Tras el desagradable incidente con Velkan y sus posteriores disculpas, sus visitas a mi habitación y los paseos por los jardines se volvieron más frecuentes. Nos veíamos a diario.
Yo seguía recelosa, por mucho que Velkan se esforzara en llevar las conversaciones por derroteros agradables, seguía sin contestar mis preguntas de qué hacía allí y porque me mantenía presa.
Pero puesto que los días y semanas seguían pasando sin que nada cambiara, decidí mantener esa tregua que habíamos pactado para no volver a estar encerrada día y noche en la lujosa habitación.
La situación no era la ideal, preferiría estar con mis amigos y los pocos familiares que me quedaban, pero dentro de las posibilidades que realmente tenía, me aferré a la semi-libertad que Velkan me iba proporcionando a medida que pasaban los días.
Y mi buena conducta se vio recompensada.
Un día como cualquier otro Velkan me hizo una visita, nada extraordinaria sino fuera porque me dijo que tenía que trasladarme.
Así, sin previo aviso, me encontré viviendo en una casita perdida en medio de los jardines de la mansión.
Me extrañaba que nunca la hubiera visto, estaba bastante segura que habíamos paseado por esa parte de los jardines en múltiples ocasiones. Si hubiese estado siempre allí la recordaría puesto que parecía un palacio en miniatura.
Parecía hecha a propósito para acogerme a mí y nadie más que a mí. Todo en ella parecía hecho a mi medida, aunque si me preguntaran nunca lo admitiría, me encantaba ese palacete dulce y aniñado, de colores pastelosos. En cuanto lo vi me enamoré. Todo en el me tenían prendada, desde la cama con dosel con mullidas almohadas hasta la pequeña cocina repleta de moldes para hacer tartas y galletas.
Era absurdo que me gustara tanto todo aquello, era todo lo contrario a mi vida antes del secuestro. Jamás había cocinado nada más complejo que unos macarrones con salsa de bote y mi habitación no tenia tanto color desde que cumplí los 10 años. Pero todo aquello era tan desconcertante como maravilloso.
Por fin empezaba a sentirme libre.
No tenia sentido que, tras todo lo que había vivido en el último año, pudiera sentirme tan bien. No estaba muy segura de donde provenía esa sensación, tal vez era porque estando allí aislada del resto del mundo había podido olvidar o al menos no pensar en lo que le había ocurrido a mi madre. Si no estuviera en ese paraíso represivo, en esos mementos me encontraría aun más sola en casa de mis difuntos padres. Porque aunque tenia a mi hermano y a mis amigos del grupo de metal, todos habían seguido con sus vidas, tenían obligaciones que estaban por encima de cuidar de una pobre desgraciada que no era capaz de seguir adelante. Estar encerrada me había proporcionado preocupaciones menos dolorosas que el duelo.
Lo malo de aquella situación era que, a pesar del tiempo que llevaba allí, no había sido capaz de encontrar respuestas a mis preguntas. Ni siquiera a las más básicas como: ¿Donde estaba exactamente? ¿Quien era Velkan? o ¿Que implicación y motivación tenia Wesley, mi antiguo amigo, en todo aquello?
Era frustrante no conseguir ni la más mínima información por parte de Velkan, pero aun peor era no saber si alguien me había echado en falta y si me estaba buscando.
Tal vez había permitido durante demasiado tiempo que Velkan me distrajera con toda la belleza de aquel lugar y los momentos relajados que habíamos compartido.
27 mayo 2018
11 mayo 2018
Inexistencia
Tal vez sea pasado.
El momento ya se fue, huyo despavorido.
O tal vez nunca existió.
Todo fue una ilusión, un espejismo... el delirio de una mente enfermiza.
La duda fue sembrada hace tiempo y por fin recojo los frutos.
Algún indeseado destrozo mi sueño.
Quisiera saber si seguir luchando por ello o dejarlo morir en paz.
Que desazón, el que siento en mi interior.
Quien sabe si todo esto alguna vez tubo sentido.
Ni siquiera ahora lo sé.
El momento ya se fue, huyo despavorido.
O tal vez nunca existió.
Todo fue una ilusión, un espejismo... el delirio de una mente enfermiza.
La duda fue sembrada hace tiempo y por fin recojo los frutos.
Algún indeseado destrozo mi sueño.
Quisiera saber si seguir luchando por ello o dejarlo morir en paz.
Que desazón, el que siento en mi interior.
Quien sabe si todo esto alguna vez tubo sentido.
Ni siquiera ahora lo sé.
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