Como el amigo elpablo demandaba algo más sobre Rarotonga, aquí van unas líneas y algunas imágenes más al respecto. Efectivamente, como Pablo advertía, la verdadera protagonista de la historia no aparece en el par de viñetas que había entresacado en mis dos últimos posts. Rarotonga es una «mestiza» (así se refieren a ella repetidamente) que manipulando el pavor supersticioso de los nativos, gobierna una pequeña isla de Oceanía como una caprichosa y lasciva diosa del amor y la muerte. A la isla llega el doctor Alejandro Rivera, médico ejemplar, candidato al premio Nobel, inteligente, entregado, generoso, solidario, desinteresado, casado felizmente y padre de dos bellas hijas que le adoran tanto como su esposa. La familia le espera en su ciudad de origen (que podría ser México, aunque no se menciona expresamente), mientras el doctor se sume en la batalla contra la enfermedad que está exterminando a hombres y animales por igual en aquellas perdidas latitudes del sur. Por supuesto, el choque entre el emisario blanco de la razón y la civilización y la divinidad negra de la lujuria y el deseo no tardará en producirse. ¿Conseguirá Rarotonga seducir al impecable doctor Rivera y someterle a sus antojos? ¿O acabará siendo ésta una historia de la cazadora cazada?
Esto sería más o menos el resumen del argumento que podríamos hacer para la nota de prensa. Lo cierto es que yo recordaba algunas imágenes de Rarotonga vistas cuando era muy niño y que me habían perturbado profundamente: parecían prometer una historia incandescente de erotismo y magia negra, como mínimo. En realidad, Rarotonga no tiene nada de sobrenatural, y es simplemente uno de los más exóticos tebeos románticos que salieron de la factoría de Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché, esposos y guionistas, y de sus colaboraciones con el maestro del medio tono Antonio Gutiérrez. Rarotonga empezó a publicarse en el nº 535 de Lágrimas, risas y amor (3 de marzo de 1973), editorial Edar, y fue uno de los más resonantes éxitos de la familia, que por entonces ya contaba con una larga carrera y dominaba completamente su oficio. Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché fueron los fundadores de Editorial Vid (Parra = Vid), uno de los emporios editoriales más importantes de Latinoamérica, y que todavía es una de las empresas de más peso en México. Durante años, crearon numerosísimas series de éxito en todo tipo de géneros populares, entre ellas la protagonizada por el que probablemente sea el personaje de cómic más famoso de este país, Memín Pinguín, a quien Yolanda puso como nombre el apelativo cariñoso que tenía su marido (entonces novio). Algún día tengo que hablar de El pecado de Oyuki, de Vargas Dulché y Antonio Gutiérrez, que acabó siendo una telenovela de éxito no sólo en México, sino también en Japón.
Volviendo a Rarotonga, Vid publicó una edición recopilatoria en formato prestige que ocupó cinco tomos en 1998-99 (cerca de 500 páginas en total). Es posible que llegara a España, pues en ese momento la editorial mexicana distribuía sus productos en nuestro país, aunque no lo recuerdo. Como edición, es una de las mayores masacres que he visto jamás. A su lado, la ediciones de Vértice de los cómics Marvel parecen académicas. Cierto que estos remontaban las viñetas, pero al menos las incluían todas. La edición del 98 de Rarotonga directamente la resume. A continuación presento una comparación entre el inicio de la edición original en Lágrimas, risas y amor y el inicio del Rarotonga de Vid.
Éstas son las dos primeras páginas de la edición de Vid:
Que se corresponden, aproximadamente, con las ¡ocho! primeras de la edición original:
Aunque la comparación anterior es bastante elocuente, no me resisto a recuperar otra que afecta a uno de los momentos cumbres de la historia. En este caso reproduzco primero la versión original, fantásticamente narrada por Parra y Gutiérrez:
Aquí, como queda en la reedición de Vid:
A pesar de las tropelías cometidas en la reedición con el color (o seudocolor, al estilo de las viejas fotografías en blanco y negro coloreadas), el remontaje, las ampliaciones de viñetas y la vulgarización de la rotulación, a pesar de que la compresión del relato afecta de manera evidente al ritmo del mismo en numerosas ocasiones, Rarotonga sobrevive con su embriagadora capacidad para fascinarnos con todas las armas del culebrón clásico hecho con convencimiento y sabiduría. Es un monumento kitsch que te derrota a cara descubierta, aunque estés sobre aviso y seas un lector postmoderno y resabiado. Novelita por entregas, novelita popular que utilizó el soporte cómic como podría haber utilizado la radio o la televisión, Rarotonga es una reliquia de un tipo de cómic que hace muchos, muchos años que no se practica, al menos en occidente. Y que hoy, sin embargo, podría releerse con ojos contemporáneos. Sólo habría que integrar sus páginas tal cual, al mismo pequeño tamaño al que fueron publicadas originalmente y en su delicado medio tono, en un libro que llevara en la portada la etiqueta «novela gráfica». Es una broma, por supuesto. O tal vez no. Puede que algún editor avispado lo averigüe.
En el blog del pablo hay un dibujo original de su autor en homenaje a Rarotonga, y un enlace al vídeo de Café Tacuba de la canción dedicada a la mestiza irresistible de los mares del sur. No os lo perdáis.