MARI JOSE OLAZIREGUI
LITERATURA INFANTIL E
IDEOLOGÍA:
PROPUESTA DE ANÁLISIS
PARA COMENZAR: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE IDEOLOGÍA?
Aunque nuestro objetivo último será el de presentar una propuesta de análisis
del aspecto ideológico de la literatura infantil y juvenil, es obvio que el tema nos
planteará cuestiones y dudas que trascenderán lo estrictamente literario. Si como
comúnmente es aceptado, toda actividad interpretativa, analítica, teórica o de la índole
que sea conlleva un sustrato ideológico, el objetivo será ofrecer las herramientas que nos
permitan analizarlo en el caso de la literatura infantil y juvenil. Cuestiones tan
preliminares como la de preguntarnos por qué es ideología, o cuál es la relación que
prevalece en los textos literarios infantiles y juveniles supondrán un punto de partida
para delimitar el marco teórico-metodológico en el que nos moveremos.
Podríamos partir de una definición elemental del concepto y aceptar, siguiendo
a Estébanez Calderón (1995: 544), que ideología es: «El conjunto de ideas, creencias,
valores y representaciones (mitos, símbolos, imágenes, etc.) que conforma una
determinada visión del mundo y sirve de pauta a los individuos de un definido grupo
Caplletra 46 (Primavera 2009), pp. 207-218
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o clase social, o comunidad nacional, religiosa, cultural, etc., para relacionarse con el
mundo, con los demás miembros del grupo (...) y con otros grupos o colectividades
humanas.»
En este sentido, es evidente que el ingrediente ideológico no es exclusivo de la
literatura infantil y juvenil, y que más que en un aspecto concreto se manifiesta en un
conjunto de elementos que le son constitutivos. Por lo tanto, entre otros aspectos, la
ideología se manifestaría en el uso concreto de la lengua. Baste recordar, por citar un
ejemplo conocido de la crítica literaria contemporánea, el estudio de los ideologemas,
o marcas estilísticas, que tan acertadamente estudió M. Bajtin en sus investigaciones.
Para nuestro análisis, dejaremos de lado conceptos clave en teoría literaria como
el del compromiso o engagement sartriano, o su correspondiente l´art pour l´art, y
haremos nuestras algunas de las contribuciones que la crítica postcolonial ha realizado
para el estudio del aspecto ideológico de los textos literarios.
CRÍTICA POSTCOLONIAL
Imaginemos, por un instante, que en vez de nacer en Donostia o en Valencia
hubiéramos nacido en Bagdag o en Benin. Nuestra vida, nuestra percepción del
mundo, nuestro entorno sociocultural, serían radicalmente distintos. De hecho,
tendríamos que dar la vuelta a la fotografía que desde Occidente nos hacemos de
Oriente, y tratar de imaginar el mundo al revés. Incluso aunque consiguiéramos
hacerlo, siempre nos quedaría la duda de que dicha representación estuviera demasiado
determinada por el hecho de que seamos ciudadanos del primer mundo.
Un ejemplo similar al anterior sirve a Young (2003) para explicar lo que es el
postcolonialismo. Éste trataría, según Young (2003: 2), «to shift the dominant ways
in which the relations between western and non-western people and their worlds are
viewed». En realidad, el postcolonialismo y, en consecuencia, la crítica postcolonial,
no sólo reflexiona en torno a las relaciones entre el imperio y las colonias, sino que
cualquier cultura, sea occidental o no, que no pertenezca al centro del poder puede
erigirse en objetivo de una reflexión crítica, de un lenguaje y discurso político que
ofrece pautas para la reflexión.
Con este objetivo, la crítica postcolonial ha tratado de abordar el análisis del
aspecto representacional de los textos literarios y la lectura de los valores (políticos,
literarios, morales) que éstos denotan. La sospecha de que la creación artística conlleva
unos modos de percepción y representación que pueden perpetuar el poder que el
colonizador ejerce sobre el colonizado ha resultado un revulsivo interesante para el
surgimiento de este tipo de aproximación crítica. Es por ello que ha sido la lectura de
los códigos morales y culturales que subyacen a las obras literarias la que ha guiado su
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Literatura infantil e ideología: propuesta de análisis
desarrollo en las últimas décadas. Y es que ya lo dijo Homi K. BhaBha en su conocido
The Location of Culture (1994): «What does need to be questioned, however, is the
mode of representation of otherness».
En los inicios, la crítica postcolonial pretendía analizar las consecuencias que la
explotación imperial europea trajo durante más de 400 años. Recordemos que entre
1945 y 1990 se dio un rápido proceso descolonizador, y que sólo en África nacieron
más de 50 estados. El Imperio se torna en la crítica postcolonial una práctica textual
que analiza, por ejemplo, los temas o la imaginería colonial en autores canónicos como
J. Verne (véase: Le Tour du Monde en quatre-vingt jours, 1873) o R. Kipling (véase, por
ejemplo, sus: Plain Tales from the Hills, 1885 o Kim, 1901). Esta práctica ha sido
incorporada, entre otros, por metodologías críticas como la feminista, la comparatista
o los Estudios Culturales.
Por mencionar algunos de los hitos de la crítica postcolonial, citaremos su
acérrima crítica del eurocentrismo y del canon literario occidental, sus atractivos
análisis de los diversos tipos de hibridación literaria como exponente de identidades
permeables, o su sensibilización contra los estereotipos racistas, sexistas... que prevalecen
en muchas de las producciones artísticas contemporáneas. Aunque no pretendemos
hacer un relato exhaustivo del desarrollo teórico-metodológico de la crítica postcolonial
(para una introducción en castellano véase, por ejemplo, Vega: 2003), son de obligada
mención algunos de los antecedentes y protagonistas que han condicionado su
desarrollo ulterior. Baste recordar entre éstos a Frantz Fanon (1925-1961), psiquiatra
nacido en la isla de Martinica y autor de textos conocidos como: Peau noire, masques
blancs (1952) o Les damnés de la terre (1961). Se trata de libros importantes por lo que
tienen de aportación crítica y de vivencia personal del autor, libros que influyeron sin
duda en las revueltas de los años 1960 en Europa y USA. Términos como el de
psicopatología de la colonización sirven para describir sus escritos en los que analiza
el daño psicológico ejercido por el imperio francés sobre sus colonizados en lugares
como Argelia. Para Fanon, poseer un lenguaje es poseer un arma para controlar y
calibrar tu entorno y por ello quien es colonizado por una lengua es «poseído» por toda
una civilización y cultura. Rechazó el concepto de Négritude (cf. Césaire, Senghor), por
considerar que el estatus de las personas depende más de su nivel económico y social,
que de su raza. Destaca su defensa de la revolución violenta para terminar con la
represión colonizadora en el Tercer Mundo.
Tal y como ha recogido Romero López (2006: 15-16), Fanon reflexiona en Les
damnés de la terre (1961) sobre el maniqueísmo que subyace al sistema binario que hace
de lo negro algo malo y de lo blanco algo bueno. «Ambas identidades conviven y luchan
dentro de ámbitos culturales amparados por conceptos nacionales unitarios» (Romero
López 2006: 15). Ha sido en la obra de autores como Homi Bhabha donde mejor se
ha podido apreciar el influjo de Fanon.
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MARI JOSE OLAZIREGUI
Por su parte, Edward Said parte en Orientalism (1978) de los trabajos de Michel
Foucault y analiza algunas de las representaciones occidentales del Medio Oriente.
Resultan llamativos, por negativos, algunos de los estereotipos utilizados: Oriente es
definido como lo opuesto a Occidente, es decir, como no racional, femenino,
sexualmente promiscuo, imaginativo, degenerado con peculiaridades raciales llamativas
(los árabes son descritos como violentos, los indios como vagos, y los chinos como
extraños). Entre los ejemplos de Oriente en el Arte, mencionaríamos cuadros conocidos
de pintores como J. A. D. Ingrès (cuya visión erotizada de Oriente se puede ver en el
cuadro El baño turco, 1862), novelas como Salammbô de G. Flaubert, o mitos
cinematográficos clásicos como Rodolfo Valentino.
A partir de los años 1980, el eclecticismo en enfoques y tendencias críticas
preside la crítica postcolonial. Por un lado, han abundado lecturas renovadas de los
textos canónicos postcoloniales. Por otro lado, ha sido más que relevante la aportación
de autores como Gayatri Chakravorty Spivak, o Homi Bhabha, además de la de E.
Said. Si Spivak ha tratado de analizar la voz del subalterno, utilizando, para ello,
aportaciones de Foucault, de Said, del feminismo, del marxismo de Gramsci y de la
deconstrucción; el segundo, Bhabha, bebe, sobre todo, del psicoanálisis europeo y de
la herencia de Fanon (Vega 2003: 301 y sig.) Todos ellos hacen suyas las influencias
postestructuralistas (Derrida, Foucault, Lacan). Por último, no nos deberíamos
olvidar de aportaciones críticas como la del volumen editado por B. Ashcroft, G.
Griffiths y H. Tiffin: The Empire Writes Back: Theory and Practice in Post-colonial
Literatures (Rouletdge, 1989), en la que se muestran nuevas formas de escritura,
nuevas formas de decir por parte de autores de países que fueron colonias. Lengua, en
fin, como forma de resistencia.
DE MOROS Y CRISTIANOS
Hace tiempo que los críticos de literatura infantil y juvenil denunciaron el
colonialismo/racismo que mostraban algunos títulos de la serie de Babar o cómics
como los de Tíntín (véase, por ejemplo, Tíntín en el Congo, Ed. Juventud, 2005), libros
de amplia aceptación entre los más jóvenes. Junto a ellos, tendríamos que recordar el
largo listado de textos de literatura infantil que en su época sirvieron para cimentar la
ideología imperial o para justificarla. La profesora Vázquez García, por ejemplo,
publicó hace algunos años el revelador estudio titulado: «La gestación de la ideología
imperialista en la literatura juvenil inglesa» (cf. Primeras Noticias 204, 2004, 51-67).
Hunt (2005), por su parte, no dudó en señalar la utilización que se hizo de la literatura
infantil británica durante el siglo XIX para promover una idea del niño británico, unos
códigos de comportamiento, acordes con la ideología del Imperio Británico.
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Literatura infantil e ideología: propuesta de análisis
En cualquier caso, si hay un personaje, o estereotipo que ha sido demonizado
durante las últimas décadas ése ha sido el del moro. Es fácil encontrar ejemplos no sólo
en versiones cinematográficas, sino también, por citar ejemplos más próximos, en la
prensa y en la literatura infantil y juvenil españolas. Antes de continuar, deberíamos
precisar que cuando hablamos de estereotipo hacemos nuestra una definición básica
del término que haría referencia a: «un conjunto articulado y ordenado de lugares
comunes y, por tanto, una construcción tranquilizadora, repetitiva y que no suscita
conflictos. En el ámbito del psicoanálisis (y, en general, en la discusión sobre la
identidad y la raza), el estereotipo nombra también el modo por el que se proyectan
sobre un grupo (generalmente, minoritario, como, por ejemplo, el judío) todas
aquellas cualidades que una comunidad o un individuo más temen u odian de sí
mismos, y por tanto constituye una proyección que crea una identidad cultural en
términos negativos.» (Vega 2003: 307-308).
La película Aladino, producida por Disney en 1992, es el primer ejemplo que
vamos a comentar. Tal y como ha subrayado Simon (1996), en la película es más que
reseñable la caracterización estereotipada de los árabes, quienes son descritos como
violentos, sucios, y mentirosos. La pobreza y la violencia inunda las calles de Arabia,
y sus pobladores bien podrían ser descritos como bárbaros.
Además, se ha solido comentar el parecido físico que guarda el protagonista de
la historia, Aladino, con el conocido actor norteamericano Tom Cruise. Él, junto a
Jazmine o el Sultán, los otros protagonistas de la historia, no tiene rasgos árabes, sino
más próximos a cualquier europeo de raza blanca. El comportamiento de los tres
personajes se aleja del resto de los personajes árabes de la historia en cuanto muestra
unas dosis de ternura y delicadeza inexistentes en el caso del resto de personajes árabes.
Éstos últimos tienen un comportamiento violento y agresivo. También es significativo
que la canción que iniciaba el film, «Arabian Nights», fuera denunciada en el verano
de 1993 por el American-Arab Antidiscrimination Committee (ADC) por su violenta
letra. La canción original hablaba de mutilaciones y castigos, hechos que fueron
omitidos y corregidos en posteriores versiones.
Aunque Aladino sea un ejemplo llamativo, es obvio que no es el mejor que
podemos recordar a propósito de la mala relación entre Hollywood y los árabes. Tal
y como demostró la investigación de Scott J. Simon (1996), de la Universidad de
Northeastern, el 90 % de las películas de Hollywood que incluyen personajes árabes
o musulmanes ofrecen una imagen negativa de éstos. El cortometraje de Jaqueline
Salloum, Planet of the Arabs (2006), denunció por ello la forma en que el cine de
Hollywood envilece y deshumaniza la imagen de los árabes en particular, y la de los
islámicos en general. Fragmentos de diversas películas y programas de televisión
encadenados a modo de falso tráiler sirvieron para que Selloum denunciara el
estereotipo actual con el que se muestra al árabe: el de terrorista.
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Si bien es cierto que tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York el
problema del terrorismo se ha convertido en el problema «número uno» del primer
mundo (preocupación que también es patente en la multitud de estudios académicos
y congresos que está generando el tema), también lo es la demonización del mundo
musulmán que ello ha generado. Pero en realidad no hablamos de una actitud que nos
sea desconocida en el ámbito ibérico. De hecho, si en el imaginario español hay un
grupo demonizado ése es el de los árabes. Peñalva Velez (2004), por ejemplo, realizó
un estudio muy interesante de las imágenes que la prensa española actual revela a
propósito de los diversos grupos de inmigrantes. Las conclusiones de Peñalva son
realmente llamativas ya que subrayan el racismo y la xenofobia que inunda el lenguaje
con el que se refiere a los árabes. La autora concluye reclamando la necesidad de una
profunda revisión del imaginario colectivo español.
También podríamos decir lo propio a propósito de la imagen de los moros y
cristianos en las narraciones infantiles árabes y españolas. El análisis de García
Castañón (1995), por ejemplo, es significativo en este sentido. Según se comenta en
la introducción del citado estudio, el objetivo de la investigación ha sido el de mostrar
que las mentalidades de los hombres y de las mujeres son el resultado de los
condicionamientos históricos, político sociales y religiosos, y que éstos dejan huella en
la ficción literaria. La autora trata, en definitiva, de analizar algunos de los estereotipos
que prevalecen en dichas narraciones para los jóvenes, estereotipos que en la edad
adulta pueden conllevar actitudes racistas y xenófobas. García Castañón asegura que
se utiliza la literatura infantil y juvenil para demostrar la superioridad de unas personas
sobre otras por cuestiones raciales, religiosas o culturales. En el caso analizado, el del
conocido cómic El Guerrero del Antifaz, hay una utilización de la ficción histórica para
manipular hechos y consecuencias históricas. Son claros el patriotismo, sexismo, y
maniqueísmo que denotan las historietas.
HIBRIDEZ E IDENTIDADES PERMEABLES. LA CUESTIÓN DE LA LENGUA
Tal y como comentábamos a propósito de Fanon, poseer una lengua es poseer
un arma importante para controlar tu entorno. Es por ello que toda colonización
conlleva una colonización lingüística que busca sometimiento del colonizado por
medio de la imposición de una lengua. Éste no tendrá más remedio que «integrarse»
aprendiendo la lengua del centro metropolitano, o rebelarse ante la prohibición de
expresarse en su lengua nativa. En este sentido, es importante señalar que las últimas
décadas han conocido el florecimiento de la obra de autores como el keniata Ngugi wa
Thiong´o, quien comenzó su carrera escribiendo en inglés pero más tarde pasó a
hacerlo en su lengua nativa, o autores como el indio Salman Rushdie, quien no ha
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Literatura infantil e ideología: propuesta de análisis
dudado en impregnar su inglés de voces y ritmos indios. Lenguaje y alienación colonial,
lenguaje y resistencia colonial..., he ahí algunas de las cuestiones y reflexiones que el
tema de la lengua ha suscitado en las últimas décadas.
Es por ello que, tal y como comenta Vega (2003: 158), la cuestión de la
hibridación de lenguas y de registros se ha convertido en un aspecto central de la crítica
postcolonial. De hecho, afirma Vega (ibid.) que ha sido a partir de finales de la década
de los años 70 y 80 del pasado siglo cuando la teoría del lenguaje literario y la literatura
comparada han atendido de forma más evidente las implicaciones literarias de la
convivencia lingüística colonial.
El volumen, The Empire Writes Back (1989: 38), recogió el estudio de algunas
de las transformaciones que la lengua metropolitana, la del imperio, sufre en manos de
los escritores de las colonias. Identificaron, así, dos fenómenos complementarios: la
abrogación de la lengua metropolitana, y la apropiación, o posterior reconstitución del
lenguaje: «Definen la abrogación como un rechazo de las categorías de la cultura
imperial, de su estética y de su normativa de usos correctos del lenguaje, y la
apropiación como el proceso necesario por el cual la lengua pasaría a «cargar» o a tomar
para sí el peso de la experiencia cultural autóctona, esto es, el modo por el que un
lenguaje ajeno se constituye en vehículo del espíritu propio y se convierte en una
herramienta capaz de transmitir experiencias culturales nuevas y diversas. Entienden,
además, que toda literatura postcolonial es una literatura transcultural, que se escribe
en un cruce o en un hiato entre «mundos» y que las divergencias culturales e
intelectuales se manifestarían (e incluso definirían) en términos lingüísticos (...)»
(Vega 2003: 164-165).
La forma más simple de hibridación lingüística será la glosa, es decir, la inserción
de traducciones de términos singulares (ej.:«Lo llevó a su obi (cabaña)»). Otras formas
de hibridación/apropiación incluiría, entre otras, la utilización de palabras en lenguas
nativas, las intrusiones editoriales (notas a pie de página, inserción de introducciones
o epílogos aclaratorios), las formas de interlenguaje, la fusión sintáctica (la mezcla de
la sintaxis del lenguaje local con las formas lexicales del lenguaje metropolitano) o la
transcripción vernacular (Vega 2003: 168-169).
Aunque no hayan sido creadas en un contexto colonial, algunas de las formas de
hibridación que hemos mencionado están presentes en autores de literatura infantil y
juvenil contemporánea como el vasco Bernardo Atxaga (1951). Sus narraciones: Dos
letters (Ediciones B, 1984), Memorias de una vaca (SM, 1992), Bambulo: amigos que
cuentan (Alfaguara, 1999) y Shola y Angeliño (SM, 2006) mezclan lenguas para reflejar
identidades híbridas o en conflicto. Si en un contexto postcolonial la hibridación de
lenguas puede reflejar un deseo de resistencia o de asimilación a la lengua metropolitana,
es evidente que en los textos mencionados de Atxaga la utilización de diversas lenguas
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tiene por objetivo simbolizar unas realidades identitarias que, alejadas de planteamientos
esencialistas (de raza, etnia...), se construyen en torno a una o varias lenguas. Al hilo
de lo que afirmara Amin Maalouf en su conocido Identidades asesinas (Alianza, 1999),
la hibridez podría reflejar, también, una identidad a caballo, entre dos países, dos
lenguas, dos culturas, es decir, una identidad transnacional.
Dos letters (Olaziregi 2006, 2007) muestra la alienación que su protagonista
principal, el pastor Old Martin, sufre en tierras norteamericanas. Alienación que es
fruto de su emigración a Idaho 50 años atrás, es decir, fruto de lo que en inglés se conoce
como «dislocation» (Ashcroft et al. 2007). La inclusión en el texto de expresiones en
inglés (frases del tipo de: «Recibí dos letters», o «esa mirada suya que es very nice»), la
manifiesta hibridación que exhibe el relato, sirve a la perfección para denotar una
identidad permeable y transnacional. El protagonista de Atxaga, el pastor Old Martin,
es consciente de que, al igual que los miles de vascos que emigraron a los Estados
Unidos durante los siglos XIX y XX, vive en un país del que no conoce el idioma, y ello,
tal como afirma al final del texto, no sólo le lleva a la incomunicación con su familia,
sino a permanecer en una lengua, el vasco, en una patria que ya no habita. Vemos que
en este caso que la hibridación no pretende reflejar la pérdida de la lengua madre por
parte del protagonista debido a una colonización, sino su conflicto identitario como
un emigrante que no se identifica con el país de acogida, USA, y se siente lejano de la
Euskadi que dejó atrás.
El protagonista de Bambulo. Amigos que cuentan (1999) es un huérfano de
apenas quince años que embarca rumbo a Terranova en un bacaladero vasco. El texto
cita reiteradamente los versos de Tenuako penak (Las penas de Terranova), una conocida
canción del siglo XVIII que narra las penalidades que los pescadores vascos pasaban en
sus viajes a Terranova, y sus enfrentamientos con los esquimales, o inuit. La novedad
del texto de Atxaga radica en que a medida que el protagonista Urquizu se va
familiarizando con los inuit, hasta que decide pasar una temporada con ellos, el texto
se va impregnando de palabras inuit: komatik (trineo), iglú, tupik (tienda), recogidas
en forma de glosa. El aprendizaje de estas palabras, su inclusión en la narración,
denotan el acercamiento a una cultura, el respeto hacia ella y una clara intención de dar
voz al otro.
El ejemplo más reciente de hibridación en los textos de Atxaga lo tenemos en
Shola y Angeliño (SM, 2006). La conocida perrita Shola viaja al campo y allí conoce a
Angeliño, un perro un tanto tozudo empeñado en atrapar un ratón muy listo. Shola
decide ayudarle y, a medida que la historia avanza, ambos perros terminan acercándose.
Este acercamiento se plasma en el habla de Shola, plagada de vocablos gallegos, como
la de Angeliño. He aquí un ejemplo del texto (pp. 71-72, el subrayado es nuestro):
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Literatura infantil e ideología: propuesta de análisis
— Te veo muy cambiada, Shola. No sé por qué actúas así –suspiró el señor
Grogó.
— Antes era de la misma familia que Angeliño –dijo Begoña sacando un par de
quesos del armario-. Ahora, de la misma familia y de la misma cultura. A mí no me
parece mal. Que se note que ha pasado las vacaciones en estas colinas. (...)
— Gracias –respondió Shola-. Lo intentaremos. Y, si fracasamos, ya volveré
buscar más queixo.
— ¡Más quesos!...
— Claro bien que te gustaría comerlos todos tú! –se le encaró Shola-. ¡Pues te
amolas!
— ¿Amolas? ¿Qué significa «amolas» en estas colinas, Begoña?
— Pues quiere decir «te fastidias».
El narrador ha querido marcar lingüísticamente la evolución de la protagonista,
su aproximación al mundo de Angeliño, imitando el habla de éste por parte de Shola.
El mensaje subliminal no puede estar más claro: hablar como Angeliño significa estar
próximo a su cultura, hacerla nuestra, en definitiva.
PARA TERMINAR: OTROS TIPOS DE LECTURAS IDEOLÓGICAS
Los párrafos precedentes han tratado de sugerir, a partir del análisis de las
representaciones, de los estereotipos y de la hibridación de lenguas, que los textos para
los más jóvenes son susceptibles de una lectura ideológica. No obstante, es obvio que
el análisis de la oferta textual de estos textos no se agota con los aspectos comentados.
En este sentido, un estudio de la ideología de los textos infantiles también podría
recalar en aspectos y estrategias narrativas tan variadas como:
· Análisis del lenguaje utilizado: hablas, hibridación...
· Análisis de las ilustraciones: caricaturización, anacronías, hiperrerealismo...
· Personajes: tipología (llanos/ complejos), funciones (sujeto/objeto; ayudante/
oponente...). Valor semántico de los nombres...
· Narrador: modos, niveles (intradiegetico, extradiegetico...). Estilos narrativos
(directo, indirecto, libre)...
· Tiempo: orden (anacronias: prolepsis/analepsis); duración (escena/resumen/
pausa); frecuencia: repeticiones...
· Espacio: abierto/cerrado; cronotopo...
· Análisis del autor/lector implícito (metacomentarios...)
· Intertextualidad: parodias, citas, pastiches... Reescritura de textos clásicos y
universales.
· Simbología.
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Muchos de los elementos y aspectos reseñados en el listado anterior han sido
analizados por la narratología, es decir, el estudio estructuralista de los textos narrativos.
Para una introducción a las últimas aportaciones al ámbito narratológico,
recomendamos la lectura de: Narrative Fiction: Contemporary Poetics (Methuen,
1983), de S. Rimmon-Kenan o El comentario del texto narrativo. La novela (Júcar,
1989), del profesor Darío Villanueva.
Por último, comentar que ejemplos como el de la conocida película Shrek,
producida en el 2001 por Dreamworks, ofrecen un material interesantísimo para
analizar muchos de los apartados incluidos en el listado precedente. Como bien ha
señalado Millán Barroso (2003: 231), Shrek recupera, para invertirlos, «ciertos
motivos arquetípicos que han definido tanto la tradición del cuento popular, como sus
más conocidas manifestaciones fílmicas». La parodia que se realiza de los cuentos
tradicionales incluye la inversión de roles de los personajes tradicionales (tenemos a un
héroe que en realidad es un ogro, una princesa lejos de los cánones de belleza y de
características como la pasividad o sumisión, el ayudante del héroe es un asno en vez
de un corcel elegante...), pero además, el macrotexto cultural del film ensambla toda
una herencia mítica y literaria con el discurso de las industrias culturales de la sociedad
posmoderna (Millán Barroso 2003: 231). Desde The Matrix (2001), hasta la coreografía
musical del Robin Hood representado por Errol Flyn (1931), Shrek combina multitud
de referencias intertextuales a conocidos films y canciones de nuestra época con un
hiperrealismo espacial donde el escenario medieval está plagado de tiendas y cadenas
internacionales claramente reconocibles (ej. Starbucks Coffee). Desmitificación de los
roles sexistas de los cuentos tradicionales, crítica de los prejuicios clasistas...; Shrek
ofrece, sin duda, mucho material para una lectura ideológica.
MARI JOSE OLAZIREGUI
Universidad del País Vasco
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