DEL NIÑO
CON AUTISMO:
UNA GUÍA
DE INTERVENCIÓN
Hannia Cabezas Pizarro*
Con este fin, se definen las conductas
que presenta el niño autista y se indi‑
ca cómo seleccionar los reforzadores o
las consecuencias que éste recibirá, de
modo que le permitan aumentar, man‑
tener, o disminuir las conductas que se
quieren cambiar; por lo que se ilustra
cómo se miden éstas y se representan
gráficamente, de forma que los padres
puedan visualizar de manera sencilla
los avances de sus hijos.
INTRODUCCIÓN
RESUMEN
En este artículo se estudian las dife‑
rentes etapas por las que pasan los pa‑
dres ante la llegada de un niño con au‑
tismo. Se presenta una definición de
autismo, las principales característi‑
cas y los signos de alerta que podrían
indicar que algo no marcha bien en el
proceso de desarrollo de sus hijos.
Por otro lado, se definen algunos prin‑
cipios de la terapia conductual aplica‑
da y se expone un diseño de un pro‑
grama educativo para ayudar a los pa‑
dres en el manejo de los niños con au‑
tismo. Partiendo del hecho de que los
padres pueden ser coterapeutas de sus
hijos, se les lleva a través de un proce‑
so graduado en el que pueden elegir la
conducta a trabajar y se les enseña có‑
mo ordenar esas conductas de manera
que se facilite la intervención.
*
Máster en Educación Especial y Profe‑
sora de la Escuela de Orientación y
Educación Especial de la Facultad de
Educación, UCR.
Los padres del niño con autismo
Cuando un grupo familiar se en‑
frenta al nacimiento de un niño con
autismo, los padres, hermanos (si
los tiene) y parientes cercanos ini‑
cian un camino difícil: el reto de en‑
tender las características que con‑
forman este Síndrome, y unificarlas
en torno al niño para poder mane‑
jarlo y educarlo adecuadamente.
Definición
El autismo es un trastorno generali‑
zado del desarrollo, y se le llama tras‑
torno autista. De acuerdo con el
DSM‑IV (APA, 1994:65):
Se caracteriza por un déficit severo
y generalizado en varias áreas del
desarrollo: habilidades de interac‑
ción social recíproca, habilidades
de comunicación, o por la presen‑
cia de conductas, intereses y activi‑
dades estereotipadas. El déficit
cualitativo que define estos cua‑
35
TEMA CENTRAL
LOS PADRES
dros es distinto en su gravedad, en
función del nivel de desarrollo o
edad mental de los sujetos.
El trastorno autista se describe co‑
mo una forma de los desórdenes
profundos del desarrollo, caracte‑
rizados por:
a) Un impedimento cualitativo
de la interacción social recí‑
proca.
b) Un impedimento cualitativo
en la comunicación verbal y
no verbal en la actividad ima‑
ginaria.
c) Una marcada restricción en el
repertorio de actividades e in‑
tereses.
d) El inicio en la primera infancia
o en la niñez.
proceso educativo, con un alto gra‑
do de estrés, que requerirá además
de asesoramiento profesional cua‑
lificado.
Este tipo de trastorno les produce
a los padres problemas emociona‑
les característicos. Tomando en
consideración los aspectos apunta‑
dos anteriormente, cuando el niño
es pequeño (en general el diagnós‑
tico no se realiza antes de 1‑2 años
de edad), los padres tienen que lle‑
gar a comprender las respuestas a
interrogantes como las siguientes:
¿Por qué el niño llora constante‑
mente sin una causa aparente?
¿Por qué no toma sus alimentos en
la misma forma que los niños de
su misma edad?
El papel
de los padres
¿Por qué presenta conductas repe‑
titivas?
Los padres de un niño con autismo
tienen que hacerle frente a una se‑
rie de dificultades, tanto en el cam‑
po emocional como en el eminen‑
temente práctico. La presencia en
la familia de un niño con alguna
discapacidad se convierte en un
factor potencial que puede pertur‑
bar, en forma significativa, la diná‑
mica familiar. Una vez diagnosti‑
cado el trastorno, los padres han
de pasar por un cambio de actitud,
que implica un largo y doloroso
¿Por qué no acepta el contacto físi‑
co o permanece aislado la mayor
parte del tiempo? y, ¿por qué no
sabe comunicarse, ni utilizar el
lenguaje en forma apropiada?
36
El papel de los padres es de suma
importancia en la integración so‑
cial del niño, sólo así se dará una
mejor convivencia que permita
mantener a la familia unida. Esto
por cuanto las conductas que pre‑
sentan los niños con autismo son
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Proceso educativo
para el niño y su familia
La base del proceso educativo pa‑
ra los niños con autismo, se sus‑
tenta en la detección temprana, y
en la puesta en marcha de progra‑
mas de intervención conductual.
El tratamiento conductual implica
la aplicación sistemática de los
principios del aprendizaje a la con‑
ducta humana: los principios deri‑
vados del análisis experimental de
la conducta (ciencia que tiene por
objetivo identificar y comprender
las leyes por las que los factores
ambientales rigen la conducta).
Una vez que se han identificado,
esas leyes se usan para cambiar la
conducta de los individuos, prácti‑
ca que se denomina como modifica‑
ción de conducta. En este proceso
Los padres del niño con autismo
juega un papel importante la infor‑
mación que se les brinde a los pa‑
dres, el apoyo psicológico profe‑
sional y la referencia de los servi‑
cios disponibles en la comunidad
para el tratamiento de su hijo y el
apoyo a la familia.
El trabajo es arduo. Los padres se
enfrentan a la pérdida inicial del
niño “ideal” que habían conforma‑
do en su mente. Esa imagen se dis‑
torsiona por la imagen real, lo que
desencadena una serie de senti‑
mientos como negación, dolor, cul‑
pa, frustración, cólera y llanto,
hasta que se acepte el problema.
Etapas que viven los padres
La etapa de negación se caracteriza
por el aturdimiento y por la incre‑
dulidad (que eso les esté pasando
a ellos no es posible), lo que mani‑
fiestan con la pregunta: “¿por qué
a mí?”. Aquí se inicia un largo pe‑
regrinar por diferentes profesiona‑
les, con la esperanza de que algu‑
no les diga que hay una equivoca‑
ción en el diagnóstico inicial.
En la mayoría de los casos, el tér‑
mino autismo por sí solo no signifi‑
ca nada para los padres, puesto
que ellos no poseen conocimientos
acerca del síndrome ni de sus pro‑
yecciones futuras. La desinforma‑
ción, unida al sentimiento de duelo
37
TEMA CENTRAL
un factor disruptivo en el entorno,
y muchas veces constituyen la cau‑
sa de la desintegración de los nú‑
cleos familiares. El comportamien‑
to del niño, por sí solo, influye el
ambiente. Un niño que llora, que
corre de un lado a otro arrasando
con lo que encuentra, que hace be‑
rrinches sin una causa aparente en
forma sistemática y sostenida y
que se aísla y presenta conductas
repetitivas, se convierte en un fac‑
tor que desencadena estrés y en
una fuente de desequilibrio para la
armonía del hogar.
que el padre y la madre no entien‑
den, los llevan a experimentar cóle‑
ra por la pérdida del “niño ideal”
sobre el cual se habían cifrado un
sinnúmero de esperanzas.
los padres la depresión o los de‑
seos de morir. Estos sentimientos
son normales, parte del proceso de
ajuste que enfrenta el ser humano
ante situaciones dolorosas.
Otro sentimiento que aparece es el
de miedo. Principalmente, si los pa‑
dres no tienen una orientación
profesional adecuada, o si el niño
no tiene una intervención tempra‑
na, se generan sentimientos de te‑
mor hacia un futuro para el que no
tienen respuesta... ¿Ahora qué pa‑
sará? Preguntas como: qué dirán,
cómo lo manejarán con los otros
hermanos, o con los parientes, o si
afectará o no la relación de pareja,
no se hacen esperar.
Durante la sucesión de estas eta‑
pas son necesarios los grupos de
apoyo que ayudan a satisfacer las
necesidades de los padres; de mo‑
do que les permitan entender los
sucesos racionalmente y así poder
ayudar en forma efectiva a sus hi‑
jos y a los otros miembros del gru‑
po familiar, mientras empiezan a
comprender mejor los ajustes que
hay que realizar.
Adicionalmente, aparece la incerti‑
dumbre acerca de si los ambientes
educativos a los que asistirá el niño
o los maestros que lo atenderán, es‑
tán preparados para su educación.
La culpa aflora en los padres por‑
que creen que son la causa del pro‑
blema y empiezan a indagar en la
historia familiar buscando una res‑
puesta que no encuentran.
El rechazo hacia el niño y a todo
aquello que los rodea, sumado a
sentimientos de tristeza, dolor y ver‑
güenza, entre otros, hace que en
muchos casos, como una forma de
evadir el problema, aparezcan en
38
Algunas anotaciones
acerca de los problemas a
los que se enfrentarán los
padres
Se ha mencionado (Orjales y Polai‑
no, 1993) que en aquellos hogares
donde vive un niño con autismo se
presentan más problemas familia‑
res que en aquellas familias en las
que los hijos no tienen necesidades
educativas especiales; sin embar‑
go, este no es un factor determi‑
nante para que se altere el orden
familiar, sino que hay otros aspec‑
tos asociados que inciden en ello,
como la estabilidad emocional de
cada uno de los miembros del nú‑
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Las barreras sociales son otro impe‑
dimento al que se enfrentan los pro‑
genitores. El rechazo por parte de
amigos, maestros y directores de
centros educativos, que por el te‑
mor que se les genera su desconoci‑
miento sobre lo que tienen que ha‑
cer o sobre cómo guiarlos en el que‑
hacer educativo, aumentan la inse‑
guridad que viven los padres.
Cuxart (1997) y Wing (1998) citan al‑
gunas de las reacciones más fre‑
cuentes en las parejas ante la llega‑
da de un niño con necesidades es‑
peciales, y argumentan que la disca‑
pacidad de una persona dentro del
seno familiar, puede fortalecer o de‑
bilitar a la pareja. Estos investiga‑
dores, también toman en cuenta
otros factores que inciden en crisis,
como el nivel cultural y económico,
la estabilidad emocional de los pa‑
dres, la presencia o no de más hijos
y la severidad de la discapacidad.
En relación con el nivel de severi‑
dad, Cuxart (1996, 1997) realizó estu‑
dios que concluyeron que a mayor
grado de severidad de los proble‑
mas en los niños, mayor es el nivel
de estrés generado en los padres.
Esto nos lleva a pensar que si los pa‑
dres reciben apoyo profesional en
Los padres del niño con autismo
forma de entrenamiento, de modo
que les permita manejar mejor las
conductas de sus hijos, los niveles
de estrés bajarán considerablemen‑
te y esto les ayudará a convivir con
su problema. Por lo tanto, se hace
necesario contar con programas
muy bien estructurados (bajo la
guía de profesionales en este cam‑
po) que les dé a los padres de fami‑
lia la oportunidad de aprender las
destrezas básicas que les permitan
tener una mejor interacción con sus
hijos y con los otros miembros del
grupo familiar y social.
Algunos rasgos
característicos
de la conducta autista
Como una medida para un diag‑
nóstico y una intervención tem‑
prana los padres deben estar aten‑
tos a una serie de signos que pre‑
sentan los niños con autismo:
1. Si llora sin una causa aparente.
2. Si no tiene lenguaje.
3. Si no establece contacto ocular.
4. Si le gusta permanecer solo.
5. Si rechaza el pecho materno.
6.
Si hace berrinche sin una cau‑
sa aparente.
7.
Si al hablarle pareciera que no
escucha.
8. Si no tiene noción de peligro.
39
TEMA CENTRAL
cleo familiar, la educación de los
padres y, sobre todo, el proceso de
aceptación del niño.
9.
Si presenta movimientos repe‑
titivos.
10. Si rechaza el contacto físico.
La presencia de algunas de las
conductas de los niños con autis‑
mo son generadas por la incapaci‑
dad de éste para entender qué es
lo que está sucediendo a su alrede‑
dor, y el llanto incontrolado, los
gritos y los berrinches, se convier‑
ten en su forma de comunicación.
Su conducta es la manera de decir‑
nos que algo está pasando.
Todos los niños tienen posibilida‑
des de aprender, y los padres tam‑
bién pueden convertirse en maes‑
tros de sus propios hijos.
Los programas que pongan en eje‑
cución los educadores especializa‑
dos deben estar muy bien estruc‑
turados y sistematizados, ya que
de ello dependerán los resultados
que se obtengan.
Cada persona con autismo es dife‑
rente, por lo que los programas de‑
ben ser individualizados y dirigir‑
se a las necesidades particulares
de cada una.
Terapia conductual
aplicada
Las investigaciones realizadas (Lo‑
vaas, 1981; Rivière, 1997a, b; Cuxart;
40
1997) indican que lo que mejores re‑
sultados ha dado en el trabajo con
personas con autismo, ha sido el
uso de la terapia conductual aplica‑
da. Es por ello que en este artículo
se desarrolla un programa basado
en la utilización de esta técnica.
Principios acerca
de Terapia Conductual
Como se mencionó anteriormente,
el tratamiento conductual aplicado
es un método altamente sistemati‑
zado de modificación de la conducta.
Se usa principalmente para el me‑
joramiento de problemas conduc‑
tuales y en programas para el
aprendizaje. La terapia conductual
está basada en el rendimiento, ya
que los cambios en las conductas
concretas son evaluados objetiva‑
mente mediante un método analíti‑
co que emplea mediciones directas
y repetidas experimentalmente.
De esa forma, se puede evaluar
continuamente si un procedimien‑
to que se está aplicando es o no
efectivo.
Al aplicar un tratamiento conduc‑
tual, el uso de reforzadores es de
suma importancia. Cuando se pre‑
senta un estímulo, o este aparece
como consecuencia de o depen‑
diente de una respuesta, y cuando
el porcentaje de esa respuesta au‑
menta, se dice que hay un reforza‑
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Desde hace muchos años, los psi‑
cólogos (Pavlov, 1960; Watson y Ray‑
nor, 1920; Wolf, Risley y Mees, 1964)
descubrieron tres cosas importan‑
tes que se han convertido en los
postulados que sustentan la tera‑
pia conductual aplicada:
• Una persona aprende a hacer
algo, a cambio de que obtiene
una recompensa.
• Una persona deja de hacer al‑
go, a cambio de que no obtiene
ninguna recompensa.
• Una persona aprende mejor si
le enseñamos a partir de pe‑
queños pasos.
De lo anterior se desprende que si
reforzamos en forma adecuada
aquellas conductas que queremos
incrementar, la posibilidad de que
vuelvan a ocurrir aumenta. En la
misma medida, si eliminamos los
reforzadores que están mantenien‑
do las conductas que queremos eli‑
minar, estas tienden a desaparecer.
Los padres del niño con autismo
Dependiendo de cómo manejemos
estos procedimientos, podríamos
hacer que las conductas con las
que queremos trabajar aumenten,
disminuyan o se mantengan.
Ante la presencia de un estímulo
(que puede ser auditivo, táctil, vi‑
sual, gustativo, olfativo, etc.) apa‑
rece una respuesta, y esta respues‑
ta se incrementa, se mantiene o
disminuye, de acuerdo con las
consecuencias que reciba. Estas
consecuencias pueden ser agrada‑
bles o desagradables.
A esta triada de elementos que in‑
teractúan entre sí conformando los
comportamientos, se le ha deno‑
minado relación de triple contingen‑
cia, y se representa con las letras:
E ➞ R ➞ C,
o (estímulo, respuesta, consecuencia)
Como ejemplo podríamos citar el
siguiente:
Manuel va al supermercado con su
madre, pasa por el estante de los
helados. Le pide a su madre que le
compre uno, a lo que ella se niega.
Ante esta respuesta, Manuel llora
en forma desproporcionada y em‑
pieza a llamar la atención de los
clientes que se encuentran allí. Su
madre, con tal de que Manuel deje
de llorar, le compra el helado.
41
TEMA CENTRAL
miento positivo. Por otra parte, el re‑
forzamiento negativo implica la eli‑
minación de un estímulo aversivo.
Cuando se aplica un castigo, se es‑
tá ante una consecuencia aversiva.
La extinción es el término utilizado
para indicar que el reforzamiento
se ha dejado de presentar.
IDENTIFICACIÓN DE SITUACIONES
ESTÍMULO
Estante con helados
agradable
➞
RESPU
ESTA
CONSECUENCIA
Lla
➞
nto
despropor
cionado
En este caso, la probabilidad de
que Manuel llore en forma despro‑
porcionada cuando pase de nuevo
por el estante de los helados va a
aumentar, ya que la conducta de
llorar se reforzó.
Este es un claro ejemplo de cómo
aprenden las personas. En ocasio‑
nes, las conductas se incrementan
en forma accidental o por descono‑
cimiento de los procesos que inter‑
vienen cuando se establece relacio‑
nes entre las conductas y las conse‑
cuencias que se dan.
¿Qué tipo de consecuencias
podríamos proporcionar?
Como parte de estas consecuen‑
cias tenemos los llamados reforza‑
42
dores. Pueden ser primarios, es de‑
cir, aquellos que tienen carácter
concreto y satisfacen necesidades
biológicas, como las cosas comesti‑
bles, el abrigo y el sexo.
También existen reforzadores so‑
ciales, resultado de la interacción
social, como por ejemplo los abra‑
zos, las alabanzas, la aprobación, y
las sonrisas.
Existen además, los reforzadores
de actividad, que consisten en per‑
mitirle al niño realizar alguna acti‑
vidad de su agrado, como: salir de
paseo, ver televisión, ir al cine.
Por su parte, el castigo tipo I es una
consecuencia en la que no hay con‑
tacto directo con el niño, y consis‑
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Como ejemplo, supongamos que
un niño no permanece sentado.
El castigo tipo II conlleva el contac‑
to físico directo con el niño, como
una palmada.
Otro principio conductual que se
aplica extensivamente, es el mol‑
deamiento; éste consiste en la divi‑
sión de una conducta en sus com‑
ponentes; aquí se refuerza cada
aproximación a la conducta final
deseada. (Buckely y Walker, 1970).
REFORZAR
Los padres del niño con autismo
Para aplicar el procedimiento, lo
primero que se hace es reforzar
cualquier intento del niño de acer‑
carse a la silla; luego, se le refuerza
cuando se acerca a determinada dis‑
tancia y no se le refuerza si se aleja
de la silla. Posteriormente, se le re‑
fuerza si el niño permanece alrede‑
dor de la silla aunque no se siente y,
el paso siguiente, será reforzar al ni‑
ño cuando se siente en la silla. Pro‑
gresivamente; se intentará que el ni‑
ño permanezca sentado por más
tiempo, hasta llegar al criterio final
previamente definido para la con‑
ducta que se desea alcanzar.
REFORZAR
REFORZAR
43
TEMA CENTRAL
te, por ejemplo, en retirarlo del si‑
tio donde se encuentre o sentarlo
por un tiempo determinado en un
lugar específico.
Otra consecuencia es la extinción,
que consiste en “suspender la en‑
trega de reforzamiento, es decir,
suprimir consecuencias que si‑
guen a determinada conducta”
(Buckely y Walker, 1970:128).
lidad en algunas de las áreas de in‑
tervención mediante una progra‑
mación conjunta con el terapeuta.
Es muy importante que se tenga
un plan lo más estructurado posi‑
ble para el hogar.
Poner en extinción una conducta sig‑
nifica no prestarle atención o igno‑
rarla cada vez que ésta se presente.
A continuación se desarrolla una
guía práctica que le permitirá a los
padres tener en el hogar y en el en‑
torno social, un mejor control de las
conductas disruptivas de sus hijos.
Consejos
para los padres
al reforzar a sus hijos
Al poner a punto un programa
educativo, Becker (1989:39) les re‑
comienda a los padres tomar en
consideración las siguientes tres
reglas para reforzar a sus hijos:
1.
Cuando se trate de enseñarles
tareas nuevas, se reforzará in‑
mediatamente sin permitir
que haya un retraso entre la
respuesta y el reforzamiento.
2.
En las etapas iniciales del
aprendizaje de una tarea, debe
reforzarse cada emisión.
3.
Es necesario reforzar el mejo‑
ramiento o los avances en la
dirección correcta. No hay que
insistir en una ejecución per‑
fecta desde el primer ensayo.
Recordemos que los padres son
maestros de sus hijos y que tienen
que jugar un rol de corresponsabi‑
44
Diseño de un programa
educativo individual
Primer paso:
Eligiendo una conducta
Al trabajar con niños con autismo,
nos preguntamos:
¿Qué es lo que necesitan aprender?
¿Por dónde empezar?
¿Qué es lo primero que debemos
enseñarles?
Blackman y Silberman, (1973:15) es‑
tablecieron criterios que se deben
considerar a la hora de cambiar
una conducta; entre ellos están:
1.
La conducta por cambiar debe
presentarse con cierta frecuen‑
cia
2.
Si la conducta afecta al niño y
su entorno
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
La conducta impide una evo‑
lución saludable
Por otra parte, si las conductas se
presentan en períodos espaciados,
o si estas desaparecen con el tiem‑
po, no son susceptibles de inter‑
vención, ya que forman parte del
desarrollo normal de los niños.
Las conductas, para ser interveni‑
das, no deben elegirse en forma ar‑
bitraria, porque eso solo dificulta‑
ría el proceso. Se debe tener en
consideración que unas conductas
son prerrequisito de otras, para
que sobre ellas se estructure el
aprendizaje.
Como primer paso para la selec‑
ción de las conductas por interve‑
nir, debe elaborarse un registro de
observación, que consista en ir
anotando todas las cosas que el ni‑
ño hace en un tiempo determina‑
do. Esta labor permite tener una
visión global del comportamiento
del niño en un ambiente específi‑
co. Se puede realizar en el hogar, la
escuela, o un lugar público. Esto
hace que deban delimitarse, con
anticipación, las condiciones en las
que se harán las observaciones y
su control.
Ejemplo:
María es una niña que llora cons‑
tantemente, corre de un lugar a
otro en su casa y no permite que se
Los padres del niño con autismo
le acerquen. No permanece senta‑
da. En ocasiones, se balancea so‑
bre su propio cuerpo, se le habla y
sigue caminando como si no hu‑
biese escuchado, además, no esta‑
blece contacto visual.
Primer paso
Seleccionando
las conductas de María
a) Llora,
b) no permanece sentada,
c) se balancea,
d) no acepta el contacto físico,
e) no establece contacto visual,
f) no sigue instrucciones.
Segundo paso
Ordenando las conductas
Para un mejor rendimiento del ni‑
ño, debe establecerse una jerarquía
de las conductas de acuerdo con el
grado de dificultad o si una necesi‑
ta ser antecedida de otra.
Por ejemplo:
Si se quieren trabajar varios aspec‑
tos, entre ellos que el niño llora, el
proceso es más lento si se inicia
por tratar de controlar el llanto, ya
que el niño no permanece quieto,
no sigue instrucciones y no man‑
tiene el contacto ocular.
45
TEMA CENTRAL
3.
El orden lógico sería: En primer
lugar, sentarlo. En segundo lugar,
controlar el llanto; luego, enseñar‑
lo a establecer contacto ocular ade‑
cuado, y por último, enseñarlo a
seguir instrucciones.
Puedo determinar cuántas veces lo
hace el niño al día: 10, 20, ...etc.
Hay conductas que se pueden tra‑
bajar simultáneamente, como per‑
manecer sentado y el controlar el
llanto.
Cuarto paso:
Seleccionando los reforzadores
Es necesario, una vez seleccionada
la conducta, definirla, lo que per‑
mitirá saber en qué momento y en
que forma debe ser intervenida.
Tercer paso
Definiendo las conductas
Las conductas deben ser definidas
en términos observables y medi‑
bles. ¿Qué significa esto? Que se
puedan contar las veces que ocu‑
rre una conducta determinada en
un intervalo de tiempo específico.
Por ejemplo, utilizando un caso en
el que se requiere control del llan‑
to, se puede definir la conducta de
la siguiente manera:
Llanto: Gritos emitidos por el niño,
lo suficientemente altos, que
se oyen a una distancia de 10 a
15 metros, y cuya duración es
mayor de 5 minutos.
46
¿Cuánto dura cada período? 10
minutos, 15 minutos..., etc.
Antes de seleccionar un reforzador
que surta efecto en el niño, es nece‑
sario hacer un muestreo de reforza‑
dores, de tal manera que sepamos
qué es importante y qué no es im‑
portante para el niño. Para ello,
Blackman y Silverman (1973:44)
apuntan que... ”un estímulo no po‑
see ninguna propiedad reforzadora
inherente. Tenemos que determi‑
narla o descubrirla (es decir, debe‑
mos llegar a conocer las capacidad
que tiene el estímulo de acrecentar
la probabilidad de la respuesta).”
¿Qué debo hacer?
Elaborar una lista de las cosas que
son importantes para el niño. Por
ejemplo, productos comestibles co‑
mo galletas, jugos, chocolates, etc.,
juguetes diversos, o actividades co‑
mo ver televisión y jugar bola, o ac‑
tividades recreativas como ir a algún
lugar específico. Esta lista será utili‑
zada para reforzar aquellas conduc‑
tas que queremos cambiar.
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Los padres del niño con autismo
Quinto paso
Midiendo la conducta
Para saber si hay progresos cuando
se ha intervenido una conducta, es
necesario medirla. Para ello, pode‑
mos usar varios criterios como la in‑
tensidad y la frecuencia con que se
presenta. Es necesario que se obser‑
ve la conducta y se anote el número
de veces que aparece.
Por ejemplo, si Mario grita cons‑
tantemente, podemos anotar el nú‑
mero de veces que esta conducta
se da durante un período, por
ejemplo, una semana.
Es necesario diseñar una hoja que
nos permita anotar la frecuencia
con que se presenta la conducta
(Ver Tabla 1).
Tabla 1
CONTROL DE LLANTO
Días
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Domingo
Veces
9
10
9
11
14
10
11
Tiempo
15 min
12 min
16 min
11 min
10 min
12 min
15 min
En el registro anterior, podemos ob‑
servar el número de veces que Ma‑
rio gritó durante los días de una se‑
mana, lo que nos da un promedio
aproximado de 11 veces al día.
47
TEMA CENTRAL
¿Cómo funciona este proceso?
Pavlov (1960) fue el primero en es‑
tudiar el condicionamiento clásico.
Trabajando con un perro, él descu‑
brió que si hacía sonar una campa‑
nilla y acompañaba este sonido
con un poco de comida, el perro
salivaba. Realizó muchas veces es‑
te procedimiento, y al cabo del
tiempo descubrió que el solo soni‑
do de la campanilla provocaba la
salivación del perro. Posterior‑
mente, mediante la experimenta‑
ción, demostró que el uso de un es‑
tímulo neutro (campanilla), que en
un inicio por sí solo no tenía nin‑
gún significado, si se asociaba a un
estímulo no condicionado (la co‑
mida), podía conseguir una res‑
puesta (salivación) por parte del
perro. El condicionamiento Pavlo‑
riano nos indica cómo al combinar
un estímulo condicionado con otro
incondicionado, a través de la re‑
petición, puede obtener resultados
positivos en las conductas que se
están trabajando. Uno de los des‑
cubrimientos importantes de Pav‑
lov fue el proceso de extinción. Ob‑
servó que si el estímulo no condi‑
cionado se omitía en una serie de
pruebas de condicionamiento, la
respuesta condicionada empezaba
a disminuir y finalmente desapare‑
cía (Blackman y Silverman, 1973:37‑38).
Sexto paso
Graficando la conducta
El gráfico nos permite visualizar la
conducta, y si ésta disminuye o au‑
menta al aplicar los procedimientos
conductuales elegidos para la inter‑
vención.
aplicó cada vez que Mario lloraba y
gritaba, retirándolo a su habitación.
De ese modo, se obtuvieron los re‑
sultados anotados en la Tabla 2 des‑
pués de registrar su conducta du‑
rante siete días.
Tabla 2
CONTROL DE LLANTO
Días
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Domingo
Gráfico 1: CONTROL DE LLANTO ANTES
DE LA INTERVENCIÓN
Sétimo paso
Escogiendo los procedimientos
para la intervención
En este paso se seleccionarán los
procedimientos que se aplicarán y
los reforzadores, ya sean produc‑
tos comestibles o actividades que
le gusten al niño.
La madre de Mario decidió reforzar
con helados los períodos en que es‑
te permanecía sin llorar, asociando
este reforzador con uno social, al
decirle, cada vez que le daba hela‑
dos, “¡Qué bien que estás sin llo‑
rar!” A su vez, utilizó otro procedi‑
miento conductual (aislamiento) y lo
48
Veces
15
12
16
8
6
5
4
Tiempo
16 min
14 min
15 min
10 min
5 min
3 min
3 min
Una vez que se aplicaron los pro‑
cedimientos conductuales, la con‑
ducta de llorar empezó a decrecer,
lo que se observa en la Tabla 2.
El Gráfico 2 nos da una idea visual
de cómo fue incrementándose la
conducta de Mario de permanecer
sin llorar.
Gráfico 2: CONTROL DE LLANTO
ESPIGA 6 JULIO-DICIEMBRE, 2002
Esta guía muestra uno de los pro‑
cedimientos conductuales que
pueden aplicar los padres para
mejorar las conductas de sus hijos.
Dentro de la terapia conductual,
existen muy variadas intervencio‑
nes, las cuales, pueden aprenderse
fácilmente.
los procedimientos conductuales y
contribuir eficazmente en la edu‑
cación de sus hijos.
El conocimiento de las diferentes
técnicas y la puesta en práctica de
las mismas, les brindará a los pa‑
dres una mejor comprensión del
síndrome y un mejor control del
estrés como consecuencia, al ver
los progresos de sus hijos. Ade‑
más, las relaciones e interacciones
familiares mejoran, ya que la con‑
vivencia con un niño que presente
las características de los niños con
autismo es muy particular; esto
por la falta de contacto afectivo, la
ausencia de comunicación verbal y
la presencia de conductas peculia‑
res características de este síndro‑
me.
BIBLIOGRAFÍA
CONCLUSIÓN
Durante los últimos años en mi ex‑
periencia con padres y madres, he
comprobado que estos desean ser
coterapeutas en la educación de sus
hijos, por lo que es necesario invo‑
lucrarlos en el proceso educativo;
su presencia es importante en las
sesiones de terapéutica. Esto les
permitirá, con la ayuda del educa‑
dor, incorporar y poner en práctica
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49
TEMA CENTRAL
En el eje vertical se indica el núme‑
ro de veces que se presenta la con‑
ducta de llorar y, en el horizontal,
los días de la semana. Como se ob‑
serva en la gráfica, en los días ini‑
ciales se da un incremento de la
conducta, proceso que es normal,
puesto que la madre de Mario co‑
menzó a ignorar los berrinches.
Conforme se aplicaron los procedi‑
mientos conductuales (en este caso
se reforzó la conducta de perma‑
necer en silencio), el llanto casi de‑
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