Por qué el cuerpo vivido no existe1
El título que di a esta presentación puede parecer a primera vista una mera
provocación. Sin embargo, quiero enfatizar desde el principio que mi enfoque dice ser
fenomenológico y que no tengo intención de presentar una paradoja por sí misma. Creo que si
uno está realmente atento a los fenómenos, como deberíamos estar haciendo fenomenología,
debemos rechazar no solo la distinción de Husserl entre Leib y Körper2, sino cualquier
distinción de este tipo. De hecho, casi todos los fenomenólogos sin excepción después de
Husserl han avanzado su propia versión de esa distinción. Puede haber matices en su
conceptualización – por ejemplo, el «cuerpo fenomenal» de la Fenomenología de la
percepción no es exactamente lo mismo que la «carne» de Lo Visible y lo Invisible –, pero se
puede afirmar que casi todos los fenomenólogos han aceptado esa dualidad, incluso
Heidegger en su Zollikoner Seminare3. Desde Merleau-Ponty y Sartre4 hasta los
1
Why the Lived-body does not exist. Claude Romano (1967), es profesor de la Universidad de París SorbonneParís IV y miembro asociado de los Archivos Husserl de Paris. Ha dirigido la revista Philosophie (Editions de
Minuit) de 1994 a 2003. En 2010 se le concedió el Gran Premio Moron de la Academia francesa por el conjunto
de sus obras de fenomenología. Es autor de numerosos libros entre los cuales destacan L'evénement et le monde
-El acontecimiento y el mundo- (1998); L'evénement et le temps -El acontecimiento y el tiempo- (1999);
Lumière -Luz-, (1999); Le chant de la vie. Phénoménologie de Faulkner -El canto de la vida. Fenomenología de
Faulkner- (2005); Le Néant. Contribution à une histoire du non être dans la philosophie occidentale -La nada.
Contribución a una historia del no ser en la filosofía occidental- (2006).
Traducción realizada por Elkin Gutiérrez para la conferencia del profesor Romano en la Pontificia Universidad
Católica de Chile en el mes de julio de 2020, organizada por el profesor Dr. Eric Pommier.
2
[Se conservan las expresiones originales en alemán con la intención de mantener el marco categorial
husserliano presentado por el profesor Romano y enfatizar, a lo largo del texto, la distinción entre Leib y
Körper.
Leib se refiere a cuerpo vivido, es decir, cuerpo fenomenal, sujeto, mío, sentido y sintiente, percibido
“internamente”, punto cero del espacio, experiencia individual y propia.
Körper se refiere al cuerpo objetivo, es decir, cuerpo físico, como cosa, percibido como “externo”, pensable y
medible. N. del T.]
3
[Heidegger, Martin. Seminarios de Zollikon. Barcelona: Herder, 2014. Seminarios organizados por Medard
Boss en Zollikon (Suiza), en los que Heidegger entabló diálogo con algunos de los máximos representantes de la
medicina, la psiquiatría y la ciencia de su tiempo. Este volumen reúne los protocolos de aquellos encuentros, así
como algunas conversaciones y cartas. N. del T.]
4
[Cf. El ser y la nada. Barcelona; Atalaya, 1993. Ver específicamente Tercera parte, Capitulo III, El Cuerpo.
pp. 330-385. Original en francés L'etre et le Néant. Gallimard; París, 1948, p. 365 N. del T.]
representantes contemporáneos de la cognición encarnada, parece haber un gran consenso
sobre la relevancia fenomenológica de la distinción Leib/Körper.
Y, de hecho, esa distinción parece estar bien fundada y es casi obvia. Por un lado,
tenemos el cuerpo como organismo, una masa de células, de músculos, tendones, huesos, una
«máquina fisiológica» perteneciente al mundo físico. Por otro lado, tenemos el cuerpo tal
como lo experimentamos, que sentimos como nuestro, como una «cosa subjetiva», como lo
llama Husserl, sino tan pura y simplemente nosotros mismos. Sin embargo, desde una
perspectiva diferente, lo que parece a primera vista obvio y sin problemas se revela a un
escrutinio atento como fuente de serias dificultades. Tan pronto como consideramos que
nuestro cuerpo está compuesto por dos entidades, o dos «capas de significado»5, como las
llama Husserl, inevitablemente llegamos a la conclusión de que nuestro cuerpo material tal
como existe en el mundo no es nuestro cuerpo genuino y, a fortiori, no somos realmente
nosotros. Existe una tentación inherentemente gnóstica encapsulada en cualquier versión de
la dualidad Leib/Körper.
En efecto, hay una serie de características de nuestro cuerpo físico que nuestro cuerpo
vivido no puede poseer, y una serie de características de nuestro cuerpo vivido que están
excluidas de nuestro cuerpo físico. Nuestro Körper es (la lista no es exhaustiva): 1) extendido
espacialmente; 2) ubicado en el espacio objetivo; 3) sometido a influencias causales del
mundo: se puede cortar, quemar, etc. 4) constituido a través de adumbraciones6 como un
objeto específico y, hasta ese punto, 5) trascendente.
Por el contrario, nuestro cuerpo vivido es: 1) dotado de una presencia ubicua: no está
ni aquí ni allá, sino que irradia de un «aquí» absoluto; 2) no tiene ubicación ni límites dentro
del espacio objetivo: para él «una ubicación en el espacio (Ort in Raum) no tiene
significado»7; 3) no está sujeto a condicionalidades causales, porque no pertenece a la
naturaleza objetiva; 4) está constituido por el Yo trascendental, pero no por adumbraciones;
5
[Bedeutungsschichten. N del T.]
6
[Aspectos de perspectiva, perfiles. La percepción de un objeto – y la conciencia de su duración – solo es
posible mediante un conjunto de «adumbraciones», «retenciones» o «escorzos» (Abschattungen) de este objeto,
que no son propiamente percibidos, pero de los que se tiene alguna conciencia. N. del T.]
7
Zur Phänomenologie der Intersubjektivität, Hua XV, p. 659. [No existe traducción al castellano.]
[Es preciso recordar que Hua hace referencia a Husserliana. Colección de obras de Husserl publicada por las
editoriales Martinus Nijhoff (Den Haag) y Kluwer Academic Publishers (Dordrecht); La colección consta de 39
volúmenes que, sin embargo, no incluyen todos los escritos del autor. N. del T.]
tiene una constitución puramente hylética; 5) pertenece a la inmanencia, no a la
trascendencia.
¿Cómo debemos entender tal dualidad de cuerpos? En efecto, debemos tener claro el
hecho de que si dos cosas tienen características distintas e incluso opuestas, no pueden ser lo
mismo. Esta es una consecuencia trivial del principio de indiscernibilidad de los idénticos8,
bautizada también como «ley de Leibniz»: si dos cosas son idénticas, deben compartir todas
sus propiedades. En el presente caso, no es suficiente recurrir a la metáfora de las «capas»9
para evitar esa paradoja: sean o no «capas de significado», dado que el cuerpo objetivo y el
cuerpo vivido tienen características opuestas, ellos deben ser dos. Terminamos con dos
cuerpos en lugar de uno. Además, ninguno de estos cuerpos es realmente nosotros mismos, al
menos en la comprensión clásica y husserliana de ellos. Como Husserl especifica: «No soy
mi cuerpo vivido, tengo un cuerpo vivido, y no soy mi alma, tengo un alma»10. En otras
palabras, como Husserl afirma explícitamente en el §54 de Ideas ... I, «es cierto que una
conciencia sin cuerpo vivido (leiblos) es concebible»11. La tentación gnóstica de la
8
[Principium identitatis indiscernibilium, Identität des Ununterscheidbaren o Identidad de los indiscernibles.
Cf. Leibniz. Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano. Madrid: Editora Nacional, 1983. Ver Libro II,
Sobre las ideas, Capítulo XXVII, Qué son identidad y diversidad, p. 267. Original en francés: Leibniz, Nouveaux
Essais sur L'entendement humain II, ch. 27, § 1, 3. N. del. T.]
9
[Schichten. En el Capítulo III (Nóesis y Nóema), § 91, de la Sección III, p. 221 de Ideas para una
fenomenología pura, podemos leer: “Con esto hacemos notar que dentro del pleno nóema tenemos que separar
(de hecho, como lo habíamos anunciado de ante-mano) capas esencialmente distintas, que se agrupan en torno a
un ‘nucleo’ central, en torno al puro ‘sentido objetivo’”. Es decir, dentro del nóema, hay que diferenciar el
núcleo noemático o sentido objetivo y las capas (Schichten) que se le superponen. El núcleo noemático o sentido
objetivo es el “Objeto en el cómo de sus determinaciones” (p. 314), mientras que las capas que lo revisten son
los caracteres objetivos que corresponden a las tomas de posición dóxicas y estimativas de las funciones
noéticas que lo objetivan (p. 316 y ss). Así, el núcleo noemático de un árbol es el conjunto de los caracteres que
lo distinguen de cualquier otro objeto y que permiten identificarlo como árbol, mientras que las capas
noemáticas son las modalidades objetivas que se dan en el objeto mismo en relación con las actitudes dóxicas
según las condiciones afectivas y volitivas que condicionan su presencia (p. 275 y ss). Cf. Husserl, Hedmund.
Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. México-Buenos Aires; Fondo de
Cultura Económica, 1999. Conocido como Ideas I, y corresponde a Hua III (Ideen zu einer reinen
Phänomenologie undphänomenologischen Philosophie. Erstes Buch. Allgemeine Einfuhrung in die reine
Phänomenologie, Martinus Nijhoff, Den Haag 1976. N. del T.]
10
Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Zweites Buch, Husserliana, Band IV, Dordrecht-BostonLondres, Kluwer, 1991, p. 212 [Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, Libro
II. México: FCE, 2005, p. 128. (En adelante Ideas II). “está comprendido el hombre entero con cuerpo y alma.
De ahí que pueda muy bien decirse yo no soy mi cuerpo, sino yo tengo mi cuerpo; yo no soy un alma, sino yo
tengo un alma”. Ideas II corresponde a Hua IV (Ideen zu einer reinen Phänomenologie und
phänomenologischen Philosophie. Zweites Buch. Phänomenologische Untersuchungen zur Konstitution,
Martinus Nijhoff, Den Haag 1952. N. del T.]
11
[Leiblos: incorpóreo. Cf. §54 de Ideas I. La vivencia psicológica trascendente es contingente y relativa, la
vivencia trascendental es necesaria y absoluta: “Con seguridad es concebible una conciencia sin cuerpo, y, por
paradójico que suene, también una conciencia sin alma, no personal, es decir, una corriente de vivencias en que
no se constituyan las unidades intencionales de experiencia, cuerpo, alma, sujeto-yo empírico, o en que todos
fenomenología no puede expresarse más claramente. No solo ya no somos nuestro cuerpo
físico, que sigue siendo para nosotros un simple objeto en el mundo, sino que tampoco somos
nuestro cuerpo vivido, que Husserl considera como una «dependencia» del ego puro, e
incluso como un mero «anexo (Annex)»12 de este último.
Debe enfatizarse que incluso en formulaciones en las que, como insiste MerleauPonty, el cuerpo vivido se convierte en «el verdadero sujeto de la percepción» – no en algo
que tengo, sino en algo que soy –, más allá de este matiz, no se dice nada que explique cómo
dos cosas que tienen características diferentes («el «cuerpo fenomenológico» y el cuerpo
objetivo, usando la terminología de la Fenomenología de la percepción) pueden ser una
misma cosa. Esto es aún más sorprendente porque el concepto de cuerpo vivido a menudo es
presentado por los propios fenomenólogos como una forma de «rehabilitación de la
encarnación» contra una concepción errónea profundamente arraigada y secular de la
filosofía occidental. El cuerpo que se rehabilita aquí ciertamente no es nuestro cuerpo, ya que
existe en el mundo, en realidad es un segundo cuerpo, mucho más etéreo y evasivo, un
cuerpo que Merleau-Ponty bautiza elocuentemente, en Lo Visible y lo Invisible, como un
«cuerpo glorioso»13. Tal cuerpo es tan etéreo y no-mundano que se asemeja a una mera
extensión del alma – es el «soporte hylético (hyletische Unterlage)»14 de nuestra conciencia,
como lo expresa Husserl – más que una verdadera incorporación o encarnación. Esta ambigua
«rehabilitación» es, por lo tanto, incluso menos radical que la posición de Descartes en la
Sexta Meditación.15
El problema cuerpo/cuerpo
estos conceptos empíricos, y por ende también el de vivencia en sentido psicológico (vivencia de una persona,
de un yo animado) no tengan apoyo alguno, ni en todo caso validez alguna” p. 128. N. del T.]
12
Hua IV, p. 212 [Ideas II, p. 128]
13
[“Mi carne y la del mundo incluyen entonces zonas claras, claridades en torno de las cuales giran sus zonas
opacas; y la visibilidad primera, la de los quale y de las cosas, no es sin una visibilidad segunda, la de las líneas
de fuerza y de las dimensiones, la carne masiva no es sin una carne sutil, el cuerpo momentáneo sin un cuerpo
glorioso” Cf. Lo visible y lo invisible. Buenos Aires; Nueva Visión, 2010, p. 134. N del T.]
14
Ideen... II, Hua IV, p. 153; trad. citée, p. 217. [Ideas II, p. 193.]
[“la conciencia total de un hombre está enlazada en cierta manera con su cuerpo mediante un soporte hylético;
pero está claro que las vivencias intencionales mismas ya no están directa y propiamente localizadas, ni forman
ya un estrato en el cuerpo”. N del T.]
15
[Cf. Meditaciones metafísicas. Madrid: Alfaguara, 1977. Ver específicamente, De la existencia de las cosas
materiales, y de la distinción real entre el alma y el cuerpo, pp. 61 y ss. N. del T.]
Algunos lectores de Husserl han hablado de un «problema cuerpo/cuerpo» que
reemplazaría el clásico problema mente/cuerpo en el marco fenomenológico. Evan
Thompson, quien acuñó esa expresión, considera que el problema cuerpo/cuerpo es menos
dramático y más fácil de resolver que el problema mente/cuerpo. Él escribe:
El problema cuerpo-cuerpo es una forma no cartesiana de reformular la brecha
explicativa entre la mente consciente y el cuerpo físico. Como hemos visto, en el
problema cuerpo-cuerpo, la brecha ya no es entre dos ontologías radicalmente
diferentes («mental» y «física»), sino entre dos tipos dentro de una tipología de
encarnación (cuerpo vivido subjetivamente y cuerpo vivo). La brecha ya no es
absoluta porque para formularla tenemos que hacer referencia común a la vida o al ser
vivo. El problema cuerpo-cuerpo se refiere a la relación entre el cuerpo de uno como
uno lo vive subjetivamente y un cuerpo como organismo en el mundo.16
Tenemos aquí dos afirmaciones que deben distinguirse: una afirmación empírica y
una puramente conceptual (fenomenológica). La afirmación empírica es que cerrar la brecha
entre el cuerpo físico y el cuerpo vivido es menos difícil que cerrar la brecha entre un yo
puramente psicológico y un cuerpo físico. No discutiré esa afirmación empírica: tal vez sea
cierto, tal vez no – No soy especialista en ciencia cognitiva y no voy a tomar una posición
sobre ese tema. Pero también hay aquí una afirmación puramente conceptual o
fenomenológica: la división, en opinión de Thompson, sería menos insalvable a un nivel
puramente conceptual, dado que el cuerpo vivido y el cuerpo material ya no recurrirían a dos
ontologías incompatibles, sino que representarían dos puntos de vista sobre la misma cosa.
Creo que aquí Thompson se extravía y, por las razones que ya di: dado que el cuerpo vivido
no puede concebirse como un cuerpo espacial y mundano, dotado de una ubicación, con
límites determinados, con una materialidad, con la posibilidad de ser herido por el mundo, y
así sucesivamente, la brecha sigue siendo tan insalvable como antes, y no se ha hecho nada
para reducir la gravedad de la división cuerpo/cuerpo. El cuerpo vivido sigue siendo un
«cuerpo glorioso», es decir, no un cuerpo en absoluto en el sentido común de la palabra.
16
Mind in Life, p. 244
[Thompson, Evan. Mind in Life. Cambridge-London: Harvard University Press, 2007. No existe traducción al
castellano. El único texto de Thompson traducido al castellano se titula “De cuerpo presente, las ciencias
cognitivas y la experiencia humana”, escrito junto a Francisco J. Varela y Eleanor Rosch. N. del T.]
Citando a Baudelaire: «Sa chair spirituelle a le parfum des Anges»17: su carne espiritual tiene
el perfume de los Ángeles.
La distinción entre cuerpo vivido y cuerpo objetivo no solo no ha hecho nada para
cerrar la brecha entre la naturaleza física y la mente, sino que es precisamente una
consecuencia de aceptar esa distinción, de lo que Charles Taylor llama legítimamente una
"postura desconectada" subyacente a la ciencia moderna, que allana el camino para el
idealismo trascendental. Incluso podría afirmarse que la distinción de Husserl entre los dos
significados del cuerpo, y su aceptación general por parte de sus seguidores, puede
interpretarse como una nueva versión de una distinción muy similar que encontramos en
Descartes, la distinción entre un cuerpo-objeto, concebido como un fragmento puro de
extensión, y lo que Descartes llama meum corpus, sive potius me totum18, «mi cuerpo, o más
bien yo como un todo», el cuerpo con el que me identifico en la medida en que está unido a
mi alma19. De hecho, meum corpus, en otras palabras, mi cuerpo vivido, ya posee una
extensión pre-espacial, de la misma manera que el Leib de Husserl – una extensión que no es
parte del espacio objetivo, sino que es una extensión puramente espiritual. Descartes no duda
en afirmar en una Carta a Elisabeth del 28 de junio de 1643, que nuestra alma está extendida
en la medida en que está unida a un cuerpo, y que esta extensión no debe confundirse con la
de los cuerpos materiales:
17
Ch. Baudelaire, « Que diras-tu ce soir, pauvre âme solitaire », Les Fleurs du mal, XLII, in Œuvres complètes,
Paris, Gallimard, Bibliothèque de la pléiade, 1975, p. 43. [Ch. Baudelaire. «Qué dirás esta noche, pobre alma
solitaria», Las flores del mal, XLII. Madrid: Edaf, 2009, p. 107]
18
R. Descartes, Sexta Meditación, AT VII, 81 [Meditaciones metafísicas, p. 68. Es preciso recordar que AT se
refiere a la edición canónica de las obras de Descartes, preparadas por Charles Adam y Paul Tannery a fines del
siglo XIX e inicios del XX.
“plane certum est meum corpus, sive potius me totum quatenus ex corpore & mente sum compositus, variis
commodis & incommodis a circumjacetibus corporibus affici posse”/Es por completo cierto que mi cuerpo, o
mejor, que yo todo en cuanto compuesto de cuerpo y mente, puedo ser afectado con varias comodidades e
incomodidades por los cuerpos que me rodean. Ver Meditaciones acerca de la Filosofía primera. Meditatio
sexta. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008, p. 180. N. del T.]
19
Ver la carta al Padre Mesland del 9 de febrero de 1645 sobre este «equivoco» del cuerpo: «Primeramente
considero qué es el cuerpo de un hombre, y encuentro que esta palabra de cuerpo es muy equívoca; pues, cuando
hablamos de un cuerpo en general, entendemos una parte determinada de la materia, y el conjunto de la cantidad
de la que el universo está compuesto, de modo que no se sabría quitar tan poco como sea de esta cantidad sin
que juzgáramos inmediatamente que el cuerpo es menor y ya no más entero, ni cambiar ninguna partícula de
esta materia, sin que pensáramos que después el cuerpo ya no es más totalmente el mismo, o idem numero. Pero
cuando hablamos del cuerpo de un hombre, no entendemos una parte determinada de materia, ni que tenga una
magnitud determinada, sino que sólo entendemos toda la materia que está en conjunto unida con el alma de este
hombre; de modo que aunque esta materia cambia, y su cantidad aumenta o disminuye, siempre creemos que es
el mismo cuerpo, idem numero, mientras permanezca junto y unido sustancialmente a la misma alma; y creemos
que este cuerpo es todo entero, mientras que tenga en sí todas las disposiciones requeridas para conservar esta
unión» (AT IV, 166).
Il lui sera aisé scil. [à votre Altesse] de considérer que la matière qu’elle aura attribuée
à cette pensée n’est pas la pensée même, et que l’extension de cette matière est d’autre
nature que l’extension de cette pensée, en ce que la première est déterminée à certain
lieu, duquel elle exclut toute autre extension de corps, ce que ne fait pas la
deuxième20. /Será fácil [para su Alteza] considerar que la materia que ella ha atribuido
a este pensamiento no es el pensamiento mismo, y que la extensión de esta materia es
de una naturaleza diferente a la extensión de este pensamiento, puesto que la primera
está determinada en cierto lugar, del que excluye cualquier otra extensión del cuerpo,
lo que no hace la segunda.
Es exactamente esa opinión la que Husserl respaldará cuando afirme que el Leib
posee una localización pre-espacial completamente diferente que la de los cuerpos físicos. Se
pueden extraer dos consecuencias de esta evidencia textual de una proximidad entre los dos
autores. Existe la consecuencia dibujada por Jean-Luc Marion en su libro Sur la pensée
passive de Descartes: Descartes, afirma, ha sido un genial precursor de la fenomenología
cuando descubrió que «la extensión no localizada (o cuasi-extensión) del meum corpus
pertenece al pensamiento y encuentra un lugar solo en él»21. Pero también se puede llegar a la
conclusión exactamente opuesta: lo que muestra esta proximidad es más bien que Husserl
nunca superó una posición que en realidad es la consecuencia del dualismo de Descartes en la
Segunda Meditación22, ni siquiera alcanzó la posición de la Sexta Meditación que hace de mi
20
AT III, 694. Para un comentario diferente sobre este pasaje, se puede hacer referencia a J.-L. Nancy, «
L’extension de l’âme », Po&sie, 99, 2002, p. 77-83. [58 indicios sobre el cuerpo. La extensión del alma, Buenos
Aires; La cebra, 2007, p. 35.]
21
Sur la pensée passive de Descartes, p. 158: «L’étendue (ou quasi-étendue) non-localisée du meum corpus
relève de la pensée et n’a lieu qu’en elle».
[«La extensión no localizada (o cuasi extensión) del meum corpus es una cuestión de pensamiento y solo tiene
lugar en él» Sur la pensée passive de Descartes. Paris; Presses Universitaires de France, 2013. Hay versión en
español, Sobre el pensamiento pasivo de Descartes. Buenos Aires; Baudino Ediciones, 2016, p. 139.)]
22
[De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de conocer que el cuerpo, p. 23 y ss / De natura
mentis humanae: quod ípsa sit notior quam corpus. En efecto, en la medida en que sé que me encuentro
observando un objeto puedo constatar mi existencia sin gran dificultad; “Pues si juzgo que existe la cera porque
la veo, con mucha más evidencia se sigue, del hecho de verla, que existo yo mismo” (p. 30). Sin embargo, no
puedo identificarme con este cuerpo que mira en dirección al objeto porque su naturaleza no garantiza evidencia
alguna. Esto permite a Descartes concluir que el “yo” es una entidad absolutamente distinta de aquella que
pertenece al mundo físico y, en consecuencia, cree haber demostrado la diferencia sustancial que separa al
cuerpo del alma. Por tanto, en la Segunda Meditación se concluye la apodicticidad del cogito.
Sobre la apodicticidad del cogito ver Meditaciones Cartesianas, §8 El ego cogito como subjetividad
trascendental y §9 Alcance de la evidencia apodíctica del “yo existo”, p. 59 y ss.
Husserl dirá que algo es apodíctico (evidencia apodíctica) cuando es evidente "la imposibilidad absoluta de que
se conciba su no ser; en suma, de que se excluya por anticipado como carente de objeto toda duda imaginable"
cuerpo un verdadero fragmento de extensión en virtud de una garantía divina, y establece su
«unión sustancial» (cuán oscura puede permanecer) con el alma. No es una sorpresa que
Jean-Luc Marion califique el meum corpus de Descartes como un «cuerpo interno»23, que es
también el estatus del cuerpo vivido, el mero «soporte hylético» de la conciencia.
El cuerpo dentro del mundo de la vida
Ahora, dejaré completamente de lado la conceptualización de Husserl para intentar
comenzar de nuevo. Sin embargo, adoptaré una versión, no exactamente la de Husserl, de un
concepto de gran interés para mí en este contexto, el del mundo de la vida. Este concepto en
la Crisis24 y los textos relacionados sigue siendo un concepto trascendental, pero no quiero
asumir este presupuesto yo mismo. Creo que si Husserl se hubiera tomado el mundo de la
vida en serio, debería haber desafiado su propia posición trascendental, ya que la posición
trascendental no es más que un subproducto de la imagen científica del mundo – una imagen
para la cual el concepto de mundo de la vida fue diseñado para desafiar. Pero no discutiré
sobre eso por falta de tiempo.
Lo que quiero sugerir es que el concepto mismo de Körper se deriva de la imagen
científica del mundo desarrollada por la física moderna, o más bien, se deriva de la
aceptación de esta imagen como la única imagen verdadera, y por lo tanto se deriva de la
aceptación de lo que Husserl llama «objetivismo», y es lo que el concepto de mundo de la
vida tiene como objetivo desafiar. Y dado que el cuerpo vivido se describe a sí mismo en
contraste con ese cuerpo físico, depende de él por principio. Si, por otro lado, nos tomamos
muy en serio el concepto del mundo de la vida, es decir, el concepto del mundo en el que
vivimos y que habitamos corporalmente antes de cualquier teoría científica, o antes de
(Meditaciones, 57/Hua I, 56). Esta condición solo es cumplida por la conciencia, en el sentido en el que el “yo
dudo” presupone el “yo existo” y, por tanto, "el sentido de la indubitabilidad en que viene a darse el ego por
medio de la reducción trascendental, responde efectivamente al concepto de apodicticidad expuesto"
(Meditaciones, 64, Hua I, 64).
Hua I corresponde a Cartesianische Meditationen und Pariser Vorträge, Martinus Nijhoff, Den Haag 1950. Hay
versión en castellano, “Meditaciones cartesianas”. Madrid, FCE, 1985. N. del T.]
23
24
Ibid., p. 93 [en español, p. 83]
[Husserl, Edmund. La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Una introducción a
la filosofía fenomenológica. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2008. Original en alemán Die Krisis der
europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie. Eine Einleitung in die
phänomenologische Philosophie, Martinus Nijhoff, Den Haag 1954. Corresponde a Hua VI. N. del T.]
cualquier idealización científica, debemos reconocer que, en este mundo ingenuo y preteórico, no hay espacio para la menor dicotomía entre un cuerpo objetivo, una mera adición
de células y «máquina fisiológica», y un cuerpo vivido como algo no mundano. En este
mundo de la vida, hay un solo cuerpo, y este cuerpo no es ni el objeto de la fisiología ni un
«objeto subjetivo», como lo llama Husserl, porque la distinción entre objetividad pura y
subjetividad pura es en sí misma una consecuencia de la adopción sin restricciones de la
imagen científica del mundo. En el mundo de la vida, solo hay un cuerpo que soy yo, y ese
cuerpo me parece perfectamente ubicado en el mundo y perfectamente separado por los
límites de todos los cuerpos circundantes. Desde el punto de vista del mundo de la vida, es
más bien el cuerpo objetivo de la fisiología lo que es una construcción teórica, una
«subestructura» como dice Husserl, o una idealización teórica, desprovista de cualquier
significado fenomenológico; y esto también es cierto para su contraparte, el cuerpo vivido. En
el mundo de la vida, hay un solo cuerpo, yo mismo, y no hay espacio para la distinción
husserliana.
Por el contrario, es difícil no reconocer la artificialidad de la descripción más célebre
de Husserl del Leib. De hecho, su punto de partida es mi mano considerada como un simple
objeto entre otros, una mera «cosa física»; una vez que toco esta mano-objeto con la otra
mano25, especifica Husserl, ocurre un fenómeno notable: esa mano es "reconocida" como mía
en virtud de las sensaciones táctiles localizadas en ella. Es mi otra mano que, al rozarla,
despierta en ella, por así decirlo, una sensibilidad adormecida que responde a este
movimiento exploratorio y hace que este órgano se convierta en un cuerpo vivido, de la
misma manera que la Bella Durmiente despierta bajo el beso del príncipe. Permítanme citar
este famoso pasaje de Ideas ... II:
Para esto también [el Leibkörper] se percibe desde el exterior, aunque dentro de
ciertos límites, evitando que sea considerado, sin calificación, como una cosa como
cualquier otra en un nexo de cosas. [...] Pero cuando toco la mano izquierda también
encuentro en ella una serie de sensaciones táctiles, que están 'localizadas' en ella,
aunque estas no son constitutivas de propiedades (como la aspereza o la suavidad de
la mano, de esta cosa física) [...]. Si los incluyo, entonces no es que lo físico ahora sea
25
[La experiencia de la mano tocante-tocada es descrita en Ideas II. Ver §§35-41. N. del T.]
más rico, sino que se convierte en un cuerpo vivido (es wird Leib), siente (es
emfindet). 26
Hay al menos tres presupuestos muy pesados en esa descripción. 1) Mi cuerpo es
considerado al comienzo de la descripción como un cuerpo físico, una "cosa física", una
"cosa como cualquier otra" en el nexo objetivo. Este punto de partida presupone la relevancia
fenomenológica de la imagen científica del mundo; 2) esto supone que mi cuerpo se
considera primero "desde el exterior", dando a toda esta descripción un carácter muy
artificial, ya que ahora Husserl trata de mostrar cómo este supuesto objeto "se convierte en un
cuerpo vivido". Por supuesto, se puede afirmar que aquí, Husserl está realizando una
"reducción abstracta" similar a la llevada a cabo en la quinta Meditación Cartesiana y en
relación con los predicados relacionados con el alter ego: hace abstracción de los predicados
que pertenecen al cuerpo vivido para dar cuenta de la constitución de este último. Pero esto
no cambia nada al hecho de que Husserl asume aquí la validez del mundo objetivo de la física
y la biología para su empresa fenomenológica. 3) El cuerpo vivido está constituido, como
explica Husserl en muchos textos, de una manera puramente táctil, al nivel del tacto mismo.
El cuerpo vivido se constituye como un objeto meramente táctil con ocasión del fenómeno
del doble toque: es el soporte de sensaciones táctiles duplicadas (tocar/tocado).
Creo que estos tres presupuestos deben ser rechazados, y con ellos, una verdadera
fenomenología del cuerpo debe abandonar la distinción de Leib y Körper, y todos sus
sustitutos. Esto es lo que intentaré explicar en la última parte de mi presentación.
El cuerpo Fenomenológico
Por razones de claridad, opondré a estos tres presupuestos las tres afirmaciones
siguientes: 1) la abstracción de un cuerpo físico "convirtiéndose en un cuerpo vivido" es
ilegítimo, porque no hay espacio en absoluto en el mundo de la vida para este producto de
idealización científica que es un cuerpo objetivo, un Körper; 2) la primacía conferida a tocar
en la descripción de Husserl del cuerpo como mío también es ilegítima, porque presupone
que debo "constituir" mi cuerpo como un objeto sui generis y, por lo tanto, aplicarle "desde
afuera" un acto específico de conocimiento; por el contrario, mi cuerpo es percibido desde el
principio como mío sin tener que ser objetivado en ningún sentido posible; 3) el punto de
partida de toda descripción de mi cuerpo, en contraste con todo lo que lo rodea, no es uno de
26
Hua IV, p. 145; Trans. cited, p. 152 (modified) [Ideas II, p. 184]
los "sentidos" clásicos y aislados, es decir, el tacto, sino dos modalidades muy diferentes de
sensibilidad.
Mi cuerpo se me revela desde el principio como la ubicación primordial que ocupo en
primer lugar en virtud de la diferencia entre la sensibilidad con la que me relaciono con este
cuerpo y mi sensibilidad general con el mundo que me rodea – una diferencia que apenas se
ha discutido en fenomenología, que yo sepa. Llamemos a la primera "sensibilidad
egocéntrica" y a la segunda "sensibilidad alocéntrica"27. Por ejemplo, es completamente
diferente tener frío y sentir la frialdad o el frío de un objeto en contacto con mi piel. Durante
una ola de calor, esta "sensación de frío" que produce una compresa de hielo puede ser
agradable, mientras que tener frío siempre es desagradable.
Sentir frío no es la sensación de frío como la calidad de un objeto, es una sensación sui
generis. También podríamos hablar aquí de una sensibilidad "afectiva" o "pática" en la
medida en que lo que se siente tiene una connotación "agradable" o "desagradable", lo cual
no es necesariamente el caso para todas las cualidades percibidas del mundo. Para tomar
algunos otros ejemplos, existe una diferencia muy clara entre la dureza de un objeto y la
sensación de presión que experimentamos cuando estamos en contacto con él, y que puede
aumentar al nivel de dolor si la presión continúa aumentando, o entre ser cepillado por un
cuerpo extraño y el cosquilleo que resulta de él. También hay una diferencia típica entre
sentir el calor de un cuerpo y la sensación abrasadora que este objeto puede producir, entre la
intensidad de la luz ambiental y la sensación de deslumbramiento que provoca, y así
sucesivamente. Esta diferencia entre las percepciones y las sensaciones afectivas
correspondientes está bien marcada por el lenguaje, que generalmente posee términos
distintos para referirse a ellas. El deslumbramiento no es solo la percepción de una luz
brillante, sino un tipo de dolor ocular o la sensación de ardor que me provoca esa luz – pero
solo en determinadas situaciones. Hacer cosquillas es algo más que la percepción de ser
tocado ligeramente, y estar caliente es irreductible a la calidad atmosférica del calor.
Ahora, esta diferencia entre una sensibilidad "afectiva" y egocéntrica y una sensibilidad
"cognitiva" y alocéntrica es esencial para aprehender el cuerpo fenomenal a diferencia de los
cuerpos circundantes. De hecho, mi cuerpo fenomenal se revela en primer lugar como la
27
[Del griego állos (“otro”) y kentron (“centro de un círculo”). El autor se refiere a un tipo de sensibilidad cuyo
marco de referencia es lo “otro”, el mundo circundante, motivo por el cual debe ser conocida
cognitivamente N. del T.]
ubicación primordial donde se localizan las sensaciones afectivas de un tipo particular: la
sensación de calor o frío, dolores, placeres de cierto tipo, cosquilleo, picazón, hambre y sed,
pero también "sensaciones cinestésicas", la sensación de mi postura y de la posición de mis
extremidades, la sensación de presión, de contracción muscular, de debilidad, de fatiga
muscular, de falta de aliento28, de la sensación punzante cuando mi extremidad "se ha
quedado dormida" e incluso la sensación de las manifestaciones sintomáticas de las
emociones y afecciones en general: palpitaciones, sentimientos de opresión, letargo, parálisis,
excitación sexual, etc. En la medida en que esta sensibilidad afectiva o pática, desde el
principio, difiere de la “cognitiva” o “sensibilidad gnósica” dedicada al mundo y a
comprender sus características, y solo en la medida en que esta modalidad de sensibilidad
solo concierne a mi cuerpo como la ubicación primordial que ocupo, siendo este cuerpo el
único “lugar” donde tales sensaciones pueden manifestarse, mi cuerpo se me aparece desde el
principio como absolutamente distinto del resto, no hay ni puede haber ninguna posible
confusión entre él y otros cuerpos.
Mi cuerpo no es al principio un objeto (un Körper) que luego debo apropiarme y
atribuirme a mí mismo sobre la base de una experiencia táctil sui generis; es el sitio donde se
localizan ciertas sensaciones, sensaciones que son completamente diferentes de todas las
percepciones del mundo y que encuentran su lugar solo en el cuerpo. Al principio no hay
sensaciones en general, que luego nos exigen explicar por qué milagro se relacionan conmigo
y con mi cuerpo; más bien, desde el principio, la sensibilidad afectiva es la forma en que
experimento mi cuerpo como tal o, mejor aún, la forma en que me experimento
corporalmente, por ejemplo, cuando me siento corporalmente afectado y lastimado por la luz
(deslumbramiento) o buscado gratamente por la caricia del viento (cosquillas). Debido a que
mi cuerpo me es dado desde el principio como perteneciente a este registro de sensibilidad
afectiva, es absolutamente distinto de todo lo que no es y precisamente no es un "objeto" que
podría atribuirse a mí, un objeto particularmente íntimo (un “Objeto subjetivo”, según la frase
de Husserl), sino el volumen que ocupo y que soy el único capaz de ocupar, el lugar mismo
de mi exposición a los demás y al mundo. Es el "aquí" de mi presencia a las cosas; es mi
"lugar en el sol", por así decirlo.
28
[Hemos traducido Breathlessness como falta de aliento, queriendo significar dificultar para respirar o disnea.
N. del T.]
A partir de aquí, podemos entender mejor por qué la experiencia de la doble sensación
se sobreestima en gran medida en Husserl, y por qué en realidad es solo un caso particular de
la diferencia entre mis dos sensibilidades. Cuando mi mano derecha toca mi mano izquierda,
la sensación de palpación pertenece al tacto activo como una modalidad sensorial alocéntrica
que es cognitiva o gnósica, y lo mismo ocurre con la aspereza de mi mano como cualidad
percibida; por el contrario, la sensación de presión en mi mano pasiva, la sensación de “ser
tocado”, si lo desea, es una modalidad de mi sensibilidad afectiva egocéntrica que me permite
experimentarme continuamente como encarnado – incluso cuando no estoy tocando
activamente mi propio cuerpo –, por ejemplo, al sentir el contacto de la ropa contra mi piel, o
cuando estoy nadando, al experimentar mi inmersión en el elemento líquido. Es por eso que
no necesito una exploración táctil de mi cuerpo para poder experimentarme como un cuerpo
fenomenal. La primacía del toque activo que llevó a Husserl a sostener que "el cuerpo vivido
como tal puede constituirse originalmente solo en la tactualidad y en todo lo que se localiza
con las sensaciones del tacto: por ejemplo, calor, frialdad, dolor"29 traiciona en cambio la
primacía dada en su descripción al auto-conocimiento de “tercera persona”, es decir, el
conocimiento que debería alcanzarse mediante una forma de auto-objetivación. La
presuposición aquí es que, para experimentarme a mí mismo y a mi propia encarnación,
debería aplicarme a mí mismo, “desde afuera”, para tomar prestada su expresión, un acto de
conocimiento del mismo tipo que aquellos por los que llego a conocer objetos. Excepto que
mi conocimiento de mi cuerpo vivido no es el de un objeto mundano, sino un objeto más
"íntimo", un "anexo" del ego puro.
Por supuesto, existe la posibilidad de “dobles sensaciones” en el sentido de Husserl,
pero es consecuencia de una postura bastante específica y, además, artificial hacia uno
mismo; es una forma bastante rara en la que experimento mi propia encarnación. Muy a
29
Hua IV, p. 150; Trans. cited, p. 158, modified. [Ideas II, p. 190.]
[Husserl distingue la Empfindniss - “sensaciones localizadas” referidas a “sucesos corporales específicos” que se
presentan “ahí donde” el cuerpo siente - de la Empfindung - “sensaciones” referidas a propiedades de las cosas
sentidas-. Por ejemplo, al tocar una mesa siento una gama de sensaciones, por un lado, siento las características
propias de la mesa y, por otro lado, un conjunto de sensaciones táctiles de mi dedo.
Ya que Empfindniss y Empfindung son sinónimos y no expresan en sí mismas la especificidad que acabamos de
marcar, el profesor Antonio Zirión Quijano, en su traducción de Ideas II, ha denominado a la Empfindniss
(sensación localizada – táctil) con el neologismo ubiestesia, entendida como las diversas sensaciones táctiles por
las que vivimos el propio cuerpo. Según Husserl, el cuerpo adquiere su carácter de “propio” por las ubiestesias y
ellas son exclusivamente propias de la “región táctil”, y no se dan en la “región visual” ni en las demás regiones.
Husserl afirma que un sujeto que sólo tuviera capacidad ocular no vería “su cuerpo”, ya que el cuerpo visto sólo
adquiere su carácter de “propio” por las ubiestesias, y tampoco movería “su cuerpo” alguien que moviera
inmediatamente y a voluntad un cuerpo sin sensaciones localizadas. “No se dirá que quien solo ve, ve su cuerpo.
N del T.]
menudo, esta encarnación se me revela en una experiencia cuya característica más destacada
es en realidad que carece de una contraparte objetiva; es decir, en el que no hay una brecha o
distancia entre yo y mi mismo30, ya que, cuando siento un dolor en el hombro, por ejemplo,
siento que me duele el hombro y cuando siento en el pecho la opresión que es característica
de la ansiedad, me siento tenso y ansioso. Además, en tales experiencias, no hay
"localización" de nada que se pueda consumar – incluso de cualquier sensación. Las
sensaciones dolorosas indican su propia ubicación, están localizadas desde el principio,
incluso si esta localización es a veces vaga (decimos que el dolor "irradia"), y no necesito
ubicarlas a través de mi sentido del tacto. Es literalmente falso decir, como lo hace Husserl,
que "el cuerpo [...] se convierte en un cuerpo vivido solo al incorporar sensaciones táctiles,
sensaciones de dolor, etc. – en resumen, por la localización de las sensaciones como
sensaciones",31 para esta "incorporación" y esta "localización" nunca ocurren. En términos
más generales, nuestro cuerpo fenomenal no debe ser "constituido" como un objeto
particular; lo experimentamos directamente como nuestro – o más bien como nosotros –, sin
el desvío de ninguna objetivación. En consecuencia, nos parece imposible confundirlo con
cualquier otra cosa, como el lugar mismo de nuestra presencia en el mundo.
Aun así, uno podría verse tentado a objetar, si yo mismo no hubiera sucumbido al
peligro que he denunciado al introducir en el mundo de la vida conceptos derivados de una
postura objetivante o de la postura desconectada de la ciencia moderna – en este caso, ¿el
concepto de sensación? Para nada, realmente. Porque la sensación a la que me refiero no
tiene absolutamente nada que ver con la que Husserl postuló sobre la base de toda
"constitución": el dato hylético32. El concepto de sensación puede tener dos significados muy
diferentes. Según el primero, la sensación no es más que el correlato psíquico de la
estimulación, concebida en sí misma como atomista. Es un concepto derivado de la
30
[Sobre la crítica fenomenológica de la subjetividad, ver Investigaciones lógicas 2. Madrid; Alianza Editorial,
1999, específicamente Investigación Quinta. Sobre las vivencias intencionales y sus “contenidos”, p, 473. N.
del T.]
31
32
Hua IV, p. 151; Trans. Cited, pp. 158-159, modified. [Ideas II, p. 90]
[Datos de la Sensación. En efecto, como ya se mencionó, los objetos espaciales nunca se dan en forma
acabada y unitaria, sino a través de una serie de aspectos parciales que Husserl llama "escorzos" o
"abumbraciones" (Abschattungen), es decir, las distintas caras o perspectivas del objeto. Las aprehensiones de
estos escorzos, mediante la noesis, hace que ellos puedan ejercer una función representativa (correlato psíquico)
en el sujeto. De este modo, la noesis es la manera en la que el sujeto anima a la materia (hylé), instaurando la
referencia intencional que introduce la mención a la cosa. Es justamente de esta visión atomista del fenómeno
perceptivo de la que el profesor Romano toma distancia. N. del T.]
perspectiva objetivista de la ciencia. Conduce a postular que la percepción está compuesta de
sensaciones. Tal abstracción fue creada por la psicología empírica para probar hipótesis – por
ejemplo, las hipótesis relacionadas con la percepción del color en la visión monocular – y
posteriormente se introdujo erróneamente en la concepción fenomenológica de la percepción.
Ahora, desde un punto de vista fenomenológico, las "sensaciones" así interpretadas no se
encuentran en la percepción; desde el principio, la percepción se ocupa de las cosas y de sus
características imbuidas de significados vitales para nosotros y que emergen en el trasfondo
del mundo. Al postular "datos hyléticos" en la base de toda percepción, Husserl adoptó, sin
ser consciente de ello, un postulado tomado del objetivismo, es decir, de la ocultación del
mundo de la vida. Sin embargo, se puede hacer un uso diferente de la palabra "sensación",
mucho más cerca de su uso cotidiano y prefilosófico. El dolor, el ardor, la picazón son
"sensaciones" en la medida en que ejemplifican tres características: 1) se sienten en una parte
del cuerpo fenomenal; 2) es probable que tengan lugar en el cuerpo y en ningún otro lugar; 3)
a diferencia de nuestra percepción del mundo, que es un fenómeno holístico, realmente
poseen una característica "atomista": podemos hablar sin problemas de una sensación
"aislada". Estas tres características nos permiten circunscribir un significado estrictamente
fenomenológico de la palabra "sensación" que no sucumbe a ninguno de los peligros antes
mencionados y que ninguna descripción puede permitirse dejar de lado. Para describir aún
más esta sensibilidad centrada en el ego que subyace en nuestra experiencia encarnada de
nosotros mismos, debemos distinguir varios niveles dentro de ella: algunos para los cuales
esta sensibilidad adquiere una forma holística, como en nuestra conciencia general de nuestra
postura (lo que la psicología de principios del siglo XX llamo nuestro "esquema corporal"),
otros para los cuales esta sensibilidad se cobra en términos de "sensaciones" que están
relativamente aisladas e independientes entre sí (dolor, picazón, ardor).
Por lo tanto, a través de esta sensibilidad afectiva que siempre tiene una connotación
positiva o negativa (en el modo de lo agradable o lo desagradable, lo placentero o lo
doloroso, el bienestar o el sufrimiento), comienza a configurarse una forma de interioridad e
intimidad propia de nuestro cuerpo fenomenal. Esta "interioridad" tiene poco que ver con la
tradicionalmente atribuida a la conciencia. Mi cuerpo ocupa un volumen espacial cuyo lugar
está dentro del mundo, además de otras cosas, no está situado en un teatro interior. Esta
"intimidad" corporal es una característica que ya es espacial, ya mundana, una manera en que
me paro en un lugar dado dentro de un entorno percibido, ya que el límite de mi cuerpo es el
comienzo de las cosas. Sin duda, los límites de mi cuerpo son porosos. Por ejemplo, mi
cuerpo anexa implementos que forman extensiones inmediatas. El bastón de la persona ciega,
el sable manejado en ciertas artes marciales, se convierte en un apéndice de mis poderes
corporales, una antena al final de la cual el mundo se anuncia a sí mismo, "órganos"
adicionales equipados con una verdadera habilidad táctil. Sin embargo, si los límites de mi
cuerpo son porosos, no son menos reales; colocan mi cuerpo en el mundo, junto a otros seres,
y no al otro lado de un Lethe que me separará de ellos para siempre. En cierto modo, la
intimidad de mi cuerpo es una dimensión del mundo mismo. No tiene nada que ver con el
llamado "cierre egológico" de una conciencia trascendental.
Ahora, este volumen que ocupo con mi cuerpo posee una característica notable que
requiere una especificación adicional: originalmente está estructurado por diferencias
espaciales. La famosa lateralización derecha/izquierda que le causó tantos problemas a Kant,
que las diferencias entre "alto" y "bajo", "delante" y "detrás" están enraizadas en la
espacialidad primordial de mi cuerpo y dependen esencialmente de él. Como hemos visto, mi
cuerpo fenomenal está estructurado espacialmente y de tal manera que las diferentes
sensaciones afectivas se organizan espontáneamente en él, encuentran su localización por sí
mismos, por así decirlo, sin necesidad de ser localizados. Mi dolor se me aparece desde el
principio como está situado en mi mano o mi hombro; de manera más general, el espacio de
mi cuerpo es tal que estoy en casa en él, orientado desde el principio sin necesidad de
orientarme en él. Lo mismo ocurre con las "herramientas" que se anexan a mi cuerpo: mi
sombrero está situado en mi cabeza, mi bastón en el extremo de mi brazo, sin que necesite, en
ningún momento, ubicarlos en relación con mi cuerpo o el uno al otro.
Pero volvamos a la experiencia del doble toque. La experiencia del doble toque,
reinterpretada en el marco de nuestra doble sensibilidad al mundo, gnósica y pática, alocentrada y centrada en el ego, es solo una instancia de la doble sensibilidad de tocar
(sensibilidad gnósica) y ser tocado (sensibilidad pática), duplicada en cada uno de mis
órganos sensibles, ya que cada mano puede sentir a su vez las propiedades táctiles de la mano
tocada que explora o la presión ejercida sobre ella por la otra mano. Sin embargo, esta
duplicación de mi sensibilidad gnósica y pática en mis dos manos no cambia realmente nada
a las dos afirmaciones que deben hacerse contra la descripción de Husserl: 1) Ya siento mi
encarnación cuando siento en mi cuerpo la presión de un objeto externo, y ahora no necesito
explorar tácticamente mi propio cuerpo para eso; en consecuencia, lo que me presenta mi
cuerpo como mío es solo sensibilidad pática (ser tocado), y no la duplicación de esta
sensibilidad en mis dos manos, como sostiene Husserl (y con él casi todos los
fenomenólogos). 2) El tacto es solo una de las modalidades de mi sensibilidad pática, y se
beneficia a este respecto de no tener primacía en absoluto sobre las demás, se beneficia aún
menos de una primacía absoluta, en ser el único "sentido" a través del cual mi cuerpo sería
"constituido" (de acuerdo con la desconcertante terminología del idealismo trascendental).
Incluso si (para hacerse cargo de uno de los experimentos mentales de Husserl)33, de repente
me privaran de mi sentido del tacto, todavía experimentaría mi propio cuerpo como mío, o
aún me sentiría encarnado a través de todos los otros «canales» de mi sensibilidad pática, y
de ninguna manera me reduciría a una conciencia «angelical» o a un puro Yo trascendental,
como concluye Husserl.
Este cuerpo, tal como lo experimento, es un cuerpo en el mundo y de ninguna manera
es un cuerpo vivido acósmico. Está ubicado espacialmente, tiene límites definidos, tiene un
peso, una inercia y, sin embargo, soy yo mismo. Este cuerpo, debe agregarse, es el que pone
en crisis la escisión científica moderna entre la naturaleza externa, material, y la mente (o el
cuerpo vivido), en lugar de ser comprensible de acuerdo con esa misma distinción. Nuestra
corporeidad se revela como el lugar de nuestra inherencia al mundo como sujetos
esencialmente encarnados, lo que lleva a una revisión completa (mucho más profunda que la
realizada por Merleau-Ponty) de las premisas de la fenomenología trascendental, ya que esta
última es solo un subproducto de la dicotomía moderna entre naturaleza y mente, de la
perspectiva desvinculada (Taylor)34 o de la curva gnóstica (Hans Jonas)35 de toda la filosofía
33
Hua IV, p. 150; trad. fr. citée (modifiée), p. 213: «Un sujet qui ne serait doté que de la vue ne pourrait
absolument avoir aucune chair apparaissante».
[“Un sujeto que solo está dotado de vista no podría tener carne en absoluto”. Es decir, a pesar de que de
nuestro cuerpo también tenemos una vista parcial, en la vista no hay sensaciones localizadas (ubiestesias, ver
nota n° 30), por lo que la vista no da cuenta de la carne – al no poder ver que soy visto –. Es por esto que, “un
sujeto que meramente tuviera capacidad ocular no podría tener un cuerpo aparente en absoluto” (Ideas II, p.
190) porque no tendría Leib, por más que viera su Körper. Sobre este tema, ver § 37. Diferencias entre el ámbito
visual y el táctil, pp. 187-191. N. del T.]
34
[Cf. Las fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona; Paidós, 2006. Versión original
en inglés Sources of the Self: The Making of the Modern Identity. Cambridge; Harvard University Press, 1989.
Ver específicamente Capítulo 8, Descartes: La razón desvinculada, pp. 203-222. N. del T.]
35
[Cf. La religión gnóstica. El mensaje del Dios Extraño y los comienzos del cristianismo. Madrid; Ediciones
Siruela, S. A., 2000. Versión original en inglés: The Gnostic Religion. The Message of the Alien God and the
Beginnings of Christianity. Boston; Beacon Press books, 1958. La característica fundamental del movimiento
gnóstico fue la conciencia radical de extrañamiento del hombre en el mundo y una sensación de hallarse en la
tierra fuera de lugar, por lo cual el hombre se encuentra arrojado a un mundo que, más que indiferente, le es
hostil; “Los principios básicos de la visión gnóstica de las cosas son responsables de la especulación gnóstica.
Como hemos visto, esta visión comprendía cierta concepción del mundo, del extrañamiento del hombre en el
mundo y de la naturaleza transmundana de la deidad” p. 135 y ss. Asimismo, consultar Gnosis und spätantiker
Geist, Teil 1: Die mythologische Gnosis y Gnosis und spätantiker Geist, Teil 2,1. Von der Mythologie zur
mystischen Philosophie. N. del T.]
moderna. Una fenomenología de la encarnación, en contraste con una fenomenología del
cuerpo vivido, debe volver a colocar al sujeto en el mundo, y convertirlo en el verdadero
sujeto de percepción de una manera mucho más radical que Merleau-Ponty. Debe mostrar
nuestra pertenencia al mundo como cuerpos fenomenales, y esto exige lo que se puede
calificar de fenomenología ecológica. Debe suponer que el sujeto es tributario del mundo en
su propio ser.
Se debe enfatizar que tal empresa no es lo mismo que un materialismo que tomaría
una posición dentro del marco general de la filosofía moderna, por un lado de la gran división
que corre entre la naturaleza material y la mente. El materialismo solo habla de un cuerpo en
tercera persona, de un grupo de células o de una máquina fisiológica sobre la que no tiene
sentido decir que somos nosotros mismos. Por el contrario, el único cuerpo del que estoy
hablando, caracterizado por su inherencia o pertenencia al mundo, por sus límites en el
espacio y su situación en el medio de las cosas, es un cuerpo en primera persona, un cuerpo
fenomenológico, y es este cuerpo, y solo él, el que debe recuperar su localidad primaria
dentro del mundo, lo que nos lleva a rechazar la posición sobresaliente de los cosmotheoros36
de Merleau-Ponty o del Yo trascendental de Husserl. Es este cuerpo fenomenológico, y solo
él, el que nos permite recuperar el mundo en el doble sentido de ganarlo nuevamente, yendo
en contra de una tradición filosófica secular que intenta separarnos de él, y de regresar al
mundo, en una época en la que nuestro olvido de este mismo mundo, bajo la presión de la
tecnología moderna equivale a la promesa de una catástrofe ecológica.
36
Espectador imparcial, ajeno, desinteresado (uninteressierter Zuschauer). Al respecto, ver el Prólogo de
Fenomenología de la percepción. Buenos Aires; Planeta, 1993, pp. 7-21.