De cabras, teoremas y leyes
Ficciones a la deriva
resumen A Dissertation on the Poor Laws, de Joseph Townsend, levanta la hipótesis de que la ayuda a
los pobres reproduce la pobreza. Para ello, recurre a unas fuentes bibliográficas que, traducidas y tergiversadas, le permitirán producir su famoso teorema de las cabras y los perros y transformarse en una
figura clave de las políticas sobre el sobrepoblamiento. Dichas fuentes tienen su base en la figura de
Alexander Selkirk, que vivió como náufrago en una isla del llamado archipiélago Juan Fernández. Este
ensayo analiza las fuentes de Townsend y repara en la reproducción de sus propuestas (robinsonadas),
revisadas por supuestos discursos científicos, con lo cual se dictamina su valor de verdad por sobre las
ficciones literarias. Finalmente se pretende mostrar la propia base ficcional de Townsend, así como el
poder configurador con el que también cuenta la literatura para reimaginar un mundo fuera de quicio.
palabras clave ficción, Townsend, teoremas, Selkirk
–Es inútil que dispare, mister Pardo . . . Usted mismo acaba de decir que me ha
inventado, que soy un producto de su imaginación, “una creación del arte,” si no
encuentra un poco petulante el nombre. Y las creaciones del arte no mueren, mister
Pardo. ¡Son los autores los que mueren! Consulte su biblioteca. No es muy abundante,
pero le quedan algunos libros clásicos, los clásicos no se venden. Edipo, Hamlet, Don
Quijote . . . seres inventados, seres que están libres del asesinato . . .
—Jenaro Prieto, El socio
En los mares del sur hay una isla que, desde su descubrimiento, ha sido llamada [en
honor a su primer explorador] Juan Fernandes. En este aislado lugar, John Fernando [sic]
instaló una colonia de cabras, compuesta de un macho acompañado por su hembra. Esta
feliz pareja encontró pasto en abundancia, con lo que rápidamente pudo obedecer al
primer mandamiento: crecieron y se multiplicaron, hasta que en el transcurso del tiempo
esta pequeña isla se repletó de cabras.* A lo largo de todo ese período, estos animales
desconocieron la miseria y la carencia, y parecían glorificarse en su numerosidad.
CRITICAL TIMES | 3:1 | APRIL 2020
DOI 10.1215/26410478-8189865 | © raúl rodríguez freire
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Pero a partir de este mismo infeliz momento, comenzaron a sufrir hambre. Y si bien
por algún tiempo continuaron aumentando en número, de haber estado dotados de
razón habrían comprendido que la hambruna estaba cerca. En esta situación, los más
débiles sucumbieron primero, y la abundancia fue una vez más restaurada. De manera
que fluctuaron entre la felicidad y la miseria, sufriendo en la carencia o regocijándose
en la abundancia, según disminuía o aumentaba su número, el que nunca era estable,
aunque casi siempre se lograba equilibrar la cantidad de alimentos [requeridos para la
sobrevivencia]. Tal grado de balance era, empero, destruido de vez en cuando, ya sea
por enfermedades epidémicas o por el arribo de alguna embarcación en peligro. En
tales ocasiones, su número se reducía considerablemente; pero para compensar esta
dejaron inmediatamente de encontrar el retorno a la abundancia . . . Cuando los españ
oles se dieron cuenta de que los corsarios ingleses recurrían a esta isla para abastecerse,
resolvieron el total exterminio de las cabras, y para ello dejaron en la costa un galgo [grey
hound] y una perra [bitch].** Estos, a su vez, crecieron y se multiplicaron, en proporción
a la cantidad de alimento [i.e., de cabras] que encontraron; pero, en consecuencia,
tal como lo habían previsto los españoles, las cabras disminuyeron. Si hubiesen sido
totalmente destruidas, los perros también deberían haber muerto. Pero como muchas de
las cabras se retiraron a los escarpados roqueríos, donde los perros no podían seguirlas,
y descendían sólo durante cortos intervalos para alimentarse con temor y cautela, sólo
algunas negligentes e imprudentes se convirtieron en presa de los perros; y sólo los
perros más atentos, fuertes y activos pudieron obtener el alimento necesario. De este
modo se estableció un nuevo tipo de equilibrio. Los más débiles de las dos especies
fueron los primeros en pagar la deuda de la naturaleza; los más activos y vigorosos
preservaron su vida. Es la cantidad de alimento lo que regula el número de las especies
humanas.
* Dampier, vol. I, parte II, p. 88.
** Ulloa, B. II. C. 4.
—Joseph Townsend, A Dissertation on the Poor Laws
1.
Los hechos que narra este particular relato se deben a Joseph Townsend, que los
inmortalizó en su famoso libro A Dissertation on the Poor Laws. Es más que un dato
anecdótico saber que tuvieron lugar en la misma isla donde un marinero escocés
llamado Alexander Selkirk vivió por más de cuatro años y aventuró, sin querer,
una de las historias que Daniel Defoe emplearía para la configuración de su Rob
inson Crusoe. Selkirk, a la sazón maestro de vela, navegaba allá por 1703 a bordo
del Cinque Ports (de 16 cañones y 63 hombres), capitaneado por Thomas Stradling,
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alarma, y para consolarlos por la pérdida de sus compañeros, los sobrevivientes nunca
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navío que se movía bajo las órdenes del comandante William Dampier, que iba
en el St. George (26 cañones, 120 hombres). Se dice que luego de una desavenencia
con Stradling, como castigo, Dampier decidió dejarlo a su suerte en la isla, aunque
previamente el mismo Selkirk había solicitado que lo bajaran a tierra, pensando
ilusamente que algunos compañeros lo seguirían. El comandante era un viejo
conocedor del archipiélago, ya lo había visitado antes y como, gracias a su larga
experiencia, conocía los flujos navieros, seguramente pensó lo mismo que Selkirk,
que pronto subiría a otro barco. Gran parte de esto Dampier lo dejó por escrito, y
entonces Townsend, buscando no tanto fuentes como inspiración, lo leyó, “reco
giendo” de ahí la primera parte de su relato, la de las bíblicas cabras que poblaron
una isla inicialmente llamada Más a tierra (o Más atierra e inclusos Másatierra).
Y ya en esta denominación podemos encontrar las fuerzas extrañas que despliegan
las ficciones, porque la rareza de la nominación de las porciones de tierras que con
forman el archipiélago llamado Juan Fernández y que hoy moldean el gran mito,
es que la isla que actualmente lleva el nombre de Selkirk no es aquella donde, cuál
Robinson, Selkirk vivió (Más a Tierra), sino la otra, la llamada Más Afuera (también
conocida alguna vez como la de los Perros), nombre que le viene por encontrarse
alejada unos 165 km (al oeste, es decir, más adentro) de las otras y en particular de
Más a Tierra, hoy llamada Robinson Crusoe. De manera que la fuente de Robinsón
Crusoe no vivió en Robinson Crusoe, lo cual nos indica que el personaje de ficción le
usurpó su lugar al personaje “real,” lo envió mar adentro, alejándolo, literalmente,
de la historia, tanto así que hay quienes desconocen el nombre de Selkirk y han
terminado creyendo que Robinsón sí existió. Por lo menos así lo juzgó un tal Sebas
tián Piñera, que afirmó un día en el que estuvo de visita por el archipiélago: “esta
isla maravillosa ha sido cuna de tantas historias, de tantas emociones, de tantas
vivencias. En esta isla vivió, durante cuatro largos años, Robinson Crusoe, cuya his
toria no solamente fascinó al mundo entero, sino que puso en el mapa del mundo a
esta isla en la que viven ochocientas chilenas y chilenos” (énfasis agregado). ¿En
qué mapa? Tengo la impresión, pero es solo una impresión, que Sebastián (nuestro
defoe, el enemigo) sabe muy bien que un mapa es una ficción, pero también que
una ficción no se opone a la realidad, la construye, tal como Daniel construyó a
Robinson y Robinson a Daniel, o, de otra manera, tal como Defoe construyó a
Crusoe, y Crusoe a Defoe. Sebastián, entonces, pareciera conocer lo que es la vida
la muerte. Como recordó Jacques Derrida, una novela como Robinson Crusoe, que
juega magistralmente con la nominación, multiplicándola, consiste en “una virtu
alidad fantasmática, una ficción, si quieren ustedes, pero esa virtualidad ficticia o
fantasmática no disminuye en modo alguno la omnipotencia efectiva de lo que se
presenta así al fantasma,” sino que “organiza y rige el todo de lo que denominamos
la vida y la muerte, la vida la muerte.”1 Es cierto. Quizá esté sobrevalorando a Sebas
tián. Porque lo más probable es que no tenga noticia de los poderes de una ficción,
menos de la vida la muerte. Pero ello no es óbice para que padezcamos sus efectos:
la producción de un mundo dominado/nominado por supuestas leyes que algún
día fueron levantadas a partir de relatos que, vistos, imaginados, traducidos y tergi
versados, terminaron siendo tomados por reales. “Hechos” sobre los que descansan
algunos de los teoremas con que la ciencia suele empoderarse, dictaminando su
valor de verdad por sobre lo que hacen las ficciones literarias. Pero veremos que en
este caso la “ciencia” (junto a sus teoremas y sus leyes) y la literatura parten de un
mismo relato.
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2.
No una confusión, sino una flagrante distorsión es lo que Townsend realizó en su
Dissertation, texto publicado en 1786 bajo el seudónimo de “By a wellwisher to man
kind,” y que contiene quizá la primera versión de la selección natural, así como la
afirmación de que la ayuda a los pobres reproduce la pobreza; a su juicio, “es única
mente el hambre lo que puede estimular y atraerlos al trabajo” [In general it is only
hunger which can spur and goad them on to labour].2 Se trata de una idea que, de
cierto modo, se encuentra en el centro de la crítica hacia las políticas públicas y en
particular contra la gratuidad de la educación, por lo que bien podría considerarse
a Townsend como uno de los pilares de lo que Albert O. Hirschman llamó “retórica
de la intransigencia,” y un claro antecedente de lo que definió como “la tercera ola
reaccionaria: la crítica contemporánea al Estado benefactor.”3 Hirschman encuen
tra en esta ola un elemento que se pliega sin problemas a este ensayo: para los
neoliberales la asistencia de los pobres se comprende, “y muchas veces consciente
mente, como una franca interferencia en los ‘resultados del mercado,’”4 un mer
cado que se autorregula perfectamente, siempre y cuando no se lo intervenga de
ninguna manera; hacerlo puede resultar catastrófico para su sano y deseado equi
librio. Haciéndose eco de los afamados teoremas de Milton Friedman, que ya es un
eco de Townsend, una editorial del periódico chileno de ultraderecha El Mercurio
señalaba el 02 de enero de 2016: “quienes reciben una educación gratuita tienden
a valorizarla menos y, en consecuencia, a destinarle menos esfuerzos.” Se trata de
una sentencia que entronca perfectamente con otra que refiere Hirschman, fir
mada por un tal Edward BulwerLytton: “Las Leyes de Pobres se proponen acabar
con los mendigos; han hecho de la mendicidad una profesión legal; se establecieron
con el espíritu de una provisión noble y sublime, que contenía toda la teoría de la
virtud; han producido todas las consecuencias del vicio . . . Las Leyes de Pobres,
hechas para aliviar a los miserables, han sido archicreadoras de miseria.”5 Ninguna
de estas afirmaciones, y me refiero tanto a la de El mercurio como a la de Bulwer
Lytton, tiene sustento alguno, como tampoco lo tienen los modelos inventados
para pensar el uso de los bienes comunes (trátese de “la tragedia de los comunes” o
del “dilema del prisionero”), que descansan sobre el mismo suelo ficcional del que
emergieron las “propuestas” con las que Townsend (a quien plagiara el Malthus
del Ensayo sobre el principio de la población) contribuyera, de acuerdo al Polanyi de
The Great Transformation, a formar la economía política moderna. Demos entonces
una mirada a las fuentes de A Dissertation on the Poor Laws, revisemos A New Voy
age Round the World (1699), de William Dampier, y Relación histórica del viaje hecho
de orden de su Majestad a la América Meridional (Madrid, 1748), de Antonio de Ulloa,
y que Townsend seguramente leyó en traducción inglesa (1758). ¿Qué nos dice
Dampier, luego de recorrerlas a lo largo de 16 días, de las islas de Juan Fernández?
nando [sic], quien la descubrió realizando un viaje de Lima a Baldivia . . . A partir
de las primeras, las cabras se propagaron, y la isla ha tomado el nombre de su primer
descubridor; quien, a su regreso a Lima, solicitó una patente [patent], diseñada para
establecerse en ella; y fue en su segundo viaje a la isla que dejó en tierra 3 o 4 cabras, que
tienen ya, debido a su aumento, bien abastecida toda la Isla. Pero nunca pudo obtener
una patente, por lo que esta se encuentra aún desprovista de habitantes, aunque sin
duda es capaz de mantener a 4 o a 500 familias, tan solo con lo que se pueda producir
de la tierra . . . El Mar que la rodea también es muy productivo. Manadas de gruesas
focas [Seals] rodean la isla, como si no tuvieran otro lugar en el mundo para vivir . . .
las focas [que están por millares] son una especie de criaturas bastante bien conocida,
sin embargo, puede no ser fácil describirla. Son tan grandes como terneros, y la cabeza
es como la de un perro [the Head of them like a Dog], razón por la cual los holandeses les
llaman sabuesos de mar [énfasis agregado].6
3.
Perros, o dogs, para ponerlo en la lengua de Townsend, propiamente tales, no hay en
la isla, por lo menos no durante la visita de Dampier, que recorrió el archipiélago de
cabo a rabo, aunque Townsend lo cita solo en lo referente a la multiplicación de las
cabras. Veamos ahora qué refiere por su parte Ulloa, naturalista militar español, al
momento de describir “La Isla de Tierra”:
Los Animales Terrestres, que se encuentran en ella son Perros de varias castas, siendo la
mayor porción agalgados [greyhound kind, dice la traducción inglesa], y muchas Cabras
[goats]; tan difíciles de poderse cazar estas, que quasi se hace imposible el conseguirlo;
porque siendo lo mas de la Isla Peñasquería peynada, y escarpada ácia la Mar, donde
otro Animal, que ellas no pudiera mantenerse, son estos los sitios, en donde andan
mas regularmente, y donde con mas frecuencia se dexan ver. Los Perros tuvieron alli su
origen de haverlos puesto, no ha muchos años, de orden de los Presidentes de Chile, y
Virreyes del Perú, con el fin de exterminar las Cabras, y de que los Navios Pyratas, o de
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Las cabras fueron introducidas en la isla [de Más a Tierra] inicialmente por John Fer
Enemigos no hallassen este recurso para refrescarse, y hacer su provision: pero no sur
tiò la idèa el efecto, que se deseaba; porque el arrojo de los Perros no es tal, que se atreva
a perseguirlas en los parages tan peligrosos, donde ellas estàn de continuo, saltando de
unas Peñas à otras con extrema ligereza; siendo esta causa para que no puedan servir
de provecho a los Navios, que lleguen a aquella Isla, quando no es fácil haver, sino es tal,
ò qual por alguna particularidad.7
La traducción inglesa, que no es muy literal, pero es la que debe haber leído
Townsend, es la siguiente:
great number of goats, which it is very difcult to come at, artfully keeping themselves
among those crags and precipices, where no other animal but themselves can live. The
dogs owe their origin to a colony sent thither not many years ago, by the president of
Chili and the viceroy of Peru, in order totally to exterminate the goats; that any pirates,
or ships of the enemy might not here be furnished with provisions. But this scheme has
proved inefectual, the dogs being incapable of pursuing them among the fastnesses
where they live, these animals leaping from one rock to another with surprising agility.
Thus far indeed it has answered the purpose; for ships cannot now so easily furnish
themselves with provisions here, it being very difcult to kill even a single goat.8
4.
A pesar de que quiere hacernos creer en la veracidad de su propuesta, citando fuen
tes que conocen directamente la isla que ha logrado magistralmente el “equilibrio
natural,” vamos viendo que no se encuentra ni en Dampier ni en Ulloa la base del
relato que le permitió a Townsend criticar las llamadas leyes de pobres, afirmando
que la pobreza surge de la flojera, por lo que ayudar a los necesitados no hace sino
contribuir a su reproducción y al fomentos de los vicios. Y si se quiere recurrir a la
ficción literaria, ni siquiera en Robinson Crusoe aparece algo distinto, pues el mismo
Robinson nos dice que su “perro no había encontrado ninguna compañera de su
especie para multiplicarse” [Dog who was now grown very old and crazy, and had
found no Species to multiply his Kind upon9]. Y en lo que a las cabras respecta,
leemos en el diario:
1 de enero. Todavía muy caluroso, por lo que salía temprano y al anochecer con la
escopeta, descansando a mitad del día. Al entrar esta tarde en los valles que conducen
al centro de la isla hallé gran cantidad de cabras, aunque tan asustadizas que era difícil
acercarse. Se me ocurrió que acaso mi perro fuera capaz de echarlas hacia mi lado. 2
de enero. Llevé al perro y lo solté a las cabras, pero contra lo que esperaba, le hicieron
frente, y él advirtió el peligro sin animarse a avanzar.
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Here are many dogs of diferent species, particularly of the greyhound kind; and also a
[January 1. Very hot still, but I went abroad early and late with my Gun, and lay still in
the Middle of the Day; this Evening going farther into the Valleys which lay towards the
Center of the Island, I found there was plenty of Goats, tho’ exceeding shy and hard to
come at, however I resolv’d to try if I could not bring my Dog to hunt them down. Jan.
2. Accordingly, the next Day, I went out with my Dog, and set him upon the Goats; but
I was mistaken, for they all fac’d about upon the Dog, and he knew his Danger too well,
for he would not come near them.].10
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De ambos textos, el de Dampier y el de Ulloa, o de los tres, si también consideramos
el de Defoe, podemos colegir lo siguiente: lo que hay y en abundancia, son cabras y
focas, no perros. Estos solo podrían aparecer si: 1) se elimina el seal de los seal dogs,
y se resalta el apelativo “sabuesos” [hounds], trocando luego mar por montaña; 2)
procediendo inversamente a Julio Cortázar, que en su traducción eliminó la frase
“Dog who was now grown very old and crazy, and had found no Species to mul
tiply his Kind upon.”11 En otras palabras, imaginado que ahí dice: “Dog who was
now grown very old and crazy, and had found a lot of Species to multiply his Kind
upon.” De modo que los perros solo aparecen haciendo desaparecer a las focas,
y olvidando, claro, que no abundan (o imaginando que se multiplicaron bíblica
mente). Así es como, creo, Townsend reemplazó a los animales marinos por sim
ples perros, que los hubo, aunque nunca en relación al número de cabras, que de
solo ellas se dice que hay “muchas” y de no fácil apropiación, cuestión en la que
concuerdan Dampier, Ulloa y Robinson. Y esta esforzada empresa no cambiará con
los años, . . . de ello nos da noticias Domingo Faustino Sarmiento, que inicia sus
famosos Viajes con el relato (una carta) de su visita a la que llamó “isla afortunada,”
en claro contraste con Robinson, que afirmó en su diario haber llegado a la Isla
de la Desesperación. La descripción de Sarmiento, “entre real e imaginaria,” al decir
de Paul Groussac,12 informa una vez más de la dificultad que entraña la caza de
cabras, haciéndose incluso acompañar de “carabinas i fusiles,” además de perros
entrenados. Calzado “a la Robinson,” luego de horas y horas de un “ascenso casi
perpendicular,” emprendido “con los primeros rayos del sol naciente,” Sarmiento y
sus acompañantes no consiguieron más que una sola presa. “En una de estas islas,”
escribió, “i sin duda ninguna en la de Masaafuera, fue arrojado el marinero Sel
kirk, que dio oríjen a la por siempre célebre historia de Robinson Crusoe. ¡Cuál
seria pues nuestra sorpresa, en verla esta vez i en el mismo lugar realizada en lo
que presenciábamos, i tan a lo vivo, que a cada momento nos venían a la imaji
nacion los inolvidables sucesos de aquella lectura clásica de la niñez!”13 Lamento
arruinarle la historia a Sarmiento, que, como recordó Groussac, fijó erradamente la
residencia de Selkirk; fue en la de Más a tierra donde este náufrago se vistió, cual
Robinson, con pieles de cabra. En lo que no yerra es en su habitación (la cima) y su
abundancia, haciéndose eco, sin saberlo, de Townsend: “esta” isla, sueña la escri
tura de Sarmiento, “sirve de eden afortunado a cincuenta mil habitantes cabru
nos que en línea recta descienden de un par, macho i hembra de la especie, que
el inmortal Cook puso en ella, diciéndoles como el Creador a Adan i Eva: ‘creced
y mutiplicaos.’”14 Sarmiento, en 1845, refiere una isla a la que le cambia el nombre,
pero no (tanto) su ya mítico “contenido,” articulando experiencia, relato popular y
ficción. No hay duda del lugar y número de las cabras, que habitan populosamente
las zonas altas de la isla, mientras aquellos singulares seres difíciles de describir, las
focas, habitan sus zonas bajas, lo que calza así con un imaginario equilibrio, nacido
no de sobrevivencia de los más fuertes, sino de la ignorancia en la que viven entre
sí ambas especies.
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5.
Solo para confirmar mis sospechas, revisé A Cruising Voyage Round the World, un
informe que el corsario Woodes Rogers publicara en 1712 luego de un viaje que
duró alrededor de tres años (de 1708 a 1711). Rogers cobró cierta fama póstuma pues
fue él quien rescató, luego de cuatro años y cuatro meses, a Alexander Selkirk, a
quien llama en su crónica El Gobernador (nombre que se relaciona perfectamente
con las figuras de La bestia y el soberano, seminario en el que Derrida realiza una lec
tura contrastiva entre Robinson Crusoe y Los conceptos fundamentales de la metafísica,
de Heidegger, lectura que, lamentablemente, apenas menciona a Selkirk). Junto a
Rogers, que llegó a ser el primer Gobernador Real (y aquí la palabra real cobra un
sentido en el que, si hubiera tiempo, a partir de Derrida habría que detenerse) de
las Bahamas, se encontraba, aunque en una nave distinta, Dampier, el mismo que,
recordemos, ordenó en 1703 dejar a Selkirk en la isla Más a tierra. Dice el futuro
Gobernador Real que le dijo Selkirk que había llegado a la isla en un estado calami
toso, cual Crusoe, como diríamos hoy: “su vestimenta y su ropa de cama; con un
pistola y un poco de pólvora; balas y tabaco; un hacha, un cuchillo, una tetera, una
Biblia, algunos artículos prácticos, y sus instrumentos matemáticos y sus libros”
[He had with him his Clothes and Bedding, with a Firelock, some Powder, Bullets,
and Tobacco, a Hatchet, a Knife, a Kettle, a Bible, some practical Pieces, and his
Mathematical Instruments and Books].15 Adivinen: en la crónica de Rogers ape
nas se mencionan las cabras. De estas solo se nos dice que Selkirk era práctica
mente un gran cazador y que al momento del rescate se vestía con sus pieles. Y si
revisamos a historiadores, se indica que los perros introducidos para acabar con
las cabras, esperando así acabar con los corsarios, se habían extinguido rápidam
ente. Ya lo suponíamos tan solo leyendo a Ulloa. Pero veamos qué señala César
Frédéric Famin, escritor y diplomático francés que nunca visitó Chile, pero que,
sin embargo, ello no le impidió escribir una historia de Chile, historia en la que,
por cierto, se logran percibir Dampier, Ulloa, Rogers y hasta el mismísimo Defoe.
Se trata de una historia que su fama debe haber alcanzado porque se hizo traducir
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y publicar en español y en Barcelona en 1839. Famin cuenta un relato más o menos
similar al de Townsend, también “entre real e imaginario,” aunque el principio
y el final son bastante distintos. Luego de afirmar que Selkirk es “el original” de
Robinson, señala que “procuraremos no dejarnos preocupar por el recuerdo de
la ingeniosa novela de Daniel de Foé” [sic], aunque previamente había escrito que
“naufragó en las costas de esta isla un navío, de cuya tripulación solo pudo salvarse
un marinero. Aquel desgraciado había vivido cinco años en esta soledad, cuando la
suerte le deparó un libertador.”16 Y que cuando llegó lo hizo con “su cama, un fusil,
una libra de pólvora, algunas balas, una segur, un cuchillo, sus vestidos, un caldero,
tabaco, una Biblia, algunos libros de piedad, y sus instrumentos de marina,” todo
lo cual da la impresión de que el “original” parecer ser más bien Robinson. Poco
más adelante, agrega: “Selkirk, según relación de algunos marineros que le han
conocido y nos han dejado su retrato, era hombre de buenas costumbres, grave,
reflexivo, melancólico, y entregado más bien a los consuelos espirituales de la
oración y del misticismo, que a los placeres y al bullicio del mundo.” Ya instalado en
la isla, “al cabo de algunos meses [Selkirk] había adquirido tan grande agilidad con
este ejercicio, que esta caza peligrosa [de cabras] no era para él más que un mero
pasatiempo,” tal como lo llegó a ser para el mismísimo Robinson. Sin embargo, a
pesar de que logró sobrevivir muy bien gracias a su ingenio y a su destreza, Sel
kirk, escribe Famin, se encontraba “sepultado en vida, escrito ya en el libro de los
muertos, pero conociendo que estaba destinado a la vida.” Como Robinson, una vez
más. En otras palabras, ya no es Selkirk quien contribuye a configurar a Robinson,
sino al revés, es Selkirk quien comienza a convertirse en un muerto viviente, en
un fantasma, en una ficción, en un relato que por distintas vías, Robinson Crusoe
la primera, cobrará “realidad.” Por que si es cierto que los personajes literarios no
mueren, posiblemente tengan la fuerza de regresar a la vida a los muertos como
Selkirk. Después de que “había perdido toda esperanza de volver al mundo,” Sel
kirk conseguirá dejar la isla, la que gracias a su trabajo se encuentra bien provista
de cabras, razón por la cual los corsarios continuarán usándola de refugio, y hará
que los Gobernadores (soberanos) de Chile decidan introducir unos perros con la
esperanza de “privarles de este recurso.”17 Gracias a sus ataques, efectivamente se
logrará que las cabras disminuyan, sobreviviendo solo las que logran refugiarse en
las cimas de las montañas. Famin concluye: “Privados los perros de este recurso,
en poco tiempo disminuyó sensiblemente su número; y cuando esta raza enemiga
hubo desaparecido enteramente, las cabras bajaron otra vez de sus soledades, y
se multiplicaron tanto, que poco tiempo después eran ya desconocidos los efectos
de la guerra que habían sufrido.”18 Es dable pensar entonces que para cuando el
humanitario reverendo Townsend publicó su ensayo en 1786, las focas y las cabras
existían en abundancia, mientras los perros habían desaparecido completamente.
En cuanto al mentado “nuevo tipo de equilibrio,” este solo existía en sus elucubra
ciones. Lo cual no constituye ningún obstáculo para que el “producto de su imagi
nación,” como diría Jenaro Prieto, cobrara existencia. Su objetivo no era otro que
mantener a los pobres en un lugar del que no pudieran moverse y lo logró con esta
historia. Y no solo lo logró, sino que desde entonces ejerce de base a otras elucubra
ciones que persiguen su mismo fin. Porque el que la pobreza sea un resultado de la
pereza responde a una retórica de la intransigencia, como diría Hirschman, para la
que no existen pruebas, sino tan solo prejuicios.
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6.
Más imaginario que real, el “nuevo tipo de equilibrio” que Townsend “encontró” en
una pequeña isla frente a las costas de Chile, es una de las más poderosas ficciones
que hemos conocido, una gran robinsonada, como diría Marx, cuyo impacto en
nuestras vidas continúa, porque aún hay quienes firmemente creen en ella, y medi
ante metáforas, la siguen defendiendo y difundiendo. No cuento con el espacio
para historiar su devenir de Malthus a Garrett Hardin, que en un paper de 1998
dedicado al autor del Ensayo sobre el principio de la población, señaló: “De manera
general, se puede decir que, para sobrevivir y persistir, cada especie necesita sus
‘enemigos’ para mantener sus números bajos. Joseph Townsend amplió esta verdad
doce años antes del ensayo de Malthus” [More generally it may be said that, to sur
vive and persist, every species needs its ‘enemies’ to keep its numbers down. This
truth was enlarged upon by Joseph Townsend, twelve years in advance of Malthus’s
essay].19 Hardin es quien inventara el famoso dilema conocido como “la tragedia de
los communes,” publicado en 1968 en la ya no tan prestigiosa revista Science. Desde
entonces se lo considera uno de los ecologistas más importantes del siglo XX, un
neomalthusiano que también escribió su propia disertación sobre las leyes de
pobres: “La ética del bote salvavidas: el caso en contra de ayudar a los pobres” [Life
boat Ethics: The Case Against Helping the Poor]. Aquí, mediante una metáfora que
se anuncia en el propio título, lisa y llanamente recomienda que los países “desar
rollados” cierren sus fronteras a la migración descontrolada y dejen de ayudar a los
países “necesitados,” porque quienes apuestan por un mundo solidario “en su gen
erosidad entusiasta, pero poco realista, confunden la ética de una nave espacial con
la de un bote salvavidas” [In their enthusiastic but unrealistic generosity, they con
fuse the ethics of a spaceship with those of a lifeboat],20 en el que evidentemente
no todos tienen cabida. Y como si se tratara de un eco de Townsend, para Hardin es
evidente que “los países pobres no aprenderán a reparar sus caminos” si se les con
tinúa ayudando. Es más, ayudarles es lo peor que se puede hacer, pues “si no recibi
eran alimentos desde el exterior, la tasa de crecimiento de su población sería con
trolada periódicamente por las malas cosechas y las hambrunas,” dado que –aunque
esto no lo señala explícitamente– morirían los menos fuertes, consiguiéndose así
un “equilibrio natural.” Estas son algunas de las ideas que han contribuido a su
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fama, y que tiene como antecedente otra metáfora: “La tragedia de los recursos
comunes se desarrolla de la siguiente manera. Imagine un pastizal abierto para
todos. Es de esperarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes
tantas cabezas de ganado como le sea posible. Este arreglo puede funcionar razon
ablemente bien por siglos gracias a que las guerras tribales, la caza furtiva y las
enfermedades mantendrán los números tanto de hombres como de animales por
debajo de la capacidad de carga de las tierras. Finalmente, sin embargo, llega el día
de ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la largamente soñada
meta de estabilidad social. En este punto, la lógica inherente a los recursos comunes
inmisericordemente genera una tragedia” (énfasis agregado) [The tragedy of the
commons develops in this way. Picture a pasture open to all. It is to be expected that
each herdsman will try to keep as many cattle as possible on the commons. Such an
arrangement may work reasonably satisfactorily for centuries because tribal wars,
poaching, and disease keep the numbers of both man and beast well below the car
rying capacity of the land. Finally, however, comes the day of reckoning, that is, the
day when the longdesired goal of social stability becomes a reality. At this point,
the inherent logic of the commons remorselessly generates tragedy].21 Es sorpren
dente que uno de los principales ejemplares de las llamadas ciencias duras recurra
a la retórica y a la ficción para desarrollar un influyente teorema (que publicará en
una de las dos principales revistas del medio, esas que dictan como se debe escribir
y publicar), y que nunca se nos haya ocurrido leerlo literariamente, esto es, decon
struirlo. Aclaro que lo sorprendente no es que recurra a la ficción, toda ciencia lo
hace, sino que no se le haya prestado la atención debida a los recursos literarios con
que operan sus dilemas. En la escritura, en el texto de Hardin, las cabras y los per
ros son reemplazados, primero, por egoístas pastores, y luego por nuevos náufra
gos, a lo Robinson, como lo refiere la propia metáfora del bote salvavidas, sujetos
que emplean la racionalidad únicamente para sacar mayor provecho individual de
un espacio común, “abierto para todos,” pero limitado, creyendo verse en ello un
“comportamiento natural,” un comportamiento que, mediante un riguroso y largo
trabajo de investigación en terreno, Elinor Ostrom ha desmitificado completa
mente, mostrando sus inconsistencias y falacias.22 De ahí que quienes defienden la
autorregulación del mercado, no necesiten de ninguna prueba que los justifique,
pues ello no les impide moldear el mundo bajo sus intereses, creencias y prejuicios.
Es más, realizar lo imposible es una de sus principales estrategias, si no la única por
la que trabajan: “Esta, creo,” dice Milton Friedman en Capitalism and Freedom, “es
nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, manten
erlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se vuelva política
mente inevitable” [That, I believe, is our basic function, to develop alternatives to
existing policies, to keep them alive and available until the politically impossible
becomes politically inevitable].23 A diferencia de muchos críticos y teóricos de la
7.
De manera que debemos deconstruir las metáforas de la ley y la ciencia y, sobre
todo, construir máquinas ficcionales que nos permitan inventarle mundos a este
que nos han impuesto. El valor del llamado teorema de las cabras y los perros de
Townsend, insisto, no cuenta con ningún apoyo empírico ni teórico, y menos aún
el dilema de la tragedia de los comunes, que se sostiene exclusivamente sobre las
robinsonadas de Townsend y del propio Hardin; ambos imaginan perros y pastores
donde no los hay. Sus reflexiones son el enmascaramiento de sus prejuicios y per
cepciones, prejuicios y percepciones que se inscriben de lleno en el emergente lib
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literatura, científicos, economistas, abogados y legisladores parecen conocer muy
bien los poderes de la ficción y es por eso que intentan distanciarse del discurso
literario, transformándolo en un chivo expiatorio, haciendo como si solo él fuera
producto de la imaginación. Como si las metáforas que emplean para sostener sus
argumentos no fueran metáforas, sino el resultado de una investigación científica
que posibilita (tautológicamente) llegar a leyes científicas. Que lo que con este pro
cedimiento se produce son ficciones ya lo sabía Jeremy Bentham, que entendía por
entidad ficticia “un objeto cuya existencia ha sido inventada por la imaginación
–inventada para fines discursivos– y una vez creada, es mencionada como si fuese
real.”24 Así han operado no solo las metáforas del sobrepoblamiento, sino también
las distintas producidas para explicar, además del origen de la pobreza, el origen
del estado. De ahí la desconfianza de Pécuchet, que gritó: “¿Dónde está la prueba
del contrato? ¡En ninguna parte!” [Where’s the proof of the contract? Nowhere!]25
Friedman, en este sentido, es mucho más directo: “que lo políticamente imposible
se vuelva políticamente inevitable” es hacer que soñar con lo imposible deje de ser
un slogan para que comience a ser una realidad, y no tiene ningún problema con
explicitarlo. Teniendo a sujetos como Pinochet de su lado, sus ficciones se desarrol
laron bajo un suelo asegurado y protegido, porque la diferencia entre las ficciones
literarias y las otras (financieras, legales, etc.), estriba en que aquellas no cuentan
con el respaldo de la violencia para imponerse, ni requieren de la supuesta “presun
ción de conocimiento” para difundirse, presunción, como recordó Valentín Lete
lier (en 1896), que en la práctica solo castiga a los pobres: “En Estados donde la
simple recopilación de leyes ocupa grandes estantes, no hay persona fuera del
orden forense que las conozca siquiera sea superficialmente y en estas condiciones,
la presunción aludida es para el pobre, que no puede pagar consultas de abogado, la
más inicua de las presunciones, un lazo tendido a su ignorancia por la inadverten
cia del legislador.”26 Esta aparente carencia es consustancial a su política, y es lo que
diferencia a un escritor de un letrado, que actúa, al decir de Kant, como “instru
mento del gobierno y en provecho propio (no precisamente en aras de las cien
cias),” razón por la cual le llama “negociante o perito del saber.”27
El hambre domará a los animales más feroces, enseñará la decencia y la civilidad, la
obediencia y la sujeción a los más brutos, a los más obstinados, a los más perversos . . .
En general solo el hambre puede espolear e incitar a los pobres a trabajar; aunque
nuestras leyes han dicho que haya que protegerlos del hambre. Las leyes, confieso, tam
bién dicen que hay que obligarles a trabajar. Pero entonces la restricción legal arrojará
disturbios, violencia y ruido . . . mientras que el hambre no es solo un pacífico, silen
cioso e infatigable medio de presión, sino que, siendo el motivo más natural para la
industriosidad y el trabajo, suscita los esfuerzos más poderosos; y, cuando se satisface
con la generosidad libre del otro, establece una base duradera y segura para la buena
voluntad y la gratitud.
[Hunger will tame the fiercest animals, it will teach decency and civility, obedience and
subjection, to the most brutish, the most obstinate, and the most perverse . . . In gen
eral it is only hunger which can spur and goad them on to labour; yet our laws have said,
they shall never hunger. The laws, it must be confessed, have likewise said that they
shall be compelled to work. But then legal constraint is attended with too much trou
ble, violence, and noise . . . whereas hunger is not only a peaceable, silent, unremitted
pressure, but, as the most natural motive to industry and labour, it calls forth the most
powerful exertions; and, when satisfied by the free bounty of another, lays a lasting and
sure foundation for good will and gratitude].29
Más efectiva que las leyes de los hombres, el hambre establece (supuestamente)
su propia y natural ley, llevando a la humanidad hacia un escenario que proscribe
“naturalmente” cualquier intervención; por sobre todo hay que cuidar el emer
gente y delicado balance que en tanto sociedad la naturaleza nos ha regalado. “Fue
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eralismo económico del siglo XVIII y en el neoliberalismo del siglo XX, y en la
necesidad que ambos tienen de moldear a las y los trabajadores para hacer posible
el control de la población. Empero, el recurso a la ficción no le impidió a Townsend
transformar la comprensión de la sociedad. Como señaló Karl Polanyi: “Al enfocar
la comunidad humana desde el lado animal, Townsend omitió la cuestión supues
tamente inevitable de los fundamentos del gobierno; y al hacerlo así introdujo un
nuevo concepto de la ley en los asuntos humanos, el de las leyes de la naturaleza”
[By approaching human community from the animal side, Townsend bypassed
the supposedly unavoidable question as to the foundations of government; and in
doing so introduced a new concept of law into human afairs, that of the laws of
Nature].28 Ello dado que en su ficción el equilibrio “natural” no se produjo gracias a
gobierno alguno, sino cuando las cabras escaparon hacia la altura rocosa de la isla,
y más propiamente cuando el hambre logró estabilizar el crecimiento del pasto, de
los perros y de las cabras. Señalaba Townsend:
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así que los economistas renunciaron pronto a los fundamentos humanistas de
Adam Smith e incorporaron los de Townsend . . . La sociedad económica había
surgido como algo distinto del Estado político” [Thus it came to pass that econo
mists presently relinquished Adam Smith’s humanistic foundations, and incorpo
rated those of Townsend . . . Economic society had emerged as distinct from the
political state],30 concluyó Polanyi. Que el prejuicio es lo que constituye el origen
de esta naturalización lo reconocemos en el mismo Townsend, y no porque señale
que una ley de la naturaleza es la que ha determinado que los pobres no puedan
“hasta cierto grado” proveerse a sí mismos de la subsistencia, sino porque reconoce
la necesidad de su explotación; primero, esgrime Townsend, para que “las perso
nas más delicadas” se “alivien del trabajo pesado y se liberen de los empleos oca
sionales” [whilst the more delicate are not only relieved from drudgery, and freed
from those occasional employmente]31 que podrían entorpecer sus temperamen
tos. Definitivamente “el stock de felicidad humana aumenta con ello” [The stock
of human happiness is thereby much increased], porque “parece ser una ley de la
naturaleza el que los pobres sean más aptos . . . para cumplir con los cargos más
serviles, sórdidos e innobles de la comunidad . . . ; la esperanza de su recompensa
los hace más alegres en medio de todos sus peligros y sus fatigas” [It seems to be
a law of nature, that the poor should . . . be some to fulfil the most servile, the
most sordid, and the most ignoble ofces in the community . . . ; the hope of their
reward makes them chearful in the midst of all their dangers and their toils].32 En
segundo lugar, dada esta ley, se requiere que, desde el ejército y la armada, se pro
teja a esa gente linda y refinada, porque solo así podrán dedicarse a “aquellos lla
mamientos que son más adecuados a sus diversas disposiciones” [those callings
which are suited to their various dispositions]. Cualquier ayuda a los pobres, por
tanto, “tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden que Dios y
la naturaleza han establecido en el mundo” [it tends to destroy the harmony and
beauty, the symmetry and order of that system, which God and nature have estab
lished in the world].33 En contrapunto, Polanyi afirma: “la Inglaterra victoriana
derivó su educación sentimental, inconscientemente, de la isla de las cabras y los
perros” [unconsciously, it was from the island of the goats and dogs that Victo
rian England drew its sentimental education],34 una isla ubicada frente a las costas
de Chile. Y tal hecho geográfico, creo, en algo “nos” debe haber afectado, aunque
lo hemos olvidado, así como se ha olvidado que la completa libertad económica,
el principio de no intervención, el laissezfaire, no apareció naturalmente, sino
que fue impuesto por una o varias y siempre severas y parciales leyes. No hay ley
natural sin arbitrio desnatural. Lo que olvidan Townsend y sus seguidores, es que
tanto las cabras como los perros fueron introducidos en la isla a partir de intereses
económicopolíticos bien concretos, intentándose así modelar la naturaleza. Las
cabras, primero, debían reproducirse; luego había que acabarlas. Para este arbitrio
es que se respaldan con policías y ejércitos las ficciones legales. Lo mismo se puede
decir de los dilemas de Hardin, que solo existen perfectos en su imaginación, una
imaginación configurada por una isla que terminó siendo completamente subsum
ida por las ficciones que la rondan.
9.
Me he interesado en esta sorprendente historia, que surge con Selkirk –quien
seguramente no leyó el libro que inspiró– porque en ella encontramos el punto de
arranque de una famosa novela y de un famoso teorema, lo cual quiere decir que
dos ficciones emergen a partir de un mismo relato. Una dio origen a una discutible
“ley natural” del crecimiento poblacional, otra nos legó uno de los más memorables
personajes de la ficción literaria. Interesante es que se vuelven a cruzar una y otra
vez en el ámbito de la economía (y de la) política. Parece que fue William Forster
Lloyd, un neoclásico avant la lettre, al decir de Fritz Söllner,36 quien primero comen
zaría a ilustrar sus teorías sobre la disminución de la utilidad marginal poniendo
como ejemplo a Robinson. Lo hizo en Lecture on the Notion of Value (1833), su primer
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8.
Las famosas Poor Laws, consistentes en una ayuda a los pobres y contra las que
lucharon también Edmund Burke y Jeremy Bentham, durarían solo un poco más
(hasta 1834), pues la urgencia capitalista de un “mercado del trabajo” necesitaba
establecerse pronta y libremente, tal como la libertad de comercio, que necesita
de la venta y compra de fuerza laboral ofrecida libremente en el mercado del tra
bajo (de lo contrario, al famoso y aclamado laissezfaire no surgiría, y el trabajo
asalariado es un requisito para el crecimiento del capital, es más, sin aquel éste
no existiría, pues lo presupone, y si éste crece, aquel también, pero a partir de una
relación de poder inversa). Jugaba en contra el no tener claridad de lo que impli
caba el valor del trabajo o la determinación de los precios, ya que la “inexplicable”
miseria, en vez de reducirse, con el advenimiento de la máquina o con el tiempo
aumentaría drásticamente. La naturaleza, continúa Polanyi, se presentó así como
una especie de deus ex machina, y “a medida que se aprehendían gradualmente las
leyes gobernantes de una economía de mercado, estas leyes se ponían bajo la auto
ridad de la naturaleza misma” [As gradually the laws governing a market economy
were apprehended, these laws were put under the authority of Nature herself ], 35
que fijaba los límites del crecimiento, así como las posibilidades de subsistencia.
Incluso la guerra o las enfermedades se le imputaban, pues también operaban al
alero de esta “nueva” selva, así que cualquier ayuda a los pobres sería considerada
como una intervención contraproducente para el tan anhelado y natural equilibrio
económico, equilibrio para el cual no solo había que liberar a los trabajadores de
cualquier interrupción estatal, sino al mercado mismo.
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trabajo, el que sería continuado por otro sobre el control de la población (1833) y
luego por uno más sobre las PoorLaws (1835). No está demás señalar que Hardin
vio en Lloyd a uno de sus propios antecedentes, y lo citó en cada paper que dedicó
a lo que llamó “la tragedia de los communes.” Luego de Lloyd no serán pocos los
economistas que verán en Robinson un representante del racionalismo económico
individualista,37 con lo cual lo que Marx llamó “robinsonadas” cobra una mayor
relevancia, si vemos que en ellas, además de Smith, Ricardo y Rousseau, también
debemos incluir a Townsend, Hardin y sus mediadores. En el “Prólogo a ‘Contribu
ción a la crítica de la economía política,’” Marx entiende por robinsonada la ficción
de creer que un personaje aislado pueda ser imaginado por fuera de las relaciones
sociales; se trata de un falso naturalismo que oblitera su historicidad, con el fin
de presentarlo “como un ideal cuya existencia pertenece al pasado. No como un
resultado histórico, sino como el punto de partida de la historia.”38 Con Barthes,
se podría decir que se está ante un habla “excesivamente justificada” que trans
forma el relato en mito, fundamentando “como naturaleza, lo que es intención
histórica.”39 Para Marx, por el contrario, “cuanto más nos remontamos en la histo
ria, mejor se delimita el individuo, y por consiguiente también el individuo produc
tor, como dependiente y formando parte de un todo más grande.”40 Un todo que le
permitió a Robinson llegar a la isla bien provisto de plumas, tinta y papel, brújulas
y herramientas, instrumentos matemáticos, cartas y libros de navegación, además
de tres biblias y un perro, provisiones que por lo general los robinsonadores tien
den a pasar por alto. Pero este pobre náufrago no solo ilustró una economía que
produjo lo que ya podemos ir considerando mitos en lugar de leyes y teoremas.
Algunas décadas después de publicado Robinson Crusoe, Rousseau, que bien podría
mos llamar JeanJacques CRousseau, fue otro de los que cayó en las robinsonadas,
no solo ilustrando teorías políticas, como muestra Derrida, sino también modelos
educacionales. “Dado que los libros nos son absolutamente necesarios, existe uno
que, para mi gusto, proporciona el tratado de educación natural más logrado. Ese
libro será el primero que ha de leer mi Emilio.” “¿Cuál es ese maravilloso libro?
¿Es Aristóteles? ¿Es Plinio? ¿Es Bufon? No: es Robinsón Crusoe. Robinson Crusoe
en su isla, solo, desprovisto de la asistencia de sus semejantes y de los instrumen
tos de todas las artes . . . Convengo,” dice CRousseau, “que ese estado no es el del
hombre social. [Since we absolutely must have books, there exists one which, to
my taste, provides the most felicitous treatise on natural education. This book will
be the first that my Emile will read . . . “What, then, is this marvelous book? Is it
Aristotle? Is it Pliny? Is it Bufon? No. It is Robinson Crusoe. Robinson Crusoe on
his island, alone, deprived of the assistance of his kind and the instruments of all
the arts . . . This state, I agree,” describes CRousseau, “is not that of social man].41
Llama la atención la capacidad fabuladora de los robinsonadores, que hacen desa
parecer precisamente lo que le permite al náufrago sobrevivir, de la misma manera
que niegan las relaciones de explotación (o la división internacional del trabajo)
que mantienen a los pobres en condiciones de indigencia. “Esa es la apariencia,
y la apariencia estética solamente, de las pequeñas y grande robinsonadas,” afirmó
Marx.42 Por suerte James Joyce no se arredró para señalar que Robinson es el ver
dadero símbolo de la conquista británica, “el prototipo del verdadero colonialist,”43
uniéndose así a una línea de críticas antirobinsonadas de las que este ensayo es
deudor. “La intención de Marx es seria,” leemos en la primera sesión del segundo
volumen de La bestia y el soberano. Para Derrida, la “robinsonada”
traduce una ambición difícil de medir, si no desmedida, pues consiste, entre otras
nes’ (aquí ficciones literarias, del estilo de Robinson Crusoe, y la tesis de Marx es una
tesis acerca de la literatura como superestructura) o ficciones filosóficopolíticas . . . a
superestructuras estéticas a la vez significativas, sintomáticas y dependientes de lo que
significan, a saber, únicamente una fase de la organización de una producción material
y a la ‘anticipación de la sociedad burguesa’ europea ‘que se preparaba desde el siglo
XVI y que, en el siglo XVIII, caminaba a pasos agigantados hacia su madurez.’44
En tanto ficciones, quisiera aventurar que las robinsonadas no son solo el nombre
de una “estructura epocal” (o de una fase), al decir de Derrida. Son lo que ha posibil
itado esa y no otra estructura epocal. Y actualmente se la sigue manteniendo.45 Hay
una directa relación entre Dampier, Ulloa, Defoe, Townsend, Lloyd y Hardin. Indi
rectamente, solapadamente, entreveradamente, no todos conscientemente, han
dado lugar a una poderosa ficción que, legitimada por procedimientos jurídicos,
cuenta con los recursos para ocultar su carácter mitológico, creando así las condi
ciones para configurar una determinada realidad, reglamentándola.
10.
Una de las características de las ficciones legales es su capacidad para suprimirse
como ficción. Por el contrario, una de las características de la ficciones literarias es
la inmediata explicitación de su artificiocidad. Quisiera señalar, para ir cerrando,
de qué forma me interesa comprender la segunda de estas ficciones. El epígrafe
con que he comenzado este ensayo algo ha adelantado, y aprovecho de agradecerle
a Pablo Faúndez Morán por haberme hecho reparar en Valentín Letelier y sobre
todo en un escritor como Jenaro Prieto, que sabe muy bien cuáles son los efectos de
las ficciones, literarias y no literarias. No es por casualidad que sus personajes sean
inversores de la bolsa o abogados del infierno. Etimológicamente, ficción viene
del latín fingó, fingis, finxí, fictum y, como el griego πλάσµα (plasma), tiene que ver
con plasmar, amasar, formar, o configurar, como diría Covarrubias en 1611, “con el
entendimiento, o con la mano.”46 ¡“Con la mano”! La ficción no es o no depende,
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cosas, en retomar, incluso en reducir, nada menos, lo que denomina ‘insulsas ficcio
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como hemos pensado, solo de la imaginación, que es como decir, del intelecto. No.
La ficción no se puede pensar alejada de la mano y sus dedos, y, por tanto, de la
noción de trabajo. La ficción siempre es una material producción. Que en inglés
dedo se pronuncie finger nos da un indicio. Lo mismo el francés doigt, mucho más
cercano a dheigh, que es el término indoeuropeo para ficción, del que derivan masa,
figura, dama y paraíso (originalmente un jardín cerrado, amurallado con arcilla),
bellas nociones en las que, nuevamente por tiempo, no puedo profundizar. Si
escribimos con las manos, es porque con ellas pensamos y creamos . . . Mientras
la ficción de Defoe es la de configurar un personaje, la de Robinson es la de amasar
una fortuna, labrando la isla. De ahí el interés de ciertos economistas y juristas,
interesados en formar a su antojo la llamada “realidad,” imaginando para ello leyes
y teoremas soportados por metáforas que han sido amasadas teniendo como telón
de fondo una historia, entre real e imaginaria. Lamentablemente, este carácter
creador (facedor) con el que también cuenta la literatura se ha ido olvidando o
subestimando, en el mejor de los casos, resaltándose, en su lugar, la capacidad de
entretención, que sin duda la tiene, pero es menor frente al poder configurador que
porta. Selkirk es una invención de Crusoe. También Townsend, Ulloa y Dampier.
Incluso Lloyd y Hardin junto a sus dilemas. Si un “libro vive de su buena muerte,”
como señaló Derrida, también lo hacen los que con él se han relacionado, aunque
no lo declaren o no lo sepan. Los personajes resucitan con el “soplo de [una] lectura
viva,”47 insuflando, a su vez, vida a sus lectores, antes y después de su muerte, si
han de reescribir lo que leen. Un libro de ficción literaria, continúa Derrida, “es un
muerto viviente”48 que, aventuro, tiene la capacidad de traspasar su “virtualidad
fantasmática” a quienes le leen. La crítica y la teoría literaria, por tanto, cuentan
con las herramientas necesarias para mostrar que la ficción literaria es una forma
de política que puede y debe enfrentar las ficciones del derecho y la economía,
que han terminado moldeando el mundo que nos rodea, y haciéndonos creer, de
paso, que no podemos reconfirgurarlo, ni que vale la pena intentarlo. Si es más
fácil imaginar el fin del mundo que algo más modesto como el fin del capitalismo,
como señaló Fredric Jameson, ello es porque la potencia de la ficción literaria ha
estado bajo ataque, reduciéndosela en colegios y universidades a un mero medio a
través del cual enseñar las competencias básicas de lectoescritura requeridas por
el modo de producción contemporáneo. Su cercamiento da cuenta del temor que
se le tiene, de la fuerza de la que se desconfía, porque cuenta con la capacidad de
desarrollar la imaginación necesaria para crear un mundo en el que los usos de los
(bienes) comunes no den lugar a las pasiones tristes de la tragedia, sino a las pasio
nes alegres de las que hablaba Spinoza. Estoy seguro que reconociendo este poder,
la literatura será desempolvada para comenzar a ser considerada como un medio
indispensable para el desarrollo ya no de nuestra sociedad, sino de la humanidad
misma. Cuando se nos pregunte para qué sirven la literatura y las humanidades,
RAÚL RODRÍGUEZ FREIRE , Licenciado en Sociología; Doctor en Literatura. Director
del Doctorado en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
Investiga sobre narrativa latinoamericana contemporánea, crítica y teoría literaria y
transformaciones universitarias. Ha publicado Sin retorno. Variaciones sobre archivo y
narrativa en Latinoamérica (2015), La condición intelectual. Informe para una academia (2018),
La forma como ensayo. crítica, ficción, teoría (2020), entre otros libros que ha traducido y
editado. Actualmente trabaja en Formas de la ficción. literatura, derecho, capital, primera
parte de un trabajo mayor titulado Antropología de la ficción.
Notas
1. Derrida, La bestia y el soberano II, 173.
2. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 23.
3. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 16.
4. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 37.
5. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 39.
6. Dampier, A New Voyage Round the World, 89–90.
7. Ulloa, Relación histórica del viaje hecho de orden de su Majestad a la América Meridional,
284–285.
8. Ulloa, A Voyage to SouthAmerica, 172–173.
9. Daniel Defoe, Robinson Crusoe, 126.
10. Daniel Defoe, Robinson Crusoe, 65; Robinson Crusoe, 87.
11. Llama la atención que en la famosa traducción de Cortázar, esta frase no se encuentra.
Simplemente leemos: “Mi perro, ya muy viejo y chocho, se tendía a mi derecho . . .” Defoe,
Robinson Crusoe, 153.
12. Groussac, El viaje intelectual, 8.
13. Sarmiento, Viajes, 15.
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podemos ofrecer una respuesta al nivel de la que la ciencia aplicada o la medicina
podrían dar: para que la especie humana no desaparezca. Nuestra preocupación,
por tanto, no estriba en equilibrio alguno, porque no creemos en la posibilidad de
estabilizar mediante leyes y teoremas el mundo, sino de transformarlo con la imagi
nación. La literatura puede enfrentarse a desastres nucleares tanto como a la crisis
ecológica, no porque pueda acabar con estos desastres, sino porque puede producir
la subjetividad que se requiere para que no nos aquejen, o para encaminarlos hacia
su desaparición. Pero si no se la trabaja debidamente, también puede contribuir a
su profundización. De manera que con ella es que podemos trabajar por la super
vivencia, si junto con su teoría y su crítica logra el lugar que se requiere para que
lo viviente continúe más allá de su representación. Aventuraría entonces que el
valor de la ficción es aún más relevante que el de la propia medicina, porque sin
ella pronto ya no habrá ni cuerpos que cuidar. Si el mundo está fuera de quicio, la
suerte ha querido que contemos con la literatura para recomponerlo. Intentémoslo
juntos, como diría Hamlet.
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37.
Sarmiento, Viajes, 15.
Rogers, A Cruising Voyage Round the World, 92.
Famin, Historia de Chile, 8.
Famin, Historia de Chile, 11.
Famin, Historia de Chile, 11.
Hardin, “The Feast of Malthus,” 183.
Hardin, “Lifeboat Ethics,” 38.
Hardin, “The Tragedy of the Commons,” 1244; Hardin, “La tragedia de los communes,” 11.
Hess y Ostrom, eds., Los bienes comunes del conocimiento; Ostrom, El gobierno de los bienes
comunes.
Friedman, Capitalism and Freedom, xiv.
Bentham, Teoría de las ficciones, 161.
Flaubert, Bouvard and Pécuchet, 220.
Letelier, “Los pobres,” 142.
Kant, La contienda de las facultades, 3.
Polanyi, The Great Transformation, 119; Polanyi, La gran transformación, 168.
Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 24.
Polanyi, The Great Transformation, 120; Polanyi, La gran transformación, 169.
Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 37.
Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 35.
Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 36.
Polanyi, The Great Transformation, 123; Polanyi, La gran transformación, 172.
Polanyi, The Great Transformation, 132; Polanyi, La gran transformación, 179.
Söllner, “The Use (and Abuse) of Robinson Crusoe in Neoclassical Economics,” 35–64.
En La bestia y el soberano, Derrida cita un pequeño, pero relevante texto que da cuenta de
la bibliografía económica y política que ilustra la relación entre la oferta y la demanda a
partir de Robinson: White, “Robinson Crusoe.” Empero, White no menciona ninguno de los
trabajos que aquí he referido.
Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 247–248.
Barthes, Mitologías, 237.
Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 248.
Rousseau, Emile, or On Education, 184; Rousseau, Emilio o de la educación, 243–244.
Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 247
Joyce, “Daniel Defoe,” 25.
Derrida, La bestia y el soberano, 49.
Como ha señalado recientemente Angela Mitropoulos: “Durante más de una década,
Hardin estuvo involucrado con el grupo supremacista blanco y antiinmigrante Federación
para una Reforma de Inmigración Estadounidense (FAIR)—gran parte de ese tiempo
como miembro de su junta directiva—así como con Social Contract Press, una editorial
nacionalista blanca. Sucede que el gobierno de Trump incluye a varias personas con
vínculos de larga data con FAIR, entre ellos Jef Sessions [Fiscal General de los Estados
Unidos], Kris Kobach, Kellyanne Conway [asesora presidencial de Trump] y Stephen
Miller [consejero superior de Trump], e incluso el defensor del pueblo de los Servicios
de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos fue director ejecutivo de FAIR por
alrededor de una década. La política actual de la Casa Blanca sobre la migración ha sido
dictada en gran parte por una lista de propuestas presentadas por FAIR en noviembre de
2016 en el National Press Club en Washington, DC.”
46. Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, o española, 909.
47. Derrida, La bestia y el soberano, 175.
48. Derrida, La bestia y el soberano, 176.
RODRÍGUEZ FREIRE
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DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES
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Obras citadas
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Bentham, Jeremy. Teoría de las ficciones, traducido por Helena Goicochea. Madrid: Marcial Pons,
2005.
Covarrubias Horozco, Sebastián de. Tesoro de la lengua castellana o española, editado por Ignacio
Arellano y Rafael Zafra. Madrid: Iberoamericana, 2006.
Dampier, William. A New Voyage Round the World, vol. 1. Londres: James Knapton, 1699.
Defoe, Daniel. Robinson Crusoe, editado por Thomas Keymer. London: Oxford World’s Classics,
2007.
Defoe, Daniel. Robinson Crusoe, traducido por Julio Cortázar. Barcelona: Mondadori, 2011.
Derrida, Jacques. Seminario La bestia y el soberano, vol. II, traducido por Luis Ferrero, Cristina de
Peretti, Delmiro Rocha. Buenos Aires: Manantial, 2011.
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Flaubert, Gustave. Bouvard and Pécuchet. Chicago: Simon P. Magee, 1904.
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Groussac, Paul. El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte; segunda serie. Buenos Aires:
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