DOI: 10.18504/rl0110-005-2017
No. 10 – Marzo 2017
Minería, dinamismo y despojo
Laura Alvarez Huwiler 1
Resumen
El acelerado crecimiento del sector minero en Argentina en los últimos 15 años, así como en otros países
de la región, estuvo acompañado por una intensa oleada de conflictos sociales. A partir de este contexto
nos preguntamos por qué este crecimiento de la minería es particularmente conflictivo. La idea principal
que desarrollaremos en este artículo es que, debido a las características específicas que reviste este
crecimiento de la actividad, se producen dos procesos íntimamente relacionados: la transformación de la
minería en una de las actividades más dinámicas de la economía argentina y un reforzamiento de la
violencia de los mecanismos de despojo capitalista sobre las poblaciones de los territorios donde se
instalan los proyectos mineros. A partir de los estudios marxistas actuales acerca de la permanencia de la
“acumulación primitiva”, consideramos que tanto el dinamismo económico como la velocidad del
despojo son dos aspectos relacionados y que caracterizan el desarrollo del sector minero actual.
Palabras Clave: minería – conflictos socioambientales – crecimiento económico – modo de acumulación
– dinamismo – despojo – Argentina
Abstract
The rapid growth of the mining sector in Argentina in the last fifteen years, as well as in other countries
in the region, was accompanied by an intense wave of social conflicts. From this context we wonder why
1
Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Sociología Económica de la
Universidad de San Martín y Doctora en Ciencias Sociales de la UBA. Miembro del Centro de Investigaciones sobre la
Economía y la Sociedad en la Argentina Contemporánea (IESAC) de la Universidad Nacional de Quilmes y becaria
posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina. Investiga hace
nueve años las políticas públicas sobre el sector minero argentino y más recientemente, también sobre el sector minero
peruano.
Fecha de recepción: 25 de agosto 2016. Fecha de aceptación: 7 de febrero 2017
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this growth of mining activity is particularly troublesome. The main idea to develop in this paper is that
due to the specific characteristics that covers this growth of this activity two intimately related processes
occur: the transformation of mining in one of the most dynamic activities of the Argentinean economy
and a strengthening violence of the mechanisms of capitalist dispossession on the populations of the
territories where mining projects are installed. From the current marxist studies on the permanence of
primitive accumulation, we believe that both the economic dynamism and dispossession are two related
aspects that characterize the development of the current mining sector.
Keywords: mining ― environmental conflicts ― economic growth ― mode of accumulation ―
Dynamism ― dispossession ― Argentina
1. Introducción
En este trabajo se analizará el crecimiento de la actividad minera, especialmente de la minería metalífera,
por ser el rubro que más impacto tuvo en el proceso denominado “boom minero” y por representar uno de
los sectores más dinámicos de la economía argentina en la última década y media. Nos centraremos
específicamente en el papel que tiene la minería metalífera en el actual modo de acumulación argentino y
el tipo de crecimiento que implica, buscando su relación con los conflictos socioambientales que se
vienen registrando desde hace 15 años. En especial trataremos de contestar la pregunta: ¿qué es lo que
hace que el crecimiento de esta actividad económica sea tan conflictivo?
Son varios los autores que, desde distintas perspectivas, coinciden en destacar que la minería se encuentra
entre los sectores económicos más dinámicos de la etapa de la posconvertibilidad (Bugna y Porta, 2010;
Teubal, 2012; Schorr, Manzanelli y Basualdo, 2012). Por otra parte, si bien este trabajo se concentra en
Argentina, es imposible dejar de señalar que la actividad minera se ha expandido aceleradamente en gran
parte de América Latina (Alvarez Huwiler, Godfrid y Duárez, 2016). Y este crecimiento se encuentra
estrechamente vinculado con las modificaciones que vino atravesando la minería, que la
convirtierondesde la década de 1990, en una actividad completamente distinta de su versión artesanal e
incluso de aquella minería a socavón que en otros tiempos tuvo un peso indudable en varias economías
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de la región. Sin embargo, el actual desarrollo del sector minero en Argentina ha sido en especial
novedoso y significativo, sobre todo en comparación con la posición marginal que históricamente ocupó
la minería a nivel nacional como veremos en los siguientes párrafos (Alvarez Huwiler, 2013).
La incorporación de nuevas tecnologías al proceso de prospección, exploración y explotación, el alza del
precio de los metales en el mercado internacional, la implementación de marco legal favorable a las
grandes empresas, fueron el puntapié para que en Argentina ―como en otros países de la región― se
produjera, a fines de la década de 1990, el proceso que en Argentina se denomina “boom minero”, y que
implicó un aumento considerable en la cantidad de proyectos mineros metalíferos instalados en el país
(de 18 proyectos en 2002 a 407 proyectos en 2009) y que la producción minero-metalífera pasara a ser 11
veces mayor en 2009 que en 1990.i
Pero este crecimiento del sector fue acompañado por una intensificación de los conflictos sociales
vinculados con la instalación de proyectos mineros: durante el periodo que va de 1999 al 2012 se
registran en Argentina al menos 32 protestas sociales en torno a la minería.ii Este trabajo intentará buscar
elementos que nos ayuden a explicar qué es lo que hace a la minería una actividad tan conflictiva.
Sostendremos que la razón no se debe tanto al peso que tiene la actividad en el modo de acumulación de
la Argentina actual, sino a la forma de crecimiento de la producción minera, que conlleva un
reforzamiento de los mecanismos de despojo. Siguiendo este planteo, el trabajo se articulará en dos
partes. En la primera, retomaremos algunas de las caracterizaciones del boom minero realizadas por otros
autores y reflexionaremos sobre el peso de la minería en el modo de acumulación de Argentina;
asimismo, analizaremos la característica principal del tipo de crecimiento que transformó a la actividad
minera en este país: su dinamismo. En la segunda parte, nos abocaremos al problema central de nuestro
argumento: la relación entre el crecimiento -y la velocidad del crecimiento- de la actividad y las luchas
socioambientales, que no surgen tanto de su inserción en el modo de acumulación, como ya
mencionamos, sino del propio dinamismo y despojo de la actividad. Para ello, retomaremos algunas ideas
planteadas por otros autores, quienes enfatizan en los mecanismos de despojo, también denominados
mecanismos de acumulación por desposesión o primitiva, que lo acompañan.
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2. El sector minero argentino y el modo de acumulación
En la década de 1990 Argentina se situaba dentro de un panorama latinoamericano de crecimiento de la
minería a gran escala. Según el Banco Mundial, la exploración minera a escala mundial durante el
periodo 1990-1997 creció en 90%, mientras que en América Latina creció en 400%. Y la inversión en
exploración se incrementó ampliamente en esta región, superando los 566 millones de dólares en 2003,
hasta llegar a los 3 024 en 2010 (Bebbington, 2011).iii.
Sin embargo, Argentina tuvo sus particularidades en el desarrollo de la actividad minera. Entre ellas
podemos mencionar que partía de ser un país donde la minería era una actividad secundaria, sobre todo si
nos referimos a la minería metalífera. Pero, como las nuevas tecnologías permitían extraer los minerales
aunque estuvieran diseminados, esta actividad avanzó de manera considerable en las últimas décadas, lo
que dio lugar a la explotación de minerales donde antes hubiera sido impensable (Galafassi, 2008).iv, Así,
la posibilidad de extraer minerales de modos novedoso y las reformas en el viejo Código de Minería,v que
generaron condiciones más que favorables para el establecimiento de las grandes empresas mineras
(Alvarez Huwiler, 2013), facilitaron el aumento de las corrientes de inversión extranjera hacia el sector
minero desde mediados de la década del noventa mencionada. Entonces, el desarrollo tecnológico, junto
con este nuevo marco legal favorable y los altos precios internacionales, fueron la bandera de salida para
que se produjera el denominado “boom minero” y, en consecuencia, se generaran también grandes
transformaciones en esta actividad económica.vi Entre ellas se destaca, en primer lugar, el propio aumento
de la producción minera en general. Previo al auge de la producción de minerales metalíferos, la
actividad minera (total) representaba menos del 1% del PBI, pero a fines de la década de 1990 se produce
un gran crecimiento que se profundiza en la siguiente década: mientras que en 1993 el valor de la
producción del sector era de 478 millones de pesos (a precios constantes), en 1998 fue de 1 008, y en
2012 de 1 998 millones -es decir, la producción minera total aumentó cuatro veces en menos de dos
décadas (Alvarez Huwiler, 2016).
Asimismo, entre las transformaciones del sector, se advierte un aumento de la producción de minerales
metalíferos por sobre el resto de los minerales: mientras que en 1993, el total de extracción de cobre,
plata y oro, era de 46 890 toneladas, en 2002, esa cifra ascendía a 362 398 (tn), y en 2009 a 64 257 043
(tn) (indec, 1996, 2006, 2010). Y también se destaca un cambio en la orientación de la producción,
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dirigida ahora principalmente a la exportación: mientras que en 1993 se exportó el 3% de lo que se
producía, en 1995 superaba el 40%, llegando a un 80% en 2009 (Alvarez Huwiler, 2016).vii Por último,
dentro de las transformaciones puede observarse el cambio en el origen del capital, sobre todo en lo que
refiere a la minería metalífera donde los anuncios de inversión extranjera pasaron de 15 millones de
dólares en 1993 a 1 301.5 millones de dólares en 2012 (cep, 2013). Y otro punto importante es el
aumento de inversiones extranjeras directas (ied), es decir, la forma que asumió el capital, en general, en
el sector minero en argentina: en 1992 sólo el 0.02% de las ied se dirigió al sector minero, mientras que
en 2013, el porcentaje aumentó al 15.6% (Banco Central, 2014; Alvarez Huwiler, 2013).
Teniendo en cuenta el panorama de crecimiento y transformación del sector minero descrito, la idea es
responder la interrogante respecto a cuál es la incidencia actual de esta actividad en el modo de
acumulación, para determinar si es o no esta incidencia lo que explica el ascenso de los conflictos
socioambientales registrado, haciendo referencia a algunos trabajos que abordan el tema en cuestión.viii
Existen varios trabajos que relacionan el crecimiento del sector minero con un proceso al que se conoce
como extractivismo (&&entre otros, Svampa, 2012; 2013; Sacher, 2015; Machado Aráoz, 2009; Seoane,
2012, Navarro, 2016).ix A su vez, dentro de estas lecturas sobre el extractivismo, varias de ellas suelen
caracterizar al boom minero como un proceso derivado de un “modelo de acumulación” al que
denominan “extractivo-exportador”. x Este modelo extractivo-exportador se define por el avance de una
serie de actividades económicas como los agronegocios, en especial el monocultivo de soya, y la
extracción de minerales metalíferos. En general, se señalan algunas características que estas actividades
tienen en común: la escala de los proyectos, el carácter de los actores involucrados (corporaciones
trasnacionales) y las consecuencias para la actividad productiva (fortalecen los enclaves de exportación y
consolidan un perfil exportador de bienes sin mayor valor agregado) (Svampa, 2012).
En efecto, se puede corroborar que la mayoría de estas características señaladas tienen su correlato
empírico. En primer lugar, respecto a la escala de los proyectos,xi hay varios datos que corroboran la
caracterización de los proyectos mineros como proyectos a gran escala. Según el informe de
sostenibilidad 2014 de la empresa Bajo Alumbrera -que se encuentra a cargo del yacimiento de cobre, oro
y molibdeno a cielo abierto más importante del país que opera hace casi 20 años―, ésta intervino, sólo en
el año 2014, 65,82 hectáreas (aunque en total la minera ocupa 1 400 hectáreas), utilizó 62 324 000 m3 de
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agua “reciclada y reutilizada”, sumados a unos 23 451 000 m3 de agua consumida, 852 235 kW/h de
energía y 2 385 trabajadores -aunque sólo la tercera parte tienen plena dedicación.xii Además, según el
mismo informe, Alumbrera sola produjo, en 2014, unas 400 mil toneladas de concentrado de oro y cobre
que, aunque significa poco menos de la mitad de lo que produjo en los primeros años del inicio de la
operación (y sin tener en cuenta los otros minerales), esta cifra nos sirve para ejemplificar el tamaño de
este tipo de proyecto.
En segundo lugar, que los actores involucrados en la actividad minerometalífera son grandes empresas
extranjeras se demuestra teniendo en cuenta que, del total de los anuncios de inversión en minería
metalífera, el 97.5% corresponden a inversiones extranjeras, o bien, en el crecimiento del número de
empresas mineras extranjeras explorando en el territorio argentino: en 1990 había sólo siete de ellas
explorando en Argentina y en 2008, aumentaron a 150 (Alvarez Huwiler, 2016). Y según el Ministerio de
Energía y Minería de la Nación, hoy existen 157 empresas con prospectos mineros en desarrollo, de las
cuales el 85% son extranjeras (Ministerio de Energía y Minería, 2016).
En tercer lugar, en relación con los enclaves de exportación, se dice que el tipo de producción minera
funciona de manera similar a un enclave, puesto que se generan, en un espacio temporal y geográfico,
ciertas condiciones que lo diferencian del resto del territorio. Por ejemplo, los salarios por lo general son
más elevados que los del resto de la economía; hay poca o ninguna integración al resto de la economía
provincial o del país; cuentan con tecnología de avanzada, que coexiste con sectores económicos más
tradicionales, y por la magnitud de las exportaciones del producto o por los precios del mismo en el
mercado mundial, que llegan a ser tan significativas que se convierten en estratégicas no sólo para las
empresas, sino también para el Estado nacional (Cademartori y Arias, 2010). Respecto al desarrollo
tecnológico basta ver la cantidad de congresos mineros, revistas, organismos como el Instituto de
Tecnología Minera (intemin), la inclusión del tema en los planes mineros nacionales y carreras
relacionadas con las nuevas tecnologías mineras, para percibir el desarrollo mundial que existe en esta
área (Alvarez Huwiler, 2013). Y sobre los salarios, salvo excepciones, es cierto que se encuentran dentro
de los más elevados de la economía. En efecto, el promedio de la remuneración bruta del sector minero
en 2012 era de 21 980 pesos, mientras que el salario promedio general era, en ese mismo año, de 7 168
pesos (Lendoiro, 2012).xiii
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Y en cuarto lugar, la minería metalífera argentina claramente podría ubicarse entre las actividades
primarias con mayor orientación de la producción hacia el mercado externo, impulsada por una coyuntura
de creciente demanda internacional de metales. En efecto, dentro del sector minero, el promedio de lo
exportado en relación con lo producido en el periodo 1999-2009 fue de 70.5 % (Alvarez Huwiler, 2016)
No obstante, si nos preguntamos por el lugar que ocupa este sector en la economía argentina a nivel
nacional, y si ese lugar puede definir el actual modo de acumulación de Argentina y explicar la
modalidad de desarrollo adoptada por la conflictividad social durante el periodo, la respuesta es más
compleja. Es difícil sostener que un sector que representa “cerca del 4% del pib” (porcentaje que,
además, incluye petróleo; por lo tanto, lo que corresponde sólo a minería es menos del 1%), pueda
explicar el modo de acumulación del país, sobre todo si lo comparamos con otros países como Chile,
donde sólo la minería del cobre representa el 11% del pib y donde, efectivamente, buena parte del
comercio exterior chileno puede explicarse básicamente por este sector, ya que las exportaciones mineras
superan el 60% de las exportaciones totales; es decir, un 54% más que las exportaciones de ese rubro en
Argentina. O el caso de Perú, país en el cual el sector minero ocupa el 9% del pib (sin incluir petróleo)xiv
(Alvarez Huwiler, 2016). Entonces, la idea que queremos plantear consiste en que, si en lugar de partir de
una caracterización del modo de acumulación en su conjunto desde la actividad minera, partimos de la
manera específica en que viene creciendo este sector minero, quizá podamos llegar a establecer
relaciones más interesantes con las luchas socioambientales que vienen desarrollándose en Argentina
recientemente. Entonces, en lo que sigue, explicaremos de qué trata esta manera específica de
crecimiento del sector minero, y cuál es su relación con las políticas que sostienen el desarrollo de la
actividad minera, cuestionadas en el marco de las luchas socioambientales.xv
Una de las características más importantes del crecimiento de la actividad minera ha sido el nivel de
intensidad, la vertiginosidad con la que se ha producido ese crecimiento. Es decir, más que un aumento
en términos absolutos, lo que hace que este proceso haya sido un boom es el aumento en términos
relativos y la velocidad del mismo; dicho de otra manera, lo que hace significativo al crecimiento de la
actividad es el aumento abrupto y veloz respecto a la misma actividad en el periodo anterior. Así, pueden
observarse cambios, antes impensados, dentro del sector minero, y ello más allá del peso total de la
actividad en la economía nacional. En efecto, el sector pasó a cuadriplicar su producción, las
exportaciones mineras aumentaron 2000% en dos décadas, y los flujos de ied al sector pasaron de 4
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millones de dólares en 1992 a 1883 millones en 2013. Estos datos son muy significativos en proporción
al crecimiento de otros sectores económicos. Entonces, más allá del porcentaje respecto al pib, la minería
es una actividad con un enorme dinamismo comparada con otras actividades de mayor peso en la
economía nacional. Como señalan Schorr y Ortiz en el caso del complejo cuprífero, éste fue “el
agrupamiento exportador más dinámico dentro del segmento de los más importantes del país” (Schorr y
Ortiz, 2007: 26).
Es decir, a partir de estos datos, lo que sí se puede afirmar es que éste es el sector más dinámico en la
última década respecto a la producción, a las ied y a las exportaciones. Y este punto es de suma
importancia si tenemos en cuenta dos aspectos decisivos a la hora de analizar el peso de una actividad
económica en una economía capitalista, más allá del peso en el pib: el papel de la actividad respecto a la
inserción internacional de una economía y el papel de la actividad frente al sostenimiento de ciertas
políticas económicas. Estos dos aspectos son los factores que inciden en el claro enfrentamiento de
intereses que se ponen en juego entre la gran mayoría de los gobiernos de la región y las poblaciones que
sufren directamente las consecuencias del desarrollo de la minería.
Pongamos un ejemplo concreto que ilustra cómo estos factores mencionados refuerzan los conflictos. Los
pobladores de los territorios en conflicto (como en el caso más reciente de la localidad de Jachal en la
Provincia de San Juan), donde ya se encuentran mineras, exigen estudios “independientes” de la tierra
que habitan y el agua que beben, para saber cuán contaminadas están, dado que los únicos estudios
ambientales son realizados por la misma empresa o por los gobiernos provinciales, de los cuales,
claramente, desconfían. Así lo explica un vecino del lugar: “Alumbrera le significa al gobierno provincial
el 70% de los ingresos fiscales. Conociendo a nuestra clase dirigente, ¿usted cree que denunciarán a sus
sostenedores económicos?” (Aranda, 2006).
Con base en esta relación entre gobiernos e ingresos provenientes de actividades como la megaminería,
algunos autores hicieron una caracterización particular sobre los gobiernos “progresistas” que
implementan políticas promotoras de la actividad minera a gran escala dentro de la región. Entre ellos,
Gudynas (2009), quien ha denominado a este proceso latinoamericano como “neoextractivismo
progresista”. Para este autor, la novedad de este proceso reside en que, a diferencia del “viejo”
extractivismo propio de las décadas de 1980 y 1990, el actual muestra un papel más activo del Estado en
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el mercado. A diferencia del Estado neoliberal, el “Estado progresista” se convierte en socio de las
actividades extractivas y se apropia de una porción de los excedentes generados por éstas para utilizarlos
en la financiación de programas sociales, obteniendo, a su vez, “nuevas fuentes de legitimación social”.xvi
Más allá del nombre que se le dé a este proceso en su relación con los Estados latinoamericanos y una
visión instrumentalista del Estado, lo cierto es que tanto el crecimiento de las exportaciones como el de
las inversiones extranjeras significa, por lo menos en teoría, un importante ingreso de divisas. Y aunque
siempre sea más convincente invocar la supuesta cantidad de empleo que genera la minería, o el
“derrame de desarrollo” en las regiones mineras, xvii parece haber sido más bien el ingreso de divisas la
razón por la cual la mayoría de los gobiernos de tinte progresista de la región han decidido fortalecer
políticas públicas tendientes a la promoción de inversiones hacia el sector minero y al desarrollo de la
actividad en general, con costos altísimos para las poblaciones en donde ésta se despliega.
3. El dinamismo económico y el despojo capitalista: dos caras de la misma moneda
Nos preguntábamos al comienzo del artículo por qué el crecimiento de la actividad minera es
particularmente conflictivo. Como vimos en el apartado anterior, la minería no es aún una actividad de
gran peso en el modo de acumulación en Argentina, pero sí constituye una actividad con un gran
dinamismo económico. Entonces, en este apartado, buscaremos explicar la relación entre este dinamismo
económico y la conflictividad social, a partir de lo que algunos autores, desde una lectura marxista,
definen como mecanismos de despojo (desposesión, acumulación primitiva u originaria).xviii. Y, aunque
existan algunas diferencias entre estos autores, aquí mencionaremos solamente el problema general que
plantean y algunos aspectos centrales del debate en torno a la acumulación primitiva que creemos
necesarios para comprender nuestra interrogante central.xix
En la década de 1990 surge una polémica en torno al proceso de acumulación originaria descrito por
Marx ([1867] 2010) en el capítulo 24 de El Capital.xx En este capítulo, Marx emprende la tarea de
explicar la escisión que presupone la emergencia de las relaciones capitalistas de producción, es decir, de
explicar los orígenes del capital, a partir del caso de la Inglaterra del siglo xv. En aquellas páginas, Marx
denuncia esta historia de robo y expropiación de bienes comunales, devela la historia de sangre y fuego
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del origen del capital, cuyo fundamento es la “doble liberación” del campesino (liberado de sus lazos
feudales y despojado de sus medios de subsistencia). Realizó así en un recorrido por las formas jurídicas
sanguinarias de la expropiación de bienes, el cercamiento de tierras comunales, la expulsión por deudas y
las leyes contra los vagos, entre otras atrocidades. Es indiscutible que Marx utilizó un caso histórico para
explicar dicha escisión que da origen al capitalismo. Sin embargo, que su argumentación haya utilizado
un caso histórico (aunque desde luego, no cualquier caso histórico), no se traduce en que aquel
mecanismo explicado sea sólo un hecho histórico ya superado.
En un artículo titulado “Los nuevos cercamientos”, que dará inicio a aquel debate de la década de 1990,
el colectivo de la revista Midnight Notes argumentó que el proceso descrito por Marx no refería o no
debería referirse sólo a un momento histórico superado, sino a una lógica que se reitera regularmente en
el desarrollo capitalista. Los cercamientos no serían “un proceso singular agotado en los albores del
capitalismo. Retornan regularmente en la senda de la acumulación y son un componente estructural de la
lucha de clases” (Collective Midnight Notes, 2012: 3). Por su parte, De Angelis, en su artículo “Marx y la
acumulación primitiva”, publicado en 2001, alegó que “la teoría de Marx sobre acumulación primitiva
podría ser interpretada como conteniendo, al mismo tiempo, un argumento histórico y otro de
continuidad” (De Angelis, 2012: 2). Señala este autor que un punto crucial en la explicación de Marx es
que el capital, desarrollado históricamente, “crea él mismo sus condiciones de existencia (no como
condiciones de su surgimiento, sino como resultados de su existencia)” (Marx, 2009: 420 citado por De
Angelis, 2012: 8) y, por lo tanto, esto conlleva la reproducción (en escala ampliada) de la separación
entre medios de producción y productores. No obstante, la producción ex novo de la separación implica la
existencia de fuerzas sociales que se posicionan por fuera de la esfera impersonal y “pura” de las leyes
económicas. La separación ex novo entre los medios de producción y los productores se corresponde a la
creación ex novo de la oposición entre ambos, y con la fundación ex novo del específico carácter alienado
adquirido por el trabajo en el capitalismo. (De Angelis, 2012: 8). También Bonefeld sostuvo que la
acumulación primitiva no sólo describe el periodo de transición al capitalismo:
la acumulación primitiva se reproduce constantemente, ya sea en términos de la renovada
separación de nuevas poblaciones de los medios de producción y subsistencia, o en términos de la
reproducción de la relación salarial dentro de las relaciones “establecidas” del capital […]. Las
relaciones sociales capitalistas descansan en el divorcio de las masas de población de los medios
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de producción. Este divorcio fue resultado de la acumulación primitiva y es el supuesto sobre el
cual descansa la explotación capitalista. La acumulación primitiva es, entonces, un elemento
necesario del capitalismo. O mejor: es el supuesto del capital y el resultado de su reproducción.
En pocas palabras, la acumulación primitiva es la constitución de la sociedad y de las relaciones
capitalistas (Bonefeld, 2012: 2)
Asimismo, Harvey (2005) retomó el tema, aunque sugirió renombrar la “acumulación originaria
reiterada” como “acumulación por desposesión”, para evitar el equívoco que introduce lo de “originario”
o “primitivo” y enfatizar de este modo su carácter regular.xxi
En los trabajos de Harvey, y sobre todo en los de Bonefeld, de De Angelis y del colectivo Midnight
Notes, entre otros, referidos a la acumulación primitiva (originaria o por desposesión), el acento se
encontraría en la violencia que caracteriza al proceso de separación de los medios de producción y
subsistencia respecto de los productores. Y en que dicha separación sigue siendo fundamento de, o es
inherente a, el desarrollo del sistema capitalista y, en ese sentido, sigue siendo actual.
La persistencia de los mecanismos propios de la acumulación primitiva puede observarse, también, en el
desarrollo de la actividad minera. En efecto, existen varios ejemplos que pueden echar luz respecto a
cómo actúan concretamente estos mecanismos que acompañan el crecimiento del sector minero y que
amenazan, o transforman, las condiciones de vida de las poblaciones, incluyendo en varios casos la
separación del mismo suelo donde habitan para ser transformado en medios de producción para la
reproducción del capital (Sacher, 2015). Pongamos uno de estos ejemplos de nuestros días, como es el
caso de Andalgalá, una de las ciudades más importantes de la provincia de Catamarca, ubicada en el
noroeste argentino y donde viven alrededor de 17 000 habitantes.
En 2005, el área urbana de Andalgalá fue otorgada en concesión (en el proyecto “Pilciao 16”), por el
Gobierno de Catamarca, para explotación minera. En aquel año y a 17 km de la ciudad ya se encontraba
otro proyecto minero (Agua Rica) sobre las nacientes del río que alimenta de agua a la población de
Andalgalá que, sumado al proyecto Bajo Alumbrera -puesto en marcha una década atrás-, había
desencadenado la resistencia de los pobladores del lugar, que se unieron en una asamblea y reclamaron el
fin de ambos proyectos mineros (Machado Aráoz, 2009). El documento oficial fechado del 18 de
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noviembre de 2009, y firmado por el secretario de Minería de la provincia de Catamarca de aquel
momento, decía respecto al proyecto Pilciao 16:
El área de mina cubre prácticamente la ciudad de Andalgalá, situación que es normal y corriente,
ya que según el Código de Minería pueden coexistir las dos propiedades, tanto la minera como la
superficial, siendo la minera en este caso con fines de prospección y exploración, que en caso de
llegar a una explotación se deberá contemplar la indemnización correspondiente y el mayor
interés público por parte del Estado, para la prioridad del desarrollo” (citado en Aranda, 2010).
Sólo este proyecto concesionaba 4465 hectáreas que involucraban gran parte del área urbana. Pero,
además, el informe refería a los 280 permisos de prospección y exploración que para aquel momento
tenía el departamento de Andalgalá (Aranda, 2010). En conclusión, de ponerse en marcha aquel proyecto,
miles de pobladores de Andalgalá serían expropiados de sus viviendas para la reproducción del capital.
Existen otras formas de despojo que genera la minería, donde los procesos no se han dado de la misma
manera que en Andalgalá y no por ello dejan de representar posibles formas, más o menos directas, de
destrucción de sus modos de vida.
Procesos como éstos, que van de la mano de desplazamientos de distintas poblaciones por proyectos de
explotación minera u otros que también implican una separación forzada entre personas y sus medios de
vida, y de una posterior apropiación de éstos por parte del capital, se encontrarían dentro de los
mecanismos de acumulación por despojo. xxii Y en este sentido, las luchas que vienen produciéndose en
Catamarca, La Rioja, Mendoza, Chubut, así como en otros territorios de Argentina, responden a este
movimiento violento que significa, también, perder el derecho a la autodeterminación, como parte del
avance del capital que, en forma de empresas extranjeras, genera una destrucción de sus medios de
producción y subsistencia (como los ríos, las montañas, etc.). xxiii Como afirma Sacher:
El despliegue de un proyecto megaminero moderno implica transformaciones y destrucciones
materiales e inmateriales de gran magnitud. Se producen diversas formas de contaminación
crónica y accidental del aire, suelo y agua, por nombrar algunas, además de contaminación por
ruido, que genera transformaciones e impactos negativos sustanciales sobre el equilibrio de los
ecosistemas y la biodiversidad, así como en la salud pública en general; además, se afectan las
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actividades productivas (en particular agropastorales), se incide en la inequidad de género y se
alteran las formas sociales y culturales en general, que derivan en la desorganización social de
comunidades, tensiones intracomunidad y familiares […]. La magnitud de estos impactos se ve
reforzada por la tendencia actual de explotación de yacimientos cada vez menos concentrados en
minerales (Prior et al. 2012), lo que implica desechos e insumos en cantidades cada vez más
importantes (Mudd, 2007, 2008), y el uso de tecnologías más dañinas como la minería a cielo
abierto (Sacher, 2015: 103).
Estos procesos son innegables y las luchas socioambientales que se vienen gestando en varios territorios
del mundo responden a una necesidad de enfrentar aquello que las propias asambleas argentinas definen
como “saqueo y contaminación”.xxiv Pero la explicación de estas luchas no se deriva del lugar que el
sector minero ocupa dentro de la acumulación capitalista del país en su conjunto. Tampoco se deriva de
que el modo de acumulación en cuestión, definido a escala nacional, tenga entre sus características la
producción para la exportación de una mayor cantidad de productos de origen minero. Es decir, la
conflictividad desencadenada por estos procesos de acumulación por despojo no responde a la posición
alcanzada por la minería dentro del modo de acumulación ni mucho menos a que dicha actividad esté
orientada a la exportación de bienes “sin mayor valor agregado”, sino a la violencia que caracteriza
aquella separación entre los pobladores y sus medios de vida inherente a su expansión. xxv La
conflictividad que se manifiesta en varios territorios surge del carácter despojante del desarrollo del
sector minero propio del sistema capitalista, y no de su crecimiento en tanto actividad económica a nivel
nacional. Entonces, la contradicción que se observa es la siguiente: fuertes conflictos que surgen en
territorios provinciales, cuya explicación no debe buscarse en el desarrollo de la actividad a nivel
nacional (o sea, en el peso de la actividad en el modo de acumulación), aunque las políticas que
promuevan la actividad sean también nacionales, debido al ingreso de capitales que dichas actividades
generarían al fisco. Así, los conflictos cobran una importancia nacional -lo que explica que en lugares
donde no existe minería en Argentina haya, en muchas oportunidades, acciones de apoyo a las luchas
socioambientales-, pero el surgimiento de aquellos conflictos no se debe al carácter nacional del
desarrollo de la actividad minera, sino al despojo que genera aquel dinamismo de crecimiento minero a
nivel local. Es tal el impacto negativo que ocasionan los megaproyectos de las empresas trasnacionales en
la forma de vida de las poblaciones donde se instalan (contaminación de afluentes, desplazamiento de
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poblaciones, montañas dinamitadas y territorios destruidos, aumento en los precios inmobiliarios,
privatización o destrucción de caminos, entre otros) que, aunque el despojo y, como consecuencia, el
conflicto, se produzcan a nivel local, sus ecos y las redes de asambleas que impulsaron se sienten a la
distancia.
Se desprende entonces que lo que existe es una relación directa entre la manera en que, necesariamente
en este sistema, tiene lugar la expansión de esa actividad,xxvi y los procesos violentos de desplazamiento
de poblaciones y destrucción de sus condiciones de vida, que llevan adelante las empresas mineras en
acuerdo con los gobiernos provinciales y nacionales y, por consiguiente, de conflictividad social.
Decimos que es el dinamismo de la actividad minera lo que genera la violencia del despojo, puesto que
significa una aceleración del crecimiento y un movimiento abrupto del capital a gran escala que, en
general, se produce también gracias a la concentración del capital y a la innovación tecnológica.xxvii Esta
última, puesta al servicio de la actividad minera a gran escala, conduce a una transformación abrupta del
territorio porque, como ya explicamos al comienzo del artículo, implica la utilización de grandes
cantidades de agua y productos tóxicos para la vida humana, consumo de energía, maquinarias de gran
magnitud que destruyen los caminos, etc. Y esta minería actual, perteneciente a los sectores modernos de
gran rentabilidad, en general, sólo puede ser llevada adelante por grandes empresas trasnacionales que
cuentan con capitales propios o con el apoyo de los bancos más importantes del mundo. Por lo tanto, son
estos sectores en auge, de gran escala y de tipo capital intensivo, los que suelen generar los mayores
procesos de despojo. En su forma de crecimiento, o sea, en su dinamismo, reside este tipo de mecanismos
violentos de desposesión, y no en el origen de su capital o en la orientación de la producción. Aunque
estos procesos de separación de los pobladores respecto de sus medios de subsistencia fueran impulsados
por empresas estatales, mixtas o privadas domésticas, como sucede en otros casos latinoamericanos, sus
características no cambiarían. La nacionalidad del capital o la orientación hacia la exportación responden,
en todo caso, a la inserción internacional que una economía tenga en un momento dado. En cambio, el
despojo y su correlato destructivo hacia naturaleza y los medios de vida forman parte de una lógica
propia del desarrollo del capitalismo (aunque adquieren formas específicas en la fase actual), y las luchas
que se dan en diversos territorios para enfrentarlo, son respuestas a esta lógica.
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Consideraciones finales
En este artículo buscamos responder qué es lo que hace que el crecimiento de la actividad minera sea tan
conflictivo. Con este cometido dividimos el artículo en dos partes. En la primera analizamos,
específicamente, cómo creció la actividad minera en Argentina (aunque, aclaramos, también en la
mayoría de los países donde se ha dado el desarrollo de la minería a gran escala). Concluimos que su
característica principal es el dinamismo económico, es decir, la vertiginosidad, la aceleración de dicho
crecimiento en comparación con otras actividades económicas y a la misma actividad dos décadas atrás.
Este crecimiento, dentro de la fase actual del desarrollo capitalista, no parece ser viable bajo otra
modalidad (es decir, con una minería a pequeña escala, con un crecimiento gradual, no-contaminante y
las demás características soñadas por muchos promotores del desarrollo minero). Debido a la
diseminación de minerales, a la concentración de capitales y a las nuevas tecnologías que se
desarrollaron, parece impensable que el crecimiento de la actividad minera genere procesos de menor
destrucción de las condiciones de vida y la naturaleza, o sea, de menor violencia para las poblaciones que
viven en los territorios “mineros”.
En la segunda parte, entonces, relacionamos el dinamismo económico que caracteriza a la actividad
minera con los mecanismos de despojo, es decir, con el fundamento de las resistencias socioambientales
argentinas. Con la frase mecanismos de despojo nos referimos, concretamente, a la destrucción, ya
realizada o posible, de las condiciones de vida de las poblaciones donde se instalan los megaproyectos
mineros, es decir, a la separación de las poblaciones de sus medios de subsistencia. Entonces, los
conflictos que se generan en distintos territorios son producto de la resistencia contra los embates de las
trasnacionales mineras que, por la forma propia de este tipo de producción, buscan constantemente
ingresar los medios de subsistencia de poblaciones enteras (afluentes de ríos, el propio suelo donde viven,
etc.) a la lógica de la rentabilidad capitalista. Contra ello resisten las asambleas socioambientales bajo la
consigna “contra el saqueo y la contaminación”.
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i1 Estas páginas retoman otros trabajos, en los que la autora realizó un análisis del desarrollo de ciertos
indicadores económicos como la producción, las inversiones extranjeras y las exportaciones, que aquí
sólo serán mencionadas acompañando algunas reflexiones (Alvarez Huwiler, 2014; 2016). Pero es
importante aclarar que previo a 2002, los datos estadísticos de la Secretaría de Minería son muy pobres, y
necesitaron ser reconstruidos. Pero según lo informado por la Secretaría de Minería de la Nación,
podemos estimar que en 1992, sólo había un proyecto megaminero en el país que hubiera atravesado la
etapa de exploración positiva: Bajo Alumbrera. Pero anteriormente existían proyectos mineros a menor
escala como el caso de Pirquitas -proyecto ubicado en la provincia de Jujuy, que previo a la década de
1990 funcionaba con métodos subterráneos de explotación (Tendencias Económicas, 1992).
2
Para ver un desarrollo más detallado sobre conflictividad en el sector minero en Argentina y Perú, véase
Alvarez Huwiler, Godfrid y Duárez (2016) y Alvarez (2013), donde se hace referencia a tipos de
conflicto, periodos y otros indicadores en los cuales aquí nos basamos.
3
En un trabajo de la CEPAL, realizado por Sánchez Albavera y Lardé, demuestran los aumentos en
la producción de distintos minerales en la región desde comienzos de la década de 1990 hasta mediados
de la siguiente década, pero dado el detalle del documento es imposible enumerarlos todos aquí. Sin
embargo, observando los cuadros elaborados por estos autores, a partir de datos del World Bureau of
20
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Metal Statistics, UNCTAD, Estadísticas sobre el mineral de hierro Gold; Gold Survey -de distintos años- y
World Silver Survey, -también de distintos años-, puede observarse que todas las tasas de crecimiento de
la producción de minerales en América Latina fueron mayores en el periodo 2000-2004 que en el de
1990-1999, salvo por el caso del cobre de mina y cobre refinado (Sánchez Albavera y Lardé, 2006)
4
En un documento de la CEPAL, transcrito en la revista Panorama Minero, que analiza la situación del
nivel tecnológico del sector minero-metalúrgico de la región entre 1985 y 1990, se describen los
adelantos tecnológicos diferenciándolos por las etapas de la producción hasta el momento. Según el
documento: los métodos tradicionales de mapeos, estudios geológicos, geofísicos y geoquímicos,
perforación de piques y socavones se estaban transformando con técnicas modernas de sensores remotos
para la interpretación y el análisis geofísicos, sísmicos, gravimétricos de conductividad eléctrica,
aeromagnetismo, radioactividad, medición del calor generado o consumido; además, el uso de software
interpretativo, de imágenes satelitales; la construcción de modelos geológicos de yacimientos, uso del
software de sistemas estadísticos, los sistemas de -Down-the Hole con monitoreo computacional y
registro continuo de las variables operativas, optimización operativa, mediante, por ejemplo, el reemplazo
de inyectores mecánicos por inyección controlada mediante microprocesadores y el mejoramiento de la
transmisión mecánica a fin de aumentar la velocidad, la lixiviación y curado, extracción por solventes,
lixiviación a presión, biolixiviación, molienda semiautógena y autógena, flotación columnar, sistemas de
automatismo y control computarizado, equipos de centrifugación, molinos de rodillo de alta presión y
clasificación hidromáticos. Por último, algunos proyectos fueron cambiando la etapa de lixiviación por
percolación y por agitación, lo que dio paso a la lixiviación de pilas, con o sin curado previo; también se
ha desarrollado la extracción por solventes, el intercambio iónico, la electrodepositación, el carbón
activado y la lixiviación bacteriana. Estas tecnologías se han utilizado para la obtención de minerales
como aluminio, cobalto, cobre, manganeso, níquel, oro, plata, uranio y zinc (Panorama Minero núm.177:
41).
5 Argentina ya contaba con un Código de Minería “adelantado” para los inversores de la época (del año
1886), porque este viejo código de minería ya era una legislación liberal y establecía varios beneficios
para las empresas mineras. Por ejemplo, en el artículo 9 prohibía la explotación de minas por parte del
Estado. Sin embargo, para la década de 1990, este viejo marco jurídico no representaba un “marco
jurídico ideal” que diera suficientes garantías a las inversiones que necesitaba, sobre todo, la nueva gran
minería. Desde luego, las reformas al Código de Minería no fueron exclusivas de Argentina, sino que
muchos países latinoamericanos promulgaron leyes a fin de atraer inversiones extranjeras al sector
minero. Chile, por ejemplo, fue pionero en las reformas de su legislación minera, pero la gran mayoría de
los países de la región implementaron cambios en sus marcos jurídicos mineros en la década de 1990.
Además de Argentina, también lo hicieron Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, México y Perú. Estos
21
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países no sólo compartieron el momento histórico de promulgación de las reformas, sino también ciertas
características de las mismas como la tendencia a reducir la presencia del Estado en la explotación directa
de los minerales, la exención impositiva, la libertad para remitir utilidades, cláusulas de no
discriminación a la inversión extrajera, etc. (Chaparro, 2002). Para profundizar sobre la reformas
jurídicas en el sector minero argentino entre 1992 y 2007, puede verse el capítulo cuatro de la tesis
doctoral de Alvarez Huwiler (2013) dedicado únicamente a este tema.
vi
Para dar un ejemplo del aumento en los precios internacionales, podemos ver el caso del oro, el
cual aumentó cuatro veces entre 1990 y 2010 (disponible en investing.com).
6 Mientras que el tipo de producción minera (basada sobre todo en rocas de aplicación y minería no
metalífera) se encontraba orientada al mercado interno, sobre todo a la construcción -como el caso de los
productos de Loma Negra-, la producción de minerales metalíferos se orientará básicamente al mercado
externo.
7
Respecto al ascenso de los conflictos sociales, Sacher afirma que “el despliegue masivo de capitales
mineros transnacionales registró un incremento marcado de la conflictividad social en América Latina y
África. Por ejemplo, el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL) habla de cerca
de 180 conflictos en toda la región” (Sacher, 2015: 103)
No es objeto de este trabajo dar cuenta de las distintas definiciones que se han dado en torno a la idea de
extractivismo o desarrollo extractivista. Pero una de las más mencionadas en Argentina es la que lo
define como “patrón de acumulación basado en la sobreexplotación de recursos naturales, en gran parte
no renovables, así como en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como
“improductivos” (Svampa, 2013)
8 Mencionamos la palabra modelo en este párrafo para no modificar las palabra que utilizan los autores
para denominar lo que en este trabajo se entiende en sentido estricto como el modo de acumulación
dominante. Pero como no podremos detenernos en este punto, a lo largo de todo el trabajo sólo nos
referiremos al modo de acumulación (para ver más sobre la diferencia entre ambos conceptos,
recomendamos el trabajo de Bonnet y Míguez (2016).
22
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9
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Para ver más sobre la definición de “gran escala” ver Godfrid (2015).
10
Quizás ayude a comprender mejor lo que utiliza de agua un proyecto como Bajo Alumbrera si
observamos que la cifra que la empresa declara como “consumida” (es decir, sin incluir el resto de agua
utilizada) en un año equivale a lo que consume la tercera parte de la población de Catamarca en el mismo
periodo. Ello puede concluirse, además de los datos de Alumbrera, de los datos de consumo de agua por
persona que informa el periódico Ancasti citando fuentes oficiales: una persona consume 772 litros de
agua por día en Catamarca, por lo cual existiría, según propio periódico provincial, un “derroche de
agua” en la provincia (Ancasti, 24 de abril de 2014). Pero el real “derroche” de agua que tiene el proyecto
minero que puede observarse, incluso según datos oficiales de la empresa, no sería incluido como tal por
el periódico provincial.
11 Esto es, sin contar los de trabajos contratados en la primera etapa de construcción de un yacimiento,
que suelen ser más bajos.
12 Cabe aclarar que lo que venimos afirmando entorno al lugar que ocupa la minería en la economía
refiere a la escala nacional ya que la actividad minera si define las características de la economía de
algunas provincias argentinas como en el caso de Catamarca y San Juan. En efecto, en el primer caso, las
regalías mineras explican el 17% de los ingresos fiscales, el 50% del Valor Agregado Bruto, el 40% del
Valor Bruto de la Producción, y el 95% de las exportaciones de la provincia (aunque a este sector
económico corresponde sólo el 1.2% del empleo provincial, dato no menor si lo contrastamos con los
discursos que enfatizan en la cantidad de empleo que genera esta actividad). Y por último, en San Juan,
según el propio Ministerio de Minería (con base en datos del INDEC), esta actividad representaba en 2012
el 74.4% de las exportaciones totales de la provincia (DINREP, 2012).
13 Si bien no es objetivo de este trabajo adentrarse en un análisis minucioso de todas las luchas contra la
megaminería que se han desarrollado en las últimas dos décadas en Argentina, es importante señalar que
existen varios trabajos donde puede encontrarse información al respecto. Entre otros, los de Comelli
(2010), Machado Aráoz (2009), Delamata (2008), Seoane y Taddei (2013), Svampa y Antonelli (2009) y
Wagner y Giraud (2011). Asimismo, como ya mencionamos, en el artículo “Expansión minera y protesta
23
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social en Argentina y Perú”, puede encontrarse una descripción general sobre los mismos (Alvarez,
Godfrid y Duárez).
14
15
A lo que Svampa refiere también como “renta extractivista” (Svampa, 2013).
“La minería ha contribuido a generar muchos puestos de trabajo” y “No hay que negarnos a una
discusión madura sobre los proyectos mineros, porque, como dice Rafael Correa, no se puede morir de
hambre la gente sobre el suelo, cuando hay mucha riqueza debajo que se puede aprovechar para sus
pueblos, con responsabilidad”, dijo Cristina Kirchner (Infobae, “Cristina Kirchner defendió la minería y
pidió un ‘debate serio y maduro’, 29/3/2012).
16 Desde luego, también refieren a mecanismos despojo aquellos trabajos que remiten a la idea de
“modelo extractivo exportador”, pero los autores que aquí nombramos, en general, hacen de este
problema el tema principal de sus abordajes, señalándolo como un problema que acompaña al sistema
capitalista.
17 Para ver con más detalle análisis sobre estas lecturas puede leerse a Seone (2012) y sobre las
diferencias entre las mismas, Mina Navarro (2015), Seoane (2012) o bien Grigera y Alvarez Huwiler
(2013), entre otros.
18 La polémica en torno a este tema fue luego recogida por la revista The Commoner y traducida
recientemente en el núm. 26 de la revista Theomai (2012).
19
Para un análisis más exhaustivo sobre el concepto de Harvey y su posible uso, véase Sacher (2015).
20 El rechazo que significa que una empresa llegue a un territorio y quiera destruir las condiciones de
vida de los pobladores ha sido vivenciado también como “la violencia del dinero”. Así lo explica una
integrante de la asamblea “Asamblea de Vecinos Autoconvocados (AVA) por el No a la Mina” de Esquel,
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provincia de Chubut: “ellos llegaban al pueblo con dinero, el atractivo, la zanahoria, el burro, era el
dinero. Los espejitos de colores, era el dinero, dinero” (entrevista realizada en diciembre de 2011).
xxiii 21 Según lo explica Galafassi “La contaminación química se produce con los frecuentes derrames o
goteos de los agentes químicos utilizados en extracción (como el cianuro y el ácido sulfúrico, necesarios
para la separación del material deseado, del mineral en bruto), trasladándose aquellos desde el sitio
minero a un cuerpo de agua cercano o directamente infiltrándose y llegando así a las napas subterráneas.
Estos químicos pueden ser altamente tóxicos tanto para los humanos, como para toda la flora y fauna. La
contaminación por metales pesados es causada durante y después del proceso de excavación, en el
momento en que metales como el arsénico, el cobalto, el cobre, el cadmio, el plomo, la plata y el zinc,
contenidos en las rocas excavadas, entran en contacto con el agua. Los metales son así extraídos y
llevados río abajo, mientras el agua lava la superficie rocosa. Aunque los metales pueden ser movidos en
condiciones de pH neutral, la lixiviación es particularmente acelerada en condiciones de pH bajo, como
las creadas por el drenaje ácido de la minería. El drenaje ácido (DAM) se produce durante el proceso de
excavación, cuando las grandes cantidades de roca que contienen minerales sulfatados reaccionan
inexorablemente con el aire o con el agua para crear ácido sulfúrico. Cuando el agua alcanza cierto nivel
de acidez, un tipo de bacteria común llamada Tiobacilus ferroxidante puede aparecer acelerando los
procesos de oxidación y acidificación, lixiviando aún más los residuos de metales de desecho. El ácido
lixiviará la roca mientras que la roca fuente esté expuesta al aire y al agua. Este proceso continuará hasta
que los sulfatos sean extraídos completamente; este es un proceso que puede durar cientos, o quizá miles
de años. El ácido es transportado desde la mina por el agua, las lluvias o por corrientes superficiales, y
posteriormente depositado en los estanques de agua, arroyos, ríos, lagos y mantos acuíferos cercanos. El
DAM degrada severamente la calidad del agua y puede aniquilar la vida acuática, así como volver el agua
prácticamente inservible. Una vez que los minerales han sido procesados y recuperados, la roca sobrante
se vuelve otra forma de desperdicio minero que se ubica en las escombreras. Las escombreras contienen
los mismos metales pesados tóxicos y formaciones de ácido mineral que produce el desecho de roca.
También suelen contener los agentes químicos usados para el procesamiento del mineral en bruto, como
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DOI: 10.18504/rl0110-005-2017
No. 10 – Marzo 2017
cianuro o ácido sulfúrico. Las escombreras son usualmente colocadas en la superficie, en áreas de
contención o en lagunas de oxidación, y en un número creciente de operaciones bajo tierra, donde el
desecho es usado como relleno para las áreas que fueron excavadas. De esta manera, los contaminantes
de los desechos mineros pueden nuevamente lixiviar hacia la superficie o a los mantos de agua
subterránea causando una contaminación seria que puede perdurar durante muchas generaciones
(Galafassi, 2008)
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Existen varios trabajos sobre los procesos de despojo y las luchas socioambientales llevadas a cabo en
varios territorios de América Latina. Entre ellos se encuentra el libro “Territorios en Disputa” de Navarro
y Composto (2014), donde varios autores trabajan diferentes conflictos en distintos países de la región, y
el libro Extractivismo, despojo y crisis climática de Seoane, Taddei y Algranati.
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Al respecto, pueden leerse desde la consigna de la bandera de la Unión de Asambleas Ciudadanas,
encuentro que nuclea a la mayoría de las asambleas de todo el país, y entrevistas realizadas por la autora
en su tesis doctoral.
23 Decimos “necesariamente” porque, al menos dentro de la fase actual del desarrollo capitalista, no
parece viable una minería a pequeña escala, con un crecimiento gradual, no-contaminante.
24 Dicho sea de paso, es justamente la nueva tecnología utilizada la que hace a la minería uno de los
sectores económicos más modernos, lejos de poder ser caracterizada como actividad “atrasada” para el
desarrollo capitalista.
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