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A Rodolfo Gil Grimau, amigo

2008, Diálogo Mediterráneo

Localización: Diálogo Mediterráneo, ISSN 1578-6579, Nº. 48, 2008, págs. 55

A Rodolfo Gil Grimau, amigo Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto escribo. ANTONIO MACHADO E s difícil creer que Rodolfo no esté ya entre nosotros. Dos meses hace que nos dejó, un 30 de julio, cuando ninguno esperábamos su muerte. Acababa de pasar por unos momentos difíciles, pero su fuerte carácter, sus enormes ganas de vivir, su gran apego a la vida le hicieron superarlos, y estaba de nuevo lleno de fuerzas y de proyectos. Pocos días antes de su muerte me comentaba, con la misma voz de siempre, con idéntico aplomo, la enorme cantidad de trabajo que tenía por delante. Los días pasados en el hospital habían hecho que se le acumularan las pruebas de imprenta de varios libros y artículos, y desde luego no pensaba renunciar a sus compromisos a participar en diferentes congresos y reuniones a las que debía asistir, presentando los resultados de sus últimos trabajos. Nunca le asustaron ni los viajes ni los retos. Rodolfo fue siempre un erudito, un excelente lector, un hombre reflexivo, crítico, con posturas muy marcadas. Buen conversador, gustaba de imponer sus criterios, fruto de largas horas de reflexión. Le gustaba discutir, plantear temas polémicos y entrar en un diálogo siempre fructífero para ambas partes. Buen amigo de sus amigos, y hombre orgulloso de los suyos, de su estirpe, de su biografía y de su genealogía. Su vida estuvo siempre vinculada al mundo árabe, donde pasó su infancia entre Egipto, Argelia y Marruecos. Ya en España, fue alumno y compañero de estudios de los principales arabistas españoles. Pasó buena parte de su vida en El Cairo, como director del Centro Cultural Hispánico, instalándose posteriormente en Marruecos, donde dirigió el Centro Cultural Español de Rabat, luego el de Tetuán, que más adelante se convertiría en Instituto Cervantes. Los muchos años pasados por Rodolfo en Marruecos fueron tiempos de gran vitalidad, de mucha creación, conoció a las personalidades fundamentales del momento, participaba en todos los foros y era un personaje imprescindible en el mundo de la cultura, de las artes y de la política de esta zona norte del país vecino. Su siguiente destino fue Lisboa, donde, en 1992, fue nombrado director del Instituto Cervantes de esta ciudad. Unos años después, Rodolfo sufrió un brutal accidente con graves secuelas que, en principio, pareció que le cambiaría la vida. Sin embargo, la entereza, la energía, el orgullo y la constancia de este hombre luchador lo hicieron salir adelante. A pesar de que su cuerpo sufrió un duro golpe, sacó siempre fuerzas, mes tras mes, año tras año, y fue superando sus dificultades de movimiento, y lo vimos progresar poco a poco, orgulloso y siempre con la cabeza bien alta, con las ideas muy claras, y con unas enormes ganas de seguir luchando, de seguir viviendo y, sobre todo, de seguir escribiendo. Su merma en el movimiento físico nunca supuso un deterioro de sus facultades como creador, como pensador, como crítico, como conversador. Varios libros, entre ellos una novela que tuve el honor de que me dedicara, y un gran número de artículos escritos en esos años dan prueba de su enorme capacidad creativa, de su frescura y de su excelente estado intelectual. Aparte de diversas obras en prensa que sus hijos están revisando para que en breve vean la luz. Rodolfo me demostró, nos demostró siempre, ser un excelente amigo. Generoso, compartía sus ideas, sus ilusiones, e implicaba a los que estábamos a su alrededor en los proyectos que se le iban ocurriendo continuamente. Porque todos los terrenos eran objeto de su curiosidad en mayor o menor medida, aunque los moriscos ocuparan ahora (y desde siempre) el centro de su atención. Esa gran curiosidad hacia todos los aspectos de la vida llevaron a Rodolfo a cultivar diferentes artes. Además de su extenso currículum como investigador, ha dejado una colección de cuadros excelentes, de sugerentes imágenes plasmadas a óleo y a plumilla, o acrílicos de gran calidad. También su literatura de creación merece un capítulo aparte. Ya he mencionado alguna de sus novelas. Ha reunido también algunas colecciones de cuentos orales que son una referencia clásica para todo el que quiera estudiar la narrativa popular marroquí; por no hablar de su magna Aproximación a una bibliografía española sobre el norte de África, obra de consulta imprescindible. Quiero, para terminar, y con lágrimas en los ojos, despedirme de Rodolfo, amigo, con un poema que él mismo escribió en 1989, y que incluyó en un cuaderno inédito que tituló Poemas de la anulación y de la creación. Hizo 32 ejemplares del mismo en fotocopias, y yo conservé el mío como un verdadero tesoro. Nunca pensé que utilizaría este poema para despedirme de él, porque nunca pensé en su muerte. Porque Rodolfo, lo sé, nunca pensó que también para él llegaría ese día: … Y nada hay que impida al hombre, os digo y lo repito, sentirse libre aunque sea dentro del ataúd o de la cárcel. Cuando extiendo mi cuerpo sobre el suelo o pongo a lavar mi alma en el alero del sol, una rara plenitud me hace reír. Rompiendo esquinas para avanzar claro: el salto hacia la luz tiene que hacerse vacío de equipaje, limpio y acompañado de Dios, digan lo que digan. Con una sonrisa y un bostezo porque mi carne es joven, os dejo para algún día vernos bajo las banderas del Hombre… Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto escribo, decía Machado. Rodolfo nos ha dejado sus muchos escritos, pero también sus sonrisas, su imagen siempre elegante, sus dibujos, su recuerdo, sus historias. Y poemas como este, que nos regaló con la misma generosidad de siempre. Gracias, Rodolfo, amigo. 䡺 LOLA LÓPEZ ENAMORADO Diálogo Mediterráneo 48 55