
Luz siempre acudía a casa a la misma hora. Esta tarde va retrasada. Un accidente en la calle Lardy es el causante. Mira y remira su reloj. Los minutos van pasando más rápidamente que nunca. Quisiera parar el reloj. Algunas viajeras también se alteran. Los hombres no, permanecen tranquilos. Algunos comentan la jugada de Thierry Henry que hizo clasificarse a Francia en el mundial.
Cláxones que se meten en las sienes y el reloj sigue avanzando...
- "Ojalá que esté jugando la partida"
- "¡Por favor, que hayan llegado los hijos!"
Pensamientos de mujeres que se pierden en la axfisiante atmósfera.
Queta tiembla. Está arrebujada. Asiente con una mueca cada vez que la vecina de asiento le habla, pero no escucha nada. Ni la conversación de los hombres que parecen comentaristas deportivos profesionales, ni el enfado de los conductores, ni siquiera ve la luz parpadeante del coche de bomberos.
Llevan sin moverse casi una hora. Emilia aún tiene que coger el metro.
Los hombres están hablando ahora de política, alguna mujer también interviene. Otras se quejan de lo que han subido los alimentos. Muchas de ellas son el único sustento del hogar, exceptuando el subsidio del paro ¡pero es tan exiguo!
- Claro, la culpa es que han cotizado lo mínimo y el resto se lo llevaban en negro.
- Es que los empresarios son unos explotadores.
- Trabajas con esas condiciones o no firmas un contrato. Lo dijo Claudia, que aún recordaba el día que firmó el suyo.
En un momento Queta se levanta de su asiento y se dirige al conductor. Nadie se hubiese percatado de no ser por la irónica y elevadísima respuesta de éste, que acalló las voces de los demás.
No te puedo dar el justificante. ¿Te controla tu marido, palomita?
Queta quiere volverse invisible. Cuando pasa al lado de Luz ésta se levanta, la abraza y le dice en un susurro:
¡Cómo te entiendo! Si tú supieras…
Entre ellas se crea un vínculo sin palabras. De sufrimientos. De quejas y lamentos. De dolor en el cuerpo y en el alma.
Emilia baja la cabeza y se enjuga unas lágrimas. Espera que a su llegada a casa la estén esperando sus hijos. Tiene que darle una noticia a su marido. Que lo deja, que ya no aguanta más su tiranía. Tiene mucho miedo. Hace días tiene preparado y oculto su equipaje. Esta noche dormirá en casa de su hijo mayor. ¿Las otras?
El autobús se pone bruscamente en movimiento…
Ni un grito
-------Ni un empujón
---------------Ni un golpe
-------------------Ni una muerte más
Imagen:Trevor Burgess