29 abril 2011

Creatividad

En todo proceso creativo hay una serie de variables que pueden favorecer, o no, el resultado final de la obra. Saber manejar estas variables en favor de uno es importante y determinante sobre dicho proceso y más todavía sobre el resultado. El tema tiene que ser trascendente y hay que poner interés para que no se cuele el azar. Tema atractivo y de dimensión universal. Exposición metódica del tema a desarrollar. Sintaxis impecable. Vocabulario asequible y provocador que despierte un interés gradual al lector. Cualquier tema que se trate, a buen seguro, tendrá la posibilidad de ser abordado desde distintos puntos de vista y matices al servicio de quién escribe. Se trata de abordarlo desde aquel ángulo que despierte más interés para el consumidor de la obra y asegurar el éxito. Hay que cerrar ciertas puertas y dejar otras abiertas. Huir de radicalismos y buscar el equilibrio entre la ficción y la realidad. Analizar cualquier situación y escoger la que mejor sirva a los intereses de conseguir algo atractivo. Ambición mediática para aumentar la relevancia. Rigor en el tema y en la finalidad. Todo bajo control.
Una vez finalizado el proceso creativo se requiere un análisis minucioso y crítico para pulir asperezas. Hay que saber intercalar algunas reflexiones que generen polémica o controversia pero sin molestar. Tiene que llegar a cuantos más mejor. Algunos sólo pretenden servir a grupos de lectores seleccionados. Bien. Cada uno es cada cual y cada cual con lo que quiera y con lo que su cuerpo le ambicione. Sutileza, ingenio, desenfado, ironía, realidad. Pelín de sentimentalismo para ablandar conciencias, aumentar la receptividad y el consumo de pañuelos de papel.
Cualquier obra creativa tiene que reflejar la condición humana para lo bueno y para lo malo. Sus grandezas y sus vilezas. Ideas infinitas y precisas. Lo que sea que escriba tiene que salir de lo más profundo de sí mismo y de sus experiencias con ambición y sin conformismos. Ensalzar la grandeza del ser humano y castigar su estupidez. Simultáneamente, el lector tiene que sentirse entusiasmado, receptivo y predispuesto a interiorizar para difuminarse en la obra. Tanto uno como otro tienen que tener conciencia de que su libertad está intacta, que no está secuestrada y que, por tanto, ambos podrán interpretar con garantías lo que quieran o crean oportuno.
La cultura y la creatividad es una industria que genera riqueza intelectual. Es importante y urgente que se re defina el concepto de propiedad intelectual. Nos ahorraríamos disgustos, enfados y mal entendidos de unos y otros. Eso de "propiedad intelectual" me suena muy mal. Salud

28 abril 2011

Lectura en movimiento

Llegamos a Madrid desde Segovia. Unos días de descanso y de gastronomía. Tomamos el metro para llegar al centro de la Villa y Corte. La persona que me acompaña me pide el libro que estos días está consumiendo. Le digo que no. ¡En el metro no se puede leer! ¿Es imposible! Es que otros lo hacen. ¡NO! Ella está sentada y yo estoy de pie con una maleta entre las piernas. El metro acelera bruscamente y desacelera de igual manera. Agarro la maleta con fuerza y yo me agarro de igual manera a una barra horizontal en lo alto del vagón. ¡Din, don, dan ding! Voz de hombre, "próxima estación". Voz de mujer, "Plaza de Castilla...conexiones con las líneas nueve y diez". ¡Din, dan, don, ding! Movimientos laterales bruscos y rápidos en el sentido de la marcha. Con la otra mano también me agarro fuerte al asiento. ¡Briiiii! ¡Zasssss! Se abren las puertas. Gente que sale. Gente que entra. Pasajeros que se recolocan dentro del vagón. ¡Briiiii! ¡Briiiii! ¡Zasssss! Las puertas se cierran y otro movimiento brusco de aceleración. Vaivenes en todos los sentidos. ¡Din, don, dan, ding! Voz de hombre, "próxima parada". Voz de mujer, "Tetuan" ¡Din, dan, don, ding! ¡Briiiii! ¡Zasssss! Parada y consiguiente movimiento de pasajeros. Aceleración. Ha entrado un artista en prácticas con un carrito. Pulsa un botón y se empieza a escuchar música de acompañamiento a cierto volumen para que se escuche en todo el vagón. Él saca una flauta andina y toca "el cóndor pasa". Bueno, más o menos. ¡Cing, clong, cling, clong! Es el móvil de un fulano que está sentado enfrente de nosotros. "Dime. Yo no quiero nada, eres tú la que me has llamado. Pues te habrás confundido al marcar" ¡Din, don, dan, ding! Vos femenina, "por su seguridad rogamos mantengan sus pertenencias a mano". ¡Din, dan, don, ding! Sigue la música andina. "Si, claro que estoy bien. Ahora mismo me voy a casa, otro día te llamo". ¡Din, don, dan, ding! Voz de hombre, "próxima estación". Voz de mujer, "Estrecho...estación en curva...tengan cuidado al salir de no poner el pie entre el vagón y el andén" ¡Din, dan, don, ding! ¡Briiiii! ¡Zasssss! Más movimiento de pasajeros. Entra un hombre casi bajito y con un perímetro de cintura bastante considerable. Un peso que rondará algo más de 150 kg. Empuja, ahueca y desplaza un buen número de pasajeros. Entre persona y persona no cabe ni un papel de fumar. En una especie de curva y con dos empujones se acomoda y levanta un brazo para cogerse a la barra. Un olor desagradable inunda el vagón y provoca mareos y arcadas. ¡Briiiii! ¡Briiiii! ¡Zasssss! "No te preocupes, un día de estos te llamo y paso a verte. Adios". Música andina. Con un empujón mi persona física se ve transportado desde la puerta al otro lado del vagón con la maleta incluída. De un segundo empujón intentó lo mismo con un jubilado octogenario con bastón y boina. Todavía recuerdo la mirada agonizante en busca de ayuda que no le pude prestar por mucho que lo intenté. El representante de la tercera edad avanzada perdió el bastón y la boina y se vio aplastado contra una barra vertical que hace las veces de agarradera. El señor obeso y de fornidos brazos seguía empujando hasta conseguir que el octogenario y la barra vertical se fundieran en una misma cosa a modo de pintxo de cocina de autor. Su mirada me persigue a todos los sitios y a todas horas. No puedo olvidarla. Por las noches tengo pesadillas y no puedo olvidarlo.  ¡Din, don, dan, ding! Voz de hombre, "próxima estación". Voz de mujer, "Alvarado". ¡Briiiii! ¡Briiiii! ¡Zasssss! El músico en prácticas se acerca a saludar con el sombrero en la mano.  El efecto de los vaivenes del metro y del hombre bajito y perímetro de cintura alarmante generan un efecto devastador en el vagón del metro. Mi nivel de conciencia iba disminuyendo lentamente. Ahora me estoy recuperando lentamente. ¡Din, don, dan, ding! Voz de hombre, "próxima parada". Voz de mujer, "Cuatro caminos...correspondencia con las líneas dos, cuatro y seis". ¡Briiiii! ¡Zasssss! Así todo el trayecto. Los pasajeros que llevaban libro en mano no giraron página. Evidente. ¿Alguien me puede explicar cómo se puede leer un libro en el metro? Si alguien pudiera explicármelo y que yo lograra entenderlo, se lo agradecería. Ahora me preocupa saber qué fue del abuelo al que dejé agonizante empotrado en la barra vertical con los ojos en blanco y con estertores de finalizar la vida. Salud.

27 abril 2011

Humor

He leído que Nietzsche ha escrito que la potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar. Joder Nietzsche, me acabas de hundir. Ahora mismo estoy muy triste mientras me repongo de esto. Si hubiera escrito dosis de ingenio me hubiera podido salvar de esta. Lo del humor es un golpe bajo. Estoy triste y abatido y quién me conoce sabe de que va la cosa. No recuerdo haberme reído nunca a carcajadas ni haber contado chistes con gracia. A lo sumo, sonrío. No sé si esto será bueno o malo. Pero es tal como lo cuento. No soy nadie porque me falta potencia intelectual. Rectifica, por lo que más quieras, Nietzsche.
Más adelante leo un añadido que pone que la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño. Vale pues. No todo está perdido. Gracias por este salvavidas. Esto sí va conmigo. De todas formas siempre nos quedará el ingenio para distinguirnos de otros bípedos que se insultan en el hemiciclo, vuelan en bussines y pintan bisontes en las paredes de los baños del congreso.
A propósito de esto y sin saber, de momento, si es producto del ingenio, la intelectualidad, el humor o la seriedad, otro compatriota ha escrito algo del que destaco este pequeño pasaje, "ya me gustaría a mí poder comprobar que el dinero no da la felicidad. El marido, que presumía de ser muy generoso, le preguntó a su señora si quería un vestido de Gucci o un diamante. El divorcio, respondió ella. Él nunca soñó gastarse tanto dinero".
Ahora nos queda definir humor y buscar un resquicio legal para que la gente crea que tengo. Digo en mi defensa que me gusta practicar la ironía y esto implica dosis de humor. Es negro, ácido, corrosivo y lo que quieras pero, humor al fin y al cabo. Soy del cinismo y esto también implica altas dosis de humor. Me han adulado diciendo que a menudo saco a pasear el ingenio y esto implica, también, algunas dosis de humor por parte de quién lo dice. Soy capaz de cabrearme y meterme con quien haga falta y esto demuestra, por lo menos, mal humor, que es la otra cara de la moneda. Sé, porque me lo han dicho, que cuando me leen o me escuchan, a menudo, esbozan una ligera sonrisa. Si sonríen es que hay humor. Concluyendo amigo Nietzsche, creo que tengo humor. No mucho, pero suficiente. Por tanto, llegados a este punto y por una simple regla de tres -y eso que soy de letras- si tengo humor también tengo potencia intelectual. Soy sentimental aunque esto me suponga un desgaste psíquico. Creo que también tengo lucidez. Pongo dramatismo, paseo ironía, derrocho sentido común y asumo mi rol con dignidad. Me faltan los abuelos y yo asumo su papel como queda demostrado y porque me toca. Todavía me quedan ideales y estoy civilizado. He evolucionado lo suficiente para no dedicarme a la política. No pertenecer a la clase uniformada ni ser un ensotanado. Incluso admito la crítica. Amigo y admirado Nietzsche cuidado con lo que escribes o ya no estarás en la lista de mis libros de cabecera.  Salud.

18 abril 2011

Futuro

Ha nacido un nuevo grupo de personas del tipo "plataforma reivindicativa". Están en todos los foros sociales y se hacen llamar "jóvenes sin futuro". Un nombre de impacto que llama la atención pero que resulta poco alentador. Están constituidos en una marca blanca. No desean tener vínculos con ninguna ideología política, religiosa o sindical. Hacen preguntas y quieren respuestas. No he escuchado propuestas. Estarán en ello o se les habrá olvidado. Digo yo. No se.
En su estructura hay dos grupos generacionales que padecen la crisis sobremanera. Un primer grupo generacional lo abarcan jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años. Desde los que quieren acceder a lo que les corresponde una vez terminado el bachillerato hasta los que quieren hacer lo mismo pero con carrera y un poco currículum. Estadísticamente hablando, los primeros lo tienen mal por falta de preparación y los segundos lo tienen igual de mal por exceso de preparación. En medio se encuentran los de la formación profesional que son los más beneficiados. Me baso en datos reales publicados por el gobierno. El segundo grupo generacional que forma parte de esta plataforma reivindicativa está formada por personas de a partir de los cincuenta años y que han perdido su trabajo y que, seguramente, no lo volverán a recuperar ni cuando haya pasado la crisis. Son los parados crónicos o de larga duración. Los que tuvieron y no tienen. Los expertos coinciden en que la única salida que tienen es montar su propia empresa basada en la experiencia. En este caso no necesitan dinero sino valentía.
No han tenido suerte ni unos ni otros. No tienen nada que ver con la crisis pero la sufren y la pagan y no les parece bien. Estamos de acuerdo. Las cosas que pasan no siempre son justas. Los ideales de estas personas, con el tiempo, se van difuminando lentamente. Muy bonita la puesta de sol pero al final sólo queda la oscuridad. La lucidez colectiva hizo que se movilizaran a través de las redes sociales. Los que buscan su primer empleo no estaban. Los mayores que han perdido el trabajo tampoco estaban. Estaban los de siempre. Los universitarios. Los que tienen de todo y les sobra tiempo y ganas. Fue una manifestación preventiva. Consignas bananeras. Pareados improvisados. Pasaron desapercibidos y no fueron nada ingeniosos. A todo esto, ninguna cabeza visible porque son tan demócratas que nadie manda ni organiza. Las resoluciones se toman a modo de "lo que la mayoría decida". No hay debate previo. El fiasco estaba garantizado. La idea inicial era buena pero no se preparó y la falta de elaboración de un plan se convirtió en una carrera de obstáculos. A perro flaco todo son pulgas. Efectivamente. Al final se les unieron los antisistema. Estos parásitos que viven y se aprovechan de males ajenos. Fracaso estrepitoso. Era previsible. Así fue. Es la historia de una tarde. Nunca más se supo. Salud.

14 abril 2011

Besugos

Intelectuales, de haberlos haylos. Pero hay que saber encontrarlos y para eso hay que saber dónde buscar. Hablar de un intelectual es sinónimo de alguien que piensa y luego actúa consecuentemente. No debería de ser así. Será mejor, entonces, hablar de talentos. Aquí caben todos aquellos que crean. Alguien que destaca en su profesión porque lo hace bien. Pero cuidado. Ojo. No nos podemos perder en un sofá de pereza -no razonar lo adecuado- y confundir un talento como algo bueno. No tiene porqué ser así.
El otro día aparecieron en un canal de televisión que ve siete veces más que las demás cadenas a dos talentos de lo suyo. Uno roza el esperpento por lo que dice, escribe o lleva puesto y el otro por lo que dice y hace. La entrevista del año. Usted pregunte lo que quiera que yo le responderé lo que me de la gana. Inconformistas, provocadores y faltones y que después de escucharlos vas y te sacas el carné de antisistema y te vistes como tal. Terminó siendo una charla entre dos besugos. Incoherencias, indefiniciones, insultos a la intelectualidad del espectador y cosas que sólo entenderían Pasolini, Tarantino o la extrema derecha. El uno preguntando de lo que no entiende ni entenderá nunca por un problema de estudios y el otro respondiendo de lo que no sabe ni sabrá nunca por el mismo problema. Grandioso momento del que el club de la comedia debería tomar nota a la hora de hacer monólogos. Nos partiríamos de la risa. Mentiras compartidas, piropos de albañil, miradas reveladoras de algo más que amigos del alma, complicidad en el arte del insulto, repertorio de gestos e ideas impertinentes, falsas afirmaciones, ninguna restricción a la vulgaridad y a la frivolidad. Mucho humo en el plató que dificultaba la visibilidad y un ruido hueco.
Dos proyectos de no se sabe qué en versión beta intentando explicar las bondades de la democracia y la civilización en un futuro orden mundial. Lo de Irak no fue una guerra sino la consecuencia de una apuesta. El trio de las Azores se apostó que serían capaces de matar a más personas en menos tiempo con armas convencionales que el dictador de turno con armas de destrucción masiva. Los primeros ganaron porque el segundo no tenía tales armas y además fue un mal perdedor porque no pagó la apuesta. Se murió al tropezar con una cuerda. Los efectos colaterales fueron los normales en cualquier desavenencia.
Y no se confunda. Nosotros no hemos mantenido ningún contacto ni conversaciones con ningún grupo de liberación. Nosotros sólo fuimos a escuchar. Al día siguiente nos enteramos de la cruda realidad. La que jode más que nada. La que todos los profesionales de la televisión temen más que a un pellizco de monja. El share o cuota de pantalla. Bob Esponja y Pocoyo tuvieron más audiencia. Salud.

13 abril 2011

Entregeneraciones

Hay un tiempo virtual entre generaciones de personas. Un tiempo no computable porque no ha sido vivido, disfrutado ni padecido por nadie. Un tiempo virtual que transcurre entre una generación y otra y que marca diferencias porque es tiempo de adaptación sin más.
Mis abuelos vivieron un tiempo en unas condiciones de vida, trabajo y ocio que fueron distintas, en mayor o menor medida, al tiempo vivido por mis padres y al tiempo que estoy viviendo. Y distinto al tiempo que vivirán, seguramente, las generaciones que vengan. Cuando pienso en ello, observo desde la perspectiva, las diferencias que hay. Incluso entre personas de una misma generación hay diferencias, pero eso es otra cosa.
Hay actitudes simbólicas que configuran un núcleo fragmentado del resto. La genética y otras cosas. El error sería hacer comparaciones y no las haré. Cada individuo en su tiempo. Confieso, no obstante, que a menudo me gustaría compartir momentos actuales con algunos de mis antepasados que ya no están. Son pensamientos irreales que todos tenemos y que podemos atribuir a la nostalgia, al recuerdo o a la añoranza y cosas por el estilo. Son ideas que te vienen a la mente y que uno tiene que diseccionar con mano firme para no caer en la depresión.
Aquí es cuando tomas conciencia de que hay un antes, un ahora y un después en la vida y en las cosas. Que pueden llegar a ser diferentes y que no podrán ser compartidas con otros seres queridos. Estos análisis son producto de la reflexión y basados en la memoria. Es un tiempo trampa. Un tiempo virtual. El espacio entre una generación y otra. Entre un trabajo y otro. Entre una forma de hacer las cosas y otra. Entre una forma del comportamiento humano y otro. Entre una forma de distribuir y disfrutar el tiempo libre y de ocio y otra. No obstante hay cosas que por sus diferencias mínimas se mantienen en el tiempo casi iguales y de las que apenas notamos el cambio. Es la vida adaptada cuyo cambio apenas se nota.
Pero todo es discutible y refutable. Gyorgi Konrad se atreve y lo hace diciendo que cuando se mira al espejo no ve la misma cara de siempre. Ve la cara del momento y no puede ver las otras porque se superponen. Sólo distingue la cara actualizada de cada día. Manifiesta que la historia del niño del pijama de rayas no aporta nada nuevo al holocausto. Es cierto. Sólo aporta otro punto de vista de lo mismo. A lo mejor nuestras vivencias no aportan nada a las futuras generaciones a no ser que se vean como otros puntos de vista de lo mismo. Es posible que entre generaciones no haya tantas diferencias sino puntos de vista distintos que habría que analizar. Salud.

01 abril 2011

Pitorliua

Esta película, tan Goyada, sobre la guerra civil española no me ha dejado indiferente, no. Para nada. Es una obra maestra. No aporta nada nuevo que no supiéramos. Será la forma que tiene Agustí de contar la historia. Resulta un retrato apasionante de la posguerra. Ambientación provinciana que se repetiría cientos de veces. Nada resultó ser intrascendente.
No teníamos experiencia en guerras civiles y pagamos la novatada. Los insurgentes fueron domesticados o pasados a garrote vil. Las tradiciones se perdieron y entre ellas la buena moral. Fueron incapaces de asumir aquella tragedia y no supieron gestionar adecuadamente la posguerra por el puñetero afán de sometimiento que los del bando nacional tuvieron para con los rojillos. Canallas con poder, educados en la nostalgia mal entendida y mal enfocada y actuando en la brutalidad más básica y en el desprecio rencoroso hacia los demás sin medir consecuencias.
Si una guerra civil es absurda una posguerra lo es mas. La nuestra tuvo momentos patéticos y moralmente deshumanizados. Algunas personas inculturales y con poder -binomio peligroso- fabricaron leyes, hicieron juicios y aplicaron penas de perfil pandillero. Enredos montados a conveniencia para la finalidad cínica de desquitarse. Un incivismo hostil de unos pocos contra todos, con final incierto. Una crisis de identidad y de valores es lo único que hubo en los tiempos posteriores e inmediatos al final de la guerra civil española dónde hubo claramente vencedores y vencidos y dónde los primeros se obstinaron en hacer el mal con vacíos legales y sobresaltos. El maestro defiende que la victoria nunca es neutral e inmerecida. Que hay que alejarse de los vencidos porque no tienen derecho ni a una nota a pie de página de la historia porque la historia la escriben los vencedores. La iglesia no se implica con los rojillos porque reniegan de dios y no se merecen una absolución.
Gente sencilla y humilde y algunos sin ideales, por si acaso, condenados, por su ignorancia y su debilidad de carácter, a abrirse de piernas para conseguir favores y vivir en el estremecedor mundo de las vejaciones continuas para evitar un tiro de gracia. La película me provoca sentimientos encontrados. De apoyo a los débiles y a los que sufren y una rabia contenida para los radicales del poder y la violencia. Personajes todos de un tiempo que no debió de existir. La película no puede dejar indiferente a nadie y provoca repulsa y reflexión para que esta parte de la historia no vuelva a repetirse. Explora y profundiza en los personajes y resulta muy crítico con la excepcionalidad del momento. Los que tenemos algunos años también tenemos recuerdos de aquellos tiempos y por eso la película no nos es indiferente.
Después de tantos años la herida no está del todo cicatrizada. Todo llegará. Estamos en otra época de la historia que nada tiene que ver con la que se describe en la película del fantasma "Pitorliua", pero siempre nos quedará un fantasma aunque sea de la extrema derecha como Ignacio G. Lázaro para tocarnos las pelotas a los rojillos de ahora. Nosotros seguiremos sin dejarnos porque ahora estamos en democracia y me consta que esto le cabrea. Pues vale. Salud.