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El concepto de victoria en el Siglo XXI

Analiza la validez de la idea de una victoria militar en base a lo que evidencia el presente siglo.

EL CONCEPTO DE VICTORIA EN LAS GUERRAS DEL SIGLO XXI Una aproximación al concepto de hibridez en la guerra moderna Abstract: El artículo analiza la vigencia del concepto de victoria militar en el presente Siglo XXI, y lo hace definiendo los aspectos que caracterizan a la guerra actualmente. Apela a la necesidad de acotar las expectativas de obtener los objetivos fijados por el poder político exclusivamente por medio del recurso militar, y promueve una aproximación multidisciplinaria para atender la compleja dinámica que la guerra presenta en las primeras décadas de este siglo. Palabras Clave: Victoria militar – Hibridez – Cambios en el campo de combate – Enfoque multidisciplinar. Abstract: The paper analyzes the validity of the concept of military victory in the 21st Century, and did that through defining the aspects that actually characterize war. Appeals to limit the expectations of reaching politics objectives by only employing the military power , and promotes a multidisciplinary approach to address the complex dynamics that war presented in the first decades of this Century. Key Words: Military victory - Hybridity - Changes in the battlefield - Multidisciplinary approach. INTRODUCCION Victoria no era un concepto equívoco para el Duque de Wellington cuando esa tarde del 18 de junio de 1815, en proximidades de un entonces ignoto lugar de Bélgica conocido como Waterloo, vio aparecer a las tropas prusianas a la izquierda de su dispositivo, y al tiempo que la “Vieja Guardia” de Napoleón cedía terreno, ordenó a todo su ejército avanzar en dirección al ejército francés que ante sus ojos se desintegraba bajo la inmisericorde acción que sobre este ejercían las tropas aliadas. Esta victoria era a la vez táctica y estratégica. Lo primero porque sin dudas las tropas del “Monstruo de Europa” no estaban en condiciones siquiera de retirarse en orden para intentar una nueva batalla. Y lo estratégico deviene porque el resultado de la batalla acabó con el sueño de la restauración de Napoleón como amo de Europa (Keegan-1978). Este ejemplo que la Historia Militar aporta, es uno que consideramos puede también hallarse en el momento en que la denominada “Ofensiva del Káiser” fracasó en 1918, permitiendo a los aliados derrotar al Imperio Alemán y dar fin a la Ira Guerra Mundial; o algunas décadas después, en ocasión que el Ejército Soviético tomó contacto con los Aliados en el Río Elba en 1945, cerrando así de manera definitiva con el enloquecido sueño de un “Reich de mil años”. Sin embargo, luego de 1945, son muy pocas las ocasiones en que podemos encontrar victorias militares que han significado el fin de una contienda. Más bien, a nuestro juicio, muchas veces encontramos victorias en el campo de combate que han permitido sostener una situación estratégica, por ejemplo las reiteradas victorias de Israel contra los diferentes estados árabes que enfrentó, lo que permitió la preservación del Estado de Israel, pero todavía no ha logrado alcanzar un estado de paz que le permita librarse de la necesidad de contar con un elevadísimo pie de alistamiento de su instrumento militar para preservar la existencia de Israel. O bien victorias en el campo táctico que no tienen repercusión en el estratégico, y por ende, como hemos mencionado, no logran cambiar la situación política que llevó a la guerra (Van Creveld 1991). Esto último aparece claramente en la retirada aliada de Irak luego de casi una década de acciones militares y cambiantes objetivos políticos para esa intervención, y la próxima retirada de Afganistán, en el 2014, donde también, a pesar de un esfuerzo militar fluctuante y en los últimos años masivo, todo hace prever que una vez retirados los aliados de Afganistán, los talibanes, justamente aquellos que por acción u omisión posibilitaron que Al Qaida tuviera un santuario en ese país desde donde amenazar y concretamente atacar a Occidente, sean con certeza nuevamente un factor de poder gravitante en ese país asiático (Rashid 2012). Creemos que es necesario, ante esta situación descripta, hacer un intento de relaborar la idea misma que sobre la victoria tienen los militares, y que poseen repercusiones directas también sobre el poder político, pues ambos estamentos interactúan al momento de decidir alcanzar objetivos de alta significación política mediante el empleo del recurso militar. ¿QUE ESTA DETRÁS DE LA INCAPACIDAD DE ALCANZAR UNA VICTORIA MILITAR ESTRATEGICA? Consideramos que se han producido algunos cambios en el ambiente en el que se desarrolla el fenómeno de la guerra, que están en la raíz de la problemática que plantea el interrogante de esta parte del artículo. Con la aparición de lo que hoy denominamos “Guerra asimétrica” y que con el proceso de descolonización conocimos como insurgencia, cambió dramáticamente el paradigma en el que las guerras venían planteándose. Para profundizar sobre el concepto “Guerra Asimétrica” se sugiere Lafferriere (2001). Hasta este fenómeno, la guerra era una actividad que realizaban fuerzas militares de mayor o menor número y calidad, enfrentándose en espacios y tiempos donde las mismas en su interacción buscaban causar en el otro el daño suficiente como para ir imponiéndole la voluntad propia al enemigo. Ese proceso podía tomar mayor o menor tiempo, dependiendo de las habilidades de cada uno de los bandos enfrentados, pero por lo general terminaban con la victoria de uno de ellos por sobre el otro; o bien como en el caso de la Guerra de Corea, en un “alto el fuego” que se ha prolongado con distintos matices hasta nuestros días. Esa situación ya no es la dominante, remplazándose la misma por un ambiente operacional más difícil de poder ser claramente definido, que en el mundo anglosajón se lo define como “híbrido”. Permítasenos dar una breve descripción de las características que lo distinguen: Bandos en pugna: Estos pueden en una etapa inicial ser lo que tradicionalmente conocemos como fuerzas regulares; y con el tiempo uno de ellos puede transformarse en una tropa irregular, pues advierte que por la vía de un enfrentamiento clásico no está en condiciones de librar el combate. El ejemplo más claro ha sido el que nos proporcionó Irak en el 2003, cuando las tropas aliadas invaden el país; y luego de la derrota de las fuerzas iraquíes, una insurgencia cuasi multinacional tomó las armas y dio batalla a las tropas aliadas por casi una década y es hoy la que opera contra el gobierno de Irak luego que masivamente los aliados se retiraran del país. También puede darse el caso que desde el inicio se enfrente una fuerza regular contra otra insurgente la que paulatinamente, en la medida que adquiere capacidades, muta la misma a una fuerza de características regulares, tratando de operar en la forma que estás últimas normalmente operan. El caso Libio y particularmente el que al momento de escribirse este trabajo presenta Siria, parecieran ajustarse a la descripción. Sin embargo, la mutación mencionada, por lo general no hace que esas fuerzas irregulares convertidas en regulares abandonen algunos de los “vicios” que las irregulares normalmente poseen. Así acciones independientes de órdenes regulares, eliminación de prisioneros y apelación a acciones terroristas siguen teniendo una presencia importante en las acciones en desarrollo. Esto es claramente una muestra de las dificultades que demanda la creación de cualquier fuerza regular, es decir una con un nivel de disciplina tal que la ejecución de la violencia, por más dura que ella sea, estará siempre amparada en comandos claramente establecidos, por lo que se puede aplicar el criterio de “trazabilidad” para cualquiera de las acciones que se lleven a cabo. Esto difícilmente es hallable en tropas irregulares y en las que mutan para transformarse en regulares; al menos por períodos muy prolongados de tiempo. Sobre la Guerra irregular es interesante el aporte de Townshend, Charles (1997). Omnipresencia de los medios de prensa: En otro trabajo he tratado con amplitud la siempre difícil relación entre las tropas en operaciones y la prensa en cualquier conflicto. La posibilidades que la tecnología ha aportado a los medios de prensa y el poder económico que las grandes cadenas poseen, les dan a las mismas posibilidades ciertas de estar en cualquier lugar del campo de batalla. Y si bien los comandos más altos pueden, y de hecho hacen, establecer medidas restrictivas a la presencia de la prensa, las propias tropas, haciendo uso de sus medios de comunicación “privados” y en algunas circunstancias de los provistos, tienen la capacidad de diseminar información en todo tiempo a las redes sociales. Esta capacidad, puede hacer que hechos que en el pasado los militares trataban de manera casi exclusiva, hoy pueden ser conocidos en forma instantánea por alguien situado a miles de kilómetros del lugar de la acción y diseminado de manera “viral” por internet. Así acciones que podían antes ser consideradas “errores propios de una acción en tiempo de guerra”, tienen el potencial de convertirse en “atrocidades” que pueden ser entendidas por el público, a nivel local como internacional, como parte de una concepción equivocada de la conducción de la guerra, y por lo tanto repercutir estratégicamente en el desarrollo de la misma. Los ejemplos de estas cuestiones abundan, y por si mismos prueban el nivel de complejidad en que la guerra puede darse. Presencia de OONGG locales e internacionales: Estas actuarán en todo lugar donde puedan hacerlo. A veces, lo harán en las zonas donde los bandos se enfrentan, otras en las zonas donde estos se reorganizan o descansan, y casi siempre estarán en los lugares donde los civiles busquen refugio de las acciones. Serán cuando menos tan difícilmente de ser controladas como la prensa, y también por su acción y capacidad de llegada a la comunidad internacional, oficiarán como una caja de resonancia de las acciones que las tropas de cualquier bando lleven a cabo. No tener en cuenta este aspecto, tratar de limitarlas sin razón o bien no buscar modos de facilitar su accionar, pueden ser un camino seguro al desastre para el comando que así encare su relación con ellas. Cambio radical del paradigma de combate: Hasta la aparición de este fenómeno de la “hibridez” de la guerra, el campo de combate se dividía en dos zonas claramente distintas. Una la de combate. Allí se luchaba contra el enemigo, y la preocupación primordial era desarrollar operaciones que causaran al enemigo el mayor daño posible, de manera de imponerle lo más prontamente la propia voluntad. La segunda zona era la de comunicaciones. Situada a retaguardia de la primera, avanzaba “hacia adelante” en la medida del progreso de lo que en la zona de combate se diera. En esta zona de comunicaciones las prioridades pasaban por sostener logísticamente a las tropas en la zona de combate y en menor medida, propender al mejoramiento factible de las condiciones de vida de la población civil que en la misma se encontraba. La guerra hoy ya no distingue con claridad esas zonas, y en la práctica ocurre que se combate tanto en una como en la otra, y la necesidad de asistir a la población civil no se limita a un sector determinado sino que se impone a la agenda de los comandos superiores en todo lugar. Así se dará que un comandante deberá no solamente planificar y desarrollar operaciones de combate, sino que simultáneamente se verá obligado a desarrollar otras para sostener a la población civil, reconstruir facilidades para estos últimos y aún atender complejas situaciones de orden político derivadas de las relaciones que se dan en la propia población. Esto, por si solo, demandará un esfuerzo todavía entre nosotros no debidamente mensurado, pero que es cuestión de estudio constante en otros países, que han sufrido directamente de la naturaleza cambiante que la guerra ha adquirido hoy en día. La experiencia de Israel en campos de combate “híbridos” puede ayudar a comprender la complejidad del mismo. Johnson (2010). Baja o nula tolerancia a las bajas propias y rechazo al “daño colateral”: La brutalidad de la guerra ya no es un hecho desconocido por el público en general, sino que con facilidad está disponible para cualquiera que quiera indagar en esos temas en la diversidad de medios que la civilización actual pone en manos de cualquier persona con acceso a la internet. Esto, sumado a cambio de pautas culturales, ha hecho que no se acepten bajas relevantes en las tropas durante el desarrollo de operaciones militares. Esto crea un desafío muy grande a los líderes políticos y militares, pues llevado al extremo, este criterio puede dificultar inmensamente la concreción de ciertos objetivos militares. Por otra parte, actúa como un importante moderador de las acciones, al hacer que haya menos libertades para la realización de operaciones que carezcan del nivel de planeamiento adecuado para su desarrollo operativo. Asimismo, tradicionalmente se entendió que en toda guerra podían producirse bajas no buscadas entre los civiles, a las que se denomina “daño colateral”, producto de la dificultad que muchas veces las operaciones imponen en su desarrollo. Sin embargo, se aplican criterios similares al de las bajas propias, y resulta hoy harto complejo a cualquier organización militar contrarrestar la difusión de imágenes de civiles muertos o heridos aunque sean escasos desde un punto de vista fríamente militar en comparación al objetivo alcanzado. Escasa oportunidad de dar una batalla decisiva: Pareciera existir una tendencia a que no se produzcan enfrentamientos decisivos, del tipo que eran común en las guerras que pudimos estudiar en casi la totalidad del Siglo XX. Probablemente, muchas de las características mencionadas en el presente trabajo, han contribuido para que uno o bien ambos bandos eludan dar la batalla. Esta situación hará que puedan darse algunas de las siguientes alternativas: Que uno de los bandos busque la manera de obligar al otro a dar la batalla, lo que muy difícilmente ocurrirá si éste último posee la libertad de acción que le permita eludir esa eventualidad, al menos hasta el momento que considere que cuenta con la posibilidad de dar la misma en condiciones ventajosas. Otra alternativa, es que por largos períodos de tiempo, que en la teoría pueden prolongarse indefinidamente, se de una situación en la que los bandos en pugna se limiten a afectarse mutuamente sin que por ello cambie la situación militar en cuanto a quien está en condiciones de imponerse sobre el otro. Esta situación podrá durar tanto como la voluntad política de la conducción de cada uno de ellos pueda sostener ese esfuerzo frente a su propia opinión pública o bien los factores de poder real que sustentan su legitimidad política. Cuestión esta harto compleja, toda vez que en la situación que describimos, no existirán parámetros muy claros para evidenciar ante la propia población, que se están logrando progresos que permitan avizorar un resultado favorable a la propia fuerza. LA NECESIDAD DE ACOTAR LAS EXPECTATIVAS EN LA “SOLUCION MILITAR” Ante un panorama tan complejo, resulta evidente que esperar una resolución del mismo a través del exclusivo recurso de apelar a la fuerza militar puede llevar al fracaso. Esto no quiere decir que el recurso militar deba ser despreciado. En modo alguno. Lo que consideramos es que el mismo debe ser empleado en “conjunción” con otras acciones simultáneas que los comandantes militares deben realizar con organizaciones civiles estatales, ONG´s, multilaterales e incluso privadas, Estas organizaciones privadas pueden ser muy diferentes. Algunas proveerán servicios armados de diversa índole como la emblemática Blackwater. Otras pueden tener fines filantrópicos y las hay también que operan sistemas satelitales de reconocimiento que en tiempo real podrán cubrir la zona donde se opera, empleando esa información obtenida en apoyo a distintas causas, no siempre necesariamente coincidentes con las de alguna de las fuerzas en pugna. que tienen fines y capacidades muy diferentes a las militares, pero que sin embargo, deben ser armónicamente integradas para crear junto con el recurso militar la sinergia que posibilite cambiar la situación que derivó en la concepción de apelar a la violencia para su solución. En esa idea, no se estará ya en la búsqueda exclusiva de una acción exitosa en el campo de batalla o una serie de acciones violentas de gran relevancia que paulatinamente lleven a quebrar la voluntad de lucha del enemigo, sino a lograr una situación favorable a la propia conducción, que justifique el enorme esfuerzo empeñado y cree por si misma, una condición general de estabilidad positiva hacia el futuro. Ahora bien, puede parecer al lector que esto que se expone plantea necesidades tan solamente a los comandos más altos a cargo de las operaciones militares, es decir a la figura del Comandante del Teatro de Operaciones, a quien el Poder Ejecutivo ha colocado en la responsabilidad de desarrollar la campaña, tal cual como nuestra doctrina prevé. En modo alguno tenemos esa idea, sino que consideramos que la necesidad de atender a crear la sinergia que mencionamos atraviesa a todos los niveles de conducción y debe ser claramente buscada y articulada desde el máximo nivel hacia el menor. Esto es harto relevante pues ya no hay decisiones de niveles inferiores que tengan efectos exclusivamente en la estrecha área de su influencia, sino que la interacción de actores que enumeramos hacen que sea prácticamente imposible que comando alguno pueda eludir la responsabilidad que la situación que describimos impone. Pero esta situación tan compleja y por qué no desconcertante para el análisis clásico de la guerra tiene su contracara. No opera como un condicionante para un solo de los bandos en pugna, sino que lo hace de manera similar para ambos. Esto en no poca medida actúa como una suerte de “nivelador de fuerzas” toda vez que el solo hecho de poseer mayor capacidad militar no garantiza el lograr una situación favorable. Un bando que tenga razones de justificar su accionar y que posea la capacidad de hacer que las mismas sean comprendidas por buena parte de la comunidad internacional; que simultáneamente evidencie una articulación con los actores que estarán presente en el conflicto y explote inteligentemente su relación con la población civil inmersa en el conflicto; podrá alcanzar una libertad de acción muy superior ante un oponente que no logre establecer esa relación virtuosa, aspecto este que le hará perder obviamente la iniciativa (la libertad de acción es siempre el producto de un juego de suma cero) y quedará claramente a la defensiva en el plano estratégico. Las repercusiones de lo que expresamos, fundamentalmente en la ya citada capacidad de “nivelar fuerzas” que surge de las características de las guerras del Siglo XXI, debiera en nuestro particular criterio servir de acicate para la necesaria estrategia generativa de fuerzas de cualquier instrumento militar. Pues como nunca, conceptos como calidad del adiestramiento, alta disciplina individual y capacidad de liderazgo junto a la disposición de elementos letales y no letales de calidad y una cierta capacidad para proyectar rápidamente la fuerza, están a la cabeza de la lista de requerimientos a alcanzar por cualquier fuerza militar y esto por sobre conceptos ya de dudosa vigencia como los que prescriben la idea de ejércitos masivos, con recursos ilimitados y dispuestos a empeñarse progresivamente en función a decimonónicos conceptos de movilización. CONCLUSION (UNA VISION AL FUTURO) Entre nosotros, nuestra prolongada experiencia en Misiones de Paz y muy especialmente la diversidad de escenarios donde nuestras fuerzas operaron, han obligado a las mismas a interactuar de una manera muy próxima a la que se considera exigirá como norma cualquier acción militar en el Siglo XXI. Esta aptitud, debiera ser evaluada y simultáneamente ser puesta en perspectiva con la información que se obtiene de los empeñamientos militares que se han sucedido y los que sobrevengan, de manera de extraer la mayor experiencia práctica posible. Entendemos también que es fundamental que esas experiencias se internalicen en los adiestramientos de las fuerzas, evitando que sean solamente capacidades que adquieren los contingentes desplegados en el extranjero. Esto promoverá que el instrumento militar posea capacidades ciertas de accionar con posibilidades concretas de lograr efectos requeridos por el poder político si se lo empeña en acciones militares. La guerra muta permanentemente. A veces lo hace a un paso lento, dando la sensación que se han alcanzado situaciones inmutables. En otros casos, cambia velozmente, colocando en crisis todo el andamiaje doctrinario con el que las fuerzas militares tratan de respaldar un empleo operativo. Actualmente nos encontramos en una etapa de mutación acelerada, que ha llevado a que en no pocas naciones se generaran debates intensos sobre el modo de luchar y resolver las complejidades que el fenómeno presenta. Estas características de hibridez pareciera que nos afectarán por un período prolongado, exigiendo a las fuerzas militares el desarrollo de capacidades múltiples, en no pocos casos contradictorias, pero siempre desafiantes para la consecución de los objetivos que se asignen. No entender el ambiente en el cual la guerra se está desarrollando en el Siglo XXI presentará si un motivo de coincidencia importante con lo que tan habitualmente ha sido una constante en las fuerzas militares de muchas naciones: Privilegiaron prepararse para el escenario de guerra que mejor se adaptaba a “su visión” de la guerra. Ese error se paga caro. No pocas veces, con la derrota. Entender a la guerra y sus tendencias es clave para cualquier instrumento militar que pretenda ser un elemento útil al país que sirve. BIBLIOGRAFIA Gelpi, Christopher, Feaver, Peter D. y Reifler, Jason (2005). Casualty sensitivity and the War in Iraq; Duke University, Durham, United States of America. Hammes, Thomas X. (2006). The Sling and the Stone; Zenith Press, St. Paul, United States of America. Johnson, David E. (2010). Military capabilities for hybrid war; Rand Corporation, Santa Monica, United States of America. Keegan, John (1978). The face of battle; Penguins Books, New York, United States of America. Lafferriere, Guillermo H.E. (2001). La batalla asimétrica del Siglo XXI; Revista Ejército Nro 730, Madrid, Reino de España. Lafferriere, Guillermo H.E.(2002) La batalla: Algunos interrogantes a la luz de la doctrina vigente y la experiencia histórica; Revista de la Escuela Superior de Guerra, Buenos Aires, Argentina. Patey, Luke A. y Macnamara, W. Donald, John (2003). 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