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La homosexualidad: criterios para el discernimiento vocacional.

Artículo publicado en la revista "Seminarios" de los ministerios en la Iglesia en el año 2003. El artículo expone los diferentes elementos que configuran este problema complejo en relación con la admisión a el ministerio ordenado o a la vida consagrada.

LA HOMOSEXUALIDAD, CRITERIOS PARA EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL JOSÉ SAN JOSÉ PRISCO SACERDOTE OPERARIO DIOCESANO . PROFESOR DE DERECHO CANÓNICO DE LA UPSA. Abordar un tema como el que nos ocupa sin caer en generalizaciones o en posturas radicalizadas es una tarea ciertamente complicada. Actualmente existe una sensibilización especial en la opinión pública con respecto a la homosexualidad entre el clero y desde dos perspectivas de signo contrario: por un lado la creencia generalizada de que la homosexualidad no es una desviación sexual ni puede calificarse como enfermedad psíquica, sino que ha de considerarse como una opción personal al mismo nivel de la opción por las relaciones heterosexuales, genera un sentimiento de solidaridad de la gente con aquellos sacerdotes que se manifiestan como tales (salen del armario) haciendo pública su condición y exigiendo a la Iglesia que se le reconozcan derechos que van más allá incluso de los concedidos a los clérigos heterosexuales (por ejemplo, tener una pareja estable con la que convivir y mantener relaciones sexuales); por otro lado, la repulsa unánime hacia aquellos sacerdotes que unen a su homosexualidad una inclinación claramente pedófila que les lleva a cometer abusos con menores de su propio sexo. Este segundo caso es el que está teniendo una mayor difusión en los medios de comunicación, especialmente tras los escándalos ocurridos en varias diócesis de los Estados Unidos. Pero está claro que evitar los abusos sexuales en el futuro es mucho más complicado que excluir a los homosexuales del ministerio, puesto que las estadísticas nos dicen que el 60% de los casos de abusos de menores han sido cometidos por hombres casados o jóvenes que pensaban casarse. El caso de abuso con menores es un desorden, una enfermedad, no una cuestión de homosexualidad o heterosexualidad, aunque haya una relación causal entre homosexualidad y abusos en el caso de los sacerdotes. Los estudios recientes ponen de manifiesto que los abusos de los clérigos con menores suelen recaer sobre menores maduros sexualmente –entre 16 y 17 años- lo que parece poner de manifiesto la preeminencia de la homosexualidad sobre el abuso. En ambos supuestos las informaciones vertidas a la opinión pública, muchas veces con la clara intención de dañar más que de informar, han ido creando entre la gente la idea de que estas conductas desviadas son generalizadas entre los clérigos, sometidos a anacrónicas leyes sobre el celibato, a criterios morales trasnochados y a una comprensión fundamentalista de la sexualidad humana. Pero esta dificultad real no puede excusar nuestra responsabilidad como Iglesia de aportar luz a al problema corrigiendo las conductas inadecuadas, castigando los delitos que se cometan y, sobre todo, buscando los cauces más idóneos para una adecuada selección y formación de los futuros sacerdotes. A este último punto va finalmente orientado nuestro trabajo, donde intentaremos clarificar cómo se puede entender hoy el problema de la homosexualidad y cuál es su incidencia en la selección de los candidatos a sacerdocio ministerial, extensible, mutatis mutandis, a los candidatos/as para la vida consagrada1. 1 El tema de la identidad sexual de los candidatos es uno más de un conjunto amplio de condiciones de idoneidad que se deben formar y pedir en los candidatos. Para un estudio detallado de las cualidades humanas requeridas a quienes desean acceder al ministerio: J. San José Prisco, La dimensión humana de la formación sacerdotal. Aproximación histórica, aspectos canónicos y experiencias formativas. Salamanca 2002. -1- I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA : La convicción actual de que la homosexualidad supone un estilo de vida alternativa más que un trastorno psicopatológico hace que el análisis de este aspecto sea especialmente delicado. Si tomamos como base el Manual de Diagnóstico de las Enfermedades Mentales de la Asociación americana de Psiquiatría, percibimos claramente esta evolución: en su primera edición de 1952 calificaba a la homosexualidad de “alteración sociopática de la personalidad”; en la segunda edición de 1968 la clasifica como “desviación sexual, trastorno de la personalidad”; en la edición de 1973 sustituyeron, bajo la presión de activistas homosexuales, la consideración de enfermedad mental por la de “alteración de la orientación sexual”, y así se ha mantenido en las ediciones de 1988 y 19952. La homosexualidad es considerada, por tanto, como una opción personal tan aceptable y válida como la heterosexualidad. Poco a poco la conciencia social ha ido provocando un cambio radical en la percepción de la homosexualidad hasta el punto de que, siendo un fenómeno marcadamente minoritario -los estudios más optimistas lo sitúan en el 10% de la población, aunque parece más sensato hablar de un 5% entre los varones y la mitad entre las mujeres-, ha llegado a convertirse en motivo de reivindicación, en objeto de debate público permanente, en piedra de toque incluso en ambientes católicos. En esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia, que suscitan una justa preocupación en todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral3. La primera reclamación que se formula a la Iglesia desde diversos ámbitos sociales gira alrededor de la supuesta discriminación que sufren aquellos que, considerándose homosexuales y viviendo abiertamente su condición, no se les permite acceder a instituciones como el matrimonio o el sacerdocio, se les quita la posibilidad de formar una familia o adoptar hijos, de gozar de una vida como la de cualquier heterosexual4. Nos sirve muy bien como primera respuesta a este cuestionamiento una afirmación que encontramos en la carta de la Congregación para la Doctrina de la fe sobre la atención pastoral a los homosexuales: existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual, por ejemplo en la adopción o el cuidado de niños, en empleos como el de maestros o entrenadores de deportes y en el reclutamiento militar. “La orientación sexual” no constituye una cualidad comparable a la raza, el grupo étnico, etc., con respecto a la no discriminación. A diferencia de éstas, la orientación homosexual es un desorden objetivo... El 2 Es el Diagnostical and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM IV) que sirve de referencia mundial de las enfermedades mentales. La edición española: Juan J. López-Ibor Aliño (dir), M anual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSMIV), Barcelona 1995. 3 La Iglesia es consciente de que la opinión, según la cual la actividad homosexual sería equivalente, o por lo menos igualmente aceptable, cuanto la expresión sexual del amor conyugal, tiene una incidencia directa sobre la concepción que la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos de la familia, poniéndolos seriamente en peligro. CONGREGACIÓN DOCTRINA DE LA FE, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (1-10-1986), in AAS 78 (1986) n. 9. Cf. Ibid. n.2. 4 Algunos estudios interesantes sobre el tema: E. López Azpitate, Simbolismo de la sexualidad humana, Santander 2001; J. R. Flecha, Sobre la ética cristiana de la sexualidad, in: Studium Legionense 41 (2000) 117-153; Vico Peinado, Liberación sexual y ética cristiana, Madrid 1999; F.M. Mondimore, Una historia natural de la homosexualidad, Barcelona 1998; J. Gafo (ed.), La homosexualidad: un debate abierto, Bilbao 1997; G. Coleman, Homosexuality. Catholic Teaching and Pastoral Practice, N. York 1995. -2- incluir “la orientación homosexual” entre las consideraciones sobre cuya base está el que es ilegal discriminar, puede fácilmente llevar a considerar la homosexualidad como una fuente positiva de derechos humanos5. Los homosexuales, como cualquier persona humana, son sujetos de derechos fundamentales reconocidos universalmente, pero esos derechos no pueden ser considerados absolutos sino que pueden y deben ser limitados legítimamente por la Autoridad cuando se den comportamientos externos objetivamente desordenados que atenten contra el bien común o contra los más débiles. Muchos de los homosexuales que declaran su condición abiertamente son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento o su estilo de vida homosexual cuando menos como indiferente o en la mayoría de las ocasiones bueno, y por eso digno de aprobación pública, usan el argumento de la discriminación sexual como un arma política para manipular la sociedad y la misma Iglesia6. La Iglesia es consciente de este problema y por ello el mismo Juan Pablo II explica que lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral(VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Jn 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: “Ve y de ahoraen adelante ya no peques más”7. Por eso nos parece importante comenzar diciendo que este tipo de reivindicaciones no puede ser el camino correcto para abordar el problema. Y esto por dos razones fundamentales que son, además, inseparables: primero porque la Iglesia, como acabamos de decir, puede limitar en aras del bien común un derecho individual. Y en segundo lugar porque la Iglesia tiene no sólo el derecho, sino también el deber exclusivo de seleccionar a los candidatos que considere idóneos para desempeñar la función de apacentar el Pueblo de Dios. Además, sabiendo que en este punto nadie tiene un derecho anterior a la elección de los pastores8. No es la primera vez que aparece este problema. Recordemos las discusiones entre los franceses Brancherau y Lahitton a principio del siglo pasado y cuyo resultado fue un documento de la Secretaría de Estado9 donde se asentaba los principios de la ausencia de todo derecho en el ordenando anterior a la elección libre del obispo y la necesidad de que se compruebe la recta intención del sujeto unida a los elementos objetivos que configuran la idoneidad. El Magisterio 5 Cf. CDF, Consideraciones para la respuesta católica a propuestas legislativas de no discriminación a homosexuales (23-7-1992), in: AAS 84 (1992), nn. 11. 6 Cf. Ibid. nº 14. 7 Juan Pablo II, Ángelus del 20 de febrero de 1994. 8 CIC can. 232: La Iglesia tiene el deber, y el derecho propio y exclusivo, de formar a aquellos que se destinan a los ministerios sagrados. 9 Cf. Secretariae Status, ep. En raison, ad Carolum de Cormont, episc. Aturensem, 2 iul. 1912, in: AAS 4 (1912) 485. -3- posterior ha seguido este camino10. Sentadas estas bases, nos disponemos a abordar dos aspectos previos que nos ayudarán a dar luz al problema que nos ocupa: el primero es el estudio de los elementos fundamentales que configuran la identidad sexual de las personas; el segundo será el estudio específico de la homosexualidad desde los datos que nos han ido proporcionando las ciencias para aproximarnos a sus causas y delinear posibles caminos de orientación. II. SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD . El hombre no es un espíritu encarnado en un cuerpo, no tiene cuerpo, sino que todo él es cuerpo y cuerpo sexuado, en una profunda unidad donde todo él es corporal y todo él es también espiritual. El cuerpo humano es cuerpo humanizado, racionalizado, espiritualizado. Por tanto también su expresión sexual debe ser racional y espiritual. En lo profundo de la mente es donde está marcada la diferenciación sexual, la sexualidad, que es algo más que el sexo -el conjunto de características físicas y biológicas que diferencian el macho de la hembra- y que se asienta sobre la madurez afectiva y las relaciones interpersonales, es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo11. La sexualidad caracteriza y diferencia al hombre y a la mujer en el plano físico, psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad, aneja a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios en la vocación enderezada a cada uno12. La genitalidad, orientada a la procreación, es la expresión máxima, en el plano físico, de la comunión de amor de los cónyuges. Arrancada de este contexto de don recíproco pierde su significado y pasa a ser un desorden moral13. Y esto porque sólo una sexualidad orientada, elevada e integrada por el amor adquiere verdadera calidad humana, crece armónicamente y se realiza plenamente con la conquista de la madurez afectiva. Este proceso conlleva la superación de dos formas típicas de inmadurez -el narcisismo 10 Cf. Pio XII, cons. ap. Sedes Sapientiae, 31 mai1956, in: AAS 448 (1956) 357-8; adexh. Ad Clerum universum Menti Nostrae, 23 sep. 1950, in: AAS 42 (1950) 657-704. Pablo VI, litt. ency. Sacerdotalis Caelibatus, 24 iun.1967, in: AAS 59 (1967) 682-683; litt. ency. Summi Dei verbum, 4 nov.1963, in: AAS 55 (1963) 986-989; OT 2; Juan Pablo II, adh ap. Pastores dabo vobis, 25 mar.1992, in: AAS 84 (1992) 657-804. 11 Cf. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1-11-1983) nn. 4-6; S. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración acerca de algunas cuestiones de ética sexual, Persona humana, 29 diciembre 1975, AAS 68 (1976) p. 77, n. 1. 12 Dios no hizo un mundo indiferenciado. Creando al hombre a su imagen semejanza (Gen 1, 26-27), en tanto que creatura racional y libre, capaz de conocerlo y de amarlo, no lo quiso solitario, sino en relación con otra persona humana, la mujer (Gen 2, 18)... Se comprenderá fácilmente el interés de estos principios antropológicos cuando se trata de formar a aquellos y aquellas que, por una gracia especial, han hecho libremente profesión de castidad perfecta por el Reino de los cielos. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, instr. Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos (2 de febrero de 1990), in: AAS 82 (1990), n. 40. 13 Cf. Juan Pablo II, Ex. Ap. Familiaris consortio, 22 noviembre 1981, AAS 74. (1982) p. 128, n. 37. -4- y la homosexualidad-, consecuencias de un desarrollo desviado, para llegar a la heterosexualidad que significa la superación del egoísmo y la consecución de un amor oblativo, desinteresado y de total donación de uno mismo. Es un largo camino que se comienza a recorrer desde los primeros momentos de la vida hasta alcanzar su madurez en la edad adulta. Así observamos que en sus los primeros años de vida el niño es naturalmente egocéntrico, busca la propia satisfacción de sus necesidades, especialmente las que se refieren al mundo de los afectos. Llegada la adolescencia comenzará a experimentar la necesidad de salir de su aislamiento para entrar en el mundo de los demás. Esto tendrá en un primer momento, como objetivo inmediato, también la satisfacción personal, pero entrada la juventud comenzará a proyectar sus intereses hacia la identificación con un modelo y más tarde hacia la percepción del otro como yo complementario en quien uno puede confiar y entregarse. Esta etapa final del amor desinteresado u oblativo le permitirá establecer relaciones armoniosas con los demás con el fin de lograr una la integración real de sí mismo en la sociedad. III. EL ORIGEN DE LA HOMOSEXUALIDAD : La homosexualidad, entendida comúnmente como una alteración de la orientación sexual, se podría definir como la condición humana de una persona que en el nivel de la sexualidad se caracteriza por la peculiaridad de sentirse constitutivamente instalada en una atracción exclusiva o predominante hacia personas del mismo sexo. Hemos de adelantar que el hecho de tener una orientación de estas características no significa necesariamente que la persona quiera ejercer una actividad homosexual14. Otra cosa será encontrar un acuerdo entre aquellos que opinan que se trata de un verdadero trastorno de la personalidad y aquéllos otros que la consideran como una opción personal tan válida como la heterosexual. Lo cierto es que desde hace varios años la homosexualidad ha dejado de ser situada por los especialistas psiquiatras entre los denominados trastornos de la identidad sexual, al considerar que estos trastornos psiquiátricos se producen sólo cuando el individuo se identifica de un modo tan intenso y persistente con el otro sexo que desea ser o insiste en que es del otro sexo, provocando un malestar persistente por el sexo asignado, un deterioro social, laboral y de otras áreas importantes de la actividad del individuo, un aislamiento social, baja autoestima y predisposición a sufrir depresión, a presentar ideación suicida, o a tener síntomas de ansiedad15. Al margen de estos casos límites, debemos preguntarnos por el origen de la homosexualidad, con el fin de encontrar pistas que nos orienten en el acompañamiento de quienes la padecen. Aunque muchos han intentado unir homosexualidad a determinismo biológico, lo cierto es que cada día se va imponiendo más entre los especialistas el convencimiento de que la homosexualidad no 14 Cf. Conferencia Episcopal de USA, mensaje Siguen siendo nuestros hijos, in: Ecclesia 2885 (21 mar 1998) 34-38. 15 El primeo de estos trastornos es el travestismo que consiste en vestirse con ropas del otro sexo con la finalidad de buscar la excitación sexual. Aparece en varones heterosexuales (o bisexuales) que en su mayoría no presentaron una historia de comportamientos típicos del otro sexo durante la infancia. Junto a él está el transexualismo, trastorno poco frecuente que se manifiesta en el deseo de cambiar de sexo, solicitando generalmente un cambio del aspecto físico bien sea por procedimientos quirúrgicos u hormonales. Y otros trastornos no especificados entre los que están las enfermedades intersexuales, o la preocupación persistente por la castración o la penectomía, sin deseo de adquirir las características sexuales del otro sexo. (Cf. DSM IV, 505, 543-550). -5- puede ser considerada simplistamente como el síntoma de una enfermedad psiquiátrica subyacente, sino que debe comprenderse desde una etiología muy compleja que encierra causas de carácter biológico, psicológico y ambiental que siguen siendo hoy objeto de especulación y de continua investigación. El origen del fenómeno en las personas que se descubren constitucionalmente homosexuales parece que se remonta generalmente a una intrincada red de relaciones afectivas y sociales. El clima educativo familiar y social, especialmente en el período que va de los 6 a los 12 años, parece ser el factor más influyente. El dinamismo original de la desviación homosexual parecería consistir en una fracasada identificación afectiva del niño en esta etapa16. Algunos autores han estudiado los conflictos más comunes que predisponen individuos hacia atracciones y comportamiento homosexuales17. En ciertos momentos de la vida, sobre todo en momentos de tensión e inestabilidad personal, estas dificultades internas se activan y pueden conducir a comportamientos homosexuales como válvula de escape al inconsciente dolor emocional que provocan. Esta dinámica de sufrimiento emocional que conduce a deseos y actividad homosexual se manifiesta raramente durante la infancia, mientras que se revela normalmente al principio de la adolescencia18. Así por ejemplo, una educación inadecuada durante los primeros meses de vida - excesivo cariño de la madre o carencia de cariño por parte del padre- puede conducir a comportamientos donde la persona muestra una excesiva preocupación por la bebida o la comida, busca ansiosamente los placeres y gustos sensoriales o tiene comportamientos infantiloides, precipitados o irresponsables y, en general, muestra una falta de control interior y exterior. La carencia de reacciones positivas de un padre produce una seria debilidad en la imagen masculina y una falta de auto-aceptación. Muchos de los que sufren atracciones homosexuales crecieron de niños pensando que nunca podrían agradar a sus padres o sufrieron una sobreprotección por parte de sus madres. Si la necesidad de ser aceptado por otros varones, esencial para el desarrollo de una positiva identidad masculina y que precede al nivel de desarrollo adolescente, no ocurre o no se consigue por medio de la afirmación de otros compañeros es muy probable que el niño no se encuentre atraído por las niñas. Y uno de los motivos más frecuentes de este rechazo durante la infancia y adolescencia es no poseer unas aptitudes atléticas suficientes. La torpeza en las actividades deportivas se puede convertir en duras y crueles críticas de sus compañeros y causar en el niño 16 Para todo este apartado: A. Pardo, Aspectos médicos de la homosexualidad, in: Cuadernos de Bioética 6 (1995) 182-187; J. Moya, La homosexualidad. Aspectos biológicos y psicológicos, in: M oralia 10 (1988) 409-443; C. Domínguez, El debate psicológico sobre la homosexualidad, in: la homosexualidad un debate abierto oc. 13-93. 17 Entre las razones más frecuentes de la atracción homosexual en varones, la Asociación médica católica de USA sitúa las siguientes: alienación del padre percibido como hostil, distante, violento o alcohólico; la madre sobreprotectora o necesitada de afecto y exigente con los niños; los padres no fomentaron la identificación con el propio sexo; ausencia de juegos más o menos violentos; falta de identificación con sus iguales del mismo sexo; aversión a los juegos por equipo; falta de coordinación corporal; abuso sexual o violación; fobia social o timidez extrema; pérdida de un padre por muerte o divorcio; separación de un padre durante una etapa crítica del desarrollo. En algunos casos, la atracción homoerótica ocurre en un paciente con algún otro diagnóstico psicológico como una depresión grave, ideas de suicidio, neurosis de angustia generalizada, abuso de drogas, desórdenes de conducta, personalidades psicopáticas marginales, esquizofrenia o narcisismo patológico. Cf. Asociación Médica Católica, declaración sobre la homosexualidad Homosexualidad y esperanza, Nueva York 2000. 18 Cf. R. P. Fitzgibbons, The origins and therapy of same-sex attraction disorder, in: C. W olfe, Homosexuality and American Public Life, Spense 1999, 85-97. -6- poderosos sentimientos de soledad, tristeza y aislamiento. El ansia de ser aceptados y queridos por sus compañeros resulta en fuertes atracciones emocionales hacia los del mismo sexo, lo cual lleva a muchos jóvenes a concluir que son homosexuales. Por este continuado rechazo por parte de compañeros, muchos niños adquieren un disgusto intenso por sus propios cuerpos y una visión de éstos como débiles, poco atractivos y poco masculinos. Este enfado consigo mismos les induce a desarrollar atracciones homosexuales. Se encuentran incómodos con su físico y sueñan con escapar de sus cuerpos y entrar otros más atléticos, más masculinos. Esta ilusión puede llegar a ser enfermiza y llevar a una fuerte atracción física hacia otros del mismo sexo. Si el niño no logró superar el proceso de asimilación de la agresividad como un componente defensivo-afirmativo de su yo puede caer en una frustración de la personalidad de carácter narcisista que se manifestará en irritabilidad excesiva, tendencias sádicas o masoquistas, en un egoísmo posesivo y dominador, intolerante e intransigente. Esto provocará una seria dificultad para las relaciones afectivas y sexuales puede conducir a la persona a una homosexualidad latente, pues el narcisismo juega un papel crucial en la dinámica del comportamiento homosexual compulsivo. Cuando se producen fallos en la educación en lo que se refiere a la satisfacción de curiosidades o a la necesidad de conocer el origen de la vida se puede dar una curiosidad sexual insatisfecha, deseos de exhibir el propio cuerpo, excesos de pornografía o necesidad de placer sensorial. Esto provocará inseguridad y desconfianza en sí mismo, tendencias neuróticas, cultivo cultual del cuerpo o preocupación nimia por él. La falta en la familia de una higiene mental suficiente y una educación sexual adecuada puede provocar la ambivalencia y miedo al compromiso sexual, a sentir deseos desproporcionados de aventuras sexuales, al descontrol y desequilibrio sexuales, a la homosexualidad. Si ha habido una defectuosa relación de amor entre los padres -especialmente cuando se dan experiencias traumáticas para el muchacho como el divorcio, conflictos y peleas entre los padres o malos tratos-, o se ha dado la presencia de una madre demasiado controladora, excesivamente necesitada o acaparadora, se provoca una asimilación inconsciente negativa del amor y una mala introyección de las figuras parentales lo que puede producir una incapacidad total o parcial para establecer relaciones con el otro sexo, un miedo inconsciente a ser vulnerable en las relaciones heterosexuales. Podríamos seguir enumerando otras causas más. Hemos seleccionado éstas a modo de ejemplo por ser las que aparecen señaladas más frecuentemente en las investigaciones sobre la homosexualidad. Sirvan como muestra de la complejidad de un tema que sigue siendo objeto de estudio, como lo ponen de manifiesto las numerosas publicaciones que van saliendo a la luz, especialmente aquéllas de profesionales psiquiatras o psicólogos que creen posible una reorientación de la homosexualidad, y la actividad de muchas instituciones que promueven ayudas terapéuticas especializadas y acompañamiento espiritual a los homosexuales19. 19 Sin lugar a dudas son los Estados Unidos quienes llevan la delantera en este campo con investigadores de prestigio probado como los psiquiatras Richard Fitzgibbons, J. Nicolosi, Benjamin Kaufman, Harold Voth... o desde instituciones como Courage Ministry o Encourage o la asociación Narth que ofrecen ayuda terapeútica y espiritual a los homosexuales que desean cambiar su orientación. -7- IV. LA OPINIÓN DE LA IGLESIA : Antes de seguir adelante nos parece necesario situar, como referencia fundamental, la doctrina de la Iglesia. El Magisterio, reflexionando a la luz de la Palabra de Dios, siempre ha distinguido la inclinación homosexual del acto homosexual, enseñando que ni se pueden identificar ni merecen idéntico juicio moral. Comprender adecuadamente esta distinción nos permitirá extraer interesantes consecuencias para el discernimiento de las vocaciones. S S El acto homosexual. Por acto homosexual se entiende no sólo los actos sexuales externamente consumados sino también los actos de deseo y pensamiento plenamente consentidos. Estos son intrínsecamente desordenados, es decir, malos ex obiecto. Apoyándose en la Escritura20, la Iglesia considera que estos actos niegan la complementariedad entre el varón y la mujer inscrita en la misma naturaleza negando así la sabiduría creadora de Dios; están absolutamente desposeídos de la finalidad procreativa que es propia del acto sexual humano21; y niegan la autodonación como razón final del uso del sexo, ya que consideran que el acto homosexual es esencialmente una búsqueda de autocomplacencia. Así lo afirman la declaración Persona humana22, el Catecismo de la Iglesia Católica23 o en la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la atención pastoral a las personas homosexuales24. La tendencia homosexual. Sobre la tendencia homosexual, cuando responde a factores no voluntarios, se suele verificar muchos equívocos. Fundamentalmente hay que decir 20 Los documentos acuden frecuentemente a algunos textos de la Escritura, aunque no siempre los autores se ponen de acuerdo a la hora de interpretarlos: Lev 18,22 y 20,13; Rom 1,27 y 1 Cor 6,9-10. 21 Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y significado, para no hablar de fines, del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. CDF, Atención pastoral a las personas homosexuales, n. 7. Cf Pablo VI, litt. Ency. Humanae Vitae n. 14. 22 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, sobre algunas cuestiones de ética sexual (29-12-1975) n. 8: según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios. Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso. 23 Cath. n. 2357: La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso. 24 La actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico. CDF, Atención pastoral a las personas homosexuales, n. 7. -8- que mientras no sea consentida no constituye pecado alguno25, pero al mismo tiempo, también hay que afirmar que ella misma, por tender como fin a un acto desordenado, es un desorden en sí misma26. Consecuentemente, estas personas están llamadas a vivir la continencia y a unir el sufrimiento causado por su tendencia a la cruz de Cristo27. Algunos, para sostener la inculpabilidad de los actos homosexuales afirman que la tendencia que experimentan no es voluntaria, que existen condicionantes genéticos o biológicos que impiden a la persona decidir, y que por tanto no son actos libres por lo que no pueden ser calificados como desordenados. Lo más que se puede decir en este momento es que pudiera existir alguna base genética, hormonal, neurológica o cerebral que predispone a la homosexualidad, que pudiera inclinar a unas personas más que a otras a la homosexualidad, pero no obligarlas a practicarla: la inclinación homosexual no es algo que la persona escoge, pero toda persona tiene la opción de qué hacer con respecto a tal inclinación. V. LA REORIENTACIÓN DE LA TENDENCIA HOMOSEXUAL: Son muchos los especialistas que opinan que no es conveniente, ni siquiera eficaz, intentar ninguna terapia de conversión porque además de haber resultado ineficaces en la mayoría abrumadora de los casos, contribuirían a aumentar la presión social contra los homosexuales. Otros psicólogos y psiquiatras no están de acuerdo con esta afirmación y señalan, poniendo ellos también los datos sobre la mesa, que una terapia de reconducción o conversión es posible, y que la experiencia demuestra que muchos homosexuales han podido revertir su inclinación. Nos recuerda la Asociación Médica Católica de Estados Unidos, en una reciente declaración sobre la homosexualidad, que aunque ciertamente hay circunstancias que pueden disminuir significativamente la responsabilidad individual tales como desórdenes psicológicos y experiencias traumáticas, sin embargo, tales circunstancias y condiciones, no niegan la libertad de conciencia, ni eliminan el poder de la gracia. Por eso hay muchas razones para esperar que todos los que experimenten atracción homosexual y que busquen ayuda de la Iglesia, puedan verse libres de la actividad homosexual28. Los terapeutas escépticos afirman que la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad es insensible, poco científica, y errónea y aconsejan a sus pacientes que se acepten como son: personas creadas homosexuales por Dios. Parece que estas opiniones muestran una falta de 25 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. (Cath. n. 2358). 26 La particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. (CD F, Atención pastoras a las personas homosexuales, n. 3). 27 Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. (Cath. nn. 2358-2359). 28 Cf. Asociación Médica Católica, oc. 2. -9- conciencia de que los conflictos emocionales, como ya señalamos, son en la mayoría de las ocasiones los que conducen a atracciones homosexuales, y descartan el poder de curación existente a través del perdón y de una vida espiritual profunda29. Para nosotros es un tema de máximo interés, pues podríamos encontrarnos con algún candidato que desea acceder al sacerdocio en esta situación y una terapia conveniente, realizada por especialistas de orientación cristiana y a tiempo podría ser una ayuda inestimable para los formadores que contarán con una base más sólida a la hora de tomar una decisión sobre la idoneidad. Podríamos establecer tres argumentos a favor de ofrecer una terapia: el primero es el respeto a la autonomía de las personas, a su libertad y capacidad para la autodeterminación. El segundo el respeto a las creencias religiosas, a los valores morales y a los posicionamientos éticos con respecto al comportamiento homosexual. Y el tercero la afirmación de que las terapias que buscan el cambio en los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas homosexuales se han mostrado científicamente eficaces en muchos casos30. En relación con esto es fundamental una tarea preventiva que le corresponde especialmente a los padres de familia: si las necesidades emocionales y de desarrollo del niño se satisfacen adecuadamente, tanto por la familia como por sus iguales, el desarrollo de atracción homoerótica es muy poco probable. Los niños necesitan el cariño y la aceptación de sus padres, de sus hermanos y sus iguales. A veces, los propios problemas dentro del matrimonio hacen que los padres no puedan proporcionar estos apoyos que el niño requiere31. La terapia debe comenzar con un esfuerzo de introspección en un intento necesario de entender las heridas emocionales que se han experimentado en el pasado, resolver el enfado con aquellos que han infligido dolor a través de un proceso de perdón, utilizar técnicas de conocimiento y de comportamiento, admitir la impotencia frente al sufrimiento emocional y apoyarse en una dinámica espiritual donde Dios también tiene una palabra que decir de perdón y de ánimo32. Se trata, pues, de identificar el propio mundo emocional, especialmente aquellos elementos que siempre han sido percibidos como extraños y aprender a perdonar y curar las heridas del pasado, reconduciendo la mirada hacia el amor de Dios en quien nos sentimos amados y aceptados 29 La razón más aludida es que estas terapias no son éticas porque son opresivas contra aquellos que no quieren cambiar. Para evitarlo habría que aceptar los actos homosexuales como normales, luchando contra la discriminación social que sufren los adolescentes y adultos homosexuales activos. 30 Muchos terapeutas han publicado sus trabajos con resultados favorables en el tratamiento del homoerotismo. En ellos se demuestra que este tipo de terapia ha tenido tanto éxito como el tratamiento de problemas psicológicos similares: al menos un 30% de los pacientes se siente liberado de los síntomas y otro 30% se encuentra mejor. Informes de terapeutas individuales han sido igualmente positivos. 31 Ibid. 9. 32 Será función de la familia y del educador buscar, sobre todo, individuar los factores que impulsan hacia la homosexualidad, ver si se trata de factores fisiológicos o psicológicos, si es el resultado de una falsa educación o de la falta de una evolución sexual normal, si proviene de hábitos contraídos o de malos ejemplos o de otros factores...Tendrán presente que en lo profundo del hombre yace su innata debilidad, consecuencia del pecado original, que puede desembocar en pérdida del sentido de Dios y del hombre y tener sus repercusiones en la esfera de la sexualidad. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1-11-1983) n. 102; Cf. Persona Humana 8. -10- profundamente. A medida que las heridas emocionales se curan, la tensión interna desparece, las atracción y el comportamiento homosexual disminuye e incluso puede llegar a desaparecer33. Psicoterapeutas alrededor del mundo certifican que numerosos homosexuales han experimentado una curación sustancial de su problema. El cambio ha pasado por la terapia psicológica, espiritual y de grupos de apoyo. La clave para cambiar siempre es el deseo, la persistencia, y un buena disposición para profundizar en los conflictos conscientes e inconscientes que originaron su condición homosexual. El cambio se va dando despacio, normalmente a lo largo de varios años. Si algunos homosexuales no desean cambiar, ésa es su opción, pero lo que sí es evidente que a nadie se le puede negar la oportunidad de someterse a un tratamiento en aras de una supuesta defensa de los derechos de los homosexuales por parte de ciertos activistas. VI. CRITERIOS PARA EL DISCERNIMIENTO : El 5 de septiembre pasado Juan Pablo II se dirigió a un grupo de obispos de Brasil dándoles a conocer un principio que debe estar presente de forma especialmente relevante en la formación: los candidatos que padezcan desórdenes sexuales no son idóneos para el ministerio presbiteral. En esa misma reunión, que tuvo lugar en Castel Gandolfo, Juan Pablo pidió una muy cuidada selección de los candidatos, eligiendo sólo a aquellos que tengan la capacidad para vivir adecuadamente el celibato y que no padezcan desviaciones afectivas34. El término “desviaciones afectivas” ha sido usado entre los formadores para describir a aquellos individuos que padecen desórdenes de la orientación sexual, como es la homosexualidad, en principio incompatibles con el celibato sacerdotal. El problema no reside tanto en afirmar que sólo son idóneos aquellos candidatos que son capaces de asumir el celibato de por vida, sino decidir acerca de aquellos candidatos que poseen una orientación homosexual: en algunos seminarios se rechaza sin distinción a todos aquellos candidatos que poseen una orientación homosexual; en otros se ha optado por estudiar caso por caso. Pero en todos parece que el principio es claro: hay un acuerdo prácticamente unánime en que no se debe ordenar a aquéllos que no den seguridad de poder comprometerse con una vida celibataria. Juan Pablo II en el discurso citado propone dos claves para la intervención en las distintas áreas de la formación: por una parte la no ordenación de los candidatos con una orientación homosexual, sin dejarse llevar por un equivocado sentido de tolerancia; y por otra la necesaria renovación de los seminarios que incluye una más cuidada selección de los profesores que han de ser santos, bien entrenados teológicamente y fieles a la doctrina de la Iglesia, que no traicionen el contenido esencial de la fe por acomodarlo a las demandas de la sociedad actual. A favor de la exclusión del seminario diremos que en varias ocasiones, diversos estamentos de 33 Cf. Fitzgibbons,oc. 34 Por eso, es mi deber recomendar una renovada atención en la selección de las vocaciones para el seminario, utilizando todos los medios posibles con vistas a un conocimiento adecuado de los candidatos, sobre todo desde el punto de vista moral y afectivo. Que ningún obispo se sienta dispensado de este deber de conciencia, del que deberá dar cuenta directamente a Dios; sería lamentable que, por una tolerancia mal entendida, llegaran a ordenarse jóvenes inmaduros, o con signos evidentes de desviaciones afectivas, que, como es tristemente conocido, podrían causar graves anomalías en la conciencia del pueblo fiel, con evidente daño para toda la Iglesia. JUAN PABLO II, Discurso al segundo grupo de obispos de brasil en visita "ad limina" (5-IX-2002), n.5. -11- la Iglesia, han indicado que la homosexualidad en sí misma, y no sólo la actividad sexual o el comportamiento homosexual, es incompatible con el sacerdocio. Las argumentaciones más comunes que se barajan para defender esta postura giran en torno a la idea de que una persona con orientación homosexual generalmente no podrá asumir adecuadamente la vida en el seminario pues se encontrará con múltiples tentaciones pues vivirá dentro de en un ambiente masculino donde todos sus amigos más próximos serán hombres35. Incluso sin cuestionar directamente a los candidatos sobre una posible homosexualidad, los rectores y formadores de seminarios pueden discernir a través de referencias personales, estudios psicológicos o por la simple observación del comportamiento, si existe realmente un obstáculo para la ordenación. Cuando se compruebe que se trata de homosexuales activos, de ninguna manera podrán ser aceptados como candidatos válidos. La condición masculina del sujeto viene exigida por la legislación vigente36 que se entiende no sólo la necesidad de la posesión de atributos genitales masculinos, sino como la conjunción de tres aspectos fundamentales: la identidad, el rol y la orientación sexual. La primera hace referencia a la percepción individual y la propia conciencia de ser hombre o mujer; el rol sexual es la conducta que muestra el individuo y lo identifica ante los otros como hombre o mujer; y la orientación sexual hace referencia a la atracción erótica que siente un individuo hacia hombres o mujeres37. Desde este punto de vista, será más o menos idóneo un candidato en la medida en que se comprenda a sí mismo, viva y se manifieste frente a los demás como heterosexual, sin olvidar que aunque la orientación sexual es importante no deja de ser un aspecto secundario de la personalidad puesto que la identidad esencial de la persona para un creyente es ser hijo de Dios. Es desde ese plano desde donde debemos trabajar en el acompañamiento de los candidatos, con el respeto y la dignidad que merecen como imagen del Creador, frente a rechazos cargados de prejuicios o a engañosas idealizaciones. Siempre será mejor un homosexual sano que un heterosexual neurótico o perverso38, siempre hay un camino para aquellos que desean cambiar. En este punto es oportuno recordar la distinción que tomamos del Magisterio entre condición personal-orientación homosexual de los actos o comportamiento homosexual práctico. Desafortunadamente éste es el único criterio distintivo de referencia, pues no encontramos en la normativa sobre formación en los seminarios ninguna otra pista al respecto, ni en la legislación universal ni en la particular española. En alguna ocasión se habla de la superación de la homosexualidad como forma de inmadurez o de la evitación de las denominadas amistades 35 Ya una Instrucción de 1961 a los superiores de los IVC sobre La selección y la formación de los candidatos a los Estados de Perfección y a las Sagradas Órdenes afirmaba que se debe impedir el paso a los votos religiosos o a la ordenación a todos aquellos que estén afectados por tendencias homosexuales o pederastia, puesto que para ellos la vida ministerial común puede constituir un serio peligro. 36 CIC c. 1024: sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación. Cf. vc. 968; PO 2; Pablo VI, ep. Ad archiepiscopum Cantuariensem: I, 30 nov 1975, in: AAS 68 (1976) 599-600; II, 23 mar. 1976, in: AAS 68 (1976) 600-601; SCDF, decl. Inter insigniores, 15 oct. 1976, in: AAS 69 (1977) 98-116; Juan Pablo II, ep. ap. Ordinatio sacerdotalis, 22 mai. 1994, in: AAS 86 (1994) 545-548. 37 Cf. Hales - Yudofsky - Talbott, oc. 691. 38 Cf. C. Domínguez Morano, La aventura del celibato evangélico. Sublimación o represión. Narcisismo o alteridad, in: Frontera Egian 31 (2000) 97-100. -12- particulares pero sin más detalles. Parece sorprendente que un tema de tanta envergadura no haya encontrado una explicitación mayor39. Nos vemos, pues, necesitados de establecer un criterio más o menos objetivo y externo que nos permita conocer la condición del sujeto y emitir un juicio acerca de su idoneidad. Desde lo expuesto nos parece que la conducta del candidato puede ser ese criterio que buscamos, dado que los otros elementos aludidos son más difíciles de manejar, sobre todo para aquellos formadores que no están suficientemente capacitados en estos problemas40. Pero conviene aclarar que también dentro de lo que se considera comúnmente como conducta homosexual existen diferentes grados que, por tanto, no pueden considerarse idénticos en el momento de emitir un juicio. En cualquiera de los casos nos enfrentamos a un problema que debe ser asumido por el sujeto y el educador con toda objetividad41. Comenzamos aclarando que existen comportamientos que pueden parecer a primera vista relacionados con la homosexualidad, pero que no tienen necesariamente por qué ser reflejo de ella. Los psicólogos han constatado la existencia del comportamiento de disconformidad con el papel del propio sexo, donde la persona orienta algunos de sus intereses y actividades hacia los propios del otro sexo. Así, no resulta infrecuente encontrarnos con hombres que manifiestan un cierto amaneramiento en su forma de presentarse frente a los demás, con gustos excesivamente refinados, disgusto por las actividades violentas y deportivas... o niñas que gustan vestirse o divertirse al modo que acostumbran a hacerlo los chicos. Pero no debemos suponer que esta conducta signifique un trastorno del sentido de la identidad personal42. También encontramos los denominados miedos homosexuales: se trata de un sentimiento difuso en la persona, fruto la mayor parte de las veces de la inseguridad personal, pero sin sentir claramente atracción homosexual. La mayor parte de las ocasiones no son un problema en sí mismos, pero pueden ser reflejo de otros problemas internos que hay que abordar, normalmente referidos a la fragilidad o debilidad de la identidad personal. Habrá que tener en cuenta el conjunto de la personalidad del aspirante y trabajar con él estos aspectos en la formación43. Tanto en este caso como en el anterior, si pueden ser educados con medios ordinarios, no representarían una contradicción seria para la admisión al ministerio. Evidentemente deberá abordarse el problema con el muchacho para hacerle ver las deficiencias y proporcionarle los 39 En concreto: Sacerdotalis Caelibatus n. 77; Congregatio Pro Institutione Catholica, Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, Typis polyglottis vaticanis, Roma 1985, n. 48; Orientamenti educativi per la formazione al celibato sacerdotale, Tipografia poliglotta vaticana, Roma 1974, nn. 21 y 61; Conferencia Episcopal Española, La formación para el ministerio presbiteral. Plan de formación sacerdotal para los seminarios mayores, Madrid 1996, n. 59. 40 Cf. Siguen siendo nuestros hijos, oc. 36; Congregación para la Doctrina de la Fe, declaración Persona humana (29 dec 1975), in: AAS 68 (1976), 77-96; Juan Pablo II, Discurso a los obispos de USA (5 oct 1979), in: Ecclesia 39 (1979), 1314; carta Homosexualitatis problema (1 oct 1986), in: Ecclesia 2293 (1986) 1579-86. 41 Cf. A. Mirabet i Mullol, Homosexualidad hoy, B arcelona 1995, 28; CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1-111983) n. 101. 42 Cf. DSM IV 550. 43 Cf. B. Kiely, oc. 114. -13- medios para que pueda trabajar en corregirlas. Se entiende que también una consulta psicológica especializada se puede considerar como medio ordinario en este propósito, pues puede ayudar a descubrir el origen de esas manifestaciones. Es evidente, que donde hay una patología severa, como sucede en los casos ya aludidos de trastornos de la identidad sexual, el tratamiento no siempre es posible: no olvidemos que aquéllas personas que los padecen, en la mayor parte de los casos, no encuentran alivio a su malestar sino es a través de una reasignación de sexo44. Por eso existiría una contraindicación absoluta para recibir las órdenes, pues estamos hablando de problemas realmente importantes de la estructura de la personalidad, que representan una profunda alteración del sentido de identidad del individuo con respecto a la masculinización. Además, estos trastornos suelen ir acompañados de otros especialmente frecuentes como el narcisismo, la conducta antisocial o límite de la personalidad, el abuso de sustancias psicoactivas y las conductas autodestructivas45. Para el resto de los casos intentaremos hacer una tipificación: C Personas que son exclusivamente heterosexuales sin ningún elemento homosexual tanto a nivel de actitudes como de sentimientos o conductas. No plantean ningún problema de cara al discernimiento desde este aspecto, pues se ajustan a las condiciones pedidas por la legislación. C Personas fundamentalmente heterosexuales, pero que han tenido esporádicamente algún contacto homosexual a edad temprana, especialmente durante la adolescencia. Leídos en el contexto del descubrimiento de la sexualidad y de la búsqueda de modelos de identificación propios de esta etapa, si se han reducido a este momento no podrán considerarse estrictamente como signo de homosexualidad. No parece que exista demasiado problema en lo que respecta al discernimiento de estos muchachos, pudiendo generalmente ser admitidos. C Personas que percibiéndose heterosexuales, tienen reacciones psíquicas homosexuales frecuentes, propiciando relaciones intensas e inmaduras con personas del mismo sexo, buscando amistades exclusivistas. Esta tendencia ciertamente homosexual, ligada frecuentemente a necesidades inmaduras de dependencia y/o dominio, si no tiene expresión física y está focalizada en una persona o un pequeño grupo al que el candidato se siente unido emocionalmente, podría tener solución poniendo los medios necesarios. El proceso consistirá aquí en individuar y comprender las causas y orientar hacia una relación de ayuda. Será el formador quien deberá acoger en un primer momento al candidato creando un clima de confianza y animándolo a emprender un camino de introspección y de fuerte esfuerzo moral de conversión. En un segundo momento deberá sugerir al candidato la asistencia médico-psicológica de una persona atenta y respetuosa a las enseñanzas de la 44 El cambio al sexo contrario es la modalidad de tratamiento más ampliamente utilizada y estudiada para los trastornos de la identidad sexual del adulto. Los primeros resultados fueron extremadamente positivos, con cambios espectaculares en las actividades sociales y en el nivel de satisfacción. R. E. Hales - S. C. Yudofsky - J. A. Talbott, Tratado de psiquiatría, Barcelona 1996 2, 695. 45 Cf. Hales -Yudofsky -Talbott, Tratado. oc. 694. -14- Iglesia46. Será en este estudio donde se pueda analizar detalladamente si el individuo tiene suficiente autocontrol, humildad y tenacidad para aprender y si sus ideales son suficientemente sólidos para sostener un crecimiento... y decidir consecuentemente47. C Personas que han tenido frecuentes relaciones físicas homosexuales, tanto si se perciben preferentemente heterosexuales, como bisexuales, como predominante o exclusivamente homosexuales. En todos estos casos nos encontramos ante comportamientos desviados que se sitúan dentro del marco de las conductas no aceptadas por la Iglesia como expresión de la sexualidad humana, como ya vimos. Por este motivo es claro que no pueden ser considerados idóneos para el ministerio, pues el sacerdocio célibe exige un suficiente equilibro psíquico y moral, y las expectativas de que estas personas lo vivan adecuadamente son ciertamente escasas. La contraindicación para el ministerio puede considerarse como absoluta. En este punto, la responsabilidad de los educadores es gravísima y la irresponsabilidad podría llevar a resultados tremendamente dañinos para el candidato y para la Iglesia48. Como última anotación: aquellas personas que consideren que resistirse a la atracción por el mismo sexo es algo inútil y desesperante, que la única salida es aceptar la propia condición y vivir en consecuencia, se sentirán seguramente oprimidas por el hecho de que gran parte de la sociedad, y en particular la Iglesia católica, no acepten la expresión de esos deseos en actos homosexuales y no puedan juzgar positivamente ese comportamiento como moralmente aceptable. Aquél que se considera a sí mismo homosexual que la opción de vida homosexual y heterosexual son moralmente equivalentes no puede ser llamado a la ordenación porque considerar esto contradice directamente lo que la Iglesia propone, su enseñanza en cuestiones de moral sexual. Lo mismo se podría afirmar en relación a quienes se forman para la vida religiosa49. 46 Cf. Ibid. n. 103; Persona Humana,8-9. 47 Algunos autores la catalogan como pseudo-homosexualidad (Cf. B. Kiely, Candidates with difficulties in celibacy: discernment, admision, formation, in: Seminarium 23 (1993) 112-113). 48 Cf. SCa 64; Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, Carta circular a los Excmos. y Revmos. Señores Obispos Diocesanos y demás ordinarios canónicamente facultados para llamar a las sagradas ordenes, sobre los escrutinios acerca de la idoneidad de los candidatos, in: Comm.30 (1998) 50-59). 49 En este contexto actual, se expondrán y comprenderán las razones que justifican que se excluyan de la vida religiosa a aquellas y aquellos que no lograrán dominar tendencias homosexuales o que pretendieran poder adoptar una tercera vía « vivida como un estado ambiguo entre el celibato y el matrimonio ». CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, instr. Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos (2 de febrero de 1990), in: AAS 82 (1990), n. 39. Cf. Documento final del sínodo particular de los Obispos de los Países Bajos, in: L'Osservatore Romano, 2 de febrero 1980, proposición 32. -15-