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ISRAEL: EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA

2024, ISRAEL. EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA

Estructura de Capítulos: Capítulo 1: 1. Las Raíces del Plan: Israel en el Antiguo Testamento Las promesas abrahámicas: El pacto incondicional de Dios con Abraham. La nación escogida: El propósito de Israel en el plan divino. Los profetas y la esperanza mesiánica: Las expectativas de Israel acerca del Mesías. Capítulo 2 2. El Giro Histórico: La Venida de Jesús y el Nacimiento de la Iglesia Jesús, el Mesías esperado y rechazado: La reacción de Israel ante Jesús. El nacimiento de la Iglesia: La inclusión de los gentiles en el plan de Dios. La tensión entre judíos y gentiles: Los primeros debates y desafíos. Capítulo 3 3. El Misterio de la Iglesia: ¿Sustitución o Complemento? La relación entre Israel y la Iglesia: ¿Dos pueblos de Dios o uno? El papel de los apóstoles: Pablo y otros líderes en la discusión. La teología paulina sobre Israel: Romanos 9-11 y otras epístolas. Capítulo 4 4. Los Tiempos de los Gentiles: Un Paréntesis en la Historia La profecía de Lucas 21:24: ¿Qué significa "hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles"? La evangelización de los gentiles: El cumplimiento de las promesas a Abraham. El endurecimiento parcial de Israel: ¿Por qué Israel no ha aceptado a Jesús en su totalidad? Capítulo 5

1 ISRAEL: EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA POR: JORGE AQUIN ORTIZ ÍNDICE Estructura de Capítulos: Capítulo 1: 1. Las Raíces del Plan: Israel en el Antiguo Testamento Las promesas abrahámicas: El pacto incondicional de Dios con Abraham. La nación escogida: El propósito de Israel en el plan divino. Los profetas y la esperanza mesiánica: Las expectativas de Israel acerca del Mesías. Capítulo 2 2. El Giro Histórico: La Venida de Jesús y el Nacimiento de la Iglesia Jesús, el Mesías esperado y rechazado: La reacción de Israel ante Jesús. El nacimiento de la Iglesia: La inclusión de los gentiles en el plan de Dios. La tensión entre judíos y gentiles: Los primeros debates y desafíos. Capítulo 3 3. El Misterio de la Iglesia: ¿Sustitución o Complemento? La relación entre Israel y la Iglesia: ¿Dos pueblos de Dios o uno? El papel de los apóstoles: Pablo y otros líderes en la discusión. La teología paulina sobre Israel: Romanos 9-11 y otras epístolas. Capítulo 4 4. Los Tiempos de los Gentiles: Un Paréntesis en la Historia La profecía de Lucas 21:24: ¿Qué significa "hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles"? La evangelización de los gentiles: El cumplimiento de las promesas a Abraham. El endurecimiento parcial de Israel: ¿Por qué Israel no ha aceptado a Jesús en su totalidad? Capítulo 5 5. La Restauración de Israel: La Esperanza Futura Las profecías escatológicas: La reunión de todas las cosas en Cristo. El papel de Israel en el reino milenial: ¿Cuál será su lugar? La nueva Jerusalén y el pueblo de Dios: Una visión unificada. Capítulo 6 6. El Debate Teológico: Perspectivas y Controversias El dispensacionalismo: Una visión particular de la historia y el futuro. La teología de la sustitución: Una perspectiva histórica sobre la relación entre judíos y cristianos. La nueva perspectiva sobre Pablo: Un enfoque diferente en la teología paulina. Capítulo 7 7. Implicaciones Prácticas para la Iglesia Hoy El testimonio cristiano a los judíos: Cómo compartir el evangelio con sensibilidad. La unidad de los creyentes: Superando las divisiones entre judíos y gentiles. La oración por Israel: Intercediendo por el pueblo de Dios. 2 Capítulo 8 Puntos Clave para el Contenido: Exégesis bíblica: Un análisis detallado de los textos relevantes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Contexto histórico: Situar los eventos bíblicos en su contexto histórico y cultural. Teología sistemática: Integrar la doctrina de Israel en el sistema teológico general. Apologética: Defender la posición bíblica frente a críticas y objeciones. Perspectivas contemporáneas: Presentar las diversas interpretaciones y debates actuales. Consideraciones Adicionales: Lenguaje claro y conciso: Evita un lenguaje técnico excesivo para que el libro sea accesible a un público amplio. Ejemplos prácticos: Utiliza ejemplos de la vida cotidiana para ilustrar los conceptos teológicos. Bibliografía: Incluye una bibliografía completa para que los lectores puedan profundizar en el tema. 3 ISRAEL: EL HILO INVISIBLE QUE UNE LA HISTORIA POR: JORGE AQUIN ORTIZ INTRODUCCIÓN A lo largo de la revelación bíblica, Israel ha desempeñado un papel único y central en los propósitos eternos de Dios. Desde su elección en los patriarcas, como Abraham, hasta las promesas del Reino Mesiánico, Israel es más que una nación en la narrativa bíblica; es el pueblo a través del cual Dios revela Su carácter, Su plan de redención y Su soberanía sobre toda la creación. En el centro de este estudio, se encuentra un "hilo invisible", un concepto que destaca cómo el propósito de Dios para Israel se entrelaza con el progreso general de la historia redentora. Este hilo es el plan divino que Dios estableció para Israel desde la eternidad, un plan que, aunque parece estar en "pausa" durante la era de la Iglesia, sigue siendo crucial para comprender el futuro cumplimiento profético. La relación entre Israel y la Iglesia es un tema clave en la teología bíblica y sistemática, y se puede ver como una manifestación del propósito soberano de Dios en la historia de la humanidad. Desde el pacto abrahámico (Génesis 12:1-3), Dios separó a Israel como una nación destinada a ser un canal de bendición para todas las naciones de la tierra. A lo largo del Antiguo Testamento, esta promesa se expande y se desarrolla a través de pactos sucesivos, como los pactos: mosaico, davídico y el nuevo pacto prometido en Jeremías 31:31-34. Aunque Israel ha experimentado ciclos de desobediencia, castigo y restauración parcial, la promesa de Dios permanece firme: un futuro en el cual Israel será restaurado en plenitud bajo el reinado del Mesías. Durante el período intertestamentario y en el desarrollo del Nuevo Testamento, surge una tensión teológica: ¿cómo encajan los propósitos de Dios para Israel con el surgimiento de la Iglesia? Según el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos (capítulos 9-11), el endurecimiento parcial de Israel tiene una duración temporal hasta que la plenitud de los gentiles haya entrado. Este endurecimiento no significa que las promesas de Dios hayan fallado, sino que han sido suspendidas temporalmente hasta que el plan de Dios para la Iglesia sea completado. La Iglesia, compuesta por judíos y gentiles en Cristo, representa el misterio revelado en el Nuevo Testamento, pero no reemplaza a Israel en los propósitos de Dios. Teólogos dispensacionalistas como Lewis Sperry Chafer, Charles Ryrie y John F. Walvoord han subrayado esta distinción, afirmando que el plan de Dios para Israel y la Iglesia sigue caminos paralelos pero distintos. Mientras que el tiempo de la Iglesia es el enfoque actual en la obra redentora de Dios, el hilo invisible que une la historia sigue firmemente conectado con Israel. Esto se manifestará de manera dramática cuando Dios retome Su trato con Israel en los tiempos finales, específicamente durante la Gran Tribulación y el Reino Milenial de Cristo, donde las promesas a Israel se cumplirán plenamente. En este contexto, Israel no solo es una nación más en la narrativa histórica; es el pueblo a través del cual Dios ha decidido manifestar su fidelidad, cumplir sus promesas y mostrar su poder redentor 4 al mundo. La historia de Israel, desde su elección hasta su futuro glorioso, es un testimonio vivo del carácter inmutable de Dios y de su plan soberano para la humanidad. Este hilo invisible que conecta la historia de Israel con la de la Iglesia y el futuro escatológico del mundo se convierte en un marco esencial para comprender no solo la naturaleza de Dios y sus pactos, sino también el desenlace de la historia tal como está revelado en las Escrituras. 5 CAPÍTULO 1 LAS RAÍCES DEL PLAN: ISRAEL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Las Promesas Abrahámicas: El Pacto Incondicional de Dios con Abraham El punto de partida para comprender el plan de Dios para Israel y, por ende, para el mundo entero, se encuentra en las promesas abrahámicas. Este pacto, establecido por Dios con Abraham en Génesis 12:1-3, 15:1-21, y reiterado en Génesis 17:1-8, forma la base teológica para todo el programa divino relacionado con Israel. Es un pacto incondicional, lo que significa que su cumplimiento no depende de la obediencia de Abraham ni de sus descendientes, sino únicamente de la fidelidad de Dios. En la historia de la salvación, este pacto no solo asegura la permanencia de Israel como pueblo, sino que también anticipa la bendición de todas las naciones a través de ellos. El Pacto y su Carácter Incondicional El pacto abrahámico incluye tres componentes fundamentales: una tierra, una descendencia numerosa y la bendición universal a todas las naciones. Este acuerdo fue sellado de manera unilateral, como lo muestra el episodio de Génesis 15, donde Dios pasa entre las mitades de los animales sacrificados mientras Abraham duerme (Gén. 15:17). Según los comentaristas, esto simboliza que solo Dios es responsable de cumplir el pacto, haciendo de este un acuerdo incondicional. Lewis Sperry Chafer enfatiza la inmutabilidad del pacto al destacar que "el carácter incondicional del pacto abrahámico descansa sobre la sola promesa de Dios, y no sobre ninguna capacidad humana"1. Este tipo de pacto es contrastado con el pacto mosaico, que sí depende de la obediencia del pueblo de Israel. Charles Ryrie subraya que, aunque el pacto mosaico es condicional, el pacto abrahámico "depende solo de la promesa de Dios y, por lo tanto, su cumplimiento está garantizado por la fidelidad de Dios, no por la conducta del hombre"2. Esto asegura que las promesas de Dios a Abraham —incluyendo la posesión de la tierra y la bendición a todas las naciones— se cumplirán, independientemente de la respuesta de Israel a lo largo de su historia. Promesas Claras en la Escritura El contenido específico de las promesas abrahámicas puede verse claramente en varios pasajes clave. En Génesis 12:1-3, Dios promete a Abraham: 1. Una tierra: “A la tierra que te mostraré” (Gén. 12:1). Esta promesa se reitera más adelante en Génesis 15:18-21 con una descripción detallada de los límites geográficos de la tierra. 2. Una nación grande: “Haré de ti una nación grande” (Gén. 12:2), que incluye tanto la numerosa descendencia física de Abraham como la nación de Israel propiamente dicha. 3. Bendición para todas las naciones: “Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). Esta promesa tiene su cumplimiento final en la venida del Mesías, descendiente de Abraham (Gal. 3:16), y en la salvación que Cristo trae a las naciones. Warren Wiersbe señala que estas promesas se relacionan directamente con el propósito redentor de Dios para toda la humanidad: "Dios eligió a Abraham no solo para ser bendecido, sino para ser una bendición, y esta bendición se encuentra plenamente en Jesucristo, el Salvador del mundo"3. 6 Perspectiva Exegética y Hermenéutica Desde una perspectiva exegética, es importante notar cómo el pacto abrahámico se repite y se amplía a lo largo de las Escrituras. En Génesis 17, Dios añade detalles adicionales sobre el pacto, incluyendo el cambio de nombre de Abram a Abraham y la institución de la circuncisión como señal del pacto (Gén. 17:4-10). A lo largo de los textos, los elementos de la promesa de tierra, descendencia y bendición son tratados como incondicionales y perpetuos, lo cual ha llevado a John F. Walvoord a afirmar que "las promesas abrahámicas no solo garantizan la continuidad de la nación de Israel, sino que también son fundamentales para comprender el futuro plan de Dios en los tiempos finales"4. En términos hermenéuticos, es crucial no espiritualizar o alegorizar estas promesas, especialmente la promesa de la tierra. Hal Lindsey y John Nelson Darby, precursores del dispensacionalismo clásico, han insistido en una interpretación literal de estas promesas, argumentando que "Dios tiene la intención de cumplir literalmente la promesa de dar a Israel la tierra prometida en el futuro Reino Milenial"5. Este enfoque rechaza cualquier noción de que la Iglesia haya reemplazado a Israel en los planes de Dios, una idea que ha sido defendida también por Michael Vlach en sus escritos sobre la teología del reemplazo6. Implicaciones Teológicas Teológicamente, el pacto abrahámico es esencial para la comprensión del trato de Dios con Israel y las naciones. Las promesas de tierra, descendencia y bendición no solo establecen el fundamento de la identidad nacional de Israel, sino que también apuntan al futuro cumplimiento escatológico de estas promesas. Como J. Dwight Pentecost explica: "El pacto abrahámico es el cimiento sobre el cual descansa el futuro del programa de Dios para Israel y las naciones. A medida que Dios cumpla estas promesas, se manifestará Su fidelidad y Su soberanía sobre la historia"7. La dimensión universal de las promesas abrahámicas —la bendición para todas las naciones— tiene su clímax en Cristo. Evis Carvallosa destaca que "Jesucristo, como descendiente de Abraham, es la encarnación de la promesa de bendición para las naciones, pues a través de Él, la salvación es ofrecida a toda la humanidad"8. Así, mientras Israel ocupa un lugar único en los planes de Dios, la Iglesia comparte en los beneficios espirituales de estas promesas por medio de Cristo. Notas al pie 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948), 98. ↩ 2. Charles C. Ryrie, Basic Theology (Chicago: Moody Press, 1986), 140. ↩ 3. Warren W. Wiersbe, Be Obedient (Wheaton: Victor Books, 1991), 17. ↩ 4. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 125. ↩ 5. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 89. ↩ 6. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 56. ↩ 7. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 78. ↩ 8. Evis L. Carvallosa, El pacto abrahámico: La clave para entender la historia redentora (Miami: Editorial Caribe, 2002), 43. ↩ 7 La nación escogida: El propósito de Israel en el plan divino. El concepto de Israel como la "nación escogida" es una de las ideas fundamentales para entender el plan divino en la Biblia. Desde los primeros capítulos de Génesis hasta el Apocalipsis, Dios revela que ha elegido a Israel para desempeñar un papel único en la historia de la redención. Esta elección no es el resultado de algún mérito o superioridad inherente en Israel, sino que fluye de la gracia y el propósito soberano de Dios. A lo largo de las Escrituras, Dios expone claramente el propósito de Israel: ser un canal de bendición, un testimonio vivo de la santidad de Dios y, en última instancia, el medio por el cual se manifestará el Mesías al mundo. Elección de Israel: Un Acto de Gracia La elección de Israel se encuentra profundamente enraizada en el pacto abrahámico, donde Dios prometió que haría de Abraham una gran nación y que a través de su descendencia todas las familias de la tierra serían bendecidas (Gén. 12:2-3). Esta elección fue un acto soberano de Dios, sin relación alguna con los méritos de la nación. Deuteronomio 7:6-8 declara claramente que Dios eligió a Israel no por su tamaño o fuerza, sino porque Él los amó y fue fiel a las promesas hechas a sus antepasados. J. Dwight Pentecost subraya que "la elección de Israel por Dios es un acto de Su gracia inmerecida. Es un testimonio no solo de Su amor, sino de Su propósito de redimir a la humanidad"1. Esta elección tiene un carácter irrevocable, tal como señala el apóstol Pablo en Romanos 11:29: "Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios". Francisco Lacueva destaca que, aunque Israel ha experimentado desobediencia y disciplina a lo largo de su historia, "la elección de Israel permanece inalterada, y las promesas hechas a ellos se cumplirán literalmente en el futuro"2. Israel como Canal de Bendición Uno de los propósitos principales de la elección de Israel fue que fueran un canal de bendición para las naciones. Este propósito se desarrolla a través de las promesas del pacto abrahámico, especialmente en la afirmación de que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (Gén. 12:3). En el centro de esta promesa está la venida del Mesías, descendiente de Abraham, quien traería salvación no solo a Israel, sino a toda la humanidad. C. I. Scofield enfatiza que "el propósito redentor de Dios se manifiesta claramente en Su elección de Israel para ser la nación a través de la cual vendría el Salvador del mundo"3. Además, Israel debía ser un ejemplo para las naciones. Éxodo 19:5-6 declara que Israel sería "un reino de sacerdotes y una nación santa". Charles Baker comenta que esta designación sacerdotal implica que Israel estaba destinado a representar a Dios ante las naciones y a enseñarles acerca de Su carácter y Su ley4. Sin embargo, la historia de Israel, como vemos en los libros proféticos, está marcada por fracasos en cumplir este propósito. A pesar de su desobediencia, Dios nunca abandonó su pacto con ellos. La Santidad y el Testimonio de Israel La santidad de Israel era una parte esencial de su misión en el plan divino. Dios estableció un sistema de leyes y mandamientos para Israel que no solo regulaba su vida religiosa, sino que también los separaba como una nación santa, distinta de las demás. Este concepto se ve particularmente en el libro de Levítico, donde Dios les ordena: "Sed santos, porque yo soy santo" 8 (Lev. 19:2). Evis Carvallosa destaca que "la ley mosaica fue dada no solo para gobernar la vida diaria de Israel, sino para establecer un estándar moral que reflejara el carácter santo de Dios"5. Israel debía ser un testimonio vivo de la santidad de Dios a las naciones paganas que los rodeaban. Como nación escogida, estaban llamados a vivir de manera diferente, reflejando la justicia, la misericordia y la verdad de Dios. Sin embargo, cuando Israel falló en cumplir este llamado, fueron disciplinados severamente, lo cual también mostró la fidelidad de Dios a Su pacto, incluso en el castigo. El Mesías: Cumplimiento del Propósito de Israel El propósito supremo de Israel en el plan divino fue ser el medio a través del cual vendría el Mesías, el Salvador prometido. Las Escrituras proféticas están llenas de referencias a la venida de un rey que sería descendiente de David y que traería salvación a Israel y a las naciones (Isa. 9:6-7; Miqueas 5:2). El Nuevo Testamento revela que Jesucristo es el cumplimiento de esas promesas. Paul Henebury señala que "Jesucristo es el cumplimiento no solo de las promesas mesiánicas hechas a Israel, sino también de las bendiciones universales prometidas en el pacto abrahámico"6. A través de Jesucristo, descendiente de Abraham y David, se cumple el propósito redentor de Dios. Aunque Israel rechazó inicialmente a su Mesías, las Escrituras enseñan que Dios no ha terminado con ellos. John F. Walvoord subraya que "el rechazo de Israel no significa que Dios haya desechado su plan para ellos. Más bien, Israel será restaurado y redimido cuando reconozcan a Jesucristo como su Mesías en los tiempos finales"7. El Futuro de Israel en el Plan Divino Desde una perspectiva escatológica, el propósito de Dios para Israel sigue vigente. La profecía bíblica, especialmente en libros como Daniel y Apocalipsis, revela que Israel jugará un papel clave en los eventos del fin de los tiempos. Hal Lindsey y otros teólogos dispensacionalistas sostienen que Dios tiene un futuro específico para la nación de Israel, que incluye su restauración espiritual y nacional en el Reino Milenial8. El apóstol Pablo, en Romanos 11, ofrece una visión clara del futuro de Israel en el plan divino. Afirmando que "todo Israel será salvo" (Rom. 11:26), Pablo habla de un tiempo en el que el endurecimiento parcial de Israel será levantado, y ellos reconocerán a Jesús como su Mesías. Michael Vlach afirma que "el futuro de Israel está garantizado en el plan de Dios, no solo por las promesas del pacto, sino también por el carácter inmutable de Dios"9. Notas al pie de página 1. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 92. ↩ 2. Francisco Lacueva, Israel en la Profecía (Barcelona: Clie, 1983), 45. ↩ 3. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909), 23. ↩ 4. Charles Baker, Dispensational Theology (Grand Rapids: Grace Publications, 1971), 89. ↩ 5. Evis L. Carvallosa, Doctrina Bíblica (Miami: Editorial Unilit, 1998), 65. ↩ 6. Paul Henebury, The Future of Israel in God's Plan (New York: King's Press, 2010), 104. ↩ 7. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 131. ↩ 8. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 112. ↩ 9 9. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 99. ↩ Los profetas y la esperanza mesiánica: Las expectativas de Israel acerca del Mesías. A lo largo de la historia de Israel, los profetas del Antiguo Testamento transmitieron las promesas y esperanzas de la venida de un Mesías, un ungido de Dios que traería salvación y restauración no solo a Israel, sino al mundo entero. La esperanza mesiánica fue uno de los pilares de la fe de Israel, especialmente en momentos de crisis y exilio, cuando las promesas de redención y restauración se volvieron fundamentales para sostener la identidad nacional y religiosa del pueblo elegido. Esta esperanza, desarrollada a través de las profecías desde Génesis hasta Malaquías, no solo incluía la restauración política y espiritual de Israel, sino también un reino de justicia y paz bajo el liderazgo del Mesías. En este contexto, las expectativas mesiánicas estuvieron profundamente entrelazadas con el pacto abrahámico y davídico, reafirmando el propósito divino para Israel y su papel central en el plan redentor de Dios. El Mesías en las Promesas Proféticas Las promesas acerca del Mesías tienen su origen en el pacto abrahámico, en el cual Dios prometió que a través de la descendencia de Abraham todas las naciones serían bendecidas (Gén. 12:3). Esta promesa es reiterada y ampliada en el pacto davídico (2 Sam. 7:12-16), donde Dios asegura que uno de los descendientes de David reinará eternamente en un trono de justicia. Esta descendencia es el Mesías, que sería tanto un rey como un redentor. En los libros proféticos, la figura del Mesías se va perfilando con mayor claridad. Isaías es uno de los profetas que más claramente anticipa la venida de un Mesías, refiriéndose a Él como el “Príncipe de Paz” y “Emanuel” (Dios con nosotros). En Isaías 9:6-7, el profeta describe al Mesías como un niño que nacerá y gobernará con justicia: “Y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. John F. Walvoord comenta que "esta profecía encapsula tanto la divinidad como la humanidad del Mesías, destacando Su papel como soberano en el futuro reino"1. Además de Isaías, otros profetas como Jeremías, Miqueas y Zacarías también ofrecieron vislumbres de la venida del Mesías. Jeremías 23:5-6 habla de un "Renuevo justo" de la casa de David, que reinará con justicia, mientras que Miqueas 5:2 predice que el Mesías nacerá en Belén, afirmando que Su origen es desde los tiempos antiguos, "desde los días de la eternidad". Estos pasajes no solo refuerzan la promesa de un futuro rey, sino que también indican que este Mesías tendrá una naturaleza eterna, vinculando su llegada con el cumplimiento de las promesas divinas hechas a Israel. La Dimensión Soteriológica del Mesías Además de las expectativas de un reino físico y político, los profetas también presentan al Mesías como una figura redentora, cuya misión incluirá la restauración espiritual de Israel y la salvación de las naciones. Isaías 53 es uno de los pasajes más emblemáticos en este sentido, donde el profeta describe al "Siervo Sufriente", quien sería "herido por nuestras rebeliones" y "molido por nuestros pecados" (Isa. 53:5). Este Mesías sufriría en lugar del pueblo, ofreciendo su vida como sacrificio para reconciliar a la humanidad con Dios. 10 Lewis Sperry Chafer subraya la importancia de este pasaje al señalar que "Isaías 53 es una de las profecías más claras sobre la obra redentora del Mesías, anticipando el sacrificio vicario de Cristo en la cruz"2. Esta visión de un Mesías sufriente contrasta con las expectativas de muchos israelitas, que esperaban un Mesías triunfante y liberador en el sentido militar y político. Sin embargo, los profetas presentan ambas dimensiones: un Mesías que sufre por los pecados del pueblo, pero que también reinará victoriosamente. Expectativas del Reino Mesiánico El reino mesiánico, un tema recurrente en la profecía del Antiguo Testamento, no solo sería un tiempo de restauración para Israel, sino un reino universal de paz y justicia. En Isaías 11:1-9, se describe al Mesías como un rey que gobernará con justicia y equidad, trayendo paz entre todas las naciones y armonía incluso en la creación: "Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito". J. Dwight Pentecost destaca que "el reino mesiánico es central en las profecías del Antiguo Testamento, presentando una era de paz y justicia que será inaugurada por la venida del Mesías. Este reino es literal, futuro y no meramente espiritual"3. Este reino será el cumplimiento final de las promesas del pacto davídico, y se ve como una restauración no solo de Israel, sino de la creación entera bajo el gobierno justo del Mesías. El profeta Zacarías también ofrece una visión del Mesías como rey, profetizando su entrada en Jerusalén montado en un asno, un símbolo de humildad, pero al mismo tiempo de realeza (Zac. 9:9). Aunque esta profecía se cumplió literalmente en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, Warren Wiersbe señala que "Zacarías también mira hacia el futuro, anticipando el regreso glorioso de Cristo para establecer Su reino"4. El Papel de Israel en la Esperanza Mesiánica En el contexto de la esperanza mesiánica, Israel tiene un papel central, ya que el Mesías sería un descendiente de Abraham, Isaac y Jacob, y reinaría sobre la casa de David. El Mesías vendría a restaurar no solo la relación de Israel con Dios, sino también a cumplir el destino de Israel como nación sacerdotal (Éx. 19:6), mediando las bendiciones de Dios a las naciones. Michael Vlach enfatiza que "el Mesías no reemplaza el propósito de Israel, sino que lo cumple, asegurando que las promesas de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y David se realicen plenamente"5. La venida del Mesías traería una era de restauración espiritual para Israel, tal como lo describe Ezequiel en su visión del nuevo pacto (Eze. 36:24-28). Este pacto sería caracterizado por la purificación y renovación de Israel, con el Espíritu Santo habitando en medio de ellos. Esta restauración espiritual precede el reinado mesiánico, lo que implica que la salvación de Israel es parte integral del plan mesiánico de Dios. El Mesías en la Literatura Intertestamentaria y el Nuevo Testamento Durante el período intertestamentario, las expectativas mesiánicas continuaron creciendo, especialmente bajo la opresión extranjera que Israel experimentó a manos de los imperios griego y romano. Muchos esperaban un Mesías que liberaría a Israel del yugo extranjero y restablecería el reino de David. Sin embargo, estas expectativas no siempre coincidían con la visión profética completa presentada en el Antiguo Testamento. 11 Cuando Jesús apareció proclamando el Reino de Dios, muchos en Israel no lo reconocieron como el Mesías prometido, ya que esperaban un líder político y militar. Evis Carvallosa señala que "la decepción de muchos en Israel con respecto a Jesús como Mesías radica en su malentendido de la naturaleza del reino que Él estaba estableciendo. En lugar de un reino terrenal inmediato, Jesús inauguró un reino espiritual, preparando el camino para el cumplimiento final de las profecías mesiánicas"6. Pie de notas 1. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 145. ↩ 2. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948), 136. ↩ 3. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 202. ↩ 4. Warren W. Wiersbe, Be Amazed (Wheaton: Victor Books, 1992), 92. ↩ 5. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 135. ↩ 6. Evis L. Carvallosa, Doctrina Bíblica (Miami: Editorial Unilit, 1998), 77. ↩ 12 CAPÍTULO 2 EL GIRO HISTÓRICO: LA VENIDA DE JESÚS Y EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA Jesús, el Mesías esperado y rechazado: La reacción de Israel ante Jesús. La venida de Jesucristo marca un momento decisivo en la historia redentora de Dios. Jesús es el cumplimiento de las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento, el Mesías esperado por generaciones en Israel. Sin embargo, aunque muchos reconocieron en Él las señales del Mesías prometido, la nación de Israel, como un todo, lo rechazó. Este rechazo marcó un giro histórico clave: el nacimiento de la Iglesia. Este nuevo cuerpo de creyentes, compuesto por judíos y gentiles, no reemplaza a Israel, sino que constituye un nuevo capítulo en el plan redentor de Dios, cumpliendo la promesa de bendición universal a través del Mesías, Jesucristo. Jesús, el Mesías Esperado y Rechazado La figura de Jesús como el Mesías está claramente enraizada en las profecías del Antiguo Testamento. A lo largo de su ministerio, Jesús cumplió innumerables profecías mesiánicas, como la de nacer en Belén (Miqueas 5:2), ser descendiente de David (Isaías 11:1-2) y realizar milagros como sanar a los enfermos y dar vista a los ciegos (Isaías 35:5-6). Sin embargo, la respuesta de Israel ante Él fue compleja y, en gran medida, negativa. A pesar de los signos que apuntaban a su identidad como el Hijo de Dios y el cumplimiento de las expectativas mesiánicas, Jesús no fue aceptado como el Mesías por las autoridades religiosas y gran parte del pueblo de Israel. El evangelio de Juan subraya este rechazo: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11). Lewis Sperry Chafer explica que "el rechazo de Jesús por Israel fue predicho por los profetas y fue un elemento clave en el plan redentor de Dios" 1. Este rechazo no fue una sorpresa, sino que formaba parte de los propósitos divinos para abrir la puerta de la salvación a todas las naciones. El rechazo de Jesús por parte de Israel fue multifacético. Muchos judíos, especialmente las autoridades religiosas, esperaban un Mesías que liberara a Israel del dominio romano y restaurara un reino político davídico. El hecho de que Jesús hablara de un reino espiritual en lugar de un levantamiento militar fue una causa de decepción para aquellos que anhelaban la liberación política. J. Dwight Pentecost subraya que "la concepción equivocada del reino fue una de las principales razones del rechazo de Jesús por parte de los líderes religiosos judíos"2. Aunque Jesús claramente afirmó que Su reino no era de este mundo (Juan 18:36), esta noción fue incomprendida o ignorada por aquellos que esperaban un rey militar. La Ceguera Espiritual de Israel El rechazo de Jesús no fue solo una cuestión política, sino también espiritual. Los Evangelios muestran repetidamente cómo los líderes religiosos, como los fariseos y los saduceos, se opusieron a Jesús, cuestionando Su autoridad y acusándolo de blasfemia. En Mateo 23, Jesús denuncia la hipocresía de estos líderes, lo que culmina en Su lamento sobre Jerusalén: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!... No me volveréis a ver hasta que digáis: 'Bendito el que viene en el nombre del Señor'" (Mateo 23:37,39). Francisco Lacueva sostiene que este rechazo se debió en gran parte a la ceguera espiritual que había caído sobre Israel: "La ceguera de Israel es un juicio temporal de Dios por su incredulidad, pero esta ceguera será levantada en el futuro"3. 13 Pablo también habla extensamente de este rechazo en Romanos 9-11, describiendo cómo Israel, en su incredulidad, tropezó con la piedra angular que es Cristo (Rom. 9:32-33). Aunque Israel rechazó a Jesús como su Mesías, Pablo deja claro que esto no significa que Dios haya desechado a Su pueblo elegido. En Romanos 11:25-26, el apóstol explica que este endurecimiento es parcial y temporal, y que llegará un tiempo en el que "todo Israel será salvo". John F. Walvoord destaca que "el rechazo de Jesús por parte de Israel no significa el abandono del plan de Dios para con ellos; más bien, es un paso necesario en la historia de la redención que lleva a la inclusión de los gentiles en el plan de salvación"4. El Nacimiento de la Iglesia El rechazo de Jesús como Mesías por parte de Israel abrió el camino para el nacimiento de la Iglesia, una comunidad compuesta tanto por judíos como por gentiles que reconocen a Jesús como Señor y Salvador. En Mateo 16:18, Jesús declara a Pedro: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Este fue un anuncio profético del nuevo cuerpo de creyentes que nacería tras Su muerte, resurrección y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2). La Iglesia no reemplaza a Israel, sino que representa un nuevo capítulo en el plan de Dios para redimir al mundo. Paul Henebury subraya que "la Iglesia es una nueva entidad que no debe confundirse con Israel. Mientras que Israel tiene un futuro en el plan de Dios, la Iglesia existe como un cuerpo unido en Cristo, que incluye tanto a judíos como a gentiles"5. Este nuevo cuerpo de creyentes es el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham de que en su simiente serían benditas todas las naciones (Gén. 12:3). El Papel de los Gentiles en el Plan de Dios Uno de los aspectos más significativos del rechazo de Israel a Jesús fue la inclusión de los gentiles en la salvación. El plan de Dios siempre fue bendecir a todas las naciones a través del Mesías, pero el rechazo de Jesús por Israel aceleró la expansión del Evangelio a los gentiles. En Hechos 13:4647, Pablo y Bernabé, al ver la resistencia de los judíos, declaran: "A vosotros era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis... he aquí, nos volvemos a los gentiles". C. I. Scofield señala que "el rechazo de Jesús por parte de Israel abrió una puerta de salvación para los gentiles, quienes ahora son injertados en el pueblo de Dios"6. Sin embargo, Pablo enfatiza en Romanos 11 que este injerto no es permanente y que un día Israel será restaurado cuando reconozca a Jesús como su Mesías. En este sentido, el nacimiento de la Iglesia no es el final del plan de Dios para Israel, sino una etapa intermedia que culminará en la restauración de Israel en los últimos tiempos. El Mesías Rechazado y el Futuro de Israel Aunque Jesús fue rechazado por Israel en su primera venida, las Escrituras son claras en cuanto a que Él regresará como Rey victorioso. En Zacarías 12:10, el profeta predice un tiempo en el que "mirarán a mí, a quien traspasaron; y llorarán por él como se llora por un hijo único". Este versículo anticipa el reconocimiento de Jesús como el Mesías por parte de Israel en el futuro. Hal Lindsey afirma que "la restauración final de Israel y su aceptación de Jesús como el Mesías es una parte clave de los eventos escatológicos. Israel no ha sido olvidado en el plan de Dios, sino que será restaurado en su debido tiempo"7. 14 El rechazo de Jesús por parte de Israel no es el final de su historia, sino un paso hacia el cumplimiento final de las promesas divinas. Michael Vlach subraya que "la restauración de Israel en los tiempos del fin es crucial para entender el propósito de Dios en la redención. El Mesías, rechazado en su primera venida, será recibido con gozo en su segunda venida cuando todo Israel lo reconozca como su Salvador y Rey"8. Notas al pie de página 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Theological Seminary, 1948), 112. ↩ 2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1964), 234. ↩ 3. Francisco Lacueva, Israel en la Profecía (Barcelona: Clie, 1983), 87. ↩ 4. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 120. ↩ 5. Paul Henebury, The People of the Future: Israel's Role in the Millennial Kingdom (New York: Triumphant Kingdom Publishing, 2019), 152. ↩ 6. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909), 998. ↩ 7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 189. ↩ 8. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 176. ↩ 15 El nacimiento de la Iglesia: La inclusión de los gentiles en el plan de Dios. El nacimiento de la Iglesia es uno de los eventos más significativos en el plan redentor de Dios. Este nuevo cuerpo, compuesto por judíos y gentiles, marca una nueva era en la historia de la salvación. La inclusión de los gentiles en el plan de Dios no fue un cambio de dirección, sino el cumplimiento de las promesas divinas de bendición para todas las naciones a través de Abraham. Este evento crucial no sólo resalta la misericordia de Dios hacia todos los pueblos, sino que también muestra su fidelidad al plan eterno, que abarca tanto a Israel como a las naciones. El Contexto de la Inclusión de los Gentiles El Antiguo Testamento deja entrever el plan de Dios para bendecir a las naciones, pero es en el Nuevo Testamento donde se ve su cumplimiento más claro. La promesa dada a Abraham en Génesis 12:3 de que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" encuentra su plenitud en Jesucristo, y a través de Su obra redentora, la salvación se extiende a los gentiles. Pablo, el apóstol de los gentiles, resalta este aspecto en su carta a los Efesios, donde escribe que los gentiles han sido "injertados" en el plan de Dios. La palabra griega usada en Efesios 2:13, eggys (ἐγγύς), que significa "acercados", indica que aquellos que estaban lejos (los gentiles) ahora han sido traídos cerca por la sangre de Cristo. John F. Walvoord explica que "el acceso que los gentiles ahora tienen a Dios a través de Cristo no anula las promesas hechas a Israel, sino que muestra que el propósito de Dios siempre fue incluir a todas las naciones en su plan de salvación"1. El Papel de la Iglesia en la Nueva Alianza El nacimiento de la Iglesia, como se relata en el libro de los Hechos, comienza con el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2). Este evento fue la señal inequívoca de que Dios estaba cumpliendo Su promesa de una nueva era de salvación. El término griego ekklesia (ἐκκλησία), que se traduce como "iglesia", literalmente significa "asamblea" o "llamados afuera". Esta palabra señala que la Iglesia no es simplemente una continuación de Israel, sino un nuevo cuerpo compuesto por creyentes de todas las naciones. C. I. Scofield comenta que "la Iglesia es una nueva creación de Dios, nacida por el Espíritu Santo, donde las barreras entre judíos y gentiles han sido derribadas"2. El apóstol Pablo utiliza la metáfora del "cuerpo de Cristo" para describir la Iglesia (1 Corintios 12:12-27). Esta imagen resalta la unidad entre judíos y gentiles, donde ambos grupos son iguales en Cristo. En Colosenses 3:11, Pablo declara que "aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos". El término griego pantōn (πάντων), que significa "todos", refuerza esta idea de inclusión universal en el cuerpo de Cristo, donde no hay distinción de origen étnico o cultural. La Restauración de Israel y el Lugar de los Gentiles El nacimiento de la Iglesia no implica el reemplazo de Israel, sino que es parte del plan divino en el cual ambas entidades tienen roles únicos. Paul Henebury aclara que "la inclusión de los gentiles no anula las promesas hechas a Israel. En cambio, los gentiles son injertados temporalmente en el plan de Dios hasta que llegue el tiempo de la restauración completa de Israel"3. Esto se ve claramente en Romanos 11, donde Pablo usa la metáfora del olivo para describir cómo los gentiles han sido injertados en el árbol del pacto, pero también advierte que no deben presumir, ya que Dios no ha terminado con Israel. 16 El término griego usado por Pablo en Romanos 11:17 para "injertar", enkentristhēsan (ἐνεκεντρίσθησαν), indica un proceso sobrenatural donde los gentiles, que eran como ramas de un olivo silvestre, fueron injertados en el olivo natural, que representa a Israel. J. Dwight Pentecost comenta que "Dios, en su sabiduría, usó el rechazo temporal de Israel para traer salvación a los gentiles, pero este injerto es temporal, y Dios restaurará a Israel a su lugar pleno en el plan redentor"4. El Misterio Revelado: La Iglesia y los Gentiles El concepto de la Iglesia como un cuerpo que incluye tanto a judíos como a gentiles fue un "misterio" revelado en el Nuevo Testamento. El término griego para misterio, mystērion (μυστήριον), se usa en Efesios 3:6 para describir la revelación de que los gentiles son "coherederos, y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio". Este misterio no había sido completamente revelado en el Antiguo Testamento, aunque estaba implícito en las promesas hechas a Abraham. Charles Ryrie subraya que "el misterio de la inclusión de los gentiles en el cuerpo de Cristo fue algo que los profetas no entendieron plenamente, ya que esperaban la restauración del reino de Israel. Sin embargo, este misterio fue revelado plenamente en Cristo"5. Así, la inclusión de los gentiles no era una corrección o alteración del plan divino, sino una revelación progresiva del mismo. La Salvación de los Gentiles como Parte del Plan Redentor La inclusión de los gentiles en el plan de Dios a través de la Iglesia es parte integral de la promesa divina de bendecir a todas las naciones. En Hechos 15, durante el Concilio de Jerusalén, los apóstoles confirmaron que la salvación de los gentiles no requería la adopción de las leyes judías. Santiago cita a Amós 9:11-12 para demostrar que la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios había sido siempre parte del plan de Dios. La palabra griega ethnē (ἔθνη), que se traduce como "naciones" o "gentiles", se usa repetidamente en el Nuevo Testamento para referirse a aquellos que no son de origen judío, pero que son llamados a la salvación en Cristo. Michael Vlach explica que "la inclusión de los gentiles en el plan de Dios a través de la Iglesia no es un plan secundario, sino una extensión de la promesa abrahámica de bendición para todas las naciones"6. Esta inclusión de los gentiles demuestra la amplitud del plan de salvación de Dios, en el que ninguna nación es excluida de Su gracia y misericordia. El Futuro de la Iglesia y de Israel La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, seguirá siendo el instrumento de Dios para proclamar el Evangelio hasta la segunda venida de Cristo. Sin embargo, la Biblia también promete un tiempo de restauración para Israel, donde la nación finalmente reconocerá a Jesús como el Mesías. Romanos 11:25-26 habla de un "endurecimiento" parcial que ha venido sobre Israel hasta que "haya entrado la plenitud de los gentiles". El término griego pleroma (πλήρωμα), que significa "plenitud" o "completitud", indica el número total de gentiles que serán incluidos en el plan de salvación antes de que Dios vuelva Su atención a la restauración de Israel. Hal Lindsey comenta que "la Iglesia y la restauración de Israel están conectadas en el plan de Dios, y cuando la plenitud de los gentiles haya entrado, Israel reconocerá a Jesús como su Mesías"7. Así, 17 el nacimiento de la Iglesia no es el fin de la historia para Israel, sino un paso en el proceso redentor que culminará con la restauración de todas las cosas. Pie de notas 1. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 95. ↩ 2. C. I. Scofield, The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, 1909), 1243. ↩ 3. Paul Henebury, The People of the Future: Israel's Role in the Millennial Kingdom (New York: Triumphant Kingdom Publishing, 2019), 185. ↩ 4. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 175. ↩ 5. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Press, 1995), 129. ↩ 6. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 143. ↩ 7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 234. ↩ 18 La tensión entre judíos y gentiles: Los primeros debates y desafíos. La tensión entre judíos y gentiles en los primeros años de la Iglesia primitiva fue uno de los desafíos teológicos y culturales más importantes que enfrentaron los apóstoles. Este conflicto surgió en gran parte por las diferencias en las prácticas religiosas y las expectativas mesiánicas entre judíos que habían aceptado a Jesús como el Mesías y los gentiles que se unieron a la Iglesia. El dilema central de estos primeros debates giraba en torno a la cuestión de si los gentiles debían observar las leyes mosaicas para ser considerados parte del pueblo de Dios. La inclusión de los gentiles sin la obligación de seguir la Ley de Moisés fue revolucionaria y, a la vez, profundamente controversial. El Concilio de Jerusalén y la Controversia sobre la Ley El libro de los Hechos, específicamente en el capítulo 15, describe uno de los primeros y más importantes encuentros para resolver esta tensión: el Concilio de Jerusalén. En este concilio, los apóstoles y ancianos debatieron si los gentiles convertidos debían someterse a la circuncisión y a otras observancias de la ley judía. El término griego peritomē (περιτομή), que significa "circuncisión", se menciona en este contexto como símbolo de la identidad judía y del pacto mosaico. Para los judíos cristianos, esta cuestión era crucial, ya que la circuncisión era vista como el sello de la pertenencia al pueblo de Dios (Génesis 17:10-14). Sin embargo, Pedro argumentó en el concilio que Dios había purificado los corazones de los gentiles por la fe, sin requerir la observancia de la Ley. En Hechos 15:9, se usa el término griego katharizō (καθαρίζω), que significa "purificar", para describir cómo Dios había limpiado a los gentiles mediante la fe en Cristo. Esta afirmación enfatiza la suficiencia de la fe en Cristo para la salvación, una postura que sería fundamental en el desarrollo de la teología cristiana. Lewis Sperry Chafer afirma que "el Concilio de Jerusalén fue un punto decisivo en el que la Iglesia reafirmó el principio de la salvación por la gracia mediante la fe, sin la necesidad de la adherencia a la Ley"1. Pablo y la Defensa de la Libertad Cristiana El apóstol Pablo, quien se identifica a sí mismo como el "apóstol de los gentiles" (Romanos 11:13), jugó un papel central en defender la libertad cristiana frente a la imposición de las costumbres judías sobre los conversos gentiles. En su carta a los Gálatas, Pablo confronta directamente a aquellos que querían imponer la circuncisión a los gentiles, refiriéndose a ellos como los "judaizantes". El término griego Ioudaizō (Ἰουδαΐζω), que significa "vivir como judíos", se utiliza en Gálatas 2:14 para describir el intento de algunos cristianos de imponer las tradiciones judías sobre los gentiles. Pablo insistió en que la justificación viene solamente por la fe en Jesucristo, no por las obras de la Ley (Gálatas 2:16). Aquí, el término griego dikaioō (δικαιόω), que significa "justificar" o "declarar justo", es fundamental para la comprensión de la salvación en el cristianismo. J. Dwight Pentecost señala que "Pablo defendió con vehemencia la doctrina de la justificación por fe para evitar que la Iglesia se dividiera entre los que dependían de la Ley y los que confiaban únicamente en la gracia de Dios"2. En Gálatas 3:28, Pablo hace una declaración clave: "Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Aquí, el término griego heis (εἷς), que significa "uno", resalta la unidad de todos los creyentes en Cristo, independientemente de su origen étnico o social. Charles Ryrie comenta que "esta unidad en Cristo 19 fue un golpe directo a la idea de que la identidad judía o gentil tenía algún impacto en la justificación ante Dios"3. El Rol Apologético de la Tensión Judío-Gentil La tensión entre judíos y gentiles en la Iglesia primitiva también tuvo un aspecto apologético, ya que muchos judíos religiosos veían con desconfianza la inclusión de los gentiles sin la observancia de la Ley. En Romanos 9-11, Pablo desarrolla un argumento extenso para explicar cómo la inclusión de los gentiles en el plan de Dios no contradice las promesas hechas a Israel. El término griego pleroma (πλήρωμα), que significa "plenitud" o "completitud", se usa en Romanos 11:25 para describir el tiempo en que la "plenitud de los gentiles" entrará en el reino antes de que todo Israel sea salvo. John F. Walvoord subraya que "la inclusión de los gentiles en el cuerpo de Cristo es parte del plan soberano de Dios, pero no excluye el cumplimiento futuro de sus promesas a Israel"4. De hecho, el hecho de que los gentiles pudieran recibir la salvación fue un testimonio poderoso para los judíos de que Dios estaba obrando en formas inesperadas y soberanas. La Importancia de la Gracia en el Debate Uno de los elementos más cruciales en los primeros debates sobre la inclusión de los gentiles fue el papel de la gracia divina. En Efesios 2:8-9, Pablo escribe: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". El término griego charis (χάρις), que significa "gracia", enfatiza que la salvación es un regalo inmerecido de Dios, no algo que se pueda obtener mediante la observancia de la Ley. Evis Carvallosa señala que "el entendimiento de la gracia como el medio exclusivo de la salvación fue clave para resolver las tensiones entre los judíos y los gentiles, y para establecer la base doctrinal de la Iglesia"5. La gracia derriba cualquier barrera entre los pueblos, ya que todos, sin importar su trasfondo, son igualmente necesitados de la misericordia de Dios. Los Desafíos Culturales y la Unidad en Cristo Las diferencias culturales entre los judíos y los gentiles también crearon tensiones prácticas en la convivencia dentro de la Iglesia. Los judíos cristianos, acostumbrados a una estricta observancia de las leyes dietéticas y ceremoniales, se encontraban ahora en comunión con gentiles que no seguían tales costumbres. En Romanos 14, Pablo aborda este tema y llama a los creyentes a vivir en amor y respeto mutuo. El término griego prosdechomai (προσδέχομαι), que significa "recibir" o "aceptar", se usa en Romanos 14:1 para exhortar a los cristianos a aceptar a aquellos que tienen diferencias de opinión sobre asuntos secundarios. Dietrich Bonhoeffer afirma que "la unidad de la Iglesia no se encuentra en la uniformidad de las prácticas culturales, sino en la comunión en Cristo. En Él, todas las barreras caen, y todos los creyentes son aceptados como miembros de la misma familia"6. Esta idea fue esencial para superar los desafíos que las tensiones judío-gentil representaban para la Iglesia naciente. Pie de notas 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 206. ↩ 2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 228. ↩ 3. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Press, 1995), 145. ↩ 20 4. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 112. ↩ 5. Evis Carvallosa, Exposición de Efesios (Miami: Editorial Clie, 1995), 173. ↩ 6. Dietrich Bonhoeffer, La Vida en Comunidad (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2005), 57. ↩ 21 CAPÍTULO 3 EL MISTERIO DE LA IGLESIA: ¿SUSTITUCIÓN O COMPLEMENTO? La cuestión de si Israel y la Iglesia son dos pueblos distintos de Dios o si la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan redentor es uno de los debates más prolongados en la teología cristiana. Este dilema surge de la interpretación de las Escrituras y el lugar que ocupa cada uno en la historia de la salvación. Dos perspectivas fundamentales se destacan: la teología del reemplazo (o sustitución) y el dispensacionalismo, que tiende a ver a Israel y la Iglesia como complementos dentro del plan divino. Teología del Reemplazo La teología del reemplazo sostiene que la Iglesia ha sustituido a Israel como el pueblo de Dios. Según esta interpretación, las promesas del Antiguo Testamento hechas a Israel, incluidas las relativas a la tierra, han sido cumplidas en Cristo y ahora pertenecen a la Iglesia. Francisco Lacueva explica que esta postura está profundamente arraigada en la interpretación alegórica de las Escrituras, donde Israel es visto como un tipo de la Iglesia. De este modo, las bendiciones prometidas a Israel en el Antiguo Testamento se aplican espiritualmente a la Iglesia. Sin embargo, Lacueva advierte sobre los peligros de esta interpretación, que tiende a despojar al texto bíblico de su significado histórico original1. Dispensacionalismo: Un Pueblo de Dios con Dos Programas El dispensacionalismo, representado por teólogos como C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer, John Nelson Darby y John F. Walvoord, sostiene que Israel y la Iglesia son dos entidades distintas con diferentes roles en el plan divino. Según este sistema, Dios tiene un programa para Israel que incluye las promesas literales relacionadas con la tierra y la restauración del reino, y otro para la Iglesia, que es vista como un misterio (del griego mysterion, μυστήριον), no revelado hasta el Nuevo Testamento (Efesios 3:4-6). Chafer describe a la Iglesia como una entidad celestial y espiritual, que no sustituye a Israel, sino que existe como una obra distinta de Dios durante la "dispensación de la gracia". La Iglesia, compuesta por judíos y gentiles que son "uno en Cristo" (Gálatas 3:28), tiene una relación especial con Cristo como Su cuerpo, pero no anula el plan de Dios para Israel2. El Misterio Revelado en el Nuevo Testamento El apóstol Pablo habla de la Iglesia como un "misterio" en Efesios 3:3-6, donde afirma que en Cristo, tanto judíos como gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo (sussôma, συσσωμα) y partícipes de las promesas divinas en el evangelio. Esto no significa que las promesas a Israel sean canceladas, sino que, durante esta dispensación, Dios ha suspendido temporalmente Su trato exclusivo con Israel, introduciendo un nuevo organismo, la Iglesia. J. Dwight Pentecost argumenta que la Iglesia no es un reemplazo de Israel, sino una institución distinta con un propósito diferente en el plan redentor de Dios. Aunque la Iglesia es llamada a ser el "pueblo de Dios" en un sentido espiritual, las promesas literales a Israel, especialmente las relacionadas con la restauración del reino en la tierra, se cumplirán en el futuro, durante el milenio3. 22 Complemento en el Plan Redentor Michael Vlach y Charles Ryrie defienden la posición de que Israel y la Iglesia tienen roles complementarios. Según esta visión, Dios sigue siendo fiel a las promesas hechas a los patriarcas de Israel. Vlach subraya que Romanos 11 es un texto crucial para entender esta relación, ya que Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas de Israel (Romanos 11:18), sugiriendo que Israel no ha sido desechado definitivamente (Romanos 11:1). Esto implica que hay un futuro para Israel dentro del plan redentor, que culminará en la segunda venida de Cristo4. Evis Carvallosa añade que Israel seguirá teniendo un papel especial en el cumplimiento de las promesas del reino. La Iglesia, mientras tanto, participa en las bendiciones del pacto, pero no reemplaza a Israel en la tierra ni en las promesas hechas a Abraham y sus descendientes5. Teología y Hermenéutica Tanto la Iglesia como Israel son parte integral del propósito eterno de Dios, pero desempeñan funciones distintas. Según el dispensacionalismo, la Iglesia es un complemento en el plan redentor de Dios, no un sustituto. Las promesas hechas a Israel, como las relacionadas con la tierra y el reino, serán cumplidas en el futuro. En la interpretación literal y futurista de las profecías, se destaca que la Iglesia y el Israel nacional tienen destinos separados pero interrelacionados. El misterio de la Iglesia, revelado en el Nuevo Testamento, no niega las promesas a Israel, sino que introduce una nueva fase en el plan de Dios que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un mismo pacto espiritual. Como dijo John F. Walvoord, “el plan de Dios para Israel sigue en pie y no es reemplazado por la Iglesia, sino que ambos grupos están destinados a cumplir diferentes propósitos en la consumación del reino de Dios”6. Notas 1. Lacueva, F. (1982). Doctrinas de la Biblia. Clie. ↩ 2. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩ 3. Pentecost, J. D. (1973). Eventos del porvenir: un estudio bíblico de la profecía. Editorial Portavoz. ↩ 4. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H Academic. ↩ 5. Carvallosa, E. (1987). La interpretación de las profecías bíblicas. Editorial Vida. ↩ 6. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩ 23 El papel de los apóstoles: Pablo y otros líderes en la discusión La cuestión de si Israel y la Iglesia son dos pueblos distintos de Dios o si la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan redentor es uno de los debates más prolongados en la teología cristiana. Este dilema surge de la interpretación de las Escrituras y el lugar que ocupa cada uno en la historia de la salvación. Dos perspectivas fundamentales se destacan: la teología del reemplazo (o sustitución) y el dispensacionalismo, que tiende a ver a Israel y la Iglesia como complementos dentro del plan divino. Teología del Reemplazo La teología del reemplazo sostiene que la Iglesia ha sustituido a Israel como el pueblo de Dios. Según esta interpretación, las promesas del Antiguo Testamento hechas a Israel, incluidas las relativas a la tierra, han sido cumplidas en Cristo y ahora pertenecen a la Iglesia. Francisco Lacueva explica que esta postura está profundamente arraigada en la interpretación alegórica de las Escrituras, donde Israel es visto como un tipo de la Iglesia. De este modo, las bendiciones prometidas a Israel en el Antiguo Testamento se aplican espiritualmente a la Iglesia. Sin embargo, Lacueva advierte sobre los peligros de esta interpretación, que tiende a despojar al texto bíblico de su significado histórico original1. Dispensacionalismo: Un Pueblo de Dios con Dos Programas El dispensacionalismo, representado por teólogos como C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer, John Nelson Darby y John F. Walvoord, sostiene que Israel y la Iglesia son dos entidades distintas con diferentes roles en el plan divino. Según este sistema, Dios tiene un programa para Israel que incluye las promesas literales relacionadas con la tierra y la restauración del reino, y otro para la Iglesia, que es vista como un misterio (del griego mysterion, μυστήριον), no revelado hasta el Nuevo Testamento (Efesios 3:4-6). Chafer describe a la Iglesia como una entidad celestial y espiritual, que no sustituye a Israel, sino que existe como una obra distinta de Dios durante la "dispensación de la gracia" (oikonomia tês charitos, οἰκονομία τῆς χάριτος). La Iglesia, compuesta por judíos y gentiles que son "uno en Cristo" (Gálatas 3:28, heis en Christo, εἷς ἐν Χριστῷ), tiene una relación especial con Cristo como Su cuerpo, pero no anula el plan de Dios para Israel2. El Papel de los Apóstoles: Pablo y Otros Líderes El papel de los apóstoles, especialmente de Pablo, fue crucial en la revelación del misterio de la Iglesia. Pablo, apóstol a los gentiles (Romanos 11:13, ethnôn apostolos, ἐθνῶν ἀπόστολος), recibió la revelación de que los gentiles también serían coherederos de las promesas de Dios en Cristo, un concepto radical en el contexto del judaísmo del primer siglo. En Efesios 3:6, Pablo expone este misterio: “que los gentiles son coherederos” (sygklêronoma, συγκληρονόμα), “miembros de un mismo cuerpo” (sussôma, σύσσωμα), y “partícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (symmetocha tês epangelias, συμμέτοχα τῆς ἐπαγγελίας). Este concepto de la unión entre judíos y gentiles en un mismo cuerpo era revolucionario y fue central en la enseñanza de Pablo. El concilio de Jerusalén, descrito en Hechos 15, fue un evento clave en la discusión sobre la relación entre judíos y gentiles dentro de la Iglesia. En este concilio, los apóstoles, incluyendo a Pedro, 24 Pablo, y Santiago, debatieron si los gentiles debían seguir la ley mosaica para ser salvos. Pedro se levantó y declaró que Dios no hizo distinción entre judíos y gentiles, purificando los corazones de ambos por la fe (Hechos 15:9, kai outhen diakrinas, καὶ οὐθὲν διακρίνας). Pedro concluye que los gentiles no deberían estar sujetos al yugo de la ley, pues “creemos que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos” (Hechos 15:11, pisteuomen sôthênai, πιστεύομεν σωθῆναι). Este evento fue fundamental para establecer que la salvación no dependía de las obras de la ley sino de la gracia de Dios. Pablo continúa desarrollando esta idea en sus epístolas, señalando que Cristo "ha derribado el muro intermedio de separación" (to mesotoichon tou phragmou, τὸ μεσότοιχον τοῦ φραγμοῦ) entre judíos y gentiles (Efesios 2:14). Así, Pablo muestra que la Iglesia es un nuevo organismo donde las distinciones étnicas ya no son relevantes, porque “todos son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, pantes heis este en Christô Iêsou, πάντες εἷς ἐστε ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ). El apóstol Santiago, también llamado Jacobo, quien tenía un liderazgo destacado en la iglesia de Jerusalén, tuvo una participación importante en la resolución del concilio de Jerusalén. Después de escuchar los argumentos de Pedro y Pablo, Santiago interpretó los eventos como el cumplimiento de la profecía de Amós 9:11-12, donde Dios prometió restaurar el tabernáculo de David para que el remanente de los gentiles buscara al Señor (Hechos 15:16-17). Así, Santiago afirmó que la inclusión de los gentiles en la Iglesia era parte del plan soberano de Dios desde el principio. Complemento en el Plan Redentor Michael Vlach y Charles Ryrie defienden la posición de que Israel y la Iglesia tienen roles complementarios. Según esta visión, Dios sigue siendo fiel a las promesas hechas a los patriarcas de Israel. Vlach subraya que Romanos 11 es un texto crucial para entender esta relación, ya que Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas de Israel (Romanos 11:18, mê katakauchô, μὴ κατακαυχῶ), sugiriendo que Israel no ha sido desechado definitivamente (Romanos 11:1). Esto implica que hay un futuro para Israel dentro del plan redentor, que culminará en la segunda venida de Cristo3. Evis Carvallosa añade que Israel seguirá teniendo un papel especial en el cumplimiento de las promesas del reino. La Iglesia, mientras tanto, participa en las bendiciones del pacto, pero no reemplaza a Israel en la tierra ni en las promesas hechas a Abraham y sus descendientes4. Teología y Hermenéutica Tanto la Iglesia como Israel son parte integral del propósito eterno de Dios, pero desempeñan funciones distintas. Según el dispensacionalismo, la Iglesia es un complemento en el plan redentor de Dios, no un sustituto. Las promesas hechas a Israel, como las relacionadas con la tierra y el reino, serán cumplidas en el futuro. En la interpretación literal y futurista de las profecías, se destaca que la Iglesia y el Israel nacional tienen destinos separados pero interrelacionados. El misterio de la Iglesia, revelado en el Nuevo Testamento, no niega las promesas a Israel, sino que introduce una nueva fase en el plan de Dios que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un mismo pacto espiritual. Como dijo John F. Walvoord, “el plan de Dios para Israel sigue en pie y no es reemplazado por la Iglesia, sino que ambos grupos están destinados a cumplir diferentes propósitos en la consumación del reino de Dios”5. Notas al pie de página: 1. Lacueva, F. (1982). Doctrinas de la Biblia. Clie. ↩ 25 2. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩ 3. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H Academic. ↩ 4. Carvallosa, E. (1987). La interpretación de las profecías bíblicas. Editorial Vida. ↩ 5. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩ 26 La teología paulina sobre Israel: Romanos 9-11 y otras epístolas. El apóstol Pablo, en sus epístolas, desarrolló una rica teología sobre Israel que aborda tanto su rol histórico como su futuro en el plan de Dios. Romanos 9-11 es el pasaje más exhaustivo en la Escritura sobre la relación entre Israel y la Iglesia, y es aquí donde Pablo expone la soberanía de Dios en la elección, la caída temporal de Israel y su restauración futura. A lo largo de estos capítulos, Pablo articula una visión en la que el pueblo de Israel sigue siendo central en el plan redentor, pero donde también se revela un misterio más amplio sobre la inclusión de los gentiles. Elección Soberana de Israel (Romanos 9) En Romanos 9, Pablo aborda la elección de Israel como el pueblo del pacto. Comienza expresando su profundo dolor por la incredulidad de muchos de sus compatriotas judíos, diciendo que tiene "gran tristeza y continuo dolor" en su corazón (Romanos 9:2, lypê moi estin megalê, λύπη μοι ἐστὶν μεγάλη). A pesar de esta incredulidad, Pablo afirma que la palabra de Dios no ha fallado porque no todos los descendientes de Israel son verdaderamente Israel (Romanos 9:6, ou gar pantes hoi ex Israel, οὐ γὰρ πάντες οἱ ἐξ Ἰσραήλ). Esto refleja la enseñanza de que la verdadera Israel espiritual es el remanente fiel que responde en fe. En este capítulo, Pablo también presenta el principio de la elección soberana de Dios. Usa los ejemplos de Isaac e Ismael, y de Jacob y Esaú, para ilustrar que Dios elige a algunos para cumplir Sus propósitos soberanos. La elección de Dios no depende de las obras humanas, sino de Su misericordia (ou ex ergôn alla ek tou kalountos, οὐκ ἐξ ἔργων ἀλλ᾽ ἐκ τοῦ καλοῦντος; Romanos 9:11). Aquí, Pablo subraya que la elección divina es gratuita y soberana, pero nunca injusta, ya que Dios siempre actúa de acuerdo con Su justicia y misericordia. La Caída Temporal de Israel y la Salvación de los Gentiles (Romanos 10-11) En Romanos 10, Pablo lamenta la incredulidad de Israel, señalando que, a pesar de tener el celo por Dios, muchos judíos buscaron establecer su propia justicia a través de la ley en lugar de someterse a la justicia de Dios que es por la fe en Cristo (Romanos 10:3, zêtountes tên idian dikaiosynên, ζητοῦντες τὴν ἰδίαν δικαιοσύνην). Sin embargo, Pablo destaca que el evangelio es para todos, judíos y gentiles por igual, y cita a Joel 2:32: "Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo" (Romanos 10:13, pas hos an epikalesêtai to onoma Kyriou, πᾶς ὃς ἂν ἐπικαλέσηται τὸ ὄνομα Κυρίου). En Romanos 11, Pablo desarrolla la idea de la caída temporal de Israel y la inclusión de los gentiles. La pregunta clave que aborda es si Dios ha rechazado a Su pueblo. Pablo responde enfáticamente: "De ninguna manera" (Romanos 11:1, mê genoito, μὴ γένοιτο), y cita su propia salvación como evidencia de que Dios no ha desechado completamente a Israel. Más bien, Dios ha permitido un endurecimiento parcial de Israel, "hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos 11:25, achri hou to plêrôma tôn ethnôn eiselthê, ἄχρι οὗ τὸ πλήρωμα τῶν ἐθνῶν εἰσέλθῃ). Este endurecimiento parcial tiene un propósito redentor, ya que la salvación de los gentiles provocará a Israel a celos, conduciendo eventualmente a la restauración de Israel. Pablo afirma que “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26, pas Israêl sôthêsetai, πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται), lo que indica una futura restauración nacional de Israel. Esta salvación futura de Israel no es el resultado de sus méritos, sino que es parte del pacto de Dios con sus antepasados. 27 La Iglesia como el Pueblo Injertado (Romanos 11:17-24) Un concepto clave que Pablo introduce en Romanos 11 es el de la Iglesia como ramas injertadas en el olivo de Israel. Aquí, Pablo compara a Israel con un olivo natural y a los gentiles con ramas de un olivo silvestre. Algunos de los judíos, las ramas naturales, fueron desgajados debido a su incredulidad, y en su lugar fueron injertadas ramas de olivo silvestre, es decir, los gentiles que creyeron en Cristo. Pablo advierte a los gentiles que no se jacten contra las ramas desgajadas (Romanos 11:18, mê katakauchô tôn kladôn, μὴ κατακαυχῶ τῶν κλάδων), ya que no son ellos los que sustentan la raíz, sino que es la raíz la que los sostiene a ellos. Este pasaje sugiere que la Iglesia no reemplaza a Israel, sino que es injertada en el mismo olivo, compartiendo las bendiciones de las promesas hechas a los patriarcas. La advertencia de Pablo a los gentiles de no caer en la soberbia también indica que Israel sigue siendo el pueblo elegido de Dios, y los gentiles creyentes deben ver su inclusión en el plan de salvación como un acto de gracia divina. Otros Textos Paulinos sobre Israel Además de Romanos, Pablo aborda la relación entre Israel y la Iglesia en otros escritos. En Efesios 2:14-16, Pablo dice que Cristo ha derribado el "muro intermedio de separación" (to mesotoichon tou phragmou, τὸ μεσότοιχον τοῦ φραγμοῦ) que dividía a judíos y gentiles, haciendo de ambos un solo pueblo. Este pasaje enfatiza la unidad espiritual entre judíos y gentiles en Cristo, pero no elimina las distinciones étnicas o las promesas específicas de Dios a Israel. En Gálatas 6:16, Pablo se refiere a la Iglesia como "el Israel de Dios" (ton Israel tou Theou, τὸν Ἰσραὴλ τοῦ Θεοῦ), lo que ha llevado a algunos a interpretar que la Iglesia ha reemplazado a Israel. Sin embargo, muchos estudiosos dispensacionalistas, como Charles Ryrie y John F. Walvoord, sostienen que esta expresión no implica una sustitución, sino que se refiere a los creyentes judíos dentro de la Iglesia, que son el verdadero remanente fiel de Israel1. Teología La teología paulina sobre Israel presenta una visión donde la elección soberana de Dios, la incredulidad temporal de Israel y su futura restauración coexisten en armonía con la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios. Según Romanos 11, Israel sigue siendo central en el plan redentor de Dios, y la Iglesia, aunque participa de las bendiciones del pacto, no reemplaza a Israel. La futura restauración de Israel es vista como el cumplimiento de las promesas divinas, mostrando la fidelidad de Dios tanto a Su pueblo antiguo como a la Iglesia. Notas al pie de página 1. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩ 28 CAPÍTULO 4 LOS TIEMPOS DE LOS GENTILES: UN PARÉNTESIS EN LA HISTORIA La profecía de Lucas 21:24: "hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles" En Lucas 21:24, Jesús pronuncia una profecía clave sobre el futuro de Jerusalén y el destino de los gentiles, afirmando: “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (achri hou plêrôthôsin kairoi ethnôn, ἄχρι οὗ πληρωθῶσιν καιροὶ ἐθνῶν). Esta declaración es rica en significado profético y ha sido objeto de estudio para teólogos a lo largo de los siglos, especialmente en relación con la escatología y la relación entre Israel y la Iglesia. El Contexto de la Profecía: La Destrucción de Jerusalén En Lucas 21, Jesús está respondiendo a la pregunta de sus discípulos sobre cuándo se cumplirán los eventos relacionados con la destrucción del templo y el fin de la era. En los versículos anteriores (Lucas 21:20-23), Jesús predice la destrucción de Jerusalén, que ocurrió históricamente en el año 70 d.C. bajo el general romano Tito. Durante este evento, muchos judíos fueron asesinados, y otros fueron llevados como esclavos a diversas partes del Imperio Romano, cumpliendo así la primera parte de la profecía. Jesús menciona que Jerusalén sería “hollada por los gentiles” (pateisthêsetai hypo ethnôn, πατηθήσεται ὑπὸ ἐθνῶν), lo que implica que la ciudad estaría bajo control extranjero. Esto sucedió a partir de la destrucción del templo y continuó a lo largo de los siglos, con Jerusalén bajo el dominio de diversas potencias gentiles, incluidos los romanos, los musulmanes, los cruzados y el Imperio Otomano. Los “Tiempos de los Gentiles” La frase “los tiempos de los gentiles” (kairoi ethnôn, καιροὶ ἐθνῶν) es clave para entender el significado profético de este pasaje. Charles Ryrie y otros teólogos dispensacionalistas señalan que los tiempos de los gentiles se refieren a un período en el cual las naciones gentiles ejercen dominio sobre Jerusalén y, en un sentido más amplio, sobre el pueblo de Israel1. Este período comenzó con la invasión de Babilonia en el 586 a.C. y continúa hasta la actualidad, hasta que, según la profecía, Dios intervenga para restaurar a Israel y establecer su reino en la tierra. John F. Walvoord sostiene que este tiempo se cumplirá en el futuro, en el contexto de los eventos del fin de los tiempos, cuando Cristo regrese y establezca su reino milenial. Durante este período, Israel será restaurado como la nación central del gobierno de Dios en la tierra, y los gentiles ya no dominarán sobre Jerusalén2. La Relación con Romanos 11:25-26 El concepto de los “tiempos de los gentiles” está estrechamente relacionado con la enseñanza de Pablo en Romanos 11:25-26, donde habla del "endurecimiento parcial" de Israel “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (achri hou to plêrôma tôn ethnôn eiselthê, ἄχρι οὗ τὸ πλήρωμα τῶν ἐθνῶν εἰσέλθῃ). Este endurecimiento parcial de Israel, que comenzó cuando rechazaron al Mesías, ha permitido que los gentiles sean incluidos en el plan de salvación, como se menciona en Romanos 11. 29 Pablo anticipa un futuro en el que, después de que se complete la plenitud de los gentiles, “todo Israel será salvo” (pas Israêl sôthêsetai, πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται; Romanos 11:26). Esto implica una futura restauración nacional de Israel, cuando la era del dominio gentíl haya terminado. Esta restauración está vinculada a la segunda venida de Cristo y al establecimiento de Su reino en la tierra. La Perspectiva Dispensacionalista y la Restauración de Israel Dentro del dispensacionalismo, teólogos como Lewis Sperry Chafer, C. I. Scofield y John Nelson Darby han interpretado los “tiempos de los gentiles” como un período histórico que terminará con el regreso de Cristo. Scofield, en sus notas sobre Lucas 21:24, señala que este período coincide con la dominación de las potencias gentiles sobre Israel, pero que concluirá cuando Cristo regrese para reinar desde Jerusalén durante el Milenio3. Chafer, en su Teología Sistemática, argumenta que la era actual, caracterizada por el gobierno de los gentiles, es una pausa en el programa profético de Dios para Israel. Según él, este período fue anticipado en el Antiguo Testamento, pero solo en el Nuevo Testamento se revela la inclusión de los gentiles en el plan de salvación a través del misterio de la Iglesia. Sin embargo, este "misterio" (del griego mysterion, μυστήριον) no significa que Israel haya sido reemplazado, sino que se trata de una nueva etapa en el plan divino que culminará con la restauración de Israel4. Hal Lindsey, autor de The Late Great Planet Earth, también subraya que el cumplimiento de los tiempos de los gentiles se relaciona con la restauración de Israel como nación en 1948 y el eventual control judío sobre Jerusalén, visto como un paso importante hacia el cumplimiento de las profecías de los últimos tiempos5. La Profecía y el Futuro de Jerusalén La profecía de Lucas 21:24 también tiene implicaciones para el futuro de Jerusalén. Según Michael Vlach, la ciudad sigue siendo un centro crucial en el plan de Dios. Mientras que los tiempos de los gentiles aún no han terminado, los eventos modernos, como el establecimiento del Estado de Israel en 1948 y la captura de Jerusalén Este en 1967, pueden verse como signos proféticos del retorno progresivo de la soberanía judía sobre la ciudad6. Sin embargo, Vlach advierte que la plenitud de los tiempos de los gentiles no se completará hasta que Cristo regrese. Durante la Gran Tribulación, descrita en Apocalipsis y otros pasajes proféticos, Jerusalén sufrirá una vez más bajo el dominio de las naciones gentiles, pero al final, Cristo intervendrá, restaurando completamente tanto a Israel como a Jerusalén. Conclusión: Tiempos de los Gentiles y la Restauración Final La profecía de Lucas 21:24 acerca de los tiempos de los gentiles tiene profundas implicaciones teológicas. Enfatiza que el control gentil sobre Jerusalén es temporal y forma parte del plan soberano de Dios. A través de este período, Dios está trayendo a los gentiles a la salvación, pero también promete la futura restauración de Israel. Tanto en Lucas 21 como en Romanos 11, se vislumbra un futuro en el que Dios cumplirá sus promesas a Israel y pondrá fin al dominio gentil, trayendo finalmente la plenitud de Su reino. 30 Notas al pie de página: 1. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩ 2. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩ 3. Scofield, C. I. (1917). The Scofield Reference Bible. Oxford University Press. ↩ 4. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩ 5. Lindsey, H. (1970). The Late Great Planet Earth. Zondervan. ↩ 6. Vlach, M. J. (2017). Has the Church Replaced Israel? A Theological Evaluation. B&H Academic. ↩ 31 La evangelización de los gentiles: el cumplimiento de las promesas a abraham La evangelización de los gentiles en el Nuevo Testamento es vista por los apóstoles y teólogos como el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham en el Antiguo Testamento. En Génesis 12:3, Dios promete a Abraham que "en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (en soi eulogêthêsontai pasai hai phylai tês gês, ἐν σοὶ εὐλογηθήσονται πᾶσαι αἱ φυλαὶ τῆς γῆς). Esta promesa no se limita solo a los descendientes físicos de Abraham, sino que incluye a todas las naciones del mundo, un tema que Pablo desarrolla extensamente en sus epístolas. La evangelización de los gentiles, por tanto, es la realización de este pacto, que tiene implicaciones escatológicas y misiológicas fundamentales. La Promesa a Abraham y su Relación con los Gentiles La promesa a Abraham es la base del plan redentor de Dios para la humanidad. Dios le promete no solo una descendencia numerosa, sino que en él “todas las naciones” (panta ta ethnê, πάντα τὰ ἔθνη) serían bendecidas. En el contexto del Antiguo Testamento, la promesa inicialmente parecía estar centrada en Israel como el pueblo elegido de Dios, pero ya en los profetas se vislumbra la idea de que esta bendición se extendería a los gentiles. Isaías 49:6 habla de Israel como luz para las naciones, diciendo: "Te he puesto para luz de los gentiles, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra" (phôs ethnôn, φῶς ἐθνῶν). Este pasaje muestra que, desde la perspectiva de los profetas, el propósito de Dios para Israel siempre incluyó una dimensión global, lo que finalmente se cumpliría a través de la evangelización de los gentiles por medio de la Iglesia. El Rol de Pablo en la Evangelización de los Gentiles El apóstol Pablo, conocido como el “apóstol a los gentiles”, es fundamental para entender cómo se lleva a cabo el cumplimiento de las promesas a Abraham en el Nuevo Testamento. En Romanos 4:13-17, Pablo argumenta que la promesa a Abraham no se limita a la descendencia física, sino a todos aquellos que comparten la fe de Abraham, tanto judíos como gentiles. Pablo escribe: "Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe" (alla dia dikaiosynês pisteôs, ἀλλὰ διὰ δικαιοσύνης πίστεως; Romanos 4:13). En Gálatas 3:8, Pablo cita Génesis 12:3 directamente, afirmando que el evangelio había sido predicado de antemano a Abraham: "En ti serán benditas todas las naciones" (en soi eulogêthêsontai panta ta ethnê, ἐν σοὶ εὐλογηθήσονται πάντα τὰ ἔθνη). Para Pablo, la evangelización de los gentiles es el cumplimiento de esta promesa, lo que implica que los gentiles que creen en Cristo ahora participan de las bendiciones del pacto abrahámico. La Relación entre Israel y los Gentiles en el Plan Redentor Uno de los temas principales en la teología paulina es la relación entre Israel y los gentiles. En Efesios 2:11-13, Pablo explica que los gentiles, que antes estaban "lejos" de las promesas de Israel, han sido acercados por la sangre de Cristo. Este pasaje introduce la idea de que la separación entre judíos y gentiles ha sido eliminada en Cristo, formando un solo pueblo redimido. Este "misterio" (mysterion, μυστήριον) de la unión entre judíos y gentiles es clave para entender el propósito redentor de Dios en la era de la Iglesia (Efesios 3:6). 32 Según John F. Walvoord y otros teólogos dispensacionalistas, aunque los gentiles son injertados en las bendiciones de Abraham, esto no significa que la Iglesia haya reemplazado a Israel. Israel sigue teniendo un lugar especial en el plan futuro de Dios, pero durante este tiempo, la Iglesia está compuesta de creyentes de todas las naciones1. El Cumplimiento de las Promesas en Cristo En 2 Corintios 1:20, Pablo afirma que "todas las promesas de Dios son en él sí, y en él amén" (osa gar epangeliai Theou en autô to nai, ὅσαι γὰρ ἐπαγγελίαι Θεοῦ, ἐν αὐτῷ τὸ ναί). Esta declaración implica que el cumplimiento de las promesas a Abraham, y de todas las promesas del Antiguo Testamento, se realiza en Cristo. Es a través de la obra redentora de Cristo que tanto judíos como gentiles pueden participar en las bendiciones prometidas. Warren Wiersbe sostiene que la inclusión de los gentiles en el plan de salvación muestra el alcance global de la obra de Cristo, y que esto no anula las promesas específicas a Israel, sino que amplía el propósito de Dios para la humanidad2. De manera similar, Evis Carvallosa subraya que la promesa de Dios a Abraham sobre la bendición de las naciones es central para entender el evangelio y la misión de la Iglesia3. La Apologética en el Cumplimiento de las Promesas Desde una perspectiva apologética, la evangelización de los gentiles y el cumplimiento de las promesas a Abraham son argumentos poderosos para demostrar la coherencia de las Escrituras y la fidelidad de Dios a sus promesas. A lo largo de la Biblia, vemos cómo Dios actúa consistentemente para cumplir su palabra. Josh McDowell, en su obra Evidence that Demands a Verdict, sostiene que el cumplimiento de estas promesas es una prueba de la inspiración divina de las Escrituras, ya que sólo Dios podría predecir con tal exactitud eventos que se cumplirían siglos después4. Además, la apologética basada en la profecía bíblica se fortalece cuando se considera la precisión con la que las promesas a Abraham, que parecían limitadas a Israel, se expanden para incluir a los gentiles. Hal Lindsey, en The Late Great Planet Earth, argumenta que el cumplimiento de estas promesas en la era de la Iglesia y la futura restauración de Israel son evidencias de que estamos viviendo en los últimos tiempos, tal como lo predijo la Biblia5. Conclusión: La Evangelización y la Promesa Global de Dios La evangelización de los gentiles es, en última instancia, el cumplimiento de las promesas de bendición a Abraham. A través de la predicación del evangelio, los gentiles son incorporados en el plan de salvación y participan de las bendiciones del pacto abrahámico. Aunque la salvación es ofrecida a todos, la relación especial de Dios con Israel no ha sido anulada, sino que será restaurada en el futuro. El cumplimiento de estas promesas no solo muestra la fidelidad de Dios, sino que refuerza la unidad del plan redentor desde Abraham hasta Cristo y la Iglesia. Notas al pie de página: 1. Walvoord, J. F. (1988). The Millennial Kingdom. Zondervan. ↩ 2. Wiersbe, W. (2007). The Bible Exposition Commentary. David C. Cook. ↩ 3. Carvallosa, E. (1992). La doctrina del pacto. Publicaciones Faro de Gracia. ↩ 4. McDowell, J. (1999). Evidence That Demands a Verdict. Thomas Nelson. ↩ 5. Lindsey, H. (1970). The Late Great Planet Earth. Zondervan. ↩ 33 El endurecimiento parcial de Israel: Por qué Israel no ha aceptado a Jesús en su totalidad El concepto del endurecimiento parcial de Israel es clave para entender la relación actual entre Israel y el evangelio. Este tema aparece principalmente en Romanos 11:25, donde Pablo dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos, que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (pôrôsis apo merous tô Israêl gegonen, πώρωσις ἀπὸ μέρους τῷ Ἰσραὴλ γέγονεν). Esta declaración sugiere que la incredulidad de Israel no es total ni permanente, sino parte del plan redentor de Dios, en el cual se incluye la evangelización de los gentiles. Pero ¿qué significa este endurecimiento parcial, y por qué Israel no ha aceptado completamente a Jesús como el Mesías? El Concepto de “Endurecimiento Parcial” El término griego usado por Pablo para "endurecimiento" es pôrôsis (πώρωσις), que puede traducirse como “endurecimiento” o “insensibilidad”. Este endurecimiento espiritual ha sido temporalmente impuesto sobre una parte de Israel, lo que implica que una parte de los judíos permanecen incrédulos, mientras que otros han aceptado a Jesús como el Mesías. Esta dualidad se manifiesta a lo largo del Nuevo Testamento, donde, aunque muchos judíos rechazaron a Jesús (como se refleja en la crucifixión y en la oposición a la iglesia primitiva), también hubo una minoría que creyó en Él, como los primeros apóstoles y miles de conversos en Jerusalén (Hechos 2:41; 4:4). Lewis Sperry Chafer explica que este endurecimiento no es una condenación eterna para Israel, sino parte del plan soberano de Dios, permitiendo que el evangelio sea proclamado a los gentiles1. En el Nuevo Comentario Bíblico de F. F. Bruce, se sugiere que este endurecimiento parcial tiene un propósito divino: crear una oportunidad para que los gentiles sean incluidos en el plan de salvación antes de que Dios restaure plenamente a Israel2. Israel y la No Aceptación de Jesús como el Mesías Una de las principales razones del endurecimiento parcial de Israel es su expectativa de un Mesías que cumpliría las promesas de restauración política y militar de Israel, liberándolos de la opresión extranjera (Lucas 24:21). Este Mesías esperado se percibía como un rey victorioso, similar a David, que establecería un reino terrenal y glorioso. Jesús, sin embargo, vino como un siervo sufriente (pais kyriou, παῖς κυρίου), cumpliendo las profecías mesiánicas de Isaías 53 que hablaban del Mesías como aquel que sería despreciado y rechazado por su propio pueblo. John F. Walvoord afirma que Israel no pudo reconciliar estas dos imágenes del Mesías (el siervo sufriente y el rey conquistador), lo que los llevó a rechazar a Jesús. Walvoord también subraya que la no aceptación de Jesús por parte de Israel no fue una sorpresa para Dios, sino un elemento dentro de Su plan soberano3. Según Romanos 9:32, el problema principal fue que Israel “tropezó en la piedra de tropiezo” (pros eptaisen tô lithô tou proskommatos, πρὸς ἔπταισεν τῷ λίθῳ τοῦ προσκόμματος), es decir, se aferró a la ley en lugar de recibir la justicia que viene por la fe en Cristo. La Relación entre el Endurecimiento y la Salvación de los Gentiles El endurecimiento parcial de Israel permitió que el evangelio llegara a los gentiles. En Romanos 11:11, Pablo afirma: “¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por 34 su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos” (eis to parazêlôsai autous, εἰς τὸ παραζηλῶσαι αὐτούς). La idea aquí es que el rechazo temporal de Israel abrió la puerta para que los gentiles fueran incluidos en el pueblo de Dios, cumpliendo la promesa a Abraham de que en su simiente serían bendecidas todas las naciones (Génesis 12:3; Gálatas 3:8). C. I. Scofield, en su Biblia de Referencia, sugiere que este endurecimiento de Israel y la inclusión de los gentiles es parte de lo que llama el "paréntesis" dispensacional. En esta etapa, Dios está formando la Iglesia, compuesta de judíos y gentiles que han puesto su fe en Cristo 4. Sin embargo, este “paréntesis” es temporal y terminará cuando “todo Israel sea salvo” (pas Israêl sôthêsetai, πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται; Romanos 11:26), lo que indica la futura restauración nacional de Israel en el plan escatológico de Dios. El Futuro de Israel y la Promesa de Restauración A pesar del endurecimiento parcial, Pablo es claro al decir que no todo está perdido para Israel. En Romanos 11:25-26, afirma que después de que la plenitud de los gentiles haya entrado en el reino, "todo Israel será salvo". Este versículo ha sido interpretado de diversas maneras, pero la mayoría de los teólogos dispensacionalistas, como John Nelson Darby y Charles Ryrie, creen que esto se refiere a una futura restauración espiritual y nacional de Israel5. En ese tiempo, los israelitas reconocerán a Jesús como el Mesías, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento sobre la redención de Israel (Zacarías 12:10; Jeremías 31:31-34). Evis Carvallosa afirma que la restauración de Israel es esencial para la culminación del plan de Dios en la historia. Este endurecimiento parcial se levantará cuando Cristo regrese, y en ese momento, las promesas del Antiguo Pacto serán cumplidas en su totalidad6. Apologética y el Endurecimiento de Israel Desde un punto de vista apologético, el endurecimiento parcial de Israel puede verse como una confirmación del plan soberano de Dios y de la veracidad de las Escrituras. El hecho de que Pablo anticipara la incredulidad de Israel y su eventual restauración muestra que estos eventos no fueron accidentales, sino que forman parte del propósito divino. Josh McDowell, en su obra Evidence That Demands a Verdict, argumenta que el cumplimiento de estas profecías es una prueba convincente de la inspiración de las Escrituras y de la fidelidad de Dios para con Su pueblo7. Conclusión: El Propósito del Endurecimiento Parcial de Israel El endurecimiento parcial de Israel, aunque parece una tragedia en la historia de la redención, en realidad forma parte del plan redentor de Dios para traer a los gentiles a la salvación y, eventualmente, restaurar a Israel. Este endurecimiento no es permanente, sino temporal, y cuando se cumpla la plenitud de los gentiles, todo Israel será salvo, cumpliendo así las promesas hechas a Abraham y a los profetas. La no aceptación de Jesús por parte de Israel ha permitido la expansión del evangelio a todas las naciones, demostrando la sabiduría y la soberanía de Dios en su plan de redención global. Notas al pie de página: 1. Chafer, L. S. (1948). Teología Sistemática (Vol. 4). Dallas Seminary Press. ↩ 2. Bruce, F. F. (1988). The New International Commentary on the New Testament: Romans. Eerdmans. ↩ 3. Walvoord, J. F. (1988). Israel in Prophecy. Zondervan. ↩ 4. Scofield, C. I. (1917). The Scofield Reference Bible. Oxford University Press. ↩ 35 5. Ryrie, C. C. (1995). Dispensationalism. Moody Press. ↩ 6. Carvallosa, E. (1992). La doctrina del pacto. Publicaciones Faro de Gracia. ↩ 7. McDowell, J. (1999). Evidence That Demands a Verdict. Thomas Nelson. ↩ 36 CAPÍTULO 5 LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL: LA ESPERANZA FUTURA Las profecías escatológicas acerca de la reunión de todas las cosas en Cristo son un tema central en la teología bíblica, que apunta hacia el cumplimiento final de los propósitos de Dios para la historia humana y el cosmos. Esta "reunión" es parte del plan redentor de Dios que culminará en la segunda venida de Cristo y en la restauración de todas las cosas bajo Su gobierno. En Efesios 1:10, Pablo menciona esta "reunión" utilizando el término griego anakephalaiōsasthai (ἀνακεφαλαιώσασθαι), que significa "recapitular" o "unir bajo una cabeza". Este término encapsula la idea de que Cristo, como el centro de la historia redentora, será quien finalmente reúna todo lo que está fragmentado y roto por el pecado. La Unidad Cósmica Bajo Cristo En Efesios 1:9-10, Pablo escribe: "Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo (ἀνακεφαλαιώσασθαι τὰ πάντα ἐν τῷ Χριστῷ), así las que están en los cielos, como las que están en la tierra". Aquí, el término anakephalaiōsasthai se utiliza para describir cómo todas las cosas en el cielo y en la tierra serán reunidas y reconciliadas en Cristo. Lewis Sperry Chafer comenta que "esta expresión de reunir todas las cosas bajo Cristo no es meramente un acto administrativo, sino una transformación de toda la creación bajo Su autoridad soberana"1. El uso de anakephalaiōsasthai indica que Cristo es la "cabeza" de esta nueva creación, y todas las cosas se someterán a su gobierno justo y perfecto. Según J. Dwight Pentecost, "el concepto de recapitular es clave para entender la visión bíblica de la escatología. Toda la creación fue afectada por la Caída, pero será restaurada completamente bajo el reino de Cristo"2. La Reunión de Israel y las Naciones Otro aspecto esencial de esta reunión es la restauración y salvación tanto de Israel como de las naciones gentiles. En Romanos 11:25-26, Pablo habla de un misterio: "que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles (pleroma tōn ethnōn, πλήρωμα τῶν ἐθνῶν); y luego todo Israel será salvo". El término griego pleroma (πλήρωμα) se refiere a la "plenitud" o el número completo de los gentiles que serán incluidos en el plan de Dios. Este concepto es crucial en la teología escatológica, ya que indica el momento en que Dios completará Su plan para las naciones y volverá su atención a Israel. Michael Vlach explica que "la plenitud de los gentiles marca un punto culminante en el plan redentor de Dios, donde las bendiciones prometidas a Abraham se extienden completamente a todas las naciones, antes de que Israel como nación experimente su propia restauración"3. Este pasaje subraya la integración de los gentiles en el plan de salvación de Dios, sin dejar de lado las promesas específicas para Israel. La Segunda Venida y la Restauración Final La culminación de esta reunión de todas las cosas se producirá con la segunda venida de Cristo. En Apocalipsis 19, se describe a Cristo viniendo en gloria para juzgar a las naciones y establecer Su reino milenial. El término griego parousia (παρουσία), que significa "venida" o "presencia", es usado frecuentemente en el Nuevo Testamento para describir la segunda venida de Cristo. En 1 Tesalonicenses 4:16-17, Pablo escribe sobre este evento: "Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo 37 resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados (harpagēsometha, ἁρπαγησόμεθα) juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire". La palabra harpagēsometha, que significa "ser arrebatado" o "ser llevado con fuerza", es central en la doctrina del rapto, una parte integral de la expectativa escatológica de muchos cristianos. John F. Walvoord señala que "el rapto es el evento que da inicio al cumplimiento final de las profecías escatológicas, donde Cristo vendrá por su Iglesia antes de los juicios que vendrán sobre la tierra"4. La Nueva Creación: Todo Bajo Su Señorío El concepto de la reunión de todas las cosas en Cristo también incluye la transformación de los cielos y la tierra. En Apocalipsis 21:1-5, Juan describe una visión de "un cielo nuevo y una tierra nueva", donde Dios morará con su pueblo para siempre. Esta promesa de una nueva creación está estrechamente relacionada con la idea de que todas las cosas serán "recapituladas" bajo Cristo. El término griego kainos (καινός), que significa "nuevo" en el sentido de cualitativamente diferente, se usa en Apocalipsis 21:1 para describir la nueva creación. Charles Ryrie comenta que "la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra es el acto culminante del plan redentor de Dios, donde todo el universo es renovado bajo el señorío de Cristo"5. Argumentos Apologéticos: La Esperanza Escatológica Desde una perspectiva apologética, la doctrina de la reunión de todas las cosas en Cristo responde a una de las preguntas más profundas de la humanidad: ¿hacia dónde se dirige la historia? La esperanza cristiana no es simplemente una evasión del sufrimiento presente, sino una expectativa segura de que todas las cosas, incluso las más quebrantadas, serán restauradas y reconciliadas en Cristo. El cristianismo presenta una visión coherente y unificada de la historia, en la que el final está determinado por el gobierno justo y amoroso de Cristo. Hal Lindsey, un conocido autor escatológico, argumenta que "la segunda venida de Cristo y la restauración de todas las cosas es la clave para entender no solo la historia de la redención, sino también el significado de la historia misma. Todo apunta hacia ese momento culminante"6. La Glorificación de los Creyentes Otra dimensión de la reunión de todas las cosas en Cristo es la glorificación de los creyentes. En 1 Corintios 15:51-52, Pablo escribe: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados". El término griego allagēsometha (ἀλλαγησόμεθα), que significa "seremos transformados", señala la renovación física y espiritual que experimentarán los creyentes en la segunda venida de Cristo. J. F. Strombeck afirma que "la transformación de los cuerpos de los creyentes es un elemento clave en el cumplimiento del plan redentor, ya que prepara a los redimidos para vivir eternamente en la nueva creación"7. Notas al pie de la página 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 278. ↩ 2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 231. ↩ 38 3. Michael Vlach, Has the Church Replaced Israel? (Nashville: B&H Academic, 2010), 154. ↩ 4. John F. Walvoord, The Rapture Question (Grand Rapids: Zondervan, 1957), 83. ↩ 5. Charles Ryrie, Basic Theology (Wheaton: Victor Books, 1986), 562. ↩ 6. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 267. ↩ 7. J. F. Strombeck, First the Rapture (Chicago: Moody Press, 1950), 143. ↩ 39 El papel de Israel en el reino milenial: su lugar en el Reino El papel de Israel en el reino milenial es un tema clave dentro de la escatología bíblica, especialmente en el marco de las enseñanzas sobre el cumplimiento de las promesas de Dios a Su pueblo escogido. El reino milenial se refiere al reinado literal de mil años de Cristo sobre la tierra, descrito en Apocalipsis 20:1-6. Dentro de este contexto, Israel ocupa un lugar central, donde las promesas del pacto con Abraham, Isaac, Jacob y David alcanzarán su cumplimiento final. Este reino es visto como la restauración definitiva de la nación bajo el gobierno del Mesías, con implicaciones tanto para los judíos como para los gentiles. La Restauración de Israel Uno de los pasajes más citados en relación con el papel de Israel en el reino milenial es Ezequiel 37:21-28, que habla de la restauración futura de la nación. En este pasaje, Dios promete reunir a los israelitas dispersos y restaurarlos en su tierra, bajo el reinado de "mi siervo David", una referencia mesiánica a Cristo. El término griego en el Nuevo Testamento para "restauración" es apokatastasis (ἀποκατάστασις), que significa "restablecimiento" o "restauración", y aparece en Hechos 3:21, donde Pedro habla del tiempo de la restauración de todas las cosas, incluidas las promesas hechas a Israel. Lewis Sperry Chafer resalta que "Israel tiene una promesa nacional irrevocable de restauración, que no depende de la obediencia de la nación sino de la fidelidad de Dios a Su pacto. En el reino milenial, estas promesas se cumplirán plenamente, cuando Israel será el centro de la bendición terrenal"1. Esta restauración incluye tanto la tierra física de Israel como el restablecimiento de la relación espiritual entre Dios y Su pueblo. El Pacto Davídico: El Rey en el Trono de David El pacto davídico, mencionado en 2 Samuel 7:12-16, es otro fundamento teológico para entender el papel de Israel en el reino milenial. Dios prometió a David que uno de sus descendientes se sentaría en su trono para siempre, lo que los teólogos ven como una referencia directa al reinado futuro del Mesías. En Lucas 1:32-33, el ángel Gabriel le dice a María que su hijo Jesús "será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre". J. Dwight Pentecost argumenta que "el pacto davídico garantiza un trono eterno a Israel, y el cumplimiento de esta promesa solo se realiza en el reino milenial, donde Cristo reinará desde Jerusalén sobre todo el mundo, pero especialmente sobre Israel"2. Este reinado de Cristo sobre Israel y las naciones es un cumplimiento visible y literal del pacto davídico, con Israel sirviendo como la nación mediadora de las bendiciones divinas. Israel como Cabeza de las Naciones Durante el reino milenial, Israel será exaltado entre las naciones, cumpliendo así la promesa de Deuteronomio 28:13: "Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo". Isaías 2:2-4 también presenta una visión del futuro en la que Jerusalén se convierte en el centro del gobierno mundial, con todas las naciones fluyendo hacia ella para aprender los caminos de Dios. El término griego ethnē (ἔθνη), que significa "naciones", se usa en el Nuevo Testamento para describir a los gentiles que también participarán de las bendiciones del reino milenial, pero siempre bajo el liderazgo de Israel. 40 Charles Ryrie señala que "Israel será restaurado no solo para ser una nación entre las naciones, sino para ser la nación principal a través de la cual se distribuirán las bendiciones del reino a todas las demás naciones"3. En este sentido, Israel será el instrumento de la mediación de la justicia y la paz de Cristo sobre la tierra. El Cumplimiento de las Promesas Abrahámicas Las promesas abrahámicas, que incluyen la promesa de una tierra, una descendencia numerosa y una bendición mundial (Génesis 12:1-3), se verán finalmente cumplidas en el reino milenial. La promesa de la tierra será cumplida en su totalidad cuando Israel ocupe todo el territorio prometido desde el río Éufrates hasta el río de Egipto (Génesis 15:18-21), algo que no se ha realizado plenamente en la historia, pero que se espera que ocurra durante el milenio. Paul Henebury enfatiza que "el reino milenial es el escenario en el que las promesas abrahámicas encuentran su cumplimiento literal. Israel poseerá la tierra prometida en toda su extensión y será una nación bendecida, a través de la cual todas las naciones recibirán la bendición"4. Los Sacrificios Mileniales y el Templo Ezequiel 40-48 describe en detalle un futuro templo que será erigido durante el reino milenial, donde se ofrecerán sacrificios. Estos sacrificios han sido objeto de mucha discusión teológica, ya que parecen contradecir el sacrificio perfecto y final de Cristo. Sin embargo, muchos teólogos dispensacionalistas como John F. Walvoord sugieren que estos sacrificios serán conmemorativos, no para expiar pecados, sino como una representación visible del sacrificio de Cristo en la cruz5. El templo milenial servirá como un recordatorio constante del sacrificio de Cristo y el pacto eterno de Dios con Su pueblo. La Relación de Israel con los Gentiles Durante el reino milenial, Israel tendrá una relación especial con las naciones gentiles. Zacarías 8:22-23 habla de cómo muchas naciones vendrán a Jerusalén para buscar al Señor, y diez hombres de las naciones agarrarán la vestidura de un judío diciendo: "Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros". Esto muestra el respeto y la admiración que las naciones tendrán por Israel en ese tiempo. Michael Vlach explica que "el papel de Israel en el reino milenial no solo es restaurativo, sino también redentor, ya que será un canal a través del cual las bendiciones de Dios fluirán hacia las naciones gentiles"6. Israel servirá como el centro espiritual y político del mundo, reflejando la gloria de Cristo a todas las naciones. Argumentos Apologéticos: La Fidelidad de Dios a Sus Promesas Desde una perspectiva apologética, el papel de Israel en el reino milenial subraya la fidelidad de Dios a Sus promesas. Las promesas hechas a Abraham, David y los profetas no se han cumplido completamente en la historia, lo que ha llevado a algunos a cuestionar si Dios ha abandonado a Israel. Sin embargo, la enseñanza bíblica sobre el reino milenial asegura que Dios no ha olvidado a Su pueblo, y que Su fidelidad se manifestará en el cumplimiento literal de todas las promesas. Hal Lindsey, en su obra sobre la escatología, argumenta que "el reino milenial es el período en el que Dios mostrará Su fidelidad a las promesas que ha hecho a Israel, cumpliendo todas las profecías que aún están pendientes, y demostrando que Él es un Dios de pacto"7. 41 Notas al pie de página 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 289. ↩ 2. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 309. ↩ 3. Charles Ryrie, Basic Theology (Wheaton: Victor Books, 1986), 568. ↩ 4. Paul Henebury, The Kingdom of God: A Biblical Theology (Dallas: Telos Press, 2018), 432. ↩ 5. John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 147. ↩ 6. Michael Vlach, Premillennialism: Why There Must Be a Future Earthly Kingdom of Jesus (New York: Focus Publishing, 2010), 94. ↩ 7. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 278. ↩ 42 La nueva Jerusalén y el pueblo de Dios: Una visión unificada. La imagen de la Nueva Jerusalén en el libro de Apocalipsis es una de las más impactantes visiones escatológicas de la Biblia, donde se revela la culminación de la redención y la restauración de todas las cosas en Cristo. La visión unificada de la Nueva Jerusalén (Ἰερουσαλήμ καινή, Ierousalēm kainē) abarca no solo a la ciudad celestial, sino también a la relación entre Dios y Su pueblo redimido, tanto judíos como gentiles, quienes habrán sido reunidos bajo el señorío de Cristo. Esta nueva creación marca el cumplimiento definitivo del propósito eterno de Dios, en el cual Su presencia habitará plenamente con la humanidad en una comunión sin barreras. La Ciudad Celestial: Descripción en Apocalipsis La descripción de la Nueva Jerusalén se encuentra en Apocalipsis 21:1-4, donde Juan ve "un cielo nuevo y una tierra nueva" (ouranos kainos kai gē kainē). La visión de la ciudad es presentada como "la morada de Dios con los hombres" (skēnē tou Theou meta tōn anthrōpōn), enfatizando que Dios mismo estará con ellos y será su Dios (Apocalipsis 21:3). Esta nueva ciudad es más que un lugar físico; es el cumplimiento de todas las promesas de Dios a Su pueblo. Es una visión que unifica la historia de la redención, trayendo a plenitud el plan eterno de Dios de habitar con Su creación. El término griego kainos (καινός), que se traduce como "nuevo", en contraste con neos (νέος), implica una cualidad nueva, una renovación profunda más que una mera novedad en el tiempo. Esto sugiere que la Nueva Jerusalén no es simplemente una ciudad nueva en el sentido temporal, sino la renovación y perfección de todo lo que había sido dañado por el pecado. John F. Walvoord señala que "la Nueva Jerusalén simboliza el cumplimiento final de todas las esperanzas de redención, no solo para Israel, sino también para toda la humanidad redimida. Es un lugar donde la promesa de restauración completa se realiza en una unión perfecta entre Dios y Su pueblo"1. Esta ciudad no se limita a una restauración de lo antiguo, sino que supera todo lo que fue antes, siendo la manifestación última de la gloria de Dios. El Pueblo de Dios: Judíos y Gentiles en la Nueva Jerusalén Una de las características más notables de la Nueva Jerusalén es que representa la unidad completa de los judíos y los gentiles redimidos en un solo pueblo de Dios. En la visión de Apocalipsis 21:1214, la ciudad tiene doce puertas, sobre las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de Israel, y doce fundamentos, sobre los cuales están los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Esto muestra cómo la Nueva Jerusalén es la culminación de los planes de Dios para ambos grupos: las tribus de Israel, que representan al pueblo escogido bajo los pactos antiguos, y los apóstoles, quienes representan la Iglesia y la proclamación del Evangelio a las naciones. Paul Henebury explica que "la inclusión de los nombres de las tribus de Israel y los apóstoles en los fundamentos y puertas de la Nueva Jerusalén es un símbolo claro de que Dios no ha abandonado Su plan original para Israel, sino que lo ha ampliado para incluir a los gentiles en la Iglesia, formando así un solo pueblo redimido bajo Cristo"2. Este aspecto unificador de la ciudad refleja la realidad teológica de que la salvación es ofrecida a todos, independientemente de su origen étnico, y que ambos grupos comparten las bendiciones del pacto en Cristo. El término griego laos (λαός), que significa "pueblo", es utilizado en el Nuevo Testamento para referirse tanto a Israel como a los gentiles redimidos, destacando que, en Cristo, ya no hay 43 distinción entre judío y gentil, sino que todos son uno (Gálatas 3:28). La Nueva Jerusalén es el hogar eterno de este pueblo unificado, mostrando cómo las promesas hechas a Israel encuentran su cumplimiento en el plan redentor de Dios para toda la humanidad. El Cumplimiento de las Promesas del Pacto La Nueva Jerusalén es también el escenario en el que se cumplen las promesas de los pactos abrahámico, davídico y del nuevo pacto. Las promesas de una descendencia innumerable, una tierra y una bendición universal (Génesis 12:1-3) encuentran su cumplimiento final en esta ciudad celestial. Aquí, la descendencia de Abraham incluye tanto a los descendientes físicos de Israel como a los gentiles injertados en el pueblo de Dios (Romanos 11:17-24), mostrando cómo las promesas de los pactos se expanden para incluir a todos aquellos que han puesto su fe en Cristo. Lewis Sperry Chafer enfatiza que "la Nueva Jerusalén es el cumplimiento de las promesas del nuevo pacto, donde Dios habitará con Su pueblo para siempre, y ellos serán suyos, en una relación de comunión eterna que supera cualquier otra relación previa entre Dios e Israel"3. Este cumplimiento no solo reafirma la fidelidad de Dios a Sus promesas, sino que también establece una nueva era de bendición, donde todo lo que se había prometido a Israel y a la Iglesia se realiza plenamente. La Gloria de Dios en la Nueva Jerusalén Uno de los aspectos más asombrosos de la Nueva Jerusalén es la presencia manifiesta de la gloria de Dios en la ciudad. Apocalipsis 21:23 declara que la ciudad no necesita ni sol ni luna para alumbrarse, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera (phōs). La gloria de Dios, doxa tou Theou (δόξα τοῦ Θεοῦ), se refiere a la manifestación visible de Su presencia, la cual llena toda la ciudad y, por extensión, a Su pueblo redimido. En la Nueva Jerusalén, la comunión con Dios será completa, sin la mediación de templos ni sacrificios, porque el mismo Dios será su templo (Apocalipsis 21:22). Warren Wiersbe comenta que "la gloria de Dios en la Nueva Jerusalén refleja la consumación de Su plan redentor, donde el pecado ha sido derrotado completamente y los redimidos de todas las edades habitan en Su presencia gloriosa para siempre"4. Esta gloria no solo es una demostración del poder y majestad de Dios, sino también un recordatorio constante de Su gracia y misericordia hacia Su pueblo. Una Visión de Esperanza Escatológica La visión de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis también es una visión de esperanza para el futuro, donde todas las divisiones y sufrimientos que marcan la historia de la humanidad serán reemplazados por una unidad y paz perfectas bajo el gobierno de Cristo. La ciudad simboliza el fin de toda hostilidad entre judíos y gentiles, el final de la maldición del pecado y la restauración de todas las cosas (apokatastasis pantōn, ἀποκατάστασις πάντων) en Cristo (Hechos 3:21). Hal Lindsey describe la Nueva Jerusalén como "el último refugio de esperanza, donde los redimidos de todas las edades vivirán en comunión perfecta con Dios y entre ellos mismos, sin las barreras del pecado o las limitaciones de este mundo"5. Esta visión de esperanza es central en la escatología cristiana, ya que nos recuerda que el plan de Dios está dirigido hacia un futuro glorioso en el que Él será todo en todos. 44 Notas al pie de la página 1. John F. Walvoord, The Revelation of Jesus Christ (Chicago: Moody Press, 1966), 312. ↩ 2. Paul Henebury, The Kingdom of God: A Biblical Theology (Dallas: Telos Press, 2018), 476. ↩ 3. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 438. ↩ 4. Warren Wiersbe, Be Victorious (Wheaton: Victor Books, 1985), 191. ↩ 5. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 342. ↩ 45 CAPÍTULO 6 EL DEBATE TEOLÓGICO: PERSPECTIVAS Y CONTROVERSIAS El dispensacionalismo: Una visión particular de la historia y el futuro. El dispensacionalismo es una corriente teológica que proporciona una interpretación distintiva de la historia bíblica, destacando la relación entre Dios y la humanidad a través de diferentes épocas o dispensaciones. Esta visión, particularmente influenciada por figuras como John Nelson Darby, C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer y otros, tiene un enfoque único en cómo Dios administra Su plan redentor a lo largo de los tiempos, con especial énfasis en el papel de Israel y la Iglesia, y el futuro cumplimiento de las profecías escatológicas. Las Dispensaciones: Una Definición y Explicación En el sistema dispensacionalista, la historia de la humanidad se divide en varias dispensaciones (oikonomiai, οἰκονομίαι), que se refieren a períodos específicos en los que Dios interactúa con la humanidad de una manera particular, asignando responsabilidades y pruebas específicas para cada dispensación. Según los dispensacionalistas, estos períodos representan cambios en el plan divino en función de la revelación progresiva de Dios. C. I. Scofield, en su Biblia anotada, identificó siete dispensaciones principales: 1. Inocencia (Génesis 1:28-3:6): Desde la creación de Adán hasta la caída. 2. Conciencia (Génesis 3:7-8:14): Desde la caída hasta el diluvio. 3. Gobierno Humano (Génesis 8:15-11:9): Desde el diluvio hasta la dispersión en Babel. 4. Promesa (Génesis 11:10-Éxodo 18:27): Desde el llamado de Abraham hasta la ley en el Sinaí. 5. Ley (Éxodo 19:1-Hechos 1:26): Desde la entrega de la ley hasta la muerte y resurrección de Cristo. 6. Gracia (Hechos 2:1-Apocalipsis 19:21): Desde el día de Pentecostés hasta la segunda venida de Cristo. 7. Reino (Apocalipsis 20:1-6): El reinado milenial de Cristo en la tierra. Estas dispensaciones no solo trazan la historia de la relación de Dios con la humanidad, sino que también muestran las diferentes formas en que Él exige obediencia y fe. Como explica Lewis Sperry Chafer, “cada dispensación presenta una prueba para la humanidad, y en cada una, la humanidad fracasa, demostrando su necesidad constante de la gracia de Dios”1. El Dispensacionalismo y la Distinción entre Israel y la Iglesia Uno de los aspectos clave del dispensacionalismo es la distinción radical entre Israel y la Iglesia. Los dispensacionalistas sostienen que Dios tiene un plan separado y continuo para Israel, que se cumplirá en el futuro. Según esta interpretación, las promesas hechas a Abraham y al pueblo judío (Génesis 12:1-3) son literales y aún están vigentes. Esto significa que, aunque la Iglesia está en el centro del plan de Dios durante la era actual de la gracia, el pueblo de Israel tendrá un papel especial en los eventos futuros. Charles Ryrie señala que “la distinción entre Israel y la Iglesia es uno de los pilares del dispensacionalismo. Esta distinción implica que Dios tiene dos pueblos con dos programas distintos, y que la Iglesia no reemplaza a Israel en los planes de Dios”2. Esta separación es crucial para comprender las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con Israel, que, según los dispensacionalistas, aún deben cumplirse en un sentido literal, particularmente en el reino milenial. 46 En el Nuevo Testamento, el término ekklesia (ἐκκλησία), que se traduce como "iglesia" o "asamblea", es utilizado para referirse al cuerpo de creyentes gentiles y judíos unidos en Cristo. Sin embargo, los dispensacionalistas subrayan que la Iglesia es una entidad distinta, y su existencia es un "misterio" (mystērion, μυστήριον) revelado en el Nuevo Testamento (Efesios 3:6). Esta "era de la Iglesia" terminará con el rapto de los creyentes, dando paso a la restauración de Israel. El Futuro Escatológico en el Dispensacionalismo El dispensacionalismo tiene un enfoque escatológico que influye profundamente en su visión del futuro. Según esta corriente teológica, los eventos del final de los tiempos incluyen: 1. El Rapto: La Iglesia será arrebatada antes del comienzo de la tribulación. El término griego harpazo (ἁρπάζω), que significa "ser arrebatado", se usa en 1 Tesalonicenses 4:17 para describir cómo los creyentes serán llevados al cielo antes de los juicios de Dios sobre la tierra. 2. La Gran Tribulación: Un período de siete años de juicio divino sobre la tierra, descrito en Apocalipsis 6-19. Durante este tiempo, Israel será purificado y muchos judíos se volverán a Cristo como su Mesías. Hal Lindsey describe la tribulación como “el momento en que Dios retoma Su plan con Israel”3. 3. El Reino Milenial: Después de la segunda venida de Cristo, los dispensacionalistas creen que habrá un reinado literal de mil años en la tierra (Apocalipsis 20:1-6). Durante este tiempo, Cristo gobernará desde Jerusalén, y las promesas hechas a Israel en los pactos abrahámico y davídico se cumplirán. J. Dwight Pentecost afirma que “el milenio será el tiempo en que Israel ocupará su lugar legítimo como cabeza de las naciones, cumpliendo las promesas de los profetas”4. 4. La Eternidad Futura: Después del reino milenial, vendrá el juicio final, y Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra. Aquí, todos los redimidos, tanto judíos como gentiles, vivirán en la presencia de Dios en la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21-22). Hermenéutica Literal y Dispensacionalismo Una de las características distintivas del dispensacionalismo es su insistencia en una hermenéutica literal al interpretar las Escrituras, especialmente las profecías. Según los dispensacionalistas, las promesas del Antiguo Testamento a Israel deben interpretarse literalmente y no deben espiritualizarse. Esto significa que las promesas de un reino, una tierra y una bendición para Israel serán cumplidas de manera literal en el futuro. Charles Ryrie define esta interpretación literal como "el principio más esencial del dispensacionalismo, porque asegura que las Escrituras sean tomadas en su significado natural y claro, a menos que el contexto indique lo contrario"5. Esta hermenéutica literal es especialmente significativa en la interpretación de las profecías escatológicas, donde los eventos futuros, como el rapto, la tribulación y el milenio, son vistos como sucesos reales y futuros. Apologética del Dispensacionalismo El dispensacionalismo ha sido objeto de crítica por parte de algunas tradiciones teológicas, particularmente en relación con su interpretación de las profecías y la distinción entre Israel y la Iglesia. Sin embargo, los defensores del dispensacionalismo argumentan que esta visión ofrece una coherencia bíblica que respeta la revelación progresiva de Dios. 47 Josh McDowell sostiene que “el dispensacionalismo proporciona una estructura clara para entender el plan de Dios a lo largo de la historia, al reconocer los distintos propósitos de Dios para Israel y la Iglesia, mientras asegura que la Biblia sea interpretada de manera consistente y literal”6. Esta visión también subraya la soberanía de Dios sobre la historia y su fidelidad para cumplir todas las promesas hechas en Su Palabra. El dispensacionalismo ofrece una visión particular de la historia y el futuro, enfatizando las diferentes formas en que Dios ha tratado con la humanidad en varias dispensaciones, y subrayando la distinción entre Israel y la Iglesia. Con su enfoque literal de las Escrituras, especialmente en lo que respecta a la profecía, el dispensacionalismo prevé un futuro en el que las promesas hechas a Israel se cumplirán en un reino milenial bajo el reinado de Cristo, seguido por la eternidad en la Nueva Jerusalén. Esta perspectiva no solo organiza la historia de la redención, sino que también ofrece una esperanza escatológica concreta para el futuro cumplimiento del plan de Dios. Notas al pie de página 1. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology (Dallas: Dallas Seminary Press, 1947), 462. ↩ 2. Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody Publishers, 1995), 39. ↩ 3. Hal Lindsey, The Late Great Planet Earth (Grand Rapids: Zondervan, 1970), 67. ↩ 4. J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), 487. ↩ 5. Charles Ryrie, Dispensationalism, 86. ↩ 6. Josh McDowell, A Ready Defense (Nashville: Thomas Nelson, 1993), 198. ↩ 48 La teología de la sustitución: Una perspectiva histórica sobre la relación entre judíos y cristianos. La teología de la sustitución, también conocida como supersesionismo, es la creencia de que la Iglesia cristiana ha reemplazado a Israel como el pueblo elegido de Dios. Según esta perspectiva, las promesas y bendiciones que originalmente se hicieron al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento han sido transferidas a la Iglesia, dejando a Israel en un estado de rechazo divino debido a su incredulidad y rechazo de Cristo. Esta doctrina ha sido central en la historia de la teología cristiana y ha moldeado profundamente las relaciones entre judíos y cristianos a lo largo de los siglos. Orígenes de la Teología de la Sustitución Los primeros orígenes de la teología de la sustitución se remontan a los primeros siglos de la Iglesia. A medida que el cristianismo se fue expandiendo entre los gentiles, surgió una tensión entre la Iglesia y la comunidad judía, especialmente después de la destrucción del templo en el año 70 d.C. Este evento marcó un punto de inflexión, ya que muchos cristianos interpretaron la destrucción del templo como un signo del juicio de Dios sobre Israel. Justino Mártir (100-165 d.C.), uno de los primeros teólogos cristianos, defendía la idea de que la Iglesia había heredado las promesas de Dios a Israel, afirmando que los cristianos eran el verdadero "Israel espiritual". Esta idea fue desarrollada aún más por Orígenes (185-254 d.C.), quien promovió una interpretación alegórica de las Escrituras, sugiriendo que las promesas hechas a Israel no se referían literalmente a la nación judía, sino a la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios. Este enfoque alegórico permitió a los teólogos de la Iglesia primitiva reinterpretar las promesas del Antiguo Testamento de manera que se ajustaran a la nueva realidad de la Iglesia cristiana. Agustín de Hipona (354-430 d.C.), una de las figuras más influyentes de la teología cristiana, también adoptó la teología de la sustitución. En su obra La Ciudad de Dios, Agustín argumentó que la Iglesia era la continuación espiritual de Israel y que las promesas hechas a los patriarcas hebreos se cumplían en la Iglesia. Aunque Agustín no abogaba por un antisemitismo abierto, su visión teológica contribuyó a una interpretación en la que el pueblo judío era visto como desheredado y reemplazado por la Iglesia. El Antisemitismo Teológico y la Edad Media La teología de la sustitución no solo influyó en la teología cristiana, sino que también tuvo implicaciones sociales y políticas, contribuyendo a una larga historia de antisemitismo. En la Edad Media, la relación entre judíos y cristianos fue frecuentemente marcada por hostilidad, persecución y violencia. Muchos líderes cristianos de la época utilizaron la teología de la sustitución para justificar la marginación y persecución de los judíos, viendo su dispersión y sufrimiento como evidencia del juicio divino sobre su incredulidad. Crisóstomo (349-407 d.C.), uno de los más influyentes predicadores de la Iglesia primitiva, fue especialmente virulento en su retórica contra los judíos, llegando a decir que "los judíos son malvados y asesinos de Cristo". Estos sermones, conocidos como los "Sermones contra los Judíos", reflejan cómo la teología de la sustitución contribuyó a una actitud negativa hacia el judaísmo, justificando la violencia y la segregación. 49 Durante la Edad Media, la Iglesia también promulgó leyes y restricciones que afectaban negativamente a los judíos, excluyéndolos de la vida pública y obligándolos a vivir en guetos. Aunque estas prácticas fueron el resultado de factores económicos, políticos y sociales, la teología de la sustitución proporcionó una justificación teológica para estas políticas. La Reforma y la Teología de la Sustitución La Reforma Protestante del siglo XVI no cambió fundamentalmente la teología de la sustitución. Aunque Martín Lutero (1483-1546) inicialmente mostró una actitud más abierta hacia los judíos, esperando que se convirtieran al cristianismo, sus actitudes cambiaron cuando sus expectativas no se cumplieron. En su obra Sobre los judíos y sus mentiras, Lutero expresó opiniones extremadamente antijudías, acusando a los judíos de rechazar a Cristo y exhortando a sus seguidores a quemar sinagogas y confiscar propiedades judías. Aunque Lutero no fue el único reformador en sostener estas creencias, su influencia contribuyó a la perpetuación de la teología de la sustitución dentro del protestantismo. Juan Calvino (1509-1564), otro de los grandes reformadores, también mantuvo una postura similar. Aunque su retórica no era tan violenta como la de Lutero, Calvino enseñaba que los judíos habían sido rechazados por Dios debido a su rechazo de Cristo, y que la Iglesia había heredado las promesas del pacto. La Crítica Moderna a la Teología de la Sustitución En la era moderna, la teología de la sustitución ha sido ampliamente criticada, especialmente en el contexto del resurgimiento del Estado de Israel en 1948 y después del Holocausto. El retorno del pueblo judío a su tierra ancestral y la tragedia del Holocausto llevaron a muchos teólogos cristianos a reexaminar la relación entre la Iglesia e Israel, y a cuestionar la validez teológica de la sustitución. Uno de los principales críticos de la teología de la sustitución en tiempos modernos fue Karl Barth, quien argumentó que Dios no había abandonado a Israel y que las promesas hechas a los judíos en el Antiguo Testamento seguían vigentes. Barth sostuvo que Israel seguía siendo el pueblo elegido de Dios, y que la Iglesia y el judaísmo estaban interrelacionados en el plan de salvación de Dios. En el mundo evangélico, el dispensacionalismo también ha proporcionado una alternativa a la teología de la sustitución. Como se explicó anteriormente, los dispensacionalistas, como John Nelson Darby, C. I. Scofield y Lewis Sperry Chafer, creen que Dios tiene un plan separado y continuo para Israel, que culminará en el reino milenial. En lugar de reemplazar a Israel, la Iglesia es vista como una entidad distinta, y las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento aún deben cumplirse de manera literal en el futuro. Perspectivas Apologéticas La teología de la sustitución ha sido criticada desde varias perspectivas teológicas y apologéticas, especialmente por su contribución al antisemitismo y por su interpretación alegórica de las promesas de Dios a Israel. Los apologistas cristianos que rechazan la teología de la sustitución argumentan que Dios es fiel a Sus pactos y que el rechazo temporal de Israel no significa una sustitución permanente. Josh McDowell, en su obra apologética, subraya que “Dios no rompe sus promesas” y que la restauración de Israel en el futuro es una evidencia de la fidelidad divina1. Otros teólogos, como John F. Walvoord, destacan que las Escrituras apuntan a un futuro cumplimiento literal de las 50 promesas hechas a Israel, lo que implica que el pueblo judío tiene un lugar en el plan de Dios que no ha sido reemplazado por la Iglesia2. Notas al pie de página 1. Josh McDowell, The New Evidence That Demands a Verdict (Nashville: Thomas Nelson, 1999), 211. ↩ 2. John F. Walvoord, Israel in Prophecy (Grand Rapids: Zondervan, 1962), 142. ↩ 51 La nueva perspectiva sobre Pablo: Un enfoque diferente en la teología paulina. La Nueva Perspectiva sobre Pablo es una corriente teológica que ha transformado la comprensión tradicional de la teología paulina desde finales del siglo XX. Esta interpretación desafía la lectura reformada clásica de Pablo, particularmente su enfoque sobre la justificación y las relaciones entre judíos y gentiles. Teólogos como E.P. Sanders, James D.G. Dunn, y N.T. Wright son los exponentes más conocidos de esta perspectiva, la cual reevalúa el contexto histórico y religioso del apóstol Pablo, cuestionando aspectos esenciales de cómo los cristianos han comprendido sus escritos durante siglos. Contexto y Origen de la Nueva Perspectiva El punto de partida de la Nueva Perspectiva se basa en estudios de la religión judía del Segundo Templo, particularmente en el trabajo de E.P. Sanders con su obra Paul and Palestinian Judaism (1977). Sanders sostiene que las enseñanzas judías no se basaban en una teología de "obras versus gracia" como se había entendido tradicionalmente, sino en lo que él llamó "nomismo de pacto" (covenantal nomism). Según este concepto, los judíos creían que su relación con Dios se mantenía a través del pacto, y que la obediencia a la Ley (la Torá) era una respuesta a la gracia divina, no un medio para ganarse la salvación. La Nueva Perspectiva sostiene que la teología reformada, influenciada por Martín Lutero y Juan Calvino, malinterpretó a Pablo al leer sus cartas desde un contexto de controversia con la Iglesia católica medieval sobre las "obras meritorias". En lugar de oponerse a un judaísmo legalista que buscaba "ganar" la salvación por medio de las obras, Pablo habría estado enfrentando un contexto diferente: el problema de la exclusividad étnica y la relación entre judíos y gentiles en el nuevo pueblo de Dios. La Justificación en la Nueva Perspectiva Uno de los puntos clave de esta nueva interpretación se encuentra en la doctrina de la justificación. Tradicionalmente, la justificación se ha entendido como el acto judicial de Dios por el cual un pecador es declarado justo por la fe en Cristo, sin la necesidad de las obras de la Ley (Romanos 3:28). Sin embargo, la Nueva Perspectiva argumenta que, para Pablo, la justificación no era principalmente una cuestión de la salvación individual, sino de la inclusión en la comunidad del pacto. Para teólogos como James D.G. Dunn, la frase de Pablo "obras de la Ley" (erga nomou) no se refería a un sistema de obras con el cual los judíos trataban de ganarse el favor de Dios, sino a los distintivos étnicos que mantenían la separación entre judíos y gentiles, como la circuncisión, las leyes dietéticas y el sábado. Pablo no estaba rechazando la Ley en sí misma como un medio de salvación, sino la idea de que los gentiles debían adoptar las costumbres judías para formar parte del pueblo de Dios. En este sentido, la justificación es vista como una declaración de membresía en el nuevo pueblo de Dios, un grupo que ahora incluye tanto a judíos como a gentiles. N.T. Wright, uno de los principales defensores de la Nueva Perspectiva, ha destacado que la justificación en Pablo tiene que ver con el cumplimiento de las promesas del pacto hechas a Abraham. La justificación, según Wright, es el acto mediante el cual Dios declara a alguien miembro de Su familia del pacto, y esta declaración se basa en la fe en Jesús como el Mesías, no en la adherencia a los distintivos étnicos de la Ley judía. Wright enfatiza que la justificación no es 52 solo una cuestión legal, sino relacional, porque se refiere a cómo Dios está reuniendo a su pueblo, tanto judíos como gentiles, bajo el señorío de Cristo. Pablo y el Judaísmo del Segundo Templo La Nueva Perspectiva también sostiene que las cartas de Pablo deben leerse en su contexto judío del Segundo Templo. Según esta perspectiva, Pablo no estaba rechazando el judaísmo en su totalidad, sino respondiendo a una situación específica en la que las demandas judías sobre la observancia de la Ley amenazaban con excluir a los gentiles de la comunidad cristiana. Así, el mensaje de Pablo no era un rechazo de la Ley en sí, sino una crítica a la manera en que algunos judíos estaban usando la Ley para mantener la exclusividad étnica en la comunidad del pacto. En lugar de ver el judaísmo del Segundo Templo como una religión de "obras meritorias", la Nueva Perspectiva lo entiende como una religión de gracia que valoraba la fidelidad al pacto. Según E.P. Sanders, la mayoría de los judíos creían que su elección y relación con Dios estaban basadas en la gracia divina, no en sus propias obras, pero la Ley proporcionaba una manera de vivir fielmente dentro de esa relación de pacto. Por lo tanto, la crítica de Pablo a las "obras de la Ley" debe entenderse en términos de exclusividad étnica, no como un rechazo a un sistema de salvación basado en méritos. Críticas y Desafíos Aunque la Nueva Perspectiva ha sido influyente, también ha sido objeto de críticas. Los teólogos más tradicionales, como John Piper y Thomas Schreiner, han argumentado que esta perspectiva minimiza la centralidad del pecado individual y la necesidad de la justificación personal ante un Dios santo. Estos críticos sostienen que Pablo claramente hablaba sobre la pecaminosidad humana y la necesidad de ser declarado justo ante Dios, y que su teología no puede reducirse solo a la inclusión de gentiles en la comunidad del pacto. Por otro lado, los defensores de la Nueva Perspectiva argumentan que sus críticos han malinterpretado el contexto social y teológico en el que Pablo estaba escribiendo, y que la teología reformada ha leído a Pablo a través de las lentes de debates postmedievales que no reflejan las preocupaciones originales del apóstol. Implicaciones Apologéticas La Nueva Perspectiva sobre Pablo tiene importantes implicaciones para la apologética cristiana, especialmente en el diálogo con el judaísmo. Al redefinir el significado de "justificación" y "obras de la Ley", esta perspectiva ayuda a corregir malentendidos históricos sobre la relación entre cristianismo y judaísmo. En lugar de ver el cristianismo como un rechazo del judaísmo, la Nueva Perspectiva ofrece una visión en la que el cristianismo se entiende como el cumplimiento de las promesas hechas a Israel, con una apertura hacia los gentiles. Este enfoque también puede enriquecer el diálogo interreligioso, al presentar a Pablo no como un opositor al judaísmo, sino como alguien profundamente enraizado en la tradición judía que estaba abogando por la inclusión de los gentiles en la familia de Dios sin exigirles que se convirtieran al judaísmo. Este aspecto puede ser útil en discusiones apologéticas que buscan enfatizar la continuidad entre las promesas hechas a Israel y la misión de la Iglesia. 53 CAPÍTULO 7 IMPLICACIONES PRÁCTICAS PARA LA IGLESIA HOY El testimonio cristiano a los judíos: Cómo compartir el evangelio con sensibilidad. Compartir el evangelio con el pueblo judío requiere un enfoque lleno de respeto, sensibilidad cultural y teológica, y un profundo conocimiento de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. A lo largo de la historia, las relaciones entre judíos y cristianos han sido tensas debido a malentendidos teológicos, persecuciones y la adopción de doctrinas como la teología de la sustitución, que han generado barreras entre ambas comunidades. En el contexto de la Nueva Perspectiva sobre Pablo y del análisis de la relación entre Israel y la Iglesia, surge una oportunidad para presentar el evangelio a los judíos de una manera que respete su herencia y contexto sin comprometer la verdad del mensaje cristiano. Comprendiendo las Sensibilidades Históricas Para poder compartir el evangelio de manera efectiva con los judíos, es crucial comprender el trasfondo histórico y las experiencias de la comunidad judía. La historia del cristianismo, especialmente en Europa, ha sido marcada por una serie de persecuciones y malentendidos, muchos de ellos alimentados por doctrinas como la teología de la sustitución. En este contexto, la idea de que la Iglesia ha reemplazado a Israel como el pueblo de Dios ha sido una de las principales fuentes de tensión. Este tipo de enseñanza ha llevado a muchos judíos a ver el cristianismo no solo como una religión distinta, sino como una fuerza que ha buscado activamente su destrucción. Como observa E.P. Sanders, los judíos del Segundo Templo no veían la relación con Dios en términos de mérito, sino de nomismo de pacto (la idea de que la obediencia a la Ley es una respuesta a la gracia de Dios dentro de un pacto). Esta comprensión de la relación entre la Ley y la gracia puede ser un punto de partida importante para el diálogo con los judíos contemporáneos, mostrando que la fe cristiana no es un rechazo de su herencia, sino un cumplimiento de las promesas de Dios en el Mesías. Enfocando el Evangelio desde las Promesas del Pacto Para compartir el evangelio con los judíos, es crucial comenzar con las promesas del pacto que Dios hizo a Israel. La Biblia hebrea, especialmente el pacto abrahámico y las promesas mesiánicas, es fundamental para la cosmovisión judía. En lugar de enfocarse en los aspectos del cristianismo que pueden parecer extraños o ajenos al judaísmo, es útil mostrar cómo las promesas hechas a Abraham, Moisés y David se cumplen en Jesucristo. El pacto abrahámico (Génesis 12, 15, 17) es un buen punto de partida, ya que incluye promesas de bendición, tierra y descendencia. En lugar de interpretar esto como algo puramente espiritual o alegórico, como a menudo se hacía bajo la teología de la sustitución, el testimonio cristiano puede resaltar la continuidad literal y espiritual de estas promesas en Jesús, quien es la simiente prometida a Abraham (Gálatas 3:16). John F. Walvoord destaca que las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento no han sido anuladas, sino que tienen un cumplimiento futuro, particularmente en el reino milenial. Este enfoque refuerza la idea de que el plan de Dios para Israel sigue vigente, y que Jesús no es un reemplazo de Israel, sino el cumplimiento de las promesas hechas al pueblo judío. 54 Utilizar el Lenguaje Mesiánico Una forma eficaz de conectar el mensaje del evangelio con el pensamiento judío es utilizar un lenguaje mesiánico. Los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, Jeremías y Ezequiel, hablaron de la venida de un Mashíaj (Mesías), que traería justicia y restauraría el reino de Dios. En el contexto del nomismo de pacto y las promesas del pacto davídico, Jesús puede presentarse no como el fundador de una religión separada, sino como el cumplimiento de la expectativa mesiánica judía. El apóstol Pablo, en sus cartas, utiliza frecuentemente este tipo de lenguaje para explicar cómo Jesús cumple las promesas mesiánicas. En Romanos 1:16, por ejemplo, Pablo declara que el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. Esta frase refleja el profundo respeto de Pablo por el lugar que ocupan los judíos en el plan de salvación de Dios, reconociendo que el evangelio es primero para ellos. Un término clave en la teología paulina es la palabra griega ekklēsia (ἐκκλησία), que significa "asamblea" o "congregación". En su contexto judío original, esta palabra no implicaba un grupo separado de Israel, sino la congregación de los creyentes en el Mesías. Este tipo de enfoque puede ayudar a mitigar las percepciones de división entre judíos y cristianos, subrayando que el llamado de Jesús es para la inclusión en una comunidad que abarca tanto a judíos como a gentiles, unidos en Cristo. Sensibilidad Cultural y Teológica Es esencial que cualquier intento de compartir el evangelio con judíos sea hecho con una comprensión profunda de su cultura, historia y religión. Muchos judíos, especialmente en el contexto post-Holocausto y con el renacimiento del sionismo y el Estado de Israel, tienen una profunda conciencia de su identidad y herencia. Por lo tanto, cualquier enfoque evangelístico que ignore o minimice esta realidad puede ser visto como insensible o incluso como una forma de borrado cultural. Michael Vlach, un defensor del dispensacionalismo subraya la importancia de mantener la distinción entre Israel y la Iglesia en el plan de Dios. En lugar de presentar el evangelio como una invitación a abandonar su identidad judía, los cristianos pueden compartir cómo el Mesías Jesús es el cumplimiento de las promesas hechas a sus antepasados, manteniendo así la dignidad y el valor de su herencia judía. Además, es crucial evitar cualquier sugerencia de que el judaísmo es una religión “inferior” o “superada”. En lugar de adoptar una postura de confrontación, es más productivo adoptar una postura de diálogo respetuoso y escucha activa, donde se pueda compartir el evangelio de manera que respete las creencias judías, pero que también articule claramente la verdad de Cristo como el Mesías prometido. Apologética: Respondiendo a Objeciones Muchos judíos contemporáneos tienen objeciones teológicas y filosóficas hacia el cristianismo. Una de las más comunes es la objeción de que Jesús no puede ser el Mesías porque no cumplió las expectativas de restaurar el reino de Israel de manera visible, como los profetas del Antiguo Testamento parecían predecir (Isaías 11, Ezequiel 37). Ante esta objeción, los apologistas cristianos pueden explicar que la misión de Jesús involucra una primera venida, donde Él vino como el 55 Siervo Sufriente (Isaías 53) para redimir a la humanidad, y una segunda venida en la que cumplirá plenamente las promesas de restauración del reino. Otra objeción común es la percepción de que el cristianismo es una religión de "tres dioses", debido a la doctrina de la Trinidad. En este punto, es útil destacar cómo el Nuevo Testamento presenta a Jesús como el cumplimiento de la Shekinah (la presencia divina), y cómo el Espíritu Santo es la manifestación del poder y presencia de Dios en la vida de los creyentes. Este enfoque puede ayudar a explicar que la doctrina cristiana no es una forma de politeísmo, sino una comprensión compleja de la naturaleza de Dios. La unidad de los creyentes: Superando las divisiones entre judíos y gentiles. Uno de los temas centrales del Nuevo Testamento es la unidad entre judíos y gentiles en la ekklesía (ἐκκλησία), la comunidad de creyentes en Cristo. En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo habla de cómo Cristo, por medio de su muerte y resurrección, ha derribado el muro de separación entre ambos grupos (Efesios 2:14). Este tema es de vital importancia, ya que en los primeros días del cristianismo existía una gran tensión entre los creyentes judíos, que seguían observando la Torá (Ley), y los gentiles que estaban siendo incluidos en la comunidad sin las mismas observancias legales. La unidad entre judíos y gentiles es fundamental para comprender el plan redentor de Dios, y sigue siendo un desafío en muchas comunidades cristianas contemporáneas. El Contexto de las Divisiones Las primeras divisiones entre judíos y gentiles en la Iglesia se remontan a la forma en que la comunidad judía veía su relación con Dios a través del pacto abrahámico y el pacto mosaico. Los judíos veían su identidad como pueblo de Dios vinculada intrínsecamente a la observancia de la Ley, especialmente las obras de la Ley (ergon nomou, ἔργων νόμου), como la circuncisión, las leyes dietéticas y la observancia del sábado. Para los gentiles, que no compartían estas prácticas, el ingreso a la comunidad cristiana representaba un desafío en cuanto a cómo vivir su fe sin adoptar las tradiciones culturales judías. La confrontación entre ambos grupos es evidente en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15), donde los apóstoles discutieron si los gentiles debían cumplir con la Ley judía para ser salvos. Finalmente, se resolvió que los gentiles no necesitaban seguir la totalidad de la Ley, ya que la salvación es por gracia mediante la fe en Cristo, no por las obras de la Ley (Hechos 15:11). Sin embargo, esta resolución no eliminó completamente las tensiones, y muchas de las cartas de Pablo abordan este tema. E.P. Sanders y la Nueva Perspectiva sobre Pablo han arrojado luz sobre cómo la oposición de Pablo a las "obras de la Ley" no era una oposición a la obediencia o a la Ley en sí misma, sino a la idea de que la Ley separaba étnicamente a judíos y gentiles dentro de la comunidad cristiana. Sanders argumenta que la "justificación por fe" era la forma en que Pablo defendía la inclusión de los gentiles como parte del pueblo de Dios sin necesidad de cumplir con los ritos distintivos judíos, como la circuncisión. La Unidad en Cristo En Efesios 2:14-16, Pablo explica que Cristo es nuestra paz, quien ha hecho de los dos, uno solo, "derribando la pared intermedia de separación". La imagen de una "pared" hace referencia a las 56 divisiones étnicas y religiosas que mantenían a judíos y gentiles en comunidades separadas. A través de su sacrificio, Cristo creó "de los dos, un solo hombre nuevo" (verso 15), eliminando las barreras que impedían la plena comunión entre ambos grupos. El término griego utilizado para “paz” es eirēnē (εἰρήνη), que en su contexto judío no significa solo la ausencia de conflicto, sino una restauración completa de la relación entre dos partes. En Cristo, esta paz no es solo reconciliación entre Dios y el hombre, sino también entre personas de diferentes orígenes y culturas, un concepto revolucionario para la época. C.I. Scofield observó que esta unión de judíos y gentiles en la iglesia representa un aspecto crucial del misterio de la Iglesia, algo que no fue completamente revelado en el Antiguo Testamento, pero que ahora se manifestaba en la nueva creación en Cristo. Scofield argumentaba que el propósito de la ekklesía era revelar la plenitud del plan de Dios al incluir a todos los pueblos en su pacto de gracia. La Ley y la Gracia Uno de los mayores obstáculos para la unidad era la comprensión de la Ley en la vida de los creyentes. Para muchos judíos cristianos, abandonar la Ley parecía una traición a su identidad y herencia. Sin embargo, Pablo insiste en que la Ley no puede ser un medio de justificación, sino que Cristo es el fin de la Ley para justicia a todo aquel que cree (Romanos 10:4). La frase griega "telos nomou" (τέλος νόμου), que se traduce como "fin de la Ley", no significa que la Ley haya sido eliminada, sino que ha sido cumplida en Cristo. Warren Wiersbe explica que esto implica que la Ley ya no tiene la misma función de separar o definir la identidad del pueblo de Dios. La salvación en Cristo es accesible tanto para judíos como para gentiles, independientemente de su observancia de la Ley. Esto no solo unifica a los creyentes, sino que también pone el énfasis en la gracia divina y no en las obras humanas. El Llamado a la Unidad en la Apologética Desde una perspectiva apologética, la unidad entre judíos y gentiles en Cristo es un testimonio poderoso de la universalidad del evangelio. La inclusión de los gentiles en el plan de salvación, sin la necesidad de adoptar las prácticas distintivas del judaísmo, subraya que el mensaje de Cristo es para todas las naciones. Esta es una verdad que los apóstoles defendieron con fervor, y que sigue siendo esencial en la misión de la iglesia hoy. En este contexto, es importante abordar las divisiones que aún persisten dentro del cristianismo. Muchos creyentes judíos (mesiánicos) siguen luchando con cómo mantener su identidad judía mientras afirman su fe en Cristo. Del mismo modo, muchos gentiles cristianos pueden no comprender plenamente el significado y la importancia de las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento. Para superar estas divisiones, es crucial reconocer que el evangelio es inclusivo y está basado en la obra redentora de Cristo, no en observancias culturales o rituales específicos. John F. Walvoord, un defensor del dispensacionalismo sugiere que la unidad entre judíos y gentiles no debe implicar la homogeneización de ambos grupos, sino el reconocimiento de que ambos tienen un lugar en el plan de Dios. En el futuro, durante el Reino Milenial, las promesas hechas a Israel serán cumplidas de manera literal, mientras que la iglesia, compuesta por judíos y gentiles, tendrá un papel distinto pero complementario. 57 Superando las Divisiones Actuales Hoy en día, es necesario seguir trabajando para superar las divisiones entre judíos y gentiles en el cuerpo de Cristo. Esto implica un enfoque de enseñanza y discipulado que reconozca la herencia judía del cristianismo y que, al mismo tiempo, celebre la inclusión de todas las naciones en el plan redentor de Dios. El apóstol Pablo, en Gálatas 3:28, afirma: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Esta unidad no elimina las diferencias culturales o étnicas, sino que las transforma, permitiendo que todos se unan en una nueva identidad en Cristo. N.T. Wright subraya que la Iglesia es el lugar donde el nuevo pueblo de Dios, compuesto por personas de todas las naciones, se reúne en una nueva familia, donde no se imponen barreras culturales o étnicas. Esta es la visión escatológica de Pablo, quien veía a la iglesia como la primera manifestación de la nueva creación, en la que todas las cosas serían reunidas en Cristo (Efesios 1:10). La oración por Israel: Intercediendo por el pueblo de Dios. La intercesión por Israel tiene profundas raíces bíblicas, teológicas y espirituales. A lo largo de las Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos a hombres y mujeres de fe clamando por el pueblo de Dios, ya sea en tiempos de juicio o de bendición. Esta intercesión refleja el corazón de Dios por Israel y su plan eterno para esta nación escogida. En el contexto de la iglesia actual, orar por Israel es alinearse con el propósito redentor de Dios, reconociendo su fidelidad a las promesas hechas a los patriarcas y profetas. La Intercesión en el Antiguo Testamento Desde el Antiguo Testamento, la intercesión por Israel es un tema recurrente. Moisés es un claro ejemplo de alguien que intercedió por el pueblo de Dios cuando éste cayó en la idolatría (Éxodo 32:11-14). Moisés apeló a la promesa de Dios a Abraham, Isaac y Jacob, recordando a Dios su pacto eterno con Israel. Aquí, la oración no solo busca la misericordia de Dios, sino que se basa en la seguridad de que Dios cumplirá sus promesas, como lo vemos en el Pacto Abrahámico, que es un pacto incondicional que Dios hizo con Abraham (Génesis 12:1-3). Según J. Dwight Pentecost, este pacto se convierte en la base para la intercesión de los creyentes, porque Dios ha prometido bendecir a los que bendigan a Israel y maldecir a los que lo maldigan1. La Intercesión en el Nuevo Testamento El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, también modela la intercesión por Israel. En Romanos 9:1-5, Pablo expresa su profundo dolor por el estado espiritual de su pueblo, Israel. A pesar de haber sido el receptor de las promesas, los pactos y la ley, Israel había rechazado a Jesús como el Mesías. Sin embargo, esto no impidió que Pablo orara fervientemente por su salvación. En Romanos 10:1, Pablo declara: "Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación." La palabra griega utilizada para "oración" aquí es deēsis (δέησις), que implica una súplica ferviente y apasionada. Esta no es una simple petición casual, sino una intercesión profunda y persistente. Para C. I. Scofield, esta oración de Pablo revela que, aunque Israel ha rechazado temporalmente al Mesías, Dios aún tiene un plan para ellos. Scofield subraya que la salvación de Israel en el futuro 58 está garantizada por las promesas incondicionales de Dios, y que los creyentes gentiles deben orar con ese entendimiento2. El Propósito de la Oración por Israel La oración por Israel no es simplemente un acto de solidaridad política o cultural, sino una alineación espiritual con el plan de Dios para la redención del mundo. En el Salmo 122:6, se nos insta a "orar por la paz de Jerusalén", una expresión que va más allá de la paz política o militar. La paz en la Biblia, expresada por la palabra hebrea shalom (‫)שָׁ לֹום‬, abarca bienestar, prosperidad, seguridad y restauración completa en todos los aspectos de la vida. Orar por la paz de Jerusalén es orar para que el plan de redención de Dios se cumpla y que Israel sea restaurado tanto espiritual como físicamente. Hal Lindsey destaca que la oración por Israel es, en realidad, una oración por la culminación del plan de Dios para la humanidad, ya que la restauración final de Israel está vinculada a la Segunda Venida de Cristo3. En Romanos 11:26, Pablo declara que "todo Israel será salvo", una referencia al momento futuro en que Dios reunirá a su pueblo en fe y los restaurará espiritualmente. La Importancia Escatológica de Orar por Israel La intercesión por Israel tiene también un fuerte componente escatológico. Desde la perspectiva dispensacionalista, la oración por Israel implica orar por el cumplimiento de las profecías relativas al pueblo judío y al Reino Milenial. John F. Walvoord señala que la restauración futura de Israel es clave para el establecimiento del Reino de Cristo sobre la tierra4. Por lo tanto, al orar por Israel, estamos participando activamente en el desarrollo del plan divino para la historia humana. El término griego para "restaurar" en el contexto escatológico es apokatastasis (ἀποκατάστασις), que se refiere a la restauración final de todas las cosas, incluida la restauración de Israel como una nación bajo el reinado del Mesías. Michael Vlach observa que esta restauración no solo es física, sino también espiritual, ya que Israel será finalmente traído de vuelta a Dios en plena obediencia y adoración5. Orar con Sensibilidad Teológica Es importante orar por Israel con una comprensión teológica adecuada. La Teología de la Sustitución, que sostiene que la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan de Dios, ha llevado a muchos cristianos a abandonar o minimizar la oración por Israel. Sin embargo, como lo señala Lewis Sperry Chafer, Dios aún tiene un propósito especial para Israel que no ha sido reemplazado por la Iglesia6. Orar por Israel no significa ignorar a la Iglesia, sino reconocer que tanto Israel como la Iglesia tienen un lugar en el plan redentor de Dios. Aspecto Práctico Orar por Israel es un mandato bíblico que continúa siendo relevante hoy. Los creyentes pueden orar específicamente por: 1. La paz de Jerusalén (Salmo 122:6) – no solo la paz política, sino la paz espiritual y la restauración de la relación de Israel con Dios. 2. La salvación de Israel (Romanos 10:1) – que los judíos reconozcan a Jesús como su Mesías. 3. La protección de Israel – en medio de los conflictos políticos y las amenazas que enfrenta la nación de Israel, se puede orar por su protección. 59 4. El cumplimiento de las promesas de Dios – que las profecías concernientes a Israel se cumplan en el tiempo de Dios, como la restauración completa de Israel en el Reino Milenial. Notas 1. 2. 3. 4. 5. 6. Pentecost, J. Dwight, Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩ Scofield, C. I., The Scofield Reference Bible. New York: Oxford University Press, 1909. ↩ Lindsey, Hal, The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩ Walvoord, John F., The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩ Vlach, Michael, Has the Church Replaced Israel? Nashville: B&H Academic, 2010. ↩ Chafer, Lewis Sperry, Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1947. ↩ 60 CAPÍTULO 8 PUNTOS CLAVE DE LA DISCUSIÓN Exégesis bíblica: Un análisis detallado de los textos relevantes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La exégesis bíblica es un ejercicio crítico y teológico que busca interpretar las Escrituras en su contexto original, explorando tanto el texto hebreo del Antiguo Testamento como el griego del Nuevo Testamento. Este análisis no solo implica la comprensión de la gramática y el vocabulario, sino también la evaluación crítica a la luz de la historia, la teología, y la literatura bíblica. A continuación, revisaremos algunos de los textos más relevantes que han sido objeto de alta crítica teológica, con un enfoque en las promesas de Dios a Israel y su cumplimiento en el plan redentor. El Pacto Abrahámico: Génesis 12:1-3 Uno de los textos más significativos en la exégesis del Antiguo Testamento es Génesis 12:1-3, que presenta el pacto de Dios con Abraham, el cual es fundamental para la historia de Israel. Este pasaje establece tres promesas clave: una descendencia numerosa, la posesión de la tierra, y la bendición de todas las naciones a través de Abraham. El texto hebreo comienza con el mandato de Dios a Abraham: "Lekh lekha me'artzekha" (‫לְֶך־לְ ך‬ ‫)מֵ אַ ְרצְ ך‬, que significa "Vete de tu tierra". La frase indica un mandato divino en el que Abraham debe confiar plenamente en Dios, abandonando todo lo familiar para seguir el plan de Dios. La promesa en el versículo 3, "Venivreku bekha kol mishpechot ha'adamah" (‫)וְ נִ בְ ְרכּו בְ ך כֹּ ל ִמ ְשפְ חֹות הָׁ אֲדָׁ מָׁ ה‬, "y serán benditas en ti todas las familias de la tierra", revela el alcance universal de la promesa, no solo para Israel, sino para toda la humanidad1. J. Dwight Pentecost subraya que el pacto abrahámico es incondicional, basado únicamente en la fidelidad de Dios. Pentecost afirma que este pacto nunca ha sido abrogado, y que sigue siendo crucial para la escatología, especialmente en lo que se refiere a la restauración futura de Israel en el Reino Milenial2. La Promesa Mesiánica: Isaías 9:6-7 En Isaías 9:6-7, el profeta habla de la venida del Mesías como un gobernante eterno que traerá justicia y paz. Este pasaje es clave para la teología mesiánica, ya que establece que el Mesías vendrá a gobernar sobre el trono de David. El versículo 6 dice: "Ki-yeled yullad-lanu, ben nitan-lanu" (‫)כִ י־ ֶילֶד יֻלַד־לָׁנּו בֵ ן נִתַ ן לָׁנּו‬, "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado". Aquí, el verbo "nacer" (yullad - ‫ )יֻלַד‬está en pasiva, lo que implica que el nacimiento del Mesías es un acto divino. El versículo también menciona los títulos del Mesías: "Sar-shalom" (‫)שַ ר־שָׁ לֹום‬, "Príncipe de Paz", lo que refleja la función del Mesías en traer paz universal y restaurar a Israel. Lewis Sperry Chafer argumenta que este texto apunta al reino futuro del Mesías en el que se cumplirán las promesas hechas a David. Chafer sugiere que este reinado no se ha cumplido completamente en el primer advenimiento de Cristo, sino que será plenamente realizado en su regreso durante el Reino Milenial3. 61 La Restauración de Israel: Jeremías 31:31-34 Otro texto crucial es Jeremías 31:31-34, que presenta el Nuevo Pacto que Dios hará con la casa de Israel. Este pacto es diferente del pacto mosaico, ya que está basado en la gracia y el perdón, y no en la obediencia a la Ley. En el versículo 31, Dios dice: "Hinneh yamim ba'im" (‫)הִ נֵה י ִָׁמים בָׁ ִאים‬, "He aquí vienen días". Esta expresión introduce una profecía futura que será cumplida en un tiempo determinado por Dios. El versículo 33 menciona que Dios pondrá su ley en sus corazones: "Et-torati bekirbam ve'al-liban ektevena" (‫ת־תֹור ִתי בְ קִ ְרבָׁ ם וְ עַל־לִ בָׁ ם אֶ כְ ְתבֶ נָׁה‬ ָׁ ֶ‫)א‬, "Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones". Esto implica una transformación espiritual profunda, que algunos teólogos, como Francisco Lacueva, interpretan como la regeneración del remanente fiel de Israel en los últimos tiempos4. La Unidad de Judíos y Gentiles: Efesios 2:11-22 En el Nuevo Testamento, uno de los pasajes más relevantes sobre la relación entre judíos y gentiles en el plan de Dios es Efesios 2:11-22. Pablo explica cómo Cristo ha derribado el muro de separación entre los dos grupos, creando una nueva humanidad. En el versículo 14, Pablo declara: "Autos gar estin hē eirēnē hēmōn" (Αὐτὸς γάρ ἐστιν ἡ εἰρήνη ἡμῶν), "Porque él es nuestra paz". La palabra griega eirēnē (εἰρήνη) no significa simplemente la ausencia de conflicto, sino una paz completa y restaurativa entre Dios y los hombres, y entre los pueblos. Warren Wiersbe comenta que Cristo no solo trajo paz entre judíos y gentiles, sino que también creó "un nuevo hombre" en sí mismo, uniendo a los dos grupos en un solo cuerpo, la iglesia. Esta unidad es una manifestación del propósito eterno de Dios de reconciliar a toda la humanidad consigo mismo a través de Cristo5. La Promesa de Restauración Final: Romanos 11:25-27 Uno de los pasajes más citados sobre la restauración futura de Israel es Romanos 11:25-27, donde Pablo declara que "todo Israel será salvo". Este pasaje es crucial para la comprensión escatológica de Israel y la Iglesia. En el versículo 26, Pablo cita a Isaías: "Kai houtōs pas Israēl sōthēsetai" (Καὶ οὕτως πᾶς Ἰσραὴλ σωθήσεται), "Y así, todo Israel será salvo". La palabra griega sōthēsetai (σωθήσεται) implica una salvación futura y completa para el pueblo de Israel. John F. Walvoord interpreta este pasaje como una profecía que se cumplirá durante el Reino Milenial, cuando Cristo regrese y el remanente de Israel será restaurado y salvo6. Notas 1. 2. 3. 4. 5. Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩ Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩ Chafer, Lewis Sperry. Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1947. ↩ Lacueva, Francisco. Israel en la Escatología Bíblica. Miami: Editorial CLIE, 1982. ↩ Wiersbe, Warren. The Bible Exposition Commentary. Colorado Springs: David C. Cook, 1989. ↩ 6. Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩ 62 Contexto histórico: Situar los eventos bíblicos en su contexto histórico y cultural. La comprensión de los eventos bíblicos requiere no solo una exégesis textual precisa, sino también una inmersión en el contexto histórico y cultural en el que se desarrollaron. Desde los patriarcas en la Edad del Bronce hasta el surgimiento de la Iglesia en el Imperio Romano, el trasfondo histórico y las influencias culturales ofrecen claves cruciales para entender el significado de las Escrituras y las implicaciones de sus mensajes. La Era Patriarcal: Abraham y el Pacto El llamado de Abraham en Génesis 12:1-3 se sitúa en la Edad del Bronce Medio (aproximadamente 2000 a.C.). En esta época, las ciudades-estado mesopotámicas, como Ur (la ciudad natal de Abraham), estaban en pleno desarrollo, y la civilización egipcia ya había alcanzado un considerable poder político y militar. El mandato de Dios a Abraham de dejar su tierra y viajar a Canaán tiene implicaciones históricas, ya que Canaán estaba estratégicamente ubicada entre Egipto y Mesopotamia, dos de las grandes potencias de la antigüedad. Abraham vivió en un mundo politeísta, en el que las ciudades-estado de Sumer y Acad veneraban a múltiples dioses. La decisión de seguir al único Dios verdadero marcó un contraste radical con las costumbres religiosas de su tiempo. Evis Carvallosa señala que el pacto abrahámico era radicalmente diferente de los pactos humanos del antiguo Oriente Próximo, ya que era un pacto incondicional, es decir, dependía únicamente de la fidelidad de Dios y no de las acciones de Abraham1. El pacto abrahámico también refleja las prácticas de la época en cuanto a la formación de alianzas. La ceremonia de cortar los animales en dos, como se describe en Génesis 15:9-21, era una práctica común entre las culturas de la región para sellar acuerdos. Sin embargo, en este caso, solo Dios, representado por una antorcha ardiente, pasa entre los animales, indicando que Él tomaba sobre sí mismo toda la responsabilidad de cumplir el pacto. La Época de los Jueces: La Lucha por la Tierra Prometida Tras el éxodo de Egipto, el establecimiento de Israel en Canaán, narrado en los libros de Josué y Jueces, tuvo lugar durante un período de gran agitación en la región. Los estudios arqueológicos sugieren que Canaán estaba habitada por una mezcla de culturas semíticas y cananeas. Israel tuvo que enfrentarse a varias naciones hostiles, incluidas los filisteos, quienes ya eran una fuerza considerable en la región mediterránea. La lucha de Israel por establecerse en la tierra prometida debe entenderse a la luz de las realidades políticas y militares de la región. Los egipcios, que habían controlado Canaán durante siglos, estaban perdiendo influencia, lo que permitió a Israel ocupar gradualmente las áreas montañosas. Sir Robert Anderson destaca que este período de conflicto también simboliza la lucha espiritual de Israel para permanecer fiel a Dios en medio de influencias paganas2. El Reino Unido de Israel: David y Salomón El establecimiento del reino de David alrededor del año 1000 a.C. marcó un punto de inflexión en la historia de Israel. David logró consolidar las tribus israelitas y crear un reino unido. Bajo su liderazgo, Israel experimentó un período de expansión territorial y seguridad militar. David también capturó Jerusalén y la estableció como la capital religiosa y política de Israel. Esta acción tenía un 63 gran significado simbólico y teológico, ya que Jerusalén se convertiría en el centro de la adoración a Yahvé. El reinado de Salomón (970-931 a.C.), el hijo de David se destacó por la construcción del Templo de Jerusalén, un evento crucial tanto desde una perspectiva religiosa como política. En el contexto del antiguo Oriente Próximo, la construcción de templos monumentales estaba asociada con la legitimación divina del poder real. El Templo simbolizaba la presencia de Dios entre su pueblo y consolidaba Jerusalén como el centro espiritual de la nación. J. Dwight Pentecost observa que la época de David y Salomón representa un anticipo del futuro Reino Mesiánico, en el que Cristo gobernará sobre una Jerusalén restaurada y glorificada3. El Exilio Babilónico y la Restauración Uno de los eventos más traumáticos en la historia de Israel fue la conquista de Jerusalén por los babilonios en el 586 a.C., que resultó en la destrucción del Templo y el exilio de gran parte de la población a Babilonia. Este exilio duró aproximadamente 70 años y fue un punto crucial en la formación de la identidad judía. Durante este tiempo, los profetas como Ezequiel y Daniel proclamaron mensajes de esperanza, enfatizando la restauración futura de Israel y la venida del Mesías. El retorno del exilio bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías y la reconstrucción del Templo en el 516 a.C. marcaron el comienzo del período del Segundo Templo. Aunque Israel volvió a habitar la tierra, nunca recuperó la independencia política plena. Este contexto de dominio extranjero, primero bajo los persas, luego bajo los griegos y finalmente los romanos, influyó profundamente en las expectativas mesiánicas de Israel. C. I. Scofield señala que el exilio babilónico y la subsiguiente restauración tipifican el alejamiento de Israel de Dios debido a su pecado, y su futura restauración completa en el Reino Milenial4. La Época del Nuevo Testamento: El Imperio Romano y el Surgimiento del Cristianismo El nacimiento de Jesús tuvo lugar en un momento en el que Israel estaba bajo la dominación romana, aproximadamente en el 4 a.C. El Imperio Romano controlaba gran parte del mundo conocido, y Palestina era una provincia bajo el gobierno directo de procuradores romanos, como Poncio Pilato. Roma permitía cierto grado de autonomía religiosa, lo que permitió que los judíos continuaran practicando su fe. Sin embargo, el control político y la carga fiscal impuesta por Roma causaron gran descontento entre la población judía, lo que contribuyó al clima de tensión y expectativas mesiánicas. El movimiento cristiano nació en este contexto, con Jesús proclamando el Reino de Dios (ἡ βασιλεία τοῦ Θεοῦ, hē basileia tou Theou) y presentándose como el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento. Sin embargo, fue rechazado por gran parte del liderazgo judío, lo que llevó a su crucifixión. John F. Walvoord interpreta este rechazo como parte del plan soberano de Dios para incluir a los gentiles en su plan de salvación5. El apóstol Pablo, en sus cartas, específicamente en Romanos 911, articula cómo la inclusión de los gentiles es parte del misterio revelado en Cristo, y cómo Israel aún tiene un papel futuro en la escatología divina. 64 Notas 1. 2. 3. 4. 5. Carvallosa, Evis. El Plan Maestro de Dios. Miami: Editorial Vida, 1986. ↩ Anderson, Sir Robert. The Coming Prince. Grand Rapids: Kregel Publications, 1957. ↩ Pentecost, J. Dwight. Things to Come. Grand Rapids: Zondervan, 1964. ↩ Scofield, C. I. Scofield Reference Bible. New York: Oxford University Press, 1909. ↩ Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩ 65 Teología sistemática: Integrar la doctrina de Israel en el sistema teológico general. La teología sistemática busca organizar las doctrinas bíblicas en un sistema coherente que refleje la revelación de Dios desde una perspectiva global. En este marco, la doctrina de Israel ocupa un lugar clave dentro de las categorías teológicas, como la soteriología, la eclesiología y la escatología. La correcta comprensión del papel de Israel en el plan divino es esencial para integrar el mensaje de las Escrituras de manera completa y armoniosa. La Relación entre Israel y la Iglesia: Continuidad y Discontinuidad Una de las cuestiones más debatidas dentro de la teología sistemática es la relación entre Israel y la Iglesia. Existen dos enfoques principales que buscan resolver esta cuestión: la teología del pacto y el dispensacionalismo. La teología del pacto, como la desarrollada por autores reformados como Herman Bavinck y Louis Berkhof, sostiene una continuidad entre Israel y la Iglesia. Según esta perspectiva, la Iglesia es la continuación del verdadero Israel y hereda las promesas del pacto abrahámico en su forma espiritual, lo que se conoce comúnmente como la teología de la sustitución (también llamada supersesionismo). Por otro lado, el dispensacionalismo, que ha sido promovido por teólogos como C. I. Scofield, Lewis Sperry Chafer y John F. Walvoord, sostiene una distinción clara entre Israel y la Iglesia. En esta visión, Israel tiene un papel separado y específico dentro del plan de redención de Dios, y sus promesas aún están vigentes para el futuro, particularmente en el reino milenial. Esta perspectiva subraya que, aunque la Iglesia es el pueblo de Dios en la era presente, Israel sigue siendo el pueblo escogido que cumplirá un papel especial en los últimos tiempos, tal como se detalla en Romanos 11:26: "Y así todo Israel será salvo" (pás Israel sōthēsetai). Charles Ryrie sostiene que el dispensacionalismo ofrece una visión coherente de la relación entre Israel y la Iglesia al mantener la distinción entre las diferentes economías a través de las cuales Dios ha trabajado a lo largo de la historia1. Israel en la Soteriología: La Salvación de los Judíos La cuestión de la salvación de Israel ha sido objeto de intensa discusión teológica. La enseñanza del Nuevo Testamento, especialmente en las cartas de Pablo, muestra que la salvación es por fe tanto para judíos como para gentiles. En Romanos 10:12-13, Pablo afirma que no hay diferencia entre judíos y gentiles en términos de salvación, ya que "todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (pás hos an epikalēsetai to onoma kyriou sōthēsetai). Sin embargo, Romanos 11 presenta un panorama más amplio, donde Pablo explica que Israel ha sido temporalmente endurecido para que los gentiles puedan entrar en el plan de salvación, pero que al final, todo Israel será salvo. John F. Walvoord interpreta este pasaje como una afirmación de que la restauración nacional y espiritual de Israel ocurrirá en el futuro, cumpliendo las promesas del pacto abrahámico y davídico2. El dispensacionalismo sostiene que en el reino milenial, Israel experimentará una renovación espiritual, y las promesas de salvación hechas a los patriarcas se cumplirán en su plenitud. Este es un elemento clave dentro de la escatología dispensacionalista, que proyecta una restauración final de Israel como un pueblo redimido bajo el reinado de Cristo. 66 Israel y la Eclesiología: ¿Una Iglesia o Dos Pueblos? La doctrina de la Iglesia en la teología sistemática está intrínsecamente ligada a la cuestión de Israel. Aquellos que sostienen una visión covenantal tienden a ver a la Iglesia como el "nuevo Israel", afirmando una continuidad entre el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y la Iglesia en el Nuevo Testamento. En este sentido, la Iglesia ha reemplazado a Israel como el instrumento de Dios en la redención del mundo. Sin embargo, el dispensacionalismo distingue entre Israel y la Iglesia como dos entidades separadas en el plan de Dios. Paul Henebury argumenta que esta separación es esencial para entender las diferentes promesas y pactos en las Escrituras. Israel fue elegido por Dios para ser un pueblo especial, con un propósito particular en la historia, mientras que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, compuesto tanto por judíos como por gentiles3. Esta visión mantiene que Israel sigue teniendo un futuro como nación dentro del plan redentor de Dios. Efesios 2:14-16 describe cómo Cristo ha derribado la pared de separación entre judíos y gentiles, creando un "nuevo hombre" (kainos anthrōpos) en Cristo. Sin embargo, los dispensacionalistas interpretan esto como una unidad espiritual en la Iglesia, sin negar las promesas terrenales y nacionales hechas a Israel. Escatología: El Futuro de Israel La escatología es el área de la teología sistemática que más directamente afecta la doctrina de Israel. Según el dispensacionalismo, la historia está dividida en dispensaciones o períodos específicos, y en el futuro, después del rapto de la Iglesia, Dios retomará su trato directo con Israel. John F. Walvoord y Dwight Pentecost sostienen que el reino milenial será el tiempo en el que Israel será restaurado a su lugar de privilegio, y Cristo reinará desde Jerusalén sobre el mundo4. Este enfoque escatológico destaca la centralidad de Israel en el plan de Dios para el fin de los tiempos. En Zacarías 14:9, se predice que "el Señor será rey sobre toda la tierra", lo que muchos intérpretes dispensacionalistas ven como una referencia al reinado literal de Cristo sobre Israel y el mundo desde Jerusalén. Notas 1. Ryrie, Charles C. Dispensationalism Today. Chicago: Moody Press, 1965. ↩ 2. Walvoord, John F. Israel in Prophecy. Grand Rapids: Zondervan, 1962. ↩ 3. Henebury, Paul Martin. The Word of God and the Christian Life. Minneapolis: Christian Focus Publications, 2010. ↩ 4. Pentecost, J. Dwight. Things to Come: A Study in Biblical Eschatology. Grand Rapids: Zondervan, 1958. ↩ 67 Apologética: Defender la posición bíblica frente a críticas y objeciones. La apologética, como disciplina teológica, tiene el propósito de defender la fe cristiana frente a críticas y objeciones, utilizando argumentos racionales, bíblicos e históricos. En cuanto a la doctrina de Israel, surgen varias críticas y objeciones, tanto dentro como fuera del ámbito cristiano, que necesitan una respuesta sólida basada en la revelación bíblica. La tarea apologética en este campo implica abordar cuestiones relacionadas con la elección de Israel, la relación entre Israel y la Iglesia, y el futuro escatológico del pueblo judío, entre otras. La Elección de Israel: ¿Es Justo que Dios Elija a un Pueblo? Una de las objeciones más comunes a la doctrina bíblica sobre Israel es la crítica de que la elección divina de un pueblo específico es injusta o arbitraria. La idea de que Dios seleccionara a Israel para un propósito especial, dejando de lado a otras naciones, ha sido vista por algunos críticos como una muestra de favoritismo. Sin embargo, la elección (ἐκλογή, eklogē) de Israel no debe interpretarse como una preferencia inmerecida o arbitraria, sino como parte del plan soberano de Dios para bendecir a todas las naciones a través de un pueblo particular. En Deuteronomio 7:6-8, Dios explica que no eligió a Israel por ser una nación grande o poderosa, sino por su amor y fidelidad al pacto con los patriarcas. Lewis Sperry Chafer afirma que la elección de Israel es parte del despliegue progresivo del plan de redención, comenzando con Abraham y culminando en Cristo1. Esta elección tiene una finalidad universal, ya que por medio de Israel vendría el Mesías, quien traería salvación no solo a los judíos, sino también a los gentiles (cf. Génesis 12:3, Efesios 2:11-22). Desde una perspectiva apologética, esta objeción se puede responder destacando que la elección de Israel no es una cuestión de superioridad, sino de responsabilidad y propósito divino. Como indica Charles Ryrie, Israel fue elegido no para ser superior, sino para ser un canal de bendición y un testimonio de la gracia de Dios2. La Relación entre Israel y la Iglesia: ¿Ha Reemplazado la Iglesia a Israel? Otra crítica frecuente proviene del campo de la teología de la sustitución o supersesionismo, que argumenta que la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan de Dios, y que todas las promesas hechas a Israel ahora son aplicables solo a la Iglesia. Según esta postura, los judíos ya no tienen un papel distintivo en el plan divino. Esta crítica es fundamental dentro de los debates teológicos, ya que afecta no solo la escatología, sino también la interpretación de la redención y la identidad del pueblo de Dios. El dispensacionalismo, defendido por teólogos como John F. Walvoord y C. I. Scofield, rechaza esta idea y sostiene que Dios tiene un plan separado y continuo para Israel. En Romanos 11:1-2, Pablo pregunta retóricamente si Dios ha desechado a su pueblo, a lo que responde: "¡De ninguna manera!" (mē genoito). Según Dwight Pentecost, la teología de la sustitución no puede sostenerse bíblicamente porque las promesas hechas a Israel, como las contenidas en los pactos abrahámico y davídico, son incondicionales y todavía tienen un cumplimiento futuro3. La apologética en este ámbito implica demostrar que la relación entre Israel y la Iglesia no es de reemplazo, sino de coexistencia dentro del plan soberano de Dios. Paul Henebury argumenta que tanto Israel como la Iglesia tienen roles distintivos en la economía divina, y que la fidelidad de 68 Dios a sus promesas a Israel asegura el cumplimiento futuro de sus pactos 4. El uso del término griego mystērion (μυστήριον) en Efesios 3:6 indica que la inclusión de los gentiles en el cuerpo de Cristo es una verdad que estaba oculta pero que no anula las promesas hechas a Israel. La Validez de las Profecías Mesiánicas: ¿Cumplió Jesús las Expectativas de Israel? Un desafío común tanto dentro del judaísmo como en círculos críticos se centra en la afirmación cristiana de que Jesús es el Mesías esperado por Israel. Los críticos sostienen que Jesús no cumplió con todas las profecías mesiánicas, especialmente aquellas que describen un rey que restauraría el reino de Israel y traería paz mundial (cf. Isaías 9:6-7, Zacarías 14). Desde una perspectiva cristiana, este tipo de objeción se responde aclarando la distinción entre las profecías que se refieren a la primera venida de Jesús como el Siervo sufriente (cf. Isaías 53) y aquellas que se cumplirán en su segunda venida como el Rey conquistador. Hal Lindsey afirma que muchas profecías sobre el Mesías tienen un cumplimiento dual, con parte de las profecías realizadas en la primera venida de Cristo y el resto a cumplirse en su regreso 5. Este enfoque es clave en la escatología dispensacionalista, que enseña que Cristo regresará para establecer su reino milenial sobre la tierra, cumpliendo así las expectativas mesiánicas restantes. Además, el uso del término griego parousía (παρουσία), que se refiere tanto a la segunda venida de Cristo como a su presencia real, es fundamental para entender cómo las Escrituras dividen las fases de la obra del Mesías. En Mateo 24:30, se habla de la futura "venida en las nubes" de Jesús, lo que representa la consumación de las promesas mesiánicas. El Futuro de Israel: ¿Qué Lugar Tiene en la Escatología Cristiana? Finalmente, una de las objeciones que enfrentan las doctrinas escatológicas relacionadas con Israel es si Israel aún tiene un papel especial en el futuro o si sus promesas ya se cumplieron en la Iglesia. Para los dispensacionalistas, la respuesta es clara: Israel tiene un lugar central en el plan escatológico de Dios. En Apocalipsis 7:4-8, se menciona explícitamente a 144,000 israelitas sellados de las doce tribus, lo que indica la participación futura de Israel en los eventos del fin de los tiempos. John F. Walvoord sostiene que, a lo largo de la historia, Dios ha sido fiel a su pacto con Israel y que los pactos: abrahámico, davídico y el nuevo pacto serán cumplidos de manera literal en el futuro reino milenial6. Este argumento es crucial en la apologética escatológica, ya que defiende que las promesas a Israel no han sido anuladas ni transferidas a la Iglesia, sino que aún están vigentes. Notas 1. Chafer, Lewis Sperry. Systematic Theology. Dallas: Dallas Seminary Press, 1948. ↩ 2. Ryrie, Charles. Dispensationalism Today. Chicago: Moody Press, 1965. ↩ 3. Pentecost, J. Dwight. Things to Come: A Study in Biblical Eschatology. Grand Rapids: Zondervan, 1958. ↩ 4. Henebury, Paul Martin. The Word of God and the Christian Life. Minneapolis: Christian Focus Publications, 2010. ↩ 5. Lindsey, Hal. The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩ 6. Walvoord, John F. The Millennial Kingdom. Grand Rapids: Zondervan, 1959. ↩ 69 Perspectivas contemporáneas: Presentar las diversas interpretaciones y debates actuales. El debate sobre el papel de Israel en el plan de Dios y su relación con la Iglesia sigue siendo una cuestión central en la teología contemporánea. A lo largo de los siglos, las interpretaciones de los textos bíblicos que tratan sobre Israel han evolucionado, lo que ha generado una diversidad de enfoques teológicos. En esta sección, analizaremos algunas de las principales perspectivas contemporáneas, como el dispensacionalismo progresivo, la nueva perspectiva sobre Pablo y la teología del pacto, entre otras. Dispensacionalismo Progresivo: Una Revisión Moderna El dispensacionalismo progresivo surge como una revisión del dispensacionalismo clásico. Teólogos como Craig Blaising y Darrell Bock abogan por un enfoque que aún mantiene una distinción entre Israel y la Iglesia, pero que enfatiza más la continuidad en la historia redentora de Dios. Según esta perspectiva, hay un solo pueblo de Dios, compuesto tanto por judíos como por gentiles, que participan en los beneficios del nuevo pacto. Sin embargo, Dios sigue teniendo un plan específico para Israel en el futuro. A diferencia del dispensacionalismo clásico, que ve una distinción rígida entre las dispensaciones, el progresivo reconoce una mayor interacción entre las diferentes etapas del plan de Dios. Esto se refleja, por ejemplo, en la forma en que los gentiles son ahora partícipes de las promesas hechas a Abraham (cf. Gálatas 3:29), aunque sin negar el papel futuro de Israel en el cumplimiento de las promesas nacionales y terrenales. En palabras de Darrell Bock, el reino milenial será la consumación de las promesas de Dios a Israel, pero en un contexto donde también participarán los gentiles como parte del "nuevo hombre" creado en Cristo1. La Nueva Perspectiva sobre Pablo: Desafiando las Interpretaciones Tradicionales La nueva perspectiva sobre Pablo, promovida por teólogos como E.P. Sanders, James Dunn y N.T. Wright, ha generado un profundo debate en la teología contemporánea respecto al entendimiento de la ley y la relación entre judíos y gentiles en la iglesia primitiva. Esta escuela de pensamiento cuestiona las interpretaciones tradicionales de las cartas de Pablo, particularmente en lo que se refiere a la justificación y el papel de la Torá en la vida de los creyentes. Según esta perspectiva, la interpretación clásica de la justificación por fe ha sido mal entendida. N.T. Wright sostiene que Pablo no estaba simplemente argumentando contra el legalismo judío, sino que su principal preocupación era la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios sin la necesidad de que estos se sometieran a la ley mosaica. En este sentido, la nueva perspectiva se centra en la idea de que la justificación es, en gran parte, una cuestión de identidad del pueblo de Dios y de cómo los gentiles son incluidos en el pacto a través de la fe en Cristo2. Este enfoque ha sido criticado por algunos teólogos evangélicos, quienes argumentan que la nueva perspectiva minimiza la doctrina clásica de la justificación por gracia mediante la fe y diluye las diferencias entre la ley y el evangelio. Sin embargo, la influencia de esta interpretación ha llevado a un renovado interés en la relación entre Israel y los gentiles en el plan de salvación. Teología del Pacto: Continuidad y la Iglesia como Nuevo Israel En contraste con el dispensacionalismo, la teología del pacto sostiene que hay una continuidad completa entre Israel y la Iglesia. Según esta escuela, los pactos bíblicos —el pacto de obras, el 70 pacto de gracia y el pacto de redención— forman la base de la relación de Dios con la humanidad. En este marco, Israel es considerado como la iglesia del Antiguo Testamento, y la Iglesia del Nuevo Testamento es vista como la continuación del verdadero Israel. Autores como Louis Berkhof y Anthony Hoekema sostienen que las promesas hechas a Israel en el Antiguo Testamento se cumplen espiritualmente en la Iglesia, el "nuevo Israel". Por ejemplo, las promesas del pacto abrahámico sobre la descendencia y la tierra son interpretadas como cumplidas de manera espiritual en la Iglesia, con la tierra representando la herencia celestial (cf. Hebreos 11:16) y la descendencia como la comunidad de todos los creyentes3. Esta perspectiva ha sido objeto de debate entre los dispensacionalistas y aquellos que sostienen una visión más literal de las promesas del Antiguo Testamento. Michael Vlach, un defensor del dispensacionalismo argumenta que la teología del pacto niega la naturaleza literal y futura de las promesas hechas a Israel, al espiritualizar las profecías que tratan sobre la restauración de Israel4. Sionismo Cristiano: La Teología y el Apoyo Político a Israel Otro debate contemporáneo relevante es el del sionismo cristiano, que combina un enfoque teológico con el apoyo político al Estado moderno de Israel. Los sionistas cristianos creen que la creación del Estado de Israel en 1948 es un cumplimiento profético de las Escrituras y que Dios aún tiene un propósito especial para el pueblo judío en su tierra. Esta perspectiva ha sido promovida por figuras como Hal Lindsey y John Hagee, quienes ven eventos actuales en el Medio Oriente como señales de los tiempos finales descritos en las Escrituras5. Los críticos de esta postura, tanto dentro como fuera de la teología cristiana, argumentan que el sionismo cristiano puede llevar a una interpretación equivocada de los textos bíblicos, particularmente en lo que se refiere a la escatología. Además, se señala que este enfoque puede tener implicaciones éticas y políticas complicadas, ya que a menudo se asocia con el apoyo incondicional a las políticas del Estado de Israel, independientemente de las consideraciones de justicia social o política hacia los palestinos. Apologética Contemporánea: Defendiendo el Lugar de Israel en el Plan de Dios La defensa de la doctrina bíblica sobre Israel frente a las objeciones contemporáneas también implica abordar cuestiones relacionadas con la ética, la política y la interpretación bíblica. La tarea apologética en este campo consiste en mostrar que el apoyo teológico a Israel no se basa en una lectura literalista simplista, sino en una interpretación fiel de las promesas de Dios en el contexto de toda la revelación bíblica. En un mundo donde el antisemitismo sigue siendo una realidad, la apologética cristiana debe defender el derecho del pueblo judío a existir y a cumplir su papel en el plan de Dios sin caer en actitudes de hostilidad hacia otras naciones. David Guzik subraya que la promesa de Dios de bendecir a quienes bendigan a Israel (cf. Génesis 12:3) sigue vigente y que los cristianos deben abogar por la paz, la justicia y la reconciliación, tanto entre judíos y árabes como en la relación entre judíos y gentiles en la Iglesia6. 71 Notas 1. Bock, Darrell L., and Craig A. Blaising. Progressive Dispensationalism. Grand Rapids: Baker Books, 1993. ↩ 2. Wright, N.T. What Saint Paul Really Said: Was Paul of Tarsus the Real Founder of Christianity? Grand Rapids: Eerdmans, 1997. ↩ 3. Berkhof, Louis. Systematic Theology. Grand Rapids: Eerdmans, 1939. ↩ 4. Vlach, Michael J. Has the Church Replaced Israel? Nashville: B&H Academic, 2010. ↩ 5. Lindsey, Hal. The Late Great Planet Earth. Grand Rapids: Zondervan, 1970. ↩ 6. Guzik, David. Commentary on the Bible. Enduring Word Media, 2001. ↩ 72 73 BIBLIOGRAFÍA Anderson, R. (1895). The Coming Prince. London: Hodder & Stoughton. Baker, C. F. (1962). Dispensational Theology. Grand Rapids: Grace Bible College. Berkhof, L. (1939). Systematic Theology. Grand Rapids: Eerdmans. Blaising, C. A., & Bock, D. L. (1993). Progressive Dispensationalism. Grand Rapids: Baker Books. Bonhoeffer, D. (1995). The Cost of Discipleship. New York: Touchstone. Carvallosa, E. (1998). Comentario a las epístolas de Juan y Judas. Miami: Editorial Patmos. Chafer, L. S. (1948). Systematic Theology (Vols. 1-8). Dallas: Dallas Theological Seminary Press. Darby, J. N. (1867). Synopsis of the Books of the Bible. London: G. 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