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Las representaciones en la constitución de la identidad

2003, Portal Producciones En Estudios Sociales

El presente escrito, iniciado en una investigación donde trabajo cuestiones vinculadas a las representaciones de los sujetos, articula en esta instancia la problemática de la constitución de la identidad. Sin tener la pretensión de abordar un campo demasiado vasto, sólo me limito a indagar algunas pistas que en parte fueron trabajadas en un grupo de estudio referido al tema de la identidad personal que fuera gestado en 1999 en la UNVM 1. Poner el acento en el reconocimiento de la precariedad respecto al alcance con que cada término pretende nominar las cuestiones identitarias supuso un recorrido plural a los fines de encontrar un lugar, el lugar para el sujeto con relación a otros sujetos y los objetos, en lo que hace a las formas de ser, conocer, actuar. En este sentido el trabajo intenta mostrar cómo lo social colabora en la definición de la identidad del sujeto, analizando para ello la representación que el sujeto tiene de sí. Para el logro de tal objetivo, la argumentación respetará los siguientes tópicos: (1) Importancia de la representación para indagar la identidad del sujeto. (2) Análisis de las expresiones modales,-como un lugar donde se instala la reflexividad del sujeto-instrumento clave para interpretar los procesos de identificación. (3) Importancia de los medios que viabilizan la representación de sí mismo,-lugar donde distintos saberes colaboran en el anclaje de los atributos sociales con los que el sujeto se nomina. (4) Identificación de mecanismos que permiten la adhesión, mantenimiento o conflicto con determinados atributos sociales que otorgan sentido a la identidad del sujeto,-configuración que a partir de las expectativas y evaluaciones de otros significativos pueden hacer entrar en crisis la representación que se tiene de sí. Representación e identidad Explorar en la representación la identidad del sujeto implica centrar la atención en "qué se es, cuando el problema no sólo tiene que ver con un para sí 2 , sino con un

Las representaciones en la constitución de la identidad Graciela S. Magallanes El presente escrito, iniciado en una investigación donde trabajo cuestiones vinculadas a las representaciones de los sujetos, articula en esta instancia la problemática de la constitución de la identidad. Sin tener la pretensión de abordar un campo demasiado vasto, sólo me limito a indagar algunas pistas que en parte fueron trabajadas en un grupo de estudio referido al tema de la identidad personal que fuera gestado en 1999 en la UNVM1. Poner el acento en el reconocimiento de la precariedad respecto al alcance con que cada término pretende nominar las cuestiones identitarias supuso un recorrido plural a los fines de encontrar un lugar, el lugar para el sujeto con relación a otros sujetos y los objetos, en lo que hace a las formas de ser, conocer, actuar. En este sentido el trabajo intenta mostrar cómo lo social colabora en la definición de la identidad del sujeto, analizando para ello la representación que el sujeto tiene de sí. Para el logro de tal objetivo, la argumentación respetará los siguientes tópicos: (1) Importancia de la representación para indagar la identidad del sujeto. (2) Análisis de las expresiones modales, —como un lugar donde se instala la reflexividad del sujeto— instrumento clave para interpretar los procesos de identificación. (3) Importancia de los medios que viabilizan la representación de sí mismo, —lugar donde distintos saberes colaboran en el anclaje de los atributos sociales con los que el sujeto se nomina. (4) Identificación de mecanismos que permiten la adhesión, mantenimiento o conflicto con determinados atributos sociales que otorgan sentido a la identidad del sujeto, —configuración que a partir de las expectativas y evaluaciones de otros significativos pueden hacer entrar en crisis la representación que se tiene de sí. Representación e identidad Explorar en la representación la identidad del sujeto implica centrar la atención en "qué se es, cuando el problema no sólo tiene que ver con un para sí2, sino con un 1 De dicha actividad participamos con el Lic. Eduardo Mattio y con Ileana Monti bajo la coordinación del Prof. Adrián Scribano. 2 “Designación de sí”, derivada, a su vez, por primera nominalización, del infinitivo reflexivo: “designarse a sí mismo” (Ricoeur 1996: XXI). para sí frente a los otros", esto es la identidad en la diferencia. Configuración de una entidad que en términos de Bryan Fay se entiende como porosa en interacción dialéctica, ya que "necesitamos de los otros para ser nosotros mismo y necesitamos de nosotros mismos para ser nosotros" (1996: 34). La posibilidad de indagar estos lugares donde el sujeto puede instituirse, interesa fundamentalmente por ser el lugar que permite una aproximación a la constitución de un discurso particular comprometiéndose radicalmente el lugar del sujeto. El conjunto de soportes desde donde emerge la representación adquiere su importancia en la articulación con las reglas de juego social. Ellas colaboran en la configuración que el sujeto tiene de sí: las formas de relacionarse consigo mismo, con los demás y con el mundo material. La cognoscibilidad de este saber de la vida cotidiana, se vincula a la noción de reflexividad en cuanto atributo constitutivo de la acción que permite comprender el modo de relación que establece el sujeto. Esta relación se entiende como de mismidad, es decir, el espectro de posibilidades en la que el sujeto es identificable y reidentificable como lo mismo. La referencia en este sentido es a la importancia que tiene en la propia designación3 tanto lo idéntico como lo semejante a sí mismo. Registro reflexivo4 continuo de la acción, tal como el sujeto lo muestra o espera que otros lo muestren. Lo antes expresado interesa en la configuración de la propia representación, en tanto es un saber que, en su mayor parte, es de carácter práctico, “inherente a la capacidad de «ser con» en las rutinas de la vida social” (Giddens 1995: 42). Esta cognoscibilidad se traduce en conciencia práctica —que el sujeto objetiva y pone de manifiesto en la práctica misma—, lo que no implica negar otro carácter registrado de la acción que se traduce como conocimiento explícito; esto es, la conciencia discursiva. 3 Lo aquí expresado se encadena con lo planteado por Ricoeur (1996: XIV) respecto a la identidad “ipse”, que pone en juego una dialéctica complementaria de la ipseidad y de la mismidad, esto es, la dialéctica del sí y del otro distinto del sí en lo que se refiere estrictamente a la alteridad como constitutiva de la ipseidad misma. “Sí mismo como otro sugiere, en principio, que la ipseidad del sí mismo implica la alteridad en un grado tan íntimo que no se puede pensar en una sin la otra, que una pasa más bien a la otra, como se diría en el lenguaje hegeliano. Al “como, quisiéramos aplicarle la significación fuerte, no sólo de una comparación —sí mismo semejante a otro— sino de una implicación: sí mismo en cuanto... otro”. 4 El registro reflexivo en términos de Giddens (1995) implica un proceso de racionalización más que un estado, lo que forma parte de las competencias en la utilización de reglas y recursos portados en el cuerpo como huellas mnémicas de cada agente en el espacio-tiempo constitutivo de la historia. Estos dos tipos de registros serán la base para la constitución de la identidad, la que se hace expresa en la representación —lugar de objetivación de las prácticas sociales en instituciones, como de la constitución del sí mismo. Las expresiones modales, los procesos de identificación y la constitución de la identidad Indagar las expresiones modales en la conciencia discursiva del sujeto, implica un proceso de aproximación a la forma variable de un ser que no altera la esencia del mismo, esto es el reconocimiento a la forma de manifestarse y de ser del sujeto. Nos encontramos aquí con un concepto que se equivale a una actitud; que se expresa tanto en lo que hace a un modo de enfrentarse a la realidad, de comportarse, de establecer relaciones consigo mismo y con los otros, de orientar la mirada en desplazamientos que pueden ir desde el exterior hacia sí mismo o a la inversa. También hace referencia a los modos de actuar que implica hacerse cargo de sí, o trabajar para la transformación realizando una gama infinita de prácticas5. En términos de Ricoeur (1996), la posibilidad de indagar las expresiones modales interesan en tanto la identidad narrativa —tal como él viene a denominar la segunda transición del proceso de individuación— expresa las identificaciones que modalizan el hacer del sujeto. Esto es posible de identificar en el recorrido narrativo, en donde la identidad del “ipse”6 no se reduce al “idem” —lo no cambiante— ya que permite sostener la mutabilidad anecdótica de su vida con la configuración de su historia. Si se parte de las expresiones modales, entonces es posible observar que en el proceso de configuración del modo en la representación, giran en torno a ésta la presencia de múltiples “modalidades” que permiten detectar los márgenes que tensan 5 Resulta útil ver cómo Foucault (1994: 37), al ofrecer aportes para la construcción de una teoría histórica y social de la subjetividad, reconoció que las formas de reflexionar sobre éstos modos se cargó históricamente de connotaciones negativas. “Estas reglas austeras, que vamos a encontrar de nuevo en la estructura del Código, nosotros las hemos reaclimatado, las hemos extrapolado, las hemos transferido introduciéndolas en el interior de un contexto en el que domina la ética general del no-egoísmo, ya sea bajo la forma cristiana de la obligación de renunciar a uno mismo, ya sea bajo la forma digamos moderna, de la obligación para con los otros, entendiendo por otros la colectividad, la clase, etc.”. 6 En términos de Ricoeur (1996) el sí mismo o ipseidad es decir lo idéntico en el sentido de lo no extraño, se sustrae a la problemática de la reflexividad en el sentido de la enunciación refleja del enunciador. Surge así una reflexividad fuerte que no es simplemente pragmática, una distanciación del sí donde se incorpora la noción distributiva del sí sobre las instancias del pronombre personal. de un extremo a otro “el modo de ser del sujeto” sin alterar su esencia. La modalidad establece la posición del sujeto7 que habla y con ello las reglas de su propia inserción8. Abogar por el sentido de la forma que asume tanto el modo como las modalidades en la representación, exige trabajar en un proceso de desmontaje respecto de su funcionamiento, lo que supone un análisis de la extensión de ambos. Sin embargo, si en cualquiera de éstas formas de análisis lo que estuviera ausente fuera el verbo9; se negaría la existencia misma del modo donde se expresa la identidad del sujeto, produciéndose una serie infinita de nombres donde desaparecía el sujeto que los juzga. Al hacer salir a la luz el verbo, como elemento indispensable para la constitución de un discurso surge, de un extremo a otro, una serie de agregados a partir de los modos personales e impersonales donde se expresan los juicios del sujeto —en lo que hace al ser— o se enuncia en abstracto como lo que es dicho. El propio ser del sujeto se pone en juego para el acceso al conocimiento de sí, según cuáles hayan sido las condiciones, formas y efectos que se produjeran en su trayectoria. En este sentido, el abordaje de las representaciones de los sujetos en el discurso, implica trabajar sobre el modo en que éste se forma los conceptos, de acuerdo al momento y circunstancias en las que se encuentra. Esto es el reconocer un saber posible para el sujeto desde donde se observa, analiza y descifra a sí mismo. El instrumento clave donde puede interpretarse la red de significados a partir de los cuales se construye la identidad del sujeto son las marcas10 en el discurso, en tanto dan cuenta de una determinada presencia, lugar particular donde se posiciona el sujeto, proceso de identificación que podría nominarse como de hibridación11 de sentidos. Es decir, constructos que permitirían aproximar la brecha entre lo que hace a la naturaleza social y a la naturaleza subjetiva que impone el sujeto instituyente. 7 Dice Ricoeur: “En este aspecto todas las modalizaciones del hacer registradas por la semiótica narrativa importan a este proceso de identificación: lo que yo puedo hacer, lo que yo quiero hacer, lo que yo sé hacer, lo que yo debo hacer, en síntesis; todo lo que expresan las expresiones modales designan indirectamente el hacer del actante, precisamente modalizándolo” (1996: 85). 8 Dice Marín: “Las modalidades de presentación de sí mismo, es cierto, están gobernadas por las características sociales del grupo o los recursos propios de un poder. Pese a ello, no son expresión inmediata, automática, objetiva del status de uno o la potencia del otro. Su eficacia depende de la percepción y el juicio de sus destinatarios, de la adhesión o la distancia con respecto a los mecanismos de presentación y persuasión puestos en acción” (1994: 95). 9 Se reconoce la importancia del verbo en lo que hace a los modos personales o no personales, lugares de posicionamiento posible por parte del sujeto que contribuyen a la explicitación de la modalidad que asume la representación acerca del cuerpo. 10 Como señala Eliseo Verón: ”Puede hablarse de marcas cuando se trata de propiedades significantes cuya relación, ya con las condiciones de producción, ya con las condiciones de reconocimiento, no se encuentra especificada” (1987: 16). 11 En términos de García Canclini (1990) lo híbrido abarca diversas mezclas interculturales, incluyendo las formas modernas de hibridación. Lo que importa analizar aquí es la identificación con determinados modos y modalidades que emergen en la representación. Desde este enfoque cobra sentido prestar atención a las formas que asumen los distintos dispositivos. Dice Larrosa: “En primer lugar una dimensión óptica, aquella según la cual se determina y se constituye lo que es visible del sujeto para sí mismo. A continuación, una dimensión discursiva en la que se establece y se constituye qué es lo que el sujeto puede y debe decir acerca de sí mismo. En tercer lugar, una dimensión jurídica, básicamente moral, en la que se dan las formas en que el sujeto debe juzgarse a sí mismo según una rejilla de normas y valores. Cuarto, …mostraré como la modalidad discursiva esencial para la construcción temporal de la experiencia de sí y, por tanto, de la autoidentidad, es la narrativa. … Por último, una dimensión práctica que establece lo que el sujeto puede y debe hacer consigo mismo. Cada uno de estos dispositivos marcan distancias y proximidades respecto al gobierno del ser por sí mismo o por el otro, esto se liga al ejercicio de distintos estados estatutarios del poder, los que se comprenden en las condiciones de adquisición dadas por “el carácter y condición de un grupo social de referencia” (1995: 292). Los atributos sociales, los medios utilizados y la posibilidad de que emerja la identidad del sujeto El estudio de los modos y modalidades que se expresan en la representación, tal como se ha planteado en párrafos anteriores, ponen sobre el tapete la naturaleza social en la construcción de la identidad del sujeto. Es en esta perspectiva desde donde se considera relevante trabajar en forma consistente los diferentes medios que viabilizan las representaciones que el sujeto tiene de sí; allí donde diferentes saberes colaboran en el anclaje de los atributos sociales con los que el sujeto se nomina. Los atributos sociales con los que se identifica el sujeto no tienen propiedades ni estructura propia, se definen en la interacción. Cada sujeto es portador de atributos específicos; dependiendo éstos de la situación social en que se encuentra el individuo. Para tener un conocimiento profundo de los atributos sociales en la institución del sujeto, es necesario adentrarse en la exploración reflexiva de la intimidad — próxima y lejana en el espacio-tiempo—, donde fundamentalmente se hace expresa la adhesión a un determinado atributo en función, por ejemplo, de aspectos sexuales, siendo las relaciones con el género12 constitutivas para el sujeto. Los atributos sociales tienen profundas raíces solidificadas históricamente en determinados saberes: médicos, educativos, religiosos, estéticos, publicitarios, éticos, etc. Ellos han ido muchas veces en contra de una auténtica relación del sujeto consigo mismo y con los demás debido a una serie de poderes que generan prohibiciones, censuras que constriñen el discurso acerca de sí mismo. Es preciso ahondar sobre estos saberes en la representación, conocer qué se dice, quiénes lo dicen, detectar desde dónde se constituye esos puntos de vista que el sujeto referencia en su estrategia discursiva y que, de algún modo, filtra y controla el deber decir, hacer, saber, juzgar del sujeto. Propiciar la indagación respecto a la inscripciones de estos significados interesa en tanto se reconoce que invocan al interior de los procesos una lógica de producción de sentido donde se imbrinca, en la representación que el sujeto tiene de sí, la presentificación de lo ausente y la autorrepresentación que instituye el sujeto13. En este sentido, el tema que ocupa un lugar central en la constitución de la identidad expresada en la representación, es la trayectoria internamente referencial para el sujeto y el conjunto de cambios que comprometen su historia de vida. Ello hace distintiva y delimitada la representación que se tiene14. La diferenciación entraña la conciencia de determinadas garantías que no son homogéneas para distintos discursos ni para distintos ámbitos, según la condición en la que se encuentre el sujeto. Posibilidades y límites en la construcción de la representación para la constitución de la identidad 12 Según Langlan y Gove: “El género es un hecho social por entero que adquiere su significación y funcionamiento a partir del sistema cultural más amplio del que forma parte. … El significado del término «género», según lo entiendo, no es diferente del significado que tiene para la gramática: designa un conjunto de categorías a las cuales se le puede asignar la misma función en todas las lenguas o en todas las culturas, ya que tienen relación con las diferencias sexuales. No obstante estas categorías son convencionales o arbitrarias en tanto no sean reductibles a/o directamente derivadas de realidades biológicas o naturales; varían de una lengua a otra, de una cultura a otra, en la manera de organizar la acción y la experiencia” (1986:147). 13 Como dice Marín: “Uno de los modelos más operativos construidos para explorar el funcionamiento de la representación moderna —ya sea lingüística o visual— es el que propone la toma en consideración de la doble dimensión de su dispositivo: la dimensión `transitiva` transparente del enunciado, toda representación representa algo; la dimensión `reflexiva` u opacidad enunciativa, toda representación se presenta representando algo” (1994: 80). 14 Así la construcción de la identidad de la representación se constituye con el dominio de relaciones y circunstancias que recombina el sujeto en forma indefinida pero que intervienen y son coherente para la propia utilización del sujeto —lo que implican renuncias al deseo por la conciencia moral de los ordenamientos que son referenciales para sí—. La última cuestión que quiero plantear es el campo de oportunidades y restricciones en la representación. Para ello voy a focalizar mi atención en el soporte de la enunciación, esto es, en lo que se dice de sí y que no se liga sólo a los límites de lo que se expresa frente al otro, sino que también tiene que ver —tal como se ha señalado— con las imposiciones, restricciones propias de determinados saberes que el sujeto ha tenido que vencer o que espera vencer, sentidos que es posible identificarlo con los intentos de “cambios, transformaciones” entre lo que se es y lo que se intenta ser. El planteo antes mencionado lo abordaré a partir de dos tópicos. En primer lugar, haré referencia a la importancia de la construcción de un conocimiento en el que han mediado una serie de saberes que fueron importados de la medicina, la religión, la familia, la erótica, etc., que, en su conjunto, han contribuido en hacer problemática la identidad. Interesa poner en el plano de análisis estos saberes que generan discursos, en tanto se reconoce que al estar orientados a determinados beneficios colaboran, al momento de develarlos, en la comprensión de la estrategia discursiva —la que se significa en la propia experiencia del sujeto—. En síntesis, puede decirse que estos saberes son mecanismos productores de sentidos que atraviesan el discurso y afianzan con eficacia la finalidad pretendida por el sujeto al momento de hacer expresa la representación que se tiene de sí. En segundo lugar, considero relevante visualizar que la experiencia inscripta y significativa para el sujeto es producto de un ordenamiento propio, que delimita la experiencia de “los otros” haciéndose referencial para sí, al percatarse de las expectativas y evaluaciones de los otros significativos respecto a su actuación en la vida privada y pública. Estas apreciaciones pueden coincidir o entrar en contradicción en su conjunto. Las consecuencias de esas referencias, muchas veces implican crisis/conflicto de identidad para superar las transiciones. La posibilidad de crisis/conflicto se genera con identidades que se cruzan y se superponen. Se destaca fundamentalmente el sentido de las relaciones y sobredeterminaciones que se producen, por ejemplo, en las identidades de género15. 15 En palabras de Uzín: “Cuando hablamos entonces de identidades genéricas, masculinas o femeninas, no nos referimos a una definición esencial y fija de los conceptos de mujer y varón, sino a un conjunto de operaciones discursivas, variables y móviles, que distribuyen jerárquicamente prácticas, valores y atributos, estableciendo exclusiones y configurando una situación estratégica de distribución de poder entre grupos genéricamente definidos, en interacción con otras determinaciones (1999:34). Las crisis/conflicto provocan reformulaciones y perfiles heterogéneos del hombre y la mujer, y es lo que constituye probablemente el corazón del problema. La configuración de la representación es producto de fuertes filiaciones entre la trayectoria vital del sujeto, la forma que asume su existencia actual y los discursos –tal es el caso de los discursos mediáticos—, en tanto constituyen nuevos modos de relación construidos a partir de nuevos registros, lo que implica otros universos de significaciones-. Cada uno de estos componentes, que colaboran en la definición de la forma que asume la representación en la que el sujeto se reconoce, impone determinadas identificaciones en lo que hace a los modos y modalidades, con las que se lucha en pro de la identidad de la representación de sí. Esta distribución de identificaciones que pone en juego roles según ámbitos, establece nuevas alianzas y límites que hacen conflictiva la identidad de la representación y pueden, inclusive, hacerla fracasar. La posibilidad del fracaso hace necesaria una interpretación que pueda articular contradicciones, quiebres, mezclas, que se viven como conflictivas al producir expansión de atributos impuros/híbridos que se encuentran desterritorializados y reterritorializados16. Evitar neutralizar estos atributos sociales implica la constitución del sujeto, con sus propiedades y modos de acción en un operador que evite todo tipo de equivalencia en las diferentes divisiones, de edad, de sexo, de profesión, etc., en el mundo social. De este modo el reconocimiento a sentidos diferenciados en sujetos que ocupan posiciones no equivalentes de acuerdo a su situación social hacen suponer que las determinaciones sociales adscriptas a dicha situación tienden a formar las disposiciones constitutivas de su identidad y con ello de su representación. En síntesis, la adhesión y mantenimiento de relación con el atributo social interesa en tanto la opción tiene que ver con una decisión en la que contribuyen inercias producto de la tradición de género, la profesión, etc. Relación que es un tanto heterogénea/híbrida, lo que hace que las identificaciones con los atributos sociales no sea pura, lo que implica conflictos de identidad que comprometen al sujeto y con ello a su representación. La necesidad de reestructuración del ordenamiento por las múltiples relaciones sociales en las que el sujeto se encuentra comprometido hacen 16 La referencia en este sentido es a los importantes desarrollos de García Canclini (1990). La desterritorialización entendida como la pérdida de la relación natural de la cultura con los territorios geográficos y sociales, y, al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales de las viejas y nuevas producciones simbólicas hacen imposible desaparecer las preguntas por la identidad, por la desigual apropiación del saber en donde no se borran los conflictos, como pretende el posmodernismo neoconservador. Se colocan en otro registro, multifocal y más tolerante, donde se repiensa la autonomía de cada cultura —a veces— con menos riesgos fundamentalistas. necesaria la búsqueda por parte del sujeto a los fines de encontrar sentidos a su propia identidad. Referencias bibliográficas: Fay, B. (1996) Contemporary Philosophy of social science (Blackwell Publishers lts) Foucault, M. (1994) Hermeneútica del sujeto. Genealogía del poder Nº 25 (Madrid: La Piqueta). García Canclini, N. (1990) Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (México: Grijalbo). Giddens, A. (1995) Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea (Barcelona: Península). Langlan, E. y Gove W. (1986) La actuación femenina en el mundo académico (Buenos Aires: Editorial Fraterna). Larrosa, J. (1995) “Tecnología del yo y educación. Notas sobre la construcción y la mediación pedagógica de la experiencia de sí” en Larrosa, J. (comp.) Escuela, poder y subjetivación (Madrid: La Piqueta). Marín, L. (1994) “Poderes y límites de la representación. Marín, el discurso y la imagen” en Foucault M., de Certeau, M. et al. (1996) Escribir las prácticas (Buenos Aires: Manantial). Ricoeur, P. (1996) El sí mismo como otro (Madrid: Siglo XXI). Scribano, A. (1999) “La diferencia: su importancia en los procesos de construcción de la Identidad personal”, ponencia presentada en el Quinto Encuentro de la Red de Filosofía y Teoría Social, Universidad Nacional de Catamarca, inédito. Uzin, M. M. (1999) “La construcción del género en las revistas femeninas” en Dalmasso, M. T. y Boria, A, (compiladoras) El discurso social argentino. 2. Sujeto: Norma/Transgresión (Córdoba: Colección el Hilo del Discurso. Topografía Proyecto Editorial) Verón, E. (1997) Semiosis de lo ideológico y del poder. La mediatización. (Buenos Aires: Editorial Universitaria de La Plata).