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No se trata del canon, sino de cómo se usa

2023, Dearq 36. Barajar el canon

https://doi.org/10.18389/dearq36.2023.05

¿Qué es un canon? ¿Cómo nace y se desarrolla? ¿Es diferente de la idea de paradigma? ¿Cómo afectan los cánones las narrativas históricas sobre arquitectura en el ámbito educativo y profesional? ¿Por qué sería un problema? ¿Son los cánones un rasgo inevitable en nuestra disciplina? ¿Basta con barajarlos, agrandarlos o ponerlos en perspectiva regional para seguir adelante? O ¿sería más bien una estrategia para fortalecerlos en vez de eliminarlos? Este artículo considera estas cuestiones y busca generar conciencia crítica sobre el significado y los usos actuales de los cánones arquitectónicos. También sugiere una manera de seguir utilizándolos de un modo menos inapropiado, al menos hasta que sea viable proponer una historia y práctica arquitectónica que no pase por la idea del canon.

Dearq $40.000 COP 9 77201 13 18009 36 Barajar el canon Recibido: 29 de mayo de 2022 Aceptado: 1 de febrero de 2023 Cómo citar: Verde Zein, Ruth. "No se trata del canon, sino de cómo se usa". Dearq no. 36 (2023): 37-45. DOI: https://doi.org/10.18389/ dearq36.2023.05 investigación No se trata del canon, sino de cómo se usa It's not the canon, it's how you use it ¿Qué es un canon? ¿Cómo nace y se desarrolla? ¿Es diferente de la idea de paradigma? ¿Cómo afectan los cánones las narrativas históricas sobre arquitectura en el ámbito educativo y profesional? ¿Por qué sería un problema? ¿Son los cánones un rasgo inevitable en nuestra disciplina? ¿Basta con barajarlos, agrandarlos o ponerlos en perspectiva regional para seguir adelante? O ¿sería más bien una estrategia para fortalecerlos en vez de eliminarlos? Este artículo considera estas cuestiones y busca generar conciencia crítica sobre el significado y los usos actuales de los cánones arquitectónicos. También sugiere una manera de seguir utilizándolos de un modo menos inapropiado, al menos hasta que sea viable proponer una historia y práctica arquitectónica que no pase por la idea del canon. Palabras clave: historia de la arquitectura, historiografía, enseñanza de arquitectura, práctica de arquitectura, cánones. Ruth Verde Zein [email protected] Escuela de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Presbiteriana Mackenzie, Brasil DOI: https://doi.org/10.18389/dearq36.2023.05 What are canons? How do they come into existence and how do they develop? Is the idea behind them different from that of a paradigm? How do canons permeate architectural history narratives and come to frame the educational and professional fields? Why is this felt to be a problem? Are canons an inevitable trait of our field? Can we move forward just by shuffling, expanding or regionalizing them? Or would this be a cure that made the poison stronger rather than eliminating it? This essay considers these issues and raises critical questions about the current meaning and use of architectural canons. It suggests that, for the moment, we should continue to use them but in less inappropriate ways, until it becomes possible to propose a non-canonical history of architecture and a non-canonical practice. Keywords: architectural history, historiography, architectural education, architectural practice, canons. 36 – 37 Dearq 36 introducción Fueron los pioneros de la arquitectura moderna (en realidad, sus representantes intelectuales orgánicos) quienes a lo largo del último siglo extendido recurrieron de forma inteligente y exitosa al proceso de canonización para establecer la definición actualmente consensuada de lo que se considera arquitectura “moderna” y, por extensión, arquitectura “posmoderna” y “contemporánea” (Zein 2021). Estas obras canónicas se presentan en libros que ofrecen un gran panorama histórico y se emplean como la vara que se usa para imprimir el sello de “verdaderamente moderno” a un conjunto limitado y parcial de obras arquitectónicas. De esta manera, no solo se definen las fronteras y se certifican los permisos para futuras inclusiones y exclusiones, sino que también se establece qué obras se consideran prestigiosas y están dentro de esas fronteras, y cuáles están afuera y deben ser leídas como “lo otro”. Tanto los arquitectos como los docentes de arquitectura, en sus respectivas áreas de trabajo, respaldan la selección canónica de obras presentadas en estos libros, y refuerzan de forma tácita su importancia y validez como íconos reconocidos de la historia arquitectónica reciente. Es posible que este proceso sea inevitable. Tal vez, los cánones y el proceso de canonización sean la consecuencia inevitable de las actividades educativas y profesionales que se da en campos disciplinares basados en la práctica, como es la arquitectura (Foqué 2010). Es un campo en el cual parece haber (y tal vez siempre sea así) un impulso fuerte y constante de otorgarle notoriedad a un panteón estático (que puede ser cambiante y hasta volátil) de obras y autores consagrados, los cuales funcionan como referencia para los estudios históricos y respaldo para los procesos proyectuales. Las obras canónicas son aquellas que han ganado prestigio a fuerza de ser constantemente expuestas y alabadas, tanto como exponentes de un legado notorio como ejemplos para seguir. Sirven para ilustrar el aforismo tácito muchas veces repetido de que la arquitectura no es una disciplina que deba ser reinventada lunes de por medio. La familiaridad con las obras canónicas funciona como un dispositivo regulatorio que permite insertarse en la práctica a quienes se inician en la disciplina; mientras que su notoriedad ayuda a calmar las incertidumbres de un mundo inestable. Sin embargo, y aun considerando que ese impulso es inevitable (y debemos reconocer que el proceso de canonización es, si bien precaria, una fabricación conveniente), analizar y criticar los cánones y el proceso de canonización sigue siendo una tarea fundamental, por cuanto es una postura más lúcida que la de solo ignorar, aceptar, o “naturalizar” su existencia. Una razón por la cual esta crítica es importante es porque puede ayudarnos a entender cómo los cánones predominantes se han usado (o mal usados) para consolidar una mirada dominante y obtusa sobre un conjunto muy restringido de obras destacadas para definir qué es la arquitectura (moderna). La crítica es necesaria para mostrar cómo la fundación del canon actual, a pesar de estar basada en la exclusión, afecta de forma directa la educación y la práctica arquitectónica de todo el mundo, y no siempre para bien. Esta situación es altamente perjudicial para todos, no solo para la educación, investigación y práctica arquitectónica del hemisferio sur, donde, por razones obvias, supone un detrimento aún mayor. Estas prácticas limitadas y simplistas de canonización, que vienen sucediendo al menos desde mediados del siglo XX, impiden descubrir maneras más apropiadas de enseñar y practicar arquitectura, más acordes con los desafíos, posibilidades y dificultades de las sociedades del siglo XXI. El uso de cánones narrativos imperialistas y anticuados establecidos en el siglo XX, junto con los ejemplos de lo que se ha dado en llamar “arquitectura” (hablando en general, aunque no únicamente, de arquitectura moderna y contemporánea), no engloban la complejidad, variedad y vastedad de los logros arquitectónicos y urbanos alrededor del mundo. De esta manera, nos impiden seguir aprendiendo, tanto de sus cualidades como de sus errores. Analizar y criticar los cánones y el proceso de canonización sigue siendo una tarea fundamental, por cuanto es una postura más lúcida que la de solo ignorar, aceptar, o “naturalizar” su existencia. investigación ¿qué es un canon? Según Barry Bergdoll, “la canonización es el proceso de seleccionar y luego darle forma (y legado) al pasado artístico” (citado en Zein 2021, 283). ¿Quién hace esta selección? ¿Según cuáles creencias y formación es que esta persona decide que algo es fundamental? ¿Estas decisiones pueden ser consideradas “universales”? ¿Para qué objetivos específicos sirven? La palabra formación tiene connotaciones geográficas: las características de una persona (y la forma en que sus creencias se construyen) son el resultado de una combinación arbitraria entre su ámbito profesional y privado, que a su vez comparte con otras personas tanto de su misma generación como de otras pasadas, y están permeadas por su conciencia de género, raza y clase, al igual que por su sentido de pertenencia local, regional y nacional. Para analizar la definición de canon de forma crítica, en primer lugar, hay que dejar en claro su carácter intrínseco de no universal. Todo “canon” es un artificio creado a partir de un estrecho conjunto de circunstancias que luego es elevado al rango de validez “genérica”. Esta consagración no se debe solamente a sus propios méritos (que, en muchos casos, son importantes). Su ascenso se da a través de una combinación externa de fuerzas sociales, económicas, culturales y políticas que convergen en un lugar y un tiempo específico, y son sostenidas a través de la propaganda. El “prestigio” canónico atribuido a una obra de arte, a un edificio o a un autor es un movimiento intencional parecido al de un truco de magia: es el tercer paso de un proceso ilusorio que transforma lo banal en algo extraordinario, y luego en algo asombroso.¹ Al igual que en las fábulas de Andersen, deshacerse de este encantamiento requiere ser lo suficientemente valiente o ingenuo para afirmar que el canon está desnudo. Los cánones no nacen como entes establecidos: empiezan siendo relatos no canónicos que luego son elevados a un escalafón de prestigio por individuos o grupos (Bonta 1975, 1977), en el cual se mantienen gracias a que otros autores, académicos y estudiantes (inclusive usted y yo) se encargan de repetir constantemente cuál es el estatus que tienen. “Uno de los principales motores de este proceso [de canonización] ha sido la producción teórica de varios historiadores y críticos de arquitectura a lo largo de los últimos cien años” (Zein 2021, 297). Sus libros, y su amplia disponibilidad en todo el mundo, ofrecen un camino sencillo para enseñar historia de la arquitectura, lo que a su vez contribuye a consolidar los cánones existentes.² 1. “[Richard/Ricky] Jay explica que El Prestigio es el remate, la tercera parte de cualquier truco de magia. Primero está La Promesa: el mago muestra algo común, como una paloma. Luego viene La Transformación: el mago ejecuta una acción extraordinaria y la hace desaparecer. Por último, llega El Prestigio: el mago supera su acción anterior y hace que la paloma vuelva a aparecer. ‘La magia se trata de la estructura’, afirma Jay. ‘Hay que conducir al observador desde lo banal a lo extraordinario, a lo sorprendente’” (Zito 2018). 2. Nuestro actual proyecto de investigación busca rastrear el nivel de su influencia alrededor del mundo o, al menos, en las bibliotecas de arquitectura de las universidades más importantes de cada país. A pesar de que es una tarea imposible de realizar en su totalidad, buscamos tener al menos una idea aproximada de cuán predominantes son, empezando por el continente americano, para luego seguir hacia otras latitudes. 3. Por ejemplo, Bonta (1975, 1977); Bozdogan (1999); Gürel y Anthony (2006); Jencks (2001); Lara (2018); Leatherbarrow (2001); Lipstadt (2001); Torrent (2017); Zein (2019, 2020). Muchos autores ya han trabajado sobre la compleja cuestión de los cánones y los procesos de canonización en arquitectura.³ Teniendo en cuenta sus valiosas contribuciones, este artículo se propone brevemente examinar si los cánones en arquitectura funcionan de forma análoga a la idea de “paradigma” o “paradigma científico”, tal como fue expuesta por Thomas Kuhn, en La estructura de las revoluciones científicas (publicado originalmente en 1962). A pesar de las similitudes, existen importantes diferencias entre ambos conceptos que pueden ser útiles para ilustrar algunos aspectos respecto a cómo operan los cánones en arquitectura. Al comienzo de su libro, Kuhn le otorga un rol clave a la historia a la hora de entender de qué se trata la ciencia: “La Historia, cuando es vista más que como un repositorio de anécdotas o una cronología, es capaz de producir una transformación decisiva en la percepción de la ciencia” (2012, 1; las cursivas son mías). Aprender sobre historia y tenerla en cuenta es un camino para iluminar la naturaleza profunda de nuestras creencias (que además son históricamente determinadas), las cuales no surgen solo por observación y experiencia, dado que “un elemento arbitrario, compuesto por accidentes históricos y personales, siempre juega un rol formativo en las creencias sostenidas por una comunidad científica en un momento dado” (4). A pesar de su naturaleza contingente, Kuhn acepta que la adopción de una serie de creencias por partes de grupos de interés para regular (provisoriamente) una disciplina tal vez sea una situación 38 – 39 Dearq 36 inevitable: “que exista un elemento de arbitrariedad, sin embargo, no significa que una agrupación científica pueda ejercer su labor sin algún tipo de creencia recibidas” (4). En un comentario escrito en 1969, siete años después de la publicación de su innovador libro, Kuhn sintió la necesidad de ofrecer mayores precisiones sobre algunas ideas de su libro que habían sido ampliamente criticadas, entre ellos el concepto de paradigma. En su definición, la idea de paradigma tiene una naturaleza circular.⁴ A su vez, explica que en su texto empleó el término con dos sentidos distintos: primero, como “una constelación de creencias, valores y técnicas, entre otras cosas, que es compartida por los miembros de una comunidad” (2012, 175). En segundo lugar, como “un elemento de esa constelación, la solución a un interrogante, el cual, empleado como un modelo o ejemplo, puede reemplazar reglas explícitas como la base para la solución de los interrogantes restantes de la ciencia” (175). En la segunda acepción del término, los paradigmas se toman como modelos compartidos que asisten en el avance de una disciplina: “los científicos resuelven interrogantes al modelarlos sobre soluciones a interrogantes previos, recurriendo muchas veces solo mínimamente a generalizaciones simbólicas […]; al ver la semejanza, y advertir la analogía entre dos o más problemas distintos, [ellos] pueden conectar símbolos y adscribirlos a la naturaleza de formas que han sido efectivas en el pasado”. Al hacer esto, un científico “logra asimilar un tipo de observación que su comunidad aprueba y que ha probado ser efectiva a lo largo del tiempo” (Kuhn 2012, 189). A pesar de ser herramientas útiles que asisten la investigación, los paradigmas no se concibieron para ser eternos. Su utilidad tiende a disminuir junto con los desarrollos que lograron hacer avanzar mediante los mecanismos de la “profesionalización”. Esta reducción de su eficacia, a su vez, lleva a “una importante restricción en la visión del científico y una gran resistencia al cambio de paradigma, convirtiendo a la ciencia en algo cada vez más rígido” (Kuhn 2012, 64). Con el correr del tiempo, empiezan a aparecer anomalías que se alejan del conjunto de reglas establecido por el paradigma actual, ya sea debido a experimentos o la formulación de nuevas teorías. Sin embargo, “las anomalías solo aparecen delineadas contra el trasfondo del paradigma. Cuanto más específico y abarcador sea un paradigma, más sensible es a las anomalías, un indicador de que se está frente a la oportunidad para un cambio de paradigma” (64). La razón de ser de un paradigma es darle estructura a una disciplina, y evitar que se derrumbe ante el mínimo embate. “La seguridad de que un paradigma no será fácilmente desmantelado garantiza que los científicos no sufrirán distracciones superficiales, y que las anomalías que conducen a los cambios de paradigma deberán llegar hasta el centro mismo del conocimiento establecido” (65). Pese a la resistencia, los cambios son situaciones esperadas. Para ser efectivos, sin embargo, se requiere tiempo y una confirmación rigurosa. Las diferencias entre una disciplina puramente científica y una basada en la práctica son numerosas, y no reflejan ni la calidad ni la importancia de los logros en cada campo. Sin embargo, hay varias similitudes en las formas en que las personas llegan al conocimiento, más allá del tema en cuestión. En una suerte de “paréntesis” que incluyó en el comentario de 1969, Kuhn ofreció una reflexión acerca de cómo se adquiere el conocimiento, al afirmar que […] diferentes estímulos pueden producir sensaciones idénticas; un mismo estímulo puede generar sensaciones distintas; y, finalmente, el trayecto desde el estímulo hasta la sensación está parcialmente afectado por la educación. En algunas ocasiones, las personas formadas en diferentes sociedades se comportan como si estuvieran viendo cosas distintas. Si no estuviéramos tentados de asociar un estímulo directamente a una sensación, tal vez podríamos reconocer que efectivamente esto es lo que está sucediendo. (2012, 193) 4. “El término ‘paradigma’ aparece de forma temprana en las páginas anteriores, y lo hace de una forma intrínsecamente circular. Un paradigma es lo que comparten los miembros de una comunidad científica y, a la vez, una comunidad científica consiste de hombres que comparten un paradigma. No todas las circularidades son viciosas” (Kuhn 2012, 176). investigación El "prestigio" canónico (...) es el tercer paso de un proceso ilusorio que transforma lo banal en algo extraordinario, y luego en algo asombroso. Kuhn concluyó su idea de una manera aún más explícita: “Sospecho que es mera estrechez de miras lo que hace que supongamos que el trayecto de un estímulo a una sensación sea idéntico para todos los miembros de un grupo” (2012, 193). Si esta postura es válida para la ciencia pura, es aún más evidente en el caso de la arquitectura. Dicho de otra manera, dado que nadie puede asegurar que un mismo estímulo provocará las mismas respuestas en todas y cada una de las personas, más allá de cuál sea el “paradigma” del que estemos hablando, es legítimamente imposible afirmar que pueda ofrecer una certeza “universal” basada en percepciones “comunes”, las cuales luego son transformadas en creencias “comunes” y consideradas “universales” debido a esto. En cuanto a las diferencias, es importante tener en cuenta que, por su misma naturaleza, el conocimiento adquirido en la ciencia pura (una vez validada por un grupo más grande de científicos) no tiene sustento material. Se supone que una ecuación matemática que describe las constantes de un fenómeno natural (E = MC², por ejemplo) debería funcionar en todo momento y lugar (al menos eso es lo que sostiene el statu quo científico). A pesar de las proclamas de “universalidad” hechas por la vanguardia modernista del siglo XX, tal como fueron registradas y cristalizadas por los relatos históricos canónicos, esta situación no tiene paralelismo con los logros arquitectónicos. Es la ubicación de una obra la que le otorga su carácter único: no puede repetirse y diseminarse (llegado el caso de que esto fuera algo deseado) de forma literal, solo simbólica. Sin embargo, nuestra educación nos ha inculcado que el supuesto estatus universal de lo que hace tiempo se dio en llamar arquitectura “moderna” (basado en un conjunto limitado de ejemplos de Europa central) es de “carácter incuestionable”, cuando en realidad es solo el remanente destilado de algunas obras que han obtenido una supuesta validez “universal”, gracias al mecanismo del prestigio. Así, nuestra comprensión actual respecto a qué es la arquitectura (moderna) sigue siendo permeada y definida por duraderas pero sesgadas visiones canónicas del siglo pasado. Nuestros “paradigmas” actuales (o, mejor dicho, cánones), no tienen ninguna base racional o científica. Su validez no es una certeza, y no es necesario “refutarlos” para lograr un “cambio de paradigma” en nuestro campo: basta con reconocer su carácter no universal, obtuso y sesgado. Los relatos canónicos, al igual que los paradigmas, pueden desempeñar un rol a la hora de “estructurar” el aprendizaje y el proceso educativo de una nueva generación de profesionales. Esto no sería negativo si fueran empleados como opciones abiertas que ayudaran a entender las complejidades de nuestra disciplina, y no como elementos que definen fronteras que, por lo general, se basan en otras realidades y reducen la nuestra a un espejismo o, aún peor, a una distorsión. Conforme pasa el tiempo, los relatos canónicos tienden, a su vez, a la rigidez y al rechazo a priori de todo conocimiento que disienta con sus postulados, de una forma similar a lo que ocurre con los paradigmas científicos. A diferencia de la ciencia, las comunidades profesionales en arquitectura no consideran los relatos canónicos como muletas transitorias. Históricamente, han recibido un papel regulatorio casi sobrenatural: no se espera ni se aprecia que algo cambie, ni ahora ni nunca; como si esos prestigiosos compendios históricos hubiesen sido aceptados como textos sagrados. A diferencia de la ciencia, la refutación del conocimiento establecido y sus seudoverdades, sumado a la acumulación de nuevos conocimientos sobre el legado pasado y actual de la arquitectura (moderna), no le abren la puerta ni ofrecen contribuciones automáticas a la concreción de un “cambio de paradigma” (Zein 2019, 102-125). Y, sin embargo, el invierno se acerca, disfrazado tal vez como un verano tropical… Para entender por qué se produce este estancamiento y por qué es tan difícil de quebrar, tal vez sea útil volver sobre la primera acepción que Kuhn le da al concepto de paradigma, mencionada en páginas anteriores: “Una constelación de creencias, valores, y técnicas, entre otras cosas, que son compartidas por los miembros de una comunidad” (2012). El hecho de compartir creencias es algo 40 – 41 Dearq 36 que va más allá de un conjunto de fórmulas racionales establecidas. La política, las disputas de poder y las rencillas académicas cumplen un rol en la definición de los actuales paradigmas científicos. Lo mismo ocurre en disciplinas basadas en la práctica, donde las fronteras ideológicas no explicitadas contribuyen aún más a construir y sostener los “paradigmas” (o, si prefieren, los cánones). Si queremos que nuestra disciplina se abra a la posibilidad de un “cambio de paradigma”, debemos elevar el conocimiento respecto al proceso de canonización, hacerlo explícito y explicar qué es y cómo funciona. Es una tarea que requiere el mismo grado de dedicación que se invirtió antes para el establecimiento de los cánones. Para que los cánones actuales cambien (o sean remplazados por otras alternativas, si es que eso eventualmente se convierte en algo posible), es necesario exponerlos, cuestionarlos, criticarlos y socavarlos de forma explícita, una y otra vez. Esta no es una tarea sencilla. Los marcos ideológicos, en cuanto son impulsados y sostenidos por factores políticos, sociales y económicos, tienden a no ser evidentes. A pesar de que son convenientes para el grupo de poder que los promociona, su carácter no tiene nada de “racional”. No se doblegan ni se remplazan fácilmente, incluso por otros exponentes supuestamente mejores que afirman ser más racionales, ecológicos o respetuosos de la vida y la naturaleza. Aun cuando la presión por cambiarlos sea demasiada intensa como para desdeñarla, el marco canónico reinante no sufre mayores modificaciones. En su lugar, lo más probable es que se adapte fagocitando estas “anomalías” para hacerlas funcionar (o al menos dar la impresión de que funcionan) dentro de su matriz. Esto es lo que sucede cuando, en lugar de cuestionar críticamente los cánones para tratar de modificarlos, nos hacen creer que para lograr un “cambio de paradigma” alcanza con tan solo engrosar los libros de historia de la arquitectura con infinitos “nuevos” exponentes (una tarea hecha posiblemente sin citar información producida por académicos de todas partes del mundo). Reordenar y agrandar el canon son tácticas de distracción. Ya que son mejores que la nada, actualmente son aceptables como soluciones pragmáticas mientras seguimos buscando una alternativa de cambio, pero su aparente éxito también funciona como una distracción de nuestros objetivos. Y seamos cuidadosos: nuestra insistencia en discutir los cánones (que es lo que debe suceder) está convirtiendo este debate en “una moda” que diluye su seriedad mediante la promoción de fórmulas sencillas de comprender y, tal vez, condenando la cuestión a una veloz obsolescencia. El poder del sistema mediático y la sociedad de consumo actual es capaz de cooptar e incorporar a su matriz todo aquello importante y capaz de generar cambios. usar el canon con los ojos abiertos Los cánones permean el relato histórico de la arquitectura y afectan tanto el campo educativo como el profesional. ¿Cómo podemos ofrecer un contrapeso al predominio de las posturas canónicas actuales? ¿Cómo hacemos para impulsar su cambio? Aun reconociendo su carácter inadecuado, defectuoso e incompleto, cualquier solución radical (por ejemplo, eliminar todos los libros y manuales de historia) sería una propuesta torpe, dado que implicaría dejar de lado un enorme campo de conocimiento forjado meticulosamente por las generaciones precedentes. Hay que agregar también que, por razones prácticas, una iniciativa como esta no contaría con el apoyo de estudiantes y docentes. Como un punto de partida, tal vez podríamos optar por una estrategia más diplomática y estratégica. Incluso si aceptamos que los procesos canónicos y sus resultados, por el momento, son inevitables y que debemos seguir usando y leyendo los libros de historia de una forma crítica (en la medida en no haya otra alternativa práctica), es posible generar un cambio, si bien de una manera más gradual y sensata. Su validez no es una certeza, y no es necesario “refutarlos” [los cánones] para lograr un “cambio de paradigma” en nuestro campo: basta con reconocer su carácter no universal, obtuso y sesgado. investigación En primer lugar, examinemos una pregunta central. ¿Por qué es importante que un estudiante de arquitectura aprenda historia? Tal vez, la pregunta podría sonar superflua, pero no lo es. A lo largo del último siglo, la educación y la práctica arquitectónica se han visto atravesadas por un desprecio mayúsculo hacia la historia, relegándola a un lugar secundario y superficial. Si esto no aconteciera, ocuparía el mismo espacio en las currículas que tiene el diseño (o, al menos, contaría con la misma proporción entre estudiantes y docentes). En este punto, casi siento que puedo verlos leer esta última frase y sonreír ante mi aparente ingenuidad. Y, sin embargo, un arquitecto con una pobre formación en historia (y no estoy hablando de la capacidad de citar nombres o fechas de ejemplos canónicos) fue, es y será un peligro para la profesión, para la calidad de los edificios y las ciudades, y para el medioambiente en general. Definir cómo es el proceso mediante el cual se establecen los cánones es una tarea compleja. Sin embargo, son fácilmente reconocibles. En los últimos tiempos, los libros de amplio alcance sobre historia arquitectónica son la herramienta más usada para difundir y perpetuar los marcos canónicos. Son prácticamente inevitables, y ofrecen la apariencia de proveer una formación histórica, sobre todo dentro de un difícil contexto donde pocos docentes, muchas veces sin la formación adecuada, deben enseñarle a una masa creciente de estudiantes de arquitectura. A pesar de que existen desde antes de la era de la Modernidad, el ensayo generalista sobre cualquier disciplina, ya sea de la ciencia, el arte o el mundo natural, no es un ente neutral. Es un dispositivo cuyo objetivo original era controlar el gigantesco cuerpo de conocimiento que comenzó a estar disponible para los europeos con la “era de la navegación a vela” (a partir de la Baja Edad Media). Surge en paralelo a los esfuerzos mercantilistas e imperialistas de Europa por extraer bienes naturales y culturales de civilizaciones geográficamente alejadas. Exponen la presuntuosa actitud de una persona “ilustrada” que no se mueve de un supuesto centro (una suerte de centro cartesiano o axis mundi) desde el cual se sentía autorizada a conocerlo todo, a través de la apropiación libre e irresponsable de la información disponible. Estos datos recibidos de forma aleatoria son luego procesados, jerarquizados y organizados (es decir, purgados y pasteurizados) para darles una forma de pensar que sea “científica”, que lidie con este conocimiento de una manera casi incorpórea. Debido a esto, hemos sido educados para creer que los “tratados” y los “compendios generales” representan la forma más instruida y “civilizada” de manejar las inconmensurables complejidades de cualquier campo del mundo natural, incluida la misma humanidad. Así, uno fácilmente puede imaginarse que un libro grande y robusto sea un medio genuino a través del cual se puede aprender sobre cualquier tema. Al emplearlos de manera acrítica, aceptamos y tomamos como “normal” el presuntuoso reduccionismo que ejercen sobre el conocimiento, la diversidad y la complejidad cultural del mundo. Sin embargo, no es necesario dejar de lado todos los manuales y compendios históricos. Tal vez, alcanza con decir que deberían emplearse con una suerte de nota al pie: que previo a disfrutar de sus aciertos, así como de sus errores, dado que ambas categorías están probablemente interconectadas, se incluya una aclaración explícita sobre su carácter limitado, contingente e inevitablemente parcial. El primer paso para hacer esto, antes de leer el contenido en sí mismo, es hacer un análisis crítico del libro y sus autores para tratar de entender su línea argumental y sus distorsiones. Es importante sopesar cuál es la información incluida, y cuál no lo está, al igual que examinar el nivel de credibilidad de las afirmaciones que expone. Una instancia crítica es comparar cada libro de este tipo con otros similares, y así constatar cuáles son sus fortalezas y debilidades. También es importante tomar nota de la ubicación geográfica de las obras y los logros a los que hace referencia, y si el título y el supuesto enfoque del compendio se alinean con su contenido. Por ejemplo, un libro titulado Arquitectura moderna del siglo XX tiene implícito un enfoque geográfico universal que pocos (en realidad, ninguno) de los libros actuales sobre el tema son capaces de alcanzar. Según el historiador Paul Veyne, 42 – 43 Dearq 36 “las historiografías que se pretenden totalizadoras, engañan al lector respecto a sus contenidos” (2014, 34 y 35). Sin embargo, ese mismo libro puede ser útil para un docente que quiera dar una clase sobre modernismo en los Países Bajos o para debatir la obra de algún maestro de la arquitectura europea. La mayoría de los libros generalistas actuales sobre historia arquitectónica no serían tan inexactos si tan solo cambiaran sus títulos de manera que queden alineados con sus contenidos. Una opción más apropiada de título para este libro, por ejemplo, podría ser Arquitectura de inicios del siglo XX en tal ubicación geográfica. En todo caso, siempre es mejor usar más de una fuente, más allá del tema en cuestión. El cruce entre posturas de diversos autores mejorará la capacidad crítica de docentes y estudiantes. Los resultados pedagógicos también serán más prolíficos y profundos, además de que habría menos riesgo de convertir lectores en meros creyentes. En otras palabras, esto ayudaría a que la comunidad académica pudiera apreciarlos y aprender de ellos, en vez de convertirlos en mitos. Las lecturas críticas tienen la capacidad de abrir caminos para que emerjan nuevas posibilidades. La intención no es que docentes críticos y responsables formen arquitectos solo para que sepan de memoria una supuesta historia “verdadera”, que en realidad es limitada y parcial. Enseñar y aprender historia debería ser una actividad didáctica basada en la investigación (de fuentes secundarias al menos) e impulsada por la curiosidad, dado que requiere que cada estudiante revise y complete su formación con sus propias referencias. Todas estas recomendaciones surgen mayormente del sentido común, y no son una novedad. Por falta de tiempo y otras razones, son raramente empleadas en los cursos donde se enseña historia arquitectónica. Se empiezan a ver, sin embargo, cambios en el estado de la cuestión, y sin duda empezará a haber más modificaciones en las próximas décadas. conclusión En este artículo se buscó tratar brevemente algunos aspectos de los cánones y los procesos de canonización en el campo de la enseñanza de arquitectura. Siguió el camino marcado por las contribuciones de otros autores y por los estudios previos de la autora. Examinó las diferencias y similitudes entre el concepto de paradigma científico y el de canon, en un intento por entender mejor sus características y por activar mecanismos adecuados para cuestionar y modificarlos. También propuso algunas formas simples pero efectivas de promocionar cambios graduales que tal vez sean capaces de generar un futuro cambio de paradigma en la forma en que se enseña y se estudia arquitectura. Este ensayo no se adjudica tener la palabra final o la solución para detener el proceso de canonización: todo indica que ese escenario es imposible de concretar en el corto plazo. Sugiere que si queremos que surjan relatos históricos no canónicos que sostengan prácticas arquitectónicas idénticas, debemos practicar la lectura crítica de toda clase de textos. Mientras tanto, deberemos lidiar con la inevitable presencia de cánones (anticuados) sostenidos por (limitados) libros panorámicos de historia. Hasta que eso cambie, la cuestión no es solo proclamar el carácter problemático de los cánones, sino también entender de qué manera podemos leerlos críticamente y hacer un aporte a que caigan en la obsolescencia. investigación bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. Bonta, Juan Pablo. 1975. 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