Yo creo que si alguien entrara a mi casa y viera (y oliera), (y comiera) aquí, con toda razón y en su sano juicio podría decir que soy una persona sucia. Acá los sinónimos. El caso es que está todo sucio y cayéndose a pedazos en esta casa. Las ollas rebosan de gusanos, la ropa amontonada y sucia en distintos rincones de la casa se parte en pedazos al tocarla. La casa entera, que no es mía, en donde tengo un gato secuestrado, se cae a pedazos también. El otro día al tratar de sacar la bicicleta por la puerta de la cocina, porque perdí las llaves de la puerta principal, se me cayó encima un azulejo, así tranquilo cayó en mis manos, ni se rompió. No sé cuánto tiempo hace que el revestimiento del techo se desplomó una noche en parte sobre la mesa, en parte sobre el piso, dejando todo lleno de polvo. Porque la amnesia es otra: es real que no sé hace cuánto tiempo.
Las cosas simplemente se caen alrededor desde hace unos años y yo no puedo llevar la cuenta como hubiera hecho en cualquier otro momento de mi vida. Ni en las más absolutas borracheras se me olvidaba un segundo de lo que había ocurrido conmigo y era capaz de recordar mis sueños como películas con secuelas. Ahora doy vuelta y se me olvidó ya qué es lo que estaba haciendo. Ha pasado tanto tiempo que no sé si tengo o puedo lo que hace falta para explicarlo. Esta computadora era nueva cuando dejé de actualizar el blog. Ahora me peleo con el teclado. Y tengo miedo de haber perdido algo importante para esto de la redacción de las ideas.
Antes era como si viera desde el principio el mapa por el que iba a transitar. Ahora ando a escondidas en cuanto a escribir se refiere. No tengo la capacidad mental para mirar todo el panorama, voy mirando a cachos y olvidándolos.
II.
La vez que me di cuenta que algo iba mal con mi memoria, estaba limpiando una repisa, levanté un papelito y al voltearlo recordé que hacía una semana había quedado con alguien de hacer algo para la próxima. Lo que en su momento me mantuvo asombrada involuntariamente fue que se me hubiera olvidado.
Ahora es algo que sucede todo el tiempo, pero entonces no sucedía nunca. Llevaba un par de semanas viviendo sola en Buenos Aires después de que mi exesposa se hubiera ido de la casa tras el fallido intento de irme yo. Debe haber sido alrededor del quince de agosto de 2016. Que me di cuenta por primera vez que se me estaban olvidando las cosas.
¿Un abuso de drogas? Probablemente. Aunque era sólo mariguana y cocaína. El estrés definitivamente era un factor, un estrés absoluto y penetrante en todos y cada aspecto de mi vida, el financiero, el académico, el de pareja; pero también el estrés referido a un país entero que estaba, como está hoy mismo, hundido en una crisis humanitaria. Tenía la memoria de la computadora llena de notas rojas. Sólo eso. Ya no mediaba ningún discurso, se trataba de pura muerte, dolor y sangre. Llenaba los días anotando links, quince o veinte, todos de nota roja, casi todos imperceptibles para la mayoría. Aunque incluso entonces para nadie era desconocido que vivíamos un pico de violencia.
"Pico de violencia" es esta manera de nombrar la violencia anómala de un país que siempre ha vivido en la violencia.
III.
Mucho antes de que Felipe Calderón tomara el poder, en algún momento entre 2002 y 2004 cuando vivía en España, alguien, un amigo, me hizo el comentario de necesitar algo así como un permiso de guerra para transitar por ciudades que desde allá se veían desde entonces exageradamente peligrosas. La broma incluía el relato de bombas, check points y muros de contención para poder sobrevivir en lo que hasta entonces era únicamente un lugar con altos índices de asaltos y secuestros. En el año 2002 de lo único que podíamos hablar era de los años noventa.
A pesar de que México claramente no tenía otro futuro, si me hubieran dicho entonces que hoy estaríamos entre decapitados diarios y "el narco" controlando las cámaras de vigilancia de las ciudades mexicanas, no lo hubiera creído. No lo hubiera creído bajo ninguna condición. Si hubiera bajado un extraterrestre disfrazado de Jesús del cielo y me hubiera dicho "En veinte años vas a estar viviendo un caso de manual de terrorismo de Estado" no lo hubiera creído ni aunque tuviera una camiseta mostrando un mundo más grande que éste dentro de este mismo.
Visto desde un punto de vista prácticamente cósmico, no tiene nada de raro que me haya quedado ocho años metida en casa.
Hay caca. Hay caca en las partes más insospechadas. Esta mañana, o ayer en la mañana, o quizá el sábado en la mañana, estaba sacudiendo ropa tirada y saqué una liga para hacer ejercicio que tenía una caca suave y salpiqué toda la pared de caca.
Ahora tengo caca en las paredes, literalmente lo que me faltaba.
Cerré el cuarto a la Cortázar y me fui a trabajar.
Porque ahora trabajo por fin.