi por com plet o hast a de equipo y no t enían
absolut am ent e ninguna preparación. I ban a la guerra com o verdaderos labradores, sin
m ás pert recho que un garrot e en la m ano. Falt o de t odo cont act o con los viej os
dirigent es del m ovim ient o, falt o de t oda ligazón con los círculos de ot ros lugares o
hast a de ot ros punt os de la ciudad ( o de ot ros cent ros de enseñanza) , sin organización
alguna de las diferent es part es de la labor revolucionaria, sin ningún plan
sist em at izado de acción para un período m ás o m enos prolongado, un círculo de
est udiant es se ponen en cont act o con obreros y em pieza a t rabaj ar. Despliega paso a
paso una agit ación y una propaganda cada vez m ás vast as, y con su act uación se gana
las sim pat ías de sect ores obreros bast ant e am plios, así com o de una part e de la
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sociedad inst ruida, que proporciona dinero y pone a disposición del “ com it é” nuevos y
nuevos grupos de j óvenes. Crece el prest igio del com it é ( o unión de lucha) y aum ent a
su act ividad, que se am plía de un m odo espont áneo por com plet o: las m ism as
personas que hace un año o unos cuant os m eses int ervenían en círculos de est udiant es
y resolvían el problem a de “ ¿a dónde ir?” , que ent ablaban y m ant enían relaciones con
los obreros, redact aban e im prim ían oct avillas, se ponen en cont act o con ot ros grupos
de revolucionarios, consiguen publicaciones, em prenden la edición de un periódico
local, em piezan a hablar de organizar una m anifest ación y, por fin, pasan a
operaciones m ilit ares abiert as ( que pueden ser, según las circunst ancias, la prim era
hoj a de agit ación, el prim er núm ero del periódico o la prim era m anifest ación) . Y por lo
general, en cuant o se inician est as operaciones, se produce un fracaso inm ediat o y
com plet o. I nm ediat o y com plet o precisam ent e porque dichas operaciones m ilit ares no
son el result ado de un plan sist em át ico, bien m edit ado y preparado poco a poco, de
una lucha larga y t enaz, sino sencillam ent e el crecim ient o espont áneo de una labor de
círculo efect uada de acuerdo con la t radición. Porque la policía, com o es nat ural,
conoce casi siem pre a t odos los dirigent es principales del m ovim ient o local, que se han
“ acredit ado” ya en las aulas universit arias, y sólo espera el m om ent o m ás propicio
para hacer la redada, consist iendo adrede que el círculo se ext ienda y se desarrolle en
grado suficient e para cont ar con un corpus delict i palpable, y dej ando cada vez
int encionadam ent e unas cuant as personas, de ella conocidas, “ com o sem illa”
( expresión t écnica que em plean, según m is not icias, t ant o los nuest ros com o los
gendarm es) . Es forzoso com parar sem ej ant e guerra con una cam paña de bandas de
cam pesinos arm ados de garrot es cont ra un ej ércit o m oderno. Y es de adm irar la
vit alidad de un m ovim ient o que se ha ext endido, crecido y conquist ado vict orias pese a
la com plet a falt a de preparación de los com bat ient es. Es ciert o que, desde le punt o de
vist a hist órico, el caráct er prim it ivo del equipo era al principio no sólo inevit able, sino
incluso legít im o, com o una de las condiciones que perm it ía at raer a gran núm ero de
com bat ient es. Pero en cuant o em pezaron las operaciones m ilit ares serias ( y
em pezaron ya, en realidad, con las huelgas del verano de 1896) , las deficiencias de
nuest ra organización de com bat e se hicieron sent ir cada vez m ás. El gobierno se
desconcert ó al principio y com et ió una serie de errores ( por ej em plo, cont ar a la
opinión pública m onst ruosidades de los socialist as o deport ar a obreros de las capit ales
a cent ros indust riales de provincias) , pero no t ardó en adapt arse a las nuevas
condiciones de la lucha y supo colocar en los lugares adecuados sus dest acam ent os de
provocadores, espías y gendarm es, pert rechados con t odos los m edios m odernos. Las
redadas se hicieron t an frecuent es, abarcaron a un núm ero t an grande de personas y
barrieron los círculos locales hast a el punt o de que la m asa obrera quedó lo que se dice
sin dirigent es, y el m ovim ient o adquirió un caráct er esporádico increíble, siendo
im posible en absolut o est ablecer cont inuidad ni conexión alguna en el t rabaj o. El
pasm oso fraccionam ient o de los m ilit ant es locales, la com posición fort uit a de los
círculos, la falt a de preparación y la est rechez de horizont es en el t erreno de los
problem as t eóricos, polít icos y orgánicos eran consecuencia inevit able de las
condiciones descrit as. Las cosas han llegado al ext rem o de que, en algunos lugares, los
obreros, a causa de nuest ra falt a de firm eza y de hábit os de lucha clandest ina,
desconfían de los int elect uales y se apart an de ellos: ¡los int elect uales, dicen, originan
fracasos por su acción dem asiado irreflexiva!
Cuant os conozcan, por poco que sea, el m ovim ient o saben que t odos los
socialdem ócrat as reflexivos perciben, al fin, que el prim it ivism o en el t rabaj o es una
enferm edad. Mas para que no crea el lect or no iniciado que “ const ruim os” con art ificio,
una fase especial o una enferm edad peculiar del m ovim ient o, nos rem it irem os al
t est igo ya cit ado. Que se nos disculpe la ext ensión de la cit a.
69
“ Si el paso gradual a una act ividad práct ica m ás am plia –escribe B- v [ 1]
en el núm ero 6 de Rab. Dielo- , paso que depende direct am ent e del período general de
t ransición por que at raviesa el m ovim ient o obrero ruso, es un rasgo caract eríst ico…,
exist e ot ro rasgo no m enos int eresant e en el m ecanism o general de la revolución
obrera rusa. Nos referim os a la escasez general de fuerzas revolucionarias apt as para
la acción [ 2] , que se dej a sent ir no sólo en San Pet ersburgo, sino en t oda Rusia. A la
par con la int ensificación general del m ovim ient o obrero, con el desarrollo general de
la m asa obrera, con la crecient e frecuencia de las huelgas y con la lucha de m asas de
los obreros, cada día m ás abiert a –lo que recrudece las persecuciones
gubernam ent ales, las det enciones, los dest ierros y las deport aciones - , se hace m ás y
m ás pat ent e est a escasez de fuerzas revolucionarias de alt a calidad y, sin duda, no
dej a de influir en la profundidad y el caráct er general del m ovim ient o. Muchas huelgas
t ranscurren sin una influencia enérgica y direct a de las organizaciones
revolucionarias…, se dej a sent ir la escasez de hoj as de agit ación y de publicaciones
clandest inas… los círculos obreros se quedan sin agit adores… Al m ism o t iem po se dej a
not ar la falt a const ant e de dinero. En una palabra, el crecim ient o del m ovim ient o
obrero rebasa al crecim ient o y al desarrollo de las organizaciones revolucionarias. Los
efect ivos de revolucionarios act ivos result an dem asiado insignificant es para concent rar
en sus m anos la influencia sobre t oda la m asa obrera en efervescencia y para dar a
t odos los dist urbios aunque sea un asom o de arm onía y organización… Los círculos y
los revolucionarios no est án unidos, no est án agrupados, no const it uyen una
organización única, fuert e y disciplinada, con part es m et ódicam ent e desarrolladas” … Y
después de hacer const ar que el surgim ient o inm ediat o de nuevos círculos en lugar de
los aniquilados “ dem uest ra t an sólo la vit alidad del m ovim ient o…, pero no prueba que
exist a una cant idad suficient e de m ilit ant es revolucionarios plenam ent e apt os” , el aut or
concluye: “ La falt a de preparación práct ica de los revolucionarios pet ersburgueses se
reflej a t am bién en los result ados de su labor. Los últ im os procesos, y en part icular los
de los grupos Aut oem ancipación y Lucha del Trabaj o cont ra el Capit al [ 3] , han
dem ost rado claram ent e que un agit ador j oven que no conozca al det alle las
condiciones del t rabaj o y, por consiguient e, de la agit ación en una fábrica
det erm inada, que no conozca los principios de la clandest inidad y que sólo haya
asim ilado” ( ¿asim ilado?) “ las ideas generales de la socialdem ocracia, puede t rabaj ar
unos cuat ro, cinco o seis m eses. Luego viene la det ención, que m uchas veces acarrea
el aniquilam ient o de t oda la organización o, por lo m enos de una part e de ella. Cabe
pregunt ar: ¿puede un grupo act uar con éxit o, con frut o, cuando su exist encia est á
lim it ada a unos cuant os m eses? Es evident e que los defect os de las organizaciones
exist ent es no pueden at ribuirse por ent ero al período de t ransición…; es evident e que
la cant idad y, sobre t odo, la calidad de los com ponent es de las organizaciones act ivas
desem peñan aquí un papel de no escasa im port ancia, y la t area prim ordial de nuest ros
socialdem ócrat as… debe consist ir en unificar realm ent e las organizaciones con una
selección rigurosa de sus m iem bros” .
b)
El pr im it ivism o e n e l t r a ba j o y e l e conom ism o
Debem os analizar ahora una cuest ión que, sin duda, se plant ean ya los
lect ores: ¿puede est ablecerse una relación ent re le prim it ivism o en el t rabaj o, com o
enferm edad de crecim ient o que afect a a t odo el m ovim ient o, y el “ econom ism o” , com o
una t endencia de la socialdem ocracia rusa? Creem os que sí. La falt a de preparación
práct ica y la falt a de habilidad en la labor de organización son, en efect o, cosas
com unes a t odos nosot ros, incluso a quienes desde el prim er m om ent o han sust ent ado
con firm eza el punt o de vist a del m arxism o revolucionario. Y es ciert o que nadie podría
culpar de est a falt a de preparación, por sí sola, a los m ilit ant es dedicados a la labor
práct ica. Pero, adem ás de la falt a de preparación, el concept o “ prim it ivism o en el
70
t rabaj o” im plica t am bién ot ra cosa: el reducido alcance de t oda la act ividad
revolucionaria en general, la incom prensión de que con est a labor est recha es
im posible const it uir una buena organización de revolucionarios y, por últ im o –y eso es
lo principal - , las t ent at ivas de j ust ificar est a est rechez y erigirla en una “ t eoría”
part icular, es decir, el cult o a la espont aneidad t am bién en est e t erreno. En cuant o se
m anifest aron t ales t ent at ivas se m anifest aron en dos direcciones. Unos em pezaron a
decir: la propia m asa obrera no ha plant eado aún t areas polít icas t an am plias y
com bat ivas com o las que quieren “ im ponerle” los revolucionarios, debe luchar t odavía
por reivindicaciones polít icas inm ediat as, sost ener “ la lucha económ ica cont ra los
pat ronos y el gobierno” [ 4] ( y a est a lucha “ accesible” al m ovim ient o de m asas
corresponde, com o es nat ural, una organización “ accesible” incluso a la j uvent ud
m enos preparada) . Ot ros, alej ados de t oda “ gradación” , com enzaron a decir: se puede
y se debe “ hacer la revolución polít ica” , m as para eso no hay necesidad alguna de
crear una fuert e organización de revolucionarios que eduque al prolet ariado en una
lucha firm e y t enaz; para eso bast a con que em puñem os t odos el garrot e ya conocido
y “ asequible” . Hablando sin alegorías: que organicem os la huelga general [ 5] ; o que
est im ulem os el “ indolent e” desarrollo del m ovim ient o obrero por m edio del “ t errorism o
excit ant e” [ 6] . Am bas t endencias, los oport unist as y los “ revolucionist as” , capit ulan
ant e el prim it ivism o im perant e en el t rabaj o, no confían en que sea posible
desem barazarse de él, no com prenden nuest ra prim era y m ás urgent e t area práct ica:
crear una organización de revolucionarios capaz de asegurar a la lucha polít ica energía,
firm eza y cont inuidad.
Acabam os de cit ar las palabras de B- v: “ El crecim ient o del m ovim ient o
obrero rebasa el crecim ient o y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias” .
Est a “ valiosa not icia de un observador direct o” ( com ent ario de la redacción de
Rabócheie Dielo al art ículo de B- v) t iene para nosot ros un doble valor. Dem uest ra que
t eníam os razón al considerar que la causa fundam ent al de la crisis por que at raviesa
en la act ualidad la socialdem ocracia rusa est á en el at raso de los dirigent es
( “ ideólogos” , revolucionarios, socialdem ócrat as) respect o al m ovim ient o ascensional
espont áneo de las m asas. Dem uest ra que t odas esas disquisiciones de los aut ores de
la cart a” econom ist a” ( en el núm . 12 de I skra) , de B. Krichevski y Mart ínov, sobre el
peligro de dism inuir la im port ancia del elem ent o espont áneo, la m onót ona lucha
cot idiana, la t áct ica- proceso, et c., son precisam ent e una defensa y una exalt ación del
prim it ivism o en el t rabaj o. Esos hom bres, que no pueden pronunciar la palabra
“ t eórico” sin una m ueca de desprecio y que llam an “ int uición de la vida” a su
prost ernación ant e la falt a de preparación para la vida y ant e el desarrollo insuficient e,
dem uest ran de hecho que no com prenden nuest ras t areas práct icas m ás im periosas.
Grit an a quienes se han rezagado: “ ¡Seguid el paso! ¡No os adelant éis! ” Y a quienes
adolecen de falt a de energía y de iniciat iva en la labor de organización, de falt a de
“ planes” para organizar las cosas con am plit ud y valent ía ¡les hablan de la “ t áct icaproceso” ! Nuest ro pecado capit al consist e en rebaj ar nuest ras t areas polít icas y
orgánicas al nivel de los int ereses inm ediat os, “ palpables” , “ concret os” de la lucha
económ ica cot idiana, pero siguen cant ándonos; ¡hay que im prim ir a la lucha
económ ica m ism a un caráct er polít ico! Repet im os: eso es lit eralm ent e la m ism a
“ int uición de la vida” que dem ost raba poseer el personaj e de la épica popular que
grit aba al paso de un ent ierro: “ ¡Oj alá t engáis siem pre uno que llevar! ”
Recuerden la incom parable presunción, verdaderam ent e digna de
Narciso, con que esos sabios aleccionaban a Plej ánov: “ A los círculos obreros les son
inaccesibles en general ( ¡sic! ) las t areas polít icas en el sent ido real, práct ico de esa
palabra, es decir, en el sent ido de una lucha práct ica, convenient e y eficaz, por
reivindicaciones polít icas” ( Respuest a de la redacción de “ R.D.” , Pág. 24) . ¡Hay círculos
71
y círculos, señores! Desde luego, a un círculo de “ art esanos” le son inaccesibles las
t areas polít icas, m ient ras esos art esanos no com prendan el prim it ivism o de su t rabaj o
y no se desem baracen de él. Pero si, adem ás, esos art esanos t ienen apego a sus
m ét odos, si escriben siem pre en cursiva la palabra “ práct ico” y se im aginan que el
pract icism o exige de ellos que rebaj en sus t areas al nivel de la com prensión de los
sect ores m ás at rasados de las m asas, ent onces, por supuest o, serán incorregibles y,
en efect o, las t areas polít icas les serán inaccesibles en general. Pero a un círculo de
adalides com o Alexéiev y Myshkin, Jault urin y Zheliábov les son accesibles las t areas
polít icas en el sent ido m ás real, m ás práct ico, de la palabra. Y les son accesibles
precisam ent e por cuant o sus fogosos discursos encuent ran eco en la m asa que se
despiert a espont áneam ent e; por cuant o su im pet uosa energía es secundada y apoyada
por la energía de la clase revolucionaria. Plej ánov t enía m il veces razón no sólo cuando
indicó cuál era est a clase revolucionaria, no sólo cuando dem ost ró que su despert ar
espont áneo era inevit able e ineludibles, sino t am bién cuando incluso señaló a los
“ círculos obreros” una t area polít ica grande y sublim e. Y ust edes invocan el
m ovim ient o de m asas, surgido desde ent onces, para rebaj ar esa t area, para reducir la
energía y el alcance de la act ividad de los “ círculos obreros” . ¿Qué es est o sino apego
del art esano a sus m ét odos? Se vanaglorian de su espírit u práct ico y no ven el hecho
conocido de t odo m ilit ant e ruso ent regado a la labor práct ica: que m ilagros puede
hacer en la obra revolucionaria la energía no sólo de un círculo, sino incluso de un
individuo. ¿O creen que en nuest ro m ovim ient o no pueden exist ir adalides com o los
que exist ieron en los años 70? ¿Por qué razón? ¿Por qué est am os poco preparados?
¡Pero nos preparam os, nos seguirem os preparando y llegarem os a est ar preparados!
Es ciert o que, por desgracia, en agua est ancada de la “ lucha económ ica cont ra los
pat ronos y el gobierno” se ha criado ent re nosot ros verdín: han aparecido personas
que se post ran ant e la espont aneidad y cont em plan con unción ( com o dice Plej ánov)
“ la part e t rasera” del prolet ariado ruso. Sin em bargo, sabrem os lim piarnos ese verdín.
Es ahora precisam ent e cuando el revolucionario ruso, guiándose por una t eoría
verdaderam ent e revolucionaria y apoyándose en una clase verdaderam ent e
revolucionaria que despiert a de m anera espont ánea, puede al fin - ¡al fin! – alzarse
cuan alt o es y desplegar t odas sus fuerzas de gigant e. Para ello sólo hace falt a que
ent re la m asa de m ilit ant es dedicados a la act ividad práct ica –y ent re la m asa, m ayor
aún, de quienes sueñan con la práct ica ya desde el banco de la escuela – sea acogido
con burla y desprecio t odo int ent o de rebaj ar nuest ras t areas polít icas y el alcance de
nuest ra labor de organización. ¡Y lo conseguirem os, señores, pueden est ar seguros de
ello!
En el art ículo ¿Por dónde em pezar? he escrit o cont ra Rabócheie Dielo:
“ En veint icuat ro horas se puede cam biar de t áct ica en la agit ación respect o a algún
problem a especial, se puede cam biar de t áct ica en la realización de algún det alle de
organización del part ido; pero cam biar, no digam os en veint icuat ro horas, sino incluso
en veint icuat ro m eses de crit erio acerca de si hace falt a en general, siem pre y en
absolut o una organización com bat iva y una agit ación polít ica ent re las m asas es cosa
que sólo pueden hacer personas sin principios” * . Rabócheie Dielo cont est a: “ Est a
acusación de I skra, la única que pret ende est ar basada en hechos, carece de t odo
fundam ent o. Los lect ores de R.. Dielo saben m uy bien que nosot ros, desde el com ienzo
m ism o, no sólo hem os exhort ado a la agit ación polít ica, sin esperar a que apareciera
I skra…” ( diciendo al paso que, no ya a los círculos obrero, “ ni aun siquiera al
m ovim ient o obrero de m asas se le puede plant ear com o prim era t area polít ica la de
derribar el absolut ism o” , sino únicam ent e la lucha por reivindicaciones polít icas
inm ediat as, y que “ las reivindicaciones polít icas inm ediat as se hacen accesibles a las
m asas después de una o, en t odo caso, de varias huelgas” ) …, “ sino que, con nuest ras
publicaciones hem os proporcionado desde el ext ranj ero a los cam aradas que act úan en
72
Rusia los únicos m at eriales de agit ación polít ica socialdem ócrat a…” ( y en est os
m at eriales no sólo han pract icado con la m ayor am plit ud la agit ación polít ica
exclusivam ent e en el t erreno de la lucha económ ica, sino que han llegado, por fin, a la
conclusión de que est a agit ación lim it ada es “ la que se puede aplicar con la m ayor
am plit ud” . ¿Y no adviert en ust edes, señores, que su argum ent ación dem uest ra
precisam ent e la necesidad de que apareciera I skra –en vist a del caráct er de esos
m at eriales únicos – y la necesidad de la lucha de I skra cont ra Rabócheie Dielo?) … “ Por
ot ra part e, nuest ra act ividad edit orial preparaba en la práct ica la unidad t áct ica del
part ido…” ( ¿la unidad de convicción de que la t áct ica es un proceso de crecim ient o de
las t areas del part ido, las cuales crecen j unt o con ést e? ¡Valient e unidad! ) … “ y, con
ello, la posibilidad de crear una “ organización de com bat e” para cuya form ación ha
hecho la Unión t odo lo que est á al alcance de una organización resident e en el
ext ranj ero” ( R. D. núm . 10, Pág. 15) . ¡Vano int ent o de salir del paso! Jam ás se m e ha
ocurrido negar que han hecho ust edes t odo lo que est aba a su alcance. Lo que yo he
afirm ado y afirm o es que los lím it es de lo “ accesible” para ust edes se rest ringen por la
m iopía de sus concepciones. Es ridículo hablar de “ organizaciones de com bat e” para
luchar por “ reivindicaciones polít icas inm ediat as” o para “ la lucha económ ica cont ra los
pat ronos y el gobierno” .
Pero si el lect or quiere ver perlas de enam oram ient o “ económ ico” de los
m ét odos prim it ivos, t endrá que pasar, com o es lógico, del ecléct ico y vacilant e Rab.
Dielo al consecuent e y decidido Rab. Mysl. “ Dos palabras ahora sobre la llam ada
int elect ualidad revolucionaria –escribía R. M. En el Suplem ent o especial, Pág. 13- . es
ciert o que m ás de una vez ha dem ost rado en la práct ica que est á t ot alm ent e dispuest a
a “ ent ablar el com bat e decisivo cont ra el zarism o” . Pero lo m alo es que, perseguida de
m anera im placable por la policía polít ica, nuest ra int elect ualidad revolucionaria t om aba
est a lucha cont ra la policía polít ica por una lucha polít ica cont ra la aut ocracia. Por eso
sigue aún sin encont rar respuest a a la pregunt a de “ dónde sacar fuerzas para luchar
cont ra la aut ocracia” ” .
¿Verdad que es incom parable est e olím pico desprecio que sient e por la
lucha cont ra la policía un adm irador ( en el peor sent ido de la palabra) del m ovim ient o
espont áneo? ¡¡Est á dispuest o a j ust ificar nuest ra inept it ud para la act ividad clandest ina
diciendo que, con el m ovim ient o espont áneo de m asas, no t iene im port ancia, en el
fondo, la lucha cont ra la policía polít ica! ! Muy pocos, poquísim os suscribirán est a
m onst ruosa conclusión: con t ant o dolor sient e t odo el m undo las deficiencias de
nuest ras organizaciones revolucionarias. Pero si no la suscribe, por ej em plo, Mart ínov,
es sólo porque no sabe o no t iene la valent ía de reflexionar hast a el fin en sus propias
t esis. En efect o, ¿acaso una “ t area” com o la de que las m asas plant een
reivindicaciones concret as que prom et an result ados palpables exige preocuparse de
m anera especial pro crear una organización de revolucionarios sólida, cent ralizada y
com bat iva? ¿No cum ple t am bién est a “ t area” una m asa que en m odo alguno “ lucha
cont ra la policía polít ica” ? Más aún: ¿sería realizable est a t area, si, adem ás de un
reducido núm ero de dirigent es, no se encargaran de cum plirla t am bién ( en su inm ensa
m ayoría) obreros que son incapaces en absolut o de “ luchar cont ra la policía polít ica” ?
Est os obreros, los hom bres de m edios de la m asa, pueden dar pruebas de energía y
abnegación gigant escas en una huelga, en la lucha cont ra la policía y las t ropas en la
calle, pueden decidir ( y son los únicos que pueden) , el desenlace de t odo nuest ro
m ovim ient o; pero precisam ent e la lucha cont ra la policía polít ica exige cualidades
especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosot ros debem os preocuparnos no
sólo de que las m asas “ plant een” reivindicaciones concret as, sino t am bién de que la
m asa de obreros “ dest aque” , en núm ero cada vez m ayor, a est os revolucionarios
profesionales. Llegam os así al problem a de las relaciones ent re la organización de
73
revolucionarios profesionales y el m ovim ient o puram ent e obrero. Est e problem a, poco
reflej ado en las publicaciones, nos ha ocupado a nosot ros, los “ polít icos” , m ucho
t iem po en plát icas y discusiones con cam aradas m ás o m enos inclinados al
“ econom ism o” . Merece la pena que nos det engam os en él especialm ent e. Pero
t erm inem os ant es de ilust rar con ot ra cit a nuest ra t esis sobre la relación ent re el
prim it ivism o en el t rabaj o y el “ econom ism o” .
“ El grupo Em ancipación del Trabaj o –decía el señor N.N. en su Respuest a
[ 7] ( 75) –exige que se luche direct am ent e cont ra el gobierno, sin pensar dónde est á
la fuerza m at erial necesaria pasa esa lucha ni indicar qué cam inos ha de seguir ést a” .
Y subrayando est as últ im as palabras, el aut or hace a propósit o del t érm ino “ cam inos”
la observación siguient e: “ Est a circunst ancia no puede explicarse por fines
conspirat ivos, ya que en el program a no se t rat a de una conj ura, sino de un
m ovim ient o de m asas. Y las m asas no pueden avanzar por cam inos secret os. ¿Es
posible, acaso, una huelga secret a? ¿Es posible celebrar en secret o una m anifest ación
o present ar en secret o una pet ición?” Vadem écum , Pág. 59) . El aut or ha abordado de
lleno t ant o la “ fuerza m at erial” ( los organizadores de las huelgas y m anifest aciones)
com o los “ cam inos” que debe seguir est a lucha; pero se ha quedado, sin em bargo,
confuso y perplej o, pues se “ prost erna” ant e el m ovim ient o de m asas, es decir, lo
considera algo que nos exim e de nuest ra act ividad revolucionaria, y no algo que debe
alent ar e im pulsar nuest ra act ividad revolucionaria. Una huelga secret a es im posible
para quienes part icipen en ella o t engan relación inm ediat a con ella. Pero para las
m asas de obreros rusos, esa huelga puede ser ( y lo es en la m ayoría de los casos)
“ secret a” , porque el gobierno se preocupará de cort ar t oda relación con los
huelguist as, se preocupara de hacer im posible t oda difusión de not icias sobre la
huelga. Y aquí es necesaria la “ lucha cont ra la policía polít ica” , una lucha especial, una
lucha que j am ás podrá sost ener act ivam ent e una m asa t an am plia com o la que
part icipa en las huelgas. Est a lucha deben organizarla, “ según t odas las reglas del
art e” , personas cuya profesión sea la act ividad revolucionaria. La organización de est a
lucha no se ha hecho m enos necesaria porque las m asas se incorporen
espont áneam ent e al m ovim ient o. Al cont rario: la organización se hace, por eso, m ás
necesaria, pues nosot ros, los socialist as, falt aríam os a nuest ras obligaciones direct as
ant e las m asas si nos supiéram os im pedir que la policía haga secret a ( y si a veces no
preparásem os nosot ros m ism os en secret o) cualquier huelga o m anifest ación. Y
sabrem os hacerlo precisam ent e porque las m asas que despiert an espont áneam ent e
dest acarán t am bién de su seno a m ás y m ás “ revolucionarios profesionales” ( siem pre
que no se nos ocurra invit an a los obreros, de diferent es m aneras, al inm ovilism o) .
c)
La or ga niz a ción de los obr e r os y la or ga niz a ción de los
r e voluciona r ios
Si el concept o de “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno”
corresponde para una socialdem ócrat a al de lucha polít ica, es nat ural esperar que el
concept o de “ organización de revolucionarios” corresponda m ás o m enos al de
“ organización de obreros” . Y así ocurre, en efect o; de suert e que, al hablar de
organización, result a que hablam os lit eralm ent e en lenguas diferent es. Por ej em plo,
recuerdo com o si hubiera ocurrido hoy la conversación que sost uve en ciert a ocasión
con un “ econom ist a” bast ant e consecuent e al que ant es no conocía [ 8] . La
conversación giraba en t orno al follet o ¿Quién hará la revolución polít ica? Pront o
convinim os en que el defect o principal de est e follet o consist ía en dar de lado el
problem a de la organización. Nos figurábam os est ar ya de acuerdo, pero…, al seguir la
conversación, result ó que hablábam os de cosas dist int as. Mi int erlocut or acusaba al
aut or de no t ener en cuent a las caj as de resist encia, las sociedades de socorros
74
m ut uos, et c.; yo en cam bio, pensaba en la organización de revolucionarios
indispensable para “ hacer” la revolución polít ica. ¡Y en cuant o se reveló est a
discrepancia, no recuerdo haber coincidido j am ás con est e “ econom ist a” sobre ninguna
cuest ión de principio!
¿En qué consist ía, pues, el origen de nuest ras discrepancias?
Precisam ent e en que los “ econom ist as” se apart an a cada paso de las concepciones
socialdem ócrat as para caer en el t radeunionism o, t ant o en las t areas de organización
com o en las polít icas. La lucha polít ica de la socialdem ocracia es m ucho m ás am plia y
com plej a que la lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el gobierno. Del
m ism o m odo ( y com o consecuencia de ello) , la organización de un part ido
socialdem ócrat a revolucionario ha de ser inevit ablem ent e de un género dist int o que la
organización de los obreros para la lucha económ ica. la organización de los obreros
deber ser, prim ero, profesional; segundo, lo m ás am plia posible; t ercero, lo m enos
clandest ina posible ( aquí m ás adelant e m e refiero, claro est á, sólo a la Rusia
aut ocrát ica) . Por el cont rario, la organización de los revolucionarios debe agrupar, ant e
t odo y sobre t odo, a personas cuya profesión sea la act ividad revolucionaria ( por eso
hablo de una organización de revolucionarios, t eniendo en cuent a a los revolucionarios
socialdem ócrat as) . Ant e est e rasgo com ún de los m iem bros de sem ej ant e organización
debe desaparecer en absolut o t oda diferencia ent re obreros e int elect uales, sin hablar
ya de la diferencia ent re las diversas profesiones de unos y ot ros. Est a organización
debe ser necesariam ent e no m uy am plia y lo m ás clandest ina posible. Det engám onos
en est os t res punt os dist int os.
En los países que gozan de libert ad polít ica, la
diferencia ent re la organización sindical y la organización polít ica es com plet am ent e
clara, com o lo es t am bién la diferencia ent re las t radeuniones y la socialdem ocracia.
Por supuest o, las relaciones de est a últ im a con las prim eras varían de m anera
inevit able en los dist int os países, en dependencia de las condiciones hist óricas,
j urídicas, et c., pudiendo ser m ás o m enos est rechas, com plej as, et c. ( desde nuest ro
punt o de vist a, deben ser lo m ás est rechas y lo m enos com plej as posibles) ; pero no
puede ni hablarse de ident ificar en los países libres la organización de los sindicat os
con la organización del part ido socialdem ócrat a. En Rusia, en cam bio, el yugo de la
aut ocracia borra a prim era vist a t oda diferencia ent re la organización socialdem ócrat a
y el sindicat o obrero, pues t odo sindicat o obrero t odo círculo est án prohibidos, y la
huelga, principal m anifest ación y arm a de la lucha económ ica de los obreros, se
considera en general un delit o com ún ( ¡y a veces incluso un delit o polít ico! ) . por
consiguient e, las condiciones de Rusia, de una part e, “ incit an” con gran fuerza a los
obreros que sost ienen la lucha económ ica a pensar en las cuest iones polít icas, y, de
ot ra, “ incit an” a los socialdem ócrat as a confundir el t radeunionism o con la
socialdem ocracia ( nuest ros Krichevski, Mart ínov y Cía., que hablan sin cesar de la
“ incit ación” del prim er t ipo, no ven la “ incit ación” del segundo t ipo) . En efect o,
im aginém onos a personas absorbidas en el 99 por 100 por “ la lucha económ ica cont ra
los pat ronos y el gobierno” . Unas j am ás pensarán durant e t odo el período de su
act uación ( de cuat ro a seis m eses) en la necesidad de una organización m ás com plej a
de revolucionarios. Ot ras “ t ropezarán” t al vez con publicaciones bernst einianas,
bast ant e difundidas, y ext raerán de ellas la convicción de que lo im port ant e de verdad
es “ el desarrollo progresivo de la m onót ona lucha cot idiana” . Ot ras, en fin, se dej arán
quizá seducir por la t ent adora idea de dar al m undo un nuevo ej em plo de “ est recho
cont act o orgánico con la lucha prolet aria” , de cont act o del m ovim ient o sindical con el
m ovim ient o socialdem ócrat a. Cuant o m ás t arde ent ra un país en la palest ra del
capit alism o y, en consecuencia, del m ovim ient o obrero –razonarán esas personas - ,
t ant o m ás pueden part icipar los socialist as en el m ovim ient o sindical y apoyarlo, y
t ant o m enos puede y debe haber sindicat os no socialdem ócrat as. hast a ahora, t al
razonam ient o es com plet am ent e j ust o; pero la desgracia consist e en que van m ás
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lej os y sueñan con una fusión t ot al de la socialdem ocracia y el t radeunionism o. En
seguida verem os, por el ej em plo de los Est at ut os de la Unión de Lucha de San
Pet ersburgo, el nocivo reflej o de esos sueños en nuest ros planes de organización.
Las organizaciones obreras para la lucha económ ica han de ser
organizaciones sindicales. Todo obrero socialdem ócrat a debe, dent ro de lo posible,
apoyar a est as organizaciones y act uar int ensam ent e en ellas. De acuerdo. Pero es
cont rario en absolut o a nuest ros int ereses exigir que sólo los socialdem ócrat as puedan
ser m iem bros de las organizaciones “ grem iales” , pues eso reduciría el alcance de
nuest ra influencia ent re las m asas. Que part icipe en la organización grem ial t odo
obrero que com prenda la necesidad de la unión para luchar cont ra los pat ronos y el
gobierno. El fin m ism o de las organizaciones grem iales sería inaccesible si no
agrupasen a t odos los obreros capaces de com prender, por lo m enos, est a noción
elem ent al, si dichas organizaciones grem iales no fuesen m uy am plias. Y cuant o m ás
am plias sean est as organizaciones t ant o m ás am plia será nuest ra influencia en ellas,
ej ercida no sólo por el desarrollo “ espont áneo” de la lucha económ ica, sino t am bién
por el influj o direct o y conscient e de los m iem bros socialist as de los sindicat os sobre
sus cam aradas. Pero en una organización am plia es im posible la clandest inidad
rigurosa ( pues exige m ucha m ás preparación que para part icipar en la lucha
económ ica) . ¿Cóm o conciliar est a cont radicción ent re la necesidad de una organización
am plia y de una clandest inidad rigurosa? ¿Cóm o conseguir que las organizaciones
grem iales sean lo m enos clandest inas posible? En general, no puede haber m ás que
dos cam inos: o bien la legalización de las asociaciones grem iales ( que en algunos
países ha precedido a la legalización de las organizaciones socialist as y polít icas) , o
bien el m ant enim ient o de la organización secret a, pero t an “ libre” , t an poco
reglam ent aria, t an lose [ 9] , com o dicen los alem anes, que la clandest inidad quede
reducida casi a cero para la m asa de afiliados.
La legalización de asociaciones obreras no socialist as y no polít icas ha
com enzado ya en Rusia, y est á fuera de t oda duda que cada paso de nuest ro
m ovim ient o obrero socialdem ócrat a, que crece con rapidez, est im ulará y m ult iplicará
las t ent at ivas de est a legalización, efect uadas principalm ent e por los adict os al
régim en vigent e, pero t am bién, en part e, por los propios obreros y los int elect uales
liberales. Los Vasíliev y los Zubát ov han izado ya la bandera de la legalización; los
señores Ozerov y Worm s le han prom et ido y dado ya su concurso, y la nueva corrient e
ha encont rado ya adept os ent re los obreros. Y nosot ros no podem os dej ar ya de t ener
en cuent a est a corrient e. Es poco probable que ent re los socialdem ócrat as pueda
exist ir m ás de una opinión acerca de cóm o hay que t enerla en cuent a. Nuest ro deber
consist e en denunciar sin desm ayo t oda part icipación de los Zubát ov y los Vasíliev, de
los gendarm es y los curas en est a corrient e, y explicar a los obreros los verdaderos
propósit os de est os elem ent os. Nuest ro deber consist e en denunciar asim ism o t oda
not a conciliadora, de “ arm onía” , que se deslice en los discursos de los liberales en las
reuniones obreras públicas, independient em ent e de que dichas not as sean debidas al
sincero convencim ient o de que es deseable la colaboración pacífica de las clases, al
afán de congraciarse con las aut oridades o a sim ple falt a de habilidad. Tenem os, en
fin, el deber de poner en guardia a los obreros cont ra las celadas que les t iende con
frecuencia la policía, que en est as reuniones públicas y en las sociedades aut orizadas
observa a los “ m ás fogosos” e int ent a aprovechar las organizaciones legales para
int roducir provocadores t am bién en las ilegales.
Pero hacer t odo eso no significa en absolut o olvidar que, en fin de
cuent as, la legalización del m ovim ient o obrero nos beneficiará a nosot ros, y no, en
m odo alguno, a los Zubát ov. Al cont rario: precisam ent e con nuest ra cam paña de
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denuncias separam os la cizaña. El t rigo est á en int eresar en los problem as sociales y
polít icos a sect ores obreros aún m ás am plios, a los sect ores m ás at rasados; en
liberarnos nosot ros, los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales
( difusión de libros legales, socorros m ut uos, et c.) y cuyo desarrollo nos proporcionará,
de m anera ineluct able y en cant idad crecient e, hechos y dat os para la agit ación. En
est e sent ido, podem os y debem os decir a los Zubát ov y a los Ozerov: “ ¡Esfuércense,
señores, esfuércense! ” Por cuant o t ienden ust edes una celada a los obreros ( m ediant e
la provocación direct a o la corrupción “ honrada” de los obreros con ayuda del
“ st ruvism o” [ 10] , nosot ros ya nos encargarem os de desenm ascararlos. Por cuant o dan
ust edes un verdadero paso adelant e –aunque sea en form a del m ás “ t ím ido zigzag” ,
pero un paso adelant e - , les direm os: “ ¡Sigan, sigan! ” Un verdadero paso adelant e no
puede ser sino una am pliación efect iva, aunque m inúscula, del cam po de acción de los
obreros. Y t oda am pliación sem ej ant e ha de beneficiarnos y acelerar la aparición de
sociedades legales en las que no sean los provocadores quienes pesquen a los
socialist as, sino los socialist as quienes pesquen adept os. En una palabra, nuest ra t area
consist e ahora en com bat ir la cizaña. No es cosa nuest ra cult ivar el t rigo en pequeños
t iest os. Al arrancar la cizaña, desbrozam os el t erreno para que pueda crecer el t rigo. Y
m ient ras los Afanasi I vánovich y las Pulj eria I vánovna [ 11] se dedican al cult ivo
dom ést ico, nosot ros debem os preparar segadores que sepan arrancar hoy la cizaña y
recoger m añana el t rigo [ 12] .
Así pues, nosot ros no podem os resolver por m edio de la legalización el
problem a de crear una organización sindical lo m enos clandest ina y lo m ás am plia
posible ( pero nos alegraría m ucho que los Zubát ov y los Ozerov nos ofreciesen la
posibilidad, aunque fuese parcial, de resolverlo de est e m odo ¡para lo cual t enem os
que com bat irlos con la m ayor energía posible! ) . Nos queda el recurso de las
organizaciones sindicales secret as, y debem os prest ar t oda ayuda a los obreros que
em prenden ya ( com o sabem os de buena t int a) est e cam ino. Las organizaciones
sindicales pueden ser ut ilísim as para desarrollar y reforzar la lucha económ ica y,
adem ás, convert irse en un auxiliar de gran im port ancia para la agit ación polít ica y la
organización revolucionaria. Para llegar a est e result ado y orient ar el nacient e
m ovim ient o sindical hacia el cauce deseable para la socialdem ocracia, es preciso, ant e
t odo, com prender bien lo absurdo del plan de organización que preconizan los
“ econom ist as” pet ersburgueses desde hace ya cerca de cinco años. Est e plan ha sido
expuest o en el Reglam ent o de la Caj a Obrera del m es de j ulio de 1897 ( List ok
“ Rabót nika” , núm . 9- 10, Pág. 46, del núm . 1 de Rab. Mysl) y en el Reglam ent o de la
Organización Sindical Obrera de oct ubre de 1900 ( bolet ín especial, im preso en San
Pet ersburgo y m encionado en el núm . 1 de I skra) . El defect o de am bos reglam ent os
consist e en que est ruct uran con t odo det alle una vast a organización obrera y la
confunden con la organización de los revolucionarios. Tom em os el segundo reglam ent o
por ser el m ás acabado. Const a de cincuent a y dos art ículos: veint it rés exponen la
est ruct ura, el funcionam ient o y las at ribuciones de los “ círculos obreros” , que serán
organizados en cada fábrica ( “ diez hom bres com o m áxim o” ) y elegirán los “ grupos
cent rales” ( de fábrica) . “ El grupo cent ral – dice el art . 2- observa t odo lo que pasa en
su fábrica y lleva la crónica de lo que sucede en ella” . “ El grupo cent ral da cuent a cada
m es a t odos los cot izant es del est ado de la caj a” ( art . 17) , et c. Diez art ículos est án
consagrados a la “ organización dist rit al” , y diecinueve, a la com plej ísim a relación ent re
el Com it é de la Organización Obrera y el Com it é de la Unión de Lucha de San
Pet ersburgo ( delegados de cada dist rit o y de los “ grupos ej ecut ivos” : “ grupos de
propagandist as, para las relaciones con las provincias, para las relaciones con el
ext ranj ero, para la adm inist ración de los depósit os, de las ediciones y de la caj a” ) .
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¡La socialdem ocracia equivale a “ grupos ej ecut ivos” en lo que concierne
a la lucha económ ica de los obreros! Sería difícil dem ost rar con m ayor relieve cóm o el
pensam ient o del “ econom ist a” se desvía de la socialdem ocracia hacia el
t radeunionism o; hast a qué punt o le es ext raña t oda noción de que el socialdem ócrat a
debe pensar, ant e t odo, en una organización de revolucionarios capaces de dirigir t oda
la lucha em ancipadora del prolet ariado. Hablar de “ la em ancipación polít ica de la clase
obrera” , de la lucha cont ra “ la arbit rariedad zarist a” y escribir sem ej ant e reglam ent o
de una organización significa no t ener la m enor idea de cuáles son las verdaderas
t areas polít icas de la socialdem ocracia. Ni uno solo del m edio cent enar de art ículos
revela la m ínim a com prensión de que es necesario hacer la m ás am plia agit ación
polít ica ent re las m asas, una agit ación que ponga en claro t odos los aspect os del
absolut ism o ruso y t oda la fisonom ía de las diferent es clases sociales de Rusia. Es m ás,
con un reglam ent o así son inalcanzables no sólo los fines polít icos, sino incluso los
fines t radeunionist as, pues est os últ im os requieren una organización por profesiones
que ni siquiera se m enciona en el reglam ent o.
Pero lo m ás caract eríst ico es, quizá, la pesadez asom brosa de t odo est e
“ sist em a” que t rat a de ligar cada fábrica al “ com it é” m ediant e una cadena
inint errum pida de reglas uniform es, m inuciosas hast a lo ridículo y con un sist em a
elect oral indirect o de t res grados. Encerrado en el est recho horizont e del
“ econom ism o” , el pensam ient o cae en det alles que despiden un t ufillo a papeleo y
burocracia. En realidad, claro est á, las t res cuart as part es de est os art ículos j am ás son
aplicados; pero, en cam bio, una organización t an “ clandest ina” , con un grupo cent ral
en cada fábrica, facilit a a los gendarm es la realización de redadas increíblem ent e
vast as. Los cam aradas polacos han pasado ya por est a fase del m ovim ient o, en la que
t odos ellos se dej aron llevar por idea de fundar caj as obreras a vast a escala, pero
renunciaron m uy pront o a ella, al persuadirse de que sólo facilit aban presa abundant e
a los gendarm es. Si querem os am plias organizaciones obreras y no am plios
descalabros, si no querem os dar gust o a los gendarm es, debem os t ender a que est as
organizaciones no est én reglam ent adas en absolut o. ¿Podrán ent onces funcionar?
Veam os cuáles son sus funciones: “ … Observar t odo lo que pasa en la fábrica y llevar
la crónica de lo que sucede en ella” ( art . 2 del reglam ent o) . ¿Exist e una necesidad
absolut a de reglam ent ar est o? ¿No podría conseguirse m ej or por m edio de crónicas en
la prensa clandest ina, sin crear para ello grupos especiales? “ …Dirigir la lucha de los
obreros por el m ej oram ient o de su sit uación en la fábrica” ( art . 3) . Para est o t am poco
hace falt a reglam ent ación. Todo agit ador, por poco int eligent e que sea, sabrá
averiguar a fondo, por una sim ple conversación, qué reivindicaciones quieren present ar
los obreros y, después, hacerlas llegar a una organización est recha, y no am plia, de
revolucionarios para que les envíe la oct avilla apropiada. “ …Crear una caj a… con
cot ización de dos kopeks por rublo” ( art . 9) y dar cuent a cada m es a t odos de las
ent radas y salidas ( art . 17) ; excluir a los m iem bros que no paguen las cuot as ( art .
10) , et c. Eso es un verdadero paraíso para la policía, pues nada hay m ás fácil que
penet rar en el secret o de la “ caj a cent ral fabril” , confiscar el dinero y encarcelar a
t odos los m ilit ant es m ej ores. ¿No sería m ás sencillo em it ir cupones de uno o dos
kopekss con el sello de una organización det erm inada ( m uy reducida y m uy
clandest ina) , o incluso, sin sello alguno, hacer colect ar cuyo result ado se daría a
conocer en un periódico ilegal con un lenguaj e convencional? De est e m odo se
alcanzaría el m ism o fin, y a los gendarm es les sería cine veces m ás difícil descubrir los
hilos de la organización.
Podría cont inuar est e análisis del reglam ent o, pero creo que con lo dicho
bast a. Un pequeño núcleo bien unido, com puest o pro los obreros m ás seguros, m ás
experim ent ados y m ej or t em plados, con delegados en los dist rit os principales y ligado
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a la organización de revolucionarios de acuerdo con las reglas de la m ás rigurosa
clandest inidad, podrá realizar perfect am ent e, con el m ás am plio concurso de las m asas
y sin reglam ent ación alguna, t odas las funciones que com pet en a una organización
sindical, y realizarlas, adem ás, de la m anera deseable para la socialdem ocracia. Sólo
así se podrá consolidar y desarrollar, a pesar de t odos los gendarm es, el m ovim ient o
sindical socialdem ócrat a.
Se m e obj et ará que una organización t an lose, sin ninguna
reglam ent ación, sin ningún afiliado conocido y regist rado, no puede ser calificada de
organización. Es posible. Para m í la denom inación no t iene im port ancia. Pero est a
“ organización sin afiliados” hará t odo lo necesario y asegurará desde el prim er
m om ent o un cont act o sólido ent re nuest ras fut uras t radeuniones y el socialism o. Y
quienes deseen baj o el absolut ism o una am plia organización de obreros, con
elecciones, inform es, sufragio universal, et c., son unos ut opist as incurables.
La m oralej a es sim ple: si com enzam os por crear firm em ent e una fuert e
organización de revolucionarios, podrem os asegurar la est abilidad del m ovim ient o en
su conj unt o y alcanzar, al m ism o t iem po, los obj et ivos socialdem ócrat as y los obj et ivos
net am ent e t radeunionist as. Pero si com enzam os a const it uir una am plia organización
obrera con el pret ext o de que es la m ás “ accesible” a la m asa ( aunque, en realidad,
será m ás accesible a los gendarm es y pondrá a los revolucionarios m ás al alcance de la
policía) , no conseguirem os ninguno de est os obj et ivos, no nos desem barazarem os de
nuest ros m ét odos prim it ivos y, con nuest ro fraccionam ient o y nuest ros fracasos
cont inuos, no logram os m ás que hacer m ás accesibles a la m asa las t radeuniones del
t ipo de las de Zubát ov u Ozerov.
¿En qué deben consist ir, en sum a, las funciones de est a organización de
revolucionarios? Vam os a decirlo con t odo det alle. Pero exam inem os ant es ot ro
razonam ient o m uy t ípico de nuest ro t errorist a, el cual ( ¡t rist e dest ino! ) vuelve a
m archar al lado del “ econom ist a” . La revist a para obreros Svoboda ( núm . 1) cont iene
un art ículo t it ulado La organización, cuyo aut or procura defender a sus am igos los
“ econom ist as” obreros de I vánovo- Voznesensk.
“ Mala cosa es –dice- una m uchedum bre silenciosa, inconscient e; m ala
cosa es un m ovim ient o que no viene de la base. Vean lo que sucede: cuando los
est udiant es de una ciudad universit aria ret ornan a sus hogares durant e unas fiest as en
el verano, el m ovim ient o obrero se paraliza. ¿Puede ser una verdadera fuerza un
m ovim ient o obrero así, est im ulado desde fuera? En m odo alguno… t odavía no ha
aprendido a andar solo y lo llevan con andaderas. Y así en t odo: los est udiant es e van
y el m ovim ient o cesa; se encarcela a los elem ent os m ás capaces, a la crem a, y la
leche se agria; se det iene al “ com it é” y, hast a que se form a ot ro nuevo, vuelve la
calm a. Adem ás, no se sabe qué ot ro se form ará, quizá no se parezca en nada al
ant iguo; aquél decía una cosa, ést e dirá lo cont rario. El nexo ent re el ayer y el m añana
est á rot o, la experiencia del pasado no alecciona al porvenir. Y t odo porque el
m ovim ient o no t iene raíces profundas en la m ult it ud; porque no son un cent enar de
bobos, sino una docena de int eligent es quienes act úan. Siem pre es fácil que una
docena de hom bres caiga en la boca del lobo; pero cuando la organización engloba a la
m ult it ud, cuando t odo viene de la m ult it ud, ningún esfuerzo, sea de quien sea, podrá
dest ruir la obra” ( Pág. 63) .
La descripción es j ust a. Ofrece un buen cuadro de nuest ro prim it ivism o.
Pero las conclusiones son dignas de Rabóchaya Mysl por su falt a de lógica y de t act o
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polít ico. Son el colm o de la insensat ez, pues el aut or confunde la cuest ión filosófica e
hist órica social de las “ raíces profundas” del m ovim ient o con una cuest ión t écnica y de
organización: cóm o luchar m ej or cont ra los gendarm es. Son el colm o de la falt a de
t act o polít ico, porque, en lugar de apelar a los buenos dirigent es cont ra los m alos, el
aut or apela a la “ m ult it ud” cont ra los dirigent es en general. Son un int ent o de
hacernos ret roceder en el t erreno de la organización, de la m ism a m anera que la idea
de sust it uir la agit ación polít ica con el t errorism o excit ant e nos hace ret roceder en el
sent ido polít ico. A decir verdad, m e veo en un aut ént ico em barras de richesses, sin
saber por dónde em pezar el análisis del galim at ías con que nos obsequia Svoboda.
Para m ayor claridad, com enzaré por un ej em plo: el de los alem anes. Nos negarán
ust edes, m e im agino, que su organización engloba a la m ult it ud, que ent re ellos t odo
viene de la m ult it ud y que el m ovim ient o obrero ha aprendido a andar solo. Sin
em bargo, ¡¡cóm o aprecia est a m ult it ud de varios m illones de hom bres a su “ docena”
de j efes polít icos probados, con qué firm eza los sigue! ! Más de una vez, los diput ados
de los part idos adversos han t rat ado de irrit ar en el Parlam ent o a los socialist as,
diciéndoles: “ ¡Vaya unos dem ócrat as! El m ovim ient o de la clase obrera no exist e ent re
ust edes m ás que de palabra; en realidad, es siem pre el m ism o grupo de j efes el que
int erviene. Año t ras año, decenio t ras decenio, siem pre el m ism o Bebel, siem pre el
m ism o Liebknecht . ¡Vuest ros delegados, supuest am ent e elegidos por los obreros, son
m ás inam ovibles que los funcionarios nom brados por el em perador! ” Pero los
alem anes han acogido con un sonrisa de desprecio est as t ent at ivas dem agógicas de
oponer la “ m ult it ud” a los “ j efes” , de at izar en ella m alos inst int os de vanidad, de
privar al m ovim ient o de solidez y est abilidad, m inando la confianza de las m asas en la
“ docena de int eligent es” . Los alem anes han alcanzado ya suficient e desarrollo del
pensam ient o polít ico, t ienen suficient e experiencia polít ica para com prender que, sin
“ una docena” de j efes de t alent o ( los t alent os no surgen por cent enares) , de j efes
probados, preparados profesionalm ent e, inst ruidos por un alarga práct ica y bien
com penet rados, ninguna clase de la sociedad cont em poránea puede luchar con
firm eza. Tam bién los alem anes han t enido a sus dem agogos, que adulaban a los
“ cent enares de bobos” , colocándolos por encim a de las “ docenas de int eligent es” ; que
glorificaban el “ puño m usculoso” de la m asa, incit aban ( com o Most o Hasselm ann) a
est a m asa a acom et er acciones “ revolucionarias” irreflexivas y sem braban la
desconfianza respect o a los j efes probados y firm es. Y el socialism o alem án ha crecido
y se ha fort alecido gracias únicam ent e a una lucha t enaz e int ransigent es cont ra t oda
clase de elem ent os dem agógicos en su seno. Pero en su período en que t oda la crisis
de la socialdem ocracia rusa se explica por el hecho de que las m asas que despiert an
de un m odo espont áneo carecen de j efes suficient em ent e preparados, desarrollados y
expert os, nuest ros sabihondos nos dicen con la perspicacia de I vánushka [ 13] : “ ¡Mala
cosa es un m ovim ient o que no viene de la base! ”
“ Un com it é com puest o de est udiant es no nos conviene porque es
inest ables” . ¡Com plet am ent e j ust o! Pero la conclusión que se deduce de ahí es que
hace falt a un com it é de revolucionarios profesionales, sin que im port e si son
est udiant es u obreros las personas capaces de forj arse com o t ales revolucionarios
profesionales. ¡Ust edes, en cam bio, sacan la conclusión de que no se debe est im ular
desde fuera el m ovim ient o obrero! En su ingenuidad polít ica, no se dan cuent a siquiera
de que hacen el j uego a nuest ros “ econom ist as” y a nuest ros m ét odos prim it ivos.
Perm ít anm e una pregunt a: ¿Cóm o han “ est im ulado” nuest ros est udiant es a nuest ros
obreros? Únicam ent e t ransm it iéndoles los ret azos de conocim ient os polít icos que ellos
t enían, las m igaj as de ideas socialist as que habían podido adquirir ( pues el principal
alim ent o espirit ual del est udiant e de nuest ros días, el m arxism o legal, no podía darle
m ás que le abecé, no puede darle m ás que m igaj as) . Ahora bien, t al “ est ím ulo desde
fuera” no ha sido dem asiado grande, sino, al cont rario, dem asiado pequeño,
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escandalosam ent e pequeño en nuest ro m ovim ient o, pues no hem os hecho m ás que
cocernos con excesivo celo en nuest ra propia salsa, prost ernarnos con excesivo
servilism o ant e la elem ent al “ lucha económ ica de los obreros cont ra los pat ronos y el
gobierno” . Nosot ros, los revolucionarios de profesión, debem os dedicarnos, y nos
dedicarem os, a ese “ est ím ulo” cien veces m ás. Pero precisam ent e porque eligen est a
abyect a expresión de “ est ím ulo desde fuera” , inspira de m odo inevit able al obrero ( por
lo m enos al obrero t an poco desarrollado com o ust edes) la desconfianza hacia t odos
los que les proporcionan desde fuera conocim ient os polít icos y experiencia
revolucionaria, y que despiert a el deseo inst int ivo de rechazarlos a t odos, proceden
ust edes com o dem agogos, y los dem agogos son los peores enem igos de la clase
obrera.
¡Sí, sí! Y no se apresuren a poner el grit o en el cielo a propósit o de m is
“ m ét odos” polém icos “ exent os de cam aradería” ! Ni siquiera se m e ocurre poner en t ela
de j uicio la pureza de sus int enciones; he dicho ya que la ingenuidad polít ica t am bién
bast a para hacer de una persona un dem agogo. Pero he dem ost rado que han caído en
la dem agogia, y j am ás m e cansaré de repet ir que los dem agogos son los peores
enem igos de la clase obrera. Son los perores, porque excit an los m alos inst int os de la
m ult it ud y porque a los obreros at rasados les es im posible reconocer a est os
enem igos, los cuales se present an, y a veces sinceram ent e, com o am igos. Son los
peores, porque en est e período de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonom ía de
nuest ro m ovim ient o est á aún form ándose, nada hay m ás fácil que arrast rar
dem agógicam ent e a la m ult it ud, a la cual podrán convencer después de su error sólo
las m ás am argas pruebas. De ahí que la consigna del m om ent o de los
socialdem ócrat as rusos deba ser com bat ir con decisión t ant o a Svoboda com o a
Rabócheie Dielo, que caen en la dem agogia. ( Más adelant e hablarem os det enidam ent e
de est e punt o [ 14] .)
“ Es m ás fácil cazar a una docena de int eligent es que a un cent enar de
bobos” . Est e m agnífico axiom a ( que les valdrá siem pre los aplausos del cent enar de
bobos) parece evident e sólo porque, en el curso de su razonam ient o, han salt ado de
una cuest ión a ot ra. Com enzaron por hablar, y siguen hablando, de la capt ura del
“ com it é” , de la capt ura de la “ organización” , y ahora salt an a ot ra cuest ión, a la
capt ura de las “ raíces profundas” del m ovim ient o. Est á claro que nuest ro m ovim ient o
es indest ruct ible sólo porque t iene cent enares y cent enares de m iles de raíces
profundas, pero no se t rat a de eso, ni m ucho m enos. En lo que se refiere a las “ raíces
profundas” , t am poco ahora se nos puede “ cazar” , a pesar de t odo el prim it ivism o de
nuest ro t rabaj o; y, sin em bargo, t odos deploram os, y no podem os m enos de deplorar,
la caza de “ organizaciones” , que rom pe t oda cont inuidad del m ovim ient o. Y puest o que
plant ean la cuest ión de la caza de organizaciones e insist en en t rat a de ella, les diré
que es m ucho m ás difícil cazar a una docena de int eligent es que a un cent enar de
bobos; y seguiré sost eniéndolo sin hacer ningún caso de sus esfuerzos para azuzar a la
m ult it ud cont ra m i “ espírit u ant idem ocrát ico” , et c. Com o he señalado m ás de una vez,
debe ent enderse por “ int eligent es” en m at eria de organización sólo a los
revolucionarios profesionales, sin que im port e sin son est udiant es u obreros quienes se
forj en com o t ales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirm o: 1) que no puede
haber un m ovim ient o revolucionario sólido sin una organización de dirigent es est able
que guarde la cont inuidad; 2) que cuant o m ás vast a sea la m asa que se incorpore
espont áneam ent e a la lucha – y que const it uye la base del m ovim ient o y part icipa en
él - , t ant o m ás im periosa será la necesidad de sem ej ant e organización y t ant o m ás
sólida deberá ser ést a ( pues con t ant a m ayor facilidad podrán los dem agogos de t oda
laya arrast rar a los sect ores at rasados de la m asa) ; 3) que dicha organización debe
est ar form ada, en los fundam ent al, por hom bres que hagan de las act ividades
81
revolucionarias su profesión; 4) que en un país aut ocrát ico, cuant o m ás rest rinj am os el
cont ingent e de m iem bros de dicha organización, incluyendo en ella sólo a los que
hacen de las act ividades revolucionarias su profesión y que t engan una preparación
profesional en el art e de luchar cont ra la policía polít ica, t ant o m ás difícil será “ cazar” a
est a organización, y 5) t ant o m ayor será le núm ero de personas de la clase obrera y
de las obras clases de la sociedad que podrán part icipar en el m ovim ient o y colaborar
en él de un m odo act ivo.
I nvit o a nuest ros “ econom ist as” , t errorist as, y “ econom ist as- t errorist as”
[ 15] a que refut en est as t esis, las dos últ im as de las cuales voy a desarrollar ahora. Lo
de si es m ás fácil cazar a “ una docena de int eligent es” que a “ un cent enar de bobos”
se reduce al problem a que he analizado ant es: si es com pat ible una organización de
m asas con la necesidad de observar la clandest inidad m ás rigurosa. Jam ás podrem os
dar a una organización am plia el caráct er clandest ino indispensable para una lucha
firm e y t enaz cont ra el gobierno. La concent ración de t odas la funciones clandest inas
en m anos del m enor núm ero posible de revolucionarios profesionales no significa, ni
m ucho m enos, que est os últ im os “ pensarán por t odos” , que la m ult it ud no t om ará
part e act iva en el m ovim ient o. Al cont rario: la m ult it ud prom overá de su seno a un
núm ero cada vez m ayor de revolucionarios profesionales, pues sabrá ent onces que no
bast a con que unos est udiant es y algunos obreros que luchan en el t erreno económ ico
se reúnan para const it uir un “ com it é” , sino que es necesario form arse durant e años
com o revolucionarios profesionales, y “ pensará” no sólo en los m ét odos prim it ivos de
t rabaj o, sino precisam ent e en est a form ación. La cent ralización de las funciones
clandest inas de la organización no im plica en m odo alguno la cent ralización de t odas
las funciones del m ovim ient o. La colaboración act iva de las m ás am plias m asas en las
publicaciones clandest inas, lej os de dism inuir, se decuplicará cuando una “ docena” de
revolucionarios profesionales cent ralicen las funciones clandest inas de est a labor. Así,
y sólo así, conseguirem os que la lect ura de las publicaciones clandest inas, la
colaboración en ellas y, en part e, hast a su difusión dej en casi de ser una obra
clandest ina, pues la policía com prenderá pront o cuán absurdas e im posibles son las
persecuciones j udiciales y adm inist rat ivas con m ot ivo de cada uno de los m iles de
ej em plares de publicaciones dist ribuidas. Lo m ism o cabe decir no sólo de la prensa,
sino de t odas las funciones del m ovim ient o, incluso de las m anifest aciones. La
part icipación m ás act iva y m ás am plia de las m asas en una m anifest ación, lej os de
salir perj udicada, t endrá, por el cont rario, m uchas m ás probabilidades de éxit o si una
“ docena” de revolucionarios probados, no m enos adiest rados profesionalm ent e que
nuest ra policía, cent raliza t odos los aspect os de la labor clandest ina: edición de
oct avillas, confección de un plan aproxim ado, nom bram ient o de un grupo de dirigent es
para cada dist rit o de la ciudad, para cada barriada fabril, cada est ablecim ient o de
enseñanza, et c. ( se dirá, ya lo sé, que m is concepciones “ no son dem ocrát icas” , pero
m ás adelant e refut aré de m anera det allada est a obj eción nada int eligent e) . La
cent ralización de las funciones m ás clandest inas por la organización de revolucionarios
no debilit ará, sino que reforzará la am plit ud y el cont enido de la act ividad de un gran
núm ero de ot ras organizaciones dest inadas a las vast as m asas y, por ello, lo m enos
reglam ent adas y lo m enos clandest inas posible: sindicat os obreros, círculos obreros
cult urales y de lect ura de publicaciones clandest inas, círculos socialist as, y
dem ocrát icos t am bién, para t odos los dem ás sect ores de la población, et c., et c. Tales
círculos, y organizaciones son necesarios en t odas part es, en el m ayor núm ero y con
las funciones m ás diversas; pero es absurdo y perj udicial confundir est as
organizaciones con la de los revolucionarios, borrar las front eras ent re ellas, apagar en
la m asa la conciencia, ya de por sí increíblem ent e oscurecida, de que para “ servir” al
m ovim ient o de m asas hacen falt a hom bres dedicados de m anera especial y por ent ero
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a la acción socialdem ócrat a, y que est os hom bres deben forj arse con paciencia y
t enacidad com o revolucionarios profesionales.
Sí, est a conciencia se halla oscurecida hast a lo increíble. Con nuest ro
prim it ivism o en el t rabaj o hem os puest o en ent redicho el prest igio de los
revolucionarios en Rusia: en est o radica nuest ro pecado capit al en m at eria de
organización. Un revolucionario blandengue, vacilant e en los problem as t eóricos y de
est rechos horizont es, que j ust ifica su inercia con la espont aneidad del m ovim ient o de
m asas y se asem ej a m ás a un secret ario de t radeunión que a un t ribuno popular,
carent e de un plan am plio y audaz que im ponga respet o incluso a sus adversarios,
inexpert o e inhábil en su art e profesional ( la lucha cont ra la policía polít ica) , ¡no es,
con perdón sea dicho, un revolucionario, sino un m ísero art esano!
Que ningún m ilit ant e dedicado a la labor práct ica se ofenda por est e duro
epít et o, pues en lo que concierne a la falt a de preparación, m e lo aplico a m í m ism o en
prim er t érm ino. He act uado en un círculo [ 16] que se asignaba t areas vast as y
om ním odas, y t odos nosot ros, sus com ponent es, sufríam os lo indecible al com prender
que no éram os m ás que unos art esanos en un m om ent o hist órico en que, m odificando
ligeram ent e la ant igua m áxim a, podría decirse: ¡Dadnos una organización de
revolucionarios y rem overem os a Rusia de sus cim ient os! Y cuant o m ás a m enudo he
t enido que recordar la bochornosa sensación de vergüenza que m e daba ent onces,
t ant o m ayor ha sido m i am argura cont ra los seudosocialdem ócrat as que “ deshonran el
nom bre de revolucionario” con su propaganda y no com prenden que nuest ra m isión no
consist e en propugnar que se rebaj e al revolucionario al nivel del m ilit ant e prim it ivo,
sino en elevar a est e últ im o al nivel del revolucionario.
d)
Am plit ud de la la bor de or ga niz a ción
Com o hem os vist o, B- v habla de “ la escasez de fuerzas revolucionarias
apt as para la acción, que se dej a sent ir no sólo en San Pet ersburgo, sino en t oda
Rusia” . Y es poco probable que alguien ponga en duda est e hecho. Pero el quid est á en
cóm o explicarlo. B- v escribe:
“ No nos proponem os esclarecer las causas hist óricas de est e fenóm eno;
sólo direm os que la sociedad, desm oralizada por una larga reacción polít ica y
disgregada por los cam bios económ icos que se han producido y se producen,
prom ueve un núm ero ext rem adam ent e reducido de personas apt as para la labor
revolucionaria; que la clase obrera, al prom over a revolucionarios obreros, com plet a en
part e las filas de las organizaciones clandest inas; pero el núm ero de est os
revolucionarios no corresponde a las dem andas de la época. Tant o m ás que la
sit uación del ocupado en la fábrica once horas y m edia al día, sólo le perm it e
desem peñar principalm ent e funciones de agit ador; en cam bio, la propaganda y la
organización, la reproducción y dist ribución de publicaciones clandest inas, la edición de
proclam as, et c., recaen ant e t odo, quiérase o no, sobre un núm ero reducidísim o de
int elect uales” ( R. Dielo, núm . 6, Pág. 38- 39) .
Discrepam os en m uchos punt os de est a opinión de B- v. no est am os de
acuerdo, en part icular, con las palabras subrayadas por nosot ros, las cuales m uest ran
con singular relieve que, después de haber sufrido m ucho ( com o t odo m ilit ant e
práct ico que piense algo) a causa de nuest ros m ét odos prim it ivos, B- v no puede,
agobiado por el “ econom ism o” , encont rar una salida de est a sit uación insoport able.
No, la sociedad prom ueve un núm ero ext rem adam ent e grande de personas apt as para
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la “ causa” , pero no sabem os ut ilizarlas a t odas. En est e sent ido, el est ado crít ico, el
est ado de t ransición de nuest ro m ovim ient o puede form ularse del m odo siguient e: nos
falt a gent e, y gent e hay m uchísim a. Hay infinidad de hom bres porque t ant o la clase
obrera com o sect ores cada vez m ás diversos de la sociedad proporcionan año t ras año,
y en cant idad crecient e, descont ent os que desean prot est ar y que est án dispuest os a
cont ribuir cuant o puedan a la lucha cont ra el absolut ism o, cuyo caráct er insoport able
no com prende aún t odo el m undo, aunque m asas cada día m ás vast as lo perciben m ás
y m ás. Pero, al m ism o t iem po, no hay hom bres, porque no hay dirigent es, no hay j efes
polít icos, no hay t alent os organizadores capaces de realizar una labor am plia y, a la
vez, indivisible y arm ónica, que perm it a em plear t odas las fuerzas, hast a las m ás
insignificant es. “ El crecim ient o y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias” se
rezagan no sólo del crecim ient o del m ovim ient o obrero, cosa que reconoce incluso Bv, sino t am bién del crecim ient o del m ovim ient o dem ocrát ico general en t odos los
sect ores del pueblo. ( Por lo dem ás, es probable que B- v consideraría hoy est o un
com plem ent o a su conclusión) . El alcance de la labor revolucionaria es dem asiado
reducido en com paración con la am plia base espont ánea del m ovim ient o, est á
dem asiado ahogado por la m ezquina t eoría de “ la lucha económ ica cont ra los pat ronos
y el gobierno” . Pero hoy deben “ ir a t odas las clases de la población” no sólo los
agit adores polít icos, sino t am bién los organizadores socialdem ócrat as [ 17] . No creo
que un solo m ilit ant e dedicado a la act ividad práct ica dude que los socialdem ócrat as
puedan repart ir m il funciones fragm ent arias de su t rabaj o de organización ent re
personas de las clases m ás diversas. La falt a de especialización es uno de los m ayores
defect os de nuest ra t écnica que B- v deplora con t ant a am argura y t ant a razón. Cuant o
m ás m enudas sean las dist int as “ operaciones” de la labor general, t ant as m ás
personas capaces de llevarlas a cabo podrán encont rarse ( y, en la m ayoría de los
casos, t ot alm ent e incapaces de ser revolucionarios profesionales) y t ant o m ás difícil
será que la policía “ cace” a t odos esos “ m ilit ant es que desem peñan funciones
fragm ent arias” , t ant o m ás difícil será que pueda m ont ar con el delit o insignificant e de
un individuo un “ asunt o” que com pense los gast os del Est ado en el m ant enim ient o de
la policía polít ica. Y en lo que respect a al núm ero de personas dispuest as a prest arnos
su concurso, hem os señalado ya en el capít ulo precedent e el cam bio gigant esco que se
ha operado en est e aspect o durant e los cinco años últ im os. Pero, por ot ra part e, para
agrupar en un t odo único esas pequeñas fracciones, para no fragm ent ar j unt o con las
funciones del m ovim ient o el propio m ovim ient o y para infundir al ej ecut or de las
funciones m enudas la fe en la necesidad y la im port ancia de su t rabaj o, sin la cual
nunca t rabaj ará [ 18] , para t odo est o hace falt a precisam ent e una fuert e organización
de revolucionarios probados. Con una organización así, la fe en la fuerza del part ido se
hará t ant o m ás firm e y t ant o m ás ext ensa cuant o m ás clandest ina sea est a
organización; y en la guerra, com o es sabido, lo m ás im port ant e es no sólo infundir
confianza en sus fuerzas al ej ércit o propio, sino hacer que crean en ello el enem igo y
t odos lo elem ent os neut rales; una neut ralidad am ist osa puede, a veces, decidir la
cont ienda. Con sem ej ant e organización, erigida sobre una firm e base t eórica, y
disponiendo de un órgano de prensa socialdem ócrat a, no habrá que t em er que el
m ovim ient o sea desviado de su cam ino por los num erosos elem ent os “ ext raños” que
se hayan adherido a él ( al cont rario, precisam ent e ahora, cuando predom inan los
m ét odos prim it ivos, vem os que m uchos socialdem ócrat as lo llevan a la t rayect oria del
Credo, im aginándose que sólo ellos son socialdem ócrat as) . En un palabra, la
especialización presupone necesariam ent e la cent ralización y, a su vez, la exige en
form a absolut a.
Pero el m ism o B- v, que ha m ost rado t an bien t oda la necesidad de la
especialización, no la aprecia bast ant e, a nuest ro parecer, en la segunda part e del
razonam ient o cit ado. Dice que el núm ero de revolucionarios procedent es de los m edios
84
obreros es insuficient e. Est a observación es del t odo j ust a, y volvem os a subrayar que
la “ valiosa not icia de un observador direct o” confirm a por ent ero nuest ra opinión sobre
las causas de la crisis act ual de la socialdem ocracia y, por t ant o, sobre los m edios de
rem ediarla. No sólo los revolucionarios en general se rezagan del ascenso espont áneo
de las m asas obreras. Y est e hecho confirm a del m odo m ás evident e, incluso desde el
punt o de vist a “ práct ico” , que la “ pedagogía” con que nos obsequia t an a m enudo, al
discut irse el problem a de nuest ros deberes para con los obreros, es absurda y
reaccionaria en el aspect o polít ico.
Est e hecho t est im onia que nuest ra obligación prim ordial y m ás im periosa
consist e en ayudar a form ar obreros revolucionarios que, desde el punt o de vist a de su
act ividad en el part ido, est én al m ism o nivel que los int elect uales revolucionarios
( subrayam os: desde el punt o de vist a de su act ividad en el part ido, pues en ot ros
sent idos, aunque sea necesario, est á lej os de ser t an fácil y t an urgent e que los
obreros lleguen al m ism o nivel) . Por eso debem os orient ar nuest ra at ención principal a
elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios y no a descender indefect iblem ent e
nosot ros m ism os al nivel de la “ m asa obrera” , com o quieren los “ econom ist as” , e
indefect iblem ent e al nivel del “ obrero m edio” , com o quiere Svoboda ( que, en est e
sent ido, se eleva al segundo grado de la “ pedagogía” econom ist a) . Nada m ás lej os de
m í que el propósit o de negar la necesidad de publicaciones de divulgación para los
obreros y de ot ras publicaciones de m ás divulgación aún ( pero, claro est á, no
vulgares) para los obreros m uy at rasados. Pero lo que m e indigna es ese const ant e
m et er sin venir a cuent o la pedagogía en los problem as polít icos, en las cuest iones de
organización. Pues ust edes, señores, que se desvelan pro el “ obrero m edio” , en el
fondo m ás bien ofenden a los obreros con el deseo de hacerles sin falt a una reverencia
ant es de hablar de polít ica obrera o de organización obrera. ¡Yérganse para hablar de
cosas serias y dej en la pedagogía a quienes ej ercen el m agist erio, pues no es
ocupación de polít icos ni de organizadores! ¿Es que ent re los int elect uales no hay
t am bién hom bres avanzados, elem ent os “ m edios” y “ m asas” ? ¿Es que no reconoce
t odo el m undo que los int elect uales t am bién necesit an publicaciones de divulgación?
¿No se escribe esa lit erat ura? Pero im agínense que, en un art ículo sobre la
organización de los est udiant es universit arios o de bachillerat o, el aut or se pusiera a
repet ir con m achaconería, com o quien hace un descubrim ient o, que se precisa, ant e
t odo, una organización de “ est udiant es m edios” . Por seguro que sem ej ant e aut or sería
puest o en ridículo, y le est aría m uy bien em pleado. Le dirían: ust ed denos unas
cuant as ideíllas de organización, si las t iene, y ya verem os nosot ros m ism os quién es
“ m edio” , superior o inferior. Y si las que t iene sobre organización no son propias, t odas
sus disquisiciones sobre las “ m asas” y los “ elem ent os m edios” hast iarán sim plem ent e.
Com prendan de una vez que los problem as de “ polít ica” y “ organización” son ya de por
sí t an serios que no se puede hablar de ellos sino con t oda seriedad: se puede y se
debe preparar a los obreros ( lo m ism o que a los est udiant es universit arios y de
bachillerat o) para poder abordar ant e ellos esos problem as; pero una vez los han
abordado, den verdaderas respuest as, no se vuelvan at rás, hacia los “ elem ent os
m edios” o hacia las “ m asas” , no salgan del paso con ret ruécanos o frases [ 19] .
Si el obrero revolucionario quiere prepararse por ent ero para su t rabaj o,
debe convert irse t am bién en un revolucionario profesional. Por est o no t iene razón B- v
cuando dice que, pro est ar el obrero ocupado en la fábrica once horas y m edia, las
dem ás funciones revolucionarias ( salvo la agit ación) “ recaen ant e t odo, quiérase o no,
sobre un núm ero reducidísim o de int elect uales” . No sucede est o “ quiérase o no” , sino
debido a nuest ro at raso, porque no com prendem os que t enem os el deber de ayudar a
t odo obrero que se dist inga por su capacidad para convert irse en un agit ador
organizador, propagandist a, dist ribuidor, et c., et c., profesional. En est e sent ido
85
dilapidam os vergonzosam ent e nuest ras fuerzas, no sabem os cuidar lo que t iene que
ser cult ivado y desarrollado con part icular solicit ud. Fíj ense en los alem anes: t ienen
cien veces m ás fuerzas que nosot ros, pero com prenden perfect am ent e que los
agit adores, et c., capaces de verdad, no descuellan con excesiva frecuencia de ent re los
obreros “ m edios” . Por eso procuran colocar enseguida a t odo obrero capaz en
condiciones que le perm it an desarrollar plenam ent e y aplicar plenam ent e sus
apt it udes: hacen de él un agit ador profesional, lo anim an a ensanchar su cam po de
acción, a ext ender ést a de una fábrica a t odo un oficio, de una localidad a t odo el país.
De est e m odo, el obrero adquiere experiencia y habilidad profesional, am plía su
horizont e y su saber, observa de cerca de los j efes polít icos dest acados de ot ros
lugares y de ot ros part idos, procura ponerse a la m ism a alt ura que ellos y unir en su
persona el conocim ient o del m edio obrero y la lozanía de las convicciones socialist as a
la m aest ría profesional sin la que no puede le prolet ariado desplegar su t enaz lucha
cont ra sus enem igos perfect am ent e inst ruidos. Así, sólo así, surgen de la m asa obrera
los Bebel y los Auer. Pero lo que en un país libre en el aspect o polít ico se hace en gran
part e por sí solo, en Rusia deben hacerlo sist em át icam ent e nuest ras organizaciones.
Un agit ador obrero que t enga algún t alent o y “ prom et a” no debe t rabaj ar once horas
en la fábrica. Debem os arreglarlo de m anera que viva de los fondos del part ido, que
pueda pasar a la clandest inidad en el m om ent o preciso, que cam bie de lugar de
acción, pues de ot ro m odo no adquirirá gran experiencia, no am pliará su horizont e, no
podrá sost enerse siquiera varios años en la lucha cont ra los gendarm es. Cuant o m ás
am plio y profundo es el m ovim ient o espont áneo de las m asas obreras, t ant os m ás
agit adores de t alent o descuellan, y no sólo agit adores, sino organizadores,
propagandist as y m ilit ant es “ práct icos” de t alent o, “ práct icos” en el buen sent ido de la
palabra ( que son t an escasos ent re nuest ros int elect uales, en su m ayor part e un t ant o
desidiosos y t ardos a la rusa) . Cuando t engam os dest acam ent os de obreros
revolucionarios ( y bien ent endido que “ t odas las arm as” de la acción revolucionaria)
especialm ent e preparados y con un largo aprendizaj e, ninguna policía polít ica del
m undo podrá con ellos, porque esos dest acam ent os de hom bres consagrados en
cuerpo y alm a a la revolución gozarán igualm ent e de la confianza ilim it ada de las m ás
am plias m asas obreras. Y som os los culpables direct os de no “ em puj ar” bast ant e a los
obreros a est e cam ino, que es el m ism o para ellos y para los “ int elect uales” , al cam ino
del aprendizaj e revolucionario profesional, t irando dem asiado a m enudo de ellos hacia
at rás con nuest ros discursos necios sobre lo que es “ accesible” para la m asa obrera,
para los “ obreros m edios” , et c.
En est e sent ido, igual que en los ot ros, el reducido alcance del t rabaj o de
organización est á en relación indudable e ínt im a ( aunque no se dé cuent a de ello la
inm ensa m ayoría de los “ econom ist as” y de los m ilit ant es práct icos noveles) con la
reducción del alcance de nuest ra t eoría y de nuest ras t areas polít icas. El cult o a la
espont aneidad origina una especie de t em or de apart arnos un poquit ín de lo que sea
“ accesible” a las m asas, un t em or de subir dem asiado pro encim a de la sim ple
sat isfacción de sus necesidades direct as e inm ediat as. ¡No t engan m iedo, señores!
¡Recuerden ust edes que en m at eria de organización est am os a un nivel t an baj o que
es absurda hast a l apropia idea de que podam os subir dem asiado alt o!
e)
La or ga niz a ción “de conspir a dor e s” y la “de m ocr a cia ”
Ent re nosot ros hay m ucha gent e t an sensible a “ la voz de la vida” que
nada t em en t ant o com o eso precisam ent e, acusando de ser adept os del grupo Libert ad
del Pueblo, de no com prender la “ dem ocracia” , et c., a los que com part en las opiniones
expuest as m ás arriba. Nos vem os precisados a det enernos en est as acusaciones, que
apoya t am bién, com o es nat ural, Rabócheie Dielo.
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Quien escribe est as líneas sabe m uy bien que los “ econom ist as”
pet ersburgueses acusaban ya a Rabóchaya Gazet a de seguir a Libert ad del Pueblo
( cosa com prensible si se la com para con Rabóchaya Mysl) . Pro eso, cuando, después
de aparecer I skra, un cam arada nos refirió que los socialdem ócrat as de la ciudad X
califican a I skra de órgano de Libert ad del Pueblo, no nos sent im os nada sorprendidos.
Nat uralm ent e, esa acusación era para t odos nosot ros un elogio, pues ¿a qué
socialdem ócrat a decent e no habrán acusado de lo m ism o los “ econom ist as” ?
Est as acusaciones son debidas a m alent endidos de dos géneros. En
prim er lugar, en nuest ro país se conoce t an poco la hist oria del m ovim ient o
revolucionario que t oda idea de form ar una organización com bat iva cent ralizada que
declare una guerra sin cuart el al zarism o es calificada de adict a a Libert ad del Pueblo.
Pero lo m agnífica organización que t enían los revolucionarios de la década del 70 y que
debiera servirnos a t odos de m odelo no la crearon, ni m ucho m enos, los adept os de
Libert ad del Pueblo, sino los part idarios de Tierra y Libert ad [ 20] que luego se dividió
en Repart o Negro y Libert ad del Pueblo. Por eso es absurdo, t ant o desde el punt o de
vist a hist órico com o desde el lógico, ver en una organización revolucionaria de
com bat e algo específico de Libert ad del Pueblo, porque ninguna t endencia
revolucionaria que piense realm ent e en una lucha seria puede prescindir de sem ej ant e
organización. El error de los adept os de Libert ad del Pueblo no consist ió en procurar
que se incorporaran a su organización t odos los descont ent os ni orient ar esa
organización hacia una lucha resuelt a cont ra la aut ocracia. En eso, pro el cont rario,
est riba su gran m érit o ant e la hist oria. Y su error consint ió en haberse apoyado en una
t eoría que no t enía en realidad nada de revolucionaria y en no haber sabido, o en no
haber podido, est ablecer un nexo firm e ent re su m ovim ient o y la lucha de clases en la
sociedad capit alist a en desarrollo. Y sólo la m ás burda incom prensión del m arxism o ( o
su “ com prensión” en sent ido “ st ruvist a” ) ha podido dar lugar a la opinión de que la
aparición de un m ovim ient o obrero espont áneo de m asas nos exim e de la obligación
de fundar una organización de revolucionarios t an buena com o la de los part idarios de
Tierra y Libert ad o de crear ot ra incom parablem ent e m ej or. Por el cont rario, ese
m ovim ient o nos im pone precisam ent e dicha obligación, ya que la lucha espont ánea del
prolet ariado no se convert irá en su verdadera “ lucha de clase” m ient ras no est é
dirigida por una fuert e organización de revolucionarios.
En segundo lugar, m uchos –y ent re ello, por lo vist o, B. Krichevski ( R.
D., núm . 10, Pág. 18) – no com prenden bien la polém ica que siem pre han sost enido
los socialdem ócrat as cont ra la concepción de la lucha polít ica com o una lucha “ de
conspiradores” . Hem os prot est ado y prot est arem os siem pre, desde luego, cont ra la
reducción de la lucha polít ica en las proporciones de una conj uración, pero eso, claro
est á, en m odo alguno significaba que negásem os la necesidad de una fuert e
organización revolucionaria. Y, por ej em plo, en el follet o cit ado en la not a, j unt o a la
polém ica cont ra quienes quieren reducir la lucha polít ica a una conj uración se
encuent ra el esquem a de una organización ( com o ideal de los socialdem ócrat as) lo
bast ant e fuert e para poder recurrir t ant o a la “ insurrección” com o a cualquier “ ot ra
form a de at aque” con obj et o de asest ar el golpe decisivo al absolut ism o” [ 21] . Por su
form a, una organización revolucionaria de esa fuerza en un país aut ocrát ico puede
llam arse t am bién organización “ de conspiradores” porque la palabra francesa
“ conspirat ion” equivale a “ conj uración” , y el caráct er conspirat ivo es im prescindible en
el grado m áxim o para sem ej ant e organización. El caráct er conspirat ivo es condición
t an im prescindible de t al organización que las dem ás condiciones ( núm ero, selección,
funciones, et c. de los m iem bros) t ienen que concert arse con ella. Sería, pro t ant o,
ext rem a candidez t em er que nos acusen a los socialdem ócrat as de querer crear una
87
organización de conspiradores. Todo enem igo del “ econom ism o” debe enorgullecerse
de esa acusación, así com o de la acusación de ser part idario de Libert ad del Pueblo.
Se nos obj et ará que una organización t an poderosa y t an rigurosam ent e
secret a, que concent ra en sus m anos t odos los hilos de la act ividad conspirat iva,
organización necesariam ent e cent ralist a, puede lanzarse con excesiva ligereza a un
at aque prem at uro, puede enconar irreflexivam ent e el m ovim ient o ant es de que lo
hagan posible y necesario la ext ensión del descont ent o polít ico, la fuerza de la
efervescencia y de la exasperación de la clase obrera, et c. Nosot ros cont est arem os
que, hablando en t érm inos abst ract os, no es posible negar, desde luego, que una
organización de com bat e puede abocar en una bat alla im prem edit ada, la cual puede
acabar en una derrot a que en m odo alguno sería inevit able en ot ras condiciones. Pero,
en sem ej ant e problem a, es im posible lim it arse a consideraciones abst ract as, porque
t odo com bat e ent raña la posibilidad abst ract a de la derrot a, y no hay ot ro m edio de
dism inuir est a posibilidad que preparar organizadam ent e el com bat e. Y si plant eam os
el problem a en el t erreno concret o de las condiciones act uales de Rusia, habrem os de
llegar a est a conclusión posit iva: una fuert e organización revolucionaria es sin duda
necesaria para dar precisam ent e est abilidad al m ovim ient o y preservarlo de la
posibilidad de los at aques irreflexivos. Just am ent e ahora, cuando carecem os de
sem ej ant e organización y cuando el m ovim ient o revolucionario crece espont ánea y
rápidam ent e, se observan ya dos ext rem os opuest os ( que, com o es lógico, “ se
t ocan” ) : o un “ econom ism o” sin el m enor fundam ent o, acom pañado de prédicas de
m oderación, o un “ t errorism o excit ant e” , con t an poco fundam ent o, que t iende “ a
producir art ificiosam ent e, en el m ovim ient o que se desarrolla y se consolida, pero que
t odavía est á m ás cerca de su principio que de su fin, sínt om as de su fin” ( V. Z. En
Zariá, núm . 2- 3, Pág. 353) . Y el ej em plo de Rab. Dielo dem uest ra que exist en ya
socialdem ócrat as que capit ulan ant e am bos ext rem os. Y no es de ext rañar, porque,
am én de ot ras razones, la “ lucha económ ica cont ra los pat ronos y el gobierno” j am ás
sat isfará a un revolucionario, y ext rem os opuest os siem pre surgirán aquí o allá. Sólo
una organización com bat iva cent ralizada que aplique firm em ent e la polít ica
socialdem ócrat a y sat isfaga, pro decirlo así, t odos los inst int os y aspiraciones
revolucionarios puede preservar de un at aque irreflexivo al m ovim ient o y preparar un
at aque con perspect ivas de éxit o.
Se nos obj et ará t am bién que el punt o de vist a expuest o sobre la
organización cont radice el “ principio dem ocrát ico” . La acusación ant erior t iene un
origen ruso t an específico com o específico caráct er ext ranj ero t iene est a ot ra. Sólo una
organización con sede en el ext ranj ero ( La Unión de Socialdem ócrat as Rusos) ha
podido dar a su redacción, ent re ot ras inst rucciones, la siguient e:
“ Principio de organización. Para favorecer el desarrollo y la unificación de
la socialdem ocracia es preciso subrayar, desarrollar, luchar por un am plio principio
dem ocrát ico de su organización de part ido, cosa que han hecho especialm ent e
im prescindible las t endencias ant idem ocrát icas aparecidas en las filas de nuest ro
part ido” ( Dos congresos, Pág. 18)
En el capít ulo siguient e verem os cóm o lucha precisam ent e Rab. Dielo
cont ra las “ t endencias ant idem ocrát icas” de I skra. Veam os ahora m ás de cerca el
“ principio” que proponen los “ econom ist as” . Es probable que t odo el m undo est é de
acuerdo en que el “ am plio principio dem ocrát ico” presupone las dos condiciones
im prescindibles que siguen: prim ero, publicidad com plet a, y, segundo, caráct er
elect ivo de t odos los cargos. Sin publicidad, m ás aún, sin una publicidad que no quede
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reducida a los m iem bros de la organización sería ridículo hablar de espírit u
dem ocrát ico. Llam arem os dem ocrát ica a la organización del part ido socialist a alem án
ya que en él t odo es público, incluso las sesiones de sus congresos; pero nadie llam ará
dem ocrát ica a una organización que se ocult e de t odos los que no sean m iem bros
suyos con el m ant o del secret o. Cabe pregunt ar: ¿qué sent ido t iene proponer un
“ am plio principio dem ocrát ico” , cuando la condición fundam ent al de ese principio es
irrealizable para una organización secret a? El “ am plio principio” result a ser una m era
frase que suena m ucho, pero que est á vacía. Más aún. Est a frase dem uest ra una
incom prensión com plet a de las t areas urgent es del m om ent o en m at eria de
organización. Todo el m undo sabe hast a qué punt o est á ext endida ent re nosot ros la
falt a de discreción, conspirat iva que predom ina en la “ gran” m asa de revolucionarios.
Ya hem os vist o con cuánt a am argura se quej a de ello B- v, exigiendo, lleno de razón,
“ una severa selección de los afiliados” ( R. D., núm . 6, Pág. 42) . ¡Y de pront o aparecen
gent es que se ufanan de su “ sent ido de la vida” y, en sem ej ant e sit uación, no
subrayan la necesidad de la m ás severa discreción conspirat iva y de la m ás rigurosa
( y, por consiguient e, m ás est recha) selección de los afiliados, sino un “ am plio principio
dem ocrát ico” ! Est o se llam a t om ar el rábano por las hoj as.
No queda m ej or parado el segundo rasgo de la dem ocracia: el caráct er
elect ivo. En los países que gozan de libert ad polít ica, est a condición se sobreent iendo
por sí m ism a. “ Se considera m iem bro del part ido t odo el que acept a los principios de
su program a y ayuda al part ido en la m edida de sus fuerzas” , dice el art ículo prim era
de los est at ut os orgánicos del Part ido Socialdem ócrat a Alem án. Y com o t oda la liza
polít ica est á abiert a para t odos, igual que la ram pa del escenario para el público de un
t eat ro, el que se acept e o se rechace, se apoye o se im pugne son cosas que t odos
saben pro los periódicos y por las reuniones públicas. Todo el m undo sabe que
det erm inado dirigent e polít ico ha com enzado de t al m anera, ha pasado por t al y t al
evolución, se ha port ado de t al y t al m odo en un m om ent o difícil de su vida, se
dist ingue en general por t ales y t ales cualidades: pro t ant o, es nat ural que a est e
dirigent e lo puedan elegir o no elegir, con conocim ient o de causa, para det erm inado
cargo en el part ido, t odos los m iem bros del m ism o. El cont rol general ( en el sent ido
lit eral de la palabra) de cada uno de los pasos del afiliado al part ido, a lo largo de su
carrera polít ica, crea un m ecanism o de acción aut om át ica que t iene pro result ado lo
que en Biología se llam a “ supervivencia de los m ej or adapt ados” . La “ selección
nat ural” , product o de la com plet a publicidad del caráct er elect ivo y del cont rol general,
asegura que cada dirigent e est é a fin de cuent as “ en su sit io” , se encargue d e la labor
que m ej or concuerde con sus fuerzas y apt it udes, sufra en su carne t odas las
consecuencias de sus errores y dem uest re a la vist a de t odos su capacidad para
reconocer sus falt as y evit arlas.
¡Pero prueben ust edes a encaj ar est e cuadro en el m arco de nuest ra
aut ocracia! ¿Es acaso concebible ent re nosot ros que “ t odo el que acept e los principios
del program a del part ido y ayude al part ido en la m edida de sus fuerzas” cont role cada
paso del revolucionario clandest ino? ¿Qué t odos elij an a uno o a ot ro ent re est os
últ im os, cuando, el bien de su t rabaj o, el revolucionario est á obligado a ocult ar su
verdadera personalidad a las nueve décim as part es de esos “ t odos” ? Reflexionen,
aunque sólo sea un m om ent o, en el verdadero sent ido de las sonoras palabras de Rab.
Dielo y verán que la “ am plia dem ocracia” de una organización de part ido en las
t inieblas de la aut ocracia, cuando son los gendarm es quienes seleccionan, no es m ás
que un j uguet e inút il y perj udicial. I nút il porque, en la práct ica, j am ás ha podido
organización revolucionaria alguna aplicar una am plia dem ocracia, ni puede aplicarla,
por m ucho que lo desee. Perj udicial porque los int ent os de aplicar en la práct ica un
“ am plio principio dem ocrát ico” sólo facilit an a la policía las grandes redadas y
89
perpet úan los m ét odos prim it ivos de t rabaj o dom inant es, desviando el pensam ient o de
los m ilit ant es dedicados a la labor práct ica de la seria e im periosa t area de forj arse
com o revolucionarios profesionales hacia la redacción de prolij os reglam ent os
“ burocrát icos” sobre sist em as de vot ación. Sólo en el ext ranj ero, donde no pocas veces
se j unt an gent es que no pueden encont rar una labor verdadera y real, ha podido
desarrollarse en algún sit io, sobre t odo en diversos grupos pequeños, ese “ j uego a la
dem ocracia” .
Para dem ost rar al lect or cuán indecoroso es el procedim ient o predilect o
de Rab. Dielo para preconizar un “ principio” t an decoroso com o la dem ocracia en la
labor revolucionaria, apelarem os de nuevo a un t est igo. Se t rat a de E. Serebriakov,
direct or de la revist a londinense Nakanunie, que sient e gran debilidad pro Rab. Dielo y
profundo odio a Plej ánov y los “ plej anovist as” ; en los art ículos referent es a la escisión
de la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, Nakanunie se puso
resuelt am ent e al lado de Rab. Dielo y descargó un nubarrón de palabras det est ables
sobre Plej ánov. Tant o m ás valor t iene para nosot ros el t est igo en est e punt o. En el
art ículo Con m ot ivo del llam am ient o del “ Grupo de Aut oem ancipación de los Obreros” ,
insert o en el núm ero 7 de Nakanunie ( j ulio de 1899) , E. Serebriakov decía que era
“ indecoroso” plant ear cuest iones “ de obcecación, de prim acía, de lo que se llam a el
areópago, en un m ovim ient o revolucionario serio” , y decía, ent re ot ras cosas, lo
siguient e:
“ Myshkin, Rogachov, Zheliábov, Mij áilov, Peróvskaya, Figner y ot ro
nunca se consideraron dirigent es y nadie los había elegido ni nom brado, aunque en
realidad sí lo eran, porque t ant o en el período de propaganda com o en la lucha cont ra
el gobierno cargaron con el m ayor peso del t rabaj o, fueron a los sit ios m ás peligrosos
y su act ividad fue la m ás fruct ífera. Y la prim acía no result aba de que la desearan, sino
de que los cam aradas que los rodeaban confiaban en su int eligencia, en su energía y
en su lealt ad. Tem er a un areógrafo ( y si no se le t em e no hay por qué m encionarlo)
que puede dirigir aut orit ariam ent e el m ovim ient o es ya dem asiada candidez. ¿Quién lo
obedecería?”
Pregunt am os al lect or: ¿en qué se diferencia el “ areópago” de las
“ t endencias ant idem ocrát icas” ? ¿No es evident e que el “ decoroso” principio de
organización de Rabócheie Dielo es t an cándido com o indecoroso? Cándido porque
sencillam ent e nadie obedecerá a un “ areópago” o a gent es con “ t endencias
ant idem ocrát icas” , t oda vez que “ los cam aradas que los rodean no confiarán en su
int eligencia, en su energía ni en su lealt ad” . E indecoroso com o dem agógica salida de
t ono que especula con la presunción de unos, con el desconocim ient o que ot ros t ienen
del est ado en que realm ent e se encuent ra nuest ro m ovim ient o y con la falt a de
preparación de los t erceros y su desconocim ient o de la hist oria del m ovim ient o
revolucionario. El único principio de organización serio a que deben at enerse los
dirigent es de nuest ro m ovim ient o ha de ser el siguient e: la m ás severa discreción
conspirat iva, la m ás rigurosa selección de los afiliados y la preparación de
revolucionarios profesionales. Si se cuent a con est as cualidades, est á asegurado algo
m ucho m ás im port ant e que el “ am bient e dem ocrát ico” , a saber: la plena confianza
m ut ua, propia de cam aradas, ent re los revolucionarios. Y es indiscut ible que
necesit am os m ás est a confianza porque en Rusia no se puede ni hablar de sust it uirla
por un cont rol dem ocrát ico general. Com et eríam os un gran error si creyéram os que,
por ser im posible un cont rol verdaderam ent e “ dem ocrát ico” , los afiliados a una
organización revolucionaria se conviert en en incont rolados: no t ienen t iem po de pensar
en las form as de j uguet e de dem ocracia ( dem ocracia en el seno de un apret ado núcleo
de cam aradas ent re los que reina confianza m ut ua) , pero sient en m uy en lo vivo su
90
responsabilidad, pues saben adem ás, pro experiencia, que una organización de
verdaderos revolucionarios no se det endrá en m edios para deshacerse de un m iem bro
digo. Adem ás, en el país hay una opinión publica bast ant e desarrollada de los m edios
revolucionarios rusos ( e int ernacionales) que t iene m ucha hist oria cast iga con
im placable severidad t odo incum plim ient o del deber de la cam aradería ( ¡y la
“ dem ocracia” , la verdadera dem ocracia, no la de j uguet e, va im plícit a, com o la part e
en el t odo, en est e concept o de cam aradería! ) . ¡Tom en t odo est o en consideración y
com prenderán qué nauseabundo t ufillo a j uego a los generales en el ext ranj ero
t rasciende de t odas esas habladurías y resoluciones sobre las “ t endencias
ant idem ocrát icas” !
Hay que observar, adem ás, que la ot ra fuent e de t ales habladurías, es
decir, la candidez, se alim ent a asim ism o de una confusión de ideas acerca de la
dem ocracia. En el libro de los esposos Webb sobre los t radeuniones inglesas hay un
capít ulo curioso: La dem ocracia prim it iva. Los aut ores refieren en él que los obreros
ingleses t enían por señal im prescindible de dem ocracia en el prim er período de
exist encia de sus sindicat os que t odos hicieran de t odo en la dirección de los m ism os:
no sólo se decidían t odas las cuest iones pro vot ación de t odos los m iem bros, sino que
los cargos t am bién eran desem peñados sucesivam ent e por t odos los afiliados. Fue
necesaria una larga experiencia hist órica para que los obreros com prendieran lo
absurdo de sem ej ant e concept o de la dem ocracia y la necesidad, por una part e, de que
exist ieran inst it uciones represent at ivas y, por ot ra, funcionarios profesionales. Fueron
necesarios unos cuant os casos de quiebra de caj as de los sindicat os para que los
obreros com prendieran que la proporción ent re las cuot as que pagaban y los subsidios
que recibían no podía decidirse sólo por vot ación dem ocrát ica, sino que exigía,
adem ás, el consej o de un perit o en seguros. Lean t am bién el libro de Kaut sky sobre el
parlam ent arism o y la legislación popular y verán que las deducciones del t eórico
m arxist a coinciden con las enseñanzas de prolongados años de práct ica de los obreros
unidos " “ espont áneam ent e" ” Kaut sky rebat e con denuedo la form a prim it iva que
Rit t inghausen t iene de concebir la dem ocracia, se burla de la gent e dispuest a a exigir
en nom bre de la dem ocracia que “ los periódicos del pueblo sean redact ados
direct am ent e por el pueblo” , dem uest ra la necesidad de que exist an, periodist as,
parlam ent arios, et c., profesionales, para dirigir de un m odo socialdem ócrat a la lucha
de clase del prolet ariado; at aca el “ socialism o de anarquist as y lit erat os” que exalt an
“ por afán efect ist a” la legislación que em ana direct am ent e del pueblo y no com prenden
que su aplicación es m uy convencional en la sociedad cont em poránea.
Todo el que haya desplegado una labor práct ica en nuest ro m ovim ient o
sabe cuán ext endido est á ent re la m asa de la j uvent ud est udiant il y de los obreros el
concept o “ prim it ivo” de la dem ocracia. No es de ext rañar que est e concept o penet re
t ant o en est at ut os com o en publicaciones. Los “ econom ist as” de t ipo bernst einiano
decían en sus est at ut os: “ Art ículo 10. Todos los asunt os que at añen a los int ereses de
t oda la organización sindical se resolverán pro m ayoría de vot os de t odos sus
m iem bros” . Los “ econom ist as” de t ipo t errorist a los secundan: “ Es preciso que los
acuerdos del com it é pasen por t odos los círculos y sólo ent onces sean efect ivos”
( Svoboda, núm . 1, Pág. 67) . Observen que est a reclam ación de aplicar am pliam ent e el
referéndum se plant ea ¡después de exigir que t oda la organización se base en el
principio elect ivo! Nada m ás lej os de nosot ros, claro est á, que censurar por eso a los
m ilit ant es dedicados al t rabaj o práct ico, que han t enido m uy poca posibilidad de
conocer la t eoría y la práct ica de las organizaciones dem ocrát icas de verdad. Pero
cuando Rab. Dielo, que pret ende ej ercer una función dirigent e, se lim it a en t ales
circunst ancias a insert ar una resolución sobre el am plio principio dem ocrát ico ¿cóm o
no llam ar a est o sino puro “ afán efect ist a” ?
91
f)
El t r a ba j o a e sca la loca l y a e sca la na ciona l
Si las obj eciones que se hacen al plan de organización que aquí
exponem os, reprochándole su falt a de dem ocracia y su caráct er conspirat ivo, carecen
t ot alm ent e de fundam ent o, queda t odavía pendient e una cuest ión que se plant ea
m uchas veces y m erece det enido exam en: se t rat a de la relación exist ent e ent re el
t rabaj o local y el t rabaj o a escala nacional. Se expresa el t em or de que, al crearse una
organización cent ralist a, el cent ro de gravedad pase del prim er t rabaj o, al segundo, el
t em or de que est o perj udique al m ovim ient o, debilit e la solidez de los vínculos que nos
unen con la m asa obrera, y, en general, la est abilidad de la agit ación local.
Cont est arem os que nuest ro m ovim ient o se resient e durant e est os últ im os años
precisam ent e de que los m ilit ant es locales est én dem asiado absorbidos pro el t rabaj o
local; que por est a razón es necesario desplazar algo, sin el m enor género de dudas, el
cent ro de la gravedad hacia el t rabaj o en plano nacional; que, lej os de debilit ar, est e
desplazam ient o dará, por el cont rario, m ayor solidez a nuest ros vínculos y m ayor
est abilidad a nuest ra agit ación local. Exam inem os la cuest ión del órgano cent ral y de
los órganos locales, rogando al lect or que no olvide que la prensa no es para nosot ros
sino un ej em plo ilust rat ivo de la labor revolucionaria y que, en general, es
infinit am ent e m ás am plia y m ás variada.
En el prim er período del m ovim ient o de m asas ( 1896- 1898) , los
m ilit ant es locales int ent an publicar un órgano dest inado a t oda Rusia: Rabóchaya
Gazet a; en el período siguient e ( 1898- 1900) , el m ovim ient o da un gigant esco paso
adelant e, pero los órganos locales absorben t ot alm ent e la at ención de los dirigent es. Si
se hace un recuent o de t odos esos órganos locales, result ará [ 22] * por t érm ino m edio
un núm ero al m es. ¿No es est o una prueba evident e del prim it ivism o de nuest ros
m ét odos de t rabaj o? ¿No dem uest ra eso de m anera fehacient e el at raso que nuest ra
organización revolucionaria lleva del avance espont áneo del m ovim ient o? Si se hubiera
publicado la m ism a cant idad de núm eros de periódicos por una organización única, y
no por grupos locales dispersos, no sólo habríam os ahorrado una inm ensidad de
fuerzas, sino asegurado a nuest ro t rabaj o infinit am ent e m ás est abilidad y cont inuidad.
Olvidan con dem asiada frecuencia est e sencillo razonam ient o t ant o los m ilit ant es
dedicados a las labores práct icas, que t rabaj an act ivam ent e de m anera casi exclusiva
en los órganos locales ( por desgracia, en la inm ensa m ayoría de los casos, la sit uación
no ha cam biado) , com o los publicist as que m uest ran en est a cuest ión asom broso
quij ot ism o. El m ilit ant e dedicado al t rabaj o práct ico suele darse por sat isfecho con el
razonam ient o de que a los m ilit ant es locales “ les es difícil” [ 23] ocuparse de la
publicación de un periódico cent ral para t oda Rusia y que m ej or es t ener periódicos
locales que no t ener ninguno. Est o últ im o es, desde luego, m uy ciert o, y ningún
m ilit ant e dedicado al t rabaj o práct ico reconocerá ant es que nosot ros la gran
im port ancia y la gran ut ilidad de los periódicos locales en general. Pero no se t rat a de
est o, sino de ver si es posible librarse del fraccionam ient o y del prim it ivism o en el
t rabaj o t an palm ariam ent e reflej ados en los t reint a núm eros de periódicos locales
publicados por t oda Rusia en dos años y m edio. No se const riñan al principio
indiscut ible, pero dem asiado abst ract o, de la ut ilidad de los periódicos locales en
general; t engan, adem ás, el valor de reconocer francam ent e sus lados negat ivos,
puest os de m anifiest o en dos años y m edio de experiencia. Est a experiencia dem uest ra
que, en nuest ras condiciones, los periódicos locales result an en la m ayoría de los casos
vacilant es en los principios y falt os de im port ancia polít ica; en cuant o al consum o de
energías revolucionarias, result an dem asiado cost osos, e insat isfact orios por com plet o,
desde le punt o de vist a t écnico ( m e refiero, claro est á, no a la t écnica t ipográfica, sino
a la frecuencia y regularidad de la publicación) . Y t odos los defect os indicados no son
obra de la casualidad, sino consecuencia inevit able del fraccionam ient o que, por una
92
part e, explica el predom inio de los periódicos locales en el período que exam inam os, y,
por ot ra part e, encuent ra un apoyo en ese predom inio. Una organización local, por sí
sola, no est á realm ent e en condiciones de asegurar la firm eza de principios de su
periódico ni de colocarlo a la alt ura de órgano polít ico, no est á en condiciones de reunir
y ut ilizar dat os suficient es para escribir de t oda nuest ra vida polít ica. Y, en cuant o al
argum ent o que ordinariam ent e se esgrim e en los países libres para j ust ificar la
necesidad de num erosos periódicos locales –que son barat os, porque los confeccionan
obreros locales, y pueden ofrecer una inform ación m ej or y m ás rápida a la población
local- , la experiencia ha dem ost rado que, en nuest ro país, se vuelve cont ra dichos
periódicos. Est os result an dem asiado cost osos en lo que al consum o de energías
revolucionarias se refiere; y son publicados m uy de t arde en t arde por la sencilla razón
de que un periódico ilegal, por pequeño que sea, precisa un inm enso m ecanism o
clandest ino de im prent a, que requiere la exist encia de una gran indust ria fabril, pues
en un t aller de art esanos no es posible m ont ar sem ej ant e m ecanism o. Mas cuando
ést e es prim it ivo, la policía aprovecha m uchas veces ( t odo m ilit ant e dedicado al
t rabaj o práct ico conoce num erosos ej em plos de est e género) la aparición y difusión de
uno o dos núm eros para hacer una redada m asiva, que lo barre t odo t an bien que es
preciso volver a em pezar de nuevo. Un buen m ecanism o clandest ino de im prent a exige
una buena preparación profesional de los revolucionarios y la m ás consecuent e división
del t rabaj o, y est as dos condiciones son de t odo punt o irrealizables en una
organización local aislada, por m ucha fuerza que reúna en un m om ent o dado. No
hablem os ya de los int ereses generales de t odo nuest ro m ovim ient o ( una educación
socialist a y polít ica de los obreros basada en principios firm es) ; t am bién los int ereses
locales específicos quedan m ej or at endidos por órganos no locales. Sólo a prim era
vist a puede parecer est o una paradoj a; en realidad, la experiencia de los dos años y
m edio de que hem os hablado lo dem uest ra de m anera irrefut able. Todo el m undo
convendrá en que si las fuerzas locales que han publicado t reint a núm eros de
periódicos hubieran t rabaj ado para un solo periódico, habrían publicado sin dificult ad
sesent a núm eros, si no cien, y, por consiguient e, se habrían reflej ado de un m odo m ás
com plet o las part icularidades del m ovim ient o puram ent e local. No cabe duda de que
no es fácil conseguir est a coordinación; pero hace falt a que, al fin, reconozcam os su
necesidad; que cada círculo local piense y t rabaj e act ivam ent e en ese sent ido sin
esperar el em puj ón de fuera, sin dej arse seducir por la accesibilidad y la proxim idad de
un órgano loca, proxim idad que –según lo prueba nuest ra experiencia revolucionaria –
es, buena part e, ilusoria.
Y prest an un flaco servicio al t rabaj o práct ico los publicist as que,
considerándose m uy próxim os a los m ilit ant es práct icos, no se dan cuent a de est e
caráct er ilusorio y salen del paso con un razonam ient o de sim pleza t an ext raordinaria
com o de vacuidad t an asom brosa: hacen falt a periódicos locales, hacen falt a periódicos
com arcales, hacen falt a periódicos cent rales para t oda Rusia. Es nat ural que, hablando
en t érm inos generales, t odo est o haga falt a, pero t am bién hace falt a, cuando se
aborda un problem a concret o de organización, pensar en las condiciones de m edio y
t iem po. ¿No es, en efect o, un caso de quij ot ism o cuando Svoboda ( núm . 1, Pág. 68) ,
“ det eniéndose” específicam ent e “ en el problem a del periódico” , escribe: “ Nosot ros
creem os que en t odo lugar algo considerable de concent ración de obreros debe haber
periódico obrero propio. No t raído de fuera, sino j ust am ent e propio” . Si est e publicist a
no quiere pensar en el sent ido de sus palabras, piense ust ed al m enos por él, lect or:
¡cuánt as decenas, si no cent enares de “ lugares algo considerables de concent ración de
obreros” hay en Rusia, y qué perpet uación de nuest ro prim it ivism o en el t rabaj o
result ará si cada organización local se pusiera efect ivam ent e a publicar su propio
periódico! ¡Cóm o facilit aría est e fraccionam ient o a nuest ros gendarm es la t area de
capt urar –y, adem ás, sin hacer esfuerzos “ algo considerables” – a los m ilit ant es
93
locales, desde el com ienzo m ism o de su act uación, ant es de haber podido llegar a ser
verdaderos revolucionarios! En un periódico cent ral para t oda Rusia – cont inúa el
aut or- no int eresarían m ucho las narraciones de los m anej os de los fabricant es “ y de
los porm enores de poca m ont a de la vida fabril en diversas ciudades que no son la
suya” , pero “ al orlense no le aburrirá leer lo que sucede en Oriol. Sabe siem pre con
quién se han “ m et ido” , a quién “ se le da para el pelo” y a él le baila el oj o” ( Pág.. 69) .
Sí, sí, al orlense le baila el oj o, pero a nuest ro publicist a t am bién “ le baila” dem asiado
la im aginación. En lo que ést e debiera pensar es en si se m uest ra t act o al defender la
m ezquindad de esfuerzos. No cederem os a nadie la palm a en reconocer cuán necesario
e im port ant e es denunciar los abusos que se com et en en las fábricas, pero hay que
recordar que hem os llegado ya a un m om ent o en que a los vecinos de San Pet ersburgo
les aburre leer las cart as pet ersburguesas del periódico pet ersburgués Rabóchaya
Mysl. Para denunciar los abusos que se com et en en las fábricas locales hem os t enido
siem pre, y debem os seguir t eniendo siem pre las hoj as volant es; pero el periódico hay
que elevarlo, y no rebaj arlo al nivel de hoj as volant es de fábrica. Para un “ periódico”
necesit am os denuncias no t ant o de “ pequeñeces” , com o de los grandes defect os
t ípicos de la vida fabril, denuncias hechas con ej em plos de singular realce y, pro lo
m ism o, capaces de int eresar a t odos los obreros y a t odos los dirigent es del
m ovim ient o, capaces de enriquecer efect ivam ent e sus conocim ient os, ensanchar su
horizont e, dar com ienzo al despert ar de un dist rit o m ás, de un nuevo sect or
profesional de obreros.
“ Adem ás, en un periódico local, los m anej os de la adm inist ración de la
fábrica o de ot ras aut oridades pueden recogerse en seguida, aún recient es. Y m ient ras
la not icia llega a un periódico cent ral, lej ano, en el punt o de origen ya se habrá
olvidado lo sucedido: “ ¿Cuándo habrá ocurrido eso?; ¡cualquiera lo recuerda! ” ” ( loc.
cit .) . en efect o, ¡cualquiera lo recuerda! Los t reint a núm eros publicados en dos años y
m edio corresponden, según hem os vist o en la m ism a fuent e, a seis ciudades. De m odo
que a cada ciudad corresponde, por t érm ino m edio, ¡un núm ero de periódico por
m edio año! E incluso si nuest ro insubst ancial publicist a t riplica en su hipót esis el
rendim ient o del t rabaj o local ( cosa que sería indudablem ent e inexact a con relación a
una ciudad m edia, porque es im posible aum ent ar considerablem ent e el rendim ient o sin
salir del prim it ivism o en el t rabaj o) , no recibiríam os, sin em bargo, a m ás de un
núm ero cada dos m eses, es decir, una sit uación que en nada se parece a “ recoger las
not icias aún recient es” . Pero bast aría con que se unieran diez organizaciones locales e
invist ieran de funciones act ivas a sus delgados con el fin de m ont ar un periódico
cent ral que ent onces pudieran “ recogerse” por t oda Rusia no pequeñeces, sino
escándalos not ables y t ípicos en realidad, y est o cada dos sem anas. Nadie que sepa en
qué sit uación se encuent ran nuest ras organizaciones lo dudará. Y en cuant o a lo de
pillar al enem igo con las m anos en la m asa, si se t om a est o en serio y no se habla por
hablar, un periódico clandest ino no puede, en general, ni pensar en ello: est o puede
hacerlo sólo una hoj a volant e, porque el plazo m áxim o para sorprender así al enem igo
no pasa, en la m ayoría de los casos, de uno o dos días ( t om en, por ej em plo, el caso de
una huelga breve corrient e, de at ropellos en una fábrica o de una m anifest ación et c.) .
“ El obrero no sólo vive en la fábrica, sino en la ciudad t am bién” , cont inúa
nuest ro aut or, pasando de lo part icular a lo general con una consecuencia t an rigurosa
que honraría al m ism o Borís Krichevski. Y señala los problem as de las dum as,
hospit ales y escuelas de las ciudades, exigiendo que el periódico obrero no calle los
asunt os urbanos en general. La exigencia es de por sí m agnífica, pero ilust ra con
part icular evidencia la abst ract a vacuidad a que se lim it an con dem asiado frecuencia
las disquisiciones sobre los periódicos locales. Prim ero, si en “ t odo lugar algo
considerable de concent ración de obreros” se publicaran en efect o periódicos con una
94
sección urbana t an det allada com o quiere Svoboda, dadas nuest ras condiciones rusas,
la cosa degeneraría inevit ablem ent e en verdadera cicat ería, conduciría a debilit ar la
conciencia de lo im port ant e que es un em puj e revolucionario general en t oda Rusia
cont ra la aut ocracia zarist a y reforzaría los brot es, m uy vivaces y m ás bien ocult os o
reprim idos que arrancados de raíz, de una t endencia que ya ha adquirido fam a por la
célebre m áxim a sobre los revolucionarios que hablar dem asiado del parlam ent o
inexist ent e y m uy poco de las dum as urbanas exist ent es. Y hem os dicho
“ inevit ablem ent e” , subrayando así que no es est o, sino lo cont rario, lo que Svoboda
quiere a sabiendas. Pero no bast a con las buenas int enciones. Para que la labor de
esclarecim ient o de los asunt os urbanos quede organizada con la orient ación debida
respect o a t odo nuest ro t rabaj o, hay que em pezar por elaborar t ot alm ent e y dej ar
sent ada con firm eza esa orient ación, y no sólo m ediant e razonam ient os, sino m ediant e
una inm ensidad de ej em plos, para que adquiera ya la solidez de t radición. Est o es lo
que est am os m uy lej os de t ener y pro est o precisam ent e hay que em pezar ant es de
que se pueda pensar en una vast a prensa local y hablar de ella.
Segundo, para escribir bien y de un m odo int eresant e de verdad sobre
asunt os locales, hay que conocerlos bien, y no sólo por los libros. Pero en t oda Rusia
apenas hay socialdem ócrat as que posean est e conocim ient o. Para escribir en un
periódico ( y no en follet os de divulgación) sobre asunt os locales y est at ales hay que
disponer de dat os frescos, variados, recogidos y elaborados por una persona
ent endida. Y para recoger y elaborar t ales dat os no bast a la “ dem ocracia prim it iva” de
un círculo prim it ivo, en el que t odos hacen de t odo y se diviert en j ugando al
referéndum . Para eso hace falt a una plana m ayor de aut ores especializados, de
corresponsales especializados, un ej ércit o de report eros socialdem ócrat as, que
ent ablen relaciones en t odas part es, que sepan penet rar en t odos los “ secret os de
Est ado” ( con los que t ant o presum e y que con t ant a facilidad revela el funcionario
ruso) y m et erse ent re t odos los “ bast idores” ; un ej ércit o de hom bres obligados “ por su
cargo” a ser ubicuos y om niscios. Y nosot ros, part ido de lucha cont ra t oda opresión
económ ica, polít ica, social y nacional, podem os y debem os encont rar, reunir, form ar,
m ovilizar y poner en cam paña un ej ércit o así de hom bres om nisapient es, ¡pero eso
est á t odavía por hacer! Ahora bien, nosot ros no sólo no hem os dado aún,, en la
inm ensa m ayoría de los lugares, ni un paso en esa dirección, sino que a m enudo ni
siquiera exist e la conciencia de la necesidad de hacerlo. Búsquense en nuest ra prensa
socialdem ócrat a art ículos vivos e int eresant es, crónicas y denuncias sobre nuest ros
asunt os y asunt illos diplom át icos, m ilit ares, eclesiást icos, urbanos, financieros, et c.,
et c.: se encont rará m uy poco o casi nada [ 24] . ¡Por eso “ m e enfado siem pre que
viene alguien y m e ensart a una ret ahíla de lindezas y preciosidades” sobre la
necesidad de periódicos “ en t odo lugar algo considerable de concent ración de obreros”
que denuncien las arbit rariedades t ant o en la adm inist ración fabril com o en la pública
local y nacional!
El predom ino de la prensa local sobre la cent ral es sínt om a de penuria o
de luj o. De penuria, cuando el m ovim ient o no ha cobrado t odavía fuerzas para un
t rabaj o a gran escala, cuando aún veget a en m edio del prim it ivism o y casi se ahoga
“ en las pequeñeces de la vida fabril” . De luj o, cuando el m ovim ient o ha podido ya
plenam ent e con la t area de las denuncias en t odos los sent idos y de la agit ación en
t odos los sent idos, de m odo que, adem ás del órgano cent ral, se hacen necesarios
num erosos órganos locales. Decida cada cual por sí m ism o qué es lo que prueba el
predom inio que hoy t ienen los periódicos locales ent re nosot ros. Por m i part e, m e
lim it aré a form ular con exact it ud m i conclusión par ano dar pie a m alent endidos. Hast a
ahora, la m ayoría de nuest ras organizaciones locales piensan casi exclusivam ent e en
órganos locales y t rabaj an de un m odo act ivo casi exclusivam ent e para ellos. Est o no
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es norm al. Debe suceder lo cont rario, que la m ayoría de las organizaciones locales
piense sobre t odo en un órgano cent ral para t oda Rusia y t rabaj e principalm ent e para
él. Mient ras no ocurra sí, no podrem os publicar ni un solo periódico que sea por lo
m enos capaz de proporcionar realm ent e al m ovim ient o una agit ación en t odos los
sent idos en la prensa. Y cuando est o se así, se ent ablarán por sí solas unas relaciones
norm ales ent re el órgano cent ral necesario y los órganos locales necesarios.
* * *
A prim era vist a, la conclusión de que se precisa desplazar el cent ro de
gravedad del t rabaj o local al t rabaj o a escala de t oda Rusia puede parecer inaplicable
al t erreno de la lucha económ ica especial: el enem igo direct o de los obreros es en est e
caso un pat rono det erm inado o un grupo de pat ronos no ligados ent re sí por una
organización que recuerde, aunque sea rem ot am ent e, una organización puram ent e
m ilit ar, rigurosam ent e cent ralist a, dirigida hast a en los det alles m ás pequeños por una
volunt ad única, com o es la organización del gobierno ruso, nuest ro enem igo direct o en
la lucha polít ica.
Pero no es así. La lucha económ ica –lo hem os dicho ya m uchas veces- es
una lucha sindical, y por ello exige que los obreros se unan por oficios, y no sólo por el
lugar de t rabaj o. Y la necesidad de est a unión profesional se hace t ant o m ás
im periosa cuant o m ayor es la rapidez con que avanza la unión de nuest ros pat ronos en
t oda clase de sociedades y corporaciones. Nuest ra dispersión y nuest ros m ét odos
prim it ivos de t rabaj o obst aculizan direct am ent e est a unión, que exige una organización
de revolucionarios única para t oda Rusia y capaz de encargarse de dirigir sindicat os
obreros a escala de t odo el país. Ya hem os hablado ant es del t ipo de organización
deseable con est e obj et o, y ahora añadirem os sólo unas palabras en relación con el
problem a de nuest ra prensa.
No creo que nadie dude de que t odo periódico socialdem ócrat a deba
t ener una sección dedicada a la lucha sindical ( económ ica) . Pero el crecim ient o del
m ovim ient o sindical nos obliga a pensar t am bién en una prensa sindical. Creem os, sin
em bargo, que en Rusia t odavía no se puede ni hablar, salvo raras excepciones, de
periódicos sindicales: son un luj o, y nosot ros carecem os m uchas veces hast a del pan
de cada día. La form a de prensa sindical adecuada a las condiciones de t rabaj o
clandest ino, y ya ahora im prescindible, t endría que ser ent re nosot ros la de follet os
sindicales. En ellos deberían recogerse y agruparse sist em át icam ent e dat os legales
[ 25] e ilegales las condiciones de t rabaj o en cada oficio, sobre las diferencias que en
est e sent ido exist en ent re los diversos punt os de Rusia, sobre las principales
reivindicaciones de los obreros de una profesión det erm inada, sobre las deficiencias de
la legislación concernient e a ella, sobre los casos not ables de la lucha económ ica de los
obreros de est e grem io, sobre los gérm enes, la sit uación act ual y las necesidades de
su organización sindical, et c. Est os follet os, prim ero, librarían a nuest ra prensa
socialdem ócrat a de una inm ensidad de porm enores sindicales que sólo int eresan
especialm ent e a los obreros de est e oficio. Segundo, fij arían los result ados de nuest ra
experiencia en la lucha sindical, conservarían los dat os recogidos, que ahora se pierden
lit eralm ent e en el cúm ulo de hoj as y crónicas suelt as, y los sint et izarían. Tercero,
podrían servir de algo así com o guía para los agit adores, ya que las condiciones de
t rabaj o varían con relat iva lent it ud, las reivindicaciones fundam ent ales de los obreros
de un oficio det erm inado son ext raordinariam ent e est ables ( com párense las
reivindicaciones de los t ej edores de la región de Moscú, en 1885 [ 26] y de la región de
San Pet ersburgo, en 1896) y un resum en de set as reivindicaciones y necesidades
96
podría servir durant e años ent eros de m anual excelent e para la agit ación económ ica
en localidades at rasadas o ent re capas at rasadas de obreros; ej em plos de huelgas que
hayan t enido éxit o en una región, dat os sobre un nivel de vida m ás elevado y sobre
m ej ores condiciones de t rabaj o en una localidad est im ularían t am bién a los obreros de
ot ros lugares a nuevas y nuevas luchas. Cuart o, t om ando la iniciat iva de sint et izar la
lucha sindical y reforzando de est e m odo los vínculos del m ovim ient o sindical ruso con
el socialism o, la socialdem ocracia se preocuparía al m ism o t iem po de que nuest ro
t rabaj o t radeunionist a no ocupara un puest o ni dem asiado reducido ni dem asiado
grande en el conj unt o de nuest ro t rabaj o socialdem ócrat a. A una organización local
que est é apart ada de las organizaciones de ot ras ciudades le es m uy difícil, a veces
casi im posible, m ant ener en est e sent ido una proporción adecuada ( y el ej em plo de
Rabocháya Mysl dem uest ra a qué punt o de m onst ruosa exageración de caráct er
t radeunionist a puede llegarse en t al caso) . Pero a una organización de revolucionarios
a escala de t oda Rusia que sust ent e con firm eza el punt o de vist a del m arxism o, que
dirij a t oda la lucha polít ica y disponga de una plana m ayor de agit adores profesionales,
j am ás le será difícil det erm inar acert adam ent e esa proporción.
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N OTAS D EL CAPI TULO I V
[ 1] B- v: Borís Sávinkov, uno de los dirigent es del part ido socialrrevolucionario,
de caráct er pequeñoburgués.
[ 2] La cursiva en t oda la cit a es nuest ra.
[ 3] Se alude al grupo Lucha del t rabaj o cont ra el Capit al organizado en
Pet ersburgo en la prim avera de 1899. Est aba form ado por algunos obreros e
int elect uales, carecía de est rechos vínculos con el m ovim ient o obrero de Pet ersburgo y
se disolvió en el verano de 1899 al ser det enidos casi t odos sus com ponent es. Pro sus
opiniones est aba m uy cerca del “ econom ism o” .
El grupo edit ó una hoj a, t it ulada Nuest ro program a, que no llegó a
difundirse, a causa de las det enciones.
[ 4] Rab. Mysl y Rab. Dielo, sobre t odo la Respuest a a Plej ánov.
[ 5] * ¿Quién hará la revolución polít ica?, follet o publicado en Rusia en la
recopilación La lucha prolet aria y reedit ado por el com it é de Kiev.
[ 6] Renacim ient o del revolucionarism o y Svoboda.
[ 7] N. N.: Serguéi Prokopóvich, “ econom ist a” act ivo, m ás t arde dem ócrat aconst it ucionalist a.
[ 8] Se t rat a, por lo vist o, de la prim era ent revist a de Lenin con A. Mart ínov, que
t uvo lugar en 1901
[ 9] Libre, am plia. ( N. de la Edit .)
[ 10] St ruvism o: es decir, m arxism o legal ( según el nom bre de su represent ant e
principal, Piot r St ruve) .
[ 11] Afanasi I vánovich y Pulj eria I vánovna: fam ilia pat riarcal de pequeños
t errat enient es, descrit a en la novela t errat enient es de ant año, del conocido escrit or
ruso Nicolás Gógol.
[ 12] La lucha de I skra cont ra la cizaña ha originado est a airada salida de t ono
de Rab. Dielo: “ Para I skra, en cam bio, est os im port ant es acont ecim ient os ( los de la
prim avera) son rasgos m enos caract eríst icos de la época que las m iserables t ent at ivas
de los agent es de Zubát ov de “ legalizar” el m ovim ient o obrero. I skra no ve que est os
hechos se vuelven precisam ent e cont ra ella y prueban que el m ovim ient o obrero ha
alcanzado, a j uicio del gobierno, proporciones m uy am enazadoras” ( Dos congresos,
Pág. 27) . La culpa de t odo la t iene el “ dogm at ism o” de est os ort odoxos, “ sordos a las
exigencias im periosas de la vida” . ¡Se obst inan en no ver t rigo de un m et ro de alt o
para hacer la guerra a cizaña de un cent ím et ro! ¿No es est o un “ sent ido deform ado de
la perspect iva con respect o al m ovim ient o obrero ruso” ( I bíd., Pág. 27) ?
[ 13] I vánushka: personaj e de los cuent os populares rusos. ( N. de la Edit .)
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[ 14] Aquí nos lim it arem os a advert ir que cuant o hem os dicho respect o al
“ est ím ulo desde fuera” y a los dem ás razonam ient os de Svoboda sobre organización es
aplicable por ent ero a t odos los “ econom ist as” , com prendidos los adept os de
Rabócheie Dielo, pues, en part e, han preconizado y sost enido act ivam ent e est os
punt os de vist a sobre los problem as de organización o, en part e, han caído en ellos.
[ 15] Est e t érm ino sería, quizá, m ás j ust o que el precedent e en lo que se refiere
a Svoboda, pues en Renacim ient o del revolucionarism o se defiende del t errorism o; y
en el art ículo en cuest ión, el “ econom ism o” . “ No las quiero, no est án m aduras” , puede,
en general, decirse de Svoboda. Tiene buenas apt it udes y las m ej ores int enciones,
pero el único result ado es la confusión; confusión, principalm ent e, porque, al defender
la cont inuidad de la organización, Svoboda no quiere saber nada de cont inuidad del
pensam ient o revolucionario y de la t eoría socialdem ócrat a. Esforzarse por resucit ar al
revolucionario profesional ( Renacim ient o del revolucionarism o) y proponer para eso,
prim ero, el t errorism o excit ant e y, segundo, la “ organización de los obreros m edios”
( Svoboda, núm . 1, Pág. 66 y siguient es) , m enos “ est im ulados” desde fuera” , equivale,
en verdad, a derribar la casa propia para t ener leña con que calent arla.
[ 16] Lenin alude al círculo de socialdem ócrat as pet ersburgueses ( “ los viej os” )
encabezado por él. Sobre la base de est e círculo se fundó en 1895 la Unión de Lucha
por la Em ancipación de la Clase Obrera
[ 17] Ent re los m ilit ant es, por ej em plo, se observa en los últ im os t iem pos una
reanim ación indudable del espírit u dem ocrát ico, en part e a causa de los com bat es de
calle, cada vez m ás frecuent es, cont ra “ enem igos” com o los obreros y los est udiant es.
Y en cuant o nos lo perm it an nuest ras fuerzas, deberem os dedicar sin falt a la m ayor
at ención a la labor de agit ación y propaganda ent re los soldados y oficiales, a la
creación de “ organizaciones m ilit ares” afiliadas a nuest ro part ido.
[ 18] Recuerdo que un cam arada m e refirió un día que un inspect or fabril, que
había ayudado a la socialdem ocracia y est aba dispuest o a seguir ayudándola, se
quej aba am argam ent e, diciendo que no sabía si su “ inform ación” llegaba a un
verdadero cent ro revolucionario, hast a qué punt o era necesaria su ayuda ni hast a qué
punt o era posible ut ilizar sus pequeños y m enudos servicios. Todo m ilit ant e dedicado a
la labor práct ica podría cit ar, sin duda, m ás de un caso sem ej ant e, en que nuest ros
m ét odos prim it ivos de t rabaj o nos han privado de aliados. ¡Pero los em pleados y los
funcionarios podrían prest arnos y nos prest arían “ pequeños” servicios, que en conj unt o
serían de un valor inapreciable, no sólo en las fábricas, sino en correos, en
ferrocarriles, en aduanas, ent re la nobleza, en la iglesia y en t odos los dem ás sit ios,
incluso en la policía y hast a en la cort e! Si t uviéram os ya un verdadero part ido, una
organización verdaderam ent e com bat iva de revolucionarios, no arriesgaríam os a t odos
esos “ auxiliares” , no nos apresuraríam os a int roducirlos siem pre y sin falt a en el
corazón m ism o de las “ act ividades clandest inas” ; al cont rario, los cuidaríam os de un
m odo singular en incluso prepararíam os especialm ent e a personas para esas
funciones, recordando que m uchos est udiant es podrían sernos m ás út iles com o
funcionarios “ auxiliares” que com o revolucionarios “ a breve plazo” . Pero, vuelvo a
repet irlo, sólo puede aplicar est a t áct ica una organización com plet am ent e firm e ya que
no t enga escasez de fuerzas act ivas.
[ 19] Svoboda, núm . 1, art ículo La organización, Pág. 66: “ La m asa obrera
apoyará con t odo su peso t odas las reivindicaciones que sean form uladas en nom bre
del Trabaj o de Rusia” ( ¡Trabaj o con m ayúsculas sin falt a! ) Y el m ism o aut or exclam a:
99
“ Yo no les t engo ninguna rabia a los int elect uales, pero…” ( ést e es el pero que
Schedrían t raducía con las palabras: ¡de punt illas no se es m ás alt o! ) … “ pero m e pongo
t erriblem ent e furioso cuando viene una persona a cont arm e una ret ahíla de cosas m uy
bonit as y buenas y m e hace que las crea por su ( ¿de él?) lindeza y dem ás m érit os”
( Pág. 62) . Tam bién yo “ m e pongo t erriblem ent e furioso” …
[ 20] Tierra y Libert ad: organización secret a de populist as revolucionarios,
fundada en Pet ersburgo en el ot oño de 1876. Sus com ponent es consideraban a los
cam pesinos com o la fuerza revolucionaria fundam ent al de Rusia y t rat aban de alzarlos
a la insurrección cont ra le zarism o. Efect uaron una labor revolucionaria en diversas
provincias de Rusia: Tam bov, Vorónezh, et c.
El fracaso de la labor revolucionaria ent re los cam pesinos y el
recrudecim ient o de la represión gubernam ent al cont ribuyeron a que en 1879 se
form ase en el seno de Tierra y Libert ad un grupo de t errorist as, que renunciaron a la
propaganda revolucionaria ent re los cam pesinos y proclam aron que le m edio principal
de lucha revolucionaria con el zarism o era el t errorism o cont ra los gobernant es
zarist as. En el Congreso celebrado aquel m ism o año en Vorónezh, Tierra y Libert ad se
escindió en dos organizaciones: la Volunt ad del Pueblo, que em prendió el cam ino del
t error, y El Repart o Negro, que m ant uvo las posiciones de Tierra y Libert ad. Con
post erioridad, una part e de los com ponent es de El Repart o Negro –Plej ánov, Axelrod,
Zasúlich, Deich e I gnát ov- abrazaron el m arxism o y en 1883 fundaron en el ext ranj ero
la prim era organización m arxist a rusa el grupo Em ancipación del Trabaj o.
[ 21] Las t areas de los socialdem ócrat as rusos, Pág. 23. ( Véase V. I . Lenin.
Obras Com plet as, 5ª ed. en ruso, t . 2, Pág. 451.- N. de la Edit .) . Por ciert o, he aquí
ot ro ej em plo de cóm o Rab. Dielo o no com prende lo que dice, o cam bia de opinión
“ según de donde sople el vient o” . En el núm ero 1 de R. Dielo se dice en cursiva: “ El
cont enido del follet o que acabam os de exponer coincide plenam ent e con el program a
de la redacción de “ Rabóchie Dielo” ( Pág. 142) . ¿Es ciert o eso? ¿Coincide con Las
t areas la idea de que no se puede plant ear al m ovim ient o de m asas com o prim era
t area derrocar la aut ocracia? ¿Coincide con ellas la t eoría de la “ lucha económ ica
cont ra los pat ronos y el gobierno” ? ¿Coincide la t eoría de las fases? Que el lect or
j uzgue de la firm eza de principios de un órgano que com prende la “ coincidencia" de
m anera t an original.
[ 22] Véase el I nform e present ado al Congreso de parís [ 22] , Pág. 14: “ Desde
ent onces ( 1897) hast a la prim avera de 1900 fueron publicados en diversos punt os
t reint a núm eros de varios periódicos… Por t érm ino m edio, aparecería m ás de un
núm ero al m es” .
[ 23] Est a dificult ad es sólo aparent e. En realidad, no hay círculo local que no
pueda asum ir con energía una u ot ra función del t rabaj o a escala nacional. “ No digas
que no puedes, sino que no quieres” .
[ 24] Por est a razón, incluso el ej em plo de los órganos locales de excepcional
valía confirm a t ot alm ent e nuest ro punt o de vist a. Por ej em plo, Yuzhni Rabochi [ 24] es
un excelent e periódico, al que no se puede acusar de falt a de firm eza en los principios.
Pero com o sale rara vez, y las redadas son m uy frecuent es, no ha podido dar al
m ovim ient o local t odo lo que pret endía. Lo m ás aprem iant e para el part ido en est os
m om ent os –plant ear con firm eza de principios los problem as fundam ent ales del
m ovim ient o y desplegar una agit ación polít ica en t odos los sent idos – ha sido superior
100
a las fuerzas de ese órgano local. Lo m uy bueno que ha dado, com o los art ículos sobre
el congreso de los indust riales m ineros, sobre el paro, et c., no era de caráct er
est rict am ent e local, sino necesario para t oda Rusia, y no sólo para el Sur. Art ículos
com o ésos no los ha habido en t oda nuest ra prensa socialdem ócrat a.
[ 25] Los dat os legales t ienen especial im port ancia en est e sent ido, y est am os
part icularm ent e at rasados en lo que se refiere a saber recogerlos y ut ilizarlos
sist em át icam ent e. No será exagerado decir que solo con dat os legales puede llegar a
confeccionarse m ás o m enos un follet o sindical, m ient ras que es im posible hacerlo con
dat os ilegales nada m ás. Recogiendo ent re los obreros dat os ilegales sobre problem as
com o los que ha t rat ado Rabóchaya Mysl [ 25] , derrocharem os en vano una
inm ensidad de fuerzas de un revolucionario ( al que fácilm ent e puede sust it uir en est e
t rabaj o un m ilit ant e legal) y, a pesar de t odo, no obt enem os nunca buenos dat os,
porque los obreros, que generalm ent e sólo conocen una sección de una gran fábrica y
que casi siem pre sólo conocen los result ados económ icos, pero no las norm as ni las
condiciones generales de su t rabaj o, no pueden adquirir los conocim ient os que suelen
t ener los em pleados, inspect ores, m édicos fabriles, et c., y que est án profusam ent e
disem inados en crónicas periodíst icas y publicaciones especiales de caráct er indust rial,
sanit ario, de los zem st vos, et c.
Recuerdo com o si fuera ahora m ism o m i “ prim er experim ent o” , que
no m e dej ó gana de repet irlo nunca. Me ent ret uve durant e m uchas sem anas en
int errogar “ con apasionam ient o” a un obrero que venía a verm e sobre t odos los
det alles de la vida en la enorm e fábrica donde él t rabaj aba. Verdad es que, aun con
grandísim as dificult ades, conseguí m ás o m enos com poner la descripción ( ¡sólo de una
fábrica! ) , pero sucedía que el obrero, lim piándose el sudor, decía con una sonrisa al
final de nuest ro t rabaj o: “ ¡Me cuest a m enos t rabaj ar horas ext ra que cont est arle a sus
pregunt as! ”
Cuant o m ás energía pongam os en la lucha revolucionaria t ant o m ás
obligado se verá el gobierno a legalizar una part e de la labor “ sindical” ,
desem barazándonos así de part e de la carga que pesa sobre nosot ros.
[ 26] El m ovim ient o huelguíst ico de 1885 afect ó a num erosas em presas de la
indust ria t ext il a las provincias de Vladím ir, Moscú, Tver y ot ras regiones del cent ro
indust rial del país. La m ás fam osa fue la declarada pro los obreros de la m anufact ura
Nikólskoe, de Savva Morózov ( huelga de Morózov) , en enero de 1885. Ent re las
reivindicaciones principales de los obreros figuraban la dism inución de las m ult as y la
reglam ent ación de las condiciones de cont rat ación. Las t ropas aplast aron la huelga de
Morózov, en la que part iciparon cerca de 8.000 t rabaj adores baj o la dirección de
obreros avanzados; 33 huelguist as fueron ent regados a los t ribunas, y m ás de 600,
deport ados. El m ovim ient o huelguíst ico de 1885 y 1886 obligó al gobierno zarist a a
prom ulgar la ley del 3 ( 15) de j unio de 1886 ( la llam ada “ ley de m ult as” )
101
CAPI TULO V
" PLAN " D E UN PERI OD I CO POLÍ TI CO CEN TRAL PARA TOD A
RUSI A
“ El error m ás grande de I skra en est e sent ido –escribe B. Krichevski ( R. D.,
núm . 10, Pág. 30) , im put ándonos la t endencia a “ convert ir la t eoría en doct rina
m uert a, aislándola de la práct ica” – es un “ plan” de una organización de t odo el
part ido” ( es decir, el art ículo ¿Por dónde em pezar?) . Y Mart ínov lo secunda, declarando
que “ la t endencia de I skra de am inorar la im port ancia de la m archa progresiva de la
m onót ono lucha cot idiana en com paración con la propaganda de ideas brillant es y
acabadas…, ha sido coronada por el plan de organización del part ido, plan que se nos
ofrece en el art ículo ¿Por dónde em pezar?, publicado en el núm ero 4” ( loc. cit . Pág.
61) . Finalm ent e, hace poco se ha sum ado a los indignados con est e “ plan” ( las com illas
deben expresar la ironía con que lo acoge) L. Nadiezhdin, que en su follet o En vísperas
de la revolución, que acabam os de recibir ( edición del “ Grupo RevolucionarioSocialist a” Svoboda, que ya conocem os) , declara que “ al hablar ahora de una
organización cuyos hilos arranquen de un periódico cent ral para t oda Rusia es dar
ideas y hacer t rabaj o de gabinet e” ( Pág. 126) , dar pruebas de “ lit erat urism o” , et c.
no puede sorprendernos que nuest ro t errorist a coincida con los defensores
de la “ m archa progresiva de la m onót ona lucha cot idiana” , pues ya hem os vist o las
raíces de est a afinidad en los capít ulos sobre polít ica y organización. Pero debem os
observar en el act o que L. Nadiezhdin, y sólo él, ha t rat ado honradam ent e de penet rar
en el curso del pensam ient o del art ículo que le ha disgust ado; ha t rat ado de responder
yendo al grano, m ient ras que Rab. Dielo no ha dicho en esencia nada y ha t rat ado t an
sólo de em brollar la cuest ión, m ediant e una sart a de indecorosas y dem agógicas
salidas de t ono. Y, por desagradable de ello sea, hay que perder t iem po en lim piar
ant es los est ablos de Augías.
a ) A quié n ha ofe ndido e l a r t ículo “¿Por dónde e m pe z a r ? [ 1 ]
Vam os a cit ar un ram illet e de las expresiones y exclam aciones con que ha
arrem et ido cont ra nosot ros Rabócheie Dielo. “ No es un periódico el que puede crear la
organización del part ido, sino a la inversa” … “ Un periódico que se encuent re por
encim a del part ido, est é fuera de su cont rol y no dependa de él por t ener su propia red
de agent es” … “ ¿Por obra de qué m ilagro ha olvidado I skra las organizaciones
socialdem ócrat as, ya exist ent es de hecho, del part ido a que ella m ism a pert enece?” …
“ Personas poseedoras de principios firm es y del plan correspondient e son t am bién los
reguladores suprem os de la lucha real del part ido, al que dict an el cum plim ient o de su
plan” … “ El plan relega a nuest ras organizaciones, reales y vit ales, al reino de las
som bras y quiere dar vida a una red fant ást ica de agent es” … “ Si el plan de I skra fuese
llevado a la práct ica, borraría por com plet o las huellas del Part ido Obrero
Socialdem ócrat a de Rusia que se viene form ando en nuest ro país” … “ Un órgano de
propaganda se sust rae al cont rol y se conviert e en legislador absolut o de t oda la lucha
revolucionaria práct ica” … “ ¿Qué act it ud debe asum ir nuest ro part ido al verse
t ot alm ent e som et ido a una redacción aut ónom a?” , et c., et c.
Com o ve el lect or por el cont enido y el t ono de est as cit as, Rabócheie Dielo
se ha ofendido. Pero no por lo que a él le t oca, sino por lo que t oca a las
organizaciones y com it és de nuest ro part ido, a los que I skra, según pret ende dicho
102
órgano, quiere relegar al reino de las som bras y hast a borrar sus huellas. ¡Que t odos
los horrores fueran así! Pero hay una cosa ext raña. El art ículo ¿Por dónde em pezar?
apareció en m ayo de 1901, y los art ículos de Rabócheie Dielo en sept iem bre de 1901;
ahora est am os ya a m ediados de enero de 1902. ¡En est os cinco m eses ( t ant o ant es
com o después de sept iem bre) , ni un solo com it é, ni una sola organización del part ido
ha prot est ado form alm ent e cont ra ese m onst ruo que quiere dest errar a los com it és y
organizaciones al reino de las som bras! Y hay que hacer const ar que, durant e est e
período, han aparecido, t ant o en I skra com o en num erosas ot ras publicaciones, locales
y no locales, decenas y cent enares de com unicaciones de t odos los confines de Rusia.
¿Cóm o ha podido suceder que las organizaciones a las que se quiere dest errar al reino
de las som bras no se hayan dado cuent a de ello ni se hayan sent ido ofendidas, y que,
en cam bio, se haya ofendido una t ercera persona?
Ha sucedido est o porque los com it és y las dem ás organizaciones est án
ocupadas en t rabaj ar de verdad, y no en j ugar a la “ dem ocracia” . Los com it és han
leído el art ículo ¿Por dónde em pezar?, han vist o en él una t ent at iva “ de t razar un plan
concret o de est a organización a fin de que se pueda em prender su creación desde
t odas part es” , y, habiéndose percat ado perfect am ent e de que ni una sola de “ t odas
esas part es” pensará en “ em prender su creación” ant es de est ar convencido de que es
necesaria y de que el plan arquit ect ónico es cert ero, no han pensado, nat uralm ent e, en
“ ofenderse” pro la osadía de los que han dicho en I skra: “ Dada la urgencia e
im port ancia del asunt o, nos decidim os, por nuest ra part e, a som et er a la consideración
de los cam aradas el bosquej o de un plan que desarrollarem os con m ás det alle en un
follet o en preparación” . Parece m ent ira que no se com prenda, de enfocar est e
problem a con honest idad, que si los cam aradas acept an el plan som et ido a su
consideración, no lo ej ecut arán por “ subordinación” , sino por el convencim ient o de que
es necesario para nuest ra obra com ún, y que, en el caso de no acept arlo, el “ bosquej o”
( ¡qué palabra m ás presunt uosa! , ¿verdad?) no pasará de ser un sim ple bosquej o. ¿¿No
es dem agogia arrem et er cont ra el bosquej o de un plan no sólo “ dem oliéndolo” y
aconsej ando a los cam aradas que lo rechacen, sino previniendo a gent es poco expert as
en la labor revolucionaria cont ra los aut ores del bosquej o por el m ero hecho de que
ést os se at reven a “ legislar” , a act uar de “ reguladores suprem os” , es decir, que se
at reven a proponer un bosquej o de plan?? ¿Puede nuest ro part ido desarrollarse y
m archar adelant e sin la t ent at iva de elevar a los dirigent es locales a ideas, t areas,
planes, et c. m ás am plios t ropieza no sólo con la obj eción de que est as ideas son
erróneas, sino con una sensación de “ agravio” pro el hecho de que se les “ quiera”
“ elevar” ? Porque t am bién L. Nadiezhdin ha “ dem olido” nuest ro plan, pero no se ha
rebaj ado a sem ej ant e dem agogia, que ya no puede explicarse sim plem ent e por candor
o por ideas polít icas de un caráct er prim it ivo; ha rechazado resuelt am ent e y desde el
prim er m om ent o la acusación de “ fiscalizar al part ido” . Por est a razón podem os y
debem os responder con argum ent os a la crít ica que Nadiezhdin hace del plan,
m ient ras que a Rabócheie Dielo sólo cabe cont est ar con el desprecio.
Pero el despreciar a un aut or que se rebaj a hast a el punt o de grit ar sobre
“ absolut ism o” y “ subordinación” no nos exim e del deber de deshacer el lío en el que
est as gent es m et en al lect or. Y aquí podem os dem ost rar palm ariam ent e a t odo el
m undo de qué j aez son las frases en boga sobre la “ am plia dem ocracia” . Se nos acusa
de haber olvidado los com it és, de querer o de int ent ar dest errarlos al reino de las
som bras, et c. ¿Cóm o cont est ar a est as acusaciones, cuando, por razones de discreción
conspirat iva, no podem os decir al lect or casi nada en realidad de nuest ras verdaderas
relaciones con los com it és? Quienes lanzan una acusación zahirient e que irrit a a la
m ult it ud nos llevan vent aj a por su desfachat ez y por su desdén a los deberes del
revolucionario que ocult a cuidadosam ent e de los oj os del m undo las relaciones y los
103
vínculos que t iene, est ablece o t rat a de ent ablar. Desde luego, nos negam os de una
vez para siem pre a com pet ir con gent e de esa calaña en el t erreno de la “ dem ocracia” .
En cuant o al lect or no iniciado en los asunt os del part ido, el único m edio de cum plir
nuest ro deber con él consist e en hablarle no de lo que es o est án im Werden, sino de
una pequeña apret é de los que ha sido, ya que se puede hablar de ello porque
pert enece al pasado.
El Bund nos acusa de “ im post ores” con una alusión [ 2] * ; la Unión en el
ext ranj ero nos acusa de que t rat am os de borrar las huellas del part ido. ¡Un m om ent o,
señores! Recibirán ust edes plena sat isfacción en el m om ent o que expongam os al
público cuat ro hechos del pasado.
Prim er [ 3] hecho. Los m iem bros de una de las Uniones de Lucha que
part iciparon direct am ent e en la form ación de nuest ro part ido y en el envío de un
delegado al congreso que lo fundó se ponen de acuerdo con uno de los m iem bros del
grupo I skra para est ablecer una bibliot eca obrera especial con obj et o de at ender a las
necesidades de t odo el m ovim ient o. No se consigue abrir la bibliot eca obrera; y los
follet os Las t areas de los socialdem ócrat as rusos y La nueva ley de fábricas, escrit os
para ella, van a parar indirect am ent e y por m ediación de t erceras personas al
ext ranj ero, donde son publicados [ 4] ( 87) .
Segundo hecho. Los m iem bros del Com it é Cent ral del Bund proponen a uno
de los m iem bros del grupo I skra organizar conj unt am ent e lo que ent onces el Bund
llam aba “ un laborat orio lit erario” , indicando que si no se lograba realizar el proyect o,
nuest ro m ovim ient o podía ret roceder m ucho. Result ado de aquellas negociaciones fue
el follet o La causa obrera en Rusia [ 5] * * * * .
Tercer hecho. El Com it é Cent ral del Bund por int erm edio de una pequeña
ciudad provinciana, se dirige a uno de los m iem bros del grupo I skra, proponiéndole
que se encargue de redact ar Rabóchaya Gazet a que ha de reanudar su publicación y
obt iene, desde luego, su conform idad. Más t arde cam bia la propuest a: se t rat a
solam ent e de colaborar, debido a una nueva com posición de la redacción. Claro que
t am bién se da la conform idad. Se envían los art ículos ( que se ha logrado conservar) :
Nuest ro program a, prot est ando enérgicam ent e cont ra la cam paña bernst einiana y
cont ra el viraj e de las publicaciones legales y Rabóchaya Mysl; Nuest ra t area urgent e
( “ la organización de un órgano del part ido que aparezca regularm ent e y est é ligado
est recham ent e a t odos los grupos locales” ; los defect os del “ prim it ivism o en el t rabaj o”
im perant e) ; Un problem a vit al ( analizando la obj eción de que prim ero habría que
desarrollar la act ividad de los grupos locales y luego em prender la organización de un
órgano cent ral; insist iendo en la im port ancia prim ordial de “ la organización
revolucionaria” , en la necesidad de “ elevar la organización, la disciplina y la t écnica de
la conspiración al m ás alt o grado de perfección” . La propuest a de reanudar la
publicación de Rabóchaya Gazet a no llega a ponerse en práct ica, y los art ículos quedan
sin publicar. [ 6] ( 89) .
Cuart o hecho. Un m iem bro del com it é organizador del I I Congreso ordinario
de nuest ro part ido com unica a un m iem bro del grupo I skra el program a del congreso y
present a la candidat ura de est e grupo para redact ar Rabóchaya Gazet a, que
reanudaba su publicación. Est a gest ión, por decirlo así, prelim inar, es sancionada luego
por el com it é al que pert enecía dicha persona, así com o por el Com it é Cent ral del
Bund; al grupo I skra se indica el lugar y la fecha de celebración del congreso, pero el
grupo ( que por ciert os m ot ivos no est aba seguro de poder enviar un delegado a est e
104
congreso) redact a asim ism o un inform e escrit o para ést e. En dicho inform e se sost iene
la idea de que eligiéndose sólo el Com it é Cent ral, lej os de resolverse el problem a del
agrupam ient o en un m om ent o de com plet a dispersión com o el act ual, se corre,
adem ás el riesgo de poner en t ela de j uicio la gran idea de la creación del part ido, caso
de caer nuevam ent e en una rápida y com plet a redada, cosa m ás que probable cuando
im pera la falt a de discreción conspirat iva; que, por ello, debía em pezarse por invit ar a
t odos los com it és y a t odas las dem ás organizaciones a sost ener el órgano cent ral
cuando reanudara su aparición, órgano que realm ent e vincularía a t odos los com it és
con lazos efect ivos y prepararía realm ent e un grupo de dirigent es de t odo el
m ovim ient o; que los com it és y el part ido podrían ya fácilm ent e t ransform ar en Com it é
Cent ral est e grupo, creado pro los prim eros, cuando dicho grupo se hubiera
desarrollado y fort alecido. Pero debido a una serie de det enciones el congreso no pudo
celebrarse; y por m ot ivos de conspiración se dest ruyó el inform e que sólo algunos
cam aradas, ent re ellos los delegados de un com it é, habían podido leer [ 7] .
Juzgue ahora el lect or por sí m ism o del caráct er de procedim ient os com o la
alusión del Bund a una im post ura o el argum ent o de Rabócheie Dielo acerca de que
querem os dest errar a los com it és al reino de las som bras, “ sust it uir” la organización
del part ido por una organización que difunda las ideas de un solo periódico. Pues
precisam ent e ant e los com it és, por reit eradas invit aciones de ellos, inform am os sobre
la necesidad de adopt ar un plan det erm inado de t rabaj o com ún.. y precisam ent e para
la organización del part ido elaboram os est e plan en nuest ros art ículos enviados a
Rabóchaya Gazet a y en el inform e para el congreso del part ido, y repet im os que los
hicim os por invit ación de personas que ocupaban en el part ido una posición t an
influyent e, que t om aban la iniciat iva de reconst ruirlo ( de hecho) . Y sólo cuando
hubieron fracasado las dos t ent at ivas que la organización del part ido hizo con nosot ros
para reanudar oficialm ent e la publicación del órgano cent ral del part ido, creím os que
era nuest ro deber ineludible present ar un órgano no oficial, para que, en la t ercera
t ent at iva, los cam aradas vieran ya ciert os result ados de la experiencia y no m eras
conj et uras. Ahora t odo el m undo puede apreciar ya ciert os result ados de esa
experiencia, y t odos los cam aradas pueden j uzgar si com prendim os bien nuest ro deber
y la opinión que m erecen las personas que, m olest as por el hecho de que
dem ost rem os a unas su falt a de consecuencia en el problem a “ nacional” y a ot ras lo
inadm isible de sus vacilaciones sin principios, t rat an de equivocar a quienes
desconocen el pasado m ás recient e.
b) ¿Pue de un pe r iódico se r or ga niz a dor cole ct ivo?
La clave del art ículo ¿Por dónde em pezar? est á en que hace precisam ent e
est a pregunt a y en que da una respuest a afirm at iva. L. Nadiezhdin es, que sepam os, la
única persona que int ent a est udiar est a cuest ión a fondo y dem ost rar la necesidad de
darle respuest a negat iva. A cont inuación reproducim os ínt egram ent e sus argum ent os:
“ …Mucho nos place que plant ee I skra ( núm . 4) la necesidad de un
periódico cent ral para t oda Rusia, pero en m odo alguno podem os convenir en que est e
plant eam ient o corresponde al t ít ulo del art ículo ¿Por dónde em pezar? Es, sin duda, uno
de los asunt os de sum a im port ancia, pero no se pueden colocar los cim ient os de una
organización com bat iva para un m om ent o revolucionario ni con esa labor, ni con t oda
una serie de hoj as populares, ni con una m ont aña de proclam as. Es indispensable
em pezar a form ar fuert es organizaciones polít icas locales. Nosot ros carecem os de
ellas, nuest ra labor se ha desarrollado principalm ent e ent re los obreros cult os,
m ient ras que las m asas desplegaron de m odo casi exclusivo una lucha económ ica. Si
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no se educan fuert es organizaciones polít icas locales, ¿qué valor podría t ener un
periódico cent ral para t oda Rusia, aunque est é excelent em ent e organizado? ¡Una llam a
de fuego que sale de en m edio de una zarza, y la zarza est á ardiendo y no se
consum e! I skra cree que el pueblos e reunirá y organizará en t orno a ese periódico, en
el t rabaj o para él. ¡Pero si le es m ucho m ás fácil reunirse y organizarse en t orno a una
labor m ás concret a! Est a labor puede y debe consist ir en organizar periódicos locales a
vast a escasa, en prepara inm ediat am ent e las fuerzas obreras para m anifest aciones, en
hacer que las organizaciones locales t rabaj en const ant em ent e ent re los parados
( difundiendo de un m odo persist ent e ent re ellos hoj as volant es y oct avillas,
convocándolos a reuniones, llam ándolos a oponer resist encia al gobierno, et c.) ¡Hay
que iniciar una labor polít ica act iva en el plano local, y cuando surj a la necesidad de
unificarse en est e t erreno real, la unión no será art ificiosa, no quedará sobre el papel,
porque no es por m edio de periódicos com o se conseguirá est a unificación del t rabaj o
local en una obra com ún para t oda Rusa! ” ( En vísperas de la revolución, Pág.. 54) .
Hem os subrayado en est e elocuent e t rozo los pasaj es que perm it en
apreciar con m ayor relieve t ant o el j uicio equivocado del aut or sobre nuest ro plan
com o, en general, su erróneo punt o de vist a, que él opone a I skra. Si no se educan
fuert es organizaciones polít icas locales, de nada valdrá el m ej or periódico cent ral para
t oda Rusia. Com plet am ent e j ust o. Pero se t rat a precisam ent e de que no exist e ot ro
m edio de educar fuert es organizaciones polít icas de un periódico cent ral para t oda
Rusia. Al aut or se le ha escapado la declaración m ás im port ant e que I skra hizo ant es
de pasar a exponer su “ plan” : la declaración de que era necesario “ exhort ar a form ar
una organización revolucionaria capaz e unir a t odas las fuerzas y de dirigir el
m ovim ient o no sólo nom inalm ent e sino en realidad, es decir, capaz de est ar siem pre
dispuest a a apoyar t oda prot est a y t oda explosión, aprovechándolas para m ult iplicar y
reforzar los efect ivos que han de ut ilizarse en el com bat e decisivo” . Después de febrero
y m arzo, t odos est án ahora en principio de acuerdo con eso –cont inúa I skra- ; pero lo
que necesit am os es resolver el problem a de una m anera práct ica, y no en principio; lo
que necesit am os es t razar inm ediat am ent e un plan concret o de est a obra para que
t odos puedan ahora m ism o em prender la const rucción desde t odas part es. ¡Y he aquí
que, de la solución práct ica del problem a, nos em puj an una vez m ás hacia at rás, hacia
una verdad j ust a en principio, incont est able, grande, pero de t odo punt o insuficient e,
incom prensible por com plet o para las grandes m asas t rabaj adoras: hacia la “ educación
de fuert es organizaciones polít icas” ! pero ¡si no se t rat a ya de eso, respet able aut or,
sino de cóm o precisam ent e hay que educar, y educar con éxit o!
No es verdad que “ nuest ra labor se ha desarrollado principalm ent e ent re los
obreros cult os, m ient ras que las m asas desplegaban de m odo casi exclusivo una lucha
económ ica” . Baj o est a form a, la t esis se desvía hacia la t endencia, habit ual en
Svoboda y errónea de raíz de oponer los obreros cult os a la “ m asa” . Pues t am bién los
obreros cult os de nuest ro país han desplegado en est os últ im os años “ de m odo casi
exclusivo una lucha económ ica. Est o, por una part e. Por ot ra, t am poco las m asas
aprenderán j am ás a desplegar la lucha polít ica m ient ras no ayudem os a form arse a los
dirigent es de est a lucha, procedent es t ant o de los obreros cult os com o de los
int elect uales; y est os dirigent es pueden form arse exclusivam ent e enj uiciando de
m odo sist em át ico y cot idiano t odos los aspect os de nuest ra vida polít ica, t odas las
t ent at ivas de prot est a y de lucha de las dist int as clases y por diversos m ot ivos. ¡Por
eso es sim plem ent e ridículo hablar de “ educar organizaciones polít icas” y, al m ism o
t iem po, oponer la “ labor sobre el papel” de un periódico polít ico a la “ labor polít ica
act iva en el plano local” ! ¡Pero si I skra adapt a precisam ent e su “ plan” de un periódico
cent ral al “ plan” de crear una “ disposición para el com bat e” que pueda apoyar t ant o un
m ovim ient o de obreros parados o un alzam ient o cam pesino com o el descont ent o de la
106
gent e de los zem st vos, “ la indignación de la población cont ra los ensoberbecidos
bachibozuks zarist as” , et c.! Por lo dem ás, t oda persona fam iliarizada con el
m ovim ient o sabe perfect am ent e que la inm ensa m ayoría de las organizaciones locales
ni siquiera piensa en ello; que m uchas de las perspect ivas aquí esbozadas de “ una
labor polít ica viva” no las ha puest o en práct ica ni una sola vez ninguna organización;
que, por ej em plo, la t ent at iva de llam ar la at ención sobre el recrudecim ient o del
descont ent o y de las prot est as ent re los int elect uales de los zem st vos lleva el
desconciert o y la perplej idad t ant o a Nadiezhdin ( “ ¡Dios m ío! , ¿pero será ese órgano
para los int elect uales de los zem st vos?” , En vísperas, Pág. 129) , com o a los
“ econom ist as” ( véase la cart a en el núm ero 12 de I skra) , com o a m uchos m ilit ant es
dedicados al t rabaj o práct ico. En t ales condiciones se puede “ em pezar” únicam ent e por
hacer pensar a la gent e en t odo est o, por hacerla resum ir y sint et izar t odos y cada uno
de los indicios de efervescencia y de lucha act iva. En los m om ent os act uales de
subest im ación de la im port ancia de las t areas socialdem ócrat as, la “ labor polít ica
act iva” puede iniciarse exclusivam ent e por una agit ación polít ica viva, cosa im posible
sin un periódico cent ral para t oda Rusia que aparezca con frecuencia y que se difunda
con regularidad.
Los que consideran el “ plan” de I skra una m anifest ación de “ lit erat urism o”
no han com prendido en absolut o el fondo del plan, t om ando com o fin lo que se
propone com o m edio m ás adecuado para el m om ent o act ual. Est a gent e no se ha
m olest ado en m edit ar sobre dos com paraciones que ilust ran palm ariam ent e el plan
propuest o. La organización de un periódico polít ico cent ral para t oda Rusia –se decía
en I skra- debe ser el hilo fundam ent al al que podríam os asirnos para desarrollar,
ahondar y am pliar incesant em ent e est a organización ( es decir, la organización
revolucionaria, siem pre dispuest a a apoyar t oda prot est a y t oda explosión) . Hagan
ust edes el favor de decirnos: cuando unos albañiles colocan en diferent es sit ios las
piedras de una obra grandiosa y sin precedent es, ¿es una labor “ sobre el papel” t ender
el cordel que les ayuda a encont rar el lugar preciso para las piedras, que les indica la
m et a final de la obra com ún, que les perm it e colocar no sólo cada piedra, sino cada
t rozo de piedra, el cual, al sum arse a los precedent es y a los que sigan, form ará la
hilada rect a y com plet a? ¿No vivim os acaso un m om ent o de est a índole en nuest ra
vida de part ido, cuando t enem os piedras y albañiles, pero nos falt a precisam ent e el
cordel, visible para t odos y en el cual t odos puedan at enerse? No im port a que grit en
que, al t ender el cordel, lo que pret endem os es m andar: si fuera así, señores,
pondríam os Rabóchaya Gazet a, núm . 3, en lugar de I skra, núm . 1, com o nos lo habían
propuest o algunos cam aradas y com o t endríam os pleno derecho a hacer después de
los acont ecim ient os que hem os referido m ás arriba. Pero no lo hem os hecho:
queríam os t ener al m anos suelt as para desarrollar una lucha inconciliable cont ra t oda
clase de seudosocialdem ócrat as; queríam os que nuest ro cordel, si est á bien derecho,
sea respet ado por su rect it ud y no porque lo haya t endido un órgano oficial.
“ La unificación de las act ividades locales en órganos cent rales se m ueve en
un círculo vicioso –nos alecciona L.Nadiezhdin - . La unificación requiere hom ogeneidad
de elem ent os, y est a hom ogeneidad no puede ser creada m ás que por algún
aglut inant e, pero est e aglut inant e sólo puede aparecer com o product o de fuert es
organizaciones locales que, en el m om ent o act ual, en m odo alguno se dist inguen por
su hom ogeneidad” . Verdad ést a t an respet able y t an incont est able com o la de que es
necesario educar fuert es organizaciones polít icas. Y no m enos est éril. Cualquier
problem a “ se m ueve en un círculo vicioso” , pues t oda la vida polít ica es una cadena
infinit a com puest a de un sinfín de eslabones. Todo el art e de un polít ico est riba
j ust am ent e en encont rar y aferrarse con nervio al preciso eslaboncit o que m enos
pueda ser arrancado de las m anos, que sea el m ás im port ant e en un m om ent o
107
det erm inado y m ej or garant ice a quien lo suj et e la posesión de t oda cadena [ 8] . Si
t uviéram os un dest acam ent o de albañiles expert os que t rabaj asen de un m odo t an
acorde que aun si el cordel pudieran colocar las piedras precisam ent e donde hace falt a
( hablando en abst ract o, est o no es im posible, ni m ucho m enos) , ent onces quizás
podríam os aferrarnos t am bién a ot ro eslaboncit o. Pero la desgracia consist e
j ust am ent e en que aún carecem os de albañiles expert os que t rabaj en t an bien
concert ados, en que las piedras se colocan m uy a m enudo al azar, sin guiarse por el
cordel com ún, de m anera t an desordenada que el enem igo las dispersa de un soplo
com o si fuesen granos de arena y no piedras.
Ot ra com paración: “ El periódico no es sólo un propagandist a colect ivo y un
agit ador colect ivo, sino t am bién un organizador colect ivo. En ese últ im o sent ido se le
puede com parar con los andam ios que se levant an alrededor de un edificio en
const rucción, que señalan sus cont ornos, facilit an las relaciones ent re los dist int os
albañiles, les ayudan a dist ribuirse la t area y a observar los result ados generales
alcanzados por el t rabaj o organizado” [ 9] . ¿Verdad que est o se parece m ucho a la
m anera com o el lit erat o, hom bre de gabinet e, exagera la im port ancia de su función? El
andam iaj e no es im prescindible para la vivienda m ism a: se hace de m at eriales de
peor calidad, se levant a pro un breve período, y luego, una vez t erm inado el edificio,
aunque sólo sea en brut o, va a parar a la est ufa. En cuant o a la edificación de
organizaciones revolucionarias, la experiencia dem uest ra que a veces se pueden
const ruir sin andam ios ( recuérdese la década del 70) . Pero ahora no podem os ni
im aginarnos la posibilidad de levant ar sin andam iaj e el edificio que necesit am os.
Nadiezhdin no est á de acuerdo y dice: “ I skra cree que el pueblo se reunirá y
organizará en t orno a ese periódico en el t rabaj o para él. ¡Pero si le es m ucho m ás fácil
reunirse y organizarse en t orno a una labor m ás concret a! ” Así, así: “ m ás fácil reunirse
y organizarse en t orno a una labor m ás concret a” … Dice el refrán: “ Agua que no has
de beber, déj ala correr” . Pero hay gent es que no sient en reparo en beber agua en la
que ya se ha escupido. ¡Qué de infam ias no habrán dicho nuest ros excelent es “ crít icos”
legales “ del m arxism o” y adm iradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nom bre de est e
m ayor concret am ient o! ¡Hast a qué punt o coart an t odo nuest ro m ovim ient o nuest ra
est rechez de m iras, nuest ra falt a de iniciat iva y nuest ra t im idez, que se j ust ifican con
los argum ent os t radicionales de que “ ¡es m ucho m ás fácil… en t orno a una labor m ás
concret a¡” ¡Y Nadiezhdin, que se considera dot ado de un sent ido especial de la “ vida” ,
que condena con singular severidad a los hom bres de “ gabinet e” , que im put a ( con
pret ensiones de agudeza) a I skra la debilidad de ver en t odas part es “ econom ism o” ,
que se im agina est ar a cien codos por encim a de est a división en ort odoxos y crít icos,
no se da cuent a de que, con sus argum ent os, favorece la est rechez de m iras que le
indigna y bebe precisam ent e el agua llena de escupit aj os! No bast a, no, la indignación
m ás sincera cont ra la est rechez de m iras, ni el deseo m ás ardient e de hacer levant ar a
las gent es que se prost ernan ant e est a est rechez si el que se indigna va a m erced de
las olas y del vient o y si se aferra con t ant a “ espont aneidad” com o los revolucionarios
de la década del 70 al “ t error excit ant e” , al “ t error agrario” , al “ t oque a rebat o” , et c.
Vean en qué consist e ese “ algo m ás concret o” en t orno al que – cree él – será “ m ucho
m ás fácil” reunirse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de
m anifest aciones; 3) t rabaj o ent re los obreros parados. A sim ple vist a se adviert e que
t odo eso ha sido ent resacado t ot alm ent e al azar, por casualidad, pro decir algo,
porque, com oquiera que se m ire, será un perfect o desat ino ver en ello algo de especial
ut ilidad para “ reunir y organizar” . Y el m ism o Naidezhdin dice unas páginas m ás
adelant e: “ Ya va siendo hora de hacer const ar sencillam ent e un hecho: en el plano
local se realiza una labor pequeña en grado sum o, los com it és no hacen ni la décim a
part e de lo que podrían… los cent ros de unificación que t enem os ahora son una ficción,
108
son burocracia revolucionaria, sus m iem bros se dedican a ascenderse m ut uam ent e a
generales, y así seguirán las cosas m ient ras no se desarrollen fuert es organizaciones
locales” . No cabe duda de que est as palabras encierran, al m ism o t iem po que
exageraciones, m uchas y am argas verdades. ¿Será posible que Nadiezhdin no vea el
nexo exist ent e ent re la pequeña labor realizada en el plano local y el est recho
horizont e de los dirigent es locales, la escasa am plit ud de sus act ividades, cosas
inevit ables, dada la poca preparación de los m ism os, puest o que se encierran en los
m arcos de las organizaciones locales? ¿Será posible que Nadiezhdin haya olvidado, lo
m ism o que le aut or del art ículo sobre organización publicado en Svoboda, que el paso
a una am plia prensa local ( desde 1898) fue acom pañado de una int ensificación
especial del “ econom ism o” y del “ prim it ivism o en el t rabaj o” ? Adem ás, aunque se
pudiera organizar de m anera m ás o m enos sat isfact oria “ una abundant e prensa local”
( ya hem os dem ost rado m ás arriba que es im posible, salvo en casos m uy
excepcionales) , ni siquiera en ese caso podrían t am poco los órganos locales “ reunir
organizar” t odas las fuerzas de los revolucionarios para una ofensiva general cont ra la
aut ocracia, para dirigir la lucha aunada. No se olvide que aquí sólo se t rat a del alcance
“ colect ivo” , organizador, del periódico, y podríam os hacer a Nadiezhdin, defensor del
fraccionam ient o, la m ism a pregunt a irónica que él hace: “ ¿No habrem os heredado de
alguna part e 200.000 organizadores revolucionarios?” Prosigam os. No se puede
cont raponer la “ preparación de m anifest aciones” al plan de I skra por la sencilla razón
de que est e plan dice j ust am ent e que las m anifest aciones m ás ext ensas son uno de
sus fines; pero de lo que se t rat a es de elegir el m edio práct ico. Nadiezhdin se ha
vuelt o a em brollar al perder de vist a que sólo puede “ preparar” m anifest aciones ( que
hast a ahora han sido espont áneas pro com plet o en la inm ensa m ayoría de los casos)
un ej ércit o ya “ reunido y organizado” , y lo que nosot ros no sabem os precisam ent e es
reunir y organizar. “ Trabaj o ent re los obreros parados” . Siem pre la m ism a confusión,
ya que est o es t am bién una de las operaciones bélicas de unos efect ivos m ovilizados y
no un plan para m ovilizar dichos efect ivos. El caso siguient e dem uest ra hast a qué
punt o subest im a Nadiezhdin, t am bién en est e sent ido, el daño que produce nuest ro
fraccionam ient o, la falt a de los “ 200.000 organizadores” . Muchos ( Nadiezhdin ent re
ellos) han reprochado a I skra la parquedad de not icias sobre el paro forzoso y la
accident alidad de las crónicas sobre los fenóm enos m ás habit uales de la vida rural. El
reproche es m erecido, pero I skra aparece com o culpable sin t ener culpa alguna.
Nosot ros t rat am os de “ t ender un cordelit o” t am bién pro la aldea, pero en el cam po no
hay casi albañiles y se ha de alent ar por fuerza a t odo el que com unique aun el hecho
m ás habit ual, abrigando la esperanza de que est o m ult iplique el núm ero de
colaboradores en est e t erreno y nos enseñe a t odos a elegir, por fin, los hechos que
resalt an de verdad. Pero es t an escaso el m ensaj e que, sin o lo sint et izam os a escala
nacional, no hay absolut am ent e nada con que aprender. No cabe duda de que un
hom bre que t enga, aunque sea aproxim adam ent e, las apt it udes de agit ador y el
conocim ient o de la vida de los vagabundos que observam os en Nadiezhdin podría
prest ar al m ovim ient o servicios inest im ables, haciendo agit ación ent re los obreros
parados; pero preocupara de dar a conocer a t odos los cam aradas rusos cada paso de
su act uación, para que sirva de enseñanza y ej em plo a quienes, en su inm ensa
m ayoría, aún no saben em prender est a nueva labor.
De la im port ancia de unificar y de la necesidad de “ reunir y organizar” habla
ahora t odo el m undo sin excepción, pero en la m ayoría de los casos no se t iene la
m enor idea concret a de por dónde em pezar y cóm o llevar a cabo esa unificación.
Todos convendrán, por seguro, en que si “ unificam os” , por ej em plo, los círculos
aislados de barrio de una ciudad, harán falt a para ello organism os de barrio de una
ciudad, harán falt a para ello organism os com unes, es decir, no sólo la denom inación
com ún de “ unión” , sino una labor realm ent e com ún, un int ercam bio de publicaciones
109
de experiencia, de fuerzas y dist ribución de funciones, no ya sólo por barrios, sino por
oficios de t odos los t rabaj os urbanos. Todo el m undo convendrá en que un sólido
m ecanism o conspirat ivo no cubrirá sus gast os ( si es que puede em plearse una
expresión com ercial) con los “ recursos” ( se sobreent iende que t ant o m at eriales com o
personales) de un barrio; que en est e reducido cam po de acción no pueda explayarse
el t alent o de un especialist a. Pero lo m ism o puede afirm arse de la unión de dist int as
ciudades, porque incluso el cam po de acción de una com arca aislada result a, y ha
result ado ya en la hist oria de nuest ro m ovim ient o socialdem ócrat a, de una est rechez
insuficient e: lo hem os dem ost rado cum plidam ent e ant es con el ej em plo de la agit ación
polít ica y de la labor de organización. Es de im periosa e im post ergable necesidad
am pliar ant e t odo est e cam po de acción, crear un nexo real ent re las ciudades
respaldado en una labor regular y com ún, porque el fraccionam ient o deprim e a la
gent e que “ est á en el hoyo” ( expresión del aut or de una cart a dirigida a I skra) sin
saber lo que pasa en el m undo, de quién aprender, cóm o conseguir experiencia y de
qué m anera sat isfacer su deseo de una act ividad am plia. Y yo cont inúo insist iendo en
que est e nexo real sólo puede em pezar a est ablecerse con un periódico cent ral que
sea, para t oda Rusia, la única em presa regular que haga el balance de t oda la
act ividad en sus aspect os m ás variados, im pulsando con ello a la gent e a seguir
infat igablem ent e hacia delant e, por t odos los num erosos cam inos llevan a la
revolución, lo m ism o que t odos los cam inos llevan a Rom a. Si deseam os la unificación
no sólo de palabra es necesario que cada círculo local dedique inm ediat am ent e, por
ej em plo, una cuart a part e de sus fuerzas a un t rabaj o act ivo para la obra com ún. Y el
periódico le m uest ra en seguida [ 10] los cont ornos generales, las proporciones y el
caráct er de la obra; le m uest ra qué lagunas son las que m ás se dej an sent ir en t oda la
act ividad general de Rusia; dónde no hay agit ación, dónde son débiles los vínculos,
qué ruedecit as del inm enso m ecanism o general podría un círculo det erm inado arreglar
o sust it uir por ot ras m ej ores. Un círculo que aún no haya t rabaj ado y que sólo busque
t rabaj o podría em pezar ya, no con los m ét odos prim it ivos del art esano en su pequeño
t aller aislado, que no conoce ni el desarrollo de la “ indust ria” ant erior a él ni el est ado
general de los m ét odos vigent es de producción indust rial, sino com o colaborador de
una vast a em presa que reflej a t odo el em puj e revolucionario general cont ra la
aut ocracia. Y cuant o m ás perfect a sea la preparación de cada ruedecit a, cuant o m ayor
cant idad de t rabaj adores suelt os part icipen en la obra com ún t ant o m ás t upida será
nuest ra red y t ant a m enos confusión provocarán en las filas com unes inevit ables
descalabros.
El vínculo efect ivo em pezaría ya a est ablecerlo la m era difusión del periódico
( si es que ést e m erecería realm ent e el nom bre del periódico, es decir, si apareciese
regularm ent e y no una vez al m es, com o las revist as volum inosas, sino unas cuat ro
veces) . Hoy día son m uy raras las relaciones ent re las ciudades en cuant o a los
asunt os revolucionarios, en t odo caso son una excepción; ent onces, est as relaciones se
convert irían en regla, y, nat uralm ent e, no sólo asegurarían la difusión del periódico,
sino t am bién ( lo que revist a m ayor im port ancia) el int ercam bio de experiencia,
inform aciones, fuerzas y recursos. La labor de organización alcanzaría en el act o una
am plit ud m ucho m ayor, y el éxit o de una localidad alent aría const ant em ent e a seguir
perfeccionándose, a aprovechar la experiencia ya adquirida por un cam arada que act úa
en ot ro confín del país. El t rabaj o local sería m ucho m ás rico y variado que ahora; las
denuncias de los m anej os polít icos y económ icos que se recogiesen por t oda Rusia
servirían para la nut rición int elect ual de los obreros de t odas las profesiones y de t odos
los grados de desarrollo, sum inist rarían dat os y darían m ot ivos para charlas y lect uras
sobre los problem as m ás dist int os, plant eados, adem ás, por las alusiones de la prensa
legal, pro lo que se dice en sociedad y por los “ t ím idos” com unicados del gobierno.
Cada explosión, cada m anifest ación se enj uiciaría y discut iría en t odos sus aspect os y
110
en t odos los confines de Rusia, despert ando el deseo de no quedar a la zaga, de hacer
las cosas m ej or que nadie ( ¡nosot ros, los socialist as, no desecham os en absolut o t oda
em ulación, t oda “ com pet encia” en general! ) , de preparar conscient em ent e lo que la
prim era vez se hizo en ciert o m odo de m anera espont ánea, de aprovechar las
condiciones favorables de una localidad det erm inada o de un m om ent o det erm inado
para m odificar el plan de at aque, et c. Al m ism o t iem po, est a reanim ación de la labor
local no acarrearía la desesperada t ensión “ agónica” de t odas las fuerzas, ni la
m ovilización de t odos los hom bres, com o sucede a m enudo ahora, cuando hay que
organizar una m anifest ación o publicar un núm ero de un periódico local: por una part e,
la policía t ropezaría con dificult ades m ucho m ayores para llegar hast a la “ raíz” , ya que
no se sabría en qué localidad había que buscarla; por ot ra, una labor regular y com ún
enseñaría a los hom bres a concordar, en cada caso concret o, la fuerza de un at aque
con el est ado de fuerzas de t al o cual dest acam ent o del ej ércit o com ún ( ahora casi
nadie piensa en part e alguna en esa coordinación, pues los at aques son espont áneos
en sus nueve décim as part es) , y facilit aría el “ t ransport e” no sólo de las publicaciones,
sino t am bién de las fuerzas revolucionarias.
Ahora, en la m ayor part e de los casos est as fuerzas se desangran en la
est recha labor local; en cam bio, ent onces habría posibilidad y const ant es ocasiones
para t rasladar a un agit ador u organizador m ás o m enos capaz de un ext rem o a ot ro
del país. Com enzando por un pequeño viaj e para resolver asunt os del part ido y a
expensas del m ism o, los m ilit ant es se acost um brarían a vivir ent eram ent e a cost a del
part ido, a hacerse revolucionarios profesionales, a form arse com o verdaderos guías
polít icos.
Y si realm ent e lográsem os que t odos o una gran m ayoría de los com it és,
grupos y círculos locales em prendiesen act ivam ent e la labor com ún, en un fut uro no
lej ano est aríam os en condiciones de publicar un sem anario que se difundiese
regularm ent e en decenas de m illares de ej em plares por t oda Rusia. Est e periódico
sería una part ícula de un enorm e fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha
de clases y de la indignación del pueblo, convirt iéndola en un gran incendio. En t orno a
est a labor, de por sí m uy anodina y m uy pequeña aún, pero regular y com ún en el
pleno sent ido de la palabra, se concent raría sist em át icam ent e y se inst ruiría el ej ércit o
perm anent e de luchadores probados. No t ardaríam os en ver subir por los andam ios de
est e edificio com ún de organización y dest acarse de ent re nuest ros revolucionarios a
los Zheliábov socialdem ócrat as; de ent re nuest ros obreros, a los Bebel rusos, que se
pondrían a la cabeza del ej ércit o m ovilizado y levant arían a t odo el pueblo para acabar
con la ignom inia y la m aldición de Rusia.
¡En est o es en lo que hay que soñar!
“ ¡Hay que soñar! ” He escrit o est as palabras y m e he asust ado. Me he
im aginado sent ado en el “ Congreso de unificación” frent e a los redact ores y
colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se pone en pie el cam arada Mart ínov
y se encara a m í con t ono am enazador: “ Perm ít am e que les pregunt e: ¿t iene aún la
redacción aut ónom a derecho a soñar sin consult ar ant es a los com it és del part ido?”
Tras él se yergue el cam arada Krichevski ( profundizando filosóficam ent e al cam arada
Mart ínov, quien hace m ucho t iem po había profundizado ya al cam arada Plej ánov) y
prosigue en t ono m ás am enazador aún: “ Yo voy m ás lej os, si no olvida que, según
Marx, la hum anidad siem pre se plant ea t areas realizables, que la t áct ica es un proceso
de crecim ient o de las t areas, las cuales crecen con el part ido” .
111
Sólo de pensar en est as pregunt as am enazadoras m e dan escalofríos y m iro
dónde podría esconderm e. I nt ent aré hacerlo t ras Písarev.
“ Hay disparidades y disparidades –escribía Písarev a propósit o de la
exist ent e ent re los sueños y la realidad - . Mis sueños pueden adelant arse al curso
nat ural de los acont ecim ient os o bien desviarse hacia donde el curso nat ural de los
acont ecim ient os no pueden llegar j am ás. En el prim er caso, los sueños no producen
ningún daño, incluso pueden sost ener y reforzar las energías del t rabaj ador… En
sueños de est a índole no hay nada que deform e o paralice la fuerza de t rabaj o. Todo lo
cont rario. Si el hom bre est uviese privado pro com plet o de la capacidad de soñar así, si
no pudiese adelant arse alguna que ot ra vez y cont em plar con su im aginación el cuadro
ent eram ent e acabado de la obra que em pieza a perfilarse por su m ano, no podría
figurarm e de ningún m odo qué m óviles lo obligarían a em prender y llevar a cabo
vast as y penosas em presas en el t erreno de las art es, de las ciencias y de la vida
práct ica… La disparidad ent re los sueños y la realidad no produce daño alguno,
siem pre que el soñador crea seriam ent e en un sueño, se fij e at ent am ent e en la vida,
com pare sus observaciones con sus cast illos en el aire y, en general, t rabaj e a
conciencia por que se cum plan sus fant asías. Cuando exist e algún cont act o ent re los
sueños y la vida, t odo va bien” [ 11] .
Pues bien, los sueños de est a nat uraleza, por desgracia, son rarísim os en
nuest ro m ovim ient o. Y la culpa la t ienen, sobre t odo, los represent ant es de la crít ica
legal y del “ seguidism o” ilegal que presum en de su sensat ez, de sus “ proxim idad” a lo
“ concret o” .
c) ¿Qué t ipo de or ga niz a ción ne ce sit a m os?
Por lo que precede, puede ver el lect or que nuest ra “ t áct ica- plan” consist e
en rechazar el llam am ient o inm ediat o al asalt o, en exigir que se organice
“ debidam ent e el asedio de la fort aleza enem iga” o, dicho en ot ros t érm inos, en exigir
que t odos los esfuerzos se dirij an a reunir, organizar y m ovilizar un ej ércit o regular.
Cuando pusim os en ridículo a Rabócheie Dielo por el cam bio que dio, pasando del
“ econom ism o” a los grit os sobre la necesidad del asalt o ( grit os que dio en el núm ero 6
de List ok “ R. Diela” [ 12] en abril de 1901) , dicho órgano nos at acó, com o es nat ural,
acusándonos de “ doct rinarism o” , diciendo que no com prendem os el deber
revolucionario, que exhort am os a la prudencia, et c. desde luego, en m odo alguno nos
ha ext rañado est a acusación en boca de gent es que carecen de t odo principio y que
salen del paso con la sabihonda “ t áct ica- proceso” ; com o t am poco nos ha ext rañado
que est a acusación la haya repet ido Nadiezhdin, que en general t iene el desprecio m ás
olím pico por la firm eza de los principios program át icos y t áct icos.
Dicen que la hist oria no se repit e. Pero Nadiezhdin hace los im posibles por
repet irla e im it arla con t esón a Tkachov, denigrando el “ cult uralism o revolucionario” ,
vociferando sobre “ las cam panas al vuelo del Veche” [ 13] , pregonando un “ punt o de
vist a” especial “ de vísperas de la revolución” , et c. Por lo vist o, olvida la conocida
sent encia de que, si el original de un acont ecim ient o hist órico es una t ragedia, su copia
no es m ás que una farsa [ 14] . La t ent at iva de adueñarse del poder –t ent at iva
preparada por la prédica de Tkachov y realizada por el t errorism o “ horripilant e” y que
en realidad horripilaba ent onces –era m aj est uosa, y, en cam bio, el t errorism o
“ excit ant e” del pequeño Tkachov es sim plem ent e ridículo; sobre t odo, es ridículo
cuando se com plem ent a con la idea de organizar a los obreros m edios.
112
“ Si I skra –escribe Nadiezhdin – saliese de su esfera del lit erat urism o, vería
que est o ( hechos com o la cart a de un obrero en el núm ero 7 de I skra, et c.) son
sínt om as dem ost rat ivos de que pront o, m uy pront o, com enzará el “ asalt o” , y hablar
ahora ( ¡sic! ) de una organización cuyos hilos arranquen de un periódico cent ral para
t oda Rusia es fom ent ar ideas y labor de gabinet e” . Fíj ense en est a confusión
inim aginable: por una part e, t errorism o excit ant e y “ organización de los obreros
m edios” a la par con la idea de que es “ m ás fácil” reunirse en t orno a algo “ m ás
concret o” , por ej em plo, de periódicos locales, y, por ot ra part e, hablar “ ahora” de una
organización para t oda Rusia significa dar ideas de gabinet e, es decir ( em pleando un
lenguaj e m ás franco y sencillo) , ¡” ahora” ya es t arde! Y para “ fundar a vast a escala
periódicos locales” ¿no es t arde, respet abilísim o L. Nadiezhdin? Com paren con eso el
punt o de vist a y la t áct ica de I skra: el t errorism o excit ant e es una t ont ería; hablar de
organizar precisam ent e a los obreros m edios y de fundar a vast a escala periódicos
locales significa abril de par en par las puert as al “ econom ism o” . Es preciso hablar de
una organización de revolucionarios única para t oda Rusia, y no será t arde hablar de
ella hast a el m om ent o en que em piece el asalt o de verdad, y no sobre el papel.
“ Si –cont inúa Nadiezhdin- , en cuant o a la organización, nuest ra sit uación
est á m uy lej os de ser brillant e: sí, I skra t iene com plet a razón cuando dice que el
grueso de nuest ras fuerzas m ilit ares est á const ruido pro volunt arios e insurrect os…
Est á bien que t engáis una idea lúcida del est ado de nuest ras fuerzas, pero ¿por qué
olvidáis que la m ult it ud no es en absolut o nuest ra y que por eso no nos pregunt ará
cuándo hay que rom per las host ilidades y se lanzará al “ m ot ín” ?… Cuando la m ult it ud
em piece a act uar ella m ism a con su devast adora fuerza espont ánea, puede arrollar y
desaloj ar al “ ej ércit o regular” , al que siem pre se pensaba organizar en form a
ext raordinariam ent e sist em át ica, pero no hubo t iem po de hacerlo. ( Subrayado por m í) .
¡Ext raña lógica! Precisam ent e porque “ la m ult it ud no es nuest ra” es
insensat o e indecoroso dar grit os de “ asalt o” inm ediat o, ya que el asalt o es un at aque
de un ej ércit o regular y no una explosión espont ánea de la m ult it ud. Precisam ent e
porque la m ult it ud puede arrollar y desaloj ar al ej ércit o regular necesit am os sin falt a
que t oda nuest ra labor de “ organización ext raordinariam ent e sist em át ica” del ej ércit o
regular m arche a la par con el auge espont áneo, porque cuant o m ej or consigam os est a
organización t ant o m ás probable será que el ej ércit o regular no sea arrollado por la
m ult it ud, sino que se ponga a su frent e y la encabece. Nadiezhdin se confunde porque
se im agina que est e ej ércit o sist em át icam ent e organizado se ocupa de algo que lo
apart a de la m ult it ud, m ient ras que, en realidad, ést e se ocupa exclusivam ent e de una
agit ación polít ica m últ iple y general, es decir, j ust am ent e de la labor que aproxim a y
funde en un t odo la fuerza dest ruct ora espont ánea de la m ult it ud y la fuerza
dest ruct ora conscient e de la organización de revolucionarios. La verdad es que
ust edes, señores, inculpan al prój im o las falt as propias, pues precisam ent e el grupo
Svoboda, al int roducir en el program a el t errorism o, exhort a con ello a crear una
organización de t errorist as, y una organización así desviaría realm ent e a nuest ro
ej ércit o de su aproxim ación a la m ult it ud que, por desgracia, ni es aún nuest ra ni nos
pregunt a, o nos pregunt a poco, cuándo y cóm o hay que rom per las host ilidades.
“ Nos pillará desprevenidos la propia revolución –cont inúa Nadiezhdin,
asust ando a I skra- , com o nos ha ocurrido con los acont ecim ient os act uales, que nos
han caído encim a com o un alud” . Est a frase, relacionada con las que hem os cit ado
ant es, nos dem uest ra palm ariam ent e que es absurdo el “ punt o de vist a” especial “ de
vísperas de la revolución” ideado por Svoboda. Hablando sin am bages, el “ punt o de
vist a” especial se reduce a que “ ahora” ya es t arde para deliberar y prepararse. Pero
en est e caso, ¡oh, respet abilísim o enem igo del “ lit erat urism o” ! , ¿para qué escribir 132
113
páginas im presas “ sobre cuest iones de t eoría [ 15] y t áct ica” ? ¿No le parece que “ al
punt o de vist a de vísperas de la revolución” le iría m ej or publicar 132.000 oct avillas
con un breve llam am ient o: “ ¡Por ellos! ” ?
Precisam ent e correr m enor riesgo de que lo pille desprevenido la revolución
quien coloca en el ángulo principal de t odo su program a, de t oda su t áct ica, de t oda su
labor de organización la agit ación polít ica ent re t odo el pueblo, com o hace I skra. Los
que se dedican en t oda Rusia a t renzar los hilos de la organización que arranque de un
periódico cent ral para t odo el país, lej os de que los pillen desprevenidos los sucesos de
la prim avera, nos han ofrecido la posibilidad de pronost icarlos. Tam poco los han pillado
desprevenidos las m anifest aciones descrit as en los núm eros 13 y 14 de I skra; por el
cont rario, han t om ado part e en ellas, con viva conciencia de que su deber era acudir
en ayuda del ascenso espont áneo de la m ult it ud, cont ribuyendo al m ism o t iem po, por
m edio de su periódico, a que t odos los cam aradas rusos conozcan est as
m anifest aciones y ut ilicen su experiencia. ¡Y si conservan la vida, t am poco dej arán que
los pille desprevenidos la revolución, que reclam a de nosot ros, ant e t odo y por encim a
de t odo, que saquem os experiencia en la agit ación, sepam os apoyar ( apoyar a la
m anera socialdem ócrat a) t oda prot est a y acert em os a orient ar el m ovim ient o
espont áneo, salvaguardándolo de los errores de los am igos y de las celadas de los
enem igos!
Hem os llegado, pues, a la últ im a razón que nos obliga a hacer part icular
hincapié en el plan de una organización form ada en t orno a un periódico cent ral para
t oda Rusia, m ediant e la labor conj unt a en est e periódico com ún. Sólo una organización
sem ej ant e aseguraría la flexibilidad indispensable a la organización socialdem ócrat a
com bat iva, es decir, la capacidad de adapt arse en el act o a las condiciones de lucha
m ás variadas y cam biant es con rapidez; saber, “ de un lado, rehuir las bat allas en
cam po abiert o cont ra un enem igo que t iene superioridad aplast ant e de fuerzas, cuando
concent ra ést as en un punt o, y para saber de ot ro lado, aprovechar la t orpeza de
m ovim ient os de est e enem igo y lanzarse sobre él en el sit io y en el m om ent o en que
m enos espere ser at acado” [ 16] . Sería un gravísim o error m ont ar la organización del
part ido cifrando las esperanzas sólo en las explosiones y luchas de las calles o sólo en
la “ m archa progresiva de la lucha cot idiana y m onót ona” . Debem os desplegar siem pre
nuest ra labor cot idiana dispuest os a t odo, porque m uchas veces es casi im posible
prever por ant icipado cóm o alt ernarán los períodos de explosiones con los de calm a y,
aun cuando fuera posible preverlo, no se podría aprovechar la previsión para
reconst ruir la organización, porque en un país aut ocrát ico est os cam bios se producen
con asom brosa rapidez, a veces com o consecuencia de una incursión, noct urna de los
j enízaros zarist as [ 17] . De la revolución m ism a no debe uno forj arse la idea de que
sea un act o único ( com o, por lo vist o, se la im aginan los Nadiezhdin) , sino de que es
una sucesión rápida de explosiones m ás o m enos violent as, alt ernando con períodos de
calm a m ás o m enos profunda. Por t ant o, el cont enido fundam ent al de las act ividades
de la organización de nuest ro part ido, el cent ro de gravedad de est as act ividades debe
consist ir en una labor que es posible y necesaria t ant o durant e el período de la
explosión m ás violent a com o durant e el de la calm a m ás com plet a, a saber: en una
labor de agit ación polít ica unificada en t oda Rusia que arroj e luz sobre t odos los
aspect os de la vida y que dirij a a las m ás grandes m asas. Y est a labor es inconcebible
en la Rusia act ual sin un periódico cent ral para t oda Rusia que aparezca m uy a
m enudo. La organización que se form e por sí m ism a en t orno a est e periódico, la
organización de sus colaboradores ( en la acepción m ás am plia del t érm ino, es decir, de
t odos los que t rabaj an en t rono a él) est ará precisam ent e dispuest a a t odo, desde
salvar el honor, el prest igio y la cont inuidad del part ido en los m om ent os de m ayor
114
“ depresión” revolucionaria, hast a prepara la insurrección arm ada de t odo el pueblo,
fij ar fecha para su com ienzo y llevarla a la práct ica.
En efect o, figurém onos una redada com plet a, m uy corrient e ent re nosot ros,
en una o varias localidades. Al no haber en t odas las organizaciones locales una labor
com ún llevada en form a regular, est os descalabros van acom pañados a m enudo de la
int errupción del t rabaj o por largos m eses. En cam bio, si t odas t uvieran una labor
com ún, bast arían, en el caso de la m ayor redada, unas cuant as sem anas de t rabaj o de
dos o t res personas enérgicas para poner en cont act o con el organism o cent ral com ún
a los nuevos círculos de la j uvent ud que, com o es sabido, incluso ahora brot an con
sum a rapidez; y cuando la labor com ún que sufre los descalabros est á a la vist a de
t odo el m undo, los nuevos círculos pueden surgir y ponerse en cont act o con dicho
organism o cent ral m ás pront o aún.
Por ot ra part e, im agínense una insurrección popular. Ahora es probable que
t odo el m undo est é de acuerdo en que debem os pensar en ella y prepararnos para
ella. Pero ¿cóm o prepararnos? ¡No se querrá que el Com it é Cent ral, ést e no lograría
absolut am ent e nada con designarlos, dadas las act uales condiciones rusas. Por el
cont rario, una red de agent es [ 18] que se form e por sí m ism a en el t rabaj o de
organización y difusión de un periódico cent ral no t endría que “ aguardar con los brazos
cruzados” la consigna de la regular que le garant izase, en caso de insurrección, las
m ayores probabilidades de éxit o. Esa m ism a labor es la que reforzaría los lazos de
unión t ant o con las m ás grandes m asas obreras com o con t odos los sect ores
descont ent os de la aut ocracia, lo cual sum a im port ancia para la insurrección. En esa
labor precisam ent e se form aría la capacidad de enj uiciar con t ino la sit uación polít ica
general y, por t ant o, la capacidad de elegir el m om ent o adecuado para la insurrección.
Esa m ism a labor es la que acost um braría a t odas las organizaciones locales a hacerse
unísono eco de los problem as, casos y sucesos polít icos que agit an a t oda Rusia,
responder a est os “ sucesos” con la m ayor energía posible, de la m anera m ás uniform e
y convenient e posible; y la insurrección es, en el fondo, la “ respuest a” m ás enérgica,
m ás uniform e y m ás convenient e de t odo el pueblo al gobierno. Esa m ism a labor es la
que acost um braría, por últ im o, a t odas las organizaciones revolucionarias, en t odos los
confines de Rusia, a m ant ener las relaciones m ás const ant es, y conspirat ivas a la vez,
que crearían la unidad efect iva del part ido; sin est as relaciones es im posible discut ir
colect ivam ent e un plan de insurrección ni adopt ar las m edidas preparat orias
indispensables en vísperas de ést a, m edidas que deben guardarse en el secret o m ás
riguroso.
En pocas palabras, “ el plan de un periódico polít ico cent ral para t oda Rusia” ,
lej os de ser el frut o de un t rabaj o de gabinet e de personas cont am inadas de
doct rinarism o y lit erat urism o ( com o les ha parecido a gent es que han m edit ado poco
en él) , es, por el cont rario, el plan m ás práct ico de em pezar a prepararse en el act o y
por doquier par la insurrección, sin olvidar al m ism o t iem po ni por un inst ant e la labor
corrient e de cada día.
115
N OTAS D EL CAPI TULO V
[ 1] En la recopilación En doce años, Lenin suprim ió el apart ado “ a) ” del capít ulo
quint o, insert ando la siguient e not a: “ En la present e edición se suprim e el apart ado “ a)
A quién ha ofendido el art ículo ¿Por dónde em pezar?” , pues cont iene exclusivam ent e
una polém ica con Rabócheie Dielo y el Bund en t orno a los int ent os de I skra de
“ m andar” , et c. En est e apart ado se decía, ent re ot ras cosas, que el propio Bund había
invit ado ( en 1898- 1899) a los m iem bros de I skra a reanudar la publicación del órgano
cent ral del part ido y organizar un “ laborat orio lit erario” . ( N. de la Edit .)
[ 2] I skra, núm . 8, respuest a del Com it é Cent ral de la Unión General Obrera
Hebrea de Rusia y de Polonia a nuest ro art ículo sobre el problem a nacional.
[ 3] Enum eram os deliberadam ent e est os hechos en orden dist int o de cóm o
ocurrieron. [ 3]
[ 4] En el verano de 1897, la Unión de Lucha por la Em ancipación de la Clase
Obrera, de Pet ersburgo, propuso a Lenin ( dest errado ent onces en Siberia, en el pueblo
de Shúshenskoe) que part icipase en la creación de una serie especial de libros para los
obreros. Lenin escribió los follet os m encionados en el t ext o, que fueron edit ados en
Ginebra: Las t areas de los socialdem ócrat as rusos ( 1898) y La nueva ley de fábricas
( 1899) .
[ 5] Dicho sea de paso, el aut or de est e follet o m e pide que haga saber que, lo
m ism o que sus follet os ant eriores, el present e fue enviado a la Unión, suponiendo que
el grupo Em ancipación del Trabaj o redact aría sus publicaciones ( circunst ancias
especiales no le perm it ían conocer ent onces, es decir, en febrero de 1899, el cam bio
operado en la redacción) . Lo reedit ará en breve la Liga. [ 5]
[ 6] En 1899, por iniciat iva del CC del Bund, se int ent ó reanudar la publicación
de Rabóchaya Gazet a. Lenin escribió para el núm ero 3 de est e periódico los art ículos
cit ados.
[ 7] A iniciat iva del Com it é de Ekat erinoslav del POSDR, apoyado por el Bund y
la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, a com ienzos de 1900 se int ent ó
convocar el I I Congreso del part ido, rest ablecer el Com it é Cent ral y reanudar la
publicación del órgano cent ral del part ido, Rabóchaya Gazet a. En febrero de 1900 se
t rasladó a Moscú I . Lalayant s, m iem bro del Com it é de Ekat erinoslav, para sost ener
conversaciones con Lenin. Lalayant propuso al grupo de I skra –Lenin, Márt ov y
Pot résov- que part icipase en el Congreso y se encargase de dirigir Rabóchaya Gazet a.
Lenin y el grupo Em ancipación del Trabaj o consideraban prem at ura la convocat oria del
Congreso; sin em bargo, el grupo Em ancipación del Trabaj o no pudo negarse a
part icipar en él, por lo que encargó a Lenin de represent arle, enviándole desde el
ext ranj ero la correspondient e credencial. Pero las det enciones en m asa efect uadas por
la policía en abril y m ayo de 1900 im pidieron la celebración del Congreso. A Sm olensk,
donde debía t ener lugar, llegaron únicam ent e los represent ant es del Bund, de la
redacción de Yuzhni Rabochi y de la Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero.
[ 8] * ¡Cam arada Krichevski! ¡Cam arada Mart ínov! Llam o la at ención de ust edes
sobre est a m anifest ación escandalosa de “ absolut ism o” , de “ aut oridad sin cont rol” , de
“ reglam ent ación soberana” , et c. Fíj ense: ¡quiere poseer t oda la cadena! Apresúrense a
116
present ar querella. Ya t ienen t em a para dos art ículos de fondo en el núm ero 12 de
Rabócheie Dielo
[ 9] Al insert ar en Rabócheie Dielo la prim era frase de est a cit a ( núm . 10, Pág.
62) , Mart ínov ha om it ido precisam ent e la segunda frase, com o subrayando así que no
quiere m et erse en honduras o que es incapaz de com prender el fondo de la cuest ión.
[ 10] Con una salvedad: siem pre que sim pat ice con la orient ación de est e
periódico y considere út il a la causa ser su colaborador, ent endiendo por ello no
solam ent e la colaboración lit eraria, sino t oda la colaboración revolucionaria en general.
Not a para “ Rabócheie Dielo” : est a salvedad se sobrent iende para los revolucionarios
que aprecian el t rabaj o y no el j uego a la dem ocracia, que no hacen dist inción ent re
ser “ sim pat izant e” y part icipar de la m anera m ás act iva y real.
[ 11] Lenin cit a el art ículo de D. Písarev Errores de un pensam ient o en agraz.
[ 12] “ List ok “ Rabóchego Diela” ” ( “ La Hoj a de “ Rabócheie Dielo” ” ) : suplem ent o
no periódico de la revist a Rabócheie Dielo; se edit ó en Ginebra desde j unio de 1900
hast a j ulio de 1901, apareciendo únicam ent e ocho núm eros.
[ 13] Veche: asam blea popular en la ant igua Rusia, para la que se convocaba al
t oque de cam pana. ( N. de la edit .)
[ 14] Lenin alude al siguient e pasaj e de la obra de Carlos Marx El Dieciocho
Brum ario de Luis Bonapart e: “ Hegel dice en alguna part e que t odos los grandes hechos
y personaj es de la hist oria universal se producen, com o si dij éram os, dos veces. Pero
se olvidó de agregar; una vez com o t ragedia y ot ra vez com o farsa” .
[ 15] Dicho sea de paso, L. Nadiezhdin no dice casi nada de los problem as de
t eoría en su “ revist a de cuest iones t eóricas” , si prescindim os del siguient e pasaj e,
sum am ent e curioso “ desde el punt o de vist a de vísperas de la revolución” : “ La
bernst einiada en su conj unt o pierde para nuest ro m om ent o su caráct er agudo, com o lo
m ism o nos da que el señor Adam óvich dem uest re que el señor St ruve debe present ar
la dim isión o que, por el cont rario, el señor St ruve desm ient a al señor Adam óvich y no
consient a en dim it ir. Nos da absolut am ent e igual, porque ha sonado la hora decisiva
de la revolución” ( Pág. 110) . Sería difícil describir con m ayor relieve la
despreocupación infinit a de L. Nadiezhdin por la t eoría. ¡¡Com o hem os proclam ado que
est am os en “ vísperas de la revolución” , “ nos da absolut am ent e lo m ism o” que los
ort odoxos logren o no desaloj ar definit ivam ent e de sus posiciones a los crít icos! ! ¡Y
nuest ro sabio no se percat a de que, precisam ent e durant e la revolución, nos harán
falt a los result ados de la lucha t eórica cont ra los crít icos para luchar resuelt am ent e
cont ra sus posiciones práct icas!
[ 16] I skra, núm . 4: ¿Por dónde em pezar? “ Un t rabaj o largo no asust a a los
revolucionarios cult uralist as que no com part en el punt o de vist a de vísperas de la
revolución” , escribe Nadiezhdin ( Pág. 62) . Con est e m ot ivo harem os la siguient e
observación: si no sabem os elaborar una t áct ica polít ica y un plan de organización
orient ados sin falt a hacia una labor m uy larga y que al m ism o t iem po aseguren, por el
propio proceso de est e t rabaj o, la disposición de nuest ro part ido a ocupar su puest o y
cum plir con su deber en cualquier circunst ancia im previst a, pro m ás que se precipit en
los acont ecim ient os, serem os sim plem ent e unos deplorables avent ureros polít icos.
Sólo Nadiezhdin, que ha em pezado a llam arse socialdem ócrat a desde ayer, puede
117
olvidar que el obj et ivo de la socialdem ocracia consist e en t ransform ar de raíz las
condiciones de vida de t oda la hum anidad, pro lo cual es im perdonable que un
socialdem ócrat a se “ asust e” por lo largo del t rabaj o.
[ 17] Jenízaros: infant ería regular en la Turquía de los sult anes, creada en el
siglo XI V. Era la fuerza policíaca principal y se dist inguía por su crueldad excepcional.
Los regim ient os de j enízaros fueron disuelt os en 1826. Lenin llam aba j enízaros a los
policías zarist as.
[ 18] * ¡Ay! ¡Se m e ha escapado una vez m ás la t ruculent a palabra “ agent es”
que t ant o hiere el dem ocrát ico oído de los Mart ínov! Me ext raña que est a palabra no
haya m olest ado a los corifeos de la década del 70 y, en cam bio, m olest e a los
prim it ivos de la del 90. Me gust a est a palabra, porque indica de un m odo claro y
t aj ant e la causa com ún a la que t odos los agent es subordinan sus pensam ient os y sus
act os, y si hubiese que sust it uir est a palabra por ot ra, yo sólo elegiría el t érm ino
“ colaborados” , si ést e no t uviese ciert o dej e de
lit erat urism o y de vaguedad. Porque
lo que necesit am os es una organización m ilit ar de agent es. A propósit o sea dicho, los
num erosos Mart ínov ( sobre t odo, en el ext ranj ero) , que gust an de “ ascenderse
recíprocam ent e a generales” , podrían decir, en lugar de “ agent e en asunt os de
pasaport es” , “ com andant e en j efe de la unidad especial dest inada a proveer de
pasaport es a los revolucionarios” , et c.
118
CON CLUSI ÓN
La hist oria de la socialdem ocracia rusa se divide m anifiest am ent e en t res
períodos.
El prim er período com prende cerca de un decenio, de 1884 a 1894 poco m ás
o m enos. Fue el período en que brot aron y se afianzaron la t eoría y el program a de la
socialdem ocracia. El núm ero de adept os de la nueva t endencia en Rusia se podía
cont ar con los dedos de las m anos. La socialdem ocracia exist ía sin m ovim ient o obrero
y pasaba, com o part ido polít ico por el proceso de desarrollo int raut erino.
El segundo período abarca t res o cuat ro años, de 1894 a 1898. La
socialdem ocracia aparece com o m ovim ient o social, com o im pulso de las m asas
populares, com o part ido polít ico. Fue el período de infancia y adolescencia. Con la
rapidez de una epidem ia, se propaga el apasionam ient o general de los int elect uales
por la lucha cont ra el pupulism o y por la corrient e de ir hacia los obreros, el
apasionam ient o general de los obreros por las huelgas. El m ovim ient o hace grandes
progresos. La m ayoría de los dirigent es eran hom bres m uy j óvenes que est aban lej os
de haber alcanzado la “ edad de t reint a y cinco años” , que el señor N. Mij ailovski t enía
por algo así com o front era nat ural. Por su j uvent ud, no est aban preparados par ala
labor práct ica y desaparecían de la escena con asom brosa rapidez. Pero la m agnit ud de
su t rabaj o, en la m ayoría de los casos, era m uy grande. Muchos de ellos com enzaron a
pensar de un m odo revolucionario com o adept os del grupo Libert ad del Pueblo. Casi
t odos rendían en sus m ocedades pleit esía los héroes del t errorism o, y les cost ó m ucho
t rabaj o sust raerse a la im presión seduct ora de est a t radición heroica; hubo que rom per
con personas que a t oda cost a querían seguir siendo fieles a Libert ad del Pueblo y
gozaban de gran respet o ent re los j óvenes socialdem ócrat as. la lucha obligaba a
est udiar, a leer obras ilegales de t odas las t endencias, a ocuparse int ensam ent e de los
problem as del populism o legal. Form ados en est a lucha, los socialdem ócrat as acudían
al m ovim ient o obrero sin olvidar “ un inst ant e” ni la t eoría del m arxism o que les
alum bró con luz m eridiana ni la t area de derrocar a la aut ocracia. La form ación del
part ido, en la prim avera de 1898, fue el act o de m ayor relieve, y últ im o a la vez, de
los socialdem ócrat as de aquel período.
El t ercer período despunt a, com o acabam os de ver, en 1897 y viene a
sust it uir definit ivam ent e al segundo en 1898 ( 1898- ¿) . es el período de dispersión, de
disgregación,, de vacilación. I gual que m udan la voz los adolescent es, la
socialdem ocracia rusa de aquel período t am bién la m udó y em pezó a dar not as falsas,
por una part e, en las obras de los señores St ruve, Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev,
y, por ot ra, en las de V. I .- n, R.M., B. Krichevski y Mart ínov. Pero iban cada uno por
su lado y ret rocedían los dirigent es nada m ás: el propio m ovim ient o seguía creciendo y
haciendo progresos gigant escos. La lucha prolet aria englobaba nuevos sect ores de
obreros y se propagaba por t oda Rusia, cont ribuyendo a la vez indirect am ent e a avivar
el espírit u dem ocrát ico ent re los est udiant es y ent re los ot ros sect ores de la población.
Pero la conciencia de los dirigent es cedió ant e la m agnit ud y el vigor del crecim ient o
espont áneo. Ent re los socialdem ócrat as predom inaba ya ot ra clase de gent e: los
m ilit ant es form ados casi exclusivam ent e en el espírit u de la lit erat ura m arxist a “ legal” ,
cosa t ant o m ás insuficient e cuant o m ás alt o era el nivel de conciencia que reclam aba
de ellos la espont aneidad de las m asas. Los dirigent es no sólo quedaban rezagados
t ant o en el sent ido t eórico ( “ libert ad de crít ica” ) com o en el t erreno práct ico ( “ m ét odos
prim it ivos de t rabaj o” ) , sino que int ent aban defender su at raso recurriendo a t oda
clase de argum ent os rim bom bant es. El m ovim ient o socialdem ócrat a era rebaj ado al
119
nivel del t radeunionism o t ant o por los brent anist as de la lit erat ura legal com o por los
seguidist as de la ilegal. El program a del Credo com ienza a llevarse a la práct ica, sobre
t odo, cuando los “ m ét odos prim it ivos de t rabaj o” de los socialdem ócrat as, reavivan las
t endencias revolucionarias no socialdem ócrat as.
Y si el lect or m e reprocha que m e haya explayado con exceso de
porm enores en un periódico com o Rabócheie Dielo, le cont est aré: R. Dielo ha adquirido
una im port ancia “ hist órica” por haber reflej ado con el m ayor relieve el “ espírit u” de
est e t ercer período [ 1] . No era el consecuent e R. M., sino precisam ent e los Krichevski
y Mart ínov, que cam bian de dirección com o las velet as a los cuat ro vient os, quienes
podían expresar de verdad la dispersión, las vacilaciones y la disposición a hacer
concesiones a la “ crít ica” , al “ econom ism o” y al t errorism o. Lo que caract eriza a est e
período no es el desprecio olím pico de algún adm irador de “ lo absolut o” por la labor
práct ica, sino precisam ent e la unión de un pract icism o m ezquino con la m ás com plet a
despreocupación por la t eoría. Más que negar abiert am ent e las “ grandes palabras” , lo
que hacían los héroes de est e período era envilecerlas: . El socialism o cient ífico dej ó de
ser una t eoría revolucionaria int egral, convirt iéndose en una m ezcolanza a la que se
añadían “ librem ent e” líquidos procedent es de cualquier m anual alem án nuevo; la
consigna de “ lucha de clases” no im pulsaba a una act ividad cada vez m ás am plia, cada
vez m ás enérgica, sino que servía de am ort iguador, ya que “ la lucha económ ica est á
ínt im am ent e ligada a la lucha polít ica” ; la idea del part ido no exhort aba a crear una
organización com bat iva de revolucionarios, sino que j ust ificaba una especie de
“ burocracia revolucionaria” y el j uego infant il a form as “ dem ocrát icas” .
I gnoram os cuándo acabará el t ercer período y em pezará el cuart o ( en t odo
caso anunciado ya por m uchos sínt om as) . Del cam po de la hist oria pasam os aquí al
t erreno de lo present e y, en part e, de lo fut uro. Pero creem os con firm eza que el
cuart o período ha de conducir al afianzam ient o del m arxism o m ilit ant e, que la
socialdem ocracia rusa saldrá fort alecida y arreciada de la crisis, que la ret aguardia
oport unist a será “ relevada” por un verdadero dest acam ent o de vanguardia de la clase
m ás revolucionaria.
A guisa de exhort ación a est e “ relevo” , y resum iendo lo que acabam os de
exponer, podem os dar est a escuet a respuest a a la pregunt a: ¿qué hacer?:
Acabar con el t ercer período.
120
N OTAS D E LA CON CLUSI ÓN
[ 1] Podría cont est ar t am bién con un refrán alem án: “ Den Sack schlägt m an,
den Esel m eint m an” , lo cual quiere decir: quien a uno cast iga, a cient o host iga. No
sólo Rab. Dielo, sino la gran m asa de los m ilit ant es dedicados al t rabaj o práct ico y de
los t eóricos sent ían ent usiasm o por la “ crít ica” de m oda, se arm aban un lío con la
espont aneidad, se desviaban de la concepción socialdem ócrat a de nuest ras t areas
polít ica y orgánicas hacia la concepción t radeunionist a.
121
An e x o [ 1 ]
I nt e nt o de fusiona r “I sk r a ” con “Ra bóche ie D ie lo”
Nos rest a esbozar la t áct ica adopt ada y consecuent em ent e aplicada por
I skra en las relaciones orgánicas con Rabócheie Dielo. Est a t áct ica ha sido expuest a ya
por com plet o en el núm ero 1 de I skra, en el art ículo sobre La escisión de la Unión de
Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero. Adm it im os en seguida el punt o de vist a de
que la verdadera Unión de Socialdem ócrat as Rusos en el Ext ranj ero, reconocida por el
I Congreso de nuest ro part ido com o su represent ant e fuera del país, se había escindido
en dos organizaciones; que seguía pendient e el problem a de la represent ación del
part ido, puest o que lo había resuelt o sólo con caráct er provisional y convencional, en
el Congreso int ernacional celebrado en París, la elección de dos m iem bros procedent es
de Rusia, uno por cada part e de la Unión escindida, para el Buró Socialist a
I nt ernacional perm anent e ( 96) hem os declarado que, en fondo, Rabócheie Dielo no
t enía razón; en cuant o a los principios, nos colocam os resuelt am ent e al lado del grupo
Em ancipación del Trabaj o, pero nos negam os, al m ism o t iem po, a ent rar en det alles de
la escisión y señalam os los m érit os de la Unión en el t erreno de la labor puram ent e
práct ica [ 2] .
De m odo que nos m ant eníam os, hast a ciert o punt o, a la expect at iva:
hacíam os una concesión al crit erio im perant e ent re la m ayoría de los socialdem ócrat as
rusos, los cuales sost enían que incluso los enem igos m ás decididos del “ econom ism o”
podían t rabaj ar codo con codo con la Unión, porque ést a había declarado m ás de una
vez que est aba de acuerdo en principio con el grupo Em ancipación del Trabaj o y que
no pret endía, según afirm aba, t ener una posición independient e en los problem as
cardinales de la t eoría y de la t áct ica. El aciert o de la posición que habíam os adopt ado
lo corrobora indirect am ent e el hecho de que, casi en el m om ent o de aparecer el prim er
núm ero de I skra ( diciem bre de 1900) , se separaron de la Unión t res m iem bros,
form ando el llam ado grupo de iniciadores, los cuales se dirigieron: 1) a la sección de la
organización de I skra en el ext ranj ero; 2) a la Organización Revolucionaria Sot sialDem okrat , y 3) a la Unión, proponiendo sus m ediación para ent ablar negociaciones
conciliadoras. Las dos prim eras organizaciones acept aron en seguida, la t ercera se
negó. Por ciert o, cuando en el Congreso de “ unificación” , celebrado el año pasado, uno
de los oradores expuso los hechos cit ados, un m iem bro de la adm inist ración de la
Unión declaró que su negat iva se debía exclusivam ent e a que la Unión est aba
descont ent a de la com posición del grupo de iniciadores. Est im ando que es m i deber
insert ar est a explicación, no puedo, sin em bargo, dej ar de observar por m i part e que
no la considero sat isfact oria: com o la Unión est aba al t ant o de la conform idad de las
dos organizaciones para ent ablar negociaciones, podía dirigirse a ellas por conduct o de
ot ro m ediador o direct am ent e.
En la prim avera de 1901, t ant o Zariá ( núm . 1, abril) com o I skra ( núm . 4,
m ayo) ent ablaron una polém ica direct a cont ra Rabócheie Dielo. I skra at acó, sobre
t odo, el Viraj e hist órico de Rabócheie Dielo, que en su hoj a de abril, est o es, después
de los acont ecim ient os de prim avera, dio ya m uest ras de poca firm eza respect o al
apasionam ient o por el t errorism o y por los llam am ient os “ sanguinarios” . A pesar de
est a polém ica, la Unión cont est ó que est aba dispuest a a reanudar las negociaciones de
conciliación por int erm edio de un nuevo grupo de “ conciliadores” . La conferencia
prelim inar de represent ant es de las t res organizaciones cit adas se celebró ene l m es de
j unio y elaboró un proyect o de pact o basado en un det alladísim o “ acuerdo en
122
principio” , publicado por la Unión en el follet o Dos congresos y por la Liga en el follet o
Docum ent os del Congreso de “ unificación” .
El cont enido de est e acuerdo ( o, com o suele llam ársele, resoluciones a la
Conferencia de j unio) adopt ado con arreglo a los principios dem uest ra con claridad
m eridiana que nosot ros exigíam os, com o condición indispensable para la unificación,
que se repudiara del m odo m ás decidido t oda m anifest ación de oport unism o en
general y de oport unism o ruso en part icular. “ Rechazam os –dice el prim er párrafot odas las t ent at ivas de int roducir el oport unism o en la lucha de clase del prolet ariado,
t ent at ivas que se han m anifest ado en el llam ado “ econom ism o” , bernst einianism o,
m illerandism o, et c.” . “ La esfera de act ividad de la socialdem ocracia com prende… la
lucha ideológica cont ra t odos los adversarios del m arxism o revolucionario” ( 4, c) . “ En
t odas las esferas de la labor de agit ación y de organización, la socialdem ocracia no
debe olvidar ni un inst ant e la t area inm ediat a del prolet ariado ruso: derrocar a la
aut ocracia” ( 5, a) ; … “ la agit ación, no sólo en el t erreno de la lucha diaria del t rabaj o
asalariado cont ra el capit al” ( 5,b) ; … “ no reconociendo … la fase de la lucha puram ent e
económ ica y de la lucha por reivindicaciones polít icas parciales” ( 5, c) ; …
“ consideram os de im port ancia para el m ovim ient o crit icar las corrient es que erigen en
principio… lo elem ent al… y lo est recho de las form as inferiores del m ovim ient o” ( 5, d) .
I ncluso una persona com plet am ent e ext raña, después de leer m ás o m enos
at ent am ent e est as resoluciones, ha de ver pro su m ism o enunciado que se dirigen
cont ra quienes eran oport unist as y “ econom ist as” y han olvidado, aunque sólo sea un
inst ant e, la t area de derribar la aut ocracia, cont ra quienes han acept ado la t eoría de
las fases, han erigido en principio la est rechez de m iras, et c. Y quien reconozca m ás o
m enos la polém ica que el grupo Em ancipación del Trabaj o, Zariá e I skra han t enido
con Rabócheie Dielo, no dudará un inst ant e que est as resoluciones rechazan, punt o
por punt o, precisam ent e las aberraciones en que había caído Rabócheie Dielo. Por eso,
cuando en el Congreso de “ unificación” uno de los m iem bros de la Unión declaró que
los art ículos publicados en el núm ero 10 de Rabóchie Dielo no se debían al nuevo
“ viraj e hist órico” de la Unión, sino al espírit u dem asiado “ abst ract o” * de las
resoluciones, uno de los oradores lo puso con t oda razón en ridículo. Las resoluciones,
cont est ó, lej os de ser abst ract as, son increíblem ent e concret as: bast a echarles una
oj eada para ver que “ se quería cazar a alguien” .
Est a expresión m ot ivó en el congreso un episodio caract eríst ico. Por una
part e, B. Krichevski se aferró a la palabra “ cazar” , creyendo que era un lapsus delat or
de m ala int ención por nuest ra part e ( “ t ener una em boscada” ) y exclam ó en t ono
pat ét ico: “ ¿A quién se iba a cazar?” “ Sí, en efect o, ¿a quién?” , pregunt ó irónicam ent e
Plej ánov. “ Yo ayudaré al cam arada Plej ánov en su perplej idad –cont est ó B. Krichevski- ,
yo le explicaré a quien se quería cazar era a la redacción de “ R. Dielo” . ( Hilaridad
general) ¡Pero no nos hem os dej ado cazar! ” ( Exclam aciones de la izquierda: “ ¡Peor
para vosot ros! ” ) Por ot ra part e, un m iem bro del grupo Borbá ( grupo de conciliadores) ,
pronunciándose cont ra las enm iendas de la Unión a las resoluciones, y en su deseo de
defender a nuest ro orador, declaró que, evident em ent e, la expresión “ se quería cazar”
se había escapado sin querer en el calor de la polém ica.
Pro lo que a m í se refiere creo que el orador que ha em pleado la expresión
o se sent irá del t odo sat isfecho de est a “ defensa” . Yo creo que las palabras “ se quería
cazar a alguien” fueron “ dichas en brom a, pero pensadas en serio” : nosot ros hem os
acusado siem pre a R. Dielo de falt a de firm eza, de vacilaciones, razón por la cual
debíam os, nat uralm ent e, t rat ar de cazarlo para hacer im posibles las vacilaciones en lo
sucesivo. No se podía hablar aquí de m ala int ención porque se t rat aba de falt a de
firm eza en los principios. Y hem os sabido “ cazar” a la Unión procediendo lealm ent e [ 3]
123
, de m anera que las resoluciones de j unio fueron firm adas por el propio b. Krichevski y
por ot ro m iem bro de la adm inist ración de la Unión.
Los art ículos publicados en el núm ero 10 de R. Dielo ( nuest ros cam aradas
vieron est e núm ero sólo cuando hubieron llegado al congreso y unos días ant es
inaugurarse ést e) dem ost raban claram ent e que del verano al ot oño se había producido
ot ro viraj e en la Unión: los “ econom ist as” obt uvieron una vez m ás la suprem acía, y la
redacción, dúct il a t oda nueva “ corrient e” , volvió a defender a los “ m ás declarados
bernst einianos” , la “ libert ad de crít ica” y la “ espont aneidad” y a predicar por boca de
Mart ínov la “ t eoría de rest ringir” la esfera de nuest ra influencia polít ica ( con el
propósit o aparent e de com plicar est a m ism a influencia) . Una vez m ás se ha
confirm ado la cert era observación de Parvus de que es difícil cazar a un oport unist a
con una sim ple fórm ula, porque le cuest a t an poco firm ar cualquier fórm ula com o
renegar de ella, ya que el oport unism o consist e precisam ent e en la falt a de principios
m ás o m enos definidos y firm es. Hoy, los oport unist as rechazan t oda t ent at iva de
int roducir el oport unism o, rechazan t oda rest ricción, prom et en solem nem ent e “ no
olvidar un inst ant e el derrocam ient o de la aut ocracia” , hacer “ agit ación no sólo en el
t erreno de la lucha diaria del t rabaj o asalariado cont ra el capit al” , et c. Y m añana
cam bian de t ono y vuelven a las andadas so pret ext o de defender la espont aneidad,
de la m archa progresiva de la lucha cot idiana y m onót ona, de ensalzar las
reivindicaciones que prom et en result ados palpables, et c. Al cont inuar afirm ando que
en los art ículos del núm ero 10 la “ Unión no ha vist o ni ve ninguna abj uración herét ica
de los principios generales del proyect o de la conferencia” ( Dos congresos, Pág. 26) , la
Unión sólo revela con ello que es incapaz por com plet o o que no quiere com prender el
fondo de las discrepancias.
Después del núm ero 10 de R. Diego nos quedaba por hacer una sola
t ent at iva: iniciar una discusión general para convencernos de si t oda la Unión se
solidarizaba con est os art ículos y con su redacción. La Unión, est á disgust ada con
nosot ros, sobre t odo, por est e hecho y nos acusa de que int ent am os sem brar la
discordia en su seno, de que nos inm iscuim os en cosas aj enas, et c. Acusaciones a
t odas luces infundadas, porque, t eniendo una redacción com puest a por elección y
dúct il para “ girar” al m enor soplo del vient o, y éram os nosot ros quienes
det erm inábam os esa dirección en las sesiones a puert a cerrada, a las que sólo asist ían
los m iem bros de las organizaciones venidas para unificarse. Las enm iendas que se ha
int roducido en las resoluciones de j unio en nom bre de la Unión nos han quit ado el
últ im o asom o de esperanza de llegar a un acuerdo. Las enm iendas son una prueba
docum ent al del nuevo viraj e hacia el “ econom ism o” y de la solidaridad de la m ayoría
de la Unión con el núm ero 10 de R. Dielo. Se borraba del núm ero de m anifest aciones
del oport unism o el “ llam ado econom ism o” ( debido ala supuest a “ vaguedad” de est as
palabras, si bien de est a m ot ivación no se deduce sino la necesidad de definir con
m ayor exact it ud la esencia de una aberración m uy ext endida) ; t am bién se borraba el
“ m illerandism o” ( si bien B. Krichevski lo defendía en R. Dielo, núm . 2- 3, Pág. 83- 84, y
con m ayor franqueza aún en Vorwärt s [ 4] ) . A pesar de que las resoluciones de j unio
indicaban de m anera t erm inant e que la t area de la socialdem ocracia consist ía en
“ dirigir t odas las m anifest aciones de lucha del prolet ariado cont ra t odas las form as de
opresión polít ica, económ ica y social” , exigiendo con ello que se int roduj era m ét odo y
unidad en t odas est as m anifest aciones de lucha, la Unión añadía palabras superfluas
por dem ás, diciendo que la “ lucha económ ica es un poderoso est ím ulo para el
m ovim ient o de m asas” ( est as palabras, de pro sí, son indiscut ibles, pero, exist iendo un
“ econom ism o” est recho, no podían m enos de llevar a int erpret aciones falsas) . Más
aún, se ha llegado hast a a rest ringir con descaro en las resoluciones de j unio la
“ polít ica” , ya elim inando las palabras “ ni por un inst ant e” ( no olvidar el obj et ivo del
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derrocam ient o de la aut ocracia) , ya añadiendo las palabras “ la lucha económ ica es el
m edio aplicable con la m ayor am plit ud para incorporar a las m asas a la lucha polít ica
act iva” . Es nat ural que, una vez int roducidas est as enm iendas, t odos los oradores de
nuest ra part e fueran renunciando uno t ras ot ro a la palabra, pues veían la com plet a
inut ilidad de seguir negociando con gent e que volvía a girar hacia el “ econom ism o” y
se reservaba la libert ad de vacilar.
“ Precisam ent e lo que la Unión ha t enido por condición sine qua non para la
solidez del fut uro acuerdo, o sea, el m ant enim ient o de la fisonom ía de R. Dielo y de su
aut onom ía, es lo que I skra consideraba un obst áculo para el acuerdo” ( Dos congresos,
Pág. 25) . Est o es m uy inexact o. Nunca hem os at ent ado cont ra la aut onom ía de R.
Dielo [ 5] . Efect ivam ent e, hem os rechazado en form a cat egórica su fisonom ía propia si
se ent iende por t al la “ fisonom ía propia” en los problem as de principio de la t eoría y de
la t áct ica: las resoluciones de j unio cont ienen precisam ent e la negación cat egórica de
est a fisonom ía propia, porque, en la práct ica, est a “ fisonom ía propia” ha significado
siem pre, lo repet im os, vacilaciones de t oda clase y el apoyo que prest aban a la
dispersión im perant e en nuest ro am bient e, dispersión insoport able desde el punt o de
vist a del part ido. Con sus art ículos del núm ero 10 y con las “ enm iendas” , R. Dielo ha
m anifest ado claram ent e su deseo de m ant ener precisam ent e est a fisonom ía propia, y
sem ej ant e deseo ha conducido de m anera nat ural e inevit able a la rupt ura y a la
declaración de guerra. Pero t odos nosot ros est ábam os dispuest os a reconocer la
“ fisonom ía propia” de R. Dielo en el sent ido de que debe concent rarse en det erm inadas
funciones lit erarias. La dist ribución acert ada de est as funciones se im ponía por sí
m ism a: 1) revist a cient ífica, 2) periódico polít ico y 3) recopilaciones y follet os de
divulgación. Sólo la conform idad de R. Dielo con est a dist ribución dem ost raría su
sincero deseo de acabar de una vez para siem pre con las aberraciones com bat idas por
las resoluciones de j unio; sólo est a dist ribución elim inaría t oda posibilidad de
rozam ient os aseguraría efect ivam ent e la firm eza del acuerdo, sirviendo a la vez de
base par que nuest ro m ovim ient o crezca m ás y alcance nuevos éxit os.
Ahora ningún socialdem ócrat a ruso puede poner ya en duda que la rupt ura
definit iva de la t endencia revolucionaria con la oport unist a no ha sido originada por
cuest iones “ de organización” , sino precisam ent e por el deseo de los oport unist as de
afianzar la fisonom ía propia del oport unism o y de seguir ofuscando las m ent es con las
disquisiciones de los Krichevski y los Mart ínov.
Escrit o ent re el ot oño de 1901
y febrero de 1902.
publicado por prim era vez en
m arzo de 1902 en follet o apart e
en St ut t gart .
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N OTAS D EL AN EXO
[ 1] Est e Anexo fue suprim ido por Lenin al ser reedit ado ¿Qué hacer? En 1907,
en la recopilación Doce años.
[ 2] Est e j uicio sobre la escisión no sólo se basaba en el conocim ient o de las
publicaciones, sino en dat os recogidos en el ext ranj ero por algunos m iem bros de
nuest ra organización que habían est ado allí.
[ 3] A saber: en la int roducción a las resoluciones de j unio dij im os que la
socialdem ocracia rusa m ant uvo siem pre en conj unt o la posición de fidelidad a los
principios del grupo Em ancipación del Trabaj o y que el m érit o de la Unión est aba sobre
t odo en su act ividad en el t erreno de las publicaciones y de la organización. En ot ros
t érm inos, dij im os que est ábam os com plet am ent e dispuest os a olvidar el pasado y a
reconocer que la labor de nuest ros cam aradas de la Unión era út il a la causa, a
condición de que acabaran por com plet o con las vacilaciones, obj et o de nuest ra “ caza” .
Toda persona im parcial que lea las resoluciones de j unio las com prenderá sólo en est e
sent ido. Pero si ahora la Unión nos acusa solem nem ent e de falt ar a la verdad ( Dos
congresos, Pág. 30) por est as palabras sobre sus m érit os, después de haber provocado
ella m ism a con su nuevo viraj e hacia el “ econom ism o” ( en los art ículos del núm ero 10
y en las enm iendas) la rupt ura, est a acusación, com o es nat ural, no puede m enos de
provocar una sonrisa.
[ 4] En Vorwärt s se inició una polém ica a est e respect o ent re su redacción
act ual, Kaut sky y Zariá. No dej arem os de dar a conocer est a polém ica a los lect ores
rusos.
[ 5] Si no cont am os com o rest ricción de la aut onom ía las reuniones de las
redacciones, relacionadas con la form ación de un consej o suprem o com ún de las
organizaciones unidas, cosa que R. Dielo acept ó t am bién en j unio.
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En m ie n da pa r a “¿Qu é h a ce r ?”
El “ grupo de iniciadores” , al que m e he referido en el follet o ¿Qué hacer?,
Pág. 141, m e pide que haga la siguient e enm ienda al pasaj e donde se expone su
part icipación en el int ent o de conciliar las organizaciones socialdem ócrat as en el
ext ranj ero:
“ Sólo uno de los t res m iem bros de est e grupo se ret iró de la Unión a fines
de 1900; los rest ant es no lo hicieron hast a 1901, cuando se hubieron convencido de
que era im posible conseguir que la Unión acept ar celebrar una conferencia con la
organización de I skra en el ext ranj ero y con la Organización Revolucionaria Sot sialDem okrat , a lo que se const reñía la propuest a del grupo de iniciadores. La
adm inist ración de la Unión rechazó al principio est a propuest a, achacando su negat iva
a part icipar en la conferencia a la “ incom pet encia” de los int egrant es del grupo de
iniciadores m ediador y expresando su deseo de ent ablar relaciones direct as con la
organización de I skra en el ext ranj ero. Sin em bargo, la adm inist ración de la Unión no
t ardó en poner en conocim ient o del grupo de iniciadores que, después de aparecido el
prim er núm ero de I skra, en el cual se publicaba la not a sobre la escisión de la Unión,
cam biaba de parecer y no quería ponerse en cont act o con I skra. ¿Cóm o explicar
después de eso la declaración de un m iem bro de la adm inist ración de la Unión de que
la negat iva de ést a a part icipar en la conferencia se debía exclusivam ent e a que est aba
descont ent a de la com posición del grupo de iniciadores? Por ciert o, t am poco se
com prende que la adm inist ración de la Unión acept ara part icipar en la Conferencia de
j unio del año pasado: la not a que apareció en el prim er núm ero de I skra sigue en
vigor, y la repudia de la Unión por I skra cobró m ayor realce en el prim er volum en de
Zariá y en el cuart o núm ero de I skra, que aparecieron ant es de la Conferencia de
Junio” .
N. Lenin
“ I skra” , núm . 19, del 1 de abril de 1902
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