El marxismo y el desarrollo de una ciencia de la personalidad ¹
Mg. Gustavo Villar
Resumen
Se sostiene que el marxismo es la base para el desarrollo de una teoría
científica de la personalidad en el marco de un proyecto de psicología concreta. Se
considera al marxismo como guía epistemológica y como humanismo científico. Se
pone de relevancia la necesidad de considerar sobre todo al materialismo histórico
como fundamento para la constitución de la psicología de la personalidad como
ciencia madura.
Introducción
De acuerdo con Politzer (1972) las limitaciones que caracterizaron a la
psicología clásica: abstracción, formalismo y realismo (reificación), no lograron ser
superadas posteriormente por el psicoanálisis, la gestalt ni el conductismo.
Partiendo de esos mismos criterios se puede afirmar con certeza que los mismos
defectos se encuentran hoy en el cognitivismo contemporáneo. La psicología, pese
a sus innegables avances en los diversos campos y áreas, no ha logrado
consolidarse aún como una ciencia del individuo concreto.
La necesidad y la posibilidad de esta psicología del hombre concreto puede
ser mejor comprendida desde la distinción que se hace en el marxismo entre
hombre concreto y hombre abstracto. El hombre abstracto es el hombre concebido
al margen de las relaciones sociales, de la producción material, de la realidad
económica: el hombre abstraído de la realidad material, histórica, social, productiva
(González, J., 1995, p. 133). En oposición a este, el hombre concreto, es el hombre
que se concibe enmarcado en las relaciones económicas, políticas y sociales,
instalado en la historia y la vida material.
¹Debe evitarse de plano la acepción cotidiana de personalidad en el sentido de hacer referencia
a ciertos rasgos psicológicos o de conducta que posee un ser humano. No se trata de que los
hombres poseen una personalidad. En este ensayo nos referiremos a la personalidad en el
sentido que señalaba Leóntiev: no se nace siendo una personalidad, el hombre se constituye en
una personalidad. Por ello, es correcto afirmar que el niño es una personalidad en formación y
el adulto es una personalidad madura. Ortiz usaba el término en un sentido similar cuando
señalaba que mientras cada invertebrado es un organismo, cada ser humano (a condición de
haberse formado en el seno de una sociedad) es una personalidad.
En otra acepción, el hombre abstracto es también el hombre enajenado,
deshumanizado, unidimensional, cosificado en el proceso de la producción. El
hombre concreto, por el contrario, es el hombre integral, el que realiza un trabajo
libre, no forzado, en ejercicio pleno de su humanidad.
En ese sentido la psicología del hombre concreto es la psicología del hombre
real (situado, histórico, social), pero que avizora también la necesidad y posibilidad
de un hombre integral, multidimensional, libre. Desde una dimensión política, el
proyecto de psicología del hombre concreto, puede aportar, por tanto, con un
proyecto emancipador (Villar, 2015).
Politzer planteó la necesidad de emprender un proyecto de psicología
concreta que permita superar el estigma de esta disciplina de ser la construcción
nocional de un mito (Politzer, 1972) y no una ciencia. Para hacerlo tendría que
superar los tres mecanismos y rasgos antes mencionados (González L., 2011): el
realismo (reificación) que consiste en postular la existencia personificada de
entidades constitutivas de la vida interior, reemplazando la historia de las personas
por la historia de cosas; la abstracción que elimina al sujeto y toma los hechos
psicológicos en forma impersonal; y el formalismo que es la fragmentación de la
vida del sujeto en clases o componentes y sus relaciones.
Lucien Sève (1975) considera que el desarrollo de una psicología del hombre
concreto, una ciencia del individuo y dentro de ella una teoría científica de la
personalidad, son posibles sólo considerando los aportes del marxismo, y en
particular del materialismo histórico y la economía política marxista cuya expresión
madura se encuentra en “El capital”. Sin embargo, el aporte del marxismo no debe
ser entendido en el sentido de una aplicación directa o meramente formal de
categorías dialécticas.
En esto coincide plenamente con Vigotsky (2015), quien criticaba el método
de “superposición lógica” de contrastar el marxismo con una teoría científica
determinada considerando solo aspectos formales o rasgos lógicos. Peor aun
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analizando de manera fragmentaria fórmulas o citas de las clásicos del marxismo.
Por el contrario, para Vigotsky de lo que se trata es de obtener el método de análisis:
No quiero saber…entresacando un par de citas, qué es la psique, lo que deseo
aprender es la globalidad del método de Marx, cómo se construye la ciencia, cómo
enfocar el análisis de la psique…Lo que hace falta no son opiniones puntuales, sino
un método: y no el materialismo dialéctico (sic) sino el materialismo histórico. “El
capital” debe enseñarnos mucho…y sin embargo la psicología es hoy una psicología
anterior a “El capital” (p.97).
Lucien Sève -siguiendo a Politzer- sostiene la necesidad de contribuir desde
la psicología a la construcción de una antropología del hombre concreto a través de
la formulación de una teoría científica de la personalidad, que se construya sobre la
base del marxismo pero en tanto se conciba a este como guía epistemológica y
como humanismo científico.
El marxismo como guía epistemológico
Afirmar que el marxismo es guía epistemológico no implica caer en el error
de lo que otrora se denominó la “teoría de las dos ciencias” (proletaria y burguesa).
Efectivamente, el saber científico al ser verdadero, es único; y se afirma que este
saber es verdadero en la medida de la adecuación a su objeto de estudio, y no por
su afinidad a una ideología o a determinados intereses de clase. Por ello, carece de
legitimidad afirmar la existencia de una ciencia proletaria y de una ciencia burguesa.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta la distinción entre saber científico y
labor científica (Sève, 1975). Esta última sí se encuentra afectada por la ideología
en sus distintos niveles, y tiene por ello una orientación determinada y un carácter
de clase. En este plano no debe pretenderse neutralidad en el terreno de la
investigación (sobre todo en las ciencias del hombre) ni apoliticismo en el terreno
de las prácticas sociales derivadas de la ciencia. Desde esta perspectiva debe
destacarse también que el marxismo aporta a la construcción de una psicología del
hombre concreto no solo como guía epistemológico, sino también orientando
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prácticamente la labor psicológica en el marco de un proyecto político emancipador:
garantizar el pleno desarrollo psíquico de la totalidad de los hombres.
Vigotsky expresa muy bien el sentido que debe tener el papel del marxismo
como guía epistemológico. Al explicar el papel del análisis en la investigación
científica, recuerda que El capital está escrito partiendo del método de analizar la
“célula” de la sociedad burguesa- la mercancía- y que de ese modo Marx demuestra
que es más fácil estudiar el organismo desarrollado que la célula, pues a través de
ésta puede leer la estructura de toda la construcción y de todas las formas
económicas: “si alguien pudiera descubrir esa célula en psicología…habría
encontrado la clave de toda la psicología” (Vigotsky, 2015, p. 87).
Como puede apreciarse no se trata de aplicar directamente el marxismo a la
explicación de los problemas psicológicos. No se trata de escribir manuales de
psicología escritos “a la luz del materialismo dialéctico”. Se trata más bien de
desvelar la esencia de su objeto específico, las leyes de su desarrollo, las categorías
y conceptos que le son propios. En suma, la psicología debe crear su El capital:
Basta imaginarse que Marx hubiera operado con los principios y categorías
generales de la dialéctica, como cantidad, calidad, tríadas, conexión universal, nudo,
salto, etc., sin las categorías abstractas e históricas de costo, clase, mercancía,
capital, renta, fuerza productiva, base, superestructura, etc., para ver lo monstruoso,
lo absurdo de suponer que fuera posible crear directamente cualquier ciencia
marxista prescindiendo de «El capital». La psicología necesita su «El capital» —sus
conceptos de clase, base, valor, etc. en los que pueda expresar, describir y estudiar
su objeto. (p. 96)
Existen problemas diversos en la construcción científica de la psicología:
definir su objeto de estudio, sus categorías fundamentales, las leyes generales de
desarrollo, la dualidad mente-cuerpo, la relación individuo- sociedad, el papel de lo
biológico y lo social en el desarrollo del psiquismo, etc. La contribución del
marxismo- como guía epistemológico- es clave para abordar estos problemas
fundamentales en la construcción de la ciencia psicológica. No reconocer la
necesidad de este aporte derivará en perpetuar el formalismo, la reificación y la
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abstracción en la explicación de la psique en el sentido que reclamaba Politzer. De
esta forma la psicología seguirá limitada a proporcionarnos una visión enajenada
del hombre y una explicación fetichizada de los procesos psíquicos, en vez de
constituirse en una ciencia del hombre concreto.
El marxismo como humanismo científico
A lo largo de su vasta obra, Marx nunca abandonó los temas antropológicos.
Incluso en El capital están presentes el problema del hombre concreto, la
concepción de hombre, su alienación y su realización integral. Desde ese punto de
vista es justo afirmar que el marxismo es un humanismo.
Sève, sostiene que la expresión madura del humanismo marxista, su
forma científica, se encuentra planteada en la sexta tesis de Marx sobre Feuerbach:
“la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su
realidad, el conjunto de las relaciones sociales”.
Marx advierte que se comete un error cuando se busca el ser del hombre en
el individuo aislado. Al contrario, la esencia humana debe ser hallada en las
condiciones sociales objetivas en las cuales se produce esta individualidad. De esta
forma se transfigura el concepto de hombre: “ya no es una esencia abstracta sino
concreta, ya no es ideal sino material, ya no es natural sino histórica, ya no es
inherente al individuo aislado sino al conjunto de las relaciones sociales” (Sève,
1975, pp. 124-125).
Para el marxismo los hombres son producidos por las relaciones sociales.
Las relaciones sociales son su proceso de vida real y tienen una existencia objetiva:
“en la producción social de su existencia, los hombres contraen relaciones
determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; relaciones de producción
que corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales…” (Marx, 2001b, ¶ 2)
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Las relaciones de producción, base de todas las relaciones sociales, existen
objetivamente y con independencia a la voluntad de los hombres. Partiendo de esta
premisa se puede y se debe retornar al estudio del individuo concreto, pero teniendo
como paso previo necesario el estudio de las relaciones sociales.
El materialismo histórico al partir de esta concepción científica del hombre se
presenta como la base de toda ciencia del hombre, no solo de la economía política
sino también de la psicología de la personalidad.
Las relaciones esenciales entre materialismo histórico y psicología
El materialismo histórico es una teoría de las formas históricas generales de
la individualidad: formas de las necesidades, formas de individualidad implicadas en
las relaciones sociales, formas de las contradicciones generales de la existencia
individual correspondientes a esas relaciones sociales. No tiene por objeto los
individuos sino la individualidad. Pero se articula con la ciencia de los individuos
por el hecho de que esas formas de individualidad- cuya esencia se ubica en las
relaciones sociales- no dejan por ello de existir en los individuos, cuyo proceso de
vida determinan.
Si bien es cierto todo es social en las formas históricas generales de la
individualidad, no debe omitirse el hecho de que las relaciones sociales existen a
través de los procesos de vida individual.
No comprender esta articulación ha llevado a pensar (incluso a algunos
marxistas) que el marxismo no puede explicar al individuo. Todo lo contrario, la clave
para la explicación de la personalidad está en la comprensión del papel que juegan
las relaciones sociales en su constitución.
Sin embargo, es insuficiente la consideración que hace la psicología
contemporánea acerca de “lo social” simplemente como factor externo, como medio
exterior. Este supuesto sigue siendo una abstracción especulativa que impide la
comprensión de las relaciones sociales como esencia misma de la personalidad.
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La psicología es la ciencia del individuo, pero no debe entenderse esta
afirmación en el sentido de ser la ciencia del individuo aislado. Para evitar esta visión
se debe partir del estudio de los aspectos esenciales del materialismo histórico y un
aspecto central, considerando precisamente la producción del hombre mismo, es el
análisis económico del trabajo.
El análisis marxista del trabajo
Si la esencia humana son las relaciones sociales y dentro de ellas las más
importantes son las relaciones de producción, es indudable que una ciencia del
individuo, que conciba a este como un ser esencialmente social, no puede omitir el
análisis del trabajo. Y no como un mero complemento, sino como fundamento
explicativo de la producción del individuo en el seno de la producción.
La psicología es la ciencia del hombre y el hombre es un ser que al producir
sus medios de subsistencia se produce a sí mismo. Si la psicología pretende
explicar cómo se forma este hombre individualmente en el seno de un conjunto de
relaciones sociales, es evidente que no puede omitir el análisis del trabajo social.
Sin embargo, cuando se aprecian los objetos de la economía política marxista y
la psicología, pareciera que la articulación entre ambas fuese imposible, pues
mientras a la psicología podría interesarle el trabajo, pero desde la perspectiva del
trabajo concreto, en la medida que este es manifestación de las capacidades de
una persona viviente; se podría decir que la economía política marxista empieza
cuando se distingue entre trabajo concreto y trabajo abstracto, y se concentra en
este último en tanto gasto de fuerza humana general, medida objetiva del valor, y
clave en la explicación de la plusvalía. Así por ejemplo, para determinar el valor de
cambio de las mercancías se toma en cuenta el tiempo de trabajo individual, pero
como tiempo de trabajo promedio, común a todos; por tanto no interesa saber a qué
individuo en particular pertenece.
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Sin embargo, es importante comprender que la distinción, la oposición dialéctica
entre trabajo concreto y trabajo abstracto, no está situada fuera de las fronteras de
la psicología, sino, por el contrario debe ser considerado como el punto de partida
a partir del cual pueden comenzar todas las investigaciones de la personalidad. Por
ejemplo, así como en la mercancía no existen dos tipos de trabajo (concreto y
abstracto) sino dos facetas del mismo trabajo, del mismo modo se puede afirmar
que estas dos facetas están presentes también en la personalidad del trabajador.
La teoría de la enajenación en el trabajo ofrece premisas fundamentales para
la conformación de una teoría científica de la personalidad. Consideremos el
siguiente análisis:
El trabajador asalariado vende su fuerza de trabajo. Al hacerlo pone en juego
facultades individuales que corresponden a los instrumentos materiales de
producción. Por tanto, los trabajadores no son dueños de sus capacidades ni de su
desarrollo, en la medida que realizan trabajo asalariado. Su fuerza de trabajo, es
decir, su personalidad viviente, no puede manifestarse espontáneamente en función
a sus capacidades, aspiraciones y necesidades, no es una manifestación libre. Con
ello desciende del rango de personalidad viviente al de mercancía. Pierde su
existencia concreta de creador de valores de uso y adquiere la forma abstracta de
un valor de cambio.
A su vez su consumo personal se convierte ya no en manifestación de su
actividad concreta sino en simple medio de conservación del valor de su fuerza de
trabajo:
De esta manera la personalidad viviente se encuentra alienada en todos sus
aspectos: dominada por su valor de cambio, que es la negación de la individualidad
concreta, asediada por las relaciones sociales de dependencia; escindida por una
oposición fundamental entre la vida personal, (…) y la vida social, que ya no es otra
cosa que el medio abstracto, estrechamente determinado de asegurar esta vida
personal” (Sève, 1975, p. 181)
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Es cierto que el individuo en su actividad personal puede determinar
libremente su actividad y relacionarla de modo concreto con sus necesidades
reales, pero no posee las fuerzas productivas generadoras de su desarrollo como
hecho universal.
A su vez las relaciones sociales condicionan esta vida personal con límites
muy estrechos, pues gran parte del tiempo se destina a la reproducción de la fuerza
de trabajo. Por tanto, esta actividad personal se transforma en un apéndice de la
forma abstracta de la fuerza de trabajo.
Por el contrario, en el trabajo social el individuo se encuentra frente a fuerzas
productivas desarrolladas y que potencialmente podrían desarrollar enormemente
sus capacidades personales, pero como este desarrollo no es el fin de la actividad,
no puede salir de los límites de la creación de valor para el capitalista:
Por lo tanto el trabajo concreto, la manifestación de la personalidad viviente,
condición de su propio desarrollo, jamás puede alcanzar libremente su propio
crecimiento: donde podría lograrlo no tiene las condiciones y donde tiene las
condiciones le está prohibido hacerlo (Sève, 1975, p. 182)
Fromm (1970) recuerda que ya en los Manuscritos Económico Filosóficos,
Marx, advertía que esta enajenación no se producía solo en el trabajador, sino
también en el capitalista: “La producción produce al hombre no sólo como
mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce
como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad,
deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas.” (Marx, 2001a).
Pero Fromm señala además que Marx no advirtió el grado en que la
enajenación se convertiría en la suerte de las personas que manipulan ya no las
máquinas sino los símbolos: “el empleado, el vendedor, el ejecutivo están todavía
más enajenados que el trabajador manual calificado… (pues) se ve obligado a
vender en el contrato su “personalidad”, su sonrisa, sus opiniones… los
manipuladores de símbolos son contratados… por todas estas cualidades que los
hacen … fáciles de manejar y manipular” (p. 38)
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En realidad, se trata del efecto que tienen las relaciones sociales capitalistas
sobre el desarrollo de la personalidad, deshumanizándola. Una psicología del
hombre concreto debe dar cuenta de este proceso central en la construcción del
individuo. Lamentablemente, el análisis del trabajo y de la enajenación del hombre
en el trabajo, es un aspecto ausente prácticamente en la totalidad de las teorías que
estudian la personalidad.
Este análisis, por el contrario, permite entender contradicciones básicas de
la vida
personal: contradicciones entre actividad social y actividad privada,
personalidad abstracta y personalidad concreta, consumo individual y reproducción
de la fuerza de trabajo, etc. y abre perspectivas para el estudio de las leyes de
desarrollo de las personalidades.
Conclusión
La psicología en general, y la psicología de la personalidad en particular no
han alcanzado aún su estatus de ciencias maduras. Las teorías contemporáneas
de la psicología siguen mostrándonos aún una visión fetichizada del individuo:
abstracta, reificada y formalista.
Un proyecto de psicología concreta que permita una comprensión científica
de la personalidad y que oriente su praxis en el marco de un proyecto político
emancipador requiere tomar como fundamento al marxismo y, en particular al
materialismo histórico.
En este ensayo hemos puesto de relevancia la importancia teórica de la
formulación científica de la concepción de hombre de Marx y el análisis marxista del
trabajo para la constitución de la psicología de la personalidad como ciencia
madura. Ambos aspectos aunque son de una crucial importancia, de seguro no
agotan toda la riqueza de aportes que se pueden extraer del materialismo histórico.
A partir de estas premisas quedan por desarrollar tareas teóricas de crucial
importancia para la constitución de una ciencia madura: reformular su objeto de
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estudio, determinar sus categorías fundamentales y formular las leyes generales de
desarrollo de su objeto. Siguiendo, como recomendara Marx, una lógica especial
del objeto especial.
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de_la_personalidad_de_Pedro_Ortiz_Cabanillas
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