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De cabras, teoremas y leyes

2020, Critical Times

Resumen A Dissertation on the Poor Laws, de Joseph Townsend, levanta la hipótesis de que la ayuda a los pobres reproduce la pobreza. Para ello, recurre a unas fuentes bibliográficas que, traducidas y tergiversadas, le permitirán producir su famoso teorema de las cabras y los perros y transformarse en una figura clave de las políticas sobre el sobrepoblamiento. Dichas fuentes tienen su base en la figura de Alexander Selkirk, que vivió como náufrago en una isla del llamado archipiélago Juan Fernández. Este ensayo analiza las fuentes de Townsend y repara en la reproducción de sus propuestas (robinsonadas), revisadas por supuestos discursos científicos, con lo cual se dictamina su valor de verdad por sobre las ficciones literarias. Finalmente se pretende mostrar la propia base ficcional de Townsend, así como el poder configurador con el que también cuenta la literatura para reimaginar un mundo fuera de quicio.

De cabras, teoremas y leyes Ficciones a la deriva resumen A Dissertation on the Poor Laws, de Joseph Townsend, levanta la hipótesis de que la ayuda a los pobres reproduce la pobreza. Para ello, recurre a unas fuentes bibliográficas que, traducidas y tergiversadas, le permitirán producir su famoso teorema de las cabras y los perros y transformarse en una figura clave de las políticas sobre el sobrepoblamiento. Dichas fuentes tienen su base en la figura de Alexander Selkirk, que vivió como náufrago en una isla del llamado archipiélago Juan Fernández. Este ensayo analiza las fuentes de Townsend y repara en la reproducción de sus propuestas (robinsonadas), revisadas por supuestos discursos científicos, con lo cual se dictamina su valor de verdad por sobre las ficciones literarias. Finalmente se pretende mostrar la propia base ficcional de Townsend, así como el poder configurador con el que también cuenta la literatura para reimaginar un mundo fuera de quicio. palabras clave ficción, Townsend, teoremas, Selkirk –Es inútil que dispare, mister Pardo . . . Usted mismo acaba de decir que me ha inventado, que soy un producto de su imaginación, “una creación del arte,” si no encuentra un poco petulante el nombre. Y las creaciones del arte no mueren, mister Pardo. ¡Son los autores los que mueren! Consulte su biblioteca. No es muy abundante, pero le quedan algunos libros clásicos, los clásicos no se venden. Edipo, Hamlet, Don Quijote . . . seres inventados, seres que están libres del asesinato . . . —Jenaro Prieto, El socio En los mares del sur hay una isla que, desde su descubrimiento, ha sido llamada [en honor a su primer explorador] Juan Fernandes. En este aislado lugar, John Fernando [sic] instaló una colonia de cabras, compuesta de un macho acompañado por su hembra. Esta feliz pareja encontró pasto en abundancia, con lo que rápidamente pudo obedecer al primer mandamiento: crecieron y se multiplicaron, hasta que en el transcurso del tiempo esta pequeña isla se repletó de cabras.* A lo largo de todo ese período, estos animales desconocieron la miseria y la carencia, y parecían glorificarse en su numerosidad. CRITICAL TIMES | 3:1 | APRIL 2020 DOI 10.1215/26410478-8189865 | © raúl rodríguez freire This is an open access article distributed under the terms of a Creative Commons license (CC BY-NC-ND 3.0). 87 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 RAÚL RODRÍGUEZ FREIRE Pero a partir de este mismo infeliz momento, comenzaron a sufrir hambre. Y si bien por algún tiempo continuaron aumentando en número, de haber estado dotados de razón habrían comprendido que la hambruna estaba cerca. En esta situación, los más débiles sucumbieron primero, y la abundancia fue una vez más restaurada. De manera que fluctuaron entre la felicidad y la miseria, sufriendo en la carencia o regocijándose en la abundancia, según disminuía o aumentaba su número, el que nunca era estable, aunque casi siempre se lograba equilibrar la cantidad de alimentos [requeridos para la sobrevivencia]. Tal grado de balance era, empero, destruido de vez en cuando, ya sea por enfermedades epidémicas o por el arribo de alguna embarcación en peligro. En tales ocasiones, su número se reducía considerablemente; pero para compensar esta dejaron inmediatamente de encontrar el retorno a la abundancia . . . Cuando los españ­ oles se dieron cuenta de que los corsarios ingleses recurrían a esta isla para abastecerse, resolvieron el total exterminio de las cabras, y para ello dejaron en la costa un galgo [grey­ hound] y una perra [bitch].** Estos, a su vez, crecieron y se multiplicaron, en proporción a la cantidad de alimento [i.e., de cabras] que encontraron; pero, en consecuencia, tal como lo habían previsto los españoles, las cabras disminuyeron. Si hubiesen sido totalmente destruidas, los perros también deberían haber muerto. Pero como muchas de las cabras se retiraron a los escarpados roqueríos, donde los perros no podían seguirlas, y descendían sólo durante cortos intervalos para alimentarse con temor y cautela, sólo algunas negligentes e imprudentes se convirtieron en presa de los perros; y sólo los perros más atentos, fuertes y activos pudieron obtener el alimento necesario. De este modo se estableció un nuevo tipo de equilibrio. Los más débiles de las dos especies fueron los primeros en pagar la deuda de la naturaleza; los más activos y vigorosos preservaron su vida. Es la cantidad de alimento lo que regula el número de las especies humanas. * Dampier, vol. I, parte II, p. 88. ** Ulloa, B. II. C. 4. —Joseph Townsend, A Dissertation on the Poor Laws 1. Los hechos que narra este particular relato se deben a Joseph Townsend, que los inmortalizó en su famoso libro A Dissertation on the Poor Laws. Es más que un dato anecdótico saber que tuvieron lugar en la misma isla donde un marinero escocés llamado Alexander Selkirk vivió por más de cuatro años y aventuró, sin querer, una de las historias que Daniel Defoe emplearía para la configuración de su Rob­ inson Crusoe. Selkirk, a la sazón maestro de vela, navegaba allá por 1703 a bordo del Cinque Ports (de 16 cañones y 63 hombres), capitaneado por Thomas Stradling, CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 88 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 alarma, y para consolarlos por la pérdida de sus compañeros, los sobrevivientes nunca RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 89 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 navío que se movía bajo las órdenes del comandante William Dampier, que iba en el St. George (26 cañones, 120 hombres). Se dice que luego de una desavenencia con Stradling, como castigo, Dampier decidió dejarlo a su suerte en la isla, aunque previamente el mismo Selkirk había solicitado que lo bajaran a tierra, pensando ilusamente que algunos compañeros lo seguirían. El comandante era un viejo conocedor del archipiélago, ya lo había visitado antes y como, gracias a su larga experiencia, conocía los flujos navieros, seguramente pensó lo mismo que Selkirk, que pronto subiría a otro barco. Gran parte de esto Dampier lo dejó por escrito, y entonces Townsend, buscando no tanto fuentes como inspiración, lo leyó, “reco­ giendo” de ahí la primera parte de su relato, la de las bíblicas cabras que poblaron una isla inicialmente llamada Más a tierra (o Más atierra e inclusos Más­a­tierra). Y ya en esta denominación podemos encontrar las fuerzas extrañas que despliegan las ficciones, porque la rareza de la nominación de las porciones de tierras que con­ forman el archipiélago llamado Juan Fernández y que hoy moldean el gran mito, es que la isla que actualmente lleva el nombre de Selkirk no es aquella donde, cuál Robinson, Selkirk vivió (Más a Tierra), sino la otra, la llamada Más Afuera (también conocida alguna vez como la de los Perros), nombre que le viene por encontrarse alejada unos 165 km (al oeste, es decir, más adentro) de las otras y en particular de Más a Tierra, hoy llamada Robinson Crusoe. De manera que la fuente de Robinsón Crusoe no vivió en Robinson Crusoe, lo cual nos indica que el personaje de ficción le usurpó su lugar al personaje “real,” lo envió mar adentro, alejándolo, literalmente, de la historia, tanto así que hay quienes desconocen el nombre de Selkirk y han terminado creyendo que Robinsón sí existió. Por lo menos así lo juzgó un tal Sebas­ tián Piñera, que afirmó un día en el que estuvo de visita por el archipiélago: “esta isla maravillosa ha sido cuna de tantas historias, de tantas emociones, de tantas vivencias. En esta isla vivió, durante cuatro largos años, Robinson Crusoe, cuya his­ toria no solamente fascinó al mundo entero, sino que puso en el mapa del mundo a esta isla en la que viven ochocientas chilenas y chilenos” (énfasis agregado). ¿En qué mapa? Tengo la impresión, pero es solo una impresión, que Sebastián (nuestro de­foe, el enemigo) sabe muy bien que un mapa es una ficción, pero también que una ficción no se opone a la realidad, la construye, tal como Daniel construyó a Robinson y Robinson a Daniel, o, de otra manera, tal como Defoe construyó a Crusoe, y Crusoe a Defoe. Sebastián, entonces, pareciera conocer lo que es la vida la muerte. Como recordó Jacques Derrida, una novela como Robinson Crusoe, que juega magistralmente con la nominación, multiplicándola, consiste en “una virtu­ alidad fantasmática, una ficción, si quieren ustedes, pero esa virtualidad ficticia o fantasmática no disminuye en modo alguno la omnipotencia efectiva de lo que se presenta así al fantasma,” sino que “organiza y rige el todo de lo que denominamos la vida y la muerte, la vida la muerte.”1 Es cierto. Quizá esté sobrevalorando a Sebas­ tián. Porque lo más probable es que no tenga noticia de los poderes de una ficción, menos de la vida la muerte. Pero ello no es óbice para que padezcamos sus efectos: la producción de un mundo dominado/nominado por supuestas leyes que algún día fueron levantadas a partir de relatos que, vistos, imaginados, traducidos y tergi­ versados, terminaron siendo tomados por reales. “Hechos” sobre los que descansan algunos de los teoremas con que la ciencia suele empoderarse, dictaminando su valor de verdad por sobre lo que hacen las ficciones literarias. Pero veremos que en este caso la “ciencia” (junto a sus teoremas y sus leyes) y la literatura parten de un mismo relato. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 90 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 2. No una confusión, sino una flagrante distorsión es lo que Townsend realizó en su Dissertation, texto publicado en 1786 bajo el seudónimo de “By a well­wisher to man­ kind,” y que contiene quizá la primera versión de la selección natural, así como la afirmación de que la ayuda a los pobres reproduce la pobreza; a su juicio, “es única­ mente el hambre lo que puede estimular y atraerlos al trabajo” [In general it is only hunger which can spur and goad them on to labour].2 Se trata de una idea que, de cierto modo, se encuentra en el centro de la crítica hacia las políticas públicas y en particular contra la gratuidad de la educación, por lo que bien podría considerarse a Townsend como uno de los pilares de lo que Albert O. Hirschman llamó “retórica de la intransigencia,” y un claro antecedente de lo que definió como “la tercera ola reaccionaria: la crítica contemporánea al Estado benefactor.”3 Hirschman encuen­ tra en esta ola un elemento que se pliega sin problemas a este ensayo: para los neoliberales la asistencia de los pobres se comprende, “y muchas veces consciente­ mente, como una franca interferencia en los ‘resultados del mercado,’”4 un mer­ cado que se autorregula perfectamente, siempre y cuando no se lo intervenga de ninguna manera; hacerlo puede resultar catastrófico para su sano y deseado equi­ librio. Haciéndose eco de los afamados teoremas de Milton Friedman, que ya es un eco de Townsend, una editorial del periódico chileno de ultraderecha El Mercurio señalaba el 02 de enero de 2016: “quienes reciben una educación gratuita tienden a valorizarla menos y, en consecuencia, a destinarle menos esfuerzos.” Se trata de una sentencia que entronca perfectamente con otra que refiere Hirschman, fir­ mada por un tal Edward Bulwer­Lytton: “Las Leyes de Pobres se proponen acabar con los mendigos; han hecho de la mendicidad una profesión legal; se establecieron con el espíritu de una provisión noble y sublime, que contenía toda la teoría de la virtud; han producido todas las consecuencias del vicio . . . Las Leyes de Pobres, hechas para aliviar a los miserables, han sido archicreadoras de miseria.”5 Ninguna de estas afirmaciones, y me refiero tanto a la de El mercurio como a la de Bulwer­ Lytton, tiene sustento alguno, como tampoco lo tienen los modelos inventados para pensar el uso de los bienes comunes (trátese de “la tragedia de los comunes” o del “dilema del prisionero”), que descansan sobre el mismo suelo ficcional del que emergieron las “propuestas” con las que Townsend (a quien plagiara el Malthus del Ensayo sobre el principio de la población) contribuyera, de acuerdo al Polanyi de The Great Transformation, a formar la economía política moderna. Demos entonces una mirada a las fuentes de A Dissertation on the Poor Laws, revisemos A New Voy­ age Round the World (1699), de William Dampier, y Relación histórica del viaje hecho de orden de su Majestad a la América Meridional (Madrid, 1748), de Antonio de Ulloa, y que Townsend seguramente leyó en traducción inglesa (1758). ¿Qué nos dice Dampier, luego de recorrerlas a lo largo de 16 días, de las islas de Juan Fernández? nando [sic], quien la descubrió realizando un viaje de Lima a Baldivia . . . A partir de las primeras, las cabras se propagaron, y la isla ha tomado el nombre de su primer descubridor; quien, a su regreso a Lima, solicitó una patente [patent], diseñada para establecerse en ella; y fue en su segundo viaje a la isla que dejó en tierra 3 o 4 cabras, que tienen ya, debido a su aumento, bien abastecida toda la Isla. Pero nunca pudo obtener una patente, por lo que esta se encuentra aún desprovista de habitantes, aunque sin duda es capaz de mantener a 4 o a 500 familias, tan solo con lo que se pueda producir de la tierra . . . El Mar que la rodea también es muy productivo. Manadas de gruesas focas [Seals] rodean la isla, como si no tuvieran otro lugar en el mundo para vivir . . . las focas [que están por millares] son una especie de criaturas bastante bien conocida, sin embargo, puede no ser fácil describirla. Son tan grandes como terneros, y la cabeza es como la de un perro [the Head of them like a Dog], razón por la cual los holandeses les llaman sabuesos de mar [énfasis agregado].6 3. Perros, o dogs, para ponerlo en la lengua de Townsend, propiamente tales, no hay en la isla, por lo menos no durante la visita de Dampier, que recorrió el archipiélago de cabo a rabo, aunque Townsend lo cita solo en lo referente a la multiplicación de las cabras. Veamos ahora qué refiere por su parte Ulloa, naturalista militar español, al momento de describir “La Isla de Tierra”: Los Animales Terrestres, que se encuentran en ella son Perros de varias castas, siendo la mayor porción agalgados [greyhound kind, dice la traducción inglesa], y muchas Cabras [goats]; tan difíciles de poderse cazar estas, que quasi se hace imposible el conseguirlo; porque siendo lo mas de la Isla Peñasquería peynada, y escarpada ácia la Mar, donde otro Animal, que ellas no pudiera mantenerse, son estos los sitios, en donde andan mas regularmente, y donde con mas frecuencia se dexan ver. Los Perros tuvieron alli su origen de haverlos puesto, no ha muchos años, de orden de los Presidentes de Chile, y Virreyes del Perú, con el fin de exterminar las Cabras, y de que los Navios Pyratas, o de RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 91 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 Las cabras fueron introducidas en la isla [de Más a Tierra] inicialmente por John Fer­ Enemigos no hallassen este recurso para refrescarse, y hacer su provision: pero no sur­ tiò la idèa el efecto, que se deseaba; porque el arrojo de los Perros no es tal, que se atreva a perseguirlas en los parages tan peligrosos, donde ellas estàn de continuo, saltando de unas Peñas à otras con extrema ligereza; siendo esta causa para que no puedan servir de provecho a los Navios, que lleguen a aquella Isla, quando no es fácil haver, sino es tal, ò qual por alguna particularidad.7 La traducción inglesa, que no es muy literal, pero es la que debe haber leído Townsend, es la siguiente: great number of goats, which it is very difcult to come at, artfully keeping themselves among those crags and precipices, where no other animal but themselves can live. The dogs owe their origin to a colony sent thither not many years ago, by the president of Chili and the vice­roy of Peru, in order totally to exterminate the goats; that any pirates, or ships of the enemy might not here be furnished with provisions. But this scheme has proved inefectual, the dogs being incapable of pursuing them among the fastnesses where they live, these animals leaping from one rock to another with surprising agility. Thus far indeed it has answered the purpose; for ships cannot now so easily furnish themselves with provisions here, it being very difcult to kill even a single goat.8 4. A pesar de que quiere hacernos creer en la veracidad de su propuesta, citando fuen­ tes que conocen directamente la isla que ha logrado magistralmente el “equilibrio natural,” vamos viendo que no se encuentra ni en Dampier ni en Ulloa la base del relato que le permitió a Townsend criticar las llamadas leyes de pobres, afirmando que la pobreza surge de la flojera, por lo que ayudar a los necesitados no hace sino contribuir a su reproducción y al fomentos de los vicios. Y si se quiere recurrir a la ficción literaria, ni siquiera en Robinson Crusoe aparece algo distinto, pues el mismo Robinson nos dice que su “perro no había encontrado ninguna compañera de su especie para multiplicarse” [Dog who was now grown very old and crazy, and had found no Species to multiply his Kind upon9]. Y en lo que a las cabras respecta, leemos en el diario: 1 de enero. Todavía muy caluroso, por lo que salía temprano y al anochecer con la escopeta, descansando a mitad del día. Al entrar esta tarde en los valles que conducen al centro de la isla hallé gran cantidad de cabras, aunque tan asustadizas que era difícil acercarse. Se me ocurrió que acaso mi perro fuera capaz de echarlas hacia mi lado. 2 de enero. Llevé al perro y lo solté a las cabras, pero contra lo que esperaba, le hicieron frente, y él advirtió el peligro sin animarse a avanzar. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 92 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 Here are many dogs of diferent species, particularly of the greyhound kind; and also a [January 1. Very hot still, but I went abroad early and late with my Gun, and lay still in the Middle of the Day; this Evening going farther into the Valleys which lay towards the Center of the Island, I found there was plenty of Goats, tho’ exceeding shy and hard to come at, however I resolv’d to try if I could not bring my Dog to hunt them down. Jan. 2. Accordingly, the next Day, I went out with my Dog, and set him upon the Goats; but I was mistaken, for they all fac’d about upon the Dog, and he knew his Danger too well, for he would not come near them.].10 RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 93 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 De ambos textos, el de Dampier y el de Ulloa, o de los tres, si también consideramos el de Defoe, podemos colegir lo siguiente: lo que hay y en abundancia, son cabras y focas, no perros. Estos solo podrían aparecer si: 1) se elimina el seal de los seal dogs, y se resalta el apelativo “sabuesos” [hounds], trocando luego mar por montaña; 2) procediendo inversamente a Julio Cortázar, que en su traducción eliminó la frase “Dog who was now grown very old and crazy, and had found no Species to mul­ tiply his Kind upon.”11 En otras palabras, imaginado que ahí dice: “Dog who was now grown very old and crazy, and had found a lot of Species to multiply his Kind upon.” De modo que los perros solo aparecen haciendo desaparecer a las focas, y olvidando, claro, que no abundan (o imaginando que se multiplicaron bíblica­ mente). Así es como, creo, Townsend reemplazó a los animales marinos por sim­ ples perros, que los hubo, aunque nunca en relación al número de cabras, que de solo ellas se dice que hay “muchas” y de no fácil apropiación, cuestión en la que concuerdan Dampier, Ulloa y Robinson. Y esta esforzada empresa no cambiará con los años, . . . de ello nos da noticias Domingo Faustino Sarmiento, que inicia sus famosos Viajes con el relato (una carta) de su visita a la que llamó “isla afortunada,” en claro contraste con Robinson, que afirmó en su diario haber llegado a la Isla de la Desesperación. La descripción de Sarmiento, “entre real e imaginaria,” al decir de Paul Groussac,12 informa una vez más de la dificultad que entraña la caza de cabras, haciéndose incluso acompañar de “carabinas i fusiles,” además de perros entrenados. Calzado “a la Robinson,” luego de horas y horas de un “ascenso casi perpendicular,” emprendido “con los primeros rayos del sol naciente,” Sarmiento y sus acompañantes no consiguieron más que una sola presa. “En una de estas islas,” escribió, “i sin duda ninguna en la de Mas­a­afuera, fue arrojado el marinero Sel­ kirk, que dio oríjen a la por siempre célebre historia de Robinson Crusoe. ¡Cuál seria pues nuestra sorpresa, en verla esta vez i en el mismo lugar realizada en lo que presenciábamos, i tan a lo vivo, que a cada momento nos venían a la imaji­ nacion los inolvidables sucesos de aquella lectura clásica de la niñez!”13 Lamento arruinarle la historia a Sarmiento, que, como recordó Groussac, fijó erradamente la residencia de Selkirk; fue en la de Más a tierra donde este náufrago se vistió, cual Robinson, con pieles de cabra. En lo que no yerra es en su habitación (la cima) y su abundancia, haciéndose eco, sin saberlo, de Townsend: “esta” isla, sueña la escri­ tura de Sarmiento, “sirve de eden afortunado a cincuenta mil habitantes cabru­ nos que en línea recta descienden de un par, macho i hembra de la especie, que el inmortal Cook puso en ella, diciéndoles como el Creador a Adan i Eva: ‘creced y mutiplicaos.’”14 Sarmiento, en 1845, refiere una isla a la que le cambia el nombre, pero no (tanto) su ya mítico “contenido,” articulando experiencia, relato popular y ficción. No hay duda del lugar y número de las cabras, que habitan populosamente las zonas altas de la isla, mientras aquellos singulares seres difíciles de describir, las focas, habitan sus zonas bajas, lo que calza así con un imaginario equilibrio, nacido no de sobrevivencia de los más fuertes, sino de la ignorancia en la que viven entre sí ambas especies. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 94 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 5. Solo para confirmar mis sospechas, revisé A Cruising Voyage Round the World, un informe que el corsario Woodes Rogers publicara en 1712 luego de un viaje que duró alrededor de tres años (de 1708 a 1711). Rogers cobró cierta fama póstuma pues fue él quien rescató, luego de cuatro años y cuatro meses, a Alexander Selkirk, a quien llama en su crónica El Gobernador (nombre que se relaciona perfectamente con las figuras de La bestia y el soberano, seminario en el que Derrida realiza una lec­ tura contrastiva entre Robinson Crusoe y Los conceptos fundamentales de la metafísica, de Heidegger, lectura que, lamentablemente, apenas menciona a Selkirk). Junto a Rogers, que llegó a ser el primer Gobernador Real (y aquí la palabra real cobra un sentido en el que, si hubiera tiempo, a partir de Derrida habría que detenerse) de las Bahamas, se encontraba, aunque en una nave distinta, Dampier, el mismo que, recordemos, ordenó en 1703 dejar a Selkirk en la isla Más a tierra. Dice el futuro Gobernador Real que le dijo Selkirk que había llegado a la isla en un estado calami­ toso, cual Crusoe, como diríamos hoy: “su vestimenta y su ropa de cama; con un pistola y un poco de pólvora; balas y tabaco; un hacha, un cuchillo, una tetera, una Biblia, algunos artículos prácticos, y sus instrumentos matemáticos y sus libros” [He had with him his Clothes and Bedding, with a Firelock, some Powder, Bullets, and Tobacco, a Hatchet, a Knife, a Kettle, a Bible, some practical Pieces, and his Mathematical Instruments and Books].15 Adivinen: en la crónica de Rogers ape­ nas se mencionan las cabras. De estas solo se nos dice que Selkirk era práctica­ mente un gran cazador y que al momento del rescate se vestía con sus pieles. Y si revisamos a historiadores, se indica que los perros introducidos para acabar con las cabras, esperando así acabar con los corsarios, se habían extinguido rápidam­ ente. Ya lo suponíamos tan solo leyendo a Ulloa. Pero veamos qué señala César­ Frédéric Famin, escritor y diplomático francés que nunca visitó Chile, pero que, sin embargo, ello no le impidió escribir una historia de Chile, historia en la que, por cierto, se logran percibir Dampier, Ulloa, Rogers y hasta el mismísimo Defoe. Se trata de una historia que su fama debe haber alcanzado porque se hizo traducir RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 95 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 y publicar en español y en Barcelona en 1839. Famin cuenta un relato más o menos similar al de Townsend, también “entre real e imaginario,” aunque el principio y el final son bastante distintos. Luego de afirmar que Selkirk es “el original” de Robinson, señala que “procuraremos no dejarnos preocupar por el recuerdo de la ingeniosa novela de Daniel de Foé” [sic], aunque previamente había escrito que “naufragó en las costas de esta isla un navío, de cuya tripulación solo pudo salvarse un marinero. Aquel desgraciado había vivido cinco años en esta soledad, cuando la suerte le deparó un libertador.”16 Y que cuando llegó lo hizo con “su cama, un fusil, una libra de pólvora, algunas balas, una segur, un cuchillo, sus vestidos, un caldero, tabaco, una Biblia, algunos libros de piedad, y sus instrumentos de marina,” todo lo cual da la impresión de que el “original” parecer ser más bien Robinson. Poco más adelante, agrega: “Selkirk, según relación de algunos marineros que le han conocido y nos han dejado su retrato, era hombre de buenas costumbres, grave, reflexivo, melancólico, y entregado más bien a los consuelos espirituales de la oración y del misticismo, que a los placeres y al bullicio del mundo.” Ya instalado en la isla, “al cabo de algunos meses [Selkirk] había adquirido tan grande agilidad con este ejercicio, que esta caza peligrosa [de cabras] no era para él más que un mero pasatiempo,” tal como lo llegó a ser para el mismísimo Robinson. Sin embargo, a pesar de que logró sobrevivir muy bien gracias a su ingenio y a su destreza, Sel­ kirk, escribe Famin, se encontraba “sepultado en vida, escrito ya en el libro de los muertos, pero conociendo que estaba destinado a la vida.” Como Robinson, una vez más. En otras palabras, ya no es Selkirk quien contribuye a configurar a Robinson, sino al revés, es Selkirk quien comienza a convertirse en un muerto viviente, en un fantasma, en una ficción, en un relato que por distintas vías, Robinson Crusoe la primera, cobrará “realidad.” Por que si es cierto que los personajes literarios no mueren, posiblemente tengan la fuerza de regresar a la vida a los muertos como Selkirk. Después de que “había perdido toda esperanza de volver al mundo,” Sel­ kirk conseguirá dejar la isla, la que gracias a su trabajo se encuentra bien provista de cabras, razón por la cual los corsarios continuarán usándola de refugio, y hará que los Gobernadores (soberanos) de Chile decidan introducir unos perros con la esperanza de “privarles de este recurso.”17 Gracias a sus ataques, efectivamente se logrará que las cabras disminuyan, sobreviviendo solo las que logran refugiarse en las cimas de las montañas. Famin concluye: “Privados los perros de este recurso, en poco tiempo disminuyó sensiblemente su número; y cuando esta raza enemiga hubo desaparecido enteramente, las cabras bajaron otra vez de sus soledades, y se multiplicaron tanto, que poco tiempo después eran ya desconocidos los efectos de la guerra que habían sufrido.”18 Es dable pensar entonces que para cuando el humanitario reverendo Townsend publicó su ensayo en 1786, las focas y las cabras existían en abundancia, mientras los perros habían desaparecido completamente. En cuanto al mentado “nuevo tipo de equilibrio,” este solo existía en sus elucubra­ ciones. Lo cual no constituye ningún obstáculo para que el “producto de su imagi­ nación,” como diría Jenaro Prieto, cobrara existencia. Su objetivo no era otro que mantener a los pobres en un lugar del que no pudieran moverse y lo logró con esta historia. Y no solo lo logró, sino que desde entonces ejerce de base a otras elucubra­ ciones que persiguen su mismo fin. Porque el que la pobreza sea un resultado de la pereza responde a una retórica de la intransigencia, como diría Hirschman, para la que no existen pruebas, sino tan solo prejuicios. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 96 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 6. Más imaginario que real, el “nuevo tipo de equilibrio” que Townsend “encontró” en una pequeña isla frente a las costas de Chile, es una de las más poderosas ficciones que hemos conocido, una gran robinsonada, como diría Marx, cuyo impacto en nuestras vidas continúa, porque aún hay quienes firmemente creen en ella, y medi­ ante metáforas, la siguen defendiendo y difundiendo. No cuento con el espacio para historiar su devenir de Malthus a Garrett Hardin, que en un paper de 1998 dedicado al autor del Ensayo sobre el principio de la población, señaló: “De manera general, se puede decir que, para sobrevivir y persistir, cada especie necesita sus ‘enemigos’ para mantener sus números bajos. Joseph Townsend amplió esta verdad doce años antes del ensayo de Malthus” [More generally it may be said that, to sur­ vive and persist, every species needs its ‘enemies’ to keep its numbers down. This truth was enlarged upon by Joseph Townsend, twelve years in advance of Malthus’s essay].19 Hardin es quien inventara el famoso dilema conocido como “la tragedia de los communes,” publicado en 1968 en la ya no tan prestigiosa revista Science. Desde entonces se lo considera uno de los ecologistas más importantes del siglo XX, un neomalthusiano que también escribió su propia disertación sobre las leyes de pobres: “La ética del bote salvavidas: el caso en contra de ayudar a los pobres” [Life­ boat Ethics: The Case Against Helping the Poor]. Aquí, mediante una metáfora que se anuncia en el propio título, lisa y llanamente recomienda que los países “desar­ rollados” cierren sus fronteras a la migración descontrolada y dejen de ayudar a los países “necesitados,” porque quienes apuestan por un mundo solidario “en su gen­ erosidad entusiasta, pero poco realista, confunden la ética de una nave espacial con la de un bote salvavidas” [In their enthusiastic but unrealistic generosity, they con­ fuse the ethics of a spaceship with those of a lifeboat],20 en el que evidentemente no todos tienen cabida. Y como si se tratara de un eco de Townsend, para Hardin es evidente que “los países pobres no aprenderán a reparar sus caminos” si se les con­ tinúa ayudando. Es más, ayudarles es lo peor que se puede hacer, pues “si no recibi­ eran alimentos desde el exterior, la tasa de crecimiento de su población sería con­ trolada periódicamente por las malas cosechas y las hambrunas,” dado que –aunque esto no lo señala explícitamente– morirían los menos fuertes, consiguiéndose así un “equilibrio natural.” Estas son algunas de las ideas que han contribuido a su RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 97 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 fama, y que tiene como antecedente otra metáfora: “La tragedia de los recursos comunes se desarrolla de la siguiente manera. Imagine un pastizal abierto para todos. Es de esperarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como le sea posible. Este arreglo puede funcionar razon­ ablemente bien por siglos gracias a que las guerras tribales, la caza furtiva y las enfermedades mantendrán los números tanto de hombres como de animales por debajo de la capacidad de carga de las tierras. Finalmente, sin embargo, llega el día de ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la largamente soñada meta de estabilidad social. En este punto, la lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia” (énfasis agregado) [The tragedy of the commons develops in this way. Picture a pasture open to all. It is to be expected that each herdsman will try to keep as many cattle as possible on the commons. Such an arrangement may work reasonably satisfactorily for centuries because tribal wars, poaching, and disease keep the numbers of both man and beast well below the car­ rying capacity of the land. Finally, however, comes the day of reckoning, that is, the day when the long­desired goal of social stability becomes a reality. At this point, the inherent logic of the commons remorselessly generates tragedy].21 Es sorpren­ dente que uno de los principales ejemplares de las llamadas ciencias duras recurra a la retórica y a la ficción para desarrollar un influyente teorema (que publicará en una de las dos principales revistas del medio, esas que dictan como se debe escribir y publicar), y que nunca se nos haya ocurrido leerlo literariamente, esto es, decon­ struirlo. Aclaro que lo sorprendente no es que recurra a la ficción, toda ciencia lo hace, sino que no se le haya prestado la atención debida a los recursos literarios con que operan sus dilemas. En la escritura, en el texto de Hardin, las cabras y los per­ ros son reemplazados, primero, por egoístas pastores, y luego por nuevos náufra­ gos, a lo Robinson, como lo refiere la propia metáfora del bote salvavidas, sujetos que emplean la racionalidad únicamente para sacar mayor provecho individual de un espacio común, “abierto para todos,” pero limitado, creyendo verse en ello un “comportamiento natural,” un comportamiento que, mediante un riguroso y largo trabajo de investigación en terreno, Elinor Ostrom ha desmitificado completa­ mente, mostrando sus inconsistencias y falacias.22 De ahí que quienes defienden la autorregulación del mercado, no necesiten de ninguna prueba que los justifique, pues ello no les impide moldear el mundo bajo sus intereses, creencias y prejuicios. Es más, realizar lo imposible es una de sus principales estrategias, si no la única por la que trabajan: “Esta, creo,” dice Milton Friedman en Capitalism and Freedom, “es nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, manten­ erlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se vuelva política­ mente inevitable” [That, I believe, is our basic function, to develop alternatives to existing policies, to keep them alive and available until the politically impossible becomes politically inevitable].23 A diferencia de muchos críticos y teóricos de la 7. De manera que debemos deconstruir las metáforas de la ley y la ciencia y, sobre todo, construir máquinas ficcionales que nos permitan inventarle mundos a este que nos han impuesto. El valor del llamado teorema de las cabras y los perros de Townsend, insisto, no cuenta con ningún apoyo empírico ni teórico, y menos aún el dilema de la tragedia de los comunes, que se sostiene exclusivamente sobre las robinsonadas de Townsend y del propio Hardin; ambos imaginan perros y pastores donde no los hay. Sus reflexiones son el enmascaramiento de sus prejuicios y per­ cepciones, prejuicios y percepciones que se inscriben de lleno en el emergente lib­ CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 98 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 literatura, científicos, economistas, abogados y legisladores parecen conocer muy bien los poderes de la ficción y es por eso que intentan distanciarse del discurso literario, transformándolo en un chivo expiatorio, haciendo como si solo él fuera producto de la imaginación. Como si las metáforas que emplean para sostener sus argumentos no fueran metáforas, sino el resultado de una investigación científica que posibilita (tautológicamente) llegar a leyes científicas. Que lo que con este pro­ cedimiento se produce son ficciones ya lo sabía Jeremy Bentham, que entendía por entidad ficticia “un objeto cuya existencia ha sido inventada por la imaginación –inventada para fines discursivos– y una vez creada, es mencionada como si fuese real.”24 Así han operado no solo las metáforas del sobrepoblamiento, sino también las distintas producidas para explicar, además del origen de la pobreza, el origen del estado. De ahí la desconfianza de Pécuchet, que gritó: “¿Dónde está la prueba del contrato? ¡En ninguna parte!” [Where’s the proof of the contract? Nowhere!]25 Friedman, en este sentido, es mucho más directo: “que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable” es hacer que soñar con lo imposible deje de ser un slogan para que comience a ser una realidad, y no tiene ningún problema con explicitarlo. Teniendo a sujetos como Pinochet de su lado, sus ficciones se desarrol­ laron bajo un suelo asegurado y protegido, porque la diferencia entre las ficciones literarias y las otras (financieras, legales, etc.), estriba en que aquellas no cuentan con el respaldo de la violencia para imponerse, ni requieren de la supuesta “presun­ ción de conocimiento” para difundirse, presunción, como recordó Valentín Lete­ lier (en 1896), que en la práctica solo castiga a los pobres: “En Estados donde la simple recopilación de leyes ocupa grandes estantes, no hay persona fuera del orden forense que las conozca siquiera sea superficialmente y en estas condiciones, la presunción aludida es para el pobre, que no puede pagar consultas de abogado, la más inicua de las presunciones, un lazo tendido a su ignorancia por la inadverten­ cia del legislador.”26 Esta aparente carencia es consustancial a su política, y es lo que diferencia a un escritor de un letrado, que actúa, al decir de Kant, como “instru­ mento del gobierno y en provecho propio (no precisamente en aras de las cien­ cias),” razón por la cual le llama “negociante o perito del saber.”27 El hambre domará a los animales más feroces, enseñará la decencia y la civilidad, la obediencia y la sujeción a los más brutos, a los más obstinados, a los más perversos . . . En general solo el hambre puede espolear e incitar a los pobres a trabajar; aunque nuestras leyes han dicho que haya que protegerlos del hambre. Las leyes, confieso, tam­ bién dicen que hay que obligarles a trabajar. Pero entonces la restricción legal arrojará disturbios, violencia y ruido . . . mientras que el hambre no es solo un pacífico, silen­ cioso e infatigable medio de presión, sino que, siendo el motivo más natural para la industriosidad y el trabajo, suscita los esfuerzos más poderosos; y, cuando se satisface con la generosidad libre del otro, establece una base duradera y segura para la buena voluntad y la gratitud. [Hunger will tame the fiercest animals, it will teach decency and civility, obedience and subjection, to the most brutish, the most obstinate, and the most perverse . . . In gen­ eral it is only hunger which can spur and goad them on to labour; yet our laws have said, they shall never hunger. The laws, it must be confessed, have likewise said that they shall be compelled to work. But then legal constraint is attended with too much trou­ ble, violence, and noise . . . whereas hunger is not only a peaceable, silent, unremitted pressure, but, as the most natural motive to industry and labour, it calls forth the most powerful exertions; and, when satisfied by the free bounty of another, lays a lasting and sure foundation for good will and gratitude].29 Más efectiva que las leyes de los hombres, el hambre establece (supuestamente) su propia y natural ley, llevando a la humanidad hacia un escenario que proscribe “naturalmente” cualquier intervención; por sobre todo hay que cuidar el emer­ gente y delicado balance que en tanto sociedad la naturaleza nos ha regalado. “Fue RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 99 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 eralismo económico del siglo XVIII y en el neoliberalismo del siglo XX, y en la necesidad que ambos tienen de moldear a las y los trabajadores para hacer posible el control de la población. Empero, el recurso a la ficción no le impidió a Townsend transformar la comprensión de la sociedad. Como señaló Karl Polanyi: “Al enfocar la comunidad humana desde el lado animal, Townsend omitió la cuestión supues­ tamente inevitable de los fundamentos del gobierno; y al hacerlo así introdujo un nuevo concepto de la ley en los asuntos humanos, el de las leyes de la naturaleza” [By approaching human community from the animal side, Townsend bypassed the supposedly unavoidable question as to the foundations of government; and in doing so introduced a new concept of law into human afairs, that of the laws of Nature].28 Ello dado que en su ficción el equilibrio “natural” no se produjo gracias a gobierno alguno, sino cuando las cabras escaparon hacia la altura rocosa de la isla, y más propiamente cuando el hambre logró estabilizar el crecimiento del pasto, de los perros y de las cabras. Señalaba Townsend: CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 100 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 así que los economistas renunciaron pronto a los fundamentos humanistas de Adam Smith e incorporaron los de Townsend . . . La sociedad económica había surgido como algo distinto del Estado político” [Thus it came to pass that econo­ mists presently relinquished Adam Smith’s humanistic foundations, and incorpo­ rated those of Townsend . . . Economic society had emerged as distinct from the political state],30 concluyó Polanyi. Que el prejuicio es lo que constituye el origen de esta naturalización lo reconocemos en el mismo Townsend, y no porque señale que una ley de la naturaleza es la que ha determinado que los pobres no puedan “hasta cierto grado” proveerse a sí mismos de la subsistencia, sino porque reconoce la necesidad de su explotación; primero, esgrime Townsend, para que “las perso­ nas más delicadas” se “alivien del trabajo pesado y se liberen de los empleos oca­ sionales” [whilst the more delicate are not only relieved from drudgery, and freed from those occasional employmente]31 que podrían entorpecer sus temperamen­ tos. Definitivamente “el stock de felicidad humana aumenta con ello” [The stock of human happiness is thereby much increased], porque “parece ser una ley de la naturaleza el que los pobres sean más aptos . . . para cumplir con los cargos más serviles, sórdidos e innobles de la comunidad . . . ; la esperanza de su recompensa los hace más alegres en medio de todos sus peligros y sus fatigas” [It seems to be a law of nature, that the poor should . . . be some to fulfil the most servile, the most sordid, and the most ignoble ofces in the community . . . ; the hope of their reward makes them chearful in the midst of all their dangers and their toils].32 En segundo lugar, dada esta ley, se requiere que, desde el ejército y la armada, se pro­ teja a esa gente linda y refinada, porque solo así podrán dedicarse a “aquellos lla­ mamientos que son más adecuados a sus diversas disposiciones” [those callings which are suited to their various dispositions]. Cualquier ayuda a los pobres, por tanto, “tiende a destruir la armonía y la belleza, la simetría y el orden que Dios y la naturaleza han establecido en el mundo” [it tends to destroy the harmony and beauty, the symmetry and order of that system, which God and nature have estab­ lished in the world].33 En contrapunto, Polanyi afirma: “la Inglaterra victoriana derivó su educación sentimental, inconscientemente, de la isla de las cabras y los perros” [unconsciously, it was from the island of the goats and dogs that Victo­ rian England drew its sentimental education],34 una isla ubicada frente a las costas de Chile. Y tal hecho geográfico, creo, en algo “nos” debe haber afectado, aunque lo hemos olvidado, así como se ha olvidado que la completa libertad económica, el principio de no intervención, el laissez­faire, no apareció naturalmente, sino que fue impuesto por una o varias y siempre severas y parciales leyes. No hay ley natural sin arbitrio desnatural. Lo que olvidan Townsend y sus seguidores, es que tanto las cabras como los perros fueron introducidos en la isla a partir de intereses económico­políticos bien concretos, intentándose así modelar la naturaleza. Las cabras, primero, debían reproducirse; luego había que acabarlas. Para este arbitrio es que se respaldan con policías y ejércitos las ficciones legales. Lo mismo se puede decir de los dilemas de Hardin, que solo existen perfectos en su imaginación, una imaginación configurada por una isla que terminó siendo completamente subsum­ ida por las ficciones que la rondan. 9. Me he interesado en esta sorprendente historia, que surge con Selkirk –quien seguramente no leyó el libro que inspiró– porque en ella encontramos el punto de arranque de una famosa novela y de un famoso teorema, lo cual quiere decir que dos ficciones emergen a partir de un mismo relato. Una dio origen a una discutible “ley natural” del crecimiento poblacional, otra nos legó uno de los más memorables personajes de la ficción literaria. Interesante es que se vuelven a cruzar una y otra vez en el ámbito de la economía (y de la) política. Parece que fue William Forster Lloyd, un neoclásico avant la lettre, al decir de Fritz Söllner,36 quien primero comen­ zaría a ilustrar sus teorías sobre la disminución de la utilidad marginal poniendo como ejemplo a Robinson. Lo hizo en Lecture on the Notion of Value (1833), su primer RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 101 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 8. Las famosas Poor Laws, consistentes en una ayuda a los pobres y contra las que lucharon también Edmund Burke y Jeremy Bentham, durarían solo un poco más (hasta 1834), pues la urgencia capitalista de un “mercado del trabajo” necesitaba establecerse pronta y libremente, tal como la libertad de comercio, que necesita de la venta y compra de fuerza laboral ofrecida libremente en el mercado del tra­ bajo (de lo contrario, al famoso y aclamado laissez­faire no surgiría, y el trabajo asalariado es un requisito para el crecimiento del capital, es más, sin aquel éste no existiría, pues lo presupone, y si éste crece, aquel también, pero a partir de una relación de poder inversa). Jugaba en contra el no tener claridad de lo que impli­ caba el valor del trabajo o la determinación de los precios, ya que la “inexplicable” miseria, en vez de reducirse, con el advenimiento de la máquina o con el tiempo aumentaría drásticamente. La naturaleza, continúa Polanyi, se presentó así como una especie de deus ex machina, y “a medida que se aprehendían gradualmente las leyes gobernantes de una economía de mercado, estas leyes se ponían bajo la auto­ ridad de la naturaleza misma” [As gradually the laws governing a market economy were apprehended, these laws were put under the authority of Nature herself ], 35 que fijaba los límites del crecimiento, así como las posibilidades de subsistencia. Incluso la guerra o las enfermedades se le imputaban, pues también operaban al alero de esta “nueva” selva, así que cualquier ayuda a los pobres sería considerada como una intervención contraproducente para el tan anhelado y natural equilibrio económico, equilibrio para el cual no solo había que liberar a los trabajadores de cualquier interrupción estatal, sino al mercado mismo. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 102 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 trabajo, el que sería continuado por otro sobre el control de la población (1833) y luego por uno más sobre las Poor­Laws (1835). No está demás señalar que Hardin vio en Lloyd a uno de sus propios antecedentes, y lo citó en cada paper que dedicó a lo que llamó “la tragedia de los communes.” Luego de Lloyd no serán pocos los economistas que verán en Robinson un representante del racionalismo económico individualista,37 con lo cual lo que Marx llamó “robinsonadas” cobra una mayor relevancia, si vemos que en ellas, además de Smith, Ricardo y Rousseau, también debemos incluir a Townsend, Hardin y sus mediadores. En el “Prólogo a ‘Contribu­ ción a la crítica de la economía política,’” Marx entiende por robinsonada la ficción de creer que un personaje aislado pueda ser imaginado por fuera de las relaciones sociales; se trata de un falso naturalismo que oblitera su historicidad, con el fin de presentarlo “como un ideal cuya existencia pertenece al pasado. No como un resultado histórico, sino como el punto de partida de la historia.”38 Con Barthes, se podría decir que se está ante un habla “excesivamente justificada” que trans­ forma el relato en mito, fundamentando “como naturaleza, lo que es intención histórica.”39 Para Marx, por el contrario, “cuanto más nos remontamos en la histo­ ria, mejor se delimita el individuo, y por consiguiente también el individuo produc­ tor, como dependiente y formando parte de un todo más grande.”40 Un todo que le permitió a Robinson llegar a la isla bien provisto de plumas, tinta y papel, brújulas y herramientas, instrumentos matemáticos, cartas y libros de navegación, además de tres biblias y un perro, provisiones que por lo general los robinsonadores tien­ den a pasar por alto. Pero este pobre náufrago no solo ilustró una economía que produjo lo que ya podemos ir considerando mitos en lugar de leyes y teoremas. Algunas décadas después de publicado Robinson Crusoe, Rousseau, que bien podría­ mos llamar Jean­Jacques CRousseau, fue otro de los que cayó en las robinsonadas, no solo ilustrando teorías políticas, como muestra Derrida, sino también modelos educacionales. “Dado que los libros nos son absolutamente necesarios, existe uno que, para mi gusto, proporciona el tratado de educación natural más logrado. Ese libro será el primero que ha de leer mi Emilio.” “¿Cuál es ese maravilloso libro? ¿Es Aristóteles? ¿Es Plinio? ¿Es Bufon? No: es Robinsón Crusoe. Robinson Crusoe en su isla, solo, desprovisto de la asistencia de sus semejantes y de los instrumen­ tos de todas las artes . . . Convengo,” dice CRousseau, “que ese estado no es el del hombre social. [Since we absolutely must have books, there exists one which, to my taste, provides the most felicitous treatise on natural education. This book will be the first that my Emile will read . . . “What, then, is this marvelous book? Is it Aristotle? Is it Pliny? Is it Bufon? No. It is Robinson Crusoe. Robinson Crusoe on his island, alone, deprived of the assistance of his kind and the instruments of all the arts . . . This state, I agree,” describes CRousseau, “is not that of social man].41 Llama la atención la capacidad fabuladora de los robinsonadores, que hacen desa­ parecer precisamente lo que le permite al náufrago sobrevivir, de la misma manera que niegan las relaciones de explotación (o la división internacional del trabajo) que mantienen a los pobres en condiciones de indigencia. “Esa es la apariencia, y la apariencia estética solamente, de las pequeñas y grande robinsonadas,” afirmó Marx.42 Por suerte James Joyce no se arredró para señalar que Robinson es el ver­ dadero símbolo de la conquista británica, “el prototipo del verdadero colonialist,”43 uniéndose así a una línea de críticas antirobinsonadas de las que este ensayo es deudor. “La intención de Marx es seria,” leemos en la primera sesión del segundo volumen de La bestia y el soberano. Para Derrida, la “robinsonada” traduce una ambición difícil de medir, si no desmedida, pues consiste, entre otras nes’ (aquí ficciones literarias, del estilo de Robinson Crusoe, y la tesis de Marx es una tesis acerca de la literatura como superestructura) o ficciones filosófico­políticas . . . a superestructuras estéticas a la vez significativas, sintomáticas y dependientes de lo que significan, a saber, únicamente una fase de la organización de una producción material y a la ‘anticipación de la sociedad burguesa’ europea ‘que se preparaba desde el siglo XVI y que, en el siglo XVIII, caminaba a pasos agigantados hacia su madurez.’44 En tanto ficciones, quisiera aventurar que las robinsonadas no son solo el nombre de una “estructura epocal” (o de una fase), al decir de Derrida. Son lo que ha posibil­ itado esa y no otra estructura epocal. Y actualmente se la sigue manteniendo.45 Hay una directa relación entre Dampier, Ulloa, Defoe, Townsend, Lloyd y Hardin. Indi­ rectamente, solapadamente, entreveradamente, no todos conscientemente, han dado lugar a una poderosa ficción que, legitimada por procedimientos jurídicos, cuenta con los recursos para ocultar su carácter mitológico, creando así las condi­ ciones para configurar una determinada realidad, reglamentándola. 10. Una de las características de las ficciones legales es su capacidad para suprimirse como ficción. Por el contrario, una de las características de la ficciones literarias es la inmediata explicitación de su artificiocidad. Quisiera señalar, para ir cerrando, de qué forma me interesa comprender la segunda de estas ficciones. El epígrafe con que he comenzado este ensayo algo ha adelantado, y aprovecho de agradecerle a Pablo Faúndez Morán por haberme hecho reparar en Valentín Letelier y sobre todo en un escritor como Jenaro Prieto, que sabe muy bien cuáles son los efectos de las ficciones, literarias y no literarias. No es por casualidad que sus personajes sean inversores de la bolsa o abogados del infierno. Etimológicamente, ficción viene del latín fingó, fingis, finxí, fictum y, como el griego πλάσµα (plasma), tiene que ver con plasmar, amasar, formar, o configurar, como diría Covarrubias en 1611, “con el entendimiento, o con la mano.”46 ¡“Con la mano”! La ficción no es o no depende, RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 103 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 cosas, en retomar, incluso en reducir, nada menos, lo que denomina ‘insulsas ficcio­ CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 104 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 como hemos pensado, solo de la imaginación, que es como decir, del intelecto. No. La ficción no se puede pensar alejada de la mano y sus dedos, y, por tanto, de la noción de trabajo. La ficción siempre es una material producción. Que en inglés dedo se pronuncie finger nos da un indicio. Lo mismo el francés doigt, mucho más cercano a dheigh, que es el término indoeuropeo para ficción, del que derivan masa, figura, dama y paraíso (originalmente un jardín cerrado, amurallado con arcilla), bellas nociones en las que, nuevamente por tiempo, no puedo profundizar. Si escribimos con las manos, es porque con ellas pensamos y creamos . . . Mientras la ficción de Defoe es la de configurar un personaje, la de Robinson es la de amasar una fortuna, labrando la isla. De ahí el interés de ciertos economistas y juristas, interesados en formar a su antojo la llamada “realidad,” imaginando para ello leyes y teoremas soportados por metáforas que han sido amasadas teniendo como telón de fondo una historia, entre real e imaginaria. Lamentablemente, este carácter creador (facedor) con el que también cuenta la literatura se ha ido olvidando o subestimando, en el mejor de los casos, resaltándose, en su lugar, la capacidad de entretención, que sin duda la tiene, pero es menor frente al poder configurador que porta. Selkirk es una invención de Crusoe. También Townsend, Ulloa y Dampier. Incluso Lloyd y Hardin junto a sus dilemas. Si un “libro vive de su buena muerte,” como señaló Derrida, también lo hacen los que con él se han relacionado, aunque no lo declaren o no lo sepan. Los personajes resucitan con el “soplo de [una] lectura viva,”47 insuflando, a su vez, vida a sus lectores, antes y después de su muerte, si han de reescribir lo que leen. Un libro de ficción literaria, continúa Derrida, “es un muerto viviente”48 que, aventuro, tiene la capacidad de traspasar su “virtualidad fantasmática” a quienes le leen. La crítica y la teoría literaria, por tanto, cuentan con las herramientas necesarias para mostrar que la ficción literaria es una forma de política que puede y debe enfrentar las ficciones del derecho y la economía, que han terminado moldeando el mundo que nos rodea, y haciéndonos creer, de paso, que no podemos reconfirgurarlo, ni que vale la pena intentarlo. Si es más fácil imaginar el fin del mundo que algo más modesto como el fin del capitalismo, como señaló Fredric Jameson, ello es porque la potencia de la ficción literaria ha estado bajo ataque, reduciéndosela en colegios y universidades a un mero medio a través del cual enseñar las competencias básicas de lecto­escritura requeridas por el modo de producción contemporáneo. Su cercamiento da cuenta del temor que se le tiene, de la fuerza de la que se desconfía, porque cuenta con la capacidad de desarrollar la imaginación necesaria para crear un mundo en el que los usos de los (bienes) comunes no den lugar a las pasiones tristes de la tragedia, sino a las pasio­ nes alegres de las que hablaba Spinoza. Estoy seguro que reconociendo este poder, la literatura será desempolvada para comenzar a ser considerada como un medio indispensable para el desarrollo ya no de nuestra sociedad, sino de la humanidad misma. Cuando se nos pregunte para qué sirven la literatura y las humanidades, RAÚL RODRÍGUEZ FREIRE , Licenciado en Sociología; Doctor en Literatura. Director del Doctorado en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Investiga sobre narrativa latinoamericana contemporánea, crítica y teoría literaria y transformaciones universitarias. Ha publicado Sin retorno. Variaciones sobre archivo y narrativa en Latinoamérica (2015), La condición intelectual. Informe para una academia (2018), La forma como ensayo. crítica, ficción, teoría (2020), entre otros libros que ha traducido y editado. Actualmente trabaja en Formas de la ficción. literatura, derecho, capital, primera parte de un trabajo mayor titulado Antropología de la ficción. Notas 1. Derrida, La bestia y el soberano II, 173. 2. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 23. 3. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 16. 4. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 37. 5. Hirschman, Retórica de la intransigencia, 39. 6. Dampier, A New Voyage Round the World, 89–90. 7. Ulloa, Relación histórica del viaje hecho de orden de su Majestad a la América Meridional, 284–285. 8. Ulloa, A Voyage to South­America, 172–173. 9. Daniel Defoe, Robinson Crusoe, 126. 10. Daniel Defoe, Robinson Crusoe, 65; Robinson Crusoe, 87. 11. Llama la atención que en la famosa traducción de Cortázar, esta frase no se encuentra. Simplemente leemos: “Mi perro, ya muy viejo y chocho, se tendía a mi derecho . . .” Defoe, Robinson Crusoe, 153. 12. Groussac, El viaje intelectual, 8. 13. Sarmiento, Viajes, 15. RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 105 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 podemos ofrecer una respuesta al nivel de la que la ciencia aplicada o la medicina podrían dar: para que la especie humana no desaparezca. Nuestra preocupación, por tanto, no estriba en equilibrio alguno, porque no creemos en la posibilidad de estabilizar mediante leyes y teoremas el mundo, sino de transformarlo con la imagi­ nación. La literatura puede enfrentarse a desastres nucleares tanto como a la crisis ecológica, no porque pueda acabar con estos desastres, sino porque puede producir la subjetividad que se requiere para que no nos aquejen, o para encaminarlos hacia su desaparición. Pero si no se la trabaja debidamente, también puede contribuir a su profundización. De manera que con ella es que podemos trabajar por la super­ vivencia, si junto con su teoría y su crítica logra el lugar que se requiere para que lo viviente continúe más allá de su representación. Aventuraría entonces que el valor de la ficción es aún más relevante que el de la propia medicina, porque sin ella pronto ya no habrá ni cuerpos que cuidar. Si el mundo está fuera de quicio, la suerte ha querido que contemos con la literatura para recomponerlo. Intentémoslo juntos, como diría Hamlet. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. CRITICAL TIMES 3:1 | APRIL 2020 | 106 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. Sarmiento, Viajes, 15. Rogers, A Cruising Voyage Round the World, 92. Famin, Historia de Chile, 8. Famin, Historia de Chile, 11. Famin, Historia de Chile, 11. Hardin, “The Feast of Malthus,” 183. Hardin, “Lifeboat Ethics,” 38. Hardin, “The Tragedy of the Commons,” 1244; Hardin, “La tragedia de los communes,” 11. Hess y Ostrom, eds., Los bienes comunes del conocimiento; Ostrom, El gobierno de los bienes comunes. Friedman, Capitalism and Freedom, xiv. Bentham, Teoría de las ficciones, 161. Flaubert, Bouvard and Pécuchet, 220. Letelier, “Los pobres,” 142. Kant, La contienda de las facultades, 3. Polanyi, The Great Transformation, 119; Polanyi, La gran transformación, 168. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 24. Polanyi, The Great Transformation, 120; Polanyi, La gran transformación, 169. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 37. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 35. Townsend, A Dissertation on the Poor Laws, 36. Polanyi, The Great Transformation, 123; Polanyi, La gran transformación, 172. Polanyi, The Great Transformation, 132; Polanyi, La gran transformación, 179. Söllner, “The Use (and Abuse) of Robinson Crusoe in Neoclassical Economics,” 35–64. En La bestia y el soberano, Derrida cita un pequeño, pero relevante texto que da cuenta de la bibliografía económica y política que ilustra la relación entre la oferta y la demanda a partir de Robinson: White, “Robinson Crusoe.” Empero, White no menciona ninguno de los trabajos que aquí he referido. Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 247–248. Barthes, Mitologías, 237. Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 248. Rousseau, Emile, or On Education, 184; Rousseau, Emilio o de la educación, 243–244. Marx, “Prólogo a ‘Contribución a la crítica de la economía política,’” 247 Joyce, “Daniel Defoe,” 25. Derrida, La bestia y el soberano, 49. Como ha señalado recientemente Angela Mitropoulos: “Durante más de una década, Hardin estuvo involucrado con el grupo supremacista blanco y antiinmigrante Federación para una Reforma de Inmigración Estadounidense (FAIR)—gran parte de ese tiempo como miembro de su junta directiva—así como con Social Contract Press, una editorial nacionalista blanca. Sucede que el gobierno de Trump incluye a varias personas con vínculos de larga data con FAIR, entre ellos Jef Sessions [Fiscal General de los Estados Unidos], Kris Kobach, Kellyanne Conway [asesora presidencial de Trump] y Stephen Miller [consejero superior de Trump], e incluso el defensor del pueblo de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos fue director ejecutivo de FAIR por alrededor de una década. La política actual de la Casa Blanca sobre la migración ha sido dictada en gran parte por una lista de propuestas presentadas por FAIR en noviembre de 2016 en el National Press Club en Washington, DC.” 46. Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, o española, 909. 47. Derrida, La bestia y el soberano, 175. 48. Derrida, La bestia y el soberano, 176. RODRÍGUEZ FREIRE | DE CABRAS, TEOREMAS, Y LEYES | 107 Downloaded from http://read.dukeupress.edu/critical-times/article-pdf/3/1/87/1542561/87freire.pdf by guest on 14 April 2023 Obras citadas Barthes, Roland. 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