CRISTIANISMO Y RELIGIONES
JOSÉ MORALES
Cuestiones a las que debe responder una teología de las religiones,
elaborada desde una perspectiva cristiana. 1.1. Método y finalidad. 1.2. Valor
salvífica de las religiones. 1.3. La cuestión de la verdad. 1.4. La cuestión de Dios.
1.5. El debate cristológico. 1.6. Misión y didlogo interreligioso. 2. Presupuestos
teológicos fondamentales. 2.1. La iniciativa del Padre en la salvación (nn. 28-31).
2.2. La única mediación de jesús (nn . 32-49). 2.3. La universalidad del Espíritu
Santo (nn. 50-61). 2.4. "Ecclesia, Universale Salutis Sacramentum» (nn. 62-79). 3.
Delineación de una teologla de las religiones. 3.1. Valor salvífica de las religiones.
3.2. La cuestión de la Revelación. 3.3. La Verdad como problema entre la teología
de las religiones y la posición pluralista. 3.4. Didlogo interreligioso y misterio de
salvación.
SUMARIO: l.
1. Cuestiones a las que debe responder una teología de las religiones,
elaborada desde una perspectiva cristiana
La Comisión Teológica Internacional ha elaborado recientemente
un extenso documento sobre la relación entre el Cristianismo y las
demás religiones, asunto que ocupa un lugar cada vez más destacado en
la reflexión teológica de los últimos años, así como en la atención de la
Iglesia.
El texto ha sido publicado por primera vez en versión italiana a
comienzos del año en curso l. El estudio del tema había sido propuesto
con gran mayoría por los miembros de la Comisión, en la que se formó
una subcomisión, compuesta por Norberto Strotmann MSC (Obispo
1. La Civiltá Cattolica 1997 1, 146-183.
SCRIPTA THEOLOGlCA 30 (1998/2) 405-438
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auxiliar de Lima), Barthélemy Adoukonou (teólogo nigeriano), Jean
Corbon (sacerdote francés, experto en el Islam), Mario de Franc;a
Miranda SJ (teólogo brasileño), Ivan Golub (teólogo croata), Herman J.
Pottmeyer (profesor en la Facultad de Teología católica de Münster),
Andrzej Szostek (profesor de Teología en la Universidad polaca de
Lublin), y Luis F. Ladaria SJ (profesor de la Universidad Gregoriana, que
actuó como presidente de la subcomisión).
Las discusiones generales se desarrollaron en numerosas reuniones
de la subcomisión, y en sesiones plenarias de la Comisión Teológica
Internacional, a lo largo de los años 1993, 1994, Y 1995. El texto del
documento fue aprobado de forma specifica el 30 de septiembre de 1996,
y sometido luego al Cardenal J. Ratzinger, Presidente de la Comisión,
que autorizó su publicación.
La elección del tema -Cristianismo y Religiones- resulta particularmente oportuna si tenemos en cuenta a) el gran número de documentos magisteriales que lo han considerado expresamente a partir de
los años sesenta 2; b) la extensa producción teológica de estos decenios,
que no tiene por el momento visos de remitir 3; y c) la importancia de las
cuestiones teóricas y prácticas que las religiones plantean a la teología y
a las actitudes cristianas.
Todo converge en la gran cuestión de cómo valora las religiones la
Iglesia católica. Las reflexiones del documento «tienen como principal
objeto elaborar algunos principios teológicos que ayuden a esa valoración» (n. 3), sin perder de vista que se intenta también facilitar y vertebrar el diálogo interreligioso (n. 105).
2. Deben mencionarse principalmente los siguientes: Los documentos conciliares
Lumen Gentium (1-3,8,13-17), Gaudium et Spes (22,41), Ad Gentes, Nostra Aetate, y
Dignitatis humanae; la Encíclica Ecclesiam Suam (1964) de Pablo VI, y su Exhortación
Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975); las Encíclicas de Juan Pablo 11 Redemptor hominis (1979), Dominum et Vivificantem (1986) y Redemptoris Missio (1990), así como la
Exhortación apostólica Ecclesia in Africa (1995); y los documentos titulados La actitud
de la Iglesia frente a los seguidores de otras religiones (marzo 1984: Secretariatus pro non
christianis, Bulletin n. 56, 1984, 185-200) Y Diálogo y Anuncio. Reflexiones y orientaciones sobre el Diálogo Interreligioso y el Anuncio del Evangelio de jesucristo (mayo 1991.
Id. n. 77, 1991, 153-302).
3. La bibliografía más importante hasta 1991 está publicada por Angelo Amato en
Bulletin 1992, n. 80, 224-262.
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CRlSTIANISMO y RELIGIONES
Llama tal vez la atención, de modo inmediato, el título del documento, que no emplea ya la expresión consagrada de «religiones no cristianas», y habla sencillamente de religiones. Esta terminología se ha
impuesto en los últimos años, y puede decirse que se usa hoy casi sin
excepciones. El lenguaje clásico sigue ciertamente contenido de modo
indirecto en el titulo, dado que la única religión que se relaciona con las
demás es precisamente el Cristianismo. El factor común de las otras religiones es así el hecho de no ser la religión cristiana. Pero el uso de una
terminología más distendida aspira sin duda a facilitar el diálogo religioso, y sobre todo a sugerir que la característica principal de las religiones mundiales no se agota en su carácter no-cristiano.
El documento se estructura en una Introducción, tres grandes
apartados, y una Conclusión. Los tres apartados se titulan: 1) Teología
de las Religiones: status quaestionis (4-26); 2) Los presupuestos teológicos fundamentales (27-79); y 3) Algunas consecuencias para una teología cristiana de las religiones (80-113).
Propósito central del documento es ofrecer ideas-guía o elementos
básicos para la elaboración de una teología de las religiones (no cristianas),
establecer el alcance conceptual de esos elementos, a veces discutido, e
indicar el modo en que deben articularse o relacionarse unos con otros.
En este sentido, el texto presenta una notable unidad. Hay una descripción de la situación tal como viene indicada por la experiencia. Esta situación y las cuestiones ineludibles que plantea se analizan desde un conjunto de principios teológicos que se juzgan imperativos. Y se extraen finalmente algunas conclusiones teóricas y prdcticas, que deben proporcionar criterios de fondo, a la vez que informan actitudes y comportamientos.
El apartado primero enumera seis cuestiones a las que debe responder una teología de las religiones, elaborada desde una perspectiva cristiana. Se refieren a 1) método y finalidad; 2) valor salvífica de las religiones; 3) cuestión de la verdad; 4) cuestión de Dios; 5) debate cristológico; y 6) misión y diálogo interreligioso.
1.1. Método y finalidad
Se indica al principio que «la teología de las religiones» no presenta
en la actualidad un estatuto epistemológico, y en definitiva científico,
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JOSÉ MORALES
bien definido (n. 4). Si la ha tenido alguna vez, la expresión no encierra
hoy una significación precisa y pacífica. En su uso ordinario hasta los
años sesenta, la teología de las religiones se hacía casi exclusivamente por
cristianos y desde un punto de vista cristiano. Esta situación se ha modificado sensiblemente, sin que por ello haya ganado en claridad o adquirido una manera de proceder in discutida.
Numerosos autores piensan que no se ha elaborado aún una teología de las religiones digna de ese nombre, que tenga en cuenta las coordenadas geográficas, históricas, y propiamente religiosas de nuestra época. Se
dice que la teología de las religiones conocida en el ámbito católico ha
sido una teología particular construida en función de una religión particular.
El documento no se plantea directamente estas cuestiones y se
limita a mencionar las dos líneas preconciliares más conocidas en el
campo católico, que es en realidad el único que se ha aplicado a la elaboración de una teología de las religiones.
Las dos corrientes aludidas son las representadas, de un lado, por
J. Daniélou y H. de Lubac, y de otro por K. Rahner.
Jean Daniélou se ocupó intensamente de las religiones y su relación con el Cristianismo por lo menos desde 1946, año en que publica
Le Mystere du SaLut des Nations 4 • Henti de Lubac se interesó por el tema
de las religiones ya antes de publicar CathoLicisme (1938), libro del que
surgen en alguna medida casi todas sus obras importantes. De Lubac dio
forma a muchas de sus ideas sobre teología de las religiones en la monografía Le fondement théoLogique des missions, escrita en 1940 y publicada
en 1941 5 •
4. Otros escritos importantes de DANIÉLOU sobre el mismo tema son Le Probleme
théologique des Religions non chretiennes, Archivio di Filosofia, Roma 1956, 209-233; El
Dios de las religiones, en Dios y nosotros, cap. Primero, Madrid 1957, 1961; y Christianisme et Religions non chretiennes, Théologie d'Aujourd'Hui et de Demain, Paris 1967, 6579.
Cfr. R.E. VERASTEGUI, Christianisme et religiom no~chretis:
analyse de la «tendance Daniélou», Euntes Docete 23, 1970,227-279; M. SALES, La théologie des religiom
non chretiennes, J. DANIÉLOU 1905/1974, París 1975, 37-56.
5. Bibliothéque de I'Union missionaire du Clergé de France, 3-29. Cfr. G. COFFELE,
De Lubac and the theologicalfoundation ofthe missions, Communio 23,1996,757-775;
N. ETEROVIC, Cristianesimo e refigioni secondo H de Lubac, Roma 1981.
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CRISTIANISMO Y RELIGIONES
El documento expone un tanto simplificadamente que, para
ambos autores, las religiones se fundan sobre la alianza con Noé, que
posee natutaleza cósmica y comporta una revelación de Dios en la naturaleza y en la conciencia. En cuanto que conservan elementos de esa
alianza bíblica universal, las religiones contienen valores positivos, pero
desprovistos como tales de fuerza salvífica.
Karl Rahner es el representante principal de otra línea de pensamiento, más desarrollada y especulativa, que no se elabora desde la historia salutis en sí misma, sino desde una antropología teológica particular 6 • En el marco de la oferta divina universal de gracia, que abarca a
toda la humanidad, el teólogo cristiano -dice Rahner- puede percibir
que las religiones, en cuanto expresiones sociales de las relaciones del
hombre con Dios, ayudan a sus seguidores a recibir con fe implícita la
gracia de Cristo, que es necesaria para la salvación. La apertuta al amor
del prójimo sería aquí la vía hacia el amor de Dios tal como lo predica
Jesús. Rahner considera que, desde estas premisas, podría afirmarse el
valor salvífica de las religiones, a pesar de los elementos de ignorancia,
pecado, y perversión que contienen (n. 4).
Lógicamente preocupado por la brevedad, el documento no contempla ni describe otros planteamientos, aunque las propuestas de los
tres autores citados (Daniélou, de Lubac, Rahner) corren más o menos
paralelas a otras desarrolladas en campo católico por teólogos como R.
GuardinF, Y. Congar 8 , H.R. Schlette9, J. Ratzinger lO , P. Rossano", W
Kasper 12, J. Dupuis 13, y G. D'Costa 14, entre otros.
6. Cfr. El Cristianismo y las religiones no cristianas (1961), Escritos de Teología,
Madrid 1964, 135-156.
7. Cfr. La esencia del Cristianismo, Madrid 1945.
8. Cfr. Amplio mundo mi parroquia. Verdad y dimensiones de la salvación, Estella
1965; Non-christian religions and Christianity, Documenta Missionaria 5, Roma 1972,
133-145.
9. Cfr. Die Religionen als thema der Theologie, Freiburg 1964.
10. Cfr. La Iglesia y el mundo no cristiano. El nuevo pueblo de Dios, Barcelona 1972,
357-446.
11. Cfr. Dialogo e annuncio cristiano. L'incontro con le grandi religioni, Cinisello Balsamo 1993.
12. Cfr. Absolutheit des Christentums, Freiburg, QD 79, 1977.
13. Cfr. jesucristo al encuentro de las religiones, Madrid 1991.
14. Cfr. Theology and religious Pluralismo The challenge olother religions, Oxford
1986.
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Puede decirse que el pensamiento protestante no ha elaborado,
por comprensibles motivos de fondo, una teología de las religiones propiamente dicha. Las actitudes tradicionales del protestantismo en contra de las religiones no cristianas se han reforzado, si cabe, en el siglo
XX, con motivo de la neta postura del influyente Karl Barth, que habla
de la Revelación y del Evangelio como crisis radical de toda religión.
Para Barth no existen puntos de contacto entre el mensaje cristiano
y las religiones. Cristo significa la abolición de la religión. Solo el Cristianismo es la verdadera religión, pero lo es a modo de «pecador justificado».
El hecho de que el Cristianismo haya sido «justificado» por Cristo, nada
tiene que ver con su condición de religión, que no es alterada en sí misma.
Ciertamente la doctrina barthiana no representa a todos los autores protestantes que se ocupan del tema. Ya en 1927, Paul Althaus había
pedido una teología de las religiones que permitiera abordar la relación
religiones-Cristianismo con criterios coherentes y abiertos 15.
Emil Brunner mantiene la convicción de que solamente en Cristo
puede hablarse de salvación. Pero distingue entre salvación y revelación,
y se anima a admitir la existencia de una revelación verdadera al margen
del Cristianismo. La llama «revelación entre los gentiles», «revelación original», o «creación-revelación». No derivaría en ningún caso de invención
humana, y representaría una acción de Dios a través de su Espíritu 16.
A pesar de todo, Paul Knitter podía escribir en 1973 que «la ausencia de una teología estructurada de las religiones no cristianas es todavía
evidente entre los pensadores protestantes» 17.
El examen de la recientemente publicada Teología Sistemdtica de
W. Pannenberg parece apoyar esta valoración. Pannenberg menciona
solo a las religiones como competidoras de las pretensiones de verdad
adelantadas por el Cristianismo, y no tiene en cuenta nuevas perspectivas sugeridas por el diálogo actual entre las religiones 18.
15. Cfr. Mission und Religionsgeschichte, Z5Th 5, 1927-28,550-590,722-736.
16. Cfr. Dogmatique 1, Genéve 1964, 111-127.
17. Cfr. What is German Protestant theology saying about the Non-christian Religions?
NZ5Th 15, 1973, 38. Cfr. del mismo autor Towards a Protestant theology 01 Religions,
Marburg 1974.
18. Cfr. Systematische Theologie, Bd2, Gottingen 1991, 9ss. Existe traducción española
de JA MARTINEZ CAMINO, Teologia Sistemdtica, vol. 2, Madrid 1996; J. ZEHNER, Der notwendige Dialog: die Weltreligionen in katholischer und evangelischer Sicht, Gütersloh 1992.
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CRlSTIANISMO y RELIGIONES
El documento previene contra la idea de intentar la elaboración de
una teología de las religiones «á partir de criterios que sean aceptados por
todos» (n. 6), es decir, a partir de criterios que deban considerarse neutrales. «Si la teología es fides quaerens intellectum -leemos- no se ve
como se pueda abandonar el "principio dogmático", o llevar adelante una
reflexión teológica adecuada prescindiendo de las propias fuentes» (id.).
Viene a decirse, por tanto, que una cierta actitud dogmática rectamente entendida constituye la condición de posibilidad más importante
para una teología cristiana de las religiones, que no debe tener únicamente en cuenta los imperativos prácticos del necesario diálogo interreligioso, ni apoyarse en una concepción meramente fenomenológica o
empírica de la religión. Es necesario partir de la Palabra de Dios, de la
Tradición, y de la fe global de la Iglesia.
«Una teología cristiana de las religiones -se afirma- tiene ante sí
diversos cometidos. Deberá esforzarse, en primer lugar, por comprender
y valorar el Cristianismo en el marco de una pluralidad de religiones, así
como reflexionar acerca de la verdad y universalidad que el Cristianismo
reivindica.
En segundo lugar, habrá de buscar el sentido, la función y el valor
propio de las religiones en la totalidad de la historia de la salvación. La
teología cristiana deberá finalmente estudiar y examinar las religiones
concretas y sus contenidos particulares, para confrontarlos con los contenidos de la fe cristiana. Es así necesario establecer criterios que permitan una discusión crítica de esos elementos, y una hermenéutica que los
interprete» (n. 7).
1.2. Valor salvífico de las religiones
El documento se interroga, en segundo término, acerca del alcance
soteriológico de las religiones, que considera en realidad el asunto central de la investigación teológica que quiere desarrollar. «La cuestión de
fondo es la siguiente: ¿son las religiones mediaciones de salvación para
sus seguidores?» (n. 8).
Esta cuestión no debe confundirse, como es bien sabido, con la
pregunta sobre la salvación de las personas individuales, que no son for411
)OSI! MORALES
malmente cristianas y no pertenecen visiblemente al Cristianismo. La
pregunta se refiere a la naturaleza y al alcance salvífico de las religiones
en sí mismas, consideradas de manera corporativa y global, como vías
para realizar o al menos facilitar el eterno destino de los hombres y mujeres que nacen, viven y mueren dentro de ellas.
La cuestión de la salvación individual de cada persona no ctistiana
es asunto que no presenta dificultades y que, en líneas generales, ha sido
respondido positivamente por la teología de la Iglesia 19.
Las respuestas a la pregunta sobre el valor salvífico de las religiones
son presentadas por nuestro documento mediante la tipología que, con
ligeras variantes, se ha impuesto en los últimos años. Esta tipología
-muy discutible e impugnada por bastantes autores- suele clasificar
las posturas en tres grandes grupos: exclusivista, inclusivista, y pluralista.
El documento no suscribe necesariamente esta tipología, y se limita a
usarla. La presenta unida a otra división tripartita empleada hoy habitualmente, que distribuye las posturas en eclesiocéntricas, cristocéntricas
y teocéntricas. Resulta así una división combinada de opciones, que pueden titularse «eclesiocentrismo exclusivista» (n. 10), «cristocentrismo
inclusivista» (n. 11), y «teocentrismo pluralista» (n. 12).
Los tres tírulos sugieren, en su origen, que las opciones eclesiocéntrica, cristocéntrica, y teocéntrica son, respectivamente, exclusivista,
inclusivista, y pluralista, de modo que los dos términos de cada opción
se atraen mutuamente y acumulan sus significados. No es ésta, sin
embargo, una interpretación que quiera asumir nuestro documento.
Tampoco se pronuncia sobre ella.
La llamada opción eclesiocéntrica-exclusivista sería el fruto de un
sistema teológico que los católicos ya no defienden, y que se basa en una
interpretación literal del principio clásico extra Ecclesiam nulla salus. Es
una opción que negaría la salvación de quienes no pertenecen visiblemente a la Iglesia (n. 10).
La opción cristocéntrica «acepta -según el documento- que
pueda haber salvación en las religiones, pero les niega autonomía salví-
19. Cfr. L. CAPÉRAN, Le Prob!eme du Salut des Infidéks, Toulouse 1912, 1934; Y. CONGAR,
¿No hay salvación fUera de la Igksia?, Amplio mundo mi pa"oquia, Estella 1963, 135-215.
412
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
fica, a causa de la unicidad y universalidad de la salvación en Jesucristo.
Esta posición -leemos- es sin duda la más común entre los teólogos
católicos, si bien existen diferencias entre ellos. Trata de conciliar la
voluntad salvífica universal de Dios con el hecho de que todo hombre se
realiza como tal en el seno de una tradición cultural, que tiene en la religión su máxima expresión y su fundamento último» (n. 11).
La llamada opción teocéntrica-pluralista (n. 12) se presenta por
sus autores -principalmente Paul Knitter 20 y John Hick 21 - como una
«revolución copernicana» en la teología de las religiones. El documento
afirma que «esta posición deriva, entre otros motivos, de una cierta mala
conciencia debida a la unión de la acción misionera del pasado con la
política colonial, aunque con olvido, a veces, del heroísmo que acompañó la acción evangelizadora».
Existe un teocentrismo o pluralismo en el que Jesucristo no es considerado constitutivo de la salvación, pero sí normativo para procurarla.
Es decir, «se reconoce en Jesucristo al mediador que mejor la expresa: el
amor de Dios se revela más claramente en su persona y en su obra, y le
hacen así paradigma respecto de los otros mediadores» (n. 12).
Una segunda variante de este teocentrismo pluralista no considera
a Jesús ni como constitutivo ni como normativo para la salvación de los
hombres.
La división tripartita usada en el documento es ampliada por algunos autores, que hablan de cinco y hasta de siete opciones 22 •
Estas clasificaciones encierran sin duda alguna utilidad, pero presentan el serio inconveniente de prejuzgar la cuestión, y de lastrar desde
el mismo origen los análisis teológicos basados en ellas. Las llamadas
20. Cfr. No other name? A Critical survey o/Christian attitudes toward the world religiom, Maryknoll, New York 1985; One earth many religiom, id. 1995.
21. Cfr. God and the Universe o/Faiths, London 1973, 1988; The Rainbow o/Faiths.
A Christian theology o/Religiom, Louisville 1995.
22. Cfr. A. AMATO, Jesús Christ, Lord and Saviour, and the Encounter with Religiom,
Bulletin 1992, n. 80, 219-223. Apoyado en una tipología de R. Niebuhr para describir
las relaciones entre Cristianismo y cultura profana (Christ and Culture, N. York 1951),
Amaro distingue cinco opciones: 1) Cristo contra las religiones: modelo exclusivista; 2)
Crisro en las religiones: modelo inclusivista; 3) Crisro sobre las religiones: modelo normativo; 4) Crisro con las otras religiones: modelo pluralista; 5) Religiones sin Crisro:
modelo liberacionista.
413
)0510 MORALES
posturas exclusivistas resultan de algún modo descalificadas en la
misma denominación que reciben, dado que el adjetivo exclusivista no
es científico, y equivale de hecho a insostenible, anacrónico, e intolerante.
Las opciones clasificadas bajo el título de inclusivistas contienen
tantas variantes y matices que se resisten a ser agrupadas bajo un mismo
encabezamiento.
Las posturas pluralistas tampoco forman unidad, y algunas de ellas
parecen exclusivistas en un sentido opuesto a las primeras, porque descalifican a priori, como anticuada y absolutista, una concepción coherente
del Cristianismo, y vienen a exigir la deconstrucción de su identidad
religiosa e histórica, como condiciones de posibilidad de la discusión
interreligiosa.
El pluralismo del que aquí se trata, es decir, la opción que considera a Jesucristo como un profeta o un mediador más entre los muchos
que pueblan el espacio religioso de la humanidad, ha sido severamente
criticado por numerosos autores contemporáneos, entre quienes pueden
mencionarse M. Dhavamony23, M. Seckler 24, J. Ratzinger 25, J.A. Di
Noia 26, w.P. Alston 27, G. D 'Costa 28, etc.
La opción pluralista no puede aspirar, ni lógica ni teológicamente,
a una implantación en el suelo de una teología cristiana que aspire a
conectar con sus raíces y mantenga su razón de ser. Los teólogos cristianos pueden y deben corregir y perfilar muchos puntos de vista tradicionales, así como modificar otros, para ser fieles a su propia verdad, y para
23. Cfr. The Christian Theology of interreligious Dialogue, Studia Missionalia 43,
1994, 61-94.
24. Cfr. Sind Religionen Heilswege?Stimmen der Zeir 186,1970,187-194; Theologie der Religionen mit Fragezeichen, ThQ 166,1986, 164-184; Synodos der Religionen.
Das «Ereignis vonAssisi», ThQ 169, 1989,5-24.
25. Cfr. Situaci6n actual de la fe y de la Teología, rOsservatore romano (ed. semanal
española) n. 44, 1.11 .1996, 564 s.
26. Cfr. The Diversity of Religions: A Christian perspective, Washington 1992; ¡esus
and the World Religions, Firsr Things, n. 54, 1995,24-28.
27. Cfr. Religious diversity and perceptual knowledge ofGod, Fairh and Philosophy 5,
1988,433-448; Perceiving God, Irhaca-London 1991,225-285.
28. Cfr. Theology and religious Pluralismo The chal/enge of other religions, Oxford
1986; Christian Uniqueness Reconsidered. The Myth of a Pluralistic Theology of religions,
Maryknoll, N. York 1990.
414
CRlSTIANISMO y RELIGIONES
facilitar el diálogo interreligioso. Pero no puede pedírseles la renuncia a
los aspectos fundamentales del Cristianismo como condición del diálogo de éste con las demás religiones. Si tal cosa ocurriera, el diálogo
mismo dejaría de tener sentido.
Una de las críticas más incisivas contra el pluralismo representado
por Knitter y Hick, es la apuntada por el citado católico indio Gavin
D'Costa. Afirma este autor que el gran axioma del pluralismo salvífico
- la voluntad salvífica universal de Dios- no puede ser sostenido de
manera inteligible, sin conceder alcance ontológico y normativo a los
acontecimientos revelatorios sobre los que aquel axioma se fundamenta, es decir, la Revelación de Dios en Jesucristo. Para D'Costa, un
teocentrismo normativo es inseparable de un cristocentrismo verdadero 29 •
La pregunta sobre el valor salvífico de las religiones, señalada al
comienzo de este apartado, espera aún respuesta nítida en la teología
cristiana, y desde luego en los documentos oficiales de la Iglesia. El
Concilio Vaticano 11 se ha ocupado expresamente del tema en la Declaración Nostra Aetate, y aludido a él en otros textos de las Constituciones Lumen Gentium, Gaudium et Spes, etc. El concilio significa un
avance patente en el modo de entender la relación del Cristianismo con
las demás religiones, especialmente por el intento y la voluntad conciliares de encontrar puntos positivos de contacto que permitan construir
una teología de las religiones abarcante, rigurosa y abierta. Se trata así
de una atmósfera completamente nueva, tanto anímica como teológicamente.
No puede afirmarse, sin embargo, con seguridad que el Concilio
haya operado una neta revalorización salvífica de las religiones o que
haya realizado en ese sentido un giro histórico 30. Parece así muy oportuno que el documento que comentamos quiera y deba plantearse esta
cuestión.
29. Cfr. The Pluralist Paradigm in the Christian Theology 01 Religions, Scottish Journa! ofTheology 39, 1986, 214 s.
30. Cfr. M. RUOKANEN, The Catholic Doctrine 01non-Christian Religions according to
theSecondVatican Council, Leiden 1992, 115-119; H . VAN STRAELEN, L'Égliseetlesreligions non chrétiennes, Paris 1994, 279-324; G. !AMMARRONE, Gesu di Nazaret. Lineamenti di Cristologia, Padova 1995, 371-385.
415
JOSf MORALES
1.3. La cuestión de la verdad
El documento estima que una adecuada teología de las religiones
ha de tener en cuenta el problema de la verdad religiosa. «Pasar por alto
el discurso sobre la verdad -leemos- conduce a colocar superficialmente en un mismo plano a todas las religiones, vaciándolas en el fondo
de su potencial salvífico» (n 13).
Ésta sería precisamente la metodología, puramente fenomenológica e histórica, de la visión pluralista, que trata de implantar una homogeneización de las religiones, a costa de relativizarlas y privarlas de todo
contenido de verdad. En esta perspectiva -que trabaja sobre la distinción kantiana entre una esencia noumenal incognoscible, y unas manifestaciones fenoménicas-, las religiones son interpretadas e insertadas
dentro de una estructura conceptual prefabricada, que les niega la posibilidad de reclamar elemento alguno de verdad para sus afirmaciones y
creenCIas.
Las pretensiones de verdad defendidas por las religiones son así
niveladas y reducidas a unidad mediante el simple procedimiento de
considerarlas expresiones míticas 31.
No puede afirmarse, por el contrario, que los criterios de verdad
valgan solo para la religión de quienes los invocan. «La búsqueda de un
criterio para establecer la verdad de una religión, que para ser aceptado
por las demás religiones debe situarse fuera de ella, es una tarea esencial
de la reflexión teológica» (n. 14).
En último término, verdad, religión y revelación se concilian. Porque, como ha mostrado la Constitución Dei Verbum, la revelación, que
justifica y da sentido a la religión, reenvía a una verdad no concebida de
modo abstracto, sino como evento ocurrido en la historia, lo cual muestra la unidad profunda entre el carácter ·absoluto y la historicidad de la
verdad religiosa. Se puede así profundizar en la tesis de la singularidad
histórica de Jesús, en quien Dios se hace contemporáneo a los hombres
de cada época.
31. Cfr. G. D 'COSTA, Taking other Religiom Seriously. The Thomist 54, 1990, 519529. El autor critica en estas páginas las tesis pluralistas expuestas por J. HICK en An
Interpretation ofReligion: Human Respomes to the Tramcendent, New Haven 1989.
416
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
1.4. La cuestión de Dios
La aludida renuncia a la cuestión de la verdad implica de algún
modo la renuncia a plantear la cuestión sobre Dios de una manera teológicamente adecuada. «La posición pluralista -afirma el documentoquiere eliminar en el Cristianismo cualquier pretensión de exclusividad
o de superioridad respecto a las otras religiones. Debe mantener, por
tanto, que la realidad última de las diversas religiones es idéntica, y debe
al mismo tiempo relativizar la concepción cristiana de Dios en todo lo
que tiene de dogmático y de vinculante» (n. 16).
Reaparece así en un nuevo contexto la distinción (agnóstica)
entre Dios en sí mismo, inaccesible al hombre, y Dios manifestado en
la experiencia humana. «Se sigue de ello que todas las religiones son
relativas, no en cuanto tienden hacia el Absoluto, sino en sus expresiones y en sus silencios. Dado que existe un único Dios y un mismo
plan de salvación para todos los hombres, las expresiones religiosas se
ordenan unas a otras, y son complementarias entre ellas» (n. 16). Ninguna manifestación religiosa podrá entonces pretender ser la última y
definitiva.
1.5. El debate cristológico
Nuestro documento opta por enunciar separadamente la cuestión
cristológica en el debate interreligioso, aunque advierte que se trata de
un asunto muy estrechamente vinculado a la cuestión sobre Dios. «Las
dos cuestiones (tea-lógica y cristo-lógica) se encuentran íntimamente
relacionadas, pero las tratamos por separado a causa de la complejidad
del problema».
La propuesta pluralista sobre las mediaciones salvíficas ha dado
una versión y un impulso nuevos a viejas y modernas dificultades teóricas en torno a la absoluta singularidad religiosa de Jesús de Nazareth. «La
mayor dificultad del Cristianismo -leemos- se ha focalizado siempre
en la "encarnación de Dios", que confiere a la persona y a la acción de
Jesucristo las características de unidad y de universalidad en orden a la
salvación de los hombres. Pero ¿cómo puede un acontecimiento particular e histórico tener una pretensión universal?» (n. 18).
417
JOS¡; MORALES
La respuesta de la teología pluralista se distancia de la tradición
heotestamentaria y eclesial, y justifica su postura con las ideas de que el
Misterio divino es inagotable y no puede encerrarse en la figura histórica
de Jesús; que el Verbo de Dios se encarna en formas múltiples, de las que
Jesús de Nazareth constituye la más completa para los cristianos; que la
declaración cristiana de que Jesús es la encarnación de la segunda persona trinitaria es una afirmación metafórica (mítica) que no debe entenderse literalmente; y que la salvación se experimenta de modos diversos,
que son, sin embargo, reconducibles a la autotrascendencia del hombre
mediante la compasión y el amor hacia los demás 32 •
«La consecuencia más importante de tal concepción es que Jesucristo no puede ser considerado el único y exclusivo mediador. Solo para
los cristianos es la forma humana de Dios, que hace posible el encuentro del hombre con Dios, pero no de modo exclusivo ... Es totum Verbum, pero no totum Verbi. El Lagos, que es más grande que Jesús, puede
también encarnarse en los fundadores de otras religiones» (n. 21).
El documento examinará en la segunda parte (Presupuestos teológicos fundamentales) la validez de estos razonamientos y objeciones.
Pero antes de hacerlo, se ocupa de las misiones en un último apartado,
con el que se concluye la exposición del status qUttstionis.
1.6. Misión y didlogo interreligioso
«Las diversas posturas respecto a las religiones determinan comprensiones diferenciadas acerca de la acción misional de la Iglesia, del
dialogo interreligioso» (n. 23). Con estas breves palabras alude nuestro documento a una historia de la teología de las misiones, que
comienza, algo tardíamente, en campo católico durante las primeras
décadas del siglo XX, especialmente con la obra sistemática del alemán
J. Schmidlin 33.
32. Cfr. A. AMATO, ¡esus Christ, Lord and Saviour, and the Encounter with Religiom,
BulIetin 1992, n. 80, 219-223; G. CANOBBIO, Gesu Cristo nella recente teologia delle religioni, Cristianesimo e religioni in Dialogo, Brescia 1994, 79-110.
33. Cfr. Einfohrung in die Missiomwissenschaft, Münster 1917; Katholische Missionslehre, Münster 1919.
418
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
A pesar de la gran tradición misional de la Iglesia católica, no
existe entre sus tratadistas y teólogos un esfuerzo de sistematización teológica sobre el tema, que sea comparable al efectuado en el siglo XIX por
algunos autores protestantes, entre los que destaca el luterano alemán
Gustav Warneck 34.
Católicos y protestantes se 'esfuerzan desde entonces en formular
una justificación teológica de las misiones, que apoye teóricamente lo
que es una realidad desde siglos atrás. Puede decirse que no existe al
principio diferencia importante alguna entre protestantes y católicos respecto a los fundamentos teológicos de la actividad misional 35•
La cuestión se había debatido ya de hecho entre los católicos con
motivo de la interpretación del axioma extra Ecclesiam nulla salus. Apoyado en un texto de San Fulgencio de Ruspe (468-533), el Concilio de
Florencia (1442) formuló la doctrina en los términos siguientes: «nadie
que no esté dentro de la Iglesia católica, no solo paganos, sino también
judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna... » 36.
Esta severa postura fue suavizada por Trento, y adquirió asimismo
un tono mucho más moderado en Roberto Belarmino y Francisco Suárez,
que emplearon las ideas más abarcan tes y flexibles del bautismo in voto y
del votum Ecclesiae. Estas precisiones preparan de lejos la doctrina de fundamentación misional que se desarrollará principalmente en la teología
católica francesa y alemana en torno a los años cuarenta de nuestro siglo 37.
Aunque la tesis inicial del cardenal de Lubac (para quien las misiones no son una cuestión de vida o de muerte sino de plenitud de vida)
no fue aceptada por todos y fue matizada posteriormente por el propio
autor, lo cierto es que el desarrollo teológico y magisterial que desemboca en el Concilio Vaticano 11 supone un planteamiento renovado de
la cuestión misional y de su teología.
34. Cfr. P. LEFEBVRE, La théologie missionnaire de Gustav Warneck, NZMW 11,
1955, 15-29; L'influence de G. Warneck sur la théologie missionaire catholique, id. 12,
1956,288-294.
35. Cfr. H. SCHARER, Die Begründung der Mission in der katholischen und evangelischen Missionswissenschafi, Theologische Studien n. 16, Zurich 1944.
36. D 714.
37. Cfr. J. SCHUMACHER, Um eine Neubegründung der Mission, NZM 1, 1945,88- .
94; H. DE LUBAC, Catholicísme, Paris 1938; G. COFFELE, De Lubac and the theological
foundatíon ofthe Missions, Cornrnunio 23, 1996,757-775.
419
JOS!! MORALES
El documento emplea de nuevo el discutible esquema tripartito
comentado más arriba, y expone las posiciones misionales que corresponderían a las concepciones exclusivista, inclusivista, y pluralista. La
primera presentaría la misión como una iniciativa para impedir la condenación de los no evangelizados (n. 24). La verdad es que resulta hoy
muy difícil encontrar en la teología cristiana representantes puros de esta
tesis, y de hecho el documento no se detiene en ella.
La posición pluralista, para quien todas las religiones son vías
colectivas de salvación, considera que «la conversión no es ya objetivo
primario de la misión, pues importa sólo que cada uno, animado por el
testimonio de los demás, viva profundamente su propia fe» (n. 23).
Encierra particular interés la descripción que el documento hace
de la llamada postura inclusivista. «Reconociendo la acción del Espíritu
Santo -leemos- se afirma que esa acción posee, en la economía salvífica querida por Dios, una dinámica de encarnación que la lleva a expresarse y a objetivarse: de ese modo, la proclamación de la Palabra conduce
esa misma dinámica hacia su plenitud. Este hecho no significa solamente una tematización de la trascendencia, sino su mayor realización, que
sitúa al hombre ante una decisión radical: el anuncio y la aceptación
explícita de la fe hace aumentar las posibilidades de salvación, así como
la responsabilidad personal» (n. 24).
Las misiones conservan, por tanto, su razón de ser, aunque deben
insertarse de modo diferente en la realidad individual y comunitaria de
los evangelizados.
2. Presupuestos teológicos fUndamentales
La parte segunda del documento, titulada Presupuestos teológicos
fundamentales, se divide en cuatro secciones: l. La iniciativa del Padre en
la salvación (nn. 28-31); 2. La única mediación de Jesús (nn. 32-49); 3.
La universalidad del Espíritu Santo (nn. 50-61); y 4. «Ecclesia, Universale Salutis Sacramentum» (nn. 62-79).
2.1. La iniciativa del Padre en la salvación (nn. 28-31)
La exposición adopta un método decididamente dogmático, es
decir, presenta las afirmaciones básicas proporcionadas por la S. Escri420
CRISTIANISMO Y REUGIONES
tura, la Tradición y la experiencia de la Iglesia, como base de las respuestas buscadas acerca de las religiones y su valor. Formulado el status
quaestionis en los apartados anteriores, los presupuestos teológicos se
desarrollan ante el lector según su propia dinámica y coherencia interna,
sin intercalar consideraciones ajenas a la exposición dogmática propiamente dicha.
El documento conecta con la honda convicción cristiana -muy
presente en la teología de la Iglesia de estos últimos decenios- de que
la consideración del Dios cristiano como Dios Trino no solo es la única
opción posible de acuerdo con el Evangelio, sino que constituye además
la respuesta adecuada a numerosos problemas y aporías suscitados en
este momento teológico y cultural.
Se cuentan entre ellos la cuestión de Dios y de la increencia, y
desde luego la propuesta cristiana en el diálogo con las religiones, hecha
desde la propia identidad. Cualquier método o planteamiento que
separe al Padre del Hijo y del Espíritu Santo, que aísle a alguna de las
divinas personas en su ser o en su operación, o que cuartee de algún
modo la unidad divina, no solo debilita la imagen del Dios cristiano,
sino que desarbola y reduce el cristianismo en su despliegue salvífico.
Incapacitaría también para ofrecer soluciones significativas al diálogo
interreligioso.
La mutilación conceptual y económica de la Trinidad cristiana no
parece tampoco el método más apto para respetar a las religiones. Es precisamente el intento de poner en práctica una atrevida deconstrucción
trinitaria lo que hipoteca seriamente la opción pluralista.
El método dogmático de integración adoptado por el documento
lleva a presentar «la iniciativa del Padre de la Salvación» y la «única
mediación de Cristo» como una sola premisa, al modo de una moneda
con dos caras. «Solamente a la luz del plan divino de salvación de los
hombres ... tiene sentido afrontar el problema de la teología de las religiones» (n. 28). El misterio del que habla San Pablo es precisamente el
designio salvador que desborda la economía del pueblo judío y se
extiende a todas las naciones 38•
38. Cfr.
D. DEDEN, Le «mystére paulinien»,
Eph. Theol. Lov. 13, 1936, 405-442.
421
JOS!! MORALES
2.2. La única mediación de jesús (nn. 32-49)
Todos los hombres han sido creados a imagen de Dios 39 , y dado
que, en el Nuevo Testamento, la imagen perfecta de Dios es Cristo (Cfr.
2 Cor 4,4; Col 1,5), «se puede pensar en una "ordenación" de todos los
hombres hacia Él» (n. 31).
Se habla a continuación de lo que el documento titula «la única
mediación de Jesús» (nn. 32-49). Podría parecer que se formula al principio lo que tendría que establecerse al final, y después de una argumentación teológica suficiente. En realidad, los motivos y razones del
título se desarrollan a lo largo de la sección, en base a una cadena de
lugares neotestamentarios que se interpretan según el sentir tradicional de
la Iglesia y son tratados metodológicamente como un a priori teológico.
La tesis de que «la voluntad salvífica de Dios Padre va unida a la fe
en Jesús» (n. 32) se apoya, en primer lugar, en el «paralelismo paulino
entre Adán y Cristo» (cfr. Rom 5,12 s.) Si «existe una relevancia universal del primer Adán ... también Cristo debe tener un significado para
todos» (n. 35).
Esta consideración se refuerza con una exégesis sencilla de 1 Tim
2,5-6 (<<Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús ... »). La mediación única de Jesús se pone en relación
con la voluntad salvífica universal de Dios. La unidad del mediador correspondería, por tanto, a la unidad del Dios que quiere salvar a todos (n. 37).
El texto de Hech 17,22-31, que recoge gran parte del discurso de
San Pablo en el Areópago, ofrece una cierta confirmación de las afirmaciones anteriores, porque observa que las religiones han conducido de
hecho a los hombres a la idolatría (n. 38). Se destacan así los aspectos
oscuros del paganismo, y el documento se distancia implícitamente de
interpretaciones positivas tanto del fenómeno como del adjetivo
«pagano» 40.
39. Cfr. G. BARBAGLIO, Imagen, Dice. Teol. Interdisciplinar, vol. I1I, Salamanca
1986, 131-145; L. SCHEFFCZYK, Stand und Aufgaben der /mago-Dei-Theologie,
Münch.Th.Zeits. 20, 1969, 1-28; D. TETTAMANZI, El hombre imagen de Dios, Salamanca 1978.
40. Cfr. J. DANIÉLOU, Los santos paganos delA. Testamento, Buenos Aires 1960.
422
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
Se concluye, a pesar de todo, que el Nuevo Testamento «no se cierra a todo lo que no viene de Jesús» (n. 38).
El balance final de los textos neo testamentarios estudiados se establece en la siguiente valoración: «Ni una limitación de la voluntad salvífica de Dios, ni la admisión de mediaciones paralelas a la de Jesús, ni una
atribución de esta mediación universal al logos eterno no identificado
con Jesús, resultan compatibles con el mensaje del Nuevo Testamento»
(n.39).
La subsección B se titula «Motivos de la tradición recogidos en el
magisterio reciente de la Iglesia» (nn. 40-48), como son los «semina
Verbi» (Ad gentes, 11 y 15; Lumen Gentium, 16-17; Nostra aetate, 2;
Redemptoris Missio, 56), la idea de que «el Hijo de Dios se ha unido a
cada hombre» (Gaudium et Spes, 22; Redemptoris Missio, 6), y «la dimensión cristológica de la imagen de Dios» en el hombre y en la mujer ( Gaudium et Spes, 41).
La tercera y última subsección (C) presenta las conclusiones en
forma de cinco tesis muy brevemente motivadas. Ninguna de las afirmaciones que contienen busca ni intenta compromiso alguno. Constituyen así una sumaria desestimación de las posiciones pluralistas en
cuanto a la mediación de Jesucristo.
Estas conclusiones constituyen uno de los centros focales de todo
el documento, tienen carácter resolutorio, y anticipan lo que se afirma
en la sección tercera (Algunas consecuencias para una teología cristiana
de las religiones). Son las siguientes:
a) «Los hombres pueden salvarse solamente en Jesús, y por eso el
Cristianismo posee una clara pretensión de universalidad. El mensaje
cristiano se dirige por tanto a todos los hombres, y a todos debe ser
anunciado» (n. 49).
b) Jesucristo es el «último y definitivo Adán, al que todos son llamados a conformarse». Su presencia universal se expresa en la antigua
doctrina del Logos spermatikos 41 ; pero hay que distinguir entre la plena
aparición del Logos en Jesús y la presencia de sus semina en quienes no
41. Cfr. R. HOLTE, Lagos Spermatikos, Studia Theologica 12, 1958, 109-168;
Méssage évangelique et Culture héllenistique, Tournai 1961, 42 s.
J.
DANIÉLOU,
423
JOSÉ MORALES
le conocen. Porque «esta presencia, aun siendo real, no excluye el error
o la contradicción» (n. 49).
c) Dado que la adhesión personal a Jesús en la fe cristiana no es
asunto indiferente para el hombre, «solamente en la Iglesia, que se halla
en continuidad histórica con Jesús, puede vivirse plenamente su misterio» (n. 49).
d) «Otras posibilidades de "mediación salvífica" no pueden nunca
considerarse separadas del hombre Jesús, que es el único mediador» (n. 49).
e) «Dado que Jesús es el único mediador, que lleva a su plenitud el
plan salvífico del único Dios Padre, la salvación es única y la misma para
todos los hombres» (n. 49) .
2.3. La universalidad del Espíritu Santo (nn. 50-61)
El esperado papel que el Espíritu Santo había de desempeñar en la
propuesta teológica de este documento viene determinado no solo obligadamente por el planteamiento trinitario de la parte segunda, sino también por el magnífico desarrollo experimentado por la pneumatología
católica durante el siglo XX.
La Iglesia habla del Espíritu Santo, y lo tiene en cuenta, con una
determinación y un encendimiento cada vez mayores, de modo que
estos últimos decenios han sido en el campo pneumatológico un período de enriquecimiento semejante al ocurrido en el siglo IV, y culminado en el Concilio primero de Constantinopla (381).
«La universalidad de la acción salvífica de Cristo no se puede comprender sin la acción universal del Espíritu Santo» (n. 50). Al introducir
el esencial tema del Espíritu, el documento mantiene -como hace
siempre el Concilio Vaticano 11- la referencia cristológica 42, que es
indispensable para la recta comprensión de la pneumatología 43. El Espíritu es siempre el Espíritu de Cristo, y realiza la universal obra de Cristo.
42. Cfr. M. CHARUE, L'Esprit Saint dam Lumen Gentium, Mélanges G. Philips, Gembloux 1970, 19-40.
43. Cfr. Y. CONGAR, La pneumatologla del Concilio Vaticano /I, El Esplritu Santo,
Barcelona 1983, 195-201.
424
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
«Un primer elemento de esa universalidad de la obra del Espíritu
se encuentra ya en la creación» 44. Concreador del mundo y del hombre,
el Espíritu realiza la plenitud de la alianza que tiene lugar en Jesucristo.
«Dios se ha aproximado gradualmente a los hombres mediante las diversas alianzas, con Noé (cfr. Gn 7,1 s.), con Abraham y con Moisés, de los
cuales Dios se ha hecho amigo» (n. 52). Pero la nueva alianza se distingue de las otras porque, «a diferencia de éstas, no es una alianza de la
letra sino del Espíritu (2 Co 3,6). Es la Alianza nueva y universal, la
alianza de la universalidad del Espíritu» (n. 53).
El Bautismo de Jesús proclama la profunda e inescindible relación
de Jesús con el Espíritu, y de éste con Jesús 45 • Dice el documento: «La
estrecha conexión entre el Espíritu y Cristo se manifiesta en la unción de
Jesús: Jesucristo significa precisamente que Jesús es el Ungido de Dios
con la unción que es el Espíritu: "El Espíritu del Señor está sobre mí, y
por eso me ha ungido ... " (Lc 4,16; Is 61,1-2)) (n. 54)46.
El tenor de esta exposición pneumatológica conduce hasta la Iglesia 47, que es denominada en el documento «lugar privilegiado de la
acción del Espíritu» (n. 56). Éste precede y guía la predicación del Evangelio, y se encuentra «en el origen de la misión a los paganos (Hech 10,
19.44-47)) (n. 57). La Pentecostés, que significa y realiza el don de la
unidad, se contrapone a la experiencia babélica, que supone «el esfuerzo
de producir la unidad sin la universalidad» (n. 57).
Puede decirse, como resumen, que el Espíritu conduce a Cristo.
«El Espíritu Santo dirige a todos los hombres hacia Cristo, el Ungido; y
Cristo, a su vez, los dirige hacia el Padre. Nadie va al Padre si no es a través de Jesús Ouan 14,6); pero es el Espíritu Santo el que guía a los discípulos hacia la verdad entera Ouan 16,12-13)) (n. 59).
Aunque el camino concreto por el que el Espíritu conduce a los
hombres solamente es conocido por Dios, lo cierto es que «en virtud de
44. Cfr. J. MORALES, El Espíritu Santo «creador» en la Encíclica «Dominum et vivíficantem>, Scripta Theologica 20, 1988, 627-642.
45. Cfr. A. FEUILLET, Le Bapteme de jesús, Revue Biblique 71, 1964, 321-352; G.
BEASLEY-MuRRAY, jesus and the Spirit, Melanges Rigaux, Gembloux 1970, 463-478.
46. Cfr. J. O'DONNELL, In Him and over Him: The Holy Spirit in the life ofjesus, Gregorianum 70, 1989,25-45; A. BANDERA, El Espíritu que ungió a jesús, Madrid 1995.
47. Cfr. H. MUEHLEN, El Esplritu Santo en la Iglesia, Salamanca 1974.
425
JOSÉ MORALES
la operación del Espíritu Santo todos los hombres pueden entrar en relación con Jesús, que vivió, murió y resucitó en un lugar y en un tiempo
concretos» (n. 60). El documento se esfuerza <:n equilibrar los aspectos
de misterio insondable encerrados en la salvación de los hombres por
Dios, con las certezas concretas suministradas por la fe en el marco de la
economía salvífica.
Dado que la acción del Espíritu no se limita al plano individual, y
tiene también implicaciones sociales, debe hablarse de una operación
pneumatológica que, más allá de los corazones, incide en la historia de
los pueblos, las culturas y las religiones. Esta operación «asume un valor
de preparación evangélica y no puede no referirse a Cristo» (n. 60).
La universalidad de la acción salvífica de Cristo y del Espíritu obligan a preguntarse sobre la función de la Iglesia como sacramento universal de salvación (n. 61).
2.4. «Ecclesia, Universale Salutis Sacramentum» (nn. 62-79)
Este apartado se inicia con la afirmación de que una teología de las
religiones necesita tener en cuenta la misión salvífica universal de la Iglesia, tal como viene testimoniada por la S. Escritura y la Tradición de la
Iglesia (n. 62). Se hace después la aseveración tajante de que «la valoración teológica de las religiones fue impedida durante mucho tiempo por
el principio extra Ecclesiam nulla salus, entendido en sentido exclusivista». Estas palabras tienen, en realidad, poco alcance, dado que la
interpretación teológica del citado principio comenzó muy pronto en la
Iglesia y permitió, junto con otros factores, sentar las bases de una teología de las religiones.
Resulta patente, en cualquier caso, que hoy se plantea vivamente
«la cuestión de si se puede aún hablar de la necesidad de la Iglesia para
la salvación, y si este principio es compatible con la voluntad salvífica
universal de Dios» (n. 63).
El asunto es desarrollado en tres puntos, que hacen referencia a
otros tres aspectos del misterio eclesiológico: A. «Extra Ecclesiam nulla
salus»; B. «Paschali mysterio consociati»; y C. «Universale salutis sacramentum».
426
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
El primer apartado (A) traza una breve historia de la interpretación
cada vez más amplia y flexible del axioma, especialmente en el magisterio del siglo :xx (Ene. Mystici Corporis, Declaración del Santo Oficio de
8.8.1949, Consto Lumen Gentium nn. 13-14). El Concilio Vaticano II
proclama que también los no cristianos se hallan ordenados al pueblo de
Dios, porque la llamada universal a la salvación incluye la vocación de
todos los hombres a la unidad católica de ese pueblo (LG n. 13).
El documento concluye que «de este modo se restituye a la frase
extra Ecclesiam nulla salus su sentido original, que es exhortar a los
miembros de la Iglesia a la fidelidad» (n. 70). Esta interpretación pacífica y recortada del principio se apoya en nota con citas de Orígenes (In
Jesu Nave 3,5) y de San Cipriano (De cath unit. 6). Sin negar que estos
textos patrísticos admitan el sentido que el documento les atribuye, no
debe perderse de vista que el principio se sitúa en un marco eclesiológico
tanto como espiritual.
Su radicalidad literal ha exigido, sin embargo, una hermenéutica,
que se ha desarrollado a lo largo de varios siglos. Gracias a ella podemos
hoy leerlo e interpretarlo dogmáticamente sin reduccionismos, pero
también sin un maximalismo literalista. El Concilio Vaticano JI enseña,
en definitiva, que la Iglesia es de algún modo necesaria para la salvación. «Integrado en el interior del axioma más general "extra Christum
nulla salus", el principio extra Ecclesiam nulla salus no se halla en contradicción con la llamada de todos los hombres a la salvación» (n: 70).
Una cosa es la necesidad de pertenecer formalmente a la Iglesia visible, y
otra muy diferente la necesidad del ministerio de la Iglesia para la salvación (cfr. n. 65) 48 . La razón de ser teológica del principio es mantener la
convicción cristiana de que Dios es la fuente de toda gracia salvadora,
y de que Cristo es el mediador de esa gracia a través de su cuerpo místico.
El segundo apartado (nn. 71-73) se limita a extraer algunas conse-
cuencias del anterior, y matiza un tanto dos afirmaciones de la Constitución Lumen Gentium n. 15 y del Decreto Unitatis Redintegratio n. 3,
a la vez que descarta algunas interpretaciones de estos textos.
48. Cfr. G. D'COSTA, «Extra Ecclesiam nulla salus» revisited, Religious Pluralism and
Unbelief, ed. 1. Hammet, London 1990, 130-147.
427
jOS¡; MORAlES
La afirmación central dice que «cuando los no cristianos justificados por la gracia de Dios son asociados al misterio pascual de Jesucristo,
lo son también al misterio de su cuerpo, que es la Iglesia» (n. 72). Se
puede hablar, por lo tanto, no sólo de una ordenación de los no cristianos justificados a la Iglesia, «sino también de un vínculo con el misterio
de Cristo y de su cuerpo eclesial» (n. 73).
El documento estima, sin embargo, que no debe hablarse de pertenencia de esas personas a la Iglesia, o de pertenencia gradual, o de una
comunión imperfecta con la Iglesia (n. 73). La inclusión de la que se
habla en el n. 72, no ha de entenderse, por tanto, en términos de vínculos (formales) de mayor o menor intensidad, sino en términos de participación en el misterio eclesial.
El apartado tercero (nn. 74-79), titulado «Universale salutis sacramentum», recoge principios fundamentales de la eclesiología conciliar, y
los dispone según un orden y unas conexiones que los hace particularmente explícitos.
Se parte de la idea de que la Iglesia «no es solamente signo, sino
también instrumento del Reino de Dios» (n. 75), y que cumple su
misión como sacramento universal «mediante la martyria, la leiturgia y
la diakonitl».
A través de la martyria del Evangelio salvador, en y por Jesucristo,
la Iglesia anuncia y ofrece a todos el misterio pascual de salvación, del
cual viven ya sin saberlo. «Como sacramento universal de salvación, la
Iglesia es esencialmente una Iglesia misionera» (n. 76).
En la leiturgia, que celebra y actualiza el misterio de la Pascua, la
Iglesia realiza una misión sacerdotal de servicio «en representación de
toda la humanidad» (n. 77). Esta representación es eficaz para todos los
hombres y hace presente a Cristo en medio de ellos.
La diakonia se manifiesta en que la Iglesia trabaja para que todo lo
bueno que se encuentra depositado en el corazón y en la mente de los
hombres, así como en sus ritos y culturas «no sólo no se pierda, sino que
sea purificado, elevado y perfeccionado» (LG n. 17).
Todos los hombres, por tanto, pueden ser incorporados al misterio pascual «del modo que Dios conoce» (n. 78), y ese misterio deviene
así «la realidad salvadora que abraza a toda la humanidad». La catolici428
CRlSTIANISMO y RELIGIONES
dad de la Iglesia es caracterizada no sólo teológicamente sino también
dinámicamente, porque la Iglesia se hace cada vez más católica, a medida
que incorpora todo lo verdadero y bueno que el Espíritu de Dios ha operado y opera en las palabras y acciones de los no cristianos.
El pueblo mesiánico es entonces para la humanidad entera un germen de unidad, de esperanza, y de salvación (n. 79; LG n. 10).
3. Delineación de una teología de las religiones
La tercera parte (conclusiva) del documento procede a delinear
una teología de las religiones. En base a las afirmaciones trinitarias establecidas en la parte segunda, trata de responder a los interrogantes planteados en la parte primera.
La teología de las religiones que se formula no pretende ser una
construcción completa, pero se detiene en los puntos más importantes
que esa teología debe contener hoy. Los autores del documento estiman
que los puntos salientes son cuatro, a saber, 1. Valor salvífica de las religiones; 2. La cuestión de la revelación; 3. La Verdad como cuestión central en la valoración de las religiones; 4. El diálogo interreligioso yel misterio de la salvación.
3.1. Valor salvífico de las religiones
Esta cuestión es, según decía ya nuestro documento en su parte
primera, el asunto central que ha de ser aclarado, la cuestión de fondo que
se debe dilucidar (n. 8).
Se menciona inicialmente como doctrina adquirida por la teología
cristiana la posibilidad de salvación fuera de la Iglesia de «aquellos que
viven rectamente según su conciencia» (n. 81). La salvación de esros
hombres y mujeres que no son formalmente cristianos «se funda en la
presencia universal del Espíriru, que no se puede separar del misterio
Pascual de Jesús» (id.).
Permanece abierto, sin embargo, «el interrogante de si las religiones en cuanto tales pueden tener valor en orden a la salvación». La respuesta a esta pregunta de tanta repercusión teórica y práctica se apoya en
429
JOS~
MORALES
una teología y una visión pneumatológicas que consideran un retroceso
histórico y religioso cualquier intento de explicación del misterio cristiano que prescinda del Espíritu Santo. El monoteísmo pre-trinitario ha
sido superado definitivamente en la teología cristiana. Nuestro documento desea tener en cuenta y explorar las posibilidades de una auténtica teología del Espíritu Santo para avanzar en una teología coherente
de las religiones. Se estima que el hambre del Espíritu Santo que caracteriza a la teología contemporánea es un signo de los tiempos actuales, y
no se aviene con las renuncias y reducciones pneumatológicas que suelen ser propias de las explicaciones pluralistas (P. Knitter, J. Hick, etc.).
Del Espíritu es difícil hablar, pero resulta imposible callar. Desde la creación del mundo y del hombre hasta la Parusía y la Resurrección, todo
se realiza, desarrolla y perfecciona bajo el soplo vivificador e imprevisible del Espíritu de Dios.
El Dios trinitario muestra en el Espíritu su absoluta y extrema apertura al mundo. Una de las grandes y frecuentes afirmaciones del Concilio Vaticano II es la oferta de gracia y de salvación en Cristo a todo ser
humano, incluidos aquellos que se hallan fuera de los límites visibles de
la Iglesia 49. Hay en el lenguaje conciliar un desarrollo y un crecimiento
indudable de las ideas sobre la acción de Dios en los no cristianos 50. Las
raíces se encuentran en la S. Escritura. Cuando los textos del Concilio
reconocen en los no cristianos «las riquezas espirituales de los pueblos»
(AG n. 11), «cosas verdaderas y buenas» (OT n. 16; LG nn. 13 y 17),
«bienes preciosos, religiosos y humanos» (GS n. 92), «gérmenes de contemplación» (AG n. 18), «semillas del Verbo» (AG nn. 11 y 15), «secreta
presencia de Dios» (AG n. 5), «rayos de la verdad que ilumina a todo
hombre» (NA n. 2), y cuando la declaración Nostra aetate menciona los
valores religiosos del judaísmo, el Islam, el budismo y el hinduismo,
siguen las huellas y las sugerencias de la tradición bíblica y apostólica.
Inspirado en la Encíclica Redemptoris Missio, de 1990, nn. 28 y 29,
el documento dice: «Hay una acción universal del Espíritu, que no puede
ser separada y mucho menos confundida con la acción particular que el
Espíritu realiza en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia» (n. 82). Ambas
49. Cfr. LG n. 16; AG n. 7; DV n. 3; GS n. 22.
50. Cfr. P. ROSSANO, Lo Spirito Santo nelle culture e nelle religioni non cristiane, Dialogo e annuncio cristiano, Milano 1993, 85-98.
430
CRISTIANISMO Y REUGIONES
formas de presencia y de acción pneumatológica derivarían del misterio
Pascual. Si nos atenemos a la letra de esta afirmación, debe mantenerse
que la acción universal y la acción particular del Espíritu, que no se mezclan ni tampoco se alejan mutuamente, sencillamente se unen.
Esto significa que «en las religiones actúa el mismo Espíritu que
guía a la Iglesia, si bien la presencia universal del Espíritu no se puede
equiparar a su presencia particular en la Iglesia de Cristo» (n. 85). Pero
en cualquier caso, la pneumatología permite relacionar la particularidad
de Cristo con la actividad universal de Dios en la historia de la humanidad 51. En el Nuevo Testamento, como ocurría en el Judaísmo, el Espíritu continúa referido a Dios Padre, en el sentido de que sólo a Él se atribuye el poder de intervenciones pneumáticas. San Pablo cristifica, por
así decirlo, la noción y la realidad del Espíritu, cuando atribuye explícitamente el Pneuma a Jesús como Mesías 52. Pero en el corpus paulino prevalece la atribución del Pneuma a Dios, porque el Espíritu de Cristo no
deja nunca de ser el Espíritu de Dios 53. El planteamiento trinitario introduce efectivamente en el tema una flexibilidad y unas perspectivas de
desarrollo para las que basta atenerse al dato bíblico.
A partir de esta perspectiva pneumatológica, el documento procede, sin embargo, con gran cautela. «En base a este reconocimiento
explícito de la presencia del Espíritu de Cristo en las religiones -leemos-, no se puede excluir la posibilidad de que éstas ejerciten, en
cuanto tales, una cierta función salvífica» (n. 84). ¿En qué consistiría esta
función? El documento responde: consistiría «en ayudar a los hombres a
conseguir su fin último, a pesar de la ambigüedad que las aqueja» (id.).
Las religiones pueden desempeñar por lo tanto, la función de praeparatio evangelica, y preparar pueblos y culturas para que acojan el acontecimiento salvífico ya ocurrido, «pero su función no se puede comparar a la del A. Testamento, que fue la preparación al evento mismo de
Cristo» (n. 85). Pueden también «ayudar la respuesta humana», en
cuanto empujan al hombre hacia la búsqueda de Dios y a obrar según
una conciencia recta (n. 86).
51. Cfr. G. D'COSTA, Christ, the Trinity and religious plurality, Christian Uniqueness
reconsidered, N. York 1990, 19.
52. Cfr. 2 Ts 2,8; Gal4,6; Rom 8,9; Fil 1,19.
53. Cfr. F. LM1BASI, Lo Spirito Santo: mistero e presenza, Bologna, 1987,71.
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JOSÉ MORALES
La conclusión de esta sección puede calificarse de modesta y reservada. Decepcionará sin duda a quienes hablan con enorme soltura del
valor salvífico de las religiones. Dice el documento: «La afirmación de
que pueden existir elementos salvíficos en las religiones no implica, por
sí misma, un juicio sobre la presencia de esos elementos en cada una de
las religiones concretas. De otro lado, el amor a Dios y al prójimo, hecho
posible en última instancia por Jesús único mediador, es la única vía para
llegar a Dios mismo. Las religiones pueden ser portadoras de verdad salvífica solo en cuanto conducen a los hombres al verdadero amor» (n. 87).
Un sector relativamente amplio de autores católicos contemporáneos avalan estas tesis 5\ aunque apoyan un planteamiento más dinámico
y abierto al futuro, precisamente en base a las consideraciones pneumatológicas del mismo documento.
Puede destacarse que el magisterio de Juan Pablo I1, aun reconociendo inequívocamente la presencia y acción universales del Espíritu
Santo en los miembros de otras tradiciones religiosas e incluso en las tradiciones mismas, nunca llega a la conclusion de atribuirles un papel
directamente positivo en la salvación de sus seguidores. El documento
Diálogo y anuncio (1991) parece, sin embargo, más orientado en aquella
dirección, y viene a decir que los fieles de otras religiones no son salvados por Jesucristo a pesar de, o fuera de, sus propias tradiciones religiosas, sino en virtud de una sincera adhesión a ellas.
3.2. La cuestión de la Revelación
La generalización creciente de la noción de revelación, aplicada a
cualquier forma de religion que afirme su origen a partir de un plano o
una fuente no estrictamente humanos, procede de las ciencias de las religiones, y ha llevado a algunos autores a atender o minimizar el sentido
específico que la idea de revelación posee en el Cristianismo.
Se llega a sostener, o por lo menos a sugerir, que también en otras
religiones se ha revelado Dios de manera histórica a través de palabras o
54. Cfr. L. SCHEFFCZYK, Absolutez del Cristianismo, Communio 18, marzo-abril
1996, 108; J.A. MARTfNEZ CAMINO, ¿Salvación por las religiones, fuera de la Iglesia?, Id.
84-89.
432
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
acciones; y que los libros sagrados de esas religiones pueden considerarse
palabra inspirada de Dios. Se pretende así reconocer en las religiones no
cristianas la realidad de una economía revelativa que, al ser semejante a
la judea-cristiana, legitimaría su valor teológico 55.
Los autores que defienden estas tesis suelen relativizar la particularidad histórica de Jesús como lugar de la manifestación histórica de
Dios 56. Aducen que ninguna singularidad histórica puede considerarse
absoluta, y que Dios es demasiado rico para depositar toda su plenitud
y riqueza en una tradición religiosa determinada 57.
El documento da por conocido el status quaestionis y comienza con
la neta afirmación de que «el carácter específico e irrepetible de la revelación divina en Jesucristo se fundamenta en el hecho de que solamente
en su persona se realiza la autocomunicación del Dios trino» (n. 88). Se
apoya en la D~i
Verbum n. 2, que declara a Jesús «mediador y a la vez
plenitud de toda la revelación».
En el mismo párrafo, el documento distingue entre un concepto
teológico y una idea fenomenológica de revelación, como dos nociones
que no deben confundirse. Tiene en cuenta que muchas religiones se fundamentan en sucesos, a través de los cuales determinados hombres han
experimentado de algún modo un poder supraterreno. Pero considera
que en tales casos nos encontramos ante una noción relativa e incierta
(fenomenológica) de revelación. «Solamente en Cristo yen su Espíritu se
ha dado Dios completamente a los hombres. Por tanto, solo cuando esta
auto comunicación se da a conocer, se produce la revelación de Dios en
sentido pleno. El don que Dios hace de sí mismo y su revelacion son dos
aspectos inseparables del acontecimiento de Jesús» (n. 88).
Se mantiene más adelante que, dado que las religiones poseen
algunas «semillas del verbo» y «rasgos de verdad», no se pueden excluir
en ellas elementos de un verdadero conocimiento de Dios (n. 90) 58.
55. Cfr. C. GRECO, Rivelazione, Chiesa e Religioni, Universalitá del Cristianesimo,
Milano 1996, 156.
56. Cfr. R. PANNlKAR, The Trinity and the religious experience 01man, London 1973;
El Cristo desconocido del Hinduismo, Barcelona 1970.
57. Cfr. E. SCHILLEBEECKX, Umanita. La storia di Dio, Brescia 1992, 219 s.
58. Cfr. Civiltá Cattolica, JI Cristianesimo e la altre religioni. Si puó parlare di «rivelazione' nelle altre religioni?, 1995 IV, 107-119.
433
JOS~
MORALES
Dios puede ciertamente haber iluminado a los hombres de muchas
maneras, pero nunca se puede tener garantía de que las luces divinas
hayan sido rectamente acogidas e interpretadas (cfr. n. 91). El uso genérico del término revelación para referirse a sucesos que puedan hallarse en
el origen de una religion o en la experiencia de determinados iniciadores
no ha de cancelar la diferencia cualitativa entre esos sucesos o experiencias, y la naturaleza específica de la revelación divina en Jesús de Nazareth.
Se ha puesto de manifiesto en amplios sectores de la teología católica que el hecho de tomar la revelación en Jesucristo como criterio universal en materia de revelación no implica desprecio alguno hacia las
otras religiones. Es, por el contrario, el único medio adecuado para valorarlas y situarlas en el marco general de la «historia salutis» 59.
No puede negarse, en suma, la posibilidad de un nexo o relación
entre la revelación cristiana y las demás tradiciones religiosas, pero el
modo y alcance de esa relación es conocido solamente por Dios 60.
3.3. La Verdad como problema entre la teología de las religiones
y la posición pluralista
Esta sección anticipa el asunto del diálogo interreligioso, que no
figura en el título y es mencionado y tratado de nuevo más adelante en
la cuarta y última sección. El documento estima inseparables las cuestiones relativas a una recta concepción del diálogo interreligioso y al
tema de la verdad. Son cuestiones que se implican y exigen mutuamente.
La doctrina y praxis del diálogo religioso comienzan a ser una realidad dentro de la Iglesia en torno al Concilio Vaticano 11 (1962-65)61. El
diálogo interreligioso se recoge con mayor o menor extensión -a veces
monográficamente- en siete documentos del Concilio Vaticano 11, ocho
del magisterio solemne de Pablo VI (en el que sobresalen la encíclica Eccle-
59.
1992,
60.
6l.
Cfr. R UTOURELLE, Revelación, Diccionario de Teología fundamental Madrid
1286.
Cfr. Const. Gaudium et Spes, n. 22.
Cfr. J. DUPUIS, Jesucristo al encuentro de las religiones, Madrid 1991, 289-316;
J.A. DINOIA, The Diversity 01 Religions, Washington 1992; P. ROSSANO, Dialogo e
annuncio cristiano, Milano 1993.
434
CRlSTIANISMO y RELIGIONES
siam Suam y la exhortación apostólica Evangelií Nuntiandz), nueve del
magisterio solemne de Juan Pablo 11 (especialmente la encíclica Redemptoris Missio) , ochenta y nueve documentos del magisterio ordinario de Pablo
VI, y ciento sesenta y ocho del de Juan Pablo 11. A estos documentos, discursos, etc, se suman doce procedentes de diferentes organismos de la curia
romana, entre los que merecen particular mención los titulados La actitud
de la Iglesia frente a los seguidores de otras religiones, y Didlogo y anuncio 62 •
Una importante cuestión previa es determinar lo que aquí se
entiende, o debe entenderse, por didlogo. Aunque el documento no la
plantea directamente, se halla implícita en las consideraciones de las secciones 3a y 4 a . El término diálogo es uno de los más usados en el mundo
intelectual, político, y religioso contemporáneo. Es a la vez uno de los
más ambiguos. Nuestro documento no define lo que entiende por diálogo, pero el tenor de su discurso deja ver que lo considera una vía privilegiada para la búsqueda común de la verdad religiosa.
No faltan autores que han pedido eliminar por un largo tiempo la
palabra didlogo en el vocabulario de los encuentros interreligiosos 63 • Pero
no sabemos si la simple renuncia al término haría las discusiones más
lúcidas y eficaces. Lo importante es que los teólogos cristianos sepan bien
de lo que hablan y tengan clara conciencia de los fines que pretenden.
El diálogo del que habla el documento no es el diálogo socrático,
que busca hacer surgir mayéuticamente la verdad a partir de lo que ya
hay en el espíritu y en la mente de los participantes. El diálogo interreligioso emprendido por los cristianos ha de enraizarse en la misión de
Jesús, que anuncia su Evangelio en un encuentro profundo con las personas. Mediante el diálogo con éstas, Jesús no trata sólo de que afloren
a la conciencia dimensiones del alma que ya están presentes en todo
individuo. Trata más bien de favorecer una dinámica de revelación y
unas exigencias de docilidad al Espíritu de Dios 64 • El diálogo debe, por
lo tanto, servir a la revelación de Jesús, pero nunca puede sustituirla.
62. Cfr. F. GIOIA, JI dialogo interreligioso nel magistero pontificio (1963-1993), Libreria Ed. Vaticana, 1994.
63. Cfr. E.J . SHARPE, The Goals 01 Jnter-Religious Dialogue, en Truth and Dialogue,
ed. John Hick, London, 1974,91.
64. Cfr. M. DHAVAMONY, The Christian Theology 01 interreligious dialogue, Studia
Missionalia 43, 1994,61-94.
435
JOS!! MORALES
La teología pluralista de las religiones entiende que el presupuesto
del diálogo está constituido por la idea de que todas las religiones poseen
el inismo valor veritativo 65, y que la renuncia a la pretensión de verdad
superior por parte de la teología cristiana es esencial para que el diálogo
pueda ser fecundo.
El documento afirma, sin embargo, que «frente a estos planteamientos, debe subrayarse que no es en modo alguno desprecio o infravaloración mantener, como hace la teología católica, que todo lo verdadero y valioso de las otras religiones viene de Cristo en el Espíritu Santo:
es, por el contrario, el modo mejor que tiene el cristianismo de expresar
su aprecio hacia esas religiones» (n. 94) 66 .
«La pretensión de verdad de las religiones no puede ser un aspecto
marginal o parcial de la teología» (n. 102). En este clima de estima
mutua, que huye de una nivelación apriorística que conduce a la indiferencia, el cristianismo sitúa sus afirmaciones en el horizonte de la alianza
cristiana. Experiencia religiosa y cuestión de la verdad se unen en esta
perspectiva, que encuentra en Cristo la verdad del pensamiento y del
comportamiento humanos. La novedad cristiana implica así un contraste, y en parte una ruptura, con todo lo que la precede. No es una
simple modernización o «puesta al día» de viejos contenidos religiosos.
Lo cual implica que el cristianismo no puede simplemente adaptarse a
las religiones, y que a todos debe proponer el mensaje salvador de Jesús,
suprema verdad de la historia y de la vida.
La teología de las religiones «parte del centro de la fe» (n. 97), y no
pretende obtener la unidad ignorando el valor de las diferencias. «Por
eso la teología pluralista, como estrategia de diálogo entre las religiones,
no solo no se justifica frente a la pretensión de verdad de la propia religión (cristiana), sino que anula también la pretensión de verdad de las
demás» (n. 99).
Es necesario, por lo tanto, «partir de una visión diferenciada de las
religiones» (n. 100), y afirmar con respeto la irrenunciable verdad del
65. Cfr. exposición y crítica de esta concepción en G. D 'COSTA, Christian Uniqueness recomidered. The Myth of a pluralistic theology of religions, N . York 1990; R.
SCHENK, Keine unica vera religio? Wahrheit, ed. Th. Eggensperger y U. Engel, Mainz
1995, 167-195.
66. Cfr. G. D 'COSTA, Taking other religiom seriously, Thomist 54, 1990, 519-529.
436
CRISTIANISMO Y RELIGIONES
cristianismo, que no elimina, sino que ayuda a percibir, los valores religiosos y usos de los demás. Estas son las premisas fundamentales de un
diálogo interreligioso coherente.
3.4. Diálogo interreligioso y misterio de salvación
El documento dedica esta sección, previa a las conclusiones, a establecer una cierta metodología del diálogo. No enumera vías o caminos
para desarrollarlo. Procura principalmente desnudar, por así decirlo,
intenciones en el ánimo o en los presupuestos religiosos, no formulados,
de los participantes.
En el diálogo interreligioso han de tenerse en cuenta el sentido de
Dios y el sentido del hombre que obra en los interlocutores. Se trata de
aclarar los puntos de partida más decisivos, para que pueda producirse
un verdadero encuentro espiritual. La ambigüedad de un lenguaje aparentemente común puede sugerir aproximaciones y sintonías que en realidad no existen.
La apertura a una percepción creciente del misterio de Dios es
esencial para que el diálogo se encamine por derroteros adecuados. Pero,
además, «cuando dialogan creyentes de religiones diferentes, tiene lugar
un evento mucho más profundo que la comunicación verbal: se produce
un encuentro entre seres humanos, cada uno de los cuales interviene llevando el peso de su condición humana» (n. 109).
La consecuencia inmediata de este hecho es que la estructura del
diálogo no es binaria sino ternaria. Es decir, «mucho más que en cualquier otra relación interpersonal, está implicada la relación de cada persona con el Dios vivo» (n. 110). Aparece así la importancia de la oración
(nn. 111-112), y sobre todo la actitud existencial ante la muerte, que es
la «constante que subyace a todos los demás problemas de la condición
humana» (n. 113). Lo que importa verdaderamente es el destino humano último. «Por tanto, la única pregunta seria, en cuanto existencial e
ineludible, sin la cual los discursos religiosos son "coartadas", es ésta: ¿se
hace o no el Dios vivo cargo de la muerte del hombre?» (n. 113).
Es aquí donde la palabra cristiana se muestra definitiva y concluyente en la muerte y resurrección de Jesús. «El diálogo interreligioso
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JOSÉ MORALES
recibe entonces sentido en la economía de la salvación: no se limita a
continuar el mensaje de los profetas y la misión del Precursor, sino que
se fundamenta en el acontecimiento de la salvación realizado en Cristo,
y tiende a la segunda venida del Señor. El diálogo interreligioso ocurre
en la Iglesia en situación escatológica» (n. 113).
La parte conclusiva del documento (nn. 114-117) conecta brevemente el diálogo con la tarea vocacional cristiana, y con los misterios de
la Trinidad y de la Iglesia.
Fiel a su cometido, la Comisión teológica internacional trata en
este documento de facilitar la articulación de un cierto consenso dentro
de los teólogos de la Iglesia en torno a posiciones sólidas y coherentes.
Es una tarea necesaria por la importancia creciente del asunto que,
en cierto modo, comienza a desplazar el ecumenismo como preocupación teológica cara a los años que vienen. Resulta también una prioridad
por la diversidad de planteamientos y posturas que se perciben en la teología católica.
La posición del documento es mesurada, pero huye de ambigüedades y reducciones. Presenta así una base sobre la que pueda construirse
una teología de las religiones que arranque del centro de la fe cristiana y
del mensaje salvador de la Iglesia, que es un anuncio trinitario.
José Morales
Facultad de Teología
Universidad de Navarra
PAMPLONA
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