No sabia dejar ir. Le di muchas oportunidades. A mí me enseñaron a luchar por lo que quería, y yo lo amaba y, según mi creencia, renunciar está prohibido. Creo que en el fondo me retiraba muy, muy lento; como para darle tiempo de que se arrepintiera del daño que hacía.
Sin mirar atrás, me fui poco a poco. Un paso y luego otro, dos pequeñitos creyendo que en algún momento me alcanzaría para decirme que había recapacitado y lucharía por nuestra relación.
Me pasó que, después de alejarme un poco, volteé para mirar el lugar donde se quedó, y él ya se había ido.