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ISRAEL: EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA
POR: JORGE AQUIN ORTIZ
ÍNDICE
Estructura de Capítulos:
Capítulo 1:
1. Las Raíces del Plan: Israel en el Antiguo Testamento
Las promesas abrahámicas: El pacto incondicional de Dios con Abraham.
La nación escogida: El propósito de Israel en el plan divino.
Los profetas y la esperanza mesiánica: Las expectativas de Israel acerca del Mesías.
Capítulo 2
2. El Giro Histórico: La Venida de Jesús y el Nacimiento de la Iglesia
Jesús, el Mesías esperado y rechazado: La reacción de Israel ante Jesús.
El nacimiento de la Iglesia: La inclusión de los gentiles en el plan de Dios.
La tensión entre judíos y gentiles: Los primeros debates y desafíos.
Capítulo 3
3. El Misterio de la Iglesia: ¿Sustitución o Complemento?
La relación entre Israel y la Iglesia: ¿Dos pueblos de Dios o uno?
El papel de los apóstoles: Pablo y otros líderes en la discusión.
La teología paulina sobre Israel: Romanos 9-11 y otras epístolas.
Capítulo 4
4. Los Tiempos de los Gentiles: Un Paréntesis en la Historia
La profecía de Lucas 21:24: ¿Qué significa "hasta que se cumplan los tiempos de
los gentiles"?
La evangelización de los gentiles: El cumplimiento de las promesas a Abraham.
El endurecimiento parcial de Israel: ¿Por qué Israel no ha aceptado a Jesús en su
totalidad?
Capítulo 5
5. La Restauración de Israel: La Esperanza Futura
Las profecías escatológicas: La reunión de todas las cosas en Cristo.
El papel de Israel en el reino milenial: ¿Cuál será su lugar?
La nueva Jerusalén y el pueblo de Dios: Una visión unificada.
Capítulo 6
6. El Debate Teológico: Perspectivas y Controversias
El dispensacionalismo: Una visión particular de la historia y el futuro.
La teología de la sustitución: Una perspectiva histórica sobre la relación entre judíos
y cristianos.
La nueva perspectiva sobre Pablo: Un enfoque diferente en la teología paulina.
Capítulo 7
7. Implicaciones Prácticas para la Iglesia Hoy
El testimonio cristiano a los judíos: Cómo compartir el evangelio con sensibilidad.
La unidad de los creyentes: Superando las divisiones entre judíos y gentiles.
La oración por Israel: Intercediendo por el pueblo de Dios.
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Capítulo 8
Puntos Clave para el Contenido:
Exégesis bíblica: Un análisis detallado de los textos relevantes, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento.
Contexto histórico: Situar los eventos bíblicos en su contexto histórico y cultural.
Teología sistemática: Integrar la doctrina de Israel en el sistema teológico general.
Apologética: Defender la posición bíblica frente a críticas y objeciones.
Perspectivas contemporáneas: Presentar las diversas interpretaciones y debates actuales.
Consideraciones Adicionales:
Lenguaje claro y conciso: Evita un lenguaje técnico excesivo para que el libro sea
accesible a un público amplio.
Ejemplos prácticos: Utiliza ejemplos de la vida cotidiana para ilustrar los conceptos
teológicos.
Bibliografía: Incluye una bibliografía completa para que los lectores puedan profundizar
en el tema.
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ISRAEL: EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA
POR: JORGE AQUIN ORTIZ
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la revelación bíblica, Israel ha desempeñado un papel único y central en los propósitos
eternos de Dios. Desde su elección en los patriarcas, como Abraham, hasta las promesas del Reino
Mesiánico, Israel es más que una nación en la narrativa bíblica; es el pueblo a través del cual Dios
revela Su carácter, Su plan de redención y Su soberanía sobre toda la creación.
En el centro de este estudio, se encuentra un "hilo invisible", un concepto que destaca cómo el
propósito de Dios para Israel se entrelaza con el progreso general de la historia redentora. Este hilo
es el plan divino que Dios estableció para Israel desde la eternidad, un plan que, aunque parece
estar en "pausa" durante la era de la Iglesia, sigue siendo crucial para comprender el futuro
cumplimiento profético. La relación entre Israel y la Iglesia es un tema clave en la teología bíblica
y sistemática, y se puede ver como una manifestación del propósito soberano de Dios en la historia
de la humanidad.
Desde el pacto abrahámico (Génesis 12:1-3), Dios separó a Israel como una nación destinada a ser
un canal de bendición para todas las naciones de la tierra. A lo largo del Antiguo Testamento, esta
promesa se expande y se desarrolla a través de pactos sucesivos, como los pactos: mosaico,
davídico y el nuevo pacto prometido en Jeremías 31:31-34. Aunque Israel ha experimentado ciclos
de desobediencia, castigo y restauración parcial, la promesa de Dios permanece firme: un futuro
en el cual Israel será restaurado en plenitud bajo el reinado del Mesías.
Durante el período intertestamentario y en el desarrollo del Nuevo Testamento, surge una tensión
teológica: ¿cómo encajan los propósitos de Dios para Israel con el surgimiento de la Iglesia? Según
el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos (capítulos 9-11), el endurecimiento parcial de Israel
tiene una duración temporal hasta que la plenitud de los gentiles haya entrado. Este endurecimiento
no significa que las promesas de Dios hayan fallado, sino que han sido suspendidas temporalmente
hasta que el plan de Dios para la Iglesia sea completado.
La Iglesia, compuesta por judíos y gentiles en Cristo, representa el misterio revelado en el Nuevo
Testamento, pero no reemplaza a Israel en los propósitos de Dios. Teólogos dispensacionalistas
como Lewis Sperry Chafer, Charles Ryrie y John F. Walvoord han subrayado esta distinción,
afirmando que el plan de Dios para Israel y la Iglesia sigue caminos paralelos pero distintos.
Mientras que el tiempo de la Iglesia es el enfoque actual en la obra redentora de Dios, el hilo
invisible que une la historia sigue firmemente conectado con Israel. Esto se manifestará de manera
dramática cuando Dios retome Su trato con Israel en los tiempos finales, específicamente durante
la Gran Tribulación y el Reino Milenial de Cristo, donde las promesas a Israel se cumplirán
plenamente.
En este contexto, Israel no solo es una nación más en la narrativa histórica; es el pueblo a través
del cual Dios ha decidido manifestar su fidelidad, cumplir sus promesas y mostrar su poder redentor
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al mundo. La historia de Israel, desde su elección hasta su futuro glorioso, es un testimonio vivo
del carácter inmutable de Dios y de su plan soberano para la humanidad.
Este hilo invisible que conecta la historia de Israel con la de la Iglesia y el futuro escatológico del
mundo se convierte en un marco esencial para comprender no solo la naturaleza de Dios y sus
pactos, sino también el desenlace de la historia tal como está revelado en las Escrituras.
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CAPÍTULO 1
LAS RAÍCES DEL PLAN: ISRAEL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Las Promesas Abrahámicas: El Pacto Incondicional de Dios con Abraham
El punto de partida para comprender el plan de Dios para Israel y, por ende, para el mundo entero,
se encuentra en las promesas abrahámicas. Este pacto, establecido por Dios con Abraham en
Génesis 12:1-3, 15:1-21, y reiterado en Génesis 17:1-8, forma la base teológica para todo el
programa divino relacionado con Israel. Es un pacto incondicional, lo que significa que su
cumplimiento no depende de la obediencia de Abraham ni de sus descendientes, sino únicamente
de la fidelidad de Dios. En la historia de la salvación, este pacto no solo asegura la permanencia de
Israel como pueblo, sino que también anticipa la bendición de todas las naciones a través de ellos.
El Pacto y su Carácter Incondicional
El pacto abrahámico incluye tres componentes fundamentales: una tierra, una descendencia
numerosa y la bendición universal a todas las naciones. Este acuerdo fue sellado de manera
unilateral, como lo muestra el episodio de Génesis 15, donde Dios pasa entre las mitades de los
animales sacrificados mientras Abraham duerme (Gén. 15:17). Según los comentaristas, esto
simboliza que solo Dios es responsable de cumplir el pacto, haciendo de este un acuerdo
incondicional. Lewis Sperry Chafer enfatiza la inmutabilidad del pacto al destacar que "el carácter
incondicional del pacto abrahámico descansa sobre la sola promesa de Dios, y no sobre ninguna
capacidad humana"1.
Este tipo de pacto es contrastado con el pacto mosaico, que sí depende de la obediencia del pueblo
de Israel. Charles Ryrie subraya que, aunque el pacto mosaico es condicional, el pacto abrahámico
"depende solo de la promesa de Dios y, por lo tanto, su cumplimiento está garantizado por la
fidelidad de Dios, no por la conducta del hombre"2. Esto asegura que las promesas de Dios a
Abraham —incluyendo la posesión de la tierra y la bendición a todas las naciones— se cumplirán,
independientemente de la respuesta de Israel a lo largo de su historia.
Promesas Claras en la Escritura
El contenido específico de las promesas abrahámicas puede verse claramente en varios pasajes
clave. En Génesis 12:1-3, Dios promete a Abraham:
1. Una tierra: “A la tierra que te mostraré” (Gén. 12:1). Esta promesa se reitera más adelante
en Génesis 15:18-21 con una descripción detallada de los límites geográficos de la tierra.
2. Una nación grande: “Haré de ti una nación grande” (Gén. 12:2), que incluye tanto la
numerosa descendencia física de Abraham como la nación de Israel propiamente dicha.
3. Bendición para todas las naciones: “Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”
(Gén. 12:3). Esta promesa tiene su cumplimiento final en la venida del Mesías, descendiente
de Abraham (Gal. 3:16), y en la salvación que Cristo trae a las naciones.
Warren Wiersbe señala que estas promesas se relacionan directamente con el propósito redentor
de Dios para toda la humanidad: "Dios eligió a Abraham no solo para ser bendecido, sino para ser
una bendición, y esta bendición se encuentra plenamente en Jesucristo, el Salvador del mundo"3.
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Perspectiva Exegética y Hermenéutica
Desde una perspectiva exegética, es importante notar cómo el pacto abrahámico se repite y se
amplía a lo largo de las Escrituras. En Génesis 17, Dios añade detalles adicionales sobre el pacto,
incluyendo el cambio de nombre de Abram a Abraham y la institución de la circuncisión como
señal del pacto (Gén. 17:4-10). A lo largo de los textos, los elementos de la promesa de tierra,
descendencia y bendición son tratados como incondicionales y perpetuos, lo cual ha llevado a John
F. Walvoord a afirmar que "las promesas abrahámicas no solo garantizan la continuidad de la
nación de Israel, sino que también son fundamentales para comprender el futuro plan de Dios en
los tiempos finales"4.
En términos hermenéuticos, es crucial no espiritualizar o alegorizar estas promesas, especialmente
la promesa de la tierra. Hal Lindsey y John Nelson Darby, precursores del dispensacionalismo
clásico, han insistido en una interpretación literal de estas promesas, argumentando que "Dios tiene
la intención de cumplir literalmente la promesa de dar a Israel la tierra prometida en el futuro Reino
Milenial"5. Este enfoque rechaza cualquier noción de que la Iglesia haya reemplazado a Israel en
los planes de Dios, una idea que ha sido defendida también por Michael Vlach en sus escritos
sobre la teología del reemplazo6.
Implicaciones Teológicas
Teológicamente, el pacto abrahámico es esencial para la comprensión del trato de Dios con Israel
y las naciones. Las promesas de tierra, descendencia y bendición no solo establecen el fundamento
de la identidad nacional de Israel, sino que también apuntan al futuro cumplimiento escatológico
de estas promesas. Como J. Dwight Pentecost explica: "El pacto abrahámico es el cimiento sobre
el cual descansa el futuro del programa de Dios para Israel y las naciones. A medida que Dios
cumpla estas promesas, se manifestará Su fidelidad y Su soberanía sobre la historia"7.
La dimensión universal de las promesas abrahámicas —la bendición para todas las naciones—
tiene su clímax en Cristo. Evis Carvallosa destaca que "Jesucristo, como descendiente de
Abraham, es la encarnación de la promesa de bendición para las naciones, pues a través de Él, la
salvación es ofrecida a toda la humanidad"8. Así, mientras Israel ocupa un lugar único en los planes
de Dios, la Iglesia comparte en los beneficios espirituales de estas promesas por medio de Cristo.
Notas al pie
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948),
98. ↩
2. Charles C. Ryrie, Basic Theology (Chicago: Moody Press, 1986), 140. ↩
3. Warren W. Wiersbe, Be Obedient (Wheaton: Victor Books, 1991), 17. ↩
4. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 125. ↩
5. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 89. ↩
6. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 56.
↩
7. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 78. ↩
8. Evis L. Carvallosa, El pacto abrahámico: La clave para entender la historia redentora
(Miami: Editorial Caribe, 2002), 43. ↩
7
La nación escogida: El propósito de Israel en el plan divino.
El concepto de Israel como la "nación escogida" es una de las ideas fundamentales para entender
el plan divino en la Biblia. Desde los primeros capítulos de Génesis hasta el Apocalipsis, Dios
revela que ha elegido a Israel para desempeñar un papel único en la historia de la redención. Esta
elección no es el resultado de algún mérito o superioridad inherente en Israel, sino que fluye de la
gracia y el propósito soberano de Dios. A lo largo de las Escrituras, Dios expone claramente el
propósito de Israel: ser un canal de bendición, un testimonio vivo de la santidad de Dios y, en última
instancia, el medio por el cual se manifestará el Mesías al mundo.
Elección de Israel: Un Acto de Gracia
La elección de Israel se encuentra profundamente enraizada en el pacto abrahámico, donde Dios
prometió que haría de Abraham una gran nación y que a través de su descendencia todas las familias
de la tierra serían bendecidas (Gén. 12:2-3). Esta elección fue un acto soberano de Dios, sin relación
alguna con los méritos de la nación. Deuteronomio 7:6-8 declara claramente que Dios eligió a Israel
no por su tamaño o fuerza, sino porque Él los amó y fue fiel a las promesas hechas a sus
antepasados. J. Dwight Pentecost subraya que "la elección de Israel por Dios es un acto de Su
gracia inmerecida. Es un testimonio no solo de Su amor, sino de Su propósito de redimir a la
humanidad"1.
Esta elección tiene un carácter irrevocable, tal como señala el apóstol Pablo en Romanos 11:29:
"Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios". Francisco Lacueva destaca que,
aunque Israel ha experimentado desobediencia y disciplina a lo largo de su historia, "la elección de
Israel permanece inalterada, y las promesas hechas a ellos se cumplirán literalmente en el futuro"2.
Israel como Canal de Bendición
Uno de los propósitos principales de la elección de Israel fue que fueran un canal de bendición para
las naciones. Este propósito se desarrolla a través de las promesas del pacto abrahámico,
especialmente en la afirmación de que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (Gén.
12:3). En el centro de esta promesa está la venida del Mesías, descendiente de Abraham, quien
traería salvación no solo a Israel, sino a toda la humanidad. C. I. Scofield enfatiza que "el propósito
redentor de Dios se manifiesta claramente en Su elección de Israel para ser la nación a través de la
cual vendría el Salvador del mundo"3.
Además, Israel debía ser un ejemplo para las naciones. Éxodo 19:5-6 declara que Israel sería "un
reino de sacerdotes y una nación santa". Charles Baker comenta que esta designación sacerdotal
implica que Israel estaba destinado a representar a Dios ante las naciones y a enseñarles acerca de
Su carácter y Su ley4. Sin embargo, la historia de Israel, como vemos en los libros proféticos, está
marcada por fracasos en cumplir este propósito. A pesar de su desobediencia, Dios nunca abandonó
su pacto con ellos.
La Santidad y el Testimonio de Israel
La santidad de Israel era una parte esencial de su misión en el plan divino. Dios estableció un
sistema de leyes y mandamientos para Israel que no solo regulaba su vida religiosa, sino que
también los separaba como una nación santa, distinta de las demás. Este concepto se ve
particularmente en el libro de Levítico, donde Dios les ordena: "Sed santos, porque yo soy santo"
8
(Lev. 19:2). Evis Carvallosa destaca que "la ley mosaica fue dada no solo para gobernar la vida
diaria de Israel, sino para establecer un estándar moral que reflejara el carácter santo de Dios"5.
Israel debía ser un testimonio vivo de la santidad de Dios a las naciones paganas que los rodeaban.
Como nación escogida, estaban llamados a vivir de manera diferente, reflejando la justicia, la
misericordia y la verdad de Dios. Sin embargo, cuando Israel falló en cumplir este llamado, fueron
disciplinados severamente, lo cual también mostró la fidelidad de Dios a Su pacto, incluso en el
castigo.
El Mesías: Cumplimiento del Propósito de Israel
El propósito supremo de Israel en el plan divino fue ser el medio a través del cual vendría el Mesías,
el Salvador prometido. Las Escrituras proféticas están llenas de referencias a la venida de un rey
que sería descendiente de David y que traería salvación a Israel y a las naciones (Isa. 9:6-7; Miqueas
5:2). El Nuevo Testamento revela que Jesucristo es el cumplimiento de esas promesas. Paul
Henebury señala que "Jesucristo es el cumplimiento no solo de las promesas mesiánicas hechas a
Israel, sino también de las bendiciones universales prometidas en el pacto abrahámico"6.
A través de Jesucristo, descendiente de Abraham y David, se cumple el propósito redentor de Dios.
Aunque Israel rechazó inicialmente a su Mesías, las Escrituras enseñan que Dios no ha terminado
con ellos. John F. Walvoord subraya que "el rechazo de Israel no significa que Dios haya
desechado su plan para ellos. Más bien, Israel será restaurado y redimido cuando reconozcan a
Jesucristo como su Mesías en los tiempos finales"7.
El Futuro de Israel en el Plan Divino
Desde una perspectiva escatológica, el propósito de Dios para Israel sigue vigente. La profecía
bíblica, especialmente en libros como Daniel y Apocalipsis, revela que Israel jugará un papel clave
en los eventos del fin de los tiempos. Hal Lindsey y otros teólogos dispensacionalistas sostienen
que Dios tiene un futuro específico para la nación de Israel, que incluye su restauración espiritual
y nacional en el Reino Milenial8.
El apóstol Pablo, en Romanos 11, ofrece una visión clara del futuro de Israel en el plan divino.
Afirmando que "todo Israel será salvo" (Rom. 11:26), Pablo habla de un tiempo en el que el
endurecimiento parcial de Israel será levantado, y ellos reconocerán a Jesús como su Mesías.
Michael Vlach afirma que "el futuro de Israel está garantizado en el plan de Dios, no solo por las
promesas del pacto, sino también por el carácter inmutable de Dios"9.
Notas al pie de página
1. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 92. ↩
2. Francisco Lacueva, Israel en la Profecía (Barcelona: Clie, 1983), 45. ↩
3. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909),
23. ↩
4. Charles Baker, Dispensational Theology (Grand Rapids: Grace Publications, 1971), 89. ↩
5. Evis L. Carvallosa, Doctrina Bíblica (Miami: Editorial Unilit, 1998), 65. ↩
6. Paul Henebury, The Future of Israel in God's Plan (New York: King's Press, 2010), 104. ↩
7. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 131. ↩
8. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 112. ↩
9
9. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 99.
↩
Los profetas y la esperanza mesiánica: Las expectativas de Israel acerca del Mesías.
A lo largo de la historia de Israel, los profetas del Antiguo Testamento transmitieron las promesas
y esperanzas de la venida de un Mesías, un ungido de Dios que traería salvación y restauración no
solo a Israel, sino al mundo entero. La esperanza mesiánica fue uno de los pilares de la fe de Israel,
especialmente en momentos de crisis y exilio, cuando las promesas de redención y restauración se
volvieron fundamentales para sostener la identidad nacional y religiosa del pueblo elegido.
Esta esperanza, desarrollada a través de las profecías desde Génesis hasta Malaquías, no solo
incluía la restauración política y espiritual de Israel, sino también un reino de justicia y paz bajo el
liderazgo del Mesías. En este contexto, las expectativas mesiánicas estuvieron profundamente
entrelazadas con el pacto abrahámico y davídico, reafirmando el propósito divino para Israel y su
papel central en el plan redentor de Dios.
El Mesías en las Promesas Proféticas
Las promesas acerca del Mesías tienen su origen en el pacto abrahámico, en el cual Dios prometió
que a través de la descendencia de Abraham todas las naciones serían bendecidas (Gén. 12:3). Esta
promesa es reiterada y ampliada en el pacto davídico (2 Sam. 7:12-16), donde Dios asegura que
uno de los descendientes de David reinará eternamente en un trono de justicia. Esta descendencia
es el Mesías, que sería tanto un rey como un redentor.
En los libros proféticos, la figura del Mesías se va perfilando con mayor claridad. Isaías es uno de
los profetas que más claramente anticipa la venida de un Mesías, refiriéndose a Él como el
“Príncipe de Paz” y “Emanuel” (Dios con nosotros). En Isaías 9:6-7, el profeta describe al Mesías
como un niño que nacerá y gobernará con justicia: “Y el principado sobre su hombro; y se llamará
su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. John F. Walvoord
comenta que "esta profecía encapsula tanto la divinidad como la humanidad del Mesías, destacando
Su papel como soberano en el futuro reino"1.
Además de Isaías, otros profetas como Jeremías, Miqueas y Zacarías también ofrecieron
vislumbres de la venida del Mesías. Jeremías 23:5-6 habla de un "Renuevo justo" de la casa de
David, que reinará con justicia, mientras que Miqueas 5:2 predice que el Mesías nacerá en Belén,
afirmando que Su origen es desde los tiempos antiguos, "desde los días de la eternidad". Estos
pasajes no solo refuerzan la promesa de un futuro rey, sino que también indican que este Mesías
tendrá una naturaleza eterna, vinculando su llegada con el cumplimiento de las promesas divinas
hechas a Israel.
La Dimensión Soteriológica del Mesías
Además de las expectativas de un reino físico y político, los profetas también presentan al Mesías
como una figura redentora, cuya misión incluirá la restauración espiritual de Israel y la salvación
de las naciones. Isaías 53 es uno de los pasajes más emblemáticos en este sentido, donde el profeta
describe al "Siervo Sufriente", quien sería "herido por nuestras rebeliones" y "molido por nuestros
pecados" (Isa. 53:5). Este Mesías sufriría en lugar del pueblo, ofreciendo su vida como sacrificio
para reconciliar a la humanidad con Dios.
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Lewis Sperry Chafer subraya la importancia de este pasaje al señalar que "Isaías 53 es una de las
profecías más claras sobre la obra redentora del Mesías, anticipando el sacrificio vicario de Cristo
en la cruz"2. Esta visión de un Mesías sufriente contrasta con las expectativas de muchos israelitas,
que esperaban un Mesías triunfante y liberador en el sentido militar y político. Sin embargo, los
profetas presentan ambas dimensiones: un Mesías que sufre por los pecados del pueblo, pero que
también reinará victoriosamente.
Expectativas del Reino Mesiánico
El reino mesiánico, un tema recurrente en la profecía del Antiguo Testamento, no solo sería un
tiempo de restauración para Israel, sino un reino universal de paz y justicia. En Isaías 11:1-9, se
describe al Mesías como un rey que gobernará con justicia y equidad, trayendo paz entre todas las
naciones y armonía incluso en la creación: "Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el
cabrito".
J. Dwight Pentecost destaca que "el reino mesiánico es central en las profecías del Antiguo
Testamento, presentando una era de paz y justicia que será inaugurada por la venida del Mesías.
Este reino es literal, futuro y no meramente espiritual"3. Este reino será el cumplimiento final de
las promesas del pacto davídico, y se ve como una restauración no solo de Israel, sino de la creación
entera bajo el gobierno justo del Mesías.
El profeta Zacarías también ofrece una visión del Mesías como rey, profetizando su entrada en
Jerusalén montado en un asno, un símbolo de humildad, pero al mismo tiempo de realeza (Zac.
9:9). Aunque esta profecía se cumplió literalmente en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén,
Warren Wiersbe señala que "Zacarías también mira hacia el futuro, anticipando el regreso glorioso
de Cristo para establecer Su reino"4.
El Papel de Israel en la Esperanza Mesiánica
En el contexto de la esperanza mesiánica, Israel tiene un papel central, ya que el Mesías sería un
descendiente de Abraham, Isaac y Jacob, y reinaría sobre la casa de David. El Mesías vendría a
restaurar no solo la relación de Israel con Dios, sino también a cumplir el destino de Israel como
nación sacerdotal (Éx. 19:6), mediando las bendiciones de Dios a las naciones. Michael Vlach
enfatiza que "el Mesías no reemplaza el propósito de Israel, sino que lo cumple, asegurando que
las promesas de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y David se realicen plenamente"5.
La venida del Mesías traería una era de restauración espiritual para Israel, tal como lo describe
Ezequiel en su visión del nuevo pacto (Eze. 36:24-28). Este pacto sería caracterizado por la
purificación y renovación de Israel, con el Espíritu Santo habitando en medio de ellos. Esta
restauración espiritual precede el reinado mesiánico, lo que implica que la salvación de Israel es
parte integral del plan mesiánico de Dios.
El Mesías en la Literatura Intertestamentaria y el Nuevo Testamento
Durante el período intertestamentario, las expectativas mesiánicas continuaron creciendo,
especialmente bajo la opresión extranjera que Israel experimentó a manos de los imperios griego y
romano. Muchos esperaban un Mesías que liberaría a Israel del yugo extranjero y restablecería el
reino de David. Sin embargo, estas expectativas no siempre coincidían con la visión profética
completa presentada en el Antiguo Testamento.
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Cuando Jesús apareció proclamando el Reino de Dios, muchos en Israel no lo reconocieron como
el Mesías prometido, ya que esperaban un líder político y militar. Evis Carvallosa señala que "la
decepción de muchos en Israel con respecto a Jesús como Mesías radica en su malentendido de la
naturaleza del reino que Él estaba estableciendo. En lugar de un reino terrenal inmediato, Jesús
inauguró un reino espiritual, preparando el camino para el cumplimiento final de las profecías
mesiánicas"6.
Pie de notas
1. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 145. ↩
2. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948),
136. ↩
3. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 202. ↩
4. Warren W. Wiersbe, Be Amazed (Wheaton: Victor Books, 1992), 92. ↩
5. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 135.
↩
6. Evis L. Carvallosa, Doctrina Bíblica (Miami: Editorial Unilit, 1998), 77. ↩
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CAPÍTULO 2
EL GIRO HISTÓRICO: LA VENIDA DE JESÚS Y EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA
Jesús, el Mesías esperado y rechazado: La reacción de Israel ante Jesús.
La venida de Jesucristo marca un momento decisivo en la historia redentora de Dios. Jesús es el
cumplimiento de las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento, el Mesías esperado por
generaciones en Israel. Sin embargo, aunque muchos reconocieron en Él las señales del Mesías
prometido, la nación de Israel, como un todo, lo rechazó. Este rechazo marcó un giro histórico
clave: el nacimiento de la Iglesia. Este nuevo cuerpo de creyentes, compuesto por judíos y gentiles,
no reemplaza a Israel, sino que constituye un nuevo capítulo en el plan redentor de Dios,
cumpliendo la promesa de bendición universal a través del Mesías, Jesucristo.
Jesús, el Mesías Esperado y Rechazado
La figura de Jesús como el Mesías está claramente enraizada en las profecías del Antiguo
Testamento. A lo largo de su ministerio, Jesús cumplió innumerables profecías mesiánicas, como
la de nacer en Belén (Miqueas 5:2), ser descendiente de David (Isaías 11:1-2) y realizar milagros
como sanar a los enfermos y dar vista a los ciegos (Isaías 35:5-6). Sin embargo, la respuesta de
Israel ante Él fue compleja y, en gran medida, negativa.
A pesar de los signos que apuntaban a su identidad como el Hijo de Dios y el cumplimiento de las
expectativas mesiánicas, Jesús no fue aceptado como el Mesías por las autoridades religiosas y
gran parte del pueblo de Israel. El evangelio de Juan subraya este rechazo: "A lo suyo vino, y los
suyos no le recibieron" (Juan 1:11). Lewis Sperry Chafer explica que "el rechazo de Jesús por
Israel fue predicho por los profetas y fue un elemento clave en el plan redentor de Dios" 1. Este
rechazo no fue una sorpresa, sino que formaba parte de los propósitos divinos para abrir la puerta
de la salvación a todas las naciones.
El rechazo de Jesús por parte de Israel fue multifacético. Muchos judíos, especialmente las
autoridades religiosas, esperaban un Mesías que liberara a Israel del dominio romano y restaurara
un reino político davídico. El hecho de que Jesús hablara de un reino espiritual en lugar de un
levantamiento militar fue una causa de decepción para aquellos que anhelaban la liberación
política. J. Dwight Pentecost subraya que "la concepción equivocada del reino fue una de las
principales razones del rechazo de Jesús por parte de los líderes religiosos judíos"2. Aunque Jesús
claramente afirmó que Su reino no era de este mundo (Juan 18:36), esta noción fue incomprendida
o ignorada por aquellos que esperaban un rey militar.
La Ceguera Espiritual de Israel
El rechazo de Jesús no fue solo una cuestión política, sino también espiritual. Los Evangelios
muestran repetidamente cómo los líderes religiosos, como los fariseos y los saduceos, se opusieron
a Jesús, cuestionando Su autoridad y acusándolo de blasfemia. En Mateo 23, Jesús denuncia la
hipocresía de estos líderes, lo que culmina en Su lamento sobre Jerusalén: "¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!... No me volveréis a ver hasta que
digáis: 'Bendito el que viene en el nombre del Señor'" (Mateo 23:37,39). Francisco Lacueva
sostiene que este rechazo se debió en gran parte a la ceguera espiritual que había caído sobre Israel:
"La ceguera de Israel es un juicio temporal de Dios por su incredulidad, pero esta ceguera será
levantada en el futuro"3.
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Pablo también habla extensamente de este rechazo en Romanos 9-11, describiendo cómo Israel, en
su incredulidad, tropezó con la piedra angular que es Cristo (Rom. 9:32-33). Aunque Israel rechazó
a Jesús como su Mesías, Pablo deja claro que esto no significa que Dios haya desechado a Su
pueblo elegido. En Romanos 11:25-26, el apóstol explica que este endurecimiento es parcial y
temporal, y que llegará un tiempo en el que "todo Israel será salvo". John F. Walvoord destaca
que "el rechazo de Jesús por parte de Israel no significa el abandono del plan de Dios para con
ellos; más bien, es un paso necesario en la historia de la redención que lleva a la inclusión de los
gentiles en el plan de salvación"4.
El Nacimiento de la Iglesia
El rechazo de Jesús como Mesías por parte de Israel abrió el camino para el nacimiento de la
Iglesia, una comunidad compuesta tanto por judíos como por gentiles que reconocen a Jesús como
Señor y Salvador. En Mateo 16:18, Jesús declara a Pedro: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y
las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Este fue un anuncio profético del nuevo cuerpo
de creyentes que nacería tras Su muerte, resurrección y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés
(Hechos 2).
La Iglesia no reemplaza a Israel, sino que representa un nuevo capítulo en el plan de Dios para
redimir al mundo. Paul Henebury subraya que "la Iglesia es una nueva entidad que no debe
confundirse con Israel. Mientras que Israel tiene un futuro en el plan de Dios, la Iglesia existe como
un cuerpo unido en Cristo, que incluye tanto a judíos como a gentiles"5. Este nuevo cuerpo de
creyentes es el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham de que en su simiente serían
benditas todas las naciones (Gén. 12:3).
El Papel de los Gentiles en el Plan de Dios
Uno de los aspectos más significativos del rechazo de Israel a Jesús fue la inclusión de los gentiles
en la salvación. El plan de Dios siempre fue bendecir a todas las naciones a través del Mesías, pero
el rechazo de Jesús por Israel aceleró la expansión del Evangelio a los gentiles. En Hechos 13:4647, Pablo y Bernabé, al ver la resistencia de los judíos, declaran: "A vosotros era necesario que se
os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis... he aquí, nos volvemos a los
gentiles".
C. I. Scofield señala que "el rechazo de Jesús por parte de Israel abrió una puerta de salvación para
los gentiles, quienes ahora son injertados en el pueblo de Dios"6. Sin embargo, Pablo enfatiza en
Romanos 11 que este injerto no es permanente y que un día Israel será restaurado cuando reconozca
a Jesús como su Mesías. En este sentido, el nacimiento de la Iglesia no es el final del plan de Dios
para Israel, sino una etapa intermedia que culminará en la restauración de Israel en los últimos
tiempos.
El Mesías Rechazado y el Futuro de Israel
Aunque Jesús fue rechazado por Israel en su primera venida, las Escrituras son claras en cuanto a
que Él regresará como Rey victorioso. En Zacarías 12:10, el profeta predice un tiempo en el que
"mirarán a mí, a quien traspasaron; y llorarán por él como se llora por un hijo único". Este versículo
anticipa el reconocimiento de Jesús como el Mesías por parte de Israel en el futuro. Hal Lindsey
afirma que "la restauración final de Israel y su aceptación de Jesús como el Mesías es una parte
clave de los eventos escatológicos. Israel no ha sido olvidado en el plan de Dios, sino que será
restaurado en su debido tiempo"7.
14
El rechazo de Jesús por parte de Israel no es el final de su historia, sino un paso hacia el
cumplimiento final de las promesas divinas. Michael Vlach subraya que "la restauración de Israel
en los tiempos del fin es crucial para entender el propósito de Dios en la redención. El Mesías,
rechazado en su primera venida, será recibido con gozo en su segunda venida cuando todo Israel
lo reconozca como su Salvador y Rey"8.
Notas al pie de página
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948),
112. ↩
2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 234. ↩
3. Francisco Lacueva, Israel en la Profecía (Barcelona: Clie, 1983), 87. ↩
4. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 120. ↩
5. Paul Henebury, The People of the Future: Israel's Role in the Millennial Kingdom (New
York: Triumphant Kingdom Publishing, 2019), 152. ↩
6. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909),
998. ↩
7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 189. ↩
8. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 176.
↩
15
El nacimiento de la Iglesia: La inclusión de los gentiles en el plan de Dios.
El nacimiento de la Iglesia es uno de los eventos más significativos en el plan redentor de Dios.
Este nuevo cuerpo, compuesto por judíos y gentiles, marca una nueva era en la historia de la
salvación. La inclusión de los gentiles en el plan de Dios no fue un cambio de dirección, sino el
cumplimiento de las promesas divinas de bendición para todas las naciones a través de Abraham.
Este evento crucial no sólo resalta la misericordia de Dios hacia todos los pueblos, sino que también
muestra su fidelidad al plan eterno, que abarca tanto a Israel como a las naciones.
El Contexto de la Inclusión de los Gentiles
El Antiguo Testamento deja entrever el plan de Dios para bendecir a las naciones, pero es en el
Nuevo Testamento donde se ve su cumplimiento más claro. La promesa dada a Abraham en Génesis
12:3 de que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" encuentra su plenitud en Jesucristo,
y a través de Su obra redentora, la salvación se extiende a los gentiles.
Pablo, el apóstol de los gentiles, resalta este aspecto en su carta a los Efesios, donde escribe que
los gentiles han sido "injertados" en el plan de Dios. La palabra griega usada en Efesios 2:13, eggys
(ἐγγύς), que significa "acercados", indica que aquellos que estaban lejos (los gentiles) ahora han
sido traídos cerca por la sangre de Cristo. John F. Walvoord explica que "el acceso que los gentiles
ahora tienen a Dios a través de Cristo no anula las promesas hechas a Israel, sino que muestra que
el propósito de Dios siempre fue incluir a todas las naciones en su plan de salvación"1.
El Papel de la Iglesia en la Nueva Alianza
El nacimiento de la Iglesia, como se relata en el libro de los Hechos, comienza con el
derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2). Este evento fue la señal inequívoca
de que Dios estaba cumpliendo Su promesa de una nueva era de salvación. El término griego
ekklesia (ἐκκλησία), que se traduce como "iglesia", literalmente significa "asamblea" o "llamados
afuera". Esta palabra señala que la Iglesia no es simplemente una continuación de Israel, sino un
nuevo cuerpo compuesto por creyentes de todas las naciones. C. I. Scofield comenta que "la Iglesia
es una nueva creación de Dios, nacida por el Espíritu Santo, donde las barreras entre judíos y
gentiles han sido derribadas"2.
El apóstol Pablo utiliza la metáfora del "cuerpo de Cristo" para describir la Iglesia (1 Corintios
12:12-27). Esta imagen resalta la unidad entre judíos y gentiles, donde ambos grupos son iguales
en Cristo. En Colosenses 3:11, Pablo declara que "aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni
incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos". El término
griego pantōn (πάντων), que significa "todos", refuerza esta idea de inclusión universal en el cuerpo
de Cristo, donde no hay distinción de origen étnico o cultural.
La Restauración de Israel y el Lugar de los Gentiles
El nacimiento de la Iglesia no implica el reemplazo de Israel, sino que es parte del plan divino en
el cual ambas entidades tienen roles únicos. Paul Henebury aclara que "la inclusión de los gentiles
no anula las promesas hechas a Israel. En cambio, los gentiles son injertados temporalmente en el
plan de Dios hasta que llegue el tiempo de la restauración completa de Israel"3. Esto se ve
claramente en Romanos 11, donde Pablo usa la metáfora del olivo para describir cómo los gentiles
han sido injertados en el árbol del pacto, pero también advierte que no deben presumir, ya que Dios
no ha terminado con Israel.
16
El término griego usado por Pablo en Romanos 11:17 para "injertar", enkentristhēsan
(ἐνεκεντρίσθησαν), indica un proceso sobrenatural donde los gentiles, que eran como ramas de un
olivo silvestre, fueron injertados en el olivo natural, que representa a Israel. J. Dwight Pentecost
comenta que "Dios, en su sabiduría, usó el rechazo temporal de Israel para traer salvación a los
gentiles, pero este injerto es temporal, y Dios restaurará a Israel a su lugar pleno en el plan
redentor"4.
El Misterio Revelado: La Iglesia y los Gentiles
El concepto de la Iglesia como un cuerpo que incluye tanto a judíos como a gentiles fue un
"misterio" revelado en el Nuevo Testamento. El término griego para misterio, mystērion
(μυστήριον), se usa en Efesios 3:6 para describir la revelación de que los gentiles son "coherederos,
y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del
evangelio". Este misterio no había sido completamente revelado en el Antiguo Testamento, aunque
estaba implícito en las promesas hechas a Abraham.
Charles Ryrie subraya que "el misterio de la inclusión de los gentiles en el cuerpo de Cristo fue
algo que los profetas no entendieron plenamente, ya que esperaban la restauración del reino de
Israel. Sin embargo, este misterio fue revelado plenamente en Cristo"5. Así, la inclusión de los
gentiles no era una corrección o alteración del plan divino, sino una revelación progresiva del
mismo.
La Salvación de los Gentiles como Parte del Plan Redentor
La inclusión de los gentiles en el plan de Dios a través de la Iglesia es parte integral de la promesa
divina de bendecir a todas las naciones. En Hechos 15, durante el Concilio de Jerusalén, los
apóstoles confirmaron que la salvación de los gentiles no requería la adopción de las leyes judías.
Santiago cita a Amós 9:11-12 para demostrar que la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios
había sido siempre parte del plan de Dios. La palabra griega ethnē (ἔθνη), que se traduce como
"naciones" o "gentiles", se usa repetidamente en el Nuevo Testamento para referirse a aquellos que
no son de origen judío, pero que son llamados a la salvación en Cristo.
Michael Vlach explica que "la inclusión de los gentiles en el plan de Dios a través de la Iglesia no
es un plan secundario, sino una extensión de la promesa abrahámica de bendición para todas las
naciones"6. Esta inclusión de los gentiles demuestra la amplitud del plan de salvación de Dios, en
el que ninguna nación es excluida de Su gracia y misericordia.
El Futuro de la Iglesia y de Israel
La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, seguirá siendo el instrumento de Dios para proclamar el
Evangelio hasta la segunda venida de Cristo. Sin embargo, la Biblia también promete un tiempo
de restauración para Israel, donde la nación finalmente reconocerá a Jesús como el Mesías.
Romanos 11:25-26 habla de un "endurecimiento" parcial que ha venido sobre Israel hasta que "haya
entrado la plenitud de los gentiles". El término griego pleroma (πλήρωμα), que significa "plenitud"
o "completitud", indica el número total de gentiles que serán incluidos en el plan de salvación antes
de que Dios vuelva Su atención a la restauración de Israel.
Hal Lindsey comenta que "la Iglesia y la restauración de Israel están conectadas en el plan de Dios,
y cuando la plenitud de los gentiles haya entrado, Israel reconocerá a Jesús como su Mesías"7. Así,
17
el nacimiento de la Iglesia no es el fin de la historia para Israel, sino un paso en el proceso redentor
que culminará con la restauración de todas las cosas.
Pie de notas
1. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 95. ↩
2. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909),
1243. ↩
3. Paul Henebury, The People of the Future: Israel's Role in the Millennial Kingdom (New
York: Triumphant Kingdom Publishing, 2019), 185. ↩
4. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 175. ↩
5. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Press, 1995), 129. ↩
6. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 143.
↩
7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 234. ↩
18
La tensión entre judíos y gentiles: Los primeros debates y desafíos.
La tensión entre judíos y gentiles en los primeros años de la Iglesia primitiva fue uno de los desafíos
teológicos y culturales más importantes que enfrentaron los apóstoles. Este conflicto surgió en gran
parte por las diferencias en las prácticas religiosas y las expectativas mesiánicas entre judíos que
habían aceptado a Jesús como el Mesías y los gentiles que se unieron a la Iglesia. El dilema central
de estos primeros debates giraba en torno a la cuestión de si los gentiles debían observar las leyes
mosaicas para ser considerados parte del pueblo de Dios. La inclusión de los gentiles sin la
obligación de seguir la Ley de Moisés fue revolucionaria y, a la vez, profundamente controversial.
El Concilio de Jerusalén y la Controversia sobre la Ley
El libro de los Hechos, específicamente en el capítulo 15, describe uno de los primeros y más
importantes encuentros para resolver esta tensión: el Concilio de Jerusalén. En este concilio, los
apóstoles y ancianos debatieron si los gentiles convertidos debían someterse a la circuncisión y a
otras observancias de la ley judía. El término griego peritomē (περιτομή), que significa
"circuncisión", se menciona en este contexto como símbolo de la identidad judía y del pacto
mosaico. Para los judíos cristianos, esta cuestión era crucial, ya que la circuncisión era vista como
el sello de la pertenencia al pueblo de Dios (Génesis 17:10-14).
Sin embargo, Pedro argumentó en el concilio que Dios había purificado los corazones de los
gentiles por la fe, sin requerir la observancia de la Ley. En Hechos 15:9, se usa el término griego
katharizō (καθαρίζω), que significa "purificar", para describir cómo Dios había limpiado a los
gentiles mediante la fe en Cristo. Esta afirmación enfatiza la suficiencia de la fe en Cristo para la
salvación, una postura que sería fundamental en el desarrollo de la teología cristiana. Lewis Sperry
Chafer afirma que "el Concilio de Jerusalén fue un punto decisivo en el que la Iglesia reafirmó el
principio de la salvación por la gracia mediante la fe, sin la necesidad de la adherencia a la Ley"1.
Pablo y la Defensa de la Libertad Cristiana
El apóstol Pablo, quien se identifica a sí mismo como el "apóstol de los gentiles" (Romanos 11:13),
jugó un papel central en defender la libertad cristiana frente a la imposición de las costumbres
judías sobre los conversos gentiles. En su carta a los Gálatas, Pablo confronta directamente a
aquellos que querían imponer la circuncisión a los gentiles, refiriéndose a ellos como los
"judaizantes". El término griego Ioudaizō (Ἰουδαΐζω), que significa "vivir como judíos", se utiliza
en Gálatas 2:14 para describir el intento de algunos cristianos de imponer las tradiciones judías
sobre los gentiles.
Pablo insistió en que la justificación viene solamente por la fe en Jesucristo, no por las obras de la
Ley (Gálatas 2:16). Aquí, el término griego dikaioō (δικαιόω), que significa "justificar" o "declarar
justo", es fundamental para la comprensión de la salvación en el cristianismo. J. Dwight Pentecost
señala que "Pablo defendió con vehemencia la doctrina de la justificación por fe para evitar que la
Iglesia se dividiera entre los que dependían de la Ley y los que confiaban únicamente en la gracia
de Dios"2.
En Gálatas 3:28, Pablo hace una declaración clave: "Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni
libre, no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Aquí, el término
griego heis (εἷς), que significa "uno", resalta la unidad de todos los creyentes en Cristo,
independientemente de su origen étnico o social. Charles Ryrie comenta que "esta unidad en Cristo
19
fue un golpe directo a la idea de que la identidad judía o gentil tenía algún impacto en la
justificación ante Dios"3.
El Rol Apologético de la Tensión Judío-Gentil
La tensión entre judíos y gentiles en la Iglesia primitiva también tuvo un aspecto apologético, ya
que muchos judíos religiosos veían con desconfianza la inclusión de los gentiles sin la observancia
de la Ley. En Romanos 9-11, Pablo desarrolla un argumento extenso para explicar cómo la
inclusión de los gentiles en el plan de Dios no contradice las promesas hechas a Israel. El término
griego pleroma (πλήρωμα), que significa "plenitud" o "completitud", se usa en Romanos 11:25
para describir el tiempo en que la "plenitud de los gentiles" entrará en el reino antes de que todo
Israel sea salvo.
John F. Walvoord subraya que "la inclusión de los gentiles en el cuerpo de Cristo es parte del plan
soberano de Dios, pero no excluye el cumplimiento futuro de sus promesas a Israel"4. De hecho, el
hecho de que los gentiles pudieran recibir la salvación fue un testimonio poderoso para los judíos
de que Dios estaba obrando en formas inesperadas y soberanas.
La Importancia de la Gracia en el Debate
Uno de los elementos más cruciales en los primeros debates sobre la inclusión de los gentiles fue
el papel de la gracia divina. En Efesios 2:8-9, Pablo escribe: "Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe".
El término griego charis (χάρις), que significa "gracia", enfatiza que la salvación es un regalo
inmerecido de Dios, no algo que se pueda obtener mediante la observancia de la Ley.
Evis Carvallosa señala que "el entendimiento de la gracia como el medio exclusivo de la salvación
fue clave para resolver las tensiones entre los judíos y los gentiles, y para establecer la base
doctrinal de la Iglesia"5. La gracia derriba cualquier barrera entre los pueblos, ya que todos, sin
importar su trasfondo, son igualmente necesitados de la misericordia de Dios.
Los Desafíos Culturales y la Unidad en Cristo
Las diferencias culturales entre los judíos y los gentiles también crearon tensiones prácticas en la
convivencia dentro de la Iglesia. Los judíos cristianos, acostumbrados a una estricta observancia
de las leyes dietéticas y ceremoniales, se encontraban ahora en comunión con gentiles que no
seguían tales costumbres. En Romanos 14, Pablo aborda este tema y llama a los creyentes a vivir
en amor y respeto mutuo. El término griego prosdechomai (προσδέχομαι), que significa "recibir"
o "aceptar", se usa en Romanos 14:1 para exhortar a los cristianos a aceptar a aquellos que tienen
diferencias de opinión sobre asuntos secundarios.
Dietrich Bonhoeffer afirma que "la unidad de la Iglesia no se encuentra en la uniformidad de las
prácticas culturales, sino en la comunión en Cristo. En Él, todas las barreras caen, y todos los
creyentes son aceptados como miembros de la misma familia"6. Esta idea fue esencial para superar
los desafíos que las tensiones judío-gentil representaban para la Iglesia naciente.
Pie de notas
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 206. ↩
2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 228. ↩
3. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Press, 1995), 145. ↩
20
4. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 112. ↩
5. Evis Carvallosa, Exposición de Efesios (Miami: Editorial Clie, 1995), 173. ↩
6. Dietrich Bonhoeffer, La Vida en Comunidad (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2005), 57.
↩
21
CAPÍTULO 3
EL MISTERIO DE LA IGLESIA: ¿SUSTITUCIÓN O COMPLEMENTO?
La cuestión de si Israel y la Iglesia son dos pueblos distintos de Dios o si la Iglesia ha reemplazado
a Israel en el plan redentor es uno de los debates más prolongados en la teología cristiana. Este
dilema surge de la interpretación de las Escrituras y el lugar que ocupa cada uno en la historia de
la salvación. Dos perspectivas fundamentales se destacan: la teología del reemplazo (o sustitución)
y el dispensacionalismo, que tiende a ver a Israel y la Iglesia como complementos dentro del plan
divino.
Teología del Reemplazo
La teología del reemplazo sostiene que la Iglesia ha sustituido a Israel como el pueblo de Dios.
Según esta interpretación, las promesas del Antiguo Testamento hechas a Israel, incluidas las
relativas a la tierra, han sido cumplidas en Cristo y ahora pertenecen a la Iglesia.
Francisco Lacueva explica que esta postura está profundamente arraigada en la interpretación
alegórica de las Escrituras, donde Israel es visto como un tipo de la Iglesia. De este modo, las
bendiciones prometidas a Israel en el Antiguo Testamento se aplican espiritualmente a la Iglesia.
Sin embargo, Lacueva advierte sobre los peligros de esta interpretación, que tiende a despojar al
texto bíblico de su significado histórico original1.
Dispensacionalismo: Un Pueblo de Dios con Dos Programas
El dispensacionalismo, representado por teólogos como C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer, John
Nelson Darby y John F. Walvoord, sostiene que Israel y la Iglesia son dos entidades distintas con
diferentes roles en el plan divino. Según este sistema, Dios tiene un programa para Israel que
incluye las promesas literales relacionadas con la tierra y la restauración del reino, y otro para la
Iglesia, que es vista como un misterio (del griego mysterion, μυστήριον), no revelado hasta el
Nuevo Testamento (Efesios 3:4-6).
Chafer describe a la Iglesia como una entidad celestial y espiritual, que no sustituye a Israel, sino
que existe como una obra distinta de Dios durante la "dispensación de la gracia". La Iglesia,
compuesta por judíos y gentiles que son "uno en Cristo" (Gálatas 3:28), tiene una relación especial
con Cristo como Su cuerpo, pero no anula el plan de Dios para Israel2.
El Misterio Revelado en el Nuevo Testamento
El apóstol Pablo habla de la Iglesia como un "misterio" en Efesios 3:3-6, donde afirma que en
Cristo, tanto judíos como gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo (sussôma,
συσσωμα) y partícipes de las promesas divinas en el evangelio. Esto no significa que las promesas
a Israel sean canceladas, sino que, durante esta dispensación, Dios ha suspendido temporalmente
Su trato exclusivo con Israel, introduciendo un nuevo organismo, la Iglesia.
J. Dwight Pentecost argumenta que la Iglesia no es un reemplazo de Israel, sino una institución
distinta con un propósito diferente en el plan redentor de Dios. Aunque la Iglesia es llamada a ser
el "pueblo de Dios" en un sentido espiritual, las promesas literales a Israel, especialmente las
relacionadas con la restauración del reino en la tierra, se cumplirán en el futuro, durante el milenio3.
22
Complemento en el Plan Redentor
Michael Vlach y Charles Ryrie defienden la posición de que Israel y la Iglesia tienen roles
complementarios. Según esta visión, Dios sigue siendo fiel a las promesas hechas a los patriarcas
de Israel. Vlach subraya que Romanos 11 es un texto crucial para entender esta relación, ya que
Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas de Israel (Romanos 11:18),
sugiriendo que Israel no ha sido desechado definitivamente (Romanos 11:1). Esto implica que hay
un futuro para Israel dentro del plan redentor, que culminará en la segunda venida de Cristo4.
Evis Carvallosa añade que Israel seguirá teniendo un papel especial en el cumplimiento de las
promesas del reino. La Iglesia, mientras tanto, participa en las bendiciones del pacto, pero no
reemplaza a Israel en la tierra ni en las promesas hechas a Abraham y sus descendientes5.
Teología y Hermenéutica
Tanto la Iglesia como Israel son parte integral del propósito eterno de Dios, pero desempeñan
funciones distintas. Según el dispensacionalismo, la Iglesia es un complemento en el plan redentor
de Dios, no un sustituto. Las promesas hechas a Israel, como las relacionadas con la tierra y el
reino, serán cumplidas en el futuro. En la interpretación literal y futurista de las profecías, se destaca
que la Iglesia y el Israel nacional tienen destinos separados pero interrelacionados.
El misterio de la Iglesia, revelado en el Nuevo Testamento, no niega las promesas a Israel, sino que
introduce una nueva fase en el plan de Dios que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un
mismo pacto espiritual. Como dijo John F. Walvoord, “el plan de Dios para Israel sigue en pie y no
es reemplazado por la Iglesia, sino que ambos grupos están destinados a cumplir diferentes
propósitos en la consumación del reino de Dios”6.
Notas
1. Lacueva, F. (1982). Doctrinas de la Biblia. Clie. ↩
2. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩
3. Pentecost, J. D. (1973). Eventos del porvenir: un estudio bíblico de la profecía. Editorial
Portavoz. ↩
4. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H
Academic. ↩
5. Carvallosa, E. (1987). La interpretación de las profecías bíblicas. Editorial Vida. ↩
6. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩
23
El papel de los apóstoles: Pablo y otros líderes en la discusión
La cuestión de si Israel y la Iglesia son dos pueblos distintos de Dios o si la Iglesia ha reemplazado
a Israel en el plan redentor es uno de los debates más prolongados en la teología cristiana. Este
dilema surge de la interpretación de las Escrituras y el lugar que ocupa cada uno en la historia de
la salvación. Dos perspectivas fundamentales se destacan: la teología del reemplazo (o sustitución)
y el dispensacionalismo, que tiende a ver a Israel y la Iglesia como complementos dentro del plan
divino.
Teología del Reemplazo
La teología del reemplazo sostiene que la Iglesia ha sustituido a Israel como el pueblo de Dios.
Según esta interpretación, las promesas del Antiguo Testamento hechas a Israel, incluidas las
relativas a la tierra, han sido cumplidas en Cristo y ahora pertenecen a la Iglesia.
Francisco Lacueva explica que esta postura está profundamente arraigada en la interpretación
alegórica de las Escrituras, donde Israel es visto como un tipo de la Iglesia. De este modo, las
bendiciones prometidas a Israel en el Antiguo Testamento se aplican espiritualmente a la Iglesia.
Sin embargo, Lacueva advierte sobre los peligros de esta interpretación, que tiende a despojar al
texto bíblico de su significado histórico original1.
Dispensacionalismo: Un Pueblo de Dios con Dos Programas
El dispensacionalismo, representado por teólogos como C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer, John
Nelson Darby y John F. Walvoord, sostiene que Israel y la Iglesia son dos entidades distintas con
diferentes roles en el plan divino. Según este sistema, Dios tiene un programa para Israel que
incluye las promesas literales relacionadas con la tierra y la restauración del reino, y otro para la
Iglesia, que es vista como un misterio (del griego mysterion, μυστήριον), no revelado hasta el
Nuevo Testamento (Efesios 3:4-6).
Chafer describe a la Iglesia como una entidad celestial y espiritual, que no sustituye a Israel, sino
que existe como una obra distinta de Dios durante la "dispensación de la gracia" (oikonomia tês
charitos, οἰκονομία τῆς χάριτος). La Iglesia, compuesta por judíos y gentiles que son "uno en
Cristo" (Gálatas 3:28, heis en Christo, εἷς ἐν Χριστῷ), tiene una relación especial con Cristo como
Su cuerpo, pero no anula el plan de Dios para Israel2.
El Papel de los Apóstoles: Pablo y Otros Líderes
El papel de los apóstoles, especialmente de Pablo, fue crucial en la revelación del misterio de la
Iglesia. Pablo, apóstol a los gentiles (Romanos 11:13, ethnôn apostolos, ἐθνῶν ἀπόστολος), recibió
la revelación de que los gentiles también serían coherederos de las promesas de Dios en Cristo, un
concepto radical en el contexto del judaísmo del primer siglo. En Efesios 3:6, Pablo expone este
misterio: “que los gentiles son coherederos” (sygklêronoma, συγκληρονόμα), “miembros de un
mismo cuerpo” (sussôma, σύσσωμα), y “partícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del
evangelio” (symmetocha tês epangelias, συμμέτοχα τῆς ἐπαγγελίας). Este concepto de la unión
entre judíos y gentiles en un mismo cuerpo era revolucionario y fue central en la enseñanza de
Pablo.
El concilio de Jerusalén, descrito en Hechos 15, fue un evento clave en la discusión sobre la relación
entre judíos y gentiles dentro de la Iglesia. En este concilio, los apóstoles, incluyendo a Pedro,
24
Pablo, y Santiago, debatieron si los gentiles debían seguir la ley mosaica para ser salvos. Pedro se
levantó y declaró que Dios no hizo distinción entre judíos y gentiles, purificando los corazones de
ambos por la fe (Hechos 15:9, kai outhen diakrinas, καὶ οὐθὲν διακρίνας). Pedro concluye que los
gentiles no deberían estar sujetos al yugo de la ley, pues “creemos que somos salvos por la gracia
del Señor Jesús, de la misma manera que ellos” (Hechos 15:11, pisteuomen sôthênai, πιστεύομεν
σωθῆναι).
Este evento fue fundamental para establecer que la salvación no dependía de las obras de la ley
sino de la gracia de Dios. Pablo continúa desarrollando esta idea en sus epístolas, señalando que
Cristo "ha derribado el muro intermedio de separación" (to mesotoichon tou phragmou, τὸ
μεσότοιχον τοῦ φραγμοῦ) entre judíos y gentiles (Efesios 2:14). Así, Pablo muestra que la Iglesia
es un nuevo organismo donde las distinciones étnicas ya no son relevantes, porque “todos son uno
en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, pantes heis este en Christô Iêsou, πάντες εἷς ἐστε ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ).
El apóstol Santiago, también llamado Jacobo, quien tenía un liderazgo destacado en la iglesia de
Jerusalén, tuvo una participación importante en la resolución del concilio de Jerusalén. Después de
escuchar los argumentos de Pedro y Pablo, Santiago interpretó los eventos como el cumplimiento
de la profecía de Amós 9:11-12, donde Dios prometió restaurar el tabernáculo de David para que
el remanente de los gentiles buscara al Señor (Hechos 15:16-17). Así, Santiago afirmó que la
inclusión de los gentiles en la Iglesia era parte del plan soberano de Dios desde el principio.
Complemento en el Plan Redentor
Michael Vlach y Charles Ryrie defienden la posición de que Israel y la Iglesia tienen roles
complementarios. Según esta visión, Dios sigue siendo fiel a las promesas hechas a los patriarcas
de Israel. Vlach subraya que Romanos 11 es un texto crucial para entender esta relación, ya que
Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas de Israel (Romanos 11:18, mê
katakauchô, μὴ κατακαυχῶ), sugiriendo que Israel no ha sido desechado definitivamente (Romanos
11:1). Esto implica que hay un futuro para Israel dentro del plan redentor, que culminará en la
segunda venida de Cristo3.
Evis Carvallosa añade que Israel seguirá teniendo un papel especial en el cumplimiento de las
promesas del reino. La Iglesia, mientras tanto, participa en las bendiciones del pacto, pero no
reemplaza a Israel en la tierra ni en las promesas hechas a Abraham y sus descendientes4.
Teología y Hermenéutica
Tanto la Iglesia como Israel son parte integral del propósito eterno de Dios, pero desempeñan
funciones distintas. Según el dispensacionalismo, la Iglesia es un complemento en el plan redentor
de Dios, no un sustituto. Las promesas hechas a Israel, como las relacionadas con la tierra y el
reino, serán cumplidas en el futuro. En la interpretación literal y futurista de las profecías, se destaca
que la Iglesia y el Israel nacional tienen destinos separados pero interrelacionados.
El misterio de la Iglesia, revelado en el Nuevo Testamento, no niega las promesas a Israel, sino que
introduce una nueva fase en el plan de Dios que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un
mismo pacto espiritual. Como dijo John F. Walvoord, “el plan de Dios para Israel sigue en pie y no
es reemplazado por la Iglesia, sino que ambos grupos están destinados a cumplir diferentes
propósitos en la consumación del reino de Dios”5.
Notas al pie de página:
1. Lacueva, F. (1982). Doctrinas de la Biblia. Clie. ↩
25
2. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩
3. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H
Academic. ↩
4. Carvallosa, E. (1987). La interpretación de las profecías bíblicas. Editorial Vida. ↩
5. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩
26
La teología paulina sobre Israel: Romanos 9-11 y otras epístolas.
El apóstol Pablo, en sus epístolas, desarrolló una rica teología sobre Israel que aborda tanto su rol
histórico como su futuro en el plan de Dios. Romanos 9-11 es el pasaje más exhaustivo en la
Escritura sobre la relación entre Israel y la Iglesia, y es aquí donde Pablo expone la soberanía de
Dios en la elección, la caída temporal de Israel y su restauración futura. A lo largo de estos
capítulos, Pablo articula una visión en la que el pueblo de Israel sigue siendo central en el plan
redentor, pero donde también se revela un misterio más amplio sobre la inclusión de los gentiles.
Elección Soberana de Israel (Romanos 9)
En Romanos 9, Pablo aborda la elección de Israel como el pueblo del pacto. Comienza expresando
su profundo dolor por la incredulidad de muchos de sus compatriotas judíos, diciendo que tiene
"gran tristeza y continuo dolor" en su corazón (Romanos 9:2, lypê moi estin megalê, λύπη μοι ἐστὶν
μεγάλη). A pesar de esta incredulidad, Pablo afirma que la palabra de Dios no ha fallado porque no
todos los descendientes de Israel son verdaderamente Israel (Romanos 9:6, ou gar pantes hoi ex
Israel, οὐ γὰρ πάντες οἱ ἐξ Ἰσραήλ). Esto refleja la enseñanza de que la verdadera Israel espiritual
es el remanente fiel que responde en fe.
En este capítulo, Pablo también presenta el principio de la elección soberana de Dios. Usa los
ejemplos de Isaac e Ismael, y de Jacob y Esaú, para ilustrar que Dios elige a algunos para cumplir
Sus propósitos soberanos. La elección de Dios no depende de las obras humanas, sino de Su
misericordia (ou ex ergôn alla ek tou kalountos, οὐκ ἐξ ἔργων ἀλλ᾽ ἐκ τοῦ καλοῦντος; Romanos
9:11). Aquí, Pablo subraya que la elección divina es gratuita y soberana, pero nunca injusta, ya que
Dios siempre actúa de acuerdo con Su justicia y misericordia.
La Caída Temporal de Israel y la Salvación de los Gentiles (Romanos 10-11)
En Romanos 10, Pablo lamenta la incredulidad de Israel, señalando que, a pesar de tener el celo
por Dios, muchos judíos buscaron establecer su propia justicia a través de la ley en lugar de
someterse a la justicia de Dios que es por la fe en Cristo (Romanos 10:3, zêtountes tên idian
dikaiosynên, ζητοῦντες τὴν ἰδίαν δικαιοσύνην). Sin embargo, Pablo destaca que el evangelio es
para todos, judíos y gentiles por igual, y cita a Joel 2:32: "Todo aquel que invocare el nombre del
Señor será salvo" (Romanos 10:13, pas hos an epikalesêtai to onoma Kyriou, πᾶς ὃς ἂν
ἐπικαλέσηται τὸ ὄνομα Κυρίου).
En Romanos 11, Pablo desarrolla la idea de la caída temporal de Israel y la inclusión de los gentiles.
La pregunta clave que aborda es si Dios ha rechazado a Su pueblo. Pablo responde enfáticamente:
"De ninguna manera" (Romanos 11:1, mê genoito, μὴ γένοιτο), y cita su propia salvación como
evidencia de que Dios no ha desechado completamente a Israel. Más bien, Dios ha permitido un
endurecimiento parcial de Israel, "hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos
11:25, achri hou to plêrôma tôn ethnôn eiselthê, ἄχρι οὗ τὸ πλήρωμα τῶν ἐθνῶν εἰσέλθῃ).
Este endurecimiento parcial tiene un propósito redentor, ya que la salvación de los gentiles
provocará a Israel a celos, conduciendo eventualmente a la restauración de Israel. Pablo afirma que
“todo Israel será salvo” (Romanos 11:26, pas Israêl sôthêsetai, πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται), lo que
indica una futura restauración nacional de Israel. Esta salvación futura de Israel no es el resultado
de sus méritos, sino que es parte del pacto de Dios con sus antepasados.
27
La Iglesia como el Pueblo Injertado (Romanos 11:17-24)
Un concepto clave que Pablo introduce en Romanos 11 es el de la Iglesia como ramas injertadas
en el olivo de Israel. Aquí, Pablo compara a Israel con un olivo natural y a los gentiles con ramas
de un olivo silvestre. Algunos de los judíos, las ramas naturales, fueron desgajados debido a su
incredulidad, y en su lugar fueron injertadas ramas de olivo silvestre, es decir, los gentiles que
creyeron en Cristo. Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas desgajadas
(Romanos 11:18, mê katakauchô tôn kladôn, μὴ κατακαυχῶ τῶν κλάδων), ya que no son ellos los
que sustentan la raíz, sino que es la raíz la que los sostiene a ellos.
Este pasaje sugiere que la Iglesia no reemplaza a Israel, sino que es injertada en el mismo olivo,
compartiendo las bendiciones de las promesas hechas a los patriarcas. La advertencia de Pablo a
los gentiles de no caer en la soberbia también indica que Israel sigue siendo el pueblo elegido de
Dios, y los gentiles creyentes deben ver su inclusión en el plan de salvación como un acto de gracia
divina.
Otros Textos Paulinos sobre Israel
Además de Romanos, Pablo aborda la relación entre Israel y la Iglesia en otros escritos. En Efesios
2:14-16, Pablo dice que Cristo ha derribado el "muro intermedio de separación" (to mesotoichon
tou phragmou, τὸ μεσότοιχον τοῦ φραγμοῦ) que dividía a judíos y gentiles, haciendo de ambos un
solo pueblo. Este pasaje enfatiza la unidad espiritual entre judíos y gentiles en Cristo, pero no
elimina las distinciones étnicas o las promesas específicas de Dios a Israel.
En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a la Iglesia como "el Israel de Dios" (ton Israel tou Theou, τὸν
Ἰσραὴλ τοῦ Θεοῦ), lo que ha llevado a algunos a interpretar que la Iglesia ha reemplazado a Israel.
Sin embargo, muchos estudiosos dispensacionalistas, como Charles Ryrie y John F. Walvoord,
sostienen que esta expresión no implica una sustitución, sino que se refiere a los creyentes judíos
dentro de la Iglesia, que son el verdadero remanente fiel de Israel1.
Teología
La teología paulina sobre Israel presenta una visión donde la elección soberana de Dios, la
incredulidad temporal de Israel y su futura restauración coexisten en armonía con la inclusión de
los gentiles en el pueblo de Dios. Según Romanos 11, Israel sigue siendo central en el plan redentor
de Dios, y la Iglesia, aunque participa de las bendiciones del pacto, no reemplaza a Israel. La futura
restauración de Israel es vista como el cumplimiento de las promesas divinas, mostrando la
fidelidad de Dios tanto a Su pueblo antiguo como a la Iglesia.
Notas al pie de página
1. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩
28
CAPÍTULO 4
LOS TIEMPOS DE LOS GENTILES: UN PARÉNTESIS EN LA HISTORIA
La profecía de Lucas 21:24: "hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles"
En Lucas 21:24, Jesús pronuncia una profecía clave sobre el futuro de Jerusalén y el destino de los
gentiles, afirmando: “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y
Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (achri
hou plêrôthôsin kairoi ethnôn, ἄχρι οὗ πληρωθῶσιν καιροὶ ἐθνῶν). Esta declaración es rica en
significado profético y ha sido objeto de estudio para teólogos a lo largo de los siglos,
especialmente en relación con la escatología y la relación entre Israel y la Iglesia.
El Contexto de la Profecía: La Destrucción de Jerusalén
En Lucas 21, Jesús está respondiendo a la pregunta de sus discípulos sobre cuándo se cumplirán
los eventos relacionados con la destrucción del templo y el fin de la era. En los versículos anteriores
(Lucas 21:20-23), Jesús predice la destrucción de Jerusalén, que ocurrió históricamente en el año
70 d.C. bajo el general romano Tito. Durante este evento, muchos judíos fueron asesinados, y otros
fueron llevados como esclavos a diversas partes del Imperio Romano, cumpliendo así la primera
parte de la profecía.
Jesús menciona que Jerusalén sería “hollada por los gentiles” (pateisthêsetai hypo ethnôn,
πατηθήσεται ὑπὸ ἐθνῶν), lo que implica que la ciudad estaría bajo control extranjero. Esto sucedió
a partir de la destrucción del templo y continuó a lo largo de los siglos, con Jerusalén bajo el
dominio de diversas potencias gentiles, incluidos los romanos, los musulmanes, los cruzados y el
Imperio Otomano.
Los “Tiempos de los Gentiles”
La frase “los tiempos de los gentiles” (kairoi ethnôn, καιροὶ ἐθνῶν) es clave para entender el
significado profético de este pasaje. Charles Ryrie y otros teólogos dispensacionalistas señalan que
los tiempos de los gentiles se refieren a un período en el cual las naciones gentiles ejercen dominio
sobre Jerusalén y, en un sentido más amplio, sobre el pueblo de Israel1. Este período comenzó con
la invasión de Babilonia en el 586 a.C. y continúa hasta la actualidad, hasta que, según la profecía,
Dios intervenga para restaurar a Israel y establecer su reino en la tierra.
John F. Walvoord sostiene que este tiempo se cumplirá en el futuro, en el contexto de los eventos
del fin de los tiempos, cuando Cristo regrese y establezca su reino milenial. Durante este período,
Israel será restaurado como la nación central del gobierno de Dios en la tierra, y los gentiles ya no
dominarán sobre Jerusalén2.
La Relación con Romanos 11:25-26
El concepto de los “tiempos de los gentiles” está estrechamente relacionado con la enseñanza de
Pablo en Romanos 11:25-26, donde habla del "endurecimiento parcial" de Israel “hasta que haya
entrado la plenitud de los gentiles” (achri hou to plêrôma tôn ethnôn eiselthê, ἄχρι οὗ τὸ πλήρωμα
τῶν ἐθνῶν εἰσέλθῃ). Este endurecimiento parcial de Israel, que comenzó cuando rechazaron al
Mesías, ha permitido que los gentiles sean incluidos en el plan de salvación, como se menciona en
Romanos 11.
29
Pablo anticipa un futuro en el que, después de que se complete la plenitud de los gentiles, “todo
Israel será salvo” (pas Israêl sôthêsetai, πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται; Romanos 11:26). Esto implica
una futura restauración nacional de Israel, cuando la era del dominio gentíl haya terminado. Esta
restauración está vinculada a la segunda venida de Cristo y al establecimiento de Su reino en la
tierra.
La Perspectiva Dispensacionalista y la Restauración de Israel
Dentro del dispensacionalismo, teólogos como Lewis Sperry Chafer, C. I. Scofield y John Nelson
Darby han interpretado los “tiempos de los gentiles” como un período histórico que terminará con
el regreso de Cristo. Scofield, en sus notas sobre Lucas 21:24, señala que este período coincide con
la dominación de las potencias gentiles sobre Israel, pero que concluirá cuando Cristo regrese para
reinar desde Jerusalén durante el Milenio3.
Chafer, en su Teología Sistemática, argumenta que la era actual, caracterizada por el gobierno de
los gentiles, es una pausa en el programa profético de Dios para Israel. Según él, este período fue
anticipado en el Antiguo Testamento, pero solo en el Nuevo Testamento se revela la inclusión de
los gentiles en el plan de salvación a través del misterio de la Iglesia. Sin embargo, este "misterio"
(del griego mysterion, μυστήριον) no significa que Israel haya sido reemplazado, sino que se trata
de una nueva etapa en el plan divino que culminará con la restauración de Israel4.
Hal Lindsey, autor de The Late Great Planet Earth, también subraya que el cumplimiento de los
tiempos de los gentiles se relaciona con la restauración de Israel como nación en 1948 y el eventual
control judío sobre Jerusalén, visto como un paso importante hacia el cumplimiento de las profecías
de los últimos tiempos5.
La Profecía y el Futuro de Jerusalén
La profecía de Lucas 21:24 también tiene implicaciones para el futuro de Jerusalén. Según Michael
Vlach, la ciudad sigue siendo un centro crucial en el plan de Dios. Mientras que los tiempos de los
gentiles aún no han terminado, los eventos modernos, como el establecimiento del Estado de Israel
en 1948 y la captura de Jerusalén Este en 1967, pueden verse como signos proféticos del retorno
progresivo de la soberanía judía sobre la ciudad6.
Sin embargo, Vlach advierte que la plenitud de los tiempos de los gentiles no se completará hasta
que Cristo regrese. Durante la Gran Tribulación, descrita en Apocalipsis y otros pasajes proféticos,
Jerusalén sufrirá una vez más bajo el dominio de las naciones gentiles, pero al final, Cristo
intervendrá, restaurando completamente tanto a Israel como a Jerusalén.
Conclusión: Tiempos de los Gentiles y la Restauración Final
La profecía de Lucas 21:24 acerca de los tiempos de los gentiles tiene profundas implicaciones
teológicas. Enfatiza que el control gentil sobre Jerusalén es temporal y forma parte del plan
soberano de Dios. A través de este período, Dios está trayendo a los gentiles a la salvación, pero
también promete la futura restauración de Israel. Tanto en Lucas 21 como en Romanos 11, se
vislumbra un futuro en el que Dios cumplirá sus promesas a Israel y pondrá fin al dominio gentil,
trayendo finalmente la plenitud de Su reino.
30
Notas al pie de página:
1. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩
2. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩
3. Scofield, C. I. (1917). The Scofield Reference Bible. Oxford University Press. ↩
4. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩
5. Lindsey, H. (1970). The Late Great Planet Earth. Zondervan. ↩
6. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H
Academic. ↩
31
La evangelización de los gentiles: el cumplimiento de las promesas a abraham
La evangelización de los gentiles en el Nuevo Testamento es vista por los apóstoles y teólogos
como el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham en el Antiguo Testamento. En Génesis
12:3, Dios promete a Abraham que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (en soi
eulogêthêsontai pasai hai phylai tês gês, ἐν σοὶ εὐλογηθήσονται πᾶσαι αἱ φυλαὶ τῆς γῆς). Esta
promesa no se limita solo a los descendientes físicos de Abraham, sino que incluye a todas las
naciones del mundo, un tema que Pablo desarrolla extensamente en sus epístolas. La
evangelización de los gentiles, por tanto, es la realización de este pacto, que tiene implicaciones
escatológicas y misiológicas fundamentales.
La Promesa a Abraham y su Relación con los Gentiles
La promesa a Abraham es la base del plan redentor de Dios para la humanidad. Dios le promete no
solo una descendencia numerosa, sino que en él “todas las naciones” (panta ta ethnê, πάντα τὰ
ἔθνη) serían bendecidas. En el contexto del Antiguo Testamento, la promesa inicialmente parecía
estar centrada en Israel como el pueblo elegido de Dios, pero ya en los profetas se vislumbra la
idea de que esta bendición se extendería a los gentiles.
Isaías 49:6 habla de Israel como luz para las naciones, diciendo: "Te he puesto para luz de los
gentiles, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra" (phôs ethnôn, φῶς ἐθνῶν). Este
pasaje muestra que, desde la perspectiva de los profetas, el propósito de Dios para Israel siempre
incluyó una dimensión global, lo que finalmente se cumpliría a través de la evangelización de los
gentiles por medio de la Iglesia.
El Rol de Pablo en la Evangelización de los Gentiles
El apóstol Pablo, conocido como el “apóstol a los gentiles”, es fundamental para entender cómo se
lleva a cabo el cumplimiento de las promesas a Abraham en el Nuevo Testamento. En Romanos
4:13-17, Pablo argumenta que la promesa a Abraham no se limita a la descendencia física, sino a
todos aquellos que comparten la fe de Abraham, tanto judíos como gentiles. Pablo escribe: "Porque
no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo,
sino por la justicia de la fe" (alla dia dikaiosynês pisteôs, ἀλλὰ διὰ δικαιοσύνης πίστεως; Romanos
4:13).
En Gálatas 3:8, Pablo cita Génesis 12:3 directamente, afirmando que el evangelio había sido
predicado de antemano a Abraham: "En ti serán benditas todas las naciones" (en soi
eulogêthêsontai panta ta ethnê, ἐν σοὶ εὐλογηθήσονται πάντα τὰ ἔθνη). Para Pablo, la
evangelización de los gentiles es el cumplimiento de esta promesa, lo que implica que los gentiles
que creen en Cristo ahora participan de las bendiciones del pacto abrahámico.
La Relación entre Israel y los Gentiles en el Plan Redentor
Uno de los temas principales en la teología paulina es la relación entre Israel y los gentiles. En
Efesios 2:11-13, Pablo explica que los gentiles, que antes estaban "lejos" de las promesas de Israel,
han sido acercados por la sangre de Cristo. Este pasaje introduce la idea de que la separación entre
judíos y gentiles ha sido eliminada en Cristo, formando un solo pueblo redimido. Este "misterio"
(mysterion, μυστήριον) de la unión entre judíos y gentiles es clave para entender el propósito
redentor de Dios en la era de la Iglesia (Efesios 3:6).
32
Según John F. Walvoord y otros teólogos dispensacionalistas, aunque los gentiles son injertados en
las bendiciones de Abraham, esto no significa que la Iglesia haya reemplazado a Israel. Israel sigue
teniendo un lugar especial en el plan futuro de Dios, pero durante este tiempo, la Iglesia está
compuesta de creyentes de todas las naciones1.
El Cumplimiento de las Promesas en Cristo
En 2 Corintios 1:20, Pablo afirma que "todas las promesas de Dios son en él sí, y en él amén" (osa
gar epangeliai Theou en autô to nai, ὅσαι γὰρ ἐπαγγελίαι Θεοῦ, ἐν αὐτῷ τὸ ναί). Esta declaración
implica que el cumplimiento de las promesas a Abraham, y de todas las promesas del Antiguo
Testamento, se realiza en Cristo. Es a través de la obra redentora de Cristo que tanto judíos como
gentiles pueden participar en las bendiciones prometidas.
Warren Wiersbe sostiene que la inclusión de los gentiles en el plan de salvación muestra el alcance
global de la obra de Cristo, y que esto no anula las promesas específicas a Israel, sino que amplía
el propósito de Dios para la humanidad2. De manera similar, Evis Carvallosa subraya que la
promesa de Dios a Abraham sobre la bendición de las naciones es central para entender el evangelio
y la misión de la Iglesia3.
La Apologética en el Cumplimiento de las Promesas
Desde una perspectiva apologética, la evangelización de los gentiles y el cumplimiento de las
promesas a Abraham son argumentos poderosos para demostrar la coherencia de las Escrituras y la
fidelidad de Dios a sus promesas. A lo largo de la Biblia, vemos cómo Dios actúa consistentemente
para cumplir su palabra. Josh McDowell, en su obra Evidence that Demands a Verdict, sostiene
que el cumplimiento de estas promesas es una prueba de la inspiración divina de las Escrituras, ya
que sólo Dios podría predecir con tal exactitud eventos que se cumplirían siglos después4.
Además, la apologética basada en la profecía bíblica se fortalece cuando se considera la precisión
con la que las promesas a Abraham, que parecían limitadas a Israel, se expanden para incluir a los
gentiles. Hal Lindsey, en The Late Great Planet Earth, argumenta que el cumplimiento de estas
promesas en la era de la Iglesia y la futura restauración de Israel son evidencias de que estamos
viviendo en los últimos tiempos, tal como lo predijo la Biblia5.
Conclusión: La Evangelización y la Promesa Global de Dios
La evangelización de los gentiles es, en última instancia, el cumplimiento de las promesas de
bendición a Abraham. A través de la predicación del evangelio, los gentiles son incorporados en el
plan de salvación y participan de las bendiciones del pacto abrahámico. Aunque la salvación es
ofrecida a todos, la relación especial de Dios con Israel no ha sido anulada, sino que será restaurada
en el futuro. El cumplimiento de estas promesas no solo muestra la fidelidad de Dios, sino que
refuerza la unidad del plan redentor desde Abraham hasta Cristo y la Iglesia.
Notas al pie de página:
1. Walvoord, J. F. (1988). The Millennial Kingdom. Zondervan. ↩
2. Wiersbe, W. (2007). The Bible Exposition Commentary. David C. Cook. ↩
3. Carvallosa, E. (1992). La doctrina del pacto. Publicaciones Faro de Gracia. ↩
4. McDowell, J. (1999). Evidence That Demands a Verdict. Thomas Nelson. ↩
5. Lindsey, H. (1970). The Late Great Planet Earth. Zondervan. ↩
33
El endurecimiento parcial de Israel: Por qué Israel no ha aceptado a Jesús en su totalidad
El concepto del endurecimiento parcial de Israel es clave para entender la relación actual entre
Israel y el evangelio. Este tema aparece principalmente en Romanos 11:25, donde Pablo dice:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a
vosotros mismos, que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la
plenitud de los gentiles” (pôrôsis apo merous tô Israêl gegonen, πώρωσις ἀπὸ μέρους τῷ Ἰσραὴλ
γέγονεν). Esta declaración sugiere que la incredulidad de Israel no es total ni permanente, sino parte
del plan redentor de Dios, en el cual se incluye la evangelización de los gentiles. Pero ¿qué significa
este endurecimiento parcial, y por qué Israel no ha aceptado completamente a Jesús como el
Mesías?
El Concepto de “Endurecimiento Parcial”
El término griego usado por Pablo para "endurecimiento" es pôrôsis (πώρωσις), que puede
traducirse como “endurecimiento” o “insensibilidad”. Este endurecimiento espiritual ha sido
temporalmente impuesto sobre una parte de Israel, lo que implica que una parte de los judíos
permanecen incrédulos, mientras que otros han aceptado a Jesús como el Mesías. Esta dualidad se
manifiesta a lo largo del Nuevo Testamento, donde, aunque muchos judíos rechazaron a Jesús
(como se refleja en la crucifixión y en la oposición a la iglesia primitiva), también hubo una minoría
que creyó en Él, como los primeros apóstoles y miles de conversos en Jerusalén (Hechos 2:41;
4:4).
Lewis Sperry Chafer explica que este endurecimiento no es una condenación eterna para Israel,
sino parte del plan soberano de Dios, permitiendo que el evangelio sea proclamado a los gentiles1.
En el Nuevo Comentario Bíblico de F. F. Bruce, se sugiere que este endurecimiento parcial tiene
un propósito divino: crear una oportunidad para que los gentiles sean incluidos en el plan de
salvación antes de que Dios restaure plenamente a Israel2.
Israel y la No Aceptación de Jesús como el Mesías
Una de las principales razones del endurecimiento parcial de Israel es su expectativa de un Mesías
que cumpliría las promesas de restauración política y militar de Israel, liberándolos de la opresión
extranjera (Lucas 24:21). Este Mesías esperado se percibía como un rey victorioso, similar a David,
que establecería un reino terrenal y glorioso. Jesús, sin embargo, vino como un siervo sufriente
(pais kyriou, παῖς κυρίου), cumpliendo las profecías mesiánicas de Isaías 53 que hablaban del
Mesías como aquel que sería despreciado y rechazado por su propio pueblo.
John F. Walvoord afirma que Israel no pudo reconciliar estas dos imágenes del Mesías (el siervo
sufriente y el rey conquistador), lo que los llevó a rechazar a Jesús. Walvoord también subraya que
la no aceptación de Jesús por parte de Israel no fue una sorpresa para Dios, sino un elemento dentro
de Su plan soberano3. Según Romanos 9:32, el problema principal fue que Israel “tropezó en la
piedra de tropiezo” (pros eptaisen tô lithô tou proskommatos, πρὸς ἔπταισεν τῷ λίθῳ τοῦ
προσκόμματος), es decir, se aferró a la ley en lugar de recibir la justicia que viene por la fe en
Cristo.
La Relación entre el Endurecimiento y la Salvación de los Gentiles
El endurecimiento parcial de Israel permitió que el evangelio llegara a los gentiles. En Romanos
11:11, Pablo afirma: “¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por
34
su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos” (eis to parazêlôsai autous,
εἰς τὸ παραζηλῶσαι αὐτούς). La idea aquí es que el rechazo temporal de Israel abrió la puerta para
que los gentiles fueran incluidos en el pueblo de Dios, cumpliendo la promesa a Abraham de que
en su simiente serían bendecidas todas las naciones (Génesis 12:3; Gálatas 3:8).
C. I. Scofield, en su Biblia de Referencia, sugiere que este endurecimiento de Israel y la inclusión
de los gentiles es parte de lo que llama el "paréntesis" dispensacional. En esta etapa, Dios está
formando la Iglesia, compuesta de judíos y gentiles que han puesto su fe en Cristo 4. Sin embargo,
este “paréntesis” es temporal y terminará cuando “todo Israel sea salvo” (pas Israêl sôthêsetai, πᾶς
Ἰσραὴλ σωθήσεται; Romanos 11:26), lo que indica la futura restauración nacional de Israel en el
plan escatológico de Dios.
El Futuro de Israel y la Promesa de Restauración
A pesar del endurecimiento parcial, Pablo es claro al decir que no todo está perdido para Israel. En
Romanos 11:25-26, afirma que después de que la plenitud de los gentiles haya entrado en el reino,
"todo Israel será salvo". Este versículo ha sido interpretado de diversas maneras, pero la mayoría
de los teólogos dispensacionalistas, como John Nelson Darby y Charles Ryrie, creen que esto se
refiere a una futura restauración espiritual y nacional de Israel5. En ese tiempo, los israelitas
reconocerán a Jesús como el Mesías, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento sobre la
redención de Israel (Zacarías 12:10; Jeremías 31:31-34).
Evis Carvallosa afirma que la restauración de Israel es esencial para la culminación del plan de
Dios en la historia. Este endurecimiento parcial se levantará cuando Cristo regrese, y en ese
momento, las promesas del Antiguo Pacto serán cumplidas en su totalidad6.
Apologética y el Endurecimiento de Israel
Desde un punto de vista apologético, el endurecimiento parcial de Israel puede verse como una
confirmación del plan soberano de Dios y de la veracidad de las Escrituras. El hecho de que Pablo
anticipara la incredulidad de Israel y su eventual restauración muestra que estos eventos no fueron
accidentales, sino que forman parte del propósito divino. Josh McDowell, en su obra Evidence That
Demands a Verdict, argumenta que el cumplimiento de estas profecías es una prueba convincente
de la inspiración de las Escrituras y de la fidelidad de Dios para con Su pueblo7.
Conclusión: El Propósito del Endurecimiento Parcial de Israel
El endurecimiento parcial de Israel, aunque parece una tragedia en la historia de la redención, en
realidad forma parte del plan redentor de Dios para traer a los gentiles a la salvación y,
eventualmente, restaurar a Israel. Este endurecimiento no es permanente, sino temporal, y cuando
se cumpla la plenitud de los gentiles, todo Israel será salvo, cumpliendo así las promesas hechas a
Abraham y a los profetas. La no aceptación de Jesús por parte de Israel ha permitido la expansión
del evangelio a todas las naciones, demostrando la sabiduría y la soberanía de Dios en su plan de
redención global.
Notas al pie de página:
1. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩
2. Bruce, F. F. (1988). The New International Commentary on the New Testament: Romans.
Eerdmans. ↩
3. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩
4. Scofield, C. I. (1917). The Scofield Reference Bible. Oxford University Press. ↩
35
5. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩
6. Carvallosa, E. (1992). La doctrina del pacto. Publicaciones Faro de Gracia. ↩
7. McDowell, J. (1999). Evidence That Demands a Verdict. Thomas Nelson. ↩
36
CAPÍTULO 5
LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL: LA ESPERANZA FUTURA
Las profecías escatológicas acerca de la reunión de todas las cosas en Cristo son un tema central
en la teología bíblica, que apunta hacia el cumplimiento final de los propósitos de Dios para la
historia humana y el cosmos. Esta "reunión" es parte del plan redentor de Dios que culminará en la
segunda venida de Cristo y en la restauración de todas las cosas bajo Su gobierno. En Efesios 1:10,
Pablo menciona esta "reunión" utilizando el término griego anakephalaiōsasthai
(ἀνακεφαλαιώσασθαι), que significa "recapitular" o "unir bajo una cabeza". Este término encapsula
la idea de que Cristo, como el centro de la historia redentora, será quien finalmente reúna todo lo
que está fragmentado y roto por el pecado.
La Unidad Cósmica Bajo Cristo
En Efesios 1:9-10, Pablo escribe: "Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su
beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo
(ἀνακεφαλαιώσασθαι τὰ πάντα ἐν τῷ Χριστῷ), así las que están en los cielos, como las que están
en la tierra". Aquí, el término anakephalaiōsasthai se utiliza para describir cómo todas las cosas en
el cielo y en la tierra serán reunidas y reconciliadas en Cristo. Lewis Sperry Chafer comenta que
"esta expresión de reunir todas las cosas bajo Cristo no es meramente un acto administrativo, sino
una transformación de toda la creación bajo Su autoridad soberana"1.
El uso de anakephalaiōsasthai indica que Cristo es la "cabeza" de esta nueva creación, y todas las
cosas se someterán a su gobierno justo y perfecto. Según J. Dwight Pentecost, "el concepto de
recapitular es clave para entender la visión bíblica de la escatología. Toda la creación fue afectada
por la Caída, pero será restaurada completamente bajo el reino de Cristo"2.
La Reunión de Israel y las Naciones
Otro aspecto esencial de esta reunión es la restauración y salvación tanto de Israel como de las
naciones gentiles. En Romanos 11:25-26, Pablo habla de un misterio: "que ha acontecido a Israel
endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles (pleroma tōn ethnōn,
πλήρωμα τῶν ἐθνῶν); y luego todo Israel será salvo". El término griego pleroma (πλήρωμα) se
refiere a la "plenitud" o el número completo de los gentiles que serán incluidos en el plan de Dios.
Este concepto es crucial en la teología escatológica, ya que indica el momento en que Dios
completará Su plan para las naciones y volverá su atención a Israel.
Michael Vlach explica que "la plenitud de los gentiles marca un punto culminante en el plan
redentor de Dios, donde las bendiciones prometidas a Abraham se extienden completamente a todas
las naciones, antes de que Israel como nación experimente su propia restauración"3. Este pasaje
subraya la integración de los gentiles en el plan de salvación de Dios, sin dejar de lado las promesas
específicas para Israel.
La Segunda Venida y la Restauración Final
La culminación de esta reunión de todas las cosas se producirá con la segunda venida de Cristo. En
Apocalipsis 19, se describe a Cristo viniendo en gloria para juzgar a las naciones y establecer Su
reino milenial. El término griego parousia (παρουσία), que significa "venida" o "presencia", es
usado frecuentemente en el Nuevo Testamento para describir la segunda venida de Cristo. En 1
Tesalonicenses 4:16-17, Pablo escribe sobre este evento: "Porque el Señor mismo descenderá del
cielo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo
37
resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados (harpagēsometha, ἁρπαγησόμεθα) juntamente con ellos en las nubes para recibir al
Señor en el aire".
La palabra harpagēsometha, que significa "ser arrebatado" o "ser llevado con fuerza", es central
en la doctrina del rapto, una parte integral de la expectativa escatológica de muchos cristianos.
John F. Walvoord señala que "el rapto es el evento que da inicio al cumplimiento final de las
profecías escatológicas, donde Cristo vendrá por su Iglesia antes de los juicios que vendrán sobre
la tierra"4.
La Nueva Creación: Todo Bajo Su Señorío
El concepto de la reunión de todas las cosas en Cristo también incluye la transformación de los
cielos y la tierra. En Apocalipsis 21:1-5, Juan describe una visión de "un cielo nuevo y una tierra
nueva", donde Dios morará con su pueblo para siempre. Esta promesa de una nueva creación está
estrechamente relacionada con la idea de que todas las cosas serán "recapituladas" bajo Cristo. El
término griego kainos (καινός), que significa "nuevo" en el sentido de cualitativamente diferente,
se usa en Apocalipsis 21:1 para describir la nueva creación. Charles Ryrie comenta que "la
creación de un nuevo cielo y una nueva tierra es el acto culminante del plan redentor de Dios, donde
todo el universo es renovado bajo el señorío de Cristo"5.
Argumentos Apologéticos: La Esperanza Escatológica
Desde una perspectiva apologética, la doctrina de la reunión de todas las cosas en Cristo responde
a una de las preguntas más profundas de la humanidad: ¿hacia dónde se dirige la historia? La
esperanza cristiana no es simplemente una evasión del sufrimiento presente, sino una expectativa
segura de que todas las cosas, incluso las más quebrantadas, serán restauradas y reconciliadas en
Cristo. El cristianismo presenta una visión coherente y unificada de la historia, en la que el final
está determinado por el gobierno justo y amoroso de Cristo.
Hal Lindsey, un conocido autor escatológico, argumenta que "la segunda venida de Cristo y la
restauración de todas las cosas es la clave para entender no solo la historia de la redención, sino
también el significado de la historia misma. Todo apunta hacia ese momento culminante"6.
La Glorificación de los Creyentes
Otra dimensión de la reunión de todas las cosas en Cristo es la glorificación de los creyentes. En 1
Corintios 15:51-52, Pablo escribe: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos
seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se
tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados". El término griego allagēsometha (ἀλλαγησόμεθα), que significa "seremos
transformados", señala la renovación física y espiritual que experimentarán los creyentes en la
segunda venida de Cristo. J. F. Strombeck afirma que "la transformación de los cuerpos de los
creyentes es un elemento clave en el cumplimiento del plan redentor, ya que prepara a los redimidos
para vivir eternamente en la nueva creación"7.
Notas al pie de la página
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 278. ↩
2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 231. ↩
38
3. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 154.
↩
4. John F. Walvoord, The Rapture Question (Grand Rapids: Zondervan, 1957), 83. ↩
5. Charles Ryrie, Basic Theology (Wheaton: Victor Books, 1986), 562. ↩
6. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 267. ↩
7. J. F. Strombeck, First the Rapture (Chicago: Moody Press, 1950), 143. ↩
39
El papel de Israel en el reino milenial: su lugar en el Reino
El papel de Israel en el reino milenial es un tema clave dentro de la escatología bíblica,
especialmente en el marco de las enseñanzas sobre el cumplimiento de las promesas de Dios a Su
pueblo escogido. El reino milenial se refiere al reinado literal de mil años de Cristo sobre la tierra,
descrito en Apocalipsis 20:1-6. Dentro de este contexto, Israel ocupa un lugar central, donde las
promesas del pacto con Abraham, Isaac, Jacob y David alcanzarán su cumplimiento final. Este
reino es visto como la restauración definitiva de la nación bajo el gobierno del Mesías, con
implicaciones tanto para los judíos como para los gentiles.
La Restauración de Israel
Uno de los pasajes más citados en relación con el papel de Israel en el reino milenial es Ezequiel
37:21-28, que habla de la restauración futura de la nación. En este pasaje, Dios promete reunir a
los israelitas dispersos y restaurarlos en su tierra, bajo el reinado de "mi siervo David", una
referencia mesiánica a Cristo. El término griego en el Nuevo Testamento para "restauración" es
apokatastasis (ἀποκατάστασις), que significa "restablecimiento" o "restauración", y aparece en
Hechos 3:21, donde Pedro habla del tiempo de la restauración de todas las cosas, incluidas las
promesas hechas a Israel.
Lewis Sperry Chafer resalta que "Israel tiene una promesa nacional irrevocable de restauración,
que no depende de la obediencia de la nación sino de la fidelidad de Dios a Su pacto. En el reino
milenial, estas promesas se cumplirán plenamente, cuando Israel será el centro de la bendición
terrenal"1. Esta restauración incluye tanto la tierra física de Israel como el restablecimiento de la
relación espiritual entre Dios y Su pueblo.
El Pacto Davídico: El Rey en el Trono de David
El pacto davídico, mencionado en 2 Samuel 7:12-16, es otro fundamento teológico para entender
el papel de Israel en el reino milenial. Dios prometió a David que uno de sus descendientes se
sentaría en su trono para siempre, lo que los teólogos ven como una referencia directa al reinado
futuro del Mesías. En Lucas 1:32-33, el ángel Gabriel le dice a María que su hijo Jesús "será grande
y será llamado Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará
sobre la casa de Jacob para siempre".
J. Dwight Pentecost argumenta que "el pacto davídico garantiza un trono eterno a Israel, y el
cumplimiento de esta promesa solo se realiza en el reino milenial, donde Cristo reinará desde
Jerusalén sobre todo el mundo, pero especialmente sobre Israel"2. Este reinado de Cristo sobre
Israel y las naciones es un cumplimiento visible y literal del pacto davídico, con Israel sirviendo
como la nación mediadora de las bendiciones divinas.
Israel como Cabeza de las Naciones
Durante el reino milenial, Israel será exaltado entre las naciones, cumpliendo así la promesa de
Deuteronomio 28:13: "Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y
no estarás debajo". Isaías 2:2-4 también presenta una visión del futuro en la que Jerusalén se
convierte en el centro del gobierno mundial, con todas las naciones fluyendo hacia ella para
aprender los caminos de Dios. El término griego ethnē (ἔθνη), que significa "naciones", se usa en
el Nuevo Testamento para describir a los gentiles que también participarán de las bendiciones del
reino milenial, pero siempre bajo el liderazgo de Israel.
40
Charles Ryrie señala que "Israel será restaurado no solo para ser una nación entre las naciones,
sino para ser la nación principal a través de la cual se distribuirán las bendiciones del reino a todas
las demás naciones"3. En este sentido, Israel será el instrumento de la mediación de la justicia y la
paz de Cristo sobre la tierra.
El Cumplimiento de las Promesas Abrahámicas
Las promesas abrahámicas, que incluyen la promesa de una tierra, una descendencia numerosa y
una bendición mundial (Génesis 12:1-3), se verán finalmente cumplidas en el reino milenial. La
promesa de la tierra será cumplida en su totalidad cuando Israel ocupe todo el territorio prometido
desde el río Éufrates hasta el río de Egipto (Génesis 15:18-21), algo que no se ha realizado
plenamente en la historia, pero que se espera que ocurra durante el milenio.
Paul Henebury enfatiza que "el reino milenial es el escenario en el que las promesas abrahámicas
encuentran su cumplimiento literal. Israel poseerá la tierra prometida en toda su extensión y será
una nación bendecida, a través de la cual todas las naciones recibirán la bendición"4.
Los Sacrificios Mileniales y el Templo
Ezequiel 40-48 describe en detalle un futuro templo que será erigido durante el reino milenial,
donde se ofrecerán sacrificios. Estos sacrificios han sido objeto de mucha discusión teológica, ya
que parecen contradecir el sacrificio perfecto y final de Cristo. Sin embargo, muchos teólogos
dispensacionalistas como John F. Walvoord sugieren que estos sacrificios serán conmemorativos,
no para expiar pecados, sino como una representación visible del sacrificio de Cristo en la cruz5.
El templo milenial servirá como un recordatorio constante del sacrificio de Cristo y el pacto eterno
de Dios con Su pueblo.
La Relación de Israel con los Gentiles
Durante el reino milenial, Israel tendrá una relación especial con las naciones gentiles. Zacarías
8:22-23 habla de cómo muchas naciones vendrán a Jerusalén para buscar al Señor, y diez hombres
de las naciones agarrarán la vestidura de un judío diciendo: "Iremos con vosotros, porque hemos
oído que Dios está con vosotros". Esto muestra el respeto y la admiración que las naciones tendrán
por Israel en ese tiempo.
Michael Vlach explica que "el papel de Israel en el reino milenial no solo es restaurativo, sino
también redentor, ya que será un canal a través del cual las bendiciones de Dios fluirán hacia las
naciones gentiles"6. Israel servirá como el centro espiritual y político del mundo, reflejando la
gloria de Cristo a todas las naciones.
Argumentos Apologéticos: La Fidelidad de Dios a Sus Promesas
Desde una perspectiva apologética, el papel de Israel en el reino milenial subraya la fidelidad de
Dios a Sus promesas. Las promesas hechas a Abraham, David y los profetas no se han cumplido
completamente en la historia, lo que ha llevado a algunos a cuestionar si Dios ha abandonado a
Israel. Sin embargo, la enseñanza bíblica sobre el reino milenial asegura que Dios no ha olvidado
a Su pueblo, y que Su fidelidad se manifestará en el cumplimiento literal de todas las promesas.
Hal Lindsey, en su obra sobre la escatología, argumenta que "el reino milenial es el período en el
que Dios mostrará Su fidelidad a las promesas que ha hecho a Israel, cumpliendo todas las profecías
que aún están pendientes, y demostrando que Él es un Dios de pacto"7.
41
Notas al pie de página
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 289. ↩
2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 309. ↩
3. Charles Ryrie, Basic Theology (Wheaton: Victor Books, 1986), 568. ↩
4. Paul Henebury, The Kingdom of God: A Biblical Theology (Dallas: Telos Press, 2018), 432.
↩
5. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 147. ↩
6. Michael Vlach, Premillennialism: Why There Must Be a Future Earthly Kingdom of Jesus
(New York: Focus Publishing, 2010), 94. ↩
7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 278. ↩
42
La nueva Jerusalén y el pueblo de Dios: Una visión unificada.
La imagen de la Nueva Jerusalén en el libro de Apocalipsis es una de las más impactantes visiones
escatológicas de la Biblia, donde se revela la culminación de la redención y la restauración de todas
las cosas en Cristo. La visión unificada de la Nueva Jerusalén (Ἰερουσαλήμ καινή, Ierousalēm
kainē) abarca no solo a la ciudad celestial, sino también a la relación entre Dios y Su pueblo
redimido, tanto judíos como gentiles, quienes habrán sido reunidos bajo el señorío de Cristo. Esta
nueva creación marca el cumplimiento definitivo del propósito eterno de Dios, en el cual Su
presencia habitará plenamente con la humanidad en una comunión sin barreras.
La Ciudad Celestial: Descripción en Apocalipsis
La descripción de la Nueva Jerusalén se encuentra en Apocalipsis 21:1-4, donde Juan ve "un cielo
nuevo y una tierra nueva" (ouranos kainos kai gē kainē). La visión de la ciudad es presentada como
"la morada de Dios con los hombres" (skēnē tou Theou meta tōn anthrōpōn), enfatizando que Dios
mismo estará con ellos y será su Dios (Apocalipsis 21:3). Esta nueva ciudad es más que un lugar
físico; es el cumplimiento de todas las promesas de Dios a Su pueblo. Es una visión que unifica la
historia de la redención, trayendo a plenitud el plan eterno de Dios de habitar con Su creación.
El término griego kainos (καινός), que se traduce como "nuevo", en contraste con neos (νέος),
implica una cualidad nueva, una renovación profunda más que una mera novedad en el tiempo.
Esto sugiere que la Nueva Jerusalén no es simplemente una ciudad nueva en el sentido temporal,
sino la renovación y perfección de todo lo que había sido dañado por el pecado.
John F. Walvoord señala que "la Nueva Jerusalén simboliza el cumplimiento final de todas las
esperanzas de redención, no solo para Israel, sino también para toda la humanidad redimida. Es un
lugar donde la promesa de restauración completa se realiza en una unión perfecta entre Dios y Su
pueblo"1. Esta ciudad no se limita a una restauración de lo antiguo, sino que supera todo lo que fue
antes, siendo la manifestación última de la gloria de Dios.
El Pueblo de Dios: Judíos y Gentiles en la Nueva Jerusalén
Una de las características más notables de la Nueva Jerusalén es que representa la unidad completa
de los judíos y los gentiles redimidos en un solo pueblo de Dios. En la visión de Apocalipsis 21:1214, la ciudad tiene doce puertas, sobre las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de
Israel, y doce fundamentos, sobre los cuales están los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Esto muestra cómo la Nueva Jerusalén es la culminación de los planes de Dios para ambos grupos:
las tribus de Israel, que representan al pueblo escogido bajo los pactos antiguos, y los apóstoles,
quienes representan la Iglesia y la proclamación del Evangelio a las naciones.
Paul Henebury explica que "la inclusión de los nombres de las tribus de Israel y los apóstoles en
los fundamentos y puertas de la Nueva Jerusalén es un símbolo claro de que Dios no ha abandonado
Su plan original para Israel, sino que lo ha ampliado para incluir a los gentiles en la Iglesia,
formando así un solo pueblo redimido bajo Cristo"2. Este aspecto unificador de la ciudad refleja la
realidad teológica de que la salvación es ofrecida a todos, independientemente de su origen étnico,
y que ambos grupos comparten las bendiciones del pacto en Cristo.
El término griego laos (λαός), que significa "pueblo", es utilizado en el Nuevo Testamento para
referirse tanto a Israel como a los gentiles redimidos, destacando que, en Cristo, ya no hay
43
distinción entre judío y gentil, sino que todos son uno (Gálatas 3:28). La Nueva Jerusalén es el
hogar eterno de este pueblo unificado, mostrando cómo las promesas hechas a Israel encuentran su
cumplimiento en el plan redentor de Dios para toda la humanidad.
El Cumplimiento de las Promesas del Pacto
La Nueva Jerusalén es también el escenario en el que se cumplen las promesas de los pactos
abrahámico, davídico y del nuevo pacto. Las promesas de una descendencia innumerable, una tierra
y una bendición universal (Génesis 12:1-3) encuentran su cumplimiento final en esta ciudad
celestial. Aquí, la descendencia de Abraham incluye tanto a los descendientes físicos de Israel como
a los gentiles injertados en el pueblo de Dios (Romanos 11:17-24), mostrando cómo las promesas
de los pactos se expanden para incluir a todos aquellos que han puesto su fe en Cristo.
Lewis Sperry Chafer enfatiza que "la Nueva Jerusalén es el cumplimiento de las promesas del
nuevo pacto, donde Dios habitará con Su pueblo para siempre, y ellos serán suyos, en una relación
de comunión eterna que supera cualquier otra relación previa entre Dios e Israel"3. Este
cumplimiento no solo reafirma la fidelidad de Dios a Sus promesas, sino que también establece
una nueva era de bendición, donde todo lo que se había prometido a Israel y a la Iglesia se realiza
plenamente.
La Gloria de Dios en la Nueva Jerusalén
Uno de los aspectos más asombrosos de la Nueva Jerusalén es la presencia manifiesta de la gloria
de Dios en la ciudad. Apocalipsis 21:23 declara que la ciudad no necesita ni sol ni luna para
alumbrarse, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera (phōs). La gloria de
Dios, doxa tou Theou (δόξα τοῦ Θεοῦ), se refiere a la manifestación visible de Su presencia, la cual
llena toda la ciudad y, por extensión, a Su pueblo redimido. En la Nueva Jerusalén, la comunión
con Dios será completa, sin la mediación de templos ni sacrificios, porque el mismo Dios será su
templo (Apocalipsis 21:22).
Warren Wiersbe comenta que "la gloria de Dios en la Nueva Jerusalén refleja la consumación de
Su plan redentor, donde el pecado ha sido derrotado completamente y los redimidos de todas las
edades habitan en Su presencia gloriosa para siempre"4. Esta gloria no solo es una demostración
del poder y majestad de Dios, sino también un recordatorio constante de Su gracia y misericordia
hacia Su pueblo.
Una Visión de Esperanza Escatológica
La visión de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis también es una visión de esperanza para el futuro,
donde todas las divisiones y sufrimientos que marcan la historia de la humanidad serán
reemplazados por una unidad y paz perfectas bajo el gobierno de Cristo. La ciudad simboliza el fin
de toda hostilidad entre judíos y gentiles, el final de la maldición del pecado y la restauración de
todas las cosas (apokatastasis pantōn, ἀποκατάστασις πάντων) en Cristo (Hechos 3:21).
Hal Lindsey describe la Nueva Jerusalén como "el último refugio de esperanza, donde los
redimidos de todas las edades vivirán en comunión perfecta con Dios y entre ellos mismos, sin las
barreras del pecado o las limitaciones de este mundo"5. Esta visión de esperanza es central en la
escatología cristiana, ya que nos recuerda que el plan de Dios está dirigido hacia un futuro glorioso
en el que Él será todo en todos.
44
Notas al pie de la página
1. John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody Press, 1966), 312. ↩
2. Paul Henebury, The Kingdom of God: A Biblical Theology (Dallas: Telos Press, 2018), 476.
↩
3. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 438. ↩
4. Warren Wiersbe, Be Victorious (Wheaton: Victor Books, 1985), 191. ↩
5. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 342. ↩
45
CAPÍTULO 6
EL DEBATE TEOLÓGICO: PERSPECTIVAS Y CONTROVERSIAS
El dispensacionalismo: Una visión particular de la historia y el futuro.
El dispensacionalismo es una corriente teológica que proporciona una interpretación distintiva de
la historia bíblica, destacando la relación entre Dios y la humanidad a través de diferentes épocas
o dispensaciones. Esta visión, particularmente influenciada por figuras como John Nelson Darby,
C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer y otros, tiene un enfoque único en cómo Dios administra Su
plan redentor a lo largo de los tiempos, con especial énfasis en el papel de Israel y la Iglesia, y el
futuro cumplimiento de las profecías escatológicas.
Las Dispensaciones: Una Definición y Explicación
En el sistema dispensacionalista, la historia de la humanidad se divide en varias dispensaciones
(oikonomiai, οἰκονομίαι), que se refieren a períodos específicos en los que Dios interactúa con la
humanidad de una manera particular, asignando responsabilidades y pruebas específicas para cada
dispensación. Según los dispensacionalistas, estos períodos representan cambios en el plan divino
en función de la revelación progresiva de Dios.
C. I. Scofield, en su Biblia anotada, identificó siete dispensaciones principales:
1. Inocencia (Génesis 1:28-3:6): Desde la creación de Adán hasta la caída.
2. Conciencia (Génesis 3:7-8:14): Desde la caída hasta el diluvio.
3. Gobierno Humano (Génesis 8:15-11:9): Desde el diluvio hasta la dispersión en Babel.
4. Promesa (Génesis 11:10-Éxodo 18:27): Desde el llamado de Abraham hasta la ley en el
Sinaí.
5. Ley (Éxodo 19:1-Hechos 1:26): Desde la entrega de la ley hasta la muerte y resurrección
de Cristo.
6. Gracia (Hechos 2:1-Apocalipsis 19:21): Desde el día de Pentecostés hasta la segunda
venida de Cristo.
7. Reino (Apocalipsis 20:1-6): El reinado milenial de Cristo en la tierra.
Estas dispensaciones no solo trazan la historia de la relación de Dios con la humanidad, sino que
también muestran las diferentes formas en que Él exige obediencia y fe. Como explica Lewis
Sperry Chafer, “cada dispensación presenta una prueba para la humanidad, y en cada una, la
humanidad fracasa, demostrando su necesidad constante de la gracia de Dios”1.
El Dispensacionalismo y la Distinción entre Israel y la Iglesia
Uno de los aspectos clave del dispensacionalismo es la distinción radical entre Israel y la Iglesia.
Los dispensacionalistas sostienen que Dios tiene un plan separado y continuo para Israel, que se
cumplirá en el futuro. Según esta interpretación, las promesas hechas a Abraham y al pueblo judío
(Génesis 12:1-3) son literales y aún están vigentes. Esto significa que, aunque la Iglesia está en el
centro del plan de Dios durante la era actual de la gracia, el pueblo de Israel tendrá un papel especial
en los eventos futuros.
Charles Ryrie señala que “la distinción entre Israel y la Iglesia es uno de los pilares del
dispensacionalismo. Esta distinción implica que Dios tiene dos pueblos con dos programas
distintos, y que la Iglesia no reemplaza a Israel en los planes de Dios”2. Esta separación es crucial
para comprender las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con Israel, que, según los
dispensacionalistas, aún deben cumplirse en un sentido literal, particularmente en el reino milenial.
46
En el Nuevo Testamento, el término ekklesia (ἐκκλησία), que se traduce como "iglesia" o
"asamblea", es utilizado para referirse al cuerpo de creyentes gentiles y judíos unidos en Cristo.
Sin embargo, los dispensacionalistas subrayan que la Iglesia es una entidad distinta, y su
existencia es un "misterio" (mystērion, μυστήριον) revelado en el Nuevo Testamento (Efesios 3:6).
Esta "era de la Iglesia" terminará con el rapto de los creyentes, dando paso a la restauración de
Israel.
El Futuro Escatológico en el Dispensacionalismo
El dispensacionalismo tiene un enfoque escatológico que influye profundamente en su visión del
futuro. Según esta corriente teológica, los eventos del final de los tiempos incluyen:
1. El Rapto: La Iglesia será arrebatada antes del comienzo de la tribulación. El término griego
harpazo (ἁρπάζω), que significa "ser arrebatado", se usa en 1 Tesalonicenses 4:17 para
describir cómo los creyentes serán llevados al cielo antes de los juicios de Dios sobre la
tierra.
2. La Gran Tribulación: Un período de siete años de juicio divino sobre la tierra, descrito en
Apocalipsis 6-19. Durante este tiempo, Israel será purificado y muchos judíos se volverán
a Cristo como su Mesías. Hal Lindsey describe la tribulación como “el momento en que
Dios retoma Su plan con Israel”3.
3. El Reino Milenial: Después de la segunda venida de Cristo, los dispensacionalistas creen
que habrá un reinado literal de mil años en la tierra (Apocalipsis 20:1-6). Durante este
tiempo, Cristo gobernará desde Jerusalén, y las promesas hechas a Israel en los pactos
abrahámico y davídico se cumplirán. J. Dwight Pentecost afirma que “el milenio será el
tiempo en que Israel ocupará su lugar legítimo como cabeza de las naciones, cumpliendo
las promesas de los profetas”4.
4. La Eternidad Futura: Después del reino milenial, vendrá el juicio final, y Dios creará un
nuevo cielo y una nueva tierra. Aquí, todos los redimidos, tanto judíos como gentiles,
vivirán en la presencia de Dios en la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21-22).
Hermenéutica Literal y Dispensacionalismo
Una de las características distintivas del dispensacionalismo es su insistencia en una hermenéutica
literal al interpretar las Escrituras, especialmente las profecías. Según los dispensacionalistas, las
promesas del Antiguo Testamento a Israel deben interpretarse literalmente y no deben
espiritualizarse. Esto significa que las promesas de un reino, una tierra y una bendición para Israel
serán cumplidas de manera literal en el futuro.
Charles Ryrie define esta interpretación literal como "el principio más esencial del
dispensacionalismo, porque asegura que las Escrituras sean tomadas en su significado natural y
claro, a menos que el contexto indique lo contrario"5. Esta hermenéutica literal es especialmente
significativa en la interpretación de las profecías escatológicas, donde los eventos futuros, como el
rapto, la tribulación y el milenio, son vistos como sucesos reales y futuros.
Apologética del Dispensacionalismo
El dispensacionalismo ha sido objeto de crítica por parte de algunas tradiciones teológicas,
particularmente en relación con su interpretación de las profecías y la distinción entre Israel y la
Iglesia. Sin embargo, los defensores del dispensacionalismo argumentan que esta visión ofrece una
coherencia bíblica que respeta la revelación progresiva de Dios.
47
Josh McDowell sostiene que “el dispensacionalismo proporciona una estructura clara para
entender el plan de Dios a lo largo de la historia, al reconocer los distintos propósitos de Dios para
Israel y la Iglesia, mientras asegura que la Biblia sea interpretada de manera consistente y literal”6.
Esta visión también subraya la soberanía de Dios sobre la historia y su fidelidad para cumplir todas
las promesas hechas en Su Palabra.
El dispensacionalismo ofrece una visión particular de la historia y el futuro, enfatizando las
diferentes formas en que Dios ha tratado con la humanidad en varias dispensaciones, y subrayando
la distinción entre Israel y la Iglesia. Con su enfoque literal de las Escrituras, especialmente en lo
que respecta a la profecía, el dispensacionalismo prevé un futuro en el que las promesas hechas a
Israel se cumplirán en un reino milenial bajo el reinado de Cristo, seguido por la eternidad en la
Nueva Jerusalén. Esta perspectiva no solo organiza la historia de la redención, sino que también
ofrece una esperanza escatológica concreta para el futuro cumplimiento del plan de Dios.
Notas al pie de página
1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 462. ↩
2. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Publishers, 1995), 39. ↩
3. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 67. ↩
4. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 487. ↩
5. Charles Ryrie, Dispensationalism, 86. ↩
6. Josh McDowell, A Ready Defense (Nashville: Thomas Nelson, 1993), 198. ↩
48
La teología de la sustitución: Una perspectiva histórica sobre la relación entre judíos y
cristianos.
La teología de la sustitución, también conocida como supersesionismo, es la creencia de que la
Iglesia cristiana ha reemplazado a Israel como el pueblo elegido de Dios. Según esta perspectiva,
las promesas y bendiciones que originalmente se hicieron al pueblo de Israel en el Antiguo
Testamento han sido transferidas a la Iglesia, dejando a Israel en un estado de rechazo divino debido
a su incredulidad y rechazo de Cristo. Esta doctrina ha sido central en la historia de la teología
cristiana y ha moldeado profundamente las relaciones entre judíos y cristianos a lo largo de los
siglos.
Orígenes de la Teología de la Sustitución
Los primeros orígenes de la teología de la sustitución se remontan a los primeros siglos de la
Iglesia. A medida que el cristianismo se fue expandiendo entre los gentiles, surgió una tensión entre
la Iglesia y la comunidad judía, especialmente después de la destrucción del templo en el año 70
d.C. Este evento marcó un punto de inflexión, ya que muchos cristianos interpretaron la destrucción
del templo como un signo del juicio de Dios sobre Israel.
Justino Mártir (100-165 d.C.), uno de los primeros teólogos cristianos, defendía la idea de que la
Iglesia había heredado las promesas de Dios a Israel, afirmando que los cristianos eran el verdadero
"Israel espiritual". Esta idea fue desarrollada aún más por Orígenes (185-254 d.C.), quien
promovió una interpretación alegórica de las Escrituras, sugiriendo que las promesas hechas a
Israel no se referían literalmente a la nación judía, sino a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios.
Este enfoque alegórico permitió a los teólogos de la Iglesia primitiva reinterpretar las promesas del
Antiguo Testamento de manera que se ajustaran a la nueva realidad de la Iglesia cristiana.
Agustín de Hipona (354-430 d.C.), una de las figuras más influyentes de la teología cristiana,
también adoptó la teología de la sustitución. En su obra La Ciudad de Dios, Agustín argumentó
que la Iglesia era la continuación espiritual de Israel y que las promesas hechas a los patriarcas
hebreos se cumplían en la Iglesia. Aunque Agustín no abogaba por un antisemitismo abierto, su
visión teológica contribuyó a una interpretación en la que el pueblo judío era visto como
desheredado y reemplazado por la Iglesia.
El Antisemitismo Teológico y la Edad Media
La teología de la sustitución no solo influyó en la teología cristiana, sino que también tuvo
implicaciones sociales y políticas, contribuyendo a una larga historia de antisemitismo. En la Edad
Media, la relación entre judíos y cristianos fue frecuentemente marcada por hostilidad, persecución
y violencia. Muchos líderes cristianos de la época utilizaron la teología de la sustitución para
justificar la marginación y persecución de los judíos, viendo su dispersión y sufrimiento como
evidencia del juicio divino sobre su incredulidad.
Crisóstomo (349-407 d.C.), uno de los más influyentes predicadores de la Iglesia primitiva, fue
especialmente virulento en su retórica contra los judíos, llegando a decir que "los judíos son
malvados y asesinos de Cristo". Estos sermones, conocidos como los "Sermones contra los Judíos",
reflejan cómo la teología de la sustitución contribuyó a una actitud negativa hacia el judaísmo,
justificando la violencia y la segregación.
49
Durante la Edad Media, la Iglesia también promulgó leyes y restricciones que afectaban
negativamente a los judíos, excluyéndolos de la vida pública y obligándolos a vivir en guetos.
Aunque estas prácticas fueron el resultado de factores económicos, políticos y sociales, la teología
de la sustitución proporcionó una justificación teológica para estas políticas.
La Reforma y la Teología de la Sustitución
La Reforma Protestante del siglo XVI no cambió fundamentalmente la teología de la sustitución.
Aunque Martín Lutero (1483-1546) inicialmente mostró una actitud más abierta hacia los judíos,
esperando que se convirtieran al cristianismo, sus actitudes cambiaron cuando sus expectativas no
se cumplieron. En su obra Sobre los judíos y sus mentiras, Lutero expresó opiniones
extremadamente antijudías, acusando a los judíos de rechazar a Cristo y exhortando a sus
seguidores a quemar sinagogas y confiscar propiedades judías. Aunque Lutero no fue el único
reformador en sostener estas creencias, su influencia contribuyó a la perpetuación de la teología de
la sustitución dentro del protestantismo.
Juan Calvino (1509-1564), otro de los grandes reformadores, también mantuvo una postura
similar. Aunque su retórica no era tan violenta como la de Lutero, Calvino enseñaba que los judíos
habían sido rechazados por Dios debido a su rechazo de Cristo, y que la Iglesia había heredado las
promesas del pacto.
La Crítica Moderna a la Teología de la Sustitución
En la era moderna, la teología de la sustitución ha sido ampliamente criticada, especialmente en el
contexto del resurgimiento del Estado de Israel en 1948 y después del Holocausto. El retorno del
pueblo judío a su tierra ancestral y la tragedia del Holocausto llevaron a muchos teólogos cristianos
a reexaminar la relación entre la Iglesia e Israel, y a cuestionar la validez teológica de la sustitución.
Uno de los principales críticos de la teología de la sustitución en tiempos modernos fue Karl Barth,
quien argumentó que Dios no había abandonado a Israel y que las promesas hechas a los judíos en
el Antiguo Testamento seguían vigentes. Barth sostuvo que Israel seguía siendo el pueblo elegido
de Dios, y que la Iglesia y el judaísmo estaban interrelacionados en el plan de salvación de Dios.
En el mundo evangélico, el dispensacionalismo también ha proporcionado una alternativa a la
teología de la sustitución. Como se explicó anteriormente, los dispensacionalistas, como John
Nelson Darby, C. I. Scofield y Lewis Sperry Chafer, creen que Dios tiene un plan separado y
continuo para Israel, que culminará en el reino milenial. En lugar de reemplazar a Israel, la Iglesia
es vista como una entidad distinta, y las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento aún
deben cumplirse de manera literal en el futuro.
Perspectivas Apologéticas
La teología de la sustitución ha sido criticada desde varias perspectivas teológicas y apologéticas,
especialmente por su contribución al antisemitismo y por su interpretación alegórica de las
promesas de Dios a Israel. Los apologistas cristianos que rechazan la teología de la sustitución
argumentan que Dios es fiel a Sus pactos y que el rechazo temporal de Israel no significa una
sustitución permanente.
Josh McDowell, en su obra apologética, subraya que “Dios no rompe sus promesas” y que la
restauración de Israel en el futuro es una evidencia de la fidelidad divina1. Otros teólogos, como
John F. Walvoord, destacan que las Escrituras apuntan a un futuro cumplimiento literal de las
50
promesas hechas a Israel, lo que implica que el pueblo judío tiene un lugar en el plan de Dios que
no ha sido reemplazado por la Iglesia2.
Notas al pie de página
1. Josh McDowell, The New Evidence That Demands a Verdict (Nashville: Thomas Nelson,
1999), 211. ↩
2. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 142. ↩
51
La nueva perspectiva sobre Pablo: Un enfoque diferente en la teología paulina.
La Nueva Perspectiva sobre Pablo es una corriente teológica que ha transformado la comprensión
tradicional de la teología paulina desde finales del siglo XX. Esta interpretación desafía la lectura
reformada clásica de Pablo, particularmente su enfoque sobre la justificación y las relaciones entre
judíos y gentiles. Teólogos como E.P. Sanders, James D.G. Dunn, y N.T. Wright son los
exponentes más conocidos de esta perspectiva, la cual reevalúa el contexto histórico y religioso del
apóstol Pablo, cuestionando aspectos esenciales de cómo los cristianos han comprendido sus
escritos durante siglos.
Contexto y Origen de la Nueva Perspectiva
El punto de partida de la Nueva Perspectiva se basa en estudios de la religión judía del Segundo
Templo, particularmente en el trabajo de E.P. Sanders con su obra Paul and Palestinian Judaism
(1977). Sanders sostiene que las enseñanzas judías no se basaban en una teología de "obras versus
gracia" como se había entendido tradicionalmente, sino en lo que él llamó "nomismo de pacto"
(covenantal nomism). Según este concepto, los judíos creían que su relación con Dios se mantenía
a través del pacto, y que la obediencia a la Ley (la Torá) era una respuesta a la gracia divina, no un
medio para ganarse la salvación.
La Nueva Perspectiva sostiene que la teología reformada, influenciada por Martín Lutero y Juan
Calvino, malinterpretó a Pablo al leer sus cartas desde un contexto de controversia con la Iglesia
católica medieval sobre las "obras meritorias". En lugar de oponerse a un judaísmo legalista que
buscaba "ganar" la salvación por medio de las obras, Pablo habría estado enfrentando un contexto
diferente: el problema de la exclusividad étnica y la relación entre judíos y gentiles en el nuevo
pueblo de Dios.
La Justificación en la Nueva Perspectiva
Uno de los puntos clave de esta nueva interpretación se encuentra en la doctrina de la
justificación. Tradicionalmente, la justificación se ha entendido como el acto judicial de Dios por
el cual un pecador es declarado justo por la fe en Cristo, sin la necesidad de las obras de la Ley
(Romanos 3:28). Sin embargo, la Nueva Perspectiva argumenta que, para Pablo, la justificación no
era principalmente una cuestión de la salvación individual, sino de la inclusión en la comunidad
del pacto.
Para teólogos como James D.G. Dunn, la frase de Pablo "obras de la Ley" (erga nomou) no se
refería a un sistema de obras con el cual los judíos trataban de ganarse el favor de Dios, sino a los
distintivos étnicos que mantenían la separación entre judíos y gentiles, como la circuncisión, las
leyes dietéticas y el sábado. Pablo no estaba rechazando la Ley en sí misma como un medio de
salvación, sino la idea de que los gentiles debían adoptar las costumbres judías para formar parte
del pueblo de Dios. En este sentido, la justificación es vista como una declaración de membresía
en el nuevo pueblo de Dios, un grupo que ahora incluye tanto a judíos como a gentiles.
N.T. Wright, uno de los principales defensores de la Nueva Perspectiva, ha destacado que la
justificación en Pablo tiene que ver con el cumplimiento de las promesas del pacto hechas a
Abraham. La justificación, según Wright, es el acto mediante el cual Dios declara a alguien
miembro de Su familia del pacto, y esta declaración se basa en la fe en Jesús como el Mesías, no
en la adherencia a los distintivos étnicos de la Ley judía. Wright enfatiza que la justificación no es
52
solo una cuestión legal, sino relacional, porque se refiere a cómo Dios está reuniendo a su pueblo,
tanto judíos como gentiles, bajo el señorío de Cristo.
Pablo y el Judaísmo del Segundo Templo
La Nueva Perspectiva también sostiene que las cartas de Pablo deben leerse en su contexto judío
del Segundo Templo. Según esta perspectiva, Pablo no estaba rechazando el judaísmo en su
totalidad, sino respondiendo a una situación específica en la que las demandas judías sobre la
observancia de la Ley amenazaban con excluir a los gentiles de la comunidad cristiana. Así, el
mensaje de Pablo no era un rechazo de la Ley en sí, sino una crítica a la manera en que algunos
judíos estaban usando la Ley para mantener la exclusividad étnica en la comunidad del pacto.
En lugar de ver el judaísmo del Segundo Templo como una religión de "obras meritorias", la Nueva
Perspectiva lo entiende como una religión de gracia que valoraba la fidelidad al pacto. Según E.P.
Sanders, la mayoría de los judíos creían que su elección y relación con Dios estaban basadas en la
gracia divina, no en sus propias obras, pero la Ley proporcionaba una manera de vivir fielmente
dentro de esa relación de pacto. Por lo tanto, la crítica de Pablo a las "obras de la Ley" debe
entenderse en términos de exclusividad étnica, no como un rechazo a un sistema de salvación
basado en méritos.
Críticas y Desafíos
Aunque la Nueva Perspectiva ha sido influyente, también ha sido objeto de críticas. Los teólogos
más tradicionales, como John Piper y Thomas Schreiner, han argumentado que esta perspectiva
minimiza la centralidad del pecado individual y la necesidad de la justificación personal ante un
Dios santo. Estos críticos sostienen que Pablo claramente hablaba sobre la pecaminosidad
humana y la necesidad de ser declarado justo ante Dios, y que su teología no puede reducirse solo
a la inclusión de gentiles en la comunidad del pacto.
Por otro lado, los defensores de la Nueva Perspectiva argumentan que sus críticos han
malinterpretado el contexto social y teológico en el que Pablo estaba escribiendo, y que la teología
reformada ha leído a Pablo a través de las lentes de debates postmedievales que no reflejan las
preocupaciones originales del apóstol.
Implicaciones Apologéticas
La Nueva Perspectiva sobre Pablo tiene importantes implicaciones para la apologética cristiana,
especialmente en el diálogo con el judaísmo. Al redefinir el significado de "justificación" y "obras
de la Ley", esta perspectiva ayuda a corregir malentendidos históricos sobre la relación entre
cristianismo y judaísmo. En lugar de ver el cristianismo como un rechazo del judaísmo, la Nueva
Perspectiva ofrece una visión en la que el cristianismo se entiende como el cumplimiento de las
promesas hechas a Israel, con una apertura hacia los gentiles.
Este enfoque también puede enriquecer el diálogo interreligioso, al presentar a Pablo no como un
opositor al judaísmo, sino como alguien profundamente enraizado en la tradición judía que estaba
abogando por la inclusión de los gentiles en la familia de Dios sin exigirles que se convirtieran al
judaísmo. Este aspecto puede ser útil en discusiones apologéticas que buscan enfatizar la
continuidad entre las promesas hechas a Israel y la misión de la Iglesia.
53
CAPÍTULO 7
IMPLICACIONES PRÁCTICAS PARA LA IGLESIA HOY
El testimonio cristiano a los judíos: Cómo compartir el evangelio con sensibilidad.
Compartir el evangelio con el pueblo judío requiere un enfoque lleno de respeto, sensibilidad
cultural y teológica, y un profundo conocimiento de las Escrituras, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento. A lo largo de la historia, las relaciones entre judíos y cristianos han sido tensas
debido a malentendidos teológicos, persecuciones y la adopción de doctrinas como la teología de
la sustitución, que han generado barreras entre ambas comunidades. En el contexto de la Nueva
Perspectiva sobre Pablo y del análisis de la relación entre Israel y la Iglesia, surge una oportunidad
para presentar el evangelio a los judíos de una manera que respete su herencia y contexto sin
comprometer la verdad del mensaje cristiano.
Comprendiendo las Sensibilidades Históricas
Para poder compartir el evangelio de manera efectiva con los judíos, es crucial comprender el
trasfondo histórico y las experiencias de la comunidad judía. La historia del cristianismo,
especialmente en Europa, ha sido marcada por una serie de persecuciones y malentendidos, muchos
de ellos alimentados por doctrinas como la teología de la sustitución. En este contexto, la idea de
que la Iglesia ha reemplazado a Israel como el pueblo de Dios ha sido una de las principales fuentes
de tensión. Este tipo de enseñanza ha llevado a muchos judíos a ver el cristianismo no solo como
una religión distinta, sino como una fuerza que ha buscado activamente su destrucción.
Como observa E.P. Sanders, los judíos del Segundo Templo no veían la relación con Dios en
términos de mérito, sino de nomismo de pacto (la idea de que la obediencia a la Ley es una
respuesta a la gracia de Dios dentro de un pacto). Esta comprensión de la relación entre la Ley y la
gracia puede ser un punto de partida importante para el diálogo con los judíos contemporáneos,
mostrando que la fe cristiana no es un rechazo de su herencia, sino un cumplimiento de las
promesas de Dios en el Mesías.
Enfocando el Evangelio desde las Promesas del Pacto
Para compartir el evangelio con los judíos, es crucial comenzar con las promesas del pacto que
Dios hizo a Israel. La Biblia hebrea, especialmente el pacto abrahámico y las promesas
mesiánicas, es fundamental para la cosmovisión judía. En lugar de enfocarse en los aspectos del
cristianismo que pueden parecer extraños o ajenos al judaísmo, es útil mostrar cómo las promesas
hechas a Abraham, Moisés y David se cumplen en Jesucristo.
El pacto abrahámico (Génesis 12, 15, 17) es un buen punto de partida, ya que incluye promesas
de bendición, tierra y descendencia. En lugar de interpretar esto como algo puramente espiritual o
alegórico, como a menudo se hacía bajo la teología de la sustitución, el testimonio cristiano puede
resaltar la continuidad literal y espiritual de estas promesas en Jesús, quien es la simiente prometida
a Abraham (Gálatas 3:16).
John F. Walvoord destaca que las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento no han sido
anuladas, sino que tienen un cumplimiento futuro, particularmente en el reino milenial. Este
enfoque refuerza la idea de que el plan de Dios para Israel sigue vigente, y que Jesús no es un
reemplazo de Israel, sino el cumplimiento de las promesas hechas al pueblo judío.
54
Utilizar el Lenguaje Mesiánico
Una forma eficaz de conectar el mensaje del evangelio con el pensamiento judío es utilizar un
lenguaje mesiánico. Los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, Jeremías y Ezequiel,
hablaron de la venida de un Mashíaj (Mesías), que traería justicia y restauraría el reino de Dios.
En el contexto del nomismo de pacto y las promesas del pacto davídico, Jesús puede presentarse
no como el fundador de una religión separada, sino como el cumplimiento de la expectativa
mesiánica judía.
El apóstol Pablo, en sus cartas, utiliza frecuentemente este tipo de lenguaje para explicar cómo
Jesús cumple las promesas mesiánicas. En Romanos 1:16, por ejemplo, Pablo declara que el
evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también
al griego”. Esta frase refleja el profundo respeto de Pablo por el lugar que ocupan los judíos en el
plan de salvación de Dios, reconociendo que el evangelio es primero para ellos.
Un término clave en la teología paulina es la palabra griega ekklēsia (ἐκκλησία), que significa
"asamblea" o "congregación". En su contexto judío original, esta palabra no implicaba un grupo
separado de Israel, sino la congregación de los creyentes en el Mesías. Este tipo de enfoque puede
ayudar a mitigar las percepciones de división entre judíos y cristianos, subrayando que el llamado
de Jesús es para la inclusión en una comunidad que abarca tanto a judíos como a gentiles, unidos
en Cristo.
Sensibilidad Cultural y Teológica
Es esencial que cualquier intento de compartir el evangelio con judíos sea hecho con una
comprensión profunda de su cultura, historia y religión. Muchos judíos, especialmente en el
contexto post-Holocausto y con el renacimiento del sionismo y el Estado de Israel, tienen una
profunda conciencia de su identidad y herencia. Por lo tanto, cualquier enfoque evangelístico que
ignore o minimice esta realidad puede ser visto como insensible o incluso como una forma de
borrado cultural.
Michael Vlach, un defensor del dispensacionalismo subraya la importancia de mantener la
distinción entre Israel y la Iglesia en el plan de Dios. En lugar de presentar el evangelio como una
invitación a abandonar su identidad judía, los cristianos pueden compartir cómo el Mesías Jesús es
el cumplimiento de las promesas hechas a sus antepasados, manteniendo así la dignidad y el valor
de su herencia judía.
Además, es crucial evitar cualquier sugerencia de que el judaísmo es una religión “inferior” o
“superada”. En lugar de adoptar una postura de confrontación, es más productivo adoptar una
postura de diálogo respetuoso y escucha activa, donde se pueda compartir el evangelio de manera
que respete las creencias judías, pero que también articule claramente la verdad de Cristo como el
Mesías prometido.
Apologética: Respondiendo a Objeciones
Muchos judíos contemporáneos tienen objeciones teológicas y filosóficas hacia el cristianismo.
Una de las más comunes es la objeción de que Jesús no puede ser el Mesías porque no cumplió las
expectativas de restaurar el reino de Israel de manera visible, como los profetas del Antiguo
Testamento parecían predecir (Isaías 11, Ezequiel 37). Ante esta objeción, los apologistas cristianos
pueden explicar que la misión de Jesús involucra una primera venida, donde Él vino como el
55
Siervo Sufriente (Isaías 53) para redimir a la humanidad, y una segunda venida en la que cumplirá
plenamente las promesas de restauración del reino.
Otra objeción común es la percepción de que el cristianismo es una religión de "tres dioses", debido
a la doctrina de la Trinidad. En este punto, es útil destacar cómo el Nuevo Testamento presenta a
Jesús como el cumplimiento de la Shekinah (la presencia divina), y cómo el Espíritu Santo es la
manifestación del poder y presencia de Dios en la vida de los creyentes. Este enfoque puede ayudar
a explicar que la doctrina cristiana no es una forma de politeísmo, sino una comprensión compleja
de la naturaleza de Dios.
La unidad de los creyentes: Superando las divisiones entre judíos y gentiles.
Uno de los temas centrales del Nuevo Testamento es la unidad entre judíos y gentiles en la ekklesía
(ἐκκλησία), la comunidad de creyentes en Cristo. En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo habla
de cómo Cristo, por medio de su muerte y resurrección, ha derribado el muro de separación entre
ambos grupos (Efesios 2:14). Este tema es de vital importancia, ya que en los primeros días del
cristianismo existía una gran tensión entre los creyentes judíos, que seguían observando la Torá
(Ley), y los gentiles que estaban siendo incluidos en la comunidad sin las mismas observancias
legales. La unidad entre judíos y gentiles es fundamental para comprender el plan redentor de Dios,
y sigue siendo un desafío en muchas comunidades cristianas contemporáneas.
El Contexto de las Divisiones
Las primeras divisiones entre judíos y gentiles en la Iglesia se remontan a la forma en que la
comunidad judía veía su relación con Dios a través del pacto abrahámico y el pacto mosaico. Los
judíos veían su identidad como pueblo de Dios vinculada intrínsecamente a la observancia de la
Ley, especialmente las obras de la Ley (ergon nomou, ἔργων νόμου), como la circuncisión, las
leyes dietéticas y la observancia del sábado. Para los gentiles, que no compartían estas prácticas,
el ingreso a la comunidad cristiana representaba un desafío en cuanto a cómo vivir su fe sin adoptar
las tradiciones culturales judías.
La confrontación entre ambos grupos es evidente en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15), donde
los apóstoles discutieron si los gentiles debían cumplir con la Ley judía para ser salvos. Finalmente,
se resolvió que los gentiles no necesitaban seguir la totalidad de la Ley, ya que la salvación es por
gracia mediante la fe en Cristo, no por las obras de la Ley (Hechos 15:11). Sin embargo, esta
resolución no eliminó completamente las tensiones, y muchas de las cartas de Pablo abordan este
tema.
E.P. Sanders y la Nueva Perspectiva sobre Pablo han arrojado luz sobre cómo la oposición de
Pablo a las "obras de la Ley" no era una oposición a la obediencia o a la Ley en sí misma, sino a la
idea de que la Ley separaba étnicamente a judíos y gentiles dentro de la comunidad cristiana.
Sanders argumenta que la "justificación por fe" era la forma en que Pablo defendía la inclusión de
los gentiles como parte del pueblo de Dios sin necesidad de cumplir con los ritos distintivos judíos,
como la circuncisión.
La Unidad en Cristo
En Efesios 2:14-16, Pablo explica que Cristo es nuestra paz, quien ha hecho de los dos, uno solo,
"derribando la pared intermedia de separación". La imagen de una "pared" hace referencia a las
56
divisiones étnicas y religiosas que mantenían a judíos y gentiles en comunidades separadas. A
través de su sacrificio, Cristo creó "de los dos, un solo hombre nuevo" (verso 15), eliminando las
barreras que impedían la plena comunión entre ambos grupos.
El término griego utilizado para “paz” es eirēnē (εἰρήνη), que en su contexto judío no significa
solo la ausencia de conflicto, sino una restauración completa de la relación entre dos partes. En
Cristo, esta paz no es solo reconciliación entre Dios y el hombre, sino también entre personas de
diferentes orígenes y culturas, un concepto revolucionario para la época.
C.I. Scofield observó que esta unión de judíos y gentiles en la iglesia representa un aspecto crucial
del misterio de la Iglesia, algo que no fue completamente revelado en el Antiguo Testamento, pero
que ahora se manifestaba en la nueva creación en Cristo. Scofield argumentaba que el propósito de
la ekklesía era revelar la plenitud del plan de Dios al incluir a todos los pueblos en su pacto de
gracia.
La Ley y la Gracia
Uno de los mayores obstáculos para la unidad era la comprensión de la Ley en la vida de los
creyentes. Para muchos judíos cristianos, abandonar la Ley parecía una traición a su identidad y
herencia. Sin embargo, Pablo insiste en que la Ley no puede ser un medio de justificación, sino que
Cristo es el fin de la Ley para justicia a todo aquel que cree (Romanos 10:4).
La frase griega "telos nomou" (τέλος νόμου), que se traduce como "fin de la Ley", no significa que
la Ley haya sido eliminada, sino que ha sido cumplida en Cristo. Warren Wiersbe explica que
esto implica que la Ley ya no tiene la misma función de separar o definir la identidad del pueblo
de Dios. La salvación en Cristo es accesible tanto para judíos como para gentiles,
independientemente de su observancia de la Ley. Esto no solo unifica a los creyentes, sino que
también pone el énfasis en la gracia divina y no en las obras humanas.
El Llamado a la Unidad en la Apologética
Desde una perspectiva apologética, la unidad entre judíos y gentiles en Cristo es un testimonio
poderoso de la universalidad del evangelio. La inclusión de los gentiles en el plan de salvación, sin
la necesidad de adoptar las prácticas distintivas del judaísmo, subraya que el mensaje de Cristo es
para todas las naciones. Esta es una verdad que los apóstoles defendieron con fervor, y que sigue
siendo esencial en la misión de la iglesia hoy.
En este contexto, es importante abordar las divisiones que aún persisten dentro del cristianismo.
Muchos creyentes judíos (mesiánicos) siguen luchando con cómo mantener su identidad judía
mientras afirman su fe en Cristo. Del mismo modo, muchos gentiles cristianos pueden no
comprender plenamente el significado y la importancia de las promesas hechas a Israel en el
Antiguo Testamento. Para superar estas divisiones, es crucial reconocer que el evangelio es
inclusivo y está basado en la obra redentora de Cristo, no en observancias culturales o rituales
específicos.
John F. Walvoord, un defensor del dispensacionalismo sugiere que la unidad entre judíos y
gentiles no debe implicar la homogeneización de ambos grupos, sino el reconocimiento de que
ambos tienen un lugar en el plan de Dios. En el futuro, durante el Reino Milenial, las promesas
hechas a Israel serán cumplidas de manera literal, mientras que la iglesia, compuesta por judíos y
gentiles, tendrá un papel distinto pero complementario.
57
Superando las Divisiones Actuales
Hoy en día, es necesario seguir trabajando para superar las divisiones entre judíos y gentiles en el
cuerpo de Cristo. Esto implica un enfoque de enseñanza y discipulado que reconozca la herencia
judía del cristianismo y que, al mismo tiempo, celebre la inclusión de todas las naciones en el plan
redentor de Dios. El apóstol Pablo, en Gálatas 3:28, afirma: "Ya no hay judío ni griego; no hay
esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Esta
unidad no elimina las diferencias culturales o étnicas, sino que las transforma, permitiendo que
todos se unan en una nueva identidad en Cristo.
N.T. Wright subraya que la Iglesia es el lugar donde el nuevo pueblo de Dios, compuesto por
personas de todas las naciones, se reúne en una nueva familia, donde no se imponen barreras
culturales o étnicas. Esta es la visión escatológica de Pablo, quien veía a la iglesia como la primera
manifestación de la nueva creación, en la que todas las cosas serían reunidas en Cristo (Efesios
1:10).
La oración por Israel: Intercediendo por el pueblo de Dios.
La intercesión por Israel tiene profundas raíces bíblicas, teológicas y espirituales. A lo largo de las
Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos a hombres y mujeres
de fe clamando por el pueblo de Dios, ya sea en tiempos de juicio o de bendición. Esta intercesión
refleja el corazón de Dios por Israel y su plan eterno para esta nación escogida. En el contexto de
la iglesia actual, orar por Israel es alinearse con el propósito redentor de Dios, reconociendo su
fidelidad a las promesas hechas a los patriarcas y profetas.
La Intercesión en el Antiguo Testamento
Desde el Antiguo Testamento, la intercesión por Israel es un tema recurrente. Moisés es un claro
ejemplo de alguien que intercedió por el pueblo de Dios cuando éste cayó en la idolatría (Éxodo
32:11-14). Moisés apeló a la promesa de Dios a Abraham, Isaac y Jacob, recordando a Dios su
pacto eterno con Israel. Aquí, la oración no solo busca la misericordia de Dios, sino que se basa en
la seguridad de que Dios cumplirá sus promesas, como lo vemos en el Pacto Abrahámico, que es
un pacto incondicional que Dios hizo con Abraham (Génesis 12:1-3). Según J. Dwight Pentecost,
este pacto se convierte en la base para la intercesión de los creyentes, porque Dios ha prometido
bendecir a los que bendigan a Israel y maldecir a los que lo maldigan1.
La Intercesión en el Nuevo Testamento
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, también modela la intercesión por Israel. En Romanos
9:1-5, Pablo expresa su profundo dolor por el estado espiritual de su pueblo, Israel. A pesar de
haber sido el receptor de las promesas, los pactos y la ley, Israel había rechazado a Jesús como el
Mesías. Sin embargo, esto no impidió que Pablo orara fervientemente por su salvación. En
Romanos 10:1, Pablo declara: "Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a
Dios por Israel, es para salvación." La palabra griega utilizada para "oración" aquí es deēsis
(δέησις), que implica una súplica ferviente y apasionada. Esta no es una simple petición casual,
sino una intercesión profunda y persistente.
Para C. I. Scofield, esta oración de Pablo revela que, aunque Israel ha rechazado temporalmente al
Mesías, Dios aún tiene un plan para ellos. Scofield subraya que la salvación de Israel en el futuro
58
está garantizada por las promesas incondicionales de Dios, y que los creyentes gentiles deben orar
con ese entendimiento2.
El Propósito de la Oración por Israel
La oración por Israel no es simplemente un acto de solidaridad política o cultural, sino una
alineación espiritual con el plan de Dios para la redención del mundo. En el Salmo 122:6, se nos
insta a "orar por la paz de Jerusalén", una expresión que va más allá de la paz política o militar. La
paz en la Biblia, expresada por la palabra hebrea shalom ()שָׁ לֹום, abarca bienestar, prosperidad,
seguridad y restauración completa en todos los aspectos de la vida. Orar por la paz de Jerusalén es
orar para que el plan de redención de Dios se cumpla y que Israel sea restaurado tanto espiritual
como físicamente.
Hal Lindsey destaca que la oración por Israel es, en realidad, una oración por la culminación del
plan de Dios para la humanidad, ya que la restauración final de Israel está vinculada a la Segunda
Venida de Cristo3. En Romanos 11:26, Pablo declara que "todo Israel será salvo", una referencia
al momento futuro en que Dios reunirá a su pueblo en fe y los restaurará espiritualmente.
La Importancia Escatológica de Orar por Israel
La intercesión por Israel tiene también un fuerte componente escatológico. Desde la perspectiva
dispensacionalista, la oración por Israel implica orar por el cumplimiento de las profecías relativas
al pueblo judío y al Reino Milenial. John F. Walvoord señala que la restauración futura de Israel
es clave para el establecimiento del Reino de Cristo sobre la tierra4. Por lo tanto, al orar por Israel,
estamos participando activamente en el desarrollo del plan divino para la historia humana.
El término griego para "restaurar" en el contexto escatológico es apokatastasis (ἀποκατάστασις),
que se refiere a la restauración final de todas las cosas, incluida la restauración de Israel como una
nación bajo el reinado del Mesías. Michael Vlach observa que esta restauración no solo es física,
sino también espiritual, ya que Israel será finalmente traído de vuelta a Dios en plena obediencia y
adoración5.
Orar con Sensibilidad Teológica
Es importante orar por Israel con una comprensión teológica adecuada. La Teología de la
Sustitución, que sostiene que la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan de Dios, ha llevado a
muchos cristianos a abandonar o minimizar la oración por Israel. Sin embargo, como lo señala
Lewis Sperry Chafer, Dios aún tiene un propósito especial para Israel que no ha sido reemplazado
por la Iglesia6. Orar por Israel no significa ignorar a la Iglesia, sino reconocer que tanto Israel como
la Iglesia tienen un lugar en el plan redentor de Dios.
Aspecto Práctico
Orar por Israel es un mandato bíblico que continúa siendo relevante hoy. Los creyentes pueden orar
específicamente por:
1. La paz de Jerusalén (Salmo 122:6) – no solo la paz política, sino la paz espiritual y la
restauración de la relación de Israel con Dios.
2. La salvación de Israel (Romanos 10:1) – que los judíos reconozcan a Jesús como su
Mesías.
3. La protección de Israel – en medio de los conflictos políticos y las amenazas que enfrenta
la nación de Israel, se puede orar por su protección.
59
4. El cumplimiento de las promesas de Dios – que las profecías concernientes a Israel se
cumplan en el tiempo de Dios, como la restauración completa de Israel en el Reino Milenial.
Notas
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Pentecost, J. Dwight, Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩
Scofield, C. I., The Scofield Reference Bible. New York: Oxford University Press, 1909. ↩
Lindsey, Hal, The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩
Walvoord, John F., The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩
Vlach, Michael, Has the Church Replaced Israel? Nashville: B&H Academic, 2010. ↩
Chafer, Lewis Sperry, Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1947. ↩
60
CAPÍTULO 8
PUNTOS CLAVE DE LA DISCUSIÓN
Exégesis bíblica: Un análisis detallado de los textos relevantes, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento.
La exégesis bíblica es un ejercicio crítico y teológico que busca interpretar las Escrituras en su
contexto original, explorando tanto el texto hebreo del Antiguo Testamento como el griego del
Nuevo Testamento. Este análisis no solo implica la comprensión de la gramática y el vocabulario,
sino también la evaluación crítica a la luz de la historia, la teología, y la literatura bíblica. A
continuación, revisaremos algunos de los textos más relevantes que han sido objeto de alta crítica
teológica, con un enfoque en las promesas de Dios a Israel y su cumplimiento en el plan redentor.
El Pacto Abrahámico: Génesis 12:1-3
Uno de los textos más significativos en la exégesis del Antiguo Testamento es Génesis 12:1-3, que
presenta el pacto de Dios con Abraham, el cual es fundamental para la historia de Israel. Este pasaje
establece tres promesas clave: una descendencia numerosa, la posesión de la tierra, y la bendición
de todas las naciones a través de Abraham.
El texto hebreo comienza con el mandato de Dios a Abraham: "Lekh lekha me'artzekha" (לְֶך־לְ ך
)מֵ אַ ְרצְ ך, que significa "Vete de tu tierra". La frase indica un mandato divino en el que Abraham debe
confiar plenamente en Dios, abandonando todo lo familiar para seguir el plan de Dios. La promesa
en el versículo 3, "Venivreku bekha kol mishpechot ha'adamah" ()וְ נִ בְ ְרכּו בְ ך כֹּ ל ִמ ְשפְ חֹות הָׁ אֲדָׁ מָׁ ה,
"y serán benditas en ti todas las familias de la tierra", revela el alcance universal de la promesa, no
solo para Israel, sino para toda la humanidad1.
J. Dwight Pentecost subraya que el pacto abrahámico es incondicional, basado únicamente en la
fidelidad de Dios. Pentecost afirma que este pacto nunca ha sido abrogado, y que sigue siendo
crucial para la escatología, especialmente en lo que se refiere a la restauración futura de Israel en
el Reino Milenial2.
La Promesa Mesiánica: Isaías 9:6-7
En Isaías 9:6-7, el profeta habla de la venida del Mesías como un gobernante eterno que traerá
justicia y paz. Este pasaje es clave para la teología mesiánica, ya que establece que el Mesías vendrá
a gobernar sobre el trono de David.
El versículo 6 dice: "Ki-yeled yullad-lanu, ben nitan-lanu" ()כִ י־ ֶילֶד יֻלַד־לָׁנּו בֵ ן נִתַ ן לָׁנּו, "Porque un
niño nos es nacido, hijo nos es dado". Aquí, el verbo "nacer" (yullad - )יֻלַדestá en pasiva, lo que
implica que el nacimiento del Mesías es un acto divino. El versículo también menciona los títulos
del Mesías: "Sar-shalom" ()שַ ר־שָׁ לֹום, "Príncipe de Paz", lo que refleja la función del Mesías en
traer paz universal y restaurar a Israel.
Lewis Sperry Chafer argumenta que este texto apunta al reino futuro del Mesías en el que se
cumplirán las promesas hechas a David. Chafer sugiere que este reinado no se ha cumplido
completamente en el primer advenimiento de Cristo, sino que será plenamente realizado en su
regreso durante el Reino Milenial3.
61
La Restauración de Israel: Jeremías 31:31-34
Otro texto crucial es Jeremías 31:31-34, que presenta el Nuevo Pacto que Dios hará con la casa
de Israel. Este pacto es diferente del pacto mosaico, ya que está basado en la gracia y el perdón, y
no en la obediencia a la Ley.
En el versículo 31, Dios dice: "Hinneh yamim ba'im" ()הִ נֵה י ִָׁמים בָׁ ִאים, "He aquí vienen días". Esta
expresión introduce una profecía futura que será cumplida en un tiempo determinado por Dios. El
versículo 33 menciona que Dios pondrá su ley en sus corazones: "Et-torati bekirbam ve'al-liban
ektevena" (ת־תֹור ִתי בְ קִ ְרבָׁ ם וְ עַל־לִ בָׁ ם אֶ כְ ְתבֶ נָׁה
ָׁ
ֶ)א, "Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus
corazones". Esto implica una transformación espiritual profunda, que algunos teólogos, como
Francisco Lacueva, interpretan como la regeneración del remanente fiel de Israel en los últimos
tiempos4.
La Unidad de Judíos y Gentiles: Efesios 2:11-22
En el Nuevo Testamento, uno de los pasajes más relevantes sobre la relación entre judíos y gentiles
en el plan de Dios es Efesios 2:11-22. Pablo explica cómo Cristo ha derribado el muro de
separación entre los dos grupos, creando una nueva humanidad.
En el versículo 14, Pablo declara: "Autos gar estin hē eirēnē hēmōn" (Αὐτὸς γάρ ἐστιν ἡ εἰρήνη
ἡμῶν), "Porque él es nuestra paz". La palabra griega eirēnē (εἰρήνη) no significa simplemente la
ausencia de conflicto, sino una paz completa y restaurativa entre Dios y los hombres, y entre los
pueblos.
Warren Wiersbe comenta que Cristo no solo trajo paz entre judíos y gentiles, sino que también
creó "un nuevo hombre" en sí mismo, uniendo a los dos grupos en un solo cuerpo, la iglesia. Esta
unidad es una manifestación del propósito eterno de Dios de reconciliar a toda la humanidad
consigo mismo a través de Cristo5.
La Promesa de Restauración Final: Romanos 11:25-27
Uno de los pasajes más citados sobre la restauración futura de Israel es Romanos 11:25-27, donde
Pablo declara que "todo Israel será salvo". Este pasaje es crucial para la comprensión escatológica
de Israel y la Iglesia.
En el versículo 26, Pablo cita a Isaías: "Kai houtōs pas Israēl sōthēsetai" (Καὶ οὕτως πᾶς Ἰσραὴλ
σωθήσεται), "Y así, todo Israel será salvo". La palabra griega sōthēsetai (σωθήσεται) implica una
salvación futura y completa para el pueblo de Israel. John F. Walvoord interpreta este pasaje como
una profecía que se cumplirá durante el Reino Milenial, cuando Cristo regrese y el remanente de
Israel será restaurado y salvo6.
Notas
1.
2.
3.
4.
5.
Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩
Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩
Chafer, Lewis Sperry. Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1947. ↩
Lacueva, Francisco. Israel en la Escatología Bíblica. Miami: Editorial CLIE, 1982. ↩
Wiersbe, Warren. The Bible Exposition Commentary. Colorado Springs: David C. Cook,
1989. ↩
6. Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩
62
Contexto histórico: Situar los eventos bíblicos en su contexto histórico y cultural.
La comprensión de los eventos bíblicos requiere no solo una exégesis textual precisa, sino también
una inmersión en el contexto histórico y cultural en el que se desarrollaron. Desde los patriarcas en
la Edad del Bronce hasta el surgimiento de la Iglesia en el Imperio Romano, el trasfondo histórico
y las influencias culturales ofrecen claves cruciales para entender el significado de las Escrituras y
las implicaciones de sus mensajes.
La Era Patriarcal: Abraham y el Pacto
El llamado de Abraham en Génesis 12:1-3 se sitúa en la Edad del Bronce Medio (aproximadamente
2000 a.C.). En esta época, las ciudades-estado mesopotámicas, como Ur (la ciudad natal de
Abraham), estaban en pleno desarrollo, y la civilización egipcia ya había alcanzado un considerable
poder político y militar. El mandato de Dios a Abraham de dejar su tierra y viajar a Canaán tiene
implicaciones históricas, ya que Canaán estaba estratégicamente ubicada entre Egipto y
Mesopotamia, dos de las grandes potencias de la antigüedad.
Abraham vivió en un mundo politeísta, en el que las ciudades-estado de Sumer y Acad veneraban
a múltiples dioses. La decisión de seguir al único Dios verdadero marcó un contraste radical con
las costumbres religiosas de su tiempo. Evis Carvallosa señala que el pacto abrahámico era
radicalmente diferente de los pactos humanos del antiguo Oriente Próximo, ya que era un pacto
incondicional, es decir, dependía únicamente de la fidelidad de Dios y no de las acciones de
Abraham1.
El pacto abrahámico también refleja las prácticas de la época en cuanto a la formación de alianzas.
La ceremonia de cortar los animales en dos, como se describe en Génesis 15:9-21, era una práctica
común entre las culturas de la región para sellar acuerdos. Sin embargo, en este caso, solo Dios,
representado por una antorcha ardiente, pasa entre los animales, indicando que Él tomaba sobre sí
mismo toda la responsabilidad de cumplir el pacto.
La Época de los Jueces: La Lucha por la Tierra Prometida
Tras el éxodo de Egipto, el establecimiento de Israel en Canaán, narrado en los libros de Josué y
Jueces, tuvo lugar durante un período de gran agitación en la región. Los estudios arqueológicos
sugieren que Canaán estaba habitada por una mezcla de culturas semíticas y cananeas. Israel tuvo
que enfrentarse a varias naciones hostiles, incluidas los filisteos, quienes ya eran una fuerza
considerable en la región mediterránea.
La lucha de Israel por establecerse en la tierra prometida debe entenderse a la luz de las realidades
políticas y militares de la región. Los egipcios, que habían controlado Canaán durante siglos,
estaban perdiendo influencia, lo que permitió a Israel ocupar gradualmente las áreas montañosas.
Sir Robert Anderson destaca que este período de conflicto también simboliza la lucha espiritual
de Israel para permanecer fiel a Dios en medio de influencias paganas2.
El Reino Unido de Israel: David y Salomón
El establecimiento del reino de David alrededor del año 1000 a.C. marcó un punto de inflexión en
la historia de Israel. David logró consolidar las tribus israelitas y crear un reino unido. Bajo su
liderazgo, Israel experimentó un período de expansión territorial y seguridad militar. David también
capturó Jerusalén y la estableció como la capital religiosa y política de Israel. Esta acción tenía un
63
gran significado simbólico y teológico, ya que Jerusalén se convertiría en el centro de la adoración
a Yahvé.
El reinado de Salomón (970-931 a.C.), el hijo de David se destacó por la construcción del Templo
de Jerusalén, un evento crucial tanto desde una perspectiva religiosa como política. En el contexto
del antiguo Oriente Próximo, la construcción de templos monumentales estaba asociada con la
legitimación divina del poder real. El Templo simbolizaba la presencia de Dios entre su pueblo y
consolidaba Jerusalén como el centro espiritual de la nación.
J. Dwight Pentecost observa que la época de David y Salomón representa un anticipo del futuro
Reino Mesiánico, en el que Cristo gobernará sobre una Jerusalén restaurada y glorificada3.
El Exilio Babilónico y la Restauración
Uno de los eventos más traumáticos en la historia de Israel fue la conquista de Jerusalén por los
babilonios en el 586 a.C., que resultó en la destrucción del Templo y el exilio de gran parte de la
población a Babilonia. Este exilio duró aproximadamente 70 años y fue un punto crucial en la
formación de la identidad judía. Durante este tiempo, los profetas como Ezequiel y Daniel
proclamaron mensajes de esperanza, enfatizando la restauración futura de Israel y la venida del
Mesías.
El retorno del exilio bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías y la reconstrucción del Templo en el
516 a.C. marcaron el comienzo del período del Segundo Templo. Aunque Israel volvió a habitar la
tierra, nunca recuperó la independencia política plena. Este contexto de dominio extranjero,
primero bajo los persas, luego bajo los griegos y finalmente los romanos, influyó profundamente
en las expectativas mesiánicas de Israel.
C. I. Scofield señala que el exilio babilónico y la subsiguiente restauración tipifican el alejamiento
de Israel de Dios debido a su pecado, y su futura restauración completa en el Reino Milenial4.
La Época del Nuevo Testamento: El Imperio Romano y el Surgimiento del Cristianismo
El nacimiento de Jesús tuvo lugar en un momento en el que Israel estaba bajo la dominación
romana, aproximadamente en el 4 a.C. El Imperio Romano controlaba gran parte del mundo
conocido, y Palestina era una provincia bajo el gobierno directo de procuradores romanos, como
Poncio Pilato. Roma permitía cierto grado de autonomía religiosa, lo que permitió que los judíos
continuaran practicando su fe. Sin embargo, el control político y la carga fiscal impuesta por Roma
causaron gran descontento entre la población judía, lo que contribuyó al clima de tensión y
expectativas mesiánicas.
El movimiento cristiano nació en este contexto, con Jesús proclamando el Reino de Dios (ἡ
βασιλεία τοῦ Θεοῦ, hē basileia tou Theou) y presentándose como el cumplimiento de las promesas
del Antiguo Testamento. Sin embargo, fue rechazado por gran parte del liderazgo judío, lo que
llevó a su crucifixión.
John F. Walvoord interpreta este rechazo como parte del plan soberano de Dios para incluir a los
gentiles en su plan de salvación5. El apóstol Pablo, en sus cartas, específicamente en Romanos 911, articula cómo la inclusión de los gentiles es parte del misterio revelado en Cristo, y cómo Israel
aún tiene un papel futuro en la escatología divina.
64
Notas
1.
2.
3.
4.
5.
Carvallosa, Evis. El Plan Maestro de Dios. Miami: Editorial Vida, 1986. ↩
Anderson, Sir Robert. The Coming Prince. Grand Rapids: Kregel Publications, 1957. ↩
Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩
Scofield, C. I. Scofield Reference Bible. New York: Oxford University Press, 1909. ↩
Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩
65
Teología sistemática: Integrar la doctrina de Israel en el sistema teológico general.
La teología sistemática busca organizar las doctrinas bíblicas en un sistema coherente que refleje
la revelación de Dios desde una perspectiva global. En este marco, la doctrina de Israel ocupa un
lugar clave dentro de las categorías teológicas, como la soteriología, la eclesiología y la
escatología. La correcta comprensión del papel de Israel en el plan divino es esencial para integrar
el mensaje de las Escrituras de manera completa y armoniosa.
La Relación entre Israel y la Iglesia: Continuidad y Discontinuidad
Una de las cuestiones más debatidas dentro de la teología sistemática es la relación entre Israel y
la Iglesia. Existen dos enfoques principales que buscan resolver esta cuestión: la teología del pacto
y el dispensacionalismo. La teología del pacto, como la desarrollada por autores reformados
como Herman Bavinck y Louis Berkhof, sostiene una continuidad entre Israel y la Iglesia. Según
esta perspectiva, la Iglesia es la continuación del verdadero Israel y hereda las promesas del pacto
abrahámico en su forma espiritual, lo que se conoce comúnmente como la teología de la
sustitución (también llamada supersesionismo).
Por otro lado, el dispensacionalismo, que ha sido promovido por teólogos como C. I. Scofield,
Lewis Sperry Chafer y John F. Walvoord, sostiene una distinción clara entre Israel y la Iglesia.
En esta visión, Israel tiene un papel separado y específico dentro del plan de redención de Dios, y
sus promesas aún están vigentes para el futuro, particularmente en el reino milenial. Esta
perspectiva subraya que, aunque la Iglesia es el pueblo de Dios en la era presente, Israel sigue
siendo el pueblo escogido que cumplirá un papel especial en los últimos tiempos, tal como se
detalla en Romanos 11:26: "Y así todo Israel será salvo" (pás Israel sōthēsetai).
Charles Ryrie sostiene que el dispensacionalismo ofrece una visión coherente de la relación entre
Israel y la Iglesia al mantener la distinción entre las diferentes economías a través de las cuales
Dios ha trabajado a lo largo de la historia1.
Israel en la Soteriología: La Salvación de los Judíos
La cuestión de la salvación de Israel ha sido objeto de intensa discusión teológica. La enseñanza
del Nuevo Testamento, especialmente en las cartas de Pablo, muestra que la salvación es por fe
tanto para judíos como para gentiles. En Romanos 10:12-13, Pablo afirma que no hay diferencia
entre judíos y gentiles en términos de salvación, ya que "todo aquel que invoque el nombre del
Señor será salvo" (pás hos an epikalēsetai to onoma kyriou sōthēsetai).
Sin embargo, Romanos 11 presenta un panorama más amplio, donde Pablo explica que Israel ha
sido temporalmente endurecido para que los gentiles puedan entrar en el plan de salvación, pero
que al final, todo Israel será salvo. John F. Walvoord interpreta este pasaje como una afirmación
de que la restauración nacional y espiritual de Israel ocurrirá en el futuro, cumpliendo las promesas
del pacto abrahámico y davídico2.
El dispensacionalismo sostiene que en el reino milenial, Israel experimentará una renovación
espiritual, y las promesas de salvación hechas a los patriarcas se cumplirán en su plenitud. Este es
un elemento clave dentro de la escatología dispensacionalista, que proyecta una restauración final
de Israel como un pueblo redimido bajo el reinado de Cristo.
66
Israel y la Eclesiología: ¿Una Iglesia o Dos Pueblos?
La doctrina de la Iglesia en la teología sistemática está intrínsecamente ligada a la cuestión de
Israel. Aquellos que sostienen una visión covenantal tienden a ver a la Iglesia como el "nuevo
Israel", afirmando una continuidad entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y la Iglesia
en el Nuevo Testamento. En este sentido, la Iglesia ha reemplazado a Israel como el instrumento
de Dios en la redención del mundo.
Sin embargo, el dispensacionalismo distingue entre Israel y la Iglesia como dos entidades
separadas en el plan de Dios. Paul Henebury argumenta que esta separación es esencial para
entender las diferentes promesas y pactos en las Escrituras. Israel fue elegido por Dios para ser un
pueblo especial, con un propósito particular en la historia, mientras que la Iglesia es el cuerpo de
Cristo, compuesto tanto por judíos como por gentiles3. Esta visión mantiene que Israel sigue
teniendo un futuro como nación dentro del plan redentor de Dios.
Efesios 2:14-16 describe cómo Cristo ha derribado la pared de separación entre judíos y gentiles,
creando un "nuevo hombre" (kainos anthrōpos) en Cristo. Sin embargo, los dispensacionalistas
interpretan esto como una unidad espiritual en la Iglesia, sin negar las promesas terrenales y
nacionales hechas a Israel.
Escatología: El Futuro de Israel
La escatología es el área de la teología sistemática que más directamente afecta la doctrina de
Israel. Según el dispensacionalismo, la historia está dividida en dispensaciones o períodos
específicos, y en el futuro, después del rapto de la Iglesia, Dios retomará su trato directo con
Israel. John F. Walvoord y Dwight Pentecost sostienen que el reino milenial será el tiempo en
el que Israel será restaurado a su lugar de privilegio, y Cristo reinará desde Jerusalén sobre el
mundo4.
Este enfoque escatológico destaca la centralidad de Israel en el plan de Dios para el fin de los
tiempos. En Zacarías 14:9, se predice que "el Señor será rey sobre toda la tierra", lo que muchos
intérpretes dispensacionalistas ven como una referencia al reinado literal de Cristo sobre Israel y
el mundo desde Jerusalén.
Notas
1. Ryrie, Charles C. Dispensationalism Today. Chicago: Moody Press, 1965. ↩
2. Walvoord, John F. Israel in Prophecy. Grand Rapids: Zondervan, 1962. ↩
3. Henebury, Paul Martin. The Word of God and the Christian Life. Minneapolis: Christian
Focus Publications, 2010. ↩
4. Pentecost, J. Dwight. Things to Come: A Study in Biblical Eschatology. Grand Rapids:
Zondervan, 1958. ↩
67
Apologética: Defender la posición bíblica frente a críticas y objeciones.
La apologética, como disciplina teológica, tiene el propósito de defender la fe cristiana frente a
críticas y objeciones, utilizando argumentos racionales, bíblicos e históricos. En cuanto a la
doctrina de Israel, surgen varias críticas y objeciones, tanto dentro como fuera del ámbito cristiano,
que necesitan una respuesta sólida basada en la revelación bíblica. La tarea apologética en este
campo implica abordar cuestiones relacionadas con la elección de Israel, la relación entre Israel y
la Iglesia, y el futuro escatológico del pueblo judío, entre otras.
La Elección de Israel: ¿Es Justo que Dios Elija a un Pueblo?
Una de las objeciones más comunes a la doctrina bíblica sobre Israel es la crítica de que la elección
divina de un pueblo específico es injusta o arbitraria. La idea de que Dios seleccionara a Israel para
un propósito especial, dejando de lado a otras naciones, ha sido vista por algunos críticos como una
muestra de favoritismo.
Sin embargo, la elección (ἐκλογή, eklogē) de Israel no debe interpretarse como una preferencia
inmerecida o arbitraria, sino como parte del plan soberano de Dios para bendecir a todas las
naciones a través de un pueblo particular. En Deuteronomio 7:6-8, Dios explica que no eligió a
Israel por ser una nación grande o poderosa, sino por su amor y fidelidad al pacto con los patriarcas.
Lewis Sperry Chafer afirma que la elección de Israel es parte del despliegue progresivo del plan
de redención, comenzando con Abraham y culminando en Cristo1. Esta elección tiene una finalidad
universal, ya que por medio de Israel vendría el Mesías, quien traería salvación no solo a los judíos,
sino también a los gentiles (cf. Génesis 12:3, Efesios 2:11-22).
Desde una perspectiva apologética, esta objeción se puede responder destacando que la elección
de Israel no es una cuestión de superioridad, sino de responsabilidad y propósito divino. Como
indica Charles Ryrie, Israel fue elegido no para ser superior, sino para ser un canal de bendición
y un testimonio de la gracia de Dios2.
La Relación entre Israel y la Iglesia: ¿Ha Reemplazado la Iglesia a Israel?
Otra crítica frecuente proviene del campo de la teología de la sustitución o supersesionismo, que
argumenta que la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan de Dios, y que todas las promesas
hechas a Israel ahora son aplicables solo a la Iglesia. Según esta postura, los judíos ya no tienen un
papel distintivo en el plan divino. Esta crítica es fundamental dentro de los debates teológicos, ya
que afecta no solo la escatología, sino también la interpretación de la redención y la identidad del
pueblo de Dios.
El dispensacionalismo, defendido por teólogos como John F. Walvoord y C. I. Scofield, rechaza
esta idea y sostiene que Dios tiene un plan separado y continuo para Israel. En Romanos 11:1-2,
Pablo pregunta retóricamente si Dios ha desechado a su pueblo, a lo que responde: "¡De ninguna
manera!" (mē genoito). Según Dwight Pentecost, la teología de la sustitución no puede sostenerse
bíblicamente porque las promesas hechas a Israel, como las contenidas en los pactos abrahámico y
davídico, son incondicionales y todavía tienen un cumplimiento futuro3.
La apologética en este ámbito implica demostrar que la relación entre Israel y la Iglesia no es de
reemplazo, sino de coexistencia dentro del plan soberano de Dios. Paul Henebury argumenta que
tanto Israel como la Iglesia tienen roles distintivos en la economía divina, y que la fidelidad de
68
Dios a sus promesas a Israel asegura el cumplimiento futuro de sus pactos 4. El uso del término
griego mystērion (μυστήριον) en Efesios 3:6 indica que la inclusión de los gentiles en el cuerpo
de Cristo es una verdad que estaba oculta pero que no anula las promesas hechas a Israel.
La Validez de las Profecías Mesiánicas: ¿Cumplió Jesús las Expectativas de Israel?
Un desafío común tanto dentro del judaísmo como en círculos críticos se centra en la afirmación
cristiana de que Jesús es el Mesías esperado por Israel. Los críticos sostienen que Jesús no cumplió
con todas las profecías mesiánicas, especialmente aquellas que describen un rey que restauraría el
reino de Israel y traería paz mundial (cf. Isaías 9:6-7, Zacarías 14).
Desde una perspectiva cristiana, este tipo de objeción se responde aclarando la distinción entre las
profecías que se refieren a la primera venida de Jesús como el Siervo sufriente (cf. Isaías 53) y
aquellas que se cumplirán en su segunda venida como el Rey conquistador. Hal Lindsey afirma
que muchas profecías sobre el Mesías tienen un cumplimiento dual, con parte de las profecías
realizadas en la primera venida de Cristo y el resto a cumplirse en su regreso 5. Este enfoque es
clave en la escatología dispensacionalista, que enseña que Cristo regresará para establecer su reino
milenial sobre la tierra, cumpliendo así las expectativas mesiánicas restantes.
Además, el uso del término griego parousía (παρουσία), que se refiere tanto a la segunda venida
de Cristo como a su presencia real, es fundamental para entender cómo las Escrituras dividen las
fases de la obra del Mesías. En Mateo 24:30, se habla de la futura "venida en las nubes" de Jesús,
lo que representa la consumación de las promesas mesiánicas.
El Futuro de Israel: ¿Qué Lugar Tiene en la Escatología Cristiana?
Finalmente, una de las objeciones que enfrentan las doctrinas escatológicas relacionadas con Israel
es si Israel aún tiene un papel especial en el futuro o si sus promesas ya se cumplieron en la Iglesia.
Para los dispensacionalistas, la respuesta es clara: Israel tiene un lugar central en el plan
escatológico de Dios. En Apocalipsis 7:4-8, se menciona explícitamente a 144,000 israelitas
sellados de las doce tribus, lo que indica la participación futura de Israel en los eventos del fin de
los tiempos.
John F. Walvoord sostiene que, a lo largo de la historia, Dios ha sido fiel a su pacto con Israel y
que los pactos: abrahámico, davídico y el nuevo pacto serán cumplidos de manera literal en el
futuro reino milenial6. Este argumento es crucial en la apologética escatológica, ya que defiende
que las promesas a Israel no han sido anuladas ni transferidas a la Iglesia, sino que aún están
vigentes.
Notas
1. Chafer, Lewis Sperry. Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1948. ↩
2. Ryrie, Charles. Dispensationalism Today. Chicago: Moody Press, 1965. ↩
3. Pentecost, J. Dwight. Things to Come: A Study in Biblical Eschatology. Grand Rapids:
Zondervan, 1958. ↩
4. Henebury, Paul Martin. The Word of God and the Christian Life. Minneapolis: Christian
Focus Publications, 2010. ↩
5. Lindsey, Hal. The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩
6. Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩
69
Perspectivas contemporáneas: Presentar las diversas interpretaciones y debates actuales.
El debate sobre el papel de Israel en el plan de Dios y su relación con la Iglesia sigue siendo una
cuestión central en la teología contemporánea. A lo largo de los siglos, las interpretaciones de los
textos bíblicos que tratan sobre Israel han evolucionado, lo que ha generado una diversidad de
enfoques teológicos. En esta sección, analizaremos algunas de las principales perspectivas
contemporáneas, como el dispensacionalismo progresivo, la nueva perspectiva sobre Pablo y
la teología del pacto, entre otras.
Dispensacionalismo Progresivo: Una Revisión Moderna
El dispensacionalismo progresivo surge como una revisión del dispensacionalismo clásico.
Teólogos como Craig Blaising y Darrell Bock abogan por un enfoque que aún mantiene una
distinción entre Israel y la Iglesia, pero que enfatiza más la continuidad en la historia redentora de
Dios. Según esta perspectiva, hay un solo pueblo de Dios, compuesto tanto por judíos como por
gentiles, que participan en los beneficios del nuevo pacto. Sin embargo, Dios sigue teniendo un
plan específico para Israel en el futuro.
A diferencia del dispensacionalismo clásico, que ve una distinción rígida entre las dispensaciones,
el progresivo reconoce una mayor interacción entre las diferentes etapas del plan de Dios. Esto se
refleja, por ejemplo, en la forma en que los gentiles son ahora partícipes de las promesas hechas a
Abraham (cf. Gálatas 3:29), aunque sin negar el papel futuro de Israel en el cumplimiento de las
promesas nacionales y terrenales. En palabras de Darrell Bock, el reino milenial será la
consumación de las promesas de Dios a Israel, pero en un contexto donde también participarán los
gentiles como parte del "nuevo hombre" creado en Cristo1.
La Nueva Perspectiva sobre Pablo: Desafiando las Interpretaciones Tradicionales
La nueva perspectiva sobre Pablo, promovida por teólogos como E.P. Sanders, James Dunn y
N.T. Wright, ha generado un profundo debate en la teología contemporánea respecto al
entendimiento de la ley y la relación entre judíos y gentiles en la iglesia primitiva. Esta escuela de
pensamiento cuestiona las interpretaciones tradicionales de las cartas de Pablo, particularmente en
lo que se refiere a la justificación y el papel de la Torá en la vida de los creyentes.
Según esta perspectiva, la interpretación clásica de la justificación por fe ha sido mal entendida.
N.T. Wright sostiene que Pablo no estaba simplemente argumentando contra el legalismo judío,
sino que su principal preocupación era la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios sin la
necesidad de que estos se sometieran a la ley mosaica. En este sentido, la nueva perspectiva se
centra en la idea de que la justificación es, en gran parte, una cuestión de identidad del pueblo de
Dios y de cómo los gentiles son incluidos en el pacto a través de la fe en Cristo2.
Este enfoque ha sido criticado por algunos teólogos evangélicos, quienes argumentan que la nueva
perspectiva minimiza la doctrina clásica de la justificación por gracia mediante la fe y diluye
las diferencias entre la ley y el evangelio. Sin embargo, la influencia de esta interpretación ha
llevado a un renovado interés en la relación entre Israel y los gentiles en el plan de salvación.
Teología del Pacto: Continuidad y la Iglesia como Nuevo Israel
En contraste con el dispensacionalismo, la teología del pacto sostiene que hay una continuidad
completa entre Israel y la Iglesia. Según esta escuela, los pactos bíblicos —el pacto de obras, el
70
pacto de gracia y el pacto de redención— forman la base de la relación de Dios con la humanidad.
En este marco, Israel es considerado como la iglesia del Antiguo Testamento, y la Iglesia del Nuevo
Testamento es vista como la continuación del verdadero Israel.
Autores como Louis Berkhof y Anthony Hoekema sostienen que las promesas hechas a Israel en
el Antiguo Testamento se cumplen espiritualmente en la Iglesia, el "nuevo Israel". Por ejemplo, las
promesas del pacto abrahámico sobre la descendencia y la tierra son interpretadas como cumplidas
de manera espiritual en la Iglesia, con la tierra representando la herencia celestial (cf. Hebreos
11:16) y la descendencia como la comunidad de todos los creyentes3.
Esta perspectiva ha sido objeto de debate entre los dispensacionalistas y aquellos que sostienen una
visión más literal de las promesas del Antiguo Testamento. Michael Vlach, un defensor del
dispensacionalismo argumenta que la teología del pacto niega la naturaleza literal y futura de las
promesas hechas a Israel, al espiritualizar las profecías que tratan sobre la restauración de Israel4.
Sionismo Cristiano: La Teología y el Apoyo Político a Israel
Otro debate contemporáneo relevante es el del sionismo cristiano, que combina un enfoque
teológico con el apoyo político al Estado moderno de Israel. Los sionistas cristianos creen que la
creación del Estado de Israel en 1948 es un cumplimiento profético de las Escrituras y que Dios
aún tiene un propósito especial para el pueblo judío en su tierra. Esta perspectiva ha sido promovida
por figuras como Hal Lindsey y John Hagee, quienes ven eventos actuales en el Medio Oriente
como señales de los tiempos finales descritos en las Escrituras5.
Los críticos de esta postura, tanto dentro como fuera de la teología cristiana, argumentan que el
sionismo cristiano puede llevar a una interpretación equivocada de los textos bíblicos,
particularmente en lo que se refiere a la escatología. Además, se señala que este enfoque puede
tener implicaciones éticas y políticas complicadas, ya que a menudo se asocia con el apoyo
incondicional a las políticas del Estado de Israel, independientemente de las consideraciones de
justicia social o política hacia los palestinos.
Apologética Contemporánea: Defendiendo el Lugar de Israel en el Plan de Dios
La defensa de la doctrina bíblica sobre Israel frente a las objeciones contemporáneas también
implica abordar cuestiones relacionadas con la ética, la política y la interpretación bíblica. La tarea
apologética en este campo consiste en mostrar que el apoyo teológico a Israel no se basa en una
lectura literalista simplista, sino en una interpretación fiel de las promesas de Dios en el contexto
de toda la revelación bíblica.
En un mundo donde el antisemitismo sigue siendo una realidad, la apologética cristiana debe
defender el derecho del pueblo judío a existir y a cumplir su papel en el plan de Dios sin caer en
actitudes de hostilidad hacia otras naciones. David Guzik subraya que la promesa de Dios de
bendecir a quienes bendigan a Israel (cf. Génesis 12:3) sigue vigente y que los cristianos deben
abogar por la paz, la justicia y la reconciliación, tanto entre judíos y árabes como en la relación
entre judíos y gentiles en la Iglesia6.
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Notas
1. Bock, Darrell L., and Craig A. Blaising. Progressive Dispensationalism. Grand Rapids:
Baker Books, 1993. ↩
2. Wright, N.T. What Saint Paul Really Said: Was Paul of Tarsus the Real Founder of
Christianity? Grand Rapids: Eerdmans, 1997. ↩
3. Berkhof, Louis. Systematic Theology. Grand Rapids: Eerdmans, 1939. ↩
4. Vlach, Michael J. Has the Church Replaced Israel? Nashville: B&H Academic, 2010. ↩
5. Lindsey, Hal. The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩
6. Guzik, David. Commentary on the Bible. Enduring Word Media, 2001. ↩
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