Por Pilar Alberdi«Las personas creen ser libres simplemente porque son conscientes de sus acciones e inconscientes de las causas que determinan esas acciones». Spinoza
Esta frase impresiona. Acostumbro decir que los escritores son grandes psicólogos. Lo han sido siempre. Muestran esa gran capacidad para describir aquello que con gusto otros negarían. Y ahí, en primera línea, están los clásicos griegos. ¿Quién ha hablado como ellos de lo que ocurre en las familias? ¿Quién como ellos de la relación entre familia y sociedad? Algunos sí... En la historia de la literatura bastantes. Pero no tantos como serían necesarios para despertar a las personas... El escritor escribe para intentar explicarse, y al final, consigue también que los demás comprendan algo de sí mismos y de su entorno. Esa es la pequeña maravilla que encierran los libros.
Dice Spinoza: «Las personas creen ser libres simplemente porque son conscientes de sus acciones e inconscientes de las causas que determinan esas acciones».
“Inconscientes de las causas que las determinan...”La teoría de Constelaciones Familiares de Bert Hellinguer es muy sensible a la circunstancia de que las personas «compensamos» con facilidad. Lo hacemos sin darnos cuenta y con el sentido de equilibrar desigualdades provenientes de la naturaleza, la suerte, las oportunidades...
Cuando la compensación es pequeña, quizá no nos reporte mayores inconvenientes hacerla, al contrario, quizá nos haga sentir bien; pero cuando es mayor podemos llegar a la enfermedad y la muerte, sin darnos cuenta.
Es habitual poner el ejemplo de lo que sucede cuando alguien enferma. Por ejemplo, si es un hermano puede que otro hermano también decaiga en algún aspecto de su vida en el que antes sobresalía, quizás empeore en sus estudios o haga otro tipo de comportamiento. Suele ocurrir después de accidentes, en que un hermano enferma o fallece. Es como si el que queda vivo o se encuentra sano se preguntase ¿cómo puedo yo sentirme bien y estar contento o seguir vivo cuando el otro está enfermo o muerto?
Si vale un ejemplo del pasado, recuerden que en una época en que la mortalidad infantil era muy alta, cuando moría un niño, al siguiente se le ponía el mismo nombre. En un sentido, y acaso en muchos más de los que imaginamos, era como darle vida. Eso es: una compensación. Y el hijo que llevaba el nombre del fallecido, se encontraba, tantas veces, en la situación de acudir a un cementerio a llevar unas flores ante una tumba en la que podía ver su propio nombre. No es fácil vivir remplazando a otro.
Otro modo de ver claramente este tema es en parejas ya mayores, y con muchos años de vida en común. Cuando una de ellas enferma de una manera grave o terminal, la otra puede tomar el camino de la compensación deseando morir primero porque cree que no soportaría la ausencia de la otra persona, o siguiéndola inmediatamente por la misma razón. En Constelaciones Familiares se suele señalar estas decisiones inconscientes con las palabras «yo antes que tú» y «yo después que tú». Y a los sujetos se les hace tomar consciencia del camino que están siguiendo con su proceder.
La primera vez que leí sobre estos temas miré hacia la vida de mis abuelos y tíos , es decir de aquellos familiares ancianos que ya no estaban entre nosotros, y vi que se cumplía. Muchas veces, aquel que se enfermaba primero de algo grave, mejoraba, mientras que el que estaba sano y había temido por la vida del otro, fallecía repentinamente o enfermaba; o uno de ellos fallecía, y al poco tiempo lo seguía el otro.
Pero hay ejemplos más sutiles que muchas veces pasan desapercibidos. Quizá un niño de siete o ocho años destaca en varios aspectos, por ejemplo, como deportista y dibujante, frente a un hermano menor que, por ser pequeño, todavía no destaca en ninguno. Un día el hermano mayor descubre que el pequeño comienza a destacar en algo de lo mismo que él hace, entonces abandona esa práctica. Los padres no se sorprenderán demasiado. Es tan atareada la vida de las jóvenes parejas con hijos, hay tantas cosas que hacer, tantos detalles y obligaciones de los que estar pendientes...Pueden pensar que son cosas de la edad, que el niño mayor se aburrió, o que ya no le interesa esa aficción. Pero es probable, que ese hermano mayor con sólo 7 o 8 años, haya realizado una compensación, quitándose de la práctica de algo que le gustaba, para que su hermano menor comience a destacar en algo.
Si en una familia, la mayoría de los hijos no han podido estudiar, es probable que cuando alguno tenga esa posibilidad se niegue, y hasta lo argumentará y justificará. Y si no han podido progresar económicamente, es probable que el que tenga la oportunidad de hacerlo, no lo haga. Porque distinguirse por lo que sea (un don, una oportunidad, dinero, estudios, más tiempo de vida, etc) parece que nos separa de los otros, de aquellos que no han tenido esa misma posibilidad, y sobre todo de los más cercanos a nosotros.
Vemos cómo de este modo, la compensación más que con el equilibrio tiene que ver con la igualación. Pero ese deseo de igualación también puede ser dañino para uno.
A mi terapetua Rakasa Lucero le gustaba repetir que «Todo lo que hacemos, lo hacemos por amor...» Entiéndase bien: por la necesidad que tenemos de amor, de que se nos quiera por lo que somos o por el amor que sentimos por otros. Y la compensación, sin duda, se incluye en este amor a los otros, al punto de hacernos perder el propio sentido de nuestras vidas y hasta la vida.